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ANTOLOGÍA DE POESÍA EN ESPAÑOL Elaborada por: Leda Rendón Trocherie Enero 2020 Índice Abrojos LVI de Ruben Darío 2 La mano en libertad de Eduardo Lizalde 3 El vampiro y El cisne de Delmira Agustini 4 La orilla del mar de José Gorostiza 8 La muerte de la luna y El éxtasis de Leopoldo Lugones 9 Dolor y El sueño de Alfonsina Storni 12 Azrael, abre tu ala negra, y honda… de Amado Nervo 14 En una luz verdosa, entre olores verdosos… de Ida Vitale 16 Dos cuerpos y La tinta verde crea jardines, selvas, prados… de Octavio Paz 17 Dueño de una amplitud de Fabio Morábito 19 Petición de Verónica Volkow 20 La muerte no es la Nada de Macedonio Fernández 21 Ajedrez y Cristo en la cruz de Jorge Luis Borges 22 1

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ANTOLOGÍA DE POESÍA EN ESPAÑOL

Elaborada por: Leda Rendón Trocherie

Enero 2020

Índice

Abrojos LVI de Ruben Darío 2

La mano en libertad de Eduardo Lizalde 3

El vampiro y El cisne de Delmira Agustini 4

La orilla del mar de José Gorostiza 8

La muerte de la luna y El éxtasis de Leopoldo Lugones 9

Dolor y El sueño de Alfonsina Storni 12

Azrael, abre tu ala negra, y honda… de Amado Nervo 14

En una luz verdosa, entre olores verdosos… de Ida Vitale 16

Dos cuerpos y La tinta verde crea jardines, selvas, prados… de Octavio Paz 17

Dueño de una amplitud de Fabio Morábito 19

Petición de Verónica Volkow 20

La muerte no es la Nada de Macedonio Fernández 21

Ajedrez y Cristo en la cruz de Jorge Luis Borges 22

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Abrojos LVI. Ruben Darío

Obtenido de: https://poemas.yavendras.com/ruben-dario/ 31 de diciembre de 2019

Tengo de criar un perro,

ya que en este mundo estoy.

No me importa lo que sea,

alano, galgo o bull-dog;

lo quiero para tener

un tierno y fiel queredor

que sonría con el rabo

cuando le acaricie yo;

para que me ofrezca todo

su perruno corazón,

y gruña a quien me amanece

y se alegre con mi voz;

y para si me da el cólera

y huyen de mi alrededor,

juntos, parientes y amigos,

que nos quedamos los dos:

yo, cadáver, como huella

de una vida que pasó;

él lanzado tristemente

sus aullidos de dolor.

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La mano en libertad. Eduardo Lizalde

Obtenido de: https://www.poemas-del-alma.com/eduardo-lizalde-la-mano-en-libertad.htm / 31 de

diciembre de 2019

Escribir no es problema.

Miren flotar la pluma

por cualquier superficie.

Pero escribir con ella

-Montblanc, Parker o Pelikan-,

sin mesa a mano, tinta suficiente

o postura correcta,

es imposible,

y a veces pernicioso.

Puedo escribir, señores,

con los ojos cubiertos,

vuelta la espalda al piso,

atadas las muñecas,

esparadrapo encima de los labios.

Puedo:

pero no garantizo el producto.

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El vampiro. Delmira Agustini

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/el-vampiro-2/ 31 de diciembre de 2019

En el regazo de la tarde triste

yo invoqué tu dolor… Sentirlo era

¡Sentirte el corazón! Palideciste

hasta la voz, tus párpados de cera.

Bajaron… y callaste… Pareciste

oír pasar la muerte… Yo que abriera

tu herida mordí en ella -¿Me sentiste?-

¡Como en el oro de un panal mordiera!

Y exprimí más, traidora, dulcemente

tu corazón herido mortalmente;

por la cruel daga rara y exquisita

de un mal sin nombre, ¡Hasta sangrarlo en llanto!

y las mil bocas de mi sed maldita

tendí a esa fuente abierta en tu quebranto

¿Por qué fui tu vampiro de amargura?

¿Soy flor o estirpe de una especie oscura

que come llagas y que bebe el llanto?

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El cisne. Delmira Agustini

Obtenido de: https://www.poesi.as/dag130044.htm/31 de diciembre de 2019

Pupilas azul de mi parque

es el sensitivo espejo

de un lago claro, muy claro!...

Tan claro que a veces creo

que en su cristalina página

se imprime mi pensamiento.

Flor del aire, flor del agua

alma del lago es un cisne

con dos pupilas humanas,

grave y gentil como un príncipe;

alas lirio, remos, rosa...

Pico en fuego, cuello triste

y orgulloso, y la blancura

y la suavidad de un cisne...

El ave cándida y grave

tiene un maléfico encanto;

—clavel vestido de lirio,

trasciende a llama y milagro!...

sus alas blancas me turban

como dos cálidos brazos;

ningunos labios ardieron

como su pico en mis manos;

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ninguna testa ha caído

tan lánguida en mi regazo;

ninguna carne tan viva,

ha padecido o gozado:

viborean en sus venas

filtros dos veces humanos!

Del rubí de la lujuria

su testa está coronada:

y va arrastrando el deseo

en una cauda rosada...

Agua le doy en mis manos

y él parece beber fuego;

y yo parezco ofrecerle

todo el vaso de mi cuerpo...

Y vive tanto en mis sueños,

y ahonda tanto en mi carne,

que a veces pienso si el cisne

con sus dos alas fugaces,

sus raros ojos humanos

y el rojo pico quemante,

es sólo un cisne en mi lago

o es en mi vida un amante...

Al margen del lago claro

yo le interrogo en silencio...

y el silencio es una rosa

sobre su pico de fuego...

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Pero en su carne me habla

y yo en mi carne le entiendo.

—A veces ¡toda!, soy alma;

y a veces ¡toda!, soy cuerpo.—

Y vive tanto en mis sueños,

y ahonda tanto en mi carne,

que a veces pienso si el cisne

con sus dos alas fugaces,

sus raros ojos humanos

y el rojo pico quemante,

es sólo un cisne en mi lago

o es en mi vida un amante...

Al margen del lago claro

yo le interrogó en silencio...

y el silencio es una rosa

sobre su pico de fuego...

Pero en su carne me habla

y yo en mi carne le entiendo.

—A veces ¡toda!, soy alma;

y a veces ¡toda!, soy cuerpo—

Hunde el pico en mi regazo

y se queda como muerto...

Y en la cristalina página,

en el sensitivo espejo

del lago que algunas veces

refleja mi pensamiento,

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el cisne asusta de rojo,

y, yo de blanca doy miedo!

La orilla del mar. José Gorostiza

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/la-orilla-del-mar/

No es agua ni arena

la orilla del mar.

El agua sonora

de espuma sencilla,

el agua no puede

formarse la orilla.

Y porque descanse

en muelle lugar,

no es agua ni arena

la orilla del mar.

Las cosas discretas,

amables, sencillas;

las cosas se juntan

como las orillas.

Los mismo los labios,

si quieren besar.

No es agua ni arena

la orilla del mar.

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Yo sólo me miro

por cosa de muerto;

solo, desolado,

como en un desierto.

A mí venga el lloro,

pues debo penar.

No es agua ni arena

la orilla del mar.

La muerte de la luna. Leopoldo Lugones

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/la-muerte-de-la-luna/ 31 de diciembre de 2019

En el parque confuso

Que con lánguidas brisas el cielo sahúma,

El ciprés, como un huso,

Devana un ovillo de de bruma.

El telar de la luna tiende en plata su urdimbre;

Abandona la rada un lúgubre corsario,

Y después suena un timbre

En el vecindario.

Sobre el horizonte malva

De una mar argentina,

En curva de frente calva

La luna se inclina,

O bien un vago nácar disemina

Como la valva

De una madreperla a flor del agua marina.

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Un brillo de lóbrego frasco

Adquiere cada ola,

Y la noche cual enorme peñasco

Va quedándose inmensamente sola.

Forma el tic-tac de un reloj accesorio,

La tela de la vida, cual siniestro pespunte.

Flota en la noche de blancor mortuorio

Una benzoica insispidez de sanatorio,

Y cada transeúnte

Parece una silueta del Purgatorio.

Con emoción prosaica,

Suena lejos, en canto de lúgubre alarde,

Una voz de hombre desgraciado, en que arde

El calor negro del rom de Jamaica.

Y reina en el espíritu con subconsciencie arcaica,

El miedo de lo demasiado tarde.

Tras del horizonte abstracto,

Húndese al fin la luna con lúgubre abandono,

Y las tinieblas palpan como el tacto

De un helado y sombrío mono.

Sobre las lunares huellas,

A un azar de eternidad y desdicha,

Orión juega su ficha

En problemático dominó de estrellas.

El frescor nocturno

Triunfa de tu amoroso empeño,

Y domina tu frente con peso taciturno

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El negro racimo del sueño.

En el fugaz desvarío

Con que te embargan soñadas visiones,

Vacilan las constelaciones;

Y en tu sueño formado de aroma y de estío,

Flota un antiguo cansancio

De Bizancio…

Languideciendo en la íntima baranda,

Sin ilusión alguna

Contestas a mi trémula demanda.

Al mismo tiempo que la luna,

Una gran perla se apaga en tu meñique;

Disipa la brisa retardados sonrojos;

Y el cielo como una barca que se va a pique,

Definitivamente naufraga en tus ojos.

Él éxtasis. Leopoldo Lugones

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/el-extasis/

Dormía la arboleda; las ventanas

llenábanse de luz como pupilas;

las sendas grises se tornaban lilas;

cuajábanse la luz en densas granas.

La estrella que conoce por hermanas

desde el cielo tus lágrimas tranquilas,

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brotó, evocando al son de las esquilas,

el rústico Belén de las aldeanas.

Mientras en las espumas del torrente

deshojaba tu amor sus primaveras

de muselina, relevó el ambiente

la armoniosa amplitud de tus caderas,

y una vaca mugió sonoramente

allá, por las sonámbulas praderas.

Dolor. Alfonsina Storni

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/dolor/ 31 de diciembre de 2019

Quisiera esta tarde divina de octubre

pasear por la orilla lejana del mar;

que la arena de oro, y las aguas verdes,

y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,

como una romana, para concordar

con las grandes olas, y las rocas muertas

y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos

y la boca muda, dejarme llevar;

ver cómo se rompen las olas azules

contra los granitos y no parpadear;

ver cómo las aves rapaces se comen

los peces pequeños y no despertar;

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pensar que pudieran las frágiles barcas

hundirse en las aguas y no suspirar;

ver que se adelanta, la garganta al aire,

el hombre más bello, no desear amar…

Perder la mirada, distraídamente,

perderla y que nunca la vuelva a encontrar:

y, figura erguida, entre cielo y playa,

sentirme el olvido perenne del mar.

El sueño. Alfonsina Storni

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/el-sueno-4/

Yo vi dos soles rojos dominando el espacio

Perlaban en sus rayos las luces de topacio

y tendí mis dos manos hambrientas de infinito

para estrujar en ellas un inefable mito.

Las dos pupilas rojas como rosas del cielo

cegaron mis pupilas, soberbias en su anhelo

de mirar cara a cara los toques de diamantes.

Después, como un crujido de nudos que se quiebran…

Tempestades soberbias que en los mares se enhebran;

parto de los dioses… Un quejido de dios…

¡Y bocas que se muerden en un supremo adiós!

Más tarde una sonata más dulce que la miel;

agonía de lirios en el jardín aquel.

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palacio de oro y oro donde habita una maga

que ha dormido cien años por maldición aciaga.

Y después manos blancas desparramando rosas

sobre el alma escondida y serena de las cosas…

Y un silencio de muerte cansado y sepulcral

donde se prende el lotus venenoso del mal.

Y después la mañana que llega a los cristales

del cuarto miserable donde muerdo mis males…

Y después otro día que se esboza en el lloro

de mis días sin sol, de mis soles sin oro!…

Azrael, abre tu ala negra, y honda… Amado Nervo

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/azrael-abre-tu-ala-negra-y-honda/ 31 de diciembre de

2019

Azrael, abre tu ala negra, y honda,

cobíjeme su palio sin medida,

y que a su abrigo bienhechor se esconda

la incurable tristeza de mi vida.

Azrael, ángel bíblico, ángel fuerte,

ángel de redención, ángel sombrío,

ya es tiempo que consagres a la muerte

mi cerebro sin luz: altar vacío…

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Azrael, mi esperanza es una enferma;

ya tramonta mi fe; llegó el ocaso,

ven, ahora es preciso que yo duerma…

¿Morir…, dormir…, dormir…? ¡Soñar acaso!

En una luz verdosa, entre olores verdosos,

en un vestido negro como papel quemado,

la abuela se refleja desde la mecedora,

al fondo del espejo.

Allí sentada no se hamaca. Cruje.

Se le evaporan casamiento y casas,

ocasiones de cuita, los narrados,

secos jirones que de a poco dieron

gusto a sangre en la boca a la familia:

las guerras y los muertos pequeñitos,

y los que luego luto le vistieron.

Y también el amor, si acaso hubo,

la aridez de los años, la gota de molicie

que murió inútil en su piel reseca.

Todo tal la merienda sorbida tarde a tarde,

de inmediato olvidada.

Fue inmune a la viruela.

Ignoró la codicia.

No vio la conyugal Sicilia

ni muchas calles de Montevideo.

Durante décadas le bastó una amiga

y los recuerdos de un Rosario mínimo.

Sólo insistía en recordar el nombre

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en italiano del durazno.

Como el sabor, se le olvidaba.

Sé que sobre sus faldas tibias,

tibia dormía otra Verdad secreta

que acunó su quietud.

La luz bajo cortinas de filé melancólico,

por años la enfrenté desde otra mecedora,

sin lograr alcanzarla.

En una luz verdosa, entre olores verdosos… Ida Vitale

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/en-una-luz-verdosa-entre-olores-verdosos/

En una luz verdosa, entre olores verdosos,

en un vestido negro como papel quemado,

la abuela se refleja desde la mecedora,

al fondo del espejo.

Allí sentada no se hamaca. Cruje.

Se le evaporan casamiento y casas,

ocasiones de cuita, los narrados,

secos jirones que de a poco dieron

gusto a sangre en la boca a la familia:

las guerras y los muertos pequeñitos,

y los que luego luto le vistieron.

Y también el amor, si acaso hubo,

la aridez de los años, la gota de molicie

que murió inútil en su piel reseca.

Todo tal la merienda sorbida tarde a tarde,

de inmediato olvidada.

Fue inmune a la viruela.

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Ignoró la codicia.

No vio la conyugal Sicilia

ni muchas calles de Montevideo.

Durante décadas le bastó una amiga

y los recuerdos de un Rosario mínimo.

Sólo insistía en recordar el nombre

en italiano del durazno.

Como el sabor, se le olvidaba.

Sé que sobre sus faldas tibias,

tibia dormía otra Verdad secreta

que acunó su quietud.

La luz bajo cortinas de filé melancólico,

por años la enfrenté desde otra mecedora,

sin lograr alcanzarla.

Dos cuerpos. Octavio Paz

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/dos-cuerpos/ 31 diciembre de 2019

Dos cuerpos frente a frente

son a veces dos olas

y la noche es océano.

Dos cuerpos frente a frente

son a veces dos piedras

y la noche es desierto.

Dos cuerpos frente a frente

son a veces raíces

en la noche enlazadas.

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Dos cuerpos frente a frente

son a veces navajas

y la noche relámpago.

Dos cuerpos frente a frente

son dos astros que caen

en un cielo vacío.

La tinta verde crea jardines, selvas, prados… Octavio Paz

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/la-tinta-verde-crea-jardines-selvas-prados/ 31 de

diciembre de 2019

La tinta verde crea jardines, selvas, prados,

follajes donde cantan las letras,

palabras que son árboles,

frases que son verdes constelaciones.

Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran

como una lluvia de hojas a un campo de nieve,

como la yedra a la estatua,

como la tinta a esta página.

Brazos, cintura, cuello, senos,

la frente pura como el mar,

la nuca de bosque en otoño,

los dientes que muerden una brizna de yerba.

Tu cuerpo se constela de signos verdes

como el cuerpo del árbol de renuevos.

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No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:

mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.

Dueño de una amplitud. Fabio Morábito

Voy a mirar este terreno

lentamente, a recorrerlo con los ojos

y los pies

antes de edificar el primer muro,

como un paisaje virgen

lleno de densidad

y de peligros,

porque lo quiero recordar

cuando la casa me lo oculte,

porque no quiero confundirme

con la casa,

no voy a olvidar

este paisaje

ni como soy ahora,

dueño

de una amplitud,

de todo lo que tengo.

Mejor no tener casa

que estar en ella como un ciego.

Voy a quedarme aquí

despacio,

nativo y pobre,

viendo el terreno cómo es,

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no imaginando nada,

ni un muro, ni un ladrillo,

a oírlo todo

hasta saber

donde ha de doler menos

una casa,

dónde es mejor poner

la piedra del comienzo.

Petición. Verónica Volkow

Obtenido de: https://www.letraslibres.com/mexico/peticion-0

Dame la humildad del ala y de lo leve,

de lo que pasa suave

y suelta el ancla,

la despedida ingrávida

y el abandono al vuelo,

la cicatriz que avanza

como ala en su desierto.

Dame la humildad del alma

sin cuerpo y ya sin cosas.

Ser la poesía y su luz,

tan sólo la poesía

y la región más de aire,

inaccesible al desastre.

Dame la luz sin límites

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acechando adentro

y la noche que soy también y el barro,

con la estrella distante

que la sed no sacia.

Dame la humildad que suelte las cadenas,

la verdad que desnuda

el polvo, el hueso que me fraguan.

Sólo en lo que soy caigo,

me derrumbo.

Déjame andar sin equipaje,

leve,

abierta al horizonte. ~

La muerte no es la Nada. Macedonio Fernández

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/la-muerte-no-es-la-nada/

La Muerte no es la Nada, sino que nada es.

El Nacer no es la Vida, sino que nada es.

Equivócase, por terrenal, el Corazón si te llora

pues en nuestra mente estás, y estuviste antes de sernos visto

En nuestra mente todo lo que eres, está

pues nunca estuviste sino en nuestra mente

y nuestra mente es la única que jamás existió.

Amarte, pues, debemos, pues que vives

y no Dolerte, pues no cabe perderte.

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Ajedrez. Jorge Luis Borges

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/ajedrez-3/

En su grave rincón, los jugadores

rigen las lentas piezas. El tablero

los demora hasta el alba en su severo

ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores

las formas: torre homérica, ligero

caballo, armada reina, rey postrero,

oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,

cuando el tiempo los haya consumido,

ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra

cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.

Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada

reina, torre directa y peón ladino

sobre lo negro y blanco del camino

buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada

del jugador gobierna su destino,

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no saben que un rigor adamantino

sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero

(la sentencia es de Omar) de otro tablero

de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.

¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza

de polvo y tiempo y sueño y agonía?

Cristo en la cruz. Jorge Luis Borges

Obtenido de: https://ciudadseva.com/texto/cristo-en-la-cruz/

Cristo en la cruz. Los pies tocan la tierra.

Los tres maderos son de igual altura.

Cristo no está en el medio. Es el tercero.

La negra barba pende sobre el pecho.

El rostro no es el rostro de las láminas.

Es áspero y judío. No lo veo

y seguiré buscándolo hasta el día

último de mis pasos por la tierra.

El hombre quebrantado sufre y calla.

La corona de espinas lo lastima.

No lo alcanza la befa de la plebe

que ha visto su agonía tantas veces.

La suya o la de otro. Da lo mismo.

Cristo en la cruz. Desordenadamente

piensa en el reino que tal vez lo espera,

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piensa en una mujer que no fue suya.

No le está dado ver la teología,

la indescifrable Trinidad, los gnósticos,

las catedrales, la navaja de Occam,

la púrpura, la mitra, la liturgia,

la conversión de Guthrum por la espada,

la Inquisición, la sangre de los mártires,

las atroces Cruzadas, Juana de Arco,

el Vaticano que bendice ejércitos.

Sabe que no es un dios y que es un hombre

que muere con el día. No le importa.

Le importa el duro hierro de los clavos.

No es un romano. No es un griego. Gime.

Nos ha dejado espléndidas metáforas

y una doctrina del perdón que puede

anular el pasado. (Esa sentencia

la escribió un irlandés en una cárcel.)

El alma busca el fin, apresurada.

Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.

Anda una mosca por la carne quieta.

¿De qué puede servirme que aquel hombre

haya sufrido, si yo sufro ahora?

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