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Miércoles, 11 de marzo de 2015 Nº 44 @aladar_cultura Las nanas, historia de un cante autóctono Un recorrido por los edificios curiosos de la Costa del Sol WOODY ALLEN Un genio con sus virtudes y defectos Primera entrega de un especial dedicado al consagrado cineasta neoyorquino

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OTRA MIRADA A LA CULTURA. Suplemento cultural de El Correo de Andalucía. www.aladar.es

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Miércoles, 11 de marzo de 2015Nº 44 @aladar_cultura

Las nanas, historia de un cante autóctono

Un recorrido por los edificios curiosos de la Costa del Sol

WOODY ALLEN

Un genio con sus

virtudes y defectos

Primera entrega de un especial dedicado al consagrado cineasta

neoyorquino

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2 El Correo de Andalucía Miércoles, 11 de marzo de 2015

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«Él era tan duro y romántico como la ciudad que amaba». Así hablaba Isaac Davis, protagonista de ‘Manhattan’. Hay algo de mágico y fílmico en las grandes ciudades. Muchos cineastas han querido rendir homenaje a las calles de su vida, pero nadie lo ha hecho como Woody Allen, o por lo menos, nadie ha sido capaz desde que comenzó

Laura Villalba {Aunque Woody Allen nació en Brooklyn, es al otro lado del río Hudson donde él encontró su ma-yor inspiración. Broadway, los lo-cales de música en directo o sus largas avenidas aparecen de mane-ra recurrente en sus películas. Es difícil entender a Allen sin Nueva York o a Nueva York sin Allen. Los dos forman parte de un todo adere-zado siempre con los mejores clási-cos del jazz. Es Allan Stewart Königsberg un erudito en la mate-ria. Desde su pseudónimo, Woody Allen, que tomó del clarinetista Woddy Herman, hasta su afición por este instrumento, todo pasa por la música en su cine. Busca y rebusca en los viejos temas de gra-mola para poner banda sonora a sus películas. De Judy Garland a Fred Astaire, pasando por Benny Goodman, Glenn Miller o Artie Shaw, escuchar sus películas con los ojos cerrados se convierte tam-bién en una suerte de cine en brail-le por su manera de acertar a la ho-ra de recrear ambientes.

Allen fue un niño judío, el hijo varón de un matrimonio de oríge-

CINE. WOODY ALLEN

Sombras y luces de una mente privilegiada

nes ruso-austríacos, pero también neoyorquinos. Su infancia marca-da por una educación ortodoxa es-tá muy presente en sus películas. La religión y los debates sobre el papel de los judíos y su percepción en la sociedad americana es uno de

los temas recurrentes en sus gags. «Para ti soy ateo, para Dios la opo-sición», dice en una de sus pelícu-las. Y es que a pesar de sus oríge-nes, Allen prefiere creer en el aire acondicionado que en el gran crea-dor, según sus propias palabras. Con este humor comenzó a labrar-se una carrera. Con tan sólo 16 años empezó a escribir guiones para otros humoristas y columnistas de prensa. Un año después deja de ser el chico que escribe los chistes que otros firmaban para convertirse de-

finitivamente en el artista que to-dos conocen: Woody Allen.

El joven Allen comenzó a actuar como monologuista en bares y clu-bes nocturnos. Escribía chistes pa-ra periódicos y trabajaba para va-rias agencias. Su fama incipiente le llevó a firmar con la NBC para el programa The Colgate Comedy Hour. En esta época decide matri-cularse en la Universidad de Nue-va York, donde cursaba, entre otras materias, Producción Cine-matográfica. Aun así, su asistencia no era todo lo continuada que de-bería, y sólo respetaba las clases con proyecciones de películas. Terminó el primer semestre a du-ras penas y decidió abandonar an-tes de empezar el segundo. Un profesor le llegó a decir que no era material de Universidad y le reco-mendó visitar a un psiquiatra, un consejo que, como todo el mundo sabe, se tomó al pie de la letra. En 1959 visitó por primera vez a un te-rapeuta. Desde entonces, no ha abandonado el psicoanálisis, otro de los temas recurrentes en sus pe-lículas.

Allen se ríe de sí mismo, de su

La religión y los debates sobre el papel de los judíos son algunos de sus temas recurrentes

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Hall es una comedia intimista, que por un momento deja de lado el humor absurdo para centrarse más en la psique de los personajes y pa-ra la que Allen utilizó como guía la personalidad de Diane, su musa durante muchos años. Considera-da por muchos su obra maestra, ganó con ella cuatro Oscars: a la mejor película, al mejor guión, al mejor director y a la mejor actriz para Keaton.

Cada vez más agobiado por en-contrar su propio estilo, y sin de-jarse llevar por los halagos de la crítica, Allen tiene miedo de estre-llarse, porque como él mismo dice «me preocupa el futuro, es el lugar donde voy a pasar el resto de mi vida». En su siguiente película, In-teriores, se cierra del todo al hu-mor y se centra en el cine de autor, algo que no le deja muy bien para-do. Después… llegaría Manhattan, con la que se consagraría y volve-ría a enamorar a su público.

Varias películas más tarde llega-ría La Rosa Púrpura del Cairo, una de sus favoritas. Le acompaña Mia Farrow como Cecilia, una joven de vida poco interesante pero que es capaz de enamorar a Tom Baxter, el personaje de una película que abandona los fotogramas del celu-loide para estar con ella. Tras esta, Hannah y sus hermanas y Septiem-bre, las dos otra vez con Farrow, que por aquél entonces era la nue-va novia del artista.

Más tarde, Otra mujer, con Gina Rowlands como protagonista. Esta tríada conforma una etapa en la que las mujeres llevan todo el peso de la narración, tendencia que sólo rompe posteriormente con Días de Radio, en la que vuelve a bucear en sí mismo para visitar los recuerdos de su infancia.

Después de una etapa oscura, con la separación de Farrow al ini-ciar Allen una relación con Soon Yi, la hija adoptiva de la pareja, el cineasta se vuelca en un proceso de recolocación interna. Las dis-putas con la que era su esposa has-ta ese momento le valieron ame-nazas incluso de Frank Sinatra, exmarido de la actriz. Cansado de tanto drama, vuelve a lo que mejor sabe hacer: comedia.

Es el momento de Misterioso asesinato en Manhattan, un absur-do, pero fantástico relato que su-pone el regreso de Diane Keaton a sus películas. Nos encontramos en el 25 aniversario de su nacimiento como artista, corre el año 1993. Son 25 años que celebra renacien-do de una crisis y con diálogos más brillantes que nunca. A punto de cumplir los 60, el artista está lejos de haber agotado su último cartu-cho, pero para saber cómo sigue su historia a uno y otro lado de las pantallas, tendrán que esperar al próximo número. ~

su carrera en 1969. ‘Manhattan’ es quizás la mayor poesía en imágenes hecha a una gran urbe, una infinita instantánea en movimiento. Su génesis parte de una cena entre Allen y el director de fotografía Gordon Willis, un encuentro entre amigos unidos por el amor al ‘skyline’

miedo a la muerte, su personalidad hipocondríaca o su imposibilidad de ser fiel a las mujeres. Sus prota-gonistas son siempre intelectuales atormentados, personajes neuróti-cos e histriónicos que intentan so-brevivir en el Nueva York más cool pero también el más solitario. Es-critores, dramaturgos y artistas en general son sus perfiles fetiche a la hora de crear un nuevo reflejo de sí mismo. El cine es también otra de las constantes en sus películas, y es que Allen fue uno de los primeros cineastas estadounidenses en po-ner el ojo sobre los creadores euro-peos. Fellini, Ingmar Bergman, Truffaut o Buñuel, son algunos de los autores que más le han influido. Dentro de EEUU se queda con Groucho Marx, Bob Hope, Alfred Hitchcock y Orson Welles. Su amor por el séptimo arte es tal que, in-cluso, se retrata fantaseando con Humpfrey Bogart en una de sus pe-lículas, Sueños de un seductor o, en inglés, Tócala otra vez, Sam. La cin-ta, de 1972, es todo un homenaje a Casablanca y nació como una obra de teatro que Herbert Ross llevó al cine a petición de Allen.

Su primera película, sin embar-go, fue Coge el dinero y corre (1968), una comedia sobre un gru-po de ladrones bastante aficiona-dos en la que puso en práctica to-do lo que había aprendido durante sus años en televisión. Intentó que varias productoras financiasen el proyecto sin éxito. Finalmente, fue Palomar Pictures la única que se decidió a acompañarle en este viaje. La crítica y el público acogie-ron el resultado con los brazos abiertos. Había nacido una estre-lla. De esta primera etapa son tam-bién Bananas, Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar y El dormilón. Su humor ágil y ácido se convirtió en una seña de identidad para el director.

Woody Allen es uno de esos ci-neastas hechos a sí mismos. Con el paso de los años ha acabado por convertirse en una de sus caricatu-ras hasta el punto en el que se ha hecho prácticamente imposible di-ferenciar dónde acaba Allan Stewart y dónde empieza el perso-naje. Mezcla realidad y ficción co-mo muy pocos saben hacer y a ve-

ces es difícil separar el tono satíri-co de los diálogos de sus verdade-ras convicciones. En Annie Hall vuelve a inspirarse en sí mismo. Crea la historia a partir de su rela-ción con Diane Keaton, a la que fi-cha como protagonista, y las loca-lizaciones son, una vez más, otro personaje.

La historia es una reflexión so-bre el amor en la gran ciudad, el amor entre dos narcisistas dema-siado agobiados por la frenética vi-da de los tiempos modernos, tan ensimismados en sí mismos y sus aspiraciones que no pueden re-nunciar a nada por el otro. Annie

Una selección

de fotografías

del afamado director en

distintos

momentos de

su vida.

El director mezcla realidad y ficción como muy pocos saben hacer

Woody Allen es uno de esos cineastas hechos a sí mismos, con humor ágil y ácido

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Todo lo que es el cine de Woody Allen se encuentra en ‘Annie Hall’; con toda seguridad, una de las mejores comedias de la historia del cine. Aunque lo que la hace enorme es que todos podríamos ser esa pareja que nos dibuja el realizador norteamericano; todo se podría reducir a solapar ficción y realidad para poder ver esa luz al final del túnel

CINE. WOODY ALLEN

Gabriel Ramírez Lozano {El cine no deja de ser una forma de comunicar. Con su propio códi-go, desde luego, pero no es otra co-sa que eso. Por lo tanto, es necesa-rio que se establezca un vínculo entre el espectador y lo narrado. El camino más fácil, el más efectivo y seguramente el único, es que el es-pectador se vea reflejado en lo que se cuenta. Como en literatura, el cine es una representación de una realidad compartida por muchos, reconocible y susceptible de ser entendida por el que mira la pan-talla. Cualquiera puede compren-der qué es lo que le sucede a un personaje y, lo más importante, necesitamos saber más sobre eso que le pasa para poder explicarnos a nosotros mismos, nuestro mun-do, el de verdad. Dicho de otra for-ma, esta es la razón por la que una película gusta o no al espectador.

La importancia del cine que ha hecho Woddy Allen, sobre todo desde que rodó Annie Hall el año 1977, llega desde ese territorio co-mún que ocupan sus películas y la película de cada persona que se sienta a ver su cine. Con este film, Allen da un giro en su producción que le lleva desde una comedia más bufa (en la que sus personajes son una burla de sí mismos y de su entorno) a otra en la que los perso-najes viven la realidad que les toca sufrir y tratan de comprender. Desde la ironía, el sarcasmo, pero lejos de una comicidad en la que los personajes se dibujan con tra-zos ajenos.

En Annie Hall la tesis que ma-neja Allen es que la vida es un de-sastre aunque, finalmente, se nos hace muy corta; que las relaciones interpersonales, aunque patéticas y dolorosas, son necesarias para todos nosotros. Y digo para noso-tros porque la historia que narra bien podría ser la de cualquier pa-reja del mundo. Comienza la pelí-cula con ello y termina con eso mismo. Entre medias, nos prepara una comedia inolvidable por inte-ligente; muy bien contada; repleta de recursos narrativos que inten-tan convertir, con éxito, al espec-tador en cómplice; montada sobre unos diálogos que, aun estando salpicados de chistes ingeniosos y efectistas, forman un conjunto ex-traordinario que lanza a los perso-najes (especialmente al que inter-preta Diane Keaton; Annie, claro) hacia una evolución magnífica. Ya no es tan importante el ingenio del director para hacernos reír. Ahora, lo esencial es que nos colo-ca definitivamente frente a nues-tra forma de entender las cosas para que nos planteemos si eso funciona o no.

La interpretación de Diane Kea-ton es casi perfecta. Dicen que ella tuvo mucho que ver en la cons-

ANNIE HALL

La vida corta y desastrosa

trucción del personaje cuando se pensó en él. Quizás por ello, la na-turalidad de la actriz es tan arrolla-dora que, desde el primer momen-to, el personaje aparece totalmen-te creíble. Woody Allen es Alvy Singer. Extraordinario también. Aunque el director siempre ha di-cho que Singer se parece mucho menos a él de lo que la crítica ha

dicho y el público intuye. Perso-nalmente, soy de la opinión de que se parece mucho más de lo que Allen estaría dispuesto a admitir. Tal vez, por ello, su interpretación es, como decía, extraordinaria.

Alvy es el narrador. Nos llevará hasta la casa de sus padres cuando él era niño, de aquí para allá rom-piendo la linealidad de la narra-ción; incluso le veremos converti-do en un dibujo animado. Tiempo y espacio se pliega a las necesida-des narrativas. No sólo para el es-pectador. También para los perso-najes. Alvy, Annie y Rob (Tony Ro-berts) podrán ver (sin intervenir en la acción, por supuesto) lo que su-cedía en casa de Alvy muchos años atrás. Original y solvente forma de narrar. Aunque Alvy es el narra-dor, el punto de vista se modifica en su focalización para que sea el personaje de Annie el que se deje ver y el que más evolucione.

La película tiene un aire que nos recuerda, ligeramente, al docu-mental. Quizás sea por ello por lo que aparezcan las imágenes de el de Marcel Ophüls (Le Chagrin et la Pitié) que es lo único que puede ver el personaje cuando va al cine y que es lo que ve Annie cuando visita Nueva York aunque ya lo ha visto un millón de veces. Los gui-ños al cine y a sus autores son muy numerosos durante el metraje.

Si alguien quisiera conocer las obsesiones y los asuntos recurren-tes en la obra de este director, viendo esta película podría hacer-se una idea casi exacta sobre ellos. La muerte y la relación que el hombre tiene o debería tener con ella; la importancia del psicoanáli-sis; la familia como origen de la personalidad del individuo; el mundo cultural como nido de anormales y charlatanes; la reli-gión como motivo de aislamiento y un amor devoto por Nueva York que compara a Los Ángeles por ser el contrapunto exacto.

Todo Allen está en Annie Hall. Todos nosotros lo podemos estar también. Esa última escena en la que los personajes se encuentran para confirmar que ese encuentro es imposible; esas conversaciones que el director matiza con subtítu-los para mostrar que el lenguaje puede estar muy distante de lo pensado; ese enamoramiento que se va convirtiendo en un recuerdo que tapa lo cotidiano; todo esto podría ser la relación de cualquier pareja. Escuchamos a Alvyn divi-dir a las personas en horribles o miserables. Los horribles son los que están enfermos y pasando una vida horrible. Los miserables el resto. Por ello debemos estar satis-fechos. Todos miserables, todos iguales.

Una de las mejores comedias de todos los tiempos. ~

Una comedia inolvidable por inteligente, bien contada y repleta de recursos narrativos

Woody Allen

protagoniza esta

historia junto con Diane Keaton.

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Una de las

escenas de ‘Hannah y sus

hermanas’.

Daniel González Irala {Un servidor descubrió esta gran película de Woody Allen durante una noche de Reyes. La película era un regalo, aunque no era el que suscribe su destinatario, lo que, pasado el tiempo, hace que su comentario esté teñido de cier-ta nostalgia.

Woody Allen, con este film, abandonaba el tono lastimero y protagónico de sus oportunísimas primeras obras (Toma el dinero y corre, Zelig…) y lo hacía ambien-tando, desde su por entonces ídolo Ingmar Bergman, una película sen-cilla y cargada de enjundia filosófi-ca y vital. La producción de Charles H. Joffe resulta, se mire por donde se mire, perfecta. Resultó que Joffe le acompañó hasta que el clarine-tista, escritor y director de cine fil-mase Vicky Cristina Barcelona. Po-co después murió.

Por aquel entonces, cuando se rodó Hannah y sus hermanas, cuan-do hablábamos en los corrillos del colegio del cine de Allen, pensába-mos que Septiembre e Interiores eran sus únicos dramas. ¡Y qué equi-vocados estábamos!, sobre todo, al querer clasificar una obra como la del prolífico geniecillo de Manhat-tan con mimbres tan primarios.

Todo empieza y acaba, como tratábamos de sugerir en el título, el cuarto jueves de noviembre de un año cualquiera. Un jueves que para americanos y canadienses es como aquí, en España, la Pascua Navideña; es decir, el día en que la familia se reúne, en este caso con un enorme pavo asado cocinado por la anfitriona principal y donde los padres o abuelos cantan y tocan canciones al piano. Estamos en un hogar de clase burguesa en Manhattan, un hogar donde Hannah (Mia Farrow), Lee (Barbara Hershey) y Holly (Dianne Wiest) son las protagonistas. Celebran en primera instancia el éxito en las ta-blas de la primera de ellas interpre-tando el personaje principal de Ca-sa de muñecas de Henri Ibsen, obra que no sólo no es casual en su elec-ción, sino que hará cambiar a un registro más shakespeareano como actriz a la mayor de las hermanas.

Hannah está casada con un ana-lista financiero llamado Elliot (Mi-chael Caine) que bebe los vientos en busca de una aventura por Lee, casada a su vez con un bronco e in-transigente artista plástico (Max Von Sydow). A su vez, la protago-nista mantiene una relación de

amistad con el hipocondríaco per-sonaje interpretado por Allen, pro-ductor televisivo de un programa que le mantiene en constante ries-go de colapso nervioso. Por otro la-do, Holly conoce en un evento a un arquitecto que la invita a la ópera, aunque su amor está por llegar.

Resulta portentoso el trabajo de todos los actores y algo que ayuda es la presencia delante de la cáma-ra tanto de Hershey como de Wiest, que empiezan siendo unas inesta-bles señoritas; la una con un pasa-do de alcohólica, frágil; la otra ex cocainómana a la que cada proyec-to que emprende le va sumiendo más en sus derrotas; pero si para algo quiere Woody Allen a sus per-sonajes e historias es para acabar comparándolas con la aparente-mente fuerte y siempre resistente Hannah, el pilar básico de la econo-mía y los sentimientos familiares, tan susceptible de caer como las otras dos, y a la vez volcada en su adoración por ambas.

Fotografiada por el italiano Car-lo di Palma, con montaje de Susan E. Morse y oportuna y variada par-

titura musical; el film es una deli-cia otoñal y melancólica que reco-rre las cuatro estaciones del año; el tratamiento de los temas resulta agradable por lo dulcificado, debi-do a que se opta por narrar y narrar, no buscar culpables a las situacio-nes vitales de nadie; en este senti-do, la huella de su autor resulta tan plúmbea y delicada, como pesada la carga emocional que se despren-de de ella, tan identificable en fa-

milias anteriores y posteriores a su filmación, como educada, tranqui-la y que pide permiso siempre para entrar en nuestra vida.

La utilización del verso de E. E. Cummings está realizada con tanta naturalidad (ni siquiera la lluvia tiene las manos tan pequeñas) como oportuno resulta el recurso de me-ter a Holly a dramaturga, tras sus

vanos intentos de seguir los pasos de su hermana Hannah. Y es gra-cias a ellos y a la sensibilidad, tan propia por otra parte de grandes como George Cukor, que despren-den el guión y las interpretaciones, por lo que nos encontramos ante una pieza única de su director, qui-zás porque en ella actúen elemen-tos más inconscientes que pura-mente meditados, más vitales (ig-noramos como fluían las relaciones entre el director y Mia Farrow por aquel 1986) que concienzudamen-te construidos y sin embargo tan bien escritos en sus diálogos como siempre.

Entre los premios cosechados destacaron tres Oscar de la Aca-demia (guión, actor secundario- Caine y actriz secundaria-Wiest) con siete nominaciones previas, mejor comedia en los Globos de Oro, con cinco nominaciones; dos Bafta al mejor director y guión, así como el de mejor guión ex-tranjero en los italianos David di Donatello y una nominación a los César franceses como mejor pelí-cula extranjera. ~

HANNAH Y SUS HERMANAS Un regalo de acción de gracias

En ‘Hannah y sus hermanas’ resulta portentoso el trabajo de todos los actores

Woody Allen demostró con esta película que, además de prolífico director de cine, es todo un autor. La influencia de Bergman por un lado y de Cukor por otro, le convirtió, así, en el realizador norteamericano que más gustaba en Europa. Y que lo siga siendo, con sus más y sus menos

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‘Otra mujer’ es una de las películas de Woody Allen que se apartaron de la comedia. El modo en que plantea la cuestión humana del sentido, las carencias, el vacío; hace pensar en Lacan. La otra mujer como la noción del otro en el pensador francés

CINE. WOODY ALLEN

Florencia del Campo {Woody Allen es una marca que entre cosas nos comunica su vir-tud de engendrar una película por año. Aunque bien fue relacionado durante mucho tiempo con la ciu-dad de Nueva York, sabemos que en las últimas películas ha elegido distintas ciudades de Europa para transformarlas en escenario de sus nuevas historias.

Es también un genio de la come-dia. Con personajes extremada-mente neuróticos ha construido tramas inteligentes cuyos protago-nistas son intelectuales en conflic-to con sus parejas, familia (sobre todo madre, hijos o ex esposo o es-posa) o fantasmas personales. Psi-coanálisis y óperas de fondo, mu-cha influencia del cine de Berg-man y Fellini (para aprender de ellos o copiarlos u homenajearlos) y diálogos a la altura de la intelec-tualidad de ese mundo de snobs y sofisticados que hacen de la vida una pieza de análisis; son algunos de sus elementos característicos.

Pero Woody Allen es también autor de dramas. Aunque es cierto que la mayoría de las obras que componen su filmografía pertene-cen al género de la comedia, otras, probablemente aquellas películas

donde más evidente se hace Berg-man en lo estético, son dramas.

Otra mujer (Another Woman) es una de sus películas dramáticas. Tiene a Mia Farrow de actriz, como en tantas otras, y, también, a Gena Rowlands, la musa de Cassavetes.

Otra mujer es una película justa y precisa. Un discurso que tiene lugar en una terapia (aparente-mente lacaniana) dispara en otra mujer (Gena Rowlands) los mis-mos interrogantes, u otros, igual de angustiantes o existenciales, que los que plantea en ese espacio de análisis el personaje de la pa-ciente (Mia Farrow). La voz del personaje de Mia Farrow se oye a través de las paredes. La voz del analista está prácticamente ausen-te, y la voz de Marion, el personaje de Gena Rowlands, está en su ma-yor parte en off. No habla con na-die, o habla con sí misma, en mu-chísimas escenas.

¿Pero quién es esa otra mujer? ¿Es el personaje de Mia Farrow pa-ra Marion? ¿Es el de Marion para el de Mia Farrow? ¿O acaso es otra de sí misma, otra en sí misma (¿y cuál es «sí misma»?)?

En la película siempre hay otra mujer para cada mujer. Marion descubre a otra mujer a través de

la pared porque su vecino es un psicoanalista, entonces puede oír a una de sus pacientes cada vez que lo visita. Luego esa otra mujer, la paciente, descubre a Marion y en ella encuentra el ejemplo de có-mo no quiere acabar, pues descu-bre ahí una vida vacía. Marion es otra mujer para Claire, una amiga de la adolescencia que todavía se siente traicionada por ella, y con un complejo de inferioridad muy

Gena Rowlands, en la imagen de

arriba, comparte

protagonismo en

la película con

Mia Farrow.

marcado respecto a su amiga, inte-lectual, brillante, exitosa. Pero Claire también es esa otra mujer pa-ra Marion. Además, Ken, el marido de Marion, otro intelectual de esos que están a la altura de cualquier personaje de Woody Allen, entrega-do completamente al intelectualis-mo, engaña a su esposa con otra mujer (con Lydia, la mujer del ma-trimonio amigo, otro elemento típi-co del cine de este director, que suele estar para mostrar que el amor fracasa donde menos aparen-ta que puede fracasar). Y la otra mujer de Ken, su ex mujer, y la otra mujer que la propia Marion fue, esa que en su juventud estaba enamo-rada de un profesor de la universi-dad… Es decir, ¿de qué lado («de la pared») está la otra mujer?

Casi como un homenaje a los es-tudios del yo y del estadio del es-pejo de Lacan, la película propone un otro para cada yo, un otro para constituirse, un conocer al otro pa-ra conocerse a sí mismo. Yo (y cada uno de los personajes femeninos) es la otra mujer, yo es el otro.

Lo que se propone como punto de partida del conflicto de la pelí-cula no es entonces un derrumbe que estaba del lado del otro (del de la paciente respecto de Marion) si-no un derrumbe que estaba de am-bos lados. La pared a través de la cual Marion escucha lo que le dice esa otra mujer a su analista, más que una pared es un espejo. Ma-rion escucha a la otra y se escucha a sí. Por ver a la otra mujer, se ve a sí misma.

Pero este reflejo opera en la pe-lícula en todos los personajes, no solo en esta dupla. Por cada una de las fisuras del yo penetra el otro (la otra mujer). Las mujeres recono-cen sus carencias por la presencia de la otra mujer que las derrumba al reflejarles el propio derrumbe. Claire es, en este sentido, un per-sonaje secundario, pero símbolo de todo esto: se reencuentra con Marion y reconoce en ella sus pro-pias faltas y carencias.

Marion tiene o es lo que ella no, y supone que por esas mismas cua-lidades, de las que ella carece, su marido se siente atraído. Esto, na-turalmente, la hace sentirse celo-sa. La lleva a decirle a su esposo: «Yo soy tu mujer, no ella». O le dice a Marion: «Eres tú la que debería ser actriz, no yo». «Tú», «ella»: ni más ni menos que el otro para po-der volver al yo.

«Todos pensamos en lo que po-dríamos haber sido», dice la pa-ciente a su analista después de ha-ber conocido a Marion, hablándole de ella, pero siempre de sí misma, hablándole de otro, pero del yo. Y la película acaba en paz (ni bien ni mal), porque cada una se encuen-tra en la Otra mujer para encontrar las propias faltas a atravesar. ~

Cuando la otra mujer hace espejo

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7El Correo de Andalucía Miércoles, 11 de marzo de 2015

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Teatro

Gabriel Ramírez Lozano {Difícilmente podremos saber nun-ca, salvo un reducido número de personas, quién ejerce el poder y desde dónde se manipulan los hilos a los que nos tienen sujetos. Parece que siempre hay un escalón supe-rior desde el que los movimientos se observan. Todo se reduce a un juego en el que millones de peones se mueven al son de algo que funciona como una trituradora de personas infalible. Mentes vacías, amores que forman parte de una higiene personal y poco más, hombres y mujeres pusilánimes y deseosas de ingresar en esos círculos privilegia-dos de poder. Eso somos casi todos. E incluso los que se acercan com-prueban que el poder arrasa al po-der. Esto es lo que nos cuentan en Invernadero (The Hothouse, 1958), obra de teatro de Harold Pinter que ha versionado con brillantez Eduar-do Mendoza y que se puede ver en el Teatro de la Abadía de Madrid. Hasta el 29 de marzo.

La dirección de Mario Gas es es-tupenda. Entiende bien el texto y dirige a sus actores con maestría. Logra que las situaciones extremas no acaben con las almas que creó Pinter. Salvo Isabelle Stoffel, que exagera su expresión corporal sin necesidad en algunos tramos de su papel, todos los papeles son defen-didos con eficacia. Destacan Gonza-lo de Castro (su papel es el más di-vertido de todos y es en ese territo-rio en el que se desenvuelve mejor el actor aunque todo el arco dramá-tico del personaje lo maneja con sol-

El helado mundo de los peones

Un instante de la

obra con todo

el elenco, encabezado por

Gonzalo Castro y

Tristán Ulloa,

sobre las tablas.

La luna de ChopinGabriel Ramírez Lozano {Hasta el próximo día 15 de marzo, y dentro de su programa de activida-des pedagógicas, el Teatro Real de Madrid ofrece la posibilidad de es-cuchar algunos de los nocturnos de Chopin en su Sala de Orquestra; po-siblemente el lugar más bonito y en-trañable de este teatro. Es la prime-ra vez que el público puede acceder a esta sala para disfrutar de un con-cierto. Las vistas son espléndidas (la calle Arenal, las cubiertas de las buhardillas con más sabor a bohe-mia, y la luna que aparece poco des-pués de comenzar el espectáculo. Despacio, elegante, queriendo ha-cer compañía a una serie de privile-giados que están escuchando piezas inolvidables).

Al piano una joven que interpre-ta con sensibilidad y, a la vez, fuer-za arrolladora. Noelia Rodiles. Una mujer virtuosa que fundó el Trío Lorca y que, además de ofrecer conciertos exquisitos, es profesora en la Escuela Superior de Música

Reina Sofía y en el Centro Superior Katarina Gurska de Madrid. Está fantástica interpretando todas las piezas aunque con el nocturno nº 5 Op. 15 nº 2; el nº 10 Op. 32 nº 2; y con el Carnaval Op. 9: Chopin (el

concierto incluye esta pieza de Schumann y otra de Mendelssohn para recordar a los amigos de Cho-pin y cómo lo admiraban), deja ver toda la fuerza de su interpretación, su virtuosismo.

su cargo para hacer barbaridades o acusar de haberlas hecho a los más débiles. Bien podría tratarse de los banqueros y políticos, de todo tipo de poderosos que andan sueltos por nuestro mundo.

La acción se desarrolla, casi en su totalidad, durante el día de na-vidad aunque en ese estableci-miento nada cambia aunque se tra-te de una fecha tan señalada. El texto se salpica de momentos di-vertidísimos aunque, al mismo tiempo, dolorosos. Y se agradece que, aunque sea desde la acidez,

podamos olvidar que nos propo-nen echar un vistazo a la bajeza hu-mana, al vacío que supone una so-ciedad helada y sin posibilidad de cambio. Porque entre tanto frío la única posibilidad de cambio es la de los peones que terminarán fuera del tablero sin excepción.

No es de extrañar que la sala San Juan de la Cruz del Teatro de la Abadía estuviera completamente llena de un público que pudo reír y sufrir durante la hora y cuarenta y cinco minutos que disfrutó de un excelente espectáculo. ~

Las explicaciones de Fernando Palacios son acertadísimas y muy divertidas. Nos llevan desde la lle-gada de Chopin a París hasta su muerte; nos explican ese mundo que el compositor vivió, su fama, cómo las jóvenes parisinas peleaban por recibir clases de Chopin. Y todo lejos de profundidades innecesa-rias, buscando el entendimiento de los más pequeños y de los adultos.

Suelo acudir a los conciertos con alguno de mis hijos o con mi esposa. Era el turno de Gimena. Ocho años. Disfrutó mucho. Y me dice que repe-tiría tantas veces como fuera posible. Esa es la mejor de las cosas que se pueden decir de este concierto. Si un niño disfruta de algo así es que todo el mundo debe hacerlo. Digo debe y no digo puede. Les garantizo que es una ocasión única. Y verán cómo la luna se deja ver en el momento preci-so, como si estuviera esperando para hacer su aparición a que una joven in-terprete los nocturnos de Chopin. ~

Dibujo hecho

por la pequeña

Gimena tras ver

la obra, pintado sobre una

tarjeta postal.

Los nocturnos de Chopin Teatro Real de Madrid Del 6 al 15 de marzo

tura y credibilidad) y Tristán Ulloa (su personaje es el más odioso de to-dos aunque, también, cumple con las exigencias de su personaje sin dificultad alguna).

Técnicamente, la producción lo-gra una nota sobresaliente.

La trama nos coloca en un esta-blecimiento en el que los pacientes deberían reposar. Bien podría ser el mundo en el que nos ha tocado vi-vir. Sin embargo, allí lo que sucede es que los profesionales son incapa-ces, mienten, odian, ansían poder, no dudan en abusar de la fuerza de

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8 El Correo de Andalucía Miércoles, 11 de marzo de 2015

Suplemento cultural

Continuamos una semana más revisitando edificios curiosos de nuestra Costa del Sol, alguno de ellos catalogados dentro del Estilo del Relax, un movimiento de inspiración internacional que adquirió en Málaga características propias.

Arquitectura

obras sociales de la Segunda Repú-blica. El edificio claramente adscri-to al Movimiento Moderno se le-vanta en medio de un jardín sobre el mar y en el se sitúa hoy el Centro Cultural Pablo Picasso. La planta si-mula la de un avión con las alas des-plegadas y alguna de sus soluciones arquitectónicas, como las galerías abiertas, forman parte de la tradi-ción constructiva andaluza. Son muy pocos los edificios de esa épo-ca que se conservan en España y su antiguo Protectorado en el Norte de África, debido sobre todo a la ruptu-ra que supuso el fin de los ideales de la República y a las destrucciones subsiguientes.

Las excentricidades torremoli-nenses tienen un precursor que aún se mantiene en pie y cuya plena rehabilitación está por finalizarse. El predio ha pasado a manos del ayuntamiento desde las de la fami-lia propietaria que la había ocupado durante tres generaciones. Se trata de la Casa de los Navajas, un palace-te de estilo neo-morisco inspirado en la Alhambra de Granada que se levanta orgulloso, rodeado de jardi-nes y asfixiado por edificios de apartamentos y minigolfs en la la-

Augusto F. Prieto {Solo hemos conseguido documen-tar una ciudad en España que pue-da ufanarse de tener una calle dedi-cada a uno de los personajes de las Mil y una noches, Aladino, en ella se encuentra otro de los inmuebles re-señables de la ciudad de Torremoli-nos, que en su momento marcó el acceso a la playa de La Carihuela desde la antigua nacional 340.

El Bazar Aladino es un centro co-mercial diseñado como un barco, cuya proa apunta a la carretera –hoy avenida de Carlota Alessandri– y al que se accede desde una pasarela. Todavía, rodeado de construccio-nes espurias, y descontextualizado, produce un efecto prodigioso, má-gico. Fue diseñado y construido en 1953 y es el paradigma del estilo moderno náutico, que excede aquí el concepto para devenir una ma-queta, una reproducción. Es la sus-titución de lo inspirado por lo au-téntico, porque salvo en lo que se refiere a los materiales constructi-vos el exterior de la estructura, con las diferentes cubiertas y la chime-nea, era el de una auténtica nave de recreo anclada en la acera. Es en ese punto de fantasía y desinhibición donde los estudiosos encuentran el motivo para inscribirlo como pieza destacada, por lo extravagante, en el Estilo del Relax. El proyecto origi-nal de Fernando Morilla fue modifi-cado en los años 80 alterando los volúmenes de la última cubierta y la chimenea, variando los colores ori-ginales y obviando los juegos de es-caleras metálicas, es un desastre re-versible, pero aún con estas modifi-caciones la obra no pierde su fuerza original. El Bazar Aladino se adelan-ta en nuestro país a la concepción de una construcción como reclamo publicitario de sí misma.

Dan por hecho los expertos que la modernidad desmesurada del Es-tilo del Relax arraiga en la Costa del Sol ante la ausencia de monumen-tos colosales como los que determi-nan la lectura urbana de otras capi-tales andaluzas como Córdoba, Gra-nada, Ronda o Sevilla. La falta de estos referentes hizo que se aban-donaran lecturas historicistas y los diseños aspiraran a la internaciona-lización y el confort, sin renunciar a unas características propias marca-damente kitsch que descargaban los edificios de su sobriedad concep-tual, desafiando el racionalismo en lo decorativo. Muchas de estas construcciones han desaparecido

arrasadas por la ignorancia y por la incuria, algunas incluso reciente-mente como el Hotel Tres Carabelas de Antonio Lamela destruido en 2008 ante la pasividad del ayunta-miento, el surrealista Príncipe Oto-mán con sus minaretes inspirados en las mezquitas estambulitas o el Tritón; otros establecimientos ho-teleros mantienen cierta atmósfera de época, como el Tarik o el Tropi-cana, éste último a pesar de haber perdido destacados elementos co-mo su beach club, el primigenio gran chiringuito de la Costa del Sol, montado sobre raíles de ferroca-rril, donde se pudo ver el primer bikini en España.

Posteriores, pero ignorados por las publicaciones especializadas, los Apartamentos Bajondillo son una astuta obra de ingeniería. La posi-ción de la playa obliga al constructor a un tour de force del que sale airoso con acierto. Cada uno de los casi se-tecientos apartamentos gozan de vistas al mar y la altura compensada de las moles permite la insolación en el área de la piscina hasta el ocaso. Con el ladrillo pintado de blanco –ig-noramos si era así originalmente– se consigue una elegante secuencia de

balcones sesgados. Zonas comunes y estudios conservan curiosos deta-lles de los 70, especialmente las reje-rías, los azulejos de rodapié, las lám-paras de móvil y las jardineras de obra que le dan un carácter al com-plejo que evoluciona del Estilo del Relax para internarse definitiva-mente en un sugerente neo-folk, que conserva en el mobiliario algu-nas piezas evolucionadas de lo que se conoce irónicamente como Estilo del Remordimiento Español, plaga-do de bargueños, lámparas de forja y sillones del Mío Cid.

Francisco Alonso Martos diseñó en 1935 los planos del Colegio de Huérfanos Ferroviarios de Torre-molinos, una construcción clave, porque bascula entre el modernis-mo de principios del siglo XX y el Estilo del Relax. Es un edificio ra-cionalista, con soluciones propias del art-decó y esa pretensión higié-nica y progresista propias de las

Excentricidades en Torremolinos y Estilo del Relax

Los apartamentos Bajondillo son una astuta obra de ingeniería, un acierto

Apartamentos Bajondillos.

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9El Correo de Andalucía Miércoles, 11 de marzo de 2015

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Algunas de estas obras maestras permanecen ignoradas por los turistas, que apenas reparan en ellas pero muchas veces también por los propios vecinos,

que les niegan sistemáticamente el valor que representan en las tramas urbanas

sus pechos en público y fumando. Una auténtica pionera de lo que vendría después. En aquellas fechas habían aparecido las primeras ins-talaciones balnearias en Torremoli-nos, como el Castillo del Inglés, le-vantado sobre el cuartel de carabi-neros del fortín de Santa Clara por el ciudadano británico sir George Langworthy, posteriormente con-vertido en hotel y luego arrasado, o el parador de Montemar. La Guerra Civil terminó con ese incipiente destino cuya eclosión no se repro-duciría hasta los años 50, estabiliza-da la dictadura, cuando empezaron a llegar los turistas del norte de Eu-ropa. El boom del turismo terminó con el encanto de aquellos pueblos marineros, con sus molinos harine-ros, con la perspectiva de la Torre de san Miguel –que permanece mi-lagrosamente en pie– y cementó la costa. Pero no debemos olvidar que gracias a aquella apertura España se abrió al mundo y avanzó hacia la democracia. El urbanismo –desen-frenado o no– contribuyó a esa tran-sición y por eso es importante recu-perar la enseñanza que nos dejaron aquellos tiempos y provocar una nueva mirada sobre ellos. ~

dera del acantilado, sobre el Bajon-dillo. Fue construido en 1925 por encargo de Antonio Navajas, un empresario enriquecido con el cul-tivo de la caña de azúcar en los te-rrenos que actualmente ocupa el aeropuerto de Málaga, arrendados al marqués de Larios. Destacan en él los zócalos de azulejos de la fa-chada procedentes de las fábricas de Talavera de la Reina y las singu-lares torres-miradores, así como las

secuencias de arcos diferentes que lo impregnan de un carácter iluso-rio. Esa casa de recreo, felizmente recuperada, inauguraba la Costa del Sol para el turismo.

Pocos años más tarde, hacia 1930, está documentado que Salva-dor Dalí pasaba en La Carihuela lar-gas temporadas invitado por los poetas de la revista Litoral y su compañera Gala Diakonova sor-prendía a los marengos mostrando

Sobre estas

líneas, la Casa

de los Navajas.

A la izquierda, el Bazar

Aladino.

Hacia 1930 aparecen las primeras instalaciones balnearias en la ciudad

La excentricidades de este municipio tienen un precursor en la Casa de los Navajas

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Pablo Berger se estrenó como director con ‘Torremolinos 73’, una película divertida aunque con un fondo triste, con un fracaso a la española constante, que deja

un gusto amargo tras cada sonrisa. Una España escapando de sí misma

Gabriel Ramírez Lozano {En España, de un tiempo a esta parte (a partir de 1960 hasta hoy mismo), siempre funcionó muy bien eso que conocemos como burbuja inmobiliaria. Y el cine por-no, también. Lo de construir pisos y vender solares a precios indecen-tes ha tenido distintas fases. Unas mejores y otras peores. Pero el porno no decae. Además, el sol que reciben nuestros edificios es un reclamo estupendo para los tu-ristas de todo el mundo. España es así. Sol, ladrillo y porno cañí.

Pablo Berger pensó una versión del gran sueño español que consis-tía en tener pisos propios pagados en cómodos plazos, sol en la costa, porno casero (o casi); una buena dosis de caspa, otra de picaresca y abuso de poder. Lo mezcló con los deseos irrefrenables de sus perso-najes protagonistas y, voilà, se es-trenó en la dirección de películas de cine. Torremolinos 73 fue el re-sultado. Interesante trabajo que ya dejaba ver lo que Berger sería ca-paz de hacer detrás de una cámara.

Parece ser que el guion está ba-sado en algo que ocurrió en reali-dad. Alfredo López (encarnado por Javier Cámara que no hace el papel de su vida aunque está muy bien) vende enciclopedias. Al menos lo intenta, porque la venta de fascí-culos le hace imposible su trabajo. Dadas las circunstancias, don Car-los (un cínico que abusa de las ne-cesidades vitales de sus emplea-dos y les obliga a tragar con lo que les eche encima; interpretado por un espléndido Juan Diego) propo-ne a su equipo de ventas cambiar el rumbo de su vida profesional.

La idea es grabar vídeos educa-tivos sobre la reproducción en Eu-ropa. Bonito eufemismo con el que referirse al porno. Alfredo y su es-posa Carmen (maravillosa Candela Peña) no ven salida a su futuro y acceden. Alfredo descubre el cine de Bergman intentando aprender lo que tiene que hacer para filmar las películas con su esposa. Mira cine para hacer cine. Mira a Berg-man y quiere ser Bergman. Car-men descubre que su marido no puede tener descendencia y ella quiere tener un hijo a toda costa. Por tanto, la nueva actividad pue-

de servir, a ambos, para alcanzar sus sueños.

El trabajo fotográfico que hace Kiko de la Rica en Torremolinos 73 es espléndido. Se lanza desde el principio en busca de encuadres originales y expresivos. Y logra muchos, francamente, estupen-dos.

Por su parte, Berger dirige con las cosas claras en la cabeza, con un diseño de cada escena casi mili-métrico, consiguiendo una pelícu-la con ritmo narrativo de alto nivel y una factura sobresaliente. La puesta en escena es sobria aunque representa una España muy reco-nocible en su mediocridad y en sus miserias. El montaje hace que ese sentido que busca el director se potencie con el uso de elipsis muy acertadas en las que los personajes evolucionan colocados en un esce-nario en el que solo puede pasar lo que nos enseña la cámara.

Buena parte de la película se de-sarrolla en Torremolinos. Y es cuando el entorno se convierte en un personaje más; en un personaje que representa toda una época de la historia de España. El pueblo es-tá desierto porque es invierno. El sueño de muchos se ve moribun-do, lo que se vendió como un au-téntico paraíso es, en realidad, un conjunto de moles sin sentido, un laberinto de pasajes en los que las tiendas se han reducido a decenas de cierres ciegos que arañan la feli-cidad al paseante.

La España más estereotipada, ridícula y provinciana. Tan solo se libra el interior del hotel en el que se rodará la película definitiva di-rigida por Alfredo e interpretada por Carmen y un actor llegado del norte de Europa (lo interpreta Mads Mikkelsen). La España que quería escapar de su cutrez más asfixiante es Torremolinos; el sím-bolo de la modernidad se convier-te en un vehículo que funciona co-mo un cacharro averiado.

La película es muy agradable y contiene momentos muy diverti-dos. Sin duda alguna es muy supe-rior a Aventuras y desventuras de una viuda muy cachonda que es la que rodó Alfredo buscando ser co-mo Bergman e interpretada por Carmen en busca de un padre para

Cine

Porno ‘made

in Spain’

ese hijo que no llegaba ni a la de tres. Die Abenteuer Und Unglücke Einer Geilen Witwe funcionó muy bien en Dinamarca. Tanto como el sol del Mediterráneo.

Tal vez, deberíamos dedicarnos más a construir un sueño como el propuesto por Berger en su pelícu-la para poder salir de la crisis. Nunca se sabe. ~

La película refleja la España más estereotipada, ridícula y provinciana

Candela Peña

(en ambas fotos)

protagoniza la

película junto a

Javier Cámara (arriba) y Mads

Mikkelsen

(abajo). A la

izquierda, el

cartel del filme.

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11El Correo de Andalucía Miércoles, 11 de marzo de 2015

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Volviendo sobre lo anterior: Si una guerra se caracteriza por la au-sencia de algún tipo de valoración hacia los derechos humanos ¿Cómo podemos esperar que se respete el patrimonio? Asociaciones como He-ritage for Peace han venido denun-ciando el tráfico ilegal de obras co-mo una de las fuentes principales de financiación de los diferentes grupos que operan en Oriente Me-dio. El pasado mes de febrero se aprobó la Resolución 2199 del Con-sejo de Seguridad de la ONU –desti-nada a cortar entre otros aspectos la financiación por la venta de petró-leo y el tráfico de piezas del patri-monio cultural– lo que podría leerse como una llamada de atención so-bre este saqueo. Estos elementos habrían derivado en la demostra-ción viral llevada a cabo en Irak ha-ce unos días. Si no existía la posibi-lidad de obtener un precio por esas obras, no iba a suponer ningún im-pedimento destruirlas, puesto que no tenían valor.

Otro debate ha salido a la pales-tra a tenor de lo sucedido. No es otro que la legitimidad existente en que muchas piezas procedentes de Oriente Medio y otros lugares se en-cuentren atesoradas por museos oc-cidentales. Evidentemente ahora pocos dudaríamos de la función de salvaguarda de estos contenedores pero no puedo más que acordarme que la situación en muchos de esos países es, en gran medida responsa-bilidad de estos estados adalides de la cultura donde se encuentran si-

tuados estas instituciones. Total-mente insuficiente ha sido el apoyo prestado a que las antiguas cunas de la civilización prosperen más allá de oligarquías tremendamente desiguales.

Por todo esto, solo puedo sentir desazón al ver como la historia se re-pite una vez más. Resulta complica-do condensar todo lo que un tema como este puede suscitar, pero no puedo más que sentirme identifica-do en las palabras que el otro día es-cuché decir a Jorge Barriuso, en las cuales venía a expresar como se cer-cena la libertad y el futuro de una so-ciedad atentando contras sus indivi-duos y, a la misma vez, se intenta bo-rrar su pasado cuando se destruye su patrimonio, dejando a los supervi-vientes huérfanos de su identidad, de su acervo. Sin memoria. ~

La iconografía nos remite a la representación de las imágenes de diferentes épocas para hacernos una idea acerca de la estética pero ¿qué ocurre cuando

esta es destruida o se intenta borrar su rastro para siempre? Hace unas semanas que se difundió un episodio más, escenificado en el Museo de Mosul

Pablo Navarro {Resulta difícil encontrar explica-ciones a todas las expresiones de violencia. Cualquier esbozo de ra-zonamiento suele verse entorpeci-do por toda una serie de sensacio-nes que nos dificultan intentar de-sentrañar la información ante la que estamos. Se ha escrito mucho acerca de este triste episodio y los vídeos que muestran las obras –se-an todas originales o no, como se ha deslizado en algunos medios– siendo destruidas han volado por las redes sociales.

No puedo evitar preguntarme por qué somos más sensibles ante estos hechos que ante la continua vejación de derechos humanos existentes en los diversos conflic-tos armados que asuelan el plane-ta. No sé con exactitud si se debe a que estamos insensibilizados por el constante goteo de tragedias hu-manas que vemos con indolencia día sí día también o si, por el con-trario, se debe a que nos resulta más fácil poder digerir un vídeo de este tipo e indignarnos.

Desgraciadamente, atentar con-tra el patrimonio cultural está liga-do a la civilización, al igual que la violencia, el odio y el hecho de te-ner unas creencias, ya sean religio-sas, económicas o raciales, que nos empujan a justificar lo sensatamen-te injustificable. Sucesos como los del museo de Mosul se llevan repi-tiendo desde los inicios de la socie-dad y tampoco hay que remontarse mucho para recordar algunos simi-lares como la voladura de los budas de B miy n, en Afganistán, o la des-trucción del puente de Mostar du-rante la guerra de la antigua Yugos-lavia. La demolición de los símbolos ha sido una práctica habitual que, a modo de provocación o demostra-ción de fuerza, ha tenido por objeto intentar borrar la herencia cultural de diferentes pueblos por parte de quienes se creen elegidos para ello.

La protección de los seres huma-nos es, y debería ser, la principal preocupación en caso de contienda, pero también deberíamos tener en cuenta la importancia de la memo-ria como elemento sobre el que des-cansa la identidad de las socieda-des; y ahí el patrimonio, tanto mate-rial como inmaterial, juega un importante peso específico. Existen acuerdos como la Convención para la Protección de los Bienes Cultura-les en Caso de Conflicto Armado de 1956, surgida a través de episodios de la II Guerra Mundial como el in-tento de destrucción de la cultura polaca por parte de los nazis o los más que discutibles bombardeos de Dresde por la aviación aliada.

Arte

Arriba, la ciudad

alemana de

Dresde tras los

bombardeos de febrero de 1945

(Foto: Richard

Peter). Junto a

estas líneas, el

salón asirio (Museo del

Louvre). Década

de 1910. Foto de

la William Henry

Goodyear Archival

Collection.

Iconografía de la sinrazón

La protección de las personas debería ser lo primordial en las contiendas pero no hay que dejar de proteger la memoria

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La saetera sanluqueña, que en gloria esté, Encarnación Marín, La Sallago, llegó a cantarlas por bule-rías «A la nana mi niño / la nana mi niño / nanita duerme y tu mare es-tá contigo para mecerte o La luna / la luna está mirando por la venta-na, por la ventana / la luna está cantando nanita nana, nanita na-na o Papá trae del campo leña pa’ el frío / y mi niño chiquetito ya an-da dormío / y mi niño blanco ya está dormío, mi lucerito blanco ya está dormío».

La que me cantaba mi madre era antillana. Fue cantada por Víc-tor Jara, Mercedes Sosa y también por El Cabrero, pero en su origen no fue flamenca, fue latinoameri-cana. Qué forma tan bonita de dormirme, la que tenía mi Consue-lo, hablando de lucha entendida como trabajo, de injusticias que han presidido la historia, y del amor como sacrificio. Me la susu-rraba así …

«Duerme duerme negrito, que tu mama está en el campo, negri-to / te va a traer codornices para ti, rica fruta para ti, carne de cer-do para ti / Duerme, duerme, ne-grito. Que tu mama está en el campo, negrito / Duerme, duer-me, negrito que tu mama está en el campo / Te va a traer codorni-ces para ti / Te va a traer rica fruta para ti / Te va a traer carne de cer-do Para ti / Te va a traer muchas cosas Para ti. / Y si el negro no se duerme viene el diablo blanco / Y zas le come la patita Chacapum-ba, chacapumba, apumba, chaca-pumba. / Duerme, duerme, negri-to / Que tu mama está en el cam-po, negrito / trabajando / Trabajando duramente, trabajan-do sí / Trabajando y va de luto, trabajando sí / Trabajando y no le pagan, trabajando sí / Trabajando y va tosiendo, trabajando sí / Para el negrito, chiquitito / Para el ne-grito si / Trabajando sí, Trabajan-do sí / Duerme, duerme, negrito / Que tu mama está en el campo / Negrito, negrito, negrito».

Estas letras que suman faltas y ausencias de pan, de cunas y de mares, son el refugio al que acudi-mos, de vez en cuando, a ese olor blanco del jazmín, que nuestra abuela se había puesto en el roete, a la cadena que colgaba de ese cuello con el que volábamos suje-tos, a ese respirar profundo o a ese latir como almohada, al arrullo de un cuerpo grande, muy grande.

Y qué frío me entra cuando veo a un niño con la tablet escuchan-do ensimismado el estridente «el pollito pío / el pollito pío» y qué pena me da que ese calor se pier-da, escalofrío.

¿Nos criaron como nos durmieron? ¿Qué nos cantaron en ese duermevela? La respiración como soniquete y ese susurro de nana que nos hicieron sentir seguros ¿se perderán? Les brindamos estas reflexiones acerca del flamenco

Gracia Elena Miranda {Haz como si cerraras los ojos y vuelve atrás…, más…, hasta que es-cuches…, ese crujir de los palillos de la silla, ssssssss, ese guiño de la me-cedora…, ¿escuchas? Ese susurro ta-rareante, que envuelve esa canción de cuna, que te mecía…, y te canta-ban…, y te calmabas, ¿escuchas? Se-guro que te sosiega también ahora. El mismo que paraba tu juego, que junto con la luz del patio, iluminaba las sombras abstractas.

Las nanas sembraron en nosotros el recuerdo de quien te amparaba de todo lo malo que pudiera emerger de un mundo aún por descubrir o recién descubierto. Son los melis-mas somnolientos que nos cuida-ron, pero a través de anunciarnos esos peligros, sumamente precisos, para sentirnos a salvo después.

¿De dónde proceden estos cantos de hermanas, tías, madres y abue-las, de sirenas, tan nuestros? Sin despreciar las esbeltamente clásicas piezas de Chopin, Ravel o Brahms, dada la proximidad con otras raíces más flamencas, les convío a que se arrimen a las ramas andaluzas.

El flamenco de hoy sigue reco-giéndola como palo. José Manuel Gamboa, en Una historia del Fla-menco (2005:119), nos recordaría quién hizo suyo, y desde cuándo, este cante autóctono. Por lo visto ya en el año 1931, La Argentinita junto con García Lorca habrían gra-bado la Nana de Sevilla «Este gala-paguito no tiene mare / no tiene ma-re sí, no tiene mare no / no tiene mare / lo parió una gitana lo echó a la calle / lo echó a la calle sí, lo echó a la calle no / lo echó a la calle»; pe-ro Gamboa aclara que es en el regis-tro en 1954, de Bernardo el de los Lobitos, cuando la Nana (una can-ción folclórica de cuna) se incorpo-ra al bagaje flamenco gracias a Peri-co el del lunar. A lo mejor recuer-dan las letras que éste cantaba «Este niño chiquito / no tiene cuna / su padre es carpintero / y le hará una», o la de: «Nana, nana, nana / duérmete lucerito de la mañana».

Aunque la interpretaran fenó-menos como Pepe Marchena, «mi niño está en la cama / Mi niño está en la cama y está llorando / Está en la cama, mi niño, y está llorando / Cascabeles azules le están tocando, Cascabeles azules le están tocan-do»; Joselero de Morón, «Qué peni-ta llegá a abuelo / qué penita llegá a

abuelo / que tiene uno que dormí / estando muerto de sueño»; Cama-rón y su psicodelia mora, del Caba-llo Grande, recuperando a Lorca, «Duérmete clavel, que el caballo no quiere beber, duérmete rosal que el caballo se pone a llorar»; Enrique Morente con las Nanas de la Cebo-lla de Miguel Hernández; Juan Ca-chele o Curro Lucena, quien se atreve con el cante de trilla, con ni-ño y todo; las mujeres quitan el sentío necesario, para desconectar de este mundo y migrar al de los sueños.

Flamenco

¿Cómo nos criaron?A la izquierda,

el inigualable Camarón de la

Isla. Más abajo,

otro genio

desaparecido

hace unos pocos años, Enrique

Morente.

Suplemento cultural editado por

Coordinador: Gabriel Ramírez Lozano

Colaboradores: Nirek Sabal, Augusto F. Prieto, Florencia del Campo, Beatriz Silva, Isabel Uribe Moya, Daniel González Irala,

David Mayo, Claudia Ruiz Cívico, Ismael G. Cabral, Mara Sanz Gaite, María Eugenia Guzmán, Gracia Elena Miranda Balbuena,

Paulo García Conde, Emma Camarero, Óscar Gómez, Carlota Montemayor, Carlos Serrato, Laura Villalba y Pablo Navarro.