Ana Basualdo - La memoria y el río

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la maleta de portbou 117  El Río dela Plata , © Marcelo Brodsky, Buenos A  A N A B A S U A L D O 1. Podría uno no advertirla, o confundirla con alguien –¿un pescador expectante, una especie de vigía?– que permanece inmóvil, de pie, en lo que podría ser una balsa o una platafor- ma inundada, de espaldas a la costa, mirando el río. Recons- trucción del retrato de Pablo Míguez (1999-2009), de Claudia Fontes, es una de las esculturas emplazadas en el Parque de la Memoria, a orillas del R ío de la Plata. Pero, tras una hora larga de recorrido, casi me la pierdo: tal escultura sólida, fi- gurativa, balanceante sobre un punto fijo (el amarre es invi- sible) logra transitar, según la luz y las mareas y según la po- sición y circunstancias del visitante, de la presencia a la ausencia, de la ausencia a la presencia, cada minuto que pase, ante el río cuyos límites se confunden con el horizonte. Pablo Míguez era un chico de catorce años, cuando lo secuestraron (fue visto, durante un mes, en la ESMA ), y Claudia eligió porque en ese momento,12 de mayo de 1977 , bién tenía catorce años. Un trabajo «inútil», empeño humano, de «reconstruir» la presencia de Pablo M través de una investigación de rasgos que no result torios en la obra (la figura sólo se vería de lejos, de entre luces cambiantes) sino, justamente, en su capa «desaparecer» entre los espejismos y ocultamientos de la memoria. La escultora conoció a la familia entrevistóasobrevivientesquecompartieronconél c  y consultó conel Equipo Argentino de Antropolog se. Reconstrucción minuciosa de detal les imposibl  vertir, pero necesarios: «Me gusta creer que la ima nitiva –la que me interesa comunicar como o « a el gran río color de león» Leopoldo Lugones

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    El Ro de la Plata, Marcelo Brodsky, Buenos Aires, 1997.

    A N A B A S U A L D O

    1. Podra uno no advertirla, o confundirla con alguien un pescador expectante, una especie de viga? que permanece inmvil, de pie, en lo que podra ser una balsa o una platafor-ma inundada, de espaldas a la costa, mirando el ro. Recons-truccin del retrato de Pablo Mguez (1999-2009), de Claudia Fontes, es una de las esculturas emplazadas en el Parque de la Memoria, a orillas del Ro de la Plata. Pero, tras una hora larga de recorrido, casi me la pierdo: tal escultura slida, fi-gurativa, balanceante sobre un punto fijo (el amarre es invi-sible) logra transitar, segn la luz y las mareas y segn la po-sicin y circunstancias del visitante, de la presencia a la ausencia, de la ausencia a la presencia, cada minuto que pase, ante el ro cuyos lmites se confunden con el horizonte. Pablo Mguez era un chico de catorce aos, cuando lo secuestraron

    (fue visto, durante un mes, en la ESMA), y Claudia Fontes lo eligi porque en ese momento, 12 de mayo de 1977, ella tam-bin tena catorce aos. Un trabajo intil, empeosamente humano, de reconstruir la presencia de Pablo Mguez a travs de una investigacin de rasgos que no resultaran no-torios en la obra (la figura slo se vera de lejos, de espaldas, entre luces cambiantes) sino, justamente, en su capacidad de desaparecer entre los espejismos y ocultamientos del ro y de la memoria. La escultora conoci a la familia Mguez, entrevist a sobrevivientes que compartieron con l cautiverio y consult con el Equipo Argentino de Antropologa Foren-se. Reconstruccin minuciosa de detalles imposibles de ad-vertir, pero necesarios: Me gusta creer que la imagen defi-nitiva la que me interesa comunicar como objeto de

    Va el gran ro color de lenLeopoldo Lugones

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    memoria, en tanto est cargada de la motivacin e intencin del trabajo es visualmente inaccesible y se crea en la men- te del espectador mediante la evocacin de un rastro, escribi en la presentacin de su proyecto. All anunciaba, escueta-mente, una figura de tamao real, de pie sobre el agua, de cara al horizonte: una escultura vaciada en acero inoxidable, pu-lida a espejo, de tal manera que refleje el color del agua del Ro de la Plata en su superficie. Se ubicara sobre una plata-forma flotante anclada al lecho del ro, dejndola balancear una pizca por el oleaje. La figura sera como una presencia que se descubre por los destellos de luz del sol que pueda re-flejar. Pero una figura trabajada de cerca, a fin de recuperar la actitud corporal, la energa de alguien de esa edad.

    2. El Parque de la Memoria ocupa catorce hectreas de la ribera norte de la ciudad, a ms de once kilmetros de Plaza de Mayo, en un lugar vaco y silencioso, impensable desde las calles del centro como el propio ro. Entre las arboledas de la Ciudad Universitaria y el aeropuerto Jorge Newbery. El parque fue modelado, tambin, como una escultura acostada (ondulada, semicircular, con una hendidura en zig-zag), con toneladas de tierra y escombros de procedencia diversa: mez-cla de rastros para arquelogos urbanos del futuro que se dediquen a analizar esta ribera construida sobre el delirio continuado de ganarle terreno al ro. Amontonar y estirar escombros, hacia el ro, para alejarlo ms. Alejarlo a travs de distancias kilomtricas difciles de transitar, ocupadas por infraestructuras, polideportivos, centros comerciales, par-ques temticos, urbanizaciones de lujo, hoteles de lujo en antiguos silos cerealeros y dems ocurrencias de la especula-cin inmobiliaria, codiciosa desde siempre de esas costas extensibles. Pantallas como los edificios de Catalinas Norte, muy vistosos iluminados en la noche pero plantados con una altanera y un hermetismo de ciudadela neoliberal, que repe-len. Pedazos de la ciudad devorados por las Cabezas de Ca-rcter de la Imaginacin Ultrafinanciera, ttulo de una serie maravillosa de dibujos de Lux Lindner. Las muy ocurrentes cabezas argentinas (Lindner escribe arjentinas) de la Ima-ginacin Ultrafinanciera dejan su marca en el Lugar: Y no pocas veces han creado el LUGAR desde la casi nada, desde la casi terracota ().

    El Parque de la Memoria, en todo caso, se proyect como pieza de un plan que prometa, al revs, incorporar a la vida

    urbana los amplios terrenos de la Ciudad Universitaria, all donde acaba la Costanera Norte. La memoria representada, pedan las bases del concurso internacional convocado, sin solemnidades ni estridencias.

    3. Ya que la invisibilidad sera su destino, es memoria o amnesia lo que provoca el monumento? Monumentos o anti-monumentos? En mbitos limitados por un aura de gravedad o expuestos a contaminaciones y controversias ur-banas y sociales de todo tipo, e incluso afanosos de ellas? Se trata de una memoria subjetiva, nica, intransferible? O abstracta, pblica, ejemplar, moral? Y la memoria degene-rada en parque temtico, propaganda, mercanca, moda retro, moda acadmica?

    4. Cada viaje a Buenos Aires1 suele llevar la etiqueta de algn propsito ms o menos postergado: esta vez, ver el ro. Ayer, un temporal llen el balcn de hojas secas de las acacias. Los rboles estn pelados del todo ya, pero el viento (con rachas de lluvia) sigue mandando andanadas de hojas, de izquierda a derecha (mirando el ro). Es un decir, mirando el ro: des-de este punto French y Scalabrini Ortiz, en Palermo ten-dra que caminar, bajando recto, dos kilmetros y medio, pero justo al final de la calle Salguero me topara con las casi veinte hectreas del Centro Costa Salguero, que ocupan desde mediados de los noventa el frente del ro con sus campos de golf, gimnasios, restaurantes, discotecas, salas de espectculos y congresos y convenciones El ro no se ve, pero el agua (llueva o no) se siente por todas partes: en poros y grietas, charcos, moho, verdines, barro, xido, olores, pro-liferacin vegetal en balcones y azoteas, riego, roco, las ace-ras lavadas (por los conserjes) al amanecer, los kioscos de flores (uno o dos por manzana, abiertos todo el da y no pocos de noche) mojadas con rociador Y todo lo invade el olor a ro, bien intenso (Anna-Kazumi Stahl).

    5. En diciembre de 1997, diez organismos de Derechos Hu-manos propusieron a la Legislatura de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires la construccin de un monumento a las vctimas del terrorismo de Estado. La propuesta se aprob, por ley, al ao siguiente, destinando en la franja costera del Ro de la Plata un espacio que ser afectado como paseo pblico, donde se emplazar un monumento y un grupo

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    poliescultural en homenaje a los detenidos-desparecidos y asesinados por el terrorismo de Estado. Pudo aprobarse esa ley, llamarse a concurso, difundirse y debatirse el asunto caudalosamente en la prensa, en universidades, en revistas especializadas (arquitectura, filosofa, arte, ciencias sociales) y un poco por todos lados porque los Juicios a las Juntas ya haban ubicado, muy pronto desde abril de 1985, bajo el gobierno de Alfonsn la desaparicin de personas en el te-rreno pblico de la Justicia. La sentencia impuso prisin perpetua a Rafael Videla y Eduardo Massera, y condenas menores o ninguna a los dems integrantes de las sucesivas Juntas. Enseguida se pondran obstculos: la ley de Punto Final en 1986 y de Obediencia Debida en 1987, y los decretos de indulto de Carlos Menen en 1989/90. Pero la apropiacin de recin nacidos crimen declarado imprescriptible llev todo a escena otra vez, y profundiz los debates. Qu hacer con los centros clandestinos: tabla rasa o museo, y qu tipo de museo. Cmo el arte contemporneo puede representar o simbolizar la memoria de un trauma social

    6. Claudia Fontes prepar (o se prepar para) su escultura flotante con averiguaciones al pormenor sobre el cuerpo y la vida de un desaparecido que tendra su edad. Y el arquitecto Alfredo Varas le ha dado un valor explcito al trabajo de re-mover y amasar tierra con escombros, moldeando el Parque en forma de colina semicircular, desnuda con slo una capa de hierba y atravesada por una hendidura zigzagueante: las rampas y los cuatro muros de hormign del Monumento a las vctimas del terrorismo de Estado. Varas habla de esa eta-pa de la obra como si el trabajo lo hubieran hecho con las manos, tratando los materiales que no se ven (el pasado intratable, escribi Beatriz Sarlo) como sostn consciente, voluntario del monumento. Los nombres, grabados en pla-cas rectangulares de prfido, en relieve, estn al alcance de la mano. Las listas, ordenadas por ao de desaparicin, y cada ao por orden alfabtico, no llegan a la franja alta de los muros, para que los nombres puedan tocarse.

    7. En los aos en que se aprob el proyecto (1997) y el Parque se inaugur (2007), ya se haba extendido por todo el mundo la corriente memorialstica (monumentos, museos, lugares conmemorativos, discursos mltiples) cuyo arranque suele atribuirse a la difusin de la serie Shoah (1985), de Claude

    Lanzmann, y a la sucesin de cuadragsimos y cincuagsi-mos aniversarios de hechos de la guerra. El Vietnam Veterans Memorial, de Maya Lin, se inaugur en 1982. El Museo del Holocausto de Washington, de James Igno Freed, en 1993. El Museo Judo de Berln, de Daniel Libenskind, en 2001. El Nagasaki National Peace Momorial Hall, de Akira Kuryu, en 2003. El Museo del Holocausto de Berln, de Peter Ein-semann, en 2005. Tanto en estos casos como en el argentino, la construccin del objeto abult un archivo de polmicas sobre cmo, desde dnde, para qu representar o sealar un pasado traumtico. Y dados los rasgos de nuestro presente el asunto tard minutos en volverse global y trivial: de Shoah a La lista de Schindler y de ah a La vida es bella Traum-

    Pablo Mguez por Claudia Fontes, Marcelo Brodsky, Parque de la Memoria, Buenos Aires, 2010.

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    tica o no, la memoria se ha convertido en una obsesin cultural de monumentales proporciones en el mundo ente-ro, escribi Andreas Huyssen.

    El ro es parte del monumento porteo, cuyo zigzagueo se asemeja al volumen en forma de rayo del Museo Judo de Berln. Aqu el rayo apunta al ro. El monumento atraviesa el parque, entre la lnea recta de un sendero peatonal que separa de la ciudad y la lnea curva del paseo sobre el ro: La memoria de los desaparecidos yace entre esas lneas: entre Buenos Aires y el Ro de la Plata (Huyssen).

    8. Y la idea de un Parque de la Memoria surgi, podra de-cirse, del propio ro: de esta foto que Marcelo Brodsky2 tom desde un barco, por la maana temprano, cruzando al Uru-guay.

    En el curso de una exposicin en el Colegio Nacional de Buenos Aires, delante de una ampliacin gigante de esta foto, el grupo de exalumnos del que Brodsky forma parte se constituy en impulsor de un Parque de la Memoria (con esculturas; el monumento lleg despus) a orillas del ro. Junto con el Centro de Estudiantes y con familiares de desaparecidos (fueron 105, en el Colegio Nacional) acudie-ron a las organizaciones de derechos humanos, que por su parte aadieron al parque de esculturas un memorial con los nombres: Juntamos las dos ideas dice Brodsky- y presen-tamos el proyecto a la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires3. Durante la euforia del Mundial de Ftbol y la guerra de las Malvinas, nicamente los organismos de derechos humanos hablaban de desaparicin de personas. Aquella soledad es lo que el Parque memoriza, tambin.

    Fui en colectivo (autobs), a travs de los bosques de Palermo, por avenidas de setenta metros de ancho, pasando por debajo de los puentes de hierro verde y ladrillo visto del Ferrocarril Mitre, bordeando canchas de tenis y campos de golf. No hay nadie. Es otoo: principios de junio, media maana de un mircoles. Me bajo en la Ciudad Universita-ria. Coches aparcados bajo los rboles, caminos de pedregu-llo, estudiantes escasos subiendo las escalinatas de la Facul-tad de Ciencias Exactas. El primero al que le pregunto se equivoca, al sealarme recto hacia el ro y luego a la derecha, donde se interpone una valla de alambre, entre pastizales que me llegan a la cintura. El segundo me enva a una calle si-nuosa, entre eucaliptos y galpones, que desemboca en el pa-

    seo lateral del parque. Arces jvenes en cuadrilteros de grava gris, en la entrada. La colina verde y desnuda, vaca. La costa en semicrculo se recorta sobre la planicie del ro, don-de no parece moverse nada de aqu al horizonte. En las ram-pas no hay nadie. El sol se estampa de pleno slo en el primer mural, que arranca subterrneo (como el Vietnam Veterans Memorial) y tiene ahora el mismo color marrn veteado del ro. Mucho se critic la eleccin de este lugar: lejano, inacce-sible, olvidado, y siniestro, porque es equidistante de la Es-cuela de Mecnica de la Armada y del Aeroparque, de don-de despegaban los aviones militares con prisioneros drogados y bendecidos por algn cura.

    No parece, sin embargo, que exista lugar mejor. Sobre todo si la ciudad decidiera (mucho tipo de obstculo habra de derribar) venir al ro.

    9. Adems de monumentos: museificacin de los sitios de detencin y tortura, colocacin ritualizada de baldosas con-memorativas, relatos autobiogrficos, novelas, pelculas El exceso de memoria bloquea el entendimiento? Tiene funcin purificadora la memoria? El cuento de Borges Fu-nes el memorioso es citado en artculos, ensayos, tesinas. Tiene algo de especfico el caso argentino? El informe Nunca ms de la CONADEP (Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas) y los Juicios a las Juntas marca-ron, a travs de testimonios de supervivientes, la primera topografa de los campos de concentracin, su funciona-miento jerarquizado y clandestino. Testimonios de expe-riencias personales fueron constituidos en pruebas. El pro-cedimiento jurdico reescriba los relatos al clasificarlos, compararlos, relacionarlos. Y en esa red de referencias que-daban prendidos nombres, escenas repetidas, pistas conver-gentes: las vctimas, a travs de la valoracin jurdica de testimonios de supervivientes, se volvieron sujetos de dere-cho, frente a los militares acusados.

    10. Memoria: tomas de distancia. Dos libros. En 1998, se public un estudio imprescindible sobre los campos de con-centracin en Argentina, escrito por Pilar Calveiro, una ex militante montonera secuestrada en 1977 y recluida en va-rios campos, entre ellos la ESMA. Liberada en 1979, se exi-li fugazmente en Espaa y luego en Mxico, donde se doctor en ciencias polticas. Escribi Poder y desaparicin

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    en tercera persona, lo cual importa sobre todo porque (aun-que el sustento del trabajo sean los testimonios) trasmite la conviccin de que la experiencia lmite del campo no ga-rantiza su entendimiento. No es que hable como si no hu-biera estado all, ocultando artificiosamente que estuvo: omite su experiencia personal ya que, en todo caso, se va a reflejar o subsumir en las otras y, sobre todo, porque toma-da esa distancia est en mejor posicin para analizar el funcionamiento burocrtico del terrorismo de Estado, la lgica de la tortura, el sistema de relaciones entre ese sub-mundo (el pozo, el quirfano, el Olimpo, la Per-la) y el poder visible y la gente que andaba por la calle.

    Es una proeza, acometida por una mujer que pertenece a la generacin mayoritaria en la lista de vctimas. Con otras maniobras y herramientas para tomar distancia escribi el suyo Mariana Eva Perez (sin acento), que naci en 1977, quince meses antes de que secuestraran a sus padres. En Diario de una Princesa Montonera la memoria es persegui-da con trabajo, cautela, pudor, alergia al chantaje sentimen-tal, urgencia colrica, irona jocosa, humor negro, estriden-cias burlonas del habla generacional y de la retrica de H.I.J.O.S. La Princesa narradora escribe hijis. Salvo si la memoria no es desviada (un maleficio comn a todo) a lo obsceno mercantil o manipulador, quin puede medir su exceso si existe esta clase de hurfanos? Lo nico que Mariana Eva Perez recuerda de su primera casa, en Paler-mo, es algo anaranjado. Vctimas de proyeccin remota. Como Virginia Ogando, una hija de desaparecidos y her-mana de un nio robado, a quien no logr encontrar: un extrao al que, antes de suicidarse, hace dos aos, le dej siete cartas.

    11. Al final de la rampa que sube, dobla y baja a travs de la colina artificial, semienterrado en el extremo norte del se-micrculo costero, en un edificio gris estilo Pabelln barce-lons de Mies, funcionan en el Parque de la Memoria un centro de documentacin computarizado por la Facultad de Ciencias Exactas y salas de exposiciones. Ahora, en agosto, se muestran siete video-instalaciones de Bill Viola, reunidos a propsito para ser exhibidos aqu: The passing, The Mes-senger, Surrender, Observence, Three Women, Ancestors, Ac-ceptance. Cuerpos subacuticos, oscilantes en los lmites de la invisibilidad y la regeneracin.

    Lecturas y notas

    Nunca Ms. Informe final de la Comisin Nacional sobre la Desapari-cin de Personas (CONADEP), Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1984. La ltima edicin, de 2012, antepone al original un prlogo firma-do por la Secretara de Derechos Humanos de la Nacin, lo cual desat polmicas. Conviene leer, de Emilio Crenzel, La historia poltica del Nunca Ms. La memoria de las desapariciones en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2008. Del mismo autor, el artculo Papeles de la memoria. La historia del informe Nunca ms: http://www.re-dalyc.org/pdf/765/76517019005.pdfPilar Calveiro, Poder y desaparicin. Los campos de concentracin en Argentina, Colihue, Buenos Aires, 1998. Mariana Eva Perez, Diario de una Princesa Montonera, Capital Inte-lectual, Buenos Aires, 2012.Beatriz Sarlo, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.Hugo Vezzetti, Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina. Buenos Aires, Siglo XXI, 2002. http://americo.usal.es/ibe-roame/sites/default/files/vezzetti_conflictos_memoria_argentina.pdfRevista Punto de vista. Nmero 68, 2000. Las exigencias de la memo-ria, Hctor Schmucler. Tiempos de memoria, Oscar Tern. Representa-ciones de los campos de concentracin en la Argentina, Hugo Vezzetti. El arte en los lmites de la representacin, Graciela Silvestri. El Parque de la Memoria. Una glosa desde lejos, Andreas Huyssen. Memoria, fotografa y desaparicin: drama y tramas, Nelly Richards. Arte, memoria y archi-vo, Leonor Arfuch.http://www.memoriaabierta.org.ar/Todorov, Los abusos de la memoria, Paids, 2000.Andreas Huyssen, En busca del futuro perdido, Siglo XXI, 2002. Juan Jos Saer, El ro sin orillas. Tratado imaginario, Alianza, 1991.Horacio Verbitsky, El vuelo, Sudamericana, 1995. Anna-Kazumi Stahl, Primeros das porteos, en la antologa Buenos Aires. La ciudad como un plano, La Bestia Equiltera, 2010.Revista Otra Parte, nmero 11, 2007. Lugar de lugares o La doncella, el contador y la muerte, Lux Lindner.

    1. Nac en la zona norte del Gran Buenos Aires. Vivo en Barcelona desde fines de 1975.2. Vase, en este nmero, Ivn de la Nuez, Iconos de la izquierda lati-noamericana, pg.3. El Consejo de Administracin del Parque est integrado, por ley, por los siguientes organismos: Abuelas de Plaza de Mayo, Asamblea Perma-nente por los Derechos Humanos, Buena Memoria Asociacin Civil, Centro de Estudios Legales y Sociales, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Polticas, Fundacin Memoria Histrica y So-cial Argentina, Madres de Plaza de Mayo Lnea Fundadora, Movimien-to Ecumnico por los Derechos Humanos y Servicio de Paz y Justicia.