Análisis de Jaime Gil de Biedma en torno al poema "Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma"

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ANÁLISIS DE JAIME GIL DE BIEDMA EN TORNO AL POEMA “DESPUÉS DE LA MUERTE DE JAIME GIL DE BIEDMA” Jaime Gil de Biedma, poeta barcelonés, nacido y muerto en su tierra, se distingue por ser uno de aquellos poetas bisagra, que trascienden las barreras de movimientos limitantes o del afán chovinista de la poesía. Dentro de sus rasgos característicos, está la estrecha relación entre su vida y su obra poética y ensayística; relación que lo llevo a posicionarse como un poeta de la experiencia indiferentemente de los cambios estéticos que sufrió a lo largo de su vida. Generalmente se le adscribe a la Generación del 50’, y particularmente al subgrupo conocido como la Escuela de Barcelona. Dicha escuela se caracterizó por sus frecuentes visitas a bares y cafés, donde se producían tertulias, se planteaba una férrea oposición a la dictadura franquista, una poética político-social izquierdista y una valoración de la experiencia en la obra, al igual que el resto de la generación, dándose así también una falta de identidad característica al grupo. Se reconoce dentro de sus influencias, a los poetas de guerra, Machado y poetas del 27’ como Cernuda y Guillén. Para Biedma, ambos poetas resultan relevantes en su poética: del primero heredó el carácter conversacional y al otro dedicó un estudio sobre su obra. Mientras que Machado resulta relevante para toda la generación, para Biedma particularmente se vuelve central en el rescate del paisaje natural, y la apropiación de este,

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Análisis formal y de contenido de "Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma"

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ANÁLISIS DE JAIME GIL DE BIEDMA EN TORNO AL POEMA “DESPUÉS DE LA

MUERTE DE JAIME GIL DE BIEDMA”

Jaime Gil de Biedma, poeta barcelonés, nacido y muerto en su tierra, se distingue por ser

uno de aquellos poetas bisagra, que trascienden las barreras de movimientos limitantes o

del afán chovinista de la poesía. Dentro de sus rasgos característicos, está la estrecha

relación entre su vida y su obra poética y ensayística; relación que lo llevo a posicionarse

como un poeta de la experiencia indiferentemente de los cambios estéticos que sufrió a lo

largo de su vida.

Generalmente se le adscribe a la Generación del 50’, y particularmente al subgrupo

conocido como la Escuela de Barcelona. Dicha escuela se caracterizó por sus frecuentes

visitas a bares y cafés, donde se producían tertulias, se planteaba una férrea oposición a la

dictadura franquista, una poética político-social izquierdista y una valoración de la

experiencia en la obra, al igual que el resto de la generación, dándose así también una falta

de identidad característica al grupo. Se reconoce dentro de sus influencias, a los poetas de

guerra, Machado y poetas del 27’ como Cernuda y Guillén. Para Biedma, ambos poetas

resultan relevantes en su poética: del primero heredó el carácter conversacional y al otro

dedicó un estudio sobre su obra. Mientras que Machado resulta relevante para toda la

generación, para Biedma particularmente se vuelve central en el rescate del paisaje natural,

y la apropiación de este, como elemento que conecta al sujeto individual con la potencia del

recuerdo evocador; presente en el tópico de la añoranza de la juventud. Dentro de los rasgos

centrales heredados, por Biedma, de dichas influencias se encuentra el posicionamiento de

un “yo personal” que rescata la tradición machadiana de la valoración de la infancia como

espacio marcado por la presencia de la guerra y la postguerra como contexto de sus

experiencias primigenias, y el discurrir del tiempo inevitable.

Los espacios naturales a los que se aludía anteriormente, en la obra primeriza de Biedma

remitirán a sus experiencias infantiles y juveniles en Granada de Asunción, pueblito que

será un tópico recurrente en su obra. Este, su pueblo de origen, se caracterizó por ser un

espacio privilegiado económica y culturalmente; su familia entablaba conversaciones en

torno a temas de carácter cultural y político, donde el autor se convertirá en centro de

atención por su lectura precoz del Quijote y por su posterior calidad de poeta, aunque

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siempre timorato a vanagloriarse por sus publicaciones. El rescate de este espacio infantil,

no solo será geográfico sino también de un lenguaje marcado por el cotidianismo y el

léxico familiar.

Posteriormente, en calidad de estudiante de leyes, se acentuará el pasear entre amistades

literarias y el rescate el espacio urbano. La generación del 50’ se caracterizó además por

una “la apertura cultural de estos poetas en relación con los de la generación anterior se

traduce en la variedad de ascendientes de la literatura extranjera: de Rilke a Eliot, de

Quasimodo a Cavafis, de Rimbaud a Novalis, de los poetæ novi y elegíacos latinos (Catulo,

Propercio, Tibulo) a los epigramáticos (Marcial)” (Prieto de Paula) que en el caso de

Biedma queda evidenciado en la apropiación de la poética inglesa durante su estancia en

Oxford, con el tono irónico, seco y experiencial de la poesía inglesa. La poesía inicial de

Biedma se caracterizó por ser “la del flâneur baudaleriano que se detiene frecuentemente en

lugares habituales donde se reúne con sus amigos, el grupo que compone la famosa Escuela

de Barcelona de los años 50 y 60” (Gagliardi) de ahí el tono informal y simbolista de esta.

A esto se suma un tono autorreflexivo en torno a la creación poética, donde la

intertextualidad resulta una de los motivos recurrentes entre ciertos poetas de la

Generación del 50’.

Llegando a este punto resulta necesario aludir al porqué de la calidad de bisagra del autor.

Cuando rondaba los 35 años, sufre una crisis nihilista que lo lleva a adoptar una postura

más pesimista del paso del tiempo, de la pérdida de la juventud y el espacio de la infancia,

por tanto, una aversión a la imagen del poeta viejo. Considerando esto, las estéticas

españolas de la década de mediados del 70’al 80’ lo considerarán un puente entre Machado

y las novísimas. A la vez, que el tema del amor deviene en central con su tono pesimista

respecto a su pérdida o no correspondencia, se autocrítica su calidad de burgués

acomodado.

El tema del paso del tiempo y la consecuente pérdida de la juventud será uno de los

motivos centrales de su poesía, siendo la segunda, la experiencia amorosa. La pérdida de la

pareja y la muerte, devienen en temas recurrentes en su poesía posterior y el tema de su

homosexualidad (reprimida en parte), entroncará en su poesía, con la línea permeable que

se da entre su vida y obra: es así como el motivo de la identidad también se posiciona como

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un elemento transversal a su poesía. Si bien al principio su poesía resultaba intimista, era

bastante reservado en relación a su vida privada, cosa que progresivamente se tornará en

poesía confesional de experiencias realmente íntimas, entablando, como dice en su poema

Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma, un “divertirse en la alternancia de desnudo y

disfraz”.

Es así, como Jaime Gil de Biedma, debido al giro de su poética, sintomática con la

publicación de Moralidades y Poemas póstumos durante la década de los sesenta, se

posiciona como un poeta de tendencias posmodernas, alejado del carácter político-social

iniciático, articulando una reflexión crítica en torno a la futilidad de la madurez poética

adquirida, donde la senectud se torna en pérdida de la identidad juvenil y se valora el

testimonio aún más personal, dando término a su obra activa, pues en sus propias palabras,

todas las cosas que creía por poesía como conformación del ser devienen en nada. En el

transcurso de esta crisis, en palabras del propio autor, presentes en el documental Retrato

de un poeta: Jaime Gil de Biedma, se encuentran dos poemas que fueron una terapia contra

la muerte: Contra Jaime Gil de Biedma y Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma.

Después de Jaime Gil de Biedma se posiciona como síntesis de los motivos y

procedimientos estéticos que rodean su obra: el carácter narrativo de sus versos, el tono

conversacional y coloquial, el discurrir del tiempo, la metaliteratura, la juventud, el amor y

la consecuente pérdida de identidad. Considerando que el poema es auto-apelativo, se

reconoce la problemática de la identidad en todo su largo, donde se produce un diálogo

entre el hablante “Biedma maduro” quien apela indirectamente al “Biedma Joven” a través

de un “Biedma intermedio”. Resulta importante esta consideración pues el poema está

estructurado de tal forma, que se reconocen estos tres momentos esenciales, donde se juega

con el tiempo:

1. El Gil de Biedma que ya experimentó la muerte de la juventud, que corresponde a la

situación de enunciación del poema y que a través de la rememoración retorna al:

2. Gil de Biedma del verano del año pasado (el intermediario), ya consciente ante la

inminencia de la muerte de la juventud (posteriormente se explícita la muerte de la

juventud) y rememora en dicho contexto al:

3. Gil de Biedma joven, de sus primeros años.

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Considerando esta estructura, analizaremos a continuación los tropos utilizados y su

relación con la métrica narrativa y cadenciosa que utiliza.

El “Biedma maduro” ya muerto (de ahí el título del poema), realiza una utilización de

elementos retóricos visuales que describen un presente desesperanzador, como la sombra

de la casa me oscurece las páginas, imagen que apunta a simbolizar cómo el paso del

tiempo y la muerte oscurecieron su capacidad de poeta, además de la casa como símbolo

del pasado infantil que se sobrepone a la senectud. Posteriormente se encuentra la primera

referencia al frío, que resulta un tópico recurrente en relación al invierno de la vida, la

última estación:

el frío repentino

de finales de agosto

hace que piense en ti.

El jardín y la casa cercana

El frío y finales de agosto, simbolizan el término del verano y el advenimiento del otoño e

invierno, la muerte de la juventud que al unirse con el verso del jardín y las aves (símbolos

de la infancia degradados por la soledad), lo llevan a rememorar. El mismo “Biedma

maduro” interpela al “Biedma joven” respecto de los motivos invernales al decirle más

adelante que eran, me acuerdo, símbolo tuyo de la muerte. Luego Ojalá en el infierno/ de

tus últimos días te diera esta visión un poco de dulzura, /aunque no lo creo: el corte del

tercer verso resalta la fatalidad y la palabra infierno rima y se asemeja con invierno

equiparando la imagen de la agonía y lo post mortem con la estación. En paz al fin

conmigo, puedo ya recordarte simboliza la paz del muerto y da paso, a través del recuerdo

al Biedma de hace un año: el “Biedma intermedio”.

Esta segunda parte de la estructura incluye al “Biedma joven” pero más implícitamente, por

lo que analizaremos los dos a la par. Empieza ubicando al “Biedma intermedio”

aquí en el verano del año pasado, cuando/agolpadamente

-tantos meses borrados- regresan las imágenes felices

Traídas por tu imagen de muerte…

El poema empieza a ganar velocidad a través del encabalgamiento del primer verso y los

guiones, pero se pierde con los puntos suspensivos del final. El plano formal se relaciona

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con el contenido pues el verano y el agolpadamente representan cierta felicidad y

movimiento, al igual que el segundo verso, pero el tercero, tras la pausa, retorna a la

fatalidad y cierto odio hacia esto. Estos puntos suspensivos marcan el inicio de la

descripción del verano de hace un año. Aquí, todo empieza a tornarse más dinámico,

colorido y onírico:

Agosto en el jardín, a pleno día

Cerca de la piscina

Vasos de vino blanco dejados la hierba en, calor bajo los árboles. Y

voces

que gritan nombres.

Angel,

Juan, María Rosa, Marcelino, Joaquina

-Joaquina de pechitos de manzana.

Tú volvías riendo del teléfono

Anunciando más gente que venía:

Te recuerdo correr,

La apagada explosión de tu cuerpo en el agua.

El Agosto de este Biedma es brillante; está a pleno día, con vino blanco, el calor traspasa la sombra

del árbol; y clara con la referencia al agua de la piscina que rodea su cuerpo, símbolo de lo

veraniego y juvenil. El poema posee una versificación más encabalgada y acelerada, el corte en la

conjunción <<Y>> en el tercer verso une la imagen edénica con la presencia una gran cantidad de

gente, contrario al solitario “Biedma maduro”. La enumeración de los nombres es rápida, cosa que

se acentúa con el Biedma contento al teléfono que trae más gente. La metáfora de Joaquina y sus

pechos es profundamente sensual y representa el erotismo juvenil. Por otra parte, el acelerado

movimiento se debe a la utilización de verbos de conllevan movimiento y algarabía: correr, gritar,

reír, venir y nadar (el único implícito). Este movimiento contrasta con el “Biedma maduro” estático

y que hace utilización solo de verbos mentales como “ver” o “recordar”.

El poema continua en esta línea de reminiscencias, pero a través de un énfasis en los espacios y el

movimiento de los amigos de Biedma:

Y las noches también de libertad completa

en la casa espaciosa, toda para nosotros

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lo mismo que un convento abandonado,

y la nostalgia de puertas secretas,

aquel correr por las habitaciones,

buscar en los armarios

y divertirse en la alternancia

de desnudo y disfraz, desempolvando

batines, botas altas y calzones,

arbitrarias escenas,

viejos sueños eróticos de nuestra adolescencia,

muchacho solitario.

En este punto se acentúan motivos ya tratados: el movimiento de los amigos entronca con el verso

libre rápido y el caos de la diversión juvenil y con la presencia de rimas ocasionales. El motivo de la

noche aquí es de juerga y no se relaciona para nada con la sombra que acecha al Biedma del

principio. Aun así, existen rasgos nostálgicos, pues no podemos olvidar que este Biedma es

intermedio, es en este punto donde se remite directamente al “Biedma juvenil” al niño, que corre,

que se disfraza. El disfraz acá se torna en un símbolo importante, pues es el primer acercamiento a

la cuestión de la identidad homosexual reprimida de Biedma, que esconde su desnudo ante los

demás, presente el verso divertirse en la alternancia /de desnudo y disfraz, desempolvando/ batines,

botas altas y calzones siendo todos estos elementos indumentarias femeninas, lo que deviene en

símbolo de su orientación sexual reprimida; que cierra con viejos sueños eróticos de nuestra

adolescencia,/muchacho solitario de un marcado homoerotismo nunca saciado, de ahí su soledad y

el carácter onírico, casi de fatalidad ante su no concreción. La jocosidad de estos años se enfatiza

con la figura de Carmina (su figura vulgar) que lleva un candelabro (luz, símbolo de felicidad) y

que a través de la pregunta retórica ¿Te acuerdas de Carmina… nos recuerda que este es un diálogo

entre el “Biedma maduro” y el “Biedma joven”, y a la vez acentúa el carácter cotidiano del léxico

familiar. Esta estrofa termina con la sentenciosa frase: Fue un verano feliz… donde se termina el

panorama idílico de la juventud.

Ahora se inicia la transición de ese “Biedma intermediario” hacia el “Biedma maduro” que ya está

muerto. Es aquí donde se produce la muerte de la identidad juvenil del hablante. Primero se hace

consciente del fin del verano, de la juventud: El último verano /de nuestra juventud dijiste a Juan/

en Barcelona al regresar/ nostálgicos,/ y tenías razón el ritmo se desacérela a través de versos más

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cortos que acentúan la fatalidad y la nostalgia de lo inevitable. El último verso citado sigue

abruptamente con el estado agónico:

Luego vino el invierno,

el infierno de meses

y meses de agonía

y la noche final de pastillas y alcohol

y vómito en la alfombra.

El frío como motivo ya es lapidario con la llega del invierno, símbolo de la vejez, que resulta muy

similar y rima con el infierno del verso siguiente. La noche ya no es espacio de jocosidad, sino de

enfermedad y autoflagelo. Las pastillas y el alcohol, sospechosamente juntos, apuntan a un intento

de suicidio (ante el panorama desolador) y el vómito, como enfermedad y suicidio no concretado.

Los versos resultan en una enumeración rápida gracias a la utilización de la conjunción <<y>> pero

que no aceleran el verso, sino que dan un ritmo que acentúa la agonía, en el tercero, el intento de

suicidio en el cuarto y la no concreción de este en el quinto.

Finalmente, se produce un retorno al “Biedma maduro”, el que ya experimentó la muerte simbólica

de su juventud a través del suicido no concretado. El tono se vuelve cadencioso a través de versos

largos, pero que presenta rimas más claras, para relacionar elementos críticos, que especificaremos

más adelante:

Yo me salvé escribiendo

después de la muerte de Jaime Gil de Biedma.

De los dos, eras tú quien mejor escrib ía .

Ahora sé hasta qué punto tuyos eran

el deseo de ensueño y la iron ía ,

la sordina romántica que late en los poemas

la sordina romántica que late en los poemas

míos que yo prefiero, por ejemplo en Pandémica.

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A veces me pregunto

cómo será sin ti mi poesía.

A veces me pregunto

cómo será sin ti mi poesía.

El hablante nos dice que se salvó escribiendo el mismo poema que estamos analizando

(metadiscurso que se vuelve evidente), siendo estos versos los que inician la estrofa y dan un tono

de calma. Aquí la apelación del “Biedma maduro” y el “Biedma juvenil” apunta principalmente a la

actividad literaria. El poeta, ya viejo, reconoce que la escritura del joven era mejor, cargada de las

influencias que rodeó su poesía iniciática: el ensueño y la sordina romántica (los simbolistas), la

ironía (su estancia en Oxford, y la relación con la poética inglesa). La rima más evidente es la que

se da entre escribía/ironía/poesía motivos que unidos representan el sentir del poeta en este punto:

el escribir poesía es una ironía, que no ayuda en la formación de su ser, idea que el propio autor

expresó durante una entrevista presente en el documental Retrato de un poeta: Jaime Gil de

Biedma, y que queda patente en su poema más famoso: No volveré a ser joven que dice en su

primer verso “Que la vida iba en serio” no era un chiste irónico, ni burlón. Además de esto rescata

el poema Pandémica que corresponde a su primer libro y presenta una construcción típica de su

poesía iniciática: más amoroso, erótico y calmado.

Finalmente, el diálogo entre los “Biedmas” termina confundiéndose a través de otra pregunta

retórica. El reconocimiento de que la poesía joven era mejor, maestra de la vieja, se cuestiona con el

verso Aunque acaso fui yo quien te enseñó donde se reconoce una retroalimentación entre ellos:

ambos hablan a la vez. El poema termina con la lapidaria muerte de los sueños del poeta, que quizás

con su madurez mató sus propios deseos de plenitud. Los últimos versos riman las palabras

sueños/corrompiéndolos, donde se hace evidente el quebrantamiento del sujeto y el fin de la obra

activa de este gran poeta:

A veces me pregunto

cómo será sin ti mi poesía.

Aunque acaso fui yo quien te enseñó.

Quien te enseñó a vengarte de mis sueños,

por cobardía, corrompiéndolos.

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BIBLIOGRAFÍA:

-Gil de Biedma, Jaime. “Compañeros de Viaje”.

__________________ “Moralidades”

__________________ “Poemas Póstumos”

-Prieto de Paula, Ángel. “Los poetas de los cincuenta”. Disponible en

www.cervantesvirtual.com

-Sebastiani, Paola. “Temas esenciales de un poeta español de la generación de los 50: Gil

de Biedma”. Análisis de Filología Hispánica, Vol, 2. 1986. 71-80.

-Gagliardi, Tiffany. “Poemas póstumos por Jaime Gil de Biedma: Un retrato de su último

fracaso”. Univeridad de Otango, Nueva Zelanda. Disponible en

http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero25/gbiedma.html

-García-Albi, Inés. Documental: “Retrato de un poeta: Jaime Gil de Biedma”. Disponible

en https://www.youtube.com/watch?v=Vk8Np7som88

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