“Varón y Mujer nos creó” · entre el hombre y la mujer, haciendo referencia a la creación y...

“Varón y Mujernos creó”

Día Internacional de la Mujer

SECRETARIADO NACIONAL DE PASTORAL SOCIAL CÁRITAS COLOMBIANA (SNPS)

Director SNPSMonseñor Héctor Fabio Henao Gaviria

Subdirector SNPSPadre Juan Carlos Cárdenas Toro

Coordinadora Sección de Investigación, Formación e IncidenciaRosa Inés Floriano

Especialista Sección de Investigación, Formación e IncidenciaClaudia Mercedes Herrera Gómez

Corrección y apoyo en la elaboración de textosPadre Jaime Abril

Diseño y diagramaciónNatalia Herrera G.Stock Diseñ[email protected]

Conferencia Episcopal de Colombia - Secretariado Nacional de Pasto-ral Social - Cáritas ColombianaCarrera 58 No. 80-87 - Teléfono: 437 7150 - Fax: 437 7171Bogotá, Colombiawww.pastoralsocial.org snpscol cable.net.co

Impresión: Pictograma Creativos

Bogotá, marzo de 2012

Día internacional de la Mujer 2012

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“¡Varón y Mujer nos creó!”

E l tema que el Secretariado Nacional de Pasto-ral Social propone para la Campaña del Día Internacional de la Mujer en el año 2012 es “Varón y Mujer nos creó”, que tiene como marco de referencia un acontecimiento funda-mental para la vida y misión de la Iglesia, la conmemoración de los 50 años de inicio del Concilio Vaticano II.

Aprovechando este motivo y uniéndolo a la conmemoración del 8 de marzo, con este men-saje se brindarán elementos para reflexionar sobre la contribución de las mujeres en la construcción social, política, económica, cul-tural y pastoral, a partir del reconocimiento de su dignidad y la defensa de sus derechos. De ahí que, en una primera parte de este men-saje, se destacarán algunas orientaciones y enseñanzas del Magisterio Social de la Igle-sia durante las últimas cinco décadas, en lo referente a la participación de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad, en equilibrio con la participación de los hombres. Por supues-to, este mensaje no alcanza a agotar la gran riqueza de estas enseñanzas, pero recoge al-gunas que se consideran más representativas.


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La segunda parte, ofrecerá elementos para profun-dizar, desde la antropología cristiana, lo que signifi-ca haber sido creados “varones” y “mujeres”, a ima-gen y semejanza de Dios. Se destacará el principio fundamental de la dignidad humana y se sugerirán aspectos para reflexionar sobre el aporte propio fe-menino y masculino en la construcción de la Iglesia, la familia y la sociedad. De esta manera, se reitera el llamado a construir relaciones respetuosas, ar-mónicas y de colaboración mutua entre hombres y mujeres, como contribución a la generación de una cultura de paz.

La última parte, desarrollará la propuesta de la Campaña para el año 2012, que consiste en visi-bilizar experiencias significativas de la Iglesia en Colombia, en el trabajo por la promoción y defensa de la dignidad humana, especialmente de las muje-res, y de cómo este trabajo se realiza en colabora-ción mutua con los hombres. Esta iniciativa tiene su origen en las inquietudes y sugerencias de varios y varias agentes de pastoral del país, quienes han propuesto la creación de estrategias para conocer y difundir el valioso trabajo de las comunidades loca-les por hacer realidad la justicia y la paz, desde una perspectiva de desarrollo humano integral, cuya ex-presión se materializa en las relaciones personales y la forma como éstas se proyectan en los diferentes niveles sociales.

La Campaña en este año, quiere ser una estrategia para el conocimiento y difusión de procesos pasto-rales locales que buscan la transformación de las estructuras sociales, económicas, políticas, cultu-rales y pastorales, en coherencia con las enseñan-zas de la Iglesia que, inspiradas en el Evangelio, se


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orientan al plan originario de Dios al crear al ser humano “Varón y Mujer”. Esta transformación de estructuras debe realizarse con plena participación de hombres y mujeres, y debe ser capaz de impactar los niveles personales, familiares, comunitarios, or-ganizacionales y estructurales, de manera que pue-da generarse un orden social nuevo en el que esté como centro la promoción y defensa de la dignidad humana.

¿Qué significa conmemorar

el 8 de marzo?

El 8 de marzo es una fecha que quiere recordar los grandes esfuerzos emprendidos por las mujeres en búsqueda de la igualdad de derechos y oportunida-des, en condiciones de equidad, con respecto a los varones. Esta conmemoración tiene su origen en la muerte de 129 trabajadoras de una fábrica de texti-les en Nueva York (en 1857), a causa de un incen-dio provocado por los mismos dueños de la fábrica,


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mientras ellas protagonizaban una protesta para reclamar salarios justos y jornadas de trabajo razo-nables.

De esta manera, conmemorar el Día Internacional de la Mujer, es una oportunidad para invitar a la so-ciedad a reflexionar sobre los motivos que han oca-sionado que muchas mujeres lleven una carga his-tórica de discriminación e injusticia que hace que sean ellas quienes más sufran pobreza y abusos, de manera silenciosa e invisible.

Es necesario reconocer que la desigualdad que pa-decen las mujeres en el mundo, con respecto al dis-frute de sus derechos y al respeto de su dignidad, está profundamente arraigada en la tradición, la historia y la cultura. Esto se constata, por ejemplo, en el número minoritario de mujeres que participan en los cargos de decisión, tanto en instancias pú-blicas como privadas, o en que los porcentajes de víctimas de violencia intrafamiliar en su mayoría corresponden a mujeres y niñas, o en que muchas


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de ellas reciben los impactos del conflicto armado teniendo que afrontar duelos, pérdidas y graves situaciones de violación a sus derechos, o en que ellas tienen que afrontar la precariedad y pobreza que les impide el acceso a la educación, la salud, la justicia o la vivienda digna, entre otras situaciones.

Durante muchos siglos esta desigualdad permane-ció oculta y la sociedad, manejada desde estos re-ferentes de inequidad, se mantenía indiferente ante tal situación. A pesar de ello, a lo largo de la his-toria han existido mujeres protagonistas de hechos históricos fundamentales, que han sido poco reco-nocidas y valoradas; nunca antes en la historia de la humanidad como en esta época, se habían dado procesos en donde las mujeres son quienes, a partir de sus vivencias, sufrimientos, dolores y los de sus familias, han alzado su voz ante la sociedad para denunciar los atropellos e injusticias que antes eran “aceptados” por la sociedad.

Lamentablemente muchas de estas inequidades tie-nen su punto de partida en el desconocimiento de la riqueza del ser humano, por lo cual se anulan las capacidades de las demás personas, se discrimina a otros seres humanos por ser diferentes sin recono-cer que precisamente estas diferencias aportan gran riqueza a la humanidad, se señala y juzga a los de-más a partir de posturas individualistas rígidas que en ocasiones se colocan por encima de la dignidad humana, y se cometen toda serie de atropellos, es-pecialmente contra quienes se encuentran en con-diciones de desventaja con respecto a otros grupos humanos, al punto de querer manipular hasta la vida y la creación sin ningún tipo de escrúpulos ni ética.


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1. La Iglesia nos enseña

Ante esta realidad y estos cambios de época la Igle-sia no ha permanecido ajena, sino que por el con-trario, en su interés por entender la realidad histó-rica y tratando de mantener una postura profética, ha buscado rutas de mayor fidelidad al mensaje del Evangelio. Una de esas rutas ha sido orientar a la sociedad en la comprensión de la dignidad de la persona humana como principio fundamental, dignidad que proviene del hecho de ser creados “a imagen y semejanza de Dios”. También reconoce la Iglesia la inmensa riqueza que aporta al género humano el haber sido creados varones y mujeres, pues, a partir de las diferencias existentes, los es-fuerzos y aportes desde las propias características femeninas o masculinas, se complementan cuando se ponen en común para llevar adelante la tarea de construcción de la Iglesia, de la familia y de la so-ciedad.

Para ampliar la reflexión y con el ánimo de brin-dar elementos en la comprensión de esta realidad, a continuación se ofrecen algunos pronunciamientos eclesiales más sobresalientes con respecto a este tema1:

a) Durante el Pontificado de S.S. Juan XXIII (1958-1963), uno de los pronunciamientos que se des-taca es el de la Encíclica Pacem in Terris en el que se reconoce oficialmente la promoción de la mujer: “La mujer ha adquirido una conciencia

1. Tomado del documento “Mujeres Protagonistas de la misión de la Iglesia”, Secretariado Nacional de Pastoral Social, Cáritas Colombia-na. Bogotá, segunda edición, 2010.


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cada día más clara de su propia dignidad huma-na. Por ello no tolera que se la trate como una cosa inanimada o como instrumento; exige, por el contrario, que, tanto en el ámbito de la vida doméstica como en el de la vida pública, se le reconozcan los derechos y obligaciones propios de la persona humana”2.

b) El Concilio Vaticano II representa un momento eclesial de renovación en todos los niveles que aportó una nueva perspectiva sobre el modelo eclesial, un llamado a saber interpretar la pre-sencia de Dios en los signos de los tiempos, una motivación para lograr mayor participación de todos los miembros de la Iglesia en el compro-miso de construir Reino de Dios en la historia y un renovado impulso del laicado en la tarea evangelizadora.

Esta nueva mirada de la Iglesia incluye una for-ma distinta de entender la participación de las mujeres en la tarea de evangelización, que se ra-tifica en distintos documentos del Concilio, como por ejemplo, en la Constitución Gaudium et Spes en la que se insiste en la igualdad fundamental entre el hombre y la mujer, haciendo referencia a la creación y a la redención universal de Cris-to3. En el mismo documento, se pasa de conside-rar a la mujer como sumisa al marido, a hablar de ella como compañera de vida: «“Pero Dios no creó al hombre solo, ya que, desde los comienzos, los creó varón y mujer” (Gn. 1,27) haciendo así,

2. Encíclica Pacem in Terris. SS Juan XXIII, 1963. No. 41.3. Concilio Vaticano II. Constitución Pastoral Gaudium Et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. Roma, diciembre 7 de 1965. No. 29.


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de esta asociación de hombre y mujer, la primera forma de una comunidad de personas»4.

Esta igualdad fundamental exige la igualdad de derechos en todos los ámbitos de la vida, como lo afirma la Constitución: “La mujer, allí donde no la ha conseguido todavía, reclama la igual-dad de derecho y de hecho con el hombre”5. En este mismo sentido, también el documento ex-presa que “…toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, co-lor, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan di-vino. Es, sin duda, lamentable que los derechos fundamentales de la persona no sean respetados todavía íntegramente en todas partes. Es lo que sucede cuando se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educación y a una cultura iguales a las que se le conceden al hombre”6.

En el Decreto Apostolicam Actuositatem se ex-plicita la necesaria participación de la mujer en la misión evangelizadora de la Iglesia: “Como en nuestros tiempos participan las mujeres cada vez más activamente en toda la vida social, es de sumo interés su mayor participación también en los campos del apostolado de la Iglesia”7.

4. Concilio Vaticano II. Constitución Pastoral Gaudium Et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual. Roma, diciembre 7 de 1965. No. 12. 5. Idem. No. 9.6. Idem. No. 297. Concilio Vaticano II. Decreto Apostolicam Actuositatem, sobre el apostolado de los laicos. Roma, noviembre 18 de 1965. No. 9


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c) Del Pontificado de S.S. Pablo VI (1963-1978) se destaca el “Mensaje a las mujeres después del Concilio Vaticano II”. En este mensaje se reco-noce «la igualdad fundamental existente entre el hombre y la mujer»8.

d) Durante el Pontificado de SS Juan Pablo II, se destacó ampliamente la participación de la mu-jer en la construcción de sociedad y de Iglesia, al punto que se publicaron dos documentos sobre la mujer: La Carta Apostólica Mulieris Dignita-tem (1988) y la Carta a las Mujeres (1995).

En la Mulieris Dignitatem, el Papa ofrece, con ocasión del Año Mariano, la reflexión sobre cómo el Mensaje de Cristo tiene mucho qué decir a la humanidad y a la Iglesia sobre la dignidad y vocación de la mujer, a partir del redescubri-miento del papel de María, la Madre de Cristo, en la historia de la Salvación.

En la Carta a las Mujeres, con motivo de la IV Conferencia Mundial de la Mujer en Pekín, Su Santidad reitera la contribución que quiere ofre-cer la Iglesia en defensa de la dignidad, el papel y los derechos de las mujeres. En esta Carta, el Papa da gracias a Dios por su designio sobre la vocación y la misión de la mujer en el mundo y, expresa su agradecimiento concreto y directo a las mujeres, a cada mujer, por lo que representan en la vida de la humanidad... a aquella que es madre, esposa, hija, hermana, trabajadora, con-sagrada, le dice: “Te doy gracias, mujer, ¡por

8. Concilio Vaticano II. Mensaje del Concilio a las Mujeres. Diciem-bre 8 de 1965. No. 2


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el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la com-prensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas”9. También el Papa recuerda las diferentes formas de discri-minación, abusos, maltratos e injusticias come-tidas históricamente contra las mujeres y reco-noce los obstáculos que impiden a las mujeres su plena inserción en la vida social, política y económica. Por lo tanto, hace un llamado para «alcanzar en todas partes, la efectiva igualdad de los derechos de la persona… como un acto de justicia». Afirma el Santo Padre que «una mayor presencia social de la mujer… obligará a re-plantear los sistemas a favor de los procesos de humanización que configuran la “civiliza-ción del amor”»10.

e) No se debe olvidar la Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en el mundo (2004) escrita por la Congregación para la Doctrina de la fe, en la que se propone reflexionar sobre de las rela-ciones entre hombres y mujeres, a fin de buscar la verdad y comprometerse en el desarrollo de relaciones cada vez más auténticas. Plantea que la Iglesia se siente interpelada por algunas co-rrientes de pensamiento que no coinciden con el principio fundamental de la defensa y promoción de la dignidad humana. A partir de una breve presentación de algunas concepciones antropo-lógicas, la Carta brinda orientaciones para una recta comprensión sobre la colaboración activa

9. Carta a las Mujeres. SS Juan Pablo II, 1995. No. 210. Idem. No. 4


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del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mun-do, desde el reconocimiento de su igual dignidad y de la valoración de las diferencias propias de la naturaleza de cada uno.

f) Conferencias Generales del Episcopado Lati-noamericano y del Caribe. En los documentos de Medellín y Puebla se encuentra la constata-ción de varias situaciones de inequidad que su-fren las mujeres así como la constatación de su valioso aporte al mundo y a la Iglesia.

El documento de Puebla explicita la situación de las mujeres latinoamericanas y «reconoce su condición de doblemente oprimidas y margi-nadas»11. Reconoce que «las mujeres están en desventaja particular frente a los hombres (machismo, salarios desiguales, educación deficiente, utilización sexual, etc.), situación que sumada a la doble jornada y a la división del trabajo social por sexos, provoca su au-sencia casi total de la vida política, económi-ca y cultural»12. Igualmente el documento evi-dencia cómo «la mujer es explotada y su cuerpo tratado como objeto de consumo, disfrazando su explotación bajo el pretexto de evolución de los tiempos (por la publicidad, el erotismo, la por-nografía, etc.)»13. Pero por otra parte, también destaca el creciente ingreso de la mujer en las ta-reas de construcción de la sociedad subrayando cómo «su aporte es insustituible e indispensa-

11. III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Puebla, 1979. No. 113512. Idem. No. 83413. Idem. No. 835


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ble para garantizar la humanización de los procesos transformadores»14.

También en Santo Domingo (1992), se reafir-ma la igualdad sustancial del hombre y la mujer. «Dicha igualdad se fundamenta en la praxis de Jesús»15. En el documento se destaca también la denuncia que hacen los Obispos de todos los atropellos contra las mujeres, así como el «anun-cio profético del verdadero ser de la mujer»16.

En Aparecida (2007), los Obispos invitan a for-talecer caminos de reflexión, participación y co-munión para ser discípulos y misioneros de Cristo para que todos los pueblos de América en “Él tengan vida y vida en abundancia” (Jn. 10, 10). Aparecida denuncia la situación preca-

14. Idem. No. 84015. IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Santo Domingo, 1992. No. 104.16. Idem. No. 107


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ria que afecta la dignidad de muchas mujeres: «Algunas, desde niñas y adolescentes son some-tidas a múltiples formas de violencia dentro y fuera de casa: tráfico, violación, servidumbre y acoso sexual; desigualdades en la esfera del tra-bajo, de la política y de la economía; explotación publicitaria por parte de muchos medios de co-municación social, que las trata como objeto de lucro»17. Y también llama la atención sobre como «Los cambios culturales han modificado los roles tradicionales de varones y mujeres, quienes bus-can desarrollar nuevas actitudes y estilos de sus respectivas identidades, potenciando todas sus dimensiones humanas en la convivencia cotidia-na, en la familia y en la sociedad, a veces por vías equivocadas»18.

En Aparecida los Obispos insisten en la necesi-dad de «propiciar una formación integral de ma-nera que las mujeres puedan cumplir su misión en la familia y en la sociedad»19, reconociendo a la mujer como tejedora de cultura, «llamada a participar activamente en la vida eclesial, familiar, cultural, social y económica, crean-do espacios y estructuras que favorezcan una mayor inclusión»20 y, sobre todo, reconociendo su igual participación, junto con el hombre, en la construcción de familia y sociedad. «La relación entre la mujer y el varón es de reciprocidad y colaboración mutua. Se trata de armonizar, complementar y trabajar sumando esfuerzos

17. V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, 2007, No. 48.18. Idem. No. 4919. Idem. No. 45620. Idem. No. 454


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La mujer es corresponsable junto con el hom-bre, por el presente y futuro de nuestra socie-dad humana»21.

Los Obispos en Aparecida también hacen refe-rencia a la responsabilidad del varón y padre de familia (No. 459 a 463) y destacan la impor-tancia de que él, desde su especificidad, asuma su misión y afronte sus responsabilidades ante la familia, la historia y la cultura. Igualmen-te reconoce que «los hombres, faltos de mayor comprensión, acogida y afecto por parte de los suyos, valorizados de acuerdo a lo que aportan materialmente, y sin espacios vitales donde com-partir sus sentimientos más profundos con toda libertad, se los expone a una situación de pro-funda insatisfacción que los deja a merced del poder desintegrador de la cultura actual… por lo tanto, se hace necesario impulsar en todas las Iglesias Particulares una especial atención pas-toral para el padre de familia»22.

2. ¡Varón y mujer nos creó!

La antropología cristiana parte del principio bíblico según el cual el ser humano ha sido creado a “ima-gen y semejanza de Dios”. Así lo explica claramente la Carta a la Mujeres escrita por SS Juan Pablo II en 1995: «El Libro del Génesis habla de la creación de modo sintético y con lenguaje poético y simbólico, pero profundamente verdadero: “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios

21. Idem. No. 45222. V Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe, Aparecida, Brasil, 2007. No. 462.


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le creó: varón y mujer los creó” (Gn 1, 27). La acción creadora de Dios se desarrolla según un pro-yecto preciso. Ante todo, se dice que el ser humano es creado “a imagen y semejanza de Dios” (cf. Gn 1, 26), expresión que aclara enseguida el carácter peculiar del ser humano en el conjunto de la obra de la creación»23.

Este principio es fundamento de la igual dignidad entre hombres y mujeres, pues significa que «am-bos son seres humanos en el mismo grado, tanto el hombre como la mujer, ambos fueron creados a imagen de Dios»24, y también reconoce que el ser varones o mujeres, son dos formas distintas de existir en el mundo, dos formas diferentes de ser humano, de manera que «Sólo gracias a la duali-dad de lo “masculino” y de lo “femenino”, lo “hu-mano” se realiza plenamente»25. Este principio es ratificado por la Congregación para la Doctrina de la Fe cuando indica que «“Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra. Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, hombre y mujer los creó” (Gn. 1, 26-27). La humanidad es descrita aquí como articulada, desde su primer origen, en la relación de lo masculino con lo femenino. Es esta humanidad sexuada la que se declara explícitamen-te “imagen de Dios”»26.

23. Carta a las Mujeres. SS Juan Pablo II, 1995 No. 724. Carta Apostólica Mulieris Dignitatem sobre la dignidad y la vocación de la mujer. SS Juan Pablo II, 1988, No. 6.25. Carta a las Mujeres. SS Juan Pablo II, 1995. No. 726. Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo. Congregación para la Doctrina de la fe. Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto. Mayo 31 de 2004. No. 5.


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El documento de la Congregación también plantea que en la sociedad actual se presentan dos tenden-cias para abordar este tema: la primera enfatiza la condición de subordinación de la mujer, que genera una actitud contestataria, convirtiéndola en anta-gonista del hombre y que lleva a una rivalidad entre los sexos; la segunda propone, para evitar la supre-macía de uno u otro sexo, eliminar las diferencias, consideradas como el efecto de un condicionamien-to histórico-cultural, minimizando la diferencia cor-pórea, llamada sexo, y maximizando la diferencia cultural, llamada género27. El anular o minimizar las diferencias existentes entre ambos sexos, impi-de la construcción de la identidad propia como va-rones y como mujeres.

Reconocer la igual dignidad como seres humanos (hombres y mujeres) y las diferencias de ser hom-bres o mujeres (no sólo en lo físico sino en lo psí-quico y en general, en todas las dimensiones que integran al ser humano), permite entender que la tarea dada a la humanidad para administrar ade-cuadamente los bienes de la creación, también está asignada a ambos; de ahí que «la Iglesia, ilumina-da por la fe en Jesucristo, habla de colaboración activa entre el hombre y la mujer, precisamente en el reconocimiento de la diferencia misma»28. La femineidad como la masculinidad realizan ple-

27. Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo. Congregación para la Doctrina de la fe. Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto. Mayo 31 de 2004. No. 2.28. Carta a los Obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo. Congregación para la Doctrina de la fe. 2004. No. 4.


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namente al género humano, pero cada uno brindan-do su aporte diverso y complementario.

El Papa Benedicto XVI llama la atención sobre los riesgos que se corren para alcanzar la autorreali-zación personal cuando hombres o mujeres, en su pretensión de autonomía y autosuficiencia, buscan anular los vínculos naturales o sociales y terminan sumidos en una profunda soledad. Dice el Papa que «se necesita una renovada investigación antropo-lógica que… incorpore los nuevos progresos de la ciencia y el dato de las actuales sensibilidades cul-turales, contribuyendo de este modo a profundizar no sólo la identidad femenina, sino también la mas-culina, también ella a menudo objeto de reflexiones parciales e ideológicas… Por lo tanto no se pueden confundir las diferencias sexuales inscritas en la naturaleza humana»29.

29. Discurso del Santo Padre Benedicto XVI en un Congreso Inter-nacional para conmemorar el XX aniversario de la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem. Febrero 9 de 2008.


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También evidencia el Papa que «Hay lugares y cul-turas donde la mujer es discriminada o subestima-da por el solo hecho de ser mujer, donde se recurre incluso a argumentos religiosos y a presiones fa-miliares, sociales y culturales para sostener la de-sigualdad de los sexos, donde se perpetran actos de violencia contra la mujer, convirtiéndola en objeto de maltratos y de explotación en la publicidad y en la industria del consumo y de la diversión. Ante fe-nómenos tan graves y persistentes, es más urgente aún el compromiso de los cristianos de hacerse por doquier promotores de una cultura que reconozca a la mujer, en el derecho y en la realidad de los hechos, la dignidad que le compete»30. También ratifica que «Dios confía a la mujer y al hombre, según sus peculiaridades propias, una específica vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. Pienso aquí en la familia, comunidad de amor abierta a la vida, célula fundamental de la sociedad. En ella la mujer y el hombre, gracias al don de la maternidad y de la paternidad, desempeñan juntos un papel insusti-tuible con respecto a la vida. Desde su concepción, los hijos tienen el derecho de poder contar con el padre y con la madre, que los cuiden y los acompa-ñen en su crecimiento. Por su parte, el Estado debe apoyar con adecuadas políticas sociales todo lo que promueve la estabilidad y la unidad del matrimo-nio, la dignidad y la responsabilidad de los esposos, su derecho y su tarea insustituible de educadores de los hijos. Además, es necesario que también la mujer tenga la posibilidad de colaborar en la cons-trucción de la sociedad, valorando su típico “genio femenino”»31.

30. Ídem.31. Ídem.


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Es fundamental comprender que varones y muje-res están igualmente comprometidos en la cons-trucción de la familia, de la sociedad y de la Iglesia y, por lo tanto, deben tener iguales oportunidades para participar activamente en los ámbitos públicos y privados, de manera que la perspectiva de desa-rrollo humano integral cuente con la riqueza de la visión y el aporte propio femenino y masculino. Es necesario propiciar cada vez más, el equilibrio en-tre los deberes y derechos de mujeres y hombres, y entre las responsabilidades y las funciones de cada uno, evitando discriminaciones, exclusiones, seña-lamientos e injusticias. Por este motivo, reiteramos la propuesta que la Pastoral Social desde hace algún tiempo ha promovido para invitar, tanto a hombres como a mujeres, a construir relaciones armónicas basadas en el respeto y en la colaboración mutua. Sólo así, podrán generarse familias, comunidades, organizaciones y estructuras con criterios de equi-dad para hombres y mujeres.

3. Experiencias significativas

de la Iglesia en Colombia

Durante años, la Iglesia ha acompañado y propi-ciado sinnúmero de experiencias que buscan pro-mover al ser humano en su desarrollo integral (en todas sus dimensiones), empeñándose en generar compromisos individuales y colectivos en la trans-formación de realidades de injusticia e inequidad, para pasar de condiciones de vida menos dignas a condiciones más dignas.


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Esta Campaña busca visibilizar algunas experien-cias significativas de las Jurisdicciones Eclesiásticas en la promoción y defensa de la dignidad humana, la formación de agentes de pastoral, las iniciativas de incidencia política y otras acciones pastorales que realizan, en perspectiva de equidad entre hom-bres y mujeres. Por ello, la propuesta es:

1. Documentar experiencias pastorales signifi-cativas que se quieren visibilizar en los temas mencionados. Esta documentación será elabo-rada por las diócesis que deseen vincularse con la Campaña, resaltando “lecciones aprendidas”, “logros” y “dificultades” durante el proceso. Los trabajos deben ser enviados al correo electrónico:

[email protected]

2. Destacar mensualmente una experiencia signi-ficativa, tratando de guardar el equilibrio entre las diócesis participantes, de manera que pue-dan identificarse “las buenas prácticas” en el trabajo pastoral desde la perspectiva de equidad entre hombres y mujeres. Estas “Buenas Prác-ticas” se divulgarán a través de artículos en la página institucional del SNPS y de programas de pastoral social en diversos medios de comuni-cación (radio, televisión, internet, prensa, redes sociales). La selección de las mejores propuestas participarán en la construcción de la Campaña del Día Internacional de la Mujer del año 2013.

3. Para garantizar la participación de todas las dió-cesis de Colombia, se propone que cada mes una regional asuma el liderazgo en la visibilización de sus experiencias de trabajo pastoral, así:


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a) Marzo, regional Eje Cafetero. Participación de las mujeres en la construcción de la paz a tra-vés de diversas iniciativas de trabajo comuni-tario: procesos productivos en huertas caseras, aporte de las y los jóvenes en la comunicación para la paz y, estructuración del Plan de trabajo diocesano en eliminación de violencias contra las mujeres en articulación con organizaciones gubernamentales locales (Diócesis de la Dorada-Guaduas).

b) Abril, regional Antioquia-Chocó = Experien-cia en el trabajo para alcanzar la equidad entre hombres y mujeres en Cabildos Indígenas Embe-ra del Bajo Atrato (Diócesis de Apartadó).

c) Mayo, regional Nororiented) Junio, regional Caribee) Julio, regional Centrof) Agosto, regional Metropolitanag) Septiembre, regional Sur Occidenteh) Octubre, regional Surorientei) Noviembre, regional Tolima Grandej) Diciembre, regional Valle del Cauca.

Este orden de regiones por meses es una sugerencia. A lo largo del proceso puede modificarse de acuerdo con los intereses y posibilidades de cada una de las regionales. La información será publicada de ma-nera permanente en la página del Secretariado Na-cional de Pastoral Social: www.pastoralsocial.org

Esperamos que todas las Jurisdicciones Eclesiásti-cas se vinculen a esta iniciativa, no sólo para reco-nocer y valorar el trabajo de las comunidades loca-les, sino para generar procesos de transformación en las relaciones entre hombres y mujeres como un aporte a la construcción de paz en Colombia.


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