Antropología Médica en La Argentina

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VIII Reunión de Antropología del MERCOSUR Buenos Aires, 29 de septiembre al 2 de octubre de 2009 GRUPO DE TRABAJO Nº 44 TRASLACIONES ETNOGRÁFICAS: ANTROPOLOGÍA Y CIENCIA La historia de la antropología como campo de estudios. Contribuciones desde de una investigación sobre la historia de la antropología médica en la Argentina. María Julia NAME (Proyecto UBACyT F058 * , Programa de Antropología y Salud, FFyL-UBA) Introducción La historia de la antropología como campo de estudios ha cobrado un importante impulso en las últimas décadas en la Argentina, lo que puede verse tanto en el creciente número de publicaciones como en la generación de espacios de discusión e intercambio y en la conformación de grupos y proyectos de investigación específicos. Respecto de las publicaciones disponemos, por un lado, de materiales bibliográficos elaborados por los propios actores que, sin adscribirse estrictamente al campo de la historia de la disciplina, ofrecen análisis y periodizaciones que resultan valiosos por la información histórica e institucional que contienen 1 . Y, por el otro, de trabajos elaborados en el marco de investigaciones formalmente adscriptas a este campo que analizan el desarrollo de la disciplina en general 2 y de la antropología social en particular 3 , así como las trayectorias de figuras representativas 4 y de instituciones clave 5 de la antropología argentina. En cuanto a la * El proyecto se titula "Antropología de la salud- enfermedad-atención. Un abordaje desde las políticas, las prácticas y los saberes" y su directora es Susana Margulies. 1 Véanse, entre otros: Bartolomé, L. (1987); CGA (2008) [1989]; Herrán, C. (1990); Madrazo, G. (1985); Menéndez, E. (2008); Rartier, H. (1986); Ratier, H. y Ringuelet, R. (1997). 2 Por ejemplo, Fígoli, L. (2004); Garbulsky, E. (2000); Guber, R. Visacovsky, S. (2006); Perazzi, P. (2003a) y (2003b); Stagnaro, A. (1993). 3 Entre otros, Garbulsky, E. (2004); Guber, R. (2005); Guber, R. y Visacovsky, S. (1998). 4 En Guber, R. (2008) se analizan las trayectorias de E. Menéndez y E. Hermitte en relación con la antropología social; en Podgorny, I. (1997) se analizan las distintas biografías de F. Ameghino; en Soprano, G. (2006) se presenta la trayectoria de un grupo de antropólogos adscriptos a la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP y en (2007) se analiza la constitución de "liderazgos académicos" en dicha institución. 5 Véanse Gil, J. (2006) para el desarrollo de la carrera de Antropología en la Universidad de Mar del Plata y la participación de E. Menéndez; Lázzari, A. (2004) para la historia del Instituto Étnico Nacional y (2002) para la trayectoria del Instituto Nacional de la Tradición.

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VIII Reunión de Antropología del MERCOSUR Buenos Aires, 29 de septiembre al 2 de octubre de 2009

GRUPO DE TRABAJO Nº 44 – TRASLACIONES ETNOGRÁFICAS: ANTROPOLOGÍA Y CIENCIA

La historia de la antropología como campo de estudios. Contribuciones desde de una investigación sobre la historia de la

antropología médica en la Argentina. María Julia NAME

(Proyecto UBACyT F058∗, Programa de Antropología y Salud, FFyL-UBA)

Introducción

La historia de la antropología como campo de estudios ha cobrado un importante impulso en

las últimas décadas en la Argentina, lo que puede verse tanto en el creciente número de

publicaciones como en la generación de espacios de discusión e intercambio y en la

conformación de grupos y proyectos de investigación específicos. Respecto de las

publicaciones disponemos, por un lado, de materiales bibliográficos elaborados por los

propios actores que, sin adscribirse estrictamente al campo de la historia de la disciplina,

ofrecen análisis y periodizaciones que resultan valiosos por la información histórica e

institucional que contienen1. Y, por el otro, de trabajos elaborados en el marco de

investigaciones formalmente adscriptas a este campo que analizan el desarrollo de la

disciplina en general2 y de la antropología social en particular3, así como las trayectorias de

figuras representativas4 y de instituciones clave5 de la antropología argentina. En cuanto a la

∗ El proyecto se titula "Antropología de la salud- enfermedad-atención. Un abordaje desde las políticas, las

prácticas y los saberes" y su directora es Susana Margulies. 1 Véanse, entre otros: Bartolomé, L. (1987); CGA (2008) [1989]; Herrán, C. (1990); Madrazo, G. (1985);

Menéndez, E. (2008); Rartier, H. (1986); Ratier, H. y Ringuelet, R. (1997). 2 Por ejemplo, Fígoli, L. (2004); Garbulsky, E. (2000); Guber, R. Visacovsky, S. (2006); Perazzi, P. (2003a) y

(2003b); Stagnaro, A. (1993). 3 Entre otros, Garbulsky, E. (2004); Guber, R. (2005); Guber, R. y Visacovsky, S. (1998). 4 En Guber, R. (2008) se analizan las trayectorias de E. Menéndez y E. Hermitte en relación con la antropología

social; en Podgorny, I. (1997) se analizan las distintas biografías de F. Ameghino; en Soprano, G. (2006) se

presenta la trayectoria de un grupo de antropólogos adscriptos a la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la

UNLP y en (2007) se analiza la constitución de "liderazgos académicos" en dicha institución. 5 Véanse Gil, J. (2006) para el desarrollo de la carrera de Antropología en la Universidad de Mar del Plata y la

participación de E. Menéndez; Lázzari, A. (2004) para la historia del Instituto Étnico Nacional y (2002) para la

trayectoria del Instituto Nacional de la Tradición.

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generación de espacios de discusión e intercambio, la cantidad de simposios, paneles, grupos

de trabajo, etc., realizados en los últimos años resulta significativa y probablemente esté

indicando que este campo de estudios se ha ido instalando en forma paulatina en la agenda de

debates de la antropología argentina. A nivel nacional, las diversas actividades que se llevan a

cabo en los congresos nacionales de antropología social (CAAS) desde 1990 en adelante dan

cuenta de ello6. Y en una escala más "local" (en este caso, porteña) lo muestran las

actividades organizadas en contextos institucionales como la Facultad de Filosofía y Letras de

la UBA y el Centro de Antropología Social del IDES.7 Por último, en lo que respecta a la

conformación de proyectos y grupos de estudio, identificamos varios equipos de investigación

que funcionan –o funcionaron en la última década– en los principales espacios institucionales

en los que se desarrolla antropología8.

6 Si bien el número de actividades varía de un congreso al otro, podemos observar lo siguiente: en el IX CAAS

(Posadas, 2008) se realizaron dos paneles y una mesa de trabajo sobre la historia de la antropología en la

Argentina. En el VIII CAAS (Salta, 2006) funcionó un simposio sobre el tema, organizado a partir de cuatro

subsimposios. En el VII CAAS (Villa Giardino, 2004) funcionó un único simposio, al igual que en el VI CAAS

(Mar del Plata, 2000). En el V CAAS (La Plata, 1997) y en el IV CAAS (Olavarría, 1994) sólo hemos registrado

trabajos aislados que podrían adscribirse parcialmente a este campo, sin que haya funcionado una mesa o panel

específico. En el III CAAS (Rosario, 1990), en cambio, el lugar ocupado por la historia de la antropología

argentina fue más importante: funcionó un simposio y también un taller, y varios de los trabajos allí presentados

se publicaron en un número especial de la revista RUNA. 7 En la UBA podemos mencionar las diversas actividades conmemorativas del 50º aniversario de la creación de

la carrera de Cs. Antropológicas durante 2008, así como el funcionamiento de un GT sobre la historia de la

antropología (coordinado por S. Margulies y A. Martín) en las V Jornadas de Investigación en Antropología

Social. Asimismo, debe mencionarse el dictado del primer seminario de grado sobre historia de la antropología

argentina (a cargo de P. Perazzi) durante 2009 en la carrera de Ciencias Antropológicas. Por su parte, el Centro

de Antropología Social del IDES ha organizado durante los últimos años una serie de actividades organizadas

entre otros por el grupo de estudio y trabajo "Historias de la antropología: perspectivas comparadas desde la

trayectoria argentina" (coordinado por G. Soprano). 8 En la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA actualmente funcionan dos proyectos de "reconocimiento

institucional": uno sobre la historia de la antropología en la Argentina (dirigido por P. Perazzi) y otro sobre la

enseñanza de la historia de la antropología en la carrera de Ciencias Antropológicas (dirigido por A. Roca).

Registramos, asimismo, la elaboración de algunas tesis en el marco de un proyecto UBACyT sobre comunidades

científicas dirigido por C. Hidalgo y F. Schuster y un proyecto que dirigió R. Guber entre 1995 y 1997. En la

Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP funciona el equipo de trabajo sobre historia de la ciencia

dirigido por I. Podgorny, algunos de cuyos miembros investigan sobre la historia de la antropología argentina.

En la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR se puede mencionar el taller que coordinaba E. Garbulsky

hasta su fallecimiento. Por último, el CAS-IDES en conjunto con cuatro instituciones universitarias del país (la

Facultad de Ciencias Sociales-UNQ, el Museo de Antropología-UNC, la Facultad de Humanidades-UNMP y el

Departamento de Antropología Social-UNICEN) desarrolla un proyecto financiado por la ANPCyT sobre la

historia de la antropología argentina entre 1940 y 1980 que está compuesto por "nodos", bajo la dirección de R.

Guber quien además participa, junto con algunos integrantes del grupo "Historias de la antropología"

mencionado en la nota anterior, de un proyecto financiado por LASA/Ford sobre la enseñanza de la antropología

social en diferentes países de América Latina.

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Este evidente crecimiento supone a su vez una serie debates, discusiones y opiniones en torno

del pasado de nuestra disciplina y del modo en que se lo construye. Sin embargo, hasta el

momento los debates han privilegiado más los contenidos histórico-disciplinares que las

posibles reflexiones al nivel teórico-conceptual y de las categorías. Las discusiones suelen

darse en términos de una disputa por definir cuál y cómo fue la "verdadera" historia de

nuestra disciplina, o suelen focalizarse en las trayectorias de determinadas figuras o

instituciones, quedando relegadas a un segundo plano las preguntas sobre el para qué y el

cómo abordar este tipo de estudios.

Sin restar importancia a las discusiones existentes, en esta comunicación me propongo

presentar algunas reflexiones de índole teórico-conceptual que fueron surgiendo en el proceso

de trabajo de mi actual investigación doctoral. Específicamente, pasaré revista de tres grupos

de preguntas que fui formulando durante una primera etapa de trabajo e intentaré

problematizarlas a partir de las propuestas de un conjunto de autores adscriptos al campo de la

historia de la antropología, en su mayoría extranjeros. Consciente de que los contextos en que

estos autores producen difieren considerablemente del nuestro, me arriesgo a tomar algunos

de sus planteos como puntos de partida para comenzar una reflexión en los términos aquí

propuestos.

El contexto de surgimiento de las preguntas

Mi investigación aborda el estudio de la historia de la antropología médica en la Argentina,

analizando los procesos mediante los que se fue constituyendo como un campo subdisciplinar

específico de investigación y práctica profesional. La metodología que utilizo combina el

análisis de fuentes (en su mayoría, textos académicos) con entrevistas a investigadores y

profesores antropólogos que estuvieron vinculados –y eventualmente continúan estándolo–

con el desarrollo de este campo en el país.

Uno de mis objetivos específicos es reconstruir las trayectorias de aquello que actualmente

denomino las principales "líneas de trabajo" en antropología médica en la Argentina, para lo

cual busco identificar autores, temas estudiados, abordajes conceptuales y metodológicos,

adscripciones institucionales, etc. Durante una primera etapa me he centrado específicamente

en el contexto institucional de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad

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Nacional de La Plata, y pude identificar una "línea de trabajo" que fue dominante por varias

décadas en esta institución y muy probablemente en el país9, cuyos referentes más

importantes fueron Armando Vivante y Néstor Palma. Las preguntas sobre las que

reflexionará aquí surgieron en el transcurso de esa primera etapa.

Historia de la antropología: ¿para qué?

La primera pregunta surgió al momento de elaborar el proyecto y volvió a presentarse en la

instancia de análisis de los datos. Se formula de la siguiente manera: ¿para qué los

antropólogos deberíamos estudiar la historia de nuestra disciplina? Solemos contestar casi

automáticamente diciendo o bien que es para conocer nuestro pasado, o bien que es para

comprender nuestro presente, o bien ambas cosas. Ahora, yo me pregunto: ¿conocer el pasado

para qué?; ¿comprender el presente para qué?

Para comenzar a reflexionar al respecto, quisiera remontarme a un debate de larga data entre

los estudiosos del campo. Debate que surge en el marco de una conferencia realizada en 1962

en Nueva York, patrocinada por el Social Science Research Council y que varios autores

identifican como el punto de inflexión que dio lugar a la "profesionalización" de la historia de

la antropología en los Estados Unidos. En esa conferencia, que reunió a un grupo de

intelectuales interesados en el tema, suele situarse el surgimiento de un "dilema" (Darnell,

1977; Kuper, 1991) respecto de quiénes deberían escribir esa historia: si los historiadores o

los antropólogos. Fue precisamente a partir de ese "dilema" que el historiador estadounidense

George Stocking (1982)10 presentó el debate entre la mirada historicista y la mirada

presentista de la historia. Según su planteo, la mirada presentista es aquella que explica el

pasado en los términos del presente ("for the sake of the present") y por lo tanto es limitada

dado que resulta en un modo de legitimar los argumentos teóricos del presente. Tomando

prestado un término del filósofo e historiador Herbert Butterfield, Stocking la caracteriza

9 Esto se verifica al menos en lo que respecta al volumen de publicaciones: la mayor parte de los trabajos de

antropología médica (libros, papers, publicaciones en revistas de Salud Pública, etc.) que se registran entre las

décadas de 1940 y 1970 pertenece a los dos principales autores de esta "línea de trabajo". 10 Su ensayo fue publicado por primera vez en 1965 en el Journal of the History of the Behavioral Sciences. Tres

años más tarde, Stocking lo incluyó en su compilación Race, culture and evolution. La versión con la que

trabajamos corresponde a una reedición de esa segunda publicación, del año 1982.

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como una mirada whig11 en el sentido de que concibe a la historia de un modo lineal y

progresivo, abstrayendo los procesos de sus contextos históricos concretos, estimándolos y

organizando su historia a partir de una referencia directa al presente. Y en ese sentido –

sostiene– se trata de una mirada anacrónica dado que recurre a una operación analítica que

termina "abreviando" toda la historia que hay entre medio. La mirada historicista, por su

parte, es aquella que explica la historia en los términos del pasado ("for the sake of the past"),

procurando entender los fenómenos en su contexto histórico, político e institucional concreto:

los eventos, los personajes y las obras precisan siempre estar situados contextualmente. Esto

nos permite comprender su plausibilidad en vez de buscar una racionalidad desde el presente

(reasonableness vs. rationality). Es la historia de los autores pensando más que la de su

pensamiento (thinking vs. thought), la que nos permite comprender en lugar de juzgar

(undestanding vs. judgment) y así entender los cambios históricos como procesos emergentes

complejos, y no como una secuencia lineal de acontecimientos. Si bien Stocking se reconoció

más cercano al historicismo, señaló la necesidad de combinar ambas miradas

Esta distinción fue retomada y reformulada por varios autores/as, y continúa vigente en la

actualidad. Resulta de interés el planteo de la antropóloga canadiense Regna Darnell (2001),

quien redefine lo que se entiende por presentismo. Según señala, una mirada desde el presente

no tiene por qué convertirnos en "miopes" y distorsionar nuestra percepción del pasado sino,

por el contrario, debiéramos poder ver qué aspectos de éste continúan vigentes hoy. De modo

que presentismo e historicismo, lejos de ser puntos de vista inconmensurables, se

complementan. Según Darnell, la historia se construye siempre desde preocupaciones del

presente, y en ese sentido es presentista. Pero su indagación sobre el pasado no ha de hacerse

a los fines de legitimar ese presente ni mucho menos de establecer discontinuidades absolutas

con el pasado sino, en cambio, a los fines de repensarnos, de conocer mejor "de dónde

venimos".

Me resultó muy esclarecedor el uso metafórico que esta autora hace del término "miopía".

Según entiendo, alguien que padece de miopía puede ver con claridad los objetos cercanos

mientras que los más distantes se le presentan borrosos o desdibujados. De modo que –

entiendo yo– seríamos miopes si, posicionados desde el presente, distorsionáramos el pasado

por ser algo lejano. Pero si, en vez de "abreviar" (y aquí recurro a la expresión de Stocking)

11 Término que se traduce como "liberal".

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todo lo que media entre el pasado y el presente mediante rupturas absolutas, buscáramos

posibles puntos de continuidad, el pasado no se presentaría tan lejano ante nuestros ojos y

muy probablemente no lo veríamos distorsionado.

Otro aporte que me interesa mencionar aquí es la distinción propuesta por la antropóloga

brasileña Mariza Peirano (2006) entre lo que denomina la historiografía y aquello que define

como historia teórica. También partiendo del debate historicismo/presentismo, la originalidad

de su propuesta reside en su reflexión respecto de cómo construimos teoría cuando hacemos

historia. La historiografía es una práctica "externa" a la disciplina antropológica, en el sentido

de que no busca establecer discusiones con los autores sobre los que estudia sino, por el

contrario, busca situarlos "en su contexto"12 (es un planteo similar al del historicismo

descripto por Stocking). La historia teórica, por su parte, constituye una combinación sui

generis entre historia y teoría. Se trata de una práctica "interna" a la disciplina, que interpela a

los autores estudiados a partir de preocupaciones conceptuales y teóricas del presente, y

contribuye de este modo a la constante reformulación de la teoría.

Permítanme ahora referirme a un ejemplo de mi propia investigación. Como señalé más

arriba, en una primera etapa del trabajo abordé el estudio del desarrollo de la línea de trabajo

encarnada por las figuras de Vivante y Palma. En un análisis de sus publicaciones (Name,

2008) sostuve que en un comienzo los trabajos eran mayormente descriptivos mientras que

hacia finales de la década de 1960 comenzaron a incorporar una línea argumental más cercana

a la resolución de problemas prácticos y a la planificación en Salud Pública, específicamente

en el tratamiento de las problemáticas sanitarias de algunas poblaciones indígenas del país.

Una de las particularidades de esta nueva línea argumental era que asumían al antropólogo

como un traductor que mediaría entre los saberes científicos y los tradicionales (presentados

como casi excluyentes entre sí). El antropólogo aparecía como el único "intérprete" legítimo

de todo lo concerniente a las (otras) culturas, ya que se lo consideraba "preparado, teórica y

metodológicamente, para comprender[las] y explicar[las]"13. Pocos años después, planteos de

12 Peirano utiliza esta expresión tomando como referencia una anécdota: en uno de sus cursos, Stocking comentó

a sus alumnos (entre quienes se encontraba ella) que, revisando sus propios escritos, le había llamado la atención

la recurrencia con la que aparecía la frase "In this context" al comienzo de los párrafos. La autora considera que

esa expresión sintetiza muy claramente la mirada historiográfica de la historia. 13 Esta cita pertenece a un trabajo publicado por N. Palma en la revista Relaciones, en el año 1972. Siguiendo

una caracterización esbozada por E. Menéndez, sostuve que este tipo de planteo se asemejaba al modelo del

"funcionalismo culturalista" en antropología médica. En este modelo, las prácticas y saberes médicos

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este tipo de comenzaron a cuestionarse tanto al interior como hacia fuera del ámbito

institucional de la Universidad Nacional de La Plata; y surgieron conflictos que se tradujeron

en debates conceptuales y teóricos, aunque también en informes de investigación rechazados,

en renuncias, en enfrentamientos, etc.

Sin embargo _y aquí es donde comienza a responderse la pregunta sobre el para qué la

historia_, si bien en la actualidad podríamos sostener que esos debates y esas disputas

pertenecen a décadas pasadas, lo cierto es que en muchos aspectos permanecen vigentes. Si

nos detenemos a observar los intercambios que se dan en una mesa o grupo de trabajo sobre

antropología médica en la actualidad, podremos advertir en muchos casos esas continuidades,

sobre todo en lo que respecta a las discusiones respecto del rol del antropólogo o a la

utilización ciertos conceptos (como el de cultura). Por eso –y retomando a Darnell– si

estudiamos cuestiones del pasado es porque, con sus transformaciones, continúan vigentes

hoy. Desenmarañarlas no sólo nos sirve para repensar el presente y conocer la historia de los

debates actuales sino también para participar activamente de los mismos y contribuir, como

dice Peirano, al "refinamiento del conocimiento antropológico y a su permanente

renovación"14. Por eso me atrevería a sostener que estudiar la historia de la disciplina es

mucho más que conocer el pasado y comprender el presente. Es, además, hacer antropología.

La construcción de las categorías

El segundo aspecto sobre el que quisiera reflexionar surgió al momento del análisis de los

datos. Tiene que ver con el cómo abordar el estudio de la historia de la propia disciplina, y se

compone de varias preguntas: ¿qué categorías analíticas utilizar para dar cuenta de la

complejidad de los procesos estudiados?; ¿cómo construirlas?; ¿cómo situarme a mí misma,

en tanto antropóloga, dentro de ese proceso de construcción de la historia? Los obstáculos

surgieron al querer dar cuenta de la trayectoria de la "línea de trabajo" de Vivante y Palma:

¿qué tipo de historia es posible construir?; ¿con qué categoría referirme a esa "línea de

trabajo"?.

"tradicionales" se consideran obstáculos para la aplicación de políticas sanitarias y la antropología era la

encargada de hallar mecanismos para que determinados grupos puedan "asimilar" la medicina científica sin

alterar, en la medida de lo posible, sus costumbres "tradicionales". 14 Peirano (2006: 10). [La traducción es mía]

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Intentaré dar cuenta de mi experiencia en torno de dos conceptos que se utilizan con

frecuencia entre quienes investigan en este campo. Que, si bien resultan atractivos en tanto

forman parte de lo que podría denominarse el vocabulario antropológico, y si bien pueden ser

útiles para organizar la información, es preciso tomar algunos recaudos para que no terminen

funcionando como obstáculos.

El primer concepto es el de "genealogía". Regna Darnell lo utiliza para referirse a la labor de

los historiadores de la disciplina (los "analistas", como ella los denomina). Construir

genealogías implica buscar "persistencias" no sólo teóricas sino también metodológicas y

etnográficas con tradiciones que han sido "invisibilizadas" en la memoria disciplinar. Esta

forma de mirar el pasado sería la que nos permitiría perder esa "miopía" a la que me referí en

el apartado anterior. Por su parte, en nuestro país, los antropólogos Rosana Guber y Sergio

Visacovsky (1998) utilizan este concepto para dar cuenta del modo en que los propios actores

(ya no los "analistas") construyen la historia disciplinar en función de cómo eligen narrarla.

La modalidad "genealógica" (que oponen a la "generacional") implica un mecanismo de

historización que consiste en el establecimiento de "líneas de filiación" a partir de la

identificación de los miembros de generaciones anteriores como "maestros" ante quienes se

expresa reconocimiento y lealtad.

En mi investigación me propuse incorporar ambos aportes: construir una genealogía de la

"línea de trabajo" de Vivante y Palma a partir de la búsqueda de continuidades entre el pasado

y el presente, y tomando a la vez el recaudo de situar histórica, política e institucionalmente

los discursos de los actores, tanto de los que entrevisté como de las fuentes escritas. Sin

embargo, ya a partir de la búsqueda de fuentes, se hizo preciso tomar otro recaudo: debía,

además, situar esa genealogía dentro las particularidades del desarrollo histórico de la

antropología en nuestro país; de lo contrario, correría el riesgo de no poder atravesar los

límites propios de "mi" genealogía. Esto es, si bien podía remontarme a la figura de Vivante

como el iniciador de una de las principales líneas investigación en el campo de la antropología

médica en el país, no debía perder de vista que su labor no se circunscribió exclusivamente a

este campo sino que ha investigado y dirigido tesis y trabajos en muchas otras áreas

disciplinares. Más aun, entre los antropólogos que entrevisté, están quienes lo asocian con la

antropología médica pero también están quienes circunscriben sus estudios sobre medicina

tradicional al campo del folklore. Por eso, cuando en mi trabajo hablo de "antropología

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médica", procuro hacerlo en un sentido amplio, refiriéndome no solamente a los desarrollos

propios de la antropología social sino procurando incorporar además los aportes provenientes

de otros campos disciplinares, como el folklore, la antropología biológica (o física) y la

etnología.

El segundo concepto, que suele utilizarse con frecuencia (en algunos casos, en vinculación

con el de genealogía) es el de "linaje". Pese a que no se lo desarrolla en profundidad, de su

uso frecuente puede inferirse que se refiere a una relación entre miembros de distintas

generaciones de antropólogos, en la que se identifica a alguien de la generación mayor como

la "cabeza", el "jefe" o el "maestro" y a los de las generaciones siguientes como sus

"seguidores" o "discípulos". Y que existe, además, una continuidad entre unos y otros: el

maestro es el que introduce a los discípulos en determinadas lecturas y en determinadas

prácticas, el que les enseña el "oficio", y a quien los discípulos le deben lealtad15.

Mariza Peirano introduce un uso más específico de este término. Habla de "linajes

intelectuales", y por esto entiende una "secuencia de predecesores" que construimos sobre la

base de las particulares lecturas que efectuamos de los clásicos de una disciplina, la

experiencia etnográfica y la influencia de quienes se constituyen como nuestros maestros. En

ese sentido –dice– más allá de que tenga "implicancias colectivas", el linaje es un producto

individual.

Cuando comencé a analizar esta "línea de trabajo" en antropología médica me pregunté si

podría analizarla en términos de un linaje: Vivante sería el maestro y Palma su principal

discípulo. Esto no presentaba grandes inconvenientes, dado que me era muy sencillo

reconocer sus influencias en los trabajos de Palma: en los temas abordados, en ciertas

15 R. Guber (2005), por ejemplo, diferencia dos "linajes" en los orígenes de la antropología social porteña, que en

un comienzo (entre 1939 y 1947) coexistieron sin conflictos en el Museo Etnográfico pero que a luego de 1947

se constituyeron casi de modo antagónico. Sus "cabezas" o "jefes" eran, por un lado, José Imbelloni,

representante de la Escuela Histórico-Cultural, y por otro lado, Francisco de Aparicio, arqueólogo aficionado y

representante de una línea de trabajo en geografía humana por esos años. Guber ubica a Esther Hermitte entre los

"seguidores" del linaje de Aparicio, y sostiene que su interés por la antropología social comenzó a despertarse

durante los viajes de campo que realizó junto con el equipo de su "jefe". Por su parte, G. Soprano toma de este

artículo el término "cabezas de linajes" cuando analiza la conformación de "liderazgos" y "grupos académicos"

en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP para referirse a quienes "se erigieron como referentes

intelectuales e institucionales de otros antropólogos que formaban parte de las generaciones subsiguientes"

(Soprano, 2007: 3, nota al pie)

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referencias teórico-conceptuales, etc. Incluso este último, en una entrevista, se había referido

a Vivante como su maestro, aquel que lo había iniciado en el oficio del antropólogo y que

había contribuido a despertar su interés por la antropología médica. Pero más adelante fueron

surgiendo algunas preguntas en torno de este concepto: ¿quién/quiénes construye/n los

linajes? ¿Son los propios actores, al reconocer a determinada figura como un "maestro"? ¿O

se trata de una construcción que hacemos quienes investigamos sobre la historia de la

antropología (los "analistas", en términos de Darnell) cuando reconocemos continuidades en

términos teóricos, conceptuales, metodológicos, y también político-ideológicos entre

miembros de generaciones distintas? Posiblemente los linajes sólo puedan construirse a partir

de esa doble operación, y no sea suficiente con una sola mirada. Por otra parte, esa operación

no debería pensarse por fuera del complejo y más amplio entramado de relaciones, disputas,

afiliaciones político-institucionales, etc., que en este caso hacen a la historia de la

antropología médica en nuestro país, y en los que yo misma estoy incluida como antropóloga,

integrante de un equipo de antropología y salud. Por lo tanto, y en clave con el planteo de

Peirano, sospecho que construir un linaje es más que nada una experiencia individual y

particular. En ese sentido, tal vez no sea conveniente caracterizar a la "línea de trabajo" sobre

la que investigué como un linaje intelectual. En todo caso, a los fines de dar cuenta de una

continuidad que es, en última instancia, construida por mí misma, conviene seguir utilizando

por el momento una noción como la de "línea de trabajo".

En resumen, y para concluir este apartado, la experiencia de mi primera etapa de trabajo me

ha conducido a pensar que si bien ciertas categorías pueden resultar útiles e incluso atractivas

para la investigación sobre la historia de nuestra disciplina, resulta importante construirlas con

precisión y en función de los objetivos con los que estamos trabajando. Y que, en caso de que

comiencen a funcionar como obstáculos, es preciso poder reformularlas o incluso deshacerse

de éstas.

Persistencias y discontinuidades: ¿cómo analizarlas?

La última pregunta sobre la que reflexionaré también surgió en la instancia de análisis de los

datos, y es la siguiente: ¿cómo analizar las persistencias y discontinuidades cuando hacemos

historia de la antropología? Al respecto, resulta de interés el planteo del antropólogo

mexicano E. Krotz (1987) respecto de la importancia de estudiar tanto las condiciones

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"internas" como "externas" de los procesos de producción antropológicos. Esto supone

distanciarnos de una lectura de la historia de la disciplina como un reflejo casi mecánico de

los acontecimientos histórico-políticos y sociales. En cambio, si bien el desarrollo de la

disciplina está siempre condicionado por estos procesos, debemos tener en cuenta, las

"temporalidades particulares" (Soprano, 2006) en que transcurre, que en muchos casos

trascienden las periodizaciones convencionales.

Pero no solamente es importante dar cuenta de esos procesos particulares sino además poder

elaborar nuestros análisis a partir de variables lo suficientemente flexibles como para evitar

encasillar la información en una u otra de modo excluyente. En la trayectoria de la "línea de

trabajo" que estudié, pude distinguir una serie de "etapas" que fueron atravesando las obras de

Vivante y luego de Palma. No obstante, al momento de describirlas comprendí que pretender

organizarlas en etapas significaba un obstáculo más que una solución. Implicaba,

primeramente, establecer fechas de inicio y finalización, cuando los límites entre un momento

y otro se presentaban de forma difusa. Por ejemplo, algunos conceptos propios de un

momento continuaban utilizándose en el siguiente, aunque se advertían cambios en el uso que

se les daba; cambios que, por otra parte, no se producían siempre en forma absoluta sino que

en ocasiones se los seguía utilizando con el criterio anterior 16.

De modo que, en vez de delimitar períodos a partir de fechas fijas, opté por distinguir

"momentos" a la vez histórico-temporales y teórico-conceptuales. Para cada uno establecí un

comienzo aproximado y un momento de finalización lo suficientemente flexible como para

considerar incluso la posibilidad de que se superpusieran entre sí. Y los caractericé, entre

otros aspectos, por los marcos de referencia teórico-conceptuales y metodológicas más

recurrentes en sus obras. Distinguí, por ejemplo, un primer "momento" que se caracterizó por

un fuerte predomino de la Escuela histórico-cultural y cuyos trabajos se focalizaron

principalmente en la búsqueda de los orígenes de determinadas prácticas y saberes médicos

considerados "supersticiosos"; un segundo "momento", en el que se incorporaron aportes

provenientes del folklore, a la vez que comenzaron a utilizarse nuevos conceptos y abordajes

16 Un ejemplo del uso variable de los conceptos es el modo en que Vivante se refirió a lo largo de su carrera a las

prácticas y saberes médicos de los grupos indígenas y rurales que estudiaba. Mientras que en sus primeros

trabajos hablaba de "medicina supersticiosa" y la consideraba prácticamente inconmensurable con la medicina

científica, más adelante comenzó a hablar de "medicina folk", reconociéndole a estos conjuntos de prácticas y

saberes cierta legitimidad como sistemas médicos. No obstante, el modo en que analiza dichos sistemas médicos

"folk" en algunos de sus trabajos sugiere que su lectura seguía atribuyéndole componentes supersticiosos.

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metodológicos, sin abandonarse, sin embargo, las referencias teóricas previas. De modo que,

como puede verse, los cambios entre uno y otro "momento" no implicaron rupturas absolutas

sino más bien superposiciones o yuxtaposiciones entre sus características. Pero no es éste el

espacio para continuar desarrollando las características de los siguientes "momentos". Si me

referí brevemente a los dos primeros fue sólo a los fines de ejemplificar el modo en que la

información histórica se presenta ante nuestros ojos: desordenada y en absoluto de un modo

unidireccional. Para poder darle algún tipo de orden es importante que elaboremos

herramientas que nos permitan abordar y dar cuenta de la complejidad de los procesos

estudiados, y evitar así las anteojeras.

* * *

Aquí finaliza esta comunicación, en la que espero haber podido poner en palabras algunas de

las reflexiones que surgieron en el transcurso de mi investigación actual, en parte debido a los

obstáculos que fui atravesado y en parte como producto de ciertas lecturas que fui realizando.

Lejos de pretender dar respuestas acabadas, mi propósito aquí ha sido comenzar a esbozar

algunas pistas para la construcción de posibles caminos de indagación sobre los que habrá que

seguir profundizando.

Page 13: Antropología Médica en La Argentina

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