Angeles Mora

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  • Antologa potica ngeles Mora

    Pensando que el camino iba derecho

    Fuerza secreta Oh escondido panal.

    Hay una fuerza oscura que nos llama. Descalzos das donde la miel se hizo poco a poco. Luces doradas que las horas velan. Oh morada escondida.

    Fuerza secreta que empuj nuestros pasos, que nos arroja al fuego para arder vivos siempre. En la pequea habitacin

    la derretida cera destilaba perfumes, besos, alas.

  • Coup de foudre Demasiada la luz.

    Punzante rosa. Tu alma no resiste el choque. Demasiada la luz.

    No ocultes nada. Asmate al balcn.

    De par en par la dicha. Ni un visillo

    velando tu cintura.

    La ausencia es una forma de estar ciego

    (Eros o Thanatos)

    Dulces ondas,

    el mar te adormeca, mortal te daba su vestido y su beso de espuma te dejaba en la boca. Lejos all tu falda,

    tu camisa en la arena, y aquel negro foulard salpicado de oro. Igual que las caricias

    de otra mano, el agua te dola -lejos la extinta luz-, el agua te quera, te llevaba

  • a su lecho.

    Claudicar y muriendo A rastras se te acerca

    y te lame las piernas, perro fiel, con sus ojos de agua, y te tiende las manos, y te pide socorro. Y t le miras

    como un sol que se cae sin poder detenerse, y le ties de rojo, y el pecho le traspasas con tus hojas de cobre. A rastras se te acerca,

    asomado a una lgrima, y una luz criminal le muerde en el silencio. Malherido,

    dando vueltas, aullando se estremece. T, miserable, le acaricias,

    mientras tu corazn est muy lejos.

    Aquel calor Si esta noche la sombra

    cay sobre la sombra, y el silencio su sello puso sobre labios ya mudos, qu puede sorprenderte. Si aquel calor es una historia antigua

    y sus cenizas las esparce el viento. Qu puede sorprenderte

  • si ya tanto llovi sobre mojado.

    En vano

    En vano te he buscado. Atrs quedan las horas que tanto fueron tuyas. Murieron. Se fueron para siempre con tu beso, tu beso perdido en la cuenca de mi mano, roto de fro, mientras que aquel portal sigue en su sitio, y la casa se cae, me dicen. Sabremos algn da por qu no merecimos tanta dicha?

    La cancin del olvido

    La chica ms suave

    Perteneces -lo sabes- a esa raza estafada que el dolor acaricia en los andenes. Medio mundo de engao conociste y el resto fue mentira. Has llegado hasta aqu huyendo de mil das que pasaron de largo. Has llegado hasta aqu para mostrar a todos tu inefable pirueta, ridculo equilibrio, ese nado a dos aguas, piedra de escndalo, ese triste espectculo que ofreces, esas gotas de miedo que salpican

  • tus insufribles lgrimas. Aparta.

    Una lacrima sul viso

    Oh innoble servidumbre de amar seres humanos

    y la ms innoble que es amarse a s mismo.

    (J. G. B.)

    Una lgrima rueda en tu garganta.

    Intil es que engaes el camino. Sabes que perders, que ests perdida, que el ms viejo tributo ests pagando, el amor a uno mismo. Esta noche sabrs a desaliento, olers a perfumes olvidados, sentirs cmo muerde el alacrn, cmo se esconde en los rincones fros mientras las mariposas secretean en torno a las farolas del ocaso. Una lgrima rueda en tu garganta.

    Intil es que engaes al destino. Sabes que ests desnuda, que tus pechos delatan soledad y por tu espalda un estremecimiento te sacude. Ahora llorars sin hacer ruido. Alguien habr querido acariciar tus hombros, en el bar apilarn las sillas, limpiarn los veladores. Sabes que ests perdida y te levantas. Nadie ha secado an el rastro negro de rmmel que se corre en tu mejilla.

    Perdedora Perdedora,

  • sabes a beso fro, a sbana sin cuerpo. Sobre tu piel la huella transparente de una postura antigua. Ha llegado el momento.

    La noche se repite, la dulce voz, la serenata vieja. Perdedora,

    reconoce el maleficio; la semilla cayendo en el estero, si por el mar la luna se entristece. Un aletazo rompe

    la esttica del lirio y un hilillo morado el labio de la muerte. Perdedora,

    todava en el cuello la cadena dorada te amenaza, en tu garganta sientes las perlas del deseo, y en el pecho la ceniza apagada de un corazn desierto.

    Soneto de tu nombre Quisiera que tu nombre pronunciara

    todo lo que en la vida me rodea, que lo diga la cal de la azotea, que la ropa que escurre lo cantara. Que la maceta, el sol, el agua clara,

    el tejado, el jabn, la chimenea, la sbana y el aire que la orea, y todo en torno a m lo salpicara. Quisiera que tu nombre fuera escrito

    por el humo y la espuma, al medioda, poniendo en cada slaba un exceso. Y recibiera yo todo su peso

  • y la explosin de vida que me enva con el mismo fervor con que hoy lo evito.

    Cancin de amanecida

    Recoge, Elisa, el pie que vuela el da

    (Fray Luis de Len)

    Aydame en la almohada si espabilas Cllate, no me digas que es de muerte y tediosa la maana Alrgame si puedes un poco ms un da Aydame a vestirme, vida ma

    Satisfacciones

    (Con Brecht y contigo)

    Tu voz. El timbre de la puerta cuando abres: el ruido que me importa. Y el silencio. Ese sabio quemarse del cigarro. La noche en tu ginebra o sbanas revueltas con tibia luz que apagas, casi de gas. Tu olor. El sueo dulce de labios como agua. Cantar. Tus manos fuertes como cerrar los ojos: rer (hoy jueves 3 de marzo, muy tarde...) . Acariciarte.

  • Todo ms claro Quizs slo te quiero

    porque encontr en tu cuarto tanta desolacin que ya es mi cuarto.

    Porque cuando llevaba

    un latido hecho trizas guardaste aquellos labios para m. Porque luego ya todo fue ms claro.

    Quizs slo

    porque una noche fuimos un cuerpo derruido en la nostalgia. Porque ha llegado el barro manchndonos el alma y los zapatos -y aunque el cielo se escurra, como agua, de mis manos-.

    Porque s que ests lejos

    y que todo es tan ancho que no podr encontrarte si me buscas.

    Porque cunta borrasca hay en tu mar...

    Porque todas las noches que te amo

    son noches de guardar.

  • Simpata para el diablo

    Aqu,

    los tuyos piensan mucho en tu peinado

    (C. Vallejo)

    Imaginando

    que un tren habr llegado a su destino -ese tren que te acerca- que en el andn, sobresaltados, tus ojos se espabilan, el reloj se impacienta. O as me lo imagino:

    que un taxi llega siempre al amor mo -cada hora te acerca- que tus besos encuentran el balcn, mi vestido te anuncia, el corazn se alerta. Quiero decir, sabiendo

    que cruzaste la calle, que el ascensor te reconoce -y el giro de la llave- que los zapatos te abandonan, que tu camisa ha visto el ltimo botn de mi camisa. Y dando por supuesto

    que en la alfombra se aplasta un cigarrillo sobre una quemadura irreparable... Mira que eres desastre.

    Casablanca

    As time goes by...

    Entre todos los bares de este mundo

  • he venido a este bar para encontrarte, furtiva como siempre, para rozar la piel de tus esquinas. Y cmo me hace dao tu cansancio

    -ya sabes que maana es cada lunes- esa vieja, tristsima, memoria de buscarle sentido a algo que bulle como se abre una flor, as, de golpe. Manas de la ausencia y tus nostalgias.

    Te noto tan cansado... Quiero dormir contigo: Busca slo un poco ms de sueo y de tabaco. Quiero morir contigo. Por qu no me apalabras un cumpleaos ms? Las arrugas ah s que son cosas serias o el paso de los das, con mis pechos que bajan a acariciar tus manos. Y luego cuando un labio nos elude en la piel de las ingles, ay, no muerdas, y nos brinca por dentro... Pero ahora llega el tren

    como un viejo caballo del National, qu diestro en los obstculos, qu sucia su taberna, qu oscuro medioda al despedirte. Te veo tan delgado con tus causas perdidas, tus canas en la llama de la copa, mi amargo luchador, sonriendo lentamente, como si te murieras. Como al decirme adis.

    La guerra de los treinta aos

    Los desastres de la guerra

  • Por el valle de la muerte...

    (Tennyson)

    Nunca se sabe

    pero hoy llevo piernas de plomo como un ejrcito cansado y silbo entre la gente mi locura sin guerra y sin espada, sin moral de combate. Apenas recordando que tuve un corazn de hierro para el fro. Dicen que no se est de vuelta

    jams en esta lucha, pero mis pasos torpes por la acera slo buscan adnde derrumbarse. Que lo ms cruel no es este caminar derrotado sino el desierto, el valle en que murieron los seiscientos... Queramos amar, amor, amarnos cuando an era posible acariciarte y soar otra historia. Pero hoy llevo de plomo casi el alma como un ejrcito burlado. A ras de tierra mi falda, tu camisa, mojados gorriones queriendo alzar el vuelo, ignorar las razones de este marzo. A ras de tierra el rostro del engao. Y es que la vida, amor,

    como la muerte, hoy ya slo es un truco. Y para m que hasta es un truco el mago.

    La clera de un viento

    Dormir algunas veces cuesta mucho. Lo digo por el whisky doble y por los calcetines que preciso y por cmo arrancaste mi foto de tu cuarto,

  • con aquella amargura en los labios crispados. Desde entonces yo trato de imitarte: pongo cara de cnica, troceo tu corbata y vuelvo indiferente la almohada. Vano intento. Guardarte en un captulo. Como meter el mar en un pobre agujero. Y aqu sigo en la playa, con mi pala, mi cubo... tan sola ya, tan roto el uniforme.

    [Ponerse la bufanda...]

    Una noche en el estudio des Ursulines

    (Luis Buuel)

    A Marian

    Ponerse la bufanda buscarte en el pasillo llevar chaqueta azul y botones de plata y libros mustios despus de tantas manos llevar chaqueta azul y las uas pintadas y aquel rubor pasado ya de moda esconder la novela en el pupitre ponerse la bufanda buscarte por las calles entre furtivas sombras gabardinas besos agazapados apagar el pick-up atreverse... apalabrar zapatos ay de medio tacn romper escaparates por un sueo descomponer los timbres buscarte -y en la luna-

    comprar castaas

  • despus de todo perder la lnea y el autobs qu otro remedio ponerse la bufanda...

    Yo, feminista, en un concierto

    A Teresa Gmez

    Cuadros para una exposicin de Moussorgsky

    juegos de cartas de Stravinsky (intermedio de las mil y una noches de Strauss) que hoy puedo ya or la msica en vaqueros dice mi amiga -digo- que a fin de todo y cuentas las mujeres no existen sino como apresuradamente sucias o amorales -pero tan temblorosas por el fro-. (Aunque, nio, por verte

    la punta del pie si t me dejaras veramos a ver...) Salvo que all soada y en la fila

    de al lado, con Moussorgsky trucndole las cartas a Stravinsky, cmo decir a voces que te quiero: si nadie habla en voz alta en un concierto.

    Cambiando un poco los pronombres

    Porque s que t eres sobre todo la noche,

    sobre todo tus dedos que se mueren en m, sobre todo este beso, la huella de mis labios, el brillo de tus piernas y las mas, el silencio que canta en estas cuatro

  • paredes de mi vida... Porque s que t eres de pronto la maana,

    mis dedos que se mueren slo en ti, sobre todo este beso, la huella de tus labios, el brillo de mis piernas y las tuyas, el silencio que canta en estas cuatro paredes de tu vida...

    A mi buen amigo, que se fue a la playa, dejndome en este desierto,

    calcinada

    ... que tanto gozar

    no es de las cosas que pueden durar

    (Boscn)

    Con estas palabras y otras como stas me consuelo -no es cosa de empearse en el empeo-. Busco a Boscn. Pago el exceso aprendiendo a templar... T sabrs de eso, si supiste alcanzar la mar a tiempo. Pero no te reprocho. Sigamos al poeta -qu remedio- antes que t y que yo compuso el gesto: forzado es echar agua a tanto fuego.

    Aguja de navegar amores

    Vai formosa, e no segura...!

  • (Camos)

    Para Cristina Y si quieres navegar

    coge, nia, la aguja de marear. Si no quieres que te hieran

    olas que siempre se van -que van a rerse luego los delfines al pasar-. Si no quieres ver ardiendo tus ojos con tanta sal. Para que no se haga aicos tu barquilla en la alta mar. Para que no te aficiones cada noche a naufragar. Coge, nia, la aguja

    de marear.

    Galeras de Lepanto

    Amarrado al duro banco

    de una galera turquesca...

    (Gngora)

    Siempre supimos

    que la traicin fue un arma de dos filos o que la muerte deja por los labios -viejo alfanje de Orn, oh cimitarra- huellas de cianuro en cada puerto. Aun as,

    no despejes la incgnita del da, djala navegar.

  • Y aunque la risa sea tantas veces trgica mente incierta no dudes inventarla cada hora a lo lejos: la sucia mar de invierno amarrada a aquel banco. Ms vale confundir y ser malditos

    remeros de galeras pues frente a la bajeza sonre cada tarde y el ltigo del cmitre no olvida repetir nuestra historia. Ms vale deslizarse a la deriva, saludar a la luna si te aburres y regalar tu asco en la taberna. -Ser duro o ser esclavo aun con ramas de espliego-. De todos modos, digo, no te excuses jams.

    Provoca galeotes, eso resulta claro como una sobredosis de la vida. A veces slo queda huir hacia adelante

    como lucha un corsario, atroz, en la bajura.

    La chica de la maleta Esta fra maana tan cerca de diciembre

    no tom el desayuno, no he ledo el peridico, no me met en la ducha despus de la gimnasia (esta oscura maana no quise hacer gimnasia), no sub la persiana para asomarme al cielo ni he mirado en la agenda las promesas del da. Esta dura maana con su duro castigo he roto algunas cosas que mucho me quisieron y salv algunas otras porque duele mirarlas. Me estoy haciendo dao esta maana fra, quisiera destruirme sin salir de la cama o encontrar la manera de dormir un momento. Cuando menos lo esperas, suele decir la gente,

    la sorpresa aparece con sus dientes de ans. Cuando menos lo esperas, si te fijas un poco, vers que el aire lleva gaviotas y mensajes... mas ya no van conmigo esos viejos asuntos.

  • El aire arrastra lluvias y tristezas heridas y yo no quiero verlo cruzar como un bandido tan guapo y tan azules sus ojos venenosos. Esta fra maana tan cerca de diciembre

    cuando rozan los rboles de puntillas las nubes junto a tanta miseria, tan helada ternura, yo dejo mi impotencia, mi personal naufragio entre estos blancos pliegues olvidado... Aunque mi cuerpo caiga doblemente desnudo en ese traje roto que luego es un poema. Aunque otro sueo baje su luz por la almohada y ya no te despierte mi voz en el jardn.

    La dama errante

    Casi un cuento

    l susurr que lo mejor sera no enamorarse, ella no le llev la contraria, para qu si se saba vencida. Ante todo se dej acariciar por sus manos manchadas de ternura. Eso s, no se enamor de sus manos.

    Ms tarde no impidi que sus labios muy lentos la abrasaran, pero tuvo cuidado, no se enamor de sus labios, y aunque tampoco se opuso a que su lengua la hiriera sin remedio, no se enamor de su lengua ni de sus ojos ni de su voz ni de la palidez que le suba a la cara entre los besos, esa palidez que a ella ms y ms la araaba. Pero tuvo cuidado y no se enamor. Para qu si se saba vencida. Una y otra vez volvieron a encontrarse. Sin amor. Eso s,

  • felices como nios.

    Sueos de seductor

    Me gusta cmo enciendes el cigarro, el gesto inimitable de tus dedos y acaso un algo desvalido que al andar se resbala de tus hombros. Lo s, s que estoy presa de tus sueos. Por eso si te empeas ser rubia y azul y buena como un ngel. Por eso ser mala si te empeas, oh diablica nieve usurpada a la luna. Me rendir, no temas, seductor entraable cada noche, mientras que a m te acerques inventando estrategias y sigas encendiendo cigarrillos.

    [Ya no tengo virtudes pblicas]

    Escrito est en mi alma vuestro gesto

    (Garcilaso)

    Ya no tengo virtudes pblicas.

    No me quedan vicios privados. Slo en mi corazn se agravan las lesiones... me dijiste riendo,

    yo no s si llorando. Y aqu vine a escribirlo en mi cuaderno.

  • De la virtud del ave solitaria Aunque quiso ocultarlo,

    ella vino a quedarse. Sin billete de vuelta y hasta sin equipaje. Lo supe en sus ojeras,

    su pelo desteido. Me mir solamente. Sin hablar me lo dijo. Ella vino a quedarse.

    Ahora vive conmigo.

    Conocimiento de las ruinas

    Waterloo, supongo

    (Virginia Woolf)

    He mirado las ruinas como si fuera un da para vivir sin ti. A lo lejos, retazos de la sal, duermen escombros, signos apenas de basura. Es triste ir a las ruinas. Uno las mira con indiferencia, su sola evocacin es ya distancia. Hay gradas y paseos de aguas muertas, a veces yacen flores solitarias, tendidas, como una mano espera quien la abrigue. Es malo acompaarse con derrotas insomnes que ahora vuelven, que acaso suponas trasnochadas: sucias fotografas y su ptina, vagamente cubiertas por el t de la tarde... Fechas que son rumor, slo el murmullo de lo que se ha acabado para siempre. Duele mirar las ruinas, pues de pronto, si te fijas despacio, te sorprenden. Las ruinas son de aqu: se me parecen.

  • Gastos fijos Estuve haciendo cuentas

    pues no s hacer milagros ni esas cosas que dicen sabemos las mujeres. Y ahora que ests lejos me pregunto

    si acaso vivir sola no me cuesta ms caro.

    Elega y postal No es fcil cambiar de casa,

    de costumbres, de amigos, de lunes, de balcn. Pequeos ritos que nos fueron haciendo como somos, nuestra vieja taberna, cerveza para dos. Hay cosas que no arrastra el equipaje: el cielo que levanta una persiana, el olor a tabaco de un deseo, los caminos trillados de nuestro corazn. No es fcil deshacer las maletas un da en otra lluvia, cambiar sin ms de luna, de niebla, de peridico, de voces, de ascensor. Y salir a una calle que nunca has presentido, con otros gorriones que ya no te preguntan, otros gatos que no saben tu nombre, otros besos que no te ven venir. No, no es fcil cambiar ahora de llaves. Y mucho menos fcil,

    ya sabes, cambiar de amor.

  • Entreacto Cuando la vida se pone cuesta arriba

    y me asomo al balcn casi pensando que me llama el abismo y veo a tanta gente minscula pasar por las aceras, cada uno en una direccin, deprisa, como hormigas desconcertadas, me pregunto si acaso con los ojos no habr aplastado un hormiguero... Entretanto, se me enfri el impulso

    sin remedio. Entonces miro al cielo por ver si puede ser que dbilmente asome entre nublados la esperanza, que me da menos vrtigo.

    Caligrafa de ayer1

    Fotografa con ptina (II)

    (Una cierta niez)

    Pero si miro esta fotografa de ayer,

    si me paro en los ojos, comprendo que los nios tampoco son tan nios, que tienen mucha historia pasada, mucho lento futuro, que tambin se despean, porque el presente es una piedra, una piedra que duele, que quema, que nos manda a otra parte, que tambin se oscurecen

  • por el peso de tanta incertidumbre. Si al menos ellos,

    si miraran, tocaran el juguete tan slo. Pero fijaros cmo ven ms all, cmo estn ms hambrientos, cmo no cesan de acariciar algo distante. Como si se asomaran a estos ojos -sus ojos o los mos- entre mudas preguntas insufribles: qu has hecho con tu vida?, por ejemplo.

    Mester de juglara Cuando te conoc

    debas de tener los aos que ahora tengo y una luz propia que no logr apagar el tiempo. Tu casa era la casa de todos los mosqueteros. T eras nuestra Dama en aquel oculto reino. Todos para uno y uno para todos dimos el corazn a nuestros sueos. Aquellos fueron aos duros que slo la esperanza hizo ligeros. Una esperanza que llevaba tu nombre contagioso en nuestro pecho. Antes de ti

    el mundo estaba lejos, t lo hiciste cercano, manejable como una charla alrededor del fuego.

    Intuicin del tiempo Caa el sol sobre los ltimos

    tejados de la calle Portugueses

  • cuando saliste del colegio dejando atrs, al fin, el mustio atardecer de la clase, la fila, Sor Concepcin. Era rosa la tarde

    y el aire estaba quieto. Tu cabeza, an cargada del encierro, recibi una fresca sensacin de libertad. Corriste hasta la acera de enfrente igual que un relmpago, y luego retrocediste para buscar ese dorado sol que se iba, rozando todava tus hombros y tu espalda. Fue entonces,

    en la belleza fugitiva de aquel momento, cuando notaste que una espina se te clavaba hondo. Apretando con fuerza la cartera

    caminaste despacio, sin comprender, sintiendo en tu carne la mordedura de la melancola, la inexplicable desazn, el aguijn, la angustia, el fino

    polvo arenoso con que el tiempo, de pronto, se nos vuelve mortal.

    Cubo naf de Curro Un Pavo en una granja con una MariPosa

    Siete Pajaros. tres nubes una casa dos plantados de Rosas Hierba, dios diciEndo Ser buenos trigos tres Son El Sol SonRRiendo, contento y Luciendose cada vez Mas, La MariPosa boLAndo Muy contentos todos los seres con el Sol

  • todos los das, Es temprano la nocHe Acaba de terminar. Son Las ocHo. FIN ES REgAlo de

    Francisco de Ass

    Summertime

    Compaera del ro. Vecina de la higuera. Equilibrista en el rbol que acerca las orillas. Amiga de la arena y del mosquito. De la zarzamora. Visitante en el huerto prohibido, con la venia del sol y del durazno. Exploradora en el caaveral. Desaliada, ay, t, luminosa.

    Contradicciones, pjaros

    El infierno est en m

    Pasos de un peregrino son errante (Gngora)

    El infierno no son aquellos otros

    que siempre se quedaron lejos de mi calor: el infierno soy yo.

  • Mi nombre es el desierto donde vivo. Mi destierro, el que me procur. No me he reconocido en este mundo inhspito, tan ancho y tan ajeno. Supe que mi equipaje, demasiado indeciso, pronto me delataba: este mundo tampoco se reconoce en m. Yo siempre estuve fuera, en otra parte siempre. Soy una extraa aqu. Slo tengo una fuerza, slo un secreto acaso: esta voz que me escribe, el doble que me habita en el silencio. Este otro, mi infierno, el vrtigo que al despertar me empuja a una huida sin fin. Estos son slo pasos

    de un peregrino errante. Los caminos que no me pertenecen, las palabras prestadas que los das dejaron en mi odo.

    Para hablar contigo (I) De aquellos borradores que perd

    o que olvid o que se fueron, qu parte de m misma se salv, cunto dej de ser escapando al abismo de unos versos. Hasta dnde pudieron conducirme

    tantos caminos inexplorados, tantas lianas rotas en un bosque cargado de silencios. Y de tantas palabras que busqu,

    la sola condicin de mi existencia, cules no confluyeron en esta oscuridad de luna nueva y estrellas que se fugan por el cielo. La tierra es un lugar para vivir

  • pero los versos son la propia vida. S que soy yo

    pues me escrib en lo negro de tus ojos.

    Las hojas muertas

    Igual que me sostiene la tibia sensacin de estar cayendo por la ladera dulce del otoo de mi vida, y acaricio despacio -como vuelan las hojas- mi cuerpo que ya lleva el olor de la tarde, as cae este poema en el papel dorado de tu carne y as -voluptuosa- su letra breve te acompaa.

    Buenas noches, tristeza La vida siempre acaba mal.

    Siempre promete ms de lo que da y no devuelve nunca el furor,

    el entusiasmo que pusimos al apostar por ella. Es como si cobrase en oro fino la calderilla que te ofrece y sus deudas pendientes -hoy por hoy- pueden llenar mi corazn de plomo. No s por qu agradezco todava

    el beso fro de la calle esta noche de invierno, mientras que me reclaman, parpadeando, sus ojos como luces de algn puerto.

  • Por qu espero el calor que se fue tantas veces, el deseo por encima de todas las heridas. Pero acaso me calma una tibia tristeza

    que ya no me apetece combatir. Todo sucede lejos o se apaga

    como los pasos que no doy. La vida siempre acaba mal.

    Y bien mirado: puede terminar bien lo que termina?

    Compaas Los libros que he elegido entre todos los libros,

    que acaso me buscaron por rutas misteriosas. Libros que me llevaron en secreto por senderos del bosque, por rincones perdidos, calles, encrucijadas, luces y sombras, vidas

    arrojndome al mundo. Las manos que me toman, que yo tomo entre todas

    las posibles corrientes sobre el ro. Entre todas las lluvias que he cruzado, unos brazos tendidos, al fondo de mis pasos, como un impermeable rojo puede unirme al olvido. Los labios que me besan, los besos que me hablan.

    Una voz entre todas las voces en mi odo. Una ciudad tan slo, una sola mirada. Y los campos, de plumas, y de amor, las batallas.

    Stony Brook (I) En Stony Brook, en la esquina

    de una calle sin nombre y sin aceras

  • existe una vieja taberna en donde el tiempo se detuvo. All nos sentamos a veces -como islas dentro de otra isla- para mezclar cerveza negra con extraas palabras que flotan sobre el humo. Se puede hasta fumar en la vieja taberna de Stony Brook. Tras la ventana miro, al regresar a casa,

    el jardn remojado, los rboles del bosque, ahora sin hojas. En verano, cuando florezcan, se podr ver el sol entre las ramas? Hace fro en Stony Brook y la humedad penetra hasta los huesos que protestan. Muy lejos, en mi ciudad olvidada, los cuerpos y las hojas ya habrn abierto al sol que ms calienta. Entre los rboles -ocultas- otras casas.

    Los tejados son uas de pizarra, las paredes estolas de madera abrigada, las ventanas cerradas como besos. Una luz encendida de golpe me recuerda que all enfrente -tan lejos- alguien vive. Pronto las ranas cantarn. Ahora

    slo se oye el gruir de un cuervo. Enorme su negrura en la rama del rbol. Mi fantasmal vecino al que no entiendo. Cmo pedirle sal, decirle buenas tardes? La soledad se duerme entre las sombras cuando el cuervo se aleja. Maana volver a posar su tristeza con la ma. Y nunca me dir never more. Quiz, como yo, sabe

    que ya siempre tendr una cierta nostalgia detenida en el tiempo de una vieja taberna, en el rumor del bosque de una isla llamada Stony Brook.

  • Epigrama

    Guarda tus artes de varn para otras distancias ms sutiles. Aqu al desnudo entre los dos prefiero la ausencia de retrica.

    Materia oscura

    La vida crece aqu, sin ir ms lejos, en mi ventana. Bajo el aire y el sol y la lluvia crece la vida como crezco yo, hundiendo sus races en la tierra. Esta flor no lo sabe. Yo no lo s. Pero las races se adentran, avanzan en el cielo sin estrellas. La misma fuerza oscura que me arroj a la luz me mueve y me sujeta, giro como la luna, como las hojas que se estiran en la noche, como mi madre muerta. Igual que un animal entre las sombras. No soy ms que esta rfaga de viento, que esta polilla ciega. No soy ms que tus ojos: luz negra.

    Contradicciones, pjaros Las verdades son la nica verdad,

    esas pequeas huellas

  • de nuestra historia. Si las verdades dijeran la verdad mentiran. Aunque las verdades

    tambin mienten con su verdad: la contradiccin, ese nido de pjaros crujiendo. Las contradicciones parecen insufribles

    en nuestro mundo. Pero uno intenta huir de ellas como los pjaros: huir quedndose.

    Variaciones sobre Wordsworth y Auden

    Todas las cosas que me han sido familiares,

    esperanza y dolor, ternura y odio, las leyes que regan nuestros nombres, no me conocen ya ni las conozco. Las palabras ms limpias que aprend, amor y paz, yacen ensangrentadas cerrando los caminos. Los discursos ms vivos, ms honestos han cado manchados y arrastrados por los suelos. Ninguna palabra sobrevivi a nuestra historia. Y en un ro que pudre hasta los mares,

    cnicos y homogneos nadamos y guardamos la ropa.

    El espejo de los espas Estamos al fin hechos

    a imagen cierta y semejanza vana de esta violencia que se ha llamado vida.

  • Que cada da nos arrastra de nuevo para llevarnos siempre al mismo sitio. As el lenguaje

    acaba tambin siendo un animal herido, un topo que no zapa, mudo, helado espejo de sus espas.

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