Al Través de Mi Vida - Carlos Gagini

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Carlos Gagini - Autobiografía

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    G134g Gagini, Carlos, 1865-1925

    Al travs de mi vida [recurso

    electrnico] /

    Carlos Gagini -- 1a ed. -- San Jos :

    Imprenta

    Nacional, 2012.

    1 recurso en lnea (84 p.) : pdf ; 3083

    Kb

    ISBN 978-9977-58-362-4

    1. Gagini, Carlos, 1865-1925. I. Ttulo.

    DGB/PT

    12-82

    DGB/PT 07-20

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    -Carlos Gagini-

    EDITORIAL DIGITAL

    www.imprentanacional.go.cr

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    AL LECTOR

    Preocupacin muy extendida es la de que solo deben escribir sus memorias los hombres ilustres, aqullos que por haber descollado en la poltica, en la guerra, en las ciencias o en las artes, reservada su hornacina en las venerables galeras de la Historia; mientras que los dems, los del montn annimo, debemos contentarnos con aplaudirles desde abajo, sepultando en el olvido nuestros humildes recuerdos y experiencias.Lejos de participar de tal prejuicio, tengo para m que quienes han sido, no actores, sino meros espectadores de los acontecimientos pueden juzgarlos, ya que no con la amplitud y elevacin de los que en ellos figuraron, s con ms imparcialidad y menos reticencias, mxime si quien escribe es uno que, como yo, jams se ha ingerido en la poltica ni ha padecido por su causa.Se me perdonar que sea algo prolijo al tratar de mi infancia y de mi adolescencia; pero si mi relacin pareciera enfadosa a muchos, estoy seguro de que ser leda con agrado por quienes fueron mis condiscpulos en las escuelas y en el colegio, en cuya memoria estn vivas an las emociones y diabluras de aquellos felices tiempos. A ellos, y no al pblico, dedico este libro.

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    I. MI INFANCIA

    Nac en la casa de mis abuelos, la misma que ocupa an la familia de mi to Ramn Chavarra1 el 15 de mayo (quinto mes del ao) de 1865. Desde nio tengo cierta supersticin por el nmero 5, y en efecto, los grandes acontecimientos de mi vida tienen fechas terminadas en esa cifra o en cero. De mis primeros cuatro aos conservo tres recuerdos indelebles: los zuecos de doa Concha, el primer temblor que vi y un susto maysculo que di a mi familia.Esa nuestra vecina ms inmediata, era anciana en extremo, inteligente y simptica doa Conchita de Fernndez la cual me profesaba particular cario. Cuntas veces me llev a su casa para darme una manzana rosa, un caimito o algunas otras de las sabrosas frutas que el Dr. Macaya, su vecino, traa de su finca Las nimas! La buena seora, como todas sus contemporneas, sola ir a misa con zuecos (especie de calzado con una simple faja de cuero y una suela de madera como de tres pulgadas de espesor) que las beatas dejaban a la entrada del templo, ni ms ni menos que los mahometanos, al entrar en sus mezquitas. Una noche le rob los zuecos a doa Concha y los escond detrs de la puerta de mi casa. Poco despus lleg la viejecita, gritando: Dnde est ese Judas? Mi madre me sac de la cocina, en donde me haba refugiado; pero fue lo bueno que los zuecos nunca aparecieron, y cuando me iban a castigar, doa Concha se ech a rer, y exclamo: Pobrecito! Tal vez no fue l, sino el Pisuicas. Desde entonces conserv un vago temor por ese personaje, complicado en mi primer delito y a quien nunca haba odo mentar.Lo del temblor que vi sin sentirlo, es un ejemplo de las originales asociaciones de ideas que hacen los pequeuelos. Un da la familia se ech a la calle gritando: Temblor, temblor!, llevndome a remolque hasta la acera. Como yo no haba sentido nada y vea el espanto pintado en los semblantes, trat de explicarme la causa. Todo el vecindario estaba en la calle y me pareci que miraba con inquietud el nico objeto que transitaba por ella, una carreta cubierta con un toldo de lona, y ya no me cupo la menor duda de que aquel era el temido temblor. Vine a salir de mi error algn tiempo despus, un da en que jugando en la acera mir a corta distancia una carreta semejante. Corr azorado a buscar a mi madre, gritando: Un temblor Ah viene! Grande fue la risa de la familia cuando se enter de mi simpleza.__________(1) Local en que actualmente se halla el negocio de Palma y Ca., calle 1 y avenida 1 (N. del E.).

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    En cuanto al susto atrs mencionado, ocurri como sigue: Una noche mi madre, que me estaba desnudando, sali un momento del dormitorio y yo entonces me ocult debajo del colchn. Cuando volvi y no me encontr en todo el aposento, pens que me haban robado, pues la habitacin daba a la calle. La batahola que se arm! Gritos, llantos, carreras, vecinos que llamaban al sereno de la esquina! Entretanto, yo medio asfixiado entre los dos colchones, sent un miedo horrible al pensar que era yo el causante de toda aquella trifulca. Mis movimientos me denunciaron y fui sacado ignominiosamente de mi escondite. Esta vez no estaba all doa Concha para defenderme y recib de la diestra materna algunas rudas caricias en la parte ms blanda de mi individuo.El 27 de abril de 1870 me sorprendi en otra casa, propiedad de mi padre, situada enfrente de la gallera o cancha, hoy lechera de los seores Gonzlez Soto 2. De tal trascendental acontecimiento, slo recuerdo que estaba yo en el patio jugando en un montn de arena, entr precipitadamente mi to Abundio, coloso con corazn de nio, sac de su cuarto la escopeta, salt por encima de m, l, que jams sala de su paso lento y reposado, y fue a apostarse en la puerta de la casa. Recuerdo que mi padre lleg a tiempo de evitar una desgracia, pues mi to iba a hacer fuego sobre un soldado que apareci en la esquina. Los detalles del asalto del cuartel, del arresto del Presidente Jimnez y del asesinato del comandante Biscoub, los o referir ms tarde.Mayor impresin que este grave suceso de nuestra historia, me produjo la guerra franco-alemana, ya porque las aficiones blicas son casi instintivas en los nios por fatal herencia de la vida salvaje primitiva, ya porque mi padre, entusiasta francfilo como todos los suizos de sangre latina, comentaba a menudo las noticias que en aquel entonces llegaban con uno o dos meses de retraso, por no existir todava el cable.Desde mi casa hasta la esquina occidental de la manzana, se extenda un vetusto casern que serva de bodega al almacn de don Juan Khnr 3 y estaba al cuidado de un prusiano tsico, llamado don Julio, que de cuando en cuando me regalaba algunos cincos. Una tarde sac a la acera un gran cajn con triquitraques y comenz a arrojar paquetes a los muchachos que en breve instante se reunieron en bandadas, llenando la calle de ruido y de humo. Acert a pasar por all un francs, quien dirigi una pregunta el prusiano; y al escuchar la contestacin, descarg tan tremenda bofetada sobre las esculidas mandbulas del sbdito de Guillermo, que le hizo rodar por el suelo.

    Al anochecer, mi padre me llev consigo a la panadera de Villenave, situada en la esquina que hoy ocupa el Almacn Robert 4, y all cenamos en compaa de una docena de franceses. Como hablaban en su lengua, no entend una palabra; pero sus gestos, sus ademanes furiosos y ms que todo, las lgrimas que vertieron despus de un canto patritico, me hicieron profunda impresin, y una palabra mil veces repetida, se grab en mi memoria: Sedn.

    __________(2) Despacho Gonzlez Lahmann (N. del E.)(3) Actual Aduana de Paquetes Postales.(4) Hoy Oficinas de Lacsa y Agencias Westinghouse.

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    Algunos meses ms tarde, me compr mi padre no s cuntas cajas de soldados de plomo que l mismo orden en la mesa del comedor, cuya superficie casi desapareca bajo los uniformes. De un lado alineaban unos soldaditos rechonchos, con pantaln rojo, en actitud de atacar a la bayoneta (eran zuavos); del otro, unos soldados aplastados, con uniforme azul y gris (prusianos); detrs de cada ejrcito estaba la respectiva caballera, y al frente de cada uno, dos caoncitos que disparaban balas de cristal.La batalla dur hasta la hora de la comida; y tom tan a lo serio mi papel de Deus ex machina de aquella contienda, que a cuantos combatientes de uno u otro bando caan derribados por mis certeros proyectiles, les cortaba la cabeza segn la prctica turca.Haba en el patio un gran tonel para recoger agua llovida, porque la de la caera era infame y ese fue el cementerio elegido por m para dar sepultura a mis muertos.Un da, mi padre advirti cierto saborcillo desagradable en el agua y mand vaciar y limpiar el tonel. Cul sera su sorpresa al encontrar confundidos, como en los verdaderos campos de batalla, los cadveres de tirios y troyanos y hasta una pieza de artillera desmontada!

    En poco estuvo que mi familia no sufriera tambin, en forma de una intoxicacin colectiva, las desastrosas consecuencias de la guerra del 70.

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    II. APRENDIENDO A LEER

    A los seis aos, mi bagaje intelectual consista en esas vagas nociones del mundo que los nios adquieren por medio de su propia observacin, de sus relaciones con amiguitos y criados y de las conversaciones que en su presencia sostienen las personas mayores, no siempre discretas cuando las escuchan odos infantiles. Fuera de esta ciencia emprica, mis conocimientos se reducan a unas cuantas oraciones enseadas por mi abuela materna, santa viejecita que se pasaba todo el da con el rosario entre los dedos. No creo que San Pablo ni los valientes misioneros que van a predicar el Evangelio entre los salvajes, tuvieran nunca un catecmeno ms rebelde que el de mi abuela; pero la excelente anciana recurri a un expediente que no poda fallar, y que fue el de ofrecerme cada noche un cigarrillo si rezaba con ella el rosario, convenio que desagrad sobremanera a mis padres cuando se enteraron de l. Afortunadamente, si aprend el rosario, no aprend a fumar, aunque sospecho que a esto ltimo contribuy ms que nada una estupenda borrachera que me puse, cuando tena seis aos, fumando un puro que sustraje del escritorio de mi padre. Arrimado a una pared, plido y tembloroso, con las ansias y bascas del que se embarca por primera vez, me encontr mi madre y me llev acongojada a la cama. El mdico, el doctor Reitz, llamado a toda prisa, se qued perplejo y a punto de diagnosticar un caso de clera morbo; por dicha observ que yo tena el puo fuertemente apretado, y abrindomelo, encontr el cuerpo del delito: una colilla apagada.Considerando mi padre que ya era tiempo de sacarme de la clase de los analfabetos, envime a la escuela de mi ta Juanita Acua, maestra de varias generaciones, de quien deca el general don Federico Fernndez: Si todos los que han sido discpulos de doa Juanita contribuyeran con cinco centavos, habra de sobra para erigirle una estatua de plata. No puedo pensar en mi ta sin que se me vengan a la memoria tres cosas: la terrible mirada que por encima de los espejuelos diriga a los alumnos dscolos, el no menos terrible lpiz con que daba coscorrones a los desaplicados, y la celebracin de su onomstico.El 24 de junio una verdadera romera de nios, seoras y caballeros visitaba a mi ta, llevando sendos regalos que la fiel Jess, su criada, iba clasificando y guardando en dos armarios monumentales.

    Ella, a su vez, obsequiaba a los visitantes invariablemente con figurillas de alcorza, mistela de leche y duraznos en aguardiente.

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    El primer lapizazo que recib de mi ta fue la seal de mi salida de la escuela, pocos das despus de haber entrado, pues mi padre, que jams me aplic castigos corporales, era enemigusimo de este enrgico modo de enderezar a los nios.Fui trasladado a la escuela de mi ta Mercedes Acua madre de don Mauro Fernndez. Bajita, enjuta, de ojos vivos e inteligentes y expresin benvola y risuea, algo bromista y dotada de extraordinaria energa, se haca querer y respetar de sus alumnos, a quienes inculcaba principios morales y buenas maneras.Con ella aprend a leer en corto tiempo, menor que el hoy empleado con los mtodos fonticos modernos. El da que acab la cartilla, la coloc en una gran bandeja llena de dulces y flores con un cohete encima y me envi a casa acompaado de Manuel, su sirviente, quien llevaba la bandeja e iba tocando una campanilla. Las mujeres, pensando que era el vitico, se arrodillaban en las puertas; y yo, muerto de vergenza, ech a correr para no or sus risas.La cartilla, atada a la caa del cohete, subi majestuosamente al espacio, anunciando a la capital que un minsculo ciudadano, acababa de salir de las tinieblas.Despus de la mazamorra con que se celebr el fausto acontecimiento y a la cual asistieron todas mis condiscpulas y condiscpulos (la escuela era mixta), me llev a su cuarto mi to Nicols Chavarra, el hombre ms callado, metdico y honrado que he conocido, y sentndome sobre sus rodillas, me puso delante un ejemplar de La Gaceta y me invit a leer. Sin duda qued satisfecho de la prueba, pues tomando su sombrero, sali sin decir palabra y regres a poco con un paquete de cuadernos impresos en colores chillones.Simn el bobito, El gato con botas, Michn y otros cuentos divinos que constituan la delicia de la gente menuda! Muchos regalos he recibido en mi vida, pero ninguno me ha causado emocin tan deliciosa, como aquellas abigarradas estampas y aquellas historias y versos que en pocos das me aprend de memoria.

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    III. EN LAS ESCUELAS PBLICAS

    Como en las escuelas mixtas de primeras letras slo se enseaba a leer de corrido, a escribir y a rezar, y algo de costura a las nias, me matricularon en una escuela pblica para iniciarme en otros ramos del saber humano. La primera a que concurr se hallaba instalada en un espacioso edificio situado en la esquina que hoy ocupa la plazoleta del Teatro Nacional.

    Mi primer maestro fue don Alejandro Gonzlez, padre de mi discpulo el Lic. Claudio Gonzlez Rucavado. Instruido y hbil para inculcar conocimientos, habra sido un maestro perfecto sin la extremada severidad con que nos trataba. En sus manos vi por primera vez el instrumento de tortura llamado la palmeta, que enrojeca con lamentable frecuencia las palmas de las manos infantiles y ante cuyo escozor eran tortas y pan pintado los coscorrones de mi ta Juanita.Las circunstancias en que recib el primero y ltimo palmetazo de mi vida, no dejan de tener su lado cmico y por lo mismo no quiero pasarlas en silencio.Haba en la clase un diablejo cuyo nombre he olvidado, a quien don Alejandro le tena tema, en opinin de todos nosotros. Un da en que, con el fin de evitar la leccin, permaneci en el patio ms tiempo del permitido, el maestro se arm de una regla y me envi a llamar al desertor. Le encontr encaramado en un guayabo y le expuse el peligro que le amenazaba; pero al verle tan asustado y trmulo, le aconsej que metiera en los fondillos del pantaln un pedazo de lata que estaba en el patio, y as amortiguara el dolor de la paliza. Yo le ayud a acorazarse y algo ms tranquilo se dirigi a la clase. Jams se me despint la cara que puso don Alejandro al descargar el primer reglazo: imaginando que le haba roto un hueso al culpado, le hizo dar media vuelta y aparecieron entonces por las desgarraduras de los calzones las puntas del pedazo de lata. Todos soltaron la carcajada, menos el maestro; el desagradecido muchacho me delat como autor de la idea y un sonoro palmetazo premi mis buenas intenciones. Dolime mucho tan negra ingratitud; pero qu insignificante me parece hoy y comparada con las muchas que he experimentado al travs de mi vida!

    Sospecho que estuve muy poco en aquella escuela, pues de ella no conservo ms que las reminiscencias ya apuntadas. Registrando el montn de tan lejanos y borrosos recuerdos, me veo poco despus sentado en los bancos de la Escuela del Sur, situada a corta distancia del actual Palacio de Justicia.

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    Dirigala don ngel Romero, hijo del distinguido profesor gaditano don Manuel Romero, fundador de nuestra primera Escuela Normal.Era don ngel un cojitranco alegre y decidor, que enseaba ante todo una cosa nueva en las escuelas: el canto. Y fue tal la furia filarmnica que se apoder de sus alumnos, que despus de tres horas de ejercicio vocal volvamos a casa extenuados y roncos.Haba adoptado el sistema de monitores, esto es, los alumnos ms creciditos se encargaban por turnos de dar clase a los pequeos. Uno de ellos, Vidal Quirs, se granje mi cario porque tuvo la deferencia de decencia de sentarme a su lado.A los diez aos de edad ingres en la Escuela del Norte, regentada por otro hijo de don Manuel Romero, don Adolfo, que ms tarde fue Director del Instituto Nacional. Poco despus se encarg de la direccin el poeta Po Vquez, que supo interesar grandemente a sus alumnos en los estudios gramaticales.No s si porque all comenz a disciplinarse mi inteligencia, capaz ya de darse cuenta de las cosas, o bien porque en aquel plantel se incubaron mis primeras amistades, o ya porque en l era la enseanza ms seria y metdica, lo cierto es que los recuerdos de aquellos tres aos pasados en la Escuela del Norte se precisan en mi mente con la nitidez de contornos de una imagen recin vista.Estaba la escuela a cincuenta varas de la casa llamada de los Leones, enfrente de la cual haba una calle o sabaneta que era el campo elegido para nuestras guerrillas, en una de las cuales estuve a punto de matar de una pedrada en la frente a mi condiscpulo Juan Gutirrez, quien conserv la cicatriz toda la vida. Otra vecindad peligrosa tena nuestra escuela: el ro de Torres, adonde iban a sumergir sus tiernos cuerpos los que se zafaban (las clases comenzaban a las diez y terminaban a las tres).Con don Po Vquez seguimos un curso de gramtica, original suyo, en nada parecido a los textos entonces en boga, practicando frecuentes anlisis lgicos y gramaticales que nos habituaron a desentraar pacientemente los pensamientos de los libros.El texto de lectura de mi seccin era una antologa de trozos clsicos. Uno del Quijote, que comenzaba: La del alba sera cuando don Quijote sali de la venta me produca un deleite inexplicable, aunque a veces los conceptos del sublime manco se escapaban a mi escasa comprensin. Recordando esto en la edad adulta pens cun conveniente es poner a los nios en contacto con el genio cuyas obras maestras han de saborear ms tarde.El precioso librito fue sustituido por las poesas de Zenea cuando don Manuel Veiga, recin llegado de Cuba, se encarg de las asignaturas de Lectura y de Religin. Porque todos los maestros eran especiales: don Chepe Cspedes daba las clases de Geometra y Cosmografa de un modo objetivo, obligndonos a fabricarnos sendas colecciones de figuras planas y slidas de cartn con aristas de colores, y a ejecutar evoluciones en el patio para explicarnos las de los planetas; don Flix Pacheco y don Jos Montero (de San Vicente), enseaban Aritmtica; don Amadeo Madriz, Geografa, etc.

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    Quiero referir cmo este ltimo fue destituido por causa ma, para que se vea que los nios suelen ser tan injustos como los adultos cuando los ciega la pasin.Hallndome un da distrado, don Amadeo me toc la cabeza con el puntero usado para sealar en el mapa. Mi sobresalto produjo la hilaridad de la clase y yo, avergonzado, me ech a llorar. A la tarde fueron dos o tres camaradas a decir a mi padre que el maestro me haba pegado con un palo. Interrogado yo, negu enfticamente el hecho; pero mi padre, creyendo que yo trataba de salvar a don Amadeo, present al da siguiente su queja al Director, el cual tom declaracin a mis compaeros. Como stos no queran al maestro por su excesivo rigor, declararon unnimemente en su contra; no valieron mis vehementes protestas y don Amadeo fue destituido,Durante mucho tiempo ese remordimiento me tortur la conciencia; por fortuna pude pagar mi deuda aos ms tarde, consiguiendo a don Amadeo un buen destino. Sin duda el sentimiento de lo justo es ingnito en m, porque el recuerdo de las injusticias es el que se ha grabado con ms fuerza en mi memoria. Por lo mismo no he olvidado el castigo que me impuso en cierta ocasin don Flix Pacheco.

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    Haba tenido mi padre el raro capricho de comprarme para los domingos un terno de levita, un sombrero hongo y un bastoncito que me transformaron en un minsculo petimetre, con gran regocijo de los transentes, que no se cansaban de admirar y comentar tan incongruente indumentaria. Cuando el pao comenz a raerse, dej mi traje para semanear. Aqu fue lo bueno! Al aparecer en la escuela vestido de rigurosa etiqueta, me rodearon todos los chiquillos con grande algazara y si no se propasaron, fue por respeto a mis puos, que haban heredadq algo del vigor de los de mi padre. En la clase de Aritmtica me sent en una banca sin respaldo, entre dos zagalones que aprovechando una corta salida del profesor, asieron los faldones de mi levita y, tirando cada uno por su lado, me la rasgaron hasta el cuello. Abr los brazos y descargu sobre los bromistas tal par de bofetones, que cayeron de espaldas en el momento en que entraba don Flix, que sin meterse en averiguaciones, me plant de rodillas en una ventana. Una vecina caritativa, tuerta por ms seas, me cosi la negra levita que sepult en el fondo de mi bal, en donde pereci a manos de la polilla.Cuntas gratas memorias de aquella Escuela del Norte! Las heroicas batallas en que Narciso Blanco, que haba heredado el talento estratgico de su padre, nos puso ms de una vez en vergonzosa fuga; las otras incruentas en que divididos en dos bandos Roma y Cartago nos hacamos mutuas preguntas, y en las que los vencedores reciban de don Po un premio en efectivo, una peseta para los capitanes (que generalmente ramos Arturo Ulloa y yo), y un cinco los soldados, dinero que se inverta concienzuda e invariablemente en cajetas de coco; los deliciosos paseos a pie o a caballo; las charlas, no siempre santas, en que Faustino Surez luca su privilegiada inteligencia y su malicia, y que escuchbamos embobados Nicols Chavarra, Carlos Alvarado G., Manuel Monge, Octavio Quesada y yo; y ms que todo, las escapatorias a las pozas del Torres, a medioda; el peasco sobre el cual nos desnudbamos bautizado por nosotros con el nombre de las Nalgas de Sansn, que con harta frecuencia vio a los muchachos que ya se haban vestido, echar bizcocho (nudos apretadsimos) en las ropas de los que an no haban salido del agua.Los exmenes eran pblicos y a ellos concurran casi todas las familias. Dos aos consecutivos obtuve el primer premio de toda la escuela (un Atlas y las obras de Flammarion lujosamente encuadernadas).No terminar mis notas sobre aquella risuea poca de mi vida escolar sin decir algo de un maestro que en el ltimo ao reemplaz a don Chepe Cspedes en las clases de Geometra. Llambase don Antonio Escalante y era oriundo de Santo Domingo. Me dio un curso de geometra razonada, tan serio, que vimos ms de doscientos teoremas; pero nos propona solamente el enunciado para que nosotros buscsemos la demostracin. Qu admirable gimnstica intelectual! Qu curso tan completo de lgica! Era tal el entusiasmo de don Antonio, que nos daba lecciones tambin por las noches en su casa, situada en la esquina donde se levant despus el malhadado edificio de La Informacin.Si a don Po Vquez deb mis aficiones literarias, don Antonio me facilit la llave para abrir las puertas de la ms abstracta de las ciencias, de las matemticas, que durante mis estudios de Humanidades fueron para m un juego de nios.

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    IV. EN EL HOGAR

    Mi padre, constructor de puentes y edificios, era un trabajador incansable, a quien no veamos en casa sino a las horas de comida y en la noche. El construy los puentes de la Quebrada del Fierro, el del Tirib, el de Torres y otros, as como varias casas particulares y edificios pblicos, entre ellos el antiguo Palacio Presidencial (hoy Comandancia de Plaza, enfrente de la Artillera), cuyas columnas jnicas labr con sus propias manos, por no haber en el pas quien pudiera hacer ese trabajo.Tena una cuadrilla de unos cuarenta peones escogidos, a quienes obsequiaba con una fiesta cada vez que concluan una obra. Logr amasar un capital regular que habra asegurado el bienestar de sus hijos, si una larga enfermedad y numerosas fianzas no le hubiesen arrebatado lo que adquiri a costa de su sudor. Muy serio, poco comunicativo, puntual y metdico, enemigo acrrimo de la mentira y de la ociosidad, era a la vez franco y dadivoso con los suyos y con los extraos; no habiendo nada que le repugnase tanto como la tacaera, gustaba de que en su casa hubiese de todo en abundancia. Por eso yo nunca aprend a ahorrar y he llegado a viejo sin conseguirlo.A mis hermanas y a m nos amaba mucho, quizs a m un poquito ms por ser el nico varn; pero no acostumbraba prodigarnos caricias y su cario slo se traduca en sus cuidados y en el gusto que nos daba. Para m eran los juguetes ms caros, los ms bonitos vestidos de las tiendas, y en una ocasin llegu a tener cuatro caballos de silla, como el hijo de un millonario. Cuando venan compaas de zarzuelas o de peras tomaba un abono para l y otro para m, porque ambos ramos apasionados del teatro.Jams me peg: su reprensin ordinaria era: Cuidado otra vez! y sus castigos se reducan a meterme en la cama por horas o das, segn la gravedad de 1a falta. As el descubrimiento de los baos furtivos en horas de clase me acarre una prisin de dos das en el lecho de Procustes. La manera como se hizo el descubrimiento bien vale la pena de contarse para edificacin de los padres demasiado confiados. Nunca pens que mis escapatorias fueran conocidas, porque entonces las escuelas no comunicaban las ausencias diaria, sino mensualmente. Una noche sent un terrible escozor en la espalda y llam a mi madre para que me hiciese algn remedio. Apenas me levant la camisa dijo con asombro: Muchacho, t has estado desnudo al sol! Qued aterrado. En efecto, aquel da al salir del bao encontr mi ropa hecha un bizcocho y durante ms de media

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    hora permanec en las Nalgas de Sansn bajo un sol africano, desatando con uas y dientes los intrincados nudos. Mi turbacin y mis negativas acrecentaron las sospechas de mi madre, y es de suponer que las comunic a su marido. Como mi dormitorio estaba contiguo al suyo, a media noche percibi mi padre que yo estaba hablando en voz alta. Tom una vela y al abrir mi puerta presenci lo siguiente: yo me haba puesto de pie en la cama, y juntando las palmas de las manos por encima de la frente como quien va a zambullirse en un ro, me lanc de cabeza al suelo. Una gruesa alfombra y una peluda piel de cabra que haba al pie de la cama me libraron de morir desnucado. Cuando volv e: m, se lo confes todo, pues en mi vida me atrev a mentirle.Mi madre era una santa que jams tuvo el menor altercado con su esposo. Eso s, algo colrica y con frecuencia me zurraba la badana; aunque es preciso confesar que yo me tena la culpa, porque as como era sumiso y tmido con mi padre, era desobediente y respondn con ella.Jams pudo convencerla mi padre de que deban trasladarse a Suiza con sus hijos, o por lo menos, que me dejase ir a hacer all mis estudios. Una vez prepar l mi viaje secretamente y me llev como de paseo a Puntarenas, en donde deba embarcarme con un amigo suyo que iba para Italia; pero la misma noche que llegamos a1 puerto recibimos por telgrafo la noticia de que mi madre estaba gravsima, por lo que tuvimos que regresar inmediatamente. Cun otro habra sido mi destino a no mediar aquel incidente!

    Registrando con la lente de los recuerdos hasta los ltimos repliegues de mi alma infantil, puedo hoy estudiar mi psicologa con la imparcialidad e indiferencia del mdico que hace una preparacin anatmica. La pretendida unidad del yo no es ms que un resabio de la antigua escolstica, pues en el individuo hay tantas personas diferentes como edades. El joven se re de las tonteras que hizo y dijo cuando nio; y el anciano suspira al pensar que del ardor, entusiasmo e ilusiones juveniles no queda ms que la ceniza y a veces ni an eso.Cuando pequeo era yo de una sensibilidad y timidez exageradas: pues a la menor cosa me ruborizaba o me echaba a llorar. Era tal mi cortedad, que todava a los quince aos me qued en ms de una ocasin parado en las esquinas por no atreverme a pasar delante de alguna seorita asomada a su ventana.Sin embargo, en los exmenes no haba nadie ms despreocupado que yo, an delante de numeroso pblico; y mi encogimiento desapareca como por encanto cuando se trataba de acometer alguna empresa arriesgada o de medir mis fuerzas con los gallos de la escuela. De carcter en extremo violento, me enloqueca de tal modo cuando me provocaban, que habra sido capaz de cometer cualquier atrocidad. Una vez, porque un criado viejo no quiso lustrar mis zapatos primero que los otros, le amenac con pegarle un tiro; y como l sonri con cierto desdn, cog del escritorio de mi padre un revlver y el pobre hombre, amedrentado, me obedeci al punto. Tal atentado de homicidio me cost un da de cama.

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    Mi alter ego, mi compaero inseparable, era mi primo Nicols Chavarra, cuatro meses menor que yo: todo el da jugbamos juntos, y todas las tardes, invariablemente, nos separbamos despus de cambiar algunos mojicones, en los cuales llevaba l la peor parte. Si el lector curioso se fija en las arrugas que cubren hoy la cara de Tata Lucas (apodo que le puse por encontrarle cierto parecido con un viejecito as llamado), podra descubrir las indelebles marcas de mis uas.Fuera de l no tuve otro amigo ntimo en mi vida escolar. Amaba la soledad, rumiando mis propios pensamientos e imaginaciones, y prefera jugar solo, sin duda para hacerlo ms libremente, sin sujetarme a la voluntad de los camaradas.Posea mi padre, adems de la casa frontera a la cancha de gallos, una propiedad que se extenda desde la plaza de la fbrica hasta la lnea frrea, formando all un martillo hacia el norte. Se llamaba La Ladrillera, y entre la familia, El Cerco. La casa de corredor, construida por mi padre, est all todava. Los hornos, las pilas y enramadas cedieron el lugar a un molino, y los frutales, la frondosa huerta, el jardn, las caballerizas y el potrero han desaparecido.Su recinto era para m el del paraso terrenal, mxime en los das festivos, cuando ausentes los trabajadores quedaba yo como seor absoluto de aquellos dominios.Mi primo Jos Ramn Chavarra posea una regular biblioteca, compuesta en su mayor parte de novelas por entregas muy en boga en aquel entonces. Cuntos das pas all de turbio en turbio, atracndome de docenas de volmenes de Prez Escrich, Antonio de Padua, Fernndez y Gonzlez y de Dumas! Particularmente El Mrtir del Glgota y El Conde de Montecristo me produjeron hondsima impresin. No me contentaba, sin embargo, con leer las novelas, sino que las viva all en El Cerco: un carretn de resortes era un castillo y yo imitando al bandido Dimas del Mrtir del Glgota, escalaba sus muros con mi pual de madera entre los dientes. Esta mana de representar las escenas novelescas estuvo a punto de costarme la vida. Tena mi padre varios revlveres en su escritorio, que cerraba cuidadosamente con llave, desde mi incidente con el criado; pero un domingo en que toda la familia se haba ido a misa, encontr casualmente el escritorio abierto. En una gaveta haba un revlver pequeo con puo de plata, que mi padre me haba prometido regalar al terminar mis estudios. Lo saqu, lo amartill, y recordando un grabado de no s que novela, en que un caballero arrellanado en un silln se pega un tiro en la sien, me sent en una poltrona y apoy la boca del can en la frente, no sin mirar el tambor del arma para cerciorarme de que estaba descargada. En el momento de disparar escuch los pasos de mi padre en el zagun. Dej e1 revlver sobre el escritorio, sin tener tiempo de guardarlo, y corr a esconderme en mi habitacin, a donde a poco rato fue mi padre a buscarme, llevando el revlver en la mano. Agitado me pregunt si yo lo haba tomado, y habindole contestado que s, abri el arma y me mostr algo que me dej helado: el nico cartucho que tena el revlver haba quedado dentro del can al amartillarlo, de manera que yo no pude verlo cuando examin el tambor. Esta vez no hubo cama, sino una severa reprimenda por mis lecturas malsanas y una explicacin de los peligros de las armas de fuego. Aquel maldito revlver tuvo un fin trgico. Mi padre me lo regal cuando cumpl quince aos, y un da, probndole unos cartuchos que me dio Mariano Jimnez, se me escap un tiro que me rompi la yema del dedo pulgar y pas rozando la frente de Jorge Castro. Dos aos ms tarde, una noche

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    de luna en que iba a batirme con un enemigo en la Plaza de la Fbrica, la polica, avisada por l, me lo quit y no me lo devolvi nunca, por fortuna para m, pues quin sabe cuntas desgracias estaba llamada a producir aquella condenada pistola!

    La primera inclinacin artstica que se despert en m fue la de la msica.A los cinco aos no perda las lecciones de piano que a mis hermanas mayores daba don Pilar Jimnez, llevando el comps y desaprobando los acordes falsos que tocaban ellas. Observlo el bueno de don Pilar, y entusiasmado se ofreci a darme clase gratis, asegurando que yo llegara a ser un Beethoven por lo menos. Las lecciones comenzaron al da siguiente, de seis a siete de la noche; pero, cul sera mi desencanto cuando en lugar de las armonas que esperaba or brotar de mis dedos, me tuvo don Pilar media hora tocando do re, do, re. A la tercera noche, al entrar mi padre en la sala, vio a don Pilar roncando, recostado en un ngulo del piano, mientras yo, de bruces sobre el teclado, repeta en sueos do, re, do, re. All terminaron para siempre mis estudios de piano.Mi segunda manifestacin esttica ocurri en la Escuela del Norte. Habame comprado mi padre una pizarra, que no era de pizarra, sino de mrmol blanco, y sobre ella se escriba con lpiz. Como fue la nica que vino al pas, caus en la escuela una novedad extraordinaria y al fin me la hurtaron cuando apenas tena dos o tres semanas de estar en mi poder.Un da vi al general don Federico Velarde, sentado a la puerta del Cuartel de Artillera, del cual era comandante, y en clase me entretuve en retratarlo de memoria. Sorprendime el Director y se guard la pizarra. A la noche se present en mi casa, y mostrando el dibujo a mi padre, mientras yo me echaba a llorar, temeroso del castigo, le pregunt si reconoca al mueco. Contest mi padre afirmativamente y entonces don Adolfo le aconsej que me pusiera maestro de dibujo porque tena raras aptitudes para la pintura. La respuesta de mi padre se me grab para siempre: Si resulta un buen pintor, tendr que vivir en Europa; si sale malo se morir de hambre aqu y en cualquier parte. Nunca aprend dibujo: ya hombre toqu el piano, de odo, y pint algunos mamarrachos al leo y a la acuarela, una de las cuales me vali un premio en un concurso celebrado en El Salvador, pero siempre he lamentado no haber estudiado esas dos artes que amaba con delirio.No menos poderosa fue mi aficin por e1 teatro; el espectculo me produca una excitacin febril y an hoy da las grandes obras dramticas me dan calentura. Con qu ansiedad contaba a las siete y media de la noche, los jueves y domingos, los cohetes que anunciaban si haba o no funcin! Esta se suspenda en aquel tiempo por la ms ligera llovizna y entonces disparaban slo dos cohetes, en lugar de los tres reglamentarios.Esta pasin dio origen a otra de muy diversa ndole, anuncio precoz de un temperamento ertico. A los once aos estaba enamorado como el Dante, aunque quiso mi mala suerte que slo en esto nos parecisemos. Mi primer amor fue una corista de la compaa de Villalonga. Nunca, ni en los mejores tiempos, ha habido tanto entusiasmo por una troupe. E1 pblico estaba dividido en dos bandos: el de la Villalonga (la soprano), y el de la Esperanza (la contralto). Mi padre y yo ramos esperancistas. Recuerdo que nuestra herona recibi la noche de su beneficio regalos por valor de veinte mil pesos. Pero yo no tena ojos para las dos estrellas rivales, ni para el don Lope de las

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    Hijas de Eva, ni para el marqus del Juramento, ni para Jorge el de la Marina, sino para mi dolo, confundido en las filas del coro. Aquella mujer deba ser muy hermosa, pues varios beban los vientos por ella y al fin uno ms afortunado se la apropi y la hizo quedarse en Costa Rica.

    Yo nunca la haba visto fuera del teatro; figrese, pues, el lector, mi emocin un da en que al salir de casa tropec de manos a boca con ella. Recuerdo que en el cordn de la acera haba unos adobes y yo me sub sobre ellos para cederle el paso, contemplndola alelado y con el corazn palpitando con el estruendo de un bombo. De pronto se volvi a m y me dirigi la palabra. Me flaquearon las piernas y se me nubl la vista, como ante una aparicin divina; ella preguntaba por la direccin de una costurera que viva all cerca. Le di las seas balbuciente, y ella me dijo con la ms amable y maliciosa de las sonrisas: Mil gracias, jovencito. Me qued parado sobre los adobes hasta que la vi entrar; pero antes de traspasar el umbral, volvi la cabeza para mirarme. S, para mirarme! De eso no me cupo la menor duda. La felicidad me quit aquel da el apetito y a la noche el sueo. Mi amor se apag como por encanto, cuando ida la compaa, vi a la corista convertida en una de tantas, paseando con su amante y en vsperas de ser madre. Cosa extraa! Mientras mis condiscpulos tenan novias de su edad, a m me llamaban la atencin solamente las grandes, mana que conserv durante los aos de colegio.No quiero cerrar el libro de mi infancia sin apuntar dos graves delitos que por mucho tiempo turbaron la paz de mi conciencia.Al lado de La Gallera, casi enfrente de mi puerta, tena su tiendecita un pastelero suizo, autor de los mejores pastelillos de crema que han recreado la vista, el olfato y el paladar de los josefinos. Innumerables fueron los cincos con que contribu a aumentar sus modestas ganancias y no menos numerosas las ferias de caramelos o confites con que me obsequiaba el bondadoso don Luis cuando las compras ascendan a la respetable suma de un diez. Un da puso en el mostrador una fuente llena de los sabrosos pastelillos, cuyo olor lleg hasta mis narices que estaban asomadas a la ventana. No tena un cntimo en el bolsillo. Qu hacer? Jams me haba atrevido a pedir dinero a mis padres. Una idea cruz por mi mente, facilitndome la solucin del problema. Tena mi padre una preciosa pipa de espuma de mar, que representaba a Guillermo Tell armado de su ballesta. Darla en cambio de un pastelillo me pareci demasiado; pero la cabeza del hroe bien vala un diez, segn mis clculos, y perdnenme los suizos! decapit a Guillermo Tell. Me dirig a la pastelera, ped azorado un pastelillo, y arrojando la cabeza sobre el mostrador ech a correr como un venado, perseguido por las carcajadas del bonachn de don Luis. Refirile ste el lance a mi padre y recib una dura reprimenda. Ms an: el autor de mis das coloc la diminuta cabeza sobre mi mesa de trabajo, dicindome: No la quites de ah para que te recuerde tu mala accin y no vuelvas a cometer otra.Reincid, sin embargo; aunque en diferente forma. Mi ta Mercedes, la que me ense a leer, pona todos los aos por Navidad un hermoso portal o nacimiento, cuyo adorno ms conspicuo era una caterva de indios de Guatemala, que llevaban a la espalda ollitas de barro, petates y otros artculos comerciales. Slo ella en la capital posea una indiada tan preciosa, y era de ver el da de Reyes con cunto cuidado volva a meter en su caja a los inocentes indgenas, encerrados all hasta la siguiente Nochebuena. Indecible era la fascinacin que sobre m ejercan aquellas graciosas

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    figurillas de trapo y alambre; el deseo de poseer algunas fue tan vehemente, que no viendo otro medio de adquirirlas, resolv robrmelas. Una tarde, mientras 1a familia estaba comiendo, traslad una media docena de indiecitos a mis bolsillos y fui a guardarlos apresuradamente en 1a gaveta de mi mesa. Esa noche me despert sobresaltado una porcin de veces, esperando ver aparecer en la puerta a mi ta acompaada de una pareja de polizontes.Por espacio de tres das mis indios me causaron ms sinsabores que a Hernn Corts los suyos: entreabra apenas la gaveta para contemplarlos, sin atreverme a jugar con ellos, temeroso de ser sorprendido, y al cabo, no pudiendo soportar tal mortificacin, me decid a volverlos a su sitio, con las mismas precauciones empleadas para hurtarlos. Nadie me quita de la cabeza que la de Guillermo Tell tuvo buena parte en mi arrepentimiento. Ojal que todos los nios tuviesen una cabecita como aqulla sobre su escritorio!

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    V. EL INSTITUTO NACIONAL

    A fines de mi ltimo ao escolar ocurri un suceso que alter considerablemente el tranquilo curso de mi existencia. Asist a una velada que dieron en el teatro los alumnos del Instituto el da del acto pblico. Hubo discursos, coros, un do cmico cantado en carcter por Jos A. Kauffmann y Jorge Castro, y una linda zarzuelita, con msica de don Pilar Jimnez, profesor del Colegio.El entusiasmo del pblico fue indescriptible y mayor an el de los escolares, que no nos cansbamos de contemplar el piquete de alumnos que elegantemente uniformados y armados de retacos (fusiles cortos) formaban la guardia de honor del Presidente de la Repblica. Otro da muy temprano andbamos los chiquillos rondando el edificio del Instituto cuya existencia apenas de odas conocamos con la esperanza de ver de cerca a los hroes de la vspera. A la hora de la comida expuse mi ardiente deseo de ingresar en aquel colegio que me imaginaba repleto de maravillas, como un palacio encantado, y al finalizar las vacaciones me llev mi padre a matricularme. El director, don Adolfo Romero, le pregunt a cul profesin pensaba dedicarme; y habindole contestado que a la Ingeniera, me seal las materias que deba cursar, despus de hacerme un examen oral y escrito (educacin vocacional como dira cualquier pedagogo improvisado). Una semana despus mi to Francisco, recin venido de Suiza, me llev a los toros (porque entonces haba corridas todos los domingos, en un circo igual a los espaoles, situado al norte de la Plaza de la Fbrica). A la salida tomamos un coche; pero en vez de dirigirnos a casa, me condujo al colegio, en donde qued interno desde aquella tarde, sin despedirme de mi familia. La impresin fue terrible. Adis baos en el Torres! Adis mis correras en El Cerco, mis armas de palo, mis caballos de carne y hueso, mis paseos los domingos al potrero de San Isidro! Qu estrecha me pareci aquella jaula, aunque en realidad un edificio enorme! Consolme un tanto al ver entre los escasos alumnos que llegaron esa noche a un compaero de la escuela, Octavio Quesada, y con l estuve charlando hasta la hora de acostarnos. Al abrir mi bal, colocado a los pies del angosto lecho reglamentario, comprend que comenzaba una nueva vida. Cmo me enternec al adivinar, en el arreglo de los mil objetos del cofre, la solicitud de las manos maternas, y en la superior calidad de mis ropas y cepillos, el constante afn de mi padre de hacer que su hijo luciera siempre lo mejor! Ahora tena yo que arreglar la cama, dar a lavar mi ropa y atender a otros menesteres de que antes se encargaban mis hermanas o mi madre.

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    Cuando me met entre las sbanas y ech una ojeada sobre el vasto dormitorio, mal alumbrado por una lmpara de petrleo; cuando vi aquellas cien camas casi todas vacas, alineadas en dos filas como las de los hospitales; cuando rein el silencio ms profundo, interrumpido apenas por el tic-tac del reloj del corredor, me figur que todos los habitantes del globo haban perecido en una gran catstrofe y yo, rodeado de sepulcros, era el nico sobreviviente. Tuve tentaciones de salir huyendo de all; sent fro en el corazn, fro intenso que no provena del aire, sino de la falta de calor del hogar; y cubrindome la cara con la frazada llor por largas horas. Ah! si las madres se diesen cabal cuenta de 1a tristeza de esas noches solitarias, no habra nios internos en los colegios.Pero en la niez las penas se disipan pronto, y las mas se atenuaron considerablemente con la llegada de nuevos colegiales entre quienes se contaban bastantes de mis camaradas de la Escuela del Norte. Pocos das despus comenzaron las clases. Un cuarto antes de las cinco nos levantaban, y practicando el aseo, pasbamos a la sala de estudio hasta las seis, hora del frugal desayuno, que consista en cuatro galletas y una bebida sobre cuya naturaleza jams nos pusimos de acuerdo, pues mientras unos sostenan que era chocolate, otras opinaban que era t (salimos del colegio sin salir de la duda). Desde las seis de la maana hasta las ocho de la noche alternaban los estudios y las clases, con slo dos recreos de una hora despus de las comidas y el rato de conversacin en los corredores de ocho a nueve de la noche, hora de ir a la cama. Hoy los flamantes pedagogos pondran el grito en el cielo contra semejante surmenage, pero la verdad es que a pesar de que las comidas no eran de lo mejor, nos sentamos perfectamente y al fin del curso estbamos tan frescos como al principio. Contribuan a este resultado los frecuentes ejercicios gimnsticos, para los cuales disponamos de una coleccin de aparatos que hasta hoy no ha posedo aqu ningn colegio; los juegos, sobre todo el cuartel ingls o marro, en el cual nuestro Director no se desdeaba de tomar parte, y los ejercicios militares, a los que ramos muy aficionados. bamos a nuestras casas cada quincena, saliendo el sbado por la tarde y regresando el domingo por la noche. Los das festivos en que no tenamos salida, nos llevaban antes del almuerzo a La Sabana, a medioda al bao y por la tarde a la calle de la Estacin, en cuyos poyos que se extendan desde el viaducto de la Fbrica hasta la esquina del Parque Nacional, se sentaban de un lado todas las bellezas josefinas y enfrente los galanes, a escuchar el concierto de la banda militar y a cruzar un nutrido tiroteo de miradas.El paseo a La Sabana acab por fastidiarnos y como don Luciano, (Musi) el inspector, no diese odo a nuestras protestas, mi primo Jos Mara Chaves, uno de los diablos del colegio, nos prometi poner trmino a dichos paseos. El domingo de siete a ocho de la noche tenamos estudio, y esa hora, despus de las diversiones del da, era la nica realmente fastidiosa, a extremo de que con frecuencia inspector y alumnos se dorman.En uno de esos estudios, una noche en que no se oa ms que el ruido de los libros y de las plumas comenz a revolotear zumbando con estrpito un enorme abejn, y despus otro, y otro, y mil que metan un ruido infernal, chocaban contra las lmparas y caan sobre los pupitres. Se suspendi el estudio y tambin el paseo a La Sabana, porque de all proceda el ejrcito de escarabajos recogido por Chaves. Otra noche o en la sala de estudios cuchicheos y risas mal reprimidas: levant los ojos del libro y me qued estupefacto: don Luciano fingiendo leer, dorma sobre su ctedra, mientras descenda por el aire un gran sombrero de papel hasta tocar su cabeza. Cuando

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    despert, el sombrero subi rpidamente hasta perderse en la penumbra del cielo raso. Una garrucha y un hilo negro bastaron a Chaves para hacer aquella original travesura. Cuntas hicimos todos! Saqueos de la cocina, a media noche, capitaneados por Manuel Gonzlez Zeledn, Luis Urbina (El Cholo) o Too Lara; bombardeo de zapatos en el dormitorio, que nos vala seguramente un castigo inhumano, cual era el de levantarnos y tenernos una o dos horas formados en el patio; pianos que sonaban solos durante las clases de ingls (mediante un hilo pegado con cera a una tecla y disimulado debajo de la tapa); gatos encerrados en la gaveta del profesor Qu colegial no tiene cargadas a su debe una docena de diabluras semejantes? Una ms quiero recordar porque tuvo gran resonancia en nuestro barrio. Una noche se introdujeron al Laboratorio unos alumnos, entre ellos el Macho Kauffmann, si mal no recuerdo, y llamando por la reja de la ventana un enorme perro de la vecindad, lo embadurnaron de fsforo. En aquel tiempo haba apenas un simulacro de alumbrado, consistente en faroles de petrleo colocados de cincuenta en cincuenta varas, apagados las ms de las noches, ya porque el farolero no se tomaba el trabajo de encenderlos, ya porque los apagaban (yo tambin me acuso!) los interesados en acercarse a oscuras a alguna ventana. Precisamente en aquellos das circulaban rumores alarmantes sobre la aparicin del diablo por el lado de La Soledad. Imagnense los lectores el tremendo efecto que causara en medio de las tinieblas aquel perrazo echando fuego y dando aullidos. Hubo personas que cayeron accidentadas en la calle y ms de un trasnochador no volvi a salir de su casa en una semana.No se crea, por todo lo referido, que nosotros no pensbamos ms que en pasatiempos: lejos de eso, en mi larga carrera de profesor no recuerdo haber visto ms inters y entusiasmo por el estudio ni ms noble emulacin entre los alumnos.El Director don Adolfo Romero era hombre de pequea estatura, delgado, con ancha y reluciente calva, aunque frisara apenas con los cuarenta, fisonoma sonriente y atractiva, con el eterno cigarrillo entre los labios; sin embargo, todos temblbamos en su presencia, porque aquel hombrecillo, que a veces se mezclaba en nuestros juegos, estaba dotado de extraordinaria energa, de ese don de mando innato en algunos, a quienes basta una simple palabra, un gesto, para hacerse obedecer. Concurra al Club todas las noches y regresaba tarde; mas no por eso dejaba de vigilarnos y estaba siempre enterado de nuestras fechoras, de nuestros planes y an de nuestras conversaciones dndonos de vez en cuando aterradoras sorpresas.A la derecha de mi cama estaba la de un condiscpulo ausente haca varias semanas, y enseguida la de Julio Millet, a quien debo el vicio del fumado que no haba vuelto a practicar desde la aventura del puro en mi infancia; Julio acostumbraba pasarse a la cama desocupada y cuando todos dorman fumbamos debajo de las frazadas. Una noche vi a Julio en el lugar acostumbrado y ya iba a incorporarme para pedirle fuego, cuando del otro lado de la cama ajena se acerc una figura en camisa diciendo al fumador: Macho, (tal era mi apodo) dame fuego. Era Millet!Antes de volver de mi sorpresa, se levant el de la cama desocupada, y mi compaero y yo quedamos petrificados. Era el Director!

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    Mi desgraciado amigo amaneci en un calabozo; por la maana fui llamado a la Direccin y mi bal fue objeto de minucioso registro. Hoy todava no puedo explicarme cmo hizo don Adolfo para cogernos infraganti.Pobre Romero! Al terminar el curso tuvo un disgusto con el Ministro, dej la Direccin, y despus de probar fortuna en El Salvador, muri tristemente en Mxico. Una sola vez vino a Costa Rica y todos sus discpulos fuimos a saludarlo cariosamente.En el selecto cuerpo de profesores del Instituto descollaba el de matemticas y dibujo lineal, el ingeniero Rodolfo Bertoglio, el ms eminente, en su ramo, de los extranjeros que han trabajado en nuestra enseanza. De hermosa presencia, siempre correctamente vestido, sin perder el tiempo en vano palabreo, expona la materia de un modo tan conciso y a la par tan claro, que hasta los ms duros de mollera aprendan y cobraban aficin a la ms abstracta de las ciencias. Form escuela y dej tras de s una plyade de discpulos distinguidos, como Luis Matamoros, Manuel A. Quirs, Alberto Gonzlez R., Nicols Chavarra, Leonidas Carranza, Rafael Ugalde, Juan Umaa, Carlos F. Salazar, Silviano Matamoros y otros ms. Reducido aos ms tarde a un miserable sueldo (setenta y cinco pesos), l tambin hubo de emigrar como nuestro Director, como emigraron despus Torres Bonnet, el doctor Ferraz y otros, y muri en Nicaragua, en donde sus discpulos le recuerdan con admiracin y cario.As ha recompensado nuestra patria a los que han contribuido a su progreso! La gratitud costarricense llegar con el tiempo a convertirse en frase proverbial, como la fe pnica o la vendetta corsa?Otro profesor notable por su ilustracin, el calor de su palabra y la exageracin de sus ideas liberales era don Juan Trejos, encargado de las clases de historia y geografa, que al cabo abandon el magisterio para echarse los hbitos.Don Pilar Jimnez era el profesor de msica y con l aprendimos no s cuntas misas. Una que cantamos en Guadalupe, el da de la fiesta patronal, nos vali un banquete en casa del cura; la solemne, que cantamos en La Merced cuando los funerales de Po IX, tres das de asueto. Hay que advertir que Carlos Alvarado G., y yo ramos las sopranos del coro.Adems de las misas que cantbamos oamos una a las seis de la maana en El Sagrario, los domingos que no eran de quincena; y si recuerdo este detalle es porque, no obstante lo matinal de la hora, se vea cuajada de bellas seoritas atradas por nuestras lindas caras. No se crea que exagero: algunas de ellas iban exclusivamente a dar cuerda a los apuestos colegiales, procurando arrodillarse lo ms cerca posible de su vctima. Yo tambin tuve mi novia, que naturalmente contaba cuatro o cinco aos ms que yo; y tom el juego tan a pecho, que los das de salida me plantaba dos o tres horas en su esquina, mientras ella desde su ventana me diriga oh cruel! seductoras miradas. Cuntas sorpresas encierra el mundo de nuestros sentimientos! Cualquiera dira al ver mis jaleos dominicales que yo estaba enamorado de aquella seorita; pero era otra la que en la sala de estudios se interpona entre mi pensamiento y las pginas de los libros, un rostro angelical, vaporoso, de infinita pureza como las vrgenes de Rafael; la imagen de una seorita que

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    vi en un baile acompaada de su novio, notable poeta a quien amaba haca aos y con el cual no lleg a casarse. Mi culto no era terrenal, sino mstico y potico, semejante al que por su ideal siente el artista.As soando y trabajando se me pasaban los meses, y en noviembre comenzaron los exmenes, nuevos en verdad para m, pues en nada se parecan a los de la escuela. Quince das antes cesaron los juegos y las bromas: en los recreos los colegiales aislados o en grupos paseaban por los corredores con los libros abiertos y las caras serias, a la vez que los estudios se prolongaban hasta las diez de la noche. Formaban el tribunal tres personas extraas al colegio; el examen, que consista en el desarrollo de una tesis sacada a la suerte entre todas las de los extensos programas, era individual y duraba de veinte a treinta minutos, aunque no era raro prolongarlo hasta una hora.No exista a la sazn la extensin escolar ni las reuniones de padres de familia ni las zarandajas con que actualmente se pretende encubrir la ineficacia de las escuelas y colegios; pero la sociedad entera mostraba mayor inters en la educacin de las esperanzas de la patria, y, a los exmenes concurra numeroso pblico, cuya presencia serva de estmulo a los aplicados y de castigo a los holgazanes.Sal mejor librado de lo que esperaba, pues obtuve en todas las asignaturas tres sobresalientes y en Historia especial mencin. Los alumnos calificados con dos o tres sobresalientes podan hacer oposicin a premios, acto que se verificaba los domingos en la forma siguiente: los aspirantes eran registrados y encerrados en una sala, de donde eran llamados uno por uno para presentarse en la de exmenes, ocupada por numerosa concurrencia. All tenan los opositores que desarrollar el tema designado por el tribunal, sin ser interrogados, y despus por comparacin se adjudicaban los premios. Gan los primeros de Matemticas y Castellano, y los segundos de Geografa e Historia, por lo cual mi padre me regal tres libras esterlinas para las fiestas de Diciembre.

    Hoy no hay nada parecido a la fiesta con que el Instituto cerraba el curso acadmico. El vasto saln de actos pblicos, hoy ocupado por los Archivos, se llenaba de bote en bote, ocupando los asientos las seoras y seoritas, a quienes los colegiales recibamos en el vestbulo y conducamos del brazo; los caballeros se agrupaban en los extremos o en las puertas. Despus de los discursos del Director, del Ministro, o de oradores como Zambrana y Juan Trejos, algunos alumnos disertaban sobre temas cientficos o hacan un experimento de Qumica, un problema de Matemticas o una traduccin de lenguas vivas o muertas, alternando estos actos con coros; y vena por ltimo la distribucin de premios.Detalle altamente significativo: cuando salan del saln los premiados ostentando en el pecho sus medallas de bronce, los primeros en abrazarles eran los vencidos en el certamen, demostrando a la vez que la rectitud con que procedan los jueces, los sentimientos elevados y generosos de la juventud de entonces. Por la noche una velada en el Teatro Municipal anunciaba el principio de las vacaciones, y all nos despedamos de los profesores y de los compaeros que por haber terminado sus estudios no volveran ya al colegio. As vimos irse uno tras otro a los grandes, a los formalotes Moiss Rodrguez, Leandro Herrera y Elas Chinchilla, al hercleo Juan Umaa, al simptico

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    Julin Marchena, al travieso Magn, al risueo Isidro Marn, al fogoso Jorge Castro y a tantos otros a quienes los de primer ao mirbamos con una especie de veneracin, considerndolos como pozos de ciencia.Quedaban con nosotros suficiente nmero de camaradas para hacernos llevadera la vida de claustro: los Arias de San Joaqun (el Viejo y la Vieja), Cleto Bonilla (a Chica), Francisco Zamora (La Mocha), Luis Urbina (el Cholo), Francisco Saboro (Panchito), Salvador Gonzlez (el Padre Rivas), y otros muchos a quienes nombrbamos por sus apodos y a cuyo segundo bautizo contribu en no poca parte. Estos y los que no tenan mote especial, como los Nannes, los Echeverras, Laco Fernndez, Lismaco Bonilla, Fernndez Guardia, etc. se iran tambin ms tarde; el torbellino de la vida haba de separarnos, conducindonos por muy diversos senderos; pero ni el tiempo ni la distancia han logrado romper del todo los vnculos que nos unieron ni borrar de nuestra memoria el recuerdo de aquellos aos felices.

    __________(*) Empleo el presente porque cuando escribo estas lneas el Dr. Ferraz pasea an su venerable ancianidad por las

    calles de San Jos (marzo de 1920).

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    VI. EL BACHILLERATO

    El segundo ao de humanidades me reservaba tres grandes sorpresas. La primera fue el cambio de director: Romero, vctima de una injusticia ministerial, dej el puesto al ilustre humanista Dr. Valeriano F. Ferraz, fundador del Colegio de Cartago (que pas a manos de los padres jesuitas). La segunda fue la adopcin de otro plan de estudios que introduca nuevas materias y suprima la electividad de ramos. Como consecuencia de esta reforma tuve que cursar a la vez, estando en segundo, el primer ao de Latn, asignatura ya obligatoria para todos. La tercera y ms fuerte para m fue que a mediados del ao dej de ser alumno interno a causa de la mala situacin pecuniaria de mi padre.El nuevo Director era un hombre de ms de cuarenta aos, alto y delgado, con los ojos escrutadores, los espejuelos y la joroba caracterstica del que pasa inclinado sobre los libros la mayor parte de su vida. Su levita de largos faldones pareca formar parte de su cuerpo, pues ni entonces ni cuarenta aos despus ha usado otra prenda. Su rostro, de corte aristocrtico, ostenta * la gravedad del sabio que rumia sus propios pensamientos, preocupndose muy poco del mundo que le rodea.Posea nuestro Director todos los atributos del hombre de ciencia, an el de la irascibilidad: con frecuencia se exaltaba y daba grandes voces, gesticulando enrgicamente, y cosa rara! aquellas tormentas nos atemorizaban menos, mucho menos que el rostro impasible y la burlona sonrisa de don Adolfo.Repetidas veces he observado el mismo fenmeno en mis cuarenta aos de labor pedaggica: siempre es ms respetado de los nios el maestro ecunime que el colrico, porque aquellos consideran como signo de debilidad el exaltarse por ftiles motivos.Como profesor tena don Valeriano un defecto comn a todos los que poseen vastos conocimientos y a la vez imaginacin: divagaba mucho y le bastaba en ocasiones una palabra, una letra, para apartarse del tema de la leccin y llevarnos por los vericuetos de la historia, de la filosofa o de la poltica, en amena e instructiva charla. Pero, qu lecciones las suyas! Su entusiasmo por las lenguas clsicas se nos comunicaba y encontrbamos atrayentes unos estudios que en otros colegios son la desesperacin de los principiantes. Lo queramos, porque instintivamente adivinamos que

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    se pareca a nosotros; que era un nio grande. Sencillo, ingenuo, franco, sin soberbia ni fingida modestia, era una alma transparente que viva, no en nuestras tiempos mezquinos y prosaicos, sino en los de Esquilo o de Virgilio.Ms de un terrible apstrofe, semejante al quosque tandem, me dirigi en presencia de mis condiscpulos porque yo concurra ms a menudo a la esquina de mi novia que a mis clases, y de acuerdo con mi padre logr hacerme ms puntual y aplicado. Cunto se lo agradec y se lo agradezco! De los meses que estuve interno recuerdo algunas picardas, tales como el saqueo de la despensa del doctor y la broma de Jenaro Pinto. Haba entonces dos dormitorios; yo estaba en el pequeo y tena por vecino a Lisandro Garca, uno de los alumnos ms dormilones. Con gran sorpresa advert que dos das seguidos se levant a las cuatro y media de la madrugada: al tercero me puse en acecho, le segu y le encontr en el comedor de don Valeriano. La familia de ste se hallaba en Cartago y le enviaba mil golosinas que l guardaba en una cmoda, en donde las descubri Lisandro. Sorprendido por m con las manos en la masa, me propuso Garca continuar a medias el merodeo; no me hice rogar y durante varios das nos atracamos de queso, de mantequilla, empanadas de chiverre y exquisito bizcocho.Not la merma don Valeriano, y una madrugada cuando salamos del comedor con los bolsillos repletos de rosquetes, topamos de manos a boca con l. Trat de detenernos, pero nos escabullimos a favor de la oscuridad del corredor y fuimos a ocultarnos al lugar en donde se refugi uno de los yernos del Cid cuando se solt el len. Enfrente estaban lavndose dos alumnos de los ms aplicados, y sin valerles protestas, fueron llevados sin formacin de causa a un calabozo por el irritado don Valeriano.Jenaro Pinto, husped del dormitorio grande, me pidi un da un carrete de camo, lo ti con barro para hacerlo invisible, y a la hora de acostarnos lo at del cordn de la campana. Era su intencin tocarla a media noche para alborotar el colegio; pero quiso la desgracia que el Director estuvo pasendose con el ecnomo hasta despus de las diez, en el corredor cercano a mi dormitorio, sin que Jenaro pudiese orlos por la distancia del suyo, y cuando comenz a tirar de la cuerda, los dos se enredaron en ella e hicieron sonar el esquiln. Descubrieron la aagaza y siguiendo el hilo al travs del patio, fueron a parar directamente a la cama de Jenaro, que an segua tirando del cordel, creyendo que l era el autor del repique.El 15 de setiembre llegu muy temprano a la esquina del Instituto, y como saba que don Valeriano no era muy madrugador coloqu en su ventana un triquitraque de cincuenta centavos, del tamao de un obs. Encend la mecha, y me alej a buen paso, cuando de improviso cay sobre mi nuca una manaza, la del portero or Daz, un canario corpulento, a quien los alumnos volvamos loco, anteponindole a su apellido dos slabas insolentes.La explosin fue terrible e hizo aicos un vidrio. or Daz, sujetando con la diestra mi cuello y con la izquierda la canasta del pan, me condujo ante el doctor, que haba salido a medio vestir, creyendo que se haba volado el Cuartel Principal. Enterado de lo ocurrido, dijo sonriendo: Qu diablo! Hoy es da de su Independencia y yo soy espaol. Sultelo, Daz.

    Qu mejor retrato que esta frase?

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    Si con el nuevo Director se relaj un poco la disciplina, los estudios, en cambio, ganaron en extensin y profundidad. Hubo grandes cambios en el profesorado: el polgloto don Enrique Twight se encarg de las clases de Ingls y de los cursos libres de Alemn e Italiano: el recordado Director de la Escuela del Norte, don Po Vquez, desempe la ctedra de Retrica y Potica; otro ex-maestro de la misma escuela, don Manuel Veiga, nos deleit con sus lecciones de Historia; a don Pilar le sustituy el notable pianista colombiano don Roberto Uricoechea, quien nos ense nicamente trozos de peras; don Benito Salazar, cuado del Dr. Ferraz, dio cursos de Agricultura terico-prcticos; y un notable profesor cataln, don Jos Torres Bonnet, nos ense Fsica, Anatoma y Fisiologa.El seor Torres nos trataba con confianza sin descender hasta la familiaridad, y sus discpulos le respetbamos y le queramos. Vigilaba nuestra educacin moral, nos refera episodios de su juventud, su lucha contra la pobreza, ensendonos a arrostrar serenamente la fortuna adversa.Su rica y moderna biblioteca estaba siempre a nuestra disposicin: para el acto pblico de su asignatura, que sostuve yo en la fiesta de fin de curso, me prest una docena de obras en francs, que acababa de recibir. Cuando termin mi disertacin sobre la circulacin de la sangre, explicada objetivamente en el maniqu, el doctor Nez, fue a felicitarme y me expres su sorpresa por ciertos datos cientficos que l no conoca y que yo haba tomado de las recientes publicaciones. Usted ha hecho un examen como para graduarse de mdico, me dijo. Cito estas palabras no como alarde de pueril vanidad, sino como prueba de la seriedad con que entonces se estudiaba.El doctor Ferraz estableci las conferencias dominicales que daban por turno todos los profesores, sin exceptuar ni el de gimnstica. As tuvimos la sorpresa de or durante casi dos horas al de Msica, Uricoechea, disertar sobre la importancia de su arte y contarnos las aventuras de algunos msicos clebres con tanta elocuencia, que le graduamos de tan buen orador como excelente pianista. Numeroso pblico asista a tales actos: y no pocos particulares concurran al curso nocturno de Qumica dado por el Sr. Bertoglio.En mi segundo ao de Humanidades, no obstante los muchos das que me rob mi desmedida aficin a las faldas, obtuve tres sobresalientes en todas las asignaturas (*) el segundo premio en Matemticas y Geografa, el tercero de Francs y el primero de Latn que disput a un adversario formidable, el que se llev todas las dems medallas del Primer Curso, el insigne Octavio Beeche, a quien venc porque como yo estaba en Segundo apliqu en el ejercicio latino mis escasos conocimientos de la lengua de Atenas que mi oponente no estudiaba todava.Si ese ao anduve distrado, en el siguiente las cosas fueron de mal en peor, a tal punto que en los exmenes recib apenas dos sobresalientes en tres asignaturas y un vergonzante tercer premio en Griego; y si no perd el curso en Fsica y Qumica, fue porque habiendo fundado el Dr. Ferraz y otros profesores una escuela nocturna de seoritas, a la cual asistan casi todas las maestras, Torres Bonnet tuvo la feliz ocurrencia de encomendarme las lecciones de ciencias fsicas, obligndome as a estudiar para darlas al simptico auditorio.

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    Quiz habra fracasado en el Cuarto Ao si no me hubiese hecho reaccionar una expresin de Bertoglio. Un da en que no pude resolver un problema trigonomtrico, el eminente profesor me dijo enfadado: Ya usted no sirve para nada. Aquellas duras palabras hirieron en lo ms vivo mi amor propio adormecido, y me esforc bastante en los ltimos meses. Ese postrer ao de mis estudios fue decisivo en mi vida, pues en l di los primeros pasos en una carrera que ya no haba de abandonar nunca.Mi primo Jos Ramn Chavarra haba abierto en su casa una escuela privada que frecuentaban unos cuarenta nios, y me propuso que diera all una leccin diaria de Aritmtica por cinco pesos mensuales.Qu orgulloso me sent al recibir el primer dinero adquirido con mi trabajo!

    Poco despus mi sueldo se elev a doce pesos, y luego a veinte, cuando me encargu de otras asignaturas.Me ro yo de la crueldad de los antiguos maestros de palmeta y ltigo: esos verdugos de la niez se quedan tamaitos al lado del aprendiz que mi primo meti en los berenjenales de la pedagoga.Armado de una regla no muy delgada me paseaba por el aula como el toro en el redondel, pronto a hacer respetar el principio de autoridad y a sacudir el polvo a los infractores del orden. Hubo quejas de algunos padres y hasta me parece que uno o dos retiraron sus nios por culpa ma; alegar no obstante, en descargo de mi conciencia que en la clase haba alumnos de mi edad a quienes tena que meter en pretina, aunque fuera con argumentos contundentes. La prctica fue una magnfica escuela para m y poco a poco aprend a dominar mis impulsos; record el ejemplo del director Romero, y los nios y yo acabamos por ser buenos amigos.A fines de 1881 hice mi examen para optar al ttulo de bachiller, prueba que se renda ante un tribunal de cinco examinadores nombrados por la Universidad.Durante tres o cuatro horas aquellos seores le zarandeaban a uno en todos sentidos, saltando en Historia de una poca a otra muy distante, en Matemticas de un problema de fracciones a una frmula trigonomtrica, y de una traduccin latina a un punto de Psicologa. Tuve la honra de ser examinado por hombres eminentes como D. Cleto Gonzlez Vquez, el doctor Zambrana, D. Ricardo Jimnez O., y Torres Bonnet; sal bien en todas las materias, excepto en Castellano que era mi fuerte, pues a don Cleto se le meti entre ceja y ceja que le explicara la cantidad de las slabas y otras minucias prosdicas en que yo nunca haba parado mientes.Despus de defenderme durante cuatro horas contra los despiadados ataques de aquellos seores, recib el codiciado ttulo a las nueve de la noche y fui a celebrarlo con un baile en casa de Tata Lucas, que se haba graduado la vspera. Qu felices nos sentamos! Pero otro da pensamos con tristeza que ya no volveramos al colegio: sus puertas se haban cerrado detrs de nosotros y delante se abran las del mundo, de un mundo desconocido, lleno de espinas y de precipicios. Habamos dejado de ser nios y comenzbamos a ser hombres.

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    VII. JUVENTUD

    En la primera semana que sigui a mi bachillerato, me llam mi padre a su despacho y me dijo sin prembulo:Bueno, y qu piensas estudiar ahora? No supe qu responder, tanto porque en realidad no me haba preocupado de tan grave asunto, cuanto porque entonces como ahora no haba ms carrera universitaria que la abogaca.No me gusta que sigs trabajando en la enseanza: eso no ofrece ningn porvenir y acabars por ser empleado pblico, la mayor de las desgracias.Pocos das despus me llam a su bufete mi primo y padrino don Mauro Fernndez para persuadirme a seguir los estudios de Derecho, ofrecindome su ayuda y direccin.Segu su consejo, y me matricul; pero cuando asist a la primera leccin de Derecho Civil y vi que todo se reduca a aprender artculos del Cdigo, cobr tal aversin por unos estudios que se avenan tan mal con mi espritu inclinado a las ciencias positivas, que no volv ms a clases. Las circunstancias obran en nuestro destino con ms fuerza que los ms firmes propsitos, y as, a pesar de las advertencias de mi padre cuyas energas haba aniquilado una penosa enfermedad y cuyo capital se haba evaporado en fianzas no tuve ms remedio que aceptar las numerosas clases particulares que se me ofrecan para ayudar al sostenimiento de mi familia.En enero de 1882 cuando no haba cumplido mis diecisiete aos, fui nombrado profesor de Castellano y Latn, en el Instituto Nacional, dirigido a la sazn por Torres Bonnet. Algunos alumnos eran de ms edad que yo; afortunadamente en los dos aos que desempe esas ctedras no hubo desorden que lamentar y los pocos estudiantes que fueron al cajn por mi mandato, debieron el castigo ms a su desaplicacin que a su conducta.Eran los cajones tres a manera de atades puestos de pie con una estrecha ventanilla para evitar la asfixia, dentro de los cuales era imposible moverse. Tales instrumentos de tortura, introducidos no recuerdo cundo, fueron abolidos en 1885.La escuelita de mi primo Jos Ramn se haba elevado ya a la categora de colegio y all tambin, durante dos aos, di clases de castellano, latn y no s cuntas cosas ms.

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    El ao de 1883 es para m de dolorosa recordacin.Tengo dicho que la situacin pecuniaria y la salud de mi padre eran malas.

    Para hacer frente a la primera y sin tomar en cuenta la segunda, contrat la construccin de la aduana del incipiente puerto de Limn en donde haba muerto de fiebre amarilla mi to Abundio y all permaneci algunos meses al frente de su cuadrilla de peones.Sus cartas iban siendo cada vez menos frecuentes, hasta que alarmado yo por esta circunstancia y por la de advertir que su letra de trazos iguales y enrgicos era ya trmula e insegura, resolv ir a verle. Cuntas peripecias me ocurrieron en aquel viaje, que entonces se haca a caballo hasta Carrillo, y de all en ferrocarril hasta el puerto. Llegu al fin sano y salvo; pero encontr tan mal a mi padre, que le convenc de que era menester volver a casa. As lo hicimos tres das despus, y nunca olvidar la satisfaccin con que se meti en la cama la noche de su llegada, al verse de nuevo en el seno de su familia. Desde entonces fue extinguindose rpidamente como una hoguera que se consume sin ruido, y el 13 de diciembre, despus de estar todo el da en la sala y dictarme una carta incoherente, se acost al anochecer y expir a las diez, serena y sosegadamente.Para pagar a los acreedores fue preciso sacrificar El Cerco, en parte del cual se levanta hoy el molino de trigo establecido por don Rafael Yglesias, y a duras penas pudimos salvar nuestra casa de habitacin.La situacin econmica del pas era desastrosa. Las libras esterlinas que en aos anteriores rodaban por todas partes, se haban ido por donde vinieron. A las diversas intentonas para derrocar al Presidente Guardia, haba sucedido una poca de modorra, de frialdad poltica, como si el pueblo se hubiese ya resignado a sufrir la dictadura vitalicia.Por eso a la muerte del dictador, ocurrida pocos meses despus de la de mi padre, no hubo manifestaciones de ningn gnero y la multitud presenci los suntuosos funerales con la indiferencia con que asiste a cualquier fiesta religiosa. Cuando era yo alumno de la Escuela del Norte, la poltica era la comidilla cotidiana en todos los hogares y de ah que trascendiera hasta los establecimientos de educacin.No hay para qu decir que casi todos los escolares ramos enemigos del Gobierno, y cada vez que entraba un nuevo alumno nuestra principal preocupacin era preguntarle si era partidario de don Toms.

    Yo creo que los latinos tenemos el germen de la anarqua en la sangre.Mientras los germanos y sajones se someten ciegamente a la ley, porque en su cumplimiento est la libertad de todos, los latinos quebrantamos deliberadamente las nuestras, slo porque son mandatos. Por qu fuman en la platea, siendo prohibido?, le preguntaba yo a un espaol en un teatro de Barcelona. Pues por eso mismo, me contest.

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    Nuestros gobiernos ideales son los que no gobiernan: apenas quieren hacer sentir el peso de la autoridad, todos gritan, Arbitrariedad! Tirana! y como recurren a protestas subversivas, el gobernante echa mano a su, vez de medidas extraordinarias y aparece el dictador. Guardia era un hombre inteligente, enrgico y audaz: supla su escasa instruccin con un conocimiento admirable de los hombres, que le permita utilizarlos a su antojo, anulando a sus enemigos y granjendole adeptos fanticos. Ningn mandatario costarricense ha tenido servidores ms fieles; ninguno ha sentido como l tanta confianza en s mismo ni tanto menosprecio por el pueblo que tena metido en un puo.Nunca se me despinta la figura marcial de don Toms cuando iba a misa de tropa, con uniforme de gala, capa de forros de grana y sable con empuadura de oro, grave, sereno, mirando siempre al frente, con la expresin del jefe acostumbrado a mandar y a ser obedecido.De los sucesos polticos ocurridos en los aos setentas, se me vienen a la memoria naturalmente, los que ms impresionaron mi alma de nio. Es el primero el asalto al cuartel Principal, ocurrido en la madrugada del 29 de julio de 1877, y del cual me di cuenta por una mera casualidad. A las cinco se casaba un sirviente, criado desde pequeo en casa de Don Mauro Fernndez (el mismo que llev mi cartilla en una bandeja) y como toda la familia estaba invitada a la boda, yo pas la noche despabilado, temeroso de perder tan grande acontecimiento. Como mi cuarto distaba del cuartel poco ms de cien varas en lnea recta, pude percibir claramente los disparos y gritos de Muera Guardia Mueran esos bandidos. Me levant al punto y, aprovechando la confusin de la familia, me escabull y corr a la casa de don Mauro, situada a la vuelta de la esquina y all permanec en la puerta con varias personas que comentaban el suceso. Pas corriendo un hombre alto, con el fusil en la mano (era, segn dijeron, don Zenn Castro) y poco despus me invit el novio para ir con l a traer las arras que haba dejado en la tienda Fernndez y Tristn, enfrente de la actual Ferretera Macaya. En el momento en que el sirviente meta la llave en la cerradura, nos dispararon del cuartel una bala que pas zumbando por encima de nuestras cabezas. Afortunadamente al regreso no se repiti el saludo: pero en mi desaforada carrera me pareci que en torno mo volaban millones de abejas, persiguindome con sus fatdicos zumbidos.Por la maana vi llegar presos a varios de los comprometidos en la conspiracin en cuenta dos parientes cercanos mos, vi al doctor Jos Mara Castro con grillos en el patio de la casa presidencial; y por ltimo, colndome en casa de Jos Antonio Chamorro; uno de los revolucionarios muertos en el asalto, le vi tendido en la sala, con la camisa entreabierta, dejando ver en el pecho el espantoso boquete que abri la bala al salir (pues fue tirado por la espalda, mientras sacaba armas del cuartel para la gente que estaba en la calle y que no se atrevi a entrar).Era Too el lin de la sociedad josefina por su varonil apostura, su exquisito trato, su hidalgua y su valor a toda prueba. Su entierro fue el primero al cual concurrieron seoritas (porque antes no se acostumbraba que las mujeres acompaasen al cementerio el cadver de un hombre).El cortejo fnebre fue imponente y hubo algunas manifestaciones de protesta contra el gobierno. En los das siguientes era pblico que se iba a fusilar al cabo que abri la puerta del cuartel a los revolucionarios, por lo cual un grupo considerable de seoras fue a pedir al Presidente que

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    revocara la sentencia. Una maana form la tropa el cuadro en la Plaza (hoy Parque Central). Resonaron las cornetas, y el general Guardia saliendo del cuartel, con uniforme de gala y rodeado de militares fue a colocarse en el centro del cuadro.Volvieron a sonar las cornetas, y el cabo fue conducido con grillos y esposas al mismo lugar. Todos los muchachos estbamos asustados, porque no nos caba duda de que iban a fusilar al reo all mismo; pero Guardia tom la palabra, afe la conducta del culpado, y refirindose al 27 de abril dijo: As se entra a un cuartel, a pecho descubierto.En aquel instante un pilluelo que estaba a mi lado silb, lanz un gruido burln y se escabull entre el gento. Guardia se desconcert un poco, y tres o cuatro cabos se dirigieron servilmente a castigar al atrevido, y creyendo que era yo me asieron de los brazos. Paralizado por la idea de ser fusilado con el cabo, no pude siquiera defenderme: afortunadamente mis vecinos hicieron ver su error a los celosos militares y as me vi libre de sus garras, y ech a correr sin esperar el fin de la fiesta.

    Tambin tuve ocasin de presenciar otras manifestaciones de aquel gobierno de fuerza. Yo vi, por ejemplo, a Jos Bonilla y a Faustino Padilla atados codo con codo, atravesar las principales calles de San Jos, camino del destierro: Yo vi al anciano don Ramn Gonzlez, mi vecino, conducido con grillos en una carreta descubierta hasta Puntarenas, para ser deportado a San Lucas por haberse negado a pagar una contribucin forzosa de treinta mil pesos. Finalmente, vi al doctor Salvador Jimnez Pero esto merece prrafo aparte.D. Salvador Jimnez, honra y gloria del foro costarricense, se conquist altsima reputacin como abogado, como profesor y como autor de notables obras de Derecho; pero su figura toma mayores proporciones cuando se la ve por el aspecto del patriotismo.De baja estatura, algo grueso, expresin firme y enrgica, posea uno de esos espritus de temple frreo en el cumplimiento del deber y de profunda ternura en el seno del hogar. Le conoc muy bien, porque su casa y la ma estaban contiguas y nuestras familias mantenan ntimas relaciones. Guardia logr dominar peligrosos enemigos, humillar a muchos y atraerse a otros; jams pudo doblegar un pice aquella alma rgida como una columna de bronce. Curioso pueblo el nuestro! Erige un monumento a un joven salvadoreo que llevado del espritu aventurero de la raza se uni a un grupo de revolucionarios para invadir el pas, y no recuerda siquiera el nombre del ilustrado ciudadano que dio a la juventud tan heroico ejemplo, combatiendo los desmanes de la dictadura y sacrificando su posicin, su libertad y su salud en aras de la repblica.

    Estando mi familia de temporada en Alajuela, a causa de la enfermedad de mi padre, supimos que don Salvador haba sido trasladado de la capital a aquella ciudad, de paso para el presidio.Como el cuartel estaba enfrente de nuestra casa, mi madre prepar la comida para el doctor y yo fui el encargado de llevrsela. Despus de muchas dilaciones, consultas del oficial de guardia, idas y venidas, me dejaron entrar en el patio. Tan extrao fue el espectculo que presenci, que me ech a temblar, y habra dejado caer la bandeja con los platos si un soldado no me los hubiera quitado.

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    El doctor Jimnez con las manos atadas a la espalda y sujetas de una cuerda pendiente de una polea, estaba as suspendido en un corredor y apenas tocaba con la punta de los pies el suelo: estaba plido, pero sin quejarse ni decir palabra, con los ojos entornados.No volv ms al cuartel; no por miedo de compartir el suplicio del heroico abogado, sino sencillamente porque sus carceleros me notificaron que era prohibido llevar alimentos a los detenidos.

    En presencia de tales cuadros no parecer extrao que los escolares de entonces tuviramos nuestras opiniones polticas ni que considersemos a don Toms como al Arihmn de la leyenda mazdesta.

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    VIII. MIS ESTUDIOS DE INGENIERA

    El profesor Bertoglio, con la colaboracin del ingeniero don Lesmes Jimnez, recin graduado en Blgica, abri en 1884 unos cursos de ingeniera en los cuales nos matriculamos unos quince alumnos. Antes de hablar de esas clases, ntimamente enlazadas con la historia de nuestra Universidad, como se ver despus, quiero decir algo de las que yo daba en varias escuelas y colegios.Adems de una leccin de aritmtica en una escuelita privada que Miss Marian Le Cappellain haba abierto en mi propia casa y a la cual concurran las seoritas Rohrmoser, Lauenstein, Cox, Pez y otras distinguidas alumnas; fuera de otras lecciones en el Instituto Nacional y de muchas particulares, el ao 83 no haba para m ocupacin ms agradable que las dos horas de clase que daba en la escuela de doa Mara Peralta de Rivera.Era doa Mariquita una anciana de tales prendas, que el maldiciente ms suspicaz no se habra atrevido a ponerle la menor tacha. Cuando tuvo colegio de internas y externas en el mismo local donde estuvo mi primera escuela pblica hoy plazoleta del Teatro fui yo la eterna pesadilla de la excelente seora. Novio de una de sus internas, que por supuesto era un ao mayor que yo, segn mi costumbre, mantena con ella correspondencia casi diaria, valindome del siguiente expediente. El hijo de la cocinera del colegio iba a la escuela pblica y mediante una peseta semanal lo convert en correo. En su cuaderno de aritmtica escriba yo mis cartas, reemplazando las letras por nmeros, conforme a una clave convenida. Ella me contestaba en la misma forma y en el mismo cuaderno, sin peligro de que la vigilante directora pescara al gatuperio.A veces, cuando se trataba de algn aviso urgente, escriba yo mis cifras con tiza en el portn del Instituto, y la dulcinea desde el patio de su claustro, se enteraba bonitamente de mi mensaje inalmbrico.Pero no par all mi audacia. A que no adivina el lector, lo que hice, viendo que las internas no salan casi nunca? Puesto que la montaa no viene hacia m, yo ir hasta la montaa, me dije filosficamente; y Aqu de don Juan Tenorio! asalt el colegio. De siete a nueve de la noche levantaba con mi navaja la aldaba interior de una de las puertas y con los zapatos forrados en pauelos, para no hacer ruido, atravesaba a tientas las oscuras aulas de la escuela hasta llegar al corredor en donde disfrutaba del inefable placer de conversar un rato con la seora de mis

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    pensamientos, la que inspir mis primeros versos. Pero fue lo bueno que alguien enter de nuestras visitas a la directora, y digo nuestras porque si al principio me aventuraba solo en mis asaltos nocturnos, despus me asoci con un amigo a quien no nombro para no provocar en su hogar una escena de celos retrospectivos.La puerta fue condenada, pero en vano, pues nunca nos faltaba ventana o postigo que abrir, siendo intiles cuantas emboscadas nos tendi la desesperada directora. Su martirio no ces sino cuando nuestras ninfas salieron de su encierro y tambin del colegio. Entonces doa Mariquita, por aquello de que al ladrn darle las llaves, me propuso que diera dos horas de clase a sus alumnas.Sin duda parecer extrao que a un mozalbete de dieciocho aos que desde nio mostr tan decidida aficin al bello sexo, se le confiase una docena de pimpollos de quince; pero debo declarar en honor a la verdad y mo que dentro de las aulas tena yo la gravedad de un profesor viejo y mis actos y palabras se ajustaban siempre a la ms estricta correccin.Ocurri sin embargo, lo inevitable, lo que resulta cuando dos almas jvenes