Ahora Sucede Que Sócrates También Era Lingüista

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Ahora sucede que Sócrates también era lingüista Melissa Cerrillo A veces imagino que el método dialéctico socrático es muy semejante a la conversación de un pedante: Hermógenes invita a Sócrates para que ponga fin a una discusión que sostiene con Crátilo, pero al inicio (y durante la mayor parte) del diálogo, Sócrates interroga a Hermógenes; si no fuera por las breves respuestas de éste último el diálogo se hubiera convertido en monólogo. Es algo muy similar a lo que sería una primera cita con un aspirante a escritor extremadamente pretencioso quien no deja de hablar sobre lo difícil que es, precisamente, el ser escritor (aunque no haya escrito o publicado algo en serio). De esta manera, Hermógenes (si es ése su verdadero nombre) queda reducido a un papel de subordinado en la conversación. La postura inicial de Hermógenes es una en la que se afirma que los nombre se dan por convención y se usan por hábito, independientemente de la esencia de la cosa que se ha nombrado; Crátilo cree que las cosas tienen una naturaleza y que su nombre corresponde a ésta, algo así como un “no te lo tomes personal, Hermógenes, pero no te nombraron conforme a tu esencia”, buena forma de incitar un debate. Después de que Sócrates dialoga con cada uno (no sin antes haber dado una bonita demostración su conocimeinto en sobre etimologías), las posturas cambian, Hermógenes acepta que hay un artesano que nombra a las cosas conforme a su naturaleza, las sílabas y las palabras son imitadores de la esencia de las cosas, sin embargo, este arte de la imitación puede ser mal empleado y por lo tanto, las cosas puede llegar a nombrarse erróneamente (como sostiene Crátilo). Al ejemplificar con etimologías, Sócrates llega a dos distinciones de los nombres, los primarios y los secundarios, éstos últimos se componen a partir del significado de los primeros para definir lo que son, y de repente llegamos al

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Reseña de Crátilo

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Ahora sucede que Sócrates también era lingüista

Melissa Cerrillo

A veces imagino que el método dialéctico socrático es muy semejante a la conversación de un pedante: Hermógenes invita a Sócrates para que ponga fin a una discusión que sostiene con Crátilo, pero al inicio (y durante la mayor parte) del diálogo, Sócrates interroga a Hermógenes; si no fuera por las breves respuestas de éste último el diálogo se hubiera convertido en monólogo. Es algo muy similar a lo que sería una primera cita con un aspirante a escritor extremadamente pretencioso quien no deja de hablar sobre lo difícil que es, precisamente, el ser escritor (aunque no haya escrito o publicado algo en serio). De esta manera, Hermógenes (si es ése su verdadero nombre) queda reducido a un papel de subordinado en la conversación.

La postura inicial de Hermógenes es una en la que se afirma que los nombre se dan por convención y se usan por hábito, independientemente de la esencia de la cosa que se ha nombrado; Crátilo cree que las cosas tienen una naturaleza y que su nombre corresponde a ésta, algo así como un “no te lo tomes personal, Hermógenes, pero no te nombraron conforme a tu esencia”, buena forma de incitar un debate. Después de que Sócrates dialoga con cada uno (no sin antes haber dado una bonita demostración su conocimeinto en sobre etimologías), las posturas cambian, Hermógenes acepta que hay un artesano que nombra a las cosas conforme a su naturaleza, las sílabas y las palabras son imitadores de la esencia de las cosas, sin embargo, este arte de la imitación puede ser mal empleado y por lo tanto, las cosas puede llegar a nombrarse erróneamente (como sostiene Crátilo).

Al ejemplificar con etimologías, Sócrates llega a dos distinciones de los nombres, los primarios y los secundarios, éstos últimos se componen a partir del significado de los primeros para definir lo que son, y de repente llegamos al problema del origen de la lengua, ya que es casi imposible (si no se le atribuye un origen místico) quién fue el artesano de los nombres primarios, aquéllos que no derivan de otros nombres anteriores. Sócrates llega a la conclusión de que para nombrar una cosa hay que tener conocimiento de ésta, también dice que si los nombres secundarios pierden su semejanza a los nombres primarios es por el hábito y convenio en la lengua.