Antonio_pantoja_chaves_taller14 La Fotografia Como Documento Historico
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LAS FUENTES DE LA MEMORIA. LA FOTOGRAFÍA COMO DOCUMENTO HISTÓRICO
Antonio Pantoja Chaves
Universidad de Extremadura
0. Introducción
En la actualidad se está generalizando la idea de hacer memoria con la recurrencia y el
concurso de las fuentes visuales, de preservar todo ese patrimonio visual y esos recuerdos
imborrables incentivando la nostalgia con el fin de recuperar la memoria colectiva. Es
evidente que la fotografía cumple con esta función esencial y mucho más en un momento en
el que se necesitan las imágenes para tener un conocimiento directo de lo que ha acontecido,
una mirada que se fomenta y que responde a la manera cómo contemplamos el presente.
Pero al mismo tiempo, esta fuente sugiere otras posibilidades y posee otras propiedades
que desarrollamos en nuestra forma natural de hacer memoria y que son diferentes a las que
se derivan de un repaso meramente contemplativo de las imágenes de nuestro pasado. La
fotografía es ante todo un medio de conservar un recuerdo en imágenes, pero a su vez es
mucho más que eso, es un estimulo dinámico para la compresión, la asociación e
interconexión de conceptos, de ideas, de experiencias e, incluso, es punto de partida para
incentivar la imaginación. Esta interpretación de la fotografía como fuente para la memoria
nos parece más sugerente que la idea de seguir potenciando el sentimiento nostálgico, del que,
por otra parte, ninguna fotografía se puede desprender.
Asimismo, la fotografía está alcanzando otras consideraciones en las nuevas tecnologías
para la imagen. Hasta fechas muy recientes los diferentes soportes en los que el hombre
sustentaba su memoria visual han mostrado sus limitaciones e, incluso, sus insuficiencias, lo
que ha provocado en muchos casos que se negara su validez para hacer memoria. Los
antiguos soportes para la imagen, como por ejemplo el muro, que se erigió como el medio de
referencia más potente para la transmisión de ideas y de valores determinados durante varios
siglos, o como la página del libro, cuya aparición significó toda una evolución cultural, no han
sabido dotar a la imagen de un estatuto propio y significativo, relegándola a un segundo
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plano. Sin embargo, en la actualidad está emergiendo otro nuevo soporte, el espacio digital,
que viene a cumplir las mismas funciones que sus predecesores pero, además, nos revela
mayores prestaciones para la imagen, y al tiempo integra una serie de propiedades que
recogen y amplían a la vez las aportaciones realizadas por los soportes precedentes. En
definitiva, se trata de hacer un uso exhaustivo de la fotografía, como fuente para la memoria,
pero en un nuevo soporte que facilita la construcción y el desarrollo de esa memoria.
Ambas necesidades, la de hacer memoria con la imagen fotográfica y la de contar para ello
con el concurso de los medios adecuados según las necesidades de nuestro tiempo, no se
manifiestan como una preocupación prioritaria para la sociedad actual, sin embargo, debe
significar un motivo de reflexión para las disciplinas humanísticas, plantear toda una serie de
interrogantes investigadores que desemboquen en el intento y, por qué no, en la necesidad de
hacer memoria en soporte digital.
Esa va a ser nuestra pretensión principal en este trabajo, la de hacer memoria en soporte
digital. El objetivo inicial va estar reforzado con el planteamiento de toda una serie de
interrogantes, que trataremos de ir desarrollando en los distintos apartados, y que intenten dar
respuesta al por qué de la necesidad de un sustrato metodológico propio de las disciplinas
humanísticas, a la necesidad de recurrir a determinadas fuentes visuales como recursos
válidos para configurar la memoria de los acontecimientos más recientes, y, finalmente, a su
ubicación y desarrollo en el entorno digital.
De esta manera vamos a abrir cuatro líneas de trabajo que nos permitan abordar una serie
de características y definiciones propias de la imagen fotográfica en relación con las ideas que
pretendemos desarrollar.
1. En primer lugar, la fotografía en la memoria nos permite introducirnos en las
propiedades y las funciones que nos llevan a identificar ambas concepciones, aunque,
también, trataremos de incidir en las nuevas formas de mirar que la fotografía ha incorporado
en el proceso de construcción de la memoria.
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2. En coherencia con el primer punto, pretendemos ampliar el interés y la consideración de
la fotografía en la Historia, como una fuente que se nos revela muy válida para hacer
memoria del tiempo reciente, frente a la escasa atención que se le ha otorgado en el pasado y
en comparación con el tratamiento que ha recibido en otras disciplinas tradicionalmente más
relacionadas con la imagen.
3. Además, entendemos que la imagen fotográfica ha desempeñado un papel trascendental
y original en el desarrollo de los medios de comunicación de masas y en la prensa gráfica en
particular, cuestiones que trataremos de desentrañar en la relación que mantiene la fotografía
con la comunicación visual.
4. Y, finalmente, quisiéramos dotar a nuestro trabajo de una dimensión práctica al
relacionar la fotografía con el soporte digital. Este reto nos va a exigir un cambio de medio,
con todas las complejidades que entraña este tránsito y, además, nos obliga a adoptar una
nueva consideración de las fuentes visuales al tener que contar con nuevas destrezas y aplicar
toda nuestra creatividad en la elaboración de un nuevo discurso para la historia.
1. Fotografía y Memoria
Todavía hoy somos más herederos de los textos que de las imágenes, de lo que hemos
leído, y continuamos leyendo, que de lo que contemplamos. Pero en la actualidad la imagen
está irrumpiendo en nuestra forma de conocer el mundo, nuestra realidad tanto cercana como
remota, que parece que está imponiendo una dialéctica entre el texto y la imagen cuyo
resultado debe ser el sometimiento de uno sobre el otro. La lucha de la escritura contra la
imagen marca toda la historia, pero por esa misma razón el diálogo de la imagen y del texto
ha continuado perfeccionándose.
El análisis de estas contradicciones cruzadas, en el que tan sólo nos hemos detenido de
forma tangencial en estos últimos años de investigación, abriría nuevas perspectivas en el
estudio de cada manifestación. Pero si durante siglos el hombre se ha formado en las letras,
las ha contenido en cientos de páginas, y ha registrado la realidad, su entorno y su
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pensamiento en los distintos soportes de los que se ha servido el texto, en los últimos siglos la
imagen ha cobrado un valor y una importancia de la que había carecido, pero de la que
siempre se le había presumido en cuanto a su utilidad y en sus distintas aplicaciones.
La evolución de la imagen ha permitido construir la memoria visual del hombre, en todas y
cada una de sus manifestaciones. La inconsistencia de su discurso se descubre en que hasta
hace relativamente poco todavía no se habían fabricado los soportes adecuados para la
imagen, independientemente de la técnica y lo sofisticado de la tecnología. Los nuevos
soportes además de potenciar su función ilustradora, de ornamento de los sucesos ajustándose
a los parámetros estéticos, políticos y epistemológicos del término ilustración, han dotado a la
imagen de un código que apunta hacia las primeras elaboraciones de un lenguaje propio y
autónomo.
La consistencia y fuerza de ese discurso visual arranca desde la invención de la fotografía,
sin descartar la herencia visual de siglos anteriores evidentemente, que no sólo facilita la
reproducción o multiplicación mecánica de todas las cosas que nos rodean aventajando a otras
artes y otras ciencias, ya que nos ha acercado a todo aquello que antes había sido imaginado,
sino que además ha sustentado un sistema de comunicación y de transmisión de información
del que dependemos para comprender nuestro mundo. Como viene a decirnos André Malraux,
las imágenes han inventado con la fotografía su imprenta1, una categoría que habían
alcanzado las letras con su renacimiento, en su función de describir y de traducir el
pensamiento, el conocimiento y la narración en los textos, que en estos días la imagen ha
logrado con la fotografía.
Pero la fotografía no es sólo un soporte para la imagen, es además un soporte de y para la
memoria, ya que su fuerza y atractivo reside en su capacidad técnica de suspender el tiempo y
centrar el espacio en un instante. Nos permite, por tanto, recordar constantemente todos
aquellos hechos que nos hemos esforzado en memorizar mediante la lectura. Visualizar los
recuerdos en la fotografía es una versión más de hacer memoria, de no olvidar un pasado que
1 MALRAUX, A.: Les Voix du silence, en MALRAUX, A.: Écrits sur l’art. Œuvres complètes tome IV. París, Gallimard, 2004, p. 206.
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se ha preservado en esas imágenes que una y otra vez la fotografía nos devuelve ante nuestra
atenta mirada. Además se ha convertido en una referencia en la memoria de los otros soportes
más recientes para la imagen, ya que, aparte de los aspectos técnicos, el efecto pantalla, la
concatenación de imágenes y la narración visual mediante múltiples recursos, no sabríamos
mirar o descodificar los contenidos del cine, de la televisión o de la edición multimedia, sino
es gracias a las capacidades perceptivas y cognitivas que la fotografía apuntó ya desde su
concepción.
Como instrumento para la memoria, en cuanto objeto de análisis, podemos considerar a la
fotografía como una fuente sugerente y privilegiada para la Historia, en las acepciones que el
investigador considere convenientes y válidas para su estudio:
· Podría ser un recurso novedoso que hay que incorporar a los espacios de trabajo por la
presumible modernidad que pueda aportar a la sociedad de la imagen y su vinculación con las
nuevas tecnologías de la información.
· Podría sumarse a la labor que vienen desarrollando algunos investigadores de la
fotografía que, sin llegar a convertirse en una corriente historiográfica en su preciada y
pionera aportación, han pretendido darle un uso adecuado para la historia y han iniciado un
estudio del cual la fotografía había carecido.
· Por fin, podría situarse, y es la postura por la que nos decantamos en nuestra
investigación, ante el reto que supone profundizar en las distintas aplicaciones de la fotografía
en soporte digital, un empeño por diseñar arquitecturas para la imagen en las que se integren
las conquistas anteriores pero, a su vez, incorporando las nuevas soluciones reflexionando
sobre el impacto y la presencia determinante de la imagen como fuente de información. Todos
ellos son argumentos que sirven de fundamento con los que poder, finalmente, historiar con
fotografías.
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2. Fotografía e Historia
La fotografía es una de las fuentes más atractivas para reclamar la atención del historiador
en los próximos años, que si bien hasta ahora no ha recibido la consideración adecuada, es
porque se ha otorgado una preponderancia al texto y a todas sus manifestaciones o porque han
sido otras disciplinas las que se han ocupado de su estudio, sobre todo las relacionadas con las
artes plásticas, el análisis fotográfico o las referidas al campo de la comunicación audiovisual.
Inexplicablemente el historiador ha rechazado las fuentes visuales, o las ha tenido en baja
consideración, por su formación y porque la tradición le ha impulsado a trabajar
fundamentalmente con la seguridad que le ofrece el texto. La imagen, sobre todo a partir de la
aparición de la imprenta y de los modelos impresos, se ha concebido como un medio menos
reflexivo en relación con el texto, pero es indudable que la imagen, sobre todo la fotografía,
muestra tal grado de veracidad difícilmente superable por la palabra. Es más, concretamente
para las sociedades contemporáneas, un acontecimiento histórico no se entiende si no se
refleja con fotografías, de tal forma que si no disponemos de la imagen es como si no hubiera
tenido lugar, como si no hubiera acontecimiento histórico.
Hasta ahora el historiador se ha sentido atraído por su cualidad ilustrativa de las
fotografías, o por su capacidad de despertar un sentimiento de atracción, pero pocas veces la
ha incorporado a su trabajo. De ahí que, otra de las consideraciones que el historiador debería
adoptar en el tratamiento de la fotografía es el alto valor documental que ofrecen. Dada la
escasa incidencia que para el historiador sigue teniendo la imagen fotográfica, deberíamos
valorar que cada una de ellas se nos revela como textos visuales y, por tanto, tendríamos que
entenderlas como ejemplos de un sistema más complejo de información. Desde esta
perspectiva el historiador tiene mucho que decir pues las fotografías, como unidades de
información, nos proporcionan una extensa y variada posibilidad para acercarnos a los
acontecimientos que representan.
El salto del texto a la imagen, e incluso su correcta imbricación, puede provocar un vértigo
inquietante para el historiador, pero la clave está en no cerrarse al cambio, aunque tampoco
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entregarse ciegamente por novedad o estética historiográfica. Se trata de adecuarse a las
exigencias que otras fuentes, tildadas en la mayoría de los casos como poco convencionales,
pueden aportar a nuestra labor. No está en nuestro ánimo, al menos no es un propósito en esta
investigación, abrir una brecha generacional, pero es evidente que las recientes promociones
de historiadores, entre las que me incluyo, han tenido una mayor formación en lo visual que
en lo textual. Desde luego no son dos posturas contrapuestas, pues la experiencia y trayectoria
de cada una puede abrir una interesante conciliación en próximos trabajos. No se trata de
marginar las vigentes formas de historiar, objetivo que no sólo seria descabellado, sino por
completo absurdo, pero sí de incorporar nuevas fuentes y propuestas investigadoras.
A la hora de considerar a la fotografía como fuente para la historia o en cualquier otra
disciplina que se fundamente en la fotografía como instrumento de trabajo, dos son
básicamente los modelos que hemos optado por destacar: la fotografía documental y la de
prensa.
La fotografía documental debe ser apreciada como un documento histórico. En este sentido
la imagen fotográfica juega un importante papel en la transmisión, conservación y
visualización de las actividades políticas, sociales, científicas o culturales de la humanidad, de
tal manera que se erige en verdadero documento social, como ya apuntó, Gisèle Freund en su
tesis central2. Pero atendiendo sobre todo a la cualidad que atañe a toda fotografía a diferencia
de otros documentos, ésta suministra no un registro del pasado sino una manera nueva de
tratar con el presente.
Como aportación práctica, en cuanto al carácter documental de la fotografía, hemos
confeccionado una base de imágenes diseñada, en un primer momento, para el uso y
organización particular de los documentos registrados, que nos van a servir para conformar
los distintos recorridos visuales sobre los procesos históricos del presente. Pero además, en un
segundo momento, y a partir de las sucesivas ampliaciones y correcciones, serán ofrecidos
para la consulta mayoritaria de todos aquellos que quieran disponer de sus fondos.
2 FREUND, Gisèle: La fotografía como documento social, Barcelona, Gustavo Gili, 1976.
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Por su parte, la fotografía de prensa se nutre de la fotografía documental y forma parte de
ésta, pero siendo su consecuencia natural. A diferencia del documentalismo social, se interesa
por aquellas situaciones, hechos o personajes que constituyen o son noticia, materia
fundamental de la prensa gráfica en general.
A veces entendida como un género más dentro de la producción fotográfica, la fotografía
de prensa, sin duda, ha significado un umbral desde el que hemos asistido a la propia
evolución del acto fotográfico, otorgándole una consideración informativa que hasta el
momento estaba reservada exclusivamente para el texto o la palabra.
Tan vital e importante ha sido para la fotografía su inserción en la prensa, en cuanto a
difusión y transmisión de noticias mediante recursos periodísticos como el reportaje, que ha
potenciado la profesionalización del reportero gráfico con actividades tan atractivas como las
desarrolladas por el fotoperiodismo en los distintos frentes en los que se encontraba la noticia.
La trayectoria de estos nuevos viajeros arranca en la Europa de entreguerras, en un momento
en el que la creatividad, el ingenio y el buen oficio dotaron a la fotografía la categoría de
recurso visual de masas. Una aventura que progresivamente fue perdiendo el halo de
independencia que habían marcado los años de máximo apogeo, a medida que iban creciendo
y consolidándose en el mercado de la imagen las grandes agencias de prensa.
De entre todas las cualidades de la fotografía de prensa, de su naturaleza documental o de
su función testimonial, la cara más sugerente es su relación con el medio en el que se
proyecta. En este punto, nuestro trabajo entra en contacto con las investigaciones sobre los
medios de comunicación que se vienen realizando en el Seminario de Historia del Tiempo
Presente de la Universidad de Extremadura. En este sentido, podemos atender a cuestiones
como su alto valor comunicativo en la construcción del lenguaje y un significado visual, las
estrategias comunicativas y persuasivas, la utilización y manipulación de la imagen, o la
relación perceptiva entre la fotografía y el lector. Es necesario, en este sentido, que la
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fotografía de prensa no sea entendida solamente como un documento informativo sino como
una fuente de investigación para la disciplina histórica.
3. Fotografía y Comunicación
De entre todas las memorias posibles, la memoria visual es la que convoca con mayor
fuerza los recuerdos de las sociedades actuales. En la actualidad, es a la que se recurre con
mayor frecuencia para adquirir conocimientos de la realidad y de los distintos tiempos y
espacios, y en la que se han instalado y consolidado nuevas formas de comunicación
fundamentadas en la imagen. En todo este juego de relaciones que configura la memoria
visual, la fotografía actúa como una presencia directa y activa de esa memoria. Es en este
sentido en el que la fotografía desarrolla su función de memoria. Pero a diferencia de las
potencialidades que hemos apuntado anteriormente, la memoria visual reside y está
alimentada hoy con los contenidos que los medios de comunicación aportan, se ha reinven-
tado en estos nuevos hacedores de memoria en los que hemos confiado esta función por
seguridad y competencia.
Los nuevos medios de la memoria colectiva nos exponen a ciertos peligros como la
sobreinformación visual y nos instruyen en la desmemoria. Esto se debe a que nos
encontramos en la llamada Sociedad de la Imagen, en la que los medios proyectan una imagen
caleidoscópica, fugaz, dirigida y sin criterios de memoria, que genera comportamientos que se
nos presentan como superficiales y alarmantes por los usos que el poder hace de ella, pero a
los que debemos hacer frente desde nuestra condición de historiadores. Ante tales
comportamientos, es necesario que abordemos estos fenómenos con criterio, decisión y
nuevos planteamientos de investigación que pasen por recuperar y recoger la memoria visual
para afrontar las exigencias del presente.
Esta ha sido hasta el momento la preocupación de los teóricos de la imagen, una disciplina
tan diversificada y tecnificada cuyos resultados se han integrado y repartido en el campo de la
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comunicación (audio) visual. Pero la teoría de la imagen no es únicamente un lugar de
reflexión en torno a la problemática de la significación icónica, a las investigaciones exitosas
de la neurociencia cognitiva y sus relaciones con la actividad perceptiva, o en la producción
mediática de la imagen y la educación en una sociedad saturada por la hipervisualidad, sino
que hay que plantearla como un estímulo para la investigación, en el que hay que considerar a
la imagen como recurso o elemento de análisis y comprensión de la realidad histórica, de la
memoria visual colectiva. Una iniciativa que en su presentación puede parecer prescindible y
carente de interés para los teóricos de la imagen y los especialistas de la comunicación visual,
pero que para el historiador se hace necesaria en el papel que debe asumir ante los medios de
comunicación visuales.
El nuevo humanismo, entendido no como el planteamiento de una nueva disciplina sino
como el intento por recuperar un perfil y una actitud que siempre se ha supuesto a este campo
del conocimiento, pasa por la incidencia creciente de la ciencia, la tecnología y, más
concretamente, de la imagen en los medios de comunicación y por su protagonismo en la
definición y caracterización de la cultura visual. Ello nos obliga a retomar la memoria, la
historia visual y, en particular, la de los medios. Ahora nos toca vivir un tiempo en el que las
nuevas tecnologías han abierto perspectivas insospechadas en numerosos campos y la intensa
transformación producida por esas tecnologías exige una respuesta por parte de los
humanistas, pues en ese proceso de cambio se abren muchas posibilidades de creación y de
afirmación de nuestra disciplina.
En cuanto a la imagen, consideramos una propuesta interesante y apasionante para los
próximos años en los trabajos de historia, incorporar la fotografía como tecnología tradicional
para la imagen pero en el soporte digital. El flujo de cambios y continuidades que todo
proceso requiere para que el pasado se proyecte en el presente en nuestra función de
hacedores de memoria, se manifiesta de forma creativa en la fusión de la fotografía y el
soporte digital. Y en esa asunción de lo viejo en lo nuevo, se constata cómo este nuevo
espacio altera y transforma las características y la lectura de la fotografía, pudiendo conformar
así un nuevo discurso, nuevas formas de escritura que, con el tiempo necesario para la
investigación, podrán equipararse a otras formas o modelos de discurso que ya conocemos y
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dominamos. Ahora se nos plantea con la imagen el reto de hacer posible la memoria en los
soportes digitales.
4. Fotografía y Soporte Digital
La tecnología, a medida que ha ido evolucionando, ha contribuido cada vez más a cambiar
la cultura. Desde el arte de los metales de los antiguos o los métodos de cultivo mejorados
poco a poco a lo largo de los siglos, hasta las comunicaciones de hoy, pasando por el uso de la
electricidad, la génesis de la energía atómica, los plásticos, los medios de transporte, terrestres
y espaciales, y tantas otras aplicaciones, su influencia aumenta en extensión e intensidad de
modo exponencial, hasta tal punto que cada vez es más importante su papel de creadora de
cultura.
Pero todos esos avances tecnológicos, a pesar de sus éxitos y adaptaciones, han provocado
una verdadera transformación en nuestras convicciones más asentadas, especialmente en el
campo de las Humanidades. La presencia de nuevas tecnologías en nuestro entorno de trabajo
ha venido a ahondar mucho más en la separación que siempre se ha marcado entre las
disciplinas científicas y las humanidades, llegando, incluso, a lo que se llama “la guerra de las
ciencias” (que enfrenta a las sociales con las científicas), y que ha llevado a extender la idea,
ya clásica y caduca, de que estos dos mundos deben permanecer ajenos y aislados entre sí.
Estamos inmersos en una de las mayores encrucijadas ante la que todavía no se han
planteado las primeras soluciones. Ante este reto, dos son las actitudes que despierta la
evolución tecnológica en el seno de las disciplinas humanísticas. Por un lado fija una
dependencia extrema que constatamos por el uso excesivo de determinados especialistas, los
que apuestan ciegamente por la incorporación de las nuevas tecnologías los integrados,
pero al mismo tiempo desata una cautelosa prevención en los que no quieren sentirse
invadidos por un sistema que no le corresponde y se les antoja extraño los apocalípticos3.
3 ECO, Umberto: Apocalípticos e integrados, Barcelona, Editorial Lumen, 1994.
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En ese cruce de posturas se produce el desplazamiento, la desorientación y la duda ante el
vertiginoso avance tecnológico y el desarrollo cultural que se está potenciando desde estos
mismos medios.
Pero al igual que sucedió en el pasado, si bien aceptamos determinadas conquistas nos
resistimos a integrar otras por la auténtica revolución que suponen para nuestras vidas. En la
actualidad, mostramos un gran recelo por las nuevas tecnologías y por todo el entorno que
presupone la supremacía de la máquina. En parte por la pérdida de confianza que tenemos
sobre el progreso, en todo ese escenario futurible, una auténtica metrópolis tecnificada y
robotizada que ya recrearon los antiguos cuentos de ciencia ficción, y que deja entrever un
horizonte artificial que supera al natural en el que hombre estará mimado por la tecnología.
Pero sobre todo, porque constatamos diariamente la incomodidad de ese nuevo espacio en el
que todavía no hemos sabido ubicarnos con naturalidad y que revela muchas carencias a la
hora de adecuar sus funciones a nuestras exigencias.
En este sentido, si verdaderamente queremos reflexionar sobre este fenómeno desde las
humanidades, no podemos sustraernos al cambio tecnológico que atravesamos, pero tampoco
podemos olvidar la determinación que en nuestra cultura han supuesto otros procesos
culturales previos en el presente. Es decir, tenemos la obligación de equilibrar, de relacionar
ambas dimensiones pues las dos son plenamente humanísticas (tanto la tecnológica como la
cultural), porque en el equilibrio se estimula la creatividad y en su integración se encuentra la
clave para la innovación en las disciplinas humanísticas.
Es este punto en el que toma cuerpo la aspiración que hemos venido defendiendo de
incorporar todo el bagaje cultural en las nuevas tecnologías digitales, que nos permitirá
inclinarnos por la innovación antes que por el rechazo. Una resistencia que ha estado presente
siempre en la propia evolución de la humanidad, aunque finalmente siempre se ha acabado
por aprovechar y adecuar las ventajas de los avances tecnológicos.
En el desarrollo tecnológico más reciente se impone la cultura audiovisual, la revolución
técnica que potencia la producción y el consumo masivo de información verbo-icónica como
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un aspecto central de nuestro tiempo que, partiendo de la fotografía, atraviesa hasta hoy
variadas y potentes manifestaciones visuales. De entre todas las posibles, la fotografía, a pesar
de los años o quizá precisamente por eso, ocupa un lugar predominante en las nuevas
tecnologías para la imagen, que se sirven del soporte digital para formar parte de un nuevo
discurso visual diferente al que se proyecta en otros medios.
Ante la inevitable sobreinformación visual y carácter pasivo que imponen determinados
medios audiovisuales, entre los que destaca la televisión como ejemplo más evidente, surgen
los soportes digitales y sus manifestaciones más conocidas Internet, los entornos
multimedia y la ediciones audiovisuales, como un cambio trascendental, pues posibilitan la
incorporación de la fotografía como parte fundamental de la estructura discursiva y, sobre
todo, porque potencia la interactividad y la lectura reflexiva de la imagen.
Pero es más importante el hecho de que las mismas tecnologías nos abren infinitas
posibilidades para desarrollar la función esencial que los historiadores hemos ejercido a través
del tiempo: hacer memoria. En primer lugar, la fotografía, como tecnología clásica para la
imagen, dispone de unas propiedades exclusivas que se asemejan a las formas que la memoria
tiene para filtrar información, mediante el instante fotográfico, y conectar esos instantes en un
proceso, mediante una estructura discursiva coherente. Y en segundo lugar, el soporte digital,
como la tecnología más transformadora, que reproduce como hasta ahora no habían logrado
otros soportes las funciones de la memoria. Lo viejo y lo nuevo se unen así para procurar algo
distinto, pero participando de la naturaleza de las dos manifestaciones.
Para los historiadores la fotografía es, como hemos constatado en varios trabajos, una
excelente y útil fuente para hacer memoria, todo un legado visual que ofrece nuevos
planteamientos para abordar los más diversos procesos históricos de nuestro tiempo. De ahí
que mediante este trabajo hayamos pretendido no sólo atender a la evolución y el tratamiento
que ha experimentado la fotografía en los diversos medios que la han definido, rescatando de
manera particular a la fotografía documental y la de prensa, sino cómo además ha
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revalorizado sus funciones en los actuales soportes para la imagen, destacando en este
apartado a la fotografía digital.
Con la imagen fotográfica como hilo conductor hemos pretendido articular diferentes
aspectos con los que mantiene una estrecha relación: como su identificación con determinadas
características de la memoria, su participación en la disciplina histórica como elemento
conformador de esa memoria y su inclusión en los medios de comunicación visual (prensa,
publicidad y centros de poder) como partes del sistema de información icónico actual.
En cuanto a su unión con el soporte digital, la fotografía ha pasado de estar aislada, y en
algunos casos limitada, en los medios precedentes al estar asistida con las funciones propias
que contemplan los nuevos soportes. En primer lugar, porque disponen de nuevas fórmulas
para sistematizar la información visual y relacionarla a través de potentes bancos de imágenes
que abren la posibilidad de un registro inusitado (una relación de fichas que dan como
resultado la elaboración de una Fototeca digital, por ejemplo). Y además, porque desarrollan
funciones tan importantes como la capacidad de acceso inmediato y preciso de los datos, y la
facilidad para actualizar constantemente cada parte sin desvirtuar y perder el sentido del
conjunto de fotografías registrado.
Para los próximos años a los historiadores se nos plantea el reto irrenunciable de seguir
desarrollando nuestro trabajo desde unas tecnologías que están conformando el mundo y el
esfuerzo por asumir nuevas fuentes para hacer memoria, ya que sólo así seremos capaces de
captar el mensaje de los desafíos culturales y tecnológicos, y de afrontar los cambios
profundos que se anuncian antes de que sintamos su choque transformador.
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5. Bibliografía ARNHEIM, R.
(1986): El pensamiento visual, Barcelona, Paidós Ibérica. AUMONT, Jacques
(2000): La Imagen, Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica. BAEZA, Pepe
(2001): Por una función crítica de la fotografía de prensa, Barcelona, Editorial Gustavo Gili.
DEBRAY, Régis
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