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Texto Litúrgico

Exégesis

Comentario

Teológico

Santos Padres

Aplicación

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Homilético

Información

15agosto

Solemnidad de la Asunciónde la Virgen María(Ciclo C) – 2016

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Textos Litúrgicos· Lecturas de la Santa Misa· Guión para la Santa Misa

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

(Lunes 15 de Agosto de 2016)

LECTURAS

Una mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies

Lectura del libro del Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab

Se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de la

Alianza.

Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus

pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.

Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz.

Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete

cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. Su cola arrastraba una

tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se

puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto

naciera.

La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de

hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer huyó al

desierto, donde Dios le había preparado un refugio.

Y escuché una voz potente que resonó en el cielo: «Ya llegó la salvación, el poder y

el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías.»

Palabra de Dios.

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SALMO Sal 44, 10bc. 11-12. 15b-16 (R.: 10b)

R. Es la reina, adornada con tus joyas

y con oro de Ofir.

Una hija de reyes está de pie a tu derecha:

es la reina, adornada con tus joyas

y con oro de Ofir. R.

¡Escucha, hija mía, mira y presta atención!

Olvida tu pueblo y tu casa paterna,

y el rey se prendará de tu hermosura.

El es tu señor: inclínate ante él. R.

Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían,

con gozo y alegría entran al palacio real. R.

Cristo, el primero de todos,

luego, aquellos que estén unidos a él

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto

15, 20-27a

Hermanos:

Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al

mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la

resurrección.

En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo,

cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego,

aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida.

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En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después

de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que

Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último

enemigo que será vencido es la muerte, ya que Dios todo lo sometió bajo sus pies.

Palabra de Dios.

ALELUIA

Aleluia.

María fue llevada al cielo;

se alegra el ejército de los ángeles.

Aleluia.

EVANGELIO

El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

elevó a los humildes

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1, 39-56

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de

Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de

alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:

«¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién

soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el

niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te

fue anunciado de parte del Señor.»

María dijo entonces:

«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi

Salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas

las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes

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cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en

generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a

los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había

prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para

siempre.»

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Palabra del Señor.

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GUION PARA LA MISA

Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen

(2016)

Misa del día

Entrada

Celebramos hoy la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los cielos en

cuerpo y alma. María goza eternamente de Dios no solamente con su alma espiritual

sino también con su cuerpo físico. En ella, la humanidad entera se llena de esperanza

teológica de alcanzar la bienaventuranza eterna y la resurrección definitiva en Dios.

1ª Lectura Apoc 11, 19ª; 12, 1-6ª. 10ab

La Virgen revestida de sol y con la luna bajo sus pies, es el signo de la presencia de

Dios y de su gracia.

2ª Lectura 1Co 15, 20-27

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Cristo, el primero de todos, vive eternamente en el cielo. Luego, todos aquellos que

están unidos a Él.

Evangelio Lc 1, 39-56

La Virgen proclama la grandeza del Señor, que obra maravillas en los humildes de

corazón.

PRESES

A Dios nuestro Padre, presentamos nuestras súplicas.

A cada intención respondemos…

+ Por la Iglesia, para que encuentre en María Santísima el modelo y la imagen de su

vocación divina expresada en el triunfo sobre el mal, el pecado y la muerte. Oremos.

+ Por la salud e intenciones del santo Padre, en especial por los frutos de sus

próximos viajes apostólicos. Oremos.

+ Por los jóvenes, para que descubran en María la dicha indescriptible de saberse

amados por Dios, y cultiven el encuentro personal con Cristo, único Amor que nunca

falla ni termina. Oremos.

+ Por quienes sufren y sienten el peso de la fatiga cotidiana, para que la luz del

misterio de María, fortalezca sus corazones en la esperanza de compartir, algún día,

su misma bienaventuranza. Oremos.

+ Por todos los miembros de nuestra familia religiosa para que seamos fieles a

nuestro cuarto voto de esclavitud mariana y podamos, mediante María, llegar a la

unión con Cristo. Oremos.

Oh Dios, que coronaste los privilegios de la Madre de tu Hijo con la gloria de la

Asunción, por su intercesión apiádate de nosotros, y concédenos lo que te

pedimos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

OFERTORIO

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Llevamos al altar las ofrendas para el Santo Sacrificio de la Misa, con el mismo

espíritu con que lo hacía María, es decir, ofreciéndonos nosotros también en

sacrificio.

* Junto con estas flores, ofrecemos la alegría de toda la Iglesia por la glorificación de

su Santísima Madre.

* Con el pan y el vino, ofrecemos nuestras vidas, para que uniéndonos al sacrificio

de Cristo, participemos un día de su gloria.

COMUNIÓN El Señor nos da un Pan celestial, su Cuerpo y su Sangre, alimento de

inmortalidad.

SALIDA Que la contemplación de la Virgen María y la confianza en su

intercesión, alimenten nuestra esperanza de alcanzar la Patria del cielo.

(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _

Argentina)

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Inicio

Exégesis · P.Severiano del Páramo, S.J.

El «Magnificat»

Sobre el Magnificat se ha escrito mucho, como puede verse en Laurentin. Nosotros

ponemos en nota algunos títulos que más pueden interesar. Los problemas que

plantea el Magnificat, además de su interpretación, son los siguientes:

1. ¿Hay que atribuirlo a María o a Isabel? La respuesta hoy día es segura: no existe

argumento serio ninguno contra la unanimidad de la tradición manuscrita, que lo pone

en labios de María. La tesis de Harnack está totalmente superada y no vale la pena

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refutarla.

2. ¿Es obra personal de María o hay que atribuir su composición a un judío-cristiano

de mayor cultura? El cántico en sustancia nada contiene que supere la formación

religiosa de una joven hebrea inteligente, reflexiva, conocedora de la historia de su

pueblo, asidua oyente de las lecciones sinagogales. Hay que tener presente la

memoria de los pueblos semitas y la del pueblo judío, concentrado en su Biblia.

También se pueden admitir algunos toques redaccionales de Lucas o de su fuente. Lo

que sí es cierto es la paternidad mariana del cántico. Todo su contenido responde a la

psicología interior de María y, por cierto, anterior a las vivencias de la vida, pasión y

resurrección de su hijo. Nada hay aquí de tonos cristianos. Estamos justamente en el

puente. Las promesas se empiezan a realizar, pero Jesús no ha nacido aún.

3. ¿Está el Magnificat en su momento histórico? Con Zerwick respondemos

afirmativamente. Las razones que aduce Gaechter para situarlo después del

nacimiento de Jesús y en una entrevista posterior de María con Isabel son subjetivas.

El cántico responde perfectamente al misterio que llevaba María desde el coloquio

con el ángel y al momento en que Isabel, inspirada, celebra la grandeza de «la madre

de su Señor». Nótese que María solamente canta para Dios lo, que ella lleva en su

alma, y delante de Isabel, a quien Dios mismo le ha revelado el misterio.

4. El Magníficat entra en el género literario común a todos los himnos o salmos de

acción de gracias. Las particularidades no exigen un género propio y se pueden

explicar por la psicología particular de la autora. Se trata de una especie de mosaico

de alusiones y frases del AT. La forma es la corriente de la poesía hebrea con el

paralelismo de los miembros, bien sinónimo (v.47), bien progresivo (48-51.54.55),

bien antitético (52.53). Sobre las estrofas se discute. Es corriente admitirlas, aunque

hay discrepancia sobre el número. Se admiten tres, cuatro y hasta cinco. La ilación de

las ideas, que se mantiene en todo el himno, puede dificultar la división en estrofas.

5. La originalidad hay que ponerla en la asimilación personal de María de las grandes

ideas bíblicas: misericordia de Yahvé, preferencia por los pobres y humildes, poder y

santidad, fidelidad; promesas hechas a los, patriarcas. Directa e inmediatamente

María canta la gracia de Dios para con ella; en un plano segundo canta el poder y

misericordia de Dios como se revela en la historia. La poesía del himno no se debe

poner en las imágenes, sino en la verdad y profundidad de las ideas, en la verdad y

sentimiento con que se exponen, en la finura y agudeza de la visión histórica, en el

conocimiento exacto de los caminos misteriosos de Dios, en la alegría tranquila y bien

fundada que se respira. Si no se revela la imaginación poética de María, sí se revela

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su visión profunda de la historia, de los hombres y de Dios; su sensibilidad exquisita a

los beneficios, su realismo y vida en verdad, que reconoce las grandezas propias,

pero hasta en sus raíces, que son la gracia de Dios. La alegría, como toda la

composición, es tranquila, serena, equilibrada, propia de quien sabe reflexionar y

callar, de quien ve el fondo de las cosas. Ella sabe retirarse detrás y poner en el

primer plano de su vida y de la historia al Invisible, al Creador. Hay aquí una poesía

auténtica, la expresión de la suprema verdad, descubierta con sentimiento y

dramatismo. Aparece Dios en escena como protagonista en la vida de María y en la

historia; aparece María en momentos de luz, de juventud, de maternidad feliz, de

bendiciones universales futuras; aparece Israel como pueblo escogido; aparecen los

humildes y los soberbios, cada uno con su merecido propio, con su suerte distinta

ante Dios aparece la fila venerable de los patriarcas amigos de Yahvé.

6. El himno lo podemos dividir así:

a) Introducción: 46-47 (alegría de María).

b) Estrofa 1ª: la mirada graciosa de Yahvé (48-50).

c) Estrofa 2ª: el poder justo de Yahvé (51-53).

d) Estrofa 3ª: la fidelidad de Yahvé para con Israel (54-55),

46-47. Nótese la correspondencia de los términos: alma = espíritu; magnifica = salta

de gozo; Señor = Dios mi Salvador. Salta de gozo, hjgall'isasen: es verbo de mucho

afecto. El aoristo equivale al presente por razón del paralelismo. Dios es Salvador,

más que por la liberación de males, porque da «la salvación», la vida. Este sentido

positivo es el que se desarrolla en los v.48.49 (ha hecho en mí cosas grandes).

Alma (anima, nefesh) era el principio de la vida corporal, sede de las emociones

sensibles. Pero puede ser también todo el ser humano.

Espíritu (ruah), la parte superior del alma, sede de la vida inte1ectual, religiosa; pero

puede ser también todo el ser humano. Aquí, por la ley del paralelismo, hay que

identificarlos y designan todo el ser, la persona de María, que alaba y se goza.

Magnifica, hace grande, alaba, reconoce y expresa su grandeza. Es lo que hace luego

llamando a Dios poderoso, santo, misericordioso. Es el máximo sentido de la vida

humana y cristiana: reconocer la grandeza de Dios. Salta de gozo, exultavit: el griego

expresa gran afecto. Este paso al pretérito es un hebraísmo. Tal vez un wayyictol,

que tiene el mismo sentido que el presente (magnifica). Salvador: atributo del nombre

divino frecuente en el AT; expresa idea familiar a 1os judíos y tiene esencialmente

sentido positivo, pues comprende cualquier beneficio o ayuda de Dios. Mi: este

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adjetivo expresa cariño, amor a Dios bienhechor. La salvación otorgada a María no

debe explicarse negativamente (males de que la ha librado), sino positivamente, como

ella la explica en 48.49.

48-49. Estos versos explican (oti, porque) la obra de Dios en María y la razón de su

alegría. Ha mirado: la mirada frecuente en los salmos, que expresa el amor de Dios

eficiente para con los suyos (cf. Sal 32,13ss). La pequeñez: es la explicación más

corriente del griego tapeinwsin, que se encuentra en Ecli 11,9-13 en el sentido de

pequeñez social. En el ánimo de la Virgen puede ser muy bien la pequeñez humana

con respecto a la grandeza de Dios. Coincide este sentir con la frase «he aquí la

esclava del Señor». Coincide también antitéticamente con la obra de Dios en ella: va

a ser llamada, bienaventurada, Dios ha hecho cosas grandes en ella. María se coloca

en la línea de todos los pequeños, los pobres, los humildes, los hambrientos, de

Israel, siervo de Yahvé. Esta exégesis corriente se inspira en la amplificación misma

que hace. Por esto no nos parece aceptable la exegesis de Gaechter, que ve en esta

pequeñez la opresión de María por parte de los nazarenos; ni la de Lyonnet, que ve

una alusión a la liberación de la esterilidad virginal y voluntaria, pues esta esterilidad

fue abrazada con gozo y la hubiera conservado con gozo. Si aceptó la maternidad

mesiánica, no fue porque la esterilidad virginal se considerara un oprobio, sino por la

voluntad de Dios. Y he aquí, idou gar: se aplica a todo lo que precede. Es una nueva

razón que justifica la alegría y gratitud de María. Desde ahora: frase del estilo de

Lucas (5,10; 12,52; 22,18.69; Act 18,6), y señala las alabanzas de Isabel como el

principio de un himno eterno. Las letanías marianas empiezan aquí. La Virgen,

inspirada, prevé su futuro culto, basado en la maternidad del Mesías (cf. 11,27).

El v.49 podía empezar una nueva frase, pero se une mejor con el 48. Cosas grandes:

el griego de los LXX corresponde al hebreo ghedholoth, prodigios. Como la Virgen

habla de sí (ha hecho a mí), se debe referir a su maternidad, a su concepción virginal

y cuanto de ella se deriva

El Poderoso: este nombre es el que da a Dios el AT, y corresponde muy bien

con «las cosas grandes» que ha hecho en María (cf. Sal 23,8; Sof 3,17). Y su nombre

= él. El nombre equivale a nuestra «persona». Santo: en el lenguaje bíblico, la

santidad es la absoluta trascendencia de Dios. Santificar el nombre de Dios es

reconocer su suprema y absoluta trascendencia. Esta segunda parte se puede unir

muy bien como una oración relativa con el sujeto de la primera: El Poderoso, cuyo

nombre es santo. Mi también se puede unir el v.50 con Maldonado, Zorell, Dausch,

Dorado. Otros unen 49b-50 como proposiciones coordinadas: porque ha hecho en mí

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cosas grandes, (porque) su nombre es santo y (porque) su misericordia... (Marchal,

Joüon, Plummer). Otros (Lagrange, Prat, Valensin-Huby) unen el v.50 con los

siguientes, separándolo del v.49.

50. En el AT, temer a Dios, servirle y obedecerle son sinónimos. El temor se confunde

frecuentemente con la piedad, porque es el afecto que domina la vida religiosa. Aquí

María se remonta a la conducta universal de Dios.

51-53. Estos versos no se deben entender del futuro (Plummer) Cuando la Virgen se

refiere al futuro, ha usado el futuro (v.48). Algunos aplican el aoristo a los hechos

históricos concretos de Israel como si María pensara en Faraón, cananeos, Saúl...

Parece mejor el aoristo gnómico, que expresa el modo o ley ordinaria de proceder.

Dios obra siempre así, favoreciendo a los humildes y pobres de Israel y castigando a

los grandes y opresores. En el AT, y en particular en los Salmos, pobre no es

precisamente el que carece de dinero. Pobre por antonomasia en los Salmos es

David perseguido, oprimido, pero que pone su confianza en Dios. Ricos son los se

bastan; pobres, los que necesitan de Dios. No obstante su dolor y necesidad, el pobre

bíblico no maldice ni envidia; se vuelve siempre a Dios, y su esperanza nunca le falla.

El rico, en cambio, .sólo confía en sí, piensa y habla soberbiamente, practica el

engaño, la calumnia, condena al pobre, declara culpable al inocente; es enemigo de

Dios, se vuelve contra él y sus preceptos, desprecia y blasfema al Santo; en su

corazón dice que no existe Dios, que Dios no se ocupa de los humanos y que

podemos hacer lo que queramos, sin que Dios nos vea. En suma: rico y malo son

sinónimos; pobre y bueno también.

La metáfora del brazo expresa el poder de Dios (cf. Is 51, Sal 88,11.14.22). Grandes

en el sentir...: se refiere a una disposición moral interior, propia del soberbio (cf. Ecli

10,7.14-18). Para la antítesis del v.52 recuérdese la elevación del humilde José, de

David pastor (cf. Sab 2,17-3,12). Para la antítesis del v.53 recuérdese la costumbre

áulica de los reyes orientales: los ricos van a palacio con presentes para el rey, que

tiene que superar en generosidad. Cuanto más le traen, más da. Los pobres, que no

pueden presentarse con ningún regalo, no pueden entrar en palacio y se quedan

hambrientos en la calle (Lagrange). Esta idea está en Sal 71,4.12-14.

54-55 Aquí empieza una dirección nueva y nacional. La misericordia de Yahvé con

Israel, siervo (Is 41,8; 42,1; 44,1; Act 3,13.26). Amparó: tomar el cuidado de uno,

ayudar. Etimológicamente tomar a uno que está en oposición o frente a mí. Dios,

grande, toma a Israel, pequeño. El pretérito, más que a la historia general de Israel,

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hay que referirlo al hecho inmediato de la encarnación. Dios acaba de socorrer, de

amparar a Israel, haciéndole la misericordia de enviarle al Mesías. Dios se acuerda de

su misericordia cuando hace uso de ella, cuando salva y ayuda. La misericordia se

ejercita con Abraham y su descendencia eterna. Esta misericordia es estrictamente

mesiánica. Dios prometió misericordiosamente la bendición mesiánica a Abraham y a

su descendencia (Gén 12,3). La bendición misericordiosa fue objeto de sucesivas

promesas a los patriarcas, empezando por Abraham, Isaac, Jacob, David... 55b se

une con 54b (Tol., Knab., Fill.). Otros (Mald.) hacen depender del verbo «prometió»

tanto los padres como Abraham. Joüon, Marchal, explican la construcción por un

hebraísmo: como prometió a nuestros padres en favor de Abraham y su

descendencia. Nosotros hemos unido «Abraham» con «la misericordia», y 55a,

«como prometió», la consideramos como proposición modal de «acordarse». Dios se

acordó = realizó, como había prometido.

56. Con este verso termina el episodio de la visitación; pero, aunque la conclusión se

anticipa a la narración del nacimiento, se trata de anticipación literaria, no real e

histórica. Es modo ordinario de Lucas, como decimos en la Introducción (cf. 3,20). La

mención misma de los tres meses, tiempo que faltaba para el nacimiento, nos inclina

a pensar que María se quedó con Isabel hasta el mismo nacimiento de Juan.

Psicológicamente es esto también más aceptable: la Virgen fue para felicitar a Isabel.

Y el momento de máxima alegría y felicitación era la fiesta del nacimiento y

circuncisión. Un argumento también puede ser que con el v.56 termina una fuente o

documento independientemente de la narración del nacimiento. Lucas ha podido

incorporar la narración siguiente sin prejuzgar el orden (Gaechter). Por lo demás, ya

desde antiguo los autores se dividen: unos creen que María se quedó hasta el

nacimiento, otros que se marchó antes por modestia (Prat).

(DEL PÁRAMO S., La Sagrada Escritura, Evangelios, BAC Madrid 1964, I, p. 559-64.

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Comentario Teológico

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· P. Gabriel Roschini, O. S. M.

El fin del destierro

1. - ¿Dónde sucedió?

(…)

2. — ¿Cómo sucedió?

¿De qué modo terminó su destierro terreno María Santísima? Este problema,

digámoslo inmediatamente, no es menos oscuro que el precedente.

No se comprende bien, en efecto, cómo pudo morir la Virgen. Para nosotros es fácil,

demasiado fácil morir. Pero para María no sucede lo mismo. Se muere,

efectivamente, o por violencia externa, es decir, porque se nos da muerte, o por

enfermedad, o por vejez, la cual no es otra cosa que una enfermedad. Ahora bien,

ninguno de estos tres modos es posible admitir para María. Ella no murió por

violencia extrínseca, o sea por la espada, como pensó alguien, interpretando en un

sentido demasiado material la profecía del santo anciano Simeón, porque la espada

que traspasó a María fue espiritual, no material; espada que traspasó el alma, no el

cuerpo.

No murió y no pudo morir la Virgen Santísima por enfermedad, porque ello se oponía

a su perfecta constitución orgánica, haciéndola inmune de toda molestia física.

No murió y no pudo morir de vejez (aparte de que no sabemos exactamente nada de

cierto acerca de si llegó o no a una edad avanzada), porque a ello se oponía el hecho

de que la misma vejez, en cuanto es capaz de causar la muerte, es una enfermedad,

o sea, un debilitamiento general de todo el organismo y de todas sus facultades,

llamada decrepitud senil. Consiguientemente, la Virgen Santísima así como no pudo

fallecer por enfermedad, tampoco dejó de existir por vejez.

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Hasta aquí, todos están o debieran estar de acuerdo, Si, pues, la Virgen no murió por

violencia externa, ni por enfermedad, ni por vejez, ¿de qué modo murió? Bossuet,

San Francisco de Sales, San Alfonso María de Ligorio y, en general, todos los

autores, afirman que María murió de amor, en un acto de intenso afecto que rompió

las ataduras del cuerpo. He aquí sus palabras: “Si me creéis, oh almas cristianas,

dice Bossuet, admitiréis que la causa de la muerte de la Santísima Virgen no fue otra

que el amor. Su amor, fuerte, ardiente, abrasador, no podía lanzar ningún suspiro sin

que despedazase los lazos de ese cuerpo de muerte: ni un ansia, ni una pena que no

pudiese turbar, romper su armonía; ningún deseo se elevaba al cielo sin que

arrastrase consigo al alma. “Os he dicho, oh cristianos, que su muerte fue un prodigio,

pero debo ser más sincero y cambiar francamente de parecer: la muerte no fue el

milagro, el prodigio, sino el fin del prodigio. El milagro continuo fue que María pudiese

vivir separada de su Amado. Vivía... porque era designio de Dios Padre que Ella fuese

copia perfecta de su Jesús Crucificado, en el martirio insoportable de una vida tan

larga y penosa como necesaria para la Iglesia. El amor divino reinó soberano

absoluto en su corazón, y cuando Ella amaba el amor aumentaba día a día,

alcanzando así tal magnitud que la tierra no era ya capaz de contenerlo” (BOSSUET:

“Sermón II sobre la Asunción”). “Cuando el amor de la Virgen, dice en otro lugar el

mismo príncipe de los Oradores, no pudo estar más en su cuerpo mortal, Ella entregó

su alma en los brazos de su Hijo. No hubo necesidad para esto de un esfuerzo

especial, Así como un ligero soplo arranca en otoño la hoja seca y hace que la llama

se dirija hacia lo alto, así su alma fue separada del cuerpo para ser transportada a los

cielos: así murió la Virgen, en un acto de amor divino y su alma fue llevada al cielo en

alas de santos deseos. Fue entonces que los espíritus celestiales se preguntaron

maravillados: ¿Quién es Esta que sube del desierto, como una nubecilla de humo de

mirra y de incienso quemado? Figura, similitud maravillosa que nos pinta al vivo el

modo tranquilo y dichoso de este morir. Una nube de humo perfumado... como nos

sería dado gustar mediante perfumes quemados; una nube que se alza tranquila, no

arrancada ni impulsada con violencia, sino delicadamente vaporizada por un dulce y

templado calor que la hace subir espontáneamente. No fue una sacudida violenta que

arrancó el alma de María: fue el calor de la caridad lo que la separó dulcemente del

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cuerpo enviándola al Paraíso envuelta en una onda de deseo ardiente de su Amado”

(BOSSUET: “Sermón I sobre la Asunción”). Otro tanto repite sustancialmente, San

Francisco de Sales: “Habiendo recogido la Santísima Virgen en su espíritu, con una

vivísima y continua memoria, todos los más amables misterios de la vida y de la

muerte de su divino Hijo y recibiendo siempre directamente de estos recuerdos las

más ardientes aspiraciones que Jesucristo, Sol de justicia, derramaba sobre los

hombres en el colmo del mediodía de su caridad, y viviendo Ella de su parte en un

movimiento continuo de contemplación; el fuego sagrado del amor divino la consumió

totalmente, como holocausto de suavidad, dándole muerte, mientras su alma,

extasiada, era transportada entre los brazos de dilección de su Hijo. ¡Oh muerte

amorosamente vital! ¡Oh amor vitalmente mortal!”. “Los santos que murieron de amor,

prosigue con fino análisis el mismo Santo Doctor, antes de morir experimentaron, en

efecto, una gran variedad de accidentes y de síntomas de dilección, muchos

transportes, muchos raptos, muchos éxtasis, muchos desfallecimientos, muchas

agonías: se diría que su amor engendraba, con esfuerzo y con progresivos intervalos,

la muerte bienaventurada; ello fue a causa de la debilidad de su amor, aún no

bastante perfecto, y que no podía con igual firmeza continuar su dilección. Pero muy

otra cosa sucedió en la Santísima Virgen, porque así como la hermosa alba del día no

crece a intervalos o con trémulos sacudimientos, sino con cierto continuo dilatamiento

y aumento que es casi insensiblemente sensible, viéndosela crecer en esplendor,

pero con tanta igualdad que nadie puede advertir, en los crecimientos de ella,

interrupción, separación o discontinuidad; así también en el virginal corazón de

nuestra gloriosa Señora crecía en todo momento el amor divino, pero con

crecimientos siempre dulces, pacíficos y continuados, sin agitaciones, repercusiones

o violencias de ninguna clase... De modo que la muerte de esta Virgen fue más dulce

de lo que podamos pensar: por una parte, suavemente trayéndola su Hijo al olor de

sus perfumes, y por la otra dejándose Ella llevar tras la sagrada fragancia al seno de

la bondad de su mismo Hijo... En efecto, si el amor había hecho experimentar a esta

divina Esposa al pie de la Cruz los supremos dolores de la muerte, era muy

conveniente y razonable que la muerte le hiciese experimentar, finalmente, las

supremas delicias del amor” (SAN FRANCISCO DE SALES: “Teotimo”, p. 11).

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Por su parte, el P. Terrien se expresa así: “Para comprender bien cómo murió María,

es necesario recordar antes la diferencia que existe entre estas tres expresiones:

morir en el amor, morir por amor, y morir de amor. Morir en el amor es la común

alegría de los amigos y de los elegidos de Dios, porque morir fuera de la caridad sería

morir fuera de la gracia. Morir por amor es dar la vida por un fin de caridad, como

hicieron los mártires. Morir de amor es tener como causa próxima de la propia muerte

al mismo amor, a este amor de quien el Cantar de los Cantares ha dicho que es

fuerte como la muerte.

“Que María haya muerto en el seno del amor sería blasfemia y locura dudarlo. Nadie

lo ha negado jamás entre los cristianos, como tampoco fue negado que haya muerto

por amor. ¿Habría rehusado Nuestro Señor a su Madre un privilegio que ha

concedido a muchos Santos, y el fuego del amor, encendido día y noche en el altar de

su corazón, se habría extinguido en el preciso momento en que la visión beatífica

debía comunicarle sus ardores? Algunos Opinaron que María murió no solamente en

el ejercicio actual del amor, sino también, como los mártires y como su propio Hijo, el

Rey de los mártires, por la defensa y el reinado del amor. Pretendían que Ella

también hubiese sufrido el martirio de sangre, tomando por una espada material la

que, según la profecía de Simeón, debía traspasarle el corazón.

“Sabemos ya que esta profecía se cumplió de muy otra manera, y de qué modo María

soportó por amor, sobre el Calvario, un dolor capaz de arrancarle mil veces la vida, si

la mano de Dios no la hubiese sostenido. Ello bastaba para que Ella hubiese muerto

por amor. Pero es preciso decir todavía que ha muerto de amor. Es del amor de

donde debe venir el golpe que destruirá los lazos por los cuales el alma está unida al

cuerpo, o para decir mejor, los soltará por un tiempo solamente” (TERRIEN: “La Mère

de Dieu”, t. II, ed. IV, París, sin fecha, p. 327 y sgtes.).

Todos estos autores, por otra parte respetabilísimos, nos dicen en sustancia que la

Virgen Santísima murió en consecuencia de un acto de amor, superior en intensidad a

la capacidad de un alma todavía unida al cuerpo. Mas es obvio que tal solución,

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aparentemente tan clara, no puede satisfacer. En efecto, en virtud del don de

integridad, es decir, del pleno dominio que María Santísima tenía sobre todas sus

pasiones, así como sobre el dolor y el amor, ningún acto de caridad, por intenso que

fuese, habría sido capaz de romper los lazos que unían su alma con su cuerpo

virginal.

Así como la intensidad del dolor no fue capaz de matar o ni siquiera turbar a la Virgen

Santísima sobre el Calvario, durante la agonía y la muerte de su Hijo, así también la

intensidad del amor no fue capaz de darle muerte al término de su existencia

terrestre. Por tanto, sigue siempre en pie la pregunta: ¿de qué modo la Madre de Dios

abandonó su destierro aquí abajo? Nos parece que la muerte de María fue una lógica

y natural consecuencia de su pasibilidad. El término natural de la pasibilidad ¿no es

acaso la mortalidad? Si la Virgen fue pasible —cosa indudable— fue también mortal.

Murió, pues. Pero ¿de qué manera?

Nos agrada inmensamente entre todas las demás, la aguda respuesta dada por el P.

Dourche, Servita. Héla aquí: “La clave del secreto, la única según nuestro parecer, es

ésta: además de la unión habitual de su espíritu con Dios, además de los ordinarios

éxtasis de que nos ha hablado S. Francisco (de Sales), más de una vez la Virgen

Santísima, ya antes de la Pasión, en los momentos más solemnes de la vida, fue

elevada a la contemplación de aquellos bienescelestiales que San Pablo no pudo

describir aún después de haberlos gustado. Recordemos cuanto hemos dicho en otra

parte sobre la ciencia de María. ¿Iba Dios a negarle, después de la resurrección,

aquello que entonces, y aún antes le había concedido? Evidentemente, no. Por el

contrario, nos parece que esos divinos momentos llegaron a ser cada vez menos

raros con los años, a fin de compensar así a nuestra buena Madre de la prolongación

del destierro. Esas momentáneas elevaciones, aunque pasajeras, no ocasionaban la

muerte. Mas, ¿serían ellas siempre pasajeras? ¿Quedaría María siempre alejada de

su Amado? ¿No tendría Jesús compasión de su Madre, y la dejaría desfallecer y

anhelarle, como el ciervo sediento anhela la fuente de agua viva? No. La hora tan

ansiada de la unión definitiva sonó finalmente. Y precisamente cuando esta hora

llegó, cuando Jesucristo estrechó contra su corazón a su Madre divina en un supremo

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abrazo que era la comunicación plena, entera, eterna de la vida del mismo Dios,

María, embriagada por las celestiales delicias, abandonó la tierra para volar al cielo.

Esta muerte, motivada en último análisis por el deseo de entrar en la posesión de una

vida superior, apenas si merece el nombre de muerte. Por lo cual, de acuerdo con los

antiguos textos litúrgicos, preferimos llamarla tránsito, Transitus, y sueño (Dormitio);

pero un sueño divino, llegado inesperadamente, en el tiempo y en el lugar elegidos

por Dios y que, invisible en la realidad, era el verdadero despertar. En efecto, ¿abrir

los ojos a los esplendores de la Patria para cesar de contemplar las tristezas del

destierro quiere decir acaso morir?” (“La Tutta Santa”, p. 207 y sgtes.).

(Roschini, G., La Vida de la Virgen María)

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Santos Padres· San Juan Damasceno

Muerte y Asunción de la Santísima Virgen María

No existe mortal que pueda alabar dignamente el tránsito de la Madre de Dios. Sin

embargo, siendo agradable a Dios cuanto redunde en honor de su Madre, y

complaciendo a ésta cuanto sea dar gusto a su Hijo, cumplamos la deuda de alabar a

María, que cuanto más se paga, más crece. Séanos propicia Ella misma.

Hoy descansa en el templo divino, no fabricado por mano alguna, la que fue también

templo del Señor. Hoy el Edén recibe a1 paraíso del nuevo Adán, donde fue otra vez

plantado el árbol de la vida y remediada nuestra desnudez. Desde hoy la Virgen

Inmaculada, que no tuvo jamás afectos terrenos, sino celestiales, ha dejado de

habitar en la tierra, y como cielo animado es colocada en las mansiones celestes.

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Dios arrojó del paraíso a los primeros hombres., porque desobedecieron. ¿Y ahora?

¿No recibirá el paraíso la que rechazó todo pecado y dio sólo frutos de obediencia,

enseñando la vida al género humano? ¿No abrirá el cielo sus fronteras? Eva escuchó

a la serpiente engañadora, y halagados sus sentidos acarreó la sentencia de

amargura y de dolor en el parto. ¿Osará la serpiente devorar a María que, sumisa a

Dios, concibió sin deleite, ni varón, por obra del Espíritu Santo?".

¿Cómo puede la corrupción apoderarse de un cuerpo que es fuente de la vida?".

El que es camino y verdad, dijo: Donde yo esté estará también mi servidor (Io. 12,26)

¿Con cuánta mayor razón no ha de vivir. Jesucristo junto a María?"

"María descansa como en lecho humilde en la ciudad de Jerusalén... Al llegar a este

punto, siento arder en mi pecho las llamas de amor ferviente, y anegado en lágrimas

dulcísimas, beso este lecho feliz..., que recibió al tabernáculo de la vida".

"¿Qué honores no le tributará el que decretó honrar a los progenitores?"

"Los discípulos, dispersos por la tierra, fueron, por mandato divino, reunidos en

Jerusalén... Testigos oculares, ministros de la palabra, llegaron para servir, cual era

su obligación, a la Madre de Cristo y pedirle su bendición. Los sucesores de los

apóstoles quisieron participar de ella. Tampoco faltaron las legiones angélicas y

cuanto obedece al sumo Rey… Todos ponían sus ojos en María con toda reverencia

y temor filial".

"¡Adán y Eva exclamarían jubilosos: Bienaventurada tú, hija, que nos has librado de

las penas merecidas por nosotros!… Cerramos la puerta del cielo y tú nos has abierto

el camino del árbol de la vida".

“Oíd el coro de los santos: Tú cumpliste nuestras profecías y nos trajiste el júbilo que

anhelábamos. Y la muchedumbre de los santos circunstantes le rogaban: Quédate

con nosotros, consuelo nuestro y ayuda nuestra. No nos desampares huérfanos, tú

que eres la Madre del más misericordioso Señor. Se el descanso en nuestras fatigas,

el refugio en los trabajos. Si te alejas, llévanos contigo a los que somos tu pueblo y

heredad".

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"Y cuando, el mismo Rey vino a recibir entre sus manos aquella alma santa e

incontaminada de toda mancha, la Virgen le diría a su Hijo: En tus manos

encomiendo mi espíritu. Recibe este alma, a quien amas y has preservado de toda

corrupción. A ti y no al sepulcro entrego mi cuerpo. Guárdalo salvo, ya que te dignaste

nacer de él. Trasládame contigo, para que contigo viva, ¡oh fruto de mi vientre!

Consuela también a estos mis hijos y hermanos tuyos. Aumenta el valor de mi

bendición con bendiciones tuyas... Y luego se oyó la respuesta: Ven a mi descanso,

bendita Madre mía, levántate, ven, amiga mía, la más hermosa de las mujeres.

Porque el invierno ha pasado y ha llegado el tiempo de la recompensa (Cant. 2,10)"

El Santo describe el cuidado con que amortajarían a la Virgen, empleando aguas que,

en vez de limpiar, quedaron ellas más puras, el cortejo funerario y el santo entierro.

"Colocado en el sepulcro, aquel cuerpo permanece allí tres días y al cabo de los

cuales es conducido al paraíso, pues no convenía que quedase oculta en la tierra

aquella divina habitación, mina inagotable, no arado campo de pan celestial, nunca

regada viña de frutos inmortales, oliva emblemática de la compasión del Padre. Sino

que del mismo modo que el cuerpo santo formado por la Virgen resucitó al tercer día,

era justo que esta Señora fuese sacada del sepulcro y que la Madre fuera a reunirse

con el Hijo, y puesto que Él bajó hasta María, Ella fuera conducida hasta el cielo".

"Convenía... que si el Señor había dicho que debía ocuparse en las cosas de su

Padre (Lc. 2,19), habitara la Madre en la casa real del Hijo... Convenía que fuera

reservado incólume después de la muerte el cuerpo que en el parto conservó íntegra

su virginidad y que habitara en los eternos tabernáculos la que había llevado en su

seno al Creador, bajo el aspecto de infante. Convenía que habitara en las mansiones

celestes la esposa prometida por el Padre. Convenía que la que había visto (con sus

ojos corporales) a su Hijo en la cruz, y cuyo pecho había sido traspasado con la

espada del dolor, le viera ahora sentado con su Padre. Convenía, finalmente, que la

Madre de Dios poseyera lo que era propiedad de su Hijo y fuera venerada por todas

las criaturas".

"Ensalcemos este día con cánticos sagrados... Honremos a María con visitas

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nocturnas. Agrademos con nuestra limpieza de alma y cuerpo a Ella, la

verdaderamente pura y limpia. Es natural que la semejanza alegre a los que son

semejantes. Si ninguna cosa es más oportuna para dar culto a Dios que la

misericordia, ¿podremos negar que le agradara también a su bendita Madre? (cf.

n.15).

¡Oh sepulcro entre todos el más sagrado! ¿Por qué buscar en ti a la que ha sido

elevada a los cielos?"...

(Cf. SAN JUAN DAMASCENO, Hom. 1 y 2 in Dormit.: PG 96,715 ss. y 741 ss.)

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Aplicación· S.S. Francisco p.p.

S.S. Francisco p.p.

Queridos hermanos y hermanas

El Concilio Vaticano II, al final de la Constitución sobre la Iglesia, nos ha dejado una

bellísima meditación sobre María Santísima. Recuerdo solamente las palabras que se

refieren al misterio que hoy celebramos. La primera es ésta: «La Virgen Inmaculada,

preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en

la tierra, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono por el

Señor como Reina del universo» (n. 59). Y después, hacia el final, ésta otra: «La

Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y

comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este

mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha,

como señal de esperanza cierta y de consuelo» (n. 68). A la luz de esta imagen

bellísima de nuestra Madre, podemos considerar el mensaje que contienen las

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lecturas bíblicas que hemos apenas escuchado. Podemos concentrarnos en tres

palabras clave: lucha, resurrección, esperanza.

El pasaje del Apocalipsis presenta la visión de la lucha entre la mujer y el dragón. La

figura de la mujer, que representa a la Iglesia, aparece por una parte gloriosa,

triunfante, y por otra con dolores. Así es en efecto la Iglesia: si en el Cielo ya participa

de la gloria de su Señor, en la historia vive continuamente las pruebas y desafíos que

comporta el conflicto entre Dios y el maligno, el enemigo de siempre. En esta lucha

que los discípulos de Jesús han de sostener – todos nosotros, todos los discípulos de

Jesús debemos sostener esta lucha –, María no les deja solos; la Madre de Cristo y

de la Iglesia está siempre con nosotros. Siempre camina con nosotros, está con

nosotros. También María participa, en cierto sentido, de esta doble condición. Ella,

naturalmente, ha entrado definitivamente en la gloria del Cielo. Pero esto no significa

que esté lejos, que se separe de nosotros; María, por el contrario, nos acompaña,

lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal.

La oración con María, en especial el Rosario – pero escuchadme con atención: el

Rosario. ¿Vosotros rezáis el Rosario todos los días? No creo [la gente grita:

Sí] ¿Seguro? Pues bien, la oración con María, en particular el Rosario, tiene también

esta dimensión «agonística», es decir, de lucha, una oración que sostiene en la

batalla contra el maligno y sus cómplices. También el Rosario nos sostiene en la

batalla.

La segunda lectura nos habla de la resurrección. El apóstol Pablo, escribiendo a los

corintios, insiste en que ser cristianos significa creer que Cristo ha resucitado

verdaderamente de entre los muertos. Toda nuestra fe se basa en esta verdad

fundamental, que no es una idea sino un acontecimiento. También el misterio de la

Asunción de María en cuerpo y alma se inscribe completamente en la resurrección de

Cristo. La humanidad de la Madre ha sido «atraída» por el Hijo en su paso a través de

la muerte. Jesús entró definitivamente en la vida eterna con toda su humanidad, la

que había tomado de María; así ella, la Madre, que lo ha seguido fielmente durante

toda su vida, lo ha seguido con el corazón, ha entrado con él en la vida eterna, que

llamamos también Cielo, Paraíso, Casa del Padre.

María ha conocido también el martirio de la cruz: el martirio de su corazón, el martirio

del alma. Ha sufrido mucho en su corazón, mientras Jesús sufría en la cruz. Ha vivido

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la pasión del Hijo hasta el fondo del alma. Ha estado completamente unida a él en la

muerte, y por eso ha recibido el don de la resurrección. Cristo es la primicia de los

resucitados, y María es la primicia de los redimidos, la primera de «aquellos que son

de Cristo». Es nuestra Madre, pero también podemos decir que es nuestra

representante, es nuestra hermana, nuestra primera hermana, es la primera de los

redimidos que ha llegado al cielo.

El evangelio nos sugiere la tercera palabra: esperanza. Esperanza es la virtud del que

experimentando el conflicto, la lucha cotidiana entre la vida y la muerte, entre el bien y

el mal, cree en la resurrección de Cristo, en la victoria del amor. Hemos escuchado el

Canto de María, el Magnificat es el cántico de la esperanza, el cántico del Pueblo de

Dios que camina en la historia. Es el cántico de tantos santos y santas, algunos

conocidos, otros, muchísimos, desconocidos, pero que Dios conoce bien: mamás,

papás, catequistas, misioneros, sacerdotes, religiosas, jóvenes, también niños,

abuelos, abuelas, estos han afrontado la lucha por la vida llevando en el corazón la

esperanza de los pequeños y humildes. María dice: «Proclama mi alma la grandeza

del Señor», hoy la Iglesia también canta esto y lo canta en todo el mundo. Este

cántico es especialmente intenso allí donde el Cuerpo de Cristo sufre hoy la Pasión.

Donde está la cruz, para nosotros los cristianos hay esperanza, siempre. Si no hay

esperanza, no somos cristianos. Por esto me gusta decir: no os dejéis robar la

esperanza. Que no os roben la esperanza, porque esta fuerza es una gracia, un don

de Dios que nos hace avanzar mirando al cielo. Y María está siempre allí, cercana a

esas comunidades, a esos hermanos nuestros, camina con ellos, sufre con ellos, y

canta con ellos el Magnificat de la esperanza.

Queridos hermanos y hermanas, unámonos también nosotros, con el corazón, a este

cántico de paciencia y victoria, de lucha y alegría, que une a la Iglesia triunfante con

la peregrinante, nosotros; que une el cielo y la tierra, que une nuestra historia con la

eternidad, hacia la que caminamos. Amén

(Santo Padre Francisco, Solemnidad de la Asunción de la Virgen María,

Castelgandolfo, 15 de agosto de 2013)

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Directorio Homilético

15 de agosto: Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María

CEC 411, 966-971, 974-975, 2853: María, la nueva Eva, es ascendida a los cielos

CEC 773, 829, 967, 972: María, imagen escatológica de la Iglesia

CEC 2673-2679: en oración con María

411 La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio del "nuevo Adán" (cf. 1 Co

15,21-22.45) que, por su "obediencia hasta la muerte en la Cruz" (Flp 2,8) repara con

sobreabundancia la descendencia de Adán (cf. Rm 5,19-20). Por otra parte,

numerosos Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer anunciada en el

"protoevangelio" la madre de Cristo, María, como "nueva Eva". Ella ha sido la que, la

primera y de una manera única, se benefició de la victoria sobre el pecado alcanzada

por Cristo: fue preservada de toda mancha de pecado original (cf. Pío IX: DS 2803) y,

durante toda su vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna

clase de pecado (cf. Cc. de Trento: DS 1573).

... también en su Asunción ...

966 "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado

original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del cielo y

elevada al trono por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más

plenamente a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte"

(LG 59; cf. la proclamación del dogma de la Asunción de la Bienaventurada Virgen

María por el Papa Pío XII en 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima Virgen

constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación

de la resurrección de los demás cristianos:

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En tu parto has conservado la virginidad, en tu dormición no has abandonado el

mundo, oh Madre de Dios: tú te has reunido con la fuente de la Vida, tú que

concebiste al Dios vivo y que, con tus oraciones, librarás nuestras almas de la muerte

(Liturgia bizantina, Tropario de la fiesta de la Dormición [15 de agosto]).

... ella es nuestra Madre en el orden de la gracia

967 Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra re dentora de su Hijo, a

toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y

de la caridad. Por eso es "miembro muy eminente y del todo singular de la Iglesia"

(LG 53), incluso constituye "la figura" ["typus"] de la Iglesia (LG 63).

968 Pero su papel con relación a la Iglesia y a toda la humanidad va aún más lejos.

"Colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su fe, esperanza

y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón

es nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61).

969 "Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia,

desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin

vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos.

En efecto, con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que

continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna...

Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada,

Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (LG 62).

970 "La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera

disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su

eficacia. En efecto, todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los

hombres ... brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su

mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia" (LG 60).

"Ninguna creatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo

encarnado y Redentor. Pero, así como en el sacerdocio de Cristo participan de

diversa manera tanto los ministros como el pueblo creyente, y así como la única

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bondad de Dios se difunde realmente en las criaturas de distintas maneras, así

también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas

una colaboración diversa que participa de la única fuente" (LG 62).

II EL CULTO A LA SANTISIMA VIRGEN

971 "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc 1, 48): "La piedad de

la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano" (MC

56). La Santísima Virgen "es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial.

Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el

título de `Madre de Dios', bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en

todos sus peligros y necesidades... Este culto... aunque del todo singular, es

esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo

mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente" (LG

66); encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cf.

SC 103) y en la oración mariana, como el Santo Rosario, "síntesis de todo el

Evangelio" (cf. Pablo VI, MC 42).

974 La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en

cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la

resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su

Cuerpo.

975 "Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia,

continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de

Cristo (SPF 15).

2853 La victoria sobre el "príncipe de este mundo" (Jn 14, 30) se adquirió de una vez

por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su

Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo está "echado abajo" (Jn

12, 31; Ap 12, 11). "El se lanza en persecución de la Mujer" (cf Ap 12, 13-16), pero no

consigue alcanzarla: la nueva Eva, "llena de gracia" del Espíritu Santo es preservada

del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la

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santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). "Entonces despechado contra la

Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos" (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y

la Iglesia oran: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 17. 20) ya que su Venida nos librará del

Maligno.

En comunión con la Santa Madre de Dios

2673 En la oración, el Espíritu Santo nos une a la Persona del Hijo Unico, en su

humanidad glorificada. Por medio de ella y en ella, nuestra oración filial comulga en la

Iglesia con la Madre de Jesús (cf Hch 1, 14).

2674 Desde el sí dado por la fe en la anunciación y mantenido sin vacilar al pie de la

cruz, la maternidad de María se extiende desde entonces a los hermanos y a las

hermanas de su Hijo, "que son peregrinos todavía y que están ante los peligros y las

miserias" (LG 62). Jesús, el único Mediador, es el Camino de nuestra oración; María,

su Madre y nuestra Madre es pura transparencia de él: María "muestra el Camino"

["Hodoghitria"], ella es su "signo", según la iconografía tradicional de Oriente y

Occidente.

2675 A partir de esta cooperación singular de María a la acción del Espíritu Santo,

las Iglesias han desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la

persona de Cristo manifestada en sus misterios. En los innumerables himnos y

antífonas que expresan esta oración, se alternan habitualmente dos movimientos: uno

"engrandece" al Señor por las "maravillas" que ha hecho en su humilde esclava, y por

medio de ella, en todos los seres humanos (cf Lc 1, 46-55); el segundo confía a la

Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios ya que ella conoce

ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios.

2676 Este doble movimiento de la oración a María ha encontrado una expresión

privilegiada en la oración del Ave María:

"Dios te salve, María [Alégrate, María]". La salutación del Angel Gabriel abre la

oración del Ave María. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel, saluda a

María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios

ha puesto sobre su humilde esclava (cf Lc 1, 48) y a alegrarnos con el gozo que El

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encuentra en ella (cf So 3, 17b)

"Llena de gracia, el Señor es contigo": Las dos palabras del saludo del ángel se

aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La

gracia de la que está colmada es la presencia de Aquél que es la fuente de toda

gracia. "Alégrate... Hija de Jerusalén... el Señor está en medio de ti" (So 3, 14, 17a).

María, en quien va a habitar el Señor, es en persona la hija de Sión, el arca de la

Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es "la morada de Dios entre los

hombres" (Ap 21, 3). "Llena de gracia", se ha dado toda al que viene a habitar en ella

y al que entregará al mundo.

"Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre,

Jesús". Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de Isabel. "Llena del

Espíritu Santo" (Lc 1, 41), Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones

que llaman bienaventurada a María (cf. Lc 1, 48): "Bienaventurada la que ha creído...

" (Lc 1, 45): María es "bendita entre todas las mujeres" porque ha creído en el

cumplimiento de la palabra del Señor. Abraham, por su fe, se convirtió en bendición

para todas las "naciones de la tierra" (Gn 12, 3). Por su fe, María vino a ser la madre

de los creyentes, gracias a la cual todas las naciones de la tierra reciben a Aquél que

es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre.

2677 "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros... " Con Isabel, nos

maravillamos y decimos: "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?"

(Lc 1, 43). Porque nos da a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra;

podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora para nosotros

como oró para sí misma: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Confiándonos a

su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: "Hágase tu voluntad".

"Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte".

Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos

dirigimos a la "Madre de la Misericordia", a la Virgen Santísima. Nos ponemos en sus

manos "ahora", en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para

entregarle desde ahora, "la hora de nuestra muerte". Que esté presente en esa hora,

como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo y que en la hora de nuestro tránsito nos

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acoja como madre nuestra (cf Jn 19, 27) para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso.

2678 La piedad medieval de Occidente desarrolló la oración del Rosario, en

sustitución popular de la Oración de las Horas. En Oriente, la forma litánica del

Acathistós y de la Paráclisis se ha conservado más cerca del oficio coral en las

Iglesias bizantinas, mientras que las tradiciones armenia, copta y siríaca han preferido

los himnos y los cánticos populares a la Madre de Dios. Pero en el Ave María, los

theotokia, los himnos de San Efrén o de San Gregorio de Narek, la tradición de la

oración es fundamentalmente la misma.

2679 María es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos

adherimos con ella al designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los

hombres. Como el discípulo amado, acogemos (cf Jn 19, 27) a la madre de Jesús,

hecha madre de todos los vivientes. Podemos orar con ella y a ella. La oración de la

Iglesia está sostenida por la oración de María. Le está unida en la esperanza (cf LG

68-69).

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iNFO - Homilética.ive Función de cada sección del Boletín¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?

Función de cada sección del Boletín

Homilética se compone de 7 Secciones principales:

Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así

como el Guion para la celebración de la Santa Misa.

Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado deespecialistas, licenciados, doctores en exégesis, así como en ocasiones de Papaso sacerdotes que se destacan por su análisis exegético del texto.

Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos

Padres de la Iglesia, así como los sermones u escritos referentes al texto del

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domingo propio del boletín de aquellos santos doctores de la Iglesia.

Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los

cuales pueden facilitar la ilación o alguna idea para que los sacerdotes puedan

aplicar en la predicación.

Ejemplos Predicables: es un recurso que permite al predicador introducir

alguna reflexión u ejemplo que le permite desarrollar algún aspecto del tema

propio de las lecturas del domingo analizado.

Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que

ayudarían a realizar un enfoque adecuado del el evangelio y las lecturas del

domingo para poder brindar una predicación más uniforme, conforme al

DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto

Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.

¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética? El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en SanRafael, Mendoza, Argentina. El 8 de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto devida religiosa de derecho Diocesano en Segni, Italia. Siendo su Fundador el SacerdoteCatólico Carlos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene como carismala prolongación de la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones delhombre, y como fin específico la evangelización de la cultura; para mejor hacerloproporciona a los misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como unaherramienta eficaz enraizada y nutrida en las sagradas escrituras y en la perennetradición y magisterio de la única Iglesia fundada por Jesucristo, la Iglesia CatólicaApostólica Romana.

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