Araya

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SI YO FUERA PINTOR SONETO Si yo fuera pintor, querida Araya, pintaría en los versos que cincelo, al viejo explotador que alzó en tu suelo los túmulos de sal, con férrea laya; De tu picacho abrupto la talaya que el céfiro acaricia en blando vuelo; la luz que fulge en tu azulado cielo y el mar que besa tu serena playa. Pintaría también, con sus detalles, tu grato ambiente, tus modernas calles y el fecundo caudal de tus salinas; Y en especial, ejecutando el arte; pintaría tu célebre baluarte Santiago de León, que yace en ruinas! ÁNGEL HERNÁNDEZ ARAYA, 15/11/75

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Page 1: Araya

SI YO FUERA PINTOR

 SONETO

Si yo fuera pintor, querida Araya,

pintaría en los versos que cincelo,

al viejo explotador que alzó en tu suelo

los túmulos de sal, con férrea laya;

 

De tu picacho abrupto la talaya

que el céfiro acaricia en blando vuelo;

la luz que fulge en tu azulado cielo

y el mar que besa tu serena playa.

 

Pintaría también, con sus detalles,

tu grato ambiente, tus modernas calles

y el fecundo caudal de tus salinas;

 

Y en especial, ejecutando el arte;

pintaría tu célebre baluarte

Santiago de León, que yace en ruinas!

ÁNGEL HERNÁNDEZ

ARAYA, 15/11/75

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El tiempo, con su inexorable paso, silencioso como es, no parece gran cosa al lado de esto.

La brisa, el sol: la sal.

La sal devorándolo todo, consumiéndolo; literalmente.

Y la brisa como la exhalación de Dios para que la sal nazca, primero, y para que llegue más lejos, después.

Y el sol, que lo baña y lo abrasa todo, aún la sal.

Acá hubo un tiempo, no hace tanto como uno pudiera imaginar, donde la mano era más importante que el hierro, la grasa y la gasolina. Ya no hay maras, hay camiones

Acá hubo un tiempo donde la mano lo era todo. De ese tiempo Margott dio cuenta. “Acá el mar lo da todo, fuera de él no hay nada” decía. Ahora, la sal sigue allí, inagotable como la brisa y el sol. La naturaleza es así, parece: infinita. Parece.

Lo que no es infinito, y de eso estamos seguros, es el hombre. El hombre que sigue aquí no es el mismo que el que estuvo antes. Ahora hay muchas máquinas, y pocos hombres, mas espectadores que protagonistas.

El misticismo de la “laguna madre” y cada uno de sus partos de antaño han sido desplazados por la máquina, y un nuevo término: producción.

El tiempo ha seguido su inexorable marcha, silencioso como es.

Pero la laguna mare sigue aquí, pariendo la sal.

La sal y el sol y la brisa y el hombre…

Y la memoria vieja.

Y unas pocas manos que luchan por ganarse la vida. Y una vida que ellos quizá no saben pero que sigue honrando a esas manos que abundaban antes.

Pero ellos parece saber algo. Parecen saber algo de la sal, y del sol y de la brisa que lo corroe todo.

Se parece tanto al tiempo, la sal.

¡Si el tiempo tiene algún sabor, seguro que es saladísimo!