Agua bendita

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AGUA BENDITA Agustín Sánchez Martínez He mojáo tu mano d’agua bendita al entrar en la il-lesia e Santa Rita. Y m’ha paecío que tu cara tan blanca s’ha enrojecío. Con los mesmos dos deos m’he pirsinao y allegando a mis labios los he besao. Dios me dispense que, pensando en tu boca, en Él no piense. Esfisando tu cuerpo solico a un paso, ni a la misa ni al cura l’hecho yo caso. Sólo podía ricordar un cariño e toa mi vía. Ricordé aquellas tardes montaos en trillos desfrutando en la era siendo chiquillos. Y sin malicia, te quitaba y mascaba tu rogalicia. “¿Pero semos ya novios?” me ijiste un día “Yo no sé lo que semos” te respondía. Y al poco rato: “Si t’esfiso con otro cojo y lo mato.” Al sentirme reías mu arbullosa reluciendo tu cara como una rosa. Y yo en mi ensueño desfrutaba la loria e ser tu dueño. Y asín juimos creciendo poquico a poco y yo por tu cariño cá ves más loco. Pero hay traiciones der destino, qu’espiazan las ilusiones. D’una corta malencia murió mi páere y queé sin amparo junto a mi máere, en el intento e cautivar la tierra pagando el rento. Pero juerzas no tuve, no hubió manera e que al ser tan rodrejo lo consiguiera. Y una mañana pa otro lao nus marchemos en la tartana. Al pasar por tu casa te vide lejos y s’hicieron mis ojos pa siempre viejos, poique al no verte jué pïor mi castigo qu’er de la muerte. Munchos años pasemos en otra parte y creyí, trebajando qu’iba a orviarte. Hista q’un día comprendí que yo nunca t’orvidaría. Con er pelo ya blanco gorví a mis lares pa mercarme la tierra e mis pesares. ¡Con qué energías juí corriendo a la casa ande vevías! Mas tu casa era abora d’otro güertano, de un güen hombre, que al verme, me dio la mano. Junto a la aljibe me dició: “Esa familia ya aquí no vive. La mujer que osté dice y que me mienta se casó y tiene abora más e sesenta…” Al escuchallo sus parablas m’hirieron igual qu’un rayo. Ascuché sus razones cuando me icía qu’ella no iba asperarme tuiquia la vía. El regomello me quitó der galillo dista el risuello. Ya no quise buscal-la ni que sufriera viendo que quien la quiso un viejo era. Y me consuelo al miralla en la il-lesia tras e su velo. Vivo pa ese ratico, sólo pa eso, pa con agua bendita dalle mi beso. Y y me paece que al rezar su rosario por mí lo rece. Qu’el Siñor me perdone si es que le ofendo, pero igual desimula si m’está viendo. Poiqu’Él bien sabe que pecar por cariño no es curpa grave. Y ar final e mi vía yo no m’asplico que se pasen los años tan despacico. Me resucita cuando pongo en su mano agua bendita…

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AGUA BENDITA Agustín Sánchez Martínez

He mojáo tu mano d’agua bendita al entrar en la il-lesia e Santa Rita. Y m’ha paecío que tu cara tan blanca s’ha enrojecío. Con los mesmos dos deos m’he pirsinao y allegando a mis labios los he besao. Dios me dispense que, pensando en tu boca, en Él no piense. Esfisando tu cuerpo solico a un paso, ni a la misa ni al cura l’hecho yo caso. Sólo podía ricordar un cariño e toa mi vía. Ricordé aquellas tardes montaos en trillos desfrutando en la era siendo chiquillos. Y sin malicia, te quitaba y mascaba tu rogalicia. “¿Pero semos ya novios?” me ijiste un día “Yo no sé lo que semos” te respondía. Y al poco rato: “Si t’esfiso con otro cojo y lo mato.” Al sentirme reías mu arbullosa reluciendo tu cara como una rosa. Y yo en mi ensueño desfrutaba la loria e ser tu dueño. Y asín juimos creciendo poquico a poco y yo por tu cariño cá ves más loco. Pero hay traiciones der destino, qu’espiazan las ilusiones.

D’una corta malencia murió mi páere y queé sin amparo junto a mi máere, en el intento e cautivar la tierra pagando el rento. Pero juerzas no tuve, no hubió manera e que al ser tan rodrejo lo consiguiera. Y una mañana pa otro lao nus marchemos en la tartana. Al pasar por tu casa te vide lejos y s’hicieron mis ojos pa siempre viejos, poique al no verte jué pïor mi castigo qu’er de la muerte. Munchos años pasemos en otra parte y creyí, trebajando qu’iba a orviarte. Hista q’un día comprendí que yo nunca t’orvidaría. Con er pelo ya blanco gorví a mis lares pa mercarme la tierra e mis pesares. ¡Con qué energías juí corriendo a la casa ande vevías! Mas tu casa era abora d’otro güertano, de un güen hombre, que al verme, me dio la mano. Junto a la aljibe me dició: “Esa familia ya aquí no vive. La mujer que osté dice y que me mienta se casó y tiene abora más e sesenta…” Al escuchallo sus parablas m’hirieron igual qu’un rayo.

Ascuché sus razones cuando me icía qu’ella no iba asperarme tuiquia la vía. El regomello me quitó der galillo dista el risuello. Ya no quise buscal-la ni que sufriera viendo que quien la quiso un viejo era. Y me consuelo al miralla en la il-lesia tras e su velo. Vivo pa ese ratico, sólo pa eso, pa con agua bendita dalle mi beso. Y y me paece que al rezar su rosario por mí lo rece. Qu’el Siñor me perdone si es que le ofendo, pero igual desimula si m’está viendo. Poiqu’Él bien sabe que pecar por cariño no es curpa grave. Y ar final e mi vía yo no m’asplico que se pasen los años tan despacico. Me resucita cuando pongo en su mano agua bendita…