Alegato contra el absurdo y la fatalidad

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ALEGATO CONTRA EL ABSURDO Y LA FATALIDAD Alfredo Castro Fernández

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ALEGATO CONTRA EL ABSURDO Y LA FATALIDAD

Alfredo Castro Fernández

Alegato contra el absurdo y la fatalidad Alfredo Castro Fernández

ALEGATO CONTRA EL ABSURDO Y LA FATALIDAD

POR

ALFREDO CASTRO FERNÁNDEZ

©Alfredo Castro Fernández 2014 Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional. Para ver una

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El hombre absurdo es el que no cambia nunca

Georges Benjamin Clemenceau

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Como Aforismos ……………….. página 2

A Modo de Ensayos …………. Página 9

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Como Aforismos

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I

Llegando la parca, sólo te reprocharás haber reprimido aquellos deseos más queridos por aferrarte a una existencia exenta de ellos, sea por temor, pereza o sacrificio. ¿Tan poco llegaste a valorar la única vida de que disponías?

II

Soy, ¿un vivo que sueña o el sueño de un vivo?

III

Hasta el fruto más dulce suele tener raíces amargas.

IV No es lo mismo, aunque suene igual, ser vil que servil. Aquél mata, mientras éste muere.

V

Una depresión a tiempo es una victoria, cuando la alternativa es la psicosis o la crueldad con tus semejantes.

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VI

Hay formas de esclavitud que todos aceptamos, como trabajar para otros por tener techo y comida asegurados.

VII

Esos fantasmas escondidos y embaucadores que te asaltan de repente tomando nombres que no les pertenecen.

VIII

Demasiado exigentes los amores pasionales. Egocéntricos, absorbentes, desconsiderados, dramáticos. Desinhibidos adolescentes dispuestos a matar.

IX

El deseo que surge en estados de ánimo alterados es daltónico.

X

El enamoramiento es un estado de idealización de otro, conducido por la pasión y el ego. Sólo una vez superado, puedes saber si realmente amas.

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XI

Tú no te ocupes de ti mismo, que otros ya te ocuparán.

XII

Vivir, no existir, es el continuo intento de sobrellevar este tráfico de neurotransmisores, hormonas y citocinas que nos constituyen. Nada más.

XIII

La vida, lejos de tener algún propósito, es todo un despropósito, y vivirla como tal nos reconcilia con ella tras tanto vano intento de sublimación que nos sitúa a su margen, corriendo en contra o huyéndola.

XIV

Sin moderación y sobriedad en tus costumbres, tu

conducta o tu actitud, no alcanzas libertad interior, y es

así que cualquier cosa puede encadenarte.

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XV

Quizá sea la estabilidad misma lo que no toleras, lo que te

agobia e inquieta hasta necesitar romperla una y otra vez

para huir... ¿adónde?

XVI

El amor es un esfuerzo que el sentimiento solo no lo

significa ni sustenta. Nos han educado en amores tejidos

con emociones que suelen devenir en telas de araña.

XVII

¿Cómo aprenderás de los errores si cuando estás a punto

de entender la lección ya te has metido en otro?

XVIII

Vivir deseando y no apreciando, una mezcla disociativa

altamente inflamable: un camino de perdición.

XIX

Y cuando Narciso se perdió en su propio reflejo, yo ya no

estaba allí. Me había cansado de su brillo apagado.

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XX

Yo no tengo ningún interés en "ser más que" o "ser menos

que". Sólo ser, que no estar, ya cuesta lo suyo como para

perderse en comparativos

XXI

Hay cosas de tu pasado que, aún pudiendo volver a ser o

repetirse, debes dejar como recuerdo. Mirar atrás como

un ahora te puede petrificar.

XXII

Cree, sueña, imagina, ilusiónate. A la vida le da igual. Va a

ser igualmente carente de piedad e implacable con tu

levedad. No seas ingenuo.

XXIII

Sólo el líder revolucionario que fracasa o muere en el

intento llega a mito humano. El que triunfa y llega al

poder pronto es un tirano.

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XXIV

Ensimismado, recogido, entornado, embebido, discreto,

tangente, circunscrito... No ser sino en un mundo pequeño

un todo: Aquí y Ahora, sin más.

XXV

Todo su arte de seducción no era sino una estrategia de su

inconsciente renuncia a dejar de ser un niño frustrado

que no posee cuanto su capricho desea.

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A Modo de Ensayos

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BIOQUÍMICOS Y RECICLABLES: SOBRE EL ALMA La sana y razonable filosofía confiesa con franqueza que no conoce ese ser incomparable que se presenta con el bello nombre de alma y de atributos divinos (La Mettrie, filósofo materialista. Siglo XVIII)

Educado en una escuela católica, fui convenientemente

instruido en la dualidad cuerpo - alma. Dada la dificultad para entender el segundo componente del binomio, los frailes que impartían bien religión, bien filosofía, recurrían a un principio inexpugnable para la Iglesia, según nos decían, a saber: Todo ser es único e irrepetible, debido al alma precisamente. Todos estamos hechos de la misma materia y el alma es la forma que de manera única e irrepetible anima esa materia cuando la recibe, el aristotélico fraile de turno nos aclaraba. Así, entendíamos las consecuencias de poseer alma, o sea, ser único e irrepetible. Pero eso era definir por el efecto o consecuencia: qué hace el alma, mas no respondía la pregunta qué es el alma, en cuanto a su esencia, ser o naturaleza.

Como los frailes nunca eran dados a dar muchas explicaciones, sino a imponer verdades, acostumbraban a despacharnos rapidito, a mayor velocidad mientras más curiosos éramos. Así, se contentaban con definirnos el ser del alma con símiles. Entonces, el alma era como la sangre que da vida a los órganos corporales, o como el aire que respiramos y da vida a nuestras células. Si estudiábamos el Antiguo Testamento bíblico, donde se nos explicaba que en aquella cultura y otras la sangre era sinónimo de principio vital, se nos remitía a lo primero. Si estudiábamos el neuma como principio vital, se nos remitía a lo segundo. Todos, lo supieran o no, hablaban del alma. Ya.

No era difícil entender lo de la sangre, porque también estudiábamos ciencias naturales, y por ende tampoco lo del neuma. El estudio de la sangre y la circulación sanguínea, así

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como del oxigeno y la respiración, nos permitía comprender qué era la sangre y qué era el neuma o aire respirado. La cuestión es que seguíamos sin saber qué era el alma, asunto no menor, pues es lo que nos hacía únicos e irrepetibles, y eso a cierta edad mola.

Dado que sangre y neuma se nos antojaban conceptos demasiado materiales (corporales) y manteníamos nuestras dudas sobre la existencia del alma, nuestros maestros acudían a un aspecto más abstracto, donde el de ciencias naturales no pudiera penetrar (o no osara quizá): la conciencia y sus constituyentes: el bien y el mal, y con ellos la norma, la culpa... Eso era el alma. Tan inconcreta o vaga explicación para un algo, el alma, con una existencia real aunque invisible según nos decían, nos era poco plausible. Podíamos ver la sangre, e incluso reconocer si era oxigenada (arterial) o no oxigenada (venosa), pero el alma... Oiga padre: ¿el alma dónde está? ¿Dónde reside la conciencia? En el cuerpo no, pues terminábamos con el dualismo alma - cuerpo o carne – espíritu.

Pues al final, el alma era el espíritu divino infundido en nuestro cuerpo pero distinto de él, que nos concedía la conciencia del bien y del mal, contener los apetitos o instintos pecaminosos y desear lo moralmente aceptable. Todo ello según regulaba la Santa Madre Iglesia. Y no se hable más.

Evidentemente el alma era algo jodido, pues lo moralmente aceptable era muy aburrido, y los apetitos o instintos pecaminosos, que nacían de un cuerpo o carne a frenar, eran los que continuamente asomaban como deseables.

Total, que ser único e irrepetible iba poco a poco dejando de molar y eso del alma perdía interés, más aún cuando, a juicio de muchos, seguía como incógnita y no localizable. Me refiero a aquellos a quienes los insondables misterios sólo objeto de fe, no generaban ningún atractivo que digamos. Claro, que dejar a un lado religiones, espiritismos y otros pensamientos mágicos, lejos de apartar la cuestión, interroga más por el qué somos en esencia y dónde residen las entrañas

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de nuestra conciencia y nuestras respuestas emocionales, nuestra inteligencia y memoria.

Yo en esto, de dualista alcancé a monista materialista. Nada hay que no sea materia en diversas presentaciones. En este caso me inclino por una respuesta que anda por lo biológico, terreno donde la interacción genética y el impacto ambiental fraguan de manera dinámica córtex y neocórtex, con una alta potencialidad o campo de posibles, en cuanto a remodelación neuronal, sinapsis, síntesis, cantidad, disposición y vida media de receptores celulares y neurotransmisores, etc., posibilitando la conciencia como una función neurobiológica más. Los últimos estudios sobre neurogénesis en el adulto, según los cuales, ciertas zonas cerebrales poseen células que se comportan como células troncales, cuestionan la hasta ahora insuperada teoría del tejido neuronal como estático en su constitución estructural y manifestaciones consecuentes.

Conciencia material, que no alma infusa, es lo que nos permite ser distintos y cambiantes, más que únicos e irrepetibles. Si algo sé, dentro de lo poco que sé, y lo mucho que aún queda por saberse, es que antes que definir al ser humano como eso único e irrepetible (cuestión vana para mí), prefiero hacerlo como lo entiendo: Conjunto bioquímico y reciclable.

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EL AÑO QUE MURIERON ELLOS: DEL GRIS VITAL El año que murieron Antonio Vega y Michael Jackson, fue

de nuevo un buen año para los hombres grises. Los "hombres grises" es la forma de describir por Michael Ende, en su novela de fantasía "Momo", a aquellos que secuestrando el tiempo (la vida) de los demás, desean crear una sociedad monótona y estéril en su propio provecho.

Una existencia disoluta, alejada de cualquier canon moral

respetable, y unos cuerpos diseñados cual cóctel de drogas terminaban, cómo no, poniendo fin a unas vidas aún jóvenes, pregonaba el gris de esos hombres a modo de un epitafio aleccionador. De nuevo quedaba comprendido y predicado que quien pretenda moverse fuera de la escala vital de grises, ya sabe a qué se expone. El camino, siempre el marcado y recto, que de las aventuradas curvas, y peor si mal tomadas, uno se puede salir para seguramente no volver.

Fue el mismo año en que no se anunció la misma suerte para tanto hombre gris. Triunfantes, sus dioses, sus religiones, sus domésticas prensas, sus educadas y férreas lindes, su cortés hipocresía y su ausencia del concepto de respeto, y menos aún de tolerancia, sufrieron una notable cotización al alza en sus grises comunidades, de suerte que si alguien deseaba pincelar algún mínimo y distinto color en su vida, tenían cuando menos un más que probable destino al que enfrentarle: el de dos célebres tipos muertos por negarse a ser grises.

El año que murieron Antonio Vega y Michael Jackson, ese mismo año que no murió, mejor que ellos, algún que otro tipo gris, parecía que menguaba el vivo espectro de colores en el que habita el hombre natural y aventurero.

Pero al oír canturrear esta tarde bajo la ventana de mi hotel a un quinceañero, con aire desenfadado, eso de "you know I'm bad, I'm bad...", mientras nacía un henchido arco iris en el momento en que cesaba una impenitente lluvia, salté a

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sonreír agradeciendo el sonoro y decorado guiño que me brindaba la vida, oyendo en mi interior aquello de "despierta ya, mira qué luz..."

El año que murieron ellos, nacían seguro nuevas vidas llenas de colores que los hombres grises no llegarían jamás a secuestrar para su cenizo mundo.

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MEDIO SIGLO: DEL SER EN EVOLUCIÓN CONSTANTE

Caminante, no hay camino Se hace camino al andar Antonio Machado, Cantares

Van a ser ya veinticinco años que tuve esos mismos como

edad, o sea, llego ya a la mitad de la centuria que muy probablemente no he de conocer, marcando el calendario en un mes las bodas de oro conmigo mismo, pues fui desposado con la vida en el verano de mil novecientos cincuenta y nueve.

Ahora que ya declina la vertiente del tiempo, y apenas hay un espacio plausible para la ambición por la novedad (nada hay nuevo bajo el sol, un clásico de la experiencia acumulada), no es que pretenda hacer biografía o exégesis de mis días ya andados, sino que se me ocurrió sentarme a discurrir con este mi fiel y perenne compañero, el único que siempre amaneció y durmió conmigo, anduvo a mi lado de la mesa a la cama, de la noche al día, de la risa al llanto y viceversa.

He aprendido que no hay más realidad a atender que lo presente, por lo que he ido dando de lado, aunque a veces recaiga absurdamente, a pretender reconocerme y medirme en las vicisitudes del pasado, algo que por física definición no está, y por mera salud mental no le es dado comprenderme o explicarme hoy. Es más, si de algo me arrepiento, no será de lo que en mis ayeres decidí o acometí, sino de lo que capaz no fui o de hacer dejé. Más he hecho lo que debía que lo que quería, de lo cual es inevitable que devinieran múltiples conflictos que manejé como buenamente pude y mejor o peor supe. Pero no pienso dar resquicio a la vanidad del lamento o la vanagloria, frutos de la incierta y sesgada memoria, arma más bien arrojadiza para el ser que piensa y actúa, camina y decide, avanza, cae y retoma siempre hoy, no ayer ni mañana.

Pasando por tanto del hecho a la experiencia, o del acto a su vivencia, no necesaria ni exactamente iguales o

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coincidentes, experiencias y vivencias sí me vienen algunas hoy de los cincuenta ya en capilla, que puedo libremente asociar con ciertas lecturas que, entre otras muchas, han ido dejando marcas o huellas en la conformación de lo que uno va siendo, término que prefiero a lo que uno es.

Hablando de capilla, de repente mi conversación de hoy me pone sobre la mesa algo que tengo como una vivencia inquietante y decisiva de mi vida (seguro que labrada en muchos momentos vividos, fueran como hayan sido): aquella que supone mi desembarazo de la fe religiosa con la que crecí. Digo desembarazo, porque fue mi esfuerzo y empeño lo que me condujo a su abandono, de tal forma que no fue algo que perdí, como se suele decir.

Fue el tiempo en que Unamuno me regalaba su "Sentimiento trágico de la vida", y Sigmund Freud ponía en mis manos su "Psicología de las masas" o "El porvenir de una ilusión", entre otras psicoanalíticas lecturas que calaban hondo en el conflictivo joven que había llegado a ser.

Sí, recuerdo tras otro sorbo de café aquel paseo, que hice con mucha fruición, por "Los jardines de luz" con Amin Maalouf, donde se escuchaba a Mani clamar, según recuerdo, “si no sería el Señor de las Tinieblas el que inspira las religiones con el fin de desfigurar el verdadero rostro de Dios.” La religión tocaba en mí a su fin.

También contribuyeron a dejar de lado ese insulto a la inteligencia llamado religión, obras de autores denominados teólogos, en sus intentos por aclarar el concepto dios y en sus diatribas con la oficialidad de la institución eclesiástica. Mi reconocimiento y agradecimiento a Leonardo Boff y su "Institución o Carisma", o a Ignacio Ellacuría o Gustavo Gutiérrez en sus escritos de teología de la liberación, esos que en mí supusieron una secularización de lo religioso, con un progresivo abandono de toda idea, primero católica, luego religiosa, y finalmente trascendente en general, quizá sin ellos pretenderlo.

Más allá de lo religioso, que la trascendencia junto a una aritmética coherencia del yo se pretendan atributos naturales

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y cien por cien exigibles al ser humano, son vestidos que mal encajan con la comprensión que he ido adquiriendo del cotidiano existir. Y tal entendimiento me trae figuradamente a mis manos la "Insoportable levedad del ser" a la que me invitó Milan Kundera. ¡Cuánto de lo que llamamos opciones, elecciones o decisiones de sublime protagonismo, no son más que el fruto de encrucijadas de casualidades y coincidencias azarosas! Y cómo deja uno de sufrir, o sufre a veces menos, cuando esa idea pone luz en una conciencia en otro tiempo tan exigida y tan tendente, por una mala educación, al ser y obrar rígido, solemne y coherente, en vez de a la comprensión y flexibilidad enemigas de la censura, por ende de la culpa y, al fin, quiebra de religiones y otras morales corrosivas.

Erasmo ("Elogio de la locura"), Cioran ("Adiós a la filosofía y otros textos”), Sánchez Ferlosio ("Vendrán más años malos y nos harán más ciegos") y otros muchos, vienen con tantas de sus páginas a mi cabeza. Todos ellos permitieron ir forjando en mis adentros un tipo más escéptico y excéntrico, a la par que me iba despegando tanta etiqueta adherida de morales ajenas en las que, inevitablemente y a falta de luz o razón propia, uno ha de criarse, mas no necesariamente prolongarse.

No sin ansiedad, pues somos conflicto mientras vivimos, sigo procurando un ser más propio, menos ajeno, cuidando también no convertir lo propio en ajeno, ni lo ajeno en propio, así que menos narcisista y menos necio, más adulto, con su esfuerzo, sus yerros y sus aciertos, aunque siempre atento a que conmigo camina (gracias amigo Celaya) "El niño que ya no soy" pero siempre “me llama a gritos con su silencio, me aturde su desafío y su risa me da miedo... Pero creo que soy algo más que un niño muerto.”

Lo cierto es que el año próximo, estando vivo y seguro que algo más canoso, por estas fechas habré de cumplir cincuenta y uno. Así que hoy y en un mes... ¡Felices ciencuenta!

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GREGARISMO, CONFLICTO Y LIBRE ALBEDRÍO: DE LA MASA AL INDIVIDUO

Gregarismo: Entiéndase como una persona que, junto con otras, sigue ciegamente las ideas o iniciativas ajenas (Diccionario de la RAE). De manera explícita, manejaré este concepto como estado en que una persona asume como propia la identidad del grupo al que pertenece. Libre albedrío: Entiéndase como la potestad de obrar por reflexión y elección, sin someter la propia voluntad a la ajena (Diccionario de la RAE).

A mi edad dispongo de un conocimiento suficiente, más

que suficiente en algunos casos, de lo que significa incluir tu conciencia, con su pensamiento y voluntad asociados, en grupos fundamentados en determinados cuerpos doctrinales o sistemas ideológicos, sean estos de carácter religioso, moral o político, obligándote a asumir, según sea el carácter del grupo, específicas cosmovisiones o posiciones ideológicas, los cuales poseen una evidente focalización gregaria, de la que siempre has de partir y con la que debes entroncar o comulgar en tus tomas de decisiones, donde ya tu libre albedrío se halla entonces más o menos maniatado por la identidad del grupo.

En una pertenencia identitaria al grupo o gregarismo, puedes encontrar una diversidad de motivos, aunque más que un solo determinismo contribuyente encontramos una pluricausalidad o determinación múltiple, si bien ya desde el principio como con el paso del tiempo, van enlazando unos motivos con otros, sumándose a tu homogeneización. Intentaré adentrarme en esas motivaciones, casaderas unas con otras, de esas pertenencias gregarias.

También me introduzco después en lo que supone la aparición del conflicto entre individualidad y gregarismo, y

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sus consecuencias. Finalmente, siguiendo el hilo, planteo la opción del libre albedrío y sus exigencias.

El sentimiento de pertenencia a tu clan familiar o la adopción y mantenimiento de un estatus de modo social concreto o clan social, muchas veces conlleva tu respaldo explícito a lo que son sus bases de pensamiento y conducta, identificándote con una manera de estar como individuo en el seno familiar o social de que se trate. La cuestión es qué posibilidad existe, si es tu interés o necesidad tal disposición ante el clan familiar o social, de conjugar tu conciencia como individuo con la conciencia gregaria.

Porque puede ocurrir que seas un sujeto altamente doméstico, o bien bases tu bienestar (placer, acomodamiento, seguridad, tranquilidad) en el reconocimiento y aplauso de los otros idénticos en una actitud gregaria sin tacha. En ambos caso no habrá problema, incluso puede que surjan pocos y moderados conflictos que puedes aún conducir sin que suponga su solución algo que te coloque en una posición difícil o díscola decisiva frente al grupo. Digamos que hasta aquí el binomio individuo - grupo es sostenible sin grandes sacrificios por tu parte.

Claro, si la frecuencia o intensidad del conflicto llegan a impedir la asunción de soluciones intermedias o de compromiso entre tu individualidad y la comunidad, la situación llegará a no ser sostenible, teniendo como resultado un dilema con consecuencias muy distintas según sea tu elección: Puedes abdicar de tu individualidad y claudicar ante la pertenencia reconocida y aplaudida por el grupo, en lo que hasta ahora encontrabas una identidad otorgada que te permitía un bienestar familiar o social, o bien sacudirte todo lo que definitivamente entiendes como ajeno a ti, por más que el reconocimiento y aplauso gregario van a caer indiscutiblemente, haciendo prevalecer tu individualidad al punto de, en determinados casos, proceder al abandono de la comunidad o grupo.

Si optas por la primera solución, asumes tu sacrificio individual en pos de la legitimación que el grupo te otorga

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como sujeto correcto y plausible. Bien, si la seguridad, tranquilidad y posibilidades de estatus que comportan tu sacrificio, logran tu reafirmación gregaria, puede ser que incluso lo goces con un grado mayor o menor de bienestar, pero ha vencido la ilusión de que en realidad tú, sin duda, eres así. Por cierto, de estas confirmaciones claudicantes, suelen surgir los individuos más fanáticos e integristas dentro de los grupos familiares o sociales. No en vano, has forjado una identificación con el grupo a un precio muy alto, tu individualidad conflictiva, y eso exige un sumo grado de defensa no consciente que, no raramente, deviene en intolerante fundamentalismo.

Si optas por la segunda solución, o sea, el abandono de la identidad gregaria en pos de abrazar tu individualidad que se halló en conflicto no sostenible, inicialmente puede que la percepción de un menor o nulo reconocimiento y, desde luego, la falta de aplauso a tu decisión, te sitúen en una posición incómoda, incluso con su carga de ansiedad asociada. Si tal percepción te ahoga, puede que hasta reintentes compatibilizar individuo y grupo de nuevo. Al final, lo cierto es que con o sin esa percepción angustiosa, con reintento o no, si tu cambio hacia la prevalencia de tu libre albedrío en el conflicto está suficientemente cimentado o consolidado, el resultado es una percepción ahora de liberación y de independencia que vas a sentir en la práctica cuando ante tus primeros pronunciamientos, internos o externos, no debas primero pensar o situarte en ese "cómo debería" según qué doctrina o que ideología antes para ti determinantes.

Has iniciado la aventura de librepensador o asunción de tu libre albedrío, y ésta, amigo, suele ser irreversible, tanto como la del integrista gregario, sólo que aquella nace de tu deseo y tu libertad de ver - juzgar - actuar sin cánones impuestos y sin necesidad de defenderte, mientras esta otra clava su existencia en la negación del sí mismo y una ilusión identitaria que siempre habrá que defender del propio deseo enterrado pero vivo, no siendo raro que la defensa sólo sea exitosa en una reafirmación que va a exigir la derrota (por agresión o

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conmiseración) de los demás "que no piensan como yo (mi grupo)".

Un consejo final. Si te decides por el librepensamiento o tu libre albedrío como tu esencia moral, no juegues con ello o lo tomes a la ligera. Exige formación (ahondando en muy distintas fuentes sin categorizar a ninguna como la verdad), esfuerzo, fe en uno mismo, respeto y tolerancia hacia los demás sin defensa irracional o violenta alguna en el debate, capacidad de aceptar y manejarse en la contradicción, disposición permanente al cambio personal y, como método, no estar más sujeto que a la observación profunda de la realidad, la evidencia contrastada y tu experiencia, en todo lo que sea tu deliberación y toma de decisiones consiguiente.

No es fácil, pero merece la pena.

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UN DIOS PARA LA MUERTE: LA RELIGIÓN COMO INVENTO ALIENADOR Consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahvé las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahvé ha hablado (Isaías 25,8) ¿De la garra del seol los libraré, de la muerte los rescataré? ¿Dónde están, muerte, tus pestes, dónde tu contagio, seol? La compasión está oculta a mis ojos (Oseas 13,14) Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (I Cor 54-55)

La idea del Dios cristiano está ligada a la idea de la

muerte: Hemos de morir, inventemos un Dios que nos rescate de la muerte.

Dios no es un Dios de vivos, es un Dios de muertos. No es un Dios para quienes arrostran la vida tal y como se

manifiesta, con sentido limitante en la realidad, con la humilde valentía de asumir que no hay más que lo evidente y que la incertidumbre es una obligada compañera.

No es un Dios para quienes abandonan el vivir contagiado y dependiente de la infancia, madurando al mundo adulto del cuestionamiento y la libertad de pensamiento.

Dios es un acto de magia ligado a lo póstumo y un cuento para mantener pueril o alienado al que debe asumir la mayoría de edad, reprimiendo y así domesticando a quien debe, desde la inteligente duda, buscar y labrar su propia experiencia.

Y sólo la verdad nos libera de la mentira por la mera contraposición de los opuestos. Es hora de crecer y ahí está la verdad: Dios no existe, nunca ha existido. Da igual qué grupo,

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pueblo o religión lo haya ingeniado y regulado a lo largo de la historia, no es más que eso, cosa humana al fin desde el primero.

Las religiones, como las luciérnagas, necesitan de oscuridad para brillar (Arthur Schopenhauer) La ignorancia y el miedo son los padres de toda superstición, la imaginación preocupada de hombre primitivo tejió la idea de dios (Emma Goldman) La búsqueda de dios es una ocupación inútil, pues no hay nada que buscar donde nada existe. A los dioses no se les busca, se les inventa (Máximo Gorki)

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EXISTIR Y VIVIR: EL TRIUNFO SOBRE LA MERA EXISTENCIA Sólo es subversivo el espíritu que pone en tela de juicio la obligación de existir; todos los otros, empezando por el anarquista, pactan con el orden establecido.

Emil Cioran: Adiós a la filosofía y otros textos Esa es mi teoría. Me disculpo por citarme, pero creo que debo hacerlo. He dicho que sin la idea del suicidio me habría matado desde siempre. ¿Qué quería decir? Que la vida es soportable tan sólo con la idea de que podemos abandonarla cuando queramos. Depende de nuestra voluntad. Ese pensamiento, en lugar de ser desvitalizador, deprimente, es un pensamiento exaltante. En el fondo nos vemos arrojados a este universo sin saber por qué. No hay razón alguna para que estemos aquí. Pero la idea de que podemos triunfar sobre la vida, de que la tenemos en nuestras manos, de que podemos abandonar el espectáculo cuando queramos, es una idea exaltante. Una de las razones por las que siempre he tenido una actitud anticristiana es la de que el cristianismo ha hecho campaña contra el suicidio cuando, en realidad, el suicidio es un elemento auxiliar del hombre, es una de las grandes ideas de que dispone el hombre.

Emil Cioran: Conversaciones

Se atribuye a Jack London la siguiente frase: “La función propia del hombre es vivir, no existir. No voy a gastar mis días tratando de prolongarlos, voy a aprovechar mi tiempo.” Y es este tema, poner en tela de juicio la obligación de existir, distinguiendo entre existir y vivir como dos funciones, jugando con lo biológico y lo filosófico, dos planos distintos de la realidad humana, lo que me trae a reflexión.

Diría que dos planos no opuestos, en efecto, pues vivir es un don del existir, de tal manera que sólo por nacer existo y,

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existiendo, sólo porque poseo el deseo (quiero) y la voluntad (hago por) de vivir, vivo.

Estoy procurando significar que mi existencia es un acontecimiento natural, fruto de un azar biológico en un primer momento (nacer o no) y de un desarrollo orgánico sostenido por las funciones nutritiva, respiratoria, excretora…, lo común a cualquier ser llamado biológicamente vivo. Pero si me inclino a la especificidad del ser humano, prefiero reservar para eso biológico ser existente por ser vivo, según ya he definido al comienzo de mi reflexión al distinguir entre existir y vivir.

Doy un paso más: Digo vivo en cuanto que deseo (quiero) y tengo voluntad (hago por) de ser. Pero, ¿cualquier estado de deseo y voluntad de ser?

Pienso que cuando yo abandono mi deseo y voluntad de ser (vivir) a una voluntad ajena que me trasciende, como es el caso de las religiones monoteístas, que ordena mi ser comprendiéndome criatura suya (deseo y voluntad suyas), ¿vivo yo o existo como una concesión para el vivir de Otro?

Estoy proponiendo como cualidad inextricable que debe ser una función autónoma el vivir, deseo y voluntad propios, no delegados, mientras que si mi ser es comprendido como una sumisión al deseo y voluntad ajenos, no soy yo quien vive, sino que soy un obligado a existir en la vida de Otro. En definitiva, una esclava o dominada existencia, presidida por la subyugación del propio deseo y la voluntad implican un no-vivir.

Si pienso en cualquier forma de dominación o esclavitud que, por definición, interfiere anulando mi deseo y voluntad, ¿lo llamaría vivir desde esta propuesta distintiva, o sólo existir? ¿Es el sometimiento a un Dios y su religión-ley-moral reguladora de cada paso o etapa de mi existir un caso distinto?

“He aquí tu esclava, hágase en mí según tu voluntad”, “no se haga mi voluntad sino la tuya”, “hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo”, sentencias que definen la religiosidad en el caso cristiano (el que bien conozco),

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implican existir para el vivir de Otro, negando mi opción personal o autónoma.

Se podrá argumentar que si alguien opta por ello de una forma consciente pues está de acuerdo en todo y siempre (¡!) con ese deseo y voluntad ajenos, está obrando con autonomía. Me permito recordar una observación de Freud, según la cual “Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo, puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos”.

Concluyo así que no hay vida propia sin irreligiosidad, sino un existir en o para una vida ajena.

Siguiendo con esa inextricable relación entre autonomía y vivir, algo que al igual que a Cioran me hace aborrecer las religiones monoteístas es la prohibición del suicido, y no hablo sólo de muerte digna o situaciones de sufrimiento o agonía terminales o incapacitantes de manera irreversible. Me refiero a que si no hay ser con deseo y voluntad de hacerlo aunque se exista, ello debe implicar también la oportunidad de la opción de dejar de existir, posibilitando la eliminación de la incómoda situación de verse obligado a existir sin querer vivir.

Porque, siendo sincero y ya con la experiencia del quinquenio: Estoy en el mundo porque se me arrojó en él a existir, pero la existencia en sí carece de sentido o propósito, y mucho menos hay nada que la trascienda. Nada me ata a existir sino mi deseo y voluntad de vivir. E igual, nada ni nadie puede obligarme a renunciar a dejar de existir si resuelvo que carezco de cualquier deseo y voluntad de seguir estando vivo.

Concluyo este segundo aspecto con una frase de Emile Cioran en el encabezado de esta muy personal reflexión:

¿Qué quería decir? Que la vida es soportable tan sólo con la idea de que podemos abandonarla cuando queramos.

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RELIGIÓN O CIENCIA: LA ELECCIÓN Los hombres creen divina a la epilepsia simplemente porque no la entienden (Hipócrates). Creo que en la discusión de los problemas naturales, deberíamos comenzar no con las Escrituras, sino con experimentos y demostraciones (Galileo Galilei).

La religión propone, desde la asunción por creencia de

una voluntad superior que nos trasciende y nos obliga sin demostrar siquiera su existencia, su explicación de la realidad como una verdad dogmática e inmutable donde al humano sólo le queda la asunción ciega y consecuente entrega incondicional. Porque el cuestionamiento de su inmutabilidad significaría el mismísimo cuestionamiento de la inmutabilidad de lo divino, convertir la voluntad de Dios en un logos refutable.

La ciencia, en cambio, desde su método científico que enuncia evidencias sólo en el ámbito de lo observable, experimentable o cognoscible a partir de la experiencia o razón inmanentes, propone su explicación de la realidad como una aproximación (más o menos precisa, más o menos exacta) muy probablemente cierta a la comprensión de lo existente.

Tal carácter epíteto de probable, por definición y consecuencia, caracteriza a cualquier explicación científica como un logos refutable. De hecho, el axioma que preside todo enunciado científico está siempre presente: si un hecho refuta a un enunciado teórico explicativo, éste habrá de ser rechazado.

Religión y Ciencia son, por tanto, radicalmente (en raíz, en origen) contradictorias y no conciliables. El humano, que debe cuando menos explicar su realidad, o sea, su ser y el mundo que le rodea, siempre ha de elegir entre la propuesta creyente

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e inmutable, o la propuesta de lo evidente y mutable para conocer y decidir en su realidad, su vida.

Y saber así que, dada su muy distinta raíz, preferir una propuesta es dejar de lado la otra: Ciencia o Religión. O logos inmanente y refutable, o logos trascendente e irrefutable.

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SOBRE RESPETO Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN: DEL FANÁTICO INSUFRIBLE La intolerancia al otro y el fanatismo por lo de uno germinan en el propio complejo y su asociada inseguridad o sensación de amenaza, que sólo se satisface en la derrota o exterminio del otro, no en la aceptación de la diferencia o diversidad: La cuna de los totalitarismos ideológicos.

Que tú seas una persona religiosa, he de respetarlo y lo

respeto. Que, dentro de ese respeto, intentes incluir una mordaza

que censure y calle el que yo considere la religión una abominación y así lo manifieste, desde mi irreverencia también, eso no te lo voy a conceder.

Mira, te lo expondré mediante un ejemplo con un color. Imagina que eres muy afín al color amarillo y ese color preside tu ropa y otros objetos tuyos. Respetaré que te guste el amarillo, y no rasgaré tu ropa ni romperé tus objetos. Pero no dejaré de denigrar personalmente, no a ti, al color, pues me chirría, y manifestarlo allá donde estime hacerlo y cómo desee expresarlo.

Tengo amigos, familiares y compañeros de diversos colores, y lo respeto mientras no haya imposiciones ni exclusiones de unos a otros por las diversas afinidades cromáticas

Pero eso no puede suponer que yo u otro tenga su posición y libremente la exprese, con los recursos que estime (desde la más razonada crítica al más agudo sarcasmo o burla) sobre cualquier color, y por ello sea recriminado o amordazado. Entraríamos en el campo de la censura a la libertad de pensamiento, opinión y expresión, donde puedo tratar a cualquier color como quiera. Te repito, al color, no a tu ropa ni tus objetos.

No me justifico, sólo te lo aclaro, estés o no de acuerdo.

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ADIVINACIÓN Y DESTINO: PREDESTINACIÓN Y LIBERTAD Pangloss decía algunas veces a Cándido: -Todos los sucesos están encadenados en el mejor de los mundos posibles; porque, en última instancia, si no hubierais sido expulsado a puntapiés en el trasero de un magnífico castillo por el amor de Cunegunda, si no hubierais caído en manos de la Inquisición, si no hubierais recorrido a pie América, si no hubieras propinado una buena estocada al barón y si no hubierais perdido todos vuestros carneros del buen país de El Dorado, no estaríais aquí ahora comiendo confite de cidra y pistachos. - Eso está muy bien dicho, respondió Cándido, pero tenemos que cultivar nuestro huerto.

Voltaire: Cándido o El Optimismo

Hace unos días me comentaba una amiga que en un

consultorio de brujería (sic) de su ciudad, la demanda era tal que había ya lista de espera de unos dos o tres meses.

Se entiende que estos tiempos llamados de crisis por la cuestión económica y laboral, puedan estar detrás de tan significativa demanda, cuyo ejemplo anterior sólo es uno que es fácil corroborar con otros a poco que te intereses algo por estos temas de brujos, adivinos, futurólogos o como quiera llamárseles.

Pero no es mi propósito tratar aquí sobre las causas o la estadística de tal fenómeno social. Es una reflexión sobre la significación de la vida humana que inexorablemente se desprende de ello, lo que me ha llevado a escribir estas líneas. Veamos.

Dentro de la más pura lógica, el atribuir que tu futuro o devenir vital (amor, trabajo, salud, dinero, bienestar o malestar en general) es cognoscible por otro y te puede ser revelado como algo ya consumado de antemano, inmediatamente nos aboca a la negación de algo

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absolutamente obvio desde un punto de vista empírico: la vida, toda vida, está regida por un principio de incertidumbre y en todo aquello que emprendemos o decidimos u optamos está siempre presente el principio de probabilidad. Negar o querer mágicamente soslayar incertidumbre y probabilidad a nuestro acontecer o destino es directamente negar la esencia del vivir.

Tú puedes desear pasar por encima de tales principios, entregándote a un futuro escrito y revelado por otro capaz de leértelo, pero eso no los invalida, como no va a conseguir que evadas cuestiones que pueden estar en la base de ese deseo: intolerancia a la frustración o el dolor, soportar el presente trasladándote a promesas de futuros halagüeños, abdicar de la responsabilidad de tomar decisiones o ejecutar opciones...

Otra cuestión que surge inmediatamente de la aceptación de futuros escritos y revelados por otros, es que se está afirmando que el porvenir está predeterminado. La predeterminación o predestinación, que también es contraria a los principios de incertidumbre y probabilidad, vulnera, por significarse como contraria, la autonomía del individuo: Carece de sentido el libre albedrío, la propia voluntad o todo esfuerzo encaminado a la capacidad de saber y actuar por mí mismo en pos de ir trazando mi camino, tejiendo mi ser. Estéril será poseer libertad, voluntad y cualquier capacidad propia de elaboración vital si estoy predestinado.

Así, y concluyendo, cuando me entrego como fiel creyente a la lectura o revelación de mi futuro, sea consciente o no, me hallo:

- Negando que exista incertidumbre o probabilidad en el desarrollo de mi vida.

- Esterilizando mi ser de su libertad, voluntad propia y capacidad de elaborar (decidir, optar, elegir, renunciar...).

Ambas conclusiones exponen la mentira y el absurdo del fenómeno de la adivinación de nuestros destinos, pues sólo incurrimos, si a ello nos entregamos, en sustituir deseo por realidad. Pero, como siempre, la realidad se impone. Y no hay

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realidad ontológica sin incertidumbre, probabilidad, libertad, voluntad y capacidad decisoria.

Eso sí. Puedes abdicar y tirar a la basura tu libre albedrío, tu voluntad autónoma o tu capacidad y esfuerzo responsable. Pero has de saber que quien va a la basura eres tú mismo pues, lo quieras o no, sin eso no eres nada. Puede ser que uno decida ir a que le lean su destino, pero ha de saber que en ese mismo momento está apostando por el suicidio existencial.

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DESEO Y CONCIENCIA Nadie es tan grande como para que sea una desgracia para él estar sometido a las leyes que gobiernan con igual severidad la actividad normal y la patológica.

Sigmund Freud, Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci

En una ocasión, ya hace algunos años, acerté a leer en un

texto de Francisco Umbral lo incorrecto de la expresión "pedir un deseo", pues según él continuaba escribiendo, los deseos surgen sin más, de tal forma que lo correcto sería decir "pedir que se cumpla un deseo". Es así que el deseo nace de forma espontánea o libre, y el procurar que se realice o no la materialización del deseo, implica un proceso de racionalización (consciencia) y opción consiguiente (voluntad).

No somos responsables de nuestros deseos, de tal manera que desear no nos convierte en buenos o malos, mejores o peores, sanos o insanos, puros o impuros. En esto da igual que me surja un deseo de agredir o un deseo de ayudar, un deseo de engañar o un deseo de sincerar, un deseo de vivir o un deseo de morir, un deseo de matar a mi padre o de atropellar a una vieja, o bien de dar una alegría a aquél o ayudar a cruzar una calle a ésta. No se es inocente ni culpable por desear. La responsabilidad se da tras el proceso de racionalización y opción con la materialización consiguiente del deseo.

Y hablo de materialización consciente y efectiva, no de que el deseo alcance realizaciones alucinatorias en forma de ensoñamientos diurnos o sueños nocturnos, según los conceptos freudianos en los albores de la teoría psicoanalítica.

Bion, en su obra Aprendiendo de la experiencia (Bion W R, Ed. Paidós), lo explica bien al diferenciar entre lo que son impresiones o emociones surgidas de la experiencia del sujeto, a los que denomina "elementos beta" del pensamiento,

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y lo que son interpretaciones y elaboraciones del pensamiento, a los que denomina "elementos alfa". Según este autor el pensamiento trastornado reside en la incapacidad de realizar procesos de transformación de los elementos beta en elementos alfa, no en que surjan los primeros, sean del contenido que sean. Como psicoterapeuta psicoanalítico precisamente, fundamenta la interpretación a los pacientes como herramienta para ir posibilitando en ellos "procesos alfa" o transformadores. Acertadamente, viene a decir Bion que aprender de la experiencia es como aprender a "pensar los pensamientos", significando los dos niveles referidos del pensamiento o, según veníamos exponiendo, desear y racionalizar lo deseado, sea cual sea su contenido.

Ya Freud hablaba de representaciones mentales previas a la aplicación del principio de realidad, capaz de interpretarlas dándoles significado, o Melanie Klein (también significada teórica del psicoanálisis) de "fantasías", no como mecanismos mentales de escapismo de la realidad, sino como pensamientos distorsionados que ocurren en todo sujeto por la interacción entre la experiencia real y nuestro mundo instintivo. Transitar de la fantasía al pensamiento más ajustado a lo real, sería igualmente como modificar representaciones mentales o elementos beta del pensamiento.

Nadie puede ser juzgado por sus deseos (no confundir con las nada afortunadas y vulgares sinonimias de intención o voluntad), sus representaciones mentales o sus pensamientos beta. La realización o materialización consciente, tras abordar o rehusar el proceso de la interpretación, racionalización, ajuste a lo real, elaboración alfa, o como sinónimamente queramos expresar, es lo que inspira al fin nuestros actos o su materialización efectiva y, por ende, lo único que nos debe conducir a sentirnos bien o mal con nosotros mismos en conciencia.

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HABLANDO DE VACUNAS: ¿CREENCIA O EVIDENCIA? Haced la prueba, no es difícil: preguntarle a un creyente como ha

averiguado que ha sido creado por un dios, a un astrólogo en qué se basa para afirmar que la situación de las estrellas influye en el futuro del neonato o a un practicante del par biomagnético cómo ha llegado a la conclusión de que todas las enfermedades están producidas por microorganismos.

No os dejéis engañar con argumentaciones consistentes en supuestos por más bien estructurados, discursos elocuentes, explicaciones agradables... Preguntad cómo han llegado a saber lo que afirman saber y por qué las cosas son como dicen y no de otra forma (Grupo #NoSinEvidencia)

Me respondías esta mañana, ante mi observación de

evitarte futuras gripes siendo como es tu profesión de alto riesgo, que tú no crees en las vacunas, y que igual que yo no creo en Dios, y es respetable, igualmente lo es tu falta de fe en las vacunas.

Permíteme hacerte ciertas observaciones: No se trata de creer o no creer en un dios, sino que en un

dios sólo se puede creer, pues no existe ningún indicador empírico que abogue por la afirmación racional de su existencia como ente real y concreto.

Así, queda relegado al mundo de la creencia y, por ende, al elenco de conceptos abstractos (ideaciones, sentimientos figurados...). También se puede creer en el trébol de cuatro hojas o cinco, el unicornio azul, las sirenas y el fantasma de La Ópera, o que hay vacas que vuelan.

Si no se demuestra su existencia como concreción perteneciente a la realidad, tal y como pretenden las religiones, dios no existe.

Distinto es que la efectividad de las vacunas sea objeto de fe y, por tanto, su validez en la realidad esté sujeta al mundo de la opinión subjetiva.

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Podrás ser libre de vacunarte o no, frente a la gripe u otras enfermedades infecto - contagiosas, pero nunca podrás aducir como motivo fundamentado tu falta de fe en la efectividad y beneficio individual como comunitario de las vacunas. Eso no.

Cónstete además que, mientras ciertas vacunas presentan un efecto protector con repercusión individual única, la mayoría es un asunto de salud pública demostrada por la evidencia científica.

Cuando tú te inmunizas, te impides ser fuente de contagio si te infectas, con lo que contribuyes a la promoción de la salud de todos.

Es así que la incidencia de enfermedades como el sarampión, la difteria, el tétanos, la poliomielitis, rubeola, hepatitis B, meningitis infantil o varicela, ha disminuido y sigue de forma clara y contundente desde el comienzo de las vacunaciones sistemáticas, ahorrando, entre otras cosas, sufrimiento y muerte prematura en nuestras sociedades cuando el nivel de atención sanitaria es aceptable.

Qué decir de enfermedades como la viruela, actualmente erradicada por la vacunación sistemática de la población durante años.

Los "no creyentes en las vacunas" que no asumen la vacunación sistemática en ellos o en sus hijos, no sólo actúan para su propia salud, sino que cometen serio atentado contra la salud pública, pues ponen en peligro de retroceso e incremento de incidencia, a enfermedades actualmente, por la vacunación, controladas en cuanto a su frecuencia de presentación.

No siendo la vacuna de la gripe de orden sistemático, el incremento de individuos vacunados ha sido correlativo al descenso de agravamiento por complicaciones derivadas de la gripe en grupos de riesgo como cardiópatas, insuficiencia respiratoria crónica, enfermos renales, inmunodeprimidos, ancianos..., por lo que empieza a recomendarse su uso generalizado.

Creencia es creencia y evidencia es evidencia.

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SER: ¿DETERMINISMO O POTENCIALIDAD? La herencia propone y el desarrollo dispone (P.B. Medawar)

¿Es la mente y sus manifestaciones un sistema cerrado o

consumado, o bien un sistema abierto: plástico, modelable en el tiempo? No vaya a ser que queramos, por disgusto o por sufrimiento, en cambios que modifiquen aspectos de nuestra manera de conducirnos y resulte que, como defienden algunos, seamos unos ilusos por creer en tal posibilidad.

A pesar de que, en sentido estricto, el término "innato o heredado" aplicado a un rasgo cualquiera significa que éste no se da sin la presencia de cierta combinación genética, en general no son rasgos definidos de carácter o pautas de comportamiento lo que se hereda, sino la predisposición a su desarrollo. ¿Afirmación gratuita?

Se sabe que no todos los portadores de un gen o genes responsables de determinado rasgo o rasgos llegan a desarrollarlos en todos los casos. La manifestación de estos tiene un grado de variabilidad entre individuos al que se le conoce por expresividad. Esta diferente expresividad interindividual, va a depender del grado de penetración de la información genética en la expresión del fenotipo (conjunto de rasgos manifiestos) del sujeto, muy distinta incluso entre diversos individuos de una misma familia. Querría decir que no todo lo que se espera (genotipo o inscripción genética) se va a manifestar o encontrar (fenotipo o rasgos manifiestos), cual si de una regla ineluctable y exacta se tratase. ¿Debido a qué?:

Fenómenos epigenéticos (más allá de la estructura

genética) consistentes en acciones sobre los genes de regulación en su traducción, como restricción, represión, reparación, translocación, imprimación (apagado – encendido), etc.

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Fenómenos ambientales dependientes de las modificaciones inducidas por el entorno físico-químico y psicosocial. Se ha establecido, por ejemplo, como el estrés emocional genera, por la vía hormonal y del sistema nervioso autónomo, señales intracelulares a distintos niveles orgánicos, modificadores de la bioquímica celular también a nivel nuclear: justo donde se hallan los genes dispuestos en los cromosomas.

Es en el caso de la mente y sus manifestaciones - la personalidad, carácter o pautas de comportamiento -, que sería erróneo pensar que "están ahí" desde el momento de la concepción biológica como un hecho consumado por una herencia genética determinada e infalible. Esto no parece ser así, sino que la herencia humana, dejando aparte algunos caracteres somáticos mendelianos tales como el color de la piel, del cabello y de los ojos, es expresivamente variable.

En Psicología, esto quiere decir que la dotación genética heredada:

Debe ser considerada como creadora de un campo de posibles que serán actualizados por la historia" (P. Roubertoux y M. Carlier)

Es decir, por la interacción del sujeto con el ambiente,

fundamentalmente por el devenir de las relaciones entre el individuo y su entorno, sobre todo en ese periodo llamado infancia, donde el comportamiento básicamente instintivo y el proceso primario de pensamiento, hacen al individuo más vulnerable a su entorno para la adquisición de rasgos conformadores de su personalidad. Pero no sólo en los primeros años.

En esta consideración de la influencia del entorno psicosocial, abunda hoy día la teoría de la plasticidad o capacidad de remodelación cerebral en todas las etapas cronológicas del humano, para lo cual ha sido todo un

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espaldarazo el hallazgo de neurogénesis o generación de neuronas en el adulto, algo inconcebible no hace muchos años.

Una necesaria aclaración: ¿Nos estamos refiriendo unívocamente a la historia o biografía del individuo como lo vivido objetivamente? No siempre. Somos capaces de procesar, no como autómatas, sino como seres creativos. Reproduciendo al psicoterapeuta Ramón Carrón:

No es la historia biográfica, sino la intrahistoria que el propio sujeto ha ido urdiendo con los hilos de sus pulsiones, sus fantasmas, sus reacciones emocionales, sus deseos, sus frustraciones en el tambor de su realidad objetal, familiar, social y existencial... De todo ello va apareciendo un hilo común, una estructura peculiar de personalidad...

Siguiendo con la importancia de la interacción entre el

individuo y su entorno en relación a su "peculiar biografía", nos dice Joan Coderch:

Los modernos experimentos de la psicología animal sobre el imprinting o troquelado demuestran hasta la saciedad este hecho.

¿Cómo definir el imprinting o troquelado? Para hacerlo

fácilmente comprensible, decido recurrir a la pura literatura, en este caso no médica ni psicológica, al menos en sentido estricto:

Francois Mauriac lo describe magistralmente: Aquellos que nos han amado nos modelan una y otra vez; y, aunque el amor puede morir, para bien o para mal somos, no obstante, su obra.

También Gabriel Celaya: Perdido entre las cosas mi corazón, mi corazón que toma el nuevo nombre de cada nuevo amor.

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Si ciertamente las relaciones afectivas vivenciadas en

determinados periodos críticos o más vulnerables, por su carga afectiva (de amor y de odio), tienen toda una poderosa influencia en el troquelado de la vida psíquica, no puedo dejar de significar la impronta de los diversos duelos que la vida, sea cual sea nuestra dotación genética, invariable aunque distintamente en cada uno, nos obliga a vivir. Dejo paso a Luis Rosales para su comprensión:

... Las personas que no conocen el dolor son como las iglesias sin bendecir... El dolor es la ley de gravedad del alma, llega a nosotros iluminándonos, deletreándonos los huesos, y nos da la insatisfacción que es la fuerza con que el hombre se origina a sí mismo... Y yo quiero deciros que el dolor es un don porque nadie regresa del dolor y permanece siendo el mismo hombre.

Así que, autocompasivos y autocontemplativos,

resignados al “soy así”, impenitentes del “así nací, así moriré” y otras formas de fatal inmovilismo mental:

No hay excusa. Habrá ausencia de oportunidad en algún momento, negativa al esfuerzo para reconsiderarse (incluyendo recurrir a la ayuda de terceros)… Pero no digas que no es posible recrearte: tu cerebro guarda potenciales que merece la pena explorar.

Porque “todo fluye”. Al río de tu vida no le puedes frenar con un

dique (ideológico, afectivo, existencial, religioso…). Tu vida nace de su fuente, sigue su cauce y si quieres ser consciente tienes que fluir con ella sin que te asusten los rápidos o cascadas, sabiendo descansar en sus remansos, alimentar sus acequias, recibir sus afluentes y dirigirte con una consciencia serena hacia el mar. No debes anclarte en ninguna idea, persona, situación, experiencia, que le impida el fluir, navegar, abrirte a la vida que tú haces y a la vida que te hace.

García-Monge JA. Antes y después de caminar: viaje al interior de uno mismo

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EL ALTAR DE LA CORDURA: QUE NO DECIDAN POR TI

La plaga de la humanidad es el miedo y el rechazo de la diversidad: el monoteísmo, la monarquía, la monogamia. La creencia de que sólo hay una manera correcta de vivir, sólo una forma de regular el derecho religioso, político, sexual, es la causa fundamental de la mayor amenaza para el ser humano: los miembros de su propia especie, empeñados en asegurar su salvación, seguridad y cordura (Thomas Szasz)

Obvio que la razón no es a veces más que la reiterada

reacción ante el espontáneo y pertinaz sentimiento. Cierto que tal conflicto no es cuestión banal para nosotros, simples mortales, así que al altar de nuestra Divina Razón – La Cordura -, oficiantes diversos acuden para que no dejen de alumbrarnos sus calmantes, secretas y pagaderas artes.

Filósofos, Maestros, Místicos y Psiquiatras. Manipuladores Exquisitos del Sentimiento y Celosos Vigilantes de la Cordura. Con ellos, valor y algo de estupidez mediante, rendimos culto a la Diosa con nuestras geométricas vidas. Cada uno en su ángulo, atento y ceñido a sus senos y cosenos. Fieles a la perspectiva del generalizado sentido común, siempre por su radio, perímetro y todas su gama de protectoras tangentes bien delimitado.

Si el Sentimiento acuciara, toma tu ansiedad que siempre encontrarás presto:

El discurso del Filósofo, La praxis del Psiquiatra, Las enseñanzas del Maestro o La ejemplar vida y moraleja del Místico Sin olvidar la oriental mercadotecnia de ancestrales

métodos y sofisticados aromas e infusiones, útiles varios del ágape en honor de la Divina Razón en su templo.

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Entonces, yo me pregunto: ¿Por qué preocuparme si cuando besé profundo tu mejilla como si de tus tiernos labios se tratara, o cubrí con mi mano la suave piel de tu cara como si tu pecho acariciara, sentí nacer tal sentimiento de ardor y estremecimiento?

Un oficio con su oficiante, en el altar de la Cordura, invocando tangentes, senos y cosenos, perímetros y radios, debe ser bastante. Por supuesto, infusiones aparte.

¿O quizá quemar el altar, despedir al oficiante, largar el oficio a tomar medidas en otra parte? ¿Y burlando a la Diosa, pillar un par de copas de vino y volver a buscarte?

La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría

misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo,

ha tomado la inteligente resolución de volverse loca

(Heinrich Heine)