ANTEQUERA 1410-2010 "REENCUENTRO DE CULTURAS"

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Catálogo de la exposición.

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Con la organización de:

y la colaboración de:

AYUNTAMIENTODE ANTEQUERA

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SOCIEDAD ESTATAL DE CONMEMORACIONES CULTURALES

Presidenta

Soledad López

Director de Proyectos

Xosé Luis García Canido

Gerente

Ignacio Ollero Borrero

Directora de Coordinación y Relaciones

Institucionales

Concha Álvaro

Consejo de AdministrACión

Presidenta

Soledad López

Vocales Rogelio Blanco MartínezJavier Bonilla ArjonaRaquel de Diego RuizEduardo Díez PatierJuan Ángel Esteban PaulJosé Aurelio García MartínJosé Antonio Gonzalo AnguloJosé Luis Martín RodríguezRosa Peñalver PérezFrancisco de Asis Javier Rodríguez MañasJuan Carlos Sánchez AlonsoAlberto Valdivielso CañasNatalia Vitores Mingo

Secretario

Manuel Esteban Pacheco Manchado

JUNTA DE ANDALUCÍACONSEJERÍA DE CULTURAInstituto Andaluz de las Artes y de las Letras

Consejero

Paulino Plata Cánovas

Viceconsejera

Dolores Carmen Fernández Carmona

Director del Instituto Andaluz de las Artes de y de

las Letras

Luis Miguel Jiménez Gómez

AYUNTAMIENTO DE ANTEQUERACentro Municipal de Patrimonio Histórico

Alcalde

Ricardo Millán Gómez

Delegada de Cultura

Carmen Pena Ríos

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Soledad LópezPresidenta de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales

En 2010 se cumplen seiscientos años de la toma de la ciudad de Antequera, entonces Medina Anta-qira, por los ejércitos comandados por el entonces Infante Don Fernando. El futuro monarca, con el que se inauguró el gobierno de los Trastámara en la co-rona aragonesa, sentaba así las bases que permiti-rían, apenas ochenta y dos años más tarde, la toma del último bastión del emirato nazarí por los Reyes Católicos, sobrina-nieta y nieto respectivamente del conocido como Fernando “el de Antequera”.

La exposición “Antequera 1410-2010. Reencuen-tro de culturas”, organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), el Ayun-tamiento de Antequera y el Instituto Andaluz de las Artes y las Letras de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, parte del hito que supuso la con-quista de la localidad para repasar la historia de la urbe desde la época árabe hasta su expansión du-rante el siglo XVI, deteniéndose en la campaña del Infante Don Fernando y la importancia del núcleo antequerano en la conquista de Granada en 1492. Antequera se convierte en paradigma único pero, al mismo tiempo, muy representativo, de la transforma-ción del territorio en las últimas etapas de la llamada

“Reconquista”.

La muestra presenta al público general la trans-formación agrícola y paisajística efectuada durante la dominación árabe, con la introducción de técnicas y cultivos que forman hasta hoy parte de la realidad de la zona y la construcción de bastiones y defensas que buscaban proteger ese importante enclave. La conquista en 1410 y la concesión del título de ciudad abrieron paso a la experiencia de castellanización y expansión gracias a un significativo y rápido proce-so de repoblación que tuvo como consecuencia un importante desarrollo arquitectónico y cultural en la

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que tuvo gran relevancia su posición en la encruci-jada Málaga-Córdoba y Sevilla-Granada. Esta última ruta, especialmente, fue decisiva tras la rendición de Boabdil en 1492 y la concesión del monopolio del co-mercio indiano a la ciudad del Guadalquivir en 1503.

Este recorrido por la historia y la importancia de Antequera durante la Baja Edad Media y la Época Moderna es fruto del trabajo de todas las institucio-nes implicadas y de los comisarios, Jesús Romero, Manuel Romero y Virgilio Martínez a los que quiero hacer llegar mi agradecimiento.

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Paulino Plata CánovasConsejero de Cultura de la Junta de Andalucía

La Consejería de Cultura ha demostrado amplia-mente su especial compromiso con la recuperación y difusión de aquellos conocimientos vinculados a nuestra historia y las formas de vida de nuestro pa-sado que han ido conformando a lo largo del tiempo nuestra identidad cultural. Estos objetivos se cum-plen plenamente en la exposición “Antequera 1410-2010. Reencuentro de culturas”, promovida la Socie-dad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), por el Ayuntamiento de Antequera, y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía a través del Institu-to Andaluz de las Artes y las Letras (IALL).

Los 600 años transcurridos desde la incorpora-ción de Antequera a la Corona de Castilla nos dan la suficiente perspectiva para reivindicar un reencuen-tro entre culturas al calor de los principios de paz y tolerancia. La cultura es el mejor vehículo para el diálogo en un contexto político complejo, ya que es capaz de promover la convivencia, el conocimiento mutuo, el intercambio de ideas y experiencias.

Profundizar en lo que supuso este hito en su tiempo desde el punto de vista socio-económico y su repercusión sobre los pobladores de la nueva “ciu-dad” es lo que persigue ahora esta exposición, que acerca los fondos de nuestras colecciones y patrimo-nio a ciudadanos de distintos puntos de la geografía de nuestra comunidad, favoreciendo la planificación de itinerarios culturales por nuestro territorio y, a su vez, dando a conocer nuestras valiosas colecciones a todo aquel que quiera asomarse a ellas.

Ha sido un trabajo complejo, tanto por el pro-ceso de investigación que la sustenta como por la localización y gestión de las aportaciones y piezas rigurosamente seleccionadas con las que era nece-sario contar. Quiero expresar mi agradecimiento a

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los comisarios de la muestra, al comité científico y a todas las instituciones museísticas, instituciones y coleccionistas privados que han facilitado la organi-zación de la exposición, que han hecho posible que vea la luz esta espléndida iniciativa.

Ponemos ahora a disposición de los ciudadanos una exposición deslumbrante y singular, una rara oportunidad para disfrutar de estos valiosos bienes del patrimonio cultural y de la Historia de Antequera y de Andalucía.

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Ricardo Millán GómezAlcalde del Ayuntamiento de Antequera

La conmemoración del VI Centenario de la incor-poración de Antequera a la Corona de Castilla se ha planteado desde el Ayuntamiento como una oportu-nidad única para reflexionar sobre nuestro pasado histórico y, más concretamente, sobre un momento que fue crucial para la posterior conformación de nuestro ser como comunidad local, desde los co-mienzos del siglo XV hasta nuestros días. Digamos que 1410 supone un antes y un después, dado que la soberanía de la plaza pasó de manos de un estado a otro, produciéndose una total sustitución poblacio-nal, cultural y religiosa. Es decir, nuestro territorio, que desde tiempo inmemorial había sido el gran cru-ce de caminos de las tierras de Andalucía, pasaba de ser la punta de lanza del emirato nazarí de Granada a serlo de los reinos castellanos. Y ello ocurrió por la voluntad del Infante Don Fernando, entonces regen-te durante la minoría de Juan II, que quiso avanzar un paso más en el ya largo proyecto de incorporar todo el sur de Al-Andalus a la soberanía castellana. Algo que le hizo pasar a la historia con el sobrenom-bre de ‘el de Antequera’.

Desde el primer momento la Comisión Organi-zadora de los actos del VI Centenario, nombrada por el propio Ayuntamiento, pensó en el montaje de una Exposición que, de alguna manera, viniera a mos-trar esas dos épocas y el hecho en sí que provocó su transición: la toma de la Madina musulmana el día 16 de septiembre de 1410 y la entrega de la Alcaza-ba mediante capitulación el día 24 del mismo mes y año. Ello se refleja en las tres secciones en las que se divide la Exposición: Madinat Antaqira, La Conquista y Hacia la búsqueda de su identidad como ciudad. Para hacer realidad este proyecto hemos contado con la importantísima aportación de diversas institu-ciones, entre las que debo destacar el Patronato del Conjunto Monumental Alhambra y Generalife, Mu-

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seo del Ejército de Toledo, Museo Arqueológico Pro-vincial de Granada, Museo Arqueológico Provincial de Málaga, Museo Municipal de Algeciras, la Real Colegiata de San Sebastián de Antequera, las Archi-cofradías del Rosario y del Socorro de Antequera y el propio Museo de la Ciudad de Antequera.

Y para su organización se ha contado con la participación de la Sociedad Estatal de Conmemo-raciones Culturales del Gobierno de España, con la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y con el Ayuntamiento de la ciudad. También han colabo-rado la Sociedad Cooperativa Agropecuaria ‘Nuestra Señora de los Remedios’ de Antequera, el Grupo Ho-jiblanca y la denominación de origen ‘Antequera’.

El comisariado de la Exposición ha sido compar-tido por Jesús Romero Benítez y Manuel Romero Pé-rez, ambos del Centro Municipal de Patrimonio Histó-rico de Antequera, y Virgilio Martínez Enamorado, de la Escuela de Estudios Árabes de Granada. A todos ellos y a cuantos han participado en la financiación, conceptualización, diseño y producción de tan mag-na muestra quiero expresar mi más sincero agradeci-miento en nombre de la ciudad de Antequera.

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Alberto Luque González

Antonio Cabello Garrido

Antonio García Herrero

Antonio Ramos Ayala

Antonio Villodres Lara

Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario de Antequera

Archicofradía de Nuestra Señora del Socorro de Antequera

Carolina Beltrán García

Fernando Núñez Martínez

Germán Dueñas Beraiz

Isidro Toro Moyano

Jesús Gavira Alba

Joaquín Gallego Sánchez

José Ángel Palomares Samper

José Escalante Jiménez

Juan Antonio López Moreno

Juan Bautista Fernández

Juan Ignacio Gutiérrez Castro

Justo Muñoz Blázquez

M.ª José Rubio Carmona

Manuel Cascales Ayala

Manuel Cruz Sánchez

María Ángeles González Barroso

María Ángeles Pazos Bernal

María del Mar Villafranca Jiménez

María del Pilar Pintor Alonso

María Isabel Olmedo Ponce

María Morente del Monte

Miguel Zugaza Miranda

Museo Arqueológico y Etnológico Provincial de Granada

Museo Arqueológico Provincial de Málaga

Museo de la Alhambra

Museo de la Ciudad de Antequera

Museo del Ejército. Toledo

Museo Nacional del Prado

Museo Municipal de Algeciras

Parroquia de San Sebastián de Antequera

Parroquia del Carmen de Antequera

Patronato de la Alhambra y Generalife

Purificación Marinetto Sánchez

Rafael Ruiz de la Linde

Agradecimientos

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CATÁLOGO

EDITA:

Ayuntamiento de AntequeraCentro Municipal de Patrimonio Histórico

COORDINACIÓN EDITORIAL:

Jesús Romero BenítezManuel Romero PérezVirgilio Martínez Enamorado

TEXTOS:

Antonio Parejo BarrancoPedro Gurriarán DazaVirgilio Martínez EnamoradoManuel Romero PérezSantiago González Sánchez

COMENTARIO DE OBRAS:

Antonio Lara Villodres [A.L.V.]Germán Dueñas Beraiz [G.D.B.]José Escalante Jiménez [J.E.J.]José Luis Romero Torres [J.L.R.T.]José Miguel Puerta Vílchez [J.M.P.V.]Jesús Romero Benítez [J.R.B.]Milagros León Vegas [M.L.V.]María del Pilar Pintor Alonso [M.P.P.A.]Manuel Romero Pérez [M.R.P.]Purificación Marinetto Sánchez [P.M.S.]Virgilio Martínez Enamorado [V.M.E.]

FOTOGRAFÍAS:

Moreno Estudio, Juan Bautista Fernández, Alfredo Sotelo, Tony Smallman, Fotocolor Velasco, Charles Clifford, Pedro Gurriarán Daza, Manuel Romero Pérez, Francisco Durán, Foto Aérea Ikarum, Archivo Histórico Munici-pal de Antequera y Archivo Temboury

DISEÑO E IMPRESIÓN:

Gráficas San Rafael - Antequera

ISBN: 978-84-936615-8-8Depósito Legal: MA-2239-2010

© de la presente edición: Ayuntamiento de Antequera© de los textos: sus autores© de las piezas: sus propietarios

Imagen de la cubierta: Eduardo Lucas Moreno. ‘La Peña de los Enamorados’, 1885, Museo de la Ciudad de Antequera.

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EXPOSICIÓN

ORGANIZAN:

Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC).Junta de Andalucía. Consejería de Cultura. Instituto Andaluz de las Artes y de las Letras.Ayuntamiento de Antequera. Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

COLABORAN:

Sociedad Cooperativa Andaluza Agropecuaria ‘Ntra. Sra. de los Remedios’. Antequera.Grupo Hojiblanca.Consejo Regulador de la D.O.P. Antequera.

COMISARIOS:

Jesús Romero BenítezManuel Romero PérezVirgilio Martínez Enamorado

COORDINACIÓN:

Marcelo SartoriIsabel Albert

DISEÑO EXPOSITIVO:

Eloy Martínez de la Pera, [Sintítulo] Proyectos S.L.

DISEÑO GRÁFICO:

Víctor Rodríguez, Fluxop S.L.

ARQUITECTO:

Francisco Bocanegra

MONTAJE:

Arteria. Logística del Arte S.L.

RESTAURACIÓN DE PIEZAS:

María Isabel Olmedo PonceRafael Ruiz de la Linde

SEGUROS:

Nationale Suisse

TRANSPORTES:

Ordax. Transporte & Exposiciones

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Índice

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ESTUDIOS 21

Cuando Antikaria pasó a ser Antaqīra. En torno a la historiografía y a

la arqueología de una ciudad andalusí y de su alfoz 23

Virgilio Martínez Enamorado y Manuel Romero Pérez

Antequera, una ciudad amurallada. Análisis de las fábricas y

construcción de sus defensas medievales 63

Pedro Gurriarán Daza

Estrategias político-militares presentes en la conquista de Antequera 91

Santiago González Sánchez

De la frontera a Trento: los primeros tiempos de la Antequera

castellana (1410-1550) 127

Antonio Parejo Barranco

CATÁLOGO 167

BIBLIOGRAFÍA 324

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Estudios

RELACIÓN DE AUTORES

Antonio Parejo Barranco

Pedro Gurriarán Daza

Virgilio Martínez Enamorado

Manuel Romero Pérez

Santiago González Sánchez

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CUANDO ANTIKARIA PASÓ A SER ANTAQĪRA. EN TORNO A LA HISTORIOGRAFÍA Y A LA ARQUEOLOGÍA DE UNA CIUDAD ANDALUSÍ Y DE SU ALFOZ.

Virgilio Martínez EnamoradoEscuela de Estudios Árabes de Granada. CSIC.

Manuel Romero PérezServicio de Arqueología. Ayuntamiento de Antequera.

Página anterior: Muralla meridional de la Alcazaba de Antequera. Al fondo, la Peña de los Enamorados.

“Antequera es un lugar dotado de excelen-te tierra, magníficos alimentos y rica ganade-ría. Un espejo en el que gusta mirarse durante todo el año. Posee amplia y llana campiña, or-namentada por jóvenes y viejas plantas. Patria buena de buena gente. Los arroyos serpentean ocultándose entre los huertos, sin quejarse del largo camino que recorren y ofreciendo un bellísimo aspecto, realmente incomparable en hermosura y en fertilidad. A pesar de su am-plitud, esta campiña no se queja de falta de agua”1.

1. HISTORIOGRAFÍA LOCAL: ANTAQĪRA ENTRE LA GLORIOSA ROMANIDAD Y LA REDENTORA CONQUISTA A LOS MOROS

Un pasado romano, siempre ostentoso, que eclipsa lo andalusí hasta hacerlo, en alguno de sus

1 Ibnal-Jaṭīb,Mi‘yār, ed. y trad. K. Chabana, p. 66 y trad. castella-na p. 137.

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períodos, casi diminuto —o lo que es peor, invisi-ble—, explica en parte el abandono sufrido por el pe-ríodo árabo-medieval de Antequera en la historiogra-fía, apenas unas líneas en algunos de los compen-dios que desde el siglo XVII se destinan a explicar el devenir histórico local. Frente a ese pasado impe-rial, ponderado con los excesos habituales, madīnat Antaqīra supone un período de oscura ofuscación en-tre esa gloriosa romanidad y la redentora conquista castellana, refundación de la Antequera, hispánica y moderna, y punto de partida para la construcción de una nueva identidad historiográfica local que en-lace con los “tiempos actuales”, sean estos el siglo XVI o el XXI. Tanto la intelectualidad de la Antequera preilustrada del XVII e ilustrada del XVIII2 como la posterior decimonónica3 se encargaron de crear una tradición historiográfica local, excepcional numéri-camente, centrada en los tiempos romanos con in-cursiones, siempre anecdóticas, salvo en el caso de la conquista castellana, hacia al-Andalus. El glorioso nombre de Antikaria se convierte en un infame y omi-noso Antaqīra, indigno de los hazañosos episodios vividos por la ciudad bajo la insigne Roma.

Al estilo de lo que suponen para la capital mala-citana las obras del Padre Roa4, Morejón5 o, incluso, I. Marzo6 y F. Guillén Robles —éstas últimas dedicadas a toda la provincia—, para Vélez-Málaga los compen-dios de Vedmar7 y Vázquez Rengifo8, para Marbella las Conjeturas de Vázquez Clavel9 o para Ronda los

2 Cabrera, 1645; Tejeda y Nava, s.d.; García de Yegros, 1713; Ba-rrero Vaquerizo, s.d.; Cabrera y Rojas, 1790.

3 Solana, 1814; Fernández, 1842; Historia compendiada de Ante-quera, 186; Benavides Checa, 1892.

4 Roa, 1622.

5 Morejón, 1676, reed. 1999.

6 Marzo, 1850.

7 Vedmar, 1640.

8 Vázquez Rengifo, 1617, reed. 1998.

9 Vázquez Clavel, 1999.

libros de Rivera Valenzuela10 y Moretti11, esta obra de historiografía local supera en número, sin embargo, a la producida en otras ciudades malacitanas. Y ello se debe, primero, a la potente evocación urbana de aquella Antikaria —siempre en relación con Singi-lia— y, también, a la permanente necesidad de rei-vindicar el pasado romano que tiene una intelectuali-dad local siempre dispuesta a ensalzar sus perdidas glorias bajo aquel impulso civilizador.

Esa historiografía local y su relación con el “otro”, el moro en este caso, ha merecido la atención de un investigador, J. J. Cobos Rodríguez, quien es-tablece una diferencia clara en la erudición anteque-

10 Rivera Valenzuela, 1766-1767, reed. 2002.

11 Moretti, 1867.

Bastida y Torreón del Asalto en la Historia de Antequera del Padre Cabrera. Siglo XVII

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rana de los siglos XVII y XVIII entre el Padre Cabrera, García de Yegros y Barrero Baquerizo, por un lado, y Francisco Tejeda y Nava, por otro, “el único que nos deja una muy valiosa y detallada descripción sobre los restos de murallas, torres y puertas que quedaban en pie a principios del siglo XVII”12. Coinciden todos ellos en su manifiesta militancia maurofóbica, sin apenas incursiones en otros episodios que no sean el de la conquista de la villa13, por lo que “absoluta-mente nada se dice o se comenta respecto al ‘otro’ a lo largo de casi siete siglos”14. No se trata de una situación aislada en el contexto hispano, pues como ha puesto de relieve Cobos Rodríguez, esa tradición historiográfica antequerana se inserta sin problema ni contradicción en la visión que sobre al-Andalus se forjó en España desde el siglo XVI en adelante.

En los siglos XIX y XX, por otro lado, se mantiene la tónica de las centurias anteriores en autores como

12 Cobos Rodríguez, 2002a, p. 83.

13 La conquista de la ciudad, como glorioso acto de su “funda-ción” en el discurso eclesial, ha sido el único acontecimiento que ha merecido la atención de la erudición local. Sin duda, a ello ha contribuido la presencia de la toma en el Romancero de frontera: a título de ejemplo, véase López Estrada, 1960.

14 Cobos Rodríguez, 2002a, p. 86.

M. Solana15, C. Fernández16, Quirós de los Ríos17 y Benavides Checa18, para la primera de las dos cen-turias, y Fermín Requena (Madina Antakira)19 en el siglo XX. Antequera apenas si es nombrada, casi de pasada, en obras de carácter general, como algunas del archidonense Francisco Javier Simonet. En su Descripción del Reino de Granada esto es lo que dice de nuestra ciudad:

“Medina Antecaira, la Antikaria de las inscripciones romanas, hoy Antequera, era en efecto ciudad antigua así como populosa y principal. Ebn Aljathib traza el elogio y la cen-sura de esta población, diciendo que era un lugar de hermosa apariencia con que se ador-naba el rostro del año, sitio de prosperidad, de sembrados y de rebaños y de abundantes alimentos y de numerosa población; que sus espaciosas campiñas, ricas en toda clase de plantíos y de pastos, así recientes como secos, se veían regadas por muchos arroyos y largas acequias, que semejaban ensortijadas serpien-tes, y así no había tierra que la superase en los dones de la agricultura, como tampoco en la muchedumbre de su sal. Pero en cambio dice que era un corcel demasiado impetuoso, libre y alborozado, y que no podían asegurarla firme-mente soldados armados de pies a cabeza, ni armaduras espaciosas; que era escasa en di-versiones y falta de dulzura y benignidad; que su gente era de mala y altiva condición; que no recibían cordialmente al peregrino, y andaban en frecuente trato con los enemigos”20.

15 Solana, 1814.

16 Fernández, 1842.

17 Quirós de los Ríos, 1888.

18 Benavides Checa, 1892.

19 Requena, 1953.

20 Simonet Baca, 1860, p. 83.

Ataifor califal procedente de Madīnat Antaqīra

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La excepción a toda esa omisión que vivió la historiografía sobre la ciudad andalusí aparece re-presentada por el trabajo del arquitecto Leopoldo Torres Balbás, que con el título “Antequera islámica” se publicó en la Crónica Arqueológica de la Revis-ta Al-Andalus21. Este trabajo permite situar por fin la madīnat Antaqīra en el mapa de la arquitectura y la arqueología andalusíes, al margen de que, como es del todo lógico, el insigne estudioso español no aportara noticias de todas las fuentes árabes, dado

21 Torres Balbás, 1951. De su obra sobre la Antequera andalusí, dice Cobos Rodríguez, 2002a, pp. 119-120 que es “el trabajo más completo hasta la fecha de hoy sobre Antequera durante la época andalusí, adentrándose tanto en aspectos físicos de la alcazaba como citando importantes fuentes escritas medievales, crónicas castellanas y referencias árabes”.

que por aquel entonces una buena parte de las que ahora manejamos ni siquiera estaban editadas. De ese trabajo ha bebido la historiografía local o provin-cial, incapaz hasta fechas recientes de modificar las conclusiones establecidas por el insigne arquitecto ni de manejar otras fuentes distintas a las que él con-sultara22. Sólo desde la planificación arqueológica del último decenio del siglo XX y primero del XXI23 se han podido ofrecer datos nuevos que pudieran arrojar un haz de luz sobre ese período, por mas que se hayan desaprovechado distintas oportunidades para aquilatar esos conocimientos, procedentes in-directamente de los análisis destinados a explicar el poblamiento de la comarca. Es suficiente comprobar el volumen de la bibliografía centrada en la Antika-ria romana24 y el que se dirige a explicar la Antaqīra andalusí y su distrito para comenzar a comprender una situación que es común a una buena parte de las ciudades andaluzas con pasado romano, sobre todo aquellas que se emplazan en el Valle del Guadalqui-vir. Ni siquiera en los trabajos documentales sobre la Antequera castellana y bajo-medieval de los siglos XV y XVI como pueden ser dos tesis leídas bajo esa temática25 se logra incluir en el discurso histórico la extinta Antaqīra, si acaso retales de lo que fue, basa-dos a veces en muchos casos en estereotipos fijados con mucha antelación.

En efecto, la moderna arqueología está dando unas dimensiones más aprehensibles y concretas del pasado andalusí de la ciudad. Desde finales de los años noventa y especialmente durante la presen-

22 Véanse los distintos trabajos centrados en la Antequera mu-sulmana, publicados sobre todo en revistas de difusión local: Alijo Hidalgo, 1979; Fernández López, 1993; Moreno López, 1996; More-no López, 2002a; Moreno López, 2002b.

23 Citaremos: Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2002; Romero Pérez, 2003.

24 Recogida en buena parte en Corrales Aguilar y Mora Serrano, 2007.

25 Una consiste en la edición del Libro de Repartimiento, realiza-da por Alijo Hidalgo, 1983; la otra, un estado de la cuestión sobre Antequera a fines del siglo XV debido a Pérez Gallego, 1992.

Grabado de Arnoldo Van Westerhout, con una representación ideal del Arco de los Gigantes.

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te década, el Ayuntamiento de Antequera viene tra-bajando en un ambicioso programa de recuperación y estudio de la fortaleza medieval antequerana26. Para ello se han realizado varias campañas de do-cumentación topográfica y arqueológica así como diversas actuaciones de restauración que han teni-do por objeto la conservación y la puesta en valor de este conjunto arqueológico. Sin duda la reapertura al público de la Alcazaba antequerana en diciem-bre del 2008, después de permanecer casi diez años cerrada, ha constituido un punto de inflexión en los objetivos marcados en este proyecto. Pero las actua-ciones se han repartido por todo el recinto murado de la madīna, lo que nos ha proporcionado un con-junto más o menos coherente de datos, algunos ya apuntados por Torrés Balbas27. A ello se unen otros descubrimientos: las murallas y barbacanas del su-reste, las barbacanas orientales del primer recinto, el foso, la coracha, la nueva puerta del agua, nuevas torres albarranas, poternas, torreones de refuerzo en la cerca, albacar y el complejo defensivo de la plaza del Carmen… En definitiva, estamos en disposición

26 Delegación provincial de Cultura Doc. 4127 de 5/10/1999.

27 Torres Balbás, 1951.

de asegurar que se ha producido el reconocimiento topográfico del 95% del conjunto murado y se ha pro-cedido al análisis arqueológico de los lienzos y de todas las estructuras defensivas que lo articulan. Es-tos trabajos han permitido aproximarnos al proceso evolutivo de la cerca medieval, con lo que se pueden establecer fases de crecimiento de la madīna a partir de esas evidencias. Como quiera que en otro capítu-lo de esta publicación se puede leer un espléndido y pormenorizado análisis de los paramentos de la cer-ca y de los principales elementos que forman parte del recinto defensivo antequerano28, no entraremos en el estudio de estas murallas urbanas29.

2. EL PERÍODO DE FORMACIÓN DE AL-ANDALUS EN LA TIERRA DE ANTEQUERA (SIGLOS VIII-X)

No descubrimos nada al afirmar que la Tierra de Antequera ofrece unas magníficas disponibilidades para el asentamiento humano, dato que no consigue explicar, al contrario, los vacíos históricos que se dan en determinados períodos, para los que la ausencia de información es particularmente patente. Segura-mente la solución a esas “incógnitas” no están tanto en una virtual ausencia de datos, para algunos ge-nerados autónomamente y sin preguntar al registro

—cualquiera que sea éste—, sino en la incapacidad que tenemos de interrogar a todos esos registros, preguntas que nos permitirían empezar a adentrar-nos en el poblamiento de esas etapas, ayunas aprio-rísticamente de información.

28 En este sentido las aportaciones del arquitecto e investigador Pedro Gurriarán han sido fundamentales, así como los trabajos ar-queológicos realizados en sus dos últimos años de vida por nues-tro malogrado compañero José Antonio Rambla Torralvo.

29 Debido al arquitecto Pedro Gurriarán Daza con el título “Ante-quera, una ciudad amurallada. Análisis de las fábricas y construc-ción de sus defensas medievales”.

Coracha y torre albarrana del Agua. A la derecha, la posible localización de los baños musulmanes

de la ciudad.

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Uno de los períodos que resultan más contro-vertidos, por especialmente opacos, son los llama-dos “siglos oscuros” del Medievo, aproximadamen-te entre la cuarta y la décima centuria después de Cristo, sobre los que se repite un discurso similar para distintas comarcas ante la ausencia de una es-trategia conducente a generar información histórica de calidad. Para el caso de la tierra de Antequera el discurso empleado es éste: desde el siglo III, con la devastación ocasionada por los mauri en la ciudad de Singilia Barba, la región de Antequera se ve some-tida a una profunda parálisis de las formas urbanas y a una contracción de la actividad comercial, situa-ción pareja a la que se da en todo el Mediterráneo occidental. En ese contexto es cuando se produce, en el siglo VIII, la instalación de los contingentes árabes; Antaqīra no pasa de ser una simple fortaleza (ḥiṣn, pl. ḥuṣūn) entre esa centuria y el siglo X, en consonancia con los niveles emirales detectados en las excavaciones habidas en la Alcazaba, todo ello sin refrendo documental dado que las fuentes guar-dan silencio sobre esa fase de la Antequera andalusí; no nombrarán el enclave sino hasta el siglo XI, con unas condiciones que permiten aproximar el enclave al concepto de madīna.

Todo ello, sin embargo, ha de ser matizado ante la concurrencia de otros datos, a mitad de camino entre la historiografía y la interpretación arqueoló-gica. Esas matizaciones se dirigen a establecer se-cuencias cronológicas en la ocupación de los distin-tos emplazamientos de la tierra de Antequera, que, sin duda, formaba uno —o más de uno— de entre la treintena de distritos (aqālīm, pl. de iqlīm) a los queserefiereYāqūtcomointegrantesdelacircuns-cripción (kūra, pl. kuwar) de Rayya. Asunto distinto es que la cabecera de dicho distrito recayera en la antigua Antikaria, rebautizada como Antaqīra, o, por el contrario, hubiera pasado a Singilia/Sanŷīla, lo que parece más lógico a la luz de algunas evidencias. El mantenimiento del viejo topónimo, arabizado sin ninguna contradicción de orden lingüístico30, denota el mantenimiento de alguna entidad de población, seguramente bajo la morfología de alquería (qarya, pl. qurà) con cierta estructura de fortificación, que es lo viene a significar el término ḥiṣn de tan frecuente aparición en las crónicas árabo-andalusíes que des-criben ese período de formación de al-Andalus y muy lejos del protagonismo que se le quiere conceder en ese proceso de constitución.

Lo hemos anunciado con anterioridad: la infor-mación puramente arqueológica disponible para esa etapa altomedieval, que preferimos denominar en el caso de las regiones bajo dominio musulmán como proceso de formación de al-Andalus, resulta para An-tequera y su entorno deficitaria al compararse con otras etapas históricas31. Alguna de esa información

30 Ibnal-JaṭībenelMi‘yār, ed. K. Chabana, p. 66 recoge la forma Antiqīra, perfectamente viable desde cualquier perspectiva filoló-gica;‘AbdAllāh,porsuparte,vocalizaAntaqayra, con una impro-bable diptongación; Tibyān,ed.A.T.Ṭībī,pp.114y117;trad.Lévi-Provençal y García Gómez, pp. 185 y 189. Nosotros nos atenemos a la grafía más normalizada, Antaqīra, presente en la mayor parte de las formas escritas aportadas por los autores árabo-andalusíes.

31 Véanse numerosas referencias en Martínez Enamorado, 2003, particularmente pp. 591-595. En áreas limítrofes a la Tierra de An-tequera sí se ha generado una información arqueológica del terri-torio más sustancial. Por ejemplo, para la zona de Belda, cfr. Ginés Burgueño, 1999; Ginés Burgueño, 2000; Ginés Burgueño, 2002.

El cerro y Cortijo del Castillón donde se ubica Singilia Barba.

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se ha perdido lamentablemente: el caso del impor-tante hallazgo de un tesorillo emiral en la Vega, desa-parecido y sin que se haya podido estudiar, ilustra esto que decimos. Se infiere de la información ar-queológica que la desarticulación de los sistemas te-rritorial, fiscal y productivo de Roma acontece desde el llamado período de invasiones, pero que es con es proceso formativo del Estado andalusí cuando se acelera, dando lugar a un nuevo panorama que nada tiene que ver con lo anterior.

Sea como fuere, parece existir una tendencia a la concentración de la población en Antaqīra, tal vez con la consideración de qarya fortificada o ḥiṣn. Nú-cleos como el de Singilia Barba, sin embargo, aún en los primeros momentos controlan su propio territorio y han de mantener cierto rango urbano, expresado, tal vez por inercia legalista, en la consideración de madīna que tiene el lugar en los años iniciales del si-gloXparaIbnḤayyān32, a pesar de que se encuentre en la práctica casi destruido. Los niveles medievales detectados en las distintas excavaciones realizadas

Para la zona de Estepa, Martínez Enamorado, en prensa. Para los valles del Guadalteba y Turón, Martínez Enamorado 1997.

32 IbnḤayyān,Muqtabis III, ed. Martínez Antuña, pp. 109-110; ed. I. ‘Arabī,pp.131-132.Véase tambiénMartínezEnamorado,2003,pp. 56, 269, 270, 272, 355, 403,519, 522, 525, 592, 594, 595 y 612.

en el enclave de Singilia Barba revelan un cierto peso demográfico en la Antigüedad tardía, para que-dar luego reducido a un simple centro de producción rural, como debió suceder con otras antiguas villae convertidas en alquerías (qurà) de la Vega.

Por su parte, las escasas evidencias arqueológi-cas del casco histórico de Antequera demuestran un retraimiento urbano reseñable entre los siglos VIII y X. La intervención habida en las termas romanas de Santa María arroja unos resultados reveladores. Los materiales arqueológicos, estudiados y publicados33, proceden de los depósitos alterados por las labores de construcción del barrio de casas del siglo XVI, que se ubicaron sobre un sector de la ciudad mu-sulmana. Dichas labores de construcción debieron suponer también el arrasamiento de las estructuras musulmanas. Por lo que se observa, dichos depó-sitos cerámicos contienen ejemplares del siglo VII, pero habrá que esperar al X (cerámica califal) para hallar evidencias de la presencia andalusí. Es decir, en el punto más elevado de Antequera, allí donde se supone que habría de estar la fortificación emiral, no se encuentra testimonio arqueológico de esa ocupa-ción. De confirmarse —y no hay razón alguna para pensar que no hubo presencia en ese cerro a lo largo del siglo IX— ello revela, en todo caso, que esa ocu-pación era de escasa envergadura.

La solución a ese vacío tal vez pueda estar en el alfoz, donde se entiende hubo de producirse el asen-tamientodelosŷundíes34. La falta de prospecciones y de investigación específica en este sentido nos im-pide tener una idea más clara de este poblamiento rural andalusí aún por descubrir. En este sentido, el reciente descubrimiento en el Cortijo de las Mezqui-tas, en el término municipal de Antequera, de una

33 Navarro Luengo et alii, 2001.

34 Martínez Enamorado, 2003.

Taza califal procedente de Madīnat Antaqīra

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gran mezquita, considerada “rural”35, cuya monu-mentalidad y estado de conservación son excepcio-nales, puede ayudar a esclarecer este período forma-tivo. Considerada en la publicación que se le dedica obra del siglo XI, entendemos, por el contrario que su cronología es anterior, seguramente del primer tercio de la centuria precedente. Tendríamos, de confirmar-se, que representaría un hito de gran significación en el proceso de implantación del Estado en la comarca y en el norte de Rayya, a lo largo de las postrimerías de la fitnadeIbnḤafṣūn.

A este descubrimiento podemos añadir otro, menos espectacular pero no por ello carente de im-portancia. Nos referimos a la alquería emiral que se está sondeando en el momento de escribir estas lí-neas en el paraje del Valsequillo36, en el entorno de la antigua madīnat Sinŷīīla. También de época emiral es la reocupación de una villa romana localizada en el yacimiento del Cerro de la Virgen (junto a la Peña de los Enamorados), seguramente como resultado de una apropiación por parte de los yemeníes del ŷund de Rayya de esas unidades agrarias antiguas,

35 Gozalbes Cravioto, 2006.

36 Agradecemos desde estas líneas la información del director de la intervención, Francisco Melero García.

según se constata en otros contextos del sur de al-Andalus. En la Vega de Antequera se pude apuntar la posibilidad de que algunos topónimos como Burria-na (con el sufijo -ana37), alquería de la vega próximo a Las Mezquitillas38, obedezcan a la reactivación de algunas de esas villae tardoromanas, pues lo cierto es que no se genera una toponimia nueva (ausen-cia de la serie bena-, por ejemplo39) y los nombres de lugar existentes en el Repartimiento parecen responder a una arabización de topónimos previos, caso de Burriana, sin apenas arabismos40. Y los exis-

37 Sobre estos topónimos, Pabón, 1953. Sobre otro Burriana de la región de Rayya,laplayadondedesembarcóal-Dājil,MartínezEnamorado, 2006.

38 Véanse las referencias al lugar en el Libro de Repartimiento de Antequera; cfr. Alijo Hidalgo (ed.), 1983, 26r, 75r, 105v, 119r, 120v, 136v, 144v, 148r, 189r, 209r y 215r. Para Las Mezquitillas, fols 105v y 153v.

39 Uno de los pocos antroponímicos que se pueden aportar es el de la alquería de Bobadilla, seguramente una qaryat Abū ‘Abd Allāh; es topónimo patrimonial pues aparece en el Repartimiento; cfr. Alijo Hidalgo, 1983 (ed.), fols. 31v (“acequia de la Bobadilla”), 102r (“la Bovadilla”) y 112v (“el partido de la Bobadilla que es en la vega”). Contaba con su torre de alquería (fol. 152r).

40 Los que hemos encontrado en el Repartimiento —Alijo Hidalgo (ed.), 1983— para la tierra de Antequera son: Cañada de Amar, seguramente un antropónimo ‘Āmir (fol. 239v); Añoruela, unacastellanizada al-Nā‘ura (fols. 9v, 29r, 67r, 152v, 153r); Castillo de Aznalmara (Ḥiṣn al-Marā’ o “Fortaleza de la Mujer”) (fols. 14r, 23v, 101r, 119r, 142v, 210r, 241r, 242r) es un enigmático topónimo indisi-mulablemente árabe, si bien no contemplamos ese origen ni en

Fachada este del edificio inserto en el Cortijo de las Mezquitas. Antequera

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tentes suelen presentar un nada desdeñable grado de castellanización. No extraña que sean los topóni-mos castellanos absolutamente preponderantes en el Repartimiento. La explicación para la ausencia de topónimos andalusíes en la madīna ha de tener que ver, como en el caso de Málaga41, con las condicio-nes de la expugnación de la plaza y el destino de su población.

La creación de esa entidad política que fue al-Andalus ocasionó una reestructuración general en las pautas de la ocupación de los distintos enclaves de esta comarca42. Archidona representa el caso me-jor conocido a partir de la interpretación cronística. Desde una entidad de escasa envergadura, descono-cida en términos toponímicos, casi desde la nada bu-rocrática, el Estado omeya logró crear una cabecera provincial que mantuvo ese rango, desbancando a Málaga, a lo largo de un período superior a la cen-turia. El lugar no es una creación ab initio de la di-nastía, pues son varias las referencias a unas ruinas anteriores, pero no cabe duda de que sin la activa

Šabar/Jévar ni en Qawŷ/Cauche; Bobadilla (véase nota anterior); Borxe de Granadín (véase más abajo); Ojos de Huécar o Guécar (26r, 97r, 105v, 106r, 116r, 117r, 119r, 136v, 138r, 140r, 153r, 182v, 189r, 189v, 193v, 194r, 206r, 206v, 207v, 209r, 210v, 215v, 238v); unas Mez-quitillas, castellanizado (fols. 105v, 153v) y una Rábita con su cerro (fols. 106r, 137v, 184r, 189v, 210v, 211v, 240r, 241r). Traducciones del árabe parecen ser, además de la Peña de los Enamorados (Ṣajrat al-‘Uššāq), el arroyo del Nido del Águila (Wādī ‘Ušš al-‘Uqāb) (fols. 96r, 104v, 120r, 132v, 143v, 153v, 187v, 193r, 202v, 203r, 205r, 242r). Cer-ro Vizcorao (fols. 106v, 109v, 140v, 148v, 155r, 156v, 157v, 159v, 161v, 162r, 164v) seguramente sea arabismo muy deformado Mozarabis-mos bien constatados son los dos Portichuelos: Portichuelo (fols. 156v, 238v) y Portichuelo de los Yesos (fols. 43v, 46r). Asimismo, tal vez, Santillán (fols. 106r, 109v, 120v, 153r, 237r), Fuente de Sopal-millo (fols. 104v y 154v) y Puerto Xumayna (fols. 12v, 50r, 50v). El Cerro del León posiblemente sea una al-Kudyat al-‘Uyūn o “Cerro de las Fuentes”. Fuera del Repartimiento, hallamos otros posibles arabismos: Asno en la construcción Boca del Asno puede ser re-flejo de un Ḥiṣn; Cartaojal parece incluir el término qarya; próximo a la mezquita recientemente descubierta encontramos un cerro de la Rábita; el barrio de la ciudad llamado Albaycín, que aparece en la documentación del XVI, es lugar común en la toponimia del sur, pues hallamos núcleos así llamados en cascos urbanos como pueden ser Loja (Granada), Coín Málaga) o Cieza (Murcia), entre otros lugares.

41 Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995.

42 En general, para todo ello, Martínez Enamorado, 2003.

participación de la misma no se hubiera podido en-cumbrar Archidona a la categoría de sede y capital (ḥāḍira) de Rayya. No era mucho lo que se precisaba, pues a todos los efectos el lugar servía para albergar un débil aparato de poder local sustentado en una

alianza de clanes yemeníes instalados en Rayya y una administración fiscal de escasa envergadura. La precariedad del Estado omeya de al-Andalus no per-mitía, por entonces, la elaboración de un proyecto político que incluyera un hecho urbano relevante en una de las periferias de al-Andalus, como era Rayya.

No sería justo, con todo, establecer el inicio de eseprocesoeneladvenimientode‘Abdal-Raḥmānal-Dājil y en su proclamación como emir en lamuṣallà de esta localidad43. Con anterioridad, se ha

43 Martínez Enamorado, 2009a.

Restos de arquería insertos en una de las reformas del Cortijo de las Mezquitas. Antequera

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IMáGEnES DE M.ª JoSé RUBIo

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producido un hecho determinante, sin el cual no se puede entender lo que a continuación sigue: la ins-talacióndelosŷundíesenelentornodeArchidonayAntequera, ocupando seguramente una parte de las numerosas villae de la Vega y las escasas instalacio-nes de carácter urbano heredadas del mundo clási-co, emplazadas en Singilia o en Antikaria; después se entregaba la representación de Rayya a Archidona, dispuesta, por razones que se nos escapan, en una posición de privilegio de partida con respecto a los otros dos lugares. El traslado del centro de gravita-ción desde la costa (Malaca/Mālaqa) hacia el interior (Arŷidūna) puede tener que ver con la contracción comercial antes aludida, pero lo cierto es que en otro

casos próximos apreciamos un fenómeno similar: Gades/Qādis y Šidūna44 expresa unas condiciones tal vez homologables, situación que se repite un siglo más tarde con Cartagonova/Qarṭāŷānna y Mursiya, por traer a colación ejemplos bien visibles. Indepen-dientemente de ello, no existe duda en responsabili-zaraesosŷundíesdeesostraslados,loquetienequever con una accesibilidad más óptima a los recursos que disponían.

44 Martínez Enamorado, 2008.

Paisaje de vega con Archidona al fondo

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Por lo que respecta a la Peña de los Enamorados, hemos intentado dejar claro que este emplazamiento no fue el ḥiṣn Duš Amāntiš que figura en diversas

crónicas relativas a la fitnade‘UmaribnḤafṣūn45. Y ello, pese a que diversas prospecciones han revela-do que esa peña totémica fue ininterrumpidamente ocupada desde la Prehistoria hasta época califal46. Reproducimos las conclusiones a las que llegamos en aquel trabajo.

En la comarca de Antequera-Archidona, salvo Sanŷīla, la antigua Singilia Barba, Archidona y la anti-

45 Martínez Enamorado, 2005-2006; Martínez Enamorado, 2007.

46 García Pérez et alii, 1995.

gua Antikaria no hallamos ninguna entidad poblacio-nal digna de ajustarse a la descripción anteriormente consignada. Ello nos lleva a fijar las siguientes con-

clusiones que resumimos de la siguiente manera:

1. La actual Peña de los Enamorados se identi-fica con toda claridad con Ṣajrat al-‘Uššāq o Ḥaŷar al-‘Uššāq, significando “Peña” o “Roca de los Ena-morados”, toponimia de la que tenemos constancia a partir de finales del siglo XII.

2. Ṣajrat al-‘Uššāq y Duš Amāntiš no parecen ser el mismo lugar, toda vez que la descripción que los cronistas que relatan los acontecimientos de la fitna ḥafṣūníhacendelúltimodeloslugaresnosepuede

La Peña de los Enamorados: Ṣajrat al-‘Uššāq

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ajustar a la topografía de la actual Peña de los Ena-morados.

3. Resulta complicado otorgar un origen en el “romance de frontera” a ambos topónimos como pretende la tradición popular: el amor entre un cris-tiano y una mora de frontera, toda vez que el topóni-mo Ṣajrat al-‘Uššāq se constata a partir del siglo XII, cuando la frontera se hallaba bien lejos del sur de al-Andalus. Tampoco en el topónimo de Duš Amantiš podemos asegurar si quiera un origen de ese tipo. Tal denominación, “Dos Amantes”, puede ser el re-sultado de algo rasgo topográfico, los amantes como picos montañosos gemelos47, por ejemplo, aunque no podamos establecer una hipótesis concreta, ante la falta de datos.

4. Hay que buscar, por tanto, a Duš Amāntiš en otro lugar de la tierra de Antequera, pudiendo tratar-se incluso de la Antequera de época emiral, según se ha insinuado en alguna ocasión, o de un ḥiṣn desta-cado de la zona cercana a Belda. Descartamos, por ahora, que pueda tratarse de Antequera toda vez que el topónimo de la Antigüedad no va a desaparecer y lo veremos plenamente vigente a partir del siglo XI.

5. Las primeras citas de Antequera correspon-den al siglo XI, lo cual no quiere decir en absoluto que no existiera antes como pequeña fortaleza, se-gún ha revelado la arqueología.

Por consiguiente, hasta bien entrada la décima centuria, y de acuerdo con lo que sabemos por las evidencias arqueológicas y se deriva de la omisión arqueológica, Antequera no era más que un núcleo de carácter rural, de dimensiones modestas y segu-ramente fortificado. Tal vez hubo de regir un distrito amplio en el conjunto de Rayya, uno de los aqālīm

47 En el topónimo árabe se emplea el plural (al-‘Uššāq) y no el dual (al-‘Uššiqayn o al-‘Ašīqayn, “los dos enamorados”).

poblados por ŷundíes48. Su cercanía a Archidona, ḥāḍira de la cora, y la presenciade los ŷundíes enunidades agrarias ha de tener importancia para ex-plicar las condiciones del poblamiento de esta Vega. No obstante, frente al período romano, cuya estruc-tura básica de ocupación es conocida con cierto detalle en sus rasgos generales, el poblamiento an-dalusí adolece de estudios concretos destinados a explicarlo.

3. EL DESARROLLO DE LA mAdĪNA DE ANTAQĪRA (SIGLOS X-XV): HISTORIOGRAFÍA Y ARQUEOLOGÍA

A lo largo del siglo X Antequera ha de comenzar a asumir funciones proto-urbanas, si bien es muy posi-ble que no obtuviera aún la consideración de madīna hasta la segunda mitad de la centuria. Así se infiere del testimonio de Yāqūt al-Ḥamawī cuando afirmaque Antequera es una fortificación, situada entre Málaga y Granada (ḥiṣn bayna Mālaqa wa-Garnāṭa)49. Como quiera que lleva a Antaqīra el nacimiento de un personajellamadoAbūBakrYaḥyàibnMuḥammadibn Yaḥyà al-Anṣārī al-Ḥakīm al-Antaqīrī, pertene-ciente por otra referencia que apunta el autor orien-tal50 al siglo XI, tendríamos que Antequera solo me-rece la consideración de “fortaleza” por esas fechas.

Sin embargo, es de imaginar que el desarrollo de la entidad de población ha tenido que ser desta-cado y que la presencia de ulemas en ese siglo XI es ya de tanta entidad que comparecen en este tipo

48 Los límites de su enorme término quedan bien fijados para épo-ca nazarí en el Repartimiento, pero no podemos asegurar que se correspondieran con los de otros períodos de la historia andalusí.

49 Yāqūtal-Ḥamawī,Mu‘ŷam al-buldān I, ed. Wüstenfeld, pp. 370-371;trad.G.‘Abdal-Karīm,p.90,nº47.

50 Era discípulo de un célebre alfaquí malagueño, AbūMuḥammadGānimibnWalīdal-Majzūmī,quemurióen470/1077.Sobre este personaje, Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995, pp. 276 y 279.

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de repertorios, lo cual implica acumulación de usos urbanos.Deacuerdoconel testimoniodeal-Idrīsī,la crisis (fitna) acontecida en al-Andalus tras el go-bierno de Muḥammad ibn ‘Āmir, Almanzor, afectóde manera intensa a esta comarca, quedando vacías tanto la propia Antequera como Archidona51, noticias que habrán de ser matizadas a continuación. En todo caso, esos sucesos de la fitna que narra intensamen-teelemir‘AbdAllāhhubierondetenergranrepercu-sión, pues, de lo contrario, no habrían sido reseña-dos con tanto detalle por el geógrafo. Es, por tanto, a lo largo del siglo XI cuando se observa la entrada de Antequera en la historiografía de al-Andalus.

Así es. La primera mención fechada de Anteque-ra en época andalusí no es lengua árabe, sino que pertenece a la obra poética de Samuel ibn Nagrella y, por tanto, está escrita en hebreo. Un año antes de

51 Al-Idrīsī,Nuzhat al-muštāq, ed. Dozy, p. 204; trad. francesa Jau-bert,p.290.EsinteresanteconstatarcomoIbnGālibafirmaparael siglo XIII que Archidona está deshabitada: “Entre sus ciudades (mudun) [de Rayya] destaca Archidona (Aršudūna), que es la capi-tal y la sede de la cora (ḥāḍira wa-qā‘ida al-kūra), pero esta despo-blada”;cfr.IbnGālib,Farha,ed.L.‘Abdal-Badī‘,p.231;trad.VallvéBermejo, 1975, p. 383.

queBādīsibnḤabūsfuesedestronadoporprimeravez, contingentesmilitares zīríes, comandados porel visir judío de los granadinos, se enfrentan en el centro de Andalucía por el control de esas tierras tan estratégicas. Este Ibn Nagrela compone un poema, que fecha en el año 4087 del cómputo hebraico (sep-tiembre de 1046), después de la fiesta de los Taberná-culos en el campamento de Antakira (Antequera)52. La noticia demuestra ese interés estratégico de la plaza, codiciada por granadinos y sevillanos.

Esa disputa se verá confirmada años más tarde por otra fuente. La crónica del último emir zirí, ‘Abd Allāh, resulta ser un vívido relato de los aconteci-mientos del siglo XI, en los que figuran, emergiendo con fuerza, determinados enclaves del interior de la actual Andalucía. Uno de esos enclaves es Anteque-ra. Sin duda, su función estratégica y de enlace en-tre el Oriente de al-Andalus y su Occidente, entre el Valle del Guadalquivir y la costa mediterránea, en el corredor que desde el Oeste hacia el Este pone en contacto los altiplanos de la Alta Andalucía (Ronda, Antequera/Archidona, Loja/Granada, Guadix/Baza y los Vélez), explican esa relevancia. A medio camino entre las dos taifas más activas del sur de al-Anda-lus,los‘abbādíesdeSevillayloszīríesdeGranada,ese emplazamiento tan privilegiado mueve a unos y a otros en pos de ejercer el control no sólo sobre la propia entidad, sino también sobre su fértil vega y sobre determinados puestos de vigilancia que ga-ranticen el control de una buena porción del sector central del sur de al-Andalus.

Como es bien conocido, son los ziríes los que lo logran a través de un personaje, lugarteniente de ‘AbdAllāh.Ensus“Memorias”(Tibyān), este alcaide de Antequera comparece mencionado únicamente con su ism,Kabbāb,cuandodespuésseránombrado

52 Šemu’el ha-Nagid, Poemas, ed. y trad. Sáez Badillos y Targaro-na, p. 74. Comentan la noticia, entre otros, Torres Balbás, 1951, p. 434; Pérez Gallego, 1992, p. 14; Vallvé Bermejo, 2004, p. 272.

Muralla de tapial almohade tras el reestuchado nazarí en el segundo anillo de las murallas antequeranas en

la ribera del río.

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con un breve nasab,IbnTamīt.Nohaydudasencon-siderar a uno y a otro el mismo individuo. Al parecer se trata de uno de esos prohombres —un beréber, se-gún la onomástica— que, actuando en principio con ciertos visos de legitimidad al estar nombrado por un gobernante taifa, optarán por realizar una política de bandidaje al margen de cualquier autoridad. ‘Abd Allāhaportaunasemblanzadeélnadahalagüeña,pero lo que nos importa en este momento es desta-car el ejercicio del gobierno por delegación (era su alcaide)sobredosplazasdestacadasqueelzīrído-minaba en el norte de la extinta Rayya, Antequera y Archidona53.

53 ‘AbdAllāh ibnBuluqqīn,Tibyān,A.T.Ṭībī,pp.114y117-120;trad. Lévi-Provençal y García Gómez, pp. 185 y 189-195.

Ese escenario de alianzas y enfrentamientos entre distintas fuentes de autoridad era muy favora-ble para carreras políticas como la que quería prota-gonizaresteKabbāb ibnTamīt.Segúncuenta ‘AbdAllāh, aunque fue nombrado gobernador (qā’id) y considerado “dueño” o “señor” (ṣāḥib) de Anteque-ra y Archidona por él mismo, ofreció sus servicios a al-Mu‘tamid de Sevilla al ser destituido, siendo rechazado por éste por las relaciones de buena ve-cindad que mantenía con el granadino. Su actividad de depredación de estas comarcas será severamente enjuiciada por el granadino.

Importa destacar en este asunto la considera-ción que Archidona y Antequera tenían para el emir zirí, enclaves de gran importancia sin duda en toda su estrategia. Lamentablemente, no aporta ningún tipo de descripción de Antaqīra ni Arŷidūna, ni siquie-ra le otorga una valoración como las madīna-s que, indudablemente, eran.

Formas y funciones urbanas que quedan corro-boradas por otros testimonios cronísticos. Ya hemos mencionadoconanterioridadeldeal-Idrīsī,quienenpleno siglo XII no duda en calificar a Antequera de ciudad, junto, de nuevo, con Archidona. Este es el pasaje:

“Entre Málaga y Córdoba, se sitúan varias fortalezas inaccesibles (al-ḥuṣūn al-māni‘a) que son sedes [del poder político54] (al-ḥawāḍir) en estas comarcas (al-nawāḥī). Son la ciudad de Archidona (madīnat Aršidūna) y [la ciudad] de Antequera (Antaqīra). Entre ellas y Málaga hay 35 millas. Y tanto esta Archidona como Antequera son ciudades (madīnatayn) vacías por las guerras civiles vividas en los tiempos de los rebeldes en al-Andalus que siguieron al gobierno de Ibn Abī ‘Āmir representante del

54 El término ḥāḍira podría, asimismo, ser traducido por “capital”.

Trabajos arqueológicos en las barbacanas orientales del primer anillo de murallas.

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Estado de los Banū Umayya (al-fitan fī zamān al-tuwwār bi l-Andalus ba‘d dawla banī Ibn Abī ‘Āmir al-qā’im bi-dawla banī Umayya)”55.

No hay espacio para la duda: Antequera y Archi-dona son ciudades y sedes del poder político, que es como hay que traducir las dos aplicaciones termi-nológicas empleadas por el ceutí, madīna y ḥāḍira, respectivamente, a pesar de la crisis severa que han vivido en esa centuria previa. Ya lo eran en ese siglo XIylosiguensiendoenelsiguiente,cuandoal-Idrīsīredactó su Nuzhat al-muštāq. No emplea, ni siquiera,

55 Al-Idrīsī,Nuzhat al-muštāq, ed. Dozy, p. 204; trad. francesa Jau-bert, p. 290.

la expresión ka l-madīna común a otras localidades que, calificadas como ḥuṣūn, desempeñan funcio-nes propias de una ciudad (“como una ciudad”), sin serlo, caso, por ejemplo, de Quesada. Sin embargo, hemos de llamar la atención sobre una circunstan-cia digna de ello: en la otra obra del universal ceutí al-Idrīsī,Uns al-muhaŷ, comparecen tanto Archidona como Antequera, pero si la primera es calificada ex-plícitamente como madīna, Antaqīra no se ve acom-pañada por ningún matiz terminológico.

“De Málaga a la ciudad de Archidona (madīnat Aršidūna), hay 35 millas; entre Archi-dona y Loja (Lūša), que pertenece a Ilbīra (min ‘amal Ilbīra), hay una etapa; entre Archidona y

Fases de ocupación en la Alcazaba de Antequera, según IAP 2007.

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Antequera (bayna Aršidūna wa-Antaqīra) hay 10 millas”56

Independientemente de la cuestión terminoló-gica, hay que pensar en Antequera como una base almorávide desde la que se la lanzaban frecuentes algaras contra la ciudad de Málaga, codiciada por loslamtūníes.Enunpardepasajes57 se afirma que desde esa base antequerana se hostigaba la ciudad

56 Al-Idrīsī,Uns al-muhaŷ, ed. y trad. A. Mizal, p. 62 (fol. 155) y trad. p. 91.

57 Ibn al-Jatīb,A‘māl al-a‘lām III, ed. Lévi-Provençal, p. 255; Ibn ‘Askar/IbnJamīs,A‘lām Mālaqa,ed.‘A.A.Targī,p.323,nº141;trad.Vallvé Bermejo, 1966, pp. 258-260.

deMálaga,enmanosde IbnḤassūnenesosañoscentrales del siglo XII58

En general, el registro arqueológico se ajusta al relato de las crónicas, bastante parco en datos, aun-que suficientes para lograr reconstruir el proceso. Se han efectuado sondeos desde los años 80 en diver-sos sectores en el interior del recinto murado. Ade-más del solar ocupado por las termas romanas de Santa María, donde únicamente se constataron nive-les que llegaban al siglo X, se han efectuado trabajos arqueológicos de supervisión en el proyecto de recu-

58 Una descripción de estos acontecimientos en Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995, pp. 349-351.

Alcazaba de Antequera. Materiales de la Fase C2-siglos XII y XIII-1.

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peración de las murallas medievales de la ciudad; en fechas más recientes, se han acometido sondeos en las dos primeras terrazas de la alcazaba musulmana y en la Plaza del Carmen.

Los sondeos estratigráficos realizados en las terrazas 1ª y 2ª de la Alcazaba59 muestran como las primeras evidencias medievales vienen a configurar un espacio residencial en la segunda terraza, donde se ha documentado parcialmente una vivienda, con abundante cerámica de ámbito doméstico datada entre los siglos XI-XII, afectada en gran parte por las construcciones posteriores. Esta ámbito doméstico parece haber estado delimitado por una serie de es-tructuras murarias, de la que se ha documentado un

59 Documentación extraída de la memoria de la Actuación Ar-queológica Puntual, Centro de Interpretación de la Ciudad de An-tequera, (Antequera, Málaga) 2007. Inédita.

muro de mampostería que delimita la segunda te-rraza por el Este, justamente la zona más accesible y más desprotegida por la escasa pendiente. Este muro de mampostería se mantiene en uso en la fase siguiente.

Todo ello ha sentado las bases para el especta-cular incremento urbano vivido por la ciudad bajo el poder almohade. Al igual de lo que sucede con Mála-ga, pero también de lo que acontece en un buen nú-mero de entidades del Valle del Guadalquivir y, en ge-neral, del interior de la actual Andalucía, Antequera va a experimentar a lo largo de los siglos XII y XIII un notable afianzamiento de su condición urbana, do-tándose de una serie de elementos consustanciales a una madīna en plenitud de funciones. El fenómeno está en general mal explicado por la arqueología y requiere de estudios comparativos, pero estamos en condiciones de asegurar que en el caso de Anteque-ra sucedió.

La visión de la Antequera de la conquista, con-tada en detalle por los cronistas castellanos, se fue forjando a lo largo del período almohade. Buena parte de esos elementos urbanos tiene su génesis en la etapa de los unitarios. Una madīna dominada por una imponente alcazaba urbana (qaṣba), conec-tada con la cerca (sūr) de la ciudad60, que contaba con tres dispositivos de entrada: la puerta de Estepa (bāb Isṭabba) o de la Villa, Puerta de las Bastidas o de Granada (bāb Garnāṭa) y la Puerta de Málaga (bāb Mālaqa), segura obra esta última del sultán nazarí MuḥammadVcomo“puertade la justicia” (bāb al-Šarī‘a), o puerta de aparato por la que se hacía pre-sente el sultán y replica a pequeña escala de la puer-ta así llamada de la Alhambra de Granada. Una co-racha (qawraŷa), tal vez del período nazarí, protegía

60 Sobre ella, además de los trabajos arqueológicos de Romero Pérez, 2002 y Romero Pérez, 2003 y del que en esta misma obra presenta el arquitecto Pedro Gurriarán Daza, destaquemos la obra de síntesis de San Millán y Gallarín, 2001.

La Puerta de Málaga (bāb Mālaqa).

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el acceso al agua del río, conocida era, incluso por los autores castellanos61, la dificultad de la ciudad para su aprovisionamiento. El sistema de abasteci-miento se completaba con un aljibe, situado dentro de la Alcazaba, y una torre-aljibe que formaba parte de las murallas del norte. Antaqīra contaba con dos o tres mezquitas, dos rábitas (extramuros), baños, al-hóndiga y, al menos, una necrópolis (maqbara) en el camino de Granada. Contaba asimismo con un arra-bal (rabaḍ), el de San Juan —que aparece en docu-mentación de fines del XVI y de la centuria siguien-te con la denominación de Albaycín—, en el sector meridional, si bien en recientes intervenciones se ha podido detectar otro pequeño barrio extramuros, La Moraleda, que haría las veces de arrabal con mate-riales que se fechan con claridad en el dominio al-mohade62. Todo ello significa que si los almohades dotan a Antequera de la muralla fundacional de la madīna, cuyo perímetro no fue modificado por los granadinos, y si pronto esa cerca no protegió barrios (ḥawmāt) de la ciudad, el gran crecimiento demográ-fico no se produjo, como se había venido aseguran-do, en el siglo XIV, sino que habría que adelantarlo en unos 150 años: a finales del XII o iniciales del XIII. Además, poseía un albacar, recinto controlado para guardar el ganado, posiblemente diseñado en esa época almohade.

Seguramente, el reparto en tres collaciones de la ciudad por parte de las autoridades conquistado-ras a partir de 1410 esté reproduciendo la existencia de tres mezquitas, como sucede en otros casos, inde-pendientemente de que las iglesias no se emplaza-

61 Durante el asedio de la ciudad, esto es lo que dice un judío de Antequera sobre ese abastecimiento del líquido elemento: “cómo los moros tenían poco agua en la villa, e esta que tenían hera mala, que hedía, que no hera ome del mundo que la podiese beber sino con gran cuita. E con todo eso no avía agua para quinze días, salvo por la que los moros tomaban del río”; cfr. Crónica de Juan II, ed. Carriazo, p. 366.

62 Debemos esa información al arqueológo director de la inter-vención, D. Francisco Melero, a quien expresamos nuestro agra-decimiento.

rán en todos los casos sobre oratorios musulmanes. San Salvador, que era mezquita aljama, Santa María y San Isidro o Isidoro, de la que se afirma se constru-yó sobre una antigua casa de armas que los musul-manes tenían junto a la puerta de Málaga63.

Algunos otros elementos urbanos pueden ser localizados, por ahora, merced a la documentación castellana posterior a la conquista. Es el caso de uno de los baños de la ciudad. En las Actas Capitulares del año de 1493, en relación con el padrón de molinos y hornos, se cita el “molino de la Puerta del Agua con los Baños”64, lo que es segura alusión al ḥammām andalusí, todavía en pie cuando no había pasado ni una centuria desde la conquista. La terraza artificial sobre el río de la villa que se sitúa al sureste de la de-nominada Puerta del Agua, en cuya superficie apa-recen numerosos fragmentos de cerámica almohade y nazarí, es el lugar idóneo para la localización de los baños de la ciudad, desde el punto de vista to-pográfico y estratégico, pues no solo está asegurado el suministro de agua, sino que por esa ubicación,

63 Fernández Rodríguez, 1944; Pérez Gallego, 1992, pp. 24-25.

64 Pérez Gallego, 1992, p. 116.

Aérea de las intervenciones arqueológica sobre la antigua Iglesia-Mezquita de San Salvador.

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junto a uno de los viales principales de la ciudad, se garantizaba la accesibilidad.

Son, en efecto, los almohades los que dotan de empaque urbano a Antequera. De hecho, van a com-pletar en su integridad la cerca urbana de Antaqīra, de tal manera que los nazaríes realizarán remociones sobre la misma (coracha, albarranas, reforzamientos de muros…), sin alterar su perímetro, fijado posible-mente en esos años finales del siglo XII o iniciales de la centuria siguiente. En efecto, durante ese período se impulsaron los programas defensivos de la ciu-dad y del cerro, lo que coincide con otros proyectos urbanísticos cercanos, como puede ser el de Mála-ga, también acontecido bajo el gobierno de los al-muwaḥidūn65. Será a partir de esta primera centuria cuando comiencen a generarse paquetes estratigráfi-cos de modo más o menos generalizado, aunque son muy escasos por ahora los restos de construcciones aparecidas y atribuibles a esta etapa. La secuencia estratigráfica adscrita a esta fase se caracteriza por

65 Calero Secall y Martínez Enamorado, 1995.

un marcado carácter militar en la utilización de las terrazas superiores. Vinculado al proceso de defensa del cerro se revela en la primera terraza la existencia de un paramento de la muralla fabricado en tapial de calicanto existente con anterioridad a época nazarí, que configuraría todo el recinto de la Alcazaba y la ciudad. A través de la ejecución de varios sondeos en la primera terraza se observa una serie de indi-cadores que apuntan a una utilización prolongada del espacio como área libre castrense; la serie de depósitos sedimentarios muestra cierta horizontali-dad en sus bases, así como ausencia de estructuras constructivas en la terraza salvo la presencia de dos fosas sépticas y algunas pequeñas zanjas, lo que nos lleva a pensar que la primera terraza tendría una fun-cionalidad castrense con un gran área libre central. En la segunda terraza, en cambio, no se han conser-vado unidades estratigráficas de esta fase salvo la presencia de un muro para potenciar la delimitación del espacio militar. Se trata de un lienzo levantado con mampuestos del que se conserva la cimentación y el depósito sedimentario que lo colmata al exterior de la terraza.

Por lo que respecta al registro cerámico de los almohades, está compuesto por ataifores vidriados

Fragmento de borde de jarrita con decoración esgrafiada, siglos XIII - XIV, en las obras del forro de

las murallas en época nazarí.

Restos de murallas de tapial del Castillo de Cauche-Antequera.

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en verde con rueda de estampilla, redomas, jarros pintados de negro, epigrafiados o decorados con cuerda seca parcial y fragmentos de cerámica de usos múltiples y de cocina.

Igualmente, en su alfoz inmediato se detec-

ta una destacada presencia y una ordenación de la vega inmediata a la madīna, constatable a partir de algunas intervenciones habidas en ese ámbito periurbano. Es posible que en varios casos se trate de pequeñas almunias surgidas en el siglo XII en la Vega, cuando se debió de producir un destacado cre-cimiento urbano en la madīna, que ya debía de con-tar incluso con un pequeño arrabal. De cronología almohade, con perduración en época nazarí, son las últimas fases de los yacimientos “Huerta del Ciprés” y “Casa Quintanilla”66, en las proximidades de la ciu-

66 Yacimientosnº052y049delPGOUvigentedeAntequera.

dad. También en las huertas de “la Moraleda”, son frecuentes los materiales de esta filiación67. Luga-res con una débil ocupación desde época califal son reactivados, caso de ḥiṣn Šabar/Jévar o ḥiṣn Qawŷ/Villanueva de Cauche, ambos mencionados por Ibn ‘ĀṣimensuŶannat al-riḍà en relación con sucesos del siglo XV, cuando Antequera ya era villa castella-na68.

En relación con otros lugares del Occidente gra-nadino, la presencia nazarí en Antequera fue relati-vamente corta debido a la temprana conquista por

67 Se trata de materiales procedentes de las prospecciones reali-zadas para la instalación del anillo hídrico de Antequera. Inédito. Memoria 1995. Delegación de Cultura. Exp.: A6 329708/2111.

68 La identificación de Cauche y Jévar con los lugares de Qawŷ y Šabar, respectivamente, que figuran en la última gran cróni-ca histórica nazarí, la Ŷannat al-Riḍà del granadino Abū YaḥyàMuḥammadibn‘Āṣim,asícomosendasdescripcionesdelasfor-talezas, en Martínez Enamorado, 2005-2006.

Torre del homenaje y restos del Castillo de Jévar. Antequera.

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los castellanos. Y, sin embargo, el conocimiento que tenemos de Antequera señala, sin ningún género de dudas, la existencia de una madīna que ha generado ya sus propios cargos urbanos69: el de cadí puede ser uno de los más destacados como indicador de esa vida urbana. Y el cargo de cadí de Antequera (qāḍī Antaqīra) existió de acuerdo con el testimonio de al-gúncronista,comoseobservaenlabiografíadeAbūl-QāsimibnMuḥammadal-Hirālīal-Mālaqī70.

De la historia política nazarí en relación con nuestra ciudad se conocen distintos episodios: en 1266, en un privilegio rodado, Alfonso X promete al maestre de la Orden de Santiago la donación de la villa y castillo de Antequera y Archidona si son con-quistados71;elataquedeMuḥammadIIcontralapla-za,enmanosde losAšqilūla,para recuperarlaconel apoyo de algunos nobles cristianos (671/1272)72; la toma de la ciudad, con el matiz terminológico de haḍra Antaqīra (“sede de Antequera”), figurando en una relación de plazas malagueñas conquistadas por Abūl-WalīdIsmā‘īlenlacampañadelaño712/1312junto a Marbella y Vélez73; la algara, en el verano de 1339, de Alfonso XI en la frontera granadina, cuando tala las localidades de Ronda, Archidona y Anteque-ra74; los distintos acontecimientos a lo largo del emi-ratodeMuḥammadV,conlarecuperacióndeltrono,asuntos en los que Antaqīra jugó un papel bastante

relevante75; y, fundamentalmente, la conquista, rela-

69 La terminología lo desvela. Es madīnaparaal-‘Umarī,Masālik al-abṣār, trad. francesa Gaudefroy-Demombynes, 1927, p. 244 y ḥaḍrapara Ibnal-Jaṭīb, Iḥāṭa I,ed.M. ‘A. ‘Inān,p.385.Véaseelcuadro final.

70 Al-Maqqarī,Nafḥ al-ṭibbVI,ed.I.‘Abbās,p.135;CaleroSecall,1984, p. 364.

71 Gutiérrez del Arroyo de Vázquez de Parga, s. d., p. 201.

72 Arié, 1990, p. 68; Vidal Castro, 2000, p. 92.

73 Ibnal-Jaṭīb,IḥāṭaI,ed.M.‘A.‘Inān,p.385.Unainterpretaciónde la noticia en Martínez Enamorado, 2009b, pp. 147-148.

74 Manzano Rodríguez, 1992, pp. 242 y 311.

75 Las citas de Antequera, además de un buen número de forti-ficaciones,enIbnal-Jaṭīb,NufāḍaII,M.al-‘Abbādī,p.286;Ibnal-

tada desde la parte cristiana con los habituales deta-lles relativos a todo el dispositivo organizado para la toma, minuciosidad de la que carecemos en la histo-riografía árabe que apenas si anota tan importante pérdida76.

La conquista en 1330 de ḥiṣn Iṭāba/Aṭība, del lado de Occidente, colocó a Antequera y su exten-sa vega en el primer frente de la frontera granadino-castellana77. Algunos de los más egregios cronistas andalusíes dejan algunas pinceladas sobre esa con-dición de frontera78. Posiblemente a lo largo de este período que va desde la toma de Teba, Cañete la Real y Ortegícar hasta la conquista de la plaza, Antequera fue cabeza de un distrito militar, una marca fronte-riza o tagr. La frontera del Occidente granadino se articulaba en torno a estos distritos, siendo así que es posible que existiera una agrupación de tugūr bajo la denominación de Frontera Inferior (al-Tagr al-

Jaṭīb,NufāḍaIII,S.Fāgiya,pp.116,119,148y178;enunadeestascitas se hace alusión a la sumisión (bay’a) que la población ante-queranatributóaMuḥammadV,contodaseguridadenlaAlcaza-ba. Véase asimismo, Arié, 1990, p. 111. Recordemos, igualmente, como aparece en las crónicas castellanas: antes sus poderosos muros se presenta el rey de Castilla Pedro en 1361, junto con su aliadoMuḥammadV,perorenuncianasuconquista,portratarsede “una villa muy fuerte et non la pudo aver”; López de Ayala, Cró-nica del Rey Don Pedro I, p. 514.

76 Apenas se ha podido reconstruir la muerte del famoso alfaquí AbūYaḥyàMuḥammadibnal-‘Āṣimal-Garnāṭī,quemuriócomo“mártir” (šahīd) en la toma de Antequera, el día 1 de muḥarram de 813/6 de mayo de 1410; aparecía como personaje anónimo en la Crónica de Juan II, pero Seco de Lucena Paredes, 1953, pudo iden-tificarlo a partir de las noticias contenidas en el Nayl al-ibtihāŷ de AḥmadBābāal-Tunbuktī.Setratadelhermanodelfamosoautordel Refranero, con una sólida formación intelectual. Desempeñó el cargo de mu‘allim en la Madrasa Yūsufiyya de Granada, donde impartía Derecho y Teología, antes de morir en la batalla de la Boca del Asno. Véase también, Peláez Rovira, 2009, pp. 112-113.

77 La bibliografía sobre la frontera es inabarcable. Citaremos al-gunos títulos concretos con referencias a Antequera y su comar-ca: Carriazo y Arroquía, 1971 (2001); Ruiz Povedano, 1978; Ruiz Po-vedano, 1979; Martínez Enamorado, 1995; Rojas Gabriel, 1995; Ben Driss, 1997; Martínez Enamorado, 1997; Gozalbes Cravioto, 2000; San Millán Gallarín, 2003; Peláez Rovira, 2009; Martínez Enamora-do, en prensa, entre otros.

78 Véase,porejemplo,Ibnal-Jaṭīb,Mi‘yār, ed. y trad. de K. Chaba-na, p. 66 y trad. p. 137.

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Adnà)79, como se deja intuir a partir de algunas refe-rencias cronísticas. Para el caso de Antequera exis-te, incluso, un testimonio por el cual sabemos que el enclave era considerado tagr80, al igual que otras fortificaciones del Occidente granadino, como Teba o Turón81. En fechas algo posteriores, en la mención

79 Así lo defendió uno de nosotros; cfr. Martínez Enamorado, 1995, p.285.

80 “Cuando la pérdida y la toma por parte del enemigo de la plaza fronteriza de Antequera (tagr Antiqīra)…” expresión que consta en el DīwāndeYūsufIII,ed.M.Kannūn,p.70.Igualmente,obsérveseel uso de la construcción Tagr min al-barr aplicada a Antequera; cfr.Ibnal-Jaṭīb,NufāḍaIII,ed.S.Fāgiya,p.178.

81 Martínez Enamorado, 1997.

de la llegada a Granada de la noticia del fallecimien-to del “tirano de Aragón, apodado el Infante” (ṭāgya Ragūn al-mulaqqab bi-l-Ifanti), es decir, Fernando de Antequera, en ṣafar del año 819/abril de 1416, se dice que él fue el que conquistó “el refugio de Antequera, Zahara de la Sierra82 y otros castillos de la al-Garbiyya [de Granada]” (ma‘qil Antaqīra, Ṣajra [‘Abbād] wa-ga-yri-hima min ḥuṣūn al-Garbiyya)83. Y, aunque en este caso no se menciona la frontera ni étimo equipara-

82 Esta plaza de Ṣajrat ‘Abbād/Zahara de la Sierra fue conquista-da, en efecto, en 1407, también por el Infante Fernando.

83 Dīwān Ibn Furkūn, ed.M. ibnŠarīfa, p. 345.VéaseasimismoCharouiti Hasnaoui, 1997, p. 114.

Las defensas medievales en el entorno de Antequera.

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ble, la circunstancia de que Antequera y Zahara de la Sierra se incluyan en una serie de fortificaciones del Occidente granadino (min ḥuṣūn al-Garbiyya) apunta de nuevo en la misma dirección: la existencia de un gran distrito fronterizo granadino que agrupaba un sistema de fortalezas, denominadas genéricamente tagr. En ese sistema de frontera, sin duda Antaqīra era, junto con Runda, la gran plaza del Occidente granadino, importancia acrecentada tras la creación de la brecha castellana creada con la conquista de Teba en 1330.

En efecto, desde 1410 las comarcas septentrio-nales experimentan una importante transformación a raíz de la conquista de Antequera y su tierra84. Si Teba y Cañete la Real ya estaban en poder castellano desde 1330, Ardales y Turón no se integrarán en la órbita de Castilla sino hasta 144585. También Ronda y su tierra seguirán en manos granadinas hasta los

84 Como aḥwāz Antaqīra (alfoces de Antequera) figuran en Ibn al-Jaṭīb,Nufāḍa,II,ed.M.al-‘Abbādī,p.286lasdependenciasdirec-tas de la ciudad; una interpretación de la noticia en relación con Yunquera,enMartínezEnamorado,2002.Ibn‘Āṣim,Ŷannat al-riḍā II, ed.S.Ŷarrār,p. 285empleael vocabloarḍ Antaqīra (tierra de Antequera).

85 Martínez Enamorado, 1997.

años finales de esa centuria. Igualmente, frente a An-tequera, hacia oriente, Archidona seguirá siendo na-zarí durante décadas, hasta 1462. La pérdida de este último ḥiṣnmovióaal-Basṭīaescribirunhermosolamento poético86.

La frontera se desplaza, con la toma de Anteque-ra de 1410, hacia el sur de tal manera que el gran escarpe orográfico del Torcal y sierras adyacentes se convierte en baluarte para la defensa de las comar-cas de la Axarquía, Valle del Guadalhorce (Algarbía) y tierra de Marbella. Es entonces, a lo largo de una buena parte del siglo XV, entre la caída de Antequera y la conquista de la ciudad de Málaga (1487), cuan-do el Campo de Cámara (Faḥṣ Qāmira) —la comarca que se extendía entre Casabermeja y Periana— de-bió quedar casi despoblado, como “tierra de nadie”, entre la Tierra de Antequera, en manos de los caste-llanos, y Málaga, el gran puerto de los nazaríes.

Desde la perspectiva arqueológica es fácil ima-ginar que esa presión de las tropas cristianas y su si-

86 Al-Basṭī,Dīwān,ed.Ŷ.ŠayjayM.Ṭarābulsī,pp.63-364;M.IbnŠarīfa,1981,pp.173-175;CastilloCastillo,1991,contrad.alcaste-llano del poema en pp. 692-693.

Aljibe nazarí en la Plaza de Armas. Alcazaba de Antequera.

Paramento oeste del Torreón del Asalto. Plaza del Carmen, Antequera. obsérvese la fábrica nazarí con

las vitolas originales

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tuación fronteriza imprimieran un marcado carácter a la ocupación nazarí en la Alcazaba. La secuencia arqueológica de esta fase es parca cuantitativamen-te y donde se observa una especial atención a pro-gramas castrenses. Los indicadores se reflejan en las reparaciones de la muralla de la Alcazaba a base de lienzos levantados con mampuestos regulares de gran tamaño intercalando ripios de ladrillos para su enrasamiento. En algunos puntos el alzado de las re-paraciones sobrepasaba los dos metros. Junto a la muralla se ha desarrollado un adarve o camino de ronda interior del que queda conservado una dismi-

nución del mismos con el levantamiento de un muro de mampostería sobre el suelo de cal y arena del primer adarve reduciendo el espacio interior a poco más de un metro. Tanto debajo del suelo del primer adarve como colmatando la reforma del mismo se han documentado depósitos con cerámica nazarí, encuadrando dichas obras en esta fase. Completan la secuencia estratigráfica nazarí tres depósitos que se ven afectados por inmuebles cristianos, dificul-tando su interpretación. Quizás la obra de infraes-tructura más importante de esta fase sea la construc-ción de un aljibe excavado en la roca en la segunda terraza. El aljibe tiene una planta rectangular con un recodo donde se conservan improntas en la pared a modo de escalera para bajar; el interior presenta dos pilares en sus lados longitudinales y un pilar en sus lados más cortos; en el centro, se emplazan dos pi-lares. Con la construcción del aljibe se destruye 2/3 partes de la cisterna romana preexistente. También se observa la presencia de un muro de mampostería levantado en el interior de la cisterna destruida. Va enfoscado con mortero hidráulico con la finalidad de acopiar agua y de mantener en uso parte de la cister-na romana.

La cerámica nazarí presenta las típicas formas halladas en otros contextos malagueños, lo que no ayuda a explicarla consideración que para al-Qalqašandīteníaestaproducciónlocal,queesele-

Sondeos arqueológicos en el foso. Plaza del Carmen. Antequera.

Arriba: restos de la torre vigía del Borxe del Granadín. Abajo: La torre del Hacho.

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Conquistada Antequera, las tropas castellanas, temerosas de una reconquista por parte de los nazaríes, volvieron a desescombrar el foso y reparar las brechas de las murallas en el mismo punto donde se produjo el asalto. Para ello macizan la liza y construyen este gran tacón de refuerzo de las murallas.

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vada a la categoría de “magnífica”, mejor que la de Andarax y únicamente comparable con las de Arjona y Berja87. Especialmente, en las excavaciones habi-das en la ciudad se ha encontrado ataifores en verde y manganeso.

De cronología nazarí son los materiales que aparecen en superficie tanto en la Torre del Cuchi-llo88, como en las torres del Hacho y de los Pontones,

87 Al-Qalqašandī,Ṣubḥ al-a‘šà, trad. Seco de Lucena, 1975, p. 30.

88 Mencionada con esa denominación en el Libro de Repartimien-to de Antequera; Alijo Hidalgo (ed.), 1983, fols. 41r, 118r, 128v, 145r, 147r, 148r, 150v, 152r y 186r.

esta última mencionada en el Repartimiento bajo la denominación de Gandía89. La Torre del Borxe el Granadín90, construida también por los granadinos, ofrece una interesante interpretación toponímica: este nombre de lugar está designando, como hemos defendido en otra ocasión91, su condición

89 El lugar de Gandía aparece citado en diversos pasajes del Re-partimiento, si bien en los mismos no figura esa torre; cfr. Alijo Hidalgo (ed.), 1983, fols. 105v, 109r, 153v, 154r, 209r, 210v y 215r.

90 Citada con dos denominaciones en el Libro de Repartimiento de Antequera; Alijo Hidalgo (ed.), 1983, fols. 43v, 46r (Borxa el Gra-nadín) y 152r (Borxa el Granadino).

91 Martínez Enamorado, 2003, p. 289.

Recreación de Madinat Antaqira en época nazarí. Producciones El Bosco.

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de atalaya “granadina” (Burŷ al-Garnāṭiyyīn= Torre de los Granadinos), lo que plantea dudas sobre los que la nombraron con tal denominación árabe, pues parece alusión a su construcción por parte de alrifes granadinos. En cualquier caso, todo este dispositivo de torres almenaras en torno a madīnat Antaqīra, por un lado, y castillos que controlan las vías de acceso principales (caso de Aznalmara, Cauche y Jévar), por otro, expone un sistema de vigilancia bien articulado en el piedemonte de las sierras meridionales que hubo de diseñarse de una manera casi coetánea para proteger la ciudad en el período andalusí en el cual fue plaza fronteriza, esto es, básicamente entre 1330 y 1410. Todo pergeñado para proteger la que sin duda era una de las joyas de la corona granadina, la Vega (faḥṣ) y ciudad (madīna) de Antaqīra.

Menciones en las fuentes castellanas, como la de la Torre de la Escaleruela que protegía el paso de herradura homónimo, confirman la versatilidad de ese sistema, seguramente planificado en los años finales del siglo XIV. Esas torres de almenara serán reaprovechadas posteriormente por los castellanos en el período de expansión final en la segunda mitad

del siglo XV que los llevará al Valle de Guadalhorce y a la misma ciudad de Málaga92.

Es lógico pensar que incluso antes de la conquista la plaza se hubiera despoblado, aunque, ni mucho menos, totalmente. La imagen que ofrecen los cronistas castellanos es de un lugar bien poblado. El relato posterior, sobre todo la configuración de un arrabal en la ciudad de Granada ocupado por estos fugitivos de Antaqīra que se mantienen relativamente cohesionados desde una perspectiva social, pues de lo contrario no le hubieran dado el nombre de donde eran originarios (Antequeruela, derivado tal vez de un étimo árabe [ḥawma] Antaqariyya), es bien conocido y apenas si entraremos en él.

El mantenimiento de la plaza en manos castellanas estuvo rodeado, como no podía ser de otra manera, de numerosos problemas logísticos para el abastecimiento y doblamiento de la plaza fuerte. Las crónicas dan buena cuenta de ellos y no entraremos a relatarlos, pues la bibliografía existente al respecto es importante. Únicamente algunos ejemplos: en

92 En torno a Málaga se ha podido estudiar, si bien de manera incompleta, un sistema similar en contacto con el de la Tierra de Antequera; cfr. Molina Cobos, 1985.

Casa del Alcaide-IAP Alcazaba 2007.

Alzado del interior de la Iglesia de San Salvador-IAP 2007.

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mayo de 1424, el alcaide granadino de Archidona, un tal ‘Alī, taló laVegaantequerana llegandoa lasmurallas de la ciudad, donde halló la muerte93; las acometidas del primer alcaide castellano de Antequera, Rodrigo de Narváez (muerto en 1424), y de su hijo, Pedro, contra enclaves nazaríes son bien conocidas y merecerían por sí solas, junto a otros episodios, de una trabajo monográfico distinto a este94.

93 Seco de Lucena Paredes, 1978, p. 32.

94 Seco de Lucena Paredes, 1978, pp. 32-33. Para la algara de su hijo Pedro contra Belda, Seco de Lucena Paredes, 1978, pp. 35-36.

De hecho, el retraimiento urbano que se produjo durante el siglo XV, debido al escaso número de ve-cinos que poblaron Antequera hasta la conquista de Granada95, se tradujo probablemente en el abandono de amplios sectores de la ciudad musulmana, que, ya a principios del XVI, serían reocupados con una planificación urbanística totalmente nueva, que con-llevaría el arrasamiento total de los depósitos me-dievales a fin de nivelar la superficie, originalmente en ladera, con la intención de crear una plataforma aterrazada.

Tras la conquista castellana de la plaza en el año 1410 se produce una ocupación intensa del ce-rro. Será a partir del siglo XV, aunque de modo más acentuado en el XVI, cuando se sucedan programas de edificación pública que generen un importante tejido urbano, en el que se incluyen espacios reli-giosos y civiles. En su conjunto, alcanzarán en uso las postrimerías del siglo XVII. Lo más destacable de esta fase será la construcción de la Iglesia de San Salvador situada en la segunda terraza de la que se conservan la cimentación y parte de los alzados de sus muros perimetrales. El edificio religioso que na-rran las fuentes se situaba sobre la que sin duda era la antigua mezquita aljama (masŷid al-Ŷāmi‘)96 y se consagraría a San Salvador en octubre del año 1410. Sin embargo, la fábrica de los muros de la iglesia

no posee características medievales sino que han de datarse en los años finales del siglo XV o en los iniciales principios de la siguiente centuria. La igle-sia posee una planta basilical y su muro longitudinal está orientado hacia el sureste, lo que lleva a pensar que tal orientación estaría forzada por la presencia del muro de la alquibla. Las unidades constructivas

95 Torres Balbás, 1951, p. 446; Alijo Hidalgo, 1987; Alijo Hidalgo, 1987; Pérez Gallego, 1992.

96 Así consta en la Crónica de Juan II, ed. Carriazo, p. 394: “E lle-garon [los castellanos] a la mezquita mayor, que está en el casti-llo…”. La mera mención de una “mezquita mayor” implica exis-tencia de mezquitas de barrio (masāŷid al-ḥawma).

Camino de ronda del adarve en el primer anillo de murallas descubierto durante los trabajos

arqueológicos de 2006.

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Arco de herradura de una de las estancias de la Torre Blanca. Al fondo, Torre del Homenaje y Templete del Papabellotas.

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documentadas serían una ampliación de la misma. En la primera terraza se observa la presencia de vi-viendas adosadas a la muralla, con distintas repara-ciones y remociones.

4. CONCLUSIONES

Como en otros casos ha sucedido, la historia de la Antequera andalusí se ha visto perjudicada por la potencia historiográfica de su antecedente período romano y por la vindicación del mismo que realizan unas activas élites locales desde el siglo XVI en ade-lante. Una reivindicación dirigida a entroncar la ciu-dad moderna con la urbe de la Antigüedad, dejando por medio, como si de un prolongado incidente omi-noso se tratara, los tiempos medievales. Es una losa la que se ha situado sobre el Medievo de la ciudad y que ha bloqueado hasta fechas recientes cualquier posibilidad de aproximación a ese pasado de indig-nidad, poblado de moros con abyectos nombres y sucias estirpes. ¿Qué necesidad había de urgar en ese pasado medieval? Al contrario, había que olvi-darlo y para ello qué mejor que las glorias de Roma, dispuestas a lavar el nombre que se mancilló des-de el momento en que Antikaria pasó a ser Antaqīra. La conquista de 1410 era el único episodio digno de ser reseñado en la historiografía local y no tan local, una toma redentora que significaba per se el fin de la presencia del infiel y la refundación de la ciudad en clave moderna y cristiana.

Todo ello es algo bien conocido, puesto de re-lieve para el caso que nos ocupa en algún trabajo reciente. Esta aportación nuestra es precisamente una aproximación que pretende ser integral, a medio camino entre la revisión historiográfica y el análisis

territorial y arqueológico, a ese pasado andalusí. Las crónicas árabes aportan siempre una panorámica sesgada y parcial, pero también necesaria para aco-meter cualquier empresa de reconstrucción historio-gráfica del pasado de una ciudad del sur de España.

En esa reconstrucción no es baladí la circuns-tancia de que Antequera fuera uno de esos lugares afortunados de la provincia de Málaga, junto con Ronda y Málaga, en los que recayó la atención del gran arquitecto Leopoldo Torres Balbás. Él dejó bien sentado lo que sabíamos sobre esta entidad en épo-ca andalusí en los años 50 de la pasada centuria y lo estructuró de manera inteligente en su memorable artículo de la revista Al-Andalus. Hemos tratado de revisar ese conocimiento, con aportaciones cronísti-cas y arqueológicas a aquel estado de la cuestión. Hay, por supuesto, alguna novedad pero será la ar-queología moderna la disciplina encargada de fijar las dimensiones de aquella madīna mediana, de es-tablecer las relaciones entre la ciudad y su alfoz y de desvelar incógnitas sobre su articulación interna, sus edificios y residencias. En ese camino estamos. Ahora posemos asegurar que Antequera fue madīna desde, por lo menos, el siglo XI y que serán los almo-hades, y no los nazaríes, los que doten a la ciudad de la mayor parte de los elementos urbanos que la hacían reconocible. Estos últimos, con todo, reforti-ficarán Antequera, dotándola de un hito simbólico tan reconocible como es una puerta de aparato, de fisonomía alhambreña, la Puerta de Málaga. Ello nos permite asegurar que la ciudad fue uno de los 22 enclavesfortificadosporMuḥammadVenlosañoscentrales del siglo XIV, lo que se adecúa a la termino-logía de ṯagr que se emplea para el lugar en los años iniciales del siglo XV.

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Salida interior de la Puerta de Málaga en la cerca islámica de la Madīnat Antaqīra. El desplazamiento hacia la derecha del arco obedece a su condición de puerta en recodo.

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TERMINOLOGÍA DE ANTAQĪRA EN ÉPOCA ANDALUSÍ

AutorCronología de los hechos

Cronología del autorAplicación terminológica97

Yāqūt(Mu‘ŷam) X XIV Ḥiṣn

Dikr bilād al-AndalusIndeterminada (en torno

siglos X-XI)XIV

ḤiṣnMadīna

IbnNagrāla(Poemas) XI XI Campamento98

‘Abd Allāh ibn Buluqqīn(Tibyān)

XI XI Sin aplicación

Al-Idrīsī(nuzha) XII XIIMadīnaḤāḍira

Al-Idrīsī(Uns) XII XII Sin aplicación

Ibnal-Jaṭīb(A‘māl) XII XIV Sin aplicación

Ibnal-Jaṭīb(Mi‘yār) XIV XIV Sin aplicación

Ibnal-Jaṭīb(Iḥāṭa) XIV XIV Ḥaḍra

Ibnal-Jaṭīb(Nufāḍa II) XIV XIV Ḥawz

Ibnal-Jaṭīb(Nufāḍa III) XIV XIV Ḥiṣn

Al-‘Umarī(Masālik) XIV XIV Madīna

Al-Qalqašandī(Ṣubḥ) XV XV Sin aplicación

YūsufIII(Dīwān) XV XV Ṯagr*

IbnFurkūn(Dīwān) XV XVMa‘qil*Ḥiṣn*

Ibn‘Āṣim(Ŷanna) XV XV Arḍ*

9798

97 Conasterisco(*),aplicacionesterminológicasproducidastraslaconquistadelavilladeAntequeraen1410.

98 Aplicación terminológica en lengua hebrea.

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ANTEQUERA, UNA CIUDAD AMURALLADA. ANÁLISIS DE LAS FÁBRICAS Y CONSTRUCCIÓN DE SUS DEFENSAS MEDIEVALES

Pedro Gurriarán DazaArquitecto,Instituto de Estudios Campogibraltareños.Yamur Arquitectura y Arqueología S.L.

Página anterior: alcazaba de Antequera. Torres y murallas del frente sur.

1. INTRODUCCIÓN

Cualquier visitante que se acerca hoy en día a Antequera desde la Vega, puede observar desde mu-chos kilómetros de distancia la imponente mole de la Torre del Homenaje dominando destacada el cas-co histórico de la población. Es ese altozano amura-llado, que se recorta contra el marco incomparable del Torcal, el solar de la ciudad de Antaqīra, la ciudad andalusí de Antequera. Son por tanto, las murallas, con sus torres y lienzos, una seña característica de la

villa, un hito urbano y territorial destacado y un pode-roso símbolo de lo que venía a significar una ciudad en al-Andalus. En efecto, no se puede entender como tal sin la existencia de obras de fortificación, de tal modo que los enclaves andalusíes que conocemos sin amurallar son excepcionales y generalmente aso-ciados a coyunturas especiales, como ocurrió con al-gunas urbes rebeldes que el poder sometía desman-telando sus defensas, tal es el proceder, por ejemplo, del Estado Omeya en pleno siglo X1.

1 Por ejemplo, cuando el emir cordobés Muḥammad I tomaMérida, las fuentes hablan del desmontado de las fortificaciones urbanas para evitar nuevos levantamientos, circunstancia que la

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Las murallas, por tanto, son manifestación de

poder, y símbolo de estatus urbano2. Su fuerza, por

arqueología ha podido demostrar en excavaciones arqueológicas. Véase, Valdés Fernández, 1998, p. 164. Otros casos, como la ciu-dad de Saltés, fundadas ex profeso sin murallas debido a su carác-ter insular, se estiman únicos y sin parangón en al-Andalus. Torres Balbás, 1985, p. 441.

2 Una cita muy ilustrativa la ofrece el conocido Ibn Jaldūn:“puesto que las ciudades han de servir de hogar de residencia y de refugio, debe atenderse (al fundarlas) a cuanta providencia condu-cente a la seguridad de la comunidad contra los ataques del ene-migo y facilitar el acceso de los objetos y comodidades de que el pueblo tiene menester. Para que una ciudad se halle al abrigo de sorpresas, debe haber un cerco de murallas que rodee el conjunto de las casas, y ocupar el emplazamiento un punto invulnerable de fácildefensa”.IbnJaldūn,1997,p.617.

añadidura, se incrementa por su carácter enriscado

e inaccesible, como ocurre en Antequera, donde aún se reconocen como el principal punto de referencia ambiental. Se da además la circunstancia de que aquí el circuito amurallado se conserva aún firme en muchos tramos, y así es posible distinguir gran parte del perímetro defensivo en su conjunto. Esta excep-cional circunstancia es consecuencia, no sólo de la consistencia de sus fábricas y de una sistemática ac-tividad restauradora, sino también del hecho de que las murallas no han sido afectadas en demasía por los procesos de evolución urbana que solían concluir, en general, con la destrucción o desmantelamiento de las fortificaciones. En Antequera la población cas-

Vista general de la alcazaba de Antequera desde el norte.

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tellana que ocupó la villa islámica a comienzos del siglo XV apenas si se mantuvo en ella poco más de dos siglos, el tiempo necesario hasta comprobar que era inútil permanecer más tiempo tras gruesas mu-rallas. Así, los antequeranos se establecieron al pie del cerro defensivo, en terreno llano y con más fácil acceso a los campos de labor.

Por todo ello, cuando hablamos del conocimien-to que podemos tener de la villa tomada en 1410 por las huestes del Infante don Fernando de Castilla, siempre debemos comenzar por el principal hecho material que la definía: las murallas. Y de eso va a tratar el trabajo que exponemos en las próximas pá-ginas. Vamos a realizar en estas líneas un análisis pormenorizado de las estructuras defensivas de épo-ca medieval de Antequera, definiendo sus principa-les aspectos constructivos y la posible evolución que sufrieron a lo largo de periodo andalusí y cristiano inmediatamente posterior a la conquista del siglo XV.

2. ANALIZAR MURALLAS, ANALIZAR PARAMENTOS

Cualquier profesional o investigador que se aproxima al estudio de una construcción defensiva, o en general de un edificio histórico, debe ser capaz de crear un modelo explicativo de tipo analítico que plasme la realidad existente del elemento en cues-tión. Tras recoger una información general que con-temple aspectos diversos (topográficos, históricos, arqueológicos, patológicos, etc), se ha de obtener un conjunto de conclusiones que abarquen todo el espectro de conocimiento que sobre el Bien Patrimo-nial podamos tener. Éste es el procedimiento gene-ralmente establecido entre los profesionales que se dedican a la intervención en el patrimonio histórico, y que, en general, concluye con algún tipo de actua-ción restauradora o de divulgación.

Una de las principales patas de ese edificio analítico que referimos tiene que ver con el estudio arqueológico de las construcciones, con el reconoci-miento de la evolución y transformaciones sufridas por un edificio a lo largo de su historia. Es precisa-mente en ese terreno donde hemos conseguido un mayor desarrollo y posibilidades de interpretación, tanto, que bien podemos decir que ha supuesto una verdadera revolución en el estudio de los edificios históricos.

Esa disciplina, conocida habitualmente como “Arqueología de la Arquitectura”, viene a identificar estratos arqueológicos en los paramentos, extrapo-lando a los mismos la técnica que se utiliza para las excavaciones del subsuelo. Desarrollada teórica y prácticamente en países como Italia, desde hace dé-cadas, su oportunidad en nuestro país llegó en los

Trazado general de los elementos conservados de las murallas de la medina y la alcazaba de Antequera. En

línea continua se representan torres y lienzos, y en discontinua el trazado del antemuro.

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Alzado fotogramétrico del frente este de la Torre del Homenaje con representación de los materiales constructivos. Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

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últimos años del siglo pasado, especialmente aso-ciada al afianzamiento de la arqueología medieval española y la creación de grupos de trabajo muy ac-tivos en distintos puntos de nuestra geografía3.

Hoy en día no se entiende, por tanto, el estudio de una fortificación sin la correspondiente lectura de paramentos, es decir, sin el reconocimiento de la obra defensiva como un objeto arqueológico que se presta a ser analizado con su metodología. La mejo-ra obtenida en nuestra comprensión de tantísimos monumentos en estos últimos años, gracias a estos procedimientos, ha sido por tanto espectacular. De este modo, y con la participación añadida de otros profesionales como historiadores, archivistas o filó-logos, la solvencia en la interpretación de la vida de los monumentos en la actualidad es importante.

En el caso de Antequera, los trabajos gestiona-dos y acometidos en los últimos años por la Junta de Andalucía y la corporación local, a través princi-palmente del Centro Municipal de Patrimonio Histó-rico, han supuesto un evidente salto cualitativo en el conocimiento que teníamos sobre las fortificaciones medievales de la ciudad4.

El caudal de información que se ha adquirido nos ha permitido crear un modelo más o menos pre-

ciso sobre la evolución de los recintos defensivos de Antequera, de modo que en algunos aspectos, se han reconsiderado muchas hipótesis de partida con las que contábamos desde hacía años.

3 En nuestro caso, hemos seguido la metodología y sistema esta-blecido por el doctor Miguel Ángel Tabales sobre análisis arqueo-lógico de edificios históricos. Tabales Rodríguez, 2002.

4 Desde el año 1999 existe un programa de recuperación y es-tudio de las fortificaciones antequeranas promovido por el Ayun-tamiento y la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía en Málaga (Doc. 4127 de 5/10/1999). Gracias a este programa se han sucedido varias campañas de documentación topográfica y arqueológica, además de diversas labores de restauración asocia-das.

Para concluir este apartado, y antes de entrar propiamente en el análisis de la fortificación ante-querana, hemos de dejar claras algunas puntualiza-ciones sobre el caso específico que nos ocupa. La lectura de paramentos de las murallas de Antequera nos ha permitido identificar y establecer la secuen-cia de estratos de los muros, y la relación temporal entre ellos de forma general. Pero se dan algunos ca-sos, en los que ha existido una escasez de elementos que ofrezcan datas fiables, en los que ha sido difícil asignar fechas absolutas. La ausencia de citas cro-nísticas andalusíes sobre construcciones, de lápidas conmemorativas a propósito de obras, o de simples testigos o materiales arqueológicos del subsuelo, han ocasionado que algunas fábricas deban fechar-se mediante su comparación con otros tipos simila-res identificados en fortificaciones o construcciones medievales similares. Esta circunstancia ha evitado fijar con exactitud la fecha de algunas obras estudia-das, entrando en algunos casos en el terreno de las hipótesis.

3. ANTEQUERA COMO VILLA AMURALLADA

La ciudad que es conquistada por Castilla en 1410 respondía al modelo más representativo de urbe del mundo islámico occidental, depurado a lo largo de varios siglos de evolución y desarrollo5. An-tequera era una ciudad islámica dotada de todos los servicios públicos, administrativos y religiosos que le son propios a su categoría. Su esquema urbano final es fiel a un modelo polinuclear, establecido a partir de la bipolaridad existente entre la alcazaba (dominante y residencia de la autoridad) y la medi-na (como verdadero solar de la población local), y

5 En concreto, Antaqira es referida en los primeros siglos de dominación islámica como ḥiṣn (castillo) para ser citada como madīna (ciudad) a partir de los siglos XI-XIII. Martínez Enamorado, 2003, p. 595.

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que más adelante se completa con la existencia de arrabales desarrollados de forma aditiva a partir del núcleo fundamental de la medina6.

En realidad, la alcazaba (qaṣba) y la medina (madīna) se deberían entender como entidades ur-banas independientes, unidas por el vínculo de aso-ciación que existe entre quien detenta el poder y el pueblo que depende del mismo. Este especial carác-ter queda de manifiesto cuando se estudia la fortifi-cación de ambas unidades: cada una de ellas posee sus propias defensas y pueden funcionar desde un punto de vista militar como recintos independientes. La conquista de una de las partes no implica teórica-mente la caída de todo el conjunto de la ciudad.

Cuando se procede al estudio constructivo de las murallas de ambos núcleos, lo primero que llama la atención es que la calidad o características de las fábricas y materiales edilicios no dependen del recin-to, de modo que son empleados indiscriminadamen-te en distintas zonas, según se acomete la labor edifi-catoria. La erección de las defensas será un proceso aditivo, en el que se actuará según necesidades co-yunturales, utilizando las técnicas más adecuadas o desarrolladas del momento, y en el que destacará un concepto práctico y de economía de medios que está por encima de otras cuestiones secundarias. Así, fá-

bricas poderosas las podremos encontrar tanto en la Torre del Homenaje, en la alcazaba, como en la Torre del Asalto, en la medina. Es decir, la aparición de un aparejo no es sintomática de la categoría de uno u otro recinto, alcazaba o medina. Únicamente en casos coyunturales se localizan técnicas más cui-dadas, como sucede con la Torre Blanca, pero serán verdaderas excepciones en las que se une la catego-ría de la obra y la atención a la construcción.

6 Sobre el estudio de las ciudades andalusíes y su organización urbana remitimos al texto de Mazzoli-Guintard, 1996.

En general, el uso de aparejos o fábricas en el mundo medieval depende sobre todo de la capaci-dad tecnológica de una sociedad, y de las posibilida-des socioeconómicas del entorno donde se edifica, de ahí que en ocasiones haya cambios constructivos de un periodo a otro7. Por ejemplo, en el mundo al-mohade andalusí las fábricas de hormigón de cal conocidas como tapiales serán casi protagonistas. Ese triunfo de fábricas tan pobres en grandes obras oficiales podría sorprender al neófito, pero éste será el resultado de la excepcional depuración tecnoló-gica de un material humilde, precisamente como consecuencia del fracaso en la implantación de la cantería antes del siglo XII8. Todas estas cuestiones, ilustradas con el caso del tapial, serán expuestas en las próximas líneas cuando veamos la evolución de las murallas antequeranas en cada época.

En el año 2006 presentamos un primer estudio Manuel Romero Pérez, arqueólogo municipal de An-tequera, y este autor, en el que ofrecíamos una nueva orientación de las interpretaciones que se tenían de las murallas medievales de Antequera, en virtud al abundante caudal de datos que los nuevos estudios aportaban9. Según el mismo, las murallas de Ante-quera que conocemos en la actualidad, tanto del re-cinto urbano como de la alcazaba, son el resultado de grandes operaciones de refortificación llevadas a cabo en periodo bajomedieval10. De la fortaleza de Antequera anterior a periodo almohade no quedaría apenas vestigio, no por su inexistencia, a todos lu-ces imposible, sino porque la actuación emprendida en el siglo XII fue de tal calado que posiblemente se desmantelaron las defensas anteriores como conse-

7 Cita estas cuestiones a propósito de la cantería: Quirós Casti-llo, 1998, pp. 235-246. Quirós Castillo, 2002, pp. 281-291.

8 Gurriarán Daza, 2008, pp. 261-276.

9 Romero Pérez y Gurriarán Daza, en prensa.

10 Ya apuntó en su momento esta cronología Leopoldo Torres Bal-bás en su estudio dedicado a las defensas antequeranas, en su caso en la primera mitad del siglo XIV. Torres Balbás, 1951, p. 443.

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cuencia del nuevo impulso constructor11. A partir de ese momento se sucedieron diversas actuaciones, al menos dos de ellas de grandes proporciones en periodo nazarí, concluidas con otras finales ya en periodo castellano. Por último, es posible identificar en estos muros fases restauradoras recientes, rela-cionadas con actuaciones de conservación y puesta en valor, pero su estudio sobrepasa el horizonte tem-poral de este estudio y no entraremos en su análisis.

En las próximas líneas nos centraremos en la de-finición constructiva de las grandes fases fortificado-ras citadas, siguiendo, en general, el hilo expositivo ya expuesto en el trabajo del año 2006.

3.1. Antequera como ejemplo de fortaleza almohade

La instauración del poder almohade (o Unitario, según su traducción directa al castellano) en al-An-dalus desde mediados del siglo XII supuso una ver-dadera revolución por lo que respecta a la defensa del territorio. En efecto, las autoridades Unitarias se dedicaron a instaurar una campaña global de cons-trucción de obras defensivas tanto a nivel territorial como urbano, en muchas ocasiones prescindiendo del aprovechamiento de otras anteriores para em-

prender fortificaciones completamente nuevas. En definitiva, se puede encuadrar este esfuerzo dentro de su política de Guerra Santa en la península Ibéri-ca, que contrarrestara los importantes avances expe-rimentados por los Reinos Cristianos desde finales del siglo XI; de este modo, los almohades deciden cimentar parte de su reacción mediante la refortifi-cación general de al-Andalus12.

11 Al-IdrīsīescribeaprincipiosdelsigloXIIqueAntequeraylave-cina Archidona estaban despoblada desde las grandes revueltas de comienzos del siglo X. Al-Idrisi, 1969, p. 252.

12 Sobre el sentido de la política que impera en esta campaña de refortificacióndestacalacitaatribuidaalcalifaYa‘qūbal-Manṣūr

Como consecuencia, muchas de las principales urbes del occidente andalusí sufrirán transformacio-nes profundas en sus defensas, generalmente aso-ciadas a un crecimiento significativo de su perímetro amurallado. Los casos de Tarifa, Sevilla, Niebla, Je-rez de la Frontera, Cáceres o Badajoz, por señalar los ejemplos más destacados, cambiarán radicalmente su fisionomía mediante nuevas murallas que apenas reaprovecharán las defensas existentes y expandirán de forma importante la superficie urbana. No es ex-traño que Antequera entrara a formar parte de esa di-námica de actuaciones, en este caso, aprovechando las excepcionales condiciones estratégicas y defen-sivas de un enclave que no era muy destacado en el momento de la llegada de los almohades.

Las actuaciones arqueológicas promovidas desde el Ayuntamiento de Antequera han dejado al descubierto abundantes restos de esta fortificación que podemos situar cronológicamente entre finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII. Lo que más llama la atención es que dichos vestigios están pre-sentes tanto en el recinto de la alcazaba como en el de la medina, con la única excepción del frente oes-te, desde la antigua Puerta de Estepa hasta la Torre del Homenaje, aunque este hecho no supone que no se encuentren enmascarados o desmontados allí por otras reformas posteriores. La situación de estas

obras almohades demuestra que serán ellos quienes doten de la extensión definitiva a la villa medieval de Antequera, con una idea integral de población plena-mente organizada y fortificada.

Ahora bien, ¿cómo se erigió esta fortaleza? Como suele ser habitual en la construcción de obras militares, los alarifes almohades emplearon la téc-nica del tapial, que originó unos hormigones de cal

que dice: “la huérfana es la península de al-Andalus y los huérfa-nos los musulmanes que la habitan; tenéis que ocuparos de lo que allí conviene: elevar sus murallas, defender sus fronteras, entrenar a sus soldados [...]”. Viguera Molins, 1995, p. 142.

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de excepcional consistencia. Es en este momento cuando esta técnica constructiva adquirió un grado de estandarización y depuración excepcional, tanto en lo que respecta a las formas de puesta en obra y sistemática de ejecución, como a unas solucio-nes de terminación plenamente definidas13. Así, las autoridades almohades fueron conscientes desde un primer momento de la necesidad de crear tanto obras religiosas14, como fortificaciones, plenamente identificables, y dotadas de un lenguaje oficial. En un estudio reciente hablábamos de esta semántica del poder mediante el empleo de tres pautas muy reco-

nocibles: el uso del tapial, de torres representativas (de mayor porte que hasta entonces) y de puertas de aparato15.

En las defensas de Antequera localizamos un hormigón de cal puesto en obra con tapiales (ṭābiya) de mezcla muy fina y bien dosificada, con abundante mortero de cal y arena (fábrica 1). Las tapias resul-tantes no recibían tratamiento en su superficie des-

13 Gurriarán Daza y Sáez Rodríguez, 2002, pp. 562-625.

14 Cressier, 2004, p. 93.

15 Márquez Bueno y Gurriarán Daza, 2008, p. 116.

pués del proceso de desencofrado, de modo que era la propia mezcla hormigonada con un ligero incre-mento de cal (calicostrado) la que debía ofrecer una epidermis resistente. Esta circunstancia nos permite observar, aún en la actualidad, la marca de las tablas del encofrado impresa sobre la superficie de las ta-pias.

El primer testimonio de estas fábricas almoha-des lo estudiaron los técnicos municipales en unos trabajos de desescombro del frente sur de la fortifi-cación, ejecutados a lo largo del año 200116. En ellos encontraron dos torres desmochadas así construi-das (Torres T3 y T4)17, que con posterioridad fueron recrecidas y forradas con mampostería, según un procedimiento que describiremos más adelante. En una de estas torres, la T4, se observa incluso una zar-pa de dos niveles.

La presencia de estos hormigones de cal está señalada en otros puntos del recinto defensivo de la medina. Por ejemplo, aparecen descarnados, detrás de un forro de piedra, en un lienzo de muralla entre la Torre de San Juan (T5) y la Puerta de Málaga, en otro entre las Torres del Agua (T11) y la Torcida (T12), así como en un paño en las cercanías de la Torre de la Estrella (T16), ya en el frente septentrional. De este modo, vemos como la presencia de esta obra cons-tructiva hormigonada es evidente en todo el conjun-to de la cerca urbana.

Pero su presencia es también reconocible en las defensas de la alcazaba, como sucede en su frente oriental. En efecto, en el año 2006 nuestro recordado compañero Antonio Rambla excavó un interesante conjunto en esa zona, que permitió exhumar varias torres defensivas erigidas con el mismo material del

16 Romero Pérez, 2003, p. 190 y ss.

17 Seguiremos la nomenclatura establecida en Romero Pérez, 2003.

Vista general de la torre 4 de hormigón de cal puesta en obra con tapiales.

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que estamos hablando, aunque no se identificó en los lienzos de muralla aledaños, que fueron ejecuta-dos con mampostería.

En definitiva, en todas las zonas señaladas en-contramos similares materiales, hormigones de cal de grano fino, que se pueden relacionar sin duda con otros similares que emplearon las autoridades almo-hades en el occidente andalusí en su gran impulso refortificador, desde Silves hasta el Valle del Gua-dalquivir18. La fortificación de Antequera, que como hemos referido es de excepcional resistencia, hubo de tener una vida azarosa y posiblemente breve. De forma general, estas estructuras fueron desmocha-das en periodo nazarí sin que existan datos que ava-len un fallo resistente o de consistencia del material. Ello viene justificado por la buena conservación de la epidermis de los cajones de tapia observados, de una gran dureza. Por el contrario, el desmochado ge-neral e irregular de la parte alta de las torres, indica un desmontado o destrucción intencionado, no sa-bemos si por alguna acción violenta como un asedio, o bien por un intento de reforzar mediante el uso de otros materiales el conjunto de las defensas.

En cualquier caso, la obra de tapia almohade, levantada a finales del siglo XII o comienzos del si-guiente, fue amortizada por mamposterías a media-

dos del siglo XIV, realzando las torres y forrándolas, e incluso reconstruyendo los lienzos situados entre las mismas.

3.2. Antequera como ejemplo de villa de frontera nazarí

La fortaleza que hemos referido en el apartado anterior sirvió de base para incrementar, transformar

18 Véase lo referido en Márquez Bueno y Gurriarán Daza, 2003, pp. 57-118.

y complejizar el sistema defensivo de Antequera en un nuevo impulso constructor. Fue en período naza-rí cuando la villa sufrió un cambio fundamental en su devenir, al adquirir un nuevo valor estratégico. Se convirtió en un importante eslabón de la cadena de fortalezas que cerraban el poniente del reino granadi-no, desde Gibraltar hasta Loja, frente a las agresivas acciones castellanas. La adquisición de un alto valor territorial, el elevado riesgo de ataque cristiano, ade-más de aumentar su población por las gentes prove-nientes de las ciudades tomadas por los castellanos, fueron factores decisorios que fundamentaron una nueva refortificación de las murallas antequeranas.

Como veremos a continuación, los alarifes gra-nadinos emplearon en esta plaza técnicas construc-

Vista general de las fortificaciones almohades de Jerez de la Frontera ejecutadas con tapias de

hormigón de cal.

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tivas sustancialmente diferentes a las de la fase edili-cia anterior. A partir de ese momento, predominarán las construcciones erigidas con piedra, declinando el empleo de las tapias de hormigón de cal.

De forma general, las obras defensivas erigidas por los nazaríes en las fortificaciones de todo su reino fueron variadas, muy fundadas en prácticas locales de albañilería, aunque en general se podían organizar según tres sistemas fundamentales: tapias de hormigón de cal con calicostrados y/o mezclas de grano grueso, cajones de mampostería entre verdu-gadas de ladrillo, y, por último, mamposterías dis-puestas en hiladas y calzadas con ripios y ladrillo.

En nuestro caso, localizamos al menos cuatro modelos principales de fábricas constructivas gra-nadinas, que podemos relacionar con etapas equiva-lentes de transformación de las primitivas defensas almohades. En algunos casos, la relación cronológi-ca entre ellas es difícil de establecer, aunque no es óbice para situarlas en pleno período nazarí; incluso es posible hablar de sincronismo en su utilización. De este modo podrían coexistir distintas cuadrillas especializadas con sus propios medios y formas de ejecución particulares. Estas fábricas que referimos son las siguientes:

•En primer lugar, aparecen aparejos resueltoscon sillarejo de grandes proporciones, de irre-gular labra, dispuesto en hiladas y calzado pro-fusamente con ripios y fragmentos de piedra. Incluyen material de acarreo proveniente de edi-ficaciones anteriores, probablemente romanas, y el uso de piezas de buena labra resolviendo encadenados de esquina (fábrica 2).

•Poco posterior al modo constructivo anterior,será un tipo muy característico del momento que nos ocupa. Se trata de una fábrica de mam-postería careada de piezas de tamaño medio, dispuestas en hiladas muy regulares, y con

abundante ripios y trozos de ladrillo encajando los mampuestos. El mortero, a igual que el caso anterior, será de naturaleza caliza, bien trabaja-do y de buena dureza y resistencia (fábrica 3).

•El tercercasoquehemosde referirsuponeun

nivel de especialización técnica mayor al visto en los dos puntos anteriores. Se trata de un silla-rejo menudo de labra cuidada, tendiendo a crear piezas rectangulares colocadas preferentemen-te a soga, de modo que originan una fábrica de aspecto noble (fábrica 4). Mientras que en los primeros modelos citados la capacidad tecnoló-gica de los operarios no dejaba de ser de albañil, en este tipo de fábrica se observa un mayor gra-do de desarrollo que permite hablar de técnicas de cantero.

•Porúltimo,debemoscitarotrasfábricasdemam-postería menos cuidadas y heterogéneas en su

Vista general de la Puerta de Málaga de Antequera desde el sur

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ejecución, debido a la dispar modulación de sus piezas y a la tendencia a crear hiladas bastante irregulares (fábrica 5). También las encontramos recreciendo o reforzando puntualmente a las fá-bricas 2 y 3, e incluso a las 1, de ahí que deben considerarse posteriores a ellas, sin descartar un posible origen cristiano en algunos casos.

Éste es, grosso modo, el elenco de fábricas an-dalusíes anteriores a la conquista castellana de co-mienzos del siglo XV, y sirven para definir las conti-nuas atenciones que requirieron las murallas en el escaso siglo y medio de administración granadina. Existen otras fábricas pétreas a modo de variantes de las citadas, pero usadas puntualmente, y apenas nos detendremos en ellas. En cualquier caso, es difí-cil asegurar su origen islámico con plena seguridad, y no es extraño que pudieran ser apaños ejecutados por los nuevos señores.

Comenzamos la descripción pormenorizada de los aparejos de las obras defensivas nazaríes con el estudio de la fábrica citada como 2. Como hemos di-cho, se trata de la más antigua en la secuencia estu-diada de ese periodo. En 1361 una intentona contra Antequera por parte del rey Pedro I de Castilla es re-chazada, ensalzando las fuentes la fortaleza de la vi-lla a propósito de este acontecimiento19. Esas fuertes defensas deberían ser la fortificación almohade de tapia hormigonada que hemos referido, que ya ha-bría sufrido profundas transformaciones en su fiso-nomía constructiva y formal. En la horquilla tempo-ral comprendida entre la ejecución de las tapias del siglo XII (fábrica 1) y las fábricas de mampostería de tiemposdeMuḥammadV(fábrica3),posterioresalataque del Rey Cruel, hubieron de mediar las prime-ras grandes obras granadinas, tal y como revela la estratigrafía y el estudio de las características cons-tructivas de las estructuras.

19 López de Ayala, 1779, p. 333.

El primer punto donde aparecen estas fábricas de sillarejo es la monumental Puerta de Málaga, si-tuada en el vértice sur de la muralla urbana, donde enlazaba el camino que comunicaba con la citada ciudad. Se trata de una torre-puerta desmochada, de trazado en doble recodo y habitación alta abierta al adarve. La composición de la fachada responde a un modelo clásico de las puertas de aparato granadi-nas, con un gran arco exterior meramente propagan-dista, que protege una buhedera, y en cuya clave se observa una Mano de Fátima muy desgastada20. Este arco de ladrillo sirve de marco monumental al verda-

20 En las grandes puertas de aparato nazaríes destaca la presen-cia de varios elementos simbólicos que manifestaban el origen oficial de la obra. Se trata de la citada Mano de Fátima, una llave o el conocido escudo de la Orden de la Banda. Márquez Bueno y Gurriarán Daza, en prensa.

Alzado fotogramétrico del exterior de la Puerta de Málaga. Samuel Márquez Bueno y Pedro Gurriarán

Daza.

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dero acceso de la puerta. De ella sólo se conserva el dintel de ladrillo que remataba el arco desaparecido.

Se resuelven los muros principales de esta construcción mediante sillarejos de grandes propor-ciones, tendiendo a formar hiladas, reservando las piezas mejor labradas y de mayor tamaño para las aristas. Las piezas tienden a ser recalzadas con fre-cuencia con fragmentos de piedra o incluso ladrillos. Estas fábricas se conservan en algunos puntos hasta en tres cuartas partes del alzado, estando reforma-dos las partes altas y el muro del arco interior con otras fábricas de mampostería posteriores de muy

diversa formalización21. El ladrillo sólo aparece como material complementario resolviendo la rosca de los arcos, dinteles, alfiz y jambas, siguiendo una prácti-ca habitual en la edilicia nazarí.

En definitiva, nos encontramos ante un modelo de construcción que responde al tipo de las Puertas de la Justicia que los granadinos comienzan a cons-truir en sus principales recintos urbanos, sobre todo a partir de la puerta homónima erigida en la Alham-bra en tiempos de Yusuf I. No sabemos con exactitud el momento de erección de esta Puerta de Málaga, pero pensamos que estaría comprendido en el mar-gen que media entre la obra del modelo de la Puer-ta de la Justicia de la Alhambra (1348) y el empleo de las mamposterías características del reinado de MuḥammadV(véaseinfra lo referido sobre las fábri-cas 3).

El siguiente punto de atención lo encontramos en la alcazaba, donde la referida fábrica 2 se utiliza en la erección de la gran torre o calahorra conocida como Torre del Homenaje, Torre de las Cinco Esqui-nas o de Papabellotas. Se trata de una gran construc-ción, una de las torres residenciales de mayor enver-gadura de todo al-Andalus, siguiendo una tendencia a erigir grandes torres en las fortificaciones de época nazarí y meriní22. Es coetánea a la Puerta de Málaga, y fue levantada con la intención de reforzar el ángu-lo suroeste del conjunto defensivo. Para ello se forró completamente una torre de mucho menor tamaño cuyo testigo aún es visible desde el interior de la al-cazaba. Es probable que la singular planta en ele que presenta esta torre venga derivada de la necesidad de adaptarse a esa obra anterior.

21 En cualquier caso, la Puerta de Málaga ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de su existencia, lo cual se refleja en la compleja estratigrafía que se aprecia en muchos de sus muros. Téngase en cuenta, además, que esta puerta sirvió durante largo tiempo como Ermita de la Virgen de Espera.

22 Torres Balbás, 1942, p. 192, nota 2.

Vista general de la Torre del Homenaje desde el este.

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Sala del Concejo de la Torre del Homenaje en la alcazaba de Antequera.

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Esa construcción primitiva está levantada en mampostería careada, sin paralelo evidente en el resto de la fortificación, y utiliza un mortero calizo de buena calidad que crea gruesas llagas y tendeles (fá-brica 0). Es difícil precisar la cronología de esta pri-mera torre, de modo que cualquier suposición entra en el terreno de las hipótesis, si bien no sería extraño que fuera un raro testigo de las defensas prealmo-hades23.

La torre conservada hoy día, de casi 18 metros de altura hasta el nivel del terrado, presenta un úni-co nivel útil con acceso desde el adarve. La entra-da se resuelve a través de un hueco adintelado con material de acarreo preislámico, protegido por una buhedera. En su interior, y tras atravesar un largo co-rredor, se entra en un espacio central que en su día se cubriría con un forjado de madera, actualmente desaparecido. Las dos salas principales se abren a esta zona, y se cubren con bóvedas de espejo, muy usuales en las construcciones bajomedievales anda-lusíes. La otra habitación, comunicada directamen-te con el pasillo de entrada, se cierra con bóveda de medio cañón.

Es a partir del nivel del adarve de la muralla ale-daña cuando encontramos innumerables refaccio-nes y apaños posteriores en el volumen de la Torre

del Homenaje, ejecutados con mampostería y ladri-llo. Téngase en cuenta que tras la conquista castella-na las crónicas hablan de su mal estado de conser-vación y la necesidad de consolidar la obra24. En 1582 se remató el conjunto mediante el singular templete con chapitel en el que se situó la campana y el reloj.

23 Se sugería un posible origen altomedieval en Romero Pérez y Gurriarán Daza, en prensa.

24 En 1510, por ejemplo, se habla del riesgo de ruina de la torre si no se acometen obras en las bóvedas, para lo cual se gastaron los antequeranos 50.000 maravedíes. Torres Balbás, 1951, p. 443.

La ejecución de la gran torre nazarí que hemos descrito, hubo de llevar asociada la actuación simul-tánea en el frente occidental de la alcazaba, ya que

allí volvemos a encontrar similares fábricas de silla-rejo. Si bien las continuas transformaciones que ve-mos en esta zona son de gran calado, aún podemos reconocer la fábrica 2 en las torres 18, 19 y 20, princi-palmente en la parte inferior de su alzado.

En definitiva, la primera gran actuación grana-dina no sólo tuvo por objeto reforzar determinadas partes de las defensas tanto de la medina como de la alcazaba, sino también implantar un sello de esta-do mediante una serie de obras poderosas y dotadas de un claro mensaje de poder. Es así como erigen una gran puerta de aparato en el vértice sur del con-junto amurallado, reflejando todo el léxico asociado

Detalle de la obra anterior a la construcción de la actual Torre del Homenaje, visto desde intramuros.

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a sus grandes puertas militares, y una monumental calahorra en el vértice opuesto de este frente, como punto de residencia de la autoridad.

No hubieron de pasar muchas décadas para que los alarifes granadinos emprendieran otro vasto pro-grama de reformas en las defensas de Antequera, esta vez con la idea evidente de reforzar el enclave aprovechando lo que restaba de la muralla almohade de tapia hormigonada. Esta actuación se ejecutó con una mampostería careada muy característica y ho-mogénea, de piezas de mediano tamaño dispuestas en hiladas, y con abundantes fragmentos pétreos, ripios, cantos y ladrillos asentando las piezas en los

intersticios. Como conglomerante se usó un mortero de cal muy bien trabajado y resistente.

Este aparejo, identificado en el actual trabajo con el número 3, nos remitirá, de manera directa, a una forma de construir muy precisa utilizada en un programa defensivo promovido en tiempos del emir MuḥammadV.SuconocidovisirIbnal-Jatibnosre-lata en su Iḥāṭa cómo el poder granadino acometió la reparación de veintidós fortalezas del reino, entre ellas villas como El Burgo o Archidona. La compa-ración de las defensas allí erigidas por los nazaríes con otras similares estudiadas en los enclaves fron-terizos de Loja, Comares, Grazalema, o Moclín, por ejemplo, nos permite rastrear la secuencia de obras acometidas dentro de este programa estatal25. En todas ellas encontramos las mismas mamposterías enripiadas estudiadas en Antequera. Igualmente, las torres de flanqueo, así ejecutadas, seguirán un pa-trón morfológico muy particular, combinando tanto plantas cuadradas como otras con trazado semicir-cular peraltado.

En el caso que nos ocupa, los alarifes granadinos fueron muy prácticos a la hora de erigir las nuevas obras militares. Como dijimos en su momento, la for-tificación almohade de hormigón de cal aún estaba enpieentiemposdeMuḥammadV,yseaprovechóallí donde estaba bien conservada para servir como base de las nuevas fábricas. Las torres y lienzos fue-ron forrados y realzados sistemáticamente con las mamposterías oficiales, creando en algunos casos auténticas moles de gran espesor. Como norma ge-neral, adosaban contra las tapias una hoja exterior de piedra, abrazando el elemento original cuando el forro sobrepasaba la altura máxima de éste. Esta téc-nica la observamos en las torres excavadas en los últimos años en el frente sur del recinto urbano, así como en el oriental correspondiente a la alcazaba. En

25 Acién Almansa, 1999, pp. 427-438.

Detalle de la cara sur de la torre 20, con la presencia de las fábricas 2 de época nazarí en la parte inferior

no restaurada.

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otros casos, aparentemente cuando la estructura de tapia almohade estaba muy deteriorada y casi arrui-nada, era sustituida directamente por otra nueva re-suelta con esta mampostería enripiada.

Este tipo de obra no se limitó al refuerzo de to-rres y lienzos de muralla, de modo que la necesidad de fortalecer el enclave hizo precisa la construcción de un antemuro en gran parte del perímetro, siguien-do el trazado de la fortificación ya existente. Única-mente se prescindió de esta solución en la zona del cauce de la Villa, que funcionaba a modo de foso na-tural. Aunque presenta gran cantidad de reformas, aún se reconoce la ejecución del antemuro con las fábricas nazaríes de mampostería enripiada en la zona comprendida entre la desaparecida Puerta de Estepa (actual Arco de los Gigantes) y la Torre de

San Juan. Igualmente identificamos esta estructura en el frente oriental de la alcazaba. En la excavación de la zona que integra las torres 3 y 4 del paño oeste del recinto de la medina, se pudo estudiar la forma de ejecutar esta defensa adelantada. Se construyó mediante superposición de cajones delimitados por unas hojas exteriores resueltas con las fábricas ofi-ciales de mampostería, rellenando el núcleo a conti-nuación, con piedra, arcilla y cal prensadas26.

En el entorno de la Torre del Homenaje y hasta la torre 20, se observa cómo este antemuro de tiem-posdeMuḥammadVesposterioralaconstrucciónde las dos torres citadas, lo cual viene a asegurar la relación temporal existente entre los sillarejos de las fábricas 2 (de mediados del siglo XIV) y las mampos-terías de las fábricas 3 (del tercer cuarto del mismo siglo).

Por último, estas fábricas oficiales granadinas (fábrica 3) son identificadas en lo más antiguo de las torres albarranas conocidas como Torcida (T12) y San Juan (T6), además de formar la estructura ínte-gra del torreón de planta semicircular peraltada que defiende la Puerta de Málaga desde el noreste (T9).

Endefinitiva,elafándemostradoporMuḥammadV en muchas de estas obras guarda relación con la necesidad de asegurar una serie de recintos y vi-llas fronterizas de indudable valor estratégico para su reino. La contundencia mostrada con la solución de los forros, originando estructuras muy masivas, también tiene que ver con una práctica muy común en ese momento, consecuencia del desarrollo de la pirobalística. Los hormigones de cal, si bien fuertes y de gran dureza, poseen un comportamiento frágil ante los impactos de artillería, y en cualquier caso menos adecuado que el de las fábricas pétreas. Así,

26 Sobre estas cuestiones relacionadas con el antemuro excava-do en el perímetro sur de las defensas urbanas véase Romero Pé-rez, 2003, pp. 191-194, en especial sobre su construcción p. 192.

Detalle de las fortificaciones de Archidona construidas en época de Muḥammad V.

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Vista general de la torre 9, construida con mamposterías enripiadas (fábrica 3).

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no es extraño encontrar fortificaciones de tapia hor-migonada que se forraron sistemáticamente con fábricas de piedra en ese momento, a fin de conse-guir construcciones más eficaces frente a la nueva amenaza de la pirobalística27. Pero más allá de estas cuestiones prácticas, lo que destaca en estas actua-ciones, ejecutadas mediante unas fábricas tan cui-dadas y representativas, es la necesidad de la autori-dad granadina de manifestarse a través de las obras defensivas gracias a la asociación entre promotor y construcción28. Como sucedió durante el Califato de Córdoba, o con el más reciente de los almohades, la edilicia se ponía al servicio de la propaganda del poder gracias al uso de técnicas constructivas muy personales y depuradas.

Mientras que el estudio cronológico de la fábrica 3 no ofrecía apenas dudas sobre su encuadre histó-rico-arqueológico, el siguiente ejemplo que hemos de referir en nuestro discurso sí plantea más interro-gantes. Nos referimos al aparejo 4, que se localiza en la segunda gran torre residencial del frente sur de la alcazaba. Esta construcción, conocida como To-rre Blanca, es de menor porte que la del Homenaje y mucho más esbelta. De planta rectangular y casi 20 m. de altura, posee una base maciza hasta el nivel del adarve de la muralla, desde donde se alzan dos niveles útiles muy compartimentados. La planta infe-

rior, comunicada directamente con el paso de ronda de la muralla, posee una utilidad claramente militar; en ella se organizan tres estancias abovedadas alre-dedor de un pequeño espacio central de distribución. En sus muros se abren aspilleras de tiro con acusa-dos deriva y derrame. La comunicación con el nivel superior se realiza a través de una empinada escale-ra embutida en el muro septentrional. Este nivel lo ocupa en su conjunto una vivienda con patio central,

27 Vemos esta forma de reforzar estructuras en las fortificaciones de Loja, Moclín, Píñar o Íllora, por ejemplo. Malpica Cuello, 1998, p. 288.

28 Acién Almansa, 1995, p. 34.

que sirve como distribuidor para las restantes salas. De ellas, será la que mira a mediodía la de carácter más noble, distinción que queda señalada, además, por los grandes vanos arcuados de cantería que se abren en sus muros.

Desde un punto de vista constructivo, no cabe duda que se trata de una obra singular, al aparecer un refinamiento edificatorio que no veíamos en otros puntos de las defensas antequeranas. En efecto, la cara exterior de los muros principales de la torre se ejecutó con sillarejos tallados ex profeso con especial cuidado (fábrica 4). Hasta el nivel de las aspilleras de la planta inferior se labraron muy aplastados y alar-

Vista general de la Torre Blanca de la alcazaba de Antequera.

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gados, predominando las piezas colocadas a soga. A partir de la citada línea de referencia, las piezas ganaron en altura pero se hicieron más cortas, cir-cunstancia que derivó, además, en un predominio de los elementos colocados a tizón. En cualquier caso, es difícil concluir un carácter diacrónico para ambas fábricas, pudiendo responder estos cambios métri-cos más a una práctica coyuntural de los canteros de turno, que a un verdadero cambio cronológico.

Si en el exterior de los muros perimetrales existe un orden y estereotomía de los sillarejos ciertamente especial, la hoja interior de estas estructuras cambia sustancialmente su formalización. Nos encontramos ante la típica construcción formada por dos hojas ex-ternas independientes, cuyo núcleo se resuelve con algún tipo de calicanto o relleno de material menos cuidado29. En nuestro caso, la cara interna fue ejecu-

29 Se trata, sin duda, de una solución de gran tradición en el mundo de la construcción medieval y antigua. Ya se utilizaba en la Gracia Clásica con el nombre de emplecton, y fue asimilada rá-pidamente por la edilicia romana, mediante la técnica consistente en rellenar el espacio comprendido entre dos hojas exteriores de

tada mediante sillarejo, pero al contrario que en el exterior, con abundantes piezas de ladrillo y lajas re-calzando las piezas pétreas, según una solución que ya habíamos visto en algunas estructuras de la Torre del Homenaje.

El ladrillo aparece también como material com-plementario, pero con un indudable protagonismo a la hora de definir elementos constructivos concretos. Nos referimos a su empleo principal para la ejecu-ción de bóvedas y arcos, tal y como sucede también en distintas partes de la Puerta de Málaga. Otras téc-nicas edilicias identificadas son las mamposterías formando cajones y dispuestas en verdugadas de ladrillo, en este caso, en algunas de las estructuras que delimitan la vivienda de la planta superior.

A partir de las características constructivas re-señadas es difícil ajustar con precisión la cronología

fábrica (opus testaceum) con un hormigón de piedras mezclado con arena, cal y puzolana (opus caementicium). Calama Rodrí-guez, 1998, pp. 159-160.

Planta primera de la Torre Blanca antes de la reciente restauración. Centro Municipal de

Patrimonio Histórico.

Planta baja de la Torre Blanca antes de la reciente restauración. Centro Municipal de

Patrimonio Histórico.

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Interior de la planta baja de la Torre Blanca en la alcazaba de Antequera.

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de la Torre Blanca, que parece obra erigida en un único impulso. El sillarejo empleado en su perímetro exterior no tiene parangón con lo visto en el resto de las fortificaciones de Antequera. Por el contrario, el sillarejo recalzado de las hojas interiores posee más cercanía con el visto en la Torre del Homenaje. Por último, el empleo del ladrillo en arcos y bóvedas, además, variadas como es nuestro caso (espejo, baí-das, cañón), nos remite a prácticas muy habituales en la construcción bajomedieval, al igual que sucede con la aparición de mamposterías encajonadas entre verdugadas de ladrillo.

Este carácter tardío que apuntan los aparejos, posee un refrendo en el análisis morfológico compa-rativo de esta gran torre, que entronca con la tradi-ción de las grandes calahorras nazaríes ya relatada. Al contrario que ocurre con la vecina del Homenaje, en la Torre Blanca el espacio está mejor organizado, lo que lleva asociado una mayor especialización del mismo. Existe un primer nivel marcadamente militar que da paso a una planta alta donde se construye una vivienda dotada de patio central. Esta estructura tan especial y reglada nos remite de forma directa, pero a otra escala, a la Torre del Homenaje de la alca-zaba de la Alhambra. Esta obra hormigonada nazarí posee seis niveles, todos ellos muy divididos, siendo el superior el correspondiente a una vivienda con pa-

tio central30. Se trata nuestra torre, por tanto, de un modelo a escala de este ejemplo señero. Se seguirá así una corriente de construcción de grandes torres defensivas de tipo residencial, como ya dijimos, pero a su vez, reflejando una práctica de la época consis-tente en compartimentar el espacio interior originan-do verdaderos conjuntos de cámaras de tiro31.

30 De forma habitual se considera a la alcazaba como una de las partes más antiguas conservadas en el recinto de la Alhambra. Se apunta una cronología del siglo XIII en Pavón Maldonado, 1999, pp. 318-319.

31 Este modelo de torre se depura a partir de periodo almohade, como ocurre con la Torre Blanca de las murallas de Sevilla. Es a partir de ese momento, a comienzos del siglo XIII, cuando proli-

En conclusión, los escasos datos definitorios derivados de los estudios constructivo, tipológico y formal, apuntan a una cronología nazarí de esta Torre Blanca de la alcazaba. Es difícil precisar su si-tuación temporal con respecto a las grandes obras ya citadas con anterioridad. Aparentemente el ante-murodetiemposdeMuḥammadVesposterioralamisma, ya que apoya contra su base, lo que dejaría abierto un horizonte cronológico comprendido entre

ferará el modelo en todo el marco del Mediterráneo, desde la pe-nínsula Ibérica hasta Tierra Santa. Véase sobre las fortificaciones de esta última zona en tiempos de los cruzados lo recogido en Faucherre, Mesqui y Prouteau, 2004.

Detalle de una de las aspilleras de la Torre Blanca abovedada con fábrica de ladrillo.

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la erección del modelo alhambreño citado (¿finales del siglo XIII?) y mediados del siglo XIV. Su especial forma de construir, sin parangón con el resto de la edilicia militar antequerana, define esta obra como un encargo puntual y específico, destinado a resol-ver la necesidad de alojamiento de alguna persona-lidad destacada.

La parte final de nuestro análisis tiene por obje-to un conjunto heterogéneo de fábricas pétreas que observamos principalmente en las partes oriental y septentrional del anillo defensivo de la medina. Son usadas de forma indistinta tanto en grandes obras de refuerzo de la cerca como en la erección de nue-vos elementos defensivos. En general es difícil pre-cisar su cronología con exactitud, si bien podemos

suponerlas como obras bajomedievales andalusíes. En cualquier caso, sería necesario realizar un estudio de paramentos sistemático para avanzar más allá de las hipótesis que podamos esbozar en estas páginas.

El primer ejemplo lo encontramos en el conjunto de torres albarranas que flanquean la muralla de la ciudad en el entorno de la actualmente desaparecida Puerta de Granada o de las Bastidas. Nos referimos a las torres conocidas como del Agua (T11) y de la Es-trella (T 16). La primera defendía la coracha que ase-guraba la aguada desde una mina de origen romano, mientras que la segunda reforzaba la muralla en el extremo oriental del frente norte. En ambos casos la obra se erigió mediante sillarejos y mampuestos de dispar modulación (fábrica 5), mayores en la base,

Vista general de la Torre del Agua desde el sur.

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aunque tendiendo en general a la irregularidad. En las esquinas y rosca de los arcos de los espigones las piezas se labran con mayor cuidado, aunque en oca-siones, los encadenados de borde presentan algunas piezas de acarreo. En imágenes de la primera mitad del siglo XX, consultadas en el Archivo Témboury de Málaga, se observaba aún la coronación de la Torre de la Estrella resuelta con hormigón de cal, lo que parece reflejar una reforma tardía que hoy día no se conserva.

Estas dos torres albarranas no sólo contrastan en el tipo de aparejos con las dos referidas con an-terioridad, San Juan y Torcida, sino que además se trazan con planta rectangular al contrario que éstas, que son de trazado curvo. Estos aspectos evidencian una falta de sincronismo entre ellas. En cualquier

caso, es muy difícil asignar una fecha a las citadas fábricas 5, sin ningún elemento adicional de análisis. Fábricas similares, y no sabemos si coetáneas, las vemos en el lienzo situado al sur de la Torre Torcida, el Torreón del Asalto (T14) y en lo alto de la Puerta de Málaga, y quizás, en fin, en algún apaño en la coro-nación de la Torre del Homenaje.

A este respecto merece la pena detenerse un mo-mento en el impresionante conjunto defensivo que reforzaba el punto más débil de toda la cerca de An-tequera. Nos referimos al sistema excavado y puesto en valor en la zona de la Plaza del Carmen, el más bajo y accesible, junto a la Puerta de las Bastidas. Precisamente en este punto fue donde las huestes castellanas abrieron brecha en el asedio decisivo de

Vista general del conjunto defensivo conservado en la plaza del Carmen de Antequera.

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141032. Destaca en la actualidad la imponente mole que domina el ángulo norte de la cerca, el Torreón del Asalto. Alrededor de esta poderosa obra maciza se articulan una serie de elementos defensivos que dificultaban enormemente cualquier tipo de acción contra la cerca, y que se conservan en un amplio tra-mo hasta las cercanías de la Torre de la Estrella. En primer lugar, encontramos un antemuro que se des-dobla en las cercanías del Torreón del Asalto, que a su vez sirve de escarpa a un foso perimetral. Asocia-do a este muro adelantado se levantó otra albarrana de refuerzo (T15), que llega hasta el mismo cortado de la escarpa ataludada.

Se trata, por consiguiente, de un sistema muy fuerte y sobredimensionado que seguiría una com-pleja evolución mediante el añadido de los antemu-ros, foso y la albarrana T15. La formalización general de los muros del Torreón del Asalto parece remitirnos a la misma edilicia de la Torre de la Estrella (fábrica 5), y por tanto a un mismo momento de erección, no obstante, la multitud de apaños, reformas y parches que presenta su epidermis nos habla de una histo-ria azarosa, cuya secuencia general se nos escapa con nuestros conocimientos actuales. La estructura de la escarpa se ejecuta con mampostería careada de módulo mediano, tendiendo a seguir hiladas; sus características y el replanteo ataludado es similar al

refuerzo del antemuro en el sector meridional de las defensas de Antequera. La torre albarrana T15, por último, difiere de las técnicas constructivas vistas en las defensas cercanas, ya que se alza sobre sillarejos bien tallados y proporcionados.

Manuel Romero Pérez efectuó en su día una descripción y análisis muy preciso de este conjun-to de elementos defensivos, y al mismo remitimos al lector que desee ahondar en su conocimiento33. Sí

32 Torres Balbás, 1951, pp. 443-444.

33 En general, se sitúa la ejecución de este complejo defensivo de

podemos aventurar que los cambios constructivos que apreciamos en este sector responden a impul-sos sucesivos de refuerzo o arreglo de las defensas, la mayor parte de los cuales se llevarán a cabo en el último período andalusí, además de castellano. Re-cuérdese que esta zona hubo de resultar muy afec-tada por el asedio de 1410, y por tanto, hubo de ser puesta en estado de defensa con prontitud. Tal vez a este momento respondan obras como la albarrana T15, por ejemplo, y muchas de las reformas de los muros estudiadas en esta zona. La arqueología preci-sará, conforme se avancen los trabajos de paramen-tos y subsuelo, la evolución precisa de los elementos defensivos de la zona de la Plaza del Carmen.

4. EN CONCLUSIÓN

La urbe que es tomada por el Infante don Fernan-do era una ciudad fuerte y muy bien guardada por un sistema defensivo depurado tras varios siglos de refor-mas y evolución. Cada una de sus fases constructivas respondía a una necesidad muy precisa, y para ello se utilizaba el sistema edilicio más adecuado, técnica y socioeconómicamente. En ocasiones, como sucedía con las formas oficiales de construir, por ejemplo en periodoalmohadeonazarídeMuḥammadV,lamane-ra de ejecutar los paramentos sobrepasaba el factor tecnológico para adentrarse en el terreno de la propa-ganda y la representación del poder.

Lo conservado en las murallas antequeranas nos habla de sus últimos siglos de existencia anda-lusí, precisamente cuando adquirió un valor urbano destacado. Formalizada su organización general y extensión en periodo almohade, fue con la asunción de un importante rol como villa fronteriza nazarí cuando Antequera se terminó de fortificar. Las téc-nicas constructivas andalusíes que vemos en todos

la Plaza del Carmen en el siglo XV. Romero Pérez, 2003, pp. 196-201.

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los periodos expuestos tienden a ser modestas en su formalización parietal, como ocurre con los tapia-les y las mamposterías, no obstante, se trataba de sistemas muy fiables, relativamente económicos, y que requerían un bajo nivel de especialización tecno-lógica. De este modo, se pudieron erigir poderosas estructuras, eficaces en su finalidad militar, y sin ne-cesidad de costosas técnicas, como la cantería. Las

fábricas más cuidadas se emplearon en la ejecución de la Torre Blanca, circunstancia que denota el ca-rácter singular y específico de esta obra.

La postrera actuación cristiana sobre las mura-llas tenderá, en la mayor parte de los casos, a con-solidar la estructura general que se había heredado de periodo andalusí, en algunos casos con verdadera urgencia como atestiguan las fuentes34. Las técnicas edilicias fueron en gran medida las mismas que se empleaban antes de la conquista. Mamposterías ca-

34 Torres Balbás, 1951, pp. 443-444.

readas están presentes en el lienzo que une la Torre Blanca y la del Homenaje, así como en el pequeño alcázar que se construye anexo a intramuros. Incluso obras tan representativas como el Arco de los Gigan-tes, ejecutada en 1585 en sustitución de la Puerta de Estepa35, con sus dovelas y jambas de fina cantería, ve erigir sus paños con mampuestos dispuestos con escaso orden.

En definitiva, poco a poco, con nuevos trabajos y profesionales, se va desentrañando la rica historia de los muros de Antequera. Pero aún quedan muchas incógnitas por desvelar e hipótesis por confirmar, lagunas que deberán ser abordadas desde diversas disciplinas; en nuestro caso, será la analítica arqueo-lógica de paramentos la que irá aportando su valiosa visión, que ya ha ido ofreciendo datos ciertamente importantes en apenas dos décadas.

35 Romero Benítez, 1975, pp. 58-62.

Alzado fotogramétrico del frente exterior del Arco de los Gigantes. Centro Municipal de Patrimonio Histórico.

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Las relaciones con el reino de Granada determi-nan, en gran medida, la política interna y externa de Castilla durante los primeros años de la minoría de Juan II. En el ámbito interior la decisión de empren-der varias campañas contra los nazaríes tendrá con-secuencias directas en la administración del reino, provocando su remodelación provisional, también será un motivo de disputa y supondrá un factor de cohesión interna y de afianzamiento político para al-gunos personajes. En el exterior supuso una intensi-ficación de las relaciones con otros reinos, con los que se establecieron tratados, además de una reafir-mación del expansionismo castellano, entre otros.

Este nuevo período pone fin a una larga etapa de tranquilidad, que los nazaríes aprovecharon para liberarse del pago de parias a Castilla, intervenir en los asuntos internos del reino meriní de Fez y ocupar Ceuta entre 1382 y 13861. A comienzos del siglo XV la presión granadina sobre el ámbito fronterizo cas-tellano fue cada vez mayor, y responde a un conoci-miento del poder que estaba acumulando su vecino

1 Rosenberger, 1994, p. 283.

ESTRATEGIAS POLÍTICO-MILITARES PRESENTES EN LA CONQUISTA DE ANTEQUERA

Santiago González SánchezDoctor en Historia Medieval por la Universidad Complutense de Madrid. Consejería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía.

Página anterior: Vista aérea de las murallas de la Alcazaba y Medina de Antequera.

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peninsular, al pretender resquebrajarlo por la parte más débil. La presencia, cada vez más importante, de naves castellanas en el Mediterráneo Occidental, sus ambiciones sobre las islas del litoral norteafrica-no o los contactos de Castilla con potencias musul-manas del área oriental, son aspectos que pudieron impulsar a los nazaríes que se veían cada vez más aislados. Además, no se puede olvidar la situación de Castilla a la muerte de Enrique III, que une a los problemas heredados las dificultades creadas por el testamento del rey, tales como la custodia del mo-narca o una regencia compartida entre dos regentes, cuyas relaciones cabe calificar como difíciles, y que tendría su correspondiente traslación a la política in-terior y exterior.

Por otra parte, la complejidad de las relaciones castellano-granadinas se agrava con la escasa diver-

sidad de fuentes disponibles. La carencia casi total de fuentes musulmanas hace que tengamos que ba-sarnos sobre todo en las castellanas, sin olvidar los escasos testimonios recogidos más allá de nuestras fronteras que vienen a coincidir con ellas. De ahí que determinados aspectos, como los enfrentamientos bélicos que mantuvieron, hayan llegado hasta noso-tros a través de la pluma de los vencedores, y que en el mejor de los casos contemos con alguna alusión a ellos por parte de los derrotados2. Pues bien, a pesar de esas limitaciones, abordamos a continuación las estrategias político-militares que se emplearon en la conquista de Antequera, tratando en primer térmi-no la etapa prebélica para después ocuparnos de la campaña militar de 1410, sin olvidar su vinculación con la de 1407, pues ambas forman parte del mismo plan.

2 Sin mencionarlos explícitamente y con un fin enaltecedor se encuentranenelepitafiodeYūsuf III,comoseñalaLafuenteAl-cántara, 1859, pp. 234-236.

Escultura funeraria del Rey Enrique III de Castilla. Catedral de Toledo.

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1. LA ETAPA PREBÉLICA

1.1. Los ataques fronterizos

La etapa prebélica se caracterizó por la multipli-cación de los incidentes fronterizos y las alarmas de ataques. Así, por ejemplo, en el último año del reina-do de Enrique III el ámbito fronterizo fue objeto de continuos ataques, siendo incesante la actividad a partir de la segunda mitad de 1406. En ellos estuvie-ron involucrados miembros de la alta nobleza ave-cindados en las ciudades de realengo, así como los propios concejos de éstas. Los ataques se produje-ron en y desde todos los sectores fronterizos, valgan como ejemplo los de los antiguos reinos de Sevilla3 y de Jaén4. La estrategia castellana comprende la uni-ficación y coordinación de las distintas fuerzas, con-cejiles y nobiliarias, de la zona sevillano-xericense, al frente del maestre de Santiago, don Lorenzo Suárez

3 CollantesdeTeránDelorme,1972,I,nº39,p.158,nº43,p.158,nº55,p.161,nº60,p.162.

4 CollantesdeTeránDelorme,1972,nº57,p.161,nº115,p.280;JuanLovera,nº91,nº55,p.41,publicadoporlamismaautoraen1988,nº59,p.88;Arquellada,1996,nº9,pp.15-16.

de Figueroa5. Los métodos empleados son de carác-ter defensivo y ofensivo. Por ello se reparan ciertos castillos fronteros y se incrementa el número de sus guarniciones6, se dispone un sistema de guardas, es-cuchas y atalayas con el fin de prevenir los ataques7 y estar informados de los movimientos del enemigo8, utilizando las almenaras y ahumadas para comuni-carse entre los castillos fronterizos y las ciudades del interior9. Todo este dispositivo hubiera servido de poco de no ir acompañado de la movilización de un número importante de combatientes de a pie y de a caballo procedentes de los concejos de realengo, como conocemos por Sevilla10. Estas tropas sirvieron

5 CollantesdeTeránDelorme,1972,pp.153-156,nº68,p.163,nº69,pp.163-164,nº71,p.164,nº82,p.166,nº178,pp.186-187,nº198, p. 190. Sobre este personaje véase la obra de Rodríguez Ama-ya, 1950 “pp. 241-302.

6 CollantesdeTeránDelorme,1972,pp.153-154,nº60,p.162.

7 CollantesdeTeránDelorme,1972,pp.154-165,nº68,p.163,nº69,pp.163-164,nº72,p.164,nº82,p.166.Enestecasoyotrosquele siguen, el vocablo atalaya hace referencia al hombre u hombres destinados a registrar y a avisar desde ella. Diferente, por tanto, de su significado como torre, que también aparece más adelante.

8 CollantesdeTeránDelorme,1972,pp.153-154,nº184,p.188,nº198, p. 190.

9 CollantesdeTeránDelorme,1972,nº98,p.168.

10 CollantesdeTeránDelorme,1972,pp.153-154,nº69,pp.163-164,nº71,p.164,nº72,p.164,nº198,p.190.

Alhambra de Granada. 1859.

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para reforzar guarniciones como Tarifa, Matrera11 y Utrera12, y también realizaron incursiones de castigo y de depredación adentrándose en el interior del rei-no de Granada13.

La justificación de todo este complejo y costoso sistema defensivo se basaba en las acometidas de

11 Según Rojas Gabriel, 1988, pp. 360-361, la escasa guarnición de Matrera se debía a que su función consistía en la defensa de la escasa población de la zona y en la salvaguarda de los ganados. Ello no sería obstáculo para que esta fortaleza fuera la pieza maes-tra de la defensa del territorio de Sevilla ante el reino de Granada, como señala Collantes de Terán Sánchez, 2002, p. 58, refiriéndose a los gastos de defensa del concejo de Sevilla.

12 CollantesdeTeránDelorme,1972,pp.153-154,nº43,p.158,nº69,pp.163-164,nº72,p.164.

13 CollantesdeTeránDelorme,1972,nº39,p.158,nº43,p.158.

los granadinos14 y, en gran medida, en las informa-ciones recabadas por guardas, escuchas, etc. Las noticias que llegaban del otro lado de la frontera contribuían a agravar más la inseguridad reinante. La captura de espías granadinos15, el paso de tropas procedentes del norte de África atravesando el Estre-cho de Gibraltar para ayudar a los musulmanes pe-ninsulares16, o el intento nazarí de controlar el tráfico marítimo en el Mediterráneo Occidental atacando a

14 AsíocurrióenTeba,CollantesdeTeránDelorme,1972,nº55,p.161,yenPriegonº198,p.190.

15 CollantesdeTeránDelorme,1972,nº46,p.159,nº178,pp.186-187.

16 Collantes de Terán Delorme,1972, pp. 153-154.

Murallas de la ciudad de Tarifa.

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las naves cristianas17, son algunas muestras de cuál era la situación en esos momentos.

No era mucho más tranquilizador el aspecto que ofrecía la frontera en otros sectores. En el giennense se libraron combates, como los de los Collejares y Quesada18 y se temió por un ataque a Alcalá la Real19, en el cordobés, Priego sufrió ataques entre noviem-bre de 1406 y abril de 140720, y en el murciano se avisó de una posible incursión granadina sobre Lorca21.

La situación en la frontera castellano-granadina continuó muy tensa después de la muerte de Enrique III y la entronización de Juan II. Hasta el inicio de la campaña militar de 1407 se registraron incursiones22 y amenazas23 por uno y otro lado. No parece que estos ataques, al menos los castellanos, formasen parte de un plan más amplio destinado a reducir el potencial bélico de sus enemigos. Más bien son una respuesta primaria a los que tienen lugar desde el otro lado de la frontera y responden a los intereses de nobles y concejos deseosos de adquirir un importante botín

17 CollantesdeTeránDelorme,1972,nº184,p.188.

18 Collantes de TeránDelorme, 1972, nº 57, p. 161; Arquellada,1996,nº9,pp.15-16.

19 RegestodeCarmenJuanLovera,1977,nº55,p.41,publicadoporlamismaautoraen1988,nº59,p.88.

20 Peláez del Rosal, y Quintanilla Raso, 1977, p. 80.

21 Torres Fontes, 1973, pp. 38-39.

22 Los murcianos habían ido sobre Vera y Zurgena según expone la reina doña Catalina en carta al concejo de la ciudad de Murcia, fechada el 11 de abril de 1407. A(rchivo).M(unicipal).M(urcia), Car-tulario Real 1391-1412, fol. 28v, publicado por Torres Fontes, 1973, nºVII,pp.40-41.Laentradatuvolugarduranteelmesdefebrero,como puede verse en Pérez de Guzmán, 1953, Madrid, año 1, cap. V, pp. 279-280. Además del hecho anterior, también menciona las tomas musulmanas de los castillos de Huércal y de Pruna, Argote de Molina, 1957, p. 587.

23 Carta del mariscal García Fernández de Herrera a Lorca avi-sándoles de una posible incursión de tropas granadinas. A.M.M., Actas Capitulares (1407), s/fol, publicado por Torres Fontes, 1973, nºVI,p.39.SobrelamismapoblaciónA.M.M.,leg.4277,caja7,nº2; A.M.M., Actas Capitulares (1407), fol. 33r-v. Amenazas de incur-siones nazaríes sin determinar en A.M.M., Actas Capitulares (1407 marzo19),fol.235ryenCollantesdeTeránDelorme,1972,nº238,pp. 197-198.

o de ganar privilegios reales que les eximieran del pago de ciertos impuestos, como ocurrió con el con-cejo de la ciudad de Murcia24.

Los continuos enfrentamientos fronterizos hicie-ron que la guerra se considerase inevitable. La toma del castillo de Ayamonte25 y la negativa granadina a devolverlo26, así como la entrada granadina en la zona de Baeza27 se han considerado desencadenantes de las acciones de castigo frente a Granada. Aparte del mayor o menor valor estratégico de la fortaleza de Ayamonte, la decisión castellana responde más a la ruptura de los lazos vasalláticos por parte granadina.

Mientras tanto fructificaba la vía diplomática que impulsaron personas como el maestre de San-tiago, don Lorenzo Suárez de Figueroa28. El tratado de treguas entre Castilla y Granada se firmó en Madrid, a principios de octubre de 1406, entre el doctor Pedro Sánchez del Castillo y el embajador granadino Abu Abdallah al-Amin, y establecía como plazo de vigen-cia el período comprendido entre el 1 de octubre de 1406 y el 30 de septiembre de 140829. La ruptura de hostilidades fue casi inmediata y estuvo estrecha-mente relacionada con la batalla de los Collejares (6 de octubre de 1406).

24 Sobre los intereses políticos y el prestigio que pretendían lo-grar los Fajardo con su ataque a Vera a finales de 1406 puede ver-se Martínez Carrillo, 1980, p. 217. Las aspiraciones murcianas en A.M.M., Cartulario Real 1391-1412, fol. 28v, publicado por Torres Fontes,1973,nºVII,pp.40-41.

25 Rojas Gabriel, 1994, pp. 39-40, fecha el asalto y ocupación de esta fortaleza en torno al mes de marzo de 1405, basándose en razones toponímicas, cronológicas y causas de índole militar.

26 Díez de Games, 1940, p. 290; García de Santa María, 1972, pp. 4 y 6. Incluso es la razón que esgrime el infante don Fernando ante los procuradores en Cortes, como pone de manifiesto García de Santa María, 1982. p. 70.

27 Barrientos, 1946, pp. 11-12; Pérez de Guzmán, 1953, Generacio-nes, Semblanzas, p. 699.

28 Suárez Bilbao, 1997, pp. 1430-1432.

29 Mitre Fernández, 1972, pp. 117-119.

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Enrique III fue considerado el promotor de una nueva fase bélica frente al reino de Granada, aunque él no tuviese ninguna participación30. Él tomó la deci-sión de iniciar las hostilidades31 pero quien se encar-gó de llevarlas a cabo fue su hermano, el infante don Fernando. De él parten las órdenes hacia los lugares fronterizos en los últimos momentos de vida de Enri-que III, disponiendo el cometido que cada uno debía de desempeñar en adelante32.

1.2. Respaldos con los que se cuenta

A finales de diciembre de 1406 todavía faltaban por concretar algunos apoyos de carácter interno y externo necesarios para iniciar una campaña contra el reino de Granada. A ello hay que añadir la situa-ción de excepcionalidad política que vivió Castilla a la muerte de Enrique III, derivada en parte del cum-plimiento de ciertas cláusulas de su testamento que, sin duda, retrasaron el inicio de las operaciones con-tra los musulmanes granadinos. Esos apoyos, o con-sentimientos, procedentes de diversos ámbitos, se prestaron por convicción o por interés, pero a veces forzados por los acontecimientos, a pesar de la opi-nión contraria, se hicieron tras reiteradas solicitudes o fueron escasos.

De la Iglesia, además del apoyo económico33,

aunque en algún momento se le reprocha que no

30 Carriazo y Arroquia, p. 26; Pérez de Guzmán, año 1, cap. XIX, p. 284; García de Santa María, 1982, p. 69.

31 En el epitafio del monarca se contiene que “MVRIO DIA DE NAVIDAD EN/ TOLEDO, YENDO A LA GVERRA DE LOS/ MOROS CON NOBLES DEL REINO”. González Dávila, 1638, p. 205. Torres Fontes, 1965-1966, p. 141, y Torres Fontes, 1999, p. 16, indica que las razones del monarca para llevar a cabo su ataque eran castigar a los musulmanes, poner de manifiesto la superioridad castellana y recuperar Ayamonte.

32 TorresFontes,1973,nºI,pp.33-34.

33 Enrique III informaba el 22 de agosto de 1405 al obispo con-quense, don Juan Cabeza de Vaca, que estaban a punto de aca-barse las treguas con el rey de Granada, por lo que el monarca había solicitado de la Iglesia que contribuyese al mantenimiento

contribuya de esa forma34, se esperaba sobre todo el ideológico. La Iglesia, por medio de sus obispos, justificará la campaña de 1407 en razón de los in-

de la guerra que se iba a iniciar con el pago de 1.000 lanzas, en vez de las 1.500 que tradicionalmente se le venían exigiendo. De estas 1.000 lanzas, a la Iglesia de Cuenca le correspondía pagar 36. El 14 de septiembre de ese mismo año, y tras haberse reunido el obispo con el cabildo catedralicio, el abad del cabildo de clérigos de Cuenca y los arciprestes y vicarios de la diócesis, se proce-dió al reparto del pago de los 55.000 maravedíes que costaría el mantenimiento de 36 lanceros, correspondiendo pagar al cabildo catedralicio 18.333 maravedíes y dos cornados. A(rchivo).H(istórico).N(acional),Estado,leg.3190,nº2,fols.30v-34rynº6,fols.16r-19r; B(iblioteca).N(acional), Mss. 13071, fols. 21r-24r y 13072, fols. 249v-253r, de donde lo toma Díaz Ibáñez, 2003, p. 442.

34 García de Santa María, 1982, pp. 14 y 15. Conocemos la recla-mación de la Iglesia de Astorga ante la contribución que se había impuesto por el concejo de esa ciudad a Morales del Arcediano que era propiedad de la primera, para la campaña de 1410. Quinta-na Prieto, 1973, pp. 129-130.

Monumento ecuestre al Infante Don Fernando, obra del escultor Jesús Gavira realizada en 2002.

Antequera, Plaza del Coso Viejo.

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cumplimientos de los granadinos, que además eran enemigos desde un punto de vista religioso35. La mo-narquía solicitó al papa las dos partes del tercio de fábrica para acabar con los ataques que asolaban sus territorios y convertir a los musulmanes a la fe católica36. Benedicto XIII accedió, impelido por las consecuencias de carácter político-religioso que po-dían afectar a su causa. Las denominadas tercias de fábrica37 se percibían a la muerte de Enrique III38, y los regentes solicitaron y obtuvieron del pontífice, en 1407, su concesión por tres años más39. La predica-ción de la Cruzada fue otra forma de apoyo ideológi-co y económico de la Iglesia a la empresa guerrera40, unida a las limosnas para la Cruzada dispuestas en los testamentos. Aunque, el aspecto más evidente de la colaboración eclesiástica fue la participación de algunos miembros del episcopado en las cam-pañas granadinas, donde el más destacado, por su influencia ante el infante castellano y por los hechos de armas en que participó, fue don Sancho de Rojas, obispo de Palencia.

El respaldo económico de las Cortes era deter-minante para iniciar cualquier campaña. Las Cortes

35 García de Santa María, 1982, p. 13. En la misma obra, pp. 73-76, se contiene la justificación que hizo don Sancho de Rojas de la guerra contra los musulmanes.

36 36A(rchivo).D(ucal).C(asa).A(lba),nº194,leg.2,nº47.

37 Una exposición sobre las tercias y su percepción durante los años de la minoría de Juan II la hace Nieto Soria,1993, pp. 318-319.

38 38 A(rchivo).V(aticano), Reg. Avin., vol. 328, fol. 16v, citado por Villarroel González, 2007, I, p. 144.

39 A.V., Reg. Avin., vol. 328, fols. 14r-15v, citado por Villarroel Gon-zález, 2007, I, p. 144. Hay varias noticias de su percepción en Mur-cia en 1408. A.M.M., Actas Capitulares (1408 marzo 12), fol. 147v, donde Lope García de Toledo presenta ante el concejo una carta del rey en la que mandaba hacer el bizcocho de las tercias que él tenia en la ciudad. Y otro A.M.M., Actas Capitulares (1408 diciem-bre 20), fol. 128v, por el que el rey ordena que los terceros de la cebada de Murcia llevasen la cebada de las tercias a la ciudad de Cartagena.

40 Una definición sobre este ingreso, su cronología, evolución y cuantía puede verse en Ladero Quesada, 1973, pp. 227-233. Nieto Soria, 1993, pp. 322-323, destaca que la idea de cruzada estaba en decadencia desde un punto de vista ideológico, no así desde el financiero.

Retrato del obispo de Palencia don Sancho de Rojas que participó junto al Infante en la campaña de

Antequera. Tabla del retablo del Arzobispo. Museo nacional del Prado.

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otorgaron más de doscientos dieciocho millones para la guerra contra el reino de Granada, entre fina-les de 1406 y 1411. Además, en un contexto de gue-rra, se revelaba como fundamental el dominio del Consejo Real, que estuvo controlado por Fernando a partir de 1408, pasando a ser un útil instrumento para su política.

La alta nobleza, al menos formalmente, apoyó las pretensiones regias de atacar al reino de Granada cuando se convocaron Cortes y se trató este asun-to41. Sin embargo, el entorno cortesano de la reina intentó por diversos medios demorar la partida del infante42, parte del Consejo también fue contrario en

41 Pérez de Guzmán,1953, año 1, cap. IX, p. 281; García de Santa María, 1982, pp. 79-80.

42 Valga como ejemplo la división respecto al reparto de las pro-

alguna ocasión43, e incluso la propia doña Catalina, sin duda influida por su entorno, mostró a veces re-ticencias en satisfacer las peticiones que le hacía el infante en relación con las campañas militares44, por lo que la guerra también se puede entender como una lucha de poder entre los dos regentes45.

En relación con los reinos cristianos peninsu-lares, sin duda, las relaciones con Portugal eran las que más problema presentaban. Con Portugal se estuvo negociando un acuerdo que culminó en el tratado de 1411, que para los castellanos estaba en relación con su enfrentamiento con Granada, como señala el rey a las ciudades de Burgos y de Murcia46 y como tuvo en consideración el Consejo47. A Navarra le inquietaba el desequilibrio político que se produci-ría en la Península Ibérica de tener éxito las campa-ñas militares castellanas. Y con Aragón, aunque hay una mayor colaboración en todo lo que tenía que ver con la guerra de Granada, la participación de algu-nos de sus nobles tuvo carácter privado e individual, tanto en la primera48 como en la segunda campaña49.

En el ámbito externo a la Península no debió de existir ninguna reticencia a que Castilla iniciase las hostilidades contra los granadinos. La alianza fran-

vincias. Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XVIII, p. 283; García de Santa María, 1982, pp. 85-87.

43 Refiriéndose a la intención del infante de hacer guerra a los granadinos en 1408 y la negativa del Consejo, véanse Pérez de Guzmán, 1953, año 2, cap. V, p. 306; García de Santa María, 1982, pp. 221-222.

44 Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. III, p. 278 y cap. VII, p. 281; García de Santa María, 1982, pp. 353-354.

45 García de Santa María, 1982, pp. 236-237.

46 Esta misma razón es la que señala el rey de Francia, como se contiene en A(rchives).N(ationaux).P(aris), J. 604-77. Lat., perg, en Daumet,1898,nº55,pp.220-222,yenPaz,1934,p.98.

47 R(eal).A(cademia).H(istoria), Col. Salazar y Castro, leg. 5, carp. 2,nº1.

48 Martínez Carrillo, 1980, p. 219. Este es el caso de Pere Marrades como se ve en Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XXII, p. 286.

49 Hinojosa Montalvo, 1978, p. 100; Salicrú i Lluch, 1996, I, p. 79, vol. I, p. 79; Díaz Borrás, 1998, p. 236.

Detalle del sepulcro de la reina Catalina de Lancaster, viuda del rey Enrique III y regente de Castilla junto al

Infante Don Fernando. Catedral de Toledo.

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co-castellana y la grave situación interna por la que pasaba ese reino, en los primeros años del siglo XV, hicieron que Francia no ofreciera ningún obstáculo a las pretensiones castellanas. Por su parte, Inglaterra y Castilla se habían acercado durante el reinado de Enrique III50.

Al margen de estos apoyos, o no injerencias, Castilla se benefició de la situación interna en el emi-rato granadino, caracterizado por la inestabilidad en el trono. Muhammad VII que tenía retenido a su her-

50 El giro proinglés lo señala Suárez Fernández, 1950, p. 555.

manoYūsufIIIenlafortalezadeSalobreña51, pues le había arrebatado el trono de forma ilegítima52, murió envenenado, en mayo de 140853, accediendo al poder YūsufIII.

51 Alcocer Martínez, 1941, p. 47; Castrillo Márquez, 1963, pp. 465-467. Habría pasado en esta prisión casi la mitad de sus treinta y dos años de vida cuando llegó al poder en 1408, según Vidal Cas-tro, 2000, p. 151.

52 Seco de Lucena Paredes, 1960, pp. 14-15.

53 Se mencionan las circunstancias de su muerte en B.N., Mss. 2507, fols. 119v-124v. García de Santa María, 1982, p. 242, para quien el monarca murió de muerte natural (la muerte de Muha-mmad VII envenenado en p. 270), señala como fecha del óbito el 11demayo,basándoseenlacartaqueYūsufIIIremitióaAlfonsoFernández de Aguilar, señor de Alcalá la Real. El mismo día que recoge Jimena Jurado, p. 393. Por su parte Moral Molina, 1987, p. 84, cita como fecha de su muerte el 13 del mismo mes.

El emir granadino Yūsuf III, que recuperó el trono en 1408, intentó por medios diplomáticos y militares que el Infante Don Fernando no le arrebatara la estratégica plaza de Madīnat Antaqīra. Vista de la Alhambra de Granada.

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2. LA CAMPAÑA DE 1410

2.1. La elección del objetivo

Aunque el objetivo de la campaña de 1407 fue ir sobre Ronda54, la crónica de García de Santa Ma-ría recoge que se planteó también la posibilidad de ir sobre Antequera, y que existió una gran división en el Consejo derivada de los intereses de los nobles asentados en el ámbito fronterizo, pues cada uno de ellos pretendía que se hiciese en la zona donde te-nía sus posesiones55. En 1410 la elección del lugar

54 Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XXXIV, p. 291; García de Santa María, 1982, pp. 131-132. Según Arié, 1973, p. 126, la caída de esta población habría desmantelado el sistema defensivo nazarí.

55 García de Santa María, 1982, pp. 131-132. En cualquier caso, ambas ciudades controlaban un amplio sector de la línea fronteri-za del reino nazarí.

se llevó a cabo en un consejo celebrado en Córdoba, en el que el infante, previa aprobación, acordó en-trar por la parte que los musulmanes recibieran más daño y asediar alguna ciudad. Se plantearon tres po-sibilidades, cercar Baza, Gibraltar56 o Antequera, por la que se decidiría don Fernando, en teoría en razón de su proximidad, no sin antes haberse manifestado las ambiciones nobiliarias por cada una de ellas57. Sin embargo, las razones de índole estratégica se-rían fundamentales. Con las conquistas castellanas de la campaña de 1407 Antequera, una de las más

56 Sin duda, los castellanos debían tener noticia de las fortifica-ciones, bastimentos y pertrechos de esta plaza fuerte contra la que se había dirigido Alfonso XI a mediados de la centuria ante-rior. En un tono elogioso se refiere a ella el viajero musulmán Ibn Battuta en su Rihla, de quien lo toma Abellán Pérez, 20052,nº116,pp. 145-149.

57 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. II, p. 316.

En un Consejo celebrado en la ciudad de Córdoba, y tras amplio debate entre la nobleza castellana y el Infante Don Fernando, se decidió acometer el objetivo propuesto por este último. Vista de la Alcazaba de Antequera.

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importantes plazas granadinas58, estaba más despro-tegida. Antequera estuvo en el punto de mira de los castellanos desde el siglo XIII, en 1266 Alfonso X el Sabio prometía en un privilegio su concesión a la Or-den de Santiago59. En el siglo XIV los castellanos hi-cieron tres intentos por tomarla, el primero don Juan Manuel en 1326, el segundo lo llevó a cabo Alfonso XI, y el tercero, impulsado por Pedro I, contó con ayu-da del destronado rey Muhammad V de Granada60.

En fechas más recientes, 1403, habría sido obje-tivo del infante don Fernando61 y el maestre de San-tiago había realizado una correría sobre su entorno en 140762. En esta ocasión la estrategia del infante fue muy diferente a la de 1407, ahora el destino fija-do fue el objetivo prioritario, beneficiándose de las conquistas anteriores, de una mejor preparación del ejército y de su mayor experiencia.

2.2. Número y componentes del ejército castellano

El ejército castellano fue menor en la campaña de 1410 que en la de 1407, el infante había conoci-do la dificultad que comportaba la movilización y el manejo de una tropa tan numerosa, y el fraude que se había producido. Las necesidades que estimó

para la nueva ofensiva eran más realistas, y estaban

58 Una descripción literaria de las riquezas de la villa la proporcio-na Ibn al-Jatib en el siglo XIV, recogida por Simonet, 1870 y publi-cada por López Estrada, 1964, pp. 19-20. Una breve descripción de su situación la ofrece Alijo Hidalgo, 1978, p. 279.

59 Requena, 1953, p. 90.

60 Martínez Iniesta, 2000, p. 383.

61 Salazar y Castro, 1696, I, Lib. V, cap. XII, p. 419, señala que en esta acción estuvo a punto de perder la vida el adelantado Gómez Manrique. Fernández, 1842, p. 73; Parejo Barranco, 1987, p. 43.

62 Así lo afirma Parejo Barranco, 1987, p. 43. Creemos que este autor se refiere a la correría efectuada por el maestre de Santiago por Cartama, Palmete, Zamarchente, el arrabal de Alora y Coín. Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XLV, p. 296; García de Santa María, 1982, p. 161.

basadas en su propia experiencia. En las delibera-ciones que tuvieron lugar ante el Consejo del rey en 1408, el infante pidió 3.000 lanzas, a las que se unirían las que estaban en Andalucía y 20.000 hom-

bres de a pie, de cuyo reparto correspondían 12.000 a Andalucía y 8.000 a Castilla63. Aunque, la solicitud final comprendía 6.000 lanzas, 2.000 caballeros y los 20.000 hombres de a pie, pero ahora el reparto era de 12.000 castellanos y de 8.000 andaluces64. ¿Fue una compensación por la mayor aportación andaluza a la defensa de la frontera desde la finalización de la campaña anterior? En cualquier caso, las cantidades que ofrecen los cronistas parecen desmesuradas en relación con las de la población asediada, Anteque-

63 García de Santa María, 1982, p. 219.

64 García de Santa María, 1982, pp. 264-265.

Relieve procedente del sepulcro del Infante Don Fernando ‘El de Antequera’ en el monasterio de

Poblet. París, Museo del Louvre.

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ra, que contaba con algo más de dos mil quinientas personas65. Sin embargo, habida cuenta los medios de defensa y ataque existentes, la posición estraté-

65 Según Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXV, p. 331; García de Santa María, 1982, p. 390, dos mil quinientas veintiocho. Y dos mil ochocientas quince según Cascales, 19804, p. 248.

gica que ocupaba y los posibles auxilios que pudiera recibir, era importante contar con una fuerza capaz de apoderarase rápidamente de la plaza. Componían el ejército castellano: las huestes reales, es decir, los “vasallos del rey”, generalmente pertenecientes a la alta y media nobleza del reino; las tropas de los no-bles y de las órdenes militares; las milicias conceji-les y las de los eclesiásticos.

2.3. Ofrecimientos de colaboración y ayuda exteriores

Al margen de ello hubo ofrecimientos de cola-boración y ayuda exteriores, de reinos y nobles ex-tranjeros que responden a diversos motivos. En el caso de los primeros, las ayudas se propusieron con carácter oficial, como la de Portugal, que trata de ga-narse la confianza del reino castellano. En el de los segundos, sobre todo, recibir la caballería y ganar las indulgencias predicadas por la Cruzada66, además de la honra y la gloria67.

Las ayudas prestadas a Castilla no fueron cuan-titativamente importantes, hay que tener en cuenta sobre todo la distancia desde los lugares de origen de los caballeros hasta el escenario del combate. Por lo tanto, al margen de los gastos de armamento, per-sonal, bestias, etc., que comportaba una campaña para el caballero, hay que sumarle los de un largo desplazamiento. Esto, sin duda, retrajo a muchos de acudir a combatir a la religión islámica. Sin embar-go, otro tipo de razones que podemos denominar de carácter interno, en reinos como Francia, también se deben considerar a la hora de tener en cuenta que al-gunos nobles de ese origen se apartaran del compro-miso que habían expresado. Aunque debemos tener

66 Ladero Quesada, 1993, p. 220.

67 Como señala Huizinga, 1994, p. 98, la aspiración a la gloria ca-balleresca y al honor está unida inseparablemente al culto a los héroes, siendo en gran media una vida de imitación.

Tabla, perteneciente al retablo del Arzobispo don Sancho de Rojas, que aparece arrodillado a la

izquierda. El niño Jesús bendice al Infante Don Fernando ‘El de Antequera’, ya coronado como rey de

Aragón. Museo nacional del Prado.

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presente la postura oficial castellana, contraria, en principio, a la participación extranjera68.

Entre los nobles del ámbito franco y francófono que tomaron parte en la campaña de Antequera en-contramos a un caballero viejo francés, llamado Pe-rin, encargado por el infante, junto al adelantado de Cazorla, Alfonso Tenorio, de inspeccionar Sierra Rá-

68 Así se expresó el embajador Fernán Pérez de Ayala ante el ofre-cimiento de los nobles franceses en 1409. García de Santa María, 1972, p. 70. Aunque no manifiesta un sentir oficial también expre-sa el malestar castellano si se producía este hecho fray Diego de Valencia,1966,I,nº35,p.84.

bita, para ver si convenía tomarla con el fin de asegu-rar el real y poder cercar a Antequera69. El almirante francés Luis de Culant70. Guillebert de Lannoy71 que estuvo presente en las dos campañas granadinas. Este caballero que tenía sus tierras en Flandes nos ha dejado un escrito en el que narra su experiencia

69 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. III, p. 317.

70 Fabié, 1882, p. 25. Ignoramos de dónde extrae el autor esta in-formación. Debe tratarse del caballero que aparece citado como Lois de Colanque, que sabemos que estuvo en la corte de Vallado-lid en 1409, como indica García de Santa María, 1982, p. 271.

71 Caballero borgoñón según el artículo de Arié, 1977.

La llamada Puerta del Agua es en realidad un arco que comunica la línea de muralla con una de las torres albarranas que aún se conservan del antiguo anillo de la Madīnat Antaqīra.

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sirviendo en el ejército del regente castellano duran-te las campañas de 1407 y de 141072. Durante el cerco a Antequera tomó parte en la correría que se hizo por Tierra de Ronda y en el asalto final a la ciudad sitia-da, resultando herido en ambas acciones. Regresó a Sevilla con el infante y fue recompensado con “ung coursier et une mule” y le pagaron los dos caballos que le habían matado ante Ronda73. Y, aunque no consta que tomase parte en ningún hecho de armas, el segundogénito del conde de Foix, que habría llega-do para que el infante le armase caballero, como a su hermano mayor74.

Aunque la propuesta de ayuda portuguesa tiene un carácter que podemos denominar institucional y no llegó a materializarse, la presencia de caballeros portugueses, suponemos que a título individual, y también algunos que se habían desnaturalizado de su reino se constata en las campañas de 1407 y de 1410, como el conde Martín Vázquez de Acuña, pre-sente en la toma de Sierra Rabita que coronaba An-tequera75; Juan Hernández (o Fernández) Pacheco, que también estuvo presente en las dos campañas, y que en la de 1410 intervino en la misma acción de

72 Lannoy, 1840. No tenía ni veinticinco años al finalizar la guerra según Facundo Riaño, 1877, p. 291.

73 Lannoy, 1840, pp. 8 y 9.

74 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XIX, p. 328; García de San-ta María, 1982, pp. 364-365. Los nombres de los hijos del conde de Foix eran Archambaud de Grailly (1398-1412), Jean y Mathieu, este tercero parece que no vino. Leroy, 1995, nota 11, p. 208. Según Rodríguez García, 1998, pp. 1-45, nota 71, el padre de estos caballe-ros era ahora un inglés, puesto que se había casado con una hija del conde de Foix. El hijo mayor retuvo el título francés, mientras que su hermano consiguió el título inglés de “Cab de Buchen”. En cualquier caso, prefiero incluirlos entre los caballeros franceses.

75 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. III, p. 318; García de Santa María, 1982, p. 297. Su participación en las campañas de 1407 y de 1410 también se señalan en R.A.H., Col. Salazar y Castro, C-6, fol. 20, y en Fernández de Bethencourt, 1900, p. 136. La crónica de García de Santa María introduce cierta confusión sobre su partici-pación en la campaña de 1410 cuando refiriéndose al alarde que el infante estaba haciendo tras la conquista de Antequera dice: “E aquí al río de las Yeguas vino el conde don Martín Vázquez, que venía a la guerra, que traía sesenta lanças”, p. 397. Ignoramos a qué puede deberse.

Retrato del Infante Don Fernando ‘el de Antequera’. Retablo del Arzobispo don Sancho de Rojas.

Museo nacional del Prado.

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armas señalada76. Además, también había portugue-ses entre los que militaban en la hueste de algún no-ble castellano, como don Fadrique, que tenía entre sus filas a Martín Alonso de Sosa77.

En la campaña de 1410, hubo nobles navarros a los que la paz que se vivía en su reino les obligó “a buscar las ocasiones de señalarse en la guerra”, por lo que estuvieron presentes en el cerco a Ante-quera, distinguiéndose en su toma78. La importancia que tuvo ésta en su momento, incluso posteriormen-te, hizo que muchos se atribuyeran su estancia allí o que se asignase el nacimiento en una población o zona navarra a algún combatiente. Ese parece ser el caso que recoge José Ramón Castro de los Anna-les del Reyno de Navarra, donde se señala que un vizcaíno, llamado Juancho en la crónica de Pérez de Guzmán, era en realidad de Miranda de Arga79. Como también la atribución de la naturaleza navarra de Ro-drigo de Narváez, sobre lo que discrepan los anales navarros80 y la crónica del castellano Pérez de Guz-mán81, que además proporciona una serie de datos sobre su ascendencia que corroboran la documenta-ción y otras fuentes82.

76 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. III, p. 317. Sólo dando cuen-ta de su presencia en el cerco a Antequera en R.A.H., Col. Salazar y Castro, C-5, fol. 72v.

77 García de Santa María, 1982, p. 212.

78 Moret y Alesón, 1969, IV, Lib. XXXI, cap. V, apt. III, pp. 307-308.

79 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXI, p. 330; Castro y Cas-tro, 1960, p. 359; Moret y Alesón, 1969, Lib. XXXI, cap. V, apt. III, p. 309. En la obra de Carvajal y Robles, 2000, p. 302, se le llama Juancho de Ugarte.

80 Moret y Alesón, 1969, Lib. XXXI, cap. V, apt. III, p. 308, se señala que era navarro, sin más explicación o datos.

81 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXV, pp. 330-331.

82 Como ocurre con su padre Fernando Ruiz de Narváez y su tío don Rodrigo de Narváez, obispo de Jaén, asentados en ese reino, o su pertenencia a la Casa del infante don Fernando, sobre lo cual la citada crónica, en el mismo capítulo y páginas, señala su condi-cióndedoncel,mientrasqueArquellada,1996,nº10,p.17,lehacecamarero del infante.

Mausoleo de Rodrigo de narváez, que intervino en la conquista de Antequera junto al Infante Don

Fernando, el cual le nombró primer Alcaide de la Villa. Procede de la antigua mezquita-parroquia de San

Salvador y hoy se conserva en la Real Colegiata de San Sebastián de Antequera.

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Durante las campañas de 1407 y de 1410 las no-ticias sobre combatientes procedentes de la Corona de Aragón son bastante escasas. Quien sí estuvo, al menos, en el cerco de Antequera con su compañía fue Ramon Apcier, vizconde de Calvisso. Así se lo re-cuerda al ya entonces rey de Aragón don Fernando: “Per so, senhor, mi e ma companhia, que d´antr`s vetz nós hi avem sservit tant en Granadia coma en lo sety d´Antiquera”83. Ignoramos si los dos topónimos del texto se refieren a su presencia en ambas campa-ñas, es probable que con el primero se identifique la zona en la que tuvieron lugar las acciones en 1407, ya que el segundo, más concreto, se limita al objeto de la campaña de 1410. En esta última, según Roser Salicrú, también debió participar Guereau de Palou, hijo del consejero de Martín I del mismo nombre,

83 A(rchivo).C(orona).A(ragón), Cancillería, C.R., Fernando I, caja 9, nº 1046, publicado porSalicrú i Lluch, 1996, vol. II, apéndicedocumental,nº15,p.36.

que había sido recomendado al infante castellano en abril de ese mismo año84.

2.4. El armamento empleado

Las armas utilizadas por los ejércitos castellano y granadino a lo largo de las campañas podemos di-vidirlas en tres grupos: las de fuego o pirobalísticas, las neurobalísticas y las de ataque y defensa perso-nales. En relación con las primeras conocemos que Murcia dispuso de pólvora para enviar al real sobre Antequera85, y que en Sevilla existió una infraestruc-tura capaz de fabricar estas armas, ya que hay al-gunos especialistas, los maestres Johan86, Miguel87

84 Salicrú i Lluch, 1996, vol. I, p. 79.

85 A.M.M., Actas Capitulares (1410 noviembre 22), fol. 95r.

86 Villaplana, 1974, p. 446.

87 Villaplana, 1974, p. 459.

En el cerco a Antequera los dos ejércitos disponían de bombardas, los asediados parece ser que en gran número, quizá por ser una importante plaza fronteriza o porque se temía un ataque. Bombarda de comienzos del

siglo XVI. Museo del Ejército de Toledo.

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y Jacomín Rendeler88, al que los cronistas llaman Alemán, que tuvo como ayudante al fundidor de campanas sevillano Antón López89. Al margen de los pagos a los anteriores existen otros de metales para su fundición y productos para su posterior funciona-miento90. Por lo tanto, parece fuera de toda duda que en Sevilla se fabricaron91 y repararon92 varias bom-bardas, circunstancias que unidas a su cercanía a los lugares de operaciones convirtieron a esta ciu-dad en suministradora93. En el cerco a Antequera los dos ejércitos disponían de bombardas, los asedia-dos parece ser que en gran número, entre el que se contaba una gruesa94, quizá por ser una importante plaza fronteriza o porque se temía un ataque95. Los castellanos, sin que sepamos en qué cuantía, es pre-visible que la aumentaran respecto a 1407. Como en esa ocasión, en 1410 emplearon la artillería desde el primer momento, centrándose sus efectos en la des-

88 Noticias dispersas de este personaje en Villaplana, 1974, pp. 471, 473, 486-487, 490 y 491.

89 Villaplana, 1974, pp. 478 y 486-487.

90 Villaplana, 1974, pp. 447-487.

91 “E otro sí de los marauedís que reçebistes por mi mandado en la dicha çibdat de Seuilla, para fazeer çiertas gonbardas e true-nos e otros pertrechos de guerra e otras cosas, que conplían a mi seruiçio, el dicho año de mill e quatroçientos e ocho años”. Villa-plana, 1974, p. 427. En el mismo documento, páginas adelante, en concreto en las 478-481, se especifica el coste de la fabricación de las piezas de artillería empleadas en 1410. Existe una pequeña variación entre estos datos que nosotros hemos extraído y los que basándose en la misma fuente proporcionan Rojas Gabriel, Pérez Castañera y García Fitz, 1996, p. 285. Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XXV, p. 288, no especifica su número, sí que el infante las preparase en Sevilla.

92 A(rchivo).M(unicipal).J(erez).F(rontera), Actas Capitulares (1410 marzo 18), fol. 43v, donde se da noticia de que se habían llevado varias bombardas quebradas que estaban en Zahara a Se-villa, creemos que para reparar.

93 CollantesdeTeránDelorme,1972,nº44,p.212.

94 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XI, p. 320; García de Santa María, 1982, p. 208.

95 Nos consta que otras poblaciones del ámbito fronterizo gra-nadino como El Burgo tenían “truenos”. García de Santa María, 1982, p. 121. Al margen de ello, los granadinos tenían que disponer de una artillería considerable, pues durante el asedio a Alcaudete emplearon cuatro bombardas y muchos truenos. Pérez de Guz-mán, 1953, año 2, cap. IV, p. 305.

trucción de partes de la muralla, que eran reparadas por la noche96, no siendo un problema la provisión de bolaños. La construcción de piezas de artillería será uno de los motivos que llevará a la monarquía a tratar de controlar los yacimientos de distintos meta-les indispensables en la fabricación de estas armas, como el cobre97, y a disponer de provisiones con las que preparar pólvora, como el salitre98.

96 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXX, p. 329.

97 Noticia a Juan II del descubrimiento de varias minas en Colmenar Viejo, en Bustarviejo y en la Sierra de Ayllón en A(rchivo).G(eneral).S(imancas),Divs.deCastilla,mazonº46,pu-blicado por González, 1832, II, pp. 1-3.

98 A(rchivo).M(unicipal).C(armona), Varios, siglo XV, I, regesto en GonzálezJiménez,1976, I,nº181,p.56ynº184,p.57.Elsalitrerepresentaba un 75 por ciento en la fabricación de la pólvora tal

Bolaños utilizados en 1410 en la toma de Antequera. Sala del Concejo de la Torre del Homenaje de la

Alcazaba de Antequera.

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La neurobalística contó con un elevado número de máquinas que iban desde las grúas, las escalas, los arietes99, los mandrones (máquinas que servían para arrojar piedras), que realizaban una función si-milar a los trabucos100, los ingenios, hasta acabar en las bastidas. Los trabucos eran de varios tipos, los había de tracción, que eran los más rudimentarios, y de contrapesos fijos o móviles101. Los primeros ten-drían un alcance de tiro de entre ochenta y cinco y ciento treinta y tres metros y los segundos de unos trescientos102. En 1410, el infante, después de tomada Antequera, mandó meter en ella un ingenio con el que batir el alcázar, las dieciséis piedras que lanzó en una noche y sus efectos sobre la población moverían a los musulmanes a llegar a un pacto103. En relación con las bastidas sabemos que en 1410 se construye-ron unas nuevas en Sevilla104, que se emplearon con profusión, sobre todo, cuando se encontraron perso-

como toma Vigón Suero-Díaz, 1947, I, nota 20, p. 61, de un manus-crito de la Biblioteca de El Escorial atribuido al marqués de Ville-na. Esta cantidad es ligeramente superior a la que proporciona Sáez Abad, 2007, p. 116, que basándose en especialistas actuales dice que el porcentaje ideal para obtener una pólvora de calidad es de 74,64 por ciento de salitre, 11,85 por ciento de azufre y 13,51 por ciento de carbón vegetal.

99 Las grúas, escalas y las torres de asedio son consideradas má-quinas para la superación de las murallas por altura, mientras que los arietes eran máquinas de golpeo. Sáez Abad, 2007, pp. 49-52.

100 Cascales, 19804, p. 248. El empleo de esta arma y su hallaz-go en excavaciones arqueológicas llevadas a cabo dentro de las obras de recuperación del conjunto defensivo de la Torre de Asalto lo señala San Millán Gallarín, 1997, p. 417.

101 Contamine, 1984, p. 130. Las piezas de artillería, antes de la introducción del cañón, podían dividirse en tres categorías, de-pendiendo de dónde extrajeran su potencial: tensión (o tracción en expresión de Contamine), torsión y contrapeso.

102 Rojas Gabriel, 1979, pp. 40-41.

103 Cascales, 19804, p. 248.

104 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. IV y XI, pp. 318 y 320, res-pectivamente; García de Santa María, 1982, p. 299. Juan Gutiérrez de Torres, maestro de las alas de la obra de la grúa y de la escala. Villaplana, 1974, pp. 477, 482, 483, 484. No estamos de acuerdo con la afirmación de López Moreda, 2009, p. 169, que basándose en la edición antigua de la obra de Ortiz de Zúñiga, 1988, p. 287, e igno-rando lo afirmado por los citados cronistas y documento de pago, niega que se fabricaran en Sevilla.

nas idóneas para su manejo105, por lo que fueron de-terminantes para la toma de la ciudad, pues el asalto final tuvo lugar desde una de ellas106.

Los defensores también contaron con mandro-nes que, al menos, emplearon tras la entrada caste-llana en la ciudad107, y con alquitrán como combus-tible para prender fuego a las bastidas y escalas108.

De nada hubieran servido las armas de fuego o los ingenios neurobalísticos si sus acciones no se hubieran completado con las que llevaron a cabo caballeros y hombres de a pie. La caballería pesa-da castellana tenía ventaja sobre la musulmana, más ligera, en el combate cuerpo a cuerpo. Esto lo reconocería Said al-Amin a Rodrigo de Vélez (o de Antequera) cuando le decía “que la gente del Rey-no de Granada era menuda e mal armada, e habían de pelear con los Christianos que eran hombres de fierro”109, refiriéndose a la protección de este metal que llevaban.

Los caballeros musulmanes atacaban con es-pada, lanza larga y delgada110, siendo el venablo111

105 Fueron 40 marineros al mando de un contramaestre de las ata-razanas, los encargados de maniobrar con las bastidas y la escala. García de Santa María, 1982, p. 378. Martínez Valverde, 1977, p. 47.

106 Según García de Salazar, 1967, IV, lib. XX, p. 55, “E fue tomada la dicha villa de Antequera con una grua mucho más grande que pusieron”.

107 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXX, p. 330.

108 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XVII, p. 323.

109 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXIII, p. 325; García de Santa María, 1982, p. 338.

110 Sobre los distintos usos de la lanza por la infantería y la caba-llería véase Soler del Campo, 1993, pp. 46-54.

111 Seco de Lucena Paredes, 1971, p. 36. Es probable que existiera un comercio de armas, o al menos de alguno de sus componentes, entre el Norte de África y el reino de Granada, como se deduce del apresamiento de una nave procedente de Bugía en 1409, que lle-vaba entre tres y cuatro mil astas de lanzas con destino al puerto de Málaga. Hinojosa Montalvo, 1971, p. 117 y apéndice I, p. 123. En cuanto a la longitud de las lanzas Riquer, 1999, p. 247, las ha calcu-lado en alrededor de tres metros, concretamente en 2,922 metros. Sobre la madera que se empleaba para las lanzas conocemos un

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(lanza corta y arrojadiza) su arma favorita, lo que no impide que encontremos caballeros granadinos con arco112. El protagonismo de estos caballeros fue re-ducido durante la contienda, tan sólo en la batalla campal que precedió a la toma de Antequera y en las

testimonio, de agosto de 1465, el que señala la entrega de diez costales de astas de madera de fresno para lanzas, por parte de un mercader vizcaíno. Ronquillo Rubio, 2004, p. 246.

112 García de Santa María, 1982, p. 358. El arquero montado es una de las innovaciones introducidas durante la Guerra de los Cien Años por el ejército inglés en el primer tercio del siglo XIV. All-mand, 1990, p. 94.

escaramuzas derivadas de las correrías de los caste-llanos por tierras granadinas.

Las tropas de a pie tuvieron una gran importan-cia en los asedios, baste citar las labores de acondi-cionamiento y fortificación que llevaron a cabo113, o su importante participación en el asalto final114. Los peones iban mal armados y desprotegidos, lo que unido a su mayor exposición en las escaramuzas y

113 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XI, p. 320 y cap. XIII, p. 321; Valla, 2002, p. 104.

114 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXI, p. 330.

Torre albarrana de la Estrella en la Plaza del Carmen de Antequera. En este frente amurallado, en el que han desaparecido las barbacanas y el foso, se desarrollaron los hechos más destacados del asedio a la Madina.

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combates provocaba en ellos numerosas bajas. Los lanceros tenían que ir armados con sus lanzas y dar-dos, “fojas”, cotas y bacinetes115, sirviéndose a veces de escudos116 y un “cochillo complido”117. Los balles-teros tenían que estar preparados con sus balles-tas118, hojas, bacinetes, su carcaj con doce viratones y un cuchillo119. Tiraban con ballestas de diferentes tipos, como las de garrucha120 y torno121. Las balles-tas fueron unas de las armas más decisivas y mortí-feras en estos combates. Los musulmanes hicieron bastante uso de ellas durante el cerco a Antequera122 o en la defensa de Xébar123.

Los suministros de material bélico abarcaron a los tres tipos de armas ya señaladas, es decir, las de fuego o pirobalísticas, las neurobalísticas y las de ataque y defensa personales. En el conjunto de las campañas granadinas Sevilla y Córdoba fueron los grandes centros proveedores, las dos bases logísti-cas más importantes124. Córdoba, por ejemplo, pro-porcionó ciertos pertrechos para la grúa con que se atacó a Antequera, que se llevaron por barco a Sevi-

115 A.M.M., Actas Capitulares (1410 abril 19), fol. 167v.

116 A.G.S., E.M.R, leg. 1.

117 Tenorio y Cerezo, 1907, p. 260.

118 En Castilla formaban parte del equipo básico de la infantería. Así se recoge de la obra de González González, 1980, pp. 228, en el libro de Soler del Campo, 1993, p. 73.

119TenorioyCerezo,1907,nºXI,p.260.

120 García de Santa María, 1982, p. 376.

121 Ambas las cita Cascales, 19804, p. 247.

122 García de Santa María, 1982, p. 383.

123 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXVIII, p. 331; García de Santa María, 1982, p. 393.

124 García de Santa María, 1982, pp. 394-395. Sobre las importan-tes aportaciones de los concejos andaluces en abastecimiento y transporte ha llamado la atención González Jiménez, 1993, p. 654.

lla125. En Sevilla se fabricaron126 y repararon127 varias bombardas, puesto que había especialistas capa-ces de realizarlas, y pagos de ciertos metales para su fundición y productos para su posterior funciona-miento128.

En la campaña de 1410 una de las razones que se pone en boca del infante para atacar Antequera y no dirigirse hacía otras poblaciones consideradas posibles objetivos del ejército castellano fue que “es-taba cerca, e porque los pertrechos que llevaba po-dian ligeramente ser allí llevados”129. Buena parte del material bélico, aunque no se especifica, lo debió de llevar el ejército en la retaguardia a lomos de acémi-las o sobre carretas tiradas por bueyes130. Sin embar-go, el infante, en previsión de una nueva campaña, tenía almacenado parte del material en distintas po-

125 Villaplana, 1974, p. 481.

126 “E otro sí de los marauedís que reçebistes por mi mandado en la dicha çibdat de Seuilla, para fazeer çiertas gonbardas e true-nos e otros pertrechos de guerra e otras cosas, que conplían a mi seruiçio, el dicho año de mill e quatroçientos e ocho años”. Villa-plana, 1974, p. 427. Pérez de Guzmán, 1953, año 1, cap. XXV, p. 288, no especifica su número, sí que el infante las preparase en Sevilla.

127 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 marzo 18), fol. 43v, donde se da noticia de que se habían llevado varias bombardas quebradas que estaban en Zahara a Sevilla, creemos que para reparar. Un testimonio más evidente es el que indica Villaplana, 1974, p. 478, donde se señala lo siguiente “distes e pagastes... en las obras e labores de los dichos pertrechos, así en la obra de la vna gonbarda que se fizo e se erró e se tornó a desfazer, como en la obra de las dos gonbardas e doze truenos”.

128 Villaplana, 1974, p. 478.

129 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. II, p. 316.

130 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. II, p. 317; García de Santa María, 1982, p. 295. Antes del inicio de la campaña hay constancia de solicitudes de bueyes y carretas a Écija, con fecha 3 de abril en elA(rchivo).M(unicipal).É(cija),Lib.429,nº60,publicadoporSanzFuentes.1976,vol.III,nº424,pp.1466-1467,de6delmismomesenLib.427,nº62,vol.III,nº425,p.1468.TambiénaSevillaenCo-llantesdeTeránDelorme,1972,nº117-XVy117-XXII,pp.309y310,respectivamente. Hay que tener en cuenta las resistencias, direc-tas o veladas, a proporcionar animales, como acémilas o bueyes, o medios de transporte como las carretas, y lo que el infante dispo-nepararequisarlos,comosepuedeverenA.M.É.,Lib.429,nº60,publicadoporSanzFuentes.1976,vol.III,nº424,pp.1466-1467,yen A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 abril 7), fol. 62r.

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blaciones andaluzas131, como Sevilla132 o Jerez de la Frontera. En esta última ciudad se habían depositado en 1407 cierto número de bueyes, carretas de pino,

131 Las Siete Partidas, 2004, II. Partd, tít. XXIII, ley. XXIV, disponía que los reyes tenían que tener ingenios, armas y herramientas en las villas que estuviesen en la frontera, para llevarlas cuando tu-viese que cercar algún lugar o hacer mal de otra manera a sus enemigos.

132 Hay constancia de un mandamiento de Sevilla al mayordomo del concejo, con fecha 31 de agosto de 1408, para que diese a Juan Alfonso de Baena, vecino de la ciudad en la collación de Omnium Sanctorum, 600 maravedíes por el alquiler de unas casas suyas en las que estaban almacenados ciertos pertrechos de guerra que elinfanteenvió.CollantesdeTeránDelorme,1972,nº30,p.262.Nieto Cumplido, 1982, 103, p. 39.

carros de haya, yugos, coyundas de cuero vacuno, melenas de cuero, serga y esparto, etc133. También había equipamiento militar134 y material bélico, del que no consta si fue fabricado expresamente135 o ya

133 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 abril 14), fol. 70r.

134 Al menos seiscientos escudos paveses. A.M.J.F., Actas Capitu-lares (1410 julio 6), fol. 98r y (1410 julio 8), fol. 99v y 100r. Gutiérrez 1989,nº246,p.261.Elpavéseraunescudomuyaltoquepodíaproteger de los tiros del enemigo a un hombre puesto de pie. Te-nía sobre todo la función de formar barreras frente al enemigo a base de combatientes situados muy cerca unos de otros, para que los ballesteros y arqueros pudiesen montar sin peligro sus armas, como indica Riquer, 1999, pp. 265-266.

135 Sabemos que durante las treguas don Fernando mandó fabri-

Torre Torcida de la cerca de Antequera. Se trata de una torre albarrana de planta semicircular cuyo arco de comunicación a la línea de muralla ha desaparecido.

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había sido utilizado, lo que parece ser más normal, toda vez que en algún momento de este período se dieron ocho bueyes a Gonzalo Fernández de Paredes “para traer dela villa de Hasara aesta çibdat de Xe-res los pertrechos dela guerra que y estavan”136. En Jerez había almacenadas lombardas o bombardas, y pólvora. La primera solicitud para que Jerez enviase pólvora lleva como fecha el 21 de mayo de 1410137, pocos días más tarde, el 2 de junio se le piden “las lonbardas que en esa dicha çibdat están con toda la madera e curennas con que an de tirar”, añadiendo la gran necesidad que se tenía de todo ello138.

Como se ha señalado, en Sevilla se construye-ron las bastidas para intentar escalar las torres de Antequera y romper parte de la muralla, los mil dos-cientos peones y las trescientas sesenta carretas139, necesarios para su traslado, pueden dar una idea de la importancia que se le concedía. También es sig-nificativo el tiempo empleado en su transporte, sie-te días desde Sevilla al real sobre Antequera que, al margen de las circunstancias en que se hiciera140, muestra bien a las claras las dificultades y la lentitud de los transportes. Esta fue, sin duda, la mayor ope-ración logística de esta segunda campaña militar, al menos desde un punto de vista cuantitativo, por el número de hombres necesarios y por el peso de lo movilizado. Sin embargo, las exigencias derivadas de la resistencia, que prolongaban el asalto final, mo-tivaron nuevas peticiones de materiales necesarios para reparar, construir o proteger a las máquinas141.

car bombardas, como señala García de Santa María, 1982, p. 298.

136 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 marzo 18), fol. 43v.

137 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 mayo 21), fol. 88r.

138 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 junio 5), fol. 89v.

139 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. IV, p. 318; García de Santa María, 1982, p. 299.

140 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. IV y XI, pp. 318 y 320, res-pectivamente; García de Santa María, 1982, p. 300, pone la fecha de salida.

141 Así ocurrió con las peticiones de cueros secos para proteger-

Ambos ejércitos se incautaron de armas del bando contrario, si bien no se puede hablar de una desproporción técnica, sino más bien del afán de lu-cro personal, el despojarle de ello al enemigo para que no lo utilice a su favor, su empleo posterior, o como complemento del armamento personal. Quizá ayuden también a entender este fenómeno las caren-cias materiales de la sociedad bajomedieval142, y la

las, madera para reparar las escalas, pinos para las bastidas. Pé-rez de Guzmán, 1953, año 4, caps. XIII, XVII, XXIV, pp. 322, 323, 327, respectivamente.

142 Un ejemplo, aunque sea de 1407, se produjo al abandonar los castellanos el cerco a Setenil y regresar después el condestable a recoger un poco de hierro. La respuesta del alcaide fue “que si lo avía por un poco de fierro, que él lo avía fecho tomar para ferradu-ras de los cavallos”. Díez de Games, 1940, p. 297.

Las bastidas de madera, construidas en Sevilla, sirvieron para escalar las torres de Antequera y

romper parte de la muralla. Detalle del cuadro ‘La toma de Antequera’ de Vicente Carducho. Museo del

Ejército de Toledo.

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inexistencia en los ejércitos de una reglamentación en lo tocante a armamento y a uniformidad. Ejemplo de ello tenemos a comienzos del asedio a Antequera, en concreto tras la batalla de la Boca del Asno, cuan-do los cristianos se hicieron con los despojos del real de los infantes granadinos143, y durante el sitio a An-tequera en incursiones sobre tierras granadinas144, y malagueñas, estas últimas organizadas desde el real del infante, mientras se acababan los trabajos de preparación de las bastidas para el asalto final a Antequera145. Y en la entrega de la plaza, donde se exigió “que los Moros diesen el castillo al Infante, e dexasen ende todas las armas e bastimentos que tenian e los almadraques”146. Esa condición se man-tuvo, pues tras la entrega el infante mandó a Antón Gómez, contador mayor del rey, que fuese al castillo e hiciese inventario de todas las cosas que en él es-taban147. Y allí permanecerían si hacemos caso de las palabras que al respecto dejó escritas Francis Carter, viajero inglés del siglo XVIII148. Sin duda, la toma de Antequera supuso un incremento de las piezas de artillería para los castellanos, ya que sus habitantes

143 A.M.J.F., Actas Capitulares (1410 mayo 21), fol. 88r, que habla de cosas robadas de forma encubierta. “E fue robado la mayor par-te del Real de los Moros, e aunque en él se hallaron muy grandes cosas, el Infante ninguna cosa quiso, salvo la honra de la victoria, e un caballo vayo muy bueno que se halló en una tienda de los Infantes”. Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. IX, p. 320.

144 Correría de Alfonso Fernández de Córdoba sobre Montefrío. “E los cristianos ovieron el despojo de los que fallaron en el campo muertos de los moros... E mobieron los cristianos con su cabalga-da e con el despojo que ende ovieron, que fueron muchas adargas de anta, e fojas guarnidas de plata, e ropas de sirgo e de escarla-ta”. García de Santa María, 1982, p. 347.

145 “E ovieron mucho despojo, en que obieron sesenta y çinco cauallos, e muchas fojas e adargas e sillas e espadas, e aljubas de sirgo e de paño... Los cristianos se juntaron todos, e traxeron todos sus prisioneros e despojo al real, e partiéronlo entre sí estos caualleros”. García de Santa María, 1982, p. 386.

146 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXIV, p. 330.

147 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XXXVI, p. 331; García de Santa María, 1982, p. 391.

148 “En el castillo se conserva todavía una curiosa armería que perteneció a los moros y que dejaron tras sí cuando los cristianos se apoderaron de la ciudad”. Carter, 1981, p. 210.

disponían de un importante número de esas armas149 que, por lo que parece, debieron de quedar en ella para su defensa.

2.5. Las estrategias y tácticas empleadas

Encuadramos dentro de los movimientos estra-tégicos todos aquellos que se realizan hasta el cam-po de batalla, como las marchas de aproximación, y dentro de los tácticos aquellos que tuvieron lugar en el campo de batalla, como las maniobras y el choque.

Desde un punto de vista estratégico la marcha de aproximación del ejército castellano hasta Ante-quera, en 1410, responde a la regla de la “progresión físicamente concentrada”150. En efecto, el ejército castellano, debido a sus grandes dimensiones, pues estaba compuesto por varios miles de hombres de armas, jinetes y peones iba ordenado en “batallas”151, debía avanzar con bastante lentitud y tener una esca-sa movilidad.

La decisión del infante de dividir las fuerzas con que contaba, no obedecía a la intención de aplastar las fuerzas del enemigo sino que iba más encami-nada a paralizar sus acciones. ¿Hasta qué punto se pueden considerar esta decisión y otras que se pro-dujeron entonces o a lo largo del asedio de Anteque-ra, como las algaradas y correrías para robar víveres o destruir las fuentes de abastecimiento de los ene-migos, o la táctica envolvente castellana durante la batalla de la Boca del Asno como fruto consciente de lo que se ha denominado “estrategia de aproxi-

149 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. XI, p. 321.

150 Estos términos técnicos están tomados de la obra de Hart, 1946, p. 215.

151 Dos según Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. II, p. 317; García de Santa María, 1982, pp. 294-295. Tres según Fernández, 1842, pp. 87-88.

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Desde un punto de vista estratégico la marcha de aproximación del ejército castellano hasta Antequera, en

1410, responde a la regla de la “progresión físicamente concentrada”. En efecto, el ejército castellano, debido a sus grandes dimensiones, pues estaba compuesto

por varios miles de hombres de armas, jinetes y peones iba ordenado en “batallas”, debía avanzar con bastante

lentitud y tener una escasa movilidad.

Lienzo del pintor italiano Vicente Carducho representando ‘La toma de Antequera’, perteneciente a la colección del

Museo nacional del Prado y expuesto en el Museo del Ejército de Toledo.

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mación indirecta”?152 Hay que tener en cuenta, entre otras razones, que lo que primaba entonces, como se puede ver en general durante el cerco, es la concen-tración de tropas y los ataques directos. Sin embar-go, algunos de los elementos que se han apuntado son característicos de la estrategia de aproximación indirecta, en cuya gestación es posible que influ-yeran las enseñanzas militares que don Fernando hubiera adquirido de la Historia, pues se refiere en alguna ocasión a su bisabuelo, don Juan Manuel153, el tratadista militar castellano más importante de su época, la experiencia propia o la de nobles más curti-dos en la guerra como el condestable Dávalos y otros que con él estaban.

152 Quien desarrolló este concepto fue el citado Hart, 1946.

153 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. III, p. 317; García de Santa María, 1982, p. 297. Véase al respecto el estudio que le dedica Gar-cía Fitz, 1987 y 1989.

La batalla campal a que indirectamente dio lu-gar esta decisión se debió a una serie de hechos fortuitos, como la escaramuza que se produjo entre peones y caballeros de ambos ejércitos154. La impro-visación y la pobreza de recursos tácticos fueron al-gunas de sus características155. Como ha observado acertadamente Doncel la improvisación se debió, en gran medida, a que no se eligió ni el momento ni el lugar en que se iba a dar, limitándose a contener un ataque masivo lanzado por los musulmanes y a frecuentes actos heroicos e irreflexivos por ambas partes156. Ello no impide reconocer el papel desem-

154 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. VIII, p. 319; García de Santa María, 1982, p. 303.

155 Doncel Domínguez, 1997, p. 142.

156 Doncel Domínguez, 1997, pp. 142-143.

Sala de las Armas de la Torre del Homenaje en la Alcazaba de Antequera.

Interior de la Torre Blanca en la Alcazaba de Antequera.

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peñado por el obispo de Palencia, don Sancho de Ro-jas, que se nos muestra como una persona con unas grandes dotes organizativas, como revela su deci-sión de asignar cada puesto de combate de antema-no, sagaz al prever las dificultades que se avecina-ban e inclinarse a pedir ayuda al infante, y práctico, al disponer junto con los que le rodeaban una línea de defensa compacta, combinación de caballeros y peones y en la que tendrían bastante importancia los lanceros, y una formación de haces157, destinada a re-sistir el asalto de la caballería enemiga158. Y también que se aproveche de la ventaja geográfica que tenía

157 López Quero, 2001, pp. 262-263, la incluye entre las situaciones bélicas.

158 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. VIII, p. 319; García de Santa María, 1982, p. 305.

frente a la superioridad numérica de los granadinos, que basaron todo en la fuerza, sin quizá plantear un plan de ataque en el que se previera una reserva tác-tica. A pesar de todo, de los medios disponibles, de las tácticas empleadas, del espíritu de combate, la batalla campal se interpretó, antes159 y después160 de darse, como una especie de juicio de Dios, en el que el infante como uno de los “escogidos” contó con la

159 “E como el Infante tenia sus guardas e escuchas en el campo, supo deste ayuntamiento, e pensó que le vinían a dar la batalla, de que el Infante hubo muy gran placer, esperando en Dios de haber la victoria, e que habiéndola, la guerra del Reyno se acabaría más presto”. Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. V, p. 318.

160 Pérez de Guzmán, 1953, año 4, cap. X, p. 320, es menos explí-cito García de Santa María, 1982, p. 308, quien señala lo siguiente “e plogo a Dios e a la Virgen Santa María su madre, e al señor San Juan, cuyo día es oy, que peleando con ellos que fueron vençidos e desbaratados”.

Puerta de Málaga en el recinto amurallado de la Madīnat Antaqīra. Su estructura se inspira claramente en la Puerta de la Justicia de la Alhambra de Granada, construida en 1348 durante el emirato de Yusuf I.

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ayuda sobrenatural de la Virgen María, su abogada y protectora161.

En el cerco a Antequera encontramos una pri-mera fase que comprende desde la batalla campal hasta el primer intento fracasado de tomar la villa

161CarriazoyArroquia,1951,p.26.Cancionero.1966.vol.I,nº4,pp. 24-25. La condición de abogada de la Virgen la destaca Mac-kay, 1987, p. 950.

en junio. Una segunda, que podemos denominar de espera, que incluye a las correrías que tienen lugar como consecuencia del fracaso anterior y que pre-tenden distintos fines, como la ocupación de las tropas, la inspección del terreno con vistas a una posible y futura campaña, proporcionar víveres al real, causar malestar y temor entre los granadinos derribando sus estructuras defensivas y económicas para retrasar su reconstrucción el mayor tiempo po-sible, o incluso que pudiesen acercarse e impedir las operaciones castellanas. Y la fase final que comienza con la negativa castellana a la iniciativa diplomática granadina para lograr su abandono del cerco a An-tequera, y que prosigue con el asalto final a la villa y después a la fortaleza, hasta la toma del cinturón de castillos que le servían de defensa162. Cascales más que hablar de fases hace una relación de los dife-rentes recursos empleados por don Fernando en el asedio: el cerco, el combate con la artillería, la erec-ción de las tapias, las minas, el control del agua, la utilización de la neurobalística y, en último término, el empleo de las escalas163. Siguiendo a este autor, y sin duda empleando los relatos de los cronistas, Torres Fontes ha precisado el momento de estableci-miento o la perduración de algunos de ellos. El esta-blecimiento del real durante el mes de mayo, el com-bate con ingenios y lombardas164 durante el mes de junio y la construcción de una cerca de tapiales en el

mes de agosto165. Y, añadimos nosotros, el recurso a la neurobalística durante el mes de septiembre.

162 Así pues en 1410 encontramos distintas tácticas de guerra: la batalla campal, la guerra “guerreada”, “guerriada” o de “pas-sada”, y el cerco. Tácticas que se habían desarrollado en siglos anteriores como se puede ver, por ejemplo, en García Fitz, 1989, p. 278. López Moreda, 2009, pp. 155-179, basándose en la obra de Lo-renzo Valla sobre don Fernando, distingue dos grandes fases. Una primera, que subdivide en dos y que nombra como fase ejecutiva y de asalto; y una segunda que es propiamente la toma de Ante-quera, en la que diferencia dos asaltos separados por una tregua.

163 Cascales, 19804, p. 248.

164 No parece probable su actuación conjunta, lo más normal es que se hiciera de manera simultánea.

165 Torres Fontes, 1972, p. 67; y en 1999, p. 143.

Tras finalizar la campaña militar de Antequera en 1410 se estableció una nueva tregua entre el emirato

granadino y el reino de Castilla.Monumento en bronce del escultor Jesús Gavira, inaugurado el 24 de septiembre de 2010, situado ante la Torre del Asalto de la Plaza del Carmen de

Antequera. Representa a los habitantes de la Madīnat Antaqīra que tuvieron que abandonar su tierra,

marchando hacia Granada donde fundaron el barrio de la Antequeruela.

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Torre Blanca vista desde la Torre del Homenaje en la Alcazaba de Antequera.

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Por su parte, los granadinos intentan métodos diferentes, siempre en función de las acciones del ejército castellano. En 1410 llevan a cabo una serie de entradas en el ámbito fronterizo, como la que em-prenden por la zona de Alcalá la Real e intentan sabo-tear el real, después de su fracaso diplomático para levantar el cerco a Antequera. Sus ataques fueron de escasa envergadura y muestran su incapacidad para recomponer un ejército diezmado en la Boca del Asno, careciendo de iniciativa en lo sucesivo.

2.6. La acción diplomática

La tregua establecida en 1410 se acordó al finali-zar la campaña militar. Durante el cerco a Antequera la negociación se reveló imposible, a pesar de que los granadinos intentaron una doble ofensiva diplomáti-ca. La primera se produjo tras su desastre en la bata-lla de la Boca del Asno, momento en que trataron de acercarse a través del alcaide de Alcalá la Real, Alfon-so Fernández de Aguilar, que sirvió de transmisor de sus deseos, por lo que los castellanos enviaron a un mensajero ante la corte de Granada166. Y la segunda, y más importante, tuvo lugar después del intento falli-do de los castellanos por conquistar Antequera a fina-les de junio, cuando prácticamente el asedio estaba paralizado a la espera de la llegada de los materiales para construir las máquinas capaces de rendirla167. El escenario de la negociación final no fue el real sobre Antequera sino los alrededores y la ciudad de Sevilla donde residió el infante tras la campaña. Los motivos que llevan a uno y otro reino a acordar la suspensión de hostilidades eran muy distintos. Para Granada, que es quien lo solicita, era importante para solucio-nar la rebelión de Gibraltar, que se había levantado a favor de los benimerines, ya que los nazaríes hasta entonces parece que mantuvieron una posición que

166 Carriazo y Arroquia, 1948, p. 90; García de Santa María, 1982, pp. 310-310.

167 Torres Fontes, 1972 p. 64; y en 1999, p. 140.

podemos calificar de ambigua168. Los castellanos, por su parte, habrían firmado por razones de carácter económico, moral y estratégico169, sin olvidar las per-sonales que pudiera tener el infante170.

Se iniciaba una nueva fase, de aproximadamen-te dos décadas, en la que los asuntos granadinos no tuvieron un papel tan relevante en la política caste-llana, quedando relegados a la ratificación de las tre-guas, hasta que de nuevo un hombre ambicioso los trate de utilizar en su beneficio, como había ocurrido con don Fernando de Antequera.

168 Según García de Santa María, 1982, pp. 410-411, la rebelión fue simultánea a la llegada del infante a Sevilla. Lafuente Alcántara, 1992, pp. 78-79, y para Torres Fontes, 1973, pp. 53-54, fue el motivo que les llevó a firmarlas.

169 Para García de Santa María, 1982, p. 407, las razones eran la falta de dinero para proseguir, los perjuicios que las gentes habían recibido en sus haciendas y en sus bestias, por la carestía de ce-real y de otros productos, por excusarse en poner fronteros y los gastos que ello conllevaba, así como por ser una paz honrosa para el rey, por la posibilidad de liberar a los cautivos cristianos y para hacer los preparativos para una nueva guerra.

170 Nos referimos a sus aspiraciones al trono de Aragón que de-bieron de pesar bastante. Juan Torres Fontes, 1965-1966, p. 147, y en 1999, p. 22; y Salicrú i Lluch, 1998, p. 32, consideran que esta fue la causa por la que las treguas se extendieron hasta los diecisiete meses.

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De las varias transiciones que han punteado la historia europea a lo largo del último milenio una de las más trascendentales ocurrió entre mediados del siglo XV y mediados del XVI. El humanismo sacudió entonces las fronteras interiores, haciendo un hueco, junto a la fe, la razón, la experimentación y el conoci-miento. Los descubrimientos ultramarinos hicieron lo propio con las fronteras exteriores, auspiciando la primera globalización. La creatividad humana produ-ciría en aquellas décadas algunas de las obras más bellas jamás salidas de las manos de un artista (de La Gioconda de Leonardo al David de Miguel Ángel), pero también innovaciones tecnológicas decisivas (de la brújula a la imprenta) y aportaciones teóricas que definitivamente marcarían distancias con el me-dievo (El Príncipe de Maquiavelo, la edición del Nue-vo Testamento de Erasmo o las noventa y cinco Tesis de Lutero). Por último, el fortalecimiento del Estado (las monarquías absolutas) y la rápida penetración del capitalismo como modelo económico (el mer-cado, en última instancia) terminaron de conformar las características fundamentales de una época de grandes cambios y esperanzas aunque también, a la postre, de no pocas frustraciones. Porque la reac-ción, materializada con la contrarreforma católica,

DE LA FRONTERA A TRENTO: LOS PRIMEROS TIEMPOS DE LA ANTEQUERA CASTELLANA (1410-1550)

Antonio Parejo BarrancoUniversidad de Málaga.

Página anterior: Monumento ecuestre a Fernando I ‘El de Antequera’, Infante de Castilla y Rey de Aragón. Antequera, Plaza del Coso Viejo.

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marcaría la distancia frente a todo aquello que con-sideraba ajeno y peligroso para una concepción del mundo que no contemplaba el individualismo ni la búsqueda de paradigmas complementarios al dere-cho natural. Porque los nuevos Estados, convertidos algunos de ellos con rapidez en Imperios ultramari-nos, elevaron el término de unos enfrentamientos en los que comenzaban a entreverarse disputas territo-riales, ideológicas y económicas.

España no sólo compartió las características an-teriores sino que las ofreció en términos aún más ex-tremos. Su particular historia medieval (un territorio compartido entre dos mundos muy distintos: el Islam y el Cristianismo) finalizó bruscamente, a comienzos de 1492. Sus relaciones con otros continentes fueron tan tempranas como las portuguesas (éstas con las Indias Orientales; las españolas con las Occidenta-les, precisamente en el mismo año en el que Colón ponía el pendón de Castilla en tierras americanas), aunque adquirieron, frente a las lusas, una naturale-

za muy distinta y una presencia tan directa —a pesar de la lejanía— que condicionaría toda su trayectoria posterior.

La microhistoria que nos preocupa en este capí-tulo debe insertarse en el contexto social y cultural que acaba de resumirse. Como el resto de las tierras de Andalucía Occidental, la transición del medievo a la modernidad estuvo condicionada en la comar-ca de Antequera por las pautas con las que terminó incorporándose a la Corona de Castilla. En su caso, en una fecha intermedia: lejana de las de los reinos de Sevilla, Córdoba y Jaén (a mediados del siglo XIII) aunque adelantada al de Granada. Así, cuando en 1410 el Infante don Fernando reactivó la guerra contra Granada, la frontera llevaba casi cien años es-tancada en el norte y el noroeste (Estepa y Lucena habían pasado a manos cristianas tras las campañas de Fernando III el Santo en 1240-1241), más de me-dio siglo en el noreste (Alcalá la Real cayó en 1341) y desde finales de esa centuria en el suroeste (Teba fue conquistada por Alfonso XI en 1389). Pero de nuevo tendrían que pasar otros cincuenta años para que el límite fronterizo se alejase más de veinte kilóme-tros de las murallas de Antequera (tras la toma de Archidona en 1462) y treinta más para que, con la rendición de Granada, se iniciase definitivamente la historia castellana de la ciudad.

Esta particular cronología explica que los pri-meros tiempos de historia castellana de la ciudad se repartan entre dos etapas muy distintas: los años de frontera (de 1410 a 1492), a los que siguió una lar-ga fase (no menos de otras cinco décadas) de con-formación y consolidación de un nuevo modelo ur-bano, ahora sí fundamentalmente civil. Un proceso que en última instancia puede darse por concluido a mediados del siglo XVI, cuando coincidieron va-rios factores que avanzan lo que décadas más tarde sería la ciudad conventual y barroca: en unos casos de carácter local, aspectos tan diversos como la con-clusión de las obras de la Colegiata de Santa María

Detalle del cuadro de Vicente Carducho que representa La Toma de Antequera. Museo del Ejército

de Toledo.

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y la publicación de los nuevos Estatutos que regían su Cabildo o la canalización de agua potable proce-dente de la Magdalena; en otros, acontecimientos de trascendencia nacional o internacional pero con consecuencias locales, efemérides señaladas en el calendario tales como el inicio de las sesiones del Concilio de Trento (1545) o la muerte del emperador Carlos (1556); junto a otras de cronología más difusa que en última instancia contribuyeron a consolidar la ocupación simbólica de la ciudad tanto por parte de la Iglesia de Roma como en el caso de las élites locales, quienes además sancionaron entonces el control político y económico que, respectivamente, ejercían sobre el consistorio y el término municipal.

Apuntaré para finalizar estas líneas introducto-rias una alusión al título que encabeza el capítulo. El

lector familiarizado con la historiografía local habrá reparado en su similitud con el título de un pequeño libro de 1962 escrito por Fermín Requena, en el que estudiaba la historia de la familia Narváez en el si-glo XV. Aunque distinto y distante en el tiempo y en su concepción, me gustaría que el texto que sigue se entendiera como un homenaje a los eruditos an-tequeranos del siglo XX (junto al citado, José María Fernández, José Muñoz Burgos, José Ruiz Ortega o Rafael Artacho), quienes, con no demasiado rigor científico pero con una dedicación encomiable, nos brindaron, en sus publicaciones y trabajos inéditos, las primeras lecturas sobre la historia de la ciudad a las que aquellos miembros de mi generación tu-vimos acceso, en las que comenzamos a conocer y entender el pasado antequerano.

1. UNA CIUDAD PARA LA GUERRA: LOS AÑOS DE FRONTERA (1410-1492)

…creemos que sabe los grandes males que esta çibdad ha padecido de poco tiempo acá y cada día padecen de los moros enemigos de la santa fe católica, la cual y los que en ella viven no solamente han padecido muertes de sus personas… irreparables males, muertes de padres e hijos, captivos, quemas y talas de nuestras heredades y sostenimiento… siendo cada día requeridos de los dichos moros en tanto grado que por nuestros pecados de las puertas de la ciudad no salimos, guardándola y velándola de noche y de día, padeciendo ham-bre y otras muchas angustias…

Carta del Concejo de Antequera al arzobispo de Sevilla Juan de Cervantes,

5 de septiembre del año 1449

En 1441 Antequera tornó su condición de villa por la de ciudad. Habían pasado más de treinta años desde que el Infante dejara el pendón castellano en

El referente político antequerano a nivel nacional en el periodo que tratamos en estas páginas se extiende desde el Infante de Castilla y rey de Aragón, Fernando

de Antequera (1379-1416), al emperador Carlos (1500-1558). Aquél se muestra según la versión

decimonónica del pintor Manuel Aguirre Monsalve (1851/54). Éste, joven, junto a su familia alemana, en

un lienzo pintado en el primer cuarto del siglo XVI.

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Georg Hoefnagel visitó Antequera en 1564. El resultado gráfico de aquel viaje, recogido en el Civitates orbis Terrrarum (imagen superior), se convertiría en la representación más conocida de la ciudad fuera de España

(debajo, varias copias de los siglos XVII y XVIII).

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lo más alto de la antigua alcazaba nazarí, pero ape-nas se habían producido otros cambios que los rela-tivos al funcionamiento diario de un puesto militar que continuaba siendo de frontera —ahora, eso sí, en manos castellanas—, y que como tal debía hacer frente a las exigencias propias de una situación de constante inestabilidad. Desde tal perspectiva debe contemplarse la citada distinción real, de la que por supuesto no fue la única beneficiada: sólo una más de las numerosas poblaciones castellanas (más de cien) que durante el reinado de Juan II recibieron tal título1, que como el resto de las concesiones reales de la época deben entenderse como parte de un pro-yecto político que precisaba el apoyo de las oligar-quías urbanas.

No obstante, en el caso antequerano son nece-sarias un par de precisiones al respecto. De un lado, es necesario señalar que el privilegio debe enten-derse en el contexto de los favores recibidos por el principal hombre de confianza del rey, el entonces condestable de Castilla Álvaro de Luna, quien a su vez tenía como uno de sus destacados protegidos a Fernando de Narváez, el alcaide de la fortaleza ante-querana2. En segundo lugar, y más importante que el anterior, que ésa y las demás distinciones recibidas se dirigieron a consolidar un avecindamiento cada vez más complicado de mantener: tanto por el rosa-rio de enfrentamientos que convirtieron en especial-mente insegura una línea fronteriza situada casi a las puertas de la fortaleza antequerana hasta 1462 (una situación de la que da cumplida cuenta el texto que encabeza este epígrafe), como por las dificultades de la Corona y la resistencia de los concejos vecinos —especialmente el de Sevilla— para satisfacer las

1 Sobre el reinado de Juan II, donde además se recoge la biblio-grafía disponible sobre la historia político-militar castellana de la primera mitad del siglo XV, véase Porras Arboledas, 1995, y la puesta al día bibliográfica realizada por Cañas Gálvez 2007.

2 Según se recogía en la crónica del Condestable, …el qual este virtuoso Maestre crió desde niño en su cámara, e le dio estos ofi-cios. Citado por Rojas Gabriel, 1995, p. 76.

cantidades fijadas en materia salarial y alimenticia (entre ambas más de 600.000 maravedíes anuales) con las que se pretendía asegurar la defensa de la posición3.

3 En 1470 por ejemplo, el concejo denunciaba que hacía más de ocho años que no llegaban ni las pagas de la corona para los sol-dados, ni el suministro de alimentos procedente del concejo sevi-llano. Una situación que Fernando de Narváez intentó solucionar reteniendo el diezmo perteneciente al arzobispado hispalense. La corona, por su parte, trasladaba su compromiso a Sevilla, a cuyo cabildo obligó a contribuir con 295.000 maravedíes para el soste-nimiento de la fortaleza antequerana. Al parecer, la situación llegó a tal extremo que estos últimos vecinos “comenzaron a robar a los viajeros y mercaderes cristianos que transitaban por las inmedia-ciones”. Rojas Gabriel, 1995, pp. 356-357.

El condestable de Castilla, álvaro de Luna, fue el principal apoyo que Juan II encontró en la alta

nobleza castellana.

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Era, de nuevo, una expresión más de las varias que coincidieron en aquella convulsa centuria, en la que, según la afortunada expresión de McKay, no solamente existieron fronteras físicas sino también mentales4. Fronteras aprovechadas por la Corona para consolidar el poder central frente a la nobleza y las oligarquías urbanas emergentes, y por éstas para

extender su red clientelar y garantizar así un control municipal convertido con rapidez en fuente segura de rentas e ingresos, una suerte de feudalismo urba-no sancionador de linajes y prestigio social. Pero asi-mismo, unas fronteras utilizadas como parte de una estrategia más amplia destinada a intentar diluir los profundos enfrentamientos internos —los bandos al-canzaban a la propia casa de los Trastámara, desde donde se trasladaban a las grandes casas nobiliarias y a las familias menores— frente a un enemigo co-

4 MacKay, 1990.

mún5. En última instancia la misma estrategia uti-lizada por el Infante don Fernando en su campaña de Antequera de 1410: recuperar el mito de cruzada para nuestra Tierra Santa particular; liberar la Jeru-salén peninsular (por supuesto Granada) del “yugo sarraceno”6. Lo de menos era que a esas alturas el nazarí fuera ya un reino vasallo, desangrado por lu-

chas internas no menos profundas que las castella-nas, e incapaz de defender un territorio ante ejércitos mejor pertrechados7.

5 Sobre el reinado de Enrique IV y los múltiples conflictos nobi-liarios, véase Ohara, 2004.

6 La recuperación del mito de cruzada por el Infante se analiza críticamente en González Sánchez, 2010.

7 Entre otras causas, porque estaban dotados del arma más eficaz para derrotar posiciones fijas: la artillería. Las cuestiones militares de la larga contienda secular se estudian en Ladero Que-sada, 2001 y 2002.

Recrecida y consolidada durante los siglos XIII y XIV, cuando la fortaleza nazarí fue ocupada por los nuevos repobladores cristianos su tenencia recayó en la familia narváez, hasta que en 1472 Enrique IV la entregó a los

Fernández de Córdoba.

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En definitiva, la concesión del título de ciudad debe entenderse simplemente como un nuevo bla-són a añadir a las exenciones fiscales con las que, casi inmediatamente después de su incorporación a la Corona de Castilla, el propio monarca había co-menzado a conceder a la ciudad, buscando similar propósito al común a todos los enclaves de fronte-ra: fijar a los nuevos pobladores, garantizar el com-promiso de los señores en la defensa del territorio. Tampoco fue la última de las distinciones: dos años más tarde le serían confirmadas todas las otorga-das hasta ese momento, incluidas las fiscales (la exención en el pago de alcabalas y otros impuestos indirectos)8 y la imposibilidad de enajenación del tér-mino (en sentido estricto, la pérdida de su condición realenga); mientras que desde 1448 se añadirían al-gunas más (entre ellas el privilegio de homicianos) y se sancionarían repetidamente todas los anteriores9.

Sin embargo, los resultados nunca fueron los es-perados, al menos durante los años en los que no es-tuvo en vigor ninguna tregua, y especialmente hasta que tras la caída de Archidona la frontera se trasladó a las tierras de Loja, donde permanecería entre 1462 y 1486. De tal forma, durante casi su primer siglo de historia castellana, Antequera apenas fue sólo poco más que un puesto militar, una guarnición avanzada al oeste del emirato nazarí, en la que malvivían un puñado de caballeros, lanceros y ballesteros —nun-ca más de un centenar— que, como se escribió más arriba, tenían que ser habitualmente abastecidos desde Sevilla u otras ciudades de los tres reinos an-daluces, y a los que acompañaban las personas y personajes que solían conformar la intendencia en aquellos tiempos (clérigos, mujeres —propias o ex-clusivamente para el trato carnal—, y sobre todo los oficios capaces de asegurar el sostenimiento de las

8 El privilegio de exención de alcabala originaría un larguísimo pleito con la Corona. Parejo Barranco, 1981.

9 Un resumen de todas estas disposiciones en Alijo Hidalgo, 1983.

tropas y sus familias): más numerosos en años de calma, cuando se intensificaban los contactos con los vecinos musulmanes, y escasos hasta bordear el abandono de la posición, cuando la guerra declarada —las “cabalgadas” o “razzias” podían producirse en tiempos de tregua— convertían las tierras de Ante-quera en un lugar muy peligroso para vivir10.

Lo anterior resultó especialmente cierto entre 1432 y 1439, de 1446 a 1469, y de nuevo a partir de la segunda mitad de los años setenta, periodo este último en el que las intermitentes treguas apenas alcanzaron varios meses de duración y en el que la ciudad estuvo a punto de ser abandonada por su guarnición11. En esos años se concentraron la ma-yoría de los episodios de frontera (de enfrentamien-tos armados, en definitiva), que tanto el romancero como las crónicas y los testimonios que han llegado hasta nosotros se encargarían de elevar a la catego-ría de situación habitual12, y con ellos los esfuerzos de la Corona por consolidar la ocupación de una plaza dotada, para Castilla, de un elevadísimo valor estratégico (no sólo era la puerta natural de entra-da a Granada, también permitía establecer el pasillo necesario para alcanzar Málaga). De ahí que fuesen frecuentes cédulas como las que sigue, firmada por la reina Isabel en 1477:

…A los conçejos de Sevilla, Córdoba y Eçi-ja e la villa de Carmona… como el rey de mo-ros el regno de Granada… en el mes de mayo que agora pasó del presente anno vinieron a la çibdad de Antequera para la tomar… a lo qual nuestro señor nos le quiso dar… e como los

10 Téngase en cuenta que uno de los episodios bélicos de mayor repercusión literaria en la Antequera del siglo XV (la batalla de la Matanza o del Chaparral, 1424) ocurrió precisamente durante uno de estos periodos de tregua. López Estrada, 1998. González Jimé-nez 1993.

11 Alijo Hidalgo, 1976.

12 Sobre el romancero y los hechos de guerra, véase López Estra-da, 1998 y Martínez Iniesta, 2003.

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En 1441 Juan II otorgó a Antequera el título de ciudad. En la imagen, un fragmento del documento real que se custodia en el Archivo Histórico Municipal de Antequera.

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questava en la dicha çibdad de Antequera pu-sieron en peligro sus personas por las defen-der… les fue fecha grande tala en las vinnas e panes e huertas… e quemaron e derrocaron muchas casas… por cabsa de lo qual dicha çib-dad se despuebla e no está acá a buena guarda e recaudo como cumple a servicio de Dios…13

Una situación habitual cuando la presión caste-llana sobre Granada se fue incrementando —lo que ocurrió desde comienzos del cuatrocientos ochen-ta—, lo que llevó a que el propio Concejo denunciase repetidamente la situación de inseguridad en la que vivían sus habitantes, encerrados en una fortaleza escasamente guardada y situada apenas a siete kiló-metros de la línea de frontera (recuérdese de nuevo el texto que encabezaba este epígrafe). Aunque en ocasiones se tratase de una estrategia dirigida a ase-gurarse el suministro regular de cereales, salarios y las rentas aplicadas a la tenencia (necesarios para mantener al menos la posición), lo cierto es que el

13 Alijo Hidalgo, 1997.

tiempo de frontera fue tan largo que hubo lugar para que se produjesen momentos especialmente críti-cos14.

A esas alturas, los frentes abiertos eran tan diversos como escasas las dotaciones para hacer frente a los compromisos de refuerzo y aún mante-nimiento de las posiciones fronterizas, de ahí que lo único que consiguió la ciudad en las dos déca-das anteriores a la última guerra de Granada fue no quedar desguarnecida, pero poco más. Como se ha podido constatar gracias a las excavaciones arqueo-lógicas realizadas en el interior de la fortaleza15 o a los fragmentarios datos documentales disponibles, hasta 1492 la población antequerana se estabilizó en una horquilla situada entre los 50 y los 200 vecinos para todo el siglo XV, lo que en el mejor de los casos

14 Todos estos textos se recogen en el artículo citado en la nota anterior.

15 Romero Pérez, 2002.

Entre 1410 y 1462 la frontera entre los reinos de Castilla y Granada se situó en la angostura de la

Peña. Años de treguas y de enfrentamientos abiertos entre musulmanes y cristianos se sucedieron en

una de las etapas más convulsas de la historia de la ciudad.

La batalla de la Boca del Asno sería uno de los acontecimientos decisivos de los años de frontera. Más tarde, el paso se convertiría en la línea natural

entre las tierras antequeranas y malagueñas, aunque el puerto seco (donde se cobraban los tributos sobre el tránsito de mercancías y se establecían controles

sobre el tránsito de viajeros) se estableció en el puerto de la Escaleruela.

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supondría una cantidad alejada de las 700 familias que en septiembre de 1410 abandonaron la Antaqira nazarí en dirección a Granada, o de los 620 soldados que el Infante dejó inicialmente para su defensa16.

Pero también, en segundo término, conviene analizar lo ocurrido durante los años de frontera des-

16 Martínez Valverde, 1977.

de una posición crítica, y en cualquier caso despoja-da de cualquier tipo de connotación que no sea la re-gida por el rigor histórico. En otras palabras, resulta legítimo conmemorar los acontecimientos ocurridos en aquella centuria desde una posición conciliadora, alejada de cualquier sentimiento xenófobo (desde el encuentro de culturas, si se quiere), pero sin olvidar que entonces existió el antagonismo, tanto territorial (la lucha por controlar un espacio económico) como ideológico. Y en este último caso que no se trató ex-clusivamente de la pugna entre dos modelos de cru-zada (la “reconquista” del territorio arrebatado a los astures en el siglo VIII siempre estuvo en el horizonte político-religioso de los monarcas castellanos; pero asimismo, en el lado nazarí, el fenómeno debe en-tenderse como parte de la yihad islámica de lucha contra el infiel)17. La realidad fue, en efecto, bastan-te menos lineal y simplista. Hubo, por supuesto, y como se ha señalado más arriba, tiempo para la guerra, pero también largos momentos para la paz. Años en los que las treguas pactadas permitieron convivir de manera relativamente pacífica a nazaríes y castellanos, posibilitando el trasvase de recursos entre ambos reinos (de trabajadores y esclavos, de bienes y de servicios), e incluso la conformación de un marco institucional relativamente estable, capaz de entender de pleitos fronterizos y de gestionar in-tercambios de cautivos18. En resumen, una secuen-

cia conflictiva, en la que, teniendo en cuenta la con-dición de vasallaje del emirato nazarí con respecto a Castilla, se establecían y rompían con igual rapidez alianzas que cruzaban fronteras, al tiempo que, con similar virulencia, estallaban luchas internas tanto en tierras cristianas como musulmanas19.

17 Fanjul, 2000, nos ha recordado rotundamente los riesgos de es-tas lecturas ahistóricas.

18 Sobre las vicisitudes del cargo en la “raya” que separaba los dos reinos —eran los denominados “alfaqueques”— véase Espejo Lara, 1994.

19 Un resumen reciente de la trayectoria política del emirato naza-rí en el siglo XV en Peláez Rovira, 2009.

En la década anterior a la toma de Granada por los Reyes Católicos, cuando Antequera se había convertido en el campamento base del ejército

castellano, fueron frecuentes las “cabalgadas” tanto de cristianos como de musulmanes. En una de

esas incursiones (Lucena, 1483), Boabdil el Chico fue hecho prisionero por el antequerano Alonso de

Conejo, quien desde entonces incorporó la hazaña a su blasón familiar.

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En cuanto a los conflictos en el interior de la propia Castilla, se extendieron a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XV. Los enfrentamientos entre las oligarquías por el favor real en ocasiones o los apoyos a alguno de los pretendientes al trono castellano en otras, tuvieron un reflejo directo en el gobierno de la mayoría de los concejos. En el caso de Antequera, por ejemplo, la tenencia de la fortale-za fue objeto de disputa entre los Narváez —que la disfrutaban desde 1410— y el señor de Aguilar —a quien le fue concedida entre 1472 y 1527—. Y el car-

go, no debemos olvidarlo, era mucho más que ho-norífico. No sólo porque aseguraba a su beneficiario la percepción de rentas y derechos (más de 335.000 maravedíes durante los años de frontera, reducidos a 137.000 desde 1492)20, y le proporcionaba ascen-dencia sobre otras familias principales, sino sobre todo porque le permitía controlar la distribución de los medios de producción (tierras, molinos, hornos)

20 Quintanilla Raso, 1979.

El lado sur de la fortaleza antequerana era el más inexpugnable de los cuatro pero también el más vital para la defensa de sus habitantes —los musulmanes hasta 1410, los cristianos hasta 1492— ya que se abría al río de la Villa y a las huertas de la Ribera y la Moraleda. En la imagen, la puerta de Málaga y el torreón circular adyacente, obras del siglo XIII reforzadas en el XIV. Aquella es la única de las tres puertas con que contaba la ciudad que aún

permanece en pie.

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entre los colonos beneficiados del favor real21. No de otra manera puede entenderse que el señor de Agui-lar pagase para obtener la tenencia de la fortaleza antequerana cerca de 400.000 maravedíes. A esas alturas, simplemente le bastaba con saber lo que ha-bían obtenido sus antecesores en el cargo, el propio Fernando de Narváez, su hermano Pedro y el padre de ambos, el viejo Rodrigo. La familia Narváez ha-

21 Un análisis en profundidad sobre el cargo en Castrillo Llamas, 1997.

bía sancionado el primer y el segundo repartimiento (los de 1410 y 1443: entre ambos llegaron a repartirse cerca de 20.000 hectáreas, en su mayoría tierras de buena calidad situadas en la Vega) de los que ellos mismos se adjudicaron más de 2.000, amén de moli-nos, fincas urbanas u otros bienes raíces, propieda-des a las que habría que añadir algo más intangible pero igualmente importante: la lealtad garantizada de aquellas familias beneficiadas de los bienes que ellos repartieron en nombre de la Corona.

Pero asimismo, y a la postre, en la convulsa Castilla del siglo XV este conflicto entre linajes debe entenderse también en clave de enfrentamiento en-tre partidarios de Alfonso —hermano del rey— y del propio Enrique IV, pugna que a su vez se trasladaba a los primeros escalones de la nobleza, donde las ban-derías oscilaban al viento que mejor soplaba en cada momento, capaz incluso de promover una paz tem-poral entre dos antagonistas tradicionales como el conde de Cabra (y con él su deudo, Fernando de Nar-váez) y el señor de Aguilar, este último tan identifica-do entonces con la causa de Enrique que el monarca no dudó en premiar su nueva lealtad otorgándole el disfrute de la tenencia de la fortaleza antequerana, sostenida en ese año por Fernando de Narváez, el mayorazgo del primer alcaide de la fortaleza22.

La condición fronteriza explica y justifica el re-traso con que Antequera asumió la funcionalidad propia de los núcleos urbanos bajomedievales y la relativa autonomía con la que aquella primera oligar-quía (que disfrutaba de su condición pero que habi-tualmente no se encontraba avecindada) gestionó el gobierno de la ciudad. También que la población apenas desbordase los recrecidos muros de la al-cazaba y el segundo anillo de las murallas y que la explotación agroganadera del término hiciese habi-tualmente complicado el abastecimiento regular de

22 Quintanilla Raso, 1979.

Hasta la conquista castellana de Archidona (1462), las numerosas “razzias” realizadas sobre las tierras antequeranas partieron de la ciudad vecina, que en

esos momentos era la posición más avanzada al este del emirato.

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sus vecinos. Los datos de la producción agraria de la tierra antequerana son fragmentarios, pero los dis-ponibles resultan suficientemente representativos de esta situación. Así, en las décadas anteriores a la conquista de Archidona, cuando la raya fronteriza corría por la angostura de la Peña al este y alcanzaba al campo de Cámara al sur, la producción de trigo os-ciló bruscamente (entre las 3.000 y las 15.000 fanegas anuales23), en parte debido a las condiciones clima-tológicas de cada año, pero sobre todo por las difi-cultades a la hora de sembrar o recoger la cosecha.

Si a lo anterior sumamos que los teóricos com-promisos de apoyo económico y militar por parte de los más importantes concejos vecinos —Sevilla, Córdoba, Écija— a los que obligaban los privilegios reales eran sistemáticamente incumplidos (entre

23 Ladero Quesada y González Jiménez, 1979.

otras razones porque las malas cosechas de algunos años limitaban cualquier comercialización exterior del cereal), quizá, como escribí más arriba, lo que resulte extraño es que Antequera no volviese a ma-nos nazaríes o simplemente resultase abandonada24. Responder a lo primero remite a los numerosos con-

24 En 1470, el concejo antequerano elevó al de Sevilla un memo-rial en el que le exponía como desde hacía ocho años no llegaban a la ciudad ninguna de las cantidades comprometidas por la Corona a cargo de las rentas que Enrique IV disfrutaba en Sevilla y su tierra: …e por la inoportunidad e gran carestía del tiempo e por defecto de las dichas pagas e por los grandes movimientos deste reino e por la guerra que los dichos ynfieles continuamente nos fasen, somos te-nidos en muy grande estrecho de pobresa, e esta çibdad se despue-bla de cada día e está para ser despoblar del todo… Tres años mas tarde, el monerca libró cerca de 300.000 maravedíes con cargo a las alcabalas y el almojarifazgo sevillano para hacer frente a las pagas de los soldados y a la tenencia de la alcaldía. Como seña-la Manuel Rojas, la situación había llegado a tal extremo que los vecinos “azuzados por las graves penurias que estaban pasando, habían comenzado a robar a los viajeros y mercaderes cristianos que transitaban por las inmediaciones”, e incluso apresaron al procurador hispalense, de paso por la ciudad. Rojas Gabriel, 1995, pp. 357-358.

La historiografía erudita local consideró el episodio de la trasmisión de la tenencia de la fortaleza de los narváez a los Fernández de Córdoba como una pérdida de autonomía local frente a la prepotencia de nobles ajenos a la

ciudad, facilitada por la debilidad de Enrique IV (1425-1474), en el grabado de la izquierda. José María Fernández dibujó la escena más conocida de una leyenda según la cual, Fernando de narváez hizo

que el monarca arrebatara las llaves de Antequera del cadáver de su padre, el conquistador Rodrigo, expuesto en la parroquia de San Salvador.

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flictos internos del emirato25. En cuanto a la segunda cuestión, si tal circunstancia no llegó a producirse se debió a que, en última instancia, desde la perspecti-va de la oligarquía dominante, el asunto terminó re-duciéndose a un problema coste/beneficio. Piénsese que en los tres repartimientos realizados en el siglo XV (en 1410, 1443 y 1494) resultaron especialmente beneficiados los linajes comprometidos con la defen-sa de la ciudad: no sólo, como se escribió más arriba, los ya citados Narváez —el primer Rodrigo, sus hijos y sus nietos— llegaron a acumular patrimonios rús-ticos superiores a las 2.000 hectáreas, sino que tam-bién los Fernández de Córdoba, los Chacones o los Hernández de Padilla sumaron en aquellos años más de 500 hectáreas. El señor de Aguilar, además, era

25 Peláez Rovira, 2009.

perfectamente consciente de que la futura paz con Granada le garantizaría ganancias territoriales aña-didas e incluso derechos y rentas jurisdiccionales si finalmente el término —como ocurría desde 1464 en Archidona— acababa convirtiéndose en señorío.

La Iglesia, por supuesto, participó también de esta situación. Inicialmente, Antequera fue adscrita al arzobispado de Sevilla, y su vicaría distribuida en tres parroquias (las del Salvador, recreciendo la an-tigua mezquita, San Isidro y Santa María de la Espe-ranza), un número muy superior a sus necesidades de culto, que en realidad otorgaba un beneficio esca-so a la mitra hispalense. De ahí que, al menos has-ta 1487, la atención prestada hacia una ciudad que

Sólo tras la caída de Archidona, en 1462, comenzó a normalizarse la estructura productiva antequerana, basada fundamentalmente entonces en el trabajo de la tierra. Dibujo de la leyenda de

la Peña de los Enamorados, según Alexander La Borde, grabado por Tiltiard en París.

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arrojaba un diezmo muy reducido, fuese limitada. Sin embargo, una vez conquistadas Loja y Málaga, las cosas variaron sustancialmente: el arzobispado sevillano, consciente del importante aumento de ingresos que le produciría una vicaría localizada en una zona agraria tan productiva intentó mantener su control ante la oposición del obispado malagueño, que lo consideraba un territorio “natural” (se llegó a argumentar su pertenencia a la diócesis malacita-na en tiempos de la Iglesia visigoda), una pretensión

finalmente alcanzada, a pesar de la repetida oposi-ción sevillana. Paradójicamente, la solución supuso que desde la bula “Pastoraliis Oficcii” (1487) hasta la creación de las provincias en 1833, Antequera depen-día eclesiásticamente de Málaga, aunque a efectos administrativos continuara formando parte del reino de Sevilla26.

26 Sobre los primeros tiempos de la iglesia antequerana, véase Heredia, 2004.

Hasta que en 1487 los Reyes Católicos conquistaron Málaga, Antequera continuó amenazada por tropas nazaríes. no obstante, desde ese fecha y una vez normalizado el tráfico mercantil entre ambas, su relación

con la ciudad costera sería muy estrecha. A partir de entonces Antequera contribuyó habitualmente al abastecimiento de sus habitantes (especialmente de cereales), mientras el puerto malagueño se convertía en el punto de comercialización de los bienes adquiridos o enviados al resto de la España litoral y al extranjero. Pero

además, y sobre todo, la confirmación de su pertenencia a la diócesis malagueña, convertirían a Antequera en la vicaría que aportaba el porcentaje más elevado de las rentas del obispado procedentes del cobro del diezmo. En

la imagen, el puerto de Málaga en el siglo XV según la interpretación romántica del XIX.

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2. UNA CIUDAD PARA LA PAZ: LA ANTEQUERA RENACENTISTA, 1492-1545

“…Antequera ha visto que se a poblado mucho e fecho buenos arrabales en ella asy por las franquezas que tiene como porque tie-ne buenos términos y es tierra apacible para vivir en ella e para senbrar pan e coger…”

Declaración del testigo Juan de Andújar en el pleito mantenido entre la fiscalía real y el concejo de Antequera por el mantenimiento de los privilegios otorgados a la ciudad por el monarca Juan II, 1523.

Tras la entrega de las llaves de Granada a los Reyes Católicos, todo cambió para Antequera. Aun-que desde la caída de Loja (1486) y Málaga (1487) el peligro de que los nazaríes llegasen a las puertas de sus murallas era muy reducido, el final de la fronte-ra eliminó el último de los obstáculos que hasta ese momento impedían la libre disposición de los facto-res de producción en el caso de las actividades eco-nómicas, la plena asunción de todas las funciones administrativas que le correspondían como cabeza de partido y corregimiento y por supuesto aquellas que limitaban el crecimiento demográfico y con él el

de la propia trama urbana. Los anteriores fenómenos fueron contemporáneos y además se desarrollaron con extraordinaria rapidez. Si comenzamos por los que se refieren al aumento de población, el núme-ro de vecinos registrados en los primeros censos y padrones fiables registra un avance que puede ca-lificarse de espectacular, sobre todo si tenemos en cuenta el alarmante despoblamiento anterior: los pa-drones confeccionados entre 1494 y 1496 ya recogían este incremento, al pasar, en solo dos años, de 371 a 549 vecinos, que ya eran más de 1.500 en 1518 y cerca de 2.500 en 1534. La siguiente cuantificación oficial (el censo de 1587) ya elevaba la población

de la ciudad 3.878 vecinos. Si consideramos que la tasa de crecimiento se mantuvo uniforme a lo largo de esa centuria, cabría aceptar que cuando damos por finalizada esta aproximación —hacia 1550— la población antequerana rondaba los 3.000 vecinos. Convertidos en habitantes utilizando el coeficiente más habitual la población censada entre el primero y el último de los años considerados habría pasado de 1.400 a 13.500 habitantes. De fortaleza militar a punto de ser abandonada, Antequera había pasado a convertirse, en menos de cinco décadas, en la cuarta ciudad más poblada del reino, sólo superada enton-ces por Sevilla, Écija y Jerez27.

Tres razones deben señalarse para explicar este comportamiento; por orden de importancia: el aporte migratorio, el crecimiento natural y la limitada inci-dencia de las crisis de mortalidad. Sobre el primero —conformado sobre todo por vecinos de los reinos de Córdoba y Sevilla— existen numerosas referen-cias documentales28. El comportamiento de los dos restantes atendía fundamentalmente al modelo demográfico propio de las sociedades de antiguo régimen, del que en líneas generales participaban poblaciones de las dimensiones de la antequerana: altas tasas de natalidad, mortalidad y mortalidad in-fantil (superiores las dos primeras al 30 por mil, por encima del 200 por mil la tercera), elevados índices de fecundidad (más de cuatro hijos por mujer) y una esperanza de vida al nacer que no alcanzaba los treinta años. En tales circunstancias el crecimiento natural se encontraba estrechamente relacionado con la presencia de años en los que se incrementaba sensiblemente el número de defunciones como con-

27 Otras informaciones también confirman este despegue ante-querano. Así, en los “servicios” repartidos de 1512 a 1515, la ciu-dad ya contribuía con más de 100.000 reales, convirtiéndose tam-bién en la cuarta del reino de Sevilla (tras Sevilla, Jerez y Écija) por volumen de contribución. Carretero Zamora, 1983.

28 Como escribía en 1523 el escribano del concejo de Montilla con referencia a Antequera: …se a poblado de muchos vecinos de las villas de Cabra, e Vaena, e Aguilar, e Priego, e osuna, e desta villa de Montilla e de Cañete… Recogido por Alijo Hidalgo, 1997.

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secuencia de la intervención casi siempre conjunta-, de fenómenos epidémicos y malas cosechas. Por lo que sabemos a través de la documentación mane-jada, al menos en las primeras cuatro décadas del siglo XVI, la incidencia de este tipo de variables fue relativamente limitada: aunque Antequera sufrió va-rias crisis agrarias en ese periodo (en 1505/1507, 1523 y 1539) y a pesar de que en estos dos últimos casos a las malas cosechas se unieron episodios epidémicos de peste bubónica, lo cierto es que las pérdidas co-yunturales de población quedaron suficientemente

compensadas por el avecindamiento de nuevos in-migrantes.

Por supuesto, las consecuencias de estos movi-mientos migratorios superaron con amplitud las es-trictamente demográficas. Dedicaré las páginas que siguen a resumir aquellas que podemos considerar más importantes: las referidas a la articulación terri-torial del nuevo concejo (incluida la estricta dimen-sión urbanística), las afectas a la transformación de la estructura productiva y las que tuvieron que ver con el control ejercido por las élites locales —civiles

La conquista de Loja, en 1486, y un año más tarde la de Málaga, supondrían el primer paso en el proceso de transición de fortaleza militar a núcleo urbano experimentado por Antequera en las décadas interseculares del

XV al XVI.

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y eclesiásticas— sobre las variables anteriores y en general sobre el resto de la población no privilegia-da, que además adquirieron en esa etapa una clarísi-ma connotación urbanística.

Comenzaré por las primeras. Como no podía ser de otra manera, un aluvión demográfico de tales di-mensiones exigió una rápida articulación del poder municipal, requisito previo para el normal funciona-miento de las instituciones públicas, el crecimiento urbano ordenado y la garantía de suministro de bie-nes de consumo para aquellos nuevos pobladores, beneficiados del tercer y último repartimiento de la

tierra (el del Bachiller Serrano, en 1494), o atraídos por algunas de las ventajas recogidas en el texto que encabezaba este epígrafe. La creación de ofi-cios para el gobierno del concejo (inicialmente seis regidores y cuatro jurados) y la confirmación de la alcaidía a los Fernández de Córdoba fueron las pri-meras medidas que se adoptaron. Sin embargo, pese a que su pariente Girón había conseguido recibir Ar-chidona como señorío, el de Aguilar no pudo lograr la misma solución para Antequera, cuya tenencia

Desde la fortaleza, la ciudad desbordó sus murallas en dirección al norte y el oeste, una vez desaparecidos los factores de inseguridad que habían impedido su crecimiento urbano.

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mantuvo —salvo entre 1509 y 151429— hasta que en 1529 pasó de nuevo a manos de los Narváez. En este punto la presión nobiliaria no quebró la voluntad real, que aunque acostumbraba a reservar la condi-ción realenga para las ciudades castellanas más im-portantes, asimismo solía premiar a los señores con la jurisdiccionalidad de las tierras de frontera; algo que por supuesto también ocurría con los concejos vecinos del de Antequera, como puede deducirse del texto que sigue, de comienzos del siglo XVI:

…se a poblado de la comarca della y que la dicha çibdad tiene por comarca Archidona ques del conde de Ureña, e Luçena ques del marqués de Comares, e de Cabra e Ynznaxar que son del conde de Cabra, y de Teba ques de don Diego de Guzmán, y de Estepa de la hor-den de Santiago, e de otros logares de señorío quien confina, de donde avía ydo parte de los vecinos que en ella bive… 30

Salvo por el sur, hasta donde alcanzaba el conce-jo de Málaga, la ciudad estaba rodeada de señoríos. Adviértase además la enorme extensión con que inicialmente fue dotado el término (más de 100.000 hectáreas). Sólo si manejamos ambas variables po-dremos entender la amplitud de los conflictos plan-teados por fijar los límites con los concejos vecinos y acceder a la propiedad de una tierra que en aquellos momentos representaba la base del poder económi-co y del prestigio social.

29 Durante ese sexenio el señor de Aguilar perdió el favor real de-bido al sonado enfrentamiento que mantuvo con el Corregidor de Córdoba, al que incluso encarceló. El rey Fernando llegó a deste-rrarlo de Andalucía, le despojó de todos sus cargos y privilegios y la impuso una multa elevadísima (20 millones de maravedíes). El perdón definitivo llegó precisamente con la recuperación de la alcaidía antequerana, que por supuesto Pedro Fernández de Córdoba nunca ocupó personalmente. Quintanilla Raso, 1979, pp. 150-153.

30 Recogido por Alijo Hidalgo, 1997.

Los litigios fueron tan numerosos como dilata-dos en el tiempo. El primero se mantuvo con el con-cejo malagueño incluso antes de la expulsión defi-nitiva de los nazaríes, precisamente por la posesión de la banda de frontera que corría entre el campo de Cámara y el valle del Guadalhorce: tras tres años de duras negociaciones —los que fueron de 1490 a 1493— se llegó a un acuerdo por el que aquel queda-ba incluido en el término de Málaga, mientras el de Antequera alcanzaba su principal objetivo, al tener acceso a la mayoría de las fuentes y pozos situados al sur del Torcal, donde abrevaban sus ganados31.

Luego siguieron otros pleitos con Teba, Benamejí, Iz-nájar o Estepa. En todos ellos el derribo de mojones y la entrada de ganados aparecían como los motivos fundamentales de unas denuncias en las que en el fondo siempre planeaba la amenaza de extensión de los señoríos vecinos, en una época en la que la presión sobre la tierra comenzaba a ser importante. Como se exponía desde el Concejo en 1528:

…que la dicha çibdad confina con la ma-yor parte con lugares de señorío e que algunos

31 López de Coca Castañer, 1977.

Antequera protagonizó sonoros pleitos con los concejos vecinos, todos ellos de señorío. En la

imagen, el castillo de Iznajar, perteneciente también al señorío de Aguilar.

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criados de las personas cuyos son los tales lu-gares en nombre dellos an començado a com-prar heredamyentos y bienes raíces y censos y tributos en esta dicha çibdad e comprarán muchos más porque las tales personas tienen puestos dineros en personas que convidan con ellos…32.

Esta delimitación territorial encerraba un conce-jo conformado por el núcleo urbano matriz y por una serie de aldeas que inicialmente nacieron alrededor de las fortificaciones que protegían Antequera duran-te los años de frontera (Jebar, Cauche, Aznalmara)33, a las que se unieron otras (Mollina, Humilladero, Fuente Piedra, las Cuevas de Belda, el Valle de Ab-dalajis), localizadas en torno a un hito geográfico o histórico lo suficientemente significativo como para generar asentamientos humanos de cierta entidad34.

El gobierno de este extenso territorio dependía de un cabildo municipal conformado por regidores y jurados —en teoría vecinos de la ciudad— a los que se unían el alcaide de la fortaleza, otros cargos menores y dos más de designación y representación real: el alcalde mayor y el corregidor. En teoría, estos dos últimos debían de compensar —y controlar— a las oligarquías locales que copaban los órganos po-líticos municipales, aunque conviene distinguir en-tre esta situación inicial y la que protagonizarían, en un periodo que escapa a la cronología que estamos manejando aquí, las grandes familias que termina-ron consolidando su poder económico en el concejo antequerano. De tal manera, hasta que los Narváez recuperaron el control municipal en 1529, lo cierto es que el enfrentamiento se planteó más entre los

32 A.H.M.A. Libro de Cédulas Reales, tomo IV, 1528.

33 Fernández López, 1993.

34 Sólo el Valle de Abdalajís sería desgajado del término de An-tequera en el siglo XVI. El resto de las aldeas formó ayuntamiento propio tras la creación de las provincias en 1833. Véase Fernández Paradas, 2004.

propios regidores según su pertenencia al bando cordobés o al antequerano —aquellos deudos del señor de Aguilar; éstos de los Narváez—35, que en-tre las incipientes élites locales y los representantes de la Corona en el Concejo. Debe tenerse en cuenta, además, que el monarca no llegó a nombrar corregi-dor de manera estable hasta 1508 y que el cargo de alcalde mayor también lo disfrutó, junto a la alcaidía, el señor de Aguilar. Sólo durante los años en los que éste perdió el favor de la Corona, y sobre todo cuan-do el linaje cordobés constató que los monarcas no iban a modificar el carácter realengo del término, el entonces titulado, Pedro Fernández de Córdoba, alivió la presión que ejercía sobre el Concejo ante-querano, del que llegó a desaparecer cuando el car-go retornó a los Narváez, procediendo incluso a la venta de sus mejores fincas —las situadas junto a la Peña de los Enamorados y en la actual Mollina— al Concejo36. Fue a partir de entonces cuando otras familias aprovecharon el hueco en el control munici-pal para estrechar aún más sus lazos con la ciudad, trasladando a ella sus casas principales: los Rojas, Arrese, Mancha, Bilbao, Guerrero o Zayas, apellidos que pronto se repartirían los oficios públicos que acabaron convirtiendo en hereditarios, y que para-lelamente fueron conformando grandes patrimonios rústicos y urbanos y tejiendo redes clientelares cada vez más densas y extensas37.

Para entender las razones de esta inmigración hidalga debe recordarse que a comienzos del siglo

35 Uno de los pertenecientes al primer grupo, Pedro González de Ocón, llegó a ser suspendido, según él por haberse hecho a peti-ción de personas que le odiaban y que siendo regidores vivían con don Alonso Fernández de Córdoba… AGS, RGS, 26 de abril de 1493, fol. 230 r. Otro de ellos, Pedro del Valle, fue acusado de “no residir en la ciudad y de permitir en ella los juegos de naipes, así como la libre actuación de malhechores y rufianes”. Quintanilla Raso, 1979, p. 153.

36 Ambas formaron parte desde ese momento de los propios an-tequeranos. La primera sería, además, el origen del núcleo urba-no, tras la ligera adaptación de su denominación originaria (de Torre Molina a Mollina). Fernández Paradas, 2004.

37 Ruiz Martín, 1998.

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XVI, de las más de cien mil hectáreas que, como se señaló más arriba, encerraba el concejo anteque-rano, sólo se habían repartido algo más de 18.000 a particulares y 1.300 al Cabildo municipal (bienes de propios para sostener una amplísima nómina de gastos), pero sobre todo que aún restaban alrededor de 90.000 hectáreas al margen del mercado, engloba-das en el impreciso término de “realengo”: esto es, la Corona continuaba manteniendo su propiedad, aun-que pudiera delegar el usufructo a particulares o ins-

tituciones. Fue, en definitiva la posibilidad cierta de acceder a estas tierras la que explica este avecinda-miento procedente sobre todo de concejos cercanos, de estructura similar a la antequerana, como Écija, Estepa, Lucena, Cabra o la Puente de don Gonzalo38.

Y la presión resultó extraordinaria. Desde finales del siglo XV tenemos documentadas numerosas li-cencias para abrir nuevas tierras o simplemente ocu-par baldíos, cuya legitimidad —sobre todo cuando la ocupación se realizaba en términos de gran pro-

38 Alijo Hidalgo, 1997.

piedad— terminó sancionando décadas más tarde el Ayuntamiento. La estructura oligárquica del conce-jo antequerano y la limitada densidad demográfica que en esos momentos aún incidía sobre un recur-so extenso, explican que el control municipal sólo se ejerciese para garantizar los derechos comuna-les, pero que apenas perturbase el amplio proyecto monopolizador de la propiedad de la tierra ejercido desde el propio Cabildo. Baste con un dato suficien-temente ilustrativo: cuando en 1576 Felipe II desig-

nó a Junco de Posada para que elevase un informe sobre el estado de las propiedades de la Corona en varios concejos andaluces, el resultado antequera-no fue demoledor. Entre el repartimiento de Serrano (1494) y ese año se habían ocupado ilegalmente en todo el término —expresado con otras palabras, sus nuevos propietarios no pudieron presentar títulos de compra— nada menos que 21.200 hectáreas de las alrededor de 40.000 investigadas por el oidor real. En su mayoría se trataba de tierras situadas en la Vega, donde se localizaban las mejores fincas de los pro-

A los pies del Torcal se extendían dos de las zonas reservadas entonces para la alimentación de la ganadería estante local: las dehesa de Yeguas y de Potros.

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pios antequeranos39, roturadas ilegalmente por veci-nos (hasta 700 según el informe final del funcionario real) a los que en ningún caso podían perturbar dis-posiciones concejiles porque en un porcentaje muy elevado eran ellos los mismos que se encargaban de observar el cumplimento de las leyes. Fincas que, sin embargo, continuaron fuera del mercado en muchos casos: a partir de esos momentos ya que en su mayo-ría fueron objeto de algún tipo de vinculación —sin-gularmente mayorazgos— por parte de sus nuevos “propietarios”40.

Las causas de tamaña presión sobre la tierra sólo se explican si recordamos el carácter nuclear de este factor de producción en el Antiguo Régimen, así como su consideración como base irrenunciable de prestigio social. La existencia de una secuencia que vinculaba patrimonio rústico con poder político y económico condicionó el diseño de estrategias ma-trimoniales y a la postre de complejas redes de inte-reses económicos tejidas en torno a la tierra. Con ta-les presupuestos no existe discusión posible acerca de la base de la estructura productiva antequerana en el arranque del Quinientos. Por supuesto, descan-saba en la economía agraria, y más concretamente en un determinado modelo agroganadero de carác-ter orgánico, a grandes rasgos autosuficiente, en el que existían pocas entradas externas —en forma de energía o fertilizantes: en todos los casos proporcio-nados por el medio natural circundante—, pero que, no obstante, ya estaba orientada hacia un mercado para el que disponía de un acceso relativamente fá-cil. No contamos con fuentes estadísticas que nos permitan estimar la producción de cereales —la de-dicación fundamental del terrazgo antequerano— en la primera mitad del siglo XVI (las únicas referencias aisladas señalan que la vicaría de Antequera aporta-

39 Fernández Paradas 2004.

40 Algunos de estos ejemplos se analizan en Parejo Barranco, 1998.

ba entonces más de la mitad de todo el diezmo del obispado malagueño)41, pero no cabe duda alguna de que el aumento de la población condicionó el crecimiento paralelo de la producción de alimentos, corroborada además por el aumento del número de propietarios y el incremento de las roturaciones que se produjo en esa etapa.

Sí que podemos comparar los datos disponibles para finales del siglo XV con los de mediados de la siguiente centuria, coincidentes con el final del pe-riodo que nos interesa en estas páginas. Y los resul-tados no dejan lugar a ninguna duda sobre la expan-sión económica y demográfica que vivió la ciudad a lo largo del Quinientos. Así, como se señaló en pági-nas anteriores, cuando el bachiller Serrano procedió al último de los repartimientos, el volumen medio de la cosecha de cereal (primera dedicación del terraz-go como quedó expuesto más arriba) apenas alcan-zaba las 15.000 fanegas anuales, una cantidad muy superior a las pobres cosechas de los años de fron-tera, pero muy alejada de las 30.000/40.000 recogidas en un año normal entre 1530 y 1580. Con tales gua-rismos, se entiende el interés por acceder a la pro-piedad de la tierra despertado en aquellos años en la comarca antequerana; también, que dado el modelo social imperante, fuesen la Iglesia y la oligarquía ur-bana los principales beneficiarios del fenómeno.

Se trataba, sin embargo, de un término lo sufi-cientemente extenso como para que, pese a usur-paciones y roturaciones ilegales, pudiese continuar sosteniendo un elevado volumen de baldíos y de realengos, y también para que el Cabildo municipal mantuviese la propiedad (en concepto de propios, arbitrios o comunales) de cerca de 25.000 hectáreas: algunas situadas en las tierras más fértiles (como el cortijo de la ciudad, en Mollina, adquirido, según escribí más arriba, por el Ayuntamiento a los Fernán-

41 López Beltrán, 1986.

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dez de Córdoba), y otras en las sierras, destinadas a dehesas y pastos para la amplia cabaña ganadera estante (las denominadas dehesas de las Yeguas y los Potros)42. Extensas zonas en las que el arado aún

no había penetrado, bosques de encinas y alcorno-ques que no sólo llenaban las zonas más quebradas cercanas a la ciudad sino que incluso alcanzaban entonces a lamer la vega43. En cuanto al producto agrario, el cereal panificable aportaba cerca del 70% del total (Antequera se convirtió pronto en el grane-ro de Málaga, asegurando el abastecimiento regular de la ciudad en aquellos años en los que el volumen de la cosecha no estuvo penalizado por alteraciones

42 Fernández Paradas, 2004.

43 Las referencias documentales son relativamente abundantes. Algunas de ellas se recogen en Parejo Barranco, 1987, pp. 163-164.

meteorológicas), aunque la participación de las legu-minosas, el vino, el aceite y los productos de huerta fue más importante que en otras zonas del obispado (con excepción del propio término malagueño) y la ganadería sólo superada por la diezmería rondeña44. En conjunto, cuando finalizaba el siglo XV la estruc-tura agraria local, recuperada la normalidad perdida durante las décadas de frontera, ya presentaba las características que le serían propias durante todo el resto del Antiguo Régimen: predominio de la agricul-tura extensiva de cereal, producción para el mercado local y regional, complementariedad con la gana-dería estante, aportación limitada de los productos hortofrutícolas y una cierta especialización vinícola y aceitera.

El acceso a la propiedad de la tierra se convir-tió en el más importante de los factores de atracción que ejerció la ciudad sobre sus vecinos sevillanos o cordobeses, pero no fue el único. Junto a la econo-mía agraria, las nuevas funcionalidades urbanas que con rapidez estaba generando una población en cre-cimiento también proporcionaban rentas, derechos y salarios y con ellas otros tipos de retribución para los factores de producción empleados. Asimismo, estas nuevas oportunidades actuaban como foco de atrac-ción para grupos sociales muy diversos —desde artesanos y comerciantes a toda suerte de margina-

dos— abundantes en aquellos años tanto en número como en su tipología.

La articulación de la economía urbana tuvo en la localización geográfica de la ciudad un elemento nuclear. La condición de camino obligado de tránsito entre las rutas comerciales que unían el litoral anda-luz con el interior recibió un impulso extraordinario

44 Según los datos recogidos por Benítez Sánchez-Blanco para finales del siglo XV la diezmería antequerana, con algo más de 810.000 maravedíes, aportaba el 28,2% del valor del diezmo de todo el Obispado. Un 78,4% de la primera cantidad la proporcio-naba el cereal, un 9,7% el vino y el aceite y un 8,5% la ganadería. Benítez Sánchez-Blanco, 1983.

Único puerto autorizado a comerciar con las recién descubiertas tierras americanas, el sevillano se convertiría en el centro de la actividad mercantil española del siglo XVI. Antequera, situada en el camino natural que lo conectaba con Granada y

Málaga, se beneficiaría extraordinariamente de estas nuevas rutas comerciales.

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cuando el descubrimiento del continente americano provocó un incremento cuantitativo y cualitativo de sus relaciones mercantiles con los nuevos mercados coloniales. Como paso imprescindible para conectar los dos núcleos urbanos más poblados de la España del Quinientos (Sevilla y Granada), y asimismo situa-da en la ruta que conectaba Málaga con la capital económica, gran parte de los flujos de bienes, servi-cios, capitales y esclavos tenían que pasar necesa-riamente por Antequera.

Ciertamente, el grueso de las partidas de va-lor añadido más elevado —las sedas malagueña y granadina; la plata americana— tenía otro destino: aquellas eran facturadas para Valencia, desde donde se comercialización por el Mediterráneo; ésta últi-ma seguía su larguísima travesía internacional, que culminaba en las casas de banca flamencas o en las cecas chinas. Sin embargo, ello no impidió que la irrupción colonial, junto a la relativa cercanía del puerto malagueño —ligado hasta entonces al norte de Europa y al Mediterráneo europeo y africano45—, dinamizaran de manera extraordinaria la estructura

45 López Beltrán, 1986.

productiva antequerana, muy dependiente desde comienzos del Quinientos del comportamiento del mercado interior español pero también del europeo y del colonial. Todo ello tuvo un reflejo casi inmedia-to en la economía urbana, provocando, en términos laborales, un aumento y diversificación de los oficios artesanos y de los dedicados al comercio y los ser-vicios. Como recogían las Ordenanzas municipales de 1531 —las primeras aprobadas de toda la historia de la ciudad— en ese año ya se encontraban recono-cidos once gremios, vinculados tanto a la transfor-mación de alimentos (molineros, panaderos, carni-ceros), como a la construcción (tejeros, carpinteros) y a la intermediación comercial, pero también a dos especialidades que en los siglos siguientes se con-vertirían en características de la ciudad: el textil y los curtidos46.

La heterogeneidad social que tal trasiego de gentes generaba fue extraordinaria. De un lado, los grupos privilegiados —la Iglesia y la nobleza sin ti-tular: en Antequera el primer título nobiliario fue concedido a finales del siglo XVII—, consumían una amplia gama de bienes y servicios, proporcionados por individuos de condición muy distinta. Así, utili-zaban abundantemente mano de obra esclava, al tiempo que empleaban familias enteras dedicadas al servicio doméstico. Además, casi continuamente tenían contratados alarifes, carpinteros y otros ar-tesanos dedicados al mantenimiento de sus bienes raíces —que aumentaban a medida que se elevaban sus rentas e incrementaban el consumo suntua-rio— entre los que abundaban los oficios artísticos (pintores, escultores, doradores, etc.) encargados de decorar los grandes espacios interiores de los tem-plos, dependencias conventuales y casas solariegas levantadas en las décadas centrales del Quinientos. Junto a ellos, la extensión de las relaciones de mer-

46 Las Ordenanzas fueron editadas críticamente por Alijo Hidal-go, 1979a.

A mediados del siglo XVI ya estaban levantadas algunas de las casas principales de la oligarquía

local. En la imagen, patio central de la de los Rojas

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cado exigía asimismo la sanción pública o privada de las transacciones, acuerdos, disposiciones o con-tratos relativos a la utilización de los recursos, los bienes y los servicios necesarios para mantener la actividad económica y el pulso social cotidiano, lo que implicaba la existencia de oficios “de pluma” cada vez más diversos, sostenidos desde las admi-nistraciones eclesiástica o civil (escribanos, procura-dores, recaudadores), y en menor medida generados exclusivamente por la actividad privada, una suerte de heterogéneo grupo de funcionarios y empleados urbanos que fue creciendo a medida que lo hacía la funcionalidad de una ciudad en expansión como era la Antequera del quinientos.

En el otro extremo de aquel cuerpo social don-de el nacimiento condicionaba mucho más que en nuestros días la trayectoria vital de sus miembros, muchos de éstos apenas tenían garantizada la inges-tión diaria de alimentos. Y no se trataba sólo de la po-breza urbana y sedentaria, sino también de aquellas personas que hacían de su vida un interminable iti-nerario de ciudad en ciudad, de hospital en hospital, buscando la misericordia y la generosidad de sus ha-bitantes. Los más pudientes de éstos ejercitaban por su parte una piedad —deber de todo cristiano, para quien el pobre representaba al propio Jesús—, co-múnmente materializada en la fundación, bajo una

determinada advocación, de pequeños hospitales, dotados con algunas camas, cocina y poco más, a los que solían aplicar una renta casi siempre exigua y que ellos mismos, constituidos en hermandad, se encargaban de gestionar y administrar.

Hasta siete hospitales de este tipo llegaron a abrirse en la Antequera del siglo XVI. Al parecer, el primero se erigió en la cuesta Zapateros —en el edi-ficio que más tarde sería alhóndiga, justo a la entra-da de la calle—, hacia 1509, lo cual resulta lógico si pensamos que a comienzos del Quinientos la plaza de San Sebastián, entonces con una pequeña ermita y plena de posadas y hosterías, era el lugar de des-

canso de viajeros, que solían pernoctar en ella antes de emprender la subida a la ciudad alta, aún centro de la vida religiosa, política y económica local. La ini-ciativa se concretó en una primitiva hermandad de la Caridad, origen al parecer de la que posteriormente quedaría formalizada y unida a la sevillana de Miguel de Mañara. Frontero a ese hospital, en el arranque de la que posteriormente se llamaría cuesta de Santo Domingo, se sumó, algunos años más tarde, el de San Sebastián, fundado por la cofradía del mismo nombre y especializado en la cura de llamado “amor gálico”, mientras que al final de esa empinada ca-lle, justo en la plazuela de la Concepción, se abría en 1550 el hospital que llevaría ese nombre, en cuyo edificio los dominicos se instalarían en 1586, dedica-do preferentemente al cuidado de niños expósitos.

Pero además, la larga transición de fortaleza a ciudad que nos interesa en estas páginas no sólo resulta comprensible desde una perspectiva econó-mica o social, sino también desde otra estrictamente

Como se observa en estas imágenes, algunos de los hitos constructivos de la Antaqira musulmana fueron

integrados en el urbanismo antequerano desde finales del siglo XV.

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urbana. El cambio en su funcionalidad fue, obvia-mente, radical: de una ciudad para ser defendida An-tequera se convirtió con rapidez en una ciudad para vivir; de un núcleo urbano prácticamente parasitario, que apenas generaba rentas, en otro que, precisa-do de una gama de servicios públicos cada vez más amplia, canalizaba y redistribuía los recursos gene-rados en su entorno. Fue, por lo demás, una trayec-toria común a la de aquellas poblaciones andaluzas que también protagonizaron una transición similar de fortaleza a ciudad, en la que los únicos matices locales se refieren a la escasa incidencia en su trama urbana —y en general en su estructura productiva— de la herencia musulmana, que alcanzó las décadas iniciales del quinientos mucho más diluida que en otras ciudades granadinas (téngase en cuenta que mientras en ciudades como Loja, Málaga o Ronda la sustitución de efectivos fue inmediata, entre la An-taqira múslime y la ciudad civil castellana pasó casi un siglo). Incluso, como han demostrado las últimas excavaciones realizadas en el recinto de la alcazaba, la antigua mezquita aljama sólo se convirtió en pa-rroquia tras ser levantada de nueva planta.

Esta última referencia nos permite enlazar con uno de los elementos clave en la transición urbana citada. A saber: la función social desempeñada por la Iglesia, convertida entonces en eficaz instrumen-

to del plan de homogeneización religiosa y étnica previo a la consolidación del Estado nacional, como es sabido el proyecto raíz de Isabel de Castilla y Fer-nando de Aragón. El papel que jugó el estamento eclesiástico resulta clave para entender el modelo de convivencia que terminaría articulándose en la Espa-ña del Quinientos. Su particular ascendencia sobre los comportamientos públicos y privados y su exten-sa red de agentes —del clero regular mendicante a los selectos cabildos catedralicios—, capaz de alcan-zar a todos los grupos sociales, la convertían en un inestimable instrumento de control político y de ho-mogeneidad de las actitudes y las mentalidades de acuerdo con los preceptos doctrinarios emanados de

Roma y asumidos por Isbael, Fernando y los prime-ros Habsburgo. De ahí que, al igual que ocurrió en el resto de las ciudades de parecidas dimensiones a la antequeranas, los Reyes Católicos se apresuraran a autorizar el establecimiento de los organismos ecle-siásticos en la ciudad: los franciscanos observantes (la principal orden ejecutora de su proyecto urbano) en 1500 y la fundación de una colegiata dependiente del obispado malagueño —cuya provisión de cargos se reservaba la Corona47— apenas tres años más tar-de.

No habían llegado aún los tiempos de la Contra-rreforma, pero la presencia urbana de la Iglesia de Roma era ya muy intensa, hasta el punto de que —lo podremos comprobar más adelante—, la temprana red parroquial (en el periodo que nos ocupa ya esta-ba conformada por las de Santa María, San Salvador

47 En 1486 Inocencio VIII concedió a los Reyes Católicos y sus su-cesores el patronato de las Iglesias del reino de Granada. Heredia, 2004.

Las excavaciones arqueológicas realizadas en la Alcazaba han permitido localizar por fin su antigua

mezquita, pero también han demostrado que la parroquia de San Salvador que la sucedería no fue

sólo el resultado de su adaptación al culto cristiano, sino que exigió una obra de nueva planta, de mayores

dimensiones que el edificio original.

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y San Isidro intramuros y por las de San Sebastián, San Pedro y San Juan fuera del recinto murado) y la continua llegada de órdenes regulares (junto a los observantes, las ramas masculinas y femeninas de los carmelitas, agustinos y terceros abrieron casa en Antequera en el primer cuarto del siglo XVI) pauta-ron en gran medida el primer desarrollo urbano de la ciudad.

Pero además, la Iglesia tuvo un protagonismo especial en la conformación de otro de los rasgos distintivos de la ciudad prebarroca: una intensa ac-tividad artística y cultural fomentada tanto desde el clero regular como del secular. Ya se aludió más arri-ba a la primera. En cuanto a la relativa a la literatura y el pensamiento, su influencia se canalizó sobre todo a través de la Cátedra de Gramática de la Colegial, y concretamente gracias a la labor desempeñada por uno de sus primeros preceptores, el horaciano Juan de Vilches (en el cargo entre 1529 y 1565), propaga-dor de las ideas erasmistas en la ciudad y referente cultural del posterior grupo literario conformado en torno a las figuras de Pedro Espinosa, Luís Martín de la Plaza y Agustín de Tejada entre otros48.

Cuestión distinta es la relativa a la instancia mu-nicipal. Sobre todo debido a que las amplias compe-tencias de la época se encontraban casi siempre hi-potecadas por la escasez de recursos del Concejo, a menudo incapacitado para atender a una población que no dejaba de crecer y que, al no depender exclu-sivamente de la tierra, tenía que ser abastecida des-de el mercado. Paradójicamente, la riqueza patrimo-nial de los concejos (recuérdese que el de Antequera era propietario de alrededor de 40.000 hectáreas de tierra) contrastaba con los problemas estructurales de liquidez que todos arrastraban, condicionada en gran medida por una gestión habitualmente inade-

48 Todas estas cuestiones se tratan con amplitud en Lara Garrido, 2004.

cuada —cuando no desastrosa— y sobre todo con-taminada por la corrupción generalizada. Quizá por ello, al menos durante las décadas finales del siglo XV y las iniciales del XVI, apenas pudieron consoli-darse las infraestructuras más básicas (incluido el suministro de agua potable), al tiempo que el Ayun-tamiento tuvo muchos problemas para articular una trama urbana que amenazaba con extenderse sin atenerse a disposición racional alguna. En este sen-tido, las únicas referencias validas fueron las con-firmadas por la Corona a petición municipal para la creación de varias plazas que permitieran planificar de una manera relativamente ordenada el crecimien-to urbano.

En cualquier caso, la planificación de la trama urbana que exigía la llegada continua de inmigran-tes (en algunos años más de mil) fue siempre por de-trás de la ocupación del suelo sin otra delimitación que la exigida por los caminos que desembocaban en la fortaleza. Pero obviamente, por razones fisca-les y de orden público, el Cabildo comenzó pronto a parcelar solares y definir plazas, calles y espacios públicos, reservando otros para la gestión munici-pal (casas de Cabildo, matadero, alhóndiga, almona, etc.)49. Pero también, casi de inmediato, participó la Iglesia, ya que tanto las nuevas parroquias erigidas extramuros (las de San Sebastián y San Pedro) como los primeros asentamientos conventuales (francis-canos, agustinas, dominicos) fueron generando a su alrededor arterías que impulsaron la articulación de la trama urbana. A veces, su intervención se realizó de manera coordinada con el Cabildo municipal; en otras —y fue lo más frecuente— los proyectos supu-sieron enfrentamientos más o menos profundos en-tre ambas instituciones. En última instancia, todavía no había culminado la fusión de intereses caracte-rística de la época posterior (tridentina), lo que sig-

49 El estudio más documentado sobre esta cuestión en Moreno López, 1994.

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nificaba que tanto la Iglesia como la oligarquía (el poder espiritual y el temporal) aún se disputaban el control del espacio público como factor más visible de un dominio que se pretendía tanto social (públi-co) como privado.

El proyecto material de ordenación urbana se confunde, sin embargo, con la ocupación semiótica de la población. En otro lugar insistí en este aspec-to50, por lo que aquí me limitaré a resumir los aspec-tos fundamentales de una ocupación en la que se empeñaron tanto la Iglesia de Roma como una oli-garquía local que todavía mantenía un pie en el estri-bo y otro en el arado.

La primera fase de esta toma simbólica de la ciu-dad debe relacionarse directamente con los años de la incorporación del territorio a la corona de Castilla. Al igual que ocurrió en otras ciudades fronterizas, en Anteque ra el larguísimo asedio que la fortaleza nazarí sufrió antes de su definitiva rendición en sep-tiembre de 1410 produjo necesariamente lugares de especial significación —espacios transcen dentes— para las tropas castellanas del Infante: allí donde se plantaron los campamentos, un punto de obser-vación arrebatado al enemigo, el escenario de una escaramuza o las propias mezquitas musulmanas. Sin exclusión, todos estos espacios se sacralizaron,

dotándoseles de algún hito arquitectónico —singu-larmente una ermita— destinado a perpetuar, tras su consagra ción, la memoria de unos hechos de guerra de enorme transcendencia para los monarcas caste-llanos.

Sucedió, no obstante, que el mantenimiento de su condición de puesto de frontera durante buena parte del siglo XV, retrasó todos los proyectos formu-lados en los meses del asalto, que no se retomarían hasta que la tranquilidad de las tierras antequera-

50 Parejo Barranco, 2002.

nas quedó garantizada con la conquista de Archi-dona (1462) y sobre todo de Málaga (1487). Fue una vez asegurado el control castellano sobre la zona, y como años más tarde escribiría el clérigo Francisco Barrero, cuando …a devosion del los del Pueblo todo, y permiso de la ciudad, que mandó: se edificasen ca-sas de Dios en los lugares en donde avía avido exérci-to acampado en la toma y conquista de Antequera…51 Así ocurrió en las faldas del cerro de Viscaray —lue-go del Infante, y más tarde de la Cruz— donde Fer-nando plantó su primer real, que fue sacralizado en 1487 con la construcción de la ermita de San Zoilo, (…brux ulearon el sitio y ninguno les paresció mas acomodado que el mismo lugar donde el Ynfante Don Fernando avía aposentado su Real tienda, quando conquistó a esta villa, que fue en la falda del serro, que llamaban del Ynfante, en donde oy está fundado el combento de observantes frayles de San Francisco, y aquí fue donde se labró dicha ermita)52; mientras que el segundo, establecido en la Moraleda, dió paso a la erección de la ermita de San Sebastián el Viejo, precisamente en el mismo lugar en el que el propio Infante neutralizó el foso dispuesto delante de la puerta de las bastidas (el famoso aved verguenza… de las crónicas), un pequeño oratorio levantado …en memoria de las muchas saetas y dardos que llobieron sobre el Ynfante el dia del Angel Precursor Señor San juan Baptista (sic) por segar el foso que impedia a las bastidas llegar al muro...53.

También en los campamentos secundarios se le-vantaron este tipo de construcciones: tanto en el ce-rro de Santa Lucía —el antiguo cerro Mataliebres—, allí donde Rodrigo de narvaez aferró su tienda en el que oy se ve esta ermita en el arrabal de la ciudad...; como en el frontero de San Cristóbal, desde el que atacó el obispo de Palencia, Sancho de Rojas (San

51 Barrero, 1732, fol. 324r.

52 Ibid, fol. 323v.

53 Ibid. fol. 325r.

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La Real Colegiata de Santa María no fue sólo el referente religioso de la Antequera del Quinientos, también el origen y centro, a través de su Cátedra de Gramática, de una intensa actividad intelectual que abonaría la

aparición posterior de un importante grupo literario.

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Cristóbal el Alto, 1500). A ellas habría que añadir la consagración de las tres mezquitas musulmanas: la de la propia madina (San Salvador), y las pequeñas rabitas, cristianizadas bajo la advocación de San Ro-que (luego Virgen de la Cabeza —en el cerro de igual nombre—) y Belén el Viejo —posiblemente en lo más alto de la cuesta de Archidona—.

Las restantes ermitas construidas o consa-gradas en este período tuvieron un origen distinto, aunque idéntica funcionalidad que las anteriores: la de Santa Catalina la costeó Fernan Rui de Narváez para conmemorar su efímero triunfo sobre el señor de Aguilar en 1470; las de San Sebastián, Santiago y San Miguel se localizaron en arrabales que comenza-ban a ganar población de manera incipiente una vez asegurada la tranquilidad de la ciudad.

Los franciscanos observantes fueron los primeros en establecerse en Antequera una vez que ésta pasó a manos cristianas. Las tapias de su convento (a la izquierda del cuadro pintado por el francés Dauzats hacia 1830) se

abrían a la plaza mayor de la zona baja de la ciudad.

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En resumen, la conquista de la fortaleza por las tropas castellanas dejó un rosario de hitos construc-tivos en un espacio físico singular: un cerro, el del Castillo, rodeado a su vez de pequeñas elevaciones que lo flanqueaban por los cuatro puntos cardinales. Cumplida su función militar, todo el conjunto fue ordenado, primero en torno a la parroquia de San Salva dor y más tarde y durante todo el antiguo ré-gimen, alrededor de la Colegiata de Santa María La Mayor (1530-1550), centro religioso de la nueva An-tequera cristiana, final de un ciclo espiritual que se iniciaba en las faldas del cerro de la Cruz y recorría —en recuerdo de la procesión que realizó el Infante el 16 de septiembre de 1410— el itinerario que duran-te casi medio año siguió el ejército castellano en su asalto a la alcazaba nazarí.

Aquellas ermitas erigidas en los lugares más elevados y alejados de la población se limitaron a servir de puntos visuales de referencia a la peregri-nación interior (urbana); las restantes, desempeña-ron además un papel nuclear en la conformación del tejido urbano que fue consolidándose más allá del segundo anillo de las murallas.

Ello fue especialmente cierto en el caso de la er-mita de San Zoilo: aunque en su origen se confundan historia y leyenda, no cabe duda que el asentamiento de los franciscanos en ese lugar no fue en absoluto casual. Por el contrario, interesados en afianzar su proyecto de estado nacional, los Reyes Católicos hi-cieron suyo el ideario urbano de la orden mendican-te —la reivindicación del ámbito civil como ideal de la convivencia cristiana54— hasta tal punto que ésta

54 Sobre este asunto vid. Maravall, 1973 y Orozco, 1985. Como se-ñala este último autor, la posición del gran teórico franciscano del urbanismo, el valenciano Francesc Eixímenis, sobre este tema “es tan moderna que alcanza a Castilla, donde los Reyes Católicos se valen de sus ideas para el aposentamiento institucional del nuevo Estado, sobre nuevas bases sociales, como parte esencial de su política. La materialización de unas nuevas relaciones y necesida-des sociales en el plano de una ciudad es un acto político impres-cindible para la implantación del estado moderno”, pp. 22-23.

recibió todo tipo de facilidades por parte de los con-cejos municipales de aquellas poblaciones —que eran siempre las de mayor importancia en la época— donde pretendían insta larse. Antequera no fue una excepción: en 1500 el cabildo concedió la pertinente licencia a los frailes, que a su vez eligieron el mejor solar de todos los disponibles. Un lugar despoblado en aquellos momentos, y alejado del núcleo urba-no consolidado dentro y alrededor de las murallas, aunque dotado del necesario componente simbólico —recuérdese, primer real del Infante; punto equi-distante entre el cerro de la Cruz y la alcazaba— y sobre todo económico —en el cruce de los caminos que llegaban de Córdoba y Granada—. Pero los fran-ciscanos no se limitaron a construir un convento: al mismo tiempo, y siguiendo su ideario urbano55, se interesaron en generar un gran espacio público, lin-dero con sus tapias, en torno al cual fue articulándo-se un arrabal56. Ello provocó además la primera gran bifurcación de los caminos que llegaban de Estepa y Lucena, y que a partir de entonces ya no culminarían exclusivamen te en la Puerta de la Villa, sino también en la plaza de San Francisco: fue el origen de las ca-lles de las Cantarerías (luego Cantareros) y Diego

55 “...la cuadrícula vitrubiana como módulo de alineamiento ur-bano, con la plaza en el centro, atravesada por dos arterias prin-cipales. Junto a ella, lugar de cruce, debe estar la catedral y el palacio episcopal en la misma plaza. cada barrio tendrá conventos de frailes mendicantes, parroquias, carnicerías, tiendas, etc.Las procesiones se agrupan por zonas. La ley se ocupa de vigilar y planificar el desarrollo futuro. La belleza del conjunto debe estar presente como aspiración de la comunidad”. Orozco, 1985, p. 23.

56 Existen diversas versiones sobre el origen del Coso de San Francisco: por un lado, según los historiadores del siglo XVII, la plaza no se conformaría hasta 1530, una vez resuelto el pleito que mantuvieron los frailes con el Concejo acerca de la extensión de sus tapias: …advirtiendo la ciudad que la cerca que los religiosos habían hecho para su convento, en el sitio que se les había dado, era de inconveniente y perjuicio, asi para los vecinos como para la disposición de lo que intentaban hacer... se convinieron en que el convento diese un pedazo de huerta, lo suficiente para hacer el coso; y que al convento se le daría de la otra parte hacia la Carrera y camino de Granada otro tanto sitio... García de Yegros, 1915, pp. 202-203. No obstante, Juan Luis Moreno ha encontrado abundan-tes referencias que demuestran la existencia de la Plaza de San Francisco ya en la primera década del Quinientos. Moreno López, 1994.

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Ponce —arterias desgajadas del camino de Sevilla— y de la calle Santa Clara —del de Córdoba—.

Es necesario insistir en la importancia que para la configuración del tejido urbano local tuvo la tem-prana implantación franciscana en un espacio tan retirado del asentamiento nazarí. Aun cuando resulta arriesgado afirmar que los franciscanos trasladaron a Antequera su pro yecto urbanístico, lo cierto es que los nuevos barrios que fueron perfilándose para dar acogi da a los numerosos inmigrantes que llegaban a las puertas de la ciudad se dotaron de los corres-pondientes servicios conventuales y parroquiales, en

la línea sugerida por los teóricos de la orden. En el primer caso, las congregaciones mendicantes que llegaron tras los franciscanos ocuparon algunos de los lugares sacralizados a los que hicimos referencia más arriba: los carmelitas, por ejemplo, se instalaron en la vieja ermita de San Sebastián el Viejo (1512), los franciscanos terceros hicieron lo propio en la de Belén (1522), mientras las carmelitas se alojaron en Vera Cruz (1520) y los agustinos en Santa Catalina (1513). Además, las monjas agustinas entraron en el beaterio del Albaicín en 1515, aunque rápidamente

Claustro del Real Monasterio Franciscano de San Zoilo de Antequera, hoy sede de la Biblioteca Supramunicipal. Esta fundación de los Reyes Católicos marcó la expansión urbana extramuros en dirección al camino de Córdoba.

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em prendieran un largo pleito con los franciscanos para trasladarse a la parte baja de la ciudad 57.

Este primer tejido conventual se completó con una red parroquial que en parte también aprovechó algunas ermitas o pequeñas iglesias (fue el caso

57 Entre las calles Cantareros y Lucena, en el mismo lugar que hoy ocupan. Los franciscanos se opusieron al traslado, pretestan-do que de un convento a otro no había la distancia y número de casas que previene el derecho... [Osorio y Pozo, 1748]. Sin embargo la mudanza se produciría en 1528, lo que contribuiría a definir la línea de la construcción en ambas calles, ya que no debemos olvi-dar que las agustinas ocuparon originariamente un solar que des-de la actual Madre de Dios llegaba a lo que es hoy calle la Laguna, doblando por Merecillas hasta la calle Lucena. Parejo Barranco, 1987, p. 93.

de San Salvador, San Isidoro, San Juan o San Se-bastián) y en parte se apoyó en la construcción de nuevos templos (Santa María y San Pedro), comple-tando proyectos municipales que preveían la ordena-ción de los primeros espacios abiertos —las plazas del Portichuelo y San Sebastián— y la prolongación de las calles que salían de la Plaza Alta. De tal forma, hacia el oeste, una primera línea constructiva (la de la actual calle de Herradores) terminó por unirse, a través del Portichuelo, con el barrio de la Viñuela y el arrabal de San Juan, y una segunda (calles Rastro y Pasillas), con las Peñuelas de San Miguel y el arrabal del Albaicín; mientras, por el este, la calle Villabona (hoy del Colegio) enlazaba en pocos años con el ba-rrio de Cantarranas, ordenado en torno al convento del Carmen58.

Sin embargo, este modelo de crecimiento se agotó con rapidez. El sostenido aumento demográfi-co de esos años no tenía otra opción de asentamien-to que la llanura dibujada al pie de la fortaleza: como es sabido, el derrame inicial, consolidado ya en torno a 1520, se produjo a través de cuatro arterias: tres de ellas desembocaban en la plaza de San Sebastián, convir tiendo a este espacio, como ya destacara hace algunos años Bonet Correa, en la “verdadera encru-cijada en la que se unen la ciudad alta y la baja y las calles que conducen a la salida de la población”59. Una partía de la puerta de la Villa y bajaba a San Sebastián por la cuesta de la Imagen (San Judas) y Zapateros; otra, desde el Portichuelo, lo hacía por la cuesta Caldereros y Santo Domingo; la última, desde las Peñuelas, corría por la calle de los Mesones (hoy calle Nueva). Más hacia el este, las cuestas de Bar-bacanas y los Rojas alcanzaban el camino de Grana-da, prologándose hasta la plazuela de San Francisco

58 Un resumen del urbanismo antequerano de la época en Parejo Barranco, 1987, pp.79-97.

59 Bonet, 1971, p. 19.

De la ermita de Santa Catalina los agustinos pasaron a las que serían sus dependencias conventuales

hasta comienzos del siglo XIX.

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y los caminos de Lucena y Estepa por la calzada de los Rojas.

El segundo impulso, desde la plaza de San Se-bastián en dirección a los caminos de Granada, Lucena y Estepa, fue más lento, si bien la tempra-na configuración de los arrabales de San Francisco, San Pedro y el Matadero (en la actual era de San Ro-que) condicionó que al menos en la primera mitad del Quinientos la ciudad se extendiera más hacia los caminos de Granada y Córdoba, en perjuicio de la sa-lida de Sevilla, de poblamiento algo más tardío y sólo resuelto una vez que los arrabales del Albaicín y San Miguel, prolongándose a través de la calle Carrete-ros y sus paralelas, llegaron a desembocar en la ca-lle Estepa, un proceso concluido en los años finales del siglo XVI. De los múltiples testimonios que per-miten sostener esta afirmación nos quedamos con uno especialmente ilustrativo: cuando en 1540, los agustinos de Santa Catalina, recibieron de los Nar-váez, para atender el traslado que deseaban desde que ocuparon la ermita, unos solares en la calle de Estepa —donde más tarde construirían el nuevo con-vento— se sintieron engañados y desilusionados, porque el lugar señalado estaba demasiado alejado del centro de la ciudad:

...nosotros pedimos lugar y sitio mas fre-cuentado de la gente que el que tenemos, mas alegre y en poblado, y el que su reve rencia nos señala en la plaza de San Sebastian es mas triste y solido que el que dexamos...60.

En fin, la concreción de los espacios simbólicos surgidos en los meses del asedio castellano tuvo casi un siglo más tarde una inevitable y a menudo difícil de delimitar, exten sión de carácter social. En el origen de un fenómeno que alcanzaría su máxima expresión durante el barroco, las todavía incipientes élites locales se apresuraron en reivindicar su ascen-dencia sobre los espacios transcendentes a los que aludimos más arriba. Lo hicieron, con todos los me-dios a su alcance, los herederos de las familias que habían participado en el asalto —singularmente dos, los Chacón y los Narváez— que se consideraban legitimadas para proceder a ese tipo de ocupación: no en vano ambas se repartían los dos cargos más represen tativos del poder local —alferez mayor y al-caide de la fortaleza, respectivamente—, cargados, todavía en aquellos momentos, de teóricas respon-sabilidades de carácter militar y de manteni miento

60 Barrero, 1732, fol. 366r.

Apenas tres años más tarde de la visita de Hoefnagel —esto es, en 1567— otro artista flamenco, Anton Van den Wingaerde, nos dejaría una imagen de la ciudad mucho más detallada y precisa. Una trama extensa, que ya

alcanzaba las faldas del cerro de la Cruz y en la que apenas quedaban huecos por urbanizar.

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del orden público. De ahí su particular empeño por relacionarse —casi siempre a través de la fórmula del patronato o bien mediante la fundación de ca-pellanías o cualquier otro tipo de vinculación— con unos lugares sacros que ligaban su linaje a los he-chos bélicos de la época heróica, y que además los convertían en protectores de las entonces populares órdenes mendicantes. Fue así como, amén de sos-tener una de las capillas de San Salvador, la fami-lia Chacón tuvo una presencia activa en San Zoilo, mientras que los Narváez añadieron a su ascenden-cia sobre la primera parroquia antequerana —don-de descansaban los restos del primer alcaide—, su simbología particular, aquella que recordaba quien debía ser el señor del lugar: la batalla de Santa Cata-lina, en la que vencieron a los Fernández de Córdoba, materializada por los agustinos, primero en el cami-no del arroyo del Alcazar, y desde mediados del XVI en la propia calle Estepa.

Este tipo de comportamiento se hizo extensible a aquellas familias que apenas habían tenido relación con Antequera hasta la gran expansión demográfica de principios del XVI. Baste como ejemplo la activi-dad desplegada por una de las más importantes de las numerosas que se asentaron en aquellos años en la ciudad —la de los Rojas—, que no sólo se hizo con el otro gran espacio simbólico sorprendentemente

vacante a esas alturas —el convento del Carmen—, sino que también consiguió compartir San Zoilo con los Chacones, e indirectamente alcanzar la propia er-mita del cerro de la Cruz, tras su vinculación con la cofradía de la Sangre.

Apuntemos, por último, como las décadas del siguiente cambio de siglo terminaron de conformar el tejido urbano antequerano, que ya apenas sufriría modificaciones en las dos centurias siguientes, y de perfilar la imagen conventual y cerrada caracterís-tica de la primera ciudad barroca. Se trató de unos años convulsos y complejos, como corresponden a toda etapa de transición, y quizá por ello coinciden-

tes con uno de los periodos de creación artística más fructíferos de toda la historia de la ciudad. Fue enton-ces cuando se diluyeron los restos del tejido urbano árabe —incluido su elemento más representativo, la puerta de la Villa—, y se produjo la definitiva articula-ción de los ejes que estaban definiendo el crecimien-to de la ciudad baja: con origen en las plazuelas de San Agustín y San Sebastián y destino en los cami-nos de Sevilla, Córdoba y Granada.

Pero esta es una historia posterior. La Anteque-ra a la que hemos aludido en las páginas anteriores se encontraba aún conformada por un tejido social y urbano de transición en el que confluían intereses y actitudes muy diversos. Aunque nos encontremos a comienzos del Quinientos, cuando el Humanismo y el Renacimiento llevaban más de un siglo de anda-dura al otro lado de la frontera de los reinos españo-les, lo cierto es que, en éstos, el viejo orden medieval todavía se mantenía vivo ya que apenas hacía una década que había concluido la presencia política del Islam en la península.

No obstante, lo cierto es que una nueva ciudad —como era la Antequera de finales del siglo XV o de comienzos del XVI, aunque su solar tuviera casi dos milenios de historia— atrajo entonces a gentes muy distintas, con lo que la transición a los nuevos tiem-

pos se hizo con relativa rapidez. Individuos portado-res de nuevas ideas y principios éticos vinculados al floreciente capitalismo mediterráneo y nordeuro-peo, cuya presencia marcará la posterior trayectoria de un núcleo urbano como el antequerano, hetero-géneo en sus composición social aunque progresi-vamente homogeneizado en torno a unos intereses estamentales muy claros, que a su vez atendían a los que eran propios de los dos grandes proyectos de la época: la construcción de los estados nacionales y la consolidación de Roma como el gran (y único) re-ferente de la nueva Iglesia Católica surgida tras la defección luterana.

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Catálogo de obras

RELACIÓN DE AUTORES

Antonio Lara Villodres [A.L.V.]

Germán Dueñas Beraiz [G.D.B.]

José Escalante Jiménez [J.E.J.]

José Luis Romero Torres [J.L.R.T.]

José Miguel Puerta Vílchez [J.M.P.V.]

Jesús Romero Benítez [J.R.B.]

Milagros León Vegas [M.L.V.]

María del Pilar Pintor Alonso [M.P.P.A.]

Manuel Romero Pérez [M.R.P.]

Purificación Marinetto Sánchez [P.M.S.]

Virgilio Martínez Enamorado [V.M.E.]

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Cronología: siglo XIV

Tipología/ Morfología: gárgola

Procedencia: control arqueológico/obra menor de consolidación mura-llas del Carmen, Antequera 2009

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/EL CARM/MED.nº01(Ref.deexposición:nº51)

Material: calcarenita

Medidas: longitud= 72; anchura = 33; altura = 22,5 cm

Estado de conservación: presenta ro-tura en zona posterior

Se trata de una gárgola correspon-diente a la fase de reestuchado de las murallas almohades que se realiza en época nazarí. Se conserva práctica-mente completa y está tallada en un bloque monolítico de arenisca. En su interior presenta un canal de desagüe de 7 x 11 cms de sección. Contornea su base un almohadillado de sección circular de 21,5 x 5 cms que junto a una solapa rectangular y lisa marca el encaje sobre el lienzo de la muralla.

[M.R.P.]

GÁRGOLA NAZARÍ

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Cronología: siglos IV-VII

Tipología/Morfología: placas deco-radas paleocristianas

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Procedencia: Fondos Museo Munici-pal, posiblemente las piezas proceden del yacimiento arqueológico nº 142del PGOU de Antequera “Casería Mar-quez” donde en prospecciones recien-tes, 2006, se han localizado ladrillos con decoración epigráfica “…ACA-RIVS” alusivos a “BRACARIVS” que aparece frecuentemente relacionada con este tipo de placas decorativas

Número de inventario: ATQ / MUS / 1.63

Material: barro cocido

Medidas: A. longitud = 30; anchura= 21 cm.; grosor = 4 cmB. longitud = 38; anchura = 33; gro-sor= 4 cm

Estado de conservación: rotura cen-tral con reparación y erosiones anti-guas

El primero de ellos presenta como decoración un crismón con las letras alfa y omega superpuestas. Este mo-tivo central está enmarcado por una paloma y una ramita de palma. M.ª L. Loza Azuaga cita un ejemplar de las mismas características. La autora lo incluye dentro del tipo IV: placas de-coradas con crismones (1991-1992, p. 257. Lám. 11.2)

El segundo presenta una gran crátera gallonada con asas en forma de «S». Está formado por cuello y cuerpo ga-llonado. El pie es triangular con base curva. Este vaso se encuentra coloca-do debajo de un pórtico formado por dos columnas (capitel, fuste y basa). Sobre el capitel se apoya un frontón y un crismón en el tímpano. Palol cita tres ejemplares con decoración semejante. Se conservan en diversas instituciones: en el Museo de Sevilla se conserva un ejemplar completo; en el de Granada un fragmento donde se observa una gran crátera gallonada con asas en «S», colocada debajo de un pórtico semejante al figurado en el grupo de ladrillos de «Bracarius»; el tercer ejemplar procede del Museo de Córdoba (Palol, 1967, pp. 268-269). El autor cree que el tipo de crátera, por su forma en gallones, participa de ele-

mentos muy clásicos representados en la serie de mosaicos sepulcrales de origen africano que se han documen-tado en el sureste español así como en los recipientes figurados en los mosaicos de las basílicas baleáricas. Por todo ello establece una cronología no muy alejada del siglo V d.C. (Palol, 1967, p. 271).

No se puede establecer un cuadro evolutivo seguro (Gástelo 1996, p. 532), debido a la falta de excavaciones sis-temáticas con hallazgos de ladrillos in situ y a la carencia de textos literarios que hagan referencia a ellos. La úni-ca clasificación cronológica procede de las comparaciones estilísticas. Los ejemplares aquí presentados podrían englobarse entre los siglo IV al VII tal y como proponen Schlunk (1947) y Pa-lol (1961), aunque este segundo autor estima que podrían haberse manteni-do hasta el inicio del siglo VIII e inclu-so su uso podría constatarse en época musulmana.

Bibliografía

Schlunk, 1947; Palol, 1961; Gástelo Ruano, 1966; Palol, 1967; Loza Azuaga, 1991-1992.

[M.R.P.]

LADRILLOS DE TECHO PALEOCRISTIANOS

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Cronología: siglo XI

Tipología/morfología: tablero de ali-cer que incluye inscripción en cúfico de resalta, sobre profuso ataurique

Procedencia: Cuartos de Granada de la Alcazaba de Málaga

Ubicación actual: Museo de Málaga

Número de inventario: A/CE08701

Material: madera de pino

Medidas: altura = 24,5; anchura = 70,5; grosor = 2 cm

Estado de conservación: se encuen-tra fragmentado en dos mitades, con pérdida de madera y daños en torno a la grieta; presenta restos de ataques de insectos xilófagos y contaminación de hongos

Texto:

[y de la ti]erra. “¡Señor! No has creado todo esto en vano (III, 191)

TABLERO DE ALICER EPIGRAFIADO

Como muestra de la Mālaqa anterior a los nazaríes ofrecemos este tablero de alicer que incluye, en una sola lí-nea, un pasaje coránico (III, 191), no muy empleado en la epigrafía de al-Andalus. Coronaba la parte superior de un muro del recinto palaciego de la Alcazaba, los llamados “Cuartos de Granada”, pues allí fue encontrado. Se suceden varias fajas decorativas: una superior, de florecillas heptapétalas; por debajo, separándose de la anterior mediante un listel, la inscripción pro-piamente dicha, en cúfico de nexos curvos y remates bastante biselados y fondo de ataurique evolucionado con

respecto al del siglo X. Todo ello nos lleva a la centuria siguiente, al pala-cio taifaque tantoḥammūdíescomozīríesdispusieronenlaAlcazaba.Pen-samos, con todo, que pertenece a su segunda mitad, siendo en ese caso delperíodozīrí.

Bibliografía

Gómez Moreno, 1951, p. 253, fig. 307; Torres Balbás, 1960, p. 45; Acién Al-mansa y Martínez Núñez, 1982, pp. 43-44, nº 29, lám. XXXIII-2; Arcos, 1999,pp. 354-355; Bernus-Taylor, 2000, p. 110,nº86;Bernus-Taylor,2001,p.247;Martínez Enamorado, 2009c, p. 196.

[V.M.E.]

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Cronología: bajo el gobierno de Ismā‘īlI(1273-1309)

Tipología/morfología: canecillo

Procedencia: costado E, de la Ace-quia en la Dār al-Mamlaka al-Sa‘īda del Generalife

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 1543 0

Material: madera tallada y policroma-da

Medidas: altura = 101; anchura= 7; grosor= 137’5 cm

Estado de conservación: bueno, aun-que se ha perdido algún sector

CANECILLO DEL PATIO DE LA ACEQUIA EN LA dĀR AL-mAmLAKA AL-SA‘ĪdA EN EL GENERALIFE

Es uno de los canecillos conservados que protegían al paseante a lo largo de los costados longitudinales del patio, en concreto del costado E, de la Ace-quia en la Dār al-Mamlaka al-Sa‘īda del Generalife y que fueron descubiertos tras el incendio producido en 1958 (Bermúdez Pareja, 1965b). Fueron fa-bricados en la intervención del sultán Ismā‘īlI(1273-1309).

Los canecillos nazaríes se caracteri-zan por su disposición en tornapunta y en éste, por ser destacadamente vo-lada su longitud que realmente hacía proteger al paseante de las inclemen-cias del tiempo y que superarían los ejemplares conservados de la Facha-da de Comares.

Presenta tallado el papo y costados con un tema característico de estas piezas conservadas del Generalife. Se trata de decoración de sebka en to-dos sus frentes (López Pertiñez, 2003; López Pertíñez, 2006). En el arranque tiene una cenefa inclinada para adap-tarse a la disposición en tornapunta del alero. Esta cenefa tiene tallada una estrella de ocho formada por cin-

ta de lazo que se cruza para unirse a la continua y a una línea longitudinal que enmarca la cenefa. En el centro, muestra tallado un cuenco agallona-do. Después, tanto en el papo como en los costados, utiliza el mismo tema ornamental de tres sebka-s entrela-zadas: una vegetal de palmas super-puestas; otra segunda formada por líneas mixtilíneas; y la tercera, está compuesta por la prolongación de los ápices de escritura cúfica. En el papo la sebka-s vegetal alarga una cinta que se anuda en forma de “8”, conti-nua y vuelve anudar con cuatro cua-drados. En los costados, esta misma sebka-s vegetal será la que se una con una cinta que desarrolla una curva que enmarca una palmeta vuelta de cinco hojas enrolladas en su extremo. Tanto en su cabeza como en la unión angular de costado y papo tenía unas piñas en relieve, hoy perdidas y de las que sólo ha quedado la huella en don-de estaban.

Bibliografía

Bermúdez Pareja, 1965b; López Pertí-ñez, 2003; López Pertíñez, 2006.

[P.M.S.]

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Cronología: período nazarí (siglo XV)

Tipología/morfología: estela funera-ria

Procedencia: maqbara cercana a la iglesia de Santo Domingo de Granada

Ubicación actual: Museo Arqueoló-gico y Etnológico de Granada donde ingresaron en 1919 procedentes de la colección Manuel Gómez-Moreno

Número de inventario:

A 2785

B 2781

Material: piedra caliza

Medidas:

A: longitud = 80; altura = 22; grosor = 9,5 cm

B: longitud = 67; altura = 18; grosor = 12 cm

Estado de conservación: presentan rotura y partes en las que el epígrafe se encuentra bastante deteriorado

Texto:

En una serie de cartelas

A:

La salud

B:

La salud

LÁPIDAS FUNERARIAS

Estas dos lápidas guardan relación entre sí, dado que podrían tener una funcionalidad y cronología parejas. No obstante, entendemos que no per-tenecen a un mismo ejemplar. Proce-den de una maqbara cercana a la igle-sia de Santo Domingo de Granada, donde fueron recogidas por Manuel Gómez-Moreno quien las entregó al Museo en 1919.

Se trata de sendas laudas que habrían de servir para marcar una tumba (qabr) nazarí. El estilo de la leyenda epigráfica que portan en la banda que debía correr por su parte superior, al-‘āfiya (“la salud”), así lo certifica, pues podemos estar ante sendas piezas cuya cronología ha de ser bien avan-zada, tal vez del siglo XV. En ambos casos, las características epigráficas son coincidentes, no sólo en lo textual sino en las características de la letra.

En efecto, se trata de epígrafes a me-dio camino entre la modalidad cúfica y la cursiva: de la primera exhibe el rasgo de la ausencia de la puntua-

ción, mientras que su conexión con la cursiva se establece a partir de la gra-cilidad de los grafemas, sin la típica austeridad del cúfico. Los grafemas tienden a ser estilizados, más altos de lo normal, marcándose los nexos cur-vos de una manera significativa. Se repite secuencialmente esa leyenda, muy empleada por los nazaríes, que va colocada en el caso de la lápida A en cartelas simples delimitadas por molduras; por debajo, la cartela no queda señalada más que por el hun-dimiento provocado por la labra. Sin embargo, en el ejemplar B se observa que la serie de cartelas con eulogias terminan en un motivo de flor cuatri-pétala inscrita en un sino o estrella de ocho puntas, lo que significa que tenía un programa decorativo más so-fisticado que la anterior. Como quie-ra que el resto de las dos piezas se muestra sin labrar, entendemos que se hincaban en tierra con el epígrafe a la vista, marcando el ámbito sepul-cral, seguramente como ru’ūsiyya o “cabecera” de la tumba.

[V.M.E.]

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Cronología: siglo XIV

Tipología/morfología: capitel

Procedencia: Patio de Lindaraja

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 45980

Material: mármol de Macael tallado

Medidas: altura = 29; anchura = 29; profundidad = 29 cm

Estado de conservación: magnífico

CAPITEL NAZARÍ DEL PATIO DE LINDARAJA

Este capitel procede del patio de Lin-daraja y fue llevado al Museo cuando se suprimieron dos columnas de este espacio. Es de orden corintio y con las características típicas de un ejemplar nazarí. Tiene unido el collarino a la parte inferior y el cálato está envuelto por ocho hojas de acanto representa-das por cintas serpenteantes que en la parte superior caen y proyectan en movimiento curvo. Entre el movimien-to de las cintas se dejan ver otras que forman parte del tallo del caulículo que al llegar al cuerpo superior cúbico se extienden y abren en dos hojas una dirigida al centro hasta enrollarse tras chocar con su contraria homóloga y unirse por una trabilla. La hoja con-traria redondea el ángulo interior del cuerpo cúbico del capitel. Sobre las hojas centrales hay un gran fruto alar-gado de superficie redondeada. En el espacio restante de cada frente hay unas grandes palmas de dos hojas

que nacen desde los ángulos supe-riores hacia abajo y enrollándose una de las hojas, como recuerdo remoto de que eran las volutas y en ese caso envuelven un pimiento con su cáliz, y la otra hoja asciende hasta engarzarse en la cinta del ábaco.

Este ejemplar responde a una labra muy sencilla que se repetirá en mul-titud de piezas de pequeño tamaño puramente decorativas (Marinetto Sánchez, 1996) (tipo 55) y se represen-ta en algunos ejemplares de mármol. Formaría grupo con los que se conser-van iguales colocados hoy día en la galería del patio de Machuca y prove-nían del patio de la Casa Real Cristia-na de Lindaraja. En la restauración de esta zona por Torres Balbás pensó que provenían de este lugar.

Bibliografía

Marinetto Sánchez, 1996.

[P.M.S.]

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Cronología: período nazarí (siglo XIV)

Tipología/morfología: capitel cúbico con inscripción en su parte superior

Procedencia: indeterminada, segu-ramente la ciudad de Granada; fue adquirido por los herederos de D. Ma-nuel Gómez-Moreno González

Ubicación actual: Museo Arqueológi-co y Etnológico de Granada

Número de inventario: E1.1838

Material: mármol blanco tallado pro-cedente de Macael (Almería)

Medidas: altura = 32 cm; anchura = 30 cm; fondo = 30 cm

Estado de conservación: bueno

Texto

En la parte superior

MaestroMuḥammadal-‘Awaḥad(¿)

CAPITEL NAZARÍ

Este magnífico capitel cúbico nazarí en mármol de Macael (rujjām Fištālī) presenta un collarino que se adosa al mismo cuerpo, fracturado parcialmen-te, y un cálatos de morfología cilíndri-ca de una sola fila de hojas de acanto que dibuja una silueta zigzagueante. En la parte cúbica superior, se repre-senta un fondo de palmas imbricadas que ocultan el fondo y, como suele ser frecuente en los capiteles nazaríes, dos conchas que escoltan el fruto cen-tral. Lo más significativo es la firma de un maestro de obras (mu‘allim) que se sitúa en la superficie plana supe-rior, sector que no era visible cuando el capitel se emplazó en su ubicación original. En una letra cursiva incisa típicamente granadina, firma un tal Muḥammadal-‘Aw.ḥ.d(¿al-‘Awaḥad?),

según la lectura de Eguaras Ibáñez y que consideramos correcta. No te-nemos constancia de la actividad de este personaje, única firma de tallista del período nazarí conocida y que in-ferimos habría de regentar un taller de marmolistas (naḥḥāt) que funcionaría en la ciudad de Granada a lo largo del siglo XIV. Su nombre es extraño, pues no responde a una raíz árabe bien de-terminada.

Bibliografía

Eguaras Ibáñez, 1948-1949, p. 95; Marinetto Sánchez, 1995a, p. 425, nº179; Marinetto Sánchez, 1996; García Alfonso, Martínez Enamorado y Mor-gado Rodríguez, 1999, pp. 178-179; Víl-chezVílchez,2004a,p.271,nº30.

[V.M.E.]

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Cronología: período nazarí (siglo XIV)

Tipología/morfología: capitel cúbico con emblema heráldico

Procedencia: indeterminada, segura-mente la ciudad de Granada

Ubicación actual: Museo Arqueológi-co y Etnológico de Granada

Número de inventario: E1.818

Material: mármol blanco tallado pro-cedente de Macael (Almería)

Medidas: altura = 23,5; anchura = 22,8; fondo = 22,8 cm

Estado de conservación: bueno

CAPITEL NAZARÍ

Este capitel nazarí presenta la particu-laridad de que se hubo de adaptar al marco arquitectónico para el cual fue concebido, lo que explica la irregulari-dad que presenta su planta. Como se ha señalado, no debió de estar adosa-do pues estaba tallado por todos los frentes. En el central, resalta el escu-donazarídelosBanul-Aḥmar,caren-te de la leyenda habitual, la gāliba, sobre profuso fondo de palmas. Debió

de estar pintado. Es lógico pensar, por la introducción de este elemento, que formara parte de alguna construcción oficial.

Bibliografía

Eguaras Ibáñez, 1948-1949, p. 94; Ma-rinettoSánchez,1995c,p.424,nº178;García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, p. 178.

[V.M.E.]

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Cronología: período nazarí (siglo XIV)

Tipología/morfología: capitel cúbico con inscripción en su frontal

Procedencia: indeterminada, segura-mente la ciudad de Granada; fue do-nado por D. Joaquín Lisbona.

Ubicación actual: Museo Arqueológi-co y Etnológico de Granada

Número de inventario: E1.352

Material: mármol blanco tallado pro-cedente de Macael (Almería)

Medidas: altura = 27; anchura = 24; fondo = 24 cm

Estado de conservación: aceptable, pero tiene rota la nacela superior

Texto

En la parte frontal

No hay vencedor sino Dios

CAPITEL NAZARÍ

Este capitel cúbico carece de nacela superior y presenta cimacio adosado, cálatos cilíndrico con una sola hoja de filas de hojas de acanto con mor-fología de banda serpenteante y de-coración en su parte cúbica superior basada en palmas imbricadas que impiden ver el fondo y base asimismo de palmas y piñas cortadas por los ángulos. En el frente, en la zona más visible, exhibe lema nazarí inserto en cartela elíptica de lazo, trazado en le-

tra cursiva. Guarda estrechas similitu-des con otros de escayola de la Sala de los Mocárabes del Qaṣr al-Riyāḍ (Patio de los Leones) de la Alhambra, realizados bajo el gobierno del sultán MuḥammadVhacia1380.

Bibliografía

Eguaras Ibáñez, 1948-1949, p. 94; Ma-rinetto Sánchez, 1996, p. 509, lám. 85, tipo 19; Vílchez Vílchez, 2004d, pp. 272-273,nº32.

[V.M.E.]

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Cronología: siglos XIII-XIV

Tipología/morfología: capitel cúbico

Ubicación actual: Museo Arqueológi-co y Etnológico de Granada

Nº de inventario: E2092

Medidas: altura = 29; anchura = 24’5 cm

Técnica: pieza tallada en mármol

Estado de conservación: en general bueno, con pequeño daños en su par-te inferior de escasa trascendencia

Texto

En la parte frontal

El poder es de Dios

Este capitel cúbico responde no tanto al modelo de capitel nazarí como al meriní. Unos y otros, coincidentes en el tiempo y con grandes similitudes, ofrecen particularidades que permi-ten diferenciar dos “estilos” en la fac-turación de estas piezas. Y ello pese a que el capitel meriní se encuentra en una fase inicial de estudio, frente a la producción nazarí, analizada desde antiguo con criterios científicos y con síntesis que permiten su completa caracterización (Marinetto Sánchez, 1996).

En este caso, se comprueba la exis-tencia de un cálatos cilíndrico de un desarrollo inferior al que es habitual en otros capiteles meriníes, como pueden ser los ejemplares de la Ma-drasa al-Ŷadīda de Ceuta (Martínez Enamorado, 1997; Martínez Enamora-do, 2006b, p. 37), homologándose, sin embargo, a otras piezas como puede ser una procedente de la Chella (Mar-tínez Enamorado, 2006c, p. 243).

Por otro lado, su decoración es lo que nos lleva a decantarnos por esa ads-cripción meriní, a pesar de que pro-ceda de la misma ciudad de Granada. Observamos que su parte superior queda coronada por dos volutas en-frentadas y gemelas. Aunque de es-caso relieve, quedan bien marcadas en el programa decorativo del capitel. Enmarcan una cartela que se adapta a la presencia de dichas volutas, en

cuyo interior se desarrolla una hermo-sa inscripción en cúfico que recuerda algunos de los motivos de epigrafía estampillada sobre cerámica. La ins-cripción, con la leyenda al-mulk li-llāh (el poder es de Dios), se desarrolla so-bre un fondo de ataurique (pimientos que surgen de la misma línea de base de la palabra). Sobre la base al-mulk, en el centro de la misma, por enci-ma de la línea de base, se ha tallado li-llāh, como auténtico “motivo-tipo”. La leyenda se ajusta al marco conce-bido, con ápices en los grafemas de trazos altos que van buscando la de-limitación de la cartela. Se produce el entrecruzamiento de las figs. 12 m con la expresión li-llāh y la profusión de nexos curvos bien acusados (entre figs. 12i/13m y 12m/11f en al-mulk y entre 12i/12m en li-llāh). Por debajo de la inscripción, exhibe pequeña venera enmarcada a su vez en estructura ten-dente al círculo, flanqueada por sen-dos motivos simétricos de ataurique (pimientos). La labor de trepanación de sogueado bien trazado en el cála-tos que parte de cada una de las hojas con las que aquel culmina confiere un aspecto muy elegante a esta pieza de filiación meriní. Tiene un orificio que lo atraviesa en sentido longitudinal.

Bibliografía

Eguaras Ibáñez, 1948-1949; Marinetto Sánchez, 1996; Martínez Enamorado, 1998; Martínez Enamorado, 2006b, p. 37; Martínez Enamorado, 2006c, p. 243.

[V.M.E.]

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Cronología: período nazarí (siglo XIV)

Tipología/morfología: mqābriyya oestela funeraria prismática

Procedencia: indeterminada, segura-mente la ciudad de Granada

Ubicación actual: Museo Arqueológi-co y Etnológico de Granada

Número de inventario: E498

Material: mármol blanco tallado pro-cedente de Macael (Almería)

Medidas: longitud = 137 cm; altura =11 cm; fondo = 15 cm

Estado de conservación: bueno, aun-que falta la sección triangular supe-rior y uno de los extremos

Texto

A lo largo del frente, repitiendo rítmi-camente el lema de los nazaríes

No hay vencedor sino Dios

Esta estela prismática o mqābriyya es sin duda alguna nazarí, por el lema di-nástico con el que se adorna la base rectangular en todo su recorrido y por la propia morfología de la pieza. La presencia de la gāliba —con termi-

nación de la serie con la expresión (“ensalzado sea”) o, más bien, la letra hā’( ), muy ornamental y que viene a expresar la finalización de la expre-sión regia, de acuerdo a recientes in-terpretaciones de J. M. Puerta Vílchez (2007, p. 180; 2010)— puede ser indi-cio de que este objeto fue realizado por los talleres cortesanos para algún miembro de la dinastía o algún digna-tario. La escritura va en cursiva típica-mente andalusí, encerrada en cartelas oblongas que se separan entre sí por otras circulares que rodean una flor octopétala. La caligrafía recuerda to-talmente la cursiva alhambreña, sin ningún elemento distorsionante. Que-

da la duda de si la pieza ha sido des-mochada en su parte superior o, por el contrario, era así su fisonomía, pues hemos de recordar cómo los nazaríes realizaban estelas para ser colocadas sobre la tumba extremadamente pla-nas. En ese sentido, cabe recordar que esta pieza guarda cierta similitud en el diseño, con la presencia de la gāliba secuencialmente reproducida, con al-gunas losas sepulcrales de la Rawḍa nazarí, si bien la altura (aquellas prác-ticamente planas) y la anchura (bas-tante superior a la de esta mqabriyya) son bien diferentes.

Bibliografía

Marinetto Sánchez, 1995b, p. 409-410, nº66-68;VílchezVílchez,2004b,p.273,nº 33; VílchezVílchez, 2004c, nº 128;Martínez Enamorado, 2006a; Puerta Vílchez, 2007, p. 180; Puerta Vílchez, 2010b.

[V.M.E.]

mQĀBRIYYA NAZARÍ

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Cronología: período nazarí (siglos XIV - XV)

Tipología/morfología: jarrón de loza dorada

Procedencia: aunque se dice que pro-cedía de la ciudad de Antequera, no hay datos que con toda seguridad lo puedan certificar

Ubicación actual: Museo Arqueológi-co y Etnológico de Granada

Número de inventario: CE00233

Material: cerámica vidriada a torno con técnica de cocción oxidante

Medidas: altura = 135,2; diámetro máximo = 68,7 cm

Estado de conservación: deficiente —ha perdido toda la decoración, así como gollete y asas—, tal vez porque fue pieza desechada de un alfar

JARRÓN DE ANTEQUERA

Considerado desecho de testar por los numerosos errores de cocción que presenta, la procedencia del llamado “jarrón de Antequera” es una incógni-ta. Bajo esa denominación ha podido ser contemplado en el Museo grana-dino desde el siglo XIX. Balbina Martí-nez Caviró (1991, pp. 80-93; 1995, p.158) y Guillermo Rosselló Bordoy (1992, pp. 356-357), de acuerdo con ese dato que figuraba en su ficha catalográfica, lo hacían fabricado en los talleres de Antaqīra, si bien en recientes valora-ciones se afirma que puede ser una pieza facturada en la misma ciudad de Granada “porque sería muy difícil comerciar con este jarrón que tiene fallos de hornos y grietas” (Vílchez Víl-chez, 2006b). Lo cierto es que en 1875 ya está en la Catálogo del Museo de Antigüedades de M. Gómez-Moreno González y en 1879 forma parte de la colección arqueológica granadina, afirmándose desde siempre que pro-cede de Antequera. Sin embargo, por presentar tales errores y por su menor valor estético, no ha sido apenas estu-diada sino hasta los últimos años de la

pasada centuria. Se ha utilizado como contenedor de aceite, pues un intenso olor aún impregna sus paredes de ba-rro. Carece de gollete y de sus asas de sujeción apenas si restan sus respec-tivos arranques. Distintas grapas de hierro colocadas en la época de fabri-cación se reparten por todo su cuerpo, dispuestas vertical y horizontalmente. Su programa decorativo, que se desa-rrollaba entre ranuras verticales que recorren la pieza de arriba abajo, está casi perdido: únicamente, en la parte inferior del cuerpo y en el arranque de las asas muestra alguna labor de ataurique y geométrica. Sabemos que se decoraba con reflejo dorado sobre vidriado blanco o engalba. Morfológi-camente, recuerda la silueta del jarrón Fortuny-Simonetti.

Bibliografía

Serrano García, 1988; Martínez Caviró, 1991, pp. 80-93; Rosselló Bordoy, 1992, pp. 356-357, nº 111; Martínez Caviró,1995, p. 158; García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, p. 179; Vílchez Vílchez, 2006b, pp.152-153,nº6.

[V.M.E.]

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Cronología: siglos XI- XII-XIII-XIV

Tipología/ Morfología: candiles de piquera, de pie alto y de cazoleta

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/SM/MEDnº45-46-47-48-49-50 (Ref.deex-posición:nº25-26-26-27-28-29-30)

Material: cerámica

Medidas:

ATQ/SM/MEDnº28.4,5cmsdealtox12,de longitud

ATQ/SM/MEDnº 29: 7 cmsdealto x4,5 de dm base

ATQ/SM/MEDnº25:12cmsdealtox12,5 de dm base

ATQ/SM/MEDnº26:10cmsdealtox10,5 de dm base

ATQ/SM/MEDnº27:13cmsdealtox10,5 de dm base

ATQ/SM/MEDnº30:2,5cmsdealtox8,5 de dm base

Estado de conservación: restaurados con escayola en varios elementos

GRUPO DE CANDILES

Se trata de un grupo de seis candiles representativos de distintos momen-tos cronológicos. El primero de ellos (ATQ/SM/MED nº 28), con cazoletade gran diámetro y piquera muy desa-rrollada, corresponde al típico candil califal.

Elsegundo(ATQ/SM/MEDnº29),conun diámetro de cazoleta mucho me-nor y piquera estrecha, decorada con trazos de óxido de hierro, pertenece ya a momentos almohades.

Los tres siguientes presentan vidriado en verde, blanco y verde (destaca por su poca altura) y melado. De ellos el que está vidriado en blanco, destaca

por la escasa altura del pie. El tercer ejemplar puede considerarse como un caso típico de candil de pie alto con nervadura y cazoleta y parte superior del pie vidriada en verde y mitad infe-rior y depósito en melado muy claro.

Por último presentamos un candil (ATQ/SM/MEDnº30)detipologíasim-ple: consta sólo de una cazoleta con asa y vedrío melado.

Bibliografía

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001.

[M.R.P.]

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Cronología: siglos XIII-XIV

Tipología/ Morfología: miniaturas de ajuar doméstico: vasito y orza

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María, Antequera; (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera.

Número de inventario: ATQ/SM/MED.nº14-13 (Ref. de exposición:nº34-35)

Material: cerámica

Medidas: vasito: altura = 5; diáme-tro= 4,5; orza: altura = 5; diámetro = 5 cm

Estado de conservación: restaura-dos, reintegraciones con escayola y tintas planas, estables

Estamos ante dos juguetes de crono-logía almohade y nazarí, localizados en los niveles medievales del solar ocupado por las termas romanas de Santa María en las intervenciones de 1990. Estos pequeños recipientes son interpretados por los especialistas como juguetes o réplicas miniaturiza-das de ajuar doméstico destinadas a la venta, especie de muestrario o catá-logo de ventas para los alfares.

El primer ejemplar es un vaso que está vidriado en blanco, con decoración en dorado. Aunque el motivo está muy deteriorado, parece ser una cartela con motivos epigráficos, trazado todo ello en dorado. El segundo ejemplar

con repié anular, cuerpo recto y asa que parte del interior del borde, po-dría ser considerado propiamente una orcita, vidriada en verde.

Bibliografía

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Marinetto Sánchez, 1993; Marinetto Sánchez, 1995f; Na-varro Luengo et alii, 2001; Malpica Cuello, 2003; Peral Bejarano y López Chamizo, 2006; Flores Escobosa (dir.), 2006; Martínez Enamorado, 2009d.

[M.R.P.]

JUGUETES

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Cronología: siglo XII

Tipología/ Morfología: tapadera

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/SM/MED nº19(Ref.deexposición:nº38)

Material: piedra (limonita)

Medidas: altura = 9; diámetro = 8 cm

Estado de conservación: restaurada, aparentemente estable

Se trata de un recipiente labrado en piedra, más concretamente en limoli-ta, roca blanda de la cual es posible encontrar afloramientos en las proxi-midades de la ciudad. Tipológicamen-te, tiene forma cónica; en el vértice, que no se conserva, debía tener un asidero, de forma desconocida. El exterior se encuentra profusamente decorado mediante un entallado muy profundo, sin otro tratamiento super-ficial que un fino pulimentado previo. La decoración se dispone en bandas concéntricas que enmarcan motivos triangulares rellenos con bandas hori-zontales. Entre cada par de triángulos se intercalan, a su vez, triángulos cala-dos colocados a la inversa. Por último, entre la última banda concéntrica y el asidero se trazan una serie de trián-gulos separados por líneas radiales. Tanto el tipo de material usado como la decoración son poco frecuentes en época musulmana, por lo que debía

tener una funcionalidad muy concre-ta: a modo de hipótesis, cabría pensar que puede tratarse de la tapadera de un brasero usado para quemar sus-tancias olorosas.

A pesar de la originalidad de la pieza, habría que recordar los recipientes tallados en piedra de época califal —como las piletas de abluciones—, que son sustituidos a partir del si-glo XII por otros tipos en cerámica. Así, aunque al estar tallado en pie-dra puede haber prolongado su uso durante un largo periodo de tiempo, podríamos datar el que nos ocupa en este siglo XII, sobre todo por el con-texto en el que aparece.

Bibliografía

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001.

[M.R.P.]

TAPADERA

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Cronología: siglo XIII

Tipología/ Morfología: ataifor

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/SM/MED.nº18(Ref.deexposición:nº32)

Material: cerámica a torno vidriada

Medidas: diámetro = 33,5; altura = 12,8 cm

Estado de conservación: restaurado con escayola, estable

Ataifor de fondo con repié anular de diámetro pequeño y gran altura, cuer-po con quiebro muy pronunciado y borde con engrosamiento al exterior. Está vidriado en verde al interior, cho-rreando este vidriado por el exterior hasta la línea del quiebro.

Bibliografía

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001.

[M.R.P.]

ATAIFOR ALMOHADE

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Cronología: siglos X- XI

Tipología/ Morfología: ataifor

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María, Antequera (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/SM/MED.nº17(Ref.deexposición:nº31)

Material: Cerámica a torno vidriada

Medidas: diámetro = 40; altura = 11 cm

Estado de conservación: restaurado con escayola, estable

Ataifor melado con decoración en manganeso, con repié anular bajo y de gran diámetro. La decoración con-siste en flores de loto vistas en sec-ción, dispuestas en forma radial.

Bibliografía

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001.

[M.R.P.]

ATAIFOR DE LA FLOR DE LOTO

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Cronología: principios del siglo XI

Tipología/ Morfología: ataifor

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/SM/MED.nº2.(Ref.deexposición:nº30)

Material: cerámica a torno vidriada

Medidas: diámetro = 29; altura = 8,5 cm

Estado de conservación: restaurado con escayola, estable

Ataifor de características tipológicas muy marcadas: carena alta y mol-duras exteriores junto a la base. La decoración, en verde y manganeso, consiste en un motivo zoomorfo: lo conservado podría interpretarse como la zona de la cabeza de un pavón o, tal vez, de un grifo, con un ojo de perfil, y el remate superior de un florón, mien-tras que el borde está decorado al in-terior por una orla que alterna el verde y el negro de manganeso.

Bibliografía

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2004c.

[M.R.P.]

ATAIFOR DEL PAVÓN

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Cronología: siglo XIII

Tipología/ Morfología: ataifor

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/SM/MED.nº6(Ref.deexposición:nº29)

Material: cerámica a torno vidriada

Medidas: diámetro = 18,5; altura = 6,5 cm

Estado de conservación: restaurado con escayola , estable

Ataifor vidriado en blanco, está deco-rado con chorreones en verde confor-mando un motivo que se corresponde con la típica “mano de Fátima”.

Bibliografía

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2004d.

[M.R.P.]

ATAIFOR CON MANO DE FÁTIMA.

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Cronología: siglo X

Tipología/ Morfología: taza

Procedencia: Niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María, Antequera (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/SM/MED.nº12(Ref.deexposición:nº33)

Material: cerámica

Medidas: altura = 7; diámetro = 12 cm

Estado de conservación: restaurada, estable

Texto:

La bendición

Se trata de una pieza muy interesante, con repié anular, cuerpo con paredes curvas, ligeramente entrantes, carena baja, borde recto y asa con apéndice en forma de pico. Está vidriada en blanco y decorada en verde y man-ganeso con un motivo epigráfico: el contorno de las letras está delimitado por líneas de manganeso, mientras que el interior de algunas se rellena de verde. La fórmula epigráfica que se utiliza es la expresión al-baraka, en un cúfico que tiende a la cursivización, con ápices desarrollados, nexo curvo acusado entre la figs. 11i y 15f y una solución ciertamente anómala para el grupo 1a/12i/2f y, en general, para el tratamiento de todos los grafemas

de la inscripción. El resultado es una escritura alejada de los cánones de representación de esta leyenda, que, siendo cúfica, muestra una cierta evo-lución hacia la cursiva, fenómeno que puede ser debido tanto al soporte so-bre el que se practica como a la técni-ca de impresión.

Bibliografía

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2004b.

[M.R.P. / V.M.E.]

TAZA CALIFAL

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Cronología: siglo XIII

Tipología/ Morfología: ataifor

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María, Antequera (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/SM/MED.nº8(Ref.deexposición:nº36)

Material: cerámica

Medidas: diámetro = 12; altura = 4,8 cm

Estado de conservación: pérdidas y erosiones cromáticas, estable

Jofaina que presenta el interior deco-rado con profusión, con un motivo de lacería trazado con finísimas líneas de manganeso, desarrollado a partir de una estrella de ocho puntas. En los espacios delimitados por este traza-do geométrico se alternan ovas con motivos vegetales y zonas en reserva, que reciben un engobe, muy mal con-servado, en tono rojo, negro o blanco. Probablemente se trate de un ejem-plar inacabado, que posiblemente iba a recibir una decoración en cuerda seca, encontrándose el ejemplar en una primera fase de realización.

Bibliografía

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2004g.

[M.R.P.]

JOFAINA ALMOHADE.

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Cronología: período nazarí (siglo XIV - XV)

Tipología/morfología: amuleto con la jamsa o mano de Fátima

Procedencia: indeterminada, en la ciudad de Granada

Ubicación actual: Museo Arqueológi-co y Etnológico de Granada

Número de inventario: CE04829

Material: fundición de bronce con contornos de plata

Medidas: altura = 4,2; anchura = 3,5; grosor = 0,2 cm

Estado de conservación: bueno

AMULETO CON MANO DE FÁTIMA

La mano de Fátima (jamsa o yad Fāṭima) pertenece a una simbología plenamente musulmana presente en multitud de objetos y contextos. Como símbolo profiláctico, sirve para alejar cualquier mal de ojo lo que ex-plica esa extensísima difusión a lo largo del tiempo y en todos los ámbi-tos geográficos del Islam medieval y moderno. En este caso, su pequeño ta-

maño nos lleva a pensar que se trata de una pieza destinada a ser portada como talismán o amuleto (ḥirẓ), según se conoce en tantísimos ejemplos. El resultado estético está bien consegui-do.

Bibliografía

García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, pp. 160-161.

[V.M.E.]

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Cronología: siglo XIV

Tipología/morfología: candil de pie alto

Procedencia: Alhambra

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 4380

Material: cerámica torneada y mode-lada vidriada en verde

Medidas: altura = 17’2; anchura = 14’9 cm

Estado de conservación: bueno

Los candiles nazaríes aunque la cazo-leta contenedora de aceite disminuye de tamaño en relación a las de épocas anteriores, sí mejoran en varios con-ceptos útiles: elevan con un pie alto la cazoleta, lo que permitiría un mejor aprovechamiento de la luz; la cazoleta muestra una forma de pequeño cuen-co del que con un apretón separa lo que podría ser la piquera de apoyo y salida de la pabila para dar luz y el contenedor del combustible; tiene una base amplia y plana que estabili-za perfectamente a la pieza y por otro lado al ser más amplia que la proyec-ción de la cazoleta recogerá los go-teos o posibles rebosaderos al llenarla y moverse con el candil de un lugar a otro; también, esta base permitía a modo de platillo, apoyar la mecha de reserva por ejemplo; tiene un asa am-plia desde la base de la cazoleta a la

parte superior del pié, que permite su sujeción estable (Marinetto Sánchez, 2005; Marinetto Sánchez y Flores Es-cobosa, 1995); Por último, este tipo de candiles nazaríes muestran el fuste decorado con molduras y en algo más de su tercio inferior, hasta el segundo pliegue, está perforado en forma có-nica, preparado para encajarse en un portacandil en el cual se podría depo-sitar agrupado con otros, para aumen-tar la luz y situar en el lugar deseado para su uso, desde donde se podría extraer para llevarse en el movimien-to por las diferentes estancias de la vivienda.

Bibliografía

Marinetto Sánchez y Flores Escobosa, 1995; Marinetto Sánchez, 2005.

[P.M.S.]

CANDIL DE PIE ALTO VIDRIADO EN VERDE

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Cronología: siglo XIV

Tipología/morfología: gollete cerá-mico torneado con decoración estam-pillada

Procedencia: Alcazaba de la Alham-bra

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 5746

Material: cerámica torneada con de-coración estampillada

Medidas: altura = 27; diámetro = 33 cm

Estado de conservación: bueno

Este gollete, parte superior de lo que debió ser un gran jarrón estampi-llado, se encontró por un hallazgo en la Alhambra con motivo de unas obras para instalar una boquilla de riego en los jardines. Fue hallado en la Alcazaba de la Alhambra, junto a la Puerta de Armas en su costado sur. Se trata de una pieza muy importante que enlaza con otras de esta técnica decorativa, conservadas del periodo almohade y que en época nazarí, las que han llegado a nosotros, reducen su tamaño y carecen de gollete, de manera que al terminar en la parte su-perior de la panza y en lo que debería ser la unión con un cuello, la rematan sin mayor decoración (Marinetto Sán-chez, 2004c). Esta pieza conservada nos demuestra que también existían piezas similares a las que en ápoca almohade y su continuación mudéjar

en Sevilla y Toledo, se hicieron, en las que se ven el inicio de lo que llegaría a ser la silueta de los jarrones de la Al-hambra. En este caso, el tamaño del gollete destaca y apunta que debió ser una vasija de considerables dimensio-nes. Si la vasija tuvo asas, éstas no tocaban el gollete, ya que no han que-dado huellas.

Este gollete presenta forma ligera-mente bitroncocónica, con poca altu-ra en cierre y mayor amplitud hasta el borde. Éste se desarrolla en horizontal como un grueso anillo.

Está torneado de una arcilla muy poro-sa rojiza, con decoración estampillada de gran profundidad, bien planteada y buena ejecución. Ya que utiliza una arcilla que aunque muy compacta y bien trabajada, tiene impurezas que le dan calidad a su fin útil, para mos-trar un acabado suave y brillante tiene un baño con una engalba roja que la cubre en su totalidad, al igual que se hacían en las piezas almohades de procedencia granadina.

La decoración se distingue en cuatro anchas bandas horizontales separa-das por cintas lisas. La banda inferior, que tiene forma troncocónica, se se-para en tres motivos moldurados en suave superficie curva, lo que sepa-rará el perfil de cierre que viene del cuerpo a la apertura real de la boca. Su decoración también se diferencia

además de su separación moldurada. La banda inferior se adorna con una estampilla vertical que ocupa toda su altura, con un tema menudo que for-ma una retícula en diagonal y en el centro de cada cuadrado muestra un pequeño cuadradito, lo que produce en efecto trama de cuadrados concén-tricos en diagonal. La unión de cada estampilla no siempre se consigue en perfección y tiene algún movimiento de anclaje.

La parte superior del cuerpo distingue tres bandas decorativas, iguales las extremas y diferente la central. Las extremas muestran un motivo de lazo formado por una estrella de ocho y crucetas en el que la estrella ocupa en espacio central con una flor de ocho pétalos en el centro. Este mismo tema se repite tallado en madera y pode-mos verlo en el arranque del canecillo del Generalife R. 1543, aquí expuesto, ejemplo de influencia decorativa entre diferentes talleres y que ha sido estu-diado en otro lugar.

La banda decorativa central repite una estampilla con palmas menudas, simétricas a su disposición respecto al centro.

Bibliografía

Rosselló Bordoy, 2002; Marinetto Sánchez, 2004c; Marinetto Sánchez, 2009a; Marinetto Sánchez, 2009b.

[P.M.S.]

GOLLETE ESTAMPILLADO NAZARÍ

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Cronología: siglo XV

Tipología/morfología: safa decorada

Procedencia: Alhambra

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 6677

Material: cerámica torneada vidriada en verde

Medidas: altura = 12; diámetro = 27 cm

Estado de conservación: excelente

Se atiene a la clara definición de uso de una safa según Dozy “es un gran recipiente que puede contener lo que es suficiente para saciarse cinco per-sonas” (Dozy, 1967; Fernández Puer-tas, 2009a).

Su forma es torneada de cerámica compacta y depurada de color ana-ranjado con ruedo amplio y paredes muy abiertas cónicas con alto borde vertical. Tiene acabado vidriado sólo en el interior de color verde y se de-cora con fino pincel en color manga-neso. A pesar de que este acabado en verde y manganeso queda reservado para piezas populares, entre ellas des-tacan algunas como esta, en que su decoración cuidada apuntaría a que debieron ser realizadas por los mis-mos talleres de las piezas de la vajilla de la corte blancas, azules y doradas (Marinetto Sánchez, 2007).

La decoración se inscribe dentro de dos líneas paralelas que desarrollan un círculo en el espacio del vuelo. Uti-liza un tema que se repite con cierta continuidad tanto en piezas en azul como en verde (Marinetto Sánchez, 2004d) y que se atiene a una tipología decorativa ya definida de decoración geométrica con epigrafía (Marinetto Sánchez, 2007) y que corresponde al grupo clasificado por Balbina Martí-nez Caviró como “temas geométricos” (Martinez Caviró, 2009) y al grupo 12 “decoración de cuadrado y lazo de ocho” de Antonio Fernández-Puertas: “hay una serie de piezas que tienen en

el centro un cuadrado que alcanza el círculo delimitador del campo de de-coración y presenta en las apotemas de sus lados unos motivos en piña” (Fernández Puertas, 2009a). Esta pieza más cuidada de lo normal, muestra en el interior del cuadrado y como moti-vo central un rosetón de lazo curioso porque juega con un lazo de de ocho y seis. Tiene una estrella formada por la interpolación de dos triángulos equi-láteros que a su vez tiene entrelazado de las puntas de la estrella un círculo lobulado de seis puntas. Este tema se repite en otras piezas cerámicas dibu-jado en mayor tamaño y como diseño principal decorativo (Marinetto Sán-chez, 2009). En el hexágono interior se cruzan dos elipses y se interpola un cuadrado que genera de forma muy sencilla una estrella de ocho.

Volviendo a la estrella mayor de seis o mejor dicho de doce, al alternar puntas angulares y curvas, combina formas de uso con epigrafía cursiva en su interior con el tema al-‘āfīya “la salud” y una pareja de pimientos en movimientos curvos serpenteantes, muy esquemáticos y esbeltos, todo ello como centro o ángulo del cuadra-do que envuelve la decoración.

Bibliografía

Dozy, 1967; Marinetto Sánchez, 2004d; Marinetto Sánchez, 2007; Fernández Puertas, 2009a; Flores Escobosa, 2009; Marinetto Sánchez, 2009a ; Martinez Caviró, 2009 ; Ruiz García, 2009

[P.M.S.]

SAFA (SAḤFA) VERDE CON DECORACIÓN EN MANGANESO

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Cronología: siglo XV o principios del XV

Tipología/morfología: safa decorada

Procedencia: área del Palacio de Car-los V

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 1563

Material: cerámica torneada vidriada en blanco y azul

Medidas: altura = 5,1; diámetro = 19,4 cm

Estado de conservación: bueno

SAFA (ṢAḤFA) NAZARÍ CON DECORACIÓN AGALLONADA

Esta safa fue hallada en el área del Pa-lacio de Carlos V. Perteneció a la vaji-lla de lujo nazarí y está torneada con ruedo en la base. Presenta paredes muy abiertas troncocónicas y borde con poca altura sobresaliente y abise-lado que dan lugar a una pieza cuida-da y de paredes delgadas.

Conserva la decoración azul sobre el blanco interior y posiblemente debió tener también decoración dorada hoy perdida, de la que ha dejado los espa-cios en blanco. Muestra un diseño to-mado de fuentes de agua que pasa en plano a la cerámica doméstica de lujo

nazarí. La base tiene un cuadrado con epigrafía cursiva inscrito en un círculo del que irradia una decoración agallo-nada girada a imitación en plano de los gallones girados modelados de las fuentes de agua. En el interior de cada espacio agallonado, se alternan largas ramillas con hojas a los lados y terminadas en una florecilla; y en los otros, un tema en forma de gota de agua con epigrafía cursiva en su inte-rior, con el tema de al-‘āfīya “la salud”.

Bibliografía

Marinetto Sánchez, 2009a.

[P.M.S.]

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Cronología: siglo XV

Tipología/morfología: ataifor con de-coración dibujada

Procedencia: placeta de Carlos V y entrada al Mexuar

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 3855

Material: cerámica torneada vidriada en blanco y azul

Medidas: altura = 8’4; diámetro = 17’8 cm

Estado de conservación: bueno, res-taurado

ATAIFOR (ṬAYFŪR) NAZARÍ BLANCO Y AZUL

Se trata de un pequeño ataifor apa-recido en la placeta de Carlos V y en-trada al Mexuar. Debió de pertenecer a la vajilla de lujo conservada para el uso de la corte nazarí. Es de cerámi-ca anaranjada con ruedo y paredes curvas; al exterior, próximo al borde tiene una moldura curva hacia el in-terior. Está vidriado totalmente en su interior y al exterior lo bañan de for-ma parcial a modo de chorreón sin cubrir toda la superficie. En el interior tiene distribuida la decoración en un tema central formado por círculos y el borde con una cenefa. Los motivos di-bujados en azul, son temas menudos vegetales de tallos curvos que termi-

nan en unas florecillas que serán el antecedente de las hojas de perejil en Manises. En el borde tiene una cenefa en zig-zag con hojas muy esquemáti-cas (Flores Escobosa, Muñoz Martín y Marinetto Sánchez, 1997). Esta pieza, muy cuidada en su factura y decora-ción, ya manifiesta su evolución de-corativa en los temas utilizados y por otro lado, se aprecia una mayor utili-zación del color azul en exclusividad y no reservando espacio para el dorado.

Bibliografía

Flores Escobosa, Muñoz Martín, y Ma-rinetto Sánchez, 1997.

[P.M.S.]

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Cronología: siglos XIV-XV

Tipología/morfología: pequeña safa con decoración epigráfica

Procedencia: Alhambra

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 1238

Material: cerámica torneada vidriada en blanco y azul

Medidas: altura = 6’4; diámetro= 14’7 cm

Estado de conservación: bueno, res-taurada

PEQUEÑA SAFA (ṢAḤFA) BLANCA Y AZUL NAZARÍ CON DECORACIÓN EPIGRÁFICA

Pequeña safa o ṣaḥfa de cerámica tor-neada de silueta cuidada que forma-ba parte de la vajilla rica nazarí. Tie-ne ruedo y abre de forma destacada; presenta una carena con borde sobre-saliente y continúa con apertura más suave; tiene alto borde en vertical.

Tiene un baño en blanco en su interior y en su exterior han dejado chorrear o incluso han mojado la pieza del borde hacia abajo, dejando grandes ondas que no cubren toda la superficie.

Su diseño ornamental responde a las clasificaciones ya establecidas de “decoración longitudinal en el cen-tro de la piezas” (Marinetto Sánchez,

2007) o “decoración axial de un eje” (Fernández Puertas, 2009a) con un círculo que ocupa todo el fondo y lo divide en una ancha banda central con epigrafía cursiva y de igual modo se rellenan los segmentos curvos con el tema de al-‘āfīya “la salvación”. Esta solución ornamental también aparece en piezas muy similares con temas en dorado y en el que esta banda central usaba este color. En la superficie as-cendente muestra círculos y un cor-dón.

Bibliografía

Marinetto Sánchez, 2007; Fernández Puertas, 2009a.

[P.M.S.]

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Cronología: siglos XIII-XIV

Tipología/morfología: jarra decora-da

Procedencia: en una mazmorra junto a la Puerta del Vino

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 1179

Material: cerámica torneada sin vi-driar y decoración en manganeso

Medidas: altura = 21’6; anchura= 14’8; diámetro= 15 cm

Estado de conservación: aún con ro-tura de la parte superior y de las asas, el programa decorativo se preserva casi íntegro

Este tipo de jarras presentan unas características constantes: una bue-na calidad de arcilla blanca muy bien torneada con paredes muy finas y de cuidada decoración pintada y a ve-ces esgrafiada, en manganeso. Estas jarras están pensada para ofrecer un agua fresca en un recipiente de cuida-da factura, muy ligero aunque frágil y muy bello por su modelado y deco-ración, que permite estar en lugares destacados como las tacas a la entra-da de una estancia de palacio, como nos indica la poesía (Cabanelas Rodrí-guez y Fernández Puertas, 1983-1984; Cabanelas Rodríguez y Fernández Puertas, 1978).

Esta jarra, hallada en la mazmorra em-plazada junto a la Puerta del Vino, se hace de arcilla clara calcárea (Fernán-dez Navarro, 2009), muy depurada, tor-neada de forma muy cuidada y finísi-mas paredes. Tiene ruedo en la base, destacado en altura, con pestaña sa-liente de donde arranca el cuerpo en silueta cóncavo-convexa. La panza, abultada, termina en un amplio y alto cuello que abre en la parte superior. Conserva el arranque de las asas del centro más amplio del cuerpo y as-cienden en vertical.

Sobre la superficie clara de la arcilla se pinta a pincel en negro mangane-so y de forma muy parecida, los dos frentes de la pieza. Tiene en la base una banda ancha en manganeso y so-bre ella en paralelo con un pincel muy fino, una línea de límite del tema que centra los frentes de la jarra. Se trata de un tema alargado, que parece un antebrazo que sigue su desarrollo en el cuello de la jarra (Marinetto Sán-chez, 2004b). El interior de este tema se decora con un sembrado de pal-mas de hojas curvas y largas que no responden a un eje de simetría, sino para rellenar la superficie. En la línea de borde, tiene pinceladas cortas a lo largo. El espacio que resta hasta las asas tiene forma sinuosa, con temas irregulares rellenos de punteado. El área vertical en el costado de las asas presenta una banda con un motivo decorativo diferente, con zig-zag, en negro y líneas onduladas irregulares.

Bibliografía

Cabanelas Rodríguez y Fernández Puertas, 1978; Cabanelas Rodríguez y Fernández Puertas, 1983-1984; Ma-rinetto Sánchez y Flores Escobosa, 1995; Marinetto Sánchez, 2004b; Fer-nández Navarro, 2009.

[P.M.S.]

JARRA CON DECORACIÓN EN MANGANESO

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Cronología: segunda mitad del siglo XII-primera mitad del siglo XIII

Tipología/morfología: pila de ablu-ciones de una mezquita

Procedencia: mezquita de Calle San Juan de Málaga

Ubicación actual: Museo de Málaga

Número de inventario: A/DJ08566

Material: cerámica vidriada en cuerda seca total

Medidas: profundidad = 20; área = 50 x 60 cm

Estado de conservación: bueno, aun-que presenta alguna fractura

Texto:

En el centro

La gloria

Fuera del motivo decorativo central, en ambos lados

Prosperidad

Esta pila de morfología rectangular y fracturada en su borde exhibe en su interior una moldura en forma de media caña en la unión del fondo con las paredes destinadas a facilitar su limpieza. En uno de sus lados, se comprueba la existencia de un orifi-cio de desagüe. Llama la atención el tratamiento decorativo de su interior, de cuerda seca, distribuida sobre un fondo blanco muy erosionado. Como motivo central, se desarrolla una la-cería cuyo módulo es una estrella de ocho puntas en manganeso. En el centro, en escritura cursiva, la eulogia al-‘izza (la bendición). Todo ese moti-vo geométrico se rellena en verde, con pequeños círculos en manganeso. El motivo, circular, se rodea de una mer-latura basada en semicírculos con ataurique interior. En los lados cortos de la pieza hallamos un elegante epí-grafe en cursiva (gibṭa, prosperidad) trazado en manganeso. El conjunto se

enmarca por una línea en manganeso coincidente con la moldura de media caña. Pertenecía a una mezquita de cronología almohade hallada en la Ca-lle San Juan, 24-26 de la madīna ma-lagueña, en cuyo patio se halló junto con otra pila, formada por olambrillas bicolores, blancas y negras. En las in-mediaciones del lugar de hallazgo hay constancia de la existencia de una calle llamada Mezquitilla, alusión a la existencia de ese pequeño oratorio de barrio (masŷid al-ḥawma).

Bibliografía

Navarro Luengo et alii, 1999; Valencia, 1998, p. 138; Salado Escaño y Aranci-bia Román, 2003, pp. 74-75, fig. 3; Mar-tínez Enamorado, 2009a, pp. 186-187.

[V.M.E.]

PILA DE ABLUCIONES

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Cronología: período nazarí (siglo XIV)

Tipología/morfología: tres fragmen-tos de jambas de estuco con policro-mía, en las que se desarrollan distin-tos epígrafes, combinando la escritu-ra cúfica granadina con la cursiva

Procedencia: Ronda, donde fue com-prada por el Museo a un anticuario

Ubicación actual: Museo de Málaga

Número de inventario: A/CE08796

Material: estuco

Medidas: altura = 83; anchura 55 cm

Estado de conservación: buena, con-servando restos de policromado en azul

Texto:

Cartela superior (escritura cursiva)

Mahoma enviado de Dios

Cuerpo superior (escritura cúfica, en-marcando la palabra Allah a las res-tantes)

No hay Dios sino Dios

Cuerpo inferior, a la derecha (cúfico)

Ayuda de Dios y conquista próxima (Q, LXI, 13).

JAMBA CON DECORACIÓN EPIGRÁFICA

Consiste esta pieza, tal vez formando parte de un programa decorativo de un palacio rondeño del siglo XIV, en una jamba de un arco que se compo-ne por dos piezas unidas, la inferior más ancha y con decoración de mocá-rabes. En las albanegas, se disponen motivos florales, dos medallones for-mando una estrella de ocho puntas. En la parte superior un cordón como alfiz. En la parte más estrecha hay una inscripción cúfica, alternando las le-tras con atauriques de hojas picadas. En la parte superior, una cartela con una inscripción cursiva.

La pieza es un compendio en miniatu-ra de la escritura granadina-magrebí del siglo XIV, al incluir los dos regis-tros, cúfico y cursivo, en una serie de frases religiosas: arriba, la profesión

de fe, por debajo el tahlīl y, finalmen-te, en el cuerpo inferior el pasaje de inspiración coránica LXI, 13, cuya pre-sencia no fue detectada por los prime-ros editores de esta pieza y que juega un relevante papel entre las doxolo-gías empleadas por los nazaríes. El innegable aire alhambreño, con una buena parte de los elementos que son comunes a la decoración del palacio granadino (incluyendo presencia de mocárabes y lacería de rueda), es ge-neral a otras manifestaciones epigrá-ficas rondeñas de cronología similar.

Bibliografía

Acién Almansa y Martínez Núñez, 1982,p.53,nº45,lám.XLIXyL;Martí-nez Núñez, 2006a; Martínez Enamora-do, 2009b, pp. 214-215; Martínez Ena-morado, 2009f.

[V.M.E.]

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Cronología: siglo XIV

Tipología/morfología: quicialera

Procedencia: Alhambra

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 1677 0

Material: piedra caliza tallada

Medidas: altura = 14; anchura = 33’5; grosor = 26’5 cm

Estado de conservación: bueno

QUICIALERA

Se trata de una de las piezas que com-ponen la estructura de giro de puertas de gran tamaño. Las hojas de madera giran encajándose en el suelo en las quicialeras y en la parte superior en las gorroneras. Frente a estas últimas piezas que se encontraban en la parte superior y que solían ser de madera dura y en algunos casos de mármol, las quicialeras, sí que necesitaban usar como material de fabricación la piedra o el mármol y protegidas con casquillos de hierro.

Esta pieza tiene forma prismática de piedra clara que se embutía hasta el

nivel del suelo para servir de anclaje del gozne de una puerta de conside-rable tamaño. Tiene la perforación del gozne en donde se conserva restos de casquillo metálico que la protegía del roce continuado de la puerta que tam-bién terminaba con una pieza metáli-ca para facilitar su giro. La superficie superior que quedaba vista, se decora con una moldura alrededor del agu-jero y hacia el frente salen dos tallos hacia las esquinas iguales, formados por dos pisos de parejas de hojas re-dondas escalonadas y un fruto almen-drado en su extremo.

[P.M.S.]

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Cronología: período nazarí (siglo XIV)

Tipología/morfología: arqueta de ta-racea

Procedencia: Casa del Chapiz, en el Albaycín de Granada

Ubicación actual: Museo Arqueológi-co y Etnológico de Granada

Número de inventario: 4227

Material: madera, marfil, metal y pig-mento

Medidas: altura: 15’5 cm; longitud: 29’5 cm; anchura: 24’5 cm

Estado de conservación: bueno

La arqueta del Museo granadino for-ma parte de la serie llamada “arque-tas moriscas” granadinas, cuya crono-logía abarca desde el siglo XIV al XVII. Se trata de un ejemplar estéticamente bien resuelto, a pesar de que la deco-ración es sumamente simple. El pro-ceso de elaboración se basa en la in-crustación en la madera dura que ac-túa de soporte de pequeños fragmen-tos de marfil, en sus colores naturales o policromados en distintos tonos. La decoración geométrica se extiende por toda la superficie, ordenada en bandas horizontales de estrellas de ocho puntas con flor cuatripétala en

su seno. Las piezas romboidales res-ponden a la tipología “grano de trigo”, muy característica de la taracea de época tardo-nazarí. Clavos de plata en el interior de las flores embellecen el conjunto. Marfil coloreado y ébano completan la decoración entre ban-das.

Bibliografía

Eguaras Ibáñez, 1950-1951, p. 183, fig. 118; Pérez Higuera, 1994, p. 31; Fres-neda Padilla, 1995b, p. 454, nº 198;García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, p. 164.

[V.M.E.]

CAJA DE LA CASA DEL CHAPIZ

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Cronología: siglos XII-XIII

Tipología/ Morfología: redoma

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/SM/MED.nº11(Ref.deexposición:nº37)

Material: cerámica

Medidas: altura = 21,5; diámetro = 18 cm

Estado de conservación: restaurada, estable

Jarrito o redoma, dada la similitud ti-pológica y la polivalencia funcional de ambos tipos, vidriado en verde, con repié anular, carena muy pronuncia-da en la unión entre solero y cuerpo; este último presenta acanaladuras paralelas en un ángulo de unos 45ºy estrías horizontales en la unión en-tre cuerpo y cuello. Aunque no se ha conservado el borde, éste habría de ser muy probablemente trilobulado. El asa, moldurada, que arranca de la mi-tad del cuerpo y llega hasta la mitad del cuello, tiene, en la parte superior, un apéndice con un motivo zoomorfo. Tipo inusual.

Bibliografía

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001; Romero Pérez, 2004e.

[M.R.P.]

REDOMA ALMOHADE

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Cronología: siglos XIII y XIV

Tipología/ Morfología: redomas

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera. Excavaciones 1988-1991 (A y C) y vigilancia arqueológica en la Casa de las Torres (B). Antequera

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: (A) ATQ/SM/MED.nº22(Ref.deexposición:nº41),(C)ATQ/SM/MED.nº23,(Ref.deexpo-sición:nº42),(B)ATQ/CARM/01(Ref.deexposición:nº43)

Material: cerámica

Medidas: altura (A-C-B) = 13-12-15; diámetro (A-C-B) = 7,5 -9-7,5 cm, res-pectivamente

Estado de conservación: pérdidas y erosiones cromáticas, estables

Grupo de tres redomas vidriadas, dos en color verde y una melada que tie-nen repié anular, cuerpo piriforme, asa, molduras en cuerpo y cuello y nervadura en el cuello; en la que con-serva la boca, ésta es trilobulada. Un asa de sección aplanada enlaza desde la boca a la parte media del cuerpo. Estos recipientes podían contener di-versos líquidos como aceite y vinagre. El vidriado cubre la totalidad de la pie-za por el interior y por el exterior, salvo el solero. Una pequeña incisión marca la transición entre cuerpo y cuello.

Bibliografía

Atencia Páez, Romero Pérez y Rueda Rodríguez, 1990; Navarro Luengo et alii, 2001.

[M.R.P.]

GRUPO DE REDOMAS

A

B

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C

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Cronología: siglos XIII-XIV

Tipología/ Morfología: jarritas

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa María. Antequera (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/SM/MED. nº 20-21 (Ref. de exposición:nº39-40)

Material: cerámica

Medidas: altura = 17; diámetro = 21 cm

Estado de conservación: el primer ejemplar presenta fisura en la zona inferior y el asa restaurada con esca-yola, estable; el segundo está restau-rado parcialmente con escayola

Dentro del grupo jarrito/a, existe un repertorio muy interesante de jarritas localizadas tanto en los niveles medie-vales de las termas romanas de Ante-quera como en lo sondeos realizados en las dos primeras terrazas del Alca-zaba. Las diferencias entre ejemplares vienen dadas por el tratamiento deco-rativo recibido por cada una de ellas, mientras que tipológicamente todas muestran unas características muy similares: fondos ligeramente con-vexos, con reborde discoidal marcado, cuerpo globular con estrías marcadas y cuello suavemente curvado, con re-borde interior y asas que, partiendo de la zona mesial del cuerpo, llegan hasta el borde. Las pastas son pajizas, muy porosas.

La primera jarrita (A), con goterones de vedrío verde sobre el asa, tiene en el cuerpo una serie de motivos traza-dos en manganeso: trazos verticales, probablemente epigráficos, y un cír-culo con motivos también epigráficos. En el cuello hay una serie de motivos en espiral, esgrafiados, encuadrados por metopas también esgrafiadas, todo ello sobre manganeso. La segun-da recibe una decoración más simple, asociando la cuerda seca parcial, en forma de goterones de vedrío verde.

[M.R.P.]

JARRITAS

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Cronología: siglo XIII

Tipología/ Morfología: cantimplora

Procedencia: niveles musulmanes de las Termas Romanas de Santa Ma-ría (Antequera); (excavaciones 1988-1991)

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/SM/MED.nº24(Ref.deexposición:nº44)

Material: cerámica

Medidas: altura = 19’5; grosor = 11; diámetro = 17 cm

Estado de conservación: pieza com-pleta, presenta erosiones superficia-les antiguas; estable

Cantimplora elaborada con pasta pa-jiza. El perfil es ovoide, con cuello es-trecho y boca saliente, con dos asas. La decoración, en manganeso, se encuentra sobre el labio y en ambas caras bajo el cuello, con el motivo de la “mano de Fátima” (jamsa) muy es-tilizada. Este motivo, de carácter profi-láctico, es muy frecuente en los conte-nedores de agua. Cronológicamente, hay que encuadrarla en el siglo XIII.

Bibliografía

Marinetto Sánchez y Flores Escobo-sa, 1995, pp. 179, fig. 2, g; García Al-fonso, Martínez Enamorado, Morgado Rodríguez y Roncal Los Arcos, 1997, p. 347, fig. 9; Fernández Guirado e Ini-guez Sánchez, 1999, p. 380, lam. IV, 6; Navarro Luengo et alii, 2001; Mar-tínez Enamorado, 2003, p. 88; Cavilla Sánchez-Molero, 2005, pp. 148-150; Martínez Enamorado, 2009e; Romero Pérez, 2004f.

[M.R.P.]

CANTIMPLORA

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Cronología: siglo XIV o principios del XV

Tipología/morfología: azulejos deco-rados

Procedencia: Madrasa Yūsufiyya deGranada

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 3089 y 3090

Material: cerámica de arista vidriada

Medidas: altura = 44; anchura= 22; grosor= 7 cm

Estado de conservación: restaurado

AZULEJOS DE ARISTA CON TEMA GEOMÉTRICO

La madrasa granadina fue construi-daporYūsufIen1347alladoE.delamezquita Mayor. Nos indica el profe-sor Fernández-Puertas que estos azu-lejos se encontraban en las jambas de entrada al oratorio (Fernández Puer-tas, 2000).

Este paño está formado por dos gran-des azulejos de gran grosor (7 cm.) que muestran la decoración hasta el borde. Los bordes aparecen cortados de forma transversal algunos, como piezas de borde y otros abiselados por pequeños golpes para facilitar la entrada del mortero hasta la superfi-cie externa, lo que reforzaría su suje-ción, lo que apoyaría la idea de que, como los alicatados, se montaría en el suelo y una vez montado el paño para el lugar elegido, se levantaba y unía al muro con mortero y posiblemente clavos de unión entre ellos (Marinetto Sánchez, 2000).

Están decorados con la técnica de arista, ya muy gastada, formando su decoración un tema de lazo de trama octogonal que se sobrepone dejando cuatro hexágonos alargados; al cru-zarse forman crucetas que se unen en diagonal a otras por un cuadrado, con la misma amplitud de calle. Se nece-sita de dos azulejos para componer un tema completo.

El lazo está formado por una cinta en melado enmarcada entre dos en blan-co. El fondo de la trama es azul y el centro de los cuadraditos en verde. Las cintas siguen la solución apeina-zada y su diferente color recuerda a formas usadas en madera apeinazada y con los gramiles policromados.

Bibliografía

Marinetto Sánchez, 2000; Fernández Puertas, 2000

[P.M.S.]

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Cronología: siglo XIV, con posibles reformas entre 1537 y 1542

Tipología/morfología: celosía

Procedencia: bayt al-maslaj del ḥammām del Palacio de Comares

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 2580

Material: madera apeinazada y poli-cromada

Medidas: altura = 105; anchura= 89; grosor= 5 cm

Estado de conservación: bueno

Forma parte de un grupo de ocho ce-losías conservadas de las 12 que D. Manuel Gómez-Moreno indica tuvo (Gómez-Moreno, 1892, edición facsí-mil 1992). Procede del bayt al-maslaj del ḥammām del Palacio de Comares. Este cuerpo lucernario se colocó so-bre el existente de celosías de yeso en forma arqueada y bajo la cubierta de madera.

En esta zona del ḥammān, en 1537-1542 se realizan reformas por el maes-tro Francisco de las Maderas (Gómez-Moreno, 1892, edición facsímil 1992). La intervención en los alicatados fue realizada por Isabel de Robles de 1541 a 1542 y la cubierta de lazo con corni-sa de mocárabes y las ventanillas de la sala linterna también se restaura-ron por estas fechas dado el estado de deterioro que tenía y porque las estan-cias privadas para el emperador Car-los V y la emperatriz Isabel , en torno al patio de Lindaraja, se construyen por Pedro Machuca entre 1528-1533 y se restaura a lo morisco el ḥammām nazarí para el servicio de los empera-dores (Fernández Puertas, 1992).

Las celosías conservadas responden a cinco temas diferentes de los cuales uno es la ampliación de uno de ellos (un tema y medio). Muestra una for-ma estructural común, con un marco entorno y un cordoncillo entorchado en rojo. En el interior se desarrolla una celosía de madera apeinazada, agra-milada y policromada en negro, rojo y blanco.

El grupo de ocho celosías conserva-das responden a cinto tipos diferen-tes decorativos, sin restos de haber tenido vidrios de cierre e igualmente acabados por ambas caras con temas de lazo apeinazado y maderas agrami-ladas con policromía en los gramiles, en color negro y blanco en la super-ficie central entre ellas. Los costados se policroman en rojo, al igual que los pequeños triángulos que se unen con el marco.

Del grupo de estas celosías, dos de ellas muestran una forma rectangular más alargada que el resto y se atienen a un tema y medio añadido de una de ellas. Esta celosía expuesta se atiene a una trama de octógonos concéntri-cos que a su vez se entrelazan.

En todos los ejemplos conservados repiten un acabado común con un en-marque que muestra un cordoncillo en media caña similar a la solución encontrada en la ventana de lazo que se conserva en el Museo de la Alham-bra procedente de la dār al-Mamlaka al Sa‘īda en el Generalife.

Las cintas se encuentran perfecta-mente ensambladas (Carmona Ro-dríguez, 1995a; 1995b; 1995c; 1995d) y apeinazadas y sólo presenta algunos clavos de muletilla para su sujeción. Esta solución técnica es muy similar a la bellísima estructura de cubierta de madera con vidrios de colores del techo del mirador de Lindaraja (Fer-nandez Puertas, 2009b). También la solución de lazo se atiene a temas encontrados en esta cubierta y que se

CELOSÍA

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repiten en el zócalo de la Qubba Ma-yor (sala de dos Hermanas) y en las cubiertas ataujeradas de la galería del Palacio del Riyāḍ (palacio de los Leo-nes) (López Pertíñez, 2006). El paralelo decorativo y técnico de estas celosías, con ejemplos conservados de época deMuḥammadV,noshahechopen-sar en una factura contemporánea a este momento, interpretando la idea que hasta este momento se tenía de estas piezas, como procedentes de la intervención realizada tras las obras

de remodelación hecha por Francisco de las Maderas como al principio se ha indicado. En este momento y tras el análisis que han permitido algunas piezas, cabría plantearse la posibili-dad de pensar en una factura de estas piezas contemporáneas a la interven-ciónenestaáreadeMuḥammadVybajo la técnica y decoración utilizada en su palacio y que posiblemente en el s. XVI tuvieran que intervenirse con los arreglos que se aprecian.

Bibliografía

Gómez-Moreno, 1892, edición facsímil 1992; Fernández Puertas, 1992; Car-mona Rodríguez, 1995a; Carmona Ro-dríguez, 1995b; Carmona Rodríguez, 1995c; Carmona Rodríguez, 1995d; López Pertiñez, 2003; Marinetto Sán-chez, 2004a; López Pertíñez, 2006; Ca-sares López, 2009; Fernandez Puertas, 2009b.

[P.M.S.]

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Cronología: siglo XIV

Tipología/morfología: fuste entrego alicatado

Procedencia: Alhambra

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 1377

Material: cerámica vidriada

Medidas: altura = 34; anchura= 34; grosor= 9’6 cm

Estado de conservación: restaurado, sobre todo en su parte inferior

FUSTE ENTREGO

Fragmento de un zócalo y fuste entre-go con la decoración corrida envol-vente al fuste. Recuerda la solución decorativa de un tejido que protege las partes inferiores de las paredes y fustes, como sucedería en el interior de los oratorios en el que las esteras protegían el suelo y la parte inferior de los fustes para proteger a los fieles del suelo y permitir apoyarse en las co-lumnas. Este recuerdo del uso textil y su efecto decorativo permanecerá en espacios de verano palatinos, al usar el alicatado por su cualidad también protectora y decorativa, con un mate-rial más fresco para el cálido verano granadino.

El tema decorativo usado es una tra-ma de sebka que sobre blanco, se alterna en líneas en horizontales los colores, verde y melado separado por el negro.

La técnica usada es el alicatado, con la particularidad de la calidad técnica de usar azulejos curvos para envolver el fuste, lo que complicaría la ejecu-ción de la pieza y su corte para adap-tarlo a la superficie del fuste. Con esta misma forma encontramos los fustes envueltos con labor de alicatado, en las alcobas centrales del Salón de Co-mares y posteriormente se repite en la galería N de la fachada de Coma-res, sin embargo, esta solución poco después, en la Sala de los Reyes del palacio del Riyāḍ, será sustituida por piezas planas que se adaptan a fustes de sección semioctogonal.

Bibliografía

Marinetto Sánchez, 1995d; Marinetto Sánchez, 1995e.

[P.M.S.]

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Cronología: siglo XIV o principios del XV

Tipología/morfología: paño de alica-tado

Procedencia: área del convento de San Francisco de la Alhambra

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 4599

Material: cerámica vidriada

Medidas: altura = 75; anchura= 69’5; grosor= 6 cm

Estado de conservación: bueno

PAÑO DE ALICATADO

Paño de alicatado que se encontró en la excavación en torno al área del Con-vento de San Francisco de la Alham-bra. Presenta un tema geométrico sin cinta, en el que la línea de unión de las piezas son las generadoras del tema geométrico. El color de las piezas tam-bién sigue un orden que enriquece la composición.

El tema geométrico lo producen dos tramas de anchas cintas con movi-mientos en zig-zag enfrentadas en dia-gonal que general formas rómbicas y que a su vez se entrelazan con otras contrapuestas en dirección opuesta. En el centro de cada tramo recto se in-crusta una estrella de ocho en blanco.

El resultado aparente unido al color de las piezas, es una esvástica sobre fondo blanco, escalonada 1/3 en dia-gonal, con a estrella en el centro de cada motivo y los brazos en diferentes colores: melado, negro, verde, azul, que no suele tener el mismo color en sus cuatro brazos ya que uno de ellos forma parte del tema siguiente con otro color. Solamente en el centro de la composición del paño de alicatado aparece un tema central con la estre-lla y los cuatro brazos de la esvástica en melado.

[P.M.S.]

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CAÑA DE BOMBARDA

Cronología: siglo XV

Tipología/ Morfología: caña de bom-barda

Ubicación actual: Museo del Ejército de Toledo

Procedencia: indeterminada

Número de inventario: 1294

Material: hierro forjado

Medidas: longitud = 159; anchura = 29 cm; calibre = 160 mm (159 mm áni-ma)

Estado de conservación: bueno

Las bombardas o lombardas son las primeras piezas de artillería de grueso calibre que aparecieron en los campos de batalla. Su uso fundamental servía para el asedio y defensa de plazas. Eran armas de retrocarga, es decir la pieza estaba formada por dos partes, la caña que era por donde el proyectil salía despedido y la recámara que se encajaba en la parte trasera de la caña y que era en donde la pólvora se aloja-ba y donde a través de la una mecha se prendía fuego a la pieza.

Se construían a base de unas piezas de hierro forjado longitudinales curva-

das forjadas, a las que se añadía una serie de duelas o zunchos exteriores de refuerzo en forma de anillas. De al-guna de ellas pendían unos aros que servían para colocar la pieza y unir caña y recámara a su soporte o cure-ña.

En la parte del final del cañón exis-tía una pieza triangular, denominada joya, que servía como punto de mira para ser más precisos en el momento del disparo, y que se puede apreciar en esta pieza.

[G.D.B.]

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Cronología: siglo XV

Tipología/morfología: bandeja

Procedencia: Parroquia de San Sal-vador

Ubicación actual: Museo de la Archi-cofradía del Socorro de Antequera

Material: latón

Medidas: diámetro = 41 cm

Estado de conservación: bueno

Esta bandeja, que fue usada como lámpara votiva en la capilla sacra-mental de San Salvador tal como in-dican los tres agujeros que presenta en el borde, es una pieza gótica de gran singularidad. Se trata de un pro-ducto relativamente industrial de los maestros batidores procedentes de la ciudad belga de Dinant, perteneciente al distrito de Namur, que tuvieron que emigrar a otros lugares de Flandes y Alemania.

La bandeja que nos ocupa muestra en el centro un girasol, de dieciséis hojas rematadas en espinas afiladas, circundado por una inscripción en ca-racteres góticos de difícil lectura. En todo el borde hay una greca de flores y lises hechas con estampillas.

Bibliografía

Fernández Rodríguez, 1943, p. 54; Fer-nández Rodríguez, 1971, p. 112; Tem-boury Álvarez, 1948, pp. 70-71.

[J.R.B.]

BANDEJA DE DINANT

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Cronología: siglo XV

Tipología/morfología: tejido de seda de color rojo, amarillo, azul, blanco y verde

Procedencia: ciudad de Antequera

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/MUS/6.7

Material/técnica: seda trabajada me-diante ligamento de lampás

Medidas: altura = 130; anchura de-lantera = 69; anchura trasera = 75 cm

Estado de conservación: presenta graves problemas de conservación

La función votiva y anual en honor a Santa Eufemia, celebrada cada die-ciséis de septiembre por parte de los cabildos civil y religioso de Anteque-ra, debió de iniciarse en la antigua parroquia-mezquita de San Salvador posiblemente durante el siglo XV. Además, a comienzos del siglo XVI se confeccionó la hoy llamada casulla de Santa Eufemia que según la tradición se hizo usando un estandarte arreba-tado a los musulmanes en la batalla del Chaparral de 1424, algo que como veremos más adelante no es exacto. En cuanto al inicio de la utilización de este ornamento en la referida función a Santa Eufemia nada sabemos, dado que en realidad los diferentes santos que aparecen en el bordado gótico ninguno se corresponde con la santa de Calcedonia.

Las características estilísticas del te-jido lo fechan en los últimos años del siglo XIV y principio del XV, lo que corresponde como nos indica A. Fer-nández-Puertas, a los hijos del sultán Yūsuf II (1391-1393),MuḥammadVIII(1393-1408)oYūsufIII(1408-1417)bajoel cual se conquista Antequera. Fue tejido en el ṭirāz de la casa del sobe-rano, lo que justificaría la leyenda de proceder de la toma de Antequera en el 16 de septiembre, no como bande-ra, pero si como un tejido arrebatado a uno de los nazaríes derrotados en la batalla. En esta fecha, como docu-menta Rachel Arié, un pequeño grupo de soldados castellanos asaltaron una torre y abrieron una brecha en la mu-ralla de Antequera. La ciudad capituló el 25 de septiembre cuando entraron las tropas castellanas del príncipe Fernando (hermano del fallecido Enri-

CASULLA DE SANTA EUFEMIA

Fig. 1. Casulla de Santa Eufemia. Delantero y parte de atrás.

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que III el doliente y tutor de su sobrino Juan II), tomaron la ciudad y enarbo-laron los estandartes de Santiago y San Isidoro de León en los principales lugares. El 1 de octubre de 1410, la mezquita de la Alcazaba se convirtió

al culto cristiano asignándola a San Salvador. Por esta conquista, Fernan-do de Trastámara se le conoce como Fernando el de Antequera, creador de la dinastía Trastámara en el reino de Aragón.

En la actualidad, la casulla presenta una ancha cenefa realizada en el mo-mento de su confección con imáge-nes de santos y a los lados el tejido nazarí que por sus características se encuentra en un lamentable estado de conservación. Presenta faltas abun-dantes de tejido y perdida del entre-lazado de la trama y urdimbre que ha dejado los hilos de seda sueltos. Me cuenta el prof. A. Fernández-Puertas que la vio en los años 1966-1967 en un armario aún en la iglesia, en muy mal estado. Posteriormente fue trasladada al antiguo ICROA y restaurada por la especialista en tejidos Chica Manti-lla. El tejido nazarí se encontraba con faltas importantes que no permiten ni su propio sostén, lo que hizo necesa-rio poner una base textil neutra como soporte total al tejido por medio de puntadas con hilo invisible y coser es-tirados todos los hilos deshilachados a ésta y conservar visualmente el espa-cio textil (figs. 2, 7, 8). Esta parte de la casulla presenta reparaciones de dife-rentes épocas en las que por la falta de tejido nazarí, fue necesario remendar-la con nuevas piezas de seda de dife-rentes épocas a modo de parches (fig. 6). Tras estos remiendos el deterioro siguió y existen espacios desapareci-dos. La intervención de Chica Mantilla llevó a forrarla totalmente por la parte de atrás. Los tapacosturas de borde han sido repuestos nuevos, así como el entredós con el tejido cristiano y musulmán. Afortunadamente, tras la restauración, y por exigencias de con-

servación, pasó al Museo de Anteque-ra en el cual debe estar instalada con un riguroso control medioambiental y lumínico, limitando su movimiento y exposición a la luz para conservarla el máximo de años posibles, por lo que es fundamental que no sea utilizada en ningún acto religioso de ahora en adelante.

La casulla fue confeccionada sin caí-da en los brazos; presenta destacada inclinación para los hombros; tiene una ligera curva entrante en el delan-tero para los brazos; posteriormente abre y redondea los ángulos de las es-quinas inferiores. En la parte trasera, cae prácticamente en vertical con los ángulos redondeados.

La casulla está fabricada con una ancha franja bordada en relieve, con figuras de santos puestos de pie y por-tando sus símbolos dentro de horna-cinas. Aparecen dos imágenes en el frente y tres en la espalda; están bor-dados en relieve en hilo dorado y seda de colores; los rostros están pintados.

A los lados, se ha aprovechado los restos de un tejido nazarí realizado en

Fig. 2. Parte superior de los hombros, con restos de tejido cosidos.

Fig. 3. Dibujo de la cenefa vegetal con tallos dorados y pequeñas palmas,

flores y palmetas

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hilo de seda con la técnica de lampás. Al intentar analizar el decorado del te-jido nazarí, los problemas se manifies-tan de forma constante al presentar graves problemas de conservación.

El tejido nazarí está formado por dos tipos de cenefas de diferente anchura. Una con fondo en rojo y decoración en dorado y otra con fondo en azul y le-tras en blanco. Estas están separadas por otra más estrecha en fondo ver-de y un tema de lazo con dos cintas entrelazadas de color amarillo y rojo. Cada banda decorativa se separa por finas líneas en rojo-blanco-rojo o azul-blanco-rojo (fig. 2, 3).

De características similares a este tejido se conservan otros como es el también reutilizado en la capa pluvial conservada en el Museo Diocesano de la Catedral de Burgos, el tejido del

Instituto Valencia de don Juan o tam-bién otro en el Cooper Union Museum de Nueva York, aunque entre ellos existen diferencias decorativas. Esta serie de tejidos se les ha identificado por su epigrafía de lectura común en la que dice en caracteres cursivos, ‘Izz li-mawlānā al-Sulṭān (“gloria a nuestro señor el sultán”). En el tejido que esta-mos tratando, esta cenefa epigráfica se encuentra tan deteriorada que no se puede confirmar que esa leyenda aparezca.

Cuando reutilizan este tejido para los laterales de la casulla o no tienen tela suficiente para ello, que es lo más probable, o sencillamente no cuidan la disposición centrando la misma cenefa a cada lado. El resultado es la banda de sebka vegetal más o menos centrada en vertical y cortando la epi-gráfica.

Antes de llegar a los hombros, unen recortes de tejido, quizás de las so-bras de la parte inferior, y dan forma a la inclinación del hombro. Curiosa-mente esta parte que no ha tenido tan-to roce, se encuentra en mejores con-diciones de conservación que el resto que deja patente el roce de los brazos en la parte delantera y en la espalda al sentarse el sacerdote (figs. 1 y 2).

Para conocer bien su decoración y los elementos que componen el diseño, se analizará una a una cada cenefa. El tejido fue muy cuidado en su ejecu-ción con hilos de seda brillantes y un resultado técnico y estético perfecto de acabado, tanto en el anverso como en el reverso, dando una solución re-versible, sino fuera por la epigrafía.

Cenefa de doble sebka vegetal: So-bre fondo rojo, dos tallos de seda ama-rilla realizan en movimiento simétrico de dos formas acorazonadas entre-lazadas y opuestas en dirección. De cada tallo brotan cuidadas palmas de una y dos hojas que se enganchan en el mismo tallo y se extienden. Al tejer cuidan el sombreado de las hojas que se montan sobre la superficie ama-rilla del tallo, dejando una fina línea en rojo. Los tallos siguen un ritmo al-ternante por encima y por debajo. En la parte central, al unir los dos tallos desarrolla en dirección descendente un fruto con dos cálices abiertos para terminar en un fruto central.

En los espacios inferiores entre los ta-

llos se teje en color blanco con som-breado azul, un fruto redondeado que brota de un cáliz muy abierto (fig. 3 y 4).

Cenefa epigráfica: esta cenefa es la más ancha de todas. Por algunos res-tos conservados, se ve sobre un fondo azul, caligrafía cursiva de altos ápices en blanco perfilada en rojo (fig. 2 y 5). Como se indicó anteriormente, su lec-tura se hace imposible dado el estado

Fig. 4. Cenefa de sebka vegetal entre otras de lazo

Fig. 5. Detalles conservados de la trama vegetal que existió bajo los

ápices de las letras.

Fig. 6. Cenefa epigráfica. Añadidos de otras telas de diferentes épocas.

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de deterioro del tejido que ha hecho desaparecer la unión de trama y ur-dimbre dejando los hilos sueltos (fig. 6). No obstante unos pequeños restos nos dejan la muestra de que tuvo tra-ma vegetal de tallos en rojo de los que brotaban pimientos entre otros temas y junto a ésta tuvo otros tallos en color amarillo por los restos de otro fruto de este color conservado (fig. 7).

En cuanto a la cenefa realizada en el momento de la fabricación de la ca-sulla en época cristiana, se conser-va en mejor estado, posiblemente al tratarse de hilos de mayor grosor. En todos los casos, menos en la primera de la espalda, se representan figuras de santos en pie y dentro de espacios arquitectónicos en hornacina above-dada con el apoyo de tres columnas, una de ellas justo detrás de la imagen que prácticamente se encuentra tapa-da. En la parte delantera, al no poder encajar una tercera figura, el espacio sobrante se rellena con un tema deco-rativo.

Todas las imágenes muestran una tú-nica rojo amarronado, menos la figura de San Pablo que es verde. Por otro lado, tienen un manto sobre los hom-bros, menos las figuras de San Pablo y Santiago que tienen un hombro libre. Cuidan el acabado de la repre-sentación en los tejidos al mostrar las capas con doble color en el exterior al interior y representar estrellas como estampación en los tejidos de los san-tos. En la parte trasera, aparecen cla-ramente representadas las imágenes de San Pedro con la llave y el libro, San Pablo con la espada y una bolsa en la otra mano y en la parte más baja, Santiago apóstol con una espada cur-va, tipo turco, quizás por alusión de la conquista musulmana y al modo de personaje medieval con capa en el lu-gar de Santiago matamoros a caballo.

Bibliografía

Arié, 1990; May, 1957; Partearroyo Lacaba, 1992; Partearroyo Lacaba, 1995a; Partearroyo Lacaba, 1995b; Ro-mero Benítez, 2004e; AA.VV., 2005; AA. VV., 1996.

[P.M.S.]

Fig. 7. Estado de conservación con hilos sueltos cosidos a un fondo textil

y grandes lagunas.

Fig. 8. Detalles con restos de la epigrafía de caracteres blancos

bordeados en rojo sobre fondo azul. Con la epigrafía había decoración vegetal como se ve en pequeños

restos de pimientos en rojo que nacen de tallos curvos y otros frutos en

amarillo.

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Torre de asalto móvil, utilizada en el asedio de la ciudad de Antequera por las tropas castellanas del Infante don Fernando. En el asedio de la ciudad fortificada de Antequera, fueron usa-das diferentes máquinas de guerra siendo una de las más conocidas la bastida.

La bastida era una torre construida enteramente de madera, sin trabajar, de aquí su denominación, y de unos diez metro de altura. En su parte alta, existía un cajón almenado, forrado de cueros crudos de bueyes y allanado su pelo, desde el cual los ballesteros po-dían hostigar a las tropas enemigas. Ese cajón estaba sostenido por cuatro largas patas cruzadas, con ruedas.

La bastida se aproximaba a las mura-llas mediante tornos, accionados por varios hombres. Según los textos an-tiguos, don Fernando mandó a varios caballeros que fueran a la Real Maes-tranza de ciudad de Sevilla para traer algunas bastidas y otras máquinas de asedio, que se encontraban allí. Don Juan Vázquez de Casasola, caballero castellano, llevó a cabo las negocia-ciones con los regidores sevillanos para poder sacarlas. El traslado des-de la capital hispalense a Antequera duró una semana bajo la protección de don Fernando Rodríguez de Mon-roy, Señor de Belvis.

Bibliografía

Cabrera, 1790, pp. 38 y ss.

[A.L.V.]

BASTIDA ANTEQUERANA (MAQUETA)

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249

Modelo de lombarda de hierro fundi-do sobre afuste de madera, usada en el histórico sitio de la ciudad de An-tequera por el Infante don Fernando en 1410. El rey solicitó al Consejo para su campaña de Andalucía un amplio arsenal consistente en más de 100 lombardas y sus pertrechos, pero la verdad fue que solo se le envió 10 de aquellas piezas. Algunas de ellas in-tervinieron muy directamente, junto a otros ingenios bélicos como la bas-tida, en el asalto de la ciudad. Según las crónicas de la toma de Anteque-ra, hubo una afortunada acción de un artillero alemán llamado Jacome,

quien iba con las tropas de don Fer-nando. Con un certero disparo de la lombarda llamada Santa Cruz mató a los integrantes de una batería enemi-ga que hostigaban con sus disparos a las tropas de asalto que acercaban la bastida a las murallas. Desde aquel momento, la plaza fuerte de Anteque-ra inicio poco a poco su rendición.

Esta enorme y pesada pieza de arti-llería, de tiro tenso, fue muy usada en las diversas campañas que man-tuvieron los Reyes Católicos. Estaba formada por dos partes, la caña y la recámara donde se alojaba la pólvora.

La lombarda era amarrada mediante cuerdas a unas argollas y esta a su afuste o soporte. El disparo de esta pieza se efectuaba acercando a la re-cámara, donde se encontraba el oído, un hierro candente llamado brancha. Sus proyectiles eran de piedra labrada llamada bolaños. Con la aparición a mediados del siglo XV de otras piezas de menor calibre y mejor fundición, las bombardas dejaron poco a poco de ser usadas.

[A.L.V.]

LOMBARDA (MAQUETA)

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Cronología: período nazarí (siglos XIV-XV)

Tipología/morfología: un estribo

Procedencia: indeterminada, aunque se sabe que procede de la misma ciu-dad de Granada

Ubicación actual: Museo Arqueológi-co y Etnológico de Granada

Número de inventario: 2599

Material: hierro forjado

Medidas: altura = 19; anchura = 12; fondo = 17,5 cm

Estado de conservación: bueno

ESTRIBO NAZARÍ

Al Museo Arqueológico y Enológico de Granada pertenecen un par de es-tribos nazaríes. Ambos estribos, de hierro forjado, morfología triangular y base calada que forma un dibujo con una estrella central de seis puntas y lacería, debieron ser elaborados en el mismo taller granadino. Sin embargo, se asegura que no formaban pareja porque ambos presentan un diseño de la base calada diferenciado. En su parte superior, un enganche de forma elíptica, servía para sujetar la cincha de la silla. Responden a un modelo de estribos nazaríes y meriníes bien

conocidos, por ejemplares conserva-dos (los del Metropolitan Museum de Nueva York y el Museo Lázaro Galdia-no de Madrid, entre otros) y por ico-nografía. En efecto, parece ser que en al-Andalus se constata su uso desde el siglo X y que su llegada estuvo mo-tivada por influjos orientales.

Bibliografía

Santiago Simón y Mendoza Eguaras, 1981, p. 143; Pérez Higuera, 1994, pp. 107-110; García Alfonso, Martínez Ena-morado y Morgado Rodríguez, 1999, p. 162;VílchezVílchez,2004e,p.278,nº38;VílchezVílchez,2004f,p.278,nº39.

[V.M.E.]

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251

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Cronología: período nazarí. SS. XIV-XV

Tipología/morfología: ballesta for-mada por verga o arco y una cureña

Procedencia: Mecina Bombarón, siendo donada por la Comisión de Mo-numentos de Granada; formaba parte de la primera colección del Museo en 1880

Ubicación actual: Museo Arqueológi-co y Etnológico de Granada

Número de inventario: E1.002

Material: madera con incrustaciones de hueso, bronce y labor de taracea

Medidas: cureña = 80 de longitud; verga = 123 cm. de longitud

Estado de conservación: bueno

BALLESTA NAZARÍ

Esta ballesta procedente de Mecina Bombarón, en la Alpujarra granadi-na, es pieza conocidísima y ha estado presente en distintas exposiciones y eventos. Representa una de las armas mejor conservadas del período nazarí. Está formada por dos piezas ensam-bladas, cureña y arco, formando, tal vez, parte de dos ballestas diferentes: una destinada a la guerra y la otra a la caza.

ElgranadinoIbnHuḏayldelsigloXIV,de cronología coetánea a la pieza en cuestión, afirma que la ballesta (qaws/qaḍīb) se conocía en oriente como el “arco persa” (qaws/qaḍīb farsī), y en al-Andalus como “arco cristiano” o “arco francés” (qaws/qaḍīb afranŷī).

Basándonos en la descripción de C. Vílchez Vílchez (2006, pp. 122-123), atendiendo a la terminología propor-cionada por los autores árabo-anda-lusíes, las ballestas se componen de:

1. Cureña o tablero (en árabe ‘amūd) que es el cuerpo alargado que se abre en horquilla en su parte superior para amarrar el arco. En la franja central, llamada canal, se colocaba la flecha.

2. Nuez o Versátil (en árabe ŷawza), alojada en un hueco de la cureña y

servía para armar la cuerda. La nuez estaba articulada por la llave o dispa-rador cuyo extremo inferior sale por debajo de la cureña.

3. Arco o Verga (en árabe qaḍīb o qaws) que se insertaba en la horqui-lla de la cureña con cintas de cuero, y a cuyos extremos se ataba la cuerda para tensar. Está constituido por dos piezas reforzadas con tendón y cinco fajas de hilo de lino.

Seguramente, por su tamaño era ne-cesario apoyar el arma sobre un trípo-de. Fue pieza empleada en la caza o en la guerra y no mero ornamento para atuendo o desfile. Debió de pertene-cer, por su decoración tan cuidada, a la Casa Real nazarí.

Bibliografía

Ferrandis Torres, 1928, p. 113; Ferran-dis Torres, 1940, p. 256; Torres Balbás, 1949, fig,. 225; Molina Fajardo, 1967; Bernis, 1982; Mendoza Eguaras, Sáez Pérez y Santiago Simón. 1982; Soler delCampo,1992,p.299,nº69;PérezHiguera, 1994, pp. 115-116; Fresneda Padilla, 1995a, pp. 455-457, nº 199;García Alfonso, Martínez Enamorado y Morgado Rodríguez, 1999, pp. 161-162; Vílchez Vílchez, 2006, pp. 122-123.

[V.M.E.]

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Cronología: siglo XIV

Tipología/morfología: guarnición de un casco meriní

Procedencia: pecio de San García (Al-geciras, Cádiz)

Ubicación actual: Museo Municipal de Algeciras

Número de inventario: 1454

Material: latón grabado

Medidas: altura = 24’5; anchura = 16 cm

Estado de conservación: bueno

GUARNICIÓN DE UN CASCO

La guarnición de casco de guerra fue hallada en aguas de la Bahía de Alge-ciras, en el pecio conocido como de San García. Se trata de un armazón de latón formado por una lámina alar-gada y cerrada que servía para suje-tar una estructura orgánica perdida, posiblemente un casquete de cuero, material que se empleaba para la elaboración del armamento corporal durante la Edad Media. Este último se le ha añadido a la pieza que, ahora, tras su restauración, está completa. La lámina aún conserva los taladros circulares y algunos de los remaches metálicos que servían como sistema de sujeción al casquete de cuero o, tal como señala A. Soler del Campo, a otro tipo de material ya que el citado sistema de fijación mediante rema-

ches situados sobre su eje, es habi-tual en otras piezas de cabeza. Sobre su superficie se disponen diversos elementos decorativos realizados con la técnica del cincelado, consistente en motivos geométricos similares a los de la cerámica estampillada, que evidencian su filiación andalusí. Res-pecto a la pieza de latón que conserva en uno de los laterales es probable que, en origen, no formase parte del casco, tal como lo indican sus diferen-cias de morfología y decoración.

Bibliografía

Bruhn de Hoffmeyer, 1982; Soler del Campo, 1993; Torremocha Silva, 2003, p. 50; Pintor Alonso, 2007, p. 358; Pin-tor Alonso, 2008, p. 358

[M.P.P.A.]

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BOLAÑO

Cronología: siglo XIV

Tipología/ Morfología: bolaño

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Procedencia: Excavasiones Arqueo-lógicas Plaza del Carmen 1996. Ante-quera

Número de inventario: Carm 96-2-27

Material: piedra tallada

Medidas: diámetro = 30 cm

Estado de conservación: bueno

Los proyectiles que arrojaban las pri-meras piezas de artillería estaban rea-lizados a base de dos materiales fun-damentalmente: el hierro y la piedra. Estas últimas recibían el nombre de bolaños. Se realizaban normalmente in situ por la facilidad de conseguir la materia prima, y por ello eran necesa-rios portar al combate maestros can-teros, especializados en la realización de este tipo de proyectiles. Tampoco se tenía que ser muy preciso, ya que las ánimas de estas primeras piezas de artillería, no necesitaban ajustarse demasiado.

Con los proyectiles de piedra se con-seguía un doble objetivo, impactar contra los lienzos de muralla o posi-ciones defensivas, y que al golpear contra estas defensas estallara y se convirtiera en una especie de metralla muy peligrosa para los defensores.

Las piezas que usaban estos bolaños eran de diferentes calibres, e incluso existían piezas concretas como los morteros pedreros, que servían para a través de un disparo elíptico arrojar piedras en el interior de las fortifica-ciones.

[G.D.B.]

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Como Trabuco, Trabuquete, Almaja-neque, Trebuchet y otras muchas de-nominaciones, ha sido conocida esta antigua máquina de guerra de época medieval. Se usaba para destruir las defensas y murallas de las ciudades, con proyectiles que solían pesar en-tre los 50 y 250 kilos y con un alcance efectivo que rondaban los 300 a 400 metros. Esta máquina bélica traba-jaba esencialmente por medio de la palanca y contrapeso de varias tone-ladas de peso. Su larga palanca tenía al final de su extremo una honda, en la que se ajustaba el proyectil. A ve-ces, también eran arrojados a la plaza asediada cadáveres de animales o de prisioneros, con la intención de ame-drentar a sus defensores, incluso la de provocar epidemias en la población enemiga y con ello su rendición.

El origen de estas temibles máquinas de guerra no se ha podido determinar exactamente, pero, según los últimos estudios estos ingenios nacieron con seguridad en la milenaria China. Luego pasaron al mundo musulmán y más tarde a Europa. A lo largo de los siglos XII al XV, periodo de mayor auge de estos ingenios, surgieron va-rios modelos y tamaños que se usaron y difundieron por toda la Europa occi-dental y oriental. En sí, estas armas eran lentas en su manejo al igual que su cadencia de tiro, un disparo cada hora. El personal necesario para su manejo era de unos quince hombres, muchos de ellos expertos en diferen-

tes oficios. Con la aparición de la pól-vora y su utilización en la guerra (siglo XIV), el uso de las catapultas fue de-cayendo hasta su total desaparición.

[A.L.V.]

TRABUCO (MAQUETA)

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Autor: Jesús Gavira Alba

Cronología: 2002

Tipología/morfología: escultura

Procedencia: estudio del escultor y fundición

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Material: bronce

Medidas: altura = 56; anchura 54; fondo = 22 cm

Estado de conservación: bueno

BOCETO DEL MONUMENTO ECUESTRE AL INFANTE DON FERNANDO

Este boceto o maqueta corresponde al monumento levantado el año 2002 en el centro de la Plaza del Coso Viejo y representa al Infante Don Fernando ‘el de Antequera’ montando a caballo. Su autor, Jesús Gavira, ha concebi-do su obra siguiendo los modelos de los condottieros italianos del Renaci-miento, si bien la textura y el acabado de su modelado responden a concep-tos más actuales. El jinete, ataviado con armadura y casco de la época, se yergue sobre un brioso corcel en ac-titud de cabalgar. Porta en su mano

derecha el documento de las capitu-laciones, mediante el cual los anti-qiríes abandonaban definitivamente el recinto alto de la Alcazaba el día 24 de septiembre de 1410, marchan-do hacia Granada donde fundaron el barrio de la Antequeruela. Entre este boceto y la materialización definitiva del monumento se detectan algunas diferencias como es la posición de los hombros y otros pequeños detalles.

[J.R.B.]

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Cronología: Siglo XV

Tipología/morfología: relicario

Procedencia: Parroquia de San Sal-vador

Ubicación actual: Real Colegiata de San Sebastián

Material: Plata dorada y cristal de roca

Medidas: altura = 13; anchura = 9,5 cm

Estado de conservación: bueno

Presenta forma de cruz latina con los extremos trilobulados, bordeados de crestería de filigrana, y con un bajo-relieve en el lóbulo inferior en el que se representa Santa Catalina de Ale-jandría con los atributos del martirio. Las reliquias se encajan bajo el cristal de roca biselado. Juan Temboury lo consideró como de propiedad en ori-gen del Infante Don Fernando ‘el de Antequera’ e incluso veía una posible relación entre la santa representada y la figura de Catalina de Lancáster, que era corregente con el Infante cas-

tellano. Por su parte, Rafael Sánchez Lafuente piensa que la pieza es de fi-nales del siglo XV “dada la similitud de esta cruz con la del joyel de Santia-go que porta la reina Isabel la Católica en su retrato, por Juan de Flandes, del Palacio Real de Madrid”.

Bibliografía

Temboury Álvarez, 1948, pp. 68-69; Sánchez-Lafuente Gémar, 2004, pp. 51-52.

[J.R.B.]

RELICARIO DE SAN SEBASTIÁN Y SAN FABIANO

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Cronología y lugar de redacción: Frómista, 1410, Noviembre, 18

Tipología/morfología: Juan II, Rey de Castilla: Carta real de merced al concejo, alcaide, alcalde, alguacil, re-gidores, oficiales y hombres buenos de la villa de Antequera haciendo mer-ced a esta villa de los castillos y luga-res de Coche, Xebar y Aznalmara con sus términos; huella de sello de placa

Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Mu-nicipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales)

Número de inventario: legajo 34, car-peta 210

Material (soporte): papel

Medidas: altura = 37; anchura = 23 cm

Estado de conservación: original fragmentado y restaurado

Firma: Reina madre doña Catalina de Lancaster e Infante don Fernando

CARTA REAL HACIENDO MERCED A LA VILLA DE ANTEQUERA DE LOS CASTILLOS DE COCHE, XEBAR Y AZNALMARA FECHADA EL 18 DE NOVIEMBRE DE 1410

Se trata del documento más antiguo conservado en el fondo municipal del Archivo Histórico Municipal de An-tequera. Está incompleto desde anti-guo, pero gracias a un libro copiador de principios del siglo XVI se puede reconstruir su texto completo.

Una de las acciones militares más im-portantes que se producen tras la in-corporación de Antequera a la Corona de Castilla será la encaminada al con-trol de tres castillos fundamentales para asegurar el recién formado terri-torio: Aznalmara, Cabeche o Cauche y el Palmar de Jévar. Existen nume-rosas referencias documentales que nos hablan de estas fortalezas en la historiografía local. Así, tanto la His-toria de Antequera de Fray Francisco de Cabrera, en la de Manuel Solana o incluso en la de García Yegros se reco-ge la existencia de estos tres castillos, y cómo fueron centro de importantes hechos de armas.

Pero la principal fuente documental que nos informa sobre estos lugares es la Crónica del rey Juan II, la cuál encontramos en la obra “Crónicas de los Reyes de Castilla”. En ella, en su capítulo XXXVIII, se describe la toma y asalto de estos tres castillos existen, además referencias en la obra de Ibn ‘Āṣim, Ŷannat al-riḍà, estudiadas por Virgilio Martínez Enamorado (2005-2006). Figura en ellas las fortalezas de la Tierra de Antequera llamadas Qawŷ y Šabar, Cauche y Jévar, respectiva-mente.

Esta es la cita de la Crónica de Juan II:

“…El Infante desque hubo ordenado todas las cosas que convenían para la gtuarda de Antequera, fue certificado que cerca dende había algunos casti-llos que podía ligeramente tomar, y el uno decían Aznalmara, y eal otro Cabe-che [Cauche], y al otro Xebar. E hubo su consejo de lo que en ello debían hacer, e acordose que los embiase a combatir; y en veintiocho días del mes de Septiembre mandó a don Enrique, Conde de niebla, su primo, e a Don Rui López Dávalos, Condestable de Casti-lla, que con sus gentes combatiesen a Aznalmara; e mandó a Don Lope de Mendoz, Arzobispo de Santiago, e a Don Lorenzo Suarez de Figueroa, Co-mendador mayor, que combatiesen a Cabeche. E como estos Caballeros alle-garon sobre Aznalmara e comenzaron a combatir, luego se dieron a pleitesía e dexaron el castillo libremente; e los Caballeros dieron lugar que los moros se fuesen en salvo. E el Arzobispo y el Comendador mayor comenzaron a combatir a Cabeche, e dioseles luego a pleitesía que dexasen ir los Moros en salvo con todo lo que tenían, e así se hizo. E luego el Condestable y el Con-de de niebla, como hubieron tomado a Aznalmara, pusieron recabdo en la for-taleza e fuéronse luego sobre Xebar…”

Dadas las especiales características del documento expuesto se transcribe integro, marcando entre paréntesis las palabras que han desaparecido en el original y con barra los saltos de línea:

(Don Juan por) la gracia de Dios Rey de Castilla de León de Toledo de Galli-

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zia de Sevilla de Córdoba de Murçia de Jahen del Algarbe de Algesira e señor / (de Vizc)aya e de Molina. Por faser bien e merçed a vos el Conçejo e Alcayde e Alcaldes e Alguasil Regidores e ofiçia-les e omes buenos de la / (villa de) An-tequera e porque la dicha villa sea mas noble e mas honrrada do vos que (ilegi-ble) e justa donaçion e fago vos merçed para agora e / (para sienpre) jamas de los castillos e logares de Coche e Xebar e Asnalmara con todos sus terminos e jurisdiçion mero e misto inperio para que los / (ayades e ten)gades como cosa vuestra propria (e sean de vuestra jurisdiçion) e ayades e tengades la ju-risdiçion de los dichos castillos e loga-res de Coche e Xebar / (e Asnal)mara el mero e misto (inperio dellos e de) cada uno dellos asy en lo çivil como en lo criminal segund que mejor e mas con-pli / (damente Al)cala la Real ha e tiene el su (castillo de loco)vin e por esta mi carta o por su traslado signado de es-crivano publico mando a los Con / (çe-jos e) Alcaldes e otros ofiçiales (quier e omes) buenos vesinos moradores de los dichos lugares e de cada uno dellos que agora son o sean de / (aqui ade-lante) que vos ayan e reçiban de (aqui adelante por cab)eça e husen con vos el dicho Conçejo e Alcayde Alcaldes e Alguasil e Regidores ofiçiales / (e omes buenos) de la dicha villa de Antequera asi (como lugares e) terminos vuestros e de vuestra jurisdiçion e señorio e que obedescan e cumplan vuestras cartas / (e mandamientos) e vengan a vuestros llamamientos e enplazamientos cada y quando les vos mandaredes asi como lugares e castillos e terminos vuestros e de vuestra ju / (risdiçion segu)nd e por la manera e como husa e obedes-çe el dicho castillo de locobin a la di-cha villa de Alcala la Real e por esta mi carta o por el / (dicho su trasl)ado sig-

nado como dicho es vos do e entrego la tenençia e posesion vel casi de los dichos lugares e castillos de Coche e Xebar e As/(nalmara con) todos sus terminos con la jurisdiçion alta e baxa mero e misto inperio e vos do abtoridat e poderio abastante para que la poda-des / (tomar e tome)des vos el dicho Conçejo e Alcayde de la dicha villa de Antequera cada i quando vos quisiere-des asi como de lugares e castillos e terminos / (vuestros) e que usedes de-llos e ayades la jurisdiçion e señorio de los dichos lugares e castillos e de cada uno dellos e de sus terminos como / (vuestra cosa propria) como dicho es agora e para sienpre jamas por es mi merçed que tengan por mi los dichos castillos e lugares de Coche e Xebar e As / (nalmara los) alcaydes que los agora tienen o a quien los yo diere de aqui adelante e sobre esto mando al mi chançeller e notarios e escrivanos e a los otros / (ofiçiales que estan a la)

tabla de los mis sellos que vos den e libren e sellen mis cartas e previllejos las mas firmes que menester oviere-des en esta rason para / (que vos sea guarda)da esta merçed que vos yo fago agora e para sienpre jamas en la manera que dicha es e los unos ni los otros non fagades ni fa / (gan ende al por) alguna manera so pena de la mi merçed e de dies mill maravedies para la mi camara a cada uno de vos por quien fincare de lo asi / (faser) dada en Fromesta dies e ocho dias de novienbre año del nasçimiento del nuestro señor ihuxpo de mill e quatroçientos / (e dies años . Yo el infraescrito Martin Gonça-les la fise escrivir por) mandado de los señores Reyna e Rey / (don Fernando de) Aragon tutores de nuestro señor el Rey e Regidores de / (stos Reynos) / Yo la Reyna. Yo Fernando

[J.E.J.]

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Cronología y lugar de redacción: Va-lladolid, 1418, Enero, 20

Tipología/morfología: Juan II, Rey de Castilla y León: Real Provisión al Concejo de Antequera concediendo la elección de un alcalde del agua para regar las heredades del término de la villa; huella de sello de placa

Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Mu-nicipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales)

Número de inventario: legajo 34, car-peta 225

Material (soporte): papel

Medidas: altura = 32’5; anchura = 14’5 cm

Estado de conservación: restaurado

Firma: Reina madre doña Catalina de Lancaster

El documento, uno de los más anti-guos que se conservan en el Archivo Histórico Municipal de Antequera, es una real provisión dirigida al Concejo por la reina Catalina de Lancaster, ma-dre y tutora del rey Juan II, menor de edad en el momento de emitirse.

En el mismo se da respuesta a la pe-tición del Concejo de la todavía villa de Antequera para que se crease la figura del alcalde del agua, persona encargada de regular el riego de las tierras del término municipal. El docu-mento establece que se le conceda un salario “que por razón del dicho oficio vos entendieredes que razonablemen-

REAL PROVISIÓN DE JUAN II POR LA QUE SE LE CONCEDE A ANTEQUERA LA ELECCIÓN DE UN ALCALDE DE AGUA FECHADA EL 20 DE ENERO DE 1418

te merecer haber”. Será el juez encar-go de dirimir los pleitos por el uso del agua.

La provisión real cuenta con la firma autógrafa de Catalina de Lancaster, reina regente de Castilla. Nacida en Inglaterra, contrajo matrimonio a los quince años con su primo, el futuro Enrique III, seis años menor que ella, y, tras la muerte de éste, rigió Casti-lla conjuntamente con su cuñado Fernando de Antequera, en primera instancia, y a partir de 1412 en soli-tario. Catalina de Lancaster murió en Valladolid el 2 de junio de 1418, a la edad de 45 años, cuatro meses y me-dio después de poner su firma en el documento antequerano.

“Don Juan por la gracia de Dios Rey de Castilla de Leon de Toledo de Gallisia de Seuilla de Cordoua de Murçia de Ja-hen del Algarbe de Algesira e señor de Viscaya y de Molina al Conçejo e / al-caldes e alcayde e alguasil caualleros e escuderos regidores e ofiçiales e omes buenos de la villa de antiquera salud e gracia sepades que vi vuestras petiçio-nes que me enbiastes por / las quales me enbiastes desir en como entre vos otros non auia alcalde del agua para rregar vuestras heredades de la dicha villa por ende que me pediades por me-rçed que vos die / se liçençia para que de aqui adelante en cada año podiese-des sacar e esleyr entre vos otros vn alcalde del agua para rregar las dichas vuestras heredades de la dicha villa sa-

bed / que a mi plase e por esta mi carta vos doy liçençia e mando que de aquí adelante en cada año podedes sacar e esleyr entre vos otros vn alcalde del agua para regar las di / chas vuestras heredades de la dicha villa e que lo [sa-que] des e esleyades por el dia e tiempo que avedes de vso e de costumbre de sacar e esleyr los otros mis alcaldes ordi / narios de la dicha villa e [re] çi-bades del [j] uramento sobre la señal de la crus e las palabras de los santos euangelios en forma deuida en la dicha rason e segund / que lo reçibades de los otros dichos mis alcaldes ordina-rios de la dicha villa e en tal caso sea menester de reçebir e vsedes con el en el dicho ofiçio de la dicha alcaldia del a / gua e le […] recudades e fagades dar e rrecodir con los derechos e salarios que por rrason del dicho ofiçio vos enten-dieredes que rrasonablemente merece auer / e le guardes e fagades guardar todas las onrras e gracias e merçedes e franquesas e libertades que guardades e fagades guardar a los otros dichos mis alcaldes ordinarios / de la dicha vi-lla dada en Valladolid [a] veynte dias de enero año del nasçimiento del nuestro señor ihu xpo de mill e quatroçientos e dies e ocho años / yo martin gonçales la fise escriuir por mandado de nues-tra señora la Reyna madre e tutora de nuestro señor el Rey e / regidora [de] sus reynos

Yo la Reyna”

[J.E.J.]

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Autor: Jesús Gavira Alba

Cronología: 2010

Tipología/morfología: escultura

Procedencia: estudio del escultor y fundición

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Material: bronce

Medidas: altura = 41; anchura = 27; fondo = 15 cm

Estado de conservación: bueno

BOCETO DEL MONUMENTO A LOS ANTIQIRÍES EXILADOS

Se trata del estudio preparatorio del monumento levantado ante las mura-llas de la Torre del Asalto, en la Plaza del Carmen de Antequera, inaugura-do el día 24 de septiembre de 2010, fecha en la que se conmemoraba el VI Centenario de la incorporación de Antequera a la Corona de Castilla. En aquella fecha, pero de hace seis siglos, capitulaban los antiqiríes que permanecían atrincherados en la Al-cazaba y abandonaban la villa para marchar a Granada y fundar allí el ba-rrio de la Antequeruela.

El grupo escultórico representa una familia musulmana compuesta por el

matrimonio y dos hijos, uno de ellos un bebé en brazos de la madre. En un plano algo más avanzado camina la fi-gura masculina, tocado de turbante y portando en su mano derecha la llave de la casa abandonada, que acerca su mano izquierda a la frente en actitud de divisar el camino que debe recorrer en dirección a la Peña de los Enamo-rados y hacia Granada. A su lado apa-rece la esposa con aire apesadumbra-do y tratando de arropar a sus hijos con su cuerpo. La posición definitiva de ambas figuras fue alterada en la materialización del monumento, pa-sando la masculina a ocupar el lado derecho a la vista del espectador.

[J.R.B.]

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Cronología: comienzos del siglo XV

Tipología/morfología: escultura

Procedencia: Parroquia de Santa Ma-ría de la Esperanza. Antequera

Ubicación actual: Real Colegiata de San Sebastián. Antequera

Material: madera tallada, dorada y policromada

Medidas: altura = 142; anchura = 51; fondo = 39 cm

Estado de conservación: bueno

Según una antiquísima tradición oral, después recogida en la historiografía local, esta escultura fue traída por el Infante don Fernando en su campaña para conquistar la Madina y la Alca-zaba islámicas de Antaqira en el año 1410, siendo la imagen mariana de su devoción en su propia tienda de bata-lla. En principio fue la imagen titular de la Parroquia de Santa María de la Esperanza, pasando después a pre-sidir la capilla del Sagrario de la Co-legiata de Santa María, ocupando un desaparecido retablo-tabernáculo rea-lizado por Toribio Sánchez Calvo a me-diados del siglo XVII y a instancias del canónigo Francisco Cerio de Esquivel. Finalmente pasó a la Colegiata de San Sebastián en 1692, cuando el traslado de la institución colegial.

Se trata sin duda de una obra traída desde Sevilla y su autor debió ser al-gún escultor gótico castellano que si-guió el modelo de la célebre Virgen de la Sede, titular del templo catedralicio hispalense. En el caso de la imagen que nos ocupa la figura de la Virgen, sedente y con el Niño Jesús sentado sobre su pierna izquierda y bendicien-do a la manera latina, presenta rostro frontalizado y con cierta dulzura y candorosidad. El plegar de sus paños, tratados compositivamente con senti-do gótico aunque con delicadeza de origen clásico, nos hablan de una es-tética medieval tardía; éste es el caso de los amplios y elegantes pliegues verticales de su túnica, que desde el broche del pecho caen entre ambas piernas hasta caer en el suelo y per-

derse entre los del manto. Está senta-da en una silla sin respaldo y con de-coración de cardina gótica, mostran-do en su mano derecha una granada, la fruta que simboliza la unidad de la Iglesia, porque lleva numerosas semi-llas en su interior.

Las carnaciones tanto de la Virgen como las del Niño son las originales, si bien la policromía de los paños fue renovada en 1695. En las actas del Ca-bildo Colegial de 10 de marzo de aquel año, ante la petición de un grupo de devotos que pedían licencia para “a su costa retocar el Ropaje de su hi-maxen por estar algo deslucido”, se autoriza la intervención “con tal que por ningun caso se llegue ni rettoque el Rostro y Manos de dicha Santa Hi-maxen”. De la referida renovación de la policromía de los paños se encargó el maestro sevillano Manuel Fernán-dez, quien por las mismas fechas es-taba dorando y policromando el nuevo retablo de la Virgen, que había realiza-do en Sevilla y trasladado hasta Ante-quera dos años antes el retablista an-tequerano Bernardo Simón de Pineda.

Bibliografía

Fernández Rodríguez, 1943, p. 43; Fernández Rodríguez, 1971, p. 96; Llordén, 1980, p. 38; Romero Benítez, 1981, p. 39; Romero Benítez, 1989, p. 58; Romero Benítez, 1998a, pp. 96-97; Romero Benítez, 2004a, p.27; Romero Torres, 2004, pp. 158-159.

[J.R.B.]

VIRGEN DE LA ESPERANZA

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PENDÓN DE ANTEQUERA

Cronología: 1ª mitad del siglo XVI

Tipología/morfología: pendón o ban-dera

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Nº de inventario: ATQ/MUS/6.3

Medidas: altura = 120; anchura = 131 cm

Técnica: tejidos diversos bordados en hilos de oro y de seda

Estado de conservación: presenta deterioro en algún sector, pendiente de trabajos de consolidación

Según fuentes historiográficas de carácter local, se trataría del pendón concedido por el Infante Don Fernan-do a la entonces villa de Antequera, al poco de ser conquistada por sus tro-pas (Escalante Jiménez, 2008, p.15), según se transmite en la Historia del P. Cabrera:

“no sólo cuidó el Infante, restaurada ya Antequera de, proveer lo conducente a su defensa, conservación y gobierno en lo militar y político, nombrando para todo sujetos los, más competentes e idóneos, sino que determinó dejar a la, posteridad un monumento, el más firme y expresivo que calificase el apre-cio y estimación con que miraba a este pueblo, lo que ejecutó dándole por bla-són el Escudo de Armas con que quiso ennoblecerla” (Cabrera, 1790).

Sin embargo, las características for-males de la pieza no se corresponden con la cronología que se le adjudica (años iniciales del siglo XV), sino que pueden llevarnos a unas fechas más avanzadas, tal vez a los años finales del siglo XV o primera mitad del XVI, cuando en Antequera se está for-jando por parte de sus élites locales una recreación historicista sobre las excelsas glorias de la ciudad, siendo la conquista a los moros una de sus gestas más señaladas. Según Rodri-go Amador de los Ríos que estudió la pieza (1908), todas las características tipológicas de esta pieza nos reve-lan el gusto de los artífices bordado-res del siglo XVI, por lo que la fecha en esa centuria (Escalante Jiménez, 2008, p. 64). Sabemos que el Infante

Don Fernando entregó a la ciudad una enseña con estos mismos símbolos, pero resulta difícil admitir que pueda tratarse de esta bandera conservada. Posiblemente se trate del que se con-feccionó en 1534, como se documenta en el Acta del Cabildo de la Ciudad de 1 de octubre del referido año en el que se acuerda:

“…que del tafetán que Iñigo de Arroyo compró en la Ciudad de Granada se haga una bandera con las armas de la ciudad…” (Escalante Jiménez, 2008, p. 28)

Su forma es rectangular. Fue restau-rado en la década de los ochenta del pasado siglo XX por Chica Mantilla, respetándose una de sus caras. Está bordado sobre damasco color hueso, utilizando hilos de oro y de seda de co-lor amarillo, azul, verde y galones de metal dorado.

Aparecen bordados tres motivos, dos de ellos (castillo y león) pertenecien-tes al escudo de armas de Don Fer-nando como Infante de Castilla que le fuese otorgado en las cortes de 1390 (Menéndez-Pidal, 1999, p. 185), a su vez tomado del escudo del Reino de Castilla y León, el mismo que llevaba como armas el soberano Fernando III el Santo. A su vez, este monarca here-dó, en 1230, de su padre el Reino de León, quedando unidos los reinos de Castilla y León bajo una misma co-rona. El tercero, centrado, la jarra de azucenas, es el símbolo de la orden de caballería refundada por el infante en 1403.

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Pasemos a analizar pormenorizada-mente y uno a uno los distintos:

- Castillo almenado de tres almenas y donjonado de tres torres, la central sobreelevada, —lo que ha llevado a pensar a muchos investigadores que se trata de una creación autóctona, diferente de los empleados en Europa Central y en Cataluña— que se acom-paña de balcón y de vanos despro-porcionados; en el cuerpo inferior se aprecian dos pequeñas puertas. El ori-gen del escudo, conforme a las fuen-tes disponibles, puede remontarse a

una fecha cercana al año 1175, épo-ca en que aparecieron los primeros símbolos heráldicos, que proliferaron durante el siglo siguiente. Faustino Menéndez-Pidal de Navascués consi-dera que es probable que la figura del castillo se adoptara en el año 1169, fe-cha en la que Alfonso VIII alcanzó su mayoría de edad a los catorce años.

- Jarra de Azucenas, que se adorna con colores azules y blancos, respon-de claramente a la simbología de la azucena como representación de la

pureza y al tema de la Encarnación así como a la refundación por el Infante de una nueva Orden de Caballeros: “la Terraza y el Grifo” (este animal mitológico se añade a partir de 1403 y aparece en los medallones de la orden sosteniendo con sus garras la Jarra de Azucenas). Según la leyenda, el rey García Sánchez III, "el de Náje-ra" (1035-1054), salió de caza con su halcón una mañana, cerca de la Peña de Nájera. De pronto se levantó una perdiz, que perseguida por el halcón fue a refugiarse en el interior de una cueva oculta entre la espesura. Cuan-do el rey entró en la cueva se encontró con un altar iluminado por una lámpa-ra y, sobre él, una imagen de Nuestra Señora con el Niño, a cuyos pies y a ambos lados reposaban en perfecta armonía el halcón y la perdiz tras una terraza o jarra con azucenas. El rey fundó la orden de la Terraza como ins-titución conmemorativa de este mila-gro. El lema PoR SU AMoR aparece en minúsculas alemanas perfiladas de oro en el cuerpo o panza de la jarra.

- León rampante, finalmente, símbolo recurrente del poder, como rey de to-dos los animales terrestres, que mira hacia la izquierda, con desmesurada cola enhiesta. Probablemente el pri-mer monarca hispano que adopta el León como símbolo regio fue Alfonso VII (1126-1157). Algunos de los reyes cristianos que, en los siglos posterio-res a la caída de la monarquía visigo-da, gobernaron territorios en la mitad noroccidental de la Península, fueron llamados en la documentación coetá-nea, y en muchas ocasiones, “reyes en León” (reinantes in Legione) aso-ciándose de esta forma la monarquía a una ciudad heredera del campamen-to romano que ocupó durante siglos la

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Legio VII Gémina que con el tiempo se convirtió en población; que se sepa, nunca tuvo nombre propio, por lo que se la denominó simplemente Legión que con el tiempo pasó a pronunciar-se León. Por homofonía, el felino y la ciudad se acabaron asociando. El León representaba pues, a partir de Alfonso VII, no sólo a la monarquía, sino también a su capital (Sánchez Badiola, 2006, pp. 4-8).

Bibliografía

Cabrera, 1790; Ríos y Villalta, 1908, pp. 196-200; Menéndez Pidal de Navas-cués, 1999; Romero Benítez, 2004d, p. 18; Sánchez Badiola, 2006; Escalante Jiménez, 2008.

[M.R.P. / V.M.E.]

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Cronología: finales del siglo XV

Tipología/morfología: escultura

Procedencia: antigua Parroquia de San Salvador de Antequera

Ubicación actual: Iglesia del Carmen de Antequera

Material: madera y pasta vegetal do-rada y policromada

Medidas: altura = 84; anchura = 28; fondo = 15 cm

Estado de conservación: bueno

Se trata de una singular pieza de pro-ducción en serie, realizada mediante la técnica de un vaciado en pasta de fibra vegetal sostenido sobre un alma de madera. Es decir, está realizada mediante un molde que se utilizó en numerosas ocasiones, aunque por la fragilidad del producto y su an-tigüedad se han conservado pocos ejemplares. Además de esta imagen de Antequera conocemos otras dos idénticas, localizadas en las poblacio-nes onubenses de Lucena del Puerto y Villarrasa con las advocaciones de la Virgen de la Luz y la Virgen de los Remedios, respectivamente.

El origen de estas esculturas pudo estar en algún taller sevillano, que por la ‘industrialización’ del producto podía abaratar precios de cara a una clientela de tipo medio. La imagen, totalmente plana en su cara posterior, se concibe como un altorrelieve pen-sado para encajar en una hornacina. Su estilo es de un elegante gótico tardío con resonancias borgoñonas, dentro de una cierta impronta de arte popular. Su actual policromía es una

renovación de finales del siglo XVI o comienzos del XVII.

Hasta el definitivo desmantelamiento, a comienzos del siglo XIX, de la Pa-rroquia de San Salvador, que ocupó el solar de la antigua mezquita de la Alcazaba, esta imagen de la Virgen del Socorro presidió la capilla Sacra-mental donde era muy venerada. Pos-teriormente pasó a la ya Parroquia de Santa María y, al abandonarse ésta, a la iglesia del Carmen. Allí la iden-tificó José María Fernández, “en una trastera de la iglesia, donde estuvo arrinconada entre polvo y telarañas”, pasando entonces a la sacristía y, posteriormente, a una hornacina de acceso a la capilla de la Cofradía de la Soledad donde puede admirarse en la actualidad.

Bibliografía

Fernández Rodríguez, 1943, pp. 58-59; Fernández Rodríguez, 1971, p. 120; Ro-mero Benítez, 1989, pp. 170-171; Ro-mero Benítez, 1998b, pp.102-103.

[J.R.B.]

VIRGEN DEL SOCORRO

Virgen de los Remedios (izquierda) de Villarrasa y Virgen de la Luz (derecha) de

Lucena del Puerto.

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Cronología: bajo el reinado de los Re-yes Católicos, en 1498 ó 1499

Tipología/morfología: artesonado

Procedencia: estancia a NO del cos-tado O del patio de Comares, mirando a la galería N

Ubicación actual: Museo de la Al-hambra de Granada

Número de inventario: R. 101200

Material: madera policromada

Medidas: longitud = 199; anchura = 175 cm

Estado de conservación: bueno

ARTESONADO RENACENTISTA. ELEMENTO DECORATIVO DE LA CASA REAL CRISTIANA EN EL PALACIO DE COMARES

Es uno de los dos grandes fragmentos en el que se encuentra separado el ar-tesonado que cubría la estancia a NO del costado O del patio de Comares, mirando a la galería N. Esta estancia formó parte de las habitaciones de la Casa Real de los Reyes Católicos y en especial de la reina Isabel en la Alhambra, que se encontraban sobre el Mexuar, como se denomina en los documentos conservados sobre obras y reformas del palacio. Realmente estas estancias no sólo se extienden sobre este espacio, sino que llegan al patio del Cuarto Dorado, el patio de Comares y la Torre del mismo nombre. En la actualidad sólo un artesonado ha quedado in situ, el de la estancia contigua al artesonado que estamos tratando que, desgraciadamente, per-maneció allí hasta ya entrado el siglo XX de donde se desmontó y pasó a los almacenes de la sala de las Ninfas, donde permaneció hasta los primeros años de los 80 que se reunieron todos los almacenes del Museo de la Al-hambra de forma sectorizada. Gracias a la información dada por el profesor Fernández-Puertas, se ha podido iden-tificar que era ésta la pieza que cubría esta estancia.

La información escrita más próxima se refiere sin identificación directa, a una explicación ofrecida en la “Cróni-ca de la Alhambra. Obras del Cuarto Dorado”: Para su enlace con la cámara real construyeron entre el Cuarto Do-rado y la Sala de la Barca una amplia escalera, de la que se conserva el típico techo tallado de época de Reyes Católi-cos, que hoy cubre la sala V del Museo

Arqueológico de la Alhambra”; “con-serva esta sala un extremo del techo de madera con casetones de escasísi-ma profundidad con florones en parte tallados y en parte pintados y con arro-cabe o friso clásico dorado y menudos dentículos tallados a todo lo largo. Tal vez sea uno de los techos más antiguo del renacimiento en España” (Bermú-dez Pareja, 1965).

Acudiendo a las memorias de obras realizadas en el Palacio, encontramos que con fecha del 6 de febrero de 1498 “los maestros pintores Juan Castro y Jorge Fernández por valor de 18.000mrs para fazer y pintar en la Sala y cámara y retretes que sallen azia axares, el piso alto del Cuarto Dorado” (Vilar Sánchez, 2007, p. 148). En la primavera y verano de 1499 “se hacen nuevos artesonados con florones para las habitaciones su-periores del Cuarto Dorado, residencia de la reina” (Vilar Sánchez, 2007, p. 148). En otro lugar dice “aunque no al ritmo que se había hecho en 1498 fue en los trabajos de madera como… creación de artesonados y armaduras de nuevas estancias del Mexuar en las que se iba a alojar la familia real …se produjeron en este año interesantes trabajos específicos en madera, como fue la confección de florones para la decoración de los artesonados de las nuevas estancias. Ya a finales de abril de 1499 detectamos un pago de 900 mrs por una serie de florones en otra talla y el 10 de julio se vuelve a pagar a los entalladores por los florones que hicieron de talla para las Casas Reales” (Vilar Sánchez, 2007, p. 92) “los maes-tros pintores y doradores Juan Vizcai-

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no, Pedro, Fernando y Cristobal nieto, Dionisio y Alonso de Tordesillas toma-ron también otro destajo para asentar 2.583 panes de oro en la cámara del quarto nuevo del Mexuar” (Vilar Sán-chez, 2007, p. 94)

El artesonado está conservado en dos grandes fragmentos formados por una tablazón que ocupan el ancho de los cuadrados producidos y unidos por medios troncos con silueta cur-va. Tapando las uniones se superpo-nen una serie de molduras en media caña, de carretes, dientes de forma

escalonada y produciendo un relieve considerable que se cruzan con otras líneas perpendiculares produciendo una retícula simplemente cortados en diagonal y atestados. El sistema de construcción es muy distinto al de la carpintería nazarí siempre apeinazada y con el mínimo de de piezas clava-das. En esta pieza ofrece un aspecto estético rico pero de factura muy leja-na a la calidad nazarí.

Toda esta serie de piezas aparecen doradas. En el centro de cada espacio cuadrado se superpone una roseta de

madera tallada de cinco pétalos con hojas entre los espacios y en el cen-tro una flor, toda ella también dorada. El fondo complementa la decoración con hojas de acanto curvadas hacia la flor y capullos en los ángulos en color blanco y fondos dorados y azules os-curos. El fondo del cuadrado se sepa-ra en cuadro cuarteles alternos en rojo y azul oscuro

Bibliografía

Bermúdez Pareja, 1965a; Vilar Sán-chez, 2007.

[P.M.S.]

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Cronología: siglo XV

Tipología/morfología: escudo

Procedencia: comercio de arte

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Nº de inventario: ATQ/MUS/9.50

Material: piedra arenisca

Medidas: altura = 60; anchura = 49; fondo = 31 cm

Estado de conservación: mediano

Esta pieza, que en origen debió ser el dintel de una portada con arco rebaja-do, fue adquirida por el Ayuntamiento de Antequera en 2009 en el comercio local de antigüedades. Su proceden-cia debe ser alguna ciudad castellana o de Andalucía occidental y su crono-logía posterior a la concordia de Sego-via (1475) y anterior a la conquista de Granada (1492). El escudo es un cuar-telado; primero y cuarto contracuarte-lado de Castilla y León; en el segundo y tercero, partido de Aragón y Dos Si-cilias. El conjunto no aparece sosteni-do por el águila de San Juan, como es lo habitual, sino por un ángel alado al

que le falta la cabeza, ya que aparecen dos manos humanas y no dos garras de águila. Quizá obedezca a un error del escultor o a un momento muy ini-cial en el que el modelo acordado en Segovia entre ambos monarcas para el uso compartido de ambos esposos todavía no había tomado cuerpo en to-dos sus detalles. La ausencia del sím-bolo de Granada en la punta inferior, por su parte, no deja ninguna duda de que la pieza es anterior a la toma de esta ciudad por los Reyes Católicos.

[J.R.B.]

ESCUDO DE LOS REYES CATOLICOS

Dos versiones del escudo de los Reyes Católicos anteriores al año 1492.

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Cronología: finales del siglo XV

Tipología/morfología: pila bautismal

Procedencia: Parroquia de San Salva-dor (desaparecida) de Antequera

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Nº de inventario:ATQ/SM/EXP.nº01

Material: barro vidriado

Medidas: altura = 123; anchura = 89; fondo = 89 cm

Estado de conservación: mediano

Se trata de uno de los escasos ejem-plares que aun se conservan de pila bautismal realizada en barro cocido y vidriado en color verde, que se produ-cían en los alfares del barrio sevillano de Triana. Perteneció a la Parroquia de San Salvador, que estaba situada en el interior de la Alcazaba de Ante-quera y que fue demolida en el primer tercio del siglo XIX.

A partir de 1671 el obispo malagueño fray Alonso de Santo Tomás prohibió este tipo de pilas al considerarlas in-apropiadas, obligando a que fuesen “de piedra y no de barro y donde ha quedado alguna se consuma (destru-ya) dentro de dos meses y se haga de piedra…”. Esta de Antequera se salvó, sin duda, porque San Salvador dejó de ser parroquia en el siglo XVII y no hizo falta hacer una nueva de piedra, algo que también debió ocurrir con la

pila bautismal que aun se conserva en el Santuario de Archidona.

Es de estilo mudéjar-renacentista, presentando un balaustre de perfil clásico y una abigarrada decoración aplicada de piñas y rosetas, que en su sentido repetitivo le confieren una im-pronta morisca. Su estado de conser-vación es mediano, estando lañados los diferentes fragmentos de la taza y sostenida ésta sobre el balaustre me-diante un artefacto de hierro.

Bibliografía

Gestoso y Pérez, 1903; Fernández Ro-dríguez, 1943, p. 59; Fernández Ro-dríguez, 1971, p. 121; Aguilar García, 1979, pp. 225-226; Romero Benítez, 1981, p. 48; Romero Benítez, J., 2004c, p. 17.

[J.R.B.]

PILA BAUTISMAL

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Autor: Antonio Mohedano de la Gu-tierra

Cronología: siglo XVI-XVII

Tipología/morfología: pintura

Procedencia: Real Monasterio de San Zoilo de Antequera

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Nº de inventario: ATQ/MUS/3.74

Material: óleo y oro sobre lienzo

Medidas: altura = 320; anchura = 115 cm

Estado de conservación: bueno

Este lienzo de grandes dimensiones se hizo para una de las capillas de la iglesia de San Zoilo, la misma en la que hoy se venera el Santo Cristo Verde. Su atribución a Mohedano la planteamos hace ya bastantes años y hoy es aceptada por todos los espe-cialistas sin ninguna reserva.

Su composición responde a una ver-sión libre de la famosa pintura mural trecentista de la catedral hispalense. Como es sabido la Virgen de la Anti-gua sevillana fue pintada en uno de los pilares de la antigua mezquita alja-ma, ya convertida en catedral, y por su mucha devoción, en 1578, se trasladó el muro en el que estaba a la nueva catedral gótica, ocupando una de sus capillas. A los pies de la imagen, en su lado derecho, aparece arrodillada una figura femenina, que históricamente se ha identificado con Doña Leonor de Alburquerque, la esposa de Fer-nando de Antequera. Algunos autores antiguos afirmaban que en lateral iz-quierdo también estuvo el Infante don Fernando y que se borró con el tiempo y la humedad, algo que hoy parece descartarse. En cualquier caso parece claro que la figura orante que se con-serva fue añadida en época posterior a la pintura original.

El lienzo que nos ocupa sigue pun-tualmente el esquema iconográfíco catedralicio, aunque el tratamiento de las figuras y de sus paños es ya plena-mente naturalista. La Virgen aparece de pie, de manera frontal y llevando al Niño en su brazo izquierdo, mientras que muestra en su mano derecha una rosa. El Niño Jesús bendice y sostiene un pajarito en su mano izquierda.

En cuanto al tratamiento general de la obra, Mohedano ha querido aunar ese cierto aire de raigambre bizan-tina, como la abundancia de oros, el manto sobre la cabeza sin dejar ver su cabello o el drapeado algo rígido de-jando ver las vueltas punteadas, con el naturalismo de rostros y manos, así como de los tres ángeles que coronan a María y sostienen la filacteria con el AVE GRATIA PLENA. Es precisamente en este fragmento de la obra donde el artista se mueve con mayor libertad respecto al modelo y donde se mues-tra más claramente el estilo moheda-nesco.

Bibliografía

Fernández Rodríguez, 1943, p. 32; Fernández Rodríguez, 1971, p. 83; Ro-mero Benítez, 1981, p. 185; Romero Benítez, 1989 p. 330; Romero Benítez, 2004g p. 26; Fernández López, 2004, pp. 198-199.

[J.R.B.]

VIRGEN DE LA ANTIGUA

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Autor: Juan Bautista Vázquez, el Viejo o el Mozo

Cronología: hacia 1565-1580

Tipo/morfología: escultura

Procedencia: Real Colegiata de San-ta María la Mayor, Antequera

Ubicación actual: Real Colegiata de San Sebastián, Antequera

Material: madera tallada, dorada y policromada

Medidas: altura = 123; anchura = 71; fondo = 46 cm

Estado de conservación: bueno

La advocación de la Virgen de la Anti-gua tiene un origen medieval, aunque los datos más antiguos del culto en Antequera se remontan a 1582, cuan-do la cofradía de este título solicitó al Ayuntamiento un lugar en la Plaza Alta para construir una capilla, que debió de ser de carácter votivo. Sabe-mos que la imagen recibió culto en el interior del templo de la Real Colegia-ta de Santa María hasta su traslado a la nueva sede institucional en la parro-quia de San Sebastián en 1692, donde permanece. Los rasgos formales y estilísticos de la escultura reflejan la estética manierista que predominaba en el arte sevillano del último tercio del siglo XVI y su datación coincide en el tiempo con la necesidad cofrade de la capilla votiva.

La advocación, la necesidad de un es-pacio de culto externo y la presencia de la fruta simbólica en la mano de la Virgen, recurso iconográfico me-dieval, nos inducen a considerar la existencia de una imagen y un culto anterior al siglo XVI. La escultura y el deseo de una capilla externa reflejan un resurgimiento devocional, tal vez a raíz de las consecuencias doctrinales del Concilio de Trento sobre el culto mariano y la humanización de Jesús.

La escultura está tallada en madera y su policromía consta de carnaciones de tono claro y decoración estofada en la que predominan los motivos florales y los colores dorado, blanco y azul. La imagen conserva la poli-cromía original de sus carnaciones, mientras la decoración estofada de

su indumentaria fue modernizada en la segunda mitad del siglo XVIII y presenta semejanza con la técnica po-licromada de las esculturas de Diego Márquez. Esta reforma corresponde a la época en la que Andrés de Carvajal hizo las esculturas del retablo que la cobija. La excelente calidad de esta remodelación barroca ha contribuido favorablemente a la unidad artística de la obra.

La advocación de la Antigua no posee una iconografía específica, aunque por su origen medieval se representa a la Virgen sedente o de pie con el Niño en brazo o sobre su regazo. La Virgen antequerana está sentada en un es-cabel con Jesús Niño dormido sobre su pierna izquierda. Ella lleva una fru-ta simbólica en la mano derecha que muestra alzando ligeramente el brazo, a la vez que con el otro brazo envuelve a su hijo por la espalda. El simbolis-mo de la fruta (pera) hace referencia a la naturaleza humana de Jesús. La figura femenina está concebida como una matrona clásica que dirige su mi-rada serena hacia abajo en actitud de respeto, más centrada en el creyente o espectador que estuviera frente a ella que en la presencia del niño. Este re-curso expresivo se aprecia también en algunas esculturas de Juan Bautista Vázquez el Viejo, como la Virgen con el Niño (1565) del facistol de la Cate-dral hispalense. La imagen de Ante-quera fue tallada para estar adosada a un fondo de un retablo a modo de sitial, por lo que su punto de vista es frontal, a pesar de que la disposición de sus piernas y los plegados del man-

VIRGEN DE LA ANTIGUA

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to muestran un elegante dinamismo y un valiente juego de volúmenes que reflejan la maestría de su autor.

A pesar de su advocación, la represen-tación de María con su hijo dormido o ensimismado también suele deno-minarse Virgen del Reposo, como la versión renacentista en barro cocido y policromado de la Catedral hispa-lense atribuida a Michel Perrín (hacia 1540), la de autor anónimo del siglo XVI que existió en Alanís (Sevilla) y la antigua imagen barroca de Valverde del Camino (Huelva).

El escultor de la Virgen de la Anti-gua talló una bella imagen de Jesús dormido con el cuerpo ligeramente contorsionado en posición arqueada, pues inclina su cabeza hacia delante en actitud dormida apoyándola leve-mente en su mano derecha, en la que quedan restos de la pequeña cruz que llevaba. Su anatomía muestra fuerte plasticidad a través de la blandura del modelado y de la característica mus-culatura manierista, excesivamente musculosa. En este tipo de modelado y en la solución técnica y compositi-va de la cabeza y de los cabellos de la figura infantil apreciamos el estilo artístico que Juan Bautista Vázquez el Viejo introdujo en la escultura sevilla-na del siglo XVI.

En estudios anteriores hemos resu-mido las diferentes atribuciones que esta escultura ha tenido desde 1943. El historiador y pintor antequerano José María Fernández atribuyó la imagen al escultor Diego de Velasco, artista

castellano activo en Sevilla en las dé-cadas de 1560-1590, desconociéndose los fundamentos históricos o artísti-cos que le sirvieron para plantear esta hipótesis. Años después, el profesor sevillano José Hernández Díaz no re-chazó esta autoría en su primer estu-dio sobre la escultura manierista o del Bajo Renacimiento sevillano (1951).

Décadas después, el profesor Jesús Miguel Palomero la incluyó en la pro-ducción de Jerónimo Hernández, ar-tista castellano y discípulo de Juan Bautista Vázquez el Viejo, al observar afinidades estilísticas con la Virgen del Rosario de la iglesia sevillana de Madre de Dios y la Virgen de la O de Ubrique (Cádiz). Suponemos que esta atribución a Jerónimo Hernández también se fundamentó en el parecido de la figura infantil con los tallados en el retablo mayor de la iglesia de San Mateo de Lucena que este escultor y Juan Bautista Vázquez el Viejo hicie-ron entre 1570-1579. Sin embargo, las esculturas exentas de Hernández no poseen la misma técnica escultórica que la Virgen antequerana en el mo-delado de la cabeza del niño y en la talla de los ropajes. Esta autoría fue mantenida por el historiador del arte Jesús Romero en sus ediciones de la Guía Artística de Antequera, aunque destacando la influencia artística de Miguel Ángel a través del escultor Vázquez el Viejo.

Posteriormente hemos estudiado esta Virgen en dos ocasiones como obra del círculo de este último maestro y su hijo Juan Bautista Vázquez el Mozo.

En particular con las obras de Váz-quez el Viejo en relación al concepto del movimiento, en el tratamiento de la morbidez del cuerpo y en la simili-tud formal de la cabeza de este niño con otros tallados por él en varios gru-pos: la Huida a Egipto (1561-1562) del retablo mayor de la Catedral hispa-lense; la Virtud de la Caridad, relieve de piedra con forma de tondo (1564) en la portada de la iglesia del Hospi-tal de las Cinco Llagas; la Virgen de las Fiebres (1561) de la iglesia de la Magdalena, Sevilla; la Virgen con el Niño (1565) del facistol de la Catedral hispalense; otra Virgen con el Niño (c. 1570-1572), relieve esculpido en piedra en la fachada de la iglesia de la Anun-ciación, antigua sede de la Casa Pro-fesa de los jesuitas sevillanos; y la Vir-gen de la Piña (1577-1578) de la iglesia de Santa María de la Oliva de Lebrija.

Este escultor era natural de Ávila y la historiografía le relaciona con Alonso Berruguete. Trabajó en Toledo y se estableció definitivamente en Sevi-lla a partir de 1561, donde murió en 1589. Desde esa ciudad realizó traba-jos para otras localidades cercanas a Antequera: tres retablos para Málaga, actualmente perdidos, con destino a la capilla de Juan Contador en la igle-sia de los Santos Mártires (hacia 1564) y al presbiterio y capilla Dorada de la Catedral (hacia 1579); y el magnífico retablo mayor de la iglesia de San Ma-teo de Lucena que se conserva, reali-zado en la década de 1570 conjunta-mente con Jerónimo Hernández.

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La autoría de la Virgen de la Antigua podría ser también de su hijo Juan Bautista Vázquez el Mozo, quien la realizaría en fecha anterior a las escul-turas del retablo de Santa Ana (1584), actualmente dedicado a la Inmacula-da Concepción, de la iglesia sevillana de la Anunciación y a los relieves que se le atribuyen en el retablo mayor del Monasterio granadino de San Jeróni-mo, en cuyas obras pervivió la huella artística de su padre.

Bibliografía

Fernández Rodríguez, 1943, p. 43; Her-nández Díaz, 1951 (1999), p. 47; Fer-nández Rodríguez, 1971, pp. 95-96; Pa-lomero Páramo, 1981, p. 102; Romero Benítez, 1981, p. 39; Romero Benítez, 1989, pp. 57-58; Romero Torres, 1998, p. 134; Romero Torres, 2004, pp. 160-164.

[J.L.R.T.]

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Cronología: siglo XVII

Tipología/morfología: pintura

Procedencia: Ermita de la Puerta de Málaga en Antequera

Ubicación actual: Real Colegiata de Santa María la Mayor de Antequera

Nº de inventario: ATQ/MUS/3.97

Material: óleo sobre lienzo

Medidas: altura = 95; anchura = 87,5 cm

Estado de conservación: bueno

Esta pintura de la Virgen de Espera o de la Esperanza gozó antaño de gran devoción en su primitiva localización, la Puerta nazarí llamada de Málaga, en el recinto de la muralla urbana de Antequera. Sin duda quiere represen-tar, aunque con plena libertad barroca, la imagen gótica que trajo el Infante cuando la conquista, que durante si-glos presidió la capilla del Sagrario de la Colegiata de Santa María y hoy se conserva en la antigua Sacramental de San Sebastián, escultura que tam-bién forma parte de esta Exposición.

La Virgen aparece sentada, mirando fijamente al espectador y con el Niño Jesús sobre su pierna izquierda, al tiempo que porta en su mano derecha una pera. Viste túnica roja, ajustada a la cintura con una cinta, y manto azul de plegado bastante convencional. Sobre una mesa situada delante de la

figura, a la altura de las rodillas, con-templamos una canastilla con frutas a manera de bodegón místico. Al fondo de la composición destaca la recorta-da silueta de las murallas almenadas de Antequera.

Se trata de una obra de mediana ca-lidad, que, por su exposición perma-nente casi a la intemperie, ha sufrido sucesivos repintes y restauraciones. De hecho, en su franja inferior apare-cieron restos de inscripciones difíciles de leer, durante los trabajos de restau-ración llevados a cabo con motivo de esta Exposición en el Centro Munici-pal de Patrimonio Histórico de Ante-quera.

Bibliografía

Romero Benítez, 2004b, p. 19.

[J.R.B.]

VIRGEN DE ESPERA

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Cronología: siglos XVI-XVII

Tipología/morfología: plato de cerá-mica en azul sobre blanco

Procedencia: control arqueológico en las Barbacanas norte. Alcazaba de Antequera, 2002

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Nº de inventario: ATQ/ALC-BARB NORT-02/Mod.nº01.

Medidas: diámetro máximo = 28; al-tura = 8 cm

Técnica: cerámica esmaltada con óxi-dos de estaño y plomo.

Estado de conservación: restaurado en 2002. Estable.

Plato de cerámica mayólica, recubier-to por esmalte blanco opaco a base de estaño sobre el que se ha pintado el ornamento coloreado en azul oscuro consistente en una efigie femenina y adorno floral. Es a partir del siglo XV cuando se retoma el principio de-corativo de difundir el retrato de una persona sobre determinados elemen-tos de la vajilla. La medalla combina el gusto antiguo por el retrato idea-lizado con el del emblema (lema y sentencia) formado este último en la sociedad cortesana de finales de la Edad Media. El Renacimiento cultivó estos dos componentes con el mismo deleite y este arte, tras recibir un im-pulso admirable en la Italia del siglo XV, se propagó por Francia, España y el Sacro Imperio Germano, donde flo-reció mientras se hizo honor al retrato y al emblema, es decir, a la ilusión y al símbolo. Sin duda uno de los retratos sobre platos mas famosos es el de la Duquesa de Saboya, Ana D´Este , da-tado en 1595 y firmado por Jean Ray-mond (Camón Aznar, 1951, p. 24) .

Nuestro ejemplar muestra un retrato de un personaje femenino, de busto de dos cuartos a la izquierda, peinado recogido con bucles, escote genero-so y cuello tocado con collar, la nariz aparece exageradamente alargada, estrecha y aflechada. Un elemento floral, posiblemente un lirio, comple-ta el campo decorativo enmarcado en una doble cenefa. Quizá se trata del retrato de un personaje público del municipio (sospecha fundada en la lo-calización del hallazgo).

Este plato procede de la intervención arqueológica de a poyo a la consoli-dación llevada a cabo por el Ayunta-miento de Antequera en la denomi-nada “Casa del Corregidor” en el año 2002 (entre la Barbacana Norte del Castillo y la calle de Herradores).

Bibliografía

Camón Aznar, 1951, p. 24; Romero Pé-rez, 2004a, p. 23.

[M.R.P.]

PLATO CON RETRATO

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Cronología: siglo XVI-XVII

Tipología/ Morfología: escudillas

Procedencia: control arqueológico “Consolidación Barbacanas Norte. Año 2002”, Antequera

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/ALC/MOD.nº02(Ref.deexposición:nº83)

Material: cerámica

Medidas: diámetro= 12,5 y 13; altura: 7,5 y 8 cm

Estado de conservación: reintegra-ción con escayolas y tintas planas; estables.

Grupo formado por tres escudillas, también denominados "cuencos de conquista". Son las piezas más fre-cuentes de los ajuares cerámicos cris-tianos desde el siglo XV hasta el siglo XVII. Posteriormente derivarán en los populares tazones que han pervivido hasta hace pocos años. Son muy fre-cuentes en vedrío blanco en el caso de los talleres antequeranos y, en menor medida, melados y verdes. Estas pie-zas proceden de los niveles de amor-tización de las murallas musulmanas en el sector del barrio de San Juan.

Bibliografía

Romero Pérez, 2004h.

[M.R.P.]

ESCUDILLAS

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Cronología: siglo XVI-XVII

Tipología/ Morfología: olambrillas

Procedencia: control arqueológico “Consolidación Barbacanas Norte. Año 2002”, Antequera

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/ALC/MOD.nº03(Ref.deexposición:nº84)

Material: cerámica

Medidas: diámetro y lado= 7,5 cm

Estado de conservación: piezas com-pletas con erosiones antiguas

Se trata de algunos ejemplos (6 unida-des) de las olambrillas que formaban parte del pavimento de una de las es-tancias de la Casa del Corregidor. Pro-ceden de la intervención arqueológica de apoyo a la consolidación llevada a cabo por el Ayuntamiento de Anteque-ra en la casa del Corregidor en el 2002 (entre la barbacana norte y la calle de Herradores).

Bibliografía

Romero Pérez, 2004i.

[M.R.P.]

OLAMBRILLAS

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Cronología: siglo XVI-XVII

Tipología/ Morfología: pintura mural

Procedencia: Intervención Arqueoló-gica Puntual en la Alcazaba de Ante-quera de 2007

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Número de inventario: ATQ/ALC/MOD.nº04(Ref.deexposición:nº85)

Material: mortero de cal, yeso y pin-tura

Medidas: diámetro= 35; altura: 24; grosor= 18 cm

Estado de conservación: consolida-das, ligeras disgregaciones

Se trata de dos fragmentos de muro realizado con mampuesto y revestido con yeso, exhumados en la Alcazaba, en la vivienda identificada como la del Alcaide. Presentan restos de letra de 30 cms de alto en mayúscula capital cuadrada pigmentadas en color ne-gro.

[M.R.P.]

RESTOS DE PINTURA MURAL

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Autor: Eduardo Lucas Moreno

Cronología: 1885

Tipología/morfología: pintura

Procedencia: comercio de arte

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Nº de inventario: ATQ/MUS/3.97

Material: óleo sobre lienzo

Medidas: altura = 151; anchura = 90 cm

Estado de conservación: bueno

Este lienzo es copia casi exacta de una composición del pintor Serafín Martínez del Rincón realizada en 1880 por encargo del Ayuntamiento de Má-laga, donde aun se conserva. Un año después esta obra original, de la que conocemos al menos dos réplicas de formato menor, participó en la Exposi-ción Nacional de Bellas Artes de Ma-drid con el número 417 del catálogo.

El copista y autor de nuestra obra, Eduardo Lucas Moreno, fue un pin-tor malagueño nacido en Churriana que sabemos trabajó en el estudio de Ferrándiz. Siendo joven marchó a Ma-drid, participando en las exposiciones de 1890 con ‘El puente de San Martín en Toledo’ y en 1892 con ‘La chula’. En la Corte se dedicó a la compra-venta de pintura antigua, trasladando des-pués este negocio a Paris.

Este lienzo fue copiado por Lucas Moreno en 1885, directamente del original de Martínez del Rincón en el propio Ayuntamiento de Málaga, cuando su autor ya había abandonado la capital. Martínez del Rincón, nacido en Palencia en 1840, impartió sus en-señanzas artísticas en Málaga entre los años 1875 y 1883, pasando en esta última fecha a la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.

La composición representa el mo-mento legendario en el que los ena-morados de la Peña, él cristiano y ella mora, se abrazan antes de lanzarse al vacío. Sus vestimentas o el estado que presentan éstas, algo atildadas y un tanto sacadas de una opereta ro-mántica, no parecen corresponderse con las trágicas circunstancias en las que se supone se desarrollan los hechos. El autor reproduce fielmente tanto el dibujo como el colorido origi-nales, aunque su técnica resulta me-nos suelta que la del maestro al que imita, posiblemente por tratarse de un trabajo temprano, como lo demuestra el tamaño excesivo de la firma, algo sin duda propio del engreimiento ju-venil. Lucas Moreno también pudo utilizar para encajar el dibujo de su pintura la reproducción que se publi-có, a toda página, en ‘La Ilustración Española y Americana’ (1881, número XXII, página 889) del cuadro de Martí-nez del Rincón.

Bibliografía

Peña Hinojosa, 1964; Sauret Guerrero, 1987.

[J.R.B.]

LA PEÑA DE LOS ENAMORADOS

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Cronología: 1732

Tipología/morfología:

Ubicación actual: Iglesia de Santo Domingo de Antequera. Custodia la Pontificia y Real Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario de Ante-quera

Material: óleo sobre lienzo

Medidas: altura = 178; anchura = 231,50 cm

Estado de conservación: bueno

Inscripción:

“EXPERIMENTÓ ESTA CIUDAD DE ANTEQUERA UN PESTILENCIAL CONTAGIO, DECLARADO EL DÍA 12 DE MAIO DE 1679. Y PARA SU REME-DIO SE DECRETÓ PARA HOSPITAL (1) TODO EL BARRIO NUEBO. LOS CARNEROS (2) CERRO DE LA HOR-CA. CONVALECENCIA // (3) CALLE BADILLO. Y AL MISMO TIEMPO, SE OCURRIÓ LA PIEDAD DIVINA, CON PROSECIONES DE PENITENCIA LLE-BANDO LAS IMÁGENES MÁS DEBO-TAS. Y RECONOCIENDO LOS MILA-GROS QUE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO HASÍA CON EL ASEITE DE SU LÁNPARA, OBLIGÓ // AL SEÑOR CORREGIDOR (4) DON FERNANDO REMIRES DE ALCÁNTARA Y A LOS CABALLEROS COMISARIOS A PE-DIR AL REVERENDO PADRE PRIOR FRAY MANUEL DE SANTO TOMÁS (QUE DESPUÉS FUE OBISPO DE MÁ-LAGA) DIESE LICENCIA PARA QUE SALIERA A LAS CALLES ESTA SE-ÑORA. SE CONSIGUIÓ UN DÍA MAR-TES // 17 DE JUNIO. Y AL VESTIR LA IMAGEN Y PONER LAS ANDAS, SO-BREVINO UNA CRUDA TORMENTA, LA QUE SERENÓ NUESTRA MADRE AL SALIR, VIÉNDOSE UN ARCOYRIS, QUE UNO DE SUS EXTREMOS ESTA-BA SOBRE ESTA IGLESIA. LLEGÓ AL HOSPITAL // LLENO DE ENFERMOS. LOGRARON EL ALIBIO, NO MURIEN-DO AQUELLA NOCHE, ABIENDO FA-LLECIDO LA ANTECEDENTE MÁS DE

700. PREDICÓ EN LA PLACETA (5) EL PADRE PRIOR. BOLBIÓ LA IMAGEN A LA MEDIA NOCHE. A LOS OCHO DÍAS SE CON // MOBIÓ EL PUEBLO Y VOTANDO ESTA CIUDAD POR PA-TRONA A ESTA SEÑORA, BOLBIÓ A SALIR AL ANOCHECER. Y SE VIO EL ANUNCIO DE NUESTRA FELICIDAD EN UNA PALOMA, QUE RODEANDO LAS ANDAS, ANDUBO CON LA PRO-CECIÓN POR TODAS LAS CALLES // ERA IA AL AMANECER CUANDO BOLBÍA AL CONBENTO LA SEÑO-RA, I AL LLEGAR A LA FUENTE PA-SILLAS, NO LA PUDIERON MOBER, HASTA QUE SE ENCAMINARON AL BARRIO DE SAN JUAN PARA EL BENEFICIO DE TODOS, EL QUE SE CONTINUÓ CON EL ACEITE // DE SU LÁMPARA. EL DÍA 2 DE AGOSTO SE PUBLICÓ LA SALUD. Y A 4 DE OCTU-BRE SE PUBLICÓ EL COMERCIO. Y PARA MEMORIA COSTEÓ EL LIENZO JUAN BATISTA (6) NAPOLITANO, CI-RUJANO MAYOR. Y LO RENOBÓ UN DEVOTO Y SCLAVO DE MARÍA SAN-TÍSIMA. AÑO DE 1732”

Estamos ante una de las más estima-das joyas pictóricas atesoradas en Antequera. Su valor excede cualquier apreciación artística, al constituir uno de los pocos testimonios gráficos de las difíciles y extraordinarias circuns-tancias conjugadas en una población del Antiguo Régimen ante una terrible calamidad. El lienzo se nos presenta como una ventana abierta a un espa-cio teatral, insólito, curioso y único. Cada escena conforma un episodio dentro de un minucioso relato, cen-trado en el padecimiento de los an-tequeranos durante el duro contagio pestilencial de 1679 y la salvación pro-veída por la Virgen del Rosario, ante el fervor y súplicas de sus fieles. El telón

de fondo es la morfología urbana de la ciudad dieciochesca, y como pro-tagonistas indiscutibles tenemos la enfermedad, sus estragos y, por enci-ma de todo, la milagrosa intervención mariana. Destaca la incongruencia cronológica entre la representación de unos hechos acontecidos en el últi-mo cuarto del siglo XVII y un escena-rio ambientado en la decimoséptima centuria —según demuestran las in-dumentarias de los personajes o el de-talle de la cúpula original de la iglesia de San Sebastián, datada en 1709—. Dicha peculiaridad se debe a que hoy contemplamos una renovación del ex-voto, fechada en 1732 y financiada por un personaje anónimo y afecto a la ad-vocación del Rosario. La composición original, producida inmediatamente después de la catástrofe, corrió a car-go de uno de los cirujanos implicados en la cura directa de los apestados, Juan Bautista Napolitano, según reza la extensa leyenda localizada en la franja subyacente del cuadro. Este pri-mer patrocinio explica la repetida fi-guración de dicho facultativo “sanita-rio” en los planos inferiores de la obra, al cual reconocemos practicando san-grías, cauterización de bubones con hierros incandescentes y braserillos, así como aplicando gasas impregna-das con el aceite de las luminarias de la Virgen del Rosario, al ser el ungüen-to más recomendado por la medicina de aquel entonces, lógicamente no por sus elementos farmacológicos, sino dados sus inexplicables efectos sanadores.

LA EPIDEMIA DE PESTE

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Al mismo nivel distinguimos a los des-heredados, forzados a realizar la tarea más repudiada: recoger los cadáveres abandonados por las calles y trans-portarlos a la zona extramuros para sepultarlos en carneros, donde espe-sas capas de tierra y cal iban silencia-do las incalculables vidas dilapidadas por la pandemia. Junto a estas gran-des fosas comunes también hallamos los quemaderos. Allí, las llamas puri-ficadoras consumían aquellos objetos infectados por el mal, sobre todo tex-tiles y maderas. El grado de destruc-ción humana y material, en el fatídico año de 1679, resulta indescriptible.

En el centro del entramado arquitec-tónico adivinamos el Hospital de San Juan de Dios, abierto como una casita de muñecas. Aunque esta institución benéfica no funcionó como lazareto, pues para ello se emplearon viviendas particulares ubicadas en las calles más periféricas, lo cierto es que el suicidio de un enfermo al lanzarse por una ventana, poniendo fin a su rabio-so dolor, o la implicación de religiosos en la asistencia de los afectados por el virus, sí se corresponden con el con-texto real de la tragedia.

Flanqueando uno de los laterales del hospital asoma el inicio de una larga procesión, cuya comitiva se extiende por la zona alta de la urbe, hasta al-canzar una de las puertas de acceso, emplazada en las inmediaciones del Convento de Capuchinos. En la ca-becera, identificamos la imagen de María Santísima del Rosario, portada en andas por las autoridades civiles

y custodiada por los padres domini-cos quienes, tras varias suplicas del gobierno local, abrieron las puertas de su Basílica para hacer ostensible, por los lugares más públicos de la ciudad, a tan insigne y querida titu-lar. Este único desfile simboliza dos, convocados en distintas fechas, en los cuales se experimentaron hechos maravillosos relacionados con el fin de la epidemia. En la primera salida, realizada la noche del 17 de junio de 1679, las crónicas hablan de una gran tormenta, apaciguada en cuanto la imagen pisó la calle, hecho tras el cual apareció un arco iris posado so-bre el hospital de enfermos, cesando así las masivas defunciones. Durante la segunda, acontecida el 25 de junio de 1679, una vez declarada la Virgen del Rosario patrona de Antequera, una paloma acompañó a la venerable Señora en su recorrido, revoloteando entre su palio, como anuncio del com-pleto restablecimiento de la salud.

Todos estos prodigios están testimo-niados en el cuadro, completados con elementos propios de una pintura pro-gramática de espíritu barroco, dedica-da a la exaltación de la fe. Así, en el cielo, proyectado en la parte superior de la obra, aparece María Santísima rodeada de su cortejo de ángeles, de-teniendo las fechas fulgurantes, símil de la peste en el lenguaje artístico desde el Medievo. La lectura es senci-lla: el arrepentimiento y la contrición de los pecados en actos religiosos públicos y, sobre todo, la confianza y devoción de los antequeranos en la in-

tercesión mariana, les valió finalmen-te la misericordia divina.

Si bien desconocemos el nombre del artista, nos hacemos eco de las re-flexiones de José María Fernández, cuando insinúa la intervención de, al menos, dos pinceles distintos en la consecución final de esta obra. De un lado, aquel basado en los perfiles del dibujo, a veces de proporciones distorsionadas, según reflejan las fi-gurillas del primer plano, parecidas a muñecos de guiñol, con la repetida y dramatizada expresión dolorosa en sus facciones. Por otro, la pincelada suelta, basada en el color, advertida en la recreación de los cadáveres api-lados en las desembocaduras de las callejuelas o en la hilera de devotos insertos en el desfile procesional.

El cuadro de La epidemia de peste, custodiado en la nave de la epístola de la iglesia de Santo Domingo de An-tequera, junto a la capilla y camarín de la Virgen del Rosario, forma parte del rico y abundante patrimonio de esta apreciada y majestuosa imagen. No obstante, y cada vez con más fre-cuencia, podemos admirarlo fuera de su sede habitual, en numerosas expo-siciones de ámbito local, provincial y autonómico.

La condensación de datos sobre el paisaje urbanístico, las prácticas mé-dicas, además de la mentalidad y reli-giosidad propias de la Edad Moderna, hacen de este impresionante lienzo una pieza única en España, iniguala-ble por la cantidad y calidad de infor-

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maciones facilitadas sobre los efectos de una epidemia. En el caso concreto de Antequera, testimonia uno de los episodios más dramáticos y capitales de su pasado pues, a raíz de los emba-tes pestíferos del siglo XVII, la ciudad perdió la preponderancia y prosperi-dad de las centurias anteriores.

El inexorable transcurrir del tiempo acaba por diluir y borrar la intensidad de muchos sucesos. Por suerte, la Historia se empeña en dejar su huella no sólo en papel, también en impor-tantes documentos artísticos como el presente.

Bibliografía

Carrrillo Martos, 1971; Fernández Ro-dríguez, 1935; León Vegas, 2007; Ro-mero Benítez, 2004, p. 22.

[M.L.V.]

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Cronología y lugar de redacción: Va-lladolid, 1411, Junio, 15

Tipología/morfología: Juan II, Rey de Castilla: Real Provisión al Concejo, alcaide, alcaldes, alguacil, regidores, oficiales y hombres buenos de la villa de Antequera, mandando que sean nombrados dos alcaldes ordinarios cada año a suertes de entre los veci-nos; huella de sello de placa

Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Mu-nicipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales)

Número de inventario: legajo 34, car-peta 202

Material (soporte): papel

Medidas: altura = 31; anchura = 14’5 cm

Estado de conservación: restaurado

Firma: Reina madre doña Catalina de Lancaster e Infante don Fernando

REAL PROVISIÓN AL CONCEJO DE ANTEQUERA POR LA QUE SE ESTABLECE EL NOMBRAMIENTO DE DOS ALCALDES ORDINARIOS ENTRE LOS VECINOS CADA AÑO FECHADA EL 15 DE JUNIO DE 1411

Tras la incorporación definitiva de An-tequera a la corona castellana el 24 de septiembre de 1410, la ciudad se con-vierte en villa de frontera, comenzan-do un difícil y conflictivo periodo en el que el trabajo diario de las gentes que repueblan este territorio va a la par con el servicio de armas.

En junio de 1411, los reinos de Casti-lla y Granada están en tregua. Tras la tomadeAntequera, Yūsuf III solicitaal regente la firma de un tratado de tregua por diez y siete meses, a fin de poder recuperarse de la prolongada campaña militar que supuso el cerco antequerano.

La real provisión esta datada en Valla-dolid, lugar donde, según la Crónica del rey Juan II, el Infante había llega-do el 2 de abril procedente de Sevilla, para reunirse con Catalina de Lancas-ter y el rey don Juan, y responde al proceso de normalización ciudadana junto con los repartimientos de tierras a sus nuevos habitantes. Se establece una incipiente organización adminis-trativa. Esta estructura de los muni-cipios de la España medieval no fue uniforme en todos ellos. Al frente del concejo local se encontraba un juez, como jefe político del municipio, que solía tener funciones gubernativas y judiciales, llamado en origen Justi-cia, Alcalde o Zalmedina (de ṣāḥib al-madīna, “señor de la ciudad”).

En este documento el rey autoriza a la villa de Antequera para que nombre a dos alcaldes de lo ordinario. Estos

alcaldes locales debían ser elegidos entre los vecinos. El número de dos implicaba la existencia de dos colla-ciones o parroquias ya constituidas en 1411. Son las de San Salvador y San Isidoro. Además, esta carta real faculta a los vecinos de la villa a elegir o designar anualmente a estos cargos concejiles. Esta merced que permitía esta elección popular constituyó la ca-racterística esencial de la autonomía de las comunidades locales.

En los municipios castellanos esta elección solía efectuarse a princi-pios de octubre y se hacía por cada una de las collaciones o barrios, a partir de una lista o padrón de veci-nos. Aunque teóricamente podían ser elegidos cualquiera, desde un principio, sobre todo a partir del si-glo XIII, se requería la posesión de un determinado patrimonio inmue-ble. Con el tiempo, las magistraturas concejiles llegaron a quedar reser-vadas solamente a los vecinos más acomodados, o sea, a los caballeros de las ciudades y villas, que, dotados de algunos privilegios y exenciones, formaban la oligarquía.

En nuestra ciudad, durante práctica-mente todo el siglo XV, fue la casa de Narváez, quien controló los cargos.

En términos diplomáticos este docu-mento es una Real Provisión, aunque tiene estructura de carta albalá.

Su texto es el siguiente:

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“Don Juan por la graçia de Dios rey de Castilla, León, de Toledo, de Galiçia, de Sevilla, de Cordoba, de Murçia, de Ja-hen, del Algarbe, de Algezira, e señor de Vizcaya e de Molina, al conçejo, e alcayde, alcaldes, alguazil, regidores, ofiçiales e omes buenos de la mi villa de Antequera, salud e graçia. Sepades que vi vuestra petiçión, que me envias-tes por la qual entre las otras cosas me enbiastes dezir que pluguiese a mi me-rçed quelmí alcayde e alcaldes e alguazil mayor e reigdores desa dicha villa que agora son o fueren de aquí adelante que puedan dar e den a cada año las alcal-deas ordenarias de que yo provei luego de presente en esa dicha villa e que fue-

sen echadas por suertes a los vezinos desa dicha villa por que todos oviesedes e gosaredes de los ofiçios desa dicha villa e que los dichos alcaldes oviesen (ilegible por borrón de tinta) que con los dichos ofiçios de alcaldías la qui-tación de mi merced fuese e otrosí los derechos segund uso e costumbre de las otras villas de la frontera. Sabed que me plaze e mí merced es que los dichos dos alcaldes ordinarios que ayan los de-rechos que les pertenecen por razón de los dichos oficios segund han los otros mis alcaldes ordinarios en las otras dichas mis villas fronteras e non otra quitación ninguna. Porque vos mando que lo fagades e cumplades todo así en

la manera que dicho es et mi merced e voluntad es que vos los dichos ofiçiales mandades dar e dedes las dichas dos alcaldías de cada un año segund dicho es et non fagades ende al por alguna manera so pena de la mi merced e de dies mill maravedíes a cada uno para la mi cámara. Dada en la villa de Valladolid quinze días de junio año del nacimiento de nuestro Señor JhesuChristo de mill e quatroçientos e honze años. Yo Diego Fernández de Valladolid la fis por man-dado de los señores reyna e infante, tutores de nuestro Señor el rey e regi-dores de los sus regnos”.

[J.E.J.]

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Cronología y lugar de redacción: Cantalapiedra, 1443, junio, 8

Tipología/morfología: Juan II, Rey de Castilla y León. Privilegio rodado dirigido a Fernando de Narváez, alcai-de mayor de la ciudad de Antequera y alcaide de la ciudad de Córdoba y al Consejo, alcaldes, alguacil, regido-res, caballeros, escuderos, jurados, oficiales y hombres buenos, vecinos y moradores de Antequera concedien-do a la villa de Antequera el título de ciudad

Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Mu-nicipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales)

Número de inventario: legajo 34, car-peta 222

Material: pergamino, con sello de plo-mo colgante

Medidas: altura = 77; anchura = 62 cm

Estado de conservación: bueno

Se trata de la prerrogativa de conver-tir en ciudad a la villa de Antequera. Este Privilegio está otorgado el 9 de noviembre de 1441, por medio de una carta albalá y confirmado dos años después en Cantalapiedra, el 8 de ju-nio de 1443, por medio de este privile-gio rodado.

Este documento, de alguna forma, marcará directamente la evolución de Antequera a lo largo del siglo XVI.

“…por hacer bien y merced a vos el Consejo, Alcalde, Alcaldes, Alguaciles, Regidores, Caballeros, Escuderos, Ju-rados, y hombres buenos de la mi villa de Antequera, porque de aquí adelan-te para siempre jamás, la dicha villa sea ciudad y se llame la villa de Ante-quera, Ciudad de Antequera, e haga e goce en cuanto a ciudad todas las prerrogativas e preeminencias, ornas y exenciones e privilegios que han de que gozan las otras ciudades de mis reinos. Y mando al príncipe don Enri-que mi hijo primogénito, heredero, y a los infantes, duques, condes, ricos hombres, maestres de las ordenes, priores y a los de mi Consejo, oidores de la mi audiencia, alcaldes, alguaciles, y otras justicias de la mi Casa y Corte y Chancillería e a todos los Consejos, alcaldes, alguaciles, regidores, caballe-ros, escuderos y hombres buenos de todas las ciudades, villas y lugares de los mis reinos y señoríos y a todos los otros mis súbditos y naturales de cual-quier estado, condición y preeminen-cia o dignidad que sean o cualquier o cuales quién que sean de ellos, que así

lo guarden, cumplan e hagan guardar y cumplir en todo y por todo, y que no hayan ni pasen ni consientan ni pasar contra ello ni contra cualquiera cosa ni parte de ello ahora ni en ningún tiem-po ni por alguna manera, sobre todo lo cual mando al Chanciller, notarios y a lo otros oficiales que están a la tabla de los mis sellos, que vos den, libren e pasen a sellar mi carta de privilegio, la más firme, bastante que menester hubieredes en esta razón…”.

Presenta una bella rueda policromada con el escudo de Juan II, rodeado de las firmas de los escribanos y oficiales de la Chancillería. Además ha conser-vado también un interesante sello de plomo colgante unido al pergamino por unos hilos trenzados de seda.

Este privilegio fue la respuesta real a la complicada situación que en torno a estos años estaba sufriendo Ante-quera, con constantes e interminables enfrentamientos fronterizos que tan solo son frenados por las esporádicas treguas que se firman con el reino gra-nadino.

El hundimiento de la frontera agravará la crisis y la corona, en un intento de buena voluntad, beneficiará a Ante-quera, otorgándole nuevos privilegios, entre ellos este al que nos referimos y, unos años después, el de homicianos.

[J.E.J.]

PRIVILEGIO RODADO DE JUAN II A FERNÁNDO DE NARVÁEZ

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Cronología y lugar de redacción: Toro. 1448, abril, 27

Tipología/morfología: Juan II, Rey de Castilla y León. Privilegio rodado dirigido al Príncipe Enrique, a los pre-lados, duques, condes, marqueses, ricos hombres, maestres, priores, co-mendadores y subcomendadores, al-caides, miembros de su Consejo, oido-res de la audiencia, alcaldes de la Cor-te, justicia mayor, alguaciles, alcaldes, merinos, veinticuatros, jurados, justi-cias, regidores, oficiales y personas de sus reinos y señoríos, confirmando el privilegio de homicianos concedido a la ciudad de Antequera por él mismo en Valladolid el 20 de febrero de 1448, por el que concede perdón a todas las personas que, habiendo cometido de-litos criminales, residan en Antequera durante un año y un día

Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Mu-nicipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales)

Número de inventario: legajo 34, car-peta 223

Material: pergamino, con sello de plo-mo colgante

Medidas: altura = 66’5; anchura = 59 cm

Estado de conservación: bueno

Sin duda el rasgo más característico del derecho fronterizo fue el llamado privilegio de homicianos, cuyos pre-cedentes se encuentran en el fuero de Sepúlveda de 1076. Su objeto princi-pal era el de impulsar la defensa y la repoblación de las villas fronterizas. Del privilegio de homicianos se excep-túan tan sólo determinados delitos, como la traición, la entrega o rendi-ción de castillos y el quebrantamiento de la tregua.

En este privilegio, como en otros de esta época, se introduce una novedad con respecto a similares documen-tos de otras épocas. Y es que se fija el tiempo que había que residir en la frontera para que los delitos se consi-deran prescritos: un año y un día; esta cláusula aparece por primera vez en el otorgado a Gibraltar en 1310. Con el privilegio de homicianos no se preten-día -o al menos no era esta su primera finalidad- acentuar el poblamiento de las villas de frontera, sino más bien su defensa.

Por este privilegio se conmutaba la pena a aquellos homicidas y malhe-chores que se asentaran en la ciudad por periodo como hemos dicho de un año, sin cometer además delito algu-no en ese plazo. Este documento fue en su día ampliamente estudiado por el profesor Alijo Hidalgo.

Este tipo de privilegio fue otorgado de manera un tanto frecuente, ya que fue un medio utilizado por la corona para defender la frontera, hecho fun-damental para mantener los territo-rios conquistados y a la vez intentar repoblarla.

Con esta medida se obtenía un doble resultado: por un lado, se conseguía que las nuevas tierras gozaran de una población más o menos estable den-tro de lo que cabe y que se explotaran las riquezas agropecuarias de la zona; por otra parte, se dotaba de un cuer-po de gente “aguerrida”, que en un determinado momento pudiera luchar y hacer frente al enemigo, ya que se trataba de individuos que nada tenían que perder y sí mucho que ganar.

En el caso de Antequera, los objeti-vos no se cumplen del todo, ya que el número de vecinos no aumenta con-siderablemente, seguramente por la difícil situación de constante conflic-to bélico que se vive en esta zona de frontera.

Bibliografía

Alijo Hidalgo, 1979.

[J.E.J.]

CONFIRMACIÓN DEL PRIVILEGIO DE HOMICIANOS

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Cronología: 1466, diciembre, 19

Tipología/morfología: Enrique IV, Rey de Castilla: Carta real de merced al Concejo, alcalde, alcaides, alguaci-les, regidores, jurados, caballeros, es-cuderos, oficiales y hombres buenos de la ciudad de Antequera concedien-do a la ciudad el título de noble. acta notarial cuadrada cortada a tijera de compra-venta de una casa en Grana-da; no presenta sello ni huella

Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera. Fondo Mu-nicipal (Disposiciones y Autoridades Supramunicipales)

Número de inventario: legajo 34, car-peta 219

Material (soporte): papel

Medidas: altura = 31’5; anchura = 21’5 cm

Estado de conservación: regular, pendiente de restauración

El documento, en forma de albalá, es una merced mas del rey Enrique que tantas dio a nuestra Ciudad, en este caso justificada por el recio aguante de las gentes de Antequera y su in-

condicional apoyo en la cruenta cam-paña contra de Archidona que finaliza en 1462, con la incorporación de esta localidad a la Corona castellana, y que además benefició a la ciudad al que-dar más resguardada en la línea de los castillos que defendían la frontera.

El alcaide, don Fernando de Narváez logró la concesión del título de “noble ciudad de Antequera”, que en este al-balá le otorga el rey don Enrique II.

CARTA REAL DE MERCED DE ENRIQUE IV POR LA QUE SE CONCEDE A ANTEQUERA EL TÍTULO DE “NOBLE” FECHADA EL 19 DE DICIEMBRE DE 1466

De ser una villa de frontera, Anteque-ra había pasado en 1441 a poseer el título de ciudad por merced del rey don Juan II, en reconocimiento de sus buenos y leales oficios. El alcaide don Fernando de Narváez logró además la concesión del título de “noble ciudad de Antequera”, que en este albalá le otorga el rey don Enrique II en 19 de diciembre de 1466.

El príncipe don Alfonso, mencionado en la carta albalá, es el hermanastro del Rey, hijo de Juan II nacido en 1453, y hermano de doña Isabel; era en su adolescencia una pieza del enconado juego político de banderías, y el docu-mento refleja la aparente voluntad de reconciliación de Enrique en el tiempo en que lo firma; el príncipe había de morir en 1468 y la suerte de Castilla parecía más oscura todavía.

Yo el rey catando los muchos e buenos e leales e señalados seruiçios que vos el concejo, alcayde, alcaldes, alguasíl, regidores, jurados, caualleros, escu-deros, oficíales / e omes buenos en la mí cíbdad de Antíquera me avedes fecbo e fazedes de cada día en honor de la corona real de mis reinos e por la grand lealtad e fidelidad que en vos / otros he fallado e conmigo avedes the-nído e tenedes como buenos e leales vasallos con su rey e señor natural, e porque la dícha cíbdad sea mas no-blecída, / es mí merced que de aquí adelante para síenpre jamas la dícha cíbdad de Antíquera sea llamada e se llame la noble cíbdad de Antíquera que yo asy la nombro e llamo / e quiero e mando que sea llamada e nonbrada. E

por este mí aluala mando al príncipe don Alfonso mí muy caro e muy amado hermano e otrosí a los duques, condes, / marqueses, ricos omes, maestres de las ordenes, priores, comendadores e a los del mí consejo, oydores de la mí abdíençia e alcaldes e notarios e otras justicias e oií / çíales quales quíer de la mí casa e corte e chançellería e a todos los conçejos, corregidores, alcal-des, alguazíles, regídores, caualleros, escuderos, oficíales e omes / buenos de todas las çíbdades e villas e logares destos mis rreynos e señoríos e a otras quales quíer personas mis vasallos e subditos e naturales de / qualquíer estado o condiçión prehemínençía o denidad que sean que lo asy guarden e cumplan segund que en este dícbo mí aluala se contiene e non vayan nin pasen / contra ello. E los vnos nin los otros non fagan ende al por alguna ma-nera so pena de la mí merced e de díes mill maravedíes a cada vno para la mí cámara. E mando so la dicha / pena a qualquíer escríuano publico que para esto fuere llamado que de ende al que la mostrare de testimonio signado con su signo porque yo sepa en como se / cumple mi mandado. De lo qual vos mando dar este mí aluala fyrmado de mí nonbre. Fecho a díes e nueue días de dezyenbre, año del nascímíento del nuestro Señor Jhesu Chríspto / de mill e quatroçíentos e sesenta e seyss años. Yo Johan de ouíedo, secretario del rey; nuestro señor, lo fize escruír por su mandado.

Yo el rey

[J.E.J.]

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Cronología: 1493, agosto, 22

Tipología/morfología: acta notarial cuadrada cortada a tijera de compra-venta de una casa en Granada

Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera

Número de inventario: legajo 31,nº1503

Material (soporte): pergamino (posi-blemente de cabra) de 18 mm. de gro-sor medio

Medidas: altura = 28; anchura = 25 cm

Estado de conservación: bueno

Alfaquí escribano: Abū ‘Abd AllāhMuḥammadal-Ḥaḍramī

Testigo (y posible escribano): Juan de San Martin

DOCUMENTO DE VENTA DE LA CASA DE LA HIJA DE UN ALFAQUÍ EN GRANADA, FECHADO EN DICHA CIUDAD EL 22 DE AGOSTO DE 1493.

El pergamino, perteneciente a los fondos del archivo del Marqués de la Vega de Santamaría, conservados en el Archivo Histórico Municipal de Antequera, viene precedido de esta anotación, tras una pequeña cruz: Un pedazo de pergamino con letras que no se entienden por parecer de cufica y al respaldo dice asi: Aquí parece que dice una casa de compra del christiano An-tón Davila. El pergamino en sí ofrece este contenido:

a) reverso: en su lateral izquierdo hay una cruz y, tras ella, una descripción sintética del contenido del documen-to: Una casa de compra de cristiano a tornadiza, seguido de: signo de la cruz =aqui pareze que dize=Una Casa de compra del cristiano anton dabila= (en letra humanística marrón oscuro); en

su margen izquierdo, aún se aprecia, aunque incompleta, esta anotación en letra procesal castellana: […] de Anton de Avila una casa en reciby […] a xxx hacenes.

a) verso: anotación, también en le-tra procesal castellana, situada en el margen derecho y en tinta sepia, que, a modo de carta de pago, dice, tras el símbolo de la cruz: Pago Anton d’Avila el dinero de treynta doblas haçenes d’esta carta en tenida. Agosto de XC tres años; le sigue la rúbrica de Juan de San Martín, testigo. Ocupando la mayor parte de esta cara del perga-mino, se despliega el texto árabe, el mayoritario del documento, escrito en cursiva andalusí, con tinta negra y en ocho líneas, más una de firmas; dice así:

—cuatro rúbricas—

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1: / Loor a Dios. La protegida Umm al-Fatḥ, hija del alto alfaquí y escri-banoAbū ‘AbdAllāhMuḥammadal-Ḥaḍramī,vendealcristiano/

2: / Anton De Avila toda la casa y el co-rral que hay al sur de ella, así como la almacería1 levantada sobre el corral, todo lo cual se encuentra en la plaza de al-Machita [La peinadora] en la ca-lledeal-Ŷanā’in[Los jardines] dentro /

3: / de Granada. Esto linda al sur [pa-labradudosa]delahijadeal-Faṭsī,alnorte con la calle, a levante con [al-Labsi ?], a poniente con el callejón y

1 Al-maṣriyya: “cámara alta de una casa con acceso independiente” (DRAE).

la almacería de otro con los derechos pertinentes /

4: /. Todo esto, con sus dependencias inherentes y provenientes, se vende cumplidamente por el precio valo-rado en 30 dinares de oro de vellón hasaníes [de Muley Hacén]2 , que ella tomó en mano exonerándolo /

5: / a él completamente. Y después de mirarlo y examinarlo a satisfacción, y conocido su valor y ser testigos am-bos de ello, fueron informados el cris-tiano y la vendedora, estando ambos

2 Cada uno equivalía a 40 dinares de pla-ta de los de a 10.

en perfecto estado de salud y de capa-cidad legal /

6: /, con fecha del nueve de du l-qa‘ada del año ochocientos noventa y ocho [22 de agosto de 1493], con la presencia del padre de la vendedora, el alto alfaquí y escribano Abū ‘AbdAllāhMuḥammadal-Ḥaḍramī,elcualdio permiso /

7: / para la citada venta por estar ésta bajo su protección; y quedó plena-mente satisfecho con el precio men-cionado, tras ser informado del mismo en estado de plena salud y capacidad legal en la fecha /

8: / antedicha [palabra dudosa], y agua de beber que entra en la casa vendida por el citado corral y que se almacena en una cisterna de loza… la casa… [línea de difícil lectura]

—cuatro rúbricas—

Bibliografía

Cruces Blanco, 2010; Puerta Vílchez, 2010; Díez Jorge, 2010; Quiles Faz, 2010; Escalante Jiménez, 2010.

[J.M.P.V.]

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Cronología: la obra de F. de Cabrera es de 1649, pero este ejemplar es co-pia, con comentarios propios, de Luis de la Cuesta de 1679, con anotaciones posteriores realizadas en el siglo XVIII

Tipología/morfología: libro manus-crito

Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera, Biblioteca Auxiliar

Número de inventario: s/n

Material: papel

Medidas: altura = 31,5; anchura = 21,5 cm

Estado de conservación: bueno, res-taurado

En España a lo largo del siglo XVI y sobre todo del XVII, existe una nece-sidad de reivindicación nacional. El comienzo de la decadencia militar y política española provoca el que se trate de ahondar en las propias raíces, buscando unos matices diferenciado-res y reforzando de esta manera unos sentimientos nacionalistas. Esto pro-voca a la vez una conciencia histórica y la imperiosa necesidad de explicar a los demás los orígenes y el pasado glorioso.

En este contexto, donde se están fra-guando las grandes historias naciona-les, surgen casi paralelamente otras historias que podemos denominar regionales. Se trata de unas narra-ciones, realizadas con más o menos fortuna, que reseñan los orígenes y grandezas de las ciudades y villas. Se tratan de historias locales que re-cogen los orígenes de la población y su evolución a lo largo del tiempo, rei-vindicando su grandeza y nobleza. En este sentido Antequera, como en otras muchas cosas, ha sido muy fructífera, contando con una importante produc-ción historiográfica que nos narra los orígenes remotos de nuestra ciudad.

De entre todos los autores que han escrito sobre nuestra ciudad, sin duda destaca uno el padre Cabrera, que da nombre a la historia tal vez más po-pular de todas sobre nuestra ciudad. El padre Francisco de Cabrera fue un fraile agustino que vivió entre el últi-mo cuarto del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII. Su obra ha sido la base sobre la que se ha fundamenta-

do el conocimiento histórico de nues-tra ciudad a lo largo de varios siglos. Es la obra más citada en la bibliogra-fía y al que todo historiador local obli-gatoriamente tiene que recurrir tarde o temprano.

¿Qué conocemos realmente de su au-tor? Sorprendentemente, salvo unas breves notas aportadas en su día por el Padre Andrés Llordén, que a la vez se hace eco de algunas referencias que proporciona Narciso Díaz de Es-cobar en su obra “Galería Literaria Malagueña” publicada en 1898, nadie se ha preocupado de profundizar en este sobresaliente autor.

Hemos conseguido saber que fue hijo de un escribano del número de nuestra ciudad llamado Francisco de Cabrera y Astorga, el cuál ejerció en el oficio 12. Nació en 1584, siendo bau-tizado el día 14 de julio en la Parroquia de San Sebastián, actuando como padrinos Hernando de Carrión y, el también escribano, Rodrigo Alonso de Mesa, el mozo.

Lo que a continuación sigue está en-vuelto en dudas. Existen, sin embargo, un par de documentos reveladores: se trata de los testamentos tanto de su madre Lucía Ruiz como de su padre. En ellos se nos detalla en una de sus cláusulas, concretamente en las man-das de su madre, el siguiente dato:

“yten declaro que el dicho mi marido y yo hemos pagado y gastado con el dicho fray Francisco nuestro hijo en las cosas necesarias para entrar en la

DESCRIPCIÓN DE LA FUNDACIÓN, ANTIGüEDAD, LUSTRE Y GRANDEZAS DE LA MUY NOBLE CIUDAD DE ANTEQUERA DE FRAY FRANCISCO DE CABRERA

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religión y profesar en ella y en estudios y otros gastos que hizo antes de entrar en la religión quinientos ducados a demás de los que yo gasté sin que el dicho mi marido lo supiera, que serían cien ducados…”.

Seiscientos ducados de finales del siglo XVI es un suma realmente im-portante, lo que denota un apuesta por la formación de su hijo. Igual de explícito es su padre en otra manda de su testamento, donde también se hace alusión a la suma expresada an-teriormente:

“…declaro que la dicha doña Lucia mi mujer y yo entre ambos hemos entrega-do al dicho fray Francisco nuestro hijo en el convento del señor San Agustín de esta ciudad y en darle estudios en nuestra ciudad y en Córdoba y Sevilla y en los alimentos y ajuar y otras cosas que llevó al convento y en otros gastos que con el se hicieron en particular lo que se declara en la dicha partición…”.

Falleció en 1649 víctima de la cruen-ta epidemia de peste que asoló Ante-quera ese año. Su labor no se limitará tan solo a su historia, siendo autor de otras importantes obras, una de ellas, curiosamente, un tratado sobre como

curar la peste, enfermedad que le cau-só, como hemos indicado, su propia muerte.

Volviendo a su obra, debemos reseñar en primer lugar que en la actualidad se conservan al menos dos ejempla-res localizados, uno en la Biblioteca Auxiliar del Archivo Histórico Muni-cipal de Antequera y un segundo en la Biblioteca del Museo Británico en Londres.

El ejemplar de Antequera que ha lle-gado a nuestros días es una obra manuscrita y se trata de una copia realizada por un canónigo de la cole-

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giata llamado Luis de la Cuesta, que recopila la Historia del padre Cabrera en 1679, añadiéndole a la vez algunas notas que amplía las noticias sobre la ciudad hasta la fecha antes indicada. Además existen diversos añadidos posteriores de manos anónimas que en notas marginales puntualizan en ocasiones los datos expuestos y en otras los amplían. Estas notas están datadas entre 1721 y 1779.

La obra está divida en seis libros que a la vez se subdividen en capítulos.Consta además de un preámbulo, una dedicatoria, un prologo y una tabla de capítulos. Al final de la obra se intro-duce un índice alfabético organizado por materias.

En la dedicatoria el canónigo Luis de la Cuesta ofrece la obra a la ciudad y dice “...llegó a mis manos una ilustra-ción historial de una pluma doctísima del M.R.P.F. Francisco de Cabrera digno hijo de esta ciudad y de la esclarecida familia del doctor de la iglesia y Patriar-ca grande Agustino, obra digna del lle-no y letras de su Autor”, donde aclara la autoría y contenido de esta obra.

El libro primero está dedicado a la conquista de la ciudad por parte del Infante don Fernando, tomando como base la Crónica de Juan II. Se comple-tan los 27 capítulos de que consta con una relación muy detallada de los pri-vilegios otorgados por diversos reyes a nuestra ciudad, con la trascripción literal de algunos de ellos. Asímismo ubica la ciudad geográficamente.

El libro segundo trata de la antigüe-dad de la ciudad, tomando como refe-rencia las inscripciones existentes en

el Arco de los Gigantes que transcribe y analiza.

En el libro tercero narra la fundación y erección de las parroquias de la ciu-dad, indicando el número de casas y habitantes, así como las fundaciones de capellanías y patronatos existentes en ellas. Asímismo, hace referencia a la Colegiata de Santa María, a su fun-dación, constitución y funcionamien-to.

La fundación de los conventos y mo-nasterios antequeranos es recogida a lo largo de los libros cuarto y quinto. Tal vez sea esta parte la más consul-

tada a lo largo del tiempo. El primero de los libros consta de 36 capítulos que recogen la fundación de los con-ventos masculinos, mientras que el si-guiente, el quinto, está dedicado a los conventos femeninos.

El último libro recoge la información sobre el término municipal de Ante-quera, refiriéndose al número de mo-linos, industrias existentes, cortijos, anejos, etc. Toda una serie de impor-tantes datos, que nos aproximan a la realidad del ámbito antequerano en el siglo XVII.

[J.E.J.]

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Autor: Georg Hoefnagel

Cronología: 1572

Tipología/morfología: grabado

Procedencia: comercio de arte

Ubicación actual: Museo de la Ciu-dad de Antequera

Nº de inventario: ATQ/MUS/9.1

Material: papel impreso y coloreado a mano

Medidas: altura = 35; anchura = 49,5 cm

Estado de conservación: bueno

Forma parte del Civitates Orbis Terra-rum, monumental obra editorial de seis tomos realizada por Georg Braun y Frans Hogenberg en Colonia y que fueron apareciendo entre los años 1572 y 1597. Las vistas se basan en los dibujos realizados por Georg Hoef-nagel (Amberes 1542-Viena 1600) du-rante su viaje a España llevado a cabo entre los años 1563 y 1567. Bastantes años después, en 1657, Johannes Janssonius compró las planchas gra-badas y publicó de nuevo las vistas de las ciudades españolas reunidas en un solo volumen con el título de Thea-trum Hispaniae Urbes.

Hoefnagel, que debió visitar Anteque-ra en 1564, parece que dibujó esta pa-norámica urbana desde el antiguo Ce-rro de la Horca (hoy Jardines del Cora-zón de Jesús). En ella vemos la Sierra de las Cabras, la Boca del Asno y la Sierra del Torcal como telón de fondo de la propia ciudad, que desde las mu-rallas de la Alcazaba desciende con su caserío y sus edificios principales hacia lo llano. En primer término se

muestra una gran tinaja, jalonada por dos jayanes, en alusión a las que aquí se fabricaban y exportaban. En el án-gulo superior izquierdo aparece una relación numerada de edificios impor-tantes, escrita en lengua castellana, para su identificación en el dibujo, y en el inferior derecho una cartela en latín explicativa de la propia ciudad.

También es de enorme interés el ex-tenso texto latino, estampado en el reverso, en el que con la información aportada por el propio Hoefnagel se da amplia información sobre Anteque-ra, a la que comienza llamando “me-morable ciudad de España”. Describe su Alcazaba y las numerosas armas o “instrumentos bélicos de los moros” que en ella se conservaban. También hace referencia a la fertilidad de sus campos, a sus abundantes fuentes, a la producción de sal, a las canteras de yeso y de cal y a la producción de grandes tinajas.

[J.R.B.]

VISTA DE ANTEQUERA DE HOEFNAGEL

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Cronología: 1814

Tipología/morfología: libro manus-crito en dos tomos

Ubicación actual: Archivo Histórico Municipal de Antequera, Biblioteca Auxiliar

Número de inventario: s/n

Material (soporte): papel

Medidas: altura = 30; anchura = 21 cm

Estado de conservación: bueno

HISTORIA DE ANTEQUERA DE MANUEL SOLANA OBANDO

La conocida como “Historia de So-lana” es la recopilación de historias locales más completa de la que te-nemos constancia en la actualidad. Mantiene una estructura muy simi-lar a la presentada por la Historia de Antequera del Padre Cabrera, aunque sensiblemente aumentada y mejora-da. Consta de dos tomos que a la vez se subdividen en tres libros cada uno de ellos, con un total de 150 capítulos, donde se aborda ampliamente la his-toria y el territorio de nuestra ciudad, de una forma ordenada y sistemática.

Tenemos constancia de la existencia de diversas copias de esta obra, todas de época, que se conservan en bi-bliotecas particulares, salvo esta que concretamente forma parte de la Bi-blioteca Auxiliar del Archivo Histórico Municipal de Antequera y procede en origen de uno los archivos del Fondo Familiar.

La obra aparece ilustrada con graba-dos de carácter religioso, que varían dependiendo de las copias, y con di-bujos a plumilla, que se repiten en los

ejemplares a los que hemos tenido acceso. Son la bastida, el escudo de la ciudad, una vista de la plaza Alta, el teatro romano de Singilia Barba, y un santuario.

Con respecto a su autor o recopilador es Manuel Solana Parejo Obando Ca-sasola Domínguez de Calatrava, un interesante personaje de la alta socie-dad antequerana, descendiente del mítico Juan Vázquez de Casasola, ca-ballero que acompañó al Infante don Fernando en la toma de Antequera, y al cual se le atribuye según las distin-tas crónicas, el haber sido el respon-sable del traslado desde Sevilla de la bastida.

La obra de Solana amplia y corrige la estructura creada por el fraile agusti-no Francisco de Cabrera, aportando toda una serie de nuevos datos, que sobre todo los referidos al espacio geográfico y a los personajes locales complementan la información hasta principios del siglo XIX de nuestra ciudad.

[J.E.J.]

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BIBLIOGRAFÍA

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