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    Robert H. Benson

    La amistad de

    CristoEDICIONES RIALP, S. A.,

    ALCAL, 290. 28027 MADRID,

    mmorganEste libro pertenece a una biblioteca circulante, no puede venderse, alquilarse o

    imprimirse. 2010 Morgan Editores

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    PrlogoAs es mi amigoPRIMERA PARTE: CRISTO EN EL INTERIOR DEL ALMAI. LA AMISTAD DE CRISTO (en general)II. LA INTIMIDAD CON CRISTOIII. LA VA PURGATIVA

    IV. LA VA ILUMINATIVASEGUNDA PARTE: CRISTO EN EL EXTERIORV. CRISTO EN LA EUCARISTAVI. CRISTO EN LA IGLESIAVII. CRISTO EN EL SACERDOTEVIII. CRISTO EN EL SANTOIX. CRISTO EN EL PECADORX. CRISTO EN EL HOMBRE CORRIENTE

    XI. CRISTO EN EL QUE SUFRETERCERA PARTE: CRISTO EN SU VIDA HISTRICAXII. LAS SIETE PALABRAS1. Padre, perdnalos porque no saben lo que hacen2. Hoy estars conmigo en el Paraso3. Mujer, ah tienes a tu hijo. Hijo, ah tienes a tu madre4. Dios mo, Dios mo!, por qu me has abandonado?

    5. Tengo sed

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    6. Todo esta cumplido7. Padre, en tus manos encomiendo mi esprituXIII. DA DE PASCUA

    PROLOGORobert Hugh Benson naci en el Wellington 140 College

    el 28 de noviembre de 1871. Era el hijo menor de EdwardWhite Benson, entonces arzobispo de Canterbury y una figuraextraordinariamente apreciada en la Inglaterra victoriana, quemuri cuando Robert, recin ordenado sacerdote de la Iglesiade Inglaterra, tena 25 aos.

    Despus de servir en distintas parroquias anglicanasRobert Hugh Benson se sinti atrado por el catolicismo, encuya Iglesia fue admitido en 1903. March directamente aRoma para prepararse para el sacerdocio y un ao despusreciba las rdenes sagradas. Debido a su ardiente deseo de sersacerdote y quiz a causa de su delicada salud, fue dispensadde ciertos estudios habituales en el caso de un converso.

    Benson haba cursado la carrera en Cambridge y allvolvi para completar sus estudios sacerdotales En 1908 fuenombrado capelln de la Universidad, pero pronto obtuvopermiso para dejar sus ocupaciones oficiales y dedicarse sola 9mente a la literatura. Y lo hizo apasionadamente. En 1912public tres novelas histricas: By What Authority, ComeBack, Come Rope y Lord of the World, a las que siguieronotras, adems de la obra potica, el teatro y la literatura

    espiritual: una enorme produccin que slo pudo detener lamuerte del autor en 1914, a los 43 aos de edad. La amistad deCristo es quiz el mejor libro espiritual de Benson, escrito conel calor del ntimo fervor que Evelyn Waugh describa comouna constante en la breve vida del joven sacerdote ingls:"Trabajaba sin pensar en la posteridad, como si el da del juiciofuera inminente, prodigando su talento para arrastrar a los que

    le rodeaban al encuentro definitivo con Cristo".

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    La amistad de Cristo fue publicado en 1912, con tanextraordinario xito que alcanz 12 ediciones. Es un libroreligioso en el mejor sentido del trmino. Est orientado a

    nutrir, ampliar, enriquecer y profundizar la fe personal. Notrata, ni lo intenta, de convertir a los descredos o de agitar elrbol del racionalismo para hacer caer a ateos y agnsticos. Dapor supuestas unas creencias tan firmes y completas como lasde su autor e intenta introducir al lector por los caminosinteriores que Benson explorara con tan gran provecho comosatisfaccin.

    Este autor, un hombre cultivado, tiene la generosidad deconsiderar que sus lectores tambin lo son. Pero instruye sinpedantera, subrayando aspectos significativos de especialinters, como se hace con un buen amigo.

    "La clave de una perfecta amistad consiste en que losamigos se den a conocer mutuamente, lo dejando a un lado lasreservas y mostrndose tal y como cada uno es.

    La primera etapa, pues, de la amistad divina es la

    revelacin del mismo Jesucristo. En nuestra vida espiritual,haya sido tibia o fervorosa, se ha dado un elementopredominante de inconsistencia. Es cierto que hemos sidodciles, que nos hemos esforzado por evitar el pecado, quehemos recibido la gracia, la hemos perdido y la hemosrecuperado, que hemos adquirido mritos o los hemosdesperdiciado, que hemos intentado cumplir con nuestrosdeberes y procurado mejorar y amar. Todo ello es cierto

    delante de Dios, pero no ha calado en nuestro propio ser.Hemos rezado? S, aunque escasamente. Hemos hechomeditacin: nos planteamos un tema, reflexionamos sobre l,hacemos un propsito y terminamos, siempre con el reloj a lavista para no alargarla demasiado.

    Pero despus de aquella nueva y maravillosa experienciatodo cambia. Jess empieza a mostrarnos no slo las maravillas

    de su pasado, sino la gloria de su presencia. Comienza a vivir

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    con nosotros, rompe el molde en el que le haba metido nuestraimaginacin: vive, se mueve, habla, acta, toma un camino uotro, y todo ante nuestra mirada."

    Realmente, la viva amistad con Cristo descrita porBenson es una experiencia anhelada por los cristianos de todoslos tiempos y especialmente del nuestro. Es un placer poderpresentar a una nueva generacin de lectores esta obra desereno pero eficaz enriquecimiento espiritual.IGNATIUS DROSTIN

    AS ES MI AMIGOTe dir cmo le conoc:Haba odo hablar mucho de El, pero no hicecaso.Me cubra constantemente de atenciones yregalos, pero nunca le di las gracias.Pareca desear mi amistad, y yo me mostraba

    indiferente.Me senta desamparado, infeliz, hambriento y enpeligro, y El me ofreca refugio, consuelo, apoyoy serenidad; pero yo segua siendo ingrato.Por fin se cruz en mi camino y, con lgrimas enlos ojos, me suplic: ven y mora conmigo.Te dir cmo me trata ahora:Satisface todos mis deseos.

    Me concede ms de lo que me atrevo a pedir.Se anticipa a mis necesidades.Me ruega que le pida ms.Nunca me reprocha mis locuras pasadas.Te dir ahora lo que pienso de ElEs tan bueno como grande.Su amor es tan ardiente como verdadero.

    Es tan prdigo en Sus promesas como fiel en

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    cumplirlas.Tan celoso de mi amor como merecedor de l.Soy su deudor en todo, y me invita a que

    le llame amigo.

    PRIMERA PARTECRISTO EN EL INTERIORDEL ALMA1. LA AMISTAD DE CRISTO(En general)No es bueno que el hombre est solo.(Gen 2, 18)

    Uno de los instintos humanos ms destacados ymisteriosos es el sentimiento de la amistad. Los filsofosmaterialistas suelen relacionar las ms elevadas emociones arte, religin, amor con impulsos meramente animales, conlos instintos de perpetuacin y conservacin de la especie. Y

    aun en esta sencilla cuestin al clasificar las distintasrelaciones entre hombres y hombres, mujeres y mujeres, yhombres y mujeres, bajo el ttulo comn de amistad losfilsofos materialistas yerran completamente. Cuando Daviddice a Jonatn: Tu amor era para m dulcsimo, ms que elamor de las mujeres, no es una expresin del sexo; tampocoes un sentimiento nacido de intereses comunes, porque laamistad entre un sabio y un loco puede ser tan profunda como

    la de dos sabios o dos locos; ni es tampoco una relacin basadaen el intercambio de ideas, pues la amistad ms ntima seexpresa lo mismo con el silencio que en la conversacin.Ningn hombre es realmente mi amigo, dice Maeterlinck,hasta que no hemos aprendido a guardar silencio en nuestramutua compaa.

    Y este hecho presente en la amistad es tan importante

    como misterioso. Obedeciendo a las leyes de su propio

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    desarrollo, hay en la amistad un matiz pasional distinto al delas relaciones habituales entre los sexos. Al ser independientede los elementos fsicos necesarios para el amor entre marido y

    mujer, en ciertos aspectos la amistad se sita misteriosamenteen un piano ms elevado. Es la sal del matrimonio perfecto,pero puede existir sin el sexo. No pretende ganar nada, niproducir nada... sino sacrificarse en todo. Aun cuando estnabsolutamente ausentes los motivos sobrenaturales, en el planonatural puede reflejar con mayor claridad que el amorconyugal sacramental las caractersticas de la caridad divina.Tambin en su mbito todo lo sufre... todo lo cree... todo loespera... no busca su propio inters... no es jactanciosa.

    Por otra parte, existen pocas experiencias humanas mssujetas a la decepcin. La amistad deifica al otro y se sientedefraudada al comprobar que, despus de todo, es humano. Nohay amargura ms amarga que la que siento si mi amigo medefrauda o si yo le defraudo a l. Y, aunque la amistad tieneunos visos de eternidad que parecen trascender los lmites

    naturales, no existe otro sentimiento tan profundamenteafectado por los avatares del tiempo. Hacemos amigos y losperdemos. Podra decirse que no podemos conservar estacapacidad de la amistad a menos que estemos haciendo amigosnuevos continuamente.

    La amistad es, pues, una de las pasiones ms importanteque, al alimentarse de lo terreno, se siente continuamenteinsatisfecha... que, al rojo vivo, nunca se consume..., una de las

    pasiones que hacen historia y, por lo tanto, siempre mira alfuturo y no al pasado... una pasin que, quiz ms quecualquier otra, apunta a la eternidad como fuente desatisfaccin, y al amor divino como respuesta a las inquietudeshumanas. Luego no hay ms que una explicacin para losdeseos que provoca, aunque nunca los satisfaga; no hay msque una Amistad suprema a la que se orientan todas las

    amistades humanas; un Amigo ideal en quien hallamos,

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    perfecto y completo, a Aqul cuya sombra y modelo buscamosen nuestros amores humanos.

    ***

    Los catlicos tienen el privilegio y la carga de sabermucho de Jesucristo. Privilegio, porque un conocimientoprofundo de la persona, de los atributos y de las actuaciones delDios hecho carne supone una sabidura mucho mayor que la detodas las ciencias juntas. Conocer al Creador es incalculable-mente ms valioso que conocer su creacin. Pero tambin esuna carga, porque el resplandor de este conocimiento puedeimpedirnos apreciar el valor de los detalles. El brillo de ladivinidad puede ser tan poderoso que desoriente con respecto ala humanidad. La unidad del bosque se desvanece ante laperfeccin de los rboles.

    Gracias a su conocimiento de los misterios de la fe,gracias a su completa percepcin de Jesucristo como su Dios,

    su Sacerdote, su Vctima, su Profeta y su Rey, el catlico ms que nadie tiende a olvidar que las delicias del Seor sonestar con los hijos de los hombres mejor que en el crculo delos serafines; que, mientras Su majestad ocupa el trono con SuPadre, Su amor le conduce a una peregrinacin quetransformara a Sus siervos en amigos.

    Hay almas piadosas que se quejan frecuentemente de susoledad en la tierra. Rezan, reciben los sacramentos, hacen todo

    lo posible por cumplir los preceptos cristianos y, an as, seencuentran solas. Sera difcil hallar una prueba ms evidentede que esto supone no comprender al menos uno de los grandesmotivos de la Encamacin. Adoran a Cristo como Dios, sealimentan de El en la comunin, se lavan con Su preciosaSangre y esperan el momento de encontrarle en el Juicio. Perotienen escasa o nula experiencia de la ntima relacin y la

    compaa que constituyen la amistad divina. Dicen que

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    suspiran por tener a su lado a alguien que no slo les evite elsufrimiento sino que sufra con ellos; alguien a quien manifestaren silencio los pensamientos que las palabras no pueden

    expresar. Y parecen no comprender que ese es el puesto queJess desea ocupar; que Su supremo anhelo es el de seradmitido, no en el trono del corazn o en el tribunal de laconciencia, sino en el rincn ms oculto del alma, donde unhombre es ms l mismo y donde, por lo tanto, se encuentrams profundamente solo.

    El Evangelio rebosa de ejemplos de este deseo deJesucristo: momentos realmente formidables en los que Diosresplandeci de gloria en su humanidad, momentos en los quesus vestiduras irradiaban su divinidad; cuando los ojos ciegosse abran a la luz creada por el Creador; cuando los odos,sordos a las voces de la tierra, escuchaban la voz divina;cuando los muertos salan de sus tumbas para mirar al que leshaba dado y despus devuelto la vida. Y hubo momentosgrandiosos y tremendos en los que Dios se reuni con Dios en

    la soledad del huerto, en los que Dios, a travs de Su desoladahumanidad, gimi: Por qu me has desamparado?.Pero sobre todo, el Evangelio nos habla de Su

    humanidad: una humanidad que clamaba por los suyos; unahumanidad no slo tentada, sino tambin centrada en lasmismas cosas que nosotros: Jess amaba a Marta, a suhermana Mara y a Lzaro, Jess, mirndolo, lo am. Loam con una emocin diferente a la del amor divino que ama

    todas las cosas que ha hecho. Lo am como yo amo a miamigo y como mi amigo me ama.Es sobre todo en estos momentos cuando Jess se nos hacecercano. Y nos atrae hacia El cuando se muestra como uno denosotros; cuando es elevado, no en la gloria de la divinidadtriunfante, sino en la humillacin de la humanidad vencida.Leemos sobre Sus hechos poderosos y caemos rendidos de

    temor y adoracin; pero cuando lo vemos sentado junto al

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    pozo, mientras sus amigos van en busca de comida, cuandohace un dolorido reproche a los que hubieran debido consolarle Qu, no habis podido velar conmigo una hora?,

    cuando por ltima vez se dirige al que le haba perdido parasiempre Amigo, para qu has venido?, somosconscientes de que El desea ms la ternura, el amor y lacompasin sentimientos a los que solamente tiene derecho laamistad que toda la adoracin de los ngeles de la gloria.

    En varias ocasiones nos habla Jess en la Escritura yno slo indirecta o veladamente, sino con afirmacionesconcretas de Su deseo de ser nuestro amigo. Nos describe lacasa solitaria y a El mismo llamando a la puerta en mitad de lanoche y solicitando alimento: Si alguien me abre cualquierhombre! entrar y cenar con l y l conmigo. En otraocasin dice a aquellos que sufren por culpa de una afliccinrepentina: No os llamar siervos, sino amigos. Tambinpromete su presencia continua: Donde dos o tres estnreunidos en mi nombre, ah estoy yo en medio de ellos,

    mirad, yo estoy con vosotros y lo que hiciereis a uno devuestros hermanos a M me lo hacis.Si algo hay patente en los evangelios es esto:

    Jess desea en primer lugar y sobre todo, nuestra amistad. Noreprocha al mundo que su Salvador viniera a buscar lo queestaba perdido y lo perdido se alejara an ms de El. Lo que lereprocha es que el Creador se acercara a Su criatura y sta lerechazara: Vino a los suyos y los suyos no le recibieron.

    La vivencia de la amistad de Jess es el autntico secretode los santos. La gente corriente puede vivir una vida corrientetratando de guardar los mandamientos, pero por cientos demotivos de segunda categora. Confesamos los pecados paraescapar del infierno; luchamos contra nuestros defectos paraconservar el respeto del mundo. Pero no hay nadie capaz deavanzar tres pasos por la va de la santidad a menos que Jess

    camine a su lado. Esto es, pues, lo que distingue el camino del

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    santo, y le da tambin su carcter grotesco, porque, a los ojosde un mundo sin fe, hay algo ms grotesco que el arrebato delque ama? El sentido comn, al que se considera propio de la

    salud mental, jams ha vuelto loco a un hombre. Sin embargo,el sentido comn nunca ha movido montaas y mucho menoslas ha arrojado al mar. Ha sido el gozo fascinante de lacompaa consciente de Jesucristo lo que ha dado paso a losenamorados, a los gigantes de la historia. En su torpe visin, elmundo califica de anormal la amistad con Jesucristo y la pasinque despierta en quienes la viven, en tanto que la Iglesia laconsidera sobrenatural. Este cura, exclamaba Santa Teresa enun momento de gran intimidad con su Seor, es la personaadecuada para ser uno de nuestros amigos.

    Es importante recordar que esta amistad entre Cristo y elalma no es comparable en todos sus extremos a la amistadcomn entre los hombres. Ciertamente es una amistad entre sualma y las nuestras, pero su alma est unida a la divinidad. Unasimple amistad personal con El no agota su capacidad. Es

    hombre, pero no meramente hombre: es el Hijo, ms que elhijo del hombre. Es el Verbo eterno por el cual fueron hechas yse conservan todas las cosas...

    Se nos acerca por incontables caminos; advertimos supresencia en situaciones muy diversas, pero no podemosdescubrirle slo en algunas de estas ocasiones ignorndole enotras.

    No podemos aceptarle como caminante junto a nosotros

    en las luchas de cada da y no adorarle en el SantsimoSacramento.

    Nuestro corazn arde mientras nos habla en el camino,pero debe descubrirle tambin al partir el pan.

    Si le sabemos presente en la Eucarista, debemosreconocer igualmente su presencia en la Iglesia, su CuerpoMstico.

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    Es propio de sus amigos reconocerle en la madre y en elhermano, pero tambin en quienes no le comprenden, y bajo lavelada apariencia del pecador... Si slo le descubrimos en

    quienes humanamente nos agradan, pasaremos la vida sinllegar a la intimidad que El quiere tener con nosotros.

    Consideremos la amistad de Cristo a esta luz. Realmenteno podemos vivir sin El porque El es la Vida. Es imposiblellegar al Padre excepto a travs de El, que es el Camino. Esintil esforzarse por alcanzar la Verdad a menos que antes laposeamos. Incluso las ms sagradas experiencias de la vida sonestriles si la amistad de Cristo no las santifica. El amor mssanto es oscuro si no arde en Su fuego. El afecto ms puro ese afecto que me une al amigo ms querido es falso ytraicionero a menos que ame a mi amigo en Cristo... a menosque El, el amigo ideal y absoluto, sea el lazo personal que nosuna.

    2. LA INTIMIDAD CON CRISTO

    No es bueno que el hombre est solo.(Gen 2, 18)

    A primera vista nos parece inconcebible que pueda existiruna autntica amistad entre Cristo y el alma. Admitimos laadoracin, la dependencia, la obediencia, el servicio e, incluso,

    la imitacin: todas esas cosas son imaginables, pero no laamistad. Y por otra parte, cuando recordamos que Jesucristoasumi un alma humana como la nuestra, un alma capaz dealegras y tristezas, abierta a las acometidas de la pasin y a lastentaciones, un alma que experiment la angustia y el gozo, elsufrimiento de la oscuridad y la alegra de la luz; cuando atravs de nuestra fe aceptamos todo esto, la posibilidad de

    entablar amistad un hecho vital que conocemos por

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    experiencia, pero ahora con Cristo, nos pareceincuestionable.

    En el plano humano la amistad supone siempre la unin

    de las almas. Pues bien, lo mismo sucede en el caso del hombrecon Cristo, cuya alma es el punto de unin entre Su Divinidady nuestra humanidad. Recibimos Su Cuerpo en la boca,rendimos totalmente nuestro ser ante Su Divinidad, perosolamente a travs de la amistad abrazamos Su Alma con lanuestra.

    ***

    La amistad humana se inicia generalmente por algndetalle externo. Captamos una frase, percibimos una inflexinde voz, advertimos una forma de mirar o un modo de caminar.Y estas leves impresiones nos parecen el comienzo de unmundo nuevo. Consideramos estos detalles como la seal detodo un universo que se oculta tras ellos; creemos haber

    descubierto al alma que coincide exactamente con la nuestra, altemperamento que, por su semejanza o por su armoniosadiferencia, es perfectamente adecuado para ser el compaerodel nuestro. As comienza el proceso de la amistad: nos damosa conocer y conocemos al otro; encontramos, paso a paso, loque habamos esperado, y comprobamos lo que imaginbamos.Y el amigo, por su parte, sigue el mismo itinerario, hasta quellega el momento en que, por una crisis o tras un perodo de

    prueba, podemos descubrir que nos hemos equivocado, quehemos defraudado al otro o que el proceso ha seguido un cursodiferente. Y como ocurre con el paso de las estaciones, ya nohay ms frutos que esperar por ninguna de las dos partes.

    Pues bien, la amistad divina suele comenzar del mismomodo. Puede surgir en el momento de recibir algn sacramentoun hecho repetido miles de veces, al arrodillamos delante

    del nacimiento en Navidad o acompaando al Seor en un Va

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    Crucis. Hemos hecho esos gestos o hemos participado en esasceremonias frecuentemente, unas veces con indiferencia y otrascon fervor. De repente, un da surge en nosotros un sentimiento

    nuevo. Por primera vez comprendemos que el Divino Nio queabre sus brazos en el pesebre, no slo desea abrazar al mundo(tendra que ser tan pequeo!), sino a nuestra propia alma enparticular. Contemplamos a Jess, ensangrentado y exhausto,alzndose tras su tercera cada, y sentimos que nos pide ayudapara soportar su carga. La mirada de sus divinos ojos se cruzacon la nuestra transmitindonos un sentimiento o un mensajeque nunca habamos asociado a nuestras relaciones con El. Yfueron slo unos detalles en apariencia insignificantes. Golpeen nuestra puerta y le abrimos; nos llam y le contestamos. Deahora en adelante, pensamos, El es nuestro y nosotros somossuyos; por fin hemos encontrado al amigo que buscbamoshace tanto tiempo; aqu est el alma que se compenetraperfectamente con la nuestra; la nica personalidad que puededominarnos. Jesucristo ha dado un salto de dos mil aos y est

    a nuestro lado: se ha salido del fresco; se ha levantado delpesebre... Mi Amado es para m y yo soy para mi Amado.

    ***

    As se inici la amistad. Ahora comienza el proceso.La clave de una perfecta amistad consiste en que los

    amigos se den a conocer mutuamente, dejando a un lado las

    reservas y mostrndose tal y como cada uno es.La primera etapa, pues, de la amistad divina es la

    revelacin del mismo Jesucristo. En nuestra vida espiritual,haya sido tibia o fervorosa, se ha dado un elementopredominante de inconsistencia. Es cierto que hemos sidodciles, que nos hemos esforzado por evitar el pecado, quehemos recibido la gracia, la hemos perdido y la hemos

    recuperado, que hemos adquirido mritos o los hemos

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    desperdiciado, que hemos intentado cumplir con nuestrosdeberes y procurado mejorar y amar. Todo ello es ciertodelante de Dios, pero no ha calado en nuestro propio ser.

    Hemos rezado? S, aunque escasamente. Hemos hechomeditacin: nos planteamos un tema, reflexionamos sobre l,hacemos un propsito y terminamos, siempre con el reloj a lavista para no alargarla demasiado.Pero despus de aquella nueva y maravillosa experiencia todocambia. Jess empieza a mostramos no slo las maravillas desu pasado, sino la gloria de su presencia. Comienza a vivir connosotros, rompe el molde en el que le haba metido nuestraimaginacin: vive, se mueve, habla, acta, toma un camino uotro, y todo ante nuestra mirada. Comienza a revelamos lossecretos que se ocultan en Su humanidad. Hemos odo hablarde sus obras desde que ramos nios, rezamos el Credo,conocemos el Evangelio... Y sin embargo, ahora pasamos delconocimiento de sus hechos al conocimiento de El.Empezamos a comprender que la Vida Eterna comienza en el

    momento presente, porque consiste en conocerte a Ti, el nicoDios verdadero y a Jesucristo Tu enviado. Nuestro Dios se haconvertido en nuestro Amigo.

    Jess, por su parte, nos pide lo mismo que nos ofrece. Senos manifiesta abiertamente y exige que hagamos lo mismo.Como nuestro Dios, conoce cada fibra de los seres que hacreado, y como nuestro Salvador, cada circunstancia pasada enla que fuimos infieles a sus mandatos; pero como nuestro

    Amigo, espera que se lo contemos.Podramos decir que la diferencia entre el trato con un

    conocido y el que establecemos con un amigo radica en que, enel primer caso, tratamos de disimular para presentar unaimagen agradable y atractiva; empleamos el lenguaje como undisfraz y la conversacin como un camuflaje. En el segundocaso, dejamos a un lado los convencionalismos y las

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    presentaciones e intentamos mostrarnos tal y como somos,abrindole nuestro corazn.

    Esto es, pues, lo que la amistad divina requiere de

    nosotros. Hasta ahora el Seor se ha contentado con muy poco.Ha aceptado el diezmo de nuestro dinero, una hora de nuestrotiempo, unos cuantos pensamientos y algunos sentimientodemostrados en ceremonias religiosas y de culto. El haaceptadotodo lo que le hemos dado, en lugar de darnos nosotrosmismos. A partir de ahora nos pide que acabemos con todo eso,que nos abramos a El completa y rendidamente, que nosmostremos tal y como somos en una palabra, que dejemos a unlado esos ingenuo cumplidos y seamos profundamenteautnticos.

    Cuando un alma cree sentirse desilusionada o defraudadade la amistad divina no suele ser porque haya traicionado uofendido a su Seor, o porque no haya estado a la altura de lascircunstancias en otros aspectos, sino porque nunca le ha

    tratado como a un amigo, ni ha sido lo bastante valiente comopara cumplir la condicin imprescindible en una autnticaamistad: la total sinceridad con El. Es menos ofensivo decirrotundamente No puedo hacer lo que me pides porque soycobarde, que esgrimir unas razones excelentes para nohacerlo.

    ***

    En pocas palabras, este debe ser el camino de la amistaddivina. En adelante iremos estudiando con detalle algunosaspectos que la caracterizan. Nos debe alentar el pensamientode que vamos a emprender un camino que han recorrido yamuchas almas antes que nosotros. Con todo, la historia denuestra amistad con Jesucristo ser algo que rompe todos los

    esquemas preconcebidos, una experiencia irrepetible.

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    Hay momentos de fascinante felicidad en la comunino en la oracin, momentos que se nos antojan experienciasimborrables en la vida, y ciertamente lo son; momentos en los

    que todo el ser se siente invadido e inundado por el amor:cuando el Sagrado Corazn no es ya un mero objeto deadoracin sino algo vibrante que late en nosotros; cuando nosrodean los brazos del esposo y nos besa en los labios...

    Hay tambin momentos de tranquilidad y placidez, de uncario sereno y profundo al mismo tiempo, de un afecto y unentendimiento mutuo que satisfacen todos los anhelos denuestra mente y de nuestro corazn.

    Pero hay tambin perodos meses o aos de miseriay aridez, en los que nos parece necesario tener paciencia connuestro divino Amigo; ocasiones en las que creemos sentir sudesdn o frialdad. Y habr realmente momentos en los quetendremos que recurrir a toda nuestra lealtad para noabandonarle decepcionados. Habr incomprensin, sombras,tinieblas...

    Despus, con el transcurso del tiempo y segn vayamossuperando la crisis, volveremos a confirmar la conviccin quenos uni a nuestro Amigo. Porque realmente la suya es la nicaamistad en la que no cabe decepcin posible, y El, el nicoamigo que no puede fallar. Es la nica amistad en la quenuestra humildad y nuestra entrega nunca sern suficientes,nuestras confidencias nunca demasiado ntimas, ni nuestrossacrificios lo bastante grandes. Este Amigo y su amistad

    justifican plenamente las palabras de uno de sus ntimos:...porque todo lo considero basura ante el sublimeconocimiento de Cristo Jess, mi Seor, por quien hesacrificado todas las cosas por ganar a Cristo.

    III. LA VA PURGATIVA

    Lmpiame de todas mis iniquidades.

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    (Salmo 50, 4)

    La etapa inicial de la amistad con Jesucristo suele ir

    acompaada de una extraordinaria felicidad. El alma haencontrado, por primera vez, un compaero cuya comprensines perfecta y cuya presencia es continua, aunque no siempresea evidente. Mientras se ocupa de sus obligacionesconcediendo a cada detalle la atencin habitual, no olvida elhecho de que El est en su interior. Y est, como la luz del solo como el aire, iluminando, refrescando e inspirando al alma.Ella dirige a Jess de vez en cuando unas palabras y en otrasocasiones percibe que es Jess quien le habla en su corazn. Elalma intenta verlo todo con los ojos de Jesucristo. Las cosasbellas lo son an ms a causa de Su belleza; las cosas tristesson menos dolorosas gracias a Su consuelo. Nada es indiferenteporque l est ah. Incluso cuando duerme, su corazn velajunto a Jess.

    Esta es solamente la fase inicial del proceso, una fase

    grata por su novedad. Sin embargo, no es ms que el principio:ante el alma se abre un camino que termina en la visinbeatfica. Y, hasta llegar al final, ha de recorrer an numerosasetapas.

    Y es que, este grado de amistad as entablada no es msque el comienzo. Cristo desea que se afirme lo antes posible,pero no basta solamente su deseo. Antes debe purificar al alma,formarla y pulirla perfectamente, de modo que se una a El por

    la gracia. El alma debe recorrer la va purgativa y lailuminativa para que, desprendida de s misma y embellecidapor los favores divinos, est dispuesta para la unin con Dios.Los autores espirituales llaman as a estas dos etapas queestudiaremos a continuacin.

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    Al principio, como hemos dicho, el alma disfrutaextraordinariamente con lo meramente externo, que considerasantificado por la presencia de Cristo Por ejemplo, la

    organizacin humana de la Iglesia, sus mtodos, las funcioneslitrgicas, la msica y el arte religiosos, todo tiene para ella unsentido celestial y divino.

    Con extraordinaria frecuencia, la primera seal de que haempezado a recorrer la va purgativa consiste en la sensacinque experimenta el alma de lo que el mundo llama desilusin.Y esta sensacin tiene causas muy distintas.

    Por ejemplo, el alma se encuentra frente a unos hechosdesconcertantes un sacerdote indigno, una congregacindesunida, escndalos en la vida cristiana, etc., justamente enlos mbitos en los que Jesucristo debera ser el modelosupremo. Pensaba que la Iglesia era perfecta por ser la Iglesiade Cristo, o el sacerdocio inmaculado por pertenecer al ordende Melquisedec Y para su decepcin, se encuentra con lavertiente humana indefectiblemente asociada a las cosas

    divinas en la tierra.La novedad empieza a disiparse, y ahora el alma sienteque las cosas que crea ms directamente relacionadas con sunuevo amigo son ajenas, temporales y transitorias en smismas. Su amor por Cristo era tan grande como para hacerbrillar todas aquellas cosas externas que ambos compartan;ahora, ese brillo empieza a apagarse y las ve mucho msterrenales. Y cuanto ms intenso fue su amor imaginativo, ms

    intensa es su decepcin actual.Esta es, pues, la primera etapa de la va purgativa; el alma

    siente desilusin ante las cosas humanas y considera que loscristianos deberan ser y despus de todo no son otrosCristos.

    El primer peligro se presenta inmediatamente: no hayprocedimiento de limpieza que no implique cierto poder

    destructor. Y si el alma es un poco superficial, perder la

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    amistad con Cristo (la que tena) adems de las atenciones yregalos con los que Ella obsequiaba y complaca. En el mundohay almas dbiles que fallan en esta prueba, que confunden un

    enamoramiento humano con el Amor esencial, y en cuantoCristo se despoja de sus adornos, se separan de El. Pero si sonalmas ms firmes, habrn aprendido la primera leccin: que ladivinidad no radica en las cosas materiales y que el amor deCristo es algo mucho ms profundo que los mismos regalosque El hace a sus nuevos amigos.

    ***

    La segunda etapa de la va purgativa podra llamarse, encierto modo, la desilusin de las cosas divinas. El alma creeque le ha fallado el aspecto terrenal devolvindola a la realidad,y luego empieza a pensar que tambin le ha fallado la vertientedivina.

    Faber describe brillantemente una faceta de esta

    desilusin: la monotona de la piedad. Llega un momento,antes o despus, en el que empiezan a perder inters y sentidolos aspectos externos de la religin la msica, el arte, laliturgia o los aspectos externos de la vida la compaa delos amigos, la conversacin, las relaciones laborales, que alcomienzo de la amistad divina parecan brillar con el amor deCristo. Por ejemplo, la prctica habitual de la oracin resultaaburrida, la emocin de la meditacin tan apreciada al

    comienzo, cuando cada meditacin era una mirada a los ojos deJess empieza a desvanecerse. Los sacramentos resultanrutinarios y montonos, y parecen no cumplir sus promesas Lascosas que ella consideraba como ayuda pasan a ser cargasadicionales.

    Entonces, el alma pone su corazn en algn don, favor ovirtud concreta que su Amigo debe concederle. Reza, sufre,

    insiste, suplica... y no hay respuesta Las tentaciones son las

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    mismas, comprueba que su naturaleza humana no ha cambiado.Pensaba que su reciente amistad con Cristo y su relacin con lrenovaran todo lo viejo de su alma, pero su alma es la misma

    de siempre. Casi parece que Cristo la ha engaado conpromesas que no puede o no quiere cumplir. Incluso enaquellos aspectos en los que ms confiaba, en los mbitos enlos que todo dependa de El, Cristo no parece ser distinto delque era antes de que se conocieran con tanta intimidad.

    Esta etapa es infinitamente ms peligrosa que laprecedente pues, si es relativamente fcil distinguir entre Cristoy la msica sacra, por ejemplo, no lo es tanto diferenciar entreCristo y la gracia, o entre Cristo y nuestro concepto personal delo que la gracia debera ser y obrar.

    En primer lugar, existe el riesgo de que el alma se dtotalmente por vencida durante un perodo largo de desaliento,que reproche la falta de respuesta a su silencioso amigo:Confiaba en ti, crea en ti, pens que por fin haba encontradoel amor. Y ahora t, como todos los dems, me has fallado.

    En medio del resentimiento y la decepcin, un alma en estascircunstancias puede pensar en pasarse a otra religin algunamoda que prometa resultados rpidos y palpables en el terrenoespiritual o vuelve al estado en que se encontraba antes deconocer a Cristo. Sin embargo, hay que advertir que el almaque ha conocido a Cristo una vez ya no puede ser nunca igual ala que no le ha llegado a conocer.

    Tambin puede caer en un estado mucho ms peligroso y

    perverso que los anteriores, el de un cristiano cnico ydesilusionado: S, tambin yo, dice, fui una vez como t. Enmi entusiasmo juvenil cre tambin haber desvelado elsecreto... Pero tambin tu sers prctico algn da,comprenders que el enamoramiento no es real y te volverstan vulgar como yo... S, es todo muy misterioso. Quizs, lonico que merece la pena es la experiencia.

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    Sin embargo, si todo va bien; si el alma es lo bastantegenerosa para ser fiel a lo que solamente parece un recuerdo; siconfa en que un comienzo tan apasionante de la amistad con

    Cristo no puede aboca con el transcurso del tiempo en laesterilidad, el cinismo o la desolacin; si, en su sinceridad,llegaincluso a gritar que prefiere postrarse eternamente ante elsepulcro de Jess que volver a su vida anterior entonces,aprender la leccin: Jess se har presente de nuevo y lemostrar que no se haba ido, y que todo eso que atraa al alma,en ltimo trmino,no es El.

    ***

    En la va purgativa aparece una tercera etapa. El alma yaha comprendido que ni las cosas externas ni las internas sonCristo. Hasta llegar al original, ha pasado por sentirse

    desilusionada, primero del marco del cuadro, y luego delcuadro mismo. Ahoradebe aprender la ltima leccin y sentirse desilusionada de smisma.

    Hasta este momento mantena la idea, vaga y humilde porotra parte, de que algo en ella o de ella atraa a Cristo. Despussinti la tentacin de creer que Cristo le fallaba. Ahora debecomprender que, a pesar de su amor infantil, ha sido ella la que

    ha fallado a Cristo desde el principio. Y este es,definitivamente, el autntico sentido de la purificacin: el almase ve despojada de adornos y ropajes y ahora debedesprenderse de s misma para llegar a ser la clase de discpuloque Jesucristo desea.

    En esta tercera etapa empieza, pues, a percibir suignorancia y su pecado, y a descubrir su asombroso

    egocentrismo y su autocomplacencia. Hasta ese momento el

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    alma se crea duea de Cristo, haba hecho de El su amante ysu amigo, se aferraba a El y le quera para s. De ah procedensus errores primeros. Ahora debe aprender a renunciar, no slo

    a todo lo que no es Cristo, sino al mismo Cristo, ceder su frreaposesin para contentarse con que sea El quien la posea y laguarde. Mientras en ella quede la ms leve sombra de smisma, tratar de que la amistad sea mutua y procurar dar, porlo menos, una fraccin de lo que recibe. Ahora ha de afrontar elhecho de que Cristo debe ponerlo todo; de que, sin El, nadapuede, y de que no tiene ms fuerza que la que El le da. Elalma empieza a comprender que se ha equivocado desde elprincipio hasta el fin, no porque haya dejado de hacer esto oaquello, ni porque se haya aferrado a esto o a aquello..., sinosimplemente porque slo ha pensado en poseer y no en serposeda, y porque ha seguido siendo ella misma y no lo haabandonado todo en Cristo. Por primera vez ve que, fuera deCristo, no hay en ella nada bueno: El debe serlo todo y ellanada.

    Cuando un alma llega a este punto, difcilmente caer pororgullo. El pleno conocimiento que ha adquirido sobre smisma resulta ser una cura eficaz de su autocomplacencia: havisto con toda claridad su absoluta falta de vala. Ahora seenfrenta con otros peligros, entre ellos el de la soberbia ocultael disfraz de una peculiar humildad: Ya que valgo nada, sientela tentacin de pensar, hara mejor en renunciar a mi locaaspiracin a la amistad de Cristo. Abandono definitivamente

    esos sueos de perfeccin y la esperanza de una autnticaunin con el Seor. Me pondr otra vez al nivel de gentecorriente, y me contentar con mantenerme en l. Ocupar denuevo mi puesto habitual en el camino y no volver a buscaruna intimidad con que, evidentemente, no merezco.

    El conocimiento propio puede tomar la forma dedesaliento y ser una carga que afecta, incluso, a las facultades

    mentales He perdido, dama un alma que, aunque negndolo,

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    todava se aferra a la esencia del orgullo. He perdido laamistad de Cristo para siempre. Yo, que gust ese regalocelestial, es imposible que pueda recuperarlo con el

    arrepentimiento. El me eligi y yo le fall. Me am, y yo slome am a m misma. Desde ahora me retirar de su presencia...Aprtate de m, Seor, porque soy un hombre pecador.

    Pues bien: el alma que se siente as, que llega alconvencimiento de su nada, de su absoluta incapacidad paraseguir a Cristo, pero se abandona en sus manos, ha alcanzadoel punto exacto al que conducan las etapas anteriores. En estepreciso instante, esa alma amante, tras aprender la ultimaleccin de la va purgativa, est preparada para lanzarse almar y llegar a Jess. Y si ha aprendido bien esa leccin, lohar, consciente de su nada y de que Cristo lo es todo. Ya nohabr orgullo que pueda apartarla de El porque, por fin, suorgullo no est herido, sino muerto...

    La va de la espiritualidad est cubierta de restos de almasque podran haber sido amigas de Cristo. Una fall porque El

    se desprendi de sus adornos; otra, porque pensaba que Susdones eran lo mismo que El; a una tercera le atormentaba anel orgullo herido, pues le mostraba su vergenza en lugar de lagloria de Cristo. Los autores espirituales conocen bien estosprocesos y los han tratado desde diferentes puntos de vista.Pero el resultado es siempre el mismo: Cristo purifica a susamigos de todo lo que no es El, para que sean plenamentesuyos. Y es que no hay alma capaz de comprender la fuerza ni

    el amor de Dios hasta que no se abandonado completamente enEl.

    4. LA VIA ILUMINATIVA

    Pues t haces lucir mi lmpara, oh Yahv!, t, mi Dios,

    que iluminas mis tinieblas.

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    encuentra trabas y resistencias, y que las contrariedades ytribulaciones de la vida dificultan su relacin con Jesucristo yla hacen sentirse mutilada y con las alas cortadas en su empeo

    por llegar a Dios.En la primera fase de la va iluminativa, nuestro Seor

    suele conceder al alma la luz necesaria para darse cuenta delvalor de todo eso. Es el contraste que le permitir advertir laflojedad de sus virtudes y le dar ocasin de practicarlas yrobustecerlas. Su natural impaciencia con los inoportunos lehar ver que debe ejercitarse en la paciencia y en esa formadelicada de la caridad que se llama comprensin.

    Lo mismo ocurre con las tentaciones: las vencer en lamedida en que acuda a su Seor en peticin de gracias; no hayotro medio para que el alma aprenda a confiar en Dios.

    Por ltimo, esas contrariedades, tribulaciones y ores lallevarn a buscar al amigo que nunca traiciona y a descansarslo en El.

    La primera fase de la va iluminativa consiste no en

    experimentar todo eso pues la tentacin y sufrimiento esalgo ordinario en cualquier etapa la vida espiritual, sino endescubrir el valor tiene en nuestro camino hacia Dios. Alcomprender su sentido, el alma se inclinar a aceptarplenamente esa situacin y a considerarla una manifestacin dela voluntad divina. Ocasionalmente, puede rebelarse, perorectificar con la gracia de Dios. Puede que no entienda en todasu hondura el misterio del dolor, pero responder a esas

    inquietudes del nico modo posible: aceptndolo yasumindolo. Entonces descubrir su sentido, un sentido delque ya no podr dudar.

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    En la segunda fase de la va iluminativa, Dios concede alalma una luz relacionada con las cosas espirituales y sobre todocon las verdades de la fe.

    Veamos el caso siguiente: un alma en la etapa inicial seadhiere a las verdades de la fe aunque carezca de experienciasinteriores sobre esas verdades. Se adhiere y vive de ellassimplemente porque proceden de la autoridad divina. Harecibido el don de la fe como el Seor nos dice que hemos derecibirlo: como nios; se aferra al tesoro de sus creencias,camina bajo su luz, y morira antes que separarse de l. Endefinitiva, se salva y se santifica gracias a esa fe tan sencilla.Sin embargo, nunca ha pensado en abrir el cofre y, si lo hace,todo o casi todo es oscuridad en el interior.

    Un alma as gana indulgencias cuando cumple lascondiciones necesarias, e incluso es capaz de dar unaexplicacin ortodoxa de lo que son las indulgencias. Pero elsentido espiritual est tan lejos de su alcance como las joyas enel interior de una caja fuerte. Lo mismo ocurre si se trata de la

    doctrina del castigo eterno, las prerrogativas de Mara o lapresencia real. Esa alma se adhiere a todas esas verdades y vivede sus efectos y sus consecuencias, mas no percibe loschispazos de luz que desprenden. Se mueve exclusivamentepor la fe y no necesita comprobaciones. Se apoya en losdogmas, pero es incapaz de compararlos con los hechosnaturales o de ver los numerosos aspectos en los queconcuerdan con sus experiencias personales.

    Pero cuando se produce la iluminacin tiene lugar uncambio prodigioso. No es que los misterios dejen de serlo, nique la persona llegue a expresarlos exhaustivamente en ellenguaje humano ya que esas verdades no son alcanzablespor la fuerza natural de la razn humana, sino que esas joyasque hasta entonces parecan opacas y descoloridas, iluminadaspor la luz de Dios, resplandecen con un nuevo brillo espiritual.

    El alma empieza a palpar lo que hasta entonces solamente

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    haba adivinado. Por medio de algn inexplicable procesodescubre que la cosas son verdaderas para ella y tambin en smismas; el camino que recorra segura, aunque en medio de la

    oscuridad, se hace ahora evidente; si sigue siendo fiel a suSeor, disfrutar del regalo divino de esa clarividente intuicinpropia los santos.

    ***

    La tercera fase de la va iluminativa se refiere a lasrelaciones de amistad entre Cristo y el alma. Vimos que laltima etapa de la va purgativa era la del abandono en losbrazos de Cristo: una actitud que solamente es posible cuandoel alma ya no confa en s misma. En la etapa equivalente de lava iluminativa, el alma recibe un aumento de luz gras a lapresencia constante de Cristo en ella, o dicho ms exactamente,a la presencia constante del alma en Cristo.

    En este punto, la amistad divina se convierte ya en el

    objeto del conocimiento y de la contemplacin De ahora enadelante el alma no slo disfrutar de esa amistad, sino que, encierto modo, la percibir y la comprender. Esto no es otra cosaque la contemplacin ordinaria.

    Los fenmenos extraordinarios, con sus manifestacionesy gracias sobrenaturales y milagrosas, son favores que Diosconcede motu proprio.Pedirlos es prcticamente unapresuncin. No es pues, el tema que nos ocupa. Sin embargo, el

    estado de contemplacin ordinaria, que algunos llaman tambinsimplificacin de la oracin, no solo se debe pedir, sino quecualquier cristiano fervoroso y sincero tendra que aspirar aella, ya que, con ayudade las gracias ordinarias, puede alcanzarla perfectamente.Este tipo de contemplacin consiste en que, de un modo u otro,Dios est siempre presente en nuestros pensamientos. Se dice

    que, en esta etapa, un alma recin iniciada en la amistad de

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    Cristo goza con enorme aunque irregular intensidad. Todala vida cambia; todas las relaciones se alteran; Cristo empieza aser, ciertamente, la luz que irradia cada objeto de atencin del

    alma, y todas las cosas se ven a travs de El. El fundamento deesta etapa es, pues, la contemplacin ordinaria, basada tanto enel esfuerzo como en la gracia. Mientras el alma no estpurificada e iluminada posteriormente con respecto a las cosasexteriores e interiores, la presencia de Cristo no puede sercontinua. Pero cuando ha terminado el proceso, cuando Cristoha instruido a su nuevo amigo en los deberes y frutos de lacompaa divina, la contemplacin ordinaria es, por as decirlo,la respuesta que El espera. En este estado el pecado essubjetivamente mucho ms grave: los pecados materialespasan fcilmente a ser formales. Pero, por otra parte, lavirtud se hace ms fcil, puesto que a cualquier alma le resultadifcil pecar gravemente mientras siente la presin de lasmanos de Cristo en las suyas.

    ***

    Por supuesto, como todo avance en la vida espiritual, lacontemplacin ordinaria tiene sus correspondientes riesgos, yaque cada peldao que nos acerca a Dios aumenta laprofundidad del abismo en el que podemos caer. El alma queha alcanzado ese estado (que es, de hecho, el punto en quecomienza a gustar la unin) tiene un enorme aumento de

    responsabilidad. El peligro supremo es el amor propio. El almaque ha vencido tantas veces la soberbia habitual puede caer enla soberbia espiritual, y con ella, en todas las formas refinadasde orgullo, tan frecuentes en la vida interior.

    Es posible que aparezca una extraordinaria intoxicacinque lleve al alma a exclamar con absoluta conviccin: Tenciendes mi lmpara, oh Seor!. Esta actitud llegara a

    desembocar en orgullo si no continuara diciendo: Oh Dios

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    mo, ilumina mi oscuridad!. Las herejas y las sectas que mshan daado la unidad del Cuerpo mstico proceden siempre dealgn amigo predilecto de Jess.

    Prcticamente todos los grandes herejes han gozado unaintensa vida interior pues, en caso contrario, habran podidoatraer al error a tantos ingenuos amigos de Cristo. Para que lasluces interiores noderiven en divisiones y destruccin es imprescindible que,junto al crecimiento en vida interior, hay tambin uncrecimiento en la devocin y la docilidad a la voz exterior conla que Cristo nos habla en Iglesia. Y es que no hay nada tandifcil como llegar a distinguir entre las inspiraciones delEspritu Santo y las aspiraciones o imaginaciones de mismo.

    Para los no catlicos es casi imposible evitar ladependencia de las experiencias interiores, una caractersticapropia del protestantismo y que, de hecho disemina susenergas, pues los protestantes siguen convencidos de lainexistencia de esa voz

    exterior del Magisterio con la que poder contrastar susexperiencias. Tambin puede ocurrir (y algunos casos se hanvisto en nuestros das) que catlicos inteligentes y formadossufran de esa enfermedad del esoterismo, e imaginen que lavoz interior puede apagar la exterior. Y se consideran mscapaces de interpretar a la Iglesia que la Iglesia misma. Vaesoli! Ay de los que estn solos! Ay del que, habiendo sidohonrado con la amistad de Cristo y su consiguiente luz, cree

    que est en posesin de la infalibilidad que niega al vicario deCristo!

    As pues, cuanto mayor es el grado de vida interior delalma, cuantas ms luces de Dios recibe, mayor ha de ser lafuerza de la mano de Cristo y mayor ha de ser la conviccin denuestra dependencia.

    Nosotros, los que pertenecemos al crculo de sus ntimos,

    estamos obligados a recordar a todos aquellos que comparten

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    esa intimidad de Jess y han encontrado la puerta del huertointerior por el que se pasea con los suyos, que son muchos losJudas que figuran a lo largo de la historia.

    SEGUNDA PARTE: CRISTO EN EL EXTERIOR5. CRISTO EN LA EUCARISTA

    Yo soy el pan de vida.(Jn 6, 35)

    Hasta este momento nos hemos ocupado de la amistadcon Cristo Una amistad que, recordemos, no se limitanicamente a los catlicos, sino a todos que conocen el nombrede Jess y, en cierto sentido, a todo ser humano Y es quenuestro Seor es la luz que alumbra a todo hombre; es su vozla que nos habla a travs de la conciencia, por muy oscurecidaque este por el pecado, suya es la imagen ideal que se dibuja en

    la penumbra de los corazones que lo ansan. Marco Aurelio,Gautama, Confucio, Mahoma y todos sus discpulos, a pesar deno haber nunca el nombre de Jess, o de haberlo rechazado sinculpa, le buscaban sin saberlo. Decir locontrario sera terrible, ya que no podramos afirmar quenuestro Salvador es, en su autntico sentido, el Salvador delmundo. Tambin se encarn y sufri muerte de cruz por losque, sin conocerle, pecan contra su conciencia. Los que

    conociendo por razn natural lo que est bien y lo que est mal,hacen el mal.

    Cristo, cuya Encamacin conocen los catlicos y cuyavida nos relatan los Evangelios, ha vivido siempre en elcorazn del hombre. Se cuenta que, tras or un sermn sobre lavida de Jess, un anciano hind solicit recibir el bautismo.Pero, cmo puedes pedirlo tan rpidamente?, pregunt el

    predicador. Has odo antes de ahora el nombre de Jess?.

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    No, replic el anciano, pero lo conozco y he estadobuscndolo durante toda mi vida.

    Pasemos ahora a considerar un camino nuevo por el que

    Jess se nos acerca buscando nuestra amistad; un caminonuevo y, por supuesto, unos nuevos dones con los que nos atraehacia El. No nos basta conocerle solamente en nuestro interior,no es suficiente decir: interiormente es mi amigo y nonecesito nada ms. No es una autntica amistad la queconsidera intiles a la Iglesia o a los sacramentos sinpreguntarse primero quin los ha instituido para acercarse a loshombres. Y debemos recordar especialmente que, al recibir elSantsimo Sacramento, nos concede Cristo ciertas gracias a lasque no podramos aspirar de otro modo. El se nos acerca y seune a nosotros no slo con su divinidad, sino con la mismaamable y adorable humanidad que asumi al venir a estemundo.

    Lo primero que percibimos en nuestra relacin con JessSacramentado es la viva impresin que produce el esplendor de

    la liturgia cuando el sacerdote bendice con la custodia alpueblo, o la solemnidad inusitada que reviste la procesin delCorpus Christi en tantos pueblos y ciudades, la honda devocinque se manifiesta en la fe de los creyentes, adoradores mudosde la majestad divina. Toda la riqueza del culto eucarstico esla pobre, pero amorosa, respuesta del hombre a la locura deamor de s que se anonada para quedarse con nosotros hechopan. La solemnidad de ese culto contrasta violentamente con

    algo que sucedi hace veinte siglos cuando el Dios-Hombredijo ante un trozo de en una modesta habitacin: Esto es micuerpo.

    Aqu reflexionaremos sobre la portentosa manera Cristollega a nosotros a travs de la materia peste mundo, perceptiblepor nuestros sentidos, ofreciendo su amistad de un modoinequvoco a los que se le acercan con sencillez.

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    En ste, como en otros muchos aspectos, la vida

    eucarstica de Jess presenta un maravilloso paralelismo con suvida en la tierra. El, que era toda la sabidura y todo el poder,creca en edad y sabidura, es decir, manifestabagradualmente las caractersticas de la divinidad vida ysabidura inherentemente unidas, desde siempre, a supersona; y as, el que trabajaba en el taller de carpintero eraDios desde el principio. Pues bien, la vida eucarstica sigue elmismo proceso: la doctrina del sacramento ha idoenriqueciendo su exposicin y desarrollando gradualmente loque siempre haba sido.

    Jesucristo, pues, mora hoy en nuestros sagrariosrealmente como vivi en Nazareth con su naturaleza humana.Y lo hace generosamente, con el fin mostrarse accesible atodos los que, conocindole interiormente, desean hacerlo conmayor intensidad an.

    Esta presencia de Jess es la que crea la asombrosadiferencia confesada incluso por los no catlicos entre elambiente de nuestras iglesias y el de otros templos. Es tanpatente esta diferencia que para explicarla se han barajadomiles de teoras: Es la sugestin del punto de luz que brillajunto al sagrario. Es la extraordinaria pericia con la que estnproyectadas las iglesias. Es el aroma del incienso. Y es todoy es nada, excepto lo que los catlicos sabemos: la Presencia

    real del ms hermoso de los hijos de los hombres atrayendo asus hermanos hacia El!Ante esta presencia extraordinaria la novia de ayer le ofrece lanueva vida que hoy se abre ante ella; el que va a morir maana,su vida pasada; y lo mismo el desdichado y el feliz, el filsofoy el necio, el viejo y el nio..., personas de distintotemperamento, de distinta cultura, de distinta nacionalidad,

    todas unidas en lo nico que puede unirlas: la intimidad con el

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    el sacrificio se cierra del mismo modo que se cierra un libro delque se queda nicamente el recuerdo. Incluso para quienessaben algo ms de Jess, los que son conscientes de que vive

    una autntica vida en el interior de los corazones es decir,personas de una sincera espiritualidad, la doctrina catlicadel sacrificio de la Misa les parece disminuir la perfeccin delsacrificio del Calvario. Sin embargo, para el catlico quedisfruta de la amistad de Cristo, del conocimiento del Jess deayer, hoy y siempre, este sacrificio contina renovndoseinevitablemente. En este sentido Cristo sigue siendo el mismoque fue en el Calvario: la Vctima eterna en cada altar, slo atravs de la cual podemos llegar al Padre.

    En el tabernculo, pues, Cristo se nos ofrece como unamigo: el altar nos lo presenta realizando el acto eterno pormedio del cual su Humanidad gan el derecho a pedir nuestraamistad.

    ***

    Y ahora nos encontramos ante la ltima etapa de suhumillacin, una etapa en la cual nuestro Amigo y nuestraVctima se convierte en nuestro alimento. Es tan grande suamor por nosotros que no le basta hacerse el objeto de nuestraadoracin, no le basta cargar con nuestros pecados ni le basta,sobre todo, morar en el interior de nuestras almas en unaintimidad solamente perceptible bajo la luz espiritual. No; en la

    comunin desciende el peldao de lo sensible al quefrecuentemente tratamos de acceder en vano; mientras nosotrosestamos muy lejos corre a nuestro encuentro. Y all, dejandoa un lado esos pobres signos de realeza con los quepretendemos honrarle, dejando los ornamentos y las flores y lasluces, no slo se une a nosotros alma con alma en la intimidadde la oracin, sino cuerpo con cuerpo en la forma sensible de

    su vida sacramental.

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    Esta es, pues, la prueba ms grande y definitiva que Jesspudo darnos. Y lo hizo. El que se sentaba a comer con lospecadores se les da como alimento. Aquel a cuya mesa

    desearamos acercarnos como sirvientes se dispone a servirnos.El que vive en lo ms profundo de nuestro corazn, el que seencarn a la vista de los hombres, repite el acto supremo deamor y, bajo las apariencias sensibles, se ofrece a ojos queansan verlo. Si la humildad es imprescindible para la amistad,El es el Amigo por excelencia. Y los que no le reconocen alpartir el pan no pueden percibir ni un pice de susperfecciones. Si su naturaleza humana viviera nicamente en elcielo, a la derecha de la majestad del Altsimo, no sera elCristo de los Evangelios. Si su naturaleza divina vivieranicamente en el corazn de los que reciben, no sera el Cristode Cafarnan y Jerusaln.

    l, el creador del mundo; el que una vez asumi forma dela criatura; el que morando en una luz inaccesible descendi anuestra ms profunda oscuridad, El es nuestro Dios; un Dios

    que deseaba tan apasionadamente la amistad de los hombresque los hizo a su imagen y semejanza; el Jesucristo delEvangelio y la vida interior, que venciendo a la muerte ya nomuere; el que llev nuestra naturaleza humana a la gloriaperdida por el pecado; el que, por encima de todas las leyes, lasempleara para sus propsitos;y el que se ofreci a s mismo como vctima por nosotros nouna, sino miles de veces; y no una, sino miles de veces como

    alimento; y no en una ocasin nica, sino eterna einvariablemente.

    Ese es nuestro Amigo, el Jess que hemos conocido atravs de los Evangelios y en nuestros corazones: nuestroAmigo por derecho y por deseo.

    Ante ese sacramento que es El mismo aprendamos, pues,algo de su humildad. Y, as como El se desprende de su gloria,

    debemos desprendernos nosotros del orgullo al que no tenemos

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    derecho.., y de todos nuestros rasgos y matices de vanidad yautocomplacencia que son el mayor obstculo a sus planesamorosos. Debemos postrarnos en el polvo, delante de esos

    pies divinos y benditos que no slo por Jerusaln hace dos milaos, sino por nuestras ciudades, caminan incansablesbuscando y salvando nuestras almas.

    6. CRISTO EN LA IGLESIAYo soy la vid; vosotros los sarmientos.(Jn 15,5)

    Hasta ahora hemos considerado lo que podramos llamarla amistad personal de Cristo con el alma: esa relacin directacon El, con el Dios que mora en el corazn, con el Santsimoen el sagrario... Es decir, hemos considerado la vida interior delcristiano como fruto de la amistad personal con el Seor.

    Es poco probable que haya algo tan difcil de diagnosticary tan fcil de confundir como ciertos movimientos interiores

    que surgen en la vida espiritual. Los psiclogos modernosrecuerdan las enseanzas de San Ignacio de hacecuatrocientos sobre la enorme dificultad de distinguir entrela actuacin de Dios y esa parte de la naturaleza que nosiempre obra conscientemente; es decir, los impulsos y deseosque surgen en el alma y que parecen llevar en s la huella de unorigen divino. Sin embargo, despus de obedecerlos osatisfacerlos descubrimos con frecuencia que procedan

    nosotros mismos de recuerdos, de sugerencias, de laeducacin, incluso de un orgullo disfrazado o del interspersonal y que nos han conducido al desastre espiritual. Parareconocer la llamada divina es necesario un grandiscernimiento espiritual adems de rectitud de intencin. Ypor supuesto, el esfuerzo por desenmascarar lo que, en los mselevados estados de progreso espiritual, se presenta como un

    ngel de luz.

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    El resultado de esos terribles naufragios o, por lomenos, lamentables errores se manifiesta en algunas almasque se han esforzado intensamente por alimentar su vida

    interior. No hay obstinacin como la obstinacin religiosa,porque el hombre espiritual persevera en su errneo caminocon la conviccin de que est obedeciendo a una llamadadivina y no cree que su actitud pueda calificarse de obstinada otozuda. Al contrario: est persuadido de que, con sucomportamiento, acta como el dcil servidor de una mocindivina. No hay fantico tan extremista como el fanticoreligioso.

    Esta es la razn principal que explica el hecho de que lascrticas ms afiladas hacia el catolicismo procedan de quieneshan cultivado con mayor intensidad su vida interior. Afirmanque los catlicos son demasiado convencionales, demasiadoformalistas, demasiado oficialistas. Yo llevo a Jess dentrodel corazn, dicen tales crticos, qu ms quiero? Tengo alSeor dentro de m, por qu he de buscarle fuera? Yo conozco

    a Dios, tanto importa lo que sepa acerca de El? No est elnio ms cerca de su padre de lo que pueda estarlo unbigrafo? Ser ortodoxo no es esencial. He amado a Diosantes de disertar eruditamente sobre la Santsima Trinidad.

    La doctrina catlica recibe entonces el calificativo detirnica, de torpe. Se dice que la norma de conducta del hombredebe ser su conciencia iluminada por la presencia de Jesucristoen el corazn. Y

    por consiguiente, los intentos de crear una doctrina, unas reglasque traten de conducir a las almas con autoridad, de atar ydesatar, etc., se consideran unas prcticas que suponen unautntico rechazo a la suprema autoridad del Cristo interior.

    Cul es nuestra respuesta a todo esto?La primera rplica es la habitual y polmica pero

    irrefutable afirmacin de que esos cristianos que con mayor

    vehemencia insisten en la santidad de la vida interior y en su

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    capacidad como norma, son los menos aptos para ponerse deacuerdo materia religiosa. Todas las nuevas sectas que surgenen nuestros das basadas en esas premisas formuladas a

    partir del siglo XVI se han distinguido siempre por la faltade unidad entre sus seguidores; una unidad que tendra que serel fruto dedichas premisas, siempre que fueran ciertas. Si Jesucristo tratde fundar el cristianismo sobre su propia presencia en el almacomo camino suficiente llegar a la verdad, Jesucristo fracas ensu intento.

    El segundo argumento se refiere al tema principal denuestra presente consideracin: Cristo en la Iglesia. Y es ste:la autntica institucin a la que algunos califican de usurpadorade las prerrogativas de Cristo es ms que una institucin; dehecho, se trata del mismo Jesucristo. Y lleva a cabo,abiertamente y con su autoridad, la tarea de nuestrasantificacin, que no puede realizar cada persona en solitario alestar sujeta, como est, a innumerables fracasos,

    complicaciones y errores para los que no existe otro remedio.

    ***

    Como demuestran los Evangelios, Cristo expresarepetidamente su deseo de entablar amistad con las almas. Y espatente, tambin a travs de los Evangelios, que no se trata deuna mera relacin personal. Ciertamente, El llega al corazn

    del que as lo desea, pero sus promesas a las almas que no seaslan con El, sino que se unen a otras almas, son msexplcitas y trascendentales que todo eso. Su compromiso deencontrarse donde dos o ms estn reunidos en mi nombre;su especial accesibilidad a todo lo que pidis; su promesa deguiar a todos los que le buscan corporativamente esinfinitamente ms rotunda que cualquier otra hecha

    expresamente a una sola alma.

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    de la presencia de su Amigo divino, aunque sepan muy poco onada de su actuacin en el mundo. Sin embargo, qu enormesllegan a ser las posibilidades que se abren ante un alma

    humildeque no slo conoce a Cristo interiormente, no slo estudia suPersona en los Evangelios el relato escrito de su vida en latierra, sino que contempla el asombroso hecho de que Cristovive y obra y habla en la tierra a travs de su Cuerpo Mstico.Y que las caractersticas de la Persona divina, y su doctrinarevelada hace dos mil aos, son las que ensea la Iglesia conpalabras humanas desde entonces, bajo la gua de esa mismaPersona.

    El tema es demasiado amplio para tratarlo aqu. Sinembargo, hemos de hacer dos o tres consideracionesdirectamente relacionadas con nosotros.

    Como consecuencia de todo lo dicho, el catlico debecultivar su amistad con Cristo dentro de la Iglesia. De un modointuitivo sentimos que la Iglesia es algo ms que el mayor reino

    de este mundo, ms venerable que la ms venerable de lasinstituciones, ms que la representacin de Dios en la tierra,ms que la esposa del Cordero. Todas estas metforas, aunsiendo sagradas, no bastan para describir la realidad divina:porque la Iglesia es el mismo Cristo.

    Por lo tanto, no es difcil conectar con la Iglesia. Porejemplo, no hay catlico que, al intentar vivir y practicar sureligin, se encuentre desamparado o exiliado. Se siente no

    slo como el sbdito de un reino o de un imperio protegido porsu bandera, sino como el que vive entre amigos. Empujado porun instinto difcil de explicar, entra en los templos de otrospases no slo para visitar al Santsimo Sacramento o paraasegurarse de la hora de las misas, sino para ponerse encontacto con esa misteriosa y tranquilizadora Persona. Y alhacerlo se comporta de un modo perfectamente coherente,

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    porque Cristo, su amigo, est ah, presente en el centro de unahumanidad de cuyos miembros el mismo catlico forma parte.

    ***

    Pero esto no es todo. En una autntica amistad entre dospersonas, la ms dbil va adoptando poco a poco lascostumbres e incluso el modo de pensar de la ms fuerte. Es unproceso que se realiza paulatinamente hasta llegar a un puntoen el que la mutua comprensin da paso a una sintonaperfecta.

    Esto es fundamental en la intimidad con Cristo. Debemosmorar con El, como nos dice su apstol, que, superado todoconocimiento por la obediencia, perdamos finalmente nuestrapropia identidad. Abandonamos nuestros limitados criteriossobre las cosas, nuestros esquemas e ideas personales para que,por fin, con nuestra vida oculta Cristo en Dios ya novivamos, sino que sea Cristo quien viva en nosotros.

    Esta debe ser nuestra meta en lo que se refiere a conCristo en la Iglesia.El converso que inicia su vida catlica, o el catlico por

    nacimiento que pretende profundizar en el significado de sureligin, se limita a creer todo lo la Iglesia le propone y a obrarde acuerdo con esas enseanzas, lo mismo que cuando en elterreno humano se entabla una nueva relacin, basta con sercorts y educado para evitar cualquier roce. Pero no basta si se

    trata de profundizar en dicha relacin, pues la cortesa de losprimeros tiempos se convierte enseguida en frialdad. Y siqueremos evitar fracaso de esa amistad, es absolutamentenecesario empezar a estar de acuerdo no slo en las palabras yen los hechos, sino en los pensamientos. Y ms an que en lospensamientos, en las intuiciones: sin necesidad de palabras o deexplicaciones, un hombre conoce las opiniones de su amigo

    sobre cualquier tema, lo mismo que sus aficiones o sus fobias.

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    Precisamente a esto debe aspirar el catlico. Si la amistadcon Cristo en la Iglesia ha de ser real y sin este conocimientode El, como hemos visto, nuestra relacin no es la que El

    pretende, debe extenderse no slo a una escrupulosaobediencia externa y a la formulacin de actos de fe, sino almodo de considerar las cosas en general. En muchos catlicossencillos y fieles puede observarse ese sentido de la fe, esaatmsfera intuitiva en la que se mueven y que les lleva adetectar con milagrosa celeridad y mejor que muchos telogosexpertos, las tendencias herticas o las doctrinas peligrosas.

    No hay ms que una va para llegar a esa ntima unincon la Iglesia, la misma que para llegar a la ntima unin con elCristo interior: la va de la humildad, de la obediencia y de lasencillez. Slo a travs de estas virtudes puede crecer laamistad, tanto la divina como la meramente humana.

    Sin embargo, y a sabiendas de todo esto, el alma puedeverse invadida repetidamente por una especie de rechazo haciaesta actitud a la que califica de servil. Y siente la tentacin de

    preguntarse: Despus de todo, no fui creada dotada deinteligencia, de un juicio libre, de unas preferencias personalesy quizs del divino don de la originalidad? Tendr quedesdear estos dones y sacrificarlos, para convertirme en unapersona vulgar?

    Ah! Reflexionemos de nuevo. Fuiste libre al no desearnada ms que a Dios? Fue libre tu entendimiento para llegar asometerse gradualmente a la sabidura divina? Fue libre tu

    corazn amar o aborrecer las cosas que Dios ama o aborrece?Un alma unida a Dios no pierde nada. Al contrario, cada uno desus dones es transformado, glorificado y elevado al ordensobrenatural. Realmente a no vive, es Cristo quien vive enella.

    Y si esto es cierto en lo que se refiere a Dios y a alma, loes para cualquiera de las formas que Dios elige para

    presentarse. No se puede vivir en la tierra una vida sobrenatural

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    ms que en una absoluta y ciega imitacin de Jesucristo. Noexiste libertad ms grande que la de los hijos de ese Dios al quese unen firmemente por la perfecta ley del amor y la libertad.

    Una vez comprendido el hecho de que la Iglesia catlicaes la expresin histrica del mismo Cristo; una vez que hemosvisto en sus ojos el brillo divino y en su rostro el rostro deCristo; una vez que hemos odo de sus labios la voz que noshabla comotiene autoridad, comprendemos que no hay ms noble para unalma que perderse en esa gloriosa sociedad que es su CuerpoMstico; ni mayor sabidura que pensar como ella; ni amor mspuro que el que arde en el corazn de la que, con Cristo comoalma, es realmente la salvacin del mundo.

    7. CRISTO EN EL SACERDOTE

    La gracia y la verdad se han hecho realidad por Jesucristo.

    (Jn 1,17)

    Ya hemos visto que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo yque el alma que desea la amistad de Cristo debe buscarla tantoen la Iglesia como en s misma, es decir, exterior einteriormente. Hay en la Iglesia ciertas caractersticas de Cristoque es imprescindible conocer para lograr una autnticacompenetracin con El como son su autoridad, su

    infalibilidad, su fuerza imperecedera, etc., y que slo uncatlico ferviente puede captar en su plenitud.

    Sin embargo, la Iglesia catlica es una sociedad de talmagnitud que la mayora de las personas son incapaces dehacerse una perfecta idea de ella. La conocen intelectualmente,en su interior la aceptan, pero en la prctica slo les resultaaccesible a travs del sacerdote. Este es, por cierto, uno de los

    argumentos que se esgrimen en contra del catolicismo. Exalta,

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    dicen, la falible humanidad en la persona del sacerdote hastaunas alturas demasiado vertiginosas, aun sabiendo que estcondicionado por las limitaciones propias de todo hombre. Si

    lo que se exaltase fuese la Iglesia como institucin, insisten,todava se podra excusar. Pero es cada sacerdote individual elque aparece revestido con ladignidad y las prerrogativas de Cristo.

    Y en realidad es as. La nica respuesta posible es queCristo quiso que fuera as; que instituy un sacerdocio que noslo le presentara y ocupara su lugar, sino que, en cierto modofuera El mismo; es decir, Cristo quiere ejercer su divino podera travsde su representante. De este modo, la devocin y la reverenciahacia el sacerdote son un homenaje directo al Sacerdote Eterno,de cuyo poder y dignidad participa el ministro humano. Si estoes as, no cabe duda de que el sacerdote, como la Iglesia, esuno de loscauces a travs de los cuales el cristiano debe acrecentar su

    intimidad personal con el Seor.

    ***

    No es necesario insistir en la evidente naturaleza delsacerdote. Ninguno de ellos es capaz de olvidarlo ni uninstante. Y si en alguna ocasin la autocomplacencia leimpidiera ver sus propios defectos, la sociedad se los recordara

    a travs del ejemplo de otros. Es frecuente el caso de algndesdichado sacerdote que, tras alcanzar elevadas cotas a vidaespiritual, extender su influencia y su prestigio y cosecharadmiradores e imitadores, ofrece repentinamente al mundo unapenosa muestra de su flaqueza. No tiene por qu ser una cadaorden moral en el sentido estricto gracias a Dios esoocurre pocas veces!, sino una falta de celo, o una repentina

    explosin de absurda vanidad, hace mella en las almas que

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    confiaban en l y que ofrece al mundo un nuevo ejemplo deque al fin y al cabo, los curas son hombres. Entonces, porqu se sorprende el mundo de que sean hombres si no es

    porque, al menos inconscientemente, est convencido de queson bastante ms?

    Y es que, en primer lugar, son los embajadores de Cristoy le representan como un ministro acreditado representa a surey. Cristo lo quiso as cuando envi a los apstoles por todoel mundo para predicar el evangelio a toda criatura.

    De ese solo hecho ya se deriva la gran extensin de lapresencia de Cristo en la tierra. Qu hermosos son, exclamael profeta de la antigua ley, los pies del que anuncia la buenanueva y predica la paz!. Hermosos, porque son los pies quellevan el mensaje de amor del ms hermoso de los hijos de loshombres.

    Es importante subrayar aqu que el sacerdote que atentacontra la sustancia del mensaje divino es infiel a su misin.Cristo no enva a su representante para que se invente tratados

    de paz, sino para dar a conocer el plan divino de salvacin.Algunos siguen afirmando que la Iglesia catlica es unaenemiga acrrima del pensamiento; que no anima a que elprestigioso investigador profundice en el mbito de la verdad,sino todo lo contrario; que silencia o repudia a sus ministroscuando empiezan a pensar o a hablar por s mismos. Y esto esexacto, en el sentido de que la Iglesia no cree que la Revelacindivina pueda mejorarse, ni siquiera contando con la

    colaboracin de la inteligencia ms preclara. No reprende aaquellos de sus sacerdotes que tratan de exponer el mensaje deun modo original, siempre que esa originalidad no looscurezca; no silencia a los que presentan el dogma de siemprecon frases nuevas. Pero rechaza tajantemente a quienes, comodeterminados pensadores actuales, presentar dogmas nuevosbajo el disfraz de las palabras de siempre.

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    En primer lugar, pues, Cristo est en su sacerdote, hastael punto de usar los labios humanos para transmitir el mensajedivino. Y hemos de advertir, de paso, que esto requiere unas

    gracias extraordinarias por parte del mensajero. Nada hay tanirrefrenable como la naturaleza humana, nada que anse tantoavanzar; y al mismo tiempo, en nada se complace tanto lamente humana como en especular y dogmatizar en el campo dela teologa. Pues bien, an as, son tan abrumadoras las graciascon las queCristo fortalece a su Iglesia que algunos le reprochan que todoslos sacerdotes enseen los mismos dogmas. Pero ese es unreproche por el que damos gracias a Dios.

    ***

    Todo esto podra hacerse sin necesidad del sacerdoteafirman los ministros no catlicos. Pero es evidente que, puestoque el divino Maestro, Jesucristo, ya no habla en la tierra con

    sus labioshumanos, debe usar otros labios humanos para dar a conocer laRevelacin. La verdad viene a travs Jesucristo. Y Elcontina su predicacin de la verdad a travs de las bocas desus representantes acreditados.

    Sin embargo, tambin la gracia viene de Jesucristo. Ysi la transmisin de la verdad por medio de ministros humanosno supone un detrimento de las prerrogativas de Cristo como

    profeta, es razonable creer que la transmisin de la gracia pormedio de ministros humanos tampoco suponga un detrimentode las prerrogativas de Cristo como sacerdote. Y esto es loesencial de la doctrina catlica acerca del sacerdocio.

    Cristo vino para darnos la vida y para ensearnos amantenerla o a recuperarla cuando la perdemos. Slo El, elprncipe de la vida, posee el elixir de la vida. Los fariseos

    tenan razn cuando, apoyndose en sus creencias, decan:

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    Quin puede perdonar los pecados sino slo Dios?,Cmo puede este hombre darnos a comer su carne?. Perosus planteamientos eran errneos, pues Cristo era ms que un

    hombre. Slo Cristo, fuente de vida, puede dar la gracia, comoslo Cristo, que es la Verdad, puede darnos la Revelacin. Yeste es el fundamento del sacerdocio catlico al que El autorizapara que, por medio de su ministro humano, haga uso de ambasprerrogativas divinas.

    Por esta razn, el sacerdote afirma en su predicacin:Yo os digo, o en el confesionario: Yo te absuelvo, o en elaltar: Esto es mi cuerpo... Es esencial comprender estesegundo y abrumador argumento para entender el modo en queCristo est presente en el sacerdote.

    Y est presente, en primer lugar, cuando el sacerdotetransmite el mensaje que se le ha confiado. El profeta divinoemplea los labios humanos para un conocimiento pleno ypara proclamar la verdad. Sin embargo, cuando pensamos queel sacerdote divino emplea labios humanos para llevar a cabo

    sus fines sacerdotales, comprobamos que su presencia esmucho ms ntima que la de un rey en su embajador. Elembajador no es en modo alguno su seor: puede dictar lostrminos de un tratado, pero no concluirlo; interviene ante losque ha sido enviado, pero slo de un modo limitado yrepresentativo puede firmar la paz con ellos. Sin embargo,estos embajadores de Cristo, en virtud del encargo expreso quehan recibido, a travs de las palabras: Esto es mi cuerpo...

    haced esto en memoria ma, Recibid el Espritu Santo, aquienes perdonis los pecados les sern perdonados, estnfacultados para hacer lo que un mero embajador detierra es incapaz de hacer. Realizan lo que afirman; administranla gracia que predican.

    As pues, vemos claramente que Cristo est presente ensu sacerdote. Este es el supremo privilegio del sacerdote y su

    tremenda responsabilidad: la de ser el mismo Cristo mientras

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    ejerce su ministerio. No dice: Cristo te absuelve, sino yo teabsuelvo; ni este es el Cuerpo de Cristo, sino esto miCuerpo. Y Cristo no slo emplea sus labios: por ser un acto

    divino, rige tambin su deseo y su intencin. Se hace presenteen el sacerdote que consagra el Santsimo Sacramento aqu yahora (es decir, consuma la maravilla suprema de la gracia deCristo). Aqu y ahora el pecador arrepentido recibe el perdn.En una palabra, de todos modos, en cualquier lugar, encualquier momento, el sacerdote acta como Dios. Y todo ellono depende de unas palabras pronunciadas mecnicamente,sino de la unin de su libre voluntad y su libre intencin conlas de su Creador.

    ***

    Podra parecer que nos hemos desviado de nuestro tema:la amistad con Cristo. Pero no ha sido as ni por un momento.Cristo nos ofrece su amistad. Y hemos visto tambin que

    nuestra actitud no puede limitarse a una adhesin interior.Hemos de darle la bienvenida cualquiera que sea el modo enque quiera salir a nuestro encuentro. Viene a nosotros en elsacramento, pero tambin en las verdades que nos ensea quienpuede hablar en su nombre.

    Cristo mora en la tierra hablando por boca de susacerdote, que acta como altavoz del Cuerpo Mstico dando aconocer sus infalibles y autorizadas enseanzas. Y Cristo acta

    en la tierra a travs de los actos de su ministro unos actosque slo pueden realizarse gracias al poder divino usando lasprerrogativas de gracia que nicamente le pertenecen a El yhacindose presente en el sacramento que El mismoinstituyera. Adems, en la conducta del sacerdote se muestrantantas veces actitudes bien conocidas del divino Maestro. Noes, por ejemplo, la disponibilidad del sacerdote trasunto de la

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    de Aquel que dijo: Venid a m todos los que estis cansados yagobiados, que yo os aliviar?

    Por tanto, la veneracin al sacerdote, el respeto por su

    ministerio, el celo por su buen nombre, la estima por laimportancia de su misin, no son otra cosa que manifestacionesde la amistad con Cristo de la que venimos tratando, pues lereconocemos a l mismo en su ministro.

    No nos apoyemos en el sacerdote no existe el hombrecapaz de cargar con el peso de otra alma, sino en elsacerdocio: esto es confiar en Cristo. Porque cuando nosacercamos al sacerdote sabiendo cul es su funcin ydistinguiendo al hombre de su ministerio, nos acercamos alSacerdote eterno que vive en l, sacerdote segn el orden deMelquisedec, Aquel de quien la mayor alabanza quepronunciara el profeta fue la de glorificarle como un sacerdoteen su trono.

    8. CRISTO EN EL SANTO

    Vosotros sois la luz del mundo. (Mt5, 14)

    Hemos visto a Cristo presente en el sacerdote a travs delcarcter que le ha conferido y de la misin que le haencomendado. Cuando el sacerdote expone el mensajeevanglico, Cristo est hablando por su boca. Y es Cristo quien

    realiza los ritos sacramentales por medio de la intencin y lavoluntad de sus sacerdotes. En resumen, el sacerdote es, porexcelencia, otro Cristo.

    Pero tambin Cristo se nos acerca y nos ofrece su amistaden cualquier cristiano santo.

    ***

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    Cuando analizo la religin catlica llego a la conclusinde que los santos, y por encima de todos Mara, son unoselementos esenciales y vitales para la Iglesia.

    Es muy cierto que ningn nacido de mujer ha ejercido niejerce un influjo mayor sobre el gnero humano que Mara, laMadre de Dios. Ms an, ninguna otra influencia ha sido tanreconocida como la suya. Es imposible comprender del todo, oni siquiera imaginar, lo que Mara ha supuesto para lahumanidad. La devocin multisecular, las innumerablesceremonias en su honor, los rosarios rezados pidiendo suintercesin o las muchas advocaciones de su nombre ponen demanifiesto esta realidad. Su nombre recorre la historia cristianaestrechamente unido al santo nombre de Jess. No haycircunstancia de la vida, ni situacin, ni crisis podramosdecir, no hay alegra ni tristeza en la que Mara no haya sidoinvocada por los cristianos. Hasta hace cuatro siglos su imagenapareca en todos los templos del mundo. Para una mentecatlica la idea de Mara va tan profundamente unida a la de su

    Hijo como las dos naturalezas en Cristo; despus de todo, unade sus naturalezas procede de Ella.Las crticas protestantes sealan que ese es precisamente

    nuestro error, es decir, permitir que Mara usurpe el lugar deCristo, del que vino al mundo para atraer a los hombres hacias. Es intil polemizar sobre ello, pues cualquier catlico esconsciente de que el culto y el honor a Mara tienen comoobjeto unir al fiel con el fruto bendito de su vientre, el que

    Ella nos presenta en todas sus imgenes, bien como el nio dela alegra o como el varn de dolores. Solamente quienesdudan o carecen de conocimientos doctrinales puedenplantearse la posibilidad de que un catlico inteligenteconfunda a Cristo con su Madre, o que el Creador y su criaturacompitan el uno con la otra. La cuestin es conocer y aceptar loque Dios ha querido dndonos a Mara.

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    En primer lugar, y como vemos en el Evangelio dondese nos revelan los designios divinos para la humanidad,Mara desempea un lugar fundamental dentro de la

    Redencin. Acepta ser la madre de Dios y est al pie de la Cruzofrecindose con su Hijo para la salvacin de los hombres.

    El ngel Gabriel fue enviado por Dios... a una virgen.., yel nombre de la virgen era Mara. Con estas palabras sedescribe el primer peldao de la Redencin, que guarda uncierto paralelismo con el primero de la cada. En ambosaparecen una mujer y un mensajero sobrenatural, y en ambosse plantea una opcin de la que depende el futuro de lahumanidad. La desobediencia de Eva y su soberbia abrieron lapuerta al pecado que provoc la cada de la raza humana; laobediencia de Mara y su amor a Dios abren la puerta alRedentor.

    Cuando Cristo, como Dios hecho hombre, recibe enBeln el homenaje de la humanidad, Mara est arrodillada a sulado; cuando Cristo es obediente durante treinta aos, obedece

    a Mara; cuando Cristo sale al mundo para iniciar latransformacin de las cosas ordinarias en cosas divinas, cambiael agua en vino a peticin de Mara. Y cuando culmina sumisin, junto a la cruz de Jess estaba Mara, su Madre, lomismo que muchos siglos antes haba estado Eva, la madre delos pecadores, junto al rbol que caus la muerte de Adn.

    As, tanto si nos remitimos a la Tradicin esa memoriaimperecedera de la Iglesia que continuamente nos ofrece

    cosas nuevas y antiguas, como al relato escrito de la vidade aquella que tuvo tan gran tesoro a su cargo, encontraremos aMara caminando siempre junto a Jess. Si amamos a Maraadoraremos a Jess. Si menospreciamos o desairamos a Mara,estaremos rechazando el don de Dios.

    ***

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    Lo que es cierto con respecto a Mara lo es tambin encierta medida con respecto a los santos. Dondequiera que Jesses adorado como Dios, sus amigos surgen a millares como las

    flores en la primavera. Donde se pone en duda o se niega sudivinidad, desaparece el sentido de lo sobrenatural. Adems,todo catlico sabe bien que el fruto de la devocin a los santoses la devocin al Amante Divino. Miles de ellos han aprendidoa conocer a Jesucristo, y a amarle despus, gracias a laintimidad con los amigos predilectos del Maestro, a lasmortificaciones de estos por la salvacin de los pecadores, almodo en que han reproducido la imagen en sus vidastrasladando los rasgos de la Sagrada humanidad a lahumanidad cada. Cmo mantener la amistad con los amigosde Cristo sin buscar la del Amigo de todos?

    Por otra parte, podemos afirmar que Cristo est presenteen su Madre y en sus santos? No est en ellos como en laSagrada Eucarista, pero podramos decir que son los espejosque reflejan las perfecciones divinas.

    Obviamente, esto no es todo: Cristo est en ellos como lallama en la antorcha; sus vidas no son meros reflejos oimitaciones, sino autnticas manifestaciones de Cristo. Es deCristo el horror que sienten por el pecado y tambin de Cristola fuerza que los mueve.

    Son la luz del mundo porque en ellos brilla la supremaLuz del mundo; sus vidas estn Ocultas con Cristo en Dios.

    Con la ayuda de la gracia han tallado el bloque de piedra

    de su naturaleza humana por medio de l