Alas Rotas

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Esta es una obra autobiográfica de GIBRÁN JALIL GIBRÁN en la que relata que a los dieciocho años de edad, Selma Karamy despertó su espíritu con su belleza y la que, con su cariño, le reveló el secreto del amor; fue ella la que cantó por vez primera, para el, la poesía de la vida verdadera. Por aquella época él estaba absorto en profundos pensamientos y contemplaciones, y trataba de entender el significado de la naturaleza y la revelación de los libros y de las Escrituras, cuando oío al Amor susurrando en sus oídos a través de los labios de Selma. Para él era la Eva de su corazón, que lo llenó de secretos y maravillas, y que hizo comprenderle el significado de la vida. Después de haber transcurrido muchos años, no le quedaba de aquel hermoso sueño sino un cúmulo de dolorosos recuerdos que aletean con alas invisibles en su entorno, que llenan de tristeza las profundidades de su corazón, y que llevan lágrimas a sus ojos; la hermosa Selma, había muerto, y nada quedaba de ella para preservar su memoria, sino su roto corazón, y una tumba rodeada de cipreses. Esa tumba y su corazón son todo lo que ha quedado para dar testimonio de Selma. Los suspiros de dolor de su corazón anuncian a los vivientes el drama que había representado el amor, la belleza y la muerte. Gibrán le dirige unas palabras sus amigos de su juventud que estaban dispersos en la ciudad de Beirut, ciudad en la que Selma había sido enterrada; les redacta que cuando pasaran por el cementerio de Selma y le dijieran ya en su tumba que ahí estaban todas las esperanzas de él, en este sitio perdió Gibrán su felicidad, vertió todas sus lágrimas, y olvidó su sonrisa. Nosotros habláis de aquellos años entre la infancia y la juventud como de una época de oro, libre de confinamientos y de cuidados, tal tristeza lo obsesionaba en su juventud no era por falta de diversiones, porque si hubiera querido las habría tenido; tampoco era por falta de amigos, porque habría podido tenerlos. Tal tristeza obedecía a un dolor interno que lo impulsaba a amar la soledad. Mataba en él la inclinación a los juegos y a las diversiones, quitaba de sus hombros las alas de la juventud, y hacía que fuera él como un estanque entre dos montañas, que refleja en su quieta superficie las sombras de los

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Esta es una obra autobiográfica de GIBRÁN JALIL GIBRÁN en la que relata que a los dieciocho años de edad, Selma Karamy despertó su espíritu con su belleza y la que, con su cariño, le reveló el secreto del amor; fue ella la que cantó por vez primera, para el, la poesía de la vida verdadera.

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Esta es una obra autobiogrfica de GIBRN JALIL GIBRN en la que relata que a los dieciocho aos de edad, Selma Karamy despert su espritu con su belleza y la que, con su cario, le revel el secreto del amor; fue ella la que cant por vez primera, para el, la poesa de la vida verdadera.Por aquella poca l estaba absorto en profundos pensamientos y contemplaciones, y trataba de entender el significado de la naturaleza y la revelacin de los libros y de las Escrituras, cuando oo al Amor susurrando en sus odos a travs de los labios de Selma. Para l era la Eva de su corazn, que lo llen de secretos y maravillas, y que hizo comprenderle el significado de la vida. Despus de haber transcurrido muchos aos, no le quedaba de aquel hermoso sueo sino un cmulo de dolorosos recuerdos que aletean con alas invisibles en su entorno, que llenan de tristeza las profundidades de su corazn, y que llevan lgrimas a sus ojos; la hermosa Selma, haba muerto, y nada quedaba de ella para preservar su memoria, sino su roto corazn, y una tumba rodeada de cipreses. Esa tumba y su corazn son todo lo que ha quedado para dar testimonio de Selma.Los suspiros de dolor de su corazn anuncian a los vivientes el drama que haba representado el amor, la belleza y la muerte.Gibrn le dirige unas palabras sus amigos de su juventud que estaban dispersos en la ciudad de Beirut, ciudad en la que Selma haba sido enterrada; les redacta que cuando pasaran por el cementerio de Selma y le dijieran ya en su tumba que ah estaban todas las esperanzas de l, en este sitio perdi Gibrn su felicidad, verti todas sus lgrimas, y olvid su sonrisa.Nosotros hablis de aquellos aos entre la infancia y la juventud como de una poca de oro, libre de confinamientos y de cuidados, tal tristeza lo obsesionaba en su juventud no era por falta de diversiones, porque si hubiera querido las habra tenido; tampoco era por falta de amigos, porque habra podido tenerlos. Tal tristeza obedeca a un dolor interno que lo impulsaba a amar la soledad. Mataba en l la inclinacin a los juegos y a las diversiones, quitaba de sus hombros las alas de la juventud, y haca que fuera l como un estanque entre dos montaas, que refleja en su quieta superficie las sombras de los fantasmas y los colores de las nubes y de los rboles, pero que no poda encontrar una salida, para ir cantando hacia el mar.Tal era su vida antes de que cumpliera l dieciocho aos. Ese ao que los cumplo fue como la cima de una montaa en su vida, porque despert en l el conocimiento, y le hizo comprender las vicisitudes de la humanidad. En ese ao l volva a nacer.En ese ao vio a los ngeles del cielo mirarlo a travs de los ojos de una hermosa mujer. Tambin vio a los demonios del infierno rabiando en el corazn de un hombre malo. Aquel que no ve a los ngeles y a los demonios en toda la belleza y en toda la malicia, de la vida estar muy lejos del conocimiento, y su espritu estar ayuno de afecto.En la primavera de aquel maravilloso ao, l estaba en Beirut. Los jardines estaban llenos de flores de Nisn, y la tierra tena una alfombra de verde csped; y era como un secreto de la tierra revelado al Cielo.Un da, en el mes de Nisn, Gibrn fue a visitar a un amigo cuya casa estaba algo apartada de la brillante y hermosa ciudad. Mientras charlaban, un hombre de aspecto digno, como de unos sesenta aos de edad, entr en la casa. Al levantarse para saludarlo, su amigo se lo present como Farris Efendi Karamy, y luego su amigo pronunci su nombre, con palabras elogiosas. El anciano lo mir un momento, y se toc la frente con las puntas de los dedos, como si estuviera tratando de recordar algo. Luego, se acerc a l sonriente, y le pregunt si l era hijo de un amigo de l muy querido y le daba mucho gusto ver a ese amigo en la persona de Gibrn.Muy conmovido por las palabras del anciano, Gibrn se sento atrado hacia l. Al sentarnos, me cont su amistad con mi padre, y record el tiempo que haban pasado juntos.Agradecido, Gibrn le prometi cumplir ese deber de amistad hacia un querido amigo de su padre. Al salir el anciano, le pedio a su amigo que le contara algo ms acerca de l.

Al salir de esa casa, le dijo que pensaba visitar a Farris Efendi unos das despus, con el propsito de cumplir su promesa, y por la amistad, que haba unido a l y a su padre. Se qued mirndole un momento y not un cambio en la expresin de su rostro, esa extraa mirada se grab en l, y no pudo comprender su significado hasta que madur en el mundo de la experiencia, donde los corazones se comprenden uno a otro intuitivamente, y donde los espritus maduran con el conocimiento.Unos cuantos das despus, la soledad hizo presa de Gibrn, y se cans de los estultos rostros de los libros; alquil un carruaje y se dirigo a la casa de Farris Efendi.Unos cuantos minutos despus, el carruaje se detuvo ante una casa solitaria, en medio de un hermoso jardn. Al bajar del carruaje y entrar en el espacioso jardn, vio a Farris Efendi, que sala a su encuentro. Le invit a entrar en la casa cordialmente y se sent a su lado, y lo abrum con preguntas acerca de su vida, de su futuro y de su educacin. Le contest, y su voz estaba llena de ambicin y celo.En eso estaban, cuando una hermosa joven, vestida con bellsimo vestido de seda blanca, apareci tras las cortinas de terciopelo de la puerta, y camin hacia l. Farris Efendi y l se levantaron de sus asientos.Selma se qued mirndolo un momento, como si dudara que un visitante pudiera entrar en su casa. Sinto la mano de la muchacha como un blanco lirio, y un extrao sobresalto agit su corazn.Volvieron a tomar asiento en silencio, como si Selma hubiese llevado a aquel aposento un espritu celestial digno de mud respeto. Al darse cuenta de aquel sbito silencio, la joven le sonri, y dijo que su padre le haba contado muchas veces las ancdotas de su juventud y de los viejos tiempos en que l y el padre de Gibrn llevaban estrecha amistad, y que si su padre le haba contado lo mismo, ese encuentro no era el primero entre ellos.Luego, reanud su conversacin, con mucho tacto, como si hubiera encontrado en Gibrn un hechizo mgico que lo hubiera llevado, en alas del recuerdo, a los das pasados.Farris Efendi sigui relatando sus experiencias, y Gibrn le escuchaba absorto, y haba tanto entusiasmo en l, que su tristeza se convirti en alegra.Selma estaba sentada cerca de la ventana, mirndolos con sus tristes ojos y sin hablar, pero en aquella hora Gibrn sinti una emocin que nunca haba tenido, l se empezaba a enamorar de Selma. As, Gibrn comprendi que el amor es la nica libertad que existe en el mundo porque eleva tanto al espritu, que las leyes de la humanidad y los fenmenos naturales no alteran su curso.Al levantarse de su asiento para marcharse, Farris Efendi se acerc l y dijo serenamente que ahora que ya conoca el camino a esa casa, lo Considrara como su padre y a Selma, como su hermana. Gibrn La mir como pidindole a ella que confirmara aquella declaracin.Sali de aquella casa. El anciano lo acompa hasta el borde del jardn, mientras su corazn se agitaba.Acab de terminar el mes de Nisn, y Gibrn segua visitando la casa de Farris Efendi, y segua viendo a Selma en aquel hermoso jardn, contemplando su belleza, maravillndose de su inteligencia y oyendo los silentes pasos de la tristeza. Senta que una mano invisible lo llevaba hacia ella.En cada visita perciba un nuevo significado de su belleza, y una nueva intuicin de su dulce espritu, hasta que la joven lleg a ser como un libro cuyas pginas pudo entender, y cuyos elogios poda cantar, pero que nunca podra terminar de leer.Selma tena un aura de profunda tristeza que la acompa toda su vida y que acentuaba su extraa belleza y su dignidad, y este fue un lazo de unin para su espritu y para el de Gibrn.Un da, Farris Efendi lo invit a cenar en su casa. Al llegar a la casa de Farris Efendi vio a Selma sentada en un banco del jardn, Silenciosa y reverentemente se acerc a ella, y se sent a su lado, No poda hablar, as que recurri al silencio, el nico lenguaje del corazn.Al cabo de unos minutos, el anciano sali de la casa y lo salud, con la cordialidad de siempre. Los invit a entrar a comer. Se levantaron de sus asientos y lo siguieron.Al trmino de la cena, una de las criadas anunci la presencia de un hombre en la puerta que deseaba ver a Farris Efendi. Poco despus, un hombre, en uniforme oriental entr y saludo al anciano invitndolo a charlar con el obispo, El rostro del anciano se ensombreci, y su sonrisa se borr. Tras un momento de honda reflexin, se acerc a Gibrn, y le dijo en tono amistoso que esperaba encontrarlo ah cuando volviera, pues Selma disfrutara de su compaa en ese lugar solitario.Selma observ el carruaje que llevaba a su padre a casa del obispo, hasta que desapareci sus vistas. Luego, se sent frente a Gibrn y lo invit al jardn para contemplar a la luna saliendo de las montaas.En ton de vacilo Gibrn rechazo la propuesta pero Selma exclam:-Si la oscuridad oculta los rboles y las flores a nuestros ojos, no podr ocultar el amor a nuestros corazones -contest ella.Y al pronunciar estas palabras en un extrao tono de voz, Selma volvi la mirada hacia la ventana. Gibrn guardo silencio, pensando cada palabra, saboreando el significado de cada slaba.As cambia la apariencia de las cosas segn las emociones, y as vemos la magia y la belleza en las cosas, pero lo que sucede es que la belleza y la magia estn realmente en nosotros mismos.En aquel momento, Selma lleg a ser para l una persona ms querida que una amiga, ms ntima que una hermana y ms adorable que una novia. Lleg a ser un pensamiento supremo; una emocin incontrolable; un hermoso sueo que viva en su espritu.Enseguida Selma puso una mano en la cabeza de Gibrn y le acarici el pelo, y al retirarlo tom la mano de Selma, y sus labios depositaron un largo beso en ella. Transcurri as una hora, y cada minuto de ella fue un ao de amor.De pronto, oyeron el galope de unos caballos y el chirrido de las ruedas de un carruaje,el anciano haba regresado de su visita. Se levantaron de sus asientos, y caminaron por el huerto, para salir a su encuentro.Al llegar al carruaje a la entrada del jardn, Farris Efendi baj de l, y camin lentamente Gabrian y Selma, con la cabeza inclinada hacia adelante, como si estuviera llevando una pesada carga. Se acerc a Selma, le coloc las manos en los hombros, y la mir profundamente. Con voz quebrada por la emocin, le dijo que muy pronto, la alejaran de los brazos de l, para que fuera a los brazos de otro hombre.Temblando de tristeza y de afecto filial, Gibrn sali de aquella casa con el corazn inundado de pena.De esta manera, el destino hizo presa de Selma y la condujo en la trampa, despus de haber volado libremente.En algunos pases, la riqueza de los padres es una fuente de sufrimientos para los hijos. El fuerte y pesado cofre que el padre y la madre han utilizado como garanta de seguridad y de riqueza llega a ser una estrecha y oscura prisin para las almas de sus herederos.Selma Karamy fue una de esas vctimas de la riqueza de sus padres y de la voracidad de su prometido. Si no hubiera sido por la riqueza de su padre, Selma vivira an, sana y feliz.Mansour Bey Galib y Selma se casaron, y se fueron a vivir en una hermosa casa en Ras Beirut, donde residan los acaudalados dignatarios. Farris Efendi Karamy haba quedado en su casa solitaria, en medio de su jardn y de sus huertos, como un pastor solitario entre su rebao.Las esperanzas y oraciones de Gibrn fueron vanas, porque el dolor de Selma era una enfermedad interna que slo la muerte poda curar.A la media noche, Farris Efendi abri los cansados ojos por ltima vez, los enfoc en Selma, que estaba arrodillada a un lado de la cama. Trat de hablar el agonizante, pero no pudo hacerlo, pues la muerte ya estaba ahogando su voz.Pg. 24 LA LIBERTADORA X