Apuntes sobre la distribución en México

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Apuntes sobre la distribución en México Ser distribuidor de libros en México no es participar de un negocio fácil ni tampoco tan redituable. Varios son los factores que impiden el florecimiento de la actividad, lo que hace que sean pocos y gradualmente menos los que nos dedicamos a esta actividad. Trataré de explicarme en esto que afirmo entrando en algunos detalles sobre las barreras, nuevas y viejas, que existen en este negocio de distribuir libros en mi país, que lo han convertido en un verdadero reto. El precio al que llegan las publicaciones españolas se encuentra en una situación de baja competencia frente a la producción editorial de México y la que llega de otros países, que regularmente facturan en dólares americanos. La principal razón es la doble presión que se ejerció sobre el peso mexicano durante todo el año pasado y parte de este. Por un lado vivimos el fenómeno de la reevaluación del euro, y por el otro sufrimos con el deslizamiento de nuestra moneda frente al dólar americano. Tan fuerte cayó esta tormenta financiera para quienes nos dedicamos a la importación de libros españoles, que nos obligamos a replantear la naturaleza misma de la operación, pues no sólo empezamos a tener libros caros, sino que en muchos casos llegamos a tener operaciones deficitarias, principalmente en aquellos donde la mercancía ya estaba vendida y no cobrada. El quebranto se dio luego, cuando tuvimos que hacer nuestros propios pagos al editor con una moneda mexicana que representaba muchos menos euros de los que originalmente esperábamos, ya que tuvimos que soportar un fuerte incremento en el tipo de cambio respecto a la base de la que habíamos partido al momento de la compra. Por esta causa es que no fue raro encontrar a los libros procedentes de la península casi al doble de precio de las novedades de producción nacional. Afortunadamente para los distribuidores, el euro ha cedido en su escalada y al día de hoy aparece estacionado en un cambio de 13.20 pesos. Hay que recordar que su cambio en el 2003 era de 8.30, es decir, con un 60% de diferencia, aunque este porcentaje llegó hasta el increíble 80%, cuando el euro se cotizó hasta los 15.20 pesos. Es evidente que esta relación ha hecho un perjuicio muy grande a los intentos de comercializar en México las novedades producidas en España. Cabe mencionar que aquéllas editoriales que supieron ver con ojos de largo plazo este problema, eventual por naturaleza propia, propusieron una salida inteligente a sus distribuidores, mediante la fórmula de la coedición, que desactivó el problema de la

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Ser distribuidor de libros en México no es participar de un negocio fácil nitampoco tan redituable. Varios son los factores que impiden el florecimientode la actividad, lo que hace que sean pocos y gradualmente menos los quenos dedicamos a esta actividad. Trataré de explicarme en esto que afirmoentrando en algunos detalles sobre las barreras, nuevas y viejas, que existenen este negocio de distribuir libros en mi país, que lo han convertido en unverdadero reto.

El precio al que llegan las publicaciones españolas se encuentra en unasituación de baja competencia frente a la producción editorial de México y laque llega de otros países, que regularmente facturan en dólares americanos.La principal razón es la doble presión que se ejerció sobre el peso mexicanodurante todo el año pasado y parte de este. Por un lado vivimos el fenómenode la reevaluación del euro, y por el otro sufrimos con el deslizamiento denuestra moneda frente al dólar americano. Tan fuerte cayó esta tormentafinanciera para quienes nos dedicamos a la importación de libros españoles,que nos obligamos a replantear la naturaleza misma de la operación, pues nosólo empezamos a tener libros caros, sino que en muchos casos llegamos atener operaciones deficitarias, principalmente en aquellos donde lamercancía ya estaba vendida y no cobrada. El quebranto se dio luego,cuando tuvimos que hacer nuestros propios pagos al editor con una monedamexicana que representaba muchos menos euros de los que originalmenteesperábamos, ya que tuvimos que soportar un fuerte incremento en el tipo decambio respecto a la base de la que habíamos partido al momento de lacompra. Por esta causa es que no fue raro encontrar a los libros procedentesde la península casi al doble de precio de las novedades de producciónnacional. Afortunadamente para los distribuidores, el euro ha cedido en suescalada y al día de hoy aparece estacionado en un cambio de 13.20 pesos.Hay que recordar que su cambio en el 2003 era de 8.30, es decir, con un60% de diferencia, aunque este porcentaje llegó hasta el increíble 80%,cuando el euro se cotizó hasta los 15.20 pesos. Es evidente que esta relaciónha hecho un perjuicio muy grande a los intentos de comercializar en Méxicolas novedades producidas en España. Cabe mencionar que aquéllaseditoriales que supieron ver con ojos de largo plazo este problema, eventualpor naturaleza propia, propusieron una salida inteligente a sus distribuidores,mediante la fórmula de la coedición, que desactivó el problema de la

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divergencia en los tipos de cambios y presentó las novedades a tiempo y aprecios razonables. Esta ha sido, al menos desde mi propia experiencia, lamejor salida para un problema de divisas, cuya solución no está en manosdel gremio. Lo interesante es que esta solución supone romper las fórmulastradicionales en la relación editor-distribuidor, pues dejan de hacerúnicamente un intercambio comercial para convertirse en sociosestratégicos, en donde el distribuidor pasa a ser algo más que simplecomercializador y se transforma igualmente en productor. Pero estos son lostiempos de la globalización y las nuevas tecnologías, que no sólo permitenllevar a cabo de manera exitosa operaciones de este tipo, sino que nosobligan a practicarlas en aras de la consabida transformación antes que lamuerte prematura.

Luego nos encontramos con un tema puntual, de urgente solución que hastaahora no ha encontrado una respuesta real entre los actores que ladeterminan. Me refiero a la necesidad imperiosa de que México cuente conuna ley de precio fijo, que evite los absurdos que el sistema vigente ha idocreando. Bajo el disfraz de dar descuentos a los mismos clientes, diversasnegociaciones, básicamente del tipo de grandes superficies, solicitandescuentos que exceden el 50%, de por sí muy alto pero en el que se habíandetenido muchas exigencias, que ahora vemos no tienen fin. No hace faltadetallar en este foro los daños tan graves que una estructura de precios deestas dimensiones causa en el precio final del producto. Hasta ahora, porconducto de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, se hapresentado al congreso una iniciativa que resuelve este problema, sinembargo, esta ley de precio fijo en los libros pertenece a esos temas que notienen una respuesta rápida entre los legisladores, porque no sonsuficientemente atractivos para ellos o consideran que no tienen prioridad ensu agenda legislativa. Por nuestra parte pensamos diferente, ya que la faltade solución a este problema de precios y descuentos ha ocasionado lareducción sistemática de las librerías a nivel nacional, canal natural para laventa de libros, ya sean nacionales o de importación. La caída en el númerode librerías en el país es realmente dramática, pues en apenas un lustro sehan visto disminuidas en casi un 30%, al pasar de un total de 500 a las 370que actualmente existen en los catálogos de clientes de las principaleseditoriales. Esta tendencia ha ido formando un círculo perverso endetrimento de las mismas librerías y la distribución, pues a falta de un canalnatural fuerte, la búsqueda de puntos alternativos de venta propicia que lasgrandes superficies ganen terreno en sus siempre insatisfechas solicitudes dedescuento y mejora de condiciones, ahondando con ello el abismo entre las

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condiciones regulares que reciben las librerías y empujándolasinexorablemente a su cierre definitivo. Sabemos que esta situación no sóloes grave para el comercio del libro, sino para la vida cultural de todo el país,lo que convierte a su solución en una necesidad social, por eso insisto en laurgencia de aprobar la ley mencionada.

Hablamos de cambios y casi siempre pensamos en todos aquellos que estánocurriendo en el mundo, en los grandes negocios y las grandes industrias,pero ya nos cuesta trabajo pensar en que los cambios han de darseigualmente en nuestro ramo. El caso de la distribución de libros también haentrado en una etapa de redefinición, pues no es posible quedarnos con laidea del comercio puro, la compra venta que durante muchos años funcionó.Las nuevas tecnologías han hecho exactamente lo contrario de lo que enalgún tiempo nos llegó a atemorizar a los que nos dedicamos a la edición ycomercialización de libros: la desaparición del libro en soporte de papel. Porel contrario, gracias a estas nuevas tecnologías, lo que se ha desarrollado esla posibilidad de hacer libros de manera sencilla, económica y eficiente, poreso es que ahora, como nunca, se están produciendo libros de papel en unacantidad ingente. Esto genera una competencia encarnizada por los pocosespacios disponibles para la exhibición de novedades y, sobre todo, limita auna vida muy corta el paso del libro por los canales de venta. Es decir, cadavez tenemos libros menos rentables, producto de esta saturación denovedades y del decreciente espacio en los puntos de venta. Ante estarealidad, la primera consecuencia es el aumento de las devoluciones enforma brutal. A su vez, esto genera una doble problemática, por un lado elincremento en los costos finales para vender un libro, y por el otro, laescalada de remanentes en el almacén. El primer punto se deja sentir cuandoes indispensable hacer un trabajo de recuperación de los libros devueltos,pues si acaso fueron retractilados, esta envoltura protectora les permitereingresar nuevamente al circuito comercial regular, sustituyendo porsupuesto esta cubierta; peor todavía si el retractilado no existe, porquemuchas de las veces la devolución queda inservible y alguien tiene queabsorber el costo del libro que ya no podrá regresar a los escaparates. Sinembargo, el verdadero conflicto está en aquellos libros que finalmente notienen salida comercial y se van quedando como invendibles. Se les hallamado “huesos”, “clavos”, “libros fríos”, no importa, al final esas son lasverdaderas utilidades que un distribuidor va acumulando, porque luego de untiempo, cada vez más corto, estos libros que eufemísticamente loscontadores llaman “activos”, son el principio del fin de un distribuidor queno consigue darles una respuesta y salida rápida y ve con angustia cómo su

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mercancía se va deteriorando en la bodega. Aquí llegamos a un puntointeresante a definir, que se refiere a buscar quién es el valiente que ha decomerse la bala de material invendible, si es el editor que selecciona lostítulos y los diseña bajo su propia perspectiva del mercado o es eldistribuidor que no “afina” el olfato cuando decide los títulos que ha decolocar en su mercado local. Cualquiera de las respuestas implica unincremento en los precios, ya que no habrá forma de evitar que algunoslibros no se vendan, eso es una realidad desde que el libro se convirtió enmercancía. Es decir, que si es el editor quien ha de otorgar una consignaciónal distribuidor, deberá considerar el costo de los invendibles, porque al finalno cobrará su envío al cien por ciento. Cabe destacar que la búsqueda demercados de remate no son hoy alternativa. Es tan grande la saturación delibros que sería necesario dividir el costo industrial entre tres o cuatro paraque se acerque a un precio atractivo en estos estrechos canales comerciales.Además de que no puede perderse de vista el perjuicio que representa paraun sello regular que de pronto aparezca en librerías de viejo o puestoscallejeros, bocas naturales para estos remanentes, títulos que hasta hace pocopasaban como novedades, pues inmediatamente perderá prestigio el sello ocolección. Si, por el contrario, suponemos que el distribuidor es quien debeabsorber el costo de los libros no vendidos, entonces será él quien tenga quemultiplicar por un factor tan fabulosamente alto que le permita continuar consu negocio de manera indefinida. De no hacerlo, se encontrará primero conque sus utilidades están en los estantes de la bodega y luego que las deudascon sus proveedores las pretenderá pagar con devoluciones, porque el dineropara pagarlas nunca pudo recuperarlo. Lo que me parece un hecho es quehay que repensar el negocio de la distribución para que no se extinga, quetenemos que cuestionarnos el cómo llevar una cadena editor-distribuidor-librero a través de una espinosa realidad en la que la venta en firme estáquedando en la obsolescencia.

Hablábamos de las ventas callejeras, una verdadera calamidad para elcomercio formal, ese que genera empleos y paga impuestos. Cada día creceesta forma alternativa de vender y comprar mercancías al grado de que nopodemos sustraernos a lo que implica para la comercialización de libros. Esverdad que es un problema social, pero que lejos de darle solución, lospolíticos hábilmente los han cobijado para explotar el voto populista. Sehabla de un crecimiento en porcentajes increíbles para México, pues losindustriales más afectados dan cifras que alarman: la venta de prendas devestir se compone de un 40% en el comercio establecido y de un 60% en lainformalidad. Las ventas de discos y dvd´s están niveladas en un 50% para

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cada caso y, ante este escenario, las reacciones de fuertes trasnacionalescomo Wal-Mart son las de buscar fórmulas alternativas que les permitancompetir con este mercado de dimensiones monstruosas. Los libros no son laexcepción, participan de manera importante en este tipo de ventas, aunquedesafortunadamente no hay estadísticas al respecto. No obstante, sabemosque la red de vendedores callejeros de libros se ha multiplicado y hechoeficiente hasta el absurdo. Con este crecimiento se ha incrementado lademanda de libros que llegan por dos vías que incuban la destrucción nosólo de libreros y distribuidores, sino de los mismos editores. La primera esmediante el robo directo en librerías, para lo que existen bandas organizadasque se dedican a saquear a las más desprotegidas, mediante estrategias queincluyen la observación y el estudio de las debilidades del librero. Tambiénes posible que sobornen a los empleados de las distribuidoras y editorialespara abastecerse. Y la segunda forma, que es la más peligrosa para laindustria del libro, es la piratería a gran escala. Los piratas no paganderechos de autor, tampoco impuestos ni prestaciones sociales a susempleados, generalmente se surten de papel robado y, lo más evidente,nunca arriesgan con títulos cuya venta no sea segura, esa actividad lareservan como exclusiva de los editores. Con todo esto presentan al públicolibros cuyos precios nada tienen que ver con los que podemos encontrar enlos escaparates del mercado organizado y formal. Tristemente, la piratería yel comercio callejero se han convertido en la principal amenaza en Méxicopara todos los que dependemos de la industria del libro. El incremento es tangrande que no es raro que en las bodegas del distribuidor aparezcan depronto ejemplares piratas mezclados con los genuinos. Esto es posiblecuando las devoluciones los incluyen, porque algún librero cayó en latentación de comprar algunos ejemplares piratas.

Es curioso ver cómo algunas novedades tardan tanto en aparecer en México,luego de haber comprobado su eficacia con las ventas en España. No merefiero a temas locales, esos tienen de por sí una respuesta, sino aquellostítulos que por igual pueden interesar en uno y otro lado. La única razón queencuentro es la búsqueda por parte de los distribuidores de abaratar el costode fletes haciendo sólo embarques marítimos. Todavía hace unos cuantosaños era práctica común hacer embarques aéreos para la distribuidora quedirijo, ahora resultan prohibitivos, pues los márgenes tan estrechos deoperación obligan a recurrir al transporte marítimo como única opción. Todoimplica un esfuerzo que se ve completamente desalentado por el sentido deoportunidad de los piratas, pues literalmente más tardamos en llevar un libro

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de éxito a nuestros mercados, que verlo clonado en los puestos callejeros conun precio ínfimo.

El CEMPRO, o Centro Mexicano de protección y fomento de los derechosde autor, un organismo colectivo que aglutina autores y editores, haencontrado un enorme campo de acción respecto a la piratería industrial,cuyo crecimiento ha sido mucho más grande que el problema de lareprografía, que afecta principalmente a los libros técnicos y científicos. Porahora esta asociación es la que ha empezado a dar la batalla al problema dela piratería, aunque es cierto que falta muchísimo por hacer. Lo que seríadesesperante es ver cómo crece un problema que amenaza con destruirnos yno hacer nada, por eso creo que la lucha que el CEMPRO hace no sólo esloable sino digna del apoyo de todos los interesados en sanear lacomercialización de libros en México del terrible flagelo de la piratería.

Un obstáculo más que enfrentan los distribuidores de libros en México es elrelativo a las inequidades que existen en materia fiscal. Es sabido que loslibros no gravan IVA en nuestro país, pues están considerados tasa 0, lo quepermite a los editores recuperar el egreso realizado por el pago de dichoimpuesto en cada uno de sus insumos. No obstante a que esta medida facilitael camino para los editores, por razones totalmente inexplicables no setraslada a toda la cadena que participa en hacer accesibles los libros a loslectores, pues ni los libreros ni los distribuidores gozan del mismo beneficio.Así, a pesar de que no hay forma de gravar con IVA a los libros que venden,unos y otros tienen que absorber el importe pagado a cada uno de susproveedores y suministradores de servicios, como es el caso de la renta dellocal, el teléfono o la energía eléctrica, por citar algunos casos gravados conun IVA que es irrecuperable y que se transforma en gasto adicional, nadamás para rematar el árido panorama que hasta ahora he descrito para losdistribuidores. Me parece que una obligación del estado, y como una medidade justicia elemental, es la de proteger el comercio formal de los libros, almenos combatiendo el comercio callejero y la piratería de manerasistemática, además de incluir a libreros y editores en el mismo marcorespecto a su calidad como contribuyentes.

Otros factores existen y le dan sentido a quienes nos dedicamos a laimportación de libros y su distribución en México. Uno de los másimportantes corresponde a la satisfacción de quienes hacemos posible unaactividad fundamental para el progreso humano, que es el constanteintercambio de ideas y el flujo regular del pensamiento, el conocimiento y la

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imaginación entre los pueblos. Es verdad que la retribución en metálico noes la más generosa, pero la participación en esta dinámica que es partefundamental del progreso es ampliamente satisfactoria. Actividad antigua,pues en este año que celebramos cuatro siglos de la aparición del Quijote,sabemos, gracias a Don Artemio de Valle Arizpe, que la llegada de este libroa la Nueva España se inició el mismo año de su primera edición, es decir,que en julio de 1605 zarpó del puerto de Cádiz una flota con cuarenta y tresbarcos cuyo destino era América. “Muchas cajas de libros llegaron de esasnaves, destinadas a mercaderes de los de papel impreso. Los había de todoslos tamaños: imponentes infolios y pequeños y graciosos librillos; unos bienempergaminados, con sus ataduras de gamuza; otros con cobertura decuero jaspeado, tejuelos de colores, molduras y recuadros dorados en sustapas; algunos entre pastas de recias tablas recubiertas de piel labrada conexquisito primor.” Entre ellos iban varias decenas de ejemplares delIngenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, compuesto por Don Miguelde Cervantes Saavedra. Desde hace cuatrocientos años, estimados colegas,ya existíamos como gremio y participábamos de ese intercambio de ideas,conocimiento e imaginación del que les hablaba. Luego, fuimos losdistribuidores de libros que encerraban la visión humanista de losenciclopédicos, formadores del sueño de las naciones y seguimos hastaahora, tratando de llevar a nuestros países las más recientes novedades,confeccionadas en España y de actualidad indiscutible en México. Todoshan sido libros que pudieron llegar a las manos de sus lectores gracias a lavisión comercial y el trabajo realizado entre editoriales españolas ydistribuidores americanos, para el lector acucioso de libros filosóficos o elexquisito lector de poesía, hasta el aburrido que busca saber qué diablos es elSudoku que tanto entretiene a los europeos. O a la inversa, cuando larealidad política de la España impedía, en las décadas de los cincuentas y lossesentas, la edición de muchas obras literarias y filosóficas; entoncescélebres editores españoles se fueron a editar en América, México en lugardestacado, para invadir las trastiendas de las librerías españolas. Comercionoble en ambos sentidos, la distribución de libros tampoco desampara deltodo a quienes lo procuran, a pesar de las vicisitudes que pueda atravesar enestos momentos, ya que la necesidad de amplitud y diversidad de títulosjamás será cubierta por los piratas ni los improvisados y dejará un lugarsiempre a aquellos comprometidos con su servicio y capaces de cambiar lonecesario cuando los tiempos así lo reclamen.