Antropología Ciudadanía Étnica, Xochitl Leyva Solano

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=74550104 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Xochitl Leyva Solano ¿Antropología de la ciudadanía?... étnica. En construcción desde América Latina Liminar. Estudios Sociales y Humanísticos, vol. V, núm. 1, enero-junio, 2007, pp. 35-59, Centro de Estudios Superiores de México y Centro América México ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Liminar. Estudios Sociales y Humanísticos, ISSN (Versión impresa): 1665-8027 [email protected] Centro de Estudios Superiores de México y Centro América México www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Xochitl Leyva Solano, Chiapas.

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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Xochitl Leyva SolanoAntropologa de la ciudadana?... tnica. En construccin desde Amrica Latina

    Liminar. Estudios Sociales y Humansticos, vol. V, nm. 1, enero-junio, 2007, pp. 35-59,Centro de Estudios Superiores de Mxico y Centro Amrica

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    Resumen: En este artculo tomo como hilo conductor el concepto de ciudadana hacindolo cruzar desde los campos de inters propios del derecho y la filosofa hacia el de la antropologa. Ello es posible hacerlo hoy gracias a que cientficos sociales de varias latitudes han acuado trminos como ciudadana cultural, ciudadana multicultural, ciudadana intercultural y ciudadana tnica. Este ltimo concepto ha sido acuado atendiendo principalmente la historia y la naturaleza de las demandas, los reclamos y las luchas que han llevado a cabo, desde el ltimo cuarto del siglo XX, las comunidades, lderes, organizaciones y movimientos indgenas de Amrica Latina. Quines lo acuaron? Cundo, dnde y para qu? Qu aportes y qu lmites encontramos al usarlo? Quines lo estn utilizando y bajo qu contextos? Tomando como punto de partida dicho trmino se podra hablar de la existencia de un modelo interpretativo alternativo, emergente y propiamente latinoamericano?

    Palabras clave: ciudadana, tnico, lderes, organizaciones y movimientos indgenas, Estado nacin, antropologa de la ciudadana, Amrica Latina.

    Abstract: The main argument of this article develops around the concept of citizenship which I will examine taking as a starting point contributions made in the fields of law studies, philosophy and anthropology. There have been considerable advances in the social sciences with the proposition and discussion of new composite concepts such as multicultural citizenship, intercultural citizenship, and ethnic citizenship. With ethnic citizenship in particular, scholars have been trying to respond to the history and nature of the demands, claims and struggles that indigenous organisations and communities, movements and their leaders have made in Latin America over the past three decades. ho proposed this concept,Who proposed this concept, and when, where and for what purposes was it developed? hat are the advantages and limits of ethnic citizenship? ho is using this conceptethnic citizenship? ho is using this conceptho is using this concept now and in what social and political contexts? This discussion leads me to ask whether it is possible to speak of an emerging, alternative Latin American model of interpretation?

    Key words: citizenship, ethnic, indigenous leaders, organizations and movements, nation state, anthropology of citizenship, Latin America.

    En este artculo tomo como hilo conductor el concepto de ciudadana hacindolo cruzar desde los campos de inters propios del derecho y la filosofa hacia el de la antropologa. Ello es posible hacerlo hoy gracias a que cientficos sociales de varias latitudes han acuado trminos como ciudadana cultural (Rosaldo, 1985, 1989, 1994, 1997), ciudadana multicultural (Kymlicka,

    AntropologA de lA ciudAdAnA?... tnicA.en construccin desde AmricA lAtinA

    Xochitl Leyva Solano

    Xochitl Leyva Solano, investigadora del CIESAS-SURESTE, doctora en Antropologa por la Universidad de Manchester, Inglaterra. Temas de especializacin: estudios del poder, la poltica y los movimientos sociales en sociedades multi y pluri tnicas del sur de Mxico y Centroamrica.

    Enviado a dictamen: 15 de febrero de 2007.Aprobacin: 22 de mayo de 2007.

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    1996), ciudadana intercultural (Cortina, 1998) y ciudadana tnica (Guerrero, 1990; Montoya, 1992; De la Pea, 1995). Este ltimo concepto ha sido acuado atendiendo principalmente la historia y la naturaleza de las demandas, los reclamos y las luchas que han llevado a cabo, desde el ltimo cuarto del siglo XX, comunidades, lderes, organizaciones y movimientos indgenas de Amrica Latina.1 Quines acuaron el concepto de ciudadana tnica? Cundo, dnde y para qu? Qu aportes y qu lmites encontramos al usarlo? Quines lo estn utilizando y bajo qu contextos? Tomando como punto de partida dicho trmino se podra hablar de la existencia de un modelo interpretativo alternativo, emergente y propiamente latinoamericano?

    En este texto esperamos responder a dichas interrogantes y con ello abogar y abonar crticamente a favor del desarrollo y la consolidacin de lo que Assies, Caldern y Salman (2002) han dado en llamar la antropologa de la ciudadana, que en pocas palabras propone ver la ciudadana ms all de los elementos legales, jurdicos y formales para reubicar su discusin tomando en cuenta las realidades vividas, la cultura, las estructuras polticas y de la sociedad civil que promueven, limitan o distorsionan la realizacin de una ciudadana plena (Assies, Caldern y Salman, 2002: 18). Esta invitacin nos obliga a ir ms all de unas ciencias sociales prescriptivas, nos insta a reconocer el carcter polismico del concepto de ciudadana y a tomar en cuenta las estrategias cotidianas de poder entre agentes sociales as como los imaginarios acerca de la ciudadana y sus configuraciones (Assies, Caldern y Salman, 2002: 39).

    La idea de escribir este texto naci aos atrs cuando preparaba el artculo intitulado Indigenismo, indianismo y ciudadania tnica

    de cara a las redes neozapatistas (Leyva 2002, 2005). Fue entonces cuando me di cuenta de que las luchas zapatistas e indgenas articuladas al EZLN tenan una gramtica moral que poda analticamente ser entendida usando el concepto de ciudadana tnica con la finalidad heurstica de resaltar que estbamos frente a reclamos de los zapatistas y de los indgenas organizados, mediante los cuales se exiga el reconocimiento de derechos diferenciados que ponan en jaque la nocin liberal de democracia, igualdad y ciudadana sobre la cual se haba erigido el Estado mexicano. Pero no solamente se trataba de eso sino que en el texto tambin demostraba cmo y por qu exista entre el indigenismo, el indianismo y el (neo)zapatismo una serie de rupturas y continuidades que enumer retomando algunos discursos y prcticas de los neozapatistas y de miembros del Congreso Nacional Indgena (CNI).

    Fue a travs de ese trabajo que me di cuenta de la desarticulacin que exista entre autores latinoamericanos que trataban el mismo tema. En Mxico por ejemplo, con sus honrosas excepciones, los pioneros sudamericanos del concepto ciudadana tnica son casi desconocidos.2 No se diga de los autores extranjeros (y nacionales) inmersos en el debate de ciudadana y cultura, quienes en muchos casos se refieren casi exclusivamente a la bibliografa producida en Europa central, Canad y Norteamrica. Esto no fuera motivo de reflexin crtica si es que no llevara consigo una invisibilizacin de los aportes y del trabajo que los pensadores latinoamericanos estn haciendo en este campo. Espero poder convencerlos de ello con este artculo. El lector podra pensar que voy solamente a proceder a sintetizar un debate existente. Creo yo, me puedo equivocar, que lo que existe a la fecha no llega todava a ser un debate sobre la ciudadana

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    tnica para que lo fuera lo primero que tendramos que saber toda la comunidad, es que hay pioneros, que ellos surgen en distintos contextos y que al ponerlos a dialogar y al seguirlos crticamente, de alguna forma, estamos contribuyendo a crear el debate de la ciudadana tnica y de la antropologa de la ciudadana como propuesta surgida no necesariamente de las academias hegemnicas aunque sin duda en dilogo con ellas.

    Cmo, cundo y dnde surge el concepto de ciudadana tnica?

    La ciudadana tnica como concepto analtico fue enunciado tal cual por vez primera en 1990 por el historiador y socilogo ecuatoriano Andrs Guerrero, dos aos ms tarde aparecera en los escritos del antroplogo peruano Rodrigo Montoya (1992), y tres aos despus lo utilizar tambin el antroplogo mexicano Guillermo de la Pea (1995). Lo interesante es que ninguno de los tres en ese momento citaba los escritos de los otros,3 por lo que parece ms bien tratarse de un desarrollo intelectual paralelo dado primero en los pases centroandinos (de Ecuador y Per) y ms tarde en el contexto mesoamericano mexicano y, ya para 1997, tambin en el guatemalteco (Bastos, 1997).

    Como veremos en este texto dicho desarrollo intelectual paralelo no es casual pues las demandas de ciudadana tnica tienen una dimensin latinoamericana. Al respecto Santiago Bastos en 1997 afirmaba que:

    En Amrica Latina, el surgimiento de actores tnicos los encontramos en los diversos movimientos indgenas que se han venido articulando desde hace ms de 20 aos frente a la corriente anterior, las demandas indias no

    reivindican [hoy] solamente su ciudadana cultural, sino que implican el reconocimiento de un nuevo tipo de actor, el colectivo, y una nueva ciudadana, la tnica. Este trmino de ciudadana tnica est siendo cada vez ms utilizado para referirse al alcance que van tomando las demandas de estos grupos. Por tratarse de la conceptualizacin de algo que est en marcha y, por tanto, en proceso de definicin en circunstancias muy variadas, sus contenidos especficos no estn an muy claros. Lo que s se puede afirmar es que en su base se encuentra el considerar a los pueblos como sujetos de derecho por el hecho de ser diferentes al conjunto nacional en que estn inscritos. Esto enfrenta las bases mismas de la doctrina liberal, tanto porque cuestiona la dimensin individual de los derechos, como porque, en contra de la visin universalista, introduce la diferencia como fuente de los mismos. Se produce entonces una serie de tensiones entre los intereses y demandas indgenas y los intereses y necesidades de los Estados, cuyo punto ms conflictivo-simblica y pragmticamente- es la demanda siempre negada de autonoma territorial (Bastos, 1997: 2).

    Pero revisemos paso por paso la historia, el desarrollo y el contenido del concepto acuado en las tres latitudes latinoamericanas.

    Movimiento indgena, ciudadana tnica y gobernabilidad

    En 1990 Andrs Guerrero dio una ponencia en el Centro de Investigacin de los Movimientos Sociales del Ecuador, en la que habl de la desintegracin de la identidad tnica en ese pas; mostraba histricamente cmo los indgenas ecuatorianos haban pasado de

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    indios tributarios, en la poca colonial, sujetos indios, ante el Estado republicano, a ser ciudadanos tnicos, sobre todo a partir del levantamiento de 1990. Andrs Guerrero regres a este planteamiento en el libro colectivo publicado en 1993, en el que l y otros ya no slo reflexionaban sobre Ecuador sino acerca del entrelazamiento entre democracia, etnicidad y violencia poltica en todo el mundo andino (Adrianzn et al., 1993).

    En su texto publicado en 1993, Andrs Guerrero continuaba desarrollando su planteamiento original, pero priorizaba un perodo particular de la historia ecuatoriana: el que va de la manifestacin de 1961 al levantamiento indgena de 1990 4. Guerrero revisaba los procesos sociales y las modificaciones estructurales ocurridas entre esos dos hitos de la historia para poder comprender los cambios en el sentido y naturaleza de las movilizaciones indgenas y en sus engarces con el sistema poltico nacional. El autor pona especial nfasis en el estudio de las modificaciones histricas estructurales de lo que llam la administracin tnica en relacin con la cuestin agraria y los poderes locales que mediaron entre el Estado central y las poblaciones indgenas.

    Guerrero nos mostraba cmo en aquel diciembre de 1961 en la ciudad de Quito la manifestacin silenciosa de entre 10 y 15 mil huasipungueros estaba sostenida por masas de indgenas miembros de una organizacin poltica compuesta por mediadores externos blancos de la Federacin Ecuatoriana de Indios (FEI) controlada por el Partido Comunista ecuatoriano; a diferencia del levantamiento de 1990, sostenido por un movimiento de base de alcance nacional, con liderazgos surgidos de las nacionalidades indgenas provenientes de la

    Sierra y la Amazonia, autnomos, sin conexin con los partidos polticos y los sindicatos. Este aspecto le resultaba a Guerrero fundamental para repensar la ciudadana ms all de los vnculos entre los individuos y el Estado nacin.

    Al respecto, Guerrero afirmaba que la FEI si bien desempe un papel clave para exigir la reforma agraria a comienzos de los aos sesenta, y para llevar los conflictos de los huasipungueros a la arena nacional, tambin tuvo un papel de mediador y de traduccin en el sentido de ventriloquia, que reforzaba ms bien reivindicaciones de derechos de clase, mientras que con el movimiento indgena de los aos noventa cre un agente social que eslabon e impuls demandas antes impensables e indecibles por falta de discurso. Fueron demandas que articulaban exigencias de autonoma, autogobierno y autodeterminacin, en las que los pueblos exigan un reconocimiento colectivo (en calidad de ciudadanos tnicos) en sus vnculos con el Estado.

    Andrs Guerrero cierra su texto, fechado en agosto de 1990, con la siguiente pregunta: en qu medida el estado nacional ecuatoriano, en su proyecto y realidad, puede incluir una reformulacin centrada en el reconocimiento de una ciudadana tnica o plurinacional (sic, las cursivas son mas) en cuanto creacin de un vnculo indito de derechos y obligaciones entre el estado nacin y los pueblos indgenas? (Guerrero, 1993: 101). La pregunta nos obliga a recordar que el autor est reflexionando justo a principios de la dcada de los noventa cuando apenas el movimiento indgena ecuatoriano empezaba a mostrarse como un actor clave para las transformaciones democrticas del pas y para impulsar algunas medidas de ajuste econmico que evitaron el proceso privatizador de los

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    servicios bsicos estatales y la plena vigencia del modelo econmico neoliberal (Tibn y Garca, en prensa). Vale recordar que al primer levantamiento indgena nacional de 1990 (que exigi el reconocimiento plurinacional y una reforma poltica profunda) le sigui, en 1992, la marcha organizada por la Confederacin de Nacionalidades Indgenas de la Amazonia Ecuatoriana (CONFENIAE), filial de la CONAIE,5 que exiga sobre todo la legalizacin de los territorios de las nacionalidades indgenas. Ya para 1994, el segundo levantamiento indgena nacional paraliz por veinte das el pas entero en clara oposicin a la liberalizacin de tierras comunitarias. Cinco aos ms tarde, en 1999, se llevaran acabo dos movilizaciones ms en las que el movimiento indgena y sus aliados lograran congelar el precio de los combustibles por un ao. Y finalmente, el cierre de la dcada de los noventa se dio en verdad en el ao 2000, cuando se dolariz la economa, medida que llev a los movimientos ecuatorianos (sobre todo al indgena) a la toma espectacular de carreteras y de la ciudad de Quito para exigir la desaparicin de los tres poderes y la instauracin de un nuevo gobierno (Tibn y Garca, en prensa).

    Slo tomando en cuenta esta historia de movilizaciones es que se entiende la importancia del planteamiento pionero de los ciudadanos tnicos como modelo de interpretacin que surge justo en el momento en que se da un viraje temtico y terico en los estudios polticos ecuatorianos, mismos que estaban dejando atrs el anlisis de la transicin y las elecciones y empezaban a enfocarse ms en los de la democracia, la cultura poltica y la gobernabilidad; estudios realizados, muchas veces en momentos de franca ingobernabilidad y caos en Ecuador (Burbano, 2003). Antes de pasar al Per y al texto de Rodrigo

    Montoya, quisiera agregar que me llam mucho la atencin que en su artculo publicado en ese aciago ao del 2000, Andrs Guerrero afirmar no querer ceirse a una definicin de ciudadana en trminos convencionales, es decir, jurdicos y polticos; prefera concebirla, deca, como campo de fuerza de los agentes sociales en la esfera pblica y el mercado Resituarla en un contexto de estrategias cotidianas e inmediatas de poder entre las poblaciones (Guerrero, 2000: 12). Este tipo de argumentos ser mencionado como uno de los pilares de la invitacin que Assies, Caldern y Salman (2002) nos hacen para avanzar en la construccin de una antropologa de la ciudadana.

    Violencia, ciudadana tnica, libertad y democracia

    En 1992, el antroplogo peruano Rodrigo Montoya public por vez primera la ciudadana tnica como un nuevo fragmento en la utopa de la libertad, texto que aparece como el tercer captulo de su libro intitulado Al borde del naufragio (democracia, violencia y problema tnico en el Per). En este libro Rodrigo Montoya parte de una pregunta bsica: es posible la construccin de una sociedad democrtica en el Per cuando lo que hemos heredado desde tiempos muy remotos, desde la derecha y la izquierda, es una tradicin autoritaria? Montoya nos plantea ir ms lejos del viejo ideal de una ciudadana simple fundada en la nocin etnocntrica y civilizatoria de igualdad. Montoya nos invita a escuchar atentamente las reivindicaciones indgenas centroandinas (ecuatorianas, peruanas, bolivianas) que exigen su derecho a ser diferentes. Estas reivindicaciones, afirmaba entonces Montoya, enriquecen tanto la prctica como la teora poltica hasta ahora

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    propuestas por Occidente (Montoya, 1992: 8). Para demostrarnos lo anterior, Montoya

    parte del colapso demogrfico del siglo XVI, de la formacin de comunidades indgenas bajo la tutela de la Corona espaola, de la formacin de la intelectualidad inca y de las rebeliones indgenas (por ejemplo la de 1780). Nos muestra cmo los ltimos nobles incas educados se extinguieron antes de la independencia de 1821 y cmo en la nueva Repblica, los miembros de los grupos tnicos fueron usados por el ejrcito realista y patriota peruano. Montoya contina detallando el despojo y la explotacin que estos grupos sufrieron a lo largo de los siglos XIX y XX a manos de caucheros, dueos de ingenios y de empresas mineras, sin olvidar las repercusiones que tuvo entre ellos la guerra contra Chile librada entre 1878 y 1884. Este proceso lleno de despojos, combates, resistencia y adaptaciones afirmaba Montoya termin debilitando y aculturando a los grupos tnicos y los condujo a la prdida de su identidad (Montoya, 1992: 50-54).

    Frente a esa historia Montoya contrapone lo sucedido en Per en el ltimo cuarto del siglo XX cuando volvieron a aparecer en el pas intelectuales indgenas, 6 quienes promovieron procesos organizativos y se comprometieron a trabajar para sus pueblos. Slo baste ver como entre 1969 y 1984 en ese pas emergieron ms de 50 organizaciones tnicas, muchas de ellas se agruparon en los ochenta en dos grandes centrales: la Asociacin Intertnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP) y la Confederacin de Nacionalidades Amaznicas del Per (CONAP). Tanto organizaciones como centrales fueron poco a poco construyendo reivindicaciones novedosas (en su momento), como por ejemplo: 1) la exigencia del reconocimiento del territorio indgena; 2) la defensa de su cultura y su lengua;

    3) la defensa de su dignidad; 4) y la defensa de la naturaleza de la que esos grupos tnicos organizados han sentido parte. Estas demandas fueron el corazn de las reivindicaciones de ciudadana tnica entendidas stas dice Montoya (1992: 52, 72) como el derecho a la diferencia y la libertad de afirmacin de una identidad tnica particular.

    Pero el proceso organizativo de los grupos tnicos no es algo generalizable a todos los indgenas ni tampoco es un producto de generacin espontnea. Montoya nos explica cmo dicho proceso es slo comprensible si atendemos las ligas histricas que hay entre los procesos y las luchas campesinas por la tierra dadas en los aos sesenta (cfr. Blanco, 2006) asicomo con la ley de reforma agraria implementada en 1969, despus del golpe militar de 1968 dirigido por el general Juan Velasco Alvarado, quien alent (con palabras y hechos) la posibilidad de una gran revolucin en el pas, que la derecha peruana vio como amenaza comunista y a la que enfrent en 1975 con otro golpe militar.

    Las aspiraciones campesinas desatadas en trminos agrarios hicieron crecer el trabajo organizativo indgena impulsado tambin por antroplogos y funcionarios comprometidos, organizaciones no gubernamentales y hasta por organizaciones religiosas,7 que dotaron de nuevas capacidades a los indgenas, quienes estaban ya formando las primeras organizaciones etnopolticas, organizaciones clave para el desarrollo de demandas de ciudadana tnica.

    El concepto de ciudadana tnica acuado por Montoya tiene el locus anclado en la exclusin, el desprecio y la marginacin de que han sido objeto las culturas originarias del continente. Montoya pona especial nfasis en

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    afirmar que el modelo dominante en el Per sigue siendo colonial aunque se hayan modificado sus formas de dominacin y el ejercicio de la hegemona. Dicho modelo, sealaba Montoya, ha generado entre los indgenas una imagen negativa de s mismos y es ah donde anida la amargura, el resentimiento, el odio, la rabia, los agravios que en Per ayudan a entender el origen de la violencia en general y de la violencia poltica en particular (Montoya, 1992: 24). En ese contexto, la afirmacin de la identidad tnica agregaba Montoya se produce como respuesta a una negacin (presente e histrica), como una exigencia de reconocimiento de un derecho colectivo no previsto en la Declaracin de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la revolucin francesa (Montoya, 1998a).

    El locus y la forma narrativa en que Montoya presenta sus argumentos hacen pensar en aquellos autores que han mirado la dimensin moral de los conflictos sociales, por ejemplo, E. P. Thompson, Barrington Moore y Axel Honneth. Axel Honneth es uno de los ms destacados representantes de la tercera generacin de la Escuela de Frankfurt. Estudi filosofa, sociologa y germanstica y public en Alemania, el mismo ao que Montoya (en 1992), su libro Kampf um Anerkennung. Zur moralischen Grammatik sozialer Konflikte (traducido al espaol como La lucha por el reconocimiento).8 Honneth como Haberlas, privilegia el estudio de las relaciones intersubjetivas, pero Honneth, pone todava ms nfasis en cmo ellas son un proceso dialctico que nos permite concebir los desarrollos y procesos sociales bajo el punto de vista de una lucha por el reconocimiento (Comins, 1999). Siendo as, las experiencias de menosprecio pueden influir en el origen de los conflictos sociales ya que la constitucin de la integridad humana depende del reconocimiento

    de los otros sujetos. En ese sentido la moral comprende el conjunto de actitudes que estamos obligados a adoptar recprocamente para asegurar en comn las condiciones de nuestra identidad personal (Comins, 1999).

    Pero al definir el reconocimiento entramos en el campo fenomenolgico de las ofensas morales que pueden daar o destruir la autorrelacin del individuo, es decir, ese sentimiento que cada persona tiene de s misma respecto a las capacidades y derechos que le corresponden. Honneth parte de conceptos bsicos como el amor, el respeto y la estima. Los seala como tres tipos de reconocimientos fundamentales para los individuos y los grupos, y en contraparte menciona la humillacin, la denigracin, la discriminacin, los insultos como semillas de las demandas de justicia que articulan resistencias y revueltas en situaciones en las que ciertos caminos de la vida se han vuelto intolerables (Honneth, 1997: xix) o agregara son percibidos por el individuo, o por el grupo, como intolerables.

    Es ah donde se encuentran Axel Honneth y Rodrigo Montoya a pesar de que Honneth va del proyecto metafsico hegeliano al pragmatismo naturalista de George Herbert Mead, pasando por el trabajo emprico de psiclogos, socilogos e historiadores, mientras que Montoya se localiza ms en el cruce de la antropologa, la historia y la poltica y se autodefine seguidor intelectual de Jos Carlos Maritegui. A principios del siglo XX, Maritegui hablaba de la liberacin indgena a travs del proyecto socialista;9 proyecto que deba incluir las reivindicaciones indgenas. Esto, hoy, para muchos puede ser obvio pero a finales de los veinte y principios de los treinta, las izquierdas marxistas no se caracterizaban por este tipo de planteamientos, que, a decir de Montoya (1992: 54), no tardaron en ser confrontados por los funcionarios comunistas de la Tercera Internacional.

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    Montoya no deja de enfatizar, en su libro publicado en el 1992, que la ciudadana tnica podra ser vista como un fragmento de la utopa de libertad en la que el socialismo fuera arrancado de las versiones totalitarias capitalistas y comunistas que en esos aos haban mostrado su agotamiento, sobre todo, en Europa del este y Rusia. Montoya abogaba porque el socialismo fuera vivido y entendido como la posibilidad de socializar el poder poltico, como la utopa de la diversidad que no imponga nada a nadie y que deje a los pueblos ser como ellos quieren ser (Montoya, 1992: 34). Montoya hablaba a favor de no creer que el tiempo de las utopas haba llegado a su fin como afirmaban las voces triunfalistas del liberalismo, ante lo que suceda en ese momento en el mundo.10

    Pero ms all del contexto mundial, lo que movi a Rodrigo Montoya a escribir su libro Al borde del naufragio (en el que acua el concepto de ciudadana tnica) fue la invitacin que le hicieran sus camaradas de Izquierda Alternativa y de la Editorial Talasa del Estado Espaol, quienes eran unos de los muchos extranjeros preocupados por las condiciones polticas concretas por las que pasaba Per en ese aciago ao de 1992. Entonces, el pas pareca ir a contracorriente al ser el nico lugar en Amrica Latina en que un partido comunista marxista-leninista no slo sobreviva a la crisis mundial de esa corriente poltica sino que amenazaba el orden establecido. As, entre 1980 y 1992 la mitad del territorio peruano se convirti en zona de emergencia y el pas tena en su haber registrados 25 mil muertos en virtud de la violencia desatada por el enfrentamiento de dos esquemas autoritarios antidemocrticos: el de los grupos armados y el del gobierno peruano. A esto, el presidente Alberto Fujimori quiso hacerle frente en su

    primer perodo de gobierno, iniciado en 1990; en respuesta, recibi una fuerte embestida: el 26 de julio de 1992 en la calle de Tarata, en el barrio de Miraflores, en Lima,11 estallaron dos coches bombas que causaron 21 muertos, decenas de heridos e importantes prdidas materiales. Fujimori, como parte de su campaa contra los grupos armados, logr en ese mismo julio hacer prisionero al lder del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), Vctor Polay Campos y, dos meses ms tarde, el 12 de septiembre, al mximo lder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmn. Todo ello suceda en medio de reformas estructurales econmicas, del avance del narcotrfico y de la disolucin por parte del propio Fujimori del Congreso de la Repblica.12 Frente a este verdadero naufragio, Montoya vea al fondo del tnel, como luz esperanzadora, la organizacin, las luchas, las reivindicaciones y las movilizaciones que los grupos tnicos andinos estaban protagonizando. Ese era el marco en que Montoya hablaba de otra ciudadana, de doble ciudadana, de democracia y libertad.

    Derechos indgenas, ciudadana tnica y nacin globalizada

    El antroplogo mexicano Guillermo De la Pea Topete es el tercer autor que ha acuado, utilizado y desarrollado el concepto de ciudadana tnica. Guillermo De la Pea tiene una formacin en la que se combinan la filosofa, la sociologa y la antropologa (social y de la educacin). Como Guerrero y Montoya, la produccin de Guillermo De la Pea es basta y diversa. En ella identificamos tres momentos (1995, 1998-1999 y 2004-2006) 13 en los que el tema de la ciudadana tnica aparece de la mano de

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    la reflexin acerca de la naturaleza cambiante del Estado nacin mexicano y de la relacin (presente e histrica) de ste con los pueblos indgenas.

    La reconstruccin que Guillermo De la Pea (2006a) hace de los derechos indgenas, en Mxico, tambin parte de la poca colonial. Al respecto afirma que en la Nueva Espaa los naturales de estas tierras no eran propiamente ciudadanos sino sbditos de la monarqua espaola; sbditos tutelados agrupados en las comunidades indgenas en las que podan acceder a la propiedad colectiva de la tierra y a un sistema de autogobierno limitado. Cuando De la Pea revisa la poca de Independencia, asevera que los indgenas seguan viviendo en la exclusin econmica y social, a pesar de haberse efectuado el reconocimiento formal de sus derechos civiles y polticos; reconocimiento que se top con la abolicin hecha por los liberales, del rgimen de autoridad y de propiedad comunal de la tierra. Con la Revolucin Mexicana apareci el municipio republicano que de nuevo daba slo cabida a una forma nica de gobierno local.

    Pero ser la introduccin del indigenismo como poltica de Estado en 1917, lo que favorecer la poltica de redencin del indio y la configuracin de la nacin mexicana como una nacin mestiza, biolgica y culturalmente hablando. De la Pea, en sus diversos textos (1995, 1998, 1999a y b, 2006a y b), nos explica el papel que desempearon en todo este proceso los antroplogos, las polticas de educacin bilinge, el Instituto Nacional Indigenista (INI), las secretaras y los funcionarios de gobierno, asicomo los congresos indigenistas y las leyes internacionales. Hasta finales de la dcada de los sesenta, la idea hegemnica era que el acceso irrestricto de los indgenas a los beneficios ciudadanos se daba slo por la va

    de su aculturacin (esta idea la retoma De la Pea de los indigenistas Gonzalo Aguirre Beltrn y Alfonso Caso). Todo esto suceda en Mxico como parte de la construccin poltica de un partido de Estado que se caracterizara por vertical, autoritario y corporativo.

    De la Pea nos recuerda que a partir de 1968 las crticas al sistema poltico, entonces vigente, incluyeron las reclamaciones con la poltica indigenista, estas crticas que, surgieron desde adentro, desde los mrgenes y desde afuera del propio sistema. Empezaron a orse tambin, en voz de los nuevos intelectuales indgenas formados por la labor educativa del propio Estado, las iglesias, los partidos y centrales comunistas. As, entre 1970 y 1990, en diferentes partes del pas aparecieron organizaciones y movimientos urbano populares, de campesinos, de estudiantes y de indgenas; sus reclamos iban en contra de diferentes aspectos de la poltica social, del modelo econmico o de la poltica autoritaria del gobierno. En el caso de los lderes y las organizaciones, haba ya una demanda principal compartida: la exigencia del reconocimiento de su realidad cultural y colectiva (Bonfil citado por De la Pea, 2006a: 9).

    Guillermo De la Pea contina a lo largo de sus textos revisando a detalle lo que sucedi entre 1990 y 2004 en cuanto a los reclamos de los indgenas respecto a los derechos ciudadanos: para llevar a cabo tal tarea entrecruza tres ejes: 1) la formacin de lderes indgenas a los que llam cultural brokers o intermediarios culturales. 2) Las reformas constitucionales en materia de cultura y derechos indgenas, sobre todo la de 1992 y la de 2001, y 3) los acuerdos nacionales y los convenios internacionales en materia de paz, autonoma y libre determinacin de los pueblos indgenas. Sobre todo se detiene en la ratificacin

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    por parte de Mxico del Convenio 169 de la OIT y en la firma de los Acuerdos de San Andrs entre el Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN) y el gobierno mexicano.

    De la Pea (2006a: 12) reconoce la utilidad y vigencia del trmino pueblo indgena ya que ste dice valida a los indgenas como sujeto de derecho en el mbito internacional, pero a la vez afirma que:

    Conviene usar el trmino ciudadana tnica para referirse a las caractersticas de los derechos ciudadanos de los miembros de un pueblo indgena al interior de un Estado nacional. Por parte del Estado, la aceptacin de tales caractersticas conlleva por el principio de equidadla implementacin de polticas de accin afirmativa que combatan la exclusin. [Supuesto esto], podemos clasificar las demandas de la ciudadana tnica en cuatro grandes apartados: (1) la visibilidad digna, (2) el fortalecimiento y la reproduccin de las expresiones culturales, (3) el desarrollo sustentable conforme a los valores propios, (4) la autoridad y la representacin poltica diferenciada.

    El contenido que De la Pea da a la ciudadana tnica nos recuerda en mucho el que Montoya ha sealado para el Per, pero existen diferencias sutiles que podran marcarse. Por ejemplo, el mismo Montoya seal enfticamente que en su texto su inters principal est en la cuestin del poder, en la relacin entre culturas y la poltica (Montoya, comunicacin electrnica, 11 de marzo de 2007). Por su parte, De la Pea pone ms nfasis analtico a la dimensin de la representacin poltica de los indgenas cuando describe detalladamente cmo los lderes, movimientos y organizaciones indgenas de Mxico han

    exigido una redistribucin de poder y una verdadera participacin en la toma de decisiones pblicas.14 La variacin en los nfasis no resulta casual si es que vemos la posicin de cada uno: el Montoya de los aos noventa estaba ms localizado desde un marxismo crtico en relacin con la antropologa mientras que De la Pea hablaba ms bien desde lo que se ha dado en llamar antropologa sociocultural.

    Por su parte, De la Pea lleva a cabo una identificacin muy precisa de cules polticas culturales y reformas constitucionales se han realizado en Mxico, se pregunta en qu han avanzado stas y en qu no. De la Pea puede hacer esto porque analiza el tema particular de la ciudadana tnica a lo largo de casi una dcada, de la misma manera Montoya regresa a este concepto en su libro publicado a finales de los noventa (Montoya, 1998b). Ah reflexiona crticamente sobre el multiculturalismo y su relacin con los derechos indgenas, humanos y ciudadanos.

    Mientras que Guerrero es un historiador por excelencia ligado tambin al marxismo y a la sociologa crtica, De la Pea da ms peso al anlisis antropolgico de nuevas realidades con las que se enfrentan a nuevos problemas, por ejemplo mencionaba el de la representacin y participacin poltica de los indgenas migrantes internacionales. Dicha situacin exige que la ciudadana tnica no slo se plantee ante un solo Estado nacional sino ante todo el orden jurdico internacional en general. Desde estas circunstancias ya no podemos seguir hablando de una sola nacin sino de la nacin globalizada en la que los territorios nacionales se resignifican y se subvierte la conexin de stos como autocontenidos e inmutables (De la Pea, 1999b: 23-24).

    Para cerrar este apartado vale la pena sealar que De la Pea mencion por vez primera el

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    concepto de ciudadana tnica en su ponencia presentada en el Simposio sobre Ciudadana y Exclusin en Amrica Latina celebrado en la New School for Social Research en abril de 1995, un ao despus del levantamiento de 1994 en el que el Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional le declarara la guerra al gobierno mexicano. Encontramos en ello cierto paralelismo con lo que le pas a Andrs Guerrero en Ecuador al acuar el mismo concepto de cara al levantamiento indgena de 1990; pero adems, en Mxico el trmino se acu, como en el Per, en medio de un contexto de violencia no slo poltica sino armada.

    Regresemos al contexto latinoamericano

    Visto a distancia el concepto de ciudadana tnica me parece que podra ser entendido como parte de un bagaje intelectual ms amplio de reflexiones sobre lo que el antroplogo chileno Jos Bengoa ha llamado la emergencia indgena en Amrica Latina. Jos Bengoa (2000: 19) 15 se refiere por emergencia indgena al movimiento cultural panindigenista que abarca desde el extremo sur de Amrica hasta el norte del continente en el que las voces de los indgenas literalmente emergen del silencio en el que haban permanecido; silencio roto anteriormente slo en momentos de revueltas y rebeliones. Dicha emergencia cobr fuerza y se potenci en la dcada de los noventa pero se fue decantando poco a poco desde tiempos anteriores.

    Con la emergencia indgena de los aos noventa, para Bengoa, se reconstruy un nuevo discurso tnico que puso en el centro la demanda tnica, con la que se oblig (y se est obligando) a reelaborar las concepciones tanto de las identidades como el ncleo central

    de los Estados nacin latinoamericanos. Reconociendo las diferencias que pueden guardar los movimientos, organizaciones y grupos tnicos que forman parte de dicha emergencia, Bengoa (2000) afirma algo que ya haban apuntado de manera particular Guerrero, Montoya y De la Pea: los lderes, organizaciones y movimientos emergentes comparten el hecho de tener en el centro de sus demandas el reclamo de reconocimiento como indgenas.16 Pero Bengoa agrega a lo anterior la sistematizacin y anlisis comparativo de las formas concretas, los casos concretos, en que los indgenas han reinventado (en el sentido de Hobsbawm y Ranger) su identidad, en la que ponen a dialogar la tradicin indgena rural con las culturas indgenas urbanas, stas ltimas estn hoy urgidas por recordar. Bengoa afirma que dentro de esas demandas, ha jugado un papel central la identificacin con el ideario ecologista internacional, que ha llevado a los indgenas a construir un discurso etnoecologista o ecotnico que muchas veces va de la mano de la exigencia de autonoma, que en la prctica puede tomar muchas formas concretas pero todas dira Bengoa (2000: 148) remiten a la lucha por los derechos indgenas, en el sentido de derechos diferentes a los de todos los ciudadanos del pas.

    Es as como en Amrica Latina se ha ido creando un pensamiento panindgena que tiende a dejar en un segundo plano (y hasta olvidar) las diferencias regionales y pone los acentos en las similitudes, stas hacen posible la accin poltica, por ejemplo, para formar redes y frentes amplios que pueden partir desde las propias comunidades indgenas e ir ms all de las fronteras nacionales, y que permiten a los lderes indgenas de diferentes pases trabajar de manera

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    coordinada para hacer avanzar agendas comunes ante, por ejemplo, organismos internacionales.

    Pero por ms que en trminos polticos esto est sucediendo, en nuestro anlisis comparativo no debemos olvidar las diferencias nacionales y regionales: en la naturaleza y en la historia de los Estados nacin y en los alcances y formas organizativas de los indgenas de cada pas. De entrada, al ver comparativamente a Ecuador, Per y Mxico, tendramos que mencionar y tomar en cuenta que mientras, en Mxico, la poblacin indgena en el ao 2000 ascenda oficialmente al 7.5%,17 en Per sta representaba, segn la fuente que se consulte, entre el 25% y el 48% de la poblacin total.18 La ambigedad se repite en las cifras del Ecuador. Encalada, Garca e Ivarsdotter (1999) afirman que de los cinco censos realizados entre 1950 y 1990, slo el primero y el ltimo recogieron informacin sobre poblacin tnica. As, el Instituto Nacional de Estadsticas y Censos (INEC) afirma que, en Ecuador, 4% de la poblacin total era indgena en 1990. Pero por su parte la CONAIE asevera que se trata de entre un 35% y 40%, estimacin que tambin manejan los demgrafos Alexia Peyser y Juan Chackiel (s/f).

    Pero de lo que no cabe la menor duda es que Ecuador es el pas con ms alta densidad de poblacin de toda Amrica Latina, mientras que Per ha sufrido un proceso aceleradsimo de urbanizacin y de aculturacin de su poblacin indgena que llega, sobre todo, a residir a Lima y sus alrededores. Algunos analistas refieren que este ltimo fenmeno es un factor que ayuda a explicar la fuerza relativa que logran tener las organizaciones y movimientos de reivindicacin tnica en el Per.19 Otros, como Florencia Mallon, aducen razones histricas para explicar las diferencias en la formacin de los Estados

    peruano y mexicano. Mallon nos remite al perodo de 1850-1910 en que el emergente Estado hegemnico en Mxico incorpor una parte de la agenda popular mientras que el Estado peruano nunca se estabiliz precisamente porque reprimi y margin, una y otra vez, a las culturas polticas populares. Mallon nos muestra con lujo de detalles y desde diferentes ngulos cmo se dio esto en varias regiones y localidades mexicanas y peruanas y cmo esto condicion lo que ha sido posible desde entonces en el Per (Mallon, 2003: 557).

    Y es respecto a lo posible que Guillermo De la Pea, en su texto publicado en 1998, reconoce las grandes diferencias que hay entre los Andes y Mesoamrica, pero a la vez seala que Ecuador y Mxico (junto con Bolivia) son Estados en los que la reforma agraria funcion como espacio de reproduccin del vnculo Estado-campesinos y [como] matriz simblica donde se gestaban las imgenes bienhechoras del primero y la imagen corporativa de los segundos (De la Pea, 1998: 39). Afirma que slo entrecruzando los efectos de la crisis de la reforma agraria en esos pases y de las polticas indigenistas, es que es posible empezar a entender las razones de fondo de la emergencia indgena de los aos noventa (De la Pea, 1998: 39).

    Dicha emergencia se dio en Amrica Latina a la par de la consolidacin, en la regin, de las polticas neoliberales de ajuste macroeconmico y de reforma estructural que trajeron consigo polarizacin, empobrecimiento de las mayoras y retiro del Estado de sus funciones tradicionales (Dvalos, 2005b). Para varios autores existen otros elementos que ayudan a explicar la emergencia indgena de los aos noventa. Primero se puede mencionar la crisis profunda en que cay la idea y las prcticas hegemnicas

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    de ciudadana y democracia, que sostenan los gobiernos constitucionales latinoamericanos en la segunda mitad del siglo XX (Bengoa, 2000; Dvalos, 2005b). En segundo lugar, podemos afirmar que el surgimiento de nuevos movimientos sociales en Amrica Latina (entre ellos el indgena) tambin fue posibilitado por el trmino de la Guerra Fra y de su esquema bipolar en el que slo caban el comunismo y el capitalismo. Y en tercer lugar, pero no por ello menos importante, est la globalizacin que como dice Bengoa en todo el mundo parece llevar consigo la revalorizacin de las relaciones sociales y de las identidades locales.

    En el captulo tres de su libro, Bengoa nos habla de cmo la emergencia indgena en Amrica Latina tiene un pasado reciente, en los aos ochenta cuando nacieron organizaciones indgenas ligadas a las iglesias y a los organismos no gubernamentales. Entre 1985 y 1992, se puede hablar de un segundo periodo que gira en torno a la celebracin y las contra-celebraciones de los 500 aos del Descubrimiento de Amrica (Plascencia, 1996; Sarmiento, 1998; Bengoa, 2000). Una tercera etapa se identifica a raz de los levantamientos de Ecuador (1990) y de Chiapas, Mxico (1994). Jos Bengoa termin de escribir su libro en el ao 2000, quiz por eso es que ya no pudo incluir en l, por ejemplo, las masivas movilizaciones de 2003 en Bolivia, en contra de las polticas neoliberales implementadas por el presidente Gonzalo Snchez de Lozada (Ticona, 2005) ni la llegada, en 2006, a la presidencia boliviana del aymara lder sindical Evo Morales ni las masivas movilizaciones sucedidas entre marzo y abril de ese mismo ao en Ecuador, en contra de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos de Norteamrica. Quiz estos aos y estos hechos podran marcar la

    cuarta etapa de la emergencia indgena que est en marcha y que presenta nuevos retos no slo a los indgenas sino a las sociedades y naciones latinoamericanas en su conjunto.

    El concepto de ciudadana tnica, herramienta heurstica?

    Despus de revisar detalladamente cmo tres autores de tres pases diferentes han dado vida al concepto de ciudadana tnica, parecera lgico afirmar que ste puede ser concebido como una herramienta heurstica, parte de un modelo interpretativo ms amplio que nos ayude a entender y explicar la emergencia indgena en Amrica Latina y ms all de ella, las relaciones entre los Estados, la nacin y los pueblos indgenas. Dicho modelo no existe como un todo coherente y articulado, compendiado en un solo libro o en una sola persona, por el contrario, se compone de muchos dilogos a diferentes niveles. Desde cierto ngulo, podramos decir que el concepto de ciudadana tnica surge de la convergencia del pensamiento y la accin de las organizaciones y movimientos indgenas con intelectuales y acadmicos, indgenas y no indgenas, especialistas todos ellos en el tema y en la regin (Leyva, 2001). En otro sentido, dicho concepto nos remite directamente al campo de la ciudadana sustantiva, sociocultural y activa y nos introduce en el debate acadmico-poltico ms amplio de la ciudadana cultural y los derechos diferenciados.

    Para autores como Stinchcombe (1975), Brubaker (1992) y Somers (1999), la ciudadana de los tiempos modernos tiene componentes fundamentales, como: la pertenencia, la participacin, la asociacin, la inclusin/exclusin, la identidad nacional y sobre todo la soberana

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    de ley garantizada constitucionalmente. Steven Luckes y Soledad Garca (1999) agregan que hoy el desarrollo de la ciudadana postnacional est poniendo en entredicho el vnculo entre ciudadana y nacionalidad, pero ms all de esta realidad, Luckes y Garca se empean en sealar que su campo de trabajo privilegiado es el de la ciudadana sustantiva. Este es tambin el campo en que ubicamos a los estudiosos de la ciudadana tnica, en la medida en que todos ellos hablan de la ciudadana como resultado de conflictos sociales y luchas por el poder que se producen en coyunturas histricas concretas (Luckes y Garca, 1999: 1). Estas luchas pueden ser agregan de clase, tnicas o geopolticas. Desde esta perspectiva, se privilegia lo que ha significado la ciudadana en la prctica en diversas sociedades contemporneas (Luckes y Garca, 1999: 2).

    Al ver los comparativamente podra atreverme a afirmar que el inters en las prcticas culturales, polticas y de poder llev (por separado) a Guerrero, Montoya y De la Pea a dar centralidad en sus anlisis a los asuntos morales y ticos y a las formas de participacin activa para la realizacin o cumplimiento de esos valores. Una perspectiva como sta coloca a los autores entre aquellos estudiosos que analizan la ciudadana sociocultural antes que la ciudadana formal (cfr. Laponce, 1995), y entre aquellos que se preguntan por el sentido de participacin directa en los asuntos pblicos (ciudadana activa) en vez de verla como la titularidad para recibir bienes y servicios garantizados por derechos (ciudadana pasiva) (Crouch, 1999: 258-259).

    El inters en la ciudadana activa tiene una larga historia en Amrica Latina. No pretendo abordarla en este texto pero s sealar que dicha historia tiene uno de sus puntos de partida en los trabajos en los que se estudien la

    democracia y los movimientos sociales.20 Por el momento, me detendr slo en el trabajo de la sociloga argentina Elizabeth Jelin (1987, 1993, 1994, 1996,) quien desde tiempos muy tempranos se pregunt por la democracia y la ciudadana a partir del el estudio de la expansin de las polticas pblicas y el desarrollo de los movimientos sociales basados en las demandas de campesinos, trabajadores, mujeres, jvenes y residentes de barrios populares. Con su trabajo, Jelin rechaz las visiones universalistas de los derechos y demostr cmo, en Argentina y en Amrica Latina, la ciudadana es ante todo un producto fortuito de las luchas populares por la dignidad y por el derecho a tener derechos (cita a Arendt y Lefort); se trata de una empresa colectiva culturalmente significativa que conduce a una prctica conflictiva vinculada al poder, que refleja las luchas acerca de quines podrn decir qu en el proceso de definir cules son los problemas comunes y cmo sern abordados (Jelin, 1996: 116).

    Al referirme al significado cultural de la ciudadana se entra en el campo resbaloso que opone ciudadana a cultura. En ese contexto ciudadana implica igualdad en cuanto conjunto de elementos que otorgan derechos iguales, uniformes a todos los participantes en el Estado y les da obligaciones uniformes (Villoro, 2002: 36), mientras que cultura presupone diversidad y alude a alteridades construidas socialmente que pueden ser usadas para el reclamo de derechos diferenciados.

    Pero esta oposicin terica cobra sentido prctico en la poltica si vemos que son algunos de los intelectuales latinos de los Estados Unidos quienes empiezan a hablar de la ciudadana cultural (Rosaldo, 1985, 1994, 1997) para referirse a una variedad de prcticas

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    socioculturales, con las cuales, tomadas en conjunto, se reclama el establecimiento de un espacio social distintivo. Son prcticas que en Norteamrica han contribuido al desarrollo social y poltico de los latinos y a la emergencia de una conciencia latina particular que obliga al Imperio (y no slo a la nacin) a repensar el acuerdo normativo y cultural vigente.21 Visto as, se puede decir que tanto a la ciudadana cultural como a la ciudadana tnica les estructura un discurso y una prctica de resistencia cultural que exige (demanda, manda) la reconfiguracin de los espacios pblicos.

    Aportes, lmites y pendientes

    Los conceptos de ciudadana cultural y de ciudadana tnica vienen a enriquecer los postulados clsicos que el socilogo ingls T. H. Marshall hiciera en 1949. Marshall desde una visin ms bien evolucionista22 planteaba que la ciudadana era un estatus que involucraba el acceso a varios derechos y poderes, un estatus que buscaba que todos los hombres fueran iguales sin privilegio de clase hereditario. Marshall (1964), en su momento, habl del surgimiento de los derechos ciudadanos como la consecuencia casi innevitable de la modernizacin industrial de Inglaterra. Pero en ese recuento dej siempre fuera la posibilidad de que los escoceses y los galos se pudieran tambin expresar al nivel de los ingleses (todos ellos parte de la Gran Bretaa). Marshall ni siquiera se plante la diversidad cultural y tnica del Reino Unido como punto de partida o al menos como punto de reflexin. S en cambio aport una triada an vlida y til.23 Me refiero a los tres componentes principales que en Occidente se consideran la base de la ciudadana moderna: el civil (que se

    refiere a las libertades individuales), el poltico (que remite a la participacin poltica) y el social (que incluye derechos relacionados con el trabajo, la educacin, la vivienda, la salud y las prestaciones). Trada a la que los nuevos movimientos sociales se han encargado de agregar los reclamos sobre los derechos culturales, tnicos, de gnero, binacionales, ecolgicos y reclamos de derechos sobre la propiedad intelectual de los pueblos indgenas.

    Pero si el pasado ms cercano del estudio de la ciudadana lo ubicamos en el campo de las clases sociales y el desarrollo industrial capitalista, hoy la reflexin sobre ciudadana est posicionada en una arena diferente: la de la democracia, el Estado plural y la globalizacin. Respecto a la relacin entre la democracia y el Estado plural, el filsofo mexicano Luis Villoro afirma que hoy los Estados nacin tienen graves problemas para hacer conciliar dos exigencias contrapuestas: el respeto a la pluralidad de los pueblos que integran ese Estado y la unidad y colaboracin entre ellos. En ese marco, las demandas de los movimientos indgenas latinoamericanos ms que reclamar la soberana poltica frente al Estado nacin dominante, exigen la transformacin de ste Estado nacin-homogneo en Estado plural, en el que la ciudadana no debera ser excluyente de ninguna pertenencia a ninguna nacionalidad contenida en ese Estado. Siendo as, la nocin de ciudadana tendra que depurarse en el sentido de no representar slo los fines, valores y concepciones del grupo o nacin dominante. La ciudadana depurada de todo carcter nacional estatuye una igualdad bsica entre todos los grupos diferentes de un solo Estado y supone un convenio entre todos ellos (Villoro, 2002). Villoro incluso llega a proponer la categora ciudadana

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    depurada como una alternativa y por tanto una forma de crtica directa a las nociones de ciudadana diferenciada (Kymlicka, 1996) y de ciudadana tnica (tomada de De la Pea). Al respecto, Villoro afirma:

    Ambas propuestas tienen, sin duda el acierto de dar satisfaccin a las legtimas reivindicaciones de los grupos con culturas e identidades diferenciadas. Sin embargo me parece que logran esa ventaja a costa de mantener una concepcin de la ciudadana que puede funcionar como un instrumento de exclusin En efecto la ciudadana diferenciada razona generalizando a todo grupo o nacin, la prctica de otorgarle caracteres nacionales que realiza el estado-nacin homogneo respecto de una nacin hegemnica. Si lo mismo que el estado-nacin homogneo incluye dentro de su idea de ciudadana caracteres de su nacin, una ciudadana diferenciada o tnica incluira tambin caracteres de la etnia o de la nacin diferenciada en la idea de ciudadana, y esto me parece que da lugar a problemas. [Ambas propuestas] no parten adems, de la distincin conceptual entre derechos anteriores al estado plural y derechos promulgados por ste Una ciudadana diferenciada o tnica correra el riesgo de favorecer la tendencia de las partes a entrar en rivalidad con las dems en el todo correra el riesgo de subordinar los fines comunes a los intereses de grupos diferenciados (Villoro, 2002: 35).

    Las idea crticas de Villoro nos recuerdan las de Leyva (2005) quien menciona que en Mxico en la prctica existe una traspolacin entre lo tnico y lo indgena que conduce a hablar de ciudadana tnica prcticamente reducida a los derechos diferenciados de los ciudadanos indgenas cuando los reclamos de ciudadana

    tnica en otras partes del mundo podran incluir a ms y diferentes grupos socioculturales que politizan su identidad. Claramente Leyva seala que en Mxico esta traspolacin tiene una historia colonial bien definida y explicable que puede argumentarse pero que en la vida cotidiana puede crear problemas como los argumentados por Villoro.

    La crtica de Luis Villoro al concepto de ciudadana tnica podra ser respaldada con ejemplos concretos pero tambin con otros ejemplos, refutada. Primero, pensemos en el caso guatemalteco y en los reclamos de ciudadana tnica hechos por el Movimiento Maya en las ltimas tres dcadas del siglo XX. Dichos reclamos han levantado reacciones contundentes entre los ladinos (Morales, 2000). En el marco del VI Congreso de Estudios Mayas celebrado en ciudad de Guatemala en agosto de 2005, despes de escuchar una ponencia sobre el Movimiento Maya (su historia y sus demandas) una mujer me coment: bueno pues si ellos tienen derechos especiales nosotros tambin los queremos como ladinos que somos, porque nosotros tambin tenemos una identidad, una historia y una cultura. El tono del comentario era de gran molestia y de un cierto grado de indignacin. Ms all de que alguien pudiera considerar que la cultura ladina ha sido histricamente la dominante en Guatemala o al menos dominante frente a la maya-indgena, lo que el ejemplo nos lleva a pensar es que la existencia de ambos discursos refuerzan la idea de que el problema central de Guatemala es la confrontacin ladino versus indgena.24 Idea bipolar popularizada sobre todo por los estudios culturalistas norteamericanos. Ya los antroplogos guatemaltecos Jos Alejos (1992) y Ramn Gonzlez Ponciano (1992) han explicado

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    que dicha concepcin no deja ver los problemas de fondo en torno a la redistribucin (del poder, de la tierra, del dinero) y a la discriminacin y el racismo que van mucho ms all de las relaciones intertnicas y el reconocimiento.

    El mismo Luis Villoro se refiere a los Acuerdos de San Andrs, firmados entre el gobierno mexicano y el EZLN el 16 de febrero de 1996, como un ejemplo concreto que reconoce la necesidad de otorgar derechos comunes de ciudadana a todo ciudadano (ms all de la etnia, la raza, el color) a la par que otorgar derechos diferenciados pactados frente al Estado con base en la autonoma de cada pueblo (Villoro, 2002: 35). Sin duda, como afirma Villoro, en dichos Acuerdos se avanza pero al final vuelve a prevalecer el principio jurdico fundamental de la igualdad de todos los mexicanos ante la ley y los rganos jurisdiccionales (Ce Acatl 1996: 38-39); con ello se impide que los derechos diferenciados se reconozcan como pas en la Ley de Derechos y Cultura Indgena del Estado de Chiapas (cfr. Leyva, Olvera y Burguete, 1999).

    Pero quizs la manera ms concreta de ver cmo el concepto de ciudadana tnica ha mostrado sus bondades es mediante la mencin de que ya existe un nmero importante de estudiosos (en su mayora antroplogos) que lo han integrado a su anlisis tanto de Guatemala (Bastos, 1997) como de Mxico (Harvey, 1998; Rojas Corts, 2000; Zrate, 2002; Garca Rojas, 2003; Leyva, 2002 y 2005; Navarro, 2006; Buenrostro en prensa).

    Llama la atencin que Santiago Bastos (1997), Neil Harvey (1998) y Xochitl Leyva (2002, 2005) utilizan la nocin de ciudadana tnica nuevamente en contextos donde los movimientos indgenas estn envueltos en conflictos armados, represin y alta militarizacin. Aunque es claro

    que lo ocurrido en Guatemala est lejos de lo acontecido en Chiapas-Mxico, estos autores comparten el haber escrito sus reflexiones despus de la firma de los acuerdos de paz y el poner el centro de su atencin en las demandas que enarbolan las organizaciones indgenas (chiapanecas-mexicanas) y el Movimiento Maya, en el sentido de demandas tnicas que remiten a un principio de reconocimiento, de derechos diferenciados y de reestructuracin del orden normativo de Guatemala y Mxico.

    Los autores mexicanos que en sus anlisis recurren al concepto de ciudadana tnica, son principalmente seguidores de la propuesta conceptual de Guillermo de la Pea. Por su parte, Eduardo Zrate (2002) lo hace cuando se pregunta por la posibilidad real de insercin de las comunidades indgenas en el mundo contemporneo como sujetos plenos con personalidad jurdica propia. Zrate aboga por una ciudadana que no slo sea compensatoria sino que reconozca la modernidad y la actualidad de las comunidades indgenas construidas a travs de la reinvencin constante de la comunidad. Esta modernidad muchas veces agrega Alejandra Navarro (2006) exige un reconocimiento de doble sentido: de afuera hacia adentro y hacia el interior de las comunidades. Navarro tambin utiliza el concepto ciudadana tnica al estudiar a un grupo de defensores indgenas comunitarios de Chiapas, quienes buscan, con su quehacer cotidiano, transformar las percepciones del ser indgena y las relaciones entre indgenas y no indgenas en los mbitos institucionales y no institucionales de la imparticin de justicia. Anglica Rojas Corts (2000) por su parte, realiz un estudio en el campo institucional, en particular, analiz la escuela secundaria comunitaria a travs de la cual los huicholes

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    refuerzan su conocimiento de los cdigos de la sociedad mayor, mismos que utilizan para exigir el cumplimiento de planes y programas educativos que les permiten hacer avanzar sus demandas de ciudadana tnica. En ese sentido, Manuel Buenrostro (en prensa) nos explica que los jueces mayas de Quintana Roo tambin podran ser vistos como ciudadanos que de manera cotidiana y sin echar mano de la movilizacin, buscan el reconocimiento de lo que llaman el derecho maya. Derecho que a travs de esos reclamos, deja de ser slo una reforma desde arriba para abrir un intersticio a favor de la construccin de la agencia (agency) maya. Pero sern los reclamos y estrategias cotidianas de los ahs de Quertaro y los mixtecos de Oaxaca, quienes llegan a trabajar a Nuevo Len, motivo del estudio de Gustavo Garca Rojas (2003). Este autor nos muestra las particularidades que poseen dichas demandas en plena economa neoliberal y fronteriza.

    Despus de realizar las lecturas, conexiones y reflexiones que me permitieron escribir este artculo, me parece justo sealar que el concepto de ciudadana tnica ha seguido un camino concreto y real por el que hemos transitado para abonar en la construccin de la antropologa de la ciudadana. Y lo digo pensando en las bondades que John Glehill (2002: 510) le ve a los estudios antropolgicos, a los cuales llama estudios desde abajo. Estos dice Gledhill permiten poner en tela de juicio las expectativas utpicas que a veces surgen de reflexiones filosficas o meramente tericas. Creo que en gran parte eso hicieron los pioneros que acuaron el concepto y eso estn haciendo sus seguidores.

    Pero a pesar de reconocer esto como un avance, siempre quedar sobre la mesa la crtica de todos aquellos estudiosos de la ciudadana

    formal, quienes exigen que se seale de forma concreta cmo se dar forma jurdica a todos esos reclamos de derechos diferenciados. Pero como dice Santiago Bastos (1997), la construccin de las demandas de ciudadana tnica est dndose, es un proceso inacabado. Ello pone permanentes retos analticos y polticos no slo a los estudiosos del fenmeno sino a los actores-sujetos de esas demandas, quienes se enfrentan a los proyectos neoliberales que recorren todos los pases latinoamericanos, los que p los derechos civiles, restringen los polticos, abrevian los sociales (Willem, Caldern, Salman, 2002: 21) y fomentan los culturales, siempre y cuando no pongan en jaque al sistema.

    En construccin desde Amrica Latina. ltima idea

    A manera de conclusin, resumo mis argumentos centrales y agrego una ltima idea. En este artculo me he ocupado de reflexionar en torno a un tipo particular de ciudadana: la sociocultural, sustantiva y activa. Despus de un breve recuento de lo que ha pasado en Ecuador, Per y Mxico, hemos visto que existen reclamos y demandas de comunidades, organizaciones y movimientos indgenas que pueden ser llamados de ciudadana tnica. Dichos reclamos no slo estn cuestionando las races liberales de los Estado nacin latinoamericanos sino tambin nos estn obligando a revisar nuestras categoras y sistema de pensamiento.

    La nocin de ciudadana tnica se ha ido estructurando ms que como un modelo interpretativo acabado, como una herramienta heurstica que, propongo aqu, es parte de un modelo ms amplio. Dicha herramienta resalta la dimensin histrica, poltica, cultural, tica y moral de la ciudadana sustantiva aunque como

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    ya han dicho Bastos (1998), Villoro (2002) y Leyva (2005), el concepto necesita ser trabajado an ms.

    El lector se habr dado cuenta de mi insistencia en que los movimientos referidos son latinoamericanos y los estudiosos mencionados son lationoamericanos y los gobiernos son lationamericanos. La insistencia no slo tiene que ver con ubicar geogrficamente los procesos a los que me refiero, tiene tambin que ver con una reflexin ms vieja que como bien apunta Anibal Quijano (1999) gira en torno a la colonialidad del poder, la cultura y el conocimiento en Amrica Latina. Ms recientemente Susana Narotzky (2005) y varios miembros de la Red de Antropologas Mundiales (RAN-WAN)25 se preguntaban de nuevo si es posible pensar fuera de los discursos hegemnicos. No pretendo cerrar este artculo respondiendo a la pregunta pero s quiero sealar que me parece que los pioneros de la ciudadana tnica aqu revisados y citados, nos muestran de manera concreta con su trabajo que es posible la produccin excntrica de conceptos y teoras interpretativas que comparten una caracterstica peculiar: el estar volcados hacia el estudio de sus propias realidades, como un acto poltico en s mismo centrado en las transacciones sociales entre y en el interior de los pueblos situando la diversidad permanentemente como objeto poltico y base del quehacer antropolgico (Ramos cit., en Narotzky, 2005). Sin duda que esta ltima idea dara para armar otro artculo pero por el momento aqu termino.

    Notas

    1 Los interesados en profundizar en el estudio de los movimientos indgenas en Amrica Latina y su relacin con los Estados, las naciones y la sociedad

    ms amplia pueden consultar los siguientes textos: Daz Polanco, 1985, 1987, 2004; Cardoso de Oliveira, 1990; Bartolom y Barabas, 1998; Assies, Van der Haar y Hoekema 1999; Gros, 2000; Bengoa, 2000; Stavenhagen, 2000; Caldern, Assies y Salman, 2002; Bello, 2004; Dvalos, 2005a y b; Toledo, 2005; Pacari, 2006; Gutirrez y Escrzaga, 2006; Leyva, Burguete y Speed, en prensa.

    2 Agradezco a mi colega y amigo Santiago Bastos el haberme sacado de esa ignorancia y haberme recomendado enfticamente leer a fondo a Guerrero y a Montoya.

    3 Es hasta su texto publicado en 1999a que Guillermo De la Pea retoma el concepto de sujetos indios, acuado en 1990 por Andrs Guerrero en su estudio histrico de las distintas formas de dominacin de los indgenas del Ecuador.

    4 En su texto publicado en 2000, Andrs Guerrero trata ms a detalle las cuestiones de ciudadana en el siglo XIX.

    5 CONAIE quiere decir Confederacin de Nacionalidades Indgenas del Ecuador y fue creada en 1986, aglutina 14 nacionalidades indgenas (Macas, 2005). El proyecto poltico de la CONAIE propugna la consolidacin de un estado plurinacional y de una sociedad intercultural (Tibn y Garca, en prensa).

    6 Algunos egresados de las universidades, otros, producto de procesos informales de educacin promovidos por las iglesias, los organismos no gubernamentales, los antroplogos comprometidos, los funcionarios comprometidos, etctera.

    7 Rodrigo Montoya (1992: 66) menciona, por ejemplo, el papel que desempe el Instituto Lingstico de Verano en la selva amaznica en cuanto a la educacin informal de los indgenas, pero a la vez seala cmo se dieron rupturas con dicho Instituto, las que permitieron a los indgenas amaznicos caminar hacia el desarrollo tnico, autnomo y laico.

    8 En ingls se publica en 1996 y es traducido al espaol en 1997.

    9 Jos Bengoa (2000: 224) al hablar de Maritegui afirma que ste ve la reconstruccin de lo indgena, de la andinidad en el socialismo, desde el movimiento comunista internacional, desde la revolucin. Para Bengoa esto es un paso ms en el indigenismo, en su variante de izquierda que se mantiene marginal al

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    indigenismo de carcter ms oficial o integracionista, con el cual finalmente nunca rompen, porque agrega Bengoa les una finalmente la defensa del indio (226). Maritegui fund en 1928 el Partido Socialista en el Per, el que se convirti en 1930, en Partido Comunista.

    10 Recurdese que la unificacin de las dos Alemanias se inicia con la cada del muro de Berln en 1989, y que exactamente cuando escriba Rodrigo Montoya, la Unin Sovitica ya se haba desintegrado, Yugoslavia haba desaparecido y los checos se haban separado de los eslovacos.

    11 Montoya (1992: 76) describe el barrio de Miraflores como barrio smbolo del poder oficial, colonial y limeo.

    12A este perodo se le conoce como la Crisis Constitucional de 1992 y popularmente como el autogolpe. El episodio desencadenara acciones militares contra Fujimori, quien se refugi en la embajada de Japn denunciando un intento de asesinato y al poco tiempo constituy un Gobierno de Emergencia y Reconstruccin Nacional, con el que convoc a elecciones para un Congreso Constituyente Democrtico que sancion posteriormente la Constitucin de 1993. El carcter autoritario de todas estas medidas va a ser una crtica constante al presidente Alberto Fujimori.

    13 Ver De la Pea 1995, 1998, 1999a y b, 2006a y b.14 Como ejemplos, remite a las demandas del Congreso

    Nacional Indgena o a las de los zapatistas en las mesas de dilogo celebradas en San Andrs Larrainzar (Chiapas) en 1996.

    15Como el lector podr notar, el anlisis contextual de los autores slo lo he llevado a cabo para los pioneros, sin embargo, en sentido estricto, cada autor mencionado en este artculo merecera una contextualizacin similar de su obra, de sus aportes y limitaciones (o al menos las crticas que otros han hecho a su obra). Ello se vuelve indispensable sobre todo cuando citamos, por ejemplo, en Chile o en Mxico a autores sumamente polmicos por sus planteamientos poltico-acadmicos.

    16Bengoa (2000) seala cmo en los aos setenta los indgenas no hablaban de autonoma sino que reclamaban la tierra.

    17 INEGI, 2000. 18 Esta cifra pertenece al Banco Mundial y fue citada en

    la pgina 48 del Informe Nacional de Desarrollo Humano del

    PNUD-Guatemala publicado en el 2005. En otras fuentes se habla de que en 1981 los indgenas en Per representaban un 27%. Buscando en un diccionario (ESPASA, Madrid, 1993) se encontr la cifra de 47% para 1990. Curiosamente, en la pgina web del gubernamental Instituto Nacional Estadsticas e Informtica (INEI) no existe posibilidad alguna de obtener este tipo de informacin, pues la identidad tnica no se maneja como un indicador medido.

    19Es bastante comn encontrar en la bibliografa quienes se preguntan: por qu en el Per no hay un movimiento indgena de la envergadura del ecuatoriano? Hasta muy recientemente el movimiento indgena por excelencia era el existente en Ecuador, ste se vea como el movimiento modelo con articulacin desde la base hasta los lderes, con capacidad de movilizar no slo a sus bases sino a otros sectores de la sociedad, con estrategias de negociacin giles, con alianzas amplias, con trabajo en el campo comunitario, regional, nacional y hasta electoral, con un proyecto de nacin incluyente que resulta atractivo no slo para los indgenas, etctera, Todo esto est a revisin en el propio movimiento ya que las coyunturas de 1998, 2000 y 2002 han dejado claras lecciones (cfr. Macas 2001). De acuerdo con Pablo Dvalos asesor de la CONAIE, en 1998 el movimiento indgena, despus de haber participado en la destitucin del presidente en turno, logra presionar para que se convoque a una Asamblea Nacional Constituyente, la cual finalmente termina reforzando a Estado neoliberal ecuatoriano a pesar de que se avanza en el reconocimiento de derechos constitucionales colectivos especficos. En el ao 2000, el movimiento indgena en alianza con un grupo de militares y en convergencia coyuntural de intereses con la burguesa financiera, logra derrocar al presidente en turno, quien estaba a favor de la dolarizacin de la economa ecuatoriana y de la implementacin de un paquete de ajuste econmico perjudicial para las mayoras. Si bien la movilizacin logr destituir al presidente no logr parar la dolarizacin. Finalmente, en 2002, se dio el triunfo electoral del coronel Lucio Gutirrez, quien cont con el apoyo del movimiento indgena. Se trataba del mismo militar que haba sido aliado estratgico en la coyuntura anterior, sin embargo, la economa de su nuevo gobierno qued finalmente en manos del Banco

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    Mundial y poco se avanz en los cuatro ministerios ocupados por dirigentes indgenas miembros del movimiento indgena. Dicho movimiento trat de ser cooptado y desarticulado desde el propio gobierno (Dvalos, 2006).

    20 Al respecto se puede ver la obra de David Slater, Arturo Escobar, Srgio Baierle, Judith Hellman, Sonia Alvarez, Eveligna Dagnino, Escobar y Alvarez, Alvarez y Dagnino y Jelin y Hershberg. Las citas se pueden encontrar en Escobar, lvarez y Dagnino 2001.

    21 El concepto ciudadana cultural fue sugerido por el antroplogo chicano Renato Rosaldo cuando trabajaba en su libro Culture and Truth (1989) y desde su temprano artculo Assimilation Revisited (1985). Ms tarde, en octubre de 1987, el concepto fue trabajado interdisciplinariamente por el Latino Cultural Studies Working Group of the Inter-University Program for Latino Research (IUP). Una revisin de los debates y resultados de investigacin de este grupo pueden ser consultados en Flores y Benmayor (1997).

    22 No hay texto referido a la ciudadana que no mencione los postulados de T.H. Marshall. Pero adems de retomarlo como punto de partida obligado, la mayora de los autores hace una crtica puntual a su visin evolucionista, etnocntrica y monocultural. Ver algunas de las referencias y crticas en Jelin 1996, Cortina 1998, Procacci 1999, Somers 1999, Luckes y Garca 1999, De la Pea 1999a, Crouch 1999, Assies, Caldern y Salman 2002, Gledhill 2002 y Ceja 2005.

    23 Este artculo no tiene como fin desarrollar el pensamiento de T. H. Marshall a fondo pero si sealar brevemente cmo l afirmaba que en los pueblos medievales pudo haber habido ejemplos de genuina e igualitaria ciudadana, pero los derechos y deberes especficos eran estrictamente locales mientras que la ciudadana que l estudia es la que por definicin es nacional, para ello nos remite al siglo XVIII y al nacimiento de los derechos civiles modernos. Ms tarde, en el siglo XIX, los derechos polticos emergen como parte de las demandas de la clase trabajadora y, en el siglo XX, los derechos sociales dice- se han convertido en un componente mayor de la definicin de ciudadana (Marshall, [1949] 1964).

    24 Al respecto Santiago Bastos (1997) nos dice que: En una investigacin realizada en tres mbitos espaciales del rea metropolitana de Guatemala, slo un 20% de

    quienes no se identificaron como indgenas lo hicieron como ladinos. Un grupo menor incluso se identific como indgena, por que en Guatemala todos lo somos. El resto tenda ms a la identificacin negativa de no indgenas o acuda a referentes espaciales: costeo, capitalino, oriental. Y tambin habra que recordar a esa parte de la oligarqua que segn Martha Casaus no se identificaba en absoluto con los ladinos, lo que trae a colacin a los criollos, ese tercer grupo de la etnicidad guatemalteca que tan sabiamente supo quitarse de en medio a finales del XIX.

    25 A los interesados en la construccin de las antropologas perifricas, las antropologas mundiales y las otras formas de produccin del conocimiento ms all del acadmico, se les recomienda ver la pgina web de la Red de las Antropologas Mundiales (en ingls World Anthropologies Network): http://www.ram-wan.net/html/home_e.htm

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