Analisis de La Leyenda El Beso de Gustavo Adolfo Becquer

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e Análisis de la leyenda “El beso” de Bécquer Literatura española del siglo XIX Miguel Ángel Galindo Núñez 206171397 Universidad de Guadalajara Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades División de estudios históricos y humanos Departamento de Letras hispánicas

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Analisis de el beso

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Anlisis de la leyenda El beso

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Anlisis de la leyenda El beso de Bcquer

Literatura espaola del siglo XIX

Miguel ngel Galindo Nez

206171397

Profesora: M de Jess Vzquez Boruel

Guadalajara, Jalisco, 15 de octubre del 2008

Anlisis de la leyenda El besode Gustavo Adolfo BcquerMiguel ngel Galindo NezEn la leyenda El Beso se narra la historia de un militar enamorado de una estatua por su admirable belleza e invita a sus amigos a verla una noche en el templo de San Juan de los Reyes, un templo de Toledo, Espaa. En la noche, ya algo bebido, desafa a la suerte burlndose de la estatua de lo que fue en vida el esposo de Doa Elvira, mujer de la estatua, Don Pedro Lpez de Ayala. El clmax se alcanza justo cuando el capitn intenta besar a la figura y recibe el golpe de la estatua de Don Pedro Lpez quien, cobrando vida, evita la profanacin de su mujer y venga el agravio que recibi.

Para este anlisis deben citarse varias peculiaridades necesarias, por lo mismo se separarn por apartados:

1. Sentimiento del paisaje

1.1. Escultrica del paisaje

Algo en lo que Bcquer se destaca es en la acumulacin de figuras poticas en su paisaje. Se nota en muchos momentos de la narracin. Se puede observar en el siguiente fragmento de la misma:

A la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se perda entre las espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones sobre el muro la fantstica sombra del sargento aposentador que iba precedindole, recorri la iglesia de arriba abajo y escudri una por una todas sus desiertas capillas, hasta que una vez hecho cargo del local, mand echar pie a tierra a su gente, y, hombres y caballos revueltos, fue acomodndola como mejor pudo. (p. 228)

Aqu podemos admirar la forma escultrica del paisaje que se menciona. Pues algo en lo que se destaca Bcquer es en la poesa de su prosa, siendo de los primeros en usar una prosa potica en la historia de Espaa. Por ello mismo podemos comprar que las descripciones propuestas en este fragmento como se perda entre las espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones sobre el muro la fantstica sombra del sargento aposentador que iba precedindole (p. 228), nos marca una serie de metforas, bellsimas imgenes que tanto se aproximan a las Rimas, pero subsiste el ambiente romntico en el vocabulario; pudiera formarse un diccionario con las palabras predilectas de los romnticas (p. XXVIII).

El mismo efecto puede encontrarse en este otro fragmento:

La noche haba cerrado sombra y amenazadora; el cielo estaba cubierto de nubes de color de plomo; el aire, que zumbaba encarcelado en las estrechas y retorcidas calles, agitaba la moribunda luz del farolillo de los retablos o haca girar con un chirrido agudo las veletas de hierro de las torres. (p. 2.34)

Donde se palpa esta escultrica, donde a lago como la noche, se le da un carcter pintoresco propio del romanticismo, sobre todo del mismo Bcquer, como ya se dijo ms arriba.

Esto prueba que s existe este elemento dentro de la leyenda toledana a analizar.

1.2. Riqueza en la escenografa externa

Existe cierta riqueza en la escenografa, es decir, todos los elementos que conforman al paisaje geogrfico donde los personajes se movern. Las descripciones, como ya se dijo antes, de Bcquer son demasiado poticas, por lo mismo, se puede citar de nuevo que Bcquer mencionar elementos bsicos para adjetivar su entorno.

La principal descripcin que posee suficiente peso en la historia es la fachada de la iglesia a la que llegan, la cual versa: [] siguieron en silencio el camino adelante hasta llegar a una plazuela, en cuyo fondo se destacaba la negra silueta del convento con su torre morisca, su campanario de espadaa, su cpula ojival y sus tejados de crestas desiguales y oscuras. (p. 228). Se puede notar el tono lgubre el cual ser desarrollado ms delante, pero destaquemos que existe una imagen demasiado visual en estas lneas, una secuencia de descripciones imponentes que nos dan a pensar la fuerza de la misma construccin.

Podra involucrar descripciones como las de la misma iglesia, que se desarrollar en el tpico Ruinas, pero es importante decir que si se tomara ella como escenografa externa, este tpico sera muy amplio.

1.3. Intimidad compartida con la naturaleza o por ella reflejada

La intimidad que se pide describir en este tpico es fcil de encontrar. En un momento que llegan los militares a la iglesia y deciden instalarse

A la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se perda entre las espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones sobre el muro la fantstica sombra del sargento aposentador que iba precedindole, recorri la iglesia de arriba abajo y escudri una por una todas sus desiertas capillas, hasta que una vez hecho cargo del local, mand echar pie a tierra a su gente, y, hombres y caballos revueltos, fue acomodndola como mejor pudo. (p. 228)

En este momento nos enfrentamos a que los militares son suficientemente dependientes de s mismo como para integrarse con la naturaleza, el entorno, las ruinas de lo que antes era un monasterio. La sentencia final de la cita es una muestra clara de este argumento.

Y tambin se observa que en un momento el protagonista (movimiento de metatextualidad por parte del autor) se propone a dormir apegado a la naturaleza:

Pero nuestro hroe, aunque joven, estaba ya tan familiarizado con estas peripecias de la vida de campaa, que apenas hubo acomodado a su gente, mand colocar un saco de forraje al pie de la grada del presbiterio, y arrebujndose como mejor pudo en su capote y echando la cabeza en el escaln, a los cinco minutos roncaba con ms tranquilidad que el mismo rey Jos en su palacio de Madrid. (p. 229)

El hecho de que el protagonista est en la iglesia roncando, la haya vigilado en todos sus rincones, le da cierta seguridad y por lo tanto lo envuelve de modo maternal tal como la Madre Tierra que es. El contacto que llega a tener con la naturaleza es extremo, pues no debe temerle.

1.4. Elementos del paisaje (la bruma) utilizados en cadena para seguir el sentimiento en la poesa (melancola)

No existe bruma. Lo nico que sera similar, es decir, incierto, sera la oscuridad que existe en la iglesia, por lo que vuelvo a citar el mismo fragmento que ya se ha mencionado dos veces:

A la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se perda entre las espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones sobre el muro la fantstica sombra del sargento aposentador que iba precedindole, recorri la iglesia de arriba abajo y escudri una por una todas sus desiertas capillas, hasta que una vez hecho cargo del local, mand echar pie a tierra a su gente, y, hombres y caballos revueltos, fue acomodndola como mejor pudo. (p. 228)

Lo incierto est dado por la naturaleza, la noche, esta incertidumbre es causada por el conocimiento de que algo puede haber ah que nos har dao. La bruma, en este caso la penumbra, sirve para apoyar la idea de la melancola, pues como se dice, a esta oscuridad es como ve a las figuras de mrmol, y justo a esta poca luz, a esta incertidumbre es que queda enamorado, fundamento de lo melanclico como la definicin bsica de lo que es la melancola: la reflexin para estar en contacto con lo absoluto, objeto a analizar en el punto 1.6.

1.5. El paisaje vivido, abrupto (EXOTISMO) en concordancia con las sensaciones

Se mencionar la cita donde lo incierto es parte de los elementos romnticos de la leyenda de Bcquer, pues en este momento, el exotismo es, igualmente parte del mismo.

[] y all a lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y a la largo del crucero, se destacaban confusamente entre la oscuridad, semejantes a blancos e inmviles fantasmas, las estatuas de piedra que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el mrmol de sus tumbas, parecan ser los nicos habitantes del ruinoso edificio. (pp. 228-229)

Este exotismo como una figura extraa, un habitante en una ruina, es lo extico de esta leyenda, una figura extraa, de gran hermosura en un punto donde no se supone que debera haber nadie.

1.6. La Naturaleza como sentido de inmortalidad (viva, florida, luminosa, cambiante) es germen y principio fecundo (vence la cadena de la muerte. La Naturaleza es externa (en este sentido) y a ella debe acudir el hombre.

Cuando hablamos de la inmortalidad de la Naturaleza, nos referimos al sentido de lo absoluto, es decir, toda la magnificencia que existe en la vida cotidiana, que muchos consideran Dios, Naturaleza, Poesa, Absoluto, Amor, todas estas palabras refieren a la sensacin de otredad que ocurre ante los mismos. Si analizamos El beso, nos podemos dar cuenta que esta figura inalcanzable es la figura de mrmol de doa Elvira.

Si analizamos un poco las figuras femeninas del romanticismo, son mujeres etreas inalcanzables, no se puede tener a una mujer romntica pues ella no es tangible, es una forma de Absoluto, algo que se nos presenta de modo hermoso y nos encanta en la totalidad. Aqu se cita la presencia de esta figura:

[] y all a lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y a la largo del crucero, se destacaban confusamente entre la oscuridad, semejantes a blancos e inmviles fantasmas, las estatuas de piedra que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el mrmol de sus tumbas, parecan ser los nicos habitantes del ruinoso edificio. (pp. 228-229)

Si nos fijamos, son figuras que no existen, pero que estn ah, esta figura es la Naturaleza, con mayscula inicial, es decir, lo Absoluto. Adems, recordemos que la figura de la inmortalidad se ve reflejada en la misma piedra de mrmol de la que est construida la Belleza.

La figura es externa y debe acudir al hombre, en este sentido, es cuando el mismo capitn se acerca a la figura y le hace volver, esta sensacin de enamoramiento es aquella que le llama y se puede considerar la importante para rescatar el elemento de lo infinito en el relato.

1.7. La Naturaleza como sentido filosfico (retorno a la misma)

Como la figura de la amada es una estatua, el capitn decide volver a la Naturaleza acercndose a besarla, pero es detenido por el guantelete de la otra figura que impide el desacramiento de la misma. El hombre romntico buscaba adorar la figura, no consumar el amor, pues amaban al momento en que se arrojaban a la instancia potica, como el hombre que hambriento en busca del panecillo que le servir de consuelo, el ansia por el mismo ser el sentimiento romntico que se puede traducir como el regreso a la Naturaleza, la situacin de total placer donde no se necesita nada. En pocas palabras, la imagen del objeto deseado (ya sea el panecillo o la estatua) alimenta (connotacin variable) al romntico.

De esta forma toda la parafernalia de alabanzas remarcadas en la leyenda hacia la estatua de doa Elvira son este desarrollo filosfico que llevar al xtasis al hombre, lo llevarn a la Naturaleza, al Amor.

2. Las ruinas2.1. Como predomino de lo natural sobre lo artificial

Existe una descripcin muy clara de que la iglesia de San Juan de los Reyes no es la gran mansin recin adornada, est claro que es una edificacin en ruinas. Veamos la descripcin de la misma:

Segn dejamos dicho, la iglesia estaba completamente desmantelada, en el altar mayor pendan an de las altas cornisas los rotos girones del velo con que lo haban cubierto los religiosos al abandonar aquel recinto; diseminados por las naves veanse algunos retablos adosados al muro, sin imgenes en las hornacinas; en el coro se dibujaban con un ribete de luz los extraos perfiles de la oscura sillera de alerce; en el pavimento, destrozado en varios puntos, distinguanse an anchas losas sepulcrales llenas de timbres; escudos y largas inscripciones gticas; y all a lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y a la largo del crucero, se destacaban confusamente entre la oscuridad, semejantes a blancos e inmviles fantasmas, las estatuas de piedra que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el mrmol de sus tumbas, parecan ser los nicos habitantes del ruinoso edificio. (pp. 228-229)

Se ve entonces con el remate de este fragmento que aparentemente los fantasmas son los nicos moradores del mismo, y es bien sabido que los fantasmas son algo natural, no como una iglesia. Al decir parecan ser los nicos habitantes del ruinoso edificio. (p. 229) se refieren a esta predominacin de la naturaleza, una formacin tan bsica que est poseda (si suponemos que no se sabe el final de la leyenda) entonces podemos asumir que predomina este elemento.

Tenemos otro extracto del texto, que es el hecho de que Toledo no era ms que un simple aglomeracin de gente en una ciudad ruinosa:

En la poca a que se remonta la relacin de esta historia, tan verdica como extraordinaria, lo mismo que al presente, para los que no saban apreciar los tesoros del arte que encierran sus muros, la ciudad de Toledo no era ms que un poblachn destartalado, antiguo, ruinoso e insufrible. (p. 229)

Finalmente, otra descripcin de la iglesia es el hecho de que la misma construccin se tenga como ruina en s, pues se menciona: A la media hora slo se oan los ahogados gemidos del aire que entraba por las rotas vidrieras de las ojivas del templo [] (p. 229). Reiteracin del grado de descuido en el que se tena la edificacin

3. El nocturno

3.1. La noche

La noche es uno de los elementos romnticos por excelencia. La adjetivacin que usa Bcquer para sus noches es especial, tal lo menciona Juana de Ontan en el Prlogo de la edicin usada para el anlisis (p. XXVIII).

Existen varias menciones importantes a la noche dentro de la leyenda, la primera es cuando se presentan los personajes iluminados tan slo por un farolillo: ste, que caminaba a pie delante de su interlocutor, llevando en la mano un farolillo, pareca seguirle de gua por entre aquel laberinto de calles oscuras, enmaraadas y revueltas. (p. 225). Forma ms que obvia de la mencin a la noche.

Estamos de acuerdo en que no por el hecho de usar la palabra noche es con motivo romntico (aunque esta hiptesis es discutible). Hay una descripcin de la caa de la noche usando la adjetivacin becqueriana tan conocida.

La noche haba cerrado sombra y amenazadora; el cielo estaba cubierto de nubes de color de plomo; el aire, que zumbaba encarcelado en las estrechas y retorcidas calles, agitaba la moribunda luz del farolillo de los retablos o haca girar con un chirrido agudo las veletas de hierro de las torres. (p. 234)

Como se puede observar hay una oposicin entre la luz artificial del fuego y la oscuridad de la noche. Un constante encuentro donde no se puede encontrar qu fraccin ganar. Para fines prcticos recordemos que la leyenda est situada ms que nada en la noche, no es por el hecho de que se mencione un par de veces el que ya no hay luz solar, sino porque no se ha vuelto a cambiar la hora.

Desde que llegan los militares a la iglesia ya es de noche, elemento propicio para que el romntico tenga sus ataques epifnicos de abstraccin ante lo Absoluto, creando historias bsicas para cualquier romntico letrado que conoce los principios bsicos de la literatura romntica.

3.2 Exploracin del mundo del sueo, meditacin ante la nada y el ensueo

Es claro este elemento cuando se nos presenta una leyenda como esta. La ensoacin, esta meditacin que sufre el capitn por la estatua de mrmol es la referida a esta seccin, bien se puede citar: la descripcin no atiende a la realidad sino al ensueo, a la sugerencia, tal y como predicara unos aos ms tarde la Potica de Verlaine. La prosa acude a recursos tpicos del verso como el epifonema y a la metfora. Es este elemento muy descriptivo en Bcquer. La figura de la mujer perdida, dormida, una forma que no puede ser ms que contemplada, es el reflejo de esta ensoacin. La meditacin constante que hay en el capitn: Yo me crea juguete de una alucinacin, y sin quitarle un punto los ojos, ni aun osaba respirar, temiendo que un soplo desvaneciese el encanto. Ella permaneca inmvil. (p. 232). La palabra alucinacin a la que hace referencia es muestra de lo que deseo probar. La fascinacin que sufre el capitn por doa Elvira es una forma clsica de desprendimiento corpreo para entregarse al amor, esta ensoacin desmedida.

Cito de remate esta frase muestra de lo mismo [] me traan a la memoria esas mujeres que yo soaba cuando casi era un nio. Castas y celestes imgenes, quimrico objeto del vago amor de la adolescencia! (p. 232).

4. El tema sepulcral

4.1. El tema del entierro (escena sepulcral)

No existe una escena de entierro tal cual, slo existe la tumba, desarrollada ms delante.

4.2. Desposorios en la muerte (como desenlace)

En esta leyenda en particular se toca esta temtica, una promesa de amor en la muerte, no como desenlace, como se seala en el tpico, pero s como elemento recurrente, que es la forma ms cercana. Las dos estatuas de mrmol en vida se juraron amor, como bien cita un soldado

-Recordando un poco del latn que en mi niez supe, he conseguido a duras penas, descifrar la inscripcin de la tumba -contest el interpelado-; y, a lo que he podido colegir, pertenece a un ttulo de Castilla; famoso guerrero que hizo la campaa con el Gran Capitn. Su nombre lo he olvidado; mas su esposa, que es la que veis, se llama Doa Elvira de Castaeda, y por mi fe que, si la copia se parece al original, debi ser la mujer ms notable de su siglo. (p. 235)

Que, adems, no podemos olvidar que es el esposo quien evita que la mujer sea desacrada con un beso, tanto por venganza del mismo agravio que le hicieron, como para proteger a la figura de su amada.

4.3. Insistencia en detalles repugnantes (como modalidad psicolgica)

El detalle ms repugnante que ocurre en esta descripcin sepulcral es cuando el capitn, ebrio, empieza a marcar su destino. Un ejemplo de ello es cuando intenta darle de beber a la estatua de lo que en vida fue el esposo de doa Elvira de Castaeda:

-No... -prosigui dirigindose siempre a la estatua del guerrero, y con esa sonrisa estpida propia de la embriaguez-, no creas que te tengo rencor alguno porque veo en ti un rival...; al contrario, te admiro como un marido paciente, ejemplo de longanimidad y mansedumbre, y a mi vez quiero tambin ser generoso. T seras bebedor a fuer de soldado..., no se ha de decir que te he dejado morir de sed, vindonos vaciar veinte botellas...: toma!

Y esto diciendo llevose la copa a los labios, y despus de humedecrselos con el licor que contena, le arroj el resto a la cara prorrumpiendo en una carcajada estrepitosa al ver cmo caa el vino sobre la tumba goteando de las barbas de piedra del inmvil guerrero. (p. 236)

Esta es una escena repugnante, imaginar a un hombre ebrio dndole de beber a una estatua ya es grotesco de imaginar, y ms de ver, sobre todo si remarcamos el con esa sonrisa estpida propia de la embriaguez (p. 236) que usa Bcquer para describirnos lo repugnante del evento, de forma psicolgica, en este caso afectada por el champagne, que ha bebido tanto el capitn.

El segundo momento es cuando trata de, an ebrio, el sentimiento que tiene por las mujeres:

Yo he sentido en una orga arder mis labios y mi cabeza; yo he sentido este fuego que corre por las venas hirviente como la lava de un volcn, cuyos vapores caliginosos turban y trastornan el cerebro y hacen ver visiones extraas. Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de m con disgusto, con horror, hasta con asco[] (p. 237)

Aunque se note cierta actitud misgina propia de la literatura becqueriana (quien no haya ledo el Libro de los Gorriones detenidamente negar esta hiptesis, mas no es lugar para citarla), se nota la alteracin y asco que puede generar en el lector el toparse con un personaje en ese estado, me refiero al efecto catrtico de la literatura donde uno entra en el texto y experimenta lo mismo que los personajes, ver a este personaje actuando as causa asco al lector.

El ltimo momento grotesco es cuando el capitn muere, la escena si no del todo escatolgica, s suficientemente descriptiva en el evento: Arrojando sangre por ojos, boca y nariz, haba cado desplomado y con la cara deshecha al pie del sepulcro. (p. 237).

4.4. Trnsito del amor femenino a lo hediondo, a lo hrrido, a lo macabro (como categora esttica)

El tema de que la mujer pase de un estado serfico a algo hediondo no es ajeno al romntico. Recordemos que la figura de la mujer romntica es aquella inalcanzable, por ello mismo, cualquier forma de tenerla la denigra y por ello no se puede aceptar. Aqu Bcquer deja salir su parte misgina que exalt en el Libro de los Gorriones (temtica que no es relevante discutir en un anlisis de leyendas). El tratar a la mujer como un mero objeto, una estatua, es una parte de ello, claro est, la adora como tal, pero esta adoracin es vana, pues al inicio el capitn da cuenta de lo que ha vivido:

Yo he sentido en una orga arder mis labios y mi cabeza; yo he sentido este fuego que corre por las venas hirviente como la lava de un volcn, cuyos vapores caliginosos turban y trastornan el cerebro y hacen ver visiones extraas. Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de m con disgusto, con horror, hasta con asco [] (p. 237)

Con esta experiencia, debemos contraponer que la mujer para l, toda mujer que ha obtenido, es desagradable. Por lo tanto la mujer que tiene, a comparacin de las que ya ha logrado tener en su lecho, o simplemente amado, son asquerosas. Doa Elvira es una figura inmaculada, una forma que ya ha muerto y por ello mismo no puede ser comparada con cualquier mujer con posibilidad de ser comparada con algo horrible.

Los oficiales volvieron los ojos al punto que les sealaba su amigo, y una exclamacin de asombro se escap involuntariamente de todos los labios.

En el fondo de un arco sepulcral revestido de mrmoles negros, arrodillada delante de un reclinatorio, con las manos juntas y la cara vuelta hacia el altar, vieron, en efecto, la imagen de una mujer tan bella, que jams sali otra igual de manos de un escultor, ni el deseo pudo pintarla en la fantasa ms soberanamente hermosa. (p. 235)

En cierto modo se puede decir que el final del capitn es para que l no pueda manchar a su amada, matar al hombre antes de que manche la imagen de la mujer intangible es la forma en que su amor sigue siendo romntico.

4.5. La muerte (tormento-engao-placer)

Esta temtica de un tormento, el engao y el placer se ven un poco en esta leyenda. Existe la figura del tormento ante la muerte cuando el protagonista intenta sobrellevar el destino prohibido, el cual si Propp viera las acciones del mismo estara de acuerdo en haberle castigado al haber violado su prohibicin.

Estoy suponiendo que el capitn muri del guantelete. Por ello mismo, el sufrimiento que pas en sus ltimos momentos de su vida fue el tormento que vino en consecuencia a su muerte.

[] al tenderle los brazos reson un grito de horror en el templo. Arrojando sangre por ojos, boca y nariz, haba cado desplomado y con la cara deshecha al pie del sepulcro.

Los oficiales, mudos y espantados, ni se atrevan a dar un paso para prestarle socorro.

En el momento en que su camarada intent acercar sus labios ardientes a los de doa Elvira, haban visto al inmvil guerrero levantar la mano y derribarle con una espantosa bofetada de su guantelete de piedra. (pp. 237-238)

Si nos ponemos a reflexionar, hay un grito de horror. Por ellos mismo debi de haber un sufrimiento espantoso ante semejante golpe.

La muerte como engao y placer puede ser el equivalente a las temticas ya desarrolladas en el amor femenino, donde se ama a una figura de piedra y por lo tanto se est siendo engaado para morir dada esa razn.

4.6. xtasis contemplativo de lo vivo y lo muriente

Para esta instancia, debe tenerse en cuenta que la figura del objeto deseado, como ya se ha descrito, es totalmente romntica, por ello se contrapone lo vivo y lo muerto. La figura como una mujer similar a la propuesta por Espronceda en Canto a Teresa. La contemplacin de la vida y la muerte est reflejada en el momento en el cual compara las mujeres con quienes ha estado y la estatua:

-Carne y hueso!... Miseria, podredumbre!... -exclam el capitn-. Yo he sentido en una orga arder mis labios y mi cabeza; yo he sentido este fuego que corre por las venas hirviente como la lava de un volcn, cuyos vapores caliginosos turban y trastornan el cerebro y hacen ver visiones extraas. Entonces el beso de esas mujeres materiales me quemaba como un hierro candente, y las apartaba de m con disgusto, con horror, hasta con asco; porque entonces, como ahora, necesitaba un soplo de brisa del mar para mi frente calurosa, beber hielo y besar nieve... nieve teida de suave luz, nieve coloreada por un dorado rayo de sol.... una mujer blanca, hermosa y fra, como esa mujer de piedra que parece incitarme con su fantstica hermosura, que parece que oscila al comps de la llama, y me provoca entreabriendo sus labios y ofrecindome un tesoro de amor... Oh!... s... un beso... slo un beso tuyo podr calmar el ardor que me consume. (p. 237)

Este es un acto contra natura, pues anhela un evento que pondra en el mismo lugar que coloca a las mujeres asquerosas a su amada estatua de mrmol. Pero no quita que haya una exaltacin de lo que es inalcanzable, ella ya est muerta y la escultura no corresponder a sus sentimientos, con las mujeres de carne y hueso que no son ms que una mera ilusin perfectible de la realidad.

4.7. Tono lgubre

El tono lgubre ya se haba visto anteriormente en dos partes especficas, la primera es la descripcin por fuera de la iglesia. Una descripcin fnebre, donde se ve un edificio muerto en la noche, es decir fnebre por s mismo, que contiene tanto el tono sepulcral, como el nocturno.

A la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se perda entre las espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones sobre el muro la fantstica sombra del sargento aposentador que iba precedindole [] (p. 228)

El interior de la edificacin est bajo las mismas condiciones. Ms sobre todo porque se est tomando la perspectiva de un elemento incierto que es la luz del farolillo, el cual est iluminando mediocremente el paso de los militares. Por ello mismo se ve lo ya mencionado, los despojos de lo que en su tiempo fue una iglesia funcional en la noche.

Segn dejamos dicho, la iglesia estaba completamente desmantelada, en el altar mayor pendan an de las altas cornisas los rotos jirones del velo []; diseminados por las naves veanse algunos retablos adosados al muro, sin imgenes en las hornacinas; en el coro se dibujaban con un ribete de luz los extraos perfiles de la oscura sillera de alerce; en el pavimento, destrozado en varios puntos, distinguanse an anchas losas sepulcrales llenas de timbres; escudos y largas inscripciones gticas; y all a lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y a la largo del crucero, se destacaban confusamente entre la oscuridad, semejantes a blancos e inmviles fantasmas, las estatuas de piedra que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el mrmol de sus tumbas, parecan ser los nicos habitantes del ruinoso edificio. (pp. 228-229)

Esto es parte del tono fnebre, pues, lo que respecta a la mujer y al mismo sepulcro, son desarrollados en otros tpicos. Donde son tomados un poco ms a detalle.

4.8. La tumba

La presencia de este elemento es tal vez uno de los ms claros de la redaccin en El beso, ya que la accin narrada se origina en esta zona de la iglesia. Prueba de ello son varios fragmentos donde se menciona.

Entre los primeros, cuando se adentran a la iglesia por primera vez los militares est este: [] en el pavimento, destrozado en varios puntos, distinguanse an anchas losas sepulcrales llenas de timbres [] (p. 228). En otro momento, cuando el capitn est haciendo ronda, se encuentra la siguiente cita: [] el metlico golpe de sus espuelas que resonaban sobre las anchas losas sepulcrales del pavimento [] (p. 229).

Mientras el hombre embelesado con su nuevo objeto de amor describe a su amada da a entender la presencia de este mismo hecho, la tumba:

La ma es una verdadera dama castellana que por un milagro de la escultura parece que no la han enterrado en su sepulcro, sino que an permanece en cuerpo y alma de hinojos sobre la losa que lo cubre, inmvil, con las manos juntas en ademn suplicante, sumergida en un xtasis de mstico amor. (p. 232)

Se nota que est muerta con ello, podramos hablar de una necrofilia, una aceptacin de una figura difunta, la misma figura que adorna la tumba ala que delante de ella narra su amor, y sobre todo muere por el amor.

Cuando muere por amor, adems de habar una figura de muerte, el capitn muere, por lo tanto existe una nueva tumba ah, se vuelve a citar, es una forma de mantener presente en la memoria del lector que existe el sepulcro ah, Arrojando sangre por ojos, boca y nariz, haba cado desplomado y con la cara deshecha al pie del sepulcro. (p. 237).

4.9. Lo espectral, lo demonaco

La temtica de lo demonaco est implcita en la misma figura de la estatua. Tema central de los anlisis. Existe un encanto demonaco en ella misma, como lo dice Castas y celestes imgenes, quimrico objeto del vago amor de la adolescencia! (p. 322), es una figura respetable como un mero espectro, una figura celeste. Pero adems, es una figura misteriosa:

[] y all a lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y a la largo del crucero, se destacaban confusamente entre la oscuridad, semejantes a blancos e inmviles fantasmas, las estatuas de piedra que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el mrmol de sus tumbas, parecan ser los nicos habitantes del ruinoso edificio. (pp. 228-229)

Adems, esta espectralidad artstica, la estatua, es quien causa los males al hombre, una figura demnica (demonaco es cristiano), cuando se cita: En el momento en que su camarada intent acercar sus labios ardientes a los de doa Elvira, haban visto al inmvil guerrero levantar la mano y derribarle con una espantosa bofetada de su guantelete de piedra. (p. 238). La figura demnica de la estatua es aquella que castiga de modo justo y agresivo, no una figura anglica que slo da un castigo moral.

http://www.lainsignia.org/2007/octubre/cul_012.htmUniversidad de Guadalajara

Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades

Divisin de estudios histricos y humanos

Departamento de Letras hispnicas

BCQUER, Gustavo, Rimas, leyendas y narraciones, Porra, Mxico, 2007, (Col. Sepan cuntos 17). (Citas de esta edicin, pginas consignadas en el cuerpo del trabajo).

Al ser una leyenda breve muchos elementos tienen varios valores.

Sic.

PEDRAZA, Felipe y Milagros Rodrguez, Manual de literatura espaola: VII. poca del realismo, Cnlit, s. l., 1982, p. 123.

Cfr. PROPP, Vladimir, Morfologa del cuento, Colofn, Mxico, 2004.

Cfr. ALVARES-GAYOU, J.L., Delia G. Snchez, et al., Sexoterapia integral, El Manual Moderno, Mxico, 1986.