Angel Cruchaga Santa María - Job (Poema)

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Para la rnujer dormida que vive en mi

corazbn rn6s a116 del amor, este poerna

desconsolado.

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iQh brazos de las madres, puros y transparentes, recibid a1 Jesfis dulce y maravillado. iOh coraz6n inquieto de las hondas vertientes cantad sobre la vida como un Job inspirado!

iAcariciad sus huellas, oh j6venes esposas! Hasta Luzbel sonrie aclarando el infierno. Viene Jesfis, hablad, oh labios de las cosas obscuras y olvidadas por el Pastor Eterno.

Dolores de 10s 6rboles profundos y cansados que trasudan fatigas y temblores violentos, cantad a 10s sonoros espacios estrellados que perfuman 10s kngeles y atraviesan 10s vientos.

Cansancio de Luzbel; atroz monotonia de s u s cinco sentidos para el amor exhaustos; semillas sin vigor; manos en agonia que no acrecientan 10s filtimos holocaustos.

Tierra de las miserias, carne de Job vencida, p rephate a1 prodigio; florecergn tu5 llagas. El perfil de yesfis se incrustarg en la vida, como la madre muerta en las horas aciagas.

iQh senderos del mundo; Jesiis viene tranquil0 de las constelaciones infinitas y suaves! Contempladlo avanzar en un dulce sigilo. Mueve su coraz6n las velas de las naves.

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El musgo, verde como 10s pantanos alz6 la voz delgada y transparente: “Soy el campo de musgo, el campo triste que en el cielo se duerme.

Tiemblo todo cnando un alma se acerca en el silencio para no lastimarme.

No amo 10s cuerpos rudos; soy tan d6bil que el paso de 10s hombres me destruye.

Adoro las pupilas de 10s niiios lejanos; las pupilas que son claras como yo en la mafiana; las pupilas donde el 61eo de Dios est& en suspenso.

Cuando sonrien sobre mi, sonrio y bajo el peso de sus pies me encorvo empezando a morir, y las doncellas de almas henchidas como lonas firmes por el soplo del mundo me destrozan.

Aleja, Jesucristo a las mujeres; en las distancias las presiento bellas. Cuando se acercan tiemblo porque juntan su cuerpos a mis raices. Las adivino sobre mi. desnudas.

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Alejame de todos 10s humanos, solo gozo la vida cuando rindo mi coraz6n a1 cielo, y me adormezco en ti Jeshs. Entonces por el hondo arc0 del cielo, cruzan las sonoras alas de las aves, sumerjidas en el nido profundo de la noche.

Jesfis, adoro el alma de 10s hombres y el alma quieta de las cosas debiles que no saben hablar.

Cuando estuviste en la cima del GBlgota, en la muerte me olvidaste Jesfis, tu sangre eterna no abrev6 mis raices diminutas que se amargan y sufren en la sombra, y pasaran 10s siglos, y mis voces s e perderan Jestis! mira mi muerte!

Hazme a todo insensible. Desfallezco en la luz de la esfera. Como a un nifio que lo besaras en la frente, tiemblo.

Hazme morir bajo tus manos claras, deseo adormecerme en tus pupilas, iSabes maestro, c6mo hiere el mundo! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La voz del musgo se murid cantando.

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EAS DRAS

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Nosotras somos un dolor oculto, nuestros ojos internos estan tristes de contemplar el rostro de la muerte, inmovilmente adusto en el silencio. Somos algo dormido para el mundo. Duras y solas en la luz del cielo sofiamos con la nube que se pierde como el ala nerviosa de 10s pajaros en una a sp i r ac ih de llama erguida.

Temblamos con el sol sobre la carne y somos claras como las doncellas cuando el campo est6 verde, y el arroyo en la lengua de Dios canta a1 paisaje.

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Nosotras somos un dolor oculto que nadie solivi6. 6Quien sup0 nunca adivinar la angustia de 10s ojos invisibles que esperan a1 Mesias? Solas y tristes en la luz, echadas como mendigos a !a muertc estamos; el polvo del camino, santo pobre, cubri6 la desnudez de nuestro cuerpo.

Pero en nosotras como un canto dulce una visi6n del cielo permanece. Sabemos que 10s arboles floridos sonrien a1 Sefior que 10s anima. Vemos que la rnontafia es una escala para lllegar a Aquel que no concluye. Nadie nos ama; la mirada turbia de! hombre e s un oprobio en nuestro duelo. iSomos como 10s nifios que no lloran porque 10s vence una visi6n celeste! Tenemos la vejez de! primer hombre. Hemos visto el perfil maravilloso de 10s siglos pasar contra 10s cielos como planetas que a la muerte fueran. Nosotras somos UT! dolor oculto que a Dios envuelve desde la miseria. iQui&n nos redimira de nuestro duelo amargo como el ala de un murcielago!

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Mi tristeza e s delgada y astral, como una virgen que amedrentada huyera de su a h a . El sol me obsorbe como las arenas de 10s desiertos a1 arroyo. Viajo como 10s serafines por el cielo y me v6n las estrellas y las cosas morir en el espacio. Mi tristeza cruza la vida como 10s minutos sobre el rostro de Dios, sin dejar huella .....

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Vienen las madres jovenes, palidas y vencidas, las cabelleras sueltas a1 crepusculo inmenso, una corriente azul para lavar heridas. Bajo el materno asombro de Jesfis est& en suspenso.

Vienen las madres tiernas, delgadas como espigas ;Oh trigo de sus vientres! Oh pan maravilloso! de levadura eterna iOh miel de las cantigas que perfuman a1 nifio y aclaran a1 esposol..

iOh vestiduras blancas avanzando en la hora! iOh pupilas en 6xtasis que claman a Jesus! Un vasto corazon por la tierra sonora, limpio como un infante que cantara en la luz.

Todas las frentes s e alzan a1 maestro apacible; el cielo es como un brazo femenino curvado. Como un collar de vidrio se ha roto el imposible.

Oye el canto Jesus Crucificado.

“Que no sufran nuestros hijos. iSeria mejor la muerte! Arroja tu paz profunda sobre sus almas celestes. Nuestra sangre te lo pide iOh Dios que arom6 el pesebre y que abraz6 el universo. como una madre sonrientel

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Somos hijos de las llagas retofios del desaliento; elevamos la cruz del Cristo en lo intimo de 10s huesos. Nuestro canto es Lin pufial que va a clavarse en 10s cielos. Nacimos crucificados como 10s largos senderos.

Nuestro canto es un abismo que puede tragar el orbe. Pasamos como 10s cuervos por el crista1 de la noche. Estamos junto a la muerte. Hemos llegado a 10s bordes de este mundo y la esperanza ha huido qui& sabe a donde.

iPara qui5 luchar en van0 si nada ya nos consuela y en nuestra ttinica tosca muerden todas bas estrellas como en un fruto maduro donde la muerte se hospeda! iPara qui5 luchar en van0 si est6 maldita la tierra y Luzbel tiende sus alas de media luna siniestra!

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Cruz6 por 10s caminos dolorosos mirando el agua, el arbol y la nube. El primitivo albor de 10s sentidos le di6 serenidades de crepfisculo. Llevo sobre 10s ojos ahondados la figura de Dios; sufri6 en las cosas y su llanto cay6 solemnemente -1agrimas de montafia en la neb1ina.- En la angustix silente de 10s hrboles bebib el suplicio de la tierra toda

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y en 10s arroyos para bautizarse ell alma, penetrd grave y desnudo. Vueltos 10s claros ojos a la noche vibraba en las estrellas; sus oidos tensos como una cuerda recibian el canto inmenso de 10s mundos.

DCbil y transparente su envoltwa triste traslucia las cosas como un vidrio. En 10s jardines juntos a las sonrisas perseverantes de 10s niiios pudo llenar su sangre de sonoridades, tal un ciego en la luz del Paraiso.

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EL CANTO DE LA CIUDAD

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Soy la ciudad maldita que la lujuria doma. Destrcyeme, Seiior, bajo tu mano fuerte. Quemame con tu fuego como antaiio a Sodoma. Solo puede lavarme la ola de la muerte.

A mi vienen 10s hombres cansados y mezquinos con su resto de luz y su ispera impureza. Se estrellan en mis muros 10s niufragos destinos. iNo hay jfibilo que pueda engaiiar mi tristeza!

SC de la muerte gris que trepa por 10s muros como larga culebra de amargas contorsiones. Se destilan en mi 10s momentos obscuros: Soy un antro infamante que acaricia ilusiones.

En mi juega el destino como en una taberna; la gloria y el amor florecen en 10s dados. Yo soy sobre el abismo como una playa eterna donde canta la voz igria de 10s pecados.

En mi danza procaz Salom6 se desliza y exalta s u lujuria 10s sentidos obscuros. Los corazones s6n inforas de ceniza que desfruye la muerte entre sus dedos puros.

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Jesus miraba largamente el mundo como a un rostro silente y desolado por cuya carne camin6 la muerte. En la caverna celestial la lumbre del sol se iba pudriendo como un fruto. Jesus envuelto eu su espiral de siglos fijos 10s grandes ojos en las ruinas de la tierra servil alz6 l a voz. La esperaban temblando 10s escombros y las ciudades y 10s mares de oro. Se adormeci6 el sollozo de la tierra y se escuch6 en la cumbre de 10s cielos latir las alas del milagro enorme. Las estrellas oian las palabras. La tfinica celeste del maestro como la Virgen eclipsd la luna. La voz se reclind en el horizonte, como mano de abuelo sobre un nifio.

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Los arboles elevan desde la tierra fertil nn sollozo, y se conmiieven de pavor las piedras. $1 niievo dia no tend& retoiios!

Viene la mnerte, pa sus dedos palpan 10s miiros en silencio. Hace temblar la l u z de las ventanas iLa tarde se le esciirre entre 10s dedos!

iViene 'la mnerte! cantan 10s pastores en 10s valles homildes, y la bella vertiente de 10s montes quisiera eternizar la tarde triste.

La tarde triste; la hltima campana la llora como nn niiio en siis sones que s6n una balada de eternidad en valles de zafiro.

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rillo y el amor. Los cristales indo cual senos maternales :iudad fn6 enjoyada

por mi 1iiz y en mi beso se sinti6 enamorada.

Hoy me ir6 para sienipre, mares, cindades de oro: me voy como nn infante ale,jjbndome y lloro. Rosas de 10s jardines, doncellas, rios, montes contempladme morir sobre 10s horizontes. Ya no sere el romero que vd por 10s caminos habldndoles de Dios a pobres peregrinos.

Ha llegado la hora en que yo mnera, oceanos azides con navios tr6mulos y livianos. Yo vivir6 en vosotros cnando me vaya, qniero dorniirme en viiestras olas; ya se que asi no muero.

Y el sol mir6 10s montes y 10s mares en paz, triste como e1 viaj ero qii e ya no 1-olrerd mas, y se fii6 lentamente borrando por el cielo rosado, aznl, celeste y gris como on abuelo. Sobre todas las cosas se adormeci6 sii voe hasta morir disiielto en el aire de Dios.

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Somos la ramembranxa de la 1 Necesitaba Dios nnestro rairen que era ritnio en siis renas y en la inrencible y eterna melodia d

Kuestro vigor es fiierza de es 10s arboles nos dieron RIIS moril Soliarnos ea las clitras y enorme' que abrian las soberbias qiiillas

I; S el

Como un collar perdido de - i s estrellas i:os hieren en nu omos la saiigre turbia de las di I grito gntural del hombre prin

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Es nuestra rebeli6n de temblores y nerrios el eco de la tierra que se muri6 podrida . jOh mistiles sonoros, oh riavios soberbios llevados por 10s vientos primrros de la rida!

iQu6 niievos argonantas verin el vpllorino! En nn dolor horrendo tiemblan nnestros ciclones queriendo reyivir el difunto destiiio que fu6 sangriento y hosco conio un trope1 cle leones.

Sabemos donde estaban las estrpllas, siis rastros quedaron en nosotros. Con dulziira de abiielo ircmos sobre el agun colocando 10s astrm que desprendi6 Jesus con SI[ mano del cielo

Seremos 1111 vigor enorme J- tenebroso. En nuestras olas ribran inmortales tormentos, la vox del Cristo rueda seinejando iin sollozo lnnzado de la criiz hacia 10s cuatro vientos.

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La Erocaci6n de Job . . . . . A la renida de Jes6s . . . . . La Aparici6n . . . . . . . . El Canto del Miisgo . . . . . Las Piedras . . . . . . . . El Canto del Hnmo . . . . . . Luxbel ba.jo PI Cielo Nocturno . . El Caiito de las Mndres . . . . Los Hi. jos de Job . . . . . . El Hombre Marad low . . . . El Canto del Hombre Karx~illoso El Canto de la Cindad . . . . La Palabra de Jes6s . . . . . El Presentimiento del idtimo dia . La Despedida del Sol . . . . . El Jiiicio Final . . . . . . . El Canto de 10s Nares solos . . Job e11 el Cielo . . . . . . .

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