al margen de el margen por Rodolfo Benossopor Rodolfo Benosso gen" como zona mágica y refugio...

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por Rodolfo Benosso gen" como zona mágica y refugio precario es imagen homóloga de la condición huma· na en la era nuclear -amenaza tácita en la novela transitada por los brutales tripulan· tes de una nave de guerra americana, el invisible "Altair" -; el margen como fronte· ra donde la vida organiza su último simula· cro es también sinónimo metafórico de la resistencia española que brama sordamente en los vagabundeos del libertario francés Sigismond por la ciudad condal; el margen, por último, es la estrecha franja donde Sigismond se hace fuerte contra una aliena· ción ya carente de raíz existencial -a dife· rencia de La náusea o El extranjero- resul· tante en cambio de las relaciones de pro· ducción y origen de deformaciones huma· nas, artísticas y artesanales en el régimen occidental y cristiano del caudillo por la gracia de Dios (o sea "contra la voluntad de los hombres"): ver la irónica sensación de "mal gusto" (p. 34), las modernas vírge· nes eléctricas. Pero desde ese margen, precio samente, se divisa el horizonte de la vida: la prostituta niña y la hecatombe del fran· quismo, posibilidades imaginarias que des· trozan las ingenuidades del "personaje posi· tivo" o las simplificaciones de los "conteni- dos progresistas" sin incurrir en ningún oscurantismo reaccionario: un hombre se suicida por fatalidad personal y no obstante afirma en ese acto su optimismo histórico. Sigismond descubre en esos dos días de eternidad terrenal no sólo la destrucción de una mujer y un hijo, sino, retrospectiva- mente, el carácter equívoco del padre, el edípico y opresivo de la anciana nodriza, y ha podido medir la falsedad de la experien- cia corno totalidad tal corno ella se elige en el marco de posibilidades del mundo reaJj· al margen de el margen * André Pieyre de M,mdiargues: El margen Joaquín Mortiz, México, 1970. Si alguien recibe en el extranjero una carta de la vieja' criada donde se anuncia el fin de toda su familia no es verosímil su suicidio: la anciana pudo haber enloquecido. En la vida cotidiana parecería más probable que leída la carta viajara al sitio del desastre; en el espacio textual de El margen* su deci- sión es otra y dentro de sus límites no es inverosímil. En la ficción la conducta (ima- ginaria) se rige por todas sus proposiciones 'y no por las pautas estadísticas de una psicología social capaz de afirmar un crite- rio sociológico -y no estético- de verosi- militud. En la experiencia de la lectura las relaciones de connotación vuelven "razona- ble" lo aparentemente "irrazonable", legali- zan lo fantástico, etcétera. Sigismond, toca- yo del héroe calderoniano, se concederá un último recorrido por su extraña Barcelona, dentro del paréntesis de un sueño lúcido, situado entre la suspensión del tiempo y un anticipo de eternidad, después de entrever en la atropellada lectura de un párrafo su 'catástrofe. Los actos se suceden conforme a las exigencias de la euritmia -esa simetría del espectador- y no según las reglas confusas pero codificadas de una "psicología litera- ria": si Sergine se arrojó desde la torre de los vientos en su residencia campestre, Si- gismond subirá al monumento a Colón e inmovilizará la carta a medias descifrada bajo una columna de cristal; en el sitio donde llevaba la misiva se disparará el tiro. Gobiernan sus abstenciones leyes "transra- cionales" y sus elecciones no son las previs- tas habitualmente por la poética de la mi mesis aristotélica. Numerosas homologías encuentra Sigis- mond entre el mzrgen donde refugia su precaria existencia y situaciones históricas o imaginarias aludidas en el texto: el huevo o la almendra donde estaban inscritos los Cristos de ,a gloria (p. 127), un presente inmóvil similar al pictórico (p. 113) y un estado de hibernación nacional, el régimen franquista (p. 175). Las simetrías de El margen no se establecen tan sólo entre significantes sino obviamente también entre significados: la situación marginal del prota- gonista es anterior a la acción, está casado con una mujer bastante más joven que ironiza sus manías, su primo lo supera en masculinidad; hijo de un invertido, su mis- ma virilidad se pone en cuestión; el "mar- referencia o un sustrato histórico, sino una función muy precisa en las estructuras so- ciales: la de servir como verdad o como ideología, como reflejo objetivo de la reali- dad o como falsa conciencia. Toda mosofía debe ser vista en su ver- dad científica y como expresión de intere- ses sociales concretos que intervienen en el proceso histórico de las sociedades. A partir de esta idea puede decirse que mucho de la historia de las ideas en Hispanoamérica está por hacerse. La filosofía en América Latina se ha de desarrollar a partir de la confrontación del pensamiento con nuestras realidades, y de la investigación científica, dialéctico mate- rialista de los problemas ftlosóficos y huma- nos de nuestro tiempo. En esta tarea hay problemas de la mosofía social como las implicaciones del subdesarrollo, la cultura colonial y la historia de las ideas, y proble- mas gnoseológicos y más generales como la teoría del conocimiento y la ética. Por otra parte, en un examen más dete- nido de la función de la filosofía en Amé- rica Latina, habría que observar que la mosofía no ha padecido tanto de falta de originalidad, como afirma el autor -pues una filosofía no surge de la nada, sino como negación o enriquecimiento y supera- ción de las fases anteriores de la filosofía, y del reclamo de las luchas sociales e ideoló-. gicas- sino que más bien ha padecido de idealismo. Se han dado así en la mosofía social variadas concepciones románticas y utópicas, y en la teoría del conocimiento ha aparecido el idealismo. Son actuales por lo tanto las reflexiones contenidas en el libro de Salazar Bondy, pues ejemplifican el caso de un filósofo hispanoamericano que por la vía del histori- cisma toma conciencia de nuestras realida- des y se adentra así en una concepción más radical de la fIlosofía como' conciencia del hombre y del mundo. * Agusto Salazar Bondy: ¿Existe una Jilasaf(a de nuestra América?, México, Siglo XXI, 1968. 133 pp.

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por Rodolfo Benosso

gen" como zona mágica y refugio precarioes imagen homóloga de la condición huma·na en la era nuclear -amenaza tácita en lanovela transitada por los brutales tripulan·tes de una nave de guerra americana, elinvisible "Altair"-; el margen como fronte·ra donde la vida organiza su último simula·cro es también sinónimo metafórico de laresistencia española que brama sordamenteen los vagabundeos del libertario francésSigismond por la ciudad condal; el margen,por último, es la estrecha franja donde

Sigismond se hace fuerte contra una aliena·ción ya carente de raíz existencial -a dife·rencia de La náusea o El extranjero- resul·tante en cambio de las relaciones de pro·ducción y origen de deformaciones huma·nas, artísticas y artesanales en el régimenoccidental y cristiano del caudillo por lagracia de Dios (o sea "contra la voluntadde los hombres"): ver la irónica sensaciónde "mal gusto" (p. 34), las modernas vírge·nes eléctricas. Pero desde ese margen, preciosamente, se divisa el horizonte de la vida:la prostituta niña y la hecatombe del fran·quismo, posibilidades imaginarias que des·trozan las ingenuidades del "personaje posi·tivo" o las simplificaciones de los "conteni­dos progresistas" sin incurrir en ningúnoscurantismo reaccionario: un hombre sesuicida por fatalidad personal y no obstanteafirma en ese acto su optimismo histórico.

Sigismond descubre en esos dos días deeternidad terrenal no sólo la destrucción deuna mujer y un hijo, sino, retrospectiva­mente, el carácter equívoco del padre, eledípico y opresivo de la anciana nodriza, yha podido medir la falsedad de la experien­cia corno totalidad tal corno ella se elige enel marco de posibilidades del mundo reaJj·

al margen de elmargen

* André Pieyre de M,mdiargues: El margenJoaquín Mortiz, México, 1970.

Si alguien recibe en el extranjero una cartade la vieja' criada donde se anuncia el fin detoda su familia no es verosímil su suicidio:la anciana pudo haber enloquecido. En lavida cotidiana parecería más probable queleída la carta viajara al sitio del desastre; enel espacio textual de El margen* su deci­sión es otra y dentro de sus límites no esinverosímil. En la ficción la conducta (ima­ginaria) se rige por todas sus proposiciones'y no por las pautas estadísticas de unapsicología social capaz de afirmar un crite­rio sociológico -y no estético- de verosi­militud. En la experiencia de la lectura lasrelaciones de connotación vuelven "razona­ble" lo aparentemente "irrazonable", legali­zan lo fantástico, etcétera. Sigismond, toca­yo del héroe calderoniano, se concederá unúltimo recorrido por su extraña Barcelona,dentro del paréntesis de un sueño lúcido,situado entre la suspensión del tiempo y unanticipo de eternidad, después de entreveren la atropellada lectura de un párrafo su

'catástrofe.Los actos se suceden conforme a las

exigencias de la euritmia -esa simetría delespectador- y no según las reglas confusaspero codificadas de una "psicología litera­ria": si Sergine se arrojó desde la torre delos vientos en su residencia campestre, Si­gismond subirá al monumento a Colón einmovilizará la carta a medias descifradabajo una columna de cristal; en el sitiodonde llevaba la misiva se disparará el tiro.Gobiernan sus abstenciones leyes "transra­cionales" y sus elecciones no son las previs­tas habitualmente por la poética de lami mesis aristotélica.

Numerosas homologías encuentra Sigis­mond entre el mzrgen donde refugia suprecaria existencia y situaciones históricas oimaginarias aludidas en el texto: el huevo ola almendra donde estaban inscritos losCristos de ,a gloria (p. 127), un presenteinmóvil similar al pictórico (p. 113) y unestado de hibernación nacional, el régimenfranquista (p. 175). Las simetrías de Elmargen no se establecen tan sólo entresignificantes sino obviamente también entresignificados: la situación marginal del prota­gonista es anterior a la acción, está casadocon una mujer bastante más joven queironiza sus manías, su primo lo supera enmasculinidad; hijo de un invertido, su mis­ma virilidad se pone en cuestión; el "mar-

referencia o un sustrato histórico, sino unafunción muy precisa en las estructuras so­ciales: la de servir como verdad o comoideología, como reflejo objetivo de la reali­dad o como falsa conciencia.

Toda mosofía debe ser vista en su ver­dad científica y como expresión de intere­ses sociales concretos que intervienen en elproceso histórico de las sociedades. A partirde esta idea puede decirse que mucho de lahistoria de las ideas en Hispanoamérica estápor hacerse.

La filosofía en América Latina se ha dedesarrollar a partir de la confrontación delpensamiento con nuestras realidades, y dela investigación científica, dialéctico mate­rialista de los problemas ftlosóficos y huma­nos de nuestro tiempo. En esta tarea hayproblemas de la mosofía social como lasimplicaciones del subdesarrollo, la culturacolonial y la historia de las ideas, y proble­mas gnoseológicos y más generales como lateoría del conocimiento y la ética.

Por otra parte, en un examen más dete­nido de la función de la filosofía en Amé­rica Latina, habría que observar que lamosofía no ha padecido tanto de falta deoriginalidad, como afirma el autor -puesuna filosofía no surge de la nada, sinocomo negación o enriquecimiento y supera­ción de las fases anteriores de la filosofía, ydel reclamo de las luchas sociales e ideoló-.gicas- sino que más bien ha padecido deidealismo. Se han dado así en la mosofíasocial variadas concepciones románticas yutópicas, y en la teoría del conocimientoha aparecido el idealismo.

Son actuales por lo tanto las reflexionescontenidas en el libro de Salazar Bondy,pues ejemplifican el caso de un filósofohispanoamericano que por la vía del histori­cisma toma conciencia de nuestras realida­des y se adentra así en una concepción másradical de la fIlosofía como' conciencia delhombre y del mundo.

* Agusto Salazar Bondy: ¿Existe una Jilasaf(ade nuestra América?, México, Siglo XXI, 1968.133 pp.

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carta sobre

teatro

Ignacio Hernández

zado, negando pennanentemente en la prác­tica los valores proclamados de su axiología(museos, monumentos, campanarios) y lasemociones de su educación sentimental (laconcepción del amor, el erotismo, etcétera)y se sabe arrojado a una zona anómica quetratará mágicamente de legislar con irriso­rias regulaciones destinadas a suspender eltiempo en una burbuja donde él sea invul­nerable: el viejo sueño de dormir eterna­mente sin envejecer, pero con los ojosabiertos.

En la vasta metáfora de su vagabundeonocturno por un espacio mágicamente deli­mitado de la gran ciudad en el cual semezcla con la masa de prostitutas, transfor­-mistas, andróginos, marineros ansiosos yadolescentes ambiguos, la única derrotadaes la pureza, ese requisito final de la comuni­cación humana, más allá o más acá de loscuerpos y sus urgencias redobladas por lasatisfacción ilusoria. Como todo acto eneste mundo subterráneo es una negacióndel lenguaje en que subyacen los valores ypropone un código de la anticomunicación(insulto, parodia, interferencia) Sigismondelegirá el silencio en sus relaciones de clien­te con la prostituta niña, por las cuales dealgún modo recuperará la inocencia necesa­ria para elegir su propia muerte.

Frente a una códificación apriorista delas respuestas, la nueva novela vuelve amostrar un suicidio por optimismo, lo queya había imaginado la novela psicológica enotro contexto. Si un hombre se destruyepor orgullo, negándose a la vida vegetativade una cotidianeidad sin posibilidades tras­cendentes, no niega por esto la trascenden­cia histórica como horizonte humano. Lavida privada y la vida pública se condicio­nan mutuamente, pero no se confunden; eloptimismo histórico no implica necesaria­mente optimismo sobre el destino personal.Si estructuralmente el suicidio de Sigis­mond importa rechazar el personaje delviudo, el luto, las ceremonias y recuerdosfunerales, y de tal manera es un triunfo dela vida, defendida casi heroicamente a lolargo de las dos jornadas mágicas, antropo­lógicamente afinna la autonomía del hom­bre, las relaciones paradójicas entre lo indi­vidual y 16 social y la demarcación de unazona personal e invulnerable desde la cual ysólo desde la cual sus compromisos políti­cos y morales son válidos: el margen, estre­cho si se quiere, que a cada uno correspon­de en este mundo.

Tengo frente a mí el motivo que provocaestas líneas: un libro de Editorial Aguilar:Teatro Breve Hispanoamericano Contempo­ráneo, de cuya selección, prólogo y notasse hace responsable Carlos Solórzano, y queyo debería reseñar.

La tardanza de mi entrega pesa demasia­do en los momentos que habitualmenteutilizo para escribir, aunque desde que laleí por primera vez tuve la certeza -acen­tuada por las siguientes relecturas- de quenunca entregaría mis anotaciones al libroaludido. Pues un medio de difusión culturalcomo la Revista de la Universidad, apartede la esquemática reseña, ocupa una opi­nión sobre el libro que se trate. Y miopinión no es tan adversa como incrédula;no le creo al doctor Solórzano cuando dice:"El Teatro Hispanoamericano ha venidoexperimentando una evolución que lo hasituado ya en el primer plano de nuestraLiteratura creativa, ha asimilado todas lasposibilidades que impulsan el auge del Tea­tro Breve del mundo." Ni cuando dice: "Seadvierte en todos los autores (incluidos en ellibro) el conocimiento riguroso de su ofi­cio." Porque a la lectura de las 16 obras sólodos he visto en escena: "Segundo Asalto" y"'La señora en su balcón"- muy otrasapreciaciones se despertaron en mí.

Advierto de primera intención: persona­jes inconsistentes y/o planos; temática po­bre y reiterada; situaciones dramáticas cuyasimpleza, que no sencillez, deviene de dico­tomías cerradas; diálogos cuyo tono impro­bable los hace fanidos; confusión de loabsurdo con la debilidad mental; escasosentido del humor; demagogia con preten­ciones de epopeya; soluciones frágiles yoficiosas; acotaciones que todo podrán sermenos teatrales; la corroboración, luego deleer los extensos curricula de los autores,de la frase: "Lo que natura non da, Sala­manca..."; surrealismo mal asimilado enun lenguaje explicable sólo por la tesis deque en los países coloniales el idioma sesiente ajeno y cuando se usa adquiere senti­do de expropiación. Y lo que no adviertopor más que trato es, como dice el doctorSolórzano de "Una visión a las fomlasactuales y vigentes de la creación dramáticamundial que no excluye y más bien reclamala presencia de lo que es vital e intransferibleen cada uno de los países de Hispanoaméri­ca", salvo en contadas excepciones: la Garra,Sangrún, Solórzano mismo, Chalbaud.

Por lo cual, creo que el mejor comenta­rio que la Revista de la Universidad debíahacerle al libro en cuestión, es el silencio.

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