Antropología Audiovisual Una Nueva Oportunidad Para El Conocimiento

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Antropología Audiovisual: una nueva dirección para el conocimiento. El caso de la Plaza de los Ponchos en Ecuador Audiovisual Anthropology: a new direction for the knowledge. The case of the Plaza de los Ponchos in Ecuador D. Pepe Vidal 1 Dra. Anastasia Téllez 2 Resumen: Más allá de engrosar el conocimiento, la antropología tiene el deber de centrar su interés en servir de herramienta para mejorar la situación de los colectivos con los que se interactúa. Para ello, es imprescindible desligarse de la terminología críptica propia de la academia y buscar un lenguaje accesible a la gente. El lenguaje audiovisual con sus recursos narrativos específicos, su capacidad de generar empatía con la audiencia y el carácter público del contexto de recepción se erige en el medio de expresión más adecuado como vía hacia una antropología de orientación pública. Presentamos una experiencia audiovisual y antropológica desarrollada alrededor de la Plaza de los Ponchos de Otavalo, en Ecuador, en la cual, hemos analizado hasta qué punto un producto etnográfico audiovisual puede servir como un elemento catalizador de identidad y diálogo. Palabras clave: audiovisual, antropología, Ecuador, identidad, artesanía. Abstract: 1 D. Pepe Vidal. Periodista y antropólogo. Miembro del Laboratorio de Antropología Audiovisual y del Grupo de investigación ECULGE de la Universidad Miguel Hernández. Elche (Alicante) –España-[email protected] 2 Dra. Anastasia Téllez. Profesora Titular de Antropología, directora del Laboratorio de Antropología Audiovisual y del grupo de investigación ECULGE de la Universidad Miguel Hernández. Elche (Alicante) –España- [email protected]

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La antropología encuentra en el audiovisual un herramienta inmejorable para revertir el camino tradicional del conocimiento, para convertirse en una verdadera antropología de orientación pública.

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Antropologa Audiovisual: una nueva direccin para el conocimiento. El caso de la Plaza de los Ponchos en EcuadorAudiovisual Anthropology: a new direction for the knowledge.The case of the Plaza de los Ponchos in EcuadorD. Pepe Vidal[footnoteRef:1] [1: D. Pepe Vidal. Periodista y antroplogo. Miembro del Laboratorio de Antropologa Audiovisual y del Grupo de investigacin ECULGE de la Universidad Miguel Hernndez. Elche (Alicante) [email protected]]

Dra. Anastasia Tllez[footnoteRef:2] [2: Dra. Anastasia Tllez. Profesora Titular de Antropologa, directora del Laboratorio de Antropologa Audiovisual y del grupo de investigacin ECULGE de la Universidad Miguel Hernndez. Elche (Alicante) [email protected] ]

Resumen:Ms all de engrosar el conocimiento, la antropologa tiene el deber de centrar su inters en servir de herramienta para mejorar la situacin de los colectivos con los que se interacta. Para ello, es imprescindible desligarse de la terminologa crptica propia de la academia y buscar un lenguaje accesible a la gente. El lenguaje audiovisual con sus recursos narrativos especficos, su capacidad de generar empata con la audiencia y el carcter pblico del contexto de recepcin se erige en el medio de expresin ms adecuado como va hacia una antropologa de orientacin pblica. Presentamos una experiencia audiovisual y antropolgica desarrollada alrededor de la Plaza de los Ponchos de Otavalo, en Ecuador, en la cual, hemos analizado hasta qu punto un producto etnogrfico audiovisual puede servir como un elemento catalizador de identidad y dilogo.Palabras clave: audiovisual, antropologa, Ecuador, identidad, artesana.

Abstract: Beyond than swell the knowledge, the Anthropology must focus its interest in serve as a tool to improve the situation of the communities with which it interacts. To do this, it is essential to put apart the cryptic terminology typical of the Academy and to find an accessible language to the people. The audiovisual language with its specific narrative resources, its ability to generate empathy with the audience and the public character of the context of reception, is the most appropriate means of expression as a way towards an Anthropology of Public Orientation. We present an audiovisual and anthropological experience developed around the Plaza of the Ponchos of Otavalo, Ecuador, in which, we have analyzed to what extent an ethnographic audiovisual product can serve as a catalyst for identity and dialogue.

Keywords: audiovisual, anthropology, Ecuador, identity, handicraft.

Introduccin

El eterno debate acerca de la viabilidad de las herramientas audiovisuales en la investigacin antropolgica capitaliza la mayor parte de las reflexiones de los expertos y las expertas sobre el tema. Si bien, hay quien acepta la capacidad narrativa como fuerza expresiva para ganarse la atencin del espectador (Jordi Grau, 2005: 5), tambin existe una crtica a esta postura en la que se la define como una antropologa sometida al modo de hacer cinematogrfico, una ciencia que deja de serlo cuando se emplean las tcnicas expresivas y estticas de los medios audiovisuales. En esta lnea, Jos Carmelo Lisn Arcal (1999) en su texto Una propuesta para iniciarse en la Antropologa audiovisual critica a Timothy Asch por preocuparse en exceso por mantener distrados/as a los/as espectadores/as, cuando, desde su punto de vista, la antropologa audiovisual no debe buscar grandes audiencias, sino enmarcarse y dirigirse exclusivamente al mbito acadmico. Por nuestra parte, pretendemos defender una visin de la antropologa audiovisual no de acuerdo con la anterior postura, pues consideramos que las producciones antropolgicas audiovisuales, son un medio en s mismas, donde la antropologa ofrece el aspecto gnoseolgico, y el medio audiovisual nos brinda su capacidad de contextualizar y su lenguaje esttico. En este sentido, siguiendo, siguiendo la tradicin de autores como Jean Rousch o Timothy Asch, abogamos por la fuerza expresiva del audiovisual y por su capacidad de empatizar con el/a espectador/a, lo que entendemos se convierte en un punto fundamental para pasar de una antropologa asptica a una disciplina comprometida con los problemas del colectivo investigado a travs de su poder divulgativo. Y para todo ello, es imprescindible ampliar los lmites impuestos entre diferentes disciplinas como la antropologa, la comunicacin, el arte o el cine y entrar, de nuevo, en la disquisicin: ciencia al servicio de la ciencia o ciencia al servicio de la gente.Como hemos sealado, desde la antropologa hay una cierta unanimidad a afirmar que el cine etnogrfico surge como un medio de investigacin hecho por y para antroplogos. Aunque desde nuestra postura es bastante criticable pues nosotros planteamos la transversalidad no slo de la propia disciplina, que ya se da, si no de la antropologa audiovisual en s misma.Esta visin endogmica de la etnografa audiovisual en Espaa limita y constrie las posibilidades que ofrece la narrativa audiovisual a la antropologa. El hecho de mantener en un mbito acadmico el producto etnogrfico audiovisual puede deberse al temor de caer en la tentacin de realizar una investigacin condicionada por la idiosincrasia del medio audiovisual.Jos Carmelo Lisn Arcal (1999), nos invita a estas reflexiones recordndonos lo que algunos autores ya saalaron hace dcadas cuando afirmaban que lo visual en la cultura occidental suele ir asociado con intuicin, arte y conocimiento implcito, mientras que lo verbal se asocia con razn, hechos en informacin objetiva (Collier, 1986). Y an ms, existe el recelo de ser absorbidos y utilizados por el criterio esttico que prima en el arte cinematogrfico. As, algunos expertos en antropologa audiovisual en nuestro pas llegan a afirmar lo siguiente: Si algo he percibido de forma reiterada, tras ms de dos dcadas fascinado por las posibilidades de la antropologa visual, es que todava, cuando leo un artculo relacionado con esta materia, con demasiada frecuencia, tiendo a encontrarme frente a un planteamiento en el que la perspectiva desde la que se elabora el discurso es primordialmente cinematogrfica o fotogrfica, o lo que es peor, televisiva. Es decir, se piensa desde la fotografa o el cine como artes o como disciplinas proyectadas hacia la absorcin de la antropologa como un gnero ms a incluir en sus ya largas listas; se reflexiona desde los pre-juicios de unas disciplinas de corte fundamentalmente artstico, dominadas, por tanto, por cnones de representacin de carcter esttico (casi siempre adems orientados a la obtencin de cuotas de pantalla, especialmente en el caso de la televisin) y, por ello, distantes de los intereses de anlisis e interpretacin culturales propios de la antropologa. (Lisn Arcal, 1999: 16)Desde esta perspectiva, defendida hace ya ms de quince aos, observamos dos claros prejuicios que limitan las posibilidades, no slo de la cinematografa sino tambin de la antropologa: por un lado, la necesidad de marcar los lmites de las dos disciplinas; y por otro, la de remarcar los mrgenes de lo cientfico y de lo que nunca podr serlo. Es discriminar a disciplinas que tienen inscrito un carcter cientfico no reconocido, como dudar del conocimiento artstico si de por si viene determinado por un quehacer que comparte tanto con la antropologa, muchas disciplinas artsticas. Adems, partimos de la idea que de lo que no se ve no se habla, porque vivimos en un mundo en esta segunda dcada del tercer milenio donde prima el lenguaje audiovisual.Resulta curioso que cuando se habla de historia de la antropologa audiovisual se habla de grandes obras como la La salida de los obreros de una fbrica de Louis Lumiere (1895) o de Nanook el esquimal de Robert Flaherty (1922). Nadie duda de que estos trabajos sean el comienzo, el pistoletazo de salida de la etnografa desde la visin audiovisual. Pues bien, si la analizamos descubriremos que el resultado del trabajo etnogrfico en el caso de Flaherty es una puesta en escena basada en la ficcin. El autor consideraba que para poder transmitir lo que haba aprendido durante dos aos de convivencia, de observacin participante, sobre el modo de vida de los Inuit, la mejor va era la ficcin condicionando la estructura, que no el contenido de cada una de las secuencias. As, la capacidad sinttica de la ficcin poda condensar en 79 minutos aquello que haba experimentado Flaherty en dos aos de observacin. Contaba con la narrativa audiovisual como medio para hacer comprensible el mundo de los Inuit.Si continuamos con los grandes nombres de la etnografa audiovisual nos encontramos con una figura inapelable, Jean Rouch, quien forzaba y recreaba acciones ante la cmara como medio para desencadenar una reaccin que no hubiese ocurrido ante la cmara de forma espontnea. Como explica Jordi Grau la cmara no es para Jean Rouch un instrumento desvelador de realidades, sino creador de situaciones verosmiles (Grau, 2005:4). Jean Rouch intentaba provocar un hecho o acontecimiento para poder aprehenderlo en su desarrollo espontneo. Por ejemplo, como afirma Grau (2005) la estrategia que utiliza Rouch y que sirve de antesala a las diversas historias trenzadas de Chronique dn t es la incitacin a que los habitantes de Pars respondan a la pregunta es usted feliz? Y como podemos pensar, es altamente improbable que algn paseante se hubiera acercado a Marceline y, sin mediar palabra, le hablase precisamente de esta cuestin (Idem) As, Jean Rouch se atreve a hablar de etnoficcin, una antropologa compartida entre el investigador y los colaboradores. Un concepto que por nuestra parte, no slo consideramos vlido, sino necesario y til.En esta lnea, otro autores como llegarn a defender que para Jean Rouch la funcin de la cmara participante constituye un importante avance metodolgico, pue lleg a provocar intencionadamente una interaccin entre el cmara y los sujetos representados con mayores niveles de reciprocidad, lo que permiti sentar, en trminos formales, las bases de una praxis de compromiso poltico con las comunidades (Contreras et al. 2004, 3). Sin embargo, el concepto de cooperacin de Jean Rouch queda limitado al aspecto formal circunscrito a los mrgenes del discurso audiovisual. En opinin de autoras como Marta Galn fue mucho antes, en la dcada de 1930 cuando autores como John Grierson[footnoteRef:3] y otros de la denominada Escuela Britnica de Documental, ya defendan la idea de que el documental era una especie de plpito o atalaya desde donde haba que animar una reforma social al exponer, no slo los problemas que enfrentan al ser humano frente a la naturaleza, sino los que vive en sociedad por los efectos injustos del capitalismo (Galn, 2012: 1092). [3: John Grierson es una referencia para el cine, aunque slo realiz una obra en 1929, Driftters. Para Grierson el cine documental posee una gran potencial como medio de denuncia ante los conflictos sociales.]

Posteriormente, el movimiento del Tercer Cine, surgido en las dcadas de los sesenta y setenta del pasado siglo XX en Latinoamrica, se present como medio de contrainformacin frente al poder del discurso neocolonial pues se entendi que era necesario reivindicar el uso del feedback en la comunicacin entre el mensaje audiovisual y la audioencia. A esto lo llamaron cine-acto. los autores consideran que la proyeccin es la manera de que la obra culmine, es la nica manera de concienciar al espectador y agitar su conciencia. Se desarrolla un proceso comunicativo en el que existe la bidireccionalidad. (Galn, 2012: 5)Se refuerza en este movimiento, el potencial del audiovisual como generador de reacciones, pues como afirma Mariano Mestman (1999: 7) estas pelculas o films militantes podan incorporar tras su exhibicin una discusin centrada en su temtica o en cualquier cuestin propuesta por los participantes En general se entenda que el potencial y el carcter militante de este cine derivaba ms de la experiencia que desencadenaba, de la generacin de un acto poltico durante o tras la proyeccin, que del propio contenido de los films (Mestman, 1999, 7).Por nuestra parte, coincidimos con el movimiento del Tercer Cine en cuanto a la importancia de la exhibicin en lo que concierne a la conversin del espectador o de la espectadora en actor o actriz fundamental en el proceso de divulgacin, el no relegar al personaje real que padece la injusticia a un mero personaje cinematogrfico carente de una segunda voz, de la posibilidad de comentar sobre su yo cinematogrfico ante el auditorio receptor de la obra. Compartimos pues su visin de dar voz a quien no la tiene, ya que los medios de comunicacin reproducen el discurso de aqullos que ya estn organizados y poseen fuertes plataformas mediticas de divulgacin. Sin embargo, discrepamos en cuanto a la subalternizacin del recurso esttico, de la importancia de lo formal como medio hacia lograr empatizar con el/a espectador/a. Por ello, nuestro objetivo se centra en motivar el empoderamiento de las personas-informantes implicadas en nuestro proyecto audiovisual a travs de su visualizacin, entendida como una potente herramienta de descotidianizacin de la realidad vivida que permite el distanciamiento, y por tanto, la reflexin como paso hacia la reivindicacin de sus propias necesidades.Bajo estas premisas desarrollamos un experimento alrededor de las necesidades de una de las plazas artesanales ms importantes del mundo: la Plaza de los Ponchos, en Ecuador. Tras realizar un documental etnogrfico sobre la situacin de los artesanos, volvemos con el resultado del trabajo con la intencin de abrir un debate, apoyndonos en la capacidad de difusin del medio audiovisual.

Un caso emprico: la Plaza de los Ponchos en Otavalo (Ecuador)Y creo, que es muy importante el peso de la imagen porque t escribes una tesis yo no s cuantos estudios se han escrito sobre la Plaza de los Ponchos y ah se han quedado, pero cuando se trata de un documental es distinto: la imagen te remueve (Paulina, Otavalo, 2012). Paulina acababa de regalarnos espontneamente una frase que ni forzando la situacin hubiera surgido. Miramos hacia el visor de la cmara para confirmar que se haba estado grabando. En el visor se lea en letras rojas la palabra Rec. Respiramos aliviados.Esta frase supona la culminacin de dos aos de trabajo en los que vivimos a caballo entre Espaa y la ciudad de Otavalo, una urbe situada en el corazn de los Andes ecuatorianos. Paulina era la representacin de la sociedad de aquella pequea poblacin de apenas 40.000 personas. De madre kiwcha y padre francs, haba formado parte del equipo que llev a la alcalda al primer alcalde kichwa que, tras tres legislaturas, acababa de perder las elecciones.Cincuenta aos atrs, Otavalo se poda definir como una ciudad mestiza a la que acudan a realizar labores administrativas los habitantes de las comunidades kichwas que vivan relegados en las zonas rurales. La superioridad blanca era un hecho y el espacio urbano se eriga en el fundamento que confirmaba la dicotoma entre lo civilizado urbano frente a lo salvaje rural.La tradicin milenaria basada en la artesana textil permiti en la dcada de los sesenta del siglo XX una dispora masiva de las nuevas generaciones que percibieron en sus habilidades un producto exportable. Esto unido a los movimientos sociales surgidos en las dcadas de los ochenta y noventa contribuy a desmoronar unas identidades que se vean reforzadas por la ocupacin de espacios bien demarcados. La poblacin mestiza contemplaba atnita un hecho imparable: el kichwa estaba ocupando el sagrado espacio urbano. Aquellos comerciantes viajeros, los llamados mindalaes regresaban con un poder adquisitivo superior, en muchos casos, a los de las clases pudientes mestizas.Ral Mora, un veterano periodista local lo ejemplificaba del siguiente modo: Un amigo mo que era comisario y que viva en el centro de la ciudad recibi un da la visita de un indio que inesperadamente le ofreci comprar su casa. Mi amigo se sinti humillado y se neg rotundamente. As me lo hizo saber. Quince das despus nos volvimos a ver y me coment que le haba vendido la casa. -Y eso?- Pregunt-. Fjate: me ha pagado el triple de lo que vale. Con eso me compro una casa ms grande y me sobra dinero para vivir la vida. El mestizo no soportaba al indio pero cuando le vio la plata no le import (Mora, Otavalo, 2014).En palabras del alcalde saliente, Mario Conejo: Esta ciudad, si la caminamos, vamos a observar que un 70% de lo que era el espacio urbano de la ciudad tradicional, hoy por hoy, son propiedades indgenas (2012).

Foto 1 Foto 2 Valle del Amanecer. Pepe Vidal, Otavalo, 2013. Ciudadanos en el Ayuntamiento. Pepe Vidal, Otavalo, 2013.

En la actualidad, el kichwa otavaleo est plenamente integrado en la ciudad y su presencia no slo se ha limitado a ocupar la urbe sino que le ha impreso su propio carcter. Otavalo se puede definir, hoy en da, como una ciudad mayoritariamente indgena, que coexiste con el blanco mestizo en una relacin que se define, todava, desde una perspectiva multicultural.

La Ventana de los AndesNos despedirnos de Paulina. Sabemos que ha hecho un esfuerzo al dedicarnos una hora. Su nio pequeo se muestra cada vez ms inquieto y requiere de la atencin de su madre. As que decidimos cortar la entrevista, aunque percibimos que nos hubiera gustado continuar. Son las ocho de la maana y nos dirigimos a la Plaza de los Ponchos. Todava quedan muchos puestos por montar. Alguien nos pide paso. Es un cargador, la figura que centra la atencin de los curiosos turistas a primera y ltima hora del da porque ellos son los encargados de transportar jornada, tras jornada las artesanas de los vendedores. Caminan con sus cuerpos curvados. Caminan forzados por el peso de un desproporcionado saco que cargan a sus espaldas. Lo sujetan con una cuerda que permite equilibrar el peso desde la frente. As que, sin dudarlo, nos apartamos rpidamente de su camino.Foto 3 Vista area de la Plaza de los Ponchos. Pepe Vidal, Otavalo, 2013.

Como todos los das, nos sentamos en una callamba vaca, un pequeo puesto de hormign con forma de hongo que sirve a los vendedores para exponer sus mercancas. Es la hora del desayuno; y entre los atareados comerciantes aparecen distintos vendedores de comida. Hoy hay huevo duro, un trozo de pan y caf aguado por un dlar y medio. No existe la jornada laboral de ocho horas, uno llega cuando puede y se va cuando ya no puede ms. Tampoco hay vacaciones, la plaza permanece abierta los 365 das del ao.Al mismo tiempo que devoramos el desayuno, observamos cmo se desarrolla la actividad en la plaza: algunos vendedores y algunas vendedoras ultiman detalles, sacando de los sacos las mercancas y organizndolas en los puestos. Otros, los ms rezagados, los que no han tenido acceso a las pocas callambas existentes en la plaza, se encuentran, todava montando la estructura del endeble tenderete del que depende el pan de una extensa familia.Y mientras vemos circular los productos nos apena pensar que muy pocos o ninguno forman parte ya de la artesana que ha definido al pueblo kichwa otavaleo. Nadie mejor que Humberto Lema nos ha ayudado a entender su importancia: hacer artesana implica expresar en los objetos los smbolos de nuestras vivencias, nuestra forma de ver el mundo, nuestro entorno. Implica impregnar nuestra cosmovisin. La artesana para el otavaleo es el alma de nuestro pueblo (Artesano, Otavalo, 2012). La ceguera de las autoridades ante la importancia cultural y econmica como reclamo turstico internacional ha derivado en la falta de proteccin de la artesana y ha obligado a estos a abandonar las tradiciones y convertirse en meros intermediarios entre los grandes almacenes de productos de otros lugares y los turistas.Alicia, otra de nuestras informantes privilegiadas, artesana otavalea, contaba lo siguiente: yo viva de la Plaza de Ponchos porque la plaza es el lugar donde nos reunamos los artesanos. Cuando yo hago un collar a mano, lo hago para alguien y eso demora mucho ms tiempo que el realizado a mquina. As que tengo que pedir ms plata. Pero claro!, como el turista no sabe lo que es hecho a mano de lo que es hecho a mquina, dejaban de comprar. Y yo, como muchos otros artesanos, hemos tenido que buscar formas alternativas de vivir, mientras los revendedores[footnoteRef:4] ocupan la plaza Quin nos vigila esto? Estamos solos aqu (Artesana, Otavalo, 2012). Lo que Alicia reclama es tan sencillo como un sello de calidad que permita al turista diferenciar el producto artesano del industrial. [4: Se llama revendedores a los vendedores de la plaza que no producen artesana, sino que se limitan a comprar a mayoristas los productos industriales que expondrn luego. Esta dinmica ha generado en la Plaza de los Ponchos un distanciamiento de la produccin artesanal, desplazando al artesano que no puede competir en precios. De aqu se deriva la necesidad de un apoyo institucional.]

Y recordando esto miramos hacia el suelo feo y desvencijado, a las callambas apenas blancas entre los mltiples desconchados. Ha pasado un tsunami de dejadez poltica e intereses particulares que han barrido el emblema de un pueblo. An as, los turistas siguen viniendo, aunque cada vez menos, aseguran los comerciantes y los que vienen lo hacen sin plata. Es fcil caminar y encontrar un grupo de turistas extranjeros rodeando al gua mientras les alerta de los precios. El regateo es el emblema del turista, es la palabra impresa que acompaa a la plaza en las guas tursticas ms conocidas. As que regatear implica ser espabilado/a, aunque tambin implica denostar el trabajo de los dems, y de ah a tratar con desprecio hay un pequeo paso que muchos no dudan en dar. Pero si no vendes, no comes. As que terminas vendiendo al precio que sea, como asegura uno de los vendedores.Tal y como tan explcitamente nos afirma otro de nuestros informantes artesanos de la plaza, conocido por Plumas: t coges y pides la rebaja. Pero t vas a Argentina, t vas a Chile, t vas a los pases del bendito Cono Sur y todo es caro. Ecuador, Per y Bolivia le ven la cara de que tienes que pedir rebaja. Dejmonos de huevonadas. Si t tienes plata, cmpralo; si no, djalo (2012). Foto 4 Vendedor y turistas en la Plaza de los Ponchos. Pepe Vidal, Otavalo, 2013. A menudo, tras tomarnos un caf, nuestros artesanos informantes de la Plaza de los Ponchos esperaban encontrar la oportunidad para elogiar nuestro trabajo de investigacin audiovisual como una va para empezar a hablar de lo que verdaderamente queran. Sirva de ejemplo la siguiente cita: Sabes cul es el problema aqu? La desunin. Aqu cada uno hace la guerra por su cuenta. Hay muchas asociaciones pero todos quieren para ellos el poder de la plaza.A estas y otras afirmaciones optbamos por asentir y escuchar pacientemente y con mucho inters sus relatos, aunque en muchas ocasiones sabamos que para poder entenderles haba que remontarse aos atrs: en los aos setenta del siglo XX comenzaron las movilizaciones por los derechos indgenas. Esto, sumado a la necesidad de recibir ayudas por parte de las instituciones oblig a los indgenas a organizarse en comunidades, estructura social enraizada en la tradicin y reconvertida en entidad de reivindicacin poltica y econmica con entidad jurdica. Como toda estructura centralizada la representacin recae sobre un lder, normalmente con un grado de formacin superior al resto y que es elegido democrticamente. Su funcin es la de intermediar entre las necesidades de la comunidad y lo estamentos gubernamentales con el objetivo de visibilizar sus necesidades. Sin duda, las numerosas luchas sociales introdujeron una parte de los numerosos grupos subalternos en las ventajas de la modernidad, pero ellas no transformaron el paradigma (Houtart, 2013, 34).

En la actualidad, esta forma de organizacin sigue vigente pero se ha convertido para sus lderes, en muchas ocasiones, en una forma de medrar poltica y/o econmicamente. Esto est produciendo muchos desajustes e injusticias que sufren los componentes ms expuestos de la comunidad.

En la plaza de los Ponchos de Otavalo esta situacin se hizo palpable a travs de la UNAIMCO, la Asociacin de Artesanos del Mercado Centenario de Otavalo, que supuestamente representa a los vendedores de la plaza. As mismo, existen otras organizaciones pero su fuerza es irrelevante con respecto a la primera. Sin embargo, tras muchas entrevistas, dedujimos que prcticamente nadie en la plaza se siente representado por esta entidad, tan slo algunos vendedores cuyo poder adquisitivo es superior al resto y que poseen hasta diez puestos en el mismo espacio, restando la posibilidad a otros de exhibir sus productos. La UNAIMCO apareci en la plaza tan slo dos veces en tres aos. La primera fue como denuncia por los productos peruanos[footnoteRef:5], de menor calidad y que haban copado el mercado ya que vendan a precios muy inferiores. Aqu la UNAIMCO se erigi en representante de una manifestacin que lleg hasta el Ayuntamiento de Otavalo. Sin embargo, son muchas las voces que aseguran que son los propios dirigentes de esta asociacin los propietarios de los locales que alquilan a los intermediarios peruanos[footnoteRef:6]. [5: Los productos peruanos son mercancas de origen industrial y que debido a su bajo coste han ido desplazando al producto artesanal autctono, lo que genera tensiones sociales.] [6: Los dirigentes de las asociaciones de la Plaza de los Ponchos, segn algunas voces, actan de un modo incongruente: por un lado, acusan al producto peruano de desplazar al trabajo artesanal local; y por otro, alquilan a sus propietarios los locales que poseen.]

En la segunda ocasin, en el 2012, tuvimos la oportunidad de estar presentes. La manifestacin promovida por la UNAIMCO fue debida a la retencin, por parte de las autoridades, de productos importados desde el extranjero. Las autoridades alegaban que los importadores no haban pagado las tasas fijadas y por tanto se trataba de contrabando. UNAIMCO, en defensa de estos comerciantes, aleg la idiosincrasia del pueblo kichwa en su condicin ancestral de mindalaes.

Hemos de tener en cuenta, que la asociacin UNAIMCO est respaldada por el movimiento poltico nacional Pachakutik cuyo modelo de accin poltica se basa en primar la proteccin del pueblo kichwa sobre los mestizos. El gobierno de Otavalo es dirigido, por primera vez en la historia por un alcalde indgena. Sin embargo, ste aboga por la interculturalidad. De aqu, se deduce la confrontacin poltica entre ambos bandos. Por tanto, el trasfondo de las movilizaciones promovidas por la UNAIMCO no es la reivindicacin de las necesidades de los vendedores y artesanos de Otavalo, sino la de desgastar al gobierno en el poder como primer paso hacia la ocupacin de ese peldao poltico por parte del partido Pachakutik, encabezado en la ciudad por el presidente de la UNAIMCO.

Una vez en la plaza, los lderes de la asociacin comenzaron a lanzar sus proclamas bajo la atenta mirada de decenas de medios de comunicacin, de los cuales, ninguno de stos dirigi en ningn momento su medio de comunicacin hacia el pblico que se agolpaba alrededor de los cabecillas, y mucho menos hacia aquellos vendedores y artesanos que haban continuado su labor en la plaza al margen del evento. As que al preguntarles cul era su opinin, la respuesta fue de lo ms variada: unos acudan para informarse de lo sucedido (es decir, su canal de informacin era los propios lderes de opinin cuyo discurso estaba sesgado por intereses polticos); otros, aseguraban estar al margen (y preocuparme de levantarme todos los das a las 5 de la maana para montar el puesto y recogerlo a partir de las 6 de la tarde y terminar a las 10).

Foto 5 Autoridades de UNAIMCO en la Plaza de Ponchos. Pepe Vidal, Otavalo, 2013.

As fue como pudimos comprobar in situ, que los medios de comunicacin reproducen el discurso de quienes estn organizados, y la voz que se amplifica nunca es la del individuo que camina, vive y trabaja en el anonimato.

Siguiendo esta lnea, comenzamos a entender que haba una necesidad, por parte de los productores y artesanos no representados, de verbalizar sus necesidades. Y es aqu, donde nos planteamos la labor y el potencial del investigador neutral y cuasi objetivo que se torna en parte fundamental del discurso y es consciente de su propia subjetividad como herramienta metodolgica de entrada en el campo y de elaboracin posterior del discurso.

As nuestra investigacin rpidamente se torn en una actividad en la que el investigador se involucraba, a travs de llevar ante las autoridades las cuestiones que la misma calle planteaba. El resultado fue un marasmo de acusaciones cruzadas de las que tan slo se poda deducir el fracaso de las polticas gubernamentales a la hora de proteger la artesana kichwa, y poder comprobar cmo la vertebracin de los ms desfavorecidos se volva en contra suya. El asociacionismo de las comunidades deba amplificar la voz de sus componentes; pero ms all de alcanzar este logro, se haba convertido en un modo de desgastar la lucha por la defensa de sus intereses.

Nuestra presencia apoyada por una cmara, lo cual al principio produjo un total rechazo, se fue tornando en una herramienta que ellos mismos utilizaban como medio de reivindicacin. As, la documentacin previa a la entrada en el campo produjo en el inicio de la produccin audiovisual un espejismo de orientacin del contenido. En muchos casos, los productos audiovisuales condicionan previamente su discurso. Sin embargo, cuando stos se someten a la disciplina de las Ciencias Sociales y mucho ms, al criterio del sujeto investigado, la claustrofobia temtica se invierte y se engrandece en la dialctica con el sujeto investigado. La narracin inducida se traduce en un discurso dialctico con el sujeto de la investigacin.

Foto 6 Un debate con comerciantes de la plaza. Pepe Vidal, Otavalo, 2014.

Basndonos en nuestras experiencias, consideramos que en todo grupo humano existe algn tipo de conflicto, y si el investigador es capaz de localizarlo, la cmara no ser un elemento distorsionador, sino que servir como revulsivo para la propia comunidad y actuar como el mejor de los porteros.

Un antroplogo en los AndesHaban pasado dos aos desde que nos tropezamos por primera vez con la colorida y extica Plaza de los Ponchos, o esa fue la primera impresin que tuvimos. Poco podamos imaginar que los siguientes aos de nuestra vida estaran ligados a ella, que meses despus mantendramos largas conversaciones con los vendedores, que comenzaramos sin ninguna intencin previa a fotografiar esos rasgos marcados y miradas curtidas en el trabajo duro Cmo podamos pensar que esto derivara en una investigacin? Poco a poco, y tras reuniones de trabajo en nuestro Laboratorio de Antropologa Audiovisual de la Universidad Miguel Hernndez, algunos meses despus nos encontramos frente a la mesa de edicin dando forma a un documental que se titulara La Ventana de los Andes.Foto 7 Fotograma del documental La Ventana de los Andes. Pepe Vidal, Elche, 2013.Lo que si sabamos era que volveramos a pisar Otavalo. Lo supimos desde la primera conversacin que mantuvimos con Plumas, un artesano de la moneda al que muchos turistas le arrancaban fotos furtivamente, atrados por su pintoresca vestimenta. Si Plumas los vea les deca: Five dollars for picture. La primera vez que lo conocimos nos explic lo siguiente: Ustedes los gringos vienen, nos roban las fotos y despus regresan a su pas para ganar plata con nuestra imagen y a nosotros no nos llega ni un dlar. Eso nos hizo pensar.Qu diferencia al turista del antroplogo? Entramos en el campo, buscamos incansablemente su confianza y cuando lo logramos les arrancamos pedazos de vida para cocinarlos en la distancia y ofrecerlos como un men original ante los comensales de la academia, quienes, muy probablemente, seguirn dirigiendo su discurso en torno a la validez de la autora. Debatir acerca del papel de los antroplogos en la produccin cultural y econmica en el actual contexto de crisis sociopoltica (Donoso et. al, 2004, 2). Dentro del cuestionamiento de la praxis etnogrfica se suele olvidar lo primordial y se resalta de manera endogmica el papel del antroplogo porque en este debate los que valoran el papel del antroplogo son, y no por casualidad, los colegas antroplogos y las colegas antroplogas Qu les dira nuestro querido amigo Plumas?Al hablar de praxis etnogrfica, Plumas nos pedira que incluyramos en la discusin el punto de vista de aqullos que han sido etnografiados, preguntados, fotografiados, grabados... Que al excluirlos reproducimos el esquema vertical de relacin entre saberes. Es decir, reproducimos, de modo inconsciente, el carcter excluyente del sistema capitalista, lo que Boaventura de Sousa (2005: 163) denomina monocultura del saber y del rigor cientfico.As que, siguiendo a Plumas, nos impusimos el objetivo de devolver el resultado de nuestra investigacin; y no por casualidad, el documental se cerraba con una frase pronunciada por Plutarco Cisneros, fundador de la Universidad de Otavalo Haca ms de 40 aos que no hablaba de la Plaza de los Ponchos (2012). Con esta frase se nos indicaba la necesidad de reabrir el debate acerca de una plaza que se eriga en el alma de un pueblo.

Devolver a la tierra lo que es de la tierra: devolver a la gente lo que es de la gente.

Una de las potencialidades del material audiovisual es la de condensar en un tiempo reducido una realidad que, vivida desde el presente, se disipa ante el ojo de quien lo vive. La imagen en movimiento tiene la capacidad de representar la esencia del colectivo y lograr la empata del/la espectador/a. De este modo, quien ha sido representado ve ante sus ojos una porcin de su realidad aislada del quehacer diario; y, por tanto, se refuerza la toma de conciencia de su potencial dentro del grupo como catalizador hacia el cambio.Partiendo de esta premisa volvimos, en el 2014, dos aos despus, a Ecuador con el documental sobre la Plaza de los Ponchos: La Ventana de los Andes.Cuando cruzamos la esquina de la Sucre con la 31 de Octubre, el corazn nos palpitaba aceleradamente. Estbamos a punto de volver a ver a nuestra querida plazao placita. Las nubes se acumulaban alrededor de las cimas del tayta Imbabura y mam Cotacachi, dos enormes volcanes que presidan el Valle del Amanecer, la llanura donde se asentaba Otavalo. Las nubes ennegrecidas, conteniendo el agua que portaban, oscurecan el corazn que se dibuja en la ladera del Imbabura y que mostraba, como cuenta la leyenda, a su amada Cotacachi.Los lugareos saben perfectamente cmo funciona el clima en Otavalo. Saben que no se puede predecir; que si ahora llueve, despus puede asomar el sol o, quiz, no. Tambin saben, que si las nubes negras juguetean en las cimas de los volcanes es la hora de prepararse; o, quiz, no. Por si acaso, en la Plaza de los Ponchos, los artesanos comenzaban a tapar con plsticos las artesanas, jugando con las nubes al juego del previsor.Ubicamos la cmara sin que nadie se percatara de quines ramos. Queramos grabar las reacciones del reencuentro, y poco a poco fueron acercndose, sorprendidos de que hubiramos cumplido con la palabra dada: volver para mostrarles el resultado de un trabajo en el que ellos y ellas eran la parte fundamental.Foto 8 Saludando a un artesano de la plaza. Pepe Vidal, Otavalo, 2014.

Ha vuelto el espaol y dice que ha trado el video. La voz se corri muy rpido entre los comerciantes de la Plaza de los Ponchos. Entonces comenz a llover. Una lluvia que haca peligrar las artesanas, que apartaba a los turistas y que afloraba en las miradas de los comerciantes el ms absoluto de los desnimos.Nada, en dos aos, haba cambiado; es ms, tenamos la sensacin de que la plaza estaba mucho ms deteriorada.Ante esta situacin nos presentbamos con un documental que mostraba la relevancia de la plaza como icono cultural poltico y econmico; y por otro lado, expona la reivindicacin de los actores implicados en la plaza frente a la dejadez de autoridades y lderes de asociaciones.Se prepararon dos proyecciones principales: una en la Plaza de los Ponchos, su lugar natural; y otra, en un espacio que atrajera la atencin de medios de comunicacin y a los polticos entrantes, con la intencin de generar un debate entre los artesanos y sus futuros lderes, un hecho que no se haba dado hasta ese momento. Adems, el intentar concitar el inters de los medios formaba parte de una estrategia con una doble intencin: por un lado, ampliar el debate a la ciudadana de Otavalo y la provincia de Imbabura; y por otro, registrar un posible compromiso de renovacin de la plaza por parte de las autoridades.En el primer caso, nos encontramos con diversas dificultades: la eleccin del da de la proyeccin no era cuestin balad puesto que los/as vendedores/as y artesanos/as trabajan 365 das al ao de seis de la maana hasta las 11 de la noche. A su vez, el hecho de que en el documental muchos de los entrevistados criticaran la actuacin del consistorio dificultaba conseguir los medios necesarios para realizar la proyeccin. As que se busc el apoyo de una nueva entidad recin formada: el Cabildo Kichwa Otavaleo, un organismo cuyo objetivo era mediar entre las necesidades del kichwa otavaleo y las autoridades. Sin embargo, el hecho de contar con el Cabildo nos distanciaba de alguna de las asociaciones que no se vean representados por ellos. Pese a todas las dificultades logramos organizar el evento.Se emplaz a la gente al sbado por la noche, el da de la semana que atraa a ms vendedores, puesto que ese da la poblacin se duplicaba con la llegada del turismo nacional e internacional. Para dar publicidad, se emplearon unos altavoces situados en medio de la Plaza de los Ponchos; as como, el boca a boca. Lleg el sbado y comenzamos a montar la pantalla y el proyector. Poco a poco se fueron acercando los vendedores y artesanos. Cuando comenz la proyeccin se haba congregado alrededor de 200 personas.

Foto 9 Proyeccin en la Plaza de los Ponchos. Pepe Vidal, 2014.

El silencio slo se rompa con algn comentario cuando aparecan las autoridades. El momento de mayor alboroto fue cuando, dentro del documental, se le preguntaba a la portavoz del ayuntamiento qu haba hecho la municipalidad por la Plaza de los Ponchos. La respuesta titubeante tras un largo silencio provoc en los asistentes una oleada de comentarios.Tras un largo aplauso, comenzamos un debate que se puede resumir en las siguientes conclusiones: agradecimientos al extranjero que se haba preocupado por ellos cuando sus autoridades les haban dado la espalda; sentan que el documental representaba su realidad y reforzaba la idea de la necesidad urgente de renovar y mejorar la situacin tanto de la plaza como la de los artesanos y vendedores que conviven en ella. Por otro lado, sealaron que el hecho de que tuviera que ser un extranjero el que hiciera un documental sobre la plaza demostraba la falta de inters por parte de las autoridades, medios de comunicacin y ciudadanos de la ciudad de Otavalo. As mismo, reivindicaron sus necesidades e incidieron en la necesidad de mantenerse unidos para poder plantear un proyecto comn a las nuevas autoridades. Sin embargo, era en este ltimo punto en el que vean ms dificultades. Consideraban la desunin su taln de Aquiles.En el segundo caso, nuestra bsqueda nos llev a la Universidad de Otavalo. Tras proyectarlo ante las autoridades, stas estuvieron de acuerdo en realizar una gran proyeccin y nos facilitaron su ayuda para atraer a los medios de comunicacin. Se realizaron dossiers y se enviaron notas de prensa que tuvieron una inmediata respuesta. As, fuimos apareciendo en los medios de comunicacin de Otavalo y de la provincia de Imbabura. Esto provoc que las autoridades entrantes se interesaran por el evento y confirmaran su asistencia. Foto 10 Entrevista en el Canal de Ibarra. Pepe Vidal, Ibarra, 2013.

El hecho de aparecer en los medios de comunicacin extendi el inters entre la ciudadana de Otavalo, lo que provoc una asistencia multitudinaria. En ella se dieron cita, vendedores/as y artesanos/as de la plaza, los ms altas instancias entrantes del gobierno tanto de la provincia de Imbabura, como del municipio de Otavalo; representantes del Cabildo, autoridades de las diferentes asociaciones de la plaza y ciudadanos/as en general.El resultado no pudo ser ms positivo: las autoridades competentes se comprometieron pblicamente y ante las cmaras de diferentes medios de la absoluta necesidad de mejorar la situacin de la plaza y aseguraron que el documental haba logrado recordarles la importancia de ese lugar. Por otro lado, como coment uno de los asistentes, ese era un momento histrico puesto que los trabajadores de la Plaza de Ponchos haban podido intercambiar opiniones con sus autoridades.

Foto 11 Proyeccin en la Universidad de Otavalo. Pepe Vidal, Otavalo, 2014.

Resulta significativo que a partir de aqu comenzaron a surgir artculos en los peridicos regionales y locales sobre la situacin que vivan los vendedores. Hasta ese momento, los medios haban publicado reportajes superficiales y ajenos a la realidad que se viva en la plaza. Pese a todo, percibimos que ese inters, por parte de las autoridades, puede derivar en un proyecto ajeno a los intereses de los vendedores y artesanos si stos no actan unidos. Hay que tener en cuenta que las nuevas autoridades no son kichwas, sino mestizos y la interculturalidad es una asignatura pendiente en la zona.

ConclusionesLa primera pregunta que nos viene a la mente es: habra sido posible concitar el mismo inters si el lenguaje empleado hubiera sido el escrito? Muy probablemente, no; y ms, teniendo en cuenta los ndices de lectura del pueblo ecuatoriano que ronda la cifra de medio libro por persona y ao, segn un estudio realizado por la Cmara Ecuatoriana del Libro en mayo del ao 2013.Por tanto los resultados, obtenidos se deben principalmente al empleo del lenguaje audiovisual como medio de expresin.El soporte audiovisual permite condensar el discurso en un tiempo de recepcin muy inferior al lenguaje escrito. Un resumen escrito de lo expuesto en el documental La Ventana de los Andes no debera ocupar ms de tres folios. Sin embargo, si a esto le aadimos las descripciones y emociones implcitas en la propia imagen, la extensin de este texto se ampliara considerablemente.Mencin aparte, requieren los recursos que posee exclusivamente el audiovisual y que permite una rpida empata con las emociones. Hablamos del montaje o el sonido extradiegtico que posibilita conectar directamente con la subjetividad del/a espectador/a.En esta afirmacin queda patente la visin que se plantea en este artculo sobre los modos de hacer antropologa audiovisual. Considerar lo esttico como no cientfico es apartar la subjetividad del ser humano de su forma de conocimiento. Mucho de nuestro conocimiento proviene de la experiencia esttica. Y es que como seala Vernica Stoehrel: Nuestra vivencia del mundo que nos rodea se basa en lo que vemos, olemos, omos, tocamos, sentimos, gustamos, pensamos, recordamos e imaginamos. Para desarrollar una "antropologa de la experiencia", como por ejemplo MacDougal trata de hacerlo, no basta entonces con combinar la palabra con la imagen, sino que es necesario buscar una forma de filmacin y de montaje que pueda mostrar la complejidad de esas experiencias. Se trata de traducir olores, gustos y sensaciones de roce, a imgenes. Se trata de desarrollar una forma de conocimiento corporal (Stoehrel, 2003, 81)Definimos el mundo a travs de la palabra pero esa palabra se construye a posteriori de un vivir en la imagen, en los sonidos, en los olores; en definitiva, en los sentidos y en las emociones que stos producen. Tras esto llega la palabra que intenta darle forma, y que en ocasiones lo consigue y en otras muchas lo persigue con dudosa efectividad. De ah que hablemos de grandes literatos como hbiles traductores textuales de la realidad y percibamos con asombro su capacidad de traslacin de las emociones al verbo. Emplear la palabra como nica va hacia la reproduccin de los modos de aprehensin del mundo, salvo raras excepciones, implica caminar a ciegas en universo de sentido que se construye ms all de la palabra.Es aqu donde la imagen y el sonido se yuxtaponen como va hacia un conocimiento holstico. Y obsrvese que se emplea el verbo yuxtaponer con la intencin de no caer en la exclusin de ninguno de los lenguajes a los que tenemos acceso.Vivimos en la imagen desde la propia definicin de humano. El trmino griego anthropos significaba primitivamente el que mira hacia arriba; es decir, se nos define, primeramente por la mirada. Es ms, antes de la escritura el ser humano expresaba el mundo a travs de lo pictrico. Sin embargo, deban de pasar siglos hasta que la tcnica tuviera la capacidad de reproducir un lenguaje similar a la mirada y desde este preciso instante la imagen en movimiento se ha erigido en el hbito ms comn de acercarnos al mundo que nos rodea. Los ndices de lectura disminuyen mientras aumenta exponencialmente el porcentaje de horas diarias frente a la pantalla. Ms all de entrar en la discusin de lo recomendable, se trata de situar sobre el tapete un hecho incontestable.Y esta realidad es la que nos empuja a replantearnos el uso del audiovisual como medio de expresin de la antropologa si pretendemos llevar nuestro conocimiento al mbito al que pertenece, si en nuestros objetivos est cambiar la ruta seguida, mayoritariamente, por las investigaciones antropolgicas, esto es: pasar de la figura imperfecta del espacio pblico-academia al espacio pblico- academia- espacio-pblico. Como advierte Juan Carlos Gimeno, de espaldas a esta presencia pblica, la disciplina se ha desarrollado mediante la formulacin de un lenguaje elaborado, tcnico, especfico, especialmente limitado a su consumo por parte de otros antroplogos (2010, 248). Pues, como este antroplogo defiende necesitamos de una antropologa de orientacin pblica, que emplee un lenguaje cercano, comprensible, que pretenda como objetivo principal generar utopas en un mundo que pide a gritos cambios profundos. As pues, y siguiendo su propuesta, Podramos desarrollar otras formas de lenguaje que permitiera el acceso del mundo de ah afuera a los mensajes interesantes, sorprendentes, y por qu no decirlo, profundos. (Gimeno, 2010: 248).En definitiva, realizar una antropologa de orientacin pblica implica hacer una ciencia que remueva los pilares del poder, alejarse del concepto de hegemona cultural; del intelectual, que como dira Gramsci (1984), sirve de engranaje, de sustento a un sistema que favorece al poderoso. Para ello, necesitamos lenguajes cercanos, necesitamos de la imagen para cerrar el crculo que nace y debe desembocar en la gente. Necesitamos desligarnos de la relacin vertical que mantiene el conocimiento cientfico con el saber ciudadano. Necesitamos, dira Jack Kerouac, de la poesa de la gente de a pie.

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