Amistad y Locura[1]

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    Len Febres-Cordero

    Seminarios de Vico:

    Amistad y locura en el Orestes de

    Eurpides

    Vico 21, octubre 2004 - febrero 2005

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    Len Ezequiel Febres-Cordero Zamora, 2005CENTRO DE ESTUDIOS CLSICOS TRAGEDIA Y TRANSFORMACIN

    [email protected]

    Imprime: Grficas ATV

    D.L.: C-566-2005

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    NDICE

    Proemio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

    I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13

    II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .17

    III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .23

    IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29

    V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .33

    VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .37

    VII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .41

    VIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .49

    IX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .53X . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .55

    XI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .59

    XII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .63

    XIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .67

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    Proemio

    ... t creaste para ellos un templo en el odo.Rainer Mara Rilke, Los sonetos a Orfeo.

    Vamos a honrar a lo largo de estos encuentros un vnculo sagra-do, vnculo sagrado porque es un don, un llano don a los hom-bres cercano, el sagrado vnculo de la amistad, esa agradeciday constante forma que el terrible dios Eros entre griegos primeroadquiri. Veremos cmo ese vnculo se establece con la enfermedad dela locura, es decir, cmo lo establece otro dios, el dios griego de la

    msica, de la medicina, de la profeca: el dios Apolo. Vamos a estar alo largo de estos meses entre dioses, entre horrorizados y conmovidoshijos y nietos y biznietos de dioses, con el paradjico propsito dehacernos hombres.

    Damos por sentado lo que somos... hasta que la vida nos pone aprueba dando al traste con el curso que le habamos dado. Y es que,claro, camos y caemos en la fcil trampa de creer que somos nosotros quie-

    nes le damos forma al devenir, que estamos al timn, cuando lo cierto(pero esto slo lo veremos tras caer en la trampa) es que andamos atientas, como dice en un poema Rafael Cadenas. Vamos por un cami-no... mientras la vida va por otro, pues no hay otro camino, otra ruta,que la oscura ruta que la vida va marcando. Es esto lo que los griegosllamaban destino.

    Y qu lugar ocupa el hombre en su destino? Ciertamente no el detimonel, ni el de cartgrafo. Ms bien el de ciego. Si corre con la suerte

    de darse cuenta de que lo est, claro. Pero para eso, repito, ha de errar.

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    Creerse algo. Elevarse. Y dar luego con sus huesos contra la piedra de

    ese camino que le ha tocado en suerte. Y levantarse para seguirlo.La manera en que el hombre, cada hombre, sigue su individual des-

    tino es ya asunto suyo. Los dioses no se meten en eso. Pero son muycelosos los dioses! Estn pendientes de que las acciones de los hombresno huellen su terreno, como est celoso el toro que no ve el bulto escu-rridizo del torero, empitonndolo en cuanto ste se pasa de la invisibleraya, mandndolo a la enfermera, si corre con suerte, o al cementerio.En la enfermera el torero herido de gravedad inicia su curacin, su

    restablecimiento, para volver a los ruedos lo antes posible. Y seguir.Seguir ese camino que la vida le va marcando. A su manera. Con suestilo propio. Mientras pueda.

    No hay tal cosa como andar por la vida sin pasar por la enfermera,parecieran decirnos los trgicos griegos. La enfermedad es una impe-riosa necesidad para la vida. Es preciso caer... enfermo. Y entablar esedilogo con la enfermedad que deviene en cura. Ese dilogo sagradoque hace de la enfermedad cura. Qu lejos estamos nosotros, agitados

    invlidos de este incipiente siglo XXI, de avenirnos con la arcana rea-lidad que vincula en humana amistad enfermedad y cura! Cunto nosha alejado de ella el intelecto y su pretencioso compinche: el conoci-miento! Qu temerarios nos ha vuelto la ignorancia cuando, trasenfermarnos, le declaramos la guerra a la enfermedad!

    Para colmo de males no nos damos el tiempo que requiere el no-saber y no-poder y no-querer que nos afinara el odo. Tenemos repleta la

    agenda. Pero, cuntas de sus horas estn dedicadas, ofrendadas, sacrifica-das, a ornos? Cmo crecer el alto rbol en el odo si le hurtamos tiem-po para dolernos, para horrorizarnos, para apiadarnos cuando con los hue-sos en tierra damos? Cmo prestarnos la atencin que nos debemos...si callamos? Cmo hablar su cura la enfermedad si la privamos de laspalabras que jams saldrn de nuestra boca?

    Estas preguntas, y otras ms que nos iremos haciendo en cuantovayamos oyendo, se las haran los griegos cuando tragedia de sus

    entraas en palabras forjaron para que pudiese el hombre, desde

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    entonces y para siempre, hablarle al hombre prestndole su odo. Al des-

    cubrir esa su oculta facultad- la facultad de trenzar palabras des-trenzando dolores- el hombre la llev a acto, hacindola pblica,ofrecindola a la vista de la ciudad. Como un don. Amigndose con elsufrimiento del otro a travs del padecimiento propio. Entre ambosmediaba un dios, un eros, el dios de lafila, de la amistad, de la amis-tad con el horror, con la desdicha, con la locura que el dios de la curaen el cuerpo agitaba. Este don es, lo hemos dicho ya, un vnculo, unvnculo sagrado. Al venir aqu cada viernes durante este otoo y partedel invierno estaremos haciendo uso de ese don que el griego nos leg

    para que lo usramos. Haciendo lo que los griegos hicieron nos vamoshaciendo hombres en el sentido griego de la palabra: hombres quehacen de la palabra vnculo sagrado con el hombre, con la enfermedadque nos permite vivir, con la cura que nos faculta para seguir con lavida que tenemos por delante. En el misterio de la enfermedad, en elmisterio de la cura, se agita un dios. Guardmonos de pisar ese terre-no. En la palabra, en el dolor, en el infortunio, cuaja y se forja nuestranaturaleza. Prestmosle atencin.

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    I

    A veces tienen que transcurrir muchos aospara que el odo est preparado para recibir

    una determinada historia.Franz Kafka

    Decamos el viernes pasado que la enfermedad es una imperio-sa necesidad para la vida. Es preciso caer... enfermo. Y enta-blar ese dilogo con la enfermedad que deviene en cura. Esedilogo sagrado que hace de enfermedad cura. Vale decir, que al caer

    enfermos entablamos un dilogo, un dilogo que transforma, quetransmuta, enfermedad en cura. Dilogo del que nace la cura, hijanica de la enfermedad.

    Curioso parto. Al parir la madre da a luz a una vida... o tal vezhabra que decir a la posibilidad de vivirla, la posibilidad de que sedespliegue un destino. Sin vida no hay posibilidad de vivir un desti-no, pero la vida no es el destino. De all, quizs, que la vida no tengasentido... aparente, sino destino... real. Y es que la vida no es todo.Pero, claro, sin vida no hay nada! Pero, claro, con vida no hay todo.

    La llamita que constituye nuestra vida consciente tiene que franquear elabismo de los contrarios y saltar de un polo a otro para que durante un ins-tante podamos ver el mundo bajo la luz de una chispa, dijo Kafka a unamigo. El salto de los polos que franquea el abismo es preciso, viene adecir el doctor Kafka, para que vida se haga destino, labrando as supersonal huella en el tiempo, su carcter en el tiempo, su tica. O sera

    ms acertado decir que as como en la madera estn ya la ceniza, el

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    humo y la llama, esa huella, ese carcter, ese destino estn ya labrados

    en el tiempo y es preciso desvelarla, orlo, interpretarlo. Estamos aquante una manera de vivir, una cierta actitud hacia la vida que nos hasido dada y que adquiere forma con nuestro destino, con nuestrocarcter, con esa tica que nos hace ser el que somos y hacer las cosascomo las hacemos.

    El destino, as entendido, vendra a ser la manera peculiar que cadacual tiene de or su enfermedad. El dilogo que a travs de esta escu-cha inicial se establezca tendr un efecto sobre la realidad, animando,

    por as decir, en ella una forma, un modelo, una tica. La palabra seajusta a una necesidad que no surge del dilogo con la enfermedadsino que es el dilogo mismo, as como al vivirlo el destino va dandouna especfica forma a la vida, sin haber surgido de ella.

    Repito: si la vida nos es dada, el destino es el cauce que esa vida valabrando en lo real. La vida es la posibilidad de labrarse el cauce, perono es el cauce; as como las aguas del ro no son el lecho por el que estecorre. A nosotros, inmersos en el fluido de la vida, nos puedeparecer

    que son lo mismo vida y destino, aguas y lecho, pero la realidad pron-to nos har caer en cuenta de que no lo son cuando choquemos conella. Eso s, y de all su extremada paradoja, van juntos vida y destino,aguas y lecho, apariencia y realidad,pero como polos entre los que se abreun abismo que hay que franquear.

    As enfermedad y cura, odo y lengua, noche y da, tiempo y espa-cio se tienden como capas geolgicas en el estrato de la realidad mien-

    tras sta les va dando forma. Cada hombre por el mero hecho de tenervida y la posibilidad de labrarse un destino propio, contiene con suvivir estas capas a las que va dando forma la realidad. Pero el hombreviene, digmoslo as, de las antpodas de la realidad, del otro polo de larealidad, del polo de la apariencia. En el abismo que ha de franquearhacia el polo de lo real se despliegan las capas, pues son stas precisa-mente las que le permiten hacerse consciente de lo real, hacindose, ala vez, cargo de su irrealidad tras caer en cuenta de la brecha que se abreentre su apariencia y la realidad que va dndole forma al mundo en que

    vive. Soy consciente quiere decir soy irreal... a lomos de lo real.

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    El hombre, pues, no puede no acercarse a lo real sino en tanto apa-

    riencia: Dice usted mucho ms de las impresiones que las cosas despiertan enusted que de los acontecimientos y de las cosas mismas, seala Kafka a sujoven amigo. Inmersos en la apariencia, en la apariencia de la quesomos esencia como en el viento el aire, acariciamos el mundo en lugar deagarrarlo. Palpamos. Andamos a tientas. Y cuando tocamos lo real sufuego nos quema.

    Cmo agarrar aquello que quema. Cmo hacer de vida desti-no. Cmo curarse enfermando. Cmo or la voz de las cosas hasta que

    nuestra lengua las diga. Cmo deslizarse en el mbito de ese dilogo,deslizarse entre las capas de lo real, sin forzar lo que ocurre y lo que es conla mirada o con la lengua, con la opinin o con el juicio. Cmo dejar lapuerta entreabierta para poder entrar y salir de la apariencia a lo real,sin cerrarla a nuestras espaldas o en nuestra cara. La puerta batientedel mito. Sin forzar los goznes.

    Toda puerta es terrible. Lo que dice la puerta es el horror deestar fuera, el horror de estar dentro. Tambin, s, es posibilidad... pero

    posibilidad terrible, tan terrible y angustiante como la posibilidad quela vida nos da de vivir un mito propio, de labrarnos mediante el vivirese mito vulnerable y de hierro.

    La vida, lo dijimos ya, no nos da el destino sino la posibilidad devivirlo. La puerta no nos hace entrar o salir, pero al darnos la posibili-dad, la terrible posibilidad de hacer ambas cosas, nos introduce a loreal... mostrndonos, a la vez, lo aparente. Acercando los polos que la

    brecha del abismo salvan. El movimiento que entre ambos vayamosmarcando, repito, ser el de nuestro destino, el de nuestro carcter, elde nuestro mito; y su huella, la huella que nuestro vivir en la realidadvaya dejando ser tica o modelo que como una chispa iluminar elmundo en que vivimos... en el que otros vivieron y en el que otroshabrn de vivir. Huella perdurable que en lo real dej esta aparienciaque somos.

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    15Len Febres-Cordero

    II

    - Sabe que muchos de los que intentan cruzarel Estrecho en patera mueren ahogados?

    - Me da igual. Es mejor morir que seguirviviendo esta vida en Marruecos. Adems,

    soy musulmn y s que mi destino estescrito ya. Lo llevo escrito en la frente.

    Todo est escrito.Abdelsalam, en Aqu ya no se puede vivir ni del hachs,

    El Mundo, 13 de octubre de 2004.

    Decamos el viernes pasado que enfermedad y cura, odo y len-gua, noche y da, tiempo y espacio se tienden como capas geo-lgicas en el estrato de la realidad mientras sta les va dando

    forma. Cada hombre por el mero hecho de tener vida y la posibilidadde labrarse un destino propio, contiene con su vivir estas capas a lasque va dando forma la realidad. Pero el hombre viene, digmoslo as,de las antpodas de la realidad, del otro polo de la realidad, del polode la apariencia. En el abismo que ha de franquear hacia el polo de lo

    real se despliegan las capas, pues son stas precisamente las que le per-miten hacerse consciente de lo real, hacindose, a la vez, cargo de suirrealidad tras caer en cuenta de la brecha que se abre entre su aparien-cia y la realidad que va dndole forma al mundo en que vive. Soyconsciente quiere decir soy irreal... a lomos de lo real.

    Darle forma al mundo en que vivimos. Otro reto ms, parejo al devivir nuestro propio destino, pues as como con la vida no nos es dadoel destino, a ste le abriremos curso en la realidad y ese curso que en

    la realidad nuestro particular destino trace dar ulterior forma a

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    mundo, mundo nuevo. Es decir: el destino necesita de la realidad

    para darle forma a un mundo tanto como el agua necesita del lechopara hacerse ro, o la luz de la oscuridad para hacerse da y noche; lalengua del odo para hacerse palabra; la cura de la enfermedad parahacerse bienestar.

    La realidad vendra a ser la tierra sobre la que se asienta el mundode cada cual. Es la misma tierra para mundos tan diversos como des-tinos sobre la realidad labrndose haya. Insisto: es la realidad, la reali-dad de afuera, la realidad tangible -tierra o lienzo- la que acoge a

    la irrealidad que del hombre proviene -ya sea encarnada osamentaorgnica, o pictrica mancha pincelada, tanto da. Tanto nos da, porejemplo, Velzquez cuanto a su rey con su flema dio: Sois esto,

    Majestad. Es decir, nada. Sombra. Apariencia. Al pintarlo hace el pintora su seor consciente de su irrealidad. Y a su espectador, pasado ofuturo, tanto da.

    Ahora bien, observemos que el pintor, el creador, nos dice quesomos irrealidad a lomos de lo real. Si fusemos slo irreales o slo rea-

    les no estara Velzquez pintndonos pues sobrara o bien el trazo obien el lienzo: o el pigmento o el modelo. Sobrara la observacin deKafka: La llamita que constituye nuestra vida consciente tiene quefranquear el abismo de los contrarios y saltar de un polo a otro paraque durante un instante podamos ver el mundo bajo la luz de unachispa, pues no habra abismo que franquear al no haber polos con-trarios. Sin polos y sin abismo que franquear nos quedaramos tam-

    bin sin mundo que ver bajo la luz de una chispa. El conflicto lo

    plantea precisamente el hecho palpable y fantasmagrico de que estairrealidad que nos anima se ha de hacer destino propio al asentarse sobre loreal, descubriendo, estrenando, iluminando un mundo nuevo. Lairrealidad que con la vida se nos da ha de hacerse mundo en el roce,ms o menos estable, ms o menos sostenido, ms o menos segurocon lo real. Es decir, que sobre el lecho de lo real se tiende la irreali-dad del vivir. La esencia, por as decir, de esa irrealidad vendra a ser laenfermedad. Decamos el primer viernes que la enfermedad es una impe-riosa necesidad para la vida. No hay tal cosa como no estar enfermo,

    como no llegar a estarlo, tal y como no hay da sin su noche de la que

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    por cierto, y atendiendo a lo que Hesodo nos dice en su Teogona,

    surge el da.Sobre el lecho de lo real se tiende la irrealidad del vivir, de nuestro vivir,

    del vivir de cada cual, a la espera de que lo hagamos con nuestrasacciones destino, destino que ir configurando un mundo, nuestromundo. Polis griega la constitua la unin ms o menos estable, mso menos sostenida, ms o menos segura de una variedad de mundosconfigurados por diversos destinos individuales. De esa conjuncinsurge el inconfundible, por cosmopolita, sentimiento patritico de los

    griegos: se construye desde adentro del individuo hacia el afuera comn; yesa estructura, ese organismo constituido por la diversidad y la mul-tiplicidad de mundos y destinos asentados en realidad compartida yreconocida como tal para ser regida por leyes civiles, tena su corre-lato bien objetivo en el subjetivsimo panten de dioses. Sin uno nose da, no se tiene en pie, el otro. Ello, qu no est diciendo? Nos estdiciendo que no hay tal cosa como diversidad de mundos y multi-plicidad de destinos bajo el rdago de una ley divina dictada por unnico Dios, con maysculas. Esto no es una conjetura lanzada aqu al

    albur de estas consideraciones ms o menos acertadas: es una paten-te evidencia histrica.

    Sobre el lecho de lo real, pues, se tiende la irrealidad del vivir, denuestro vivir. A la espera de que lo hagamos destino con nuestrosactos, destino que vaya dando forma a un mundo nuevo. Veamos,pues, ahora a Orestes, tendido sobre el lecho de la realidad: el lecho enel que el sueo dapausa a su enfermedad. Y observmoslo.

    Dejamos a Orestes, tendido sobre el lecho de la realidad: el lecho enel que el sueo da pausa a su enfermedad. Dijimos que lo bamos aobservar. Hagmoslo.

    Electra nos desvela el mito familiar, nos muestra el horror de lagenealoga. No es el horror de esa genealoga en s, sino de la genea-loga. Vemos que ambos padres estn muertos. El padre ha muerto amanos de la madre. La madre ha muerto a manos de los hijos; o,

    habra que decir para matizar, a manos de Orestes con la ayuda de

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    Electra. Un amigo, Plades, tambin ha ayudado, pero esto an no

    nos lo han dicho.Padre y madre estn muertos. Quedan vivos los dos hermanos.

    Uno de ellos est gravemente enfermo. Aunque el origen de su enfer-medad no es orgnico, pues es una locura, una mana, esta locura haenfermado su cuerpo entero. El cuerpo recibe varios eptetos: soma,demas, crot. Vale decir, el poeta nos habla del cuerpo como carne, comoestructura, como oro o cuerpo psquico. Este ltimo cuerpo apunta alcuerpo al que est dando vida la enfermedad mortal.

    Ciertamente, se nos dice que Orestes est enfermo de muerte puesno come. Su destino pareciera ser la muerte. Se le llama necrs, cad-ver. Su hermana, Electra, comparte con l ese destino aparente. El des-tino que traen, digmoslo as, como herencia de su genealoga, de esemito inicial. Electra es, tambin, cadver, como su hermano. La accinlos ha transformado. Los ha transformado en cadveres. Esa transfor-macin se hace ms clara al compararla con Helena y la accin deHelena que no la ha transformado. Al cortarse los cabellos para hacer

    una ofrenda a su hermana Clitemnestra, se cuida de cortar slo laspuntas para no daar su belleza. Por otra parte, con este gesto senti-mos que la irrealidad de Helena, su mito, su verdad, est ms all delo real, pasa por encima de lo real. Al final de la tragedia veremos elpor qu de este rasgo tan caracterstico.

    Antes por el contrario, Electra y Orestes estn muy en contacto conlo real: l pues est tendido sobre el lecho en el que convalece, ella por-

    que lo asiste compartiendo su infortunio. Al despertar, la hermana lesugiere dar unos pasitos sobre Gaia, la tierra, esa madre a la que van aalimentar si sigue el curso de descomposicin del destino que en tantocadveres ya tienen signado. Estn, pues, muy cerca de lo real. Laaccin que han cometido los ha acercado de manera vertiginosa a loreal, de manera, digamos, brutal. De all que se asistan, se ayuden, seapoyen en los costados. Aguantan: ya la primera frase de la tragedia lodice pues no hay palabra, por muy terrible que sea, ni sufrimiento ni des-

    gracia enviada por los dioses cuya carga no pueda soportar la naturaleza

    humana. La naturaleza humana est para soportar la carga de la pala-

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    bra, del sufrimiento, de la desgracia... enviada por los dioses. Y esto

    ltimo es de gran importancia.Pareciera que a lo real se accede muertos padre y madre. Muertos,

    no desde luego, por muerte natural, sino por muerte divina. Por desig-nio divino. De hecho se nos dice repetidas veces que Orestes asesin asu madre porque lopersuadi Apolo. Fjense bien: el poeta nos dice queel dios persuadi a Orestes. No nos dice que se lo orden, a la manera

    bblica, semita, oriental. Ello concuerda con el relato que hace Electradel mito, de la genealoga en la que estn atrapados y de la que ese

    acto antinatural los va a liberar: Electra nos habla del mito segndicen. No es la palabra del mito una palabra sagrada. No est escritoeste destino. Esta dicho. Dicho a la manera de los cuentos. Slo, claroest, que no es un cuento a la manera de las fabulas, sino un cuentoa la manera de los mitos griegos, es decir, una verdad... que es menti-ra. La verdad del engao. El apte, que dice Aristteles en su Potica.

    Orestes mata a Clitemnestra, mata a su madre, persuadido por eldios, por Apolo. Ahora bien, es acaso la actitud de Orestes la de un

    fantico? La de un mrtir fundamentalista que a la usanza kamikazeo bomba humana aspira alcanzar el paraso tras dar muerte? No lo es;y no slo porque l no muera en el intento. Cuando le pide a Electraque no se consuma por esas sus desgracias, aade que an cuandoella le aconsej seguir las indicaciones del dios ha sido l quien derra-m la sangre de la madre. A Loxias es a quien debo dirigir el repro-che, que fue quien me indujo a esa accin tan impa; el que luego mereconfort slo de palabra, pero no con hechos. Esta actitud hacia el

    dios es impensable en un mrtir al que atrapan los servicios secretosantes de cometer un asesinato. La relacin con la divinidad es, clara-mente, otra.

    La accin que ha cometido Orestes, y en la que ha participado suhermana Electra, tiene un fin que est previsto, por as decir, en sugenealoga, en su historia familiar; pero al ser una accin movida porun dios, en este caso Apolo, dios de la medicina, tiene, a su vez, otrofin, un fin que por lo pronto se nos escapa, pero que apunta hacia la cre-

    acin de otro mito, del mito de Orestes, del mito de Electra. Es decir, hacia la

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    realizacin de dos destinos individuales. Este, desde luego, no sera el

    caso si Orestes hubiese asesinado a su madre de motu propio. La inter-vencin del dios es clave para discriminar entre la ley de Argos y la leydel dios: Helena nos transmite esa dualidad cuando le dice a Electraque no teme contaminarse al hablar con ella pues imputa el delito aFebo (75). Este no sera el caso si Orestes hubiese actuado sin habersido persuadido por Apolo.

    Como resultado inmediato de su accin Orestes cae enfermo.Luego los ciudadanos de Argos se renen para decidir su suerte y dic-

    tar la lapidacin o el exilio. Pero es muy significativo que lo primerosea la enfermedad, la locura que le causan las Erinias de Clitemnestra,pues es sabido que son las Erinias del muerto las que acosan al asesi-no. Esta mana de Orestes tiene, pues, dos aspectos: por una parte losume en la enfermedad, una enfermedad que lleva camino al iniciarsela tragedia de hacerse mortal. Por el otro, lo mantiene en contacto consu accin pues las Erinias lo enloquecen acosndolo al mostrarle lasangre vertida de su madre. Su accin no deja de ser parte de lo real,ni lo pone ms all o por encima de la realidad, como vimos que suce-

    de con Helena, sino que antes por el contrario lo acerca a la realidad demanera contundente, realidad en la que su destino propio, el deOrestes, habr de dar forma a un mundo nuevo, su mundo. A ello lle-gar a travs de la enfermedad, casi cadver que es, y ser el contactocon la enfermedad la que lo facultar para enfrentarse con los ciuda-danos de Argos, con ese otro aspecto de la realidad. Y de su genealo-ga, pues an habr de plantarle cara a su to, Menelao.

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    21Len Febres-Cordero

    III

    -Soy un hombre soberbio y engredo;me resisto a darme cuenta de la gravedad

    de la existencia en toda su dimensin. Soyhijo nico de unos padres bastante acomodados

    y creo que la vida es algo perfectamente natural.Por eso la enfermedad me demuestra una y otra

    vez mi fragilidad y, con ello, el milagro de laexistencia en toda su amplitud.

    -Segn eso, la enfermedad sera una especiede gracia.

    -S. Nos da la posibilidad de ponernos a prueba.

    Franz Kafka a un amigo.

    An humea la pira funeraria de Clitemnestra. An humean loshuesos de la madre. Una dicha duradera no es propia de mortales.Somos los esclavos de los dioses, sean lo que sean los dioses. No par-ticipa Baco en el cortejo de lgrimas y sollozos. Falta ese alimento del

    alma que deca el doctor Kafka que es la alegra. Humean los huesosde la madre siete das despus de haber derramado su sangre Orestes,su nico hijo varn. Me deshago, me deshago en lgrimas por ti,exclama el Coro. Una divinidad zarandea la casa de Atreo. La hundeen desgracias sumergindola bajo terribles penas, hendiendo de arribaa abajo su magnificencia como si de la frgil vela de un navo a la deri-va se tratase. Lgrimas se acumulan sobre lgrimas en la familia de losTantlidas. A qu familia he de respetar ms?, se pregunta descon-certado el Coro. La ms respetable de las genealogas, la que proviene

    de los mismos dioses, se hunde en lgrimas. Somos los esclavos de los

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    dioses, sean lo que sean los dioses. Ay, Zeus, qu conmiseracin!,

    clama el Coro. Horror y conmiseracin se unen, se entrelazan, comodos amigos que sobre la pira se abrazan, sobre la pira an humeantede la madre.

    Menelao, de la sangre de los Tantlidas, de la egregia familia quetraza sus orgenes hasta el Olimpo, contempla la mansin aoradatras su regreso de Troya con inmensa alegra y hondos sollozos. Unadicha duradera no es propia de mortales. La dicha de los mortalesviene envuelta en llanto. El momento del reencuentro con su sobrino,

    del feliz abrazo, se ve empaado por las lgrimas que lo inundaron al y a sus marineros cuando Glauco surgi de entre las olas paraanunciarle el horror que azotaba la casa de su hermano, derramada susangre por la mano de Clitemnestra. Luego un pescador le traera lanueva desgracia que aadir ms lgrimas a las lgrimas ya derra-madas: el impo asesinato de la Tindride por su hijo. Un nio era ancuando parti Menelao hacia Troya. No lo reconocera. Pero el dolor,el infortunio, la miseria, la desgracia que sobre la escena se represen-ta s que la reconocemos... pues nos es familiar. Participamos de ella

    por el slo hecho de tener familia. La ms respetable de las genealo-gas, la que proviene de los mismsimos dioses, se hunde en lgrimas.Con ella se viene abajo la nuestra, la de todos y la de cualquiera.Igualados por la familiaridad del horror y la conmiseracin que nostransmiten las cercanas imgenes quedan el dolor ms hondo y msntimo, el ms inconsolable y ms privado, con la geografa: nos hun-dimos en la pena como un frgil navo; nos inundan las lgrimas comoolas al marinero; noszarandea el torbellino de tristes calamidades; el adi-

    vino de los navegantes nos participa la mala nueva, como si el fondomismo del Ocano se condoliese de nuestro pesar; un pescador nosanuncia el reciente infortunio en la ribera de Nauplia. Me deshago,me deshago en lgrimas por ti, exclama el Coro. Por nosotros se des-hace en lgrimas el Coro. Nosotros que tambin somos Orestes, puescompartimos sufisis, su naturaleza, esa naturaleza capaz de soportarpalabra, sufrimiento y desgracia enviada por los dioses por muy terri-

    ble que su carga sea. Es por nosotros que se conduele el Coro. Son loshuesos de nuestra madre los que humean. Somos nosotros los enfer-

    mos, los atormentados por las Erinias, los que hemos derramado esa

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    sangre que clama por venganza. Somos los esclavos de los dioses,

    sean lo que sean los dioses.A Menelao hace Orestes el relato de sus desgracias. Relatar la his-

    toria, el tejido, la trama, la telaraa (s) en la que est atrapado, enla que lo ha atrapado su accin. Y abraza sus rodillas como un supli-cante. Es el gesto del suplicante el que blande Orestes como nicorecurso del hundido, del humillado, del arruinado. La splica. En ellase trasluce su caday la aceptacin de esa cada como esclavo que es, comoesclavo que somos de los dioses, sean lo que sean los dioses. Soy un hom-

    bre soberbio y engredo; me resisto a darme cuenta de la gravedad de la exis-tencia en toda su dimensin, le dice el doctor Kafka a su amigo. El espec-tro de Orestes se aparece ante Menelao, el espectro en que sus actos lohan convertido. Mi cuerpo es ido, dice, slo mi nombre no me haabandonado. El cuerpo de Orestes, el cuerpo de la arrogancia, de lasoberbia, hapartido, ha desaparecido, se ha desvanecido, disipado... cuerpovano, sin efecto (). Slo queda su nombre. El actor habr dedarle su cuerpo al espectro. Nosotros habremos de darle cuerpo alactor. Somos Orestes, llevamos su nombre, desvanecido ya nuestrocuerpo, disipado por la enfermedad de la que nos hace partcipes latragedia. Entonces comienza el conocimiento de lo oscuro, puesto demanifiesto en el dilogo entre Menelao y su sobrino Orestes.

    El dilogo entre to y sobrino se inicia con la historia de la patolo-ga de Orestes. Qu mal sufres? Qu enfermedad te consume?. Larespuesta de Orestes apunta hacia una forma muy particular del cono-cimiento, el conocimiento de lo oscuro, conocimiento que proviene de la

    conciencia de haber cometido una accin horrible. Esa enfermedad seproduce por el encuentro, la conjuncin, la confluencia, la reunin (s) de la pena y los ataques de locura. Es decir, que hay un reconoci-miento de la accin cometida, reconocimiento que produce una emocin,una emocin bsica, la emocin de la pena, y esta emocin es unadiosa (). Esa emocin se encuentra, confluye, se reneen conjuncin con la mana, ataques de locura que personifican las ven-gadoras de la sangre materna (s s ). Las pregun-tas de Menelao continan hasta dar con un primer diagnstico identi-

    ficando los sntomas, preguntas que apuntan primero al tiempo, luego

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    al lugar, luego a la compaa: Cundo comenzaste a sufrir esos ata-

    ques de locura? Qu da fue? Estando en palacio o cuando velabasjunto a la pira? Haba alguien contigo que te ayudara a sostener tucuerpo? Vale decir, que se hace memoria, memoria que se asientasobre una imagen, la imagen del lugar pues sabemos que no hay ima-gen sin lugar, as como no hay tiempo sin espacio. En la locura deOrestes, en su mana, no observamos una disociacin entre tiempo yespacio. El conocimiento de lo oscuro, la conciencia del horrendo acto,se apoya sobre una memoria en la que tiempo y espacio van juntos.Aparece por vez primera en relacin con el tiempo y el espacio, con el

    sostn de la conciencia de lo oscuro, el amigo Plades mi acompaanteen sangre y matricidio, dice Orestes.

    Tus sufrimientos obedecen a apariciones fantasmales ( s), apunta Menelao a modo de primer diagnstico.Diagnstico en griego quiere decir: reconocer, discernir, examinar, deci-dir. Este ltimo sentido es problemtico, pues introduce un ingredien-te definitorio vinculado al juicio. Hasta cierto punto Orestes, el enfer-mo, incluso el enfermo cuya dolencia consiste en la prdida de larazn, es capaz de reconocimiento, de discernimiento, de someterse aexamen. Hay una conciencia de lo oscuro que permite que ello seaposible en los momentos de lucidez. La conexin con su acto impo yhorroroso, su aceptacin de la humillacin y de su enfermedad, facul-ta a Orestes para que reconozca las deidades que lo atormentan: laspenas y las furias. No obstante, es necesario el concurso de Menelaopara que se d el elemento de decisin que va implcito en la etimolo-ga de la palabra diagnstico. Un loco, un enfermo, puede, pues, reco-

    nocer su enfermedad, incluso el origen de su enfermedad, pero nopuede diagnosticarla pues ello requiere del otro, del otro que tiene otraconciencia, conciencia que lo faculta para decidir, para tomar una deci-sin en relacin a la enfermedad. Por ello es que Menelao diagnosticay lo hace basndose en la observacin de los sntomas: Tus sufri-mientos obedecen a apariciones fantasmales, le dice a Orestes, yaade: De qu clase son?. Menelao continuar con su examen hastallegar a la pregunta que vincula el tiempo con la muerte de la madre:Hoy hace siete das, dice Orestes al referirse al asesinato, an

    humea su pira funeraria. Vemos que se habla con una gran claridad.

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    Que nada se oculta, nada se encubre, nada se maquilla, nada se justifi-

    ca, de manera que el vnculo de la enfermedad con la accin se hacepatente quedando a la vista de todos. Es en ese momento cuandoMenelao comienza a hacer preguntas que se relacionan con el colecti-vo y con la realidad, la realidad de afuera: Y cmo son tus relacionescon el pueblo, tras hacer lo que hiciste? Purificaste la sangre de tusmanos, de acuerdo con la ley? Qu ciudadanos son los que te inten-tan expulsar del pas?. Surge entonces de nuevo la genealoga, demanera que podemos ver un entramado ms amplio de la misma puesOrestes es vctima, por ejemplo, de la culpa que ace adjudica a

    Agamenn por su odio a Troya, as como por la muerte de Palamedes,o la ira de los hijos de Egisto. Por ltimo se acerca el anciano Tindreoy ello despierta sentimientos de vergenza pues este lo cri colmn-dolo de besos mil veces, dndole el mismo trato que a los Dioscuros.

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    IV

    Convirtete en lo que realmente eres.Pndaro.

    Concete a ti mismo no quiere decir: obsrvate.Obsrvate es la frase de la serpiente. Quiere decir:Hazte dueo de tus actos. De modo que esa frase

    significa: Desconcete! Destryete! O sea algo malo:y slo si uno se inclina mucho, se oye tambin lo que

    tiene de bueno, que reza as: Para que te conviertasen quien eres.

    Franz Kafka, Cuadernos en Octavo.

    Quines somos realmente? La pregunta nos la hacen dospoetas entre quienes median milenios. Concete a timismo era una de las reglas de oro de la antigedadgriega.Me conozco a m mismo como la palma de mi mano, solemos decircon un punto de intelectual arrogancia. La regla a la que hacemos refe-rencia iba seguida de otra no menos importante en la que sta seapoya: De nada demasiado. El conocimiento de uno mismo est vincula-do con la mesura, con una medida, con un lmite. Si acudimos aScrates, por ejemplo, veremos que este conocimiento no se refiere a lapersona que somos sino al hombre, al anthropos. El conocimiento dem mismo me lleva al conocimiento del hombre, quizs porque yomismo soy un exceso, un ideal, una quimera. Un monstruo. Informedeformidad en busca de una forma reconocible. En perpetua bsque-da. Hasta el cansancio. Hasta el agotamiento. Hasta que la enfermedadnos pueda. Entonces dejamos de buscar y, como apunta Kafka, no

    encontramos sino que somos encontrados. Lo real nos viene al encuen-

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    tro. En el embroque con lo real recibimos una forma ms ajustada a lo

    que somos. Ello, qu duda cabe, supone una derrota. Desconocimientoy destruccin de la quimera que nos creemos. El animal le arranca el lti-go al amo y se azota a s mismo para convertirse en amo, y no sabe que es slouna quimera originada por otro nudo en la correa del ltigo de su amo, nosdice Kafka en otra anotacin de su cuaderno. Anotaciones que tuvie-ron lugar tras aqul liberador vmito de sangre la noche del 12 al 13 deagosto de 1917, cuya violencia le hizo temer morir desangrado.Cuando cesa la hemoptisis Kafka conciliar un profundsimo sueo talcomo no lo haba hecho en los tres ltimos aos. La sangre derramada

    lo inicia en ese conocimiento oscuro al que ha tenido acceso Orestes trasderramar la de su madre: no ser ya posible para l casarse con FeliceBauer, formar una familia, tener hijos. Su destino es otro. La tubercu-losis romper por l su compromiso matrimonial. La sangre derrama-da le ha hecho ver la quimera que tiraba de l hacia el ltigo hasta con-vertirlo en uno de los nudos con que se fustigaba.

    Esta imagen de su sufrimiento que nos brinda el doctor Kafkaexpresa el podero que la genealoga ejerce sobre el hombre. En este

    curso estamos procurando ver cmo un mito nuevo- el mito perso-nalsimo e individualsimo de Orestes- se abre paso tras separarsedel mito familiar, del mito de la casa de Atreo. Esta separacin es undesgarramiento. Ms que una engaosa decisin intelectual productode la voluntad, es un sacrificio que trae consigo el derramamiento desangre; en este caso, en el de Orestes, la sangre de la madre. El acto porel cual Orestes derrama la sangre materna lo enferma. El viernes pasa-do consideramos la dificultad que en la etimologa de la palabra diag-

    nstico supone el sentido de decisin. El enfermo puede llegar a reco-nocer, discernir, hacerse cargo, incluso, de su enfermedad pero nopuede decidir en torno a su tratamiento. Eurpides vincula esa decisincon la ley, el nomos de la ciudad, de lapolis. Es decir, con la realidad deafuera. Menelao inicia, por as decir, a Orestes en esa realidad a travsde preguntas que van a establecer una sintomatologa y un diagnsti-co: Tus sufrimientos obedecen a apariciones fantasmales ( s). De esas preguntas iniciticas que van tejiendo tiemposy espacios pasa Menelao a otras que se referirn a la situacin de la

    polis, la situacin poltica a que ha dado lugar el acto, el crimen, de

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    Orestes. La sangre derramada por Orestes, la sangre materna, cubre de

    infeccioso miasma a la polis griega. Es peligroso hablar con Orestes, deall que casi nadie lo haga. La palabra contamina. El discurso que refle-ja la impa accin es contaminante. Orestes se ha convertido a travsde su accin en un problema de salud pblica para la ciudad, para lapolis. A travs de sus acciones el hombre, cualquier hombre, ustedes oyo, se puede convertir en un problema de salud pblica. Se impone,pues, acotar la infeccin: establecer lmites que la contengan. Hacerlareconocible. Representarla: locura de Orestes. Darle nombre: bacilo deKoch. Bacilo de Kafka. El vmito de sangre liber, finalmente, al doc-

    tor Franz Kafka de tener que ser lo que no era. Espant el fantasma. Lodestruy hasta el desconocimiento convirtindolo en quien realmenteera. Desde Pndaro hasta Kafka los poetas nos dicen, como quienclama en el desierto, que sin enfermedad no hay conocimiento de la reali-dad. De la realidad de cada cual, la individualsima ypersonalsima reali-dad de cuantos hombres hay en el mundo cuando estos se destruyen,se desconocen, por medio del reconocimiento de sus acciones... ypasan a ver el hombre que realmente son, la mujer que realmente son.Esa realidad es una tica pues muestra que se es hombre para algo,

    para hacer algo, para hacerse uno con la accin que nos define, que noslimita, que nos morigera. Para hacerse uno tras el embroque con elmito que nos viene al encuentro. El mito propio, desgarrados ya delmito familiar, del mito de la genealoga.

    Quisiera, pues, que nos aproximemos en este sentido a la llegadade Tindreo, del anciano Tindreo que ha compartido con Zeus ellecho. La escena es compleja pues plantea una serie de cuestiones que

    hunden su raz en el oscuro significado de la justicia. No conoceran elnombre de justicia si no supieran estas cosas, dice Herclito. Para los diosestodas las cosas son buenas y justas, pero los hombres han hecho algunas jus-tas y otras no, repite Herclito. Herclito el Oscuro. Tropezamos, pues,en esta escena con complejidades que nos rebasan. Quisiera comentar-la con ustedes en un intento por adentrarnos en esa complejidad sinreducirla simplificndola para que encaje en nuestra moral o nuestras creen-cias. Procuremos limpiar ojos y odos para ver y or lo desconocido.Tres cosas nos pide Kafka:Mirarse a s mismo como a algo extrao, olvidar

    lo que se ha visto, conservar la mirada. Entonces veamos que la primera

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    discusin entre Menelao y Tindreo se produce porque ambos ven a

    Orestes con los ojos de la genealoga. Menelao, le pregunta Tindreo,Cmo es que le diriges la palabra a ese maldito? Cmo no?, res-ponde Menelao, Es hijo de un padre para m muy querido. Cmoes que ha podido nacer de aqul y haberse convertido en lo que es?,apunta Tindreo extendiendo la trama, la tela, la telaraa del mitofamiliar, el nuevo nudo en el ltigo, la quimera de la estirpe, de formatal que no ven al hombre: ven al hijo. Pero Orestes se est haciendohombre, dando cuerpo a un mito nuevo, dando cuerpo a su enferme-dad, la enfermedad que le procur su accin, la accin que lo liberar.

    Quedmonos, pues, en esta visin genealgica del to y el abuelo,en esta familiar mirada de la familia. Qu familiar nos resulta anmilenios despus! Esa mirada que heredamos de nuestros padres yabuelos y en la que ensartamos anudando a hijos y nietos... o a nues-tros maridos y mujeres. La telaraa del mito familiar, de la genealoga,atrapa en sus redes a propios... y extraos. El mito familiar se vuelveun asfixiante y asptico ecosistema en el que vivimos protegindonosde la realidad de afuera, de la realidad de la polis, de la realidad de la

    ley. Cmo nos cuesta poner un pie en el afuera! Incluso cambiando depas, mudndonos de continente, seguimos vindonos afuera noporque estemos afincados en un nuevo mito, convertidos en lo querealmente somos- destruidas las quimeras, despichadas las expecta-tivas- sino porque adentro sigue siendo all, donde el mito fami-liar extiende su milenaria tela.

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    V

    El observador del alma no puede penetrar en el alma,pero s hay una lnea fronteriza por donde entra en

    contacto con ella. El conocimiento que procura esecontacto es que el alma tampoco sabe de s misma.Por tanto, no se la puede conocer. Eso sera triste

    si hubiese otra cosa fuera del alma, pero no hay nada.

    Franz Kafka.

    La situacin que nos presenta Eurpides en esta tragedia es una

    situacin extrema. De mxima tensin. Esto es caracterstico dela tragedia. Es decir, la tragedia es esa situacin extrema, esatensin mxima. Orestes yace como un cadver que ha logrado conci-liar el sueo. Est al borde de la inanicin, pues no se alimenta. El Corodebe pisar con sumo cuidado para no despertarlo. Su hermana Electralo est cuidando. Ha asesinado a su madre. Ello ha provocado que loacosen las Erinias enloquecindolo. Delira. Su hermana se ha mancha-do con la sangre de la madre y est atada al destino de su hermano:ambos estn a punto de ser desterrados o lapidados. Llega su to tras

    una larga guerra y trae consigo a la causante de la guerra, que esHelena, su esposa, odiada por los helenos. Orestes acude a su to y lesuplica su proteccin. Le pide que salve su vida y la de su hermana.Tindreo, padre de Clitemnestra, interviene y azota a su nieto con suspalabras. Le pide a Menelao que no interceda por su sobrino.

    Al derramar la sangre de su madre Orestes ha provocado una cri-sis en el mito de la casa de Atreo, en su genealoga. Su accin est den-tro del patrn del mito, del repetitivo patrn de su genealoga en la

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    que un crimen sucede a otro. El ltimo fue el asesinato de Agamenn

    a manos de su esposa, Clitemnestra. Entonces interviene Apolo, diosde la medicina, de la msica, de la poesa, de la curacin. Orestes obe-dece al dios y asesina a su madre. En la sucesin de crmenes, en larepeticin del patrn mtico, el acto de Orestes se diferencia en que seproduce a peticin del dios. Ello desata la crisis pues rompe el patrnrepetitivo y se ve, por decirlo as, el interior del mito, su mecanismooculto.

    Esta fractura del mito es lo que vemos en la tragedia, sobre el esce-

    nario, en el que actores le darn cuerpo y palabras. La tragedia vendraa ser la crisis del mito. Me vienen a la mente las palabras de Ariadna enEl ltimo minotauro cuando dice que el mito es algo que se repite y serepite y se repite sin que nada lo toque, nada lo altere, nada lo trans-forme. Pues bien, la tragedia vendra a ser la alteracin del mito, sutransformacin, su crisis. La palabra crisis en griego quiere decir dis-criminacin, diferenciacin, separacin. Cuando sobreviene una crisisalgo se detiene, algo que se vena repitiendo desde muy atrs, desdemucho ms atrs de lo que alcanzamos a ver. Al detenerse el mito ste

    se fractura, se parte en dos, derramando su contenido, derramndolosobre el escenario de la tragedia. Lo fantstico adquiere cuerpo. Elentramado se despliega ante nuestros ojos para que podamos ver loque estaba oculto, lo que estbamos tapando, lo que nos mantena enese seudo-movimiento repetitivo. Entonces brota lo informe. Brota lalocura. Brota en gestos, en palabras, en acciones. Es preciso frenar.Detenerse. Caer. Se cae... enfermo. La enfermedad viene a ser la eman-cipacin de la crisis, su liberacin: nos emancipamos del mito, liberndo-

    nos de su repeticin. Entramos en crisis.Recordemos esa expresin tan de nuestro tiempo: superar la crisis.

    La tragedia nos muestra que la crisis no se supera. Antes por el con-trario, se aprende a vivir en crisis. Se aprende a discriminar, a diferenciar,a separar... en suma, a ver. En el mito no se ve nada. Se est fuera delcampo de la visin de la psique donde ver es ser visto; fuera del mbitodel alma. Y no porque el mito no forme parte del alma, sino porqueinmersos en l no podemos verprecisamente que forma parte del alma.

    Y nos desalmamos. La crisis nos enalma al colocarnos en esa lnea

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    fronteriza a la que hace referencia el doctor Kafka y a travs de la cual

    observamos... y somos lo observado.Esa es la posicin de la audiencia. Prefiero utilizar la palabra

    audiencia en vez de espectador pues es ms psquica. Recordemosel templo del odo de Rilke. Desde esta lnea escuchamos todos y cadauno de los sonidos, armnicos o discordantes unos; armnicos y dis-cordantes otros. Y no juzgamos. No interferimos. Al menos lo intenta-mos. Es muy difcil. Es lo ms difcil del mundo. El mito del que veni-mos, y en el que an estamos aunque est haciendo crisis, nos impul-

    sa a tomar partido, a racionalizar, a apasionarnos... para resolver elpaquete de la tragedia y as superar la crisis. Pero el paquete de latragedia no se resuelve ni la crisis se supera. Se aprende a observar, aatender a las complejidades del paquete en que se est metido, dello, del rollo en que estamos envueltos de manera de ser capacesde vivir en crisis. Claro que nadie puede vivir esta situacin extrema,de mxima tensin, las 24 horas del da. No se trata de eso. De lo quetrata la tragedia es de exponernos a la mxima tensin, a lo ms extre-mo, de suerte que vayan saliendo a flote los complejos, los complejos

    que estaban cautivos en el armazn del mito.

    Por un momento pareciera que salen todos de golpe y a la una. Laintervencin de Tindreo sac a flote por lo pronto varios complejos:familiares, culturales, religiosos, polticos. De eso trata la tragedia: deque esos complejos salgan a flote y se muestren tal cual, se muestren ala vista, con todas sus contradicciones, con el conflicto que plantean enla psique, en el alma. Todo es parte del alma, nos dice Kafka. Pero

    nosotros corremos en todo momento el riesgo de alejarnos de esa lneafronteriza en la que nos coloca la tragedia, esa lnea que describe la cri-sis, y perder contacto con el alma de la que somos parte... an per-diendo contacto con ella.

    Encuentro que esto es lo ms valioso de lo que hasta ahora est ocu-rriendo en Orestes. Simultneamente con todo esto est apareciendo,tambin, algo nuevo, enteramente nuevo, que comienza a asomarsecomo apuntaba Isabel el viernes pasado como otro bloque separado

    del bloque del mito: y es lo relativo a la amistad. La sola mencin de

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    la amistad- acaso es posible pensar que no sea en s una virtud?-

    provoc, sin embargo, comentarios dispares, y se hizo alusin al com-padrazgo, al amiguismo. Y est bien que as sea porque la amistadtambin tiene, cmo no- y por qu no?- su sombra. No obstante,en esta tragedia la amistad va a cumplir una funcin que nos la presen-tar como nunca antes la habamos visto. Estamos ante un estreno.Eurpides est inaugurando una funcin de la amistad, algo muy caroal griego. No sabemos an de qu se trata. Sigamos, tras la pausa, conel primer encuentro entre Orestes y su amigo Plades y veamos de qutrata esa indita funcin de la amistad.

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    VI

    -En realidad, para un hombre sano la vida slosignifica una huida inconsciente e inconfesa de

    la conciencia de que algn da tendr que morir.La enfermedad es siempre al mismo tiempo un

    aviso y una puesta a prueba de las propias fuerzas.Por eso la enfermedad, el dolor y la desgracia son

    las fuentes fundamentales de la religiosidad.-Cmo quiere decir? -pregunt.

    -Cmo? -repiti Kafka, sonriendo-.Pues como judo: estoy ligado a mi familia,

    a mi estirpe. Ellos sobreviven al individuo. Peroeso tampoco es ms que un intento de huida ante

    la conciencia de la muerte.Franz Kafka a un amigo.

    M

    enelao ofrece a Orestes intentar salvarlo con astucia: Nopodr salvarte por la fuerza, como tal vez t creas. Pues conmi sola lanza no sera posible erigir un trofeo de victoria

    sobre los males que te afligen. Cules son los males que afligen aOrestes? Su to ha conversado con l y le ha ido haciendo una serie depreguntas que vimos cmo fueron definiendo una sintomatologahasta establecer un primer diagnstico: Tus sufrimientos obedecen aapariciones fantasmales, concluye. De qu clase son?, prosigue.Orestes dice que cree haber visto tres doncellas parecidas a la noche.Bien s a quienes te refieres, pero no quiero ni nombrarlas, atajaMenelao. El to conoce bien a estas doncellas y su reaccin- no se

    atreve ni a nombrarlas- nos transmite la fuerza que estas tienen

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    sobre la mente. Cuando Orestes se queja de cmo lo acosan Menelao le

    pregunta si acaso no han de sufrir cosas horribles los autores de horri-bles actos. Es entonces cuando Orestes lo entera de la participacin deApolo en el crimen, no sin antes amenazar con el suicidio. Eso no es desabios, le dice, frenando el brote histrico de Orestes. Entonces Menelaose pregunta si Febo ignora lo que es el bien y la justicia para dar seme-

    jante orden a su sobrino. A este comentario volveremos. Pero ahoraquisiera quedarme con la conclusin de esta conversacin teraputicaque Menelao mantiene con Orestes. En este momento pasa a hacer laspreguntas sobre la reaccin del pueblo, la ley, la realidad de afuera.

    Todo ello lleva a Menelao a concluir para s mismo- lo revelardespus- que no podr salvar a Orestes por la fuerza; que su lanzano puede abatir los males que lo afligen. A qu males hace aqu refe-rencia Menelao? Por una parte, a la sentencia que la asamblea de Argosvotar en breve. Por otra, y esto nos concierne quizs ms a nosotros,Menelao se refiere a la enfermedad psquica de Orestes de la que yanos ha dado un primer diagnstico y que el Coro est a punto de con-firmar en las lneas que prosiguen al encuentro entre Orestes y Plades.

    Dice el Coro: Pero esta bella y criminal hazaa (el crimen de Orestes)fue un complejo acto de impiedad, unaparanoia () de mentestortuosas. El primer significado de la palabra griega paranoia esExtravo del espritu, demencia, locura. Y uno de los derivados:Comprender o entender mal; tener perturbada la razn; delirar. El comenta-rio del Coro tiene su complejidad que abordaremos en su momento,pero por lo pronto ajustmonos a este diagnstico ya ms firme: losmales psquicos que aquejan a Orestes son la demencia, la locura, que

    perturban su razn hacindolo delirar... y comprender o entender mal.Ayer se arm aqu una pequea discusin acerca de la manera en

    que Orestes entiende las palabras de Menelao. Ms all de la impre-sin que la reaccin de Menelao nos cause, hemos de ajustarnos a laspalabras que l dice, es decir, que va a intentar salvarlo con astucia, uti-lizando palabras delicadas. El mito genealgico est, por as decir,roto, en crisis, y Orestes es quien ha producido la crisis siguiendo ins-trucciones de Apolo. Decamos ayer que el mito es algo que no se

    transforma y se nutre de la repeticin. Al romperse, su tendencia es a

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    chupar de nuevo en su interior a los ahora actores de ese mito, actores

    ya sobre el escenario en tragedia. Pareciera que, como ya se observaqu ayer, cuando Orestes se dirige al to suplicndole que lo salve,el mito buscase engullrselo. Menelao no pisa ese peine. La reaccin deOrestes nos hace preguntarnos si acaso entendi lo que le dijo su toMenelao. Cuando llega Plades, su mejor amigo y acompaante ensangre y matricidio, este le hace tambin una serie de preguntas queempiezan por inquirir cmo fue el encuentro con Menelao y cul fuela reaccin de este ante su peticin. Orestes le dice que su to se esca-

    bull, que es lo que hacen con los amigos los malos amigos. Plades

    slo quiere saber a qu subterfugio recurri Menelao. Con eso le basta,dice. Orestes le dice que apareci ese otro, el padre de tan irrepro-chables mujeres (ntese la irnica alusin a la genealoga que ya sabe-mos cmo su sola mencin altera a Orestes) y, agrega que Menelaoantepuso esa clase de parentesco -es decir, el parentesco poltico yno de sangre, es decir, genealgico- al de su padre Agamenn.

    Volvamos a la escena entre Tindreo, Menelao y Orestes tomandonota de las observaciones y respuestas que Menelao hace a Tindreo.

    Orestes ha entendido mal las palabras de su to. [Leer el trozo desde480-493]. Paranoia. Tras la pausa continuaremos con el dilogo entrelos amigos para ver cmo Plades va sorteando, toreando, la para-noia de Orestes.

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    VIILa vida es puro teatro

    A Paqui Noguerol

    Se me pide que hable de mi teatro. Esto es algo que no he hechohasta ahora, que me he resistido a hacer, que no sabra cmohacer... pero para lo que casualmente la amistad con el doctorFranz Kafka me ha preparado. En ese trato he percibido que hay unKafka que no es ni el consultor jurdico del Instituto de Seguros de

    Accidentes de Trabajo del reino de Bohemia, ni tampoco el escaraba-jo en que se convierte Gregorio Samsa, sino que se mueve entreambos, gestionando, por as decir, la locura de Kafka. Por lo queentiendo que no he de hablar ni de mi persona biolgica, es decir estaque est aqu ante ustedes; ni de mi persona zoolgica, que es en laque uno se convierte para los otros (y a veces para uno mismo) pro-yectndose en lo que uno hace, sino de la que gestiona mi locura per-mitindome la vida. La vida en ese estado impuro que propicia elteatro. De las tres palabras del ttulo: vida, puro, teatro (psyche, kat-

    haros, theatron en griego), la ms txica sera katharos, pureza. Perotambin la que cura, si recordamos la alusin a las propiedades cura-tivas del tumor de Arquloco. O el escolio de las Ciprias que indicaque habr de curarte lo que te ha herido. Esto es as, claro, cuandose mantiene el enigmtico equilibrio entre estas tres palabras. Perocuando se cierran los teatros, por ejemplo, como est ocurriendoahora mismo en Salamanca con el Juan del Enzina, entonces ese equi-librio se pervierte dominando la pureza de katharos, ya que histri-

    camente el cierre de los teatros es sntoma del auge del puritanismo.

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    La vida en estado puro es, por consiguiente, letal para el hombre,

    para el anthropos, el-que-mira-lo-que-vio, el hombre que se construyea s mismo una polis en la que diversos y dismiles destinos puedanser vividos, destinos todos religados, vinculados, por acciones tem-pladas, morigeradas, purgadas del exceso de la dominante preten-sin. Vida, pureza y teatro.

    De las tres palabras ms comunes con que contaba el griego anti-guo para decir vida- bos,ze ypsique- quisiera para los efectos deesta conferencia enfatizarpsique. La primera alude, por as decir, a la

    vida biolgica, la que rige al organismo; la segunda,ze, vendra a serla vida animal, la que nos une a la naturaleza toda como un ser vivoms. Psique, en cambio, es la vida con la cual habr el hombre, elanthropos, de forjarse un destino propio que lo diferencie, separn-dolo, de su genealoga y de su naturaleza, de lafisis colectiva y mile-naria en la que est inmerso. De la despiadada vorgine de los tiem-pos tambin: los actuales, verbigracia. En la tragedia se utilizan lostres trminos indistintamente, pero hay un momento en queEurpides usa psique para indicar el valor que tiene la vida en tantodestino propio, ese destino que no nos viene dado de gratis y por elque hay que batirse a muerte... con uno mismo, con nuestra genealo-ga, con la fisis colectiva de la poca que nos ha tocado en suerte.Sucede en su Orestes. Eurpides dice en una misma frase tres pala-

    bras: cremat,fila,psique, para intimar que la amistad que con la vida tra-bamos es nuestro mayor bien. La vida es el mejor amigo del hombre.Esta vida: bos. Es decir, la vida del cuerpo, de los rganos del cuer-po, siendo la psique, el alma, un rgano ms del cuerpo pues tiene en

    l su asiento. Si el cuerpo fuera un ojo, el alma sera la vista, se diceen el De nima. Vida vivida en ze, es decir, acogida por la naturale-za, vinculndonos a la vida de las plantas, de los ros, del mar, de latierra, de las estrellas. Todo ello es vida, la gran vida que es ze, enla cual brota, germina, nace como una planta ms nuestro bos, y enl, cautivo en l que diran los rficos primero, enterrado en l quedira Platn despus, estara psique, esa tenue llamita. Nuestra vidams ntima, la de nuestra persona, la que nos hace ser como somos.Y la que nos plantea un reto: ser el que somos, a pesar a veces de nues-

    tra biologa, de la zoologa imperante.

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    Nadie es ms que nadie, dice el refrn castellano, al cual habra qui-

    zs que aadirle su coda griega: nadie es ms que hombre. En esta lneaest contenido todo el conocimiento realmente necesario para el hom-bre, ese que habra de significarse con la frase Concete a ti mismo.Entrate de que eres hombre. De que eres mortal. Y qu quiere decirque se es mortal? Pues, por lo pronto, que no se es inmortal. Inmortalesslo sern los dioses. All empieza y termina la teologa griega. Hastaall llega el dogma, si es que puede llamarse as, de la religin griega.A ello sigue necesariamente: De nada demasiado. Vale decir: entratede tus lmites. No te pases. Morigrate. Tmplate. Mdete. Sobre todo,

    y ante todo, no pretendas alcanzar a los dioses, alcanzar la inmortali-dad, vencer a tu gran vencedor: el tiempo. Cronos, el que pinta Goyazampndose a sus hijos. El tiempo que pone sus verdes huevos en tu

    bos, en el ze que contiene a tu bos como contiene la tierra a los mareso el espacio sideral a los planetas. Si no te mides frenando esa com-pulsin que te impuls a salirte de tu racin pretendiendo igualartecon los dioses, enloquecers. De enloquecerte se ocuparn los dioses:Apolo, Dionisos, Atenea, Afrodita. De vernos cara a cara con nuestrapropia locura, con nuestra demencia, se ocupar la tragedia. Y cmo

    me mido? Cul ser el metrnomo que me haga seguir la meloda demi bos al ritmo natural de ze sin perder el paso? Pues la psique. Lavida que espera en m a ser vivida de una determinada manera, a un cier-to aire, con un diseo ignoto que me ha sido dado descubrir y animar...y que nadie va a descubrir y animar por m. Vida que est por hacer,por venir al mundo, por estrenarse en el aqu y ahora, mientras que

    bos y ze estn desde siempre ahormadas orgnicamente a su cons-tante movimiento natural.

    Psique es, pues, vida en bruto, en piedra, en blanco... a la espera dehacerse vida de hombre: a la espera de que el andros, el antropoide, elanimal racional la haga vida de anthropos, de hombre irracional que actareflexionando sobre esa su accin, mirando-lo-que-vio. Rectificando.Frenando. Cambiando. Hacindose psquicamente otro. Activandopsquicamente su bos en ze. Y al activar su bos en ze construye

    polis: ese espacio para la vida de la psique; en armona, s, con su bio-loga y con la naturaleza (naturaleza de la cual forma parte, tambin),

    pero diferenciadsima de stas. All, en ciudad, imperar la psique sobre

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    el bos y el ze: all cumplir con un horario que no ser el biolgico,

    luchando con monstruos que no sern naturales, monstruos fsicos,sino psquicos: pasiones como la ira, la envidia, los celos, el amor,todos ellos ingredientes del potaje anmico que se trocar en entrega oservidumbre a un quehacer que lo distinguir separndolo de los dems.Ciudad construida por hombres que arrostran con esa su particularmanera de hacer lo que de bello y bueno cada uno hace. Quehacer oservidumbre que se definir en actos y palabras, o en actos mudos,actos plenos de un silencio ms poderoso y seductor que el canto delas sirenas. Pienso no slo en el artista, en el poeta, en el msico, en el

    pintor, sino tambin y sobre todo en el cocinero, en el carnicero, en elarquitecto, en el conductor de autobs. Nadie es ms que nadie. Si nollego a ser nadie habr perdido mi vida, dice Rafael Cadenas. Si no llego aser poeta habr perdido mi psique... y con ella se irn al traste bos yze. Y me enterrarn en vida. As de fcil.

    Hacer con psique polis (polis universitaria, por ejemplo), conacciones ciudad (ciudad universitaria), ciudad hecha por hombres- no nacida de la tierra ni llovida del cielo- fue, para el griego anti-

    guo y sigue siendo para nosotros, sus semticos descendientes, nece-sidad imperiosa. As lo sinti el griego en un principio. En esa acr-polis-psique, en esa ciudad de la vida, ciudad de esta vida- no de lavida que vendr, de la vida prometida que nos caer del cielo comoman al pisar la venenosa y movediza tierra prometida- el griegovislumbr tres espacios: el dedicado a los dioses o templo (Partenn);el dedicado al dilogo (gora) y el dedicado a la escucha y el recono-cimiento (teatro). Huelga decir que estos tres espacios eran religiosos

    en el sentido griego de la palabra pues religaban al hombre al vincu-larlo con el misterio... de la vida y, claro est, de la muerte. Si en lostres se trataba de t a t con la muerte, en el teatro se plantaba con sucuerpo todo cara a cara con la muerte: espacio consagrado al diosDionisos (dios de la salvaje y bruta vida de la naturaleza o ze), quetambin es Hades como recoge Herclito de una vieja tradicin. Esdecir, dios de la paradoja que hace de muerte vida. Vida y muerteahormadas sobre el escenario al convocarlas el actor, el agn, el hom-

    bre que lucha por su psique, que padece con su psique- el alma est

    hecha para sufrir, no as el cuerpo o soma, y cuando ella no sufre el

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    cuerpo enferma -; hombre que se morigera y se templa a travs del

    alma desvelando as con sus acciones el curso de su destino, el senti-do de su vida, sentido que le viene dado por su manera peculiarsi-ma de hacerse hombre, de entregarse a esa servidumbre que es el que-hacer que lo distingue hacindolo ser quien es.

    En el teatro la tragedia produca una cada en cuenta, cada en cuen-ta que mova al hombre al reconocimiento, y ese reconocimiento provo-caba en l una transformacin. Por arte de la tragedia, por arte de lamuerte a la que se ofreca en empalabradas acciones, el hombre se vea

    a s mismo y vea cmo estaba haciendo las cosas que haca. Ello lomorigeraba, templndolo. La intencionalidad de esa templanza estabaen llevarlo poco a poco y a travs del trato con la muerte, a valorar lavida, esta vida, en toda su amplitud: bos, ze y psique juntas y a la una.Temple que surga de una purificacin o catarsis. Pero con ese fin: el deamigarlo con la vida. Sin teatro, sin tragedia ms bien, el hombre sequeda con una vida psquica disminuida, psi-ctica, en polis desvas-tada, llevando una vida vegetativa, al albur de lo animal natural... vidaen estado puro, mortfera para el anthropos.

    Quin detiene a la vida para que sta nos diga hacia dnde nosest llevando? A bos, a la vida biolgica, no es posible detenerla sinponer en peligro la existencia misma; ni a ze tampoco- si se detie-ne el sol las Erinias procedern a ponerlo de nuevo en movimiento,dice Herclito. Es justo que as sea: que la vida sea indetenible. Este esel oscuro sentido de la justicia. Ni bos ni ze nos frenarn cuando nosaceleremos atropellando y atropellndonos. Psique es la nica vida

    capaz de detenerse, de ralentarse, defrenarse a s misma enlenteciendosu paso sobre el escenario, sobre el lienzo, sobre el papel. La que puedehacernos cesar de sopetn para que nos horroricemos y nos apiademosde nosotros mismos, de nuestros desmedidos actos. Durante un rato.Un par de horas, quizs. Quizs cuarenta minutos ya que los conserjesde la naturaleza esperan para que sigamos el movimiento indetenibleque hacia no se sabe qu intacta noche de mudo horror perpetuo noslleva despeados. Quin nos mostrar la ruina antes de que se pro-duzca la destruccin que a nuestras espaldas fraguan nuestros propios

    actos para que nos espanten?

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    El mito nos acecha por los cuatro costados del universo atrayndo-

    nos con su infernal magnetismo, el infernal magnetismo de lo idnticopara que volvamos a repetir lo vivido y repetirnos dolorosamente.Esto es tan posible, que est siempre a punto de acontecer. De hecho eslo que histricamente, geogrficamente, ha venido aconteciendo. Secierran los teatros. Ensordecemos. Nada hay, entonces, ms destructi-vo que la vida, la pura vida, nada ms letal, decamos. Los mitos, elmito, es vida en estado puro: su tejido, el tejido del mito, preserva ladevastadora bacteria de la muerte en su cenagoso patrn repetitivo.As en cada rgano del cuerpo, de la vida del cuerpo, de la bos: en el

    hgado, el estmago, los riones, los intestinos, el corazn, el cerebro,se repite el patrn repitiendo en la noche sanguinolenta del cuerpomovimientos idnticos, reacciones qumicas exactas, que permiten lavida... facilitando su desgaste, es decir, la muerte. Desde que nacemosllevamos la muerte metida en el cuerpo, labrando su trama en el tejidode la vida. Su diseo final, su ms acabada obra, ser volvernos polvo.Igual sucede en la naturaleza. Hacia la destruccin tienden sus movi-mientos telricos, sus deshielos, sus conflagraciones. Si pudisemosesperar el tiempo suficiente- mil aos? Miles de aos? Miles de

    millones de aos?- la presenciaramos. Pero tenemos tanto menos.Tenemos dos horas, si acaso, dice Aristteles, que es lo que dura la tra-gedia. Cuarenta minutos, que dicen los conserjes de Geografa eHistoria. Nos acabarn echando de la vida la geografa y la historia.Nos echarn de la ancestral capillita de la psique apagando la sutilllama. De la vida ntima en que se fragua nuestro propio destino.Caemos en cuenta. Es todo. Es un horror, pero es suficiente para trans-formarnos. Transformacin y cada en cuenta que no se volveran a dar

    ms de esa manera despus de Esquilo, Sfocles y Eurpides, pues nolograron escribir tragedias William Shakespeare, Racine o Garca Lorcapor ms que lo hayan querido y necesitado. Slo Valle-Incln supoarrostrar con el esperpento de no tener tragedia. Entonces, no nosqueda ms que poner la psique en la picota. Esa es la manera. Ponerlotodo all, en lo que hacemos, para sacrificarlo. Que derrame su negrasangre intangible sobre el escenario de nuestro vivir para que nos puri-fique limpindonos de la estupidez, de la miserable arrogancia, de laloca pretensin... antes de que lleguen los nios de la guerra para

    devorarnos el corazn. Para arrancarnos del pecho el intil trofeo: esa

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    vscera que no para, que no se detiene, que no puede detenerse sin que

    nos alcance la noche intacta de horror perpetuo, y comrsela. Queantes nos la detenga en vilo audible la palabra de la tragedia.

    Esto es lo que he estado haciendo desde 1999 con las tragedias y losdramas que me ha sido dado servir, escuchndolos atentamente, trans-cribindolos fielmente, y dejndome en ellos todo lo que de la muertehe ido percibiendo y padeciendo, veo ahora, con un slo fin: propiciaruna cada en cuenta, cada en cuenta que permita el reconocimiento,reconocimiento que traiga consigo la transformacin de un vivir y con

    ella la valorizacin de la vida, el ms grande bien al cual amigarnos.Ello se percibe en la presencia que tiene la muerte desde El ltimo mino-tauro hasta Penteo (2002) cuando pareciera producirse un movimientoinverso que se dirige hacia la apreciacin de la vida, vida en estadoimpuro tras haber sido sometida a la palabra y la accin trgica comoparecieran demostrar Helena (2003), Yocasta y Orestes (2004). Todasestas piezas tienen en comn su fin prctico pues han sido forjadas detal manera que sean tiles para sobrevivir...para que la psique viva sobrebos y ze, sus hermanas de sangre, sus txicas hermanas envidiosas,

    sus vidas enterradoras, pero sin las que la llamita de la psique, esa lla-mita que est siempre a punto de apagarse, no se habra encendidonunca.

    Dominicos, 25 de noviembre de 2004.

    Esta conferencia fue leda el jueves 25 de noviembre de 2004 en la Capilla de laFacultad de Geografa e Historia de la Universidad de Salamanca, auspiciada porActividades Culturales.

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    VIII

    Me encuentro mejor, porque he ledo Strindberg (Separados).No lo leo por leerlo, sino para reclinarme en su pecho.Me sostiene como a un nio sobre su brazo izquierdo.

    All permanezco sentado como un hombre en una estatua.Estoy diez veces en peligro de resbalar, pero consigo sentarme

    al undcimo intento; tengo seguridad y domino una amplia perspectiva.

    Franz Kafka, Diarios.

    La semana pasada les le la conferencia La vida es puro teatro, trasleerla en Salamanca, cuyo ltimo prrafo dice:

    Todas estas piezas tienen en comn su fin prctico pues han sido forjadasde tal manera que sean tiles para sobrevivir... para que la psique viva sobrebos y ze, sus hermanas de sangre, sus txicas hermanas envidiosas, sus vi-das enterradoras, pero sin las que la llamita de la psique, esa llamita que estsiempre a punto de apagarse, no se habra encendido nunca.

    Se me haba pedido que hablara de mis piezas, de las piezas de tea-

    tro, tragedias, dramas y esperpentos que me ha sido dado recordar ytranscribir. Ello es algo que me cuesta hacer. Por una parte, me pare-ce... no, me parece no, tengo la conviccin, es decir, s que esas piezasno son mas, no me pertenecen, no slo porque ya se hayan hechopblicas sino porque las desconozco profundamente y no sabra recre-arlas como un carpintero sabra recrear una mesa que hubiese hechocon sus manos, o un ingeniero un puente que con sus conocimientoshubiese levantado sobre un ro. Ya lo dice Herclito en uno de sus frag-mentos: Thinking is shared, El pensamiento es comn. Con esto nos est

    diciendo que es tan improbable que un pensamiento nos pertenezca

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    como que intentemos hacernos de una estrella durante una limpia

    noche de verano... tan slo porque la veamos titilando all arriba. Esetapiz que sobre nuestras cabezas cuando conciliamos el sueo se tien-de... nos pertenece tanto como las inasibles figuras de un sueo. En elsueo somos lo soado. Al despertar no somos ms que la impresinque de ese sueo ha quedado. Y cada impresin ser otra.

    Por otra parte, no entiendo nada de lo que escribo. No s de qu setrata. Cuando me lo preguntan no lo s decir. Intuyo, s, que trata deservir para algo. A esto volver. Pero lo escrito se me hace incompren-

    sible: el sonido de las palabras, su secuencia, el entramado que las fijaen imgenes, me sobrepasa. Herclito viene tambin aqu al quitecuando dice que El hombre ignora aquello con lo cual tiene ms continuotrato, lo cual hace de Einstein un ignorante en fsica, por ejemplo. Qualivio! No? Qu alivio saber que no podemos hacernos del conoci-miento por ms que nos apliquemos a l. Se nos escapa lo fundamen-tal y quedamos como al principio. Volvemos al principio. Por eso esque me encuentro siempre volviendo a los griegos, porque los griegosantiguos nunca avanzaron, sino que se quedaron all, en el primer

    paso, abrumados, envueltos en la bruma del saber. Y se dedicaron acelebrar ese primer paso. Hay un poema de Whitman que cita Cadenascomo epgrafe de su ensayo Realidad y Literatura que habla de esa cele-

    bracin de los inicios del conocimiento, del comienzo de los estudios.Llevo ms de veinte aos leyendo ese pequeo ensayo de Cadenas ysiempre estoy comenzndolo. Y es que los poetas saben demorarnosen ese primer paso. Gozan tanto en darlo que no llegan a dar el segun-do. Los griegos fueron un pueblo inslito: un pueblo de poetas. Los

    carniceros, los generales, los dramaturgos, los arquitectos, los filso-fos, los msicos, los matemticos... eran poetas. Saban detenerse anteel misterio de la vida. Su psique los detena. Cmo dejarlos? Diosmo! No permitas que los deje nunca. Que pierda el temple griego yme abalance a dar el segundo paso... como si supiera hacia dnde voyy en pos de qu. Enloquecido.

    Sobrevivir, decamos, vendra a ser permitirle a psique que vivasobre bos y ze. Ella, psique, se nutre de ambas; y ambas la celan y

    acabarn con ella. Y seguirn su irrefrenable paso hacia quin sabe

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    dnde. Da igual. Porque la vida -la vida biolgica, la vida zoolgi-

    ca- es as: indetenible. Sigue su marcha unificndolo todo, unifor-mndolo todo, haciendo de partes distintas, vividas de maneras dis-tintas, un todo homogneo. De ellas, de bos y de ze, no podemosesperar discriminacin ninguna, valorizacin alguna. Ellas son eltodo vale de la naturaleza. Qu ms le da a un rin realizar o nosu sntesis de la sangre en este cuerpo o en aquel! Lo mismo que puededarle al Volga que sus aguas corran por el Amazonas. Pero a la vidavivida por un hombre determinado, en un cuerpo concreto, de tal ocual poca, a esa psique... no le da igual. Si no preguntmosle a Gogol.

    O preguntmonos a nosotros, que nos tenemos ms a mano. Nos daacaso igual que lo vivido por nosotros se mezcle en una amalgamaindistinta y vociferante que avanza atropelladamente atropellando yatropellndose a su paso como si de una manada de animales salvajesen la selva se tratase? Que aquello que vivimos, digamos, el ao de2002, entre julio y septiembre de 2002, se confunda y se iguale con lovivido entre enero y abril de 1315, o entre mayo y junio de 3600? Serpsique, cuando viva sobre bos y ze, la que distinga y seale un tiem-po separndolo de otros, preservando su frescura, el aroma cruel y la

    dolorosa alegra que los eleva sobre la repetitiva sucesin de las fechas.La irresistible repeticin del mito que succiona a la psique hundindo-la bajo los ms profundos estratos biolgicos y zoolgicos. Repeticinindispensable para la vida cuando se viene abajo un mundo, el mundoque psique haba mantenido en alza. Entonces el mito lo vuelve a suc-cionar todo. Y la presin que sobre psique ejercen bos y ze terminasiendo irresistible. Hay que vivir.

    Cuando se precipita un mundo lo que se impone es lo ms bsico:vivir a toda costa. Fundirse en la masa. Hacer lo que hacen los dems.Hundirse en la repetitividad de lo cotidiano. Someterse a la tirana delmito que nos acaba de zampar como zampa Cronos a sus hijos.Enloquecemos. Nos adaptamos a la locura colectiva para no morir. Talvez se mantenga encendida la llamita de una psique sorda al desvarocapaz de pintarlo: as Goya sus desastres y caprichos y negruras.Retratos de la locura que se nos harn tan familiares que colgarn enmuseos en el colmo de la exaltacin. Hay que vivir. Ello significar que

    habremos de exaltar el desvaro y coronar al loco. Endiosarlo, como a

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    tanto loco se ha endiosado. Como a Don Quijote de la Mancha lo

    endios un pueblo entero, un continente entero, el americano, comoqueriendo alejar de s la propia locura volvindola ideal, bella, enco-miable. Modelo. All arriba: en lo ms alto del ms alto valle impera.En el Valle de los Cados que igual a vencedores y vencidos para vol-vernos una, grande y libre. Esa locura est a la vuelta de la esquina dela historia. Cada paso que damos nos trae de vuelta a ella. Debemosandar dando vueltas, pues esa cruz la pasamos hace un par de siglos,diramos si bos y ze no aniquilasen nuestra psique con tanta premu-ra. Veramos que eso ya lo hemos vivido y lo estamos repitiendo.

    Veramos que no nos qued otra que hacernos los locos y confun-dirnos en la masa triunfadora, la masa igualadora del mito de turno.Veramos que, a pesar de nuestros grandes logros tecnolgicos yhumanistas, no hemos dado un paso. Veramos con la claridad con quevieron los griegos, que todo lo vieron en un principio. Y los buscara-mos no para leerlos, que de poco nos servira, sino para reclinarnos ensu pecho.

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    IX

    Una especie de inagotable e inarraigable infancia

    caracteriza a nuestro pueblo.

    Franz Kafka,Josefina la cantorao El pueblo de los ratones.

    Decamos que el mito, al romperse y verterse sobre el escenariodel vivir, escenario en el que cuerpos dan vida a acciones quedeterminan la vida de esos cuerpos, busca succionar de vuel-ta lo vertido. Todo mito roto tiende apenas romperse a rehacerse denuevo. Esta es su naturaleza. Como cuando algo se rompe en una rela-cin o en el seno de una familia o de un grupo, algo que clamaba porromperse, y entonces se quiere volver a lo anterior, al status quo ante,para no afrontar la realidad, la novedossima realidad que dolorossi-mamente se est abriendo paso con nuestras carnes. Se impone meter-le el pecho a eso que est ahora ah afuera, ante nosotros. Pero la fuer-za milenaria del mito es poderosa y se lo quiere tragar todo de nuevo.Esto podemos comprobarlo en la actitud de Electra ante la aparicinde la muerte... es decir de laposibilidad de transformacin.

    Ayer hablaba con alguien que me cont de la muerte de un familiar,una persona con la que se reunan siempre para celebrar la navidad, ycon quien yo haba compartido varias de estas veladas. El seor eramayor ya y la ltima navidad se le vea ausente. Tena muchos aos.Pero siempre fue un hombre callado, algo custico, simptico, siempre

    bien vestido con su pauelo en el bolsillo de la americana. Gente deantes. La persona que me dio la noticia de su muerte dijo la cantinelaque se acostumbra en esta poca de hemofilia psquica que vivimos ya

    desde hace un siglo al menos: estaba muy mayor, mejor que se fue

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    rpido, tres das y ya, fuera! Repet, como en tantas oportunidades,

    que la vejez de la persona no haca menos dolorosa su partida. Pero elpunto es que la muerte no tiene lugar en nuestras vidas. La enferme-dad tampoco. Es algo de lo que hay que librarse sin la menor reflexin,sin dejar que esta modifique la personalidad. No nos permitimos niuna gripe. Tres das y ya, fuera!.

    La tragedia pone a la muerte en su sitio, o ms bien, en su sitial: enel centro del vivir. Electra y Orestes se renen tras la sentencia del pue-

    blo de Argos y comienzan a fantasear cmo van a morir. Ella dice que

    pierde el juicio, cuando antes era l quien lo perda. Orestes le pide queno lo mate con sus palabras. Quieren volverse uno en la muerte: fun-dirse en la muerte; que un slo pual les hunda en una misma tumba.Se invoca a la estirpe. El mito est agazapado tras esas fantasas demuerte para engullirse a las vctimas. Sentimos cmo se est produ-ciendo una identificacin entre los hermanos que une sus esternones,sus pechos y corazones: es la vieja tendencia de la genealoga a identi-ficarse los hermanos. Hasta de Plades se nos dice que viene soste-niendo a Orestes como si fuera su hermano. Pero las fantasas de

    muerte de Plades, del amigo Plades, son otras. Mientras que Orestesse quiere atravesar el hgado con el pual como prueba de su nobleza,Plades quiere matar a Helena. Cuando Orestes se despide de l,Plades se le une psquicamente: estoy en esto contigo, voy a morircontigo. Pero vamos a morir matando, le dice. Plades se siente afecta-do por lo que le ocurre a Orestes y a Electra a quien considera su espo-sa. Entonces le hace acudir a razones comunes. Las fantasas de muer-te de Plades se abren paso a travs de un logos que no es el logos delmito, pues en el mito no hay logos, sino irracionalidad despojada de

    raciocinio. La tragedia es irracionalidad razonable, razn de la sinrazn. Entonces aparece un plan, una trama, un argumento... nuevo:hay que penetrar a travs del teatro en el palacio de Helena y enterne-cerla para luego sacar las escondidas dagas y segar su vida. CuandoOrestes entiende el argumento de vida que le ofrece Plades dice dospalabras: . Entiendo el smbolo. Caigo en cuen-ta de lo que hay que hacer. Tengo que matar, matar a Helena. Matar ala fuente de las desgracias de los griegos. Esta ser una muerte quetendr lugar en la psique- no en el bos ni en el ze. Se engaa as al

    mito. Y se sigue en tragedia.

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    53Len Febres-Cordero

    X

    Un pequeo espectculo, un autoengao inocente,

    es el de dormir en casas, en camas slidas,bajo techo seguro, estirados o encogidos,sobre colchones, entre sbanas, bajo mantas...

    Franz Kafka, De noche.

    Decamos que la tragedia pone a la muerte en su sitio, o ms

    bien, en su sitial: en el centro del vivir. Y es que a la vida se

    viene a morir. Esto lo vio pronto y bien el griego en tanto hom-bre de Oriente, cuando velaba mientras el prjimo agitaba el leoencendido que haba tomado del montn de astillas junto a l.Alguientiene que velar, se dijo.Alguien tiene que estar ah, dijo Kafka. Pero el grie-go vio velar a Kafka y no quiso velar as.

    Bajo la teja que le serva de almohada esconda el griego sus armas:una daga y la Ilada. Mientras velaba, el doctor Kafka repeta como side una salmodia se tratase los versos diez y ocho y diez y nueve del

    dcimo captulo del libro de Job: Por qu me sacaste del seno de mimadre? Muriera yo, sin que ojos me vieran. Fuera como si nunca hubieraexistido, llevado de la matriz al sepulcro.

    El lamento se enroscaba en la crepitante humareda que la iracundatierra elevaba para araar los astros que indiferentes en el cncavo fir-mamento distendidos titilaban. La melanclica encantacin parecaencorvar ms an con su quejumbrosa y fatal meloda al hombre quea su lado se encoga. Vio cmo sus ojos de un negro clamoroso y resig-

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    54Amistad y Locuraen el Orestesde Eurpides

    nado no vean otro rostro que el de aqul que ojos no tena y que en la

    zarza llameaba consumindolo. El griego vio mirar a Kafka y no quisomirar as. Me inmolar por ti, escuch que le deca el poeta de Pragaa los ojos que no lo vean.

    No padecer yo ante ojos que no me ven, se dijo el griego, sinoante ojos que me vean. No morir yo como mueren las hojas de losrboles aunque el ciego Homero las haga mis iguales. No seguir yolos dbiles pasos asustados que al abismo me lleven despeado.Morir puesto que a la vida a morir se vino, pero mi alma como hom-

    bre libre a mi aire entregar. Y no es esta la forma, ni este el sitio, ni sondel tono las palabras. El pen ya lo cant. El ditirambo ahora aDionisos cantar. En teatro. Ante hombres como yo que en m su muer-te vean, suyas mis penas hagan, modelo mi actitud su cuerpo asuma.El canto del macho cabro tragoda! ser el canto mo. Que no es morircosa cualquiera ni vivir azar que igual sufrido no se hubiera. Vivirquiero y mi muerte, que es la ma, de mi alma venida, venero. Ashabl el griego y sigui velando de espaldas al doctor Kafka que consu salmodia la piel de la tierra susurrante flagelaba.

    Nos habamos quedado en el momento en que Plades sugiere aOrestes y Electra matar a Helena. Dos palabras nos revelan que este esel momento del reconocimiento. Las dice Orestes: . Entiendo el smbolo. Entramos, pues, en otro mbito. En el mbi-to del entendimiento; en el mbito del signo. Comienza una distanciacon eso que llamamos real reducindolo a tan slo una de sus facetas:lo literal. Pero lo real nos sobrepasa. Lo real es el misterio. Nunca lo

    abarcaremos. Nunca lo entenderemos. Si lo intentamos nos pasarcomo a San Agustn cuando por las playas de Hippo intentaba enten-der el misterio de la Santsima Trinidad. En sus meditaciones, el obis-po africano tropieza con un nio que juega abriendo un hoyo en laarena y echando agua del mar en el hoyo. Qu haces?, le preguntael santo que entonces no lo era. Estoy metiendo el mar en este hoyo,le contesta el infante. Pero no ves que es demasiado grande el marpara caber en ese hoyo? Adems, cada vez que echas un poco se vuel-ve a ir por la arena hacia el mar. Pues lo mismo haces t que preten-

    des meter la inmensidad del misterio en tu mente. Entonces, respete-

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    mos el misterio. De lo que se trata es de vivir bajo su gravitacin mag-

    ntica, como dice Cadenas. Dejarnos atolondrar por su inmensidad