Agua de Arguedas

23
AGUA A los comuneros 1 y “lacayos” 2 de la hacienda Viseca, con quienes temblé de frío en los regadíos nocturnos y bailé en carnavales, borracho de alegría, al compás de la tinya 3 y de la flauta. A los comuneros de los cuatro ayllus 4 de Puquio: K'ayau, Pichk'achuri, Chaupi y K’ollana. A los comuneros de San Juan, Ak'ola, Utek’, Andamarca, Sondondo, Aucará, Chaviña y Larcay. 1] Cuando yo y Pantaleoncha llegamos a la plaza, los corredores estaban todavía desiertos, todas las puertas cerradas, las esquinas de don Eustaquio y don Ramón sin gente. El pueblo silencioso, rodeado de cerros inmensos, en esa hora fría de la mañana, parecía triste. — San Juan se está muriendo —dijo el cornetero—. La plaza es corazón para el pueblo. Mira no más nuestra plaza, es peor que puna. — Pero tu corneta va llamar gente. — ¡Mentira! Eso no es gente; en Lucanas sí hay gente, más que hormigas. Nos dirigimos como todos los domingos al corredor de la cárcel. El varayok' había puesto ya la mesa para el repartidor del agua. Esa mesa amarilla era todo lo que existía en la plaza; abandonada en medio del corredor, solita, daba la idea de que los saqueadores de San Juan la habían dejado allí por inservible y pesada. Los pilares que sostenían el techo de las casas estaban unos apuntalados con troncos, otros torcidos y próximos a caerse; sólo los pilares de piedra blanca permanecían rectos y enteros. Los poyos de los corredores, desmoronados por todas partes, derrumbados por trechos, con el blanqueo casi completamente borrado, daban pena. — Agua, niño Ernesto. No hay pues agua. San Juan se va a morir porque don Braulio hace dar agua a unos y a otros los odia. — Pero don Braulio, dice, ha hecho común el agua quitándole a don Sergio, a doña Elisa, a don Pedro. . . — Mentira, niño, ahora todo el mes es de don Braulio, los repartidores son asustadizos, le tiemblan a don Braulio. Don Braulio es como zorro y como perro. Llegamos a la puerta de la cárcel y nos sentamos en un extremo del corredor. El sol débil de la mañana reverberaba en la calamina del caserío de Ventanilla, mina de plata abandonada hacía muchos años. En medio del cerro, en la cabecera de una larga lengua de pedregal blanco, el caserío de Ventanilla mostraba su puerta negra, hueca, abierta para siempre. Gran mina antes, ahora servía de casa de cita a los cholos enamorados. En los días calurosos, las 1 Comunero: perteneciente a una comunidad indígena. Concertado: peón a sueldo anual (RP). [nc] 2 Lacayos”: siervos. [nc] 3 Tinya: tamborcillo (ZZ). [nc] 4 Ayllus: comunidad de indios (RP). Barrio, comunidad indígena (YF). Familia. Grupo social comunitario (Y). [nc]

description

Cuento "Agua" de José María Arguedas.

Transcript of Agua de Arguedas

OCR Document

AGUAA los comuneros y lacayos de la hacienda Viseca, con quienes

tembl de fro en los regados nocturnos y bail en carnavales,

borracho de alegra, al comps de la tinya y de la flauta.

A los comuneros de los cuatro ayllus de Puquio: K'ayau, Pichk'achuri,

Chaupi y Kollana. A los comuneros de San Juan, Ak'ola,

Utek, Andamarca, Sondondo, Aucar, Chavia y Larcay.

1] Cuando yo y Pantaleoncha llegamos a la plaza, los corredores estaban todava desiertos, todas las puertas cerradas, las esquinas de don Eustaquio y don Ramn sin gente. El pueblo silencioso, rodeado de cerros inmensos, en esa hora fra de la maana, pareca triste.

San Juan se est muriendo dijo el cornetero. La plaza es corazn para el pueblo. Mira no ms nuestra plaza, es peor que puna.

Pero tu corneta va llamar gente.

Mentira! Eso no es gente; en Lucanas s hay gente, ms que hormigas.

Nos dirigimos como todos los domingos al corredor de la crcel.

El varayok' haba puesto ya la mesa para el repartidor del agua. Esa mesa amarilla era todo lo que exista en la plaza; abandonada en medio del corredor, solita, daba la idea de que los saqueadores de San Juan la haban dejado all por inservible y pesada.

Los pilares que sostenan el techo de las casas estaban unos apuntalados con troncos, otros torcidos y prximos a caerse; slo los pilares de piedra blanca permanecan rectos y enteros. Los poyos de los corredores, desmoronados por todas partes, derrumbados por trechos, con el blanqueo casi completamente borrado, daban pena. Agua, nio Ernesto. No hay pues agua. San Juan se va a morir porque don Braulio hace dar agua a unos y a otros los odia. Pero don Braulio, dice, ha hecho comn el agua quitndole a don Sergio, a doa Elisa, a don Pedro.. . Mentira, nio, ahora todo el mes es de don Braulio, los repartidores son asustadizos, le tiemblan a don Braulio. Don Braulio es como zorro y como perro.Llegamos a la puerta de la crcel y nos sentamos en un extremo del corredor. El sol dbil de la maana reverberaba en la calamina del casero de Ventanilla, mina de plata abandonada haca muchos aos. En medio del cerro, en la cabecera de una larga lengua de pedregal blanco, el casero de Ventanilla mostraba su puerta negra, hueca, abierta para siempre. Gran mina antes, ahora serva de casa de cita a los cholos enamorados. En los das calurosos, las vacas entraban a las habitaciones y dorman bajo su sombra. Por las noches, roncaban all los chanchos cerriles.Pantacha mir un rato el pedregal blanco de Ventanilla. Antes, cuando haba minas, sanjuanes eran ricos. Ahora chacras no alcanzan para la gente.

Chacra hay, Pantacha, agua falta. Pero mejor haz llorar a tu corneta para que venga gente.El cholo se llev el cuerno a la boca y empez a tocar una tonada de la hierra.En el silencio de la maana la voz de la corneta son fuerte y alegre, se esparci por encima del pueblecito y lo anim. A medida que Pantacha tocaba, San Juan me pareca cada vez ms un verdadero pueblo; esperaba que de un momento a otro aparecieran maktillos, pasas y comuneros por las cuatro esquinas de la plaza.Alegremente el sol lleg al tejado de las casitas del pueblo. Las copas altas de los saucos y de los eucaliptos se animaron; el blanqueo de la torre y de la fachada de la iglesia, reflejaron hacia la plaza una luz fuerte y hermosa.El cielo azul hasta enternecer, las pocas nubes blancas que reposaban casi pegadas al filo de los cerros; los bosques grises de kerus y kantus que se tendan sobre los falderos, el silencio de todas partes, la cara triste de Pantaleoncha, produjeron en mi nimo una de esas penas dulces que frecuentemente se sienten bajo el cielo de la sierra. Otra tonada, Pantacha; para tu San Juan.

Pobre llakta! (pueblo).Como todos los domingos, al or la tocata del cholo, la gente empez a llegar a la plaza. Primero vinieron los escoleros (escolares): Victucha, Jos, Bernaco, Froyln, Ramoncha. . . Entraban por las esquinas, algunos por la puerta del coso. Al vernos en el corredor se lanzaban a la carrera. Pantacha, makta Pantacha! Nio Ernesto!Todos nos rodearon; de sus caritas rebosaba la alegra; al or tocar a Pantacha se regocijaban; en todos ellos se notaba el deseo de bailar la hierra.

La tonada del cornetero nos recordaba las fiestas grandes del ao; la cosecha de maz en las pampas de Utek y de Yanas; el escarbe de papas en Tile, Papachacra, Kollpapampa. La hierra de las vacas en las punas. Me pareca estar viendo el corral repleto de ganado; vacas allkas, pillkas, moras; toros gritones y peleadores; vaquillas recin adornadas con sus crespones rojos en la frente y cintas en las orejas y en el lomo; pareca or el gritero del ganado, los ajos roncos de los marcadores. Hierra! Hierra!

Salt a la plaza, atacado de repente por la alegra.

Maktillos, zapateo, maktillos! Yaque! Yaque!

Todos los escoleros empezamos a bailar en tropa. Estbamos llenos de alegra pura, placentera, como ese sol hermoso que brillaba desde un cielo despejado.Los pantalones rotos de muchos escoleros se sacudan como espantapjaros. Ramoncha, Froyln, cojeaban.Pantalen se entusiasm al vemos bailar en su delante; poco a poco su corneta fue sonando con ms aire, con ms regocijo; al mismo tiempo el polvo que levantbamos del suelo aumentaba. A nuestra alegra ya no le bast el baile, varios empezaron a cantar:

. . .Kanrara, Kanrara,

cerro grande y cruel,

eres negro y molesto;

te tenemos miedo,

Kanrara, Kanrara.

Eso no. Toca Utekpampa, Pantacha.

Ped ese canto porque le tena cario a la pampa de Utek donde los kerkales y la caa de maz son ms dulces que en ningn otro sitio.

Utekpampa

Utekpampita:

tus perdices son de ojos amorosos,

tus calandrias engaadoras cantan al robar,

tus torcazas me enamoran

Utekpampa

Utekpampita.

La corneta de Pantaleoncha y nuestro canto reunieron a la gente de San Juan. Todos los indios del pueblo nos rodearon. Algunos empezaron a repetir el huayno en voz baja. Muchas mujeres levantaron la voz y formaron un coro. Al poco rato, la plaza de San Juan estuvo de fiesta.En las caras sucias y flacas de los comuneros se encendi la alegra, sus ojos amarillosos chispearon de contento. Si hubiera traguito! Verdad. Caazo no ms falta.Pantacha cambi de tonada; termin de golpe Utekpampa y empez a tocar el huayno de la cosecha. Cosecha! Cosecha!Taytakuna, mamakuma:

los picaflores reverberan en el aire

los toros estn peleando en la pampa

las palomas dicen: tinyay tinyay!

porque hay alegria en sus pechitos.

Taytakuna, mamakuna* * *

2] Sanjuankuna: estn haciendo rabiar a Taytacha Dios con el baile. Cuando la tierra est seca, no hay baile. Hay que rezar a patrn San Juan para que mande lluvia.El tayta Vilkas resondr desde el extremo del corredor: acababa de llegar a la plaza y la alegra de los comuneros le dio clera.

El tayta Vilkas era un indio viejo, amiguero de los mistis principales. Viva con su mujer en una cueva grande, a dos leguas del pueblo. Don Braulio, el rico de San Juan, dueo de la cueva, le daba terrenitos para que sembrara papas y maz.

A don Vilkas le respetaban casi todos los comuneros. En los repartos de agua, en la distribucin de cargos para las fiestas, siempre hablaba don Vilkas. Su cara era seria, su voz medio ronca, y miraba con cierta autoridad en los ojos.

Los escoleros se asustaron al or la voz de don Vilkas; como avergonzados se reunieron junto a los pilares blancos y se quedaron callados. Los comuneros subieron al corredor; se sentaron en hilera sobre los poyos, sin decir nada. Casi todas las mujeres se fueron a los otros corredores, para conversar all, lejos de don Vilkas. Pantaleoncha puso su corneta sobre el empedrado.

Don Vilkas es enemigo de nosotros. Mrale no ms su cara; como de misti es, molestoso.

Verdad, Pantacha. Don Vilkas no es carioso con los maktillos; su cara es como de toro peleador; as serio es.

Yo y el cornetero seguimos sentados en el filo del corredor. Ramoncha, Tefanes, Froyln, Jacinto y Bernaco, conversaban en voz baja, agachados junto al primer pilar del corredor; de rato en rato nos miraban. Seguro de don Vilkas estn hablando.

Seguro.

Los comuneros charlaban en voz baja, como si tuvieran miedo de fastidiar a alguien. El viejo apoy su hombro en la puerta de la escuela y se puso a mirar el cerro del frente.

El cielo se hizo ms claro, las pocas nubes se elevaban al centro del espacio e iban ponindose cada vez ms blancas. A ver, rejonero orden don Vilkas.

Yo estoy de rejn, tayta -contest Felischa.

Corre donde don Crdova, pdele el rejn y mata a los chanchitos mostrencos. Hoy es domingo.

Est bien, tayta.

Felischa tir las puntas de su poncho sobre el hombro y se fue en busca del rejn.

Si hay chancho de principal, mata no ms grit Pantacha cuando el rejonero ya iba por el centro de la plaza.

Yaque!

Volteamos la cara para mirar a don Vilkas: estaba rabioso. Qu dices, tayta? le habl Pantacha.

Principal es respeto, makta cornetero! Pero chancho de principal tambin orina en las calles y en la puerta de la iglesia.

Despus de esto le dimos la espalda al viejo de Orkotuna.

Pantacha levant su corneta y empez a tocar una tonada de las punas. De vez en cuando no ms Pantacha se acordaba de sus tonadas de Wanakupampa. Por las noches en su choza, haca llorar en su corneta la msica de los comuneros que viven en las altas llanuras. En el silencio de la oscuridad esas tonadas llegaban a los odos; como los vientos fros que corretean en los pajonales; las mujercitas paraban de conversar y escuchaban calladas la msica de las punas. Parece que estamos en nuestra estancia de Koani deca tambin la mujer de don Braulio.

Ahora en la plaza del pueblo, desde el corredor lleno de gente, la corneta sonaba de otro modo: junto a la alegra del cielo, la msica de las punas no entristeca, pareca ms bien msica de forastero.

Pantacha toca bien puna estilo dijo don Vilkas.

Es pues nacido en Wanaku. Los wanakupampas tocan su corneta en las maanas y atardeciendo, para animar a las ovejas y a las llamas.

Los wanakus son buenos comuneros.

Pantacha toc largo rato.Despus puso el cuerno sobre sus rodillas y recorri con la mirada las faldas de las montaas que rodean a San Juan. Ya no haba pasto en los cerros; slo los arbustos secos; pardo y sin hojas, daban a los falderos cierto aire de vegetacin y de monte.

As blanco est la chacrita de los pobres del Tile, de Sao y de todas partes. La rabia de don Braulio es causante. Taytacha no hace nada, nio Ernesto.

Verdad. El maz de don Braulio, de don Antonio, de doa Juana est gordo, verdecito est, hasta barro hay en su suelo. Y de los comuneros? Seco, agachadito, umpu (endeble); casi no se mueve ya ni con el viento.

Don Braulio es ladrn, nio!

Don Braulio?

Ms todava que el atok (zorro).

Se hizo rabioso el hablar de Pantalen.

Algunos escoleros que estaban cerca oyeron nuestra conversacin. Bernaco se vino junto a nosotros.

Don Braulio es ladrn, Pantacha? pregunt, medio asustado.

Ramoncha, el chistoso, se par frente al cornetero, mostrndonos su barriga de tambor.

Robando le has encontrado? pregunt.

Los dos estaban miedosos; disimuladamente le miraban al viejo Vilkas.

Dnde hace plata don Braulio? De los comuneros pues les saca, se roba el agua; se lleva de frente, de hombre, los animales de los endios. Don Braulio es hambriento como galgo.

Bernaco se sent a mi lado y me dijo al odo:

Este Pantacha ha regresado molestoso de la costa. Dice todos los principales son ladrones.

Seguro es cierto, Bernaco. Pantacha sabe.

Al ver a Bankucha y Bernaco sentados junto al cornetero, todos los maktillos se reunieron poco a poco en nuestro sitio.

Pantacha nos mir uno a uno; en sus ojos alumbraba el cario.

Maktillos! Mak'tillos!Levant su cometa y comenz a tocar el huayno que cantan los sanjuanes en el escarbe de la acequia grande de Kocha.En los ojos de los cholillos se notaba el enternecimiento que sentan por Pantalen; le miraban como a hermano grande, como al dueo del corazn de todos los escoleros del pueblo.

Por Pantaleoncha yo me hara destripar con el barroso de doa Juana. Y t, nio Ernesto?

T eres maula, Ramn; t lloraras no ms como becerro encorralado.

Jajayllas!

Al ver la risa en su cara de sapo panzudo, todos los escoleros, olvidndonos del viejo, llenamos el corredor a carcajadas.Ramoncha daba vueltas, sobre un taln, agarrndose su barriga de hombre viejo.

Ramoncha! Wiksa!Slo el viejo no se rea; su cara segua agestada, como si en el corredor apestase un perro muerto.

* * *

3] Los comuneros de Tinki se anunciaron desde la cumbre del tayta Kanrara. Parados sobre una piedra que mira al pueblo desde el abra, gritaron los tinkis imitando el relincho del potro.

Tinkikuna! Tinkikuna!Corearon los escoleros. Todos los indios se levantaron del poyo y se acercaron al filo del corredor para hacerse ver con los tinkis.

Tinki es buen comn dijo Pantalen.

Sopl el cuerno con todas sus fuerzas para que oyeran los comuneros, desde el Kanrara.

Hasta Puquio habr llegado eso dijo Ramoncha hacindose el asustadizo.

Seguro hasta Nazca se habr odo y me re.

Los tinkis saltaron de la piedra al camino y empezaron a bajar el cerro a galope. Por ratos, se paraban sobre las piedras ms grandes y le gritaban al pueblo. Las quebradas de Viseca y Akola contestaban desde lejos el relincho de los comuneros.

Viseca grita ms fuerte.

Claro, pues! Viseca es quebrada padre; el tayta Chitulla es su patrn; de Akola es Kanrara no ms.

Kanrara? Tayta Kanrara le gana a Chitulla, ms rabioso es.

Verdad. Punta es su cabeza, como rejn de don Crdova.

Y Chitulla? A su barriga seguro entran cuatro Kanraras.

Los indios miraban a uno y otro cerro, los comparaban, serios, como si estuvieran viendo a dos hombres.

Las dos montaas estn una frente a otra, separadas por el ro Viseca. El riachuelo Akola quiebra al Kanrara por un costado, por el otro se levanta casi de repente despus de una lomada larga y baja. Mirado de lejos, el tayta Kanrara tiene una expresin molesta.

Al ro Viseca le resondra para que no cante fuerte dicen los comuneros de San Juan.Chitulla es un cerro ancho y elevado, sus faldas suaves estn cubiertas de tayales y espinos; a distancia se le ve negro, como una hinchazn de la cordillera. Su aspecto no es imponente, parece ms bien tranquilo.

Los indios sanjuanes dicen que los dos cerros son rivales y que en las noches oscuras, bajan hasta la ribera del Viseca y se hondean ah, de orilla a orilla.

* * *

4] Los tinkis entraron por la esquina de la iglesia. Venan solos, sin sus mujeres. Avanzaron por el medio de la plaza, hacia el corredor de la escuela. Eran como cien; todos vestidos de cordellate azul, sus sombreros blancos y grandes y sus ojotas lanudas, se movan acompasadamente.

Tinkis, de verdad comuneros! dijo el cornetero.

Don Vilkas despreciaba a los tinkis; al verlos en la plaza, levant su cabeza, jactancioso, pero los sigui con la mirada hasta que llegaron al corredor; les tena miedo, porque eran unidos y porque su varayok, cabo licenciado, no respetaba mucho a los mistis.

Don Wallpa, varayok de los tinkis, subi primero las gradas.

Buenos das, taytakuna, mamakuna salud.

Se acerc a don Vilkas y le dio la mano; despus vino donde el cornetero, los dos se abrazaron.

Don Wallpa, taytay! Makta Pantacha! De tiempo has regresado de la costa.

Seis meses, taytay.Los otros tinkis hicieron lo mismo que don Wallpa; saludaron a todos, le dieron la mano a don Vilkas y abrazaron a Pantalen.

Al poco rato los escoleros y el msico nos vimos rodeados de los tinkis. Yo mir una a una las caras de los comuneros: todos eran feos, sus ojos eran amarillosos, su piel sucia y quemada por el fro, el cabello largo y sudoso; casi todos estaban rotosas, sus lokos (sombreros) dejaban ver los pelos de la coronilla y las ojotas de la mayora estaban huecas por la planta, slo el correaje y los ribetes eran lanudos. Pero tenan mejor expresin que los sanjuanes, no parecan muy abatidos, conversaban en voz alta con Pantalen y se rean.

Los escoleros se fueron, uno por uno, de nuestro grupo; varios se subieron a los pilares blancos; otros empezaron a jugar en la plaza. En medio de los tinkis ms que nunca me gust la plaza, la torrecita blanca, el eucalipto grande del pueblo. Sent que mi cario por los comuneros se adentraba ms en mi vida; me pareca que yo tambin era tinki, que tena corazn de comunero, que haba vivido siempre en la puna, sobre las pampas de ischu.

Bernaco, te gustara ser tinki?

Claro! Tinki es hombre.

Pantalen tambin pareca satisfecho conversando con los tinkis, sus ojos estaban alegres. Primero habl de Nazca; de los carros, de las tiendas, y despus de los patrones, abusivos como en todas partes. No ves? De otro modo ha regresado el Pantacha, est rabioso para los platudos me dijo a la oreja el dansak (bailarn) Bemaco.

Acaso? En la costa tambin, el agua se agarran los principales no ms; los arrendatarios lucaninos, wallhuinos, nazqueos, al ltimo ya riegan, junto con los que tienen dos, tres chacritas; como de caridad le dan un poquito, y sus terrenos estn con sed de ao en ao. Pero principales de Nazca son ms platudos; uno solo puede comprar a San Juan con todos sus maizales, sus alfalfares y su ganado. Casi gringos no ms son todos, carajeros, como a Taytacha de iglesia se hacen respetar con sus peones.

Verdad. As son nazcas dijo el varayok' Wallpa.

Como en todas partes en Nazca tambin los principales abusan de los jornaleros sigui Pantaleoncha. Se roban de hombre el trabajo de los comuneros que van de los pueblos: San Juan, Chipau, Santiago, Wallwa. Seis, ocho meses, le amarran en las haciendas, le retienen sus jornales; temblando con terciana le meten en los caaverales, a los algodonales. Despus le tiran dos, tres soles a la cara, como gran cosa. Acaso? Ni para remedio alcanza la plata que dan los principales. De regreso, en Galeras-pampa, en Tullutaka, en todo el camino se derrama la gente; como criaturitas, tiritando, se mueren los andamarkas, los chillkes, los sondondinos. Ah no ms se quedan, con un montn de piedra sobre la barriga. Qu dicen sanjuankunas?

Carago! Mistis son como tigre!

Comuneros son para morir como perro!

Sanjuanes y tinkis se malograron. Rabiosos, se miraban unos a otros, como preguntndose. Los ojos de Pantacha tenan el mirar con que en el waktay hacan asustar a todos los indios badulaques de San Juan; brillaban de otra manera.

Todos los comuneros se reunieron junto a la puerta de la crcel para or a Pantaleoncha: eran como doscientos. Don Vilkas y don Inocencio conversaban en otro lado; el viejo se haca el disimulado; pero estaba all para or; y contrselo despus todo al principal.

El cornetero subi al poyo del corredor; les mir en los ojos a todos los comuneros, estaban como asustados.

Pero comunkuna somos tanto, tanto; principales dos, tres no ms hay. En otra parte dice, comuneros se han alzado; de afuera a dentro, como a gatos no ms, los han apretado a los platudos. Qu dicen, comunkuna?

Los sanjuanes se pusieron asustadizos, los tinkis tambin. Pantacha hablaba de alzamiento, ellos tenan miedo a eso, acordndose de los chavias. Los chavias botaron ocho leguas de cercos que don Pedro mand hacer en tierras de la comunidad; lo corretearon a don Pedro para matarlo. Pero despus vinieron soldados a Chavia y abalearon a los comuneros con sus viejos y sus criaturas; algunos que se fueron a las alturas no ms se escaparon. Eran como mujer los sanjuanes, le teman al alzamiento.

Nunca en la plaza de San Juan, un comunero haba hablado contra los principales. Los domingos se reunan en el corredor de la crcel, pedan agua lloriqueando y despus se regresaban; si no conseguan turno, se iban con todo el amargo en el corazn, pensando que sus maizalitos se secaran de una vez en esa semana. Pero este domingo Pantacha gritoneaba fuerte contra los mistis, delante de don Vilkas resondraba a los principales.

Principales para robar no ms son, para reunir plata, haciendo llorar a gente grande como a criaturitas! Vamos matar a principales, como a puma ladrn!

Al principio don Vilkas disimul, junto con don Inocencio; pero al ltimo, oyendo a Pantacha hablar de los mistis sanjuanes, se vino apurado donde los comuneros, mir rabioso al cornetero y grit con voz de perro grande:

Pantacha! Silencio! Principal es respeto!

Su hablar rabioso asust a los sanjuanes. Pero el makta levant ms la cabeza.

Taytay, como novillo viejo eres, ya no sirves!

Don Vilkas empez a empujar a los indios para llegar hasta donde estaba el Pantacha.

Carago; allko (perro)! grit.

Don Inocencio le rog, jalndole del poncho:

Dejay, don Vilkas; Pantacha es hablador no ms.

Te voy a faltar, tayta! grit el cornetero.Al or la amenaza de Pantalen, don Inocencio sujet al viejo.

No enrabies don Vilkas, por gusto!Oyendo la bulla, algunos comuneros y las mujeres que estaban en los otros corredores, se vinieron junto a la puerta de la crcel, para ver la pelea.

Hombres y mujeres hablaban fuerte.

Viejo es respeto! deca la mayor parte de las mujercitas.

Machu? Don Vilkas es abusivo. Acaso? Endio no ms es, igual a sanjuanes grit, desafiando, don Wallpa, varayok' de Tinki, viejo como don Vilkas.

Wallpa! Maula Wallpa!

Don Vilkas se par, desafiante, mirando de frente al varayok de Tinki.

Si quieres, solo, a solo, como toros en la plaza habl don Wallpa.

Anda, tayta, cajale en la barriga le dijeron los tinkis a su autoridad.

Don Wallpa se quit el poncho, lo tir sobre sus comuneros y salt a la plaza. Se cuadr all como toro padrillo.

Yaque, don Vilkas!

Le llam con la mano.

Pero las mujercitas sujetaron al viejo. Si no, el varayok le hubiera hecho gritar como a gallo cabestro.

Pantacha se ri fuerte, mirando a don Vilkas.

Jajayllas!Se puso el cuerno a la boca y toc el huayno chistoso de los wanakupampas:Akakllo de los pedregales,

hullero pajarito de las peas;

no me engaes akakllo.

Akakllo pretencioso,

misti ingeniero, te dicen

jajayllas akakllo!

mustrame tu barreno

jajayllas akakllo!

mustrame tus papeles.

El viejo Vilkas se enrabi de veras, bot a las mujeres que le atajaban y salt a la plaza; pero no fue a pelear con don Wallpa, ni resondr a Pantacha, sigui de frente, hacia la esquina de don Eustaquio. Casi del centro de la plaza volte la cabeza para mirar a los comuneros, y grit:

Vers con don Braulio! Jajayllas novillo! le contest el varayok.

El viejo lleg casi corriendo a la esquina de don Eustaquio, y torci despus a la calle de don Braulio, principal de San Juan.

Don Wallpa subi otra vez al corredor.

Maula! Para lamer a don Braulio no ms sirve habl el varayok.

Pero los sanjuanes ya estaban miedosos; se separaron de los tinkis y se fueron con don Inocencio a otro corredor.

Sanjuanes son como don Vilkas: maulas! le dije al dansak' Bernaco.

Con las balitas que don Braulio echa por las noches en las esquinas, estn amujerados.

Vamos a ver qu dice el sacristn.

Disimulando, nos acercamos al corredor de los sanjuanes. El sacristn estaba asustado, a cada rato miraba la esquina de don Eustaquio.

Los sanjuanes conversaban, miedosos; como queriendo ocultarse unos tras de otros, se juntaban alrededor del sacristn Inocencio, pidiendo consejo.

Sanjuankuna! habl don Inocencio. Don Braulio tiene harta plata, todos los cerros, las pampas, es de l. Si entra nuestra vaquita en su potrero, la seca de hambre en su corral; a nosotros tambin nos latiguea, si quiere. Vamos defender ms bien a don Braulio. Pantacha es cornetero no ms, no vale.

Sigoro!

No sirve contra don Braulio.

Los sanjuanes eran como gallo forastero, como vizcacha de la puna; cuando el principal gritaba, cuando ajeaba fuerte y reventaba su balita en la plaza, los sanjuanes no haban, por todas partes escapaban, como chanchos cerriles.

Los comuneros estaban separados ahora en dos bandos: los sanjuanes con don Inocencio y los tinkis con Pantalen y don Wallpa. Los sanjuanes eran ms.

Los tinkis hablaban en la puerta de la crcel, formando grupo.

Vamos a contarle a Pantacha lo que ha dicho don Inocencio dije.

Vamos.

Nos encaminamos con Bernaco hacia el corredor de la crcel.

Cuando estuvimos atravesando la esquina, sali a la plaza, por la puerta del coso, don Pascual, repartidor de semana.

Don Pascual! grit Bernaco.

Don Pascual!

Todos los indios hablaron alto el nombre del repartidor.

Pantacha le hizo sea con la corneta a don Pascual. El semanero se fue derecho al corredor de los tinkis.

Los sanjuanes corrieron otra vez hacia el corredor de la crcel, para hablar con el semanero; dejaron solo al sacristn.

Sanjuankuna, ayalaykuna, tinkikuna! o la voz de Pantaleoncha don Pascual va a dar kocha agua a necesitados. Seguro don Braulio rabia; pero don Pascual es primero. Qu dicen?

De un rato, Pascual subi al poyo:

Con msico Pantacha hemos entendido. Esta semana kocha agua va a llevar don Anto, la viuda Juana, don Jess, don Patricio. . . Don Braulio seguro carajea. Pero una vez siquiera, pobre va agarrar agua una semana. Principales tienen plata, pobre necesita ms sus papalitos, sus maizalitos. . . Tayta Inti (sol) le hace correr a la lluvia; kocha agua no ms ya hay para regar: kocha va a llenar esta vez para comuneros.

El hablar de don Pascual no era rabioso como el de Pantacha; pareca ms bien humilde, rogaba para que los comuneros se levantasen contra don Braulio.

Esta bien, don Pascual! Est bien!Contestaron primero los tinkis.

Don Pascual, reparte segn tu conciencia.

Don Saksa, de Ayalay, habl primero por los sanjuanes.

Segn tu conciencia, tayta!

Segn tu conciencia!

Don Braulio abusa de comuneros. Comunidad vamos hacemos respetar. Para endios va a ser kocha agua!

Los sanjuanes no se asustaban con el hablar de don Pascual; le miraban tranquilos, parecan carneros mirando a su dueo.

No hay miedo, sanjuankuna! grit el makta Pantacha. A mujer no ms le asusta el revlver de don Braulio.

Seguro don Braulio carajea. Acaso? Vamos esperar; aqu en su delante voy dar agua a comuneros. . .

Los maktas se miraron, consultndose. Recin entendan por qu Pantacha, don Wallpa, don Pascual, se levantaban contra el principal, contra don Vilkas y don Inocencio.

Verdad, compadre: en nuestro pueblo, dos, tres mistis no ms hay; nosotros, tantos, tantos. . . Ellos igual a comuneros gentes son, con ojos, boca, barriga. K'ocha agua para comuneros!

Acaso? Mama-allpa (madre tierra) bota agua, igual para todos.

Los sanjuanes tambin se hicieron los decididos. De tres en tres, de cuatro en cuatro, se juntaron los comuneros. Pantacha y don Pascual, uno a uno les hablaban, para hacer respetar al repartidor.

La comunidad de San Juan estaba para pelear con el principal del pueblo, Braulio Flix.

* * *

5] Los domingos en la maana los mistis iban a buscar a don Braulio en su casa. Le esperaban en el patio, dos, tres horas, hasta que el principal se levantaba. Junto a una pared haba varios troncos viejos de eucalipto; sentados sobre esos palos se soleaban los mistis mientras don Braulio acababa de dormir. El principal no tena hora para levantarse; a veces sala de su cuarto a las siete, otras veces a las nueve y a las diez tambin; por eso los mistis se iban a visitarle segn su alma; unos eran ms pegajosos, ms sucios, y tempranito estaban ya en el patio para hacerse ver por los sirvientes de don Braulio; otros, de miedo no ms iban, para que el principal no les tomase a mal; llegaban ms tarde, cuando el sol ya estaba alto; otros calculaban la hora en que don Braulio iba a salir para convidar el trago a los sanjuanes, por borrachos no ms cortejaban al principal.

Los domingos, don Braulio se desayunaba con aguardiente en la tienda de don Heraclio: la tiendecita de don Heraclio est en la misma calle del principal. Como loco, don Braulio haca tomar caazo a uno y a otro, se rea de los mistis sanjuanes, les haca emborrachar y les mandaba cantar huaynos sucios. Hasta media calle sala don Braulio, rindose a gritos:

Buena, don Cayetano! Don Federico, buena!

Los mistis borrachos se sacaban el pantaln; se peleaban; golpeaban por gusto sus cabezas sobre el mostrador.

Al medioda, don Braulio iba al corredor de la crcel para la reparticin del agua: los mistis le seguan. De vez en vez, el principal se mareaba mucho y no se acordaba del reparto. Entonces don Inocencio, sacristn de la iglesia, haca tocar la campana a las dos o tres de la tarde; al or la campana, don Braulio, segn su humor, quedaba callado, o si no, saltaba a la calle y echando ajos iba al corredor de la crcel. Fueteaba a cualquiera, encerraba en la crcel a dos o tres comuneros y reventaba tiros en el corredor. Todos los mistis y los indios escapaban de la plaza; los borrachos se arrastraban a los rincones. El corredor quedaba en silencio; don Braulio haca retumbar la plaza con su risa y despus se iba a dormir. Don Braulio era como dueo de San Juan.

Seguro este domingo el principal estaba mareado, y por eso no vena. Don Vilkas, don Inocencio, de miedo se habran quedado en la puerta de la tienda, esperando la voluntad del principal.

* * *

6] Ya era tarde. El tayta Inti quemaba al mundo. Las piedras de la mina Ventanilla brillaban como espejitos; las lomas, los falderios, las quebradas se achicharraban con el calor. Pareca que el sol estaba quemando el corazn de los cerros; que estaba secando para siempre los ojos de la tierra. A ratos se moran los kerkales y las retamas de los montes, se agachaban humildes los grandes molles y los sauces cabezones de las acequias. Los pajaritos del cementerio se callaron, los comuneros tambin, de tanto ha-blar, se quedaron dormidos. Pantacha, Pascual, don Wallpa, vean, serios, el camino a Puquio que culebreaba sobre el lomo del cerro Ventanilla.

El tayta Inti quera, seguro, la muerte de la tierra, miraba de frente, con todas sus fuerzas. Su rabia haca arder al mundo y haca llorar a los hombres.

El blanqueo de la torre y de la iglesia reventaba en luz blanca. La plaza era como horno, y en su centro, el eucalipto grande del pueblo aguantaba el calor sin moverse, sin hacer bulla. No haba ya ni aire; parado estaba todo; aplastado, amarillo. XXX El cielo se rea desde lo alto, azul como el ojo de las nias, pareca gozoso mirando los falderos terrosos, la cabeza pelada de las montaas, la arena de los riachuelos resecos. Su alegra chocaba con nuestros ojos, llegaba a nuestro adentro como risa de enemigo..

Tayta Inti, ya no sirves! habl don Saksa, de Ayalay. En todo el corredor se oy su voz de viejo, triste, cansada por el Inti rabioso.

Ayarachicha! Ayarachi!

Pantacha se paro en el canto del corredor, mirando ojo a ojo al Inti tayta; y sopl bien fuerte la corneta de los wanakupampas. Ahora s, la tonada entraba en el nimo de los comuneros, como si fuera el hablar de sus sufrimientos. Desde la plaza caldeada, en esa quebrada ardiendo, el ayarachi suba al cielo, se iba lejos, lamiendo los kerkales y los montes resecos, llevndose a todas partes el amargo de los comuneros malogrados por el Inti rabioso y por el principal maldecido.

Pantalen ruega a Taytacha Dios para que le resondre al Inti.

De repente, don Braulio entr a la plaza. Los mistis sanjuanes venan en tropa, junto al principal.Vicenticha, hijo del sacristn, corri a la torre, para tocar la campana grande. Comuneros y mujeres se pararon en todos los corredores. Como si hubiera entrado un toro bravo a la plaza, de todas partes, la gente corri a la puerta de la crcel; parecan hambrientos.

Sanjuankuna, pobrecitos! habl don Saksa.

Don Wallpa, Pascual, Pantacha se reunieron.

Rato se ha esperado don Vilkas, sentado como perro en la puerta de don Heraclio.

Don Inocencio tambin.

Principal cuando toma, no hace caso.

Los tinkis se juntaron alrededor de don Wallpa; los sanjuanes, callados, sin llamarse, se entroparon en otro lado.

No hay confianza; comuneros no van parar bien dijo Pantacha, mirando a la gente separarse en dos bandos.

Comunkuna! grit. Kocha agua para endios!Voltearon la cabeza los sanjuanes para mirar al makta; no haba hombra en sus ojos; como camero triste eran todos; los tinkis tampoco parecan muy seguros.

Don Pascual, firme vas a parar contra el principal; seguro carajea.

Acaso? como tayta Kanrara voy a parar: don Anto, don Jess, don Patricio, don Roso. . .

La campana del pueblo son fuerte. Ahora la plaza pareca de fiesta. Bulla en todas partes, sol blanco, cielo limpio, campanas; slo el nimo no era para alegra, los comuneros miraban la tropa de los mistis, recelando.

Don Pascual, Wallpa y Pantalen, se pararon a un costado de la mesa, mirando la esquina de don Eustaquio; los sanjuanes en el lado de la crcel, sus mujeres tras de ellos y los tinkis junto a la puerta de la escuela; los escoleros trepados en los pilares de piedra blanca.

Don Braulio ya estaba Chispo; vena pareando las piedrecitas del suelo; su pauelo del cuello con el nudo junto al cogote; y el sombrero puesto a la pedrada. Tena las manos en los bolsillos del pantaln y la hebilla de su cinturn brillaba; a un lado se vea la funda del revlver. Rojo, como pavo nazqueo, vena apurado, para despachar pronto. Los otros principales, seguro estaban borrachos; don Cayetano Rosas andaba tambalendose.

En medio de la plaza, junto al eucalipto, don Cayetano grit:

Que viva don Braulio!

Que viva! le contestaron todos; don Braulio tambin.

Al ltimo, ocultndose, venan don Inocencio, sacristn del pueblo, y don Vilkas.

Junto a mi pilar estaba el dansak Bernaco.

Estoy asustadizo, capaz hay pelea, nio Ernesto dijo.

Seguro hay pelea, Bernaco; Pascual y Pantacha estn molestosos.

Pero Pantacha est valiente.

Mrale a don Braulio. Seguro hay pelea. Capaz don Braulio ha trado su revolvercito.

No digas, nio Ernesto! Don Braulio revolvea no ms, es como loco.

Don Braulio subi las gradas del corredor.

Buenos das, taytay! saludaron todos los comuneros al principal del pueblo.

Buenos das contest don Braulio. Derecho se fue junto a la mesa; se par con la espalda a la pared; los mistis, don Vilkas y don Inocencio, se arrimaron a su lado.

Los indios miraban a don Braulio; unos asustadizos, con ojos brillantes, otros tranquilos, algunos rabiando. Pantacha se acomod bien la correa que sujetaba el cuerno sobre su espalda; en su cara haba como fiebre.

Don Braulio pareca chancho pensativo; miraba el suelo con las manos atrs; curvo, me mostraba su cogote rojo, lleno de pelos rubios.

Don Braulio me haca saltar el corazn de pura rabia!

Silencio se hizo en toda la plaza. El eucalipto del centro de la plaza pareca sudar y miraba humilde al cielo.

Semanero Pascual, kallary! (comienza) orden el principal.

Don Pascual salt sobre la mesa; desde lo alto mir al cornetero, a don Wallpa, a don Saksa, y despus a los comuneros.

Kallary!

Lones para don Enrique, don Heracleo; martes para don Anto, viuda Juana, don Patricio; mircoles para don Pedro, don Roso, don Jos, don Pablo; jueves para. . .Como si le hubieran latigueado en la espalda se enderez el principal; sus cejas se levantaron parecido a la cresta de los gallos peleadores; y desde adentro de sus ojos apuntaba la rabia.Viernes para don Saksa, don Waman. . .

Pascualcha; silencio! grit don Braulio.

Los comuneros de don Saksa se asustaron, movieron sus cabezas, se acomodaron para correr ah mismo; los tinkis ms bien pararon firmes.

Don Braulio, kocha agua es para necesitados!

No hay dueo para agua! grit Pantacha.

Comunkuna es primero! habl don Wallpa.

El principal sac su arma.

Fuera, carajo, fuera!

Los sanjuanes se empujaban atrs, se caan del corredor a la plaza. Las mujeres corrieron primero arrastrando sus rebozos.

Dos, tres balas sonaron en el corredor. Los principales, don Inocencio, don Vilkas, se entroparon con don Braulio. Los sanjuanes se escaparon por todas partes; no volteaban siquiera, corran como perseguidos por los toros bravos de Koani; las mujeres chillaban en la plaza; los escoleros saltaron de los pilares; los de Ayalay se atracaban en la puerta del coso, queran entrar de cuatro en cuatro, de ocho en ocho. Pantacha gritaba como diablo:

Kutirimuychic maktakuna! (Volved, hombres, volved!)En vano: los comuneros se perdan en las esquinas, en las puertas. Algunos tinkis no ms quedaron en el corredor, serios, tiesos, como los pilares de piedra blanca.

Don Antonio tambin haba trado su revlver, seguro le prest don Braulio; estir su brazo el alcalde y le ech dos tiros ms al aire. Los ltimos sanjuanes que sacaban su cabeza por las esquinas se ocultaron.

Don Pascual se baj callado de la mesa al suelo.

Principales y comuneros se miraron ojo a ojo, separados por la mesa. Don Braulio pareca de verdad loco; sus ojos miraban de otra manera, derechos a Pantacha; venenosos eran, entraban hasta el corazn y lo ensuciaban. Tras del principal los mistis y don Vilkas esperaban temblando.

Carajo! Sua! (Ladrn!) grit el makta. Mata no ms, en mi pecho, en mi cabeza.

Levant alto su corneta. Como el sol de medioda su mirar quemaba, rajaba los ojos. Brinc sobre el misti maldecido. . . Don Braulio solt una bala y el makta cornetero cay de barriga sobre la piedra.

A la crcel!

Como baldeados con sangre, don Pascual, don Wallpa y los tinkis, cerraron los ojos. Se acobardaron: ya no valan, ya no servan, se malograron de repente; se ahumildaron, como gallo forastero, como novillo chusco; ah no ms se quedaron, mirando el suelo.

A la crcel, wanakus! mand don Braulio con hablar de asesino.

Don Vilkas abri la puerta de la crcel era carcelero; como chascha (perro pequeo), temblando, don Wallpa entr primero; Pascual pareca viuda en desgracia, mirando el suelo, humilde, derecho se fue tras el varayok.

Los dems carneros, a sus punas. Fuera!

Se escaparon los tinkis; ganndose unos a otros, recelosos todava, volteaban la cabeza de rato en rato.

En la plaza se hizo silencio; nadie haba. En un rato se acabaron la bulla, las rabias, los comuneros; se acab Pantacha, el makta de corazn, el makta valiente. Los mistis tambin se callaron mirando a Pantalen, tumbado en el suelo, como padrillo rejoneado. Don Vilkas y don Inocencio, parados en la puerta de la crcel tenan miedo, no podan ir a ver la sangre del msico.

Cirrenlo en la crcel hasta la noche mand don Braulio.

No podan, don Inocencio, don Vilkas.

Indios arrstrenlo!Por gusto mandaba, como a fantasma le teman. Nu taytay, nu taytay!

Le rogaban con hablar de criaturitas.

Usted, don Cayetano.

Claro! Yo s.

El viejo borracho se acerc al cornetero; de una pierna empez a jalarle.

Caray! En la cabeza haba sido.

Viendo arrastrar al Pantacha, me enrabi hasta el alma.

iWikuero allko! (Perro cazador de vicuas) le grit a don Braulio.

Salt al corredor. Hombre me crea, verdadero hombre, igual a Pantacha. El alma del auki Kanrara me entr seguro al cuerpo; no aguantaba lo grande de mi rabia. Queran reventarse, mi pecho, mis venas, mis ojos.

Don Braulio, don Cayetano, don Antonio. . . me miraron no ms; sus ojos, Como vidrios redonditos, no se movan.

Suakuna! (Ladrones) les grit.

Levant del suelo la cometa de Pantacha, y como wikullo la tir sobre la cabeza del principal. Ah mismo le chorre la sangre de la frente, hasta llegar al suelo. Buena mano de maktillo!

Los principales acorralaron a su papacito, para atenderlo.

Taytay, murete; perro eres, para morder a comuneros no ms sirves! le dije.

Balas, carajo, ms balas!

En vano gritaba; el fierro de la corneta le mordi en la frente, y su sangre corra, negra, como de culebra.

Don Antonio; mtelo!

Rogaba por gusto, su hablar ya no era de hombre; su sangre le acobardaba, como a las mujeres.

Taytacha, acbale de una vez, para morder no ms sirve!

Mir la fachada blanca de la iglesia.

Jajayllas! Taytacha Dios no haba. Mentira es: Taytacha Dios no hay.Don Antonio me hizo sea con el pie para que escapara. Me quera el alcalde, porque era amiguero de sus hijos.

Mtelo, don Antonio! rog don Braulio otra vez.

La voz del principal me gustaba ahora; me hubiera quedado; su gritar me quitaba la rabia, me alegraba, la risa quera reventar en mi boca.

Murete, taytay, allko!

Pero don Antonio pate en el empedrado y despus me apunt con su revlver. Se enfri mi corazn con el miedo; salt del corredor a la plaza; tras de m son la bala de don Antonio.

Taytay Antonio!

Al aire abale seguro el alcalde, para disimular.

* * *

Los comuneros de Utekpampa son mejores que los sanjuanes y los tinkis de la puna. Indios lisos y propietarios, le hacan correr a don Braulio. Cuando traa soldados de Puquio no ms, el principal se haca el hombre en Utek, atropellaba a los comuneros y haca matar los animales de la pampa, para escarmiento.

Slo en la plaza de San Juan era valiente don Braulio, pero llegando a Utek se acababa su rabia y pareca buen principal..

Por eso, cuando escap de la plaza, me acord de los maktas utek.

Los sanjuanes se haban asegurado en sus casas, chanchos no ms encontr en las calles. Las puertas, como en medianoche, estaban cerradas.

No par hasta llegar al morro de Santa Brbara; de donde se ven la pampa y el pueblito de Utek.

Bien abajo, junto al ro Viseca, Utek pampa se tenda, como si fuera una grada en medio del cerro Santa Brbara.

Nunca la pampa de Utek es triste; lejos del cielo vive: aunque haya neblina negra, aunque el aguacero haga bulla sobre la tierra, Utekpampa es alegre.Cuando los maizales estn verdes todava, el viento juega con los sembros; mirada desde lejos, la pampa despierta cario en el corazn de los forasteros. Cuando el maz est para cosecharse, todos los comuneros hacen chozas en la cabecera de sus chacras. Las tuyas, los loros y las torcazas ladronas vuelan por bandadas en todo el campo; pasan silbando por encima de los maizales, mostrando sus pechitos amarillos, blancos, verdes; a veces cantan desde los mollales que crecen junto a los cercos. Desde los caminos lejanos Utekpampa se ve llena de humo, como si todo fuera pueblo. Despus de la cosecha, la pampa se llena de animales grandes; toros, caballos, burros. Los padrillos gritan todo el da, desafindose de lejos; los potros enamorados relinchan y se hacen or en toda la pampa. Utekpampa: indios, mistis, forasteros o no, todos se consuelan, cuando la divisan desde lo alto de las abras, desde los caminos!

Utekpampa mama!Igual que los comuneros de Tinki llam a la pampa; como potrillo, relinch desde el morro Santa Brbara; fuerte grit, para hacerme or con los maktas utek. Pero mentira! Viendo lo alegre de la pampa, de los caminos que bajan y suben del pueblito, ms todava creci el amargo en mi corazn. Ya no haba Pantacha, ya no haba don Pascual, ni Wallpa; don Braulio no ms ya era; con su cabeza rota se parara otra vez, para ajear, patear y escupir en la cara de los comuneros, emborrachndose con lo que robaba de todos los pueblos.

Solito, en ese morro seco, esa tarde, llor por los comuneros, por sus chacritas quemadas con el sol, por sus animalitos hambrientos. Las lgrimas taparon mis ojos; el cielo limpio, la pampa, los cerros azulejos, temblaban; el Inti, ms grande, ms grande. . . quemaba al mundo. Me ca, y como en la iglesia, arrodillado sobre las yerbas secas, mirando al tayta Chitulla, le rogu:

Tayta: que se mueran los principales de todas partes!

Y corr despus, cuesta abajo, a entroparme con los comuneros propietarios de Utekpampa.

Algunos datos acerca de estas novelas:

Una explicacin previa al conocimiento de este libro es necesaria, tanto para el autor como para ciertos lectores:

Contiene dos obras escritas por un hombre que aprendi a hablar en quechua.Agua fue editada hace 19 aos, cuando el autor haba ingresado a la Universidad y era an, sustancialmente, un quechua. Diamantes y pedernales es una novela escrita en 1953, despus de 23 aos de trabajo en la ciudad.Agua es un brote puro del mundo andino; el odio y la ternura lo inspiraron. Diamantes y pedernales contiene el lastre y las luces de 23 aos ms de lecturas y de algunos viajes.

Sobre este trnsito, que puede interesar a quienes estudian o simplemente consideran el problema del bilingismo y de la expresin literaria en el Per public el autor un ensayo en una revista de Lima Mar del Sur, nm. 9. Citaremos algunos prrafos corregidos, de ese trabajo:

Agua s fue escrita con odio, con el arrebato de un odio puro; aqul que brota de los amores universales, all, en las regiones del mundo donde existen dos bandos enfrentados con primitiva crueldad.

Porque los relatos de Agua contienen la vida de una aldea andina del Per, en que los personajes de las facciones tradicionales se reducen, muestran y enfrentan ntidamente. All no viven sino dos clases de gentes que representan dos mundos implacables y esencialmente distintos: el terrateniente convencido hasta la mdula, por la accin de los siglos, de su superioridad humana sobre los indios; y los indios, que han conservado con ms ahnco la unidad de su cultura, por el mismo hecho de estar sometidos y enfrentados a una tan fantica y brbara fuerza.Aluda al odio puro con que escrib los relatos de Agua. Mi niez transcurri en una de estas aldeas en que hay 500 indios por cada terrateniente. Yo coma en la cocina con los lacayos y concertados indios, y durante varios meses fui husped de una comunidad.

Describir la vida de aquella aldea, describira de tal modo que su palpitacin no fuera olvidada jams, que golpeara como un ro en la conciencia del lector! Ese fue el ideal que gui todos mis trabajos, desde la adolescencia. Los rostros de los personajes estaban claramente dibujados en mi memora, vivan con exigente realidad, caldeados por el gran sol, como la fachada del templo de mi aldea nativa, en cuyas hornacinas ramos de flores silvestres agonizan.

Ms un inconveniente aturdidor exista para realizar el ardiente anhelo. Cmo describir esas aldeas, pueblos y campos; en qu idioma narrar su vida? En castellano? Despus de haberlo aprendido, amado y vivido a travs del dulce y palpitante quechua? Fue aqul un trance al parecer insoluble.

Escrib el primer relato en el castellano ms correcto y literario que poda alcanzar. Le despus el cuento a algunos de mis amigos de Lima, y lo elogiaron. Pero yo detestaba cada vez ms aquellas pginas. No, no eran as ni el hombre, ni el pueblo, ni el paisaje que yo quera describir, casi poda decir, denunciar! Bajo un falso lenguaje se mostraba un mundo como inventado, sin mdula y sin sangre; un tpico mundo literario, en que la palabra ha consumido a la obra. Mientras en la memoria, en mi interior, el verdadero tema segua ardiendo, intocado. Volv a escribir el relato, y comprend definitivamente que el castellano no me servira si segua emplendolo en la forma tradicionalmente literaria.

Exista y existe, frente a la solucin de estos especialsimos trances de la expresin el problema de la universalidad, el peligro del regionalismo que contamina la obra y la cerca. El peligro que contiene siempre la inclusin de materias extraas en un instrumento ya de s perfecto! Pero en tales casos la angustia primaria ya no es por la universalidad sino por la simple realizacin. Realizarse, traducirse, convertir en un instrumento legtimo el idioma que parece ajeno; comunicar a la lengua casi extranjera la materia de nuestro espritu: esa es la dura, la difcil cuestin. La universalidad de este raro equilibrio de contenido y forma, equilibrio alcanzado tras intensas noches de increble trabajo, es cosa que vendr en funcin de la perfeccin humana lograda en el transcurso de tan extrao esfuerzo. Existe en el fondo de esa obra el rostro verdadero del ser humano y de su morada? Si est pintado ese rostro con desusados colores, no slo no importa; puede tal suceso concederle mayor inters al cuadro. Que los colores no sean slo una maraa, la grotesca huella del agitarse del ser impotente; eso es lo esencial. Pero si el lenguaje as cargado de extraas esencias deja ver el profundo corazn humano, si nos trasmite la historia de su paso sobre la tierra, la universalidad podr tardar quiz mucho; sin embargo, vendr, pues bien sabemos que el hombre debe su preeminencia y su reinado al hecho de ser uno y nico.En mi experiencia personal la bsqueda del estilo fue, como ya dije, larga y angustiosa. Y un da de aqullos, empec a escribir, para m, fluida y libremente, como se desliza el agua por los cauces milenarios. Conclu el primer relato en pocos das y lo guard temerosamente.

Yo haba escrito ya Warma kuyay [Amor de nio] el ltimo cuento de Agua. El castellano era dcil y propio para expresar los ntimos trances, los mos; la historia de m mismo, mi romance. Ya s que an en ese relato el castellano est embebido en el alma quechua, pero su sintaxis, apenas fue alterada. Esa misma construccin, el castellano de Warma kuyay, con todo lo que tiene de aclimatacin, no me serva suficientemente para la interpretacin de las luchas de la comunidad, para el tema pico. En cuanto se confunda mi espritu con el del pueblo de habla quechua, empezaba la descarriada bsqueda de un estilo. Se trataba slo de una elemental deficiencia del conocimiento del idioma? Sin embargo yo no me quejo del estilo de Warma kuyay. Sumergido en la profunda morada de la comunidad no poda emplear con semejante dominio, con natural propiedad, el castellano. Muchas esencias, que senta como las mejores y legtimas, no se diluan en los trminos castellanos construidos en la forma ya conocida. Era necesario encontrar los sutiles desordenamientos que haran del castellano el molde justo, el instrumento adecuado. Y como se trataba de un hallazgo esttico, l fue alcanzado como en los sueos de manera imprecisa.

Logrado naturalmente para m, para el buscador. Seis meses despus abr las pginas del primer relato de Agua. Ya no haba queja. Ese era el mundo! La pequea aldea ardiendo bajo el fuego del amor y del odio, del gran sol y del silencio; entre el canto de los pjaros nativos guarecidos en los arbustos; bajo el cielo altsimo y avaro, hermoso pero cruel.

Seria transmitido a los dems ese mundo? Sentiran las extremas pasiones de los seres humanos que lo habitaban? Su gran llanto y la increble, la transparente dicha con que solan cantar a la hora del sosiego? Tal parece que s.

* * *

En qu idioma se deba hacer hablar a los indios en la novela? Para el bilinge, para quien aprendi a hablar en quechua, resulta imposible, de pronto, hacerlos hablar en castellano; en cambio, quien no los conoce a travs de la niez, de la experiencia profunda, puede quiz concebirlos expresndose en castellano. Yo resolv el problema crendoles un lenguaje castellano especial, que despus ha sido empleado con horrible exageracin en trabajos ajenos. Pero los indios no hablan en ese castellano, ni con los de lengua espaola ni mucho menos entre ellos! Es una ficcin. Los indios hablan en quechua. Toda la sierra del sur y del centro, con excepcin de algunas ciudades, es de habla quechua total. Es pues falso y horrendo presentar a los indios hablando en el castellano de los sirvientes quechuas aclimatados en la capital; Yo ahora, tras veinte aos de esfuerzo, estoy intentando una traduccin castellana de los dilogos de los personajes andinos de habla quechua. La primera solucin fue la de crearles un lenguaje sobre el fundamento de las palabras castellanas incorporadas al quechua, y el elemental castellano que alcanzan a saber algunos indios en sus propias aldeas. La novela realista, al parecer, no tena otro camino.

El desgarramiento, ms que de los quechuismos, de las palabras quechuas, es otra hazaa lenta y difcil. Se trataba de no perder el alma, de no transformarse por entero en esta larga y lenta empresa! Mientras el tema de la obra fuera el mismo mundo, l deba brillar con aquel fuego que logramos encender y contagiar a travs del otro estilo, del cual no estamos arrepentidos a pesar de sus raros, de sus nativos elementos.

Fue y es est una bsqueda de la universalidad a travs de la lucha por la forma, slo por la forma? Por la forma, en cuanto ella significa conclusin, equilibrio alcanzado por la necesaria mezcla de elementos Que tratan de constituirse en una nueva estructura.

Yo no dudo y que se me perdone la afirmacin de este convencimiento, yo no dudo del valor de los relatos de Agua, de su valor en relacin con el que actualmente escribo. Haber pretendida expresarse con sentido de universalidad a travs de los pasos que nos conducen al dominio de un idioma distinto, haberlo pretendido en el transcurso del salto; esa fue la razn de la incesante lucha. La universalidad pretendida y buscada sin la desfiguracin, sin mengua de la naturaleza humana y terrena que se pretenda mostrar; sin ceder un pice a la externa y aparente belleza de las palabras.Creo que en la novela que actualmente escribo Los ros profundos, el proceso ha concluido. Uno slo poda ser su fin: el castellano como medio de expresin legtimo del mundo peruano de los Andes; noble torbellino en que espritus diferentes, como forjados en estrellas antpodas, luchan, se atraen, se rechazan y se mezclan, entre las ms altas montaas, los ros ms hondos, entre nieves y lagos silenciosos, la helada y el fuego.

* * *

En Runa yupay y las primeras ediciones de sus obras Agua (1935) y Yawar fiesta (1941), JMA opta por entregar al fin de cada libro un vocabulario. Anotamos aqu el correspondiente a Agua (1935).

Allk'o: perro. Los indios tambin cometen la injusticia de comparar a los hombres malos con el perro.

Allpa: tierra.

Anka: ave de rapia; slo el cndor es ms grande que el anka.

iAtatao!: interjeccin de asco.

Ayarachi: msica de los comuneros de la puna.

Barroso: toro de color cenizo.

Cordellate: gnero de lana tejido por los mismos indios.

Chascha: perro pequeo de la sierra; generalmente son muy humildes.

Chiuchicha: pollito. Tambin se dice a los nios.

Chiwaco: zorzal.

Chuklla: choza.

Chumpi: cinturn tejido de lana.

Dansak': bailarines que danzan en las esquinas de los pueblos serranos en las grandes fiestas; se visten muy vistosamente, a veces son profesionales. Muchos de ellos hacen pruebas de prestidigitacin por lo que creen los indios que los dansak son compadres del diablo.

Dao: se llama a los animales que han incursionado en chacra ajena. Cada pueblo tiene un coso para encerrar a los daos y la municipalidad percibe un tanto por ciento del pago que debe hacer el propietario del dao para rescatar su animal. Los principales a veces tienen un coso propio.

Hierra: fiesta que se hace durante el tiempo que dura la marca del ganado. En la hierra se tocan tonadas especiales y se bailan danzas especiales.

Initi: el sol.

iJajayllas!: interjeccin de burla y desprecio.

Jarawi: msica alegre que se toca durante las noches en las cosechas de trigo y de maz.

Kalas: nombre despreciativo que los comuneros dan a los blancos.

Karkacha: duende en forma de llama en el que creen los indios. Dicen que las karkachas son el alma de las mujeres que cometen pecado de maridar con sus parientes y compadres; son muy temidos. Kerkales: montes de kerko, rbol frutal muy parecido a la papaya.

Killincho: cerncalo. El killincho se atreve a pelear con el anka poderoso y a veces le hace gritar en el aire, por lo que es considerado como muy valeroso.

Kocha: laguna artificial o no.

Kundur: el cndor.

Kurawa: pequeo techo que se pone sobre los muros de adobe para protegerlos de la lluvia.

Lloke: arbusto de tallo muy fuerte y flexible.

Llakta: pueblo.

Machu: viejo.

Maktillo: diminutivo de makta, mozo. Makta es en ciertos casos un adjetivo muy encomioso, equivalente a fuerte, valiente.

Mamacha: nombre dado a las santas, especialmente a la virgen. Por cario y respeto se dice mamacha a ciertas personas.

Mamaya: nombre carioso que se da a las madres.

Orko: montaa, cerro. Las grandes montaas son temidas y respetadas por los indios como seres poderosos.

Pasa: mujer joven.

Paykales: de payko, yerba muy olorosa, es comestible.

Pichiucha: pajarito. Esta palabra va siempre en diminutivo, es muy dulce en quechua, porque los indios quieren mucho a las aves.

Principal: el misti ms acaudalado de un pueblo, el ms poderoso.Rutuna: segadora..

Sariki: el cactus.Saywa: pequeos monumentos que los indios hacen en las abras colocando unas piedras sobre otras; miradas de lejos, las saywas parecen centinelas vigilando desde las cumbres.

Sisi: hormiga.

Sunchu: yerba de flor amarilla, muy hermosa.

Tayales: montes de tara, arbusto negrusco de los climas muy fros.

Tayta: seor. Palabra muy respetuosa en quechua. En algunas comunidades se llama Tayta al ms influyente de los indios.

Taytacha: Dios y los santos.

Umpu: humilde enfermo, invlido.

Untu: nombre de un gran danzante que hubo en la provincia de Lucanas.

Upa: sordo, sonso.

Usuta: especie de sandalias.

Varayok: autoridad que lleva por insignia una vara.

Wak'tay: juego brbaro de carnavales en el que dos indios se dan alternativamente de ltigos con un zurriago con puntas de plomo hasta que uno de ellos cae vencido.

Waraka: honda.Wayna: hombre joven. Se dice tambin al novio o a la novia.

Wiksa: barriga. Es tambin un insulto.

Omitimos aqu las notas explicativas para las palabras cuyo significado se encuentra en el vocabulario ya anotado.

Comunero: perteneciente a una comunidad indgena. Concertado: pen a sueldo anual (RP). [nc]

Lacayos: siervos. [nc]

Tinya: tamborcillo (ZZ). [nc]

Ayllus: comunidad de indios (RP). Barrio, comunidad indgena (YF). Familia. Grupo social comunitario (Y). [nc]

Makta: hombre joven. Maktillo: muchacho, diminutivo de makta. Pasa: mujer joven.

AlIkas: color de ganado vacuno, semejante al moro (YF). [nc]

Pillkas: color de ganado vacuno (YF). [nc]

Interjeccin de entusiasmo.

Huayno: cancin de origen prehispnico que todas las clases sociales de los pueblos andinos del Per componen en quechua o castellano o en ambos idiomas (TS). Es la ms popular del pas. Cancin indgena (YF). [nc]

Tayta: padre, seor; mama: madre, seora; kuna: forma el plural; cha: el diminutivo.

Tinyay, tinyay: onomatopeya del canto de un tipo de paloma: la qella [nc]

Nombra a las personas de las clases dominantes, cualquiera que sea su raza.

Dios, Jesucristo; literalmente significa Padrecito.

Interjeccin de burla, de orgullo.

Paja dura de las regiones altas.

Lucha a zurriago entre solteros, en carnavales.

Cajale: de cajear. Cajeador: especialista que acompaa llevando el ritmo del toque del arpa en la caja del instrumento. [nc]

Alcalde de indios.

Estanque, laguna.

El sol.

Huerta, que en muchas aldeas de la sierra, rodea a la iglesia.

Msica fnebre.

Wikullo: arma arrojadiza.

La edicin de 1967 registra, al final del cuento, lo siguiente: (1933). Con relacin a esta fecha, en Rumanas, nm. l, noviembre 1967, JMA. expresa: . . .Agua la escrib en 1933, la perfeccion en 1934 y se public en 1935.