Antigona y la legitimación de la ley

5
ANTIGONA Y LA CRISIS DE LA LEY. I. A modo de introducción. Si partimos de la idea que piedad, terror, conflicto, rebelión, reconciliación, exaltación, y sufrimiento del inocente son los elementos que forman el placer trágico, somos concientes que el mito de Antígona tiene varias lecturas; sin embargo, nuestro interés estriba en revisar las exigencias en conflicto de la ley de los dioses y la ley del hombre, ya que a nuestro juicio esto es lo que le da forma a la tragedia de Antígona como grande y torturada. Se trata pues, de una tensión entre el sentimiento individual y el sentimiento social que pone en evidencia la existencia de principios éticos opuestos o diferentes en relación al Edicto de Creonte. Conflicto en el que ninguna de las partes cede a pesar de que ambas leyes son perfectamente legitimas y que contraponen un viejo derecho y un nuevo derecho que de llegar a una síntesis puede configurar una pluralidad de momentos éticos que le den un nuevo sentido a la vida. Pero ambos al no ser conscientes de ello pompen otros principios que están obligados respetar, y que por no hacerlo caen en irrefrenable exceso que los lleva al abismo de la perdición. En apariencia nadie triunfa, sino que perpetúan el conflicto entre el derecho y la ética. Sin embargo, al final de la tragedia hay una función utópica que nos desafía y empuja a considerar la tesis de Georges Bataile “La transgresión no es la negación de lo prohibido, sino que lo supera y lo completa”. En consecuencia debemos preguntarnos: ¿A quien le corresponde solucionar este conflicto? ¿Se consolida la razón del Estado cuando triunfa sobre la moral? ¿Mantiene la substancia ética el sujeto trágico cuando en su intento de cumplir con un principio viola otros que debe respetar? II. Enfrentamiento entre la ley como lo prohibido y la ley como lo humano. La ley de lo prohibido es representada por Creonte, quien para mantener una orden es capaz de llegar hasta las últimas consecuencias. Según éste para defender a los Thebanos y mantener el orden en la ciudad los traidores deben ser privados del honor de la sepultura. Al ver el edicto desde esta perspectiva podemos decir, que tiene 1

description

 

Transcript of Antigona y la legitimación de la ley

Page 1: Antigona y la legitimación de la ley

ANTIGONA Y LA CRISIS DE LA LEY.

I. A modo de introducción. Si partimos de la idea que piedad, terror, conflicto, rebelión, reconciliación, exaltación, y sufrimiento del inocente son los elementos que forman el placer trágico, somos concientes que el mito de Antígona tiene varias lecturas; sin embargo, nuestro interés estriba en revisar las exigencias en conflicto de la ley de los dioses y la ley del hombre, ya que a nuestro juicio esto es lo que le da forma a la tragedia de Antígona como grande y torturada. Se trata pues, de una tensión entre el sentimiento individual y el sentimiento social que pone en evidencia la existencia de principios éticos opuestos o diferentes en relación al Edicto de Creonte. Conflicto en el que ninguna de las partes cede a pesar de que ambas leyes son perfectamente legitimas y que contraponen un viejo derecho y un nuevo derecho que de llegar a una síntesis puede configurar una pluralidad de momentos éticos que le den un nuevo sentido a la vida. Pero ambos al no ser conscientes de ello pompen otros principios que están obligados respetar, y que por no hacerlo caen en irrefrenable exceso que los lleva al abismo de la perdición. En apariencia nadie triunfa, sino que perpetúan el conflicto entre el derecho y la ética. Sin embargo, al final de la tragedia hay una función utópica que nos desafía y empuja a considerar la tesis de Georges Bataile “La transgresión no es la negación de lo prohibido, sino que lo supera y lo completa”. En consecuencia debemos preguntarnos: ¿A quien le corresponde solucionar este conflicto? ¿Se consolida la razón del Estado cuando triunfa sobre la moral? ¿Mantiene la substancia ética el sujeto trágico cuando en su intento de cumplir con un principio viola otros que debe respetar?

II. Enfrentamiento entre la ley como lo prohibido y la ley como lo humano. La ley de lo prohibido es representada por Creonte, quien para mantener una orden es capaz de llegar hasta las últimas consecuencias. Según éste para defender a los Thebanos y mantener el orden en la ciudad los traidores deben ser privados del honor de la sepultura. Al ver el edicto desde esta perspectiva podemos decir, que tiene legitimidad, ya que a todo gobernante le corresponde mantener el orden, y por tanto toda acción de desobediencia debe ser reprimida. Sin embargo, el problema acá y que precisamente origina el conflicto, es que la ley positiva decretada por el tirano choca con el amor y el deber moral contemplado en la ley de sangre. De ahí que Antígona se encuentra entre la espada y la pared, entre la obediencia a la ley escrita que le prohíbe sepultar a su hermano polynice y la desobediencia a la ley no escrita en lo exterior sino escrita por los dioses en el interior el hombre, que impone el deber moral de sepultar a un ser querido, en otras palabras la ley que le permite reconocer la calidad de lo humano. Bajo este sentido, se pone en juego el enfrentamiento ético entre el orden y la necesidad que al no ser conciliados conducen al caos, porque la dialéctica de la intimidad y de lo público, de lo doméstico y lo cívico no alcanza la síntesis. En efecto, por más que Antígona invoque la ley divina como superior a la de los hombres no logra el avenimiento de Creonte, reproducimos aquí parte del dialogo: “los dioses manes ellos jamás impusieron leyes tales a los hombres, y yo no pude creer nunca que tus pregones tuvieran fuerza superior a la de las leyes no escritas, pero infalibles y eternas de los dioses […] Si tú calificas de locura mi conducta, me consideraré juzgada de insensata por un insensato.” Creonte responde: “Pensar con tal soberbia no es tolerable en quien se halla sometido á los demás. No le ha bastado a esta insensata haberme ultrajado, violando mis decretos, sino que a este crimen le añade un segundo ultraje, glorificándose y regocijándose de su acción. Así continua el conflicto, Antígona

1

Page 2: Antigona y la legitimación de la ley

sosteniendo que el dios infernal plutón pide iguales ritos para todos, Creonte declarando “Mientras yo viva, no consentiré que una mujer nos dicte la ley.” Tal como podemos apreciar, se trata de un enfrentamiento entre el hombre gobernante que recurre al poder político para mantener la razón del Estado, y Antígona que como mujer y madre no tiene relación con el poder guerrero o político por lo que recurre al amor de hermano que comparte y no al odio, y que precisamente por ello ante los Thebanos y los dioses justifica y santifica su acción de la ley como lo humano. En cambio Creonte con su acción arrogante y orgullosa considera como única racional su postura calificando la de Antigona, Hemón y Tíresias como insensatas. De ahí que su pérdida de visión y audición lo conducirá al abismo de la tragedia no obstante que es advertido a tiempo. En definitiva, fatal es el destino del hombre que por mantener la prohibición contenida en la ley va en contra de la naturaleza y de los dioses; de la naturaleza porque son los muertos los que van a la sepultura y no los vivos; y de los dioses porque el hombre no se debe endiosar frente al resto de los mortales, y eso es lo que hace Creonte ya que como tirano se impone a Antígona como mujer y madre; y frente a los Thebanos porque sostiene que estos no le van decir como dictar la ley. Se trata pues de un hombre que como tirano obedece a sus instintos y no la razón de los otros o de los dioses, y por eso demasiado tarde reconoce que frente a la divinización de la sociedad también existe el amor de su hijo y esposa ahora muertos. Aunque en lo personal se salva al final cuando abandona su estrategia unilateral y reconoce un mundo deliberativo más complejo.

III. La angustia de Antigona y la transgresión como complemento. Antigona al juzgar entre la prohibición impuesta a la ciudad y la acusación futura de haber cometido una traición por no haber dado sepultura a su hermano insepulto, enfrenta la angustia y la cura en el sentido de lo heroico, se puede decir que elude el horror de cubrir el cadáver de polynices y, en ese acto, le da un sentido sublime a su propia muerte, por eso la toma de sus propias manos cuando se cuelga en medio de la oscuridad que no le corresponde: un mensajero entra en la escena de la tragedia y relata el hallazgo, Antígona condenada a vivir sus últimos momentos en el encierro que es propio de los muertos, de lo absolutamente otro, en el antro de piedra, cámara nupcial de Hades, colgaba por el cuello, “un nudo corredizo, que había hecho trenzando su cinturón, la había ahorcado”. En esta línea, Ruth Gordillo sostiene: “La descripción ordena el caos. El orden universal se muestra: los muertos a sus tumbas, los vivos en la tierra estremecidos por la angustia. El rito se impone y la transgresión supera y completa lo prohibido que tiene el sentido de la llegada a la consumación del destino trágico; finalmente, la muerte en su doble cara se muestra en la tragedia de Antígona; ella encarna a la heroína de la epopeya –alcanza la virtud areté al rescatar el honor timé de polinices- y, a la vez, transforma el horror de la muerte de su hermano en la posibilidad de triunfo propio sobre el mandato de Creonte que viola la ley ligada a lo necesario” En consecuencia, la ley que en su afán de salvaguardar el orden de la ciudad establece prohibiciones a tenido que ceder a la ley ligada a lo necesario, pues antes que la polis, es el ser y su orden está caracterizado por la necesidad. Esta naturaleza racional de la ley reivindicada por Antígona al encarnar validez universal deviene triunfadora y su acción se ve legitimada por tebas. En efecto reproduzco aquí parte de la respuesta de Hemón a Creonte respecto a la suerte de antígona: “sé cuanto thebas llora la suerte de esa joven ¡Una doncella, la más inocente del mundo, por una acción que merece toda alabanza, ha de ser castigada con muerte tan horrible!

2

Page 3: Antigona y la legitimación de la ley

IV. Reflexión final. En un mundo de injusticia como en el que vivimos y en donde la filosofía política se esfuerza por la elaboración de teorías de la justicia, la tragedia de Antigona desencadena debates que hasta el día ahora no pierden su vigencia y actualidad. En efecto, el poder y la lex mercatoria en babel conduce cada vez más a la irracionalidad y barbarie de nuestro mundo. En este sentido las leyes tienen como valor supremo la divinización del mercado y la víctimización de los Derechos Humanos. Sin embargo todo parece indicar que el mercado está ganando terreno, ya que la sociedad no genera en los ciudadanos la duda acerca de la ley que los gobierna, ni la pregunta constante si la ley es producto de la semilla de la democratización o de la voluntad del tirano (el mercado) que por ende rechaza un mundo deliberativo. La falsedad de los sistemas democráticos publicitados por el norte –donde la libertad y la dignidad se arrodillan ante el dinero- refuerza el tabú como en Ismena- ya que son pocas las Antígonas que cuestionan el nomos básico de la ley y el poder. De ahí que es impostergable poner en cuestión la ley como principio democratizador e igualitario, pero no sólo eso, sino generar también una conciencia que se niegue a cumplir las prohibiciones de leyes que mutilan y cercenan lo humano. En esta línea, el argumento Martha Nussbaum: “La creencia de que todos los valores se relacionan con la utilidad, la idea de que existen obligaciones cuya desatención es profundamente destructiva para la armonía comunitaria y el carácter individual, que constituyen un aspecto de la postura de Antígona que se salva de la crítica implícita“ 1 A nuestro juicio sigue vigente, pero no como simple duda de la universalidad de la ley, sino como la transgresión que no es sólo negación de lo prohibido, sino como superación y complemento. Claro que no se trata de erradicar el conflicto, pues la justicia florece con éste.

Presentado por: Edwin Godofredo Valladares Portillo.

1 Nussbaum, Martha. “La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega”. Editorial Visor. Madrid. 1995. pp.111.

3