Angel Gonzalez

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Poesía española contemporánea

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  • NGEL GONZLEZ

  • BIOGRAFA

    Nace en Oviedo en 1925. En esa ciudad pasa sus primeros aos, decisiva-mente marcados por la revolucin del 34 y la guerra civil. Estudia y ejerce el magisterio, se licencia en Derecho, cursa estudios de periodismo en Madrid y se dedica espordicamente a esta ltima profesin. Entre 1956 y 1972 reside en Madrid y conoce las covachuelas de la Administracin Central. Obtuvo el accsit del premio Adonais en su convocatoria de 1955 con spero mundo. Premio Antonio Machado (Ruedo Ibrico) por Grado elemental (1962). Ha en-seado literatura espaola en varias universidades estadounidenses, singular-mente en la University of New Mexico (Albuquerque), en la que fue profesor permanente desde 1973. Actualmente reparte su vida entre los Estados Uni-dos, Mxico y Espaa. Premio Prncipe de Asturias de las Letras en 1985, por el conjunto de su obra.

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  • CRTICA

    BREVE1 CONJUGACIN DEL TIEMPO EN LA POESA DE NGEL GONZLEZ

    Profesor de literatura, por lo tanto estudioso del arte que a su vez l mismo practica, el ltimo exceso en que puede incurrir el escritor ngel Gonzlez es la candidez, porque siempre resulta poeta o ensayista un escritor harto lcidamente avisado. La retrica perplejidad de As parece de Prosemas o menos2, la seria denuncia de El campo de batalla de Sin esperanza con convencimiento3, o la acre y muy irnica comprobacin del cinismo trascen-dente y tomista de Prueba en Grado elemental son testimonios de lo dicho.

    Esta inteligente clarividencia hipercrtica es en sus versos muchas veces la bondad inocente de quien atisba la pureza inicial de la infantil sonrisa en la Narracin breve del segundo de los libros citados, o ese punto de simplici-dad enteriza con que aman sus versos: sea en las machadianas Canciones de spero mundo, o en esa delicadsima declaracin de amor de Me basta as en Palabra sobre palabra, con ese envolvente y concienzudo

    y de besarnos sin hacernos dao de eso s estoy seguro: pongo tanta atencin cuando te beso

    donde el poeta l, ngel Gonzlez aora no ser Dios para crear, repetida y la misma, a la mujer amada

    para quererte tal como te quiero para aguardar con calma a que te crees t misma cada da

    Porque para ngel Gonzlez el sentimiento amoroso es un estado afectivo estrictamente serio ya se plantee reflexiones tan quevedescas como las de Letra para cantar un da de domingo en Tratado de urbanismo

    A ltima hora haba pasado un da, y al sentirlo hecho sombra, y polvo, y nada, comprend que la luz que haba llenado sus horas, y todas las palabras que ocuparon mi boca, y los gestos

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  • de mis manos, [. . .] no eran slo el fracaso repetido del Da del Seor, sino que eran un da ms sin ti: comprend con dolor que jams, nunca para m habra domingos ni esperanza fuera de tu mirada y tu sonrisa, lejos de tu presencia tibia y clara.

    ya ironice sobre otro tipo de amor... ese que se hace acto en un lugar comn que es compartido/por una poblacin tan numerosa en Cancin, glosa y cuestiones de Prosemas.

    El juicio penetrante de ngel Gonzlez resulta muy testimonial hay quie-nes dicen realista porque lo mismo poetiza la rudeza miserable, la despro-teccin fsica y moral del ser humano, la fungibilidad del mundo, la crueldad o la estupidez, como escribe acerca de la hermosura de ciertos anhelos, la be-lleza del amor... Inteligencia y sentimentalismo son la caracterstica as, en singular, siendo las dos una de este poeta intelectualmente sentimental que sabe de sobras el mundo de buitres en que vive, que los fenmenos atmosf-ricos no siempre sonren al hombre y que, en medio de tanto desorden, tam-bin existe la sonrisa, la solidaridad, la pereza clida del sol y el xtasis con todas sus casusticas.

    Encerrar ese plural y tan contradictorio mundo coherente en las lindes del idioma logrando no contar historias, sino provocar sensaciones en el lector, y, encima, que estas sensaciones sean crticas no es empeo chico. Y an es ms complicado si, para mayor inri, lo que leemos es una poesa llana, escrita como si nos la estuviera diciendo en una tertulia de caf:

    El perfecto funcionario, el ciudadano honesto, tras largos aos de servicios al Estado y al onanismo era de estado viudo, haba logrado con el tiempo una estructura sea funcional perfectamente adaptada al pupitre sobre el que se inclinaba cada da ocho horas

    nos explica en Nota necrolgica de Grado elemental. En su obra se entretejen seriedad e irona, amor, rabia civil como la que

    estalla en Camposanto en Colliure, El momento este con su homenaje

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  • eco pasional de aquel ms vale morir de pie que vivir de rodillas de Grado elemental, o en El campo de batalla de Sin esperanza con convencimiento; o se traban sentimientos de desprecio que borbollan lo mismo ante la masca-rada social de la felicidad de Todos ustedes parecen felices en spero mundo, como a la vista de la desvergenza conservadora del orden establecido en Dis-curso a los jvenes de Sin esperanza con convencimiento; y se engarza la des-confianza ante las ilusiones con la certeza de la nada final del hombre o las estatuas a que camina todo, entre hechizos y desolacin.

    La expresin de este mundo se cimenta en una conviccin materialista ce-rrada y sin fisuras, hecha de observacin y de empirismo: la ternura es efme-ra, el cinismo es un paisano con el que compartimos casa, la muerte es la pre-sencia que crece hasta hacerse ella misma y slo el odio resulta ms poderoso que el amor y que la muerte. El punto de mira desde el que atisba est dispa-ratada, aterradora y conmovedora silva es binocular, dual: todo arroja una doble proyeccin cuyo contraste es lo que interesa a ngel Gonzlez, que entiende bien la carga crtica y el exorcismo conjurador que se encierra en el humor. Si la muerte es total como sabemos l se inventa en Cadver nfimo de Tratado de urbanismo un bito parcial.

    Se muri diez centmetros tan slo: una pequea muerte que afectaba a tres muelas careadas y a una ua

    lo que, en el fondo, avisa que el nico futuro cierto es esa sucesin del pre-sente en que nos desvivimos como Quevedo, Gmez de la Serna y ngel Gonzlez saben:

    se desprendi un gusano de la manga, pidi perdn y recogi el gusano que era slo un fragmento de la totalidad de su esperanza.

    ...no es preciso comentar que esa irnica esperanza es lo bastantemente po-lismica que dira un entendido como para aludir tanto a ese estado de nimo que nos presenta lo que deseamos como posible, cuanto a esa teologal virtud mediante la cual esperamos que el Seor nos de los bienes a que nos hemos hecho acreedores, como a la muerte final, que es lo nico garantiza-do... por ms que nos engatusemos inventando ms llevaderos plazos para el futuro a crdito de la existencia.

    La conviccin de que la vida es el paso del tiempo y ste es muerte que se hace mayor aparece ya en su primer libro, spero mundo, cuyo Cumplea-os nos relata que

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  • Para vivir un ao es necesario morirse muchas veches mucho.

    Y donde en Final leemos

    Este es mi cuerpo de ayer sobreviviendo de hoy

    do empieza ya a trasponer los tiempos, arte en el que ngel Gonzlez es maestro, como veremos.

    La disfuncin que ofrece la vida entre la realidad lo fugaz y el deseo la permanencia es un sostenido en la poesa de ngel Gonzlez. Los obje-tos, los afectos y el tiempo, el paso del tiempo, son los protagonistas de ese vaivn pendular en que zigzaguean recuerdos, reflexiones, amores o quebran-tos. No es slo que situaciones y cosas hilen la trama del tiempo, es el propio tiempo el que figura en esta poesa como personaje en su fluir. Al igual que ocurre en la cita anterior, el tiempo, que es esa transente muerte potencia que va haciendo la vida en su peregrinar hacia la muerte acto, se convierte en objeto de los juegos del poeta en un intento creo de desdramatizar el inexorable transcurso y seorearlo. Lo mueve en los poemas quiz porque de este modo, mientras enreda con l, lo tiene entre sus manos, lo posee y trastea adelantndolo o atrasndolo como a reloj porttil para detenerlo en presente cuando es futuro en progreso: El tiempo es ms tenaz dice a las esculturas, alter ego del hombre, en el Mensaje a las estatuas de Sin es-peranza con convencimiento, advirtindoles que su camino de ida concluye en la inexorable vuelta a los orgenes: al polvo y a la nada.

    Ayer fue mircoles toda la maana. Por la tarde cambi: se puso casi lunes.

    As refiere en Ayer, un da increble porque es irrepetible, y lo que no vuelve ni tropieza es nico e incomparable dice, tiene un valor en s pues que vive en un universo mvil y finito, que de alguna manera hay que asir, tenerlo, contarlo, que es una forma de posesin, por aquello de tener algo firme a lo que sujetar la pobre vida:

    Por eso mismo, porque es como os digo, dejadme que os hable de ayer, una vez ms de ayer: el da incomparable que ya nadie nunca volver a ver jams sobre la tierra.

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  • Creo difcil expresar con ms imperturbable patetismo la conviccin de la fugacidad: nadie, nunca, jams... Slo se puede ser consciente del de-curso y sentir la duracin; el nico presente concedido a los hombres es el de vivir presentemente el paso de la vida, las lunas o los barcos. El instante que pasa pretende ser eterno en la memoria que el poeta nos cuenta, en un intento de que viva un poco ms y hasta parece, en ocasiones, que con pre-tensin de eternidad... Cuando lo nico eterno, sentencia, es que ha pasado. Por eso slo queda el convencimiento de que no cabe como veremos esperanza:

    Sin esperanza: la tierra de Castilla est esperando crecen los ros con convencimiento.

    Ya no hay machadianos milagros de la primavera, sino la inexorabilidad de las estaciones, en un mundo que, en la medida en que no se ajusta a los deseos del hombre inadaptado al que tantas piedades dedica ngel Gonzlez, no est ni pizca de bien hecho.

    El tiempo es un enigma. Qu vnculo se establece entre la duracin vivi-da y su transcurso cronolgico mensurable? Y entre el tiempo terreno y esa convencin personal del calendario que lo desasosiega en Cancin de invier-no y de verano de Tratado de urbanismo?:

    Cuando es invierno en el mar del Norte es verano en Valparaso. Los barcos pueden hacer sonar sus sirenas al entrar en el

    puerto de Bremen con jirones de niebla y de hielo en los cabos,

    mientras los balandros soleados arrastran por la superficie del Pacfico Sur bellas baistas.

    Eso sucede en el mismo tiempo, pero jams en el mismo da.

    Esta disfuncin, eficazmente comprobable hasta en los manuales de geo-grafa, alegoriza el desencuentro afectivo entre l y ella, en una nueva trasposi-cin del cosmos a las personas:

    Nos quisimos es cierto, y yo s cunto: primaveras, veranos, soles, lunas.

    Pero jams en el mismo da. Comprobar que si el tiempo es difcilmente universalizable an lo son menos

    los afectos que en l se enmarcan, que la vida es sazn y desazn, encuentro

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  • y desencuentro, en lugares anmicos o ciudades desoladas como la Ciudad cero del ltimo libro citado, lleva a la conclusin de que queda la conciencia; la conciencia de cada individuo, personal, intransferible, una conciencia testi-monial, que puede ser irnica y desdramatizadora de convenciones y princi-pios en pluma de este otro dogmatfago, y conciencia de lo que es para l sustancial: el amor, la amistad, la inocencia del infeliz... Eso s, mientras dure, pues que todo, incluso la conciencia, y aun hasta la conciencia deposita-da entre los versos, conocer un final.

    La poesa que se inici dando fe de la rudeza de un mundo en el que, sin embargo, existe amor y nios que sonren detrs de los cristales en spero mundo, se ha ido convenciendo ms de la inutilidad de querer cambiar lo que est dado y en las irnicamente didcticas poesas de Grado elemental acrecienta como el maestro machadiano la irona paradjica de cosas y comportamientos que se aprieta en Tratado de urbanismo sintetizando la ex-presin y concretndola... El tiempo pasa y la economa narrativa ms rica y expresiva cuanto ms se condensa llega a titular Prosemas o menos el libro de 1985 donde esta indeterminacin titular seala bien el escepticismo testi-monial de este poeta, dueo de uno de los ms prodigiosos sentidos del ritmo y de un eficacsimo conocimiento del efecto exacto en cada lugar de la ora-cin y de la tipografa del libro va a provocar en su lector cada palabra.

    Slo una experiencia supera a la de leer los poemas de este asturiano sti-ro sentimental: orselos decir.

    MARA-DOLORES ALBIAC BLANCO (Universidad de Zaragoza)

    NOTAS 1. Por lo que a m respecta. 2. Madrid, Hiperin, 1985. 3. Citar los poemas en adelante, salvo cuando advierta lo contrario, por la edicin

    de Palabra sobre palabra, Barcelona, Barral Editores, 1972

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  • Conoc a ngel Gonzlez, ya estrenada la ltima dcada del siglo, en la madrilea Residencia de Estudiantes; una tarde, creo de primavera, de un pe-sado cielo gris como la realidad aplastante y los posos que el tiempo deja des-pus de haber pasado. Apareci en la sala sereno, breve en su fsico, con una delicadeza de cansancio en los pasos, transparente en su sencillez, como el sabio que ignora su figura. Vivos los ojos, miraba viendo, mas su mirada iba ms alto, ms lejos, ms all, tal vez buscndose la esencia en un espejo inte-rior, as quien necesita reconocerse en su largo pasado en el instante en que el futuro desea conocerle con urgencia. Tena un cierto encanto de viejo pro-fesor con chaqueta, de hombre entraable que se dispone a dictar una lec-cin para mejor saberse a s mismo ms que para ensear cosa alguna acerca del misterioso perfil de la poesa, que all era la suya.

    Sin l pretenderlo, su lectura tena que ser, fue una leccin. Lejos de la brillantez de unos pocos y de la brillantina de otros poetas de su generacin, ngel Gonzlez ha conseguido como pocos elevar el lenguaje coloquial a ca-tegora de lenguaje potico, convirtindose al final de su trayectoria en un admirable poeta moral y didctico; un poeta que asimila cada experiencia hasta transformarla en testimonio vestido de tremenda verdad, desnudo de tremen-dismo, donde la irona derrota al dogma, donde un fraternal tono admonito-rio y una elegancia amonestadora consiguen agitar, inquietar, la conciencia del lector, incitando a ste a una sana complicidad en la tarea de avivar su vida, mejorar ticamente su existencia.

    ngel Gonzlez poetiza narrativamente los hechos como quien retratase la realidad desde lo alto, pero tras esa inmediatez en el aire de sus pequeas crnicas hay mucho pensamiento, hay mucha reflexin, mucha solidaridad con el dolor ajeno, con la ajena adversidad. El tono anecdtico, el guio casi de chiste serio, el suave humor, no son sino maneras de hacer menos dramtica la enseanza transmitida desde un fondo de tristeza, melancola o preocupa-cin. Poesa del saber, ms ocupada en contar que en cantar, antes referencial que retrica, de un realismo ni crudo ni amargo, despabilados con indiscuti-ble ngel para humanizar nuestra actitud ante el existir y el mundo.

    NGEL GUINDA

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  • SOBRE EL HOMBRE Y EL NOMBRE. PRIMERAS NOTAS A PARA QUE YO ME LLAME NGEL GONZLEZ

    Los lectores de la poesa de ngel Gonzlez han advertido su particular atencin al problema de la tensa integracin del hombre y el poeta en el mundo que habita1. Es tema recurrente que surge en su primer ttulo, spero Mundo. La tensin se centra en el conflicto de un mundo calificado de spero, duro y agrio que, con crudeza, se confronta desde el poema inicial con el aorado, acariciado y dulce mundo. Esta simple referencia servir ahora para plantear mi pretensin de focalizar algunos aspectos de su anlisis de contrarios, juego de opuestos que nos puede llevar hasta la caracterizacin del propio poeta en uno de sus ms conocidos poemas, pese a la obligada brevedad de estas notas. Quiero tambin proponer el anlisis parcial de algn problema de su poesa por referencia a modelos de pensamiento y a formas literarias clasicistas. El contraste con modelos ideolgicos y formales de una literatura que aspira a la armona permite en algn caso una valoracin sugerente que puede ser adecuada.

    Todava en 1971 inicia Hoy (Breves acotaciones para una biografa) con un verso en el que la aliteracin parece proyectar el ttulo en la contrastiva oposicin de las slabas simtricas:

    Hoy todo me conduce a su contrario: el olor de la rosa me entierra en sus races, el despertar me arroja a un sueo diferente, existo luego muero.2

    El conflicto hoy/yo se presenta con la duplicidad especular de quien tras-pone el umbral de la palabra potica confirmada con la referencia de un en-raizamiento, del aterramiento en una cruda realidad presente. El conflicto per-sonal y el colectivo se confunden en la expresin de problemas sociales e histricos que en el caso de Yarg Nairod (Muestra corregida..., 1977) alcan-zan la expresin de la obsesiva pesadilla nacional. No debe extraarnos, pese a problemas cronolgicos que ahora eludir, en una poesa que ya en su pri-mera aparicin atribuye a la amada la configuracin de su existencia (Muerte en el olvido) y que de forma creciente solicita una lectura activa del lector. El inters de esa actitud no creo que deba limitarse a los ltimos libros, aun-que en ellos con la irona y el humor pueda ser ms perceptible.

    El pensamiento y la expresin fundados en el juego de contrarios proce-den de una tradicin clsica que el poeta asume en su presente de 1971:

    Hoy es as mi vida. Me alimento del hambre. Odio a quien amo.

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  • Pero, como el poeta latino y en la antigedad, el juego de los opuestos puede configurar una visin del mundo. Su funcin y alcance no aconsejan valorarlo como mero hallazgo ocasional. La realidad tensiva de esta expresin potica, que la crtica ha sealado, plantea diversos problemas que ahora slo puedo considerar muy parcialmente.

    En la rica tradicin anterior, los contrarios, con frecuencia, se presentan vinculados al tema del hombre y a su relacin con la amada y con Naturaleza. Algo de esta materia puede tambin rastrearse en la obra del poeta asturiano que, segn ha sido advertido, desarrolla de forma sostenida la imagen del mundo como amada en spero mundo (1956)3. Particular es el caso del soneto Geo-grafa humana publicado en ese libro, texto que es oportuno contrastar con algn otro posterior como Tanto universalizar (Prosemas o menos, 1985).

    Las disquisiciones sobre la dignidad humana y el lugar y funcin del ani-mal racional en el universo, en directa relacin con el de la cadena de los seres, han sido consideradas por ngel Gonzlez en poemas satricos como la In-troduccin a las fbulas para animales (Grado elemental, 1962) o Parque con zoolgico (Tratado de urbanismo, 1967), donde creo tan perceptibles los ecos de la Ilustracin como la huella de los poetas de la Escuela de Barcelona4. Re-cordemos que la obra de Francisco Rico sobre el tema del pequeo mundo del hombre se publica en 19705.

    Quizs sea oportuno, pues, sealar que Jovellanos, en un texto desatendi-do por la crtica pero inspirado por el pensamiento renacentista sobre la mate-ria, sealaba Asturias como locus templado, caracterizado por la equilibrada armonizacin de los opuestos6. Su proyecto educativo pretenda un hombre equilibrado y en armnica relacin con una naturaleza propicia. Con su de-fensa de la unin de los estudios de letras a los cientficos propona como objetivo la obtencin del buen gusto, tacto de la razn y el til ejercicio de la literatura. La Oracin de 1797 se asienta firmemente en los fundamentos de la armonizacin de los opuestos. La probable relacin directa con el Dilo-go de la dignidad del hombre de Fernn Prez de Oliva, reeditado en 1787 y que don Gaspar Melchor de Jovellanos pocos aos ms tarde poda muy bien conocer, nos permite presentarla ahora como curioso precedente entron-cado con la mejor tradicin7.

    Sin duda, en la segunda mitad del siglo XX y tras la Guerra Civil, ngel Gonzlez tiene una concepcin diferente de lo literario y lo social, pero actua-liza la consecuente preocupacin por integrar al hombre en un universo pro-blemtico que con frecuencia se expresa en trminos antitticos. Desde el pri-mer libro de 1956, no es difcil rastrear lxico e imgenes fundados en los opuestos que, en diversos poemas, permiten considerar la huella de una mate-

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  • ra preexistente. El particular uso del lxico relacionado con el sentido del gusto y lo tctil ha sido advertido y merece ser considerado. Convendr advertir tam-bin que nos encontramos ante un poeta post-vallejiano.

    Recordemos la imagen de esa rosa enraizada de Hoy (1971). Una tensin semejante se expresa aos antes en otro poema relacionado directamente con el problema de la nominacin. Me refiero a Luz llamada da trece (Sin espe-ranza, con convencimiento, 1961) que se inicia con A cada cosa por su solo nombre (v. 1) y desemboca con la identificacin del poeta en un smil con-cluyente:

    Y si hablamos de m puesto que hablamos, de algo hay que hablar digamos todava: pasin fatal que como un rbol crece.

    La imagen corporeza todava la tensin vertical con la unin de lo areo y lo subterrneo en un smbolo preexistente, arquetpico, que han estudiado la antropologa y el psicoanlisis. El poeta se identifica como smbolos que expresan la tensin vertical y lo hace en un texto marcado por el problema del nombre. Ese problema, el de la nominacin, es el que nos lleva finalmente al verso y al poema que quiero considerar. Y, si el tema mismo de la adecua-cin de los nombres nos mantiene en una materia clsica reconocible, ahora se presenta con las implicaciones de su configuracin como palabra potica. La diferencia ha de ser valorada atentamente:

    Para que yo me llame ngel Gonzlez, para que a mi ser pese sobre el suelo, fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo: hombres de todo mar y toda tierra, frtiles vientres de mujer, y cuerpos y ms cuerpos, fundindose incesantes en otro cuerpo nuevo.

    Es la presentacin del encuentro de una plural realidad, de un resultado formulado poticamente en la unin contrastada de la existencia fsica y tica con la de su imagen verbal, la de su nombre. Si el componente moral puede en principio ser desatendido, ser despus confirmado por el texto y por la obra. Pretendo demostrar que el poema puede configurar tambin formalmente la identificacin potica de hombre y nombre.

    El paralelismo sintctico y mtrico acenta las semejanzas y contrastes de los dos primeros versos. El primer verso permite dos lecturas diferenciadas rtmicamente. Una como endecaslabo, con una curiosa sinalefa en sptima,

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  • que creo ms intimista. Otra algo ms enftica que marca leve pausa tras la sptima, no hace sinalefa y lee el primer verso como dodecaslabo. El segun-do verso es un endecaslabo a maiore con cesura tras la sptima slaba. El pa-ralelismo de estos dos versos es destacable, puesto que el ajuste de la sintaxis al metro no se mantiene y el frecuente uso del encabalgamiento se convierte en forma dominante regular en los ltimos versos8. El contraste me parece significativo.

    La lectura visual y la que lee oralmente el primer verso como dodecasla-bo inicial permite advertir una estructura tripartita de los dos primeros versos fcilmente perceptible que, marcada con la anafrica repeticin de Para qu, se confirma en el contraste de los segmentos centrales yo me llame/mi ser pese. El paralelismo se presenta subrayado y potenciado por las implicacio-nes semnticas de las respectivas aliteraciones. La relacin de los dos elemen-tos finales de esa doble triparticin (ngel Gonzlez/sobre el suelo) nos lleva al centro del problema que quiero plantear.

    No faltan referencias crticas e interpretaciones de este poema, pero en-tiendo que, si otros aspectos en los que ahora no me detendr han sido sea-lados, el alcance semitico de la autonominacin del poeta no ha sido sufi-cientemente atendido, pese a la funcin capital que en la interpretacin del texto reclama9. Si atendemos a la estructura temporal del poema, este apare-ce ante el lector como escrito desde un presente en el que se evoca todo un milenario proceso vital e histrico que ha hecho posibles el ser y su nombre. Es la crnica de una historia original, de una creacin. Tras las pinceladas pi-cas propias del gnero, en las que se expresa con ritmo enftico e indicios de irona la relacin con el Universo y con la Historia, se enmarca la intensa afirmacin antiheroica del yo lrico con la identificacin reiterativa de los lti-mos versos:

    Yo no soy ms que el resultado, el fruto, lo que queda, podrido, entre los restos; esto que veis aqu, tan slo esto: un escombro tenaz, que se resiste a su ruina, que lucha contra el viento, que avanza por caminos que no llevan a ningn sitio. El xito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento.

    Los encabalgados oxmoros finales expresan una intensa definicin que tem-poral, temtica y formalmente nos devuelve a ese momento inicial en el que el poeta se nos present preocupado por su identidad y por su nombre.

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  • Volvamos, pues, a los primeros versos. El contraste entre el ser que gravita sobre el suelo y el nombre ngel Gonzlez, sealado por el estrecho para-lelismo de los dos versos antes comentado, expresa una compleja tensin ver-tical que hemos localizado tambin en otras propuestas de identificacin po-tica posteriores. Es, pues, el intento de expresar una primera identificacin para la que no faltan precedentes en nuestra mejor tradicin literaria, pero que nos impresiona como propia de un poeta de su tiempo por su voluntad solidaria y por la irona crtica desmitificadora. Razn por la que, como en otras imge-nes, el poeta se identifica ms con lo bajo, con lo cado, con lo descendente y con la voluntad de arraigar que con el tradicional componente ascensional de la pretensin anglica.

    Advirtamos que el mismo ngel Gonzlez ha visto su nombre como signi-ficativo. Lo mejor es recordar sus palabras y su poesa. El uso consciente de su propio nombre puede confirmarse en otros poemas posteriores10. Es fcil tambin localizar otros precedentes a sus referencias anglicas en un sinnme-ro de textos de los que quiero destacar los relacionados con el tema de la dig-nidad del hombre11, los que confirman su presencia en autores de la Ilustracin12, y sobre todo, los ms prximos de una tradicin literaria inme-diata como los poetas de la generacin del 2713. Lo que en 1956 poda resul-tar ms difcil de confirmar es el alcance simblico de su apellido y la posibili-dad de apreciar una oposicin ngel/Gonzlez. Pero el poeta ha sido muy explcito en una entrevista de 1970 en la que explica con cierto detalle las im-plicaciones simblicas de su apellido14.

    Debo insistir, con todo, en que el problema no es la relacin entre un nom-bre y un apellido en cuanto tales, sino la potenciacin potica que el texto configura y que entiendo debe confirmarse en la interpretacin de un verso y un poema.

    El verso Para que yo me llame ngel Gonzlez presenta un recurrente juego voclico que merece atencin:

    a a - e - - e - e - e - o e La sucesin a, e se repite cuatro veces. Las tres ltimas constituyen una

    verdadera rima interna con acento tnico sobre la i: llame/ngel/Gonzlez. En el citado verso encontramos primero el contraste fnico y semntico

    de yo me/llame, sealado por la doble aliteracin. Inmediatamente, le suce-de otro: ngel/Gonzlez, menos perceptible en principio por tratarse del nombre y apellido del poeta, aunque marcado fnicamente por la recurrencia de la rima. Aos ms tarde la encontraremos realzada grficamente en la com-posicin de la portada de la primera edicin de Palabra sobre palabra (1965). El anlisis de la textura grfica y fnica del nombre del poeta permite advertir que el apellido es anagrama perfecto del nombre propio.

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  • Si el mismo ngel Gonzlez, ms adelante, juega en otros poemas con las posibilidades que ofrece su nombre y ha explicado, las implicaciones simbli-cas de su apellido, no resulta difcil apreciar que en el lenguaje del poema que el texto conforma su propio nombre prefigura el dualismo contras-tivo15. Es el conflicto de opuestos que finalmente encuentra su expresin en los encabalgados oxmoros finales con los que se identifica en el presente re-cuperado del momento de la escritura16.

    Debemos sealar tambin que este texto es un caracterstico poema inicial y retrospetivo. Con significativa propiedad, se presenta encabezando su pri-mera publicacin, e impresiona como declaracin de la voluntad de asumir una particular forma de ser poeta.

    Se publica como primer poema de la primera seccin de spero mundo en la que, con el mismo ttulo del libro, se agrupan los poemas que dan cuen-ta de su situacin en esas fechas. Slo va precedido por Te tuve, poema in-troductorio de todo el libro que expresa la conflictiva unidad del mismo en el contraste del presente de carencias con un pasado mejor. El lector de poe-sa renacentista puede fcilmente reconocer indicios de la clsica relacin entre ausencia y discordancia.

    Para que yo me llame ngel Gonzlez es as un poema inicial en el que el poeta vuelve la vista atrs y pretende expresar su identidad, su ser actual, por referencia a su historia, a su pasado. No le faltan precedentes en la mejor tradicin de los poemas introductorios de nuestra lrica, aunque esta relacin contrastiva nos obliga sobre todo a considerar el dato por referencia a la poe-sa garcilasista de la inmediata postguerra. Quizs sea ese el referente literario ms significativo en 1956. Como composicin inicial crtica y retrospectiva parece muy diferente a la solucin de la ortodoxia garcilasista.

    Si la gravitacin del ser (para que mi ser pese...) apunta a un significado que, ms all de su sentido fsico, confirma su voluntad de afirmarse con el descenso de un enraizamiento positivo, el nombre recibido conserva la huella de un legado problemtico que lo convierte en cifra personal del enigma que el poema desarrolla. Nos encontramos ante una frmula compositiva que ha sido considerada caracterstica de su forma de expresin potica17.

    Segn he sealado, en este poema inicial se nos describe una creacin, un gnesis particular ocasionalmente realzado por el ritmo enftico y por el tratamiento pico, cuestionados crticamente por la irona desmitificadora y por la descripcin antiheroica del personaje. La afirmacin de su voz lrica se presenta, como he dicho, con su enraizamiento en un pasado colectivo, en una identificacin crtica, solidaria y profundamente original que lo confirman como poeta de su tiempo18.

    ANTONIO ARMISN

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  • NOTAS 1. Andrew P. Debicki, ngel Gonzlez, Jcar, 1989, pp. 15ss. 2. La edicin utilizada es la de la recopilacin de sus poesas en su ms reciente apari-

    cin: ngel Gonzlez, Palabra sobre palabra, Seix Barral, 1992. 3. Debicki, op. cit., p. 19. 4. Sobre la relacin con el grupo de poetas de Barcelona desde 1957, vase C. Riera,

    La Escuela de Barcelona, Anagrama, 1988, pp. 79 et al. Advirtamos que Parque con zoolgico fue dedicado a J. Gil de Biedma, como he confirmado en la edi-cin de Palabra sobre palabra, Barral Eds., 1972. La dedicatoria no reaparece en la edicin ms reciente de esta recopilacin antes ya cit. No faltan puntos de coin-cidencia, ni temas comunes, Vid, C. Barral, Poesa, ed. de C. Riera, Ctedra, p. 185, n. 1; etc. El precedente de las stiras de J. A. Goytisolo y de su influencia en algn poema de J. Gil como El arquitrabe puede ser pertinente.

    5. Francisco Rico, El pequeo mundo del hombre. Varia fortuna de una idea en las letras espaolas, Castalia, 1970.

    6. Gaspar Melchor de Jovellanos, Oracin sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias, leda a fines de abril de 1797 en el Real Instituto Asturiano. El texto fue editado por J. Caso Gonzlez en su ed. G. M. de Jovellanos, Obras en prosa, Castalia, 1969, pp. 206-219.

    7. Fernn Prez de Oliva, Dilogo de la dignidad del hombre, est. preliminar de J. L. Abelln, Barcelona, Ed. de Cultura Popular, 1967.

    8. Sobre los encabalgamientos finales de este poema ha tratado recientemente J. M. Sala Valldaura, La fotografa de una sombra. Instantneas de la generacin potica de los cincuenta, Anthropos, 1993, p. 85.

    9. Las referencias a este poema son muy frecuentes, aunque suelen ser breves. Las ms importantes de las que conozco son las siguientes. E. Alarcos Llorach, ngel Gonzlez, poeta, Universidad de Oviedo, 1969, pp. 27 ss.; del mismo autor su co-mentario en AA. VV., ngel Gonzlez, verso a verso, Caja de Ahorros de Asturias, 1987, pp. 53-55, precedido por una presentacin del texto hecha por el propio poeta; T. Villanueva, spero mundo de . G.: De la contemplacin lrica a la realidad histrica, Journal ofSpanish Studies: Twentieth Century, 8,1980, pp. 169-171: Dou-glas Benson, La irona, la funcin del hablante y la experiencia del lector en la poesa de ngel Gonzlez, HIspania, 64, 1981, pp. 570-581; G. Sobejano, Salva-cin de la prosa, belleza de la necesidad en la poesa de . G., en S. Rivera y T. Ruiz Fbrega, eds., Simposio-homenaje a . G., Madrid, Jos Esteban Ed., pp. 38-9; J. M. Sala Valldaura, op. cit., pp. 81-90.

    10. De las diversas autonominaciones quiero destacar la que hace en Prembulo a un silencio (Tratado de urbanismo, 1967): Esto es cierto, tan cierto/como que tengo un nombre con alas celestiales,/arcanglico nombre que a nada correspon-de:/ngel,/me dicen,/y yo me levanto,/disciplinado y recto/con las alas mordi-das/quiero decir: las uas/y sonro y me callo porque, en ltimo extremo, /uno tiene coniciencia/de la inutilidad de todas las palabras. Tambin requiere una men-cin la ms reciente, convertida en motivo central de su poema De otro modo (Deixis en fantasma, 1992).

    11. Vase al respecto la Oratio famosa de Pico de la Mirandola, De la dignidad del Hom-bre, ed. L. Martnez Gmez, 1984, Ed. Nacional. Para una comprensin de la rela-cin de lo anglico con la armona csmica es til consultar Kathi Meyer-Baer, Music of the Spheres and the Dance of Death. Studies in Musical Iconology, Princeton University Press, 1970.

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  • 12. Sirvan como ejemplo los versos de Melndez Valds recogidos por F. Rico, op. cit.. pp. 276-7.

    13. El tema es demasiado rico para poder desarrollarlo aqu. Sirva siquiera como refe-rencia introductoria el libro de J. Jimnez, El ngel cado. La imagen del ngel en el mundo contemporneo, Anagrama, 1982.

    14. Transcribir una pregunta y su respuesta de la entrevista realizada por Campbell y publicada en Infame turba. Lumen, 1971, p. 373: [P.] Cul es el problema? La identidad? Hay un problema que el autor se pregunta quin es ngel Gonzlez. [R.] No hay tal problema de identidad. En ese poema aparece, una vez ms, una vi-sin pesimista de la vida. Lo que yo quera expresar en ese poema es la cantidad de sufrimientos y miserias que fueron necesarios para prolongar la vida hasta llegar a m, que al fin y al cabo no soy ms que el eslabn final de una larga cadena de sufrimientos. Mi familia, en cuanto te remontas un par de generaciones, est inte-grada por campesinos muy pobres. El poema es una especie de recorrido por mi rbol genealgico, por otra parte annimo: a los Gonzlez no hay quien los rastree por la genealoga hispana. Es el rbol genealgico del sufrimiento, a lo largo de ge-neraciones enteras, de la plebe o de la gleba que ha dado como resultado este ngel Gonzlez que... Vase tambin lo que C. Bousoo ha dicho en Teora de la expre-sin potica, Gredos, 19703, vol. II, p. 315. Cf. Sala Valldaura, op. cit. p. 83.

    15. Cada poema genera su propio cdigo, como han advertido en diferentes ocasiones los creadores y los crticos. En relacin con la poesa de . G., lo ha sealado Fran-cisco J. Daz de Castro, Lectura de Prosemas o menos, en . G. Una potica de la experiencia y la cotidianidad, revista Anthropos, 109. 1990. pp. 44-51.

    16. Vase lo que sobre estos oxmoros finales ha dicho T. Villanueva y D. Benson en los arts. ya cit. No insistir ahora en la relacin del oxymoron con la esttica de la discordia concors que puede ejemplificarse en la poesa renacentista.

    17. Lo ha sealado Andrew P. Debicki, . G.: transformacin y perspectiva, en Poesa del conocimiento. La generacin espaola de 1956-1971, Jcar, 1982, pp. 110 ss.

    18. El xito del poema que nos ocupa parece poder confirmarse de forma por muchas razones paradjica. La frmula inicial del poema reaparece en 1960 en la pluma de Borges: Nadie puede escribir un libro. Para/que un libro sea verdaderamen-te, /se requieren la aurora y el poniente, /siglos, armas y el mar que une y separa. /As lo pens Ariosto, que al agrado / lento se dio, en el ocio de caminos / de claros mr-moles y negros pinos/de volver a soar lo ya soado...i (Ariosto y los rabes, vv. 1-8). No me detendr ahora en el anlisis de este poema publicado en El Hace-dor, pese a que todo me hace pensar que se trata de una relacin directa que mere-ce atencin.

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  • DE UNA TEOELEGA Y UNA COINCIDENCIA

    Prosemas o menos (1985) es un libro fatigado como corresponde a un poeta temporalista que est a punto de cumplir la primera sesentena. Slo as puede preguntarse el autor, con vieja aprensin metafsica, si es algo ms que el da lo que muere esta tarde?. Gonzlez llevaba aos mirando el calendario y comprobando (Sin esperanza, con convencimiento) que ayer fue mircoles toda la maana y advirtiendo, precisamente en mil novecientos cincuenta y cuatro, cun slo poda estar un hombre lleno de febrero, vido de domin-gos luminosos (spero mundo). Puede extraarnos que aqu desconfe de que me dicen que hoy es jueves y que, cansado de leer malas noticias, se atreva a esa fulgurante fusin de imgenes que le hace llamar a la maana tigre de papel de peridico? (Consignar que esta cosificacin del tiempo en forma de agoreros das o meses concretos es recurso que viene de Csar Vallejo, el hombre que iba a morir un da del que tengo ya el recuerdo y que era preci-samente un jueves: Anoche unos abriles granas capitularon ante mis mayos desmayados de juventud, Los heraldos negros; el mircoles con uas des-trozadas se abre las propias uas de alcanfor, Trilce; Fue domingo en las cla-ras orejas de mi burro, Poemas humanos. No es la ltima vez que saldr Va-llejo por cuenta de ngel Gonzlez). Pero Prosemas o menos es tambin un libro bienhumorado e irnico cuando trata del amor, porque el poeta ha visto muchas cosas como para tomarse ms decepciones muy a pecho, y es un libro que se hace perdonar la oscura desesperacin (historia: escoria) con cierto estoicismo.

    Puede que no sea la parte ms antolgica, pero la ms importante, el ver-dadero corazn de Prosemas o menos, es la seccin Teoelega y moral. No es solamente un juego: el poeta ha partido por la mitad una disciplina canni-ca (la teologa moral) para obtener una inestable pareja (oposicin? comple-mentariedad?) y ha violentado la primera palabra para lograr un sugerente co-llage lxico. No hay teologa conceptos superiores del pensamiento si no hay elega: lamento por las cosas (sunt lachrymae rerum) que es, al cabo, la-mento por uno mismo, autoelega. Ms todava: habla aqu de teologa un poeta rigurosamente agnstico y cuando un poeta de esas caractersticas (vase An-tonio Machado) lo hace, es para hablar de la muerte, de la nada, del tiempo, poniendo por testigo al hueco mismo de Dios.

    No parece casual que ngel Gonzlez dedique a Luis Rus (ntimo amigo que fue de un poeta religioso a fuer de blasfemo, Len Felipe) el poema ms sacro del conjunto: El Cristo de Velzquez donde la figura exange, impla-cablemente aniquilada, que hizo florecer la pasin de fe de Unamuno se true-

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  • ca en la de un banderillero muerto por una terrible cornada (obsrvese que el tono a medias entre la uncin y la broma se corresponde exactamente con la forma del poema: un semisoneto de metros irregulares y rima incompleta). El ttulo anterior, Revelacin, manifiesta la clave del conjunto: con la conta-giosa efusividad de un poema a lo Salinas o a lo Guilln (sustantivos sin artcu-lo, interrogaciones de aire afirmativo, uso casi interjectivo de la palabra asom-bro, adjetivos como incesante, infinita), el poeta viene a decirnos que Dios est en la msica, como armona del mundo, como reino inmenso y deslum-brante que da sentido a una polifona de cosas. Pero... la msica se acaba y, si doblamos la pgina, el Eplogo nos recuerda:

    Cuando el msico guarda el violoncelo en su negro sarcfago, el cadver de Dios huele a resina

    Con la msica a otra parte... No hay armona sideral ni humana, solamente hay un poco de tiempo que se nos va entre las manos. Y cmo! Por eso, en Avanzaba de espaldas aquel ro, el poeta tiene la intuicin suprema de lo que es ese curso fluvial perezoso que tantos han comparado con la vida: es avan-zar de espaldas para no perder ni una ramita de la orilla, ni una nube del cielo, ni un paisaje lejano. (Quiz el momento ms hermoso del poema sea una sutil paradoja enunciada en forma electiva. Las gotas de las ondas que quedan en-redadas en la vegetacin, se van de nosotros o permanecen? las perdemos o las salvamos?: Dejarlas irse o sea, quedarse). Pero es inevitable que perdemos: seres queridos (Diatriba contra los muertos, Hay tres momentos graves, ms el cuarto), memoria acumulada. El tiempo y la experiencia nos ensean que la muerte es inevitable (Deseaba una muerte, lo confieso) y, desde luego, ngel Gonzlez est entre los apocalpticos pesimistas que temen, sobre todas las cosas, que el fin del mundo sea la prdida del recuerdo del pasado, por ms que segn dicen los apocalpticos optimistas, que quieren liberar el presente y el futuro la mitificacin del tiempo muerto sea una equivo-cacin (represe en otro collage lxico no menos revelador que teoelega y de signo parecido: concepto abrazado a sentimiento).

    No rescataremos mucho del tiempo que se nos ha acordado. Cuando el hombre desaparezca de la faz de la tierra y venga un mundo al revs (viejo tema que se plasma en la estrofa segunda de Cuando el hombre se extinga), lo que quede proclamar el silencio/la frgil realidad de sus mentiras (vase que la herencia del hombre solamente se puede expresar more contradicto-rio: proclamar/silencio; realidad/mentiras). Algo tiene esto que ver con otro poema fundamental de esta seccin que es Palabras del Anticristo que tam-bin se apoya en formular insistentemente lo contradictorio: el Anticristo es

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  • la mentira que es la verdad, desmiente la esperanza pero nos dice espera, esta muerto pero vive, es el que no fue, y, en suma, encarna, la turbia reso-nancia de tu miedo. El poeta se acerca as a describir la nada que, como se ha indicado, es el revs inevitable del Dios de los telogos y de los creyentes para uso de poetas agnsticos. Fascin ya a Machado que so que la nada era el oscurecimiento de la mirada de Dios, como lleg a saber para su dao el acongojado Abel Martn. (No hace falta recordar que Gonzlez ha ledo muy bien a Machado; tambin a Juan Ramn Jimnez, tan ansioso de un Dios que era el mismo, de quien se burla con gracia en este Prosemas o menos. Y a Stphane Mallarme que, como S. M., comparece aqu en figura de perro de lanas que agita de contento el rabo).

    Otro poeta de la edad de ngel Gonzlez y obsesionado por el tiempo, Francisco Brines, busc decir algo sobre los reversos del ser en su libro ms complejo y me temo que menos frecuentado, Insistencias en Luzbel (1977), donde tres esplndidos poemas iniciales buscan la definicin de la nada por la negacin absoluta y la contradiccin ms enconada: Esplendor negro, In-vitacin a un blanco mantel y Definicin de la nada. Pero la llamativa simi-litud de nuestra teoelega y del Prncipe de las Tinieblas (que es el olvido) recreado por Brines no acaba ah. En uno de los mejores poemas de su libro, Entendimiento de una experiencia, el autor de Insistencias en Luzbel evoca la figura de Lzaro, el resucitado, su vacilante paso por el mundo que vuelve a florecer ante sus ojos pero que ya no estimula a quien tiene la experiencia del olvido absoluto, de la nada.

    Y por eso, su injusto regreso est vaco de significacin. Vive desde la carne, mas no hay dicha; se sabe con tristeza, invulnerable.

    (No me resisto a citar un precedente remoto de la tristeza de Lzaro: el poema de Jos Asuncin Silva, Lzaro, donde el resucitado acaba, entre las sombras, sollozando a solas/y envidiando a los muertos).

    Resulta muy aleccionador que, tras la aparicin de un Anticristo con ras-gos del Luzbel de Brines, ngel Gonzlez se pregunte tambin (Hiptesis ab-surda, por fortuna) cul sera su respuesta si, invitado a resucitar, tras los pri-meros momentos de feliz reencuentro con toda la belleza de la tierra, alguien le invitara a permanecer aqu por siempre. Y no hay respuesta... O quiz lo sea el breve poema Finalmente donde comprobamos que, pese a todo, vivir vale la pena y que... poco de lo restante prevalece. La teologa del incrdulo apenas puede decir ms entre la espada y la pared, entre la nada y el tiempo.

    JOS-CARLOS MAINER

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  • ANTOLOGA*

    Para que yo me llame ngel Gonzlez, para que mi ser pese sobre el suelo, fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo: hombres de todo mar y toda tierra, frtiles vientres de mujer, y cuerpos y ms cuerpos, fundindose incesantes en otro cuerpo nuevo. Solsticios y equinoccios alumbraron con su cambiante luz, su vario cielo, el viaje milenario de mi carne trepando por los siglos y los huesos. De su pasaje lento y doloroso de su huida hasta el fin, sobreviviendo naufragios, aferrndose al ltimo suspiro de los muertos, yo no soy ms que el resultado, el fruto, lo que queda, podrido, entre los restos; esto que veis aqu, tan slo esto: un escombro tenaz, que se resiste a su ruina, que lucha contra el viento, que avanza por caminos que no llevan a ningn sitio. El xito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento...

    (spero mundo)

    * Seleccin de J. A. Snchez Ibez.

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  • CUMPLEAOS DE AMOR

    Cmo ser yo cuando no sea yo? Cuando el tiempo haya modificado mi estructura, y mi cuerpo sea otro, otra mi sangre, otros mis ojos y otros mis cabellos. Pensar en ti, tal vez. Seguramente, mis sucesivos cuerpos prolongndome, vivo, hacia la muerte se pasarn de mano en mano, de corazn a corazn, de carne a carne, el elemento misterioso que determina mi tristeza cuanto te vas, que me impulsa a buscarte ciegamente, que me lleva a tu lado sin remedio: lo que la gente llama amor, en suma.

    Y los ojos qu importa que no sean estos ojos te seguirn a donde vayas, feles.

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  • MENSAJE A LAS ESTATUAS

    Vosotras, piedras violentamente deformadas, rotas por el golpe preciso del cincel, exhibiris an durante siglos el ltimo perfil que os dejaron: senos inconmovibles a un suspiro, firmes piernas que desconocen la fatiga, msculos tensos en su esfuerzo intil, cabelleras que el viento no despeina, ojos abiertos que la luz rechazan. Pero vuestra arrogancia inmvil, vuestra fra belleza, la desdeosa fe del inmutable gesto, acabarn un da. El tiempo es ms tenaz. La tierra espera por vosotras tambin. En ella caeris por vuestro peso, seris, si no ceniza, ruinas, polvo, y vuestra soada eternidad ser la nada. Hacia la piedra regresaris piedra, indiferencia mineral, hundido escombro, despus de haber vivido el duro, ilustre, solemne, victorioso, ecuestre sueo de una gloria erigida a la memoria de algo tambin disperso en el olvido.

    (Sin esperanza, con convencimiento)

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  • MUERTE DE MQUINA

    Derramando tornillos, con las bielas exnimes, hizo un esfuerzo ltimo para mover las ruedas dentadas. Como una oscura arteria palpit la polea, pero slo trasmiti un temblor leve a las turbinas, que giraron despacio, horrorizadas, con expresin de ojos que se nublan. Luego, la vieja mquina se derrumb pesadamente, ahogando en su cada el exterior agudo de las vlvulas.

    Un delicado halo de bermeja herrumbre, de orn confuso, y moho, y cardenillo, ascendi lentamente de sus restos temblorosos an hacia la turbia claraboya, polarizando luces impartidas como una bendicin, desde lo alto. Alguien grit:

    Milagro!, desangrndose,

    Milagro!, desasindose

    del brazo del hierro retorcido.

    Luego supimos que aquel artefacto haba expirado el hombre importa poco en olor a chatarra. Y comprendimos.

    (Grado elemental)

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  • TANGO DE MADRUGADA

    El bandonen recorre estremecidamente escotes y columnas vertebrales. Aprisionado por guitarras de amplio radio, por profundas y agnicas guitarras, el bandonen estira su indolencia y su ronca sonoridad marina trasplantada.

    Hay un instante frvolo cuando baila la gente. Hay un momento turbio en el que desfallezco. Hay un minuto roto en el que todo es llanto.

    Por detrs del violn apunta, la esperanza: una leve esperanza densamente imposible. S que no has de volver. La mujer canta. S que no has de volver. La noche sigue. S que no has de volver.

    La cancin huye, borracha y sollozante, hacia la calle, donde el duro reflejo de unos vidrios helados la rechaza y la triza contra el suelo.

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  • LA TROMPETA (Louis Armstrong)

    Qu hermoso era el sonido de la trompeta cuando el msico contuvo el aliento y el aire de todo el Universo entr por aquel tubo ya libre de obstculos!

    Qu bello resultaba el estremecimiento producido por el roce de los huracanes contra el metal, de los clidos vientos del Sur, y luego del helado austral, que dio la vuelta al mundo.

    El viento solano lleg lleno de luz salpicando de sol y de verano. El siroco dej un poco de arena, y el mistral era casi silencio, igual que los alisios.

    Pero escuchad, escuchad todava el ramalazo, la poderosa rfaga que trae gotas de azul y deja sobre la piel la hmeda caricia del salitre.

    Un grito agudo interrumpi la meloda.

    El artista, extraado, agit su instrumento, y cay al suelo, yerta, rota, una brillante y negra golondrina.

    (Tratado de urbanismo)

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  • HOY

    Hoy todo me conduce a su contrario: el olor de la rosa me entierra en sus races, el despertar me arroja a un sueo diferente, existo, luego muero.

    Todo sucede ahora en un orden estricto: los alacranes comen en mis manos, las palomas me muerden las entraas, los vientos ms helados me encienden las mejillas.

    Hoy es as mi vida. Me alimento del hambre. Odio a quien amo.

    Cuando me duermo, un sol recin nacido me mancha de amarillo los prpados por dentro.

    Bajo su luz, cogidos de la mano, t y yo retrocedemos desandando los das hasta que al fin logramos perdernos en la nada.

    (Breves acotaciones...)

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  • DEL CAMPO O DE LA MAR

    Humos con nuestros enseres y nos dispersamos por los [campos,

    buscando preferentemente las orillas del mar y de los [ros.

    (Dejamos atrs la desolacin, el sufrimiento, la ciudad desierta y calcinada.) No sabamos qu hacer en las maanas y marisquebamos despacio por los acantilados o, tumbados bajo el sol, dejbamos que el tiempo planease sobre nuestras cabezas tenaz y lento como un buitre nuestra futura destruccin, quiz inminente. Thelonius Monk, Vivaldi y otros monstruos nos roan las entraas, percutan en nuestras vsceras, colmaban los cuerpos de deseo, de sed de alcohol, de angustia por

    [las tardes, y la noche nos expulsaba con violencia fuera de nuestros

    [refugios. Impulsados por algo parecido al miedo, acudamos entonces en busca de otros rostros, gentes de todo el mundo compartan nuestra urgencia, acosados por ritmos y canciones el rock igual que un ltigo cruzndonos el pecho, donde quiera que fueras Bob Dylan te encontraba. Estbamos seguros de que todo era intil, mirarse, sonrer, hablar incluso, besar, amar, nada nos salvara. Nadie se salvar, nosotros mismos nos entregamos, dciles: era imposible resistir ms tiempo. El regreso fue largo y doloroso. La carretera estaba intransitable, haba policas en los cruces, subimos a los trenes atestados, los nios pedan agua,

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  • las mujeres mostraban sus muslos sin malicia, indiferentes, fatigados, sucios no haba donde sentarse, as llegamos.

    Perdida la costumbre, los asombrados ojos trataban de orientarse penetrando las ruinas.

    El otoo oxidaba la ciudad y sus parques.

    Definitivamente, el veraneo haba terminado.

    (Procedimientos narrativos)

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  • POTICA A la que intento a veces aplicarme

    Escribir un poema: marcar la piel del agua.

    Suavemente, los signos se deforman, se agrandan, expresan lo que quieren la brisa, el sol, las nubes, se distienden, se tensan, hasta que el hombre que los mira adormecido el viento, la luz alta o ve su propio rostro o trasparencia pura, hondo fracaso no ve nada.

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  • NOTAS DE UN VIAJERO

    Siempre es igual aqu el verano: sofocante y voliento.

    Pero hace muy pocos aos todava este paisaje no era as.

    Era ms limpio y apacible me cuentan, ms claro, ms sereno.

    Ahora el Imperio contrajo sus fronteras y la resaca de una paz dudosa arrastr a la metrpoli, desde los ms lejanos confines de la tierra, un tropel pintoresco y peligroso: aventureros, mercaderes, soldados de fortuna, prostitutas, esclavos recin manumitidos, msicos ambulantes, falsos profetas, adivinos, bonzos, mendigos y ladrones que practican su oficio cuando pueden.

    Todo el mundo amenaza a todo el mundo, unos por arrogancia, otros por miedo. Junto a las villas de los senadores, insolentes hogueras delatan la presencia de los brbaros. Han llegado hasta aqu con sus tambores, asan carne barata al ate libre, cantan canciones aprendidas en sus lejanas islas. No conmemoran nada: rememoran, repiten ritmos, sueos y palabras que muy pronto perdern su sentido. Traidores a su pueblo,

    desterrados por su traicin

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  • despreciados por quienes los acogen con disgusto tras haberlos usado sin provecho, acaso un da sea sta la patria de sus hijos; nunca la de ellos. Su patria es esa msica tan slo, el humo y la nostalgia que levantan su fuego y sus canciones. Cerca del Capitolio hay tonsurados monjes mendicantes, embadurnados de ceniza y prpura, que predican y piden mansamente atencin y monedas. Orgullosos negros, ayer todava esclavos, miran a las muchachas de tez clara con sonrisa agresiva, y escupen cuando pasan los soldados. (Por mucho menos los ahorcaban antes.) Desde sus pedestales, los Padres de la Patria contemplan desdeosos el corruptor efecto de los das sobre la gloria que ellos acuaron. Ya no son ms que piedra o bronce, efigies, perfiles en monedas, tiempo ido igual que sus vibrantes palabras, convertidas en letra muerta, que decora los mrmoles solemnes en su honor erigidos.

    El aire huele a humo y a magnolias. Un calor hmedo asciende de la tierra, y el viento se ha parado. En la ilusoria paz del parque juegan nios en espaol. Por el ro Potomac remeros perezosos buscan la orilla en sombra de la tarde.

    (Muestra, corregida y aumentada...)

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  • IGUAL QUE SI NUNCA

    Es algo ms que el da lo que muere esa tarde? El viento

    qu se lleva, qu aromas arrebata? Desatadas de golpe, las hojas de los rboles ciegas van por el cielo. Pjaros altos cruzan, se adelantan a la luz que los gua.

    Sombra claridad ser ya en otra parte por un instante slo madrugada.

    Con banderas de humo alguien me advierte.

    Mralo todo bien; eso que pasa no volver jams y es ya igual que si nunca hubiese sido.

    efmera materia de tu vida.

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  • ROSA DE ESCNDALO (Albuquerque, noviembre)

    Sbita, inesperada, espesa nieve ciega el ltimo oro de los bosques. Un orden nuevo y fro sucede a la opulencia del otoo. Troncos indiferentes. Silencio dilatado en muertos ecos. Slo los cuervos protestan en voz alta, descienden a los valles y airados e insolentes ocupan los jardines con su negro equipaje de plumas y graznidos. Inquietantes, incmodos, severos, desde sus altos plpitos marchitos increpan a la tarde de noviembre que exhibe todava entre sus galas secas la belleza impasible de una rosa.

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  • CARTA

    Amor mo: el tiempo turbulento pas por mi corazn

    igual que, durante una tormenta, un ro pasa bajo un puente: rumosoro, incesante, lleva lejos hojas y peces muertos, fragmentos desteidos del paisaje, agonizantes restos de la vida.

    Ahora, todo ya aguas abajo luz distinta y silencio, quedan slo los ecos de aquel fragor distante, un aroma impreciso a cortezas podridas, y tu imagen entera, inconmovible, tercamente aferrada como la rama grande que el viento desgaj de un viejo tronco a la borrosa orilla de mi vida.

    (Prosemas o menos)

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  • DEIXIS EN FANTASMA

    Aquello. No eso.

    Ni mucho menos esto.

    Aquello.

    Lo que est en el umbral de mi fortuna. Nunca llamado, nunca esperado siquiera; solo presencia que no ocupa espacio, sombra o luz al borde de m mismo que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve, ni el sol marchita, ni la noche apaga.

    Tenue cabo de brisa que me ataba a la vida dulcemente. Aquello que quiz hubiese sido posible, que sera posible todava hoy o maana si no fuese un sueo.

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  • YA NADA AHORA

    Largo es el arte; la vida en cambio corta como un cuchillo

    Pero nada ya ahora

    ni siquiera la muerte, por su parte inmensa

    podr evitarlo: exento, libre,

    como la niebla que al romper el da los hondos valles del invierno exhalan,

    creciente en un espacio sin fronteras,

    este amor ya sin m te amar siempre.

    (Deixis en fantasma)

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  • BIBLIOGRAFA

    NOTAS PARA UNA BIBLIOGRAFA DE NGEL GONZLEZ

    Desde que en 1956 se publicase spero mundo, ngel Gonzlez ha dado a la estampa un total de diez libros de poesa (I.1.1.), que pueden leerse com-pilados en la ltima edicin de la summa potica Palabra sobre palabra (1992). Selecciones de su obra figuran en las ms representativas antologas ( I.1.2.) dedicadas a la poesa espaola del medio siglo, en ocasiones acompaadas de comentarios y encuadres crticos o de otros materiales de inters. Por va de ejemplo pueden verse las de Ribes [ed., 1963: 55-84], Hernndez [ed., 1978: 73-89] o Garca Hortelano [ed., 1978: 43-63], adems de las dos preparadas por el poeta mismo ([1980 y 1982]: la ltima con un interesante ensayo intro-ductorio de L. Izquierdo).

    Como otros poetas de la generacin del 50, Gonzlez ocupa ya notable espacio en los eptomes crticos de conjunto: vlidas caracterizaciones de su poesa aun contando con las limitaciones del caso en este tipo de obras proporcionan Marco [1980: 125], Sanz Villanueva [19852: 406-407] o Palomo [1988: 115-117]. Por lo dems, la bibliografa especfica sobre ngel Gonzlez comienza a ser considerable, aunque de calidad irregular, circunstancia que tambin comparte con otros compaeros de viaje o de promocin literaria. No faltan a estas alturas algunos homenajes y miscelneas dedicados al poeta asturiano, que incluyen trabajos de altura desigual (ngel Gonzlez [1987], Rivera-Ruiz Fbrega [edd., 1987], Anthropos [1990: 1-64 y I-XVIII]), y varias tesis doc-torales transatlnticas cuyas referencias pueden encontrarse en Debicki [1989: 206, 207]. Como trabajos panormicos sobre la obra de Gonzlez resultan im-prescindibles los libros de Alarcos Llorach [1969], con las limitaciones de su fecha de publicacin, y el reciente de Debicki [1989], que, adems de una buena introduccin general y anlisis de su obra ntegra (hecha la obvia salvedad de Deixis en fantasma), rene una til bibliografa a la que forzosamente deber recurrir el lector curioso. Para las cuestiones bibliogrficas deben verse tam-bin la antologa Poemas (Gonzlez [1980: 28-30]), el trabajo de Sala Valldaura [1993: 105-106], la extensa compilacin de Rivera-Ruiz Fbrega [edd., 1987: 137-150] y el reciente nmero monogrfico que Anthropos dedic a la poesa y la potica del asturiano ([1990: 31-34]).

    Menor inters reviste la tesis doctoral de Villanueva [1988: 117-186, 280-282]. El autor centra su estudio en el perodo 1955-1963, de modo que slo analiza

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  • los dos primeros libros de Gonzlez, spero mundo (1956) y Sin esperanza, con convencimiento (1961). Escasa en lneas generales como interpretacin de conjunto, mejora en sus aportaciones sobre algunos poemas concretos (Para que yo me llame ngel Gonzlez..., Discurso a los jvenes, Entreacto), que el crtico ya haba adelantado en otros trabajos ([1980 y 1983]). En su bre-vedad, certeras introducciones a la poesa del autor constituyen la resea de Prosemas o menos por Rovira [1985] y los ensayos de Benedetti [1968] o Sal-vador [1986]. Garca Montero [1993] lleva a cabo una fina relectura de la obra de Gonzlez y delimita correctamente las constantes de su discurso, lcido e irnico, a partir de Deixis en fantasma y la ltima edicin de Palabra sobre palabra.

    Otros trabajos se cien a libros o pocas concretas: al primer perodo (spero mundo y Sin esperanza...) se ha referido en un ensayo intuitivo Gon-zlez Muela [1973]; hasta Tratado de urbanismo (1967) dilatan su inters Marti-no [1970], en un artculo de textura poco clara, y las pginas, muy datadas, de Gonzlez Martn [1970: 104-109]. De spero mundo se han ocupado Baena Pea [1981] y Persin [1986 y 1987]; Miller-Rodrguez [1977-1978] examinan Grado elemental (1962) poema a poema, en un trabajo ms descriptivo que interpre-tativo. Sobre Tratado... han escrito certeras reseas Jimnez [1972] y Rodrguez Padrn [1967]. Este atinaba al discernir en la obra de Gonzlez una triloga te-mtica recurrente el amor, el tiempo, la muerte a la que haba que aadir el inters por la palabra potica, por el problema del lenguaje. Un tanto su-perficial es la resea de Daz Plaja [1971] a la primera edicin de Palabra sobre palabra, obra completa (1968).

    Prosemas o menos (1985), granado fruto de una larga maduracin, suscit la atencin diligente de Rovira [1985], los comentarios de Payeras Grau [1990] y las interpretaciones postmodernistas de Debicki [1990]. Este crtico insista en una lnea hermenutica que ya haba bosquejado en otros trabajos ([1987 y 1989]), con punto de partida en Lyotard y explcitas referencias a Iser o Bart-hes. Aunque los argumentos de Debicki son vlidos en lneas generales, habrn de tenerse en cuenta las atinadas observaciones de Garca Montero [1993] (y cfr. Sala Valldaura [1993]). Por su parte, Daz de Castro [1990] ha perfilado los rasgos que Prosemas confirma o modifica en el conjunto de la poesa de Gonzlez.

    La crtica ha trazado un inventario de aspectos poemticos e ideolgicos ms bien reiterativo: usos de la irona y del ludismo verbal, asociados en oca-siones a tcnicas monolgicas o al correlato objetivo; perspectivas del hablan-te poemtico; introduccin de diversas voces narrativas; coparticipacin del lector a la hora de construir el sentido; asuncin del habla coloquial; inters reflexivo por los procesos de composicin y comunicacin (lase metapoesa

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  • o logocentrismo)... Cuestiones todas ellas relacionadas, en cuyo estudio pesa no poco el acarreo metodolgico de cada autor. Como muestra pueden leerse los trabajos de Baena [1990], Benson [1978-1979, 1981, 1982], Crespo Matelln [1989], Debicki [1987], Martnez Garca [1984], Miller [1982, 1987], Villanueva [1988: 117-186, 280-282] y otros. Los resultados son desiguales y, a menudo, vagos. Pecan por tautolgicos o por querer explicar lo obvio. Buena base cons-tituyen todava los anlisis que llevara a cabo Marcos [1969]. Hacen visible el exquisito cuidado del poeta al disponer la materia lingstica, con nimo de ceir el plano de la expresin al del contenido, sobriamente, sin efectismos, velando y desvelando los sentidos del texto. En un trabajo de conjunto bien fundamentado, Debicki [1987] ha destacado el papel que corresponde al lec-tor en la dialctica del texto abierto. Apelando a Riffaterre o Sklovski, Debic-ki convence en sus comentarios sobre un discurso potico alusivo y elusivo, siempre paradjico, que mueve a la relectura.

    El anlisis concreto de algunos poemas ha dado resultados valiosos. Revela oportunamente la continuidad de recursos a lo largo de la obra del autor, a veces puestos de relieve con acierto en poemas que escapan a las antologas o a la difusin ms general. Excelentes exmenes particularizados adems de su vlida visin de conjunto ofrece Marcos Llorach [1969], quien recien-temente ([1990]) ha compuesto otra de sus variaciones crticas a propsito de Introduccin a unos poemas elegiacos (Muestra, corregida..., 1977). Mo-dlico en su brevedad es el trabajo de Mandlove [1983], quien destaca la co-munidad de usos literarios en poetas coetneos a partir del careo de Calam-bur de Gonzlez (Muestra, corregida...) y Carta explicatoria de Gloria, de G. Fuertes (Sola en la sala, 1973). Fisher [1991] analiza Luz llamada da trece y Smbolo (Sin esperanza...) manejando conceptos de Paul De Man; su inte-resante aportacin requiere, por tanto, lectores avezados a la crtica contempo-rnea. Sala Valldaura [1993: 82-91] se extiende en las tcnicas y el sentido, enun-ciativo y afirmativo, de Para que yo me llame ngel Gonzlez... (spero mundo). Pondera Sala los ecos tcnicos de Antonio Machado, Otero o Vallejo y discierne paralelos temticos entre la produccin de Gonzlez y la de John Ashbery. Pueden verse adems: Corbacho Corts [1984], Miller [1985], Sieben-mann [1973: 467-468], Villanueva [1983] y otros trabajos ya mencionados. No obstante, a menudo los anlisis resultan redundantes respecto a los de Marcos, y no ms logrados que stos.

    La reflexin metapotica de Gonzlez, dispersa por antologas y otras la-bores, ha sido recogida y comentada por Provencio [ed., 1988: 19-41]. El texto medular es, sin duda, la Introduccin con que el autor abra sus Poemas (Gon-zlez [1980:13-26]). Interesantes materiales aportan entrevistas como la que trans-cribe Villanueva [1988: 332-347] o las concedidas a Rodrguez [1984] y Cruz

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  • [1992]; muy datada es la de Brower [1974]. En esta misma lnea, pueden verse las intervenciones del poeta en coloquios generacionales como los transcritos en Olvidos de Granada [1986] y Encuentros [1990]. En todos estos lugares, lo que corresponde a la teora potica y lo que forma parte del entorno socio-cultural no constituyen compartimentos estancos, como cabe esperar de un autor que, con decidida voluntad cvica, liga el mbito de la historia personal y colectiva con el de la creacin literaria.

    Los ms obvios parentescos y afinidades Celaya, Otero, Hierro, pero tam-bin Antonio Machado, Juan Ramn Jimnez, Neruda, el primer Valente vie-nen sealados por la generalidad de la crtica y apuntados por el autor mismo en sus intervenciones. Tales preferencias se vislumbran, en grado diverso, desde el primer poemario de Gonzlez y son evidentes en sus posteriores trabajos crticos (Debicki [1989: 78-82]; y cfr. infra I.2), constituyendo una comuni-dad de intereses que trasciende el discurso potico. No falta, en fin, quien ha sealado afinidades ms inslitas: con el chileno Nicanor Parra (Brower [1974], Sala Valldaura [1993]); con Salvatore Quasimodo (por el tratamiento del tiem-po y los elementos prossticos: Rodrguez Padrn [1967]); o con Francis Ponge y John Ashbery (Sala Valldaura [1993]).

    J. . SNCHEZ IBEZ

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  • NDICE

    BIOGRAFA 2 CRTICA 3 Mara Dolores Albiac: Breve conjugacin del tiempo en la poesa de ngel

    Gonzlez 3 ngel Guinda: La poesa humanizante de ngel Gonzlez 9 Antonio Armisn: Sobre el hombre y el nombre. Primeras notas a Para

    que yo me llame ngel Gonzlez 10 Jos-Carlos Mainer: De una teoelega y una coincidencia 18

    ANTOLOGA POTICA 21 BIBLIOGRAFA 38

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  • Coordinadora MARA NGELES NAVAL

    Equipo de Redaccin JAVIER DELGADO, JOS-NGEL SNCHEZ, MANUEL VILAS

    Asesores de Redaccin MARA-DOLORES ALBIAC JOS-CARLOS MAINER JOS-LUIS CALVO CARILLA ALBERTO MONTANER GONZALO CORONA CARMEN PEA MARA NGELES EZAMA JESS RUBIO

    JOS-ENRIQUE SERRANO

    Este nmero 24 ha sido realizado bajo la direccin

    de JOS NGEL SNCHEZ IBEZ

    Maquetacin y dibujos JOS LUIS CANO

    Impreso en Octavio y Flez, S. A. San Juan de la Pea, 160-168 - 50.015 Zaragoza

    D.L.: Z. 1.373/93

  • PORTADABIOGRAFACRTICABreve conjugacin del tiempo en la poesa de ngel Gonzlez, por Mara Dolores AlbiacLa poesa humanizante de ngel Gonzlez, por ngel GuindaSobre el hombre y el nombre. Primeras notas a "Para que yo me llame ngel Gonzlez", por Antonio ArmisnDe una teoelega y una coincidencia, por Jos-Carlos Mainer

    ANTOLOGABIBLIOGRAFANDICE