Amargo Como El Amor (Seleccion RNR) (Spanish Edition) - Marcia Cotlan

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  • AMARGO COMO EL AMOR

    Marcia Cotlan

  • 1. edicin: julio, 2014 2014 Marcia Cotlan Imagen portada: Thinkstock Ediciones B, S. A., 2014Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (Espaa)www.edicionesb.com

    Depsito Legal: B 17881-2014

    ISBN DIGITAL: 978-84-9019-880-3

    Maquetacin ebook: Caurina.com

    Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurdico, quedarigurosamente prohibida, sin autorizacin escrita de los titulares del copyright, la reproduccin totalo parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y eltratamiento informtico, as como la distribucin de ejemplares mediante alquiler o prstamopblicos.

  • A mi padre

  • Contenido

    Portadilla Crditos Dedicatoria

    AGRADECIMIENTOS PRIMERA PARTE

    CAPTULO 1 CAPTULO 2 CAPTULO 3 CAPTULO 4 CAPTULO 5 CAPTULO 6 CAPTULO 7 CAPTULO 8 CAPTULO 9 CAPTULO 10 CAPTULO 11 CAPTULO 12 CAPTULO 13 CAPTULO 14 CAPTULO 15

    SEGUNDA PARTE CAPTULO 16 CAPTULO 17 CAPTULO 18 CAPTULO 19 CAPTULO 20 CAPTULO 21 CAPTULO 22 CAPTULO 23 CAPTULO 24 CAPTULO 25 CAPTULO 26

  • CAPTULO 27 CAPTULO 28 CAPTULO 29

    EPLOGO NOTA DE LA AUTORA

  • AGRADECIMIENTOS

    Hay personas que han sido muy importantes para que esta novela saliera adelante: mi marido, sinlugar a dudas, por ser un viento siempre a favor en mi vida; mi madre, cuya historia de amor con mipadre es una constante fuente de inspiracin para m; Ana Fernndez Martnez, cuyos consejosgenerosos han sido de gran ayuda; Mari Carmen Snchez Gran, por sus palabras de nimo cuandome qued en blanco y no saba si podra terminar de escribir esta historia. A todos ellos, gracias. Nosabis lo importante que vuestra ayuda ha sido para m.

  • PRIMERA PARTE

    El amor es as, como el fuego: suelen ver antes el humo los que estn fuera, que las llamas losque estn dentro.(Jacinto Benavente)

  • CAPTULO 1

    Maracaibo, 1740

    Cuando Catalina Ordaz pis por primera vez el puerto de Maracaibo, dos ideas obsesivas lerondaban la cabeza: jams sentira esas tierras inhspitas como su hogar y nunca se doblegara antesu primo Tobas, por mucho que la obligaran a casarse con l. Ella siempre pertenecera a Vizcaya ya Mateo Aspriz. Su corazn se haba quedado en la tierra que la haba visto nacer y con el hombreque la haba besado por primera vez. La que lleg a Maracaibo era tan solo una cscara vaca, uncuerpo hueco y sin alma que se vea obligado a tomar un rumbo que no deseaba, ya que poco tiempoatrs haba descubierto que la vida no siempre era como uno deseaba que fuera.

    Le impresion el enorme trasiego que haba en el puerto. Acababa de descender del buque que latraa desde Espaa, y a lo largo de la travesa haba tenido tiempo de sobra para imaginarse cmosera aquel apartado rincn del mundo y tambin su futuro marido. Pronto descubrira que en ambosaspectos se haba equivocado.

    Imagin Maracaibo como un desierto sin apenas casas o gente. En las largas cartas que su toGaspar le enviaba a su padre, se describa el lugar como un infierno en la tierra. El calor erasofocante, especialmente para la gente que, como ellos, estaba acostumbrada a las fras temperaturasdel norte de Espaa. Claro que no solo el calor era algo digno de tener en cuenta, tambin ladificultad para encontrar las comodidades mnimas que en Europa eran tan habituales. El to GasparOrdaz relataba las vicisitudes que haba tenido que superar para levantar la hacienda cacaotera,abastecer de agua sus tierras y construir un camino que entroncara con Maracaibo, pues suspropiedades estaban bastante alejadas, hacia el noroeste por el camino real de Ro Hacha. Con loque no haba contado Catalina era con los aos transcurridos desde esas cartas hasta la actualidad.Ella era apenas una nia cuando su padre las haba recibido y se las lea a su madre y a ella ante elfuego de la chimenea de la hermosa sala de su casa solariega, all en Vizcaya. Pensar en su casa hizoque se le encogiera el estmago. S, haban pasado muchos aos y aquel lugar no se pareca a lo quesu to haba descrito entonces.

    Maracaibo no era tal y como se lo imaginaba. No solo el buque estaba anclado en el puerto, sinoque varias goletas iban a zarpar rumbo a Espaa cargadas de mercancas, y el muelle estaba lleno degente y de mulas en cuyas grupas se amontonaban los objetos preciosos y los alimentos que partiranen breve rumbo al Viejo Continente. Le llam la atencin tambin el extrao olor que flotaba en elambiente, una mezcla de plantas aromticas y especias muy particular. A veces, la suave brisa letraa algn olor que crea reconocer, pero que no permaneca lo suficiente en su memoria como paraponerle nombre, pues era sustituido rpidamente por otro que le resultaba del todo desconocido. Olabien, muy bien, eso tena que reconocerlo, y ese pensamiento, viniendo de ella, era algo muypositivo, pues posea una nariz privilegiada.

    El calor era como una hmeda lengua de fuego que le dificultaba la respiracin y converta suhermoso vestido a la moda francesa en autntico plomo sobre su cuerpo cansado y sudoroso. Solopensaba en un bao, un buen bao de agua fresca.

    Tan pronto abandon la pasarela del buque y puso ambos pies en tierra firme, se dio la vuelta para

  • ayudar a su madre, cuyo delicado estado de salud se haba visto empeorado por el largusimo viaje,pero ya estaba siendo ayudada por el to Anselmo. Catalina frunci los labios con un gesto dedesprecio solo perceptible para Nana Victoria, que haba cuidado a la joven desde que era un beb yla conoca demasiado bien como para no darse cuenta de que la actitud hacia su to haba cambiadoradicalmente desde haca unas semanas. Desde pocos das antes de emprender aquel viaje, enrealidad.

    Ir a comprobar que se ocupan correctamente de los bales dijo don Anselmo a su hermana,la madre de Catalina. Esta se apoy en el brazo de su hija y respir con dificultad.

    Se encuentra mal, madre? Catalina pareca preocupada. La respuesta era obvia. Porsupuesto que se encontraba mal. Llevaba meses encontrndose mal y aquel viaje haba sidodemasiado para ella. La joven solo quera saber, en realidad, si se encontraba tan mal como siempreo si haba empeorado.

    Estoy bien, querida le respondi con voz entrecortada, tratando de sobreponerse para nopreocupar a su hija. Nana Victoria, que rondaba los ochenta aos, se dio cuenta enseguida de que laseora marquesa estaba a punto de desfallecer debido al cansancio, al calor y a la humedad delambiente, as que olvid su propio malestar y la tom del otro brazo para ayudar a Catalina allevarla. Pero llevarla a dnde? Tobas Ordaz debera estar ya all, esperndolas con un carruajepreparado. Su falta de delicadeza y previsin hicieron que Catalina lo odiara un poco ms de lo queya lo haca. Tampoco el to Anselmo apareca por ninguna parte. Como siempre, no estaba dondetena que estar cuando se le necesitaba.

    La seora marquesa, imagino escucharon decir a sus espaldas. La voz masculina tena untimbre grave y firme. Las tres mujeres giraron las cabezas a un tiempo y se encontraron con unhombre alto y bien parecido que las observaba con un rostro excesivamente serio como paraconsiderarlo amistoso.

    Querido muchacho, cmo has crecido! No te hubiera reconocido ni en un milln de aos. Laltima vez que te vi, an eras un niito flaco y malhumorado dijo la marquesa con una sonrisa en elrostro que no lograba disimular su malestar fsico.

    An se le ve malhumorado, pens Catalina, y justo en ese instante, como si l le hubieraadivinado los pensamientos, sus ojos se posaron sobre ella. Eran unos ojos ambarinos que hubieransido hermosos si desprendieran calidez en vez de aquella glida superioridad. Tena el pelo negro ybrillante de los Ordaz. Se pareca al to Gaspar o, al menos, al retrato que de l colgaba sobre lachimenea de la biblioteca de su casa de Vizcaya y posea una complexin demasiado fornida para serun caballero. Era tan alto que las tres mujeres tuvieron que elevar la mirada hasta que el sol las cegcasi por completo y l, con un solo gesto, se interpuso en la trayectoria para taparlo. Iba vestido conun elegante traje beige y una camisa blanca que resaltaba su piel bronceada. No s por qu est tanmoreno, seguro que no pasa demasiadas horas al sol, pens la joven. Al fin y al cabo, otros loharan por l. Sus esclavos. Record entonces a su adorado Mateo Aspriz. l no haba tenido lasuerte de nacer en una familia como la de los Ordaz y tuvo que trabajar duro desde muy nio. Cadacosa que posea, pequea o grande, la haba logrado con su esfuerzo.

    En cambio, yo la reconocera en cualquier parte, ta. Est como siempre dijo Tobas,galantemente. Catalina chasque la lengua con impaciencia sin darse cuenta y l la oy.

    Eres encantador, querido, pero me temo que el viaje no ha ayudado mucho a mejorar mis

  • dolencias, que ya eran bastantes le respondi la marquesa.El carruaje est aqu mismo indic un hermoso coche de caballos cuya madera mostraba los

    signos que sobre este material imponen el excesivo sol y tambin el salitre del mar. Djeme que laayude.

    Se acerc a la marquesa y mir con insistencia de halcn a Catalina.Permtame, prima le dijo, dirigindose por primera vez a ella. Catalina sinti un escalofro

    recorrindole la espalda. Aquel hombre era un tmpano de hielo y por alguna extraa razn, lamiraba con suspicacia, como si supiera todos sus secretos, aunque eso era imposible No podasaber lo de Mateo Aspriz y menos an poda saber lo otro. Pero la miraba como si lo supiera, comosi ella fuera indigna de todo cuanto tena y de todo cuanto iba a poseer tras el matrimonio.

    Catalina se apart de su madre permitiendo que Tobas tomara del brazo a la anciana y la llevarahasta el carruaje. A medio camino, el to Anselmo los intercept y extendi la mano hacia el joven.

    Anselmo Iturgiz se present, solcito, el hermano de su ta. No s si me recuerda.No creo que este sea el mejor momento para presentaciones, don Anselmo. Mi ta est agotada

    y ser mejor que se siente cuanto antes dijo Tobas, haciendo gala nuevamente de su frialdad.Por supuesto, tiene razn. Lo primero es que mi hermana se acomode el to Anselmo simul

    una preocupacin que estaba muy lejos de sentir. No era el amor fraternal o la preocupacin por elbienestar de nadie, excepto del suyo propio, lo que haba impulsado a Anselmo Iturgiz a emprenderaquel viaje hasta Maracaibo. En realidad, l persegua los favores del joven Ordaz, sobrino de suhermana y riqusimo. Anselmo se haba arruinado haca ms de un ao y a duras penas haba logradodisimularlo ante su hermana. Cambiar de continente le vena bien para empezar de cero sin que susacreedores le pisaran los talones y lo amenazaran de muerte. Aquella boda era su salvacin. Estuvo apunto de no llevarse a cabo por la terquedad de Catalina, pero l guardaba un as bajo la manga ylogr obligarla.

    Cuando los cuatro estuvieron acomodados en el carruaje y este parti rumbo a la hacienda,Catalina fij la vista en el paisaje para no tener que mirar a su primo y a su to, que se haban sentadofrente a ella. Miraba, sin verlo realmente, el pueblo. Sus pensamientos haban volado lejos, haciaEspaa, hacia Mateo. Haba tomado fuertemente la mano de su madre, sentada a su lado, que noperda detalle de las bodegas existentes cerca del puerto, donde se guardaba buena parte de lasmercancas que iban a salir hacia Europa o que llegaban desde los Andes y Cartagena de Indias.Tampoco le pasaron desapercibidas a la marquesa, all a lo lejos, las madereras que explotaban losmanglares y de cuyas instalaciones sala la madera con la que se construan las embarcaciones y losedificios del pueblo. Se dirigieron al oeste, por el camino real que llevaba a Ro Hacha. Pasaronfrente a una ermita y la vegetacin comenz a cambiar segn se iban alejando del lago, pues el puertode Maracaibo se encontraba ubicado en un gran lago que se abra al mar Caribe a travs de unaestrecha lengua de tierra. El suelo iba volvindose menos verde y ms desrtico, hasta que todo loque vean era una llana extensin terrosa salpicada, aqu y all, por algn que otro cactus. Esto fue loque sac a Catalina de su ensimismamiento: el color ocre del paisaje, tan distinto al verdor de sutierra natal. Se pregunt cmo poda salir adelante una hacienda cacaotera en medio de tal aridez. Notardara en averiguar que las haciendas dedicadas al cultivo del cacao se levantaban siempre cercade un ro, pues eso permita irrigar el terreno en pocas de sequa. Se construan canales que servan,al mismo tiempo, para regar la tierra cuando estaba demasiado seca y para drenar los terrenos en el

  • invierno, cuando la temporada de lluvias anegaba los cultivos, pues el exceso de humedad poda daral traste con la cosecha de cacao.

    El viaje era largo e incmodo. Deban soportar el incesante traqueteo del carruaje por el caminolleno de piedras. La joven fantase con la idea de no verse obligada a hablar, pero era imposible.

    Han tenido buen viaje? pregunt Tobas Ordaz.Magnfico! respondi el to Anselmo. El buque era mucho ms cmodo de lo que nos

    podamos imaginar, verdad, Catalina? el hombre trat de introducir a su sobrina en laconversacin y su mirada fue tan explcita, que a ella no se le ocurri ignorarlo.

    S, fue un viaje cmodo dijo, sin demasiado entusiasmo. Cmo llegar Nana Victoriahasta la hacienda? quiso saber ella, dando un giro radical a la conversacin.

    No creo que el modo de transporte de una simple criada sea una conversacin agradable parapasar el rato hasta llegar a nuestro destino coment Anselmo con impaciencia.

    Esa simple criada, como usted la llama, es la que nos ha hecho el viaje tan cmodo, querido to.Adems, Nana Victoria no es solo una criada. Es mucho ms que eso respondi ella, poniendomucho nfasis al llamarlo querido to. A Catalina no le hizo falta mirar a Tobas Ordaz para darsecuenta de que la observaba extraado.

    Viaja a lomos de una mula. Viene justo detrs de nosotros le inform l, con aquella vozglida que era capaz de enfriar un ambiente tan sofocante como aquel.

    Nana Victoria a lomos de una mula? se sorprendi la joven. Le lanz una mirada acusadoraa su futuro marido. Es que no existe cortesa y piedad con los ancianos en este lugar apartado deDios? la voz de ella se haba vuelto exigente y altanera, podra decirse que incluso despectiva.Tobas alz una ceja y la estudi durante unos segundos.

    Me temo que no haba otro modo de viajar. No tengo ms que un carruaje. Ahora bien, si sucortesa y su piedad le impiden dejar que la anciana viaje a lomos de una mula, prima, quizs quieracambiar su sitio por el de ella la marquesa ahog un grito de asombro y el to Anselmo abridesmesuradamente los ojos. Catalina se dio cuenta de que l la estaba retando porque crea que ellano iba a bajarse del carruaje. Se miraron durante unos segundos, midindose el uno al otro. La jovense pregunt por qu Tobas senta tanta animadversin por ella. Tal vez la madre de su primo, la taFelisa, haba cumplido su palabra de contarle los verdaderos sentimientos de la muchacha, tal ycomo haba amenazado. Siempre he tratado de describirte de forma agradable en mis cartas,querida, pero como comprenders, despus de haberte escuchado llamar salvaje y ordinario a mihijo, debo decrselo a l, para que sepa a qu atenerse contigo. Hasta ahora trat de que parecierasuna dulce palomilla, pero ciertamente no lo eres, le haba asegurado la ta Felisa tras presenciar unade las muchas discusiones de ella con su padre cuando se trataba el tema del matrimonio. O tal vezTobas amase a otra persona, como le ocurra a ella.

    Hgalo, pues. Detenga el carruaje le dijo la joven, alzando la barbilla de manera desafiante.Tobas no se lo pens ni un segundo. Tampoco trat de hacerla cambiar de parecer. Dio dos golpescon el puo en el techo y el carruaje se detuvo en el acto.

    No se te ocurra bajar, muchacha insolente! amenaz su to, pero ella hizo el ademn delevantarse de su asiento y entonces fue su madre quien la agarr del brazo con toda la fuerza que suestado de salud le permita y casi le implor.

    No hagas estupideces, hijita. Nana Victoria no permitira ni loca que viajaras a lomos de la

  • mula. Sintate, por favor. Ella estar bien. Adems, no pensars disgustar a tu madre para ayudar auna criada, o s? la marquesa comenz a respirar con dificultad tan pronto como termin depronunciar la ltima palabra. Fue esto lo que detuvo a Catalina y no la amenaza de su to o el miedo ala incomodidad y el ridculo de verse sobre una mula. Tom asiento de nuevo y Tobas le indic alcochero, con un golpe seco, que reanudara el viaje. Los ojos de Catalina echaban chispas cuando lla mir con toda su arrogancia y su cinismo.

    Este es el modo en el que se trata a las damas aqu, sobrino? el reproche en la voz de lamarquesa era evidente. Tobas la mir y suaviz el tono que antes haba utilizado para hablar conCatalina.

    No nos andamos con delicadezas por estas tierras, querida ta. Los lugares duros necesitangente dura. Adems, cre que si a mi prima le resultaba tan insoportable la incomodidad de laanciana, quizs se sentira mejor cambindose por ella l desvi la mirada desde la marquesahasta Catalina con cierto brillo irnico.

    No, seor, se equivoca. En realidad, pens que, siendo usted un caballero, se cambiara porella, pues ir a caballo no creo que le resulte una novedad, o s? tambin haba burla en laspalabras de la joven.

    En primer lugar, prima le dijo con dureza, no traje mi caballo porque no cre que fueranecesario, ya que contaba con tres viajeros y una criada cuya edad nunca me fue comunicada, cmoiba a saber que era una anciana? No he trado mi caballo, repito, y por si no se ha dado cuenta, soydemasiado alto para viajar en una de las pequeas mulas que nos acompaan. En segundo lugar,prima, no debe disponer del cuerpo y la voluntad de los dems para llevar a cabo sus propias obrasde caridad. Si quiere ser generosa, salo usted. Es muy injusto obligar a los otros a que hagan lo quedeberamos hacer nosotros mismos l pareca satisfecho con la pequea leccin que acababa dedarle, pero la joven mostr total indiferencia ante sus palabras.

    Ese consejo, viniendo de alguien que tiene esclavos para que trabajen sus tierras, esciertamente divertido. Divertido, aunque hipcrita los ojos de l ardan de furia cuando laescuch, pero no pudo responderle porque se adelant el to Anselmo.

    Ya est bien, Catalina! No hay excusa para tu comportamiento! Anselmo estaba fuera de s.Pensar que aquella mocosa poda estropear la boda y con ella todas sus aspiraciones, lo enloqueca.Le haba prometido que le contara toda la verdad a su madre si no se llevaba a cabo el matrimonio ypor Dios que lo hara, aunque con ello le ocasionara la muerte a la marquesa. A ver si seguadndose humos aquella muchachita cuando todo el mundo supiera que no tena derecho al apellido, ala posicin, ni a la fortuna de los Ordaz. Cuando todos la rechazaran, a ver si segua sintindose tandigna.

    La marquesa, como siempre, se posicionaba del lado de Catalina y eso enervaba a don Anselmo.No creo que tu padre te educara para convertirte en el hombre duro que eres ahora dijo la

    mujer, de forma tan queda que pareca hablar solo para s misma.Mi padre, querida ta, me educ con la misma mano dura con la que levant la hacienda, para

    que tampoco yo me derrumbara ante ningn vendaval mir entonces a Catalina. En cuanto a misesclavos, prima, no son ni ms ni menos que sus criados. Dudo que pudiera usted sobrevivir sin elbatalln que la ha servido toda la vida y se lo ha hecho todo.

    Catalina no se dign responderle, ni a mirarlo siquiera. A duras penas poda contener el deseo de

  • darle una bofetada. Apoy la cabeza contra su respaldo y cerr los ojos tratando de no pensar encmo sera su vida en adelante, en cmo la convivencia con aquel hombre ira matndola poco apoco. Inconscientemente, comenz a darle vueltas al anillo de compromiso. Se lo haba puesto encuanto subi al buque y lo haba llevado durante todo el viaje, pero an no se haba acostumbrado al. El enorme azabache engarzado en oro pesaba en su dedo ms que el plomo.

    Tobas la observ durante unos instantes y despus clav la mirada en el paisaje que se vea atravs del ventanuco. La Favorita, su hacienda cacaotera, estaba a menos de una hora de distancia.Haban pasado la caada Vargas y la ermita de San Juan de Dios de camino hacia la plaza Mayor.Por primera vez, Catalina haba visto cmo era realmente Maracaibo. En los barrios de las afueras,las casas tenan paredes de bahareque, como decan los lugareos. El bahareque estaba formado porpalos entretejidos con caas y barro. Los tejados eran de eneas, unos juncos que crecan en lasorillas del lago. Todo esto haca que los barrios ms pobres fueran, una y otra vez, pasto de lasllamas. Las calles principales y los alrededores de la plaza y la iglesia mostraban, en cambio,elegantes construcciones de dos plantas, paredes de mampostera y techo de teja. Llamaban laatencin sus hermosos balcones de madera oscura. Se distinguan las casas seoriales porque cercade la puerta, en la fachada principal, solan lucir el escudo familiar en piedra labrada. Maracaibo noera la aldea desastrada que Catalina haba imaginado.

    Tobas tambin miraba las casas de la calle principal tratando de olvidar que aquelladesagradable muchacha sera su esposa dentro de unos meses. Siempre haba sabido que Catalina noera la mujer ideal para l. Su madre, que haba vivido en Espaa toda su vida, a excepcin de lasescasas temporadas que haba pasado con su padre y con l en la hacienda, frecuentaba la casa de sustos y le haba dicho en infinidad de ocasiones que la joven se estaba volviendo demasiadovoluntariosa y terca, no tena una buena opinin de ella, pero Tobas le haba prometido a su padreque no permitira que el marquesado de Monteluna fuese a parar a manos de algn imbcil que secasara con su prima.

    Su madre tambin le haba contado (y por eso Tobas detestaba a la muchacha) que en una ocasinla haba escuchado discutir con su padre sobre la posibilidad de casarse con l e ir a vivir aMaracaibo y no haban salido lindezas de sus labios. Lo ms bonito que haba dicho de Tobas esque seguramente sera un bruto ignorante sin un mnimo sentido de la etiqueta y la civilizacin.

    Pero no haba nada que hacer: aquel matrimonio era una hecho desde el instante mismo en el queambos nacieron.

  • CAPTULO 2

    Catalina se haba despertado temprano y con muchsima hambre, pero no saba cmo conseguirque alguien le llevara el desayuno. Se asom a la puerta de su cuarto y no vio a ninguna criada.Tampoco quera despertar a Nana Victoria, pues imaginaba que la anciana estara an cansadsimapor culpa del viaje a lomos de la mula y haba encargado que no fuera molestada para que aspudiera dormir tantas horas como su cuerpo necesitase.

    La joven tambin estaba cansada. Haba llorado la noche anterior hasta caer vencida por el sueo.Los acontecimientos vividos con su futuro marido haban desquiciado sus nervios, pero se habalevantado sintindose ms tranquila y dispuesta a presentar batalla. Lo malo era que necesitabacomer para sentirse fuerte y nadie se haba dignado servirle el desayuno o preguntarle lo quedeseaba.

    Ninguna criada haba ido tampoco la noche anterior a retirar la tina en la que se haba baado y elagua llena de jabn an permaneca en una esquina del cuarto. Rebusc en el ms grande de losbales que se amontonaban alrededor de la cama y eligi un vestido liviano que no le hiciera taninsufrible aquel calor. Aun as, la tela no era lo suficientemente ligera para aquel climaendemoniado. Como no saba recogerse sola el cabello (esa era una labor realizada a diario porNana Victoria), anud los delicados rizos castaos con un simple lazo. Sali despus por el pasillo,que daba directamente a un hermoso patio en cuyo centro haba una fuente y algunos rboles que lajoven no haba visto jams. Con el rumor del agua como teln de fondo, curiose por los diferentespasillos interiores de la hacienda hasta que torci por un recodo que desembocaba directamente enlas caballerizas. El calor haca que la tela del vestido se pegara a su cuerpo, incomodndola. Oy depronto una voz de mujer que provena de uno de los establos, una voz dulce y delicada que arrastrabaligeramente las eses. Creyendo que se trataba de una criada, se dirigi hacia el lugar para pedirle quele sirviese el desayuno. Mir a su alrededor y vio las cabezas de los caballos asomando por encimade las portezuelas de madera. Eran hermosos ejemplares de crines brillantes. La voz son muy cercade ella, en el habitculo contiguo.

    Dime que ya no te gusto y no te molestar ms, Tobas, te lo juro escuch aquella dulce vozfemenina y sus pies se frenaron en seco, como si alguien se los hubiera agarrado y le impidiese darun solo paso ms. La respiracin se le agit. Dmelo y desaparecer de tu vida.

    Hubo un silencio tan largo que, por un instante, Catalina pens que la mujer hablaba sola, como siestuviera ensayando lo que iba a decirle a Tobas cuando lo tuviese delante. Entonces la vozmasculina lleg hasta sus odos, pero era una voz diferente a la que ella conoca. La voz de l estabaabsolutamente desprovista de frialdad, era dulce y acariciadora y vibraba por algn sentimiento queCatalina no supo identificar. Cario, quizs. Tal vez amor.

    Nunca te enga, Teresa, y nunca hice nada que pudiera comprometerte o perjudicarte. Desde elprincipio, ambos sabamos que Catalina exista, que el matrimonio era un hecho su voz se silencidurante unos segundos. Desde el instante mismo en el que me di cuenta de que yo te gustaba y tme gustabas. Desde ese mismo momento saqu a relucir el nombre de Catalina para que eso nosdisuadiera a los dos de dar algn paso en falso.

    S, lo s Pero yo te amo. Te amo! ella hablaba con desesperacin, Catalina poda sentirlo

  • a travs del tono de su voz, aun sin verla.No digas eso. No puedes decir algo as, da igual lo que sientas Eres una muchacha decente y

    yo soy un caballero. T no volvers a decirlo y yo fingir no haberlo escuchado jams la voz deTobas era cada vez ms tierna. Siempre te lo dije muy claro: no habr nada entre nosotros porqueni muerto destrozara la reputacin de una muchacha como t.

    No soy ninguna muchachita inocente, as que no me trates como si lo fuera. T no me conoces,soy valiente, soy atrevida y Y no me importa nada, Tobas! No me importa nada que no seas t!S que yo te gusto. Te gusto! insista la joven, casi gimoteando. Catalina imagin que su rostroestara ya baado en lgrimas.

    Da igual que me gustes o no. Jams ocurrir nada entre nosotros, comprendes? Voy a casarmecon ella y eso es algo que no podr evitar nadie. Le di mi palabra a mi padre y yo nunca falto a mipalabra.

    Aunque eso suponga tu desgracia? Aunque sepas que seras ms feliz conmigo? su voztemblaba por culpa del llanto.

    A pesar de todo, me casar con ella y t deberas hacer lo mismo con un hombre que puedadarte lo que yo jams podr Tobas sonaba firme, a Catalina no le caba la menor duda de que lcumplira su palabra: jams daara la reputacin de aquella joven Cmo la haba llamado?Teresa? Deba de respetarla mucho para no tomar algo que le regalaban de tan buena gana. Sumadre, la marquesa, siempre deca que los hombres, aunque estuvieran casados, eran incapaces dedecirle que no a una mujer que se les ofreca, que eran as de dbiles y de desleales.

    Dame un beso, al menos. Un beso que pueda atesorar en mi memoria cuando ya ests casado yhaya perdido toda esperanza de que seas mo ella suspir. Se oy un frufr que Catalina identificcomo el sonido que emita el vestido de la mujer mientras se acercaba a Tobas. Hubo un silenciolargo, pesado y fro como una losa de mrmol, solo roto por los relinchos de algunos caballos.Estn besndose, pens ella.

    Vamos, vete ya la apremi Tobas con dulzura. No sigas torturndote con esto.Tan solo me has rozado los labios. Eso no fue un beso! Por favor, Tobas, yo l la

    interrumpi.Vete, Teresa. No conseguirs nada ms de m y lo sabes. Vete y no te obceques conmigo. Lo

    nuestro no puede ser, comprndelo se escucharon los gimoteos de ella, el chirriar de una puerta alabrirse y despus el galope de un caballo alejndose. Catalina asom la naricilla para observar a lafigura femenina sobre el hermoso animal. No logr ver su rostro. Era rubia, su pelo era tan claro quecasi pareca blanco y lo llevaba recogido en un moo bajo. Su talle era delgado. Montaba ahorcajadas, como un hombre. Era una excelente amazona. Catalina se escandaliz al verla de aquellamanera salvaje, pero despus pens que esa mujer era de lo ms inadecuada en todo. Regalarse deese modo a un hombre que la est rechazando Vergonzoso!

    Escuch el suspir que escap de los pulmones de Tobas, un suspiro de resignacin. Despusoy sus pasos sobre la hierba seca que cubra el suelo del establo. Cuando l sali hacia el patio ygir en el recodo, se top de narices con Catalina. Su rostro perdi el color solo por un instante, perose recompuso de inmediato.

    Espindome, prima? Veo que no tiene muy buenas costumbres. No s en Espaa, pero espiaraqu, en las Colonias, es cosa de criadas y no de todas las criadas, solo de las de peor calaa

  • espet. Su tono era tan fro, tan brusco y desalmado en comparacin con el que haba usado conTeresa, que a ella le costaba creer que se tratara de la misma persona.

    No era mi intencin espiar, pero me alegro de haber escuchado por casualidad unaconversacin tan reveladora el tono de Catalina no era ms clido que el de l. A Tobas nopareci importarle en absoluto el reproche implcito en aquellas palabras. Iba a seguir su camino,dejndola all plantada, pero pareci pensarlo mejor.

    Lo que acaba de escuchar es lo ms doloroso que he tenido que hacer en mucho tiempo lrespiraba sonoramente, furioso. Acabo de romperle el corazn a una joven maravillosa. La mujerperfecta para m. Una mujer que, adems, me quiere, comprende el alcance de lo que le digo? Catalina asinti ante estas palabras y, por primera vez, no fue beligerante ni pretenda herirlo.

    Por supuesto que lo s. Lo comprendo perfectamente asegur, acordndose de su adoradoMateo, pero Tobas estaba fuera de s, no solo por haberle hecho dao a Teresa, sino porqueCatalina hubiera presenciado una escena tan ntima y amarga. Se senta desnudo ante aquella pequeaharpa. Dio un paso hacia ella, sabiendo que su tamao era intimidador y amenazante para la joven.

    Comprenderme a m? Comprender a Teresa? la mir de arriba abajo con desdn. Ustedes incapaz de comprender algo as. Esa mujer que acaba de irse siente algo tan profundo por m comono imagina. Dudo que la seorita Catalina Ordaz sienta nada verdaderamente profundo al margen desu propia soberbia. No le llega ni a la suela del zapato a Teresa, sabe? El volumen de su voz ibasubiendo sin que l se diera cuenta. Y yo debo conformarme con esto casi escupi las palabrasal tiempo que la sealaba. Debo conformarme con usted y dejar escapar a la mujer perfecta param.

    Catalina lo mir anonadada. Solo haba hecho un comentario tratando de explicarle que a ella leocurra algo similar, que sus sentimientos por Mateo eran idnticos a los suyos por Teresa, y comopago haba recibido aquella retahla de humillaciones. Que aquella mujer era mejor que ella! Quel deba conformarse! Maldito patn! Estaba prxima al llanto. Jams en su vida la haban insultadode aquella manera.

    Te crees que eres el nico que debe conformarse? le pregunt, tutendolo. Haba perdido elrespeto por l y quera indicrselo de todas las maneras posibles. Te crees que eres el nico querecorrer el camino al altar con el nombre de otra persona grabado en el corazn? la ira dej pasoa la sorpresa en el rostro masculino y ella se dio cuenta. Tobas tard en reaccionar.

    O sea, que no solo debo casarme con una mujer que me desprecia y a la que desprecio, sinoque adems la damita me ha salido ligera de cascos! otra vez la furia se apoder de sus ojosdorados.

    Ligera de cascos! Yo no soy ligera de cascos en absoluto! Jams me regalara a un hombre, aninguno, y menos a uno que me est rechazando. Esa tal Teresa s que es ligera de cascos! Solo lefalt suplicarte que la tomaras en el suelo del establo como si fuera una vulgar se detuvo en elacto. Se dio cuenta de que aquella conversacin era del todo inapropiada por muchos motivos. Unadama no deba hablar as bajo ninguna circunstancia y, adems, haba estado a punto de llamarramera a Teresa. Ramera! Y ella no era nadie para hablar de rameras. Acaso no era su verdaderamadre una ramera?

    Dnde demonios has aprendido a hablar as? Cmo sabes t lo que se puede hacer en el suelode un establo? haba algo extrao en la mirada dorada de Tobas. Dio un paso ms hacia ella

  • hacindola estremecer. Era tan alto, sus msculos eran tan regios, que tuvo miedo de que le hicieradao. No sers t quien ha probado lo que se puede hacer en el suelo de un? no pudoterminar la frase. Catalina alz la mano y lo abofete con tal fuerza que sus cinco dedos quedaronmarcados en la mejilla masculina. La sonora bofetada cort el aire y despus el silencio cay sobreellos. Ni siquiera se escuchaban los relinchos de los caballos. Las aletas de la nariz de Tobastemblaban como si l acabara de recorrer varios kilmetros a toda velocidad. Sus ojos ambarinos seoscurecieron de furia y la agarr por los hombros con tal fuerza que ella supo que en su delicada pielquedaran marcados los dedos masculinos igual que los suyos tean de rojo el rostro de Tobas.

    Me haces dao gimote Catalina. Realmente se lo haca. Senta un dolor punzante sobre loshombros, como si los dedos de l fueran garras y estuvieran clavadas en su carne.

    Mejor rugi l, pero aliger la presin de inmediato.Eres un desgraciado. Te detesto y prefiero morirme mil veces antes que casarme contigo dijo

    ella entre sollozos, aunque sin darse cuenta de que haba comenzado a llorar de pura desesperacin.Pues no s a qu esperas para morirte! le dijo l. Me haras un gran favor.No quiero darle ese disgusto a mi madre! grito ella, al tiempo que se desembarazaba de las

    manos de l y hua al interior de la hacienda.Se refugi en su cuarto y estuvo llorando durante tanto tiempo que perdi la cuenta. Cuando por fin

    se levant de la cama y se mir al espejo, no reconoci su rostro. La tristeza y la desesperacinhaban teido de gris sus ojeras y su piel estaba tan plida como si se encontrara enferma.

    *

    La marquesa de Monteluna llevaba ms de tres horas despierta cuando don Anselmo llam a supuerta y entr en el cuarto. Una criada acababa de llevarle el recado de que se reuniera urgentementecon su hermana.

    Queras verme? le pregunt, al tiempo que tomaba asiento al lado del sof en el que la mujerse encontraba acurrucada. El rostro femenino mostraba los estragos que la enfermedad y el largoviaje haban hecho en ella.

    Ayer no quise decir nada delante de Tobas para no desautorizarte, pero que sea la ltima vezque reprendes a mi hija de la manera que lo hiciste en el carruaje Anselmo se sorprendi de laautoridad y el vigor que emanaban de aquella mujer de pequea estatura y enferma. Era como unaleona defendiendo a su cra. Se pregunt qu pensara su hermana si llegara a enterarse de queaquella muchacha altanera y caprichosa no era su verdadera hija. Qu pensara si supiera que su hijano haba logrado sobrevivir ni la primera noche tras el nacimiento y que estaba enterrada en uncementerio para pobres cerca de Lekeitio?

    La manera en la que le habl a Tobas fue absolutamente insultante. Catalina debe aprendercundo morderse la lengua se defendi. La marquesa neg con la cabeza.

    Eso no es cierto. l se comport como un autntico patn, no como un caballero, y si no hubieseprometido a mi marido en su lecho de muerte que la boda se llevara a cabo, ayer mismo hubiera rotoese compromiso asegur, respirando con dificultad. Anselmo se sorprendi de lo resolutiva quepareca su hermana al respecto.

    Esa boda es lo mejor para ambas familias, as todo el patrimonio de los Ordaz seguir en lasmismas manos en vez de dividido Anselmo temi que, por mucho que se lo hubiera prometido al

  • marqus, si Tobas segua siendo igual de descorts con Catalina, su hermana rompiera elcompromiso. Eso no poda ser! Se imagin regresando a Vizcaya, enfrentando a sus acreedores,teniendo que reconocer que estaba arruinado y vindose obligado a pedirle a su hermana un dineroque quizs ella no le diera. De sobra conoca la estricta moralidad de doa Ins, marquesa deMonteluna.

    Lo nico que me consuela es saber que Catalina regresar a Espaa tan pronto como tengahijos, tal y como ha hecho mi cuada. Adems, imagino que Tobas desear que sus hijos se eduquenen Europa. Ya volvern aqu los varones cuando tengan edad de tomar las riendas de esta haciendala marquesa pareca pensativa. S, esa era su esperanza: su cuada Felisa haba vivido menos decinco aos en la hacienda y regres a Vizcaya con su hijo Tobas hasta que este tuvo doce aos y fuereclamado por su padre. Incluso entonces, Felisa solo iba a visitarlos cada cinco o seis aos y nolograba soportar el ardiente calor ms de unos pocos meses.

    No s qu tenis en contra de estas tierras Catalina y t Es un lugar de oportunidades asegur Anselmo, pero de todos modos, si las cosas son tal y como las cuentas, qu ms da queCatalina se case con l? Solo tendr que soportarlo durante un corto espacio de tiempo.

    Quiero que me prometas una cosa la marquesa baj la voz y lo mir fijamente durante unossegundos. Los dos sabemos que voy a morirme pronto dej de hablar y su hermano no dijo nada,no trat de disuadirla de esta idea. Quiero que veles por Catalina como si fuese tu hija. Nopermitas que Tobas la trate como hizo ayer. Promtemelo haba premura en su voz.

    Te lo prometo dijo l sin pestaear, aun sabiendo que eso era mentira. Nunca le haba cadobien Catalina, pero haba tenido que disimularlo. Sin embargo, ahora que la joven saba toda laverdad, ante ella al menos poda mostrar sus sentimientos. Poco le importaba lo que Catalina sufrieraal lado de Tobas. All ella si no saba llevar con mano izquierda a su futuro marido. Por lo que a lrespectaba, siempre estara de parte de Tobas porque era l, y no Catalina, quien tena poder paraconseguirle un buen puesto en Caracas. Un puesto acorde con su alcurnia.

    Me morir ms tranquila si s que la defenders de mi sobrino. Ayer me dio la peor de lasimpresiones y la conversacin se interrumpi al llamar Catalina a la puerta y entrar a ver a sumadre. Don Anselmo se levant de inmediato y, dando una disculpa, las dej solas.

    Qu tal amaneci, madre? los ojos de la joven mostraban su preocupacin. La marquesaasinti.

    No te preocupes, mi vida. Estoy bien. La que pareces agotada por el viaje eres t Quojeras! la mir con ternura. Siempre se haba preguntado a quin de todos los antepasados de sufamilia y la de su marido se pareca su hija. No recordaba a nadie en ninguna de las dos familias conun pelo tan claro y los ojos verdes. Todos eran de pelo negro y ojos oscuros, excepto Tobas, quehaba heredado los ojos dorados de Felisa.

    Est tan demacrada, madreDejmonos de hablar de m. Me interesa ms hablar de ti. Qu te ha parecido la hacienda y

    Tobas? la marquesa acarici la mano de su hija, que se haba sentado a su lado en el sof.La hacienda es hermosa y si no fuera por el calor sofocante, sera agradable vivir aqu

    minti.Y Tobas? insisti la anciana. Catalina frunci los labios.Bueno, ya lo vio ayer. No es exactamente lo que esperaba la joven se detuvo y sopes la

  • posibilidad de contarle a su madre el episodio que acababa de presenciar entre Tobas y Teresa,pero decidi que no era conveniente aadir una nueva preocupacin a las muchas que ya tena.

    Es muy apuesto, al menos hay que reconocerle eso coment la mujer. Catalina no loconsideraba tan apuesto como su madre deca. Mateo Aspriz s era apuesto. Apuesto y amable. Lamiraba como si ella fuera una maravilla inigualable, como si fuera perfecta en todos los sentidos.Siempre la trataba con tanta delicadeza y dulzura que ella solo ansiaba refugiarse en sus brazos.

    No me ha parecido especialmente atractivo se encogi de hombros tratando de disimular suamargura.

    Voy a darte un consejo. Escchame bien porque ser fundamental para ti hacerme caso: elcario en el matrimonio surge, con suerte, tras aos de convivencia. La nica manera de hacerlosoportable es conociendo lo que enerva a tu marido y evitndolo. Yo me pas la vida sorteando elmal humor de tu padre.

    No amaba a pap cuando se cas con l? le pregunt, extraada. Ella los haba querido tantoa ambos que dio por supuesto que la de sus padres haba sido una gran historia de amor.

    Claro que no, hija. Ni siquiera nos conocamos.Pero pareca que a Catalina se le atragantaron las palabras.Pareca lo que era. Nos tenamos mucho cario. Vivimos juntos casi treinta aos. ramos

    amigos y cmplices, pero no haba entre nosotros esa pasin de la que hablan los poemas que t leesla marquesa la mir con ternura y le acarici los rizos. Con esto quiero decirte que puedes serfeliz incluso con alguien duro como Tobas si sabes encontrarle la medida y evitar los conflictos. Yen el caso de que eso no ocurra, tu to Anselmo siempre velar por ti cuando yo no est, para que tumarido no sea duro contigo.

    Catalina no respondi nada a estas palabras de su madre. No, ella nunca se llevara bien conTobas Ordaz. Lo odiaba! Su nico consuelo sera vivir con el recuerdo de Mateo y sus dulcesbesos. Su matrimonio con Tobas sera siempre una fuente inagotable de dolor y frustracin.Tampoco tena el consuelo de que su to Anselmo pudiera apoyarla. Si su madre supiera cmo era len realidad

  • CAPTULO 3

    Durante dos das, Catalina no sali de su habitacin hasta bien entrada la noche, cuando ya nopodan verla los habitantes de la casa. A nadie le extra, pues lo achacaron al cansancio del viaje.De hecho, tampoco la marquesa haba abandonado su dormitorio durante ese tiempo.

    Solo sala al anochecer, cuando saba que no iba a encontrarse con Tobas y una brisa fresca laincitaba a dar un pequeo paseo por el jardn que rodeaba la casa contemplando la luna y lasestrellas. Qu estara haciendo Mateo, all en Vizcaya, en ese justo momento? Catalina sola dormircon el pauelito que l le haba regalado. Era de seda y tena bordadas las iniciales masculinas conhilo de plata. Debi de costarle una pequea fortuna, probablemente varias semanas de trabajo. Lajoven se haca la ilusin de que ola a l, aunque en realidad haca mucho tiempo que aquel paueloya no ola a nada.

    Mateo y ella haban comenzado hablando de las tierras y los cultivos, algo que a Catalina siemprele interes mucho, aunque a su familia le pareca de lo ms inconveniente. Su padre hubiera matado aMateo si supiera que la pretenda, pero el marqus haba muerto bastante antes de que el joven seatreviera a decirle una sola palabra de amor a Catalina. Sin embargo, ella crea que su madre hubierasido ms comprensiva. La joven estaba casi segura de que si la marquesa no le hubiera prometido asu padre que el matrimonio con Tobas se llevara a cabo, podra haberla convencido de que Mateoera el hombre perfecto para ella. Era pobre de solemnidad y sus manos estaban encallecidas debidoal duro trabajo en la tierra, pero su corazn era de oro puro y la amaba sin reservas. Adems, tal vezsu madre pensara que Mateo era poco para ella, pero eso no era cierto. Quin era ella, al fin y alcabo? No era una Ordaz. Su to Anselmo se lo haba dicho poco antes de emprender el viaje aMaracaibo, despus de que la hubiera encontrado una tarde junto al ro besndose con Mateo. Su tose haba abalanzado sobre su joven pretendiente golpendolo con saa. Este, por respeto o por lasorpresa de no esperar semejante ataque, no se haba defendido siquiera.

    No voy a casarme con mi primo! grit Catalina, que hasta ese instante no se haba decidido ahuir con Mateo, a pesar de que l se lo haba rogado miles de veces. Su to la agarr del brazo y laarrastr hacia su casa. A sus espaldas, el joven enamorado mir la escena con desesperacin, losbrazos cados a ambos lados del cuerpo, la mirada acuosa, casi al borde del llanto. Su voz sonentonces abrindose paso entre el viento regio que sacuda las copas de los rboles:

    Seor, yo la amo!El corazn de Catalina se hinch de emocin y agradecimiento. Por unos instantes haba credo

    que l no iba a luchar por ella.No eres ms que un mocoso le haba dicho Anselmo sin darse la vuelta para mirarlo y sin

    dejar siquiera de caminar. Segua arrastrando a Catalina hacia la casa. Convirtete en un hombre yhabla despus de amor.

    Aquel da, su to le cont toda la verdad sobre su origen y cmo haba llegado ella hasta la casade los marqueses de Monteluna.

    Qu le importaba a usted si la hija de su hermana haba muerto? Poda haber esperado a quetuviese ms hijos le dijo Catalina, reticente a creer lo que l le estaba contando. Quera pillarloen una contradiccin. Qu estupidez era esa de que la nia se haba muerto en sus brazos y, asustado,

  • haba huido con el pequeo cuerpecito para enterrarlo lejos! El marqus haba salido de viaje porqueno se esperaba el parto hasta tres semanas ms tarde y Nana Victoria estaba ms preocupada pordetener la hemorragia de la marquesa, ayudando al mdico, pues consideraba que la niita estaba enbuenas manos, atendida por su to Anselmo. Y cmo se le haba ocurrido hacer el cambio, as, enpocas horas! De dnde haba sacado a otra nia recin nacida? La historia era demasiadocomplicada para ser cierta.

    Mi hermana no iba a poder tener ms hijos, eso es algo que el doctor le dej claro a NanaVictoria en cuanto naci la nia. El marqus deba tener un heredero Yo no poda permitir querepudiase a mi hermana por quedarse estril el cinismo de Anselmo mostr entonces su peorcara. Quin iba a sacarme de mis pequeos los econmicos? Quin iba a hacer frente a misprdidas cuando jugase a los naipes? El marqus fue siempre muy protector con mi hermana. Con talde evitarle disgustos, pagaba sin rechistar y en absoluto secreto todas mis deudas.

    Catalina no recordaba si haba escuchado a su to de pie o sentada. No recordaba nada ms quelas palabras flotando en el aire viciado de aquella habitacin que siempre ocupaba el to Anselmocuando los visitaba. As se enter de que ella realmente era la hija de una tal Pilar Mndez Mrquez,una joven de vida licenciosa que haba sido amante de su to. Pero t no eres hija ma, que conste.Haca ms de un ao que no vea a Pilar cuando ella me esper un da a la salida del casino. Me dijoque estaba embarazada y me pidi ayuda porque no poda ocuparse del beb y necesitaba buenasreferencias para que lo acogieran en un colegio de monjas de San Sebastin. Todo lo dems habasido un golpe de suerte para l. Catalina haba nacido dos das antes que la hija de los marqueses ycuando la niita muri, l supo dnde buscar un beb sustituto.

    Decir que esa verdad haba roto en dos a Catalina era minimizar lo que ella sinti. Haba sidomucho ms que eso. De pronto, todo su mundo se vino abajo. No saba quin era ni de dnde vena.No saba nada. Haba usurpado una vida que no le corresponda. Anselmo, adems, amenaz concontarle esa verdad a la marquesa si la joven no se casaba con Tobas y Catalina saba que a sumadre eso le supondra la muerte. Ni siquiera pudo despedirse de Mateo y explicarle lo que habaocurrido, pues su to la vigilaba da y noche como un halcn.

    *

    Cuando por fin la marquesa y Catalina se sumaron al almuerzo, el tercer da de su estancia en lahacienda, fueron recibidas con todos los honores por parte del anfitrin. A Catalina no le pasdesapercibido el cinismo en el rostro de Tobas, pero su madre pareca encantada por el cambio deactitud de este, ya que crea que era un cambio sincero.

    Querida ta, querida prima! Cunto me alegro de que hoy nos acompaen a don Anselmo y a men la mesa dijo con un tono de voz absolutamente creble, aunque la sonrisa con la que mir a lajoven delataba cules eran sus verdaderos pensamientos.

    Don Anselmo separ la silla para ayudar a que la marquesa se sentara y Tobas hizo lo mismo conCatalina. Estaban en el comedor de diario, una estancia decorada con sencillez y en tonos claros, nocomo el ostentoso comedor que solo se utilizaba en las ocasiones importantes. Catalina y Tobasestaban sentados uno frente al otro y aquella mesa era tan estrecha que cuando l estiraba las piernas,ella se vea obligada a recoger los pies debajo de su silla para no tropezar con los de l, como si esecontacto pudiera contagiarla de una enfermedad mortal. Gir el rostro para mirar por la ventana, que

  • regalaba el soleado paisaje de la parte posterior de la hacienda: un hermoso jardn plagado debuganvillas. Le pareca que las criadas tardaban un siglo en traer las fuentes con la comida y loltimo que deseaba era mirar a su prometido.

    Cundo llegar doa Felisa? pregunt don Anselmo justo en el instante en el que una de lasindias comenzaba a servir el vino en las copas y otra se acercaba a los comensales con una bandejade estofado. Estofado con aquel calor!

    La boda no se celebrara hasta que llegara de Espaa la madre de Tobas y de ah la pregunta dedon Anselmo, pues estaba deseando que aquella boda se llevase a cabo, como si intuyera quecualquier contratiempo, el ms mnimo, podra dar al traste con todo.

    No antes de siete meses, me temo respondi l y despus indic con un gesto de la mano queno quera que le sirviesen ms que un poco de estofado.

    Dios mo, cunto hay que esperar an para la boda! exclam la marquesa para s misma.Aunque no haba dicho nada y trataba por todos los medios de que no se notase, senta que su vida seiba apagando poco a poco y tema no llegar a ver el matrimonio de su nica hija. Caminaba cada vezpeor y haba logrado llegar al saln gracias a la ayuda de Catalina.

    Bueno, ta, mi prima y yo podemos aprovechar estos meses para conocernos mejor, ascomenzaremos la vida matrimonial con ms confianza, sin ser unos perfectos desconocidos sonriy la anciana le devolvi la sonrisa. An no se fiaba de l. El lado oscuro que haba visto la tarde desu llegada al puerto no poda ser olvidado tan fcilmente, pero tambin estaba aquel otro lado gentily si su hija era lista, poda ganarse el favor de Tobas.

    Tienes razn, mucha razn a la anciana le dola todo el cuerpo. El malestar era tan generalque ella no podra decir, aunque quisiera, qu era lo que le dola ms.

    De hecho, prima, me gustara mucho que paseramos esta tarde, cuando el calor amaine.Podramos conversar para conocernos mejor y aprovechar para ensearte parte de la hacienda elrostro aparentemente inocente de Tobas enfureci a Catalina, que tard en responder. Tanto tard,que su madre y su to la increparon.

    Catalina? dijo don Anselmo con impaciencia.Catalina, te est hablando Tobas ahora era la marquesa la que trataba de llamar la atencin

    de su hija.Claro, acepto respondi ella por fin, justo antes de clavar su mirada en el estofado y no

    volver a levantarla apenas del plato durante el resto de la comida.

    *

    Creo que est usted preciosa, mi nia. No la haba visto nunca tan bonita le dijo NanaVictoria, que contemplaba su imagen en el espejo del tocador. Acababa de arreglarle el moodejando que unos graciosos rizos le orlaran el rostro. Catalina tambin la mir a travs del espejo yse asust de lo anciana y cansada que pareca. Aquel viaje haba sido demasiado para ella y tambinpara su propia madre. La joven no quera pensarlo porque crea que pensar en cosas tristes atraa lamala suerte, pero tema que ambas desaparecieran de su vida pronto. Qu sera de ella sin aquellasdos mujeres que tanto la haban amado y protegido? Quedara sola a expensas de dos seresdespreciables como el to Anselmo y Tobas Ordaz Un escalofro recorri su espalda y se levantpara abrazar a Nana Victoria.

  • No s si alguna vez te he dicho lo mucho que te quiero, Nana, y lo mucho que agradezco lo quehas hecho por m le susurr a la anciana con la cabeza hundida en su hombro, como cuando erania y haba noche de truenos.

    Siempre me he sentido muy querida, mi nia, pero a qu viene esto ahora?En pocos meses me casar, mi vida cambiar por completo y no volver a ser feliz le dijo, en

    un arranque de sinceridad. Antes de que eso ocurra quiero que sepas que gran parte de lo feliz quehe sido a lo largo de los aos te lo debo a ti.

    La anciana pareca preocupada. No le gustaba el derrotismo que mostraba la joven, esaresignacin ante la idea de no volver a ser feliz. Iba a responderle algo, pero Tobas llam a lapuerta. Nana Victoria fue a abrir.

    Est lista Catalina? pregunt l. La joven se dirigi a la puerta antes de que Nana Victoriarespondiese nada y ambos desaparecieron de inmediato del campo de visin de la anciana, sinmediar palabra. Ella, con un suspiro resignado y la sombrilla en una de sus manos, mientras la otradescansaba en el brazo que le haba ofrecido Tobas. Era la primera vez que se tocaban y unsentimiento extrao la sacudi. No era agradable tocar y ser tocada por alguien que saba que ladespreciaba y a quien ella despreciaba a su vez. l deseara pasear del brazo de Teresa y Catalina,sin lugar a dudas, deseara ir acompaada de Mateo.

    Salieron en completo silencio de la habitacin y, an sin decir palabra, cruzaron el patio de lafuente hasta alcanzar el camino que conduca hacia la tierra cultivada. Ella an no haba abierto lasombrilla, a pesar del sol. Ir al lado de aquel hombre la alteraba, la pona de mal humor y laentristeca, todo al mismo tiempo.

    Sudas porque tienes calor o es que te pongo nerviosa? la pregunta de l la pill porsorpresa. La palma de la mano de Catalina estaba, en efecto, humedecida por el sudor y l debi denotarlo a travs de la tela de su camisa. La joven retir rpidamente la mano y abri la sombrilla. Nopoda creer que l hubiera hecho un comentario tan poco afortunado y con el fin exclusivo demortificarla. No se dign contestarle. Imagino que por ambas cosas. Lo del calor es remediable.Lo de los nervios, no tanto.

    La joven segua sin despegar los labios y l esboz una sonrisa cnica, como si supiera que aquelsilencio revelaba ms su malestar que ninguna otra cosa. La brisa suave de la tarde acariciaba susrostros, pero no era suficiente para refrescar las altas temperaturas. Juguete, nerviosa, con lasombrilla. El sol comenzaba a declinar y esa luz favoreca enormemente a Catalina, aunque Tobastardara unos minutos en darse cuenta de ello.

    Deberas ir a Maracaibo a encargar vestidos adecuados la mir de arriba abajo hacindolasonrojar. Esas telas en Europa cumplan su funcin, pero aqu acabarn asfixindote. Puedesllevarte a una de las criadas. Cualquiera de ellas te dir dnde est ubicado el taller de MadameOubert. Tiene las mejores telas del virreinato y, si le dices que eres mi prometida, tendr tus vestidosterminados en pocos das.

    Segua muda. El breve paseo los haba llevado hasta una vasta extensin llena de altsimosrboles. Catalina se detuvo y alz la mirada para ver sus copas.

    Es este el rbol del cacao? pregunt con verdadero inters. l se sorprendi ante lapregunta y parpade un par de veces antes de responder, aunque la sorpresa no disminuy ni un picela frialdad de su voz.

  • No, este rbol alto produce pltanos. Son esos rboles pequeos que estn a sus pies los queproducen el cacao. Con el tiempo crecen y dan fruto. Estos los plantamos hace apenas un ao, poreso an son tan bajos.

    Por qu estn escondidos a los pies del rbol alto? quiso saber. Solo entonces lo mir a losojos, a la espera de su respuesta.

    Te interesa la plantacin? haba burla en el rostro masculino. Ella enderez la espalda,ofendida, y reanud el paseo.

    No me respondas, no importa la detuvo tomndola por el antebrazo, pero Catalina siguimirando al frente, no se gir, as que l se coloc justo delante.

    Durante los dos o tres primeros aos, el rbol del cacao necesita sombra. Plantando los rbolesms altos se la proporcionamos y, adems, los pltanos tambin son una mercanca de fcil venta la observaba con tal insistencia que ella termin por desviar su mirada. Pero no quera pasearcontigo para hablar del cacao ni de los pltanos.

    Ah, no? Y entonces para qu? volvi a fijar sus ojos en l, unos ojos que no podandisimular su incomodidad. Cerr la sombrilla. Aquellos rboles enormes daban la suficiente sombracomo para que el sol no la molestase.

    Nuestra conversacin de hace unos das me ha hecho reflexionar. Me refiero al da que lointerrumpi antes de que terminara.

    S a qu da te refieres. Tampoco hemos conversado tantas veces como para dar lugar aequvocos la joven pareca impaciente.

    Fuiste testigo de mi conversacin con Teresa titube antes de pronunciar el nombre de lamujer. Sabes que entre nosotros no ha ocurrido nada. Tambin tengo derecho a saber hasta dndehan llegado las cosas con tu hombre misterioso Catalina abri desmesuradamente los ojos alescucharlo.

    Mi hombre misterioso? estaba pasmada.Dijiste exactamente que yo no era el nico que deba conformarse y que ibas a caminar hacia el

    altar pensando en otra persona. Bien, quiero saber pareci pensrselo mejor. No, no quieroExijo saber quin es y hasta dnde has llegado con l!

    No es de tu incumbencia lo que yo haya hechoEs totalmente de mi incumbencia. Hasta dnde has llegado? se le acerc y la agarr por el

    antebrazo, pero ella se solt de un tirn.Djame en paz, bruto Catalina mir a uno y otro lado, pero no haba peones cerca, sino en el

    otro extremo de la hacienda. De todos modos, tampoco crea que la ayudasen en caso de estar all allado.

    Has hecho algo irreparable? la pregunta fue formulada de una manera tan insultante y tandirecta que ella ahog un grito de estupor.

    Por supuesto que no! Entre nosotros no ha ocurrido absolutamente nada. Son esas las palabrasde un caballero?

    Son las palabras de un futuro marido que desea saber en qu pasos ha andado la que va a ser suesposa. Entonces No ha pasado nada entre vosotros? Nada de nada?insisti el. Ni siquieraos habis besado?

    Ella se mantuvo en silencio. Claro que haba habido besos. Besos tiernos y clidos. Besos dulces

  • y llenos de afecto.No respondes, as que doy por supuesto que os habis besado l resopl.Qu puede importarte eso si no sientes nada por m? estaba furiosa y, sobre todo, triste.

    Mateo, su Mateo, estaba a miles de kilmetros de distancia y jams volvera a verlo.Vas a ser mi esposa, la madre de mis hijos, no me hace gracia saber que otros hombres te han

    tocado. No soy tan moderno como vosotros, los europeos. Yo no acepto que a mi mujer la toquecualquiera la piel morena de l brillaba bajo aquel sol de justicia. Pareca un demonio hermoso yenfadado. Demasiado hermoso para que Catalina no se diera cuenta de su atractivo, aunque todavafuese inmune a l.

    No hables de cualquiera! lo interrumpi. No me ha tocado cualquiera, solo un hombre, yl no me ha tocado, solo me bes. Fue algo inocente y tierno, no la suciedad que te ests imaginandono iba a tolerar que manchara los recuerdos de los besos compartidos con Mateo.

    Conozco yo a ese hombre? Es el hijo de alguna de las amistades de tus padres? Tobasestaba ms que interesado en el asunto. Quiero saber si en Espaa soy el hazmerrer de alguno deesos nobles ociosos que frecuentabas.

    No dir ni una palabra ms Catalina no iba a darle el nombre de Mateo Aspriz.Probablemente s se hubieran conocido cuando eran nios y Tobas viva en Vizcaya con su madre,pero no recordara al simple hijo de un arriero por mucho que se lo encontrara cada da en la casasolariega de los Ordaz.

    Ya lo creo que me lo dirs. Tarde o temprano me enterar estaba absolutamente seguro deello. No me gustara que tu misterioso enamorado fuese alguien a quien puedo encontrarme sinsaber quin es, mientras l se re ntimamente porque ha besuqueado a la que va a ser mi esposa.

    Nunca te encontrars con l en ninguna parte, despreocpate suspir con nostalgia, dando aentender la tristeza que supona para ella ese hecho, que no hubiera posibilidad de verlo all, enMaracaibo. Eso fue ms de lo que Tobas pudo soportar. Era cierto que no la amaba y que tampocoaspiraba a que ella lo amara a l, pero soportar a una mujer que soaba con otro, que crea amar aotro Porque aquello no era amor, maldita sea, e iba a explicrselo!

    T no amas a ese tipo, as que deja de comportarte como una boba se apoy en el tronco deuno de los rboles ms altos y la mir con condescendencia. Tena las manos en los bolsillos y unasonrisa sarcstica le cruzaba el rostro.

    Qu? pareca desconcertada.Ya me has odo. No lo amas insisti.Qu sabes t lo que siento? No tienes ni la ms mnima idea estaba furiosa.Por el amor de Dios, si t misma lo has dicho Que sus besos eran tiernos, que los

    sentimientos eran puros Alguien enamorado no habla as. El amor es pasin y la pasin tedesborda. No hay nada puro ni tierno en ella, es un fuego que te devora los ojos ambarinos deTobas brillaban con una luz que Catalina jams haba visto en la mirada de ningn hombre. Sihablas de tus sentimientos como algo tierno y puro es que ests enamorada del amor. Te dejas quererpor ese pobre hombre y te gusta la idea de creerte enamorada.

    Claro que hay ternura en el amor, claro que puede haber pureza en los sentimientos. Pasin,pasin, pasin! Hablas como si los seres humanos furamos puro instinto y somos mucho ms queeso. Yo no amo as, de eso modo trrido que t describes. Lo amo como una mujer cabal, no como

  • una loca sin cerebro Amas t as a Teresa, como un loco desatado e incontrolable?Yo nunca he dicho que amara a Teresa, solo dije que era la mujer ideal para m. Eres t quien

    ha hablado de amor, de llevar su nombre grabado en tu corazn y de nieras semejantes. Lo quesiente Teresa por m, eso s es amor. La escuchaste ayer Ella no hablaba de candidez y ternura.Hablaba de pasin la voz de Tobas vibraba con una intensidad desconocida.

    No pretendo discutir contigo sobre la naturaleza del amor. Est claro que nunca nos pondremosde acuerdo. T das toda la importancia a la pasin, cuando esta puede existir sin necesidad de quehaya amor. Al contrario no, el amor siempre va de la mano de la pasin, de ah la importancia delamor por encima de todo lo dems. Eres t el que nunca ha amado, tan solo se ha dejado arrastrar porsus instintos. Por sus bajos instintos haba una gran carga de desprecio en los comentarios deCatalina.

    Bajos instintos? Por Dios, si fueras tan mojigata como quieres hacerme creer, jams habrasaceptado conversar sobre un tema como este. Nunca haba hablado con ninguna dama de nadasemejante Tobas quera hacerla asentir incmoda y avergonzada, pero no lo logr.

    Tal vez se deba a que nunca antes habas conversado con una dama ms leda que t. No soyninguna boba ni pretendo pasar por mojigata. Puedes despreciarme cuanto quieras y pensar que tuadorada Teresa es mejor que yo en muchas cosas, pero algo s te aseguro: no es ms inteligente queyo, por eso con ella es tan importante la pasin, exclusivamente la pasin, qu harais juntos si no?Desde luego, no creo que pudierais conversar de nada medianamente interesante.

    Tobas ni siquiera pestae durante unos segundos. S, eso deba reconocrselo: ella erainteligente. Adems, tena labia, saba explicarse a la perfeccin. Por primera vez la mir como si notuviera ninguna objecin que hacerle, como si no la conociese de nada. Como si no supiese queCatalina lo despreciaba y eso lo llevara a l a sentir ese mismo desprecio hacia ella. La luz delatardecer resbalaba por la suave y plida piel de la joven hacindola lucir hermosa. Su pelo eracastao claro con algunas betas rubias y sus ojos tenan un color verde absolutamente cautivador. Erauna lstima que la detestara tanto. Podra haberle gustado de conocerla en otras circunstancias y,desde luego, habra logrado captar su inters con su lengua afilada y su rapidez de respuesta.

    Se dio cuenta de que llevaba mirndola ms tiempo del prudencial y de que ella se preguntaraqu era lo que l observaba tan detenidamente.

    Creo que es hora de regresar a casa dijo, sin responder al ltimo comentario de Catalina.S. Ya hemos conversado mucho ms de lo necesario. Estoy aburrida de todo esto murmur

    la joven.El rostro de l mostr impaciencia y su voz fue capaz de congelar el mismsimo infierno cuando

    dijo:Deja ya de molestarme, Catalina. No tientes a la suerte casi era un rugido lo que haba salido

    de su boca.Sin saber muy bien el porqu, ella no volvi a decir ni una sola palabra. El tono de su voz le haba

    indicado que verdaderamente estaba tentando a la suerte si segua provocndolo.Muchas semanas despus, Tobas podra identificar ese como el instante en el que todo cambi, el

    instante en el que comenz a mirar a Catalina con otros ojos sin que nunca llegara a explicarse deltodo el motivo. Pero justo en ese momento, cuando estaba con ella en medio de los cultivos de cacao,lo nico que crea sentir era fastidio.

  • CAPTULO 4

    Mateo Aspriz estaba desesperado. Haba estado as desde que don Anselmo Iturgiz loencontrara besndose con Catalina cerca del ro. Cmo odiaba a ese maldito! Le haba pilladocompletamente por sorpresa cuando lo golpe y, despus, las enseanzas de su padre haban podidoms que sus instintos de matarlo. Su padre no haba sido ms que un pobre arriero al servicio delmarqus y nunca haba soado con ser nada ms en la vida. De hecho, cuando se haba dado cuentade los sentimientos de su hijo por Catalina, le haba puesto los pies en la tierra con dureza. La hija deun marqus jams se fijara en alguien como l. Pero milagrosamente aquella extraordinaria criaturas se haba fijado en l. Se haba enamorado de l! Por eso, Mateo no iba a darse por vencido.

    No recordaba la primera vez que la haba visto, pues su padre siempre haba trabajado para elmarqus y de nio l correteaba libremente por los jardines de la casona solariega de los Ordaz.Conoca a Catalina desde siempre y tambin la haba amado desde siempre, desde antes de saber loque era el amor. La vea de nia, con sus vestidos vaporosos y sus complicados rizos y no podaevitar seguirla a cierta distancia, hasta que ella, con seis o siete aos, le haba pedido una vez quejugaran juntos. La relacin nunca haba sido demasiado estrecha porque a los marqueses no lesgustaba que su hija jugara con alguien como l. Traan a nios de otras grandes familias para queestuvieran con Catalina y despus, lleg su primo Tobas desde las Colonias.

    Las Colonias. Mateo no saba dnde se encontraba ese lugar. Tan lejos que caminando nollegaras ni en un milln de aos, le haba explicado su padre. Se tarda muchos das en barco.Semanas enteras. El sobrino de los marqueses, Tobas Ordaz, era unos aos mayor que Catalina yl, que tenan la misma edad. Alguna vez se le haba acercado y le haba canturreado: A Mateo legusta Catalina, hacindolo sonrojar, negarlo a voz en grito y marcharse corriendo. Pero era cierto:Catalina siempre le haba gustado.

    Nunca supo qu cosa extraa le haba ocurrido el da que se declar a ella. Haban estadohablando de los cultivos ms ptimos para las tierras del marqus, un tema que a la joven le parecafascinante, y de pronto le declaraba su amor fervientemente. No haba sido algo premeditado. Vomitsus sentimientos, como si su corazn no pudiera mantenerlos ocultos durante ms tiempo, como si eseamor se derramara por sus venas incapaz ya de contenerlo en su pecho. Catalina le pareca el ser msmaravilloso y angelical del mundo, el ms perfecto. La mujer ms adorable de cuantas existan. No,no se dara por vencido y menos sabiendo que ella lo amaba y se vea obligada a casarse por algnoscuro motivo, de eso se haba dado cuenta Mateo solo con observar a don Anselmo. Ese serdespreciable la estaba obligando de alguna manera, pero no se saldra con la suya. Ni l, ni eseestirado de Tobas Ordaz. Ninguno de los dos podra impedir que el amor entre Catalina y ltriunfara.

    Su plan era sencillo: saba que la boda no se llevara a cabo hasta que llegase doa FelisaEscobar, la madre de Tobas, y ella an segua en Vizcaya, quin saba por qu. Mateo estabavendiendo a toda velocidad cualquier pequea cosa de valor que encontraba en su casa. Robara sifuese preciso para conseguir aquel pasaje en tercera clase. Se subira al buque antes que doa Felisay llegara a Maracaibo a tiempo para impedir la boda. Catalina su Catalina, su princesa de ojosverdes jams sera de nadie ms que suya.

  • *Tras su ltima conversacin y durante casi dos semanas, Catalina y Tobas evitaron todo contacto,ni siquiera se miraban. Ella senta algo parecido al miedo cuando estaba junto a l. Imaginarse comosu esposa, completamente a su merced, la dejaba sin respiracin y con un extrao temblor en elcuerpo. Lo que senta Tobas tampoco era agradable. La muchacha lo irritaba con su sola presencia,con aquel perfume dulce del que no lograba desprenderse, pues lo detectaba por sorpresa encualquier parte de la casa por donde ella hubiera pasado. Rumiando ambos sus pensamientos ensoledad, fueron dejando que el rencor hacia el otro creciera. No se preguntaron qu haba debajo deaquellos sentimientos, si tal vez rascando la superficie pudieran descubrir algo revelador.

    Que se aferre a su misterioso enamorado, no me importa, se deca Tobas, aunque cada vez selo crea menos. Iba a ser su esposa, la madre de sus hijos, e iba a pensar en otro cuando estuviera conl en la cama. Demonios, qu hombre que se preciara poda tolerar algo as!

    Qu me importa que crea que Teresa es mejor que yo, si s que eso no es verdad?, sepreguntaba Catalina, pero lo cierto era que s le importaba. Le importaba mucho. Era una cuestin deorgullo. A ninguna mujer a ninguna! le gustaba ser comparada con otra si sala perdiendo en esacomparacin.

    Tobas agradeci, para distraerse, la llegada de la carta de los otros hacendados. Como cada treso cuatro meses desde haca un par de aos, se reunan para discutir la poltica de Espaa conrespecto al comercio del cacao. Eso lo obligara a estar unos das en Maracaibo, lejos de lahacienda. Estaba deseando quitarse de encima la presin de poder toparse frente a frente conCatalina en cualquier rincn de la casa.

    *

    Haba un nmero de criadas tan elevado en la hacienda que Nana Victoria era incapaz de recordarsus nombres y sus caras. Sola bajar a la cocina a supervisar la comida de sus patrones, pues ni lamarquesa ni don Anselmo se fiaban mucho de la labor de las indias que trabajaban all. Catalina, sinembargo, no haba mostrado ningn reparo.

    Quizs porque su trabajo consista en espiarlas, en cierto modo, ellas sentan animadversin porNana Victoria. Las conversaciones se acallaban en cuanto ella pisaba la cocina y no se reanudabanhasta que ella haba salido, de modo que cuando aquella maana sorprendi una charla muy animadaentre dos de las criadas sobre una tal Isabel, ella saba que no obtendra informacin adicionalalguna al respecto.

    Estoy deseando que llegue la seorita Isabel para ver en qu ha cambiado y cmo se encuentra!dijo Juanita con mirada soadora. Seguro que se ha convertido en una princesa.

    No entiendo por qu quiso irse tan lejos. Sus modales eran impecables. Ya quisieran muchasseoritas ser la mitad de elegantes y educadas que la seorita Isabel, s seor Rmula mostrabaorgullo al hablar de aquella manera.

    A nosotras nos pareca que era perfecta porque no sabemos nada, pero si ella quiso irse aCaracas es por algo y seguro que regresar infinitamente mejor la que hablaba ahora era una indiaanciana, an hermosa, y con una dignidad natural que haca pensar en una antigua princesa chaima. Lallamaban Mam Elena.

  • No creo que don Tobas le permita regresar a Caracas de nuevo. Ya se haba negado a que semarchara la primera vez, recordis cunto tuvo que insistir la seorita Isabel para poder irse? Rmula estaba deseando que la joven se quedara en la hacienda, la echaba demasiado de menos.

    Quin es la seorita Isabel? pregunt Nana Victoria, intrigada. Mam Elena la mir porprimera vez desde que haba entrado en la cocina.

    Eso es algo que solo puede responder don Tobas su tono de voz era cortante como uncuchillo y Nana Victoria supo que jams lograra sonsacar informacin a ninguna de las criadas de lacasa.

    *

    Nana Victoria acababa de decirle a Catalina que la seora marquesa haba amanecido peor.Llevaba tres das sin poder levantarse de la cama. La joven no quera dejarse llevar por el pnico.Saba que se estaba mintiendo a s misma, pero no se vea capaz de sobrellevar aquella desgracia.Su madre no vivira mucho tiempo! Eso haba dicho el doctor y as se lo haba trasladado a ella elto Anselmo, sin un mnimo de tacto. Tal vez ni siquiera llegase viva a su boda. Ese era el motivo porel que su to haba enviado una carta a doa Felisa, la madre de Tobas, para que adelantase su viaje.La boda tena que celebrarse cuanto antes. De ms est decir que lo que le interesaba a don Anselmoera tener por fin la posibilidad de pedirle el tan ansiado puesto poltico a Tobas y eso siempre serams fcil tras la boda. Acaso querra Tobas que un pariente suyo lo dejara en evidencia por serpobre? l crea que no. La muerte de la marquesa tampoco le vena mal (no le deseaba la muerte, erasu hermana al fin y al cabo, pero cuando Catalina entrara en posesin de su herencia, l podra sacaruna buena tajada. Chantajearla. Seguramente la joven no querra que su esposo supiera cules eransus verdaderos orgenes. Catalina Ordaz, la hija de una simple ramera).

    Las criadas estaban muy revolucionadas hoy dijo Nana Victoria, sacndola de suensimismamiento. En los prximos das llegar una tal seorita Isabel. Sabe usted quin es, minia?

    No tengo ni idea la joven se encogi de hombros, pero desde luego no es ninguna pariente.La nica familia que tiene Tobas soy yo. Por parte de su madre no tiene ni tos ni primos. Nopreguntaste a las criadas quin era esa tal Isabel?

    S lo pregunt, pero se miraron unas a otras y solo una india anciana a la que llaman Mam nos qu me dijo que eso era algo que deba explicarme don Tobas.

    Pues no pienso preguntarle nada a Tobas refunfu Catalina. Prefiero quedarme con laduda. Ya averiguar quin es llegado el momento.

    Y el momento lleg antes de lo que ella se imaginaba. Aquella misma noche escuch las ruedas deun carruaje detenindose ante la puerta de la hacienda. Se asom a la ventana, pero no logr ver nadams que cierto trasiego de criados entrando y saliendo. Peg la frente al cristal sintiendo el froagradable en su piel. El calor le resultaba ms insoportable de noche que de da.

    Ese carruaje traera a Isabel? Quin era Isabel? Si las criadas lo saban, a ella iban a decrselo.Al fin y al cabo, en pocos meses se iba a convertir en la seora de la casa. Decidi ir a la cocina a lamaana siguiente y preguntarles sin tapujos por aquella tal Isabel. Lo malo era que la joven no tenani idea de dnde quedaba la cocina. En sus casi cuatro semanas en la hacienda, nunca se habapreocupado por saber dnde estaban las dependencias de los criados. Aquello era tan grande, tan

  • laberntico, que ya era dificultoso recordar, muchas veces, en qu lugares se encontraban lasestancias que ella frecuentaba.

    *

    Fue el exquisito olor a comida el que la condujo hasta la cocina.Buenas das pronunci con el tono de voz del que est acostumbrado a ordenar y que se le

    obedezca.Buenos das respondieron a coro las dos mujeres que haba sentadas en la gran mesa de

    madera. Una de ellas estaba troceando verduras para una sopa. Catalina se fij en la otra, la msjoven y bonita. Era una mestiza de no ms de quince aos, vestida como si fuera una dama. Laacompaaba una criada india que ya peinaba canas. La voz de las dos mujeres se entrecort tanpronto como vieron a la joven espaola en la cocina.

    Catalina mir a su alrededor. Decenas de ollas y cacerolas colgaban de ganchos que haba en lapared. Las alacenas almacenaban platos y copas y en una esquina haba pequeas macetas conplantas aromticas. El maravilloso olor que la haba llevado hasta all pareca proceder de unacazuela que bailoteaba sobre el fuego.

    Servidme el desayuno, por favor fue todo lo que logr decir. Al instante, la india de msedad se levant, al tiempo que se secaba las manos en el delantal.

    La acompao al comedor, seorita dijo, y despus pareci dudar unos instantes. La muchachamestiza se puso de pie, nerviosa. Siento mucho que tuviera que venir a la cocina.

    No importa respondi Catalina. Estaba conociendo la casa. Llevo semanas viviendo aqu yan no la conozco bien.

    Le llevar el desayuno al comedor en un instante le dijo la india.Por qu no me lo traes t? le indic Catalina a la joven mestiza vestida como una dama. Las

    dos mujeres se miraron entre s, como si aquella fuera una psima idea y eso hizo que Catalinadeseara an ms hablar con la joven para saber quin era exactamente y por qu iba as vestida.Entonces vio que la criada de pelo canoso inclinaba la cabeza, mirando a alguien que haba detrs deella.

    Buenos das, patrn dijo. Catalina siti la frialdad de la mirada de Tobas clavada en su nucamucho antes de verlo siquiera, pero no se volvi.

    Dejadme a solas con la seorita Ordaz su voz de trueno retumb a sus espaldas haciendo queun estremecimiento la sacudiera. La india se march de inmediato, pero la joven mestiza permaneciunos segundos ms. T tambin, Isabel.

    Isabel?! Catalina vio cmo la hermosa muchacha desapareca de la cocina. As que aquellajoven era la famosa Isabel. Se dio entonces la vuelta para enfrentarse a su futuro marido y lo que viola dej impactada. Tobas no iba vestido, en absoluto, como un caballero. Al contrario: llevaba botasde montar que parecan a punto de romperse e iba en mangas de camisa. Estaba sudando. Sudando!Su camisa, absolutamente empapada, se pegaba a los duros msculos de su pecho. Ningn caballeroen Espaa se presentara de tal modo ante una dama ni ante nadie. l se haba quitado un sobrero deala ancha y lo haba posado sobre una silla. En la mano llevaba una extraa fruta Y la estabacomiendo a mordiscos! Aquella fue la visin ms desconcertante que haba tenido en toda su vida.Debera haberle dado asco, acostumbrada como estaba a que la fruta se comiera con cuchillo y

  • tenedor, sin embargo, no le daba asco en absoluto. Senta, en realidad, una extraa sensacin al verlosudoroso y con aquellos modales oscos. l, que haba sido educado para comportarse como uncaballero.

    Escchame con atencin, porque voy a decrtelo solo una vez bram l. Isabel no es unacriada de esta casa. Ella est aqu para que le sirvan, no para servir la fruta estaba en su manos, sucolor era verdoso por el exterior y rosceo por dentro. Tena pepitas negras del tamao de lentejas.Su aspecto era exquisito.

    Catalina parpade sorprendida. A qu vena aquello? Tanto alboroto por una muchachita. Peroentonces todo empez a cobrar sentido en su cabeza, la ropa elegante de la muchacha, la extraeza dela criada cuando ella le haba pedido a la joven mestiza que le llevara el desayuno al comedorTobas haba trado a su amante a vivir a la hacienda y esta amante no era ms que una nia! A puntoestuvo de abrir la boca para reclamarle, pero se sinti ridcula. Reclamar qu? A ella no leconstaba que fueran realmente amantes. Es ms, l se reira de esas exigencias suyas. An no estabancasados, ningn sentimiento amable los una y ella ya se permita exigirle cosas. No, no podareclamarle lo de Isabel, pero cuando l se dio la vuelta para abandonar la cocina, algo amargo comola bilis le subi a la garganta y sinti la necesidad de escupir todo su veneno.

    Tienes una mnima idea de lo desagradable que resulta verte comer como si fueses un salvaje?pregunt cnicamente. Tobas detuvo sus pasos en el acto y se dio la vuelta para mirarla de frente.Haba una sonrisa irnica en su rostro.

    Y del sudor? No tienes nada que decirme del sudor? replic l, divertido.Ciertamente s Ningn caballero que se precie se mostrara as en pblico jams alz el

    mentn de forma altanera. l se le acerc dando un par de zancadas y qued tan cerca de ella que lajoven tuvo que hacer acopio de todo su orgullo para mantenerse firme y no dar un paso atrs. Losojos masculinos eran de un marrn tan claro que parecan dorados y la miraba como si pudiesetaladrar hasta el ltimo de sus pensamientos. Tobas se inclin hacia Catalina y la oli.

    T, en cambio, hueles de maravilla Ummm percibi aquella dulce fragancia que a veceslo persegua incluso en sueos, como si Catalina hubiera derramado unas gotas sobre su almohada.Algo se contrajo en su interior ante la cercana de la joven y se maldijo por ello. Tu olor es el dela vagancia y la altivez de la nobleza. Crees que el olor a trabajo duro es indigno? si haba unrastro de humor en l cuando se acerc a olerla, este haba sido sustituido por la rabia. Catalina nosupo qu responderle y se mantuvo callada. Dime! Es indigno?

    No le dijo por fin, al tiempo que esquivaba su mirada iracunda. El olor del trabajo nuncaes indigno. Perdname, tengo que ir a ver cmo ha amanecido mi madre.

    La respuesta de ella lo dej tan impactado que tard unos segundos en darse cuenta de que lapapaya que tena en la mano estaba goteando su jugo en el suelo de la cocina. Gir la cabeza yobserv cmo Catalina desapareca apresuradamente por el pasillo de acceso a las habitaciones.Frunci el ceo, como si lo que la joven acababa de decirle fuera tan difcil de asimilar como untratado filosfico.

    Pero qu! exclam. Maldita Catalina del demonio!Dio un mordisco feroz a la papaya, como si la fruta debiera pagar por su mal humor, y sali de la

    cocina hacia el sol abrasador olvidando el sombrero de ala ancha sobre la silla.

  • CAPTULO 5

    La buena fortuna haba hecho posible que Catalina no viera a Tobas en unos das, pues este iba aasistir a una reunin en Maracaibo con otros hacendados para debatir sobre las restricciones que laCompaa Guipuzcoana estaba imponiendo a los productores de cacao y decidi quedarse en la casaque tena cerca de la plaza central. La joven no saba cules eran esas restricciones, pero imaginabaque el conflicto no deba de ser muy grande. Al fin y al cabo, los de la Compaa Guipuzcoana eranvascos como ellos y pens con inocencia que entre vascos no sera demasiado complicadoentenderse.

    El to Anselmo se haba empeado en acompaar a Tobas y ella se qued sola en la hacienda consu madre y con Nana Victoria. Esos das pasaron con la lentitud habitual de quien ve marchitarse losminutos con indolente ociosidad. Catalina no haca nada y por ello los relojes parecan detenerse.Pasaba las maanas con su madre en el cuarto, pues la marquesa cada da se encontraba ms dbil.Haba descubierto que Tobas posea una biblioteca muy bien dotada y haba seleccionado variospoemarios y una novela para lerselos a la anciana y hacerle as ms llevadera la convalecencia.

    Tobas se haba marchado casi de inmediato, tras la ltima discusin que tuvo con la joven en lacocina, y ella se senta aliviada por no tener que sentarse con l a la mesa y fingir que nada maloocurra entre ellos. Cada vez le resultaban ms difciles aquellos enfrentamientos y adems estaba lacuestionable moralidad de su futuro marido. Todas aquellas mujeres que lo rodeaban PrimeroTeresa, ahora Isabel viviendo bajo su mismo techo. Aquello era demasiado para ella.

    *

    Un da despus de que Tobas se hubiera ido a Maracaibo, Isabel fue a ver a Catalina a su cuarto.Nana Victoria haba acabado de arreglarle el cabello y la joven se dispona a cambiarse el vestidopor otro de tela ms liviana. An no le haba hecho caso al consejo de su futuro marido de queencargara unos vestidos de tela ms ligera, pero deba hacerlo pues los suyos la estaban matando. Dehecho, lo hara esa misma tarde. Oyeron que alguien llamaba a la puerta y de pronto se asom elhermoso rostro moreno de Isabel.

    Puedo hablar con usted un instante? su gesto era tmido y expectante al mismo tiempo, comosi le diera vergenza aquella intromisin. Eso era mucho ms de lo que la joven vasca podasoportar: que la amante de su futuro marido viviera bajo el mismo techo que ella y, adems,pretendiera tener una entrevista privada para tratar sabe Dios qu asuntos era inaudito. Se levant dela silla de su tocador y con la dignidad regia que la caracterizaba, la ech del dormitorio.

    No tengo ni un instante, ni medio. Fuera de aqu ahora mismo! Y no se le ocurra acercarse a mfue todo lo que dijo. El rostro de Isabel, que era apenas una muchachita, enrojeci hasta la raz delcabello y desapareci tras la puerta.

    Por qu ha tratado usted as a la pobre nia? Por cierto, quin es? le pregunt NanaVictoria. Catalina no quiso contarle, porque le daba vergenza, que Tobas mantena a su amantedentro de la hacienda. Se encogi de hombros.

    Es Isabel le respondi a la anciana, obviando la primera pregunta que le haba hecho. La

  • joven volvi a sentarse en su tocador para que Nana Victoria le hiciera los ltimos retoques y sepercat de lo mucho que temblaban las manos de la mujer. El viaje le haba hecho tanto dao como asu madre y su edad le impeda ya desempear sus funciones como antao.

    No haban pasado ni quince minutos desde que echara a Isabel de su habitacin, cuando escuchnuevamente unos golpes en la puerta. Por ella entr una mujer que ya peinaba canas, una indiahermosa con el cabello trenzado, grandes pendientes de oro y gesto digno. Conoca a Nana Victoria yla salud con un leve gesto de la cabeza.

    No hemos sido presentadas, seorita. Todos me llaman Mam Elena e Isabel es mi nieta. Novoy a permitir, bajo ningn concepto, que usted la humille ni la pisotee. Las nicas ocasiones en lasque mi nia no est en la casa son aquellos meses en los que vive aqu la seora Felisa, la madre delseor Tobas. Eso me parece lgico. Pero ni usted ni nadie ms tiene el derecho a echarla la vozde la mujer era calmada, segura y revestida de una gran autoridad. Si era all una criada, alguien(seguramente Tobas, quin si no?) le daba carta blanca para hacer y deshacer a su antojo. Catalinase sinti ofendida en lo ms profundo de su alma. Ofendida y herida. Esa era la vida que leesperaba? As iba a permitir Tobas que la trataran?

    Dime una cosa, Mam Elena Quin es exactamente Isabel para que merezca tantasconsideraciones? le haba hecho la pregunta con el fin de sonrojarla, pero la anciana ni se inmut.

    Eso es algo que no me corresponde a m contar. Pregntele al seor Tobas, l se lo dir esafue su respuesta justo antes de marcharse del dormitorio sin decir ni siquiera adis.

    Nana Victoria se qued an ms impactada que la propia Catalina por los modales de MamElena.

    Yo soy la que no va a permitir que la trate a usted de esa manera. Esa igualada, habrase visto!la anciana se diriga con paso decidido hacia la puerta, pero la joven la detuvo.

    No, mejor djalo estar. Hablar seriamente con Tobas para que resuelva esta situacin y paraque no vuelva a ocurrir nada semejante le dijo. Nana Victoria no pareca muy convencida.

    Quines son esas dos para tener tanto peso en esta casa? Hablarle as a usted, que va a serpronto la esposa de don Tobas! meneaba la cabeza, incrdula.

    *

    Tobas Ordaz y otros hacendados por fin se haban reunido en Maracaibo para tratar laproblemtica relacin que mantenan con la Compaa Guipuzcoana.

    Unos aos atrs, el rey de Espaa haba dado licencias para la creacin de compaascomerciales que se encargaran de los productos de las Colonias. Hasta ese momento, la zona habapermanecido en un absoluto abandono por parte de la metrpoli. Los holandeses y los ingleses tenanel monopolio del comercio del cacao y las especies. Eran ellos quienes establecan los altos preciosy se lo revendan a Espaa consiguiendo verdaderas fortunas.

    En Espaa se dieron cuenta de que podan ahorrarse millones si administraban ellos mismos losproductos, sin intermediarios. Se crearon entonces las compaas comerciales y la ms exitosa detodas ellas fue la Compaa Guipuzcoana. Miembros de esta Compaa comenzaron a vigilar lascostas, los puertos y los caminos para evitar el contrabando, ya que muchos productores preferanseguir comerciando con Holanda e Inglaterra, que les pagaba un precio ms alto, pues la metrpoliredujo el precio del cacao a la mitad para que su negocio fuera an ms provechoso. Incluso algunos

  • hacendados siguieron vendiendo el cacao a Veracruz para evitar los impuestos establecidos por elrey de Espaa.

    Los hacendados vieron mermados sus ingresos. En Espaa queran lucrarse con su trabajo cuandono haban hecho nada para ayudarlos a sacar adelante sus cultivos.

    Tobas Ordaz y los dems hacendados se haban reunido en varias ocasiones sin sacar nada enclaro, excepto el hecho de que no podan permitir esos abusos. Si antes todos ellos amaban Espaa yla aoraban, ahora comenzaban a sentirla como ajena. Se dieron cuenta entonces de los vnculos quehaban creado con la tierra en la que vivan. Algunos, como Tobas, haban nacido en las Colonias yEspaa no era ms que el sueo de sus padres, aunque de nio haba pasado unos aos en Vizcaya.Ellos ya no eran espaoles, comenzaban a sentirse de otro lugar y la palabra traicin aparecivarias veces en sus charlas, porque hacer negocios a espaldas de la metrpoli era considerado unatraicin. Todos ellos estaban obligados por ley a vender su cacao a Espaa al precio que el reyconsiderase justo.

    Aquella maana, Tobas se despert muy tarde. La reunin se haba alargado hasta altas horas dela madrugada y l abri los ojos bien pasado el medioda, algo a lo que no estaba acostumbrado.Senta una extraa desazn y la imagen de Catalina no mejor su estado de nimo. Ya no tena nadams que hacer en Maracaibo, podra haber regresado a la hacienda de inmediato y, sin embargo, noquera encontrarse con ella, as que demor su vuelta un da ms, pero esa demora le demostr queen el fondo estaba deseando verla. Se menta diciendo que obtena un disfrute especial torturndola,pero su disfrute comenzaba a darse cuenta con preocupacin radicaba en saberla cerca.Tambin estaba all Isabel y deseaba pasar tiempo con ella despus de haber permanecido separadosdurante los ltimos meses, algo que le haba costado