Anónimos y desterrados. La contienda por el sitio que ...to desde los primeros contactos. Con...

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D EBIDO a que mis propias inves- tigaciones tratan de la historia de varios grupos indígenas del noroes- te colonial, o de la Nueva Vizcaya, la región que colindaba Coahuila al po- niente, este libro resulta para mí espe- cialmente interesante desde un punto de vista comparativo. Voy a comenzar por situarlo en el contexto de la histo- riografía colonial del norte de México y de otras regiones fronterizas. En la última década, un creciente número de estudios se ha dedicado a recuperar la historia de los grupos in- dígenas de América y por consecuen- cia explicar por qué algunos grupos persistieron después de la conquista y otros no. En su mayoría, estos estudios se enfocan en los pueblos indígenas se- dentarios que tenían organizaciones sociales complejas y algunos de ellos todavía existen hoy como etnias, mientras que los grupos semi-seden- tarios o nómadas no han recibido la misma atención por dos razones fun- damentales: la primera por la relativa escasez de fuentes documentales que impide hacer un análisis detallado, y en segundo lugar porque la mayoría de estos grupos desaparecieron como entidades indígenas definidas. Sin embargo, esta situación ha cam- biado con algunas investigaciones, co- mo por ejemplo la de Ignacio del Río sobre Baja California, la de Cynthia Radding sobre Sonora, la de Chantal Cramaussel y Salvador Álvarez sobre la Nueva Vizcaya, y varias otras que tratan de regiones fronterizas del cono sur y del Amazonas en Sudamérica. Pero hasta ahora nos faltaron estudios para comprender el noreste de Méxi- co, la región colonial del país menos conocida. Por todo esto, es muy im- portante el libro de Cecilia Sheridan que resulta ser el más detallado y ana- lítico que tenemos sobre “las culturas del desierto”. La autora indaga entre las relaciones nudosas de centenares de grupos “nómadas” con las misiones franciscanas, así como los esfuerzos de los españoles para dominar el espacio o territorio de esos indios. Nos enseña con mucha claridad el largo y conten- cioso proceso —“a guerra y sangre”— que dio como resultado la desaparición de muchos grupos indígenas quienes opusieron una feroz resistencia a la conquista a lo largo de dos siglos. Basándose en fondos documentales encontrados en una variedad de archi- vos mexicanos, Sheridan estudia la diversidad indígena del noreste para averiguar el destino de estos grupos nativos durante el proceso de la con- quista. Implícitamente, su trabajo también desbarata dos mitos princi- pales de la historiografía colonial del noreste: uno tiene que ver con el es- tereotipo de los indios llamados “chi- chimecas” que son siempre retratados de una manera ahistórica, homogé- nea, e identificados como salvajes cazadores-recolectores y que tuvieron poco significado en la historia de la Nueva España. Han sido invisibles en un paisaje que se suponía ser casi va- cío de recursos humanos. La otra tra- dición que resulta ser cuasi mítica es la hipótesis de François Chevalier sobre Anónimos y desterrados. La contienda por el sitio que llaman de Quauyla, siglos XVI-XVIII CIESAS, Miguel Ángel Porrúa, México, . Susan M. Deeds . : Northern Arizona Uni- versity.

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  • D EBIDO a que mis propias inves-tigaciones tratan de la historiade varios grupos indígenas del noroes-te colonial, o de la Nueva Vizcaya, laregión que colindaba Coahuila al po-niente, este libro resulta para mí espe-cialmente interesante desde un puntode vista comparativo. Voy a comenzarpor situarlo en el contexto de la histo-riografía colonial del norte de Méxicoy de otras regiones fronterizas.

    En la última década, un crecientenúmero de estudios se ha dedicado arecuperar la historia de los grupos in-dígenas de América y por consecuen-cia explicar por qué algunos grupospersistieron después de la conquista yotros no. En su mayoría, estos estudiosse enfocan en los pueblos indígenas se-dentarios que tenían organizacionessociales complejas y algunos de ellostodavía existen hoy como etnias,mientras que los grupos semi-seden-tarios o nómadas no han recibido la

    misma atención por dos razones fun-damentales: la primera por la relativaescasez de fuentes documentales queimpide hacer un análisis detallado, yen segundo lugar porque la mayoríade estos grupos desaparecieron comoentidades indígenas definidas.

    Sin embargo, esta situación ha cam-biado con algunas investigaciones, co-mo por ejemplo la de Ignacio del Ríosobre Baja California, la de CynthiaRadding sobre Sonora, la de ChantalCramaussel y Salvador Álvarez sobrela Nueva Vizcaya, y varias otras quetratan de regiones fronterizas del conosur y del Amazonas en Sudamérica.Pero hasta ahora nos faltaron estudiospara comprender el noreste de Méxi-co, la región colonial del país menosconocida. Por todo esto, es muy im-portante el libro de Cecilia Sheridanque resulta ser el más detallado y ana-lítico que tenemos sobre “las culturasdel desierto”. La autora indaga entrelas relaciones nudosas de centenaresde grupos “nómadas” con las misionesfranciscanas, así como los esfuerzos delos españoles para dominar el espacio

    o territorio de esos indios. Nos enseñacon mucha claridad el largo y conten-cioso proceso —“a guerra y sangre”—que dio como resultado la desapariciónde muchos grupos indígenas quienesopusieron una feroz resistencia a laconquista a lo largo de dos siglos.

    Basándose en fondos documentalesencontrados en una variedad de archi-vos mexicanos, Sheridan estudia ladiversidad indígena del noreste paraaveriguar el destino de estos gruposnativos durante el proceso de la con-quista. Implícitamente, su trabajotambién desbarata dos mitos princi-pales de la historiografía colonial delnoreste: uno tiene que ver con el es-tereotipo de los indios llamados “chi-chimecas” que son siempre retratadosde una manera ahistórica, homogé-nea, e identificados como salvajescazadores-recolectores y que tuvieronpoco significado en la historia de laNueva España. Han sido invisibles enun paisaje que se suponía ser casi va-cío de recursos humanos. La otra tra-dición que resulta ser cuasi mítica es lahipótesis de François Chevalier sobre

    Anónimos y desterrados. La contienda por el sitio que llaman de Quauyla, siglos XVI-XVIIICIESAS, Miguel Ángel Porrúa, México, .

    Susan M. Deeds

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    . : Northern Arizona Uni-versity.

  • los hacendados ricos y poderosos y losorígenes del latifundio. Poco a poco,las nuevas investigaciones han mostra-do que este modelo no es muy perti-nente para muchas partes de la NuevaEspaña incluyendo al noroeste. Se ha-bía pensado que el modelo era másconvencedor en el caso del noreste; sinembargo el libro de Cecilia nos revelaque hubo mucho más diversidad en laadquisición y tenencia de la tierra quelo que pretende el trabajo de Chevalier.

    La evolución del noreste en la épocacolonial no se puede apreciar sin en-tender claramente el medio ambiente

    y el uso de los recursos naturales des-de el período prehispánico. Este libronos proporciona esa información demodo muy detallado e incluyendomuchos ricos retratos etnográficos delos innumerables grupos indígenas.Con estas aportaciones los indios pier-den la invisibilidad y se observa espe-cíficamente cómo las imposicionescoloniales transformaron esa zonaaridísima.

    A través de cuatro etapas de con-quista y colonización, Sheridan relatala historia de esta frontera de guerra ysangre, destacando el permanente

    estado de tensión y conflicto y la desa-parición de los grupos nativos, a lolargo del período colonial. Nos enseñatambién el impacto que tuvieron loscambios en la política de la coronaespañola hacia el noreste. Después delsiglo XVI la corona se opuso explícita-mente a la esclavitud y la aniquilaciónde los indios, aunque en realidad laspolíticas oficiales tendían a promoversu subordinación de manera muy vio-lenta, si no su exterminio. La excep-ción fue la fase de adoctrinamientopor medio de las misiones francisca-nas en el siglo XVIII; no obstante,

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    San Pedro Amuzgo, amuzga, Vittorio D’Onofri,

  • la autora muestra cómo ni siquieraésta era una forma pacífica decolonización, ya que era respaldadapor soldados españoles y tlaxcaltecas.Aun cuando los oficiales reales inten-taron prohibirlo, los oficiales localesquerían acabar con los nativos oprovocar que ellos se mataran entre sí.En aquella zona fronteriza, las elitespolíticas y socioeconómicas consi-guieron contradecir la voluntad realcon bastante facilidad, especialmentecuando emplearon sus propios recur-sos materiales en la empresa de con-quistar y gobernar. Además, los oficiales militares adquirieron enormepoder y extensos terrenos en las áreasde los presidios y misiones.

    Por lo general, Anónimos y desterra-dos… apoya la hipótesis que argu-menta que la misión y el presidio eraninstituciones fronterizas primordiales.Sheridan plantea que las misiones die-ron un mayor impulso a la coloniza-ción por gente no indígena y destacala importancia que tuvieron tambiénlos presidios. No fue el caso, por ejem-plo, de la Nueva Vizcaya donde losasentamientos mineros y las estanciasagrícolas y ganaderas precedieron a lasmisiones. Esta diferencia nos lleva apensar en otras distinciones entre esasdos regiones del norte. Si bien ni losgrupos semisedentarios de Nueva Viz-caya ni los nómadas de Coahuilaquisieron dar servicio personal a losconquistadores, en la Nueva Vizcayahubo desde el principio más necesidadde mano de obra para la economíaminera y los españoles dispusieron demás recursos para subyugar a los indí-genas que ya tenían una tradición enalguna medida agrícola. En el caso de

    Coahuila como los nativos fueronmuy resistentes también fueron másdispensables. No sería hasta el sigloXVIII cuando la economía española deCoahuila alcanzó un nivel semejantede productividad a la de Nueva Vizca-ya en el siglo XVII.

    Sheridan describe una empresamisional franciscana que fue bastanteinestable y llena de conflictos entre losmisioneros mismos, debido entreotras cosas a que eran representantesde los diferentes colegios franciscanos(de Jalisco, Querétaro y Zacatecas).Distingue entre la colonización misio-nal y la de los seculares y asevera que los franciscanos no alteraron tanto la complicada organización territorial nativa.

    También considera a los francisca-nos como los más constantes protec-tores de indios, siempre opuestos a los

    oficiales civiles y militares en cuestio-nes como el uso y abuso de mano deobra indígena. Aquí hay otro contra-punto con la situación de Nueva Viz-caya donde los misioneros jesuitascooperaron con los civiles para propor-cionarles fuerza laboral por medio delsistema de repartimiento. Muchas de las misiones franciscanas fracasa-ron por la continua movilidad de losindios y porque los nativos aprendie-ron a usarlas como lugares de refugio.También aprovecharon la estanciatemporal en las misiones para conocerlas costumbres del enemigo y resistirlomejor. Aun cuando las misiones fue-ron más fructíferas en productos agrí-colas y ganaderos, fracasaron por estaren conflicto con los españoles sobre elacceso al agua y, más tarde, a la manode obra. La autora explica cómo afectóa esta zona la secularización de las

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    Espíritu Santo, mixe,

  • misiones en términos mayormentelocales; en este caso, creo que podía

    haber enriquecido el contexto si lohubiera hecho comparativo y globalcomo un fenómeno de la época borbónica.

    Para mí la tarea más formidable queemprendió Cecilia Sheridan fue la detratar de explicar la diversidad de losgrupos nativos de la región: de poneralguna racionalidad a las más de menciones de nombres de grupos. Escasi imposible imaginar la dificultadde entender esta multiplicidad cuandopara mí no es fácil clasificar a los cincogrupos de la Nueva Vizcaya que estu-

    dio. Aquí, la autora nos da una expli-cación muy matizada de los términosde banda y nación y de las condicio-nes confusas y caóticas en las cualeslos españoles dieron nombres paraidentificar a los grupos. Un problemaque enfrenta la autora es que los histo-riadores no están de acuerdo sobre elsignificado de los términos nación y

    banda. La autora aclara la tendenciade los españoles de subsumir distintosgrupos bajo unas entidades casi gené-ricas. Podía reforzar estos argumentoscon la mención de los trabajos sobretobosos de Salvador Álvarez y LuisRodríguez que aparecen en el libroNómadas y sedentarios en el norte deMéxico: Homenaje a Beatriz Braniff,coordinada por Marie-Areti Hers yotros (UNAM, ). Nos enseña She-ridan cómo las bandas pequeñas de a personas del período tempranofueron transformadas con el transcur-so del tiempo en bandas de indi-viduos. Este proceso fue resultado de

    alianzas entre los grupos nativos, aunentre aquellos que antes habían sidoenemigos. A través de su esquema pa-ra analizar estas menciones por épo-cas, vemos muy claramente que la tasade extinción de grupos aumentó con-forme creció la población no nativa.

    Sheridan calculó que para fines delsiglo XVIII la población indígena se

    había reducido en más de por cien-to desde los primeros contactos. Con respecto al origen de tan alta mortali-dad, la autora sugiere causas naturales,bélicas y culturales. En el caso de estosgrupos sería imposible estimar el peso de cada una, pero al fin las cifras de la caída demográfica son aún más altas que en el caso de laNueva Vizcaya donde podemos decir que las epidemias fueron lacausa primaria.

    Al final de cuentas, los españolesllegaron a dominar el espacio de Coa-huila porque sólo ellos supieron “po-blar para usar”. La negativa de parte delos nativos a someterse a un régimentan ajeno terminó no sólo en su ani-quilación cultural sino biológica.Aunque se aprovecharon de algunoselementos de la cultura material de losinvasores como el caballo y otros ani-males que les ayudaron a resistir me-jor, no pudieron expulsar a los espa-ñoles de los territorios que les habíansustentado desde tiempo inmemorial.Al mismo tiempo, como dice nuestraautora, escogieron no acomodarse auna nueva cultura, “tan ajena que elcalor de los infiernos prometía unamejor vida” y fueron desapareciendoen gran parte por causa de su propiaresistencia agresiva.

    Para concluir, quisiera felicitar a Ce-cilia Sheridan por esta adición tan im-portante no sólo para la historia gene-ral y regional de México, sino tambiénpara la historia comparativa. Nos hadado una aportación sumamente va-liosa para explicar las consecuenciastan variadas de la conquista europeasobre los diversos grupos indígenas através de las Américas.

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    Santa María Zacatepec, tacuate, Vittorio D’Onofri,