Alejandro Magno Hombre Mi to Heroe

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Transcript of Alejandro Magno Hombre Mi to Heroe

  • 1DOSSIER

    Ninguna otra figura histrica hadespertado tanta fascinacincomo el joven rey macedonioque, en 15 aos, conquist todoslos reinos entonces conocidos yse asom al lmite del fin delmundo para, gracias a su muerteprematura, convertirse en un diosen plena juventud

    ALEJANDROMAGNO Hombre,mito, hroe

    Alejandro, rey de Macedonia. Relieve annimo del s. XV (Patrimonio Nacional).

    pg. 56

    Una personalidadcontradictoria Adolfo J.Domnguez

    pg. 70

    Espejo de generales.El genio de la guerraFernando Quesada

    pg. 62

    Alejandro, el divinoManuel Bendala

  • vida de Alejandro que tienen lugardurante los banquetes y bajo la in-fluencia de la ingesta de grandes canti-dades de vino han sido cuestionadospor muchos autores, reflejan la estre-cha relacin entre la poltica, el sexo yel alcohol en lo ms alto de la cortemacedonia. No sera la ltima vez queAlejandro perdiese la compostura du-rante un banquete.

    Las relaciones entre padre e hijo pro-bablemente se enfriaron durante los l-

    Queronea, Beocia, comienzosde agosto del ao 338 a.C.En la llanura, bajo un sol ce-gador, Filipo II de Macedo-

    nia ordena para la batalla un gran ejr-cito de 30.000 infantes y 2.000 jinetes.La caballera forma en el ala izquierda,mandada por el prncipe Alejandro,que acaba de cumplir dieciocho aos.Haciendo gala de una temeridad sin l-mites, alejando, tras varias cargas, logradesbaratar la formacin que se le opo-ne, las tropas tebanas, entre las quedestaca el Batalln sagrado. Tras rom-per el ala tebana, Filipo II arremetecontra el centro, formado por los ate-nienses, y los derrota, causndoles msde mil muertos y capturando dos milprisioneros. Queronea marc el finalde la independencia de las ciudadesgriegas, pero tambin el inicio de lafulgurante carrera de Alejando Magno.Cuando, quince aos despus, el anjoven rey mora en Babilonia tras haberconquistado un inmenso imperio, elrosario de cicatrices que recorra sucuerpo daba fe de que el mpetu que leconvirti en el hroe de Queronea nose haba mitigado con los aos.

    Es difcil penetrar en el verdadero ca-rcter de Alejandro Magno, ms all delas innumerables ancdotas y hechosque se cuentan de l y, sin embargo,se es uno de los retos ms atractivospara el historiador.

    Alejandro, nacido en el mes de juliodel ao 356 a.C., era hijo del rey FilipoII de Macedonia, autntico artfice del

    poder imperialistala de su reino, hastaentonces bastante retrasado y marginalcon respecto a la Grecia de las ciuda-des. La sagacidad poltica, el recursoinmisericorde a la razn de Estado yuna eficaz mquina de guerra, hicieronde Filipo el dueo de Grecia; su hijoheredara de l la falta de escrpulosen la accin directa, aun cuando a ve-ces los remordimientos le pudieran ha-cer parecer dbil y vulnerable.

    La madre de Alejandro, Olimpade,era hermana del rey Alejandro del pi-ro. Mujer de fuerte carcter y fanticadevota del culto dionisaco, inculc ensu hijo un determinado concepto deespiritualidad que siempre acababa porsalir a la superficie.

    No pueden medirse las relacionesentre Filipo y Olimpade con criteriosmodernos. Su matrimonio tena unamarcada finalidad poltica y fue de in-ters tanto para Filipo en camino deconseguir el dominio de buena parte

    del mbito balcnico como para losdinastas del piro, que se beneficiabandel parentesco con el macedonio ensus proyectos polticos y militares en elAdritico e Italia. Las personalidades deambos progenitores de Alejandro eranmuy enrgicas y no faltaron momentosde fuertes tensiones, en los que la ma-dre podra haber azuzado al hijo contrael padre. Estas querellas fueron au-mentando conforme creca Alejandro,quien, probablemente, tom partidopor su madre, al tiempo que recordabaa su padre la legitimidad de su naci-miento y los derechos que le corres-pondan como hijo legal suyo.

    Pelea en el banqueteUno de los primeros enfrentamientosparece haber tenido lugar tan slo unao despus de Queronea, cuando Fi-lipo, que ya tena varios hijos fruto desus cinco matrimonios previos, se en-caprich de la joven Cleopatra, sobrinade Atalo, uno de los compaeros pre-dilectos, a la que despos entre el re-gocijo general de la Corte. Durante elbanquete, corri a raudales el vino losmacedonios solan beberlo puro, sinrebajarlo con agua, como sola hacer elresto de los griegos y en medio de laeuforia de la fiesta y de los vapores et-licos, Atalo rog a los dioses que de launin naciera un heredero legtimo pa-ra el reino. Alejandro le arroj una co-pa de vino y Filipo se abalanz contrasu hijo espada en mano, pero ya suma-mente borracho tropez y cay al sue-lo. Eso provoc comentarios despecti-vos de Alejandro hacia su padre.

    Aunque ste y otros episodios de la

    timos aos del reinado de Filipo. Al cr-culo ms ntimo del rey cada vez le de-sagradaba ms la actitud de Olimpade,que quiz estaba intrigando desde su re-tiro del piro contra su marido. Inclusoes posible que a los ms prximos a Fi-lipo les incomodase que pudiese regir-les el hijo de una epirota, una no mace-donia, cuya fuerte personalidad no de-cay nunca. Quiz por ello los compa-eros de Filipo no tuvieron inconve-niente en apostar por otro hijo del rey,

    el deficiente mental Filipo Arrideo, hijode una tesalia, que a la postre acabarasucediendo a Alejando Magno.

    El propio Alejandro, en el par de aosque median entre su xito en Queroneay la muerte de su padre, tampoco pare-ce haber dejado de intrigar. Por enton-ces, aparece rodeado de un crculo deamigos, compaeros futuros de las glo-riosas gestas en Asia, como Nearco yTolomeo, que apoyan sus intereses,aunque eso les enfrentara con el rey.

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    ADOLFO J. DOMNGUEZ MONEDERO es profesortitular de Historia Antigua, UAM.

    Alejandro, un carcter en perpetua

    CONTRADICCINOriginario de un reino pequeo y pobre, vivi ebrio de victorias, vino yadulacin. Adolfo J. Domnguez MONEDERO presenta la paranoia delhroe, cada da ms endiosado y distante de sus compaeros de armas

    Filipo II de Macedonia fue el artfice del poderimperialista de su reino, hasta entoncesmarginal respecto a la Grecia de las poleis.

    Alejandro corta el Nudo Gordiano, convirtindose en el hombre predestinado para conquistar Asia (por G. Pava, 1742, Madrid, Palacio de la Moncloa).

  • El asesinato de Filipo, en el 336, a ma-nos de Pausanias, uno de sus compae-ros, cubri de sospechas a Alejandro ya su madre. Los historiadores modernosy, antes, los antiguos siguen deba-tiendo entre la culpabilizacin de Ale-jandro y su exoneracin. Sea como fue-re, el principal beneficiario del magnici-dio fue l, el nico de los herederos ca-paz de conseguir el apoyo del ejrcito yde asumir el papel de vengador de lamuerte de su padre.

    La subida al trono de Alejandro III, enjunio de 336 a.C., se produjo en mediode un bao de sangre en el que mu-chos de sus parientes perdieron la vida;incluso Atalo fue asesinado por ordende Alejandro y perecieron tambin susobrina, la joven viuda de Filipo, y elhijo recin nacido de ambos. Aunquees arduo investigar un crimen de Esta-do ms de 2.300 aos despus de loshechos, parece que Alejandro y su nue-vo crculo se apresuraron a desembara-zarse, no tanto de quienes hubieran po-dido impulsar la conjura contra Filipo,sino de los que suponan un obstculoo un peligro para las ambiciones deAlejandro. El nuevo rey us el magnici-dio como pretexto para purgar la cpu-

    la de la corte macedonia y eliminar atodos los posibles aspirantes al trono,con excepcin de Filipo Arrideo.

    Preparativos y contradiccionesAlejandro an debera esperar casi dosaos para llevar a cabo el que habasido el plan de su padre y que, a lapostre, le convirti en una de las figu-

    ras ms cruciales de la Historia: laconquista del Imperio persa. Entretan-to, mostraba sus dotes organizativasen las negociaciones con los griegos,en el afianzamiento de su autoridad,en la puesta a punto de su ejrcito...Al tiempo, avisaba a griegos y mace-donios de cmo actuara en el futuro:tras la sublevacin de Tebas, la ciudadfue destruida, saqueada y demolida ysus habitantes (ms de treinta mil),vendidos como esclavos. Se trataba dedar un escarmiento. Sin embargo, Ale-jandro acompa su terrible decisin

    Aristteles da clase a Alejandro. El gran filsofo, discpulo de Platn, fue tutor del futuro reydurante tres aos (cromolitografa de 1881, que ilustra la obra La ciencia y sus hombres).

    que Filipo haba empleado para cons-truir su Estado. Alejandro mostr desdemuy pronto que, como jefe militar, po-da ser irreprochable, como pudo verseen Queronea, y que las necesarias do-sis de crueldad que necesitaba un reytampoco le faltaban, como se vio enTebas. Ello le dot de carisma suficien-te entre el pueblo macedonio o, lo queera casi lo mismo, entre el ejrcito ma-cedonio, como para garantizarle el tro-no y su estabilidad. Con este bagaje,sus compatriotas le seguiran hasta don-de quisiera llevarlos y, mientras la rela-cin funcionase, a pocos les interesaralo que el rey hiciese en sus espaciosprivados. Y, durante mucho tiempo, nodebieron existir contaminaciones entrelos dos mbitos, el pblico y el privado.

    Arrogancia ilimitadaLa progresin de sus conquistas hizomadurar a Alejandro: el rey optimista,paladn de los griegos, que haba hechoun sacrificio, en las ruinas de Troya, a suhroe favorito, Aquiles, percibi tras trasla Batalla del Grnico (ver, La Aventurade la Historia, El da en que Alejandropudo morir, n 26, diciembre, 2000) lainmensa complejidad de la situacin enAnatolia y entr en contacto con nuevasrealidades polticas: en muchos sitios esaclamado como libertador y su fama seextiende ms all de su propia presen-cia. El episodio del Nudo Gordiano per-suadi a sus contemporneos de la sa-gacidad del joven rey, pero tambin desu determinacin sin lmites. La victoriaen Issos le abri el camino de Asia y eli-min todo lmite a su arrogancia: unatras otra, rechaza las ofertas de paz deun Daro III que ve cmo el mpetu deun pequeo, pero excelente, ejrcito ba-rre a las miradas de soldados desmoti-vados que se le oponen. El sueo deAlejandro est cada vez ms cerca.

    La rpida conquista de Egipto y suviaje inicitico al oasis de Siwa marcan,

    en cierto modo, un cambio en su perso-nalidad. En medio de las arenas del de-sierto, Alejandro acepta su destino, amedio camino entre lo humano y lo di-vino. No terminaremos nunca de sabersi Alejandro se crey de veras o no queera un dios, hijo del propio Zeus, perosin duda, a partir de entonces, actu pa-ra que quienes le rodeaban lo creyeran.

    Fue, sin embargo, la Batalla de Gau-gamela que marcar la derrota de Da-ro III y el comienzo de su huida a nin-guna parte la que supuso un autnticohito en el reinado del nuevo dueo delmundo. La calculada piedad hacia lamadre y familiares del rey derrotado, ascomo las lgrimas vertidas ante el cad-ver de Daro y el castigo a sus ejecuto-res deben verse en clave poltica: eranun medio de encarnar la legitimidad

    que pretenda de cara, sobre todo, a susnuevos sbditos asiticos.

    En el episodio del incendio del Pala-cio de Perspolis fue, quizs, donde co-menzaron a confundirse el comporta-miento privado y la proyeccin pblicade Alejandro. A principios de 330 a.C.,el rey entr en Perspolis, la vieja capi-tal persa, que simbolizaba para los grie-gos la humillacin sufrida cuando lospersas haban conquistado Grecia yarrasado Atenas. Siglo y medio despus,Alejandro se tom cumplida venganza:Perspolis fue saqueada y sus habitan-tes quedaron a merced de los enfureci-dos soldados macedonios. En aquellaorga de destruccin y sangre, el PalacioReal que haba sido respetado por or-den de Alejandro acab incendindo-se. Se rumore que durante una orga,

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    de apariencias de humanidad, quemuestran rasgos de una personalidada veces contradictoria: por ejemplo,respet la casa y a los descendientesdel poeta Pndaro y realiz algn ges-to de justicia y equidad ante los des-manes de sus soldados contra la po-blacin vencida.

    Las campaas en Asia muestran estapersonalidad tan contradictoria: suarrojo en el combate, poniendo en pe-ligro su propia vida en infinidad deocasiones y el profundo sentimientoreligioso que impregn toda su activi-dad, contrastan con su innecesariacrueldad y con injustificables matanzas.

    El orden, la disciplina, el buen en-tendimiento entre Alejandro y sus com-paeros de armas contrastan con lasveladas de sexo y alcohol desenfrena-dos que solan acabar debilitando loslmites que deban existir entre un reyy sus sbditos, por muy prximos quefueran stos. Los eficientes generalesde la jornada se convertan, al caer latarde, en compaeros de borracheradel rey, y todos se enzarzaban, con fre-

    cuencia, en peleas, que a veces acaba-ron de forma trgica.

    Todo ello no es sino la muestra deuna personalidad compleja, incluso,atormentada, en la que un joven inma-duro e incapaz de reprimir sus pasio-nes cuyos padres no haban sido tam-poco ejemplos de comportamientoadecuado se encumbr a un poderpoco regulado por instituciones fuertesy arraigadas.

    Un rey macedonio era, sobre todo,un jefe militar y la fuerza y el carismahaban sido las principales herramientas

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    UN CARCTER EN PERPETUA CONTRADICCINALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, MITO, HROE

    356 a.C. Nace enPella.343-340 a.C. Arist-teles se convierte ensu maestro durantetres aos.338. Batalla de Que-ronea.336. Se convierte en

    rey tras el asesinatode su padre.334. Comienza la ex-pedicin contra lospersas en el conti-nente asitico.En el invierno de334-333, conquistaAsia Menor.

    332. Saquea Tiroen su mayor victo-ria militar.332-331. Subyu-ga a Egipto y fun-da Alejandra. A suregreso, en la pri-mavera de 331,entra en Babilonia.

    330. En primaveramarcha a Media yocupa su capital.A continuacinavanza hacia Asiacentral, donde en-cuentra fuerte re-sistencia de los es-citas, a los que no

    logra vencer hasta 328.327. Intento de ase-sinato en Bactriana.Se casa con Roxana,hija del bactrio Oxiar-tes. Comienza lacampaa para invadirla India.

    326. Cruza el ro Indo.323. Muere en Babi-lonia tras diez dasde agona. Su cuerpose traslada a Egiptodonde se entierra enun sarcfago de oroen Alejandra.

    CRONOLOGA

    Aristteles, en unmanuscrito medieval.

    Isabel de Farnesiocomo Olimpade.

    Asesinato de Filipo II,en un dibujo del XIX.

    Busto de Alejandro,del s. II a.C.

    Cerco de Tiro, segnun tapiz del s. XVI.

    Buda de inspiracinhelenstica.

    Alejandro atraviesa el ro Grnico. A partir de ese momento, entraba en contacto con lasrealidades polticas de Asia (Tapiz del siglo XVI, Patrimonio Nacional).

    Alejandro us el magnicidio de su padreFilipo II como pretexto para eliminara sus posibles rivales para la sucesin

  • estado a su lado desde la pubertad. Enel mundo griego, la homosexualidadmasculina no era extraa. El propio Fi-lipo haba tenido amantes masculinos yen el entorno de Alejandro haba rela-ciones de este tipo, que originaron enocasiones profundos celos y enemista-des, apareciendo como trasfondo enalgunos de los complots para acabarcon su vida, como, por ejemplo, en elde Filotas y en la conspiracin de lospajes.

    Alejandro se cas con varias mujeresa lo largo de su vida y tuvo variasamantes as como, segn algunos auto-res antiguos, un autntico harn, com-puesto de tantas mujeres como das delao, de entre las que elegira, aunqueno con demasiada frecuencia, compa-a nocturna.

    Una de sus esposas legtimas fue Ro-xana, hija del bactrio Oxiartes, con laque parece haberse casado por amoren el 327 a.C., y que debi ser la prin-cipal de ellas. Debe recordarse, tam-bin, la esplndida ceremonia celebra-da en Susa, en la que contrajeron ma-trimonio con mujeres asiticas diez milde sus soldados. Alejandro aprovechla ocasin para casarse con Barsine (oEstatira), hija mayor de Daro y con Pa-ristide, hija menor de Artajerjes Oco.

    La ms notable de sus amantes po-dra haber sido, al menos segn sus ad-miradores propalaban, la propia reinadel fabuloso pueblo de las Amazonas.

    Con estas mujeres tuvo varios hijos:Heracles, con Barsine; con Roxana tuvoal menos dos, uno que muri al pocode nacer y otro, pstumo, que con eltiempo sera el rey Alejandro IV, de tris-te final, pues fue asesinado en 309 a.C.con slo catorce aos. Quiz su errorfue esperar varios aos hasta casarse,desatendiendo los consejos de algunosde los generales de su padre, lo queprovoc, a su muerte, el conflicto de in-tereses entre sus generales que condu-jo a la divisin de su imperio.

    Divisin de opinionesLos autores de todas las pocas segnsus intereses y sus percepciones, hantratado de minimizar o acentuar los ras-gos negativos del carcter de Alejan-dro. Ni los antiguos ni los modernospodan ignorar la enormidad de su la-bor poltica y por ello unos tratan dereducir a la persona, mostrando las

    partes ms discutibles de su carcter,mientras que otros, que tampoco po-dan dejar de silenciar sus excesos, lebuscan justificaciones.

    En esta tensin historiogrfica, suspresuntas o reales inclinaciones sexua-les y el abuso del vino salen siempre arelucir. Esto tiene especial relieve sobretodo en lo concerniente a su aficin ala bebida. Incluso la noche antes desentirse enfermo del mal que le llevaraen pocos das a la tumba, haba estadobebiendo copiosamente en una fiesta yparece, adems, que cuando empez asentirse mal sigui bebiendo para in-tentar curarse.

    Si Alejandro era un alcohlico o no,es difcil de juzgar. Tal vez s paranuestros parmetros, pero quiz no de-masiado para los de los antiguos. S escierto, sin embargo, que como impor-tante desinhibidor, Alejandro daba mu-cha ms rienda suelta a sus pasionescuando haba ingerido vino.

    No puede, sin embargo, achacarseslo al vino el carcter de Alejandro.Era heredero de un trono haca pococonsolidado sobre un pas pequeo ypobre, que de pronto, de victoria envictoria, se encontr dueo del viejoimperio persa, con una milenaria tradi-cin de obediencia ciega al gobernan-te. Aclamado como salvador y liberta-dor en Egipto, considerado un elegido

    por los dioses, rodeado del suntuosoritual cortesano oriental, pudo terminarcreyndose lo que decan de l.

    Por las noches, rodeado de sus ami-gos, en franca camaradera, beberaconfiado, pero tal vez nadie se atrevie-se ya a tratarle como a un igual y,cuando alguien lo haca, se arriesgabaa que el ego superlativo del rey, empa-pado en vino, le enfureciese hasta elpunto de perder el control. Pero, en to-do caso, quin poda atreverse a retara un dios sin sufrir su ira?.

    Slo en masa se poda intentar con-trariar a Alejandro y as lo hicieron sustropas amotinndose en el Hfasis, fi-nalizando as la incesante marcha haciael Oriente y, un par de aos despus,en Opis, contra la progresiva orientali-zacin de Alejandro. Todava los mace-donios, hombres libres, mostraron que,siempre que ellos quisieran, seguiranal rey a donde ste quisiera llevarlospero que, si se negaban, ni tan siquie-ra el Gran Alejandro podra quebrantarsus voluntades. Este Alejandro pblico,que acaba brindando con sus hombrespor la concordia entre el rey y su ejr-cito y que gozaba de su cario, hacaya tiempo que se haba desdoblado enel Alejandro de los espacios privados,temeroso y soberbio, inseguro y endio-sado, griego y asitico, hombre y dios,Historia y mito. n

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    Tais, una cortesana ateniense, propusopegarle fuego para vengar el incendiode Atenas que provoc Jerjes. El propioAlejandro habra encabezado el cortejode los pirmanos, aunque algunos au-tores sugieren que pronto se arrepintiy orden apagarlo.

    Conspiraciones en la tiendaPoco a poco, lo que ocurra al caer latarde en el interior de la tienda de Ale-jandro poda acabar repercutiendo en elnormal desarrollo de los acontecimien-tos polticos y militares. Es posible ob-servar, tambin, una creciente actitudparanoica en Alejandro, que le va a ha-cer mucho ms sensible ante las ame-nazas a su vida, no tanto en el campode batalla, sino en las trastiendas del po-der. La conspiracin de Filotas, ese mis-mo ao 330 a.C., muestra cmo conver-saciones de alcoba, indiscreciones decortesanas, oficiosidad de paniaguados,suscitaron un intento de rebelin prota-gonizado por el joven general y en elque se implic su padre, Parmenin,uno de los viejos generales que habanservido bajo Filipo II, de lealtad acredi-tada. No est claro que existiera unaconjura pero la ejecucin del padre ydel hijo, as como de otros macedoniosde relieve, muestra la presin a que sevea sometido Alejandro. Poco despus,fue ejecutado Alejandro de Lincstide,

    miembro colateral de la familia real, quellevaba tres aos encarcelado, tambinacusado, sin demasiadas pruebas, dehaber conspirado contra el rey.

    El caso de Clito es an ms sorpren-dente, porque afectaba a un ntimo ami-go que, incluso, le haba salvado la vidaen el Grnico. La muerte de Clito fueabsurda, fruto de un cmulo de circuns-tancias lamentables: el alcohol, el orgu-llo desafiante del rey y su comporta-miento, cada vez ms sombro y msproclive a exhibir sus propias aprensio-nes durante los banquetes con sus ami-gos. Durante unos de ellos, en plenafrancachela, despus de haber bebidograndes cantidades de vino, Clito, tanborracho o ms que Alejandro, reclamsu condicin de hombre libre para de-cirle al rey lo que quisiera. Alejandro,enfurecido, intent golpearle con unamanzana, echando a continuacin ma-no de su espada, que un guardia le ha-ba retirado por precaucin. Al no ha-llarla, tal vez pens que haba sido ob-jeto de una traicin, por lo que llam,en dialecto macedonio, a sus guardiaspersonales, que acudieron en tropel, altiempo que, fuera de s, golpeaba al cor-neta por tardar en dar la orden. Los co-mensales trataban de calmar a uno y aotro, Clito, que segua gritando, fue sa-cado de la estancia, aunque volvi a en-trar por otra puerta, momento en el que

    Alejandro, que se haba hecho con unalanza, atraves a su amigo. Parece queel arrepentimiento del rey fue inmedia-to, ya que intent suicidarse.

    Por ms que Alejandro lamentasesiempre la muerte de Clito, el verdade-ro carcter del rey se iba revelando po-co a poco y cuando, al ao siguiente(327 a.C.), un grupo de pajes pareceque intent asesinarle en Bactriana. Larepresin fue terrible y alcanz al pro-pio historiador Calstenes, sobrino desu maestro Aristteles, por habersemostrado algo crtico con el rey. Esmuy probable que Alejandro escapasea la muerte la noche en la que los pajespretendan asesinarlo porque la pasntegra de francachela con sus amigos;segn algunos autores, una adivina leaconsej que pasara as esa noche, loque Alejandro acept complacido.

    Entre el sexo y el vinoRespecto a la sexualidad de Alejandro,muchos autores, sobre todo novelistas,han fabulado sobre las posibles prefe-rencias homosexuales de Alejandro, pe-ro son escasos los testimonios al efecto.Es cierto que mantuvo desde muy jovenuna estrechsima amistad con Hefestin,que tena su misma edad y que lleg aser su mano derecha. A su muerte, en324 a.C., le dedic unos funerales extra-vagantes, honrndole, incluso, como aun hroe. A partir de la informacinexistente no puede aceptarse o negarseque fueran amantes, pero no es extraoque Alejandro sintiese, como poco, ungran afecto por una persona que haba

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    UN CARCTER EN PERPETUA CONTRADICCINALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, MITO, HROE

    Perspolis en llamas

    Alejandro iba en pleno da a los convi-tes a los cuales asistan mujeres,cortesanas avezadas a vivir con lossoldados ms licenciosamente de lopreciso. Una de ellas, Tais, ebriatambin, dijo que el rey se gana-ra la mayor simpata entre losgriegos si ordenaba incendiarel palacio de los reyes dePersia, y que eso era lo queesperaban aquellos cuyasciudades haban sido des-truidas por los brbaros. Unoo dos, igualmente repletosde vino, aprobaron, en unacuestin de tanta gravedad, laocurrencia de una cortesana em-briagada. Tambin elrey, ms vido que pa-ciente, dijo: Por qu

    no vengamos a Grecia y le pegamos fue-go a toda la ciudad? Todos estabanexcitados por el vino. As, se levan-tan para incendiar, bebidos, la ciu-dad que respetaron armados. El rey, el

    primero, prendi fuego al pala-cio; luego los convidados, losoficiales y las cortesanas. Elpalacio, en gran parte, estabaconstruido con madera decedro: el fuego prendi rpi-damente y se propag msall. Este es el fin que tuvo la

    capital de todo el Oriente, laciudad adonde tantas gentesiban a pedir leyes; patria de

    tantos reyes, antiguamente nicoterror de Grecia. (Quin-to Curcio, Historia deAlejandro Magno, V, 7).

    Genio de las flores. Estatua deinspiracin helenstica

    procedente de Hadda (s. III-V) Alejandro Magno en el Templo de Jerusaln, leo de S. Conca, encargado por Felipe V hacia1736. El primer Borbn espaol busc una identificacion simblica con el rey macedonio.

    Alejandro con el cadver de Daro, con cuyahija se cas para obtener legitimidad entrelos persas. Miniatura persa del siglo XVI.

  • exterior. Los cultos y juegos panhelni-cos, las anfictionas, lubricaron algo lasfricciones entre los Estados ciudada-nos, pero no bastaron para evitar que,a la postre, el desgaste fuera insupera-ble. La cortedad de miras era tanto msgrave si se tena en cuenta el acoso ex-terior, especialmente del poderoso Im-perio persa. La mezquindad de la polisalcanz su cota ms trgica cuando, apartir de la Guerra del Peloponeso,unas ciudades y otras se disputaron laalianza de Persia para afirmarse frente asus vecinas. De enemigo tradicional abatir, Persia se erigi en rbitro de lasluchas intestinas entre las poleis griegas.

    Haba que buscar salidas a la gravesituacin, pero carentes los pequeos

    Estados griegos de capacidad para mo-ver los resortes de la propia recupera-cin, la iniciativa correra a cargo deMacedonia, una potencia extranjera losuficientemente prxima para actuarcomo griega, y lo suficientemente dis-tinta como para acabar con la tradicio-nal atadura de ver en el sistema de lapolis la nica frmula poltica acepta-ble. Era la postura mantenida, ya casiagnicamente, por Demstenes en Ate-nas: con una actitud entre terca y ro-mnticamente idealista, pretendi fre-nar la accin imparable de Filipo y,muerto ste, de su hijo Alejandro.

    Es cierto que la postura del clebreorador ateniense no era ya compartidapor la generalidad de los griegos, y en

    el pensamiento de los ms selectoshaba anidado con fuerza la idea deque era necesario acabar con los lmi-tes y con las limitaciones de la polis ydar al panhelenismo contenido polti-co, unir a los griegos y eliminar el pe-ligro de las potencias extranjeras. Asocurri en el crculo de los seguidoresde Scrates, entre pensadores de la ta-lla de Platn, Jenofonte o Iscrates.Este ltimo fue el ms encendido de-fensor de las esperanzas que desper-taba el liderazgo de Filipo. En pala-bras de Werner Jaeger, Iscrates vien la nueva estrella ascendente del reyFilipo de Macedonia, en quien los de-fensores de la polis vean un signo fu-nesto, todo lo contrario, la luz de un

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    ciudades. Chocaban dos concepcionesdistintas de la polis, pero lo que resul-taba ms evidente era la crisis global eirreversible de la misma como sistemapoltico sensato para el presente y vli-do para el futuro. La grandeza del es-pritu griego, forjada sin duda en elmarco de la ciudad, se compadeca malcon una estructura poltica compuestade Estados minsculos, en la que todosse miraban a todos como enemigos po-tenciales o reales.

    La historia de Grecia est marcadapor continuas guerras interpolitanas,pese a la conciencia generalizada deque compartan un patrimonio culturalcomn, la misma lengua, y a sentirsehermanados frente al mundo brbaro

    S i alguien rein despus de mo-rir fue, sobremanera, Alejandrode Macedonia, eterno en su di-mensin de modlico persona-je histrico y de leyenda. El tpico y larealidad se confunden a la hora deevocar su figura desmesurada en su es-tricta realidad histrica y, ms an, dela percepcin que de ella se tuvo y setiene, aumentada por la lupa de unainusitada mitificacin. El hecho es quelas consecuencias histricas de su viday de su obra se deben tanto a la reali-dad que fue como a la imagen percibi-da por sus contemporneos y, no diga-

    mos, por los que despus siguieron re-cordndolo.

    Conocida su peripecia histrica,asentada en su sobresaliente empresamilitar y la organizacin de los territo-rios conquistados, se trata ahora de de-limitar sintticamente los rasgos esen-ciales de sus concepciones ideolgicasy polticas, con punto de partida enuna rpida mirada a la situacin hist-rica en que pudieron desarrollarse suproyecto y su obra. Es bien sabido queel siglo V a.C., la poca del mximo es-plendor de una Grecia liderada porAtenas, se cerr con la terrible Guerradel Peloponeso, en la que se enfrenta-ron crudamente Atenas y Esparta, alfrente de sus respectivas coaliciones de

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    MANUEL BENDALA GALN es catedrtico de Arqueologa, UAM.

    Alejandro,

    EL DIVINODio alas al helenismo, tanto por la inmensidadde sus conquistas como por la adopcin de ideas y modelos de los reinos sometidos.Manuel Bendala traza el perfil ideolgicodel monarca macedonio

    Un soldado deAlejandrocombate con lasamazonas, en unaescena pintada enun sarcfago deTarquinia(Florencia, MuseoArqueolgico).

  • circunscripciones o satrapas, como hizocon el strapa Satibarzanes, confirmadoen su puesto tras ofrecerle ste su sumi-sin como nuevo Gran Rey.

    Menudearon, adems, los gestos porlos que Alejandro pretenda dar cuentade su nueva condicin, entre ellos laadopcin de ropas y signos caracters-ticos de la corte persa como la diade-ma, la tnica de rayas blancas y el cin-turn, combinada con prendas propiasde la tradicin macedonia.

    Dio, tambin, al crculo de sus com-paeros ropas escarlata caractersticasde los cortesanos persas e introdujoentre ellos a nobles de extraccin per-sa entre los que lleg a figurar Oxia-tres, hermano del rey Daro. Era todauna declaracin de su propsito depresentarse como relevo del poder yde la corte del Gran Rey, asistido por lapropia nobleza persa, incluidos susms altos dignatarios.

    Las concepciones de Platn, sobre ladistincin y la relacin de superioridadde griegos respecto de los brbaros, olos consejos del mismo Aristteles so-bre la conveniencia de imponerse a losgriegos mediante la hegemona y a losbrbaros con el despotismo, quedabanmatizados o superados por una nuevacorriente de simpata, aproximacin oaprovechamiento de formas elevadasde cultura brbara como la persa, quelos hechos invitaban a contemplar conotros ojos. Alejandro iba abrindose auna nueva y mejor disposicin hacia lospersas y sus formas de manifestarse, dehacer o de gobierno, en lo que se mos-traba deudor de pensadores muy sea-lados en esa actitud, como Jenofonte. Elfamoso autor de la Anbasis era admi-rador del mundo persa y enaltecedorde sus caudillos; y, aunque consideraraal griego superior al brbaro por su ca-pacidad de iniciativa o por su sentidode la responsabilidad, el contacto conlos persas le hizo verlos como deposi-tarios tambin de una cultura superior.

    El soberano divinizadoUna de las ms importantes expresio-nes de la apertura a concepcionesorientales, y tambin de asociacin apropias tradiciones de fusin, en su-ma, de ideas ajenas y propias, tieneque ver con la faceta ms destacada dela nueva monarqua encarnada porAlejandro: su controvertida diviniza-

    cin. No hay que olvidar que Alejandroera un rey macedonio, lo que significaun poder arcaizante en el mbito de lapropia Grecia, mantenido en zonas pe-rifricas como Macedonia cuando en elcorazn de la Hlade las principalesciudades haban optado por formas depoder representativo, controlados porrganos colegiados y democrticos.

    En Macedonia segua vigente el po-der monrquico, creyente en la rai-gambre divina del soberano, algo habi-tual, por lo dems, en la tradicin delas viejas monarquas mediterrneas.En el caso de Alejandro, su genealogalo haca entroncar con dos linajes divi-nos: el de Zeus, por lnea materna, atravs de Aquiles, de quien se tenan

    por descendientes los miembros de lacasa real de piro, a la que pertenecasu madre, Olimpade; y por lnea pa-terna, la dinasta macedonia de los Ar-geadas consideraba a Heracles su ante-cesor divino.

    Seguramente Alejandro se tom muyen serio su filiacin divina y muchas desus actitudes se deben a que se sentao querer hacerse ver como continuadory an superador de sus ancestros divi-nos, como el mismo Heracles.

    Su singladura militar y poltica, la es-tancia en Egipto y Oriente, dara a estepunto de partida una nueva dimensin.El perfil divino del faran y de los so-beranos orientales se presentaba comouna referencia muy sugestiva y apro-

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    Alejandro, en unapintura mural de la Casa

    de los Vetii, enPompeya. Los

    emperadores romanosseguiran el proceso dedivinizacin del poder

    iniciado por el reymacedonio.

    porvenir mejor, y salud en su Filipoal gran adversario de Atenas, como elhombre a quien la tych haba confe-rido la idea de realizar su idea panhe-lnica. l asumira ahora la tarea deconducir a todos los Estados griegoscontra los brbaros, que en otro tiem-po, en el Panegrico, asignara Iscra-tes a Atenas y a Esparta.

    Estaban dadas las condiciones quepodan hacer factible el plan de Filipo,continuado por Alejandro: inmediata-mente se propusieron devolver a losgriegos su supremaca apagando elfuego de las luchas internas se con-cluy con la victoria de ambos sobrelos atenienses en Queronea, en 338

    a.C. y retomando la guerra contra Per-sia como vehculo de cohesin y en-grandecimiento helnicos, la gran em-presa de Alejandro.

    Panhelenismo e imperialismoEl panhelenismo cobr con Alejandrodimensiones extraordinarias, no slopor la asombrosa extensin geogrficade sus conquistas, sino, adems, por lapuesta en ejercicio de una nueva dia-lctica entre lo griego y lo brbaro. Labarrera entre civilizacin y barbarie sederrumbaba a golpes de una mentali-dad ms abierta, la propia de griegosque, ante la crisis interna de la polis, seasomaron al exterior con actitud mscomprensiva y receptiva; no era el ca-so aferrarse a la ponderacin de los pa-trones helnicos y tachar todo lo exte-rior de brbaro. Alejandro fue adalidde esta corriente, auspiciada por suspropios orgenes en una helenidad pe-rifrica, y en la que tena perfecta cabi-da, sin embargo, una indisimulada ad-miracin por los valores griegos y porAtenas como su principal depositaria.

    Est bien constatada una progresivaapertura a la posibilidad de incorporarconcepciones ideolgicas y polticasextraas a las griegas, que se hara ex-tensiva a una tambin progresiva in-corporacin de persas a los puestospolticos y organizativos del gran Esta-

    do que iba configurndose conformeavanzaban sus xitos militares.

    Se observa un hito a raz de la Batallade Gaugamela, en el 331, decisiva parasus aspiraciones de imposicin sobre elimperio de Daro. La determinante vic-toria hizo que fuera Alejandro procla-mado Rey de Asia, el verdadero GranRey, de modo que cuajaba la idea deque no slo era vencedor de Daro sinoheredero legtimo de su Imperio por de-recho de conquista. Si en la primera eta-pa de su extensin militar y poltica de-jaba las tierras conquistadas al mandode macedonios, a partir de ahora deci-dir con frecuencia mantener o designara nobles persas para el gobierno de sus

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    Algunos griegos ya vieron en Filipo II deMacedonia el hombre que deba llevar a buentrmino la idea panhelnica.

    Cabeza de Alejandro, tocado con los cuernosdel dios Amn, en una tetradracma de 297-281 a.C.

    Espejo de Roma

    La imitatio Alexandri fue una clave en laconfiguracin de Roma como potenciaimperial y en la fijacin de los modelos enque se miraron sus dirigentes. Es bien co-nocida la ancdota referida a Csar cuando,designado cuestor de la Hispania Ulterior,se lleg hasta su clebre santuario gaditanode Melkart-Hrcules y, al ver la imagenque en l se hallaba del divino Alejandro,rompi a llorar lamentndose de que no ha-ba hecho an nada memorable a la edad enque Alejandro haba sometido al mundo(Suet., Iul., 7). Antes de l, los grandes l-deres que en los siglos finales de la Rep-blica pugnaron por hacer de Roma una po-tencia helenstica, entre ellos los ilustresmilitares y polticos de la familia de los Es-cipiones, tuvieron a Alejandro y su obra co-mo modelo. El poderoso Pompeyo Magnose hizo retratar de modo que su peinado re-

    cordara el de Alejandro, aunque su redon-deado y poco estilizado semblante no seprestara a extender los parangones ms all.

    A los grandes triumphatores que forjaron elImperio, Alejandro les proporcionaba unmodelo insuperable de la virtus un com-pendio de todas las virtudes, de fortalezamoral y fsica, propio de los grandes lderesen el importante papel de jefes del ejrcito,de garantes de la seguridad colectiva. Au-gusto utiliz tal parangn en grado sumo.En su Foro de Roma, dedicado a exaltar deforma genrica la virtus imperial, en unagran estancia al fondo del porticado izquier-do, hizo colocar dos cuadros de Apeles, elpintor de Alejandro. En uno de ellos apare-ca junto a Cstor y Plux con la Victoria; enel otro se representaba una imagen de laGuerra con las manos atadas a la espalda y,en un carro, Alejandro triunfante. Lo cuen-

    ta Plinio, quien aade que, despus, el em-perador Claudio sustituy en los dos cuadrosel rostro de Alejandro por el de Augusto.

    Tiempo despus, el constante recurso a lafigura de Alejandro para dar vigor al poderde los emperadores tiene uno de sus episo-dios principales en la romntica recupera-cin de su culto en tiempos de los Severos:reintroducido por Septimio Severo y fervo-rosamente fomentado por Caracalla, quequera presentarse como un segundo Ale-jandro, y ms an por Alejandro Severo. Esseguramente en este ambiente en que se es-cribi, por obra de un alejandrino annimo,conocido como el Pseudo Calstenes, la fa-mosa y fantasiosa Vida y hazaas de Alejan-dro de Macedonia (puede verse la versin es-paola de C. Garca Gual, con amplia in-troduccin, en Biblioteca Clsica Gredos, 1,Madrid, 1977, reimp. en 1988).

    EL DIVINOALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, MITO, DIOS

  • que en su proyecto poltico tena esaparticular actividad.

    Son muchas las razones que explicaneste afn fundacional. En principio, laciudad era la frmula bsica de organi-zacin econmica, militar y poltica delos territorios dominados; sobre ella severtebraba la compleja estructura delestado. La ciudad, en su acepcin deurbe o centro urbanstico, era tambinel referente principal del paisaje civili-zado ajustado al modelo de culturaque se trataba de robustecer y de ex-tender a los territorios hasta entoncesbrbaros. Su aejo prestigio, como ex-presin de la capacidad creativa de losreyes y poderosos, se pona al servicio

    de una estructura de poder que reque-ra de signos que lo expresaran y deambientes adecuados a su escenifica-cin. La capacidad arquitectnica y ur-banstica griega, estimulada por lagrandiosidad de los centros orientales,dio alas a una urbanstica y una arqui-tectura helensticas de altos vuelos. Lasurbes fundadas o potenciadas enton-ces, en sus poderosas murallas, en losgrandes edificios cvicos y religiosos,en sus avenidas, servicios e instalacio-nes, se mostraban acordes con la mag-nitud y la riqueza del estado al quepertenecan. Se convertan en metfo-ras cualificadas de su propia entidadurbana y, qu duda cabe, en la ms

    contundente expresin del poder delsoberano que las fund o construy.

    La Alejandra de Egipto fue la princi-pal fundacin de Alejandro, smbolo delas muchas otras Alejandras con quesalpic y estructur su inmenso Impe-rio. Y bastara evocar su nombre paratener conciencia de una ciudad queemul a su propio fundador como sm-bolo de la civilizacin a la que perte-neca, objeto, adems, de una idealiza-cin que tuvo igualmente consecuen-cias enormes como referencia modli-ca para el futuro .

    Pero volviendo al perfil divino del so-berano, las ciudades tenan en Grecia lapoderosa tradicin de propiciar la ve-neracin del fundador, sin duda por laimportancia concedida a la ciudad co-mo expresin del cosmos ordenadoque la civilizacin representaba. Poten-ciar la funcin y la capacidad fundado-ra era asegurarse una proyeccin alplano divino, a la eternidad del recuer-do y la veneracin ciudadanas, que seagrandaba con la magnitud misma delas soberbias ciudades helensticas, en-tre las que Alejandra constitua un pa-radigma insuperable. Sin duda que pe-s tambin en Alejandro el propsitode asegurar su divinizacin si la asocia-ba a la fundacin de ciudades. Tal divi-nizacin se ratificaba por la propia de-nominacin de las ciudades, que susti-tuan como soporte eterno a la limitaday perecedera naturaleza humana.

    Modelo a seguirAlejandro, en fin, forj una forma deestado distinta al sistema de la polis ydistinta, tambin, de la monarqua ma-cednica. Era una monarqua de nuevocuo, que aprovechaba la concepcinde la realeza oriental y la estructura tra-dicional del Imperio persa, al tiempoque aceptaba la heterogeneidad de fr-mulas coexistentes, un fenmeno quevolver a repetirse despus en el nue-vo ensayo de Imperio universal lidera-do por Roma.

    Su proyecto qued interrumpido porsu muerte, y su gran Imperio, segrega-do en una multitud de Estados. Pero elmodelo y sus virtualidades estaban da-dos, y el sueo de Alejandro de un Im-perio universal se hara historia bajo lahgira de otros protagonistas, por gen-tes que siempre lo recordaron como unmodelo a seguir. n

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    Plano de Alejandra de Egipto, la principal de las muchas Alejandras con las que salpic yestructur su Imperio y que difundieron extraordinariamente la cultura helenstica.

    Una nueva historiografa

    La historiografa moderna, tan em-baucada por el atractivo de su excep-cional personalidad como la antigua, leha dedicado multitud de estudios, con elbalance de una lista abrumadora de ttu-los. Resulta, a estas alturas, un persona-je familiar, aunque siempre quedan yquedarn aspectos que descubrir y re-considerar. Por ejemplo, algunas moder-nas lneas de investigacin han tratadode alumbrar facetas poco conocidas, co-mo la percepcin y la valoracin de Ale-jandro y de su obra, no desde el punto de

    vista occidental, donde se sita la histo-riografa clsica, sino desde el oriental,desde donde lo miraron los pueblos con-quistados, sean persas o indios, y los re-sultados son tan interesantes como limi-tados, debido a la parquedad de las fuen-tes disponibles. Una reflexin reciente,con bibliografa al caso, la proporcionaA. Guzmn: Alejandro desde el Orien-te, en F. Gasc y J. Alvar (eds.), Hetero-doxos, reformadores y marginados en la An-tigedad Clsica, Universidad de Sevilla,1991.

    piada al afn de elevar el poder perso-nal al nivel de una autoridad absoluta,punto de apoyo inmejorable al sueode un Imperio universal; y las victoriassobre Egipto y Oriente hacan aparecera Alejandro como su legtimo heredero.

    Su visita al orculo de Amn, en eloasis egipcio de Siwa, seala un hitodecisivo en sus propsitos de conver-tirse en rey-dios. Aparte de que conello emulaba a Heracles y a Perseo delos que se deca que haban visitado elorculo en el tiempo mtico Alejandrolograba la proclamacin de su filiacindivina al ser saludado por los sacerdo-tes del lugar como hijo de Amn, quepor su identificacin con el Zeus venaa significar la ratificacin de su carcterde hijo del padre de los dioses griegoscomo miembro de la dinasta real ma-cedonia.

    Los anlisis de este famoso episodiocoinciden en que Alejandro ambiciona-ba ratificar solemnemente su naturale-

    za divina, asentarla en la sancin deprestigio que representaba la saluta-cin de los sacerdotes egipcios. Era, encualquier caso, un deliberado propsi-to poltico e ideolgico que se acentuprogresivamente en su corta biografa.

    Un beso ms pobreUna de sus expresiones al respecto, fuela controvertida exigencia del gesto depostracin ante l, la proskynesis orien-tal, en la que muchos de sus prximosvieron una afrenta, una identificacincon los dioses inaceptable para un grie-go y su concepto de la libertad y la dig-nidad en la relacin entre hombres. S-lo ante los dioses caba postrarse, aun-

    que para un oriental, el gesto resultabaapropiado como expresin de respetoante los superiores. Es bien conocida lapblica y sonora oposicin a postrarseante Alejandro de su bigrafo Calste-nes de Olinto, que aunque admitiera sucondicin sobrehumana, su participa-cin de la naturaleza divina, era cosadistinta a aceptar que fuese un dios yque hubiese de ser tratado como tal. Elepisodio de la rebelda de Calstenes,de su negativa a postrarse ante Alejan-dro en el curso de un banquete, termi-na con la ancdota de que, rechazandoAlejandro el beso con el que el escritorresponda a la postracin de los dems,Calstenes se retir dicindole que sequedaba un beso ms pobre.

    Todo indica que Alejandro fue ratifi-cndose cada vez ms en la conviccinde que era dios, para cuyo entendi-miento hay que volver a insistir en laimportancia de su presencia en Orien-te, en su condicin de heredero delGran Rey, en el peso de la corte deaduladores que debi atizar una men-talidad predispuesta a ello por la cunay por una obra que poda presentarsecomo la inmensa labor civilizadora, or-denadora del mundo, que slo los dio-ses, como Heracles, podan acometer.

    Al final de su vida, la muerte de suamigo Hefestin le impuls a dar unpaso definitivo: la imposicin de suculto como hroe, una divinizacin a la

    que, por bastantes indicios, tambinAlejandro quedaba ntimamente aso-ciado como receptor de un verdaderoculto en vida. En la misma Atenas, elpropio Demstenes parece que propu-so, pese a sus reservas iniciales, queAlejandro recibiera honores divinos,con indicios tan elocuentes como seracusado despus de haber propuestola dedicacin de una estatua a Alejan-dro como theos aniketos, dios invenci-ble. Tras su muerte aparecer en lasmonedas con atributos de dios, princi-palmente los cuernos de Zeus-Amn.

    No era el primer caso de divinizacinen el mbito griego. Lisandro recibihonores divinos tras la Batalla de Egos-

    ptamos, a fines del siglo V a.C., y unaconsideracin rayana en la divinidad al-canz Filipo. Pero Alejandro y su divi-nizacin significaron un hito decisivoen la concepcin divina del soberano,en un momento en que las estructuraspolticas del mundo englobado en lakoin griega caminaba definitivamentehacia la formacin de Estados de voca-cin universal, uno de cuyos elementosaglutinadores fue la autoridad absolutadel soberano, a la que le interesaba ad-quirir el rango de indiscutida sobrehu-manidad que la divinizacin otorgaba.

    La influencia en los reinos helensti-cos en el Imperio Romano y, despus,en todas las formas de poder imperialque se escalonan en la Historia con lapoderosa referencia modlica de Romadesde Carlomagno a Napolen serenorme, y ese es una de los parme-tros que hacen excepcional la figurahistrica de Alejandro.

    La fundacin de ciudadesEs imprescindible subrayar, tambin,la importancia de la creacin de ciu-dades en la concepcin imperial, pol-tica y hegemnica de Alejandro. Na-die ha superado la reputacin de Ale-jandro como fundador de ciudades,asegura A. B. Wosworth. Esas funda-ciones, segn Plutarco, llegaron a se-tenta, una cifra tan desmesurada comoexpresiva, que subraya la importancia

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    Estatua de Alejandro del templo de AmenofisIII. Su visita al orculo de Amn en Siwa fueel primer paso para convertirse en rey-dios.

    Las urbes fundadas por Alejandro seconvertan en la ms contundenteexpresin del poder del soberano

    EL DIVINOALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, MITO, DIOS

  • EL GENIO DE LA GUERRAEL GENIO DE LA GUERRAEspejo de generales

    ALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, MITO, DIOS

    Nadie logr ms victorias que Alejandro. Nadie conquist tanto con menosmedios. Pero Fernando Quesada advierte que su forma de combatir enprimera lnea era poco prctica y demasiado arriesgada; cometi muchoserrores de los que le salvaron su valor, su magnfico ejrcito y sus generales

    Alejandro ha sido a menudocomparado con otros gran-des generales de la Historia,como Anbal o Napolen. Yen varios sentidos la comparacin esadecuada: estos grandes capitanes obtu-vieron victorias espectaculares en con-diciones de inferioridad y gozaron deese ojo tctico inigualable, ese sextosentido o intuicin que les permita cap-tar el momento crtico de las batallas.

    Sin embargo, una de las principales yms significativas diferencias entre elgeneralato de Alejandro y el de otrosgrandes capitanes es su costumbre decombatir en primera lnea, normalmen-te al frente de la ile basilike, su guardiapersonal de caballera. Esta forma de li-derazgo heroico, en afortunada termi-

    nologa de John Keegan, sin duda au-mentaba el carisma del rey entre sustropas, pero tambin constituia un pro-blema. Por un lado, pona en riesgouna y otra vez la vida del macedonio, ysus sucesivas heridas y escapatorias porlos pelos as lo prueban. Alejandro fueherido en una campaa balcnica antesde partir a Asia; estuvo a punto de mo-rir en el ro Grnico, nada ms comen-zar su expedicin asitica, y slo laoportuna intervencin de Clito el Negrole salv la vida. Fue herido de nuevosucesivamente en Isos, ante Gaza, enlas montaas de la Bactriana, frente alos Aspasios y ante Masaga, en el Indo,

    FERNANDO QUESADA SANZ es profesor titularde Historia Antigua, UAM.

    Con cinco filas de puntas de sarissasproyectndose por delante de la formacin, lafalange macedonia ofreca una imagen defuerza irresistible y rara vez llegaba alcontacto con los enemigos que,habitualmente, huan antes del choque.

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  • consultado a sus generales, tomado to-das las disposiciones posibles y calcu-lado con precisin los riesgos. No erauno de esos soldados de caballera dehermosos rizos, de quienes se decaque tenan el cerebro entre las orejasde su montura: era, por el contrario, untctico de primersima magnitud.

    Los errores del generalEn todo caso, si la excepcional visintctica del rey es innegable, podranarrojarse algunas sombras sobre su es-trategia. As, antes de Isos, Daro IIIconsigui desbordarle, capturar sushospitales de retaguardia, y colocarse acaballo de la lnea de comunicacindel macedonio. Slo la eficacia de suejrcito, una tctica adecuada y su va-lor personal sacaron a Alejandro deuna situacin potencialmente muyapurada. Por otro lado, si la conquistade Tiro y Gaza tenan la clara justifica-cin de cancelar la amenaza naval per-sa, la expedicin a Egipto careca desentido estratgico. Si caa Mesopota-mia, las reas perifricas loharan tambin. Durantesu expedicin en buscade la divinidad que leconferira el diosAmon, los persas hu-bieran podido causargraves problemas en su reta-guardia. Slo razones de ndolepersonal, ms que poltica o mi-litar, impulsaron a Alejandro asemejante desvo.

    La terrible travesa del desierto deGedrosia, en 325, tampoco puedejuzgarse un modelo de planifica-cin, ya que fallecieron probable-mente ms macedonios que en to-das las batallas hasta en-tonces libradas.

    Donde el genio mi-litar de Alejandrobrilla a mayor altura,junto a su capacidadtctica, es en su carc-ter de conductor de hombres, capaz demotivarles y arrastrarles ms all de suspropios lmites. El ejemplo de su bra-vura personal en batalla fue una de lasrazones, pero no hubiera sido suficien-te. Su carisma personal, sin duda, de-bi ser enorme para conseguir esos lo-gros, aunque ni siquiera eso le bastpara convencer a sus soldados de que

    generales es que no fueron grandes in-novadores, no crearon el instrumentode sus victorias, sino que emplearonejrcitos y tcticas diseados por otros.Si Napolen utiliz los de la Revolu-cin, Alejandro us, con escasas modi-ficaciones, el instrumento que creara ypuliera su padre Filipo, elevndolo aun nivel de eficacia y complejidad des-conocido en el mundo griego.

    El ejrcito macedonio de Filipo y suhijo no se basaba, como los ejrcitosgriegos de poca clsica, en una masade infantera pesada formada en unacerrada falange, sin casi apoyo de ca-ballera o infantera ligera. Por el con-trario, se articulaba en torno a una h-bil combinacin de infantera, caballe-ra pesada y ligera, y buenas tropas au-xiliares adems de artillera de asedio.

    El erizo de hierroEl ncleo del ejrcito con el que Ale-jandro invadi Persia, en 334 a.C., esta-ba formado por 12 taxeis o regimientosde falangitas (pezhetaitroi o compae-

    ros a pie), de los que slo llev aAsia la mitad. Formaban una com-pacta falange de hasta 16 filas deprofundidad, cuya principal dife-rencia frente a los hoplitas grie-gos tradicionales estaba en su lar-

    gusima pica o sarissa, de unoscinco a siete metros de longi-tud, manejada con las dosmanos. Aunque el manejode la sarissa exiga que elescudo sujeto al brazo iz-quierdo fuera mucho ms

    pequeo que el tradi-cional aspis de los ho-plitas, esta disminu-

    cin de la defensa noera crtica dado quelas cinco primeras fi-las de picas sobresa-lan por delante de

    la primera lnea decombatientes, formando

    un colosal erizo de puntas de hierro.Aunque, originalmente, estos falangi-tas fueran una milicia de reclutamien-to regional, en poca de Alejandroeran ya curtidos profesionales muybien entrenados, de modo que cadaregimiento tena una gran maniobrabi-lidad en el campo de batalla, comodemuestra que fueran capaces de va-dear ros sin desordenarse, o de cana-

    le siguieran an ms all de la India,aunque s para desactivar varios peli-grosos motines, como en el de Opis,de 324, en el que, segn Arriano, em-ple como argumento ante los vetera-nos su propio cuerpo literalmente cu-bierto de cicatrices causadas por todotipo de armas.

    Un rasgo comn entre los grandes

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    Oficial y soldado delos Compaeros. Elprimero, con casco detipo beocio, decoradocon una guirnalda delaurel en plata, ycoraza anatmica. Elsoldado, con cascosimilar, aunque mssencillo, viste tnicadoble, pero encombate portaraarmadura. Empuansarissas de 4.5 m. delargo, con un peso de3.6 Kg. Estacaballera podaluchar con ventajacontra infanteraarmada con la lanzatradicional de unosdos metros y medio, ocontra cualquier otracaballera.

    y finalmente en Multan en 325, dondeestuvo a punto de morir a causa de unagravsima herida en el pulmn, cuandoquiso tomar casi en solitario una ciudadenemiga. Su muerte en batalla en loms profundo del Imperio Persa hubie-ra podido acarrear la desintegracin yaniquilacin del ejrcito y la destruc-cin inmediata de su obra.

    Por otro lado, desde el momento enque un general entra en combate per-sonal, pierde el control global de la ba-talla. Es un testimonio palpable de ladisciplina de su ejrcito, de la eficaciade su cadena de mando, y de la com-petencia de generales como Parme-nin, que en Isos o Gaugamela la vic-toria no se trocara en derrota por la im-

    petuosidad del rey. Un Napolen o unAnbal, por no hablar de Escipin oWellington, eran generales mucho msfros, que slo se ponan en riesgo fsi-co si era absolutamente indispensable.

    Con todo, es tambin evidente queen el momento en que Alejandro selanzaba a la carga al frente de su es-cuadrn, haba reconocido el terreno,

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    la gran marcha

    En el ao 334 a.C., y tras haber con-cluido la conquista de las ciudadesgriegas que comenzara su padre Filipo,Alejandro III Magno cruz el Helesponto,abanderando el concepto de helenidad con-tra el Imperio Persa, que se perciba ya co-mo un gigante con pies de barro. La con-fianza del ejrcito macedonio se afianzgracias a una primera victoria casi en lamisma frontera, junto al ro Grnico (verLa Aventura de la Historia 26, El da queAlejandro pudo morir, diciembre 2000).Alejandro avanz entonces por Anatolia y,tras las puertas de Cilicia, venci por vezprimera en Isos al mismo Gran Rey Daro.March luego hacia el Sur, asegurando lacosta fenicia tras un feroz asedio de la viejaTiro (333-332). En lugar de volverse hacia

    el corazn del Imperio Aquemnida, elmacedonio conquist primero Egipto,donde los sacerdotes del templo de Amnen el oasis de Siwa, le recibieron como a undios. Slo entonces, gozando de la sancindivina de su condicin sobrehumana, se di-rigi Alejandro hacia Mesopotamia y, enotoo del ao 331, triunf definitivamen-te en la gran Batalla de Gaugamela. Daromora poco despus, y el inmenso reinoaquemnida yaca a los pies del conquista-dor. Pero Alejandro no estaba dispuesto adetenerse all: posedo de una energa entredemonaca o divina, arrastr a su agotadoejrcito siempre hacia el Este, hacia regio-nes de nombre cada vez ms extico y msalejadas de la Hlade: Hyrkania, Aracosia,Bactria, Sogdiana... Por el camino fund

    numerosas Alejandras, ciudades griegasbautizadas con su nombre, que seran focosde civilizacin helenstica en los siglos porvenir, incluso en lo ms remoto de Asia.Llegaron as los macedonios al Indo, ven-ciendo en el Hydaspes (326) a nuevos ejr-citos y reyes. No le fue posible ir ms all:los generales y soldados macedonios quer-an descansar, gozar de lo obtenido y regre-sar a regiones conocidas. Alejandro se vioforzado a regresar a Babilonia, donde falle-ci exhausto un da del mes de junio de323 a.C., once aos despus de haber cru-zado el Helesponto para cumplir un sueo.Dejaba un legado envenenado, un reino decinco mil kilmetros que nadie podramantener unido: comenzaba la poca de losespadones.

    EL GENIO DE LA GUERRAALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, MITO, DIOS

  • ge y la caballera de los Compaerosque evitara la aparicin de brechas en lalnea cuando cargaba la caballera. Estabisagra la proporcionaban las tres qui-liarquias de hipaspistai, 3.000 portado-res de escudo, tropas de elite ms flexi-bles que la falange para poder colabo-rar con la caballera, y que quiz ibanarmadas con una lanza de unos 2,5 m.,en lugar de sarissa, aunque ste es tema

    discutido. Eran tropas de elite emplea-das en circunstancias adversas que re-queran flexibilidad y un arrojo especial.Uno de estos regimientos constitua laguardia a pie del rey o Agema.

    Complementando la accin del n-cleo del ejrcito haba numerosos con-tingentes con funciones auxiliares. Losprodromoi o sarissophoroi eran jientesligeros armados con una lanza muy lar-

    ga, utilizados para reconocimiento yocasionalmente como caballera pesa-da, aprovechando sus largas picas. Laimportantsima caballera pesada tesa-lia, tan eficaz o ms que la macedonia,sola proteger el ala izquierda del ejr-cito, al igual que los Compaeros for-maban en la derecha. Su formacin fa-vorita era un rombo. Diversos contin-gentes de peltastas y toxotai (arque-

    ros), de origen diverso, colaborabancon la caballera en las alas u hostiga-ban la lnea enemiga. Por fin, Alejandroemple importantes contingentes dehoplitas y peltastas griegos aliados ymercenarios, que combatan con sustcticas tradicionales de infantera, yque constituan reservas para el centroo refuerzos para las alas.

    En conjunto, el ejrcito macedonio

    lizar por huecos entre sus lneas elataque de los carros persas provistosde aterradoras guadaas.

    El yunque y el martilloLa falange actuaba como un yunque, unelemento de avance slido e irresistible,aunque lento, que actuaba en combina-cin con la principal arma ofensiva delejrcito, el martillo que, atacando enuna flexible formacin de cua y arma-do con una larga pica, golpeaba las l-neas enemigas aprovechando cualquieroportunidad. La caballera pesada ma-cedonia, los ocho escuadrones (ilai) dehetairoi o Compaeros, era la verdade-ra elite del ejrcito, unos 3.300 jinetes,de los que 2.000 cruzaron a Asia. Unode los escuadrones, la ile basilik, era laescolta del rey. Las feroces cargas de losCompaeros, dirigidas por el mismoAlejandro, rompan la lnea enemiga enun punto preciso y, mediante un giro,arrollaban de flanco y por la retaguardialas lneas enemigas, arrojndolas contralas picas de la falange a pie.

    Haca falta un enlace entre la falan-

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    La falange actuaba como un yunque,mientras la caballera de los Compaerosera el martillo que golpeaba al enemigo

    Izquierda, hoplitamercenario griego. Tantolos que servan a Darocomo los alistados conAlejandro llevaban lanzacorta, de 2,5 m., espada,y un gran escudo circularde un metro de dimetro;los ms pudientes seprotegeran con corazaanatmica de bronce o,como ste, de lino conlminas de bronce. Lasgrebas ya no eranfrecuentes; el casco,pesado y agobiante, solasustituirse por el pilos, ungorro de fieltro.

    Izquierda, arquerocretense al servicio deAlejandro. Lleva unpetasos o sombrero deviaje de ala ancha, perosu nica proteccin es unpequeo escudo y unadaga para el combatecuerpo a cuerpo. Manejaun poderoso arco,compuesto de doblecurva y porta un gorytos ocarcaj, probablementecapturado a un persa.

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    GaugamelaLa batalla decisiva de las campaas de

    Alejandro tuvo lugar hacia el 30 de sep-tiembre o uno de Octubre del ao 331 a.C.cerca del ro Tigris, en la llanura de Gau-gamela. El macedonio contaba con unos40.000 infantes y 7.000 jinetes. Es imposi-ble conocer ni siquiera por aproximacinlos efectivos de Daro, pues las cifras de lasfuentes son desmesuradas: Arriano habla deun milln de infantes y 40.000 jinetes, pe-ro buena parte de las levas de infantera dela segunda lnea eran casi intiles. La nicainfantera slida era la formada por unos4.000 hombres, entre mercenarios griegosy la Guardia Real a pie (los meloforos): quepoco podan hacer contra la mucho ms nu-merosa infantera greco-macednica. Encambio, unos 34.000 jinetes de buena cali-dad en la lnea principal explican la revolu-cionaria tctica adoptada por Daro, juntocon la presencia de algunos elefantes y unos200 carros falcados.

    El nmero de las levas en retaguardia esirrelevante, porque no jugaron ningn pa-

    pel en la batalla, que haba de ser ganadapor la superioridad persa en jinetes.

    La tctica del aquemnida se basaba enaprovechar su superioridad en caballerapara envolver ambos flancos del ejrcitomacedonio: si se destruan sus alas, la te-rrible falange carecera de la capacidad deobtener una victoria decisiva. Por ello Da-ro eligi una llanura que adems alis, eli-minando obstculos, para favorecer el ata-que de sus carros, destinados a desordenary frenar el avance de la infantera macedo-nia. La tctica de Alejandro consista enavanzar en oblicuo, rehusando su flanco iz-quierdo para dificultar ese doble envolvi-miento, y golpear con su caballera pesada,apoyada por la falange, en el centro de lalnea persa donde aguardaba Daro.

    Los primeros ataques persas sobre el ex-tremo del ala derecha macedonia fueroncontrarrestados por Alejandro (A y B en elplano) con cierta dificultad, mientras queel ataque de los carros aquemnidas sobrela falange fracas por completo (C). Justo

    en ese momento, cuando buena parte delcentro-izquierda persa se desplaz paraapoyar el ataque sobre el flanco derechomacedonio, abriendo un hueco en su lnea(D), Alejandro se lanz por la brecha consus Compaeros, apoyados por los hipas-pistas y la falange (E), consiguiendo supe-rioridad local. Daro huy, abandonando asu ejrcito. La batalla estaba perdida paralos persas, pese a que su ataque sobre el alaizquierda macedonia (F) creaba dificulta-des a Parmenion, e incluso otro ataque me-nor penetr el centro macedonio por unhueco entre los batallones de la falange(G), llegando a los bagajes, que fueron sa-queados hasta que la segunda lnea de ho-plitas mercenarios y aliados griegos res-taur la situacin y rechaz a estos jinetespersas.

    La victoria de Alejandro fue completa ycon un coste escaso, aunque no fcil ni pre-determinada. Al final de la batalla, Daroera un fugitivo sin capacidad de recuperarsu reino y poco despus mora asesinado.

    EL GENIO DE LA GUERRAALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, MITO, DIOS

  • cada diez infantes. Al tiempo, los gene-rales macedonios procuraban requisarpor adelantado vveres y forraje en unradio de hasta cien kilmetros, forman-do depsitos para las tropas. En com-paracin con otros ejrcitos griegos, ocon el persa, el macedonio careca delos inmensos trenes de bagajes que las-traban un avance rpido y decisivo.

    Aun as, se ha calculado que el ejr-cito de Alejandro necesitaba cada da220 toneladas de grano y forraje to-mado ste de los campos y consuma265.000 litros de agua potable. Duran-te el asedio de Gaza, hubo que traer delargas distancias hasta 23.000.000 de li-tros de agua, que no exista en las cer-canas para abastecer al ejrcito duran-te un asedio de dos meses. Por ello,Alejandro sola aplicar la mxima deMarchar separados, combatir juntosque a menudo se atribuye a Napolen.La labor callada de esos secretarios, ca-paces incluso, como ha mostrado En-gels, de sincronizar la marcha con lasfechas de cosecha, no debe ignorarsepues Un ejrcito avanza sobre su est-

    del carisma y la energa demonaca o di-vina de un Alejandro, aparte de que,con el tiempo, la calidad del ncleo delejrcito la falange armada con picas yla caballera pesada tendi a declinargravemente. La falange macedonia de-rrotada por Roma a comienzos del s. IItena ya poco que ver con la fuerzaequilibrada que construyera Filipo y lle-vara a su mximo desarrollo su hijo Ale-jandro, conocido como El Grande. n

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    mago. El ejrcito de Alejandro gozprobablemente de la mejor logstica encampaa hasta poca imperial romana,tres o cuatro siglos despus.

    InfluenciaLa influencia de Alejandro en la guerraantigua y moderna ha sido enorme.Aparte del influjo que el peso de sugloria supuso para personajes comoCsar o el mismo Napolen, desde elpunto de vista estrictamente militar su-po coordinar como pocos mandandodesde primera lnea la caballera pe-sada (el martillo) con la falange (elyunque), enlazada con los hipaspistasy protegida en sus flancos por caballe-ra e infantera ligeras. Su sentido de laoportunidad tctica no tiene parangn,y nadie discute su bravura personal.

    Sus sucesores refinaron quiz en ex-ceso el esquema del rey macedonio,creando ejrcitos helensticos muy com-plejos, que deban actuar como una ma-quinaria de precisin para regular unaamplia variedad de tipos de tropas muyespecializados. Sin embargo, carecieron

    ALVAR, J. y BLZQUEZ, J.M. (eds.), AlejandroMagno: hombre y mito. Madrid, Actas, 2000.

    BRAVO GARCA, A., Introduccin a la Anbasis deAlejandro Magno, de Arriano, Biblioteca ClsicaGredos, 49, Madrid, 1982/2001 (traduccin y co-mentarios de A. Guzmn Guerra).GUZMN GUERRA, A., y GMEZ ESPELOSN, F.J., Ale-jandro Magno: de la historia al mito. Madrid, Alian-za, 1997.HAMMOND, N.G.L., Alejandro Magno: rey, general yestadista. Madrid, Alianza, 1992.LPEZ MELERO, R., Filipo, Alejandro y el mundo he-lenstico, Madrid, Arco/Libros, S.L., 1997.LOZANO VELILLA, A., El mundo helenstico, Madrid,Sntesis, 1993.RABANAL, M., Alejandro Magno y sus sucesores, Madrid, Akal, 1989.

    PARA SABER MS

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    era, por vez primera en la historia de laHlade, una eficaz mquina de fuerzascombinadas e interdependientes de in-fantera y caballera pesada y ligera, ca-paz de obtener victorias resonantes in-cluso en condiciones de grave inferio-ridad numrica.

    Claro, que no fue un ejrcito estti-co, pues a lo largo de la dcada del333 al 323 a.C. recibi numerosos re-fuerzos de Macedonia y sufri algunasmodificaciones en su estructura, comopor ejemplo la reorganizacin de lacaballera en hiparquias o regimien-tos, y la aparente desaparicin de losprodromoi. Cuando Alejandro muri,haba escasez de macedonios nativosy las unidades comenzaban a rellenar-se con orientales, ms por necesidadque por eleccin, e incluso se creuna falange oriental, los Epigoni. Elcarcter del ejrcito cambiara irrever-siblemente.

    Guerra de asedioEl ejrcito macednico contaba tam-bin con una importante y novedosacapacidad de asedio, tipo de guerraque se convertira en una especialidadde los reinos helensticos posteriores

    (ver La Aventura de la Historia , n 13,Conquistadora de ciudades, noviem-bre de 1999). En todo caso, en 333a.C. Alejandro siti Tiro, una impo-nente fortaleza natural ubicada en unaisla a cientos de metros de la orilla. Suconquista le permitira dominar todala costa levantina y evitar que la flotapersa pudiera aislarle de Macedonia,

    su nica fuente importante de refuer-zos. Para ello hubo de vencer los obs-tculos de la naturaleza y una resis-tencia encarnizada e ingeniosa. Suprincipal medio de asalto fue construirun dique o espign hasta la isla, encuyo extremo edific torres de asediode madera armadas con catapultas. Laartillera era un arma reciente en elmundo griego, ya que suele atribuirsesu invencin a la corte de Dionisio deSiracusa, a principios del s. IV a.C.(ver La Aventura de la Historia, 36 y45). Aunque los tirios consiguieronprender fuego a las primeras torres,Alejandro no cej, reconstruyendo elespign y edificando nuevas torres pa-ra artillera sobre barcos encadenadospor parejas. Sin embargo, slo cuando

    el rey consigui el dominio del mar aldesintegrarse la flota persa (en su ma-yor parte formada por contingentes deotras ciudades fenicias y de Chipre),pudo finalmente, y tras numerososvaivenes de la suerte, aislar por com-pleto Tiro, demoler parte de sus mu-rallas empleando enormes arietes, ypenetrar en el puerto.

    La encarnizada resistencia durantesiete meses de la antigua metrpolifenicia concluy con una masacre queprefiguraba las que habran de venirms adelante, en Gaza y en lo profun-do de Asia. De hecho, autores comoD. Hanson consideran que en la fasefinal de su carrera Alejandro se habaconvertido en un maniaco alcoholiza-do, paranoico y genocida: su brutalactitud con las poblaciones de Asiapudo ser eficaz como poltica de te-rror a corto plazo, al igual que la eje-cucin de muchos de sus viejos cama-radas macedonios, pero a medio y lar-go plazo sin duda fue contraprodu-cente. En este sentido, la muerte qui-z le lleg al macedonio antes de unainevitable crisis global.

    Avanzando sobre el estmagoEs un dicho comn entre los militaresque los aficionados discuten de tcti-ca; los profesionales de logstica. Elejrcito macedonio dependa del man-do muy centralizado de Alejandro,que a menudo interfera en cuestionesde detalle, pero sus mandos eran no-bles que saban leer y escribir, y con-taba con una suerte de estado mayorde eficaces secretarios (grammateis) einspectores (episkopoi) no combatien-tes que llevaban registros de fuerza decada unidad, control de aprovisiona-mientos, remonta de caballos, etc.,mientras que las unidades tenan unacadena de mando completa con ofi-ciales y suboficiales que controlabansu administracin.

    Sin embargo, el ejrcito no provearaciones en campaa salvo en casosexcepcionales, y se esperaba que latropa adquiriera sus vveres de los mer-caderes y buhoneros, a menudo feni-cios, que acompaaban al ejrcito. Elescritor romano Frontino recordaba yaque Filipo prohibi el uso de carroma-tos, y permiti slo un escudero para

    Daro, en su carro de guerra, combate contra Alejandro. Detalle de un mosaico del siglo II a.C.a partir de un diseo anterior (Npoles, Museo Nacional).

    EL GENIO DE LA GUERRAALEJANDRO MAGNO: HOMBRE, MITO, DIOS

    Falange frente a legin

    Falangita macedonio. La sarissa es una pica de unos 5 m, aunque llegara a sobrepasar los 7 m. Como contrapeso lleva un regatn debronce, que permite clavarla en el suelo. El astil era de madera de cornejo y durante la marcha se divida en dos partes, empalmadas conuna pieza metlica tubular. Se protege con un casco frigio, coraza, una greba y un pequeo escudo circular, con el smbolo de la dinastamacedonia. Se trata de un jefe de fila, que combate en primera lnea. Las filas traseras no llevaran ni grebas ni, en muchos casos, coraza.

    En la Historia Militar uno de los quhubiera ocurrido si...? favoritos es unposible enfrentamiento entre la falange ma-cedonia de Alejandro y la legin romana re-publicana. Quiz el primer escritor en dis-traerse con estas especulaciones fue nada

    menos que Tito Livio, quien en su Historiade Roma desde su fundacin (IX,17-19) ya ju-gueteaba con la idea de un enfrentamientoentre el mismo Alejandro y Roma... paraconcluir patriticamente que Roma hubieravencido, ya que sus generales no eran infe-riores en valor al macedonio; sus efectivos,mucho ms numerosos; sus armas ms efica-ces, y sus soldados ms sufridos. Incluso tie-ne la audacia el romano de escribir: su fa-lange careca de movilidad y era uniforme,mientras que el ejrcito romano era menosuniforme, constituido por varios elementos,fcil de dividir y fcil de reagrupar... En es-

    to el romano, como antes Polibio, olvidabala enorme importancia que la infantera li-gera y la caballera haban tenido en las vic-torias de Alejandro, y atribua al ejrcitomacedonio las caractersticas de rigidez e in-flexibilidad en que la falange degener siglo

    y medio despus, en el s. II a.C., cuando fuevencida por los romanos en Cinoscfalos(197 a.C.) y Pydna (168 a.C.), desprovista yadel slido apoyo de caballera que haba te-nido en el s. IV a.C. y con graves problemasdemogrficos.

    Mientras Alejandro haba podido contarcon 24.000 falangitas en 334 a.C., en 197,Filipo V slo pudo reunir 16.000, y eso in-cluyendo veteranos jubilados y adolescen-tes. E incluso as, Plutarco describe el terrorque invadi al romano Emilio Paulo enPydna, cuando por vez primera vio el erizode puntas de la falange en accin.