Al Encuentro Con El Maestro- Anciano Juan

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El relato de una peregrinacin a travs de los tiempos, donde todo es posible, incluso el encuentro con el Maestro que nos espera en cualquier recodo del Camino.

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BY

La difusin de este libro est permitida por cualquier medio de modo gratuito. Inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual (Espaa). Tal como me fue dado as lo comparto.

El Autor

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Escrito I1 parte

LA VOLUNTAD

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1- Hoy aqu

En las playas del Universo, tras los vientos de la tarde, en medio de la soledad te encuentro sentado junto a m. Me hablas de grandes propsitos, de esperanzas. Me dices que cuentas conmigo, con este pequeo anciano que nada sabe hacer en este mundo, con todos. Slo tengo mi tiempo que comparto contigo y el destino, con calma y sosiego, inquietud y temor. Nada poseo. Mis manos vacas estn. No tengo sabidura. Slo s que nada s, mas en tus manos deposito mi pequeo espritu para que con l haga nuestro Padre su voluntad. Hoy aqu, maana no lo s.

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2- Padre Padre, en este mundo donde tanto se habla de ti, unas veces con bondad, con conocimiento y amor, otras con vanidad e ignorancia. Donde muchos se autoproclaman seguidores de la verdadera iglesia y rechazan sin dudar a su hermano. Donde te catalogan y establecen normas que tus hijos nunca manifestaron. Un dios creado a medida del humano, Un dios frustrante e inalcanzable. Un dios que nada tiene que ver contigo, Padre. T, Padre, hablas de hermandad, de un solo cuerpo integrado por todos tus hijos; donde no hay primeros ni ltimos; donde no vamos a ninguna parte porque ya estamos; donde t te manifiestas. Los hijos que bien te conocen, nos hablan de la fuerza del amor frente a la barbarie de la sinrazn. Nos hablan de esperanza, de una realidad tangible slo con dejar un pequeo espacio a la posibilidad de lo imposible. T, Padre, ests aqu entre tus hijos porque nunca nos abandonaste. Nos creaste a tu imagen y semejanza. Y hoy, aqu y ahora podemos conocerte, conocernos si as lo anhelamos con la suficiente humildad de corazn.10

3- El Hijo prdigo

Cmo expresar con palabras lo inconmensurable, compartir el gozo, el deleite, la complacencia, del encuentro con la divinidad inmanente? Solo, en el silencio, escucho tu himno de alabanzas: Alabados sois, porque veis el Reino en medio de la iniquidad! Alabados sois, porque aun no siendo del mundo lo dais todo por l! Alabados sois, porque os cre a todos semejantes a M! Alabados sois, hijas e hijos mos, porque allanis el camino al Maestro, vuestro hermano! Alabados sois, hijas e hijos del Amor, en M vivs por siempre! Tu fuego purificador ha sanado a la ignorancia convirtindola en luminiscencia. El rayo de tu luz seala el camino a seguir. El encuentro celestial ya no es una quimera. Hoy, aqu y ahora, vives en cada uno de nosotros. Hoy, el hijo prdigo vuelve a casa.

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4- Ayer me contaron

Ayer me contaron que junto al olivo, smbolo de paz, unos ojos entristecidos descubren a un amigo, Aquel que siempre est cuando se le necesita. Sus ojos negros, penetrantes y profundos. Su rostro con las huellas de tantos caminos recorridos y sin embargo terso y firme; juvenil y maduro a la vez, lleno de sabidura. Su cabello azabache, mecido por la brisa, y su sonrisa, infunden serenidad y bonanza. Los pensamientos desordenados de quien le observa los hace suyos. La confusin desaparece por completo con sus respuestas sin palabras, llenas de vida y amor. Una Voz que resuena con nitidez en su interior le habla de esperanza; de la realidad divina; del espritu unido a tantos y tantos espritus; de confianza de que Su palabra se cumplir. Nunca se fue, est en cada uno de nosotros, ahora ms que nunca.

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5- Es asunto tuyo

Nada sobre los mares, sumrgete en sus profundidades, sus corrientes te llevarn de un lado a otro. Cuando domines el arte de la natacin, podrs andar sobre las aguas, entonces mira hacia el cielo. Contempla como vuelan las aves, extiende tus brazos, se convertirn en alas; nada temas, toma impulso y nete a ellas; se alegrarn de tu llegada y te ensearn el arte de volar; lo dems es asunto tuyo.

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6- Contigo gloria alcanzada

En tu grandeza, Padre, al ciego convirtiendo en visionario. En sueos contemplando una realidad trascendiendo los sentidos confinados. Tu Espritu habitando alma arrebatada, gozoso xtasis de amor sublimado, entregada a tu Voluntad Divina, devuelta magnificada, transfigurada morada, nunca ms por el humano ocupada. nicamente T importas, slo tu Palabra. La persona muere, sin ti ya no es nada, contigo gloria alcanzada.

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7- La Voz

Una Voz resonaba en mi interior: Despierta! Sal de tu casa! No ests soando! Mir a mi alrededor, no haba nadie, aun as aturdido respond: Ahora? An es de noche! La Voz sigui: La semilla que plantaste en tu jardn ha crecido lo suficiente para dejar ver su hermosura, sal a verla! A medio despabilar, abr la puerta, sal, baj unos escalones y me encontr en medio del jardn. No vea nada fuera de lo normal por ms que miraba a mi alrededor, algunos arbustos y un ciprs dejando entrever la luna llena en medio del infinito. La Voz continu: Como siempre, andas un poco despistado, no es con los ojos fsicos con los que has de mirar, son los del alma los que debes usar, mantente un momento en silencio, agudiza un poco el odo y escucha. As lo hice, lentamente mi respiracin era ms pausada, aparte de ello todo era silencio. Pens: no escucho nada. La Voz me dijo: Ests seguro que no oyes nada? Volv a mi silencio. Escuch entonces los latidos de mi corazn, al principio agitados, aunque la calma no tard en llegar.15

Acab cerrando los ojos sentado en un banco. Los minutos pasaban, o eso me pareca a m. Una msica muy suave, un sonido indescriptible pero hermoso me puso el bello de punta. Me pareci que todo se mova a mi alrededor, al instante me encontr en pie frente a mi mismo! No poda creer lo que estaba viendo, ah estaba yo, sentado con los ojos cerrados y a la vez en pie, crea que me estaba volviendo loco. Y de pronto volv a escuchar la misma meloda, me seren sin saber cmo. La Voz, que esta vez pareca provenir de todas partes, la volv a escuchar diciendo: Ya es hora que veas el ser en que te has convertido, has tardado unos pocos milenios, pero ha merecido la pena la espera. Pasaste penurias, sufrimientos, tambin momentos alegres e inolvidables, todos ellos te fueron moldeando y han hecho, has hecho de ti quien hoy eres. Lo debes a tu esfuerzo y abnegacin, los que te acompaaron y acompaaste, estn muy contentos. Hoy el cielo canta una cancin, la tuya, la del ritmo de tu corazn sonando en armona junto a miles, millones de hijos de Dios. Hoy ha nacido un hijo del Espritu. Empieza a caminar!

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Escrito I2 parte

EL AMOR

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8- La hora del viento

Amanece en el desierto. La oscuridad va dejando paso a la luz del alba. El fro de la noche se aleja, dejando una estela de roco sobre las pocas plantas que se atreven a crecer en esta inmensidad encantada. Un pequeo escarabajo despierta haciendo un surco bajo la arena comenzando su diaria tarea en bsqueda de alimento. Poso mis manos sobre la fina arenisca, las lleno de ella elevndolas al cielo; abrindolas y dejando la arena caer cual reloj sin tiempo que marcar, sus diminutas partculas se esparcen llevadas por el viento, lejos, no importa dnde. Los primeros rayos comienzan a perderse en el horizonte, pronto el rey Sol se dejar ver en todo su esplendor. Sumido en la contemplacin del bello espectculo de un nuevo da, nico, irrepetible, unas palabras resurgen en mi corazn: Yo envo delante de m a mis hermanos, allanad el camino de mi vuelta, os traigo lo que os promet. Ven, conmigo ven, lleg la hora del viento.

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9- El Mar de Galilea

Lleg el atardecer tras una larga jornada caminando por las tierras de Galilea. Mis pies cansados me llevaron a la orilla de un mar que me traa viejos recuerdos La chiquillera, alborotada tras la llegada de los pescadores con la recompensa de una jornada bajo un sol abrasador, saba que necesitaban de su ayuda para limpiar los peces y prepararlos para su transporte. Las mujeres no se quedaban a la zaga, colaboraban y no era slo por necesidad, un espritu de solidaridad les embargaba a todos. Eran los das en que el Maestro estaba junto a ellos, sus palabras haban calado hondo en muchos, tanto que cambi radicalmente sus vidas Pedro, Mateo, Santiago Ahora todo era silencio. Alguna desvencijada barca en un mar que ya no era el mismo. Los aviones sobrevolando a cielo raso, rompiendo la paz que an se respira, rumbo norte, en no se sabe qu misin, en nombre de no s qu paz. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarn la tierra. Bienaventurados los limpios de corazn, los perseguidos, los que lloran Sus palabras estn tan vivas como entonces. No me apeteca dormir bajo un techo de hormign, as que decid que las estrellas me acompaaran. Los grillos ya

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comenzaban su cantinela y el sonido suave del agua acariciando la orilla eran un blsamo para mi cuerpo cansado. La primavera se dejaba entrever. La noche era templada. La vegetacin se mezclaba con la rida tierra alfombrndola con su verdor. La luna creciente se asomaba a travs de los montes cercanos, reflejndose su luz en las tranquilas aguas. Me sent a la orilla dejando que mis pies se mojaran. Una vez ms los recuerdos reaparecan Otro tiempo. La misma orilla. Mis pies mojndose como hoy, pero no estaba solo, cerca dorman como nios mis compaeros de viaje. El Maestro se acerc, sus pasos le delataban; se sent a mi lado, descalzndose y extendiendo sus piernas dejando que el agua las baara. Su tnica acab mojndose. Nos miramos y sonremos. Volv a mis pensamientos. Nada temas me dijo. No ests preocupado por el futuro, sin duda llegar, pero ste es el momento que ests viviendo pareci leer mis pensamientos, es en el ahora donde has de concentrar tus energas. Nuestro Padre sabe de tus necesidades y de las mas, nada te ha de faltar. En este momento, si todo tu ser lo centrars en ver el Reino de Dios lo tendras ante tus ojos, mas la duda no deja de cegarte. Pasarn mil, dos mil aos y te seguirs haciendo las mismas preguntas Cuando la respuesta la tienes tan cerca! El Reino continu no es un lugar al que has de llegar, ni siquiera una tierra que has de conquistar. El Reino eres t! Me qued un poco perplejo, no acababa de entenderle, a veces sus palabras me resultaban tremendamente enigmticas. Pareca hablar como si estuviera dirigindose a los escribas y eruditos, y yo no era ms que el hijo de un pescador. Me dirijo a ti volvi a leer en mi mente. Las autnticas verdades, las que nos hacen libres, son sencillas. Somos nosotros21

quienes para no salir de nuestra prisin tejemos una telaraa donde nos dejamos atrapar, y le ponemos nombres que ocultan la podredumbre que encierran. Eres libre si as lo deseas con todo tu corazn, con toda tu alma, con todo tu ser. Slo hay un camino, el de la verdad. La verdad de que eres mi hermano. La verdad de que somos hijos del Creador nuestro Padre. l nos ha dado la vida, nos ha dado lo ms preciado que un padre puede tener; se ha dado a s mismo, se ha entregado por entero a los mundos que ha creado, se ha fundido con ellos. Y t, mi pequeo hermano, no eres menos que la Luna que contemplas, ni el Sol que alumbra tus das. l habita en ti, como t habitas en l. Este es el Reino que quiero que descubras, no importa si hoy o en otro tiempo, solamente depende de ti. Le mir. Su cabello negro, brillante como la luz de la luna. Sus ojos mirndome fijamente. Los mos dejaban caer unas gotas como el agua del Mar de Galilea. Nunca olvidar su rostro y su sonrisa, pero ms importante, nunca olvidar sus palabras de vida: El Reino eres t. Este es el Reino que quiero que descubras, no importa si hoy, o en otro tiempo, depende de ti. Abr el saco de dormir. Tumbado contempl el firmamento, una estrella fugaz le recorra de Este a Oeste, de mis ojos brotaron unas gotas como el agua del Mar de Galilea.

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10- El Templo de Jerusaln

El camino hasta Jerusaln transcurri con relativa calma, los controles del ejrcito israel hacan que la puntualidad no fuera ms que una bonita palabra en el tabln de horarios de la estacin de autobuses. Otro ejrcito apareca en mi mente, soldados romanos vigilaban la calzada observando a todos los que nos aproximbamos a Jerusaln. Aunque esos das ramos tantos los que nos acercbamos que no podan impedir que los enemigos de Roma entrramos con facilidad. Hoy, palestinos y judos, transitan recelosos unos de otros, el veneno del odio est inoculado en cada uno de ellos. Cada gesto, cada movimiento les delata. El miedo parece gobernar la Ciudad Santa. Algunos polticos y dirigentes religiosos han hecho a la perfeccin su labor en ambos bandos. Se respira un ambiente de calma tensa, fro y desolador. Cuntas palabras pronunciadas en nombre del amor y la verdad con el nico objetivo de tener dominado a un pueblo, adormecido, sojuzgado! Cunto disfraz bajo el nombre de la justicia para no querer reconocer la igualdad de todos los habitantes de esta tierra, donde nadie es realmente superior ni inferior a nadie!

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Transitamos por las calles empedradas, los puestos apostados a ambos lados ofrecan sus mercancas, el gritero era constante. En aquella ocasin no estaba solo, varios amigos me acompaaban y el Maestro nos esperaba. Sabamos que el Sanedrn se reunira. Roma estaba nerviosa pues el imperio en oriente no iba todo lo bien que esperaban, levantamientos contra su opresin ocurran cada poco tiempo, haba que atajar el problema de raz. All estaba l, esperndonos junto a la fuente, an sentado destacaba por su altura y porte. Nos saludamos efusivamente, un abrazo dado con corazn, el reencuentro de viejos amigos. Vamos! exclam l con voz firme. Tras recorrer varias callejuelas llegamos a la plaza central frente al Templo, subimos por la escalinata que nos adentraba en su patio. En l todos podamos acceder, judos y gentiles; la vida de ste era agitada en el Sabbat, el espectculo era a veces deprimente; si fuera haba puestos, dentro no caba una aguja, todo se venda y todo se compraba. El Maestro se detuvo mirando con tristeza a su alrededor. Continuemos! Esta vez su voz estaba apagada, su corazn permaneca turbado. Le pregunt: Rab, por qu permiten que esto ocurra en tierra sagrada? No habra que echarlos de aqu como fuera, aunque sea a empujones y latigazos? Dejadles dijo el Maestro que ellos se ahoguen en su propia agua. El Maestro continu en silencio hasta el edificio del Templo, aqu ningn extranjero poda pisar, se sent y nosotros a su alrededor. Me mir, sus ojos estaban vidriosos y, tras un silencio en que l slo sabe qu ocurre en su interior, comenz a hablar diciendo: Nunca empleis la violencia ni an con aquel que te ha arrebatado tu Hogar, ninguna causa es tan importante que justifique su uso. Pues aquel que emplea la espada y lastima a su24

hermano, no basta con que le pida perdn, si ste no se perdona a si mismo vivir en un infierno aqu en la Tierra. Si no lo hace as su corazn se convertir en una dura roca. Entonces atraer para s lo que mal llamis infortunio, desgracias, cuando slo son el medio que el Espritu emplea para ablandar y volver a hacer de carne y sangre su corazn, de luz y fuego su alma. Si permites que tu Templo sea ocupado por la codicia, la avaricia, la soberbia, la mezquindad, el egosmo. Si dejas que los mercaderes del Templo se adueen de tu Hogar y te arrojen fuera de l. Qu quedar de ti? A dnde irs? Tu Hogar, tu Templo, es la Casa de mi Padre, os fue dada para que hicierais de ella el lugar donde se renen el Cielo y la Tierra. Se levant y llevndose las manos al corazn, mir al Santuario del Templo y continu: Slo el Amor tiene cabida en la Casa de mi Padre. Todo vuestro ser, desde los pies hasta el ltimo cabello tienen la misma importancia para l. En cada uno de sus hijos dej una semilla que debis cuidar, dejar crecer y madurar. Su Espritu espera pacientemente este momento, entonces se cumple su promesa de liberar a su pueblo de la esclavitud y os converts en su Santuario Vivo, en la Tierra Prometida, la Nueva Jerusaln. Nos quedamos sin palabras, nada poda salir de nosotros ms que un sentimiento indescriptible. Mir a mi alrededor y un inmenso gento nos rodeaba en silencio, entonces el Maestro se introdujo en el Santuario para orar al Padre, nos pidi que le acomparamos y as lo hicimos.

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11- Todo tiene su tiempo y su momento

Paseando por los restos del Templo, lo que hoy llamamos el Muro de las Lamentaciones volv al pasado, siglos atrs Dentro del Santuario del Templo el Maestro se sent y nos invit a seguirle en su actitud. En silencio permanecimos un tiempo hasta que de pronto unos sacerdotes, fariseos y saduceos, vociferaban discutiendo acalorados sobre sus diferentes creencias sobre la inmortalidad del alma; ya nada les importaba, ni siquiera el lugar en que se encontraban. El Maestro les observ en silencio, se levant y sali del Templo, algunos le acompaamos y otros se quedaron escuchando a los sacerdotes. Dejamos el Templo atrs y atravesando varias callejuelas llegamos a las afueras de Jerusaln. Jos de Arimatea, miembro destacado del Sanedrn y seguidor de las enseanzas del Maestro muy a pesar de la inmensa mayora de sacerdotes, nos esperaba frente a su morada. El Maestro se adelant fundindose con l en un efusivo abrazo, nos pidi adentrarnos en su casa y as lo hicimos. Su vivienda era muy amplia, hecha con piedra caliza, sin adornos. Llegamos a una estancia superior desde donde contemplamos los campos repletos de olivos y los montes cercanos al oriente de la ciudad. Mara de Magdala se alegr al vernos y yo an ms, no esperaba encontrarla aqu, la crea junto a sus hermanos en su aldea natal. Pero los designios del Maestro son a veces26

inescrutables. Tras los saludos nos sentamos, Jos nos tena preparado un banquete como si de una boda se tratara. Las mujeres andaban como locas, atareadas de un lado a otro llevando los manjares. Cuando hombres y mujeres estbamos sentados, el Maestro llam a Mara y le dijo: Sintate aqu a mi lado y junto a Pedro! Bien es sabido de vuestras desavenencias y os quiero ms unidos que nunca. No como estn los sacerdotes que han olvidado su verdadero papel entre los hombres y mi Padre, slo se preocupan de su parcela de poder en la Tierra y quin tiene ms fieles seguidores de su verdad. La razn continu, no est en posesin de nadie como tampoco la verdad. Cada uno tenis vuestra pequea parcela de verdad que hoy os es til, pero no dejis que se endurezca y se convierta en una pesada piedra que os impida avanzar; es slo una herramienta como la azada de un labrador, que le sirve para abrir surcos en la tierra con ella, despus la dejar y con sus manos la sembrar. Todo tiene su tiempo y su momento. Pedro, el hombre no se salva por su fe solamente, por su creencia en un Dios externo. Como tampoco, Mara, el hombre slo se salva por su autoconocimiento, es unindoos como le encontraris. Dios, nuestro Padre, est tanto dentro de cada uno de nosotros como fuera; en todo lo que veis y conocis como en lo desconocido. Si dejis que la balanza se incline en demasa por un lado, crearis un Dios lejano e inalcanzable y sumiris en la eterna ignorancia y dependencia a vuestros hermanos y hermanas. En cambio si le inclinis en exceso al otro lado haris un Dios slo para unos pocos iniciados y elegidos, la inmensa mayora de la humanidad se quedar fuera y buscar otros dioses que les suplan su orfandad. Por un momento volv al presente, el recuerdo de estas palabras al ver al fondo el Monte de los Olivos me haca comprender con

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tristeza qu reales eran sus advertencias y no las supimos ver con claridad. Vivimos en la actualidad en un mundo dividido en millones de parcelas de pequeas verdades. Cada uno percibiendo la nuestra como la nica, la verdadera, y siendo capaces de defenderla hasta con nuestra vida si fuera necesario. No tengo ms que girar la cabeza y ver en que se ha convertido hoy Jerusaln: un smbolo de la divisin de religiones, culturas, de hermanas y hermanos. Triste destino el que estamos viviendo, pero no es tarde. Las voces de quienes clamaban en el desierto se han adentrado en las ciudades. Y en silencio, como un ladrn en la noche, entran en cada morada instalndose, esperando con paciencia el suave despertar, el amanecer de un nuevo da. Todo tiene su tiempo y su momento.

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12- Mara de Magdala

El da amaneci caluroso en Jerusaln. En el hotel el aire acondicionado brillaba por su ausencia, nada pareca funcionar, quizs la metralla de la bomba que un suicida palestino explot el da anterior afect la instalacin elctrica. La sangre inocente segua derramndose a cuentagotas un da s, otro tambin. Me asom al balcn esperando que alguna rfaga de viento desviara su camino y me refrescara. Un rayo de luz me deslumbr. Mi mente recorri en un instante los casi dos mil aos que me separaban de otro tiempo, otra Jerusaln, otra morada Desde la ventana de la estancia donde dormimos vi al Maestro en el patio interior de la vivienda de Jos de Arimatea. Un viejo olivo en el centro y un pozo era todo lo que haba en l. Extraa agua Mara. El Maestro contemplaba en silencio sentado junto al olivo la escena, ella se le acerc con un cntaro lleno de agua: Rab le pregunt con su clida voz, quieres un poco? S le contest l, hoy va a ser un da caluroso. La primavera est cercana y el Sol nos est baando con su luz cada vez con ms intensidad, nada le detiene en su viaje celestial. Absorto les observaba. Cuntas palabras se vertan sobre ellos sin conocimiento! S, era cierta la pasin que ella profesaba por la figura del Maestro, pero no difera en nada por la que otros tambin sentamos por l. Slo algunas envidias generaban falsos rumores. Aquellos que no vean con buenos ojos que tratara el Maestro por igual a hombres y mujeres no dejaban pasar ocasin29

de manifestarlo pblicamente. l nos ama a todos por igual, sin ninguna distincin. El Maestro nos conoca an mejor que nuestros padres, saba de nuestras debilidades y nos trataba con sumo cario y respeto. Era paciente y no dejaba de decirnos que en cada uno de nosotros estaba en plenitud la grandeza del Universo. Claro que, no todos lo interpretbamos del mismo modo, nuestras personalidades a veces hacan que la humildad que l nos solicitaba tan encarecidamente, no surgiera. Mara! Descansa un poco y sintate! exclam el Maestro. Te vengo hablando con insistencia de los planes de mi Padre para con vosotros, t especialmente tienes un papel muy importante en sus designios. El hombre lleva siglos gobernando con mano dura, imponiendo sus criterios y en la mayora de las ocasiones anulando la sensibilidad, la belleza y la intuicin que vosotras representis. An queda mucho tiempo para que este desequilibrio termine, pero la semilla est plantada y sin ninguna duda germinar en su momento. Debes conservar, generacin tras generacin, hasta mi vuelta, la verdad que vive adormecida en ti. Rab! Dnde vas? Nos abandonas? Con preocupacin pregunt Mara. Nada has de temer sonriente le contest. Aunque no me veas, siempre estar a tu lado y al lado de todas tus hermanas y hermanos. En la Casa de nuestro Padre ya estn preparados los aposentos que por derecho os corresponden, nadie puede arrebatroslos. Los ciclos del Sol como los de las dems estrellas hay que respetarlos. Ten por seguro que la balanza se inclinar una vez ms a vuestro favor y la humanidad abrir unos ptalos ms de la flor en la que os estis convirtiendo, la ms bella flor del Paraso. Vuestras cualidades femeninas harn bien su trabajo. No lo dudes. Y despus, en una armona que nunca conoci este mundo, trabajaris al unsono para expandir la Verdad y el Amor por el Universo. Mas antes, muchos rostros has de mostrar, pero no

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olvides que tras ellos un solo Espritu les alienta, nuestro Padre vive en l por siempre. No lo olvides Mara de Magdala. Embelesado continu contemplndoles. Mara, con su cabello moreno al descubierto; su estatura algo superior a la media; su belleza exterior reflejando la interior, con una fuerte personalidad. Era su humildad lo que ms destacaba en ella, se apreciaba que en el norte la mujer estaba mejor considerada que aqu en Jerusaln. Y l con su tnica de lino blanco Llenaban de paz el lugar. No dejaba de escuchar con suma atencin las palabras que el Maestro le comunicaba a Mara. Muchas preguntas se agolpaban en mi mente, pero no era tiempo de interrogaciones sino de vivir con intensidad cada instante junto a ellos. l nos iba dando con sutileza y sabidura aquello que necesitbamos en cada momento, nunca dej de hacerlo. Una brisa de viento helado me eriz el bello. Por fin el aire acondicionado funcionaba! Me trajo a la realidad de otro tiempo, el actual. Cunta verdad y sabidura en su Palabra! sta, se iba cumpliendo a travs de los tiempos, pues los ptalos de la flor al calor del Sol del Padre estn mostrando, an tmidamente, el fruto que encierra, mas su perfume se extiende inexorablemente por toda la Tierra alterando el desequilibrio de siglos y siglos de oscuridad. La oscuridad est desapareciendo en la Luz que la cre! Y en la calle unos nios, judos y palestinos, juegan juntos con una pelota ajenos por completo al mundo que les rodea, son el futuro

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13- El rostro de un nio

El gritero de los nios me retorn una vez ms a la vivienda de Jos de Arimatea. Esa maana el tiempo pareca haberse detenido Unos nios entraron al patio de la casa corriendo y saltando, Mara les conmin a estarse quietos, ninguno pareca hacerle caso e incluso comenzaban a gritar. Se gir el Maestro hacia ella diciendo: Mara! Djalos que jueguen! Se levant y se puso a corretear con ellos. Estbamos varios discpulos observndoles en silencio. Yo no paraba de pensar en sus ltimas palabras: Muchos rostros has de mostrarun solo Espritu les alienta. Qu querra decir? El Maestro se volvi hacia m sin dejar de jugar, pareci leerme el pensamiento. Juan! exclam. Observa a los nios, sus rostros van cambiando segn van creciendo; llegarn a ser hasta irreconocibles si durante un largo tiempo no les ves; irn reflejando la madurez de sus almas, sus cicatrices, sin embargo el mismo Espritu les habitar. Mas no dejes de mirarles a los ojos, sabrs reconocerlos, pues son el contacto de dos mundos que viven en uno slo.32

Continu sealando: Fjate en sus almas inocentes, limpias! Aun as, en ellas llevan latente el conocimiento adquirido. El grado de amor que sienten es innato en ellos. Son las lecciones aprendidas con otros rostros en otros caminos recorridos. Nada se pierde para el Espritu que les alienta. Mi Padre nos hizo semejantes a l, eternos. Y eterno es el aprendizaje de s mismo. El rostro del Hijo es el rostro del Padre, porque Uno es su Espritu e infinitas sus manifestaciones. Cuando yo me vaya al Padre, algunos de vosotros permaneceris aqu y tendris nuevamente rostros de nias y nios, de mujeres y hombres. Subiris con cada rostro que mostris un peldao en la escala que os conduce a mi Padre, a vosotros mismos. Rab! le pregunt. Cmo sabremos qu hacer, qu itinerario tomar? T nos hablas con sabidura, y sin embargo, nosotros nada sabemos. Sonri. Siempre su eterna sonrisa! Me desconcertaba, me senta como una partcula de arena en el desierto. Prosigui: Pequeo Juan! Confa! Su Espritu permanecer en vosotros y sabris cmo actuar en cada momento. Recordad quienes sois en realidad, slo debis amar y recordar. La Presencia Divina os ir iluminando segn os vais desprendiendo de la herrumbre que os cubre. La oscuridad, la sombra, es slo una ilusin, pero eso has de descubrirlo por ti mismo. Debes volver a ser un nio otra vez, porque slo en los nios y en los que son como ellos se encuentra pura su Presencia. Nunca perdis la sonrisa y la alegra del nio que llevis dentro. Con un chiquillo a hombros el Maestro conminaba a los dems nios a alcanzarle. Pareca completamente ajeno a la situacin del mundo en que vivamos, a la seriedad del peligro que corra y33

nosotros con l. Sin embargo slo lo pareca, una vez ms me lea mis pensamientos. Me mir y dijo: Nada temis, nada ocurre bajo la capa del cielo sin que lo permita nuestro Padre, si yo quiero que algunos de vosotros permanezcis, estis cumpliendo su Voluntad. sta la aceptaris libremente pero antes habris de morir para el mundo. Yo os ensear el camino, vosotros le habris de andar. Volveris a nacer no slo de la carne y la sangre sino en Espritu. Una vez ms deba tomar aliento, el recuerdo de sus palabras me dejaban aturdido y siempre me recalcaba: Confa. Sin lugar a dudas confiaba en su Palabra. Me demostr sin vacilacin la certeza de la realidad de la que nos hablaba a lo largo del tiempo vivido. El que fue al Padre no dejaba de insistir en que permanecera con nosotros, y as lo cumpli, ya que realmente nunca se fue.

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14- Por las tierras de Judea

Un nuevo da amaneca soleado. Hoy abandonara la ciudad de Jerusaln. Me despert con un nombre en mi mente: Tabor. No lo dud un instante, recog mis pocas pertenencias que caban en una pequea mochila. Me dirig a la estacin. El autocar estaba a punto de salir en su ruta hacia Nazaret. Por poco le pierdo pero ya estoy sentado en l y dejando atrs una ciudad que siempre estar en mi corazn, a la que sin duda volver. Poco ms de cien kilmetros separan ambos lugares, sin embargo unos acontecimientos les unen para siempre en mi alma: Tabor. El pasado vuelve a m como si ahora estuviera ocurriendo El Maestro me despert cuando los gallos an no haban saludado el nuevo da. Juan, levanta! me dijo en voz baja. Salimos de viaje, nos espera una larga jornada! En poco tiempo me encontr junto a la puerta de la casa de Jos de Arimatea. All estaban Pedro, Mara y el Maestro esperndome. Vamos, dormiln! entre risas me deca Mara. Toma este fardo, eres ms joven y tienes buena espalda! Dnde vamos? pregunt. Nadie pareci escucharme. Nos despedimos de Jos, mientras el resto de la gran familia segua durmiendo an.

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El Maestro sali a paso ligero. Tom mi cayado y los tres le seguimos intentando alcanzarle. Enseguida dejamos atrs las ltimas viviendas de Jerusaln, tomando el camino hacia el norte, el que lleva Samaria. l redujo el paso y se lo agradecimos y al cielo tambin, pues unas nubes casi le cubran por completo. Pronto nos encontramos con una caravana procedente del valle de Hebrn con destino a Samaria y Esdreln. El Maestro fue reconocido por algunos de sus integrantes, esto hizo que parramos a descansar un poco y a compartir un ligero desayuno. Nos pusimos al da sobre cmo estaba la situacin en la ruta, dado que algunos la recorran asiduamente en ambos sentidos. Parece que habra unos das de calma tras la detencin de unos salteadores, as pues el recorrido sera seguro. Se discuta de la suerte de estos ladrones, todos parecan estar de acuerdo que murieran como castigo a sus desmanes. El Maestro, que hasta entonces permaneca callado, dijo: Quin tiene la potestad de dar o quitar la vida sino el Dios que nos cre? Ningn ser humano tiene el poder de castigar con la muerte sin que acarree sobre s una deuda que deber saldar en el tiempo con el sacrificado. Ni quien robe o haga dao a otro vivir en paz hasta que no se perdone a s mismo, se reconcilie con l y restituya el dao que ha ocasionado. Todos hemos de encontrar la paz en nuestros corazones, perdonando y siendo perdonados. Tras un largo mutismo, el Maestro se levant exhortndonos a seguirle. Pronto dejamos atrs la caravana, an escuchbamos en la lejana las voces de la acalorada discusin que sigui al silencio. El resto de la jornada transcurri sin sobresaltos, llegando a la regin montaosa del Sur de Samaria al anochecer. El Maestro nos vea agotados y a l tambin se le apreciaba el cansancio. Atrs quedaban las tierras de Judea.

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Nos apartamos del camino y junto a unas rocas nos sentamos. Mara sac de una bolsa pan cimo y lo reparti. Aunque estbamos acostumbrados a comer austeramente, nuestro cuerpo nos lo agradeca. Gracias Mara! le dijo Pedro. Mara le sonri. El Maestro repiti el gesto mirando a ambos. Pareca que el viaje les estaba sentando bien. El da siguiente seguramente sera tan agotador como el de hoy, aunque no saba el destino, intua que se encontraba ms all de Samaria. Enseguida el cansancio nos sumi a todos en un sueo profundo.

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15- Pedid al Padre

La Tierra no se detuvo y el alba de un nuevo da lleg. Abr los ojos, vi a Mara y a Pedro junto al Maestro sentados con la mirada perdida, con un gesto me pidi que me acercara a ellos, as lo hice, pareca que me esperaban. Entonces el Maestro comenz a hablar: Cuando os encontris desanimados o alegres; alterados o tranquilos; sin rumbo o con esperanza; en cualquier estado de nimo o actitud mental: buscad un tiempo en soledad, no importa donde, ni a qu hora, si al alba o al anochecer. Entonces en silencio, en voz baja o en alto, orad as: Abb Y hablad con el corazn, con verdad. Expresaos con humildad. Compartid vuestro dolor, vuestro llanto y desesperacin si as lo necesitis. Entregdselo a l y os lo devolver convertido en Luz y Esperanza. Tened por seguro que l os escucha y no caen en saco roto vuestras splicas. No le pidis por vuestras necesidades materiales, pedidle por vuestras carestas espirituales. Y dadle siempre gracias y amad a vuestros hermanos. Porque, en verdad os digo, slo el Amor podr satisfaceros plenamente. Finaliz diciendo: Ahora os dejo en vuestro silencio, despus empezaremos a caminar hacia nuestro destino38

Nos quedamos una vez ms callados y sumidos en nuestros pensamientos. Al poco emprendimos camino entre montaas. El buen tiempo nos acompaaba otra vez y un ligero viento nos hizo as ms llevadera la travesa por estas ridas tierras. Record las palabras del Maestro: El que quiera seguirme, que renuncie a s mismo, tome su cruz y que me siga. S dijo el Maestro, es necesario renunciar a nuestra pequea vida personal si deseamos alcanzar la verdadera paz, la que nace tras el sacrificio de nuestro ego. Ahora vives en una encrucijada, un cruce de caminos y has de elegir si seguir siendo el que eres, envuelto en tus dudas y temores a merced de las mareas de tus pensamientos y sentimientos, donde tu pequeo yo es quien importa o, tomar el timn de tu vida y conducirte a las clidas tierras de mi Padre. S as lo deseas puedes seguir conmigo y atravesar estas tierras, este desierto, como ahora lo ests haciendo. No sabes adnde vas. nicamente conoces tu vida pasada, te aferras a ella como si fuera lo ms importante, sin embargo an no sabiendo el por qu, confas plenamente en m. No pienses que dejas de existir, nada ms lejos de la realidad. El nico que muere es el ser aislado que vive en ti, para dar paso a un hombre nuevo donde la palabra Amor cobra su autntico sentido. El Amor se identifica con todos y con todo, nada queda fuera de l, pues l es la Vida, lo nico que de verdad existe. O tomas el camino de regreso a Jerusaln, donde las leyes, con sus normas, premios y condenas te seguirn atando. Hasta que un da te vuelvas a preguntar: por qu permanezco esclavo de mi mismo?... Y vuelvas a pedir ayuda a tu Padre. Hoy es el tiempo que has elegido para liberarte y los cielos se conjugan para que as sea. T tienes la ltima palabra.

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Entonces pregunt Mara, por qu vivimos sumidos en el caos que produce el sufrimiento cuando podemos vivir en paz y armona? l contest: Porque nacimos libres y vivimos las consecuencias de esta libertad. Aprendemos de nuestras experiencias, errando y acertando nos hacemos a nosotros mismos. Cada uno somos nicos y nadie puede hacer el trabajo por nosotros. Elegimos estar viviendo en un profundo sueo o despertar de l. Somos como esta planta seal un matorral. Eligi el desierto para vivir, en l encuentra su sustento, no obstante el viento le trae aromas de otras tierras y le recuerda que un da las lluvias tambin le pueden alcanzar slo con pedirlo. Pedro le pregunt: Y cmo evitamos el sufrimiento? Los deseos que te atan a la carne sigui expresando el Maestro, no los evites. Aprende a ennoblecerlos y pon tu mente al servicio de tu alma y no al revs! Y tu alma al servicio del Espritu! No os hablo de una entelequia, una ficcin. Os hablo con la misma fuerza que cre el Sol y las estrellas, la Tierra y a todos los que la habitamos. Pedid al Padre y os dar, buscad su Reino y le encontraris. Sus palabras nos conmovieron profundamente y al unsono le dijimos: Elegimos despertar! Unas carcajadas salieron de los cuatro y nos abrazamos, el Maestro de pronto sali corriendo gritando: Agarradme si podis!

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A pesar de ser de mayor edad que el resto no le alcanzamos. Nos dimos por vencidos y proseguimos andando, silbando, alegres. Mara cantaba una vieja cancin de cuna. Qu lejos queda la infancia! dijo Pedro. Correcto! Estamos creciendo! contest el Maestro. La ciudad de Sicar asomaba en el horizonte. Hoy la jornada pareci ms corta, quizs la alegra rebosante que nuestras almas desprendan tena algo que ver tras las palabras que no dejaban de resonar: Pedid al Padre

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16- Maayane la samaritana

Llegamos a Sicar, un oasis en el desierto que ya estbamos necesitando. Los ltimos rayos del Sol se perdan en el horizonte. Una posada a la entrada de la aldea nos sirvi de refugio ante una noche que se prometa fra, los vientos del norte soplaban intensamente desde haca unas horas. Exhaustos camos sobre los lechos que el posadero nos haba preparado, aunque un poco incomodado ste por la presencia de una mujer entre nosotros. Mas el Maestro zanj la cuestin con rapidez, con voz tajante le dijo: Ella es antes que yo. Donde ella va voy yo. Donde ella est estoy yo. El posadero no supo que contestarle y se alej refunfuando. El sueo nos venci rpidamente El tercer da desde que salimos de Jerusaln amaneci como se fue el anterior, el viento segua soplando con fuerza. Decidimos esperar a que amainara, aprovechamos para ver a una vieja amiga del Maestro: Maayane. Nos dirigimos a su hogar en las afueras, cerca del pozo de Jacob. All estaba, preparando el pan cuando nos vio aparecer. Sali corriendo hacia el Maestro. Se detuvo ante l, unas lgrimas caan por sus mejillas y en su intencin de arrodillarse, ste le dijo:

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No te arrodilles mujer, pues t y yo somos hijos del mismo Padre, hermanos, iguales a los ojos de Dios y ante los hombres. El Maestro le bes en la frente y nos present como a sus hermanos. Nos invit a entrar en su humilde casa y compartir el pan que preparaba. As lo hicimos. Juntos recordaron la conversacin que en una ocasin mantuvieron. Maayane pareca vivir feliz a pesar de su pobreza, hacia honor a su nombre: Manantial de alegra. La alegra de quien se siente en las manos de Dios, de quien sabe que tras una larga bsqueda por fin ha encontrado aquello que tanto deseaba: la paz en su alma. En su vida, sencilla y dura por lo que ella misma nos haba revelado, las vicisitudes y penurias le haban enseado que la humildad es un don que difcilmente se adquiere cuando el corazn est distrado donde la abundancia material mora. Tuve momentos de desesperacin nos confes cuando me senta rechazada por las dems mujeres y codiciada como un objeto por los hombres. No quera vivir, me senta que vala menos que una piedra del camino. Fue entonces cuando en mi ms profunda desmoralizacin rogu al Dios de Abraham y de Jacob que me ayudara. Estaba junto al pozo cuando se acerc el Maestro. Nada saba de l. Me habl de lo que nadie sabe sobre mi vida, de las intenciones que tena de acabar con mi sufrimiento. En un instante mi vida cambi, fue como si un rayo de luz me hubiera sacado de la oscuridad en la que viva. Me devolvi la dignidad que cre perdida para siempre. Yo le ofrec agua del pozo de mis antepasados y l me dio a beber de un agua nueva, del manantial de agua Viva que nunca se seca.

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Nos despedimos de Maayane, con la promesa de que nos volveramos a encontrar. Nos ofreci alimentos para el camino que el Maestro acept con agrado. l saba que a pesar de su pobreza no podra rechazarlos, era la pureza de su corazn lo que comparta. En poco tiempo estbamos lejos de Sicar, camino del norte. Nuevamente los montes desrticos seran nuestra compaa durante parte del recorrido. Evitamos las pequeas poblaciones que nos encontrbamos pues el Maestro pretenda que llegramos antes del anochecer a tierras galileas. Cada vez los valles eran ms extensos y esto nos facilitaba la marcha. Eludimos la aldea de Beth Haggan al atardecer, el aroma de sus tierras frtiles me recordaban la infancia junto al mar de Galilea. Una choza de labradores junto a una gran encina apartada del camino nos sirvi de cobijo. La noche estaba extraamente luminosa. La Luna comenzaba a alzarse imponente en el horizonte sobre las montaas al este del Jordn, su contorno era casi perfecto. Mara de Magdala, nos confesaba que le haba impactado la dura vida de Maayane la samaritana, su fortaleza a pesar de los golpes que haba recibido en ella y cmo cambi su vida. Cmo cambia la vida de todos los que nos acercamos a l! en alto pens. El Maestro sonri. Se alej un poco de nosotros, quedndose en pie contemplando el cielo nocturno. Los dems nos tumbamos, con la mirada en las estrellas. Qu grande es el Universo! exclam Pedro. Estaremos solos en l? se preguntaba Mara. La cantinela de una chicharra hizo que permaneciramos en silencio. Posiblemente nos estaba cantando la respuesta.44

17 (alfa)- El Monte Tabor

Tras el lento y tortuoso recorrido desde Jerusaln la llegada del autocar a Nazaret se produjo sin problemas. Me aloj en el albergue San Gabriel, junto a la iglesia del mismo nombre. Las vistas de la ciudad eran preciosas desde esta colina. El monte Tabor se alzaba al Este, esplendoroso, a poco ms de diez kilmetros. Despus de un tentempi me dirig al recepcionista, le pregunt cmo ir al monte Tabor. Llegu en el momento adecuado, justo un grupo de peregrinos sala en autocar hacia l, as que me apunt a la excursin. Desde la cima del monte la panormica era preciosa, inmensos valles pincelados de verdor arropados por un cielo azul majestuoso. La planicie del cerro llamaba al recogimiento con sus bellos y sencillos jardines, se distingua la mano de los franciscanos en su cuidado. Entr en la Baslica, su piedra caliza le una firmemente a la tierra y como si fuera una prolongacin de sta se elevaba unindose al cielo. Me sent a orar. Destacando en una cpula frente a m la imagen del Maestro, su aureola atrajo mi atencin y me llev a otro tiempo El Maestro ya no estaba con nosotros, me encontraba orando como l nos haba enseado: Abb Sumido estaba en mi dolor y soledad cuando sin saber cmo me sent arrebatado del mundo que me rodeaba, vi al Maestro a unos45

pasos de m rodeado por una aureola de luz dorada, permaneca inmvil y en silencio. Entonces su Ser se ilumin y ante mis ojos apareci una paloma blanca revoloteando, sta acab posndose frente a m. Una Voz tierna y compasiva exclam: Ofrcele tu sufrimiento! Pens en todo aquello que me tena sumido en un estado de impotencia y consternacin. Mi vida era una constante bsqueda del amor y me senta completamente perdido sin saber qu hacer ni dnde ir, ya nada tena sentido para m. Lentamente unas lgrimas brotaron de mis ojos cayendo sobre mis manos. Brndale tus manos! Las extend ante la paloma. Mis lgrimas se convirtieron en granos de trigo, sta se acerc y se los comi. Juan! Has llegado a la cumbre! Te entrego mi Espritu! La paloma puso un pequeo huevo blanco. Trgatelo! exclam la Voz con firmeza. As lo hice. Dale calor y cudale con tu amor! Deja que crezca dentro de ti hasta que eclosione! Alimntale con tus obras hasta que podis echar a volar siendo Uno! Seguidamente surgieron ante m rostros de nios, jvenes y ancianos. Todos ellos eres t! Me llam por mi verdadero nombre, un nombre que no puedo pronunciar. Toma el Libro de la Vida y escribe en l palabras de Amor y Verdad! La paloma abri las alas y emprendi el vuelo. Volv a ver al Maestro. Me sonri y desapareci Una monja se me acerc: Hermano, es la hora de cerrar el templo!46

Me levant y sal estando entre dos universos. Me sent ante las ruinas de la muralla, junto a la puerta llamada "Bab el-Hawa" puerta del viento, a contemplar una puesta de Sol nica. Todo era quietud y silencio.

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17 (omega)- La transfiguracin

Un monje franciscano se acerc sentndose junto a m. Bonito espectculo! Verdad? S le contest, esta es una noche en la que los astros se conjugan para hablarnos de la grandeza de nuestro Creador. Seguramente en una noche como esta, Dios se mostr en todo su magnitud en este monte! continu. No lo dudes le confirm, debi ser una noche que nunca olvidaran quienes con l estuvieron. Fue la constatacin de la gloria de Dios manifestada en el Maestro y la esperanza para una humanidad perdida en los laberintos de la ignorancia. Volv a viajar en el tiempo Nuevamente el Maestro fue el primero en despertar, dorma poco, y sin embargo amaneca lozano. Mara de Magdala no se quedaba a la zaga y siempre era yo el ltimo en despegarme del suelo. An con los colores del amanecer reflejado en las nubes comenzamos a caminar. Varios pensamientos cruzaban mi mente Hacia dnde nos dirigamos? A Nazaret, o a algunas de las aldeas junto al mar de Tiberiades? Quizs Betsaida? As vera a mi familia El Maestro los cort diciendo: Vamos al monte Tabor, junto a Nazaret. Nada dije y en un buen rato ya no volv a pensar.48

El Sol quedaba a nuestra espalda mientras ascendamos por el camino a la cumbre del monte Tabor. Desde su cima divisbamos las colinas donde se asienta la aldea de Nazaret. El Maestro se qued un largo rato mirndolas. Aprovechamos para acomodarnos en una choza, seguramente construida por pastores; estaba repleta de paja y nos hara ms cmodo el lecho. Mara y yo nos ocupamos de prepararlo. Pedro mientras buscaba un poco de lea, as se lo pidi el Maestro, pues nos asegur que la noche sera larga. Sentados junto al fuego Pedro era experto en conseguirlo compartimos un poco de pescado seco. Hablamos sobre cmo se encontraran los hermanos que se quedaron en Jerusaln. El Maestro nos tranquiliz, saba que estando bajo la tutela de Jos de Arimatea nada les pasara, ste conoca muy bien a los dems miembros del Sanedrn. Esta noche nos comunic l veis lo que veis no os turbis. Nuestro Padre cuida a su rebao est donde est. El Padre envi al pastor para conducirle a la Casa que tiene preparada para ellos. Aqu, en medio de la oscuridad, se mostrar en todo su esplendor y nos dar un poco ms de Luz para alumbrar el camino al nuevo Hogar. Nos miramos un poco perplejos, no acabbamos de comprender sus palabras. Se levant y nos pidi que permaneciramos sentados, se alej un poco de nosotros y permaneci en pie. Ante nosotros la noche se hizo de da en la cumbre, a pesar de que la Luna llena an no haba salido. Vimos que un fuerte resplandor surgido del suelo ascendi hasta cubrir al Maestro por completo. Su luz cambiaba rpidamente de colores, convirtindose en un arco iris iridiscente. Cada vez circulaba con49

ms premura alrededor de su cuerpo, tanto que se convirti en un torbellino, una danza llena de luz viva ahora transformada en luminosidad blanca. Un rayo de luz emerga de su cabeza ascendiendo hasta perderse en el firmamento. Nos quedamos absortos ante lo que estbamos percibiendo, toda nuestra piel estaba erizada, aun as una extraa paz se apoder de nosotros. Por un momento desapareci l en la luz, y la luz con l. En lo que dura un relmpago en una tormenta volvimos a verle. Contemplamos su rostro transfigurado, todo l brillando como el Sol en su cnit, pareca no tener edad. La luz ya no se encontraba fuera de l, sino que pareca emanar de su interior. Le sent inalcanzable y a la vez ms prximo que nunca. Hoy mirndonos, comenz a hablarnos se ha abierto una puerta que permaneca cerrada eones. Hoy el Padre se ha unido a la Madre; el Cielo a la Tierra; la oscuridad se ha disuelto en la Luz. Hoy es el principio del fin de la ignorancia en el mundo. En poco tiempo volver junto a nuestro Padre. No temis, nunca ms estaris solos, pues lo que habis visto es la promesa cumplida de mi Padre a su pueblo. La Nueva Jerusaln ya es una realidad, slo espera que entris en ella. Yo soy el Templo Vivo. Lo que Yo soy ahora, vosotros lo seris. Un poco de tiempo y no me veris, un poco ms y permaneceremos juntos para siempre. Slo hay un camino: hacer la Voluntad del Padre. Y sta es: Amar al prjimo como a ti mismo. l se acerc a nosotros. La paz que sentamos creca segn se aproximaba, una paz que no era de este mundo.50

Su Luz nos envolvi y nos sumimos en un dulce sueo.

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Escrito II

EL CONOCIMIENTO

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1- La Palabra

Su Luz nos envolvi y nos sumimos en un dulce sueo. Y en medio de la Luz que alumbr la noche de los tiempos una Voz escuch diciendo: Dios Padre. Eterno Omnipotente. Inmutable. Inmanifestado. Inmortal. Perpetuamente Presente. En su incognoscible meditacin se pregunt: Quin Soy? Y en el Vaco no tuvo respuesta. Quiso entonces Conocerse a s mismo. En el acto incomparablemente ms sublime que cualquier ser creado pueda imaginar L se neg a s mismo y se entreg por completo a encontrar la respuesta. Pronunci La Palabra y la Vida fue creada. As naci: La Diosa revelada. La Eterna cambiante. La Madre del Universo, de todo lo conocido y lo cognoscible. Y tanto am Dios Padre a Diosa Madre que se hizo Uno con Ella. Y del fruto de esa Unin nacieron dos Hijos gemelos, creados a imagen y semejanza de Ellos y ponindoles por nombre:55

VOLUNTAD a l y AMOR a Ella. Diosa Madre les regal, para que vivieran y encontraran la respuesta, un Hogar: el Gran Universo. Dios Padre les regal todo su tiempo: la Eternidad. Y les dijeron: Vivid siempre juntos y sed felices, amaos y creced, conoceos y multiplicaros. Porque conocindoos y amndoos es como nos conoceris y nos amaris. Y sabiendo quienes sois, sabris quienes somos. VOLUNTAD DIVINA y AMOR SUPREMO se miraron, tomronse de la mano aceptando los regalos de su Madre y su Padre. VOLUNTAD DIVINA y AMOR SUPREMO emprendieron el viaje hacia el CONOCIMIENTO ABSOLUTO. A su llegada al Hogar vivieron, y viven, en un Mundo perfecto en el centro del Gran Universo, cuyo eje gira sobre s mismo en un eterno equilibrio, donde el tiempo y el espacio se unen. Alrededor suyo giraban siete Universos vacos y desconocidos para ellos. VOLUNTAD DIVINA y AMOR SUPREMO como resultado de su Voluntad y Amor se hicieron UNO y tuvieron siete Hijas y siete Hijos gemelos, creados a su imagen y semejanza. Les pusieron un nombre por cada pareja: Voluntad, Amor, Conocimiento, Armona, Ciencia, Altruismo y Unificacin. A cada pareja les proporcionaron un Hogar, un Universo para que vivieran y descubrieran el significado de sus nombres. Las siete parejas se trasladaron a vivir a los siete Universos alrededor del Mundo Central. Cada pareja en el transcurso del tiempo van amndose, creciendo, conociendo y siendo UNO. Engendraron diez Hijos por pareja, cinco Mujeres y cinco

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Hombres; llamados cada par: Tierra, Agua, Fuego, Aire y Espacio; en total setenta hijos. Y los setenta, por parejas, cinco Hombres y cinco Mujeres, moraron en cinco mundos de su Universo respectivo. En total treinta y cinco mundos, en los que deberan encontrarse, amarse y conocerse, y ser al igual que sus Padres, un solo Ser. Y en cada etapa de la Vida, a travs del tiempo y el espacio los Hijos e Hijas se van encontrando y fecundando ms Hijas e Hijos semejantes a ellos. Todos a la bsqueda y encuentro de s mismos, de su par. Encuentro que slo llega amando como hizo el Padre de los Padres: negndose a s mismo; entregndose al otro como lo hizo l, por amor a su par. Por cada fusin, producido por el encuentro de un Hijo y una Hija de Dios, nace una estrella con sus mundos, que son habitados por sus Hijos e Hijas en una eterna y creciente espiral de la Vida. Cada vez son ms los mundos habitados dentro de los Universos. Y en la voluntad de cada uno est el encontrarse con su par y responder juntos a la pregunta: Quin soy? Y Dios Padre, Diosa Madre y Dios Hija-Hijo son UNO. Quien tenga odos para or que oiga.

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2- La Llama

Despert en un mundo inundado por la Luz y al respirar sent como sta entraba y llenaba mis pulmones. Todo mi ser vibraba, cuanto ms respiraba ms vivo me senta. Mir al cielo. Un Sol, que no era uno sino tres, alumbrando en el cenit de su gloria; poda contemplarle, su Luz no deslumbraba. Tuve hambre y escuch una Voz diciendo: Toma este alimento! Nada vi a mi alrededor. Escucha! As lo hice. Comenc a percibir un sonido que pareca provenir de todas partes y de ninguna a la vez. ste se haca cada vez ms intenso. Cerr mis ojos y percib la Luz dentro y fuera de m. Y el sonido fue mezclando las dos Luces hasta que se convirtieron en una sola. Dej de sentir hambre y yo ya no era yo sino la Luz. No existan dentro ni fuera. Todo a mi alrededor cambi en un instante, ya no haba un Sol en su cspide, sino que estaba en m. Era yo! Vi ante m que apareca una Luz intensa y una Voz procedente de ella me habl: Yo Soy el principio de Todo. Yo Soy la Madre y el Padre. Soy la Vacuidad. Sin M no eres nada, sin ti nada Soy. Yo Soy T como t eres Yo. Aunque Me veas frente a ti, no creas lo que tus ojos ven, pues estoy dentro de ti. Es slo una proyeccin de ti mismo para que creas, al igual que los mundos

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son tu reflejo y todo cuanto vive en ellos eres t. Tu creacin y t sois uno. Sois el recipiente y el agua de Vida que la llena. Yo soy tu Espritu y t eres mi Cuerpo. Soy tu Cuerpo y t mi Espritu, no hay dos sino Uno, nada existe fuera del Uno. Y sin embargo necesitas vivir en la ilusin, en la dualidad, para encontrarme, para encontrarte, mas a partir de ahora vive sabiendo quin eres y quienes sois todos. Sois mi Cuerpo de Luz Infinita y Yo el Sonido que le alimenta por siempre. Continu diciendo: Aquellos que estn cansados y agobiados encontrarn reposo en mi Palabra. No me busquis fuera. Yo, vuestro Padre, estoy en cada uno de vosotros. Slo has de escuchar. Concdeme un minuto de tu tiempo. Al principio dudars, me negars y por fin me sentirs, me vers en la naturaleza, en todo el espacio que te rodea, en los animales, en tus hermanas y hermanos En ti nacer una llama que nunca se apagar, pues es el regalo que os hice y es eterna como lo soy Yo, como lo eres T. La Promesa de mi Hijo se cumplir. Y mi Palabra se cumplir. l, est ya entre vosotros. Ahora ve y escribe cuanto has visto y odo. La Voz enmudeci, la Luz que se encontraba frente a m se aproxim y se fundi conmigo. Un estallido se produjo, despus la nada lo colm todo. Me encontr despertando en la cima del Monte Tabor. El Sol despuntaba en el horizonte. Las campanas repicaron extendiendo su melodiosa cancin por los confines de la Tierra. Un intenso sentimiento de gozo brotaba en m, mi corazn habl: Gracias Padre, gracias Madre por este nuevo da!59

3- La Madre

Llegamos a Nazaret al medioda. Desde que despertamos no articulamos palabra, an nos encontrbamos bajo el influjo de lo visto y odo en la noche. El Maestro nos dej descansar hasta bien amanecido el da, saba que tenamos que digerir lo vivido en silencio. Y como siempre, dej que las aguas volvieran a su cauce con calma. Los ojos del Maestro exultaban vida y, aunque siempre sonrea, ahora desbordaba alegra. Su madre Mara, la encontramos en la plaza ensimismada en la adquisicin de especias, stas le apasionaban. Siempre experimentaba en los guisos y el Maestro era su conejillo de indias y l acababa siempre diciendo: Madre, es el amor con que lo preparas el mejor condimento. l se acerc sigiloso a su madre por detrs y le tap los ojos con las manos, ella se volvi rpidamente, bien saba quin era. Desde nio, cada vez que poda sorprenderla, sus encuentros se producan del mismo modo. Se abrazaron. Haca meses que no se vean y las noticias que llegaban eran confusas y siempre temiendo que su hijo cayera en manos de los romanos, o peor an de Herodes, rey de Judea, pues su fama de crueldad no tena lmite. Entramos en el hogar del Maestro, de Mara; una morada humilde como todas las de Nazaret, donde los aos transcurran con lentitud y nada pareca cambiar. El taller de Jos segua

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activo an despus de su muerte. Santiago, hermano del Maestro, se encarg de proseguir los trabajos a la partida de ste. Ya sentamos la necesidad de encontrarnos en casa y aqu se haca realidad. Un poco de reposo y la mano de una madre se echaban en falta. Mara nos trataba como a sus hijos, siempre pendiente de todo. Al atardecer, el Maestro volva de caminar junto a los olivares. Nos encontrbamos charlando, se sent con nosotros. Recuerda Madre comenz l a hablarnos que hace un tiempo te manifest la necesidad de dedicarme a los asuntos de mi Padre ella asever con un gesto. T, Madre, junto a mi Padre, me disteis la vida; me tuviste en tus entraas, aun teniendo carencias me alimentaste. Los latidos de tu corazn eran para m como los rayos del Sol, siempre senta tu calor y tus manos me calmaban cuando me agitaba. Los meses pasaban, los dos sabamos que un da dejara tu hogar para seguir creciendo en uno mayor y seguir construyendo el nuestro. No pensaste en ti en ese tiempo, tu deseo era que naciera fuerte y sano, te entregaste por completo a tan digna labor. Y as fue como un da vi la luz de este mundo. Un mundo que al igual que t, ahora nos acoge a todos en sus entraas; nos alimenta; nos cuida y nos ve crecer sabiendo que un da sentir los dolores del parto. Dolores que vivir con amor, pues sabe de nuestro deseo de seguir progresando y que una nueva vida es continuar con los lazos que nos unen y que nunca se separaran. Nuestra Madre siempre ira con nosotros all donde vayamos. Adoptar un nuevo rostro al igual que nosotros y crecer con nosotros, pues Ella y nosotros somos un solo ser. El momento del parto se acerca y el dolor no ser ms que un abrir y cerrar de ojos; es solamente el miedo ante la incertidumbre, el del abandono de la seguridad en el seno materno por un mundo nuevo a descubrir. Nada hemos de temer pues al igual que Ella, nuestro Padre nos cuida y est siempre con nosotros y en nosotros. No temamos

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al crecimiento, todo nuestro ser se expande pues ese es el deseo de nuestro Padre, nuestra Madre y el nuestro tambin. Cuando ramos nios queramos ser como nuestros padres; descubrir nuevas tierras; encontrar respuestas a preguntas milenarias; ayudar a convertir el sufrimiento en gozo, dar un paso ms en ese sentido hacia nuestra meta. Un impulso invisible nos empuja siempre hacia delante. Tomemos la antorcha que nuestros padres nos dan y no dejemos que nunca se apague la llama que nos ilumina el camino hacia el Reino de Dios. Ellos siempre irn con nosotros. Nuestro cuerpo cada vez ser ms glorioso y nuestro Espritu gozoso de habitarlo. Tras las palabras del Maestro, Pedro y Mara de Magdala se levantaron saliendo de la estancia, al poco volvieron con una sabrosa y sencilla cena preparada por Mara. Nada como el amor de una madre! exclam Juan. Todos nos remos.

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4- El Destino

Caminaba por los lugares de Nazaret en los que el Maestro, siglos atrs, dej una huella imborrable, no en una piedra o en escritos, sino en los corazones de quienes vivieron junto a l De sus aos de infancia junto a sus padres y hermanos nada nos deca. Era Mara quien se deshaca en halagos por su hijo y l se ruborizaba; nos hablaba de su timidez siempre presto a ayudar a los mayores; de sus primeros trabajos con Jos en el taller disfrutando siempre con todo lo que haca. Se sola sentar nos indicaba Mara sobre una roca junto a la casa a observar a los dems nios en sus juegos, siempre acababa jugando ante mi insistencia. Pero lo que ms le gustaba era, ya al atardecer, ver el ocaso del Sol y cmo las estrellas iban asomando en el cielo. Hay nios en ellas?, sola preguntarme siendo muy pequeo. Yo me encoga de hombros, no saba que contestarle, mas fue l un da quien ante tal pregunta respondi diciendo: Yo vengo de una estrella. Le dije que no se lo expresara a nadie pues le acabaran apedreando en la plaza. Me respondi con una sonrisa. As era l continu, siempre enigmtico, no obstante pura amabilidad. Siempre atento a las historias, que le contaba Jos mientras le ayudaba, sobre cmo llegaron a estas tierras nuestros antepasados; del esfuerzo de su pueblo por encontrar la

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Tierra Prometida por Dios. l se quedaba embelesado y siempre quera saber ms, su curiosidad no tena lmite De este modo transcurra su infancia y adolescencia, hasta que un da nos explic que deba ocuparse de otros asuntos. Yo crea que quera contraer matrimonio, pues ya estaba en edad de ello. l me aclar que los asuntos eran los referentes a su Padre. Yo estaba contenta, y as se lo manifest, de que decidiera entonces dedicarse por completo a la carpintera. En aquel momento su semblante cambi y me dijo: Debo dedicarme a los asuntos de mi Padre, el de todos. Saba de siempre de sus inquietudes espirituales. Le pregunt si pensaba dedicarse al sacerdocio, me contest: Los sacerdotes ya me ensearon cuanto saban y ahora debo de retirarme por un tiempo al desierto al encuentro con mi Padre, despus volver a compartir sus enseanzas. Un da, ya entrado el otoo, sali de casa camino al desierto, solo sus ojos se humedecan al recordarlo. Todo un hombre nos deca y sin embargo no dejaba de ser mi nio quien se alejaba; era su destino, Jos y yo debamos respetarle y as lo hicimos. Y aqu est l ahora, otra vez con los suyos y con algunos ms a quienes nos considera y nos consideramos sus hermanos; disfrutando de la sencillez de un da como cualquier otro, y sin embargo, nico e irrepetible.

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5- Agua Viva

Sal del albergue San Gabriel, sin una clara idea sobre qu hacer en el da, cuando andando me encontr ante un taller de autos. Me llam la atencin un cartel sobre uno de ellos: Se alquila, perfecto para viajar al desierto. Era un viejo Renault-11, su color gris estaba desgastado por los rayos solares, pareca un auto de camuflaje. Por qu no? me dije. Casi sin darme cuenta me encontr conduciendo, con un mapa de Cisjordania y sin rumbo fijo, por carreteras que parecan trasladarme a ninguna parte. No encontraba el interruptor del aire acondicionado. No estaba! Recordaba el cartel: Perfecto para el desierto, desde luego lo era pero para sentir en todo el cuerpo su rigor! Me detuve tras conducir un buen trecho. Al oriente divis las frtiles tierras del Jordn; al Sur, ms y ms desierto. Decid quedarme donde estaba por un buen rato disfrutando la belleza escondida de estas tierras. Record las que me vieron crecer. Qu diferentes paisajes y con todo qu parecidas las gentes que las habitan hoy! Mi espritu se senta como un cactus sacado de su desierto natal donde lo que de verdad importa est en el interior, el agua viva, presto a compartirlo con quien lo necesite, fundido con el paisaje que le rodea y llevado a otras tierras, de nieves cuasi perpetuas; trasplantado junto a pinos en un valle precioso, no65

obstante, regado con lgrimas, donde el odio y el rencor provocan lluvias torrenciales arrasando cuanto encuentran a su paso. Si supiramos reconducir nuestras bajas pasiones y ennoblecerlas! Aprovechar cada gota de agua y compartirla! Lo tenemos todo y sin embargo cmo lo despreciamos. Me senta extrao entre extraos, acostumbrado como estaba a vivir cada instante como nico, donde el valor est en el corazn y no en aquello que cada uno posee, pues bien saba que la posesin era una mera ilusin. Y paralelamente, en el Plan de nuestro Padre todo est previsto, nuestra libertad de eleccin no es un obstculo, sino una consecuencia. Nuestros errores no son ms que bifurcaciones del camino. Un camino que no est trazado de antemano, que no es rectilneo y muerto, sino lleno de vida en una eterna e ilimitada espiral. El camino del Corazn El reencuentro con lo Sagrado hoy es posible, al igual que lo fue hace dos mil aos. Ahora, en otra vuelta de la espiral, tenemos una nueva oportunidad para convertir el sufrimiento del alma en una rosa que abre sus ptalos para recibir los rayos del Sol.

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6- La oportunidad

Ensimismado en mis pensamientos no me percat de la presencia de un extrao junto al auto. El camino del Corazn escuch. Era la voz inconfundible del Maestro. Qu diferente sera todo si hiciramos caso a aquello que nuestro corazn, nuestra alma, desea manifestarnos! Qu testarudos somos y cuntas veces hacemos odos sordos a su voz! Una voz que nos susurra en sueos, en la sonrisa de un nio, en la mirada de quien te encuentras en la calle, en el saludo de quien no te conoce; en quien con amor te dice: cuidado! para que no sufras, y an en la enfermedad y la muerte. La voz no deja de hablarnos nunca y a pesar de ello cada vez la escuchamos menos. Mi voz continu clam en el desierto: Padre, aydame a comprender! Guame en la oscuridad de la noche! Hazme un instrumento til en la realizacin de tu Propsito! Me faltan las fuerzas! Llegu a sentirme hundido asever, abandonado, incapaz de poder cumplir con mi promesa. Mas su respuesta no llegaba. Vagu das sin alimento. Cre desfallecer por momentos, nada de lo aprendido pareca sacarme de esta inquietud. Sent la muerte cercana Pero mi Padre me necesitaba vaco y as me encontr. De l, entonces, brotaron estas palabras: Ahora ya ests preparado, limpio y puro. Puedes comenzar a compartir con tus hermanas y

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hermanos el Amor y la Sabidura que habita en ti, que eres t, que Soy Yo. Es necesario que llegue la noche ms oscura para poder apreciar con todo su poder la luz del alba que nos iluminar por siempre. Al igual que l me envi en otro tiempo, junto con aquellos a quienes llam y respondieron a su solicitud afirmativamente, hoy son miles quienes aceptan su llamamiento. La Voz ha de escucharse alta y clara en todas las lenguas y en cada rincn de la Tierra que nos acoge con amor, ms all de los lmites estrechos de vuestras religiones, y dentro de cada una de ellas. No hay nada que abolir, simplemente transmutar vuestro ser, permitir a la Vida que crezca nuevamente en vosotros; convertiros en quienes realmente sois: Hijas e Hijos del Padre por derecho propio desde an antes de la Creacin. Es la respuesta de nuestro Padre a las splicas de millones de sus Hijas e Hijos, de aquellos que se encuentran en la ms absoluta soledad, cansados de sufrimiento y angustia, deseosos de vivir en paz. Pas el tiempo de la niez, mas estando an en plena adolescencia, ya sois capaces de dar pasos por vosotros mismos como adultos. Hoy las vestiduras son diferentes. Buscadme, buscadnos en el compaero de trabajo; en la madre, el esposo; en el ateo, el creyente; el cientfico, el religioso; bajo todos los ropajes imaginables. Escuchadles!, pues Soy Yo quien habla a travs de ellos. No les sigis! Seguid nicamente la direccin de sus dedos que sealan a vuestro Corazn, a vuestra Alma, a vuestro Espritu. Yo, el Maestro, a quien llamis el Cristo de los cristianos, el Imn Madi de los musulmanes, Maitreya para los budistas, el Mesas para los judos, Waneka para el pueblo indio, el Amor para los amantes y la Sabidura para los cientficos, estoy entre vosotros visible para los limpios de corazn.68

Escuchadles! Por sus frutos les conoceris! No deis la espalda a la oportunidad que tenis! No dejis que sus vestiduras se vuelvan negras por vuestra ceguera y ved en sus ojos limpios, los mos! Os pido que sigis cada uno con vuestra vida. Hacedlo todo con amor. Situaos los ltimos, aparentemente nada cambiar en el exterior, ser en vuestro interior donde primero lo notaris, lo dems lo tendris por aadidura. Compartid! Amad! No es tiempo de una fe superficial. Veris y creeris. El Cielo y la Tierra se han aliado para que as sea. Escuchaba sin pestaear, su sola presencia era para m todo un acontecimiento. Sin embargo su Ser emanaba simplicidad, convirtindole en el mejor amigo que uno pueda tener, con quien todo era confianza y naturalidad. No era amigo de ceremonias sino de abrazos espontneos y de este modo se despidi de m sealndome el valle del Jordn

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7- El Espritu del Hijo

El viejo auto y yo nos pusimos en marcha, atrs queda algo ms que vivencias y recuerdos, queda todo lo que uno ha sido y es. Largo ha sido el camino recorrido hasta aqu: escarpadas montaas, precipicios que te incitan a volar, valles llenos de vida que te piden alojarte en ellos y echar races. Sin embargo algo en lo ms profundo de mi ser siempre me ha empujado a seguir avanzando, ningn lugar era el adecuado y as me lo deca: Juan, hay que seguir adelante, an no has llegado. Y ahora voy camino del valle del Jordn. Presiento el encuentro tan anhelado, no por mero deseo sino la consecuencia de un destino escrito en el libro de la Vida. Sabiendo que no es ms que el siguiente paso, el punto de encuentro entre lo infinito y lo finito, el eje en el espacio y el instante justo en medio de la eternidad. No hay vuelta atrs, mi alma est vaca, ya todo est entregado a la Madre Tierra. Todo est decidido, la duda el viento se la llev, ahora parto ligero de equipaje. La entrega a la voluntad del Padre ya es completa. Vaco de m, simple mortal imperfecto; mas es as como me quiere, entregado a su causa, la causa del Amor. Llegu junto al ro Jordn. Un autocar repleto de turistas se alejaba del lugar. El Sol brillaba con todo su poder, un viejo olivo me sirvi de cobijo. Nadie pareca encontrarse cerca y decid70

descansar un poco cerca del ro que llev las aguas que en otro tiempo al Maestro baaron Me despert una bandada de palomas blancas que revoloteando acabaron posndose en unos arbustos cercanos, parecan estar esperando a alguien. Al poco tiempo, todas giraron la cabeza al unsono y yo junto a ellas, un extrao silencio se apoder del lugar. Sobre las aguas del Jordn una silueta iba tomando forma, mi corazn pareca estallar, era l, su cuerpo brillando como mil soles, una aureola de luz tras otra le rodeaban. Se fue acercando hacia donde me encontraba. Las palomas comenzaron a revolotear sobre nuestras cabezas creando un ligero viento alrededor nuestro, partculas de polvo se levantaron hasta conseguir que no viera nada ms all de unos pocos metros. Y ah estaba frente a m, su semblante no era el mismo, nunca le vi como en este momento. Era l y no era l, su rostro en un instante era joven y seguidamente se converta en el de un anciano, todo giraba a mi alrededor hasta sentirme mareado Me vi en medio del firmamento, sin forma, aun as contempl el ms bello espectculo que del Universo uno pueda imaginar, mas no slo vea sino que senta cmo formaba parte de l. Y el Universo y yo ramos Uno. Mir y distingu dos soles acercndose, una gran explosin se produjo, todo desapareci y de la nada fue surgiendo una niebla y de sta una estrella recin nacida. Me sent atrado hacia ella hasta fundirme en su incandescencia. Todo lo saba, todo lo senta, era a la vez nfimo y grandioso, mi mente todo lo abarcaba y supe que el Espritu de Dios estaba en m. Sin saber cmo, me encontr de nuevo frente a l, ahora su rostro era el de siempre y me sonri. Me tom las manos junto a las suyas y con sus dedos traz en la izquierda un crculo que se oscureci hasta volverse negro y en la derecha dibuj otro circulo71

que brill hasta volverse blanco. Con sus manos tom las mas y las uni dentro de las suyas. Una paloma se pos sobre ellas, al momento una luz que brot de sta nos cubri por completo, y mi cuerpo se hizo como el suyo, no era de carne y de sangre sino de Luz y mi espritu era como el suyo y la Verdad nos habit. l era yo y yo era l. Me solt las manos, sealndome desapareciendo ante mis ojos. un puente sonri

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8- El puente

A la cada del Sol camin hacia el viejo puente de madera sobre el ro Jordn. Andaba abstrado por lo acaecido unas horas antes, nunca dejaba de sorprenderme por los acontecimientos de cada jornada. Cada nuevo da era imprevisible, aprend a vivirlos sin tener una preocupacin por lo que vendra despus. El maana dependa de hoy. Cruc el puente y tras unos minutos andando me encontr con el viejo auto! No muy lejos se encontraba un olivo como en el que haba reposado. No puede ser! me dije. El olivo puede ser otro pero el auto no! No haba dos iguales! Me fij en la matrcula y era la misma! Acab sentndome desconcertado otra vez junto al olivo. Despus de unos minutos de elucubraciones me di por vencido, decididamente no haba cruzado el puente, no encontraba otra explicacin. Cuando mi mente se qued ya en calma se acerc una mujer preguntndome por el camino para llegar al puente, su rostro me resultaba familiar. Sus ojos, su mirada, me recordaban pero no poda ser. Le seal el camino. Cmo te llamas? le pregunt. Meryem me respondi, soy palestina. Sonri. Era ella sin duda, sus ojos lo confirmaban.73

Evidentemente nada le poda manifestar de lo que pensaba, aunque no hizo falta. T has cruzado el puente me dijo, aun as ests en la misma orilla. El Maestro te seal el puente porque buscabas una tierra diferente donde situar su Reino. As pues, dej que lo comprobaras. Y ya te has dado cuenta que el Reino de Dios no se encuentra en un lugar al otro lado de ninguna parte, sino que es un cambio, una expansin de conciencia, un despertar de un sueo en el que estabas sumergido; ests en el mismo lugar del que partiste pero ahora Despierto. Te has sanado de tu propia enfermedad! una voz masculina exclam. Me di la vuelta y ah estaba el Maestro, mirndonos. La comunin continu con el Espritu que siempre habis sido, sois y seris, ha hecho posible que los caminos se encuentren una vez ms. Hoy, este mundo es comparable a un cuerpo, donde conviven clulas sanas con otras enfermas. Enfermas de egosmo que no responden al propsito de la conciencia que les habita, la que son en realidad. Los rganos enferman por falta de colaboracin de sus clulas, entre s, as como entre diferentes rganos. La energa de la Vida no circula libremente, es tristemente acumulada por unas en detrimento de otras produciendo el aislamiento, la carencia de energa y la consecuente muerte. Es necesario cambiar dicha situacin, y la solucin no vendr de fuera, pues no existe tal lugar como no hay otro lado del puente. Son las clulas sanas que irradiando su propia energa sealan a las enfermas dnde mirar y, slo han de buscar dentro de ellas mismas, en su ncleo, en su esencia, y descubrir quines son, de este modo despertar del sueo del aislamiento. La Vida es Amor, compartir, colaborar, trabajar juntos en un propsito no ajeno a vosotros, a m. Pues todos vosotros y yo somos los artfices de este gran Plan que llamis Vida.

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Slo el Amor traer la Paz y la Armona. Asimismo mi cuerpo, vuestro cuerpo, seguir creciendo fuerte y sano. Su Luz irradiar con ms fuerza y se propagar por el firmamento el Cuerpo, del que sois, somos, un rgano vital. Mi Padre, vuestro Padre, os bendice. Id en Paz! Permanecimos en silencio

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9- Nacimos sin nacimiento

Meryem y yo nos miramos sabiendo que una nueva etapa emprendamos en nuestras vidas despus de escuchar las palabras reveladoras del Maestro: La comunin con el Espritu que siempre habis sido, sois y seris, ha hecho posible que los caminos se encuentren una vez ms. Voy a Nazaret le manifest. Donde vayas t me contest, si quieres, voy yo. Donde vas t, si quieres, voy yo repliqu. Vamos! confirmamos. Esta vez no fue l quien se fue, nos abraz, seguidamente Meryem y yo subimos al viejo auto. Sonri y nos alejamos del lugar rumbo a nuestro destino an por vivir. Durante unos minutos ninguna palabra surga, los dos pensbamos, sentamos; experimentbamos sensaciones nunca vividas. Rompimos el silencio a la vez: Sabes? y unas carcajadas llenaron el espacio. Sabamos, ciertamente sabamos. Contina dije. Te respond que soy palestina y as es, aunque me siento ciudadana del mundo. Profes durante aos la religin de mis

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padres. Ellos secundan la tradicin, encontraron las respuestas a sus preguntas. Yo, en cambio, sigo la bsqueda. Desde nia he sentido en mi interior un fuerte deseo por ir ms all de la superficialidad, de profundizar y encontrar la Verdad escondida. Y sta, poco a poco, se va revelando. Me ha llevado a madurar, a creer en una religin sin nombre ni etiquetas, incluyente y viva, en la que crezco da a da. Mi religin es la Vida, es Amar. Tan simple o complicada como quiera vivirla. Sus palabras las haca mas y as se lo expres: Pienso y siento como t, me cost mucho esfuerzo comprender. Desde nio senta que una fuerza interior me estimulaba. Nada de lo que vea a mi alrededor satisfaca mi ansia de saber; de concebir por qu tanto sufrimiento, era necesario? El por qu y para qu estamos aqu. Y encontr algunas respuestas. Tengo muchos maestros continuque me van sealando el camino. Maestros en mi madre, mi padre, mis hermanos; en cada persona con la que me encuentro a lo largo de mi vida, en la naturaleza que me rodea; en los sucesos cotidianos. Todos ellos me ensean a conocerme. Si alguno me irrita, acabo agradecindoselo, pues as comprendo cuales son mis puntos dbiles, mi enfermedad, que debo esforzarme en sanar. Intentando comprender a los dems, me conozco ms a m mismo y conocindome conozco a los dems. Las respuestas son sencillas y como bien dices tambin se resumen en una palabra: Amar. Amar se vive, se experimenta continuamente, sin fin. Y Amar dijo Meryem no es una palabra, es el generador de la Vida, la fuerza de la gravedad que nos une y sostiene; es el impulso que hace que las galaxias, estrellas y planetas nazcan; hace que t y yo nos encontremos una y otra vez a lo largo del tiempo y el espacio.

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Nacimos sin nacimiento, vibramos al unsono siempre y sin embargo nos alejamos, pero slo aparentemente, para volvernos a encontrar. Y en cada encuentro nos sentimos ms y ms unidos y al unirnos generamos Vida. Nos dimos la mano y seguimos en silencio hasta llegar a Nazaret. Llegamos al taller y me desped del viejo auto, con un perfecto para viajar al desierto! Gracias viejo amigo! Hasta siempre! me acompa con su dulce voz Meryem. Quiero que conozcas a una persona me indic, es mi profesor de historia, vive en Damasco. Por qu no? pens. Vamos!

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10- Los Maestros

Entramos a la cada de la tarde en Damasco. Al salir de la estacin de autobuses nos adentramos por unas callejuelas cercanas, ms bien pareca un laberinto del que no s si yendo solo podra salir de l. Al situarnos frente a una casa me llam la atencin su entrada: una puerta de madera antigua con clavos desgastados pintados de azul turquesa y rodeada por un marco de piedra con el puente arqueado. Ya hemos llegado! exclam Meryem. Mi corazn se aceleraba por momentos, algo me deca que tras la puerta nuestras vidas daran un giro. La puerta se encontraba abierta. Un patio empedrado en los que los pilares, que sostenan una planta superior, estaban rodeados por rosales trepadores esplndidamente florecidos. Su perfume embriagaba el lugar de una extraa sensacin de paz. Atravesamos el patio entrando a una estancia donde sentado se hallaba un hombre de edad mediana haciendo anotaciones sobre un libro. l debe ser el profesor de historia pens. Se levant al escuchar nuestros pasos. Nos salud. Hola, Meryem! Hola, Juan! Bienvenidos a mi casa! Hola, Jeshua! contest ella. Hola Jeshua! dije yo.

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Al mirarle cara a cara, me percat de su sonrisa, una sonrisa que me era muy familiar. Meryem se percat de mis pensamientos y me dijo: Tu intuicin es correcta, es el maestro Jess, Hoy, l al igual que t y yo, tenemos diferentes cuerpos, diferentes apariencias, oficios y costumbres. No me consideres tu maestro dijo Jeshua, ni siquiera Jeshua es mi nombre actual, como tampoco los que tenis son los vuestros. No soy tu maestro, somos hermanos y discpulos del Maestro, el Maestro de maestros. Hemos llegado hasta aqu no porque seamos especiales, ni hijos predilectos del Padre, l ama a todos por igual, simplemente hemos dado un paso ms en el camino del Amor, el camino de regreso al Hogar. El Padre est en cada uno de sus Hijos. La nica diferencia reside en el nivel de conciencia, en la capacidad de Amar que cada uno hemos adquirido a travs de las edades y de la experiencia vivida, ms la Voluntad que ponemos en ello. Y, no hay que olvidar que somos libres de escribir nuestro destino. Tenemos un don: el libre albedro. Nosotros, tomamos en un punto del camino la determinacin de no mirar atrs, poner al otro por delante de nosotros, que la Voluntad del Padre y la nuestra sea Una. Mi mensaje, nuestro mensaje, de hace dos mil aos es hoy el mismo: Amars al prjimo como a ti mismo por encima de todo tipo de separatividad. Hoy hay que romper las barreras mentales que se han construido a lo largo de este tiempo. Volver a la esencia de nuestro mensaje: la Paternidad, la Hermandad y la Eternidad. Y estos son los motivos que han hecho que hoy, nosotros y algunos ms, nos volvamos a encontrar aqu. Que nadie nos busque pues no nos encontrarn, pasamos desapercibidos ya que en nada nos diferenciamos del comn de los mortales. Estamos en todos los estamentos de la sociedad, horadndola donde hay que hacerlo, desde dentro; aquella que se

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va adaptando a la nueva situacin que se est creando permanecer, la que no, ella sola ir desapareciendo. No hemos venido como representantes de malos augurios. Quitad el temor de vuestras mentes, ste slo reside en los que se aferran al pasado, mental y sentimentalmente, y creen que slo las posesiones materiales son lo importante. Nuestro Padre nos da aquello que necesitemos sin necesidad de pedrselo. Y desde luego, lo conseguido a costa del sufrimiento ajeno ser arrebatado, pero no por una mal llamada justicia divina, pues l nos ama a todos por igual, sino porque en lo ms profundo de nuestro Ser sabemos qu es justo y qu no lo es, por lo que nosotros mismos nos estamos juzgando, condenando y perdonando. l, slo sabe Amar y cuando as lo deseemos haremos como l: poner nuestra Voluntad al servicio del otro. No es tan difcil, ampla tu capacidad de conciencia, mira a los ojos al otro; a tu hija, hijo, quizs te resulte fcil; a tu vecino quizs tambin; ve dando pasos segn vas aumentando el tamao de tu corazn, de tu Alma y acabars amando a aquellos que un da te hicieron dao, a los que hoy te lo hacen y an a los que te lo harn. No olvides que ellos son los maestros que te sealan tus imperfecciones como t sealas las de otros. Son tus hermanos como lo somos nosotros, ninguno por encima de nadie y ninguno por debajo de nadie. No adores ms que al Dios que mora en ti y al Dios en el que vives, los dems somos simplemente sus hijas e hijos, donde no hay segundos porque somos todos el primero, el nico Hija e Hijo del Creador. El silencio se hizo presente y el perfume de las rosas entr por las ventanas inundndonos con su Amor. El Amor que reside en toda la Creacin y que nicamente sabe compartir su Esencia, su Alma, su Espritu. El Espritu que compartimos con El Que Viene y al que estamos preparando su Morada.

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11- La resurreccin

Nos trasladamos al jardn, un olivo centenario situado en su centro ensalzaba el lugar. Jeshua nos invit a sentarnos en un viejo banco de piedra. Sali, despus de unos minutos volvi con tres vasos de t con hierbabuena, nos los ofreci sentndose frente a nosotros. Ahora comenz a hablarnos Jeshua, primera luna llena de la primavera, mi mente se traslada a un tiempo pasado, hace casi dos mil aos. Eran das difciles, pues mis palabras que aun habiendo llegado al fondo de los corazones de algunos fueron tergiversadas, mal interpretadas e incomprendidas por otros. Mi mensaje era claro y sencillo: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Aquel que dice que ama a su hermano no debe utilizar la vieja ley del ojo por ojo y diente por diente. Si realmente desea encontrar la paz en su corazn, sus palabras han de ser de paz y ms importante: sus obras. As, si desea compartir esa paz y ayudar a acabar con la verdadera injusticia, sus medios han de ser justos. Un manzano sano da frutas sanas, tomad de ese rbol. Muchos sern quienes llegarn en el futuro hablando de amor y paz, sus palabras debis examinarlas con sumo cuidado, pues vendrn lobos vestidos de corderos intentando confundiros. Manipularn la Verdad. Vosotros slo habladles de Amor, del Amor que une y que vuestras obras sean un fiel reflejo de vuestro Espritu. A pesar

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de ello habr quienes os calumnien, abominen, traicionen e intenten destruiros en nombre de la Verdad y la Libertad. Al igual que yo, moriris, pues de aquellos que os dicen amar uno os traicionar. Creer en su ceguera hacer un bien a la humanidad liberndola de falsos profetas que segn l, slo les llevan al aborregamiento, a la prisin de la mente. En su interior, an asaltndole la duda, tomar la daga que ejecute el homicidio. Mas no sabe que ya est escrita en el libro de la Vida su traicin. Que nada escapa al Creador, pues l viendo en su libre albedro su debilidad, contempla en su mente la traicin y os avisa y aun as s que le amis puesto que el odio y el rencor no tienen cabida en vuestros corazones. Nada temis, pues volveris a la Vida con una fuerza que no es de este viejo mundo, la fuerza que mueve y sostiene el firmamento: el Amor. Nos mir fijamente y continu: Y recordad que nuestro Padre nos regal la Eternidad. La muerte no es ms que un paso hacia la verdadera Vida; poned el nfasis sobre la Vida y no sobre la muerte, sta pertenece a los que fomentan el temor en sus mltiples facetas. La muerte separa el cuerpo en los elementos bsicos de la Vida, no obstante, no es ms que un proceso necesario para que tomis un cuerpo que siendo dignos de l, sta ya no tenga poder sobre vosotros. Estaris unidos para siempre a la Vida, seris un solo Ser, un solo Espritu. Un da, todos pasarn por el mismo proceso, pero an muchas muertes fsicas y sobre todo mentales han de ocurrir. El miedo, el temor, han de ceder su lugar al Amor. As es, as ser.

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12- La paz interior

Jeshua nos sugiri adentrarnos en tierras jordanas Llegamos los tres a Petra, escondida en el corazn de los montes de Shara en el desierto jordano, tras largas horas de viaje en autobs. Al bajar decidimos adentrarnos andando por el largo desfiladero que nos lleva al alma de una ciudad roja excavada y esculpida en la piedra. Estas ruinas Meryem nos seal nos recuerdan una vez ms que estamos de paso en este mundo y cunto hemos de aprender de nuestra historia, de nuestros errores y aciertos. Vamos asentndonos poco a poco expuse, unas veces sobre nuestras ruinas, otras construyendo donde antes no haba nada. Creciendo y madurando como seres humanos pasamos de una etapa de la vida a otra, unas veces casi sin darnos cuenta y otras a regaadientes, mas nuestro porvenir no se detiene por ello. El cuerpo prosigui Jeshua que fue polvo en la Tierra resurge una y otra vez como el ave fnix, dndonos siempre una nueva oportunidad de madurar aprendiendo y creciendo en un mundo lleno de experiencias que nos van enriqueciendo. Y aprender es tambin perdonarse a s mismo. Reconocer que no somos perfectos y por lo tanto sujetos a las consecuencias de la imperfeccin, pero no por ello hemos de flagelarnos y vivir el resto de nuestra vida como si ya el presente y el destino, el futuro, fuera algo inevitable, destructor y amargo.84

El Creador nos habla en el silencio. l de antemano ya nos ha perdonado, an antes de materializar aquello que nuestra mente nos sugiere que hagamos en contra del Amor como consecuencia de nuestra ignorancia. Reconozcamos sinceramente que no siempre seguimos el camino que nos hemos trazado, que a veces entramos en bifurcaciones que nos llevan a laberintos y callejones sin aparente salida. Mas siempre hay una salida, es pensar, sentir y actuar con humildad. Debemos dejar de vivir construyendo mscaras, colocando una sobre la otra, tantas que ya no reconocemos quin se encuentra al fondo. Y al fondo siempre estars, ests t, estoy yo: un ser humano que simplemente vivi su propio destino en libertad siempre. No hay un camino trazado de antemano por nadie, salvo por ti mismo. T, yo, nosotros, elegimos nuestro destino y desde luego el que elegimos an antes de nacer era y es de Amor y Felicidad, y nada impedir que le vivamos en plenitud. Tenemos todo el tiempo del mundo para comprenderlo y cuando as lo hagamos nos veremos como realmente somos. Habremos despertado de una pesadilla, de un mal sueo y la realidad se abrir ante nosotros tal cual es. Ni siquiera es necesario que nadie nos gue, en ti, en m, tenemos al mejor gua que podamos desear, pues estamos hechos de la misma esencia del Sol y de la esencia de la Vida. Somos Espritu encarnado en nuestra propia creacin. Todos somos Dios, nada hay fuera de l, fuera de ti, fuera de m, ya que nuestro Espritu abarca lo creado y lo an por crear, la plenitud y el vaco. Puedes reconocerte como, no un dios, sino Dios, o negarte el tiempo que desees. Puedes seguir viviendo en el viejo mundo que palidece ante su prxima muerte, o pensar, sentir y actuar como si el nuevo mundo ya estuviera aqu. Porque, y an os digo ms: ya est aqu! nicamente hemos de vivir sin mscaras. Reconocernos tal cual somos y reconciliarnos con nosotros mismos y con la Vida, con quienes nos rodean y logrando que nuestra Voluntad se funda cada vez ms con el Amor.

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Quienes sientan como t nada te tendrn que perdonar, pues saben que el perdn nos lo hemos de dar a