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1 «Inmigración y trabajo por cuenta propia: algo más que afinidad » * Alberto Riesco Sanz ** La sociología de la empresarialidad étnica, situada a caballo de la sociología de las migraciones y la sociología económica, hizo hincapié en la concentración de ciertas minorías étnicas en los modos de empleo por cuenta propia. Muchas de sus aproximaciones han sostenido que el éxito «emprendedor» de estas minorías sería el resultado, en último término, de sus modos particulares de organización social (incluida la gestión de sus negocios): regular los intercambios económicos desde los principios comunitarios que articulan al grupo (reciprocidad, solidaridad grupal). El éxito emprendedor sería pues el resultado de haber incrustado (y subordinado) sus relaciones económicas en el entramado sociocomunitario. A partir del análisis de la economía «étnica» de Lavapiés (Madrid), este trabajo pretende llamar la atención sobre la insuficiencia de estos planteamientos para explicar la especialización económica en el trabajo por cuenta propia de determinadas minorías étnicas, así como sobre los riesgos y limitaciones implícitos en la etnificación de los procesos sociales (y de sus explicaciones). Palabras clave: economías étnicas, Lavapiés, incrustación, salariado, trabajo por cuenta propia, inmigración En las décadas de 1.970 y 1.980, en un contexto marcado por el estancamiento económico, el incremento del desempleo y el endurecimiento de las políticas migratorias en la mayoría de los países occidentales [RIBAS, 2.004: 108 y ss.], la denominada sociología de la empresarialidad étnica norteamericana comenzó a llamar la atención sobre los efectos «positivos» de la empresarialidad y los modos de empleo por cuenta propia para las poblaciones minoritarias [LIGHT, 1.972, 1.979 y 1.984] [LIGHT y BONACICH, 1.988] [PORTES, 1.981 y 1.987] [BONACICH, 1.973, 1.975 y 1.980] [BONACICH y MODELL, 1.980] [WILSON y PORTES, 1.980] [WILSON y MARTIN, 1.982] [PORTES y BACH, 1.985] [PORTES y STEPICK, 1.985] [PORTES y JENSEN, 1.987 y 1.989] [WALDINGER, 1.986a, 1.986b y 1.989]. Para muchos de estos planteamientos, el impulso de los modos de empleo por cuenta propia entre las minorías étnicas, facilitaba la movilidad social ascendente, generaba nuevas oportunidades de empleo en un contexto económico desfavorable, mejoraba las condiciones de incorporación al mercado de trabajo, al tiempo que abría nuevas vías de integración que no pasaban necesariamente por la * Esta comunicación recoge algunos de los resultados de una investigación más amplia que hemos efectuado sobre los modos de empleo por cuenta propia de los inmigrantes en España. Dicha investigación ha culminado en la redacción de una Tesis Doctoral –«Inmigración y trabajo por cuenta propia. “Economías inmigrantes” en Lavapiés (Madrid)», Universidad Complutense de Madrid, 2.010– a la que remitimos al lector para una profundización de estas y otras temáticas referidas a los modos de empleo de las poblaciones inmigrantes en España. ** Alberto Riesco es profesor en la Sección Departamental de Sociología III de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Complutense de Madrid. E-mail: [email protected]

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«Inmigración y trabajo por cuenta propia: algo más que af inidad»*

Alberto Riesco Sanz**

La sociología de la empresarialidad étnica, situada a caballo de la sociología de las migraciones y la sociología económica, hizo hincapié en la concentración de ciertas minorías étnicas en los modos de empleo por cuenta propia. Muchas de sus aproximaciones han sostenido que el éxito «emprendedor» de estas minorías sería el resultado, en último término, de sus modos particulares de organización social (incluida la gestión de sus negocios): regular los intercambios económicos desde los principios comunitarios que articulan al grupo (reciprocidad, solidaridad grupal). El éxito emprendedor sería pues el resultado de haber incrustado (y subordinado) sus relaciones económicas en el entramado sociocomunitario. A partir del análisis de la economía «étnica» de Lavapiés (Madrid), este trabajo pretende llamar la atención sobre la insuficiencia de estos planteamientos para explicar la especialización económica en el trabajo por cuenta propia de determinadas minorías étnicas, así como sobre los riesgos y limitaciones implícitos en la etnificación de los procesos sociales (y de sus explicaciones). Palabras clave: economías étnicas, Lavapiés, incrustación, salariado, trabajo por cuenta propia, inmigración

En las décadas de 1.970 y 1.980, en un contexto marcado por el estancamiento

económico, el incremento del desempleo y el endurecimiento de las políticas migratorias en

la mayoría de los países occidentales [RIBAS, 2.004: 108 y ss.], la denominada sociología de

la empresarialidad étnica norteamericana comenzó a llamar la atención sobre los efectos

«positivos» de la empresarialidad y los modos de empleo por cuenta propia para las

poblaciones minoritarias [LIGHT, 1.972, 1.979 y 1.984] [LIGHT y BONACICH, 1.988]

[PORTES, 1.981 y 1.987] [BONACICH, 1.973, 1.975 y 1.980] [BONACICH y MODELL,

1.980] [WILSON y PORTES, 1.980] [WILSON y MARTIN, 1.982] [PORTES y BACH,

1.985] [PORTES y STEPICK, 1.985] [PORTES y JENSEN, 1.987 y 1.989]

[WALDINGER, 1.986a, 1.986b y 1.989]. Para muchos de estos planteamientos, el impulso

de los modos de empleo por cuenta propia entre las minorías étnicas, facilitaba la

movilidad social ascendente, generaba nuevas oportunidades de empleo en un contexto

económico desfavorable, mejoraba las condiciones de incorporación al mercado de trabajo,

al tiempo que abría nuevas vías de integración que no pasaban necesariamente por la

* Esta comunicación recoge algunos de los resultados de una investigación más amplia que hemos

efectuado sobre los modos de empleo por cuenta propia de los inmigrantes en España. Dicha investigación ha culminado en la redacción de una Tesis Doctoral –«Inmigración y trabajo por cuenta propia. “Economías inmigrantes” en Lavapiés (Madrid)», Universidad Complutense de Madrid, 2.010– a la que remitimos al lector para una profundización de estas y otras temáticas referidas a los modos de empleo de las poblaciones inmigrantes en España.

** Alberto Riesco es profesor en la Sección Departamental de Sociología III de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Complutense de Madrid. E-mail: [email protected]

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«asimilación» en el mainstream de la sociedad norteamericana.

No obstante, si esto era así ¿por qué la presencia de la «empresarialidad» era tan

desigual entre unas minorías y otras estando todas igualmente discriminadas? ¿Por qué no

todas tenían el mismo «éxito» emprendedor? Más allá de la pluralidad de enfoques y

aproximaciones presentes (minorías intermediarias, economías étnicas, economías de enclave étnico,

nichos étnicos, hegemonía étnica, etc.) detrás de la etiqueta de «sociología de la empresarialidad

étnica» [Cf. RIESCO, 2.010], la mayoría de estos planteamientos partían de una

constatación empírica: la empresarialidad en las sociedades modernas no estaba repartida

homogéneamente entre la población, sino que determinados segmentos de la misma –

«étnica» y «culturalmente» diferenciados– mostraban una mayor especialización en este tipo

de actividades económicas, una mayor «inclinación» hacia los modos de empleo por cuenta

propia.

Desde los planteamientos de la sociología de la empresarialidad étnica este hecho

implicaba reconocer que, en las sociedades capitalistas modernas, el reparto y la asignación

social de actividades dentro del conjunto de la población no se efectuaría, principal o

exclusivamente, por medio de los mecanismos del mercado. Dicho de otro modo: la lógica

«económica» moderna (la dinámica «universal», «ciega» y «abstracta» del mercado) no

permitiría explicar, por sí sola, la especialización de determinadas poblaciones en las

actividades laborales por cuenta propia, pues de hacerlo, la empresarialidad debería

encontrarse presente (o ausente) por igual en todos los segmentos de la población, cosa

que no ocurría. Así pues, las razones de tal especialización habría que buscarlas en las

dimensiones y estructuras socioculturales en las que la dinámica económica se encontraba

inserta (incrustada o enclaustrada, por retomar el término con el que Granovetter [1.985]

inspiró a muchos autores de este ámbito de la sociología).

En las primeras y más importantes aproximaciones de la sociología de la

empresarialidad étnica (economías étnicas, minorías intermediarias, economías de enclave étnico), tales

dimensiones y estructuras socioculturales reivindicadas, quedarán reducidas, de facto, a las

características comunitarias propias de los grupos investigados (comunitarismo). Así pues, dar

cuenta de la concentración y especialización de determinadas minorías étnicas en los

modos de empleo por cuenta propia significaba atender a las (supuestamente específicas)

formas de organización social (incluida la gestión de los negocios) presentes en tales grupos

minoritarios. Se trataba de hacer hincapié en la trama social, cultural e institucional (valores,

tejido asociativo, redes, marcos normativos y reglas, etc.) que articularía internamente a

dichas comunidades étnicamente diferenciadas. Dicho de otro modo, sería la presencia o

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ausencia de este entramado social y de estas formas de vida (que permitían movilizar recursos

de todo tipo: financieros, fuerza de trabajo, información, clientes, etc.) lo que determinaría,

en última instancia, las posibilidades emprendedoras de unas u otras minorías étnicas

[RIESCO, 2.010].

El espacio compartido por la sociología de la empresarialidad étnica y su aplicación al contexto migratorio

español 1

¿Y en qué consistían, según la sociología de la empresarialidad étnica, estas modalidades

de organización social presentes en las minorías étnicas altamente emprendedoras?

Básicamente en la existencia de una densa organización comunitaria, trufada de vínculos

sociales y articulada en torno a principios «étnicos» y «familiaristas» de pertenencia. Un tipo

de organización social (y de gestión de los negocios) en el que la posición ocupada y los

recursos disponibles dependían, en gran medida, del capital simbólico detentado por los

miembros de dicho grupo (por sus familias en un sentido extenso). La colectividad

«étnicamente» delimitada configuraba, de este modo, una comunidad de orden «moral» que

establecía, nítidamente, un adentro y un afuera del grupo o, lo que es lo mismo, una

dualización de los marcos normativos presentes en las relaciones sociales y los

intercambios, aplicándose unos u otros en función de que el interlocutor formara o no

parte de dicha unidad moralmente constituida.

Al igual que ocurría en las sociedades tradicionales (precapitalistas) [POLANYI,

1.989 (1.944)] [MAUSS, 1.950 (1.922)] [GODELIER, 1.996] [SAHLINS, 1.983], el grueso

de las relaciones sociales de estas minorías étnicas parecían regirse por los principios de

reciprocidad y obligación típicos de los intercambios en forma de dones y contradones. Esta

1 En esta comunicación no nos vamos a detener en los debates, reformulaciones y antecedentes de la

denominada sociología de la empresarialidad étnica. Un análisis detallado de la misma lo hemos efectuado en [RIESCO, 2.003, 2.008 y, sobre todo, 2.010]. Aquí presentaremos muy brevemente lo que, a nuestro juicio, configura la base común (más allá de las disputas y diferencias formales) de los distintos abordajes de este ámbito de la sociología. Para realizar este análisis sintético de los planteamientos y presupuestos implícitos de la sociología de la empresarialidad étnica nos hemos basado en los autores y enfoques más representativos de este campo. A las referencias bibliográficas más arriba aportadas, podemos añadir otras de lectura obligada: [WESTWOOD y BHACHU, 1.988] [BAYLEY y WALDINGER, 1.991] [WALDINGER, ALDRICH y WARD, 1.990] [LIGHT y BACHU, 1.993] [PORTES y SENSENBRENNER, 1.993] [PORTES y ZHOU, 1.992] [ZHOU, 1.992]. Se podrían señalar igualmente algunas reformulaciones críticas posteriores –[GUARNIZO, 1.997 y 2.003] [RATH, 2.000] [KLOOSTERMAN y RATH, 2.001] [LIGHT y ROSENSTEIN, 1.995] [LIGHT y GOLD, 2.000] [PORTES, 2.000] [PORTES, GUARNIZO y HALLER, 2.002]– que han matizado y modificado muchos de estos planteamientos, superando sin duda algunas de sus limitaciones (por ejemplo las miradas más culturalistas y etnicistas), si bien, a nuestro juicio, no habrían logrado romper plenamente con los presupuestos (y los obstáculos) de la sociología de la empresarialidad étnica. Hemos desarrollado y analizado ampliamente estas cuestiones en [RIESCO, 2.010].

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solidaridad grupal derivaba del sentido de pertenencia a una misma colectividad étnicamente

definida (era una solidaridad «étnica») y moralmente erigida (constituía una solidaridad

«forzosa»). Era el resultado de la densidad relacional y de los vínculos sociales de los

integrantes del grupo. La solidaridad étnica permitía la movilización de recursos, así como el

desarrollo de instituciones y prácticas comunitarias basadas en la reciprocidad y la

confianza grupales. El principio de obligación y la capacidad sancionadora del propio

grupo se convertían en mecanismos reguladores más importantes que los vínculos

contractuales típicos de las sociedades modernas.

Estaríamos, en resumen, ante un modo de organización colectiva en el que el

conjunto de las relaciones sociales intracomunitarias (incluidas las económicas) quedaban

enmarcadas y circunscritas (incrustadas) dentro del marco normativo e institucional que

cohesionaba al grupo. Lo estrictamente «económico» quedaba pues supeditado a «lo

social». Dicha supeditación era lo que posibilitaba el desarrollo de «alternativas»

emprendedoras muy eficaces incluso desde el punto de vista de la lógica económica

dominante en las sociedades capitalistas (la lógica «de mercado»)2.

Y no sólo eso: permitía limitar, además, el impacto negativo que dicha lógica

«económica» tenía sobre la esfera de «lo social» (desigualdad, conflictos, desestructuración,

relaciones de explotación entre empleadores y empleados...). El enclaustramiento o incrustación

de las relaciones económicas en el entramado social, institucional y normativo del grupo (su

supeditación al mismo, la «intrusión» de lo comunitario y la imposición de los vínculos

solidarios y recíprocos en los intercambios) posibilitaba, en teoría, dotar a sus relaciones

sociales de un mayor grado de estabilidad, justicia y equidad, gracias al desplazamiento de

los intercambios grupales de la «pura» lógica de mercado («lo económico») hacia la lógica

de las convenciones, las normas y las obligaciones («lo social»).

La sociología de la empresarialidad étnica parecía pues ofrecer un modelo con el que

abordar las trayectorias laborales de las minorías étnicas en las sociedades contemporáneas

y, más concretamente, los modos de empleo por cuenta propia donde algunas de ellas

parecían especializarse. Sin embargo, este modelo «explicativo» ¿no conllevaba una

2 Facilitaba, por ejemplo: la movilización de recursos comunitarios y la acumulación mínima de capital con la que emprender nuevos negocios (mediante asociaciones de créditos rotativos, bancos comunitarios, etc.); la disponibilidad de una fuerza de trabajo altamente movilizada (mediante políticas paternalistas) y de bajo coste (que aceptaba pésimas condiciones de trabajo y empleo a cambio del apoyo futuro y la potenciación, por parte de los empleadores, del trabajo por cuenta propia entre sus empleados); la reducción y externalización del riesgo innato a las relaciones económicas contemporáneas (vía su absorción comunitaria) y de la competencia entre empresas del mismo grupo étnico (fijando comunitariamente precios de venta de los productos, los salarios de los empleados, etc.); la estabilización necesaria del vínculo trabajo-fuerza de trabajo (la certeza de que los empleados no abandonarían sus puestos de trabajo nada más adquirir las competencias o el capital que les capacitaría para emplearse por cuenta propia), etc.

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etnificación del fenómeno investigado? ¿No corría el riesgo de caer en razonamientos de tipo

tautológico? ¿No expulsaba del análisis toda posible interconexión de estos procesos con

otras dinámicas sociales de carácter general? Para tratar de responder a estas preguntas

hemos tratado de aplicar el modelo propuesto por la sociología de la empresarialidad étnica al

contexto migratorio español y, más concretamente, al caso del barrio madrileño de

Lavapiés (administrativamente conocido como Embajadores)3.

Lavapiés, antiguo espacio degradado del centro histórico madrileño, constituía un

«antiguo» y significativo lugar de asentamiento en Madrid de los flujos migratorios de

población extranjera4. Este llamativo crecimiento de su población extranjera habría hecho

de Lavapiés el barrio del municipio madrileño con mayor número absoluto de extranjeros

empadronados y el cuarto con mayor presencia relativa5. Además de por su número, la

población extranjera de Lavapiés se habría caracterizado por su heterogeneidad en lo que a

lugares de origen se refiere, pudiéndose contabilizar más de cien nacionalidades extranjeras

diferentes6. Una heterogeneidad que no ha hecho sino incrementarse en los últimos años,

impidiendo la identificación de Lavapiés con un colectivo extranjero en particular, lo que le

ha convertido en un ejemplo mediáticamente recurrente (no siempre en términos positivos)

de «multiculturalidad» en la metrópolis madrileña.

A todo esto tendríamos añadir, además, la emergencia (desde la década de 1.980 y

1.990) y posterior consolidación (sobre todo desde el año 2.000) de un importante tejido

empresarial ligado a la población de origen inmigrante. Un tejido empresarial de una

envergadura y un dinamismo considerable (280 establecimientos en 1.996 –el 9,9% del total

de las empresas del barrio–, 409 en 2.002 –el 13,4%– y 793 en 2.008 –el 25,3%– [Cf.

RIESCO, 2.010]) que no se habría limitado a ofertar bienes y servicios a sus paisanos, al

conjunto de los inmigrantes o a los residentes del barrio, sino que habría desarrollado

3 Las razones de esta elección, así como las limitaciones de la misma, están recogidas con mayor

detalle en [RIESCO, 2.010]. También allí puede verse una descripción pormenorizada de las características del trabajo de campo (cualitativo y cuantitativo) efectuado, así como de las distintas fuentes de información en las que nos hemos apoyado para realizar nuestro estudio.

4 Así parece desprenderse de la evolución de su número de extranjeros residentes. Según los datos del Padrón Municipal de Habitantes del Ayuntamiento de Madrid: 773 en 1.986 (cuando la población extranjería apenas representaba el 1,6% del total de la población del barrio), 3.248 en 1.999 (el 8,7% de la población total del barrio) y 16.909 (33,49%) el 1 de enero de 2.010.

5 Embajadores sería superado (a 1 de enero de 2.010) únicamente por los barrios de San Cristobal en Villaverde (41,4%) y Pradolongo (34,2%) y Almendrales (34,1%) en Usera. Estaríamos, en cualquier caso, ante una presencia de extranjeros muy superior a la del conjunto del municipio (17,3%) y a la del propio distrito Centro (27,4%)

6 Los principales países de procedencia de la población extranjera residente en Lavapiés a 1 de enero de 2.010 eran: Bangladesh (19,3% del total de extranjeros del barrio), Ecuador (9,7%), Marruecos (7%), China (6,7%), Senegal (5,8%), Italia (4,6%), Rumania (3,8%), Bolivia (3,7%), Francia (3,0%), Colombia (2,9%), Perú (2,5%), República Dominicana (2,3%) y Argentina (2,2%).

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también toda una oferta que trascendería los propios límites de Lavapiés y de sus

habitantes: nos referimos a la especialización de una parte de la economía étnica en la

distribución mayorista de productos textiles, calzado y complementos de moda7. Un sector

que habría convertido a la economía étnica de Lavapiés en un punto de referencia destacado

dentro de las redes de distribución de estos productos no sólo a escala regional, sino

también nacional e, incluso, internacional [RIESCO, 2.010].

De manera que Lavapiés parecía así configurarse como uno de los ejemplos más

significativos de «economías étnicas» en Madrid y, creemos, que en España. De hecho, la

investigación sobre los modos de empleo por cuenta propia en Lavapiés, nos ha permitido

confirmar la presencia de esta «economía étnica», así como de muchos de los elementos

característicos de la misma habitualmente enfatizados por la sociología de la empresarialidad

étnica: presencia desigual de la empresarialidad entre las distintas minorías étnicas del barrio,

intercambios grupales en términos de reciprocidad, movilización de recursos comunitarios

de todo tipo (financieros, fuerza de trabajo, información...) movilizados según el capital

simbólico de los miembros del grupo y en torno a la identidad étnica compartida,

relaciones paternalistas de trabajo entre empleadores y empleados, trayectorias de

movilidad social ascendente, regulación y limitación comunitaria de la competencia entre

negocios del mismo grupo étnico, etc. [RIESCO, 2.010].

Pero, ¿son estos los términos en los que debemos formular el debate? Toda polémica

con la sociología de la empresarialidad étnica ¿debe reducirse a una cuestión de validación

empírica de determinadas modelizaciones teóricas? Su pertinencia sociológica ¿depende,

simplemente, de que podamos o no rastrear sus huellas en la realidad multiforme de las

sociedades contemporáneas? De ser así, no cabe duda de que los modelos de la sociología

de la empresarialidad étnica resultan oportunos pues son detectables en numerosos contextos

empíricos. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, el debate sobre la sociología de la

empresarialidad étnica no debería girar en torno a si sus modelizaciones son verdaderas o

falsas, sino a si son más o menos explicativas que otras, a si facilitan o dificultan la

explicación y explicitación de las dinámicas presentes en las sociedades contemporáneas (si

nos permiten, por ejemplo, hablar de algo más que de minorías étnicas que trabajan por

cuenta propia).

Formulados así los términos del debate, los presupuestos teóricos de la sociología de

la empresarialidad étnica resultan, desde nuestro punto de vista, discutibles y limitados. En

7 La distribución mayorista se encuentra presente en el 65,3% de los negocios de la economía étnica de Lavapiés, dedicándose en el 84,5% de los casos a la distribución de productos textiles, calzado y bisutería [Cf. RIESCO, 2.010].

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primer lugar, como consecuencia de abordar la concentración de ciertas minorías étnicas en

el trabajo por cuenta propia, básicamente, como el resultado de una confluencia (una

afinidad) entre: i) las características de las formas de vida y los modos de organización social

de dichas minorías; y ii) las características y requisitos de las actividades emprendedoras.

Con este punto de partida sobre el que centraremos nuestro análisis, es difícil que las

aproximaciones de la sociología de la empresarialidad étnica consideradas puedan ir más allá

de confirmar lo ya existente y conocido: la presencia, en el momento presente, de un

vínculo entre determinados grupos de población étnicamente diferenciados y determinadas

formas de empleo basadas en el trabajo por cuenta propia.

Abordado desde el inmediatismo, observado bajo la coherencia formal propia de todo

momento presente, dicho vínculo entre poblaciones y empleos, sujetos y funciones,

capacidades laborales y constelaciones de puestos de trabajo, adquiere la apariencia de una

estabilidad y una continuidad más que discutibles. Entendidas así, las aproximaciones a los

modos de empleo de las minorías étnicas se muestran incapaces de decir algo con respecto

a los procesos y dinámicas sociales pasados que habrían desencadenado dicha

especialización, o sobre el impacto que ésta pudiera tener en los procesos y dinámicas

sociales futuras. De hecho, una vez que ha sido planteado el problema en términos de

afinidad, toda tentativa de trascender la mera constatación del presente y de avanzar alguna

hipótesis en torno a la dinámica general de los modos de empleo por cuenta propia de los

inmigrantes parece conducirnos, irremediablemente, a la tautología: la significativa

concentración de determinadas minorías étnicas en actividades por cuenta propia nos

permitiría constatar la existencia de una afinidad entre unas y otras. ¿Y a qué se debería esta

significativa concentración? ¡Pues a la existencia de dicha afinidad !

Planteamientos como estos, que presuponen como estables los vínculos entre las

actividades y los sujetos que las desempeñan, quizá pudieran ser oportunos en el caso de las

sociedades tradicionales, pero nos parecen difícilmente aplicables en formaciones sociales

en las que predominan ya las relaciones sociales capitalistas. Por ejemplo, los procesos y

mecanismos que, en el siglo XVI, habrían impulsado la especialización en el comercio de

una minoría como los judíos ¿serían equiparables a los procesos y mecanismos

responsables, en el siglo XXI, de la especialización económica en el comercio de los chinos

en Lavapiés? De ser así, ¿habría que presuponer que el tránsito histórico de las sociedades

tradicionales a las sociedades capitalistas no habría tenido ningún impacto en lo que se

refiere a los mecanismos de vinculación de actividades y personas?

Para dar por buenas estas formulaciones, tendríamos que postular (y demostrar) que

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hoy, al igual que ocurría en épocas pasadas, las poblaciones son adscritas a unas u otras

actividades de forma permanente y, fundamentalmente, en base a principios adscriptivos. Es

decir, que el status y el capital (simbólico) detentado por una persona o grupo seguirían

siendo, la mayoría de las veces, una consecuencia inmediata del lugar ocupado (por

nacimiento) en la jerarquía social. Y que, todavía hoy, dicha posición y capital (simbólico)

llevarían adscritos y se encontrarían irremediablemente vinculados al desempeño

permanente (o duradero) de ciertas actividades y profesiones. De este modo, quedarían

determinadas a priori en grupos e individuos las posibilidades de acumulación de poder y

capital. Al mismo tiempo, el carácter obligatorio del desempeño de algunas actividades se

acompañaría de la prohibición expresa de otras, sobre las cuales podrían pesar restricciones

mágico-rituales. Tendríamos, en definitiva, que presuponer que, en las sociedades

contemporáneas, el vínculo entre poblaciones y actividades laborales se configura como un

vínculo duradero, tanto como para conformar una unidad estable, una identidad.

Ahora bien, la eliminación de toda vinculación permanente (estable y duradera) entre

«sujetos» y «funciones» (entre poblaciones y actividades, entre trabajadores y trabajos) ¿no

constituía, precisamente, el fundamento de las nuevas formaciones sociales capitalistas?

¿No era la revolución permanente de los procesos productivos y la potenciación de la

movilidad social las bases de la fuerza «igualadora» y «subversiva» del capitalismo en

comparación al estancamiento de las sociedades del Antiguo Régimen? La emergencia, por

primera vez en la historia, de una fuerza de trabajo formalmente libre (móvil) y la

generalización de la competencia entre los distintos capitales ¿no hacía saltar por los aires

toda pretensión (por parte de los trabajadores o de los empresarios) de vincular de forma

estable o duradera trabajadores a puestos concretos de trabajo? Este hecho novedoso ¿no

abría las puertas a la evolución (y gestión) diferenciada de poblaciones y trabajos? ¿No es,

precisamente, en las formaciones sociales capitalistas donde, por primera vez en la historia,

podemos hablar de la compraventa generalizada de capacidades laborales? ¿No es aquí

donde nos encontramos, en definitiva, con la emergencia de «mercados de trabajo» dotados

de dinámicas que no son equiparables a las de los procesos productivos propiamente

dichos?

Las redes empresariales inmigrantes en Lavapiés: algo más que una inclinación

Pero entonces, ¿cómo podríamos explicar los procesos de especialización económica

de determinadas minorías étnicas en el trabajo por cuenta propia? ¿Como explicar, por

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ejemplo, el caso de Lavapiés, donde residen más de 100 nacionalidades extranjeras

diferentes y, sin embargo, casi el 80% de los negocios regentados por inmigrantes

pertenecen a población de origen chino (el 60%) y bangladeshí-indio-pakistaní (el 20%)?

¿Por qué algunas nacionalidades extranjeras (como las latinoamericanas), con una notable

presencia en Madrid y en España, apenas concentran el 4% de estos negocios en Lavapiés?

[Cf. RIESCO, 2.010]. Esta sobrerrepresentación de determinados colectivos inmigrantes en

el tejido empresarial del barrio ¿no debería hacernos reconsiderar las hipótesis de la afinidad

y la especificidad étnica que acabamos de cuestionar? ¿No es verdad que, entre estos colectivos

de Lavapiés, hemos constatado la presencia de instituciones, normas y prácticas sociales

similares a las que habían sido previamente subrayadas por la sociología de la empresarialidad

étnica?

¿No cabría pues hablar, por ejemplo, de una inclinación de los inmigrantes chinos o

bangladeshíes-indios-pakistaníes hacia los modos de empleo por cuenta propia o de una

afinidad de sus entramados comunitarios con los requisitos de las iniciativas

emprendedoras? Creemos que no. Si fuera una cuestión de afinidad o de inclinación hacia el

autoempleo ¿cómo podríamos explicar la presencia en estos grupos de porcentajes de

afiliación a la seguridad social por cuenta ajena que, en 2.009, eran del 70%, en el caso de

los chinos, y del 85%, en el caso de los bangladeshíes-indios-pakistaníes [RIESCO, 2.010]?

Estos datos «desconcertantes» podrían tratar de justificarse reivindicando que, en

realidad, se refieren a personas empleadas por cuenta ajena por sus paisanos mientras que

esperan alcanzar, gracias a los dispositivos de la solidaridad étnica, su conversión en

trabajadores por cuenta propia. Desde nuestro punto de vista, puede que así ocurra en

determinados casos, pero ¿en tantos como para llegar a alcanzar porcentajes de empleo por

cuenta ajena tan elevados? De ser así, esto implicaría que la participación de los inmigrantes

en las redes emprendedoras de sus colectivos «étnicos» se efectuaría, básicamente, como

empleados por cuenta ajena de otros paisanos8. Sin embargo, ¿no choca esto con los datos

disponibles sobre el escaso volumen de empleo por cuenta ajena registrado en los negocios

de Lavapiés?

Por ejemplo, el Censo de Negocios de Inmigrantes-2.008 que llevamos a cabo durante

nuestra investigación, señalaba que el 94,6% de estos negocios se situaba en el tramo de

8 Recordemos que, tal y como ha sido definida operativamente la empresarialidad étnica, ésta no sólo

englobaría a los trabajadores por cuenta propia (con o sin asalariados), sino también las ayudas no retribuidas (normalmente de otros miembros de la familia) y los trabajadores por cuenta ajena pertenecientes al mismo grupo étnico que los propietarios de los negocios [LIGHT y BONACICH, 1.988: x-xi] [LIGHT y GOLD, 2.000: 10] [LIGHT, SABAGH, BOZORGMEHR y DER-MARTIROSIAN, 1.995: 26] [LIGHT, BACHU, KARAGEORGIS, 1.993: 31] [PORTES y JENSEN, 1.989: 930].

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10

empleo de 1 a 5 empleados, al tiempo que el 35,3% figuraba dado de alta como «personas

físicas»9. Estos datos, quedarían también confirmados por el Directorio de Unidades de

Actividad Económica-2007 de la Comunidad de Madrid, según el cual el 67,7% del total de

unidades locales de Embajadores (no sólo las de los inmigrantes) contaban únicamente con

1 ó 2 empleados y el 82% con menos de 5 empleados. Del mismo modo, aunque referida

ya al ámbito nacional, la Encuesta de Población Activa-2.008 del INE, señalaba que solo el 25%

de los trabajadores extranjeros que trabajaban por cuenta propia lo hacían como

empleadores con asalariados.

Rechazada pues esta posible explicación nos quedaría otra posibilidad: que el

problema residiese en la heterogeneidad cultural y de los modos de vida de unos colectivos

que habrían sido «homogeneizados» por la mirada etnocéntrica del investigador occidental,

muy dado a equiparar etnicidad y Estado-nación. No cabe duda de que el riesgo de este

tipo de «distorsiones» es real. Sin embargo, apoyándonos en los trabajos de otros

investigadores sobre los flujos migratorios a España procedentes de Asia Oriental y Central

[BELTRÁN, 2.004: 154-155 y 2.006: 111] [SAIZ LÓPEZ, 2.005: 155] [BELTRÁN y SÁIZ

LÓPEZ, 2.002: 53] [SOLÉ y RODRÍGUEZ-ROCA, 2.005: 108 y 112] [LÓPEZ SALA,

2.007: 108], hemos podido constatar que la mayoría de los miembros de estos colectivos

más «inclinados» al trabajo por cuenta propia, procedían de las mismas regiones en sus

países de origen, así como de similares contextos socioculturales de partida. Por ejemplo,

en el caso de los chinos residentes en España, en torno al 70% de los mismos procedían

del sur de la provincia de Zhejiang y, más concretamente del distrito de Qingtian, así como de

otros distritos vecinos integrados en la municipalidad de Wenzhou. Algo similar ocurría a

propósito de los pakistaníes residentes en España (en su mayoría procedentes de la región

del Punjab y, más concretamente, de la capital Islamabad) y de los indios (la inmensa mayoría

procedente de la provincia de Sindh y, en mucha menor medida, de origen gujarati y parsi).

Evidentemente, estos datos no nos permiten afirmar con seguridad que estemos ante

poblaciones homogéneas en términos étnicos y culturales, pero sí nos sirven para poner en

duda que los elevados porcentajes de trabajadores por cuenta ajena existentes entre

nuestros colectivos más «inclinados» al autoempleo, se deban simplemente a un problema

de variaciones étnicas internas a los colectivos nacionales no tomadas en cuenta durante la

investigación. Refuerzan, por lo tanto, nuestra posición contraria a considerar la presencia

de estos colectivos inmigrantes en los modos de empleo por cuenta propia se deba a una

9 Para una explicación de cómo se ha llevado a cabo este censo de negocios, así como otros anteriores

(2.002 y 2.005), véase [RIESCO, 2.010].

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11

cuestión de afinidad. Una posición, a nuestro juicio, aún más justificada si consideramos la

escasa continuidad existente entre las trayectorias laborales efectuadas por los inmigrantes

en sus países de origen y las registradas en España (ya sea en el primer empleo o en el

empleo actual)10. Así pues, como sugieren estos datos, si existe una «inclinación» hacia el

autoempleo en algunas de estas minorías, la experiencia migratoria y el contexto de la

sociedad de llegada se encarga, rápidamente, de borrarla.

Nos encontramos, por lo tanto, ante toda una serie de indicadores que nos han

permitido poner en cuarentena cualquier tentativa de explicación de índole cultural del

fenómeno que estamos investigando en Lavapiés, salvo que optemos por equiparar cultura

a sociedad y reivindiquemos que, en lo que se refiere a los seres humanos, todo tendría un

trasfondo y una causa cultural, en tanto en cuanto todo estaría atravesado y mediado por el

lenguaje y lo simbólico (en cuyo caso, no obstante, cultura y/o sociedad deberían ser

aquello que habría que explicar y no el elemento explicativo, si no queremos caer de nuevo

en razonamientos tautológicos: la sociedad explica los comportamiento sociales, la cultura

explica los comportamientos culturales, etc.). Dado que no es éste nuestro modo de

proceder, ni entendemos tales operaciones teóricas útiles para la investigación de las

colectividades humanas en términos sociológicos, creemos conveniente descartar de

nuestros análisis toda referencia a hipotéticas afinidades, inclinaciones y excepcionalidades étnicas.

Más aún cuando los datos disponibles para España sobre participación de extranjeros en

los modos de empleo por cuenta propia en el conjunto de España no parecen justificar,

desde un punto de vista sociológico, la atención mediática y académica otorgada, en

ocasiones, a las economías «étnicas» de determinadas minorías extranjeras11.

10 Según los datos de la Encuesta Nacional de Inmigrantes-2.007 del INE, la mayoría (el 60,3%) de los

extranjeros que trabajaban por cuenta propia en España se empleaban previamente por cuenta ajena en sus países de origen, al tiempo que el 17% de quienes se empleaban en España por cuenta ajena eran trabajadores por cuenta propia en sus países de origen. Lo mismo podríamos señalar en relación a las ramas de actividad: sólo el 22,5% de los extranjeros tuvo su primer empleo en España en la misma rama de actividad en la que estuvo previamente empleado en su país de origen (el 29,4% si en lugar del primer empleo en España consideramos el empleo actualmente ocupado). Es cierto que la adecuación entre ramas de actividad es algo superior en el caso de los extranjeros empleados por cuenta propia (26% en el primer empleo y 36% en el empleo actual, frente al 22% y el 28% de quienes se empleaban por cuenta ajena), pero seguimos enfrentándonos a una clara discontinuidad entre las experiencias profesionales y laborales de los países de origen y las de España [RIESCO, 2.010].

11 Según datos de la Encuesta de Población Activa-2.008 del INE, sólo un 10,5% de los extranjeros ocupados trabajaban por cuenta propia (frente al 18,8% de los ocupados españoles), es decir, que el trabajo por cuenta ajena era, sin matices (el 89,5% de los ocupados), la principal vía de incorporación de los extranjeros al mercado de trabajo en España. Además, según datos de la Secretaría de Estado de Seguridad Social del Ministerio de Trabajo e Inmigración referidos a 31 de diciembre de 2.008, entre los extranjeros residentes en España, con la excepción de los chinos (con un 34,2% de empleados por cuenta propia) y los iraníes (con un 32,5%), los grupos nacionales con mayor presente en el trabajo por cuenta propia serían los procedentes de los países más desarrollados, es decir, aquellos menos identificables con la categoría social de «inmigrante» y sistemáticamente ignorados por la sociología de la empresarialidad étnica: 40,7% entre los

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Si lo que se pretende es estudiar las redes empresariales étnicamente estructuradas

¿por qué no investigar las economías «étnicas» de la población española de origen gitano?12

O, en el caso madrileño ¿por qué no atender a las redes empresariales de gallegos,

asturianos o extremeños? Asimismo, cuando la población blanca de origen europeo en

Estados Unidos contrata únicamente a otros blancos de origen europeo para determinados

puestos de trabajo ¿por qué no subrayar también aquí que estaríamos ante un proceso de

movilización de la etnicidad (de su comunitarismo, de su solidaridad grupal)? ¿Por qué no

considerar que estas prácticas también conformarían una economía étnica? ¿No será que

únicamente interesan ciertas economías «étnicas»: aquellas vinculadas a grupos étnicamente

marcados, visibilizados y señalados por las sociedades de llegada? ¿No será que esas otras

posibles economías «étnicas» mostrarían rasgos y usos menos «románticos» (por ejemplo, el

uso del comunitarismo y la solidaridad grupal para la reproducción de las elites y el

mantenimiento de situaciones de desigualdad)?

Es decir, con este modo de proceder ¿no estamos delegando nuestra responsabilidad

como investigadores al dar por buena la demarcación de nuestro objeto de estudio

procedente, por ejemplo, de los medios de comunicación, los tejidos asociativos, los

poderes políticos o la opinión pública? Cuando aceptamos de buenas a primeras que las

redes empresariales de los inmigrantes, sus dinámicas y las lógicas sociales en las que se

insertan, configuran una economía «étnica» diferenciada del resto de la economía ¿no

estamos presuponiendo la «excepcionalidad étnica» del fenómeno y, con ello,

precipitándonos hacia los razonamientos circulares? ¿No estamos renunciando a construir

sociológicamente nuestro objeto de estudio y, con ello, a poder explicarlo también en

términos sociológicos (es decir, relacionales), resignificándolo a partir de otros procesos

sociales y dinámicas significativas de las formaciones sociales contemporáneas?

En el caso de Lavapiés que estamos investigando, las posibilidades de explicación

sociológica del fenómeno de las redes empresariales de inmigrantes dependen, sin duda, de

dicha puesta en relación permanente. Por ejemplo, de cara a explicar la reciente consolidación

en él de una economía «étnica» resulta imprescindible conectar dicho proceso con la

configuración histórica del barrio como un espacio urbanísticamente degradado habitado

por una población de escasos recursos, así como prestar atención a su más reciente

daneses, el 40,1% entre los británicos, el 37,5% entre los suizos, el 36,9% entre los holandeses, el 34,9% entre los alemanes, etc. Compárese con datos de países como: Rumania (17,8%), Bangladesh (16,6%), India (16,5%), Pakistán (15,2%), Argentina (12,3%), Polonia (11%), Marruecos (5,6%), Senegal (5,4%), Colombia (4,4%), República Dominicana (3,3%), Ecuador (2,7%), Perú (2,5%), Bolivia (1,7%), etc.

12 Una excepción a este sistemático olvido de la economía étnica gitana se puede ver en [MENA, 2.007].

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13

transformación en un barrio con fuerte presencia de extranjeros de origen inmigrante

[RIESCO, 2.010]. Es preciso, igualmente, dar cuenta de la dinámica urbana y del mercado

de vivienda (por ejemplo, la pérdida de población y de usos residenciales en los centros

urbanos, la consolidación en Lavapiés de una importante bolsa de infravivienda que los

distintos planes de rehabilitación no habrían logrado erradicar, la existencia de un elevado

número de locales comerciales «abandonados», etc. [RIESCO, 2.010]) para explicar su

transformación en uno de los barrios de Madrid con mayor presencia de población

inmigrante y con una de las economías «étnicas» más «representativas».

Del mismo modo, muchas de las características del tejido empresarial vinculado a la

inmigración (escaso número de empleados y fuerte peso de los empresarios sin asalariados;

tamaño reducido de los establecimientos; concentración en sectores ligados al comercio, la

restauración y la hostelería; atomización empresarial e importante presencia de los negocios

y estrategias de tipo familiar; etc.) reproducen los principales rasgos del tejido económico

tradicional de Lavapiés [VV.AA., 1.982] [RUIZ PALOMEQUE, 1.979] [COPLACO,

1.982] [RODRIGUEZ RODRIGUEZ, 2.004] [CHECA SÁNCHEZ y LORA-TAMAYO,

1.993]. Igualmente, la especialización actual de una parte de la economía «étnica» en la

distribución mayorista de productos textiles y complementos es incomprensible al margen

de la actuación previa en el sector (durante las décadas de 1.970 y 1.980 principalmente) de

un buen número exiliados argentinos que, a su vez, habían instalado sus negocios

mayoristas en el barrio tratando de aprovechar la existencia en la zona, desde mucho

tiempo antes, de un tejido mayorista autóctono (aún muy amplio y visible en la zona de

Concepción Jerónima) [RIESCO, 2.010] [HERRÁNZ, 1.996].

Debemos incluso poner en relación la especialización y concentración de los

negocios de inmigrantes en el sector del comercio, la restauración y la hostelería con la

propia dinámica de estas ramas de actividad. Una dinámica que iba más allá del propio

barrio investigado o de los negocios de los inmigrantes y que tenía que ver con un amplio

proceso de modernización capitalista del sector de la distribución en España que habría

arrancado en el primer tercio del siglo XX, pero que se acelerará a raíz de la crisis de la

década de 1.970. Una crisis que afectaría de forma notable al pequeño comercio tradicional

y abriría las puertas a nuevas formas de distribución (como el denominado libre servicio),

mucho más costosas en términos de inversión de capital (necesidad de establecimientos de

mayor tamaño para que sean rentables, etc.) y controladas por grandes cadenas

multinacionales de distribución [NIELFA, 1.983] [BAHAMONDE y OTERO

CARVAJAL, 1.999] [CARRERA SÁNCHEZ, 1.990] [LÓPEZ ARANGUREN, 1.987]

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14

[CASARES, MARTÍN y ARANDA, 2.000]. Y todo ello ¿no nos llevaba a atender también

a la propia dinámica del conjunto de la sociedad y de la economía españolas? [RIESCO,

2.010]13. Hasta la propia delimitación del barrio de Lavapiés como «contenedor natural» de

las relaciones y dinámicas sociales de dicha economía «étnica» hemos comprobado que es

sistemáticamente desbordada por la práctica cotidiana de unas empresas con ramificaciones

formales en otros barrios de Madrid, en otros pueblos de la región y en otras ciudades de

España, por no hablar ya de las redes de compradores y proveedores distribuidos por todo

el planeta14.

La explicación sociológica de la economía «étnica» de Lavapiés requiere, por lo tanto,

de un desplazamiento progresivo más allá de Lavapiés (y también de Madrid y de España).

Más allá de los inmigrantes y de su posible movilización de la «etnicidad» (comunitarismo,

solidarismo), más allá incluso del comercio y de las ramas concretas de actividad en las que se

concentran sus actividades emprendedoras. Más allá, finalmente, del trabajo por cuenta

propia y de la «empresarialidad». El abordaje relacional de nuestro objeto de estudio, la

ruptura con su aislamiento y autismo, nos obliga a reconocer que los modos de empleo por

cuenta propia (tanto de las poblaciones autóctonas como de las extranjeras) deberían ser

abordados como uno de los posibles dispositivos de movilización y uso de la fuerza de

trabajo en el salariado (al igual que ocurría con los modos de empleo por cuenta ajena) y no

como la supuesta encarnación de su disolución. Aislar la dinámica de los modos de empleo

por cuenta propia de los procesos más amplios de movilización, formación y uso del

13 Piénsese, por ejemplo, en procesos como: la creciente internacionalización de la economía española;

las transformaciones en los hábitos de consumo y en la composición de los hogares; los incrementos del nivel de renta disponible; el crecimiento metropolitano y la emergencia de nuevas prácticas residenciales; las transformaciones y movimientos del resto de sectores económicos y la creación de nuevas oportunidades de empleo; el incremento de la formación entre la población autóctona y de la tasa de actividad femenina; los desarrollos tecnológicos aplicados a la distribución (desde las tecnologías de la información a los desarrollos biotecnológicos de la industria alimentaria); la dinámica demográfica (envejecimiento de la población, cambio en los tiempos y pautas reproductivas de las mujeres, llegada de poblaciones extranjeras de origen inmigrante...), etc.

14 Por ejemplo, la economía «étnica» de Lavapiés contaba en 2.008 con un total de 793 locales, de los cuales 339 (el 43%) estaban integradas en empresas compuestas por más de una unidad local. Estas empresas de la economía «étnica» con más de un local (236 empresas) no siempre tenían localizados el resto de sus locales en Lavapiés: al menos había 267 locales fuera del barrio (el 29% de los mismos en el municipio madrileño, el resto fuera del incluso municipio, en polígonos industriales de la periferia madrileña, pero también dispersas por toda la geografía española). Del mismo modo, el trabajo de campo cualitativo permitió constatar la presencia regular de relaciones nacionales e internaciones con proveedores y clientes [RIESCO, 2.010]. ¿Dónde situar pues los límites de la economía «étnica» de Lavapiés? ¿En los almacenes periféricos? ¿En los talleres de Usera, Barcelona o Elche? ¿En las fábricas de producción textil situadas en las regiones de origen de los inmigrantes? ¿En las metrópolis europeas como París o Bruselas desde donde se distribuyen muchas de las mercancías procedentes del Magreb? ¿En los barrios, regiones y países de procedencia de los consumidores que compran diariamente en Lavapiés? ¿O acaso en el espacio virtual de las transacciones comerciales telemáticas?

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conjunto de la fuerza de trabajo conllevaba hipotecar las posibilidades explicativas de

nuestras hipótesis.

Lo podemos ver no sólo a propósito de las redes empresariales de inmigrantes

instaladas en Lavapiés, sino también en relación al trabajo por cuenta propia de los

extranjeros en España: la desigual participación de estos en los modos de empleo por

cuenta propia, la configuración de disponibilidades para el empleo y de trayectorias laborales

diferenciadas entre unos y otros grupos, no pueden ser explicadas, por ejemplo, al margen

de la dualización del marco jurídico de extranjería español en dos regímenes diferenciados

que se corresponden (no exactamente, pero sí a grandes rasgos) con la distinción que entre

extranjeros no inmigrantes (régimen comunitario) y extranjeros inmigrantes (régimen general)15.

La mayor «inclinación» hacia el trabajo por cuenta propia que dijimos que caracterizaba a

los extranjeros procedentes de países desarrollados, o la escasa presencia en estos modos

de empleo de extranjeros de origen latinoamericano o africano, difícilmente pueden ser

explicadas sin atender a la existencia de estos dos marcos jurídicos de extranjería

diferenciados, así como a las desiguales condiciones de actuación económica (y de acceso a

la ciudadanía) que posibilitan [RIESCO, 2.010].

Al contrario de lo que ocurre con el régimen comunitario (equiparación de los derechos

y obligaciones de los extranjeros a los de la población autóctona), las «particularidades» del

régimen general de extranjería16 ¿no nos llevan a concluir que éste constituye un mecanismo

15 Por ejemplo, si atendemos a los datos (a 31 de marzo de 2.009) facilitados por la Secretaría de

Estado de Inmigración y Emigración sobre extranjeros con certificado de registro o tarjeta de residencia en vigor y los desagregamos por nacionalidad, veremos que dentro de las personas a las que se ha aplicado el régimen general apenas hay ciudadanos procedentes de países «ricos» o «desarrollados» (a los que difícilmente consideraremos en España como «países productores de inmigrantes»: Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, Israel y Nueva Zelanda), a pesar de que sus ciudadanos estarían formalmente englobados en dicho régimen. Así, de los 2.435.877 extranjeros a los que se ha aplicado el régimen general, sólo 14.771 (el 0,6%) pertenecían a estos países ricos. De hecho, en el 46,1% de los casos, a los extranjeros procedentes de estos países se les habría aplicado el régimen comunitario (gracias a la aplicación de las distintas excepciones reconocidas por la legislación de extranjería). Evidentemente, estas excepciones también las encontramos entre ciudadanos procedentes de países considerados desde España como «productores de inmigrantes», aunque en porcentajes bastante inferiores: 17,7% en el caso de los latinoamericanos; 13,9% en el caso de los países de la Europa del Este no integrados en la Unión Europea; 5% en el caso de los africanos; 4,9% en el caso de los asiáticos (excluyendo a Japón), etc. El régimen general de extranjería se configuraría pues como la normativa reguladora propia (y casi exclusiva) de los extranjeros «inmigrantes».

Dicho lo cual, aclaremos, muy brevemente, que por «inmigrantes» entendemos aquellos extranjeros cuya presencia en la sociedad de llegada (definida como un territorio soberano) no sería percibida como legítima sino que debería ser legitimada, legitimación que procedería del trabajo que se ha venido a realizar. Así pues, con razón o sin ella, la inmigración va a ser percibida por la sociedad de llegada como una presencia condicionada y temporal, subordinada siempre al trabajo. Para un desarrollo de estos planteamientos véase [SAYAD, 1.989 y 2.006]. Hemos abordado esta distinción, crucial para nosotros, entre «extranjero» e «inmigrante» (así como su operacionalización empírica) en [RIESCO, 2.010].

16 Las restricciones (temporales) a la movilidad de la fuerza de trabajo, la exigencia de un permiso de trabajo para realizar actividades económicas de carácter lucrativo y la subordinación formal de la obtención de dicho permiso (provisional al menos durante los cinco primeros años) a la situación nacional del mercado de

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orientado a satisfacer las necesidades de mano de obra de bajo coste por parte del mercado

de trabajo español? ¿No podemos hacer de él un dispositivo encaminado a adecuar la

presencia de extranjeros inmigrantes y, más concretamente, a orientar sus actividades

económicas hacia el trabajo por cuenta ajena en determinadas ramas y sectores de

actividad? Así pues, de cara a explicar las diferentes trayectorias y modalidades de

incorporación al mercado de trabajo por parte de las poblaciones extranjeras, resulta difícil

negar el papel desempeñado por la regulación «institucional» (estatal sobre todo, aunque no

sólo) de los flujos migratorios en la determinación de una dinámica étnicamente

segmentada del mercado de trabajo.

Esto no implica que debamos confundir las pretensiones reguladoras de la norma

con los procesos sociales «reales». En este sentido, es necesario subrayar que la existencia

en la legislación de extranjería de, al menos, dos mecanismos de incorporación para

trabajadores en situación irregular –las regularizaciones extraordinarias (hasta un total de

seis registradas en España desde 1.986) y el denominado «arraigo laboral»– implica el

reconocimiento tácito por parte de los poderes públicos de que no es posible canalizar

enteramente los flujos migratorios laborales a través de mecanismos de entrada

regularizados [ACTIS y ESTEBAN, 2.007: 218]. Es decir, que la incorporación laboral de

la población inmigrante no sólo será una respuesta y un reflejo de la situación «nacional»

del mercado de trabajo, sino que la propia posibilidad de contratación de este tipo

particular de fuerza de trabajo por parte de las empresas terminará por definir, modelar y

transformar la situación del mercado de trabajo. O, dicho en otras palabras, no estaríamos

ante una simple adecuación de trabajadores inmigrantes a puestos de trabajo vacantes y

adaptados a sus características como tal fuerza de trabajo, sino, más bien, ante una

definición y delimitación de los empleos en función del tipo y cantidad de fuerza de trabajo

disponible.

De hecho, la segmentación de las trayectorias laborales de los extranjeros en España,

aunque institucionalmente reforzada e inducida, es capaz de continuarse y reproducirse de

manera automática por otros medios, por ejemplo, mediante los mecanismos de la

cualificación. Estos mecanismos realizan la operación de movilización y comparación del

conjunto de la fuerza de trabajo desde un prisma «soberanista», reforzando así la distinción

previamente señalada entre fuerza de trabajo autóctona o equiparable y fuerza de trabajo

inmigrante. El análisis de las estrategias competitivas de las empresas españolas en la

trabajo (catálogo de ocupaciones de difícil cobertura, etc.), las trabas y dificultades presentes de cara a obtener permisos iniciales de trabajo por cuenta propia, los mecanismos de contratación «a la carta» en los países de origen y para sectores concretos de actividad (contingente anual), etc.

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economía internacional (estrategias basadas de forma recurrente y mayoritaria en el uso

intensivo de fuerza de trabajo y en la reducción de sus costes laborales [ALBARRACÍN,

2.009] [RECIO, 1.999] [RIESCO, 2.009 y 2.010]) nos permite además comprobar por qué

la población inmigrante es una fuerza de trabajo que, al margen de las competencias

formalmente adquiridas en las sociedades de partida, debe ser necesariamente

«descualificada» en los contextos de llegada. Es decir, por qué, para la sociedad de llegada,

un inmigrante será siempre, por definición, un trabajador «descualificado» (o, mejor dicho,

descualificable) y orientado de forma masiva hacia el trabajo por cuenta ajena en

determinados sectores y ramas de actividad intensivos en factor trabajo.

Señalemos, por ejemplo, que los datos de la Encuesta Nacional de Inmigrantes el INE

muestran que el 9,9% de los extranjeros inmigrantes con estudios superiores trabajaban

actualmente en España en el servicio doméstico, mientras que no había presencia de

extranjeros no inmigrantes licenciados en este tipo de empleos. En el mismo sentido, el

13,4% de los inmigrantes con estudios superiores se empleaban en la construcción y el

14,6% en la hostelería frente al 4,1% y el 6,9% registrado por los extranjeros no

inmigrantes licenciados. También llamativos resultan los datos que apuntan a que el 17,9%

de los extranjeros inmigrantes con estudios superiores están ocupados en el epígrafe de

«trabajadores no cualificados» (frente al 1,6% de los no inmigrantes) y que sólo el 6,9% de

los mismos figuran en el epígrafe de «Dirección de empresas y de las administraciones

públicas» (frente al 18% de los no inmigrantes) o el 21,3% en el de «técnicos y

profesionales científicos e intelectuales» (frente al 45,6% de los licenciados extranjeros no

inmigrantes).

No obstante, el uso intensivo y el abaratamiento del factor trabajo como estrategia

competitiva por parte de las empresas que operan en España, constituye, como hemos

señalado previamente [RIESCO, 2.009 y 2.010], una práctica generalizada que afectaría al

conjunto de la fuerza de trabajo y no sólo a los inmigrantes17. De hecho, es a la luz de tales

dinámicas generales del salariado en España cuando muchos de los rasgos de los procesos

de incorporación al mercado de trabajo de las poblaciones inmigrantes (construcción

diferenciada de estatutos de extranjería, canalización institucionalizada de las poblaciones

inmigrantes hacia el trabajo por cuenta ajena en determinados sectores de actividad

17 Lo podemos constatar, por ejemplo, a propósito de las elevadas tasas de temporalidad en la

contratación (15 puntos por encima de la media europea en 2.008), del contenido de muchas de las reformas laborales llevadas a cabo, que supusieron el reconocimiento y la normalización de fórmulas y vías de contratación «excepcionales» que facilitaban la contratación temporal (contratos de fomento del empleo, contratos de aprendizaje, legalización de las empresas de trabajo temporal, etc.) más barata (en términos de salarios, indemnizaciones en caso de despido...), etc. [RECIO, 1.999] [RIESCO, 2.009].

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18

intensivos, por lo general, en trabajo, procesos de «descualificación» a priori de la fuerza de

trabajo inmigrante...) parecen adquirir nuevo y pleno significado.

Incluso en el «misterioso» caso del colectivo chino en España –que lograba elevadas

tasas de trabajo por cuenta propia pese a estar también sometido al régimen general de

extranjería y ser socialmente considerado (con razón o sin ella) como extranjeros

«inmigrantes»– podemos ver que, más allá de las características y valores presentes en su

estructura sociocomunitaria, su especialización económica en sectores como la distribución

de productos textiles, juguetes, calzado o complementos, es incomprensible al margen de la

propia posición ocupada por China en la división internacional del trabajo y en la economía

mundial. Y es que los sectores donde los inmigrantes chinos se están especializando y

concentrando en España (y en otras partes del mundo) son, casualmente, los mismos en los

que China ha demostrado ser una potencia mundial (controlando una parte importante del

mercado global), al tiempo que se caracterizan por ser sectores sometidos a un profundo

proceso de transformación, en España y fuera de ella18.

Así pues, en relación al vínculo entre inmigración y trabajo por cuenta propia, sigue

vigente la pregunta: ¿una cuestión de afinidad? ¿Simplemente una inclinación? ¿Un

fenómeno delimitado y explicable «étnicamente»? ¿O una realidad social más amplia cuya

expresión «etnificada» tendrá que ser explicada y puesta en relación con la propia dinámica

que articula y configura las formaciones sociales contemporáneas?

Frente a los planteamientos de la sociología de la empresarialidad étnica que han hecho

hincapié en la adaptación de las poblaciones (los trabajadores) al contenido concreto de las

actividades (los trabajos), creemos que, en un contexto de formaciones sociales capitalistas

articuladas en torno a los dispositivos e instituciones del salariado, resulta mucho más

oportuno atender a los mecanismos sociales (procedimientos de transmisión de

conocimientos, políticas de extranjería u otros mecanismos de comparación y

estratificación de la población asalariada dentro de la jerarquía social) que moldean y fijan

puestos concretos de trabajo en función de los trabajadores disponibles [ROLLE, 2000: 5].

18 China, que figuraba en 2.008 como la tercera economía del planeta en términos de Producto Interior Bruto, se convirtió, según datos de la Organización Mundial del Comercio, en la segunda potencia exportadora del mundo, superada únicamente por Alemania. Concretamente, en lo que se refiere a prendas de vestir (uno de los sectores, como vimos, donde se habían especializado los negocios de los inmigrantes chinos en Lavapiés), China era, con diferencia, la principal exportadora mundial en 2.008, acaparando el 33,2% de las exportaciones de este tipo de productos (al igual que ocurriría con Bangladesh, otro de los protagonistas del comercio textil mayorista de Lavapiés y que figuraba como el quinto mayor exportador mundial de prendas textiles cuando su economía, en términos generales, no estaba ni siquiera entre las 50 principales exportadoras). En España, por ejemplo, según la Base de Comercio Exterior de las Cámaras de Comercio, en 2.008, el 26,15% de las importaciones de moda y productos textiles procedían de China, mientras que el peso global de las importaciones procedentes de China en nuestro país representaba el 16,46% del total de operaciones registradas [RIESCO, 2.010].

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Las cualificaciones, los salarios, los dispositivos de promoción, las segmentaciones de los

mercados de trabajo o el reparto del mismo entre los diferentes segmentos de la población,

no serían, desde este punto de vista, el resultado de ningún «estado de equilibrio» (o

afinidad), ni la consecuencia de las características propias de las actividades a desarrollar o de

las poblaciones que las llevan a cabo, sino que constituyen mecanismos históricamente

específicos de movilización, gestión, socialización y distribución de la fuerza de trabajo, de

su desarrollo y utilización, así como del propio reparto social del trabajo.

Por lo tanto, si de lo que se trata es de dar cuenta de la asignación de trabajadores a

puestos de trabajo (minorías étnicas a empleos por cuenta propia, por ejemplo), más que

buscar explicaciones en torno a contenidos sustantivos (poseídos por los trabajadores o por

los puestos de trabajo) que pudieran justificar (en términos de afinidad) el tipo de vínculo

construido temporalmente entre ambos, habría que orientar nuestra mirada, en primer

lugar, hacia los procesos constitutivos de la disponibilidad temporal de la fuerza de trabajo,

una disponibilidad construida de manera diferente entre los diversos grupos sociales

movilizados y que condicionará en gran medida las pautas de inserción laboral de tales

grupos (como hemos visto, por ejemplo, a propósito de la constitución de diferentes

estatutos sociales de extranjería). Dicha disponibilidad sería expresión, al tiempo que

mecanismo amplificador, del abismo abierto entre los trabajadores y los puestos de trabajo

por las relaciones sociales capitalistas. Esta escisión es el elemento que nos permite pensar

en la posibilidad de que la fuerza de trabajo deba ser movilizada, que cada trabajador no

esté atado ni «natural» ni necesariamente (por necesidades técnicas, por tradición, por

dimensiones culturales) a un puesto de trabajo determinado, sino que dicho vínculo deba

ser construido previamente de manera social (y por lo tanto, para nosotros,

sociológicamente problematizado), un vínculo nunca fijado definitiva o duraderamente (al

contrario de lo presupuesto hasta ahora por la sociología de la empresarialidad étnica).

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