ALJÓFAR (1918-1921) Alfonso Hernández Catá

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ALJÓFAR (1918-1921) Dibujo de SOUTO ALFONSO HERNÁNDEZ CATÁ Trascripción: Julio Pollino Tamayo [email protected]

Transcript of ALJÓFAR (1918-1921) Alfonso Hernández Catá

ALJÓFAR (1918-1921)

Dibujo de SOUTO

ALFONSO HERNÁNDEZ CATÁ

Trascripción:

Julio Pollino Tamayo

[email protected]

ALJÓFAR: perla de forma irregular.

Sección de aforismos publicados irregularmente en el semanario “Mundo Gráfico” durante los años 1918, 1919, 1920 y 1921.

1

El arte supremo del novelista o del dramaturgo no consistirá nunca en el azar de hallar una anécdota extraordinaria, sino en la potencia de poder vaciar toda el alma en una anécdota cualquiera.

2 El sentimiento de patria debe nutrirse, más que del recuerdo de los sepulcros, de la esperanza en las cunas. El ideal, tanto individual como colectivo, es que nadie se ocupe de dónde se viene, sino a dónde se va.

3

Sólo los seres específicamente viles se alegran de que las injusticias cometidas por los demás, y las cuales ningún beneficio les reportan, no sean reparadas.

4 El hombre es tan dado a lo maravilloso, que hasta los fantasmas de los hechos le impresionan más que los hechos mismos: ningún bien alegra tanto, ningún dolor abate tanto, como una esperanza o una amenaza [otra versión del aforismo: ningún bien positivo alegra tanto como una esperanza, ni ningún dolor abate lo que una amenaza.].

5 La risa y el llanto son formas, a la vez, embrionarias y totales de manifestar los sentimientos: por eso los niños lloran o ríen tan fácilmente. Después, a medida que la inteligencia y sus rubores van dominando al alma, la carcajada y las lágrimas se mudan en sonrisa, en niebla húmeda sobre los ojos. Y sólo cuando vuelve la segunda niñez, se recobra la espontaneidad para llorar y para reír.

6 La imaginación, símbolo cotidiano de lo inestable, es la facultad suprapositiva del espíritu; sin ella, todos nuestros placeres y nuestros dolores serían más pequeños.

7 Casi todos los que llaman desgracias a las contrariedades, no suelen llamar dichas a los sucesos gratos.

8 El demonio de la intransigencia vela hasta en quienes creen vivir en la sombra augusta del árbol de la serenidad. Ese demonio es un doctor sutil, y empieza por falsear la expresión verbal seguro de que, insensiblemente, el pensamiento adopta las formas viciadas. Ejemplo: al que abjura de su religión por la nuestra, le llamamos convertido; al que la deja por otra, renegado.

9 La moral de los perfectos es como las lamparillas de aceite, que sólo sirven para alumbrarnos cuando estamos dormidos.

10 Las gentes que necesiten escenas tangibles para percibir ejemplos y estímulos espirituales, en pocos sitios verán tan claramente el poder de la voluntad como en un circo.

11 Pocas cosas tan admirables como el fonógrafo; pocas más antipáticas que un fonógrafo.

12 La muerte, cuando aparece en nuestro espíritu sin su sombra habitual, el dolor, produce menos pavura y más tristeza.

13 Muchos ultraprevisores, en fuerza de preocuparse del futuro, lo van malogrando a pedacitos, por no detenerse a pensar que el día presente era ayer mismo una parte del porvenir.

14 Cuando la caridad no tiene el sentido pleno de la privación y devolución, no pasa de ser un placer más, un placer hipócrita.

15 Los pequeños dolores dejan ocasión a la queja, a la protesta, a la elocuencia; los grandes, exigen la totalidad de la energía humana para sufrirlos.

16 Hasta cuando escribe, a pesar de las precauciones y de las fórmulas retóricas, la mujer descubre su gusto por las pasiones extremas; y a poco sincera que sea, trasciende su creencia de que las dos únicas posiciones femeninas son la de víctima y la de tirana. Al través de su prosa se perciben la cólera o la carcajada. Sólo sonríen a la voluptuosidad o a la compasión; y si alguna vez suscitan sus cartas impresiones de humorismo, no se deben a la voluntad, sino a la ortografía.

17 No se es cristiano sino en la medida que se miden y sienten los dolores ajenos.

18 Los verdaderos placeres son aquellos que subsistirían si todas las prohibiciones se aboliesen. Esto no quiere decir que sean los mejores.

19 Serenidad y vehemencia: he aquí las dos normas de la vida, impuestas más por el temperamento que por el cálculo. Poner toda el alma en el dinamismo de cada minuto, o expandirla parsimoniosamente en la plana monotonía de las cosas. ¿Quiénes tienen razón? Sin duda, los inefables mueren menos cuando llega la hora de la calma final, que aquellos cuya divisa es ir apasionadamente hacia la muerte.

20 La repugnancia instintiva que en materia de amor inspiran los calvos, viene de que el amor es vida, exaltación de vida, y la calvicie es un esfuerzo del esqueleto por manifestarse.

21 La felicidad es, casi siempre, algo que no se ha conseguido aún o algo que se ha perdido ya.

22 Quienes pretenden que el Amor les hizo perder alguna vez el tiempo, es que no amaron nunca. El amor multiplica todas las potencias vitales: la de comprensión, la de trabajo, la de goce.

23 La Historia es un nombre fantástico escrito con nombres verdaderos.

24 Pocas cosas tan peligrosas en las relaciones humanas como confundir el prejuicio con el juicio.

25 El genio es el relacionador de la eternidad con lo transitorio.

26 La ironía es, con respecto al Bien, lo que los viejos enamorados con respecto al amor.

27 Un optimismo que se frustra, es más útil a la inteligencia y a la sensibilidad humanas que un pesimismo realizado.

28 ¿Hombre perfecto? Ciénaga florida.

29 La mayor parte de los embusteros empiezan a serlo por falta de memoria, y luego persisten seducidos por el placer orgulloso de crear.

30 La misión del poeta es hacer penetrar hasta el corazón sensaciones e imágenes que cotidianamente resbalan sobre la corteza de materialismo que en casi todos embota la sensibilidad.

31 El ideal de amante es una mujer cuyos ojos hablen mucho y cuya boca sepa callar.

32 Pocas mujeres habrán dejado de decir en las primeras escaramuzas del amor: “Yo soy diferente a las otras.” Ignoran que cuando son más amadas se ama en ellas lo que tienen de todas las mujeres sobre lo que tienen exclusivamente de sí mismas.

33 El deseo es egoísmo; el cariño, generosidad; el amor es un compuesto de ambos, y su excelencia o su peligro dependen sólo de las proporciones de la mezcla.

34 La muerte se ríe con su risa de hueso de todas las discusiones humanas, excepto de aquellas que tratan de la eternidad.

35 La verdadera leyenda no es nunca una invención, sino una amplificación ilusoria del círculo de posibilidades.

36 Rara vez las potentes individualidades que han ejercido acción personal pueden desposeerse, al ser juzgadas, de su relación con el medio; dijérase que ellas son el recio metal y la multitud el molde dúctil del troquel.

37 Cada día la cohesión social va restando posibilidades al individuo; y para apreciar la lentitud de los progresos éticos, basta notar que si aún son posibles los grandes tiranos, los grandes organizadores de matanzas, las personalidades dulces tienen desde hace mucho que refugiarse en el libro o en la tímida prédica: un nuevo Cristo hallaría, sin duda, barreras infranqueables antes de llegar al huerto de los olivos; y si el seráfico Francisco de Asís volviese a propagar sus ansias de fraternidad, no tardaría mucho en ser detenido por el hermano guardia y condenado por el hermano juez, entre el irónico beneplácito de todos.

38 El corazón es siempre un chico inocente que se pervierte por las malas compañías de los sentidos.

39 Hay que ser partidario de la aristocracia; pero de una aristocracia cuyos pergaminos se revalúen cada generación.

40 Uno de los signos de eternidad del Arte, es que todas las religiones – síntesis de la aspiración a la verdad infinita - han necesitado servirse de él.

41 La mayor parte de los consejos, no son sino ejemplos abortados.

42 Hay escritores que pasan media vida aprendiendo cómo se deben decir las cosas, para luego no tener cosas que decir.

43 El amor se pinta ciego, no tanto por lo que deja de ver cuanto por lo bien que acostumbra a servirse del tacto.

44 La justicia es una de las pocas aspiraciones humanas no sugeridas por la Naturaleza. Las más costosas virtudes adquiridas por la voluntad del carácter, son fácilmente derrotadas por el don y por la simpatía: potestades milagrosas, caprichosas y terribles que lo deciden casi todo en el mundo.

45 El olfato es el más antidemocrático de los sentidos.

46 Todos los vicios se desarrollan mejor durante los viajes.

47 La mayor prueba de prudencia que puede dar un hombre, es cambiar de placeres entre los cuarenta y los cincuenta años.

48 El miedo al ridículo es uno de los más potentes frenos que detienen la energía humana.

49 En tantas angustias la muerte se aparece ante la ansiedad humana tan plena de soluciones totales, que han sido menester para defenderla de los desilusionados de la vida, dos centinelas siempre alerta: del lado de allá, lo desconocido, y de nuestro lado, el dolor.

50 Quienes se jactan de no poder ser persuadidos del error de sus creencias, suelen ser los menos razonablemente convencidos. Para mantener su convicción, han de cerrar los oídos espirituales y rumiar mientras se les habla la propia idea tan monótonamente, que concluyen por desposeerla de toda virtud fructificadora y emocional.

51 El pudor es la fuerza reactiva del ideal contra los instintos concupiscentes.

52 Los celos constituyen una variación del triste tema de la envidia.

53 La razón y la fe son dos caminos paralelos del espíritu que sólo pueden encontrarse en ese infinito que nadie conoce y que muy pocos pueden siquiera imaginar.

54 El calificativo es la parte de la oración reservada a las interpretaciones, es decir, a la mentira en todos sus grados: desde la hipérbole a la invención. Acicate de la vanidad y propulsor hipócrita de innumerables delitos, cuenta, entre los más nefandos, los perpetrados contra la propia personalidad. ¡Cuán a menudo vemos a seres casi inteligentes cambiar lo substantivo por lo adjetivo y preferir parecer a ser!

55 La memoria tiene dos hijos, uno como Abel y otro como Caín: el agradecimiento y el rencor.

56 A veces el inmoderado anhelo de ir lejos impide gozar de los accidentes bellos del camino.

57 Sin la envidia y sin el dolor, la gloria sería una injusticia.

58 Casi todos los grandes anhelos serían logrados si se invirtieran en merecerlos algunas de las horas que en desearlos se consumen.

59 Definir justamente es casi crear; mil desconciertos humanos vienen de la inseguridad con que están fijas en nuestra conciencia las nociones de sentimientos, ideas y hechos fundamentales.

60 La luz es la madre de la alegría.

61 Las gentes de escasa personalidad creen fingirla contradiciendo en principio toda proposición que han de aceptar después.

62 Un hombre sin defectos es como un cuadro sin claroscuro.

63 La vanidad es la presunción de lo que no se tiene; el orgullo, la conciencia de lo que se tiene... y de lo que falta.

64 A veces se oye decir, para disculpar a un violento: “Aunque parece así, es buenísimo...” Desconfiemos. Hay siempre entre la forma y el fondo una relación más o menos lejana de identidad.

65 En nombre del Amor se han perpetrado más injusticias que en nombre de la Tiranía.

66 La fuerza no puede satisfacerse a sí misma ni aun cuando triunfa; por eso siempre trata de demostrar que se ha ejercido en defensa de la razón.

67 La lluvia es un elemento gubernamental.

68 Si el amor nos hace generosos, es porque en cuanto se entra en sus dominios, se adquiere un sentido más intransigente de la propiedad.

69 Muy pocos piensan antes de hablar; algunos solo piensan cuando hablan, y muchos no piensan ni cuando hablan.

70 Los mejores lectores son aquellos que buscan en los libros, no imágenes y sensaciones contra el tedio, sino luz contra la ignorancia.

71 Todas las cosas, ideas y sentimientos, son, sin duda, viejas para el mundo; pero como son nuevas para cada generación...

72 La experiencia es el producto más caro de la vida: se compra al precio de la juventud, y sólo sirve para hacer a los otros más antipática nuestra vejez.

73 La intuición es siempre más fructífera que la experiencia.

74 La multitud convierte en mísera célula a quien no la domina, y escarnece con la mofa o con la muerte a quien habiéndola dominado, deja de dominarla.

75 Lo pintoresco es cosa que complace el ánimo... cuando se ve en casa del vecino.

76 Hay que desear decir “sí”, pero es preciso saber decir “no”.

77 El amor es primero la ilusión, y luego la desilusión del espíritu al pretender vaciarse en el molde de las necesidades de la materia.

78 La urbanidad convierte los dramas en comedias.

79 La habilidad de los juegos de la inteligencia nada tiene que ver con la brújula intelectual que sirve para seguir rectamente las dos o tres sendas fundamentales de la vida. Para iluminar esos caminos hace falta una luz pura, clara, sin oscilaciones. A nadie se le ocurre alumbrarse en una labor importante con luces de bengala.

80 Algunas mujeres tienen las lágrimas como los calamares la tinta.

81 El Carnaval es una de esas fiestas que todos acatamos y que pocos podrían defender. Filosóficamente, el hombre embriagado es menos peligroso que el enmascarado: el ebrio sólo trata de no reconocerse a sí mismo; el otro trata de no ser conocido por los demás.

82 La estupidez ha producido casi tantos dolores como la crueldad.

83 Quien pueda decir en cualquier momento, sin sonrojo, sus acciones, es un hombre honrado; quien pueda decir sus pensamientos, un santo.

84 La guerra es una violadora de destinos.

85 Sólo aquellos en quien el fanatismo ha secado las fuentes de la comprensión y la sensibilidad, pueden dejar de conmoverse ante el patético error de los pocos que se crean un ídolo y saben adorarlo bien.

86 Los pobres de espíritu prefieren, a emprender obras difíciles, añadir dificultades ilusorias a las obras fáciles.

87 Cuando las mujeres discuten alguna grave concesión, están ya muy cerca de otorgarla.

88 Para los pecados irredimibles contra el amor debe existir en la otra vida una pena horrenda y eterna; para los pecados leves existe en esta vida el castigo del matrimonio.

89 Ningún gesto se parece tanto al de la meditación como el de no estar pensando en nada.

90 La prudencia es casi la antítesis del miedo: aquélla evita casi siempre los peligros, mientras éste hace sufrir cada riesgo dos veces. Antes de llegar y cuando llega.

91 Más problemas nos crea la conciencia que los sentidos.

92 Los deleites materiales adquieren a menudo un carácter violento, porque entrañan siempre un triunfo contra el “destino” de la materia: muy pocas partes de nuestro cuerpo son aptas para hacernos sentir un gran placer, y en todas podemos sufrir un gran dolor.

93 La complicidad no engendra nunca la amistad: el delito es yugo donde dos voluntades van juntas, recelosas y pesarosas siempre.

94 El concepto despótico de la riqueza no lo adquiere el rico tanto en su propia dicha como en la envidia y en la tristeza de los pobres.

95 El error fundamental de los hombres respecto de la mujer, proviene de obstinarse en diferenciarlas en aquello que son iguales y en igualarlas en aquello que son diferentes.

96 Aplazar es sinónimo casi siempre de “no ejecutar”.

97 El calendario y el reloj son dos símbolos de exactitud que suelen servir al hombre de pretexto para posponer y no efectuar cambios dolorosos de conducta... Decimos: “Desde esta tarde”, “Desde esta mañana”, para engañarnos a nosotros mismos, como si no supiéramos que en cada minuto puede empezar una era y que todos los días pueden ser año nuevo.

98 El sol es a modo de una gran piedra de toque para la ética: casi todas las acciones que no se acomodan a realizarse bajo su luz, son impuras.

99 La sinceridad limita por el Sur con la candidez, y por el Norte con el cinismo.

100 Muchas mujeres se enamoran de los hombres que las hacen reír; algunas se enamoran de los que las hacen llorar; pocas se enamoran de los que las hacen pensar.

101 La adulación ha perjudicado más a los hombres que la calumnia.

102 La sangre se vierte casi siempre en vano por las opiniones, pero nunca por las convicciones.

103 El beso es la cifra humana del amor y adquiere todas sus modalidades: es ternura, es piedad, es deseo, es exaltación. Cuando Judas junta su boca a la mejilla, no besa, babosea únicamente: es un aborto.

104 El verdadero crítico es un altruista que en vez de entusiasmarse con las inspiraciones propias, se exalta con las inspiraciones de los otros.

105 La inconformidad es la sombra del alma.

106 Ninguna energía es excesiva. En el fondo de cada pecado hay un ímpetu que puede aprovecharse para el bien, y que si se extirpa torpemente, nos hará falta luego. Una explosión es algo terrible, y, sin embargo, el motor de petróleo naciente y ya poderosa fuerza de la industria moderna, no es más que una explosión dosificada.

107 El diletantismo es el egoísmo de la inteligencia, que, por complacerse a sí misma, renuncia a la profundidad por la diversidad.

108 El temor evita cuando más el delito; la persuasión atrofia el impulso o lo transforma.

109 Platón decía: “Aprender es recordar.” Puede parafrasearse su inquietadora sentencia de este modo: Recordar es fijar, revivir; reflexionar en lo pasado, preparar el futuro.

110 En la química moral, el amor, al descomponerse, volatiliza su mejor parte: el cariño, y deja un turbio sedimento: el deseo.

111 Querer, es la gran palabra a menudo falsificada. Querer las cosas, querer los hechos, querer los seres, siquiera una hora cada día, pero con firme y duradera vehemencia, nos transformaría en dioses, en héroes, en hombres verdaderos.

112 No todos los abortos sucumben al venir al mundo; muchos hay que siguen su trayectoria vital con las almas ciegas, como piedras de honda lanzadas hacia Dios, que vuelven a la tierra sin dejar otro recuerdo que el de una sombra inoportuna manchando el espacio.

113 La palabra es el más maravilloso de los recipientes: no hay frase donde no pueda caber íntegra un alma entera en toda su grandeza o en toda su ruindad.

114 Ser resignado o ser rebelde sólo depende de la dirección en que se mire.

115 Las dos grandes ideas del origen del hombre se concilian: hombres hay que provienen del mono, y es imposible dudarlo al ver la vana abundancia de sus gestos y de sus apetitos; hombres hay, muy pocos, que vienen de Dios, según lo atestigua el persistente fulgor de sus almas.

116 No condenemos con aireada pasividad a los Caínes: acaso Abel no fue tan bueno como dicen las Escrituras, cuando no supo desenconar y trasmutar la fraternal envidia, que es siempre triste confesión de inferioridad.

117 Los hechos son machos y las palabras son hembras, es verdad; pero ¿basta aceptar esta comparación para desdeñar las palabras? Compadezcamos y evitemos las baldías, las estériles, las feas; y acariciemos y busquemos las capaces de contener emociones y de llevar en su seno los gérmenes de hechos futuros.

118 Las discusiones convencen a veces a los que las escuchan, pero jamás a los que las sostienen.

119 Los dolores que no se resuelven en lágrimas, son como los días encapotados en que no acaba de llover.

120 La víspera posee mayor cantidad de goce que el día siguiente, porque no le cercena nada; mientras que cada minuto del día esperado, no se disfruta sino a costa de una disminución de sí mismo.

121 Muchos creen que para ser inteligentes basta con suponer tontos a los demás.

122 El éxito se paga con oro; el esfuerzo, con cobre.

123 Si alguien te dice que profesa una religión distinta a la tuya, respétale; si alguien te dice que no cree en religión alguna, despréciale.

124 La verdadera curiosidad, la fructífera, no está en los que preguntan perezosamente, sino en los que investigan por sí mismos.

125 La habilidad no excluye nunca por completo a la fuerza, antes bien la administra y dirige, proporcionando, con secreto instinto de la economía necesaria a la fugacidad de todo ímpetu, la resistencia o el impulso.

126 Una santidad sin tentaciones nos produce la misma impresión de pequeñez que un mar sin olas.

127 En el sentido pleno de la palabra aspirar, el anhelo ha de ser la chispa que enciende, y el esfuerzo el gas que, inflamado, determina la fuerza de impulsión.

128 La suspicacia, vicio convertido por los taimados utilitaristas en virtud, pugna con el sentido de la vida moderna, cuyas dos palabras raíces son solidaridad y confianza; por grande que sea la acción individual, cada día se basta menos a sí misma para sustituir, y con que el obscuro obrero que construye el balcón abierto hacia la calle falte a su deber, el más orgulloso individuo perece.

129 Hasta para realizar el mal perfectamente se necesitan cualidades. Los cobardes, por ejemplo, apenas si se vengan a medias.

130 Sólo los irreflexivos atribuyen a la memoria un influjo secundario en la eficacia mental del hombre. Hasta en el dominio de la ética se suele pecar más por olvido que por ignorancia.

131 La piedra de toque de los verdaderos amores no está en que resisten al desdén, sino a la posesión.

132 Sólo está permitido ser escépticos a quienes temen no poseer bastante amor para satisfacer las solicitaciones de todas las deidades. Desconfiemos de los que llaman escepticismo a una indiferencia cuya base es la sequedad de corazón y la pereza de pensamiento.

133 El placer y el dolor no constituyen los extremos de la escala sensorial donde se funden materia y espíritu. El placer tiene es su misma esencia algo de violento que le da la fugacidad precisa a la poca resistencia del hombre; si lo que entendemos por placeres se prolongase a muchos días, serían terribles dolores deleitosos... Así, pues, el dolor sigue en uno de los términos de la escala; pero en el otro no está el goce, sino la serenidad.

134 Un hombre de gran inteligencia sin carácter, es como un buque de potentes máquinas sin timón.

135 Mentiroso lugar común es el que dice: “Las comparaciones son odiosas.” ¿Cómo renunciar a la comparación cuando poseemos tan pocas nociones absolutas? Hay que comparar objetos, personas, sentimientos, ideas, o resignarse a reducir las investigaciones a un juego quimérico del espíritu, por cuyos resultados pase a veces, fortuitamente, la órbita de la verdad.

136 La capacidad innegable de fingimiento que posee la mujer, proviene de la secular esclavitud del sexo. Hasta las más torpes poseen riquezas de disimulo y argucia que sorprenden... Las malas herencias fueron siempre las más equitativamente repartidas.

137 Hay viejos que parecen estar en el mundo para quitar a los hombres el miedo a la Muerte.

138 El fanatismo es la fe de los hombres de acción.

139 La injusticia es cosa tan terrible, que quienes luchan mucho tiempo contra ella acaban por volverse injustos.

140 Desconfiad de esos que pretenden, so capa de exaltar la sinceridad y la llaneza, imponer el imperio del cinismo y de la grosería. En el fondo de toda acción infame, aun de aquellas más disfrazadas de refinamiento, existe la ineducación y la ordinariez.

141 La caridad, acaso la más grande de las virtudes cristianas, dice implícitamente que las palabras maravillosas predicadas entre el pesebre de Belén y el Gólgota son simientes estériles en el pedregal de los egoísmos de los hombres. ¿Sería necesaria ni casi concebible la caridad en el reinado de los justos?

142 La suma de nulidades y concupiscencias crea masa, mas nunca mejora la calidad. Nada más opuesto al anhelo de reducir a un mínimum las injustas desigualdades que dicta la Naturaleza, que ese igualitarismo de intestino que pretende nivelar por los más soeces, por los más ineptos, por los más bajos.

143 Los hombres libres proceden siempre en las situaciones extremas cual si después de su acto no fuera posible ninguno más; los fuertes gradúan su energía y dan a todo golpe, a toda acción, el previsor carácter de cosa penúltima.

144 El consuelo que aparta al espíritu afligido de la causa de su tristeza, es siempre es siempre engañoso. Consolar bien es hilar con el dolor una hebra tan sutil, que poco a poco imposibilite toda exasperación y cree una atmósfera donde se pierda la impresión encolerizadora de haber chocado contra la injusticia. Pero pocos son capaces de dar y de recibir ese consuelo que sumerge el alma en una penumbra, en una laxitud, en una serenidad que casi se acerca al placer.

145 Las supersticiones son una especie de religión al detall.

146 Así como de tiempo en tiempo las ígneas corrientes subterráneas determinan, en parajes separados por cientos de leguas, terremotos y erupciones, el pensamiento humano tiene en las más lejanas e incomunicadas zonas erupciones y trepidaciones que nadie sabe de dónde vienen ni cómo pudieron propagarse.

147 Todas las tiranías son odiosas; pero la sucia tiranía de los incapaces de combatir en sí mismos la batalla entre el arcángel espíritu y la bestia, es la más lesiva a los intereses del desenvolvimiento humano.

148 Al legítimo egoísmo colectivo no puede importarle tanto lo que las ciencias o las artes sean para un hombre como lo que éste sea para ellas.

149 La vanidad es la única planta espiritual que medra en todas las latitudes del alma: hay quien se envanece de ser el primero, de ser el último... y hasta de ser el mediano.

150 La mayor parte de las mujeres, cuando protestan de la tiranía, no es que aspiren a la libertad, sino a cambiar de yugo.

151 El deseo sexual suele hablar en nombre del amor, valiéndose de uno de esos abusos de confianza que hacen a los conocidos llamarse amigos.

152 Los grandes dones no pueden caer en abundancia excesiva sobre un solo ser sin doblegarlo: el talento goza de la vida, de la inferioridad de los otros y aun de su propia limitación, mientras el genio, chispa divina que un hombre sobrelleva en su peregrinación terrenal, vive solitario, sin casi posibilidad de amor y comprensión. Proyectado hacia otro ejemplo menos trascendente, puede recordarse que los millonarios no logran disfrutar el abandono de la holgura ni la irresponsabilidad del incógnito. Su riqueza – por venir de tantos – los convierte en hombres de todo el mundo.

153 Nada tan triste y baldío como esos talentos obstinados en parodiar al genio.

154 Convertirse no es trocar una indiferencia por otra, ni poner por debilidad o cálculo nuevas ropas al alma. Todo el que se convierte a una nueva religión y no es ella un santo, ha de repugnar a los espíritus verdaderamente religiosos.

155 Desconfiad de esos entendimientos enmohecidos que se precian de gustar de las ideas novísimas. Siempre hay en ellos algo del vicio de los viejos que miran a las muchachitas que aún no son del todo mujeres.

156 Quien no se domina, no logrará nunca dominar a los otros. Podrá, por el talento o la cólera, sojuzgar, alucinar, pasmar un instante; pero dominar con esa autoridad sostenida de los verdaderos fuertes, no.

157 La satisfacción irreflexiva de los que tras un gran peligro escapan de la Muerte, sólo tendría justificación si por burlarla en ciertas condiciones se conquistase la inmortalidad.

158 La Humanidad ha sacado mucho más beneficio de las verdades provisionales que de las verdades eternas.

159 Debería existir un premio para los que fracasan, a fin de no dejar pretexto alguno a los perezosos y a los tímidos.

160 Dicen que la Muerte es una gran niveladora, y no es del todo exacto. Mientras no se desmienta, fuerza es reconocer que todos tenemos la misma manera de estar muertos, pero no la misma manera de morir.

161 Muchos suelen decir, para disculpar esas brusquedades del espíritu descubiertas por el gesto o por la palabra: “En la forma es así, pero en el fondo...” No puede darse disculpa más torpe; pues pocos tienen ocasión, necesidad o capacidad de penetrar hasta el fondo de personas o cosas, mientras que a todos nos es preciso pasar junto a la superficie.

162 El Porvenir y el Pasado son dos montañas que de continuo amenazan derrumbarse sobre el sendero del Presente, que serpea tímido entre ellas.

163 Todos aspiramos a la Belleza; pero pocos somos capaces de realizar un esfuerzo cotidiano para disminuir nuestras imperfecciones.

164 El valor es el resultado subconsciente de dos miedos violentos y desiguales sobre un ser.

165 Quien piensa de continuo en la Muerte, no puede realizar obras grandes; pero quien jamás piensa en ella, tampoco.

166 El mejor médico no es el que cuenta sólo con la Vida y con la Muerte, sino el que cuenta también con el Dolor.

167 Los vicios más peligrosos son aquéllos que confinan con ciertas virtudes.

168 Hay hombres que poseen ideas; hay hombres poseídos por las ideas. Los primeros son más fáciles; los segundos, más útiles.

169 El esfuerzo ha de entrar en el campo de la esperanza como el arado en la tierra de que se desea cosecha próvida.

170 El hombre no puede ser responsable ante los demás y ante sí, de no hallar respuestas exactas a esas dudas capitales nacidas con el primer albor del pensamiento; pero no puede eximirse, si quiere merecer el título de verdadero hombre, de abrir en su espíritu las interrogaciones y de buscarle respuestas en la vida, en los libros y en su propia alma.

171 No hay ser vivo, por rudimentario y alejado de la sensibilidad y el entendimiento que parezca, que no inspire respeto casi religioso al hombre que ha pensado profundamente en la vida alguna vez.

172 Las obras del espíritu han de sazonar dentro de él antes de adquirir forma y salir a ser alimento de todos. Los frutos madurados después de arrancarse del árbol, no adquieren nunca la plenitud de jugo y sabor.

173 Hay cobardes a quienes el miedo, por un fenómeno involuntario, obliga a avanzar, en lugar de retroceder; y a muchos de ellos se los llama valientes.

174 En el amor, el yo se suele referir a la exaltación y a la fidelidad; el tú, a la belleza y a los reproches, y la tercera persona, a los celos.

175 Los problemas de la vida exigen, como los problemas abstractos, reflexión y análisis, pero una clase de análisis rápido, intuitivo casi, para no dejar lugar al cambio de circunstancias; el análisis premioso sólo sirve para comprobar los malos pasos y amplificar en la conciencia el disgusto de no haberlos sabido dar bien.

176 Cuando una gran desventura o una gran alegría encuentran para expresarse una gran voz, nacen uno de esos raros poetas que parecen haber vinculado a su sentimiento del mundo todo el ayer y gran parte del mañana universal.

177 El orador que subyuga a una muchedumbre, rara vez persuadiría, hasta hacerlo olvidar sus convicciones y deberes, a otro hombre solo.

178 El idealista ha de dar a todo hecho el carácter de penúltimo: a las penas, a las alegrías y, sobre todo, a la muerte.

179 Cuando la sabiduría no es la medida de la ignorancia, es vanidad estéril.

180 Los débiles que no saben gustar o sufrir en la soledad sus dolores, debieran aprender a llorar bien; hay llantos tan ridículos, tan feos, que despiertan la repugnancia estética, en vez de despertar la piedad.

181 Si muchos delitos no se cometen por cobardía, muchas buenas acciones abortan también por igual motivo. Esta última cobardía es la más triste.

182 La alegría, el dolor y el conocimiento poseen una fuerza centrífuga muy difícil de vencer; por eso la voluptuosidad del secreto, alcaloide sutil del egoísmo, exige naturalezas de un excepcional temple. Hay secretos que consumen más que el alcohol y que la lujuria.

183 La soledad en sí apenas tiene valor humano; vacío sin resistencias, donde la fantasía se engaña, dando al monólogo forma diagonal, es un trasunto de la Muerte, y sólo adquiere eficacia cuando se emplea en meditar, rectificar o proyectar acciones: en acendrar los sentimientos y en templar las armas que han de servirnos luego en la vida de relación.

184 Muy pocos hombres poseen capacidad de entendimiento y de amor para extenderlas, sin merma de intensidad, por todo el haz del mundo; y las teorías, las fronteras, los grupos, son productos de esa limitación de tanto dolor y tanta sangre.

185 Las verdaderas heroicidades son las que no modifican el espíritu al modificarse las circunstancias que las suscitan. Muchas llamadas heroicidades son hiperestesia, estupor subconsciente, necesidad de dinamismo ante el peligro. El mismo miedo se plasma en formas tan extrañas, que a veces toma la forma de valor.

186 Cuando la melancolía es un placer hipócrita – flor de ciudad -, se acomoda al ritmo de un vals; cuando viene de una insuficiencia o un exceso de alma, aconsonanta con el ritmo del oleaje.

187 Los hombres excepcionales son asideros vivos que se ahíncan en el futuro y tiran hacia él del peso muerto de la Humanidad.

188 El sentido a la vez útil y poético de la Democracia, no consiste en entregar el mundo a los tumbos ciegos de la mayoría, sino en ir ensanchando las minorías autocreadoras – por virtud del cultivo de la sensibilidad y la conciencia – hasta lograr que la belleza y la razón estén en el mismo platillo de la balanza.

189 El nivel normal de la inteligencia del hombre tiene por encima la locura y por debajo la tontería. Esto, en los vaivenes de la vida, origina errores de punto de vista y hace que muchos que se creen locos, sean tontos nada más.

190 Hasta por razón de especie, una castidad inquebrantable sería tan monstruosa como una salacidad sin fin.

191 En todos los grandes artistas, el naturalismo ha sido la escala de Jacob hacia el idealismo. En esa escala maravillosa y ardua, muchos se rinden sin llegar a lo alto; pero su esfuerzo resulta siempre más provechoso para la causa eterna del arte, que el de esos ilusos que quieren empezar su cosmología por las nubes y volar sin saber andar.

192 Lo que más dificulta la felicidad es que hay muchos modos de ser feliz.

193 La alegría crea; lo cómico, no. Lo cómico es siempre una maldad más o menos intensa, más o menos objetiva, que enseña los dientes.

194 Sin el olvido, no gozaría cada hombre más que un solo placer de cada clase, ni sufriría más que un solo fracaso y un solo dolor.

195 La espontaneidad nada tiene que ver con la improvisación. A veces lo más puro de nuestro ser no está en la superficie del pensamiento o del sentimiento; y si no ahondamos, en lugar de ser sinceros, somos falsos, y en vez de espontáneos, artificiosos por exceso de facilidad.

196 Dos procedimientos opuestos pueden llevar al hombre íntegro a la satisfacción de sí mismo: imaginar cuando está solo que lo observan, y pensar y obrar cuando está entre gente, cual si nadie le viese. Lo difícil es no equivocarse al aplicar la regla.

197 Desatar es siempre más difícil que romper.

198 La popularidad es el feo revés de la gloria. Los que sólo nos conocen como fútiles accidentes de sus vidas, sin amor, no pueden por muchos que sean, suplir a esos pocos amigos que nos miran alma a alma, profundamente. La extensión se consigue casi siempre a expensas de la profundidad.

199 Muchos males vienen de pensar demasiado en los demás para resolver asuntos propios; pero otros mayores vienen de pensar egoístamente en nosotros solos, para resolver asuntos que pueden beneficiar o perjudicar a los demás.

200 Así como todo terreno baldío sugiere a la inteligencia creadora la posibilidad de una gran cosecha, de un bello jardín o de un edificio maravilloso, y cada bloque abrupto las formas latentes de una estatua, hay hombres que solo sirven para indicar el sitio en donde podría llamear la luz de una verdadera vida.

201 El sueño es el aprendizaje de la muerte.

202 La multitud es tan perezosamente ingenua, que cree que todos los relojes colocados en alto marcan la hora exacta.

203 Por instinto, al hablar de alguno de esos hombres que legaron su pensamiento eternizado a la humanidad, se dice es en vez de era, y, en cambio, se necesita un esfuerzo de voluntad para no emplear el pretérito al hablar de algunos seres vivos. Sólo a los irreflexivos debe parecer mal que el Arte no conduzca a la riqueza. Si además de las emociones y satisfacciones incomparables que la creación estética produce, granjeara ese poderío del dinero que se gana; por lo común, sirviendo de intermediarios entre las necesidades o las ilusiones de necesidades y la producción, el artista justificaría, por su exceso de dicha, todas las violencias vengativas de los demás hombres.

204 Para probar a los amantes de la justicia, hay que esperar a que la injusticia los favorezca.

205 Todo amor tiene dos etapas contrarias: en la primera, el esfuerzo se aplica a dar el otro cuanto más podemos de nuestro ser; en la segunda, a rescatárselo.

206 ¡A cuántas citas de amor se acude con el secreto deseo de no encontrar a nadie!

207 Los errores más temibles no son los que sostienen juicios diametralmente opuestos a la verdad, sino los que se apartan de ella, que engendran, o una aparente identidad o un peligroso “no vale la pena de combatirlos”. Los primeros tienen en su contra su misma monstruosidad y viven poco tiempo; los otros tienen a su favor el reflejo de la verdad próxima.

208 Se debe desconfiar de esas gentes a quienes la debilidad de carácter o la malicia llevan a decir el sí o el no entre una vaguedad de puntos suspensivos, quitándole esa magnifica fuerza categórica que hace de esos dos vocablos el alfa y el omega simbólicos de todos los problemas del mundo.

209 Esos animales que miran al hombre cara a cara, hacen pensar en la terrible e injusta posibilidad de algunos mitos.

210 Esos muertos independientes que no reposan en la estrechez de los cementerios y descansan bajo el mar o bajo el tumulto de los vivos, debieran ser los hombres, que, renuentes a la angostura de la Ley, de la Patria y del amor reglamentado, quisieran respirar todos los aires, amar la vida en sus floraciones infinitas y odiar el error hasta cuando yergue su adelfa dentro de ellos mismos.

211 Los refranes no son sentencias éticas, sino síntesis empíricas de las artes del mundo; por eso los hay igualmente verídicos a favor y en contra de muchas cosas.

212 Esos hombres que dan la mano cartilaginosa de una manera blanducha, esquiva, parecen, más que débiles, estar esperando una distracción del interlocutor para apretarle ellos a mansalva.

213 Acaso el peor defecto de la simetría es suponer que, cuando la sinrazón está en un sitio, la razón ha de estar forzosamente en el lado opuesto.

214 Hay dos géneros de miedo: uno, mezquino, limitado, que mueve el egoísmo de los individuos entre los polos del dolor y la muerte; otro, cíclico, en el que se comparte el dolor de todas las criaturas: éste se suele sentir sólo ante las cóleras de la Naturaleza: tempestades, terremotos, volcanes; pero algunas sensibilidades puras lo sienten también ante las guerras.

215 Los hombres lloran casi siempre, sin querer, y las mujeres, también casi siempre, cuando quieren.

216 Tanto en las relaciones comerciales como en las espirituales, el intermediario suele ser un enemigo, que se cobra en lucro o en frialdad de espectador su posición equidistante entre dos anhelos.

217 Sólo en materia religiosa – la única incomprobable – suele pasarse del error a la verdad, sin cruzar estados intermedios. La ciencia necesita apoyarse en verdades provisionales, que luego, en cuanto no le sirven para sostener su ascensión hacia el progreso, reconoce como mentiras.

218 Triste caso es el de la vocación sin aptitud; pero tristísimo y de maldad trascendente es el de la aptitud que se esteriliza en la falta de entusiasmo o en la pereza.

219 Los hombres mediocres se engrandecen ante sus propios ojos con el éxito y se empequeñecen con la desgracia; los hombres de excepción están siempre por debajo del triunfo y por encima de la desventura.

220 La experiencia sería de una ejemplaridad infalible si todas las situaciones, aun las más parecidas, no fueran desiguales.

221 La oportunidad es la madre de los débiles y la hija de los fuertes.

222 Ningún equívoco tan dramático como el del hombre que le pide a una mujer un rato y se oye ofrecer la eternidad.

223 La multitud llenaba diariamente el templo. Un día, no se sabe con qué propósito, alguien cambió del altar la imagen adorada; y como la multitud iba siempre al mismo templo y con el mismo ánimo adormecido por la costumbre, nadie notó el cambio.

224 El hombre vive siempre entre dos legiones innumerables de fantasmas: de un lado están los espectros de cuantos fueron, del otro, de cuantos no han sido aún. Si el hombre sólo ve la primera de esas legiones, marcha hacia el futuro; si ve la segunda, hacia el pasado, y si posee visión bastante para percibir ambas, permanece extático, indeciso y se convierte él mismo en espectro.