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Rodolfo Kusch “América Profunda” (1962) FAGOCITACIÓN Los técnicos de la filosofía de la cultura ya han hallado el concepto de “aculturación” para explicar el contacto entre culturas. No lo han aplicado abiertamente a América pero resulta tentador hacerlo, aunque con ello no se obtenga otra cosa que enunciados sin compromiso. Nos serviría para entender que hubo simplemente un paso de la cultura europea hacia América, dado que se trataba de la Europa ciudadana del siglo XV y de una América meramente agraria, y todo consistía en que las cosas pasaran de un lado a otro. Pero […] podemos afirmar que la aculturación se produce solo en un plano material, como la arquitectura o la vestimenta; en cambio, en otros órdenes pudo haberse producido un proceso inverso, diríamos de fagocitación de lo blanco por lo indígena. Quizá hubo siempre una acción simultánea de los dos procesos, pero nuestros ideales de progresismo nos impiden ver este último. La fagocitación se da en un terreno de imponderables, en aquel margen de inferioridad de todo lo nuestro, aun de elementos aculturados, respecto de lo europeo, ahí donde adquirimos nuestra personalidad nacional, cuando somos netamente argentinos, peruanos, chilenos o bolivianos y también en ese hecho tan evidente de nuestra mala industria o nuestra peor educación pública. Es cuando 1

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Rodolfo Kusch

Amrica Profunda(1962)

FAGOCITACINLos tcnicos de la filosofa de la cultura ya han hallado el concepto de aculturacin para explicar el contacto entre culturas. No lo han aplicado abiertamente a Amrica pero resulta tentador hacerlo, aunque con ello no se obtenga otra cosa que enunciados sin compromiso. Nos servira para entender que hubo simplemente un paso de la cultura europea hacia Amrica, dado que se trataba de la Europa ciudadana del siglo XV y de una Amrica meramente agraria, y todo consista en que las cosas pasaran de un lado a otro. Pero [] podemos afirmar que la aculturacin se produce solo en un plano material, como la arquitectura o la vestimenta; en cambio, en otros rdenes pudo haberse producido un proceso inverso, diramos de fagocitacin de lo blanco por lo indgena. Quiz hubo siempre una accin simultnea de los dos procesos, pero nuestros ideales de progresismo nos impiden ver este ltimo. La fagocitacin se da en un terreno de imponderables, en aquel margen de inferioridad de todo lo nuestro, aun de elementos aculturados, respecto de lo europeo, ah donde adquirimos nuestra personalidad nacional, cuando somos netamente argentinos, peruanos, chilenos o bolivianos y tambin en ese hecho tan evidente de nuestra mala industria o nuestra peor educacin pblica. Es cuando tomamos conciencia de que algo nos impide ser totalmente occidentales aunque nos lo propongamos.[] Los conquistadores fundan las ciudades ms importantes en zonas montaosas y junto al mar. Recin descienden hacia la llanura que da sobre las costas del Atlntico y, al cabo de muchos merodeos, fundan, por ejemplo, Buenos Aires, casi a modo de fuga del centro del continente, como expresa Canal Feijoo. De ah el camino absurdo recorrido por las mercancas durante la colonia y que iba desde Panam hasta los mrgenes del Plata. Indudablemente, es la influencia de la geografa. Por su parte, Whittlesey advierte que la independencia se consolida primero en las zonas de llanura, fuera del radio de accin de las antiguas culturas indgenas, como Venezuela, Colombia y Argentina. Cuando las nuevas naciones proclaman su independencia lo hacen en la llanura y, luego, deben atacar al enemigo comn en las zonas ms comprometidas con el indgena, ya que en stas se haban afirmado los espaoles.El mejor ejemplo de la influencia de lo indgena y de la geografa lo tenemos en la accin poltica y militar de Manuel Belgrano. Era natural que en las aspiraciones de libertad poltica, a la manera de la Revolucin Francesa, entrara la creacin de una nacin, como si ello dependiera de la simple voluntad de unos individuos. La expresin de esa actitud se refleja en el propsito de Belgrano de desalojar a los espaoles del altiplano. Belgrano encarna, indudablemente, el momento dialctico, en el cual la anttesis, o sea, lo europeo, enfrenta a la tesis, el indio y la geografa de Amrica. l era el representante de una pequea elite de Buenos Aires, que se haba empeado en incorporarse al trfago occidental de la creacin de objetos, lo que llamamos sintticamente como ser. Y Belgrano estaba en el plano del ser alguien, porque perteneca al mundillo de los creadores de grandes ciudades, que jugaban a ser los dueos de la naturaleza en un mundo sin dios y sin creencias. Cuando se plante la necesidad de sitiar a los espaoles en su propio centro de operaciones, Belgrano emple el criterio de la lnea recta, que mediaba entre Buenos Aires y el altiplano. Era, al fin y al cabo, un tcnico [] y entenda las cosas a la manera de la burguesa europea, como voluntad y creacin. Despus de todo, lo respaldaba la necesidad de una industria y la conviccin de ser uno de los creadores de la ciudad argentina. Es as como equipa su ejrcito e invade el altiplano por la Quebrada de Humahuaca. Sin embargo, sufre los desastres de Vilcapugio y Ayohuma. Por qu? Porque quera mantenerse fiel a la lnea histrica, por as decir, euroasitica; y para ello empleaba un instrumental que era til en la llanura pero no en la altiplanicie. Adems, Whittlesey considera que el altiplano, desde el punto de vista geopoltico, era un lugar inexpugnable. No se lo domina sino por el lado del mismo altiplano, de tal modo que no era posible tomarlo desde la llanura. Por eso fracas Belgrano. As lo entendi San Martn, porque era natural que otro emprendiera la tarea. La actitud tcnica exige una experiencia para lograr el beneficio. Si no se hubiese anticipado Belgrano, el mismo San Martn habra operado segn la lnea recta y tambin habra ascendido por la Quebrada de Humahuaca.

Pero San Martn elige el otro camino, el del Pacfico, para vencer a los espaoles en el mismo Per, hacindolo cerca mismo de la costa [] Entronca as con una experiencia netamente republicana y occidental y esquiva el altiplano. Pero el triunfo de San Martn fue aparente, se redujo solo a la costa. El altiplano sigui siendo indgena. Eso no le importaba ni a Belgrano ni a San Martn. La cuestin planteada entre ellos y los realistas era puramente occidental. En verdad, se trataba de ampliar la pequea historia emprendida por Occidente y urga cancelar ese fondo de prehistoria y atraso que subyaca en Amrica. Y lo hacen esquivando la altiplanicie porque en ella estaba radicado el indio [] Era cosa de fundar lo argentino en la lnea europea frente a lo indgena y luego seguir adelante. Quiz todo se arreglara despus con las escuelas, en donde todos se empearan en volcar ese afn de teora y coaccin que era necesario para mantener en pie la victoria obtenida por San Martn. En todo se trasuntaba un desesperado afn de ser alguien

LA PARADOJA DE SER ALGUIEN

Hacia 1900, las facciones liberales consiguen imponerse en toda Amrica y pasa a primer plano la aculturacin como un proceso perifrico y exterior, consistente en el traslado de objetos y la fuga geogrfica, que da especial importancia a las ciudades costeras [] Desde [esas] ciudades se expandan por intermedio de los ferrocarriles, a modo de telaraas, como bien dice Martnez Estrada, hacia el interior las lneas de la aculturacin forzada, acompaadas por un fuerte sentimiento de podero. De esa manera, las minoras conceban su persistencia y su evolucin mediante la creacin pura de objetos, sea en forma de artculos manufacturados o el simple comercio o la creacin de naciones como si fueran factoras [] Era cuestin de que nuestra clase media siguiera las huellas de la dinmica social occidental, basada en el individuo como fundamento de la sociedad, y se abandonara a una doctrina de la economa del desamparo, con un mercado de valores, y crease un mundo-ciudad como imitacin de la naturaleza. Todo responda a su planteo intelectual frente a la vida, que no tomaba en cuenta la realidad sino que se basaba en una ficticia e inusitada afanosidad, cuya base radicaba, aparentemente, en el esfuerzo del hombre y en la fuerte conviccin de que la especie humana iba a alcanzar su salvacin final con el liberalismo. No era eso lo que alentaba la concepcin de padres de la patria como Alberdi y Sarmiento? Y no es eso lo que hace jugar a Sarmiento el doble papel de creer y no creer en el pas, como lo denuncia Martnez Estrada, porque, seguramente, haba puesto su conviccin en la idea del progreso ilimitado, aunque saba que la verdad del pas estaba en Facundo?

[] Pero es indudable que el progreso ilimitado, el afn de hacer un gran pas a partir de industrias creadas de la nada y de una dinmica social sin pasado, tena que entrar en contradiccin con el hombre mismo. Se repiti el mismo error de Occidente y se crey que el hombre no es ms que lo que produce. Se pens en la Argentina de 1810 qu es el hombre, antes de ser un ciudadano comprometido con los objetos? No, porque ello habra significado una autoconciencia de la que no se era capaz [] La ambivalencia de Sarmiento responda a una oscura conciencia de que el proceso del pas, pensado como una mera factora, era falso, como es falso todo pas montado sobre la base de un individualismo de mercaderes. No haba, por otra parte, un haber slido en ese montaje que se haba hecho del ser. Quiere decir que fallaba uno de los puntos bsicos de la dinmica del ser: esa tremenda y tensa bsqueda de inmutabilidad de Occidente que forzosamente deba desembocar en la creacin de objetos o, mejor, en una industria slida. Al fin y al cabo, aqu haba una tensin finalmente mantenida por una inmigracin desplazada de Occidente y, por eso mismo, doblemente empeada en llevar adelante un juego europeo, pero por el lado de la imitacin.COSTA Y SIERRA

La divisin de costa y sierra que es tpicamente peruana reproduce a las claras este problema esencial de Amrica: el que se refiere al distanciamiento del ser y el estar, y tambin al enfrentamiento dialctico entre ambos. Ah mismo, en el Per, como en toda Amrica, se da por un lado una experiencia basada en la agresin, cuyas races se remontan a la polis griega, y, por el otro, la pasividad de una primitiva cultura indgena enraizada en el paisaje y en el viejo sustrato de la especie. Una se asienta en las ciudades costeras de Amrica y juega su forma excluyente y cerrada frente a la sierra del Per, como es el caso de Lima, y la otra, la indgena, ms abierta, mantiene su integridad vital sin sucedneos, como perfecta prolongacin del mbito en el que se halla. De un lado hay un mundo movido por el principio terico de la libre competencia entre individuos, para lo cual cuenta con un mercado de mercancas donde se descarga toda la tensin. Del otro lado, en el interior, persiste una antigua economa basada en la distribucin de los alimentos dentro de la comunidad. Ambos se oponen como lo individual y tenso frente a lo colectivo y distendido. Pero tambin se oponen como una estructura de desamparo, donde cada uno queda librado a su suerte, frente a una estructura de amparo, en la cual intercede la comunidad para salvar a sus integrantes. Aquella se sostiene con la tensin de la ciudad, con la importacin de modas y objetos y la imitacin de las culturas tensas, mientras que sta mantiene el antiguo ritmo de la especie, soterrado bajo las elites de bolivianos y peruanos de casta en las repblicas andinas o de inmigrantes, espaoles e italianos en la Argentina.

El sentido profundo de la oposicin entre costa y sierra en Per es una conjugacin de dos ritmos de vida que encarnan dos experiencias de la especie y luchan sordamente por prevalecer. Pero como esa lucha por los medios utilizados y la vigencia de cada una es desigual, la indgena se ha enquistado dentro de la otra [] Es un sustrato que se mantiene ignorado y no se registra sino en el plano folclrico o etnogrfico, pero ofrece su resistencia sorda y medida hasta llegar a tener su xito, ya no en el hecho directo del roce o contacto de culturas sino en las cualidades de debilidad y ficcin del ser, su antagonista, que se quiere afincar en las costas de Amrica [] Quiz sea Canal Feijoo quien mejor ha definido ese estado de lentitud cultural que tiene el indgena, cuando expresa que el indgena primitivo y brbaro, con sus conocimientos empricos, con sus ensayos de combinaciones mgicas, con su voluntad de influencia psquica, con sus propiciaciones, se halla ms cerca de la cultura que el triste campesino actual, desposedo de sus viejas industrias domsticas y personales, obligado a consumir sustitutivos abstractos. Indudablemente, la cultura del indgena constituye una entelequia como dira Spengler perfectamente estructurada y en una medida mucho mayor que la de su antagonista. Y la solidez de esa cultura, su cohesin y persistencia, estriba en lo que llambamos estar, que carece de referencia trascendente a un mundo de esencias y que se da en ese plano del mero darse en el terreno de la especie, que vive su gran historia, firmemente comprometida con su aqu y ahora o, como ya dijimos, en ese margen en donde se acaba lo humano y comienza la ira divina de los elementos. Y en esto finca su definicin como cultura de sierra o del estar frente a su antagonista, la cultura de costa, o mejor, la del mero ser, como simple ser alguien.

La caracterstica inmediata de la cultura de la costa es, entonces, una simple paradoja del ser, antes que el ser mismo. En general, esa paradoja consiste en el exceso de forma y la falta de contenido en las estructuras que hemos trasladado [] Es la imposibilidad de expresin y la necesidad de buscar medios ajenos, debido a que no hay una comunidad que nos agrupe y que nos brinde un lenguaje comn. Detrs de nuestra apariencia encubrimos el siniestro planteo de un miedo primario. Se da en desajuste entre aquello que creemos ser conscientemente y lo que somos detrs de nuestra conciencia, o sea, entre los instintos y la descarga o expresin de estos. Est en el plano del afn neurtico de estar haciendo un pas y fingirnos ciudadanos, cuando en verdad tenemos conciencia de la falsedad de este quehacer y de nuestra profunda inmadurez [] En todo interviene la sospecha sobre la debilidad de la estructura a la que recurrimos y que responde a una especie de crisis de la entelequia de nuestra cultura. La debilidad estriba, como dira Toynbee, en la secesin entre los directores y los dirigidos, en virtud de que stos ya no hacen la mmesis mecnica de aquellos, consistente en usar sustitutos baratos en lugar de las cosas genuinas [] Es natural que la prdida de capacidad creadora de nuestras minoras dirigentes derive en esto que llamamos la paradoja del ser. Se imita al ser pero no se llega a l. De ah el estado de agotamiento, de ah, entonces, el reflujo de las masas al poder, como ocurri cuando el advenimiento de Pern y el actual estado de cosas que brota de una evidente escisin. Una escisin que, por otra parte, es inmemorial en otros pases, como Per.

Se dira que es estamos sitiados por el mero estar como forma de vida [] De ah entonces, la debilidad de nuestra manera de concebir el ser y que responde a una falta de fe en las estructuras generales, incluso la que nos convierte en nacin civilizada. Pero esta oposicin entre ser y estar se da en el plano de la vida o, tambin, de la historia, y plantea el problema de una dialctica, porque esto es lo que sugiere siempre la oposicin de dos realidades. Una har de tesis y la otra de anttesis, de tal modo que la resultante sntesis surgir de una incorporacin de la anttesis de tal modo que se produzca una superacin dentro del proceso general [] Un punto de vista americano solo puede suponer una evolucin desde el ngulo del mero estar, o sea, de la cultura de la sierra, o sea, de lo indgena. Y eso no es solo porque as lo advertimos en todos los rdenes, sino porque el mero estar tiene una mayor consistencia vital que el ser en Amrica. Adems, en el plano estricto de la cultura, y no de la civilizacin, solo cabe hablar en Amrica de un probable predominio del estar sobre el ser, porque el estar, como visin del mundo, se da tambin en la misma Europa, como se ver ms adelante. Por todo ello, no cabe hablar de una elevacin sino ms bien en tanto se trata de un planteo nuevo para el occidental de una distensin o, mejor, fagocitacin del ser por el estar, ante todo como un ser alguien, fagocitado por un estar aqu.

[] Hemos abarcado el problema de Amrica, ex profeso, en la oposicin de ser y estar, para hacerlo en trminos ontolgicos y poder extender de tal modo la cuestin incluso a Europa. No cabe duda de que cuando un Toynbee, un Jaspers, un Spengler, se hacen la pregunta por su historia y su cultura, se angustian ante la disolucin del ser o de la consistencia de esa historia o cultura, o sea, de la dinmica de las mismas. Pero el hombre, cuando deja de ser dinmico, no cae en la nada sino que sobrevive. La especie humana no termin en Grecia. Pero qu pas con el hombre? Simplemente retorn al mero estar como su refugio elemental. La misma angustia que un Freyer o el mismo Jaspers sienten ante el problema de las masas es debida a la disolucin del individuo, o sea, del ser que es la explicitacin lgica de aqul en el mero estar de la muchedumbre o del uno annimo, como define con ingenuo desprecio Heidegger. Pero no ser el mero estar ese magma vital primario de donde todo sale de nuevo: naciones, personajes, cultura, etctera?QU ES FAGOCITACIN? (I)

Indudablemente, la fagocitacin as tomada, como hecho universal, se produce en un terreno visible, en aquella zona que Simmel coloca por debajo del umbral de la conciencia histrica, ah donde se disuelve la historia consciente, diramos la pequea historia, y donde reaparece la gran historia, en ese puro plano del instinto. La fagocitacin no es consciente sino que opera ms bien en la inconciencia social, al margen de lo que oficialmente se piensa de la cultura y de la civilizacin. Precisamente por ello hemos [de hacer] especial hincapi en el anlisis del manuscrito de Santa Cruz Pachacuti. Solo las pginas de un cronista que se mantiene por debajo de aquel umbral [como el descendiente inca aqu mencionado], podran servir para llevar a la conciencia el sentido profundo y la cualidad esencial de lo americano. Veamos cmo.Segn el yamqui, Viracocha surga de una tensin entre orden y caos, casi como una necesidad de imponer aqul a ste. Si no hubiera habido esa dualidad tensa, quiz no habra nacido Viracocha. Esa dualidad de opuestos originales engendra una desgracia original de estar en el mundo y, por lo tanto, el dios debe buscar el remedio. Por eso Viracocha se desdobla en los dos hroes gemelos y stos imponen el orden.

[] El episodio teognico segn el cual Viracocha sale de la inercia para crear el mundo no solo no consiste en un paso hacia la inmutable eternidad sino que tampoco plantea la necesidad de que el dios tenga estas cualidades. En otras palabras, diremos que el dios no apunta al ser como algo absoluto y eterno, sino que, simplemente lo roza y nicamente a los efectos de imponer el orden porque, luego, ya vuelve otra vez a su mero estar, o sea que desaparece, de tal modo que solo queda registrado en los himnos como un dios ausente. Viracocha no crea, entonces, un mundo de murallas ni tampoco da elementos para ello sino que simplemente remedia la desgracia original de estar en el mundo esbozando un orden que se equilibra con el caos de tal modo que los opuestos sobreviven en medio de una relativa armona [] En este punto nos reencontramos con la experiencia mesinica, segn la cual la presencia de la ira divina dicta la ley, o sea, el orden a fin de preservar la vida humana frente al caos, pero sin eliminarlo. Una ley moral es solo una conjuracin del caos, pero no la destruccin de ste. Por eso mismo es una solucin subjetiva. Una ciudad, en cambio, es una solucin exterior u objetiva. Asimismo, cabe destacar que la actitud cultural del quechua en ningun momento apunta a un orden total. Si as fuera, el indgena sera el perfecto ciudadano. Pero tambin en Occidente sera un absurdo apuntar a la ciudad total, como la piensa el ciudadano corriente, porque siempre queda un margen para algo que no es ciudad.De modo que el quechua restablece y mejora su condicin pero sin adulterarla. Eso es propio de una cultura que se mantiene en el mero estar. Vivir consiste, entonces, en mantener el equilibrio entre orden y caos, que son las causas de la transitoriedad de todas las cosas, y ese equilibrio est dado por una dbil pantalla mgica que se materializa en una simple y resignada sabidura o en esquemas de tipo mgico. Nuestra cultura occidental, en cambio, se diferencia en que suprime, de todos los opuestos, el lado malo, casi como si pretendiera que todo fuera orden. Esto, que se da en la moral, tambin se registra en el orden tcnico cuando se trata de la misma ciudad o de su gobierno o cuando nosotros, los argentinos, en tanto puros ciudadanos, concebimos con una urgencia y una gratuidad sin lmites a cada instante la forma de establecer siempre el orden. Pero en este sentido nos aventaja el indio. Por eso resulta interesante el dato que nos trae Kubler cuando nos dice que los indios consideraban a Cristo y al diablo como hermanos. Y eso es verdad porque si el indio suprimiera al diablo y lo sacara de su conciencia ese mundo adquirira demasiada tensin y perdera su arraigo o, lo que es lo mismo, perdera su control sobre el granizo y el trueno, que son precisamente los antagonistas del dios.

Entonces, desde el punto de vista del indgena, es natural que se d la fagocitacin, dado que ser alguien es transitorio y de ningn modo inmutable y eterno. Por eso el ser alguien y el estar aqu mantienen una relacin como de hijo a madre [] Y es que la fagocitacin es una ley primitiva que consiste en que sea natural que haya distensin y que la tensin, como la del ser, sea antinatural o circunstancial [] El ser, en cambio, es absoluto: tiene su propio mundo, el del mercader con su atado de gneros que invade agresivamente el mundo original del estar, como lo hizo Pizarro o lo hacen hoy los cohetes espaciales. El ser, para tener consistencia, crea cosas, como las ciudades con sus objetos y utensilios, hacindose masculino en su actitud de agredir todo aquellos que no responda a su fin. Pero como tiene que mantener una tensin ficticia se desempea en un mbito cerrado y obtuso que excluye la posibilidad de la distensin, como ocurre con la mentalidad del inmigrante ambicioso cuando monta una empresa fabril en las orillas del Plata como quien crea una cpsula en el vaco y la defiende de las alimaas. Por eso mismo el ser es fagocitable como lo es todo lo que tiende a una actitud absoluta y no tiene sus races en la vida. Y es que el ser no puede darse sin el estar porque en este ltimo se da la vida en mayor proporcin que aquel. Aquel surge del estar. El estar brinda al ser los elementos para su dinmica [] El ser necesita de la tensin y le urge la construccin de una ciudad para formar un mundo superpuesto al mundo original del trueno y del granizo. Por eso el ser es dbil: es una pura construccin.La prueba est en Occidente. El afn de lograr la eternidad uniforme y el mundo de lo absoluto y esencial sobre la base de un exceso de tensin, de la exclusin del diablo, de la creacin de la ciudad y de los objetos, ha llegado a su culminacin y ahora no puede retornar a su mero estar para ser absorbido a fin de renovar siquiera sus fuerzas. La guerra de 1939 fue una advertencia serie en este sentido. Fue una lucha en el plano de la ira del hombre, una lucha entre objetos de ciudad o, mejor una friccin entre varias tensiones, una especie de lucha por la ciudad total, que se disputaban Berln, por una parte, Londres y Nueva York, por la otra. Eso, que se llama el dominio del mercado pertenece al mito de la ciudad total que esgrimen los mercaderes. Por eso la lucha de 1939 fue una lucha de mercaderes. Lo peor no fue la destruccin en s sino la prdida de sentido de una vida simple, sin ciudad y sin mercancas. Europa carece del sentido de la vida para los parias o el uno annimo o las masas, y solo as conoce la tensin vital de las elites. Por eso no hubo ninguna solucin despus de la guerra. Por eso hoy en da estamos en la misma cosa, porque ahora se trata de la disputa por la ciudad total entre Mosc y Nueva York. Es la carrera hacia lo absoluto, porque es la carrera hacia la tensin consciente y eterna, pero que, dadas las circunstancias, apunta ahora hacia la absoluta inconsciencia, como lo atestigua la posibilidad de una guerra atmicaY es que Occidente no tiene un mero estar donde disolver su tensin. Faltan formas sociales y polticas que permitan esa disolucin y la reabsorban transformndola nuevamente en vida. Algunos intentaron entrever una conciencia del estar. Lo hizo Klages cuando habla de un retorno a la vida, Jaspers con su sentido de la historia, el mismo Marx a travs de su comunismo y Freud, que roza uno de los elementos ms importantes del mero estar. En verdad, fueron estos dos ltimos los que entrevieron un retorno al mero estar. Los elementos clave del estar, como vimos en el yamqui, son el sexo y la comunidad. Y el comunismo y el psicoanlisis son el sntoma de que la especie vuelve al sexo y a la comunidad para prevenir la decadencia de la gran aventura intelectual que haba emprendido Occidente. Ambos planteos vuelven a confesar una verdad primaria: la del retorno al fruto por intermedio del sexo, que se ha perdido en el siglo XX, y el retorno a la comunidad, que fue sacrificada en el mismo siglo por el individualismo.

Pero si bien se volvieron a esgrimir, por intermedio de las dos doctrinas, los planteos profundos del hombre, sin embargo se cuid esmeradamente que los mismos fueran malversados en el plano de la afanosidad burguesa de la pequea historia europea. As tenemos un psicoanlisis que solo sirve para adaptar a los rezagados al mundo de los mercaderes y un comunismo que en Rusia est al servicio de una clase media con intenciones profundamente burguesas. Freud y Marx y los discpulos de ambos contribuyeron a traicionar el plano profundo de esos planteos y malversaron as la posibilidad de un efectivo reajuste del hombre occidental al hombre total

QU ES FAGOCITACIN? (II)La verdad es que estas doctrinas son utilizadas para lograr la adaptacin a un estado de cosas creado por la misma burguesa. Si bien son planteos profundos que subyacen en el mundo europeo, sin embargo, son utilizados para mantener el aspecto dinmico de la cultura occidental y, ante todo, lo que es peor, los aspectos ms negativos y antivitales de sta, especialmente esa cultura del habitante de burgo con su hedonismo material y exterior. [Vase sino cmo es que] la neurosis arranca por sobre todo de la imposibilidad de vivir en el plano del ser, con su dinmica y sus planteos tericos. En ese sentido, supone una afirmacin de lo opuesto, o sea, del estar como contemplacin y estatismo, de tal modo que su aspecto como enfermedad solo surge en tanto la ciudad quiere imponerse. Su mal consiste en que no adopt oportunamente una forma expresiva que desahogue su mero estar [] Pero como esto no puede mantenerse hasta el fin, es natural que el mero estar se restablezca por otro conducto. Y ese otro conducto ya estara dado en las revueltas obreras, en el existencialismo o en la misma debilidad de la burguesa actual.

La verdad es que el mero estar ensea que el ser es una simple transicin pero no un estado durable. Y esto no es solo as porque lo sugieren las paginas escritas por el yamqui, sino porque tambin sucede en un plano ontolgico [] Pero es indudable que en Amrica no seremos nosotros los que llevemos a la conciencia el mero estar, sino que eso est librado a la historia misma por el hecho de que aqu se han topado dos experiencias antagnicas. Por eso no seremos nosotros sino la masa la que se encargue de llevar esta fagocitacin adelante. Qu pasara en el caso de que las masas se hagan cargo de las estructuras importadas por nuestra minora burguesa? Ese sera indudablemente el impacto evidente de la fagocitacin, el punto de evidencia del relajo de las formas del ser. Una experiencia como la del peronismo fue patente porque ste absorbi a la gente del interior pero no supo usar las estructuras occidentales que se daban aqu. En eso mismo radicaba lo positivo del movimiento: hizo entrever la senda por la cual esas estructuras deben tomar su verdadera forma.

[Por este motivo y otros ms,] diramos que Amrica est en los temas que son ms odiados: pueblo, masa, analfabetismo, indio, negro. En ellos yace la otra parte de nuestro continente, el de mero estar que puede redimirnos.

EL CICLO DEL PAN

El verdadero secreto de la fagocitacin est en nosotros mismos, en la trampa de nuestra intimidad y en tanto somos los annimos o, mejor, el pueblo de Amrica. Ser annimo o pueblo consiste en estar siempre por debajo del ciclo del mercader, en ese punto donde se retoma el antiguo ritmo biolgico y prehistrico. Es el ciclo del pan que traduce esa condicin profunda del mero estar aqu, que no solo se da en la campaa sino en el fondo de la ciudad donde tambin se vuelve a tender un puente con la especie. A l recurrimos inconscientemente cuando ponemos como de soslayo nuestra fe en el Martin Fierro, en Tpac Amaru, en el tango o en el indio, aunque oficialmente proclamemos nuestro orgullo ante el ltimo rascacielos construido en Lima; Buenos Aires o La Paz. Ese mero estar se ha metido de rondn en esta condicin de vivir en una ciudad inmensa, aqu, en Amrica, y se da en el anonimato, en el paria, en el rezagado, como si estos fueran residuos de la especie que se amparan detrs de las murallas con un miedo antiguo que nunca logran definir. Es el anonimato que impone el nmero de la ciudad y que nos hace andar tambin a nosotros, los de clase media, como parias por sus calles, sintiendo ese lento y montono correr de la sangre por las venas, dispuestos a sacrificarlo todo con tal de tener nuestro pan diario, nuestro amor y nuestra paz.

As encontramos en el pozo de la ciudad nuestro ciclo del pan, el amor y la paz, viviendo a hurtadillas y en cierta manera como hedientos, porque eso no es el ciclo puro del mercader [] Quiz nos lavemos apresuradamente el cuello de la camisa para simular nuestra pulcritud de pobres, unos pobres que quieren ser mercaderes y no saben serlo. Y as, en la plaza, sumergidos en el mero estar, vamos sospechando que toda esa ciudad brota de un simple amor de machos y hembras que se han juntado para hacer tanta casa y tanta calle pero que no vale la pena tanta mentira para confesar esa pequea verdad de nuestro pequeo y humilde ciclo del pan que no nos animamos a vivir. [Vemos entonces que en lugar de esto ltimo,] se elaboran la democracia, la bandera, el pas, la economa, las matemticas, la universidad, todo a manera de pirmides construidas por razones de clculo, como si se quisiera encubrir la miseria y el hasto con las formas exteriores de la teora y el prejuicio. Pero somos como el fogonero que se empea en alimentar una locomotora, sabiendo que est en una empresa que gast demasiado para el corto trecho recorrido. No se nos escapa la impresin de que toda esta pomposa ciudad no tiene importancia y de que hay una contradiccin entre el pequeo ciclo del pan y el cielo grande del mercader que devora distancias y dioses. Elegimos el ciclo del mercader [porque] no logramos entendernos si no es por intermedio de las mscaras que nos brindan los mismos mercaderes. Tendremos miedo de sentirnos seres vivientes y de fracasar cuando retomemos la vida plenamente?Por eso somos un poco los libertinos de la limpieza y creamos pomposamente la libertad, la sociedad, la cultura y la ciencia para borrar el miedo a ser hedientos. Y nuestro hedor est en creer solamente en nuestro mero estar aqu, que es el ciclo del pan, la paz y el amor, como lo piensan los parias, que es lo mismo que ese mero estar del hediento indgena. Nuestros padres de la patria quisieron hacer un mundo libre en el que se juegan, por ejemplo, las verdades inestables de la bolsa de comercio, pero henos aqu que descubrimos la vocacin por las verdades estables de los miserables. Quiz de ah se explique nuestro juego oficial, el esmero mestizo por la apariencia, las buenas maneras, la perfecta constitucin, el gran arte o las pomposas bibliografas, cuando en verdad nos estamos revolviendo en el banco de la plaza, cautivos en esa vivienda primitiva de estar aqu pidiendo el sueldo para tener pan o el prostbulo para resolver el amor o la polica para tener paz. Y esto es lo grave, es la enfermedad de ser pulcro y de tener una ciudad y de ser requeridos por el ciclo del mercader, cuando en verdad asoma por todos lados el hedor, ya sea porque descubrimos que usamos sucedneos o porque advertimos que an no somos ciudadanos perfectosPara remediar esto solo nos puede salvar la ira de un dios, aunque solo fuera para mostrar lo hedientos que somos. Dios no se fija en el hedor. Sin embargo, es difcil hacerse dignos de un dios, porque para ello es precisa una verdadera sabidura.

SABIDURA DE AMRICA

Detrs de [la objetividad] hay un culto al objeto, al mundo exterior, una especie de culto a las piedras. Esta obsesin ciudadana de la objetividad es indudablemente un prejuicio occidental y es propio de quien est en un patio de los objetos [] Pero en el Occidente, la objetividad cumple adems otra finalidad: permite la salida de s mismo y fijarse en el mundo exterior, casi como si uno se dedicara a pasear para no estar preocupado. El mundo exterior y su culto nos permite distraernos de nuestra intimidad. La ciencia, que es el culto al objeto porque cultiva a la naturaleza y a sus leyes, sirve al hombre moderno para escabullir su intimidad y hacerse duro y hasta mecnico. Ser que la objetividad ha servido para cancelar la importancia del sujeto? Algo de esto debe haber, porque el occidental necesita recurrir al Oriente o al psicoanlisis para hallar su subjetividad.

Y esto es as porque Occidente es el creador del objeto. Ni el oriental ni el indio quechua ni el papa tienen ese problema: ven la realidad como preobjetiva y ni siquiera ellos mismos son sujetos sino que son una pura y animal subjetividad. Eso no lo ve el occidental. Pero l est, sin embargo, en la pura subjetividad: los rascacielos, las calles, las ciudades, todos son materializaciones de cosas subjetivas, aun cuando sean pura piedra o acero. Pero si en el occidental la obsesin de la objetividad es heroica, en nosotros es simplemente gratuita. Con la objetividad tratamos de tapar lo que no queremos ver. La necesidad de construir una fbrica impide ver el potrero que hay debajo. En la misma forma tratamos de no ver lo esencial en las calles de Cuzco. La arqueologa y la etnologa convierten al indio en una cosa mesurable que situamos en el patio aquel de los objetos. No ocurre lo mismo cuando se habla de peronismo? Se lo rechaza objetivamente sin saber que esencialmente forma parte de nuestra subjetividad. Si no hiciramos as, tendramos vergenza. Por eso nos esmeramos en afirmar que vemos las cosas tal como son, solo para ocultar nuestra subjetividad, que es la nica manera como vemos todo. Pero, adems, la objetividad nos permite la comodidad de sentirnos turistas en cualquier lugar. Es el caso de Cuzco. El indio pasa ante nosotros y lo vemos como un objeto-indio, que nada tiene que ver con nosotros. Somos en este sentido turistas espirituales [] No es ms que una manera de no afectarnos, de estar cmodos como en casa o, mejor dicho, como en el patio de casa, rodeados de nuestros amables vecinos.Y, en tanto hacemos eso, no somos sujetos vivientes sino sujetos universales y tericos, ya que nada nos liga al objeto-indio sino un afn evidente de evitar un compromiso con la realidad y, secretamente, de convertir a ese pobre indio en un mercader. Sera el mercader el secreto de la objetividad? [] Mentimos. Hemos colgado nuestra responsabilidad de los objetos en vez de llevarla adentro. As lo hacemos en poltica y nos salvamos. Es ese qu me importa tan argentino: nos sirve para huir, pero dejando en alto la objetividad. Es porque nada tenemos que ver con nada. As iniciamos el culto a lo exterior a costa de lo interior. Es el culto del automvil del nuevo rico o de la copiosa bibliografa de nuestros pensadores universitarios, o del vago progresismo de nuestro buen industrial

Pero cmo hacer para revalidad el margen de la subjetividad que necesitamos para reencontrarnos y tratar de despojarnos de esta concreta y prctica objetividad en la que nos hallamos embarcados y que nos da este tinte endemoniado de un pueblo exclusivamente mercader? Dada la situacin [] se trata de hacer una operacin quirrgica para introducir la verdad en la mente de nuestros buenos ciudadanos. Manuscritos como la Biblia hicieron algo que nuestra literatura tcnica, y menos an la no tcnica, no ha hecho, y es el hecho de escribir desde el punto de vista de la vida y no de la razn. El problema del mero estar comprende la pura vida de un sujeto. Pero nosotros nada sabemos oficialmente de la vidaLa necesidad de concretar un dogma surge como consecuencia natural del hecho de haber sondeado las costas de Amrica. sta supone una forma especial de vida y, por lo tanto, ha de expresarse en un verbo. Toda forma de vida toma un signo tcito que la expresa, en torno del cual se consolida y gana su salud. Por eso mismo, el verbo que exprese a Amrica distar mucho de ser pulcro, porque tendr una desnudez vergonzante y hedienta. La toma de conciencia de nosotros mismos como sujetos ha de tener el mismo efecto que cuando un catlico, un judo o un protestante se ven imposibilitados de continuar las prcticas estereotipadas de sus respectivos cultos y retornan a su antigua fe, bebindola nuevamente en sus fuentes originales. Hacer esto en un siglo tan poco creyente como el nuestro implica una labor penosa que puede incluso avergonzar. Es vergonzoso creer efectivamente en Adn y Eva en medio de tanta tcnica y tanta ideologa prctica como las hay hoy en da. Por eso el creyente que retoma las fuentes de su religin terminara hoy siendo un hediento, aun cuando ello no fuera en s mismo reprobable. Y eso ocurre porque las viejas races vitales siempre hieden, porque nos afean esa pulcritud a la que nos hemos acostumbrado.

Y lo mismo habr de ocurrir si lo hacemos con lo americano. Si elaborramos una concepcin del mundo sobre la base de los elementos [del estar], tambin terminaramos avergonzados. Habramos conseguido la verdad sobre nuestra condicin verdadera de estar aqu en Amrica, pero nos sentiramos como despojados y harapientos porque eso estara en contradiccin con nuestro ideal como argentinos y occidentales, consistente en ser pulcros y aparentemente perfectos. Sin embargo, es preciso intentarlo; [es preciso intentar] una filosofa de la vida nacida en el quehacer diario del pueblo, como la que vive el indio que sorprendemos en las callejuelas de Cuzco o la del campesino de nuestra pampa o, ms aun, la del paria que habita al amparo de nuestra gran ciudad, olvidado de todos y con su miedo atroz de perder su sueldo o de que lo lleven preso injustamente. As lo hara el viejo yamqui y hara muy bien, porque solo as volveramos a tomar esa antigua savia de la que nos han querido separar.APUNTES

Jos Ingenieros

(1877-1925)

-Era hijo de inmigrantes y mdico de profesin. Fue alumno de Jos Mara Ramos Meja. Cuando no ejerca la medicina, orientada principalmente hacia la psicologa y la criminologa, desarrollaba estudios de carcter sociolgico y filosfico.

-En 1911, disconforme con la injerencia poltica en los concursos universitarios, renuncia a todos sus cargos y se exilia en Europa. En esta estada, escribe El hombre mediocre en 1913. Este escrito est inspirado en un contexto argentino muy particular, en el cual la elite oligrquica encarnada en la generacin del 80 atraviesa graves dificultades de legitimacin poltica. La emergencia de las clases medias y el surgimiento de las movilizaciones de masas se alzan como nuevos actores sociales que presionan hacia el establecimiento de una democracia ms amplia (la Ley Senz Pea ser un resultado de esto).

-En este clima poltico, Ingenieros percibe que el problema contemporneo que afronta la Argentina es el establecimiento de la mediocracia como sistema de organizacin social. Esta mediocracia admite dos formulaciones distintas pero similares: la oligarqua aristocrtica y la democracia cuantitativa. Ambas tienen de comn la eliminacin del mrito, ya sea por nivelacin (poder de la mayora ms all de sus capacidades o virtudes) o por privilegio clasista (riqueza acumulada, apellido prestigioso, etc.). Para Ingenieros, estas dos formas de organizacin social llevan a la decadencia cultural. Propone entonces como remedio el establecimiento de un rgimen meritocrtico, donde la diferencia y la seleccin operen como los principales valores de la organizacin social.

-Esta propuesta es fundamentada por el pensador a travs de su filosofa, la cual es bautizada por l como Idealismo experimental. Esta doctrina piensa a la sociedad como un organismo vivo cuya supervivencia depende de su adaptacin constante a una realidad cambiante. Para ello, el ser humano cuenta con una ventaja: capacidad de anticipacin. Sin embargo, no todos los seres humanos la tienen en igual grado. Existen diferencias fundamentales: estn los idealistas y los mediocres. Los primeros son aquellos que pueden extender su mirada al futuro y pensar un ideal, es decir, anticiparse a los futuros cambios de la realidad. Esta capacidad los convierte en individuos excepcionales capaces para innovar y renovar las sociedades. Los segundos, es decir los mediocres, carecen de esta habilidad por ser demasiado estrechos y sujetos a las creencias establecidas. Operan de modo gregario, es decir, sin poder diferenciarse de la masa.

-Ingenieros dice que ambas fuerzas son necesarias. Sin la mediocridad, los idealistas no tendran contra qu rebelarse; sin ideales, las sociedades pereceran frente a la cambiante realidad. En el equilibrio entre unos y otros, una comunidad progresa a travs de reformas paulatinas y mesuradas. Por esta razn, Ingenieros dice que el progreso necesita de la diferencia entre los hombres, motivo por el que la igualacin democrtica es antinatural, ya que la evolucin de lo vivo se produce all donde se seleccionan diferencias y variaciones individuales.

-A partir de estos conceptos, Ingenieros afirma que una comunidad afronta periodos de salud y enfermedad. En los periodos de salud, puede hablarse de la existencia de una autntica patria en la que sus integrantes marchan juntos por el establecimiento de una meta comn, de un ideal. En estos periodos, los idealistas son respetados. No obstante, existen periodos de rebajamiento en los que el podero de los mediocres es predominante y los idealistas son perseguidos o marginados. La consecuencia de esto es el desencadenamiento de una decadencia cultural en la que la patria es imposible, ya que todos se encuentran buscando su propio beneficio, manteniendo creencias que la realidad empieza a declarar como caducas. En este sentido, Ingenieros considera que la Argentina decadente se encuentra actualmente a la espera de nuevos ideales que permitan revitalizar su espritu patritico de cara a las nuevas condiciones sociales de la vida moderna.

Carlos Astrada

(1895-1970)

-Era filsofo de profesin. Desarrolla su pensamiento en una poca bastante convulsionada por los efectos de las guerras mundiales, los regmenes totalitarios (nazismo, fascismo, franquismo), las crisis econmicas (crisis del 29 y del modelo agroexportador argentino) y el surgimiento de la sociedad de masas (caracterizada por el individualismo y el consumismo). En este contexto, se vive una crisis generalizada de los valores occidentales de progreso y civilizacin: el avance mundial de la racionalidad haba despojado al hombre de su espiritualidad, llevando a las sociedades a dos guerras mundiales, al holocausto y a las bombas atmicas de Hiroshima y Nagasaki. Claramente, la razn y la ciencia se muestran entonces como las principales causas de un mundo humano en decadencia, donde la civilizacin manifestaba una barbarie sin precedentes en la historia de la humanidad.

-En este escenario, Carlos Astrada propone realizar una filosofa de la argentinidad con el objeto de acceder a la esencia de lo argentino. Esto lo realiza desde un enfoque crtico de las ideas de civilizacin y progreso, prestndole ms atencin a los afectos y sentimientos que a lo cientfico y racional. Esto es as porque, para l, el ideal civilizatorio de Alberdi, Sarmiento y la generacin del 80 nos haba llevado a una triste sumisin a los intereses de Europa, desvindonos de nuestra esencia argentina.

-En consonancia con esta idea, Carlos Astrada postula que la argentinidad es una forma particular de existencia, una forma especfica de sentir el mundo y de vivir en comunidad. Describe que surge en 1810 y que sus caractersticas fundamentales se encuentran plasmadas en un mito, ya que los mitos constituyen la memoria activa de los pueblos. Su fuerza radica en que stos penetran de lleno en la sabidura popular de forma afectiva y no racional, proporcionando a las comunidades humanas una forma de interpretar el mundo y de posicionarse en l a travs de determinados valores y metas en comn. De acuerdo a esto, Carlos Astrada sostiene que el mito de la argentinidad se encuentra en el mito gaucho, al cual le dedica en 1948 una obra titulada de esa misma forma.

-En El mito gaucho la tesis central de Astrada es la siguiente: el Martn Fierro de Jos Hernndez rene los principales valores y principios sobre los cuales los argentinos deben construir una comunidad justa y libre. Al mismo tiempo, sostiene que el gaucho resume el drama de la Argentina por dos motivos: 1) el gaucho, habitante de la pampa, personifica la lucha contra una naturaleza indomable que presenta condiciones adversas para el establecimiento de una comunidad (los vientos son devastadores, las distancias separan a las personas, la inmensidad de la naturaleza hace sentir pequeo e impotente al ser humano); y 2) el gaucho es un hombre humilde y trabajador que, vctima de la exclusin social y poltica que la civilizacin le impone, se ve empujado a vivir con los salvajes con quienes resulta posible tener una vida mejor. Esto ltimo se corresponde con La ida de Martn Fierro. En La vuelta, Fierro regresa para contribuir a la construccin de una patria justa y con valores.

-Este movimiento de exclusin e inclusin personifica, para Carlos Astrada, el ascenso que las masas populares experimentan en el siglo XX. De este modo, lo que describe el filsofo es la siguiente trayectoria: 1) el gaucho contribuye a asegurar la independencia de la nacin (Gemes es un claro ejemplo de esto); 2) luego de la independencia, el gaucho es excluido por un sistema dirigido por intereses extranjeros (La Ida); y 3) las grandes mayoras excluidas, as como sus valores de laboriosidad, humildad y justicia, son integradas a la vida comunitaria y poltica (La vuelta). Sin embargo, en este regreso no es el gaucho el que retorna. Esto es as porque la vida moderna haba provocado la desaparicin del gauchaje. No obstante, el gaucho resurge transformado en las masas populares del interior que acogieron sus valores.

-Para Carlos Astrada, estas masas son los migrantes internos del interior que hicieron la manifestacin del 17 de octubre de 1945 para pedir por la liberacin de Juan Domingo Pern. En otros escritos, afirma que los cabecitas negras son los hijos de Fierro, es decir, las capas sociales excluidas que ahora participan de la construccin de una comunidad justa y soberana. Luego de 1955, ao en el que el peronismo es derrocado, cambiar hacia el marxismo volvindose un gran crtico de la figura de Pern.

Separacin.

Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua fue un cronista peruano de ascendencia indgena que vivi en el Virreinato del Per en el siglo XVII. Escribi Relacin de las antigedades deste Reyno del Piru, obra en la que recopil varias tradiciones incaicas en un castellano rudimentario.

Es uno de los dioses ms importantes de la cultura inca.

Con esta expresin Kusch refiere al pensamiento indgena, el cual experimentaba la prosperidad no en el hecho de tener o acumular riquezas y objetos, sino ms bien en la humilde espera de la cosecha. Es decir, en una relacin con la naturaleza diferente a la del dominio y ms cercana al respeto de los tiempos naturales de las cosas.

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