Aporofobia

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1 Aporofobia  ADELA CORTINA 7 MAR 2000 http://elpais.com/diario/2000/03/07/opinion/952383603_850215.html  La Real Academia Española introduce de tanto en tanto en el Diccionario de la lengua nuevos términos por razones diversas. Son algunas de las más comunes que la expresión correspondiente venga usándose en la calle de forma habitual, o que proceda de una lengua extranjera y sirva para designar algún objeto o acción en un campo del saber.Pero existe una razón poderosa, tal vez la más poderosa, para acoger una nueva palabra en el seno de una lengua, y es que designe una realidad tan efectiva en la vida social que esa vida no  pueda entenderse sin contar con ella. E importa ponerle un n ombre, porque mientras es indecible actúa como hacen las ideologías: distorsionando, confundiendo para ocultar la verdad de las cosas. Poner nombre a las personas es imprescindible para darles carta de naturaleza ("te llamarás Eva", "te llamarás Viernes"), tanto más a las realidades sociales, de las que falta clara conciencia mientras son inefables. Es en este orden de cosas en el que quisiera brindar a la Real Academia un nombre, después de rebuscar afanosamente en mi viejo diccionario de griego, tan usado el pobre en los años del bachillerato: el nombre "aporofobia". "Dícese -podría constar en la caracterización, por analogía con otras- del odio, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos, el desamparado". Y en ese ilustrativo paréntesis que sigue al término diría algo así como: "(Del gr. á-poros, pobre, y fobéo, espantarse) f.". Es, ciertamente, una expresión que no existe en otras lenguas, e ignoro si es la mejor forma de construirla. Pero lo indudable es que la repugnancia ante el pobre, ante el desamparado, tiene una fuerza en la vida social que todavía es mayor precisamente porque actúa desde un deleznable anonimato.  No figura en las relaciones de lo "éticamente correcto", en esas moralinas burocráticas que repudian acciones casi sin pensarlo y las gentes repiten ya de un tirón, como los viejos catecismos. Cuentan en ellas el repudio de la xenofobia y el racismo, de la hostilidad hacia el "xénos", hacia el extranjero, o hacia el que es de otra raza; nunca la repugnancia ante el "áporos", ante el sin recursos, ante el que parece que no puede ofrecer nada interesante a cambio. Y, sin embargo, ése es el que molesta, es la fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, razas y etnias habitualmente sin recursos.

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Trata sobre el odio a los pobres

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Aporofobia ADELA CORTINA 7 MAR 2000 http://elpais.com/diario/2000/03/07/opinion/952383603_850215.html 

La Real Academia Española introduce de tanto en tanto en el Diccionario de la lengua

nuevos términos por razones diversas. Son algunas de las más comunes que la expresión

correspondiente venga usándose en la calle de forma habitual, o que proceda de una lengua

extranjera y sirva para designar algún objeto o acción en un campo del saber.Pero existe

una razón poderosa, tal vez la más poderosa, para acoger una nueva palabra en el seno de

una lengua, y es que designe una realidad tan efectiva en la vida social que esa vida no

 pueda entenderse sin contar con ella. E importa ponerle un nombre, porque mientras es

indecible actúa como hacen las ideologías: distorsionando, confundiendo para ocultar la

verdad de las cosas. Poner nombre a las personas es imprescindible para darles carta de

naturaleza ("te llamarás Eva", "te llamarás Viernes"), tanto más a las realidades sociales, de

las que falta clara conciencia mientras son inefables.

Es en este orden de cosas en el que quisiera brindar a la Real Academia un nombre, después

de rebuscar afanosamente en mi viejo diccionario de griego, tan usado el pobre en los años

del bachillerato: el nombre "aporofobia". "Dícese -podría constar en la caracterización, por

analogía con otras- del odio, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos, el

desamparado". Y en ese ilustrativo paréntesis que sigue al término diría algo así como:

"(Del gr. á-poros, pobre, y fobéo, espantarse) f.". Es, ciertamente, una expresión que no

existe en otras lenguas, e ignoro si es la mejor forma de construirla. Pero lo indudable es

que la repugnancia ante el pobre, ante el desamparado, tiene una fuerza en la vida social

que todavía es mayor precisamente porque actúa desde un deleznable anonimato.

 No figura en las relaciones de lo "éticamente correcto", en esas moralinas burocráticas que

repudian acciones casi sin pensarlo y las gentes repiten ya de un tirón, como los viejos

catecismos. Cuentan en ellas el repudio de la xenofobia y el racismo, de la hostilidad hacia

el "xénos", hacia el extranjero, o hacia el que es de otra raza; nunca la repugnancia ante el

"áporos", ante el sin recursos, ante el que parece que no puede ofrecer nada interesante a

cambio. Y, sin embargo, ése es el que molesta, es la fobia hacia el pobre la que lleva a

rechazar a las personas, razas y etnias habitualmente sin recursos.

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 No repugnan los árabes de la Costa del Sol, ni los alemanes y británicos dueños ya de la

mitad del Mediterráneo; tampoco los gitanos enrolados en una tranquilizadora forma de

vida paya, ni los niños extranjeros adoptados por padres deseosos de un hijo que no puede

ser biológico. No repugnan, afortunadamente y por muchos años, porque el odio al de otra

raza o al de otra etnia, por serlo, no sólo demuestra una innegable falta de sensibilidad

moral, sino una igualmente palmaria estupidez. Sólo los imbéciles se permiten el lujo de

 profesar este tipo de odios.

Sin embargo, sí que son objeto de casi universal rechazo los gitanos apegados a su forma de

vida tradicional, tan alejada de ese febril afán de producir riqueza que nos consume; los

inmigrantes del norte de África, que no tienen que perder más que sus cadenas; los

inmigrantes de la Europa Central y del Este, dueños, más o menos, de la misma riqueza;

siguiendo en la lista los latinoamericanos escasos de recursos. El problema no es de raza ni

de extranjería: es de pobreza. Por eso hay algunos racistas y xenófobos, pero aporófobos,

casi todos.

La razón es bien simple, descubrirla no precisa grandes especulaciones. En sociedades,

como las nuestras, organizadas en torno a la idea de contrato en cualquiera de las esferas

sociales, el pobre, el verdaderamente diferente en cada una de ellas, es el que no tiene nada

interesante que ofrecer a cambio y, por lo tanto, no tiene capacidad real de contratar.

Esto sucede en el ámbito de la economía, en el que buena parte de la humanidad queda

excluida de consumir productos básicos para la supervivencia sencillamente porque no

interesa lo que podrían ofrecer a cambio. "El libre mercado", dice la teoría clásica,

"garantiza mayor soberanía al consumidor". Lo que no aclara a renglón seguido es que

merece el título de consumidor quien puede pagarse el consumo, quien presenta una

demanda solvente, porque es éste un juego de toma y daca, en el que ejerce su libertad no el

que quiere, sino el que puede.

Si tuviéramos agallas para universalizar la ciudadanía social a través de un cierto

keynesianismo universal profundamente reformulado en términos de justicia en vez de

retirarlo de los lugares en los que se ha encarnado, si aumentáramos la capacidad

adquisitiva de cada una de las personas y las protegiéramos frente a las contingencias del

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mercado, aunque sólo fuera por aumentar el consumo, y con él la producción, podríamos

empezar a hablar de soberanía del consumidor. "Es imposible", replican los interesados en

que lo sea. Y, sin embargo, es preciso replicar que es de justicia.

Como es doctrina bien sabida desde hace décadas, pero magistralmente expuesta porMichael Walzer en Esferas de la justicia (1983), los bienes socialmente producidos son

 bienes sociales y tienen que ser socialmente distribuidos con justicia. Como la

globalización -añadimos por nuestra cuenta- muestra, entre otras cosas, que la producción

es global, global debería ser también la justa distribución de la riqueza, y un buen comienzo

en el proceso sería universalizar la ciudadanía social.

Sin embargo, los bienes no son sólo económicos, no sólo hay áporoi en la esfera de la

riqueza material. Las sociedades distribuyen también otros bienes, que componen distintasesferas de justicia: la pertenencia a una comunidad política, la seguridad en tiempos de

vulnerabilidad (asistencia sanitaria, jubilación, desempleo), los cargos que determinan el

ingreso, la estima social y las oportunidades vitales, la educación, el poder político, la

igualdad, por la que nadie debería poseer un bien de estas esferas con el que pudiera

comprar todos los demás, el reconocimiento y los honores que condicionan la autoestima y

el autorrespeto.

En cada una de estas esferas hay áporoi, justamente aquellos que en ellas no parecen tener

nada interesante que ofrecer a cambio. Por eso en el mundo político, amén de los

extranjeros, inmigrantes, asilados, con sus dificultades para pactar, reciben los ciudadanos

distintas contraprestaciones, según lo que ofrecen a quien ostenta el poder. Y así sucede

igualmente en la universidad y en el hospital, en el taller y en el banco, en la vecindad y en

la empresa, que hay quienes tienen algo interesante que ofrecer a los poderosos y quienes

 bien poca cosa. Y éstos son en cada una de las esferas los débiles, los excluidos. Los

áporoi.

Mientras no se les nombra se confunden los perfiles, que es lo que gusta a los poderosos:

esa difuminación del lenguaje, en virtud de la cual ya ignoramos de qué estamos hablando.

Y en manifiestos contra el terrorismo se dice: "Estamos en contra de los intolerantes",

confundiendo el tocino con la velocidad, porque la intolerancia es una actitud del carácter,

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y el que mata es un asesino. Los atentados contra las personas no son atentados contra la

democracia, sino contra la vida concreta de las personas concretas, a quienes a partir de ese

momento sus gentes ya no verán más. Excluidos, totalmente excluidos de la vida,

supremamente marginados.

Ante una situación semejante cabe responder desde tres tipos de ética, encarnados en tres

tipos ideales: la ética de los demonios estúpidos, la de los demonios inteligentes y la de las

 personas, amén de inteligentes, justas y solidarias. La sugerencia viene de Kant, quien en

La paz perpetua aseguraba que hasta un pueblo de demonios, de seres sin sensibilidad

moral, sacrificaría parte de su libertad y entraría a formar parte de un Estado de derecho,

aunque tuvieran que someterse a la ley, "con tal de que", añadía, "tengan inteligencia".

Podríamos decir, por analogía, que hasta un pueblo de demonios, sin sensibilidad moral,

 preferiría la paz a la guerra, la cooperación al conflicto, la colaboración a la exclusión, con

tal de que tengan inteligencia.

Los demonios estúpidos excluyen a otros en cada esfera social, creyendo que no tienen

nada interesante que ofrecer. Y en realidad sucede que los inmigrantes, tan vapuleados,

asumen los trabajos que nadie quiere y traen sangre joven a una Europa avejentada. Los

demonios inteligentes se aperciben de este tipo de cosas y tratan de averiguar con quiénes

interesa sellar pactos, porque hasta el más débil te puede quitar la vida. Las personas consentido de la justicia y la solidaridad van más allá del contrato: hacia el reconocimiento del

valor en sí de cada ser humano, que es la divisa de la Ilustración.  

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Aporofobia o el odio a ‘los nadies’ Escrito por Iris Aviñoa el Lunes, 18 Mayo 2015http://www.observatorioproxi.org/index.php/informate/articulos-semanales/item/202-aporofobia-o-el-odio-a-los-nadies 

Dar nombre a las cosas, a las personas, a las actitudes, contribuye a que éstas existan a

los ojos de los seres humanos, que se pueda hablar de ellas y, en caso necesario, que se

puedan combatir. Desde hace unas décadas la aporofobia  trata de dar nombre a un

fenómeno tan extendido en la sociedad como invisibilizado: el rechazo hacia los

pobres.

Foto: MOAS 

• En la década de los ’90 aparece el término aporofobia , que se distingue del racismo y

la xenofobia en que no es la raza ni la procedencia lo que define el odio hacia las

personas, sino la pobreza. 

• La importancia internacional que se dio a las 12 víctimas de Charlie Hebdo,

comparada con la repercusión que tuvieron las más de 700 personas que se ahogaron

en el Mediterráneo, plantea una distinción en función del estatus social.  

• A nivel político, existe un auge de los partidos europeos con discursos

antiinmigración, por lo general dirigidos contra los extranjeros de escasos recursos a

los que se acusa de aprovecharse del sistema ‘sin aportar nada a cambio’. 

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• Un ejemplo de la discriminación entre ‘extranjeros bienvenidos’ y ‘extranjeros que

abusan del sistema’ es el ‘visado oro’, creado para atraer a extranjeros ricos que

inviertan en el país. 

Cuando un barco pesquero con más de 700 personas procedentes de Libia y con destino a

Europa naufragó el mes de abril pasado, ocasionando la mayor tragedia en la historiareciente del Mediterráneo1, las redes sociales se llenaron de comentarios, exigencias,denuncias y solidaridad con las víctimas. Una de las imágenes que se difundió por las redes

se refería a las víctimas – en un claro tono de denuncia –  como „los nadies‟, „los hijos de

nadie, los dueños de nada‟, y acababa sumándose al hashtag  #JeSuis700Lampedusa.

Por un – fugaz –  momento „los nadies‟ dejaron de ser invisibles y fueron el centro de las

reivindicaciones y la indignación colectiva. ¿Qué impulsa a esas personas a lanzarse al maren condiciones de absoluta inseguridad, embarcándose en un viaje que nunca saben si

llegará a destino? ¿Qué papel deben jugar los países europeos? ¿Cómo hacer las políticasmigratorias más justas y humanas? ¿Cómo evitar que esto vuelva a pasar?

Pero esto es sólo la punta del iceberg de un fenómeno tan invisible como presente en lassociedades del norte del Mediterráneo, y seguramente del resto del mundo. Un fenómeno

que tiene un nombre, aunque éste aún no figure en el diccionario de la Real AcademiaEspañola. Se llama aporofobia, y se refiere a la fobia a los pobres, a los que no tienen

„nada‟ que ofrecer, a „los nadie‟. 

Una nueva palabra para un fenómeno muy viejo 

Fue en la década de los ‟90 cuando la filósofa y catedrática Adela Cortina acuñó el término,

tratando de visibilizar un fenómeno que existía pero no tenía nombre. Se habla mucho deracismo, que define el odio en función de la raza, o de xenofobia, que define el sentimiento

de rechazo hacia los inmigrantes; pero ninguno de los dos conceptos explicaba, según ella,el odio en función del nivel adquisitivo, que guía muchas de las conductas  – despreciables –  

 presentes en nuestra sociedad.

La aporofobia es mucho más sutil, extendida e invisible – y por ello peligrosa – , y quedafuera del racismo y la xenofobia cuando, por ejemplo, existen actitudes hostiles hacia un

inmigrante o una persona de otra etnia o raza sin recursos económicos, pero no hacia aquélque tiene dinero. Cortina lo ejemplificaba así en un artículo publicado en El País: 

“No repugnan los árabes de la Costa del Sol, ni los alemanes y británicos dueños ya de la

mitad del Mediterráneo; tampoco los gitanos enrolados en una tranquilizadora forma de

vida paya, ni los niños extranjeros adoptados por padres deseosos de un hijo que no puedeser biológico. No repugnan, afortunadamente y por muchos años, porque el odio al de otra

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raza o al de otra etnia, por serlo, no sólo demuestra una innegable falta de sensibilidad

moral, sino una igualmente palmaria estupidez. Sólo los imbéciles se permiten el lujo de profesar este tipo de odios. Sin embargo, sí que son objeto de casi universal rechazo los

gitanos apegados a su forma de vida tradicional, tan alejada de ese febril afán de producir

riqueza que nos consume; los inmigrantes del norte de África, que no tienen que perder másque sus cadenas; los inmigrantes de la Europa Central y del Este, dueños, más o menos, dela misma riqueza; siguiendo en la lista los latinoamericanos escasos de recursos. El

 problema no es de raza ni de extranjería: es de pobreza.” 

#JeSuis700Lampedusa 

El pasado 7 de enero de 2015 las redes se inundaron con el hashtag  #JeSuisCharlie en

solidaridad con el semanario satírico francés de izquierdas Charlie Hebdo, a raíz delatentado atribuido a Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQPA), que causó 12 víctimas

mortales en su sede parisina. Mandatarios de todo el mundo se solidarizaron con lasvíctimas y asistieron a la manifestación en París en defensa de la libertad de expresión.

Acompañaron al presidente francés los máximos dirigentes de la UE, de Alemania, Reino

Unido, España, Italia, Portugal, Bélgica, Grecia, Malí e incluso los líderes de Israel y

Palestina, además de muchos otros representantes de otros países, entre ellos EstadosUnidos.

El gran revuelo internacional que provocaron los asesinatos de Charlie Hebdo sacó a relucirun sub-debate sobre por qué estas 12 víctimas habían provocado la reacción internacional a

todos los niveles y, en cambio, otras muchísimas víctimas en muchos otros conflictos del

mundo no recibían la misma solidaridad. El mismodebate surgió a raíz del asesinato de 147estudiantes de la Universidad de Garissa (Kenia), a manos de la milicia islamista somalí Al

Shabab, que se plasmó en las redes a través de hashtags como #JeNeSuisPasKenia.

Según explica Benoît Bréville en un artículo de Le Monde Diplomatique, tras los atentados

de Charlie Hebdo, algunos estudiantes se negaron a respetar el minuto de silencio enhomenaje a las víctimas, en denuncia por la “doble vara de medir” de la libertad de

expresión en Francia. “Por qué se habla tanto de esta masacre mientras que en Oriente

Próximo la gente muere ante la indiferencia? ¿Por qué Charlie Hebdo puede injuriar una

figura sagrada del islam y a Dieudonné2 le prohíben criticar a los judíos?”. 

Existen diversas teorías que tratan de explicar estos fenómenos. A nivel comunicativo, el

 periodista M.A. Bastenier tuiteaba: “La información se guía por redes de poder. Por eso,150 muertos en Kenia importan menos en Europa que 13 en París. La moral le es ajena”. A

nivel antropológico, según profundiza Bréville, hay quienes lo justifican afirmando “que el

genocidio judío y el antisemitismo secular de la sociedad francesa obligan a estar siempre

en guardia”. Otros lo atribuyen a la “islamofobia heredada del periodo colonial y

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 profundamente anclada en las mentalidades, que hace que las expresiones hostiles contra

los musulmanes se consideren tolerables”. 

Y existe también otra lectura a nivel social: las comunidades judías han conseguido

ascender socialmente y ocupar puestos de poder en medios periodísticos, políticos y

universitarios, mientras que las comunidades musulmanas están mucho menosrepresentados en las altas esferas. Para el autor, la respuesta en el caso de la sociedad

francesa se encuentra en una combinación de las dos últimas: “la discriminación racial se

añade a las desigualdades sociales y las refuerza, haciendo que estos dos problemas se

vuelvan indisociables”. 

El auge de la aporofobia 

Alrededor de 57.300 „inmigrantes irregulares‟ llegaron a Europa en el primer trimestre de

2015, prácticamente tres veces más que las cifras registradas en el mismo periodo del año

anterior. Personas procedentes de Siria, Irak, de Kosovo, de Libia y del resto del Norte de

África y África sub-sahariana – entre otras procedencias – , huyendo de la guerra, la violencia

o de la falta de oportunidades, en busca de una vida mejor.

Esta tendencia tiene lugar en un contexto de auge de partidos de extrema derecha, populistas en Europa, exacerbado por la crisis económica que desde hace años atraviesa el

continente, y encabezado por formaciones como el Alba Dorada griego, el UKIP del ReinoUnido o el Frente Nacional (FN) francés. Estos partidos tienen en común un fuerte

componente antiinmigración. Pero no contra toda la inmigración, sino sólo contra una

 parte. El FN, por ejemplo, propone endurecer las medidas contra los inmigrantesasegurando que se benefician de derechos sociales que pertenecen a los franceses. EnAlemania y Reino Unido también se han planteado, medidas contra el denominado „turismo

del bienestar‟, en alusión a que la inmigración abusa de los servicios sociales de los paísesreceptores.

Esta concepción de inmigrante como persona que „abusa del sistema‟ no se refiere a todas

las personas extranjeras, sino que va claramente dirigida a una parte de la inmigración, la

de escasos recursos económicos, la que no se puede permitir un sistema de salud privado, y

la que pareciera que „se beneficia del sistema‟ pero „no contribuye‟ al mismo, porque „no

tiene nada que aportar‟. 

Un claro reflejo de esta discriminación entre „extranjeros bienvenidos‟ y „extranjeros que

abusan del sistema‟, es el conocido como „visado oro o golden‟, creado para atraer a

extranjeros de fuera de la UE, a los que se concede el permiso de residencia a cambio deque compren viviendas de 500.000 euros o más, o destinen dos millones de euros a adquirir

deuda pública. De septiembre de 2013 a diciembre de 2014, 530 extranjeros  – ricos –  de

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Rusia, China, países árabes y EEUU, mayoritariamente, consiguieron este visado, sin

necesidad ni siquiera de vivir en el país.

Nombre y apellidos 

La palabra aporofobia no figura aún en los diccionarios, pero ya tiene 302 entradas enGoogle. Acabe o no triunfando como nueva palabra, lo importante es que el fenómeno del

que habla tenga „nombre y apellidos‟, ya que éste es el primer paso para que deje de ser

invisible, se hable sobre ello y se consiga combatir; el primer paso para que „los nadies‟

tengan también, algún día, nombre y apellidos.

Notas: 

1 El precedente más reciente fue el naufragio de otra embarcación frente a la isla de

Lampedusa el 3 de octubre de 2013 en el que murieron 366 personas.

2 Dieudonné M'bala M'bala es un controvertido cómico francés que ha sido tildado de

antisemita.