Angel Palerm Herodoto y Lucrecio

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  • I

    PRECURSORES DE LA ETNOLOGA D E L MUNDO CLSICO: GRIEGOS Y ROMANOS

    .1 n ' i .

  • Pueblos del sur de Rusia ci a

    Pnrece apropiado comenzar esta seleccin de lecturas sobre los precursores de la etnologa con el historiador griego He-rodoto. Poco o casi nada es lo que se sabe de su vida. Vivi en el siglo v antes de Cristo. Haba nacido en Halicarnaso. De joven viaj mucho, sin exceder, de cualquier manera, los lmites del mundo recorrido por sus contemporneos griegos. Conoci, cuando menos, Egipto, Mesopotamia, Palestina, el sur de Rusia, Italia y el twrte de Africa.

    Su gran obra, la Historia, no slo es un monumento a la disciplina que tanto le debe. Adems, es una extraordinaria obra literaria. Hcrodoto, con seguridad, es el primero de los grandes prosistas griegos conocidos.

    Se lo llama con frecuencia padre de la historia, y tambin a tieces padre de la etnologa. En efecto, su Historia, cuyo tema principal son las guerras de los griegos contra los per-sas, est repleta de descripciones sobre la vida, las costumbres y la sociedad de los pueblos que conoci, y aun de aquellos sobre los cuales pudo recabar informacin. Es preciso recor-dar, quiz, que historia tenia para los griegos el sentido de investigacin o de averiguacin, y no estrictamente el de re-lato o crnica.

    Otras veces, con considerable malevolencia, se ha llamado a Herodoto padre de la mentira. En verdad, no fue un autor convenieyitemente armado con los instrumentos de la critica histrica, a pesar de lo cual, o quiz por ello, nos ha legado un tesoro de leyendas, mitos e interpretaciones populares, que hacen de su Historia una de las obras ms entretenidas y fascinantes de la antigedad clsica. Casi veinticinco siglos

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    despus de escrita conserva la frescura original, como si sus palabras resonaran todava en una plaza de Atenas.

    Herodoto muestra hacia las culturas y las costumbres ex-traas una tolerancia rara en su poca y en sus compatriotas. l mismo comenta en un lugar: "Si se diera a alguien, no importa quin, la posibilidad de elegir de entre todas las naciones del mundo las creencias que considerara mejores, inevitablemente.. .eligira las de su propio pas. Todos sin excepcin pensamos que nuestras costumbres nativas y la re-ligin en que hemos crecido son las mejores.. .Existen abun-dantes evidencias de que ste es un sentimiento universal... Podra recordarse, en particular, una ancdota de Daro. Siendo rey de Persia llam a unos griegos presentes en su

    - F ^"^'^^ y ^^'^ pregimt cunto queran a cambio de comerse los cuerpos de sus padres difuntos. I.os griegos replicaron que no exista suficiente dinero en el mundo para pagarles. Despus pregunt a unos indios de la tribu llamada callatic, que en verdad comen los cuerpos de sus padres difuntos, cunto queran para quemarlos [refirindose, por supuesto, a la costumbre griega de la cremacin']. Los indios exclama-ron horrorizados que no deba hablarse de cosas tan repug-nantes."

    "i -- seleccionado de la Historia de Herodoto algunas de sus descripciones de los jmeblos que habitaban las orillas septentrionales del Mar Negro, en el sur de Rusia, y en par-ticular las que se refieren a los enigmticos escitas, los asque-

    - nazi de las fuentes bblicas. Su cultura de nmadas pastores "^"'^ de la estepa es una de las ms persistentes de la historia; la

    vamos a encontrar descrita de nuevo, siglos ms tarde, por Marco Polo y lien Batuta, y continuar hasta el pleno si-glo XX en algunos lugares de Asia.

    A L R E D E D O R del Mar N e g r o . . . se encuentran las naciones ms in-civilizadas de la tierra, si exceptuamos a los escitas. Nadie podra decir que tienen algunas de las artes de la vida c ivi l izada. . . Los escitas, sin embargo, han conseguido una cosa que es la ms im-portante en los asuntos humanos. . . Quiero decir, su propia su-pervivencia. Es tal su manera de vida que nadie que invada sus territorios escapa a la destruccin, y si los escitas desean evitar

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    el combate el enemigo no encuentra manera de luchar con ellos. Una gente sin poblados fortificados; que vive, como los escitas, en carros que llevan consigo adondequiera van; acostumbrada a pelear a caballo con arco y flechas, y que depende para su ali-mentacin no de la agricultura sino clel ganado, cmo no puede derrotar las tentativas del invasor para someterlo, y aun las de entrar en contacto con l? La naturaleza del pas tambin les ayu-da, ya que contiene grandes llanuras con pastos excelentes y ros casi tan numerosos como los canales de E g i p t o . . .

    Es costumbre de los escitas beber la sangre del primer enemigo cjue matan en la guerra, y llevar a su rey las cabezas de los muer-tos en batalla. Los crneos dan derecho a los guerreros a partici-par en el bot n. Despellejan las cabezas haciendo un corte circu-lar a la altura de las orejas, y despus de raspar la piel con la costilla de un buey la soban con los dedos para suavizarla.. . Cuelgan estos trofeos en la brida de sus caballos y estn orgullo-sos (le e l los . . . a veces despellejan todo el cuerpo y colocan la piel en un armazn de madera que llevan cuando cabalgan.. . Tienen una manera especial de tratar los crneos, aserrndolos por debajo de las cejas.. . Despus los usan como copas. . .

    El lugar de entierro de los reyes escitas est en el pas del G e n h i . . . Cuando mucre un rey cavan un gran pozo cuadrado, en el que colocan el cadver preparado de la siguiente manera: abren el vientre, lo l impian y lo llenan de plantas aromticas; lo cosen y recubren todo el cuerpo con cera. En esta condicin lo transportan en un carro de t r ibu en t r ibu, y en cada una la gente se corta un pedazo de oreja, se rasura el pelo, se hace incisio-nes circulares en los brazos, se rasgua la frente y la nariz, o se atraviesa la mano izquierda con una f lecha. . . Por f in , acabado el recorrido, el cuerpo se coloca en la tumba sobre un colchn y bajo un techado sostenido con lanzas clavadas en el suelo. . . A l -rededor del rey entierran a una de sus concubinas y a cinco de sus servidores personales, todos estrangulados. T a m b i n entierran ca-ballos, copas de oro (los escitas no usan plata n i bronce), y una seleccin de sus tesoros. Terminada la ceremonia cada asistente comienza a amontonar tierra con gran entusiasmo, compitiendo con sus vecinos para hacer el mont cu lo tan grande como sea po-sible.

    A l t rmino de un ao tiene lugar otra ceremonia. Toman cin-cuenta de los mejores servidores del rey, los estrangulan, abren los vientres, rellenan con paja y cosen... Hacen lo mismo con cin-

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    cuenta buenos caballos. Despus cortan por la mitad un cierto nmero de ruedas y las fijan por pares a unas estacas clavadas en el suelo... Entonces clavan estacas a lo largo de los caballos y de esta manera los montan en las medias ruedas, sin dejar que las patas toquen el suelo. Los caballos se embridan y enfrenan... Los cuerpos de los hombres se tratan de semejante manera... y as se provee a cada caballo con un jinete...

    Despus de un entierro los escitas se purifican lavndose la ca-beza con jabn y los cuerpos en un bao de vapor... Este bao se construye con tres palos unidos por arriba, sobre los cuales colocan telas de lana de tal manera que cierren hermticamente. En el interior de esta pequea tienda ponen un platn con pie-dras al rojo vivo, sobre las cuales echan semillas de camo, que producen una gran humareda.. . ste es su sustituto del bao de agua, que nunca usan. Las mujeres muelen ciprs, cedro e incien-so sobre una piedra tosca, mezclan el polvo con agua y se embadur-nan el cuerpo con esta pasta... 'mi-j

    Nadie posee informacin exacta sobre lo que hay ms all de la regin que estoy describiendo, y jams he encontrado alguien que la haya recorrido. . . De todas maneras, dir lo que he podi-do saber despus de cuidadosas averiguaciones sobre estas remo-tas partes.

    Al occidente del puerto que est en la boca del Dniper, justo en medio de la costa escita, el primer pueblo que se encuentra es la tribu callipide de los greco-escitas, cuyos vecinos orientales son los alizoncs. Ambos pueblos se parecen a los escitas en su manera de vivir, pero adems cultivan granos para comer, as como cebo-llas, lentejas y mijo. Al norte de los alizones estn las tribus de escitas agricultores, que cultivan granos para vender y no para comer. Ms all estn los neuri, y al septentrin de ellos, por lo que sabemos, la tierra est despoblada... J au O | J H

    Al este del Dniper, comenzando desde el mar, se encuentra primero la Hylea [los grandes bosques], al norte de la cual estn los escitas que viven de la tierra [agricultores]... estos escitas, que se llaman a s mismos olbiopolites... se extienden hacia el norte siguiendo el Dniper hasta once jornadas de navegacin en botes de vela. Ms al norte hay un desierto, y despus de l se encuen-tran los antropfagos, que no tienen conexin con los escitas sino que pertenecen a una raza distinta... Al oriente estn los esci-tas que viven de la tierra, y al otro lado del Panticapes los escitas nmadas que nada saben de agricultura... .iai^flri

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    Una vez que se cruza el r o Don se ha salido de la Escitia y en-trado en el pas de los sauromate, que ocupan el territorio que se extiende hacia el norte cjuince jornadas desde la costa norte del mar de Azof. Este pas est enteramente desprovisto de rbo-les silvestres o cultivados. La regin ms all de los sauromate pertenece a los budini , y est llena de rboles de todas clases. Ms al septentr in el pas est despoblado por siete jornadas hasta lle-gar a los zisagetae, una raza numerosa que vive de la caza. Esta gente es vecina de otra t r ibu llamada ircae, que son tambin caza-dores que se suben a los rboles para acechar su presa. Cada hombre tiene un perro y un caballo que han adiestrado para que se mantengan ocultos pegndose al suelo; cuando aparece la caza el hombre salta sobre su caballo seguido por el pe r ro . . .

    Los escitas que penetran estos territorios tienen que hacer sus negocios utilizando intrpretes en siete lenguas... Ms a l l . . . hay una regin de la que nadie puede dar cuenta, porque el paso est interrumpido por una cordillera impasable.. . Se oyen his-to) ias increbles de que las montaas estn habitadas por gentes con pies de chivo, y de que ms al norte hay hombres que duer-men seis meses al a o . . . A l este, sin embargo, estn los isidones, de los que sabemos algunas cosas. Por ejemplo, cuando muere el padre de un hombre sus parientes llevan una oveja a la casa para sacrificarla. El cuerpo de la oveja, lo mismo que el del difunto, se cortan en pedazos, se mezclan y se comen. Guardan la cabeza del muerto despus de quitarle el pelo y de limpiarla, y la preser-van como una imagen sagrada a la que ofrecen sacrificios... Es cosa notable que entre ellos la mujer y el hombre tienen la mis-ma au tor idad . . . r v I C -

    Toda la regin que he estado describiendo tiene inviernos exce-sivamente duros. Durante ocho meses del ao el fro es intolera-ble. E l suelo se hiela tan duro como el hierro, as que para con-vertir la tierra en barro no se necesita agua sino fuego. E l mar se hiela por completo . . . y los escitas guerrean sobre el hielo y con-ducen sus carros sobre s t e . . . Los otros cuatro meses del ao tam-bin son fros.

    a.

  • 9. Lucrecio -

    Evolucin sociocultural

    Lucrecio, el gran poeta romano, cierra nuestro ciclo de auto-res del mundo clsico, aunque cronolgicamente pertenece a un periodo anterior a aquel en que vivi Tcito. Sin embar-go, la grandeza y la modernidad de sus concepciones hacen de l el mejor colofn de la civilizacin greco-romana. Con Lu-crecio se cierra intelectualmente la poca pagana del mundo occidental, y comienza el largo predominio del cristianismo.

    Lucrecio es poco ms que un nombre para nosotros. Se sabe que vivi durante el siglo i antes de Cristo, y que pre-senci las amargas luchas civiles de Roma bajo Mario y Sila. Ya haba muerto, sin embargo, cuando el recrudecimiento de las guerras intestinas bajo Csar y Pompeyo condujo final-mente a la muerte de la Repblica y al surgimiento del Im-perio.

    Una atmsfera de desilusin y de escepticismo pervade la poca de Lucrecio, al igual que en otros momentos de gran-des cambios listricos. Nada parece ms natural en estas cir-cunstancias que el hombre se refugie en grandes construc-ciones intelectuales, que buscan la razn ltima de la agita-cin y del cambio; que tratan de encontrar sentido a las trans-formaciones de una sociedad conmovida y de una cultura en crisis. No otra cosa hizo Platn unos siglos antes de Lucrecio, ni otra cosa hicieron siglos despus San Agustn, Vico y Hegel, por ejemplo.

    Lucrecio escribi en verso su tratado sobre las cosas de la naturaleza (De reruin natura), un poema extraordinario por su forma y su contenido. Un solo manuscrito preserv esta obra hasta su re descubrimiento en el ambiente propicio del Renacimiento. Lucrecio trata en ella de una variedad increi-

  • P R E C U R S O R E S D E L MUNDO C L A S I C O I ble de lemas: de la materia y del espacio; de la sensacin y del sexo; de los tomos; de la cosmologa y de la sociedad etc. A nosotros nos interesan, sin embargo, aquellas partes que tratan de la evolucin de la sociedad y de la cultura.

    Las ideas de Lucrecio se ligan a la tradicin filosfica grie-ga, en particular al pensamiento atomista y materialista de Leucipo, Demcrito y Epicuro. No es casual, por supuesto, que sea esta misma corriente la que, muchos siglos despus, in-fluya sobre Vico, Hegel y Marx, a veces por intermedio de Lu-crecio.

    Los S E R E S humanos que poblaron estos campos. . . a lo largo de muchas d c a d a s . . . vivieron sus vidas a la manera de bestias sal-vajes en libertad. Ninguno emple su vigor guiando el "corvo ara-do. Nadie saba hendir la tierra con el hierro, o plantar tiernos renuevos en el suelo, o cortar las ramas viejas de los altos rboles con cuchillas de podar. Sus corazones se satisfacan aceptando como regalos lo que el sol y las lluvias daban y la tierra produca sin ser solicitada. A menudo saciaban su hambre en las encinas cargadas de bellotas. . .

    No saban todava cmo conseguir la ayuda del fuego o hacer uso de las pieles o vestir sus cuerpos con los trofeos de la caza. Vivan en matorrales, en cuevas y en bosques... No podan tener idea del bien comn, n i nocin de la moral y de las leyes... Gra-cias al vigor extremo de sus brazos y piernas cazaban las bestias arrojndoles piedras y esgrimiendo temibles mazas..

    As como pas el tiempo, los hombres empezaron a construir chozas y a usar de las pieles y del fuego. Macho y hembra apren-dieron a vivir en uniones estables y a cuidar juntos de su proge-nie. Entonces fue cuando la humanidad empez a dulcificarse.. . Los vecinos comenzaron a formar alianzas mutuas, deseando no sufrir n i inf l igi r violencia entre e l los . . . De otra manera la raza humana entera hubiera sido barrida de la tierra, en lugar de pro-pagarse, generacin tras generacin, hasta nuestros das.

    Por lo que respecta a los varios sonidos del lenguaje hablado, fue la naturaleza la que condujo a los hombres a pronunciarlos y la conveniencia la que dio una forma a los nombres de los ob-je tos . . . Porque cada criatura tiene sentido de los propsitos para los cuales puede usar sus propios poderes... Si los animales. . .

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  • I N F O R M A N T E S D E S A H A G U N m A k O i l i t Y aO83M0KM 165

    miM ('y'ores. No son meros informantes, entonces, sino verdaderos colaboradores en un trabajo cientfico.

    Entre los muchos mritos del Padre Sahagn figura, adems, j; el de haber conservado los materiales escritos que prepararon

    para l sus informantes, y que constituyen parte considerable ^ de la materia prima de su obra monumental. Gracias a este . celo cientfico podemos conocer hoy, y con sus propias pala-

    bras, lo que los informantes decan a Sahagn. He utilizado el volumen Vida econmica de Tenochtitlan, traducido y pre-

    .] parado bajo el cuidado de ngel Mara Garibay. Los textos seleccionados se refieren a los traficantes que se dedicaban al espionaje preparatorio de la conquista militar azteca, y al uso de los hongos alucingenos en las ceremonias de los comer-cianies.

    s ftw 9?,' hil i

    Y A Q U est el por qu se nar r que se llaman "traficantes se-cretos".

    Cuando los traficantes entraron en Tzinacantlan an no haba sido conquistado Tzinacantlan: al entrar no se descubra si eran mexicanos al i r disfrazados:

    se mostraban semejantes a ellos: se cortaban el pelo como los habitantes de Tzinacantlan, se cortaban el pelo como los de Ci-matlan, y se dejaban y cortaban el pelo como "chontales"; de igual modo se cortaban el pelo los traficantes, en todo los trata-ban de imitar;

    y ap rend an su modo de hablar, con lo cual entraban de incg-nito, en tal modo que nadie en absoluto se daba cuenta de que eran mexicanos; se pintaban de rojo la cara.

    Pues bien, all en Tzinacantlan es precisamente donde se pro-duce el mbar y las grandes plumas de quetzal, UtB.iK ctnil?

    jx)t(|ue es all puntualmente donde bajan todos los pjaros que-tzales y los a/ulejos y los pjaros verdes preciosos; el tiempo en que bajan es en tiempo de verde: vienen a comer los frutos de los en-cinos;

    en cuanto a los azulejos y los verdes finos, all vienen a comer el fruto de la ceiba negra.

    Pero cuando cazan al azulejo no con su pura mano los agarran: sino que con la mayor rapidez se apoderan de l, lo atrapan con gran prisa: con ramas de grama los cogen.

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    son movidos por sentimientos distintos a formar sonidos diferen-' tes, con cunta mayor razn no hemos de suponer que los hom-bres de aquellos tiempos tenan ya el poder de distinguir unas cosas de otras por medio de exclamaciones especiales...

    El agente por medio del cual el fuego fue t ra do a la tierra y puesto a disposicin del hombre, fue el rayo. A l debe cada ho-gar sus llamas. . . Hay otro origen posible, sin embargo. Cuando un rbol frondoso movido por el viento menea sus ramas y las frota contra las de otro rbol, la friccin violenta hace brotar chispas que a veces... se convierten en l lamas . . .

    As como pas el tiempo los hombres aprendieron a cambiar sus antiguas maneras de vivi r por medio del fuego y de otras in-venciones, instruidos por aquellos de sobresaliente habilidad y energa mental. Los reyes empezaron a fundar ciudades y esta-blecieron fortalezas para su propia salvaguadia y refugio. Parce-laron los ganados y las tierras, dndole a cada uno de acuerdo a su belleza, su vigor y su hab i l i dad . . . Despus vino la invencin de la i>ropiedad y el descubrimiento del oro, que rp idamente rob su preeminencia al fuerte y al bello. A l hombre de gran r i -queza no le falta compaa n i de cuerpos robustos n i de sem-blantes bellos.. .

    Consideremos ahora por qu la reverencia a los dioses est ex-tendida entre las naciones. Qu es lo que ha llenado sus ciudades de altares. . . lo que ha implantado en sus corazones la frialdad del temor. . .? Los hombres tenan visiones cuando sus mentes estaban despiertas y ms claras todava durante el sueo, en las que aparecan figuras divinas. . . Los hombres advirtieron tam-bin la sucesin ordenada de los fenmenos celestiales y el cortejo de las estaciones... As tomaron refugio en la idea de que los dioses lo movan todo y de que cada cosa estaba sujeta a su arbi-t r i o . . . Pobre humanidad . . . Q u desastres ha incubado para s misma . . . cuntas lgrimas para la posteridad. No hay espri tu religioso, realmente, en estas repetidas genuflexiones. . . ante una imagen. . . en estas Jostraciones ante los templos de los dioses... en estos diluvios de sangre de animales sobre los altares, en este amontonamiento de exvotos sobre exvotos. El verdadero espr i tu religioso consiste ms bien en la capacidad de contemplar el uni-verso con la mente en paz. . .

    Enseguida llegamos al descubrimiento del cobre, del oro y del hierro, de la valiosa plata y del t i l plomo. Esto ocurri cuando el fuego en las altas montaas haba consumido los grandes bosques.

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    El incendio pudo empezar por una chispa del re lmpago, o por hombres que emplearon el fuego para aterrorizar a sus enemi-gos . . . o bien tentados por la fertilidad del lugar quisieron ex-tender sus ricos campos arados y convertir la selva en pastizales, O quiz quer an matar las bestias del bosque y aprovechar sus despojos, porque la caza por m a l i o del fuego y de los pozos se desarroll antes de que se cercaran los valles con redes y se persi-guiera la caza con perros. . . Las vetas fundidas por el fuego flui- t r an a la superficie.. . Cuando los hombres vieron estos metales solidificados.. . advirtieron tambin que tomaban la forma del suelo. . . Aqu haba un medio por el cual podan equiparse con armas, derribar los bosques, cortar los troncos y hacer tablas, y agujerearlas mediante taladros, punzones y berb iqus . . .

    Las primeras armas haban sido las manos, las uas y los dien-tes. Despus vinieron las piedras y las ramas arrancadas de los rboles, y el fuego y las l lamas. . . Entonces el hombre aprendi a usar el duro hierro y el cobre. En realidad, el uso del cobre fue descubierto antes que el del hierro, porque es ms maleable y existe en mayor abundancia. Con cobre se labraba el suelo. Con cobre se levantaron las olas de la guerra . . . Despus, lentamente, se impuso la espada de hierro; la hoz de bronce cay en descr-dito; el labrador comenz a hendir la tierra con hierro, y en el oscuro campo de batalla los hombres comenzaron a hacerse igua-les . . .

    Por lo que respecta a la siembra y al injerto de las plantas, el primer modelo fue provisto por la misma creadora naturaleza. Se vio a las bayas y a las bellotas, yaciendo debajo de los rboles donde caan, germinar en la estacin debida. De la misma fuente los hombres aprendieron a injertar en las ramas y plantas renue-vos en los campos. Luego intentaron un tipo de cultivo despus de o t r o . . . y forzaron el retroceso de los bosques hacia las altas cumbres. Sobre los valles y los cerros extendieron sus pastizales y sus trigales, sus estanques y sus acequias, sus viedos risueos con las cintas gris azuladas de los o l ivos . . . As la campia tom su aspecto presente de belleza variada.. .

    Fueron el sol y la luna, los vigilantes del mundo. . . quienes en-searon a los hombies que las estaciones del ao vuelven y que existe un pa t rn constante en las cosas y una secuencia continua. En este tiempo los hombres vivan ya rodeados de fortificaciones y cultivando una tierra parcelada y repartida. El mar estaba re-pleto de velas voladoras. Los poetas comenzaban a registrar la his-

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    toria en canciones. Pero las letras eran todava una invencin reciente. En consecuencia, nuestra edad no puede mirar ms all de lo que ocurri en este per odo excepto en la medida en que sus restos pueden ser descubiertos por la razn.

    As encontramos que no slo artes como la navegacin y la agri-cultura, las murallas de las ciudades y las leyes, las armas, los ca-minos y el vestido, sino tambin las amenidades y refinamientos de la vida, canciones, pinturas y estatuas bien labradas y pulidas, todo fue aprendido por el uso y por la experiencia de la mente activa, as como el hombre fue caminando hacia adelante paso a paso. As cada desarrollo particular es llevado gradualmente por el avance del tiempo, y la razn lo trae a la luz del da. Los hom-bres ven cmo una idea detrs de otra toma forma en sus men-tes, hasta que por sus artes escalan las cumbres ms altas.