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    Cerrando y reabriendo el espacio pblico

    en la ciudad latinoamericana

    Setha M. Low*

    RESUMEN

    Este artculo ofrece una mirada sobre las contradicciones que se suscitan entre los propsitosartstico-representacionales (muchas veces idealizados) que guan la renovacin de una plazaurbana, y su base poltica y econmica. Echar luz sobre estas contradicciones contribuye adesmitificar y visibilizar el carcter ideolgico (y no neutral) del diseo urbano pblico, tantoen lo que respecta a su estilo artstico como a su propsito poltico. Asimismo, al identificar losobjetivos polticos y econmicos del espacio pblico diseado, su planificacin, construccin orenovacin adquieren un nuevo sentido. Un espacio pblico que es ostensiblemente valoradocomo lugar para sentarse, leer y reunirse, se convierte en una estrategia de revitalizacin deun centro en decadencia, en un centro turstico y en un medio para la atraccin de nuevasinversiones y de capital extranjero.

    Palabras Clave: Plaza, Diseo urbano, Espacio pblico, Costa Rica, Prcticas artstico-representacionales.

    CLOSINGANDDISCLOSINGPUBLICSPACEINTHE LATIN AMERICANCITY

    ABSTRACT

    This analysis provides a glimpse of the contradictions between the artistic and often idealizedrepresentational purposes of the urban plaza, and its political and economic base. Bringing thesecontradictions to light helps to demystify and highlight the ways in which public urban designis deeply ideological (rather than neutral) both in artistic style and political purpose. Further, byidentifying the political and economic objectives of designed public space, its planning, design,construction, or refurbishing takes on new meaning. A public space that is valued ostensibly as aplace for people to sit, read, and gather, becomes a strategy for revitalizing a declining city center,a tourist center, and a means of attracting new investments and foreign capital.

    Key words: Plaza, Urban design, Public space, Costa Rica, Representational practices.

    Cuadernos de Antropologa Social N 30, pp. 1738, 2009 FFyL UBA ISSN: 0327-3776

    * Ph.D. Programa en Psicologa Ambiental, Geografa y Antropologa, Centro de Postgrados de laUniversidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY). Direccin electrnica: [email protected] realizado especialmente por invitacin de la revistaCuadernos de Antropologa Social. Traduc-cin: Sean Morris.

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    INTRODUCCIN

    El espacio pblico est desapareciendo rpidamente a causa de los pro-cesos de globalizacin y privatizacin, y tambin por la existencia de nuevasformas de control social y vigilancia. Incluso las plazas, lugares cvicos de lasciudades latinoamericanas, estn siendo cerradas, rediseadas y reglamentadasen formas que restringen sus tradicionales usos sociales y polticos. El objeti-vo de este artculo es dar cuenta de las contradicciones que existen entre lospropsitos artsticos y muchas veces idealizados que poseen estos cambiosy su base poltica y econmica. Iluminar estas contradicciones contribuye adesmitificar y visibilizar el carcter profundamente ideolgico (y no neutral)

    del diseo pblico urbano en lo que hace a su estilo artstico-representacionaly a su propsito poltico. Ms an, al identificar los fines polticos y econ-micos del espacio pblico diseado, tanto su planificacin y diseo comosu construccin o renovacin adquieren un nuevo significado. Un espaciopblico que es ostensiblemente valorado como un lugar para sentarse, leer yreunirse, se convierte en una estrategia de revitalizacin de un centro urbanoen decadencia, en un centro de turismo y en una forma de atraer inversionesnuevas y capital extranjero.

    La base terica de este anlisis retoma el trabajo de Sylvia Rodrguez(1989 y 1997), quien se ha interesado por la forma en que la pintura mistificalos objetivos econmicos o polticos de su produccin. Rodrguez argumentaque ideologa y cultura expresiva proveen muchas veces una interpretacinms positiva de las relaciones sociales de explotacin y desigualdad que las queexisten en realidad (1989). En su estudio sobre Taos, el arte fue utilizado paraencubrir condiciones que de otra forma hubieran sido vistas como opresivas y,por lo tanto, para mitificar, es decir, para enmascarar lo que en realidad ocurraen trminos de poder poltico local y condiciones de vida.

    El diseo y la construccin de plazas pblicas sirven a estos mismos pro-psitos e, incluso ms, en la medida en que los ciudadanos perciben a la plazacomo un espejo cultural en el que se ven reflejados. En este sentido, puede ser queel proceso de mitificacin comience con el diseo del espacio pblico, pero loshabitantes locales, los usuarios de la plaza, los administradores de la ciudad y losmedios de comunicacin participan activamente en el oscurecimiento de ciertos

    significados polticos. Los espacios pblicos urbanos que son presentados por losplanificadores y administradores como diseados para el bien comn, son en

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    verdad diseados para promover actividades que excluyen a ciertas personas ybenefician a otras. Con frecuencia, los motivos econmicos que guan el diseodel espacio pblico urbano suelen estar ms relacionados con la intencin de

    incrementar el valor y el atractivo de las propiedades circundantes, que con elinters de aumentar la comodidad de sus habitantes cotidianos.La plaza hispanoamericana ha sido definida como un espacio preemi-

    nentemente pblico, fuente y smbolo del poder cvico, asociada con una largatradicin como centro cultural de la ciudad. En su rea y alrededores se hanlocalizado los jardines y los principales edificios vinculados a la vida socialde la comunidad: la iglesia representando el poder religioso, y las oficinasgubernamentales representando el poder poltico. Tradicionalmente, el

    comercio estuvo separado y ubicado en otra rea cntrica donde tenan lugartransacciones impersonales; sin embargo, con el correr del tiempo, tanto losbancos y negocios, como los teatros y los restaurantes terminaron finalmenterodeando a la plaza. sta es una arena de encuentros donde diversos grupos yclases sociales se renen de una manera altamente estructurada, divididos porespacio y tiempo, pero entremezclndose e interactuando en el mismo sitio.

    A modo de ilustracin presento la historia del Parque Central, una plazaubicada en el centro de San Jos de Costa Rica, y analizo el conflicto contem-porneo que se suscit con motivo del diseo del llamado kiosco o glorieta(un templete o pabelln ubicado en el centro de la plaza) y los resultados de laremodelacin de este sitio urbano tradicional. En un segundo ejemplo muestroel caso de la Plaza de la Cultura, una plaza recientemente rediseada en la mis-ma ciudad, y exploro cmo las metas artsticas y econmicas de sus creadoresno satisfacen las necesidades de los usuarios de la plaza sino que se amoldana las necesidades de la creciente industria del turismo. En esta discusin, las

    preocupaciones de los usuarios son contrastadas con las intenciones de los di-seadores y funcionarios, a fin de resaltar la manera en que el conflicto entreel valor representacional-figurativo y el valor de uso1 de un espacio pblico seresuelve en un contexto especfico (Low, 1995, 1996, 1997).2

    ESPACIOPBLICO

    Un espacio pblico se refiere a cualquier espacio abierto en el cual se rene

    cierto nmero de personas. Sin embargo, en tanto concepto histricamentesituado, el espacio pblico posee una base poltica y legal en la democracia

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    liberal y en la formacin del estado-nacin moderno. Segn la discusin deHabermas sobre el desarrollo de una esfera pblica (Habermas, 1974), el espaciopblico fue creado por los burgueses capitalistas en el siglo XIX con el objetivo

    de proteger y expandir sus intereses comerciales frente a regmenes aristocrticosy otros no-democrticos, mediante la definicin y control del espacio. Si bienla burguesa procur asegurar sus propios derechos al desarrollo capitalista,afirmando la igualdad de derechos, no pretendi sin embargo extender esteacceso igualitario a todos los segmentos de la sociedad, especialmente a losmiembros de las clases bajas que podan competir econmicamente con ellautilizando los espacios pblicos en este caso las calles (Davis, 1986). La ocu-pacin de la Plaza de la Cultura por parte de vendedores, por ejemplo, compite

    con los negocios tursticos que rodean la plaza; hecho que ha generado unaserie de hostiles batallas judiciales en torno a la legalidad del uso lucrativo deeste espacio pblico por los vendedores. Por consiguiente, el escenario pblicoha sido por largo tiempo testigo de contestaciones debido a las contradiccionesen el entendimiento literal del acceso igualitario, y las prcticas reales de lasclases medias y profesionales. A raz de estas confusas nociones de igualdad deacceso, ninguno de los dos espacios pblicos que estudi ni el Parque Centralni la Plaza de la Cultura ha logrado el xito pretendido por los funcionarioso los diseadores. No obstante, para poder entender los conflictos que se ex-presan a travs del diseo urbano, es necesario resear el contexto histrico yel desarrollo de la ciudad de San Jos.

    ELCONTEXTOURBANO

    Para entender los conflictos actuales sobre el uso de las plazas, es preciso

    examinar la creciente segregacin espacial y la cambiante estructura de clasesque han sido el resultado de la crisis econmica que comenz a mediados delsiglo XX. Antes de esta crisis, los barrios cntricos de las ciudades costarricenseseran relativamente heterogneos, pero a causa de los cambios subsiguientes, loshabitantes ms acomodados se alejaron del ncleo central, desarrollando mediosde proteccin espacialmente restrictivos y cerrando sus barrios a los sectoresempobrecidos y a las clases trabajadoras. Este aumento en la segregacin espacialpuede apreciarse en el cambio de usuarios de las plazas centrales de San Jos.

    San Jos fue mencionada por primera vez en 1708 como una poblacinnuclear que no cumpla con sus obligaciones hacia la Iglesia Catlica (Calvo

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    Mora, 1887). La plaza que luego se convertira en el Parque Central fue mencio-nada por primera vez en 1761. Ubicada en el centro del asentamiento colonialde San Jos, esta plaza principal (la plaza cvica o mayor segn la planificacin

    urbana latinoamericana) comenz como un mercado municipal, como unbastin en la guerra de independencia contra Espaa, como una fuente deagua para los habitantes y como el lugar donde se sorteaba la lotera mensual.

    Las primeras familias que habitaron San Jos eran descendientes de losprimeros colonizadores espaoles que migraron al nuevo mundo, y aunquese les haban concedido derechos de encomienda, la mayora practicaba unaagricultura de subsistencia (MacLeod, 1973; Stone, 1974). Hacia mediadosdel siglo XVIII, San Jos era un centro de procesamiento de tabaco (De Mora,

    1973). La economa de caf prosper gracias a la construccin del ferrocarrily al creciente mercado europeo, y la poblacin de San Jos se expandi de13.867 en 1801 a 28.944 en 1844 (Revista de Costa Rica en el siglo XIX,1902). La separacin de Costa Rica de Espaa en 1821 precipit una serie debatallas armadas que siguieron a la Independencia, las cuales resultaron en ladesignacin de San Jos como capital de la nueva repblica en 1823.

    En 1825, la ciudad de San Jos estaba compuesta por seis cuadras querodeaban lo que ms tarde sera el Parque Central. En 1849, los miembros delas clases bajas se ubicaban en las afueras de la ciudad ms all de la Calle dela Ronda y trabajaban como artesanos o jornaleros; mientras que los profe-sionales, hombres de negocios y hacendados del caf se asentaron a lo largo delas calles principales (Vega Carballo, 1981; Snchez Delgado y Umaa, 1983).En 1890, las zonas comerciales y burocrticas de la ciudad se extendieron con-siderablemente, y la oligarqua del caf se estableci en los mejores terrenossituados alrededor del Parque Central, formando una verdadera elite urbana

    (Vega Carballo, 1981).La oposicin por parte de un creciente sector medio al monopolio dela riqueza y el poder detentado por las elites tradicionales desencaden unabreve guerra civil que termin en 1948, cuando Jos Figueres y sus seguidorestomaron el control del gobierno y crearon el Partido de Liberacin Nacional(PLN). Bajo el mandato de Figueres se celebraron elecciones, se nacionaliza-ron los bancos y se disolvi el ejrcito. Una nueva constitucin estableci unademocracia participativa en 1949.

    La economa de San Jos comenz a cambiar dramticamente tras lapresidencia de Jos Figueres, cuando una fuerte cada en el precio del caf

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    redujo la capacidad del pas para importar bienes manufacturados y atrajoa muchos campesinos y granjeros desempleados a la ciudad. En respuesta,se impuso una poltica de desarrollo hacia adentro, a fin de estimular los

    emprendimientos comerciales locales y de pequea escala, y de establecer me-jores relaciones comerciales con otros pases centroamericanos. Desde 1950, elsector secundario, es decir el componente industrial de la economa, comenza aumentar paulatinamente y, en 1973, lleg a representar un cuarto del va-lor de las exportaciones (Hall, 1985: 79). No obstante, el sector secundarioestaba mayormente en manos de inversores extranjeros, y una nueva clase deindustriales que se nutra de recientes migrantes emergi para competir conlas familias terratenientes que integraban la elite del caf.

    La industrializacin posterior a 1940 fue intensiva en trminos de acumu-lacin de capital, pero no pudo absorber la extraordinaria migracin interna queexperiment la ciudad (Morse, 1980). La mayor expansin laboral se produjoentonces en el sector terciario de la economa, incluyendo un gran nmero deocupaciones de servicios funcionarios de gobierno, pequeos comerciantes,etc. (Hall, 1985). El crecimiento del sector terciario y la explosin del empleoen el sector informal coincidieron con el perodo de ms rpido aumento de lapoblacin. La poblacin de la provincia de San Jos pas de 706.419 habitantesen 1974 a 890.443 en 1983, y a 1.220.412 en 1996 (Direccin General deEstadstica y Censos 1973, 1982, 1996, respectivamente); mientras que sloel rea metropolitana de San Jos creci de 406.990 en 1970 a 471.736 en1973, 579.136 en 1978, y 647.017 en 1982 (Direccin General de Estadsticay Censos 1973 y 1982). Estimaciones de la poblacin metropolitana en 1997oscilaban entre 850.000 y un milln de habitantes.

    La crisis econmica internacional de espiral inflacionaria y el default de

    la deuda en los aos 80 no hicieron ms que empeorar la situacin, generandomayor desempleo y poniendo fuera del alcance de un 70% de la poblacin losalimentos bsicos, cuyos precios eran controlados por el gobierno. El aumentode los precios del petrleo en 1979 fren el crecimiento econmico de CostaRica, al tiempo que aceler la inflacin. La disminucin de las exportaciones,el incremento de las tasas de inters, la balanza de comercio desfavorable y larecesin econmica impidieron el pago de la deuda externa; lo que result enla negativa del presidente Rodrigo Carazo (1978-1982) de negociar con el

    Fondo Monetario Internacional (FMI) (Torres Rivas, 1993).

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    Una vez terminado el mandato de Carazo, la economa descenda enpicada y toc fondo ese mismo ao (Clark, 1997: 78). A pesar de que elpresidente Luis Alberto Monge (1982-1986) colaboraba estrechamente con

    el FMI y USAID (United States Agency for Internacional Development) paradesarrollar medidas estabilizadoras, su administracin estuvo en desacuerdo conla necesidad de perseguir reformas econmicas neoliberales particularmentecon la privatizacin de empresas estatales y la liberalizacin del comercio, enrazn de su histrico xito como sostenedor del empleo pblico y de la inter-vencin del Estado en economa (Clark, 1997). As, el liderazgo econmicose desplaz del gobierno costarricense a una alianza internacional entre unbanco privado de Costa Rica, BANDEX y USAID. Esta alianza fue alentada

    por la administracin del presidente Ronald Reagan, quien reorient la polticaeconmica de Estados Unidos para mejorar las perspectivas econmicas de laregin en su conjunto (Clark, 1997).

    Nuevos desafos a la gobernabilidad democrtica y a la estabilidad eco-nmica surgieron en los aos 90: el PLN estuvo cerca de perder dos eleccionespresidenciales consecutivas, amenazando as el tradicional patrn de alternanciay liderazgo presidencial de los partidos. El aumento del crimen, la violencia yla corrupcin relacionados con el narcotrfico y con las iniciativas anti-droga,resultaron en una activa respuesta judicial ms que en una efectiva respuestalegislativa o ejecutiva. Asimismo, exista el temor de un colapso econmicodebido a los conflictos comerciales que se suscitaron entre los pases del bloquecaribeo despus de la creacin del Tratado de Libre Comercio de Amricadel Norte ( tambin conocido como NAFTA por sus siglas en ingles) (Gud-mundson, 1997).

    Estos cambios tuvieron un tremendo impacto en la clase trabajadora

    y en los habitantes pobres, quienes experimentaron una gran declive en sunivel de vida y en la red de seguridad social (Lungo, 1997). La vida de barriotambin cambi con el aumento de los asentamientos de ocupantes ilegalesbajo los puentes y en terrenos vacantes ubicados cerca de vas frreas o de reasindustriales. Ms importante an, la relativamente armoniosa mezcla espacialde clases sociales en la ciudad comenz a desintegrarse (Lungo, 1997:61),reestructurando las relaciones de clase y segregando espacialmente a los grupossociales. El impacto de la crisis econmica en los sistemas urbanos de San Jos

    ha sido catastrfico. Debido a la falta de un plan maestro, los intereses comer-

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    ciales e industriales de origen privado fueron los que guiaron e impulsaron eldesarrollo urbano de la ciudad.

    Dado que la Municipalidad no tena derechos impositivos sobre sus

    ciudadanos, todos los fondos para el desarrollo y el planeamiento urbano pro-venan de la asignacin del 1% del presupuesto federal para servicios urbanos.En 1990, el presidente Oscar Arias reform las leyes municipales e impuso unimpuesto del 10% sobre la renta de los habitantes. En 1991, se promovieronuna serie de polticas de desarrollo urbano sustentable y se puso en marcha unplan para el uso de la tierra. Las metas de este plan eran reconstruir los parques,rescatar los ros, proporcionar aire y agua limpia, y mejorar la calidad de la vidaurbana en su conjunto.

    Esta breve historia sociopoltica y econmica contextualiza la construc-cin y modificacin de las principales plazas de San Jos: el Parque Central y laPlaza de la Cultura. El desarrollo no planificado de la infraestructura urbana, lasagendas polticas alternadas, la cambiante estratificacin social y las oleadas decrisis econmicas se han visto reflejadas en los conflictos emergentes en torno aldiseo y rediseo de estos significativos espacios pblicos. Ms an, la crecienteglobalizacin de las inversiones de capital en infraestructura y la privatizacinde los servicios pblicos y la vivienda reforzaron estos procesos, inmovilizando alos residentes pobres y trabajadores en la ciudad; mientras que las clases mediasy pudientes se trasladaron a las afueras, desestabilizando los barrios centrales.

    PARQUE CENTRAL, PARQUECEREMONIALOCENTROVECINAL?

    La plaza hispanoamericana se ha situado usualmente en el centro geom-trico del pueblo o ciudad, salvo en las localidades costeras donde la plaza fue

    ubicada enfrente del agua. En los pueblos pequeos haba una plaza, pero amedida que la localidad se expanda se sumaban barrios adicionales o plazas demercado. Si bien la plaza histrica ya no es el centro fsico de muchas ciudades,todava permanece como el foco psicolgico de la comunidad, mientras que lasnuevas plazas para turistas y negocios son construidas en distritos perifricosde comercio y entretenimiento.

    Diseadas originalmente para procesiones religiosas, hazaas hpicas y/ocomo un mercado, a menudo las plazas nacieron como un espacio rudimentario

    al aire libre, un cuadrado o rectngulo sin rboles y cubierto de hierba. En elpermetro circundante se ubicaba la iglesia y unos pocos edificios. La porcin

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    cubierta de hierba era utilizada para el pastoreo y para abrevar animales, ylos transentes podan dejarlos all por la noche. El pozo de la comunidad seubicaba muchas veces en la plaza y, por lo tanto, sta se converta en un lugar

    para recoger agua o lavar ropa.A travs del tiempo la plaza acogi funciones especiales, transformndoseen un mercado donde se intercambiaban alimentos y bienes agropecuarios, o enun centro ceremonial de significado religioso, gubernamental o militar. Pero,a pesar de estas otras funciones, la plaza central permaneci como el espaciopor excelencia de la interaccin social y ha sido en este rol que las plazas fuerontransformadas en parques-jardines con hierba, rboles, flores y paseos escnicos.Desde los aos 70, muchas plazas perdieron su estatus ceremonial y cualidades

    paisajsticas, transformndose en ejes viales que canalizaron la proliferacin deautomviles privados y autobuses que se produca en las ciudades latinoame-ricanas. Otras plazas se convirtieron en la plaza vecinal-barrial para aquelloshabitantes del centro de la ciudad que estaban alejados de la vida en las afueras.

    En San Jos, no fue hasta 1885 que la plaza principal se convirti en unjardn y el mercado municipal fue relocalizado. Para 1890, el rebautizado ParqueCentral emergi con senderos bordeados de rboles y csped, una glorieta demadera, una fuente inglesa, un cerco y portones de hierro, todo como partede un plan de diseo paisajstico que serva a las elites. El Parque Central fuerediseado en 1940 para crear un paseo peatonal mediante la remocin de lafuente, el derribo de los cercos y el reemplazo de la glorieta de msica. Unaestructura de cemento kiosco, lo suficientemente grande como para albergara una orquesta entera, fue donada por un hombre de negocios nicaragense afin de reemplazar la rplica del original victoriano. Sin embargo, para los aos90, el mobiliario se haba deteriorado y existan planes para devolverle a la

    plaza su antigua elegancia. En la primavera de 1992, un grupo de ciudadanoselev una peticin a la Municipalidad para derribar la estructura de cemento yreconstruir la glorieta victoriana. Esta solicitud desencaden un debate pblicoostensiblemente centrado en reemplazar la moderna glorieta por un modelodel original, debate que hizo visible la lucha poltica entre la elite profesional,el gobierno y los usuarios tradicionales por el control del espacio.

    La preocupacin por el deterioro del Parque Central fue editorializada el 8de agosto de 1988, cuando Jorge Coto E., un columnista de La Nacin, coment

    que el Parque Central iba a ser el epicentro de un nuevo desarrollo urbano. Cotoexpres all que el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes haba puesto en

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    marcha una renovacin para otorgarle mayor visibilidad a la plaza, pero estabapreocupado por la posibilidad de que el Parque Central, verdadero smbolo dela identidad costarricense, perdiera la poca personalidad que le quedaba.

    El 1 de diciembre de 1991, un plan de remodelacin del Parque Centralfue anunciado como parte de un programa conjunto de la Municipalidad y elMinisterio de Cultura para remodelar los parques y las plazas de la ciudad capi-tal. Una comisin inter-institucional fue instituida como cuerpo planificador ytomador de decisiones. Se esperaba que el trabajo comenzara en febrero de 1992.

    Pero el 10 de febrero de 1992, Jorge Solorzano, un periodista de La Na-cin, escribi que no se haba llegado a un consenso en lo referente a la destruc-cin de la glorieta. El funcionario ejecutivo de la Municipalidad, un ingeniero

    llamado Johnny Araya, sostuvo que dentro de la comisin inter-institucionalexistan dudas sobre si el kiosco donado por Anastasio Somoza Garca debaser reemplazado por un modelo de estilo japons de 1905 (sic). El seor Arayadeclar que la estructura actual no aada ningn elemento esttico al parquey que ocupaba demasiado espacio. Sin embargo, la ministra de Cultura, Adade Fishman, argument que la integridad del parque deba ser respetada. Lacomisin sugiri entonces que se difundiera una encuesta para que el pblicose expidiera sobre el destino de la glorieta.

    El 10 de marzo de 1992, el Consejo de la Municipalidad de San Jos fueconsultado por la posibilidad de convocar un cabildo para que el pblico pudieraparticipar en esta difcil decisin. Al pblico se le presentaran los bosquejos dedos proyectos alternativos: uno del parque restaurado con la glorieta actual, yotro basado en la imagen original de la glorieta de madera, la fuente y los cercosde hierro. Segn Johnny Araya, en los resultados de la encuesta difundida porla Municipalidad, ms del 75% de los consultados prefiri que el kiosco fuera

    eliminado y que el parque fuera restaurado con el estilo que tena a comienzosdel siglo. Anteriores ministros de Cultura, como Guido Senz y FranciscoEcheverra, tambin atacaron su esttica. Por otra parte, el arquitecto JorgeGran sostuvo que nadie estaba seguro de por qu la gente quera derrumbarla glorieta ni con qu fin. El columnista Jos David Guevara de La Nacincoment, el 24 de marzo de 1992, que ni los sesenta lustrabotas y sus clientes,ni los enfermos mentales y los ancianos que frecuentaban el parque estabansiendo consultados. Guevara concluy que, al fin y al cabo, la cuestin era si

    la renovacin conservara la identidad del parque como corazn de la capital.

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    La votacin tuvo lugar el 4 de abril de 1992 a las 2:00 de la tarde, en elLiceo de Costa Rica. La Municipalidad present tres iniciativas que consistanen derrumbar la glorieta, mejorarla o dejarla intacta. Se esperaba que siete mil

    personas participaran en la primera reunin municipal organizada en San Jos.Un da despus del plebiscito, Jorge Solorzano inform que la mayorade los votantes haba optado por demoler la actual glorieta. Por cuestiones to-dava no aclaradas, slo votaron 1.153 individuos: 487 por la destruccin de laestructura, 372 por dejarla intacta, y 292 por conservarla con modificaciones.Los resultados dividieron an ms a los miembros de la comisin. Aquellos queestaban en contra de la destruccin opinaban que las dos opciones que recibieronmenos votos deban sumarse para reunir una mayora de votos a fin de preservar

    la estructura. Otros miembros, como Johnnhy Araya, opinaban que la comisindeba respetar la opcin ganadora, derrumbar la glorieta y reconstruir el parqueoriginal. El seor Solorzano coment que el doctor Arias, ex presidente de CostaRica y constructor de muchos parques y plazas, haba sugerido que la decisin sepostergara hasta que la situacin econmica del pas mejorara.

    El voto pblico por demoler la glorieta y su reinterpretacin por partede la comisin fueron recibidos con alarma por los profesionales. El Colegiode Arquitectos (una asociacin de profesionales de la arquitectura) public unanuncio de una pgina en La Nacin para expresar que la votacin no repre-sentaba una muestra adecuada y que se oponan al plan. Sin embargo, el 21de abril de 1992, el Consejo Municipal de San Jos aprob la destruccin dela glorieta por una votacin de nueve contra cuatro. El 23 de abril, la ministrade Cultura, Juventud y Deportes, Ada de Fishman, desaprob la demolicinamparndose en la ley 5.397 Ley de Patrimonio Histrico, la cual establecaque la destruccin, remodelacin o modificacin de un edificio o estructura

    pblica no poda llevarse a cabo sin su aprobacin. As, la batalla culmin conla afirmacin del poder legal del ministro de Cultura para resolver el conflicto.Los ciudadanos que intentaron reconstituir el Parque Central en su ima-

    gen elitista de comienzo de siglo mediante la remocin del kiosco, no eran losusuarios diarios sino profesionales y gente de las clases medias que ya no vivanen el centro de la ciudad. El conflicto en torno a la forma arquitectnica dela glorieta fue una lucha por el control del estilo artstico del Parque Central;una lucha en la cual el equipamiento arquitectnico representaba significados

    sociales y de clase ms amplios. La resolucin final fue un compromiso envirtud del cual la glorieta fue remodelada y una rplica de la fuente original

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    fue aadida. Al mismo tiempo, los espacios verdes, buena parte de los rboles,la prgola, los espacios de trabajo y los generosos bancos de piedra fueron re-movidos, para corresponderse con una imagen de urbanidad contempornea

    y civilidad de clase media y, a su vez, para desalentar las actividades de loshabitantes tradicionales.Desde el punto de vista de la Municipalidad, el rediseo del Parque

    Central lograba tres objetivos artsticos y resolva los defectos de diseo delplan original: 1) elevando el nivel del parque, la monumentalidad de la glorietafue mejorada, crendose un sentido de la escala y la proporcin mucho msbalanceado; 2) reduciendo la cantidad de asientos y el nmero de escaos, laplaza se convirti en un centro ceremonial ms que un parque residencial; y

    3) agregando superficies duras de concreto, el Parque Central se transformen una celebracin de la ciudad, en un lugar para los discursos presidencialesms que en un parque de reunin.

    El nuevo diseo inclua una galera de arte para que los artistas nacionalesexpusieran sus obras en un espacio situado detrs del kiosco donde sola estarla biblioteca infantil, 24 cabinas de telfono en el lado oeste del parque y unpuesto policial, a fin de proteger al pblico de la creciente delincuencia juvenil.Los limpiabotas y floristas fueron desplazados a un rea situada delante de laoficina de correos. Blanca Suol, arquitecta de la Municipalidad, desarrollnuevas regulaciones y pautas de diseo para mantener el ParqueCentral mslimpio y seguro. Cuando ste reabri, estas reglas se hicieron efectivas: 1) yano se permitira la presencia de vendedores ambulantes; 2) toda nueva cons-truccin se limitara a la altura de los edificios originales (siete metros); 3) lasparadas de autobuses seran reemplazadas por puestos de taxis.

    El objetivo de diseo del seor Sancho y la seora Suol era recuperar

    el espacio pblico desplazando a sus usuarios tradicionales, as como a losdelincuentes juveniles y criminales, reemplazndolos por otras personas. Seimplement el traslado de los vendedores y se sumaron policas para mantenerel parque limpio y seguro, mientras que las restricciones impuestas a la alturade los edificios cambiaron su aspecto constructivo.

    Ada de Fishman, ministra de Cultura encargada de la renovacin, re-abri el Parque Central el 19 de marzo de 1994, expresando los objetivos desu diseo en los siguientes trminos:

    El Parque Central es un gran dolor de cabeza. Es el corazn de la ciudad, pero se hadesgastado por los bordes. La glorieta de madera, la fuente y los cercos ya no estn, y

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    nos hemos quedado con este gran albatros de cemento. Queramos convertirlo nue-vamente en un parque que le diera la bienvenida a la gran masa de gente que vendra.Por eso hicimos una plazoleta con una rplica de la fuente, ya que no pudimos moverla original, y conservamos la glorieta nicaragense. Me siento satisfecha de que haya-

    mos preservado este lugar y que hayamos rescatado un poco del centro de la ciudad.La ministra coment el conflicto suscitado en torno a la glorieta expli-

    cando que pasaron meses discutiendo cmo deba ser el parque. Finalmente, elgobierno local opt por preservar el kiosco, declarndolo parte del patrimonionacional. Aadi asimismo: Quin puede decir qu se considerar bello enel futuro? Yo no quise ser responsable de desechar el pasado.

    Los habitantes locales estaban bien informados sobre la renovacin yreapertura del Parque Central. Pregunt a muchas personas en el rea del centroqu opinaban sobre la renovacin. Un taxista respondi que Ada de Fishmanhaba renovado todos los parques:

    Ella no slo embelleci el parque, lo que es bueno, sino que tambin restaur un lugaren el que la gente pudiera pensar y reflexionar. A veces la gente est en la ciudad ynecesita detenerse para pensar y reflexionar. Ella cre un ambiente donde esto se puedehacer. Es importante tener lugares as.

    Sin embargo, no todos concuerdan con que el nuevo diseo sea

    atractivo o que se hayan reducido los niveles de crimen. Muchos usuarioslocales interpretan las intenciones artsticas del rediseo como un medio paraexcluirlos de lo que ellos perciban como su lugar. Los usuarios mayores estndesanimados y no entienden por qu la Municipalidad elimin los rboles,el pasto y el verde que tanto amaban. Le pregunt a uno de los hombres quopinaba sobre los cambios acaecidos. Respondi que le gustaba cuando habams verde. Todos los hombres all sentados consideraron que haba demasiadocemento, pero no se pusieron de acuerdo sobre si la ausencia de vendedores

    hizo que el parque estuviera ms limpio.Se sienten Uds. ms seguros?, pregunt. Un hombre respondi que

    era posible que hubieran disminuido las actividades ilegales porque ahora elparque era ms abierto, pero luego aadi:

    An hay que tener cuidado con las pandillas. Estn por todos lados y se renen aqutodos los das a las cinco de la tarde. Las vistas abiertas del nuevo parque no facilitanlas transacciones ilegales que ahora se han desplazado al Palacio de Soda, pero es aunms fcil para los carteristas y jvenes pandilleros asaltar turistas o ciudadanos ricos.

    Ante mi pregunta sobre si le gustaba el nuevo diseo, un joven que habaconcurrido al parque para sentarse y reflexionar durante ms de ocho aos res-

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    pondi: No, es demasiado moderno. Me gustaba como era antes, verde y msantiguo. Un hombre que escuch casualmente nuestra conversacin aadi:Con el nuevo diseo es ms difcil esconderse de la polica, pero aun as hay

    mucha ms prostitucin que antes. Tambin explic que esta situacin sedeba a que los nicaragenses haban reemplazado a los usuarios tradicionales.Algunos de los usuarios regulares del parque han resistido activamente

    los cambios impuestos. Habl con uno de los lustrabotas ms ancianos, quienestaba muy ocupado con las botas negras de un hombre que sonri y salud.Le pregunt dnde estaban los dems lustrabotas. Respondi: Cuatro de losms viejos estn frente a la oficina de correos, y hay tres ms en el Bulevar.Tambin hay algunos frente a la catedral. Pidieron permiso para estar all.

    Le pregunt cmo poda seguir trabajando en el parque. Sonri y dijo:Tengo un permiso especial de la Municipalidad. l y su cliente sonrieron.Entonces aadi: He llevado mi historia al pblico. El cliente agreg: l esfamoso, sali en Teletica, el canal 7 de televisin, protestando porque ste erasu lugar de trabajo.

    Los objetivos de diseo de la Municipalidad han creado un nuevotipo de espacio pblico, que excluye a muchos de los usuarios tradicionalesdebido a la falta de lugares sombreados para sentarse y a las regulaciones querestringen las actividades comerciales. El nuevo diseo se ve ciertamente msseguro con sus vistas abiertas, luce moderno y europeo con la fuente recons-truida, los senderos y jardines pavimentados. Sin embargo, las metas artsticasy simblicas de los diseadores slo han sido parcialmente alcanzadas debidoal cambiante entorno social de San Jos: un nmero creciente de refugiadosnicaragenses ha encontrado un lugar para reunirse con sus familiares amigos;y para las pandillas de adolescentes es un excelente lugar para pasar el tiempo,

    cerca de donde se comercian mercancas y tarjetas de crdito robadas, y cercatambin de los negocios del centro donde puede encontrarse a compradorescostarricenses y turistas con dinero.

    La expresin artstica del rediseo del Parque Central encubre el deseo delos productores de limpiar este espacio pblico, removiendo su equipamientoarquitectnico la prgola, los rboles y los bancos que invitaban a los pen-sionados a pasar all el da. Esta limpieza tambin restringi las actividadescomerciales, removiendo a los vendedores y limpiabotas que haban trabajado

    all por ms de cuarenta aos. A raz de estas restrictivas regulaciones, nuevas

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    formas de crimen y delincuentes se han apropiado el espacio y han tomado elcontrol de la ecologa local.

    Muchos de los jubilados costarricenses se han mudado al Bulevar, un

    rea situada unas cuadras al norte del Parque Central, en la que se han aadidorboles y bancos. Ellos afirman que extraan la prgola con sus borrachos yevangelistas, la msica en la glorieta y los bailes a los que incluso las personassin dinero podan asistir a celebrar el nuevo ao. Es importante tener un lugarpara ver a tus amigos y familiares, a quienes de otra manera no veras, declarun hombre, quien despus agreg que era triste que esto ya no ocurriera en elParque Central. Dicen que muchas personas ya no se sienten cmodas all y quehan trasladado sus encuentros fuera del centro ceremonial de la ciudad. Hay

    algunos grupos que frecuentan el parque: las jvenes trabajadoras domsticasnicaragenses se juntan los domingos para visitar a sus familias y amigos, laspandillas de adolescentes se congregan por la tarde; pero los usuarios tradi-cionales pensionados, vendedores y trabajadores ya no se sienten en casa nison bien acogidos all. El rediseo tom un espacio urbano vivo y vibrante,y lo convirti en un centro ceremonial, ms limpio y prolijo, pero lleno depandillas y extranjeros.

    PLAZADELACULTURA, ESPACIOARTSTICOOMERCADOTURSTICO?

    Se ha dicho que la construccin de la Plaza de la Cultura fue idea delministro de Cultura Guido Senz en 1976. El directorio del Banco Centralde Costa Rica haba alentado a la Asamblea Legislativa Nacional a adjudicarfondos para construir un museo donde se expusiera una coleccin de artefactosde oro precolombinos que estaban guardados en el segundo piso del Banco

    Central. El museo representara el orgullo de la cultura indgena costarricensey fue apoyado por el Partido de Liberacin Nacional de Figueres. El terrenoalrededor del Teatro Nacional fue elegido por el ministro de PlanificacinOscar Arias y por el directorio del Banco de Costa Rica, como un sitio quese acomodara fcilmente a los turistas y que representara un nuevo centrocultural en San Jos.

    El diseo final fue un moderno espacio que la mayora de los costarricen-ses no entendieron ni les gust. Los objetivos del Banco Central de combinar

    aspectos econmicos y culturales eran descriptos en su folleto inaugural:

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    Esta Plaza de la Cultura que hoy inauguramos une las fuerzas de los costarricenses in-teresados en humanizar la ciudad, embellecerla, preservar el Teatro Nacional y darle elespacio necesario. Trabajar sobre la cultura es una tradicin del pueblo costarricense ()La economa y la cultura estn estrechamente ligadas, y su unin se ve representada en

    esta plaza que se transformar en el centro de nuestra ciudad (Naranjo Coto, 1976:1).Sin embargo, los objetivos de los arquitectos eran ms diversos e incluan

    el deseo de crear un espacio similar a los de la ciudad de Nueva York: un granespacio abierto donde se pudieran celebrar reuniones y manifestaciones. La plazaabierta costarricense, de hecho, ha atrado actividades ilegales y vendedores, ascomo a jvenes jugadores de ftbol, comercio turstico y sexual. El intento porllevar la cultura al centro de la ciudad por medio de la expresin artstica de suarquitectura de paisaje, no ha producido nada semejante a la representacinde un espacio cvico ideal.

    La Plaza de la Cultura es un ejemplo an ms claro de las contradiccionesque se revelan por la diferencia entre los objetivos de diseo y las consecuenciaseconmico-polticas de construir un espacio pblico urbano. Un barrio residen-cial de pequea escala fue convertido en un anuncio de la cultura costarricense.Esta transformacin gener nuevas oportunidades de inversin para expandirlos intereses de los capitalistas extranjeros en el turismo y sus actividades rela-

    cionadas. El liderazgo de la nueva clase profesional deseaba representar a la cul-tura costarricense como moderna, utilizando modernos lenguajes europeos dediseo, pero tambin como indgena, basndose en su pasado precolombino. Elcapital norteamericano ya estaba impulsando la economa costarricense y habainfluido en la ubicacin de la plaza, situndola cerca de un importante hotel, demuchos negocios norteamericanos (por ejemplo, McDonalds y Sears) y de laactividad turstica. Precisamente, la ubicacin, la forma espacial y, finalmente,el diseo de la Plaza de la Cultura estuvieron mayormente determinados por

    fuerzas econmicas y polticas ms que por los propsitos de los diseadores.As, la Plaza de la Cultura fue ocupada por vendedores extranjeros. Se

    inaugur en 1982, y durante mis primeros tres viajes de campo en 1985, 1986y 1987, los nicos vendedores en la plaza eran parte de un mercado tursticoaprobado por la Municipalidad y el Gran Hotel ubicado en la pequea plazafrente al Teatro Nacional. Estos vendedores pagaban un permiso de 50 colonespor da para vender en la plaza.

    Hacia 1991, sin embargo, la plaza estaba repleta de vendedores am-bulantes. El 24 de febrero de 1991, Juan Fernando Cordero, de La Nacin,

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    escribi un editorial sobre las sorpresas de la Plaza de la Cultura, sealandoque sus vendedores hablaban ingls, cobraban con cheques de viajeros, acep-taban tarjetas de crdito internacionales y ahorraban en dlares. El seor

    Cordero comentaba que nadie hubiera pensado que la plaza se convertiraen 5.000 metros cuadrados de comercio y espectculo, antes que en un lugarpara descansar y escapar del trabajo. El 18 de octubre de 1992, la plaza de lassorpresas fue descripta como la plaza del caos, reflejando as la realidad deSan Jos: desordenada, sucia y sin autoridad. El editorial sealaba que la plazarepresentaba una enorme inversin financiera y poltica, de forma tal que a losvendedores, delincuentes, narcotraficantes y trabajadores sin papeles no se lesdeba permitir apropiarse de este espacio.

    Para el 3 de noviembre de 1992, los vendedores fueron forzados a aban-donar la plaza debido a los esfuerzos en conjunto de la Municipalidad y elMinisterio de la Seguridad Pblica conducido por Luis Fishman. Se desaloja los vendedores expulsando inmediatamente a quienes no tenan los docu-mentos apropiados, y permitiendo que slo permanecieran los miembros de la

    Asociacin Nacional de Artesanos Independientes (ANAI) hasta que encontra-ran otro lugar. El presidente de la ANAI, Marco Vinicio Balmaceda, protestporque estas expulsiones dejaran a 500 familias sin hogar. Sin embargo, LuisFishman argument que la mayora de los vendedores haba venido de pasessudamericanos. Slo unos pocos vendedores permanecieron con la anuencia dela Municipalidad. Pero cuando regres a San Jos, en 1993, la plaza estaba otravez repleta de vendedores. Aparentemente, la ANAI obtuvo una disposicin

    judicial para que los vendedores asociados pudieran seguir en la plaza.La historia termina con la propuesta del Banco Central de poner, alre-

    dedor de toda la plaza, una reja con portones que se cerraran al anochecer.

    El 18 de enero de 1995 hubo una reunin abierta para discutir acerca de laseguridad en la Plaza de la Cultura. Los representantes del Teatro Nacional, lafundacin que administra la plaza, el Colegio de Arquitectos y el Consejo In-ternacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) un organismo internacionalde conservacin histrica estuvieron dispuestos a presentar sus propuestas alpblico. La reja fue admitida solamente como una de las posibles solucionesfrente a la diaria invasin de cientos de vendedores y delincuentes que vanda-lizaban el lugar. Sin embargo, en su editorial de La Nacin del 19 de enero de

    1995, Vanesa Bravo inform que hubo desacuerdos acerca del enrejamientode la plaza y que se encontraran otras soluciones para mejorar su seguridad.

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    En 1996, la Plaza de la Cultura fue cerrada por renovaciones y an no se ha-ba reabierto la ltima vez que estuve. Estoy segura de que su largo cierre, susrenovaciones y el aumento de patrullas policiales al reabrirse son los resultados

    de este conflicto local.

    CONCLUSIN

    Basndome en estos dos ejemplos, concluyo que las plazas urbanascostarricenses ubicadas en espacios centrales son expresiones artsticas polti-camente motivadas, diseadas para representar los objetivos e ideales socialesde los donantes y contribuyentes. Aquellos usuarios locales que no se ajustan a

    este esquema de ambiciones polticas y econmicas son trasladados, excluidoslegalmente y, en algunos casos, vctimas de la fuerza policial. Reflexionando apartir del ejemplo costarricense, vemos que el espacio urbano es otorgado alpblico a cambio de poder y apoyo econmico y/o poltico. Este intercambiofortalece las nociones de espacio pblico de la clase media, como parte de unacuerdo en curso y no expresado entre los ciudadanos y el Estado, aun si estosconceptos excluyen a muchos usuarios tradicionales de dicho espacio. Si lasplazas no cumplen con estos objetivos polticos o si carecen de valor poltico,entonces como he documentado las plazas son rediseadas y se niega elacceso a una parte del pblico, particularmente a la gente que trabaja en laplaza. Esta historia no se limita a las plazas de San Jos de Costa Rica; la plazade Taos, Nueva Mxico (Rodrguez, 1998) o Santa Fe, Nueva Mxico (Wilson,1997) presentan estas mismas dinmicas.

    En Costa Rica, el uso de guardias armados privados y de perros para patrullarlas plazas an no ha ocurrido, como s ocurri en la ciudad de Nueva York; parece

    que las tcticas de intimidacin no sern necesarias mientras que otras formas decontrol social permanezcan intactas. Sin embargo, la patrulla de la polica local,los comercios orientados al turismo, los restaurantes onerosos y una toleranciadecreciente hacia los usuarios no deseados, son compartidos tanto por los jose-finos como por los usuarios de la ciudad de Nueva York. El acceso restringido escrecientemente utilizado como una estrategia para reapropiarse del espacio y paraatraer usuarios ms deseados o bienvenidos a los dos sitios en cuestin.

    Lo ms significativo de estos dos ejemplos, sin embargo, es que los espa-

    cios pblicos urbanos son importantes escenarios para los discursos abiertos ylas expresiones de descontento. Cuando surgen conflictos sociales y polticos,

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    las plazas y otros espacios pblicos proporcionan un foro para que las ideas yvalores conflictivos se resuelvan en un ambiente visible y seguro. La investigacinen Costa Rica demuestra que cuando las plazas de San Jos son rediseadas para

    excluir a ciertos grupos, esto tiene un impacto en las prcticas democrticasliberales en estos espacios. Si las plazas son cerradas o rediseadas por razoneseconmicas, o porque su apropiacin espacial no se acomoda a las angostaspautas culturales de la clase media o a un comportamiento adecuado, entoncesdnde se localizan las expresiones sociales del conflicto?

    Ms an, cules son las consecuencias de borrar el espacio pblicode su desorden y de sus poblaciones desordenadas? Es este borramiento yrediseo de la forma espacial una suerte de amnesia histrica que apuntala el

    mito sobre la fuerza del turismo y la conservacin histrica (Wilson, 1997)?La transformacin de las plazas que histricamente fueron espacios pblicospara actividades cvicas y discusiones sociopolticas, a fin de acomodarlas alturismo y a los valores de las clases medias, ha excluido a una gran cantidadde sus usuarios tradicionales. Este nfasis puesto en los valores del turismo enoposicin a los valores locales, deteriora todava ms el centro de la ciudad,una leccin que muchas urbes enfrentan en la actualidad.

    El espacio pblico se vuelve an ms valioso por la globalizacin. ManuelCastells (1989) define un nuevo tipo de ciudad dual, en la cual el espacio deflujos flujos de informacin y produccin sustituye el significado del espaciode lugares barrios y lugares donde la gente realmente trabaja y vive. Estaciudad dual es un espacio compartido dentro del cual esferas contradictoriasde la sociedad local estn constantemente tratando de distinguir sus territo-rios, basndose en lgicas diferentes. Los espacios flujos son organizados sobreprincipios de actividades de procesamiento de la informacin, mientras que los

    espacios cotidianos se organizan sobre la lgica de tener una vida, proporcionarsustento y encontrar un lugar para vivir. La falta de conexin entre estos espa-cios y la falta de significado resultante de los lugares cotidianos e institucionespolticas, son vivenciadas por las personas y resistidas a travs de una variedadde estrategias individuales y colectivas. Las personas procuran reafirmar suidentidad cultural, a menudo en trminos territoriales, movilizndose paralograr sus demandas, organizar sus comunidades y singularizando sus espaciospara preservar el significado, para reestablecer cualquier control limitado que

    puedan ejercer sobre sus trabajos y viviendas (Castells, 1989:350).

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    Estos espacios que se identifican como los centros simblicos de la vidasocial, fundamentales para la comunicacin y la resistencia reales, son los espa-cios pblicos en este ejemplo, las plazas latinoamericanas por los que tanto

    me preocupo. Por ende, a pesar de la creciente globalizacin, el papel de laplaza como un significativo centro de la vida social se vuelve an ms crtico.

    NOTAS

    1 Con el trmino valor me refiero al concepto marxista del valor que algo posee cuandoes usado en la vida cotidiana, y no a su valor cambiario o monetario. Por ejemplo, el usovalorativo del espacio pblico se refiere al valor que la gente otorga al hecho de estar y expe-

    rimentar el espacio. El intercambio valorativo del espacio pblico, por contraste, se refiereal valor del bien inmueble y/o al valor que aade a los bienes inmuebles que lo rodean.2 El trabajo de campo en el que se bas este artculo fue financiado por una FulbrightResearch Fellowship y por una beca de la fundacin Wenner Green. Las descripcionesetnogrficas estn basadas en cinco estadas de campo durante las cuales me concentren el estudio de las plazas urbanas: la primera de febrero a marzo de 1985; la segunda demayo a septiembre de 1986; la tercera de diciembre de 1986 a febrero de 1987; la cuartade noviembre a diciembre de 1993; y la quinta durante enero de 1997 y febrero de 2004.Dado que la observacin participante en un espacio pblico no puede capturar todas las

    actividades que all se desarrollan, utilic tres estrategias de observacin diferentes: 1) Cadauna de las plazas fue observada por sector y todo lo que ocurri en ese sector fue registradodurante un determinado perodo de tiempo. Esta muestra de tiempo/espacio proporcionun sistema para la observacin no-secuenciada de estos sitios durante los das de la semanay los fines de semana. Tambin se recopil una serie de mapas de comportamiento quelocalizaban las actividades de los usuarios en virtud de su ubicacin, gnero y edad. 2)Despus de recoger informacin a travs de la muestra de tiempo/espacio emergi unmapa de actividades localizadas, tras lo cual se pas a una segunda fase de observacionescentrada en la documentacin de estas actividades y de la gente que las haca. 3) Duranteel tercer perodo de observacin participante, fui equipada con una cmara y un mapa,habl con la gente y me compromet ms activamente en la vida cotidiana de la plaza.Por entonces, los usuarios de las plazas se haban acostumbrado a verme con papel y lpiz,les daba alegra que me hubiera puesto a sacar fotografas, y se involucraron en mi tareaque hasta entonces pareca clandestina. La cmara les brind a muchas personas unaexcusa para hablar y preguntarme qu estaba haciendo. Empec a hacer amigos y a pasartiempo con algunos de estos usuarios, incluso visitndolos en la casa o juntndome conellos cuando salan a tomar algo o a comer afuera. Al concluir estas observaciones, realic

    una serie de entrevistas con los usuarios de la plaza, retomando cuestiones que habansurgido durante el perodo inicial de observacin. Se complet una serie sistemtica deentrevistas con los gerentes, dueos y directores de las instituciones que se ubicaban cerca

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    o dentro de las plazas. Estas entrevistas versaron sobre las pautas y los planes de diseo delas plazas que se haban recopilado previamente. Una serie de entrevistas con historiadoreslocales y el trabajo de archivo en la Biblioteca Nacional y en la Universidad de Costa Ricaproveyeron las historias orales del Parque Central. Las entrevistas con los ex y actuales

    ministros de Cultura, con el ex ministro de Planificacin (presidente Oscar Arias), con eljefe de planificacin municipal y con los arquitectos involucrados en el diseo de la Plazade la Cultura, proporcionaron datos contextuales para las descripciones etnogrficas y ladocumentacin del diseo y su proceso de construccin. Por fin, la literatura y la poesacostarricense, los peridicos y las revistas, las presentaciones de televisin y las conver-saciones con amigos y vecinos proporcionaron informacin sobre la vida pblica en sucontexto ms amplio. Estas fases de recopilacin de los datos fueron repetidas durantecada una de las cinco visitas intensivas al campo.

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