Alberto Vega

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Alberto Vega Plenilunio (obra completa 1980-2005) Luna de Abajo

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…] «Plenilunio no es un facsímile de los libros de Alberto Vega, pero sí contiene cada uno de sus poemas, de sus palabras, de sus guiños y destellos, para que de sus páginas surjan las lecturas sosegadas, las antologías temáticas y los estudios críticos que pongan en valor su valiosa obra.» (Ricardo Labra)

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Alberto Vega

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Luna de Abajo

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Alberto Vega (Langreo, Asturias, 1956-2006) fue cofundador de la revista literaria Arlequín (1979), además de otras publicaciones, entre ellas Luna de Abajo (1980). En 1985 comienza su labor como director del Área de Cultura y Juventud del Ayuntamiento de Langreo, posición que le permite impulsar y apoyar numerosos proyectos culturales.

Como autor de poesía ha sido antologado por Rafael García Domínguez en Trece poetas, 1972-1985, Oviedo, La Ferrería, 1986; por Ricardo Labra en Muestra corregida y aumentada de la poesía en Asturias, Principado de Asturias, 1989 y en La calle de los doradores, Oviedo, Tribuna Ciudadana, 1996; «Las horas contadas», antología incluida en Últimos 20 años de poesía española, Ayuntamiento de Oviedo, 1993; y por Miguel Munárriz en Poesía para los que leen prosa, Madrid, Visor, 2004.

A partir de 1996 colaboró habitualmente como articulista del diario La Nueva España, en la sección «La cuarta pared».

Ha publicado Brisas ligeras, Langreo, edición de autor, 1980; Memoria de la noche, Langreo, Plenilunio, 1981; «Trilogía hermética», en Luna de Abajo, n.º 2, 1984; Cuaderno de la ciudad, Langreo, Luna de Abajo, 1984; Para matar el tiempo, Langreo, Luna de Abajo, 1986; La luz usada, Gijón, Colección Deva, n.º 7, 1988; Historia de un nudo, Gijón, premio Feria del libro, Ateneo Jovellanos, 1992 y Estudio melódico del grito, Madrid, Visor, 2005.

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índice

15 En recuerdo de Alberto Vega por Francisco Villar,

presidente de Cauce del Nalón 17 Las noches más ciertas por Ricardo labra 20 Réquiem con música a destiempo por Migue Munárriz 22 Cuesta un sueño abrazarse a los orígenes por Helios Pandiella 24 Alberto, donde quieras que estés, danos un poco de aquella luz por Noelí Puente

33 Brisas ligeras (1980)

37 prólogo 38 lápices de insomnio 39 el fuego y las hogueras 40 geografía del sueño 41 soledades 42 palabra 43 transparencia 44 caminantes 45 despedida 46 espuma 47 cristal 48 cuando nunca 40 súplicas de tinta 50 retrato del suicida 51 concierto para piano y taberna 52 disparos de niebla 53 plomo en las horas 54 síntesis 55 nosotros 56 para tus labios 57 música, música 58 agonía del estruendo 59 poema en pie 60 canción de alcoba 61 epílogo

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63 Memoria de la noche (1981)

64 Con esta nueva entrega (...) por Eugenio Torrecilla

69 I. Memoria de la noche 70 estos versos 71 noches: panteras del recuerdo 72 silbido en re menor 73 una canción de lluvia 74 aquella música 75 ciudadanos de la noche 76 rondó 77 nocturno 78 habitación de hotel 79 quizá en la calle algún perro inevitable 80 al viejo soldado l. c. 81 «levantad los adoquines...» 82 viaje a la otredad 83 plenilunio

85 II. Signos de amor y muerte 86 i. ausencia 87 ii. regreso 88 iii. rito 89 iv. ocaso 90 v. presagio 91 vi. fin

93 III. Fatalidades 94 así el hombre 95 miseria de la razón 96 metamorfosis del deseo 97 conjuro 98 la trama de los días 99 espumas rotas 100 legado del buen suicida 101 nubes de napalm 102 ítaca 103 el sueño de los dioses

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105 Cuaderno de la ciudad (1984)

110 encuentro 111 edad 112 fantasma 113 trama 114 amanecer 115 memoria 116 centro 117 fuga 118 interior (I) 119 interior (II) 120 lluvia 121 perdedor 122 viaje 123 adiós 124 azul 125 nocturno (para flauta doble) i 126 nocturno (para flauta doble) ii 127 anuncio (por palabras) 128 zona 129 luz

130 Esta ciudad no tiene rostro por José Luis García Martín

133 Para matar el tiempo (1986)

135 Debo una explicación al posible lector (...) 137 buenas noches, amigos, ciudadanos, espías... 140 fort apache 141 elogio de la mentira 142 aventura 143 carta del traidor a su conciencia 144 parábola del hombre afortunado 145 lo mejor para el insomnio es dormir mucho 146 el doble 147 abracadabra = m.c2

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150 Partimos con el sol naciente 151 Debo hablar de nosotros: éramos audaces 152 Se adivinaban ya ríos ocultos 153 Estábamos errados, las horas navegaban 154 Necesitábamos amar hasta el olvido 155 La leyenda no mentía, en otro tiempo 156 Las huellas eran múltiples, nosotros 157 Atravesamos lentas cordilleras, 158 Súbitamente, limpia como un vértigo 159 Cuántas horas de ciego en los jardines,

162 PRoblema de amor 163 tema de la bella y la bestia 164 la gloria de aquiles 165 sombra de los parques 166 enamorados de maureen o’sullivan 167 la chica del anuncio 168 trip de agosto 169 mapamundi 172 solo a solas 173 cuerpo y calma 174 dios ha muerto, marx ha muerto (y yo últimamente no me encuentro nada bien) 175 caja dentro de la caja 176 me ha curado de la vida, voy a morir 177 nocturno con música de c. v. 178 elogio del silencio 179 noche de carnaval frente al espejo

181 La luz usada (1988)

183 Sabemos que algunas secuencias de lo vivido 184 (poema para un preludio) 185 (a veces ola y otra vez silencio) 189 (la sangre, como flojo coñac, dentro de mí) 189 (lo que decimos no siempre se parece a nosotros) 190 (quizás un corazón recoja lluvia)

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191 (yo, que tantos hombres he sido) 192 (una vez crucé un año debajo de los días) 194 (ser y no ser: he ahí el poema) 195 (garaje de las noches donde aparcar el día) 196 (cuento millones de agujeros en el alma) 197 (el cómo qué sencillo, qué fulminante el cuándo) 198 (nosotros sólo somos el lugar de la cita) 199 (pensar es estar enfermo de los ojos) 200 (en ocasiones oficio de lo inútil) 201 (el recuerdo de ayer y un sueño son la misma cosa) 202 (nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos) 203 (de la historia jamás escrita de mi ciudad) 204 (no importa. O quizás importa demasiado) 205 (una gota en el ojo borra el mundo 206 (otro día se acaba y el destino era esto) 207 (siento esta noche nostalgia de otras vidas) 208 (soy la sombra que arrojan mis palabras) 209 (antes que su palabra, su silencio) 210 (estos años son el pasado del cielo) 211 (tú no mereces siquiera un epigrama) 212 (a golpes de silencio nos oímos) 213 (la vida nos engaña, las cosas se nos van) 214 (sólo el olvido cabe dentro del olvido) 215 (poema para un naufragio)

217 Historia de un nudo (1992) 218 En Historia de un nudo (...), por Ángel González

223 I. Historia de un nudo 224 variación sobre un tema borgeano 225 animales domésticos 226 como juguetes rotos 227 perfume de una flor pisada en las aceras 228 balada de la muerte blanca 229 edén subvertido 230 a veces no es domingo

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231 la llave del almario 232 se acerca un tiempo de conejos 233 historia de un nudo

235 II. 40 líneas herméticas 236 5 - 10 - 15 - 20 237 25 - 30 - 35 - 40

239 III. Cuando no salen trenes para el cielo 240 el amor es un alto en el trayecto 241 día martes no trece 242 la libertad según delacroix 243 hoy el oráculo es cibernético 244 conjuro para un miércoles de lluvia 245 sobre el amor y las arterias 246 la locura todo lo cura 247 mil imágenes para un adiós 248 tam-tam del desamor 249 cuando no salen trenes para el cielo

251 Estudio melódico del grito (2005)

253 Dedicatoria

257 Estudio... 258 poeta en sol menor 259 día domingo 260 puerto paula 261 un posible título: el doble (bis) 262 pie de foto (candás, 1970) 263 el recuerdo de ayer y un sueño son la misma cosa 264 prepoegogramas (sin acuse de recibo) 265 poegogramas (a cobro revertido) 266 quizás un corazón recoja lluvia 267 rosebud (lucía, abril, 1990) 268 poemo 269 manifiesto

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271 ... Melódico... 272 ser y no ser: he ahí el poema 273 silbido en clave de blues doméstico 274 concierto para piano y taberna 275 boceto de autorretrato psicozoológico 276 trama 277 cuña (coña) publicitaria 278 llorando piedras (de haschisch) 279 ciudadanos de la noche 280 new park, abril, martes, 23:45 h. (habíamos quedado a las nueve, ¿no?) 281 no era un prófugo: era un náufrago 282 isla tabarca 283 noventa-sesenta-noventa

285 ... Del grito 286 ora pro nobis (o por tu puta madre) 287 un policía nos robó todos los besos 288 elecciones en el purgatorio 289 balada de la muerte blanca 290 no importa (o quizá importa demasiado) 291 economía de medios (mejor: de miedos) 292 hay mujeres que nunca reciben postales de amor 293 nocturno 294 el tren de los días 295 animales domésticos 296 paisaje anónimo 297 un soneto disonante

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En recuerdo de Alberto Vega

a los cuatro días de fallecer el poeta Alberto Vega, el 19 de mayo de 2006, Cauce del Nalón celebró un recital de poesía de Antonio Gamoneda en la Casa de la Cultura de Sama. Gamoneda, que conoció por Cauce la muerte de Alberto, estuvo totalmente de acuerdo en que dicho recital se dedicara a su memoria. Y así se hizo. En el acto estaba presente el grupo poético Luna de Abajo, al que Alberto pertenecía, y su compañera Noelí leyó algunos de sus versos. También estaban el escritor Pepe Monteserín y Luis González Bada, concejal de cultura del Ayuntamiento de Langreo, además de Ildefonso Rodríguez, músico de jazz, que arrancó unas notas de ese sonido que tanto le gustaba a Vega. También se contó con la presencia de Eduardo Vega, su hermano.

En su memoria, durante el transcurso de dicha actividad, el con-cejal de cultura comunicó que el Ayuntamiento patrocinaría e impul-saría el Premio Alberto Vega de Poesía. Y por otra parte, Cauce del Nalón, a través de su presidente, propuso al Ayuntamiento langreano reunir, para su publicación, toda su poesía, ya que ésta era una buena forma de recordar al poeta. Contando con la colaboración del grupo Luna de Abajo para la preparación y edición del mismo.

El Ayuntamiento mostró desde el principio una gran sensibilidad en su respuesta, aportando su total colaboración y asumiendo la finan-ciación del proyecto. Hoy tenemos el placer de presentar ante todos vosotros, traducida en este hermoso libro, esa propuesta que surgió de aquel emotivo recital poético en recuerdo de nuestro amigo.

Francisco Villar Presidente de Cauce del Nalón

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Las noches más ciertas

alberto era alto, muy alto, por eso llevaba un pedazo de nube en los zapatos. Tenía un cuerpo cortazariano y una mirada que se extraviaba hacia horizontes borgianos. Alberto era un hombre de interioridades que dominaba como nadie los silencios, que sabía del valor de cada palabra. Moneda ésta nada común, por mucho que el uso y el abuso la desbarate. Por eso, al conversar con Alberto, se tenía la impresión de dialogar tanto con sus silencios como con sus ideas, o si se prefiere, sus ideas estaban llenas de silencios y de una profunda luz que se palpaba.

Alberto Vega era un buceador de realidades ocultas, le gusta-ban las paradojas y sus simetrías, las metáforas y sus espejismos, las mitologías y sus analogías. Sus poemas están llenos de tem-blores «como panteras inquietantes del recuerdo», de sorpresas «No soy yo quien ha salido esta mañana» y de hallazgos «Soy arquero de mi edad frente al espejo», porque están tramados con ese enigmático y dialéctico arsenal desde una destreza cercana a la maestría.

Pero también era un cantor —sus amigos lo sabemos—, un mú-sico silencioso. Siempre estaba entonando y silbando melodías que se transformaban en poemas. Yo diría que su proceso creativo era similar al de un músico, tararear y silbar las palabras antes de escri-birlas; tal vez ello explique la potencia rítmica de la mayoría de sus poemas. Vega cogía las ideas al vuelo y las ordenaba por su sentido, por los sonidos de sus sentimientos. Puede que sus poemas deban mucho a sus poetas de cabecera, Borges, Paz, Vallejo, González; pero ¿qué sería su poesía sin el legado de sus cantautores? Cuántas veces lo he encontrado cantando, yo diría que rezando, una can-ción de Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute, Joaquín Sabina, o Leonard Cohen, también de Nuberu.

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La poesía de Vega tiene a la ciudad como argumento, como palimpsesto instrumental de la mayoría de sus poemas. Una ciudad sin nombre y sin rostro, anónima y universal, pero con un perfil nítido e inconfundible. Una ciudad amiga y enemiga, una ciudad amada y cainita, una ciudad áspera y germinal en cuyas sombras se debate el personaje poético del autor de Cuaderno de la ciudad, atrapado en la trama fatal de sus calles como un nuevo Ulises ur-bano o un Teseo en el laberinto de un destino demasiado previsible. En la ciudad de La Felguera, Alberto, como el Kant de los filóso-fos, ha excavado la universalidad de su poesía «desempolvando las conciencias y el asfalto», trasladando los puntos cardinales y dibujando con tiza el centro en la periferia.

Otras implicaciones de su poesía hay que buscarlas en la palabra crisis, que campea por los pagos langreanos desde hace más de cua-renta y cinco años. Alberto Vega forma parte de una generación que ha sido amamantada por los punzantes pechos de esa palabra an-gustiosa. La crisis, en su dimensión social y existencial, explica bien esos sentimientos de desarraigo, de pérdida, de vacío, que surcan con sus hirientes luces y sus desengaños los renglones contados del poeta langreano. En la cuenca hubo un éxodo, un óxido de desprestigio, una pérdida de identidad individual y colectiva que ha marcado a la generación que representa el autor de Memoria de la noche.

Todo poeta es autor de un solo libro que va escribiendo por en-tregas. Algunos poetas tienen el don de poder reescribir su obra, de reordenarla desde los márgenes de su historia. Pero ese azaroso don no deja de ser un espejismo. La verdadera ordenación la realiza la memoria de los lectores, las interpretaciones de los estudiosos, las fascinaciones de los poetas adolescentes; es decir, el laborioso paso del tiempo. Plenilunio no es un facsímile de los libros de Alberto Vega, pero sí contiene cada uno de sus poemas, de sus palabras, de sus guiños y destellos, para que de sus páginas surjan las lecturas sosegadas, las antologías temáticas y los estudios críticos que pon-gan en valor su valiosa obra.

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El título de esta recopilación, Plenilunio, lo puso el propio Vega con la intención de nombrar a una editorial de poesía, sin saber que en aquel momento le estaba poniendo nombre a su obra poética. ¿Quién podía saberlo entonces? Al realizar las últimas correcciones del libro nos hemos dado cuenta de ello, por eso, con emoción, se lo devolvemos.

Siempre tuve la impresión de que Alberto era alto, muy alto, y de que por eso llevaba un pedazo de nube en los zapatos. Ahora tengo la impresión de que su Plenilunio —tal como él un día soñó— no dejará de iluminar las noches más ciertas de sus lectores.

Ricardo Labra

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Réquiem con música a destiempo

ahora que estoy seguro de que sólo podré leerte como si te rezara, reconozco mi absoluta falta de oraciones para cantarte como te mereces. Ya eres eternidad. Lo supiste entonces y por eso dejaste constancia al pie de un poema, con un verso que no es tuyo pero que también inventaste tú: Otro día se acaba y el destino era esto. La fatalidad es que ahora no hay tiempo para nada, ni siquiera para matarlo. Lo injusto es que hayas tenido que irte tan pronto, tan a destiempo que ahora empezaremos a recordarte cada vez más joven, cada día más riente y a cada instante más entrometido con la vida. Al leerte, se podría decir que fuiste un viajero empeder-nido, que las ciudades del mundo no tenían secretos para ti, aunque quien te buscara te encontraba siempre, lo mismo entre ráfagas de papel o fatigando aceras, que enredado en música a la que le marcabas ritmos nuevos, o entre la felicidad de los amigos que siempre celebraron que estuvieras entre ellos. Tú fuiste un poeta y nos dejaste tu imaginación excitada, los mundos que inventaste, la sensibilidad de tu pensamiento hecho verso, pero ahora, todo se ha quedado en un frasco de esencias que no podemos abrir sino en la intimidad más oscura, para volver a ser cómplices, contigo, de la noche, memorial de espías, Baudelaire extraviado con la voz rota de un santo bebedor de ginebra. Si la poesía moderna y la moder-nidad existe por Baudelaire tú también has inventado esa ciudad cosmopolita en la que nunca viviste y le aceleraste el corazón y la convertiste en ti mismo y peleaste en ella la palabra aristocrática y esbelta con el vulgo apestoso y maloliente del crimen. Inventaste como él los dominios excelsos de la poesía que sube del infierno y busca la protección del Ángel, el tiempo perdido y recobrado por la voz que redime la poesía. Te ha rozado la cara una sonrisa triste, tu nostalgia de mayo que será para siempre un recodo interminable,

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el oro de las horas con el que empezar a contar millones de aguje-ros en el alma. Todo era cierto, aunque no vaticináramos vacíos y creyéramos que sólo eran palabras, prisas, horarios entre luces de neón y puro hielo. Hoy sabemos que la vida nos engaña, que las cosas se nos van y tú con ellas, y es tan raro todo como que te has dejado los últimos versos sobre la mesa, sin corregir, igual que una sentencia cruel del tiempo que nos queda. Mayo entró en tu vida sin flores y con lágrimas, y ha venido a decirnos lo que ya sabíamos y negábamos porque esta vez no sólo eran palabras sobre un papel virgen, como tus noches. Y supimos que un papel puede cortar como un cuchillo, exactamente igual que el aullido de un teléfono: El cómo qué sencillo, qué fulminante el cuándo.

Miguel Munárriz

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Cuesta un sueño abrazarse a los orígenes

recordar a Vega es deambular, hace casi 30 años, por las calles del Langreo posindustrial, con el «smog de ese día determinado, a esa hora justa», buscando «lo que pasó al lado, el otro día», los pasajes anecdóticos y mágicos entre las «chimeneas desvencijadas y los casti-lletes». Imaginando la ciudad... ahora que «sólo quedan una especie de placas erosionadas en la memoria». Es pasear por el parque viejo de La Felguera, desgranando proyectos de libros, comentando la última lectura, maldiciendo el aciago día pictórico, hablando de mujeres, de amigos, de todo. Recuerdos en los que no cabe el sentimentalismo, porque si este aflorase empujado por la emotividad, Alberto, que me conocía bien, me miraría de reojo, con esa expresión tan suya, entre sorprendida y circunspecta, preguntándome si había tomado algo.

Cuando lo conocí, la zona langreana, al igual que toda la cuenca, era un hervidero político. Muchos jóvenes inquietos removían con denuedo aquella espesa sopa de siglas izquierdistas, impelidos por el cambio vertiginoso de la Transición. Nuestra amistad comenzó en el año 1978, no recuerdo el episodio exacto, pero sí que fue al calor del bullicio dialéctico partidista, en esas horas nocturnas en las que podías pensar que a la mañana siguiente el mundo cambiaría. Con naturalidad, los encuentros derivaron más afines: las lecturas de Octavio Paz, Luis Cernuda, Blas de Otero, los cuadros de René Magritte, Solana... asuntos mas bien lunáticos en un ambiente de agi-tación marciana que con el paso de los años devino estratosférica.

Y surgió la revista Arlequín, en 1979, con el «Certificado de naci-miento» de Eugenio Torrecilla, un proyecto en equipo que dio paso a la editorial Plenilunio, así bautizada por Vega, empresa en la que nos embarcamos los dos con un pequeño préstamo bancario avalado por su padre, Emilio Vega, y con un acelerado curso de contabilidad que me dio el mío, Alcibiades. «Plenilunio» es también el título del poema

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que aparece en Memoria de la noche (1981), el único libro editado bajo esta marca (el primero fue Brisas ligeras, en 1980, publicado como edición de autor) antes de ser impugnada administrativamente por su similitud con otra ya registrada. Gracias a la clarividencia y capacidad para centrar las ideas que caracteriza a Ricardo Labra, que lo supo ver de manera inmediata, es también el título de este libro compilador de su obra. «Cuesta un sueño abrazarse a los orígenes», el último verso del poema, resultó premonitorio.

Buscando otro nombre, Borges nos dio la pista con su Luna de enfrente y confeccionamos el primer cuaderno como Luna de Abajo (1982), con la decisiva colaboración de Álvaro Díaz Huici, editor de referencia (y amigo para siempre) con su entonces ya mítica colección Aeda de poesía.

Después, todo sucedió intenso e irrepetible: Miguel Munárriz, Noelí Puente (que ya habían participado en Arlequín) y Ricardo Labra sumándose al proyecto; el inicio de una brillante época cul-tural en Langreo; la programación de actividades de la Casa de Cultura Jerónimo González; Ángel González con Susana Rivera en el patio de la casa de Alberto y Paula (su «Paula, surco diario»); los preparativos de la edición del cuaderno Guía para un encuentro con Ángel González; el Cuaderno de la ciudad; Para matar el Tiempo...

Alberto decía que el poeta es un «solitario solidario», un de-fensor de lo inútil, «aquello que no tiene valor de cambio en una sociedad instrumentalizada», solidario con «la soledad de fondo de cada hombre». Razones éticas y estéticas profundas con las que ex-plicaba su vocación y dedicación a la poesía que, para un descreído como yo, no avalan por sí mismas al buen poeta. Y Alberto es un buen poeta, universal, las cualidades de su poesía se deben única-mente a su personal voz, a su intransferible manera de decir; por lo que nunca precisó una oficina de política lingüística para existir. Buen poeta no porque quiso, sino porque pudo.

Helios Pandiella

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Alberto, donde quiera que estés, danos un poco de aquella luz

iba con Xuan y Tere (Xuan Álvarez y Tere Espinar, hoy dos ami-gos del alma), a tomar algo a La Praviana —me habían dicho—, una sidrería de la calle Julián F. Duro. Me pareció bien. Había es-tado trabajando toda la tarde en la traducción de griego mientras servía vinos en el bar de mi madre y necesitaba despejar un poco la cabeza. Les dije que sí, aunque apenas los conocía. Me parecía una pareja interesante, pasaban de vez en cuando por el bar a to-marse unos vinos, buenos vinos, porque Xuan, entre otras muchas cosas, era un estudioso apasionado del buen vino. En primer lugar sabía en dónde encontrarlo, y después sabía tratarlo y mantenerlo lleno de chispa. Al final fui yo la que acabé en su casa, tomándome unos caldos impresionantes de sabor imposible que no he vuelto a beber nunca más. Los sacaba de una especie de naves rústicas de madera con tintes futuristas, provistas de toda clase de brújulas y termómetros, que a juzgar por los resultados, le sentaban muy bien al vino. Cuando llegabas a su casa, Tere y Xuan te recibían con todo el amor del que eran capaces, y siempre con las copas a punto. Con el paso del tiempo (alguno ya) me he dado cuenta de que no sólo su vino era bueno. Han sabido mantenerse siempre a su altura, alta.

Al entrar en el reservado de La Praviana, vi a alguien con una camisa de cuadros negros y rojos subido encima de una mesa, puño en alto (parecía enfadado), gritando a la nutrida concurren-cia frases que yo había oído alguna vez, de lejos, en algún conato de manifestación contra la Dictadura. Más que los contenidos, me descolocaban las formas, nunca había estado tan cerca de las pro-testas. Me puse en guardia, a lo mejor no estaba madura para aque-llo. Ellos, todos, entraron en mi vida avasallando, sin embargo yo no debí de causarles ninguna impresión, nadie parecía darse cuenta de que yo estaba allí.

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Todo ocurrió a gran velocidad. Un revuelo, noes en el aire, en-tre risas y asombro (más risas que asombro), no sé qué especie de reflexiones que se mezclaban con los sonidos guturales de un marroquí que al parecer había entrado para ofrecernos sus mer-cancías. Un chico alto y moreno, de gafas, con cara de inteligencia, serenaba el cachondeo y le decía dos o tres cosas al moro para que éste, acto seguido, recogiera su escaparate de cartón portátil y se fuera con más prisa de la que había venido. «Ya está —dijo el chico dirigiéndose a mí—, pero no he podido sacarle más que esta caja de herramientas —ahora se dirigía a los demás.» La carcajada fue general. Como no parecía haberme enterado de nada, Alberto me contó que el moro se había ido enfadado, sin el botín que había obtenido en la puja por la vieja caja de herramientas (al parecer el botín era yo), y que más valdría marcharse de allí con viento fresco porque no tardaría en volver con refuerzos.

Aquella resultó ser una reunión, entre cachonda y clandestina, de la LCR. Acababa de conocer a esa clase de amigos que lo son para toda una vida. Allí, además de Alberto Vega, estaban Pedro García Fonseca, una tierna y rebelde furia de la naturaleza que no podía evitar subirse a las mesas, puño en alto, en una pequeña y personal contribución a la futura, inminente democracia. Roque, nombre de guerra de Paco o «Cuco», como lo llamábamos todos cariñosamente, y su inseparable Guto, siempre despertando mi instinto maternal de protección. Javierón, Yeye, Vaquero, Ginio, Lisi, Pedrón...

Alberto y yo coincidimos en nuestro amor por la literatura. Me comentó que había estado estudiando Derecho, aunque en realidad sus pasiones eran la literatura y la política, un binomio frecuente en esta época que fue diluyéndose poco a poco en la democracia. A partir de entonces nos empezamos a intercambiar poemas, yo cada vez menos, impresionada por la altura que veía en los suyos. Nos pasamos noches enteras hablando de literatura, recorriendo las calles de nuestra ciudad, leyendo las historias escritas en sus paredes, muchas veces bajo la lluvia, sobre los charcos oscuros de carbonilla.

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Recuerdo especialmente una noche, sentados en un banco del parque viejo de La Felguera, toda la pandilla. Como siempre, Alberto y yo hablábamos de poesía con tal profundidad que la vida se nos esca-paba por la boca. Mientras reflexionábamos en voz alta, un caballo blanco al galope aparece por un extremo del parque, cruza ante nosotros y en un segundo se deshace más allá, en la oscuridad. Fue como una revelación, y lo digo con sus palabras: «No hay instantes más intensos de estar vivo».

Alberto era una persona inteligente y generosa. Me viene a la cabeza Jaime Gil de Biedma, poeta que los dos admirábamos mu-cho, cuando escribe que él nunca había querido ser poeta, porque en realidad lo que él había querido ser durante toda su vida era poema. Junto a Alberto tuve la oportunidad de ser poema. ¿Quién da más?

Era también un buen poeta. Un poeta local y universal a la vez. Local porque muchos de sus poemas se desarrollan en un paisaje físico que reconocemos, en una ciudad que es la nuestra, nuestra cuenca, nuestra Felguera. Y universal porque a la vez trasciende esos límites físicos y ese espacio se convierte en la ciudad que cada lector lleva dentro, encuéntrese éste en La Felguera o en Madrid, en Sevilla o en Nueva York. Es un poeta moderno, en el sentido bodeleriano, que deja meridianamente clara su actitud ética en cada uno de sus poemas. Una clase de poeta que demuestra cómo escribir verdadera poesía no es un ejercicio de bibliografía aplicada, sino un acto de talento creador cruzado con la vida. Si además añadimos que en sus poemas prevalece la reflexión narrada, cuyo protagonista (porque hay un protagonista) es un personaje que se confunde a veces con él mismo, tierno y melancólico, irónico y quedón, con una ironía que nos recuerda muchas veces al poeta Ángel González, uno de sus maestros; y sustituimos a parnasianos y simbolistas por novísimos y poetas de la generación de los ochenta —su generación—, y además tenemos en cuenta las fechas en las que están escritos sus libros, ten-dremos que Alberto Vega es uno de los pioneros de la Poesía de la

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experiencia, corriente literaria que se impuso mayoritariamente en los años ochenta, y no lo digo porque sea un honor, sino para constatar un hecho objetivo. ¿Qué le diferencia, entonces, de la nómina de autores de esta tendencia estética? Que su obra no ha traspasado los límites de Asturias y, por lo tanto, no es conocida. A excepción de su último libro, Estudio melódico del grito, que ha podido ver publicado en Visor antes de morir.

Si esta obra completa que ahora presentamos —feliz ocurrencia de la asociación cultural Cauce del Nalón, generosamente secun-dada por nuestro Ayuntamiento— sirve para dar a conocer el resto de su obra allende nuestra tierra, la propuesta habrá cobrado todo su sentido y una puerta se habrá cerrado a la injusticia en algún lugar del universo.

Noelí Puente

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Alberto Vegaobra completa

1980-2005

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La oscilación de minúsculas y mayúsculas al comienzo de dedicatorias, en títulos y poemas, así como ciertos signos de puntuación utilizados de una forma, digamos, no habitual, obedece a nuestra voluntad de respeto hacia el autor, quien así lo ha querido expresar en las distintas etapas que abarcan sus libros. Son pequeños o grandes detalles que sugieren contenidos y por lo tanto imposibles de unificar.

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Brisas ligeras(1980)

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a Paula

Los poemas son objetos verbales inacabadose inacabables. No existe pues lo que se llama«versión definitiva». Cada poema es el borradorde otro, que nunca escribiremos...

Octavio Paz

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prólogo

Algoque mudómi rosario de urgencias.Y fue la noche suficiente cómplice,amiga y moradora de interiores álgidos.

Algo,primavera, sombra caudalosao río de unas manos en presenterompiendo con su pulso antiguos poemas.

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lápices de insomnio

Lápices de insomnio,claroscurode la lluvia en las aceras:Qué ganas de romperle las costillasal silencio.

Vidas imposiblesabarcandola cintura de la noche:Qué delirio de absurdas agoníasnuestro tiempo.

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el fuego y las hogueras

Fuimos encerrando lentamentela suelta llama del fuegoentre las piedras cenicientas de la hoguera:

ya ves, hoy apenas tiemblauna débil espada fluorescenteen cada techo de amores aventados,en cada encuentro cautivo, en cada reja,en cada espanto...

Y nosotros querríamos gritar,desdibujar el nombre de las cosas,abrasar de libertad en cada gesto.

Pero una pesada losa hirió los parquesy en las manosde los jóvenes amantes agonizala tibia escaramuza de los cuerpos.

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geografía del sueño

a Eugenio Torrecilla

Tormenta de luna quieta:en la almohadaun arcángel de nieve nos despiertacon cien ojos abiertos para el sueño.

Y exultantela sombra del recuerdose multiplica en hondos aspavientos.Al abrigo del Ser y del milagronuestra brisa interior la noche alerta.

Despertar no es morirsino abrazarsea las cosas que nos golpean más de cerca.

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soledades

Versos a la muerte de la Historia.Relámpagos, disparos interiores.Luz que trasciende la cósmica memoria.Presente que se agita y se revierte.Indivisibles ojos de planeta.

Versos a la muerte de la Historia.Besos en la frente del poeta.

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palabra

Tiréuna sortijade vientoal pozo de mis deseos.

Pedípara tus ojosdormidosbalas de papel impreso.

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transparencia

A vecestu transparencia se deslizacomo una gota de agua trabajadaentre raíces de pino temblorosa.

Despacioalargas los ojos como púasde viento prendido en la cariciade una mirada sencilla y planetaria.

A vecestu transparencia descolocael ebrio sentido de los díasy arrinconas el tiempo lo redimes todo.

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caminantes

Una mano sobre otra:dos limpiascicatrices en la cara del futuro.

Una noche sobre otra:dos arroyosde sombra luminosa y fértil.

Una vida sobre otra:dos palabrasetéreas y firmes, como el viento.

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despedida

a Pedro

Rota la noche.Desangelado el verbo.El abrazo amargo, la calle infinita.

En los ojos un gesto de charol.Un recuerdo fugaz en cada fibra.

Adónde, amigo...

Adónde ahora el calor de nuestro vino,los árboles del parque,la lluvia y las cerezas compartidas...

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espuma

Cada rincón de tu pielespuma fértil

ahorael tiempo y tú

estatuas de agua fresca

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cristal

En los ojos del poetaqué bella la luna bella.

En los ojos de los niñosqué alta la luna alta.

En los ojos del suicidaqué fría la luna fría.

Bella quimera. Alta señora. Fría cuchilla.

Cósmico espejo de cada pupila.

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cuando nunca

Mi equipaje volveráverticalmente la espalda.Cerrarán mis ojos turbios,quedará fría mi cama.

Nada tengo, nada espero.Soy nada para la nada.

Si estoy vivo es porque muerohoy aquí, lejos mañana,siempre, nunca y mientras tantovoy andando por la playa...

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súplicas de tinta

Devuélveme ahora luz que puedesel ajustado satén de las palabras,el atardecer marchitode ayer mismo en las paredes,

que quiero aliviar este sabora paladares rotos que me invade.

Y escupir contra el barro de los cielostodo el precinto hiriente que amortajanuestras abiertas alas de carne.

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retrato del suicida

Se miró en el espejohasta no verse,hasta quemar sus pestañasen el vértigo frío de la propia esencia.Era la brisa de cualquier mañana...

Se miró en el espejohasta romperloen cristales de pólvora mojada.

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concierto para piano y taberna

Qué fina elegancia, qué aposturaen cada interior bostezo, en cada gesto,en cada exquisito movimiento de la damaque lánguidamente acariciaen su pañuelo de seda las notas del concierto.

Cautivan la desgana del adquirido esposoretablos, oropeles, arcángeles barrocos.

Ah, qué gozo infinito ver cómo se pudrenbajo el pesado sarcófago de sus propias cabezas.

Ellos, imbéciles, no saben que Franz Schubert,cálidamente borracho hasta los tuétanos,aún improvisa nocturnas melodíasen la más sórdida taberna de Vienasobre los blandos muslos de una prostituta.

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disparos de niebla

a «Garín», asesinado en la calle

Era precisoensayar nuestro grito desgarradopor encima de los vivos y los muertos.

O morir en el aire de un disparoentre el brillo sintético y la nieblade sus uniformes obsesivos.

Era preciso.Gritar.O abrazarse al compañero asesinado.

Erradicar el llanto que aún bebemos,ronca ya la garganta,los ojos ametrallados y serenos.

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plomo en las horas

A solas, derrotado como tú,arañando en silencioel eco gris que prolongansiglos y capillas opresoras.

A vueltas de mi única posiblehumanidad perecedera,musitando sencillamentecon letras minúsculas y leves:

mierda...

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síntesis

La noche, a gritos de una estrella,sembró la piel de dos orangutanes.La mañana puso al hombre tras su huella.

Siglos desbocados cabalgaronla presurosa calma del espermasobre una ola de jazmines y de cardos.

Hoy mi espanto vital tiembla en su cresta.

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nosotros

a mis amigos

Nosotroslos que arrastramosun pedazo de nube en los zapatos.Los que damos rienda sueltaa las noches, a las risas, a las manos.

Nosotrosla rota escarcha que no pudoinundar de guitarras las aceras.Las afiladas uñas que amenazanel gigantesco celofán de Lo Establecido.

En cuanto a vosotros, necios verdugosdel placer, el aire libre y la palabra,mejor os trague la tierrade una fiera y precisa dentellada.

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para tus labios

Para tus labios, cielos de hachís.Para tus labiosa ratos prendidos en el centelleoleve y melifluo del tiempo.

Para tus labios abiertosretozando en la noche por mis pradoscomo potros ardientes,como ardientes y prófugos caballos desbocados.

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música, música

a Helios

Te ofrezco mi guitarra luminosao mi oído leve.

Danzaremos nostalgia entre los dedoso escucharemos juntosel abismo irrepetible de las ondasentre las blandas caracolas del silencio.

Rastros, alcances, azahares, notaspor el aire: norte y sur,este y oeste.Transgresiones del tiempo y del no tiempo.

Música, música tibiapor las arterias de los días nuestros.

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agonía del estruendo

Lejos de tus costasel agua forjaba horizontes de sal.De tu pelo se habían ido las estrellas.

Nuestro cobre yacía desarmadoentre los polos minerales de la noche.

Tú y yo,quietos en el siglo,escuchando absortos como tantas vecesel eco agonizante del estruendo.

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poema en pie

Heridoen la batalla,rotoel acero,álzate del polvocomúnde las pasiones.

Y que tu gritoahogueal buitreque desciendesobre la quietamurallade tu Soledad de Hombre.

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canción de alcoba

Imagino los ríos del mañanacomo cantos robados a la Vida.Abandono a su corriente mis tobillos:cantos rodados, presa de los tiempos.

Tú eres mi bandera de agua frescasobre el canto insurrecto de los muertos.

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epílogo

Veintidós arrebolesen el cieloraso del camino,separando las cintasde luz abierta y heridaque ensancharon mis pulmonescon su aliento.

Veintidós blancas manosal espejode taparse las vergüenzas.Veintidós pequeños dientesque ni perdonan ni olvidanlos golpes que amenazaronel marfil de su quimera.

Veintidós largos añosque se estirancomo tensas cordillerashacia los mares tibiosen donde tienen puestala esperanza precipitantede sus cumbres...

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Memoria de la noche

(1981)

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con esta nueva entrega, esa voz de la noche que es el verso de Alberto Vega vuelve a dejarse oír. Ya su libro anterior, mejor que Bri-sas ligeras, título engañoso y excesivamente modesto, podía haberse llamado muy bien «Fuego nocturno», porque entre sus sombras —y abundan en él las sombras— crepita la llama que devora al poeta. Desvelado por frustraciones muy hondas (los sueños de la vigilia, ali-mentados por el ideal —esa «suelta llama del fuego» que prende en los corazones jóvenes— son difíciles de cumplir y dejan en el ánimo un regusto amargo) Alberto Vega parecía rehuir la confrontación del día y refugiarse en las tinieblas. «Y fue la noche suficiente cómplice», leíamos en el prólogo del libro, cuyo poema inicial repetía: «Vidas imposibles / cabalgando / la cintura de la noche».

De la continuidad de su tránsito por esa oscuridad propicia, nos da referencia ahora en Memoria de la noche. Y entre la algarabía confusa que nos despierta a los plácidos burgueses, por encima de «el ruido y la furia» desatados por los muchachos que cruzan bajo nues-tras ventanas arrastrando «la pobre loba» de su juventud —que decía Machado— llega de nuevo esta voz articulada y precisa, intérprete del clamor de estos «ciudadanos de la noche / pálidos restos de luna y marihuana» cuyo paso nos inquieta. En la poética que abre el libro, deja bien claro su propósito de «ahondar en el grito ritual» y bucear en el «infortunio colectivo», traduciendo aquel grito en «equivalencias literarias».

Debe el lector, por tanto, hacer un esfuerzo y descifrar el mensaje de una generación incomprendida que le llega en estos versos.

Hay desencanto en el presente Memoria, hay rabia contenida. Son noches sin lunas decorativas las de Alberto Vega, aunque en ellas clarea el consuelo humano del amor —si bien amor y muerte van ligados en el título de uno de los tres capítulos que componen el tomo.

Le es difícil a nuestro poeta encontrar su camino vital en la oscuridad. Por algo acude a estos versos de García Lorca para re-unir el primer grupo de poemas: «He visto que las cosas / cuando buscan su curso encuentran su vacío».

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Se trata del vacío existencial que se extiende ante el hombre, más allá de la zanja donde yacen las ilusiones. La lucidez engendra desiertos, pero aún en ellos existe un caudal de agua subterránea que se manifiesta en la maravilla de los espejismos. Y es necesario avanzar sobre la arena estéril, o entre las sombras, avanzar siem-pre con un sueño en la mente. «Sueña el árbol...» ¿Cómo no ha de soñar el hombre, «sombra incierta cobijada / bajo sueños...»? Efectivamente, Alberto Vega, «así el hombre».

Eugenio Torrecilla

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memoria de la noche 67

Toda memoria es un tropel de sangre que desemboca, de forma confusa, en los propios orígenes. Remontando el curso irrepetible de mi vida, entreveo dos seres, encumbrados y desnudos, destilándome a la luz primera.

Para ellos, Josefina Gutiérrez y Emilio Vega, este sentido cuaderno de poemas.

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I. Memoria de la noche

he visto que las cosascuando buscan su curso encuentran su vacío

Federico García Lorca

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estos versos

estos versos apenastrazo fluvial, manso despliegue,manantial de intuiciones y memoria,privada experiencia,vivida realidad deshecha enequivalencias literarias.

raíz visiblede un maltrecho testigoque, para su reposo,ahonda en el grito ritual mediante propiasclaves de infortunio colectivo.ardua identificación, vértigo humano...

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noches: panteras del recuerdo

Pudieran sermontañas vertebradas o infinitasarenas de un reloj,

sombras desnudas que a tientas agolparangestos y miradas anterioresa su regreso álgido y confuso.

Innumerablemente me abandonoa sus múltiples huellas:

ciertas noches vividas aún me turban,como panteras inquietantes del recuerdovibran bajo las formas del poema.

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silbido en re menor

Aunque adoro todo aquello que nos unecomo un copo de ausenciacon la frente en los cristales silbo y caigoenfermo leve de viejas melodías.

Algo nos va olvidando impunemente.

Mi ventana es un libro inacabadosi te peina de luz en el recuerdo.Algo ajeno a este sentir nos va olvidandomientras la tarde agoniza bajo nubes de cobre.

Las mismas o las idas, ya qué importa...

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una canción de lluvia

Retorna sin sentido una canción de lluvia,de horas mansamente corrompidasque una mano olvidada fue guardandoen pálidas postales y cofres de silencio.

Debo pensar en mí (como un suspiroalgo innombrable y gris gotea inmenso).

Hoy despliego las alas de mi presente inmóvil,humedezco los labiospara beber de la noche cenicientaque puntualmente avecina sus candiles de sombra.

Qué delirio en el alma, mis edadestambién llueven y pasan, vuelven y me interrogan.

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aquella música

Resbaló como un suspiroy se fue salpicando las ventanas.

(Cuánto espejo abatido, cuánta gloria inacabada).

Horas de lluvia y tedio bien quisieranretomar aquella música en las sienes,en el cuello aquella irao aquellos labios. Vano empeño.Palidece a lo lejos como alma en el destierro,huye su espectro hacia el olvido manso.

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ciudadanos de la noche

A esa hora tendidaen que las ventanas duermen y los gatoscomo iluminados seres aman,nosotros,ciudadanos de la noche,pálidos restos de luna y marihuana,lentamente regresábamos a casa:

—Decidme, lo preciso, cuánto olvidoaguarda inexorableal niño ya remoto, al dudoso adolescente,a la música exacta que inunda este momento.O es que tampoco nadasabéis de este concierto de pasos que estremecenel silencio nocturno, pavorosos y neutros

como nosotros mismos... Como nosotros mismos.

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rondó

Desde mi fulgurante y soterradaidentidad desnuda.

Cuento pájaros grises, veloces atraviesanel cielo vertical de una ciudad sin nombre,babel donde las sombras arquean su costadocomo gatos clamorosos y enigmáticos.

Desde mi fulgurante y soterradaidentidad desnuda.

Nunca profanes, cuerpo, esos lugaresque aún conservan la atmósfera precisade algún instante que vivió quien ya no eres.Piensa que has de volver, pero hazlo solo:esa es tu libertad y tu condena.

Desde mi fulgurante y soterradaidentidad desnuda.

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nocturno

Esos días son reptiles que te asaltan.

Y vuelves, tú lo sabes, desgarrado,con esa llama sutil de interrogantesbailándote en los ojos.

Y apartas los libros casi a manotazos—fiebre, ginebra insomne,música helada y sábanas de olvido—.

Y te hundes en la noche de tu cuartoatroz y solitariocomo un perro que se lame los testículos.

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habitación de hotel

Quería la exactitud del dardopara el centro indefinible de las horas,beber, sentir, callarhasta el vacío absoluto del vino y la palabra.

Mas un ángel de pasiones huidasya era inmenso habitante de sus ojos.Asesinó, para seguir intacto,aquella vieja costumbre de silbar a solas.

Y todos los días impares del olvidolloran hoy su perdida voluntad de pájaro.

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quizá en la calle algún perro inevitable

Más paradisíacas manzanasy en tus ojos el recuerdo de una nocheno tan anterioren que un ángel armado bruscamentenos arrojó de las calles solitarias.

Whisky barato, rock duro y otra copa,cada beso un horizonte de cerezas,el tiempo de altas horasdesvanecido en la penúltima sonrisa:«Mira, mejor llevamos la botella».

Luego tu pelo cerca mojando las aceras,quizá en la calle algún perro inevitable,algún muro imprevisto, un policía:«Identifíquense, vamos»camino de tu cuarto, amiga mía.

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al viejo soldado l. c.

Deambulabas como un lobo malheridopor la estepa de la gran ciudad,rebotada figura entre hombros anónimosy ácidas tabernas,desesperanza insobornablemediante letras de amor o cambio.

La ginebra es veloz acompañante,ciertas nocheshuelen a esperma vertido en soledad.

Juraste por la luz del sol odiar con fuerzaeste orden de cosas en el quenos corresponde ser, a pesar nuestro,los miserables.

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«levantad los adoquines...»

Demasiado tarde para casi todo.Tanques en Praga,desoladas aceras de París.Un poema de agua resbaló de nuestras manos,iconos bellísimos ardieron como hojasde un atroz calendario.

Demasiado tarde, incluso, paralas anchas digestiones,los gástricos jugos —quizá juegos— depazzz. Seguiremoscompartiendo las calles y los sueños,desempolvando las conciencias y el asfalto:... debajo hay playas.»

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viaje a la otredad

Crin a crin los ejércitos del miedose rinden en tu alma,eres azul viajero hacia los astros,nada podría detenerte ahora.

(Sin embargo... un clamor, otra mirada,de nuevo el niño que se asusta y vuelve).

Cien batallas te aguardan, mi esperanzava contigo, a tu lado ardecomo regalo viejo de quien te ha queridosin que jamás mediaran dioses ni demonios.

(Sin embargo... un clamor, otra mirada,de nuevo el niño que se asusta y vuelve).

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plenilunio

Roza pues con tus labios el dormidopubis de la luna,embriágate de lúbricas mareas,azul bajo los astros, efímero, insaciablerecobra tus caminos, vuela o calla.

Neblina sigilosa o beso errantevuélcate sin cuidado, sé tú mismo,cabalga en el espacio que ambicionaspara tu suerte próximaa lomos de una estrella incontenible.

Tendrás la llave de todo paraíso.

Cuesta un sueño abrazarse a los orígenes.

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II. Signos de amor y muerte

tus pechos dos iglesias donde oficiala sangre sus misterios paralelos

Octavio Paz

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i. ausencia

Hoy mi cóncava caricia no tropiezacon tus montes de trigoajados por el hielo de la ausencia,hoy recorre mi casa desoladoel toro abrasador de lo indecibley regresa la noche, como un cuenco vacío,sobre mi soledad quieta en la ventana.

Hoy gimen, se me clavan en los dedoslos días de mañana mientras palpomi vino y tu recuerdo inútilmente.

Y pierdo el tacto. Y me revuelvo airado.Y el verbo amanecer me duele.

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ii. regreso

Acércate, olvida golondrinalos áridos lamentos que la lluviaderramó sobre los parques solitariosde todos los inviernos,

resucitemos el más antiguo barrosin cárceles de miedo ni horizontes,como lúbricos diosescoronados de amor y de silencio.

Deja tus ropas, quema la distancia,burla mi tristeza fugitiva en el recóndito paraje de tus pechos.

Así te quiero: golondrina, viento, alero.

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iii. rito

No, no hay nada aquí(o apenas un constante desatino).Nada en el cuarto:únicamente el mundo que se agolpa.

(Nosotros, una gota que desbordala música del vaso.Auténticos al menos si libres la quimera.Nosotros, conciencia de los neciosque fingen y envejecenen tanto apuestan la derrota de su vidaa una carta marcada por la dueña costumbre).

No hay geometrías, ni lazos, ni verdades,ni paraísos líquidos, ni huellas.Tan sólo un cuerpo, un ser tan sólo,despoblado, mar de dos, forjado a tientas.

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iv. ocaso

Mis dedos se despeñan:ocaso de gaviotas por tu frente.

Regreso de tu cuerpo,a su conjuro de sombras anochezcoentre pálidos ríos de ceniza.Vuelvo a mi soledad irreparablecomo el vencido vuelve—coronada la batalla, herido el sol—al caudaloso vientre de su tierra estremecida.

Mis dedos por tu frente, luego acudencomo sauces al abrigo de tu manocallada y numerosa. Lentamenteun ejército de luz nos da la espalda.

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v. presagio

Piedras y murallas abatidas,ruinasde lo que no pudo sermás que un efímero alborozo,un castillo de naipes en el viento.

Nuestro común olor, alquimia plena,se desata sigiloso, vuelve al fríode las baldosas inertes, minerales.

Reúno mis pedazos y me invadenlentos presagios, formas, hielosen esta hora desnuda,precipitado espejo del vacío que aguardaseguro, tenso, agazapado y roto.

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vi. fin

Piensa en quien así habla,sólo un hombreo soberbio mendigo, voz resueltaque llama pan al lecho y aborrecelas horas destempladas como flechas,

que se embriaga de sol y de aguacerotras el paisaje de la hembra luminosaen esas noches absolutas y confusas,plenas de libertad y encrucijadas,decrépitas de estrellas, gritos, almas.

(Y mirabas al techo y te decía:en amor nos embarcamos ciegamentepara eludir nuestra esclava condiciónde hombres atravesados por la urgenciade lo que no poseemos...)

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III. Fatalidades

lo que sucede a un hombresucede a todos

Jorge Luis Borges

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así el hombre

Sueña el árbol en su trono solitarioun capricho de trinos y alamedas.Las ciudades con un soplo de azahares.

La vieja luna besael delicado cuello de los cisnes.Araña tierra seca el vertebrado rayo.

Brama el toro, se mientenacido para el asta de su fuerza.La errante nave ondea su esperanza imbatida.

Así el hombre:sombra incierta cobijadabajo sueños, pasiones y megalomanías.

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miseria de la razón

Cíclicas rutas nos inducenal áspero equívoco,paraje caprichoso e insustituiblede afirmaciones grotescasy autoengaños.

La sombra tenazde las más cautelosas dudasocultarespuestas agazapadas,veleidades, apariencias y fronteras.

Vencidas al cabopor nuevos espejismos de certeza.

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metamorfosis del deseo

Gozaba entre los dedos la vasijadel barro tantas veces deseado,la vio quebrarse luego en ese instantefatal e imprevisibleque sobreviene bordeando toda sed.

...

De sus pedazos rotos en el suelocon lentitud de formas crecerá gigantelo que ha de ser un águila...Cuyo vuelo poderoso le remontea otro lugar en donde aún el barro es agua.

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conjuro

La humedad original de unos cabelloso las nubes arriba potenciales,el afluente caudal de un solo cuerposobre otros lechos también ávidos, profundos.

El fango carmesí donde se hundierandos noctámbulos peces desatados,la fragancia licuescente de unas ropasdesplomadas a la luz de un cuerpo joven.

Madreselva y espumas, frente al miedoel abismo que unos ojos descendieronpara volver intactos a su propia morada.

Voluptuosos pantanos donde apenassobrevive una bestiapor amor:Conjuro de un dios que nos sueña de agua.

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la trama de los días

Acaso la vidanube, roca, gesto, urgencia,lluvia constante, cálizpara los cuerpos que del barroexultantes emergieron como dioses.

...

Dijo esto y luegopleno de polvo, ebrio de silencio,desde un ángulo inconcreto de su almasiguió enredado, absorto en la fatalsimetría circular del mundo que abrazaba.

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espumas rotas

Un barrio, una habitación,una música inequívoca,dos muchachas perdidas entre mares e incendioscon sus cuerpos brindaban por sus cuerpos—afuerala más oculta y frágil brizna de hierbasentía resbalar el sol de marzosobre su espalda tersa—.

Adormilados libros y ventanas,testigos malheridos en lo bellísimode aquella hora,negad vuestra luz por siempre a quiendestruyó la tibia dicha del encuentrocon sus gritos de bestia enloquecida,su menopáusica ira,su incomprensión y su miedo.

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legado del buen suicida

«Su ritmo se quebró, mi voz abrigaladridos de silencio.

Lo confieso, ya no estoy enamoradode la canción aquella que os decía,si en mis labios duelen versos de infortuniosabed que los leí de vuestros ojos.

Amargo fin de mis híbridas pasiones,de mis gentiles máscaras,de todolo que fuera tan mío y tan ajeno...

Si en mis labios duelen versos de infortuniotambién en vuestros ojos, también en vuestros ojos».

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memoria de la noche 101

nubes de napalm

Oxidadas intemperies,retorcidos árboles de olvido,herenciasingularmente rotaen la honda penumbra de los siglos.

Mansa o rebeldementeofrecerías tu edad mortal y resignadaal aire viudo.

Mas hoy nuestros días tropiezan con las balas,en algún lugar múltiple del mundocaen como granizosobre los blandos parietales de los niños.

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ítaca

Los siglos eco, nuestro tiempo—amancebado y corrompido por los dueños—catacumba de silencios,cárcelen cuyo sótano motivos y pulsioneshilan y destejen incansablesmantos de Penélope.

Y arriba, en la superficie,actitudes ígneas o veladas frente al mar.Brota el gesto esperanzado,los ojos tienden puentesde luz, oraciones cifradasen el ansiado regreso del buen Ulises.

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el sueño de los dioses

amigo, aquí no hay inocentes.

cada signo es un lazo, cada gestoalgo que se aventura fugazmenterasgando esta atmósfera impalpablede recuerdos que serán un día.

blasfemar desde los márgenes del sigloo amanecer desnudo y sonrientea nadie salva:está escrito en las cuevas y tormentas,en las tumbas de los que no eligieron,en teatros y selvas y banderas...

somos todos o ninguno los culpables.

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Cuaderno de la ciudad

(1984)

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A Helios Pandiella, Miguel Munárriz, Ricardo Labra, Noelí Puente y Paula Granados que —de una u otra forma— me empujaron (me empujan) a seguir escribiendo.

A la memoria de Emilio Vega García, que fue un gran tipo. (Fue mi padre, además).

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Este cuaderno se acabó de imprimir a punto de finalizar el año orweliano de 1984. Ilustró Helios Pandiella una idea (no muy original) del autor del mismo. José Luis García Martín, poeta (Autorretrato de desconocido, Marineros perdidos en los puertos, El enigma de Eros...) y crítico (Jugar con fuego, Las voces y los ecos, Anuarios Hiperión de Poesía...), escribió el epílogo («Esta ciudad no tiene rostro»), a este cuaderno que se acabó de imprimir a punto de finalizar...

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encuentro

He nacido en otra ciudadque también se llamaba Buenos Aires

J. L. Borges

Esta ciudad no tiene rostro.

Un hombre sueña flores de Ketama,mientras dobla la esquina de los díasy le arden los ojos busca en vanoel tren azul que silba en sus zapatos.

Una mujer regresa de París, camina por las calles con el hijoque no tuvo, en vano se detieneante un hombre al que ya no reconoce.

Esta ciudad no tiene rostro.

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edad

para Emilio

Aquí vivieron días gigantescoshombres color de viento y de montañaque dieron a sus hijos un pedazode tierra, alguna bellasuperstición que ellos mismos heredarany un coraje capaz de hacer temblar al siglo.

—No salgas a la calle, se respirauna atmósfera enfermiza, pasan gentescon sus sueños domésticos al hombro,con sus rostros anónimos y sus almas distanteshacia donde les sea más propiciaesa estrecha costumbre de olvidar y olvidarse.

(Aunque saldrás: ya veo en cada piedrauna bota dispuestaa dibujar su huella de luz por todas partes.)

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fantasma

para Michi

¿Qué es un fantasma? preguntó Stephen. Un hombre que se ha desvanecido hasta hacerse impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.

James Joyce

Un fantasma es quien te llama por tu nombrede forma inesperadaen una calle concurrida, entonces sientesque se confunden en su rostro tus edades—algo así como un vértigo inconcreto—mientras buscas al azar en el desván del tiempola sombra más antigua del perfil que olvidaste.

Si en cuestión de segundos recuperas la infanciay ese amigo lejano te sonríecon la misma mirada con que lo hiciera antaño,date por satisfecho, le has devueltoal mundo de los vivos.

Por idéntica razón habrás resucitado.

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trama

para Helios

Al norte del recuerdo cuántas horasde fatigar aceras...

Qué niño fuimos, qué dibujo de tizalentamente se borra de los muros,dónde la adolescente imaginadacomo un beso profundo entre dos sueños,o es acaso mentira que solíamosde bar en bar desalojar el miedoy alzar guitarras contra el aire clandestino,que todos los caminos se incendiaronpara nosotros de falsos paraísosy luego el duro golpe de un cuerpo despoblado...

Tal vez es la ciudad quien nos inventay a su capricho traza nuestras vidascomo intrincados signos de su propia historia.

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amanecer

Si decidiéramos cambiar nuestros zapatospor altas palomas de cristalvolaríamos felices sobre este mar de asco.

No estoy hablando de mí,tampoco de quien odio si amanecey abandono mi celda con tacto de abeja.

Otros regresan a su trabajo innoble.

La libertad tiene cara de nube y de palabra.

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memoria

En otro tiempome encandilaban las noches y mis pasoseran signos torcidos: me recuerdoentre luces afónicas tentando madrugadaso escuchando los grises tambores del silencio.

Tarde supe que la vida no perdonaa quien huye de sí: pronto cayerondel lado del olvido esos momentosy hoy sólo permanece de todo lo vividolo que no pudo ser o fue a destiempo.

Doy gracias por saberme en el camino,

y no ser inmortal.

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centro

para Ricardo

Hay un sabor a nada en cada trago,en cada gesto avanza una prisa sin olas,sin sentido los pájarossobrevuelan la luz roja de un semáforo,

fruta imposible y vana. Crece un cantode peces de latón y hojas enfermasen oídos abstractos,un rumor a hombre solo por debajo del ruido.

Yo camino despacio

(Es decir, estoy vivo).

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fuga

Nada más fácil que ordenar el cuarto,recoger varias fotos y algún libro,doblar el impermeable y no decir palabraal arrojar las llaves encima de la mesa.

Si se tienen veinte años el mundo es un espejo,nada más fácil que soñarse libre,silbar una canción y deslizarsepor un vértigo nuevo de noches y autopistas.

Lo malo es que las nubes se repiteny el tiempo es como un chicle de nostalgia,nada más fácil que mirar al fondo de un vaso y ver el rostro de un amigo.

De las cartas que se escriben sangre arribasiempre hay una que maldice la distancia,el camino es un círculo y entoncesnada más duro que volver a casa.

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interior (1)

Una especie de ausencia a bocajarroy el corazón enfermo de politonales.

Duerme un trasgo desnudo en cada objeto.

La casa huele a mares de ceniza,afuera nada ocurre.

Silencios neutros, blancas soledades.

Desfilan, fantasmas sin sentido,los nombres propios y ajenos del olvido.

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interior (ii)

He de sentir nostalgia de este cuarto—elementaly dulce como un sí—donde ahora fumo doblemente soloporque no estás y basta.

Y seré mi enemigo de ese día—es probableque siempre lo seamos de algún modo—en que tú cantarás en voz muy bajala canción que imagino.

Ojalá entoncesno se rompan los vidrios del recuerdo.

Ni, como hoy, me duela tanto la memoriaque tenga que inventarme.

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lluvia

Cuando llueve me olvido del paraguasy dudo largamente con el cuerposembrado en las aceras.

Hago estoporque comparto la alegría de los árbolesy he decidido pensar en lo que importa.

(Pero al rato ya estoy tras los cristalesy me froto las manos como un niñosi un gorrión busca abrigo en mi ventana.)

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perdedor

para Noe

Entonces era joven, tenía los bolsillosllenos de golondrinas,por el contrario en la cabeza le anidaronaves un tanto raras, pájaros del deseo.Sus amigos se casaban los domingoscasi tranquilamenteo morían de golpe sin cuidarsede dejar cuatro letras explicandoqué razón poderosales había empujado a esquivar la mirada,cambiar de acera o sonreír con carade imbéciles profundos ante un pez de colores

(Esta banal historia no tendríala menor importancia de no ser por el hombreque navegaba ríos de ginebray hablaba solo en un café mientras se hundíaentre las piernas abiertas de la noche).

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viaje

No soy yo quien ha salido esta mañana,lo supuse tras bajar las escalerasy no ver el mismo cielo que acostumbroy sentir en el cuello un abrazo de sal.

No soy el tipo ese, tan extraño,que ha descendido hacia el pretil de un muelley se ha sentado sobre una piedra solay ha mojado el pañuelo de mar para las sienes.

Dudo que yo pasara el día enteroaguardando la entrada de algún barcoo de alguna esperanza del color de mi tierra.Dudo que yo haya escrito este poema.

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adiós

Con esa serenidad de loco razonableque tú no desconoceste dijo adiós como quien fuma un cigarrillo.El desconsuelo ardía en la punta de tus pechos.

—Se acabó el juego, querida (Sólo eso).

Cierto que el as marcado de la vidale dolerá: es su precio.

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azul

para Paula

Es difícil explicarlo, compañera,entre otras cosasporque el recuerdo es moneda devaluadaque puede ser muy bella, mas no sirvepara comprar el capricho momentáneo.Cuando me esfuerzo en reagrupar las horasmás nuestras, más felices,inevitablemente vuelven como pájarosa la profunda memoria de otro tiempoaquellos atardeceres envueltos en haschish,la ciudad encantada y azul desde lo alto.Entonces aprendimos a estar solos—es decir, a ser dos, a ser ninguno—y con la noche descendíamos intactos,como al final de un sueño cifrado por la luna,cotidiana y febril como tus ojos.

Es difícil explicarlo, compañera,sin pecar quizá de bobo o de romántico,aunque después de todobien sabes que entre nosotros hay palabrasque no hace falta repetir: así nos bastan.

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nocturno (para flauta doble) i

Y usted ¿se atreve a tocar un nocturnoen la flauta de los canalones?

V. Maiacovsky

Si la noche ha caído nuevamente—poco importa el reloj, la luna, el frío,las ganas de fumar y los fantasmasque todos arrastramos—y has estado deambulando por las calles,pensando distraídoen el placer oculto a que se entreganesa especie de bípedos conscientesque son tus semejantes,ya te habrás dado cuenta: es imposiblevivir otros momentos más plenos de estar solo.

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nocturno (para flauta doble) ii

Esos gatos sin dueño que, de vuelta a casa,nos asombran rondando las aceras,ágilmente controlando nuestros pasoso despachando su celo de un modo que los hombrescreemos olvidado,de alguna forma son como nosotros mismos.Sobre todo si es muy tarde y el alcoholnos hace inexplicables solidarioscon toda especie de seres o de sombrasque nos recuerden que no hay nada en esta vidamás deplorable al fin que haberse muerto.

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anuncio (por palabras)

Vine a estas líneas con una idea fijay la perdí y he de hallarla cuanto antesporque temo que luego se me olvidedefinitivamente (Hoy en día no cree nadieen los guardias urbanos ni en las columnas grisesde los turbios periódicos locales).

Soy consciente de que esto es un poema—algunos métodos son más que reprochables—pero me urge saber qué fue de ella,tan alta como era, tan libre, tan campante.Gracias por vuestra ayuda, sólo esperoque al menos siga viva en la frente de alguien.

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zona

Aún se llena de muchachas y de círculosla plaza aquella, giran todavíaen la tarde los colores de sus ropaspor las calles del barrio hasta perderse luegoentre el humo delirante y las cervezas

(Ellos saben que a la hora acostumbradase irá tanto deseo de los ojos.

Algunos permanecen aguardando la músicaimprobable y feliz de una aventura).

Yo nunca más he vuelto, aunque se diceque un hombre sin pasado algunas noches—especialmente tristes— contempla las paredesy fuma silencioso y se emborrachay paga con decoro y se va y nadie sabeque ha cumplido una cita con sus sueños de aire.

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luz

El pan de la mañana en dos mitadesincomparables e idénticas.Tu fatiga de luz al mediodíaposa de nuevo para otra intrascendenteacuarela de lluvias.

No has de rendirte a la sombra si atardeceuna nube de plomo en tus zapatos.Pues Venecia está lejos casualmentey una noche de librosaguarda en cada pecho el naufragio perfecto.

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Esta ciudad no tiene rostro

la ciudad —la cosmópolis moderna con su sincretismo cultural, su amoralismo y su anonimia— entra en la poesía en la segunda mitad del siglo xix, de la mano de Baudelaire.

Antes sólo había lugar en el verso para lugares prestigiados por el mito y la arqueología: la homérica Troya o la Jerusalén celestial, la Roma que en Roma buscaba Quevedo sin encontrarla o la Itálica en ruinas llorada por Rodrigo Caro.

Tras Baudelaire son muchas las ciudades que un poeta convierte en símbolo propio y universal: la Lisboa que sueña junto a los mue-lles del Tajo con el regreso de un imposible don Sebastián o que oculta el tedio de vivir entre los desvaídos espejos de un café, unida ya para siempre al nombre plural de Fernando Pessoa; la Alejandría árabe y judía, inglesa y griega, donde Cavafis trata de recuperar en la tersura adolescente su propia juventud y el tiempo feliz en que los dioses convivían con los hombres; el borgiano Buenos Aires de ciegas esquinas y hondos patios con parras y pozo... Ciudades a la vez muy concretas y situadas —por la magia del verso— fuera del mapa y del calendario.

Y a esos núcleos urbanos que se asocian fundamentalmente a un nombre se añaden otros que siguen conservando su poder de fasci-nación a través de los siglos: la «celeste Córdoba enjuta» de Gón-gora, de Lorca, de los poetas de Cántico; la Roma que se humaniza y sólo en apariencia se degrada en los versos de Alberti (llenos de gatos y basuras y meadas) o la Venecia «ante el mar de los teatros» que volvieron a poner de moda los novísimos.

Alberto Vega no se refiere a ciudades ilustres («Pues Venecia está lejos», se nos dice en el último poema del libro), sino a una ciudad sin rostro y sin nombre, una fantasmal proyección del fantasmagórico personaje que protagoniza sus versos.

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Las aceras insistentemente fatigadas (el adjetivo remite a Borges), las calles invadidas por desconocidos, el refugio de algún bar, cierta plaza con muchachas —también los gatos nocturnos y en celo—, tales son los vagos elementos urbanos que se mencionan en estos poemas. No hay culturalismo ni referencias concretas: Alberto Vega habla de cualquier ciudad, de la cárcel sin muros donde erramos todos.

Sin muros y sin escapatoria: «No soy yo quien ha salido esta mañana», leemos en el poema Viaje, irreales resultan cuantos pasos creemos dar fuera de su angosto perímetro.

Un hombre deshabitado entre la solitaria multitud de una ciudad que está en todas partes y en ninguna. Ése es el tema de este libro.

La ciudad como marco inexistente de una ausencia. Una ciudad de palabras asordinadas y pudorosas que nos conmueven con su cernudiana queja por «vivir sin estar viviendo».

José Luis García Martín

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Para matar el Tiempo

(1986)

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para matar el tiempo 135

Debo una explicación al posible lector. A lo largo de varios años se han ido agrupando estos poemas, escritos en su mayoría como puro ejercicio, como hipotética producción de un personaje de ficción —Manuel Pomar— nacido y recreado en horas de papel, soledad y domésticos fantasmas personales. A ello, probablemente, se deban los cambios de estilo, humor y concepción del poema que pudieran advertirse en el conjunto.

Después de las dudas pertinentes, decido firmar el libro con el propio nombre por varias razones, unas de orden lógico y otras de orden mágico.

Por una parte ocurre que, sencillamente, no me apetece jugar al juego de los heterónimos (los honorarios de un psiquiatra no están al alcance de cualquier economía).

De otro lado, dos líneas de Gil-Albert, recientemente leídas por azar en una vieja publicación periódica, arrojaron la luz última y definitiva sobre mi confusión y mis prejuicios:

Nos solemos disfrazar de lo que somos.Sin saberlo, claro.

Al presente Para matar el tiempo, en un primer borrador, seguía un subtítulo: Infancia, delirio, amor y muerte de Manuel Pomar.

Creo que yo, ocasionalmente, me he disfrazado de ese hombre (es decir, de mí mismo).

A. V. (noviembre, 1985)

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buenas noches, amigos, ciudadanos, espías...

Te aguardaba en estos versos.

Entre la niebla cotidiana y unos granos de opioelegí este horizonte de noches y fonemaspara mirar tus ojos frontalmente.

Ahora soy un príncipe encantadobajo este aspecto de sapo un tanto líricoque deberás besarsi quieres que este cuento acabe bienpara nosotros. Créeme:no hay orgullo ni bajeza en mis palabras.

Yo te aguardaba en estos versos desde siempre.

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De mi pequeño reino afortunadome quedó esta costumbre de calory una imposible propensión al mito

G. de Biedma

¿Por qué para ser felizes preciso no saberlo?

F. Pessoa

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fort apache

Más de una vez, al preguntarmede dónde viene toda esa tristezaque se agolpa en mi cuarto algunas nochesmientras tomo la pluma, he visto a un niñointeligente y limpio y ordenadohablar solo, arrastrarse por el suelo,colocar sus apaches alrededor de un fuerte

(Creo que volvería a ser felizaunque los indios perdiéramos siempre).

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elogio de la mentira

No la mentira que guarda el oro suciodel poderoso, no la torpediatriba del Todo Se Pareceo el Nada Permanece, no la historiainterminable y falsa del bellaco a sueldoo el meapilas sórdido aprendiz de sabio.

De la mentira doméstica, pequeña(casi verdad y casi sueño) hablo.

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aventura

No era la noche, se le parecíacomo el perfil de un sueño al de otro sueño.Pero caíamos en su trampa medio ciegos

(Salir luego del cine es ser protagonistade esa otra aventura que es la vida).

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carta del traidor a su conciencia

Apenas cuatro letras,trato de conjurar el miedo acaso,el sórdido tumor que ni sé cómo empujashacia adentro de mí con largos dedosposiblemente humanos, aunque ajenosa todo cuanto el hombre despavorido teme.

Apenas cuatro letras, mala puta: vete.

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parábola del hombre afortunado

Del sacamuelas aquel, mezquino, sifilítico,entrampado y miserable hasta el sombrero,que se fue sin dejar rastro, únicamentetuvo noticia un primo algo lejano.

Parece que contaba (entre otras cosasde interés limitado) lo bien que le había idoen cierta isla exótica, gozando del cuidadoque algunas buenas gentes le prestaron.

Cualquier incrédulo podría ver las fotos:

él rodeado de frutos y mujeres,él abrazado por jefes y hechicerosque adornaban el pecho con extraños collaresde muelas cariadas y enseñabangrotescos y felices sus dentaduras de oro.

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lo mejor para el insomnio es dormir mucho

Teníamosuna edad optimista y un amor de pupitre,un secreto en la almohada y un amigo gigante,el único recuerdo la voz de nuestros padrescinco minutos antes (No hagas esto o aquello).

No es lo mismo escribirlo desde esta estatura,habría que leerloen un cuaderno de rayas y paloteso escucharlo en una radio familiar(Aunque se hayan perdidocon nuestra infancia para siempre aquellastardes de lluvia y tedio tan grandes y amarillas).

Teníamosbastantes años menos y qué importa ya eso...

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el doble

Hay un problema entre nosotros: túsonríes a los gatos por la calle,mientras yo cruzo los dedos y les temosu memoria salvaje.

Pasan rostros anónimos y túles vas poniendo nombres y señales,yo en cambio me descuido entre las nubesy silbo si me place.

Hay un problema entre nosotros: túvives dentro de mí y eso es muy grave.

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abracadabra = m.c2

Lo ingrato de esta vidaes que sobra tiempopara inventarse un destino y un infierno.

El que falta para ser barro inmortal

(Trotan nuestros corazonescomo tortugas).

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Al penetrar en el infierno literario va usted a conocer sus artificios y su veneno; sustraído a lo inmediato, caricatura de usted mismo, ya no tendrá más que experiencias formales, indirectas; se desvanecerá usted en la Palabra.

E. M. Cioran, Carta sobre algunas aporías

Sí, respondió Morand, encendiendo otro cigarrillo, pero me gustaría que me explicaras por qué estás tan seguro de que... Bueno, de que has tocado fondo.

J. Cortázar, El ídolo de las Cícladas

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Partimos con el sol nacientealbergando la frágil convicciónde que al fin todo acabaría siendoaventura propicia para sentirnos unoentre tanto sentimiento amordazado,tanta vida y tanta muerte superpuestas.

Los segundos, estatuas de agua,crecían al azar deshilvanando el tiempo.

Las nubes arriba, tambores de silenciopara el paso inexorable de los días.

Presentíamos la duda como espada enemigacon quien batirnos en cada encrucijada.El camino era incierto,soñábamos con bellos precipiciosdonde arrojar lo que de amargo pudiera acompañarnos.

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Debo hablar de nosotros: éramos audacescomo únicamente pueden serloquienes beben el riesgo en altas copas blancasy se acuestan desnudos con la palabra virgennoche tras noche, corrompiéndola y amándola.

Éramos nobles paladines de una tierrapoblada en sus fronteraspor un denso caudal de sombras alarmantes.

La búsqueda era urgente, precisábamosun talismán de luz para los sueños enigmáticos

(Qué músculo, qué arma, qué raro sortilegiopuede abatir el pulso firmede veinticinco edades cabalgando a un tiempo—cascos hambrientos, polvo deseado—a la grupa de su afán incontenible).

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Se adivinaban ya ríos ocultosapenas iniciadosal viaje fabuloso, a las arduas geografíascoronadas por un rumor crecientede cántaros y peces.

Una suerte de frutas abismales—agridulces, lejanas—fue el hallazgo primero de nuestros labios secos.

Luego una extraña alquimia de pieles recobradas,un ligero sopor desde las sienes(Rastros, lugares, encuentros clamorososvolvían bajo un signo azul y cósmiconacido como llama entre la nieve).

Al despertar nos deslumbró la imagen imperfectade una estrella labrada en espejos infinitos.

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Estábamos errados, las horas navegabanpor muchos laberintos,vertientes inconexas, nanas rotasy al fondo aquel vacío prominente,algo como un latido boca arribaque un corazón absoluto bombearahacia un mar poderoso que nunca me fue ajeno.

Hacia el aire, norte y única codicia.

Allí reconocimos la mirada perplejade un niño interrogando a un rebaño de objetos.

En su rostro vivimosde nuevo aquel milagro de arcilla temblorosaque luego el tiempo fuera moldeandohasta lograr las facciones de una máscara perfectacon que ahuyentar el miedo a ser un hombre anónimo.

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Necesitábamos amar hasta el olvidotanta gloria. El horizontevertía luces tibias,caballos mitológicos nacían de la espuma,la playa era un batir de crines a lo lejos.

Porque todo era efímero,aunque un segundo intenso valiera por cien vidasy los pájaros fueran pinceladas inmóvilesen el margen azul de un sueño inacabado.

Intuíamos de forma indescriptibleque el instante detenido es una cárcelhabitada por un soplo de muerte(Algo entrañable y nuestro se rebelaba entonces).

Abandonando las sandalias en la arenaavanzamos tierra adentro con los pies descalzos.

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La leyenda no mentía, en otro tiempoun ancestral hermano descansaba en la hierbay una rara inquietud, un pavor contrahechole asaltó de improviso desde lo más profundode aquel vértigo mudo que luego llamó cielocon acento primario y temeroso.

Fuimos —entre relámpagos de sílex—el buen salvaje, comprendimosque en nuestra identidad brillan sus ojosalarmados aún ante lo inexplicable.

Una fuerza serena despojó nuestro cuerpode tanto barro mítico.

La rotunda presencia de aromas inquietantesdesvelaba un sendero que nos iba alejandodel bosque original de aquel yo antepasado.

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Las huellas eran múltiples, nosotrosun ser tan sólobuscando su camino despavoridamente.

Apremiaban los relojes de la vida,mas no sé lo que vimos:teatros derrumbados, gestos desvanecidossobre la espalda gris de la costumbre.Quizá la hermosa bestia del silencio.

El centro, conquistado por la nada, seguíaperseverando en inútil geometría.

Besábamos las manos vegetalesde quien se abría a nuestro paso como un sauce,como una bendición a cuya sombrareposáramos en horas tan felicesque partir era un sincero y doliente adiós amigo.

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Atravesamos lentas cordilleras,cuerpos lejanos de tacto irrepetiblecrecían como espigas,como soles nocturnos en cuartos olvidados.

Detrás de aquellos montes creímos ver el mar—de nuevo el mar primero y fascinante—mas sólo eran lagunas peregrinasdonde enterrar deseos como ánforas vacías.

Crecía una mujer (nunca tan cercael árbol del incendio)sobre algas y azufre, mármoles y lodo.

Los días y las noches la vestían de agua,su mano cierta hundía las naves en mi pechoen su fondo increíble de ciudad sumergidaguerreros luminosos burlaban a la muerte.

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Súbitamente, limpia como un vértigode luna desmayada en los tejados,la soledad: desnudadiosa humilde conjugando en los espejosla confusa proporción de lo perdido,la esperanza que nadie haría sucumbir.

Leídas en un poso de té amargolas páginas antiguascobraban su sentido más puro en la memoria.

Pero el brillo solar de lo posibleincendiaba fantasmas con su luz de futuro.

El latido presente volvía cada rostroa la sima perfecta de su olvido.La brisa circundante, las cosas inmediatasirrumpían con suavísimas cadencias.

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Cuántas horas de ciego en los jardines,cuántas noches los sueñosy los hombros aquellos derrumbadossobre las cuatro monedas del bolsillo.

Ahora que el destino poco importay el final es el principio, el acto nuevo,me reconforta este zurdo sentimiento.

Sobre la mesa, huida entre papeles,vuela una mariposa ebria de tinta(Aquí los libros fieles,afuera el pulso urgente de la vida).

Siempre aguardan luces nuevas y caminosque ha de pisar con primor adolescenteun hombre intacto que pensaba estar de vueltasin haber ido jamás a parte alguna.

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He olvidado (¿verdad que lo comprendes?) qué real eres, cómo vives en ti.

G. Ferrater

Y detrás de los mitos y las máscarasel alma, que está sola.

J. L. Borges

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problema de amor

Probablemente yo ni escriba versos,hay un hombre que sin duda desconocesbuceando en mis papeles desde siempre.

Hay un hombre que yo mismo desconozcobuceando entre tus pechos desde siempre.

Probablemente yo ni escriba besos.

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tema de la bella y la bestia

—Como loba en celo caminas por mi sueño,lejos del fiero aspecto que otros rehúyen lamesmis manos mansamente y dudo de mí misma.

—Qué, si no tu belleza, podría conmoverme,a mí que nada importan las reglas de este mundo,su aséptico equilibrio y sus necios valores.

—Mas yo soy ese mundo, al menos parte suya,un capricho de formas, un don contemporáneo.

—Te equivocas, eterna te contemplo a mi modo,tu imagen, como un vuelco, desborda mis sentidos.

—No creo en la existencia de un amor sin medida.

—Eso te hace ser frágil: la vida es un exceso.

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la gloria de aquiles

Cierto que amaba la velocidad:

pero nunca intentó violar a una gacela.

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sombra de los parques

Tienen algo de paloma las caricias.

Mensajeras de soles por venircruzan tormentas,descienden a oleajes y cosechascomo aves celestes, blancas, inquietantes.

Tienen algo de paloma las cariciascuando anochecen a la sombra de los parques.

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enamorados de maureen o’sullivan

Aunque sabíamos que era de otro hombrenuestra envidia fue siempremás que dudosa

(Tú Tar-zán. Yo-ser-com-pa-ñe-ra).

Y es que en el fondo nunca descubrimossi aquella lúbrica mujer en blanco y negroamaba al Rey veloz y suficienteo al tímido salvaje amigo de los monos.

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la chica del anuncio

Bien podría comprar esas bragas que anunciao tratar de encontrarla a través de su agencia,pero no, nada de eso,tuve que enamorarmecomo un niño de su imán y diariamentemirarla de reojo por las calles más céntricas.

Últimamente pienso que si cambia la chicade las vallas que nos venden su sonrisano haré por encontrarla a través de su agencia:

Compraré, por despecho, esas bragas que anuncia.

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trip de agosto

El amarillo mar, espuma y orode las sirenas despeinadas que veías.

—No existiría el tiempo (asegurabayo), si no fuera porque estamos dando vueltas,cósmicamente sentados en las rocas,comiendo una naranja.

—Parece que me llaman (y me constaque conocías la leyenda y la olvidastedesde ese instante en que dejó de serlo).

Al día siguiente, recordando todo,parecíamos dos náufragos tendidos en la arena.

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mapamundi

Las lentas carabelas del deseoasomarán como soles cotidianosal este de otros cuerpos.

Y tú y yo llamando vasto mundoa lo que sin nosotros no será(desde Samos a este cuarto de piratas)más que el círculo increíble de la nada.

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Y todo está entendido:el sino de la vida es lo incompleto.

P. Salinas

Y sonrío y me callo porque, en último extremo,uno tiene concienciade la inutilidad de todas las palabras.

A. González

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solo a solas

La soledad es un hospital griscon un enfermo únicoque se levanta y tropieza en los espejoscon su rostro innumerable y su memoria inertey cae en el vacío doblemente vacíodel gran hospital gris de su soledad sola.

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cuerpo y calma

¿Qué es esto que es mi propio cuerpo?—Sólo el móvil solar de un desconocidoal que quiero (supongo) por no conocer otro,es la cara velada de una misma monedaque he gastado y gastado en encuentros diferentes.

¿Qué es esto que es mi propio verso?—Sólo el pulso total, la música en el gritode un hombre que respira y (aunque desconocido)se siente algunas noches, especialmente nuestras,inclinado a nombrar sus asuntos en voz baja.

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dios ha muerto, marx ha muerto (y yo últimamente no me encuentro nada bien)

El caso es que me busco entre las cosasvecinas, entre tantovino bastardo y tertulia de provincias,jugándome los pasos a una cartamarcada en la baraja del destinocon orlas de colores y falsos paraísos,desafiando al tiempo entre mitos y flautas.

Por lo demás, ningún problema. Gracias.

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caja dentro de la caja

He ahí el problema, el infinito duendeque ríe locamente y muda de morada.Cuando crees que le tienes te vas por donde vienesporque el ágil bastardo conoce bien la trama.Es un juego insolente donde la buena gentese agota ingenuamente sin ninguna esperanza.

Y el infinito duende se ríe locamentemientras caes de nuevo en tu propia emboscada.

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me he curado de la vida, voy a morir

El problema no es la copa de cicuta(una ventana sirve, un puñal, una soga)que alguien apura para ser el otro,aquel que todos dicen que se ha muerto.

Así dirán de ti (Y de mí, aunque me joda).

Hay algo cierto:quien en vida se acuesta con la muerteen el fondo no es más que un impaciente.

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nocturno con música de c. v.

Todo me fue dado: ese perfilconfuso de las cosas que me inquietan,ese lento saberse amigo impurode seres que aman, sueñan, envejeceny se mueren un día sin abotonarsetan siquiera el espanto de estar vivos.

Todo me fue dado, sin embargohay algo en esta noche que grita que no es míoen el nombre de nadie(Son testigosla soledad, la lluvia, los caminos...)

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elogio del silencio

De corazón escribiré lo que él me dicte:

trumb, trumb, trumb, trumb...

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noche de carnaval frente al espejo

Tengo que organizarme, aunque me duelavivir como un cretino

(El agua en la cisterna. La pipa en el abrigo.Los dados en la mesa. El gesto en la sorpresa.Mis gigantes de viento almacenando trigo.

Que nadie me despiste. Las cuentas y las rentas.Cuatro por cinco veinte. O mejor: veinticinco.Ojos de caramelo en el rostro enemigo).

Tengo que organizarme, un año de estosordeno mis poemas, enciendo un cigarrillo,toso discretamente, saludo y me retiro.

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La luz usada(1988)

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Sabemos que algunas secuencias de lo vividoen la más temprana edad

permanecen grabadas en el subconsciente de los hombresEs probable

que el material de que están hechas esas vivencias—que nos son dadas luego en forma de recuerdo—

no sea distinto (alguien lo ha dicho antes)al material turbador y equívoco

que da forma a los sueños

Creo que mi inclinación a escribir versosse la debo a una mujer

a la que quiero recordar ahoracantando mientras hace las tareas de la casa

enseñando a sus críos cancioncillas y versos popularesmientras les viste, les mima o les arropa en la cama...

Madre, escribo esta páginaúnicamente para devolverte algo

que también es tuyo

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... La luz usada dejapolvo de mariposa entre los dedos

Jaime Gil de Biedma

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29

Apreciación superficial: alguien pretende—en estas líneas que caen por su peso—justificar cierto yo que todos somos.Su más reciente esfuerzo contra él mismo.

No es probable que así sea,quien escribesólo trata de afirmar su libertaden el poema: patio de olvidos, cárcel invisible.

(poema para un preludio)

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24

Me propongo encender un cigarrillo,lentamentedespeñarme sobre versos y papeles,apurar un gintonic con música de hielo,barajar viejas fotos con la clara concienciade tanto alberto confuso y a destiempo,escribir una página, coma, dos puntos: letraspara una sinfonía interior pluscuamperfecta.

Y qué inútil negarse: ya me encuentro instaladoen mi proposición hace diez líneas.

(a veces ola y otra vez silencio)

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4

Cerca de mi ventanael invierno de nuevo, el gris invierno,desdibuja las calles con lápices de agua.Camino entre galaxias de fonemascomo huyendo hacia el Norte.

Y constato que el calor de las palabrasa veces se nos niega,quizá porque no hay nada que expresarque no sea este estado de embriaguez melancólica,este sentirse solo en un instante

en que el invierno de nuevo, el gris invierno,tiende puentes azules al recuerdo.

(la sangre, como flojo coñac, dentro de mí)

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13

En el centro de un infinitojuego de azareshe pronunciado unas palabras de otro hombre.

Sospecho que en el trance de escribirlashe sido (de algún modolo seré eternamente) un viejo escritor ciegoque aún guarda en un inmueble de la calle Maipú—en el cajón de su escritorio de caoba—el olor de una barra de azufre,los antiguos jardines de Oriente y Occidentey las ruinas circulares de sus propias lecturas.

(lo que decimos no siempre se parece a nosotros)

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15

Es probableque buceando bajo el escritorioreúna las letras de mi nuevo abecedario.

Tal vez en el fondodel vaso largo de gin con agua tónicao en la página cien de los libros más cercanos,aquellos que al abrirlos cada díacrecen al ritmo de mi propia historia.

Quizá ni estén en este cuarto, han de traerel aroma cabal de lo que ya no eso el presagio futuro de lo que aún no ha sido.

Unas palabras, encontrar tan sólo unas palabrasy dirigirlas a todos y a cualquiera.Pero de uno en uno: irrepetibles y secretas.

(quizás un corazón recoja lluvia)

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23

No era fácil vivir: sobrevivimosaquel tiempo adolescente fascinadospor chamanes y ritos,salidas de emergencia, huidas interioresy otras hierbas.

Aquel tiempo desnudoen que pensábamos acaso que el camino—forzosamente circular— acabaríadentro de nuestra piel: Nosotros mismos.

Un tiempo alucinado en el que la mirada—una sola mirada—ponía nuevas tintas a lo gris cotidianoy ahondaba en ti mismo hasta ver que en el fondono había nada: En abstracto nada somos.

Fue un tiempo indefinido ante un espejo roto.

No he recobrado mis pedazos, aunqueme he servido de aquel lento aprendizaje.Ahora, ciertas noches,me basta el trip lejano de la luna.Y no sólo alucino: alunizo.

(yo, que tantos hombres he sido)

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5

I – Mayo

La mañana es un recodo interminablecuando aguardan dos zapatos junto al sueño.El oro de las horas, la búsqueda, la tarde.Luego una lluviade dados en la sombra (Las noches, esas vírgenes).

II – Agosto

Acostarse en la arena con un sueño de olas,hacer un inventario de cuerpos de mujerlejos de la mareade teléfonos, prisas, horarios y otras lepras.Volver a fin de mes (La limosna o la vida).

III – Noviembre

Te ha rozado la carauna sonrisa triste.Inútil intentar describir esa músicade hojas mudas cubriendo lentamenteaceras, vida, tardes (Los ojos también grises).

... // ...

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IV – Febrero

Cruzan gatos, abrigos y paraguas,domingos y avenidas.Qué nostalgia de mar y noches cálidasentre luces de neón y hielo puroque se apaga en silencio (Ginebra y soledad).

para Ángel González

(una vez crucé un año debajo de los días)

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Me derroto algunas noches al pensaren las verdades suciasque jamás podrá contar este poema

(Quizá no sean tan sucias.Probablemente no lleguen ni a verdades).

Cuando alguien digaque le ha rozado el veneno de estas líneassabréis que es tan cobarde como yo.

(ser y no ser: he ahí el poema)

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16

En las acerasla tarde se demora como un pastor de nubes(Perros de orín tras damas aburridas,hombres y mujeres moviéndose a hora fija,animales distantes y ropacionales).

Quién puede reprocharteque aguardes a la noche y tan feliz,recién resucitado, la bebas en silenciocomo una copa de adiós y eternidadmientras la luz prepara su simulacro diario.

(garaje de las noches donde aparcar el día)

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Contra todo pronóstico el azar no juegasus cartas al azar: espera un guiño.

Contra el olvido unas gotas de silencio en un vaso de versos tintos.

(cuento millones de agujeros en el alma)

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6

Revisó con desganala primera edición de su rostro en el espejo,apuró el desayuno, camino del trabajosalió a la calle. Un periódico rodaba por el suelotan lleno de noticias para nadie.

Es sabidoque la gente feliz no tiene historia(No es el caso:por el tono de su voz un compañero supoque había estado llorando).

Ese hombreque todos hemos sido en ocasionesdiría convencidoque una vida tan gris cabe en un libro...

Pero sin fe de erratas.

(el cómo qué sencillo, qué fulminante el cuándo)

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11

Ordeno mis papeles, aguardo inútilmente.

En la terraza de un cuarto alquiladopor cuenta ajena.

Abajocruzan taxis fugaces.

El smog amor - daza las últimas estrellas.

(nosotros sólo somos el lugar de la cita)

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17

La prehistoria de esta página era blanca

(Los poemas ajenosque comienzan tan hablando de sí mismosconsiguen rara vez interesarme).

En las aceras llueve simplemente

(No es que del cielo caigan caiganlágrimas gris perlao los charcos aguarden —como supuso alguien—el creciente azul cobalto de la luna).

Hoy me llueve a mí simple de llover

(Basta escribir:En las aceras llueve simplemente.Y queda dicho todo).

(pensar es estar enfermo de los ojos)

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Por lo que a mí respectano te disculpes:vete con viento fresco a la página siguiente

(Ésta únicamentefue escritapara críticos, búhos y coleccionistas).

(en ocasiones oficio de lo inútil)

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7

Cuando la lluvia moja las acerasno sé qué me recuerda:un palo navegando los charcos de la infancia,pasos adolescentes persiguiendo utopíascon amigos cercanos alrededor de un parque,tardes ya tan lejanasen el tiempo, en la memoria próximas.

Si ahora estoy escribiendoconvencidode que todo recuerdo perteneceal mundo de los sueños,

para qué sigue la lluvia mojando las aceras...

(el recuerdo de ayer y un sueño son la misma cosa)

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Cierto que algunas veces necesitaspasear distraídopor la confusa orilla de azares y recuerdos.

En cada gris encuentro con quien fuimos—como entre mares de un cambiante océano—hay un abrazo de luz y superficiesy una sima de sombras inescrutable, inmóvil.

Soy arquero de mi edad frente al espejo.Tras el poema silbo flecha y grito pájaro.A veces lo demás es lo de menos.

(nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos)

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18

Hay ciudades que agonizan, hay espectrosen sus muros y avenidas,las aceras —largamente abatidas como estrechasislas de suela que zapatos suelenorillar como si nada— nada sabensobre pasos ajenos, traumas, sueños.

Para esto caminar,andar verticalmente para esto:noche tras noche regresando piedra,día tras piedra madrugando árbol,incendiando como un niño los minutos,enjaulado como un loco en su recuerdo,llamando pan al sol,al desconcierto amor y a lo demás silencio.

(de la historia jamás escrita de mi ciudad)

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20

Un poema es una carta extraviadaen el buzón del tiempo.

Tú y yo jamás hablamos de sexo o de política.

Por cierto,me gustaría saber de qué lado estás, me gustaríavestirme con tus ropas, tus gestos, tus manías,con el tamaño exacto de tu fe y tus desengaños.

Pero un poema tan sólo es una cartaextraviadaen el buzón del tiempo.

Que alguien crea a un hombre que ha cruzadoilegalmente la frontera de su edadcon sus dudas y su asombro de contrabando.

(no importa. O quizás importa demasiado)

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8

A quién vas a convencer de qué:la misma luna puede ser puñal o cáliz,unas líneas escritas algunas veces nieganpor omisión todo aquello que no nombran.

Pero estás enfermo,gravementeenfermo de sílabas, de tiempo.

Y tu agonía es sorda, tenaz e irreparable.

(una gota en el ojo borra el mundo)

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14

Otra noche más, nochedesiemprey deahoramismo, sin historia ni adjetivos.Otro café más, un nuevo corode violines tostados contra el sueño.

Hoy me duele pensar que sólo somosanimales metafísicos y enfermos,caligrafía humana en el bloc de las semanas(Lunes de vuelta, martes ya más cerca,miércoles neutros, jueves bondadosos,viernes cara de viernes, largos sábadosy domingos a secas como panes de hostia).

Otra noche más, nochedesiemprey deahoramismo, sin historia ni adjetivos.Hoy me derrota pensar que sólo somosanimales metafísicos y enfermos...

(otro día se acaba y el destino era esto)

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9

Deseo tener alas, medircinco centímetros.Soy lo que quiera ser: salgo a la calletodo insecto feliz y rondo las farolas.

Regreso a casa con luz nueva en la miraday ya estoy ovillado en la moquetamientras mi propia mano me acaricialas orejas de gato que me nacen.

En el espejo ojepse le ne arrojo ojorralo innombrable elbarbmonni ol

En el cuaderno cuatro líneas cardinales:

No es la realidadquien turba, espanta o emociona al hombre.Es la propia intuición, la equívoca certezaque cada uno de nosotros tiene de ella.

(siento esta noche nostalgia de otras vidas)

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19

Un viejo conocidoedifica el poema de mi vida.

Bien podríademorarme en el silencio de maneraque su grito rompiera los espejosdonde se sueña libre algunos díasespecialmente míos.

Pero nunca lo haré. Es fiel. Me basta.

(soy la sombra que arrojan mis palabras)

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25

Vacío de palabras:Hoy no puedo escribir ni ser descrito:Cada verso un nuevo cero a mi izquierda:

Ausencia

Las palabras que me huyen son sinceras:Hablarán con su silencio a pesar mío:

(Ausencia)

El tiempo se detiene como un río:

(*)

(antes que su palabra, su silencio)

(*): Ausencia

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3

El sueño trae paraíso y trae horror,es geografía que no ha sido conquistada.

Sobre el pecado blanco de un cuadernose inclina un hombre, totalmente despojadode su propia identidad.Fuma y escribedesde un yo milenario. La compañera duerme.

Él ya sabe que es un animal borgeano.

Los miedos y fantasmasde cien mil generaciones se suicidan esa noche.

(estos años son el pasado del cielo)

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27

Dicen que tienes en perfecto estadoel nervio lácteo. Sospechouna mentira piadosa de tu médicoo un autoengaño infantil y un tanto estúpido.

Pues no es nada normal que siendo críticode poesía —un oficio casi mágico—destruyas cada libro que comentascon la mano tendenciosa del poetaque sin lugar a dudas querrías haber sido.

Nadie se explicaese descuido en tu salud (Y sobre todo siendotan notorio que eres hombre inteligente).

Dices que tienesen perfecto estado el nervio lácteo:¿De dónde sacas tanta mala leche?

(tú no mereces siquiera un epigrama)

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1

Fatal huésped de un cuerpo y una vidaembriagado en absenta para treshe vivido algunas nochesque me han mostrado el auténticotamaño de los días.

Y las mañanas, lentascomo aves cansadas, me enseñarona dibujar aquellas alas tan enormesen la propia memoria y en los ojos ajenos.

Hoy —te juropor la luz de esta noche— desconozcodónde limitan mi voz y tu silencio.Dudo sinceramente: a veces ya no sési estoy entregándome o recibiéndome.

(a golpes de silencio nos oímos)

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26

Puede que yo esté aquí, delante de otros ojos,porque así lo requiera esta forma de ausenciaa la que fui cebando de solos y minutos,de noches y fonemas, tal vez inútilmente.

Me mueve a la palabrano el tedio, no la lluviaque asemeja el momento a tantos ya vividos,no el resol del ayer ni la dueña costumbreme mueven esta vez a la palabra.

Quizá sólo me muevaese poco de muerte o ese poco de todoque —no sé de qué modo—han de evocarme en el futuro estos poemas.

(la vida nos engaña, las cosas se nos van)

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2

Curiosa forma de escribir,voy colocandouna línea de palabras bajo otrasin escucharme a veces ni a mí mismo.

Así nacen poemas, sombras, dudasque me atrapan en un miércoles antiguo,en un paisaje de lluvia, en ciertos labioso en cualquier otro rincón de la memoria.

Tú puedes ser la espadainsobornable y atroz de mi asesino.

Desenvaina la mirada de estas páginas

(Yo encerrado impunementeen la anónima historia del olvido).

(sólo el olvido cabe dentro del olvido)

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28

Para interpretar naufragiosinundó previamente los pulmones de agua.Pero la vida es delirio simultáneo

(Lo evidente le huía con estrategias múltiples).

Ya todo se comprende:el método es el juego de los débiles.A olvidar teorías y a otra cosa...

(poema para un naufragio)

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Historia de un nudo

(1992)

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en Historia de un nudo, la voz de Alberto Vega se confirma y madura sin romper la trayectoria apuntada en entregas anteriores: Es la suya una poesía de la cotidianidad y el desencanto, escrita en un lenguaje que, acaso también decepcionado de las grandes pala-bras épicas o líricas, se apoya en el decir común, apela a aquellas otras «palabras de familia gastadas tibiamente» —a veces, en su caso, «airadamente»— tan gratas a Jaime Gil de Biedma, más íntimas y propicias a la reflexión y a la confidencia; palabras de familia hoy numerosa, fieles al signo de una época que viene de lejos, desde más lejos de lo que pudiera parecer. En Alberto Vega no hay plagio; todo es tradición (personalmente, me alegra mucho que así sea).

Lo que está detrás de esa poesía es el viejo y repetido conflicto, que cada tiempo modula en tonos diferentes, entre lo posible y lo soñado, entre la «realidad y el deseo».

Pero, desde que Cernuda acuñó su famoso título, ha llovido mucho —y en Asturias, como siempre, más— y todo parece peor ahora, no porque de verdad sea peor, sino porque a nada se le ve arreglo; estamos presenciando, se dice, el fin de las utopías.

Tal vez en consecuencia, o sólo en correspondencia, incluso los sueños y los deseos, la materia habitual de la nostalgia, aparecen en los versos de Alberto Vega debilitados por la misma rutina que corroe a la realidad: «Cuánta sucia costumbre —se dice a sí mismo— habrá manchado tus sueños más audaces». Muy poco generosa, la realidad —«... furia de rostros, bares, desencuentros»— arrebata más de lo que otorga, segrega desasosiego y también, inevitablemente, nostalgia de otra cosa, pasada o por venir; pero es una nostalgia no se sabe bien de qué o de cuándo, de algo impreciso que el propio poeta no logra identificar: las «panteras inquietantes del recuerdo» vienen de «unas noches que apenas reconoce». Frente a la memoria bo-rrosa e inquietante, la imaginación del futuro tampoco configura una esperanza, sino más bien temor: «Ahora teme que de nuevo el tiempo»...

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historia de un nudo 219

Desesperanza, temor ante la casi certeza de que la vida se reduce a costumbre —«... inercia, pura inercia, puta inercia»—; no podía ser quizá de otro modo en una poesía tan sensible al tiempo y a su paso, tan porosa, tan permeable al ambiente inmediato como la de Alberto Vega, escrita desde un valle «... tendido / como un perro verdinegro que agoniza / junto a un oscuro río / que no arrastra hacia el mar sino cenizas».

Pero lo que en último extremo justifica a esa poesía no es el co-herente y desolado mundo que desvela, sino —como ocurre siem-pre con la poesía— la forma en que se expresa, el imaginativo y personal uso que Alberto Vega hace de la materia común con la que trabaja: palabras de muchos, pero ante todo suyas, contenidas y justas, irónicas en su capacidad de insinuar más de lo que queda es-crito, dichas en un tono peculiar que permite reconocer al poeta sin más datos que su sola voz; raro privilegio en nuestros días, que, en mi opinión, hace de Alberto Vega uno de los poetas más distingui-dos en la abundante nómina de la joven poesía española actual.

Ángel González

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historia de un nudo 221

Para Lucía,que vio las primeras lucescuando su padre salíade estas penúltimas sombras

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historia de un nudo 223

i. Historia de un nudo

Pero pasa que el tipo es un poetay un cronopio a sus horas,que a cada vuelta de la esquinale salta encima el tigre azul,un nuevo laberinto que reclamaser relato o novela o viaje a Islandia(Ha de ser tan traslúcida la alborada en Islandia,se dice el pobre punto en un café de barrio).

Julio Cortázar: Ándele

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variación sobre un tema borgeano

Quizá porque al salir de la bañera olíaa buen salvaje y limones del caribeo porque la mañana desde su ventanaparecía vestida de un cobre no frecuente,pensó, por un momento, en una isla exótica:él relajado, feliz en la costa desnuda

(A esta altura del poema bien podríafalsear la crónica, decirque en ese preciso instante estuvo allí).

Tú habrás sido ese hombre cuántas veces,cuánta sucia costumbrehabrá manchado tus sueños más audaces.Te adivino apurando el desayuno,silbando ante el espejo y dibujandouna ráfaga de sol en el peinado

(Y la ciudad de nuevo, sin palmerasni bonanza posible:furia de rostros, bares, desencuentros).

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historia de un nudo 225

animales domésticos

Con Angelina García y Aida Fuentes

El tigre acomodado: ejecutivo feroz,en horas libresciudadano discreto, fácil y accesible,la serpiente que silba en una venadel joven aspirantea la nada más dura y más auténtica.

El trasnochado y torpe cocodrilodisfrazado sin éxito de líder político,el hipopótamo, feliz y confiadoen su cuenta corriente y su cinturón ancho,el mono que camina hacia el trabajocon ademán de hombre sobre la madrugada

(Para cruzar esta jungla diariamentehay que salir de casacon taparrabos, amor, pero en la frente).

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como juguetes rotos

Del mar no le interesanlas profundidades, pasa brisas y tardesen el acantilado, viendo romper las olasque intermitentemente murmuran eses blancas,lamentos o nostalgiade un horizonte arcano desmayado en espuma.

Así, jamás del hombrequiso saber sus causas o razones.De noche, en la ciudad, se asoma a la ventanay contempla —mar de aceras y neón—los últimos, torcidosciudadanos solos como juguetes rotos

(De él se dice que es un hombre solitario,pero nada más falso).

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historia de un nudo 227

perfume de una flor pisada en las aceras

Con Miguel Munárriz

Demasiadas aceras, hemos vistocruzar miles de rostrosanónimos en busca de un pensamiento claro.

Podría cambiar todosi existiera un dios cercano y bondadosoen la ciudad del agobio y la costumbre.

Podría cambiar todoal embriagarnos de gestos y palabrassi no sabe ya el vino más que a niebla

(Al descubrir que ser feliz no estribaen hacer únicamente lo que quieres,sino en querer simplemente lo que haces).

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balada de la muerte blanca

Aún serías el mismosi no te hubieras muerto de esa muertefácil y un tanto estúpida,si no te hubieras idopara siempre, volviendo únicamentea pasarnos factura de los sueños más jóvenesy reunir dinero para imposibles fugas

(Te comprendo muy bien: cuanto más sabescrece en ti la sospechade que siempre no saber es preferible).

Lo cierto es que si fuerasel mismo —aquel enamorado de joan baezy marichusi, la de los billares—te arderían los ojos de futurocomo entonces, cuando el vino y las canciones.

De serlo tus amigos no estaríanescribiendo, sin ningún convencimiento,líneas de lluvia y gris melancolíacomo estas que hoy nombran tu derrota,que es una forma de nombrar la nuestra

(Y el peso del pasado, este vacío, tanto asco).

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edén subvertido

Con José Manuel y Eduardo Vega, claro

Nombrar a un perro, a un árbol, a una iglesia,a un autobús piafante,a unos ancianos que hablan del ayer—o de su ayer,que no es igual, ya sé, pero es lo mismo—mientras el cielo entero bosteza gris plomizo,es decir casi nada.

Hablar de un valle mordido por el cáncerposindustrial, tendidocomo un perro verdinegro que agonizajunto a un oscuro ríoque no arrastra hacia el mar sino cenizas,decir que el paraíso se encuentra en las antípodases decir casi nada

(Pero todo lo dice a su manera:las apariencias, en el fondo, nunca engañan).

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a veces no es domingo

A veces no es domingo y resucitafrente al espejo de otra madrugada.Su rostro recobrado le recibecon mirada de póquer: es como decir nada.

Las tardes son propicias a la suerte,con pareja de nubes ya se ganasi uno está melancólico y segurode encontrarse a sí mismo en la jugada.

Llueve como si nunca algunas vecesy es la semana como un siete de aguas.Las noches siempre vuelven, le sorprendenbarajando su suerte con las cartas marcadas

(A veces no es domingo y es como decir nada).

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historia de un nudo 231

la llave del almario

Habló, en otro tiempo, de unas nochesque apenas reconoce:panteras inquietantes del recuerdo.En sus aceras huellas de zapatosque hoy están en el desván o en la basura.

Teme ahora que de nuevo el tiempose le vuelva a escurrir entre los dedosy deja en cada esquina del poemasignos, verbos y guiñosque le recuerden para qué fue escrito

(Mas la clara conciencia —esa especiede papá nocturno, cariñoso y temido—le ha resuelto el problema:escribe para luego haber vivido).

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se acerca un tiempo de conejos

Uno es feliz cuando se ducha y cantay cuelga el rostro diario en una perchay se mira las uñascomo quien mira un cielo imparcial y benéficoy baja de dos en dos las escaleras.

Uno es feliz cuando se compra librosque no existen y fatiga las acerasleyéndolos, capítulo a capítulo,en los ojos anónimosde cada transeúnte que pasea

(Uno es muy feliz si vuelve a casaligero de equipaje, con la ciudad a cuestasy sueña con semáforos en verdecomo anchas praderas, en donde los conejosbrincan de nuevo entre blancas bicicletas).

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historia de un nudo

Con Ángel González, pensándolo mejor

Huele a café con prisa la mañanamientras ajusta raudoel nudo corredizo del deber.

—El hombre es racional, pues se alimentade raciones de olvido y esperanza,de amor breve a destiempo, de infinito a diario.

En la radio el portavoz de un ministeriohabla de algo muy serio,mas la canción de moda gira y le desborda.

—Nada nos salva tanto como el mágicoparéntesis o cálido refugioo lecho compartido con la hembra

(De dos en dos baja las escaleras,pero no de contento:de inercia, pura inercia, puta inercia).

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ii. 40 líneas herméticas

Importa oler a loco postulando¡qué cálida es la nieve, qué fugaz la tortuga,el cómo qué sencillo, qué fulminante el cuándo!

César Vallejo: Sombrero, abrigo, guantes

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5

La hormiga ebria en el ojo del cíclope.Junto a la orquesta repartían máscaras.Ciega noche de sábado.La sensación de ser un hombre anónimo.Un agujero en la memoria del noctámbulo.

10

En las terrazas sirven ron auténtico.Olía el viento a sinrazones múltiples.El marinero que perdió la brújula.Tras el naufragio conoció sus límites.Para ser libres tocar fondo es básico.

15

El asesino fue su propia víctima.Casi al amanecer halló la fórmula.Para el amor no se conoce antídoto.Sobre la alfombra un vaso y varias cápsulas.La foto rota del presunto cómplice.

20

Fue infructuosa la búsqueda.Desconcertante la nota a pie de página.Llora el autor por tan sensible pérdida.Se ofrece recompensa en el epílogo(La errata ríe a salbo entre paréntesis).

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25

Era imposible acertar en el diagnóstico.La soledad y su placer equívoco.Se fue cerrando el círculo.Contra el espejo la ropa y tanto escándalo.A la intemperie del siglo un corazón auténtico.

30

Más que un plano parecía un jeroglíficoEl combate cuerpo a cuerpo no fue un éxito.Se incorporó fumando el cigarrillo último.Una especie de vértigo.Lejos ya del hotel deshecho en lágrimas.

35

Debimos escupir a ídolos y héroes.Generación oscura de urbanícolas.En retirada se bate nuestro ejército.La noche derrotada el día huérfano.Unas migajas de futuro el resto déficit.

40

Admitió que su pasado no era único.Viejas conciencias gritando ábrete sésamo.Cierto miedo al ridículo.Que alguien demuestre que dos sueños son idénticos.Mientras ello no suceda me disculpáis y etcétera.

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iii. Cuando no salen trenes para el cielo

—¿Se trata de una cita? —le pregunté.—Seguramente: Ya no nos quedan más que citas.La lengua es un sistema de citas.

Jorge Luis Borges: Utopía de un hombre que está cansado

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el amor es un alto en el trayecto

No tengo nada planeado para ti.

Nada pensado para tu futuro—ni para este poema, únicamenteposo mi sombra en un asiento de autobúsy alguien tose a mi lado y lee el periódico.

No tengo nada planeado para tique no parezca un spot publicitario—como este poema, del que más valdría

tirar miles de copias por las ventanillas

(Y que tú me aguardarás en la próxima parada).

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día martes no trece

Con Noelí Puente

Era incapaz de escribir una palabraese martes cualquiera que refiero.

Era un martes —ya dije— como otro cualquiera,si al menos fuera lunes —me dije— qué sencilloculparle del asunto: Quién no sabeque es un día nefasto y sin ningún prestigio.

Era un ir y venir de pensamientos romostras la castrada lujuria de las letras,una trampa tendida en lo más hondo:Allí donde no reina más que el tedio

(Era el silencio quien rondaba por mi casa,quien se acercaba de puntillas a mis versos)

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la libertad según delacroix

No les faltó razón a los antiguosal suponerque únicamente es libre aquel que ama

(La libertad es tal vez una mujer desnudaque invita con su cuerpo al más dulce encierro).

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hoy el oráculo es cibernético

De poco sirve llevar en los bolsillospiedras de moldavita,leer de madrugada el libro de los cambioso rociarse de extractosde garrapata para enamorar al prójimo.

De casi nada tener sobre la mesadel estudio una bola de cristal,coleccionar tarots, pirámides, objetosdel ritual chamánico, buscar algún indicioen el iris de los ojos, las tormentas, los posos

(Si un ordenador echa las cartasa través del programacreado por un equipo de videntes franceses).

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conjuro para un miércoles de lluvia

a r b a d a c a r b a b r a c a d a b r a a r b a d a c a r b

a r b a d a c a ra r b a d a c a

a r b a d a ca r b a d a

a r b a da r b a

a r ba r

a

l a b r a l a p a l a b r a

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sobre el amor y las arterias

Vendió su alma al diablo,es decir, todo aquello que en su interior zumbabacomo abeja perdida entre la niebla.

A cambio de una noche de amor correspondidoagotó los pecados veniales y arterialesse envolvió en el fragor desde un séptimo piso.

Vendió su alma al diabloa cambio de una noche de amor correspondido

(El muy canallapara nada cumplió lo prometido).

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la locura todo lo cura

Le quería lo bastante como paraenloquecer sin él.Le quería,pero la dejó por otra, enamoradode su conversación y —cómo no—de su bello trasero.Nadie puede decir que no es feliz.Deambula sola por las callesy sonríe a todos, repitiendo: Yo le que-ría, le quería, yole quería, más que a nadie, le quería.Nadie puede decir que no es feliz.

(Pues la locura todo lo cura.)

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mil imágenes para un adiós

Se conocieron en un local de moda,uno de esos localesen que la única virgen es la camarera,joven prima del dueñoque sirve copas y guarda las propinaspara abrirse en verano a una playa del sur.

Alguien les presentó, cayeronuna gotas de beefeater y agua tónicasobre su blusa malva en el beso de rigor.

Ella echaba de menos un crepúsculo tibiocon su parque, su luna, su teadoro.Él trató de cambiarla en un fin de semana,pero jamás había querido ser distinta,sino profundizar en aquello que de buenopudiera tener. Sólo dijo: lo siento

(Quién iba a sospechar que, en ese instante—dicha con la verdad llena de labios—una sola palabra vale por mil imágenes).

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tam-tam del desamor

Sólo un papel con renglones torcidosencima de la mesa,dos palabras de amor en un te quise.

Ahora van sucediéndose los díasen la casa vacía:una selva de recuerdos cada libro,cada noche un qué más da,cada botellaun zarpazo de tigre en la memoria

(Desde que la dejósu corazón tiene ojos de cierva solitaria).

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cuando no salen trenes para el cielo

Esteversoapretujadoyclaustrofóbicodice poco a favor de su estado de ánimo.El poeta fuma, escribe a solas,le asaltan dudas casi casi metafísicas.

¿Qué es, para qué sirveun logaritmo neperiano, dóndehabrá leído los primeros versos,la guerra y el amor a qué se deben?

(Cosas que un día supo, que debiósaber un día y sin embargo tienen—en la tarde amarilla y cutre de noviembre—la perfecta coartada para ser indescifrables.)

¿Qué le empujó a edificar, línea tras línea,un laberinto circular en donde ahorase busca y sólo encuentrael peso, el paso, el poso de los años?

El poeta fuma, escribe a solascomo solos se escriben los renglones del tiempo.Esteversoapretujadoyclaustrofóbicodice poco a favor de su estado de gracia

(Porque al cielo, lo que se dice al cielo,siempre van los de siempre).

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Estudio melódico del grito

(2005)

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Este libro está dedicado a Paula Granados, mujer, amiga y compañera: el entrañable y cálido lugar al que siempre deseo volver. Si bien me permitiré —con su complicidad y consentimiento— la licencia de regalar algún poema:

Poeta en sol menor, para Ángel González.Economía de medios (mejor: de miedos), para Luis Eduardo Aute.El tren de los días, para Fernando Savater.Manifiesto, para Ricardo Labra, Miguel Munárriz, Helios Pandiella y Noelí Puente, bajo el influjo de la abracadabrante luz de nuestra Luna de Abajo.

A. V.

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Yo no me maté cuando las cosas me fueron mal,no me dediqué a las drogas ni a la enseñanza.Cuando comprobé que no podía conciliar el sueñoaprendí a escribir. Aprendí a escribircosas que pudieran ser leídasen noches como esta por gentes como yo.

Leonard Cohen

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Estudio...

si miro un poco afuera me detengo:la ciudad se derrumba y yo cantando.

Silvio Rodríguez

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poeta en sol menor

Cuando era un enano, feliz y despeinado,antes del buenas noches o el beso de mi madretenía la costumbre de arrugar las tardes,para meterlas al abrigo de mi camade contrabando, en una manga del pijama.

Me demoraba luego en el umbral del sueñodesplegando de nuevo el mapa de sus horas,reviviendo a mi modo los dones de ese día—la cita con charito, el gol de la victoria—con una sonrisa ancha de párpados cerrados.

Siempre a la luz oscura del silencio.

También recuerdo que tendía los agravios,las afrentas, las ofensas, los muchos ninguneosa un sol menor al que llamaba olvido.

Lo malo, lo peor, es que a esta fechaaún no han secado del todo y apenas los sacudosalpican mi memoria, mis lentes, mis poemas...

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día domingo

Y si este sentimiento de tristeza inútilque ahora me acongojasólo fuera un gris disparo del silencio,una trampa venial en que ha caídomi propio yo maltrecho y despeinado...

Y si este sentimiento de tristeza inútilque ahora me acojona—y me amenaza justamente en el lugarmás vulnerable de mí mismo— sólo fuerauna lenta ponzoña macerada en horas muertas...

Dije sentimiento de tristeza inútil...

Tendría que haber dicho de triste impotencia.

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puerto paula

En ocasiones, con más humor que morboy sin nada en qué pensar, útil o provechoso,así, como quien cursauna imposible instancia a las alturas,me demoro eligiendo un final para mi suerte,la última secuencia de mi propia existencia.

Quiero dejarlo escrito: en ese trance siemprela resaca de tu cuerpo me arrastra sin remedioy sonrío lascivo y acabo deseandomorir frente a tus costas, compañera.Desnudo como un náufrago en tus playas,extraviado y feliz en nuestro mar de sábanas.

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un posible título: el doble (bis)

Siempre fuiste mejor poeta que yo.

Tus versos convocaban pájaros de fuegoy sólo algunas noches, especialmente tristes,ardían al abrigo de los míos.

Tú besabas como nadie a las mujeres(o eso decían ellastras olvidar sus otras vidas en tus labios).

La libertad era un lujo, pero estuvo a tu alcance.

Hay un problema entre nosotros: túvives dentro de mí y eso es muy grave.

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pie de foto (candás, 1970)

Éramos tan felices porque no lo sabíamos...

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el recuerdo de ayer y un sueño son la misma cosa

Cuando la lluvia moja las acerasno sé qué me recuerda:un palo navegando los charcos de la infancia,pasos adolescentes persiguiendo utopíascon amigos cercanos alrededor de un parque,tardes ya tan lejanasen el tiempo, en la memoria próximas.

Si ahora estoy escribiendo,convencidode que todo recuerdo perteneceal mundo de los sueños,

para qué sigue la lluvia mojando las aceras...

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prepoegogramas (sin acuse de recibo)

A la deriva de unas líneasremontando las arterias.

Ante la duda oleajede arcanos presentimientos.

Bajo verdades a mediasel infierno conocido.

Cabe ser dicho en voz bajamientras robo tiempo al tiempo.

Con tibias preposicionesmeo gramáticas viejas.

Contra el olor putrefactodel retrete de mis sueños.

De una mano pentagramacinco notas disecadas.

Desde el cielo de la bocadiluvio sopa de letras.

En mi edad más verdaderafui mercader de promesas.

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poegogramas (a cobro revertido)

Entre amor, sexo y fetichebálsamo chino de tigre.

Hacia el lugar de partida vuelve mi fe malherida.

Para patrullar la nochede luna el sol se traviste.

Por mí hoy por ti mañanasi fueran cosas distintas.

Según el color bastardodel cristal con que se mira.

Sin esperanza mi ángelfunda mi convencimiento.

So pretexto de unas líneasrecobro ciego la vista.

Sobre una oscura pateracomparto tu miedo estrecho.

Tras el espejo hay un hombreque colecciona mis máscaras...

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quizás un corazón recoja lluvia

Probablemente buceando en mi escritoriohalle las letras o, no sé, las clavesde un nuevo y sumergido abecedario.

Tal vez en el fondo del vaso largode gin con agua tónicao en la página cien de los libros más cercanos,aquellos que al abrirlos cada díacrecen al ritmo de tu propia historia.

Quizá ni estén en este cuarto, han de traer el aroma cabal de lo que ya no eso el presagio futuro de lo que aún no ha sido.

Unas palabras, encontrar tan sólo unas palabrasy dirigirlas a todos y a cualquiera.Pero de uno en uno: irrepetibles y secretas...

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rosebud (lucía, abril, 1990)

En el norte cuando llueve tal pareceque lo hubiera hecho siempre.

(Tus ojos asombrados son mis ojos—o lo fueron y en ti los recupero—,no hay nada cuando ríestan importante, limpio y numerosocomo esa tribu de hormigas transparentesque juegan y retozan como si tal cosapor tu nariz pequeña y divertida.)

En el norte cuando llueve tal pareceque lo hubiera hecho siempre, lo que nuncalogrará descifrar el forasteroes el mensaje gris, el chapoteo góticode la lluvia —¡gota!, ¡gota!— cotejando los charcos.

Absorto en el recuerdo, escribo algunas noches.

(Por cierto, también lluevea esa hora cabal sobre mojado...)

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poemo

Una vez aceptado que las manosson la única parte visible del cerebro,habremos de añadir a tal descubrimientoun hecho descabal y contrastado:

hay quien dispara, fuma o acaricia,quien oculta en los bolsillos su desidia,quien se hurga en la nariz o escribe versoscon encemanograma sucio y plano.

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manifiesto

La palabra es muy útil, mas no sirvepara fertilizar el sexo de una espiga.Sólo cuando roncan borrachos de fortunasueñan los gatos negros con números trece.

Las canciones más tristes anidansólo en algunas noches.

Lo malo del presente es que vivimosgrapados al dossier de los recuerdos.

Aunque fundar poemas reinventa su inventarioy abrasa un sol por venir, mientras le dibujamoszapatos a los árboles, alas a los vasos,puntiagudos violines al ruido del silencio...

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... Melódico...

hoy tocan el rap del optimistaen lugar del blues de la necesidad.

Joaquín Sabina

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ser y no ser: he ahí el poema

Me derroto algunas noches al pensaren las verdades suciasque jamás podrá contar este poema.

(Quizá no sean tan sucias.Probablemente no lleguen ni a verdades.)

Cuando alguien digaque le ha rozado el veneno de estas líneassabréis que es tan cobarde como yo.

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silbido en clave de blues doméstico

Las últimas luces reposan en los muebles.Unas manos recogen la vajilla del día.Lo sospecho hace tiempo: no es un dios la montaña.

Dadme un punto de apoyo, sólo un puntoy os juro que moveré mi propio mundo.

Hace varios siglos que no vamos al cine.En un Banco del Parque los ronquidos son públicos.Mis ahorros me temo que también.

Dadme un punto de apoyo, sólo un puntoy os juro que moveré mi propio mundo.

Nunca me pregunté —y es un olvido grave—hacia dónde va el sol cuando quiebra la tarde,qué vida ha de llevarle a otras vidas.

Ni jamás me inquietó saber en qué lugaresrompen las olas clandestinas de otros cuerpos,en qué mares, en qué bares, en qué asuntos.

Dadme un punto de apoyo, sólo un punto...

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concierto para piano y taberna

Qué fina elegancia, qué aposturaen cada bostezo mal disimulado, en cada gesto,en cada exquisito movimiento de la damaque lánguidamente acariciaen su pañuelo de seda las notas del concierto.

Cautivan la evidente desgana de su esposoretablos, oropeles, arcángeles barrocos.

Y qué gozo infinito ver cómo se pudrenbajo el pesado sarcófago de sus propias cabezas.

Ellos, torpes y necios, ignoran que franz schubertaún improvisa desgarradas melodías—ebrias de noche y soledad, de absenta y genio—sentado en la más sórdida taberna de Vienasobre los muslos desnudos de una mujer a sueldo.

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boceto de autorretrato psicozoológico

Más aburrido, solitario y tristeque una mosca en invierno.Más perdido que un conejo en la chistera.Confuso como el pez que se masturbaentre las algas, mirando a una sirena.

Más ajeno a mí mismo que un camelloal otro lado del ojo de la aguja.Más vacío que un adán sin compañera.Amargo como el semen del suicidaque se ahorca en el árbol de su propia conciencia.

Más vencido que un arcángel condenadoa fregar los urinarios del infierno.Más absurdo que el ladrido de una oveja.

Fané y descangallado como el tangoque bailan esta noche mi recuerdo y tu ausencia.

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trama

Al norte del recuerdo cuántas horasde fatigar aceras.

Qué niño fuimos, qué dibujo de tizalentamente se borra de los muros,dónde la adolescente imaginadacomo un beso profundo entre dos sueños.O es acaso mentira que solíamosde bar en bar desalojar el miedoy alzar guitarras contra el aire clandestino,que todos los caminos se incendiaronpara nosotros de falsos paraísosy luego el duro golpe de un cuerpo despoblado...

Tal vez es la ciudad quien nos inventay a su capricho traza nuestras vidascomo intrincados signos de su propia historia.

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cuña (coña) publicitaria

Buenos días, tristeza, pensaba que esta nochete había dicho adiós,creí que la semana me sería propiciacon sus días de lujo, tan sietes y radiantes.

(Era el colacao desayunos y meriendas.)

Pero hoy has vuelto a madrugarme niñoy mantengo como puedo el equilibriosobre la raya que una tarde marialitrazó con tiza y llanto entre nuestras aceras.

(Era el colacao desayunos y meriendas.)

No te culpo, tristeza, si al regresar de nuevoreclamas la propina de un portal en penumbratras el recado que me traes de otro tiempocon este aroma intenso a tierra tras la lluvia,este sabor espeso a pan y chocolate,a labios de vecina que me enseñó a besar.

(Y a colacao, no es broma: desayuno y merienda ideal.)

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llorando piedras (de haschisch)

El tiempo vuela cagando melodíaspor eso huele a estiércol de músicas lejanas.

Levanté una por una las multiplicacionesy no encontré la gota de sangre de pato.

Tras un traspiés a un paso de la cimasoñó desde la sima que aún seguía vivo.

Nada más inquietante que nuestra condiciónde hormigas atrapadas en un reloj de arena.

El peso, el paso, el poso de las horasen el remanso de mi ser, acá, en lo blando...

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ciudadanos de la noche

(A esa hora oscura y desabridaen que las ventanas duermen y los gatoscomo iluminados seres aman,nosotros, ciudadanos de la noche,pálidos restos de luna y marihuana,lentamente regresábamos a casa.)

Decidme —lo preciso— cuánto olvidoaguarda inexorableal niño ya remoto, al dudoso adolescente,a la música exacta que inunda este momento.

O es que tampoco nadasabéis de este concierto de pasos que estremecenel silencio nocturno, pavorosos y neutroscomo nosotros mismos. Como nosotros mismos...

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new park, abril, martes, 23:45 h.(habíamos quedado a las nueve, ¿no?)

Y etcétera, etcétera, et-cé-te-ra(tres puntos suspensivos:...)sería un buen final para este poema.

Conjugaría con el triste decoradode un café casi vacío y nada contemporáneo.

Rimaría en mi menor con el último gintonico con sus labios: dos folios en blancograpados a la duda en un margen del silencio.

Puede que en ese instante haya cruzado un ángel.

Si lo hizo sería con las alas ardiendo...

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no era un prófugo: era un náufrago

No me digas que ha subido la mareay ha cubierto de espuma la punta de tus pechos,no me obligues a remar por tu cinturaen busca de los restos de un posible naufragio.

(Soy de esos tipos que aún no tienen claroa quién han traicionado—probablemente a nadie, en todo casofácil que a mí mismo—, soy un náufragoque a todo lo innombrable antepone su cuerpo,su geografía única de arena y mar cercano,hasta el abismo de los dos, su cuerpo...)

Yo nunca te diría, compañera,que a veces eres ola que besa mi estatura,jamás te obligaría a rodar sin desmayosobre océanos grises, documentos y dudas.

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isla tabarca

Según vendía el folleto de la agencia de viajesaquellas calas, breves y escarpadas,habían sido refugio de piratasque hace siglos asolaron las costas que ahora sonresidencia estival de sus tataranietos.

Yo estaba enmimismado, reactivandolecturas juveniles (defoe, salgari, stevenson...),ellas, a unos metros, jugaban desnudas a las palasy de cuando en cuando se vestían de mar,coronaban sus gracias de espuma y luz salada.

Apagué la sombrilla, encendí un ducados,tras sacudir la toalla y replegar el diariome alejé derrotado, silbando distraídola balada más hermosa y amargaescrita, en horas bajas, por un tal leonard cohen...

(La ausencia era la única arma posiblecontra el supremo arsenal de sus cuerpos.)

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noventa-sesenta-noventa

Fue culpa mía si no supe enamorarmede su cara o de su conversación.

(Ni harto de griffa o tedio, os juro, pisaríahoy un garito como aquel, mi frágil suertehace tiempo que apostó por el enroquey confunde lo sencillo con lo doble, lo enterocon sus trozos, el ayer con un rastro ya perdido.)

Me arrepentí de no haberme enamoradode su cara o de su conversaciónunos segundos después de levantarnosa pagar en la barra: entonces descubríel culo más perfecto y adorable del mundo.

Fue culpa mía si no supe enamorarmede su cara o de su conversación...

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... Del grito

gritemos, mujer, hasta que el quebrantoresucite el canto de la tripulación.

Luis Eduardo Aute

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ora pro nobis (o por tu puta madre)

En este poema no hay sitio para dos,lo quise reservado: íntimo.Antes de que tus ojos vayan tocando fondote recuerdo que no estás invitado.

Desde que Marta se nos fue creo en los ángeles,ha de haberlos, los hay, son esos seresque jamás se irán del todo, que cayerona destiempo del balcón de una injusticia.El vino de su cáliz sabe a zumode lágrimas amargas tragadas en la uvi.

Hay que cambiarle el nombre a tantas cosas,fifo, tista, isabel (besos a ernesto),javier, titi, guillermo, agustín, pulga,arturo, jami, paco y tantos otros tantos...El pasaporte aquel que nos vendieronera falso: se agotaron los billetes para el cielo.

Antes de que tus ojos vayan tocando fondote reitero que no estás invitado.Aparta la mirada, no vuelvas a ensuciarlaentre el fango y el rencor de este poema.

Lo quise reservado: íntimo.

Por eso en él no hay sitio para Dios...

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un policía nos robó todos los besos

Fue aquella noche, de regreso a casa,después de firmar los dos aquel contratode gloria y compromiso con la luna.

Unos gramos de haschisch pueden ser un problema,casi tan grave como creernos libresen estos tiempos, tan confusos y difíciles.

(Un par de libros, las llaves, el paquetede cigarrillos negros, unas cuantas monedas,fotos y kleenex esparcidos por la acera.)

Fue aquella noche, de regreso a casa...

Un policía ocioso nos retuvopor llevar de contrabando tantos besos.

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elecciones en el purgatorio

Antes no era distinto: los políticos,cautelosos y limpios como gatos domésticos,ya ocultaban su mierda entre nuestras cenizas.Pero este tiempo de eurodólares enfermoses bastante más cutre, más canalla.

Me salva el hecho —y cito textualmenteunas líneas a las que siempre vuelvo—de que me gusten tanto los domingos mingosy, muchísimo más, los martes mates,besar sus pechos (sí, besar tus pechos),echarme en su regazo y despeinarme.

He aparcado mi esperanza en doble fila,me finjo un buen gregario y me demorosin rumbo ni sentido por las calles.Y deposito en la urna de cada papelerael inútil y abstracto voto en blanco de mi nadie.

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balada de la muerte blanca

Aún serías el mismosi no te hubieras muerto de esa muertefácil y un tanto estúpida,si no te hubieras idopara siempre, volviendo únicamentea pasarnos factura de los sueños más jóvenesy reunir dinero para imposibles fugas.

(Te comprendo muy bien: cuanto más sabescrece en ti la sospechade que siempre no saber es preferible.)

Lo cierto es que si fuerasel mismo —aquel enamorado de joan baezy de marichusi, la de los billares—te arderían los ojos de futurocomo entonces, cuando el vino y las canciones.

De serlo tus amigos no estaríanescribiendo, sin ningún convencimiento,líneas de lluvia y gris melancolíacomo estas que ahora nombran tu derrota,que es una forma de nombrar la nuestra.

(Y el peso del pasado, este vacío, tanto asco...)

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no importa (o quizá importa demasiado)

Un poema es una carta extraviadaen el buzón del tiempo.

Tú y yo jamás hablamos de sexo o de política.

Por cierto, me gustaría saber de qué ladoestás, oír el rumor cierto de tu vida,vestirme con tus ropas, tus gestos, tus manías,con el tamaño exacto de tu fe y tus desengaños.

Pero un poema tan sólo es una cartaextraviadaen el buzón del tiempo.

Que alguien crea a un hombre que ha cruzadoilegalmente la frontera de su edadcon sus dudas y su asombro de contrabando.

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economía de medios (mejor: de miedos)

A veces suena el timbre del teléfonoy entra en casa el cartero, disfrazado de fax.

No le presto atención, mas algo en mi interiorme dice que una noche vendrá Diosa cobrar la demora en la hipoteca de mi vidasimulando que me trae la cerveza y las pizzaso un recibo impagado de la empresa del gas.

Entonces hará frío, será tardey en toda la ciudad no habrá un malditoBanco de Horas abierto que me avale.

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hay mujeres que nunca reciben postales de amor

Diecisiete —me dijo— y era tan vulnerableque sólo tenías que mirarla en silenciopara leer en su rostro los renglones torcidosque prematuramente le escribió la vida.

Hay algo más peor que ser una perdidade oficio y maleficio:buscar consuelo en un bar de mala muertehasta el alba, mas poca gente sabeque a la hora en que sólo estorba la memoriahay afectos que anuda el azar o el demonio.

Todavía recuerdo el mal cuerpoque me dejó esa noche,tras la cortina de humo de aquella voz besable,su historia con sabor a fracaso y cubata.

(O tal vez la botella de ginebra,como todo en aquel antro, estuviese adulterada.)

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nocturno

Esos días son reptiles que te asaltan.

Y vuelves a tu casa desgarrado,con esa llama sutil de interrogantesbailándote en los ojos.

Y apartas los libros casi a manotazos(fiebre, ginebra insomne,música helada y sábanas de olvido).

Y te hundes en la noche de tu cuartoatroz y solitariocomo un perro que se lame los testículos.

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el tren de los días

Pasan los años y vamos acumulandoinstantes de dolor en lo más altode la garganta de los sentimientos.Aunque el tren de los días se haya ido con esa dura carga de horas, cuando vuelvepor los raíles fríos del olvidonuevamente descarrila en nuestra frente.

Si hay un dios dueño de los dones del tiempoescupo, en nombre del hombre, su rostro eterno.

Pues el recuerdo de un momento felizno nos devuelve ni un restode felicidad. Por algún feo motivoúnicamente su regreso trae—en el último vagón de la mirada—esa otra cosa, de goce ya imposible,que nos sonríe triste y llamamos nostalgia.

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animales domésticos

El tigre acomodado, ejecutivo ferozy en cómodos plazos de sus horas libresciudadano discreto, fácil y accesible,la serpiente de luto que desgarra las venasya envenenadas del joven aspirantea la nada más dura o a la soledad auténtica,el trasnochado y torpe cocodrilodisfrazado sin éxito de líder político,el hipopótamo, feliz y confiadoen su cuenta corriente y su cinturón ancho,el mono que camina hacia el andamiocon ademán de hombre sobre la madrugada...

(Para cruzar esta jungla diariamentehay que salir de casacon taparrabos, tarzán, pero en la frente.)

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paisaje anónimo

Un impulso tenaz, de irreversiblesy poderosos trazos le mueve a ir escalandosin esfuerzo aparente ni excesivas prisasla desigual pendiente de los días.

Jamás pudo contemplar el arco irisni beber luz de estrellas desde su ventana,opaca y diluida en el paisaje anónimode una ciudad hostil que nunca sintió propia.

Se levanta de un sorbo y apura el desayuno.

Recobra su cabeza en agua fría.

Baja las escaleras con pausada cadenciay una esperanza viuda reconducelos pasos de su ánimo recién recuperadoal mundo de los vivos, en busca de un empleo...

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un soneto disonante

No quisiera morirme sin haber vivido,sin haber exprimido el zumo de mis horas.Como quien rompe un acta levantado a solasmultiplico por cero las cifras del destino.

Siempre olvido el paraguas en el bar,el sombrero del tiempo sobre mi cabeza.Algunos días grises me inyecto en las arteriasla gota que rebosa el vaso del azar.

Deshilvanados trazos de rimas arrimadas.Balas que silban a espaldas del presente.Fronteras transgredidas con pasaporte falso.

Soy transparente a la luz de la memoria.Vuelvo a calzar los pasos en mis zapatos viejos.Y lamo las heridas del tiempo en estos versos...

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edición impresa 2007, Ayuntamiento de Langreo (España) Gráficas Apel (Gijón, España) d. l.: As-5.564/o7

edición electrónica 2011, Pandiella y Ocio (Oviedo, España)

fotografía de alberto vega Eduardo J. Parra (Langreo, España) edición de los textos Noelí Puente Aller (Madrid, España) diseño y compaginación Pandiella y Ocio Para la composición de este libro se ha utilizado la familia tipográfica Sabon diseñada por Jan Tschichold

© de la obra de la obra poética Herederos de Alberto Vega © de los textos Sus autores © de la edición impresa Ayuntamiento de Langreo © de la edición electrónica Pandiella y Ocio

© de la fotografía Eduardo J. Parra isbn: /06

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Luna de Abajo

es el nombre de un grupo de autores asturianos

que en su día estuvo formado por

Ricardo Labra, Miguel Munárriz,

Helios Pandiella, Noelí Puente

y Alberto Vega

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brisas ligeras 303

La poesía nunca podrá ser del todo vigente ni logrará establecerse con garantía oficial.

Desde su soledad, el poeta trae el aroma de lo que ya no es o de lo que aún no ha sido.

Alberto Vega

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«[...] Es la suya una poesía de la cotidianidad y el desencanto, escrita en un lenguaje que, acaso también decepcionado de las grandes palabras épicas o líricas, se apoya en el decir común, apela a aquellas otras «palabras de familia gastadas tibiamente» —a veces, en su caso, «airadamente»— tan gratas a Jaime Gil de Biedma, más íntimas y propicias a la reflexión y a la confidencia; palabras de familia hoy numerosa, fieles al signo de una época que viene de lejos, desde más lejos de lo que pudiera parecer. [...] Pero lo que en último extremo justifica a esa poesía no es el coherente y desolado mundo que desvela, sino —como ocurre siempre con la poesía— la forma en que se expresa, el imaginativo y personal uso que Alberto Vega hace de la materia común con la que trabaja: palabras de muchos, pero ante todo suyas, contenidas y justas, irónicas en su capacidad de insinuar más de lo que queda escrito, dichas en un tono peculiar que permite reconocer al poeta sin más datos que su sola voz; raro privilegio en nuestros días [...].»

Ángel González