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AÑO 8 NÚMERO 89 OCTUBRE 2016 El librero de Fabio Morábito El perfil de Zelda y Scott Fitzgerald Entrevistas con Gilles Lipovetsky Eduardo Sacheri

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AÑO 8 NÚMERO 89 OCTUBRE 2016

El librero de

Fabio Morábito

El perfil de

Zelda y Scott Fitzgerald

Entrevistas con

Gilles Lipovetsky Eduardo Sacheri

03ELLIBRERO DE...

Es una biblioteca pequeña. Fabio Morábito (Alejandría, 1955) prefiere tener pocos libros. Parafraseando a Henry Miller, dice que no hay que leer muchos libros. Autor de cuatro poemarios: Lotes baldíos (1985), De lunes todo el año (1992), Alguien de lava (2002) y Delante de un prado una vaca (2011). También ha escrito libros de cuentos: La lenta furia (1989), La vida ordenada (2000) y Grieta de fatiga (2006). Su último título, editado por Sexto Piso, es Madres y perros. Esto nos contó de su librero. +

FABIO MORÁBITO

¿Cuántos libros tienes?No sé, pocos, me imagino, tal vez mil quinientos, nunca los he contado, tiendo a tirar muchos libros. Trato de que permanezca más o menos la misma población de libros. Me acosa la idea de tener demasiados a mi alrededor.

¿Cuál es el libro más viejo?Tal vez sea La vida privada y pública de Sócrates, de René Kraus, que para mí es importante porque fue el primer libro que leí después de una época en que dejé de hacerlo, después de ha-ber leído mucho de joven. Cuando retomé este libro, una biografía de Sócrates, me enganché de nuevo con los libros.

¿Cuál es tu favorito?El barón rampante, de Italo Calvino, una novela estupenda de un muchacho que desde muy niño decide vivir en los árboles, sin jamás pisar el suelo, me parece casi una metáfora del escritor.

¿Qué libro no has leído aún?Muchísimos, está simplemente el Ulises, de James Joyce. De pronto haría falta tener menos libros para obligarnos a leer los que de verdad nos interesan. Tampoco he leído el Quijote, lo he empezado varias veces.

¿Qué libro te hace falta?Estoy persiguiendo un libro cuyo autor ni siquiera recuerdo, no hay un gran libro porque los grandes libros, como los clásicos, se consiguen fácilmente. Se llama Carpe Diem y por lo que leí de él es un tema que me interesa, esta idea de aprovechar el presente, idea de la Antigüedad clásica. Tal vez sea un mal libro, pero de pronto uno debe leer ciertos libros.

¿Cuál es la joya de la corona del librero? Ninguno, no se me da ese gusto, ese amor que se da en muchos de mis amigos por las primeras ediciones, libros raros, preciosos, el que tiene el dibujo o la estampa, no. Cuando he llegado a tener alguno de esos libros raros los regalo a las personas que sé que eso les emociona mucho. ¿Qué libro has regalado?He regalado varias veces El fin de homus soviéticus lo he comprado como cuatro veces para regalarlo. Es un libro desgarrador y completo, que va más allá de la situación con-creta que describe al estar lleno de referencias e historias humanas y el acontecimiento histórico que lo produjo pasa a segundo plano. ¿Qué autor se repite más veces en el librero?Me da pena decirlo pero en mi biblioteca soy yo porque todos mis libros están acá, pero Italo Calvino.

¿Cuál es el más nuevo?El mío, el que acaba de salir, Madres y perros, un libro de cuentos, editado por Sexto Piso.

¿Cuál libro no has regresado? (es decir, que no es tuyo).Muchos. No sabría decir cuál porque a mí no me devuelven muchos libros, mi mujer me critica por eso, busca uno y me dice “seguramente ya lo prestaste”, y me tomo la libertad de ser igual de gandalla. Tengo uno de Antonio del Toro, Tolstoi o Dostoievski, de Steiner, que he leído dos veces y subrayado mucho, no se lo he devuelto y espero no devolvérselo. No se lo menciono nunca, espero que me perdone. +

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EDITORIALDAMAS Y CABALLEROSDamas y caballeros: este número se viste de gala para presen-tarles lo más selecto del mundo de la cultura y la literatura. En portada, para abrir boca, aparece una de las parejas más famo-sas del cine y la literatura, personalidades de modales refina-dos, puntualidad inglesa, paladares exigentes y vestidos como marcan los cánones: Scarlett O'Hara y Rhett Butler, para quie-nes el decoro y las buenas maneras son reglas que se observan estrictamente. Dos entrevistados de gran categoría autoral: Eduardo Sacheri, ganador del prestigioso Premio Alfaguara de Novela 2016, quien nos cuenta de su novela La noche de la Usina; y el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky quien, de visita en nuestro país, charló con Lee+ sobre la revolución de lo ligero, y su libro De la ligereza.

Desde luego, no podía faltar la excelsa corte de damas y ca-balleros que mes a mes escriben con excelente ortografía, pulcritud y fina caligrafía las columnas de la revista: Karen Chacek, quien habla de modales para recomponer el mundo; Raquel Castro y la imperiosa, y odiosa, necesidad de brillar en sociedad; Antonio Malpica dirige con diestra batuta el destino de los siempre exquisitos Aquiles y Tortuga, que hablan de la caballerosidad en el debate; Bernardo Fernández, Bef, quien se encarga de elaborar un breve perfil de un peladito que llegó a caballero: Charles Dickens; y Jorge F. Hernández nos deleita con un texto titulado “Geometría de caballero Bioy” que trata, ya lo adivinaron, del escritor argentino Adolfo Bioy Casares. Diana Cruz, en “Leidi y Gentleman”, reseña cuatro libros en los que brillan sus protagonistas, todos ellos de bonitas familias: Laddy Chatterley, Dorian Gray, Emma Bovary y Jay Gatsby. ¡Vaya póker de delicadeza! Ricardo Otero nos recomienda a cinco caballeros anglosajones, autores de excelentes libros.

Además —suena el redoble del tambor— Roberto Bardini escribe sobre la dupla Kurt Wallander-Henning Mankell, dos hombres de honor, ética y valentía, características de los ver-daderos caballeros. Como entremeses, una lista de mujeres que tuvieron que firmar como hombres sus primeros textos porque no se consideraba que la escritura fuera asunto de da-mas; un cuento de Fiódor Dostoievski, un doble página sobre moda, vestidos y mujeres; para cerrar con broche de oro: el perfil de una pareja que supo, como pocas, conducirse con de-coro en las nubes de la alta sociedad: Zelda y Scott Fitzgerald.

Empiecen a caminar por la alfombra roja, la función está por comenzar.

EL LIBRERO DE…Fabio Morábito

MODALES PARA RECOMPONER EL MUNDONiños a ¡leer!/ Karen Chacek

GILLES LIPOVETSKYEntrevista

EDUARDO SACHERIEntrevista

LA CABALLEROSIDADEN EL DEBATEFábulas del Tío Hoffs/ Antonio Malpica

EL RINCÓN GOURMET

BRILLAR EN SOCIEDAD Jóvenes/ Raquel Castro

¡LEIDI Y GENTLEMAN!Diana Gutiérrez

LA NARRATIVA DE LA MODA BURGUESAYara Sánchez de la Barquera Vidal

EL PELADITO CABALLERONerd Plus/ Bernardo Fernández-Bef

GEOMETRÍA DEL CABALLERO BIOYCalle de León/ Jorge F. Hernández

WALLANDER-MANKELL:HOMBRES DE HONORRoberto Bardini

CINCO CABALLEROS ANGLOSAJONESRicardo Otero Córdoba

TRAVESTISMO AUTORALR. R. Fullton

EL COSMOS HABLACuento/ Sidharta Ochoa

EL PERFILZelda y Scott Fitzgerald

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Fotografía: Vivien Leigh y Clark Gable, en una escena de Lo que el

viento se llevó.

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LOS+VENDIDOSFICCIÓN NO FICCIÓN

JÓVENESLA CORONA

Kiera CassROCA JUVENIL

DONDE HABITAN LOS ÁNGELES

Claudia CelisSM EDICIONES

VÉNDELE A LA MENTE, NO A LA GENTEJürgen KlaricPAIDÓSEl método y las técnicas aquí expuestos, salieron de diversos estudios realiza-dos en laboratorios científicos. El autor prueba en este libro que los procesos de ventas a los que estamos acostumbrados son sumamente desgastantes y poco efectivos, debido a que no sabemos cómo funciona la mente, aunque sí le hagamos caso a la gente.

CÓMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE LAS PERSONASDale CarnegieDEBOLSILLOEl único propósito de este libro es ayudar al lector a que descubra, desa-rrolle y aproveche esos poderes latentes que no emplea. Primera Parte: “Técnicas fundamentales para tratar con el prójimo”. “Si quiere recoger miel, no dé puntapiés a la colmena”. “El gran secreto para tratar con la gente”. Segunda Parte: “Seis maneras de agradar a los demás”.

Y COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO AÚN...Odín DupeyronDIANAY colorín colorado este cuento aún no se ha acabado se editó por primera vez en el año 2001 y desde entonces ha sido leído, releído, regalado, prestado y recomendado por lectores de todas las edades, géneros, re-ligiones, preferencias y nacionalidades. A menos de dos años de su pu-blicación se convirtió en best seller nacional, pero ha vivido una historia atípica, brincando de la impasibilidad al lanzamiento humilde, al lanza-miento en grande, al destierro y al renacimiento.

LOS HEREDEROS DE LA TIERRA Ildefonso FalconesGRIJALBOBarcelona, 1387. Las campanas de la iglesia de Santa María de la Mar siguen sonando para todos los habitantes del barrio de la Ribera, pero uno de ellos escucha su repique con especial atención... Hugo Llor, hijo de un marinero fallecido, a sus doce años trabaja en las atarazanas gracias a la generosidad de uno de los prohombres más apreciados de la ciudad: Arnau Estanyol.

ÁLGEBRAAurelio BaldorGRUPO EDITORIAL PATRIAEl libro más importante en enseñanza del álgebra en idioma español, Álgebra de Baldor incluye entre sus características más importantes: actualización de definiciones de función, exponente y los ejemplos y ejercicios, en particular tomando en cuenta el lenguaje moderno y la actualización de terminología, tipos de cambio y monedas utilizadas en Latinoamérica.

HARRY POTTER AND THE CURSED CHILD

J. K. RowlingLITTLE BROWN & COMPANY

LA CHICA DEL TRENPaula HawkinsPLANETACada mañana lo mismo: el mismo paisaje, las mismas casas y la misma parada en la señal roja. Son sólo unos segundos, pero le permiten obser-var a una pareja desayunando tranquilamente en su terraza. Siente que los conoce y se inventa unos nombres para ellos: Jess y Jason. Su vida es perfecta, no como la suya. Pero un día ve algo. Sucede muy deprisa, pero es suficiente.

LAS BATALLAS EN EL DESIERTOJosé Emilio PachecoERAHistoria de un amor imposible, Las batallas en el desierto es una magistral novela breve que involucra otros aspectos como la corrupción social y polí-tica, el inicio del México moderno y la desaparición del país tradicional, y el rescate de las memorias individuales y colectivas de una ciudad a la que José Emilio Pacheco amó profundamente, pero recrea sin nostalgia y denuncia de manera implacable.

MISS PEREGRINE Y LOS NIÑOS PECULIARESRansom RiggsPLANETADe niño, Jacob formó un vínculo especial con su abuelo, quien le contaba ex-trañas historias y le enseñaba fotografías de niñas levitando y de niños invisi-bles. Ahora, con dieciséis años, Jacob sufre la inesperada muerte del anciano. Entonces, en manos del joven cae una misteriosa carta que lo empuja a em-prender un viaje hacia una remota isla de Gales, donde su abuelo se crió, para descubrir si todas esas historias que había oído de niño... son reales.

UNO SIEMPRE CAMBIA AL AMOR DE SU VIDA

Amalia AndradePLANETA

LA HISTORIA INTERMINABLEMichael EndeALFAGUARA

EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDOViktor Emil FranklHERDEREstremecedor relato en el que Viktor Frankl narra su experiencia en los campos de concentración. Él, que todo lo había perdido, que padeció hambre, frío y brutalidades, que tantas veces estuvo a punto de ser eje-cutado, pudo reconocer que, pese a todo, la vida es digna de ser vivida y que la libertad interior y la dignidad humana son indestructibles.

DESPUÉS DE TIJojo MoyesSUMA DE LETRASLou Clark tiene muchas preguntas: ¿por qué ha terminado trabajando en el pub irlandés de un aeropuerto donde cada día tiene que ver cómo otras personas se van de viaje a conocer sitios nuevos? ¿Por qué a pesar de que ya lleva meses viviendo en su apartamento aún no se siente en casa? ¿Le perdonará su familia lo que hizo hace año y medio? ¿Y superará alguna vez la despedida del amor de su vida?

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LOS+VENDIDOSELECTRÓNICOS ARTE

NIÑOSMI LIBRO MÁGICOCarmen Espinosa

NORI

EL DÍA QUE LOS CRAYONES REGRESARON A CASA

Drew Daywalt/Oliver JeffersFCE

EL LIBRO SALVAJE Juan Villoro

FCE

LA GUERRA QUE NOS OCULTAN Francisco Cruz, Félix Santana Ángeles y Miguel Ángel AlvaradoTEMAS DE HOYJulio César Mondragón Fontes encontró la muerte la madrugada del 27 de septiembrede 2014 en Iguala, Guerrero. Aquel día alguien robó su celular. Francisco Cruz, Félix Santana y Miguel Ángel Alvarado revelan cómo los registros de actividades telefónicas posteriores al asesinato abrieron una cloaca que conduce a las profundidades de un México corrupto y violento que la mayoría no nos atrevemos a mirar.

LA CHICA DEL TRENPaula HawkinsPLANETACada mañana lo mismo: el mismo paisaje, las mismas casas y la misma parada en la señal roja. Son sólo unos segundos, pero le permiten obser-var a una pareja desayunando tranquilamente en su terraza. Siente que los conoce y se inventa unos nombres para ellos: Jess y Jason. Su vida es perfecta, no como la suya. Pero un día ve algo. Sucede muy deprisa, pero es suficiente.

MANDALAS PARA LA ABUNDANCIA Y LA PROSPERIDADMartha Patricia López CaballeroDIANAEl mandala o círculo sagrado es una poderosa y antigua herramienta de meditación que nos recuerda que el orden natural del Universo está siempre presente en nuestra realidad. Su coloreado consciente acalla el ruido mental diario, nos devuelve el equilibrio interior y nos conecta con la sabiduría del alma. Este libro ha sido creado para ayudarte a manifestar abundancia en todas las áreas de tu vida.

#COLOREANDING MÉXICOMalacara & GaleVERGARA Y RIBA EDITORAS#Coloreanding es un verbo que no existe en los diccionarios, pero algo es seguro: es una invitación a llenar de color la página. La propuesta de esta colección es sencilla, se trata de divertirse y dejar que la creatividad aflore. Los atractivos diseños retoman elementos de la naturaleza, así como las formas y figuras que distinguen lo mexicano.

TEORÍA DE LA MÚSICAFrancisco Moncada GarcíaEDICIONES FRAMONGLa más sencilla, útil y práctica teoría con la que toda persona puede aprender los conceptos de la música con base en un sistema de pregun-tas y respuestas.

MANDALAS LIBRO DE ARTE PARA COLOREARNUEVA IMAGENMás de sesenta mandalas hindúes para colorear y crear hermosos mosaicos. Plumones, acuarelas, pasteles, elige la mejor técnica y deja de volar tu imagi-nación. Al final, ¡tu libro de arte será único!

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JUGUEMOS A LEERRosario Ahumada

TRILLAS

MOMOMichael Ende

ALFAGUARA CLÁSICOS

GENERACIÓN DE MODELOS DE NEGOCIOAlexander OsterwladerDEUSTOEn este libro los analizamos y te ofrecemos las herramientas para que puedas diseñarlos e implementarlos. ¡Asimismo, te mostramos las técnicas y mode-los más innovadoras que actualmente están utilizando las principales empre-sas de todo el mundo. Con Generación de modelos de negocio aprenderás a diseñar, entender y aplicar nuevos modelos de negocio, así como a analizar y mejorar los ya existentes.

HÁBITOS DE RICOSJuan Diego Gómez GómezPAIDÓS EMPRESAMuchas personas aspiran a ser ricos y tener mayores ingresos. Sin embargo, pocas alcanzan estas metas, en su mayoría porque carecen de los hábitos y de la educación financiera para incrementar el dinero. Para el autor, lograr esos objetivos depende de la determinación y de la mentalidad con la que cada quien enfrenta y modifica su realidad.

VÉNDELE A LA MENTE, NO A LA GENTEJürgen KlaricPAIDÓSEl método y las técnicas aquí expuestos, salieron de diversos estudios hechos en laboratorios científicos. El autor prueba en este libro que los procesos de ventas a los que estamos acostumbrados son sumamente desgastantes y poco efectivos, debido a que no sabemos cómo funciona la mente, aunque sí le hagamos caso a la gente.

Qué mejor lugar para recibir una lección de urbanidad y buenos modales que una casona victoriana con escale-ras que rechinan y tobogán para la ropa sucia, coronada con una cúpula que sirve de morada para la residente más antigua del lugar: una dama de casi doscientos años que responde al nombre de Olivia T. Vela, quien siglos atrás escribiera numerosas novelas de misterio que na-die quiso publicar en su momento, lo que provocó en la misteriosa inquilina una amargura que todavía la hace azotar puertas y ventanas de vez en cuando. Pero con la llegada del nuevo inquilino de la casa, parece que el destino ha decidido regalarle una segunda oportunidad para consumar su viejo sueño; el hombre que ha rentado la mansión se llama I. S. Rezongón, es un afamado escri-tor de libros para niños que no ha podido volver a escribir un libro en diez años, está en la bancarrota y sólo tiene en mente un plan desesperado: encerrarse varios meses en la vieja casona, lejos de cualquier distracción o rui-do, y obligarse a escribir una nueva novela (pobrecillo, ¿qué iba imaginar que tendría que compartir la casa con un fantasma verdadero y sus dos protegidos: un niño de once años de nombre Armando y su gato negro?). Narrado por completo mediante cartas, recortes de pe-riódico, recados y dibujos, Mortalmente encantado, de Kate Klise y Sarah Klise (Castillo), tiene por partes igua-les su pizca de anécdota excéntrica, su algo de manual de urbanidad, su dosis de juego de palabras y su todo de diversión.

Porque nadie debe perder la compostura ni siquiera cuando un cohete atraviesa su casa, El libro del cohete,

de Peter Newell (Thule), es una estupenda guía para aprender a fascinarse con los sucesos inesperados que agujerean la rutina cotidiana, en lugar de sufrir un so-bresalto y entregarse a la ofuscación tras descubrir que un proyectil ha producido un boquete en el suelo de tu departamento, otro en el techo y además ha destruido a su paso el objeto que se encontraba a medio camino entre el suelo y el techo: la maceta favorita, una máqui-na de escribir, la locomotora del tren eléctrico, la casa de muñecas recién armada… La historia parte desde el sótano de un pintoresco edificio, donde un niño de nombre Iván le prende fuego a la mecha del cohete que habrá de atravesar veinte departamentos del edificio hasta quedar atascado en el ático (y no por casualidad), dejando a su paso veinte pequeños desastres, ilustrados con una técnica magistral.

A veces los buenos modales son como las telas magníficas, se pueden volver invisibles ante los ojos de necios y ton-tos (o al revés). “El traje nuevo del Emperador” es uno de los ocho relatos de la recopilación Cuentos de Andersen, ilustrado por Anastassija Archipowa (Everest). La histo-ria narra las peripecias de un emperador excéntrico al que nada le provocaba mayor entusiasmo que usarse a sí mismo como percha para lucir trajes nuevos de telas extraordinarias, y finísimos. Según las habladurías, a ve-ces destinaba un traje distinto para cada hora del día. Era tal su obsesión por los trajes nuevos, que cierta vez no dudó en mandarse confeccionar uno que llevara por base un material rarísimo, desconocido en el resto del mundo. Así, pues, en pleno desfile real, el emperador se

dejó ver de cuerpo entero con un traje de tela invisible que todos en el palacio, él incluido, aseguraban ver. Úni-camente los niños tontos y necios rieron al ver desfilar con extrema elegancia a un hombre en calzoncillos que se hacía llamar el rey.

En ocasiones lo que se necesita para recomponer el curso del mundo no es faltar a los buenos modales sino reinventarlos; darles a las viejas razones nuevas formas, formular nuevas preguntas en lugar de sólo cambiarle palabras a las viejas respuestas. ¿Qué tan salvajes son las ideas salvajes? Al menos la que imaginó el señor Ti-gre parecía una idea salvaje de lo más urbana. Ponerla en práctica no fue cosa fácil para él; era una idea tan novedosa que ninguno de los animales a su alrededor la entendía. Más de uno creyó que se trataba de una ex-travagancia pasajera, que al señor Tigre le había picado una idea loca que después se le pasaría. Sucedió todo lo contrario: la ocurrencia del señor Tigre se hizo cada vez más consistente, muchos temieron que se volvie-ra contagiosa; ¡que el mundo dejara de funcionar como acostumbraba! Para fortuna del señor Tigre y los demás animales, eso fue exactamente lo que sucedió. A los libros como El señor Tigre se vuelve salvaje, de Peter Brown (Oceano Travesía), conviene tenerlos a la mano como caramelos para la garganta y leerlos al primer aso-mo de tos. +

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Modales para recomponer el mundo

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B U S C A E L E N V A S E N A R A N J A

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La “revolución de lo ligero” nos ha tomado por asalto. El filósofo y sociólogo francés, autor también de La era del vacío, Gilles Lipovetsky

(París, 1944) se avoca a estudiar en su más reciente libro, De la ligereza los diversos componentes del mundo hipermoderno, que hacen gala de su cualidad ingrávida. Hablar de una sociedad que se ha hecho ligera, que ha sufrido un “alivio de la existencia” por cargar condiciones de vida menos abrumadoras, parece un discurso que no empata con todos los lugares ni con todas las comunidades. Podríamos preguntarnos lo siguiente, con cuidado de no generalizar comentarios sobre sociedades que presentan claras diferencias de condiciones y desigualdades: ¿quiénes y de dónde son los que se benefician al conseguir aligerar la pesadez de su existencia económica y laboral, en detrimento de quienes, por otro lado, suman sobre sus hombros el cúmulo abrumador de una vida de explotación, que les exige no dejar de mantener aquella ligereza de la que no se ven recompensados?

En De la ligereza, Gilles Lipovetsky explica y nos hace un llamado a observar la “revolución de lo ligero” que ya se amotinó en varias ciudades, donde lo micro, lo nano, lo cool, pero también la hiperindividualización, la seducción y la frivolidad se plantan como características principales de las sociedades hipermodernas. La ligereza es la protagonista del mundo hecho espectáculo y moda, la cual invade todas las formas de relación humana, sus campos y sus prácticas, pues se halla en el conjunto del sistema, en la tecnología, en la economía, la política y la ideología, al alcance de (casi) todos.

El capitalismo de seducción es un sistema que sigue una lógica fría; al indagar sobre otros sistemas económicos posibles a adoptarse o la forma de disminuir la frivolidad del aparato imperante, el sociólogo francés nos responde.La primera reflexión, si ustedes quieren, es que la economía frívola no concierne a toda la economía. Hablar de una economía frívola es hablar de una economía del consumo, pero, por ejemplo, ustedes tienen todas las infraestructuras, la economía de la energía y la economía financiera, que no es nada frívola. Por tanto, creo que no debemos, en el futuro, diabolizar lo frívolo. Esto corresponde a necesidades que de ser superficiales no están mal, pero hace falta que esta producción ligera sea compatible con la responsabilidad del porvenir. La consecuencia es evidente; necesitamos sistemas de producción y de consumo que integren los parámetros de lo durable, las exigencias de la ecología. No se trata de una medida para eliminar lo frívolo. No creo que eso sea posible; lo que sí es posible es un sistema de hibridación. Creo que esta vía es la única que debemos manejar. Si no lo hacemos, habrá consecuencias enormes para el calentamiento del planeta, pero creer que vamos a ver una economía, a partir de ahora, que no tendrá más obsolescencia, más aparatos inútiles, más frivolidad, no lo creo. En el futuro tenemos que invertir en el desarrollo durable. No veo otra solución creíble.

La ligereza, la carencia de un peso ideológico que permea la sociedad, es fomentada por el ocio, la televisión y la publicidad. ¿Cómo estos mismos discursos —la televisión, la publicidad, el cine— pueden incitar a otra cosa, es decir, a otras acciones o formas de vida, además del hedonismo o consumismo?

En principio pueden hacerlo. Pero en nuestro mundo neoliberal no es muy creíble, porque en el mundo neoliberal el mercado manda y la televisión, los medios, son empresas y las empresas quieren tener éxito. El éxito se gana por producciones de sentido frívolo. Creo que tenemos los medios que nos merecemos. Los medios son empresas y se adaptan al mercado. No es de una buena conciencia denunciar a los medios porque al hacer eso no cambia nada. Creo que la solución a largo plazo, no para mañana, es la formación, la educación, no hay de otra. Hace falta ser conscientes de que no son las lecciones de moral las que van a cambiar el nivel de los medios, sino las empresas, cuyo mercado conocen. Saben cuáles productos funcionan y cuáles no. Tal vez gracias al universo numérico del internet podemos imaginar medios diferentes, pero no es una gran esperanza porque podemos imaginar los medios culturales, que los hay, pero con un público pequeño. Para un cambio más profundo hace falta la educación. Ahora, un último comentario: es cierto que los programas de televisión, que es el medio dominante, son la parte bella de lo frívolo, de la superficialidad, pero no totalmente. Hay que ser severos con los medios, pero a pesar de todo, contribuyen a la educación de la gente porque deben presentarse de una manera agradable, no podemos esperar más de los medios que eso. Los medios no son la escuela ni los cursos. Lo que sí podemos esperar de los medios es que nos den información, buena información, comentarios múltiples que permitan hacer reflexionar a la gente; me prohíbo condenar absolutamente a los medios en el liberalismo moderno, porque si no los tuviéramos, tendríamos la televisión de Estado. La televisión de Estado, tal vez no sería superficial, pero sería totalitaria. Prefiero los medios del liberalismo, que los medios del Estado.

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En De la ligereza, Gilles Lipovetsky explica y nos hace un llamado a observar la “revolución de lo ligero”...

Entrevista con Gilles Lipovetsky

Háblenos sobre la alta cultura y algunos ejemplos de la misma.Hay muchos. Todos los trabajos universitarios son alta cultura, los libros de filosofía, de sociología, de historia remarcables; es completamente falso pensar que la literatura murió. Hay excelentes libros que son de la alta cultura, pero es cierto que llega a un público reducido, pero es normal que obras difíciles no lleguen al gran público. Hay otros imperativos en que los medios intervienen; pueden tener un papel de difusión pero a una escala un poco, a veces, de vulgarización, para hacerlos accesibles. Por tanto, la alta cultura se encuentra en las ciencias humanas, en la literatura, hay menos grandes autores que en otras épocas… no lo sé bien. En el dominio que conozco un poco, sociología o filosofía, creo que sí. Están las ciencias que no están en crisis. La ciencia es una parte muy noble de la cultura humana. Entonces, denunciar la época actual sólo porque no hay más equivalentes de Proust o de Kafka no me parece un argumento; encuentro que es reducir considerablemente la interpretación del mundo en el que estamos. Podemos discutir el término de la alta cultura, por qué sólo la literatura sería la alta cultura y una tesis sobre las partículas o sobre los componentes de la materia o de los genes no sería alta cultura. Pero eso no quiere decir que la creación artística haya muerto, tal vez esté en otro lugar, por ejemplo, yo la encuentro en la arquitectura. Se hacen realizaciones arquitectónicas maravillosas y en mi opinión, la arquitectura es de la alta cultura; por otro lado, desde los años sesenta, el cine ha muerto después de Godard, porque no es más que un espectáculo; los grandes éxitos americanos, la violencia, los efectos técnicos de Batman técnicamente son formidables, pero las películas son nulas, no hay más que animación. Al mismo tiempo, en la producción mundial de cine hay una multitud de filmes importantes, remarcables que se hacen en el mundo, filmes romanos, búlgaros, egipcios, iraníes, de países donde antes no había producción cinematográfica y ahora la hay. Finalmente, cada año, en Francia, en el otoño, se publican, si no me equivoco, entre seiscientas y setecientas novedades en materia de literatura. ¿Quién lee todo eso? ¡Es demasiado! Entonces estoy convencido de que no todo es nulo, es evidente que no. Debe haber muchas cosas que no sirven, que no valen la pena, pero hay muchas cosas creativas también. No veo en este tema un hundimiento de la alta cultura; veo otra mirada, pero a mis ojos la creatividad cultural no tiene una crisis, más bien se ha desarrollado.

¿Qué sucede con la gente cuyas condiciones materiales no les permite un acceso a la alta cultura?Creo que es un punto muy interesante, porque, al mismo tiempo, vemos que la aspiración a la creatividad, a la creación cultural responde a una necesidad; seguido pensamos que es lo contrario, pensamos que el consumo hace que la gente no se interese en nada, que sólo quieren oír su música en su playlist, ver cosas tontas en el cine y consumir en los centros comerciales: creo que no es así de simple. Tenemos muchos estudios que muestran que una población creciente hace fotografía, canta, toca algún instrumento musical; hay una aspiración de los jóvenes a hacer cosas que aman y de las que están un poco orgullosos, aunque no sean obras preciadas. Creo que debemos sacar las consecuencias de esto en cuanto a la educación, que la escuela no es sólo universidad, la escuela comienza mucho antes, hay que darle un lugar más importante a la educación artística desde antes, porque los hombres y las mujeres del mañana tendrán aspiraciones. En mi libro, La estetización del mundo, se muestra que el gusto de las cosas del arte no está en retroceso. La foto, el cine, la música, cantar, bailar son expresiones, son deseos humanos que existen desde el homo sapiens, no hay razón alguna para que desaparezcan.

¿Cuál es la otra cara de la “revolución de lo ligero”, de la hipermodernidad, en sociedades como las africanas o asiáticas, incluso latinoamericanas, donde no hay un

“alivio de la existencia” o “condiciones materiales menos abrumadoras”? El ejemplo de Asia es muy discutible. La China ya entró verdaderamente; cuando vemos imágenes de las ciudades chinas no vemos mucha diferencia con las ciudades europeas. No son los mil millones de chinos los que están ahí, pero varios cientos de millones. África todavía no llega a ese nivel, pero el impacto en cuestión ya lo conocemos y lo hemos pagado bastante caro, es el deseo de migración. En esos países hay no sólo subdesarrollo económico, también hay guerras civiles, hay terrorismo que aterroriza a la gente y ésta parte para vivir mejor. La dinámica de la hipermodernidad no se puede aplicar de la misma manera por todos lados a partir de ahora, pero el desarrollo económico, el mercado, se ve por todas partes, particularmente en Asia, donde la diferencia entre el mundo occidental sería la democracia, en el plano de la política. Es imposible decir cuál es el porvenir; ¿será el liberalismo político el que ganará u otra cosa tal vez mejor que en las sociedades hipermodernas? ¿Qué va a pasar en el futuro? No sabemos. No podemos responder a esta cuestión. +

Por Rolando Ramiro Vázquez Mendoza

DE LA LIGEREZAGilles LipovetskyANAGRAMA

Me llaman a la casa a las seis de la mañana, desde España, y me dicen. Era la tercera vez que lo intentaba. Cuando alguien te llama dos semanas antes y te dicen que tal

día necesitan que esté con un teléfono a la mano, uno dice puede ser, pero como otras dos veces no había sido, mi nivel de expectativa era voluntariamente bajo para no desilusionarme”.

Es el escritor argentino Eduardo Sacheri (Buenos Aires, 1967) contando cómo se enteró de que había ganado el Premio Alfaguara de Novela 2016. Sigue dando clases en una preparatoria, un día a la semana. Es profesor de Historia y como sus alumnos saben que es escritor, intentan sacarle plática para que no les imparta clases; aunque por el semblante de Sacheri, queda claro que se deja convencer. “Sé que es una maniobra distractora”.

La noche de la Usina, título de la novela premiada, trata sobre una estafa y la forma como los engañados se hacen justicia por propia mano. Así como se dice que el culpable suele regresar a la escena del crimen, Sacheri regresó, sin habérselo propuesto, a O’Connor, pueblo ficticio en la pampa argentina, que ya había sido escenario de la novela Aráoz y la verdad.

Mientras degusta un capuchino bien cargado, sentado afuera de una tienda de vinilos en el pasillo del Parián de la colonia Roma, cuenta las razones de este regreso a personajes y terrenos conocidos:

“Por primera vez en mis novelas regreso a O’Connor. Cuando escribí Araoz y la verdad, hace casi diez años,

mientras iba pensando mis personajes aparecían cosas que no entraron en esa novela, por lo que quedaron cosas pendientes de ser contadas y al mismo tiempo me quedó una fuerte tristeza, una nostalgia por desprenderme de esos personajes. Los extrañaba y por única vez me dije ‘voy a volver’. Esa mezcla de residuos narrativos, más el deseo personal de reencontrarme con ese lugar y con esa gente, me condujeron a tener el material para escribirla”.

El éxito literario y cinematográfico de un tema como la estafa radica en que al involucrarse en la trama, el espectador se vuelve parte de la banda y del diseño del plan que habrá de ejecutarse a la perfección para limpiar el agravio. Cuando alguien nos estafa, luego de los sentimientos de vergüenza e impotencia que carcomen las entrañas, la sed de venganza se apodera del cuerpo. La mejor manera de desquitarse es propinar una sopa de su propio chocolate al mezquino estafador.

Eso ocurre en La noche de la Usina, en la que Fermín Perlassi y sus vecinos de O’Connor, en pleno “corralito” —medida impopular establecida por el gobierno de Antonio de la Rúa en 2001, que impedía que la gente sacara sus ahorros del banco—, juntan todos sus ahorros para llevar a cabo un proyecto que los saque adelante en medio de la crisis, pero son engañados por un corrupto ejecutivo bancario y el villano de la novela, Manzi.

Le digo a Eduardo Sacheri que por las referencias fílmicas que giran alrededor de la estafa, La noche de la Usina es su novela más cinematográfica:

“Me parece que a lo mejor por el lado del la propia hechura del plan y del líder de la banda, una de las fuentes de inspiración del libro es ni más ni menos que algo de cine clásico de los años cincuenta. Creo que también hay algo, en general, bastante visual en mi manera de escribir las historias, que tal vez esté acentuado en La noche de la Usina. Cuando digo visual pienso en que, así como hay autores que trabajan desde la palabra o desde la forma, cuando pienso mis historias las pienso desde imágenes que veo, imágenes imaginarias. El libro se trata de poder plasmar en la hoja eso que estoy viendo, ahí reside ese carácter un poco cinematográfico”.

Le digo que, en cierto sentido, la novela me hizo pensar en El golpe, la película de Robert Redford y Paul Newman. Dice que es una película que le encanta:

“Lo que me apasiona es que es una película de estafas donde tú como espectador también eres estafado”. Sacheri recomienda una cinta argentina sobre estafas y estafados: Nueve reinas, de Fabián Bielinsky.

¿Cómo se arma un plan para estafar a un estafador? Para Sacheri ésa fue la parte más difícil de la novela: cómo hacer que Fermín Perlassi, especie de líder que organiza a Fontana, Lorgio, Hernán y los demás engañados, diseñara paso a paso todas las facetas del plan:

“Lo que me dio más trabajo, como al propio Fermín Perlassi, fue armar el plan, si va a haber un robo vamos a hacer que sea una historia que tenga tensión y que el lector se asome a esa tensión que exige recursos narrativos determinados que no tienen que ver con

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Entrevista con Eduardo Sacheri

lo emotivo, sino con ese chac chac chac de relojería que tiene que tener un policial, que a mí me gusta que tenga cuando leo y que me gusta que tenga cuando lo escribo. Tuve que hacer una investigación sobre algunos problemas puntuales como tensiones eléctricas, cargas de dinamita y alarmas”.

Como toda la acción ocurre en O’Connor, el ritmo de la novela es distinto a si hubiera sucedido en una gran ciudad. Sacheri habla de su ritmo creativo:

“Ahí hay una decisión que tiene que ver con mis propias limitaciones. Soy lento. Mi ritmo para pensar las cosas y hacerlas son más pueblerinas que urbanas. Yo vivo en un suburbio de Buenas Aires, que si bien está más cerca de la gran ciudad de lo que está O’Connor, tiene un ritmo y una escala apaciguada en relación con la gran ciudad. Las historias se me suelen ocurrir en esos marcos suburbanos o rurales; la gran ciudad tiene un frenesí que a mí me excede, me supera, y me parece que para estos personajes sorprendidos por la estafa y por el derrumbe, que se tomen el tiempo para pensar qué van a hacer y que lo vayan alumbrando, me parece inevitable que sea así porque van a hacer algo muy demandante, algo que está muy por fuera de sus vidas. Para pasar de la sorpresa, de la perplejidad al acto, tiene que mediar tiempo, páginas y lentitud”.

A pesar de que Manzi se ha quedado con mucho dinero, librando el “corralito”, su conciencia nunca está tranquila, pues sabe que alguien podría robarle. Como dice el dicho, “el crimen no paga”. Dice Eduardo Sacheri sobre el villano de la historia:

“Una imagen que tenía muy presente cuando estaba escribiendo los capítulos que tienen que ver con Manzi era un cuento infantil, creo que medieval. Se trata de un artesano que ha ganado algún dinero y lo entierra en el jardín. Luego se pasa las noches asomado a la ventana sin poder dormir y su mujer le dice que descanse, pero no puede porque desde que enterró el tesoro no deja de pensar en que alguien se lo robe. Tengo la imagen del tipo con una vela acodado en su ventana, mirando hacia el jardín, y me gustó jugar con la idea de nuestras prisiones y cómo podemos estar presos de lo que nos sale mal pero también presos de lo que nos sale bien, como el caso de Manzi que, por otro lado, no siente ninguna culpa por lo que hizo. Siento que es un personaje que pierde mucho, en distintos momentos de la trama perderá, pero cuando

parece que tuvo éxito y le va muy bien el tipo no tiene paz. Me gusta jugar a deconstruir la imagen del éxito o del bienestar”.

En la novela El secreto de sus ojos, también de Sacheri, que fue llevada al cine con mucha fortuna —ganó el Óscar a la Mejor película extranjera en 2009— la idea de la justicia por propia mano define toda la historia. Algo parecido ocurre en La noche de la Usina aunque con algunos matices morales:

“Saco la palabra justicia y pongo la palabra ‘reparación’. Siento que casi siempre que contamos una historia sobrevuela, sobre todo si es una historia clásicamente contada, la idea de la reparación. A Cenicienta su madrastra y sus hermanastras la tratan mal; ya está instalada la idea de reparación. ¿Podrá Cenicienta librarse de eso y tener una vida mejor? En el arte, en general, está la cuestión de la reparación. Mientras leemos, mientras escuchamos una melodía, miramos una película, el goce estético tiene que ver con una reparación fugaz, momentánea, luego la vida sigue siendo la vida, pero en ese momento hay como una alineación, un armonía… ¿qué es la armonía sino una momentánea reparación? En ese sentido, tanto en El secreto de sus ojos como en ésta, hay una cuestión de reparación, El secreto... sí es más vengativa y en La noche de la Usina no me atrevo a hablar de venganza porque hay una cierta mesura en el plan y en su ejecución, más allá de la torpeza con que se hace todo, hay una autocontención, cosa que en El secreto… no porque en la venganza el dolor es esencial, casi como transferirlo; la idea central de la venganza es ‘tú me hiciste doler con esta profundidad, ahora vos vas a sufrir dolor’. En este caso la reparación tiene que ver con ‘nos quitaron, que nos devuelvan’ y en eso hay una moralidad no exquisita, pero una moralidad de contención”. +

Por Jorge Vázquez Ángeles

LA NOCHE DE LA USINAEduardo SacheriALFAGUARA

La noche de la Usina, título de la novela premiada, trata sobre una estafa y la forma como los engañados se hacen justicia por propia mano. Así como se dice que el culpable suele regresar a la escena del crimen, Sacheri regresó, sin habérselo propuesto, a O’Connor, pueblo ficticio en la pampa argentina, que ya había sido escenario de la novela Aráoz y la verdad.

Aquiles: Muy buenas tardes.Tortuga: Gracias por asistir a esta conferencia titulada…Aquiles: “¿Es posible la caballerosidad en el debate o es-tamos condenados a la vulgaridad y la mamarrachada?”Tortuga: Mamarracho: Persona informal e indigna de aprecio.Aquiles: Es un placer tenerlos aquí. Pretenderemos demostrar que siempre hay una salida elegante en cualquier discusión, aún si se pierden los estribos como haría cualquier pollopera.Tortuga: Pollopera: Niñato, mozo de pocos años, remilgado.Aquiles: Desde luego, todo esto surgió a raíz del célebre debate entre dos sabios de renombre y donde el asunto terminó a los golpes porque uno insinuó que la madre del otro era una barragana.Tortuga: Barragana: Mujer que vive amancebada.Aquilies: Y el otro respondió, simplemente: tu abuela en cuatro patas.Tortuga: Eso.Aquiles: El nivel del debate bajó a niveles tan lamen-tables y tan de pena ajena que traemos para ustedes esta nobilísima salida digna del mismísimo lord Gran-tham. Con todo respeto y esperando no parecer fodolís…Tortuga: Fodolí: Entrometido y hablador.Aquiles: Sugerimos, sin más, tener en su celular, en su tablet, en su mesita de noche, un ejemplar siempre a la mano del... Inventario General de Insultos de Don Pancracio Celdrán. Muéstrelo por favor a la concu-rrencia. Gracias. ¿Se ha quedado sin palabras y arde en deseos de romperle la cara a su rival argumentati-vo? No pierda la compostura. No sea un tontilindango o un sansirolé cualquiera.

Tortuga: Tontilindango: Tontilucio, tontucio, simplón. Sansirolé: lo mismo.Aquiles: No se comporte como un rechiquirrititillo intelectual.Tortuga: Rechiquirrititillo: Proto-enano. Decano de las menudencias liliputienses.Aquiles: Todos recordamos cuando estos dos sabios se mostraron repipis.Tortuga: Repipi: Afectado en sus modales y pedante en el hablar.Aquiles: Posando como fachendones, pisaverdes y miramelindos.Tortuga: Fachendón: vanidoso. Pisaverde: igual. Mira-melindo: lo mismo pero amanerado, de pilón.Aquiles: Para terminar discutiendo como unos perfec-tos bultuntunes.Tortuga: Bultuntún: Persona irreflexiva que habla sin ton ni son, a bulto.Aquiles: Y exponiéndose ante todos como lo que en realidad eran: dos dompereciendos.Tortuga: Dompereciendo: pobre diablo, que ostenta riquezas siendo un pobretón.Aquiles: ¡No pase usted por penseque a la hora de insultar y haga como nosotros!Tortuga: Penseque: irresponsable, improvisador exce-sivamente confiado.Aquiles: Aquí el amigo y yo llevamos años insultán-donos como dos perfectos caballeros gracias a que llevamos siempre con nosotros el Inventario ¿O no es así, mi ribaldo amigo?Tortuga: Ribaldo: apicarado, de vida licenciosa. Si usted lo dice, mi querido y peliculero amigo.Aquiles: Peliculero: sujeto fantasioso y que inventa

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historias. ¡Vamos! ¡Si lo encontré chateando con mi novia! Por eso lo llamé llamé ganforro y felón, con toda cortesía para que no pasara a mayores.Tortuga: Felón: traidor alevoso. Ganforro: que hace pequeñas raterías. Claro que me acuerdo. Y yo le contesté que era cosa suya si quería hacerse el pánfilo porque era una conversación totalmente inofensiva.Aquiles: Pánfilo: buenazo y un tanto tontorrón. ¡Pero lo oí murmurar papanatas y papirote después, puesto que estaban en la misma página! Tortuga: Papanatas: cándido y crédulo en exceso. Pa-pirote: bobalicón. Papatoste: lo mismo pero con más ganas. Lo acabo de añadir por pura cortesía, besugo.Aquiles: Besugo: Imbécil. ¿Y cree que esto se va a que-dar así, chateoatusespaldas, malamigo y malmirado?Tortuga: Haga lo que quiera, boquerón, borrico, botarate.Aquiles: En la M también hay bastante inventario, no me amedrenta. Mangorrero, mazacote, mangante.Tortuga: Bordión, brozno, bruto, bujarrón.Aquiles: Merluzo, metomentodo, matasiete, mar-mitón, marrajo, mamerto, mariposa, mamahuevos y remamahuevos.Tortuga: Su abuela en cuatro patas.Aquiles: Me parece, si no tiene inconveniente, que ahora bien podríamos pasar a rompernos la progeni-tora mutuamente.Tortuga: Cuán gentil de su parte.Aquiles: Queridos amigos, se da por terminada la conferencia. Pero no se preocupen, pueden quedarse a mirar cómo barro el piso con este follón.Tortuga: Eso lo veremos. ¡Mochales! +

Sea Turtle, ilustración de Jewel Renee.

THE FINE ART OF FASHION ILLUSTRATIONJulian Robinson/ Gracie CalveyFRANCES LINCOLN LIMITEDCon la invención de la imprenta la moda salió de los talleres de costura

y comenzó a aparecer en las primeras publicaciones y folletos que pavimentarían el camino de la publicidad. Este libro reúne más de

trescientas ilustraciones —del Renacimiento al Art Déco— que muestran la evolución de la ropa, y de los prime-

ros pasos del diseño gráfico, junto con la publi-cidad, en las épocas en que todo se

hacía a mano.

STANLEY KUBRICK10 DISC COLLECTOR’S EDITIONDVDThe Shining, Eyes Wide Shut, Full Metal Jacket, A Space Odyssey y A Clockwork Orange son películas que aparecen en los listados de

las mejores películas de todos los tiempos. Su común denomi-nador: haber sido filmadas por Stanley Kubrick, uno de los

últimos grandes genios del séptimo arte. Esta caja reúne las películas enumeradas al principio, creadas bajo

la férrea y a veces desesperante óptica del director fallecido a los setenta

años, en 1999.

LAS MIL Y UNA NOCHESATALANTAInfinito laberinto de narraciones, como se lee en la contra-portada del primer tomo de Las mil y una noches, estas his-

torias contadas por Sahrazad —y que le salvaron la vida— son un clásico de la literatura oriental que durante

muchos años ha cautivado a Occidente. Fábulas, leyendas, lecciones, reunidas en “un libro

portentoso, un pasatiempo divertido, una mera transcripción de re-

latos orales”.

SARAH VAUGHANLP“La Divina”, como le decían a una de las voces más influ-

yentes del jazz, nació en Newark, Nueva Jersey, el 17 de marzo de 1924. Las nueve canciones que incluye este

disco llamado, sencillamente, Sarah Vaughan, dan muestra de su talento y de la tesitura

de su voz. Por si fuera poco, Clifford Brown la acompaña tocando

su trompeta.

SINATRA LONDONCD/DVDEl caballero de los ojos azules también conquistó el corazón del público in-glés. Este box set incluye el álbum original Sinatra Sings Great Songs From Great Britain, y una serie de grabaciones inéditas, cincuenta en total; el

programa de radio “Light Programme” (1962) y la sesión “The Show Band Show” (1953), ambas realizadas en la BBC, y un concierto

en el Royal Albert Hall (1984). Incluye, también, un DVD con actuaciones nunca antes vistas, un libro de sesen-

ta páginas y la reproducción de dos carteles del concierto de Londres. “La voz”

aún resuena.

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PARA VER Y OÍR VIDEO MÚSICA

NO SIN ELLAPeter Sollett

CINE, VIDEO Y T.V.

Nueva Inglaterra, 1630: William, Katherine y sus cinco hijos llevan una devota vida cristiana, viviendo al borde de la salvaje naturaleza. Cuando su hijo recién nacido desaparece misteriosa-mente y sus cosechas no rinden frutos, la familia comienza a enfrentarse uno contra otro.

LA BRUJA Robert Eggers

UNIVERSAL PICTURES

Roger Waters fusiona lo épico y lo personal en Roger Waters The Wall. El filme podría clasificarse como una pe-lícula conceptual: show vanguardista que deslumbra los sentidos, combinado con un viaje personal que habla de la pérdida que Roger ha sentido durante toda su vida debido a la guerra.

ROGER WATERS THE WALL Sean Evans / Roger Waters

UNIVERSAL PICTURES

En un pequeño pueblo al norte de Tur-quía, cinco hermanas huérfanas pasan el verano en un jardín paradisiaco sobre las olas del Mar Negro. Sin embargo, la condición de la mujer en el país no tar-dará en provocar rumores de inmorali-dad y escándalo de las jóvenes.

BELLEZA SALVAJE Deniz Gamze Ergüven

CINE, VIDEO Y T.V.

En la víspera de Navidad, la prostituta transgénero Sin-Dee Rella, que acaba de cumplir una sentencia en prisión, se encuentra con su amiga Alexan-dra, que le informa de que su novio Chester ha estado engañándola.

TANGERINE: CHICAS FABULOSAS Sean Baker

CINE, VIDEO Y T.V.

Basada en la historia real de Laurel Hester y Stacie Andrée. A Laurel, una condeco-rada policía de Nueva Jersey, le diagnos-tican un cáncer terminal y quiere dejar su pensión a su pareja, Stacie. Sin embargo, los funcionarios del condado, que no ven con buenos ojos la pareja homosexual, conspiran para evitarlo.

JUAN GABRIELVestido de etiqueta

UNIVERSAL MUSIC

Se puede considerar oficialmente la última grabación del “Divo de Juárez”, donde da un repaso a sus temas más clá-sicos, acompañado de una orquesta; un disco más de uno de los ídolos populares de mayor éxito y admiración en México.

FREDDIE MERCURYMessenger of the Gods

UNIVERSAL MUSIC

El mejor vocalista en la historia del rock según críticos y aficionados; ca-rismático, portentoso y con un poder de convocatoria y magnetismo úni-cos. Su impecable voz queda plasma-dos en esta magnífica recopilación.

MEXICANTOPara trova la vida

SONY MUSIC

Una de las agrupaciones con más historia dentro de la nueva trova y el canto nuevo sigue más vigente que nunca. Para demostrarlo editan este disco con temas clásicos de su reper-torio acompañados de grandes amigos y colaboradores.

FERNANDO DELGADILLOSesiones acústicas

SONY MUSIC

Segundo volumen de esta recopilación de clásicos del bossa nova en versio-nes renovadas y frescas que son una muy buena introducción para quienes desean entrar en el ya clásico género musical brasileño.

VARIOSThe many faces of Pink Floyd

MUSIC BORKERS / SONY MUSIC

De las grandes influencias que tuvo Pink Floyd y su respectivo legado es de lo que se compone este disco equi-librado para entender el origen del grupo y su posterior historia creando discos soberbios y que son parte fun-damental del rock.

Nunca vas a brillar en sociedad, me dijo una de mis tías en una cena elegante, todo porque me negué rotundamente a tocar el piano para sus invitados. De nada sirvió que le dijera que a) hacía años que había olvidado lo poco que aprendí en mis clases de piano y b) la idea de entretener a sus invita-dos me atraía tanto como una visita al dentista. Vamos, yo tenía dieciséis años: la sola idea de ir a una cena en casa de mi tía con sus invitados co-petones me daba horror. Sobre todo porque todo mundo en esas reuniones me agarraba de pretex-to para romper el hielo y unir fuerzas: ¿por qué te vistes de negro?; no te muerdas las uñas; ese bilé es demasiado rojo para alguien tan joven; etcétera. Sus reglas me parecían tan absurdas y elaboradas como las de alguna sociedad futurista de las que menciona Jack Vance en sus aventuras espaciales. Por ejemplo, en el cuento “La mariposa lunar”, en el que un policía busca a un criminal en un mundo donde todos usan máscaras. El diseño de las másca-ras tiene que ver con el rango de quienes las usan y lo que cada persona tiene permitido depende de ese rango. ¡Ah!, y además es de mal gusto que la gente hable: tienen que cantar acompañándose de instrumentos complicadísimos. Claro, el pobre fu-lano, recién llegado y sacadísimo de onda, nomás no da una. Como yo en casa de mi tía. Por cierto, al parecer ahorita no hay una buena edición de los cuentos de Vance en español, y es una pena; pero hay varias antologías en inglés en epub, por si andan con ánimo aventurero. De ser así, el cuen-to que les digo está en The Moon Moth and Other Stories (Gateway Essentials).

Lo que nunca se me ocurrió contestarle a mi tía fue que el brillo depende de en qué sociedad se mueva uno. Seguro que ella tampoco habría brilla-do para nada en el mundo de Jonathan Strange y el Señor Norrell (Salamandra), una novela que com-bina las estrictas reglas de la Inglaterra de princi-pios del siglo xix con las de un mundo lleno de ma-gia. Y ya que hablamos de esta novela, déjenme les cuento que en ella están tan detalladas las reglas de ese mundo que uno pensaría que es realismo puro (nomás que con magos). Si a eso le agrega-mos que se trata de una historia llena de aventuras

R A Q U E L C A S T R O

(por ejemplo, los magos protagonistas ayudan en la guerra contra Napoleón) y muy bien escrita, con personajes tan bien armados que uno hasta piensa que se los podría encontrar en la calle… pues nada, que es toda una experiencia. Infinita-mente mejor que ir a cenar con la tía y sus amigos, claro. Porque no era sólo que yo no entendiera sus reglas y que a ellos no les gustaran las mías: era que ni siquiera había un interés pequeñito en bus-car un punto intermedio. Habría estado muy bien, en esos ayeres, llegarles un día con el libro Gastón, de Kelly DiPucchio (Leetra). Este álbum ilustrado cuenta la historia de un perrito que, por más que se esfuerza, no logra comportarse como los otros hijos de la señora French. Pero un día, en el par-que, conoce a Antoinette, una perrita que tiene alma de bulldog pero cuerpo de poodle… Juntos, le dan un par de lecciones de urbanidad y toleran-cia a sus respectivas familias. Sí, es un libro “para niños”, pero está padrísimo y las ilustraciones son adorables, así que lo puedes disfrutar sin importar si tienes diecisiete o cuarenta o setecientos años (que es la edad que yo le calculaba a los amigos de mi tía, acá entre nos).

En todo caso, no se me ocurrió nada de eso cuan-do mi tía me regañaba; y ahora creo que estuvo bien quedarme calladita porque, para ella, las úni-cas reglas importantes eran las que venían dadas en el Manual de Carreño. ¿Alguna vez has escu-chado hablar de él? De morra, yo pensaba que era algo mítico, como el año de la canica, los cal-zonzotes de Chucha o los hijos de María Morales; pero resulta que es un libro que de verdad existe y de verdad servía como guía para la gente que quería tener buenos modales. Su verdadero título es Manual de urbanidad y buenas maneras y su autor fue el venezolano Manuel Antonio Carreño. En México, su primera edición apareció en 1875 (para que se hagan una idea, eso es ¡ciento un años antes de que yo naciera!) y obviamente su lectura hoy en día es como un viaje en el tiempo. Si les da curiosidad, busquen la edición (reciente) de Nueva Imagen, que además trae notas explica-tivas. Puede ser una lectura muy divertida y a lo mejor hasta le aprendemos algún tip que todavía nos sirva para no fracasar tan miserablemente en una cena con las tías. +

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En una lucha de cabellera contra cabellera, aunque no sea lucha libre, Gore Vidal contra Norman Mailer. La lar-ga disputa entre estos dos escritores —ambos querían ser considerados la mayor estrella literaria de Estados Unidos— llegó a su punto culminante durante una ele-gante cena celebrada en Nueva York: Mailer retó a Vidal a una pelea y le lanzó una copa a la cara al ver que éste hacía caso omiso a su provocación. Impertérrito, Vidal dijo: “Una vez más, Norman no ha encontrado las pala-bras adecuadas”. También se vieron las caras antes de aparecer en The Dick Cavett Show: se dieron bofetadas y cabezazos antes de protagonizar una memorable batalla verbal en directo. Mailer le recriminó “contaminar los ríos del pensamiento”; a lo que Vidal respondió: “Lo que me parece detestable es su afición por el asesinato”.

Para cerrar la función de hoy, el combate enfrenta a dos pesos pesados de las letras. Con un peso de cien años de

Hoy se enfrentarán en el cuadrilátero de MasCultura dos parejas de escritores que discuten por un sinfín de razones, desde envidias y celos hasta malos entendidos; los intelectuales también son arrastrados por sus pasiones. Suena la campana.

soledad tenemos a Gabriel García Márquez contra la furia de Mario Vargas Llosa, asesorado por sus cachorros. Y… ¡se han empezado a golpear sin haber pisado el ring! Una noche de 1976 el peruano y el colombiano se enfrenta-ron en un cine mexicano. Vargas Llosa golpeó a García Márquez ante docenas de personas en un estreno. El derechazo le puso un ojo a la virulé e hizo cuchichear a los testigos sobre la posible causa de la embestida. ¿La política? No. Por lo visto, se trataba de una mujer. El autor de La casa verde pensaba que la mayor gloria literaria de Colombia había sido demasiado solícita con su esposa, a quien había consolado durante un difícil periodo de su matrimonio.

Con información de Vidas secretas de grandes escritores, editado por Oceano.

Tuve una compañera en la primaria que se llamaba Leidi. Ella era pobre y yo la envidiaba. También era lis-ta mas no bonita, y cuando se es niño los atributos de los demás son distintos a los que de grande uno logra apreciar. Leidi sobresalía, pues, entre la homogeneidad escolar del cuarto B —en las escuelas de la ciudad de México los grados comprenden varios grupos porque somos tantos, entonces cada uno se identifica con las letras del abecedario—, ella destacaba, no tanto por sus apariciones en el cuadro de honor, sino porque tenía un nombre que nadie jamás había escuchado antes. Ni siquiera recuerdo sus apellidos, y eso que, diario, al pa-sar lista los profesores era lo único que mentaban. Les asombraba encontrarse una Leidi entre puros Antonios, Susanas y Lupes, así que preferían omitirlo, no fueran a pronunciarlo mal.

Siempre fui a escuelas públicas y en ninguna conocí a alguien más con un nombre así. No fue sino hasta la preparatoria, cuando de veras aprendí inglés —tenía clase de idiomas desde la secundaria, pero la profesora nos enseñaba esoterismo en vez de inglés—, que pude relacionar el sonido del nombre de aquella compañera con el de una palabra en un idioma distinto al español. Leidi era una adaptación mexicana del inglés “Lady”, que significaba “dama”. Después hice reportes de lectu-ra sobre obras clásicas, en cuyas páginas descubrí que las damas además eran mujeres cultas, pertenecientes a la alta sociedad y tenían buenos modales. Algo más: existía una palabra para designar el masculino: “Gentle-man”. Nunca tuve un compañero en clase llamado así: Caballero, en inglés.

Luego estudié periodismo y aprendí una nueva con-notación para ambos términos. En la clase de Géneros Periodísticos revisamos por equipos la nota informati-va de un hombre rico que había agredido y golpeado a un empleado del valet parking, donde vivía, una zona exclusiva de la ciudad. Lo llamaban: “Gentleman de

Las Lomas”. Me extrañó. Ese hombre no tenía las cua-lidades de un Dorian Gray, quien hasta para matar era educado. Cuando el profesor me pidió mi participación lo único que pude compartir fue precisamente eso, mi desacuerdo a que se le llamara de tal modo, pero nadie hizo caso porque lo importante era aplicar la pirámide invertida —qué, cómo, cuándo, dónde y por qué— a la nota y se acabó. Eso ocurrió en 2011 y las notas de este tipo tapizan hoy en día los periódicos, pero yo sigo sin acostumbrarme. Las damas y los caballeros siempre se-rán para mí como estos:

Buscan placerCuando el joven Dorian —bello adolescente cautivado por la idea de la belleza perpetua— ofrece la posibi-lidad a lord Henry —aristócrata cínico y provocador convencido de que la belleza termina donde empieza la expresión intelectual— de haber matado a Basil —pintor apasionado por su arte—, el caballero contesta: “Le diría, querido, que adopta usted una actitud que no le sienta. Todo crimen es vulgar. No está en usted, Dorian, cometer un asesinato. El crimen pertenece ex-clusivamente a la clase baja”. Para los nobles de El re-trato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, el crimen es una práctica de pobres. Lo que para ellos, los ricos, es el arte: un método para procurarse sensaciones extraordinarias.

Son discretosEl baronet Clifford Chatterley demostró en El amante de Lady Chatterley que las damas y los caballeros guar-dan silencio ante las malas noticias. Inválido de guerra, sobrelleva en calma su paraplejia al lado su esposa, Constance, pero sobre todo con los cuidados de la se-ñora Bolton, quien al paso de los años ha descubierto que “Clifford era igual que todos los demás […] un niño de extraño temperamento, excelentes modales, con poder en sus manos y con todo género de extraños co-nocimientos”. Si no basta, recuérdese su reacción cuan-do recibe la carta que cambiará su vida para siempre:

“—¡Sir Clifford! ¿Qué le pasa? No contestó. […] —¿Le duele algo? Haga un esfuerzo y dígame qué le due-le. ¡Hable!”.

Son reservados “En mi más temprana edad, alguna vez mi padre me dio un consejo que desde entonces hago dar vueltas en mi mente. —‘Cuando sientas deseos de criticar a al-guien —me dijo—, recuerda tan sólo que no todos en el mundo tuvieron las ventajas que has tenido tú’”, así comienza el narrador de El gran Gatsby, de Fitzgerald, quien además de haber escrito, en mi opinión, uno de los mejores inicios de novela en la literatura occidental crea un narrador encantador y misterioso por partes iguales. Nick Carraway se presenta a sí mismo como un personaje sencillo, simpático y sin pretensiones, al que todos le confían sus secretos, incluso el propio Jay Gatsby, protagonista de la historia. Él sólo se reserva su opinión.

Se aburrenEl gesto femenino de colocar los guantes sobre las co-pas de vino para indicar que no se tiene la intención de beber durante un festín lo aprendí de Madame Bovary, una novela sobre el tedio y sus consecuencias. Emma, dotada de inquietudes intelectuales efervescentes se casa con Charles, el médico del pueblo, de quien pronto se desenamora porque sus expectativas emocionales son distintas a las de él. Pronto la mujer busca saciar la insatisfacción con remedios provenientes del exterior, pero la realidad a la que se enfrenta la desilusiona de igual modo. Lo tenía todo, pero estaba aburrida.

Leidi no era rica pero sí educada. Tampoco he sabido nada más de ella, pero estoy segura de que en estos tiempos de la nueva “nobleza mexicana” ostenta su nombre con razón y suficiencia, no como otros. +

Por Diana Gutiérrez

EL AMANTE DE LADY CHATTERLEYD. H. Lawrence

SEXTO PISO

EL RETRATO DE DORIAN GRAYOscar WildeDEBOLSILLO

EL GRAN GATSBYF. Scott Fitzgerald

DEBOLSILLO

MADAME BOVARYGustave Flaubert

PENGUIN CLÁSICOS

La moda es un invento de la burguesía, es la encarna-ción de sus símbolos y signos, una mediación de ideas, generadora del desarrollo de un lenguaje visual. La moda refleja ideas, miedos, deseos; es una narrativa

tangible. Somos imagen. Es una expresión de nosotros y de nuestras creencias. La estética de la moda ha sido en múltiples ocasiones tomada por la clase burguesa para difundir sus propios valores y prejuicios. Esos valores se tornaron en ganancias capitalistas, sin importar lastimar y maltratar a animales, personas y al medio ambiente.

Las diseñadoras de principios del siglo xx, como Madeleine Vionnet, eran damas de sociedad que sabían las reglas del juego; éstas, poco a poco, lograron acampar en el territo-rio fértil del cambio de la imagen de la mujer, como ganar batallas al liberarse del corset por parte de Coco Chanel y llevar esto a las masas. Una burguesa vestía a otra bur-guesa, y para el resto sólo quedaba el look de dama de sociedad. En los gloriosos años veinte, la moda se mascu-linizó, y con ideas que Simone de Beauvoir después puso en el aire, en Francia se gestó un ambiente creativo para definir la feminidad de manera libre. El papel de la mujer en la moda provocó una afirmación de su individualidad y un embellecimiento personal que, a ojos de algunas fe-ministas, la apartó al mismo tiempo de lo que realmente se define como femenino. Si la mujer es un producto cul-tural que se ha construido socialmente, la misma moda que la quiere liberar la atrapa definiéndola. La moda de la mujer por la mujer debiera contrarrestar todos los ar-quetipos de belleza impuestos previamente. Pero si la in-dustria vende estereotipos a seguir, tan sólo se diseñan patrones con los cuales vestir a todas.

Lo que desde el siglo xiv apareció como un instrumento de distinción social, sobre todo aristocrático, resultó en segregación social física e ideológica. La moda consoli-dó su poder de persuasión y comenzó a crear un negocio poco ético, mediando ideas, imágenes y realidades, im-plantando deseos y difundiendo modelos de vida a se-guir. Cada prenda junto con su publicidad constatan una narrativa que traza los comportamientos sociales en el mundo. Hace más de cuarenta años, toda dama y caballe-ro debían portar (hasta los hermosos liberadores años se-senta) cierta ropa, con detalles específicos, de lo contrario se consideraba una falta de respeto y una anarquía total.

La ropa y el cambio social reflejado en la moda es una ma-nera de expresar nuestra unión a un grupo específico de ideas, y como buen fenómeno de masas, resulta perfecto, pues nadie lo cuestiona, sólo se consume, y provocar al-gún cambio en ésta sería más complejo. Gilles Lipovetsky en su libro El imperio de lo efímero (Anagrama) analiza el fenómeno de una manera que nadie había hecho en los años ochenta, cuando fue publicado este libro.

“Entre la intelectualidad el tema de la moda no se lleva. Es un fenómeno destacable que mientras la moda no cesa de acelerar su normativa escurridiza, de invadir nuevas esferas, de atraer a su órbita a todas las capas sociales, a todos los grupos de edad, deja indiferentes a aquellos cuya vocación es explicar los resortes y funcionamiento de las sociedades modernas. La moda es celebrada en el museo y relegada al trastero de las preocupaciones in-telectuales reales: está en todas partes, en la calle, en la industria y en los media, pero no ocupa ningún lugar en la interrogación teórica de las mentes pensantes. Esfera ontológica y socialmente inferior, no merece la investiga-ción científica; cuestión superficial, desanima la aproxi-mación conceptual.

La moda provoca el reflejo crítico antes que el estudio objetivo, se la evoca para fustigarla, marcar distancias, deplorar la estupidez de los hombres y lo viciado de sus asuntos: la moda son siempre los demás. Estamos sobre-informados por crónicas periodísticas y subdesarrollados en materia de inteligencia histórica y social del fenóme-no. A la plétora de revistas responde el silencio de la in-telligentsia; la comunidad erudita se caracteriza menos por “el olvido del Ser” que por el olvido de la moda como

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FASHION & SUSTAINABILITY: DESIGN FOR CHANGEKate FletcherLAURENCE KINGLibro de importaciónTe recomendamos ver el documental The True Cost, lo encuentras en Netflix.

locura del artificio y nueva arquitectura de las democra-cia la pobreza y la monotonía del concepto.”

Hay mucho que decir de la moda, pero analizar las his-torias que decimos, en dónde ponemos nuestro dinero y qué usamos, bien vale el esfuerzo, ya que invariable-mente, donde está el dinero está el poder y como con-sumidores escribimos el futuro de una industria que sin control se ha apoderado del imaginario colectivo, dictan-do qué es bello, y los deseos de cientos de sociedades a nivel mundial.

Las redes sociales han acelerado el consumo de informa-ción, de juicios, y gracias a internet, de productos que dictan el papel de hombres y mujeres, del medio ambien-te y de la bolsa de valores. Recuerdo a un gran profesor en la secundaria que paraba de sus lugares a todos los que portaran una marca en su ropa y nos preguntaba: “¿Oye, te pagaron por publicitar sus marcas? ¿Te pagó Armani, Benetton, Nike, Gap? Si no es así qué tontos ustedes que trabajan como espectacular ambulante de ma-nera gratuita”.

Moda contra los derechos de la mujerActualmente la moda se ha autode-nominado democrática al bajar sus costos, pero en realidad sólo es moda rápida, de baja calidad y barata que atenta contra los derechos humanos, en su mayoría de mujeres, y los derechos am-bientales a nivel global. La cadena de produc-ción de ésta termina afectando a millones de personas, partiendo desde los que siembran algodón, sobre todo en India donde al verse atados a una cárcel donde ganan menos de un dólar al día por trabajos arduos se suicidan; hasta quien la fabrica en países de tercer mundo, aleja-dos de los escaparates llamativos y publicidad de alto im-pacto con rostros familiares de la gran manzana y otras ciudades fashion. La moda es un lienzo político, y debié-ramos exigir ropa que nos haga sentir bien y no culpables.

La industria textil es la segunda más contaminante del planeta, sólo detrás de la petrolera. Toda prenda tiene una historia de abuso, ¿qué quieres contarte a ti y al mun-do? Cada vez más diseñadores se adhieren al movimiento verde y elaboran prendas sostenibles, pero necesita-mos apoyar una industria prácticamente inexistente en México.

Green is the new blackExiste poco apoyo en nuestro país para lograr una escena de la moda, y mucho menos ropa sustentable; aunque de manera muy local, hay presencia de diseñadores ecoló-gicos y presentan su trabajo en ferias, bazares y algunas tiendas en todo México. En cada prenda existe un grito silenciado por una industria poco ética, y 2013 fue un año clave para su difusión a partir de un accidente en una fá-brica de ropa en Bangladesh. La fábrica explotó debido a las condiciones precarias del edificio, cobrando la vida de más de mil trabajadores. En este contexto surgió una iniciativa que tiene sedes en Reino Unido, Estados Unidos y Australia, y cerca de veinticinco países en proceso de unirse, entre ellos México: Fashion Revolution Day pro-mueve la concientización sobre las personas que manu-facturan la ropa producida en masa. En la medida en que creamos inaceptable formar parte de una cadena abusi-va, exigiremos calidad en lugar de cantidad, y como dice Roland Barthes en El sistema de la moda (Paidós) existen dos modas, la “real”, que se manifiesta física y socialmen-te en lo que vestimos, con un código sociocultural, y la del “sistema retórico”, adyacente a un imaginario repre-sentado mediante los medios masivos. La moda siempre ha sido un discurso, y en la medida en que ambos sean congruentes y responsables socialmente, lograremos respetar el entorno para beneficio colectivo. Todo lo que sea “rápido” como comida y ropa, no puede ser benéfico para nadie.

Vivienne Westwood. El punk llevado a la alta costuraLa madre de la moda punk desde 1970 es una de las más destacadas protectoras del medio ambiente. Ha funda-do proyectos, reunido millones de dólares para donar a la causa y diseñado colecciones enteras con materiales sostenibles. Se alió con Richard Branson para lograr crear materiales realmente ecológicos. Su recomendación es: leer libros en lugar de revistas de moda, crear tu propio estilo, comprar cada vez menos, escoger calidad y mate-riales ecológicos. ¡Eso es lo más punk!

Brave Gentleman. Caballerosidad sustentableSu frase es “éticamente guapos”; la casa establecida en Nueva York trabaja con una colección de ropa para hom-bre confeccionada con las telas lujosas y sostenibles, cu-yos textiles orgánicos y libres de fibras animales proce-den de países como Francia, Japón e Italia.

Green Carpet ChallengeEste proyecto nació en 2009; se ha dado a

la tarea de reclutar diseñadores de la talla de Giorgio Armani y Valentino para ves-tir celebridades con prendas amigables con el medio ambiente. En la Copen-hagen Fashion Summit, Mary, Prin-cesa Real de Dinamarca, sentenció frente a un abarrotado auditorio que

“tenemos la responsabilidad de re-plantearnos la industria de la moda– de

un lado en cuanto a los aspectos socia-les, del otro en cuanto al medio ambiente

y otros en lo económico, pero todos debemos hacerlo en conjunto”.

Por otro lado, Livia Firth, fundadora y Directora Creativa de Eco-Age Ltd, dijo directamente en la plática llamada, Cutting Through the Noise: “Ciertamente la moda es un caso especial”, considerando el casi nulo cambio que ha tenido la producción de vestimenta de bajo precio en los países sumidos en mayor pobreza, desde el trágico even-to en la Plaza Rana, en Bangladesh.

Manolo Blahnik. Tu comida hecha zapatosRecordamos al diseñador español desde que se le veneró en Sex and The City, y ahora creó una línea de ecozapa-tos, elaborados con piel de tilapia reciclada, rafia, corcho y otros materiales no contaminantes. Los precios ascien-den a las seiscientas libras.

Patagonia: la guerra contra el consumismoEsta marca compró una página completa en el New York Times en pleno Black Friday para instar a los consumido-res a no comprar la chamarra que venía en el anuncio. Explica qué usaron para fabricarla: ciento treinta y cinco litros de agua, suficiente para abastecer de tres vasos de agua diarios para cuarenta y cinco personas, el material reciclado de poliéster hasta la bodega de ellos en Reno, generó veinte kilos de dióxido de carbono, veinticuatro veces el peso del producto final. “Pero la verdad de todas las cosas que podríamos hacer y tú comprar, esta chama-rra viene con un precio mayor al de su etiqueta”. Mucha gente los criticó por ser hipócritas, ya que al igual que cualquier compañía global, desean crecer y ganar dinero a toda costa, así tengan que contaminar.

Stella McCartney: vegana y fabulosaStella, fiel a sus ideales veganos, se esmera por no dise-ñar prendas que carguen un historial de violencia animal. Ella define su moda como “responsable”. Cuenta con lí-neas de jeans orgánicos y ropa deportiva ecológica. “Hago prendas sustentables que espero duren mucho tiempo, que no vayan a contaminar en tiraderos. Lograr hacer una moda sustentable es más interesante, ya que continuamente hay que hacernos preguntas y valorar lo que diseñamos, ¿valdrá la pena hacer tal o cual vestido, y qué costo real tendrá en el impacto ambiental?”. +

Por Yara Sánchez de la Barquera Vidal

La industria

textil es la segun-da más contami-

nante del planeta, sólo detrás de la

petrolera.

OVERDRESSED: THE SHOCKINGLY HIGH COST OF CHEAP FASHIONElizabeth L. ClinePORTFOLIOLibro de importación

Los moguls punks salvando al mundo, Vivienne Westwood y Richard Branson.

B E R N A R D O F E R N Á N D E Z

Uno de los más importantes narradores ingleses del siglo xix es Charles Dickens. Titán literario al que las adapta-ciones audiovisuales le han hecho el flaco favor de ubicar-lo ante la percepción del gran público como un autor ju-venil. Imagino que ello irritaría al propio Dickens, famoso por su temperamento explosivo y humor vitriólico.

(Paréntesis nerd: aquél al que en México conocemos como el Tío Rico McPato se llama en inglés Uncle Scroo-ge; el entrañable plumífero fue creado por Carl Barks para las historietas de Disney en 1947. Desde luego fue bautizado en honor a Ebenezer Scrooge, el protagonista de Cuento de Navidad, de Dickens. Yo podría escribir un artículo entero sobre el universo narrativo de Carl Barks en Patolandia pero me estaría saliendo de tema groseramente).

Haciendo a un lado las incontables adaptaciones cinema-tográficas y teatrales de su obra —que incluyen varias ejecuciones en musical de Oliver Twist, por ejemplo— y concentrándonos estrictamente en el Dickens literario, su aportación narrativa, envuelta en un prosa contenida que algunos han acusado de seca, es también en su con-junto un completísimo retrato social del Londres victoria-no de la Revolución Industrial.

Sus novelas, de fuerte carga autobiográfica, suelen ser protagonizadas por obreros y trabajadores de la más mo-desta extracción proletaria. La fuente de ellas fueron las propias experiencias del autor, quien muy joven conoció la pobreza en carne propia.

Aún niño, Dickens tuvo que trabajar en una fábrica tras el encarcelamiento de su padre por deudas. Jornadas ex-tenuantes de diez o doce horas marcaron para siempre al futuro escritor, como queda asentado en Oliver Twist o David Copperfield. Quiso la caprichosa fortuna que el joven Charles, quien empezara como un modesto taquí-grafo, se convirtiera en periodista y lentamente mutara en novelista, oficio que habría de atraerle el favor del público. Una niñez y juventud marcadas por la pobreza serían sucedidas por una edad adulta exitosa, llena de fama y dinero gracias a las ventas de sus libros. Pasados algu-nos años, Dickens habría de convertirse en un auténtico best seller victoriano. Coronado con una popularidad se-mejante a la de Víctor Hugo, comparable hoy con la de Stephen King, por ejemplo, el niño que pegaba etiquetas en los tarros de betún de aquella fábrica cochambrosa se convirtió en una celebridad. El peladito devino caballero.

Contemporáneo de Dickens, William Makepeace Thackeray vivió una vida asimétrica a la de Charles: de origen burgués, nació en Calcuta donde su padre era gerente de la Compa-ñía de Indias, se educó en el Trinity College y gozó toda su vida de una desahogada posición económica, producto de una cuantiosa herencia recibida cuando aún era muy joven.

Al igual que Dickens, Thackeray se hizo periodista (ad-quirió el periódico The National Standard con parte de

su herencia); sin embargo, no habría de alcanzar la fama literaria sino hasta una década después que su acérrimo rival, con La feria de las vanidades.

En una tensa relación, que de alguna manera me hace pensar un poco en el filme noruego Reprise (Trier, 2006) —pero esto es un exceso mío—, ambos autores cultiva-ron una amistad que no les impedía opinar sin tapujos so-bre la obra del otro. Ambos fueron miembros del exclusi-vo Club Garrick, fundado en 1831 y que sigue operando al día de hoy.

Los imagino cruzándose en los pasillos del club, coinci-diendo en la biblioteca, fumando puros en los mullidos sillones del salón fumador con sendas copas de brandy y jerez en las manos. Caballeros ingleses, siempre guardan-do las formas. Una serie de habladurías y malentendidos que incluyeron el escándalo que rodeó la separación de Dickens de su esposa en favor de una actriz, y la publica-ción de un libelo anónimo (escrito por el periodista Ed-ward Yates) en contra de Thackeray habrían de enturbiar la relación de los literatos. El resentimiento habría de du-rar hasta poco antes de la muerte de Thackeray.

En el fondo, Thackeray siempre tuvo un velado desprecio hacia Dickens por su origen modesto y sus antecedentes proletarios. Al menos es lo que cuenta el chisme literario; hay quien va tan lejos como para señalar la oposición de Thackeray a la aceptación de Dickens en el Garrick. Cier-to o no, los hechos duros se perdieron entre el polvo des-de la era victoriana. (Esas cosas no pasan entre caballeros contemporáneos y menos en nuestro contexto.)

Lo cierto es que el desdén de William poco habría de mer-mar la gran popularidad de Charles. Con una bibliografía más abultada que la de Dickens, hoy apenas se le recuer-da entre los lectores comunes; su obra se ha convertido en objeto de estudio de académicos e historiadores.

En cambio, Dickens se sigue leyendo con tanta avidez como hace más de cien años. Sus obras se adaptan con-tinuamente a otros medios y son parte de las currícula básicas de estudiantes de todo el mundo, dentro y fuera del ámbito anglosajón.

¿Justicia poética para gentleman zapaterito?

El cómic del mes: La liga de los hombres extraordina-rios, de Alan Moore y Kevin O’Neill, obra fundacional del steampunk situada en la Inglaterra victoriana. Por favor, por favor, por favor, eviten la película. +

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ack.

TURNERLa obra de este pintor mexicano es definida como “irreverente” por-

que utiliza cuadros clásicos, como algunos de el Bosco, para interve-

nirlos mediante el uso de íconos de universos tan distintos como el

cómic o la caricatura animada. Lúdica a más no poder, su obra yuxta-

pone tiempos distintos.

Lynn Goldsmith

ABRAMS

Si la fotografía no hubiera existido, los héroes del rock no serían lo que

son. La fotógrafa Lynn Goldsmith (Detroit, Michigan, 1948) ha cap-

turado imágenes de estas figuras icónicas: damas como Patti Smith,

Madonna; y a caballeros de la talla de Sting, Frank Zappa, etcétera.

Daniel AbadieHAZANEl artista francés Jean Dubuffet (1901-1985) creó cerca de diez mil obras entre pinturas, dibujos, grabados, esculturas, maquetas ar-quitectónicas, teatro, literatura y música. Este libro revela su faceta arquitectónica, iniciada con la solicitud que hacia 1965 le hiciera el mi-nistro de cultura francés, André Malraux, para pintar dos grandes murales en la Universidad Nanterre, en París. A partir de ese momento, Dubuffet comenzó a experimentar con obras de formatos más amplios, en tercera dimen-sión, creadas con materiales como concreto, cerámica y resina plástica, más cercanos a la arquitectura por su impacto urbano.

Jim Heimann/ Alison A. Nieder

TASCHEN

Este libro comienza en 1900 y ter-

mina en 1999: un siglo de moda y su

vertiginosa evolución. Además de las

imágenes que pueblan todas las edi-

ciones de Taschen, a lo largo de este

pequeño gran libro corre una línea de

tiempo que enlaza hechos históricos

con el mundo de la alta costura y sus

protagonistas. Aunque la moda no te

interese, estamos seguros de que este

libro te va a gustar mucho.

J O R G E F. H E R N Á N D E Z

Debajo de los perfectos triángulos que formaban su cor-bata y los triángulos almidonados de su camisa impeca-ble, debajo del saco de tweed y un colorido chaleco, pa-recería que Bioy Casares llevaba la armadura imbatible de un caballero andante. Aunque los amigos preferían el diminutivo, Adolfo era elegante con todas las sílabas de su nombre y ambos apellidos, elegante hasta en el si-lencio con el que miraba vacíos apoyando la barbilla en el pliegue de la mano y elegante en los párrafos donde con supremo pudor insinuaba el erotismo candente de una escena que en realidad no decía nada de piel, pelo o sudores. Conversaba con la prudencia del ajedrecista, aunque se sabe que siempre quiso ser tenista o campeón de box. Del pugilismo caballeresco le quedó el tranco al caminar, la raya del pantalón y ese afán de saber esquivar golpes sin tener que soltar él ni uno solo. Del tenis, que-dó pendiente una cena a la luz de las velas con Gabriela Sabatini o un final alternativo para un cuento donde jue-gan dobles las parejas que se han de despedir para siem-pre en el atardecer de Aix-en-Provence.

Quizá la elegancia sea el ingrediente esencial, mas no necesariamente indispensable de la caballerosidad, pero tengo para mí que se establece una deuda de gratitud con quien escribe el nudo de la trama más apegado al gui-ño de una insinuación elegante, que al exabrupto o des-carada descripción enfangada. Bioy era elegante hasta en los títulos de sus obras, y más aún en la sutil delicadeza con la que entramaba los diálogos, las circunstancias de un fotógrafo en La Plata o las tribulaciones y pendencias de un hospital de desahuciados. En su afán por palpar escenarios fantásticos no recurre al invento estrafalario, sino a la confirmación de la dualidad de los mundos y así, en vez de que el capitán Ireneo Morris viaje en una nave espacial de muchas luces, su autor lo hace per-derse en el espacio (y reaparecer) por obra y gracia de una inexplicable hilación de pases mágicos que in-voluntariamente ejecuta al timón de un avión común y corriente.

Como Borges, todos sus lectores concordamos en que no es hipérbole ni exageración considerar a La invención de Morel como novela perfecta. Aquí el caballero escri-tor se desdobla en la caballerosidad –rayana en utópica exageración de la veneración—del personaje lo incita a intentar incluso una cursilería: ponerle flores al paso al holograma de una mujer hermosa, sabiendo quizá que no es más que un espejismo y que probablemente ni vea el despliegue de sus pétalos. Escribe entonces Bioy Casares, que las cursilerías –cuando son humildes—tienen todo el

gobierno del corazón y así, su obra entera está goberna-da por el corazón honesto de quien escribe con limpia honestidad ante la página en blanco, el hombre que no necesariamente se desanuda la corbata para enfrentar la máquina de escribir o la sobremesa del té a las cinco en punto de la tarde. Quien lo dude, observe sus fotografías, escuche sus entrevistas y lea sus párrafos: ya en la prosa donde suelta la ficción desatada o en los ensayos donde académicamente, pero sin pedanterías, es capaz de ilu-minar la ignorancia de cualquiera.

Parecía que llevaba luz bajo la piel y hablaba con una voz queda que siempre apelaba a la inteligencia del interlo-cutor. Era de los señores que andaban tomando el brazo de uno y hacía pausas que concordaban con la conversación y era de los que miraban fijamente con una mirada clara y leves insinuaciones de sonrisa a quien le quería contar algo. Era, por ende, el escritor que imagina uno al leerlo: de los que saben que su voz parece escucharse en el silencio de las páginas, de los que saben en qué momento se llevará una sorpresa la mirada impredecible que lo lee a quién sabe cuántos años luz de distancia y era de los autores que brillaban —como si la piel palpitara con la tinta— porque parece murmurar en voz baja las palabras con las que va cuadriculando lo que escribe: así en los cuentos como en la prosa que ahora llaman de no-ficción, pero también en los cuadernos íntimos: el diario de un viaje donde la va contando a su hija, anotando de lejos, los días en que lava calcetines en la tina del cuarto del hotel o en el diario donde iba anotando “Wakefields”, casos raros de desa-parecidos que decidían de pronto esfumarse de sus res-pectivas existencias, ir por cigarros a la esquina y jamás volver. Incluso, hay elegancia, donaire y caballerosidad en su abultadísima bitácora de amistad con Borges, ese mamotreto de casi mil páginas que quién sabe por qué se publicó, violando toda norma de intimidad y sosiego. Efectivamente, constan por su propia pluma todas las maldades que hacían juntos los amigos de toda la vida, las puyas y los dimes con diretes, el anciano que se llena las bolsas con los quesitos en los brindis y el boicot contra tal o cual escritor nefando… pero también la elegante prudencia con la que consta que casi a diario lo invitaba a cenar, los silencios con los que evitó discusio-nes necias o contradicciones innecesarias y el diario batir de una vocación inquebrantable que vivió plenamente en todos los poros de su piel incandescente y con todas las sílabas de una imaginación a compartir sin el fango de lo ordinario, el lodo que ensucia las palabras o la vulgaridad que algunos creen indispensable. Eso no cuadra con la geometría de un caballero.

Adolfo Bioy Casares nació el 15 de septiembre de 1914. A los once años escribió su primer cuento pero con la pu-blicación La invención de Morel, en 1940, definida por Jorge Luis Borges como una novela “perfecta”, Bioy Casares comenzó una carrera literaria como pocas, cultivando el géneros fantástico, policiaco y ciencia ficción. Calle de León ofrece un breve perfil de un verdadero caballero literario.

H E R N Á N D E Z

La mitología escandinava es épica y brutal. Los sanguinarios dioses nórdicos construyen y destruyen personajes y regiones con el es-trépito de glaciares que se desmoronan. En

el origen de la creación del mundo, Odín —también llamado Wotam— y sus dos hermanos mataron al co-loso Aurgelmir, padre de la raza de los gigantes de la escarcha, y destrozaron su cadáver. Con sus huesos y dientes hicieron las rocas y las piedras, con la sangre y el sudor formaron los ríos y los lagos, con el cráneo com-pusieron el cielo y con el cerebro modelaron las nubes.

Después, Odín y sus hermanos dieron vida a dos troncos de fresno y olmo, a los que dotaron de pen-samientos y sentimientos. Los maderos se convir-tieron en el primer hombre y la primera mujer que habitaron la Tierra, el inicio de la humanidad: Ask y Embla, el Adán y la Eva de los vikingos.

La actual literatura policiaca del norte de Europa ca-rece de esa épica, pero en cambio abunda en ética. Los nuevos héroes y heroínas del Walhalla noir no re-parten trompadas, ni balazos, ni sillazos. No son sá-dicos, ni cínicos. Son, quizá, escépticos. Tampoco se llevan a la cama a la primera rubia o primer moreno que conocen en la barra de un bar. Pero en las páginas que habitan hay odio, crueldad y sangre en abundancia.

El peso de la culpa luteranaLa novelista uruguaya Ana Luisa Valdés —quien re-sidió en Suecia entre 1978 y 2011, tradujo a varios autores policiacos y es integrante de la Asociación de Escritores de ese país— define así el estilo que nos llegó del frío:

“La novela negra nórdica no tiene carrera de autos ni pistolas humeantes, muchas veces no es ni urbana, es muerte en la nieve, en el bosque, en el mar. La muer-te es aquí anónima, cotidiana, a menudo brutal. Los cuerpos aparecen enterrados en la nieve, comidos por animales o cazados como presas. La épica aquí es una épica de la cotidianeidad, los héroes tienen valo-res culturales y sociales muy altos y les cuesta vivir consecuentemente. Se emborrachan, dicen que van a dejar de fumar y siguen fumando, tienen amantes en secreto, sueñan con pasar el verano en España. Son a menudo funcionarios de la policía, fiscales, em-pleados públicos cargados de culpa luterana”.

Valdés describe el ambiente en el que se desenvuel-ven estos complejos héroes y heroínas:

“El Estado sueco es uno de los más antiguos del mun-do y la socialdemocracia creó un sistema único de conciliación social: ‘el modelo sueco’. Ese modelo es también un modelo nórdico. Los pueblos al norte de Europa comparten una historia común y un lenguaje con las mismas raíces. Sólo Finlandia tiene una his-toria diferente y un lenguaje único en la región. El modelo de ‘casa del pueblo’ ha sido también un ex-perimento de ingeniería social y los escritores de no-vela negra han usado a menudo a sus caracteres como críticos sociales. En una sociedad de tanto control el cri-men es el descontrol absoluto, rompe con el consenso, un concepto sagrado para los nórdicos, que no tuvieron una Edad Media feudal como otros Estados europeos”.

Y es en ese ambiente donde cobran vida dos seres, uno real y otro ficticio, ambos de la misma edad, en una relación de autor-personaje que los hermana como dos Quijotes actuales en un mundo tan vio-lento como el de las leyendas nórdicas: el escritor Henning Mankell y su creación, el inspector de poli-cía Kurt Wallander.

La moderna cruzada de los nuevos caballeros andantesMankell (1948-2015), además de novelista, fue ma-rino, actor, dramaturgo, músico y editor. Es autor de cuarenta libros, traducidos a cuarenta y dos idiomas, de los que se vendieron cuarenta millones de ejem-plares en todo el mundo y que incluyen obras de tea-tro, ensayos y libros infantiles. La saga del detective Wallander consta de doce títulos, que se llevaron al cine y la televisión de Suecia y Gran Bretaña.

El escritor vivía seis meses en la gélida Suecia y la otra mitad en el caluroso Mozambique, la ex colo-nia portuguesa en África, donde llegó en 1987. En Maputo, la capital, dirigía el Teatro Nacional Avenida, al que le dedicó veinte años de su vida. “Tengo un pie en la nieve y otro en la arena”, bromeaba.

En 2001, Mankell creó la editorial Leopard, enfoca-da a promover obras de autores africanos. Y toda-vía le sobró energía para otra pequeña gran gesta: en mayo de 2010 participó en la Flota de la Liber-tad —integrada por seiscientas personas de treinta y siete países, a bordo de seis embarcaciones cargadas con diez mil toneladas de ayuda humanitaria— que intentó romper por mar el bloqueo de Israel al pueblo palestino. La flota fue atacada por la marina israelí: nueve activistas fueron muertos y más de treinta re-sultaron heridos.

El inspector Kurt Wallander, por su parte, trabaja en la pequeña ciudad Ystad, al sur de Suecia, dedicada al turismo y la venta de artesanías. La localidad, don-de viven menos de veinte mil habitantes, conserva construcciones medievales y tiene dos iglesias gó-ticas, un solo periódico y un servicio de ferryboat que conecta con Dinamarca y Polonia. Cuenta con cuarenta kilómetros de playas y está rodeada por un bucólico paisaje campestre, con campos de cereales y bosques de coníferas.

En ese escenario de provincia se desenvuelve Wallan-der, un policía sagaz y con aptitudes para la inves-tigación, pero al mismo tiempo atormentado, poco sociable y frágil emotivamente. Sus relaciones fami-liares son un desastre, mantiene una complicada re-lación con un padre muy duro, no supera un divorcio traumático y ha sufrido por el intento de suicidio de su hija cuando era adolescente. En ocasiones, el de-tective descuida su aspecto, anda con ropa arruga-da y no se rasura. De remate, padece diabetes, bebe mucho y duerme poco. No obstante, tiene rígidos códigos morales y un estricto sentido del deber.

Juego de espejos Varios críticos y comentaristas consideran que el inspector Kurt Wallander es un alter ego del escritor Henning Mankell, un hombre al que no le atraían las relaciones sociales, evitaba las presentaciones públi-cas y los reflectores, le gustaba estar solo o con su familia y se recluía en sus actividades.

El novelista, sin embargo, siempre negó cualquier similitud con su personaje. En alguna entrevista de-claró que Wallander no se parecía en nada a él y que nunca le gustó del todo. “No creo que vivamos vidas iguales. Si él viviera no podría imaginarlo como un amigo. Creo que trata muy mal a las mujeres, lleva una vida muy extraña, bebe demasiado”. Y repitió en distintas oportunidades que sólo tenían tres cosas en común: la misma edad, el gusto por la ópera italiana y que trabajaban mucho.

En una entrevista que le hizo en mayo de 2009, Ñ, el suplemento cultural del diario Clarín, de Buenos

Aires, Mankell declaró que no leía novelas policiales porque le resultaban aburridas. Le atraían, en cambio, las historias trágicas y clásicas como Medea y Macbeth.

“Veo que el origen del género del crimen es muy, muy antiguo”, dijo. “Podemos remontarnos al drama grie-go antiguo para encontrar las raíces. El drama de Me-dea, que tiene dos mil quienientos años, es el de una mujer que mata a sus dos hijos por celos de su marido. Si eso no es un policial, entonces no sé qué lo es. Si nos acercamos un poco más en el tiempo, quinientos años atrás, y me preguntan: ¿Cuál es la mejor his-toria criminal que ha leído?, es Macbeth. Ésa es una historia criminal. El hecho es que la ficción criminal, de que sostengamos el “espejo del crimen”, nos da la posibilidad de hablar de las contradicciones en la sociedad. Y la criminalidad es siempre una especie de contradicción. Si usted quiere ese dinero, sale a ma-tar a una persona porque quiere ese dinero. Es una contradicción. Yo trato de trabajar siguiendo esa tra-dición que usa el crimen como espejo para ver qué pasa en la sociedad. Esa es mi idea de una buena his-toria criminal”.

Mankell describió mediante sus novelas policiales las contradicciones de las sociedades nórdicas, aparen-temente perfectas, la situación de los inmigrantes, la violencia de género, las relaciones de poder. Para él, escribir era iluminar los rincones oscuros y exhibir lo que otros ocultaban. “Existen dos tipos de narra-dor que se encuentran en una lucha constante. Uno entierra y esconde, mientras que el otro cava para desvelar”, afirmaba.

Y en eso Mankell tiene mucho más en común, a pesar de él mismo, con su personaje Wallander. En todo caso, a los dos podría aplicárseles la opinión de Raymond Chandler acerca del detective privado Philip Marlowe, publicada en El simple arte de matar en diciembre de 1944 en la revista literaria Atlantic Monthly:

“Por estas calles bajas tiene que caminar el hombre que no es bajo él mismo, que no está comprometi-do ni asustado. […] Debe ser un hombre completo y un hombre común, y al mismo tiempo un hombre extraordinario. Debe ser, para usar una frase más bien trajinada, un hombre de honor por instinto, por inevitabilidad, sin pensarlo, y por cierto que sin de-cirlo. Debe ser el mejor hombre de este mundo, y un hombre lo bastante bueno para cualquier mundo. Su vida privada no me importa mucho; creo que podría seducir a una duquesa, y estoy muy seguro de que no tocaría a una virgen. Si es un hombre de honor en una cosa, lo es en todas las cosas.

“[…]. Es un hombre común, pues de lo contrario no viviría entre gente común. Tiene un cierto conoci-miento del carácter ajeno, o no conocería su trabajo. No acepta con deshonestidad el dinero de nadie ni la insolencia de nadie sin la correspondiente y desapa-sionada venganza. Es un hombre solitario, y su orgu-llo consiste en que uno le trate como a un hombre orgulloso o tenga que lamentar haberle conocido. […] Si hubiera bastantes hombres como él, creo que el mundo sería un lugar muy seguro en el que vivir, y sin embargo no demasiado aburrido como para que no valiera la pena habitar en él”. +

Por Roberto Bardini

Periodista. Es codirector de la colección Código Ne-gro de novela policiaca.

Neil Gaiman ¿Quién es?Neil Richard MacKinnon Gaiman (Hampshire, Inglaterra, 1960) inició su carrera como escritor en el mundo de los cómics y luego incursionó en el cuento y la novela.

¿Por qué lo que recomendamos?Autoproclamado como un lector voraz desde los cua-tro años, diez millones de libros vendidos y múltiples premios ganados —entre ellos el Bram Stoker, Nebula, Hugo y Newberry Medal—, Gaiman es para los lectores y críticos uno de los autores de fantasía más importantes de nuestros tiempos. Coraline (2002) y The Graveyard Book (2008) se han convertido en clásicos de la literatura infantil y su trabajo para adultos ha abarcado desde no-velas oscuras hasta la reinvención de los X-men (también escribió sobre los orígenes de Batman) e, incluso, Neil aparece en un capítulo de Los Simpsons.

Obra recomendadaThe Sandman (1989-1993). Novela gráfica que teje en su narrativa distintas mitologías, superhéroes y perso-najes históricos, como William Shakespeare, o religiosos, como Lucifer. Temas como tolerancia, identidad sexual, religión, la lucha entre el bien y el mal, el poder de los sue-ños y el precio de los mismos son desarrollados de mane-ra sofisticada y poética en esta historia que protagoniza Dream, dios de los sueños.

Cormac mcCarthy ¿Quién es?McCarthy (Providence, Rhode Island, EUA, 1933) es un novelista, dramaturgo y guionista ganador del premio Pulitzer por su novela The Road. No Country for Old Man, otra de sus novelas, fue llevada al cine por los hermanos Coen y ganó el Oscar a la mejor película en 2007.

¿Por qué lo recomendamos?Considerado por muchos como el hijo/sucesor de William Faulkner al usar el sur de Estados Unidos como escenario para sus novelas, y la relación de ambos con el subgéne-ro Southern Gotic. McCarthy es un escritor chapado a la antigua, aún escribe con una máquina de escribir. Dejó de leer ficción y lleva dieciséis años sobrio. Sus novelas, a pesar de ser complejas en forma y fondo, impactan a lectores de todo el mundo, al hablar del lado oscuro de Estados Unidos y la violencia tan arraigada en este país.

Obra recomendadaBlood Meridian (1985), considerada como una de las mejores novelas del siglo pasado, muestra a Cormac en

todo su poderío como narrador. El personaje, llamado The Kid, protagoniza una brutal historia que muestra de manera sublime el lado más animal y sanguinario del hombre durante la vida en la frontera Estados Uni-dos-México en 1850.

alan moore ¿Quién es?Nació en Northampton, Inglaterra el 18 de noviembre de 1953. Comenzó a escribir cómics en los setenta y des-pués de hacerse un nombre en la industria, DC Comics lo reclutó. Al reinventar el personaje Swamp Thing (me-diante el sello Vertigo) comenzó a crear —en opinión de lectores y críticos— las mejores historias jamás contadas en las historietas. El mes pasado, Moore anunció que se retira de los cómics para enfocarse, entre otros proyec-tos, a escribir novelas.

¿Por qué lo recomendamos?Cuando Moore fue contratado para reescribir The Saga of the Swamp Thing, no sólo reinventó al personaje, sino que revolucionó el medio al inyectar en él un nivel de so-fisticación nunca antes visto. Lo que antes fue una his-torieta simplona sobre un monstruo en un pantano, se convirtió en una saga experimental empujando los límites del cómic mediante el uso de recursos literarios y tocan-do temas como la relación del hombre con la naturaleza y el sentido de la pérdida. Moore logró que las grandes editoriales le dieran mucha más libertad a los artistas y escritores abriendo camino para otros autores, como Neil Gaiman.

Obra recomendadaAceptada como la mejor novela gráfica de la historia y considerada como una de las obras literarias más im-portantes del siglo xx por la revista Time), Watchmen (1986-1987) catapultó a Moore al estatus de genio li-terario. Moore retrata a un grupo de superhéroes en un Estados Unidos que ganó la guerra de Vietnam y Nixon empieza su quinto periodo como presidente. A través de los ojos de Rorschach, el antisuperhéroe por excelencia, el lector concibe una visión desolada de un país preso por la angustia y la paranoia haciendo a esta obra más rele-vante en la actualidad.

John Banville ¿Quién es?Nacido en Wexford, Irlanda, el 8 de diciembre de 1945, William John Banville es calificado como uno de los gran-des escritores de la lengua inglesa. Galardonado con los premios Booker Prize, Irish PEN Award y el Premio Prín-

cipe de Asturias, entre otros, ha sido considerado para el premio Nobel de Literatura. Ha escrito varias novelas negras bajo el pseudónimo de Benjamin Black.

¿Por qué lo recomendamos?Influido por Nabokov, Proust, Henry James y Joyce, las historias de Banville están llenas de humor negro e inge-nio: obras como The Book of Evidence, y Eclipse, com-binan una aguda percepción de las relaciones humanas con tramas llenas de intriga y suspenso, manteniendo al lector atrapado desde las primeras páginas.

Obra recomendadaThe Sea (2005), novela con la que ganó el Booker Prize, es una obra magistral que narra la visita de Max Morden al pueblo costero donde pasaba sus veranos de niño. El viaje detona en él un baño de nostalgia, y los recuerdos que conlleva el regreso a dicho lugar, van reconstruyendo poco a poco un verano en particular, donde Max conoció el amor y la muerte por primera vez.

E. E. Cummings ¿Quién es?Edward Estlin Cummings nació en Cambridge, Massachusetts, el 14 de octubre de 1894. Poeta revolucionario del len-guaje y la forma de concebir la poesía, así como un desa-rrollado pintor, ensayista, dramaturgo y novelista.

¿Por qué lo recomendamos?Rompiendo por completo con la puntuación, y en algu-nos casos los formatos tradicionales de poesía, Cummings logró crear un fresco estilo poético —algunos críticos lo llaman poesía cubista (de hecho conoció a Picasso y le escribió un poema)— donde el orden espacial de las pa-labras es tan importante para el poema como el mensa-je escrito. La naturaleza, el amor, y el individuo frente al mundo son los temas que prevalecen en su obra misma, que ha influido a muchos poetas modernos y músicos, entre ellos Pierre Boulez y Björk.

Obra recomendadaDe sus casi tres mil poemas, quizá el más representativo de su estilo es el ingenioso poema l(a (1958), que me-diante el uso de palabras y símbolos de puntación repre-senta de manera escrita y visual la solitaria caída de una hoja. Otros poemas destacados son: “Somewhere I have never travelled”, “Buffalo Bill’s”, “i sing of Olaf glad and big”, “i carry your heart with me, “anyone lived in a pretty how town” y “since feeling is first”. +

Por Ricardo Otero Córdoba

De izquierda a derecha los escritores Alan Moore, John Banville, Neil Gaiman, Cormac McCarthy y E. E. Cummings.

Clásico es aquel libro que se ha convertido en muestra representativa de la época en que fue escrito y que marcó el camino para las siguientes generaciones de escritores y de lectores. Estos clásicos son como puertos a donde todo lector puede llegar para quedarse largo tiempo, cuando se ha fatigado en el mar de las novedades editoriales.

Cuando se le pide a alguien que men-cione a un escritor ruso, con toda se-guridad su primera respuesta será Fió-dor M. Dostoievski. Nacido en Moscú, en 1821, publicó su primera novela a los veinticuatro años, titulada Pobre gente. En 1849 fue enviado a Siberia como castigo por haber participado en un acto literario prohibido. Además de los trabajos forzados, pasó la mitad de la condena sirviendo como solda-do. A partir de su regreso, su vida se volvió más intensa y dramática. En-deudado por dos proyectos de revista que fracasaron, sumado a la muerte de su hermano y de su esposa, en 1864, su adicción al juego y la pérdida de su hija, el escritor comenzó un peregri-naje para escapar de sus acreedores quienes lo forzaban a firmar contratos editoriales leoninos.

A pesar de todo, la publicación de Crimen y castigo (1866) lo consagró como un escritor de gran influencia primero en Rusia y después en todo el mundo. Sus libros posteriores de-mostrarían que su fuerza narrativa: El jugador (1867), El idiota (1868), El eterno marido (1870), Los endemo-niados (1872), El adolescente (1875) y Los hermanos Karamazov (1879-1880). En esta nueva entrega de Cuentos clásicos les presentamos un fragmento de “El sueño de un hombre ridículo”, incluido en el libro Cuentos, de Penguin Clásicos.

CÁNDIDO, O EL OPTIMISMOVoltairePENGUIN CLÁSICOS

EDIPO REYSófoclesPENGUIN CLÁSICOS

DON QUIJOTE DE LA MANCHAMiguel de Cervantes PENGUIN CLÁSICOS

PROMETEO ENCADENADOEsquiloPENGUIN CLÁSICOS

KIMRudyard KiplingPENGUIN CLÁSICOS

Más libros clásicos

CUENTOSFiódor M. DostoievskiPENGUIN CLÁSICOS

I

S oy un hombre ridículo. Ahora ellos me llaman loco. Y eso podría haberme supuesto un ascen-so de grado, si no me siguieran considerando

igual de ridículo que antes. Ahora no me enfado y to-dos me parecen simpáticos; incluso cuando se burlan de mí siguen algún modo pareciéndome especialmen-te dulces. De buena gana me reiría con ellos —no ya de mí, sino por afecto hacia ellos— si no fuera por la tristeza que siento cuando los miro. Y me siento triste porque ellos desconocen la verdad, y yo sí la sé. ¡Oh, qué difícil le resulta a uno conocer la verdad! Pero ellos no lo entenderán. No, no lo entenderán.

Antes me angustiaba porque les parecía ridículo. Más que pare-cérselo lo era. Siempre fui ri-dículo, y lo sé probablemente desde el día de mi nacimiento. Seguramente supe que era ridí-culo desde que tenía siete años. Después estudié en la escuela, más tarde en la universidad. Y ¿qué es lo que sucedió? Pues que cuanto más estudiaba, más me con-vencía de que era ridículo. De modo que toda mi ciencia universitaria, a medida que pe-netraba en ella, pareció a fin de cuentas haber existido para demostrarme y explicarme que yo era un hombre ridículo. Lo mismo que ocurrió con la ciencia, también sucedió en la vida real. A medida que pasaban los años se acrecentaba y afianzaba en mí la conciencia de mi ridículo aspecto, en todos los sentidos. Siempre se ha reído de mí todo el mundo, que si había un hombre so-bre la faz de la tierra que tenía consciencia de que era ridículo, ese hombre era yo; ésta era la cuestión que más me ofendía, cosa que ellos ignoran; pero de esto sólo yo tengo la culpa: siempre he sido tan orgulloso que por nada del mundo reconocérselo jamás a nadie. Ese orgullo crecía en mi interior a medida que pasa-ban los años, y si me hubiera permitido reconocerme como ridículo, ante cualquier persona, creo que al ins-tante me habría volado la tapa de los sesos. ¡Oh, cómo sufría en mi adolescencia pensando que no aguanta-ría más y que en cualquier momento lo confesaría a mis compañeros! Pero desde que me hice joven, y a pesar de ir tomando lentamente conciencia de mi ho-rrible cualidad, no sé por qué, me sentí más aliviado. Y digo que no sé por qué, pues hasta hoy día no he encontrado la razón. Puede que fuera por aquello de que en mi alma crecía una terrible melancolía debido a un hecho, que era infinitamente superior a mí; para ser más exactos, se había apoderado de mí la única convicción de que en el mundo todo daba igual. Lo venía presintiendo desde hacía ya tiempo, pero la con-vicción completa se me presentó de pronto el último año. De repente sentí que me daba igual que existiera el mundo o que no existiera en absoluto. Comencé a percibir con todo mi ser que nada existía a mi alrede-dor. Al principio creí que, a pesar de todo, en otros tiempos hubo muchas cosas, pero más tarde llegué a la conclusión de que tampoco antes las hubo, de que todo era una ilusión. Poco a poco me fui convenciendo de que jamás existiría nada. Entonces de pronto dejé de enfadarme con la gente, y apenas me percataba de ellos. La verdad es que eso afloraba incluso en las ni-miedades más insignificantes; por ejemplo, iba por la calle y me chocaba con la gente. Y no era porque fuera ensimismado y pensativo: no tenía nada en que pen-

sar; por aquel entonces dejé de pensar completamen-te: todo me daba igual. Si al menos hubiera resuelto algún problema; pero no resolví ninguno. ¡Y cuántos había! Pero todo me daba igual, y todos los problemas se apartaban de mí por sí solos.

Fue después cuando conocí la verdad. La conocí en noviembre del año pasado; concretamente, el tres de noviembre, y desde aquel momento recuerdo cada instante de mi vida. Ocurrió en un anochecer lúgubre, el más lóbrego que puede haber. Iba de regreso a casa,

alrededor de las once de la noche, y recuerdo haber pensado exactamente que no po-

día hacer un tiempo más funesto. In-cluso en el aspecto físico. Durante

todo el día había estado llovien-do a cántaros una lluvia fría, siniestra y terrible; recuerdo que incluso resultaba hostil a la gente; y de pronto, a las once de la noche, dejó de llo-ver y se empezó a sentir una humedad espantosa, más pe-

gajosa y fría que cuando llovía, todo ello desprendía una espe-

cie de vapor, que salía de todos los empedrados de la calle y los ca-

llejones cuando se mira en su interior desde una cierta distancia. Y de repente,

se me figuró que, de haberse apagado todas las farolas de gas, sería menos espeluznante, ya que con el gas alumbrando y proporcionando luz hacía que el corazón se sintiera más triste, porque alumbraba todo eso. Ese día apenas comí, y desde la primera hora de la tarde estuve en casa de un ingeniero, junto a otros dos compañeros suyos. Estuve completamente callado y creo que les aburrí. Hablaban sobre un tema apasio-nante, y en un momento incluso llegaron a acalorarse. Pero el tema les resultaba indiferente, yo ya me había percatado de ello, y se enzarzaron en vano. De pron-to les dije: “Señores, si a ustedes les da igual todo”. Ellos no se ofendieron, pero se rieron de mí. Debe ser porque lo que dije fue sin intención alguna, sino única-mente porque a mí todo me daba igual. Se percataron de que a mí todo me daba igual, y eso les hizo gracia.

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Comencé a

percibir con todo mi ser que nada

existía a mi alrededor.

La época en la que vivimos es un pe-riodo convulso y, en algunos casos, contradictorio; los discursos oficia-

les difundidos por los medios declaran que atravesamos una de las mayores aperturas en cuestiones de libertad de expresión y aceptación de los amplios grupos que conforman la sociedad. No obstante, la segunda cara de la moneda expone que también vivimos una etapa de violenta censura y marginación: en México, los periodistas son quizá uno de los gremios más golpeados. Las mujeres siguen pade-ciendo los abusos de un sistema frívolo

y de costumbres heteropatriarcales —es decir, que el género masculino y la hetero-sexualidad se imponen sobre otros géne-ros y orientaciones—, cuando en materia de seguridad se han implementado estra-tegias de protección más bien obsoletos y contraproducentes, ineficaces y hasta discriminatorios. Se les exige a las muje-res ser femeninas cuando lo femenino y lo masculino son construcciones sociales.

Es difícil ver los entretejidos de la sociedad en la que se violenta a la mujer cuando es-tas prácticas se han normalizado y han penetrado en todos los sectores, desde el

político hasta el académico y cultural. La moda es otra de las tiranías que impone estereotipos de belleza exclusivos de al-gunas sociedades y somete los cuerpos y voluntades tanto de hombres como muje-res, aunque pareciera ser más frívola con ellas; la ligereza que les exige es de inso-portable pesadez.

El campo cultural no es ajeno a estas prác-ticas que, aunque se han combatido, lle-gan a reproducirse, por más apertura que éste ha conseguido. Las escritoras se vie-ron al principio en condiciones desfavora-bles, más todavía que las que hoy en día

se atraviesan. ¿Cómo las autoras se han empoderado? Ejemplos hay muchos, pero incursionar en un sistema que privilegia lo masculino obligó a algunas escritoras a metamorfosearse, buscar la forma de en-gañar al sistema para infiltrarse. Hábiles creadoras encontraron en el travestismo autoral la forma de ocultarse y poder sor-tear los caminos hacia la publicación de su literatura. En las siguientes líneas descu-briremos algunas narradoras detrás de la máscara.

Por R. R. Fullton

Ella es muy

conocida por su novela El libro vacío, obra maestra de

la literatura mexicana. Asimismo, Josefina Vicens, Diógenes García y Pepe

Faroles guardan un íntimo secreto —no muy difundido— en común: son la misma persona. Se casó a la temprana edad de veinticinco años con

José Ferrel, aunque su matrimonio duró apenas un año; fue apodada “la Peque” y ganó el Premio Xavier Villaurrutia en 1958. De aspecto severo y voz ronca,

Josefina Vicens adoptó no sólo los mencionados pseu-dónimos para escribir opiniones que en varias ocasiones

eran concedidas únicamente a voces masculinas, sino que cada uno desarrolló su esencia propia. Mientras Pepe Fa-roles se dedicó a la crónica taurina —a la que Vicens era aficionada—, Diógenes García escribía opiniones sobre la política mexicana; Josefina también escribió algunos

guiones cinematográficos de los que se sentía orgullosa y que, además, la hicieron ganadora del

Premio Ariel: Renuncia por motivos de salud y Los perros de Dios. Cuando su salud empezó

a decaer y las personas y amigos comen-zaron a distanciarse, Vicens atravesó

por un de las etapas más difíciles de su vida.

Como bien

suponen, éste es otro de los pseudónimos empleado

por una escritora, en este caso por Cecilia Böhl de Faber y Larrea. Cecilia

fue educada bajo la regla del catolicismo y cierto conservadurismo, tanto por sus padres como por su abuela paterna. No obstante, su

familia también influyó en ella desde el ámbito cultural, quizá más la figura de su padre, Nicholas

Böhl de Faber, quien fue un hispanófilo alemán que defendió el teatro áureo y otros escritos hispánicos; él mismo acercó a su hija algunas de las ideas del ro-manticismo alemán pregonadas por Schlegel. Cecilia

contrajo matrimonio en tres ocasiones, y enviudó de los tres, lo que le generó varios problemas eco-nómicos. Con respecto a su obra, hubo una crítica dividida: la que defendía la propuesta ideológica que reflejaba y la que la denostaba; ésta última

tendió a hacerse más fuerte cuando se des-cubrió quién era el rostro detrás de Fernán

Caballero, llegando en varias ocasiones a ser un ataque personal, más cuando algunos la apodaron

“musa neocatólica”.

Su padre fue un cura luterano que,

junto con su madre, viajó como misionero a Cabo del

Este. Las posturas que se mantu-vieron en torno a los temas religiosos fueron controversiales dentro de la

familia: Olive tomó un camino distinto al de sus seres queridos, profundamente

religiosos. Hacia 1881 viajó a Inglaterra para intentar estudiar medicina o enfermería. Su precaria salud le impidió continuar con sus

estudios. No obstante, Olive aprovechó para en-contrarse con el escritor inglés George Meredith,

y le dio a leer el manuscrito de una novela que guardaba y que le traería un éxito favorable en el ámbito literario. El veredicto del escritor fue

conciso. Tras sugerir algunos cambios, la novela tenía que publicarse. La joven Olive dio los pasos siguientes para que su texto viera la luz, aunque

no sin un resquemor de sufrir el rechazo, más cuando supieran que era mujer. Por tal motivo,

Historia de una hacienda africana fue publi-cada bajo el pseudónimo de Ralph Iron. Cien

mil ejemplares se agotaron rápidamente. Lo que continuó fue una serie de éxitos y consagración literaria. Poco a poco, Olive incursionó en la política sudafri-

cana, defendiendo y demandando los derechos tanto de mujeres

como de las personas de raza negra.

Por ser mujeres muchas escritoras no firmaban sus obras con sus verdaderos nombres porque se consideraba que la literatura era un asunto de hombres. Ofrecemos cinco ejemplos de travestismo autoral.

Hija de Nathalie Moer-

der, aristócrata que había escapado de su antigua vida con el

tutor familiar y ex sacerdote Alexandre Trofimovsky, que dejó los hábitos para con-

vertirse en anarquista. A Isabelle la caracterizaron la rebeldía y la osadía con la que emprendió el sinuoso camino de su vida. Cuando se mudó con su madre a

Argelia, para Isabelle significó el emprendimiento de una nueva etapa, mientras que para Nathalie significó la última: al poco tiempo falleció. Aquellos años Isabelle se convirtió al Is-

lam, cambió de vestimenta, adquirió nuevos hábitos, adoptó el nombre Si Mahmoud Essadi y comenzó a escribir. Isabelle prefi-

rió mantenerse en la parte árabe de la ciudad donde residía, para evitar los asentamientos franceses que se escandalizaban por su

vida salvaje y llena de excesos que trastronaban las mentes de los colonos conservadores. Se unió a una secta secreta, Qadiriyya Sufí, y en 1901 sufrió un atentado, en el que intentaron asesi-

narla y por el que, de un sablazo, casi pierde el brazo izquierdo. Tras el juicio, Isabelle fue expulsada de la colonia. Nada la detu-

vo ni dejó de escribir. Se casó con un sargento argelino y re-gresó a África. Aunque no pasaría mucho antes del trágico final; el 21 de octubre de 1904 la ciudad Ain Sefra, donde

la pareja vivía, sufrió una inundación repentina, donde Isabelle falleció ahogada por rescatar a su esposo

y algunos de sus manuscritos. No publicó nada en vida y, no obstante, hoy Isabelle

o Si Mahmoud Essadi sobrevive a la inundación que aún amenaza

con el olvido.

El nombre que recibió al nacer no fue

el que hoy nos refiere a sus obras literarias. George Sand es

tan sólo el pseudónimo de Amandine Aurore Lucile Dupin. El investigador francés Jean Chalon publicó una biografía sobre la escritora, basado principalmente en

su correspondencia, donde se enfoca en combatir algunos comentarios que se fueron

creando en torno a tan polémica figura de la literatura francesa. Además de tomar la decisión de abandonar a su marido, cosa

poco común en aquellos años, Aurore deci-dió dedicarse a escribir, actividad también

inusual para una mujer durante el siglo xix. Sin embargo, con la férrea postura de volcarse a la literatura emprendió

una carrera que le granjeó el reconocimiento que guarda

hasta hoy.

Su padre fue un cura luterano que,

junto con su madre, viajó como misionero a Cabo del

Este. Las posturas que se mantu-vieron en torno a los temas religiosos fueron controversiales dentro de la

familia: Olive tomó un camino distinto al de sus seres queridos, profundamente

religiosos. Hacia 1881 viajó a Inglaterra para intentar estudiar medicina o enfermería. Su precaria salud le impidió continuar con sus

estudios. No obstante, Olive aprovechó para en-contrarse con el escritor inglés George Meredith,

y le dio a leer el manuscrito de una novela que guardaba y que le traería un éxito favorable en el ámbito literario. El veredicto del escritor fue

conciso. Tras sugerir algunos cambios, la novela tenía que publicarse. La joven Olive dio los pasos siguientes para que su texto viera la luz, aunque

no sin un resquemor de sufrir el rechazo, más cuando supieran que era mujer. Por tal motivo,

Historia de una hacienda africana fue publi-cada bajo el pseudónimo de Ralph Iron. Cien

mil ejemplares se agotaron rápidamente. Lo que continuó fue una serie de éxitos y consagración literaria. Poco a poco, Olive incursionó en la política sudafri-

cana, defendiendo y demandando los derechos tanto de mujeres

como de las personas de raza negra.

En la discusión que tuvo Lacan con Mircea Eliade sobre el significado del símbolo, Eliade no sabía que su inferencia etnológica de la búsqueda de lo sagrado sería alimento de las conclusiones episté-

micas más dogmáticas del siglo siguiente. Escribo esto desde mi escritorio en un cubículo de la universidad, donde pasé la mayor parte de mis días luego de que mi madre muriera.

Cuando mi madre me sacó de la secundaria para lle-varme a la comuna de Osho, nunca pensé que lograría tener una vida común y corriente como la que tuve an-tes de entrar a ese lugar, era pues improbable que des-pués de esos años lograra algo significativo, incluida la cordura. Era una muchacha clase media, hija de una madre soltera cuyos desequilibrios eran más profundos de lo que la familia suponía. Nunca conocí a mi papá, mis abuelos tampoco hablaban de eso. Vivíamos en Coyoa-cán, en una de las calles más bonitas del centro, sobre Xicoténcatl; aunque la casa de mis abuelos ya necesita-ba mantenimiento, pues las paredes se estaban cayendo y los muebles lucían cada vez más desgastados, era una casa muy agradable. La vida no era fácil con mi madre que constantemente cambiaba de humor, del amor in-condicional a la rabia más profunda, en algunas ocasiones me estrellaba contra la pared cuando no cumplía algunas de las tareas para luego regresar llorando a pedirme per-dón. A mis 14 años ya sabía cómo manejar algunas situa-ciones con mi madre y cómo evadir sus ratos de locura. A pesar de todo era una mujer inteligente o al menos más inteligente que el promedio, coleccionaba discos de la nueva trova latinoamericana, rock americano, revistas americanas y asistía a un grupo de meditación.

Recuerdo que iba en segundo de secundaria, estaba a unas semanas de cumplir 15 años cuando llegué a la casa de mis abuelos esperando que la comida estuviera servi-da y mi madre dijo:

—Lili, nos vamos a los Estados Unidos, te va a encantar.

Yo no sabía si creerle, pues constantemente prometía co-sas que nunca cumplía; pero hablaba tan en serio que a la semana siguiente ya estábamos en un avión con destino a Oregon. Mis abuelos me dijeron que era cuestión de una semana o dos para que mi mamá regresara corrien-do a casa, pues no estaba acostumbrada a hacer ningún tipo de trabajo o esfuerzo. Me explicó que asistiría a una nueva escuela, donde me sentiría más libre y podría ser yo misma y ella encontraría la alegría de la existencia. Lejos de mis abuelos, de sus conductas impostadas y de sus regaños, ella podría ser una mejor madre y yo una mejor hija.

Al principio supongo que le creí, incluso traté de adap-tarme, pero mi vida ya no iba a poder ser tan inocente como hasta entonces. Al aeropuerto pasó una mujer por nosotros en una camioneta con asientos de piel. La mu-jer sonreía y nos recibió con entusiasmo. Lo primero que pasó al llegar a este nuevo lugar llamado “comuna” fue que nos hicieron despojarnos de nuestras ropas y yo tuve que entregar mis historietas de Mafalda, mis discos de los Beatles y mis pantalones de todos colores. En su lugar nos dijeron que era mejor que usáramos ropa de-portiva para las sesiones en el salón principal, y la bata naranja para cuando hiciera su aparición Bhagwan Shree Rajneesh o para algunos ejercicios de meditación. La pri-mera vez que fui a una de las sesiones de meditación me aburrí, aunque todos los adultos se entregaban con fer-vor a los cantos, lloraban y decían que amaban a Osho, yo me iba en mi mente a cualquier otra parte que no fuera

Sidharta Ochoa Es escritora y editora. Fundó Abismos Editorial. Autora de los libros: Tatema y Tabú, Estética de la Emancipa-ción, Historia de las feminazis en América. Becaria en la Categoría Jóvenes Creadores del Fonca y del Fondo Estatal de Baja California en cuento y novela. Colaboradora en la revista Letras Explícitas. Reseñas de sus libros han aparecido en Farenheit, La Jornada, Sin Embargo y Milenio. Radical Chick es su cuarto libro. Conduce Gé-nero 90.9 por Ibero Radio.

ese preciso momento. Bhagwan se sentaba en su silla y cruzaba sus piernas listo para dictar alguna meditación o llamar a algunos miembros de la comuna, los rebauti-zaba y nunca sabíamos cuándo nos tocaría a alguna de nosotras.

Mi madre decía que yo podría alcanzar la iluminación a la edad de 23, igual que el maestro. Si me esforzaba lo suficiente por sentirme viva, en un peak moment, en la experiencia cumbre mantenida hasta el infinito, si me es-forzaba por ser sabia y sentir el sol caer, el viento sobre los músculos del cuerpo. Lo que yo veía era gente bailan-do afanosamente como en las sectas cristianas o como los cuákeros. Veía a todos gritando, buscando liberar no sé qué dolor, un dolor igual al mío, pero mi dolor estaba relacionado con no poder tener una vida normal, en mi país, con mis amigos, cerca de mis abuelos y con comida que me gustaba como las quesadillas de chicharrón del mercado. Hombres y mujeres de todas partes iban y ve-nían el primer año, como Peter, un alemán de rostro gra-ve que asistía a las sesiones de meditación con una cara de seriedad y que luego, años después, escribió El Parque Humano; él hablaba mucho con la amiga de mi madre, Lisa. A los meses me alejaron de mi madre y me llevaron a Holanda, después de eso pocas veces hablaba con mis abuelos o con mi tía. Suspendí mis estudios y me dediqué a las enseñanzas de Bhagwan Shree Rajneesh, los libros, y LP que me mandaba mi abuela a Oregon dejaron de lle-gar a la nueva dirección en Holanda, prácticamente no sabía dónde estaba, pues poco salía al exterior y cuando preguntaba los datos de donde nos encontrábamos exac-tamente, recibía respuestas vagas.

La habitación de la comuna era compartida con una ado-lescente de 15 años cuyo nombre nuevo era Chandra, para entonces yo ya llevaba dos años lejos de mi casa, en esa habitación también estaba Eric, un norteamericano de 12 años con pecas, que llevaba más de seis años vi-viendo en ese lugar y había visto a sus padres unas cuatro veces desde entonces. Varios hombres y algunas mujeres de la comuna trataban de meter las manos bajo las cobi-jas para tocarme, pero entre nosotros hicimos un pacto de no dejarnos tocar por nadie, menos por los adultos, alguno de nosotros gritaría si un adulto entraba al cuar-to y todos lo sacábamos o lo agarrábamos a golpes, cosa que algunas veces funcionaba. Casi siempre trataban de meterse a nuestros cuartos cuando tenían alguna cele-bración o cuando bailaban hasta caer la noche vestidos todos de color rojizo. No sabía dónde estaba mi madre y a veces hablábamos por teléfono, primero me dijo que seguía en los Estados Unidos y luego que sería transferi-da, desde mi llegada a Holanda y hasta la deportación de Bhagwan tras el escándalo de envenenamiento, dejé de ver a mi madre tres años. Según me explicaban era hora de que cortara todo apego con ella pues eso no me de-jaba crecer espiritualmente. Después supe que la habían enviado a India a hacer algunos trabajos. Cada día me re-sultaba más difícil levantarme, ya no sabía cómo prote-germe de las visitas nocturnas. Risas, danzas y alegría de una fiesta que, al menos para mí, no era. No había tam-poco artículos de uso personal. Erick tenía sarro entre los dientes, le dije que eso se le podía quitar si los cepillaba pero no había ni pasta dental ni cepillos a nuestro alcan-ce, así que empezó a lavar su boca con jabón y un trapo.

Ahora soy más grande y recuerdo cómo confronté a mi madre, o cómo hablé con algunos de los miembros. Todo se resume al deseo de escapar. ¡Escapar del ambiente burgués. ¡Ah, esa desesperación tan burguesa! ¡Tanta in-felicidad por querer escapar al símbolo! La ansiedad de ser atacada, esos años, de que una fuerza exterior nos acabara y asesinara a mi madre y que jamás la volviera a ver, a resistir los avances de hombres y mujeres en aquel lugar sin privacidad, me sobrepasó mucho tiempo.

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CUENTOS INÉDITOS

En esta sección aparecerán relatos de autores contemporáneos. Cada mes una ficción para arrebatarle un espacio a la vida cotidiana.

EL COSMOS HABLASidharta Ochoa

NOVEDADES LEE+UN DICCIONARIO SIN PALABRASJesús Ramírez-BermúdezALMADÍAEl desarrollo de los casos en la bitácora clínica elabora un retrato de per-sonas con conflictos cotidianos y extraordinarios a la vez, así como de la investigación médica objeto del tratamiento. Esto dota de una dimensión humana, de un rostro, a los temas clínicos. Por otro lado, la parte ensayística aporta una variedad de temas literarios y clínicos que suman diversidad y profundidad a los pasajes biográficos.

BOTAS DE LLUVIA SUECASHenning MankellTUSQUETSUna noche de otoño, Fredrik Welin se despierta cuando un incendio arra-sa su casa. A sus sesenta y nueve años, este solitario médico jubilado sale penosamente de entre las llamas, calzado con unas botas de lluvia (ambas pertenecen al pie izquierdo). Sólo quedan, a la mañana siguiente, unas ruinas malolientes: ha perdido su casa y todas sus pertenencias, y tiene que mudarse a un remolque, una caravana que pertenece a su hija.

TEORÍA DEL VIAJEMichel OnfrayTAURUSMichel Onfray convierte el acto de viajar en un estimulante tema de reflexión. Además de ser una invitación a soltar amarras, este libro tiene el poder de pro-longar la emoción y el sabor del viaje por medio de la filosofía y la literatura, de la historia y la mitología. Deseo de partir, preparativos sumidos en lecturas, elección del medio, entusiasmo y sorpresa a la llegada, despertar de los cinco sentidos durante la estancia, toma de notas y fotografías, regreso a casa, ela-boración del recuerdo.

PEDRO MELENAS Y COMPAÑÍAHeinrich HoffmannIMPEDIMENTAPublicado tradicionalmente con el título de Pedro Melenas, esta suerte de im-placable manual de buenas maneras es también una de las obras más crueles y políticamente incorrectas jamás escritas. A pesar de ello, o tal vez gracias a ello, este libro se ha convertido en un clásico de la literatura (no sólo infantil) de todas las épocas. Una historia en verso sobre la desobediencia y sus fatales resultados, publicada con unos coloridos dibujos a tinta, que se convirtió automáticamente en el libro favorito de los niños alemanes de todos los tiempos.

CAER ES UNA FORMA DE VOLARKaren ChacekALFAGUARAMijael salta por la ventana la madrugada de un viernes. Los Gelman, sus padres, no pueden explicarse cómo su hijo de veintinueve años, quien pasó los últimos meses anclado a una cama terapéutica, víctima de un mal degenerativo, logró arrojarse hacia el jardín. La señora Gelman acude en busca de respuestas a Nadia, su joven vecina, que lleva años viviendo sola y puede comunicarse con los roedores, pero ella no presenció el salto de Mijael y sólo puede aportar información aislada.

LAS CHICASEmma ClineANAGRAMACalifornia. Verano de 1969. La autora se inspira libremente en un episodio célebre de la crónica negra americana: la matanza perpetrada por Charles Manson y su clan. Pero lo que le interesa no es la figura del psicópata demoniaco, sino algo mucho más perturbador: aquellas chicas angelicales que cometieron un crimen atroz y, sin embargo, durante el juicio no per-dían la sonrisa? Sobre ellas: ¿qué les llevó a traspasar los límites?, ¿cuáles fueron las consecuencias de actos que las perseguirán siempre?

Libro actual y decisivo para entender una palabra que se emplea desde me-diados del siglo xix en el debate político y periodístico. Su autor, profesor de historia contemporánea en la Universidad de Palermo, por medio de una in-vestigación estrictamente histórica, despeja una de las grandes interrogantes de nuestro tiempo: ¿qué es la mafia? Sin duda, una organización que cubrió toda Italia y que extendió sus hilos al resto del mundo, como se descubrirá en esta obra.

HISTORIA DE LA MAFIA

Salvatore LupoEDICIONES

GANDHI

La leyenda negra de

Zelda, apuntalada por Hemingway, la convertiría en una especie de mala influencia que terminaría por hundir a su marido. En medio de la crisis, Fitzgerald siguió escribiendo hasta publicar clásicos como Hermosos y malditos (1922), El gran Gatsby (1925) y Suave es la

noche (1935), novela que ocasionaría otra disputa entre la pareja: Zelda, interna-

da en una clínica psiquiátrica hacia 1930, donde fue diagnosticada como

esquizofrénica, escribió durante su estancia en la clínica la novela Save Me the Waltz, que usaba algunas ideas y escenas de Suave es la noche, por

lo que Scott se lo recriminó.

Tras sufrir dos infartos, el 21 de diciembre de 1940, Scott Fitzgerald sufrió el último ataque al corazón. Tenía cuarenta y cuatro años de edad. Zelda moriría de manera trágica el 10 de marzo de 1948, durante el incendio de la clínica donde permanecía internada. Tenía cuarenta y ocho años.

Hasta 1975 fue posible que la pareja descansara en una misma tumba en el Cementerio de Saint Mary, en Rockville, Maryland. El epitafio reproduce la frase final de El gran Gatsby: “Y así seguimos empujando, botes que reman contra la corriente, atraídos incesantemente hacia el pasado”.

Con información de Vidas secretas de escritores, editado por Oceano.

En 1918, dos jóvenes alegres y rebeldes se conocieron en un baile. Ella

tenía dieciocho años, proveniente de una de las mejores familias de

Alabama; él, de veintidós, nacido en Minnesota, esperaba órdenes para ser enviado a la Primera

Guerra Mundial. El encontronazo, porque no se puede llamar de otra

forma al inicio de la relación entre Zelda Sayre y Scott Fitzgerald, fue inevitable. Ambos

eran hermosos y malditos.

Como ella prefería casarse con alguien de su clase y no con quien no podría cumplir sus exigencias, deshizo el compromiso

con el joven Scott, quien siguió escribiendo lo que meses después se convertiría en su primer éxito literario: A este lado del paraíso, que

vendió más de cuarenta mil ejemplares en 1920. Con dinero en el bolsillo, Zelda reanudó el compromiso. La boda se celebró el 3 de abril de 1920 y en 1921 nació su única hija, Frances “Scotie” Fitzgerald.

Desde ese momento se convirtieron en la pareja más celebre, de ésas cuya presencia es indispensable para justificar cualquier exceso. Su manera de beber y

divertirse los volvieron famosos, lo mismo que su comportamiento extravagante: viajaban en los techos de los taxis, se bañaban en la fuente del Hotel Plaza de Nueva York, llegaban en piyama a las fiestas “informales” o, como ocurrió en la fiesta del magnate de Hollywood Samuel Goldwyn, sin invitación, llegaron en cuatro patas, ladrando como perros.

En París continuaron la fiesta. Sin embargo, el tren de vida de la familia Fitzgerald comenzó a perder velocidad y muy pronto las deudas los ahogaron, junto con el alcohol. Los pleitos entre ellos por la falta de dinero se hicieron comunes.