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Revista de Estudios Taurinos N.º 10, Sevilla, 1999, págs. 91-120 “ABENAMAR”, PERIODISTA TAURINO I 1 María Celia Forneas Fernández Universidad Complutense de Madrid abe advertir al lector que esta investigación busca esclarecer la biografía de Santos López Pelegrín, por un lado, y analizar la personalidad taurina del periodista Abenamar por otro. Abenamar realiza su trabajo en una etapa histórica igualmente fascinante en lo político, en lo literario y en lo taurino, pero más aún en lo periodístico. Santos López Pelegrín y Zabala nace en la villa de Cobeta (Guadalajara), el l de noviembre de 1800 (villa que entonces pertenecía al señorío de Molina, en el reyno de Aragón, y a la diócesis de Sigüenza). Esta es la verdadera fecha de su nacimiento, según consta en certificados de nacimiento y bautismo (copias) que aparecen en su expediente personal con- servado en el Archivo Histórico Nacional de Madrid (Leg. 4. 1 A este artículo le seguirá una segunda parte que completará el análisis de “Abenamar Periodista taurino I”. M.ª Celia Forneas, es profesora titular de Periodismo, I-Análisis del Mensaje en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. En 1998 publicó en la colección “La Piel del Toro” de la Editorial Biblioteca Nueva dirigida por el prof. A. Amorós, de la Fundación de Estudios Taurinos, el estudio titulado La Crónica taurina actual. Un texto informativo, literario y de opinión. Ver recesión en Revista de Estudios Taurinos, n.º 8, 1998, págs. 265-279.

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Revista de Estudios TaurinosN.º 10, Sevilla, 1999, págs. 91-120

“ABENAMAR”, PERIODISTA TAURINO I1

María Celia Forneas FernándezUniversidad Complutense de Madrid

abe advertir al lector que esta investigación buscaesclarecer la biografía de Santos López Pelegrín,por un lado, y analizar la personalidad taurina delperiodista Abenamar por otro. Abenamar realiza

su trabajo en una etapa histórica igualmente fascinante en lopolítico, en lo literario y en lo taurino, pero más aún en loperiodístico.

Santos López Pelegrín y Zabala nace en la villa deCobeta (Guadalajara), el l de noviembre de 1800 (villa queentonces pertenecía al señorío de Molina, en el reyno deAragón, y a la diócesis de Sigüenza). Esta es la verdadera fechade su nacimiento, según consta en certificados de nacimiento ybautismo (copias) que aparecen en su expediente personal con-servado en el Archivo Histórico Nacional de Madrid (Leg. 4.

1 A este artículo le seguirá una segunda parte que completará el análisisde “Abenamar Periodista taurino I”. M.ª Celia Forneas, es profesora titular dePeriodismo, I-Análisis del Mensaje en la Facultad de Ciencias de la Informaciónde la Universidad Complutense de Madrid. En 1998 publicó en la colección “LaPiel del Toro” de la Editorial Biblioteca Nueva dirigida por el prof. A. Amorós,de la Fundación de Estudios Taurinos, el estudio titulado La Crónica taurinaactual. Un texto informativo, literario y de opinión. Ver recesión en Revista deEstudios Taurinos, n.º 8, 1998, págs. 265-279.

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nombre de la familia López Pelegrín y la noticia de que se pre-sentó por primera vez en Madrid en aquel año. Según JoséVázquez y Rodríguez, esta presentación tuvo lugar el 17 deoctubre de 1814, y según el Diario de Madrid, fue el 10 deoctubre de 1814, de acuerdo con el siguiente texto: «El Reynuestro Señor (que Dios guarde) se ha servido señalar el lunes10 del presente mes (si el tiempo lo permitiere) para la 6.º corri-da de toros, de las 8 que nuevamente se ha dignado conceder,con el piadoso objeto de que sus productos se inviertan en laasistencia y curación de los pobres enfermos de los reales hos-pitales General y de la Pasión de esta corte. Mandará y presidi-rá la plaza el Excmo. Sr. conde de Motezuma, corregidor deesta heroíca villa. Los 14 toros serán: 3 de la acreditada vacadade don Xavier Guendulain, vecino de la ciudad de Tudela deNavarra, con divisa encarnada; 4 de la de don Juan Núñez, deBenavente, con morada y blanca, 2 de la viuda de Braojos, conazul; uno de la de don Manuel Bañuelos Rodríguez, deColmenar Viejo, con verde; y 4 de la de don José LópezPelegrín del señorío de Molina, nuevo en esta plaza, con divisanaranjada. Por la mañana picarán los 6 toros Francisco de PaulaRodríguez y Joaquín Zapata. Por la tarde lo executarán a los 8Antonio Herrera Cano, Julián Díaz y Ramón Fernández. Los 14toros de todo el día serán lidiados por las quadrillas de a pie, alcuidado de Manuel Alonso (el Castellano) y FranciscoHernández (el Bolero), que los estoquearán».

Santos López Pelegrín y Zabala obtuvo el grado deBachiller en Leyes en la Facultad de Alcalá de Henares, en1822. Pedro María Cano certifica que le ha asistido comopasante desde 1822 y lo firma el 19 de febrero de 1827, añoen el que López Pelegrín se recibe como abogado de losReales Consejos, con título de 23-05-1827.

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12.088-46). Otro dato real y verdadero es que López Pelegrínfalleció en Madrid el 21 de febrero de 1845, de «una calenturaaguda», según consta en su partida de defunción, expedida pordon Vicente Díaz, como representante de la iglesia de SanSebastián de Madrid, donde fue enterrado, en compañía deotros muchos españoles ilustres entre los que es preciso men-cionar, al menos, el nombre de Félix Lope de Vega y Carpio,también conocido como Fénix de los Ingenios. En esa fecha,Santos López Pelegrín vivía en la calle Atocha, 43, 2.º, en com-pañía de su esposa doña Tomasa Velasco y Panadero, con la quetuvo seis hijos.

Fue hijo de don José Manuel López Pelegrín y doñaManuela Polonia Zabala. Los López Pelegrín fueron una ilus-tre familia de liberales molineses, cuyos más notables com-ponentes nacieron en la capital del señorío (de Molina) o enCobeta a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Susnombres y sus gestas han sido recogidos por José Sanz y Díazen La Verdadera Historia del Señorío de Molina, en laEnciclopedia de Guadalajara, en el texto de Antonio HerreraCasado titulado “El señorío de Molina” y también por JoséSerrano Belinchón, en el Diccionario Enciclopédico de laProvincia de Guadalajara.

La biografía reseñable de Santos López Pelegrín y Zabalacomienza en la década de los veinte del siglo XIX, pero hay undato familiar anterior que es preciso resaltar, ya que nos hablade una cierta tradición taurina. Este dato procede de una prime-ra fuente (por orden de búsqueda y hallazgo) que es el libro deJosé Vázquez y Rodríguez Un siglo taurino 1787 á 1886, conprólogo de José Sánchez de Neira. (1886). Fue confirmado pos-teriormente con el Diario de Madrid del sábado 8 de octubre del8l4, y es la prueba de la existencia de una ganadería brava a

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nombre de la familia López Pelegrín y la noticia de que se pre-sentó por primera vez en Madrid en aquel año. Según JoséVázquez y Rodríguez, esta presentación tuvo lugar el 17 deoctubre de 1814, y según el Diario de Madrid, fue el 10 deoctubre de 1814, de acuerdo con el siguiente texto: «El Reynuestro Señor (que Dios guarde) se ha servido señalar el lunes10 del presente mes (si el tiempo lo permitiere) para la 6.º corri-da de toros, de las 8 que nuevamente se ha dignado conceder,con el piadoso objeto de que sus productos se inviertan en laasistencia y curación de los pobres enfermos de los reales hos-pitales General y de la Pasión de esta corte. Mandará y presidi-rá la plaza el Excmo. Sr. conde de Motezuma, corregidor deesta heroíca villa. Los 14 toros serán: 3 de la acreditada vacadade don Xavier Guendulain, vecino de la ciudad de Tudela deNavarra, con divisa encarnada; 4 de la de don Juan Núñez, deBenavente, con morada y blanca, 2 de la viuda de Braojos, conazul; uno de la de don Manuel Bañuelos Rodríguez, deColmenar Viejo, con verde; y 4 de la de don José LópezPelegrín del señorío de Molina, nuevo en esta plaza, con divisanaranjada. Por la mañana picarán los 6 toros Francisco de PaulaRodríguez y Joaquín Zapata. Por la tarde lo executarán a los 8Antonio Herrera Cano, Julián Díaz y Ramón Fernández. Los 14toros de todo el día serán lidiados por las quadrillas de a pie, alcuidado de Manuel Alonso (el Castellano) y FranciscoHernández (el Bolero), que los estoquearán».

Santos López Pelegrín y Zabala obtuvo el grado deBachiller en Leyes en la Facultad de Alcalá de Henares, en1822. Pedro María Cano certifica que le ha asistido comopasante desde 1822 y lo firma el 19 de febrero de 1827, añoen el que López Pelegrín se recibe como abogado de losReales Consejos, con título de 23-05-1827.

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12.088-46). Otro dato real y verdadero es que López Pelegrínfalleció en Madrid el 21 de febrero de 1845, de «una calenturaaguda», según consta en su partida de defunción, expedida pordon Vicente Díaz, como representante de la iglesia de SanSebastián de Madrid, donde fue enterrado, en compañía deotros muchos españoles ilustres entre los que es preciso men-cionar, al menos, el nombre de Félix Lope de Vega y Carpio,también conocido como Fénix de los Ingenios. En esa fecha,Santos López Pelegrín vivía en la calle Atocha, 43, 2.º, en com-pañía de su esposa doña Tomasa Velasco y Panadero, con la quetuvo seis hijos.

Fue hijo de don José Manuel López Pelegrín y doñaManuela Polonia Zabala. Los López Pelegrín fueron una ilus-tre familia de liberales molineses, cuyos más notables com-ponentes nacieron en la capital del señorío (de Molina) o enCobeta a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Susnombres y sus gestas han sido recogidos por José Sanz y Díazen La Verdadera Historia del Señorío de Molina, en laEnciclopedia de Guadalajara, en el texto de Antonio HerreraCasado titulado “El señorío de Molina” y también por JoséSerrano Belinchón, en el Diccionario Enciclopédico de laProvincia de Guadalajara.

La biografía reseñable de Santos López Pelegrín y Zabalacomienza en la década de los veinte del siglo XIX, pero hay undato familiar anterior que es preciso resaltar, ya que nos hablade una cierta tradición taurina. Este dato procede de una prime-ra fuente (por orden de búsqueda y hallazgo) que es el libro deJosé Vázquez y Rodríguez Un siglo taurino 1787 á 1886, conprólogo de José Sánchez de Neira. (1886). Fue confirmado pos-teriormente con el Diario de Madrid del sábado 8 de octubre del8l4, y es la prueba de la existencia de una ganadería brava a

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al cargo el 13 de marzo de 1837. Poco después, se iniciacomo diputado por la provincia de Guadalajara en laLegislatura que va del 19 de noviembre de 1837 al 17 de julio

de 1838, y seguirá en el cargo durante las legislaturassiguientes hasta 1840, según consta en las Actas correspon-dientes a aquellos años, que se conservan en el archivo delCongreso de los Diputados.

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Fig. n.º 22.– Cabecera de un periódico típico de la época (apud, Cossío, Los toros,II, 1986, págs. 546).

El 6 de junio de 1828 fue nombrado por Fernando VII,a consulta de la Cámara de Indias, Asesor General delGobierno de las Islas Filipinas. Jura su nombramiento el 29de abril de 1829, ante el Supremo Consejo de Indias, y seembarca para Filipinas, donde permanecerá tres años. PeroLópez Pelegrín no tiene suerte en este destino, ya que, segúnconsta en diversos documentos de su expediente, (Leg.751/12006), la Asesoría General del Gobierno y CapitaníaGeneral de aquellas Islas, que como tal comprendía la deGuerra y la Superintendencia de la Real Hacienda, se vemodificada, y cuando López Pelegrín llega a Filipinas seencuentra con la sorpresa de que su sueldo ha pasado de5.000 a 1.000 pesos, al haber separado de su responsabilidadla Superintendencia de Hacienda. El 10 de diciembre de1830, mediante escrito personal, solicita un aumento de suel-do, dada su precaria situación, pero no se le debió de conce-der, ya que, como se desprende de otro escrito personal suyo,fechado el 24 de diciembre de 1833, en esa fecha lleva un añoen España, pues afirma que «tuvo que trasladarse por sucuenta a la península, con la competente licencia, donde sehalla hace un año sin sueldo alguno».

El 9 de febrero de 1834, fue nombrado teniente corre-gidor de Madrid. Y el 23 de marzo siguiente, le nombranministro de la Audiencia, cuyo destino desempeñó dos años;sin embargo, en octubre de 1834, le suspenden como tenien-te corregidor por un incidente de carácter administrativo. En21 de noviembre de 1835 le nombran magistrado de laAudiencia de Cáceres, de cuya plaza tomó posesión el 26 deEnero de 1836 (A.G.A. Leg. 8.030), pero su incorporaciónfue dilatada mediante la solicitud de sucesivas licencias, y sedesprende claramente de los textos analizados que renunció

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al cargo el 13 de marzo de 1837. Poco después, se iniciacomo diputado por la provincia de Guadalajara en laLegislatura que va del 19 de noviembre de 1837 al 17 de julio

de 1838, y seguirá en el cargo durante las legislaturassiguientes hasta 1840, según consta en las Actas correspon-dientes a aquellos años, que se conservan en el archivo delCongreso de los Diputados.

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Fig. n.º 22.– Cabecera de un periódico típico de la época (apud, Cossío, Los toros,II, 1986, págs. 546).

El 6 de junio de 1828 fue nombrado por Fernando VII,a consulta de la Cámara de Indias, Asesor General delGobierno de las Islas Filipinas. Jura su nombramiento el 29de abril de 1829, ante el Supremo Consejo de Indias, y seembarca para Filipinas, donde permanecerá tres años. PeroLópez Pelegrín no tiene suerte en este destino, ya que, segúnconsta en diversos documentos de su expediente, (Leg.751/12006), la Asesoría General del Gobierno y CapitaníaGeneral de aquellas Islas, que como tal comprendía la deGuerra y la Superintendencia de la Real Hacienda, se vemodificada, y cuando López Pelegrín llega a Filipinas seencuentra con la sorpresa de que su sueldo ha pasado de5.000 a 1.000 pesos, al haber separado de su responsabilidadla Superintendencia de Hacienda. El 10 de diciembre de1830, mediante escrito personal, solicita un aumento de suel-do, dada su precaria situación, pero no se le debió de conce-der, ya que, como se desprende de otro escrito personal suyo,fechado el 24 de diciembre de 1833, en esa fecha lleva un añoen España, pues afirma que «tuvo que trasladarse por sucuenta a la península, con la competente licencia, donde sehalla hace un año sin sueldo alguno».

El 9 de febrero de 1834, fue nombrado teniente corre-gidor de Madrid. Y el 23 de marzo siguiente, le nombranministro de la Audiencia, cuyo destino desempeñó dos años;sin embargo, en octubre de 1834, le suspenden como tenien-te corregidor por un incidente de carácter administrativo. En21 de noviembre de 1835 le nombran magistrado de laAudiencia de Cáceres, de cuya plaza tomó posesión el 26 deEnero de 1836 (A.G.A. Leg. 8.030), pero su incorporaciónfue dilatada mediante la solicitud de sucesivas licencias, y sedesprende claramente de los textos analizados que renunció

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empeño en la defensa de las libertades humanas y del sufra-gio universal hicieron posible su incorporación como redac-tor en El Correo Nacional, de tendencia monárquica consti-tucionalista que propició la reconciliación de los partidosfrente a las estridencias demagógicas (...) Su fama comoescritor satírico y de costumbres hizo posible que Mesonerole propusiera como colaborador de la primera colección cos-tumbrista en España, Los españoles pintados por sí mismos,colección que reunió a los más afamados escritores de laépoca. Abenamar conjuga hábilmente la descripción de susmodelos con su peculiar talante ideológico, salpicando ladescripción con graciosas comparaciones entre los seresracionales e irracionales».

Hay que añadir que su prolífica labor como periodistahizo posible que su nombre figurara en los periódicos libera-les más significativos del momento y no faltan sus colabora-ciones de carácter sumamente festivo y jocoso. Asimismo,figuró en múltiples ocasiones al lado de Antonio María deSegovia, El Estudiante. Su franca amistad y el tono desenfa-dado de ambos facilitó la fundación de un periódico satíricode sumo interés Abenamar y el Estudiante. CaprichoPeriodístico (1838-1839).

Sus obras más relevantes son: La Religión (1825); Acazar me vuelvo (l841); Poesías (1842); Panléxico voca-bulario de la fábula (1845). A pesar de todo, lo que identi-fica a Santos López Pelegrín, Abenamar, como periodistataurino es su supuesta autoría de la Tauromaquia deFrancisco Montes, Paquiro, que aparece publicada en1836, con el siguiente título Tauromaquia Completa o seael arte de torear en plaza, tanto a pie como a caballo. Sedice también que fue escrita por el célebre lidiador

“Abenamar”, periodista taurino I 97

Independientemente de lo anterior y en su faceta de perio-dista, López Pelegrín se incorpora a la plantilla de El Españolde Andrés Borrego, cuyo Prospecto vio la luz en mayo de 1835.Cuenta Concepción de Castro que «su cuadro de redactoresincluía a Peña Aguayo, Calderón Collantes, López Pelegrín,Aribau, Alva, Soler e Izaga; y entre sus colaboradores estaban,además de Larra, Ríos, Donoso Cortés, Canga Argüelles,Espronceda, Sartorius y González Bravo» (1975: 87).

Santos López Pelegrín es conocido en el mundo de laprensa periódica por el seudónimo de Abenamar, que élmismo identifica en su artículo titulado “Un jovellanista”,publicado en El Correo Nacional (sucesor de El Español), el16 de marzo de 1839, cuando dice que «Santos LópezPelegrín y Abenamar son dos hombres distintos y una solapersona verdadera, que soy yo para servir a Vds.». Su nom-bre ha sido mencionado repetidas veces en los trabajos delos diversos investigadores que se ocuparon de aquellaépoca. Tomamos como referencia una parte de la semblanzaque le dedica la Historia de la Literatura Española del sigloXIX (I), de Víctor García de la Concha. (1997: 207-208):«Su veta satírica se dejó sentir en la prensa madrileña de lamitad del siglo XIX. Así por ejemplo funda y dirige el perió-dico El Mundo, publicación de tendencia progresista quelevantó numerosas y acaloradas polémicas de la época (...)Gracias a la tendencia política de dicho periódico,Abenamar pudo contar con la colaboración del célebreFígaro, cuya ideología era afín a la de su director. No menosinteresante fue la fundación del periódico Nosotros, uno delos primeros diarios del llamado periodismo ilustrado, puesen dicha publicación se armonizaban tanto los aspectospuramente literarios como los políticos. Su veta satírica y su

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empeño en la defensa de las libertades humanas y del sufra-gio universal hicieron posible su incorporación como redac-tor en El Correo Nacional, de tendencia monárquica consti-tucionalista que propició la reconciliación de los partidosfrente a las estridencias demagógicas (...) Su fama comoescritor satírico y de costumbres hizo posible que Mesonerole propusiera como colaborador de la primera colección cos-tumbrista en España, Los españoles pintados por sí mismos,colección que reunió a los más afamados escritores de laépoca. Abenamar conjuga hábilmente la descripción de susmodelos con su peculiar talante ideológico, salpicando ladescripción con graciosas comparaciones entre los seresracionales e irracionales».

Hay que añadir que su prolífica labor como periodistahizo posible que su nombre figurara en los periódicos libera-les más significativos del momento y no faltan sus colabora-ciones de carácter sumamente festivo y jocoso. Asimismo,figuró en múltiples ocasiones al lado de Antonio María deSegovia, El Estudiante. Su franca amistad y el tono desenfa-dado de ambos facilitó la fundación de un periódico satíricode sumo interés Abenamar y el Estudiante. CaprichoPeriodístico (1838-1839).

Sus obras más relevantes son: La Religión (1825); Acazar me vuelvo (l841); Poesías (1842); Panléxico voca-bulario de la fábula (1845). A pesar de todo, lo que identi-fica a Santos López Pelegrín, Abenamar, como periodistataurino es su supuesta autoría de la Tauromaquia deFrancisco Montes, Paquiro, que aparece publicada en1836, con el siguiente título Tauromaquia Completa o seael arte de torear en plaza, tanto a pie como a caballo. Sedice también que fue escrita por el célebre lidiador

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Independientemente de lo anterior y en su faceta de perio-dista, López Pelegrín se incorpora a la plantilla de El Españolde Andrés Borrego, cuyo Prospecto vio la luz en mayo de 1835.Cuenta Concepción de Castro que «su cuadro de redactoresincluía a Peña Aguayo, Calderón Collantes, López Pelegrín,Aribau, Alva, Soler e Izaga; y entre sus colaboradores estaban,además de Larra, Ríos, Donoso Cortés, Canga Argüelles,Espronceda, Sartorius y González Bravo» (1975: 87).

Santos López Pelegrín es conocido en el mundo de laprensa periódica por el seudónimo de Abenamar, que élmismo identifica en su artículo titulado “Un jovellanista”,publicado en El Correo Nacional (sucesor de El Español), el16 de marzo de 1839, cuando dice que «Santos LópezPelegrín y Abenamar son dos hombres distintos y una solapersona verdadera, que soy yo para servir a Vds.». Su nom-bre ha sido mencionado repetidas veces en los trabajos delos diversos investigadores que se ocuparon de aquellaépoca. Tomamos como referencia una parte de la semblanzaque le dedica la Historia de la Literatura Española del sigloXIX (I), de Víctor García de la Concha. (1997: 207-208):«Su veta satírica se dejó sentir en la prensa madrileña de lamitad del siglo XIX. Así por ejemplo funda y dirige el perió-dico El Mundo, publicación de tendencia progresista quelevantó numerosas y acaloradas polémicas de la época (...)Gracias a la tendencia política de dicho periódico,Abenamar pudo contar con la colaboración del célebreFígaro, cuya ideología era afín a la de su director. No menosinteresante fue la fundación del periódico Nosotros, uno delos primeros diarios del llamado periodismo ilustrado, puesen dicha publicación se armonizaban tanto los aspectospuramente literarios como los políticos. Su veta satírica y su

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El corpus de análisis que utilizamos está compuesto porun total de l8 artículos, todos ellos firmados por Abenamar,que cubren las funciones que se dieron, salvo excepciones talescomo que el día 25-06-1839 relata una corrida extraordinaria«última de las de la empresa que en paz descanse» y desde esafecha se produce un silencio debido a que sale a «espigar elec-tores» (no hay que olvidar que durante esa época ejerce tam-bién como diputado). Retorna el 24-07-1839 para relatar unacorrida de seis toros de Veragua y desaparece otra vez hasta el28-08-1839, dándose la circunstancia de que el primer párrafode este artículo es una copia exacta del último párrafo del artí-culo del 24-07-1839, que Abenamar cita textualmente, con lascorrespondientes comillas que acompañan a toda cita directa:«Al mes de agosto está reservado abrir la puerta a una nuevaépoca de cornadas y estocadas a volapié. Entonces tendremosya uvas, habrá “sazonado” el fuerte de Amurrio, los ministrosse irán secando, los diputados nuevos vendrán a cargas comolos melones de Añover, Montes hará de las suyas, y tendrácampo fecundo para escribir de toros Abenamar». Así concluíyo mi último artículo de toros, hace hoy un mes y cuatro díascabales, y la conclusión de aquel artículo quiero que me sirvade comienzo de éste (24-07-1839 y 28-08-1839).

(No se incluyen en el análisis otros artículos de torosque Abenamar publica también en El Correo Nacional, portratarse de funciones de novillos, pero sí aparecen refleja-dos en la bibliografía final).

Abenamar adopta en lo taurino un talante entre docto yprofético, y manifiesta su autoridad “profesoral” en distintasocasiones, como por ejemplo: «Preciso será para que mis lec-tores vayan entrando en la civilización tauromáquica, lesexplique yo el significado de ciertas palabras técnicas. Trapío

“Abenamar”, periodista taurino I 99

Francisco Montes, Paquiro, y dispuesta y corregida escru-pulosamente por el editor. Asimismo se informa que vaacompañada de un Discurso histórico apologético sobrelas fiestas de toros y de una tercera parte en que se propo-nen las mejoras que debería sufrir el espectáculo. En otraspalabras, es Francisco Montes, Paquiro, quien firma estaTauromaquia, pero su redacción se ha venido atribuyendoa Santos López Pelegrín, Abenamar, por las coincidenciasexistentes con su Filosofía de los Toros, que publica a sunombre en l842.

I.– ANÁLISIS DE LA TEMPORADA TAURINA MADRILEÑA DE 1839

Para la búsqueda de la personalidad taurina deAbenamar, nos valemos de un primer análisis sobre la tempo-rada taurina madrileña de 1839, según queda reflejada en losartículos que publicó en El Correo Nacional, fundado tambiénpor Andrés Borrego, que en el año 1838 se lanza de nuevo a lalucha política en el campo del periodismo (de 1838 a 1841Andrés Borrego va a recorrer un ciclo semejante al que habíavivido en 1835-1836 con El Español).

Abenamar firma en El Correo Nacional una serie deartículos, tanto taurinos como políticos, desde noviembre de1838 hasta enero de 1840, pero su último artículo de toros setitula “Toros y novillos”, está dedicado a una actuación de lacélebre mujer torera Martina García y aparece el 31-12-1839.Cuando desaparece la firma de Abenamar se produce unvacío que viene a llenar un tal Merlín. El 14-05-1841, el talMerlín se lamenta de no ser Abenamar y de no tener su faci-lidad para enjaretar artículos de toros.

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El corpus de análisis que utilizamos está compuesto porun total de l8 artículos, todos ellos firmados por Abenamar,que cubren las funciones que se dieron, salvo excepciones talescomo que el día 25-06-1839 relata una corrida extraordinaria«última de las de la empresa que en paz descanse» y desde esafecha se produce un silencio debido a que sale a «espigar elec-tores» (no hay que olvidar que durante esa época ejerce tam-bién como diputado). Retorna el 24-07-1839 para relatar unacorrida de seis toros de Veragua y desaparece otra vez hasta el28-08-1839, dándose la circunstancia de que el primer párrafode este artículo es una copia exacta del último párrafo del artí-culo del 24-07-1839, que Abenamar cita textualmente, con lascorrespondientes comillas que acompañan a toda cita directa:«Al mes de agosto está reservado abrir la puerta a una nuevaépoca de cornadas y estocadas a volapié. Entonces tendremosya uvas, habrá “sazonado” el fuerte de Amurrio, los ministrosse irán secando, los diputados nuevos vendrán a cargas comolos melones de Añover, Montes hará de las suyas, y tendrácampo fecundo para escribir de toros Abenamar». Así concluíyo mi último artículo de toros, hace hoy un mes y cuatro díascabales, y la conclusión de aquel artículo quiero que me sirvade comienzo de éste (24-07-1839 y 28-08-1839).

(No se incluyen en el análisis otros artículos de torosque Abenamar publica también en El Correo Nacional, portratarse de funciones de novillos, pero sí aparecen refleja-dos en la bibliografía final).

Abenamar adopta en lo taurino un talante entre docto yprofético, y manifiesta su autoridad “profesoral” en distintasocasiones, como por ejemplo: «Preciso será para que mis lec-tores vayan entrando en la civilización tauromáquica, lesexplique yo el significado de ciertas palabras técnicas. Trapío

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Francisco Montes, Paquiro, y dispuesta y corregida escru-pulosamente por el editor. Asimismo se informa que vaacompañada de un Discurso histórico apologético sobrelas fiestas de toros y de una tercera parte en que se propo-nen las mejoras que debería sufrir el espectáculo. En otraspalabras, es Francisco Montes, Paquiro, quien firma estaTauromaquia, pero su redacción se ha venido atribuyendoa Santos López Pelegrín, Abenamar, por las coincidenciasexistentes con su Filosofía de los Toros, que publica a sunombre en l842.

I.– ANÁLISIS DE LA TEMPORADA TAURINA MADRILEÑA DE 1839

Para la búsqueda de la personalidad taurina deAbenamar, nos valemos de un primer análisis sobre la tempo-rada taurina madrileña de 1839, según queda reflejada en losartículos que publicó en El Correo Nacional, fundado tambiénpor Andrés Borrego, que en el año 1838 se lanza de nuevo a lalucha política en el campo del periodismo (de 1838 a 1841Andrés Borrego va a recorrer un ciclo semejante al que habíavivido en 1835-1836 con El Español).

Abenamar firma en El Correo Nacional una serie deartículos, tanto taurinos como políticos, desde noviembre de1838 hasta enero de 1840, pero su último artículo de toros setitula “Toros y novillos”, está dedicado a una actuación de lacélebre mujer torera Martina García y aparece el 31-12-1839.Cuando desaparece la firma de Abenamar se produce unvacío que viene a llenar un tal Merlín. El 14-05-1841, el talMerlín se lamenta de no ser Abenamar y de no tener su faci-lidad para enjaretar artículos de toros.

María Celia Forneas98

Page 10: “ABENAMAR”, PERIODISTA TAURINO Iinstitucional.us.es/revistas/taurinos/10/art_5.pdf · Vázquez y Rodríguez, esta presentación tuvo lugar el 17 de octubre de 1814, y según el

la temporada, mediante una crítica al cartel de la corrida en lossiguientes términos: «Sepa el señor empresario de toros que elmérito de las corridas no está en la variedad, sino en que seanbuenas; y le hago esta advertencia porque lo de la “premura”,lo de “la variedad” y otras expresiones del anuncio me huelena extranjerismos, ya que las corridas de toros es lo único espa-ñol que queda en España, no consentiré yo que impunementesea empañada esta gloria ni aun en los carteles. Si otra veztuviese el empresario que hacer un anuncio de esta clase,venga a mí, que yo se lo pondré de balde, y tan español y tantorero que chorree sandunga» (11-04-1839).

Una última consideración obligada es explicarle al lectorque la ortografía de los textos citados ha sido modernizada, nosólo para salvar la evolución que ha experimentado el lengua-je con el paso de los años sino porque nos enfrentamos con unaortografía bastante irregular, en el sentido de que una mismapalabra aparece escrita de formas diversas: b-v; s-x; g-j, etc, alo largo de la temporada, lo cual puede ser atribuido a los lla-mados “duendes de la imprenta”.

II.– LOS TOROS

Durante la temporada de 1839, relatada por Abenamar,se corrieron toros de las siguientes ganaderías: Veragua (40);Gaviria (26); Bañuelos (15); María de Silva (l2); Gutiérrez(11); Aleas (11); Elías Gómez (9); Pinto López (7); Lizaso(2); y con otras denominaciones “alvareños” (2); “tirabeque”(1); o “salamanquión” (1). Pero es preciso hacer constar lasdificultades que se presentan para facilitar cifras exactas, yaque hay pocas corridas enteras y muchas veces Abenamar no

“Abenamar”, periodista taurino I 101

en los toros es lo mismo que estampa en los caballos, cuerpoen las damas y facha en los ministros» (25-04-1839).

Hace también gala de su espíritu profético a lo largo dedistintos artículos (11-04/01-05/09-05 y 28-08-1839) con diver-sos motivos u objetivos. Sin embargo, la predicción más espec-tacular, por lo trágica, es la que aparece en su artículo del l-05-1839, donde cuenta que estuvo por la mañana en el apartado delos toros y desde los toriles vaticinó desgracias para la tarde yque sus vaticinios se cumplieron. «Mucho tiempo hace queestoy como los pájaros de mal agüero, siempre vaticinandodesastres y siempre cumpliéndose mis vaticinios. Todos losprofetas somos así, tristotes y lloronzuelos», apostilla. La pri-mera desgracia de ese desgraciado día l de mayo de 1839 esuna cogida de Juan León en el tercer toro de Silva: «Se embro-có y cogiéndole del muslo derecho le dio un puntazo de dospulgadas, por lo que se retiró a la enfermería, aunque por supropio pie». La segunda se produce en el cuarto, de nombreChimeneo (no aclara el nombre de la ganadería), un toro «tanpegajoso que se dormía dentro de los caballos, seis mató ennueve varas que tomó, y en la última dio tan enorme porrazo aSevilla, que le dejó sin sentido y mal parado le retiraron a laenfermería». Y la tercera ocurrió en el sexto toro, también deSilva y acabó con la muerte de uno de los dos jóvenes bande-rilleros que vinieron de Sevilla con Juan León «más atrevidosque diestros» y por culpa de «algunos espectadores impruden-tes» cuyo comportamiento se recoge en el apartado dedicado a“El Público” en el transcurso de este primer análisis de la tem-porada taurina madrileña de 1839.

Y otro aspecto, destacable en este preámbulo, es la pre-ocupación de Abenamar por la pureza del idioma que demues-tra en distintas ocasiones, la primera el mismo día que se abre

María Celia Forneas100

Page 11: “ABENAMAR”, PERIODISTA TAURINO Iinstitucional.us.es/revistas/taurinos/10/art_5.pdf · Vázquez y Rodríguez, esta presentación tuvo lugar el 17 de octubre de 1814, y según el

la temporada, mediante una crítica al cartel de la corrida en lossiguientes términos: «Sepa el señor empresario de toros que elmérito de las corridas no está en la variedad, sino en que seanbuenas; y le hago esta advertencia porque lo de la “premura”,lo de “la variedad” y otras expresiones del anuncio me huelena extranjerismos, ya que las corridas de toros es lo único espa-ñol que queda en España, no consentiré yo que impunementesea empañada esta gloria ni aun en los carteles. Si otra veztuviese el empresario que hacer un anuncio de esta clase,venga a mí, que yo se lo pondré de balde, y tan español y tantorero que chorree sandunga» (11-04-1839).

Una última consideración obligada es explicarle al lectorque la ortografía de los textos citados ha sido modernizada, nosólo para salvar la evolución que ha experimentado el lengua-je con el paso de los años sino porque nos enfrentamos con unaortografía bastante irregular, en el sentido de que una mismapalabra aparece escrita de formas diversas: b-v; s-x; g-j, etc, alo largo de la temporada, lo cual puede ser atribuido a los lla-mados “duendes de la imprenta”.

II.– LOS TOROS

Durante la temporada de 1839, relatada por Abenamar,se corrieron toros de las siguientes ganaderías: Veragua (40);Gaviria (26); Bañuelos (15); María de Silva (l2); Gutiérrez(11); Aleas (11); Elías Gómez (9); Pinto López (7); Lizaso(2); y con otras denominaciones “alvareños” (2); “tirabeque”(1); o “salamanquión” (1). Pero es preciso hacer constar lasdificultades que se presentan para facilitar cifras exactas, yaque hay pocas corridas enteras y muchas veces Abenamar no

“Abenamar”, periodista taurino I 101

en los toros es lo mismo que estampa en los caballos, cuerpoen las damas y facha en los ministros» (25-04-1839).

Hace también gala de su espíritu profético a lo largo dedistintos artículos (11-04/01-05/09-05 y 28-08-1839) con diver-sos motivos u objetivos. Sin embargo, la predicción más espec-tacular, por lo trágica, es la que aparece en su artículo del l-05-1839, donde cuenta que estuvo por la mañana en el apartado delos toros y desde los toriles vaticinó desgracias para la tarde yque sus vaticinios se cumplieron. «Mucho tiempo hace queestoy como los pájaros de mal agüero, siempre vaticinandodesastres y siempre cumpliéndose mis vaticinios. Todos losprofetas somos así, tristotes y lloronzuelos», apostilla. La pri-mera desgracia de ese desgraciado día l de mayo de 1839 esuna cogida de Juan León en el tercer toro de Silva: «Se embro-có y cogiéndole del muslo derecho le dio un puntazo de dospulgadas, por lo que se retiró a la enfermería, aunque por supropio pie». La segunda se produce en el cuarto, de nombreChimeneo (no aclara el nombre de la ganadería), un toro «tanpegajoso que se dormía dentro de los caballos, seis mató ennueve varas que tomó, y en la última dio tan enorme porrazo aSevilla, que le dejó sin sentido y mal parado le retiraron a laenfermería». Y la tercera ocurrió en el sexto toro, también deSilva y acabó con la muerte de uno de los dos jóvenes bande-rilleros que vinieron de Sevilla con Juan León «más atrevidosque diestros» y por culpa de «algunos espectadores impruden-tes» cuyo comportamiento se recoge en el apartado dedicado a“El Público” en el transcurso de este primer análisis de la tem-porada taurina madrileña de 1839.

Y otro aspecto, destacable en este preámbulo, es la pre-ocupación de Abenamar por la pureza del idioma que demues-tra en distintas ocasiones, la primera el mismo día que se abre

María Celia Forneas100

Page 12: “ABENAMAR”, PERIODISTA TAURINO Iinstitucional.us.es/revistas/taurinos/10/art_5.pdf · Vázquez y Rodríguez, esta presentación tuvo lugar el 17 de octubre de 1814, y según el

En la temporada que analizamos, el castigo de losperros de presa se alterna con las banderillas de fuego, decuya imposición es preciso señalar los casos siguientes: 11-04; 25-04; 29-05; 13-06; 28-08; 7-09: 16-10; y 28-11-1839.En otro pasaje de su artículo, Eugenio de Tapias nos ilustra

“Abenamar”, periodista taurino I 103

Fig. n.º 23.– Cabecera de un periódico típico de la época.

cita la ganadería a que pertenece un toro determinado. Entreellos, es preciso señalar aquellos que «llevaron perros», por-que es una suerte en desuso que se utilizaba para castigar alos toros cobardes que no acudían al caballo.

Veragua: 6.º de la corrida del 17-04-1839.Gaviria: 1.º y 4.º ”” 25-04-1839.Bañuelos: 12.º ”” 29-05-1839.M.ª Paz Silva: 2.º ”” (29-05-1839) y 2.º (1-05-1839).Aleas: 3.º ”” (13-06-1839); 8.º (12-10-1839) y 3.º

(28-11-1839).Elías Gómez: 4. de la corrida del ll-04-1839.

Contamos con un relato (en verso) de Eugenio deTapias, publicado en El Semanario Pintoresco Español (2-01-1842) que nos ilustra sobre una corrida en la que se utili-zaban los perros de presa que se encontraban en la plaza adisposición de la autoridad, y así se anunciaban el los carte-les de las corridas que, por ejemplo, se conservan en elArchivo Regional de Madrid. La pelea del toro con los perrosera realmente dramática y queda muy bien reflejada en elartículo citado, del cual sólo incluimos un extracto:

«A veces demandala plebe locuazlos canes rabiososde fuego en lugar.Dos perros de presa con ansia verazse lanzan al toro,y en pos otro par.(...)

María Celia Forneas102

El toro rendidono puede acornar,y brama, y de sangrele corre un raudal.Entonces terminansu triste penarla espada sangrienta,y el hierro auxiliarque clava en la nucael diestro oficial.(...)».

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En la temporada que analizamos, el castigo de losperros de presa se alterna con las banderillas de fuego, decuya imposición es preciso señalar los casos siguientes: 11-04; 25-04; 29-05; 13-06; 28-08; 7-09: 16-10; y 28-11-1839.En otro pasaje de su artículo, Eugenio de Tapias nos ilustra

“Abenamar”, periodista taurino I 103

Fig. n.º 23.– Cabecera de un periódico típico de la época.

cita la ganadería a que pertenece un toro determinado. Entreellos, es preciso señalar aquellos que «llevaron perros», por-que es una suerte en desuso que se utilizaba para castigar alos toros cobardes que no acudían al caballo.

Veragua: 6.º de la corrida del 17-04-1839.Gaviria: 1.º y 4.º ”” 25-04-1839.Bañuelos: 12.º ”” 29-05-1839.M.ª Paz Silva: 2.º ”” (29-05-1839) y 2.º (1-05-1839).Aleas: 3.º ”” (13-06-1839); 8.º (12-10-1839) y 3.º

(28-11-1839).Elías Gómez: 4. de la corrida del ll-04-1839.

Contamos con un relato (en verso) de Eugenio deTapias, publicado en El Semanario Pintoresco Español (2-01-1842) que nos ilustra sobre una corrida en la que se utili-zaban los perros de presa que se encontraban en la plaza adisposición de la autoridad, y así se anunciaban el los carte-les de las corridas que, por ejemplo, se conservan en elArchivo Regional de Madrid. La pelea del toro con los perrosera realmente dramática y queda muy bien reflejada en elartículo citado, del cual sólo incluimos un extracto:

«A veces demandala plebe locuazlos canes rabiososde fuego en lugar.Dos perros de presa con ansia verazse lanzan al toro,y en pos otro par.(...)

María Celia Forneas102

El toro rendidono puede acornar,y brama, y de sangrele corre un raudal.Entonces terminansu triste penarla espada sangrienta,y el hierro auxiliarque clava en la nucael diestro oficial.(...)».

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Lamparillo y Sotana (24-07-1839). Importante es también elcaso del citado Pimiento, en una corrida en donde se alternantoros de Gaviria con Veragua y uno de difícil adscripción comoel que comentamos: «El octavo era un “tirabeque”. Cojo, mali-cioso y pesado, a pesar de que se llamaba Pimiento. El bichoestaba inútil para el servicio. El público se convenció de ellopidió que se le sacase de la plaza. La autoridad accedió a tanfundada y tan justa petición y salieron los cabestros y se lo lle-varon al corral» (19-06-1839).

No se priva tampoco Abenamar de demostrarnos unay otra vez sus conocimientos, como en el caso de la gana-dería de Gutiérrez: «Era el tercero de Gutiérrez (Almodovardel Campo) ganadería nuevecita, aunque compuesta de reta-zos viejos como las Cortes que están al salir, que el diablosepa por donde saldrán» (28-08-1839).

Las dos ganaderías más importantes, según se despren-de del número de toros que contrataron con la plaza deMadrid, son Gaviria y Veragua. Y a ellas dedica Abenamarsus más fuertes críticas: «El tercero fue pésimo. El públicopidió perros a voz en grito, y el presidente de la plaza mandóque le pusiesen banderillas de fuego; el presidente no tuvorazón y por no tenerla “tuvimos” un rato de bullica:

«¡Fuego, y de Gaviria!:Ayer maravilla fuihoy escarnio y burla soy;aprended flores de mí,lo que va de ayer a hoy».

¡Ah, Gaviria, Gaviria, y que mala cuenta vas dando detu ganadería! Tú te tienes la culpa por haber cruzado la casta.¡Manía de reformar!» (25-04-1839).

“Abenamar”, periodista taurino I 105

con más detalles que la simple mención, por parte deAbenamar, de que tal toro llevó banderillas de fuego:

«No siempre es el toro un bravo animal;lo mismo sucede,hablando en verdad,al hombre; este es manso,y aquel montaraz.Hay toros que temenla vara fatal,y nunca hacen frente,y huyendo se van.Contra estos bastardos

(El Semanario Pintoresco Español 2-01-1842).

Las descripciones que Abenamar realiza del comportamientode los toros en la plaza van, lógicamente, de lo positivo a lonegativo, pasando por lo neutro; y de lo escueto a lo prolijo; aveces, originales y, a veces, repetitivas. Veamos un ejemplo decontraste entre distintas corridas y distintas ganaderías: «Seistoros se corrieron el lunes antepenúltimo, de la justamenteacreditada ganadería de Veragua, y todos fueron mozos, ytodos gordos y rollizos y todos flojos. Seis toros se han corri-do el último lunes y todos, de la justamente acreditada gana-dería de Gaviria, y todos fueron mozos, y todos gordos y rolli-zos y todos, menos uno, malos» (25-04-1839)

Una curiosidad digna de mención es que un buen día (l9-06-1839) introduce la novedad de llamar a los toros por susnombres: Javali (sic), Limón, Piñonero, Polvorito, Lobito,Gallego, Bonito y Pimiento, que luego repetirá en otra ocasiónúnicamente: Rosquete, Guineo, Platerito, Laberinto,

María Celia Forneas104

lo más eficazes fuego; lo pideel pueblo a la par,con voz tronadorafuerte gañán.Los cohetes estallan,y el toro fugazbramando, brincandode acá para allá,traspasa la valla,¡oh, mísero azar!»

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Lamparillo y Sotana (24-07-1839). Importante es también elcaso del citado Pimiento, en una corrida en donde se alternantoros de Gaviria con Veragua y uno de difícil adscripción comoel que comentamos: «El octavo era un “tirabeque”. Cojo, mali-cioso y pesado, a pesar de que se llamaba Pimiento. El bichoestaba inútil para el servicio. El público se convenció de ellopidió que se le sacase de la plaza. La autoridad accedió a tanfundada y tan justa petición y salieron los cabestros y se lo lle-varon al corral» (19-06-1839).

No se priva tampoco Abenamar de demostrarnos unay otra vez sus conocimientos, como en el caso de la gana-dería de Gutiérrez: «Era el tercero de Gutiérrez (Almodovardel Campo) ganadería nuevecita, aunque compuesta de reta-zos viejos como las Cortes que están al salir, que el diablosepa por donde saldrán» (28-08-1839).

Las dos ganaderías más importantes, según se despren-de del número de toros que contrataron con la plaza deMadrid, son Gaviria y Veragua. Y a ellas dedica Abenamarsus más fuertes críticas: «El tercero fue pésimo. El públicopidió perros a voz en grito, y el presidente de la plaza mandóque le pusiesen banderillas de fuego; el presidente no tuvorazón y por no tenerla “tuvimos” un rato de bullica:

«¡Fuego, y de Gaviria!:Ayer maravilla fuihoy escarnio y burla soy;aprended flores de mí,lo que va de ayer a hoy».

¡Ah, Gaviria, Gaviria, y que mala cuenta vas dando detu ganadería! Tú te tienes la culpa por haber cruzado la casta.¡Manía de reformar!» (25-04-1839).

“Abenamar”, periodista taurino I 105

con más detalles que la simple mención, por parte deAbenamar, de que tal toro llevó banderillas de fuego:

«No siempre es el toro un bravo animal;lo mismo sucede,hablando en verdad,al hombre; este es manso,y aquel montaraz.Hay toros que temenla vara fatal,y nunca hacen frente,y huyendo se van.Contra estos bastardos

(El Semanario Pintoresco Español 2-01-1842).

Las descripciones que Abenamar realiza del comportamientode los toros en la plaza van, lógicamente, de lo positivo a lonegativo, pasando por lo neutro; y de lo escueto a lo prolijo; aveces, originales y, a veces, repetitivas. Veamos un ejemplo decontraste entre distintas corridas y distintas ganaderías: «Seistoros se corrieron el lunes antepenúltimo, de la justamenteacreditada ganadería de Veragua, y todos fueron mozos, ytodos gordos y rollizos y todos flojos. Seis toros se han corri-do el último lunes y todos, de la justamente acreditada gana-dería de Gaviria, y todos fueron mozos, y todos gordos y rolli-zos y todos, menos uno, malos» (25-04-1839)

Una curiosidad digna de mención es que un buen día (l9-06-1839) introduce la novedad de llamar a los toros por susnombres: Javali (sic), Limón, Piñonero, Polvorito, Lobito,Gallego, Bonito y Pimiento, que luego repetirá en otra ocasiónúnicamente: Rosquete, Guineo, Platerito, Laberinto,

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lo más eficazes fuego; lo pideel pueblo a la par,con voz tronadorafuerte gañán.Los cohetes estallan,y el toro fugazbramando, brincandode acá para allá,traspasa la valla,¡oh, mísero azar!»

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dad fue obedecida y la noche tendió su velo negro sobre laplaza avergonzada de lo que los hombres habían hecho enella de día» (23-10-1839).

Algo mejor parada sale la ganadería del Duque deVeragua y merece reseñarse la descripción de la faena queJuan León le hizo al toro Platerito, tercero de una corrida deseis toros de Veragua: «Llamábase Platerito, y el animal erauna miniatura, no en lo pequeño sino en lo compuesto y atil-dado. Este era el que por la presunta debía saltar mucho,ypor lo mismo le dio la ocurrencia de estarse quedo. Eradócil y boyante, tomó 16 varas, mató tres caballos, le pusie-ron dos pares de banderillas y le mató León de dos cortas,un volapié en hueso y otro bueno, tirándole el trapo almorro porque no humillaba; esta suerte fue de maestro yaplaudida por los inteligentes» (24-07-1839).

Pero también hay críticas en torno a la pureza de gana-dería de Veragua. Se trata de una corrida compuesta por trestoros de Veragua y tres de Elías Gómez (Colmenar Viejo)para Pastor 4, para Isidro Santiago 1, y otro para Antonio delRío, un joven que «se presenta con mucha frescura a la cabe-za del toro» y que «Montes sacaría de él un gran torero».Abenamar empieza por criticar al tercero (de Veragua) y diceque «tenía todo el trapío de los toros de Gaviria» para recu-rrir al conocido y tradicional tópico taurino de que «no lehubiera reconocido ni la madre que lo parió» y a aquello de«Quién sabe si ésta habrá tenido algún descuido por esasencrucijadas». Luego, ya en el quinto (de Veragua también)afirma tajante: «Por fuerza que la madre del bicho se descui-dó por esos andurriales como la otra. No será malo que elduque instituya una bien montada policía de vacas, con susceladores correspondientes si no quiere que cunda la corrup-

“Abenamar”, periodista taurino I 107

Tiempo después tenemos un caso de perros paraGaviria que podría considerarse un dato histórico: «No meacuerdo de haber visto nunca en la plaza de Madrid, que elprimer toro de una corrida muriese aperreado. Consiste estoen que siempre se procura que el primero sea de buen trapíopara que haga función. Pero el primero del lunes ni teníabuen trapío, ni hizo función. Era toro de transacción, mansoy pacífico, y naturalmente dispuesto a echar un velo sobre lopasado y a perdonar al prójimo. (28-08-1839).

Pero hay más. La ganadería de Gaviria contó estatemporada con otro caso de mala suerte taurina y que sematerializó en la salida de la media luna (o desjarrete).Esta suerte se encuentra en decadencia durante el sigloXIX y tampoco goza del beneplácito de Francisco MontesPaquiro, ni de Santos López Pelegrín Abenamar cuya des-cripción del ejemplo que recreamos a continuación pruebasu disgusto. (Sólo aparece otro caso de media luna en latemporada de 1839 con un toro de Elías Gómez que fuecorrido el 11-04-1839): «Era buen mozo y de sentido, tomónueve varas, mató tres caballos, le pusieron dos pares debanderillas, y habiendo salido a matarle Juan Jiménez, ledio un pinchazo, otro a toro corrido y una buena recibién-dole, que tuvo tanto más mérito cuanto que el toro necesi-taba ser más estudiado que la concesión de los fueros, peroa pesar de que estaba haciendo la cama para echarse,mandó la autoridad que saliese la media luna, y la medialuna salió a punto que la luna entera, que ya había salido,se asomó por el tejado de la plaza a ver lo que los habitan-tes de la tierra vemos todos los días, una autoridad quemandaba mal, y un público que se lo echaba en cara conmuchísima razón, pero que se quedaba sin ella. La autori-

María Celia Forneas106

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dad fue obedecida y la noche tendió su velo negro sobre laplaza avergonzada de lo que los hombres habían hecho enella de día» (23-10-1839).

Algo mejor parada sale la ganadería del Duque deVeragua y merece reseñarse la descripción de la faena queJuan León le hizo al toro Platerito, tercero de una corrida deseis toros de Veragua: «Llamábase Platerito, y el animal erauna miniatura, no en lo pequeño sino en lo compuesto y atil-dado. Este era el que por la presunta debía saltar mucho,ypor lo mismo le dio la ocurrencia de estarse quedo. Eradócil y boyante, tomó 16 varas, mató tres caballos, le pusie-ron dos pares de banderillas y le mató León de dos cortas,un volapié en hueso y otro bueno, tirándole el trapo almorro porque no humillaba; esta suerte fue de maestro yaplaudida por los inteligentes» (24-07-1839).

Pero también hay críticas en torno a la pureza de gana-dería de Veragua. Se trata de una corrida compuesta por trestoros de Veragua y tres de Elías Gómez (Colmenar Viejo)para Pastor 4, para Isidro Santiago 1, y otro para Antonio delRío, un joven que «se presenta con mucha frescura a la cabe-za del toro» y que «Montes sacaría de él un gran torero».Abenamar empieza por criticar al tercero (de Veragua) y diceque «tenía todo el trapío de los toros de Gaviria» para recu-rrir al conocido y tradicional tópico taurino de que «no lehubiera reconocido ni la madre que lo parió» y a aquello de«Quién sabe si ésta habrá tenido algún descuido por esasencrucijadas». Luego, ya en el quinto (de Veragua también)afirma tajante: «Por fuerza que la madre del bicho se descui-dó por esos andurriales como la otra. No será malo que elduque instituya una bien montada policía de vacas, con susceladores correspondientes si no quiere que cunda la corrup-

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Tiempo después tenemos un caso de perros paraGaviria que podría considerarse un dato histórico: «No meacuerdo de haber visto nunca en la plaza de Madrid, que elprimer toro de una corrida muriese aperreado. Consiste estoen que siempre se procura que el primero sea de buen trapíopara que haga función. Pero el primero del lunes ni teníabuen trapío, ni hizo función. Era toro de transacción, mansoy pacífico, y naturalmente dispuesto a echar un velo sobre lopasado y a perdonar al prójimo. (28-08-1839).

Pero hay más. La ganadería de Gaviria contó estatemporada con otro caso de mala suerte taurina y que sematerializó en la salida de la media luna (o desjarrete).Esta suerte se encuentra en decadencia durante el sigloXIX y tampoco goza del beneplácito de Francisco MontesPaquiro, ni de Santos López Pelegrín Abenamar cuya des-cripción del ejemplo que recreamos a continuación pruebasu disgusto. (Sólo aparece otro caso de media luna en latemporada de 1839 con un toro de Elías Gómez que fuecorrido el 11-04-1839): «Era buen mozo y de sentido, tomónueve varas, mató tres caballos, le pusieron dos pares debanderillas, y habiendo salido a matarle Juan Jiménez, ledio un pinchazo, otro a toro corrido y una buena recibién-dole, que tuvo tanto más mérito cuanto que el toro necesi-taba ser más estudiado que la concesión de los fueros, peroa pesar de que estaba haciendo la cama para echarse,mandó la autoridad que saliese la media luna, y la medialuna salió a punto que la luna entera, que ya había salido,se asomó por el tejado de la plaza a ver lo que los habitan-tes de la tierra vemos todos los días, una autoridad quemandaba mal, y un público que se lo echaba en cara conmuchísima razón, pero que se quedaba sin ella. La autori-

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boración de Francisco Santos, aspirante a matador que reci-birá una dura advertencia de Abenamar, en su actuación conel séptimo toro de Gaviria (en una corrida compuesta porcuatro toros de Gaviria y cuatro de Aleas). Por matar con«sobrada precipitación y atolondramiento», le dice: «Losaspirantes a matadores no deben perder de vista que no colo-cándose con frescura y gallardía en el terreno del toro, y noteniendo serenidad para verlo venir y humillar, jamás sabránmatar toros, y están siempre expuestos a una cogida. Todo elarte de matar toros consiste en los “quiebros”, y los quiebrosno pueden hacerse sino sobre la cabeza del toro y cuando éstehumilla». (13-06-1839).

En esta misma corrida, en relación con el 4.º toro (deGaviria) dice que «éste fue el toro mejor trabajado de lacorrida. Sevilla, Hormigo y Carrera le picaron en los mediosde la plaza y le picaron bien».

Juan León y Juan Pastor vuelven a torear juntos el 28-08-1839 y también el 7-09-1839, aunque en esta última oca-sión se auxilian de Francisco Casos para el séptimo (deVeragua), el cual era «claro y flojo; tomo nueve varas, matóun caballo, le pusieron tres pares de banderillas, y salió amatarle Francisco Casos, nuevo en esta plaza y nuevo en elarte de matar toros». Y añade: «Este es el mismo buen ban-derillero a quien yo, en la corrida anterior, tomé por el pica-dor Briones, porque así me pareció y porque así me lo ase-guraron otros que como yo se equivocaron; que eso de equi-vocarse es aquí el pan de cada día y todos comemos de él.Casos mató el toro de casualidad, y no hizo poco». No menosinteresante es el relato que hace Abenamar con respecto a loocurrido en el octavo toro de esa misma corrida, párrafo quecopiamos a continuación: «Del octavo no puedo hablar, por-

“Abenamar”, periodista taurino I 109

ción de las costumbres en su ganadería, y a lo mejor le dengato por liebre». (9-05-1839)

III.– LOS TOREROS

Abenamar presenta formalmente a los toreros que inicia-rán la temporada en Madrid. Juan León (Leoncillo) y JuanPastor (El Barbero) son los que más corridas torean, aunquetengan que ser sustituidos en alguna ocasión, como en la corri-da del 1 de mayo, por la cogida de Juan León: «Juan Pastor,natural de Sevilla y nuevo en esta plaza como matador, debíaestoquear en compañía de Juan León, conocido ya del públicono sólo como buen torero, sino como maestro. Juan León per-tenece a la buena escuela antigua, llevada a la perfección porPedro Romero, hombre que tuvo el mérito de divertir por espa-cio de medio siglo a una generación y más digno de aprecio yrenombre que los que, a la sombra de una gloria mentida, sólotienen el privilegio de afligir a la humanidad. Juan Pastor no esde esta escuela, sino de la de Montes, que no pertenece a nin-guna más que a la suya, a la que él se ha creado como hombrede genio y de un mérito singular en su profesión». (11-04-1839)

En esta corrida, los toros eran de don Elías Gómez(Colmenar Viejo) y el primero es descrito como «buenmozo; pero cobarde, receloso y con sus puntos de bravu-cón, llevó banderillas de fuego, puestas con maestría». Estetoro se lo cede Juan León, para la muerte, a Juan Pastor, «afuer de nuevo en la plaza y según la caballeresca usanza deestas funciones.».

Las corridas de los lunes 11-04-; 17-04-; 25-04-; 1-05;y 13-06-1839 las matan Juan León y Juan Pastor con la cola-

María Celia Forneas108

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boración de Francisco Santos, aspirante a matador que reci-birá una dura advertencia de Abenamar, en su actuación conel séptimo toro de Gaviria (en una corrida compuesta porcuatro toros de Gaviria y cuatro de Aleas). Por matar con«sobrada precipitación y atolondramiento», le dice: «Losaspirantes a matadores no deben perder de vista que no colo-cándose con frescura y gallardía en el terreno del toro, y noteniendo serenidad para verlo venir y humillar, jamás sabránmatar toros, y están siempre expuestos a una cogida. Todo elarte de matar toros consiste en los “quiebros”, y los quiebrosno pueden hacerse sino sobre la cabeza del toro y cuando éstehumilla». (13-06-1839).

En esta misma corrida, en relación con el 4.º toro (deGaviria) dice que «éste fue el toro mejor trabajado de lacorrida. Sevilla, Hormigo y Carrera le picaron en los mediosde la plaza y le picaron bien».

Juan León y Juan Pastor vuelven a torear juntos el 28-08-1839 y también el 7-09-1839, aunque en esta última oca-sión se auxilian de Francisco Casos para el séptimo (deVeragua), el cual era «claro y flojo; tomo nueve varas, matóun caballo, le pusieron tres pares de banderillas, y salió amatarle Francisco Casos, nuevo en esta plaza y nuevo en elarte de matar toros». Y añade: «Este es el mismo buen ban-derillero a quien yo, en la corrida anterior, tomé por el pica-dor Briones, porque así me pareció y porque así me lo ase-guraron otros que como yo se equivocaron; que eso de equi-vocarse es aquí el pan de cada día y todos comemos de él.Casos mató el toro de casualidad, y no hizo poco». No menosinteresante es el relato que hace Abenamar con respecto a loocurrido en el octavo toro de esa misma corrida, párrafo quecopiamos a continuación: «Del octavo no puedo hablar, por-

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ción de las costumbres en su ganadería, y a lo mejor le dengato por liebre». (9-05-1839)

III.– LOS TOREROS

Abenamar presenta formalmente a los toreros que inicia-rán la temporada en Madrid. Juan León (Leoncillo) y JuanPastor (El Barbero) son los que más corridas torean, aunquetengan que ser sustituidos en alguna ocasión, como en la corri-da del 1 de mayo, por la cogida de Juan León: «Juan Pastor,natural de Sevilla y nuevo en esta plaza como matador, debíaestoquear en compañía de Juan León, conocido ya del públicono sólo como buen torero, sino como maestro. Juan León per-tenece a la buena escuela antigua, llevada a la perfección porPedro Romero, hombre que tuvo el mérito de divertir por espa-cio de medio siglo a una generación y más digno de aprecio yrenombre que los que, a la sombra de una gloria mentida, sólotienen el privilegio de afligir a la humanidad. Juan Pastor no esde esta escuela, sino de la de Montes, que no pertenece a nin-guna más que a la suya, a la que él se ha creado como hombrede genio y de un mérito singular en su profesión». (11-04-1839)

En esta corrida, los toros eran de don Elías Gómez(Colmenar Viejo) y el primero es descrito como «buenmozo; pero cobarde, receloso y con sus puntos de bravu-cón, llevó banderillas de fuego, puestas con maestría». Estetoro se lo cede Juan León, para la muerte, a Juan Pastor, «afuer de nuevo en la plaza y según la caballeresca usanza deestas funciones.».

Las corridas de los lunes 11-04-; 17-04-; 25-04-; 1-05;y 13-06-1839 las matan Juan León y Juan Pastor con la cola-

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José de los Santos, torero de mérito, y que ha tres años queno sale a la plaza, debía matar como primera espada, cir-cunstancias bastantes para que la entrada fuese completa,como lo fue, y como hace muchos años no había sido nin-guna. ¡Pero qué corrida!... difícilmente se podrían escogerdoce toros peores ni aun en Galicia, cuyos toros no tienenel instinto de dañar a nadie. No merecían el honor de la his-toria, pero como son más entre nuestros lectores, los afi-cionados que no vieron la corrida, que los que la vimos ahíva ese conciso parte de batalla».

Los toros de esa funesta corrida fueron: 1.º de Bañuelos(Colmenar); 2.º de María de la Paz Silva; 3.º de Silva tam-bién; 4.º de Bañuelos; 5.º de Bañuelos; 6.º y 7.º de Silva; 8.ºde Bañuelos; 9.º de Bañuelos y el «único toro decente de lacorrida»; 10.º de Silva; 11.º de Silva; 12.º de Bañuelos.

El artículo que relata la reaparición de José de losSantos en Madrid, ese 29-05-1839, concluye con un párrafodedicado a informarnos de que este torero quedó imposibili-tado de la mano derecha en el primer toro y para elogiar sudeseo de cumplir con el público, ya que, en opinión deAbenamar, «no debió volver a tomar el estoque», pero matólos toros 1.º, 3.º, 5.º y 7.º, y ya en el 9.º tuvo que ceder el esto-que a Pastor, después de darle al toro una primera estocada.Todo esto da pie para que Abenamar concluya diciendo:«Esta es la causa de que no se luciese todo lo que era de espe-rar, uno de los pocos toreros que tenemos en primera línea.Santos es un maestro en su oficio, y quizá por serlo no faltóquien con tanta sinrazón como animosidad tratase de deslu-cirle. En los toros debe de haber libertad de aplaudir y cen-surar; pero no la libertad de los salvajes, sino la libertad hijadel raciocinio y de la buena fe».

“Abenamar”, periodista taurino I 111

que me echó de la plaza, como a otros muchos, el olorcilloaromático que exalaban los estercoleros inmediatos, removi-dos por quien por cargar un carro de basura, ejercía el sobe-rano derecho de molestar al público en las barbas de la auto-ridad» (7-09-1839).

El 25-09-1839 relata Abenamar que imposibilitadosLeón y Pastor, aquél por un puntazo en la muñeca, que reci-bió en Burgos, y éste de una caída que dio en Madrid, hubonecesidad de “arbitrar” espadas y Juan Jiménez y RoqueMiranda (Rigores) se presentaron en la arena. El 7.º y el 8.ºde esa misma corrida los mató Párraga, «de una corta y otrabuena» y «como se mata comunmente al último toro de lacorrida». No es ésta la primera vez que Párraga mata un toro;por ejemplo, lo hizo ya con un sexto de Veragua «de una “nosé cómo”, tomándo el olivo» (19-06-1839) y con un toro dePinto López (en una corrida de división de plaza) «de unacorta y otra baja» (28-11-1839).

Juan León y Juan Pastor son anunciados juntos porúltima vez en la temporada de 1839, de acuerdo con losartículos de Abenamar que analizamos, para la corrida dellunes 22 de julio, día de Santa María Magdalena, patronade Poyatos, (la décima media corrida y última de la prime-ra temporada): «Anunciaba también el cartel que en uniónde Juan León y José de los Santos estoquearía Pastor, si lle-gaba a tiempo, y esto bastó para que no llegara» (24-07-1839). Este José de los Santos, hermano del aspiranteFrancisco de los Santos, ya mencionado, se había presenta-do en Madrid, después de tres años de ausencia, en la corri-da relatada el 29-05-1839, al que Abenamar dedicó enton-ces el siguiente párrafo: «Además de la novedad de correr-se doce toros en una tarde y en plaza entera, había la de que

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José de los Santos, torero de mérito, y que ha tres años queno sale a la plaza, debía matar como primera espada, cir-cunstancias bastantes para que la entrada fuese completa,como lo fue, y como hace muchos años no había sido nin-guna. ¡Pero qué corrida!... difícilmente se podrían escogerdoce toros peores ni aun en Galicia, cuyos toros no tienenel instinto de dañar a nadie. No merecían el honor de la his-toria, pero como son más entre nuestros lectores, los afi-cionados que no vieron la corrida, que los que la vimos ahíva ese conciso parte de batalla».

Los toros de esa funesta corrida fueron: 1.º de Bañuelos(Colmenar); 2.º de María de la Paz Silva; 3.º de Silva tam-bién; 4.º de Bañuelos; 5.º de Bañuelos; 6.º y 7.º de Silva; 8.ºde Bañuelos; 9.º de Bañuelos y el «único toro decente de lacorrida»; 10.º de Silva; 11.º de Silva; 12.º de Bañuelos.

El artículo que relata la reaparición de José de losSantos en Madrid, ese 29-05-1839, concluye con un párrafodedicado a informarnos de que este torero quedó imposibili-tado de la mano derecha en el primer toro y para elogiar sudeseo de cumplir con el público, ya que, en opinión deAbenamar, «no debió volver a tomar el estoque», pero matólos toros 1.º, 3.º, 5.º y 7.º, y ya en el 9.º tuvo que ceder el esto-que a Pastor, después de darle al toro una primera estocada.Todo esto da pie para que Abenamar concluya diciendo:«Esta es la causa de que no se luciese todo lo que era de espe-rar, uno de los pocos toreros que tenemos en primera línea.Santos es un maestro en su oficio, y quizá por serlo no faltóquien con tanta sinrazón como animosidad tratase de deslu-cirle. En los toros debe de haber libertad de aplaudir y cen-surar; pero no la libertad de los salvajes, sino la libertad hijadel raciocinio y de la buena fe».

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que me echó de la plaza, como a otros muchos, el olorcilloaromático que exalaban los estercoleros inmediatos, removi-dos por quien por cargar un carro de basura, ejercía el sobe-rano derecho de molestar al público en las barbas de la auto-ridad» (7-09-1839).

El 25-09-1839 relata Abenamar que imposibilitadosLeón y Pastor, aquél por un puntazo en la muñeca, que reci-bió en Burgos, y éste de una caída que dio en Madrid, hubonecesidad de “arbitrar” espadas y Juan Jiménez y RoqueMiranda (Rigores) se presentaron en la arena. El 7.º y el 8.ºde esa misma corrida los mató Párraga, «de una corta y otrabuena» y «como se mata comunmente al último toro de lacorrida». No es ésta la primera vez que Párraga mata un toro;por ejemplo, lo hizo ya con un sexto de Veragua «de una “nosé cómo”, tomándo el olivo» (19-06-1839) y con un toro dePinto López (en una corrida de división de plaza) «de unacorta y otra baja» (28-11-1839).

Juan León y Juan Pastor son anunciados juntos porúltima vez en la temporada de 1839, de acuerdo con losartículos de Abenamar que analizamos, para la corrida dellunes 22 de julio, día de Santa María Magdalena, patronade Poyatos, (la décima media corrida y última de la prime-ra temporada): «Anunciaba también el cartel que en uniónde Juan León y José de los Santos estoquearía Pastor, si lle-gaba a tiempo, y esto bastó para que no llegara» (24-07-1839). Este José de los Santos, hermano del aspiranteFrancisco de los Santos, ya mencionado, se había presenta-do en Madrid, después de tres años de ausencia, en la corri-da relatada el 29-05-1839, al que Abenamar dedicó enton-ces el siguiente párrafo: «Además de la novedad de correr-se doce toros en una tarde y en plaza entera, había la de que

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Siguiendo con el salto de la garrocha, en el 2.º deVeragua, de la corrida relatada el 23-10-1839, «el banderi-llero Casos quiso hacer la gallardía, dándole el salto de lagarrocha, que comenzó bien y concluyó mal, no por nohacerlo en regla, sino porque saltó poco, y tropezó con loscuernos del toro, viniendo al suelo mal parado, de donde eltoro le recogió y le ayudó a levantar con una caridad evan-gélica». Hasta aquí la descripción del lance e inmediata-mente después, la reprimenda: «Le aconsejo al ciudadanoCasos -habla Abenamar- que se deje de dar saltos de garro-cha para los que no están cortadas sus posaderas, y sí lasdel banderillero Meliz, que dio el salto al trascuerno congracia y limpieza»

Otros nombres de toreros, no mencionados hastaahora, que aparecen en los artículos de Abenamar, son lospicadores Hormigo y Zapata y los banderilleros Jordán yCapita, pero hay uno que planea durante toda la tempora-da. Abenamar echa de menos a Montes (que no torea eseaño en Madrid, aunque sí lo hizo el 29-11-1838 para cum-plimentar a la reina Isabel II) y al hablar de él, de Montes,Abenamar se expresa lo mismo en prosa que en verso:

«Los toros fueron malos, los toreros buenos; pero faltaba Montes en la plazade Madrid... ¿Cuándo viene Montes?...Deja del Betis la frondosa orilladonde se mece el aura deliciosa,donde fecundo el sol radiante brillado nunca muere la fragante rosa.

Ven presuroso, ven; ven a Castilla;la voz del toro resonó sañosaen las riberas del veloz Jarama...

“Abenamar”, periodista taurino I 113

En su siguiente actuación del 24-07-1839, que se quedóen un “mano a mano” con Juan León, debido a la ausencia dePastor, José de los Santos mata el 2.º, Guineo, de «una regu-lar, recibiéndole», el 4.º Laberinto muere «entre un laberintode perros», y el 6.º Sotana «con maestría, pero “al tiento” quees como nosotros acometemos a los facciosos», todo esto enpalabras de Abenamar.

También torea Santos el 12 de octubre, en una corri-da que el Ayuntamiento dio de balde para conmemorar elConvenio de Vergara, (acuerdo con que el general isabeli-no Baldomero Espartero y el carlista Rafael Maroto pusie-ron virtualmente fin a la primera guerra carlista, llamada delos Siete Años), llevando por delante en el cartel a JuanJiménez y Roque Miranda.En la siguiente corrida del 16-10-1839 se indispuso Juan Jiménez y le sustituyó José delos Santos «en lo que ganamos todos, menos JuanJiménez», dice Abenamar.

En ambas corridas destaca el banderillero Blas Meliz(el Valenciano), en la primera, por saltar al trascuerno el 5.ºtoro de Gaviria «con gracia y limpieza»; en la segunda, al3.º de Gutiérrez le dio el salto de la garrocha y Abenamarapostilla que «nunca debe ejecutarse con los toros revolto-sos» y que «es muy peligroso con los cobardes y flojoscomo era éste». Y añade: «Es regla precisa de esta suerteque el diestro se coloque en medio de la plaza, pues de estemodo lleva más salida cuando llega a jurisdicción, y másimpulso el torero para dar el salto. Meliz le citó en losmedios, y a pesar de esta falta dio el salto con felicidad,sino con la limpieza que acostumbra. Tomó el toro seisvaras, le pusieron cuatro pares de banderillas, y le matóMiranda de una corta, recibiéndole» (16-10-1839).

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Siguiendo con el salto de la garrocha, en el 2.º deVeragua, de la corrida relatada el 23-10-1839, «el banderi-llero Casos quiso hacer la gallardía, dándole el salto de lagarrocha, que comenzó bien y concluyó mal, no por nohacerlo en regla, sino porque saltó poco, y tropezó con loscuernos del toro, viniendo al suelo mal parado, de donde eltoro le recogió y le ayudó a levantar con una caridad evan-gélica». Hasta aquí la descripción del lance e inmediata-mente después, la reprimenda: «Le aconsejo al ciudadanoCasos -habla Abenamar- que se deje de dar saltos de garro-cha para los que no están cortadas sus posaderas, y sí lasdel banderillero Meliz, que dio el salto al trascuerno congracia y limpieza»

Otros nombres de toreros, no mencionados hastaahora, que aparecen en los artículos de Abenamar, son lospicadores Hormigo y Zapata y los banderilleros Jordán yCapita, pero hay uno que planea durante toda la tempora-da. Abenamar echa de menos a Montes (que no torea eseaño en Madrid, aunque sí lo hizo el 29-11-1838 para cum-plimentar a la reina Isabel II) y al hablar de él, de Montes,Abenamar se expresa lo mismo en prosa que en verso:

«Los toros fueron malos, los toreros buenos; pero faltaba Montes en la plazade Madrid... ¿Cuándo viene Montes?...Deja del Betis la frondosa orilladonde se mece el aura deliciosa,donde fecundo el sol radiante brillado nunca muere la fragante rosa.

Ven presuroso, ven; ven a Castilla;la voz del toro resonó sañosaen las riberas del veloz Jarama...

“Abenamar”, periodista taurino I 113

En su siguiente actuación del 24-07-1839, que se quedóen un “mano a mano” con Juan León, debido a la ausencia dePastor, José de los Santos mata el 2.º, Guineo, de «una regu-lar, recibiéndole», el 4.º Laberinto muere «entre un laberintode perros», y el 6.º Sotana «con maestría, pero “al tiento” quees como nosotros acometemos a los facciosos», todo esto enpalabras de Abenamar.

También torea Santos el 12 de octubre, en una corri-da que el Ayuntamiento dio de balde para conmemorar elConvenio de Vergara, (acuerdo con que el general isabeli-no Baldomero Espartero y el carlista Rafael Maroto pusie-ron virtualmente fin a la primera guerra carlista, llamada delos Siete Años), llevando por delante en el cartel a JuanJiménez y Roque Miranda.En la siguiente corrida del 16-10-1839 se indispuso Juan Jiménez y le sustituyó José delos Santos «en lo que ganamos todos, menos JuanJiménez», dice Abenamar.

En ambas corridas destaca el banderillero Blas Meliz(el Valenciano), en la primera, por saltar al trascuerno el 5.ºtoro de Gaviria «con gracia y limpieza»; en la segunda, al3.º de Gutiérrez le dio el salto de la garrocha y Abenamarapostilla que «nunca debe ejecutarse con los toros revolto-sos» y que «es muy peligroso con los cobardes y flojoscomo era éste». Y añade: «Es regla precisa de esta suerteque el diestro se coloque en medio de la plaza, pues de estemodo lleva más salida cuando llega a jurisdicción, y másimpulso el torero para dar el salto. Meliz le citó en losmedios, y a pesar de esta falta dio el salto con felicidad,sino con la limpieza que acostumbra. Tomó el toro seisvaras, le pusieron cuatro pares de banderillas, y le matóMiranda de una corta, recibiéndole» (16-10-1839).

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van y vienen, y aunque pobre y rota, alegre y con esperanzas»(25-09-1839).

Está también “la autoridad”, aquella que pone orden enel ruedo durante la corrida y que merece algunas críticas deAbenamar, cuando dice: «No se me ha de pasar por alto laautoridad que hubo el lunes (que aquí cada lunes y cada mar-tes hay una nueva autoridad) que no dio lugar en ningún torode la corrida a la suerte de banderillas, suerte difícil y bonita,y deslucida y aun peligrosa muchas veces por no dar lugar elque preside a que se haga con la calma y oportunidad con quedebe hacerse» (24-07-1839)

Claro que, en otras ocasiones, Abenamar está de acuer-do con las decisiones de la autoridad, como en su artículo del25-06-1839. Se trataba del 6.º toro de la ganadería de PintoLópez (Colmenar) que era boyante y tomó siete varas, matódos caballos y le pusieron tres pares de banderillas. A estetoro, Pastor «le saltó “al trascuerno”, y brindando por ciertosciudadanos que había en un palco, le mató de una atravesaday otra buena recibiéndole». Resulta que la autoridad hizosubir a su palco a Pastor y Abenamar deduce que fue «sinduda para advertirle que esos brindis están prohibidos en laplaza de Madrid, y con muchísima razón».

Y no puede faltar el auténtico público, ese público quesiempre tuvo libertad de expresión en una plaza de toros,como lo demuestra Abenamar en su relato de la faena corres-pondiente al 4.º toro de Elías Gómez, en la corrida inauguralde la temporada: «La opinión pública se declaró contra él ypidió perros, como órganos de su oposición». (11-04-1839).

En cuanto al público en sí, cabría hacer una división,no ya la típica entre aficionados y público en general, sino

“Abenamar”, periodista taurino I 115

ven, Montes, ven que Abenamar te llama.(11-04-1839 y primera de la temporada)».

Hay otras menciones, aunque menos expresivas, en losartículos del 1-05-; 9-05-; 24-07-; 11-09-; 25-09- y, por últi-mo, el 28-ll-1839 (última corrida de temporada), cuyo relatoconcluye así: «Uno solo, Juan Jiménez, hizo el gasto en loscuatro primeros toros, en la que la junta de hospitales noanduvo sobradamente acertada. Así es que la entrada fueescasa, a pesar del buen día y de ser la última corrida y condivisión de plaza. Esta ha quedado disuelta, fijando las elec-ciones tauromáquicas para Pascua de Resurección. Si la juntade hospitales quiere vencer en las elecciones, es menester queproteja la candidatura de Montes y Abenamar».

IV.– EL PÚBLICO

El público de la temporada de 1839 y, por extensión,el público que asistía a los toros en Madrid, en aquellaépoca, queda reflejado de formas diversas en los artículosde Abenamar.

En este análisis, será oportuno partir de una situaciónde fondo como es la de la plaza de toros. Se trata de la Plazade Toros de la Puerta de Alcalá (1749-1874), construida porFernando VI y reformada por Fernando VII, con un aforo de9.669 plazas (El Enano 15-05-1855). Pero hablar de la plazade toros es hablar de aquellos que la gobiernan, de aquellosque mandaban en los asuntos de la Fiesta y dice Abenamarque «la plaza de toros de Madrid está como las provinciasVascongadas: sin gobierno conocido, llena de lidiadores que

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van y vienen, y aunque pobre y rota, alegre y con esperanzas»(25-09-1839).

Está también “la autoridad”, aquella que pone orden enel ruedo durante la corrida y que merece algunas críticas deAbenamar, cuando dice: «No se me ha de pasar por alto laautoridad que hubo el lunes (que aquí cada lunes y cada mar-tes hay una nueva autoridad) que no dio lugar en ningún torode la corrida a la suerte de banderillas, suerte difícil y bonita,y deslucida y aun peligrosa muchas veces por no dar lugar elque preside a que se haga con la calma y oportunidad con quedebe hacerse» (24-07-1839)

Claro que, en otras ocasiones, Abenamar está de acuer-do con las decisiones de la autoridad, como en su artículo del25-06-1839. Se trataba del 6.º toro de la ganadería de PintoLópez (Colmenar) que era boyante y tomó siete varas, matódos caballos y le pusieron tres pares de banderillas. A estetoro, Pastor «le saltó “al trascuerno”, y brindando por ciertosciudadanos que había en un palco, le mató de una atravesaday otra buena recibiéndole». Resulta que la autoridad hizosubir a su palco a Pastor y Abenamar deduce que fue «sinduda para advertirle que esos brindis están prohibidos en laplaza de Madrid, y con muchísima razón».

Y no puede faltar el auténtico público, ese público quesiempre tuvo libertad de expresión en una plaza de toros,como lo demuestra Abenamar en su relato de la faena corres-pondiente al 4.º toro de Elías Gómez, en la corrida inauguralde la temporada: «La opinión pública se declaró contra él ypidió perros, como órganos de su oposición». (11-04-1839).

En cuanto al público en sí, cabría hacer una división,no ya la típica entre aficionados y público en general, sino

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ven, Montes, ven que Abenamar te llama.(11-04-1839 y primera de la temporada)».

Hay otras menciones, aunque menos expresivas, en losartículos del 1-05-; 9-05-; 24-07-; 11-09-; 25-09- y, por últi-mo, el 28-ll-1839 (última corrida de temporada), cuyo relatoconcluye así: «Uno solo, Juan Jiménez, hizo el gasto en loscuatro primeros toros, en la que la junta de hospitales noanduvo sobradamente acertada. Así es que la entrada fueescasa, a pesar del buen día y de ser la última corrida y condivisión de plaza. Esta ha quedado disuelta, fijando las elec-ciones tauromáquicas para Pascua de Resurección. Si la juntade hospitales quiere vencer en las elecciones, es menester queproteja la candidatura de Montes y Abenamar».

IV.– EL PÚBLICO

El público de la temporada de 1839 y, por extensión,el público que asistía a los toros en Madrid, en aquellaépoca, queda reflejado de formas diversas en los artículosde Abenamar.

En este análisis, será oportuno partir de una situaciónde fondo como es la de la plaza de toros. Se trata de la Plazade Toros de la Puerta de Alcalá (1749-1874), construida porFernando VI y reformada por Fernando VII, con un aforo de9.669 plazas (El Enano 15-05-1855). Pero hablar de la plazade toros es hablar de aquellos que la gobiernan, de aquellosque mandaban en los asuntos de la Fiesta y dice Abenamarque «la plaza de toros de Madrid está como las provinciasVascongadas: sin gobierno conocido, llena de lidiadores que

María Celia Forneas114

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plaza, hay que añadir la reflexión, a modo de consejo, conque redondea la cuestión: «Los españoles necesitamos muypoco estímulo para las acciones de valor o de gloria humana,y ya que no sea fácil encerrar a los ignorantes y a los atrevi-dos en la Corte de Estella, aconsejo a los lidiadores que cum-plan con su obligación sin cuidarse de los pitos, de la insen-satez ni de los alaridos de la barbarie».

Resulta curioso el protagonismo que tienen los vascosen la corrida del 7-09-1839 que se anunció «con aparienciasde extraordinaria y de función patriótica». Dice Abenamarque la concurrencia fue numerosa, y el quinto tendido,correspondiente a la grada en que él se hallaba, fue tomadopor asalto «por cultos, elegantes y distinguidos vascongadosy navarros, que rebosando en entusiasmo por la paz y lareconciliación entonaron durante la corrida zorcicos y otrascanciones en vascuence», con la apostilla de que «aunque yome quedé en ayunas, juraría que tenían razón». Luego ya enel 6.º toro (de Gutiérrez), los vascos vuelven a ser protago-nistas: «Los del tendido fuerista llamaron a León a las tablas,y el Sr. Unanue le cantó con gracia y maestría una coplita envascuence, de que León se dio por enterado saludando afec-tuosamente con la montera. A preguntas en vascuence, con-testación de montera».

Y no podía faltar el tema de la presencia en la plaza delas mujeres, en su calidad de público, con referencias tan bre-ves como tópicas: «Seis toros de Veragua, ganadería acredi-tada, ganadería robusta y ganadería corni-potente, atrajeronhacia sí las simpatías de los aficionados, y a pesar del calorde julio, del polvo del estío, y de los cigarros de todo el año,honraron la función con su presencia, las bellezas españolas,

“Abenamar”, periodista taurino I 117

la que Abenamar nos tramite: inteligentes e imprudentes. Yse comprueba así que el público inteligente ha sido siem-pre el que aplaude cuando tiene que aplaudir y protestacuando tiene que protestar. Veamos, como muestra, la crí-tica que le hace al picador Sevilla por su actuación en el 2.ºtoro de Veragua, en la corrida del 12-10-1839, que era «untoro tipo de los de toro en plaza». Su descripción es de lomás elocuente: «De color ceniciento, de asta corta y bienpuesta, buen mozo, a todo ser, bravo, boyante y pegajoso.Tomó trece varas, a pesar de que en las primeras rompiódos Sevilla, dejándole dentro dos pedazos de cinco cuartas,lo cual fue silbado por nacionales inteligentes, mientras loaplaudían los que no lo entendían, circunstancia bastantecomún en los que aplauden; aquello no fue otra cosa quepicar mal y no tener la vara el tope que debe tener».

Los “imprudentes”, según Abenamar, son «de esosque abundan en todo espectáculo y que se consideran auto-rizados tanto en los toros como en el teatro, a censurar loque no entienden, y a molestar al público culto y educado,apoyándose en el imprescindible derecho de la “peseta”»Este incidente que relata Abenamar es realmente desgracia-do: «Se burlaron de uno de los banderilleros, que víctima dela negra honrilla, trató de poner al toro un par de banderillas“al recorte”, suerte la más dificil de todas y que no debehacerse nunca más que con los toros abantos y boyantes, yen el momento de hacer el quiebro quedó embrocado y llevóuna cogida en la que el toro le hirió mortalmente por el cos-tado derecho» (1-05-1839).

A la pesadumbre que muchas personas sintieron al pre-senciar esta muerte que, según Abenamar, se salieron de la

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plaza, hay que añadir la reflexión, a modo de consejo, conque redondea la cuestión: «Los españoles necesitamos muypoco estímulo para las acciones de valor o de gloria humana,y ya que no sea fácil encerrar a los ignorantes y a los atrevi-dos en la Corte de Estella, aconsejo a los lidiadores que cum-plan con su obligación sin cuidarse de los pitos, de la insen-satez ni de los alaridos de la barbarie».

Resulta curioso el protagonismo que tienen los vascosen la corrida del 7-09-1839 que se anunció «con aparienciasde extraordinaria y de función patriótica». Dice Abenamarque la concurrencia fue numerosa, y el quinto tendido,correspondiente a la grada en que él se hallaba, fue tomadopor asalto «por cultos, elegantes y distinguidos vascongadosy navarros, que rebosando en entusiasmo por la paz y lareconciliación entonaron durante la corrida zorcicos y otrascanciones en vascuence», con la apostilla de que «aunque yome quedé en ayunas, juraría que tenían razón». Luego ya enel 6.º toro (de Gutiérrez), los vascos vuelven a ser protago-nistas: «Los del tendido fuerista llamaron a León a las tablas,y el Sr. Unanue le cantó con gracia y maestría una coplita envascuence, de que León se dio por enterado saludando afec-tuosamente con la montera. A preguntas en vascuence, con-testación de montera».

Y no podía faltar el tema de la presencia en la plaza delas mujeres, en su calidad de público, con referencias tan bre-ves como tópicas: «Seis toros de Veragua, ganadería acredi-tada, ganadería robusta y ganadería corni-potente, atrajeronhacia sí las simpatías de los aficionados, y a pesar del calorde julio, del polvo del estío, y de los cigarros de todo el año,honraron la función con su presencia, las bellezas españolas,

“Abenamar”, periodista taurino I 117

la que Abenamar nos tramite: inteligentes e imprudentes. Yse comprueba así que el público inteligente ha sido siem-pre el que aplaude cuando tiene que aplaudir y protestacuando tiene que protestar. Veamos, como muestra, la crí-tica que le hace al picador Sevilla por su actuación en el 2.ºtoro de Veragua, en la corrida del 12-10-1839, que era «untoro tipo de los de toro en plaza». Su descripción es de lomás elocuente: «De color ceniciento, de asta corta y bienpuesta, buen mozo, a todo ser, bravo, boyante y pegajoso.Tomó trece varas, a pesar de que en las primeras rompiódos Sevilla, dejándole dentro dos pedazos de cinco cuartas,lo cual fue silbado por nacionales inteligentes, mientras loaplaudían los que no lo entendían, circunstancia bastantecomún en los que aplauden; aquello no fue otra cosa quepicar mal y no tener la vara el tope que debe tener».

Los “imprudentes”, según Abenamar, son «de esosque abundan en todo espectáculo y que se consideran auto-rizados tanto en los toros como en el teatro, a censurar loque no entienden, y a molestar al público culto y educado,apoyándose en el imprescindible derecho de la “peseta”»Este incidente que relata Abenamar es realmente desgracia-do: «Se burlaron de uno de los banderilleros, que víctima dela negra honrilla, trató de poner al toro un par de banderillas“al recorte”, suerte la más dificil de todas y que no debehacerse nunca más que con los toros abantos y boyantes, yen el momento de hacer el quiebro quedó embrocado y llevóuna cogida en la que el toro le hirió mortalmente por el cos-tado derecho» (1-05-1839).

A la pesadumbre que muchas personas sintieron al pre-senciar esta muerte que, según Abenamar, se salieron de la

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V.– BIBLIOGRAFÍA

García de la Concha, Víctor (1997): Historia de laLiteratura Española del Siglo XIX (I), CoordinadorGuillermo Carnerero, Madrid, Espasa Calpe.

Herrera Casado, Antonio (1984): “El señorío deMolina” en Enciclopedia de la Provincia de Guadalajara,Guadalajara, Gráficas J.C.J.,S.A.

Sanz y Díaz, José (1982): Historia Verdadera delSeñorío de Molina, Guadalajara, Diputación Provincial.Institución Provincial de Cultura Marqués de Santillana.

Serrano Belinchón, José (1997): DiccionarioEnciclopédico de la Provincia de Guadalajara, Guadalajara,AACHE Ediciones.

Vázquez y Rodríguez, Leopoldo (1886): Un SigloTaurino 1786 a 1886, Madrid, Librería de EscribanoEchevarría, 112 págs.

1.– PRENSA

El Correo Nacional (Sección toros): 11-04-1839; 17-04-1839; 25-04-1839; l-05-1839; 9-05-1839; 29-05-1839;13-06-1839; 19-06-1839.

El Correo Nacional (Sección toros y comilonas):25-06-1839; 24-07-1839; 28-08-1839; 7-09-1839.

El Correo Nacional (Sección toros y otras cosas):11-09-1839; 25-09-1839; 12-10-1839; 16-10-1839; 23-10-1839; 28-11-1839.

El Correo Nacional (Sección toros y novillos): 31-12-1839.

“Abenamar”, periodista taurino I 119

que cuando tratan de divertirse no reparan en polvos ni encigarros» (24-07-1839). Y aun así, o quizá por eso,Abenamar no deja de relatar la función del 31-12-1839, en laque sólo actuaban mujeres y se anunciaba como matadora aMartina García, para dejar muy clara su postura en contra deese tipo de espectáculos.

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V.– BIBLIOGRAFÍA

García de la Concha, Víctor (1997): Historia de laLiteratura Española del Siglo XIX (I), CoordinadorGuillermo Carnerero, Madrid, Espasa Calpe.

Herrera Casado, Antonio (1984): “El señorío deMolina” en Enciclopedia de la Provincia de Guadalajara,Guadalajara, Gráficas J.C.J.,S.A.

Sanz y Díaz, José (1982): Historia Verdadera delSeñorío de Molina, Guadalajara, Diputación Provincial.Institución Provincial de Cultura Marqués de Santillana.

Serrano Belinchón, José (1997): DiccionarioEnciclopédico de la Provincia de Guadalajara, Guadalajara,AACHE Ediciones.

Vázquez y Rodríguez, Leopoldo (1886): Un SigloTaurino 1786 a 1886, Madrid, Librería de EscribanoEchevarría, 112 págs.

1.– PRENSA

El Correo Nacional (Sección toros): 11-04-1839; 17-04-1839; 25-04-1839; l-05-1839; 9-05-1839; 29-05-1839;13-06-1839; 19-06-1839.

El Correo Nacional (Sección toros y comilonas):25-06-1839; 24-07-1839; 28-08-1839; 7-09-1839.

El Correo Nacional (Sección toros y otras cosas):11-09-1839; 25-09-1839; 12-10-1839; 16-10-1839; 23-10-1839; 28-11-1839.

El Correo Nacional (Sección toros y novillos): 31-12-1839.

“Abenamar”, periodista taurino I 119

que cuando tratan de divertirse no reparan en polvos ni encigarros» (24-07-1839). Y aun así, o quizá por eso,Abenamar no deja de relatar la función del 31-12-1839, en laque sólo actuaban mujeres y se anunciaba como matadora aMartina García, para dejar muy clara su postura en contra deese tipo de espectáculos.

María Celia Forneas118

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Revista de Estudios TaurinosN.º 10, Sevilla, 1999, págs. 121-140

EL ABATE DELAPORTE Y LAS FIESTAS DE TOROS: UNA MIRADA COMPRENSIVA EN UN AMBIENTE HOSTIL

Jean-Christophe García-Baquero LavezziLicenciado en Derecho

l siglo XVIII vio proliferar en Europa un géneroliterario que conocemos como libros de viajes. Vade suyo que el viaje no fue un descubrimiento del«siglo de las luces» pero fue entonces cuando sus

relatos se convirtieron en un género propio: la literatura deviajes. Pese a que la Península Ibérica quedó excluida, duran-te buena parte del siglo, de lo que los ingleses llamaban «thegrand tour», fueron, no obstante, numerosos los viajeros quela visitaron, según ponen de manifiesto los repertorios biblio-gráficos de A. Farinelli o de R. Foulché-Delbosc1. En princi-pio y en los países que visitaban, nada parecía escapar alinterés de estos «curiosos impertinentes», como les llamó I.Robertson: desde la geografía y el paisaje al carácter y cos-tumbres de sus habitantes, pasando por las instituciones polí-ticas, la religión, el arte y la cultura, la indumentaria y hábi-tos alimenticios, las fiestas y diversiones, etc. Y ello era así,porque, como señala G. Gómez de la Serna, «para lo que

1 Farinelli, 1921-Roma, 1942; Foulché-Delbosc, Reimp. facsimilar de laprimera edición, 1991; además, pueden consultarse: Aguilar Piñal, 1978: IV-V,203-208; García Mercadal, 1962: III; Guerrero, 1990; Gómez de la Serna, 1974;Robertson, 1976 y Soriano Pérez-Villamil, 1980.

En El Correo Nacional aparecen otros artículos detoros firmados por Abenamar que no han sido incluídos eneste análisis, por tratarse de funciones menores y fuera de latemporada:

El Correo Nacional (Sección toros y novillos): 16-01-1839; 23-01-1839; 31-01-1839.

2.– VARIOS

Libros:López Peregrín (1825): La Religión, Madrid, Imprenta

de Amarita._____ (1841): A cazar me vuelvo, Madrid, Repullés._____ (1842): Poesías, Madrid, Boix.

Artículos:– “Un jovellanista”, de Abenamar, en El Correo

Nacional 16-03-1839 (artículo político).– Diario de Madrid 8-10-1814– El Enano 15-05-1855– El Semanario Pintoresco Español 2-01-1842

Legajos:– 4.º 12.088-46; 751/12.006 y 8.030: 2052/45 y

5034/28 que se encuentran en el Archivo Histórico Nacionalde Madrid y Archivo General de la Administración de Alcaláde Henares.

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Revista de Estudios TaurinosN.º 10, Sevilla, 1999, págs. 121-140

EL ABATE DELAPORTE Y LAS FIESTAS DE TOROS: UNA MIRADA COMPRENSIVA EN UN AMBIENTE HOSTIL

Jean-Christophe García-Baquero LavezziLicenciado en Derecho

l siglo XVIII vio proliferar en Europa un géneroliterario que conocemos como libros de viajes. Vade suyo que el viaje no fue un descubrimiento del«siglo de las luces» pero fue entonces cuando sus

relatos se convirtieron en un género propio: la literatura deviajes. Pese a que la Península Ibérica quedó excluida, duran-te buena parte del siglo, de lo que los ingleses llamaban «thegrand tour», fueron, no obstante, numerosos los viajeros quela visitaron, según ponen de manifiesto los repertorios biblio-gráficos de A. Farinelli o de R. Foulché-Delbosc1. En princi-pio y en los países que visitaban, nada parecía escapar alinterés de estos «curiosos impertinentes», como les llamó I.Robertson: desde la geografía y el paisaje al carácter y cos-tumbres de sus habitantes, pasando por las instituciones polí-ticas, la religión, el arte y la cultura, la indumentaria y hábi-tos alimenticios, las fiestas y diversiones, etc. Y ello era así,porque, como señala G. Gómez de la Serna, «para lo que

1 Farinelli, 1921-Roma, 1942; Foulché-Delbosc, Reimp. facsimilar de laprimera edición, 1991; además, pueden consultarse: Aguilar Piñal, 1978: IV-V,203-208; García Mercadal, 1962: III; Guerrero, 1990; Gómez de la Serna, 1974;Robertson, 1976 y Soriano Pérez-Villamil, 1980.

En El Correo Nacional aparecen otros artículos detoros firmados por Abenamar que no han sido incluídos eneste análisis, por tratarse de funciones menores y fuera de latemporada:

El Correo Nacional (Sección toros y novillos): 16-01-1839; 23-01-1839; 31-01-1839.

2.– VARIOS

Libros:López Peregrín (1825): La Religión, Madrid, Imprenta

de Amarita._____ (1841): A cazar me vuelvo, Madrid, Repullés._____ (1842): Poesías, Madrid, Boix.

Artículos:– “Un jovellanista”, de Abenamar, en El Correo

Nacional 16-03-1839 (artículo político).– Diario de Madrid 8-10-1814– El Enano 15-05-1855– El Semanario Pintoresco Español 2-01-1842

Legajos:– 4.º 12.088-46; 751/12.006 y 8.030: 2052/45 y

5034/28 que se encuentran en el Archivo Histórico Nacionalde Madrid y Archivo General de la Administración de Alcaláde Henares.

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territorio del historiador en abierta expansión: la alimentación,la familia, la fiesta, la marginalidad, la cultura material, la cul-tura popular...» (1982: 48).

Centrándonos en el tema de las fiestas y, de forma muyparticular, en las de toros, A. Lafront hace ya años que llamóla atención sobre la importancia que para la reconstrucción desu historia, sobre todo en un periodo tan complejo y confusocomo es el siglo XVIII, podía tener el recurso a una «fuentepreciosa» y de la que hasta entonces los historiadores de latauromaquia apenas se habían servido: los libros de viajes.Concretamente y en su opinión, «los relatos de viajes enEspaña redactados por extranjeros pueden, desde el punto devista histórico, representar por su valor de documento, unafuente de información y de puesta a punto tan instructivacomo atrayente» (Lafront, 1988: 38). Y abundando sobre estemismo particular, D. Ruiz Morales, en el prólogo al libro deA. Lafront que acabamos de citar, insiste, a su vez, en el errorque ha supuesto menospreciar esta «fuente de información deprimera mano», de la que destaca, como principales virtudes,su «espontaneidad» y su «insospechada objetividad», produc-to del carácter de «espectador neófito» que tiene precisamenteel viajero. En efecto y en sus propias palabras, «el viajeropuro, auténtico, el turista de los siglos pasados... iba anotandocon minuciosidad en su diario todo lo que se ofrecía a sucuriosidad. En su condición de neófito, no deja nada en el tin-tero y registra el menor detalle, esos detalles ausentes en losrelatos españoles que los callan por considerarlos conocidosde todos» (Ruiz Morales, 1988: 9-10). Por consiguiente, esedesconocimiento del viajero sobre el mundo de los toros es loque le hace ser objetivo y espontáneo, sin que esa fidelidad a

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 123

viaja el hombre del siglo XVIII es para conocer al hombre...ese viaje está lleno de sentido utilitario; se viaja para ilus-trarse; mas para emplear esa ilustración en el mejor régimende la vida pública y privada» (Gómez de la Serna, 1974: 12).El deseo de información y el sentido utilitario de la Ilustra-ción están, pues, presentes en estos viajes, para los que se danincluso normas precisas al presunto viajero: observaratentamente la realidad; reflexionar sobre ella; eliminar todoprejuicio provocado por su cultura originaria y atender a loverdaderamente útil, huyendo de lo anecdótico (Gómez de laSerna, 1974: 13).

Bien es verdad que este «credo» tan racionalista nosiempre fue fielmente interpretado por muchos de los viajerosque visitaron la Península en el siglo XVIII; de ahí la acusa-ción de subjetividad y de superficialidad que ha pesado y pesasobre la mayoría de sus relatos. En efecto, se les acusa de que-darse con frecuencia en visiones epidérmicas, referidas, lasmás de las veces, a cuestiones anecdóticas o marginales; tam-bién de que sus juicios suelen ser, por lo general, bastantessubjetivos, ya que sus prejuicios ideológicos en lo político-social o en lo religioso les impidieron una comprensión objeti-va de la realidad, así como de que sus fuentes de informaciónno fueron, a menudo, las más adecuadas. Sin embargo, tampo-co fue siempre así y algunos de estos relatos constituyen, hoypor hoy, una interesantísima fuente de información histórica.Concretamente y para C. Martínez Shaw, el hecho de que estosrelatos fijen su atención en cuestiones consideradas tradicio-nalmente como «marginales, anecdóticas o tópicas», ha moti-vado, justamente, su revalorización, en la medida en que «esascosas que pasaban por anecdóticas forman hoy parte de ese

Jean-Christophe García-Baquero Lavezzi122

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territorio del historiador en abierta expansión: la alimentación,la familia, la fiesta, la marginalidad, la cultura material, la cul-tura popular...» (1982: 48).

Centrándonos en el tema de las fiestas y, de forma muyparticular, en las de toros, A. Lafront hace ya años que llamóla atención sobre la importancia que para la reconstrucción desu historia, sobre todo en un periodo tan complejo y confusocomo es el siglo XVIII, podía tener el recurso a una «fuentepreciosa» y de la que hasta entonces los historiadores de latauromaquia apenas se habían servido: los libros de viajes.Concretamente y en su opinión, «los relatos de viajes enEspaña redactados por extranjeros pueden, desde el punto devista histórico, representar por su valor de documento, unafuente de información y de puesta a punto tan instructivacomo atrayente» (Lafront, 1988: 38). Y abundando sobre estemismo particular, D. Ruiz Morales, en el prólogo al libro deA. Lafront que acabamos de citar, insiste, a su vez, en el errorque ha supuesto menospreciar esta «fuente de información deprimera mano», de la que destaca, como principales virtudes,su «espontaneidad» y su «insospechada objetividad», produc-to del carácter de «espectador neófito» que tiene precisamenteel viajero. En efecto y en sus propias palabras, «el viajeropuro, auténtico, el turista de los siglos pasados... iba anotandocon minuciosidad en su diario todo lo que se ofrecía a sucuriosidad. En su condición de neófito, no deja nada en el tin-tero y registra el menor detalle, esos detalles ausentes en losrelatos españoles que los callan por considerarlos conocidosde todos» (Ruiz Morales, 1988: 9-10). Por consiguiente, esedesconocimiento del viajero sobre el mundo de los toros es loque le hace ser objetivo y espontáneo, sin que esa fidelidad a

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 123

viaja el hombre del siglo XVIII es para conocer al hombre...ese viaje está lleno de sentido utilitario; se viaja para ilus-trarse; mas para emplear esa ilustración en el mejor régimende la vida pública y privada» (Gómez de la Serna, 1974: 12).El deseo de información y el sentido utilitario de la Ilustra-ción están, pues, presentes en estos viajes, para los que se danincluso normas precisas al presunto viajero: observaratentamente la realidad; reflexionar sobre ella; eliminar todoprejuicio provocado por su cultura originaria y atender a loverdaderamente útil, huyendo de lo anecdótico (Gómez de laSerna, 1974: 13).

Bien es verdad que este «credo» tan racionalista nosiempre fue fielmente interpretado por muchos de los viajerosque visitaron la Península en el siglo XVIII; de ahí la acusa-ción de subjetividad y de superficialidad que ha pesado y pesasobre la mayoría de sus relatos. En efecto, se les acusa de que-darse con frecuencia en visiones epidérmicas, referidas, lasmás de las veces, a cuestiones anecdóticas o marginales; tam-bién de que sus juicios suelen ser, por lo general, bastantessubjetivos, ya que sus prejuicios ideológicos en lo político-social o en lo religioso les impidieron una comprensión objeti-va de la realidad, así como de que sus fuentes de informaciónno fueron, a menudo, las más adecuadas. Sin embargo, tampo-co fue siempre así y algunos de estos relatos constituyen, hoypor hoy, una interesantísima fuente de información histórica.Concretamente y para C. Martínez Shaw, el hecho de que estosrelatos fijen su atención en cuestiones consideradas tradicio-nalmente como «marginales, anecdóticas o tópicas», ha moti-vado, justamente, su revalorización, en la medida en que «esascosas que pasaban por anecdóticas forman hoy parte de ese

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fue el presbítero D. Pedro Estala, quien, según señalaron pri-mero Brunet y, tras él, Palau, si bien fue fiel al texto deDelaporte en los primeros tomos, a partir del VII y porconsiderarlo un guía poco fiable, prefirió abandonarlo y conti-nuar la obra en base a relaciones de viajeros modernos y másdignos de crédito y hacer, de esta forma, una colección nueva(Brunet, 1843, III y Palau, 1954: VII, 375) (Fig. n.º 24). Enefecto, la versión española consta de 39 tomos (más otros cua-tro de Suplemento) y entre ellos no se incluyen los correspon-dientes a Portugal (XV) ni a España (XVI), lo que significaque el texto de Delaporte que aquí presentamos posiblementesea la primera vez que se traduce al castellano. Es más y al res-pecto de las posibles razones que llevaron a P. Estala a pres-cindir en concreto del tomo dedicado a España, el propio Palaunos indica que en el Memorial literario (Madrid, 1788) apare-ció una refutación del mismo calificándolo de «obra mentiro-sa». Sobre este extremo han venido a insistir con posterioridad,tanto J. J. A. Bertrand, al afirmar que este tomo sólo contribu-ye a «expandir prejuicios y aumentar malentendidos» sobreEspaña, como el eminente hispanista especializado en nuestrosiglo XVIII, J. Sarrailh, cuestionando incluso que el abateDelaporte llegase a visitar España y localizando las fuentes queplagió para construir su relato (Cfdo. Bertrand, 1931; Sarrailh,1, 1934: XXXVI, 29-70).

En cualquier caso y por lo que atañe al texto que aquínos ocupa, ya hemos señalado que se incluye en el tomo XVdedicado a Portugal y forma parte de la Carta CLXXXVIIIfechada en Lisboa el 4 de abril de 1754. En opinión deA. Lafront, la «fiesta de toros» que en él se describe «no ofre-ce el menor interés para la historia de la tauromaquia y su

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 125

lo experimentado sea óbice para que, a veces, como advierteel propio Ruiz Morales, incluyan valoraciones en torno a lafiesta, que van de la admiración a la condena y que tambiénmerecen ser tomadas en consideración.

Pues bien y tomando como punto de partida estas apre-ciaciones iniciales acerca de la literatura de viajes como fuen-te para la historia de la tauromaquia, lo que me propongo acontinuación es dar a conocer uno de esos textos en los queun viajero del siglo XVIII nos relata y comenta una fiesta detoros. Se trata concretamente de la relación de una corrida detoros celebrada en Lisboa en 1754 y que el abate Delaporteincluyó en el tomo XV dedicado a Portugal de su monumen-tal obra El viajero universal. La obra, compuesta por 42tomos, está escrita en forma epistolar y se publicó en Parísentre 1765 y 1795. No es mucho lo que se sabe acerca delautor, salvo que nació en Belfort en 1713, que ingresó jovenen la Compañía de Jesús de la que se separó en 1742 y quemurió en la capital de Francia en 1779, tras una prolíficalabor en la que destacó, sobre todo, su tarea como compila-dor, según ponen de manifiesto títulos como Ecole de littera-ture tirée de nos meilleurs ecrivains (1763); Le porte-feuilled’un homme de goût o l’Esprit de nos meilleurs poètes(1765); Histoire litteraire des femmes françaises (1769), etc.

Con referencia a la obra que aquí nos ocupa, Foulché-Delbosc señala que el abate Josef Delaporte sólo escribió los26 primeros tomos, mientras que el 27 y 28 fueron obra delabate de Fontenay y los restantes de Domairon (Foulché-Delbosc, 1991: 107-108). Existe una traducción al castellanocon el título de El viajero universal o noticia del mundo anti-guo y nuevo, impresa en Madrid entre 1796-1801. Su traductor

Jean-Christophe García-Baquero Lavezzi124

Page 35: “ABENAMAR”, PERIODISTA TAURINO Iinstitucional.us.es/revistas/taurinos/10/art_5.pdf · Vázquez y Rodríguez, esta presentación tuvo lugar el 17 de octubre de 1814, y según el

fue el presbítero D. Pedro Estala, quien, según señalaron pri-mero Brunet y, tras él, Palau, si bien fue fiel al texto deDelaporte en los primeros tomos, a partir del VII y porconsiderarlo un guía poco fiable, prefirió abandonarlo y conti-nuar la obra en base a relaciones de viajeros modernos y másdignos de crédito y hacer, de esta forma, una colección nueva(Brunet, 1843, III y Palau, 1954: VII, 375) (Fig. n.º 24). Enefecto, la versión española consta de 39 tomos (más otros cua-tro de Suplemento) y entre ellos no se incluyen los correspon-dientes a Portugal (XV) ni a España (XVI), lo que significaque el texto de Delaporte que aquí presentamos posiblementesea la primera vez que se traduce al castellano. Es más y al res-pecto de las posibles razones que llevaron a P. Estala a pres-cindir en concreto del tomo dedicado a España, el propio Palaunos indica que en el Memorial literario (Madrid, 1788) apare-ció una refutación del mismo calificándolo de «obra mentiro-sa». Sobre este extremo han venido a insistir con posterioridad,tanto J. J. A. Bertrand, al afirmar que este tomo sólo contribu-ye a «expandir prejuicios y aumentar malentendidos» sobreEspaña, como el eminente hispanista especializado en nuestrosiglo XVIII, J. Sarrailh, cuestionando incluso que el abateDelaporte llegase a visitar España y localizando las fuentes queplagió para construir su relato (Cfdo. Bertrand, 1931; Sarrailh,1, 1934: XXXVI, 29-70).

En cualquier caso y por lo que atañe al texto que aquínos ocupa, ya hemos señalado que se incluye en el tomo XVdedicado a Portugal y forma parte de la Carta CLXXXVIIIfechada en Lisboa el 4 de abril de 1754. En opinión deA. Lafront, la «fiesta de toros» que en él se describe «no ofre-ce el menor interés para la historia de la tauromaquia y su

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lo experimentado sea óbice para que, a veces, como advierteel propio Ruiz Morales, incluyan valoraciones en torno a lafiesta, que van de la admiración a la condena y que tambiénmerecen ser tomadas en consideración.

Pues bien y tomando como punto de partida estas apre-ciaciones iniciales acerca de la literatura de viajes como fuen-te para la historia de la tauromaquia, lo que me propongo acontinuación es dar a conocer uno de esos textos en los queun viajero del siglo XVIII nos relata y comenta una fiesta detoros. Se trata concretamente de la relación de una corrida detoros celebrada en Lisboa en 1754 y que el abate Delaporteincluyó en el tomo XV dedicado a Portugal de su monumen-tal obra El viajero universal. La obra, compuesta por 42tomos, está escrita en forma epistolar y se publicó en Parísentre 1765 y 1795. No es mucho lo que se sabe acerca delautor, salvo que nació en Belfort en 1713, que ingresó jovenen la Compañía de Jesús de la que se separó en 1742 y quemurió en la capital de Francia en 1779, tras una prolíficalabor en la que destacó, sobre todo, su tarea como compila-dor, según ponen de manifiesto títulos como Ecole de littera-ture tirée de nos meilleurs ecrivains (1763); Le porte-feuilled’un homme de goût o l’Esprit de nos meilleurs poètes(1765); Histoire litteraire des femmes françaises (1769), etc.

Con referencia a la obra que aquí nos ocupa, Foulché-Delbosc señala que el abate Josef Delaporte sólo escribió los26 primeros tomos, mientras que el 27 y 28 fueron obra delabate de Fontenay y los restantes de Domairon (Foulché-Delbosc, 1991: 107-108). Existe una traducción al castellanocon el título de El viajero universal o noticia del mundo anti-guo y nuevo, impresa en Madrid entre 1796-1801. Su traductor

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Pues bien y frente a este clima general de hostilidad reinanteen España frente a su «fiesta nacional», este abate procedentede la Francia ilustrada, aún reconociendo que se trata de unespectáculo «cruel» y «contrario a las leyes de la naturaleza yhumanidad», no sólo se muestra contrario a su prohibiciónsino que pondera su belleza formal (lo considera «uno de losespectáculos más hermosos del mundo, aunque sea simple-mente para ser vistos») y ve en él una auténtica escuela debuenas virtudes, similar a la que en su día fueron los torneospero con la ventaja de que en ellos no hay «tanta efusión desangre humana». Concretamente y en su opinión, «incitan elalma de los espectadores a las grandes y bellas acciones»,acostumbra a «despreciar el peligro (y) nos enseña la mejormanera de superarlo sin miedo», así como «a prestar un rápi-do socorro a los que allí están expuestos y a arriesgarsevalerosamente» por ellos, exigiendo de los que en él intervie-nen «cualidades que les honran».

He aquí, pues, a nuestro modo de entender, donde resi-de el verdadero interés de este texto, al que no se le habíaprestado la atención que merecía y que, gracias al alientorecibido del director de esta Revista, P. Romero de Solís,ponemos hoy a disposición de todos los interesados en eltema3. Y sin más preámbulo, damos ya paso a la versiónespañola de esta, al menos para la época, sorprendentementecomprensiva visión que el abate Delaporte tuvo de nuestrasfiestas de toros.

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 127

3 Nos comunica el prof. Romero de Solís que el texto francés le fueenviado para su posible publicación, por el prof. Loïa Menanteau, por lo que,desde aquí, tanto él como yo agradecemos su envio.

evolución en el siglo XVIII» y de ahí que optase por noreproducirla en su antología (1988: 165). Es más, sostieneque está inspirada en los capítulos XV y XVII del Voyaged’Espagne de Antoine Brunel, publicado en 1666, aunquepuesto a buscarle fuentes de inspiración, lo mismo podíahaber citado y con idéntico fundamento, el texto que incluyeen su antología de las Memoires curieux de Jacques Carel deSainte Garde o, también, el de Bernardin Martin.

Pero, y con independencia del hecho cierto de que lacorrida «a la portuguesa» que en él se describe no aporte nadanuevo ni sustancial a la historia de la tauromaquia, queremosaclarar que el motivo que nos ha llevado a traducirlo y publi-carlo en las páginas de esta Revista de Estudios Taurinostrasciende la descripción propiamente dicha del festejo paracentrarse en los comentarios y juicios que sobre tales fiestasemite nuestro abate. En efecto, Delaporte incluye unas refle-xiones acerca del sentido y significado de las fiestas de torosen general (según él, la «pasión» que es idéntica en portugue-ses y españoles) que juzgamos del mayor interés y no sólo porvenir de quien vienen (un extranjero al que habría que consi-derar enemigo natural de la fiesta), sino también por las fechasen las que se producen. No estará de más recordar al respectoque, en 1754, Fernando VI había decretado una prohibición,siquiera fuera parcial, de las corridas de toros en España yque, justo en las fechas en que se publica el texto, la prácticatotalidad de nuestros ilustrados mostraban su más absoluto einmisericorde rechazo de esta fiesta, a la que atacaban por sucrueldad y el despilfarro económico que suponían, además de,por la mala imagen que daban de España en el extranjero2.

Jean-Christophe García-Baquero Lavezzi126

2 A propósito del antitaurinismo de nuestros ilustrados, vid. Vargas Ponce,1961; Cossío, 1985: II, 124-156; García-Baquero González, 5, 1991: 84-94 y 5,1997, 13-52.

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Pues bien y frente a este clima general de hostilidad reinanteen España frente a su «fiesta nacional», este abate procedentede la Francia ilustrada, aún reconociendo que se trata de unespectáculo «cruel» y «contrario a las leyes de la naturaleza yhumanidad», no sólo se muestra contrario a su prohibiciónsino que pondera su belleza formal (lo considera «uno de losespectáculos más hermosos del mundo, aunque sea simple-mente para ser vistos») y ve en él una auténtica escuela debuenas virtudes, similar a la que en su día fueron los torneospero con la ventaja de que en ellos no hay «tanta efusión desangre humana». Concretamente y en su opinión, «incitan elalma de los espectadores a las grandes y bellas acciones»,acostumbra a «despreciar el peligro (y) nos enseña la mejormanera de superarlo sin miedo», así como «a prestar un rápi-do socorro a los que allí están expuestos y a arriesgarsevalerosamente» por ellos, exigiendo de los que en él intervie-nen «cualidades que les honran».

He aquí, pues, a nuestro modo de entender, donde resi-de el verdadero interés de este texto, al que no se le habíaprestado la atención que merecía y que, gracias al alientorecibido del director de esta Revista, P. Romero de Solís,ponemos hoy a disposición de todos los interesados en eltema3. Y sin más preámbulo, damos ya paso a la versiónespañola de esta, al menos para la época, sorprendentementecomprensiva visión que el abate Delaporte tuvo de nuestrasfiestas de toros.

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3 Nos comunica el prof. Romero de Solís que el texto francés le fueenviado para su posible publicación, por el prof. Loïa Menanteau, por lo que,desde aquí, tanto él como yo agradecemos su envio.

evolución en el siglo XVIII» y de ahí que optase por noreproducirla en su antología (1988: 165). Es más, sostieneque está inspirada en los capítulos XV y XVII del Voyaged’Espagne de Antoine Brunel, publicado en 1666, aunquepuesto a buscarle fuentes de inspiración, lo mismo podíahaber citado y con idéntico fundamento, el texto que incluyeen su antología de las Memoires curieux de Jacques Carel deSainte Garde o, también, el de Bernardin Martin.

Pero, y con independencia del hecho cierto de que lacorrida «a la portuguesa» que en él se describe no aporte nadanuevo ni sustancial a la historia de la tauromaquia, queremosaclarar que el motivo que nos ha llevado a traducirlo y publi-carlo en las páginas de esta Revista de Estudios Taurinostrasciende la descripción propiamente dicha del festejo paracentrarse en los comentarios y juicios que sobre tales fiestasemite nuestro abate. En efecto, Delaporte incluye unas refle-xiones acerca del sentido y significado de las fiestas de torosen general (según él, la «pasión» que es idéntica en portugue-ses y españoles) que juzgamos del mayor interés y no sólo porvenir de quien vienen (un extranjero al que habría que consi-derar enemigo natural de la fiesta), sino también por las fechasen las que se producen. No estará de más recordar al respectoque, en 1754, Fernando VI había decretado una prohibición,siquiera fuera parcial, de las corridas de toros en España yque, justo en las fechas en que se publica el texto, la prácticatotalidad de nuestros ilustrados mostraban su más absoluto einmisericorde rechazo de esta fiesta, a la que atacaban por sucrueldad y el despilfarro económico que suponían, además de,por la mala imagen que daban de España en el extranjero2.

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2 A propósito del antitaurinismo de nuestros ilustrados, vid. Vargas Ponce,1961; Cossío, 1985: II, 124-156; García-Baquero González, 5, 1991: 84-94 y 5,1997, 13-52.

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«EL VIAJERO FRANCÉS O CONOCIMIENTO DEL ANTIGUO Y DEL

NUEVO MUNDO ((puesto al día por el abate Delaporte, Tomo XV,Paris, L. Cellot, 1772. Carta CLXXXVIII, págs. 308-321).

»Después de la fiesta del Auto de Fe, de la que habéisvisto son los portugueses tan amantes, su principal diversiónes la corrida de toros. Pocas ciudades hay en el reino que notengan una plaza destinada a este espectáculo y hasta en losmismos pueblos, nadie, incluidos los campesinos, que nopractiquen esta diversión. Cuando se celebran en las ciuda-des, acuden desde doce leguas a la redonda. No imaginéisque estos desagradables juegos son como los que se ven tana menudo en París, en los que un toro es acosado y destroza-do por una manada de perros; sino unos combates en los queun hombre solo, vestido y armado ligeramente, osa atacar auno de esos furiosos animales dejándolo, por lo común,muerto en la plaza.

»Una vez que la Corte ha determinado el día de estafiesta en Lisboa, se hace público de forma notoria; y desdeeste momento, un júbilo universal reina en toda la ciudad. Seoyen conciertos de música por doquier y este tiempo está detal forma consagrado a la alegría, que las gentes se entregana toda clase de bufonadas: llegan incluso a decirse injuriasatroces que, en cualquier otra ocasión, hubiesen sido respon-didas a puñaladas.

»La víspera de este día tan deseado, todo el mundo sepasea por la Plaza Real para contemplar los preparativos delcombate. La fachada del palacio está rodeada de un anfiteatroy por encima de éste se construyen balcones que se correspon-den con las ventanas, por las que se accede desde los aposen-

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 129Jean-Christophe García-Baquero Lavezzi128

Fig. n.º 24.– Portada de la primera edición española del Viaje Universal, impresaen Madrid entre 1796-1801 por el taller de Fermín Villalpando. Su traductor fueel presbítero don Pedro Estala, quien, si bien fue fiel al texto de Delaporte en losprimeros tomos, a partir del VII, y por considerarlo un guía poco fiable, prefirióabandonarlo y continuar la obra en base a relaciones de viajeros más dignos decrédito. La edición española que consta de 43 tomos no incluye los textos corres-pondientes a Portugal ni a España (Foto de P. Romero de Solís).

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«EL VIAJERO FRANCÉS O CONOCIMIENTO DEL ANTIGUO Y DEL

NUEVO MUNDO ((puesto al día por el abate Delaporte, Tomo XV,Paris, L. Cellot, 1772. Carta CLXXXVIII, págs. 308-321).

»Después de la fiesta del Auto de Fe, de la que habéisvisto son los portugueses tan amantes, su principal diversiónes la corrida de toros. Pocas ciudades hay en el reino que notengan una plaza destinada a este espectáculo y hasta en losmismos pueblos, nadie, incluidos los campesinos, que nopractiquen esta diversión. Cuando se celebran en las ciuda-des, acuden desde doce leguas a la redonda. No imaginéisque estos desagradables juegos son como los que se ven tana menudo en París, en los que un toro es acosado y destroza-do por una manada de perros; sino unos combates en los queun hombre solo, vestido y armado ligeramente, osa atacar auno de esos furiosos animales dejándolo, por lo común,muerto en la plaza.

»Una vez que la Corte ha determinado el día de estafiesta en Lisboa, se hace público de forma notoria; y desdeeste momento, un júbilo universal reina en toda la ciudad. Seoyen conciertos de música por doquier y este tiempo está detal forma consagrado a la alegría, que las gentes se entregana toda clase de bufonadas: llegan incluso a decirse injuriasatroces que, en cualquier otra ocasión, hubiesen sido respon-didas a puñaladas.

»La víspera de este día tan deseado, todo el mundo sepasea por la Plaza Real para contemplar los preparativos delcombate. La fachada del palacio está rodeada de un anfiteatroy por encima de éste se construyen balcones que se correspon-den con las ventanas, por las que se accede desde los aposen-

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 129Jean-Christophe García-Baquero Lavezzi128

Fig. n.º 24.– Portada de la primera edición española del Viaje Universal, impresaen Madrid entre 1796-1801 por el taller de Fermín Villalpando. Su traductor fueel presbítero don Pedro Estala, quien, si bien fue fiel al texto de Delaporte en losprimeros tomos, a partir del VII, y por considerarlo un guía poco fiable, prefirióabandonarlo y continuar la obra en base a relaciones de viajeros más dignos decrédito. La edición española que consta de 43 tomos no incluye los textos corres-pondientes a Portugal ni a España (Foto de P. Romero de Solís).

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dos. Después se van ordenando en línea bajo el palco delMonarca; entonces es cuando se ven aparecer dos compañíasde jóvenes uniformados con tafetán rojo, portando vasijas deagua, con las que riegan el ruedo. Después de ellos, llega elCuerpo de Justicia, acompañado de sus alguaciles, paraimpedir que se cometa desorden alguno. Éstos se colocanfuertemente agarrados los unos a los otros, porque al no tenera su lado ni estrados ni barreras, si un toro les embiste no lesestá permitido retroceder; todos sus recursos están en lapunta de sus alabardas, que presentan al enfurecido animal ysi llegan a matarlo, se les concede el beneficio.

»Los toreros, es decir, los caballeros que deben entraren liza con los toros, son los últimos en llegar al son de unamúsica militar, seguidos de gentes de librea, que llevan laslanzas de sus amos. Éstos no abandonan nunca a sus caballe-ros, permanecen a su lado y deben socorrerlo en los casos enque el caballo sea derribado o herido por el toro. Los comba-tientes nobles van magníficamente vestidos y cubiertos conun sombrero adornado de altas plumas, muy deslumbrantes.Su arma es una lanza rematada con un hierro muy puntiagu-do, con la que tiene el honor de matar al animal, ya sea cla-vándosela en el cuello, ya atravesándole el corazón. Se ponemucho cuidado, para este tipo de fiestas, en traer los torosmás salvajes. Han sido criados en bosques, donde rara vez elser humano ha podido alertar sus miradas; y con el objeto deimpedirles el acostumbrarse a la visión de los hombres, setoma la precaución de hacerlos viajar sólo de noche. Una vezque llegan, se les encierra en una especie de establo hasta elmomento de la corrida e incluso en ese mismo instante se cui-dan de aguijonearlos para enfurecerlos aún más.

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 131

tos. El del Rey ocupa el centro bajo un soberbio dosel y las per-sonas que su Majestad juzga oportuno admitir a su lado, sesitúan en esas ventanas. Las del anfiteatro se alquilan muycaras y el dinero que se recauda sirve para sufragar los gastosde la fiesta. Los galanes de Lisboa ponen todo su empeño parasituar allí a sus amantes y ofrecerles refrigerios y el que notiene en su casa ni pan ni dinero, empeña cuanto posee por nodejar de cumplir ese día ni con su diversión ni con su amor.

»Más allá de las primeras filas, se ve un gentío impre-sionante en las puertas de las casa, en las ventanas y sobre losestrados erigidos en las calles vecinas. Las diversas filas debalcones que, de todos lados, rodean la plaza, están colgadoscon magníficos tapices y ocupados por los más granado y dis-tinguido de la sociedad portuguesa. A la derecha del Rey estánlos miembros de los diversos Consejos; se les reconoce porsus armas bordadas sobre telas de oro y seda. Del otro lado, sedivisa la Corporación de la Ciudad y los Magistrados, cadauno según su rango y dignidad. Los Embajadores están frentea Su Majestad. El resto de los palcos es alquilado a diversosparticulares a un precio excesivo. La visión de tanta gente reu-nida, sobre todo de las damas, adornadas con sus joyas, resul-ta en verdad llamativo. Como son muy dadas a las flores yaderezos dorados, que todas ellas se ponen en sus cabellos, se-ría difícil imaginar algo más galano ni más lujoso. Se mues-tran en público descubiertas, cargadas de lo más brillante quetienen, sin olvidar nada que pueda realzar el brillo de su belle-za y apariencia.

»Desde el momento en que el Príncipe aparece en subalcón y comienza la fiesta, los alabarderos avanzan al cen-tro de la plaza para apartar al gentío y colocarlo en los estra-

Jean-Christophe García-Baquero Lavezzi130

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dos. Después se van ordenando en línea bajo el palco delMonarca; entonces es cuando se ven aparecer dos compañíasde jóvenes uniformados con tafetán rojo, portando vasijas deagua, con las que riegan el ruedo. Después de ellos, llega elCuerpo de Justicia, acompañado de sus alguaciles, paraimpedir que se cometa desorden alguno. Éstos se colocanfuertemente agarrados los unos a los otros, porque al no tenera su lado ni estrados ni barreras, si un toro les embiste no lesestá permitido retroceder; todos sus recursos están en lapunta de sus alabardas, que presentan al enfurecido animal ysi llegan a matarlo, se les concede el beneficio.

»Los toreros, es decir, los caballeros que deben entraren liza con los toros, son los últimos en llegar al son de unamúsica militar, seguidos de gentes de librea, que llevan laslanzas de sus amos. Éstos no abandonan nunca a sus caballe-ros, permanecen a su lado y deben socorrerlo en los casos enque el caballo sea derribado o herido por el toro. Los comba-tientes nobles van magníficamente vestidos y cubiertos conun sombrero adornado de altas plumas, muy deslumbrantes.Su arma es una lanza rematada con un hierro muy puntiagu-do, con la que tiene el honor de matar al animal, ya sea cla-vándosela en el cuello, ya atravesándole el corazón. Se ponemucho cuidado, para este tipo de fiestas, en traer los torosmás salvajes. Han sido criados en bosques, donde rara vez elser humano ha podido alertar sus miradas; y con el objeto deimpedirles el acostumbrarse a la visión de los hombres, setoma la precaución de hacerlos viajar sólo de noche. Una vezque llegan, se les encierra en una especie de establo hasta elmomento de la corrida e incluso en ese mismo instante se cui-dan de aguijonearlos para enfurecerlos aún más.

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 131

tos. El del Rey ocupa el centro bajo un soberbio dosel y las per-sonas que su Majestad juzga oportuno admitir a su lado, sesitúan en esas ventanas. Las del anfiteatro se alquilan muycaras y el dinero que se recauda sirve para sufragar los gastosde la fiesta. Los galanes de Lisboa ponen todo su empeño parasituar allí a sus amantes y ofrecerles refrigerios y el que notiene en su casa ni pan ni dinero, empeña cuanto posee por nodejar de cumplir ese día ni con su diversión ni con su amor.

»Más allá de las primeras filas, se ve un gentío impre-sionante en las puertas de las casa, en las ventanas y sobre losestrados erigidos en las calles vecinas. Las diversas filas debalcones que, de todos lados, rodean la plaza, están colgadoscon magníficos tapices y ocupados por los más granado y dis-tinguido de la sociedad portuguesa. A la derecha del Rey estánlos miembros de los diversos Consejos; se les reconoce porsus armas bordadas sobre telas de oro y seda. Del otro lado, sedivisa la Corporación de la Ciudad y los Magistrados, cadauno según su rango y dignidad. Los Embajadores están frentea Su Majestad. El resto de los palcos es alquilado a diversosparticulares a un precio excesivo. La visión de tanta gente reu-nida, sobre todo de las damas, adornadas con sus joyas, resul-ta en verdad llamativo. Como son muy dadas a las flores yaderezos dorados, que todas ellas se ponen en sus cabellos, se-ría difícil imaginar algo más galano ni más lujoso. Se mues-tran en público descubiertas, cargadas de lo más brillante quetienen, sin olvidar nada que pueda realzar el brillo de su belle-za y apariencia.

»Desde el momento en que el Príncipe aparece en subalcón y comienza la fiesta, los alabarderos avanzan al cen-tro de la plaza para apartar al gentío y colocarlo en los estra-

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to para correr hacia él; pero no acuden todos a la vez; el pri-mero que se aproxima es quien comienza el ataque. Losdemás se retiran sin salir del ruedo y esperan que la bestiavenga a ellos para combatirla.

»No deben servirse de otras armas más que de la lanzay no pueden tomar espada o sable más que cuando han sidoheridos o derribados del caballo, perdido su capa o su som-brero: entonces están comprometidos por su honor a vengaresta afrenta y autorizados a empuñar la espada.

»Todo arte de este duelo consiste en colocar la lanza tandiestramente sobre el toro, de modo que el hierro quede clava-do en su carne y el palo permanezca en la mano del caballero.Éste pica espuelas a continuación para dar paso a otro, puestoque el animal no se revuelve jamás contra él. Si se sirve de laespada para combatirlo, se la clava entre los cuernos: estegolpe que lo abate y derriba, es seguido de las aclamacionesdel público y el vencedor logra el premio. Pero todo esto noocurre nunca sin que haya algún hombre muerto o herido o,como mal menor, se produzca la pérdida del caballo.

»En el momento en que se ha dado muerte al toro loretiran; es transportado por mulas fuera de la plaza y se haceentrega de su despojo al populacho. El torilero da suelta aotro toro desde una estancia próxima, escondiéndose rápida-mente. El animal avanza hacia el ruedo echando espumarajosde rabia. El caballero lo espera, no exactamente de frente sinoligeramente escorado respecto a la línea que el toro ha empe-zado a describir y de la que no se aparta nunca. Aprovecha elmomento y le asesta un lanzazo que, de ordinario, suele sermortal. Algunas veces incluso se permite jugar con este furio-so animal y diferir el instante de su muerte. Otras veces tam-

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 133

»Entonces se empieza por saludar al Rey y a toda laAsamblea; se pide permiso para combatir y, tras la señal queda el Monarca, cada caballero va galantemente a rendirhomenaje a sus damas. Es indispensable ser gentilhombrepara tener derecho a combatir a caballo y al menos es raroque otros obtengan este honor.

»Algunas veces la fiesta comienza por una mascaradacompuesta por figuras gigantescas, que bailan indecentemen-te en medio de la plaza. A continuación, son sustituidos por«reyes negros» cuyo séquito, compuesto por numerososhombres y mujeres, bailan otras danzas igualmente lascivas yburlescas. Aparecen después figuras infantiles que, conformese las va dejando caer, vuelven a levantarse por sí mismas. Sesuelta contra ellas un toro furioso, cuya cólera se dobla vién-dolas levantarse así, cuando cree haberlas abatido4.

»A esta escena, le sucede la de las formas piramidalesordenadas a modo de «parterre», contra las que el animaldesata la misma furia. Están llenas de pájaros, de liebres, degatos y de conejos, que no saben donde refugiarse. El toromuge de rabia al no encontrar más que objetos que, aunquepoco dignos de su ira, se le escapan cuando quiere perseguir-los. Corre, salta y exhala una espesa niebla por sus narices.Los lacayos, excitándolo con sus gritos y silbidos, les lanzandardos provistos de cintas de papel, parecidos a los tirsos delas bacantes que acaban por enfurecerlo. Muchos de esos dar-dos están llenos de pólvora y explotan como cohetes, encuanto que se prenden al cuerpo del animal. Nada le hacesufrir ni lo irrita más. Los caballeros aprovechan ese momen-

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4 N. del traductor: Se trata, seguramente, de «dominguillos».

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to para correr hacia él; pero no acuden todos a la vez; el pri-mero que se aproxima es quien comienza el ataque. Losdemás se retiran sin salir del ruedo y esperan que la bestiavenga a ellos para combatirla.

»No deben servirse de otras armas más que de la lanzay no pueden tomar espada o sable más que cuando han sidoheridos o derribados del caballo, perdido su capa o su som-brero: entonces están comprometidos por su honor a vengaresta afrenta y autorizados a empuñar la espada.

»Todo arte de este duelo consiste en colocar la lanza tandiestramente sobre el toro, de modo que el hierro quede clava-do en su carne y el palo permanezca en la mano del caballero.Éste pica espuelas a continuación para dar paso a otro, puestoque el animal no se revuelve jamás contra él. Si se sirve de laespada para combatirlo, se la clava entre los cuernos: estegolpe que lo abate y derriba, es seguido de las aclamacionesdel público y el vencedor logra el premio. Pero todo esto noocurre nunca sin que haya algún hombre muerto o herido o,como mal menor, se produzca la pérdida del caballo.

»En el momento en que se ha dado muerte al toro loretiran; es transportado por mulas fuera de la plaza y se haceentrega de su despojo al populacho. El torilero da suelta aotro toro desde una estancia próxima, escondiéndose rápida-mente. El animal avanza hacia el ruedo echando espumarajosde rabia. El caballero lo espera, no exactamente de frente sinoligeramente escorado respecto a la línea que el toro ha empe-zado a describir y de la que no se aparta nunca. Aprovecha elmomento y le asesta un lanzazo que, de ordinario, suele sermortal. Algunas veces incluso se permite jugar con este furio-so animal y diferir el instante de su muerte. Otras veces tam-

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 133

»Entonces se empieza por saludar al Rey y a toda laAsamblea; se pide permiso para combatir y, tras la señal queda el Monarca, cada caballero va galantemente a rendirhomenaje a sus damas. Es indispensable ser gentilhombrepara tener derecho a combatir a caballo y al menos es raroque otros obtengan este honor.

»Algunas veces la fiesta comienza por una mascaradacompuesta por figuras gigantescas, que bailan indecentemen-te en medio de la plaza. A continuación, son sustituidos por«reyes negros» cuyo séquito, compuesto por numerososhombres y mujeres, bailan otras danzas igualmente lascivas yburlescas. Aparecen después figuras infantiles que, conformese las va dejando caer, vuelven a levantarse por sí mismas. Sesuelta contra ellas un toro furioso, cuya cólera se dobla vién-dolas levantarse así, cuando cree haberlas abatido4.

»A esta escena, le sucede la de las formas piramidalesordenadas a modo de «parterre», contra las que el animaldesata la misma furia. Están llenas de pájaros, de liebres, degatos y de conejos, que no saben donde refugiarse. El toromuge de rabia al no encontrar más que objetos que, aunquepoco dignos de su ira, se le escapan cuando quiere perseguir-los. Corre, salta y exhala una espesa niebla por sus narices.Los lacayos, excitándolo con sus gritos y silbidos, les lanzandardos provistos de cintas de papel, parecidos a los tirsos delas bacantes que acaban por enfurecerlo. Muchos de esos dar-dos están llenos de pólvora y explotan como cohetes, encuanto que se prenden al cuerpo del animal. Nada le hacesufrir ni lo irrita más. Los caballeros aprovechan ese momen-

Jean-Christophe García-Baquero Lavezzi132

4 N. del traductor: Se trata, seguramente, de «dominguillos».

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tándoles sus capas, contra las que el toro dirige toda su furia.Por otra parte estos hombres son tan numerosos, que se soco-rren rápidamente, apartando al animal cuando lo ven encela-do contra una misma persona. Hay que temer más por loscaballeros porque sus caballos son muy impetuosos paradejarse gobernar. No les es fácil evitar el encuentro con elenemigo y estarían siempre en peligro de ser derribados de nocontar con la ayuda de los mozos de a pie.

»Se combate también por medio de una lanza, macizay pesada, cuyo extremo es firmemente fijado en tierra y lapunta inclinada hacia la puerta por donde debe salir el toro.El combatiente está al lado o detrás de esta lanza y a menu-do corre mucho riesgo, ya que si el animal evita ensartarse,hay que temer por la vida de los caballeros. Pero estos hom-bres son tan diestros, que raramente la bestia no prueba elacero, en el pescuezo o en los lomos.

»Los combatientes a pie sólo están armados con unavarita de alrededor de media vara de largo, en cuya punta hayun garfio de hierro, que intentan clavar en alguna parte de lacabeza del toro. Éste se revuelve contra su adversario y eldiestro aprovecha el momento para clavarle un estilete en elcorazón. A menudo se ven a esos hombres esperar a pie fir-mes, en el centro de la plaza, al toro que viene hacia elloscomo un rayo; y cuando baja la cabeza para atacarles, apro-vechan este gesto y colocan su pie izquierdo entre sus cuer-nos, clavándole en el ojo o en el corazón la vara con la queestán armados y saltando con destreza por encima del animal.

»El pueblo está siempre contento, sobre todo si lostoros han sido bravos, es decir, si han saltado la barrera quebordea las gradas del teatro o incluso si han herido a algu-

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 135

bién se puede equivocar en su combinación, no apartándoselo suficiente de la línea, resultándole este error siemprefunesto. En esas ocasiones se ha visto al toro derribar almismo tiempo al caballo y al caballero, herir y algunas vecesmatar al uno y al otro.

»Suelto un tercer toro pronto encontrará un nuevoadversario en la multitud de los combatientes. Estos no hacenal principio más que burlarle, presentándole el pico de sucapa, que oponen a sus embestidas. Saben, con destreza ycasi sin salir de su sitio, esquivar las acometidas del fieroenemigo. El toro embiste con impetuosidad sobre esta ban-derola flotante; el caballero da medio paso al lado apartandoel cuerpo y ambos vuelven a empezar siete u ocho veces elmismo juego. Entonces, tras la señal que dan los clarines, elcaballero deja la lanza para coger la espada y atacando a labestia de frente, la mata. Las trompetas suenan por terceravez. Cuatro mulas enjaezadas entran y retiran al toro de laliza. Se matan así, en el mismo día, hasta 30 de estos anima-les y muchos no combaten más que algunos minutos.

»Algunas veces el toro se abalanza sobre el anfiteatro.Pero los que ocupan las primeras filas, con sus espadasempuñadas y desenfundadas, le obligan a dar media vuelta; ymuy a menudo le dan muerte antes de volver al ruedo.Cuando un torero es peligrosamente perseguido, salta porencima de la barrera, apoyando el pie en una tabla que sobre-sale y le sirve a modo de trampolín. Se sueltan contra el ene-migo robustos perros que lo agarran por el cuello y orejas:entonces es cuando diversos lacayos, saliendo del anfiteatrocon sus espadas, tratan de atravesarle el corazón. No correnningún riesgo, porque se protegen de las cornadas, presen-

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tándoles sus capas, contra las que el toro dirige toda su furia.Por otra parte estos hombres son tan numerosos, que se soco-rren rápidamente, apartando al animal cuando lo ven encela-do contra una misma persona. Hay que temer más por loscaballeros porque sus caballos son muy impetuosos paradejarse gobernar. No les es fácil evitar el encuentro con elenemigo y estarían siempre en peligro de ser derribados de nocontar con la ayuda de los mozos de a pie.

»Se combate también por medio de una lanza, macizay pesada, cuyo extremo es firmemente fijado en tierra y lapunta inclinada hacia la puerta por donde debe salir el toro.El combatiente está al lado o detrás de esta lanza y a menu-do corre mucho riesgo, ya que si el animal evita ensartarse,hay que temer por la vida de los caballeros. Pero estos hom-bres son tan diestros, que raramente la bestia no prueba elacero, en el pescuezo o en los lomos.

»Los combatientes a pie sólo están armados con unavarita de alrededor de media vara de largo, en cuya punta hayun garfio de hierro, que intentan clavar en alguna parte de lacabeza del toro. Éste se revuelve contra su adversario y eldiestro aprovecha el momento para clavarle un estilete en elcorazón. A menudo se ven a esos hombres esperar a pie fir-mes, en el centro de la plaza, al toro que viene hacia elloscomo un rayo; y cuando baja la cabeza para atacarles, apro-vechan este gesto y colocan su pie izquierdo entre sus cuer-nos, clavándole en el ojo o en el corazón la vara con la queestán armados y saltando con destreza por encima del animal.

»El pueblo está siempre contento, sobre todo si lostoros han sido bravos, es decir, si han saltado la barrera quebordea las gradas del teatro o incluso si han herido a algu-

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bién se puede equivocar en su combinación, no apartándoselo suficiente de la línea, resultándole este error siemprefunesto. En esas ocasiones se ha visto al toro derribar almismo tiempo al caballo y al caballero, herir y algunas vecesmatar al uno y al otro.

»Suelto un tercer toro pronto encontrará un nuevoadversario en la multitud de los combatientes. Estos no hacenal principio más que burlarle, presentándole el pico de sucapa, que oponen a sus embestidas. Saben, con destreza ycasi sin salir de su sitio, esquivar las acometidas del fieroenemigo. El toro embiste con impetuosidad sobre esta ban-derola flotante; el caballero da medio paso al lado apartandoel cuerpo y ambos vuelven a empezar siete u ocho veces elmismo juego. Entonces, tras la señal que dan los clarines, elcaballero deja la lanza para coger la espada y atacando a labestia de frente, la mata. Las trompetas suenan por terceravez. Cuatro mulas enjaezadas entran y retiran al toro de laliza. Se matan así, en el mismo día, hasta 30 de estos anima-les y muchos no combaten más que algunos minutos.

»Algunas veces el toro se abalanza sobre el anfiteatro.Pero los que ocupan las primeras filas, con sus espadasempuñadas y desenfundadas, le obligan a dar media vuelta; ymuy a menudo le dan muerte antes de volver al ruedo.Cuando un torero es peligrosamente perseguido, salta porencima de la barrera, apoyando el pie en una tabla que sobre-sale y le sirve a modo de trampolín. Se sueltan contra el ene-migo robustos perros que lo agarran por el cuello y orejas:entonces es cuando diversos lacayos, saliendo del anfiteatrocon sus espadas, tratan de atravesarle el corazón. No correnningún riesgo, porque se protegen de las cornadas, presen-

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límites, de ninguna manera debe erradicarse por completo,para que no se pierda esta firmeza que forja el carácter delhombre valeroso. Los combates de toros se hallan precisa-mente en el grado que pido y no hay nada demasiado feroz enellos como para que su práctica deba ser prohibida. Recuerdanlas hazañas de la antigua caballería; incitan el alma de losespectadores a las grandes y bellas acciones; pueden producirtodos los benéficos efectos de los combates en campos cerra-dos, pero sin el horror que les acompañaban y sin la efusión desangre humana con que solía quedar regada la escena. Esteespectáculo nos acostumbra a despreciar el peligro; nos ense-ña que la mejor manera de superarlo sin miedo es afrontarlo yverlo venir con firmeza. Se aprende también a prestar un rápi-do socorro a los que allí están expuestos y a arriesgarsevalerosamente para ponerlos a salvo del peligro. En una pala-bra, aunque esta fiesta no sea totalmente conforme a las leyesde la naturaleza y la humanidad, se puede decir, sin embargo,que exige de los combatientes cualidades que les honran.

En Lisboa, el 4 de abril de 1754».

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 137

nos de los que combaten contra ellos. Tan arraigada tradi-ción, junto a esa exaltación que acompaña a los espectácu-los públicos, ejercen sobre ciertos hombres, al menosdurante ese momento, un mayor dominio que la voz mismade la humanidad.

»Estos combates, que proceden de nuestros antiguostorneos, son, sin lugar a dudas, uno de los espectáculos máshermosos del mundo, ya sea simplemente para ser vistos, yapor el interés mezcla de miedo y alegría que inspiran la intre-pidez, el valor, la destreza y la agilidad de los actores. Losportugueses tienen tal pasión por esta fiesta cruel, que no hayuna mujer que no venda su propio ajuar para tener con quécostearse un sitio en los balcones o sobre los estrados. Nodeja de sorprender ver a damas de alta alcurnia recrearse enestas sangrientas escenas, con tan hermosos ojos que parecenhechos para más dulces crueldades.

»No se puede negar que este combate sea una herenciade la barbarie de los sarracenos o de los moros, quizás inclu-so de los romanos, poco digno de la aprobación de un espec-tador en el silencio de su gabinete o de un alma tierna y pro-pensa a la compasión. Los Papas no han logrado nunca prohi-bir esta bárbara diversión ni a los portugueses ni a los espa-ñoles: sólo han ideado el expediente de otorgar indulgencias,para ese día, a algunas Iglesias, en beneficio de los que seexponen al peligro en esta mortífera fiesta. «Después detodo» –me decía un inglés– no se debe examinar con dema-siado rigor este tipo de espectáculos, por temor a que unexceso de filosofía nos convierta en pusilánimes. Existe uncierto grado de ferocidad consustancial con la naturalezahumana; y si es importante que esté contenida en sus justos

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límites, de ninguna manera debe erradicarse por completo,para que no se pierda esta firmeza que forja el carácter delhombre valeroso. Los combates de toros se hallan precisa-mente en el grado que pido y no hay nada demasiado feroz enellos como para que su práctica deba ser prohibida. Recuerdanlas hazañas de la antigua caballería; incitan el alma de losespectadores a las grandes y bellas acciones; pueden producirtodos los benéficos efectos de los combates en campos cerra-dos, pero sin el horror que les acompañaban y sin la efusión desangre humana con que solía quedar regada la escena. Esteespectáculo nos acostumbra a despreciar el peligro; nos ense-ña que la mejor manera de superarlo sin miedo es afrontarlo yverlo venir con firmeza. Se aprende también a prestar un rápi-do socorro a los que allí están expuestos y a arriesgarsevalerosamente para ponerlos a salvo del peligro. En una pala-bra, aunque esta fiesta no sea totalmente conforme a las leyesde la naturaleza y la humanidad, se puede decir, sin embargo,que exige de los combatientes cualidades que les honran.

En Lisboa, el 4 de abril de 1754».

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nos de los que combaten contra ellos. Tan arraigada tradi-ción, junto a esa exaltación que acompaña a los espectácu-los públicos, ejercen sobre ciertos hombres, al menosdurante ese momento, un mayor dominio que la voz mismade la humanidad.

»Estos combates, que proceden de nuestros antiguostorneos, son, sin lugar a dudas, uno de los espectáculos máshermosos del mundo, ya sea simplemente para ser vistos, yapor el interés mezcla de miedo y alegría que inspiran la intre-pidez, el valor, la destreza y la agilidad de los actores. Losportugueses tienen tal pasión por esta fiesta cruel, que no hayuna mujer que no venda su propio ajuar para tener con quécostearse un sitio en los balcones o sobre los estrados. Nodeja de sorprender ver a damas de alta alcurnia recrearse enestas sangrientas escenas, con tan hermosos ojos que parecenhechos para más dulces crueldades.

»No se puede negar que este combate sea una herenciade la barbarie de los sarracenos o de los moros, quizás inclu-so de los romanos, poco digno de la aprobación de un espec-tador en el silencio de su gabinete o de un alma tierna y pro-pensa a la compasión. Los Papas no han logrado nunca prohi-bir esta bárbara diversión ni a los portugueses ni a los espa-ñoles: sólo han ideado el expediente de otorgar indulgencias,para ese día, a algunas Iglesias, en beneficio de los que seexponen al peligro en esta mortífera fiesta. «Después detodo» –me decía un inglés– no se debe examinar con dema-siado rigor este tipo de espectáculos, por temor a que unexceso de filosofía nos convierta en pusilánimes. Existe uncierto grado de ferocidad consustancial con la naturalezahumana; y si es importante que esté contenida en sus justos

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Vargas Ponce, J. (1961): Disertación sobre las corridasde toros, Madrid.

El abate Delaporte y las fiestas de toros... 139

BIBLIOGRAFÍA

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Gómez de la Serna, G. (1974): Los viajeros de laIlustración, Madrid.

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