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CUADERNOS DE PERIODISTAS, ENERO DE 200593 OCTAVI MARTÍ E l pasado 18 de diciembre el dia- rio Le Monde celebró su sesen- ta aniversario. Lo hizo en me- dio de una profunda crisis: di- misión del director de la Redacción Edwy Plenel, pérdida de lectores, dis- minución de los ingresos publicitarios, prestigio puesto en duda por La face cachée du Monde –libro de Philippe Co- hen y Pierre Péan, del que se han ven- dido más de 400.000 ejemplares–, in- capacidad para crear un grupo mul- timedia potente y mala adaptación a un contexto mediático-industrial cambiante. Sobre el papel, un aniver- sario desastroso pero… Pero la reali- dad es mucho más compleja y nada lo explica mejor que la historia del propio diario, que no ha sido una con- vencional “marcha de victoria en vic- toria hasta la derrota final” sino un proceso de construcción y remodela- ción de una identidad salpicado de rupturas y consensos, riesgo y miedo, aventura y aburguesamiento, sin que cada una de las fases coincida siem- pre con su apariencia. Le Monde es hijo de un momento excepcional. Francia ha puesto fin a cuatro años de ocupación alemana y lo ha hecho dando un gran protago- nismo a la Resistencia interior, al pa- ‘Le Monde’, en la crisis de los sesenta Los 60 años de historia de Le Monde, recién cumplidos, no han podido ser más brillantes ni más complicados. Primer periódico de Francia, leído en las cancillerías de medio mundo (y en la España franquista, de lectura obligatoria entre la joven progresía emergente), sin embargo no ha sabido adaptarse a los tiempos que corren. Los síntomas: la pérdida de lectores, sobre todo jóvenes, y el reavivamiento de las disensiones internas. Octavi Martí es corresponsal de El País en Francia.

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  • CUADERNOS DE PERIODISTAS, ENERO DE 2005—93

    OCTAVI MARTÍ

    E l pasado 18 de diciembre el dia-rio Le Monde celebró su sesen-ta aniversario. Lo hizo en me-dio de una profunda crisis: di-misión del director de la RedacciónEdwy Plenel, pérdida de lectores, dis-minución de los ingresos publicitarios,prestigio puesto en duda por La facecachée du Monde –libro de Philippe Co-hen y Pierre Péan, del que se han ven-dido más de 400.000 ejemplares–, in-capacidad para crear un grupo mul-timedia potente y mala adaptación aun contexto mediático-industrialcambiante. Sobre el papel, un aniver-sario desastroso pero… Pero la reali-

    dad es mucho más compleja y nadalo explica mejor que la historia delpropio diario, que no ha sido una con-vencional “marcha de victoria en vic-toria hasta la derrota final” sino unproceso de construcción y remodela-ción de una identidad salpicado derupturas y consensos, riesgo y miedo,aventura y aburguesamiento, sin quecada una de las fases coincida siem-pre con su apariencia.

    Le Monde es hijo de un momentoexcepcional. Francia ha puesto fin acuatro años de ocupación alemana ylo ha hecho dando un gran protago-nismo a la Resistencia interior, al pa-

    ‘Le Monde’, en la crisis de los sesentaLos 60 años de historia de Le Monde, recién cumplidos, no hanpodido ser más brillantes ni más complicados. Primer periódicode Francia, leído en las cancillerías de medio mundo (y en laEspaña franquista, de lectura obligatoria entre la joven progresíaemergente), sin embargo no ha sabido adaptarse a los tiemposque corren. Los síntomas: la pérdida de lectores, sobre todojóvenes, y el reavivamiento de las disensiones internas.

    Octavi Martí es corresponsal de El País en Francia.

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    pel legitimista desempeñado por el ge-neral De Gaulle desde Londres y conla ayuda fundamental de las tropasaliadas. Es de nuevo un país libre aun-que los EEUU quisieran ponerlo bajocontrol provisional de su administra-ción militar, equiparar Francia a Ita-lia. De Gaulle y los comunistas lo hanevitado y ahora hay que restaurar lalibertad de prensa.

    Las fuerzas de izquierda han sabi-do crear o recuperar sus periódicospero los llamados ‘católicos sociales’,los liberales demócratas, la derechaen suma que ha sabido alejarse –des-de un primer momento o simplemen-te a tiempo– del colaboracionismocon Pétain, quiere resucitar su viejogran periódico, Le Temps, que se ha pu-blicado hasta el 29 de noviembre de1942, fecha en que decide, por pro-pia voluntad, dejar de aparecer paraque no pueda decirse que ha aproba-do la colaboración con los nazis, elServicio de Trabajo Obligatorio y, so-bre todo, la deportación de miles dejudíos. Demasiado tarde. Esos dosaños, entre 1940 y 1942, son morta-les para el que era considerado por-tavoz de la burguesía financiera e in-dustrial. El resultado es que la sedede Le Temps en la Rue des Italiens esatribuida a un nuevo diario, que he-reda también parte de la plantilla, larotativa y otros bienes.

    El nuevo cotidiano se llamará LeMonde y tendrá un comité de direc-ción formado por el gaullista Chris-tian Funk-Brentano, el protestante y

    liberal René Courtin y el ‘católico so-cial’ Hubert Beuve-Méry. Este últimoera el único que tenía una buena ex-periencia profesional, precisamentecomo periodista en Le Temps, y eso leconvirtió en director en la práctica,máxime cuando Courtin era profesoren la Facultad de Derecho y nunca qui-so abandonar ese puesto, y Funk-Bren-tano prefería hacer política. El capi-tal inicial, equivalente a 30.000 eurosde hoy, queda repartido en manos denueve personas, entre ellas la troikadirectiva.

    ‘Le Monde’, indispensable¿Cómo se explica que nadie más seofreciese como candidato para dirigirLe Monde? Sencillamente, porque laherencia era poco tentadora y los me-jores profesionales no tenían ningu-na dificultad para situarse en otrosmedios de comunicación más presti-giosos o con menos lastre político.

    Sin embargo, toda esa prensa eu-fórica nacida a socaire de la Libera-ción irá desapareciendo o agotándo-se en fidelidades exteriores a la ver-dad informativa mientras que Le Mon-de se adaptará a la exigencia de “in-terés público” que Beuve-Méry defien-de como única ideología. Lo pruebael que en 1948, durante la fiesta decelebración del cuarto aniversario defundación del periódico, Beuve dije-ra en un discurso “Nos leen en el Ve-l’d’Hiv’ [velódromo de invierno] mien-tras esperan a De Gaulle y nos leen

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    en Charléty [estadio de un barrio po-pular de París] mientras esperan aThorez… [dirigente del PCF]. Le Mondeha pasado a ser indispensable”. El 13de octubre de 1946, con motivo delreferéndum sobre la nueva Constitu-ción, Le Monde da un gran paso paraganarse la credibilidad de los lecto-res: el general De Gaulle, que ha con-cebido Le Monde como “el diario ofi-cioso, que no oficial,de la IV República”, pi-de el no contra la cita-da Constitución.

    El general detestael sistema de partidosy sueña con un ‘movi-miento’ que aglutinedistintas tendencias,preservando el sueñounitario de la Resisten-cia, pero Francia y LeMonde prefieren volvera la realidad, a la ins-titucionalización delas diferencias políti-cas. El sí ganó y DeGaulle comprendióque Le Monde no era sudiario. En 1951 el rotativo conoce unacrisis, que permite su refundación.

    René Courtin lleva tiempo moles-to con Beuve-Méry, pues cree que LeMonde ya no es el heraldo del mundolibre en Francia. La Guerra Fría y laguerra en Indochina son las nuevaspiedras de toque de la redacción y es-ta es poco pro americana, según Cour-tin. “En el terreno diplomático la ac-

    titud de Le Monde sólo puede desani-mar a los EEUU y empujarles a aban-donar Europa y Francia a la miseria,la desesperación y el bolchevismo”, es-cribe Courtin en enero de 1950.

    El anti-americanismo es, en efec-to, un componente esencial de la ‘ex-cepción cultural’ que constituye LeMonde. Para una gran parte de la iz-quierda el anti-americanismo se con-

    funde con la crítica del imperialismoy del capitalismo pero también en-cuentra respaldo entre la derecha yel nacionalismo estricto y su incipien-te discurso sobre la necesidad de de-fender la cultura francesa. Los acuer-dos Blum-Byrnes de 1946 sobre la li-bre circulación de los llamados ‘bie-nes culturales’ son muy criticados porla redacción del diario, que denuncia

    Número 1 de Le Monde, aparecido el 19 dediciembre de 1944.

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    la conversión de la cultura en unamercancía como cualquier otra.

    En 1951 Courtin está a punto deganar su golpe de Estado pero el gau-llista Funk-Brentano, tras recibir ins-trucciones del general, cambia dealiados y abre la puerta a que Beuve-Méry y quienes le apoyan pongan enpie la Sociedad de Redactores con ca-pacidad para bloquear nombramien-tos de nuevo director o modificacio-nes en el capital de la empresa.

    De alguna manera, puede decirseque Le Monde pasa, en 1951, bajo elcontrol de quienes lo fabrican. Y esen ese momento cuando se desenca-denan los peores ataques: el 10 de ma-yo de 1952 el diario publica el Infor-me Fechteler, un supuesto documen-to secreto elaborado por un almiran-te estadounidense y en el que se ex-plican las prioridades de la políticade Defensa de los EEUU para todo elsur de Europa. Hoy se sabe con casiabsoluta certeza que el ‘informe’ eraun falso preparado por los serviciosde información de los EEUU con elvisto bueno francés. El espionaje cer-tificaba así la importancia que iba ad-quiriendo el diario. El embrollo sir-vió para poner en duda el ‘neutralis-mo’ de Le Monde que no quería asu-mir al 100% las tesis norteamerica-nas como tampoco el 100% de las so-viéticas.

    Esa equidistancia fue cuestionadapor la extrema derecha, que aprove-chó el caso del Informe Fechteler pa-ra denunciar el ‘prosovietismo’ de la

    ‘pretendida objetividad’ de un perió-dico que si para ellos es un submari-no de Moscú, para los gaullistas lo esdel democratacristiano MRP y paralos comunistas del gran capital. Esacampaña de desprestigio y de ataquesdesde todos los flancos desemboca,en 1956, en la creación de Temps deParis, un nuevo diario promovido porAntoine Pinay –gran figura del MRP–destinado a “acabar con Le Monde” yque ha de conciliar intereses tan di-versos como la ‘Argelia francesa’, el‘Occidente cristiano’, la alianza conlos EEUU y el inevitable anticomunis-mo, como si Pinay se hubiese creídolas tesis defendidas por dos panfletospublicados en 1955 en los que HubertBeuve-Méry es presentado como “el di-rector pro soviético del Monde y el di-rector de conciencia política de laprensa católica de gran tirada”. Tempsde Paris cerrará tres meses después desu aparición. La aventura habrá cos-tado el equivalente a 14 millones deeuros de hoy.

    “L’immonde”, según De GaulleSi durante la década de los cincuen-ta Le Monde resiste y se confirma co-mo un diario de referencia a escalaeuropea, es entre 1958 y 1962 cuan-do va a tener que sortear trampasideológicas que hubieran podido aca-bar con él. El general De Gaulle, an-te la crisis de la IV República y la in-capacidad de ésta para dibujar unapolítica coherente y clara respecto a

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    la guerra de Argelia, sale de la reser-va en la que permanecía desde las le-gislativas de 1951 y ocupa la Presi-dencia. Le Monde le respalda en sus ini-ciativas descolonizadoras y tambiénen su creación de una V República an-te la crisis de un parlamentarismoque vive de espaldas a la realidad. Esun respaldo crítico y en 1962, cuan-do De Gaulle convoca un referéndumpara que, a partir deahora, el presidente dela República sea elegi-do por sufragio uni-versal, en vez de a tra-vés del voto parlamen-tario, Le Monde denun-cia los “fermentos fas-cistoides” de un siste-ma que consagra “elgeneral-presidente” yque consolida el “abis-mo entre el poder y laoposición, en detri-mento de las forma-ciones centristas y enbeneficio del PartidoComunista” escribíaSirius –seudónimo deBeuve-Méry– en otoño de 1962 en unanálisis contra el cual el tiempo apor-ta su desmentido. Desde 1959 y has-ta 1969 Sirius le pone los puntos so-bre las íes a un general que, cuandohabla del diario, dice “ese papelucho”o “L’immonde”.

    La euforia económica que conoceFrancia derrama sus efectos benéfi-cos sobre el diario, que aumenta re-

    gularmente de tirada –113.000 ejem-plares en 1952, 180.000 diez años mástarde y 351.000 en 1972– así como susingresos publicitarios que, en 1970,suponen el 73% de los ingresos tota-les del negocio. Durante la década delos sesenta Le Monde se consolida co-mo el órgano de la izquierda liberal,no comunista pero tampoco anti,muy francés pero abierto al mundo.

    Como el propio general, Le Monde sesiente a gusto en una sociedad quecambia más deprisa de lo que el po-lítico y el periódico piensan.

    Mayo del 68 pilla a Beuve-Méry enÁfrica y, ya de regreso, le pregunta asus redactores que “quiénes eran esosgamberros que han salido a la calle”.“Nuestros hijos” le responde una re-dacción muy aburguesada. En efecto,

    El boletín de la columna inicial –la voz delQuai d’Orsay, según algunos– gozó de granprestigio. Este, de agosto de 1945, analiza el‘problema español’.

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    el salario de Beuve-Méry en 1946 equi-valía a 13 veces el salario de un ope-rario industrial, en 1957 ya suponíaun salario mínimo multiplicado por19 mientras que en 1968 la multipli-cación hay que hacerla por cuarenta.El problema parece ser irresoluble yen 1977 un redactor de Le Monde ga-na 130.000 francos anuales netos fren-te a los 111.000 de cualquier cuadrosuperior. En la empresa el salario me-dio duplica el salario medio francésy los obreros casi triplican el de suscolegas más cualificados en el sectorindustrial. La nómina de Le Monde haido creciendo bajo el visto bueno deuna Sociedad de Redactores que arbi-tra siempre a favor del local, es decir,a favor de más y más ventajas y bene-ficios para el trabajador pero no quie-re tener en cuenta las exigencias demodernización de su útil industrial.

    Euforia de crecimientoLos beneficios de la empresa se trans-forman en aumentos salariales den-tro de una lógica que la Sociedad deRedactores ha institucionalizado alprecisar que “el salario de los perio-distas de Le Monde será superior al querige en el mercado en la medida enque las finanzas del periódico lo per-mitan”. Y si los redactores se preocu-pan de lo suyo, ¿qué decir de los ope-rarios de talleres? El proyecto socialdel llamado Sindicato del Libro, queen la práctica tiene el monopolio delempleo en los talleres de impresión

    de París, consiste en “aumentar el nú-mero de puestos de trabajo fijos, au-mentar los salarios y reducir las jor-nadas laborales”.

    En 1968, víctimas de la euforia de10 años de crecimiento continuado delos beneficios por encima del 15% seaborda el problema industrial de ma-nera mecánica: “en la hipótesis de uncrecimiento regular del 10% anual, latirada será de 532.000 ejemplares en1970 y de 863.000 en 1975”. La viejarotativa, que apenas permitía 500.000ejemplares de 32 páginas tras cincohoras de impresión, tiene que ser sus-tituida por maquinaria más potentey costosa, capaz de plantearse 600.000ejemplares de 48 páginas o un millóna 32. La inversión requerida, en eu-ros de hoy, equivale a 54 millones pe-ro, desde 1970, las ventas se estancany la publicidad también, situaciónque se agrava a partir de 1973 y elshock petrolero.

    El 23 de diciembre de 1969 Le Mon-de aparece por primera vez con lamención “Fundador: Hubert Beuve-Méry; Director: Jacques Fauvet”. Elmismo año en que De Gaulle ha di-mitido, Sirius, su contradictor más ri-guroso y tenaz, abre la puerta al “re-levo natural”, al redactor jefe, al hom-bre que llevaba más tiempo trabajan-do a su lado, a un Fauvet de forma-ción democratacristiana pero queahora se siente muy próximo del so-cialismo. Hoy es fácil decir que no erael hombre adecuado en el lugar ade-cuado y en el momento adecuado pe-

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    ro entonces lo pareció. En cualquiercaso, no supo ni pudo conciliar losimperativos industriales con los edi-toriales, cerró los ojos ante los pro-blemas que se acumulaban, confió enque la tirada seguiría aumentandopero se estancó y empezó a bajar en1982, ligó un momento el destino deldiario a la conquista del poder porparte de los socialistas y cuando és-tos, en 1981, lo obtu-vieron, se quedó sinobjetivo, y por fin nologró que la formida-ble imprenta pasase aser rentable pues ape-nas editó otra cosa queproductos propios de-bido a las exigenciassindicales del taller.

    Patrick Eveno, au-tor de una excelentehistoria del diario–Histoire du journal LeMonde 1944-2004–, escri-be que “en 1976, tras20 años de crecimien-to, Le Monde vende440.000 ejemplaresdiarios, emplea 1.260 personas y cuen-ta con un prestigio nacional e inter-nacional importante pero ha perdidotoda capacidad de desarrollo y auto-financiación. El activo inscrito en elbalance se estanca desde 1972 y elmargen comercial ha quedado redu-cido a cero. Le Monde comienza así unperíodo de crisis de 20 años”. El diag-nóstico no puede ser más claro pero

    casi nunca la evidencia de la amena-za nos lleva a la razón: Fauvet quiereorganizar su sucesión pero esa depen-de de la aprobación de la Sociedad deRedactores.

    Las luchas internas entre candida-tos se suceden pero en mayo de 1980Claude Julien, quien desde 1973 diri-gía Le Monde Diplomatique y tiene unbien labrado prestigio de hombre

    atento a los problemas del llamadoTercer Mundo, obtiene finalmente fu-mata bianca de parte de los distintospoderes que se enfrentan en el inte-rior del diario. A Julien sólo le quedaesperar que Fauvet acelere el traspa-so de poderes pero no lo hace. El re-sultado es que Julien, sin ser aún di-rector, asume responsabilidades y re-cibe el fuego graneado de todos sus

    Hasta el 11-S nunca una foto figuró en laparte superior de las portadas de Le Monde.

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    rivales. Harto y quemado vuelve alMonde Diplomatique. En febrero de1982 Fauvet dimite al fin y le sucedeAndré Laurens que detecta “una cri-sis de lectores porque nuestros con-tenidos son cuestionados en tantoque percibidos como próximos al po-der”. Para Laurens lo peor es que elretroceso en las ventas se da sobre to-do “entre los jóvenes y las categoríassocioprofesionales elevadas, que esdonde reclutamos nuestros lectores”.

    Querellas intestinasLaurens quiere poner en marcha unsuplemento ilustrado de fin de sema-na, manera de ganar lectores y publi-cidad. Las reticencias internas impi-den que vea el día Le Monde Illustré, quetopa con el prejuicio jansenista deldiario en contra de las fotos –no seráhasta los atentados del 11 de septiem-bre de 2001 cuando la foto tendrá elprivilegio de la parte alta de la pri-mera página de Le Monde– y en con-tra de los temas estimados poco ‘no-bles’, es decir, cuestiones relaciona-das con la moda, las formas artísticaspopulares, los sucesos y todo lo rela-cionado con el universo people.El drama es que, a finales de 1983, ladeuda de Le Monde equivale ya a 31millones de euros y, durante los tresúltimos años, ha perdido el 20% desus lectores. Hay que reaccionar de-prisa pero el equilibrio de poderes enel seno de la empresa decide que esurgente… esperar.

    Entre las otras vías estudiadas porLaurens figura el poner en venta lasede de la Rue des Italiens, soluciónque le es denegada por los empleadosy los redactores del diario, así comola de presentar una suspensión de pa-gos para poder renegociar la deudacon los acreedores. Para acabar de si-tuar a Laurens en un callejón sin sa-lida, el principal banco con el que tra-baja el diario, la BNP, decide no res-paldar a Laurens y negarse a pagarlos salarios de los trabajadores. El en-tonces presidente de la BNP, René Tho-mas, es un hombre muy próximo aMitterrand y su gesto sólo puede in-terpretarse como un castigo a Lau-rens por sus esfuerzos por alejarse dela satelización del poder, esfuerzosque se traducen en esos momentos enartículos y reportajes de dos periodis-tas detestados por el palacio del Elí-seo: Claude Sarraute y Edwy Plenel.

    A André Fontaine, que dirigirá eldiario entre 1985 y 1990, se le auto-riza a una ampliación de capital a ba-se de ceder partes del mismo a unaSociedad de Lectores y otras a inver-sores e instituciones consideradasamigas del diario. Fontaine, que entres oportunidades estuvo a punto deser elegido director, lo es pues en si-tuación de bancarrota y él se ocupade vender la Rue des Italiens y el ta-ller de impresión en Saint Denis, quees reemplazado por otro en Ivry.

    En diciembre de 1990, por prime-ra vez en su historia, es elegido direc-tor de Le Monde una personalidad ex-

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    terna a la redacción y al periodismo,Jacques Lesourne, un economistaprestigioso miembro de la Sociedadde Lectores. La ampliación de capitalefectuada entre 1985 y 1986, al darvoz y voto a empresarios e inversores,ha permitido lo inimaginable, aca-bando con parte de los privilegios deuna Sociedad de Redactores que, ca-da vez que había que buscarle un su-cesor a Beuve-Méry, selanzaba a inacabablesbatallas internas quedesembocan en unacrisis de 20 años.

    Lesourne llega altiempo que una caídaimportante de los in-gresos en concepto depublicidad, que si en1990 sólo representanel 40% de los ingresos,en 1993 apenas signi-fican un ridículo 22%.En todo ese tiempo nologra tampoco estable-cer un plan de relan-zamiento para el pe-riódico y, en vigilias decelebrar su cincuentenario, Le Mondearrastra una deuda colosal causada porinversiones desmesuradas, mala ad-ministración de los períodos de vacasgordas e imprevisión ante la reduc-ción del pastel publicitario. La cabe-cera, eso sí, sigue teniendo gran va-lor y son muchos los empresarios quepiensan poder comprársela. Los re-dactores, aparcadas por una vez sus

    querellas intestinas, provocan la di-misión de Lesourne y eligen a Jean-Marie Colombani a principios de1994. Las riendas de Le Monde estánde nuevo en las manos de un perio-dista.

    Entre 1994 y 2004 Jean-Marie Co-lombani ha modernizado el diario ensu diseño y recursos –más fotografía,mayor importancia de la caricatura,

    irrupción de temas populares en elsumario (deportes, moda, sucesos,etc.), importancia de la infografía– pe-ro, sobre todo, lo ha reorientado pri-vilegiando la investigación y denun-cia en detrimento de la opinión, queha quedado más circunscrita a sus pá-ginas específicas. Eso no significa queLe Monde haya renunciado a ser un dia-rio de ‘tiempo lento’, de análisis, pe-

    El suplemento Le Monde 2 no ha atraído alos lectores y anunciantes que se esperaba.

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    ro sí que se presenta bajo una formamás combativa. Los grandes escánda-los del final del mitterrandismo, dela gestión municipal del ayuntamien-to de París por parte de Chirac, lasguerras internas de las distintas fami-lias de la derecha alimentan las pági-nas de un Monde que recupera lecto-res y anunciantes. Si en 1994 la difu-sión era de 343.000 ejemplares, en2003 sobrepasa los 398.000.

    El éxito de Jean-Marie Colombani,al que no es ajeno Plenel como direc-tor de la Redacción, la reencontradavitalidad de Le Monde no podía dejarde suscitar enemigos. El ya citado li-bro de Cohen y Péan, al margen decualquier consideración sobre su ca-lidad, fue acogido en 2003 con granexpectación porque en su subtítulo–“del contrapoder al abuso de poder”-estaba expresado el porcentaje de des-ilusión que acompañaba la renova-ción.

    En La face cachée du Monde se hacenpúblicos los salarios astronómicos delequipo directivo, en abierta contra-dicción con la ética oficial imperan-te en el diario y, sobre todo, con laausteridad necesaria en momentos di-fíciles; se constata que el amiguismoes la norma en algunas secciones a lahora de abordar temas o autores; seprueba que el tono suficiente y pro-fesoral de ciertos artículos apenasoculta un grado cero del pensamien-to; queda claro que no siempre se hasabido evitar la pasión periodísticapor mirarse el ombligo y que eso ha

    ido en detrimento de una adecuadajerarquización de las informacionesy, por último, –y eso Pierre Péan yPhilippe Cohen no lo dicen– Colom-bani, al lanzar ataques a diestra y si-niestra, quizá no previó hasta quépunto el brazo de ciertos poderosospuede ser largo, pues si un lector deLe Monde tiene todo un viaje en aviónpara leerse un sesudo artículo de fon-do, un presidente de la República tie-ne siete –ahora cinco– años de man-dato por delante, amén de la impu-nidad judicial ratificada por el Cons-titucional, para vengarse de quienesle desacreditan.

    En qué medida Péan y Cohen hansido los títeres de esa venganza chi-raquiana es imposible decirlo, de lamisma manera que es imposible cal-cular el daño causado por Péan y Co-hen a la imagen del diario y el cómoeste daño ha podido ayudar a que,una vez más, Le Monde se equivocara–o acertase solo a medias– en su con-fección del suplemento semanal LeMonde 2, incapaz por ahora de atraeranuncios y lectores en el porcentajedeseado.

    De lo que no cabe la menor dudaes de que Le Monde ha entrado de nue-vo en crisis, que los viejos demoniosdel enfrentamiento interno se hanreactivado y que una vez más se com-prueba aquello tan viejo en el mun-do del periodismo: una reputación decredibilidad se construye a lo largode muchos años pero puede ser des-truida en unas pocas semanas. �