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Amenazas transnacionales a la seguridad, tecnología e ingobernabilidad: el caso de Colombia Román D. Ortiz IV Congreso Español de Ciencia Política y de la Administración Granada, 30 de septiembre al 2 de octubre de 1999 Visto en perspectiva, durante el último cuarto de siglo, el conflicto armado en Colombia se ha agravado sustancialmente. Esto es bien visible tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Así, por ejemplo, entre 1975 y 1995, el número de homicidios anuales en el país pasó de 4.455 a 25.398. De ellos, el número de víctimas directamente vinculadas con el conflicto político que enfrenta a guerrillas, paramilitares y fuerzas de seguridad pasaron de 49 a 3.336.1[i][1] En términos de lo que podríamos llamar la “calidad” del conflicto, éste también ha empeorado notablemente. Para empezar, se ha incrementado el número de bandos enfrentados. De hecho, el conflicto ha dejado de ser el clásico enfrentamiento entre el ejército y la policía estatales por un lado y grupos insurgentes izquierdistas de distintas familias ideológicas por otro. Por el contrario, en su lugar han aparecido nuevos actores con agendas políticas y militares independientes. Este es el caso del surgimiento de los grupos paramilitares como agentes de violencia con estrategias independientes de aquellos sectores de la administración colombiana que inicialmente estimularon su aparición como una forma de combatir a las guerrillas. Paralelamente, el narcotráfico también se ha consolidado como un cuarto promotor de violencia, bien directamente a través de sus propios grupos armados, bien subcontratando a los grupos armados de uno u otro signo como ejecutores de sus operaciones. Por si fuera poco, dentro de los tres agentes de violencia no estatal señalados- insurgencia, paramilitarismo y narcotráfico- se ha producido una fragmentación interna o, a lo menos, una flexibilización de las líneas de control jerárquico. El caso más visible ha sido la fragmentación de los grandes carteles de la droga y su sustitución por organizaciones delictivas independientes de menor tamaño2[ii][2]. Pero esta división interna también ha llegado a las guerrillas en dos sentidos. Por un lado, se ha mantenido la existencia de organizaciones armadas independientes y a veces rivales. De hecho, los insurgentes colombianos se han agrupado en torno a dos grandes movimientos independientes- las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN)- pero además han continuado apareciendo grupos de menores3[iii][3]. Al mismo tiempo, dentro de las grandes organizaciones insurgentes se han producido fenómenos de descentralización y flexibilización de las líneas de mando. El ELN ha sido un grupo tradicionalmente sin una estructura de mando y control eficaz. Pero además, las FARC, tradicionalmente con una estructura más sólida, han visto cómo sus comandantes de Frente (la agrupación 1

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Amenazas transnacionales a la seguridad, tecnología e ingobernabilidad: el caso de Colombia

Román D. Ortiz IV Congreso Español de Ciencia Política y de la Administración Granada, 30 de septiembre al 2 de octubre de 1999

Visto en perspectiva, durante el último cuarto de siglo, el conflicto armado en Colombia se ha agravado sustancialmente. Esto es bien visible tanto en términos cuantitativos como cualitativos. Así, por ejemplo, entre 1975 y 1995, el número de homicidios anuales en el país pasó de 4.455 a 25.398. De ellos, el número de víctimas directamente vinculadas con el conflicto político que enfrenta a guerrillas, paramilitares y fuerzas de seguridad pasaron de 49 a 3.336.1[i][1] En términos de lo que podríamos llamar la “calidad” del conflicto, éste también ha empeorado notablemente. Para empezar, se ha incrementado el número de bandos enfrentados. De hecho, el conflicto ha dejado de ser el clásico enfrentamiento entre el ejército y la policía estatales por un lado y grupos insurgentes izquierdistas de distintas familias ideológicas por otro. Por el contrario, en su lugar han aparecido nuevos actores con agendas políticas y militares independientes. Este es el caso del surgimiento de los grupos paramilitares como agentes de violencia con estrategias independientes de aquellos sectores de la administración colombiana que inicialmente estimularon su aparición como una forma de combatir a las guerrillas. Paralelamente, el narcotráfico también se ha consolidado como un cuarto promotor de violencia, bien directamente a través de sus propios grupos armados, bien subcontratando a los grupos armados de uno u otro signo como ejecutores de sus operaciones.

Por si fuera poco, dentro de los tres agentes de violencia no estatal

señalados- insurgencia, paramilitarismo y narcotráfico- se ha producido una fragmentación interna o, a lo menos, una flexibilización de las líneas de control jerárquico. El caso más visible ha sido la fragmentación de los grandes carteles de la droga y su sustitución por organizaciones delictivas independientes de menor tamaño2[ii][2]. Pero esta división interna también ha llegado a las guerrillas en dos sentidos. Por un lado, se ha mantenido la existencia de organizaciones armadas independientes y a veces rivales. De hecho, los insurgentes colombianos se han agrupado en torno a dos grandes movimientos independientes- las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN)- pero además han continuado apareciendo grupos de menores3[iii][3]. Al mismo tiempo, dentro de las grandes organizaciones insurgentes se han producido fenómenos de descentralización y flexibilización de las líneas de mando. El ELN ha sido un grupo tradicionalmente sin una estructura de mando y control eficaz. Pero además, las FARC, tradicionalmente con una estructura más sólida, han visto cómo sus comandantes de Frente (la agrupación

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táctica básica de la organización) ganaban autonomía gracias a su capacidad para recaudar fondos de forma independiente- a través del narcotráfico, el impuesto revolucionario o el secuestro- y, como consecuencia de esto, al desarrollo de redes independientes de suministro de material bélico. Finalmente, por lo que respecta al paramilitarismo, este tipo de formaciones han demostrado ser un conglomerado de grupos de entidad y objetivos muy diversos, solamente unidos por su hostilidad a las guerrillas izquierdistas. De hecho, las siglas de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que mantienen como paraguas común, resultan solamente un aparato muy flexible de coordinación donde conviven organizaciones con un enorme grado de independencia4[iv][4].

Paralelamente con el incremento de los agentes de violencia

independientes, todos ellos han multiplicado su capacidad operativa de forma sustancial. O dicho de otra forma, no sólo hay más bandos activos en el conflicto sino que éstos son capaces de ejercer una violencia de mayores dimensiones, con efectos más demoledores para el orden público y la vida de los ciudadanos colombianos. Algunos ejemplos son bien significativos en este sentido. En 1973, las FARC alcanzaron, por primera vez, el nivel de crecimiento en militancia y el grado de sofisticación táctica para coordinar la actuación de hasta 50 combatientes en el desarrollo de una sola operación. Cinco años más tarde, en marzo de 1978, el mando insurgente fue capaz de realizar una única acción en la que llegó a concentrar hasta 150 guerrilleros. La operación tuvo un carácter excepcional; pero marcó un nuevo techo operativo de la organización. Para abril de 1996, en el asalto a la base del ejército en Las Delicias, departamento de Putumayo, el mando del Bloque Sur de las FARC llegó a coordinar el despliegue de 400 combatientes pertenecientes a cinco frentes y una compañía de fuerzas especiales. Este nuevo salto operativo respondió a una decisión tomada conscientemente por las FARC y el ELN para lanzar lo que denominaban la “Insurrección General”, una escalada militar diseñada para alcanzar el máximo impacto sobre la situación política del país.5[v][5] Similar desarrollo militar se puede encontrar en el caso de los grupos paramilitares. Así, las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Uraba (ACCU), lideradas por los hermanos Castaño, siguieron un rápido desarrollo desde su creación a principios de los años 80 hasta la actualidad, cuando se han convertido en un ejército privado de más de 2.000 hombres6[vi][6].

Las causas del agravamiento del conflicto colombiano se ha analizado

desde ópticas muy diversas. Así, por ejemplo, se ha valorado el papel de la fragilidad del estado. Igualmente, se ha dedicado una amplia atención al papel de los narcóticos en el recrudecimiento de la violencia7[vii][7]. Sin embargo, entre estas y otras muchas variables analizadas, se ha dedicado comparativamente poca atención a dos factores que resultan críticos para entender una amplia gama de procesos políticos, violentos o no, cuando el siglo XX está a punto de despedirse: la innovación tecnológica y la globalización. Detenerse en el análisis del impacto de estas tendencias en la guerra interna colombiana resulta particularmente relevante en la medida en que puede producir lecciones de directa aplicación en otros escenarios de conflicto. Máxime si se tiene en cuenta que la innovación tecnológica y la globalización son fenómenos que impactan de forma más o menos notoria en todo el planeta y en todos los ordenes de la vida social.

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En cualquier caso, antes de pasar al análisis convendría aclarar que

concepto de innovación tecnológica y de globalización se va a aplicar en este trabajo. A los efectos de este análisis, se pretende entender por innovación tecnológica la introducción de nuevos medios y capacidades técnicas para el desarrollo de los objetivos de los grupos armados ilegales que actúan en el conflicto colombiano. En este sentido, se pretende valorar cuales son las nuevas opciones tácticas y estratégicas que el desarrollo tecnológico pone a disposición de las organizaciones armadas. Un capitulo donde se pretende incluir tanto las innovaciones de carácter material (nuevas armas, medios de transporte, etc.) como los nuevos procedimientos operativos que se asocian con ellas (nuevas tácticas militares, estrategias propagandísticas, sistemas de financiamiento, etc.). Por lo que respecta a la idea de globalización, á efectos de este trabajo, esta podría ser entendida como la multiplicación de interacciones entre los grupos armados colombianos y su entorno internacional. En este caso, se pretendería valorar como esta multiplicación de contactos refuerzan o no los recursos y las capacidades de los agentes de la violencia no estatal en Colombia. A la vista de estos dos conceptos, es visible que innovación y globalización son dos tendencias que, en principio, deben tender a reforzarse. Es decir, la incorporación de nuevas tecnologías proporciona nuevos medios para la globalización y, al mismo tiempo, es esta misma internacionalización uno de los factores que multiplica las oportunidades para incorporar nuevos recursos tecnológicos. Para llevar adelante el análisis propuesto se recurrirá a dos vías distintas. En el caso de la innovación tecnológica se valorarán los medios técnicos incorporados por los agentes de la violencia no estatal. Por lo que se refiere al estudio de la globalización, se tratará de describir las redes internacionales en que se apoya los actores armados y cuales son los recursos que obtienen de ellas. Finalmente, se tratará de valorar los efectos de ambos fenómenos sobre el desarrollo del conflicto interno en Colombia.

1. La innovación tecnológica en los agentes de la violencia no-

gubernamental.

El estudio de la evolución tecnológica de las actividades de guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes se puede centrar en tres aspectos básicos de su capacidad para operar como actores violentos. Por un lado, la adquisición y el empleo de sistemas de armas. Por otro, la introducción de medios de apoyo para sus operaciones cada vez más sofisticados, particularmente en el campo de las comunicaciones y los medios de transporte. Finalmente, la producción de narcóticos como una de sus principales fuentes de financiamiento. Paulatinamente, los grupos armados colombianos han incorporado tecnología en estos tres campos. En su conjunto, este haz de innovaciones ha provocado un salto cualitativo en la capacidad operativa de estos actores y, por lo tanto, en sus posibilidades para afectar la seguridad interior de la república.

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1.1. Los sistemas de armas. Dentro del campo de los sistemas de armas, los cambios cualitativos de los grupos armados se han desarrollado en el ámbito del armamento ligero. La razón de que los cambios técnicos se hayan centrado en este tipo de armas se debe al simple hecho de que es con ellas con las que se libra el conflicto armado colombiano. En este sentido, la guerra interna en esta república latinoamericana se comporta como un típico enfrentamiento civil contemporáneo donde las armas no pesadas provocan más de 90 por 100 de las bajas. Bajo la denominación de ligeros se deben incluir aquellos medios de combate que pueden ser transportados por un individuo o a bordo de un vehículo ligero. Como características complementarias de estos equipos, se debe subrayar que no requieren un extenso mantenimiento o apoyo logístico, a diferencia de otro tipo de material bélico. Además, están concebidos para ser empleados desde tierra, aunque, evidentemente, pueden ser montadas sobre plataformas navales y aéreas para su transporte8[viii][8]. En cualquier caso, estos medios pueden ser clasificado en dos subtipos. Por un lado, las conocidas como “armas de objetivo de punto” (revólveres, pistolas, fusiles de asalto, etc.) por su capacidad para golpear los blancos de uno en uno. Por otro, las llamadas “armas de área” (morteros, lanzacohetes, misiles, etc.) por la posibilidad de afectar a más de un blanco al mismo tiempo. Esta diferenciación tiene un valor más allá de lo académico en la medida en que la introducción de armas de área en un conflicto, incluso aunque deban ser incluidas dentro de la categoría de ligeras, supone un salto cualitativo en la capacidad operativa de los actores. Y ello por dos cuestiones. En primer lugar, ya que estos sistemas tienen una capacidad destructiva cualitativamente superior a las armas de punto. Pero además, porque el desarrollo técnico de la industria militar ha permitido incorporar tecnología a las “armas de área” de forma muy superior a las de punto ampliando sustancialmente el rango de misiones que pueden cumplir y mejorando sustancialmente su eficacia. O dicho de otra forma, porque mientras el desarrollo técnico de los últimos años ha aportado pocas novedades en el campo de medios de combate como pistolas o fusiles de asalto, si que ha elevado sustancialmente las prestaciones de misiles ligeros anticarro y antiaéreos. En el campo de las armas de blanco de punto, es posible observar con claridad en Colombia un incremento de la cantidad y la calidad de los sistemas a disposición de delincuentes políticos y comunes. De hecho, entre 1975 y 1992, el número de armas de blanco de punto decomisadas por la Policía Nacional Colombiana pasó de 5.164 a 18.606 (un crecimiento del 360 por 100)9[ix][9]. Si se tiene en cuenta que, en el mismo periodo, las muertes violentas pasaron de 5.788 a 28.224 (un incremento del 487 por 100), no hay espacio para las ilusiones. El incremento de la confiscación de armas no se debió al aumento de celo de las autoridades colombianas sino al hecho incontestable de que había más armas en circulación. Pero además, se ha incrementado proporcionalmente la calidad y potencia de las armas disponibles. Así, en el quinquenio 1978 y 1992, el porcentaje de armas largas sobre el total aprendido era del 10,5 (de ellas solo un 0,72 de automáticas o semiautomáticas). Diez años más tarde, la proporción había

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subido al 15,9 (de las que un 2,2 eran automáticas). Además, la tendencia del mercado clandestino de armamentos es a facilitar la adquisición de grandes paquetes de armas individuales modernas.10[x][10] Las cosas se complican aún más si se atiende a la presencia de armas de área o apoyo entre los grupos irregulares colombianos. Desde hace algún tiempo, es cada vez más visible la presencia de este tipo de material entre los grupos armados irregulares colombianos. De hecho, el tipo de material de apoyo a disposición de las guerrillas alcanzaría un amplio abanico que incluiría ametralladores pesadas, cañones sin retroceso, morteros, lanzacohetes múltiples y misiles tierra-aire portátiles además ciertos medios de apoyo táctico como equipos de visión nocturna.11[xi][11] Parte de este tipo de material ya ha sido empleado en operaciones por las guerrillas, en particular las FARC. De hecho, este grupo utilizó el apoyo de morteros en buena parte de sus grandes operaciones desarrolladas desde 1996 hasta la actualidad.12[xii][12] En cualquier caso, las FARC no son el único grupo que dispone de este tipo de material. De hecho, en marzo de 1997, varios miembros del ELN fueron detenidos durante una operación policial destinada a abortar un intento de atentado contra el presidente Ernesto Samper en el que estaba previsto utilizar un misil anticarro.13[xiii][13] Igualmente, grupos de delincuentes comunes, vinculados habitualmente al negocio de los narcóticos, están en condiciones de usar este tipo de armamento en sus acciones. Para ello, en algunos casos, han recurrido al alquiler de los grupos guerrilleros equipados con este material. De hecho, en octubre de 1998, se descubrió un complot para asesinar al general Luis Enrique Montenegro, director del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). En dicho plan estaba prevista la utilización de lanzagranadas y otro tipo de armamento por un grupo de 22 guerrilleros. Sin embargo, la motivación del crimen parecía estar vinculada a la actividad de este alto oficial en la persecución del Cartel de Cali, motivo por el que había recibido repetidas amenazas. Es probable, pues, que se tratase de un atentado realizado por encargo de miembros de dicha organización mafiosa14[xiv][14]. En cualquier caso, los delincuentes comunes también están en condiciones de adquirir este tipo de armas accediendo directamente al mercado negro de armamentos. Así quedó demostrado en julio de 1997 con la detención de dos lituanos que estaban intentado vender misiles tierra-aire a lo que suponían eran representantes del cartel de Cali, pero que, en realidad, era agentes norteamericanos.15[xv][15] Los efectos de la ampliación del arsenal de las organizaciones armadas no-estatales sobre la capacidad del gobierno colombiano para garantizar la seguridad interior está bien ejemplificada por la amenaza que representan los misiles tierra-aire en manos de estos grupos. La presencia de este tipo de armas entre los grupos irregulares colombianos está demostrada. De hecho, el 8 de septiembre de 1998, el ejército colombiano aprehendió dos misiles tierra-aire a miembros del ELN en San Pedro de la Sierra16[xvi][16]. Hasta el momento, ni guerrilleros ni paramilitares han utilizado este tipo de sistemas. Sin embargo, han demostrado disponer de una notable capacidad para dañar y derribar los aparatos del ejército y la policía colombiana con armas mucho menos sofisticadas.17[xvii][17] Una tarea que se ha visto facilitada por el desgaste y la antigüedad de la flota aérea de las fuerzas armadas colombianas. Esto resulta particularmente

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grave para la estrategia de Bogotá para combatir a los grupos armados de distinto signo en la medida en que utiliza de forma intensiva aviones y helicópteros tanto para el transporte de equipos y personas como para apoyar a sus fuerzas en combate18[xviii][18]. En estas circunstancias, el empleo de misiles tierra-aire de forma sistemática por uno o varios de grupos armados no-estatales colombianos podría tener unos efectos demoledores sobre la capacidad del gobierno no ya para controlar amplias zonas del país sino en su mera capacidad para mantener una presencia significativa en términos de seguridad en dichas regiones.

1.2. Los medios de apoyo: comunicaciones y transportes. Dentro de los medios de apoyo utilizados por los grupos armados

colombianos, el impacto de la incorporación de tecnologías de comunicación debe ser subdividido en dos aspectos que, si bien se apoyan en la misma infraestructura física, también es cierto que provocan un haz de consecuencias distinto. Así, hay que ver como la tecnología de comunicaciones tiene efectos en las capacidades operativas de los grupos clandestinos y también como ofrecen posibilidades de acción política en la medida en que favorecen los contactos con la opinión pública y la promoción de los planteamientos ideológicos de los grupos.

Desde un punto de vista táctico, todos los grupos violentos

colombianos han incorporado a su panoplia de medios, equipos de comunicación más o menos sofisticados. Este proceso se ha debido varios factores. Primero, porque se trata de materiales de los que se pueden encontrar versiones civiles fácilmente accesibles, pero con evidente utilidad militar. Segundo, porque al tratarse de equipos de uso civil cada vez más extendido es muy dificultoso establecer cualquier tipo de control sobre su utilización. Y tercero, debido a que las ventajas operativas que aportan tales medios son enormes, pudiendo ser entendidos como auténticos multiplicadores de fuerza. Las ventajas que aportan los sistemas de comunicaciones civiles para el desarrollo de operaciones clandestinas por parte de los grupos delictivos colombianos está bien descrito por la adquisición de una red de comunicaciones privada por parte de Miguel Rodríguez Orejuela, número dos del cartel de Cali en 1986, bajo la presidencia de Belisario Betancour19[xix][19]. La compra, que se realizó a través de la firma de un contrato entre el narcotraficante y la entonces ministra de comunicaciones Noemí Sanin, habría proporcionado al cartel una importante herramienta para gestionar sus negocios y garantizar la seguridad de sus operaciones.

La gama de medios de comunicación utilizada por delincuentes

políticos y comunes es amplia. Incluye desde teléfonos celulares hasta conexiones a través de internet, pasando por comunicaciones tácticas más propiamente militares dotadas de sistemas de salto de frecuencias, etc. En el caso de los teléfonos móviles, la utilización de tecnología digital y la contratación de líneas que no exigen la identificación de sus usuarios crean importantes dificultades a las fuerzas de seguridad para identificar y seguir a los potenciales usuarios de estos medios. En el caso de Internet, las

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posibilidades de encriptación brindadas por la informática blindan las comunicaciones de las organizaciones clandestinas. Desde luego, en el escenario colombiano se han dado ejemplos de empleo de este tipo de tecnologías a niveles de sofisticación muy distintos. Probablemente, los usuarios de equipos de comunicaciones tácticos más sofisticados han sido las FARC. De hecho, la coordinación de operaciones de la envergadura de las emprendidas por las FARC- a nivel de batallón- solo han sido posibles gracias a la adquisición de sistemas de comunicación sofisticados y propiamente de uso militar. Pero además, las redes empleadas por los guerrilleros colombianos no solo han servido para el desarrollo de operaciones puntuales sino que además, toda la actividad diaria de la organización- cobro del impuesto revolucionario, compras de armamento, etc.- descansa en la existencia de una red de comunicaciones fiable20[xx][20].

En cualquier caso, los grupos armados de carácter político no son los

únicos que recurren a sofisticados sistemas de comunicación. Así, en septiembre de 1997, la policía colombiana confirmó el descubrimiento en la ciudad de Cali de un centro de comunicaciones clandestino perteneciente al Cartel del Valle del Norte, el grupo de narcotraficantes más importante del país tras la desarticulación de la mafia de Cali21[xxi][21]. Dicho centro era capaz de clonar los teléfonos celulares legales de otras personas de tal forma que sus números eran utilizados por los integrantes del grupo para comunicarse sin ser detectados. El sistema, además de permitir operar a los delincuentes de forma encubierta, ocasionó unas perdidas de 20 millones de dólares a las empresas de telefonía de la región.

Por lo que se refiere a la proyección política que proporciona la

tecnología de comunicación, la principal novedad está apuntada en los canales de influencia sobre la opinión pública que ofrece internet. Desde luego, esta posibilidad es relevante para aquellos grupos- insurgentes o vigilantes- que practican una acción armada de tipo político y necesitan promocionar los planteamientos ideológicos que justifican dicha violencia. En este sentido, hay que señalar que los principales grupos armados colombianos han establecido sus páginas web como mejor forma de hacer llegar sus mensajes a la opinión pública22[xxii][22]. Para grupos como estos que viven en la clandestinidad, el mantenimiento de páginas en la red es un excelente posibilidad en la medida en que proporciona la máxima difusión de los mensajes que se quieren extender con un riesgo prácticamente nulo de que sus promotores sean localizados por fuerzas hostiles. De este modo, a través de internet, los mensajes de estos grupos alcanzan a un mayor número de personas de distinta condición social y localización geográfica. Un resultado imposible de lograr ni siquiera lejanamente con los procedimientos de propaganda habituales en estos grupos (publicaciones, octavillas, manifestaciones, etc.) que tienen una menor difusión y solamente es recibido por un público particularmente concienciado. Esta estrategia de difusión electrónica habitualmente se combina con otros medios de propaganda e influencia más convencionales en campañas que pueden tener un efecto político relevante. Este es el caso de las FARC que, como parte de sus actividades para mejorar su imagen internacional y ganar influencia política, han desplegado una estrategia de comunicación donde la presencia en la web se combina con otros medios

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más convencionales23[xxiii][23]. Este es el caso de la formación de comités de apoyo a la organización en terceros países que difunden los puntos de vista de la guerrilla a sectores particularmente importantes (parlamentarios, prensa, etc.) utilizando boletines, revistas, entrevistas, etc.

Por lo que se refiere a los medios de transporte, los grupos armados

colombianos se han distinguido no tanto por incorporar tecnologías punta como por integrar dentro de su ciclo de actividades medios muy difundidos en el ámbito civil. En cualquier caso, el empleo de este tipo de sistemas han tenido unos efectos decisivos a la hora de ampliar la capacidad operativa de los grupos armados. El mejor ejemplo de este tipo de fenómenos fue la introducción del transporte aéreo en el tráfico de cocaína. Aproximadamente hasta finales de los años 70, el transporte de este tipo de drogas se llevaba adelante a través de correos humanos que trasladaban cantidades relativamente pequeñas. En cualquier caso, parece que fue uno de los creadores del Cartel de Medellín, Carlos Lehder, quien decidió apostar por el uso de pequeños aviones recreativos para el transporte de los narcóticos. De hecho, en Colombia, el uso de estos aparatos como medios de transporte privados desde pequeñas pistas distribuidas a todo los largo del país estaba muy difundido ante la pobre infraestructura de comunicaciones terrestre. El transporte por avión de la cocaína tuvo como consecuencia inmediata una multiplicación de las cantidades de droga que llegaban al sur de los EE.UU. El suministro regular de grandes cantidades de droga al territorio estadounidense desembocó en una ampliación de las dimensiones del mercado de narcóticos en la medida en que el crecimiento de la demanda era animado por la disponibilidad de cocaína. Es decir, la introducción del transporte aéreo de los narcóticos multiplico los beneficios de los carteles por dos vías. Por un lado, amplio el volumen de droga que alcanzaba el mercado y era vendida. Pero además, la llegada de grandes cantidades de narcóticos a EE.UU. los hizo más accesibles y, por tanto, estimuló la ampliación del mercado. De este modo, el imperio ilegal del cartel de Medellín se construyó sobre el transporte aéreo de la droga. A medida que las autoridades colombianas y norteamericanas cerraron las rutas aéreas de contrabando a través del Caribe, se estimuló cambios en los procedimientos de transporte de los narcóticos. Desde luego, la apertura de nuevas rutas a través de México fue clave para garantizar el suministro al mercado norteamericano. Pero además se introdujeron nuevos aparatos y nuevos sistemas. Probablemente, el más espectacular fue el uso de aviones Boeing 707 para el traslado de la droga a México desde donde la droga cruzaba la frontera con EE.UU. Una innovación cuyo mérito corresponde al narcotraficante mexicano, Amado Carrillo, “el Señor de los Cielos”, líder del cartel de Ciudad Juárez. Otros sistemas también han incluido el lanzamiento de bultos con drogas desde aviones para su recogida por lanchas.

En parte, el transporte marítimo de narcóticos a gran escala fue la

consecuencia del incremento de la vigilancia sobre las rutas áreas que unían Colombia y EE.UU. a través del Caribe. Al mismo tiempo, el transporte por barco ha sido el modo de garantizar la llegada de grandes cantidades de droga desde Colombia hasta mercados como los de Europa Occidental y la antigua Unión Soviética. En el transporte de la droga por barco, las operaciones de la mafia de Cali alcanzaron un volumen y un grado de sofisticación particularmente relevantes. Así quedó demostrado con la

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detención de José Castrillón Henao en Panamá donde dirigía el centro de transporte marítimo del cartel que incluía una flota de yates y lanchas rápidas e instalaciones para asegurar su mantenimiento24[xxiv][24].

Pese a que lo habitual ha sido el uso de equipos de transporte

comunes por parte de los actores de la violencia no-estatal en Colombia, lo cierto es que se han comenzado a detectar la introducción de medios de sofisticación creciente. El caso más sonoro fue el intento de adquisición de un submarino de operaciones especiales de fabricación rusa para su utilización en el transporte de cocaína. La compra, que incluía el alquiler de una tripulación experta encargada de operarlo, iba a tener un coste de entre nueve y cinco millones de dólares25[xxv][25]. En otro orden de cosas algo menos espectacular, pero probablemente más práctico, se ha detectado la incorporación de sistemas de navegación y detección cada vez más sofisticados en los equipos utilizados en el contrabando de drogas. Además, la calidad de los buques ha mejorado hasta el punto de que la introducción de “lanchas de alta velocidad” en el Caribe ha abierto una crisis en la capacidad de los servicios de guardacostas norteamericanos para interceptar los envíos de narcóticos26[xxvi][26]. De hecho, este tipo de naves, de entre 10,6 y 12 metros alcanza una velocidad de hasta 60 nudos. La única forma de alcanzarlas a disposición de las fuerzas de seguridad norteamericanas es con el uso de helicópteros.

En el próximo futuro, es muy probable que los grupos insurgentes

colombianos tengan a su disposición nuevos recursos tecnológicos que puedan utilizar como multiplicadores de su potencial desestabilizador. Para empezar, su introducción en el terreno de internet que ya usan como medio de comunicación o de propaganda les coloca en una excelente posición para avanzar hacia formas de ciberterrorismo dirigidas a la dislocación y manipulación de las comunicaciones y los archivos tanto gubernamentales como privados. Paralelamente, la evolución de la tecnología apunta a que bien pronto estará a disposición de grupos privados recursos para la recogida de información que, hasta ahora, han sido privativos del estado como el reconocimiento vía satélite de alta resolución27[xxvii][27].

1.3. La producción de narcóticos. Los cambios tecnológicos en el campo de la producción de narcóticos

ha sido decisivo para la evolución del conflicto interno en Colombia en la medida en que los agentes de violencia no-estatal obtienen el grueso de su financiación del comercio ilegal de estas sustancias. De hecho, de los 530 millones recaudados por las FARC en 1997, cerca de 348 (en torno al 65 por 100) procedía del tráfico de narcóticos bien a través de la “protección” pagada por los traficantes independientes o de la creciente participación directa de la guerrilla en la producción de drogas28[xxviii][28]. Por su parte, el ELN y los paramilitares integrados en las AUC también dependen de los beneficios de los narcóticos aunque en menor medida ya que mantienen vías alternativas de financiación. Así, de los 380 millones de dólares que recaudó el ELN en el año citado, 112 (el 29 por 100 del total) fueron el resultado de rescates obtenidos a cambio de la liberación de

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rehenes. Por su parte, las AUC cuentan con la aportación de empresarios y terratenientes para completar sus ingresos por drogas. Por otro lado, el narcotráfico no solo es una fuente de recursos para aquellos que practican una violencia de tintes políticos sino que además, por si mismo, genera una parte sustancial de la violencia común que asola Colombia. Comparativamente el número de víctimas provocadas por el conflicto entre guerrilleros, paramilitares y fuerzas de seguridad es relativamente menor frente a las víctimas de la delincuencia común. La violencia de los narcotraficantes se ha desarrollado en base a dos racionalidades. Primero, ha habido campañas específicas de los traficantes para alcanzar ciertos objetivos frente a las autoridades. Este fue el caso de la ofensiva terrorista lanzada por el Cartel de Medellín entre 1989 y 1991, bajo la denominación de “Los Extraditables”, para forzar al gobierno de Bogotá a renunciar a la firma de un acuerdo de extradición con EE.UU.29[xxix][29] Por otra parte, la propia dinámica del negocio de los narcóticos ha forzado ajustes de cuentas y campañas de exterminio para proteger los beneficios o ganar nuevos mercados frente a competidores.30[xxx][30]

En este contexto, las innovaciones en el tráfico de narcóticos han

estado vinculadas a tres cuestiones básicas: la introducción de nuevos productos, los cambios en el proceso de síntesis y la creación de nuevas formas de camuflaje para facilitar su introducción en los mercados de Europa y EE.UU. Dentro del primer ámbito, se ha visto un sucesivo reemplazo de unas drogas por otras como producto líder de los cárteles colombianos. Así, la marihuana fue reemplazada por la coca a finales de los años 70 de forma que buena parte de las mafias abandonaron la primera por la segunda. Más reicentemente ha comenzado a entrar con fuerza el cultivo de opio para el procesamiento de heroína. La introducción de este producto ha sido estimulada por su mayor rentabilidad que proporciona mayores beneficios con cargamentos de menor tamaño31[xxxi][31]. Además, la menor visibilidad de la planta de la amapola durante buena parte de su ciclo vital en comparación con la de coca la hace un objetivo menos vulnerable a los esfuerzos de erradicación de las autoridades colombianas. Un último episodio en el proceso de aparición de nuevos productos esta teniendo lugar con el desarrollo de las drogas sintéticas. Este cambio a productos puramente sintéticos anuncia importantes ventajas para todos aquellos grupos que pretendan entrar en el negocio de los narcóticos bien para financiar actividades armadas de inspiración política o bien por puro afan de lucro. Las drogas sintéticas prometen liberar a sus traficantes de la dependencia de un cultivo vegetal y, por lo tanto, de la necesidad de controlar un cierto espacio o bien de llegar a un pacto con alguien que lo controla. Es decir, las drogas artificiales prometen independizar a los traficantes de los agentes de control territorial. En este terreno, aparentemente, las mafias colombianas parecen haberse quedado rezagadas frente a sus competidores mexicanos que se han convertido en los productores líderes de metanfetaminas (“speed”) barriendo a sus competidores colombianos de las ciudades norteamericanas y consiguiendo una posición dominante en la distribución de este producto. En cualquier caso, la facilidad de la producción de las drogas sintéticas y la experiencia química acumulada por las bandas de colombianos en la elaboración de los estupefacientes tradicionales hace muy probable que, en un plazo más o menos largo, recuperen terreno en este ámbito.

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Por lo que se refiere la proceso de síntesis de las drogas se han dado

algunos cambios que, sin alterar su forma de producción típica, han tenido un impacto sustancial sobre la estructura del negocio. Un buen ejemplo han sido los cambios en el sistema de secado de la pasta base de cocaína. Tradicionalmente, este proceso se llevaba a cabo en grandes piscinas en las que se desecaba la pasta. En los últimos años, se comenzó a utilizar como herramienta para el secado hornos microondas de uso doméstico. El resultado del cambio fue que los laboratorios se pudieron instalar en superficies mucho más pequeñas. Extensas instalaciones como el complejo de Tranquilandia desmantelado por las autoridades colombianas en marzo de 1984 perdieron buena parte de su sentido32[xxxii][32]. En consecuencia, los nuevos laboratorios pudieron ser manejados por un menor número de personas y resultaron más difíciles de localizar.

Finalmente, la sofisticación también ha llegado al terreno del

ocultamiento de los narcóticos. Desde luego, en este terreno ha habido una constante innovación con sistemas cada vez más ingeniosos. En cualquier caso, últimamente se ha avanzado en procedimientos químicos que dificultan su localización. Este ha sido el caso de la aparición de la llamada “cocaína negra”.33[xxxiii][33] Es decir, una mezcla de la droga con polvo de carbón y limadura de hierro que fue detectada por primera vez por la policía alemana a principios de 1998 y, en mayo de ese año, por las fuerzas de seguridad colombianas que confiscaron un cargamento de más de 100 kilos de este compuesto en el aeropuerto de El Dorado (Bogotá). La peculiaridad de la mezcla reside en que hace imposible la detección de los narcóticos por los perros especializados y los sistemas químicos habituales.

2. El factor de la globalización.

En paralelo con la sofisticación tecnológica de sus actividades, los grupos armados colombianos han construido extensas redes de contactos internacionales. Una parte de estas relaciones tenían antecedentes en el periodo de la Guerra Fría donde grupos de uno u otro signo se beneficiaron de las simpatías ideológicas del Este y del Oeste. En cualquier caso, estas viejas relaciones han sido completamente reconstruidas para adaptarse al entorno de la Posguerra Fría donde resulta más difícil encontrar estados aliados dispuestos a respaldar la lucha armada. Los lazos internacionales más importantes de estos grupos se pueden estructurar con criterios geográficos en tres categorías principales. Por un lado, los vínculos con los países limítrofes de América Latina. Por otro, los lazos con la antigua Unión Soviética. Finalmente, otra serie de relaciones internacionales que podrían tener como unos de sus centros principales, aunque desde luego no sea el único, Oriente Próximo. Dentro de América Latina, los grupos armados colombianos han desarrollado vínculos en los países limítrofes. Dentro de estos, uno de los más afectados ha sido Panamá. En primer lugar, el opaco sistema bancario del país del istmo ha sido aprovechado por las organizaciones clandestinas de distinto signo para blanquear sus fondos. De hecho, durante los años 80,

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el M-19 utilizó el Tower Bank de Panamá como centro para sus operaciones financieras34[xxxiv][34]. Del mismo modo, parte de los fondos recogidos de la extorsión y el narcotráfico por organizaciones políticas violentas colombianas pueden ser blanqueadas por bancos panameños. Lo mismo se puede decir de los carteles del narcotráfico. De hecho, hasta su descubrimiento en 1993 por la DEA y Servicio Postal de EE.UU., el procedimiento habitual para “blanquear” los fondos procedentes del tráfico de drogas era el envío de miles de giros postales procedentes de EE.UU. hacia entidades financieras con sede en Panamá35[xxxv][35]. Paralelamente, la república centroamericana también ocupa un lugar importante en el tráfico de armas con destino a Colombia. El istmo funcionó como uno de los principales puntos de tráfico de armas en América Central hasta el derribo de del General Manuel Antonio Noriega en 1989. Durante ese periodo, sirvió como centro logístico a las operaciones encubiertas desarrolladas por la inteligencia norteamericana para hostigar la régimen sandinista de Nicaragua y, al mismo tiempo, fue utilizado por numerosos movimientos insurgentes latinoamericanos como punto de apoyo. Algunos incidentes parecen apuntar a que sigue siendo un punto importante en el comercio ilegal de armas hacia Colombia. Este fue el caso de la interceptación de varios cargamentos de armas en Puerto Obadia, una localidad panameña cercana a la frontera con Colombia. Lo mismo se puede decir de las noticias de la existencia de una base de las FARC en territorio de Panamá, en las montañas de Darien responsable de facilitar el cruce de cargamentos de armas a través de la frontera.36[xxxvi][36] Panamá ha jugado un papel clave como punto de tránsito del resto de las relaciones mantenidas entre los grupos armados colombianos y el resto de Centroamérica. De hecho, por su territorio pueden haber circulado cargamentos de armas llegados de América Central como excedentes tras el final de los conflictos civiles que asolaron esta región durante los años 80. Así, parte de los misiles tierra-aire en manos de los grupos armados colombianos podrían proceder de los suministrados a los antiguos “contras” nicaragüenses por EE.UU. Junto con las armas, hay señales crecientes de que ha habido una transferencia de experiencias y probablemente asesoramiento de antiguos combatientes centroamericanos particularmente a las FARC. En realidad, la experiencia militar del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) puede haber servido de puente para que las FARC absorban tácticas y estrategias que el movimiento armado salvadoreño tomó prestadas de la experiencia guerrillera de Vietnam. En realidad, las similitudes entre las actuaciones de ambos movimientos son sorprendentes.37[xxxvii][37] También dentro de América Latina, los agentes de la violencia no-estatal en Colombia han establecido importantes vinculaciones hacia Venezuela. Los cárteles de la droga colombianos han buscado una ruta alternativa para dar salida a los narcóticos a través del delta del Orinoco38[xxxviii][38]. Paralelamente, los productores de droga en Colombia obtienen a través del país vecino grandes cantidades de precursores químicos necesarios para sintetizar los narcóticos. La importancia de Venezuela para el tráfico de estupefacientes se complementa con su relevancia como vía de suministro de armas a los grupos armados colombianos. De hecho, se calcula que hasta el 90 por 100 de las municiones consumidas por estas organizaciones

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son vendidas de forma ilegal por miembros del ejército venezolano. En este contexto, la voluntad expresada por el presidente Chávez de negociar con las guerrillas colombianas ha suscitado una enorme preocupación en el gobierno de Bogotá. Sin embargo, lo cierto es que, con independencia de la voluntad de Caracas, guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes colombianos cuentan con una base en Venezuela gracias a la imposibilidad de controlar la extensa frontera común. Las guerrillas también cuentan con apoyos en Brasil. El territorio amazónico de este país, concretamente la región Cabeza de Perro, es utilizado como base para transbordar armas y, sobre todo, alimentos a través del río Icama a los insurgentes colombianos.39[xxxix][39] También dentro del esquema de suministros de los grupos armados colombianos, Surinam parece haberse convertido en el escenario de intercambio de armas por cocaína gracias a las dificultades para controlar un territorio cubierto de jungla.40[xl][40] Dentro de los países de la región en los que los grupos armados colombianos han establecido vínculos también es imprescindible citar a Ecuador por donde, a mediados de los años 90, circulaba entre un 6 y un 10 por 100 de la cocaína que alcanzaba EE.UU. además de una parte importante de los precursores químicos de la droga que alcanzaban Colombia y cuya venta beneficiaba directamente a la economía local.41[xli][41] En último lugar, habría que señalar a Cuba que todavía mantiene lazos históricos con las guerrillas colombianas; pero que ha reducido radicalmente su respaldo a estos grupos con el fin de ganar cierta respetabilidad internacional. Por el contrario, la isla se ha convertido en un punto de apoyo crítico para los envíos de narcóticos que cruzan el Caribe en dirección a EE.UU. Por otra parte, otra dimensión clave de la internacionalización de los agentes armados no-estatales ha sido la vinculación con las mafias de la antigua Unión Soviética. En este sentido, las organizaciones criminales rusas han podido heredar algunos de los vínculos que, durante la Guerra Fría, establecieron los insurgentes colombianos por motivos de afinidades ideológicas. En cualquier caso, los nuevos vínculos entre narcotraficantes, guerrilleros y paramilitares colombianos, por un lado, y el crimen organizado ruso, por otro, tienen una naturaleza nueva. El inicio de los contactos puede situarse en 1992 cuando un representante del Cartel de Cali fue detectado en Moscú.42[xlii][42] A partir de ahí, el narcotráfico colombiano se ha dedicado a alimentar el mercado de narcóticos en plena expansión de Rusia. El grado de integración entre los grupos rusos y colombianos en el tráfico de narcóticos ha llegado a ser muy elevado hasta el punto de que se pueden hablar de operaciones conjuntas de grandes dimensiones en las que los cargamentos de estupefacientes se miden en toneladas43[xliii][43]. A cambio de las drogas, los rusos han proporcionado a las mafias colombianas materiales y servicios únicos. Para empezar equipo de alta tecnología donde, además del caso del submarino o el intento de venta de misiles tierra-aire, se puede sumar la transferencia de algunos helicópteros. Pero además, las mafias rusas se han convertido en los grandes responsables del “blanqueo” de los beneficios de las mafias colombianas procedentes del tráfico de drogas. La aplastante presencia de la mafia en el sector financiero de Rusia, donde podría ser propietaria de un tercio de las instituciones bancarias, convierte a la economía de este país en una enorme maquinaria de lavado de dinero sucio por donde pueden desaparecer con facilidad los millones de dólares ganados con el tráfico de

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drogas por las grupos delictivos colombianos. Para facilitar la llegada de los fondos a territorio ruso, numerosos bancos de esta nacionalidad han abierto oficinas en los paraísos fiscales del Caribe44[xliv][44]. Dentro del tercer y último apartado de los contactos internacionales de los agentes de violencia política o común colombianos se pueden introducir una serie de vínculos con grupos o estados con los que se han mantenido relaciones por intereses de tipo práctico, por afinidades ideológicas o por ambas cosas al tiempo. En ese capítulo, es imprescindible mencionar las relaciones de “negocios” que mantienen los carteles de la droga colombianos con las mafias mexicana e italiana. Pero además, es particularmente relevante los vínculos que han asociado desde hace tiempo a algunos grupos insurgentes colombianos, particularmente las FARC, con países árabes y movimientos armados pertenecientes a esta región. En este sentido, hay que señalar que a mediados de los noventa, se hizo pública la noticia de que esta organización guerrilleras había entrenado un grupo de pilotos en el país norteafricano. Posteriormente, otras señales han tendido a apuntar a que existen algunas relaciones que unen a Libia con grupos armados colombianos de carácter político o mafioso. Así, es conocido que el miembro del Cartel de Medellín, Gustavo de Jesús Gaviria, abatido por las fuerzas de seguridad de Bogotá, hizo llegar cocaína a Libia45[xlv][45]. Más recientemente, las autoridades brasileñas interceptaron una avioneta en ruta a Colombia que transportaba un cargamento de armas marcado con identificaciones del ejército libio46[xlvi][46]. Estas relaciones con Trípoli han estado también acompañadas por ciertos vínculos entre algunos grupos armados colombianos y equivalentes suyos de Oriente Próximo. Así, las FARC mantienen vínculos con el grupo islamista libanés, Hezbollah. Tal vez esta conexión con Líbano explique porque los guerrilleros colombianos han llegado a establecer también vínculos con el Ejército Rojo Japonés (ERJ), un grupo terrorista que durante años mantuvo sus bases en el citado país de Oriente Próximo. De hecho, un grupo de quince militantes del ERJ fue detectado en abril de 1997 en la región colombiana de Uraba proporcionando entrenamiento a combatientes de las FARC.47[xlvii][47] Conclusión: un nuevo perfil de la violencia no-estatal.

Los efectos combinados de la innovación tecnológica y la globalización sobre los agentes de la violencia no-estatal en Colombia son profundos y tienden a dar una nueva estructura a las organizaciones clandestinas de ese país y a redibujar el equilibrio de fuerzas entre el estado y los grupos que se le oponen. En el caso de la innovación tecnológica, se debe subrayar que la facilidad con la que los grupos armados han podido sofisticar sus actividades responde a la propia naturaleza del desarrollo técnico reciente. En la medida en que la calidad de la tecnología a disposición del público ha aumentado, comienza a borrarse la diferencia entre las prestaciones de los equipos usados por las fuerzas estatales y los de empleo civil. De hecho, los medios de transporte, la tecnología informática y la mayor parte de los sistemas de comunicaciones a los que han tenido acceso las organizaciones delictivas colombianas son de libre adquisición. Es decir, el desarrollo tecnológico civil ha ampliado la accesibilidad a los grupos armados

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colombianos a tecnologías con capacidades militares o vinculadas a lo militar cada vez más elevadas. En este sentido, resulta plenamente aplicable a este tipo de sistemas técnicos el concepto de tecnología de doble-uso o, lo que es lo mismo, de medios diseñados para actividades civiles; pero con una clara aplicación en el ámbito de la seguridad. No es previsible que esta tendencia vaya a invertirse en un futuro próximo con lo que parece probable que los agentes de la violencia no estatal en Colombia entren en una espiral de innovación acelerada.

Por lo que respecta a las redes internacionales en las que se ha

materializado el proceso de globalización, se caracterizan por dos aspectos clave. En primer lugar, son redes que cada vez dependen menos del apoyo de estados reconocidos internacionalmente. De hecho, si se repasa la lista de vinculaciones enumerada y se aparta a las viejas relaciones heredadas de los alineamientos ideológicos de la Guerra Fría (Cuba y Libia), la abrumadora mayoría de las conexiones internacionales de los grupos armados colombianos son otros agentes no estatales, habitualmente clandestinos como ellos. No solo eso, sino que además son actores no estatales los que proporcionan algunas de los principales recursos que obtienen los agentes armados colombianos en el exterior. Este es el caso de la asociación con las mafias mexicanas e italianas que facilitan negocios millonarios de una importancia clave para financiar las actividades ilegales de todo tipo en Colombia. Lo mismo se puede decir del material de alta tecnología y los canales de lavado de dinero que proporcionan las mafias rusas. El segundo factor clave en este tipo de redes es el solapamiento entre actividades puramente criminales y aquellas con un tinte político. Por ejemplo, las FARC colombianas se implican por motivos económicos en el tráfico de drogas al mismo tiempo que cooperan con el ERJ con quien pueden acercarse sobre la base de afinidades políticas. Por su parte, los paramilitares no encuentran ningún inconveniente en cerrar negocios de contenido puramente criminal con la mafia rusa (básicamente, narcotráfico) y utilizar los beneficios para financiar su guerra privada.

La introducción de tecnologías con prestaciones de alta calidad multiplica la capacidad operativa de las organizaciones delictivas colombianas en dos sentidos. Por un lado, se aumenta la capacidad para llevar a cabo las operaciones habituales en su repertorio de acciones. Así, por ejemplo, la introducción de armas de infantería- fusiles de asalto, por ejemplo- capacita a las guerrillas para desarrollar sus tácticas de emboscada y otro tipo de acciones tradicionales en este tipo de conflictos. Pero al mismo tiempo, la innovación técnica abre la puerta para abordar acciones completamente inéditas hasta el momento. Uno de los ejemplos más evidentes en este caso, es la posibilidad de hostigar el tráfico aéreo que se abre con la adquisición de misiles tierra-aire. De cualquier modo, el resultado en ambos casos es el mismo. Las ventajas cualitativas a las fuerzas de seguridad estatales se reducen frente a las nuevas capacidades de los grupos armados irregulares. La distancia entre el poder del estado y aquel de los agentes anti-estatales de reduce. Un buen ejemplo este proceso se puede ver en las consecuencias sobre el conflicto en Colombia del aumento en el número y la calidad de las armas ligeras a disposición de los agentes no-estatales. En la medida en que la mayor parte de los combates entre los grupos armados irregulares y el gobierno se reducen a choques de infantería es evidente que

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las fuerzas de seguridad colombianas han perdido toda ventaja cualitativa en su armamento individual. A este nivel, los efectivos gubernamentales y los delincuentes políticos o comunes disponen de recursos equiparables. Frente a esta situación, la respuesta habitual de las fuerzas estatales es elevar el umbral de la violencia de sus acciones con el fin de imponerse sobre los grupos armados no-estatales. Para ello pueden recurrir al incremento cuantitativo de sus medios o ala introducción de medios de combate más potentes. Pero, sea como sea, el resultado es el mismo: la sofisticación de las capacidades de los agentes de violencia no-estatal conduce a una escalada general del nivel de violencia. Por su parte, el proceso de internacionalización de los grupos irregulares colombianos conduce a multiplicar su autonomía. Esto es particularmente cierto en la medida en que están creando redes densas de apoyo internacional y por lo tanto que resulta difícil aislarles del exterior. La independencia de estos grupos es mayor si se tiene en cuenta dos factores. Por un lado, el hecho de que los puntos de apoyo internacional que construyen son, en su mayor parte, sobre la colaboración con otros actores no-estatales clandestinos. Esto hace que estas redes de apoyo escapen a las presiones diplomáticas, económicas o militares que tradicionalmente se había ejercido para constrarreestar el terrorismo patrocinado por estados. De algunas manera, es mucho más complejo presionar a organizaciones clandestinas para que abandonen la colaboración con un grupo de similares características que hacerlo sobre un estado formalmente constituido. Por otra parte, las redes internacionales en las que se apoyan los grupos armados colombianos son lo suficientemente poderosas en cuanto al manejo de recursos tecnológicos, económicos y militares como para que no necesiten complementar su apoyo con el prestado por un estado. O dicho a modo de ejemplo, ¿qué puede proporcionar Libia a las FARC que no puedan obtener a través de sus relaciones con la mafia rusa? Los procesos de innovación tecnológica y globalización tienden a reforzarse mutuamente. De hecho, la incorporación de nuevas tecnologías favorece la globalización en la medida en que ofrece medios para llevarla a cabo. No solo proporciona mejores equipos de comunicación y transporte. Además, el incremento de la experiencia en el uso de una determinada tecnología o del desarrollo de un cierto tipo de operación permite contar con algo que intercambiar con un potencial socio global. Ese intercambio de experiencias es lo que estimula la asociación entre grupos teóricamente tan distantes como el ERJ y las FARC. Por su parte, es obvio que la globalización facilita la adquisición de tecnología en la medida en que multiplica los puntos donde se puede adquirir y, habitualmente, favorece el incremento de los recursos económicos con lo que se aumenta la capacidad de compra. Combinados, la innovación tecnológica y la globalización, tiene otra consecuencia notable sobre el funcionamiento de los grupos armados no-estatales. En concreto, se trata de que empuja hacia la fragmentación de las organizaciones en pequeños núcleos independientes o semiautónomos. Esta tendencia es el resultado de varios factores combinados. Para empezar, en términos generales, la innovación técnica es un multiplicador que permite a grupos reducidos realizar tareas y obtener beneficios que antes debían ser confiadas a organizaciones más extensas. La evolución del

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negocio de los narcóticos ofrecen un ejemplo interesante de esta tendencia. Con la introducción de nuevos productos, se ha abierto la posibilidad de obtener mayores beneficios con el transporte de cantidades reducidas de sustancias más caras (heroína). Como consecuencia, grupos reducidos puedan obtener rendimientos económicos muy atractivos sin necesidad de grandes infraestructuras. Lo mismo se puede decir de las innovaciones que tienden a hacer los laboratorios instalaciones de menor tamaño y que, por tanto, demanda menos personal. También se puede pensar algo semejante del desarrollo de productos sintéticos que hacen irrelevante el control sobre fracciones de territorio. Una necesidad que obliga a mantener complejas estructuras militares. Por su parte, la globalización multiplica las ofertas de apoyo a disposición de los grupos irregulares y reduce las dependencias exteriores. De este modo, aquellos sectores de una organización partidarios de separase de la misma siempre podrán encontrar fuentes independientes de financiamiento o adquisición de tecnología. La posibilidad de encontrar alianzas exteriores donde apoyarse siempre será un estimulo para aquellos sectores que pretendan actuar de forma autónoma y constituir núcleos de actividad violenta independientes de las grandes organizaciones de la guerrilla, el paramilitarismo o el narcotráfico. En cualquier caso, esta tendencia a la subdivisión de las grandes organizaciones no debe ser interpretada como un proceso de atomización imparable que creará pequeñas organizaciones armadas independientes unas de otras. Lo cierto es que la tecnología favorece a aquellos grupos reducidos que pretenden seguir un curso independiente. Pero, al mismo tiempo, también proporciona novedosos mecanismos de coordinación y control sobre las organizaciones. Un buen ejemplo de esta situación es la forma que esta tomando el sistema de mando y control de las FARC. Lo cierto es que, en principio, se trata de una organización altamente descentralizada donde los comandantes de frente disponen de recursos económicos propios (a través de los secuestros, el narcotráfico, etc.) y redes de aprovisionamiento independientes. Sin embargo, y pese a que la geografía colombiana favorece el aislamiento y la ruptura de comunicaciones, la organización sigue unida y operando coordinadamente. Este resultado es la consecuencia de la existencia de un liderazgo político fuerte. Pero también de la disponibilidad de medios de comunicación seguros que permiten establecer un control político y estratégico eficaz sobre una organización que, de lo contrario, tendería a disgregarse. Dicho de otro modo, la tecnología favorece la acción individual dentro de los grupos armados; pero también proporciona medios de coordinación. Un fenómeno relativamente parecido se puede observar en el narcotráfico. Una serie de factores- a los cuales la tecnología no ha sido ajena- ha empujado a la ruptura de los grandes carteles sustituidos por una constelación de pequeños grupos independientes. Sin embargo, estos pueden coordinarse para la realización de operaciones de tráfico concretas en buena medida apoyados en nuevas tecnologías de comunicación. Como resumen de todo lo dicho, se puede decir que la innovación técnica y la globalización esta empujando a la aparición de un nuevo escenario en el enfrentamiento entre el gobierno y los grupos armados no-gubernamentales que se ha desarrollado en las últimas décadas en Colombia. Los agentes de

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la violencia no estatal parecen comenzar a configurarse con tres características básicas:

a) Actores de tamaño reducido, pero con crecientes capacidades operativas.

b) Con estructuras jerárquicas muy flexibles, pero capaces de

coordinarse para acciones de envergadura. c) Independientes del apoyo estatal y vinculados con redes

internacionales que les proporcionaran recursos técnicos, económicos y militares.

Frente a este perfil, las fuerzas estatales perderán buena parte de las ventajas que mantenían en términos tecnológicos. Además, se encontrarán con adversarios dotados de estructuras difusas frente a las que es más complejo diseñar estrategias para su desarticulación. Asimismo, no podrán confiar en acciones sobre otros estados para aislar de sus fuentes de recursos exteriores a los grupos violentos no-estatales. Como consecuencia, las posibilidades del estado colombiano para mantener el orden y la estabilidad interior, la primera condición para desarrollar una acción de gobierno, se reducirán notablemente. No hay razones para pensar que esta tendencia no se repita en escenarios distintos del colombiano donde los gobiernos se enfrentan a una combinación de violencia de motivación política y económica similar. 1[i][1] Citado en Thomas Fischer, “La constante guerra civil en Colombia”, en Peter Waldmann y Fernando Reinares (eds.), Sociedades en guerra civil, Ediciones Paidos, Barcelona, 1999 (en prensa). 2[ii][2] Este proceso de puede encontrar descrito de forma más detallada en Geopolítica Mundial de las Drogas 1995/1996. Informe anual, Obervatoire Geopolítique des Drogues, París, septiembre de 1997, pag. 201 y 202. 3[iii][3] En algunas ocasiones la aparición de nuevos grupos ha sido consecuencia más o menos directa de los procesos de desmovilización diseñados para reincorporar a la vida política legal a las organizaciones armadas de uno u otro signo. En algunos casos, los sectores más intransigentes de estos grupos han optado por continuar con la violencia con las mismas siglas u otras ante la firma de un acuerdo o la pura perspectiva del mismo. Este fue el caso de la aparición del Frente Jaime Bateman y otros grupúsculos similares cuando el Movimiento 19 de Abril (M-19) optó por desmovilizarse en 1991. En este mismo año, la desmovilización del grueso del Ejército Popular de Liberación (EPL) también dejó al margen a sectores opuestos al acuerdo, algunos de los cuales han entregado las armas mientras otros han seguido operando hasta la actualidad. Finalmente, en 1984, el inicio de conversaciones de paz entre el gobierno y el liderazgo de las FARC llevó a algunos centenares de sus militantes a formar una organización separada conocida como Frente Ricardo Franco (FRF). En otras ocasiones, grupos desmovilizados han optado por recoger las armas por distintos motivos. Este fue el caso la formación de grupos de autodefensa por parte de los militantes

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desmovilizados del EPL en la zona de Uraba para hacer frente a las incursiones de las bandas paramilitares.Detalles de todos estos casos se pueden encontrar en “Colombia”, Jane´s World Insurgency and Terrorism, Vol. 2, Jane´s Information Group, Coulsdon, 1998. Igualmente como una vuelta a las armas se puede interpretar la formación del grupo Raíces para Colombia por parte de antiguos militantes del M-19 que fue desmantelado casi en su totalidad por las fuerzas de seguridad en octubre de 1996. En cualquier caso, en otras ocasiones, la creación de un nuevo grupo armado nada tiene que ver con los procesos de desarme y se produce en virtud de diferencias sobre cuestiones políticas o financieras. Este fue el caso de la creación del Ejército Revolucionario Popular (ERP), una escisión del ELN aparecida en 1996 como consecuencia de discrepancias sobre el financiamiento del grupo. Referencias a Raíces para Colombia y el ERP se encuentran en “Splinter groups in Colombia”, Pointer, Jane´s Intelligence Review, vol. 4, núm. 1, Jane´s Information Group, Coulsdon, enero de 1997, pag. 14. 4[iv][4] Algunos detalles sobre los intentos de coordinación del paramilitarismo en Self-defences groups are uniting in Colombia", en Pointer, Jane's Intelligence Review, vol. 9, núm. 7, julio de 1997 5[v][5] Los sucesivos saltos en la capacidad operativa de las FARC se pueden seguir en “Colombia”, Jane´s World Insurgency and Terrorism, Vol. 2, Jane´s Information Group, Coulsdon, 1998. Los detalles sobre la operación contra la base de Las Delcias se pueden encontrar en David Spencer, “A lesson for Colombia”, Jane´s Intelligence Review, Jane´s Information Group, Coulsdon, vol. 9, núm. 10, octubre de 1997, pag. 474 y ss. 6[vi][6] Detalles sobre la historia personal de los hermanos Castaño y el desarrollo de las ACCU se puede encontrar en Joshua Hammer, “Army of an angry son”, Newsweek, 2 de junio de 1997. 7[vii][7] El papel del Estado en el desarrollo de un movimiento insurgente ha sido ampliamente tratado. En sentido, resulta imprescindible citar el trabajo clásico de Timothy Wickham-Crowley, Guerrillas and Revolution in Latin America, Princeton University Press, Princeton, 1992, especialmente en las pag… Un tratamiento resumido pero interesante de la relación entre debilidad del estado y conflicto interno se puede encontrar en Lawrence Boudon, “Guerrillas and the State: the role of the State in the Colombian Peace Process” Journal of Latin American Studies, nº.28, 1996, pag. 279 y ss. Por lo que se refiere al papel del surgimiento del narcotráfico como factor del agravamiento del conflicto armado a finales de los años 70 y principios de los 80 es analizado breve pero correctamente en Scott B. MacDonald, Mountain high, white avalanche. Cocaine and power in the Andean States and Panama, The Center for Strategic and International Studies-Preager, New York, 1989, particularmente pag. 21 y ss. 8[viii][8] Esta definición de armamento ligero y su posterior clasificación en subtipos se puede encontrar en Swadesh Rana, Small Arms and Intra-State Conflicts, Unitad Institute for Disarmament Research, Research Paper nº 34, Ginebra, 1995, pag. 2. 9[ix][9] Un extenso trabajo sobre la problemática de las armas ligeras en Colombia se puede encontrar en Andrés Soto, Paulina Zuleta y Paula Peña, Las armas de fuego ligeras en Colombia: alcances, diversidad y control, Documentos Ocasionales nº 33, Centro de Estudios Internacionales, Universidad de los Andes, enero-marzo de 1994, específicamente los datos estadísticos citados en pag. 41. 10[x][10] Como ejemplo se puede citar la entrada de cargamentos masivos de armas rusas, que incluían fusiles de asalto y lanzacohetes, en una zona controlada por los paramilitares a través del puerto colombiano de Turba en el verano de 1997 según señala Douglas Farah, “Russian Gangs amplify drug threat”, The Seattle Times, 28 de septiembre de 1997. Igualmente, se puede señalar el descubrimiento de planes de las FARC para adquirir un impresionante cargamento de 30.000 fusiles de asalto AK-47 de diseño soviético, The Economist… 11[xi][11] David Spencer, “A lesson for Colombia”,… pag. 477.

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12[xii][12] Además del ya señalado caso del asalto a la base del ejército en Las Delicias, otras operaciones donde se hizo uso de este tipo de material están detalladamente descritas en David Spencer, “Bogotá continues to bleed as FARC find their military feet”, Jane´s Intelligence Review, Jane´s Information Group, Coulsdon, vol. 10, núm. 11, noviembre 1998, pag. 35 y ss. 13[xiii][13] “Colombia”, Jane´s World Insurgency and Terrorism, núm. 6, Jane´s Information Group, Coulsdon, 1999. 14[xiv][14] Steven G. Salisbury, “Colombian election violence continues”, Jane´s Intelligence Review-Pointer, Jane´s Information Group, Coulsdon, vol. 5, núm. 1, enero 1998, pag. 16 15[xv][15] Douglas Farah, “Russian mob, drug cartels joining forces”, Washington Post, Washington, 29 de septiembre de 1997. 16[xvi][16] La captura de estos sistemas de armas esta recogida en "Colombia", Jane´s World Insurgency and Terrorism, núm. 4, ... Al menos un caso de adquisición de misiles tierra-aire a las FARC está recogida detalladamente en "Los misiles de las FARC", Semana, Bogotá, Edición 905, 6 de septiembre de 1999 17[xvii][17] Algunos de los incidentes más relevantes en este sentido son el derribo de un cazabombardero Mirage de la Fuerza Aérea colombiana en abril de 1996, de un helicóptero provocando la muerte de sus 26 ocupantes en julio del mismo año y el abatimiento de seis helicópteros de la policía en octubre de 1997 durante una operación antinarcóticos. Todos estos datos y algunos incidentes más están detallados en “Colombia”, Jane´s World Insurgency and Terrorism, núm 4,… 18[xviii][18] De hecho, el gobierno colombiano ha insistido permanentemente ante Washington en la necesidad de recibir helicópteros más modernos y potentes. Para más detalles sobre estas demandas de Bogotá a Washington en Philip Finnegan, “Bogota seeks U.S. Copters, Patrol Boats to fight drugs”, Defense News, Washington, 15 de marzo de 1999 19[xix][19] “Continúan las investigaciones en Colombia”, Actualidad Latinoamericana, Instituto Internacional del Desarrollo, año II, núm. 24, octubre 1995, pag. 3 20[xx][20] La confianza de la dirección de las FARC en una red de sistemas de comunicación para coordinar el funcionamiento de la organización está claramente demostrada en el contenido de las transmisiones interceptadas por las fuerzas de seguridad colombianas como se puede comprobar en Steve Salisbury, “Bandit broadcasts”, Jane´s Intelligence Review, Jane´s Information Group, Coulsdon, vol. 5, núm. 11, noviembre 1998, pag. 41 y ss. 21[xxi][21] “Policia colombiana descubre red de comunicaciones de narcos”, Reuters News Service, 5 de septiembre de 1997. 22[xxii][22] Como señala Reuters News Service, 28 de diciembre de 1998, recientemente las AUC anunciaron la creación de una página web (www. colombialibre.org) que se une a las que ya mantenían las FARC (www.burn.ucsd.edu/~farc-ep) y a otra menos activa del ELN. 23[xxiii][23] “Las FARC llevan la batuta de en la negociación”, Gazeta Mercantil-Latino Americana, Lauro Aires, 30 de agosto de 1999, pag. 15A. 24[xxiv][24] “Cartel de Cali montó en Panama centro de transporte marítimo”, Efe, 2 de mayo de 1996. 25[xxv][25] Owen Matthews, “Sex, drugs and a soviet submarine in Miami”, The St. Petersburg Times, San Petesburgo, 24-30 de marzo de 1997. 26[xxvi][26] Andrew Koch, “US Coast Guard goes gunning for ‘Go-Fasts’”, Jane´s Defence Weekly, vol. 32, núm. 12, 22 de septiembre de 1999, pag. 8 27[xxvii][27] De hecho, muy pronto estará disponible por circuitos comerciales imágenes de satélite con una resolución de un metro. Este tipo de material distribuido a través de redes informáticas pueden dar acceso a grupos irregulares como los colombianos a información en tiempo casi real. Los detalles sobre la disponibilidad de este tipo de imágenes de satélite en “Commercial satellite

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imagery”, Jane´s Defence Weekly, vol. 32, núm. 12, 22 de septiembre de 1999, pag. 8. 28[xxviii][28] Los datos sobre las finanzas de los grupos insurgentes en Johan J. Ingles- Le Nobel, “Colombian bases on the move”, Jane´s Intelligence Review-Pointer, Jane´s Information Group, Coulsdon, vol. 5, núm. 7, julio, 1998, pag. 15. 29[xxix][29] Una narración detallada de la campaña terrorista desarrollada por el Cartel de Medellín en Alain Labrousse, La droga, el dinero y las armas, Siglo XXI, Madrid, 1993, pag. 318 y ss. 30[xxx][30] Hay diversas narraciones de los enfrentamientos entre los carteles de Medellín y Cali. Los primeros enfrentamientos están descritos en Guy Gugiotta y Jeff Leen, Kings of Cocaine, Simon and Schuster, Nueva York, 1989, pag. 335 y ss. Una descripción breve, pero interesante de la estrategia del Cartel de Cali para derrotar a sus rivales de Medellín así como los posteriores enfrentamientos de este grupo con el Cartel del Valle del Norte en Geopolítica Mundial de las Drogas 1995/1996. Informe anual, Obervatoire Geopolítique des Drogues, París, septiembre de 1997, pag. 201 y 202 31[xxxi][31] Detalles adicionales sobre la producción de heroína colombiana se pueden encontrar en J. L. Chappell, “The Colombian Heroin Threat: demand and supply”, Low Intensity Conflict & Law Enforcement, vol. 5, núm. 3, Frank Cass, Londres, Invierno 1996, pag. 366 y ss. 32[xxxii][32] Detalles sobre el tamaño de “Tranquilandia” en Scott B. MacDonald, Mountain high, white avalanche…, pag. 30 33[xxxiii][33] Los datos sobre la “cocaína negra” en “A new class of trafficker”, The Economist, Londres, 11-17 de septiembre de 1999, pag. 64. 34[xxxiv][34] John Mitchell, “Tupac Amaru´s Panamanian Connection”, www.foreignwire.com, 4 de febrero de 1997. 35[xxxv][35] Más detalles sobre este entramado financiero en David Adelman, “El laberinto del dinero de las drogas”, Política Exterior, vol. VIII, núm. 41, octubre-noviembre de 1994, pag. 26 y 27 36[xxxvi][36] Johan J. Ingles- Le Nobel, “Colombian bases on the move”… pag. 15. 37[xxxvii][37] Las tácticas tomadas por el FMLN de la experiencia de Vietnam están extensamente descritas en José Angel Moroni Bracamonte y David E. Spencer, Strategy and tactics of the Salavadoran FMLN guerrillas. Last battle of the Cold War, Blueprint for future conflicts, Praeger, Westport, 1995, particularmente en pag. 73 y ss. La aplicación de ideas similares en las últimas ofensivas de las FARC se pueden encontrar en David Spencer, “A lesson for Colombia”,… pag. 475 y 476. También se cita la inspiración de las FARC en tácticas vietnamitas en ¿Dónde están? Un buen número de soldados y policías retenidos por las FARC estarían escondidos en túneles construidos en la selva sur del país., Semana, Edición 852, Bogotá, 31 de agosto de 1998. 38[xxxviii][38] “Drug delta”, The Economist, Londres. 13 de julio de 1996. 39[xxxix][39] Juan Arias, “La policia brasileña trata de intervenir las rutas de abastecimiento de las FARC que cruzan el Amazonas”, El País, Madrid, 21 de agosto de 1999. 40[xl][40] “Surinam-Drogas. Aumento del narcotráfico vinculado con la guerrilla colombiana”, Efe, 27 de agosto de 1999. 41[xli][41] Fabio Zambrano, “Narcotráfico y violencia en la región andina” en Felipe E. Mac Gregor (ed.), Violencia en la región andina, Asociación Peruana de Estudios e Investigación para la Paz, Lima, 1993, pag. 142. 42[xlii][42] Jaimie Dettmer, “Drug war on US streets is fought in Colombia”, Insight, vol. 13, núm 43, 24 de noviembre de 1997. 43[xliii][43] De hecho recientemente se arrestó a un capitán de la marina mercante colombiana con documentación relacionada a un embarque de 1,5 toneladas de cocaína interceptado por las autoridades rusas. Posteriormente, fue interceptado un cargamento de 5 toneladas de droga en dirección a Houston a bordo de un barco

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con una tripulación de 23 rusos. Estos detalles en Steve Ambrus, “The new drug kingpins”, Newsweek, 8 de marco de 1999, pag. 37 44[xliv][44] Una lista de algunos bancos rusos radicados en los paraísos fiscales del Caribe junto con más detalles sobre le “blanqueo” de dinero en esos micro estados se puede encontrar en Ivelaw Lloyd Griffith, Drugs and security in the Caribbean. Sovereignty under siege, Pennsylvania University Press, University Park, 1997, pag. 97 y ss. 45[xlv][45] “Expropian bienes a familia capo Cartel de Medellín muerto”, Efe, 21 de enero de 1998. 46[xlvi][46] “Brazil seizes guerrilla arms delivery”, Jane´s Defence Weekly, Jane´s Information Group, Coulsdon, vol 32, núm. 8, 22 de agosto de 1999, pag. 8 47[xlvii][47] “Japón”, Jane´s World Insurgency and Terrorism, Jane´s Information Group, Coulsdon, núm. 1, enero 1998.

Centro de Estudios y Análisis de Seguridad Universidad de Granada http://www.ugr.es/~ceas

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