Apuntes Escuela Estructural

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APUNTES ESCUELA ESTRUCTURAL Fernando Carrasco Vitoria 1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS 2. CONCEPTOS BÁSICOS DE LA ESCUELA ESTRUCTURAL A. Dimensiones estructurales B. Axiomas fundamentales 3. FUNCIONAMIENTO DE LA FAMILIA A. La familia funcional B. Subsistemas familiares 4. EVALUACIÓN DE LA DISFUNCIÓN DEL SISTEMA FAMILIAR A. Influencia del estrés sobre la familia B. Evaluación de la disfunción C. Problemas estructurales más frecuentes 5. APLICABILIDAD A. En función del problema o síntoma B. En función del tipo de familia C. En función del estilo personal del terapeuta 6. ESTRUCTURA DEL PROCESO TERAPÉUTICO A. Acomodación “joining” B. Reestructuración o desafío C. Aspectos concretos del proceso terapéutico 7. EL ROL DE TERAPEUTA 8. TÉCNICAS A. Desafío del síntoma. Reencuadre B. Desafío de la estructura. Reencuadre C. Desafio de la concepción del mundo. Reconstrucción

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La escuela estructutural es una de las ramas que están contenidas en el paradigma sistémico.

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APUNTES

ESCUELA ESTRUCTURAL

Fernando Carrasco Vitoria

1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS

2. CONCEPTOS BÁSICOS DE LA ESCUELA ESTRUCTURAL

A. Dimensiones estructurales B. Axiomas fundamentales

3. FUNCIONAMIENTO DE LA FAMILIA

A. La familia funcional B. Subsistemas familiares

4. EVALUACIÓN DE LA DISFUNCIÓN DEL SISTEMA FAMILIAR

A. Influencia del estrés sobre la familia B. Evaluación de la disfunción C. Problemas estructurales más frecuentes

5. APLICABILIDAD

A. En función del problema o síntoma B. En función del tipo de familia C. En función del estilo personal del terapeuta

6. ESTRUCTURA DEL PROCESO TERAPÉUTICO

A. Acomodación “joining” B. Reestructuración o desafío C. Aspectos concretos del proceso terapéutico

7. EL ROL DE TERAPEUTA

8. TÉCNICAS

A. Desafío del síntoma. Reencuadre B. Desafío de la estructura. Reencuadre C. Desafio de la concepción del mundo. Reconstrucción

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1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS Si rastreamos los orígenes teóricos de la Escuela Estructural en terapia familiar, podríamos remontarnos hasta el “Funcionalismo estructural” de Talcott Parsons o el “Interaccionismo simbólico” de George H. Mead. Pero aquí nos interesan mas los factores personales e históricos que influyeron en la personalidad de quien -sin encontrarse entre la primera oleada de terapeutas familiares- fue desde finales de los años 60 el que hizo emerger y difundirse la terapia familiar “estructural” como uno de los enfoques mas populares e influyentes en el campo. Me refiero a Salvador Minuchin, de familia judía y de procedencia argentina que llegó a Estados Unidos después de ejercer como médico en el ejército israelí. Fue en Nueva York donde hizo la especialidad en psiquiatría infantil y estudió psicoanálisis en un Instituto especializado de la ciudad, atraído por Sullivan y los psicoanalistas “culturales” (Fromm, Horney, Erickson). Y fue allí también donde se encontró con la terapia familiar a través de un artículo de Don Jackson sobre la homeostasis familiar, y con la revolución social en marcha en el país , que estaba muy en consonancia con las características de su personalidad y de sus inquietudes políticas, pero que él intentó aplicar en un contexto de familias desestructuradas y de clase socioeconómica baja, para quienes los otros modelos de terapia familiar en boga de Ackerman en la costa Este y Jackson en la Oeste, no resultaban muy adecuados. La orientación estructural fue configurándose progresivamente por las mismas exigencias de las condiciones sociales de los chicos de la Wiltwick School, pertenecientes a familias de los guettos negro y puertorriqueño. Minuchin y sus colaboradores tuvieron que desarrollar un enfoque terapéutico que se basara en la inmediatez de la realidad presente, se orientara a la solución de problemas que causan sufrimiento tangible y que, sobre todo, fuese contextual y tuviese en cuenta el entorno social que forma parte del problema y es causa del mismo. Fruto de aquella primera epoca es el libro “Families of the slums”, publicado en 1967 y nunca traducido al castellano. El análisis de este tipo de familias y las orientaciones terapéuticas para trabajar con ellas, no han sido nunca mejoradas. Cuando unos años después Minuchin fue nombrado director de la Clínica infantil de Filadelfia, ésta también se encontraba en un ghetto negro de la ciudad y tenía solamente una docena de profesionales a su servicio. Cuando Minuchin se retiró diez y ocho años mas tarde y dejó Filadelfia, la Clínica contaba con un staff de 300 personas y era una de las clínicas infantiles mayores y mas prestigiosas del país, incorporada al Hospital infantil de la Universidad de Pennsylvania. Entre los colaboradores de Minuchin durante esa etapa estuvieron Braulio Montalvo, Harry Aponte y, sobre todo, Jay Haley que aún siendo un terapeuta familiar “estratégico” contribuyó de una manera significativa al desarrollo tanto de la teoría como del repertorio técnico de los terapeutas estructurales. El enfoque ecológico de Auerswald y la terapia de redes de Speck, quienes trabajaron con Minuchin durante un cierto tiempo, influyeron tambien sobre la escuela estructural -según historiadores de esta misma escuela- que empezó a incluir en su trabajo con familias a otros sistemas externos a la familia nuclear. Han sido, pues, dos “marcas de contexto” en el trabajo de Minuchin con las familias, las que han configurado un estilo propio de la escuela estructural que lo distinguen del de otras escuelas: los problemas de niños y adolescentes, es decir del subsistema filial y los problemas de familias de clase baja. Fue en los años 60 y a partir de su trabajo en Nueva York cuando Minuchin y su equipo entraron en contacto con los pioneros de la Terapia Familiar en USA: Virginia Satir en Palo Alto, el grupo de Yale (Fleck y Lidz) y Lyman Wynne con sus familias de esquizofrénicos. Todos ellos tenían en común que decían rechazar el psicoanálisis y

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creían aportar un enfoque mas verdadero, complejo y eficiente que los demás. La diversidad provenía en muy pequeña parte de los fundamentos teóricos y mucho mas del estilo de trabajo y de los poblaciones con las que se hacía clínica. Minuchin fue perfilando su propio estilo terapéutico en consonancia con su historia y su personalidad, que él definió posteriormente como “centrado en la relación, la distancia y la proximidad, las coaliciones y las alianzas” (Minuchin, 1994, p.51). Y buscando una “metáfora heurística” que trasmitiera el carácter predecible y limitado de las funciones en una familia, empezó a pensar que la familia, al igual que el cuerpo, tenía una “estructura subyacente” que no impone a las personas el modo de funcionar pero sí establece algunos limites y organiza el modo como prefieren funcionar. A partir de ese momento, Minuchin y la terapia familiar “estructural” aparecen unidos casi como un todo. Sus colaboradores y sus discípulos han podido añadir ciertos aspectos técnicos o aplicar el modelo a campos específicos: Harry Aponte al marco escolar (1976), Stanton y Todd a los pacientes toxicómanos(1984), L.Onnis a los pacientes psicosomaticos (1990), entre otros. Pero al igual que asociamos a Whitaker con la escuela “experiencial”, a Bowen con la “terapia de sistemas”, o a Haley con la escuela “estratégica”, Minuchin ha sido justamente vinculado con la Escuela Estructural tanto en la época “gloriosa” de su auge y desarrollo, como en la época mas reciente de críticas por parte de feministas o narrativistas.

2. CONCEPTOS BÁSICOS DE LA ESCUELA ESTRUCTURAL El fundamento teórico del modelo estructural de terapia familiar se basa en el axioma del estructuralismo de que “el todo y las partes pueden ser explicadas convenientemente sólo en términos de las relaciones que existen entre las partes” (Lane,1970). Como todos los fenómenos sociales humanos son considerados expresiones de esas conexiones entre partes de un todo, afirman que todos los “productos humanos”, sean conductuales, lingüísticos, institucionales o materiales, comunican esencialmente una relación social. El estructuralismo aborda todos los fenómenos humanos con la intención de identificar los “códigos” que regulan la relación humana. Este abordaje constituye el método estructuralista de observar y ordenar los fenómenos humanos. Si los códigos que regulan las relaciones humanas son la forma, las pautas operativas de esas relaciones son el contenido o la manifestación de esos códigos. La estructura psicológica del individuo es considerada como interdependiente con la estructura social de la persona y esa estructura social es tratada como el medio a través del cual el individuo funciona y se expresa a sí mismo. Se asume, por otra parte, que el sistema social que con mas frecuencia forma la base de la socialización individual es la familia y por eso la terapia estructural ha sido implementada primordialmente a través de intervenciones familiares. Ello no obsta para que el enfoque eco-estructural en la terapia, que es una parte importante del movimiento terapéutico estructural, se esfuerce por incluir, junto con la familia, a otros sistemas sociales (red, comunidad, escuela...) como contribuyentes a la estructura de la conducta humana y por trabajar con estos sistemas para promover el cambio. En toda esta larga descripción del modelo se utilizan los siguientes términos o constructos:

1. “Estructura”: el conjunto de códigos reguladores tal como se manifiestan en

las pautas operativas, gracias a las cuales las personas se relacionan entre sí con el fin de llevar a cabo sus funciones.

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2. “Funciones”: son los modos de acción con los que el sistema desempeña sus objetivos: disciplinares, afectivos, directivos... y sus tareas esenciales de apoyar la individuación y proporcionar un sentimiento de pertenencia a sus miembros.

3. “Operaciones”: son esas funciones actualizadas en actividades específicas; la

función parental de disciplina es actualizada cuando, por ejemplo, la madre marca a la hija la hora de volver a casa por la noche.

A.- Dimensiones estructurales

El repertorio de estructuras -dominantes o subordinadas- que cada familia desarrolla para desempeñar sus funciones a través de operaciones recurrentes adopta un carácter tan único para cada familia, como la estructura de la personalidad lo es para cada individuo. Además del contexto social y étnico de cada familia que también le imprime un estilo peculiar en cuanto a crecimiento y supervivencia, los terapeutas estructurales han identificado dentro de la familia tres Dimensiones estructurales que aparecen significativamente asociadas con ciertos problemas clínicos. Todas y cada una de las operaciones contienen estas tres dimensiones, aunque dentro de la terapia alguna de ellas pueda tener mayor relieve según el problema de que se trate o el foco que cree el terapeuta. Estas dimensiones son:

1. Limites: son “las reglas que definen quienes participan y de qué manera” (Minuchin, 1977, p.88) en cada transacción. Definen quién está fuera y quién está dentro de una operación, y dictan los roles que los que están dentro desempeñarán entre sí y frente al mundo exterior, al desarrollar esa actividad. La unidad familiar implicada en la operación puede ser un solo miembro de la familia con exclusión de todos los demás, o alguna combinación de miembros familiares con alguna persona ajena a la familia. Son ellos en cada caso quienes definen los roles a desempeñar con respecto a las operaciones de una función determinada. La función de los limites es la de proteger la diferenciación del sistema. Para un adecuado funcionamiento familiar los limites deben ser claros y suficientemente permeables.

2. Alineacion : es la unión u oposición de un miembro del sistema familiar

respecto a otro miembro, en el desarrollo de una operación. Esta dimensión incluye -pero no está limitada- los conceptos de :

− “coalición”: proceso de unión de dos personas contra una tercera persona

− “alianza”: proceso por el que dos personas comparten un interés común, excluyendo a una tercera persona. Dentro de los limites de cada familia, los miembros tienen pautas de acción conjunta o de oposición mutua frente a las numerosas actividades en que deben participar en cuanto miembros de un subsistema o de esa familia.

3. Poder: es la influencia relativa de cada miembro en el resultado de una

operación. No es un atributo absoluto sino que depende de:

− el tipo de operación y el ámbito donde se ejercita. − las actitudes activas o pasivas de los demás miembros y las posibles

combinaciones entre ellos. En cualquier serie de operaciones, los limites y la alineación definen qué miembros de la familia están dentro o fuera, a favor o en contra, pero no explican la energía que

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activa un sistema y le mantiene durante la acción. Estas dimensiones estructurales dependen del poder para mantener la acción y explicar el resultado.

B.- Axiomas fundamentales Los Axiomas fundamentales de la escuela estructural inspiran su modelo y lo distinguen de otros modelos psicológicos y terapéuticos de corte psicodinámico o conductual. Son los siguientes:

1. La vida psíquica de un individuo no es exclusivamente un proceso interno. El individuo influye sobre su contexto y es influído por este en secuencias de interacción constantemente recurrentes. El individuo que vive dentro de una familia es un miembro de un sistema social al que debe adaptarse y en cuyas características, a su vez, influyen los efectos de sus propias acciones pasadas.

2. Las modificaciones en una estructura familiar contribuyen a la producción de

cambios en la conducta y en los procesos psíquicos internos de los miembros de ese sistema. “En terapia familiar, la transformación o la reestructuración del sistema familiar conduce al cambio o a una experiencia nueva del individuo. Por lo general, no cambia la composición de la familia. El cambio se produce en las “sinapsis” en el modo con que algunas personas se relacionan entre sí”. (Minuchin, 1977, p.166).

3. Cuando un terapeuta trabaja con un paciente o con una familia como paciente,

su conducta forma parte del contexto. Terapeuta y familia se unen para formar un nuevo sistema, el terapéutico, que a partir de entonces gobierna la conducta de todos sus miembros. Ya en el año 1974 Minuchin planteó como un axioma y premisa básica de su terapia familiar lo que muchos años después sería uno de los grandes descubrimientos de la Cibernética de segundo orden: que el observador no está nunca fuera y al margen del sistema observado.

3. FUNCIONAMIENTO DE LA FAMILIA

Minuchin es de los que “creen” en la familia y “quieren” a la familia. Por su propia experiencia personal, sus raíces culturales y étnicas y sus opciones clínicas y políticas. “En todas las culturas, la familia imprime a sus miembros un sentimiento de identidad. La experiencia humana de identidad tiene dos elementos: un sentimiento de pertenencia y un sentimiento de separación. El laboratorio en que estos ingredientes se mezclan y se proveen es la familia, la matriz de la identidad”. (Minuchin, 1977, p.80). La familia es el primer agente socializador del niño al moldear y programar su conducta y su sentido de identidad. Acomodándose a los grupos familiares y asumiendo las pautas transaccionales de la estructura familiar que se mantienen a través de los diferentes acontecimientos de la vida, el niño va adquiriendo su sentido de pertenencia a una familia específica. El sentido de separación y de individuación también se logra a través de la participación en diferentes subsistemas familiares o en diferentes contextos familiares, al igual que a través de la participación en grupos extrafamiliares. Siendo la matriz de sus miembros, la familia también debe acomodarse a la sociedad y garantizar alguna continuidad a su cultura. La familia es un sistema abierto en transformación constante que recibe y envía inputs de y desde el medio extrafamiliar y se adapta a las diferentes demandas de las etapas de desarrollo que enfrenta.

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A.- La familia funcional Una familia funcional sería aquella que ofrece a sus miembros: = un sentimiento de identidad al self y de pertenencia a un grupo estable y acogedor. = un sentimiento de autonomía y de individuación frente a los otros integrantes del sistema familiar y a los sistemas extrafamiliares. “La familia normal no puede ser distinguida de la familia anormal por la ausencia de problemas” (Minuchin, 1977, p. 85). Por eso el terapeuta debe disponer de un esquema conceptual del funcionamiento habitual familiar que le ayude a poder analizar cada familia. Un esquema basado en la concepción de la familia como un sistema que opera dentro de otros contextos sociales específicos, tiene tres componentes: 1º.- La estructura de la familia es la de un sistema sociocultural abierto en proceso de transformación. 2º.- La familia sufre un desarrollo, moviéndose a través de una serie de etapas, que requieren una reestructuración. 3º.- La familia se adapta a las circunstancias cambiantes de modo tal que mantiene una continuidad y fomenta el crecimiento psicosocial de cada miembro. Por una parte el sistema familiar se mantiene a sí mismo regulando la conducta de sus miembros mediante sistemas de constricción tanto genéricos como idiosincrásicos. Ofrece resistencias al cambio y toda desviación que vaya mas allá del umbral de tolerancia del sistema, excita mecanismos que restablecen el nivel habitual mediante requerimientos de lealtad familiar y maniobras de inducción de culpabilidad. Pero por otra parte, el sistema familiar debe ser capaz de adaptarse cuando las circunstancias cambian. Su propia continuidad dependerá también de su disponibilidad de pautas transaccionales alternativas y de su flexibilidad para movilizarlas cuando sea necesario. Solo transformándose la familia no perderá esa continuidad que proporciona un marco de referencia y de contención a sus miembros.

B.- Subsistemas familiares “El sistema familiar se diferencia y desempeña sus funciones a través de sus subsistemas” (Minuchin, 1977. p. 87). Los individuos son subsistemas en el interior de una familia. Pero los subsistemas pueden formarse también por razón de la generación, el sexo, el interés o la función. Minuchin resalta tres Subsistemas fundamentales:

1.- El subsistema conyugal basado en la complementariedad y la acomodación mutua de la pareja, de forma que cada uno ceda parte de su individualidad para lograr un sentido de pertenencia. Solo así se convertirá en un refugio frente a stress externos y en una matriz para fomentar el aprendizaje, la creatividad y el crecimiento.

2.- El subsistema parental : al nacer el primer hijo el subsistema conyugal debe

diferenciarse para desempeñar las tareas de criar y socializar al hijo sin renunciar al mutuo apoyo entre ellos. A medida que el niño va creciendo y sus requerimientos para el desarrollo se incrementan, el subsistema parental deberá adaptarse a los nuevos factores que actúan en el campo de la socialización.

3.- El subsistema fraternal es el primer laboratorio social en el que los niños

pueden experimentar relaciones con sus iguales. En el mundo fraterno los

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niños aprenden a negociar, cooperar y compartir. Aprenden a asumir posiciones diferentes en sus relaciones mutuas en el subgrupo fraterno, que serán significativas para el desarrollo posterior de sus vidas fuera del ámbito familiar.

4. EVALUACIÓN DE LA DISFUNCIÓN DEL SISTEMA FAMILIAR

A.- Influencia del estrés sobre la familia

Toda familia se encuentra sometida a una doble presión: la presión interna originada por la evolución de sus propios miembros y subsistemas, y la presión externa provocada por las exigencias de las instituciones sociales significativas que influyen sobre los miembros familiares. En este proceso de cambio y de continuidad, hay familias que superan las situaciones transicionales y se acomodan a las nuevas circunstancias. Pero hay otras que sucumben a las presiones y adoptan una de las dos salidas disfuncionales o patológicas: − se dejan arrastran por la espiral de un proceso de cambio acelerado y sin rumbo

que pone en peligro su estabilidad y hasta la permanenencia de una estructura familiar mínima

− se resisten a cualquier proceso de cambio, incrementando la rigidez de sus pautas y limites transaccionales y evitando toda exploración de alternativas.

Es esta segunda opción la que ha sido mas desarrollada por toda la literatura de terapia familiar desde el primer momento que se acuñó la expresión “homeostasis” o “morfostasis” para designar de forma casi exclusiva la fuente de toda la patología familiar. En la escuela estructural, sin embargo, siempre ha estado presente una visión mas compleja de la disfunción familiar, quizá porque Minuchin empezó trabajando con familias desestructuradas que habían sucumbido a la presión social y a la falta de recursos para ir cambiando de una forma armónica y progresiva. Minuchin señala cuatro fuentes de las que puede proceder el stress sobre el sistema familiar: 1º. Contacto stressante de un miembro con fuerzas extrafamiliares y que se trasmite al resto de la familia o a algún subsistema, incapaz de acomodarse o amortiguar la nueva situación. 2º. Contacto stressante de la familia en su totalidad con fuerzas extrafamiliares, generalmente a nivel económico o social, vgr. emigración o depresión económica. 3º. Stress en los momentos transicionales de la familia que requieren la negociación de nuevas reglas familiares y la aparición de nuevas líneas de diferenciación y que, en cambio, producen conflictos y rupturas. 4º. Stress referentes a problemas de idiosincrasia, propios y exclusivos de un sistema familiar o de alguno de sus miembros. Y que pueden surgir en un determinado momento o estar presentes desde el comienzo del proceso.

B.- Evaluación de la disfunción Para proceder a la Evaluacion de la disfunción del sistema familiar, Aponte y Van Deusen (1981) proponen un esquema bastante claro y operativo en tres pasos: 1.- Identificar el problema.

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Teniendo siempre en cuenta que cualquiera que sea la historia del problema, la dinámica que lo mantiene está activamente presente en la estructura actual del sistema y se manifiesta en las secuencias transaccionales de la familia, se trata de buscar en qué “operaciones” el sistema fracasa en el desempeño de su función o está bloqueado. El problema no es la “inseguridad” de una mujer o la “competitividad” de la pareja, sino la acción de evitar a la gente o la lucha por la lealtad de un hijo. Decía Minuchin en un Workshop que “la terapia familiar exige un pensamiento sofisticado para llegar a articular intervenciones aparentemente simples”. El terapeuta debe “saber” la experiencia de los individuos, pero para inducir un cambio estructural no debe focalizar en su experiencia sino en su comportamiento relacional. Tampoco busca la simple supresión o desaparición del problema, ni pretende directamente el crecimiento individual o familiar, ni la comprensión del problema. Busca el cambio, actuando sobre la estructura en la que se asienta el problema. 2.- Determinar el “locus” del problema en el sistema. Para comprender bien el problema hay que entender las funciones implicadas o bloqueadas por el síntoma y descubrir los sistemas o subsistemas que están implicados en el problema y hasta qué punto: de una forma esencial y habitual porque participan directamente en el (locus primario), o de una forma habitual y no esencial porque le acompañan pero sin ellos seguiría existiendo el problema (locus secundario). En cualquier caso, se trata de detectar la ubicación del problema dentro del sistema familiar, pero en el momento actual, no en el momento de su origen. 3.- Definir las estructuras que sostienen el problema. Se trata de examinar las cualidades de la estructura familiar en cuanto a su: - variedad: amplitud de operaciones para desempeñar sus funciones. - adaptación: flexibilidad-rigidez para adaptarse a nuevas circunstancias. - continuidad: consistencia de la identidad del sistema para cambiar con el paso del tiempo. Pero tener presente que los problemas no surgen de la estructura en sí misma como tal, sino de las relaciones entre miembros y de su funcionamiento en términos de limites, alineación y poder.

C.- Problemas estructurales más frecuentes Los problemas mas frecuentes según la dimensión estructural mas íntimamente afectada suelen ser: a) Limites: problemas de diferenciación, permeabilidad y rigidez de limites entre los individuos y los subsistemas dentro de la familia, o entre ésta y su entorno social: − aglutinamiento: limites indiferenciados, muy permeables y fluídos. − desligamiento: limites muy diferenciados, impermeables y rígidos. − violación de limites funcionales: vgr. el “hijo parental”. b) Alineación: los mas corrientes, pero no excluyentes entre sí son: − coalición estable: unión de miembros contra un tercero como pauta dominante o

inflexible en sus relaciones. − coalición en rodeo (“detouring”): es una forma de coalición estable que se distingue

por sus intento de difuminar la tensión entre los miembros coaligados, mediante la

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designación de otro miembro como origen de su problema y la adopción de una actitud de ataque o dedicación frente a él.

− triangulación: dos miembros en oposición buscan la unión de cada uno con otra tercera persona, la cual tiene que responder y colaborar unas veces con uno y otras veces con otro.

c) Poder: los problemas básicos en esta área son: − falta de poder funcional en el sistema: no hay nadie capaz a quien se le permita

llevar a cabo las funciones necesarias para el sistema. − debil funcionamiento de ejecución: por bajo rendimiento en una o varias funciones. − inhibición del potencial de desarrollo: los individuos no pueden desempeñar las

funciones propias de su edad a causa de la desorganización familiar. La “Infraorganizacion” abarca las tres areas estructurales: deficiencia en el grado de constancia, de diferenciación y de flexibilidad en la organización estructural del sistema familiar.

5. APLICABILIDAD La Escuela Estructural tanto en cuanto epistemología que da razón de los problemas personales y sociales de la familia y sus miembros, como en cuanto cuerpo estructurado de técnicas para aplicar esa epistemología, ofrece una enorme versatilidad en su aplicación. Por una parte está presente en casi todos los modelos eclécticos o integradores que incorporan la escuela estructural como un elemento de considerable peso específico. La escuela estratégica, la intergeneracional y hasta la dinámica han hecho buenas alianzas operativas con la “estructural”. Por otra parte, en estos mas de 30 años desde que Minuchin publicó su primer libro se han ido produciendo publicaciones, estudios y una praxis clínica que avalan una vasta aplicación del modelo estructural en sí mismo a casi todos los campos de la terapia familiar y de pareja. Habría que distinguir 3 áreas de aplicabilidad del modelo estructural:

A. En función del problema o síntoma: − toda la amplia problemática de niños y adolescentes tiene en el modelo un

campo privilegiado y necesario de aplicación. El terapeuta infantil nunca podrá suplantar a los padres.

− toda la problemática psicosomatica tiene en Minuchin una referencia necesaria, después de la publicación de su libro en 1978. En especial la aplicación a los trastornos de alimentación y de asma crónica ha sido destacada.

− los problemas relacionados con la droga y el alcohol han sido abordados de una forma específica por autores estructuralistas como Stanton y Todd(1984), o Kauffman y Steinglass(1989).

− la problemática de pareja se adapta magníficamente al modelo y técnicas estructurales.

− tambien los problemas relacionados con la escuela, las redes sociales y otras instituciones han sido abordados desde una perspectiva estructural.

− en cambio, toda la sintomatología de pacientes individuales adultos, con trastornos psiquiátricos graves y/o crónicos, sobre todo caracteriales y psicóticos, ha sido poco abordada a nivel de publicaciones de otros autores estructurales. Hay algunas excepciones (vgr. Fulmer, 1977) y unas pocas intervenciones -publicadas

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en sus últimos libros o grabadas en workshops- de Minuchin con pacientes psicóticos y obsesivos o depresivos que son modélicas y sugerentes.

B. En función del tipo de familias:

− el modelo estructural está especialmente indicado -tal como lo demuestra la propia

historia de Minuchin- con familias de clase baja y numerosas,. sean o no desestructuradas, multiproblemáticas o violentas.

− no ocurre lo mismo con familias de clase alta, social y económicamente autosuficientes y que Wertheim (1975) clasificaba en su tipología como sistemas con una baja morfostasis inducida y una alta morfostasis consensuada. Tanto con estas familias como con otras de cualquier clase social pero muy cerradas en sí mismas y desconfiadas de cualquier influencia extrafamiliar, las técnicas estructurales basadas en el desafío y la inducción de crisis pueden resultar muy intrusivas y poco eficaces, cuando no contraproducentes.

C. En función del estilo personal del terapeuta,

La escuela estructural planteará dificultades a terapeutas familiares con una personalidad rígida o distante, que les dificulte la implementación de técnicas mas directivas, activas y flexibles. Un excesivo teoricismo o tendencia a lo discursivo tampoco favorece el proceso de “unión” con la familia. A nivel de experiencia personal -que no siempre equivale a madurez o a edad avanzada- Minuchin recuerda que se trabaja mejor con “con familias de cuyo estadio de desarrollo el terapeuta haya hecho la experiencia” (Minuchin, 1984. p.46).

6. ESTRUCTURA DEL PROCESO TERAPÉUTICO En líneas generales, el proceso terapéutico según la escuela estructural viene marcado por un compás binario asimétrico que está presente a lo largo de todo el tiempo que dure el tratamiento y que variará en intensidad y duración según las exigencias del proceso con sus objetivos, logros y fracasos. Estas dos fuerzas o actitudes de fondo que articulan todo el proceso terapéutico son la Acomodación a la familia o “joining” y la Reestructuración o desafío a la familia. Ambas actitudes son absolutamente imprescindibles e interdependientes. El terapeuta familiar jamás podrá desafiar a una familia para reestructurarla y hacerla cambiar, si antes no ha conseguido adaptarse a ella y ser aceptado por sus integrantes como lider benevolente. Del mismo modo, el terapeuta que ha logrado unirse a la familia y ser reconocido por sus miembros, pero que no canaliza ese poder en maniobras y tácticas que provoquen una conmoción y creen una crisis terapéutica, terminará siendo absorbido y neutralizado por el sistema, dentro de un “cerco de goma” mas o menos cómodo y afable, pero absolutamente inoperante y estéril.

A. Acomodación o “joining” Minuchin utiliza casi indistintamente “unión” o “acomodación” para referirse a las acciones o maniobras del terapeuta tendentes directamente a acercarse y relacionarse con la familia y así lograr la alianza con ella. “La familia se modifica solamente si el terapeuta ha logrado incorporarse al sistema de un modo sintónico a éste” (Minuchin, 1977. p.185). La familia tiene que percibir al terapeuta a partir de un determinado momento, no tanto como un personaje simpático o bonachón sino como una persona comprensiva, interesada sinceramente en sus problemas, protectora y respetuosa con su cultura, perspicaz sin caer en la indiscreción, detallista sin caer en lo meticuloso y

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sobre todo, dotada de una capacidad de liderazgo que inspire seguridad, confianza y autoridad. Para aliarse con la familia, el terapeuta puede adoptar ciertas técnicas o aproximarse desde distintas direcciones:

1.- Mantenimiento. Consiste en proporcionar un apoyo programado a la estructura familiar, a sus subsistemas y miembros tal como el terapeuta los percibe, mediante operaciones de confirmación activa y de sustentación honesta.

2.- Rastreo, El terapeuta sigue de cerca el contenido de las comunicaciones, la

forma de las relaciones y de la conducta de la familia, como parte interesada. Plantea preguntas sobre lo que observa para aclararlo a amplificarlo, pero sin cuestionar lo que se dice. Puede mostrar interés, aprobación y estímulo frente a lo que la familia le muestra. De esta forma no inicia una acción sino que conduce siguiendo a la familia.

3.- Mimetismo. El terapeuta se acomoda al estilo familiar y a sus modalidades

afectivas de tono, humor y ritmo. Adopta su estilo de comunicación, respeta los canales propuestos y se mezcla con la familia, compartiendo experiencias comunes y ciertas pautas culturales.

B.- Reestructuración o desafío.

Aunque las operaciones de joining pueden utilizarse a veces como una técnica reestructurante paradójica, habitualmente no suponen ningún desafío para la familia y solo sirven para disminuir la distancia con el terapeuta y favorecer la alianza terapéutica. Es entonces cuando el terapeuta puede y debe poner en marcha las operaciones de reestructuración, que son las intervenciones fuertes y dramáticas a veces que crean movimiento hacia las metas terapéuticas. El cambio en la escuela estructural no es fruto del convencimiento o de la maduración progresiva y armónica de una decisión compartida, sino de la creación de una situación de crisis marcada por la incomodidad, la angustia o la eclosión emotiva que exigen la modificación activa y a veces apremiante de pautas interaccionales que por repetitivas han resultado disfuncionantes. Es seguramente esta actitud incisiva, desafiante y a veces chocante del terapeuta frente a la familia lo que caracterizado el estilo de los terapeutas estructurales y de un modo especial la de su principal maestro, Salvador Minuchin. Sin desafío no hay proceso terapéutico. Sin crisis no hay cambio. Sin provocación no hay reestructuración. Este es el axioma central de la escuela estructural. Pero el desafío no tiene nada que ver con malevolencia, abuso de autoridad o histrionismo terapéutico, sino con energía, responsabilidad y benevolencia hacia los seres humanos que sufren “en familia”.

C.- Aspectos concretos del proceso terapéutico . 1.- El contrato. Nuevamente nos encontramos con que lo mas importante en el

acuerdo entre familia y terapeuta no es tanto el contenido cuanto la relación. A partir de la iniciativa familiar presente en la demanda y en la explicitación del motivo de consulta que suele centrarse en un problema individual, el terapeuta se ofrece a ayudarles sin determinar con detalle su forma de actuar y sus técnicas, ni cuales son sus objetivos para lograr lo que la familia le pide. A veces se le ha acusado a Minuchin de una “falta ética” en su modo de ayudar a la familia porque no explica previamente los pormenores de su oferta, o porque parece que manipula la sesión y a las personas. Quien lo ha visto trabajar de cerca sabe que detrás de su gran

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paternalismo hay un enorme respeto por las personas y una devoción casi idealista hacia la familia.

2.- Duración y lugar. La escuela estructural es bastante versátil y adaptable con

respecto a los parámetros espacio-temporales, supeditándose siempre a las necesidades de la familia o del terapeuta, o a las exigencias del problema terapéutico. En cuanto al factor tiempo, el formato habitual en la Child Guidance Clinic de Filadelfia era de entre seis a diez sesiones por término medio, a razón de una sesión semanal y con una duración global de unos dos meses de tratamiento. Constataron que eran mas las familias que abandonaban después de 30 sesiones o de cinco meses de tratamiento. Salvo en sesiones exploratorias o con familias muy complejas o en situaciones de crisis, la duración de la sesión solía ser de una hora. Las entrevistas tienen lugar, generalmente, en el “territorio” del terapeuta, sobre todo cuando son con la familia nuclear solamente. Pero cuando el problema tiene relación con la familia y otro sistema comunitario, la entrevista se realiza allí donde se unen naturalmente los dos sistemas: centro escolar, centro social de barrio...

3.- Formas del proceso. El trabajo con el sistema familiar puede ser realizado en tres

formas distintas del proceso:

a) En conjunto (“conjoint”): suele ser la regla general y consiste en reunir en el mismo lugar y al mismo tiempo a todos aquellos implicados en un problema para trabajar conjuntamente.

b) Proceso parcial concurrente: son las sesiones con diferentes subsistemas o miembros del sistema familiar, que el terapeuta tiene separadamente y durante el mismo tiempo de tratamiento, porque no son capaces de negociar entre sí o por la discreción exigida frente a ciertos temas.

c) Proceso parcial secuencial: son las sesiones con partes de la familia que tienen relación con alguna fase del tratamiento en la que el terapeuta decide resolver un problema con una parte de la familia, antes de continuar con la otra parte o con toda la familia respecto al mismo o a distinto problema.

d) La coterapia. No tiene un lugar claramente definido dentro de la terapia familiar estructural y su utilización ha variado con el paso del tiempo. En los primeros tiempos, cuando se trabajaba con familias de clase baja y con sistemas multigeneracionales, se hacía en coterapia y a veces por mas de dos personas. Pero al dedicarse después a familias mas estandarizadas y menos desestructuradas, se dejó de trabajar en coterapia. El terapeuta está continuamente organizando sus intervenciones, influyendo personalmente en las personas y sus relaciones y buscando la forma de provocar una crisis, por lo que la presencia de otro coterapeuta exigiría una gran coordinación entre ellos. Solo los equipos de coterapia con gran experiencia pueden ser eficaces. Lo han conseguido a base de negociar sus relaciones a través de muchas dificultades, de comunicarse eficiente y honradamente dentro y fuera de las sesiones, de comprender mutuamente su pensamiento clínico y su gama de habilidades, de ser sensibles y responsables entre sí. De esta forma se consigue una coterapia flexible y espontánea.

7. EL ROL DE TERAPEUTA

La escuela estructural de terapia familiar forma parte del grupo de modelos psicoterapéuticos que defienden la posición de que el principal factor curativo es la relación personal que se establece entre paciente y terapeuta. Todas las técnicas están al servicio de esta relación interpersonal.

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Para Minuchin el terapeuta es ante todo “un ser humano que se interesa terapéuticamente por sus prójimos en ámbitos y problemas que los hacen sufrir, al tiempo que observa un gran respeto por sus valores, sus intereses y sus preferencias” (Minuchin,1984, p.15). Es la personalidad del terapeuta a nivel intelectual, emocional y ético lo que va a estar en la base de todo el proceso terapéutico y lo que le va a permitir responder a la demanda de la familia desde la comprensión, el respeto y la benevolencia. Esto no implica pasividad ni conformismo ni asepsia en su forma de intervenir con las familias. Se le exige una actitud comprometida, activa e inteligente. “El empleo que el terapeuta hace de sí mismo en el sistema terapéutico, es el instrumento mas poderoso para promover un proceso de cambio en la familia” (Minuchin, 1884, p.46). Minuchin explica este rol del terapeuta con dos características, aparentemente contradictorias , pero que se complementan y se integran dialécticamente en beneficio de la buena marcha del proceso terapéutico. Estas características son la espontaneidad y la planificación. 1.- Espontaneidad. Es la cualidad del terapeuta “que ha sido entrenado para emplear

diferentes aspectos de sí mismo en respuesta a contextos sociales diversos” (Minuchin, 1984, p. 16). Implica responder “desde dentro” al contexto de la terapia, sin dejarse llevar tanto por su genialidad o su intuición cuanto por las exigencias del momento y su vínculo con la familia. No puede limitarse a observar las incidencias o los personajes de la representación desde fuera, sino que tiene que integrarse, “sumergirse en la corriente” familiar para utilizarse a sí mismo de la manera mas amplia y adecuada posible, pero siempre en armonía global con las reglas del sistema. La espontaneidad terapéutica aunque limitada por el contexto, se enriquece cuando entra en contacto con el. Por eso la terapia estructural es mas un arte que una mera técnica al servicio de unos objetivos concretos. La ventaja de esta espontaneidad del terapeuta es que sus intervenciones no serán caóticas ni destructivas porque la familia las asimila sin producirse algún cambio. El terapeuta puede trabajar confiado sabiendo que no necesita acertar siempre y que, si sobrepasa el umbral de lo aceptable, el sistema mismo lo corregirá. “El terapeuta, lo mismo que el samurai, tiene que dejarse llevar y traer por el sistema a fin de vivenciar sus características...Solo puede ver la realidad desde la perspectiva que tiene en el sistema. Por ello la realidad es siempre parcial y toda verdad lo es a medias” (Minuchin, 1984, p.18).

2.- Planificación. La espontaneidad del terapeuta viene atemperada por el

conocimiento que éste pueda tener de la familia y que le permitirá hacerse una idea previa sobre la familia como un todo, antes de entrar en contacto con ella en la primera entrevista. Su experiencia, su formación, su erudición incluso son cualidades y actitudes previas del terapeuta que le permitirán acercarse a cada familia con un bagaje y un esquema para comprender la dinámica y la capacidad de disfuncionar de las familias en general. Toda esta masa previa y genérica de conocimientos deberá aplicarse a cada familia en particular y articularse en una “hipótesis inicial” que le permita al terapeuta sumergirse en el flujo del encuentro terapéutico con una brújula y un mapa provisional de su estructura. Para ello tendrá que tener en cuenta tres aspectos que generalmente están recogidos en las informaciones previas a la sesión a través de llamadas telefónicas, hojas clínicas o conversaciones con miembros del equipo.

Estos aspectos son:

a) La composición de la familia que abarca el número de integrantes y su distribución según edades, géneros y funciones. Cada combinación señala posibles áreas de conflicto o de disfunción. Minuchin señala a título de ejemplo las

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familias de dos miembros, de tres generaciones, las numerosas, las familias “acordeón” con un padre distante, las familias cambiantes o las familias con un huésped o de acogida.

b) El estadio de desarrollo en que se encuentra la familia o la fase de su ciclo vital. Situar los problemas sobre el telón de fondo del tiempo o la etapa de la historia familiar, es fundamental para valorar la importancia del problema y los recursos a disposición de la familia. Una familia puede disfuncionar por una estructura anquilosada por el paso del tiempo o por una estructura que no ha tenido tiempo de cuajar.

c) El problema que motiva la demanda, aunque sea en términos vulgares y genéricos marca una “zona provisional” del territorio familiar sobre la que habrá que empezar la búsqueda de información en la primera entrevista. Minuchin ofrece algunos ejemplos para ilustrarlo: los problemas de descontrol con niños y adolescentes, los malos tratos, las fobias escolares o los trastornos psicosomáticos.

Pertrechado con estas dos armas; su espontaneidad terapéutica y su capacidad de planificar, el terapeuta podrá adentrarse en el proceso terapéutico y poner en juego todas sus habilidades técnicas.

8. TÉCNICAS El gran objetivo de la Escuela Estructural es el cambio de la familia mediante el desafío (“challenge”) del terapeuta al equilibrio disfuncional del sistema. La gran técnica o actitud terapéutica fundamental que está en la base de todas las otras técnicas específicas es la confrontación activa por parte del terapeuta a la realidad que la familia muestra de sí misma y que generalmente se opone a cualquier intento de cambio, venga desde dentro o desde fuera del mismo sistema familiar (“morfogénesis inducida” o “morfogenesis espontánea” en la terminología de E. Wertheim). “El terapeuta socava la homeostasis existente y produce crisis que empujan al sistema a elaborar una organización para su funcionamiento... Es una lucha dialéctica entre familia y terapeuta dentro del sistema terapéutico” (Minuchin, 1984, pp. 79-80.) Esta confrontación activa del terapeuta va dirigida al sistema familiar como un todo, pero en la práctica puede ser articulada desde distintos puntos de vista o dirigida a diversos niveles de la compleja dinámica familiar, que es una en realidad pero que “estratégicamente” puede ser desafiada por el terapeuta familiar incidiendo en un aspecto mas preciso de la familia y “construyendo” así con ella una dinámica terapéutica específica. En este sentido Minuchin distingue tres grupos de técnicas según que el terapeuta cuestione el Síntoma, la Estructura o la Concepción del mundo de la familia. Insisto que no se trata de técnicas excluyentes entre sí o que acoten un terreno exclusivo de intervención en la familia, sino de estrategias que están mas en la mente (mapa) del terapeuta que en la realidad (territorio) de la familia.

ESTRUCTURA

CONCEPCIÓN DEL MUNDO ==== SISTEMA FAMILIAR ==== SÍNTOMA

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Eso no obsta para que, en aras de la eficacia terapéutica y de la claridad en el aprendizaje convenga asimilarlas e incorporarlas al repertorio de los terapeutas, una por una.

A. REENCUADRE. DESAFIO DEL SINTOMA Terapeuta y familia se van a enfrentar en el proceso terapéutico porque parten de puntos de vista radicalmente diferentes. Para la familia el problema es el síntoma y está en el paciente. Para el terapeuta familiar el problema es la disfunción familiar y está en ciertas pautas de interacción de la familia. Su tarea consiste en cuestionar, directa o indirectamente, explícita o implícitamente, la visión que la familia tiene de sí misma, “moviendo a sus miembros a buscar respuestas afectivas, cognitivas y de conducta, diferentes” (Minuchin, 1984, p. 81.) Las técnicas que están al servicio de esta primera estrategia general son la Escenificación, la Focalización y la Creación de intensidad. 1. La Escenificación Minuchin siempre ha dejado claro que la terapia estructural “es una terapia de acción“(Minuchin, 1979, p. 38.) que va mas allá de la activación de los canales verbales de la comunicación. Por eso incorpora técnicas “activas” y esta es una muy importante. La Escenificación es “ la técnica por la cual el terapeuta pide a la familia que dance en su presencia.... Se produce en el contexto de la sesión, en el presente y en relación con el terapeuta” (Minuchin, 1984, p.90). En la terapia a través del lenguaje, según Minuchin, se prima el canal verbal-auditivo y se trabaja a través de preguntas y respuestas. Se insiste en el contenido y en la obtención de una información completa como medio de garantizar el acceso del terapeuta a lo que “realmente” ocurre en el paciente. El terapeuta familiar estructural, en cambio, crea una secuencia interpersonal en la sesión, donde se escenifica la interacción disfuncional entre los miembros de la familia, de forma que se haga manifiesta tanto su estructura como las reglas que dirigen las pautas de relación. Esto requiere que el terapeuta sea activo y se sienta cómodo movilizando a personas y desafiando su pasividad e impredecibilidad. Las ventajas terapeuticas de esta técnica son: − mejorar la cantidad y calidad de la información interaccional. − facilitar la formación del sistema terapéutico y, en su momento, el desapego entre

familia y terapeuta. − producir un cuestionamiento plástico y dinámico de la realidad escenificada de la

familia. − ofrecer a la familia un contexto vivo para experimentar nuevas situaciones

concretas. La escenificación suele constar de tres movimientos :

1º. Observar las interacciones espontáneas de la familia. 2.º Provocar interacciones sobre ciertas áreas disfuncionales elegidas. 3º. Proponer modalidades diferentes de interacción en esas áreas.

La escenificación no es una técnica puntual para activar solo en una fase de la terapia, sino una actitud terapéutica que debe estar siempre presente, un estilo permanente que debe integrarse en el modo de ser espontáneo del terapeuta.

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Lo que nunca debe hacerse, recuerda Minuchin, es perder la oportunidad de producir un cambio terapéutico, incrementando la complejidad de las interacciones familiares y cayendo en la fácil tentación de fomentar un cómodo holon terapeutico (1984, p.. 105-6). 2. La Focalización Pretender abarcar la realidad de la vida familiar en toda su complejidad y riqueza es un empeño imposible para el mas avezado de los investigadores. Captar toda la información que una familia despliega ante el terapeuta en la sesión, no es solo superior a su capacidad perceptiva sino innecesario y perjudicial para el proceso terapéutico. Por eso resulta fundamental que el terapeuta “cree focos”, delimitando el territorio, señalando problemas y acotando funciones afectadas por los mismos. Para ello tendrá que seleccionar y organizar los datos que vaya obteniendo dentro de un esquema (“hipótesis” diría la Escuela de Milan), que les confiera sentido y contribuya a promover el cambio. Seleccionar un enfoque exige una visión binocular del terapeuta:

− elegir un tema o contenido para trabajar, vgr, el poder, los limites, la autonomía, el afecto.

− elegir una pauta relacional en que ese tema se plasme y sea susceptible de ser abordado terapéuticamente.

Ambos niveles deben ser mantenidos simultáneamente para evitar la dispersión o la generalización abstracta. El primer nivel del contenido estaría mas en la línea de los objetivos terapéuticos o metas estructurales. El otro nivel de la “pauta relacional” sería mas una estrategia al servicio del objetivo elegido. Minuchin advierte que mantener un foco a los dos niveles no es tarea fácil porque a los terapeutas les acecha la tendencia a buscar mucha información para “saber mas”, sentirnos mas seguros y agradar a la familia. El terapeuta que mantiene el foco investiga en profundidad un campo limitado y como las interacciones en la familia tienden a ser isomórficas, llegará a conocer las reglas que dirigen la vida familiar en otros muchos campos. Hay también peligros en la focalización. Elegir un tema exige descartar otros que también podrían resultar interesantes, y aumenta el riesgo de cometer errores estratégicos y no tanto porque el foco no sea el “punto nodal” de la Escuela de Milan, sino porque no es el adecuado en un determinado momento del proceso terapéutico. Además la focalización hace al terapeuta mas vulnerable a los peligros de la absorción y la acomodación a la familia. Por todo ello debe mostrarse hipersensible a los indicadores de alerta que le llegan tanto desde la familia como de su propia “atención flotante”. 3. Creación de intensidad Las familias tienen una receptividad inferior generalmente a la que los terapeutas desearían o se imaginan. Los distintos miembros “tienen una sensibilidad auditiva discriminatoria que presenta campos de sordera selectiva regulados por su historia común” (Minuchin, 1984, p. 124) y que puede variar entre ellos mismos a causa de los diferentes roles de cada uno en esa historia común.

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Muchos terapeutas piensan que sus mensajes son recibidos por el mero hecho de ser enviados, olvidando que la familia está sorda para todo aquello que no sabe previamente o para lo que suponga una alteración de su equilibrio previo. El miedo a la verdad o al cambio, las lealtades familiares y el sentido de pertenencia y de afiliación hacen necesario una intensificación de los mensajes terapéuticos para que estos sean reconocidos primero y recibidos luego de una forma que les aliente a experimentar alternativas nuevas. Aquí nuevamente las construcciones cognitivas o los discursos muy bien elaborados a nivel de lenguaje racional y hablado pueden ser del todo insuficientes -cuando no contraproducentes- porque son codificadas desde el registro de lo discursivo, lo educativo o el consejo benevolente. Las características personales del terapeuta son la variable mas importante en la producción de intensidad. Minuchin dijo cierta vez en Madrid supervisando una familia que “el terapeuta tiene que sentirse cómodo siendo ineducado con la familia, al decirles cosas que ellos no quieren oír y diciendo que no quiere oír otras que ellos sí quieren decir”. Las intervenciones para intensificar mensajes van a variar según el momento del proceso terapéutico y el grado de participación del terapeuta (Minuchin, 1984, p.126). En el nivel mas bajo están las intervenciones a base de construcciones cognitivas. En el mas alto, aquellas en que se entra en competencia con la familia por el poder. Lo mejor sería mantenerse habitualmente en niveles intermedios de participación, mediante la creación de secuencias interactivas que incremente el componente afectivo/emocional de la situación. Incluso a veces cuando la familia da muestras de haber alcanzado el limite de su tolerancia emocional, no siempre es conveniente que el terapeuta disminuya el nivel de la intensidad de su desafío. Las técnicas mas especificas para superar la sordera familiar y conseguir que los miembros “oigan” el mensaje terapéutico son: 1. repetir un mismo mensaje muchas veces en el transcurso de la terapia, tanto sobre

el contenido como sobre la estructura familiar. 2. repetir interacciones isomórficas que a un nivel superficial puedan parecer

diversas, pero que en el fondo son idénticas porque responden a un mismo sistema de reglas y a una misma dinámica.

3. modificar el “tempo” y el ritmo de la familia en sesión, acortando o alargando el tiempo de ciertas secuencias para ir mas allá de lo tolerable y permitir la experimentación de modos diferentes de interacción entre ellos.

4. cambiar la distancia física y/o emocional tanto entre los miembros de la familia como entre ellos y el terapeuta.

5. resistir la presión de la familia que trata de absorber al terapeuta y neutralizarlo, haciendo que adopte diversos papeles (salvador, árbitro...).

B. RE-ESTRUCTURACION

Las familias son sistemas complejos constituidos por un gran número de partes que interactúan de una manera complicada y a diversos niveles. Todo el entramado de relaciones y las funciones que desempeñan sus integrantes constituyen su “estructura”, que generalmente mantiene una considerable rigidez, pero que por su propia complejidad presenta una cierta flexibilidad. El terapeuta familiar estructural actúa desde ese margen de flexibilidad y trata de amplificarla tanto a nivel de subsistemas como de las funciones desempeñadas por los individuos dentro de los distintos subsistemas a los que pertenecen por razón del género, la edad o los vínculos.

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Hay tres técnicas principales para desafiar y cuestionar la estructura global del sistema familiar, tanto a nivel de individuos como de subsistemas. 1. Modificación de limites 2. Desequilibramiento y 3. Creación de circularidad

1.- Modificación de limites Se parte del presupuesto de que las personas funcionan en cada familia con una parte solamente de sus potencialidades, porque su pertenencia al sistema familiar y a sus diferentes subsistemas requieren una gama específica de respuestas y recortan sus “repertorio”. El terapeuta trata de activar otras alternativas potenciales, ayudando a los individuos a empezar a actuar en otros subsistemas o a cambiar su forma de participar en el mismo subsistema. Para modificar los límites que contienen y muchas veces oprimen y encorsetan a los individuos en sus subsistemas, Minuchin propone dos grupos de técnicas: a. Modificar la distancia psicologica o afectiva entre los miembros de la familia, bien

utilizando constructos cognitivos o proponiendo maniobras mas concretas y escenificadas en el espacio que cambien la “proxemia” física entre los miembros. Aquí el terapeuta puede utilizarse a sí mismo como un trazador de fronteras espaciales, recurriendo a su cuerpo o a su mirada. Conviene hacerlo con gran respeto, sentido de lo oportuno en cada momento y sabiendo bien cuál es el objetivo que pretende con su intervención. No se trata de mover a las personas por moverlas. “Si el terapeuta sabe hacia dónde va, encontrará el vehículo para llegar” (Minuchin, 1984, p.165).

b. Modificar la duración de la interacción dentro de un subsistema significativo.

Prolongar o recortar un proceso interaccional es una forma de incrementar la intensidad, pero puede ser también un recurso terapéutico para separar o modificar los limites entre subsistemas, obligando a los interlocutores a encarar una situación crítica y buscar soluciones que la falta de tiempo o interferencias exteriores permitían eludir previamente. En estas situaciones muchas veces importa menos el contenido de la interacción que el mero hecho de que ésta tenga lugar con un guión, un margen de tiempo y unos personajes distintos. Es en este punto donde Minuchin introduce la cuña de las “tareas” post sesión, como una forma de prolongar la eficacia de la terapia fuera de la sesión, haciendo que las interacciones desusadas que se han iniciado en la sesión terapéutica, sigan practicándose en situaciones naturales en el hogar familiar. (cfr. Minuchin, 1977, p.223)

2. Desequilibramiento

“La meta es cambiar el vínculo jerárquico entre los miembros de un subsistema” (Minuchin, 1984. p. 166). Desde el mismo momento en que el terapeuta entra en contacto con la familia en la primera sesión, ya está afectando la estructura de poder de la familia porque al hacer la demanda esta reconoce y concede al terapeuta parte de su poder, por razón de su supuesta pericia. Esta delegación o desplazamiento se mantendrá mientras el terapeuta lo use a favor de sus miembros y respetando inicialmente la previa distribución del poder en el seno de la familia. Pero la herramienta terapéutica mas poderosa quizá que tenga el terapeuta es el uso de su propio poder y del delegado por la familia. Ya hemos dicho que el terapeuta tiene que utilizarse a sí mismo como miembro del sistema terapéutico para alterar el equilibrio y modificar la distribución del poder en el seno de la familia, sobre la que se

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asienta básicamente la morfostasis del sistema, si quiere introducir procesos de cambio durante la terapia. Deberá salir del equilibrio “político” y la neutralidad calculada que deja todo como estaba, y apoyar a un miembro o a un subsistema a expensas de los demás. La desestructuración terapéutica requiere la creación por parte del terapeuta de fases de desequilibrio en el proceso, como paso necesario para alcanzar nuevos equilibrios estructurales de la familia, que sean mas funcionales y no necesiten de la presencia de síntomas o problemas para su mantenimiento. Aliados con el terapeuta, los miembros individuales de la familia serán capaces de experimentar con roles nuevos y funciones ampliadas en los diversos contextos interpersonales y producir cambios significativos en la posición jerárquica de cada uno dentro de la familia. Cambios que, por el principio de totalidad de los Sistemas, repercutirán no solo en el funcionamiento de los miembros dentro de un susbsistema, sino que posibilitarán nuevas alternativas de funcionamiento entre todos los subsistemas. Minuchin señala dos importantes problemas en la aplicación de las técnicas de desequilibramiento (Minuchin, 1984, p. 167). Uno es de carácter ético porque estas técnicas son inequitativas por definición. El terapeuta no es justo y actúa “como si” estuviera de parte de alguno frente al otro. Aunque sea de forma transitoria, tiene que prestar atención al efecto de esta alianza terapéutica sobre la tensión de la familia en su conjunto y sobre el miembro que recibe su apoyo, especialmente cuando éste se encuentra fuera de la sesión. Otro es de carácter personal y de estilo terapéutico. Desequilibar de esta forma exige no solo utilizar constructos cognitivos impersonales sino acercarse y comprometerse con las personas de la familia, manteniendo al mismo tiempo la independencia y el control de la situación. No todos los terapeutas disponen de este repertorio de habilidades. Las técnicas de desequilibramiento pueden agruparse en tres líneas fundamentales de actuación:

a. alianza estable o alternante con miembros de la familia. b. ignorar verbal o gestualmente a ciertos miembros de la familia, como si fuesen

invisibles. c. coalición con algunos miembros de la familia en contra de otros miembros de

la familia. El éxito de estas estrategias, dada su dificultad pero también su fuerza, radica en que los miembros de la familia las entiendan como algo beneficioso y benevolente para toda la familia en su conjunto.

3. Creación de circularidad Minuchin aplica a las familias el viejo principio de la Teoría General de Sistemas sobre la causalidad circular frente a la causalidad lineal, contraponiendo el sentimiento de pertenencia al de autonomía. El prefiere denominarlo “complementariedad”, pero tanto la complementariedad como la circularidad son dos caras del mismo intento por parte del terapeuta de crear “complejidad” en la visión simplista y reduccionista que tienen las familias sobre sí mismas y los roles de cada uno de sus miembros, y que contribuye a rigidificar su funcionamiento. Una de las metas de la terapia familiar consistirá en ayudar a los miembros de la familia a que capten y vivan su pertenencia a entidades que rebasen el sí mismo individual, modificando la forma previa de relacionarse entre sí, como si cada uno fuera solo sujeto de acciones y reacciones. Esto exige un modo diferente de

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conocerse y de conocer. Para promover este modo diferente de conocimiento, el terapeuta tiene que cuestionar la epistemología habitual de los miembros de la familia, al menos en tres aspectos fundamentales. a) Cuestionamiento del problema Consiste en confrontar la certeza de que existe un paciente individualizado, con independencia del contexto y de la trama relacional de la familia. Con sus preguntas circulares el terapeuta introduce incertidumbre y confusión en un primer momento, para llevarles después a una visión mas compleja y circular y a una disposición al cambio que tiene en cuenta al otro no tanto como antagonista sino como participante necesario en el proceso. b) Cuestionamiento del control lineal El terapeuta cuestiona la creencia de que un solo miembro puede controlar al sistema familiar y sugiere la idea de la reciprocidad en el sentido de que cada persona es el contexto de las demás. La asignación de responsabilidad y la imputación de culpa, así como la asunción de la tarea del cambio, es compartida por todos dentro de una visión mas compleja y circular. “¿Cómo puedes tratarle para que él te responda en la forma que tú deseas?”, suele proponer Minuchin en muchas sesiones cuando quiere implementar este cuestionamiento. c) Cuestionamiento de la puntuación de los sucesos Aplicando a la familia el axioma de la comunicación humana propuesto por Watzlawick, se trata de introducir el concepto de un tiempo ampliado que permite recuadrar la conducta individual de un determinado momento puntual como parte de un proceso dilatado en el que los contornos duros de cada acontecimiento se diluyen en una perspectiva mas difusa. Es entonces cuando se pueden vislumbrar las reglas que dirigen el juego interaccional que están mas allá de la voluntad individual, y cuando la determinación de lo que ocurrió antes y después deja de tener el dramatismo y la crispación que se le suele asignar. Es en la media distancia cuando se puede adquirir una mejor perspectiva histórica.

C. DESAFÍO DE LA CONCEPCIÓN DEL MUNDO En este tercer bloque de técnicas Minuchin plantea -ya en 1981- el nivel cognitivo sobre el que el terapeuta debe incidir también -pero no solo- , si quiere que el proceso de cambio no se quede meramente en el plano conductual e interaccional. “Una familia no solo tiene estructura sino un conjunto de esquemas cognitivos que legitiman o validan la organización familiar” (Minuchin, 1984, p. 207). Por eso cualquier cambio en la estructura de la familia afectará a algún aspecto de su concepción del mundo, así como todo cambio en su visión del mundo será seguido por otro cambio en algún aspecto de la estructura. Ya hemos dicho que cuando acude a terapia, la familia presenta una visión restringida de la realidad. Será el terapeuta quien ofrecerá a la familia una realidad diferente, utilizando los hechos que la familia considera verdaderos pero reconstruyéndolos en una nueva síntesis y adjudicándoles un significado compartido que permita y sustente la reestructuración. Estas concepciones alternativas no deben ser propuestas como un mundo nuevo, porque las familias no solo tienen miedo a lo nuevo sino que exigen un respeto por sus valores y tradiciones. El terapeuta ofrece una visión ampliada de lo ya conocido que incorpora otros universos parciales y que están mas allá del núcleo básico del universo familiar. Las técnicas mas particulares que permiten al terapeuta familiar desafiar la concepción del mundo con la que la familia legitima su estructura serían: el empleo de constructos cognitivos, el uso de paradojas y la búsqueda y resalto de los valores y lados fuertes de la familia.

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1. Constructos familiares

La familia ha ido construyendo su historia y su realidad presente mediante un proceso cognitivo de organización y valoración de los hechos, con el que mantener sus reglas, tradiciones y valores dentro de un esquema explicativo preferencial. Es este esquema cognitivo, avalado por emociones y sentimientos intensos, el que puede y debe ser cuestionado y modificado por el terapeuta familiar si quiere que la familia adquiera modalidades nuevas de interacción. Para ello, tendrá que ir aflojando la rigidez del esquema, desestimando algunos hechos y resaltando otros para ir construyendo junto con la familia una nueva “realidad familiar” mas terapéutica. Tarea no siempre fácil y no solo por el apego de la familia a sus mitos y tradiciones, sino porque el propio terapeuta también está contaminado por su propia biografía, lo que puede limitar y sesgar su capacidad de construir nuevas realidades. El objetivo es siempre “convertir a la familia a una concepción diferente del mundo que no haga necesario el síntoma, y a una visión de la realidad mas flexible y pluralista que admita una diversidad dentro de un mundo simbólico mas complejo” (Minuchin, 1984. p. 215). Las tecnicas concretas se agrupan en tres categorías principales:

a) Utilización de símbolos universales, que rebasan el ámbito de la familia y que se apoyan en la experiencia o el sentido común. Son construcciones que no aportan información nueva porque ya las conoce todo el mundo y que se las reconoce de manera inmediata e intuitiva, como una realidad compartida.

b) Apoyo en las realidades familiares. El terapeuta usa la misma concepción del mundo de la familia y las justificaciones que aduce para sus interacciones, con el fin de extender su modalidad de funcionamiento en una dirección diferente y mas funcional.

c) Consejo profesional. El terapeuta presenta una explicación diferente de la realidad de la familia, basada en su propia experiencia, conocimiento o sabiduría. Usando su posición de experto o de lider, puede apoyar lo atípico como un derecho de algún miembro y no como un desacato o deslealtad hacia toda la familia.

2. Paradojas

Minuchin no es un experto ni un fanático de las paradojas. Prefiere las intervenciones directas y basadas en el desafío explicito. Por eso encomendó la redacción de este capítulo a Peggy Papp, del Ackerman Institute de New York. Las paradojas son el instrumento clínico mas adecuado para enfrentar la fuerte resistencia sistémica al cambio en algunas familias, evitando así la lucha estéril por el poder entre ellas y el terapeuta. Mediante una serie de enérgicas redefiniciones se conecta el síntoma con el sistema de tal manera que resulte imposible modificar el uno sin arrastrar al otro. El tema terapéutico se desplaza de la eliminación del síntoma a lo que ocurrirá con la supervivencia de la familia si esta eliminación tiene lugar. Por medio de esta redefinición sistémica se genera una crisis de percepción en la familia, dentro de la cual le hace mas difícil regularse por medio del síntoma y la impulsa a hacerlo de manera diferente.

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Conviene tener siempre presente que las paradojas no son la panacea universal ni son faciles de instrumentar. “Ni son siempre necesarias ni siempre deseables”. (Minuchin, 1984. p. 243). Su uso es especialmente improcedente en ciertas situaciones de crisis (violencia, suicidio, embarazos no deseados) que lo que requieren es mas bien la contención y el control por parte del terapeuta. Reservar las paradojas para intervenciones frente a pautas interactivas larvadas, repetitivas y de larga duración, que no responden a intervenciones directas basadas en la aceptación, como serían las explicaciones lógicas o las sugerencias racionales. La autora describe dos tipos de paradojas. a) Intervenciones paradójicas, basadas en el desafío de la familia a las instrucciones del terapeutas y que, si son obedecidas, tendrán como consecuencia lo opuesto de lo que parecen pretender. Para su éxito es necesario conocer perfectamente la relación entre el síntoma y el sistema, y el modo en que interactúan entre sí. Conocerlo y explicitarlo en la redefinición para que resulte aceptable y creíble. Las tres principales técnicas para aplicar la paradoja terapéutica son la redefinición, la prescripción y la restricción..

− La redefinición del síntoma como parte esencial y benefactora del sistema. − La prescripción del mismo tipo de interacciones que producen el síntoma y

que así deja de ser involuntario. − La restricción o enlentecimiento de los signos de cambio, por respeto al orden

previo o por miedo a consecuencias imprevistas. b) El coro griego, modalidad elegante de intervención paradójica y que incorpora al grupo de consulta que suele acompañar al terapeuta y que aplica a nivel “dualógico” lo que Aosloos denominaba “doble vínculo escindido terapéutico. Este grupo actúa como un coro griego que hace comentarios en el momento sobre la interacción dentro del sistema familiar, o entre la familia y el terapeuta. Es un profeta o portavoz de la familia que proclama las verdades ocultas y predice al curso futuro de los acontecimientos y en especial el fenómeno del cambio sistémico: cómo ocurrirá, sus consecuencias para cada uno y las alternativas posibles. Los mensajes del grupo son el contrapunto a los del terapeuta quien, en todo caso, detenta el poder de decisión última y la posición a adoptar frente a la familia en cuanto a su contenido o a la oportunidad del momento.

3. Resaltar valores Toda familia posee una historia o una cultura peculiares que contienen elementos sanos y positivos y que, si se los detecta y se los utiliza adecuadamente, pueden convertirse en instrumentos de cambio de la familia y de ampliación del repertorio de conductas de sus miembros. Los terapeutas familiares, al igual que terapeutas de otras orientaciones, hemos sido formados y aleccionados para ejercer como “detectives patológicos”. Tenemos un instinto prevalente para detectar la patología, la disfunción, lo anormal y para ponerlo de relieve, clasificarlo y erradicarlo. Todo ello en aras de una supuesta “normalidad” científica que cada tantos años es sometida a revisión. En terapia familiar no abundan las clasificaciones diagnósticas patológicas de ciertas formas de familia. Pero sí que nos ha afectado la polaridad entre la familia y el

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individuo, incidiendo a menudo en el prejuicio de que es la familia la causante de toda la infelicidad y la locura de los individuos. La antipsiquiatría se manifestó también como una cruzada contra la familia y en defensa del individuo. Sin caer en el otro extremo de la idealización romántica e infantil de la familia, los terapeutas que quieran trabajar con familias tienen que “creer en la familia” como actitud previa. A pesar de los errores que comete y del sufrimiento y dolor que inflige a sus miembros, en la familia hay valores que por supuestos, suelen pasar inadvertidos: entrega, apoyo, valoración, generosidad y lealtad. “La familia es lo mejor y lo peor que tiene los seres humanos” (Minuchin, 1984, p. 265). Los terapeutas familiares deberán detectar las deficiencias y disfunciones de cada familia, pero también descubrir sus lados fuertes para construir una nueva realidad, buscando alternativas válidas y funcionales de interacción. Porque la familia es un organismo que posee un repertorio de formas de organizar la experiencia mucho mas amplio del que utiliza de ordinario. Se atascan en una situación que exige cambios, cuya posibilidad ellos no perciben en su repertorio, y por eso acuden a consulta. Para que el terapeuta vea mas que ellos y les ayude a descubrir su propia potencialidad curativa.

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