Al Paraná JUAN L ORTIZ
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8/8/2019 Al Paran JUAN L ORTIZ
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Al Paran
Yo no s nada de ti...
Yo no s nada de los dioses o del dios de que nacisteni de los anhelos que repitieras
antes, an de los Aax y los Tupac hasta la mismaazucena de la armonanevndote, otoalmente, la despedida
a la arenilla...
No s nada.. .
ni siquiera del punto en que, por otro lado, caerasdel vrtigo de la piedra
bajo los rayos...
No s nada...O s, apenas, que el guaran te
asimil
al mar de su maravilla...y que ese puma de tu piel que te devuelve, intermitentemente,
el da
lo tomas en un rodeo, no?,
de tu destino. . .No s nada.. .
Aunque me he oscurecido, en ocasiones, al
sentirte, arriba,entre un miedo de basalto,
buscndote,
buscndotesin el ngel del sabi,
an. . .
Y me he recobrado, luego, contigo, en la Anaconda quedecan.. .
y hasta cuando denunciabas
sobre ti
a los museres de las Compaas...No s nada. ..
Aunque te conoc, ha mucho, all, donde mi ro
es de tu eternidadde Palmas...
y por el salmn o por el rosa de Ibicuy
y por las lunas de Zratey por la lnea de tu agona en el estuario, finalmente,
del alba...
Mas ste sera
tu sentimiento,y ste, acaso, el misterio que pareces bajar desde los
mismos
torbellinos del crculo?
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No s nada de ti. . . nada de ti. . .
Es, acaso, decirte enteramente, decir tus avenidas, slo,
al fin,de silencios sin orillas,
que podran ser, es verdad, derivaciones de gracia corriendo a
redimir oh Canales,
la palidez del Norte?
Es, por ventura, presente, siquiera,el acceder nicamente a las escamas de tus minutos,
bajo lo invisible, an,
que pasao a las miradas de tus lminas
o de tus abismos,
en los vacos o en las profundidades de la luz,
de tu luz?Y se podra hablar de ti,
intimando, an por aos, con las figuraciones que reviste,
dirase,aqu y all, la corriente
de tu ser?
Oh no...no se podra, me parece,
tocarte todava
as
Cmo,
entonces, cmo,
asumir tu duracin sin probabilidad de disminuirtu tiempo, tal vez, de dios?
Y en el tiempo de un dios, qu de los que vinieron a
apagarlas hogueras que te amanecan...?
y qu de los monoslabos que presumiblemente respondan a
las gamasde tus espesuras de flautas
y que se desconocan entre s,
al llegar a interponerles; t, las seis o siete
leguasque entonces te abran...?
Y qu de los dueos que arriaban, de arriba, todo un
ro de mugidoshacia los potreros que fluan, aqu,
y que slo detena tu hermano con esa vena del naciente o ese
azuldel surtidor de las avecillas...?
Y qu de aqul de la Rinconada enfrentndolos, el
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nico,
ms adelante que el siglo
y junto a la aorta del pas?Y qu del otro que te cruzara por tres veces
para salvar a Mayo
de los cuernos de la derecha y de los cuernos del sur?Qu, pues, todo ello y lo dems,
si t no sabes y no podras saber, por otra parte, de las
milicias de la ceniza,ni de una sociedad de slabas
ni de una codicia de millas...
ni menos de los intercesores de los ltimos,como tampoco de la caballera que se atreviera a rescatar
el sol... de las neblinas,
para el interior al exterior no?, por ah:
del azar o del olvido:qu?
Maya, entonces, asimismo,
para ti...Maya las llamas y el vocabulario que se
entenda
Maya la cuaresmasobre las lenguas de tus orillas...
Maya el despojo y la lujuria de praderas
y la vista en alto, y la orden de las caas, triplemente
vadendote,por los derechos del da...?
Maya, con ms motivo, esos celestes de tus pupilas,
o de concentracin,en que, msticamente, desapareceras, o poco menos, con tu
tarde, s
en la palidez del uno,all,
a no ser unas pestaas empequeecindose en un cielo
o en un infinito de islas...?Y Maya, as,
esa, si se quiere, sensibilizacin de la ausencia, sa en que t
libras
o recreas,con unos signos que huyen,
el rostro mismo, dirase,
del ter...?Pero no s nada de ti.
Nada. Nada.
Y hace, sin embargo, diecinueve setiembres que te miro y temiro.
Mas, es cierto, te miro
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con los ojos de aqul a cuyo borde abr los
mos
No podra hacerlo sino as.He de llevarlo, bien ntimamente, y a la izquierda, claro,
del latido,
y es l, sin duda, el que me hara preferirtu enajenamiento en el cielo
a esa piel que hubiste, muy significativamente, de investir
por ah...y que asorda los momentos en que debes de sentirte
ms leoninamente contigo...
Pero por veces, es verdad, sin una pluma que lo expliquedesde el secreto, an, del aire,
flotas por el atardecer no se sabe qu alma
que suspendiese como el fluido
de una inmanencia de cisne...Mas ve, ve:
sigo mirndote, mirndote, con las nias del
origenY todava de aqu,
de aqu,
en que por ceir, o poco menos, a la ciudada la que hubiste,
sacramentalmente, de alzar
una debilidad ms que de padrino, no podras, no
naturalmente, reprimir...Y es as
que aun en la tempestad que te estira hasta el confn,
dirase,en una unidad de siena
que quemase el caos... el caos...
pareces desplegarte lo mismo que una cinta para elladetrs de los vidrios
y sobre la barranca que le cincelaran
todavaPero perdname que insista
e insista:
no s nada de ti. Nada, en realidad, de ti. Y no podr
decirte jams...No es una madera
sino un metal, o los metales, mejor, o ms de acuerdo, an,
las rfagas de unas tuberas,o las ondas de unos hechiceros,
lo que requerira eso que recelas
bajo lo femenino que te prestan las veleidades delas horas
en complicidad con las estaciones
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y con tu infidelidad misma
al que nombras
y con la visin de un mediterrneo que velael idilio, ay,
de unos sauces en ojiva
sobre el sueo de unas muselinas que espectralmente despabilael despus, slo,
del cachilito,
plegndolas en seguida, y envejecindolas alpunto, en un final
de escalofros
que marchita hasta las cejas, hasta las cejas, ah,del anochecer...
No s nada de ti...
Y no podr decirte nunca, probablemente. ..
nuncaPero deja que, al menos, te despida unos ptalos
de ese ngelus de mis gramillas
que desciende casi hasta el aguacuando sta
pierde sus ojeras
y da en hilar, fnebremente, con la primicia que desleel duelo de arriba,
la raz
de la lgrima...
No s nada de ti
Nada