Antonio Skármeta, Ardiente Paciencia

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Fragmentos

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Cuando t dices que el cielo est llorando. Qu es lo quequieres decir?-Qu fcil! Que est lloviendo, pu.-Bueno, eso es una metfora.-Y por qu, si es una cosa tan fcil, se llama tan complicado? -Porquelos nombres no tienen nada que ver con la simplicidad o complicidad delas cosas. Segn tu teora, una cosa chica que vuela no debiera tener unnombre tan largo como mariposa. Piensa que elefante tiene la mismacantidad de letras que mariposa y es mucho ms grande y no vuela.

Pocas veces en suvida haba notado que tena un corazn tan violento.

Vio partir el camin por el sendero de tierra, y dese que ese polvo quelevantaba lo hubiera cubierto definitivamente como a un robustocadver

el muchacho llenaba las hojas condeslavados crculos y tringulos, cuyo nulo contenido era una radiografade su imaginacin.

Todos los hombres que primero tocan con la palabra, despus llegan mslejos con las manos.

-No hay peor droga que el bla-bla. Hace sentir a una mesonera depueblo como una princesa veneciana. Y despus, cuando viene elmomento de la verdad, la vuelta a la realidad, te das cuenta de que laspalabras son un cheque sin fondo.

detrs de las palabras no hay nada. Son luces de bengala que se deshacenen el aire.

los ros arrastran piedras y las palabras embarazos

el beso es la chispa que arma el incendio

el da enque Dios se decidiera a probar que exista ponindola en sus brazos

la msica de Mister Postman a cargo de losBeatles se expandi por la sala desestabilizando los mascarones de proa,volteando los veleros dentro de las botellas, haciendo chirriar los dientesde las mscaras africanas, despetrificando los adoquines, estriando lamadera, amotinando las filigranas de las sillas artesanales, resucitandolos amigos muertos inscritos en las vigas bajo el techo, haciendo humearlas pipas largamente apagadas, guitarrear las panzudas cermicas deQuinchamali, desprender perfumes a las cocottes de la belle pogue queempapelaban los muros, galopar al caballo azul, y pitear la larga y vetustalocomotora arrancada de un poema de Whitman.

viva ahoraun sueo: eran los prolegmenos de un ngel, la promesa de una gloriacercana, el ritual de una anunciacin que le traera a sus brazos y a suslabios salados y sedientos la bulliciosa saliva de la amada. Un angelotede tnica en llamas -con la dulzura y parsimonia del poeta- le asegurabaunas prontas nupcias.

sinti sus ojos hmedos, y la voz le sali tambin mojada

ese chaleco de madera llamadocariosamente atad.

vio su lengua hecha una llamarada entre losdientes,

Al sentir porencima de la cscara rozar la carne de ella, su boca dej que la delicia lodesbordara. El primer tramo de su piel que untaba, que unga, era aquelque en sus sueos ella ceda como el ltimo bastin de un acoso quecontemplaba lamer cada uno de sus poros, el ms tenue pelillo de susbrazos, la sedosa cada de sus prpados, el vertiginoso declive de su cuel-lo. Era el tiempo de la cosecha, el amor haba madurado espeso y duroen su esqueleto, las palabras volvan a sus races.

A oscuras la cubri por la espalda mientras en su mente una explosinde peces destellantes brotaban en un ocano calmo. Una luna inconmensurablelo baaba, y tuvo la certeza de comprender, con su salivasobre esa nuca, lo que era el infinito.

En ese preciso instante, Beatriz emiti un grito nutrido de jadeo,de sollozo, de derroche, de garganta, de msica, de fiebre, que se prolongunos segundos, en que su cuerpo entero tembl hastadesvanecerse.

-Rpido o lento -dijo doa Rosa, a punto de acabar con la cuerda y elpaquete- las palabras dicen lo mismo. La velocidad es independiente delo que significan las cosas.

Quera mandarte algo ms aparte de las palabras. As que met mivoz en esta jaula que canta. Una jaula que es un pjaro. Te la regalo.Pero tambin quiero pedirte algo, Mario, que slo t, puedes cumplir.Todos mis otros amigos o no sabran qu hacer, o pensaran que soyun viejo chocho y ridculo. Quiero que vayas con esta grabadora paseandopor isla Negra, y me grabes todos los sonidos y ruidos que vayasencontrando. Necesito desesperadamente aunque sea el fantasma demi casa. Mi salud no anda bien. Me falta el mar. Me faltan los pjaros.Mndame los sonidos de mi casa. Entra hasta el jardn y deja sonar lascampanas. Primero graba ese repicar delgado de las campanaspequeas cuando las mueve el viento; y luego tira de la soga de la campanamayor, cinco, seis veces. Campana, mi campana! No hay nadaque suene tanto como la palabra campana, si la colgamos de un campanariojunto al mar. Y ndate hasta las rocas, y grbamela reventaznde las olas. Y si oyes gaviotas, grbalas. Y si oyes el silencio de lasestrellas siderales, grbalo.

como si el ms leve movimiento del rostropudiera ocasionar la prdida de algunas de sus palabras

-La brisa fra es relativa! Si vieras qu viento glido me sopla en loshuesos. El pual definitivo es prstino y agudo, muchacho.

Otro -dijo el vate sintiendo que suban sombras a sus ojos y que, comocataratas o galopes de fantasmas, buscaban trizar los cristales para ir areunirse con ciertos cuerpos borrosos, que se vean levantndose desdela arena.

La mano de Neruda temblaba sobre la manilla de la ventana, quizqueriendo abrirla, pero, al mismo tiempo, como si palpara entre susAntonio Skrmeta78dedos crispados la misma materia espesa que le rondaba por las venas yle llenaba la boca de saliva. Crey ver que, desde el oleaje metlico quedestrozaba el reflejo de las hlices de los helicpteros y expanda lospeces argentinos en una polvareda destellante, se construa con aguauna casa de lluvia, una hmeda madera intangible que era toda ella pielpero al mismo tiempo intimidad. Un secreto rumoroso se le revelabaahora en el trepidante acezar de su sangre, esa negra agua que era germinacin,que era la oscura artesana de las races, su secreta orfebrerade noches frutales, la conviccin definitiva de un magma al que todoperteneca, aquello que todas las palabras buscaban, acechaban, rondabansin nombrar, o nombraban callando (lo nico cierto es que respiramosy dejamos de respirar, haba dicho el joven poeta sureo despidindosede su mano con que haba sealado un cesto de manzanasbajo el velador fnebre): su casa frente al mar y la casa de agua queahora levitaba tras esos vidrios que tambin eran agua, sus ojos quetambin eran la casa de las cosas, sus labios que eran la casa de las palabrasy ya se dejaban mojar dichosamente por esa misma agua que unda haba rajado el atad de su padre tras atravesar lechos, balaustradasy otros muertos, para encender la vida y la muerte del poeta como unsecreto que ahora se le revelaba y que, con ese azar que tiene la bellezay la nada, bajo una lava de muertos con ojos vendados y muecas sangrantesle pona un poema en los labios, que l ya no supo si dijo, peroque Mario s oy cuando el poeta abri la ventana y el viento desguarnecilas penumbras:

Yo vuelvo al mar envuelto por el cielo,el silencio entre una y otra olaestablece un suspenso peligroso:muere la vida, se aquieta la sangrehasta que rompe el nuevo movimientoy resuena la voz del infinito.