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    ANTROPOLOGAYMARXISMO

    ngel Palerm

    CCCLSICOS YCONTEMPORNEOSENANTROPOLOGA

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    NGELPALERM(1917-1980) naci en Ibiza, Espaa. Parti-

    cip en la Guerra Civil y en 1939 se embarc a Mxico conotros republicanos. Ingres en 1947 a la Escuela Nacionalde Antropologa e Historia, donde conoci el rigor de lainvestigacin de campo bajo la direccin de Isabel Kellyy los enfoques tericos de maestros como Pablo Martnezdel Ro, Paul Kirchhoff y Pedro Armillas. En 1953 se gra-

    du con un estudio sobre las bases agrcolas de la civili-zacin mesoamericana, destacando la importancia de lasobras hidrulicas en su desarrollo. De 1953 a 1966 traba-j en la Unin Panamericana, en Washington D. C., dondeedit la Revista Interamericana de Ciencias Socialesy sostuvoestrecha comunicacin con destacados antroplogos como

    Steward, Wolf, Mintz, Wittfogel, Diamond y Adams. Re-exion sobre los mtodos de la enseanza de la etnologa,cuyos lineamientos enunci en los volmenes de su Historiade la etnologa (1974, 1976 y 1977) dedicados a precursores,evolucionistas y britnicos. Promovi la lectura directa delos clsicos de la antropologa, como base de la formacinterica de sus estudiantes. Otras publicaciones suyas son:Observaciones sobre la planicacin regional(1962), Introduccin ala teora etnolgica(1967),Agricultura y civilizacin en Mesoam-rica(1972) y Obras hidrulicas prehispnicas en el sistema lacustredel valle de Mxico(1973). Impuls el desarrollo de variosprogramas para la enseanza e investigacin en antropolo-ga en la UIA, la UAMy el CIESAS, y quiso ser recordado por

    esta diversicacin institucional. Inculc a sus discpulos laimportancia del trabajo de campo y de la teora social enla formacin antropolgica, e insisti en la publicacin deresultados de investigacin, y la vinculacin de la praxis yla problemtica social con la vida acadmica.

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    NGELPALERM(1917-1980)

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    ANTROPOLOGAYMARXISMO

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    Centro de Investigaciones y EstudiosSuperiores en Antropologa SocialDirectora General Virginia Garca Acosta

    Universidad Autnoma Metropolitana,Unidad Iztapalapa

    Jefe del Departamento de Antropologa Federico Besserer

    Universidad IberoamericanaDirectora del Departamentode Ciencias Sociales y Polticas

    Helena Mara Varela Guinot

    Comisin Acadmica de Clsicos

    y Contemporneos en Antropologa Carmen Bueno Castellanos Ricardo Falomir Parker

    Virginia Garca Acosta Carlos Garma Navarro

    Roberto Melville Virginia Molina Ludy Leonardo Tyrtania

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    ANTROPOLOGAYMARXISMO

    ngel Palerm

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    Primera edicin: 1980Segunda edicin: 1998

    Tercera edicin: 2008

    Primera edicin en Clsicos y Contemporneos en Antropologa 2008 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores

    en Antropologa Social (CIESAS)

    Jurez 222 , Col. Tlalpan, C. P. 14000, Mxico, D. F.

    2008 Universidad Autnoma Metropolitana

    Prol. Canal de Miramontes 3855, Col. Ex hacienda de San Juan de Dios,

    14387, Mxico, D. F.

    2008 Universidad Iberoamericana, A. C.

    Prol. Paseo de la Reforma 880, Col. Lomas de Santa Fe, 01210, Mxico, D. F.

    ISBN 978-968-496-639-0

    Impreso y hecho en Mxicowww.ciesas.edu.mx/clasicos

    306P525A Palerm, ngel, 1917-1980

    4 Antropologa y marxismo/ ngel Palerm ; prlogo de Eric R. Wolf,presentacin de F. Besserer- Mxico : Centro de Investigaciones yEstudios Superiores en Antropologa Social : Universidad AutnomaMetropolitana : Universidad Iberoamericana, 2008

    348 p. tabs. ; 18 cm. -- (Clsicos y Contemporneos en Antropologa ; 4) ISBN978-968-496-639-0

    1. Antropologa. 2. Marxismo. 3. Evolucin social. 4. Campesinos I.

    t. II. Wolf, Eric R., selecc. III. Serie.

    Investigacin bibliogrca:Mireya Rubio y Roberto Melville

    Traduccin de la presentacinde Eric Wolf: Victoria Novelo

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    NDICE

    Clsicos y Contemporneos en Antropologa

    Presentacin de Virginia Garca Acosta y Roberto Melville...... 9

    Herramientas para analizar el capitalismo contemporneoFederico Besserer....................................................................... 17

    PresentacinEric R. Wolf

    ............................................................................ 21ANTROPOLOGAYMARXISMOngel Palerm........................................................................... 43

    Prlogo .............................................................................. 45

    Antropologa y marxismo en crisis ............................... 49

    Teoras sobre la evolucin de Mesoamrica ................ 77

    Un modelo marxista para la formacin colonialde Mxico? ........................................................................117

    La formacin colonial mexicanay el primer sistema econmico mundial ....................... 149

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    Metrpoli-colonia y articulacin de modos

    de produccin ..................................................................197

    Los estudios campesinos:orgenes y transformaciones .........................................225

    Antroplogos y campesinos:

    los lmites del capitalismo ............................................... 255

    Articulacin campesinado-capitalismo:sobre la frmula M-D-M ................................................ 293

    Bibliografa .......................................................................329

    ndice

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    La antropologa es una de las ciencias sociales con una

    agenda intelectual y acadmica extremadamente ambi-ciosa. Su objeto central de estudio es la permanencia y cam-bio de los fenmenos socioculturales, por ende, se ocupade conocer y analizar a la humanidad entera. Se interesa porcada una de las diferentes vas de evolucin de las socieda-des humanas, y por identicar las respectivas trayectorias de

    pueblos y culturas desde las pocas tempranas de la prehis-toria hasta el tiempo actual. La diversidad cultural, tnica ysocial, en y entre las sociedades, se maniesta en todos losrincones del planeta. Concierne a la antropologa la adapta-cin humana a variados climas y territorios; fros, templadosy clidos; hmedos y ridos; planicies y montaas. Le com-pete tanto el estudio de las sociedades simples como el de

    las ms complejas.Los antroplogos han contribuido al conocimiento de las

    variadas formas de subsistencia en pueblos de cazadores yrecolectores, de pastores y agricultores; y han procurado ex-plicar los procesos de integracin de tales pueblos a las so-ciedades ms complejas en el contexto de la expansin del

    sistema mundial capitalista. A la antropologa le han interesa-do las minoras tnicas y las clases populares por igual, perotambin las lites gobernantes y las estructuras estatales. Hayespecialistas en ramas como la antropologa jurdica, la antro-pologa poltica, y la antropologa econmica. El parentesco

    CLSICOSYCONTEMPORNEOS

    ENANTROPOLOGA

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    la religin, el lenguaje, y diversas expresiones simblicas son

    apreciados objetos de estudio.Al ocuparse de un universo de objetos sociales y culturales

    tan vasto, los antroplogos eligieron un acercamiento holsti-co, es decir, buscan establecer las interrelaciones existentesde tipo causal, funcional o simblico entre los distintos com-ponentes de las diferentes culturas. El anlisis comparativo

    es una herramienta muy ecaz para identicar diferencias ysimilitudes entre los casos examinados. El estudio detalladode culturas grafas mediante la observacin participante, eleval trabajo de campo en uno de los mtodos caractersticos eineludibles de la investigacin en antropologa. Las etnogra-fas sobre sociedades y culturas son entonces productos que

    distinguen la produccin antropolgica.En consecuencia, ningn libro en particular podra reejartoda la riqueza de herramientas tericas y metodolgicas quelos antroplogos han empleado para el estudio de las culturasy las sociedades humanas. De la misma manera, la diversidadcultural observada por viajeros, misioneros, administradores,y en el sigloXXpor los profesionales antroplogos en aque-

    llas sociedades humanas con las que se ha tenido contacto,en todo el orbe y a lo largo del curso de la historia, slo po-dra quedar consignada en una incontable multitud de librosy artculos. No hay una sola biblioteca que contenga en susestanteras los frutos de la labor etnolgica de esta multitudde autores-escritores. La descripcin etnogrca de cada

    una de las sociedades particulares conocidas no puede evitar-se por una aplicacin de teoras generales construidas apriori,ni sustituirse por las conclusiones alcanzadas en el estudio dealguna sociedad particular estudiada a profundidad. Y si sequieren alcanzar generalizaciones a partir de estudios empri-

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    cos, ser necesario que la descripcin detallada de una socie-

    dad se conduzca con alguna orientacin terica, mediante laformulacin de hiptesis que guen la recoleccin de datos yorganicen la interpretacin de las caractersticas generales delfenmeno estudiado en tal o cual sociedad particular.

    Por tales razones, una adecuada formacin acadmica de losantroplogos depender del acceso a una bibliografa extensa.

    Los hallazgos y avances del conocimiento antropolgico seencuentran dispersos en diversos gneros literarios propiosde la disciplina. Hay miles de trabajos monogrcos que re-gistran la labor de recopilacin de datos empricos acerca dedistintas sociedades dispersas en los cinco continentes. Exis-ten trabajos de corte ms comparativo, mientras que otros

    tienen un propsito ms terico. Sin embargo, las grandessntesis del conocimiento en una regin o rea cultural sonms escasas, y hay relativamente pocos trabajos que tenganuna perspectiva mundial. La composicin de la literatura an-tropolgica es pues un indicador de su desarrollo, de su ca-pacidad para formular generalizaciones a partir de estudiosespeccos y de su comparacin espacial y temporal.

    A partir de estas reexiones, compartidas por un grupode instituciones mexicanas comprometidas con la investiga-cin y la docencia en antropologa, surgi un proyecto quetiene como propsito ofrecer a investigadores y estudiantes,y en general al pblico de habla hispana, obras clave para eldesarrollo del conocimiento sobre las sociedades y culturas

    humanas. Fue as que se concibi la coleccin Clsicos y Con-temporneos en Antropologa.

    Existe una gran cantidad de obras relevantes para el desarro-llo de diversas lneas de investigacin en antropologa que nun-ca fueron traducidas al espaol. Otras ms, que s lo fueron,

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    dejaron de ser reimpresos o reeditados, y ahora ya no se en-

    cuentran en el mercado. Las bibliotecas institucionales de re-ciente creacin no cuentan con todos los libros clsicos dela disciplina y difcilmente los podran adquirir.

    La seleccin de esta literatura, que podra caracterizarsecomo clsica, constituye un asunto controvertido y suscep-tible de interminables discusiones. Este proyecto editorial con

    amplia gama de opciones acadmicas para la publicacin declsicos, deber sortear los lmites inescapables del nan-ciamiento e intentar satisfacer las preferencias de los lectores.Incluir tambin textos contemporneos que muy probable-mente adquirirn con el tiempo el reconocimiento acadmi-co correspondiente. Los criterios de seleccin debern irse

    anando a lo largo del desarrollo del proyecto, a partir tantodel contexto temporal y regional, como de las necesidadesculturales ms explcitas.

    En los grandes polos del pensamiento antropolgico, ubi-cados principalmente en Gran Bretaa, Estados Unidos yFrancia, la antropologa se ha construido en mltiples direc-ciones. En sus bibliotecas se encuentra una gran abundan-

    cia de libros y trabajos de investigacin sobre casi todas lasculturas del mundo, lo que incluye una vigorosa produccinterica. Muchas casas editoras recogen y difunden la produc-cin de universidades e institutos de investigacin. Por lo quetoca a los pases que podramos calicar como perifricos,es posible distinguir a aquellos en los que se ha desarrollado

    un mayor inters por el desarrollo de la antropologa. En elmundo iberoamericano, pases como Argentina, Brasil, Co-lombia, Espaa, Guatemala, Mxico y Per pueden conside-rarse entre los que se han caracterizado por tener una mayordensidad antropolgica. En ellos se fomenta la antropologa

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    con un enfoque circunscrito relativamente a los fenmenos

    y problemas locales, de suerte que la produccin acadmi-ca se orienta hacia aquellos fenmenos socioculturales msrelevantes de cada nacin. En cada uno se ha presentado, endiferentes momentos, una inuencia dominante de algunode los centros hegemnicos de produccin antropolgica.Las preferencias intelectuales del mundo antropolgico ibe-

    roamericano se reejan claramente en los acervos de las bi-bliotecas especializadas en antropologa en cada uno de esospases. Las mejores y ms completas bibliotecas han logradoreunir, y proporcionan a sus usuarios, tanto la literatura an-tropolgica representativa de los pases hegemnicos comola produccin del propio pas. Pero la produccin de pases ve-

    cinos, igualmente perifricos, con antropologas de importan-cia generalmente est subrepresentada en dichas bibliotecas,as como en los programas acadmicos de las instituciones yuniversidades respectivas. En los dems pases, el desarrollode la antropologa es relativamente pobre, y aquellos estudiosque prevalecen son los del folklore local y la prehistoria.

    Mxico se encuentra entre los pases con una tradicin an-

    tropolgica vigorosa. Si bien existe un reconocimiento local ymundial de la antropologa mexicana, sus investigadores y es-tudiantes con frecuencia tienen un conocimiento precario delos desarrollos de otros pases de la regin con una tradicinantropolgica importante. La poltica mexicana de apertura ala inmigracin de perseguidos polticos fue propicia para dar

    lugar a un ujo de ideas y conocimientos antropolgicos no-vedosos y estimulantes, primero con la llegada de inmigrantesprovenientes de Europa a raz de las vicisitudes de la Gue-rra Civil Espaola y de la Segunda Guerra Mundial, y luego,en las dcadas de 1960 y 1970, con el arribo de contingentes

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    de asilados que huan de las dictaduras surgidas en Amrica

    del Sur. Estas corrientes migratorias tuvieron un efecto cul-tural muy importante para el pas receptor. Al llegar a Mxicoy a las instituciones acadmicas que les abrieron sus puertas,aquellos universitarios perseguidos rompieron barreras cultu-rales locales y auspiciaron un ujo de nuevas ideas y teorasque fructicaron intelectualmente, no slo en el campo de

    la antropologa sino tambin en muchos otros campos de lasciencias sociales y las humanidades. Lo anterior da cuenta deque el desarrollo de una disciplina se nutre no solamente de laproblemtica social y cultural nativa, sino tambin de manerasignicativa de las corrientes y ujos culturales externos.

    La coleccin de Clsicos y Contemporneos en Antropo-

    loga tiene como aspiracin y propsito satisfacer no nica-mente las necesidades locales y atender las necesidades bi-bliogrcas locales de programas acadmicos de formacin,sino cubrir un espectro ms amplio. Las instituciones queimpulsan la publicacin de libros de antropologa han hechosuya la oportunidad y sugerencia de auspiciar el ujo cruza-do de conocimientos antropolgicos externos, no solamente

    aquellos originados en los pases hegemnicos, sino tambinen los pases perifricos con una produccin antropolgicarespetable, poco conocida y aplicable a circunstancias anlo-gas en otras latitudes. La coleccin incluye una composicinvariada en temas y corrientes tericas que, esperamos, nutraa las subespecialidades de la antropologa.

    Incluye traducciones de aquellos libros que han tenido unareconocida inuencia en el desarrollo de la antropologa y que,sin embargo, no han sido publicados en espaol anteriormente.Pero tambin comprende reediciones de obras que se encuen-tran agotadas, con objeto de atender la demanda vigente entre

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    los estudiantes de antropologa. La iniciativa original de esta

    coleccin surgi en 2004, cuando conuyeron los intereses dela Direccin General del CIESAScon la maduracin de un pro-yecto largamente acariciado relacionado con la publicacin delibros clsicos de antropologa que se requeran en la docen-cia e investigacin. Se busc y encontr la colaboracin delDepartamento de Antropologa de la Universidad Autnoma

    Metropolitana, en Iztapalapa y del Departamento de CienciasSociales de la Universidad Iberoamericana, para llevar adelan-te esta empresa con la aportacin de los recursos humanos ymateriales necesarios. Se conform as, en 2005, una comisinacadmica plural para precisar los criterios y deniciones ne-cesarias en relacin con la seleccin de autores y ttulos que se

    publicarn en los prximos aos. Dicha comisin, integradapor profesores investigadores de las tres instituciones, abra-z la idea de aadir a la coleccin de libros clsicos aquellosttulos y autores contemporneos que recientemente han de-sarrollado nuevas lneas de investigacin, tales como los es-tudios de gnero, desastres, pluralidad tnica, entre otros. Enel futuro muy probablemente otras instituciones se sumarn

    a este esfuerzo. Nuestra meta de poner al alcance de investi-gadores y estudiantes de antropologa una seleccin de librosindispensables para su desarrollo acadmico plural depender,en gran medida, de la recepcin que los lectores otorguen aste y los prximos ttulos.

    Virginia Garca Acostay Roberto Melville

    CIESAS

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    HERRAMIENTASPARAANALIZAR

    ELCAPITALISMOCONTEMPORNEO

    Antropologa y marxismo es un libro de lectura obligada

    para quienes traten de entender los vertiginosos cam-bios de nales del siglo XXe inicios del XXI. Los textos quecomponen esta obra fueron escritos entre 1976 y 1980, en elvrtice de un giro profundo que el capitalismo mundial dioen ese momento. ngel Palerm pone en papel estas reexio-nes en el momento en que un proceso de cambio dara como

    resultado una nueva fase del capitalismo mundial, tal vez nola ltima, pero s una distinta de la que Lenin llamara la fasesuperior del capitalismo. Este antroplogo, cuyo destino fuemarcado por la confrontacin con el estalinismo, hizo acopiodel pensamiento comprehensivo del marxismo y de la antro-pologa para poner en blanco y negro las bases ms impor-tantes del anlisis del cambio que llevara al momento en que

    vivimos actualmente, por algunos llamado post-fordismoy por otros capitalismo tardo.

    Tal vez porque entonces el cambio histrico expresaba to-das las contradicciones del capitalismo monopolista de Esta-do, Palerm pudo identicar que tanto el marxismo como laantropologa estaban sesgados por un velo ideolgico asocia-

    do a la gura del Estado-nacin que haba jugado un papelcentral desde inicios de siglo. Explic que la antropologa ha-ba tomado formas propias en Inglaterra, Francia y EstadosUnidos, ligadas a su papel dentro del colonialismo. Conco-mitantemente, arm que el marxismo estaba atrapado en

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    las ideologas de los pases en los que el socialismo estaba

    dominado por una nueva clase asociada al aparato poltico ytecnoadministrativo del Estado.

    As, Palerm inicia su trabajo con un movimiento en elque separa al marxismo y a la antropologa del habituscon-ceptual de la nacin. Propone entonces la revisin de variossistemas econmicos mundiales, poniendo especial atencin

    en la contribucin del campesinado mesoamericano al desa-rrollo del capitalismo. Este pensador extraordinario, que sedesempe profesionalmente en instancias internacionalesy construy para la antropologa una mirada del mundo enmltiples escalas, sostiene que el capitalismo fue global des-de el siglo XVIy que su historia incluye de manera central las

    crisis sucesivas que han generado nuevas formas de articula-cin y regulacin del sistema.En los textos que conforman este libro, Palerm presta espe-

    cial atencin a las ideas de Lenin y de Rosa Luxemburgo, quie-nes diferan en la conceptualizacin del capitalismo de iniciosdel siglo XX. Al tomar la postura de Luxemburgo, le conereun papel importante al campesinado en el entendimiento de la

    globalizacin y el capitalismo. Estas ideas de principios del siglopasado resuenan an en las posiciones divergentes de quienesanalizan la reestructuracin del capitalismo y la globalizacinal iniciar nuestro siglo.

    Los ensayos que encontramos enAntropologa y marxismo nohan dejado de formar parte de los programas de estudio de la

    antropologa desde los aos setenta cuando se escribieron yfueron utilizados por Palerm para la docencia. Ciertamente, laantropologa y el marxismo en dilogo han desarrollado he-rramientas nuevas para analizar el capitalismo contemporneoenfatizando temas como las conexiones globales, las nuevas

    Federico Besserer

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    tecnologas, los procesos transnacionales, las culturas viajeras

    y las regiones fronterizas. Para algunos,Antropologa y marxismotiene hoy el inters de ser un documento para reconstruir lahistoria de las ideas crticas de otros tiempos. Pero para otros,entre los que me incluyo, su lectura aporta elementos crticosnecesarios para hacer antropologa en el presente.

    Algunas secciones de este libro fueron presentadas origi-

    nalmente como ponencias, otras secciones fueron escritas enun estilo ensaystico. Por esta razn en ediciones anterioresse mencionan autores y obras sin las referencias precisas alas fuentes consultadas. Esta nueva edicin se beneci deltrabajo acucioso de Mireya Rubio y Roberto Melville, quienescuidadosamente armaron el herramental bibliogrco, bus-

    cando las ediciones que estaban disponibles en los aos enque se escribieron los originales. El resultado es un texto queahora puede ser entendido en contexto por los estudiososde la obra de Palerm.

    Sin duda,Antropologa y marxismo es indispensable para en-tender el mundo contemporneo. En este sentido el libro queel lector tiene en sus manos es un clsico y contemporneo

    indispensable en esta coleccin.

    Federico Besserer*

    Agosto de 2008

    * Antroplogo social (UAM, 1988), doctor en antropologa (Stanford,2003) con la tesis Contesting Community, profesor e investigadordel departamento de Antropologa de la UAM-Iztapalapa. Las comu-nidades transnacionales son su tema de investigacin. Alumno dengel Palerm en la materia de marxismo.

    Herramientas para analizar el capitalismo contemporneo

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    PRESENTACIN

    Es un gran honor para m presentar esta nueva edicin de

    la coleccin de ensayos de ngel Palerm tituladaAntro-pologa y marxismo, originalmente publicada en 1980. Nos hacerecordar a un amigo muy preciado que combin sus enormesdotes intelectuales con la pasin por un conocimiento quepudiese cambiar al mundo; tena igualmente una singular ha-bilidad para atraer a otros hacia el logro de esa meta. l en-

    tenda, mucho mejor que otros, que en la bsqueda de dichoconocimiento era necesario realizar tareas de docencia y lle-var a cabo investigaciones de avanzada en instituciones ade-cuadas. La creacin del CIESASrepresenta la cspide de esetrabajo de organizacin. ngel tambin trabaj sin descansoal servicio de una antropologa universalizadora, que, no obs-tante, pudiera nutrirse de tradiciones nacionales particulares

    y referirse a problemas de regiones y pueblos determinados.Muchos estudiantes y colegas recordarn su Introduccin a lateora etnolgica(1967) en la que intent ensear antropologageneral con base en su experiencia en Mxico. En forma si-milar, en los volmenes de su amplia Historia de la etnologa,guras como Ibn Khaldun, Sahagn, Vico, Bachofen, Fustel

    de Coulanges y Kovalevsky le hablan al lector igual que losautores britnicos y angloamericanos, quienes por lo generalse clasican como los ancestros propios de esa disciplina, en-tre los antroplogos de habla inglesa.

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    22 Eric R. Wolf

    En el libroAntropologa y marxismoexiste un impulso similar

    subyacente que ampla el alcance en la bsqueda de un conoci-miento til. El libro apareci cuando las orientaciones e iniciati-vas que se unieron en este ttulo haban entrado en un periodocrtico de desarrollo, por lo que la voz de ngel Palerm conllevauna importancia doble, tanto para la antropologa como parael marxismo. Estos ensayos los escribi cuando, despus de un

    periodo, relativamente calmado, de crecimiento y prosperidaden los aos cincuenta, la antropologa tom conciencia de ma-nera repentina de su posicin incierta y conictiva en un mun-do marcado por poderosas asimetras y desigualdades polticas,econmicas y culturales. Como sntoma de la creciente ola dedudas existenciales apareci el artculo sobre imperialismo y

    antropologa Anthropology Child of Imperialism (1968a), deKathleen Gough, el de John Moore, Perspective for a PartisanAnthropology (1971), as como diversas colecciones de tra-bajos incluidos enAnthropology and the Colonial Encounter(1973)de Talal Asad, Reinventing Anthropology(1973) de Dell Hymes, yAnthropologie et imprialisme(1975) de Jean Copans. Las incerti-dumbres y las disonancias se vieron desde entonces ms exa-

    cerbadas con la aparicin de ensayos crticos que condenan lasteoras generalizadoras como formas de dominacin, censuranlos efectos de realidad que supuestamente caracterizan losescritos antropolgicos, y multiplican las dudas sobre si seraposible lograr un espacio dentro de la realidad de este mundo.Esa crisis de la antropologa no ha disminuido, si bien han cam-

    biado sus formas y expresiones. De ah que lo dicho entoncespor ngel se relaciona con lo que hemos pensado y por lo quenos hemos esforzado hasta hoy en da.

    Por otra parte, en la fecha en que se escribi el libro el mar-xismo caa en crisis, al tiempo que la URSS, fundada bajo pre-

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    23Presentacin

    misas marxistas, se enfrentaba a lmites cada vez ms rgidos

    tanto en su economa como en su sistema de gobierno. Auncuando en los aos sesenta y setenta se crea que los socia-lismos realmente existentes todava podan transformarseen socialismos con rostro humano, la esperanza decaycuando la Unin Sovitica descubri que no poda establecerreformas estructurales en su casa ni en los estados europeos

    de su rbita. El desencanto con las realidades del socialismohizo a muchos recordar que el marxismo no siempre habapodido adecuarse a las necesidades del sistema sovitico. Lareaccin llev a reexaminar el legado marxista y a formularcaminos alternativos hacia el socialismo.

    Los ensayos reunidos por Palerm enAntropologa y marxismo

    se escribieron y reescribieron entre 1973 y 1978. Comienzanabordando los temas que emergieron con la doble crisis de laprofesin y la poltica. Despus, analizan las teoras que expli-can la evolucin de la civilizacin mesoamericana, con especialatencin a la importancia de los conceptos que provienen delrepertorio terico marxista. La discusin contina explican-do el curso del colonialismo espaol en Mxico, y el lugar que

    ocupa Mxico en el desarrollo del sistema econmico mundial.Despus de la anatoma de las relaciones metrpoli-colonia, sesigue con estudios sobre el campesinado y los problemas queenfrenta la economa campesina con la expansin del capita-lismo. La atencin en todo momento se centra en Mxico, conuna perspectiva que Palerm desarroll luego de un sinnmero

    de investigaciones sobre historia, arqueologa, etnologa, y es-tudios sobre los sistemas rurales, utilizando conceptos tericostanto de la antropologa como del marxismo.

    Cuando se trata de revalorar al marxismo, necesariamentedebemos revalorar el trabajo de Marx y de Engels. Investiga-

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    ciones ms crticas y contextuales sobre el trabajo de Marx

    como erudito muestran que en su larga vida cambi de parecerde manera importante y que no siempre fue consistente en susdeclaraciones y en sus escritos. Al n y al cabo, Marx era unser humano con todo y defectos, y no un dios. El hecho deinvocar a Marx como un mesas bolchevique desempe unpapel ideolgico importante para movilizar a los eles, con

    el n de mantener el primer Estado de los trabajadores;pero no se deben confundir las consignas polticas con eltrabajo terico y el anlisis intelectual. Fue precisamente endicho contexto, como lo hace notar Palerm, que Marx co-mentara sobre las simplicaciones tericas de su yerno PaulLafargue en el sentido de que si esto es marxismo, entonces

    yo no soy marxista. Su lema favorito era duda de todo,de

    omnibus dubitandum.De hecho, la obra y vida de Marx se caracterizaron por el

    aprendizaje constante, y por los cambios de nfasis y de mto-dos que haca en sus trabajos tales como La ideologa alemana(1845-1846), los Grundrisse(1857-1858) y Das Kapital(1867).Al mismo tiempo Marx siempre estuvo ms interesado que

    su amigo Engels en cmo debera uno entender la interac-cin de la conciencia humana subjetiva en relacin con lascondiciones objetivas de la existencia humana. En forma dife-rente a Engels, se centr decisivamente en la condicin hu-mana, y no ampli sus conceptos en torno a una dialcticade la naturaleza en general.

    Adems, en los aos ochenta del siglo pasado, el viejoMarx cambi su perspectiva sobre la historia y la evolucin ha-cia un enfoque ms multilineal, y lleg a jugar con la posibi-lidad de diversas trayectorias en desarrollo y, por tanto, conla posibilidad de varias estrategias para alcanzar el socialismo.

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    Al respecto, la lectura de las obras de Nicolai Chernyshevskii

    y de otros (que haca en ruso, idioma que aprendi con esepropsito en la dcada de los setenta del siglo pasado) lo in-uyeron en su comprensin del papel que jug la propiedadcomunal en Rusia, y en su puesta al da de la etnologa com-parada de su tiempo (Krader, 1972; Shanin, 1983). Al adop-tar esta posicin ms exible, Marx se diferenci de Engels,

    quien esboz la idea de un movimiento evolutivo unilinealcon etapas sucesivas enEl origen de la familia, la propiedad priva-da y el Estado(1884), basado enAncient Society, 1877, de LewisHenry Morgan. El esquema de Engels proporcionara, duran-te mucho tiempo, el paradigma que gui la etnografa soviti-ca, aunque, an en los aos sesenta y setenta de este siglo, se

    volvieron a escuchar voces marginales en favor del evolucio-nismo multilineal (Danilova, 1971).Son precisamente estas cuestiones a las que Marx se reere

    con el concepto de Produktionsweise, el modo de produccin.Ciertamente, el inters primario de Marx era denir y ana-lizar el modo de produccin capitalista, pero al hacerlo, endiversos tiempos y lugares, compar el modo capitalista con

    otros modos. A ese respecto su logro ms signicativo apareceen la seccin de los Grundrissellamada Die Formen die derKapitalistischen Produktion vorhergehen,1sobre las fuer-zas que preceden a la produccin capitalista. Los Grundrisseo bosquejos bsicos consistan en monografas que Marxescribi durante un periodo de quince aos para su propia

    comprensin. Permanecieron prcticamente desconocidas,hasta que a principio de los aos cincuenta se publicaron en

    1 Traducido al espaol como Formas precapitalistas de producciny mejor conocido como las Formen (n. de la trad.).

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    alemn, en Berln; especcamente, las Formen se publica-

    ron en 1952.La meta primordial de Marx era, por supuesto, demostrar

    las diferencias que se encontraban en juego en la formacindel modo capitalista cuando se contrastaba con otros; perotambin quera demostrar cmo una forma comn de anli-sis poda sealar las diferencias relevantes en el surgimiento

    y modicacin de las formaciones histricas, como se les co-noca y entenda en el momento en que escribi sobre ellas(sobre el carcter desigual de este conocimiento, vase Hobs-bawm, 1964: 18-27). Como bosquejos, los escritos eranprecisamente eso lo que hoy en da llamaramos bocetos oavances de explicacin, y no monografas terminadas sobre

    las formaciones sociales no capitalistas. Sin embargo, s dana conocer su forma de pensar acerca de cmo se podrancomparar las formaciones socioculturales. Especialmente poreste motivo, debe prestarse atencin a las Formen, como loejemplica el estudio de Palerm que tenemos ante nosotros,porque nos dice mucho sobre cmo pueden visualizarse lascomparaciones, un tema muy importante en este momento

    en que se sospecha que las comparaciones envolventes y degran amplitud son simples metanarrativas.

    Lo que hace recomendable a las Formen para llevar a caboun anlisis comparativo es la forma en que se conjuntan dife-rentes dimensiones de la sociedad en una perspectiva sinpti-ca, proponiendo maneras en las que estos aspectos deben

    ser pensados en sus mutuas interrelaciones, mantenindolasjuntas durante el proceso mental del anlisis. Cuando se proce-de as, el supuesto subyacente es que las diversas dimensionesestn relacionadas en algn tipo de totalidad; este supuestoes el que orienta las preguntas que deben hacerse y las res-

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    puestas que se consideran satisfactorias. Probablemente lo

    que algunos esperaban, y tal vez el mismo Marx, era que aldelinear esta totalidad se llegaba a la verdad; en nuestrostiempos ms escpticos, uno puede contentarse con ver lasFormen de manera ms pragmtica, como algo que ofreceun marco o modelo capaz de revelar conexiones que puedenser tiles en las investigaciones.

    El nfasis en las Formen, al igual que en todas las obras deMarx, no est puesto en los individuos ni en la forma en questos consumidores o empresas eligen sus opciones enuna secuencia de actividades. Se centra en poner al desnudola forma en que la economa poltica determina la anatomade la sociedad. Cmo interactan los sistemas sociales de

    seres humanos con la naturaleza para obtener los recursosnecesarios? Lo hacen, dice Marx, siguiendo a los economis-tas clsicos, mediante la fuerza social de trabajo, movilizadahacia la produccin, que modica y transforma el mundo delentorno mientras despliega sus fuerzas de produccin. Unavez ms, de acuerdo con Adam Smith, Marx pens que era po-sible hablar de fuerza de trabajo social, no slo como la suma

    de diversos tipos de fuerza de trabajo, sino como una fuerzasocial de trabajo en general, como la fuerza de trabajo totaldisponible (Marx sugiri que esa posibilidad se haba dadonicamente por el surgimiento del capitalismo, que otorga-ba un comn denominador a toda la fuerza de trabajo me-diante el uso del dinero). Cules caractersticas anatmicas

    de la sociedad orientaron a dicha fuerza de trabajo hacia laproduccin? Algunos denieron la fuerza de trabajo so-cial por el desempeo de tareas comunes; otros diferenciaron,por una parte, a la clase de los trabajadores directos de los notrabajadores, que tenan las caractersticas necesarias para la

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    apropiacin. De acuerdo con esas obligaciones en la produc-

    cin, en una sociedad se podan transferir los recursos pro-ducidos por una clase a otra. Marx llam relaciones de produc-cin a estas conformaciones clave que movilizan la fuerzade trabajo de la sociedad y la distribucin de sus productos.En las Formen se apunta cmo las diferencias en las relacionesde produccin resultaban en diferentes formas de distribuir la

    fuerza de trabajo social; y tambin sugieren cmo estas formasdiferentes se representan en el pensamiento de los sistemas so-ciales creados. Todos estos conceptos se presentan con un altonivel de abstraccin para delinear los elementos esenciales quegobiernan el trabajo en la sociedad. Paul Sweezy ha caracteriza-do este mtodo de anlisis marxista como un movimiento gra-

    dual que va de las abstracciones iniciales hacia un estilo msconcreto del tipo paso a paso, donde se retiran los supuestossimplicadores en las etapas sucesivas de la investigacin, demanera que la teora tome en cuenta y explique una gama cadavez ms amplia de fenmenos reales (1942: 11).

    Contrariamente a las perspectivas que conciben la teora yla metodologa marxista como monolticas, se desarrollaron

    diversas formas que buscaban la comprensin de lo concretoa partir de las abstracciones iniciales y las sucesivas aproxi-maciones. Algunos intrpretes intentaron denir fuerzas yrelaciones de produccin en trminos duros y rigurososcomo categoras separadas y distintivas de una ciencia; otrosenfatizaron su carcter interactivo, acumulativo y dialctico

    inherente. Los marxistas cientcos, en general, considera-ban las categoras y leyes marxistas como universales; otrosse inclinaban a considerarlas como perspectivas, siendo ellosmismos producto de un cierto momento y de una determina-da circunstancia histrica. Algunos vean a los modos de pro-

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    duccin construidos con estas categoras como lo bsico, en

    el sentido de que eran la causa determinante de todos los fen-menos que se encontraban bajo su inuencia; otros dijeronque la determinacin poda ser en ltima instancia, aunqueestaba mediada por otros elementos que deban especicarseen forma independiente. A este respecto debemos hacer notarque con frecuencia el lenguaje mismo de Marx y Engels no

    ayuda a resolver el tema. En ocasiones hablan de manera al-ternada sobre relaciones que determinan o condicionana otras, a pesar de que los trminos no son idnticos, y cuan-do escriben sobre las caractersticas que corresponden aun determinado modo de produccin, se aproximan ms alconcepto de anidad selectiva (Wahlverwandschaft) de Max

    Weber que a cualquier concepto de causalidad lineal. Sin em-bargo, las perspectivas rgidas y exibles convergen enla posicin marxista, cuando dicen que lo importante es re-conocer a las sociedades como sistemas que incluyen tantoel entorno no humano como el orden social y sus relacionesinternas (vase Hobsbawm, 1973: 273). La tarea es, entonces,remitir lo que uno aprende cuando estudia dichos sistemas a

    estas relaciones denitorias, en lugar de hacerlo al Espritu,concebido, como el universal hegeliano o como los espri-tus variables del pueblo o populares (Volk oVlker) comolo entendan Hegel o Herder.

    Mientras que la tradicin intelectual marxista pudo adoptar,y de hecho lo hizo, una gama de posibles orientaciones y pers-

    pectivas, el curso de la poltica que en este siglo se inspir enel marxismo, redujo drsticamente las opciones reales disponi-bles para cualesquiera de los dos puntos de vista. La revolucinrusa de 1917 la llev a cabo una vanguardia de revoluciona-rios profesionales para los que el marxismo no era un tema de

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    debate acadmico, sino una especie de preceptos ideolgicos

    para una poltica de desarrollo industrial y militar. Desde 1918,Rosa Luxemburgo declar su temor a que eso resultara no enuna dictadura del proletariado, sino en una dictadura de un pu-ado de polticos, de acuerdo con el modelo jacobino. Confundamento agreg que sin elecciones generales, sin libertadirrestricta de prensa y de reunin, sin opinin pblica libre, la

    vida se extingue en cualquier institucin pblica y se convierteen una mera apariencia de vida, en donde solamente la buro-cracia permanece como el elemento activo (1940: 47). Unidoa esta poltica de Estado, el marxismo sirvi principalmentecomo un credo que inspira y justica y no como un conjuntode conceptos tiles y mtodos analticos abiertos.

    De ah que, en forma creciente el marxismo del Este, supues-tamente ms cientco, se contrapona al marxismo occiden-tal, ms humanista. Al mismo tiempo, la opcin occidentalmostr una gran diversicacin: el marxismo utpico (ErnstBloch), el marxismo existencial (Jean-Paul Sartre), el marxismofenomenolgico (Tran Duc Thao), el marxismo hegeliano (RayaDunayevskaya), el marxismo croceano (Antonio Gramsci), mar-

    xismos weberianos y weberianos marxistas; el marxismo de laEscuela de Frankfurt, varios tipos de marxismos estructuralesy hasta un marxismo mallarmeano (aplicado a Frederick Ja-meson). Contrariamente al marxismo oriental, rmementeenganchado al carro del poder sovitico, los marxismos oc-cidentales demuestran la heterogeneidad del legado marxis-

    ta y su productividad potencial, lo que es evidente con mayorclaridad en la mutua y continua fertilizacin de ideas marxistascon otras corrientes intelectuales. Al mismo tiempo, estos mo-dos occidentales permanecieron connados a la academia ydivorciados del estira y aoja de la poltica real.

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    En la antropologa, las tradiciones britnicas, francesas y

    estadounidenses dominantes se resistieron durante muchotiempo a reconocer paralelismos o convergencias con lastradiciones marxistas. Algunos de estos paralelismos siguensiendo tan sorprendentes como inesperados; por ejemplo,la similitud de lo que expres Engels en su ensayoEl papel deltrabajo en la transformacin del mono en hombre(1876) en cuanto

    al uso de herramientas y la sntesis sobre biologa humana ypaleoantropologa propuesta por Sherwood Washburn y susestudiantes en la pasada dcada de los aos sesenta (Lea-cock, 1972).

    Otras convergencias fueron ms evidentes y constantes.Una de ellas esta vez entre arqueologa y antropologa cul-

    tural deriv del trabajo del arquelogo marxista V. GordonChilde (1936, 1942) sobre el surgimiento de las civilizacionesen el Medio Oriente. Su inuencia fue profunda durante mu-chas dcadas en los estudios comparados de civilizaciones,y especialmente fructfera en la revisin de las antiguas civili-zaciones del Nuevo Mundo. Otro ejemplo de convergencia,en la antropologa social o cultural, provino de la economa

    social de orientacin histrica de Karl Polanyi (Polanyi, 1957,1968; Polanyi, Arensberg y Pearson, 1957) que argumentla importancia de diferenciar entre mercados de socieda-des precapitalistas y no capitalistas, y la moderna sociedad demercado que implica relaciones sociales de una economade mercado y convierte ciertos atributos de los seres huma-

    nos y del medio ambiente en mercancas con un precio enel mercado. Un tercer punto de convergencia se ejemplicacon el trabajo sobre los efectos del comercio de pieles entrelos indgenas de Amrica del Norte, realizado por estudian-tes que siguieron la tradicin de la escuela histrica de Franz

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    Boas en la Universidad de Columbia (Jablow, 1951; Leacock,

    l954; Lewis, 1942; Wide, 1947).Un cuarto punto de convergencia naci de las discusiones

    sobre el modo asitico de produccin. Este concepto, de-nido originalmente por Marx en las Formen, sugera la exis-tencia de una forma de evolucin que conduca al dominiode una clase gobernante de burcratas administrativos. En la

    Unin Sovitica esto se entendi como una posible crtica asu economa poltica y que tambin iba en contra de la perio-dizacin de la historia, en la que el capitalismo sucederaal feudalismo, y el socialismo como se ejerca en la UninSovitica sucedera al capitalismo. De ah que la discusin so-bre el modo asitico, que fue eliminada en la Unin Sovitica,

    continu en el Occidente, principalmente con los trabajos delsinlogo Karl Wittfogel (1931, 1981), lder protagnico de ladiscusin. En Occidente, el concepto fue aceptado en cier-ta medida por los antroplogos, especialmente por aquellosque, como ngel Palerm, se interesaban en las implicacio-nes sociopolticas de la irrigacin y otras obras hidrulicas enla Mesoamrica antigua y los Andes (vase Bailey y Llobera,

    1981; Palerm en este volumen). De este modo, si bien duran-te un tiempo la gama de posibilidades que poda desplegar ellegado marxista se vieron limitadas por demandas polticas enfavor de la ortodoxia, algunas ideas marxistas continuaronejerciendo una importante y continua inuencia sobre el pen-samiento antropolgico.

    En la dcada de los cincuenta, comenzaron a fructicarlos esfuerzos por fusionar o sincronizar los enfoques antro-polgico y marxista de manera ms sistemtica (por ejemplo,Godelier, 1973; Bloch, 1975, Kahn y Llobera, 1981). EnAn-tropologa y marxismo, ngel Palerm aade otra poderosa voz a

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    estos esfuerzos. Algunas de estas empresas fueron ms etno-

    historicistas o historicistas, otras ms estructuralistas. Del ladomarxista, se reconoci que la antropologa poda ser til paraexplicar la evidente variabilidad de las trayectorias sociales.Por el lado de la antropologa, haba la expectativa de que elanlisis marxista pudiera ofrecer perspectivas ms satisfacto-rias en el estudio de los sistemas sociales. Ambos enfoques

    compartan un inters por la investigacin comparada de lasformaciones socioculturales, en sus similitudes y diferencias,para descubrir las causas que las condujeron al cambio. Asi-mismo, les interesaba la relacin del ser humano con el me-dio ambiente, las igualdades o desigualdades en las relacionessociales, as como en las formas de representacin de estas

    dimensiones de la realidad que las personas construan men-talmente. Ambos enfoques podan realizar sus comparacionesen forma sincrnica o tipolgica, pero el inters marxista enel cambio social y en la transformacin los condujo de igualmanera a yuxtaponer estas formaciones secuencialmente y ainterrogarse sobre las causas de los cambios.

    Hoy en da la convergencia de los enfoques marxistas

    con la antropologa guarda un signicado especial paralos antroplogos, ya que el individualismo neoliberal y elromanticismo egocntrico exageradamente subjetivo coin-ciden en negar que sea posible hacer generalizaciones sobrelas estructuras sociales y las culturas. Cuando los llamadosenfoques postmodernos descartan por denicin el uso de

    conceptos generales que guen el conocimiento por consi-derarlos una metanarrativa, se privan del uso de mtodosadecuados para caracterizar la matriz de relaciones dondetienen lugar los hechos y narrativas que registran. Esto dacomo resultado que sus propios hallazgos permanezcan

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    fragmentados y atomizados ya que slo pueden relacionar-

    se con estructuras mayores por decreto. Y aun cuando estnescritos y presentados en forma admirable, resultan triviales yaque no puede establecerse relacin alguna con otros temas queno sean el propio, en sus propios trminos.

    El marco que proporciona el concepto de los modos deproduccin no solamente permite las comparaciones entre

    diversos modos, sino que tambin hace posible abordar elasunto de la coexistencia de modos con diferentes caracters-ticas y su articulacin dentro de una determinada sociedady entre sociedades diferentes. Marx no abord este problemaya que su inters primordial era comprender el modo capita-lista. Extrapolando su modelo del capitalismo a partir del caso

    insular ingls, que consideraba el ms puro, hizo a un ladolas caractersticas de la produccin campesina y de la circula-cin de mercancas que pudiera afectar las operaciones delmodo en otras partes. De ah que no explor a fondo cmola presencia abundante de un campesinado poda afectar elmodelo ni valor la forma en que el capitalismo podra co-existir con otros modos en regiones coloniales, neocoloniales

    y postcoloniales del mundo.Palerm sugiere que estas cuestiones salieron a ote por pri-

    mera vez en los escritos de Rosa de Luxemburgo. Esta autoraestaba equivocada en su premisa sobre la necesidad del capita-lismo de expandirse a expensas de formaciones no capitalis-tas, estructuralmente imposibilitadas para acumular capital,

    ampliar el consumo capitalista y aumentar el paquete salarialde los trabajadores simultneamente (Brewer, 1980; Sweezy,1942); pero tuvo razn al enfatizar el afn del capitalismo ha-cia la acumulacin primitiva penetrando las formacionesno capitalistas con su economa mercantil, su hostilidad hacia

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    la produccin de subsistencia, su apetito por nuevos factores

    de la produccin y materias primas y su bsqueda continua denuevas fuentes de fuerza de trabajo. Por supuesto que esteafn se intensic enormemente cuando el capitalismo inva-di otras reas del mundo, y cuando los habitantes de esasregiones se percataron de la intromisin y buscaron la mane-ra de reaccionar. Este afn del capitalismo adquiri un nuevo

    mpetu cuando naliz la Guerra Fra, al penetrar con msceleridad en lo que se conoca como Tercer Mundo y ex-pandirse hacia el Segundo Mundo, anteriormente socialis-ta. Interri con los modos alternativos, destruyndolos otransformndolos, y otras veces conservndolos y subsumin-dolos en nuevos patrones de colaboracin antagnica. Los

    escenarios generados por estos encuentros son los que msamenudo estudian los antroplogos que buscan conocercmo los hechos y procesos que observan en el campo sedesenvuelven al interior de una matriz amplia de relaciones;lo cual tambin requiere conceptualizarse.

    En los ensayos presentados en Antropologa y marxismo,Palerm indica la forma en que puede procederse con dichas

    conceptualizaciones. De ah que se ocupa de lo que en prin-cipio parecera un problema histrico: la manera en que laexpansin europea del siglo XVIIIa travs de la industria minerade la plata, ubic a Mxico en el corazn mismo del proceso deexpansin de la acumulacin capitalista. Esto requiri de la or-ganizacin y reorganizacin de otros sectores, incluso de la

    sociedad y la economa de las comunidades indgenas, bajola tutela del Estado. Palerm demuestra en forma magistralcmo Mxico fue colocado en un camino hacia el desarrolloa travs de ciertas articulaciones especcas, entre un capitalis-mo incipiente y modos de produccin no capitalistas.

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    Este tipo de encuentros resultaron en una transformacin

    de las comunidades indgenas y su propio campesinado. Loscampesinados no son cuerpos sociales que permanezcan es-tticos o inertes por tradicin; se crean y recrean continua-mente en un proceso de negociacin y lucha permanente conel poder establecido en cuanto a sus polticas econmicas y depoltica. De este modo Palerm plantea el problema general

    del campesinado en todas partes. Los campesinos permane-cen dentro de las sociedades mayores basadas en los modoscapitalista o socialista, pero la racionalidad de su propio modode produccin campesino basado en la unidad domsticano derivan hacia una integracin completa al capitalismo o alsocialismo. La especicidad de la lgica campesina no slo evi-

    ta su completa proletarizacin o desaparicin; de hecho handemostrado su capacidad para sostenerse con el trabajo agr-cola que, en ocasiones se combina con el artesanal o la ventatemporal de su fuerza de trabajo. El campesinado es capaztambin de producir ms que algunas empresas agrcolas demayor tamao y capital. Hoy en da, vemos cmo el modo ca-pitalista se articula activamente con diversas variedades del

    modo campesino, mediante la difusin de nuevos sistemasexibles de produccin dispersa, y el reclutamiento de po-blacin campesina para el trabajo asalariado estacional y otrasformas de empleo temporal. En el proceso, se modican ycambian tanto el capitalismo como los modos campesinosque a l se articulan.

    La antropologa y el marxismo se han transformado desdeque ngel Palerm escribiAntropologa y marxismo. La antropo-loga se encuentra en una ms de sus crisis peridicas que es,al mismo tiempo, resultado de su posicin intermedia entreotras disciplinas, y muestra de su importancia ya que plantea

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    problemas que las otras disciplinas evitan. Por su parte, existe

    una oposicin a la investigacin marxista ya que se le asocia,en la mente de muchas personas, a polticas cruelmente falli-das. Sin embargo, ambas aproximaciones hacen preguntas ybuscan respuestas en formas que otras disciplinas se rehsan aconsiderar, a pesar de que esas preguntas siguen siendo esen-ciales para comprender el mundo en que vivimos.

    ngel Palerm tena una gran esperanza en que la integra-cin de la antropologa con el marxismo pudiera conducir auna ciencia social ms poderosa, capaz de plantear estas pre-guntas que ayuden a proponer respuestas activas a los proble-mas que acosan a la especie humana. Debemos agradecer estanueva edicin del libro de ngel Palerm, para recordar todo

    lo que estaba en juego en estas tentativas de investigacin ycmo pueden contribuir al logro de una comprensin msacertada del ser humano de nuestros tiempos y su destino.

    Eric R. Wolf(1923-1999)Irvington, N. Y., marzo de 1998.

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    PRLOGO

    Yo no soy marxista

    K. MARX

    He reunido en este volumen una serie de ensayos escritos

    durante los ltimos cinco aos. Su tema comn es ladialctica viva, real, entre la antropologa y el marxismo. O sea,entre la produccin del trabajo antropolgico, rico en resul-tados pero por lo general aterico, empiricista y eclctico, yla teora marxista dogmtica y ritualizada, pero todava llenade vigor y potencialidades cientcas.

    De manera ms precisa, los trabajos incluidos constituyenun ensayo de crtica antropolgica de las ideas marxistas sobrela evolucin social, los modos de produccin y su articulacin,y el campesinado bajo las condiciones del capitalismo.

    La coleccin de ensayos prosigue una vieja preocupa-cin, que empez en mis tiempos de estudiante de historiay antropologa, y que he conseguido mantener constante-

    mente renovada gracias a la praxis ininterrumpida de la an-tropologa entendida como ciencia natural, es decir, comodisciplina fundada en la investigacin de campo, y como que-hacer terico.

    He colocado al principio del prlogo una frase atribuida aMarx, que de seguro no es apcrifa. En efecto, cul podra ser

    el marxismo que hubiera satisfecho a Marx si l fue criticando,reformulando y abandonando cada uno de ellos, con frecuen-cia dejndolos simplemente a la crtica de los ratones.

    Los idelogos, por el contrario, fueron convirtiendo elproceso vivo, dialctico y crtico de la evolucin del pensa-

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    miento de Marx, en un gran sistema congruente en su totali-

    dad, sin contradicciones y de hecho sin progreso. La revela-cin ha sustituido al trabajo duro de obligar a la historia y ala sociedad a demostrar sus verdades, y la interpretacin detextos ha pretendido tomar el lugar de la investigacin y deltrabajo terico.

    Por fortuna ya pasaron los tiempos en que resultaba tan

    peligroso callar como hablar sobre el marxismo, ya que laacusacin de hereja era tan grave en sus consecuencias comola de creyente o adversario. Pero aquellos tiempos, que porbrevedad llamo del estalinismo y el fascismo, han dejado elcampo marxista como un paisaje en ruinas, inhabitable aunpara los movimientos polticos e ideolgicos que alguna vez

    se llamaron marxistas.Constituye una paradoja ms de la historia y otra manifesta-cin de su extraa preferencia por tomar caminos inesperados,que el momento justo de la crisis del marxismo como ideo-loga y poltica sea tambin aquel en que las ciencias socialesdescubren el valor de las teoras de Marx.

    Tengo la conviccin de que el marxismo, repudiado ahora

    por el pragmatismo de los partidos polticos y adoptado porlos centros acadmicos, encontrar otra vez el camino de re-greso a la poltica entendida como actividad cientca, o bienconseguir hacer de las ciencias sociales disciplinas dedicadasa su verdadera tarea de transformar la sociedad y orientar elcurso de la historia.

    Semejantes cambios suponen el n del marxismo por me-dio de la realizacin de su sntesis con las ciencias sociales. Salu-do el futuro en que para los cientcos sociales ser posiblehablar de Marx como los bilogos lo hacen de Darwin y los

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    47Prlogo

    fsicos de Einstein. Es en este sentido que quiero parafrasear

    a Marx y armar que no soy marxista sino antroplogo.Hay muchos marxistas en las ciencias sociales, sobre todo

    aquellos a quienes la ideologa no les permite estudiar elmundo real y comprender sus transformaciones, que creenimposible esta sntesis. Contra la evidencia de la historia, sostie-nen que las ciencias sociales por necesidad estn al servicio de

    las clases dominantes. Contra la experiencia de las sociedadesllamadas socialistas, mantienen que el marxismo es la cienciasocial de las clases explotadas y de la revolucin.

    Hay muchos cientcos sociales, por otra parte, que pien-san que nuestras disciplinas pueden incorporar el marxismocon impunidad y convertirlo en una corriente meramente

    acadmica. Pero la naturaleza revolucionaria del marxismono consiste en su mesianismo poltico, sino en el proyecto dehacer una ciencia tan racionalmente transformadora de la so-ciedad como las dems ciencias lo son ya de la naturaleza.

    El verdadero proyecto revolucionario del marxismo, queen denitiva es el mismo de Juan Bautista Vico, slo es realiza-ble por medio de la ciencia y de la praxis social de la ciencia

    en una sociedad democrtica.

    Los temas tratados en esta coleccin de ensayos fueronampliamente discutidos en seminarios y cursos de los departa-mentos de antropologa de la Universidad Iberoamericana, laUniversidad de Texas en Austin y la Universidad Autnoma

    Metropolitana en Iztapalapa; en el Colegio de Posgrado deChapingo, en el Colegio de Mxico, en el Instituto Catalnde Antropologa y en la Escuela Nacional de Antropologae Historia.

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    Mi agradecimiento ms sincero a los estudiantes y colegas

    de estas instituciones.Mi reconocimiento a la Universidad Iberoamericana y al

    Centro de Investigaciones Superiores del INAH, por su cons-tante apoyo a los proyectos de investigacin que permitieronla realizacin de estos trabajos.

    ngel PalermProfesor de AntropologaUniversidad Iberoamericana

    Mxico

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    ANTROPOLOGAYMARXISMOENCRISIS1

    La discusin de las relaciones entre la antropologa y el

    marxismo de ninguna manera es nueva, pese a lo quepueda pensar la ingenuidad, aunque se ha desarrollado conintensidad creciente durante los ltimos aos. Sus orgenesms inmediatos y directos estn en la crisis contemporneade la antropologa y del marxismo, crisis dual que constitu-ye el marco de referencia del presente trabajo.

    De la crisis de la antropologa se ha hablado quiz en exce-so, ciertamente con exageraciones y no pocas veces con igno-rancia, pero muchos colegas todava rehsan advertir la crisisparalela y quizs an ms profunda del marxismo.

    As omos decir que la crisis de la antropologa se resolve-ra con la lectura el y la aplicacin correcta de los textos cl-sicos del marxismo, olvidando que los textos mismos estn

    sujetos a una rigurosa crtica desde todos los ngulos. Tampo-co falta quien sostenga la redundancia de la antropologa, yde hecho de todas las ciencias sociales, que deberan quedarsubsumidas en la teora general marxista tal y como lo propo-na la burocracia estalinista.

    1 La primera versin de este ensayo fue presentada como ponenciaen la mesa redonda sobre Antropologa y Marxismo, organizada porla revistaNueva Antropologa, que tuvo lugar en 1978 en El Colegiode Mxico. En su forma actual el ensayo apareci en el nmero 11 deNueva Antropologa.

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    Antes de discutir lo que el marxismo puede hacer por la an-

    tropologa, o por deshacerla, me parece til recordar lo quela antropologa hizo por el marxismo. Es conveniente, asi-mismo, indicar algo de lo que la antropologa ha seguido ha-ciendo sin que los marxistas formales hagan uso de ello, yasea por desconocimiento o por sectarismo.

    Los comentarios que siguen han de servir, entonces, a la

    intencin de dar una mejor perspectiva histrica a la discusinactual y tambin al propsito de situar las relaciones entre laantropologa y el marxismo en contextos situacionales concre-tos. Si hay que recurrir a la historia con tanta frecuencia esporque esta historia no ha sido superada y en sentido estrictotodava forma parte de nuestro presente.

    La edicin que hizo Krader hace poco de los sorprenden-temente desconocidos Cuadernosetnolgicosde Marx, en cuyapublicacin tuve alguna participacin, ha puesto bajo nuevaluz el proceso formativo de las ideas marxistas sobre las for-maciones socioeconmicas llamadas primitivas, aunque yopreferira denominarlas, creo que ms correctamente, socie-

    dades no occidentales y no capitalistas.No hay duda ahora de que la lectura crtica de Maine, Phear,

    Lubbock, y especialmente de Tylor y Morgan, transform laconcepcin de la evolucin social que Marx haba heredadoy adoptado con escasas modicaciones de Hegel y del evolu-cionismo del siglo XVIIIy principios del XIX.

    La lectura ms apresurada de las Formen, tambin inaccesi-bles hasta hace poco, y la comparacin ms perentoria de susmateriales con aquellos contenidos en las lecturas que hizoMarx, demuestran el papel crucial desempeado por las fuen-tes etnolgicas y etnohistricas en el desarrollo de su teora

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    de los modos de produccin, as como de sus ideas sobre la

    sucesin histrica y la articulacin concreta de formacionessocioeconmicas diferentes.

    No fue menos estratgico el papel jugado por los investi-gadores del derecho comparado y de la escuela historicista,como Maurer, Bachofen, Seebohm, Maine y Kovalevski, a quie-nes se reconoce como fundadores de la antropologa moderna.

    Sus datos, conclusiones y teoras fueron adoptados por Marxcon liberalidad y conanza excesivas, en particular por loque toca a los problemas suscitados por el origen y la persis-tencia histrica de las comunidades aldeanas, supuestos fsilesdel llamado comunismo primitivo.

    Creo que puede armarse que la inuencia de la antropo-

    loga contribuy poderosamente a sacar a Marx de sus casillaseurooccidentales, abrindole el panorama del variado desa-rrollo de las civilizaciones del mundo. Si se acepta, adems,la idea de que fue durante este periodo de lecturas etnol-gicas cuando Marx transform la concepcin evolucionistaunilineal, basada en la experiencia histrica europea, en unaconcepcin de naturaleza universal y multilineal, tendremos

    que apreciar todava ms decisivamente la inuencia de la an-tropologa sobre el marxismo.

    Resulta entonces, y pienso que esto puede armarse apoyn-dose en el testimonio de los textos, que el sello de la antropolo-ga est bien marcado en aquello que constituye lo esencial dela teora marxista. Es ms, bastante de lo que pasa hoy da por

    teora marxista original sobre las sociedades primitivas, no esms que un tejido de viejas concepciones de la antropologa pa-sadas apenas por el tamiz de las reformulaciones marxistas.

    El ejemplo ms notorio, aunque no el nico ni probable-mente el principal, sera el libro de Engels sobre el Origen de

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    la familia, la propiedad privada y el Estado, como bien se sabe

    basado en ideas de Morgan, Bachofen y otros, muchas de lascuales han sido rechazadas o reinterpretadas por la antropolo-ga contempornea.

    Hago estas observaciones no con nimo de agraviar a loscultistas de la personalidad, sino simplemente para subrayaralgo que es tan obvio que no debera mencionarse. O sea, la

    dependencia del pensador puramente terico, no importa sugenialidad, y en general la dependencia de toda elaboracinterica, respecto a los productos de la actividad de aque-llos cientcos dedicados principalmente a la investigacinconcreta.

    El lsofo de la unidad teora-praxis jams consigui ejer-

    cer la praxis de la investigacin directa. Sus poderosas snte-sis intelectuales se hicieron con materiales secundarios, esdecir ajenos, extrados sobre todo de las grandes bibliotecasbritnicas. Esta seria limitacin es, a la vez, indicacin de laindudable genialidad de Marx.

    Sera falso, sin embargo, imaginar a los antroplogos comomeros productores y acarreadores de conocimientos empri-

    cos, de materia prima que slo Marx supo utilizar con inte-ligencia terica. Los etnlogos importantes del siglo XIXloson, precisamente, porque formularon sistemas tericos ypropusieron grandes sntesis interpretativas. Es verdad queninguno de ellos posey la genialidad sistemticamente tota-lizadora e integradora de Marx. Pero en la arquitectura de

    la construccin terica marxista se advierten claramente noslo los materiales, sino tambin las inuencias estructuralesy estilsticas de los antroplogos.

    Quiz ya convendra decir que, a la luz de los textos publica-dos recientemente, la teora marxista resulta tan inconcebible

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    sin la antropologa como lo es sin la economa poltica brit-

    nica, la losofa alemana y el socialismo francs.

    La leyenda que armaba la ausencia de la antropologa enla elaboracin terica marxista exista junto a otra que decaque el marxismo no inuy sobre la antropologa en el pasa-do. Las dos leyendas persisten como creencia vulgar gracias,

    ms que a otra razn, a la pereza intelectual y a la falta de cu-riosidad de los antroplogos por la historia de nuestra propiadisciplina. Ninguno de estos mitos resiste una revisin seriade los hechos.

    Los lmites intelectuales, e incluso los geogrcos, de lasinuencias marxistas sobre la antropologa estuvieron determi-

    nados con bastante nitidez por una serie de circunstancias.Quiz lo ms interesante de estas circunstancias sea que sonlas mismas que anuncian y llegan a congurar la crisis futuratanto de la antropologa como del marxismo.

    El inters de Marx por las sociedades no occidentales y nocapitalistas, y por los procesos universales de evolucin socialse descubre ahora fcil y rpidamente en las publicaciones re-

    cientes de los manuscritos que quedaron inditos por largotiempo. El antroplogo de nes del XIXo de principios delXXestaba en una situacin muy diferente a la nuestra, ya quecontaba con una obra marxista impresa cuya naturaleza eraesencialmente losca, econmica y poltica, referida ade-ms, de manera casi exclusiva, al mundo occidental y a la so-

    ciedad capitalista.Los sucesores de Marx mostraron poco inters por aque-

    llos estudios que excedan de estas limitaciones temticas.Buena muestra de ello es la tarda publicacin de los Cuader-nos etnolgicosy las Formen. Todava quedan en los archivos

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    manuscritos inditos de Marx que contienen lecturas comen-

    tadas, notas y borradores fragmentarios, por ejemplo, sobrelas civilizaciones prehispnicas de Amrica, el sistema colonialespaol y el origen del capitalismo, el campesinado ruso y lassociedades asiticas. Me satisface anunciar que tenemos enmarcha con Jess Monjars-Ruiz y la colaboracin de Kraderun proyecto para la publicacin de aquellos trabajos inditos

    de Marx que se reeren a Mxico.Las dicultades para realizar una lectura antropolgi-ca de los textos publicados durante la vida de Marx y pocodespus de su muerte, en consecuencia, eran muy graves. Lasdicultades se acentuaron cuando los antroplogos acepta-ron una divisin acadmica del trabajo con los socilogos,

    que con raras excepciones hizo especialistas a los primerosen las culturas no occidentales y a los segundos en la socie-dad burguesa contempornea. La lectura ideolgica y polticade Marx, por otra parte, repugnaba a quienes haban acep-tado formalmente la norma ideal de una ciencia social librede cualquier clase de valores que no fueran aquellos estric-tamente cientcos.

    En Alemania, sin embargo, la situacin era diferente, ya queexisti y persisti hasta la barbarie nazi una tradicin marxistaviva. Me reero a la presencia de una subcultura en el sentidoantropolgico, que no se basaba exclusivamente en la trans-misin literaria de las ideas marxistas sino tambin en la co-municacin personal y la transmisin oral. La mayora de las

    guras intelectuales del socialismo alemn haban conocidopersonalmente a Marx, se haban mantenido en estrecha re-lacin con Engels y estaban bien enteradas de sus intereses ypreocupaciones, aun de aquellas que quedaron fuera de lostextos impresos.

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    La obra de Marx, por otra parte, gozaba en Alemania de un

    prestigio acadmico del que careca en otros pases. En Ingla-terra, Francia y Estados Unidos las fortalezas de la nuevaciencia social ahistrica, estructural-funcionalista, culturalistay antievolucionista Marx era conocido sobre todo como -gura poltica, agitador peligroso y crtico demoledor. Pero enAlemania nada menos que Max Weber, quiz el primer mar-

    xiano acadmico, comparabaEl capitalcomo objeto culturalideal con el Faustode Goethe y la Capilla Sixtinade MiguelAngel. Se polemizaba con Marx, se revisaban sus ideas y sediscutan sus teoras, pero ciertamente no se le ignoraba enlos medios universitarios ni tampoco en la actividad cient-ca y cultural general del pas.

    No causa sorpresa, entonces, que la antropologa germ-nica de aquel periodo muestre fuertes inuencias marxistas,y que importantes antroplogos centroeuropeos colabora-ran en las revistas y publicaciones tericas del movimientosocialista.

    Hace pocos aos muri Cunow, distinguido sobrevivientede aquella poca, cuyos trabajos sobre las civilizaciones pre-

    colombinas son casi desconocidos entre nosotros. Lo mismoocurre con los de Groesse sobre las formaciones econmi-cas y los tipos de organizacin familiar. Wittfogel, miembrodel Instituto de Frankfurt, famoso por sus estudios sobre elmodo asitico de produccin; Thurnwald y sus estudios pio-neros de antropologa econmica, y desde luego Kirchhoff,

    constituyen otras tantas muestras de las inuencias marxistassobre la antropologa. En el volumen de mi Historia de la etno-logadedicado a la escuela germnica, que estoy preparandocon Liz Hentschell, daremos la atencin necesaria a esta in-teresante corriente de la antropologa centroeuropea.

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    El nazismo acab, no slo con la antropologa marxista,

    sino con cualquier clase de antropologa cientca en EuropaCentral. La dispersin por todo el mundo de los cientcossociales que pudieron escapar del fascismo produjo un rea-vivamiento del inters por la teora marxista en otros pasescomo lo ensean, por ejemplo, G. Childe en Inglaterra, L.White y J. Steward en Estados Unidos, P. Kirchhoff en Mxi-

    co, y los discpulos de todos ellos.No es lcito prescindir, por ignorancia o sectarismo, de es-tos antecedentes vinculados de manera tan estrecha y viva ala antropologa y al marxismo de nuestros das.

    Los orgenes de la crisis dual de la antropologa y el mar-

    xismo se inscriben precisamente entre las dos guerras mundia-les, o sea durante el periodo del fascismo y el estalinismo. Laarmacin puede hacerse slo con sabidura retrospectiva,porque muchos de los antroplogos y marxistas que vivieroneste periodo hablan de l, por el contrario, como una especiede edad de oro. El periodo incluye, en efecto, el apogeo de laescuela culturalista en Estados Unidos y de la antropologa

    social en Gran Bretaa, as como el triunfo sovitico e inter-nacional del marxismo estalinista.

    Las causas del xito temporal de cada una de estas corrien-tes son, a la vez, causas de su caducidad y fracaso nal. Valela pena comentar algunas de ellas, ya que no es posible reali-zar ahora un examen a fondo. Esta problemtica constituye

    el tema central de un nuevo volumen de la Historiade la etno-logaque tengo en preparacin.

    El marxismo estalinista triunfante se constituy en la jus-ticacin ideolgica y poltica de la etapa que Preobrayenskillam de acumulacin socialista primitiva en la Unin Sovi-

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    tica. Es decir, del intenso proceso de acumulacin de capital

    por medio del Estado, de la industrializacin implacable y amarcha forzada, y de la despiadada colectivizacin obligatoriade la agricultura. A la vez, el estalinismo fue la expresin de lalucha de clases en la Unin Sovitica bajo estas nuevas con-diciones, as como el reejo de los intereses y objetivos dela nueva clase dominante formada por el aparato poltico y

    tecnoadministrativo del Estado.El estalinismo consigui someter el movimiento marxistainternacional a su dominio ideolgico, poltico y burocrtico,estigmatizando como traicin hasta las expresiones ms ele-mentales de crtica y disidencia. Rompi toda clase de ligascon la actividad de las ciencias sociales, cuya autonoma ha-

    ll intolerable, y pretendi reducirlas en todas partes al papelde servidoras del aparato ideolgico y burocrtico. Se impu-sieron el dogmatismo ms severo, la interpretacin oportu-nista de los textos consagrados realizada a su convenienciapor los burcratas de la nueva clase, y el divorcio completocon las ciencias y con sus resultados. El producto fue la es-terilidad cientca e intelectual de la corriente principal del

    marxismo moderno y su aparicin como un falsa concienciarevolucionaria.

    El viejo topo proverbial continu su trabajo a pesar detodo. Los marxistas crticos que sobrevivieron las purgas ycalumnias estalinistas, las persecuciones fascistas y la corrup-cin burguesa realizaron la tarea de mantener viva la tradicin

    y preparar el resurgimiento del marxismo cientco. El es-talinismo, ligado a la especicidad del primer experimentosocialista realizado en un pas atrasado, y a la breve tempo-ralidad de una coyuntura histrica nacional y mundial, en-tr en crisis.

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    Resulta imposible, por supuesto, hacer aqu un inventario

    rigurosos de los aspectos principales de la crisis. Mi prop-sito es otro y consiste en mostrar que la crisis de cualquierteora comienza en el momento en que se utiliza para justi-car una praxis determinada. La teora deja de ser crtica y deiluminar y guiar a la praxis, convirtindose en una mquinatautolgica de racionalizaciones, alternativamente dogmti-

    cas y oportunistas. Como se ver, el proceso de la crisis de laantropologa no es substancialmente diferente del de la crisisdel marxismo estalinista.

    El marxismo estalinista, sacricando el presente al futuro ysubordinado la teora a una praxis determinada, pens que haca

    un pacto con el espritu de la historia. Olvid que la historiala hacen los hombres, no con lo que creen que estn haciendo,sino con lo que en realidad hacen, como escribi Marx para-fraseando a Vico. La antropologa social britnica se propusoun pacto fustico con el demonio del imperialismo capitalista.Es decir, negoci la posibilidad de desarrollar la ciencia sociala cambio de entregar sus resultados a la administracin del co-

    lonialismo, y obtuvo as una ciencia pervertida y falseada.La perversin, por supuesto, es una categora moral que

    no dice nada sobre la validez de la ciencia pero mucho sobrelos usos que se hacen de ella. La antropologa fue pervertidaal ponerse al servicio de la conservacin de un sistema taninocuo como el colonial. Cuando el viejo sistema comenz

    a desintegrarse, la antropologa sirvi, adems, para estable-cer formas ms sutiles de colonialismo y para combatir lasluchas de liberacin nacional.

    Los juicios ticos ms severos y las crticas polticas ms jus-tas a estos papeles de la antropologa social no son incompa-

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    tibles, sin embargo, con la evaluacin de sus contribuciones

    desde un punto de vista estrictamente cientco, ni muchomenos con su anlisis desde el ngulo crtico de la teora mar-xista. Marx no hizo otra cosa con los productos cientcos dela sociedad burguesa de su tiempo.

    Si las crticas polticas y ticas contemporneas no olvida-ran con frecuencia estas posibilidades, no habra necesidad

    de repetir que los antroplogos sociales establecieron y prac-ticaron normas para la investigacin que todava son difcilesde igualar; que Malinowski y sus discpulos revolucionaronel trabajo de campo etnolgico; que Radcliffe-Brown y susalumnos avanzaron el estudio de la organizacin social congran lucidez, y que todo esto constituye el patrimonio de la

    antropologa y las ciencias sociales, y no meramente un arte-facto exclusivo del dominio y la explotacin colonial.La lectura crtica de las monografas clsicas y hay que

    recordar constantemente que cada verdadero clsico es uncontemporneo nuestro descubre un cierto nmero de nota-bles coincidencias tericas con el marxismo. Resulta irrelevan-te objetar que estas coincidencias no se hicieron explcitas ni

    fueron intencionales. Por el contrario, el hecho de que seanproducto de la utilizacin independiente de mtodos cient-cos semejantes les concede an mayor signicado.

    Los estudios de Evans-Pritchard sobre los nuer, por ejem-plo, revelan impecablemente las relaciones entre el medionatural, los sistemas econmicos, la organizacin social y

    la ideologa. La obra de Leach sobre los Altos de Birmaniapone en claro las conexiones entre dos formas particularesde agricultura y dos sistemas poltico-sociales peculiares,aunque su propia interpretacin sea otra. Trabajos como losde Firth y Meyer Fortes en Melanesia y frica ensean de-

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    talladamente la inmersin de las actividades de todo orden,

    sociales, econmicas, polticas, jurdicas, religiosas, en lossistemas de parentesco de los grupos llamados primitivos,un tema recurrente aunque poco desarrollado de la teoramarxista.

    El falseamiento cientco de la antropologa social tieneotras manifestaciones, que estn igualmente ligadas a su papel

    dentro del colonialismo. El valor de los antroplogos en estascircunstancias est directa y claramente relacionado con su ca-pacidad de producir conocimientos objetivos, comprobablesy utilizables por parte de la administracin imperialista. Peroest relacionado, asimismo, con la disposicin y habilidad delos antroplogos para suprimir conocimientos determina-

    dos y evitar ciertas cuestiones. Resulta fcil recordar algunosejemplos signicativos.El dogmatismo antihistrico puede aplicarse, y se explica

    con frecuencia, en razn de la metodologa estructural-funcio-nalista. Pero es atribuible, asimismo, a la oposicin de los ad-ministradores coloniales a que los antroplogos recuperaran lahistoria de cualquier sociedad dominada. El sistema colonial

    ha procurado siempre eliminar el pasado y no ofrecer msfuturo que la mera proyeccin del presente.

    Los prejuicios contra la idea del cambio y los temores a latransformacin social se expresan en el rechazo al evolucio-nismo. La teora del conicto, que es central en el anlisis detodo proceso de cambio, no encontr en la antropologa so-

    cial mejor funcin que la del restablecimiento de la estabilidaddel sistema. La dialctica del dominio cultural y poltico y dela explotacin econmica no aparece, o bien se calic y es-tudi como fenomenologa de la aculturacin, la integraciny la modernizacin.

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    No me propongo hacer un catlogo de los efectos de la

    praxis colonialista sobre la teora, pero es indispensable recor-dar que incluso las mejores monografas procuraron eliminarla descripcin y el anlisis de las relaciones entre dominadosy dominadores. La verdadera sociedad colonial no aparece,excepto algunas veces como un proceso abstracto de difusincultural y de aculturacin de los grupos tribales. Semejante

    actitud, desde luego, es perfectamente congruente con la de-nicin que se hizo de la antropologa social como una socio-loga comparada de las sociedades primitivas.

    El libro de Los argonautas, aceptado por mucho tiempo comoun modelo para los estudios de campo, parece transcurrir en unmundo del que estn ausentes los funcionarios coloniales, la

    polica, los misioneros y los comerciantes y propietarios eu-ropeos, que sin embargo aparecen en el Diariontimo de Ma-linowski con vivos colores. El notable volumen sobre los Sis-temas polticos africanossorprendentemente no trata del sistemapoltico colonial, quiz con la solitaria excepcin de Gluck-man, pero cosa menos sorprendente fue el vade mecumdetoda una generacin de administradores coloniales. La organi-

    zacin social y poltica de los colonizados deba ser compren-dida en el plano cientco, pero esta comprensin tambindeba poder ser utilizada por los agentes del imperio.

    Una corriente cientca que limit de stas y otras mane-ras su estudio de la realidad social no slo se false a s mis-ma, sino que conden la mayor parte de sus elaboraciones

    tericas a la caducidad y transitoriedad del sistema colonial alque se encaden y sirvi. La crisis actual de la antropologasocial britnica es parte y reejo de la crisis del viejo mundocolonial. No saldr de ella mientras no liquide crticamente laherencia colonialista en su teora y en su praxis.

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    La crisis del culturalismo antropolgico tiene orgenes y

    dinmica propias y diferentes. La escuela boasiana mantuvocon celo el principio de la libertad cientca y acadmica,rehusando aceptar las ligas y servidumbres caractersticasde la antropologa social y del marxismo estalinista. En con-trapartida, como si fuera un precio a pagar por su preca-ria pero real independencia, los boasianos se mantuvieron

    cuidadosamente alejados de los grandes problemas contem-porneos de la sociedad capitalista y de sus relaciones con lassociedades colonizadas.

    Una vieja historia poco conocida tipica la posicin de Boasy de la mayora de sus discpulos. Durante la Primera GuerraMundial y los comienzos de la Revolucin Mexicana algunos

    antroplogos norteamericanos, usando su profesin comocobertura, actuaron de espas y agentes polticos en Mxicoy Centroamrica. Boas public un artculo denunciando estaconducta con gran energa, apelando a la integridad cientcay a la honestidad acadmica de los antroplogos, recordandola exigencia de mantener separada la ciencia de la poltica. Esseguro que Boas hubiera condenado igualmente estas activi-

    dades aunque se realizaran bajo otro signo poltico, pese a sussimpatas personales por los movimientos progresistas.

    Hay que h