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CUADERNO DE FORMACIÓN nº 3 ANTIGUO TESTAMENTO: TORÁ-PENTATEUCO

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CUADERNO DE FORMACIÓN nº 3

ANTIGUO TESTAMENTO:

TORÁ-PENTATEUCO

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ANTIGUO TESTAMENTO: TORÁ-PENTATEUCO

INTRODUCCIÓN

Los cinco primeros libros de la Biblia contienen una parte

narrativa, que comienza con la creación del mundo y concluye

con la muerte de Moisés. Las narraciones sirven de marco a las

leyes que dieron su impronta característica al pueblo de Israel, y

por eso la tradición judía designa a este conjunto de libros con el

nombre de Torá, palabra hebrea que significa “la ley”.

En el siglo II d.C. se les dio el

nombre de Pentateuco. Esta

palabra de origen griego significa

“cinco instrumentos” y se usó

originalmente para designar los

“cinco estuches” donde se

guardaban esos libros.

Aunque está compuesto de

elementos muy heterogéneos, el

Pentateuco constituye una verdadera unidad. La división del

mismo en cinco partes se funda en razones de orden práctico: su

finalidad era facilitar el manejo de una obra tan voluminosa. Los

judíos de Palestina designaban cada una de esas partes con la

palabra inicial del texto:

GÉNESIS — BERESHIT (ב ר א ש "EN EL COMIENZO" ,(תי

ÉXODO — SHEMOT (מב י ), "NOMBRES"

LEVÍTICO — VAYIKRÁ (א קי "Y LLAMÓ" ,(ארר

NÚMEROS — BEMIDBAR (ת די מר "EN EL DESIERTO" ,(תי

DEUTERONOMIO — DEVARIM (ד ר ,(םי

"PALABRAS"/"COSAS"/"LEYES"

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Pero en los medios de habla griega se prefirió darles un título que

expresara algún aspecto de su contenido, y de esa manera

surgieron los nombres con que se los conoce actualmente.

El primer libro se llama Génesis, que quiere decir “origen”, porque

describe los comienzos del universo, de la humanidad y del

Pueblo de Dios.

El segundo recibe el nombre de Éxodo, que significa “salida”,

porque la primera parte de este libro trata de la salida de Egipto.

El tercer libro se llama Levítico, así llamado porque contiene el

ritual que debían observar los sacerdotes de la tribu de Leví.

El cuarto libro, llamado Números, debe su designación a los

diversos censos mencionados en él.

El quinto y último libro del Pentateuco se llama Deuteronomio que

quiere decir “segunda ley”, porque completa la legislación del

Sinaí con las normas y preceptos promulgados por Moisés en las

llanuras de Moab.

LA FORMACIÓN DEL PENTATEUCO

El Pentateuco se trata de una compilación de varias fuentes o

tradiciones narrativas, legales y litúrgicas, que se fueron

formando y transmitiendo en el pueblo de Israel a lo largo de

muchos siglos, siendo la fecha más probable para su redacción

definitiva, el tiempo de cautiverio en Babilonia y la vuelta del

exilio y la restauración del culto en el Templo, siglo V a.C. Las

etapas de este proceso pueden ser reconstruidas en parte,

mediante el análisis literario de los textos. Algunos elementos de

esas tradiciones se remontan hasta la época de Moisés y aún

antes, y se fueron transmitiendo oralmente antes de ser fijados

por escrito.

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Los antiguos santuarios de Palestina (Siquem, Betel, Hebrón y

Jerusalén), fueron el medio original donde nacieron y se

conservaron muchas de esas tradiciones. Las gestas de los

antepasados se contaban a los peregrinos en las asambleas

cultuales. Los relatos épicos servían de comentario en las fiestas

religiosas, donde se revivían las grandes obras de Dios en favor

de su pueblo. De una manera especial, los santuarios

contribuyeron a la formación de los textos legislativos: allí se tenía

necesidad de leyes sagradas para el ordenamiento del culto, para

determinar las obligaciones de los fieles y para la administración

de justicia.

Las cuatro tradiciones del Pentateuco

El estudio detenido de los textos permite afirmar que en la

composición definitiva del Pentateuco, realizada después del

exilio, hacia el siglo V a.C., se emplearon principalmente cuatro

fuentes o tradiciones diversas: la “yahvista”, la “elohísta”, la

“sacerdotal” y la “deuteronómica”. La recopilación de estas

tradiciones, procedentes de ambientes y épocas muy diferentes,

explica la variedad de estilo y vocabulario, la existencia de relatos

paralelos o “duplicados”, las incongruencias y, de una manera

más general, la rica complejidad literaria y doctrinal que

caracteriza a toda la obra.

Sin embargo, la presente teoría documentaria empezó a ser

cuestionada a partir de los años setenta del siglo XX d. C., aunque

de momento, estas etapas siguen siendo tenidas en cuenta como

la mejor explicación al proceso formativo del Pentateuco.

1. La tradición “YAHVISTA”

La tradición más antigua recibe el nombre de “yahvista”, porque

su autor utiliza desde el comienzo del relato el nombre de Yahvé,

nombre propio del Dios de Israel, traducido habitualmente como

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“el Señor”. Estas narraciones se distinguen por su estilo simple y

sin artificios. El autor “yahvista” no expresa su pensamiento por

medio de enunciados abstractos, sino mediante la selección y

encadenamiento de narraciones, que recoge de la tradición oral y

escrita de su pueblo. Sin perder de vista la trascendencia de Dios,

describe su acción con rasgos marcadamente antropomórficos.

El horizonte del “yahvista” es universal. Según su concepción, la

historia del mundo se encuentra bajo el signo de la maldición

introducida por el pecado (Gn 3,14-19). Pero la voluntad salvífica

de Dios enfrenta al pecado, y con la elección de Abraham hace

irrumpir la “bendición” en el mundo (Gn 12,1-3). El pueblo de

Israel es portador de esa bendición, y su presencia es germen de

bendiciones para todos los pueblos.

2. La tradición “ELOHÍSTA”

La segunda tradición se denomina “elohísta”, porque designa a

Dios con el nombre de Elohím, palabra hebrea que significa “dios”,

hasta el momento en que nombre propio del Dios de Israel, es

decir, Yahvé, es revelado a Moisés en el Sinaí (Ex 3,15). Esta

tradición acentúa la distancia entre Dios y el ser humano, y en

ella, las revelaciones divinas se realizan con rasgos menos

antropomórficos: Dios permanece invisible y habla desde el fuego

o desde la nube; dirige al pueblo por medio de un profeta como

Moisés, y comunica libremente el espíritu profético (Nm 11,25).

3. La tradición “SACERDOTAL”

Esta tradición se caracteriza por el predominio de las

prescripciones legislativas, sobre todo, las referentes a la

organización del Santuario y del culto, a las fiestas litúrgicas, y a

las funciones del sacerdote Aarón y sus hijos. Por eso se la

designa con el nombre de “sacerdotal”. Los textos jurídicos y

rituales pertenecientes a esta tradición aparecen encuadrados en

un marco narrativo, porque tanto las instituciones de Israel como

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las leyes que lo rigen, se fundan en las intervenciones salvíficas

del Dios “santo”. Los rasgos prominentes del estilo “sacerdotal”,

son las repeticiones, el gusto por la exactitud cronológica y

numérica, las genealogías y la predilección por todo lo referente

al culto.

4. La tradición “DEUTORONÓMICA”

Las tres tradiciones antes mencionadas, aparecen

entremezcladas en los cuatro primeros libros del Pentateuco. En

cambio, la tradición “deuteronómica”, dentro del Pentateuco, se

encuentra casi exclusivamente en el libro del Deuteronomio. Se

destaca por su estilo peculiar. Su lenguaje es solemne, pero al

mismo tiempo directo, cálido y preocupado por suscitar una

incondicional fidelidad al Señor y a su Ley. Es un estilo que quiere

hablar sobre todo al corazón.

LIBROS DEL PENTATEUCO

1. GÉNESIS (BERESHIT)

Como hemos señalado, la palabra griega “génesis” significa origen

o principio. De algún modo, corresponde al contenido del libro, ya

que sus temas principales pretenden mostrarnos en un primer

momento el origen del mundo, por la creación, el origen del mal,

por el pecado, y el origen de la cultura, de la dispersión de los

pueblos y de la pluralidad de las lenguas. En un segundo

momento, nos muestra el origen de la salvación por la elección de

un hombre, que será padre de un pueblo; después, la era

patriarcal, como prehistoria del pueblo elegido: Abraham, Isaac,

Jacob y también José.

Al comenzar la obra con la creación del mundo, el autor

responsable de la composición actual retrotrae la historia de

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salvación hasta el momento primordial, el principio de todo, en

un intento de dar respuesta a los grandes enigmas que acosan al

ser humano: el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, el

individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Estos

problemas no reciben una respuesta teórica o doctrinal, sino

histórica, de acontecimientos. Y de esta historia la humanidad es

la responsable. Pero tal historia está soberanamente dirigida por

Dios, para la salvación de todos los seres humanos.

División del libro

El libro se puede dividir en tres bloques: orígenes (1-11), ciclo

patriarcal (12-36) y ciclo de José (37-50). A través de estos bloques

narrativos el autor va tejiendo una historia que es al mismo

tiempo su respuesta religiosa a los enigmas planteados.

Historia y arqueología

La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los

relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajan en la semana

laboral del relato de la creación en Gn 1. El capítulo 4 expone

unos orígenes de la cultura donde surgen simultáneamente

agricultores y pastores, donde la Edad de Bronce y la de Hierro

se superponen, dejando entrever una era sin metales. La

arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos,

monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los

Patriarcas bíblicos; ese cuadro abarca varios siglos (XIX-XVI a.C.).

Hay que citar, sobre todo, los archivos de Mari (s. XVIII a.C.), los

de Babilonia, testimonios de una floreciente cultura religiosa,

literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este

material nos ofrece un magnífico marco cultural para Génesis,

aunque no uno cronológico.

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Mensaje religioso

Dios interviene en esta historia profundamente humana como

verdadero protagonista. En muchos rasgos actúa a imagen del ser

humano, pero su soberanía aparece sobre todo porque su medio

ordinario de acción es la palabra. La misma palabra que dirige la

vida de los patriarcas, crea el universo con su poder. La aparición

de Dios es misteriosa e imprevisible. Es la Palabra de Dios la que

establece el contacto decisivo entre el ser humano y su Dios.

Como la Palabra de Dios llama e interpela a la persona libre, el

hombre y la mujer quedan engranados como verdaderos autores

en la historia de la salvación. La Palabra de Dios es mandato,

anuncio, promesa. El ser humano debe obedecer, creer, esperar:

esta triple respuesta es el dinamismo de esta historia, tensa hacia

el futuro. Comprometida con la tierra y comprometida con Dios,

intensamente humana y soberanamente divina.

2. ÉXODO (SHEMOT)

El Éxodo, segundo libro del Pentateuco, es el libro de la liberación

y de la Alianza, de los primeros pasos por el desierto y de la

fabricación del instrumental cúltico.

Salida de Egipto

Este es el gran libro épico de la liberación. El Señor irrumpe en la

historia poniéndose al lado de un pueblo de esclavos, oprimido

por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón

resiste al actuar divino por razón de Estado: razón política,

porque la minoría extranjera (hebreos) se está haciendo mayoría;

razón militar, porque podrían convertirse en peligroso apoyo del

enemigo; razón económica, porque suministran mano de obra

gratis.

Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros Dios

descarga sus golpes. Al final el Señor se impone y el faraón

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reconoce su culpa y los israelitas son empujados a salir del país

de la opresión. El último autor de estos relatos, utilizando textos

diversos, compone un cuadro estilizado y grandioso. Dios actúa,

en parte, por medio de Moisés, el gran liberador humano, que

realiza por adelantado la experiencia del pueblo, se solidariza con

él, lo moviliza. Se enfrenta tenazmente con el faraón y crece hasta

hacerse figura legendaria. El último acto se desenvuelve en un

escenario cósmico: un desierto hostil que se dilata a la espalda,

un agua amenazadora que cierra el paso al frente, un viento

aliado que cumple las órdenes de Dios. En la batalla cósmica se

consuma la derrota de un ejército prepotente y la salvación de un

pueblo desarmado.

Estos capítulos se clavan en la memoria del pueblo,

convirtiéndose en modelo o patrón de sucesivas liberaciones. Con

la misma función penetran en el NT y extienden su influjo e

inspiración incluso a gente que no cree en ese Dios liberador. El

Señor será siempre para Israel “el que nos sacó de Egipto, de la

esclavitud”.

Historicidad

¿Quiso el autor escribir historia, es decir, relatar hechos

sucedidos? En caso afirmativo, ¿qué criterios y técnicas

narrativas empleó? Partiendo del texto, ¿podemos reconstruir un

proceso histórico? Y si esto es posible, ¿podemos rastrear sus

huellas? El libro no nos ayuda mucho a responder a estas

preguntas, pues es muy vago en detalles significativos, y contiene

grandes silencios y lagunas al respecto. Por ejemplo: ¿cómo se

llama el faraón? –en otros libros se suministran nombres: Ciro,

Nabucodonosor, etc.--. No se aducen fechas, casi todo es anónimo

e indiferenciado.

Fuera del libro no encontramos en la literatura circundante

referencias precisas a los hechos narrados. La arqueología de

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Palestina ofrece un testimonio ambiguo. Evidencia movimientos

de población y cambios culturales hacia el 1200 a.C., al pasar de

la edad de bronce a la edad de hierro, pero en muchos detalles no

concuerda con el relato bíblico.

A favor de la historicidad histórica del libro se aduce un

argumento de coherencia interna bíblica: sin una experiencia

egipcia y una salida con un guía, es muy difícil explicar la historia

sucesiva y los textos bíblicos.

Se señala como fecha más probable para los acontecimientos, el

reinado en Egipto de Ramsés II, nieto de Ramsés I, fundador de

la dinastía XVIII e hijo de Seti I, quien restableció el dominio

egipcio sobre Palestina y Fenicia. Firmado el tratado de paz con

el monarca hitita Hatusilis III, el faraón sucumbió a una fiebre

constructora de ciudades y monumentos.

Mensaje religioso

Por encima de todo, el Éxodo es el testimonio de la revelación de

Dios como liberador, sensible al dolor y al clamor de un pueblo

que sufre la opresión y que, por tanto, decide inclinar su fuerza

en favor del débil. Esta auto-revelación de un Dios que no tolera

la opresión ni la injusticia es la clave para entender cómo la fe

israelita describe las acciones que dieron como resultado su

liberación del poderío egipcio. Pero también es la clave

permanente para que todo pueblo oprimido, de hoy y de mañana,

se sacuda de la opresión de la esclavitud, contando no solo con

la aprobación de Dios, sino lo que es más importante, con el poder

y el aliento de su presencia liberadora.

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3. LEVÍTICO (VAYIKRÁ)

De todos los libros del AT, el Levítico es el más extraño, el más

árido e impenetrable para los lectores cristianos. Se centra en

tabúes de alimentos, normas primitivas de higiene y

prescripciones rituales y de culto.

Contexto histórico en el que surgió el Levítico

En el siglo V a.C. los judíos formaban una provincia bajo el

dominio de Persia. No tenían independencia política ni soberanía

nacional y dependían económicamente del gobierno imperial. No

tenían rey y probablemente tampoco profetas, pues la época de

los grandes profetas había pasado. Pero eran libres para practicar

su religión, seguir su derecho tradicional y resolver sus pleitos.

Muchos judíos crecían y vivían en la diáspora.

En estas circunstancias el Templo y el culto de Jerusalén son la

gran fuerza de cohesión, y los sacerdotes sus administradores. La

otra fuerza es la Torá, conservada celosamente, interpretada y

aplicada con razonable uniformidad en las diversas comunidades.

Es así como surgió el enorme cuerpo legislativo conocido

posteriormente con el nombre de Levítico –perteneciente al

mundo sacerdotal o clerical—con todas las normas referentes al

culto, aunque contiene también algunas de ámbito civil. Con

cierta lógica, el recopilador insertó este código legal en la

narrativa del Éxodo, en el tiempo transcurrido –casi dos años—

desde la llegada de los israelitas al Sinaí (Éx 19) y su salida (Nm

10). Es así como el libro del Levítico llegó a formar parte del

Pentateuco.

Mensaje religioso

El Levítico es en gran parte un libro de ceremonias, sin la

interpretación viva y sin los textos recitados. En este sentido,

resulta un libro de consulta más que de lectura.

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4. NÚMEROS (BEMIDBAR)

Este libro que llamamos Números, por la referencia a los dos

censos que contiene y por la minuciosidad aritmética que ofrece

en cuestiones relacionadas con el culto, la tradición hebrea,

según su costumbre, lo llama “En el desierto”, pues es una de las

primeras palabras con las que comienza el relato. El desierto es

el marco geográfico y también teológico, en el que se llevan a cabo

todas las acciones.

Contexto del libro

El pueblo sigue en el desierto: sale del Sinaí (1-10) y se acerca a

la tierra prometida después de un largo rodeo (21,10-33,49). A lo

largo del peregrinaje va enriqueciendo su caudal de leyes o

disposiciones. El autor ha convertido las andanzas de grupos

seminómadas durante varios años en la marcha procesional de

todo Israel, perfectamente dividido por tribus y clanes, organizado

y dispuesto como para un desfile militar o una procesión sacra.

Las tribus son los “escuadrones” del Señor, cada una con su

estandarte, que avanzan en rigurosa formación: en el centro, el

Arca de la Alianza y la Tienda del Tabernáculo; alrededor los

aaronitas y levitas y las doce tribus, tres por lado.

El viaje se realiza en cuarenta etapas (33), a toque de trompeta

(10). El término del viaje es tierra sagrada y también es sagrada

la organización; los israelitas son peregrinos hacia la tierra de

Dios. A lo largo del viaje vemos a Moisés como jefe y legislador, en

sus debilidades y desánimos, intercediendo a favor del pueblo.

Mensaje religioso

Sobre el sobrecogedor escenario del desierto, imagen de nuestro

peregrinar por la tierra, se desarrolla la relación continua entre

Dios y su pueblo Israel (símbolo de todos los pueblos). Dios es el

guía de la peregrinación hacia la tierra prometida. A veces lo hace

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con intervenciones de una presencia fulgurante; otras,

silenciosamente, a través de la mediación de los profetas y

personas sabias que Él se ha escogido de entre el mismo pueblo.

El pueblo no es siempre dócil y fiel. Desobedece, se rebela, pierde

la meta de su peregrinación, añora otros caminos más fáciles y

placenteros. Dios se irrita, reprende, castiga, pero siempre es el

Dios que salva. El libro de Números nos ha dejado el ideal del

desierto, de las tentaciones y de la lucha, como el lugar

privilegiado del encuentro del ser humano con su Dios. Tan

grabado quedó en la conciencia colectiva de Israel, que toda

reforma posterior será una llamada profética al ideal desierto.

Es también el “desierto” a donde Jesús se retira antes de iniciar

su vida pública para profundizar en su identidad de Hijo de Dios

y vencer las tentaciones del maligno. Y serán también los Padres

y Madres del desierto, en la primera gran reforma del

cristianismo, los que dejarán para toda la historia de la Iglesia la

impronta indeleble del “desierto” como camino de conversión y

reencuentro con Dios.

5. DEUTERONOMIO (DEVARIM)

Moisés culmina su misión liberadora y el pueblo su largo

peregrinar por el desierto. En cierto sentido, el movimiento del

Pentateuco se remansa y se aquieta en la meseta de Moab:

silencio contenido para escuchar largos discursos de un hombre

que se dispone a morir. Al mismo tiempo la historia se rompe.

Moisés ha de morir antes de completar toda su empresa, el pueblo

se queda a las puertas de la tierra prometida, ante la frontera

geográfica del río Jordán. ¿Qué será del pueblo, cómo ha de

organizarse, quién lo guiará?

Se anticipa la vida del pueblo en un código que prevé y resuelve

las situaciones más importantes de la historia: monarquía,

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sacerdocio, profetismo, culto, justicia, guerra y paz, familia y

sociedad. Moisés lucha desesperadamente por inculcar esta ley,

por meter en las entrañas la fidelidad radical y duradera al único

Señor, a sus leyes y mandatos, a las exigencias de la historia;

lucha contra el olvido, el cansancio, la desesperanza. Y sintiendo

que no va a vencer, Moisés deja un poema de testimonio que le

sobreviva. Renueva la Alianza, compila sus leyes, encara al

pueblo con la gran decisión de su existencia.

Historia del libro

Las instituciones, la legislación y el mensaje de Deuteronomio

acompañan al lector desde el comienzo de la obra histórica: como

lo que pudo ser y no fue, pero puede y debe volver a ser si el

pueblo se convierte. Es como un punto de arranque que coloca

toda la historia subsiguiente bajo el signo de la libertad

responsable ante Dios.

Es bastante probable que el núcleo de este libro, sin adiciones

posteriores, sea el documento encontrado en el Templo en

tiempos de Josías (2 Re 22), que sirvió de impulso y base para la

reforma del rey. Josías fue rey de Judá entre 639 y 608 a.C., e

instituyó reformas importantes. En su reinado se inició la

recopilación y edición del Deuteronomio bajo el liderazgo religioso

del profeta Jeremías. No es probable que el libro se fabricase de

una sola vez en aquella época, pero sí lo es que fuera obra de

círculos reformadores. Es probable que parte del material legal se

remonte a tiempos antiguos, mientras que la exhortación sobre la

Ley también puede tener raíces seculares.

Mensaje religioso

Deuteronomio es un libro de gran riqueza teológica, cuya teología

mana de una preocupación pastoral. Deseando inculcar al pueblo

la fidelidad al Señor y sus leyes, el autor recoge la historia y la

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comenta; saca de ellas unas cuantas directrices grandes y

fecundas, afianza la ley en la historia, apela a la conciencia lúdica

y responsable.

A primera vista, puede llamar la atención la insistencia en la

centralización del culto. En la superficie, eso es una medida

restrictiva para cortar los abusos de los santuarios locales; en el

fondo, es una convicción radical: que Dios es uno solo, el Dios

único de Israel. Todas sus leyes se concentran en el mandamiento

principal del amor o lealtad a Dios. Israel es un pueblo de

hermanos que han de ser unánimes en la lealtad a su Dios, y

cada israelita tiene que darse entero a ese compromiso.

Dios ha elegido al pueblo por puro amor, y sin méritos previos le

va a regalar una tierra y le exige una tarea. Si el pueblo la cumple,

obtendrá nuevos beneficios de su Dios, sobre todo, el beneficio

supremo de la convivencia con Él; si no la cumple, Dios lo

castigará sin abandonarlo del todo, llamándolo a la conversión.

La tarea no es puramente cúltica, es ante todo una tarea de

justicia social y amor fraterno.

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