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RRRR e f l e x i o n e f l e x i o n e f l e x i o n e f l e x i o n e se se se s De Juan AntonioDe Juan AntonioDe Juan AntonioDe Juan Antonio
A N Ó N I M O (S. XXI)
2
3
P R E S E N T A C I Ó N
Este librito es como una carpeta en la que se ha ido guardando
una serie de notas cuyo denominador común es su utilidad para buscar
la felicidad a través del equilibrio interior.
Surgió en plan familiar e íntimo, como ayuda a los nietos del
editor, y solo secundariamente se pensó en Internet, tras suprimir alguna
alusión demasiado personal.
Más de 100 autores han aportado su granito de arena en forma
de una frase o una idea. A todos debe el editor su agradecimiento, y a
todos debe sus disculpas por no haber podido –materialmente- solicitar a
cada uno su valiosísima colaboración. Ellos son los verdaderos autores
anónimos de esta colección altruista de buenos consejos que el “editor”,
se limita a recoger y ordenar un poco, quedando claro que está
prohibida su reproducción total o parcial con fines lucrativos
El Editor
4
I N D I C E
Prólogo 7
Vittorio Gassmann 10
Desgracias y catástrofes 11 Einstein 21 Los silencios de Dios 22
La cruz de cada día 25 Clases de cruz 28 Martin Luther King 28
¿Por qué se encarnó? 29 Alegría de vivir 30
Los dias grises 32 S. Jerónimo y otros santos 33 Dudas 35 Cuento de Dostoyewski 36 El problema del bien 37 La Creación 38 El Darwinismo 41
El pecado original 42 Ser cristiano 44 Pilar Miró 46 La muerte 48 La Sábana Santa 51 Ratzinger 52 Juan Pablo II 53 Lignum crucis 54 La cena del Apocalipsis 55 Decadencia de la Iglesia 56 Teología de la Liberación 57
Las 3 Tentaciones 61 Religión y Filosofía 63 Lo básico en genética 64 A un anticlerical 72
Publicidad atea 73 Mi opinión sobre la Iglesia 74 Budismo versus cristianismo 81
5
Homilías Dios es Abbá 86 La Redención 88 La Santa Misa 90 Ofensa y castigo 91 Dios justiciero 92 Juez o Padre 95 El Portal de Belem 97 Carta a los niños 98 La vida oculta 99 Amar al enemigo 100 El granero 102 Los últimos y los primeros 102
Juicio Universal 104 Todos los Santos 105 Los viñadores 107 Fariseos y publicanos 108
El Sermón de la Montaña 112 Más Bienaventuranzas 121
Solidaridad 123 El pobre de espíritu 124 Al Cesar lo que es del Cesar 125 El Hijo pródigo 127
Taller de oración
Cómo oraban los Judíos 130 El Dios de los Salmos 133 Salmos históricos 135
Salmos de lamentación 136 Ayudas y consejos 138 Test 140 Elogio del pecador 141 Autoestima 142
Tú vales mucho 143 Miss Sevilla 144
Descalzarse 145 Sentirse amado 145 Tibieza 146
6
María 147 La mirada de Dios 147
El Buen Pastor 148 Orar sin miedo 140 Un enfermo engreído 150 Un preoperatorio 151 Madre Kauffman 152 Antoni de Melo 153 Necrológica 154 Agradecimiento 154 Paz interior 155
Oraciones varias Oración de S Fco 162 Id.. de S. Ignacio 162 Tagore 163 Id, de las Benedictinas 163 Acción de gracias 164 Aprender a vivir 164 Id de Unamuno 165 Id. de un hippie 165 El Rector de Lovaina 166 Oración de un abuelo 167
Id. de Pablo Neruda 168 Id de Maimónides 168 Id de Tomás Moro 169 Guías de autoayuda
Decálogo de Juan XXIII 170 Consejos de K. Wilson 171 Clínica La Salud 172 Teresa de Calcuta 172 Boletín Salesiano 173
Para ser feliz 174 Los “Siete Sabios de Grecia” 176 El Dr. López Botet 177 a existencia de Dios 181
Evangelio de San Juan 188 F I N 211
7
No solo los hombres. Dios también es mejor de lo que pensamos ( P. Werenfried, el “P. Tocino”).
Prólogo
En la sociedad actual, o por lo menos en nuestra familia, hay mucha dificultad para el diálogo. La televisión (y en el futuro el ordenador, Internet, videojuegos) la hace cada vez más difícil, aunque también influyen la forma de ser de cada uno. Sea como sea, yo creo que nosotros no hemos tenido suficiente conversación
Por otro lado, yo he heredado de mi padre la costumbre de recortar y guardar articulitos de la prensa o revistas. Y, como soy más moderno, con el escáner y el ordenador he podido modificarlos a voluntad, suprimiendo o añadiendo algo (siempre he disfrutado retocándolo todo). Y así ha salido este engendro de Teología Interactiva, que no sé cómo calificar, y que pretende ser el portador de aquellas opiniones mías que debí haber ofrecido a toda la familia, para ser contrastada y debatida en torno al fuego simbólico del hogar (¡ejem!). Y no reflejan cómo soy, sino cómo quisiera ser.
Aquí no hay casi nada mío. A las cosas tomadas por ahí, solo añado este “Prólogo” y...algo más, pero poco.
Lo empiezo con una petición: No lo leáis si no tenéis ganas, es decir, un ratito de sosiego en el que os apetezca hacer un breve paréntesis en vuestras ocupaciones. Pero mientras conservadlo, no molesta en un rincón de la librería. Y, si llegara ese momento, seleccionad el tema, pues en cada estado anímico encaja mejor uno u otro, y aquí encontrareis de todo, desde la más infantil de las jaculatorias, hasta parrafadas de sesudos teólogos, pasando por arrebatos místicos, o simples recortes de prensa. Todo entremezclado. Y lo que en un momento nos parece interesante, en otro nos aburre.
No encontrareis aquí nada nuevo. Afortunadamente todo es archiconocido entre nosotros. Pero si lo releemos lentamente, puede recordarnos que la vida es algo más que “salud, dinero y amor”, algo más que disfrutar y triunfar, algo más que “realizarse”. Es un proyecto con metas personales que alcanzar, amigos a los que querer, hijos a los que educar, gente a la que ayudar. Muchas
8
cosas que el ajetreo diario nos hace olvidar, y que de una forma u otra entran en ese término tan anticuado llamado “oración”, nuestro diálogo personalísimo y a veces inconsciente con Dios.
Parto de que, para mí, Dios sí existe. Y también creo que tengo algo en mi interior que, pronto o tarde, se encontrará con Él en el momento más importante de mi existencia. No lo puedo demostrar, pero aunque fuera una simple ilusión, me gusta porque llena de sentido mi vida y me da más alegrías que problemas.
Y no me atormenta, porque ya hace tiempo que abandoné la “Religión del temor”, aquella del “Mira que te mira Dios \ mira que te está mirando \ mira que has de morir \ mira que no sabes cuando”.
A diferencia de las otras religiones que conozco, la nuestra nos ofrece un Dios que es un Padre (“Papá”, puntualizó El) siempre abierto al perdón, y que con su muerte ya ha compensado nuestras faltas. Un padre que me quiere tal como soy y, muy importante, soy como soy porque El me ha condicionado así, me ha colocado en un determinado ambiente cultural y me ha dado unos talentos para ver cómo los administro yo, en mi caminar por una senda -la mía- que es distinta a la de los demás.
Hoy, tanta información “progresista” nos ha llevado a un infantilismo religioso, a un profundo desconocimiento de Dios, como si ya no fuera necesario porque la ciencia –¡y los periodistas!- nos lo explican todo. Le ignoramos y no releemos sus palabras que, mejor o peor transmitidas, sabemos que están en los Evangelios.
Ni nos planteamos siquiera intentar lo único que nos pide, que es tener una actitud sincera de querer cumplir su mandato de Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo. Por extraño que parezca, el que lo logremos o no ya cuenta menos, pues ha prometido perdonarnos setenta veces siete cada día. Lo que vale es querer eso sinceramente. Sin engaños.
Este único precepto, que solo es “amar”, no puede hacer del Cristianismo una desgracia, un lastre en nuestra búsqueda de la felicidad. Y menos cuando estamos convencidos de que “La Buena Nueva” es todo lo contrario: Ser cristiano no es “creer en Dios”, sino creer que somos “hijos de Dios”, de un Dios que es más bueno de lo que creemos, y que se acuerda de que nos ha hecho de barro.
Y, al ser hijos, también somos herederos de su Gloria que, aunque no sabemos lo que es, seguro será algo muy bueno.
9
Cierto que nos dice “Sed perfectos como lo es mi Padre”, pero no nos agobia con un listón tan alto, porque aclara que no es perfecto el meticuloso cumplidor de la Ley (como eran todos los fariseos, los únicos que sabían y cumplían su ley), sino el que más ama (como la prostituta que le perfumaba sus pies), o el más misericordioso (como el samaritano que atendió al herido) o el que acepta ser débil (como el publicano del templo), etc. Por eso “el yugo es suave”, porque aunque es difícil cumplir los Mandamientos, es muy facil obtener el perdón.
En realidad, lo único que nos puede entristecer es que nos falle el convencimiento íntimo, la seguridad, de que Dios es amor, que es ese papá que está loco por nosotros, que “nos mece en su regazo” y que está esperándonos. Que creamos que eso es poesía, solo poesía, y no la base de nuestra religión.
Y la pregunta del millón: ¿Qué va a hacer con nosotros? La libertad y la responsabilidad que nos dio para
distinguirnos del chimpancé, le permitirá valorar esa mezcla de cosas buenas y malas que es nuestra vida. El tendrá sus planes, “mis caminos no son vuestros caminos” dijo y, por eso, no sabemos qué entiende Él por “Justicia", pero está claro que nunca nos fallará, porque “aunque una madre abandonara a su hijo, Yo no”.
Sabiendo esto, podemos afrontar la vida con optimismo y agradecer y saborear todos los momentos buenos mientras los tengamos, sabiendo que Dios también “se alegra con nuestras alegrías”, que son las que nos aderezan un camino, algunas veces lleno de dificultades. Siempre “disfrutar agradeciendo o agradecer disfrutando”, tanto monta.
S. Agustín , que además de ser un santo era un sabio, tenía el slogan “Conócete, acéptate, supérate”: Que este librito contribuya a conocernos a fondo, a aceptar sin agobios ni remordimientos nuestras imperfecciones y a luchar sin desmayo para ser cada día un poquito mejores.
En ningún caso he pretendido pontificar, pues un ciego no puede guiar a otro ciego. Yo solo repito aquello que me ha llegado y he podido retener.
Y como la vida es muy larga y lo que cuenta no es empezarla bien sino acabarla bien, yo os animo y me animo a que nos preparemos un final feliz, una verdadera “muerte digna”. (Pero ¡Ya!, sin esperar a las aglomeraciones del último día).
10
Artículos varios
Habla Vittorio Gassman
A Vittorio Gassman, el famoso actor italiano, le
preguntaron hace poco si “está buscando algo más”, es
decir, si está embarcado en una búsqueda religiosa.
Su respuesta fue la siguiente: «Envidio a los que
tienen una fe profunda; a mí se me hace difícil dar una
forma humana a Dios. No me puedo imaginar el cuerpo del
Omnipotente. Pero esto no es importante. Lo importante es
que muchas veces mando un saludo al techo. Quizá sea
sólo un gesto, quizá más bien una oración rudimentaria.
Entonces me siento menos fuerte y como dentro de un
saco de fragilidad, pero estoy contento porque me descubro
querido, acompañado. Siempre he sido un egoísta, ahora
no tanto. Confío en que Dios es una persona muy generosa
y creo que, si El no existiese, yo sería de verdad un terrible
monstruo».
Esta dubitativa y, al mismo tiempo, gozosa confesión
de la inquietud religiosa de este actor de cine es muy
representativa de nuestra cultura occidental moderna,
teñida de racionalismo, duda, sospecha y, en todo caso,
pudor o vergüenza ante la experiencia religiosa. Y confirma
que, a pesar de los pesares, perdura en nuestro tiempo una
sed de trascendencia, de ser querido y en definitiva, de
Dios.
11
Desgracias y catástrofes
Es tan grande el impacto negativo de la existencia
del mal en el mundo, que prefiero abordarlo de entrada, y
hacerlo en 8 artículos que se complementan, aunque en
parte se repitan.
1.- Ante las desgracias personales, debemos encajarlas
bien para que sean positivas para nosotros. Es lo del velero
y el temporal: Si el barco está bien situado y bien dirigido,
saca provecho de las circunstancias adversas y “no corta el
mar sino vuela”. Pero al que le coge con el mástil
atravesado lo pasa mal y hasta puede llegar a zozobrar.
La “resignación cristiana” no es engañarse a sí
mismo. Se trata solo de que no nos coja con ese mástil
atravesado, que intentemos capear el temporal, teniendo
claro que si a igualdad de dolor, unos sufren más que otros,
es porque a igualdad de barco, unos están mejor
“patroneados” y por eso saben cómo encontrar consuelo.
Son fundamentales dos consejos de psicólogo:
* No suframos por adelantado. Nadie sabe cuando ni
cuanto le tocará sufrir (hay quien muere sin probarlo), y
* No demos tantas vueltas a nuestro dolor. No lo
saboreemos tanto ni nos instalemos resignadamente en él.
Más bien hagamos caso, por una vez, del Eclesiastés, que
nos dijo hace 3.000 años:
“No te abandones a la pena, no te atormentes con la
melancolía. La alegría del corazón es la vida para el
hombre, la alegría es lo que hace durar los días... Alivia tus
cuidados, consuela a tu corazón, expulsa la pena; pues la
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pena ha sido la ruina de muchos y no sirve de nada a
nadie”.
Muchos dolores son inevitables, pero sí podremos
evitar el miedo al dolor, y aceptarlo como propio de la
condición humana, sin más. No lo busquemos, hay que
sacarlo de nuestro pensamiento, para lo que hace falta
empeñarse en querer combatir todas las penas y dolores y,
por supuesto, la habilidad que va dando la práctica.
Cuando estuvimos en Capadocia, sentí no poder
visitar en Konia, la tumba de un sabio, el Sufí Mesnala,
que a este respecto dijo: “Si vuestros pensamientos son
espinas, en vuestra vida solo habrá sufrimiento; pero si son
rosas, viviréis siempre en un verdadero jardín”.
2.- Si intentamos solidarizarnos con los millones de
hermanos que están padeciendo mucho más que nosotros,
puede que descubramos que lo nuestro tiene algo menos
de importancia.
Es lo que buscaba Teresa de Calcuta cuando
rezaba: “Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que
necesite más comida que yo; y cuando sufra, alguien que
necesite más consuelo que yo” (todo es relativo).
.
Y otros 3 consejos (pequeños o grandes, según
cómo queramos valorarlos):
* La solidaridad, como hemos visto, revierte en nosotros
dándonos siempre paz y alegría. Aparta nuestras penas.
* En esta línea, también podemos recordar que Jesucristo,
siendo Dios, quiso encajar una buena dosis de dolor,
13
marcándonos con valentía una senda por la que podemos,
si queremos, caminar juntos.
* Y por si fuera poco, todos tenemos muchas cuentas que
saldar: No nos atormentemos por ellas, que están
perdonadas y olvidadas. Pero es bueno que pensemos un
poco en las inconveniencias que nosotros hayamos podido
causar, a veces sin darnos cuenta, a los que nos rodean.
3.- La sociedad del bienestar pretende la insensibilidad a
todo lo molesto. Rehuimos aquello que desazona, inquieta
y cuestiona nuestra despreocupada forma de vivir. (Los
enfermos, fuera de casa, a los hospitales; los ancianos, a
los asilos; los locos, minusválidos o drogadictos, a centros
especializados... y los delincuentes, a la cárcel). ¡Qué
cómodo resulta quitárselos de la vista! Ojos que no ven,
corazón que no siente. Y si no se pueden cerrar los ojos,
una “pastillita” que nos adormezca.
Ya hemos visto que el dolor no es bueno en sí
mismo, pero no es posible la maduración y el crecimiento
sin superar dificultades, sin vencer obstáculos, sin
padecimientos. Poco vale lo que poco cuesta, y no solo en
dinero. El hombre solo se hace persona sufriendo.
Jesús formó parte de la humanidad sufriente y sufrida,
la que no tiene la farmacia ni el médico al lado, la que
padece hambre y necesidad, la que no tiene alivio fácil para
sus muchos males.
Nosotros, los que cerramos los ojos y queremos vivir
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anestesiados, los que nos asustamos ante el dolor propio y
ajeno, tenemos aquí algo en que pensar.
4.- La contemplación de este pobre y querido mundo
nuestro no incita mucho a la esperanza, es verdad: guerras,
odios, hambre... Y poca paz. Es cierto.
Pero un santo dijo: “Que el mundo está mal, lo sabe
usted ya. Lo que no sabe es que por los cuatro costados
está en las manos de Dios”.
Y otro (este fue San Juan de la Cruz) “de Dios tanto
se alcanza, cuanto se espera”. ¿Nos lo creemos?, Y si
alcanzamos tan poco, ¿no será por lo poco que en Él
confiamos?
Dios nos creó y puso en nosotros su esperanza.
Pero no es que se equivocó. El sabía lo que iba a pasar si
daba a un simio libertad e inteligencia y, con todo, se fió.
Confió en nosotros, antes de que nosotros pudiésemos
confiar en El.- Se fió de nosotros. De ti y de mí en concreto.
Y como el padre del Hijo Pródigo, aguarda siempre
nuestro regreso a la vuelta de tantos desamores, porque
puso en nosotros su esperanza.
Pero los hombres hemos querido siempre manipular
a Dios, adaptarlo a nuestro gusto y medida. Y Dios tiene
sus caminos que no son nuestros caminos, y con
frecuencia, desbaratan todos nuestros planes y
expectativas. Esperar en Dios es entregarse a El y ponerse
totalmente en sus manos, que son manos de padre. El sabe
más.
15
Lo único que queda en la caja de Pandora, tras
adueñarse del mundo todos los males, es la esperanza. Por
más que cunda el mal en el mundo y parezca que todo está
perdido y sin remedio, los creyentes tenemos siempre la
certeza firme e ilusionada de que Cristo ha resucitado. Él es
y será siempre nuestra inquebrantable esperanza, y la ga-
rantía de que este pobre mundo nuestro está, a pesar de
todo, bien hecho.
5.- Otra forma de enfocar el problema es pensar que Dios,
no es que no supo hacer un mundo mejor, sino que no
quiso. Es decir, que a El le pareció que era esa la forma
apropiada para su plan. A nosotros nos parece que no, que
el mundo está muy mal hecho, pero si creemos que existe
un dios, este además de todopoderoso y de bueno, también
tiene que ser más sabio que nosotros y, por tanto, podría
aplicársele a El el “beneficio de la duda”:
Quizás Él sepa algo que nosotros desconocemos, y
tenga razón.
O quizás que, en cierto sentido, no sea
absolutamente todopoderoso. Me explico:
Cuando creyó que era el momento oportuno, cogió
un chimpancé y lo convirtió en una nueva especie animal: el
“Homo sapiens”, cuya diferencia esencial era que se le
parecía a El porque le había dado inteligencia y libertad. Ya
podía obrar de una manera u otra, podía incluso hacer el
mal, y ya era responsable de sus actos.
16
A Dios le pareció asumible el riesgo: Estaba tan
satisfecho de aquel “hombre” recién creado, que prefirió
conservarlo así, porque eso era lo que El quería.
Entonces dio unas reglas de juego que El también
quedó obligado a cumplir, sin pensar nunca en romper la
baraja. Se ató las manos.
Pero sabía lo que iba a venir, y lo quiso. Confió en
nosotros. Y lo asumió todo porque no le gustaba la idea de
un hombre bueno y feliz pero sin libertad ni responsabilidad,
como cualquier otro animal. No era ese su plan ni lo que Él
buscaba para nosotros, aunque nos cueste comprender.
Y visto así, el mal queda como un “efecto colateral”,
odioso pero no deseado, y que está ahí como resultado de
nuestro mal obrar. (Luego volveremos a esto).
Esta misma preocupación por la existencia del mal
en el mundo inquietaba ya, hace 3.000 años, a los
israelitas, que no comprendían cómo permitió Dios que
Caín matara a Abel. Esto puso en boca de un profeta (no sé
cual) una parábola que decía, más o menos: “Había una
vez un rey que celebró un festival, en el cual lucharon a
muerte dos gladiadores. Uno tuvo más suerte y llevaba las
de ganar. El perdedor, angustiado ante su muerte
inminente, increpó al rey preguntándole por qué había
organizado así –tan mal- el torneo, pero los invitados no
aceptaron la protesta y aplaudieron al vencedor por su
destreza”. Ese rey no podía obrar de otra manera.
6.- La experiencia humana demuestra que el que quiere de
verdad sufre y que no hay amor sin sufrimiento
17
Según esta teoría el que más ama, que es Dios, será
también el que más sufre, sin comparación posible.
Y...hablar de un Dios que sufre es hacer que el
misterio sea aún “más misterioso” para nosotros. Veamos:
En un mundo tan desquiciado, estas reflexiones sobre
el sufrimiento de Dios, que para algunos quizá no suenen a
nada, para mi son luminosas y consoladoras. Me permiten
hablar del mal en el mundo, pensando que más allá de
tantos horrores e injusticias, hay un Dios que no es un
simple espectador. El “se moja”, está en la calle en primera
fila y sufre con nosotros en cada catástrofe, lo cual me
ayuda a integrar todas las miserias que veo.
Ahora ya no son para mí el problema que
desconcierta a la fe y que aleja a tanta gente de Dios. Sé
que el Dios que entonces sufrió lo indecible, sigue ahora
sufriendo en África, Asia, América Latina...
Y si Dios ha creado así este mundo en el que vivimos,
sabiendo que le iba a hacer sufrir tanto, habrá que pensar
que, aunque no nos lo parezca a nosotros, este mundo está
bien hecho y vale la pena aceptarlo así, con sus penas y
sus glorias. Esto me basta por ahora.
7.- Resumiendo, la realidad es que, cuando releemos
mensajes como los anteriores (que Dios nos dio libertad,
etc y que en consecuencia, el mal es un defecto de la
creación que Dios tolera sin ser responsable de él,…), pues
bien, pero no nos acaban de convencer. Son argumentos
que “Parecen astutas e inútiles acrobacias de teólogos para
18
justificar a Dios, las cuales alivian a los que sufren lo
mismo que lo haría una docta conferencia sobre dietética a
un pueblo hambriento” (esto es del “díscolo” Hans Küng).
Tras ellos, seguimos pensando que es un Dios que
siendo omnipotente, hace llorar a los niños, sufrir a los
ancianos y permite sunamis, terremotos, hambrunas,
guerras… y seguimos siempre preguntándonos: ¿Cómo
respetar a un Ser Supremo que juzgó conveniente incluir en
su «plan divino » toda esa infinidad de males?
La creación parece más bien el pecado mortal de
semejante creador. Y su única posibilidad de escapar a esa
acusación es no existir, o sea, que no haya Dios. Caemos
así –como muchísimos- en la tentación de creer que Dios
no existe.
Ya en la Revolución Francesa, las turbas añadían
vociferando: «Y si existiese habría que fusilarlo. No hay que
dejar escapar a Ese Viejo que se complace en hacer llorar
a los niños.» (¡Mon dieu…quelle dèlicatesse!, digo yo ).
Pero –por lo visto- Dios pensó en todo esto y, para
compensar todos los males y para demostrar que su amor
hacia su nuevo simio no era de boquilla, planeó que en su
debido tiempo se encarnaría, viviría como un hombre y se
sometería a sus leyes, aunque estas acabaran llevándole a
una muerte de cruz (la muerte más dolorosa y más
humillante de su época, no lo olvidemos, usada solo para
escarmiento de esclavos).
Estamos ante un Omnipotente que no solo no ha
eliminado la cruz, sino que voluntariamente se ha tendido
19
en ella. Que no ha disimulado o ignorado el sufrimiento
humano, sino que ha querido tomarlo sobre sí.
La crucifixión de Dios-Hijo queda así como la única
respuesta al problema del mal. Y ahora sí, ahora Dios
conserva la probabilidad de existir y no quedará
definitivamente ensombrecido y condenado por el
escándalo del mal.
Juan Pablo II decía a este respecto que, si Jesucristo
no hubiera muerto en la cruz, la veracidad de su amor sin
límites al hombre hubiera quedado sin demostrar.
Por supuesto, el eterno crítico podrá objetar que
porqué no eligió otro medio, si es omnipotente. Pero eso es
ya otra pregunta, parecida a ¿Porqué Dios no piensa como
yo?, o ¿Por qué quiso Dios complicarse la vida creando la
raza humana? Partimos de que solo sabemos de la Misa la
mitad, y por tanto debemos darle un voto de confianza.
8.- Merece la pena repasar otra vez el tema (no será la
última) de un Dios que, no solo no suprime el dolor, sino
que sus Evangelios lo ponen en el centro mismo de su
mensaje. El mal ya no es un incidente ni una cuestión
vergonzosa. Allí se anuncia la felicidad de los pobres, de
los perseguidos, de los que sufren, lloran o pasan
hambre… El cristianismo no rehuye el problema del
escándalo de un Dios que no se manifiesta de una manera
evidente y con poderío, sino que anuncia claramente un
Dios «oculto», humilde y humillado hasta el extremo (Él,
que era …”mi Hijo muy amado”…acabó machacado).
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Más aún: Cristo nos pide que busquemos el
significado del dolor: Hemos visto (en el apartado 6), que
todo el que ama sufre, y que el Dios que ya ha demostrado
que nos ama, a la fuerza ha de sufrir con nuestros dolores.
En otras religiones, el que sufre puede ceder a la
tentación de creer que su dios le tiene abandonado. En
cambio, en el cristianismo proclamamos que no estamos
solos, que Dios sufre con nosotros, que el creyente
aplastado por el mal, puede tener la certeza de que su
Dios, doliente como él, está junto a él.
Sólo el Dios que sufre tiene la posibilidad de acudir en
ayuda de los que sufren. Por citar un ejemplo reciente:
¿Dónde estaba Dios ese 11 de Marzo del atentado de
Atocha?... ¡Pues en Madrid!, colgando en la cruz, sufriendo
y aliviando a todos. Nuestro Dios no solo está en la Gloria y
rodeado de su boato, también está con nosotros, al pie del
cañón. Y su frase “hoy estarás conmigo en el Paraíso”, que
hace 2000 años transmitió tanto consuelo a aquel ladrón,
ahora hace lo mismo a cada moribundo, al recordarle que la
vida no es una tragedia que acaba en la muerte, sino una
aventura, un viaje rumbo al cielo, aunque tenga que
hacerse un transbordo para cambiar de via.
Y un último comentario: Si la Pasión de Cristo es el
precio de nuestro rescate, el sufrimiento humano es la
colaboración –por pequeña que sea- del hombre en la obra
salvadora. No es algo totalmente absurdo o inútil, podemos
pensar que no nos está pasando como al animal de labora-
torio, que sufre y muere sin saber por qué ni para qué:
Nuestro dolor sí sirve, aunque no sepamos cuantificarlo.
21
(Pero repito que no caigamos en el “dolorismo”: Hay
que combatir a fondo todo dolor, y lo que quede después de
nuestra lucha, hay que aceptarlo, ofrecerlo, sublimarlo o lo
que sea, algo que nos recuerde que tiene un significado,
una utilidad).
Einstein
Hay una anécdota curiosa relacionada con este
tema. Se trata de la juventud de Albert Einstein, genio de
las matemáticas y la astrofísica, inventor de muchas cosas,
entre ellas de la “célula fotoeléctrica”, en la que se basan
las placas fotovoltaicas.
Era un díscolo estudiante de un Instituto alemán.
Un día, el profesor estaba aleccionando debidamente (¿?) a
sus alumnos para que no cayeran en las redes de la
Religión, y explicaba que Dios no podía existir, dada la
presencia del mal en el mundo (era muy original).
Einstein se atrevió a interrumpirle:
- Cree Vd., Sr. Prof., en la existencia del frio?
- Naturalmente que sí. Ahora mismo hace mucho frio.
- Pues no. Lo que Vd. nota es que hay poco calor. El frío,
como tal, no existe. Y añadió: ¿Y en la oscuridad?
- También, por supuesto.
- Pues tampoco existe. Vd. percibe que hay más o menos
luz. ¿Y en el “mal”, existe el mal en el mundo?
- Sin duda. De eso estamos todos convencidos.
- Pues tampoco. Dios solo creó el amor. Es cuando el
hombre se aleja del amor, cuando surge el mal.
22
Con esa inteligencia y esa valentía, se comprende
que su paso por los Institutos fuera un calvario para él.
Los silencios de Dios. Dios es Palabra, pero… ¡también es Silencio! Y un
silencio que se parece mucho a una aparente ausencia, ya
percibida como un gran interrogante por los israelitas,
cuando atravesaban el desierto con llantos y privaciones.
Cada uno de nosotros se siente también, en múltiples
ocasiones, solo y abandonado, palpando ese escándalo del
silencio de Dios: Cuando el fracaso de nuestros esfuerzos y
la desgracia nos desgarran, cuando la enfermedad, el
sufrimiento o la muerte surgen entre nosotros, cuando la
tele con tanta frecuencia nos restriega una catástrofe,
etc.… se levanta en nuestro corazón la punzante pregunta:
¿Qué hace Dios en todo esto? ¿Estaba de vacaciones?
Son preguntas insolentes, reflejo de una lucha dramática
que a veces conduce al abandono de la fe, pero que
coinciden con los lamentos de aquel pueblo: (“¿Hay Dios en
alguna parte? ¿Camina con nosotros?”, del Éxodo,17,7).
No se puede censurar ese deseo humano de ver a
Dios intervenir cuando todo se tambalea, pero también hay
que considerar la antigua tentación del hombre de
fabricarse un dios «útil», a la medida de sus sueños, de sus
temores y al servicio de sus inmediatas necesidades.
Así eran todos los dioses concebidos en la antigüedad.
Este aparente silencio nos hiere, pero nos lleva a la
difícil y definitiva pregunta : «¿En qué Dios creo yo?».
Pregunta para cuya respuesta se necesita pensar un poco:
23
El dios que nos imaginamos al servicio de nuestros
amores y de nuestros éxitos, siempre dispuesto a hacer el
milagro que necesitamos, resiste mal a la crítica, no sería
un dios sino nuestro comodín.
Pero si lo suprimimos, sólo quedan dos actitudes
posibles: la indiferencia del ateísmo (“todo eso es un
montaje”, Etc,) o la humilde acogida de ese Dios que no
está hecho a la medida de nuestros pensamientos, como el
que vemos en Jesús de Nazaret: Un Dios que se encarna
en una insignificante familia, y muere inocente y crucificado,
resistiendo su última tentación, la que venía de su propio
pueblo que le gritaba: “si eres dios sálvate a ti mismo y te
creeremos”, ante lo que reacciona –sorpresa, sorpresa-
defendiendo a sus propios verdugos: “Perdónalos, no
saben lo que hacen”. Extremadamente misericordioso, casi
demasiado manso.
Ese Dios que se calla no concuerda con las
necesidades espontáneas que el hombre ha buscado
siempre en la religión. Nosotros jamás lo habríamos
inventado así, y por eso no se parece a ninguno de los
otros dioses de entonces. El Dios revelado por Jesucristo
“no sirve” humanamente hablando, porque no resuelve
nuestros problemas.
Sin embargo ese es nuestro Dios, el que se descubre
en el conjunto del Evangelio, lleno de un amor infinito, pero
con grandes enigmas –o “misterios del cristianismo”-- entre
los que figura este silencio ante nuestro dolor.
24
El creyente no tendrá respuestas definitivas para
explicar estos silencios, pero presiente su existencia:
Quizás sea su propia manera de respetar nuestra
libertad, de invitarnos a crecer como cuando un padre se
retira para que su hijo aprenda a andar.
O quizá sea que estamos pasando una etapa de
“noviciado”, una travesía del desierto, un tiempo para
corregir nuestro concepto de Dios, que a veces no es el
adecuado. Un tiempo para esa “conversión”.
El hecho es que como Dios sabía que nos costaría
aceptar esto, predicó con el ejemplo y abrazó el dolor, para
poder decirnos: “¡Miradme! …y aunque no comprendáis el
por qué del sufrimiento, limitaos a verme en la cruz. Yo
llegué incluso a pedir mi indulto porque odio el dolor tanto
como vosotros, pero lo asumí porque necesitaba
demostraros mi amor, y que no olvidarais que me encarné
solo porque os quiero de verdad”.
Ya lo sabíamos, como también que, si admitimos la
existencia de Dios, tendremos que aceptar que:
- Él juega con ventaja:.Es más inteligente y sabe más
cosas que nosotros, porque al no tener el concepto del
“tiempo”, lo ve todo simultáneamente, desde nuestro
nacimiento hasta nuestra muerte. Los aciertos y las
meteduras de pata, las consecuencias que van a tener
cada decisión, etc. Así todo es más fácil para Él.
- Y, además, Él va a su bola: Es lo normal. Si se dejó
crucificar para que con él fuéramos al cielo, es lógico que
solo piense en si caminamos o no por donde Él quisiera
25
que fuéramos. Eso es lo que le interesa y lo que le mueve,
sendo secundarias muchas de las cosas que a nosotros
nos agobian.
Visto así, los malos trances pueden tener explicación,
y hasta traer cosas buenas. Antes, los soldados decían
que “en las trincheras no hay ateos”, que encaja con
aquello de que solo nos acordamos de Sta. Bárbara cuando
truena o que los sufrimientos son el megáfono con el que
Dios despierta a un mundo sordo y adormilado (C.S.Lewis),
Sea como sea, confiemos siempre en ese Dios y
dejémosle actuar. Que no nos atormenten sus silencios, no
nos quedemos con la oscuridad de la noche, y sepamos
esperar una nueva aurora. Tengamos perspectiva.
Dios SÍ está con nosotros y sufre con nosotros. Nos
ha precedido con su ejemplar fortaleza, y nos ha trazado el
camino. Nosotros también venceremos.
La Cruz de cada dia
No. El cristianismo no es la búsqueda del dolor por el
dolor. Hoy consideramos falsa esa interpretación de la cruz
de Cristo que ha llevado a buscar absurdamente el su-
frimiento, y que ha hecho incapaces a los hombres de
gozar de las alegrías de la vida. Ese no fue el camino de
Jesús. No nos salvaron los sufrimientos –siendo atroces- de
su pasión, sino su encarnación, su presencia entre
nosotros, su prueba de amor al entregar su vida, porque
26
asumió totalmente la condición humana, y por eso sus
obras le llevaron –según la justicia humana- a un martirio
que no rehusó. (Se llama “dolorismo” al error de creer que
cuanto más dolor, más salvación).
Cuando Jesús dice “El que quiera venir conmigo que
se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me
siga”, se refería sin duda a otras cosas:
Negarse a sí mismo significa no dar prioridad a la
autorrealización. El que sólo piensa en ella, el que
convierte a sí mismo y a sus intereses en objetivo prioritario
de su vida, perderá el sentido de la vida y su existencia se
volverá vacía. Algo así ya quería decir (con su lenguaje del
Siglo XII) San Bernardo de Claraval: “Es necesario cuidarse
de los peligros de una actividad excesiva, porque las
muchas ocupaciones conducen a menudo a la dureza del
corazón, sufrimiento del espíritu, desperdicio de la
inteligencia y dispersión de la gracia”.
En cambio, aquel que pone su trabajo monótono y
cansado -el que todos comenzamos cada día- con alegría
e ilusión, pensando en los demás, ése encontrará la vida
verdadera.
Y cargar con “su” cruz se refiere a la cruz que nos ha
tocado a cada uno. Encajemos el dolor con dignidad,
aceptándolo como parte de la condición humana, pero nada
de buscarlo para perfeccionarnos. Y asumamos las
exigencias que nos marca la vida, cuya dureza surge,
precisamente, de nuestros amores y afectos familiares: Ahí
está la cruz de Cristo y no en sacrificios que podamos
27
imponernos. Esta es “la puerta angosta” por la que hay que
entrar, porque vivir en el amor y para el amor, requiere
sacrificios y renuncias que hay que hacer gozosamente. Y
que no nos quitan la vida, sino que nos la mejoran, la llenan
de sentido: Son las 2 caras de una misma moneda, y por
eso el que no quiera sufrir que no ame, que se encierre en
si mismo, en su egoísmo.
(Esto nos recuerda lo que dicen que la Virgen dijo a
Bernardette: “En esta vida te prometo que te enseñaré a
amar, pero no forzosamente a ser feliz”).
La Madre Teresa decía: “Estamos decididos a
remediar el hambre de Africa e ignoramos nuestras faltas
de amor hacia los que nos rodean, que pueden estar
sufriendo esa gran pobreza.
¿Necesita afecto, comprensión, o simple compañía
alguien de los nuestros? ¿Nos preocupamos realmente de
conocerlos a fondo?”
En cierta ocasión, un grupo le pidió consejo y ella
respondió:
-Sonreíros mutuamente.
Uno de los presentes le preguntó, con cierta ironía, si
era casada.
-Sí, y a veces me resulta muy difícil sonreir a Jesús,
porque es muy exigente conmigo.
Y añade: Siempre cuesta sonreir a los nuestros, pero
es la mejor manera de demostrar nuestra gratitud. Todos
nos podemos ayudar con nuestra sonrisa, que no cuesta
dinero, y forma parte de la difícil “cruz de cada día”.
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Clases de “cruz”:
Unas son “inevitables”, y hay que asumirlas:
Vejez, enfermedad, convivencias, algunas
marginaciones, algunas palabras, algunos silencios…
Otras atrapan, y hay que huir de ellas:
Drogas, dinero, envidia, poder, fama, juego…
Otras son cómicas, y hay que reirlas:
Trabajo más que nadie, sufro más que nadie, doy
más que nadie, callo más que nadie…
Otras son admirables, y hay que alabarlas:
La del que procura que el otro no tenga cruz.
La del que ayuda a otro a llevar su cruz.
La del que sufre, solo porque ama.
Luther King:
Hay momentos bajos, experiencias de cercanía a la
cruz, que intentamos –consciente o inconscientemente-
aparcar para que no nos quiten el humor. Por Ej.:
- Cuando nos preguntamos si nos espera algo más
allá de las inciertas fronteras de la muerte.
- Cuando nos interrogamos si ha tenido sentido vivir
honestamente, si han valido la pena tanto sacrificios.
- Cuando sentimos tan frágiles y quebradizos todos
nuestros amores e ilusiones.
- Cuando nos parece que todo es distinto a lo que
siempre habíamos tenido por cierto.
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Son muchas circunstancias las que nos desconciertan
y nos pueden hundir en un pesimismo, camino de la depre.
Martin Luther King viene en nuestra ayuda:
“El miedo llamó a la puerta. La Fe salió a abrir. No había
nadie”.
La Fe nos lleva a la inquebrantable esperanza en
nuestra resurrección. Hay un “allí”, y esto no es una simple
y vaga esperanza, es lo que nos abre esa puerta y nos
descubre que, tras el miedo, no hay nada grave. Ánimo.
Pero ¿Por qué se encarnó?
Bien. Otra cosa es que, en el fondo el hombre parece
tener miedo a esa cercanía de Dios, y prefiere mantenerle a
distancia, bajo ese halo aparatoso y deslumbrante en que,
a menudo, imagina que acontece todo lo divino. Porque a
veces hablamos del ojo de Dios como algo terrible que
viola nuestra intimidad, que nos espía para descubrir
nuestras infidelidades, que nos resulta agobiante, quizás
porque olvidamos que solo nos manda mensajes de amor,
y nos da libertad para hacerle caso o no.
Cabría preguntarse ¿Cómo nos han educado ante
esa mirada de Dios? (Pero sin echar la culpa a nadie ni
quejarnos, porque también nos dieron mucho positivo).
Nos guste o no, se encarnó, vivió con nosotros, se
empapó de nuestros problemas, predicó el amor hasta la
saciedad y ahora nos toca a nosotros mover ficha y decidir
si le creemos, si nos ha enamorado. Es decir, plantearnos
quién es para nosotros la figura de Jesucristo:
30
¿Es esa perla fina que merece la pena venderlo todo
para adquirirla? ¿O es solo una nebulosa heredada, que es
en lo que creen algunos “creyentes no practicantes”?
Sobre la alegría de vivir
En un ambiente desilusionado, debemos tener el
paladar bien sensible para saborear los motivos de alegría
que todos tenemos: No solo -¡ya es mucho!- la firme y
edificante honradez de tantas personas buenas o –lo más
importante- ese sentir a un Dios Padre que nos acompaña.
También el gozo del amor o la valoración de las cosas
sencillas (mi padre contaba que un cura desde el púlpito
decía a este respecto: “¡Qué bien nos encontramos aquí:
como si estuviéramos comiéndonos una paella!”).
Y sobre todo que nunca olvidemos que el Evangelio
sigue siendo una buena noticia, que es como ese vino “que
alegra el corazón del hombre”. La felicidad que nos trae no
es “para la otra vida”, ni solo “para los que se porten bien
en esta”. Es para ahora, ya, porque Dios se alegra
viéndonos disfrutar de las cosas buenas, muchas o pocas -
incluída la paella- que nos de a cada uno.
Escribía M. Descalzo: “La vida pública de Jesús
comienza con una fiesta, las bodas en Caná. Porque el
anuncio de la buena nueva sólo puede empezar con un
estallido de alegría. Cristo no puede presentarse ante los
hombres como un aguafiestas que viene a rebajar el vino
de la alegría humana. El trae un vino mejor, no una tinaja
de aburrimiento“.
31
(Y hablando de vinos, S. Pablo recomienda a su querido
Timoteo: “Deja de beber agua sola, toma algo de vino para la digestión
y tus frecuentes dolencias “).
Es importante llegar a conocer nuestra gama
placentera como antídoto contra el ajetreamiento de la vida,
contra el malestar que no conocemos de dónde viene,
contra las incertidumbres, incluso contra ese absurdo pero
frecuente “estrés del cristianismo”.
Ahí radica la victoria sobre ese aprendizaje tan
recortado de la vida, que tantas veces llevamos encima
como un insoportable fardo. ¿Por qué tanta ascética y tan
poca mística? ¿Por qué tanto esfuerzo y tan poco goce?
En definitiva ¿por qué tanta cruz y tan poca resurrección?
Digo algo con todo el corazón, y es que no podemos
amar a Dios desde un contínuo estrés cristiano. Así de
sencillo. Porque el punto de llegada nunca es la sangre del
sepulcro sino el cuerpo rutilante que ya ha abandonado ese
mismo sepulcro. Ese cuerpo resucitado que preparaba los
pescados junto al Tiberíades, para satisfacción, para gozo,
para placer de sus buenos amigos los discípulos.
Este es el camino, ésta es la verdad y ésta es la
vida. Y lo demás son deprimentes planteamientos que
quieren convertir el dolor del mundo y el propio en el mejor
camino de salvación (¡Ya estamos con el “dolorísmo”!).
El P. Tocino nos regaló otra frase:
“Quien no sabe disfrutar se vuelve insoportable”.
32
Los días grises
La monotonía no existe, es un invento de nuestra
mente cuando no ponemos ilusión ni valentía a nuestro vivir
diario. Los días nunca son iguales. Aunque hagamos lo
mismo, siempre hay un matiz distinto que tenemos que
descubrir a base de alegría.
Nuestra vida puede ser normal y corriente pero, si
sabemos encontrar la chispa que tiene cada día, nunca
será vulgar. La vida es dura, claro que sí, pero sentirnos
fracasados porque no llegamos adonde ha llegado algún
conocido, es no saber valorar lo positivo de nuestra
existencia. El relieve y lo extraordinario lo tenemos que
poner nosotros con nuestra actitud ante las dificultades y
los sufrimientos de cada día, echándoles imaginación,
optimismo y esperanza. Nos sorprenderemos –seguro-
cada día al comprobar que la felicidad está más cerca de lo
que parece. Solo falta el esfuerzo por buscarla.
Benditos sean esos días aparentemente iguales, si
acertamos en poner alegría, gracia y bien hacer en las
cosas aburridas y monótonas (por supuesto sin engañarnos
manteniendo los pies en el suelo. Y si en algún momento
vemos que la monotonía se nos cuela en el alma, hay que
sacarla fuera, porque en realidad se nos está metiendo en
el alma el desamor por lo que somos y tenemos.
Si, además, tenemos fe - si creemos y confiamos en
Dios- lo veremos todo bajo otro prisma, otra perspectiva
que nos dejará ver que también está Dios en nuestros dias
33
grises, pero no nos damos cuenta, porque pasamos de Él.
San Jerónimo... y otros santos.
El “buen cristiano”, el que procura servir a Dios lo
mejor que sabe, debe esforzarse en superar la depresión
originada por la conciencia de sus propias miserias, para
poder encontrar así la paz de su alma en una auténtica
humildad, que nunca desalienta, y en la misericordia divina,
que nunca falla.
Es lástima que este mensaje de gozo espiritual no sea
vivido íntimamente por muchos buenos cristianos, que
pasan sus días deprimidos por la tristeza del recuerdo de
sus pecados e infidelidades, cuando llevan una vida más o
menos buena, teniendo siempre a Dios en su conciencia. Y
así es frecuente encontrarse con una persona mayor
atormentada por la cuenta que tiene que dar en el
inminente juicio de Dios: A su memoria no viene el recuerdo
de sus buenas obras y sacrificios, sino sólo los pequeños
fallos, que ella agiganta como graves pecados y la hacen
creer que ha de presentarse a Dios con las manos vacías.
A tales personas deprimidas por su escrupulosa
conciencia habría que recordarles lo que ocurrió a San
Jerónimo: En la víspera de Navidad, fue a la cueva de
Belén, donde él vivía como ermitaño, y oró así:
“—Señor: hoy vengo a ti con las manos vacías.
¿Qué puedo yo darte?
Y Jesús le pidió algo que el santo nunca había
pensado:
34
—Dame tus pecados!”
Parecida es la anécdota atribuída a Sta.
Margarita María. Estando en oración, pregunta a Jesús:
-¿Qué quieres que haga hoy por Ti?
-Nada, respondió Jesús. “Déjame hacer a Mí”.
O esta oración de Marie-Noël:
Señor, si quieres que crea en Ti, dame la fe.
Si quieres que te ame, dame el amor.
Yo no tengo nada, ni puedo nada.
(...) Te doy lo que tengo: Mi debilidad, mi dolor;
y esa ternura que me hace sufrir y Tú conoces bien ...
y este cansancio, esta falta de confianza en mí,
(...) ¡Solo tengo mi esperanza en Ti!
San Francisco de Sales propuso como regla de oro:
“No examines si tu alma agrada a Dios, sino si a tu
alma le agrada Dios. Quien examina lo primero, se rompe la
cabeza con un misterio que no puede descifrar. Quien refle-
xiona sobre lo segundo, puede examinarse a sí mismo, y si
puede decir que sí, también puede despreocuparse de
resolver la primera cuestión...”
O sea, que si a tu alma le agrada Dios, es que ya está
en el buen camino, ya ama a Dios, que es lo que cuenta.
Quizás no puedas tú precisar si “sobre todas las cosas” o
no: Habría que colocar cada cosa en su plano y saber que
se puede amar a Dios a través del amor a las cosas.
Y si a tu alma no le agrada Dios, ya es cuestión de
releer el Evangelio (mejor con las manos y los brazos
35
abiertos), o resignarse con aquello del Big-Bang.
Dudas
Todo el que piensa un poco tiene sus dudas que, en
alguna etapa, pueden llegar a perturbarle. La Madre Teresa
escribió al que era su director espiritual: “Me siento perdida.
Dios no me quiere. Dios podría no ser Dios. Podría no
existir”. Son momentos de debilidad que no desmerecen.
Un cuentecito brasileño habla de un hombre que se
había alejado de la Fe. Estaba triste e inquieto, y se
lamenta así al Señor:
-«Mira, le dice, cuando todo iba bien, Tú estabas tan
cerca de mí que hasta veía tus pisadas en la arena junto a
las mías. Pero ahora que estoy mal, Tú estás lejos y sólo
veo las huellas de mis pies».
-Y Dios le responde: «Te equivocas; te equivocas del
todo. Esas pisadas que ves a la orilla del mar no son las
tuyas, sino las mías, pues a ti te llevo en brazos».
Pocos se han librado de estas dudas, entre ellos el
Cardenal Segura (el Primado de España durante muchos
años), del que Ortega y Gasset dijo, en conversación
privada con su discípulo Rafael Pérez Delgado: “Si será
bruto ese Cardenal que jamás ha dudado de la existencia
de Dios”.
Tampoco hay que preocuparse demasiado. En
definitiva, buscar sin prejuicios a Dios es también una forma
de conectar con El. Quizás te lleve en brazos y no lo veas,
36
porque a veces Dios, con su infinita sabiduría, parece que
disfruta de jugar al escondite con nosotros. Pero El también
nos busca. (Ver “M. Kaufman”, o “Juan Pablo II”), y acabará
encontrándonos si nos apeamos del burro. pues no exige
ningún conocimiento de Teología. Le basta con que le digas
con sinceridad “Muéstrame, Señor, que estás aquí”.
Solo el que se sitúa en este plano encuentra valor a
las llamadas “pruebas de la existencia de Dios”, porque ya
sabemos que solo le oye quien tiene las manos y los brazos
abiertos.
Un cuento de Dostoyewski
En nuestra oración ante el juez supremo, ¿Somos
abogados defensores de los demás, o sus fiscales
acusadores?
Nunca debemos actuar como si ellos fuesen los
malos y nosotros los buenos, intentando marcar distancias,
cuando sabemos que la maldad más refinada es la de
creerse buenos y pensar en la posibilidad de salvarse por sí
mismo (como el fariseo del templo).
La Biblia nos dice que Moisés, lejos de
desentenderse de la gente malvada de su pueblo,
intercedió con fuerza por ellos ante Dios, replicando con
una y otra vez: “¿Por qué va a encenderse tu ira contra tu
propio pueblo?”
Dostoyevski incluye un cuento muy triste en su
novela Los hermanos Karamazov, que es el contrapunto a
la actitud de Moisés:
«Una campesina malvada que murió sin haber hecho
ninguna obra buena fue arrojada en un estanque de fuego.
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Su ángel de la guarda le recordó a Dios que una vez había
arrancado una cebolla de su jardín para dársela a una
mendiga. Dios quiso darle una última oportunidad y dijo:
“Échale esa cebolla para que se agarre a ella y sácala así
del lago de fuego. Pero si la cebolla se rompe, se quedará
allí eternamente”. El ángel le ofreció la punta de la cebolla y
empezó a tirar de ella suavemente. Entonces todos los
pecadores del lago se agarraron a la mujer para poder salir
también. Pero ella se desembarazaba de todos diciendo:
“Yo sola me salvaré. La cebolla es mía”. Y pateaba a
cuantos intentaban agarrarse a ella. Con la violencia de su
pataleo la cebolla se rompió y la mujer volvió a sumergirse
en el lago. El ángel no pudo sino llorar de pena».
Cuando no hacemos otra cosa que quejamos ante
Dios por lo mal que está el mundo y por el comportamiento
de sus habitantes, todo tan poco de acuerdo con nuestras
ideas... estamos pareciéndonos más a la campesina que a
Moisés, olvidándonos que todos somos culpables. Unos
más que otros, pero todos. Los buenos y los malos.
El “problema” del bien
El biólogo francés Jean Rostand, ateo, nos hace esta
confesión: “El problema no es que haya esa terrible lacra
del mal que siempre nos escandaliza... Al contrario, lo que
me extraña es el bien. Que de vez en cuando aparezca “el
milagro de la ternura”, con frase de Schopenhauer. Es más
bien esto lo que me hace pensar que no todo es molecular.
Esos pequeños relámpagos de bondad, esos rasgos de
ternura son para mí un gran problema. ¿De dónde vienen,
38
cómo se forman? “.
Ahora resulta que, si la presencia del mal es el gran
problema para los creyentes, a algunos no creyentes lo
que les quita el sueño es la bondad y el cariño, que
sobrepasan lo que entendemos por “Ciencia” y nos llevan a
un universo mucho más rico que todo lo que se puede ver
y tocar, pero que existe, es real.
Es la respuesta de Benedicto XVI, a un niño de 1ª
Comunión de Colonia, que espontáneamente le dice que no
sabe si hay Dios, porque no lo ve (como Rostand):
-- Y a la electricidad, ¿La ves?, Y un imán ¿Por qué
atrae al hierro por un lado y lo repele por el otro?, Y la
inteligencia, ¿La tocas, la ves?
Pascal dijo prácticamente lo mismo hace 300 años, y
acabó sentenciando: “La principal enfermedad del hombre
es su inquieta curiosidad por las cosas que no puede
saber”. (Mucho antes, Nicodemo no entendía lo que decía
Jesús, y este le añade: “Si os he dicho cosas de la tierra y
no creéis, ¿Cómo creeréis cuando os diga cosas del cielo?,
Juan 3,12).
La Creación
A Juan Oró, astrofísico catalán de la NASA, le
preguntan si la búsqueda sobre el origen de la vida, ¿Sirve
más para creer en la idea de Dios o para darle la espalda?
-La Biblia habla de dos o tres mil años atrás, pero
para nosotros esto no es nada porque quienes estudian el
sistema solar hablan de que éste tiene 5.000 millones de
años y el Universo, de acuerdo con el Big Bang, hace más
39
o menos 15.000 millones de años que se formó.
Y ¿antes qué había? Pues - prosigue Oró- Stephen
Hawkíng nos dice que con la explosión empezó todo, el
espacio, el tiempo, la materia... Pero claro, no se hace la
pregunta básica: ¿y de dónde salió lo que explotó?”
Otro sabio, John Maddox, dice que “basta con las
leyes de la Física para explicar el principio de todo”.
Pero sigue estando claro que, cuando solo existía “la
nada”, no había “nada” que pudiera comprimirse o explotar,
ni tampoco ninguna ley física.
Otros muchos sabios sí creen en la intervención
divina, desde Lavoisiere y Pascal, hasta Einstein. Parece
que hay un empate técnico entre sabios creyentes y no
creyentes. Lo último es que Michael Heller gana en 2007, el
gran premio Templeton de astrofísica por su empeño en
demostrar matemáticamente (¿?) la existencia de Dios.
Para él, “Dios es la última causa de las leyes que explican
el origen del Universo”. (Un premio de un millón de dólares,
hace pensar que no estamos ante un iluminado o un
meapilas, sino que algo debe valer el hombre, porque
mucho antes que él ya sabíamos que “no hay reloj sin
relojero ni mundo sin Creador”. Curiosamente, este refrán
ya inquietaba a Voltaire, el jefe del ateísmo de la Francia
del XVIII: “Me turba el universo, y no alcanzo a pensar que
este reloj exista y no haya ningún relojero”. Pero siguió
ateo furibundo, “erre que erre”.
A algunos científicos sí que les choca la “casualidad”
40
de que cuando hace más de 3.000 años y en un pueblo
ignorante, alguien escribió sobre la creación del mundo,
habló de un Dios que dijo: “Hágase la luz”, poniendo la
energía que hoy creemos necesaria para que pudiera llegar
el Big-Bang y crearse así la materia. Y es más, todo lo que
luego derivó según la lógica de nuestra ciencia Darwiniana,
todo es concordante con el orden de los 7 dias del Génesis.
¿Cómo sabía tanto aquel pastor? ¿Quién se lo diría?
Esto es muy curioso. Y también que a otros sabios de
hoy les pase esto inadvertido. Son los que, a lo mejor, si
hubieran visto resucitar a Lázaro lo encontrarían natural
(como ocurrió entonces, cuando a pesar de que poco
después Lázaro diera una comida para celebrarlo, hubo
quien negara un milagro tan espectacular y palpable).
Y no hablemos de los discípulos, que después de 3
años de convivir con Jesús y de oirle cosas admirables y
ver sus milagros, no acababan de tener las cosas claras.
Creían que era un mesías político que iba a restablecer el
reino de Israel y solo pensaban en el reparto de cargos,
fechas, etc. Lo interpretaban todo según sus prejuicios.
Y es que tanto entonces como ahora, el hombre solo
ve lo que quiere ver: Hoy creemos –nosotros- en Jesucristo,
pero no practicamos (o poco y mal) y vivimos nuestro
ajetreado dia a dia, tomando solo lo que queremos y como
queremos del Evangelio, pero sin llegar a enamorarnos de
Jesús. Casi como esos sabios que encuentran más
aceptable científicamente, creer que el Universo surgió por
generación espontánea (que la “Nada” explotó ¿?), que por
voluntad de un Ser Supremo...
41
El Darwinismo y la Iglesia:
En el catecismo nos enseñaron a leer el Génesis como
una narración histórica: El Paraíso, Adán y Eva, la costilla,
etc. Es un lenguaje simbólico, para cuya interpretación
muchos teólogos no dudan en citar un texto curioso de san
Agustín, relativo a los abusos de la lectura literal del
Génesis (“De genesis ad literam”, año 390).
Dice así: “…hay algo todavía más vergonzoso, más
pernicioso y extremadamente temible, y es que uno que no
es fiel pueda oír a un cristiano hablar de algo que dice se
refiere a las Sagradas Escrituras, cuando lo que anuncia
son locuras, hasta tal punto que el infiel tiene que hacer
esfuerzos para no echarse a reír. Y cuando escucha decir
que eso proviene de las Sagradas Escrituras, ¿cómo podría
fiarse de ellas en lo que respecta a la resurrección de los
muertos, a la esperanza de vida eterna o al reino de los
cielos?”
Lo que aquí evoca san Agustín a propósito de los
orígenes del hombre sigue hoy vigente:
De hecho, la Iglesia acepta que el ser humano
aparezca al término de un largo proceso material y
biológico, en la continuidad de los otros seres vivos que le
preceden (sea el chimpancé u otro simio). En el único
punto en el que mantiene una postura muy firme es en el
carácter único del ser humano, «creado a imagen y
semejanza de Dios». Para la Iglesia, es esencial mantener
que tiene un alma espiritual que ha sido creada
directamente por Dios, insistiendo en el salto ontológico
42
que constituye la aparición del ser humano, cuyos signos
característicos: conciencia de sí, conciencia moral,
libertad, experiencia ética o religiosa... son rasgos que
sólo pertenecen al hombre y dependen del hecho de
poseer esta alma espiritual, a través de la cual, es capaz
de establecer una comunión con Dios. Solo el hombre es
persona, y eso no se alcanza por evolución sino por
creación divina.
Por cierto que Darwin, al ver cómo se interpretaba su
teoría, manifestó: “Jamás he negado la existencia de Dios.
Pienso que la teoría de la evolución es totalmente
compatible con la fe en Dios. El argumento máximo de la
existencia de Dios, me parece que es la imposibilidad de
demostrar que el universo inmenso, sublime sobre toda
medida, y el hombre, hayan sido frutos del azar».
El pecado original
No hay manzanas ni serpientes. A Dios no le
molestaba que supieran distinguir el bien del mal, pero el
demonio sí que sugiere al hombre: Tu dirás lo que está
bien, marcarás la Ley, “Serás como Dios”.
Ratzinguer explica así estos simbolismos, aunque sin
ser interpretación inamovible ni dogmática:
En nuestras reflexiones sobre el ser humano aparece
siempre una línea de fractura, una cierta perturbación. La
persona no es la que podría ser. Esta perturbación se nos
manifiesta ya en el Génesis, al comienzo de la Historia, en
lo de la manzana, y a partir de ahí fue tomando cuerpo con
43
claridad creciente la idea de que las personas siempre
tienden al mal.
La realidad es que si la libertad es un gran don,
también es un gran riesgo para el hombre: La ilusión de
poseer la clave del conocimiento, de marcar el límite entre
el bien y el mal, de ser dueño de la vida y no tener que
morir, de elevarse a la altura de Dios y no necesitarle, etc.
es una tentación muy fuerte. (Es el “serás como Dios”).
En esta situación, la relación original con Dios se
altera: el alejamiento de Dios provoca el ocultamiento del
hombre, y la confianza se convierte de pronto en miedo a
un Dios que ve demasiado poderoso.
Al no gozar del resplandor de Dios, tampoco
vemos ya a los demás con la luz de dicho resplandor y
nos sentimos desnudos. Desconfiamos. No somos
capaces, colectivamente, de aceptarnos. Se ha generado
así un “transtorno”. Y, ¿Cómo nos afecta a nosotros?
Al nacer entramos ya en un mundo con esta relación
alterada. Existe un entramado histórico de alejamiento
de Dios, y el hombre, teniendo libertad, prefiere el mal,
estando el orgullo en el núcleo de todas sus faltas.
Esta perturbación es un hallazgo de la historia
humana con el que tenemos que contar siempre, y por
eso le llamamos “Pecado Original”.
Pero ¿Qué culpa tenemos nosotros de todo esto?
Por supuesto nosotros, individualmente, no somos
culpables de nada. Hemos caído en un planeta así, y
aquí estamos, rodeados por los 7 pecados capitales que
nos lastran y nos dificultan hacer el bien.
44
Lo importante es que necesitamos a alguien que
corrija ese desorden que palpamos a diario, y ese
Alguien no puede ser más que Dios, el ofendido y
también el que quiso crear así al mundo, y el que –por
eso- sale en nuestra ayuda recorriendo el camino opuesto,
bajando en Cristo a la miseria del ser humano y
ofreciéndonos su perdón. Con ello vuelve a abrirnos la
puerta que nos permite retornar a Dios y restablecer la
relación entrañable primitiva.
Por eso sugiere Ratzinguer que no se lea nunca el
Génesis sin pensar al mismo tiempo en la venida de Cristo:
Si hay una tendencia al mal, una barrera infran-
queable a la que llamamos “pecado original”, hay un
remedio: el perdón generoso por la “Redención”.
Ser Cristiano
Ser cristiano no es sólo aceptar la ética que brota del
mensaje de Jesús; es, ante todo y sobre todo, aceptar su
persona; no es sólo creer en contenidos teóricos de fe o de
moral, es la adhesión a una persona a quien confesamos
desde el corazón como el Mesías y el Hijo de Dios. No es
creer que Dios existe, es creer que es nuestro padre.El
teólogo Karl Lehmann (hoy obispo de Rothenburg, donde
estuvimos nosotros) decía: “El hombre moderno sólo será
creyente cuando haya hecho una experiencia auténtica de
adhesión a la persona de Jesucristo“. Ahí surge el verdade-
ro cristianismo que, repito, no es una simple ideología más
o menos aceptable. No es creer que “debe haber algo”, sino
que hay “Alguien” que nos quiere y nos espera Es una
45
experiencia personal, una profunda reflexión que lleva al
hombre al convencimiento de que Jesús de Nazaret “tiene
palabras de vida eterna”.
Qué importante es que todos los bautizados den este
paso personal y que pasen del cristianismo rutinario (“Me
bautizaron mis padres”) a la fe adulta: “me fío de
Jesucristo”. Paso fundamental que es hoy más difícil que
nunca, porque el hombre tiene la mente tan “dispersa” en
su mundo consumista que ya pasa de aquellas “Palabras
de vida eterna”.
La Fe, no lo olvidemos, no se hereda. Es un don, pero
hay que pedirla, buscarla, alimentarla y agradecerla.
Un murciano poco conocido, lbn Arabí, teólogo sufí
hispanomusulmán, nos transmitió: “aquél que ha sido
atrapado por esa enfermedad que se llama Jesús, no
puede ya curarse“. ¿He hecho y tengo esa experiencia de
Jesús? ¿Me ha contagiado esa bendita enfermedad que se
llama Jesús, de tal forma que ya no me puedo curar de
ella? ¿Quién es para mí la figura de Jesucristo?
Ese Jesús es la perla fina, el tesoro escondido, que
nos obliga a plantearnos cómo lo valoramos, qué lugar
ocupa en nuestra mente y cómo influye en nuestro obrar.
Sí se contagió el Dr Albert Schweitzer, médico
melómano, gran admirador de Bach (era un cotizado
intérprete de sus “Cantatas”) y Premio Nobel en 1956, que
estudió infatigablemente el mensaje de los Evangelios, has-
ta que llegó un día en que sintió que debía abandonar sus
46
cosas y seguir a Jesús donde él está, ejerciendo entre los
enfermos y los leprosos del Gabón. “Por fin – dirá-- he lle-
gado a la clara conclusión de que mi vida debe consistir, no
en el saber, no en el arte, sino en ser sencillamente un ser
humano, y en hacerlo todo, por insignificante que parezca,
de acuerdo con el espíritu de Jesús”. Como hombre y
como cristiano, nos ha dejado un espléndido testimonio de
vida. Él murió, pero su hospital del Gabón sigue hoy
funcionando.
Ojalá nos contagiemos todos, en nuestro mundo
egoísta, de esa enfermedad llamada Jesús, contra la que
Schweitzer, como contra la música, no pudo vacunarse.
¿Queremos caminar tras ese Jesús, que no nos
promete la resolución automática de nuestros problemas, ni
nos aporta seguridades ni privilegios, sino que nos invita a
caminar con la cruz de cada día y nos revela –en clave de
enigma- que hay que dar la vida para poder salvarla?
(El hombre de hoy, que ya no entiende de
adivinanzas, tendrá que pararse un poco para pensar qué
es lo que quieren decir estas palabras).
Pilar Miró y la ilusión de vivir:
En la película “Dios te salve, Gary Cooper ”, Pilar
Miro aborda la pregunta ¿Es posible aguantar, vivir con
esperanza, “puesto que no hay Dios”?, que coincide
exactamente con la de Nietsche, formulada después de
haber anunciado gozosamente la muerte de Dios: “¿Cómo
aguanto yo, puesto que no hay Dios”? Es como si el
hombre necesitara algo más, trascender.
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El P. Teilhard de Chiardin, un antropólogo jesuita
embebido en el estudio del origen y el futuro del hombre,
escribía: “Saber que no estamos aprisionados por el
mundo, saber que hay salida, aire, luz, en alguna parte,
más allá de la muerte... De eso tenemos absoluta nece-
sidad si no queremos morir asfixiados”. Esta es la impresión
que deja la película de Pilar Miró: la de personas asfixiadas,
a las que les falta salida, aire, luz, ilusión; como a tantas
personas que tienen de todo, pero que son tan pobres en
esperanza, en sentido de la vida. Es la triste exclamación
de A. Camus en su Calígula: “Los hombres mueren y no
son felices”. O, en boca de Ratzinguer: “De hecho, la
pobreza más honda es la incapacidad de alegrarse, el
hastío de la vida considerada absurda y contradictoria”.
Los cristianos lo tenemos más fácil: San Pablo
predica que la misma fuerza poderosa de Dios, “que
desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y
sentándolo a su derecha en los cielos, actuará también en
nosotros. Porque también nosotros estamos llamados a la
resurrección”.
La muerte ya no es la última palabra: no es ese
pasillo que conduce a un quirófano en el que no sabemos si
algo o Alguien nos espera. La muerte es un camino que nos
lleva a los brazos de Dios. No entramos en la nada,
entramos en “la última realidad”.
Nuestro Julián Marías, también va por ahí: “...La
gente admite con frivolidad increíble que cuando uno se
muere se acaba todo. ¿Cómo se va a acabar? El que crea
48
eso es que no ha querido nunca a nadie de verdad. La idea
de que las personas se aniquilan es incomprensible,
monstruosamente inverosímil”.
Clemente de Alejandría decía, que “somos viajeros”,
que seguimos buscando algo que todavía no poseemos.
Nuestra vida es siempre “expectación” y “cuando la
esperanza se apaga en nosotros, nos detenemos, ya no
crecemos, nos anulamos, nos destruimos. Sin esperanza,
dejamos de ser hombres“.
Y dice: “sólo quien tiene fe en una vida futura puede
vivir intensamente la presente”, curiosa frase en el Siglo V
que desmonta el mito del nihilismo cristiano porque,
evidentemente, no se trata de quedar tan absortos con la
esperanza del mundo que nos aguarda, que convirtamos la
religión en ese opio del pueblo, que nos adormece e
insensibiliza ante nuestras diarias responsabilidades.
Hicieron bien los discípulos al dejar de mirar a la
nube, después de la gloriosa Ascensión, y bajar a Jerusa-
lén, a la vida, y empezar a plantearse la difícil y para ellos
enigmática misión –así, como suena- que les había
endosado su amigo Jesús, el de Nazaret.
La muerte:
La Fe nos ayuda a enfocar la vida de otra manera,
porque sabemos que nos espera algo bueno: Dios ha
creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta
creencia da la dimensión auténtica y definitiva a la historia
del hombre, cuya vida de otra forma acaba encerrada en un
sepulcro, sin más.
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No vivimos negando una realidad o enfrentándonos a
ella como hacía Unamuno: “…En una palabra, que no me
da la gana morirme. Y cuando al fin me muera, no me
habré dejado morir, sino que me habrá matado el destino.
Yo no dimito de la vida, se me destituirá de ella”.
Nosotros intentamos una reconciliación pacífica con
algo que puede no ser tan cruel, porque nuestra comunión
con Cristo en esta vida ya nos prepara para cruzar esa
frontera.
Es la mejor opción y la que puede hacer que,
mientras vivamos estemos vivos y no seamos unos viejos
derrotistas. Que, aunque disminuidos física y psíquica-
mente –con todos los inevitables conflictos y sufrimientos
que esto conlleva-- en nuestro interior haya siempre un
rincón de paz y de serena espera del momento en que no
tengamos más remedio que decir “Has salido con la tuya.
Ahora no me abandones”.
Nuestro futuro está en buenas manos, y por eso
esta espera, aunque muy intrigante, no tiene por qué quitar
la alegría de la hora presente. Vamos a mejor.
Si olvidamos esto y nos fijamos solo en lo negativo
del trance, nos pasará como a Pedro que, caminando sobre
el agua, solo tuvo miedo cuando apartó la vista de Jesús y
se fijó en las olas encrespadas y en el fuerte viento.
El “demonio” nos buscará ahí, querrá sacar tajada
presentándonos la “tentación de la desconfianza en Dios”,
pero Él no nos dejará caer en ella, la peor de todas las
tentaciones, porque “Nadie puede arrancar nada de las
manos de mi Padre” (Jn. 10,29).
50
Podemos seguir con nuestro Unamuno que, si en su
búsqueda de Dios tuvo sus altibajos, acabó su vida
diciendo “Solo le pido a Dios que tenga piedad con este
ateo”. Y en su tumba de Salamanca leemos:
“Acógeme Padre Eterno en tu seno, misterioso hogar,
que aquí vengo cansado y deshecho, del duro bregar”.
(Ver también su poesía de la Pág. 124).
Y puestos a las anécdotas, la de otra persona con
grandes dificultades para creer: Cuando Marlen Dietrich, la
reina del glamour del Siglo XX –“la espuma del café”-
estaba en las últimas, un sacerdote intentaba ayudarle y
ella aún tuvo genio para soltarle “Como quiere que le
atienda cuando está esperándome su Jefe”.
También Hazaña, el Presidente del Gobierno más
anticlerical que ha tenido España hasta el 2004, murió
pidiendo la asistencia de un sacerdote, que se le negó.
Lo mismo dicen de García Lorca y de Sandro Pertini.
Son 5 ejemplos –hay muchísimos- de personalidades
públicamente ateas, pero cuyo subconsciente les advertía
que iban a encontrarse con Alguien. Y tenían miedo, porque
no cayeron en que JC no era su juez, sino su abogado
defensor, su amigo, el que vino a salvarles por iniciativa
propia. E incluso a la fuerza, contra su voluntad.
La muerte siempre asusta porque no la conocemos.
Muchos, tanto ateos como cristianos, acusan a la Iglesia de
utilizar el miedo a la muerte para llevar a los hombres ”por
el buen camino”, cuando la realidad es que la Buena Nueva
que trajo el Cristianismo, liberó al hombre de “la esclavitud
51
del miedo a la muerte”, que siempre había atemorizado a
todos los pueblos.
Para nosotros, la muerte no puede ser un espanto,
aunque sea el signo más fuerte que todo hombre debe
interpretar, combinando la esperanza con la prudencia.
Juan Pablo II lo dijo mejor: “Nuestra salvación es un
acontecimiento colocado en la encrucijada de dos misterios:
el de la misericordia divina, infinitamente más grande que
nuestros pecados, y el de la libertad, que es un gran don
pero también el gran riesgo del ser humano”. Y en otro
momento añade: “encuentro una gran paz al pensar en el
momento en el que el Señor me llame”. (Como le gustaban
tanto los cánticos, seguro que estaba pensando en el
Salmo ese que dice: “¡Qué alegría cuando me dijeron /
vamos a la casa del Señor! …”).
La Sábana Santa:
Las referencias que tenemos los cristianos sobre la
muerte, giran todas en torno a la realidad de la
Resurrección de Jesucristo: Si El ha resucitado, con El
vamos todos detrás y si no, nos hemos equivocado.
Por esto tiene tanta importancia práctica el tema de
la Sábana Santa, porque si algún día llegara a ser
comprobada científicamente su autenticidad, sería prueba
irrefutable de su Resurrección, lo cual para los no creyentes
es tremendo, porque les obligaría a cambiar el chip de su
cerebro: O se convierten a la fuerza, o quedan obligados a
negar un hecho entonces ya constatable. Es la disyuntiva
en la que han caído muchos de los que la han investigado.
52
(El primero célebre fue Ives Delage, catedrático de
Anatomía en la Sorbona, ateo, que en 1902 estuvo a punto
de perder sus cargos, por defender abiertamente su
autenticidad ante la agnóstica, o más bien anticlerical,
Academia de las Ciencias de Paris a la que pertenecía y
que le había encargado un informe, dado el revuelo que en
el mundo científico, había armado la fotografía
sorprendente que hizo Secundo Pía al “Lienzo de Turín”).
Para los creyentes la cosa no es tan grave (de
entrada) porque no nos obliga a ningún cambio. Pero
también tiene gran importancia porque, además de
esbozarnos el auténtico retrato de J.C., nos confirma la
veracidad de todo el relato evangélico de la Pasión, y nos
reafirma en la fe en nuestra propia resurrección (¡casi
nada!): La muerte, por tanto, sí es un viaje a un mundo
mejor, a una “última realidad”.
Cardenal Raztinguer (Retazos en el 2002)
* En la ”Nueva Evangelización” debemos hablar, ante
todo, del Dios que se hace hombre en Cristo: Es el
Emanuel (“Dios con nosotros”), porque por desgracia,
también los cristianos vivimos a menudo como si Dios no
existiera, según el viejo eslogan “Dios no existe; y si existe,
no influye”. Somos creyentes (?), pero pasamos.
* Y del mismo modo, el “Reino de Dios”, no es una
lejana utopía: Es que Dios existe, vive, está presente y
actúa en el mundo, en nuestra vida, en mi vida. Ese “Dios
con nosotros” no es un simbolismo, ni es un gran arquitecto
que ha construido la gran máquina del mundo y ahora
53
estaría fuera, sino que es la realidad más presente y
decisiva, en cada acto de mi vida, y debemos aprender a
ver en ella el paso actual de Dios.
* Siendo todos, en cierto modo, misioneros en nuestro
ambiente, debemos ayudar a encontrar el sentido a la
existencia del hombre, que buscamos siempre.
* Cristianismo no significa moralismo, ni menos aún
represión sexual. La reducción del cristianismo a la simple
moralidad pierde de vista lo esencial del mensaje de Cristo:
Su propuesta de una nueva amistad con Dios.
* Ya como Papa, recuerda: “Los fieles solo esperan
una cosa de los sacerdotes y misioneros: que sean
especialistas en promover el encuentro del hombre con
Dios. No les pide que sean expertos en economía o en
construcción de viviendas. No basta un trozo de pan, quie-
ren alimento espiritual, y en eso sí debemos ser expertos”.
Juan Pablo II (Retazos en el 2002)
* “Solo es viejo quien se queda sin proyectos”.
* “El gusto por la vida no contrarresta ni excluye el
deseo de eternidad. Es más, solo si la medida de nuestra
vida es la eternidad, la vida aquí será de un valor inmenso”.
* “El Padre viene a nosotros rico en misericordia
como en la parábola del hijo pródigo, y quiere encontrarnos
a cada uno cualquiera sea el lugar del que vengamos o el
destino de nuestro itinerario. Dios viene a nuestro
encuentro tanto si lo hemos buscado como si lo hemos
ignorado, e incluso si hemos intentado evitarlo. Se adelanta
54
a nuestro encuentro como un padre amoroso y misericor-
dioso, como es el padre del Hijo Pródigo”.
* ”Sed sencillos, porque la sencillez ya es caridad”.
El “Lignum crucis”
El privilegio que tienen Liébana y Caravaca lo tienen
muy pocos lugares: Poder venerar y besar la reliquia de la
Santa Cruz. Son instantes de emoción que muchos
expresan con lágrimas en los ojos (en ese momento, poco
importan a los fieles las dudas sobre su rigor histórico).
Ese leño, esa Cruz, nos recuerda que Dios sabe
amar, que apuesta por nosotros, que su amor es verdadero,
sin excluir a nadie. Y que es sello de su fidelidad.
Al besarla nos convencemos de que la imagen de
un Dios duro y justiciero, que siempre nos ha metido miedo,
no es compatible con la que aparece en Jesús crucificado.
Dios nos ama con los brazos abiertos. Tal y como
somos, con nuestras miserias, aciertos y errores.
A todos. Y siempre.
Nuestra fe quiere vivir y celebrar que esa Cruz no es
signo de fracaso y derrota, sino triunfo del Amor sobre la
muerte, porque el Dios que en ella murió, ha resucitado.
La Cruz no es la meta, sino el camino hacia su resurrec-
ción y hacia la nuestra.
55
La cena del Apocalipsis (de la alemana atea que, en España, se
enamoró de la mística del Carmelo. Ver ”Madre Kaufman”,)
«Mira que estoy a la puerta llamando. Si alguno escu-
cha mi voz y me abre entraré en su casa y cenaremos jun-
tos» (Apocalipsis, 3, 20).
Me impresiona considerar esta frase. Contemplar a
Jesús como el que llama continuamente a nuestra puerta.
Podemos pensar que conocerle es un deseo nuestro o una
obligación moral por el hecho de ser bautizados, pero no,
En realidad es Él quien llama a nuestra puerta y nos busca,
y quien desea sentarse a nuestra mesa para cenar con
nosotros, para intimar con nosotros.
La imagen del que está a la puerta y llama es la
imagen de Dios que se ofrece -no se impone- que mendiga
-no exige- acogida. Y no para convencernos de nada, ni
para «vender» su producto, sino para “cenar juntos”.
Y Él espera fuera, como si la puerta no pudiera
abrirse por no tener cerradura. Te busca y te espera, pero
la puerta la has de abrir tú por dentro.
La cena es el remate del día, y también es un
simbolismo. La cena con Jesús puede ser como el
descanso de nuestras fatigas, de nuestras preocupaciones
y angustias, un momento en el que la conversación interior
pueden crear nuevas energías.
En nuestras tertulias ¿estamos atentos a la presencia
de un tercero, de Ese que llama a nuestra puerta para
entrar y cenar?
Él quiere participar porque, por extraño que parezca,
Dios tiene más interés en salvarnos que nosotros mismos.
56
Decadencia y futuro de la Iglesia (Rafael Sanus, en El Pais,
21-12-03)
“... ¿Qué hacer ante esta situación?
Cambiar de rumbo y de talante. Hacer del rostro de la
Iglesia una permanente oferta de diálogo y un gozoso
reclamo a la grandísima humanidad del evangelio y al
enorme atractivo de la figura y la obra de Jesucristo.
Y para llevarlo a cabo es necesario tener en cuenta dos
importantísimos requisitos para la evangelización:
1º.- Atenerse, con rigor, a la jerarquía de verdades de que
habla el Concilio Vaticano.
2º.- Respetar escrupulosamente la libertad personal de
pensamiento, de expresión y de conciencia.
* En cuanto a lo primero, el Concilio recuerda que no
todas las verdades de fe tienen la misma categoría e impor-
tancia. Sobre esta cuestión ya decía san Agustín que hay
que mantener en lo esencial, la unidad; en lo opinable, la
libertad, y siempre, la caridad.
Pero la Iglesia ha ido recortando cada vez más el
campo de lo opinable, y así es muy difícil que no acabe
situando en el mismo plano las verdades fundamentales y
las secundarias: La Iglesia tendría que aligerar su bagaje
intelectual e histórico, desprendiéndose de muchas
tradiciones, normas, falsas seguridades, teologías caducas,
excesiva burocratización de sus estructuras, etc.
* Y en cuanto a la libertad, tengamos en cuenta que
57
todos los analistas están de acuerdo en que el valor más
apreciado por los hombres y mujeres de hoy es el de la
libertad: Ante las verdades directamente reveladas por Dios
y fielmente custodiadas y transmitidas por la Iglesia no cabe
libertad alguna: Sólo cabe la adhesión plena, razonable,
amorosa y confiada a su palabra, por ser su palabra.
Pero ante las demás, especialmente en el campo
moral; es posible el ejercicio de la libertad personal: No se
trata de relajación de costumbres, sino de racionalidad.
Tengamos en cuenta que cuando la razón y la fe se
oponen, o es porque la razón traspasa sus límites (habría
que verlo), o es porque ejercemos el magisterio con una
notable miopía y una falta de confianza en el Espíritu. Si no
apoyamos esa libertad que pertenece a los fieles, les
estamos manteniendo en un perpetuo infantilismo religioso
y moral. Y nosotros –los Obispos- estaremos abusando de
nuestro magisterio.
...Yo estoy convencido, porque tengo fe, que la Iglesia
superará esta crisis como tantas otras, aunque ésta sea,
quizás, la más grave que ha sufrido en su historia. ...Creo
que esta crisis es un momento de purificación, hacia una
Iglesia más pobre de poder y esplendor, más sencilla y
más cercana a los hombres y al evangelio”...
Teología de la liberación (Card. Ratzinguer, 2002)
….La Teología de la liberación pareció indicar a la
Iglesia una nueva dirección, la que debía tomar para ser de
nuevo incisiva en el mundo. Como los países
58
iberoamericanos eran en su mayor parte católicos, no cabía
duda sobre su responsabilidad como instrumento de justicia
social, pero ¿cómo?
Parecía que la única solución nacía del marxismo,
porque era necesario reconocer un hecho constatable:
El pobre está oprimido y pasa hambre.
Pero la radicalidad del pensamiento marxista hacía
difícil, hasta hoy, incluir a Dios en un planteamiento que
arrinconaban el concepto cristiano de Jesucristo,
Ahora la novedad era que el proyecto de reforma del
mundo, que Marx pensó en sentido no sólo ateo sino
antirreligioso, se llenaba –ahora- de entusiasmo religioso, al
ofrecer la imagen de “un tal” Jesús considerado preferente
o exclusivamente, como la imagen de todos los oprimidos, y
llevándonos a una Biblia releída en una nueva clave, y a
una nueva liturgia celebrada como el precumplimiento
simbólico de la revolución y como preparación a la misma.
Pero si reducimos la figura de Jesucristo a la de un
defensor de los pobres y oprimidos, nos olvidamos del
mensaje principal del Evangelio, que es –sin duda- la
encarnación de Dios, el abajamiento de Dios a nuestro
mundo. Y ese es el dios descafeinado al que nos lleva la
teología de la liberación.
Si, al contrario, proclamamos que realmente Dios se
ha hecho hombre y, consecuentemente, Jesucristo es al
mismo tiempo verdadero hombre y verdadero Dios,
entonces -pero solamente entonces- es el Dios que está
presente entre nosotros, el Emmanuel, el que sufre también
ahora las opresiones y el hambre.
59
Pero este Dios sigue siendo -y esto ya no mola- el
dueño y señor del Universo, el ser sobrenatural que pone al
hombre límites y criterios, el que juzga y del que depende la
vida y la muerte. Y aquí es donde nos atascamos porque el
hombre quiere ser dueño de la vida y decidir qué acto
sexual debe engendrar, qué embrión sobrevivirá los 9
meses de embarazo, qué embrión debe sacrificarse en
beneficio de otro, qué viejo decrépito debe ya morir
“dignamente”, etc.etc..
El Comunismo puede cumplir lo de amar al prójimo
(aunque hay mucha diferencia entre “amar” y ”luchar por la
igualdad”, entre caridad y filantropía). Pero tal y como
quería Marx, está claramente en contra de algo básico:
amar a Dios y, además, sobre todas las cosas.
Aunque se busque un acercamiento de posturas,
esto es más aparente que real, porque la imagen de Dios
es por ahora radicalmente distinta en ambas doctrinas: El
Jesucristo del Evangelio no puede reducirse a un mero
“agente social”, con todos los respetos hacia estos
luchadores.
Se parte, pues, de un gran desacuerdo ideológico.
Otro tema es la influencia ventajosa que indudable-
mente tendría, sobre la difusión del Evangelio en un
extenso tercer mundo. Pero también aquí tropezamos:
Jesús siempre rechazó la tentación de ser un mesías
del éxito, de apostar por el caballo ganador. Su mensaje no
cuadra con un “cristianismo marxista”, que se aprovechara
de la política, de la fantasía demagógica (traer el bienestar
60
y la salvación a una humanidad sin ricos ni pobres), para
extender fácilmente su doctrina. (Volvemos sobre esto en
el articulito siguiente sobre “las 3 Tentaciones”).
Con estas consideraciones, es lógico que el Vaticano
no lo reconociera como un método válido para una nueva
evangelización. No es trigo limpio. El progreso material, con
ser importantísimo y básico para nuestras misiones, no
puede ser –nunca- el centro del mensaje evangélico.
Las Misiones Jesuíticas del Paraguay, las
Franciscanas de Nuevo México, etc. y muchísimas otras en
la actualidad, son claros ejemplos de la inmensa labor
social que puede desarrollarse sin desfigurar ni arriesgar el
Evangelio. Y si millones de católicos no vamos por ese
camino, es culpa nuestra, por olvidarnos de que no se
puede amar a Dios si cerramos los ojos ante el necesitado.
(En 3 sitios repito que es una vergüenza que Gandi nos
digan: “Si los cristianos lo fueran de verdad, no habría
hindúes en la India” o “los cristianos son como las piedras
de los rios: mojadas por fuera pero con el corazón seco”).
Asumamos cada uno de nosotros nuestra respon-
sabilidad, y no caigamos en la tentación de lo fácil.
Pero todo tiene su parte buena: Esta Teología de la
Liberación, aún siendo rechazada en su esencia por el
Vaticano, ha servido como revulsivo para superar nuestra
tendencia a quedarnos instalados cómodamente en una
sinfonía angelical, trasladando a la Divina Providencia la
solución de los problemas. Roma se desmarca, pero
aprecia este aspecto positivo, y no lo olvida.
61
Las 3 Tentaciones
En los comentarios de las “Homilías” se dice que Jesús
arrastraba a las masas porque se sentían próximos a El, les
hablaba en un lenguaje llano y sobre cosas de la vida,
rebosando bondad, sabiduría y autoridad. Pero eso no fue
siempre así. En cuanto tocó temas difíciles, la cosa se
complicó y la gente empezó a abandonarle. Cuando dijo que
era el pan de vida eterna, que el que bebiera de su agua
jamás tendría sed, cuando dijo que su carne era verdadera
comida y su sangre verdadera bebida, etc., la gente le
abandonaba en masa. Esta situación dramática la recoge
muy bien el evangelio de San Juan, donde llegamos a oir a
los judíos diciendo “Ahora sí que estamos seguros de que
estás endemoniado”… El pueblo llano no entendía de
teologías.
Esto nos plantea muchos interrogantes. Es lógico que
un misionero que intente explicar los misterios del cristianis-
mo, encuentre estas reacciones entre el público. Pero que
eso le pase a Jesucristo, encarnación de Dios, con sus dotes
extraordinarias, no. Y precisamente cuando empiezan estas
deserciones, disminuyen paradójicamente sus atractivos
milagros. Como si a Jesucristo no le importara demasiado la
dureza de estas enseñanzas.
Los apóstoles tampoco le comprendían. Le querían,
porque lo veían buena persona, y llegaron a creer que era el
Mesías, pero no le entendieron hasta que resucitó y
empezaron a hilar todos los mensajes raros que Jesús había
ido soltando entre milagro y parábola. Solo entonces vieron
que había una relación entre ellos, que querían decir algo
62
más y que todos abocaban en una nueva forma de entender
a Dios, muy distinta de la que les habían inculcado los
sacerdotes y los Doctores de la Ley. Que empezaba otra
Teología.
Por eso Ratzinger, en un libro gordo que yo tengo,
pero que me da pereza (“Jesús de Nazaret”), dice:
“¿Qué ha traído realmente Jesús si no ha traído la paz
al mundo ni el bienestar para todos? La respuesta es muy
sencilla: a Dios, ha traído a Dios. Ahora conocemos su rostro
y el camino que debemos seguir… La fe, la esperanza y el
amor. Solamente la dureza de nuestro corazón nos hace
pensar que esto es poco… Sí, el poder de Dios en el mundo
es un poder silencioso....”
Cuando la gente le abandonaba porque no entendía
sus frases sobre el misterio eucarístico, nos es lícito imaginar
que Jesús sintió la tentación buscar el apoyo de un milagro.
¿No van por ahí las tres tentaciones del desierto? Las tres son
parecidas. Se trata, en resumidas cuentas, de hacer aceptar el
mensaje a base de satisfacer las necesidades inmediatas, o
de imponerse por la potencia maravillosa de los prodigios, o
por el poder de la fuerza. Jesús rechazó las tres, pero luego
en cada encrucijada el demonio le sale al encuentro para insi-
nuarle la solución rápida y eficaz, y tendrá que repetir su “No”.
Las tentaciones de Jesús son las de la Iglesia de aquel
tiempo… y las de todos los tiempos. Debe huir siempre de
toda vía rápida, fácil y aparatosa de propagar la fe, y seguir
el método de Jesús para que su mensaje no quede
desvirtuado (como ocurriría, P.Ej., en los casos antes citados
63
de la Teología de Liberación o de la Sábana Santa: ¡Qué fácil
sería creer si se demostrara su autenticidad!).
Religión y Filosofía (María Zambrano en “Unamuno y su obra)
“A partir del idealismo alemán, los límites entre
filosofía, religión y poesía, han peligrado. A veces la poesía
ha querido ser filosofía, a veces la filosofía ha sido poesía,
como en Schelling. La filosofía ha querido suplantar a la
religión, como en Hegel, y se ha querido también hacer una
religión filosófica, como en Schleiermacher.
Todo ello es sumamente grave, pues puede suceder
que la filosofía, al pretender tomar el lugar de la religión,
nos deje sin ella y quizás sin filosofía, logrando sólo aquello
del refrán español de El perro del hortelano, que ni come ni
deja comer.
Así ha sido, al menos para gran parte de los
europeos: la Filosofía, al pretender guiar su vida, ha
mantenido al hombre europeo en la más insípida desnutri-
ción, al intentar resolver los enigmas del universo a base de
aceptar como ciertas las hipótesis del científico de moda. Y
ni le ha dado el alimento que necesitaba, el alimento de
creencias, de fe y de esperanza, ni le ha enseñado a vivir
filosóficamente”.
(Se refiere sin duda a S. Hawking, el Rey de la
astronomía moderna, que estudia el origen del universo,
buscándole implicaciones en un campo metafísico-religioso
en el que no es un experto consagrado y, por tanto, sus
opiniones son solo opiniones. En realidad, Hawking no
niega abiertamente la existencia de Dios, puesto que dice
64
que Dios puede actuar de modo que nos resulte
inaccesible científicamente (luego puede existir). Pero a
veces se expresa de modo confuso sobre estos temas.
P.Ej., al decir: «La ciencia hace a Dios innecesario», indica
que ya hay un camino para explicarlo todo. Solo nos falta
saber quién creó esa energía que se comprimió en su Big-
Bang (Moisés decía que fue Yahvé, al crear la “Luz”). Lo
que la Ciencia ha descubierto es cómo sucedió todo luego.
Es preferible no mezclar misterios sino sobrevolarlos,
que es lo que propone W. von Braun, el inventor de las
“Bombas Volantes” de Hitler y de las naves espaciales de la
NASA: “Por encima de todo está la gloria de Dios, que creó
el gran universo, que el hombre y la ciencia van
escudriñando e investigando día tras día en profunda
adoración”. ¡Qué sorpresas nos da la vida…!).
Volviendo a Pilar Zambrano, “el hombre europeo
entre filosofías, poesías y tecnologías, se ha ido vaciando
lentamente de religión, se ha ido quedando sin el alimento
de creencias, de fe y de esperanza y por tanto sin bases
firmes en las que sustentarse, “porque las creencias no son
un adorno añadido, sino una realidad esencial, la realidad
más real de nuestra vida” según Ortega. Y su mente se ha
empobrecido, su persona ha regresado culturalmente,
camino de la época de las cavernas”.
Lo básico en genética. (Artículo de divulgación, enviado al Pais, siin éxito)
La clave para definir la postura que cada uno de
nosotros, individualmente, deba adoptar frente a todos los
temas relacionados con la genética (como el aborto, la
65
píldora del dia siguiente, la clonación, la fertilización in vitro
o la investigación con células embrionarias), está en saber
cuándo comienza la vida independiente del nuevo ser
recién engendrado, porque:
- Si se retrasara algo (aunque solo sean 2-3 semanas)
después de la fecundación, podríamos hacer lo que
quisiéramos, durante este lapso de tiempo, con el huevo
que resulta de la unión del óvulo con el espermatozoide,
porque aún no sería un nuevo ser, sino solo eso, un simple
“pre-embrión”.
- Pero si es en el instante de la formación del huevo,
tendremos que atenernos a la realidad. Ya no existirán los
“pre-embriones”, todo son embriones hechos y derechos,
ya seres humanos aunque sean pequeños.
De esta disyuntiva depende todo, por lo que merece
la pena que la analicemos un poco.
¿Qué ocurre en el momento de la fecundación? Pues
que –como sabemos de sobra- se forma un nuevo código
genético con el que se va a construir un nuevo ser. Ya no
hay ningún otro momento tan trascendental en los 9 meses
del embarazo. Aquí es donde acaban los cromosomas del
padre y los de la madre, para formarse los del hijo: Un
individuo nuevo con un cuerpo y una personalidad
acreditada por el propio código, impreso en sus
cromosomas como verdadero carnet de identidad desde el
punto de vista biológico: Toda la información que le definirá,
que dictará su desarrollo, está escrita en esa primera
célula. Es más, si esta información no estuviera completa
66
desde el principio, quedaría incompleta para siempre,
porque ya nada entra en un huevo fecundado.
Esta afirmación, admitida antes universalmente
(luego veremos cómo y por qué han cambiado las cosas),
tiene una clarísima demostración:
Si juntamos un óvulo y un espermatozoide en un
tubo de ensayo, logramos una fecundación fuera del
claustro materno. Si mantenemos el huevo así conseguido
en un medio adecuado, se reproducen los fenómenos
maravillosos de la formación de un embrión, cuya
independencia de la madre es aquí total.- Es un “Bebé
probeta” como los muchos que hay, y que luego podemos
implantar en el útero de una mujer (la que donó el óvulo u
otra), donde seguirá creciendo hasta nacer un hijo que,
biológicamente es de la mujer que donó el óvulo (lo admite
hasta “la Ley”). No es de la que prestó su matriz, porque
cuando llegó a ella ya estaba completamente definido. No
es un quiste o una verruguita de la madre, ya es un ser
independiente, aunque para desarrollarse necesite que le
alimente alguien.
Todo esto, importantísimo, era lo que se explicaba
antes en todas las universidades.
Ahora, en cambio, muchos profesionales aceptan
la existencia, durante un periodo, del “pre-embrión”.
¿Qué ha pasado, cuál es el descubrimiento científico
que ha cambiado estas ideas? Ninguno. La Ciencia no ha
cambiado, pero la sociedad sí:
67
Desde tiempos inmemoriales la mujer ha sido objeto
de violaciones y abusos sin cuento, injustamente
considerados por la sociedad. Ahora la democracia ha
permitido su adecuada divulgación, con lo que poco a poco
todos nos hemos concienciado de la necesidad de buscar,
urgentemente, una solución justa a los problemas
específicos de la mujer.
Sobre esta situación de fondo, real e indiscutible,
actúan unas circunstancias sobreañadidas:
1.- Los políticos necesitan votos, que es lo que les
mantiene en el poder, y todo lo que sea alagar a la mayoría,
da votos. La simple idea de solventar estos problemas ya
cae bien, aunque sea por procedimientos algo dudosos,
pues en una sociedad tan manipulada como la nuestra, la
conciencia siempre es muy acomodaticia y acaba tragando.
2.- La industria farmacéutica ve aquí un verdadero filón sin
explotar y, ante todo, la pela es la pela.
3.- Las compañías de asistencia médica, en general, y los
ginecólogos e investigadores en particular, encuentran aquí
grandes oportunidades de lucimiento y de trabajo bien
retribuido. También miran la peseta.
4.- Sociólogos y periodistas no quieren perder la ocasión
de levantar cabeza en defensa de la mujer, a veces con
demasiada demagogia y a veces con errores, cuyas
posibles consecuencias minimizan.
5.- Las feministas, en defensa de sus legítimos derechos
pero siguiendo una reacción pendular, se salen de madre y
hasta llegan a identificar el embrión con una verruga, que
se puede quitar libremente.
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Seguro que hay alguna más, y hasta es posible que
alguna de estas 5 no tenga demasiada entidad en algún
caso, pero en conjunto creo dan una idea de cómo estaba
la cuestión hace 30 años.
Había que hacer algo, y el pistoletazo de salida lo dio
el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos, que en
1972 acordó que el comienzo del embarazo se situaría en
el momento de la implantación en la matriz (que situó
entonces en el 7º día post-fecundación). Era un número
arbitrario y solo con fines estadísticos.
Después, en 1981, la Asociación de Genética
Humana de los EE.UU. dijo –pero sin pruebas, porque era
solo una consideración- que “indicar que a partir de
entonces (el momento de la fecundación) hay un ser
humano o persona, es una postura filosófica o religiosa,
pero no científica”. A partir de aquí el terreno ya está
abonado para que políticos, periodistas, sociólogos y
feministas, apoyados por los intereses económicos de la
industria farmacéutica, hicieran el resto.
Y no pudiendo aportar ninguna prueba científica que
avalara ningún cambio, optaron por lo más elemental:
Adoptarlo y difundirlo como si fuera cierto (hechos
consumados), y cambiar el lenguaje para conseguir la
desorientación general. Y una vez conseguida esta, la
fuerza de los votos hará el resto.
Simplemente se acordó que el “embarazo” comienza
con la implantación y que, en los días anteriores, el embrión
debe llamarse “Preembrión” para evitar prejuzgar nada
(más claro, para confundir).
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El resultado de esta ligerísima manipulación léxica
ha superado todas las previsiones: Ya todo es lógico y fácil
para los autoproclamados “progresistas”:
a.- Aborto: No es ya un problema ético.
b.- DIU y Píldora del día después: Camuflaje perfecto. Ni
siquiera son abortivos: Al impedir la anidación del embrión
en la matriz, no hay comienzo de embarazo (¿?) y , por
tanto, no hay aborto (¡Qué juego de palabras!). La mujer
con escrúpulos queda así tranquila al ser debidamente
desinformada: “Es una forma fácil, legal y ética de prevenir
el embarazo que viene. Pero decídase pronto, porque luego
ya no habrá más remedio que abortar”. Con esta simple
trampa, recomendada por algunas Organizaciones y
gobiernos, se liquidan miles de veces más embriones que
las personas que mueren en una gran catástrofe.
c.- La fecundación in vitro, la clonación y la investigación
con células embrionarias: Lo que se haga con el amasijo de
células durante esos primeros dias, bien hecho está: Los
embriones que sobreviven a las manipulaciones, un éxito.
Los que mueren, a la basura. Y los que ya sobran, al
congelador.
Pero no se trata de parar el progreso, sino de dirigirlo
hacia donde deba ir:
1.- En el aborto hay mucho que hacer, además de mejorar
la legislación de las adopciones. Y si falta imaginación,
potenciar al infinito lo que ya están haciendo algunas ONG
70
con buen resultado (pero entendiendo que esto, por su gran
envergadura, es función propia de un Ministerio de Asuntos
Sociales). Como ejemplo, la organización judía EFRAT
para la defensa se la vida desde la concepción, tenía ya en
Dic. Del 2006, 20.000 niños salvados, y entre ellos solo una
madre se arrepintió de haber alumbrado, cuando la
proporción de los traumas psicológicos entre las que
abortan es elevadísimo (Es un contrasentido que el tercer
motivo para autorizarse un aborto sea precisamente el
“daño psicológico”).
2.- Para la anticoncepción hay otros métodos que, buenos
o regulares, no destruyen ningún embrión.
3.- En la fecundación in vitro, aunque sea complicar mucho
el tema, hay que limitarse a hacer los embriones de uno en
uno, hasta que se consiga el implante (y no “en ramillete”).
Y si sobrara alguno, debe sembrarse en su madre biológica
en cuanto se pueda, y no abandonarlo en el corredor de la
muerte que es el congelador (se habrían conseguido 2 hijos
en vez de 1). Sus padres deben saber que corren este
riesgo. Y el equipo ha de garantizar, en todo caso, unos
padres adoptivos para el sobrante. (Por cierto, en el 2006
nace un niño cuyo embrión estuvo 13 años en la nevera).
4.- En cuanto a las células madre, potenciar la investigación
exclusivamente con las procedentes de adultos, con las que
se están obteniendo los mismos resultados y cada vez
mejores. Y las embrionarias, aparcarlas hasta que se
demuestre que la vida no comienza en la fecundación.
Así pues hay alternativas, y hay también una labor
inmensa para los investigadores canalizando el trabajo
71
hacia aquellos campos de la genética animal y vegetal que,
sin problemas éticos, pueden salvar infinidad de vidas,
principalmente en el tercer mundo, reportando así un mayor
y más útil progreso.
En la actualidad los médicos abortistas, para
esquivar los problemas éticos, se acogen cómodamente al
supuesto de que no se sabe a ciencia cierta cuándo
comienza la vida, olvidando que un óvulo recién fecundado
y cuidado en una incubadora, llega a ser una persona.
Ningún argumento científico o filosófico anula este hecho
experimental. Y ante la duda –que no la hay- lo correcto
sería abstenerse, dado que se pone en peligro la vida de
millones de embriones cada año.
Otros, más sutiles, dicen que aunque tengan vida
propia y su DNI en el genoma, todavía no tienen el rango
jurídico de “persona” (quizás les falte algún cuño). Por eso
la ministra Aido nos dijo cándidamente que “No son
“humanos”. Quizás verrugas….
Como todos admitimos que no se puede matar a
uno en beneficio de otro, las opiniones de políticos,
periodistas, feministas y por supuesto el clero católico
deben ir, a la fuerza, a lo que diga la Ciencia. Pero los
científicos deben ser conscientes de su responsabilidad, del
gran daño que hacen a la Humanidad, si se dejan llevar por
los buenos deseos o se prostituyeran por intereses políticos
o económicos. La conciencia es demasiado acomodaticia
(siempre lo ha sido) y la tentación, demasiado fuerte.
72
A un anticlerical (A un colaborador de EL PAIS. su nombre ya no importa)
Ni tengo la manga tan ancha como Vd., ni aplaudo
su ensañamiento con el clero. No vaya a Misa, si así se
siente más libre, pero déjenos en paz a los que
practicamos.
En nuestro mundo unos son incrédulos, como Vd.:
aceptan que un buen día (cuando lo del Big-Bang), la nada
que era lo único que entonces había, se comprimió, explotó
y unas leyes de física (que tampoco estaban) hicieron que
mezclando materiales de distintos meteoritos y con
paciencia, se llegara al hombre que, visto así, no es más
que un aminoácido evolucionado y enriquecido con lo que
podía atrapar por el cosmos. Lo peor es que su fin es, solo,
reciclarse y pasar a ser una rama de ciprés o algo parecido,
pero siempre poco.
Y otros, creemos que esta fascinante historia del
Universo requiere que, anteriormente, alguien ponga en esa
nada algo que pueda comprimirse, etc. hasta llegar al cenit
de la escala animal. Pero entonces...a este Alguien se le
ocurrió dotar a un simio de libertad y responsabilidad,
convirtiéndolo en “persona”, en un salto que no se debió a
evolución sino a creación específica, y cuyo resultado fue
un ser apto para ser juzgado y premiado, porque para
nosotros, la vida seguirá. Como sea, pero seguirá. Y esto
nos gusta a muchos y nos estimula a ser buenos, aunque
no lo consigamos.
Hay, pues, matices que nos diferencian. Los de este
grupo “sí amamos a Dios”, y no solo “no nos cachondea-
73
mos de la santificación de las fiestas”, sino que procuramos
escuchar y atender cada semana su Homilía, como una
lección de repaso. Aquí entra su aludido Rouco Varela y
muchos más. Y somos tantos, que en un referendum de la
U.E., decretaríamos por mayoría la existencia de Dios, con
lo que Vd. sería un ilegal. Con “papeles”, pero sin voz ni
voto en este Gran Teatro del mundo. Y lo pasaría mal.
No sea terco y haga caso a su padre (…), tan
admirado por creyentes y ateos.
Publicidad atea
Hace poco, los ateos de Barcelona (imitando a no sé
qué asociación de Londres) nos sorprendieron con su frase
“Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte”,
colocada en los autobuses urbanos.
En primer lugar, a los creyentes no nos preocupa
eso. Precisamente porque creemos en otra vida, vivimos
mejor y más responsablemente esta. No tememos a Dios,
que ha demostrado ya su amor por nosotros enviando a su
Hijo al mundo para salvarlo.
Viviremos con más o con menos intensidad o acierto
nuestra fe, pero que no nos cuelguen el sanbenito de que
por creer estamos más preocupados o más tristes.
Y en segundo lugar, Cuando el hombre elimina a
Dios de su horizonte, ¿es verdaderamente más feliz y más
libre? Cuando los hombres se proclaman propietarios
absolutos de sí mismos y únicos dueños de la creación,
¿pueden verdaderamente construir una sociedad donde
reinen la libertad, la justicia y la paz?
74
Por lo que vemos, más bien parece que no, que se
extiende el poder arbitrario, los intereses egoístas, la
violencia, la injusticia, la explotación, el pesimismo, las
depresiones y los suicidios.
Esto es lo que nos preocupa. Y, precisamente por
creer en Dios, pensamos que el mundo tiene arreglo.
Mi opinión sobre la Iglesia
Yo soy bastante crítico con la Iglesia y comparto lo
que dice mi amigo Rafael Sanus, el Obispo, en el artículo
anterior. Pero, al igual que él, esta postura no me impide 2
cosas: Someterme totalmente a ella, y agradecer que ella
me ayude a mantener mis creencias religiosas.
Alguien tiene que mandar, y el que manda lo hace
con arreglo a unos criterios que no pueden contentar a
cada uno de los millones de fieles. No puede haber
unanimidad en ninguno de los capítulos que pertenecen a
su “Reglamento de régimen interior”, y que no son verdades
reveladas ni tienen nada que ver con nuestra fe. Son
simples normas que la Iglesia debe seguir modificando,
pero con mucho tiento. Aún nos cuesta admitir que un
obispo pueda ser homosexual, P. Ej., cuando lo importante
es que, siéndolo o no, cumpla con su voto de castidad o se
arrepienta. Si no lo cumple, es un problema suyo y no de la
iglesia. Y lo mismo ocurre con la mujer sacerdote o con los
curas casados. No me gustan, pero son inevitables y los
aceptaré cuando me lleguen.
75
Otros capítulos, como los que hacen referencia a la
moral, tampoco son inamovibles ni consubstanciales a
nuestra fe: Son solo guías o ayudas para nuestra
conciencia y su aplicación en cada caso y en cada época
tiene que matizarse. A mí me parece que los responsables
temen el desmadre que, posiblemente, se originaría si
desde un púlpito anunciaran “manga ancha” para todo,
basándose en que el corazón humano solo lo conoce Dios.
La Iglesia prefiere personalizar para, en cada caso, decidir.
La dificultad estriba en que, como los fieles negamos de
hecho la superioridad de un sacerdote para decidir sobre
nosotros, pues ni nos confesamos ni nos acercamos a
preguntarles sobre esas intimidades, y acabamos
quedándonos con los titulares, culpando a la Iglesia de
inmovilista, cuando en algunas ocasiones, es más bien una
mezcla de ignorancia, orgullo, timidez, o desidia por nuestra
parte. En el nuevo catecismo hay mucha letra pequeña.
Por ejemplo, aunque la Iglesia haya servido con muy
poca habilidad su mensaje de castidad a los jóvenes, creo
que el “apareamiento” debe ser siempre expresión del amor
y reservarse, por tanto, a una edad que presupone madurez
afectiva e independencia económica. La erotización actual
del ambiente lo pone difícil para los jóvenes, pero tanto el
preservativo como la masturbación –ambos estimulados en
la “educación sexual” del cole—no son buenos sino malos,
son remedios de emergencia, males menores como ya se
advertía en el viejo eslogan de los cuarteles: “Si no puedes
ser casto, sé cauto”, donde ya se presuponía que lo
mejor, lo único defendible, es eso: la castidad sin tapujos.
76
Paradójicamente, el alegre “Póntelo pónselo” ha
traído más pena que gloria, porque los embarazos en
adolescentes y sobre todo la delincuencia sexual, han
aumentado porque lo único que se ha conseguido es
banalizarse el sexo y estimularse la promiscuidad. Si “entre
chico y chica todo es bueno cuando hay acuerdo”, ¿Cómo
frenará el chico si ella cambia de idea? La violación está a
la vista y, si falla ese preservativo (¡que falla!), se asoma el
aborto o la madre soltera. Es muy arriesgado hablar de un
“sexo seguro”.
En cuanto a los abortivos, la Iglesia está y estará a lo
que diga la Ciencia, que es la que manda: Mientras no se
demuestre que la nueva vida empieza a equis dias o
semanas post fecundación, no tiene más remedio que
condenar el DIU y la “píldora del día después”, porque de
momento, son formas de matar. Es una lástima, pero lo que
es en sí malo, no puede ser legalizado, aunque sí
comprendido, despenalizado, etc. Si criticamos a Hitler
porque experimentaba con judíos para beneficio de los
arios, no podemos admitir que muera un embrión en
beneficio de otro. (Ver “Lo básico en genética”).
Otro problema es la rigidez de los “dogmas”: Hay
dogmas y dogmas. En algunos, la Iglesia se guió, en su
día, por la Tradición, influida por la devoción y los buenos
deseos (aunque sean, desde luego, derivados de textos
evangélicos). Otros en cambio sí que son el núcleo
inamovible de nuestra fe, son misterios revelados que,
como tales, no pueden ser comprendidos. Han de ser
77
aceptados de buena gana, aunque yo piense que para
seguir el mensaje evangélico, para enamorarse de
Jesucristo y para hacer el bien, que es lo que nos salvará,
no hace falta tanta rigidez, tanta unidad doctrinal ni tanto
empeño en demostrar o en interpretar lo que escapa a
nuestro entendimiento. Jesucristo hablaba para el pueblo
llano, no para los doctores de la Ley, y aunque quería un
solo rebaño y un solo pastor, no consta que quisiera una
uniformidad total en la interpretación de la Ley, porque a
cada uno de nosotros le ha dado unas circunstancias
totalmente distintas. El “Ecumenismo” (la unificación de
todas las Iglesias cristianas), requiere la aceptación humilde
de las diferencias y, además, apreciarlas como un don.
“Hay que mantener en lo esencial, la unidad; en lo
opinable, la libertad, y siempre, la caridad”, decía ya San
Agustin.
Pero aunque está claro que no simpatizo, en general,
con los dogmas, yo los acepto todos sin problema. Los
dogmas suponen una buena dosis de humildad, necesaria.
También pienso que en estos temas, la Iglesia debe seguir
yendo con prudencia máxima, para que no quede
trastocado el Mensaje por criterios individualistas o por
consensos de un momento dado que, con el paso del
tiempo, podrían dar origen a aberraciones como las que
vemos ya en numerosas ramas del Protestantismo.
Algo parecido ocurre con el lenguaje, realmente
anticuado, que usa la Iglesia. P.Ej., el “Dios te salve
María…” con su “Santa María”, se podrían modernizar y
78
concretar así: “Maria, guapa, no te olvides de mí”.
(Es lo que yo diría a la Virgen, con máxima devoción).
Pero ¿Cómo actualizar el lenguaje si vivimos en un
mundo en el que cada dia hablamos peor y hasta la Real
Academia de la Lengua parece que disfruta ensuciando?
¿Qué sería de las citas bíblicas, traducidas al lenguaje que
viene? ¿No será mejor conservar la forma de hablar de
nuestros antepasados, valorándola como hacemos con
cualquier otra antigüedad? Bastante hizo dejando el latín,
aunque yo he podido apreciar que cuando uno está en el
extranjero y asiste a una misa en latín, se siente aliviado, y
hasta cree que entiende algo.
En cuanto a que si los fallos de la Iglesia puedan
influir en mi fe, por ahora no, porque esta no se basa en lo
buenos que son los sacerdotes, ni en lo bien que funciona
todo. La Iglesia está en el mundo, vive con el mundo y
pelea con el mundo, con sus dos grandes peligros: El
dinero y el poder. De ambos necesita su base material (su
montaje logístico, dirían hoy), pero de ambos debe huir.
Siempre, en todas las religiones y en cualquier
época, la clase sacerdotal ha escandalizado, porque es
muy difícil mantenerse en el fiel de la balanza y, en
definitiva, el hombre tiende siempre al mal. Querámoslo o
no, es el “pecado original” que ya sabemos cómo se cura.
Lo importante es que necesita y tiene un montaje,
que ciertamente es ahora excesivo, pero no es un montaje.
Y el que solo ve “el montaje”, está enfermo de miopía.
79
Por eso Juan Pablo II dijo a los jóvenes de
Einsielden (Suiza): “Tened paciencia con la Iglesia: Es una
comunidad de hombres débiles y con defectos. Y es posible
que esto sea una suerte, pues en una Iglesia en la que solo
hubiera gente perfecta no habría sitio para nosotros”.
Pero además la Iglesia, buena o mala, es necesaria.
No comparto lo de “SÍ al Evangelio pero NO a la Iglesia”.
Lo nuestro no es un sendero solitario –como veremos en el
Budismo- sino solidario en el que, además- se nos recuerda
el Evangelio y se nos administran los sacramentos.
La Iglesia ha de reducir mucho el boato, renovar las
preces y la liturgia, etc, etc., pero lo lógico no es
torpedearla, sino ayudar a que cambie a mejor, porque
la situación actual de la Iglesia es muy delicada:
La familia se tambalea, los colegios –dominados por
la clase política- fallan como educadores. Y ya de adultos,
tanto trabajo, tanta diversión y tanto ajetreo, no dejan
tiempo para “cultivar el espíritu”: Lo único que se capta son
mensajes de la tele o de la prensa, en los que con
frecuencia se crea más confusión, con datos incompletos,
amañados o exagerados, porque lo que interesa es el
sensacionalismo o, lo que es peor, con la excusa de la
“Libertad” ir socavando poco a poco el sentimiento religioso
(es decir, “que la Iglesia no manipule a los ciudadanos, para
poder manipularlos mejor los políticos”). Y lo van
consiguiendo, pues es evidente el éxito de la actual
persecución religiosa, mucho más democrática y eficaz que
la de 1936.
80
(Como ejemplo, actualmente sale a la luz una serie larga
de abusos sexuales por parte del clero católico, el cual se
responsabiliza, pide perdón y facilita la acción de la Justicia. La
repercusión en la tele es enorme, como debe ser.
Pero hoy estamos perseguidos en casi toda el Africa
islámica, así como en China e India, con centenares de víctimas
( Nigeria, Feb.2010, 540 cristianos martirizados), y muy pocos lo
saben.
Solo voy a que allí hay materia para lucirse con reportajes
llamativos e impactantes, y a pesar de eso, solo nos hemos
enterado los que hemos buscado noticias en otros medios,
porque la tele es libre, pero dirigida por el amo y el amo sabe lo
que quiere).
La Iglesia tendrá que cambiar mucho, y estoy seguro
de que lo hará con valentía y prudencia. Más o menos,
como ya nos dice Sanus en páginas anteriores:
“¿Qué hacer ante esta situación? Cambiar de rumbo y
de talante. Hacer del rostro de la Iglesia una permanente
oferta de diálogo y un gozoso reclamo a la grandísima
humanidad de el evangelio y al enorme atractivo de la
figura y la obra de J.C”.
81
En esta línea, Benedicto XVI recomienda optimismo:
“Al final la fe es sencilla y rica: Creemos que Dios
existe y que Dios cuenta, ¿Pero de qué Dios hablamos?
Un Dios con un rostro, un rostro humano, un Dios que
reconcilia, que vence el odio y da esa fuerza de la paz que
nadie más puede dar. Porque Dios es amor.
Necesitamos dar a entender que esto es, en realidad,
el cristianismo. Por consiguiente, muy sencillo y muy rico”.
Budísmo versus Cristianismo (De mis “Notas sobre la India”).
Vaya por delante que, según la doctrina católica, todas las religiones
pueden tener algo bueno, todas pueden ayudar a encontrar el camino
personal hacia Dios. Pero la salvación del género humano procede
solo de la Redención por Jesucristo, que es de aplicación universal: A
todo el Globo y pensemos lo que pensemos (aunque esté matizada por
el uso que cada uno haga de los denarios recibidos). La Encarnación
de J.C. facilita substancialmente este encuentro, al mostrarnos de
primera mano qué es lo que Dios quiere de nosotros y, por tanto, cuál
es el mejor comino a seguir. Su muerte y su Resurrección corroboran
su enseñanza. Esto es lo que yo creo que dice nuestra Iglesia.
Hay una tendencia actual a resaltar las analogías
entre estas dos religiones, que son muy grandes en lo que
respecta a las normas de conducta moral. Pero la religión,
82
más que esto, es sentirse re-ligado a un Ser superior, y
aquí empiezan las diferencias, porque en el Budismo no
hay Dios: La salida del círculo de las reencarnaciones es
una labor personal de cada individuo. Por el contrario,
nosotros creemos que hemos sido creados por Dios y a él
volveremos, sin reencarnaciones. El es nuestro Padre que
nos quiere, nos ama, y nos envía a su Hijo para que,
viviendo con nosotros y sometido a nuestras leyes hasta la
muerte, nos sirva de modelo de amor. Porque todos
nosotros no solo somos iguales, sino hermanos y, por tanto,
además de respetarnos, tenemos que amarnos. El
Decálogo es solo la guía para que se materialice este amor.
Esto es lo más importante, el núcleo. Pero hay otras
muchas diferencias:
El mundo no es algo malo (como dicen ellos) sino
bueno, siempre que consigamos mantener sus negocios o
sus placeres en un plano adecuado, que es justo aquel que
no nos impida asumir las obligaciones derivadas de nuestro
único mandamiento: Amar a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a uno mismo.
Tampoco el cuerpo humano tiene el mismo
significado: Para el Budismo es algo despreciable y
provisional, mientras que para el Cristianismo forma parte
integrante de la persona, que se recompondrá el dia de la
Resurrección (en forma “gloriosa”, no “mortal” como ahora).
Budistas e hinduistas creen que las reencarnaciones
permiten corregir las malas acciones de una manera más
justa que en el Cristianismo, donde una sola vida puede
acarrear un castigo eterno. Pero conociendo la debilidad de
83
la naturaleza humana es difícil creer que uno pueda, por
sus propios medios, llegar a purificarse y mejorar su Karma
(como ejemplo, el mismo Buda antes de “iluminarse” había
tenido ya, según dicen, 550 pases o reencarnaciones).
El Cristianismo no cree en esta justicia “tan fría” sino
en la Misericordia de un Dios que baja hasta nosotros y nos
abre la puerta que cerró, no una manzana sino nuestra
inclinación al mal uso de la libertad. Aunque haya un
infierno, este no entra en los planes porque Dios confía en
su Hijo, cuyos méritos superan nuestras faltas, su
misericordia nuestra maldad y su poder el del demonio.
Todos hemos sido redimidos por El. Los budistas también.
Y con su sabiduría, Él sabrá juzgar a cada uno.
Para el Cristianismo, el hombre no es un simio
evolucionado: Entre el chimpancé y el Homo Sapiens hay
un salto cualitativo, fruto de un acto específico de Dios, que
quiso crear un ser distinto, con inteligencia, libertad y
responsabilidad suficiente para ser juzgado. El Budismo
sitúa al hombre en el mismo plano que los otros animales.
Son, pues, dos planteamientos radicalmente distintos
que originan dos religiones diferentes que coinciden solo en
algunas normas de conducta.
Por supuesto, hay que evitar el menosprecio de
otras religiones, que son propias de culturas muy
respetables. Todas tienen semillas buenas, pero nosotros
tenemos sobrados motivos para que no nos deslumbre la
religiosidad oriental.
84
Cuando un cristiano, escandalizado por el mal
gobierno de la Iglesia, se entera de que el Budismo permite
ascender por el “Sendero” en solitario, con pocos dogmas y
mucha tolerancia, cree descubrir la fórmula que permite
conservar la independencia, para poder creer unas cosas y
no otras, y seguir así enquistados en nuestro querido
egocentrismo, en nuestro “yo”. Esto, aderezado con el amor
a los animales y al equilibrio de la Naturaleza y con la
búsqueda de la paz interior mediante el alejamiento de las
preocupaciones, hace muy atractivo el cambio.
Pero si se asume con todas sus consecuencias todo
lo relativo al Karma, al Darma y a la Reencarnación, la cosa
ya se complica. Y si preferimos fijarnos solo en lo
fundamental, nada aventaja al Cristianismo, que solo pide
dar gracias a Dios por lo mucho recibido, y procurar tratar a
los demás como nos gustaría que nos trataran.
El propio Gandi, que era Jainista y gran estudioso de
las religiones, dijo que “si los cristianos lo fueran de verdad,
no habría hindúes en la India”, invitándonos así a mejorar
sin cambiar el camino que ya tenemos.
El abate Simón, ”hombre de raras doctrinas” ya dijo
–en La Codorniz”- que el que esté bien no se mueva.
Lo dicho para el Budismo sirve también para una serie
de “religiones” modernas (como son la “Fe de Baha-i” que
abunda en Oriente, o la “Nueva Era” de Occidente) las
cuales, aunque dicen hacer una síntesis de “lo bueno” de
85
todas las religiones (??), son esencialmente hinduistas y
basan su éxito –solo- en la captación de cristianos
“apagados”:
Se empieza por un evangelio de paz y amor (como el
nuestro, pero mejor presentado), se sigue con técnicas de
yoga, meditación, acupuntura, etc,, que en sí no tienen
nada de malo, pero que poco a poco se acompañan de
mensajes sobre la conciencia, la energía cósmica, la
conjunción de Marte con Júpiter (que, por cierto, será el año
2146 y es la señal del cambio de la Era Piscis -la del viejo
Cristianismo- a la Era Acuario, la del “Nuevo Orden
Mundial” que viene), etc. etc. Se llega a una filosofía muy
elaborada, que no es más que un budismo modernizado,
que propaga técnicas peligrosas de hipnosis o regresiones.
Lo peor es que con todo esto se persigue una captación
psicológica de la persona, que pasa de ser un verdadero
esclavo de las manipulaciones del líder. Estas
aberraciones, que se pudieron dar en todas las religiones,
son hoy el peligro máximo de estas auténticas sectas,
encargadas de explotar, en beneficio propio, la sed de
trascendencia de todo hombre.
86
Homilías
Introducción: Dios es Abbá.
El estilo de Jesús, su lenguaje, son las parábolas.
Una parábola es una narración, con personajes, acción,
desenlace. Pero se caracteriza porque toda la narración,
envía un mensaje. Una parábola es como una metáfora:
explica bien esto la expresión de Jesús: «¿A qué podemos
comparar el Reino de Dios? El Reino de Dios se parece
a...». Es un modo de hablar de Dios por comparaciones,
por metáforas.
Jesús atraía irresistiblemente a la gente, desde luego
porque curaba enfermedades, pero también, yo creo que
sobre todo, porque les hablaba de Dios y le entendían.
Porque hablaba de Dios y resultaba que Dios era
fascinante, precisamente lo que necesitaban. Demasiadas
veces Dios había sido una amenaza. un peso más sobre
las cargas de la vida, Y el Dios del que Jesús hablaba
resultaba un alivio, un remedio, una esperanza. ¡Era tan
fácil entenderle!
Me impresiona mucho pensar que Jesús, el mejor
teólogo de todos los tiempos porque era el que mejor
conocía a Dios, se sentaba a la vera del camino, o la orilla
del mar, y contaba cuentos a la gente: el cuento de los dos
hijos, el cuento de los viñadores, el cuento del rico cruel, el
cuento del banquete, el cuento de las ovejas y las cabras.
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A lo largo de la historia, todos los seres humanos
han imaginado a la divinidad. Y casi siempre, la han
entendido desde la sumisión, desde la admiración o desde
el miedo: Existe «Alguien», uno o muchos, que son
poderosos, que son amos, que pueden dar y quitar, premiar
y castigar, que gobiernan el mundo y a los que hay que
someterse. Se les aplaca en los templos, se suplica su
protección, se obedece a sus sacerdotes... y así, con esas
imágenes, «imaginamos» a Dios.
Israel fue capaz de entender más de Dios. Lo
consideró un aliado, un defensor, siempre y cuando se
cumplieran sus leyes. Llegó hasta a formular el principal
mandamiento: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu
ser». Pero no llegó a entender por qué. ¿Por qué amar al
Todopoderoso, al Amo, al que me puede castigar y lo hace
de vez en cuando?
Jesús da la respuesta: Amarás al Señor tu Dios...
porque Él te quiere más que tu madre. Te quiere porque es
tu “Abbá” (“papá”), y esta palabra lo cambia todo.
Ésta es la Buena Noticia. Decir de corazón «Abbá»
es cambiar el mundo, dejar atrás religiones de miedos y
castigos, sentirse de verdad hermano comprometido con
todos... y todo eso, confiado, alegre, entusiasmado porque
todo tiene sentido y valor. Porque la vida se ha iluminado
desde que Jesús nos enseñó el verdadero rostro de Dios, la
palabra definitiva: Abbá.
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Tanto, que cuando decimos en el Credo dogmático
«Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso Creador del
cielo y de la tierra», no matizamos bien porque lo que
queremos decir es:
“Creo que el Dios Todopoderoso, el creador del cielo
y de la tierra … es mi papá”.
Del mismo modo llamar a Dios «Padre», sin más,
puede ser un engaño, un tratamiento de respeto, de
distancia, no del amor confiado de quien se siente querido,
como Jesús mismo se sentía ante sus padres: seguro,
querido y exigido, al calor de su casita de Nazaret.
Nuestra Iglesia sufre un colosal empacho de
ortodoxia y una lamentable carencia de seguimiento de
Jesús. Ya decía Pablo que «los judíos piden milagros y los
griegos, sabiduría». Por ese camino, judío y griego, hemos
convertido la religión en milagrerías, suntuosidades... y
filosofía humana, con el peligro de llevarnos por el camino
del “Reverendísimo Padre”.
La palabra “Abbá”, su profundo significado, tiene una
importancia capital para interpretar todo el Evangelio. Lo
vamos a ver los siguientes capítulos:
A.- Sobre la Redención: En la Antigüedad, los “sacrificios”
eran de muchas clases, pero todos tenían un denominador
común: destruir un bien propio para agradar o aplacar a
Dios. Esto se ha aplicado a veces a Jesús: nosotros
merecemos la muerte por nuestras ofensas a Dios. En vez
de nosotros, muere Jesús inmolándose, y la ira de Dios
queda así aplacada.
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Esto significa que Dios es severamente justo: exige
que se pague por la ofensa. Es más, el Padre cobra por
perdonar. El Padre exige la sangre de su Unigénito para
perdonar a los demás. Todo esto es absurdo.
Este espanto no ha horrorizado a muchos en la
Iglesia a través de los siglos... porque se les había olvidado
que el Padre es “Abbá”, y pensaban en El sólo como la
“Primera Persona” de la lejana Santísima Trinidad. Y
porque interpretaban el Evangelio desde la mentalidad y la
cultura del Viejo Testamento: Como en este hay sacrificios,
tiene que haberlos en aquel. Como en el Antiguo
Testamento se inmolaban corderos, Jesús es el nuevo y
definitivo Cordero.
Pues no. Toda la teoría de aplacar a Dios con
ofrendas de culto desaparece. Los sacrificios sustitutorios
sangrientos se acabaron ya y solo queda de ellos lo que
querían significar: Jesús no muere porque se inmola
sustituyendo a nadie, sino por coherencia con un amor
inmenso, hasta el final.
Siempre nos empeñamos en sacarle punta a la frase
«que no se haga mi voluntad sino la tuya», como si Jesús
se sometiera a regañadientes a la voluntad cruel del Padre.
No es así, al Padre le duele más que a nadie el sufrimiento
de su hijo, pero es Jesús el que decide no escabullirse, no
rehuir la cruz. Asumir sus consecuencias.
Sabía que era necesario ir hasta el final para que
nosotros entendamos lo que es amar. Sabía que el grano
de trigo no da fruto si no se siembra, que sólo enterrado y
muerto puede ser fecundo. Eso es amar.
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Y el Padre es quien, con terrible dolor, «comprende»
que eso es lo que dará vida al mundo. Que el amor es lo
que “nos redime” y no los dolores atroces de la Pasión. Y
que la Crucifixión fue, ante todo, “la prueba del nueve” del
amor de Padre por sus hijos.
B.- La Santa Misa: Todo esto tiene una aplicación
inmediata en la Santa Misa, donde volvemos a ofrecer a
Dios el sacrificio de su Hijo, pero sabiendo que Jesús no
solamente cumple la voluntad de Dios cuando derrama su
sangre en la cruz, sino cuando vive y muere entregado a la
misión que había escogido.
Jesús nos invita a que comamos su cuerpo “en
conmemoración mia”, para que también nosotros nos
sintamos más hermanos y más dispuestos a compartir su
entrega al prójimo. Participamos de su Espíritu, sentimos su
presencia, y unidos a El, le ofrecemos vivir como Él vivió.
Cuando el evangelio de San Juan aborda este tema,
ante el rechazo e incomprensión de sus discípulos (“Este
discurso es bien duro ¿Quién podrá escucharlo?” (6,60),
Jesús nos remite a otro misterio: el de su muerte y
resurrección, que a su vez es el que da la clave del misterio
eucarístico, al disipar malentendidos: “¿Qué será cuando
veáis a este Hombre subir a donde estaba antes?” (6,62),
“El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada” (6,63).
De esta forma, su carne ya no es ni frágil ni corruptible, es
otra carne, gloriosa y llena de Espíritu, que rebasando los límites
del espacio y del tiempo, puede venir a nosotros introducida en
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un pan que ya es, así, la verdadera comida, el “Pan de Vida”
que proclama el evangelio, aunque conserve sus propiedades
físicas: color, sabor, forma, textura..
C.- Ofensa y castigo: En pura lógica, todo pecado es
gravísimo, porque es desobediencia -ofensa- al Señor más
importante. Por tanto, todo pecado deberá ser reparado y
de aquí sale la teoría de que es necesario que Cristo
derrame su sangre (reparación de infinito valor) para que la
ofensa quede reparada.
Pero nada de esto aparece en Jesús. Ante todo,
porque Jesús no piensa en el pecado como ofensa sino
como oscuridad, como enfermedad. Jesús considera a las
personas bajo el prisma de la libertad, y las ve como
enfermos, como ovejas sin pastor, como poseídos por sus
propios demonios, que les roban la libertad (“perdónalos,
porque no saben lo que hacen”).
Y no es justo que a los enfermos, a los endemo-
niados y a los extraviados, se les ponga en manos de un
juez, sino del médico o del sanador que es Dios. Y así, la
palabra «perdón» se queda corta, porque la imagen de un
“Dios-Juez” no tiene nada que ver con Jesús.
Los evangelios están llenos de otras imágenes, que
esta vez no son metáforas sino luminosos comportamientos
de Jesús: Leví, Zaqueo, la pecadora en casa del fariseo, la
mujer adúltera, el buen ladrón. En ellos lo que más llama la
atención es la actitud de Jesús, que intenta por todos los
medios salvar gratuitamente, tomando El la iniciativa. En
Jesús vemos cómo es Dios para con los pecadores. Con
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nosotros, los pecadores. Y siempre en un plano superior al
de la ofensa, el arrepentimiento, la reparación, el perdón,
Etc. que son términos pobres.
Jesús entendió que la palabra «culpa» es muy
desacertada. Es culpable el que puede actuar de otra
manera. Pero yo no puedo dejar de ser miope, ni dejar de
ser envidioso, porque soy débil, nací en el “pecado original”.
Y vio en los endemoniados una imagen espléndida
de las personas dominadas por los demonios de la envidia,
de la lujuria, del miedo, de la codicia... incapaces de
liberarse de ellos. Más que culpables, son “endemoniados”.
Esto nos lleva a preguntarnos hasta dónde llega
nuestra libertad y, por tanto, nuestra responsabilidad. Pero
El, nuestro Abbá, sí lo sabe. Sabe muy bien de qué barro
nos hizo y de qué pie cojeamos. Jesús sabe que al decir
«Abbá», está ofreciendo a los humanos lo que necesitan:
- como, enfermos un médico,
- como endemoniados un libertador
- y como pecadores un padre, el del Hijo Pródigo.
D.- El Dios justiciero: Lo antedicho es inadmisible desde el
punto de vista de la pura justicia: ¿Es que da igual hacer el
bien que el mal, ayudar a las personas que explotarlas?
¿Es que al final todos, explotados y explotadores, estarán
juntos y felices, como si todos hubiesen actuado igual?
Estas preguntas dividen a los cristianos en dos
grandes grupos:
a.- Los que aceptan un Dios Justiciero. Estos parece que
no van a poder creer en Dios, si no hay un infierno lleno de
malvados pagando eternamente sus pecados.
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b.- Los que intentan compaginar eso con su fe en Abbá.
Este último grupo se siente muy desconcertado por
tantas citas de la Biblia y de los evangelios hablando de
llantos y rechinar de dientes para los malos.
Ciertamente, el Evangelio es a veces desconcertan-
te, y obliga a no interpretar al pie de la letra sus frases, sino
a la luz del conjunto del Mensaje de los 4 evangelistas.
Nos movemos entre dos polos, y debemos elegir
entre renunciar a la fraternidad para quedarse con la
justicia, o renunciar a la justicia para quedarse con la
fraternidad.
Pero hay una tercera vía: reconocer que Dios está
más allá de nuestras medidas: justicia y salvación universal
nos parecen contradictorias. ¿Lo son para Abbá? (Cuando
fulmina a los ricos añade que para Dios todo es posible).
No sé cómo se puede compaginar la justicia con la
salvación universal, pero sí sé que creo en el Amor Todo-
poderoso. Y por eso, porque creo en Abbá, espero que en
el banquete final no ha de faltar nadie. ¿Cómo se arreglará
Dios para que esto no sea una injusticia? Pues quizá tenga
algo que ver con la conversión completa del corazón de
todos los hombres, los buenos y los malos.
Hay 2 parábolas significativas: La del Hijo Pródigo,
en la que el mayor (el bueno) protesta, y la de los
Viñadores, donde hacen lo mismo los que habían trabajado
de sol a sol. A todos ellos (que son los que han obrado
correctamente) cabría preguntarles si se consideran tan
buenos como para merecer el paraíso, o necesitan también
-como “los malos”- una conversión de su corazón.
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Pero volvamos a las citas evangélicas: ¿Dijo Jesús
estas cosas con esas palabras? ¿Las dijo como elementos
esenciales del mensaje o como metáforas? ¿Añadieron
estas frases los redactores, convencidos de que era eso lo
que quería decir Jesús?
Solo podemos sugerir dos buenas pistas para su
interpretación:
• Las citas del fuego y de la perdición eterna están todas en
relatos hiperbólicos, como para dar más fuerza dialéctica.
• La actuación de Jesús es, permanentemente, el interés
por la salvación de todos, adelantándose a ofrecer la salud
sin esperar al arrepentimiento.
Y esto despierta en nosotros la esperanza de que
«los elegidos» no sean unos pocos que se salvan de la
catástrofe general, sino en principio todos, porque sin eso
apenas podríamos creer en Abbá, y eso sí que no.
Lo peor que le puede pasar a una madre es que se
le muera un hijo. A las madres se les mueren los hijos
porque no tienen poder para retenerlos en la vida. Pero
creemos en Abbá, y a Abbá no se le mueren los hijos,
porque tiene poder para que esto no suceda “Nadie puede
arrancar nada de las manos de mi Padre” (Juan10,29).
Así llegamos a la misma conclusión de siempre: Se
nos invita a buscar menos cerebro y más corazón, menos
prepotencia y más humildad, menos metafísica y más amor.
En suma, menos certeza de conocimientos y más confianza
en Abbá..
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¿Juez o Padre?
Seguimos con el tema: Ante la escena de un Jesús
glorioso, que llama a los “benditos”, invitándolos a tomar
posesión de su Reino, mientras que rechaza a los
“malditos”, ¿cómo reaccionar?
¿Con el temor propio de quien se enfrenta a un juez
severo, de modo que, aunque en el fondo usted piensa que
tiene las de ganar, no respirará tranquilo hasta escuchar la
sentencia absolutoria?
¿O quizás recuerde las palabras de Jesús a
Nicodemo: Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al
mundo (todo), sino para que el mundo se salve por medio
de él (Juan 3,17)? ¿Tal vez recuerda también aquellas
otras: Al que escucha mis palabras y no las cumple yo no lo
juzgo: pues no he venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo
En definitiva, ¿cuál es la imagen más auténtica de
Dios: la de un juez implacable o la de papá?
La Revelación contenida en esas palabras es la que
llevó a Pablo a exclamar: Si Dios está de nuestra parte,
¿Quién estará en contra? El que no reservó a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros ¿cómo no nos
va a regalar todo lo demás con él? ¿Quién será fiscal de
los que Dios eligió? ¿Si Dios absuelve, quién condenará?
Repito aquí, porque viene al caso, a Juan Pablo II:
“Nuestra salvación es un acontecimiento colocado en la
encrucijada de dos misterios: el de la misericordia divina, in-
finitamente más grande que nuestros pecados, y el de la
libertad, que es un gran don pero también el gran riesgo del
ser humano”.
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La fe no es otra cosa sino la confianza del hijo que
sabe cómo es su Padre y se atreve a volver a la casa
paterna, aunque se reconoce pecador.
Pero, obviamente, confiar no es abusar. Supongamos
que usted es padre o madre y tiene un hijo que es una cala-
midad, pero que, cuando mete la pata, cae en la cuenta del
disparate que ha hecho y pide sinceramente perdón, aña-
diendo que nunca lo volverá a hacer. Estoy seguro que le
perdonará, aun sabiendo que probablemente recaerá.
Supongamos ahora que el hijo se haga esta reflexión:
“con papá y mamá da gusto; aunque haga una barbaridad
siempre me perdonan. Esto es una mina. Puedo hacer lo
que quiera. Lo único que necesito es soltar unas lágrimas
de cocodrilo y vuelta a empezar". Yo le pregunto: ¿en este
caso, puede usted perdonarle? Yo diría que no, y no porque
usted no desee con toda el alma hacerlo; sino porque la
actitud de su hijo, burlándose del sentimiento más sagrado
de la paternidad, que es el amor, impide que el perdón que
usted está dispuesto a concederle le llegue a él. Usted
sigue siendo padre o madre, pero él ha dejado de ser hijo.
Sólo cuando vuelva a serlo podrá recibir el perdón. Por eso,
y para evitar estos abusos, San Agustín nos alecciona:
”Maldito el que peca con esperanza de perdón”.
Pero aún en este caso, oímos a Isaías 49, l5: “¿Puede
una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo
de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara, yo no le
olvidaré”. Y ahora vuelve la esperanza y la alegría.
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El Portal de Belem
3 consideraciones a recordar:
1.- Nos llega una buena noticia por boca del ángel:
Hay luz, hay salvación para tantos males que nos
esclavizan: Tanto luchar a codazos por sobrevivir en la
competencia de cada día. Tanto soñar, tanto envidiar, tanto
trabajar, tanto temer la enfermedad o la muerte, tanto
querer vivir bien, tanto necesitar que me respeten y que me
quieran,…Sí, no tengáis miedo. No es más fuerte el dinero,
la injusticia, el odio, la violencia. No. Dios es más fuerte
que la noche y, aunque no lo parezca, el mundo es bueno y
está bien hecho.
2.- En Navidad celebramos la Encarnación del Hijo de
Dios, misterio que no nos cabe en la cabeza. Celebramos
que Dios decide hacerse como nosotros. Los hombres
luchamos por subir, por escalar, por trepar y llegar alto y
lejos. Animamos a los nuestros a sacar buenas notas, a ser
de los primeros, a estar arriba en la calificaciones porque
eso da opción para elegir lo mejor, para asegurarse un
puesto ¡y dinero! (que es lo que importa, aunque no lo
decimos tan claro)... Y Dios nos sorprende eligiendo a la
inversa: descender, hacerse semejante a los hombres,
acampar entre nosotros, ser pobre y predicar que la riqueza
es camino que dificulta la aceptación del Evangelio. Lo de
Dios es así: nos rompe esquemas y nos sumerge en los
misterio de su Amor.
3.- Y también celebramos la presencia de Dios entre
nosotros. No nos es, ahora, más difícil ni más fácil descubrir
a Dios en nuestro mundo, que lo fue a los pastores hace
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2000 años en Belén. Dios está a nuestro lado siempre,
aunque esté “oculto” con apariencias humanas, entre
“pañales humanos”. Tenemos que descubrir a Dios en la
vida de los hombres y mujeres de hoy, lo cual requiere
voluntad y esfuerzo, pues una mirada superficial puede
pasar por alto la presencia de Dios en el corazón de cada
persona, en el corazón de lo que acontece.
Que en el seno de cada familia huyamos del
consumismo galopante y busquemos mantener el
verdadero significado de la Navidad, reflejado en esta
sencilla “Carta”:
Carta de Jesús a los niños: Querido Miguel (o Natalia, o Juan, o Damián):
Nos estamos acercando otra vez a la fecha en que
celebran mi nacimiento. Siempre hacéis una gran fiesta en
mi honor y a mí me gusta que las familias se reúnan y lo
pasen bien y me alegra sobre todo que los niños se
diviertan; pero aún así, creo que la mayor parte no sabe
bien de qué se trata, que apenas sabe por qué motivo se
celebra mi cumpleaños.
Por ejemplo lo que sucedió, el año pasado, al llegar
el día de Navidad. Hicieron una gran fiesta, pero ¿Puedes
creer que ni siquiera me invitaron? ¡Imagínate! ¡Yo era el
invitado de honor! ¡Pues se olvidaron por completo de mí!
Aunque no me invitaron, se me ocurrió colarme sin
hacer ruido. Entré y me quedé en un rincón. ¿Te imaginas
que nadie advirtió mi presencia, ni se dieron cuenta de que
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yo estaba allí? Al final tuve que irme. Caminando por la
calle me sentí solitario y triste.
Te voy a hacer una pregunta: ¿A ti no te parecería
extraño que al llegar tu cumpleaños todos tus amigos
decidieran celebrarlo haciéndose regalos unos a otros y no
te dieran nada a ti? ¡Pues es lo que me pasa a mí cada
año!
¿Quieres saber lo que me gustaría que me
regalarais? muy sencillo: Que me dejarais entrar en
vuestro corazón y que me permitierais estar ahí para
ayudaros cada día en todas las dificultades, para que
podáis palpar el gran amor que siento por todos vosotros...
Porque, no sé si lo sabes, pero hace dos mil años
entregué mi vida para que tus pecados –y los de los
demás- no contaran, demostrando así el gran amor que os
tengo.
Llevo años tratando de entrar, pero hasta hoy no me
has dejado. En otro sitio escribí: “...mira, yo estoy llamando
a la puerta, si alguien oye mi voz y la abre, entraré en su
casa y cenaremos juntos”.
Solo quiero que confíes en mí, que me quieras y que
me abras la puerta de tu corazón.
Este es el mejor regalo que me puedes hacer.
Gracias. Tu amigo Jesús.
La vida oculta:
Es impresionante pensar que Él, siendo el Hijo de Dios
que se hizo hombre por nosotros, que vino al mundo a
salvarnos, que tenía una misión única y tan importantísima
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a realizar, viviera esos treinta largos años de vida oculta, de
anonimato. Su urgencia en el amor no le llevó a la prisa en
la acción y al activismo, sino que existió esa etapa que se
nos hace menos conocida porque los evangelios apenas
nos dicen que vivía sometido a sus padres, crecía en
sabiduría ante Dios y ante los hombres.
Pero no fueron 30 años perdidos en balde... Jesús
nos habla silenciosamente desde el anonimato de Nazaret
llenando de luz y de sentido nuestras vidas. A nosotros, que
corriendo a veces tras lo «importante» en nuestros temas,
olvidamos lo esencial: que las cosas pequeñas e insignifi-
cantes como son la escucha, el acompañamiento, el estar
al lado de quien nos necesite o las simples normas de
educación.... esas cosas tan banales, son a menudo las
que afectan inmediatamente a la raíz de la vida y las que
ponen ternura y luz en nuestras existencias. Las que atraen
a los que nos rodean.
Jesús empleó 30 años conviviendo con nosotros
para que comprendamos la importancia de estas normas de
buena convivencia, que a veces resultan duras.
Amad a vuestros enemigos
El amor a los enemigos es una de las exigencias más
radicales del Evangelio y un desafío cotidiano para los
cristianos que desean parecerse a su Maestro.
Sin embargo en nuestra sociedad, a la hora de abordar
el tema de la paz, rara vez escuchamos en boca de quienes
se consideran seguidores de Jesucristo, alusión alguna a
este mandato del Señor.
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Al contrario, sorprende oír peticiones como la
reimplantación de la pena de muerte o la cadena perpétua
nacidas no ya de una justicia extremosa, sino de un miedo
o de unos deseos de venganza, que son muchas veces
comprensibles por la magnitud del daño, pero que
deberíamos reconsiderar.
Sabido es que «el ojo por ojo y diente por diente» lo
único que consigue es aumentar el número de tuertos y
desdentados del mundo, cuando no el de cadáveres. Solo
alienta y acrecienta la violencia y siempre se acaba con
más lágrimas.
Jesús en el patíbulo, víctima de la suprema injusticia, se
adelanta a perdonar a sus verdugos, a los culpables de su
cruenta muerte. No espera a que se arrepientan, se
confiesen responsables del daño cometido e imploren
indulgencia. Y como El, a lo largo de la Historia millones
de cristianos martirizados, han pedido piedad a Dios para
quienes los perseguían, torturaban y asesinaban.
Es verdad que no hay verdadera paz sin justicia. Pero
no es menos cierto que sin perdón generoso, por encima
incluso de lo razonable, no es posible la reconciliación
duradera y definitiva. Ni la afrenta ni el daño sufrido se
olvidan, pero ya no duelen tanto.
Y, para entrenarnos en este difícil cambio de
mentalidad, empezar por estos 2 escalones más fáciles
1ª.- Despojémonos ya, ahora, de toda animosidad y de
todo revanchismo o venganza, frente al que nos ofenda en
las cosas leves, en los roces de nuestro dia a dia, cuando el
ofensor no pide disculpa porque, quizás, no se haya dado
102
cuenta de lo que ha hecho. El perdón otorgado de esta
manera, sana al que lo concede y al que lo recibe.
Beneficia a todos, ofensor y ofendido, y nos predispone a
perdonar en situaciones más difíciles.
2ª.- No repitamos como papagayos opiniones que son
dudosamente defendibles para un cristiano. Pensar primero
Parábola del granero
Esta parábola es muy sencilla: No se trata que si
tenemos una gran cosecha, la perdamos por no tener un
granero adecuado, ni que Dios quiera aguar la fiesta al
afortunado cosechero. Se trata de que no tenemos que
poner el corazón en ese granero repleto. Cada cosa en su
sitio.
En cualquier momento nos podemos ir al otro barrio,
y todo lo demás, por muy importante que nos parezca y por
mucha seguridad que parezca que nos da, todo lo demás
cuenta menos que tener el pasaporte en regla, por si acaso.
Y una de las conclusiones razonables es no querer más a
la cosecha que al Dios que nos la ha dado.
No queremos pensar en ello, pero lo cierto es que
“el Dios que te concede la mañana, no te promete la tarde”.
Los últimos y los primeros
Yo supongo que “últimos” serán los que menos han
recibido, todos aquellos a los que no se les puede pedir
casi nada, porque no han recibido casi nada. Creo también
que los que menos han recibido son los que no han
conocido a Jesús, toda la multitud inmensa de hijos de Dios
103
que han tenido que caminar por la vida sin la luz de la fe.
Estoy convencido de que un solo paso correcto de
cualquiera de ellos es más apreciado que cientos de
kilómetros míos.
Entonces empiezo a preocuparme. Me veo a mí, que
tengo cultura, representado en los sabios doctores, tan
llenos de bienes y de virtudes.
Y revisando el evangelio entero, descubro a un Jesús
empeñado constantemente en hacerme desistir de mi
veneración a “los primeros”. Veo al hijo del carpintero que
elige como discípulos a doce aldeanos sin cualificación, el
que dirige su enseñanza a la gente normal, el que no habla
con difíciles discursos teológicos sino con parábolas toma-
das de la vida corriente, el que en sus historias pone de
“buenos” a los samaritanos, las prostitutas y los publicanos,
y de “malos” a los doctores, los fariseos y los sacerdotes.
Y me pongo a imaginar la gran caravana de los santos
cuando, terminado el Juicio Universal, formemos la
estupenda procesión final hacia el Reino definitivo:
Al frente Jesús, el Primogénito; inmediatamente
después, la muchedumbre de los que no le conocieron en
esta vida y sufrieron todas las calamidades y
crueldades...Luego, todos los que lucharon por la justicia,
los que sufrieron por los demás, los que empeñaron su vida
—y quizá la perdieron— en la lucha por un mundo más
humano. Luego muchos, muchos más (mi esperanza me
empuja a desear que nadie faltará).
Y entre los últimos, por la bondad de mi Padre,
también yo, que soy en esta vida primero en alimentos,
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primero en consumo, primero en tecnología, primero en
cultura, primero en conocimiento de Jesús. Porque también
para mí habrá un sitio allá, donde se hará justicia a los
últimos, porque también para mí hay un sitio en el corazón
salvador de Dios. Eso espero.
Juicio Universal:
Jesús no está diciendo cómo acabará la humanidad,
ni dónde se reunirán todos los humanos ante el trono de
Dios. Jesús ha tomado elementos de las creencias
habituales del pueblo de Israel, que se imaginaban el final
de los tiempos como una gran concentración en el Valle de
Josafat. Pero, como siempre, introduce algunos cambios en
lo que Israel pensaba.
Empieza por dar un vuelco a la idea de bueno y malo.
Bueno es el que ayuda a los demás; malo, el que no les
ayuda. Puede ser que los buenos hayan conocido a Dios o
no le hayan conocido; puede ser que los malos hayan
conocido a Dios o no. Da igual. ¿Han ayudado?, a mi
derecha. ¿No hay ayudado?, a mi izquierda.
Y nosotros, despistados por tanto progreso, dormidos
en nuestro propio bienestar, quizás oigamos, aturdidos,
algo así como. “¿Es que no tenías tele? ¿Es que no te
enteraste de la miseria del Tercer Mundo? ¿Ni de los niños
prostituidos? ¿Ni de que tu vecino estaba en paro o de que
aquel pariente tuyo no podía sacar adelante a sus hijos?
Has sido egoísta y comodón, como el siervo que recibió un
talento y se limitó a enterrarlo, sin trabajar con él para
poder devolverlo con creces.
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El que le ayuda, es de Dios. El que no, no
Y es aquí donde entendemos que lo de Jesús es algo
que no se parece a ninguna de las que llamamos religiones,
que son un conjunto de creencias dogmáticas, unos ritos,
unos preceptos...
Porque su mensaje se resume en dos principios:
*No hay más Dios que el Padre, el que se ve -y tal
como se ve- en el Jesús del Evangelio.
*No hay otra manera de servirle que sirviendo a sus
hijos que andan aún por este mundo.
Todos los santos
Resumiendo, llamamos santos a los que se han
tomado en serio el Reino, como se lo tomó Jesús. A los
que han peleado toda su vida para que se cumpla la
voluntad de Dios, es decir, que todas las personas sepan
que son sus hijos y vivan como tales. Y hay muchos de
esos -la mayor parte desconocidos- que ni ellos mismos
se darán cuenta de que los demás los tenemos por
santos. Empiece usted a recordar personas que están o
han estado en su vida y han sido siempre positivos,
serviciales, sacrificados, sinceros, sencillos, dignos de
confianza... Hay muchos santos en nuestra vida, muchos
más de los que suponemos.
Una cosa interesante que solemos olvidar, es que los
santos son pecadores, es decir, como todos. Santo no es
sinónimo de perfecto. De muchos santos canonizados nos
constan sus defectos, sus caídas, sus errores. Y es que
106
no nos elige Dios porque somos perfectos, sino porque...
con todos nuestros defectos le servimos. Los santos se
esforzaron en responder al cariño del Padre, procurando
con toda el alma servir bien, ser cada vez más útiles. Y
solo esto es lo que debemos ver e imitar en ellos.
Otra cosa más interesante aún: nosotros
canonizamos a los que nos parecen santos de entre
nosotros, cristianos bautizados de la Iglesia Católica. Pero
hay muchísimos más. El último domingo de este mes, en
la fiesta de Cristo Rey, leeremos un evangelio maravilloso
en el que se nos dice ni más ni menos en qué consiste el
juicio de Dios, quiénes son de los suyos y quiénes no. Son
de los suyos los que vieron una necesidad y echaron una
mano, como el buen samaritano de la parábola. No son de
los suyos los que vieron una necesidad y dieron un rodeo,
como el sacerdote y el levita.
Así que el sacerdote y el levita, lo mejor de lo mejor
en el pueblo judío, no eran de los suyos, mientras que el
samaritano, extranjero y hereje, sí lo era.
Al comprender esto se nos abre aún más el
horizonte. Innumerables personas de buen corazón que
han echado una mano a sus hijos, a sus maridos y muje-
res, a sus padres, a sus vecinos… son “de los suyos”.
Ahora vemos la tierra entera y toda su historia llena de
santos, de gente que ha hecho la voluntad de Dios sin
saberlo, porque no nos hace santos el mero hecho de
pertenecer a la Iglesia, sino el ayudar a las demás
personas. Así es como surge el elogio:
“Venid, benditos, porque a mí me lo hicisteis”.
107
Los viñadores
A usted y a muchas personas se les ha atragantado
siempre esta parábola. Hay dos parábolas de Jesús que
suelen atragantarse: la del administrador infiel, porque
algunos piensan que Jesús está recomendando que
hagamos trampas, y ésta, la de los viñadores de la última
hora, porque el comportamiento del dueño de la viña nos
parece evidentemente injusto. ¿Cómo puede estar bien que
se pague lo mismo a los que han aguantado todo el día en
la viña, sudando y agotándose, que a los que llegaron al
caer el sol y casi ni rompieron a sudar? ¿Qué clase de
justicia tiene Jesús en la cabeza?
La historia, que empezó siendo normal, se iba volvien-
do cada vez menos creíble. No es normal que un amo esté
todo el día mandando obreros a la viña, la gente empezaría
a sorprenderse... pero luego, a la hora de pagar, ¡resulta
que a todos les paga lo mismo! Y ahora sí que la gente se
identifica mucho con los que trabajaron todo el día y
protestaron. Y no les convencería nada la explicación del
amo: “Quedé contigo en un denario, ¿no?... pues ahí lo
tienes. Si quiero darle a este otro un denario, a ti no te hago
injusticia: ¿vas a ser tú envidioso porque yo soy genero-
so?”. Ni los trabajadores de la primera hora, ni la gente que
escuchó a Jesús, ni usted están muy de acuerdo con esta
solución....
Y esto es lo que quería Jesús, exactamente esto: que
la gente se sorprendiera, que usted se sorprenda. Jesús no
está diciendo que esta actuación es justa, no; Jesús sabe
108
muy bien lo importante de ser justo en la retribución del
trabajo. Él mismo ha sido un trabajador manual,
posiblemente también a sueldo. Sabe que la hermandad de
los trabajadores se funda en la justicia, en que el vago no
cobre, en que el que trabaje más cobre más... Jesús no es
un ingenuo, sabe de qué habla; Jesús sabe que el dueño
de la viña no ha actuado justamente. Pero quiere
sorprendernos para que entendamos algo más importante
aún:
Jesús no está hablando de los oficios, de los sueldos,
de los obreros. Jesús está hablando de Dios, y de cómo es
el Reino de Dios. En los oficios, en el trabajo, en los
sueldos, la justicia es muy importante. Pero Dios es más,
mucho más que justo: Es como el padre del hijo pródigo,
que no hizo justicia, no exigió restitución, no actuó
sensatamente; se volvió loco de alegría porque había
recuperado al hijo que ya daba por muerto.
Y es que una cosa es tener razón y otra tener
corazón; Lo primero es importante y buenísimo. Ya lo
sabemos. Pero lo malo es no tener corazón y ese sí puede
ser nuestro problema.
Jesús nos habla claramente de un Reino en el que
impera la misericordia, que es infinitamente superior a la
justicia, y donde sí hay corazón. Si no, ¿cómo podríamos
llamar Abba, papá, a Dios?
Fariseos y Publicanos.
Un fariseo es, por definición, un santo. Bien instruido
en la Ley, exacto cumplidor de todos los preceptos. Va más
109
allá de lo mandado: si hay que ayunar una vez por semana,
él ayuna dos veces. Si hay que pagar diezmos por las
cosas grandes, él paga también por las pequeñas. Es un
santo, y lo sabe. Es normal que dé gracias por todo eso.
Un publicano es, por definición, un pecador. Está
vendido al poder, vive de exprimir al pueblo para sacar
muchas ganancias del cobro de impuestos. No pocas veces
(casi siempre, diríamos) exige a la gente más de lo justo, y
se queda con el resto. Es un pecador y lo sabe. Es normal
que, si sube al Templo, se quede en la última fila y no
pueda hacer otra cosa que darse golpes de pecho.
Todo esto es normal. Es Jesús el que no es normal.
No es normal mirar con buenos ojos al pecador público y
mostrar poco aprecio por el que es “bueno”. No es normal,
pero es habitual en Jesús. Reprendió públicamente a los
fariseos muchas veces, incluso cuando estaba invitado a
comer en casa de uno de ellos. Los comparó con aquellos
ciegos que no ven porque se niegan a ver. Hasta los insultó
llamándoles raza de víboras y sepulcros blanqueados. Por
el contrario, eligió a un publicano para discípulo íntimo,
como uno de “los Doce”. No tuvo reparo en invitarse a casa
del jefe de los publicanos de Jericó, Zaqueo, y, para colmo
de escándalos, soltó un día aquella frase tremenda: “las
prostitutas y los publicanos os llevan ventaja en el Reino de
Dios” frase que produjo enorme escándalo y aún hoy
suscita nuestras dudas.
Pero Jesús sabe muy bien lo que dice, porque conoce
el corazón humano mejor que nadie. Jesús sabe que el fari-
seo nació en una familia piadosa, mamó la Ley y las
110
buenas costumbres, es hereditariamente religioso... Jesús
sabe que el fariseo ha recibido muchísimo de Dios. Jesús
sabe también que el publicano no tiene salida: no puede
dejar su mala profesión, está rechazado por todos... Jesús
sabe que el publicano ha recibido muy poco, está
acorralado por sus pecados.
Y, pensando pensando, Jesús se pregunta qué
mérito tiene el fariseo de ser tan bueno, y qué culpa tiene el
publicano de ser tan malo.
Y se da cuenta de que no es cuestión de méritos y
culpas. Mirando siempre Jesús el fondo del corazón, ve que
el fariseo está satisfecho, y el publicano angustiado. El
fariseo está satisfecho sin razón, y el publicano está
justamente angustiado. Y precisamente por esto, el
publicano está más cerca del Reino: lo del publicano tiene
remedio; lo del fariseo, no.
El error del fariseo es pensar que “sus virtudes” son
méritos propios y espera ser premiado por ellas. Y no es
así. El fariseo es “bueno” porque Dios le ha dado mucho:
sus virtudes se apuntan en la columna del debe, no del
haber. Ha recibido mucho y se espera mucho de él. Se le
aplica muy bien la parábola de los talentos: ha recibido tres,
cinco, diez, talentos: Está contentísimo, cuando debería
estar preocupado por lo que se espera de él.
El error del publicano es que piensa que no tiene
salida. Se cree culpable. Pero Jesús sabe que, más que
culpable, es víctima, es esclavo. Jesús sabe que hay
solución, que reconocerse pecador es un buen punto de
arranque para encontrar a Dios, para entrar en el Reino.
111
Por eso acudían a Jesús los enfermos, los
pecadores; porque no los condenaba como culpables sino
que los trataba como a enfermos, necesitados de ayuda,
porque les daba solución para sus males.
Las palabras —y los hechos— de Jesús no se aplican
sólo a su tiempo. Son como modelos de la humanidad
entera. Usted y yo, mirando a lo más íntimo de nuestra
alma, encontramos allí a un fariseo. Estamos agradecidos a
Dios porque somos buenos, porque conocemos a Dios,
porque vamos a misa, porque ni mentimos ni robamos,
porque damos al que lo necesita. Pensamos que todo eso
son nuestros méritos: como el fariseo.
Sería muy importante que, mirando en ese fondo
último de nuestra alma, descubriéramos en él también un
publicano, una persona angustiada por sus pecados, por
sus irremediables pecados que son más fuertes que
nosotros mismos, especialmente el más sutil de todos:
creernos justos ante Dios, creer que tenemos más méritos
que otros, cuando lo que necesitamos es una pasada de
“Conversión”, término muy actual pero algo incómodo.
Si en el fondo de nuestra alma hay un publicano,
podemos acudir a Jesús. El tiene remedio para eso. Si en el
fondo de nuestra alma sólo hay un fariseo, lo tenemos
difícil. Los pecadores encontraron en Jesús su solución.
Los justos, no. (No quisieron “convertirse”).
Y así Jesús, una vez más, lo pone todo al revés, es
decir, en su sitio: me preocupan mis pecados, desde luego,
porque me aprisionan, porque no me dejan ser yo, porque
me estropean y estropean mi mundo... Pero cuento con
112
Dios para curarme de ellos, sé que Dios conoce mi barro,
sé que es mi aliado en la guerra que tengo contra mis
propios males. Sin embargo, lo que me preocupa de verdad
son mis cualidades, mis potencias, mi fe, porque eso me lo
ha regalado Dios para algo, eso es lo que Dios ha invertido
en mí, y de eso me pedirá cuentas.
Y otra consideración: cuando Jesús está hablando de
que “os llevan la delantera”, o que “son antes que
vosotros”, nos dice que también nosotros, los fariseos y
“justos” del mundo entero, recibiremos la mirada compasiva
de nuestro Abbá.. Eso espero.
Pero antes que nosotros los que menos recibieron,
los que le necesitaron más.
El Sermón de la Montaña (5 Comentarios sobre “la riqueza”)
“1”.- En su sermón programático, comienza Jesús por
llamar dichosos, contra la estimación general, a los pobres,
y pobres materiales según el Evangelio de Lucas que quita
toda ambigüedad posible al término “pobres” al
contraponerlo al de “ricos”: “Pero ¡ay de vosotros, los ricos,
porque ya tenéis vuestro consuelo!” (Lucas 6, 20.25). Los
pobres son dichosos porque de ellos es el Reino de Dios.
¿Cómo reaccionarían, al enterarse de este absurdo
mensaje, las clases superiores: La acaudalada aristocracia
sacerdotal (saduceos) a base de los diezmos y de las tasas
del Templo; la nobleza laica (“los ancianos”), grandes
terratenientes; los “herodianos” (beneficiados con los
impuestos); los prestamistas, etc.?
113
Sin embargo, además de que no hay nada
automático, y menos mágico, en las exigencias y promesas
de Jesús de Nazaret (las simples realidades materiales,
pobreza o riqueza, no constituyen por sí actos humanos),
cuando Jesús promete a los pobres el Reino de Dios no
convierte a éste en el Reino “de los pobres”. El Reino se-
guirá siendo de Dios, ése es su carácter inmutable, aunque
estén más cerca de formar parte de él, los pobres que los
ricos.
Jesús no sacraliza la miseria, como si fuera el nuevo e
insospechado talismán que por su fuerza oculta acerca a
Dios y santifica sin más al pobre. Jesús, en la sociedad de
su tiempo y dada su profesión de carpintero, no fue lo que
se entendía por “pobre”, aunque en alguna ocasión haya
vivido como tal. Lo mismo se puede afirmar de sus más
próximos seguidores, los doce, las mujeres que le acom-
pañan, sus amigos, etc.
Como hombre realista y conocedor del corazón
humano, Jesús debió de experimentar que, si la pobreza
puede en ocasiones acercar a Dios, en no pocos casos es
motivo o excusa para negar su existencia o alejarse de El,
unas veces por un afán de adquirir los bienes necesarios,
pero otras por acrecentarlos insaciablemente.
De semejante manera, las riquezas por si mismas no
son un obstáculo para entrar en el Reino de Dios. No
obstante, dada la condición humana y abiertos los ojos a la
realidad, Jesús no disimula la dificultad extrema de éstos
para aceptar el Reino de Dios o hacerse miembros de él. Al
ver cómo se aleja contrariado aquel joven, buen israelita
114
pero muy rico, un dejo de tristeza amarga sus duras
palabras:
“Qué difícil es que un rico entre en el Reino de los
cielos! Más que para un camello pasar por el ojo de un
aguja”
A nosotros, los que tenemos un cierto nivel
económico y queremos seguir a Jesús, estas frases nos
han producido siempre un escalofrío.
Luego Jesús recalca la dificultad, y remite su solución
a la ayuda de Dios: “Para los hombres es imposible, pero
no para Dios, porque para Dios todo es posible”. El
contexto y el estilo oriental dan a entender que el milagro
consistiría en que el rico se desprendiera de sus riquezas o
de su apego a las mismas, constituidas en valor supremo,
porque ahí está su corazón, y no se puede servir a la vez a
Dios y al dinero.
“2”.- El Evangelio de hoy, es verdaderamente difícil. Ya lo
manifestaron los discípulos que, como dice el texto, “se
quedaron espantados”. Este espanto es lógico:
Para la religiosidad judía, había una fuerte tradición
según la cual la riqueza era un signo del favor de Dios. Los
grandes patriarcas del Antiguo Testamento eran hombres
ricos y el salmo 34 dice que “los que buscan al Señor no
carecen de nada”. Pero esta tradición que relaciona la
riqueza con el favor de Dios no es la única en la Biblia, y ya
Amós había criticado duramente a aquellos que añaden
posesión a posesión...
115
Jesús se distancia de esa tradición: el Hijo del hombre
vivió durante 3 años de la hospitalidad de otros. En sus
“malaventuranzas” exclamará: “Ay de vosotros los ricos,
porque ya habéis recibido vuestro consuelo”. Es una línea
que se continúa con su afirmación de que no se puede
servir a Dios y al dinero, con la parábola del Epulón y el
pobre Lázaro, con la del que almacenaba su cosecha en los
graneros, Etc... Y, sin embargo, tampoco ésta es la única
tradición de Jesús: no pide a Lázaro y sus hermanas –sus
amigos- que renuncien a sus bienes, así como tampoco lo
hace con José de Arimatea y Nicodemo; Zaqueo dio a los
pobres la mitad de su hacienda... pero se quedó con la otra
mitad.
La doctrina de Jesús sobre la riqueza es compleja: en
el tema de la riqueza está el Jesús radical y el Jesús
moderado. Está el Jesús para el que la riqueza está
totalmente vinculada con el mal, y el que aconseja un uso
prudente de las posesiones para ayudar a los menos
afortunados. Está el Jesús que dice a algunos que den todo
y el que aconseja a otros compartir lo que tienen. Está el
Jesús que subraya cuán egoísta e impío puede ser el rico y
el que experimenta cuán generosos y temerosos de Dios
pueden ser los que lo usan para el bien. Hay una tensión,
como en otros temas, entre el Jesús radical y el moderado.
¿Qué nos puede decir todo esto a nuestras vidas?
Por una parte, Jesús radical nos debe interpelar
siempre. Para un cristiano, nada, absolutamente nada,
debería estar por encima de Cristo, por encima de su dere-
cho a dominar en su corazón. Y, como decía San Ignacio
116
en el mismo inicio de los Ejercicios, “ni mi riqueza, ni mi
salud, ni mi ciencia, ni mi poder ni siquiera mis seres más
queridos o cualesquiera cosa que yo poseo...”. Siempre
existe el peligro de que lo que es mío, pueda convertirse en
el centro de mi vida. Cuando sucede esto, Cristo pasa a
ocupar el segundo lugar; no escuchamos su mandato o su
invitación a dar todo o sólo la mitad. El Jesús radical nos
plantea siempre la pregunta: “¿Qué es lo que gobierna mi
vida... el reino de Dios o mis cosas, mis negocios?”
Por otra parte, el Jesús moderado me dice que todo
lo que poseo es don de Dios y contiene espléndidas
potencialidades cristianas. Porque todo lo que es don de
Dios no está para encerrarlo en nosotros mismos, sino para
acercarnos a los demás. Y no importa cuáles sean nuestros
dones: millones o el pequeño óbolo de la viuda del
Evangelio. Porque Jesús puede decir a alguien: da todo lo
que tienes y sígueme, y a otros: comparte lo que posees,
úsalo para tus hermanos; emplea tu poder para la paz, tu
sabiduría para reconciliar, tu conocimiento para abrir
horizontes, tu misma debilidad para dar fortaleza, tus dotes
artísticas para mejorar o alegrar el mundo, etc.
. La forma de compaginar estas aparentes
incoherencias es aceptar el valor social del dinero, que solo
será una bendición si lo consideramos un adorno –la
guinda- del gran cúmulo de dones recibidos, y lo
administramos con generosidad dando hasta que nos
duela y dando con alegría, sin pensar si será bien
empleado o no. (Es el “Dejaos engañar por los pobres” de
S. Juan de Ribera).
117
Dios siempre nos ganará en generosidad, y …
“por cada cosa que demos, El nos dará dos”.
Frank Sinatra nos lo demuestra: Era un cantante
divertido y vividor, nada destacado por su religiosidad, pero
daba siempre mucho dinero a organizaciones caritativas. Y
él decía: “No sé por qué, pero todas las mañanas Dios
parece arrojarme dinero. ¡Todo lo que hago es intentar
devolvérselo! Y me ha funcionado durante años”.
Sin proponérselo vino a confirmar lo que ya decía el
Profeta Malaquías, cuando Dios pide a los israelitas que
aporten el diezmo de sus ganancias (ya quería implantar el
“Impuesto sobre la Renta”), y les añade “Haced la prueba
conmigo… y veréis como os abro las compuertas del cielo,
y derrocho sobre vosotros bendiciones sin cuento”. Es muy
claro: “Haced la prueba…” ¿Qué estamos esperando?
No es fácil aceptar que todo es solamente don de
Dios, y que tenemos que estar atentos para escuchar sus
contínuos avisos. Y además siempre pidiéndole que no nos
deje caer en la tentación de la avaricia, porque la riqueza
nos arrastra al apego al dinero, radicalmente incompatible
con la libertad necesaria para seguir a Jesús.
Jesús dice –para darnos ánimo- que este desprendi-
miento es muy difícil para nosotros, pero no para Dios. Él
es el que riega todos los dias la semilla que ha plantado en
nosotros y se encarga de que la planta crezca. Es el amor
todopoderoso. Pero no nos confiemos, la paciencia de los
jardineros tiene un límite.
118
“3”.- Jesús no nos dejó ninguna fórmula universal, ni
científica ni humana, para resolver el problema latente, pero
condenó una distribución de los bienes tan desigual como
injusta. El Cristo del Evangelio defiende a los pobres
Todos sabemos que si fuéramos generosos, habría
para todos y no existiría ese 80 por ciento de personas que
viven por debajo de lo mínima imprescindible. Y también
que el dueño de todos los bienes de la Tierra es Dios. Las
personas somos administradores. Dios quiere que todos
tengan lo necesario para vivir. Sin embargo, ahí tenemos lo
mucho que nos sobra a pocos y lo mucho que les falta a
muchos.
Juan Pablo II decía:
”Sed sencillos, porque la sencillez ya es caridad”.
Seguro que con menos diversiones, ataduras y gastos
podríamos ser más libres y más felices.
(Si solo por estética somos capaces de hacer
dietas,¿Por qué no hacemos un “Dia del Ayuno Voluntario”?
Podríamos juntar este y otros pequeños ahorros en una
“hucha para la solidaridad”, que da un interés del 100x1.
Recordemos que haciendo más pobre nuestra mesa –que
no cambiando pollo por gambas- aprendemos a superar el
egoísmo y a vivir en la órbita del don y del amor).
Y sigue : “Mientras haya pobres y miserias, el cristia-
no que tenga un corazón compasivo hacia los necesitados,
debe conformarse con una vida digna pero sin lujos”.
119
“4”.- (Prepárate para temblar)
¿Cómo te puedo llamar Padre, si mis hermanos se
mueren de hambre?
Me lo pregunto, y apenas sé cómo responder. No
puedo aducir ignorancia. Los hambrientos están en
nuestras salas de estar, en la televisión. Queramos o no, no
podemos cerrar los ojos a las patéticas escenas de niños
esqueléticos con madres de fláccidos senos, que se han
convertido ya en parte de nuestra sociedad de consumo.
Señor, sé que los que se mueren de hambre no son
unos pocos infelices; son millones y millones de hombres,
mujeres y niños... Es una escena horrible, es el gigantesco
desarrollo, a escala mundial, de la parábola bíblica del rico
Epulón y del pobre Lázaro...
Frente a esta enorme muchedumbre, palidecen
todos nuestros problemas... Se resquebrajan nuestras
certidumbres cristianas y nuestros valores «civilizados»...
¿Por qué? ¿Hay culpables de esta injusticia? ¿De esta
desigualdad? ¿De este dolor tan grande? Es un crimen, un
montón de crímenes... ¿Quiénes son los culpables? ¿La
sequía? ¿Las estructuras y los mecanismos financieros?
¿Los títeres políticos? ¿Nuestra indiferencia? ¿Mi
egoísmo?
Unos más, otros menos, un poco todos... Unas veces
queriendo, otras sin querer, unas veces sabiendo, otras sin
saber, unas veces viendo, otras sin ver...
120
La realidad es que ellos son demasiado pobres, y
nosotros, demasiado ricos... Que ellos no saben qué comer,
y nosotros no sabemos cómo adelgazar... Y Lázaro está en
nuestro portal, en nuestra sala de estar, cubierto de llagas,
esperando unas migajas.
Querido amigo: No se trata de derramar una lágrima,
lo cual es demasiado fácil……se trata de no ser egoísta, de
no aceptar ya ser felices solos,
- Porque no somos cristianos si aceptamos vivir con
caprichos, mientras muchos lo pasan muy mal.
- Porque no somos cristianos, si llamamos a Dios Padre,
pero regateamos el pan al hermano.
“5”.- La tragedia de la pobreza, y de una pobreza
extrema, es tal que contínuamente se presentan al
evangelizador las tremendas preguntas:
¿Cómo anunciar el Evangelio como un mensaje de
vida, en una situación que lleva el sello de la muerte?
¿Cómo hablar de Dios a un pueblo que muere de miseria?
¿Cómo agradecer a Dios el don de la vida desde un
realidad marcada por la muerte? ¿Cómo decir a un pobre
que vive abocado a una muerte prematura: “Dios te ama”, o
más todavía: “Dios te ama preferentemente”?
El misionero no es un experto en agricultura o en
edificación, pero aunque lo que se le pide es que hable de
Dios y levante su espíritu, debe buscar por todos los
medios la ayuda para salir de esa miseria (como el
mallorquín Fray Junípero Serra, que en su éxodo a tierras
121
de California solo se llevó un Crucifijo y un arado, y acabó
fundando casi todos los pueblos de por allí).
Más sobre las Bienaventuranzas
Jesús se atreve a hablar de bienaventuranza, de
felicidad. Y le escuchamos quizá con cierto recelo porque
no creemos que se pueda ser feliz así, y porque miramos la
vida de Jesús, una vida pobre, un andar por los caminos
siempre bajo sospecha, desprestigiado y humillado, y una
muerte horrible. No nos apetece decir de él: «éste sí que
fue feliz”.
Pero ¿Lo fue? Pues… “Depende”, diría un gallego.
Nuestra sociedad está organizada como un ciclo
basado en las festividades de la Iglesia. Situémonos por
ejemplo en el mes de Enero:
Ya se fue la Navidad. Tuvimos cuatro semanas de
Adviento para prepararla y probablemente las perdimos.
Celebramos la Navidad con cigalas y turrones, pero segura-
mente no hicimos más oración ni compartimos lo nuestro
con otros más que otras veces. Se fue la oportunidad de
mejorar. Se diría que montamos un alegre guateque en vez
de ascender poco a poco hacia la cumbre.
Y entramos en Cuaresma. Con nuestra estupidez
habitual, la convertimos en tiempo de colores morados y en
cánticos que le piden a Dios «no estés eternamente enoja-
do» y demencias semejantes. Pues no vale para nada,
porque ni el Padre está enojado ni hay por qué vestirse de
luto. Esto es accesorio. Hay que aprovechar la ocasión para
122
leer el Evangelio, orar con él, dejarse impactar por Jesús,
cambiar un poco a mejor, desprenderse de lo que nos
limita, liberarse, acercarse a los que necesitan algo de mí,
comprometerse un poco más, perdonar y pedir perdón.
Todo un programa de ascenso en nuestra montaña.
Viene luego la Pascua, la fiesta de las fiestas, el
mensaje de los mensajes: Que la Resurrección de Jesús es
nuestra garantía. Es otra oportunidad que quizá volvamos
a desperdiciar pensando en “la Mona de Pascua” (o sea, en
si vamos a ir esquiar o si será mejor ir a la playa; y poco
más). Y pasará el tiempo y el mensaje.
Acabamos así el año, parecido al anterior y al
siguiente.
Tanto si nos aprovechamos de todas estas
ocasiones como si no, nuestro Padre nos seguirá
esperando hasta que se nos acabe nuestro viaje, y quizá
entonces sí podamos responder a la pegunta de si Jesús
fue feliz: Si lo que importa es llegar a la cumbre, Jesús lo
fue por completo. Pudo decir “Consumatum est”, que quiere
decir “Misión cumplida” y, dentro de sus dolores, pudo estar
contento por haber resistido hasta su última tentación, la de
enviarnos a todos nosotros a paseo.
Cuando visitamos el Castillo de Javier, el guía nos
hizo notar la llamativa e impactante cara de felicidad que
tenía un Cristo antiquísimo que se venera en su capilla y
cuya expresión comprendemos ahora perfectamente (los
que sois esquiadores tendréis ocasión de ver otro Cristo de
la misma escuela románica, en la Iglesia de Artíes). Allí
123
vemos que Jesús sí fue feliz, había acabado su camino
habiendo hecho bien su deber, y estaba satisfecho.
Pero ¿Sus ocho Bienaventuranzas, son el camino
adecuado para conseguir nosotros nuestra felicidad?
Pues ya no digo “depende” sino “sin duda”.
Jesús nos da este amplio programa porque no
conoce ricos que no se mueran y acaben perdiéndolo todo.
Ni ricos que no necesiten cada vez más, ni ricos que
compren cariño con su dinero. En suma, que “los ricos
también lloran”.
Jesús antepone el corazón a la ley, y ofrece una
forma nueva de vivir, no basada en acumular sino en un
amor solidario que ayude a vivir en paz, con alegría interior,
y a sobrellevar mejor los problemas de nuestro camino.
Sí, sin duda estas Bienaventuranzas son el camino
adecuado para ser felices aquí, y para tener un final feliz.
Nos propone un cambio radical en la forma de entender y
vivir nuestra vida.
Ayuda solidaria
Relacionada con la riqueza está la virtud de
compartir: «Que cada uno ponga al servicio de los demás
los dones que haya recibido, como buenos administradores
de las diversas gracias de Dios».
La variedad de dones es inmensa. Cada uno tiene el
suyo y, por tanto, tiene su función específica en la
comunidad.
124
¿Tu tienes algún título? ¿No has pensado nunca en
poner a disposición de los demás algunas horas a la
semana para enseñar al que no sabe, o al que no tiene
medios para estudiar? ¿Sabes Inglés, o te gustaría enseñar
el castellano elemental a los inmigrantes?
¿Tienes cualidades especiales para consolar?
¿O, tal vez, para llevar una casa, para cocinar, para las
manualidades o para confeccionar con poca cosa ropa útil?
Mira a tu alrededor para ver quien tiene necesidad
de ti, y hacia tu interior, para ver si tienes algo de tiempo
libre que podrías llenar ayudando.
El que ayuda recibe más de lo que da (eso es lo que
se dice, y probar no cuesta nada).
Defensa del “pobre de espíritu”
Los pobres de espíritu tienen el corazón sencillo.
Desprendidos de sí mismos, gozan de una gran
libertad sin ataduras ni esclavitudes. No contabilizan el bien
que hacen, dejan el juicio de su vida al Padre que ve en lo
oculto. Y saben que todo es pura gracia de Dios, que llega
a lo que su esfuerzo no alcanza. Ese reconocimiento de su
pobreza, de su necesidad de Dios, es la raíz misma de su
gozo.
Tratan de no dejarse vencer por los problemas. No
codician ni el tener, ni el poder, ni los primeros puestos. Y
es que no buscan su seguridad en los bienes.
Por eso los pobres de espíritu no sólo creen en Dios,
sino creen a Dios: “No andéis preocupados, porque vuestro
Padre os ama y quiere daros el Reino”.
125
Los pobres de espíritu no viven en una infantil ingenui-
dad, ni esperando un maná que les ahorre los esfuerzos de
la lucha por la vida. La Providencia de Dios, en la que se
confían, no les suprime la carga, pero les sostiene para
llevarla. No olvidan aquello de “A Dios rogando, y con el
mazo dando”, pero experimentan en su corazón, desde la
fe, que el Reino de Dios ya está empezando en ellos. Por
eso gozan de una extraña paz que el mundo no puede dar.
Son también limitados e imperfectos, y su debilidad
les hace pecadores, muy pecadores. Quizás más cobardes
y más tibios que otros. Pero confían en Dios. Dudar de la
misericordia de Dios sería para ellos el peor de los males:
“Todo el mal que has hecho es nada en comparación con el
que haces faltando a la confianza en Dios” (Claudio La
Colombière). Su pecado mismo les reafirma en el amor de
Dios. Y su vida es un contínuo padrenuestro.
(No lo olvidemos: Dudar de la misericordia de Dios, es
lo peor que puede ocurrir a un cristiano).
A César lo que es de César:
Los negocios son los negocios. Doy el dos por ciento
a Cáritas y ya no me preocupo de los problemas de nadie,
ya están justificados mis otros gastos, aunque viva como un
príncipe, porque ya he dado a Dios lo que es de Dios.
Media hora a la semana para Dios y el resto para mí.
Dios está en el Templo. Hay espacios sagrados y profanos,
hay tiempos sagrados y profanos...
126
Pero... ¡todo es de Dios!. Lo del César también es de
Dios, a Dios hay que dárselo todo. “Todo es vuestro,
disponed de todo a vuestra voluntad”... ¿En qué
quedamos?
Es posible que este domingo alguien diga que lo del
tributo al César nos enseña la obligación de someternos a
los poderes civiles, o que hay que distinguir entre lo
sagrado y lo profano... Pero ¿fue realmente ése el
pensamiento y la práctica de Jesús?
Lo que cuenta el evangelio de este domingo es muy
claro. A Jesús le han puesto una trampa que consiste en
que intentan meter a Jesús en política. ¿Hay que pagar
tributo a Roma? ¿Eres partidario de la revolución contra el
Imperio? Terreno comprometido.
Jesús le da la vuelta al argumento y les echa en cara
su increíble hipocresía: no buscan ni la Palabra ni la
voluntad de Dios. Solo les interesa desprestigiarle.
Jesús pasa por encima de todas las pequeñeces,
incluso por encima de la situación política concreta, porque
lo que Él está predicando es mucho más interior, mucho
más profundo, mucho más salvador que todos los dilemas
de escuela, de política y de teología barata con que quieren
cazarlo sus enemigos. Un poco más adelante, Jesús les
increpará en público, les llamará víboras, corrompidos,
ciegos, malos pastores que engañan al pueblo...
No se pueden sacar de este texto conclusiones acerca
de “qué es de Dios y qué es del César’, porque todo,
incluido el César, es de Dios.
127
El dinero es de Dios, la política es de Dios, el tiempo
es de Dios, Y todo eso hay que darlo a Dios. No por lo que
dice este texto, sino por lo que dice el Evangelio entero.
El Hijo Pródigo
Estoy convencido de que el hijo pequeño sabía que
su padre era una buena persona. Después de tantos años
de vivir juntos (tenía que ser ya mayor de edad para poder
hacerse cargo de su parte de la herencia), debería sin duda
conocer el corazón de su padre.
Cuando, allá en tierras lejanas, sin un duro en el
bolsillo, humillado, cuidando cerdos y muerto de hambre,
buscando una salida a su desastre total, pensó en volver a
casa de su padre, se le ocurrieron dos cosas: primera,
inventar un hermoso sermón de arrepentimiento,
convincente y emotivo, para ablandar el corazón de su
padre; segunda, conseguir así que le admitieran como
criado, a ver si podía dormir bajo techado y comer caliente.
Todo muy razonable, desde luego.
Pero su padre no era razonable. Su padre le quería.
Le vio venir de lejos y se conmovió. Y mientras el hijo se
arrancaba con su sermoncito conmovedor, el padre le
ahogaba a besos y gritaba a todos los criados: “jUn baño
caliente, que está el pobre hecho una miseria, y ropa limpia,
y un banquete, un banquete sonado, con músicos, todo!”
128
No, su padre no era razonable. El cariño le hacía
cometer tonterías y comportarse como un mal padre de
familia. Ese hijo sinvergüenza acaba de tirar por la ventana
la mitad de la herencia, con el consiguiente menoscabo del
patrimonio familiar. ¿Qué pasará cuando el padre “haga
testamento”? ¿Volverá a dividir la herencia? ¿Cómo le
mirarán los criados? Sin ir más lejos, ¿saldrá mañana al
campo a darles órdenes? Y el escándalo del banquete:
matar para él el ternero cebado para las grandes fiestas...
¡ni que hubiera llegado un príncipe!
El hermano mayor discrepa, y la verdad es que tiene
toda la razón: “ese hijo tuyo que ha dilapidado la herencia
con prostitutas”… El comportamiento del padre es
bochornoso, un mal ejemplo, un desestabilizador familiar y
social. En una palabra, impresentable.
Pues sí, lo correcto es ser a la vez justo y
misericordioso, sin que una cosa perjudique a la otra:
habría sido justo y misericordioso recibir de nuevo al hijo en
casa y que trabajara como criado muchos años hasta pagar
su deuda. Comería con los criados, trabajaría por salario, y
las cosas volverían a su orden. La misericordia puede
poner patas arriba a la justicia, so pena de que todo el
orden social se resquebraje. Y es que cuando se trata de la
herencia familiar, del ejemplo que hay que dar, de las
relaciones sociales que son el fundamento básico de la
sociedad, no se puede dejar que el corazón funcione por
libre.
129
Muchas veces me he preguntado, por puro ejercicio
de especulación, cuándo perdonó el padre al hijo y cuándo
se sintió perdonado el hijo. Y he llegado a la conclusión de
que no se puede hablar de perdón:
El hijo pequeño no hizo penitencia. No hubo
reconciliación, porque el padre no estaba enemistado. No
hubo perdón, porque el padre no se movía en el terreno de
la justicia. El Padre no está enfadado, está triste porque su
hijo se le ha ido lejos y lo está pasando mal. El Padre no
pasa factura, no está perdonando porque le han pagado
una deuda. El Padre no es justo, sino misericordioso y
tiene un corazón increíble. Si los criados murmuran, si el
hijo mayor no quiere entrar en casa, es porque no son
como él. ¿Quién se atrevió a describir “El Hijo pródigo”
usando la imagen de un juicio? ¡Qué manera de
empequeñecer al padre! ¡Qué habilidad para estropear la
Buena Noticia!
Nosotros, reflejados en el hijo pródigo, volvemos a
Dios por interés cuando sentimos que se está fatal lejos de
él, y que hemos caído muy bajo. Nos encontramos
entonces con la enorme sorpresa de que el Padre no ha
cambiado nada respecto a nosotros, que nos quiere más
aún que antes, porque le necesitamos más. Volvemos a ser
hijos gratis, sin pagar, sin merecer. Y lloramos de alegría en
el banquete, donde todos celebran que hemos vuelto, que
hemos salido del mundo del temor y de la justicia, atraídos
por la fuerza del cariño de nuestro Padre.
130
Y en cuanto al Hijo Mayor, ¿Cuándo despertará del
letargo de su virtud? Tiene mucho camino a recorrer,
mucha “conversión” por delante.
********
Hemos construido nuestra teología, y formulamos
nuestra fe y nuestra piedad desde modelos racionales,
jurídicos, metafísicos… y así nos va. ¿Cuándo
empezaremos a construir nuestra teología desde las
parábolas de Jesús, que para eso las dijo, para que
también nosotros lo entendiéramos? ¿Cuándo dejaremos
de dar tanta importancia a comprender, y nos dedicaremos
un poco más a sentir?
Sentir que Dios me quiere, es la más profunda, la más
válida y la única ortodoxia salvadora.
131
Taller de oración
¿Cómo oraban los judíos?
Jesús nació y creció dentro de la espiritualidad judía
de su tiempo. Y así como la oración cristiana tradicional gira
en torno a la petición, la judía consistía –y consiste- en la
bendición: Comienza con el “Bendito seas, Señor, Dios del
universo” y luego concreta el motivo: ...“porque sacas el
pan de la tierra”, o lo que sea, pues se aplica a todo. . (Aún
hoy, el buen judío reza 35 Bendiciones cada dia).
Al recitar todas las bendiciones recomendadas para
cada jornada, el hombre se servía de cada goce como de
una oportunidad para volver su corazón hacia Dios, para
mantener su presencia. Y por contra, el que gozaba de
cualquier cosa de este mundo sin bendecir a Dios, cometía
una especie de sacrilegio. Como si robara aquello que Dios
estaba dispuesto a regalarle por nada.
Ahora hemos cambiado mucho:
Ya no nos ceñimos como ellos a un elaboradísimo
reglamento, que nos diga cómo hacer y cómo no hacer
cada cosa. Preferimos –y más si nos creemos algo cultos y
“formados”-- actuar en conciencia y aplicar en cada caso
los principios derivados del Evangelio. Es lógico, pero para
esto hace falta empaparse antes de él, pues solo así
podremos decidir adecuadamente.
132
Decía Tagore: “Cuando estén afinadas, maestro
mío, todas las cuerdas de mi alma, cada vez que tú las
toques cantarán amor”. Traducido al castellano: que
cuando sepamos dar a todo su justo valor, sin egoísmos,
estaremos en condiciones de “Amar a Dios en todas las
cosas, y a todas las cosas en Dios”. Un ejemplo:
En cierta ocasión estaban 2 rabinos charlando de
sus cosas, y uno de ellos le dijo al otro:
- Estoy muy preocupado: Siempre he querido amar a
Dios sobre todas las cosas, pero ahora, que acabo de tener
mi primer nieto, me parece que le quiero más que a Dios.
- ¡Qué tonto eres! Tu nieto y tu exagerado amor de
abuelo, son 2 medios maravillosos para amar a Dios y no
debes rechazarlos sino, al contrario, agradecerlos.
“Todas las cosas creadas por Dios son muy buenas”
y sirven para encauzar nuestro amor hacia El. Todas
nuestras cuerdas cantan amor si están bien afinadas.
Pero volvamos a aquella familia de Nazaret cuya
forma de orar, como la de todo el pueblo, era una referencia
contínua a los salmos.
El que esté bien dotado en los campos de la poesía y
de la música (no es mi caso), podrá disfrutar reviviendo la
forma de orar de aquella época. Los Salmos, como indica la
palabra, más que para rezar están hechos para cantarlos,
para salmodiar (“no hay salmo sin música”),
Jesús se expresaba frecuentemente con frases
tomadas de estos libros que, al ser familiares al pueblo
judío, hacían más comprensible y asimilable su mensaje.
133
Y otro tanto puede decirse de María, cuyo Magnificat,
el cántico que entonó en su visita a su prima Isabel y que
refleja su espiritualidad, es en realidad un mosaico de
retazos de salmos que ella, como buena hija de Abraham,
había memorizado, rumiado y aplicado a los aconteci-
mientos de su vida.
La relación entre “oración” y “salmo” era tan estrecha
en aquella cultura, que podríamos decir sin temor a
exagerar, que María muy bien pudiera haber dicho: « Cada
vez que abro la boca para orar me salen espontáneamente
trozos de salmos” (parodiando al poeta romano Ovidio, que
no pudo obedecer a su padre -que le había prohibido que
hiciera poesías- porque «cuanto intentaba decir, me salía
en verso»). Y así le salió a la Virgen su Magnificat.
El Dios de los salmos
Por encima de cualquier otro bien o necesidad, el
salmista busca a Dios porque Dios es el sumo bien, y
buscar su rostro es la obsesión primordial. «Tu rostro
busco, no me escondas tu rostro».
Resulta extraña esta frase en una religión como la
judía, en la que se prohíben todas las imágenes. Los
paganos podían ver el rostro de sus dioses en las estatuas
de sus templos. En Jerusalén, en cambio, no hay estatuas
de Dios y, sin embargo, el fiel acude al templo buscando
ese rostro inimaginable.
Dios puede mostrar su rostro u ocultarlo. Es como el
sol, que unas veces se manifiesta y otras se oculta tras las
134
nubes. Cuando todo va mal, el salmista considera que es
porque Dios ha ocultado su rostro («Apenas escondiste tu
rostro, vacilé»).
En cambio hay otras ocasiones en las que el rostro
de Dios brilla, sale el sol, todo se vuelve luminoso y res-
plandeciente. El salmista desea por encima de cualquier
otra cosa que brille sobre él el rostro de Dios. “A la luz de
ese rostro se puede caminar aun en la noche”.
Y junto con la imagen de la luz para nuestros ojos
aparece la imagen del agua para nuestra sed. El deseo de
Dios es tan intenso que encuentra su mejor metáfora en la
sed. «Mi alma tiene sed del Dios vivo»
Para los judíos, este deleitarse en Dios está muy
centrado en el lugar del templo. Pero este gozo de
participar en el templo no viene solo del encuentro con
Dios. Viene del placer de la música, del canto, del
encuentro con toda la comunidad, de los saludos y abrazos
al entrar y al salir de las ceremonias, del descanso
sabático, de la celebración de las fiestas o de las comidas
especiales.
La adoración y la alabanza son en sí mismas una
experiencia emocionante, no un deber fatigoso. Al creyente
se le pide ante todo que se goce en Dios. «Pon tus delicias
en el Señor, y él te dará todo lo que desea tu corazón».
Todo en la liturgia debe contribuir a crear una experiencia
agradable e inolvidable: la belleza del edificio, el perfume
del incienso, el colorido de las flores y, por encima de todo,
la calidad de la música y el canto. El judío piadoso que reza
los salmos es alguien muy sensible «al gozo que produce la
135
dulzura del Señor». Tiene un sentido muy fino para captarla
y poder disfrutar de su cercanía de Dios.
Hoy en día, de este tipo de placeres no saben nada
las personas que no han desarrollado un sentido religioso.
Se aburren en la iglesia de la misma manera que otros se
aburren en un concierto o en un museo. Y es una lástima
que nosotros hayamos perdido esta sensibilidad.
Los Salmos históricos
En los “salmos históricos”, fundamentalmente
establecían una comparación de nuestra vida con las
peripecias sufridas por el pueblo judío.
Individualmente, esto nos ayuda a convertir nuestra
historia personal en fuente de oración, leyéndola con las
mismas claves con las que el salmista lee la historia de
Israel. Así podemos recordar los episodios más dramáticos
de nuestra vida, contrastándolos con la larga serie de
caídas y calamidades de Israel, siempre seguidas de
reconciliaciones. Nos enseñan a leerla como lo que es: Una
historia de salvación, en la que combaten nuestra natural
tendencia a desviarnos del plan de Dios, y la perseverancia
del Dios fiel que acaba siempre superando todas nuestras
resistencias.
Recordaremos así nuestras faltas pasadas, pero no
para marearnos con una culpabilidad neurótica, sino para
gozarnos en el perdón recibido y para rectificar nuestras
malas tendencias, siempre latentes.
136
Estos salmos, al reconocer la huella del paso de Dios
por los “renglones torcidos” de nuestra existencia, nos
ayudan a confiar en que no hay situación tan desgraciada
en la que el Espíritu de Dios no esté ya aleteando,
reutilizando nuestras basuras, nuestros escombros en la
reconstrucción de un nuevo templo en nosotros.
Tenemos la seguridad de que nuestra historia de
salvación también tendrá un final feliz. Y cuando uno sabe
de antemano que la película acaba bien, no se sufre tanto
al contemplar las escenas más dramáticas, en las que
parece que ya está todo perdido. Por eso se dice que los
Salmos transmiten paz y alegría. (Y pdor eso el Rey David
cantaba sus “mañanitas”).
Los Salmos de lamentación
Generalmente, tendemos a ser demasiado indivi-
dualistas en nuestra oración.
Pero en la medida que nos identificamos con un
pueblo y hacemos nuestras sus crisis y las dificultades por
las que pasa, estas llegan a dolernos como nuestras. El
destino de la comunidad y el nuestro se funden. El orante
ya no es un yo, sino un nosotros.
El pueblo judío tenía establecida la estructura de
estas lamentaciones comunitarias, que ponía en marcha
ante las desgracias que periódicamente sufría y de las que
ya había amplia experiencia en la época de Cristo. Venían
reflejadas en lo que se llama los “Salmos de lamentación” y,
137
en general, era un conjunto muy bien estructurado que
constaba siempre de apelación, queja y demanda.
a.- La apelación pone en comunicación al que invoca y al
invocado. Desde el principio el fiel desea encontrarse con
su Dios, y este acercamiento se hace más urgente incluso
que la solución del problema. Por eso lo primero es pedirle
atención. Hay una lista de imperativos: “Muéstrate, álzate,
despierta, acuérdate, inclina tu oído, respóndeme”. Etc.
b.- Una vez establecido el contacto, se formula la queja
dirigida a Dios en forma de pregunta: “¿Por qué?”, “¿Hasta
cuándo?” que expresa desconcierto, ansiedad, impaciencia.
El salmista desahoga ante Dios su sufrimiento. Es la
parte más desarrollada. Contiene descripciones literarias
dramáticas de las pruebas por las que el pueblo ha tenido
que pasar: matanzas, destrucción de ciudades, sufrimiento
del inocente, hambre, profanaciones, impotencia, burlas de
los adversarios.
En ese momento de ausencia de Dios, de silencio de
Dios, viene invariablemente el recuerdo de las maravillas
pasadas que Dios ha realizado, lo cual renueva la confianza
en Dios: «Lo recuerdo y mi alma se expansiona.¡Cómo
caminaba hacia la tienda admirable, hasta la casa de Dios,
en medio de la multitud jubilosa!».
c.- Finalmente viene la petición de liberación en lenguaje
profundamente emotivo. “No entregues a las aves de rapiña
la vida de tu tórtola”, “Piensa en la alianza”, “Ya no
podemos más”, “Redímenos por tu amor”, “Dáte prisa en
socorrerme”. Etc.
138
Cuando suframos por los males que padezca la
familia o la sociedad, tales como paro, enfermedades, crisis
de valores, hambrunas, guerras, etc. podemos utilizar estas
técnicas de los judíos, las “lamentaciones comunitarias de
los Salmos”, para poner palabras a nuestra oración, hacer
más fluido el pensamiento y hasta sentirnos algo más
acompañados. Esto nos puede ser útil.
Ayudas y consejos para orar:
1.- Se puede ser un gran “cumplidor” y no haber tenido
experiencia de Dios, Porque no se trata de un voluntarismo
perfeccionista, preocupado por medir y contabilizar una
añorada perfección propia; ni de un “estar en regla” a toda
costa para justificarnos ante nosotros mismos.
Se trata de mirar hacia Dios, más que hacia uno
mismo.
Orar es dejar que El se me acerque, dejarse querer,
pero sin intentar convencerle con argumentos o promesas.
2.- No se puede orar bien desde la ansiedad de querer
ganar la benevolencia de Dios hacia tu miseria, ni
avergonzado de ti mismo.
No te desesperes de ti, ni de tus limitaciones.
No te desprecies: Por ti mismo nunca eres digno de
Dios, pero su amor te hace digno.
3.- No podrás experimentar ese amor si sigues
considerando solamente tu cieno: Alza tu vista, acéptate
radicalmente y no te desprecias.
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De esto sabía mucho el gran pecador San Agustín,
que lo resumía en su frase “Conócete, acéptate, supérate”.
Experimenta ese amor infinito y olvida tus faltas.
4.- Nuestra oración será correcta si nos transforma la
vida cotidiana en sucesivos encuentros con Dios.
Si las ocupaciones, intereses, tensiones, acon-
tecimientos, alegrías, todo lo que pasa o nos pasa, se
convierten en lugares de encuentro de Dios.
Si vivimos con el reconocimiento de su generosidad
en cada situación concreta.
5.- Saborea el regusto que te dejó una oración o una
frase anterior. Y escuchar lo que Dios te quiera decir.
Vive la acción y la vida como un servicio a Dios en los
demás, reorientando continuamente esa intención y
realizándola con alegría y confianza. Y luchando contra el
tedio y el cansancio.
Y empieza por perdonarte a tí mismo, para poder
luego decir confiadamente: “Quiéreme cuando menos te
merezca, porque será cuando más te necesite”.
6.- En cualquier momento, aprovechar las pausas y
soledades inevitables de la vida cotidiana, los “tiempos
muertos”, esperas, trayectos, para encontrarse con el
Señor, sin dejarse atrapar o dominar por la prisa. Mirar
entonces, desde ese silencio y a la luz o con la mirada de
Dios, lo que veo, lo que me pasa o lo que estoy haciendo.
(Por ejemplo: preguntarme lo que Dios quiere de mí en esta
140
situación concreta, verle el sentido a lo que me pasa, mirar
“como si yo fuera Jesús” a las personas con las que me
encuentro, etc. etc.).
Test:
1.- ¿Somos creyentes superficiales que no sienten la
necesidad de profundizar y reafirmar la fe, alimentada solo
con el escaso bagaje de unas explicaciones infantiles?
¿Aprovechamos cada Homilía escuchada para
buscar a Cristo y para que nuestra fe sea más personal y
consciente?
¿Ante las incertidumbres, las confrontaciones y
contradicciones del mundo de hoy, buscamos la luz
lealmente?
2.- ¿Nos hemos hecho incapaces de reconocer los
caminos nuevos que abre Cristo para iluminar a la huma-
nidad? ¿Estamos atentos, buscamos, el paso actual de
Cristo por nuestro mundo? ¿O somos como los discípulos
de Emaús, que caminaban con Jesús hablando sobre un tal
Jesús de Nazaret, sin darse cuenta que iban con él?
¿Vives tu cristianismo como confianza radical en
Dios?
¿Al intentar parecerte a Jesús, transmites alegría,
coherencia, generosidad, apertura?
3.- ¿Somos de los que, cuando dicen “hágase Tu
voluntad”, piensan más en camuflar una dejadez de
nuestras obligaciones sociales o familiares?
141
¿Nos evadimos ante las llamadas de nuestros
prójimos, en el momento preciso en que tenían necesidad
de nuestro apoyo? ¿Nos abrimos ante los que nos rodean?
¿Damos pie para que se abran a nosotros?
¿Somos de los que no tienen nada que aprender de los
demás?
¿Hacemos un altar al “dios Dinero”?
4.- ¿Estamos llenos de prejuicios y de prevenciones con
respecto a los que no se adhieren a Cristo y a su Iglesia?
¿Hacemos juicios simplistas sobre las causas de su
incredulidad .
¿Te alegras de los éxitos del prójimo, o aceptas su
buena suerte con escondidas reticencias que muestran una
envidia que tú desconocías?
¿Te ha cuestionado alguna vez que en ocasiones
sean los malhechores los que triunfan, mientras que el
hombre honrado es atropellado? ¿Te ha llevado a dudar de
la justicia de Dios? ¿Le ha quitado fuerza a tus ganas de
alabar a Dios?
“Elogio” del pecador
Lo peor es que cuando me niego a presentarme ante
el padre como el pecador que soy, me estoy privando de la
experiencia más maravillosa de todas: Descubrir que Dios
me ama y me acoge como soy, descubrir que soy amado
en mí condición de pecador, que no tengo que hacer
méritos antes. Y que es El quien me devuelve la «gracia»,
142
quien –como el padre del Hijo Pródigo- me pone el anillo en
el dedo, las sandalias y la túnica, sin esperar mi sermoncito
de arrepentimiento.
La ternura de Dios sólo se percibe desde la realidad
del pecador. Cuando no quiero mostrar mi pecado a Dios,
me privo de descubrir su ternura, que es precisamente su
amor por lo imperfecto. “Ante Dios puedes ser el pecador
que eres, no necesitas maquillarte”.
En cambio, cuando se ha tenido, como el pródigo, la
experiencia de la ternura de Dios, ¡qué fácil es sentir
ternura por los demás en su condición de pecadores!...Y
¡qué fácil es ya dejar de juzgarles!
Autoestima
La vida es un don con el que nos encontramos sin
haberlo pedido, estamos aquí “por algo” (por amor y para el
amor); y “el aquí y el ahora” es para vivirlo con gratitud
aceptando la aventura de existir con todas sus alegrías y
satisfacciones, y con todos sus riesgos y dificultades,
aceptándose uno a sí mismo tal como es, con sus talentos,
muchos o pocos pero siempre suficientes para amar y ser
amado.
La fe en el “más allá” (mejor en “El, que está más
allá”) nos debe ayudar a vivir más intensamente el “más
acá”, primera etapa de una vida que se transforma y no
termina, y que cobra así el máximo valor para nosotros.
Hay personas «devotas» que fácilmente pueden
ofrecer un «talante» y una imagen triste, sin autoestima, sin
alegría, con sentimientos de inferioridad, sin esperanza...Es
143
cierto, pero no es lo propio ni lo deseable de un creyente, y
habría que buscar los motivos.
“No quiero escrúpulos ni melancolías, me basta con
que no pequeis”. (S. Felipe Neri).
Tu vales mucho para Dios
Así es. Cuando, quizás, no te queda salud, trabajo o
dinero... ¿Piensas lo importante que es tu persona en sí?
¿Piensas que nada podrá devaluarla, por ser hijo de Dios?
Recuérdalo: Tú vales mucho para Dios. Ya antes de tu
concepción fue seleccionado un espermatozoide entre
varios millones, para fecundar un óvulo único e irrepetible,
que solo estuvo “disponible” 5-6 dias. Se desperdiciaron
otros miles de combinaciones posibles, que hubieran
engendrado seres quizás más listos o más guapos que tú, y
sin embargo fuiste tú el elegido (ya naces, pues, como un
“campeón”).
Luego, tus padres, tus maestros, tus amigos, han ido
trabajándote y moldeándote, para que con tus aciertos y tus
meteduras de pata, se forje ese ser único y valioso que
eres, al que puede aplicarse lo de Ernest Hemingway (que
“la vida de cada persona –la de todos- contada con
sinceridad, resultaría una gran novela”).
¿Y para qué quiso Dios que fuéramos tan distintos
uno de otro? Pues para que fuéramos aptos, cada uno,
para una función determinada. Unas veces es llamativa y
exitosa, y otras más normal o incluso tan oscura como
puede ser, p.ej., aguantar el día a día de la atención a un
144
discapacitado. Pero somos así, como llaves hechas para
una cerradura especial, en la que encajamos y somos útiles
cada uno, donde otros se encallarían. Este tipo de “sutil
trascendencia” es lo que hace que el mundo no sería igual
sin el granito de arena aportado por ti o por mí.
La moraleja es que si Dios nos ha preparado con
tanto cuidado, si Él es el que riega todos los dias la planta y
el arquitecto que construye nuestra casa, seguro que estará
deseando que le preguntemos dónde está esa cerradura
nuestra y cuál es nuestro papel en la vida, la gran pregunta
que quiere hacernos Pili:
Miss Sevilla
Pilar Domínguez es una chica muy guapa. La acaban
de nombrar “Miss Sevilla” y está muy ufana. El periodista
José A. Méndez le hace una entrevista, y en ella hace unas
declaraciones curiosas, que muestran una nueva forma de
entender los concursos de belleza:
“Hace falta que los cristianos venzamos el miedo y
demos testimonio”.
Y un poco más adelante “Con la mejor de mis
intenciones, propongo a todos los lectores que se hagan
esta pregunta: ¿Qué quiere Dios de mí? Quizás les ayude
a encontrar un nuevo y verdadero sentido para su vida”.
(Sabíamos que la belleza es un don del que también hay
que rendir cuentas, pero que nos lo recuerde Pili …).
145
Descalzarse y escuchar
Muchas personas van a orar, y no hacen más que
seguir dándole vueltas a sus problemas. Giran estérilmente
en torno a sí mismos, sin que se abran a ninguna
perspectiva nueva.
Necesitan descalzarse y escuchar:
Descalzarse es desprenderse de nuestras preguntas,
de nuestros problemas, de nuestras seguridades e
intuiciones, de todo lo que llena nuestras mentes.
Es...como si Dios nos dijera: “¿Dónde vas de esa manera
por la vida? Ahora olvídate de todo eso, si quieres
escucharme tú a Mí, si quieres que Yo quepa dentro de ti.
Solo el abrirse confiadamente nos facilitará la
escucha de algo nuevo, de algo que no sea el mero eco de
lo que nos decimos a nosotros mismos en nuestras
cavilaciones, unas veces como complaciéndonos, otras
como atormentándonos con nuestros remordimientos, y
otras casi como para ver si Dios dice lo que a mí me
parece que debe decir.
Solo abriendo la ventana nos entrará ese aire fresco
que nos permitirá acercarnos a El. “El viento sopla hacia
donde quiere. Oyes su rumor pero no sabes de dónde viene
ni adónde va” (Juan, 3,7). Es el Espíritu Santo.
Sentirse amado
“Trasládate a alguna escena en que te hayas sentido
profundamente amado... ¿Cómo te fue demostrado ese
146
amor? ¿Con palabras? ¿En miradas? ¿En gestos? ¿Un
acto de servicio? ¿Una carta?... Prolonga la escena hasta
que experimentes algo del gozo que sentiste cuando tuvo
lugar aquel acontecimiento...
¿Qué significación tiene un ejercicio como éste?
En primer lugar, rompe la resistencia que muchas
personas oponen a la experiencia del amor y del gozo.
Aumenta su capacidad de aceptar el amor y dar la
bienvenida al gozo cuando llaman a la puerta de sus vidas.
Como consecuencia, aumenta su capacidad de
experimentar a Dios, de abrir sus corazones a su amor y a
las alegrías que la experiencia de Dios produce. Quien no
permite sentirse amado por el hermano al que ve, ¿cómo
permitirá ser amado por Dios a quien no ve?”.
Jesucristo recriminó a Pedro en la Ultima Cena: “Si no
dejas que te lave los pies, no tienes nada conmigo”. Dejar
que nos atiendan y nos ayuden. Más aún, sentirse amado.
Para todo esto hace falta –quizás- un puntito de humildad.
Tibieza o miedo
A veces abandonamos, de hecho, la oración,
Mantenemos unas preces en las que no ponemos el
corazón, y que sirven inconscientemente, para acallar un
difuso descontento. Orar no es, desde luego, un hambre
interior sino algo accesorio, una rutina.
Cabrían 3 preguntas:
¿Te niegas a orar por miedo de encontrarte con
Dios?... Y de ahí tantas sutiles sinrazones para negarlo y
tanta escapatoria para olvidarle.
147
¿Te defiendes de Dios por miedo de perder tu
libertad, tu intimidad?
¿O es que quieres manipular a Dios, orientarle,
enmendarle la plana, cambiar sus planes?
Maria .
La vida de María fue un continuo ejercicio de fe. Tras
su entrevista con el ángel, estaban produciéndose en ella
cambios tan radicales, tan extraños y tan increíbles para
aquella vecindad (y para ella misma), que su oración tuvo
que consistir en un sinfín de preguntas a Dios, siempre
pidiéndole explicaciones: ¿cómo? ¿para qué? ¿por qué
yo?. Luego, durante toda la vida de Jesús (tanto la pública
como la privada), María estuvo llena de sorpresas e
incomprensiones,
No es un defecto o algo malo preguntar al Señor por
sus caminos y designios. Es normal, pues Dios es a veces
muy extraño para nosotros. (Ya hemos dicho que Él piensa
de otra manera). Lo importante es aceptar, decir “Hágase”.
Ella lo hizo durante toda su vida.
La mirada de Dios
Un creyente practicante relataba:
“Yo he tenido unas relaciones bastante buenas con el
Señor: Le pedía cosas, conversaba con El, cantaba sus
alabanzas, le daba gracias. Pero, ante una imagen de
Jesucristo, siempre tuve la incómoda sensación de que El
148
deseaba que le mirara a los ojos... cosa que yo no hacía.
Yo le hablaba, pero desviaba mi mirada cuando sentía que
él me estaba mirando. Yo miraba siempre a otra parte.
Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de
reproche por alguna incongruencia entre mi vida y mis
creencias. O que en sus ojos iba a descubrir una exigencia,
que hubiera algo más que El deseara.
Al fin, un día, reuní el suficiente valor y miré. No había
en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a
decir “Te quiero”.
Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y
allí seguía el mismo mensaje: “Te quiero”. (Y lloré. Lloré de
vergüenza, pero también de alegría y satisfacción: Dios me
quería, cosa que ya sabía, pero que allí experimenté
profundamente)”.
El Buen Pastor
El hombre se pregunta si será amado, siendo
simplemente eso: Un ser humano. Si a pesar de aquello
que conoce de sí mismo y que no se atreve ni a recordar,
podrá ser amado.
Aquí viene la revelación luminosa de Jesucristo
como Buen Pastor. En esa tierna imagen que ha cautivado
desde siempre a los pobres pecadores que somos los
cristianos, Jesús nos asegura que podemos confiar en el
amor que conforma su rostro y su figura. Que Él nos
conoce y nos ama y nos amará hasta dar la vida por
nosotros. Libremente se presta a morir para que el hombre,
digno de ser amado, viva y viva para siempre. Éste es el
149
mandato que ha recibido de su Padre: Dar la vida por los
suyo para que nadie perezca, “porque no mandó su Hijo al
mundo para condenarlo, sino para que se salve por El”.
Y porque no permitirá que nadie le arrebate ninguna
oveja (Juan,10,29). Tiene poder para ello.
Orar sin miedo
En la religión del temor, la oración se vive
esencialmente como un deber: Es preciso satisfacer las exi-
gencias de Dios; de lo contrario, ya no se podrá subsistir
ante El y su terrible juicio nos alcanzará, tal vez en este
mundo, y en el otro con toda seguridad. La oración emana,
pues, de la ansiosa preocupación de hacerse valer ante
Dios... Orar es conservar crédito ante Dios. ¡Cómo no
apartarse de semejante oración y de semejante Dios! Esa
oración no es un ejercicio de fe, sino de miedo. Esa oración
no intenta acercar a Dios, sino defenderse de El.
Y, sin embargo, “la Buena Noticia” es la convicción
de que se es amado independientemente de lo que se
haga; de que Dios nos amó primero, siendo pecadores.
Es muy importante comprobar que, cuando Dios
habla de sí mismo—en su Palabra, que es Jesús— no
habla de Todopoderoso, de Eterno, de Creador, de todas
esas cosas maravillosas que nosotros nos imaginamos.
Habla de Abbá, de papá cercano.
Nunca nadie se había atrevido a llamar “padre” a Dios,
en ninguna religión. Y menos aun Abba, papá.
150
Un enfermo engreido
No sabemos qué enfermedad tenía San Pablo, pero nos
consta que le limitaba mucho e interfería con su agenda de
trabajos.
No se dio fácilmente por vencido: “Tres veces rogué al
Señor que se alejase de mí la enfermedad». Y cada vez
que la enfermedad arruinaba sus planes apostólicos y tenía
que cancelar visitas y compromisos, acudía a Dios
pidiéndole salud.
Y un día el Señor le respondió y le dijo que no se iba a
curar nunca de aquella enfermedad: «Te basta con mi
gracia, porque mi fuerza se muestra perfecta en la
debilidad». Es decir: Tu debilidad no me estorba, sino que
al revés, es preciosa para mí. No siempre lo que te estorba
a ti me estorba también a mí. Sólo cuando experimentes tu
debilidad, serás cauce limpio al poder de mi gracia.
Más o menos, como un poeta contemporáneo:
“ Quiero únicamente el canto de amor de tu corazón,
no necesito tu ciencia o tu talento.
Una sola cosa me importa: Verte vivir amando.
No son tus virtudes las que quiero,
eres tan débil que temo alimenten tu orgullo.
Te podría haber destinado a grandes cosas,
pero te he hecho para el amor
y te amo aunque seas tan poca cosa.
No te preocupes por no tener virtudes, te daré las mías.
Y cuando tengas que sufrir, te daré fortaleza.
151
Dame tu amor y te enseñaré a amar
más allá de lo que nunca has soñado.
Pero recuerda: Amame como eres”.
Carta en un preoperatorio (La enferma murió en quirófano)
Jesús, ¿qué tal estás?, ¿qué necesitas de mí? Llegó
la hora. Quisiera aprovechar este tiempo que queda, Estar
consciente. Llega el dolor. He pasado mucho tiempo tan
bien... Quiero vivir contigo este momento.
Han venido ahora a extraerme sangre. ¡Jesús, qué
bueno es tener fe!. Sé que mi enfermedad y mi dolor
pueden ser válidos. Señor, me haré uno contigo en tu Cruz.
No voy a tener otra compañía. Mañana despertaré con
dolor llena de tubos, en la UVI, y no podré ver a los míos
hasta el día siguiente. Sólo te tendré a Ti. Si estoy llena
será más leve y será fructífero.
Por ellos, toma Tú las riendas de mi vida. Sé que
quieres regalarme mucho, aunque venga en un envoltorio
poco apetecible. Creo que viviré para contarlo. Si no, te
doy gracias por la paciencia tan grande que has tenido
conmigo y por tu misericordia, porque me has dado la
oportunidad de nacer a una vida nueva.
Perdóname por cuanto te ofendí. Y si Tú me quieres
viva y aliviada, que conozca lo esencial. Dame fuerza,
dame luz. Que permanezca en Ti, para tener la fuerza y el
amor que necesito.
152
Madre Kaufman (Oración improvisada en TVE, entrevistada por
Mercedes Milá.- Ver” Los silencios de Dios”))
“Tú, Dios, eres la verdad que buscamos en nuestras
vidas (Mercedes también). Buscamos la verdad, la alegría,
la libertad.
Tú nos oyes, pero Tú callas. Tú callas ante nuestras
palabras y ante nuestras preguntas, ante la muerte y ante la
vida, ante nuestras luchas. Tú callas y nos es difícil aceptar
esto.
Pero Tú nos has dicho una palabra: Tú nos lo has
dicho todo en Jesús del Evangelio. Y conocemos el
Evangelio, pero no sabemos vivir como vivió Jesús.
Enséñanos a vivir como vivió Jesús”.
En otro sitio, amplía sobre el Evangelio:
“Es bueno leerlo, pero leerlo con los ojos de la fe, y
más con el corazón que con la cabeza. En pequeñas y
continuadas dosis, para que poco a poco vayan
haciéndose familiares y cercanas situaciones concretas de
su vida, en las que se evidencia que
Dios es entrega, abajamiento y servicio a su criatura, para
reconducirla a la categoría de hijo de Dios.
Y después, mejor dejarse subyugar por El.
Que nuestra vida se transforme en una experiencia
de amistad con Jesús, y pueda empaparse de su espíritu,
153
en un “ejercicio de dulce y pacífico amor del alma con su
Amado” (como decía S. Juan de la Cruz), atentos a esos
momentos de súbita intimidad, “cenando juntos”.
El evangelio de Jesús no es un libro de moral, es…
una carta de amor para enamorarnos, que nos invita a que
abramos la puerta del corazón, y le dejemos entrar, “para
cenar con nosotros”. ( Ver “La Cena del Apocalipsis”)
Anthony de Melo
De joven yo era un revolucionario, y mi oración
consistía en decir a Dios: “Señor, dame fuerzas para
cambiar el mundo”.
A medida que fui haciéndome adulto, caí en la
cuenta de que me había pasado media vida sin haber
logrado cambiar a una sola alma y transformé mi oración.
Comencé a decir: “Señor, dame la gracia de transformar a
cuantos entran en contacto conmigo, aunque sólo sea a mi
familia y a mis amigos. Con esto me sobra”
Ahora que soy un viejo y tengo los días contados, he
empezado a comprender lo estúpido que he sido. Mi única
oración es la siguiente: “Señor, dame la gracia de
convertirme yo primero”.
Se hubiera orado así desde el principio no habría
malgastado mi vida.
(Como yo: Si este librito me ayuda a mí, ¡Chapeau! Y si a los
demás no les va, ¿A mí qué? (Juan, 21, 22). Ya escucharán otra
llamada mejor que la mía).
154
Necrológica
A partir de ahora
en los muchos dias que vienen sin parar, ya no estaré
con este cuerpo junto a vosotros,
me habré ido de vuestro lado.
Solo podreis verme en el recuerdo de una foto
o en el repaso de vuestras memorias,
... pero ya no podremos hablar,
ya no sentireis el timbre de mi voz,
ni vereis la sonrisa que habitaba en mi cuerpo.
Me he ido de vuestro lado
hacia el mundo del sueño y la esperanza.
Allí, al final del túnel que hay que pasar
y gracias a la ayuda de Jesucristo,
en quien siempre he confiado
os estaré esperando, no lo dudeis
para compartir vuestra alegría con la mía,
al final del camino.
Agradecimiento
Una virtud que se va perdiendo en la vida familiar y
social es la gratitud: Nos cuesta reconocer que debemos
algo a alguien.
El individualismo y la mayor autonomía de las
personas en nuestro tiempo ha borrado la sensación de
dependencia (no solo de Dios, sino de todos los demás) y,
en consecuencia, el ser humano se cree totalmente dueño
de su destino y sólo preocupado por su propio bienestar al
que, además, supone que tiene derecho.
155
Y el olvido de los deberes que esos mismos
derechos generan con respecto a los demás, da como
resultado un abanico social que oscila entre los
«convencidos» de que no tienen nada que agradecer y los
«despistados», aquellos que nunca agradecen por pura
rutina.
Para la gratitud hace falta una actitud diametralmente
opuesta: la de quien piensa que, empezando por su propia
vida, todo lo que es y tiene es un regalo, primero, de Dios y,
sea o no creyente, de sus padres, familiares, allegados o
amigos.
Cuando se vive la vida como don no cuesta nada dar
las gracias por todo y a todos. Porque, bajo esta
perspectiva, uno siempre es arrendatario y no propietario
de nada. Esa vivencia no nos lleva a ser negligente con lo
que uno administra. Al contrario, mucho más responsables,
pues no se sirve a un amo tiránico sino a un padre que nos
ha confiado lo que es suyo.
Expresemos a menudo nuestra gratitud a las
personas con las que convivimos y trabajamos: El sincero
agradecimiento -no la simple cortesía- acaba por
transmitirnos una alegría interior que cambia a mejor la
perspectiva con que miramos la vida. Haz la prueba.
Paz interior
1º Confianza en Dios
«Dios nos da en la medida en que esperamos de
Él», dice San Juan de la Cruz.. Muchos no creen en la
156
Providencia porque nunca la han experimentado, pero no la
han experimentado porque nunca han confiado en ella: Lo
calculan todo, lo prevén todo y tratan de resolverlo todo por
sus propios medios en lugar de contar con un Dios, que
puede que tenga otros planes.
Todos llegamos al mundo marcados por esta
desconfianza. Y nuestra vida espiritual consiste en un largo
proceso para recuperar la confianza que nos permita
decirle: ¡Abba, Papá!
El problema de fondo es que estamos demasiado
apegados a nuestras opiniones sobre lo que es bueno y lo
que es malo, y no confiamos suficientemente en la
Sabiduría y el poder de Dios.
Si tuviéramos más fe, cosas que consideramos
malas, podrían no serlo tanto o, en todo caso, convertirse
en ocasiones maravillosas para amar más, para ser más
pacientes y más humildes, para confiarnos en Sus manos.
Estas llamadas a la confianza nos llevan a aquella
oración, supuesto mensaje de Jesús a una religiosa
contemplativa:
“¿Por qué te confundes y te agitas por los problemas
de la vida? Cuando te abandones en Mí, todo se resolverá
con tranquilidad según mis designios.
Evita las preocupaciones y los pensamientos sobre
lo que pueda suceder después. Te perjudica el querer
resolver las cosas a tu manera. Déjame el cuidado de todas
tus cosas y todo te irá mejor.
Pero no me dirijas una oración agitada, como si
quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos. No me
157
estropees mis planes, queriéndome imponer tus ideas. No
seas como el paciente que pide al médico que le cure, pero
le indica el modo de hacerlo. Tú confía en mí, pero quiero
las manos libres para poder actuar”.
Ni imaginamos siquiera lo que Dios podría hacer con
nosotros si le dejásemos ser Dios, en lugar de buscar –aun
inconscientemente- nuestro protagonismo.
2º Abandono
Dios ama a los que caminan con libertad de espíritu
y no se entretienen demasiado en detalles nimios
Según el Evangelio, no es más perfecto el que se
comporta de un modo irreprochable, sino el que ama más,
que es aquel al que más se ha perdonado.
El que acepta ser débil, pequeño, caer con
frecuencia,.. ése ama más que aquel cuyo afán por su
propia perfección le empuja al desasosiego.
Y no os dejéis abatir o desalentar si os parece que
no hacéis nada, que sois cobardes y tibios. Más bien
pensad: “si no soy capaz de hacer grandes cosas, da igual.
Hago las pequeñas” (el bosque sería aburrido si en él solo
cantaran los pájaros maestros).
Pensad que Jesús ha dicho “Sin mí no podéis hacer
nada”. No ha dicho: no podéis hacer gran cosa, sino «no
podéis hacer nada».
Si pensamos que solo somos colaboradores, ni nos
engreiremos por los éxitos, ni nos deprimirán los fallos.
Hay mucho por hacer. Animo pues y, como decían los
trabajadores de Alcoy en el S. XiX, “¡¡MÁQUINA AVANT!!”.
158
3º Escrúpulos
El Señor nos pide únicamente una actitud de
desprendimiento en el corazón, una disposición a darlo
todo, pero no necesariamente lo toma «todo»: nos deja la
posesión sosegada de muchas cosas, siempre que puedan
servir a sus designios y no sean malas en sí mismas.
Sabe también tranquilizarnos ante los escrúpulos
que eventualmente podríamos sentir por disfrutar de
determinadas satisfacciones humanas. Hemos de creer
firmemente que, si Dios nos pide un desprendimiento
efectivo de determinada realidad, nos lo hará comprender
claramente en el instante previsto.
4º Sufrimiento propio
¿Presentas tus lágrimas a Dios en la oración?
¿Tienes conciencia de que Dios las recoge y las guarda en
su “lacrimario”, aquel odre que usaban las antiguas
plañideras, o piensas que se evaporan inútilmente?
Mirar nuestras lágrimas como semillas fecundas que
algún día germinarán y servirán para algo, es una buena
manera de dar sentido a nuestro sufrimiento. Hay un Salmo
que dice: “Al ir iban llorando, llevando la semilla. Al volver
vuelven cantando, trayendo las gavillas”.
5º El sufrimiento ajeno
Una cosa es cierta: Dios ama a nuestros prójimos
infinitamente más y mejor que nosotros. Y desea que
creamos en ese amor, y sepamos también abandonar en
159
sus manos a los que amamos.
Si ante una persona que sufre, estamos convencidos
de que Jesús lo sabe y también sufre en ella, y que su
sufrimiento es útil, ¿Cómo desesperarse ante ese dolor?
(«No os aflijáis como esos otros que no tienen esperanza»).
Saber compaginar esa confianza con nuestros
esfuerzos, hará que nuestra ayuda sea mucho más eficaz.
6º Actitud frente a nuestras miserias:
Nuestra confianza en Dios debe llegar hasta creer
que Él es lo bastante bueno y poderoso como para sacar
provecho de todo, incluidas nuestras faltas y nuestras
infidelidades.
Cuando San Agustín cita la frase de San Pablo:
«Todo coopera al bien, en los que aman a Dios», añade:
«Etiam peccata»: ¡incluso los pecados! :
Hemos de abandonar nuestra pretensión de
presentarnos delante del Señor únicamente cuando
estamos limpios y bien peinados, que puede deberse a una
malsana satisfacción con nosotros mismos.
Nuestros pecados pueden convertirse en una fuente
de humildad, y también en un manantial de misericordia
para con el prójimo: Yo, que caigo tan fácilmente ¿puedo
permitirme juzgar a mi hermano?
No nos dediquemos a pensar si Dios nos ha
perdonado o no: eso significa querer preocuparnos en vano
y perder el tiempo. Hay ahí mucho orgullo. Más bien
empecemos por perdonarnos a nosotros mismos que a
veces es más difícil que perdonar a los demás.
160
Y aceptemos con humildad nuestras recaídas: A
veces parece que Dios quiere dirigir nuestra barca
demasiado lentamente, pero no nos desanimemos,
estamos en buenas manos. Que la frase del Salmo “Date
prisa en socorrerme” sea expresión de un deseo ferviente,
pero no de una impaciencia.
7º Entrevista a un psicólogo:
- ¿Qué le sugeriría a alguien que está estresado,
triste o abatido?
- Una de las más graves enfermedades del hombre
de hoy es la dispersión mental. Y la mayor calamidad que
puede suceder es no sentimos señores de nosotros mismos
y, en lugar de sentir unidad, coherencia, estabilidad
emocional, sentimos como un montón de pedazos
(entusiasmos, preocupaciones y ansiedades); entonces la
unidad interior queda desintegrada. El fenómeno que expe-
rimenta el hombre de hoy a consecuencia de todo esto se
llama «desasosiego» y, a pesar de que quiera llenar sus
vacíos con toda clase de bienes de la tierra, no puede.
Podrá ver una película, un partido de futbol, o podrá viajar.
Son evasiones, no soluciones.
- ¿Y qué es lo que hay que hacer?
- Los problemas que tienen solución se solucionan
luchando, trabajando y esforzándose. Y los que no la
tienen, en general se mejoran buscando nuestra reconcilia-
ción con todo aquello que nos resulta humanamente
desagradable. ¿Cómo? mediante su aceptación, para que,
aunque no los solucionemos, dejen de ser una fuente de
161
amargura y resentimiento, que solo empeora la situación.
No se solucionan, ciertamente, pero se toleran mejor, se
sufre menos y no agravamos la realidad. No estaremos
“hundidos”, sino que los abordaremos desde una posición
de “fortaleza”.
Si en lugar de entrevistar a un psicólogo elegimos a
un confesor, quizás añada que hay que buscar la parte
positiva que hay siempre mirando a Jesús, porque
no hay otra ayuda mejor que la fuerza equilibrante de Dios
en el interior de la persona.
Y esto también cuando, como ocurre con frecuencia,
hay que actuar sobre la raiz del mal: Dios no está por la
labor de ayudar a la gente a vivir engañándose a sí misma,
sino que busca una paz auténtica, sin disimular el problema
de base que a veces puede ser doloroso o muy complicado,
como reestructurar una vida, o abordar una reconciliación
pendiente.
Pero quién sabe: ¡También puede que se limite a
decirte que dejes de preocuparte y de tener miedo!…
Porque cuando apartamos la mirada de Dios (solo El
conoce a fondo cada problema y su final), y nos fijamos en
demasía en las dificultades de un momento dado, pueden
venirnos miedos excesivos que obnubilen nuestra mente y
nos impida tomar la decisión lógica con la debida
perspectiva.
162
Oraciones varias
Oración de S. Francisco
Señor, hazme instrumento de tu paz:
Que donde haya odio, yo derrame amor,
donde haya ofensa, yo aporte perdón,
donde haya discordia, yo infunda unión, -
donde haya error, yo difunda la verdad,
donde haya duda, yo comunique la fe,
d. h. desesperación, yo infunda esperanza,
donde haya tinieblas, yo traiga la luz,
donde haya tristeza, yo comunique alegría.
Maestro divino: Concédeme buscar más
consolar que ser consolado,
comprender que ser comprendido,
amar que ser amado.
Porque precisamente al dar, recibimos;
en el olvido de sí, encontramos la comprensión;
al perdonar, somos perdonados
y en la muerte, resucitamos para la vida eterna.
Oración de S. Ignacio
“Tomad, Señor, y recibid
todo mi haber y mi poseer...
...Dadme vuestro amor y gracia
que esto me basta.”
(¿En qué quedamos…?)
163
Tagore.
Yo dormía...
...y soñé que la vida era alegría.
Me desperté...
...y vi que la vida era servir
Serví...
...y comprendí que servir era la alegría.
Benedictinas de Alba de Tormes
Señor Jesús, Tú viviste en una familia feliz.
Haz de esta casa una morada de tu presencia,
un hogar cálido y dichoso.
Venga la tranquilidad a todos sus miembros,
la serenidad a nuestros nervios,
el control a nuestras lenguas,
la salud a nuestros cuerpos.
Que los hijos sean y se sientan amados,
que se alejen de ellos para siempre
la ingratitud y el egoísmo.
Inunda, Señor, el corazón de los padres
de paciencia y comprensión,
y de una generosidad sin límites.
Danos el pan de cada dia,
y aleja de nuestra casa
el afán de exhibir, brillar y parecer.
Líbranos de las vanidades mundanas
y de las ambiciones que roban la paz.
164
Oración de acción de gracias (Parroquia de San José, de
Onteniente)
Gracias, Señor, por nuestros hijos. Por sus ojos, que
te miran limpios mientras se abren a la Vida.
Que se mantengan siempre capaces de ver y de atender.
Gracias Señor, por mis manos que trabajan,
cuando tantas mendigan;
Y por sonreír,
cuando hay tantos que lloran;
Y por ser positivo,
cuando hay tantos que se revuelven en pesadillas.
Y por tener tan poco que pedirte y tanto que
agradecerte,
cuando… ya me has dado hoy, el pan de hoy.
Aprender a vivir
~ Si yo aceptara a todos como son... Sufriría menos
~ Si yo comprendiera que todos cometemos
errores...Sería más humilde.
- Si yo procurara siempre el bienestar de los
otros...Sería más feliz.
~ Si yo tuviera más en cuenta mis defectos...
Sería más comprensivo.
~ Si yo confiara más en Dios y fuera menos
autosuficiente...Aprendería a vivir.
165
Miguel de Unamuno
Agranda la puerta, Padre
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños
y yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame por piedad.
Vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.
Oración de un hippie (pero hippie hippie, del año 1980)
Gurú entre flores,
Amor entre espinas,
tres veces caes,
las mismas que Pedro no supo aceptarte.
¿Dónde están los de la boda de Caná?
¿Dónde los que curaste?
¿Dónde los que comieron tus panes y tus peces?
Estamos esperando que nos despierte el canto del gallo
Nosotros sí sabemos lo que hacemos. .
A pesar de todo… perdónanos, Señor.
166
Cardenal Daneels (Rector de mi Univ. de Lovaina)
Padre de los cielos:
todos hemos vivido nuestros años de Nazaret, durante los que hemos crecido en edad y sabiduría, disfrutando del dulce calor y del secreto del hogar. A veces brilla sobre nosotros el sol de Galilea, cuando llega el tiempo de las flores y de las abundantes cosechas. Pero más tarde, todos pasamos por el Huerto de los Olivos, por el lugar del dolor y de las duras cruces. Llega la hora de la prueba, en la que se hace tan difícil aceptar tu voluntad. Quédate con nosotros en esa hora de angustia, cuando nuestros amigos duermen y estamos solos. Quédate con nosotros en esos momentos en los que el alma está abatida, esperando la muerte. Envía tu ángel consolador y enséñanos a decir, como Jesús: “Padre, hágase tu voluntad y no la mía”
Porque confío en ti. Porque te quiero.
167
Oración de un abuelo
Señor: Mejor que yo sabes que estoy viejo.
Enséñame a envejecer como cristiano.
Líbrame de hacerme charlatán y de pensar que siempre
debo decir algo sobre todos los temas.
Hazme reflexivo, pero no indeciso ni melancólico.
y servicial pero no dominante.
Quítame el orgullo de sentirme indispensable
y haz que sepa alentar el entusiasmo
de los que ahora tienen responsabilidades
Libra mi mente de narrar detalles interminables.
Cierra mi boca acerca de mis muchos achaques
y dolores, siempre en aumento.
Ayúdame a escuchar y a soportar
la narración de las penas de los demás.
Mantenme amable, conformado y alegre,
recordándome que es posible que yo me equivoque.
Ayúdame a ver siempre el lado positivo y gracioso que
pueda tener la vida: Hay muchas cosas bonitas y
divertidas, y no me las quiero perder.
Y sobre todo, un ruego: No me abandones,
quiero vivir con serenidad mis últimos pasos,
en espera de que me mandes ir a Ti.
Ayúdame a envejecer así.
168
Pablo Neruda
Queda prohibido levantarse un día sin saber qué hacer
No sonreir a tus problemas, o llorar sin aprender.
No vivir cada día como si fuera un último suspiro.
Queda prohibido no intentar comprender a las personas
Olvidar a toda la gente que te quiere
No tener un momento pera el que te necesita
Queda prohibido no dar gracias a Dios por tu vida
No vivir tu vida con actitud positiva
No sentir que sin ti… este mundo no sería igual.
Maimónides (Médico y filósofo judío de Córdoba, S..XII , que
murió en El Cairo como médico personal del Sultán
Saladino. ¡Menudo carrerón! )
“Oh Dios: Llena mi espíritu de amor por el arte y por
todas las criaturas.
No consientas que la sed de riquezas o el deseo de
gloria influyan en el ejercicio de mi profesión.
Sostén las fuerzas de mi corazón para que siempre
esté dispuesto a servir tanto al pobre como al rico, al amigo
como al enemigo, al bueno como al malvado.
Que mi mente permanezca clara junto al lecho del
enfermo, y no sea distraída por ningún pensamiento
extraño”.
(Oración muy actual, y no solo para los médicos).
169
Sto. Tomás Moro (Canciller de Enrique VIII y decapitado
por él en la Torre de Londres)
Dame, Señor, la salud del cuerpo, y el buen humor
necesario para conservarla.
Dame una buena digestión y, naturalmente, algo que
digerir.
Dame un alma serena, que tenga siempre ante los
ojos lo que es bueno y puro, de forma que no me
escandalice ante el pecado, sino que sepa encontrar el
modo de ponerle remedio.
Dame un alma que no conozca el aburrimiento, ni los
suspiros ni los lamentos, y no permitas que me tome
demasiado en serio eso tan avasallador llamado "el yo".
Dame la gracia de entender las bromas a fin de tener
alegría en la vida y hacer partícipes de ella a los demás.
Dame la virtud de ser agradecido. Amén.
170
5. - Guías de autoayuda
Decálogo adoptado por Juan XXIII:
1 Solo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día
sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.
2 Sólo por hoy seré feliz, con la certeza de que he
sido creado para ha felicidad, no sólo en el otro mundo sino
en este también, y no tendré temores
3. Solo por hoy no criticaré a nadie y no pretenderé
mejorar o disciplinar a nadie, sino sólo a mí mismo... y si
me sintiere ofendido en mis sentimientos, procuraré que
nadie se entere.
4 Solo por hoy creeré que Dios se ocupa de mí,
como si nadie más existiera en el mundo; y aunque las
circunstancias indiquen más bien lo contrario.
5. Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin
pretender que las circunstancias se adapten a mis deseos.
6 .Sólo por hoy haré una buena acción sin decirlo a
nadie.
7 Sólo por hoy seré cortés, y tendré cuidado de mi
aspecto exterior.
8 Sólo por hoy dedicaré diez minutos a una buena
lectura.
9 .Sólo por hoy me haré un programa detallado.
Quizá no lo cumpla del todo, pero lo redactaré. Y me
guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
10 Sólo por hoy haré una cosa que me sea antipática.
171
Consejos para el éxito (Kemmons Wilson):
1.-La felicidad no la hace lo mucho que tienes, sino lo
mucho que te gusta lo que tienes.
2.-La actitud mental juega un papel más importante en el
éxito de la persona que la capacidad mental.
3.-Ten confianza en ti mismo. Elimina de tu vocabulario
frases como «no creo que pueda» y sustitúyela por otras
como “sé que puedo”.
4.-El trabajo es la llave maestra que abre todas las
puertas.
5.-Recuerda que hay que subir la escalera del éxito paso
a paso.
6.-Hay dos formas de subir a un roble. Una es plantar
otro árbol y esperar encima a que crezca, y otra, treparlo.
7.-La gente a la que duele trabajar más de lo que le
pagan, nunca asciende.
8.-Las oportunidades vienen con frecuencia. Llaman a la
puerta con tanta frecuencia como tú tengas…
el oído preparado para escuchar,
el ojo listo para ver,
la mano entrenada para atraparlas,
y sobre todo, la cabeza acostumbrada a distinguir entre
lo cierto, lo probable, lo posible y… lo meramente iluso.
11.-Vende tu reloj de muñeca y cómprate un despertador.
12.- Cree en Dios y cumple los Diez Mandamientos.
172
Madre Teresa de Calcuta
La vida es una oportunidad, aprovéchala.
La vida es belleza, admírala.
La vida es un deber, cúmplelo.
La vida es un juego, juégalo.
La vida es amor, gózalo.
La vida es tristeza, supérala.
Recomendaciones (Clínica La Salud):
*Si haces el bien, habrá quien se ría de tí o piense que
lo haces por interés.
De todas maneras, haz el bien.
*Si trabajas por superarte, tal vez ganes falsos amigos
y verdaderos enemigos.
De todas maneras, supérate.
*Tal vez lo que hagas hoy será olvidado mañana.
De todas maneras, hazlo bien.
*Si eres persona honesta y sincera, algunos se
aprovecharán de ti.
De todas maneras, sé honesta y sincera.
*Lo que hayas construido en un año, puede destruirse
en una noche.
De todas maneras, construye
*Muchos favores que hagas no te serán
recompensados.
De todas maneras, si puedes, hazlo.
173
*Si dices que rezas, te dirán que la oración no cambia
el mundo.
De todas maneras, sigue rezando.
*Si ayudas a alguien, se aprovechará de ti.
De todas maneras, ayúdale
*Una sonrisa no soluciona el mal del mundo.
De todas maneras, sonríe siempre.
Recomendaciones (Boletín Salesiano):
Valorar y reforzar las fuerzas positivas de nuestra
alma. Es decir, descubrir y disfrutar de todo lo bueno que
tenemos.
Asumir después serenamente las partes negativas y
deficitarias de nuestra existencia.
Vivir abiertos hacia el prójimo. Pensar que es
preferible que nos engañen cuatro o cinco veces en la vida,
que pasarse la vida desconfiando de los demás.
Tratar de comprender al otro y aceptarlo como es,
siempre distinto a nosotros.
Tener un gran ideal, algo que centre nuestra
existencia y hacia lo que dirigir lo mejor de nuestras
energías.
Creer descaradamente en el bien. Tener confianza
en que a la larga (y a veces muy a la larga) terminará
siempre por imponerse. Es importante saber esperar.
Preocuparse más por amar que por ser amado.
Tener el alma siempre joven, y por tanto, siempre
abierta a nuevas experiencias.
174
Decidir no morirse mientras estemos vivos.
Elegir, si se puede, un trabajo que nos guste. Y se
esto es imposible, tratar de amar el trabajo que tenemos,
encontrando en él sus aspectos positivos.
Revisar continuamente nuestras escalas de valores.
Evitar que el dinero se apodere de nuestro corazón
Descubrir que la amistad, la belleza de la naturaleza, los
placeres artísticos son valores esenciales (y encima no se
pagan).
Descubrir que Dios es alegre, que una religiosidad
que atenaza o estrecha el alma puede necesitar un
reenfoque. Procurar sonreír con ganas o sin ellas.
Estar seguros de que una persona es capaz de
superar muchos dolores, mucho más de lo que ella misma
sospecha.
Para ser feliz
a.- Ayudar a los demás. Hay dos razones “egoístas”
para ayudar a los demás: en primer lugar, porque esto hace
que nos sintamos buenos, que aumente nuestra auto-
estima. La segunda es porque actuando de forma altruista
aliviamos nuestro estrés, al salir de nuestras preocu-
paciones o relativizarlas. Nuestra felicidad está muy unida a
tratar de conseguir la de los demás.
b.- Reservar un tiempo para las actividades preferidas.
Casi todos conocemos con claridad las actividades que nos
reportan más satisfacción, pero no siempre les buscamos
un tiempo.
c.- Mantenerse en forma. Sin saber con precisión la
175
razón, parece fuera de duda que la práctica regular del
ejercicio físico adecuado para cada persona aumenta la
felicidad.
d.- Ser organizado pero, a la vez, flexible. Es muy
importante para experimentar la felicidad el ser organizado,
tanto en el trabajo, como con el tiempo libre. Lo de “No
dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” es esencial y
debe aplicarse a toda tarea, pero admitiendo una
flexibilidad que nos dará gratas sorpresas.
e.- Pensar positivamente. Nuestros pensamientos y
actitudes hacia lo que nos ocurre son más la causa de
nuestra felicidad o infelicidad que los hechos en sí mismos.
La interpretación que hacemos de los hechos juega un
papel fundamental en nuestras emociones y en nuestra
conducta. Además, si uno espera que le van a ocurrir cosas
buenas, le acaban ocurriendo, y también al revés.
(Recuerda al sufí Mesnala, de Konia: : “Si vuestros
pensamientos son espinas, en vuestra vida solo habrá
sufrimiento; pero si son rosas, viviréis siempre en un
verdadero jardín”.
f.- Enjuiciar los acontecimientos con perspectiva.
Muchas cosas que hoy parecen malas, no lo son tanto.
h.- Que el ser cristiano no sea motivo de tristeza:
Cristo ha resucitado y su plan –no el nuestro- es salvarnos
a todos, queramos o no.
176
7 Sabios de Grecia, y sus consejos
Tales de Mileto: Si buscas una solución y no la encuentras,
consulta la Historia, que es la máxima sabiduría.
Brías de Prinea: El Deseo es bueno, porque la vida es deseo
pero desear lo imposible es una enfermedad mental.
Pítaco de Mytelene: Toma tus precauciones para evitar lo
malo, pero si a pesar de ellas ocurre, sopórtalo con
ánimo no solo para evitar tu derrumbamiento, sino
para fortalecer a los que sufran contigo este mismo
contratiempo.
Solón de Atenas: Olvídate de lo malo que, en contra de tus
principios, tuviste que prometer.
Cleóbulo de Lindio: Cualquier hombre puede ser tu amigo o
tu enemigo, según cómo te conduzcas con él.
Periandro de Corinto. Aprende a vivir aislado y a meditar
en la soledad.
Chilón de Lacedemonia: Haz bien lo que estés haciendo.
177
Pensamientos del Dr, López Botet
Aprende a vivir
Disfruta y utiliza bien cada día. No lo malgastes
lamentando el ayer o angustiándote por el mañana
No os angustiéis por el mañana. Cada día lleva su
afán.
Valora cuanto Dios te ha dado: Vida. Salud. Trabajo.
Esperanza. Y piensa lo que darías por recobrarlo si un día
lo perdieras.
El Señor quiere verte siempre alegre y también
goza viéndote gozar.
Aprende a gozar mirando el cielo, mirando el mar,
oyendo cantar un pájaro, viendo jugar a un niño, mirando el
arco iris en una gota de agua.
Ama
Goza viviendo con los que amas.
Goza de su cariño y ayúdales a vivir, sin intentar
dominarlos, sin intentar poseerlos, sin esperar nada y sin
pedirles nada.
Amor es darse y, sin embargo, todos queremos
poseer.
Ama a tus seres queridos. Pero no los deformes con
la imaginación y con el secreto deseo de encontrar un ser
perfecto que se te dé por entero: Tu sueño y tu quimera se
romperán contra la realidad de sus defectos y de su
egoísmo... iguales a los tuyos.
178
Ama y date a los que amas, pero contando con la
ingratitud y el olvido y... cuanto más amor des, más amor
tendrás.
No es fácil amar ni perdonar a los enemigos, pero de
momento puedes comprenderlos, disculparles y olvidarlos.
Tendrás más paz.
Haz oración
Deja en manos de Dios tus inquietudes y tus
temores, y acepta su voluntad.
Ofrécele tus alegrías y tus tristezas, tus triunfos y tus
fracasos, tus ilusiones y tus contrariedades.
Pide algo para ti y mucho para los demás.
Abre tu puerta al Dios vagabundo que llama
pidiéndote cariño y dile que le quieres. Sin pudor.
Trabaja
Haz una cosa tras otra y piensa en lo que estás
haciendo.
No hagas mal lo que haces, angustiándote por lo que
queda sin hacer, pues “hacer bien lo de hoy es preparar
bien el trabajo de mañana”.
Piensa que el éxito no está solo en el resultado.
También cuentan la intención y el esfuerzo.
El fracaso de una vida es la suma de los pequeños
fracasos de cada día. Haz bien lo de ahora.
179
Descansa
Deja en el trabajo sus inquietudes. Si te llevas tus
problemas a casa, te agotarán y no los resolverás.
Interrumpe los pensamientos fijos.
Evita la sucesión acelerada de pensamientos
innecesarios.
Saborea la compañía de los tuyos. Lee. Oye música.
Contempla cuanto te rodea. Reza. Llena tu imaginación de
cosas bellas.
Ora como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si
todo dependiera de ti.
No te hundas
Imagina lo peor. Acéptalo. Después trata de evitarlo
serenamente:
*Si es inevitable, tendrás que aceptarlo, porque de
nada sirve estrellarte contra un muro.
*Si es evitable, no te desesperes de antemano: Lucha,
ofrece a Dios tus esfuerzos y acepta su voluntad.
Analiza tu problema como si fuera de otro, o hubiera
sucedido hace años.
Repasa tu vida y verás lo exagerado de tus temores y
lo injustificado de tus preocupaciones pasadas.
Los temores y preocupaciones actuales son
igualmente excesivos e igualmente improbables.
Y rechaza también lo que entendemos como
”ansiedad”.
180
No aceptes la obsesión
-Porque amarga e inutiliza tu vida.
-Exagera causas, consecuencias y riesgos e introduce
premisas erróneas o desproporcionadas.
-No resuelve nada e incapacita para encontrar la
solución, que a menudo es lógica y fácil...
-Te impide gozar de la vida, del arte, de la naturaleza,
de la compañía de tus seres queridos.
Frénala cuando se inicie. Luego se adueña de ti y ya
no puedes interrumpirla... Gira y gira repitiéndose a sí
mismo como un remolino sin fin
Enumera su falta de base y la ineficacia de tus
obsesiones anteriores,
Piensa que el trabajo, en parte latente y silencioso de
tu cerebro, resuelve mejor muchos problemas que el
pensamiento fijo que impide el normal fluir de las ideas y el
descanso de la mente.
Ni el escrúpulo
Es una responsabilidad moral obsesiva, injustificada
o excesiva, que te exige algo que no puedes cumplir o no
tienes por qué cumplir.
A cada concesión responde insaciablemente
aumentando las exigencias y retuerce y sutiliza los
razonamientos. Para combatirlo, no mires a Dios como un
exigidor implacable, sino como un amigo a quien pides
ayuda.
181
Sobre la existencia de Dios
Nuestra Fe se basa en:
A.- la creencia de que Dios existe, y
B.- que se encarnó en Jesús, personaje histórico que vivió,
fue crucificado y resucitó.
A.- Demostrar la existencia de Dios es algo difícil, porque
Dios se nos esconde, y solo excepcionalmente irrumpe con
fuerza, como le pasó a S. Pablo o, hace muy poco, a André
Frossard (hijo del Jefe del Partido Comunista Francés: Era
ateo por herencia, pero un día Dios se le puso delante, y
“vio a Dios” como él mismo dice. Tuvo que cambiar).
Pero todos los demás lo tenemos algo “complicado”:
- Algunos lo encuentran en el orden y la belleza del mundo.
- Otros, en el origen de la vida o la planificación de la
evolución de las especies.
- O en la creación de la primera energía (el “Hágase la
Luz”), necesaria para que luego viniera un “Big Bang”.
- O en la necesidad de una Justicia Universal, que
compense las injusticias de aquí.
- O en la existencia del amor, la bondad o el cariño,
imposibles de explicar en un mundo de solo moléculas.
Son argumentos “metafísicos”, cuya valoración es
siempre muy subjetiva. Dan suficiente luz, solo, para
desmontar la idea de que la Religión va contra la Ciencia y
que, por tanto, podemos buscar a Dios sin faltar a la Lógica.
Ya es mucho.
182
Pero por el camino de pensar, podemos desviarnos y
acabar supeditando esta respuesta a solucionar otro
misterio: El “por qué” y el “para qué” del mal en el mundo,
que si bien está muy relacionado con él, no es
exactamente el mismo (Ya hemos hablado de él).
Para poder aclararnos, no conviene mezclar misterios.
B.- Hablar de Jesús de Nazaret como “Dios Hijo” ya es
otra cosa, porque el cristianismo parte de que Jesús fue un
personaje histórico que vivió, predicó, fue crucificado y
resucitó, y ahí la Historia puede decir algo, basándose en:
1º.- La concordancia de los datos histórico-críticos
sobre Jesús, derivados no solo de los propios Evangelios,
sino también de los datos extracristianos (Textos y
hallazgos arqueológicos)..
2º.- La debilidad de los argumentos de sus detractores
3º- La extraordinaria calidad humana de su mensaje.
Los 2 primeros apartados pueden estudiarse en una
larga lista de trabajos científicos que pueden encontrarse
en las bibliotecas. A los interesados yo recomendaría a 2
autores actuales nada sospechosos: Vittorio Messori,
periodista que realizó, siendo ateo (ahora no lo es), una
recopilación de argumentos que publicó en su “La hipótesis
de Jesús” (prologado por L. L. Radice, del Comité del
Partido Comunista Italiano), y Cesar Vidal, perteneciente a
la Iglesia Evangélica, que es un extraordinario investigador
183
de la historia de Israel y autor de múltiples libros sobre
estos temas, como “Jesús el Judío”, completísimo.
(En ambos encontrará abundante bibliografía para consultar).
La principal dificultad es que cada investigador tiende
siempre a ver según el color del cristal con el que mira, es
decir, según los planteamientos filosóficos o religiosos de
los que parte, por lo que sus conclusiones no serán nunca
totalmente imparciales ni definitivas. Solo con estudios, nos
quedaremos sin saber si somos hijos de Dios o solo ese
“paquete postal” que el ginecólogo envía al sepulturero.
Para nuestra desgracia, la Resurrección, que es su
último acto y “Prueba del 9” de su Divinidad, ya tuvo mucho
cuidado en hacerla en la oscuridad de la noche y sin
testigos.
Para más morbo, se dejó olvidada la Sábana Santa,
quizás la única prueba para un futuro y que es, seguro, un
as que Él se guarda en la manga, para que la partida no
decaiga. Puede ser que cuando vea que nuestra cerrazón
materialista sea ya intolerable, la desvele a través de una
prueba científica incontestable. Pero no es su plan, Él
prefiere que nuestra fe se base en la confianza y no en
pruebas: A Tomás le dejó meter sus dedos en el costado,
pero le dolió su incredulidad. Por eso puede que nunca
lleguemos a ver este Plan “B”.
.
El tercer apartado es la calidad del Mensaje
evangélico, que hace que pueda ser considerado como
prueba de su autenticidad, por ser impropia de una época
cuyo nivel cultural nos es muy conocido.
184
Nadie, ni un estudioso de textos sagrados, ni un
asceta iluminado, ni menos aún un mago o un ilusionista
embaucador, hubiera sido capaz de parir estas
enseñanzas. Eso es evidente y comúnmente aceptado
(aunque deje, como siempre, la puerta abierta al incrédulo).
Lo recalca Newman, el gran teólogo anglicano que
más tarde se pasó a la Iglesia Católica (llegó a ser
cardenal, y va para santo) que comentaba: “los
innumerables problemas que plantea la fe, quedan
vencidos por la certeza de que un Dios como este -y unas
enseñanzas como estas- no pueden haber sido fruto de
invención humana”.
(No es una idea original suya, pero se la cojo porque
además de ser una voz muy autorizada, es un viejo
conocido mío: Hace 50 años le tomé otra frase como
encabezamiento de mi Tesis Doctoral sobre la Médula
Osea. Era “Ningún hombre haría nada si esperara a poder
hacerlo tan bien que nadie encontrara defectos en su obra”,
verdadero acicate para los que somos entrometidos natos).
Es una doctrina profundamente humana que ha
resistido el paso de 2000 años, y que directa o
indirectamente ha sido el motor de un cambio, lento pero
progresivo, desde la antigua civilización romana –racista y
fascista a tope- hasta la actual del Mundo Occidental, algo
más libre y democrática.
Y ello gracias a unos principios básicos que, aunque
no vamos a desmenuzar aquí, sí los esbozamos
someramente:
185
a.- Recalca que todos somos Hijos de Dios y por tanto
hermanos, lo cual nos iguala a todos (incluso a las mujeres,
adelantándose así 2000 años a nuestra Ley de Igualdad).
b.- Advierte que no es la adhesión a una fe la que salva: en
el «reino de Dios» también entrarán, para sorpresa de
muchos, los que nunca han oído hablar de Cristo, o incluso
los que lo han combatido. «No todo el que me llama Señor,
Señor, entrará en el reino de los cielos», sino aquel que
pueda escuchar: “porque cuando tuve hambre me diste de
comer, etc”. Es decir, aquel que haya amado de verdad.
c.- Además de las Bienaventuranzas y de los múltiples
mensajes de cambio social esparcidos por todo el
Evangelio, en un parrafito de Marcos (Cap 7,vers. 14 al 24)
resume el gran vuelco a las costumbres establecidas:
“Escuchadme todos y entendedlo bien: nada de fuera
que entre en el hombre puede hacerlo impuro, mas las
cosas que proceden o salen de él, esas son las que dejan
mancha… Porque de lo interior del corazón es de donde
proceden los malos pensamientos, los adulterios, las
fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las
malicias, los fraudes, las deshonestidades, la envidia, la
mala intención, la blasfemia, la soberbia o la estupidez...
Y de esto es de lo que ha de purificarse”.
Vemos aquí cómo suprime de golpe infinidad de
obligaciones o prohibiciones religiosas que atenazaban al
pueblo judío, y de paso arremete contra los clásicos “7 pe-
cados capitales”, que con un nombre u otro, son y han sido
siempre el cáncer de toda sociedad.
186
d.- Propone, por encima de ritos, una forma de vivir
basada en el empeño en servir a los demás. (Es el slogan
del gandiense Fco. de Borja; ”Nacido para servir”). Nada
más antifascista ni más útil y actual para un buen político).
e.- No falta quien llega a afirmar que la ética propuesta por
los evangelios es una terapia psicológica correcta para
lograr la plena realización de la propia personalidad o para
recobrar el equilibrio perdido: Pidieron un dia a Sigmund
Freud que sintetizara su receta para vacunar al hombre
contra los males que le acechan desde lo profundo de sí
mismo. «Lieben und arbeiten», amar y trabajar, fue la
respuesta del fundador del psicoanálisis. Coincide con la
fórmula propuesta por el Nuevo Testamento, que, en el
centro de su mensaje, pone el amor y el trabajo.
Este segundo aspecto es menos conocido, tanto
que la frase de Pablo en su segunda carta a los
Tesalonicenses «El que no quiera trabajar, que no coma»
se atribuye equivocadamente a Lenin.
En cambio el primero, lo de amar, es de sobra
abordado en infinidad de versículos, en los que se llega a la
idea inaudita del amor extendido incluso a los enemigos, a
los descarriados, a los pecadores, etc., idea a la que el
judaísmo nunca llegó.
El amar al enemigo puede que sea una utopía, un
deseo irrealizable, pero marca la tendencia, el camino para
la convivencia social, pues abarca desde el no hablar mal
de la persona que nos da motivo sobrado para ello, hasta el
no pedir una severidad extrema con el delincuente (nuestro
hermano equivocado), el cual debe recibir el castigo justo,
187
sin ensañamientos. He aquí solo 2 ejemplos de lo que
significa “ofrecer la segunda mejilla” y, también, de lo que
nos cuesta acabar aplicar -de verdad- el Evangelio.
Todo esto son las normas que derivan de su
predicación, y sientan las bases para una convivencia
pacífica de todos los pueblos creyentes o no. Las que
forjaron el “Mundo Occidental” (aunque no quiera
reconocerlo la Constitución Europea), y las que forzaron al
ateo Guignebert a decir: «Muchos que han abandonado
hace tiempo la metafísica y dogmática del cristianismo
siguen aún la ética del Nazareno, como el más preciado e
inalienable de los tesoros».
Se comprende,pues,que haya quien no nos reproche el
seguir las enseñanzas de Cristo, sino el no seguirlas con
suficiente fidelidad. Para vergüenza nuestra, Gandi decía
que “si los cristianos lo fueran de verdad, en la India no
habría hindúes”, o en otra ocasión, que “los cristianos son
como las piedras del lecho de los ríos: Mojados por fuera,
pero con el corazón seco”.
Más claro, el agua.
188
Evangelio de San Juan
El Evangelio de San Juan es el 4º y último. De él se dice que es el más elevado. Ya Orígenes. el filósofo que
puso las bases para la interpretación de la Biblia, lo ensalzó así (¡en el año 230!): “No es atrevido decir que, de todas las Escrituras, los evangelios son las primicias y que, entre los evangelios, la primicia es el evangelio de Juan”....
Pero para los legos en la materia nos resulta difícil de entender a 1ª vista. Hay que leerlo sin prisas y estando predispuesto a “reclinarse en el pecho de Jesús” (¡!), según consejo del propio Orígenes (aludiendo quizás a la posición del apóstol Juan en la “Ultima Cena”). Es decir, predispuestos a dejarse sorprender por unas frases que nos dicen más de lo que aparentan.
El Apóstol no busca la descripción de los milagros y parábolas de Jesús, que ya se habían divulgado por medio de la transmisión oral y por los “Evangelios Sinópticos” que ya circulaban entonces.
Juan quiere otra cosa. Se fija más bien en que, entre parábola y milagro, Jesús va dejando caer mensajes algo encriptados que hacen referencia a la Trinidad, al Espíritu, a su increíble pasión y muerte, etc., a cosas extrañas que el pueblo (incluidos los apóstoles) no comprendió hasta que Jesús, después de su humillante muerte, se les apareció resucitado.
El evangelista Juan vio que todas estas frases extrañas y hasta escandalosas guardaban relación entre sí, tenían una finalidad docente y, por tanto, debían ser conservadas y transmitidas porque ayudan a conocer mejor a ese Dios que “se nos da pero se nos esconde”. Este enfoque teológico es lo que origina el Evangelio de Juan y lo distingue de los sinópticos, en principio mucho más “humanos” y atractivos. Datos biográficos del Apóstol San Juan Para sumergirnos en aquel mundo, bueno será que empecemos por conocer la vida y la personalidad de su autor. Sabemos que era natural de Betsaida, ciudad de Galilea, en la ribera norte del lago de Tiberíades. Sus padres eran Zebedeo y Salomé; y su hermano, Santiago el Mayor. Formaban una familia acomodada de pescadores que, al conocer al Señor, no dudan en ponerse a su total disposición. Santiago y Juan, en respuesta a la llamada de Jesús, «dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron» (Marc 1,20). Salomé, la madre, siguió también a Jesús sirviéndole con sus bienes en Galilea y Jerusalén, y acompañándole hasta el Calvario (Marc 15,40). También fue la que pidió a Jesús que, como premio, sus hijos se sentaran junto al Padre en el cielo.
189
Los dos hermanos habían estado antes con Juan el Bautista, cuando éste bautizaba junto al río Jordán. Incluso habían llegado a ser discípulos suyos; un día al ver pasar a Jesús, les dijo: «He ahí el Cordero de Dios». Al escuchar esto fueron tras el Señor y pasaron aquel día con Jesús (Jun 1,35-38). Volvieron a su casa en Betsaida, al trabajo de la pesca. Poco después, el Señor, tras haberles preparado desde aquella primera entrevista, les llama definitivamente a formar parte del grupo de los Doce. San Juan no tendría aún veinte años. Desde ese momento San Juan sigue a Cristo para no abandonarle nunca más. Los Evangelios lo mencionan en la lista de los Doce siempre junto con su hermano Santiago, a continuación de San Pedro y, a veces, de San Andrés (Marc 3,17). El amor apasionado de estos dos hermanos al Señor fue el resorte que les hizo reaccionar alguna vez con vehemencia contra los que rechazaban al Maestro. Cuando unos samaritanos no quisieron recibirle, los hijos de Zebedeo —como ocurrió con los mensajeros del Rey Ocozías (2 Re 1,10-13)— proponen a Jesús: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?» (Luc 9,54). Hablaba la fogosidad de su corazón y el no haber entendido aún la misión de Cristo: mostrar a los hombres el amor del Padre. Poco a poco, con la instrucción del Señor, lo entenderán y será precisamente San Juan quien nos deje para siempre constancia de que Dios es Amor (1 Ju 4,8). Pero, en aquellos primeros pasos con Jesús, alguna vez parecen ansiar el triunfo de su Maestro por la via rápida, invocando un castigo del Cielo. Con razón, pues, el Señor «les llamó Boanerges, esto es, 'Hijos del trueno'» (Marc 3,17). El carácter fuerte y la espontaneidad juvenil llevan a San Juan a hacerse portavoz de los discípulos cuando, en una ocasión, no permiten que uno que no iba con ellos utilizara el nombre de Jesús para expulsar demonios (Luc 9,49). Junto con Pedro, los dos hijos del Zebedeo recibieron del Señor particulares detalles de confianza y de amistad. San Juan se cita discretamente a sí mismo en el Evangelio como «el discípulo a quien Jesús amaba». Ello indica que el Señor le tuvo un especíal afecto. San Juan, que conocía a San Pedro antes de que el Señor los llamase —ambos eran pescadores en Betsaida—, mantuvo una relación muy estrecha con el Príncipe de los Apóstoles. A ellos dos confía el Señor la preparación de la Cena Pascual (Luc 22,8) y, la noche de la Pasión, es Juan quien introduce a Pedro en casa del Sumo Sacerdote (Ju 18,16). Y juntos corren al sepulcro la mañana del domingo de Pascua. A San Juan le quedó muy viva la imagen del sepulcro vacío que hizo avivar su fe en la Resurrección de Cristo. Y Juan es el primero en reconocer a Jesús resucitado, cuando se aparece a un grupo de dis-cípulos a la orilla del lago. Lleno de júbilo grita: «¡Es el Señor!» (Ju 21,7). Tras la Ascensión del Señor, San Juan sigue unido a San Pedro. Nos informa de ellos el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el que
190
se narran los primeros años de la Iglesia. Juntos acuden al Templo para orar, y allí, en la puerta llamada Hermosa, realizan con el poder de Cristo la curación milagrosa de un tullido de nacimiento (Hech 3,1-9). San Pedro predica el Evangelio y ambos acaban en la cárcel. Juntos aparecen también como enviados del Colegio Apostólico para administrar el sacramento de la Confirmación a los bautizados por el diácono Felipe en Samaria (Hech 8,14). Años más tarde, hacia el 50, en el primer Concilio de la Iglesia en Jerusalén, figura San Juan junto con Santiago el Menor y San Pedro como «columnas de la Iglesia» (Gal 2,9). San Juan en Efeso : A partir de este momento las noticias que tenemos de la vida de San Juan nos vienen de la tradición eclesiástica. Noticias fidedignas nos atestiguan que marchó de Palestina a Efeso, donde cuidó de las iglesias del Asia Menor; así lo afirma San Policarpo de Esmirna, que murió el 155 a la edad de ochenta y seis años, y fue discípulo directo de San Juan (Ir. Adv. Haer, II 22,15). Este dato concuerda con el testimonio de Polícrates (obispo de Efeso, muerto hacia el 190), transmitido por Eusebio de Cesarea (Hist. Eccl. III 31,3), quien afirma que Juan pertenecía a una familia sacerdotal judía y murió en Efeso, tradición coherente con el hecho de que en el cuarto Evangelio se mencionen con tanta frecuencia las fiestas de los judíos y que San Juan fuera conocido del Sumo Sacerdote (Ju 18,16). Lo que no puede determinarse con tanta claridad es la fecha de su traslado a Efeso. Ya hemos dicho que hacia el año 50 se encontraba todavía en Jerusalén. Y parece probable que no estuviera aún en Efeso cuando San Pablo escribe la segunda carta a Timoteo, hacia el año 66 ó 67, dándole instrucciones para el gobierno de la iglesia de Efeso (2 Tim 4,12). Todo esto hace pensar que San Juan llegó allí después de la muerte de San Pablo, ocurrida el año 67. De su actividad en Efeso, tenemos testimonios. Él mismo confirma la noticia —que transmiten San Ireneo, Eusebio y otros escritores eclesiásticos— de su destierro en la isla de Patmos, donde escribió el Apocalipsis (Apc 1,9). Ocurrió esto bajo el imperio de Domiciano, y más concretamente en el año 14 de su reinado, es decir, el año 95. Tras la muerte de Domiciano, el año 96, Juan vuelve a Efeso donde tiene que enfrentarse no sólo con los enemigos externos que persiguen a la Iglesia, sino incluso con algunos cristianos que han caído en la herejía y se obstinan en ella. San Juan escribe entonces el Evangelio del que nos vamos a ocupar y, además, las tres Cartas en las que, preocupado por la pureza doctrinal, pone en guardia a aquella iglesia contra los que niegan la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo (2 Ju 9). Por otra parte, y seguramente porque los herejes deformaban el verdadero concepto de amor cristiano y lo confundían con otros amores, San Juan expone con toda claridad que somos hijos de Dios, que es Amor, y esto exige vivir
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según sus mandamientos: «Y en esto consiste el amor: en que vivamos conforme a sus mandamientos» (2 Ju 6). También sabemos por la tradición algunos detalles de sus últimos años, que nos confirman su desvelo para que se mantuvieran la pureza de la fe y la fidelidad al mandamiento del amor fraterno. San Jerónimo cuenta que los discípulos le llevaban a las reuniones de los cristianos —pues debido a su ancianidad no podía ir solo— y que constantemente les repetía: «Amaos los unos a los otros». Ante su insistencia, le preguntaron por qué decía siempre lo mismo, y San Juan respondió: «Es el mandamiento del Señor y, si se cumple, él solo basta» (Com. a Gal, III, 6). Murió al comienzo del imperio de Trajano (años 98 al 117), Relación entre la Virgen María y Efeso . Los turistas que actualmente visitan Efeso son acompañados a un bello paraje llamado Maryen Ana, donde hay una capillita paleocristiana, que se atribuye a la vivienda de la Virgen en Efeso, y una fuente con abundantes exvotos, que atestiguan una devoción popular. También allí se explican los 3 motivos por los que creen que la Virgen vivió y murió allí, siempre atendida por S.Juan: a.- S. Juan recibió en el Gólgota el encargo de cuidar a la Virgen, y sabemos que él acabó su vida en Efeso. b.- La gran devoción a la Virgen, que arranca con San Juan y sigue con los Ortodoxos, que hacen –y han hecho siempre- una romería a Maryen Ana, a la que espontáneamente se suma el pueblo islámico, que también homenajea a la Virgen (aunque para ellos Jesús sea solo un profeta). c.- Las revelaciones de la monja alemana Catalina Emerick, muerta en 1824, que sin haber salido nunca de su convento, describió al detalle una ciudad de Efeso entonces inexplorada. Estos sueños llamaron la atención de arqueólogos franceses que iniciaron los trabajos y, animados por los descubrimientos que iban realizando, amplían sus exploraciones a un lugar a 6 Km, (Maryen Ana), donde hallan los restos que corresponderían a la vivienda de la Virgen Son razones respetables, pero pretender que la Virgen vivió en lo que después fue esa capilla, y que bebió en aquellas aguas, es solo devoción popular. La Iglesia cree que la Virgen murió en Jerusalén, en el Monte Sión donde está hoy la Capilla de la Dormición, entre los años 33 y 52 (según fuentes), y fue enterrada al otro lado del Cedrón, en Getsemaní, donde lo recuerda el Santuario de la Asunción. San Juan llegó a Efeso con toda seguridad después del año 67 en que murió San Pablo, y su amor por la Virgen no solo dejó el santuario de Maryen Ana, sino la Basílica de Santa María, hecha en parte con los mármoles del Templo de Artemisa (otros restos, como sus columnas, fueron a enriquecer la Basílica de Santa Sofía de Constantinopla).
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Esta Basílica, cuyas ruinas visitamos nosotros en el crucero de los 25 años de la Promoción de Médicos (año 1980), es donde se celebró el Primer Concilio de Efeso, en el que se concluyó que en J.C. hay 2 Naturalezas (Divina y Humana) y 1 Persona (Divina) y por tanto la Virgen era “Madre de Dios” (en contra de Nestorio, que afirmaba que era madre solo del hombre Jesús). El pueblo de Efeso celebró este dictamen con una procesión festiva en la que se entonó, por primera vez, el “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. (Además, las antiguas fiestas profanas en las que Efeso celebraba en el mes de Mayo el nacimiento de Artemisa, derivaron en nuestro Mes de Mayo, Mes de las Flores, consagrado a la Virgen). La conclusión es que Efeso, y gracias a S. Juan, está muy unido a la Virgen María, aunque esta nunca haya residido allí.
Resumen comentado del Evangelio
(1) Prólogo: EL evangelio de san Juan se abre con un solemne prólogo que nos otorga la clave teológica de toda la obra: El misterio de la encarnación de Jesucristo. (Pero desde el primer versículo: “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios” nos muestra su estilo literario, algo dificilillo).
Se inicia (1-3) revelando la preexistencia y actividad creadora de Jesucristo, Hijo Unigénito del Padre (la Palabra, o el Verbo, o el Logos, o la Luz), encarnado para ser revelado al mundo.
Sigue con su revelación y rechazo (4-11): Esa Palabra es fuente de vida, y esa vida no se ha quedado escondida, sino que brilla y se manifiesta: es Luz. Pero a la revelación de la Luz se oponen las tinieblas, es decir, los que rechazan deliberadamente la obra salvadora de Jesucristo. En la historia de la salvación hay un drama desconcertante: La Palabra (que es la salvación) vino al mundo, pero los suyos no la recibieron (11.) Este rechazo a la Luz constituye el fracaso, la tragedia de La humanidad.
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(Los versículos 6-8 rompen La armonía del prólogo. Se trata de un inciso, un comentario clarificador para la primitiva “Comunidad Joanica”: Por muy grande que sea Juan el Bautista para sus seguidores, el evangelista precisa que aquel no es la Luz, sino un testigo de ella, una antorcha al servicio de Jesucristo).
Entra luego en materia, en la revelación y la acogida (12-18): No todos se oponen a la revelación de la luz, hay quienes la
acogen y aceptan; y estos, por su fe en Jesús, reciben la potestad de ser hijos de Dios. La filiación divina es un don de Dios: “estos, que no proceden de la carne ni de la voluntad de varón, sino de Dios”.
EL versículo 14 es la parte central de este prólogo: «La Palabra se hizo carne»: En el hombre Jesús resplandece corporalmente la divinidad. Dios habita en medio de nosotros. El cuerpo de Jesús se ha convertido en tabernáculo de Dios para la humanidad. La presencia divina, ligada antes a la tienda del desierto, después al templo de Jerusalén, habita ahora en la persona de Jesús. En él reside toda la bondad y misericordia de Dios, y éstas son estables y firmes, duran para siempre.
Este resumen del Evangelio de Juan -y de toda la teología cristiana- se leía antes al final de todas las misas, en latín:
ln principio erat Verbum , et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum. Hoc
erat in principio apud Deum. Omnia per ipsum facta sunt: et sine ipso factum est nihll, quod factum est. In ipso vita erat, et vita erat lux hóminum: et lux in ténebris Iucet, et ténebrae eam non comprehendérunt. Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Joánnes. Hic venit in testimónium. ut testimónium perhibéret de lúmnine. ut omnes ceréderent per illum. Non rat iIIe lux, sed ut testimónium perhibéret de lumine. Erat lux vera, qui illúminat omnem hóminem venitem in hunc mundum. In mundo erat, et mundus per ipsum factus est, et mundus eum non cognovit. In propia venit, et suí eum non recepérnnt Quotquot auten receperunt eum, dedit eis potestatem filios Dei fieri, his que credunt in nómine eius: qui non ex sangilnibus, neque ex vonluntáte viri, sed ex Deo nati sunt. Et Verbum caro factum est (genuflexion), et habitávit in nobis et vidimus glóriam eius, glóriam quasi Unigéniti a Patre, plenum grátiae ef veritátis.
(En el Cap.2, Jesús ha sido bautizado en el Jordán,
proclamado Mesías por el Bautista y enaltecido por el Espíritu
Santo. Elegidos los discípulos, van a las bodas en Caná, y luego
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a Jerusalén, donde anuncia la destrucción del Templo y su
incomprensible reconstrucción en 3 dias).
(3) ,- Jesús y Nicodemo .- A continuación, se presenta ante Jesús Nicodemo, un fariseo
relevante y maestro de la Ley, que confía en el Maestro sólo por los signos que ha visto, pero no tiene fe. (Y por miedo, va a verlo por la noche para no llamar la atención).
Jesús le declara que es necesario nacer de nuevo para ver el reino de Dios. Pero Nicodemo no lo puede entender porque lo interpreta de manera biológica y Jesús le intriga con sus explicaciones: “Te aseguro que, si uno no nace de agua y Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios (5)”, “Lo nacido de la carne, carne es. Y lo nacido del espíritu, espíritu es” (6). “No te sorprendas…El viento sopla hacia donde quiere. Oyes su rumor, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así sucede con el que ha nacido del Espíritu” (8).
Nicodemo sigue sin saber cómo puede ser eso y Jesús le añade “¿Tu eres maestro en Israel y lo ignoras?” (10)
(Lo que ignoraba, o no recordaba, era el anuncio por Ezequiel del destierro a Babilonia, y la forma en que serían liberados: “… y derramaré sobre vosotros agua limpia y seréis limpiados de toda inmundicia… y pondré sobre vosotros mi Espíritu y haré que caminéis en mis mandamientos” (Ez., 36, 16-27).- Pues bien, el mismo Yavé que había formulado estas promesas a su pueblo a través de Ezequiel, enviaba ahora a su Hijo anunciando el agua y el espíritu para liberarlos, ahora, del pecado original).
- “Si os he dicho cosas de la tierra y no me creéis ¿Cómo creeréis cuando os diga cosas del cielo? (12). Y añade 2 joyas: a - “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (16) b – y “Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgarle, sino para que todos se salven por medio de El” (17).
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Jesús puede hablar de estos misterios porque los conoce. Nadie ha subido al cielo. Sólo Jesús, que estaba en el regazo del Padre, conoce aquellas realidades y ha descendido para revelarlas y manifestar que es el amor del Padre el que ha puesto en marcha toda la historia de la salvación.
(Y como hace en el prólogo, el Evangelista repite aquí un inciso
para referirse a Juan el Bautista, que en respuesta a uno se sus
discípulos, recuerda que él no es el Mesías sino su Precursor, con
estas palabras:
…“Quien se lleva la novia es el novio….Y en esto consiste mi gozo
colmado”. “El debe crecer y yo disminuir”; “Quien viene de arriba está
por encima de todo (29 y 30)“…”El enviado de Dios habla de las cosas
divinas. El Padre ama al Hijo y todo lo pone en sus manos, pues Dios
(no da el Espíritu tasado (sic34 y 35)”
4).- Jesús y La samaritana .- La samaritana, al principio, está distante con Jesús: ¿Cómo tú me pides agua a mí? Luego, por sentido práctico, ya le respeta: “Señor”, dame de esa agua viva, para no tener que venir a sacar agua del pozo. Y cuando le descubre su azarosa vida ya le reconoce “Profeta”. Acaba recibiendo la primicia: Ella esperaba, como todos, al Mesías, y “Jesús le dice: -Yo soy, el que habla contigo” (26). Pocas veces habla tan claro, y lo hace a una mujer de raza despreciada, escogiendo a una pecadora, que de este modo se convierte en mensajera de la Buena Noticia ante su pueblo. Poco antes ya le había dicho que ni el monte Garizin (donde adoraban a Yavé los samaritanos) ni Jerusalén (donde lo hacían los judíos), importan nada porque “Llega la hora, y es ésta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad” (23). Pero en cualquier sitio, porque es el cuerpo de Jesús lo que se convierte en el verdadero templo, ya no hay otro.
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(5).- El paralítico de Betzeta : Después de curarlo, hace un largo –largísimo- discurso de manifestación de su divinidad: ”Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que él quiere”. “Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos” (22). “Os lo aseguro: Quien escucha mi palabra y cree al que me envió, posee la vida eterna y no se le llamará a juicio, porque ha pasado ya de la muerte a la vida”. (24). ”No os maravilléis de esto, porque viene la hora en la que todos los que están en los sepulcros oirán su voz” (29), “y los que hicieron el bien saldrán para la resurrección de la vida, y los que practicaron el mal para la resurrección del juicio” (30). (6).- Multiplicación de los panes y los peces .- Tras el aparatoso milagro, la gente aclama a Jesús, pero lo hace con una fe inmadura; se queda sólo en la manifestación superficial de las obras que el Maestro realiza. Se fijan solo en el suceso, mientras que Jesús piensa en lo que significa, que es su presentación como pan, el pan de vida. El pueblo se entusiasma, pero en Jesús predomina la decepción porque ellos se conforman con un Rey que reparte pan gratis, y Jesús ofrece mucho más.
Jesús reacciona y da comienzo a un extenso y profundo discurso eucarístico, en el que aparecen encadenados unos versículos muy expresivos y que crearon gran escándalo:
“Trabajad no por un sustento que perece, sino por un sustento que dura y da vida eterna, el que da este Hombre” (27).
“Yo soy el pan de la vida: el que acude a mí no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed” (35).
-”Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último dia” (54), -“Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida” (55), -“Quien come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él” (56).
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Así, y gracias a la eucaristía, el creyente se encuentra unido a Jesucristo; se trata de una compenetración recíproca, de una permanencia mutua. La misma vida divina que va del Padre al Hijo, pasa al creyente que comulga: Jesús es Hijo, y el discípulo llega a ser hijo de Dios por esta compenetración.
(Esta transformación requiere por parte del ser humano una
condición previa: La fe incondicional: “Pero ya os dije que, aunque me habéis visto, no creéis” (35) Y afirma: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió» (44), porque la Fe no depende de la iniciativa humana; es ante todo una atrac-ción interior que el Padre suscita, pero que el hombre ha de oír y atender a base de humildad: No es una predestinación arbitraria. Se nos ofrece gratis, pero requiere nuestra colaboración, porque la Fe sin obras es una Fe muerta). Sin la ayuda del Espíritu, sin el don de la fe, toda la vida de Jesús se va convirtiendo en un permanente escándalo, sus palabras tienen un impenetrable velo de incomprensión: - “Este discurso es bien duro ¿Quién podrá escucharlo?” (60).
Ante esta murmuración de sus propios discípulos, Jesús les remite a otro misterio más amplio: el de su muerte y resurrección; pero este misterio da –aunque sea veladamente- la clave de interpretación del misterio eucarístico, disipando el malentendido de los judíos, que piensan en un canibalismo. Jesús habla de su subida al cielo, de su condición de resucitado de la muerte:
- “¿Qué será cuando veáis a este Hombre subir a donde estaba antes?”. (62).
- “El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada” (63). De esta forma, su carne ya no es ni frágil ni corruptible, es otra
carne, gloriosa y llena de Espíritu, que rebasando los límites del espacio y del tiempo, puede venir a nosotros introducida en un pan que ya es, así, la verdadera comida, el “Pan de Vida” que proclama el evangelio, aunque conserve sus propiedades físicas: color, sabor, forma, textura. (Esto era la “Transustanciación”).
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Al ver cómo le abandonaban muchos de sus discípulos, Jesús
toma la iniciativa; interpela a los Doce para provocar una confesión decidida. La escena recuerda la confesión de Cesarea, en la que Jesús les pregunta: «Vosotros también queréis marcharos?». Los apóstoles, con Pedro a la cabeza, aunque no comprendían, ya tenían fe.
(7).- Incredulidad y rechazo hacia Jesús .- La actividad de Jesús genera todo tipo de reacciones: El se defiende de haber curado en sábado, y el pueblo se extraña de que predique públicamente sin ser detenido. Sus parientes no creen en él. Para algunos, era un hombre bueno, pero para otros, un mentiroso o un endemoniado. La identidad de Jesús , pedida por sus hermanos, es la cuestión fundamental: “Date a conocer al mundo” (7,4) y más adelante por los judíos “Tú quien eres” (8,25).La enseñanza de Jesús va revelándolo paulatina-mente, hasta culminar con “Antes de que existiera Abrahan existo yo” (8,58), o “El Padre y Yo somos uno” (10,30). Jesús es el Hijo de Dios y, por tanto, lo conoce con familiaridad y puede seguir hablando de la misión que ha recibido de Él, pero lo hace con sus frases intrigantes: “Poco tiempo estaré aún con vosotros; después volveré al que me envió (33). Me buscaréis y no me encontraréis. Adonde yo vaya, vosotros no podéis ir (34)”. En el último día de la Festividad de las Chozas, en el que se recuerda el agua que Moisés hizo brotar de una roca en el desierto, Jesús se pone de pie y proclama en voz alta: - “Quien tenga sed, acuda a mí a beber” (37); Se presenta como la roca de la salvación a la que todo ser humano sediento debe acudir y beber, y adelanta que Él, muriendo por amor, se convierte en fuente permanente del don del Espíritu, como había ya anunciado antes a la Samaritana, a la que intrigó diciéndole:
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”…quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, pues se convertirá dentro de él en manantial de vida eterna (4, 14).
Los fariseos, tenidos por sabios, llaman a Jesús «engañador». No creen en él. Además, dejan caer su opinión sobre el pueblo llano: son «ignorantes y malditos» (mientras ellos eran “buenos”). Pero es significativo que los guardias, enviados para prenderle, regresan sin nada diciendo: «jamás hombre alguno ha hablado como este hombre» (46).
Y cuando Nicodemo (el de antes) intenta convencer a sus compañeros fariseos, esto le replican: “¿También eres tú galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas” (52). Ellos “saben” la Ley y la sobrevaloran de forma indiscriminada.
(8).- Jesús y la mujer adúltera .- A los fariseos no les importa la situación de aquella pobre mujer que iba a ser lapidada. Jesús invita a sus interlocutores —y a los lectores de todos los tiempos—, a pasar de la ley que va a ser ejecutada con frialdad, a la ley que debe ser aplicada responsablemente. Y no solo perdona a la adúltera, sino que insiste en un mensaje fundamental: Todos los seres humanos son, en mayor o menor medida, pecadores. Todos son incapaces de saldar su deuda, que depende del perdón gratuito y generoso de Dios, perdón que Jesús está ofreciendo a todo el que, humildemente, desea recibirlo mediante aquella conversión que predicaba el Bautista: Ni la raza judía, ni siquiera su religión. Solo salva el cambio de vida, el volverse hacia Dios, la “Conversión” que él simbolizaba con su Bautismo en el Jordán. Sigue hablándoles sobre quién es y a qué ha venido: Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis realmente discípulos míos, entenderéis la verdad y la verdad os hará libres”:(32)“. ¿Pero libres de qué? Pues, por lo menos: -- Del remordimiento por las faltas cometidas, pues ofrece un perdón infinito. -- De los falsos precepto y leyes hipócritas (antes más que ahora), que atenazan al hombre.
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-- De la llamada “Esclavitud del miedo a la muerte”, que en todas las culturas había amargado la vida, antes de que Jesús trajera la Buena Nueva, la esperanza del Reino de los Cielos. Pero no le entienden, parten de prejuicios (“porque no sois capaces de escuchar mi palabra” (43). Y así llegamos a un fragmento de diálogo, demostrativo del clima de rechazo: -“¿No tenemos razón al decir que eres samaritano y estás endemoniado? -“No estoy endemoniado sino que honro a mi Padre... Os aseguro que quien cumpla mi palabra no sufrirá jamás la muerte. -Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abrahán murió y lo mismo los profetas, y tú dices que quien cumpla tu palabra no sufrirá jamás la muerte, ¿Por quién te tienes? Y recogieron piedras para lapidarle…” (48 a 59).
(9) Sana a un ciego de nacimiento .- Es la lenta narración de un milagro, cargada de detalles teológicos. Se destaca, por una parte, la actitud sincera de una persona del pueblo, privada de instrucción pero dotada de sentido común; y, por otra, la cerrazón de los maestros del pueblo: “Si este hombre (dijo el enfermo curado) no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada” (33). Y le contestan los fariseos: “Tú naciste lleno de pecado, ¿Y quieres darnos lecciones?” (34).
Todo el capítulo está enmarcado en una gran interrelación entre pecado y ceguera: “Dijo Jesús: Yo he venido a este mundo para un juicio, para que los que no ven vean, y para que los que ven se vuelvan ciegos” (39). Se refiere a dos tipos de ceguera: La primera, consecuencia de ignorancia y no de pecado, se cura y obtiene la visión, es decir, la fe (los que no veían, ahora ven). La segunda es consecuencia del pecado y permanece para siempre. Es la de los fariseos, que “ven” pero para Jesús se vuelven “ciegos” y no son sanados.
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Aquí su pecado es que son incapaces de entender un mensaje que no cuadra en el sistema teológico en el que han sido educados y en el que fundamentan su verdad y su seguridad. Por eso Intentan negar los milagros. Están tan llenos de su «saber», que son incapaces de “descalzarse y escuchar”, de creer a Jesús.
(10).- El buen pastor .- Jesús, educado como judío piadoso, acepta todos los ritos y preceptos de la Ley de Moisés, pero ha venido a completarla, a dar cumplimiento a sus profecías. Así proclama que la salvación está ligada a El , que era el Mesías esperado. En este sentido, hay aquí versículos muy expresivos: - “…Yo he venido para que (mis ovejas) tengan vida y la tengan en abundancia”, (10).”… El buen pastor da la vida por sus ovejas” (11), no como el asalariado, que al ver al lobo huye. - “Yo soy el buen pastor, conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí” (14). Y más adelante: “Yo les doy vida eterna y jamás perecerán. Nadie las arrancará de mis manos” (28). ”…Nadie puede arrancar nada de las manos de mi Padre” (29), “El Padre y Yo somos uno” ( 30),- - “Por eso me ama mi Padre, porque doy mi vida, para después recobrarla. Nadie me la quita, la doy voluntariamente” (17), y “Tengo poder para darla y para después recuperarla ”(18).
Lógicamente, al enaltecerse Jesús de esta manera, quita protagonismo a escribas y fariseos, que eran los que dirigían la religiosidad del pueblo judío, pero que ni aceptaban el mensaje de Jesús, ni dejaban que otros lo siguieran. Y como, por otro lado, éste no tenía empacho en insultarlos públicamente como sepulcros blanqueados o raza de víboras, el ambiente iba caldeándose progresivamente:
“Muchos decían: Está endemoniado ¿Por qué le escucháis? Pero otros: “Estas palabras no son de un endemoniado” (20-21).
En la Fiesta de La Dedicación le interpelan: “¿Hasta cuándo nos tendrás en vilo? Si eres el Mesías, dilo claramente” (24),
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-“Os lo digo y no creéis. Las obra que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí” (25). ”Os he hecho ver muchas obras buenas, ¿Por cuál de ellas me apedreáis? -“Por ninguna obra buena sino por la blasfemia, porque siendo hombre te haces Dios” (algo inadmisible para un judío). (11).- La Resurrección de Lázaro se relaciona directamente con “Jesucristo dador de vida” , como su victoria sobre la muerte: -“Yo soy la resurrección y la vida» (25), - y “Quien cree en mí no morirá para siempre“ (26). Jesús venció a la muerte muriendo y resucitando, y estos dos acontecimientos constituyen la obra de la salvación.
Ante el prodigio, surge como siempre una doble reacción: la fe y la incredulidad. La fe abre las puertas a la vida, la incredulidad la cierra. A pesar de lo llamativo y lo espectacular que debió ser la escena, no hubo unanimidad, porque unos pocos no creyeron lo que veían y fueron al Sanedrín a denunciar.
Las autoridades religiosas deciden entonces actuar, temen que la actividad de Jesús, sus evidentes signos prodigiosos, propicie un movimiento de masas de carácter mesiánico que haga peligrar el orden establecido . Temen [a represalia de los romanos. Caifás con su sugerente idea de que es preferible que muera uno por todos, no es sino un instrumento para proclamar inconscientemente que Jesús muere por todos, por todo el pueblo.
(12),- Comida y unción en Betania (1-11).- Asistimos a un banquete (que “los sinópticos” sitúan en casa de Simón el Leproso), y Lázaro estaba allí con sus hermanas, seguro que para celebrar su resurrección. Mientras Marta-Marta se afana preparando y sirviendo la mesa, Maria, como siempre, es la que derrama perfumes sobre Jesús, la que le agasaja y le escucha. Ha escogido “la mejor parte”.
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Judas murmura, y Jesús, aprovecha la ocasión para anunciar otra vez su muerte: “A los pobres los tendréis siempre entre vosotros, pero a mí no me tendréis” (8). Y deja que le unjan como se hacía con el cadáver de toda persona importante. Lázaro va a ser perseguido a muerte por los judíos. Se ataca no sólo al Maestro, sino también a quien es testimonio vivo de su victoria (él fue el primer p erseguido por su fe, aunque el primer mártir sea San Esteban, al que San Pablo ayudó a lapidar).
(12).- Entrada triunfal en Jerusalén. (12-50): Esta escena está descrita de manera parecida a los Textos sinópticos, aunque con más brevedad, porque dejando pendiente esta narración, pasa a referirnos la aparición de “unos griegos” que quieren ver a Jesús. Estanos en la 3ª festividad judía, La Pascua, Y Jesús, aprovecha esta presencia para lanzar otra fuerte “andanada doctrinal”, manifestando: a.- La significación de su muerte, cuya “necesidad” es ilustrada con el ejemplo del grano de trigo que “…si no muere al caer en tierra, queda infecundo, pero si muere produce mucho fruto” (24). -“El que se aferra a la vida la pierde, el que desprecia la Vida De este mundo la conserva para una vida eterna “(25). -“El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté Estará mi servidor” (26). b.- Luego nos da un equivalente a la “Oración en el Huerto”:
-“Ahora mi espíritu está agitado y ¿Qué voy a decir? ¿Que mi Padre me libere de este trance? No, que para esto he llegado hasta aquí” (27).
“Ahora comienza el juicio del mundo, y el príncipe de este mundo (el demonio) va a ser arrojado fuera” y “yo, cuando sea levantado de la tierra (en la Cruz), atraeré a todos hacia mí” (32). c.- Más adelante, Insiste en que su venida al mundo es la llegada de la luz.:
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- “Mientras tenéis luz, caminad para que no os sorprendan las tinieblas. Quien camina a oscuras no sabe adonde va” (35),” - “Yo he venido al mundo como luz, para que quien crea en mí no ande a oscuras” (46).
d,. (Jesús ha realizado tan maravillosos signos que deberían haber conducido a la gente de su pueblo a la fe. Sin embargo, la respuesta ha sido negativa: una repulsa generalizada. Por ello y para evitar nuestro escándalo, el evangelista nos recuerda que así “estaba escrito”, por Isaías, en 6,9s).
e.- Y sigue: - Jesús es el enviado del Padre, está unido al Padre por un vínculo inefable y esencial: “Quien cree en mí, no cree en mí sino en aquel que me envió” (44); “y quien me ve, ve al que me envió” . - “Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, pues no he venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo (47).
- “Porque yo no hablo por mi cuenta: el Padre que me envió me encarga lo que debo decir” (49)”, “y su encargo es la vida eterna” 50
(13) Lava los pies a los discípulos .- El preludio a la pasión
es completamente original respecto a los sinópticos. Omite la eucaristía —quizás porque de alguna manera ésta ya fue tratada en el capítulo (6)— y en su lugar presenta el gesto de Jesús de lavar los pies a los discípulos, que sólo aparece en este evangelio. Destaca:
1.-Singularidad del gesto. El lavatorio de los pies era una tarea propia de esclavos y no de personas libres. Este tipo de gesto algunas veces lo hacían los discípulos a sus maestros en señal de reverencia, pero nunca a la inversa. Aquí no se trata de una extraña ocurrencia, sino de la suprema enseñanza: Jesús es el amor que se hace servidor y esclavo, el amor que se arrodilla, el amor dispuesto a todo en nuestro día a día.
2.- Narración El evangelista describe el lavatorio de los pies de manera solemne, a cámara lenta: Jesús se levanta de la mesa, se quita el manto, toma la toalla, echa agua en un
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recipiente, se pone a lavar los pies... El lavatorio es una acción simbólica, un gesto profético, un “signo” que Jesús hace con consistencia y profundidad.
3.- Diálogo con Pedro. Pedro no capta el sentido revelador del signo. Con su reacción (“Jamás me lavarás los pies”), no comprende el gesto de Jesús y no ve más que la obra indigna, propia de un esclavo. Jesús justifica la incomprensión de Pedro y remite a un entendimiento posterior: “…más tarde lo entenderás”. Dejar que nos cuiden, dejarnos querer, exige humildad.
4.- Mensaje a la comunidad cristiana: No es admisible que ninguna persona se ponga por encima y oprima a otra en base a supuestos derechos. Si Dios se pone de rodillas ante el ser humano y le lava los pies, ningún ser humano —por grande que sea— tiene derecho a dominar a otro o a despojarlo de su dignidad.
5,- Es un ejemplo a seguir por la Iglesia (todos, jerarquías y fieles):
Sus miembros, imitando a Jesús, deben rebajarse y vivir con sencillez, difícil reto hoy exigible más que nunca. (14) Camino hacia el Padre: Siguen en el cenáculo, Jesús anuncia la traición de Judas Iscariote y, tras marcharse este hace otro repaso, el último, de su misión en el mundo, empezando por el mensaje más importante: - “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” y “En eso conocerán todos que sois mis discípulos” (13, 34 y 35). Ni los rezos ni las ceremonias religiosas. Solo el amor (“Cristo es Amor”), y si hay desamor es que no hay allí ningún cristiano comprometido con el Maestro. A la bravata Pedro responde: “Te aseguro que antes de que cante el gallo me negarás 3 veces” (13, 38). Y continúa: - “No os turbéis. Creed en Dios y creed en mí” (14,1). - “En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, pues voy a prepararos un puesto” (2)
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- “Cuando vaya y os lo tenga preparado, volveré para llevaros conmigo, para que estéis donde yo estoy” (3). -“Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre si no es por mi” (6). (Tomás le había dicho: “No sabemos adónde vas”). - “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre: ¿Cómo me pides que te enseñe al Padre? (9) (En respuesta a Felipe). - “Os lo aseguro: quien crea en mí hará las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo voy al Padre” (12), - “Lo que pidáis en mi nombre yo lo haré, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre” (13). - “Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él” (23.) .(ver Cap 6, 56). Este “habitaremos” introduce un cambio: si en el Antiguo Testamento el habitar de Dios en medio de su pueblo se sobreentendía como “en el templo”, a partir de ahora será “en el propio individuo”, que queda así convertido en templo vivo de Dios. Se trata de la presencia de la Santísima Trinidad en el corazón del cristiano. Les anuncia al Valedor , la gran ayuda que nos dejará: - “Si me amáis, guardad mis mandamientos; y yo pediré al Padre que os envíe otro Valedor que esté siempre con vosotros” (15), - “No os dejo huérfanos” (18). - “El Valedor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os dije (26). Y completa sobre el Espíritu (ya en el Cap. 16): - “Muchas cosas me quedan por decir, pero no podéis con ellas por ahora” (16, 12), - “Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, él os guiará hasta la verdad plena” (16, 13). (15) La vid verdadera: Esta imagen de la vid no evoca una estampa bucólica del campo, sino que posee connotaciones de rivalidad y enfrentamiento, oponiéndose frontalmente al
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judaísmo, cuyo emblema en el templo era una inmensa vid de oro. Ahora Jesucristo es la vid verdadera en oposición al Antiguo Israel, que es la vid que no ha dado los frutos esperados.
El dueño de la vid es el Padre, que es quien realiza la poda y cuida su vid. La poda tiene una finalidad: que la vid dé fruto abundante. El sarmiento que no dé fruto tiene su suerte echada: será arrancado. Y, en el último tramo de su misión, añade:
- “Quien permanece en mí y yo en él, dará mucho fruto, pues sin mí no podéis hacer nada” (5), e insiste: “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que queráis y os sucederá” (7). Y “Os he dicho esto para que participéis de mi alegría y vuestra alegría sea colmada” (11).
Y repite, por su importancia, “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado” (12)
- “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (13)
- “Ya no os llamo siervos… A vosotros os he llamado amigos porque os comuniqué cuanto oí a mi Padre” (15).y “No me elegisteis vosotros. Os elegí yo y os destiné a ir y dar fruto, un fruto que permanezca,…” (16).
Les advierte que sufrirán : - “Sabed que si el mundo os odia, primero me odió a mi” (18), “Yo os elegí sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia”, (19), “Un siervo no es más que su amo. Si a mí me han perseguido, a vosotros también os perseguirán” ( 20).
Y añade: “Si no hubiera venido y no les hubiera hablado no tendrían culpa, pero ahora no tienen excusa para su pecado” (22) (El practicante de cualquier otra religión, podrá seguir con ella, pero el cristiano, que ya ha conocido a Cristo, no tiene excusa). (Cap 16) .- En este capítulo repite y recalca varios temas: a.- La promesa del Valedor (englobada en el Cap 14), b.- El anuncio de persecuciones: “Esto os lo digo para que, cuando llegue el momento, os acordéis que os lo había dicho”, 4.
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c.- Su muerte y resurrección: “Ahora me vuelvo al que me envió, y nadie me pregunta adonde voy” (5.), “Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y voy al Padre”, (28), y hace un juego de palabras: “Dentro de poco no me veréis; dentro de otro poco me veréis” (15), que no acaban de asimilar. d.- Y añade palabras de ánimo , en esta última etapa: : - “Vosotros ahora estáis tristes, pero os volveré a visitar y os llenaréis de alegría, y nadie os la quitará” (22). “Mirad, llega la hora, ya ha llegado, en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado, pero yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (32), argumentación que remata con: -“En el mundo pasaréis aflicción, pero tened valor: Yo he vencido al mundo” (33) (y por tanto, vosotros también venceréis), cosa que les cuesta comprender porque estaban todavía esperando un caudillo que liberara a Israel de los romanos, y solo oían anuncios más o menos claros de tribulaciones y muerte.
Él había cumplido su encargo, pero sus palabras resultaban muy oscuras para los judios. El Espíritu quitará el velo de la incomprensión, las hará definitivamente inteligibles. De ahí la continuidad y complementariedad de la obra del Espíritu Santo respecto a la de Jesús, porque es Jesús mismo quien continúa hablando hoy a la Iglesia, pero de una manera nueva e interior, a través de su propio Espíritu. (Así nacen la “Tradición” y el “Magisterio”, como fuentes complementarias a las “Escrituras”). (17).- Oración sacerdotal: . A continuación, Jesús ora en voz alta y ante sus discípulos, lo que se conoce como “la oración sacerdotal”, muy extensa, cuyo resumen podría ser: a.- Jesús ora por su glorificación que es también la gloria del Padre: “Yo te he dado gloria en la tierra cumpliendo la tarea que me encargaste hacer. Ahora tú, Padre, dame gloria junto a ti, la gloria que tenía antes de que hubiera mundo” (4 y 5).
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b.- Jesús ora por sus discípulos: El Dios de la lejanía y del terror se hace definitivamente Padre gracias a la presencia de Jesús, el Hijo. El centro de la oración es la súplica por la santificación de los discípulos: La glorificación de Jesús pasa a través de la santificación de los discípulos. De esta forma, establece la unidad de amor del Padre con el Hijo, y a su vez, del Hijo con los discípulos. c.- Jesús ora por los futuros creyentes:
Jesús extiende la plegaria que va desde el grupo apostólico que ha enviado al mundo hasta aquellos que creerán mediante su misión y su palabra. El Padre envía a Jesús y Jesús envía a sus discípulos para comunicar su acción salvadora al Mundo. d.- Jesús ora por la Iglesia:
Habla de unidad total: El Padre con nosotros, a través del Hijo. “Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mí, para que sean plenamente uno; para que el mundo conozca que tu me enviaste
y los amaste como me amaste a mi” (22y 23).
(18 y 19).- Pasión y muerte de Jesús: Es el relato cumbre, pero lo conocemos y lo meditamos en todas las Semana Santa. 20, (1-10).- Resurrección de Jesús: María Magdalena es la primera en ser testigo de la resurrección. Ve la piedra quitada y corre a decírselo a Pedro y al discípulo amado (con dos testigos ya se puede dar testimonio fidedigno). Hay una reacción positiva de ambos. El discípulo amado llega antes al sepulcro, ve los lienzos pero no entra; después de entrar Pedro entra Juan, “que ahora sí vio y creyó”. Vio que el sepulcro estaba vacío y creyó en la resurrección. Este creer hay que entenderlo no en sentido pleno, sino más bien «empezó a creer», tal y como lo da a entender el tiempo del verbo griego original… Este “creer” de Juan ha surgido a la vista del sepulcro vacío, de un «signo» negativo: la ausencia de un
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cadáver. No está fundado en la palabra de Jesús, pues «hasta entonces no habían entendido las Escrituras», en las que se habla repetidas veces de la muerte y de la resurrección. No es un creer pleno: estaba asombrado, descolocado, y no va a anunciarlo a los demás: Pedro y él, confusos, se marchan juntos a casa.
20, (11-18) .- Se aparece a María Magdalena . María, en cambio, permanece junto al sepulcro (11). Frente a
la inconsistencia y cansancio de los discípulos, se destaca la firme perseverancia de esta mujer. María Magdalena es «la mujer fiel». Está loca o enferma de amor; incluso piensa que el hortelano lo ha llevado a alguna parte y desea ir ella personalmente a recogerlo (15). Hay un breve pero intenso diálogo:
-“Maria” (el hortelano, que era Jesús, le llama por su nombre) -“¡Rabbuni!” (que es la forma cariñosa de Rabbí, o maestro)
(17). Es la sorpresa de la enamorada, que cree soñar despierta. -“Suéltame, que todavía no he subido al Padre” (18)
(o quizás “tranquila, que aún voy a estar con vosotros hasta mi Ascensión”). Nadie tuvo un diálogo tan cálido con el Resucitado. Y le manda ir a los discípulos y anunciar su experiencia de fe: que lo ha visto resucitado y que ha hablado con él,
21, (1-14).- Se aparece otras 3 veces: Se aparece 2 veces
más a los discípulos. Primero sin Tomás y luego con él, que realmente nos representa a todos nosotros, que necesitamos pruebas palpables para rendirnos a la evidencia y decir, entre arrepentidos y avergonzados, “Señor mío y Dios mío”. Es cuando Jesús le añade: “Porque has visto has creído. Dichosos los que sin ver crean”.
Y luego junto al lago, donde estaban pescando 7 de ellos. Allí se presenta como compañero y amigo, que sigue de cerca las preocupaciones de sus discípulos, y muestra su actitud de ofrecimiento: “Venid a almorzar” (21). Esta interpretación eucarística sugiere la creación de una plena comunión entre
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Jesús y los discípulos. Comunión que permanece viva después de la resurrección.
Llama la atención esta secuencia: «Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, la red no se rompió» (11). La red, repleta de peces es el símbolo de la Iglesia en la que cabemos todos. En sus redes ya no hay buenos ni malos, ni los peces grandes se comen a los chicos. La red no debe romperse nunca y acogernos a todos.
21 (5- 25).- Misión de Simón Pedro: Después de esta
comida el Señor pregunta 3 veces a Pedro por la sinceridad de su amor. (Poco antes Pedro le había negado 3 veces; ahora Jesús busca y ofrece una reconciliación total).
Y acto seguido hay un curioso desplante de Jesús hacia su “discípulo amado”, como cierre del “4º Evangelio”:
Jesús dice a Pedro: “Sígueme”. Pero Pedro se gira y al ver al predilecto, le dice:
-“Señor, y de este, ¿qué?” A lo que Jesús responde: -“Si quiero que se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú
sígueme” (21, 22). Aquí hay espontaneidad. No sabemos interpretarlo, pero Juan
acusó el coloquio, pues 50 años después aún se acordaba y no dudó de ponerlo en su evangelio, quizás por humildad, para contrarrestar tanta manifestación de la “predilección” de Jesús por él.
Otros lo interpretaron –entonces- como anuncio de que Juan viviría hasta el Juicio Final, lo cual –como los siguientes versículos 24 y 25- probablemente no son de San Juan sino añadidos por sus discípulos de la Escuela Joánica.
F I N
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