ÀGORA REVISTA DE CIENCIAS SOCIALES Centre d’Estudis Polítics i Socials Fundación CEPS

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FUNDACIÓN CEPS Volumen II: LA POLÍT IC A Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Donatella Della Porta ¿Surgimiento de movimientos europeos?  Socieda d civil y Uni ón Euro pea. Igor Sádaba Rodríguez  Revolución en Europa: del mayo del 68 a los movimientos globales. Ana Domínguez Rama  La “ Guerra Pop ular ” en la lu cha a ntif ran quis ta: Una aproximación a la historia del Frente Revolucionario  Ant ifas cist a y P atr iot a (F .R. A.P ). Ramón Adell Argilés  Protestas sociales y políticas  ante distintas administraciones blic as :  Ma dr id 19 83 -200 3. Kamal Mejahdi  Soc ieda d Civ il y pro ceso s de d emo cra tiza ció n: la peculiaridad del contexto árabe. Oscar García Agustín  Representación y expresión: musulmanes e inmigrantes en el Estado danés. Iñigo Errejón Galván  Patrul lando el gl obo. Un análisis de los presupuestos geográficos  y geopo líticos de la Guerra Global Pe rmanente. nº 18 2008 Pablo Iglesias Turrión Raimundo Viejo Viñas (Coordinadores) 001 - 008 3/2/09 11:55 Página 1

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Volumen II:LA POLÍTICA Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALESnº 18 2008Pablo Iglesias TurriónRaimundo Viejo Viñas(Coordinadores)

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F U N D A C I Ó N C E P S

Volumen II:LA POLÍTICA Y LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Donatella Della Porta ¿Surgimiento de movimientos europeos? Sociedad civil y Unión Europea.

Igor Sádaba Rodríguez  Revolución en Europa:del mayo del 68 a los movimientos globales.

Ana Domínguez Rama  La “Guerra Popular” en la lucha antifranquista:Una aproximación a la historia del Frente Revolucionario

 Antifascista y Patriota (F.R.A.P).

Ramón Adell Argilés  Protestas sociales y políticas

 ante distintas administraciones públicas: Madrid 1983-2003.

Kamal Mejahdi  Sociedad Civil y procesos de democratización:la peculiaridad del contexto árabe.

Oscar García Agustín  Representación y expresión:musulmanes e inmigrantes en el Estado danés.

Iñigo Errejón Galván  Patrullando el globo.Un análisis de los presupuestos geográficos

 y geopolíticos de la Guerra Global Permanente.

nº 18 2008

Pablo Iglesias TurriónRaimundo Viejo Viñas

(Coordinadores)

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CONSEJO DE REDACCIÓN

Aurora Pedro i BuenoProfesora Titular de Economía Aplicada

Francesc La Roca CervigónProfesor Titular de Economía Aplicada

Amat Sánchez VelascoProfesor Titular de Economía Aplicada

Roberto Viciano PastorProfesor Titular de Derecho Constitucional

Isabel Luján GimenoTécnica de Proyectos

de la Universitat d’Estiu de Gandía

Magdalena López Precioso

Profesora Titular de Trabajo Social

 Jesús Olavarria IglesiaProfesor Titular de Derecho Mercantil

Rubén Martínez DalmauProfesor de Derecho Constitucional

Alberto Montero SolerProfesor de Economía Aplicada

CONSEJO ASESOR

PRESIDENTA

Dulce Contreras BayarriCatedrática de Análisis Económico

VOCALES

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Profesor Titular de Derecho del Trabajoy Seguridad Social

 Juan Torres LópezCatedrático de Economía

 Joan del Alcázar i GarridoProfesor Titular de Historia Contemporánea

Nuria Tabanera GarcíaProfesora Titular de Historia Contemporánea

Lorenzo Prats AlbentosaCatedrático de Derecho Civil

 José Asensi SabaterCatedrático de Derecho Constitucional

Ramón Reig GarcíaProfesor Titular de Periodismo

 José María Tortosa Blasco

Catedrático de Sociología

 À GORA R EVISTA DE   CIENCIAS   SOCIALES

Centre d’Estudis Polítics i Socials

Fundación CEPS

DIRECTOR

Antonio de Cabo de la Vega

COORDINADORAS

Fabiola Meco Tébar

Angela Muñoz Ballester

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Indicaciones de entrega de originalespara su publicación en

Àgora-Revista de Ciencias Sociales

Los artículos tendrán una extensión de entre veinte y veinticincopáginas A4, por una cara, preferiblemente escritas en Times 11 a espacio ymedio. Se remitirá un original acompañado del archivo en soporte

informático, preferiblemente disquette, y un resumen del artículo de no másde 150 palabras. La extensión de la recensiones será de entre una y dos hojas.

Las notas irán numeradas y colocadas a pie de página.

La cita de fuentes se realizará de la siguiente manera:

Libros:Dowse, Robert E. y Hughes, John A., Sociología Política, Madrid, Alianza, 1975.

Revistas:Pace, Alessandro, «El derecho a la propia imagen en la sociedad de los “massmedia”», en Revista Española de Derecho Constitucional, nº 52, enero-abril1998, pp. 33-52.

Los libros colectivos se citarán como Autores Varios (AA.VV.)

Todas las colaboraciones irán acompañadas de un breve currículum delautor, donde haga constar los méritos más relevantes.

Los trabajos deben ser inéditos o, en caso contrario, mantenerinformado al Consejo de Redacción. La recepción del trabajo no comprometea su publicación.

Las colaboraciones deben ser dirigidas a:

Àgora-Revista de Ciencias SocialesSr. Secretario

Fundación CEPSC/ Carniceros nº 8, bajo izquierda. E-46001 Valencia

Correo electrónico: [email protected]

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 À GORA 

REVISTA DECIENCIAS SOCIALES

Nueva épocanº 18-2008

Edita:Fundación CEPS

C/ Carniceros nº 8 bajo-izq.46001 Valencia-España

Tel. 963 926 342Fax 963 918 771

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 Esta publicaciónno comparte

necesariamentelas opiniones firmadas

Dep. Legal: V-3.272-1996

ISSN nº 1139-2134

SUMARIO

La política y los movimientos sociales (Vol. II).

Donatella Della Porta  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XX¿Surgimiento de movimientos europeos? Sociedad civil y Unión Europea.

Igor Sádaba Rodríguez  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XX Revolución en Europa:del mayo del 68 a los movimientos globales.

Ana Domínguez Rama . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XX La “Guerra Popular” en la lucha antifranquista:Una aproximación a la historia del Frente Revolucionario

 Antifascista y Patriota (F.R.A.P.).

Ramón Adell Argilés  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XX Protestas sociales y políticas ante distintas administraciones públicas: Madrid 1983-2003.

Kamal Mejahdi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

XX Sociedad civil y procesos de democratización: la peculiaridad del contexto árabe.Oscar García Agustín  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XX

 Representación y expresión: musulmanes e inmigrantesen el Estado danés.

Iñigo Errejón Galván . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XX Patrullando el globo. Un análisis de los presupuestos geográficos y geopolíticos de la Guerra Global Permanente.

Colabora: Diputación de Málaga

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COLABORAN EN ESTE NÚMERO

DONATELLA DELLA PORTAEuropean University Institute (Italia)

IGOR SÁDABA RODRÍGUEZUniversidad Complutense de Madrid.

ANA DOMÍNGUEZ RAMAUniversidad Complutense de Madrid

RAMÓN ADELL ARGILÉSUNED.

KAMAL MEJAHDI

Universidad Autónoma de MadridOSCAR GARCÍA AGUSTÍN

Aalborg Universitet (Dinamarca)

IÑIGO ERREJÓN GALVÁNUniversidad Complutense de Madrid

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La Política

y los movimientos sociales

(II)

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¿Surgimiento de movimientos europeos?

Sociedad civil y Unión Europea

DONATELLA DELLA PORTA

European University Institute

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1. Contracumbres en la UE y Foros Sociales Europeos:Introducción

En la cumbre del Consejo Europeo, celebrado los días 16 y 17 de

junio de 1997 en Ámsterdam y a pesar de la aprobación del nuevo Tra-tado, no se consiguió que se deliberase sobre las amplias reformas ins-titucionales que la Comisión Europea esperaba. Durante el primer díade la cumbre, una coalición de ONGs, sindicatos y movimientos okupaorganizó una manifestación. La coalición European March for Unem-ployment movilizó a 50.000 personas llegadas de toda Europa endemanda de medidas políticas contra la pobreza, la exclusión social y eldesempleo. En otra protesta simbólica, cerca de 500 jóvenes llegaron aÁmsterdam a pie el Día del Trabajo tras haber salido de varios paíseseuropeos. A lo largo de los días que duró la cumbre, grupos de jóvenesactivistas se dedicaron a distribuir porros en demanda de la legalización

del consumo de drogas en toda Europa; asimismo, asociaciones gaysmarcharon por el Barrio Rojo en reivindicación de la igualdad de dere-chos. La sede del Banco Central, donde se reunieron los jefes de Estado,ministros y otros dignatarios, fue protegida por 5.000 policías.

Tres años después, este tipo de protestas hizo que se diese otro pasoimportante para la integración europea. El 6 de diciembre de 2000, undía antes del inicio de la Cumbre Europea, 80.000 personas se mani-festaron en Niza, en demanda de una mayor atención para las cuestio-nes sociales. Este acto fue convocado por una alianza de 30 organiza-ciones de toda Europa. Junto a la Confederación Europea de Sindicatos,hubo asociaciones de desempleados, emigrantes, ecologistas, activistas

defensores de una “globalización alternativa” como los de ATTAC, par-

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tidos de izquierda y progresistas, comunistas, anarquistas, militantes

kurdos y turcos, colectivos de mujeres, autonomistas vascos y corsos.Igualmente, en diferentes ciudades francesas se formaron colectivos deviajeros en petición de transporte gratuito para ir a la cumbre. El Glo-bal Action Train, un convoy ferroviario que transportaba a cerca de1.500 activistas de los movimientos okupa, Ya Basta, White Overalls, yde las juventudes del partido italiano Refundación Comunista, fue rete-nido en la frontera de Ventimiglia, donde se organizaron una serie desentadas. Con ocasión de este suceso el alcalde de esta ciudad declaró:“¿Qué Europa es ésta que cierra sus fronteras cuando hay una cumbre?( La Repubblica, 8/12/00, sección Génova). En días posteriores, la prensacomparó esta “fiesta callejera” de pacíficos manifestantes con una “bata-

lla callejera” organizada por una minoría de radicales antiglobalización.El 7 de diciembre, el intento por parte de unos cuantos millares de acti-vistas de bloquear la avenida donde se celebraba la cumbre acabó en car-gas policiales, porra en mano, y con la utilización de gases lacrimóge-nos. De acuerdo con las crónicas de aquellos días, a pesar del desplieguede la policía antidisturbios, provista de pelotas de goma y pistolas paralanzar balas de goma, los trabajos de la cumbre se vieron entorpecidospor las protestas, y entre otras cosas por la entrada de gas lacrimógenoen la misma avenida donde se celebraba la cumbre, hecho que hizoestornudar a Chirac. El mismo día, una asamblea de Cross Roads forCivil Society se reunió a fin de desarrollar “una verdadera constitución”,

mientras la policía antidisturbios llevaba a cabo una carga contra unasentada de federalistas europeos (Indymedia 09/12/2000).Al año siguiente se produjo una escalada en las protestas teniendo

como escenario Gotemburgo, donde la Swedish Old Left y los Euroes-cépticos mantuvieron una reunión a la que se unieron no sólo nuevossino “novísimos” movimientos de activistas. El 14 de junio de 2001una concentración masiva en la que los manifestantes enseñaban el culosirvió para dar la bienvenida al Presidente de los EE.UU. George Bush.En esta demostración se produjeron enfrentamientos con la policía queya había rodeado con anterioridad los lugares donde pernoctaban y sereunían. El 15 de junio miles de manifestantes se dirigieron hacia el

edificio donde se iba a celebrar la cumbre. Durante esta acción algunosmiembros de las redes antiviolencia saltaron la valla que protegía elcentro de congresos en protesta por lo que consideraban la exclusión delpueblo de las reuniones en las que se tenía que discutir las políticas quedeberían conciliar la protección medioambiental con el crecimientoeconómico. A pesar del arresto de simpatizantes, que viajaban en auto-bús, en los puestos fronterizos, y de la estrecha vigilancia a la que fue-ron sometidos los 2.025 activistas calificados como peligrosos por lapolicía sueca, por la tarde la celebración de la fiesta Reivindiquemos laCiudad desembocó en una batalla campal que acabó con tres activistasheridos de consideración por las balas de goma de la policía. La cena del

Consejo Europeo prevista para esa misma noche tuvo que cancelarse

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debido a las protestas. El 16 de junio de 2001, en la que se definió

como la mayor protesta organizada por la izquierda radical en Suecia,25.000 manifestantes marcharon bajo el lema “Por Otra Europa”. Encontraposición con otros lemas como “Fortaleza Europa”, caracterizadaésta por ser un “superestado policial”, o la “Europa del Mercado”, lapancarta que abría la marcha proclamaba “El mundo no está a la venta”.A continuación se produjeron una serie de sentadas frente a las emba-jadas de Suecia en el Reino Unido, Alemania, España, los Países Bajosy otros países europeos, en las que se protestaba, entre otras cosas, porel despliegue policial y su actuación con la cara cubierta y portandorifles semiautomáticos con visor láser, escenario que fue calificado comode “disturbio policial” (Indymedia 17/6/2001; Petersen 2006).

Al año siguiente tres cumbres europeas más se vieron perturbadas porlas protestas. Entre el 14 y 16 de marzo de 2002, Barcelona vivió tres díasde protesta contra la Cumbre de la UE, cuyo principal tema de discusiónse centraba en la liberalización de los mercados y la flexibilidad laboral.Estas cuestiones fueron presentadas más tarde en los medios como “unasalida a la Derecha” a partir de la estrategia de Lisboa (si bien el Presi-dente de la Comisión Europea, Romano Prodi, las presentó como unareconciliación entre solidaridad y competencia en un mercado libre). Elplan de los manifestantes no sólo era la denuncia de las políticas de la UEen la calle, sino además la discusión de alternativas durante la celebraciónde una contracumbre. El sábado 16, 300.000 personas marcharon bajo el

eslogan “Contra la Europa del Capital, otra Europa es posible”, desde laplaza de Catalunya hasta la entrada del puerto en la manifestación másnumerosa acaecida en contra de las políticas europeas. Convocada inicial-mente por la Confederación Europea de Sindicatos, con representantes delos 15 Estados de la UE, a este acto se unieron otros sindicatos, así comoecologistas de línea “blanda” y “dura”, anarquistas e independentistas,anticapitalistas y otras organizaciones de la sociedad civil de diferenteextracción. Tras la pancarta inicial que proclamaba “Otro mundo es posi-ble”, los manifestantes reivindicaban el pleno empleo y los derechossociales frente a las políticas globalizadoras del libre mercado (Global Civil Society Yearbook, Chronology, 2003). Mientras en esta gigantesca

manifestación (que excedió de largo las estimaciones de los organizado-res) se procedió de forma pacífica, al final, algunos grupos de activistas seenfrentaron con la policía, desplegada en masa (8.500 policías) bajo elpretexto de proteger la cumbre. De nuevo, los manifestantes fueronrechazados en la frontera después de que se restableciese el control depasaportes entre España y Francia. Mientras tanto, el primer ministro ita-liano, Silvio Berlusconi, descalificaba a “los trotamundos profesionales enbusca de un motivo para la fiesta”, el ministro del Interior español delgobierno de centro-derecha justificaba el rechazo de estos pacíficos acti-vistas en las fronteras de la manera siguiente: “Algunos piensan que pue-den hacer todo aquello que no cuenta con la aprobación de una amplísi-

ma mayoría de la población” (ibid.).

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Unos meses después, con ocasión de la cumbre europea celebrada en

Sevilla del 20 al 22 de junio, el Foro Social de Sevilla organizó dos díasde conferencias, seminarios y debates a nivel de bases sobre temas relati-vos a la inmigración, la exclusión social y las condiciones precarias de tra-bajo. Mientras que la inauguración se vio marcada por una huelga gene-ral organizada por los sindicatos españoles, con un índice de participacióndel 85% según algunos informes, la contracumbre culminó con unamanifestación de alrededor de 200.000 personas que protestaban “Con-tra la Europa del Capital y la Guerra”. Al mismo tiempo, 3.000 activis-tas internacionales e inmigrantes se encerraron en la Universidad del Sal-vador para protestar en contra de las “iniciativas de la UE contra lainmigración” (Global Civil Society yearbook, Chronology, 2003).

Seis meses más tarde, entre el 13 y el 15 de diciembre, Initiative fora different Europe organizó de nuevo una contracumbre. Contra unaEuropa “a la que no le gusta la democracia”, una coalición de movimien-tos de base, organizaciones sociales y de estudiantes, sindicatos y partidospolíticos de izquierda reivindicaba una Europa sin privatizaciones, sinexclusión social, sin paro, ni racismo ni destrucción medioambiental.Mientras que en la cumbre se debatían los derechos sociales, los manifes-tantes exigían el derecho a la libertad de movimiento y al disenso. Estacontracumbre, organizada por 59 ONGs de toda Europa, incluía confe-rencias, debates y manifestaciones en contra de los ataques al Estado debienestar en toda Europa, así como contra las consecuencias económicas

y sociales de los planes de la UE de expandirse hacia el Este, y contra elproceso de creciente militarismo, al igual que contra las políticas europe-as de inmigración. El 13 de diciembre cerca de 2.000 personas marcha-ron en denuncia del racismo; al día siguiente 10.000 más tras el lema“Nuestro mundo no está a la venta” (Global Civil Society yearbook, Chro-nology, 2003).

Esta breve crónica de las recientes cumbres y contracumbres europe-as proyecta dudas acerca de la imagen de un amplio y “permisivo con-senso” alrededor de la UE. Si bien es posible que los verdaderos actos deprotesta en Europa sean pocos, si embargo se podría decir que éstos ocu-pan un lugar destacado dentro de la historia de un movimiento emer-gente que tiene como objetivo la justicia social (della Porta 2007a). Almismo tiempo, estas protestas nos muestran que no es el nivel europeode gobernanza lo que se pone en cuestión, sino, ante todo, el contenidode las decisiones tomadas por las instituciones europeas. Estas ideas, sur-gidas durante la celebración de las contracumbres, se desarrollan comodiferentes formas de protesta que tuvieron su inicio en el mismo momen-to en que nuestra historia acababa: los Foros Sociales Europeos.

Las contracumbres, orientadas a la protesta por las cumbres oficialesde las Organizaciones Gubernamentales Internacionales (en especial elG8, el Banco Mundial y el Foro Monetario Internacional, la Organiza-ción Mundial del Comercio y la Unión Europea) no representan más

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que formas, bastante negativas, de protestar a nivel transnacional. En

contraposición en las contracumbres, orientadas principalmente haciala protesta pública, los Foros Sociales se constituyen como espacios dedebate entre activistas. Aunque en un principio orientada hacia lo “con-tra”, otra cumbre, el Foro Social Mundial, que fue organizado en lasmismas fechas como alternativa al Foro Económico Mundial celebradoen Davos (Suiza), se presentó a sí mismo como un espacio indepen-diente de encuentro para los ciudadanos y las organizaciones de la socie-dad civil. Al primer FSM, celebrado en Porto Alegre en enero de 2001,asistieron alrededor de 20.000 participantes de más de 100 países,entre los cuales se encontraban miles de delegados de ONGs y de orga-nizaciones de movimientos sociales. Su principal propósito fue el deba-

te acerca del tema “Otra globalización es posible” (Schoenleitner 2003).Desde entonces, tanto el número de organizadores como de participan-tes, así como el esfuerzo para la organización de los siguientes FSMs(Porto Alegre 2002 y 2003, Bombay 2004, y de nuevo Porto Alegre en2005) creció de manera exponencial. El FSM también atrajo la atenciónde los medios de comunicación. Según los organizadores, el FSM de2002 atrajo a 3.000 periodistas de 467 periódicos y 304 radios o tele-visiones, cifra que se duplicó para alcanzar más de 6.800 en 2005(Rucht 2005, 294-5). A pesar de la existencia de tensiones en torno alproceso de toma de decisiones, así como a la financiación de las inicia-tivas (Rucht 2005), la idea de este tipo de escenarios abiertos a la dis-

cusión y no orientados directamente hacia la acción ni las decisiones, haproliferado gracias al movimiento en favor de una justicia global.Desde 2001, se vienen organizando foros sociales tanto a nivel

regional, como nacional y local. En Brasil y Venezuela, en 2004, se cele-braron sendos Foros Sociales Panamazónicos; en Malí y Etiopía se cele-braron los africanos, mientras que en la India tuvieron lugar los asiáti-cos (Sommier 2005, 21). Entre éstos, el Foro Social Europeo jugó unpapel muy relevante en la elaboración de las actitudes de los activistashacia la Unión Europea, al igual que sobre la formación de una identi-dad europea.

El primer Foro Social Europeo tuvo lugar en Florencia del 6 al 9 de

noviembre de 2002, y a pesar de toda la conflictividad anterior alencuentro1, éste fue un éxito. No sólo no hubo ni un solo acto de vio-lencia, sino que la participación sobrepasó la más optimista de lasexpectativas. Sesenta mil participantes –más del triple de lo que seesperaba– asistieron a las 30 conferencias plenarias, a los 160 semina-rios y a los 180 talleres organizados en Fortezza da Basso; inclusomuchos más asistieron a los 75 actos culturales que se celebraron en

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¿SURGIMIENTO DE MOVIMIENTOS EUROPEOS? SOCIEDAD CIVIL...

1 No sólo los politicos de centro-derecha, sino también muchos generadores deopinion, expresaron su temor porque se produjesen actos de violencia en una ciudadconsiderada particularmente frágil debido a su valor artístico, hasta llegar al punto desugerir limitaciones al derecho de manifestación en la “città d’arte”.

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diferentes puntos de la ciudad, y cerca de un millón de personas parti-

cipó en la marcha que ponía punto final al foro. Más de 20.000 dele-gados de 426 asociaciones llegaron de 105 países –entre ellos, 24 auto-buses desde Barcelona, un tren especial desde Francia y otro desdeAustria, además de un barco desde Grecia. Más de cuatrocientos intér-pretes trabajaron gratuitamente para asegurar la traducción simultánea.Un año después, un total de 1.000 florentinos y 3.000 italianos fuerona París (300 a Londres en 2004) para la celebración del segundo FSE.

Desde 2002 estos activistas se han venido reuniendo anualmente enlos diferentes Foros Sociales Europeos a fin de debatir sobre el tema dela europeización y sus límites. El segundo FSE tuvo lugar en París en2003 con una participación de más de 60.000 personas; se celebraron

1.800 grupos de discusión, 270 seminarios, 260 talleres y 55 sesionesplenarias (con cerca de 1.500 participantes en cada una de ellas). Ade-más, de este foro fueron partícipes otras 300 organizaciones, entre lasque se hallaban los 70 sindicatos firmantes de la convocatoria, 3.000voluntarios y 1.000 intérpretes. De acuerdo con los organizadores,150.00 personas fueron las que participaron en la manifestación de cie-rre. En el tercer FSE, celebrado en Londres en 2004, se registró una par-ticipación de 25.000 personas, con 2.500 ponencias en 150 seminarios,220 grupos de trabajo y 30 sesiones plenarias, además de contar con lapresencia de 100.000 manifestantes en la marcha final. El tercero, lle-vado a cabo en Atenas en 2006, incluía 278 seminarios y talleres y 104

actividades culturales dentro del programa oficial con una participaciónde 35.000 personas y de más de 80.000 en la marcha final2.El increíble éxito del primer FSE celebrado en Florencia en el año

2002 –con la participación de 60.000 activistas de toda Europa duran-te tres días de debates y entre medio millón y un millón de activistasen la marcha de cierre– fue el resultado del trabajo en red de grupos ypersonas con diferentes identidades. Esta composición multiforme delmovimiento se ve reflejada en la atención diferenciada que se presta,por ejemplo, a cómo afecta la globalización sobre los derechos huma-nos, a los temas género, a las condiciones de los inmigrantes o a lascuestiones sobre la paz y la ecología. Sin embargo, esta multiplicidad

de corrientes ha llegado a un punto de convergencia en sus demandasde justicia social y de “democracia desde abajo” como el esquema inter-pretativo dominante, capaz de recomponer los fragmentos de las dife-rentes culturas. La intervención pública a todos los niveles, capaz dereducir las desigualdades provocadas por el mercado, y la búsqueda deun nuevo tipo de democracia son, de hecho, los temas centrales de estemovimiento emergente europeo. El primer FSE se presentó a sí mismocomo un foro crucial para la construcción de un espacio público crítico

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2 Los datos acerca de la participación provienen de la entrada de Wikipedia Euro- pean social forum (http://en.wikipedia.org/wiki/European _social_forum, acceso el 24 de

diciembre de 2006).

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con miras a la discusión de la Convención Europea y de sus límites.

 Junto a la democratización de las instituciones europeas, los activistasreivindicaron una carta de derechos sociales que fuese más allá de loscompromisos recogidos en el Tratado de Niza.

Como veremos en este capítulo, la contestación europea se fija, cadavez más, en la falta de interés en el seno de la UE por la igualdad social.Desde sus orígenes la UE se ha presentado, de hecho, como una reac-ción al debilitamiento del Estado-nación europeo en ciertas áreas claveque van desde la defensa militar de las fronteras a la expansión de losmercados. Como señala Bartolini (2002, ver también Bartolini 2005),el proceso de desdiferenciación territorial que se halla en la base de laintegración europea se vio empujado gracias a las pruebas que trajeron

las consecuencias intolerables de una rivalidad histórica entre los Esta-dos europeos, así como por el riesgo creciente de la marginalizacióneconómica para Europa en la economía mundial. La profundización deeste proceso demanda, sin embargo, la creación de una identidad cul-tural y de una ciudadanía que puedan sustentar el hecho de compartirsocialmente los riesgos y de legitimar las decisiones políticas (ibid .). Ellanzamiento por parte de la UE de campañas acerca de cuestiones deética general (tales como la igualdad de género, la lucha contra el racis-mo, o la defensa de los derechos humanos) (Trenz 1999), son muestrade la búsqueda de una base moral para una identidad colectiva; estabase moral sería el equivalente a aquello que la nación ha representado

para la construcción del Estado. Uno de los principales instrumentospara la construcción del Estado-nación –los derechos ciudadanos– son,sin embargo, todavía débiles en el seno de la UE. El proceso de inte-gración europea abogó, a nivel europeo, por la herramienta de las polí-ticas económicas, necesarias, por otra parte, para la implementación depolíticas sociales, sin ni siquiera invertir en estas últimas.

De hecho, es precisamente la política económica y social europea elcentro en el que se focalizan las protestas a nivel supranacional, conalgunas movilizaciones tempranas que, aunque raras, representan, noobstante, una importante señal de cambio (por ejemplo, las marchaseuropeas contra el paro de 1997 y 1999, ver Chabanet 2002). No obs-

tante, la búsqueda de “otra Europa” se ve reflejada con mayor eviden-cia en el movimiento a favor de una globalización “desde abajo” que nosólo exigió las mencionadas contracumbres, sino que también organizóel primer FSE en Florencia en noviembre de 2002.

En las páginas siguientes fijaremos nuestra atención en los ForosSociales Europeos como estructuras emergentes de un movimientosocial europeo compuesto por una red de redes de activistas con vagasconexiones entre sí y dotado de una multitud de asociaciones miembro,así como de experiencias con diversas formas de participación política(2ª parte). Fijándonos en el cuerpo y en el discurso de estos activistas,así como en sus organizaciones, debatiremos en torno al desarrollo de

una especie de “europeísmo crítico” que es fundamentalmente diferen-

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te de la posición mantenida por los euroescépticos y en la cual se cen-

traron las investigaciones en el pasado (parte 3ª). Como veremos en lasconclusiones, con este tipo de protestas se puso de manifiesto una olacrítica hacia la forma adoptada por la integración europea, pero, encambio, no se mostró hostilidad hacia la construcción de una identidadsupranacional europea ni hacia sus instituciones. Por tanto, éstas podrí-an ser consideradas como capital social con visión crítica para el surgi-miento de un sistema de gobierno europeo.

2. Los Foros Sociales Europeos: dimensión organizativa

La característica básica y común de todo foro social es estar conce-bido como un espacio abierto e inclusivo. La participación está abiertaa todos los grupos de la sociedad civil, a excepción de aquellos quedefiendan un ideario racista y de aquellos otros que utilicen mediosterroristas, así como de los propios partidos políticos como tales. Lacarta del FSM lo define como un “lugar abierto de encuentro”. Su fun-cionamiento, con cientos de talleres y docenas de conferencias a las queasisten expertos invitados, es testimonio de la importancia que se da, almenos en principio, al conocimiento. De hecho, el FSM ha sido defini-do como un “mercado (a veces competitivo) para las causas y las “ideasjustas” en el que se intercambia información, ideas y experiencias de

manera horizontal” (Schoenleitner 2003, 140). En palabras de uno desus organizadores, los foros sociales mundiales actúan como promotoresde intercambios con la finalidad de “tener un pensamiento más amplioy de construir juntos un punto de vista más vasto” (ibid., 141).

El FSE, sin embargo, también puede ser considerado como unespacio para la construcción de redes y para la movilización. El porta-voz del Foro Social de Génova (organizador de la protesta contra la reu-nión del G-8 de 2001), Vittorio Agnoleto se refiere al FSE como un“no-lugar”, ya que “éste no es una conferencia académica, aunque hayaprofesores; tampoco es un partido político internacional, a pesar deque acudan a él militantes y dirigentes de partidos actuando en cali-

dad de delegados; tampoco es una federación de ONGs ni de sindica-tos, aunque éstos hayan sido el principal motor para la organización delos encuentros. La dimensión utópica del foro reside en que éste es untestigo activo y pragmático de que otra globalización es posible” (“Ilmanifesto” 12/11/2003). En los comentarios de los activistas sobrealgún encuentro en particular, publicado on line, también se hallanpresentes referencias a “seminarios de carácter académico”, (véase porejemplo http://www.lokabass.com/scriba/eventi.php?id_eve=12, fechade acceso 20/12/2006). Con motivo del FSE celebrado en París, lossociólogos Agrikoliansky y Cardon (2005, 47) hacían énfasis en sunaturaleza plural:

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“si bien en este foro se reelaboran los tradicionales modelos de

movilización, este tipo de foro posee la propiedad de que es lo suficien-temente innovador como para considerarlo un nuevo partícipe en elrepertorio de las acciones colectivas… Un evento como el de París nose parece en nada a nada que esté ya claramente identificado. En reali-dad, no es una conferencia, por mucho que nos encontremos con unprograma, debates y ponentes; tampoco es un parlamento, a pesar deque hay tribunas, militantes y llamamientos al orden; tampoco es unamanifestación, por muchas marchas, actos de ocupación y accionescallejeras que se produzcan; como tampoco es una fiesta política, si bienencontramos casetas, panfletos y actividades lúdicas. Los foros socialesconcentran, en una unidad de espacio y tiempo, una tan alta diversidad

de formas de compromiso que la participación exhaustiva en todas ellasdeviene imposible”.El elemento unificador de estas actividades tan diferentes se basa en

el propósito de proporcionar un lugar de encuentro para esta gran can-tidad de grupos débilmente conectados entre sí y que forman el con-glomerado del Movimiento por una Justicia Mundial. Entre sus objeti-vos no sólo se incluye el aumento del número de personas y gruposcomprometidos, sino también el proporcionar una base para una mayorcomprensión mutua. Lejos de apostar por la eliminación de las diferen-cias, los debates abiertos deberían ayudar a incrementar la conciencia-ción acerca de los problemas y las creencias de los otros. El propósito de

establecer vínculos de unión (mediante el debate) fue, de hecho, abier-tamente declarado ya en el primer FSE de Florencia, a través de unaDeclaración de los movimientos sociales europeos en la que se estable-ce lo siguiente:

“Nos hallamos reunidos aquí para fortalecer y ampliar nuestrasalianzas porque la construcción de una nueva Europa y de un nuevomundo es urgente. Pretendemos crear un mundo con igualdad, conderechos sociales y con respeto a la diversidad; un mundo en el que laeducación, el trabajo justo, la salud y la vivienda sean derechos paratodos; por el derecho a consumir alimentos seguros producidos porganaderos y agricultores; por un mundo sin pobreza, sin machismo ni

opresión a las mujeres, sin racismo ni homofobia: por un mundo quepriorice a la gente frente a los beneficios; por un mundo sin guerras.Nos hemos reunido para discutir alternativas; para continuar amplian-do nuestras redes y para plantear las campañas y las luchas que, en con-junto, puedan hacer posible ese futuro diferente. Ya han comenzado portoda Europa grandes movimientos y luchas: los movimientos socialeseuropeos representan una posibilidad nueva y concreta de construir otraEuropa dentro de otro mundo”.

Un tema de debate importante en el foro es la cuestión de la demo-cracia, debido a la conflictividad que se plantea acerca de los diferentesmodelos (horizontal frente a vertical; con orientación hacia el debate o

hacia la acción). De esto dan testimonio las diferentes estructuras pre-

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sentes en los foros. Los foros sociales pertenecen, de hecho, a un tipo de

formas emergentes de acción que ponen énfasis, por su propia naturale-za, en la pluralidad y la inclusión. Otras formas similares de protestaque favorecen los vínculos de unión y, por tanto, la “contaminación” (ofertilización cruzada), son las “asambleas solidarias”, que no son másque una clase de asambleas en las que numerosas y heterogéneas orga-nizaciones, que centran su actividad en temas semejantes, son llamadasa participar para que expliquen sus experiencias particulares o para queexpongan “alternativas concretas”. Esto se hace con el propósito decrear lazos de unión entre los diversos grupos a fin de presentar alter-nativas a la economía de mercado que van desde el reclamo de uncomercio justo a la protección medioambiental (della Porta and Mosca

2006). Los grados de estructuración, inclusión y representación sehallan siempre en el centro de los debates.La capacidad de las contracumbres y de los foros sociales para crear

esos vínculos de unión se ve reflejada en la coincidencia de la asistenciade los participantes en ambos eventos. Según una encuesta realizadadurante el primer FSE, los participantes están profundamente enraiza-dos en densas redes organizativas. Estos activistas estaban bien implan-tados en una telaraña de asociaciones que abarcaba desde católicas a eco-logistas, desde trabajadores sociales voluntarios a sindicatos, o desdeasociaciones en defensa de los derechos humanos a feministas: el 41’5%son o han sido miembros de ONGs, el 31’8% de sindicatos, el 34’6%

de partidos, el 52’7% de otros movimientos, el 57’5% de grupos estu-diantiles, el 32’1% del movimiento okupa, el 19’3% de grupos religio-sos, el 43’1% de asociaciones ecologistas, el 51’3% de asociaciones cari-tativas, el 50’9% de asociaciones deportivas y lúdicas (tabla 1., véasetambién della Porta, Andretta, Mosca y Reiter 2006).

Tabla 1. Participación (presente y pasado) en asociaciones por nacionalidad 

Además del respeto a las diferencias existentes entre ellos, estosactivistas comparten una serie de valores comunes. Si bien las dudas

acerca de la liberalización de mercados y de la homogeneización cultu-

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ral se expresan también a través del fundamentalismo religioso o del

proteccionismo conservador, estas expresiones en contra de la globali-zación, sin embargo, no se hallan presentes en el movimiento, que tieneuna clara inclinación izquierdista. Significativamente, los activistasentrevistados en el FSE se definen a sí mismos como de “izquierdas”(Tabla 2), y una parte significativa se autocalifica de “extrema izquier-da”, con una tolerancia limitada hacia la categoría de “centro-izquier-da”. A excepción de los militantes británicos, la gran mayoría de ellosera de extrema izquierda (un 67’2%, seguidos a larga distancia por losfranceses con un 37’1%), mientras que la localización en la izquierda vadesde el 44’3% de los alemanes al 53’4% de los españoles, con una con-firmación por parte de los italianos de alrededor del 50%. Desde este

punto de vista, este movimiento surge en estos países como consecuen-cia de las críticas hacia la elección de las políticas realizadas por losgobiernos nacionales –incluyendo aquellos gobiernos de izquierda –, así como de las organizaciones intergubernamentales.

Tabla 2. Autocalificación en el eje derecha-izquierda por nacionalidad 

3. ¿Europeístas críticos?

La Declaración de la Asamblea de Movimientos del cuarto FSE,celebrado en Atenas el 7 de mayo de 2006, se dirige con estas palabrasa la UE:

“Si bien la UE es una de las regiones más ricas del mundo, decenasde millones de personas viven en pobreza, bien a causa del desempleomasivo bien a causa de la precariedad laboral. Las políticas de la UEbasadas en la interminable extensión de la libre competencia, tantodentro como fuera de Europa, constituyen un ataque contra el empleo,los trabajadores y los derechos sociales, así como contra los serviciospúblicos, la educación, el sistema de salud… La UE está planeando lareducción de los salarios de los trabajadores y de los beneficios labora-les, así como la generalización de la precariedad laboral. Por ello, recha-zamos esta Europa neoliberal y cualquier esfuerzo por relanzar el repu-

diado Tratado Constitucional; nosotros luchamos por otra Europa, una

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Europa abierta, feminista y ecologista; una Europa de paz, justicia

social, de vida sustentable, con soberanía alimentaria y de solidaridad,que respete los derechos de las minorías y la autodeterminación de lospueblos”.

En todo caso, con esta declaración no se rechaza la gobernanza anivel europeo, ni el desarrollo de una identidad europea (que vaya másallá de las fronteras de la UE), pero sí se critica las políticas de la UE enreivindicación de “otra Europa”. Más bien al contrario, lo que se pre-tende con esta declaración es relacionar las diferentes preocupaciones decarácter específico dentro de una imagen común de una Europa femi-nista, ecologista, abierta, solidaria y justa. En este documento, aproba-do por la Asamblea de Movimientos, celebrada durante el tercer FSE,

se establecía:“Luchamos por otra Europa. Con nuestras movilizaciones se trae la

esperanza a una Europa en la que la inestabilidad laboral y el desempleono forman parte de su agenda. Luchamos a favor de una agricultura via-ble controlada por los mismos agricultores, una agricultura preservado-ra de los puestos de trabajo y defensora de la calidad del medio ambien-te y de los productos alimenticios como activos públicos. Queremosabrir Europa al mundo, donde se contemple el derecho de asilo, la liber-tad de circulación de las personas y la ciudadanía del lugar en el que sereside para todo el mundo. Exigimos la igualdad real y social entrehombres y mujeres, así como la igualdad de salarios. Nuestra Europarespetará y promoverá la diversidad lingüística y cultural y respetará elderecho de los pueblos a su libre autodeterminación, además de permi-tir a los diversos pueblos de Europa decidir democráticamente acerca desu futuro. Luchamos por una nueva Europa, respetuosa de los derechosde los trabajadores y garante de un salario digno y de un alto nivel deprotección social. Luchamos contra toda ley que establezca la inestabi-lidad a través de cualquier modo de subcontratación laboral”.

Estas actitudes están ampliamente extendidas entre los activistas.Según nos indican una serie de encuestas precedentes, existe entre losactivistas una interiorización de la crítica hacia la democracia represen-

tativa. Para los participantes de las protestas contra el G8 en Génova,la confianza en las instituciones representativas tendía a ser baja, condiferencias significativas, no obstante, con respecto a cada instituciónconsiderada individualmente (véase della Porta, Andretta, Mosca y Rei-ter 2006). En general, algunas organizaciones internacionales, en espe-cial la UE y la ONU, merecían más respeto por parte de los activistasque sus propios gobiernos nacionales, pero menos que las institucioneslocales. En un estudio acerca del primer FSE se confirma que la des-confianza en las instituciones de la democracia representativa estáextendida a lo largo y ancho de todos los países, si bien se eleva esta des-confianza allí donde gobierna la derecha (Italia y España en aquel

momento), o donde los gobiernos son percibidos como hostiles hacia las

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reclamaciones del Movimiento por una Justicia Mundial, por ejemplo

el caso del Reino Unido. Ni siquiera mostraban su confianza en los par-lamentos nacionales, supuestamente el principal instrumento de lademocracia representativa, en comparación con los órganos de la admi-nistración local, que gozaban de un mayor índice de confianza, en par-ticular en España e Italia, y, si bien es cierto que algo menor, tambiénen comparación con la ONU. El nivel de confianza hacia la UE entrelos activistas es ligeramente superior en comparación con la que mues-tran por sus propios gobiernos, excepto, en este caso, para los italianosque se mostraban más confiados. Datos similares para el segundo y ter-cer FSE confirman la desconfianza general en las instituciones de demo-cracia representativa, si bien con alguna particularidad (della Porta

2007a). Entre otros actores e instituciones hay que hacer notar unafuerte caída en la confianza hacia la Iglesia y los medios de comunica-ción, así como hacia los sindicatos en general, mientras que se mantie-ne un bajo pero estable nivel de confianza en la justicia, y bajísimo paralos partidos políticos. Sin embargo, estos activistas continúan mostran-do su confianza hacia los movimientos sociales (menor medida para elcaso de las ONGS) como representantes de una forma de hacer demo-cracia desde abajo.

Una característica esencial en la búsqueda de “otra Europa” es ladesconfianza en los partidos políticos y las instituciones representativas.Dentro de la localización común de la militancia en el espacio que

ocupa la izquierda se combina un alto interés por lo político, definidocomo la política “desde abajo”, pero con un alto grado de desconfianzahacia los actores de la política institucional. Sobre todo, existe granconfianza, con una distribución espacial bastante homogénea, en losmovimientos sociales y en las asociaciones de voluntarios como actoresde una política “diferente”, que va desde un 85% entre los alemanes ylos británicos a un 95% entre los franceses. Por el contrario, la con-fianza en los partidos políticos es baja (Tabla 3), con un escaso 20’4%de los entrevistados en el FSE que muestran bastante o mucha confian-za en ellos, lo que es menos que en la encuesta de Génova.

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Tabla 3. Confianza en los actores de la participación política

 y en las instituciones representativas por nacionalidad (en itálica los datos referidos a la población total)

También se confirma la desconfianza de los activistas en las insti-tuciones de democracia representativa, y no sólo en los gobiernos nacio-

nales –que incluso inclinados hacia la izquierda sólo obtienen la con-fianza de no más del 10% de los activistas, con un escueto 2’2%mostrando por los menos bastante confianza en Gran Bretaña y un bají-simo 8’6% en Alemania–, sino también en los parlamentos. Sin duda,existe un mayor grado de confianza en los órganos de la administraciónlocal (especialmente en Italia, Francia y España), y aunque menor, tam-bién en la ONU (especialmente en Alemania). La caída de la confianzaen la UE se refleja en la creciente crítica hacia la política y las institu-ciones de esta organización, con una politización y polarización de lasposiciones durante y después del referéndum en Francia para la aproba-ción del Tratado Constitucional (della Porta 2006; della Porta y Caiani

2006 y 2007). De igual manera, el declive de la confianza en la ONU,que se ha producido desde la celebración de Florencia (similar paraParís y Atenas), confirma el aumento del desencanto que se da tambiénentre las más moderadas de las ONGs que en el pasado habían confia-do en esta institución.

Los activistas desconfían de la UE, acusada de utilizar las compe-tencias relativas a la libre competencia y a la libertad de comercio paraimponer una política económica neoliberal, mientras que las políticaspresupuestarias restrictivas, establecidas a través de los parámetros deMaastricht, son estigmatizadas por poner en peligro las políticas de bie-nestar; critican, además, la privatización de los servicios públicos y la

flexibilidad laboral por empeorar la calidad de vida de los ciudadanos y

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la seguridad en el trabajo. Bajo el lema “otra Europa es posible” se pre-

sentaron varias propuestas en el primer FSE, que incluían un “régimenimpositivo para el capital”, y de nuevo la tasa Tobin. También se rei-vindicó el recorte de los impuestos indirectos y la asistencia social a losgrupos más desfavorecidos, así como el fortalecimiento de los serviciospúblicos de educación y salud. En el segundo FSE, el ObservatorioSocial Europeo declaró: “Hemos aprendido a reconocer la fuerza queposeen las acciones coordinadas y la vulnerabilidad de las “intocables”organizaciones del capitalismo. Necesitamos profundizar nuestro con-tacto y comunicación con la sociedad, descentralizando nuestra luchapara trabajar en contextos regionales y locales de manera coordinada ycon objetivos comunes… se está modelando una UE a base de políticas

neoliberales. La Constitución Europea no está para otra cosa más quepara reforzar esta visión; por tanto el próximo año nuestro principalcometido será la lucha contra ésta”.

Este temor se centra en que el Tratado Constitucional pueda repre-sentar la “constitucionalización del neoliberalismo”. Un participante enel seminario “Por una Europa democrática, de los derechos y de la ciu-dadanía”, en referencia al Tratado Constitucional, reclamaba: “La pri-mera parte del texto es similar a una constitución, pero la tercera, que secentra en la implementación de las políticas concretas, va más allá delmarco normal de una constitución. En ella se constitucionaliza el dere-cho a la libre competencia, y se niega a los ciudadanos toda posibilidad

de modificar las reglas del juego al solidificar las políticas a seguir. Estaes una práctica inaceptable por ser antidemocrática. En cualquier caso,todo cambio se tornaría imposible al requerirse la unanimidad de los 25Estados para su modificación”. En la tercera parte, “todo queda subordi-nado a la libre competencia, incluyendo los servicios públicos, las rela-ciones con los territorios de ultramar, y los flujos de capital (algo que,por cierto, convierte a la tasa Tobin en inaplicable).

En particular, se critica la falta de control democrático: “a nivellocal tenemos una muy baja influencia en el proceso de toma de deci-siones, pero ésta se vuelve nula en temas tales como la ConstituciónEuropea o las directivas de la Organización Mundial del Comercio o del

Fondo Monetario Internacional. Incluso se nos criminaliza cuando lointentamos…”. La WIDE-European NGO Network junto con la Fun-dación Rosa Luxemburgo demandan que los servicios y productos bási-cos, tales como la educación, la salud o el agua, se subordinen a deci-siones democráticas en las que se implique a las comunidades locales, yque se declaren a los servicios públicos como la base de los derechosfundamentales, además de poner énfasis en la necesidad de democrati-zar el suministro de los servicios públicos.

Las críticas hacia la concepción de la democracia a nivel europeo,también se dirigen hacia las políticas de seguridad, con un llamamien-to a favor de un espacio europeo de libertad y justicia frente a la otra

Europa obsesionada por la seguridad de carácter policial. En el primer

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FSE, se consideró que la posición de la UE con respecto a su política

exterior estaba subordinada a la de los EE.UU., o que los temas medio-ambientales quedaban bajo el dominio de las poco amistosas exigenciasmedioambientales de las multinacionales, o que la política de inmigra-ción estaba orientada hacia la construcción de una xenofobia represen-tada por la “Fortaleza Europa”. En el FSE de París, se consideró que unmedio para controlar el poder de la policía sería la construcción de unespacio judicial europeo. En particular, la legislación europea sobreterrorismo es criticada por la criminalización que hace de los jóvenes,los refugiados y los musulmanes. Se define a las políticas de inmigra-ción de la UE como obsesionadas por lo temas de seguridad y por lasnecesidades demográficas (con un cambio semántico de musulmán a

joven y así a potencial terrorista). Los listados oficiales de “organizacio-nes terroristas” son considerados arbitrarios, ya que, por ejemplo, inclu-yen a grupos que habían sido financiados con anterioridad por las ins-tituciones europeas. También se critican las medidas represivas por serineficaces, y se hace hincapié en la necesidad de proponer solucionespolíticas. Mientras que se estigmatiza al terrorismo, se hace un llama-miento a “adoptar una postura clara a favor del derecho internacional,con inclusión del derecho de los pueblos a combatir la ocupación”, así como a “defender la soberanía nacional”. Con respecto a la política exte-rior europea, se critica la subordinación de las políticas humanitaria yde ayuda al desarrollo a objetivos comerciales y de seguridad, y se aboga

por el reconocimiento del importante papel que juega la poblaciónautóctona. Entre los grupos de solidaridad se denuncia el papel de losEstados europeos y de las multinacionales en Haití, América Latina yÁfrica, así como la agresiva política comercial de la UE y las negocia-ciones asimétricas en torno a la firma de los tratados comerciales. Entérminos de política de defensa, las propuestas se mueven entre “unaEuropa sin OTAN, un ejército europeo o la presencia de bases de losEE.UU.”; o bien, se opta por la fórmula de la multilateralidad o delrechazo a una Europa nuclear, o se solicitan más recursos para la ONU,además de la introducción de un artículo que rece: “Europa rechaza laguerra como instrumento para la resolución de conflictos”.

Los activistas presentes en los diferentes foros sociales europeoscomparten estas críticas hacia la política y las políticas de la UE. Dife-rentes entrevistados de diversos países se manifestaron, de hecho, en elsentido de que la UE fortalecía la globalización neoliberal y compartí-an su desconfianza en la capacidad de la UE de mitigar los efectos nega-tivos de la globalización y de salvaguardar un modelo social diferentede bienestar (tabla 4). Los datos de una encuesta realizada durante lamanifestación de Roma en 2005, que fue convocada en protesta de ladirectiva Bolkenstein, confirman esta imagen (incluso con mayor desa-cuerdo en torno a la capacidad de la UE de mitigar las consecuenciasnegativas de la globalización económica). Una ulterior encuesta en Ate-

nas mostraba una amplia creencia en la necesidad de construir institu-

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ciones (alternativas) para la gobernanza mundial (el 93% de los encues-

tados) (della Porta 2007b).

Tabla 4. ¿Está usted de acuerdo con las siguientes afirmaciones?(muestra equilibrada)

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Los encuestados en el FSE de Florencia estaban convencidos de que

la UE favorece la globalización neoliberal, y de que es incapaz de miti-gar los efectos negativos de ésta, además de no salvaguardar un mode-lo de bienestar social diferente. Mientras que los italianos expresabangran confianza y los británicos eran más euroescépticos (seguidos de losfranceses y de los españoles), estas diferencias eran, sin embargo, bas-tante pequeñas. En la encuesta de Atenas se confirmaba el amplio yextendido escepticismo de que el fortalecimiento de los gobiernosnacionales ayudaría a alcanzar los objetivos del movimiento (sólo alre-dedor de un quinto respondió afirmativamente). Como confirmación deesta tendencia ya observada en el elenco de preguntas acerca de la con-fianza en las instituciones, entre el primer y el cuarto FSE se percibe un

declive entre aquellos que defienden el fortalecimiento de la UE (del43% al 35%) y/o de la ONU (de un 57% a un 48%) (della Porta2007b).

En general, el movimiento parece ser consciente de que son necesa-rias instituciones de gobierno supranacional (macrorregional y/o mun-dial). En una de las asambleas plenarias de la segunda edición del FSE,el activista italiano Franco Russo declaraba: “Hay un deseo real deEuropa… pero no de cualquier Europa. Los ciudadanos europeosdemandan una Europa con derechos sociales, medioambientales y depaz. Pero ¿responde esta Constitución a nuestro deseo de Europa?”. Y el representante de la federación de sindicatos G10 Solidaires, Pierre

Kalfa, declaraba que el Tratado Constitucional “es un documento quehay que rechazar… (pero) el debate acerca de este proyecto es la ocasiónpara organizar una movilización a nivel europeo” (en “Liberazione”14/11/2003).

La imagen de la «otra Europa» (en lugar de la de «ninguna Euro-pa»), a menudo se enfatiza en los debates. Durante el segundo FSE, laAsamblea de desempleados y trabajadores precarios en lucha manifes-taba: «Para la UE, Europa es sólo “una gran área de libre cambio”, ylo que nosotros queremos es una Europa basada en la democracia, laciudadanía, la igualdad, la paz, el trabajo y un salario digno. OtraEuropa para otro mundo». Además de que «para construir otra Euro-

pa se impone implantar una transformación democrática de las insti-tuciones a través de la elaboración y la movilización. Podemos y debe-ríamos tener una gran ambición política por Europa... Dejemos depadecer por Europa: tomémosla por el brazo» (http://workspace.fse-esf.org/mem/Act2223, accessed 20/12/2006). Los sindicatos y otros gru-pos activos en los servicios públicos manifiestan que el “nivel europeo esel apropiado para la Resistencia” entre otros y para combatir las decisio-nes nacionales. El “No al proyecto de Tratado Constitucional se debecombinar con la exigencia de una Constitución Europea legítima”, apro-bada mediante referéndum popular, “una Constitución Europea edifica-da desde abajo”. Mucha gente está de acuerdo en que “la Europa que

tenemos que construir, tiene que ser la Europa de los derechos y que la

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democracia participativa es el instrumento”. Desde esta perspectiva, “el

FSE reconoce que el poder constitucional reside en el pueblo, el únicopoder legítimo”. En un informe del seminario “Nuestra visión acerca delfuturo de Europa” se lee “la falta de una clara visión de largo alcance enlos gobiernos europeos hace que éstos vayan dando tumbos de conferen-cia en conferencia. De esta manera la UE no sobrevivirá a los desafíos delas décadas venideras. Se han evitado demasiados problemas básicos porfalta de una profunda posición estratégica. Desde nuestro punto de vista,estamos delineando un modelo alternativo para el futuro de Europa quecontiene una amplia gama de posiciones a fin de que Europa haga unaelección clara a favor de la mejora de la calidad de vida para todo elmundo y a favor del desarrollo sostenible y pacífico” (http://workspa-

ce.fse-esf.org/mem/Act2106/doc295).Al trasladar su valoración de las instituciones actuales a las imagi-nadas, los asistentes al primer FSE expresaban un gran interés en laconstrucción de nuevas instituciones de gobierno mundial: el 70% delos encuestados están bastante o muy a favor de ello, incluyendo el for-talecimiento de la ONU, siendo esta opción apoyada por alrededor dela mitad de la muestra (ver tabla 5). Es más, alrededor de un tercio delos asistentes está de acuerdo con que para alcanzar los objetivos delmovimiento es necesaria una UE fuerte, además de otras institucionesregionales (con gran apoyo para la UE entre los activistas italianos, ymuy poco entre los británicos).

Los análisis estadísticos (disponibles a petición) muestran que lasopiniones acerca del fortalecimiento de las diferentes instituciones noestán muy influenciadas por el sexo, la edad o la profesión de losencuestados (si bien el apoyo a la UE es menor entre los obreros yempleados; la confianza y el apego a Europa es menor también entre losdesempleados, y el apego a ésta de nuevo se reduce entre los obreros).Por otro lado, los militantes más jóvenes, y los más educados, muestranuna mayor inclinación a favor de la construcción de instituciones alter-nativas a nivel mundial. Los militantes que se autodefinen como deizquierda radical son más escépticos acerca de la utilidad de fortalecerla UE como medio para alcanzar los objetivos del movimiento (lo

mismo vale decir para el fortalecimiento de los gobiernos nacionales),además de que están más convencidos de que la UE favorece la globa-lización neoliberal, y de que confían menos en la UE y se sienten menosvinculados a Europa. De manera significativa, de acuerdo con los datosacerca de la protesta contra la directiva Bolkenstein, la creencia de quela UE favorece al neoliberalismo y no defiende un modelo social estáespecialmente extendida entre aquellos trabajadores del sector educati-vo y del terciario.

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Tabla 5. En su opinión, ¿qué sería necesario para alcanzar los objetivos del 

movimiento? (FSF, muestra equilibrada)

Además, los asistentes al primer FSE expresaban un alto grado deidentificación afectiva con Europa (ver tabla 6): alrededor de la mitadde los asistentes sentían bastante o mucho apego por Europa, (también

en este caso con menor apoyo entre los británicos y españoles que entre

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los franceses, alemanes e italianos). Por tanto, los asistentes a los Foros

no parecen ser euroescépticos, y ni siquiera tienen la intención de regre-sar a un todopoderoso Estado-nación, sino que están convencidos deque las instituciones supranacionales son necesarias, pero también deque, por el contrario, deberían construirse desde abajo.

Tabla 6.¿Hasta qué punto se siente ligado a Europa?

Estas posiciones están en la línea de los debates mantenidos en losdiferentes foros. Ya en el primero de ellos, en el de Florencia, se hicie-ron propuestas específicas a favor de un cambio en las políticas europe-as por parte de las redes de movimientos sociales y de las ONGs ya acti-

vas en aquel momento con respecto a ciertos temas. Así, la Asambleaeuropea de desempleados y trabajadores precarios en lucha manifestabala importancia de desarrollar reivindicaciones a nivel europeo (porejemplo un salario mínimo del 50% del ingreso medio), y una red decuadros sindicales proponía la Carta de responsabilidad de cuadros aescala europea; grupos involucrados en la promoción del esperanto, así como asociaciones de minorías étnicas hacían propuestas a favor de losderechos culturales y lingüísticos, y el Observatorio social europeoreclamaba “el fortalecimiento y la ampliación del tejido social europeoen una red que debería ser participativa, horizontal y descentralizadatanto a la hora de tomar las decisiones como en la implementación de

las acciones (http://workspace.fse-esf.org/mem/Act2303/doc448). Laspropuestas a favor de la reforma económica fueron desarrolladas por laUnión Europea para la Investigación de la Democracia Económica,mientras que las ONGs de carácter humanitario debatían medidas con-tra la discriminación religiosa y étnica, incluyendo la potencialidad delas directivas europeas y de las legislaciones nacionales.

También se sugirieron propuestas concretas para la mejora de lacalidad de la democracia durante el segundo FSE, que iban desde elestablecimiento de un día de acción al año dedicado a la democracia enlos medios, hasta la creación de medios alternativos (taller Reivindica-ción de vías de información: campaña y protesta en los medios); o desde

la petición de reducción de aranceles de importación para la medicinas

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hasta el aumento del uso de las medicinas no convencionales (semina-

rio Salud en Europa: Igualdad y Acceso); o desde la introducción delderecho de asilo en la Constitución Europea a la regularización de todoslos emigrantes “sin papeles” (taller Derecho a emigrar, derecho a asilo);o desde una carta social europea que reconociese el derecho a unavivienda digna y a la ocupación de los edificios deshabitados (tallerDerecho a la vivienda en Europa: hacia una red de lucha y alternativastranseuropea); desde el diálogo con los órganos de la administraciónlocal a la participación popular en el desarrollo de proyectos interna-cionales de cooperación (taller Cooperación descentralizada: diálogoentre territorios en respuesta a los desafíos mundiales); desde el controlcualitativo sobre las drogas duras a la legalización de las blandas (taller

Enemigos perfectos: la criminalización de la pobreza y la diferencia);todos ellos celebrados en el primer FSE. Otros debates específicos secentraron en materias tales como las políticas de la UE relativas a losacuerdos comerciales; los derechos de la juventud en Europa; Cristia-nismo, Islam y Judaísmo en Europa; extremismo nacionalista en Euro-pa; finanzas y fuerza de trabajo; contribución de la Iglesia en la cons-trucción de una nueva Europa; políticas europeas de empleo; Europadesde la perspectiva africana; crisis ecológica en Europa; el lugar delIslam en Europa e islamofobia. En la cuarta edición del Foro la idea deEuropa continuó siendo primordial. En sus seminarios (en cuyos títu-los se incluía mayoritariamente la palabra “Europa”) se discutieron

temas a nivel europeo tan diversos como la lucha contra la pobreza o elracismo institucional; la Carta de principios comunes de la otra Europao la restricción de libertades; los sistemas de salud o la OTAN; campa-mentos para inmigrantes o el caso Ocalan; la educación o las relacionescon los países de la ribera sur del Mediterráneo; políticas empresarialeso derechos laborales; relaciones con Latinoamérica y con la ONU; dere-cha populista y nuevos actores de oposición; periodismo de izquierda yproblemas de vivienda; la directive Bolkenstein y la precariedad labo-ral; la estrategia de Lisboa y Bolonia o la elaboración constitucional;gobierno local o la OMC; sistema fiscal o islamofobia; violencia contrala mujer o movilidad estudiantil; igualdad lingüística o renta básica;

los derechos del pueblo gitano o las bases militares estadounidenses;política agrícola o salud mental; tráfico de seres humanos o sancionescontra Israel; religiones monoteístas o la posición con respecto a Cuba.

En el llamamiento hecho por los Movimientos Sociales Europeos enFlorencia se colocó a todos estos temas la etiqueta de lucha contra elneoliberalismo: “Nos hemos reunido en Florencia para expresar nuestraoposición a un orden europeo basado en el poder de las empresas y elneoliberalismo. Este modelo mercantilista conduce a constantes ata-ques a las condiciones de trabajo y a los derechos de los trabajadores, ala desigualdad social, y a la opresión de las minorías étnicas, a la exclu-sión social de los parados y de los inmigrantes. Lleva a la degradación

medioambiental, a las privatizaciones y a la inseguridad laboral. Guía

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a los países poderosos en el intento de dominar las economías de los más

débiles, y a menudo a negarles el derecho a la libre autodeterminación.Una vez más nos conduce a la guerra”.El discurso acerca de la defensa de los bienes públicos, como el agua,

está orientado no sólo a derrotar la cultura mercantilista, sino también ala de la soberanía nacional que rechaza la solidaridad con el mundo exte-rior. Al mismo tiempo, existe un intento por ampliar la noción de Euro-pa que abarque más allá de la Unión Europea y a superar el miedo haciauna identidad europea exclusiva representante de la cultura “civilizada”frente a otras civilizaciones no europeas. Con la crítica de que “la deci-sión arbitraria de la UE de cortar los fondos a la Autoridad NacionalPalestina es inaceptable ya que agrava la situación general”, la Declara-

ción de la Asamblea de los Movimientos del cuarto Foro Social Europeocentra la atención en los peligros de una polarización de la ciudadanía entorno al “choque de civilizaciones”, lo que justificaría una ulterior dis-criminación contra los pueblos del Sur. De hecho se declaraba que “lasfuerzas conservadoras, tanto en el norte como en el sur, están alentandoun “enfrentamiento entre civilizaciones” con el objetivo de dividir a lospueblos oprimidos, lo que a su vez genera una violencia y una barbarieinaceptables, además de ataques adicionales a los derechos y a la digni-dad de los migrantes y las minorías.

Más allá de una crítica a la elección de políticas concretas, esta cri-ticidad también se centra en el secretismo y la manera vertical, de arri-

ba abajo, en que se toman las decisiones. La Asamblea del tercer FSEexigió, entre otras cosas, una mayor participación “desde abajo” en laconstrucción de “otra Europa”: “En este momento en que el proyecto deTratado Constitucional está a punto de ser ratificado, debemos reclamarla necesidad de una consulta directa a los pueblos de Europa. Con esteproyecto de Tratado Constitucional no se alcanzan nuestras aspiracio-nes, sino que consagra el neoliberalismo como la doctrina oficial de laUE, y hace de la libre competencia no sólo la base de la legislacióncomunitaria, sino de toda actividad humana. Ignora completamente losobjetivos de una sociedad ecológicamente sustentable. Este TratadoConstitucional no garantiza la igualdad, ni la libertad de movimiento

para todas personas, ni la ciudadanía para todo el mundo allá en el Esta-do en donde resida, cualquiera que sea su nacionalidad; da a la OTANun papel en la política exterior y de defensa europea, y empuja a la mili-tarización de la UE. Para finalizar, coloca al mercado en primer lugar,marginando la esfera social y, por ende, acelerando la destrucción de losservicios públicos”.

4. ¿Existe un movimiento social europeo? Algunas conclusiones

“Uno puede estar en contra de una Europa que respalda los merca-

dos financieros, pero al mismo tiempo puede estar también a favor de

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una Europa que, a través de políticas concertadas, bloquee el camino a

la violencia inherente de tales mercados… Sólo un Estado social euro-peo será capaz de combatir los efectos desagregadores de la políticamonetaria; es decir, que uno puede ser hostil a una integración europeabasada únicamente en el Euro, sin oponerse a su vez a la integraciónpolítica de Europa” (Bourdieu 1998: 62).

“La protesta es una precondición esencial para la emergencia de unaesfera pública europea más que un indicador de su ausencia. Cuantomás polémicas se alcen en torno a la política y las políticas europeas,más movilizaciones sociales habrá en torno a los temas europeos, y másatentos deberíamos estar, por tanto, a lo que se refiere a los debatespúblicos acerca de la Europa que queremos. Si se protesta en materia

política, si la política europea continúa siendo sólo un asunto de elites,el nivel de atención hacia Europa y la Unión Europea continuará sien-do muy bajo. Los temas europeos deben convertirse en temas relevan-tes y significativos en el debate público para que pueda emerger unauténtico ámbito público europeo” (Risse 2003: 6).

El apoyo a Europa es un término polimórfico que se refiere no sóloa los diferentes procesos, sino también a las diferentes “Europas”. Ennuestra investigación hemos analizado los diferentes indicadores deapoyo a Europa, y las diferentes maneras en que Europa puede ser ima-ginada: tal y como es ahora y como debería ser de acuerdo con nuestrosentrevistados. Un primer descubrimiento, que pensamos merece la

pena remarcar, es que si la integración europea es desde hace tiempo unproyecto elitista, en su evolución se registran presiones “desde abajo”,es decir, de organizaciones, asociaciones y movimientos sociales, así como de ONGs. La idea de una Europa reguladora, legitimada por losbuenos resultados, es cada vez menos convincente, ya que al imple-mentar políticas se convirtió en el objetivo de reivindicaciones y pro-testas. En este proceso, los diversos actores nacionales empezaron a diri-girse a la UE, y si los ricos en recursos fueron los primeros en instalarsus cuarteles en Bruselas, los más pobres empezaron a tejer redes supra-nacionales (della Porta and Caiani 2006) y a delinear los asuntos euro-peos. La integración vertical creó una serie de procesos horizontales que,

a la vez que legitimaban a las instituciones europeas por medio de sureconocimiento, también politizaban el espacio público europeo al refu-tar estas decisiones.

En nuestro análisis de los Foros Sociales Europeos se ha mostradocómo surgieron los actores de las protestas a nivel europeo, sus innova-ciones en términos de identidad, estrategias y estructura organizativaque van más allá de las fronteras de los Estados-nación para dirigirse ainstancias de diverso rango a nivel europeo. Éstos se caracterizan portener una débil estructura al ser una red de redes de organizaciones ymilitantes, en las que a menudo se confunde la militancia en una u otraa nivel personal con sus campañas entrelazadas a nivel organizativo.

Estos militantes tienen experiencia en diferentes estrategias de partici-

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pación política y, aunque críticos con las instituciones europeas, pro-

mueven a través de sus acciones y sus campañas la identidad europea.Si nos fijamos en los esquemas y el discurso de esta militancia, así como en el de sus organizaciones, observamos cómo se ha ido desarro-llando una forma de “europeísmo crítico” que es muy diferente del tra-dicional “euroescepticismo” nacionalista en el que se han centrado hastaahora los estudios. Según nuestra encuesta, los activistas de diferentespaíses expresan una fuerte crítica hacia la política propiamente dicha yhacia las políticas de la UE, pero también manifiestan un alto grado deidentificación con Europa y un cierto grado de apoyo a las instancias degobierno europeas.

Al igual que ocurrió durante la construcción del Estado-nación, a

la centralización del poder de decisión siguió una focalización de lasprotestas a nivel nacional (Tilly 1978). La actuación de los actores polí-ticos y sociales también progresó hacia otros niveles y terrenos: lasalianzas con los constructores del estado se centraron en los gobernanteslocales, pero también se dieron alianzas de la periferia contra el centro(Tarrow 2005). La construcción del Estado-nación, en cualquier caso,ha sido un proceso conflictivo en el que los derechos de los ciudadanosson el resultado de las luchas sociales (Marshall 1950; Bendix 1964); enel que el surgimiento de la democracia se da gracias a la protesta con-tra las decisiones públicas y en el que la crítica a los gobiernos nacio-nales contribuyó a la legitimación del Estado como principal centro de

decisión. Incluso si intentamos evitar llevar demasiado lejos el parale-lismo entre la construcción del Estado-nación y la construcción de unasinstituciones supranacionales peculiares y anómalas, como las de la UE,en nuestro estudio parece confirmarse la evolución de una “europeiza-ción por protesta”.

Como se puede observar en las dos citas del principio de este tra-bajo, el apoyo a los procesos de integración europea no puede medirseen términos (más o menos permisivos) de consenso hacia las decisionesde las instituciones europeas. Incluso aquellos que apoyan la construc-ción de instituciones supranacionales podrían estigmatizar, si cabe demanera más radical, un tratado comunitario que fuese considerado

demasiado intergubernamental o neoliberal, y aquellos que critican laEuropa de libre mercado podrían apoyar –como lo hizo Bordieu– unaEuropa social. Un reñido debate público es de hecho –como nos recuer-da Risse– el único camino para la creación de una democracia suprana-cional. De hecho, no es un consenso silencioso con los gobernantes loque caracteriza un proceso democrático, sino más bien el sometimientode las decisiones de éstos a “la prueba de la discusión” (Manin 1995).No son los acuerdos sobre fronteras, ideologías u otras varias divisiones,sino el debate público sobre estos temas lo que nos indica la existenciade un espacio público europeo (Habermas 1981; Risse 2003: 6-7; Risse2000). Los actores de la sociedad civil aparecen en este marco como

europeístas críticos, en favor de un mayor grado de integración pero

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mediante políticas muy diferentes a las que hasta ahora han caracteri-

zado la visión dominante de una “integración negativa” en Europa. Enlínea con los resultados de otros estudios –que parten de un análisis dela posición de los partidos basada en evaluaciones de expertos– nuestrosdatos demuestran que un llamamiento hacia mayores cotas de integra-ción a nivel medioambiental y laboral, y la demanda de políticas cohe-sionadas tienden a reivindicar un mayor grado de integración en Euro-pa (Hooghe, Marks and Wilson 2004). La crítica de los movimientossociales, de hecho, está dirigida hacia lo que se percibe como la super-vivencia de una integración europea prevalentemente de naturaleza eco-nómica, ligada a la idea de una Europa como parte del mundo occiden-tal, y así haciendo hincapié en los valores occidentales. Se critica, en

particular, el pacto de estabilidad como uno de los principales ejemplosde las políticas neoliberales que privilegian a los grupos ya privilegia-dos, y que reducen el nivel de bienestar de los pobres y marginados. Encualquier caso, no se demanda una vuelta al Estado-nación, sino que sereclama un proceso de europeización desde abajo.

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¿SURGIMIENTO DE MOVIMIENTOS EUROPEOS? SOCIEDAD CIVIL...

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Revolución en Europa:

del mayo del 68a los movimientos globales

IGOR SÁDABA RODRÍGUEZ1

Universidad Complutense de Madrid

Àgora - Revista de Ciencias Sociales nº 18 - 2008 37

Resumen: El concepto de Revolución ha visto reducida de mane-ra abrumadora su presencia tanto en la agenda política como en lasCiencias Sociales desde los años setenta. Los resultados y consecuenciasno pretendidas de las revoluciones históricas así como la problemáticaposición del Estado-Nación dentro de la Globalización, parecen llevar-nos hacia modelos no revolucionarios de cambio social. Sin embargo, lasrebeliones políticas y sociales siguen todavía vivas en formas de accióncolectiva como las de los movimientos globales. Estos movimientos haninnovado nuevas vías para expresar actitudes políticas hacia el ordenglobal; de hecho, estamos asistiendo a la emergencia de nuevos proce-

sos revolucionarios. En el presente artículo reflexionamos sobre lanoción de “Revolución” para entender este conjunto de procesos.

Palabras clave: Revolución, acción colectiva, protesta global.

1 Igor Sádaba Rodríguez es Profesor de Sociología en la Universidad Complu-tense. Es licenciado en Ciencias Físicas y doctor en Sociología por la UniversidadComplutense de Madrid. Asimismo posee un posgrado en Teoría Crítica. Ha investi-gado realizando estancias en Leeds y Surrey (UK) o en FLACSO (Argentina). Sus líne-as de investigación incluyen la teoría sociológica, los movimientos sociales y las nue-vas tecnologías.

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1. Revolución como diagnóstico de nuestra época:

de la utopía a la memoria.“Entre tantas preguntas sin responder, una será respondida:

¿Qué revolución compensará las penas de los hombres?”(A. Rivera, “La revolución es un sueño eterno”, p. 173)

Pensar la palabra Revolución (con R mayúscula) desde una ciertajuventud y un lugar como Europa es una tarea harto compleja, mezclade arqueología y atrevimiento, arcaísmo y temeridad. Las coordenadascronológicas y espaciales no ayudan precisamente en esta época desequía intelectual y en esta zona desértica en materia de valentías teó-ricas. Señala Bauman que en teoría social nunca se resuelven los pro-

blemas, que simplemente nos aburrimos de ellos2

. Así, los paradigmaso las modas de pensamiento no abundan en tales tareas, no fomentan laactitud contracorriente o el desempolvar viejos conceptos que ya “abu-rren”. Además sobre la Revolución se ha dicho todo, y más. En el planoacadémico europeo la Revolución quedó recluida y reducida al aconte-cimiento excepcional históricamente narrable, a la prehistoria de la eradigital o a la sociología histórica anglosajona. El mundo universitariohace tiempo que se hastió de la idea por su empalagosa presencia en eta-pas pasadas; dicho en otros términos, ha renunciado a desenterrar pala-bras malditas y a reabrir viejas heridas.

A todo lo anterior habría que añadir el tan pregonado desmorona-

miento del edificio teórico del marxismo clásico; lo que implica el debi-litamiento de las “filosofías de la historia”, la ausencia de “sujetos his-tóricos del cambio social” (al más puro estilo Luckacs) y la inexistenciade “leyes objetivas del progreso”. Cierta evidencia empírica y la analí-tica postmoderna han barrido la universalidad de la clase obrera y lasconcepciones unitarias y teleológicas del devenir histórico. El fragmen-to, lo light y todo lo “post” reinan en la actualidad a sus anchas. A eseescenario se suma la extensión de las democracias formales y del capi-talismo liberal por todo el globo. El homicidio intencionado de la his-toria, a lo Fukuyama, es un crimen que ha quedado impune y el cate-cismo neoliberal constituye el macabro decorado de nuestra época. La

anomia, la apatía y el desencanto florecen y se esparcen por el viejo con-tinente. Europa está gastada, seca de innovación, de inventiva o deenergía; asustada ante un ápice de cambio, temerosa de un movimien-to demasiado brusco y atornillada a un centro político anclado en lapura formalidad del voto. Todo lo que sobresalga por alguno de los bor-des es denostado y recortado. Europa ha quedado encerrada en su pro-pia cáscara de formalismo intelectual y élites banales, en lo que diríanalgunos de nuestros maestros: “la industria cultural” (Adorno y Hork-

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2 “We never really solve problems in social theory, we only become bored withthem” (citado en Beilharz (2001, vii).

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heimer, 1994) y “el espectáculo” (Debord). Es lo que se ha llamado la

historia del orgullo europeo, que no es otra cosa que cinismo e inercia.La ubicuidad del término Revolución, en los discursos sociales ypolíticos de los años 60 y 70, ha desaparecido. Nos han quedado, a losumo, sus cenizas o cicatrices. Revolución era claramente una palabramayor. Tenía connotaciones de mejora, de curación o restablecimiento,de prosperidad, de avance o progreso. Aunque entroncaba con algunosintentos de ingeniería social algo rancios, mantenía viva una llamita deesperanza y modificación. Se palpaba la idea de que la historia avanza-ba a golpes de imprudencia, se mantenía cierta confianza en el riesgo dela acción política o de la militancia desinteresada. Actualmente, sinembargo, es un concepto en desuso, molesto e, incluso, tabú; una idea

incómoda que se esquiva y abandona con disimulo en un lado del cami-no. Palabra demonizada, aparece inseparablemente asociada a episodioshistóricos lejanos o a la ciencia ficción. Dos siglos de revoluciones jalo-nan el camino hasta el presente y, aunque el eco de los hechos históri-cos todavía resuena, su voz se va apagando rápidamente y se atenúa conel paso inexorable del tiempo. Otros discursos más altisonantes o estri-dentes eclipsan sus, ahora, leves gritos. Así, hoy día, el término apare-ce connotado negativamente y estigmatizado. Es casi innombrable.Incluso, en la propia habla cotidiana se observan unos desplazamientossospechosos: ya no revolucionamos (los sujetos) sino que nos revolucio-nan (la técnica, la industria o las nuevas tecnologías, los objetos).

Hemos pasado, por así decirlo, de la utopía a la memoria. Si antesla susodicha Revolución dirigía los designios, proyectos o sueños degran parte del espectro político, ahora nos conformamos con recopilar yvivir del recuerdo colectivo. Nuestra temporalidad ha pasado del hori-zonte venidero a la memoria colectiva. Somos, en cierto sentido, náu-fragos de la historia que se aferran a los pocos recuerdos que sirven deanclaje (Mayo’68, la Guerra Civil Española, las dictaduras y los desapa-recidos, el Holocausto,... etc.). El discurso de numerosas organizacionesy grupos políticos ha mutado de marco de referencia temporal. Las uto-pías decimonónicas y los proyectos de liberación ilustrados pivotabansobre un referente futura, sobre un porvenir esperanzador, sobre un

nuevo mañana, sobre un mundo por llegar. La modernidad, comentaráLuhmann (1997), está anclada en la categoría de futuro, en el apunta-lamiento de un orden social que mira hacia delante, que se construyepensando en lo que vendrá: sociedades secularizadas que encuentran laperfección, proyectándose en imaginarios de tiempos que arribarán enbreve. Aunque la discursividad política, en general, sigue embutida enese traje de promesas futuras, ahora emerge una cultura de la memoriaque teje nuevas prácticas políticas. Son intervenciones sobre lo social apartir del recuerdo, del pasado, del acontecimiento especial o demomentos que ya fueron. Proliferan organizaciones y movimientossociales que filtran y seleccionan lo acaecido en busca de identidades

olvidadas y borradas, de legitimaciones para sus propuestas o como

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mera actividad archivística; y que llevan a cabo una lucha contra la

amnesia como democratización del presente. Este cambio de la utopíafutura a la memoria sella uno de los desplazamientos operados en lasrepresentaciones mentales asociadas al campo político. Y trae un coro-lario principal: ahora nos alimentamos de “utopías mínimas”, de la gas-tronomía de menciones y reminiscencias.

De esta forma y en un primer momento, la Revolución sirve casimás como elemento para la formación de un diagnóstico cultural denuestro tiempo que para otra cosa. Nos califica y etiqueta la maneraextendida de ver el mundo en pleno estallido globalizador. Examina lasmínimas posibilidades del cambio social o de frescura ética frente alnuevo (des)orden mundial. Sirve también para trazar los contornos del

mapa ideológico y de la topología política del momento: mientras laderecha lo aborrece y desprecia, la izquierda lo evita de forma diestra olo bordea hábilmente. El campo político actual condena la voluntadrevolucionaria al ostracismo y a la periferia. En definitiva, la idea de unatransformación estructural y radical de lo social, las representacionesque de ello circulan y son valoradas, nos orientan e indican cómo estála cultura política hoy en día. Evidencian la superioridad ideológica(que no moral) del capitalismo y encaminan nuestra labor al intento derescate y recuperación del término; a la tímida y humilde faena de rein-terpretar la idea de un giro social drástico. En cualquier caso, el dicta-men parece claro, la Revolución no está de moda. Y pasar del diagnós-

tico a la cura exige también reconquistar un espacio para la Revolución,un lugar merecido para ella.

2. Recuperando la Revolución: La rebeldía social

“¿Qué nos faltó para que la utopía venciera a la realidad? ¿Qué derrotó  a la utopía? ¿Por qué, con la suficiencia pedante de los conversos, muchos delos que estuvieron de nuestro lado, en los días de mayo, traicionan la utopía?

¿Escribo de causas o escribo de efectos? ¿Escribo de efectos y no describo lascausas? ¿Escribo de causas y no describo los efectos?

Escribo la historia de una carencia y no la carencia de una historia.”(A. Rivera, “La revolución es un sueño eterno”, p. 59)

Sobre este panorama desolador y las ruinas de la izquierda, ¿tiene,así, sentido la revolución en una época globalizada? ¿Cómo edificarsiquiera la pretensión revolucionaria? ¿Dónde anclar los cimientos deuna cierta transformación social? ¿Sobre este paisaje de desolación teó-rica existe espacio y lugar para una cultura de la revolución o algo pare-cido? ¿Cómo curar esta nostalgia revolucionaria? ¿Cómo ser, en laactualidad, “rebelde con causa”? ¿Cómo rescatar el compromiso ético deun cambio, la lucha contra la infamia o el intento de nivelar las desi-

gualdades sociales? Si, como dice el título del libro de Andrés Rivera,

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la revolución es un sueño eterno, desde luego no hemos todavía despertado

de él. Parece un letargo al que estaríamos eternamente condenados. Yaque somos revolucionarios sin revolución (como creyentes con fe, perosin un dios al que rezar o adorar), cabe, al menos, estirar unas cuantaslíneas de reflexión para reinventarla. Ante el supuesto “fin de la revo-lución“, rebobinemos la película antes de ese fatal desenlace y apunte-mos unos pocos elementos dignos de mención.

Parece obligado volver aquí a la clásica distinción, múltiples vecesseñalada (por ejemplo, por H. Arendt, 1998), que distingue en el con-cepto de Revolución, el momento de liberación (lucha contra una opre-sión/dominación) y el momento de la libertad (fundación de un ordennuevo y justo). La idea que subyace es que podemos suponer un primer

paso de resistencia y destrucción de un régimen desigual, y un segun-do paso de fundación o creación de un orden social distinto; el antes yel después del punto de inflexión que supone el acontecimiento quehemos denominado Revolución. Esta diferenciación, que se muestraparadójicamente elemental (por su obviedad) y forzada (por su artifi-cialidad en los hechos históricos), deviene clave a la hora de elaborar unanálisis mínimo del proceso revolucionario y de su situación actual.Tras el supuesto fracaso de los momentos de libertad, de las construc-ciones de regímenes (soviético, chino, cubano...), entran en crisis losmomentos de liberación. Ya que los modelos de sociedad alternativa noparecen funcionar adecuadamente, se pone en tela de juicio y se cues-

tiona la misma idea de liberación. Sin recambio no hay crítica posibley las dudas sobre la innovación que irrumpe comienzan a polemizar conla voluntad de ruptura. A la lucha contra el poder se le exige un planprefijado de cómo tomar y administrar éste. Luego, conclusión impor-tante, las dificultades teóricas asociadas a la idea de Revolución son,entre otras cosas, causadas por las dificultades prácticas expresadas porlos regímenes posrrevolucionarios. La vieja disyuntiva que dividía a latradición libertaria y a la comunista sigue en pié, vigente y no resuel-ta: ¿tomar el poder o destruirlo? ¿Qué compatibilidad existe entregobierno y libertad?

Otro de los deberes que enlaza con lo anterior cae del lado de cier-

ta comprensión teórica pendiente y quizá también eterna. De Foucault(1971) aprendimos la necesidad de una teoría del poder, previa a unateoría de la revolución. Los planes y las instrucciones para cambiar elmundo reposaban en unos saberes y percepciones incompletas e insufi-cientes. Parece improbable una renovación sin conocimiento, una reor-ganización sin saber cómo ensamblan las piezas de la vida social y polí-tica. Una teoría de la Revolución tiene como condición necesaria unasistematización mínimamente coherente del funcionar colectivo. Losmecanismos de legitimación de la vida en común y de adoctrinamien-to (al más puro estilo chomskiano) parece que siguen siendo fortalezainexpugnable. Esa “servidumbre voluntaria”, de la que hablaba La Boe-

tié (2007), es una asignatura pendiente. Reconozcamos al capitalismo

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el único mérito que tiene, la única virtud mencionable: su capacidad de

resistencia, adaptación y supervivencia; capacidad que escapa con sol-tura a los modelos críticos, nutriéndose de ellos (Boltanski y Chiapello,2002). Estamos aún carentes de una comprensión real del mundo quenos rodea y en el que la igualdad lógica anunciada por la ley sigueescondiendo una desigualdad (socio)lógica.

Añadiría un tercer elemento a la batería de críticas recibidas que,aunque suene irrelevante, entra como otra de las piezas del puzzle: lafalta de una “intelectualidad revolucionaria”. La savia revolucionariasiempre fue, le pese a quien le pese, alimentada no sólo por el esponte-neísmo de las masas sino por el elenco de intelectuales que, con textosy escritos, insuflaban ánimos a las turbas y multitudes voluntaristas.

Hubo un tiempo en que ciertas figuras carismáticas se hicieron vitales.Daba igual si paseaban o no por alguna reunión clandestina o si fre-cuentaban los lugares de lucha. En Mayo del 68 (que no fue una Revo-lución en sentido pleno), por ejemplo, los Marcuse, Sartre, Foucault oAlthusser, ... (Casullo, 1998) eran los referentes, los padres, los sumossacerdotes que avivaban la creencia en una transformación social. Aun-que la relación entre cultura y acontecimiento, entre discursos y hechoshistóricos está todavía por descubrir y examinar, la película revolucio-naria no se hubiera podido rodar sin estos actores. Y ahora, ese tipo deintérpretes o artistas se han convertido en pésimos cómicos o maloscomediantes. La clase intelectual europea, salvo contadas excepciones,

hace tiempo que no produce material inflamable ni se interesa por cues-tiones tan osadas como las que aquí tratamos.En otro orden de cosas, el Estado, aquel mecanismo básico en las

dinámicas revolucionarias, ese espacio a conquistar y redefinir, tambiénse nos informa, ha entrado en crisis; crisis del Estado-nación comoresultado de una mundialización que tala todas las resistencias locales ypoderes civiles no mercantiles. La relación Estado-Revolución fue clave.Y la crisis de uno contagia al otro. Las condiciones que conectaban laactividad nacional y el poder estatal se están difuminando cada vez más.Por otro lado, el que ya no exista (o no sea visible) la “cuestión social”,como expresión máxima del conflicto social y el obrerismo o el sindi-

calismo como dinamizador de lo político en Europa, es otro análisis quese acompaña al anterior. En esta línea, aglutinando lo expuesto hastaahora, hay quien ha anunciado la muerte o el fin de la Revolución. Hijalegítima de la Modernidad, el ocaso moderno traería consigo la impo-sibilidad de lo revolucionario. La Revolución sería una pretensión ilus-trada de un mundo secularizado, revuelto contra el absolutismo. Y lospuntos que definían tal situación han cambiado lo suficiente. Sustan-cialmente, diría yo.

A pesar de tan malos augurios y de lo relatado hasta ahora, dejare-mos en suspenso la conclusión sobre la Revolución como toma total delpoder. La lista de metamorfosis podría hacerse mucho más larga. Reco-

nozcamos, eso sí, los inconvenientes, aprietos y atolladeros en los que se

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encuentra. Pasaremos, sin embargo, a reivindicar su núcleo o motor: la

eterna rebeldía social (Camus, 1996). La Revolución fue y es la expre-sión histórica concreta de una creencia en cierta moral universal, en laacción política y en la autonomía; es decir, la rebelión ante el mundo.Fue una manifestación del convencimiento de que los proyectos para unmundo distinto y de que la historia como producto de la colectividadhumana eran válidos. La Revolución era esta rebeldía, modulada porunos acontecimientos y condiciones específicas. En ese sentido, todavíasigue vivo un cierto empuje de liberación, un ímpetu desinteresado delucha contra el poder. Quizá queramos pensar algunos en la existenciade un principio de justicia, en la capacidad del desafío o de la protestahumana, alzada contra la explotación organizada (en sus múltiples for-

mas y variantes). Quizás sólo es un optimismo trágico, pero suele serimparable. Quizás el poder no se volverá a tomar jamás, pero la rebel-día sigue intacta. Y quizás sus formas de plasmación empírica nos sor-prenderán en breve con otros ropajes o vestimentas. A lo mejor hay quecambiar el significante (y concebir otras palabras para las esquinas de lahistoria) o cambiar el significado (y redefinir o precisar qué puedeentenderse hoy por Revolución) para dar cuenta de lo que ocurre. Encualquier caso, siguen ocurriendo cosas y lo real “se mueve”. La que seha quedado congelada y estática es la reflexión teórica sobre el tema. Y si no, echemos un vistazo a nuestro alrededor.

3) EPÍLOGO: La antiglobalización como germende un cambio posible y necesario.

“En esas desveladas noches de las que te hablo, pienso, también, en el intransferible y perpetuo aprendizaje de los revolucionarios:

 perder, resistir. Perder, resistir. Y resistir.Y no confundir lo real con la verdad.”

(A. Rivera, “La revolución es un sueño eterno”, p. 132)

Lo más parecido a una Revolución, en la Europa del recién estrena-

do siglo XXI, es el mal llamado “movimiento antiglobalización” (anti-globalización capitalista). Más cercano a un neointernacionalismo y“cajón de sastre” de todo lo subversivo, rebelde, inconformista o mar-ginal, recoge precisamente la potencia de todas estas categorías. Y, porsupuesto, tiene los vicios propios de esas virtudes. Compuesto de unaamalgama variadísima, nos ha ilustrado con ciertos momentos semi oprerrevolucionarios en sus acciones de oposición y protesta a la maqui-naria financiera mundializadora. Movilizaciones que responden a cier-tos parámetros algo distintos a los clásicos movimientos obreros y cuyoespontaneísmo respondería a los conflictos que la globalización neoli-beral (entendida como una fase del capitalismo) crea por doquier. Las

demandas de estos movimientos sociales, por otra parte, ya no se cana-

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lizan a través de las instituciones clásicas (partidos políticos o eleccio-

nes) y la incapacidad del Estado para afrontar estas lógicas conflictivasdel capitalismo global es manifiesta.Son generalmente protestas centradas en una contestación popular

a las instituciones financieras y económicas internacionales (FMI, BM),contra acuerdos transnacionales de liberalización económica (OCDE,OMC, Nafta, ...) o contra reuniones de grandes grupos o países (G-8,UE, ...). Estos conjuntos de movimientos reúnen una combinaciónvariada y un mosaico extenso de procedencias, tendencias y submovi-mientos (ecologista, sindicalista, antimilitaristas, feminista, pacifistas,por la soberanía alimentaria, campesinos...) que convergen en una res-puesta de rechazo colectiva a la mercantilización masiva del mundo.

Luchas que, por otro lado, se encuentran ligadas al recorte de los dere-chos de ciudadanía conquistados con el Estado del Bienestar y la épocafordista europea.

Los movimientos antiglobalización son producto de nuevas formasde organización socioeconómicas. Por un lado, enfrentan un poderfinanciero globalizado (mundialización del intercambio de dinero) y,por otro, hacen uso de infraestructuras y logísticas globalizadas (mun-dialización del intercambio de información/comunicación). Tanto suobjetivo como sus medios responden a una nueva configuración delorden político y cultural. Esta resistencia se opone a la lógica de los flu-jos globales de capital y a los desórdenes locales, producidos por un

Consenso de Washington globalizado. Desafían los procesos actuales deglobalización en nombre de cierta ética universal y derechos sociales,afirmando representar los intereses de la humanidad; poniendo, depaso, fin a la fantasía neoliberal de crear una nueva economía planeta-ria sin costes sociales y humanos. No es nada contradictorio (como seempeñan en señalar algunos) que un movimiento globalizado (comuni-cativamente) se oponga a la globalización (económica y capitalista). Loque puede sonar algo más paradójico es que este tipo de formas deacción colectiva sólo surgen en estados de modernización muy avanza-da, justo para criticar y denunciar los excesos o riesgos asociados a lacivilización moderna.

La biografía de la antiglobalización ya es dilatada, un movimientocon experiencia y cierta veteranía en tan corto lapso temporal. Ha sen-tido los vientos del nuevo siglo XXI y la marca del 11-S y la guerra glo-bal (Afganistán, Irak, recorte de libertades civiles, etc.), cicatrices quedieron pie a su materialización puntual como movimiento anti-guerray a movilizaciones como la del 13-M en España. Ha sufrido en sus car-nes la cruda represión (la muerte de Carlo Giuliani en Génova 2001, lacriminalización mediática vía la figura mitificada del ‘black block’, elcontrol silencioso, etc.). A su vez, ha paladeado las mieles del triunfocon convocatorias masivas, bloqueos titánicos y cumbres capitalistassaboteadas (Barcelona 2004, por ejemplo) o enrocadas en escondites

remotos (Montañas Rocosas o paraísos de petrodólares). Ciertos aconte-

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cimientos espectaculares han jalonado su camino. Ha logrado tejer sutil-

mente redes globales a partir de hilos locales. Seguramente se puede col-gar también la medalla de haber sido el movimiento que con más habi-lidad ha jugado en el terreno mediático, sabiendo bandearse con ciertasoltura en las áreas comunicativas contemporáneas y convirtiendo lasnuevas tecnologías en un arma política de primer grado. Ha transitadoaceleradamente por casi todas las fases y ciclos de un movimiento socialhasta alcanzar cierta crisis de madurez (¿morir de éxito?). Se podría afir-mar, sin miedo a errar mucho, que los baches que ha ido superando lehan dotado de un carácter renovador, pero también que lo han transfor-mado al punto de cambiar radicalmente su fisonomía. Haciendo de susvirtudes vicios y viceversa, ha quedado atrapado en los dilemas que lo

constituyeron: dudas respecto al uso de la violencia, actuar centralizan-do la descentralización, su relación con el Estado, cómo encajar la repre-sión, ensamblar tan alta heterogeneidad, enfrentar enemigos tan etéreoso ciclópeos, evitar la autorreferencialidad y no quedar atrapado en losdilemas internos, evolucionar en la práctica ante los nuevos aconteci-mientos, seguir innovando repertorios de acción, aprovechar unas estruc-turas de oportunidad política mundializadas, etc.

Flanqueado por los sedimentos sesentayochistas, la simbologíazapatista y la antiglobalización, el rebelde de hoy día sigue buscando sucamino a través de esta nueva senda. La llave del cambio social pareceque se encuentra por estos derroteros. Reinventada una forma mayor de

canalizar la rebeldía, queda encaminado un nuevo intento de disloca-ción del orden social y político. Llámese Revolución o no. Etiquétese algusto. Es, en cierto modo, otro último cartucho para gastar. Y es elturno de los nietos de Mayo parisino que repiten, a su manera, la his-toria de sus padres. Cambio de generación y cambio de metodología. Encualquier caso, parece que el 68 y estas nuevas experiencias compartenilusiones y optimismo. Por cierto, si la historia de los hombres es lasuma de sus rebeliones sucesivas (Camus), mientras haya lucha hay his-toria, y por tanto, esperanza.

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IGOR SÁDABA RODRÍGUEZ

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La “Guerra Popular” en la lucha antifranquista:

Una aproximación a la historia delFrente Revolucionario Antifascista y Patriota

ANA DOMÍNGUEZ RAMA1

Universidad Complutense de Madrid

Àgora - Revista de Ciencias Sociales nº 18 - 2008 47

Resumen: El artículo analiza cómo durante la evolución históricadel Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, la creencia en la víaliberadora de la violencia revolucionaria, consignada en la “GuerraPopular”, condujo a que su actuación adoptase, gradualmente, accionesrevestidas de una mayor carga violenta en sintonía con una conflictivi-dad político-social increscendo durante los cinco últimos años de la dicta-dura franquista. De este modo, simultáneamente a la extensión y crea-ción de Comités pro-FRAP desde comienzos de 1971, se fueexperimentando una radicalización en los métodos de lucha hastadesembocar en una escalada de violencia política acorde con la perspec-tiva fundacional de ir avanzando hacia la adopción de la “lucha armada”.

Palabras clave: Franquismo, represión, violencia política, “izquier-da radical”, lucha armada, revolución.

1 Licenciada en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, habiendorealizado las especialidades de Historia Contemporánea e Historia de América I.D.E.A. en Historia Contemporánea en 2006. Estancia de investigación en la École desHautes Études en Sciences Sociales (E.H.E.S.S.) de París en 2007. Actualmente, comoinvestigadora F.P.U. del M.E.C., prepara su Tesis Doctoral sobre el Frente Revolucio-nario Antifascista y Patriota (F.R.A.P.) bajo la dirección del Catedrático Julio Aróste-gui. De entre sus publicaciones recientes pueden destacarse: “Salvador (Puig Antich)”en el Viejo Mundo. Algunas consideraciones históricas respecto a su recuperaciónmediática; y ¿Revolución o Reconciliación? Orígenes y conformación del PartidoComunista de España (marxista-leninista) (2007). E-mail: [email protected]

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La necesidad política de crear una “memoria común” durante la

Transición del franquismo a la democracia parlamentaria, con el corres-pondiente silenciamiento de cualquier otra concepción de la memoriaque pudiese obstaculizar aquel proceso, tuvo especiales secuelas en lascuestiones derivadas del denominado “pacto de silencio” y del “modeloespañol de impunidad2”, con consecuencias para el conocimiento socialdel pasado reciente y, en un plano más particular, con dinámicas de ter-giversación histórica en determinados temas “incómodos”, como sonconsiderados todavía ciertos episodios de represión y violencia políticaacaecidos durante la dictadura. Un buen ejemplo de ello es el descono-cimiento, prácticamente generalizado, de organizaciones como el Fren-te Revolucionario Antifascista y Patriota, cuya imagen en el presente

puede resumirse en base a una disyuntiva que lo reduce al terreno vagodel “terrorismo” o, por el contrario, lo eleva hasta la “mitificación”,fundamentalmente a partir de la sensibilización provocada por el hechode que tres de sus militantes fuesen los últimos fusilados del régimenfranquista3.

En un plano general, atendiendo a la denominada “izquierda radi-cal” española, no deja de sorprender la escasez de trabajos documenta-dos producidos en los distintos ámbitos de las ciencias sociales; lo cualse explica, habitualmente, por el escaso interés que ha despertado suexiguo o inexistente protagonismo en la posterior transición posfran-quista4. En lo que al FRAP se refiere, además de no tomar parte en

aquel proceso oficial de negociación política, se añade su defensa yapuesta decidida por la lucha violenta como un medio más de combatecontra la dictadura, lo que ha motivado que comúnmente se rechace

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2 Véase EQUIPO NIZKOR: La cuestión de la impunidad en España y los crímenes fran-quistas, 2004, en: http://www.derechos.org/nizkor/espana/doc/impuesp.html [Consul-ta: 4/X/2007]

3 La calificación de “terrorista” es la aparecida en buena parte de las escasas refe-rencias existentes en la bibliografía sobre la oposición al franquismo y, por supuesto, enla totalidad del material editado bajo la dictadura, así como en su prensa oficial. Por suparte, cuando hablo de “mitificación”, relacionada estrechamente con los fusilamientosdel 27 de septiembre de 1975, trato de englobar las diferentes emociones generadas

sobre las que pueden considerarse las “víctimas políticas simbólicas” del tardofranquis-mo, e incluso de la dictadura –junto al caso Grimau– una vez pasada ya la planificaciónrepresiva de la posguerra. Ambas visiones, vivas en la memoria social , se alejan mucho dela concepción del FRAP como un elemento coordinador de organizaciones donde estu-vieron presentes muy diversos sectores de la sociedad española durante la década de losaños setenta.

4 Frente a estas carencias en el estudio de la violencia y radicalismo políticos se hanido sucediendo esfuerzos, en los últimos tiempos, para reconstruir historias sobre larepresión y la oposición violenta que, aun dando resultados meritorios, continúan cen-trándose mayoritariamente en los años de la posguerra. Una muestra de ello pudo apre-ciarse en el VI Encuentro de Investigadores del Franquismo, celebrado en Zaragoza ennoviembre de 2006, en cuya sesión “Represión y violencia: las caras del terror” de lasdiecisiete Comunicaciones presentadas dieciséis versaron sobre el “primer franquismo”.

Respecto a la “extrema izquierda”, si se habla de literatura científica y de valiosasexcepciones, debe citarse a José Manuel Roca (1994), Consuelo Laiz (1995) y Lorenzo

Castro (2002).

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toda su actuación como una experiencia de connotaciones exclusiva-

mente negativas.Esta visión, desde esa óptica de nuestro presente histórico, se fue afian-zando conforme se consolidaban también los resultados de la Transi-ción, una vez superada la ola de “politización” y debate social que pro-siguió a la muerte de Franco (como denota, en aquella coyuntura decambio, el incremento de publicaciones y de revistas políticas sobre lasdiferentes sensibilidades ideológicas existentes en la sociedad española),disminuyendo las referencias a la “extrema izquierda” y siendo las rela-tivas al FRAP breves y nunca contenidas en un estudio sistemático. Elcorrer de los años hizo que en los estudios de Historiografía o de Cien-cia Política se fuesen acotando estas alusiones, restando fuerza a la pre-

sencia del FRAP durante la dictadura y llegando, incluso, a presentarinformaciones grotescas sobre su historia cuando no versiones excesiva-mente simplistas, fruto también en parte de una pretendida homoge-neización de los grupos que se tildaban de “revolucionarios” en laépoca, y por una identificación confusa –en ocasiones intencionada– conel legado posterior de organizaciones como ETA o los GRAPO.

Lo anterior ocurre porque interesadamente se olvida que durantelos años sesenta y setenta del pasado siglo en muchas sociedades existíaun considerable grado de radicalización política, el cual podía versereflejado en un debate público cuyos discursos recogían frecuentemen-te la cuestión de la violencia, llevada a la práctica en no pocas ocasiones

por grupos “radicales” –tanto de la derecha como de la izquierda ideo-lógicas– y defendida, o al menos justificada, por posturas más modera-das. En España esta dinámica se veía agudizada por la propia naturale-za militarista de una dictadura que ejercía sistemáticamente unaviolencia legitimada en el mantenimiento del orden público, y ante lacual trataron de proyectarse opciones rupturistas alentadas por la cre-encia en la viabilidad de una Revolución que, previsiblemente, tendríaque ser asimismo violenta. Dicha radicalización política y su materiali-zación en el ejercicio de la violencia fueron desapareciendo, paulatina-mente, en el sector mayoritario de aquella parte de la sociedad españo-la que había abogado por la “violencia revolucionaria” frente a la

dictadura, a medida que se iban consolidando los cambios aplicados enla transición posfranquista; mientras que la “violencia estatal” fusiona-ba nuevos elementos para la legitimación de su aplicación, aunandogradualmente el factor de orden público a la aparición de un discursointernacional detentador de una nueva fuente de legitimación: el fun-damento moral contenido en la consigna de la defensa de los derechoshumanos, de la seguridad ciudadana y de la paz mundial, una violencialegítima que, en definitiva, refuerza el orden global existente en losalbores del siglo XXI.

Pero este manto de  pacificación violenta no cubría la mirada almundo de la sociedad española durante los años del tardofranquismo,

cuando se desarrolló la más amplia y variada agitación opositora al

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Régimen y en el que los ritmos de la cotidianeidad se veían sesgados

continuamente por sucesos represivos. Un periodo en el que, frente a unsistema impuesto –precisamente por medio de una violenta guerra civily de una posguerra profundamente opresiva–, surgieron a finales de losaños sesenta diferentes proyectos políticos de matiz radical sustentadosen un tronco ideológico común: el marxismo y el leninismo, que entra-ñaban el objetivo revolucionario de desmoronar las estructuras políti-camente autoritarias y económicamente capitalistas de la dictadura.Emanados de diversos partidos políticos, esos programas conformaronun conglomerado de opciones radicales representativas de lo que seconoció como “Nueva Izquierda” o “Izquierda Radical”, que entronca-ba también con los nuevos grupos que surgían entonces en otros países

del bloque occidental.

 El PCE (m-l) y su estrategia antifranquista:Origen y desarrollo histórico del FRAP

El proceso de formación del Partido Comunista de España (marxis-ta-leninista), PCE (m-l), síntoma del rechazo a las políticas emanadasen 1956 por el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en suXX Congreso y por el Partido Comunista de España (PCE) con su pro-puesta de Reconciliación Nacional, culminó en 1964 con la unificación

de diversos grupos desgajados del PCE que criticaban el comienzo de laderiva “revisionista” de este partido5, dado su alejamiento de la doctri-na marxista-leninista y de la senda revolucionaria que habría sido inicia-da en la España de los años treinta.

En tanto que alternativa al posicionamiento del PCE debido a supretensión de fidelidad a los principios marxista-leninistas, así como ala influencia de los partidos que eran considerados garantes de dichosprincipios [el Partido Comunista de China (PCCh) y el Partido del Tra-bajo de Albania (PTA)], el objetivo a corto plazo del PCE (m-l) queda-ría definido con el triunfo de una revolución de carácter “democrático-nacional” que derribara la dictadura yanqui-franquista y se conformase

como primera fase de tránsito al socialismo. En consonancia con ello, esdecir para propiciar el éxito de esta formulación, fueron establecidosuna serie de elementos condicionantes: el Partido de vanguardia de laclase obrera, siguiendo el modelo leninista, cuyo rol había adoptado elPCE (m-l); un Frente Nacional y Revolucionario; y un futuro EjércitoPopular.

Durante el proceso de planificación teórica del Frente Nacional yRevolucionario, que estaría llamado a encabezar la táctica de la “guerra

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5 Véase DOMÍNGUEZ RAMA (2007).

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popular”6, el PCE (m-l) analizó determinadas experiencias históricas: de

un lado, la política de “Frente Popular” de los años treinta y, de otro,los procesos nacionales y revolucionarios liderados por partidos comu-nistas triunfantes en la época, fijando su atención, concretamente, en el“Frente Unido Nacional Revolucionario” chino y en el “Frente de Libe-ración Nacional” albanés. El resultado fue la proyección de un frenteque debiera estar conformado sobre una base de  amplias masas sin orga-nizar y a partir de la alianza con otros partidos revolucionarios que man-tuviesen viva la esperanza de una revolución española y asumiesen laestrategia frentista del PCE (m-l)7.

Para la puesta en marcha de esa tarea se consideró oportuna lacoyuntura abierta en España después del Proceso de Burgos contra mili-

tantes de ETA, Consejo de Guerra celebrado en diciembre de 1970 einterpretado en su desenlace como una victoria de las movilizacionesantifranquistas. Así, en enero de 1971, un Comité Coordinador pro-Frente Revolucionario Antifascista y Patriota fue constituido en París,concebido como un instrumento unitario de lucha para el pueblo espa-ñol y definido por un programa básico de seis objetivos, los cuales debí-an alentar la voluntad de aunar esfuerzos para promover una políticarevolucionaria susceptible de acabar con el Franquismo:

“Derrocar a la dictadura fascista y expulsar al imperialismo yanquimediante la lucha revolucionaria.

Establecimiento de una República Popular y Federativa, que garan-tice las libertades democráticas para el pueblo y los derechos para lasminorías nacionales.

Nacionalización de los bienes monopolísticos extranjeros y confis-cación de los bienes de la oligarquía.

Profunda Reforma Agraria, sobre la base de la confiscación de losgrandes latifundios.

Liquidación de los restos del colonialismo español.

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LA “GUERRA POPULAR” EN LA LUCHA ANTIFRANQUISTA: UNA APROXIMACIÓN...

6 La definición de “Guerra Popular” venía contenida en la que para el PCE (m-l)

era la “Ley general de todas las revoluciones proletarias y populares en la época actual”: No sólo es necesario la destrucción del aparato del Estado burgués mediante la insurrección popu-lar armada, sino que es imprescindible, en general, una guerra popular de carácter prolongado,

 puesto que un aparato de represión tan fuerte, tan centralizado y organizado como el del capital  financiero y sus lacayos, no se puede abatir de un golpe ni en unas cuantas batallas, sino que paraderrocarlo es necesario un ejército popular, que sólo puede surgir y desarrollarse en la guerra revo-lucionaria. PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA (MARXISTA-LENINISTA): Línea

 política y programa del Partido Comunista de España (m-l), Madrid, Vanguardia Obrera,s.f. [1968?], p. 47. Archivo personal de Teresa Pellicer.

7 Así lo harían la Unión Socialista Española, el Frente Español de LiberaciónNacional (ambos en torno al ex-ministro republicano Julio Álvarez del Vayo) y algunosmiembros del “Movimiento por la III República”. Posteriormente, también una frac-ción del Movimiento Comunista de España (MCE) pasaría a engrosar las filas del FRAP.En conjunto, fueron amplios en número los contactos establecidos con otras fuerzaspolíticas, tanto en el interior como en el exilio, aunque no todos fructificasen luego enfusiones con el Frente.

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Formación de un Ejército al servicio del pueblo”8.

En estos seis puntos programáticos, así como en su misma denomi-nación, quedaban sintetizados los elementos definitorios de la ideologíadel futuro FRAP, que puede también matizarse a partir de las líneasmás recurrentes de su discurso político: la crítica al imperialismo, ladenuncia del “revisionismo moderno”, la defensa del republicanismo, yla apuesta por la violencia revolucionaria; sobre las cuales se redactarí-an numerosos artículos en el boletín Acción, órgano de expresión oficialdel Frente.

Siguiendo estas directrices el Comité Coordinador impulsó la cons-titución de “comités pro-FRAP” en diferentes puntos de España y de laemigración política (en consonancia con la consigna de “unidad popu-lar” establecida para la formación de la base frentista), mientras que, asu vez, el PCE (m-l) continuaba alentando la formación y consolidaciónde “organizaciones de masas” que habían pasado o pasarían a adherirseal Comité Coordinador pro-FRAP9.

1971-1972. Batallando para la formación del Frente

A partir del 23 de enero de 1971 comenzó el proceso de construc-ción de una red de Comités pro-FRAP que desembocaría a finales de1973 en la proclamación del Frente Revolucionario Antifascista yPatriota. Constituido el Comité de Madrid en el mismo mes de enerode 1971, las primeras regiones que adoptaron la propuesta del Frentefueron las de Cataluña y el País Valenciano10.

Durante la primavera de ese año el Comité Coordinador pro-FRAP,en los momentos en que hacía su presentación, difundió una doble con-vocatoria de manifestación para el 1 y 2 de mayo de cara a un llama-miento de movilización social para el Día de los Trabajadores y para lo

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8 Comunicado hecho público el 31 de enero de 1971. FRENTE REVOLUCIO-

NARIO ANTIFASCISTA Y PATRIOTA: “¿Qué es el FRAP?”, Cuadernos Políticos,Madrid, Ediciones Frente Unido, 1974, pp. 9-10. P 7135, caja 937 (1). Archivo His-tórico de la Fundación Pablo Iglesias.

9 Algunas de las cuales eran anteriores a 1971, como la Federación UniversitariaDemocrática Española (FUDE) y la Oposición Sindical Obrera (OSO), auspiciadas por elPCE y abandonadas luego por éste. Por otro lado, existían también organizaciones cons-tituidas previamente a esa fecha que habían sido impulsadas por el PCE (m-l): la UniónPopular del Campo (UPC), la Unión Popular de Mujeres (UPM) o la Unión Popular deProfesores Demócratas (UPPD); mientras que otras lo serían después de la creación delComité Coordinador pro-FRAP, como la Agencia de Prensa España Popular (APEP) o laUnión Popular de Artistas (UPA). En total, más de una docena de “organizaciones demasas” formaron parte del FRAP en diferentes épocas de su historia.

10 Poco después de su formación este último Comité quiso hacer visible la presen-cia del FRAP en Valencia, realizando para ello una serie de acciones entre las que cabemencionar el derribo de la estatua de José Antonio Primo de Rivera, situada entonces

en la actual Avenida del Antiguo Reino de Valencia. EQUIPO ADELVEC (1985): 29.

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que el Frente denominaba “jornada de lucha patriótica y antiimperia-

lista”, ligada al anhelo de independencia y soberanía nacional frente alimperialismo yanqui invasor . Además de la convocatoria de estas manifes-taciones de fecha simbólica para el FRAP (que se repetirán anualmen-te, junto a la conmemoración republicana del 14 de abril) y de algunasacciones primerizas, su actuación se caracterizó por la creación deComités pro-FRAP –en el interior y en la emigración– y por su parti-cipación en huelgas y conflictos obreros a través fundamentalmente desu organización sindical, la Oposición Sindical Obrera (OSO), que tam-bién iba extendiendo su presencia por la península.

Al igual que la Ley Sindical de aquel año de 1971 no había conse-guido rebajar el nivel de la agitación obrera, en la Universidad la con-

flictividad también continuaba con la protesta contra la Ley General deEducación promovida por el ministro Villar Palasí, comenzando a fina-les de año una nueva oleada de agitación estudiantil en la que la Fede-ración Universitaria Democrática Española (FUDE), miembro delFRAP, hizo un llamamiento a la huelga. Sin embargo, y aunque lejosde pacificarse, la Universidad sí había perdido su fuerza unitaria en lalabor contestaria al Régimen en comparación al movimiento experi-mentado durante el curso 1967-1968, años en que la movilización pro-vocó una amplia repercusión social. La denuncia de la dictadura, aunpresente de forma constante en los campus universitarios, comenzaba adiversificarse en la década de los setenta, fluctuando su lucha con la que

empezaba a surgir en los barrios populares de las grandes ciudades bajoel impulso de algunas organizaciones y de sus Comisiones de Barrio,que agrupaban a cada vez más jóvenes comprometidos políticamente.Es decir, el disentimiento político –parafrasenado a José María Mara-vall11– comenzaba a ampliarse más allá de los movimientos obrero yestudiantil. Este factor hizo que, junto a la pérdida de influencia delPCE en la Universidad y la consiguiente diversificación de grupos quese sucedió en los espacios que el Partido Comunista iba abandonando asu izquierda, el ámbito estudiantil fuese careciendo progresivamente deun bloque conductor hegemónico de la protesta. El resultado de estafragmentación de la contestación universitaria fue una cierta particula-

rización de acciones que, salvo actuaciones generales específicas, deslin-daba las protestas12.

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11 MARAVALL (1978).12 Una de esas actuaciones específicas que se adoptaron de forma conjunta en el

tejido estatal universitario se produjo en febrero de 1972, cuando se procedía a la apro-bación en las Cortes de la citada Ley General de Educación, convocándose una huelgageneral que fue seguida en las Universidades de Bilbao, Valladolid, Granada, Zarago-za, Santiago de Compostela y, principalmente, por las que habían sido más activas, esdecir las de Barcelona, Madrid y Valencia, en las que se produjeron importantes alter-cados y choques violentos con las fuerzas represivas, prorrogándose en algunos casos laagitación durante el mes de marzo.

Habría que esperar a que se produjesen sucesos trágicos, como la muerte de unestudiante en Santiago en el mes de diciembre y el cierre de la Universidad de Valla-dolid en 1975, para encontrar actuaciones estudiantiles generalizadas como la de febre-ro de 1972.

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La expansión en la creación de comités pro-FRAP motivó la cele-

bración de una reunión del Comité Coordinador pro-FRAP en Parísdurante el mes de enero de 1972, a la que asistieron delegados de dife-rentes organizaciones del Comité Coordinador del Frente y represen-tantes de los diversos comités regionales existentes. El hecho de quetuviese lugar este encuentro, donde se procedió al intercambio de infor-mación acerca de los avances que cada delegado mostró en sus informes,fue interpretado por el Comité Coordinador como “un nuevo paso haciala constitución del FRAP” y como una prueba de “la vida orgánica ypolítica de los comités pro-FRAP a escala nacional”13.

Respecto a esta “vida orgánica y política” de los comités, debió des-tacarse la realizada fundamentalmente en algunos núcleos urbanos de

Madrid, Valencia y Cataluña, pues en ellos se registró la presencia  fra- pista más activa a lo largo de todo el desarrollo histórico del Frente14.Por su parte, en el plano internacional se mantenían los contactos conotros Frentes de Liberación, como el Frente POLISARIO, a la vez que nose cesaba en la denuncia de la situación política española, realizandocampañas contra el “colaboracionismo internacional” de determinadospaíses con la dictadura de Franco y movilizaciones de concienciaciónacerca de los beneficios económicos que para el franquismo representa-ba el turismo de los europeos en las costas españolas, considerado por elFRAP uno de los tres pilares fundamentales de sustento de la dictadu-ra, junto a las inversiones extranjeras y las divisas remitidas por los tra-

bajadores españoles emigrados.

1973. El objetivo de la consolidación:Proclamación del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota.

Tras dos años, que podrían caracterizarse de formación y presenta-ción pública del Frente, el Comité Coordinador pro-FRAP realizó unalectura satisfactoria por lo conseguido aunque se mostró consciente deque se trataba sólo de un paso inicial que debía intensificarse, instandopara ello a todos los antifascistas y patriotas a participar en los comités

pro-FRAP para proseguir la línea ascendente de la conflictividad polí-tico-social que se había producido en 1972 en diferentes puntos deEspaña. De esta forma, a partir de 1973 los comités iban a experimen-tar un incremento en número y actividad que, junto a las conclusiones

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13 COMITÉ COORDINADOR PRO-FRENTE REVOLUCIONARIO ANTI-FASCISTA Y PATRIOTA: “Adelante hacia la constitución del FRAP”,  Acción, nº 4,febrero de 1972, pp. 1-4. Archivo personal de Raúl Marco.

14 Zonas geográficas de mayor aglutinación en este sentido, junto a ciertos núcle-os de Euskadi, Andalucía, Galicia y Castilla, aunque la presencia frentista puedeampliarse a otros puntos del Estado español como Asturias, Murcia, Aragón y Canarias;además de los comités de solidaridad que se crearon en el extranjero, fundamentalmenteen Europa.

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extraídas con relación al Frente durante el Primer Congreso del PCE

(m-l), harían que en noviembre se procediese a la celebración de la Con-ferencia Nacional de Proclamación del Frente Revolucionario Antifas-cista y Patriota.

El Congreso del Partido Comunista de España (marxista-leninista)se celebró clandestinamente en abril de 1973, en un lugar de la pro-vincia italiana de Varese cercano al pueblo de Luino, y a él asistieron losmiembros del Comité Central, de los Comités regionales y provincialesy un delegado por cada veinticinco militantes.

Una parte importante de las discusiones versaron sobre el FRAP,planteándose como cuestión esencial la labor de desarrollo del Frentepara alcanzar lo antes posible su proclamación oficial, al tiempo que se

confirmaba la táctica de la “guerra popular” como la única opción paraderrocar al franquismo, a través de la organización y movilización de las“amplias masas populares” en el Frente. Para ello sería necesaria la futu-ra creación de “grupos de combate y autodefensa”, y que el FRAP fuese“alcanzando constantemente nuevos y más elevados niveles de lucha”,como se afirmaba en un análisis publicado con anterioridad al Congre-so, en el que se especificaba el grado de acción que se considerabaadquirido hasta el momento:

“(…) si bien es cierto que aún la forma principal de lucha del FRAPes la lucha de masas política, sin embargo, ya hay manifestaciones delcambio cualitativo que se está produciendo, como son los enfrenta-mientos violentos con las fuerzas represivas, el cubrir las manifestacio-nes con grupos de protección armados, los comandos contra institucio-nes fascistas y yanquis, etc., que son en realidad formas embrionarias delucha armada, las cuales tenemos que, no sólo popularizar y generalizar,sino desarrollar hacia formas superiores de lucha armada, para así iravanzando por el camino de la guerra popular, en la que el FRAP alcan-zará su pleno desarrollo agrupando y dirigiendo a la inmensa mayoríadel pueblo español hacia su liberación social y nacional”15.

No mucho tiempo después de realizar estas afirmaciones, manifes-taciones de ese “cambio cualitativo” –interpretadas en el lenguaje del

PCE (m-l) como formas embrionarias de lucha armada– se sucedieron enMadrid a raíz de la convocatoria realizada por el FRAP para el Prime-ro de Mayo.

La celebración de ese día durante los años 1970 y 1971 había sufri-do un cierto reflujo en cuanto a su afluencia social respecto a lo sucedi-do en años anteriores, habiéndose producido sin embargo un giro el 1de mayo de 1972, con un importante impulso del conflicto obrero. Con

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15 GUZMÁN, A.: “Forjemos el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota paraderrocar al yanqui-franquismo”, Revolución Española, nº 6, Madrid, Vanguardia Obrera,

primer trimestre de 1973, p. 50. Archivo personal de Raúl Marco.

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la intención de proseguir con este repunte el FRAP convocó manifesta-

ciones en dieciséis ciudades españolas, realizando para ello una ampliacampaña de agitación, que cosechó ciertos éxitos de presencia enMadrid, Valencia, Elche, Zaragoza, Málaga, San Sebastián, Cádiz,Valladolid y Barcelona, ciudad en la que otras organizaciones políticastambién habían llamado a la concentración.

Lo novedoso de la convocatoria de este año fue que el FRAP reali-zó el llamamiento en solitario. Tradicionalmente estas manifestacioneshabían tenido un carácter unitario de oposición al franquismo (alenta-das generalmente por Comisiones Obreras y por el PCE) con un conte-nido público y pacífico en su anuncio, mientras que en 1973 el Frenteotorgó al acto un claro matiz político revolucionario con un ánimo de

combatividad desconocido hasta entonces bajo la dictadura. De estemodo, el FRAP invitaba a los potenciales asistentes a acudir “prepara-dos” para hacer frente a los eventuales enfrentamientos con las Fuerzasde Orden Público (FOP), como así lo declaró el PCE (m-l):

“Llamamos, asimismo, a la clase obrera y a todo el pueblo a parti-cipar en las manifestaciones unitarias que nuestro Partido, la OSO ydemás organizaciones del FRAP han lanzado (…) pues su éxito marca-rá un importante impulso en la lucha. Teniendo presente la necesidadde ir preparados para saber responder a la represión con la violenciarevolucionaria”16.

El futuro FRAP, asumiendo previamente la confrontación con lasfuerzas del orden, se enfrentaba a una prueba y a una evaluación de supotencialidad17. Algunos autores estiman que por aquel entonces lacapacidad de movilización del Frente abarcaba a unas 4.000 personas,en su mayoría jóvenes procedentes de la Universidad y de los barrios delas ciudades más populosas, aunque también se precisa que la duracióntemporal de esta militancia no solía superar los dos años. Sea comofuere,

“el FRAP se había convertido en casi un símbolo de los tiemposque corrían. Los jóvenes activistas del “Frente Revolucionario Antifas-

cista y Patriótico” [ sic ] no atendían las consignas unitarias de los parti-dos “mayores”, organizaban sus acciones “por libre” y constituían, porsu fluidez, un magma inaprensible”18.

El cielo gris de Madrid ese 1 de mayo, y su amenaza de lluvia, faci-litó que los paraguas de los manifestantes apareciesen como pinceladas

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16 El contenido íntegro del llamamiento puede leerse en PARTIDO COMUNIS-TA DE ESPAÑA (MARXISTA-LENINISTA): Vanguardia Obrera, nº 74, abril de 1973,p. 19. Citado en CAÑAVERAS (1990): 117.

17 CASTRO MORAL (2002): 328.18 JÁUREGUI y VEGA (1985): 133.Para Alejandro Diz, En mayo de 1973 se estaba, posiblemente, en la cota más elevada de

número de militantes y de influencia de masas en la historia del FRAP. DIZ (1977): 69.

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normales en el cuadro de la muchedumbre que acudió a las cercanías de

la plaza de Antón Martín, alrededor de las siete y media de la tarde.Pero no ocurrió así con otra serie de instrumentos: cuchillos, navajas,barras de hierro, latas, piedras e incluso algún hacha, que se dejarían vera lo largo de más de una hora para hacer frente a las cargas de la poli-cía. La planificación del FRAP, estudiada detenidamente, resultó alta-mente eficaz: se organizaron grupos de aproximadamente quince perso-nas que protagonizarían diversos “saltos” en respuesta a una consignalanzada por el responsable de cada uno de los grupos, a una hora simul-tánea para todos, con la finalidad de confluir en la plaza citada. No esnecesario detenerse demasiado en el amplio dispositivo policial que sehabía preparado en esta y otras zonas de la capital, una multitudinaria

presencia de contingentes de protección del Estado que no pudo evitarque el resultado de las constantes refriegas que se sucedieron fuese lamuerte de un Subinspector de Policía, Juan Antonio Fernández Gutié-rrez, y una veintena de agentes heridos, de los cuales cuatro lo fueronde considerable gravedad19. Por primera vez en más de treinta años dedictadura las bajas producidas en este tipo de enfrentamientos afecta-ban a los agentes defensores del orden establecido y no a los manifes-tantes. Fue éste un hecho insólito con un desenlace inesperado, comodemuestra el servicio médico de urgencia que el FRAP había prepara-do para un eventual combate “cuerpo a cuerpo” con la policía, debido aque el saldo habitual era por lo general un cierto número de manifes-

tantes heridos que no acudían a los hospitales por el riesgo de identifi-cación que esto suponía20.

Las consecuencias para el Frente, que acto seguido reivindicó estasacciones, serían realmente duras. La espiral de violencia continuó porunos cauces represivos inmediatos a los sucesos de la manifestación,siendo centenares de personas detenidas en toda España –solamente enMadrid se alcanzó la cifra de ciento cincuenta–, muchas de ellas vícti-mas de malos tratos desde el primer momento de su detención. Prime-ro en las comisarías de barrio y, sobre todo, en su posterior traslado a loscalabozos de la Dirección General de Seguridad (DGS) el trato fueindiscriminado: hacia los militantes del FRAP (casi un centenar), hacia

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LA “GUERRA POPULAR” EN LA LUCHA ANTIFRANQUISTA: UNA APROXIMACIÓN...

19 En la calle Santa Isabel, en un lugar cercano al antiguo Cine Doré (actual sede dela Filmoteca Española), una de las diversas escaramuzas entre las FOP y piquetes o “gru-pos de autodefensa” terminó con la muerte del subinspector. Dichos grupos estabancompuestos por unos pocos militantes –hasta un máximo de cinco–, y teóricamente eranautónomos, desvinculados de otros grupos por cuestiones de seguridad. La policía nuncaidentificó a los culpables. Entrevista con Raúl Marco, en Madrid el 19 de abril de 2005.

20 Animado por las Juntas de Médicos y de Enfermeras del FRAP, un dispositivosanitario de auxilio se había establecido en diversos domicilios de la ciudad como medi-da preventiva para la atención de los heridos, acordándose asimismo la colaboración dealgún equipo de guardia en clínicas como la de la Concepción y la presencia de traba-jadores de este hospital en cafeterías próximas a los lugares en que debían producirselos “saltos”. Finalmente, toda esta red resultó innecesaria. Entrevista con Mª DoloresVal Caballero, en Madrid el 17 de marzo de 2006.

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miembros de otras organizaciones e, incluso, contra personas que no

habían acudido a la protesta pero que habían sido confundidas conmanifestantes al encontrarse cerca del bullicio.Esta fue la primera reacción de la dictadura: su represión volvía a

recrudecerse. Prueba de ello eran los nombres, tristemente conocidos pormuchos antifranquistas, de los encargados de ordenar las detenciones yde efectuar los interrogatorios a los detenidos: el comisario SaturninoYagüe y Juan Antonio González Pacheco (“Billy el Niño”), respectiva-mente. La segunda labor estuvo dirigida personalmente por el comisarioRoberto Conesa21. El ambiente de tensión y venganza se extendió tam-bién desde los círculos policiales a algunos sectores “ultras” del Régi-men, quienes esa misma noche se dirigieron al edificio de la DGS en la

Puerta del Sol con la intención de colaborar en las operaciones de “cas-tigo”, profiriendo gritos contra Garicano Goñi, entonces ministro de laGobernación –por tanto, responsable de orden público– que era critica-do por su supuesta tibieza represiva. Se agudizaba una crisis de gobier-no que desembocaría en uno de los más importantes reajustes ministe-riales que se llevaron a cabo durante la vida de Franco.

En junio Carrero Blanco sería designado Presidente de Gobierno,estableciéndose por primavera vez una diferenciación entre ese cargoy el del Jefe del Estado (hasta entonces personificados en Franco), pro-cediéndose a una remodelación gubernamental en la que Carlos AriasNavarro sería designado nuevo ministro de la Gobernación, y cuya

finalidad quedaría expresada por el almirante Carrero a modo de obje-tivo principal de su programa: “continuar”. El cambio de gobierno,con el que en definitiva se proyectaba una gestión de endurecimientode las medidas de orden público, destinado también a conceder tran-quilidad a los sectores “ultras”, fue interpretado por el FRAP comouna consecuencia directa de su política y denunciado como un acto deapresuramiento de la “maniobra continuista” que ligaba al príncipe

 Juan Carlos de Borbón con el presidente Carrero.Dentro de aquel endurecimiento represivo generalizado, la

acción dirigida específicamente contra el FRAP –iniciada el mismo1 de mayo– iba a durar varios meses. Las detenciones contra miem-

bros de las “organizaciones de masas” del Frente iban a producirimportantes “caídas” en Madrid, Cataluña, Euskadi, Huesca y Anda-lucía, lo que supuso un cierto debilitamiento orgánico que haría quedesde entonces el FRAP pasase a fortalecer sus lazos de dependenciacon el PCE (m-l).

A pesar de que el descenso de apoyos empujaba al Frente a padecerunas condiciones cada vez más rígidas de clandestinidad, pudo compa-ginar una intensa campaña persecutoria en su contra con un trabajopolítico de impulso de cara a la participación en acciones y en los con-

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21 Las esperpénticas escenas vividas en los ámbitos policiales se describen en JÁU-REGUI y VEGA (1985): 130-138; y en DIZ (1977): 72-73.

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flictos laborales que se sucedieron en los meses siguientes22. Del mismo

modo, la repercusión internacional de estas detenciones de miembrosdel FRAP y de las torturas que padecieron durante su paso por la DGSes un hecho que puede constatarse a partir de la abundante documen-tación emanada, fundamentalmente en Francia, y de los comunicadosde denuncia que hizo públicos el Frente por aquellas fechas. La res-puesta de los comités de solidaridad europeos da muestra también de laintensa actividad realizada por los refugiados políticos del FRAP.

Las detenciones, las campañas de solidaridad, y la constitución decomités continuaron sucediéndose hasta que se alcanzó la proclamaciónoficial del FRAP.

El Comité pro-FRAP del País Valenciano había sufrido un duro

revés durante la segunda quincena de abril, en que fueron descubiertospor la policía tres de los cuatro aparatos de propaganda que el Frentetenía en la ciudad de Valencia, siendo agudizado el golpe a comienzosde junio cuando se anunció la detención en Elche de cuarenta frapistasque habían desarrollado una intensa campaña propagandística durantelos meses de marzo y abril. También en junio, y probablemente comoconsecuencia de la huelga en Motor Ibérica y del seguimiento policialque se realizó entonces, se anunció la detención en Pamplona de cator-ce militantes del FRAP (pertenecientes al PCE (m-l) y a la OSO) y laincautación de ciertas armas, banderas, multicopistas y “libros”.

La operación policial continuaría durante el verano, produciéndose

dos “caídas” más a finales del mes de agosto, una de ellas con resultadodramático. En Málaga una veintena de miembros del FRAP –funda-mentalmente de la FUDE y de la OSO– fueron detenidos en una ope-ración conjunta llevada a cabo por la Guardia Civil y la Brigada deInvestigación Social de la Policía, mientras que otro andaluz (emigradoa Cataluña por cuestiones económicas) fue detenido en Reus el 30 deagosto. Su nombre era Cipriano Martos, tenía 28 años y era un obrerode la construcción militante de la OSO y del PCE (m-l), que fue acusa-do junto a otros compañeros de ser miembro del Frente, padeciendo porello largas sesiones de tortura que finalizaron cuando fue obligado aingerir, por dos veces, el contenido de un “cóctel molotov”, lo que pro-

vocó su fallecimiento el 17 de septiembre. Su cadáver fue enterrado ensecreto en el cementerio de Reus, sin ninguna presencia familiar, y laprensa española silenció su asesinato23.

Ante estas operaciones policiales contra el FRAP, en la documenta-ción del Frente se insiste en su capacidad de recomposición y se acusa a

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22 RUIZ y ROMERO (1977): 192.Por el grado de conflictividad alcanzado deben destacarse dos de ellos: la huelga

de la empresa Motor Ibérica en Pamplona y la del sector de la construcción en Madrid,en junio y octubre respectivamente.

23 Algunos diarios internacionales sí se hicieron eco, aunque tardíamente, de laque fuera la primera muerte de un militante del FRAP.  Libération, 4 de octubre de1973, p. 7; Le Monde, 6 de octubre de 1973, p. 2.

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la prensa de anunciar falsas desarticulaciones, señalando la proliferación

de acciones en diferentes lugares del Estado, como los mítines y repar-to de propaganda en los comedores universitarios, los ataques protago-nizados por las Juntas del FRAP contra ministerios, bancos y empresasnorteamericanas, campañas contra el turismo mediante el reparto deinformación a los extranjeros y ataques a agencias de viaje y oficinasturísticas, la colocación de banderas republicanas y las múltiples pinta-das. En este sentido, en las páginas del número de  Acción correspon-diente al mes de septiembre se realizó un breve apunte sobre el proce-so de lucha antifranquista, considerando que a partir del 1 de mayo de1973 se había iniciado una “nueva etapa”. La consigna dictada para losComités pro-FRAP en esa naciente fase era la de cimentar de forma más

consistente su composición, es decir, fortalecer la base orgánica de las“organizaciones de masas”, cuestión fundamental en esa etapa de creci-miento y consolidación.

El 24 de noviembre de 1973 tuvo lugar en Perpiñán la celebraciónde la Conferencia Nacional de Proclamación del FRAP24, que en reali-dad no supondría “la culminación de una tarea, sino el comienzo de unanueva etapa del mismo proceso”. La apreciación más destacada, con unimportante significado para el futuro, fue la realizada por Julio Álvarezdel Vayo en su discurso de clausura de la Conferencia, cuando señaló laexistencia de una “determinación revolucionaria” que cada vez se rea-grupaba más alrededor del FRAP, y que tendría que abarcar a “todos

aquellos que coincidan con los principios del FRAP, pero sobre todoque coincidan con la determinación combatiente del FRAP”. Insistióen la necesidad de una actitud de combate frente a otras estrategias dela oposición, mostrando su tajante rechazo a la propugnada por el Par-tido Comunista de España:

“Realmente, la política de reconciliación nacional, no sólo es unelemento de desmoralización de las gentes y de parálisis de la voluntadrevolucionaria, sino que no tiene sentido porque la reconciliación nacio-nal con un régimen que a los treinta y tantos años sigue practicando lasmismas costumbres fascistas que a raíz de la guerra, es realmente absur-

do. No hay reconciliación nacional, no hay pacto por la libertad, no haymás que la lucha revolucionaria que proclama y recomienda elFRAP”25.

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24 Por razones de seguridad en aquel momento se dijo que la conferencia se habíacelebrado en París el 6 de enero de 1974, y así aparece reflejado en la documentaciónde entonces. Entrevista con Raúl Marco, en Madrid el 19 de abril de 2005.

25 Este y otros extractos del discurso de Álvarez del Vayo en FRENTE REVOLU-CIONARIO ANTIFASCISTA Y PATRIOTA: “Conferencia Nacional de Proclama-ción”, Madrid, enero de 1974, Ediciones Frente Unido, pp. 19-22.  Recueil documents.FRAP 1970-1976, Régions, F º delta 1110 (2), D68399. Bibliothèque de Documenta-tion Internationale Contemporaine.

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1974-1975. El salto cualitativo a la lucha armada.

La reacción inmediata del FRAP a la muerte de Carrero Blanco el20 de diciembre de 1973, expresada ese mismo día, había sido la denotificar su solidaridad con esta acción perpetrada por ETA conside-rando que con ella se asestaba un duro golpe a la oligarquía. Para elFrente, el asesinato del almirante conllevaría con seguridad importan-tes secuelas políticas justamente en la coyuntura en que se planteabacon apremio la cuestión de la continuidad de la dictadura, si biensupondría también una agudización represiva por parte del Poder, queutilizaría como pretexto la desaparición del Presidente del Gobierno.

El Partido Comunista de España (marxista-leninista), en una valo-

ración expuesta poco tiempo después, afirmaba que con el  ajusticia-miento de Carrero desaparecía la pieza más importante de la continuidadde un “franquismo sin Franco” y demostraba de nuevo que podía gol-pearse a la dictadura sin que ésta se mostrase impasible; anunciandotambién que se produciría una aceleración de la maniobra monárquicacomo solución política continuista, ya que la designación de AriasNavarro como nuevo presidente ponía de manifiesto la “debilidad” dela dictadura para hacer frente a su propio futuro26.

El incremento de la movilización social y de la conflictividad labo-ral durante los dos últimos años del franquismo se simultaneaba con lapercepción general de que el cambio político no era ya próximo sino

inminente, lo que hizo que se intensificaran los intentos “evolucionis-tas” de algunos sectores del Régimen y que la oposición proyectara susaspiraciones con objeto de mostrarse como una alternativa venidera depoder. De esta manera, mientras el gobierno de Arias Navarro se pre-sentaba como una gestión para la continuidad, afloraban los afanes uni-tarios a favor del cambio mediante la conformación de plataformas con-juntas y también de nuevas organizaciones que no estarían llamadas aejercer demasiada influencia, iniciándose asimismo procesos de reorga-nización interna y reajustes políticos en algunos partidos.

Sin embargo, el PCE (m-l) –como fuerza motriz del FRAP–, recha-zó la nueva dinámica unitaria27 decidiendo, por el contrario, pasar a una

 fase superior de lucha para que en ese contexto de protesta y conflictivi-dad (al que se añadirá pronto la variable de la fragilidad física de Fran-co) se sustituyese la maniobra continuista monárquica por la opción que

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LA “GUERRA POPULAR” EN LA LUCHA ANTIFRANQUISTA: UNA APROXIMACIÓN...

26 PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA (MARXISTA-LENINISTA): “Lamuerte de Carrero, un acto de justicia”, en Vanguardia Obrera, nº 82, Madrid, enero de1974, citado en EQUIPO ADELVEC (1985): 66.

27 Una dinámica que, por otro lado, en parte era una estrategia similar a la que lle-vaba años planteando precisamente con la construcción del Frente, aunque con unanaturaleza y unos objetivos completamente alejados a los que la oposición más mode-rada ofreció después. Entrevista con Manuel Blanco Chivite, en Madrid el 27 de abrilde 2006.

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consideraba abierta desde mayo de 1973: una salida revolucionara de la

dictadura28

. En esta línea debe interpretarse la declaración realizada porel FRAP, a propósito de la hospitalización de Franco en julio de 1974,donde señalaba que lo importante no era la debilidad del franquismo“en sí” sino convertir la oposición de principio en acción, dado que aunquela dictadura fuese ya un régimen vacilante no caería por sí misma29.

De hecho, la intranquilidad del franquismo en estos años seguíatraduciéndose en una dura política de orden público para tratar de fre-nar una conflictividad político-social creciente, una medida de conten-ción que a su vez generaba más disenso y despertaba la solidaridad conlos actos de oposición, que si bien continuaban siendo obra de unaminoría activista también es verdad que ésta era cada vez más numero-

sa30

. La coyuntura de crisis económica y la fragilidad física de Francoagravaron la situación para la dictadura, que tuvo que hacer frente a unapersistencia de la conflictividad laboral durante los primeros meses de1975, en los que se desarrollaron importantes huelgas obreras y estu-diantiles e inusitadas protestas como la del gremio de actores de teatroen Madrid.

Simultáneamente a su participación en estos conflictos, el FRAPcontinuaba protagonizando pequeñas acciones de ataque a locales fran-quistas, bancos, empresas norteamericanas, labores de  agitación y pro-paganda, “saltos” callejeros y otras actividades propias de una dinámi-ca correspondiente a una fase de preparación que tendría como colofón

la creación de grupos de combate con objeto de realizar acciones más con-tundentes.De nuevo en Perpiñán tuvo lugar, el 29 de marzo de 1975, la cele-

bración de una Reunión Ampliada del Comité Permanente del FrenteRevolucionario Antifascista y Patriota, en la que participaron –ademásde los miembros del comité citado– representantes de las “organizacio-nes de masas” frentistas y de los comités regionales. Allí se procedió a

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ANA DOMÍNGUEZ RAMA

28 Para ello, la premisa era el reconocimiento de la existencia de un “movimientorevolucionario de masas” cuando, en realidad, en España la mayoría de la población per-manecía inactiva, neutralizada por la propaganda del régimen o el recuerdo, no borrado por los

 años, de la guerra civil , siendo, por lo demás, muchos los antifranquistas que no pensaban enuna solución revolucionaria. HERMIDA REVILLAS (1997): 307.29 Por motivos evidentes, en relación con la limitación de espacio que presupone

un artículo, no procederé a exponer la reconstrucción factual de los numerosos ejemplosde esa “oposición en acción” llevada a cabo por el FRAP durante los años de 1974 y1975, que abarcarían desde movilizaciones de solidaridad contra la represión (caso PuigAntich); campañas internacionales a favor de la República y otras cuestiones “periódi-cas” propias de las líneas políticas desarrolladas por el Frente; un llamamiento a laHuelga General Revolucionaria; atentados contra monumentos representativos de ladictadura (Monumento a los Caídos del Cuartel de la Montaña); alguna ocupación,como la del Colegio de España de la Cité Internationale Universitaire parisina, así comotambién algún asalto (Embajada de Uruguay en Madrid); ataques con medios incen-diarios a edificios militares y de la administración franquista y a empresas norteameri-canas; “piquetes” frentistas, reparto de propaganda y reyertas en estaciones del Metrode Madrid; acciones de “expropiación” económica a través de robos a mano armada, etc.

30 YSÀS (2004): 121.

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la elección de un Presidente del FRAP, cargo que recayó en Julio Álva-

rez del Vayo31

, y se discutió el Informe presentado por el Comité Per-manente, adoptándose como decisión más trascendental el acuerdo uná-nime para pasar a organizar acciones armadas de carácter limitado quetratasen de elevar de manera general la lucha “revolucionaria”.

La nueva táctica conllevó una intensificación de acciones de“comando” a partir de la primavera de 1975, que culminaría en el vera-no con una campaña de atentados personales.

Esas acciones deben catalogarse dentro de las actividades de prepa-ración de los  grupos de autodefensa y combate, algunos ya operativos endiversos puntos del Estado desde finales de 1974 y principios de 1975,mientras que otros permanecían aún en periodo de formación. Estaban

conformados por un número reducido de militantes del PCE (m-l),quienes no reivindicaban todas sus acciones –cuando lo hicieron fuesiempre en nombre del FRAP– habiendo recibido en principio sólo laorden de armarse y de aprender ciertas técnicas como el robo de cochesy el manejo de armas (en ningún caso de preparar ataques de ciertaenvergadura), así como la instrucción de que ante una posible detenciónse hiciesen pasar por delincuentes comunes32. Estos grupos (que, en rea-lidad, no llegaron a adoptar un nombre específico ni tampoco estructu-ras propias estables) actuaron siempre con medios rudimentarios y conuna falta de preparación técnica y de infraestructuras que, por lo gene-ral, manifestaban su inexperiencia33.

Sería durante el mes de julio cuando las actividades del FRAPalcanzaron su punto culminante, produciéndose actuaciones al estilo delas precedentes y también otras de mayor envergadura. En Madrid, unode los  grupos de combate entraría en acción el día 14, matando a LucioRodríguez Martín, un miembro de la Policía Armada que prestaba unservicio de vigilancia en el Centro de Programación de la compañíaaérea “Iberia”. Setenta y dos horas más tarde, otro “comando” agredía a

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LA “GUERRA POPULAR” EN LA LUCHA ANTIFRANQUISTA: UNA APROXIMACIÓN...

31 Álvarez del Vayo fallecería poco después en Ginebra, el día 3 de mayo, cuando con-taba con 84 años de edad. Su infatigable labor de denuncia de la naturaleza originariadel Régimen de Franco, difundida por numerosos países del mundo, le valió un reco-

nocimiento internacional que se expresaría en forma de numerosos homenajes, mensa-jes de condolencia y amplias informaciones en la prensa extranjera con motivo de sumuerte. Sin embargo, en España los diarios oficiales apenas recogieron la noticia, aexcepción del periódico ABC, que le dedicó un par de líneas, y de alguna revista comoTriunfo, que publicó un extenso artículo de carácter biográfico. El único diario españolque se hizo eco de su fallecimiento de forma inmediata fue el periódico Ya, que reco-gió la noticia en portada, aludiendo a un supuesto ingreso por parte de Álvarez del Vayoen la masonería y afirmando que fue “representante” de la URSS durante la guerra civily partícipe del “saqueo marxista de la Banca española”, junto a otras varias calumniassobre su figura. La respuesta del FRAP no se hizo esperar y el 5 de junio intentó aten-tar contra una de las dependencias del Ya en Madrid, con la idea de que un “comando”penetrase en su interior y provocase un incendio que resultó fallido, según la prensa,por la acción de un vigilante jurado y de la Policía Armada que custodiaba la zona.32 Entrevista con Tomás Pellicer Oliveros, en Valencia el 7 de febrero de 2006.33 Entrevista con Manuel Blanco Chivite, en Madrid el 27 de abril de 2006.BLANCO CHIVITE (2006): 344.

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 José Miguel Otaolarruchi Fernández, director de la Residencia Sanita-

ria “Príncipes de España” de Bellvitge (en Hospitalet), un ataque quese enmarca en el conflicto que atravesaban los Médicos Interinos Resi-dentes (MIR) en Barcelona. A la mañana siguiente, también en Barce-lona, una nueva agresión tuvo lugar: esta vez contra otro Policía Arma-do que actuaba de centinela en la comisaría de Collblanch, el cual fuesocorrido por otros policías produciéndose un intercambio de disparoscon los asaltantes frapistas, siendo uno de ellos herido de bala y poste-riormente detenido. Además del lanzamiento de “cócteles molotov”contra el edificio, los miembros del “comando” tuvieron tiempo dedejar en la comisaría una bandera republicana con las siglas del FRAP.

Ampliando el listado de víctimas de la ofensiva frentista durante el

mes de julio, el día 19 fue herido de gravedad nuevamente otro miem-bro de la Policía Armada, Armando Justo Pozo Cuadrado. Sobre lasnueve de la mañana varios miembros del FRAP le dispararon en lamadrileña calle Gómez Ortega, siendo trasladado de urgencia al Hos-pital Francisco Franco, donde se le practicó una larga operación quirúr-gica que consiguió salvarle la vida. Aunque el Frente Revolucionario noreivindicó de forma inmediata el atentado, las Fuerzas de Orden Públi-co emprendieron una discreta operación general de búsqueda y capturade militantes del FRAP, que conllevaría una serie de importantes “caí-das” de la organización. En realidad, desde el día siguiente a la muertedel Policía Armado Lucio Rodríguez la policía llevaba a cabo un pro-

ceso de detenciones en la capital, optando por apresar al mayor núme-ro posible de militantes del FRAP, muchos de los cuales eran ya cono-cidos por anteriores detenciones y estaban siendo vigilados desde hacíaalgún tiempo por la BPS. Se trataba de una exhaustiva campaña poli-cial contra el Frente, como denotaba el título de la portada del sema-nario Cambio 16 de finales de mes: “Guerra al FRAP”, relativo a laentrevista publicada en ese número con Quintero Morente, Jefe Supe-rior de Policía, quien precisaba lo esencial que era mantener el secretoen una “operación policial de gran alcance”. En este artículo se afirmóque el FRAP parecía

“haber iniciado una escalada contra la policía de forma indiscrimi-nada, y, al contrario que el otro grupo armado que funciona en el país,ETA (Frente Militar), sus acciones no son cuidadosamente preparadasni están relacionadas con determinados elementos de las fuerzas deOrden público, sino que van dirigidas contra cualquier persona unifor-mada al servicio del Estado español”34.

Pero, a pesar de las detenciones, el FRAP proseguía su escalada deviolencia contra agentes de las FOP. Esta vez el tiroteado sería un Guar-

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34 Cambio 16, nº 190, 28 de julio de 1975, pp. 10-13. El FRAP publicó un “¡Gue-rra al fascismo!” a modo de respuesta, en  Acción, nº 27, agosto de 1975, p. 3. Archivopersonal de Raúl Marco.

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dia Civil, Prudencio Martínez Sánchez, que realizaba un servicio a las

puertas de la Prisión Provincial de Mujeres de Valencia, causándoleheridas que no revistieron mucha gravedad. Ocurría unos días antes deque se hiciese pública la petición fiscal de varias penas de muerte paramilitantes del FRAP (que recaía sobre cinco de los catorce acusados departicipar en la acción del día 14) y se anunciase la elaboración de unanueva Ley Anti-Terrorismo.

El Frente, que no parecía amedrentarse ante el futuro próximo, pro-cedió a realizar nuevos atentados. El 16 de agosto era asesinado elteniente de la Guardia Civil Antonio Pose Rodríguez en el barriomadrileño de El Batán, donde el grupo de autodefensa y combate del FRAParrojó octavillas reivindicando el hecho, una autoría que –según algu-

nos periódicos españoles– fue confirmada públicamente durante unmitin en París celebrado en la tarde del día siguiente. Unos días des-pués, dos ataques más se sucedieron en Valencia. El 18 un “comando”compuesto por cuatro activistas asaltó el cuartel de Artillería de Pater-na, arrebatándole a un centinela un fusil de asalto “Cetme”, antes deque una patrulla disparase al coche robado en que viajaban los frapistas,y en el que sin embargo consiguieron huir35. En la segunda acción, efec-tuada en la noche del día 21, el mismo grupo realizó dos disparos depistola desde un turismo, uno de los cuales alcanzó la pierna de un sol-dado norteamericano, Donald A. Croswaye, marino de la tripulacióndel buque “Fainfaxs Country”, que venía de una sala de fiestas situada

en las cercanías de los poblados marítimos de Valencia. Al día siguien-te, en una llamada telefónica al diario Las Provincias se reivindicaba elataque en nombre del FRAP.

La respuesta desde los sectores del Poder se materializó en la apro-bación de un “Decreto-Ley sobre Prevención del Terrorismo”, cuyotexto –aprobado en un Consejo de Ministros el 22 de agosto– entró envigor el día 27.

En la práctica, el decreto-ley suponía un “estado de excepción” per-manente. Las interpretaciones sobre el significado de la que sería últi-ma ley represiva del Régimen en vida de Franco fluctúan desde la ideade incapacidad del gobierno ante una oposición creciente, hasta la con-

jetura de que se trataba de una concesión al búnker franquista. En todocaso, no era otra cosa que la continuidad “legal” de la represión, y elloquedaría patente en sus efectos inmediatos: nuevas detenciones masivasy procedimientos que culminarían con la celebración, entre finales de

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35 Entrevista con Tomás Pellicer Oliveros, en Valencia el 7 de febrero de 2006. Laversión que se publicó en la prensa afirmaba, al contrario, que en el forcejeo que se pro-dujo entre tres de los asaltantes y el centinela, este último consiguió no sólo repeler elataque sino dar la voz de alarma y hacerse con el arma de los asaltantes. ABC, 19 de

agosto de 1975, p. 6.

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agosto y mediados de septiembre, de cuatro Consejos de Guerra contra

militantes del FRAP y de ETA36

.En el primero de ellos (Burgos, 28 de agosto de 1975) los acusadosy condenados a muerte fueron los militantes de ETA José Antonio Gar-mendia y Ángel Otaegui; mientras que el segundo (El Goloso, Madrid,11 y 12 de septiembre) se celebró contra cinco miembros del FRAP,siendo tres de ellos condenados a la pena capital: Xosé Humberto BaenaAlonso, Manuel Blanco Chivite, y Vladimiro Fernández Tovar. Un parde días después de que se diese a conocer esta sentencia cayó muertootro Policía Armado en Barcelona. Vestido de paisano, Juan RuizMuñoz fue sorprendido en la Vía Favencia por dos jóvenes que le dis-pararon varias veces y le remataron a navajazos, según la nota policial

publicada en la prensa el día 15 de septiembre. En este escrito nada seapunta acerca de la autoría de la acción, así como tampoco en los docu-mentos del FRAP encontrados hasta la fecha, por lo que de tratarse deun atentado perpetrado por el Frente nunca habría sido reivindicadooficialmente como tal37.

En el tercer consejo de guerra (El Goloso, 17 de septiembre), estavez de carácter “sumarísimo”, cinco de los seis frapistas juzgados fuerontambién condenados a muerte: Manuel Cañaveras de Gracia, Mª JesúsDasca Penelas, Ramón García Sanz, José Luis Sánchez-Bravo Solla yConcepción Tristán López. Finalmente, el último juicio militar (Barce-lona, 19 de septiembre) contra Juan Paredes Manot (Txiki), miembro

de ETA, tuvo como clausura un nuevo dictamen de pena capital, por loque el total de penas de muerte ascendía a once, una cifra que superabala de todas las ejecuciones múltiples dictadas por la dictadura tras laposguerra.

La repulsa social había sido tajante, ya desde finales del mes deagosto, cuando se había anunciado el rosario de consejos de guerra. EnEspaña, a pesar de la política represiva que caracterizó al gobierno deArias Navarro y que fue intensificándose hasta la muerte de Franco, lasmovilizaciones, los paros laborales y los escritos de denuncia se habían

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36 Tampoco hay espacio en este texto para exponer detalladamente la larga lista deirregularidades jurídicas que en ellos se produjeron (desde anomalías formales delsumario hasta incongruencias de contenido jurídico, de las cuales la más significativaera la aplicación con carácter retroactivo del decreto-ley), ni de dar cuenta del prelimi-nar clima político pasional que los precedió.

En los dos consejos de guerra contra militantes del Frente las únicas pruebas váli-das para los miembros del tribunal fueron las declaraciones de culpabilidad firmadaspor los acusados tras los interrogatorios policiales, sucedidos a raíz de sus detenciones.De nada sirvieron las retractaciones que los imputados realizaron en su turno de alega-ciones durante los juicios, puntualizando cada uno de ellos que las confesiones habíansido suscritas bajo torturas y amenazas contra su integridad física y la de sus familiares;negando su participación en los hechos y reafirmando, con entereza y convicción polí-tica, su militancia en el FRAP.

37 Sin embargo, Alejandro Diz se refiere a este atentado como “la última acciónarmada del FRAP”. DIZ (1977): 110.

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ido sucediendo hasta crear un clima de protesta que superó al vivido en

diciembre de 1970, con relación al rechazo motivado por el Juicio deBurgos. Por otra parte, al tiempo que crecían las acciones de condena alRégimen también lo hacía el número de antifranquistas detenidos, alamparo de lo establecido por el Decreto-Ley, habiendo sido arrestadas297 personas durante sus treinta primeros días de vigencia. Con todo,el elemento que más preocupó entonces a la dictadura fue la repercu-sión internacional que encontraron sus últimas medidas represivas:

La agitación internacional de protesta había ido incrementándosedesde agosto, a medida que en España se anunciaban más detenciones,consejos de guerra y peticiones a muerte, errando en su propósito losservicios de la policía y de la prensa española que ofrecían titulares sen-

sacionalistas acerca de la escalada de violencia que asolaba España enconexión con el “terrorismo mundial”, con la pretensión de generalizaruna situación de crispación social que no tenía parangón en el ámbitooccidental. Por el contrario, prácticamente en todos los países europeosse editaron boletines especiales, cartas y telegramas de repudio al fran-quismo y a sus leyes represivas, al tiempo que las peticiones de cle-mencia se multiplicaban y acumulaban en las oficinas diplomáticasespañolas que, a su vez, eran objeto de continuos ataques e intentos deasalto. Esta actuación internacional y su repercusión alcanzó tal enver-gadura que habría que remontarse a 1946 para encontrar momentos deaislamiento de importancia equiparable a la experimentada por España

en septiembre de 1975, y ni siquiera entonces había tenido el franquis-mo que enfrentarse a una tan airada opinión pública internacional.La materialización de las sentencias exigía, tras la confirmación de

los Capitanes Generales de las regiones militares donde se habían desa-rrollado los consejos de guerra, la aprobación del gobierno franquista38.Al término del Consejo de Ministros celebrado el 26 de septiembre,bajo la presidencia de Franco, León Herrera Esteban leyó el comunica-do del “enterado”, resultante de la reunión:

“El Gobierno, en relación con cuatro causas instruidas por la juris-dicción militar por delito de terrorismo y de agresión a Fuerza Arma-

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38 Capitanes generales: Mateo Prada Canillas (Burgos), Salvador Bañuls Navarro(Cataluña), y Ángel Campano López (Madrid).

Gobierno: Carlos Arias Navarro (Presidente), José García Hernández (Vicepresiden-te Primero y Gobernación), Rafael Cabello de Alba (Vicepresidente Segundo y Hacien-da), Fernando Suárez González (Vicepresidente Tercero y Trabajo), Pedro Cortina Mauri(Exteriores), José Mª Sánchez Ventura y Pascual (Justicia), Francisco Coloma Gallegos(Ejército), Mariano Cuadra Medina (Aire), Gabriel Pita da Veiga y Sanz (Marina), JoaquínGutiérrez Cano (Planificación del Desarrollo), Cruz Martínez Esteruelas (Educación), Ale-jandro Fernández Sordo (Relaciones Sindicales), León Herrera Esteban (Información yTurismo), José Solís Ruiz (Secretaría General del Movimiento), Antonio Valdés GonzálezRoldán (Obras Públicas), Tomás Allende García-Baxter (Agricultura), Luis Rodríguez deMiguel (Vivienda), Alfonso Álvarez Miranda (Industria), José Luis Cerón Ayuso (Comer-cio), Antonio Carro Martínez (Subsecretario de la Presidencia).

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da, ha tenido conocimiento de las correspondientes sentencias y se ha

dado por “enterado” de la pena capital impuesta a: Ángel OtaeguiEchevarría, José Humberto-Francisco Baena Alonso, Ramón GarcíaSanz, José Luis Sánchez-Bravo Sollas y Juan Paredes Manot. Su Exce-lencia, el Jefe del Estado, de acuerdo con el Gobierno, se ha dignadoejercer la gracia del indulto en favor de los también condenados a lapena capital: José Antonio Garmendia Artola, Manuel Blanco Chivite,Vladimiro Fernández Tovar, Concepción Tristán López, María JesúsDasca Penelas y Manuel Cañaveras de Gracia”.

El ministro de Información y Turismo añadió que no había habidodisentimiento alguno por parte de los componentes del Gobierno y queel acuerdo se había tomado con “absoluta y solidaria unanimidad”. Lle-gados a este punto, sólo al Caudillo le cabía la posibilidad de ejercer elderecho de “gracia” para salvar esas cinco vidas. En vistas a propiciarque así lo hiciera continuaron realizándose peticiones durante toda lanoche del día 26, provenientes de gobiernos, de círculos de profesiona-les y de sectores de la Iglesia, como las realizadas por el nuncio LuigiDadaglio y por el mismo Papa, Pablo VI, que en repetidas ocasionestrató en vano de contactar telefónicamente con Franco39. Todas lasactuaciones emprendidas en esa dirección carecían hasta entonces deuna respuesta oficial por parte del gobierno español, desde la moviliza-ción social en la calle hasta las gestiones diplomáticas realizadas por lapráctica totalidad de los gobiernos del bloque occidental –con la signi-ficativa excepción de Estados Unidos, interesado en renovar los acuer-dos económicos-militares que entonces eran discutidos por Kissinger yel ministro Cortina–, pasando por verdaderos escándalos públicos,como el provocado por el Régimen cuando expulsó del país a una dele-gación de intelectuales franceses que habían optado por venir a Madrida leer personalmente una declaración de repulsa de las condenas40.

A pesar de todo, nada impidió que las sentencias se cumplieran enla mañana del 27 de septiembre41.

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Algún tiempo después se supo que entre las peticiones de clemencia figurabatambién una patética carta enviada a Franco por su hermano Nicolás: Querido Paco. No firmes esa sentencia. No conviene, te lo digo porque te quiero. Tú eres buen cristiano, después te arrepentirás. Ya estamos viejos, escucha mi consejo, ya sabes lo mucho que te quiero. Yo estuve algoenfermo, ahora estoy bien, gracias a Dios. Un fuerte abrazo de tu hermano, Nicolás.  JÁURE-GUI y VEGA (1985): 358.

40 Firmada entre otros por André Malraux, Pierre Mendes-France, Louis Aragon, Jean Paul Sartre y François Jacob, y que fue presentada en el edificio Torre de Madridpor Yves Montand, Regis Jules Debray, Claude Mauriac, Michel Foucault, Andre JeanMarie Laudouze, Costa Gavras y Jean Marie Gerard Lacouture.

41 En Burgos y Barcelona fueron ejecutados los miembros de ETA Ángel OtaeguiEchevarría y Juan Paredes Manot, mientras que los tres militantes del FRAP eran con-ducidos desde la cárcel de Carabanchel al campo de tiro de Hoyo de Manzanares, tam-bién en Madrid. Allí, pelotones conformados por miembros voluntarios de la guardiacivil y de la policía fusilaron a Ramón García Sanz, José Luis Sánchez-Bravo Solla yXosé Humberto Baena Alonso.

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La respuesta internacional fue contundente, y así lo reflejaron los

periódicos españoles, sin duda con el objetivo de desviar la atención dela opinión pública hacia las manifestaciones de rechazo que se producí-an en Europa. En muchas de sus capitales fueron asaltados y atacadoslas Embajadas y Consulados españoles, a cuyas puertas se habían con-centrado millares de personas, durante una larga noche, esperando unarectificación en las condenas. En Lisboa fue completamente destruido elPalacio de Palhava, sede de la Embajada de España, una imagen que elgobierno –a través de los medios42– difundió para tratar de justificaruna respuesta del Régimen que hiciese frente a las manifestaciones, ata-ques, huelgas, boicot a productos y medios de transporte españoles,retirada de embajadores y a la petición de Luis Echeverría, presidente

de la República de México, que había solicitado en las Naciones Uni-das la expulsión de España de este organismo internacional.La articulación de la reacción del gobierno franquista ante la “cam-

paña contra España” mantuvo su clásico estilo de denuncia a través decomunicados televisivos y concentraciones en la Plaza de Oriente deMadrid. De la intervención del presidente Arias en TVE, con pasajes ensu discurso aludiendo a que “Franco ha llevado su clemencia hasta lími-tes que casi traspasan las indeclinables exigencias de la justicia”, se des-prendía que la fachada “aperturista” anunciada el 12 de febrero de 1974había dado paso a la salvaguarda de la ortodoxia franquista, algo que fuecelebrado por las 150.000 personas reunidas en Madrid el 1 de octubre,

bajo el balcón del Palacio Real, para manifestar su adhesión al dictadorcon motivo del trigésimo noveno aniversario de su “exaltación” a la Jefatura de Estado.

Pero esta vez la conmemoración no fue tan saludable para Franco.Además de la ausencia de más de una docena de representantes europe-os en la recepción que se ofrecía anualmente, al término de su nebulo-sa alocución recibió la noticia de que cuatro policías armados habíancaído abatidos por disparos en Madrid. Era la carta de presentación delos Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO),aunque en aquellos momentos no reivindicasen públicamente su auto-ría, lo que hizo que las hipótesis sobre la realización de los atentados

fuesen dirigidas al FRAP, algo que el Frente no desmintió.La situación de crisis interna de la dictadura era irremediable. Un

Régimen que había tratado de sustentarse sobre la base del “manteni-miento del orden y de la paz” se mostraba incapaz de frenar, con larepresión como respuesta única, el empuje de la conflictividad social,que durante el gobierno de Arias Navarro había alcanzado su punto cul-minante: sucesión de atentados de ETA y del FRAP, huelgas generali-

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42 Es altamente significativo que ciertos diarios dedicasen íntegramente sus porta-das a este hecho, sin mencionar ni una sola palabra sobre los fusilamientos: “Lisboa: elsalvaje atentado contra España” y “Manifestaciones contra el gobierno español”, res-pectivamente en ABC y Ya, 28 de septiembre de 1975, p. 1.

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43 Los testimonios de algunos de sus médicos personales confirman el estado deturbación que acompañó al dictador desde mediados de septiembre, coincidiendo conla celebración de los Consejos de Guerra. Véase POZUELO ESCUDERO (1980): 209-210; y la entrevista con el cardiólogo Isidoro Mínguez, reproducida en el sexto capítu-lo (“La muerte de Franco”) de La transición española. Vídeo dirigido por Elías Andrés,producido por RTVE, y con guión y locución de Victoria Prego, 1993.

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zadas (sobre todo en los primeros meses de 1975), protestas estudianti-

les, e incipiente desarrollo del movimiento vecinal. A ello se añadían lasdisidencias “internas” de la Iglesia (el tenso caso Añoveros) y, en muchamenor medida, del Ejército (aparición de la Unión Militar Democráti-ca). El fracaso aperturista se agudizaba con los efectos de la crisis eco-nómica de 1973 y con el espectro surgido a raíz de las caídas de las dic-taduras griega y portuguesa, que dejaban a la española en una posiciónsingular en el ámbito europeo mediterráneo.

Sumado a todo lo anterior, el huracán de condenas internacionalesfue el factor acumulador decisivo en la gestación del deterioro físico deFranco, una lenta y letal agonía que habría de durar hasta el 20 denoviembre de 197543.

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Protestas sociales y políticas

ante distintas administraciones públicas:Madrid 1983-2003

RAMÓN ADELL ARGILÉS (UNED)1

Àgora - Revista de Ciencias Sociales nº 18 - 2008 73

Resumen: El objetivo de este artículo se centra en identificar losdestinatarios últimos de las protestas colectivas. En muchos casos, laprotesta se dirige a poderes privados (demandas sindicales, por ejem-plo), o a la opinión pública en general (cambio de valores). En esta oca-

sión nos interesan los conflictos en el ámbito público (gobernanza). Conel estudio de una amplia muestra de manifestaciones celebradas física-mente ante sedes de las administraciones públicas localizamos los“poderes decisorios” concretos a los que se dirigen las demandas y queson principalmente: las administraciones local, autonómica, estatal einternacional. El estudio de caso se sitúa en Madrid-capital para elperiodo 1983-2003. Se evalúa también el peso de la capitalidad delEstado (concentraciones estatales) y la importación de “conflictos forá-neos” (marchas sobre la capital, para presionar directamente al poderdecisorio). Ello nos acercará al conocimiento de las dimensiones local yglobal de la protesta.

Palabras clave: Participación ciudadana, sociología de la protesta,conflictividad social, redes solidarias, democracia participativa, accióncolectiva, transformaciones políticas, políticas públicas.

1 Doctor en Sociología con una tesis titulada “La transición política en la calle:manifestaciones de grupos y masas en Madrid (1975/1986)”, Ramón Adell es profesortitular de Cambio Social en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED.Ha dirigido varios cursos y paneles sobre movimientos sociales y ha publicado nume-rosos artículos sobre la transición política en España y sobre la protesta colectiva engeneral. Un listado de su producción bibliográfica puede encontrarse en:http://www.uned.es/dpto-sociologia-I/Adell/webramon.htmE-mail: [email protected]

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INTRODUCCIÓN

Desde la Ciencia Política, el interés por los movimientos sociales esbastante tardío en especial si nos referimos a los llamados nuevos movi-mientos sociales (NMS). Por su historicidad y sus repercusiones en elvoto, la excepción la encontramos en el movimiento obrero (le mouve-ment social , en la tradición francesa) y los movimientos nacionalistas. Enambos casos, ya contamos con múltiples y valiosos análisis.

Los límites entre el ámbito político y el social han sido siempre dis-cutidos. En ocasiones se intentan deslindar como si fueran dos camposestancos. Se intenta acotar lo “político” a los partidos políticos, al votoe incluso al constitucionalismo. Lo demás es no-político, o social-cul-

tural, o mercado (capital social). A nuestro juicio, esta separación eserrónea, ya que también se hace política cuando se plantea una reivin-dicación vecinal, ecologista, etc. En definitiva, guste o no, la percepciónde una injusticia y el intento de solución implican un grado de activi-dad política. Lo que suele ocurrir es que en contextos de ilegalidad lopolítico está perseguido. Así por ejemplo, en la España de los sesenta yprincipios de los setenta, los vecinos negaban “hacer política” cuando semanifestaban contra la carestía de la vida, junto al PCE, PTE o LCR.En la actualidad, estamos ante otro fenómeno: el descrédito de la polí-tica. Las propias “redes sociales” que sustentan y nutren a los partidospolíticos se resisten a pedir el voto hacia la formación que de un modo

u otro las subvenciona. En la movilización, la participación y la espon-taneidad desaparecen en cuanto aparecen “los políticos”, y el interés deautoridades y medios de comunicación desciende porque es “otra movi-lización politizada”. La esquizofrenia entre ambos ámbitos de acciónaumenta en cuanto el propio sistema político reduce la participación alesquema clásico, y, como afirmó José María Maravall, “no hay alterna-tiva a los partidos políticos”. Ello no impide que la política se nutra decooptar a los líderes naturales de los MMSS, de reconducir y hacersuyas, con el tiempo, algunas de sus ideas, y de abducir sus estilos decreatividad social. Aun así, en un sistema de partidos pragmáticos ypoco diferenciados, en donde la abstención tiende a aumentar, la cre-

ciente pero aún débil relación entre NMS y voto electoral anima cadavez más a su estudio.

En la actualidad, “elitistas” y “participacionistas” centran el deba-te social en responder a la pregunta de ¿hasta dónde debe llegar la par-ticipación social en la toma de decisiones? Llega así el momento en quela Ciencia Política percibe su anquilosamiento analítico y reaccionaante el nuevo escenario asociativo y sus expresiones colectivas. “En lamedida en que la economía, el derecho y demás campos de la vida socialadquieren autonomía, orientándose por racionalidades específicas, lapolítica deviene un ‘subsistema’ más” (LECHNER, 1997, 76). Se reco-nozca o no “lo social”, aparecen conceptos como el de “gobernanza”

( governance), que englobaría una serie de exigencias entre las que se

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incluye, “el control de los representantes políticos, como forma de enri-

quecer el debate, posibilidad de una mayor participación ciudadana,mayor importancia a los bienes colectivos como medio ambiente, saludy alimentación, etc.” (FCIT-CSIC). Esto pone sobre la mesa cuestionesde fondo de la ciencia política como la legitimidad democrática, el con-trol del poder público, el paso hacia nuevas formas de gobernanza o laexperimentación de nuevas formas de democracia deliberativa. Parececlaro que los cambios en las formas de gobernar invitan a repensar lossistemas democráticos (ver HIRST, 2000).

Desde la Sociología Política, y específicamente desde la sociologíade la protesta (crítica y conflictual, por definición), se han exploradodiversas formas de acercarse a este fenómeno en general marginal e

ignorado, tan despreciado y a veces adulado como lo es en general la lla-mada “acción colectiva no convencional”. En una democracia formalavanzada, la participación ciudadana, la acción y la protesta colectivarepresentarían una respuesta organizada, y en ocasiones espontánea, dela ciudadanía frente a los poderes públicos y privados.

Todos los autores coinciden en que la expresión de los movimien-tos sociales (movilización, presión, demandas, etc.) no tendría sentidosi no hubiera en última instancia un destinatario o poder, en ciertomodo decisorio, con mayor o menor capacidad, para cambiar favorable-mente el sentido de las cosas. Si la elección o localización del destina-tario ya resulta difícil a veces, más complejo resulta aún el análisis del

propio proceso de toma de decisiones. Como resalta Ibarra, “resultamucho más difícil saber por qué un gobierno cambió una ley; si lo hizoporque técnicamente era una ley obsoleta, o porque lo reclamaba la opi-nión pública, o porque hubo un movimiento social que en la práctica le‘obligó’ a hacerlo, o porque el gobierno en cuestión era extremadamen-te sabio y bondadoso y por tanto sabía que era justo y bueno cambiaresa ley” (IBARRA, 2000, 24).

Un ejemplo de ello lo tendríamos en la moratoria nuclear que apro-bó finalmente el gobierno del PSOE el 28 de marzo de 1984 (y queparó Lemoniz I y II, Valdecaballeros I y II, y Trillo-II). Podríamos pen-sar que la decisión fue fruto de la fuerte presión antinuclear del movi-

miento ecologista durante el periodo 1979-83, que venció a los fuertesintereses pro energía nuclear. Aun siendo eso posible, no podemos igno-rar que, como ocurre con otras demandas ecologistas, la aparición aña-dida de sucesos precipitantes dió “credibilidad” a la denuncia y actuócomo la profecía autocumplida2 de Parsons. Al igual que con otros

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2 En este ejemplo, fueron claves los accidentes en las plantas nucleares de Harris-burg (28-3-1979) y Chernobyl (28-4-1986). El primero actúa como aviso y el segundoviene a ratificar la oportunidad de la medida adoptada. Desde entonces se produce unaprogresión lenta pero constante en el uso de energías renovables. Igualmente en elámbito de la energía nuclear militar, al recordatorio anual de las bombas de Hiroshimay Nagasaki de 1945 se sumó el rechazo mundial a las pruebas atómicas en Mururoa(1995). Esas pruebas no se pudieron impedir, pero J. Chirac anunció que no se repeti-rían en el futuro. Tenemos aquí otro éxito parcial de los movimientos eco-pacifistas.

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NMS (nuevos movimientos sociales), sus denuncias cumplen una fun-

ción de “pepito grillo” en el contexto de la sociedad del riesgo (Beck).En este artículo trataremos de localizar a los destinatarios del con-flicto. En muchos casos las convocatorias de movilización se celebran endonde se genera propiamente el conflicto, esto es, en o ante los poderesen donde se desarrollan las actividades económicas laborales y empresa-riales (fábricas, sedes de empresas, etc...) o donde se toman las decisio-nes político-administrativas (delegaciones de la administración, etc.)que se pretenden modificar. En el siguiente trabajo empírico nos cen-traremos en estos destinatarios últimos.

1– El proceso de demanda colectiva

Desde el análisis funcionalista y sistémico, se nos dice que sobre elsistema político inciden unos inputs que conforman las múltiples rei-vindicaciones, demandas, nuevas necesidades de cambio de los actoressociales que de una u otra forma intentan –con la presión y la visibili-dad– entrar en la agenda del sistema (poderes decisorios) y conseguir así una respuesta favorable.

No todas las demandas se realizan colectivamente. En las cartas aldirector de los periódicos, por ejemplo, vemos denuncias públicas yargumentaciones individuales con demandas importantes, tanto parti-

culares (injusticias) como colectivas (ideas “para una sociedad mejor”).En algunos casos su uso se convierte en todo un arte de la denuncia3.Luc Boltanski en un estudio de 275 cartas al director recibidas en  Le

 Monde en los años 1979/1981 constata que “la denuncia de la injusticiasupone en efecto la definición de un culpable o de un responsable”(BOLTANSKI, 1990, 256) que puede, según el caso, tener nombre yapellidos, simbolizarse en una institución burocrática o tener como res-ponsable realidades o abstracciones generalistas como “el capitalismo”,“el gobierno”, “los de arriba”, etc. Neil Smelser señaló también que,para que la acción colectiva se desarrolle, se necesita no sólo una tensiónestructural, sino que además se dé un significado permanente de califi-

cación de esta tensión, nombrar responsables y proponer modos de reso-lución del conflicto (SMELSER, 1963). Tanto en la acción individualcomo en la colectiva, resulta clave la designación de un culpaple o res-ponsable y por tanto de un destinatario concreto de la protesta.

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3 Un ejemplo de acción individual con proyección colectiva es el sociólogo MartínSagrera, que tiene publicados varios libros con las cartas enviadas a los periódicos uti-lizando en muchos casos nombres supuestos. A ello se añade su alta capacidad propa-gandística en temas variados siendo ya muy conocido en las manifestaciones de Madrid.

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¿Está surgiendo una nueva dimensión de lo político? ¿Irrumpe lo

político y se manifiesta al margen, o más allá, del sistema político for-malizado? Los grandes temas que hoy están configurando la agendasociopolítica (paz, igualdad, lucha contra la pobreza y la exclusión, tole-rancia, desarrollo sostenible, mestizaje, interculturalidad, etc.) no estánsurgiendo de los gobiernos y los parlamentos, sino que están llegando,en buen grado, a las instituciones políticas desde la calle. Refiriéndosea los movimientos antiglobalización, por ejemplo, Valverde opina que“en todos los casos estos movimientos buscan además de manifestar susdemandas a un adversario determinado, lograr el apoyo de la opiniónpública. Junto con estas innovaciones en términos de impacto ‘comu-nicacional’, la otra característica de estos movimientos, en directa rela-

ción con la anterior, es la importancia que ha tenido Internet en la orga-nización y difusión de la información de estas organizaciones a escalainternacional” (VALVERDE, 2000). Los movimientos sociales tienenun papel clave en las aportaciones de una contestación global medianteel establecimiento de redes transnacionales que, tras mitigar las ten-dencias etnocéntricas, pueden ofrecer una nivelación a los procesos deglobalización del capitalismo neoliberal. Esta búsqueda de la simpatíao incluso del apoyo de la opinión pública es común a todas las deman-das y más aún cuando las propuestas afectan a valores o a la derogaciónde una ley, por ejemplo. Por tanto, en todos los casos, las organizacio-nes se dirigen en primera o última instancia a la propia opinión públi-

ca en general.En cuanto a la dimensión política del proceso de demanda, resul-ta clave, una vez más, el concepto de “Estructura de Oportunidad Polí-tica” (EOP), en donde el “poder decisorio” responderá de una forma uotra, con mayor sensibilidad o inflexibilidad a la petición en funciónde sus propias características. Kitschelt (1986) (en su estudio sobre elmovimiento antinuclear) constató que el mayor o menor impacto delas campañas de los nuevos movimientos sociales depende de las carac-terísticas especiales del contexto político existente en cada país. Laconclusión parece obvia pero deja abiertos muchos interrogantes.Recordemos que el concepto de EOP (Tarrow/Kriesi) distingue tres

grupos de propiedades generales de un sistema político (estructura ins-titucional formal, procedimientos informales y estrategias dominan-tes, y configuración del poder) y su consiguiente combinación, diseñacuatro marcos generales de comportamiento de los miembros del sis-tema respecto a los desafiadores al sistema (challengers). Nos referire-mos a ellos más adelante. Charles Tilly propone unas categorías que secorresponden aproximadamente con los elementos de la estructura deoportunidad política (EOP), a) organización de instituciones políticas,b) alineamientos entre las élites, c) represión-facilitación, y d) apertu-ra del sistema político.

Asimismo, Tilly nos resume las distintas fases que se suceden en el

proceso, siempre conflictivo, de la demanda:

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1. Reorganización: El esfuerzo del conflicto transforma las relacio-

nes sociales internas y externas de los actores implicados, incluyendoautoridades, terceras partes y el objeto de sus reivindicaciones.2. Realineamiento: Más concretamente, la lucha, la defensa y la

cooptación alteran las alianzas, rivalidades y enemistades entre gober-nantes, otros contendientes y los grupos reivindicativos.

3. Represión: Los esfuerzos de las autoridades en la represión o con-sentimiento de los que los desafían producen cambios directos –la decla-ración de poderes de emergencia– e indirectos –efectos en los gastos devigilancia, actividad policial y fuerzas militares– en el ejercicio del poder.

4. Realización: Los demandantes exigen cambios específicos, nego-cian con éxito con los detentadores del poder y hasta los desplazan”

(TILLY, 1998, 37-38).Veamos ahora más aportaciones sobre estas fases del proceso de demanda.

1.1–Propuesta y entrada de la peticiónLas peticiones –sociales y políticas– llegan al sistema según la

visibilidad y la presión de los actores sobre el centro de poder. La visi-bilidad –hoy en día– viene dada principalmente por los medios decomunicación (número de “impactos”, directrices, posturas y opinión,audiencias). En esta fase de publicitación de las demandas, una de lasclaves consiste en conseguir entrar en la agenda de los media y apare-cer (existir) aunque sea de forma breve, tras largas grabaciones. Para

conseguirlo hay varios factores que inciden, como son la movilizaciónde multitudes en la calle, el uso de la violencia, o la propia originali-dad de la protesta. La competencia mediática (ausencia o saturaciónde información) y los intereses político-económicos a los que se debecada medio influyen también en el grado de visibilidad final de lasdemandas.

No todos los colectivos sociales se ven abocados en un momento uotro a la movilización. Salvo excepciones, la clase empresarial o corpo-rativa, por ejemplo, dispone de cauces directos de acceso a los poderesde decisión, con lo cual su repertorio de presión se aleja del “clásico” delos movimientos sociales4. Por tanto cuanto mayor es la proximidad al

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4 Sí es cierto que la movilización corporativa se reactiva, en el caso español, bajogobiernos del PSOE. En ocasiones la patronal del transporte en sus múltiples variantes(de viajeros, contenedores, ambulancias, coches funerarios, etc.) ha recurrido a la movi-lización (generalmente caravanas de vehículos en “operación caracol”). En su estudiosobre el empresariado argentino, Gastón Beltrán detecta esa búsqueda de identidad ylugar en el sistema de actores sociales. Afirma que “en general, la forma de pensar lasrelaciones del empresariado con el poder político en términos meramente económicosimpide observar las dimensiones sociales de la acción de los empresarios, haciéndolaaparecer como el resultado inevitable del lugar ocupado en la estructura social”(BELTRÁN, 2000). Aun marcando diferencias de estilos, en la forma de presión, rei-vindican de una manera u otra su importante papel. “El tipo de recursos políticos conque los empresarios cuentan es diferente al de quienes se movilizan “desde abajo”, para

quienes la misma movilización es su mayor recurso. Más allá de estas diferencias, ytomando esto como punto de partida, ¿de qué forma los empresarios, a pesar de ser unconjunto heterogéneo, construyen una acción en común?, y ¿cómo se constituyen comoun grupo que es asumido como homogéneo?” (BELTRÁN, 2000).

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poder, menor es el recurso a la movilización. Los cauces de entrada son

muy variados, destacando entre ellos: los escritos en registros de entra-da de las administraciones, la entrega de firmas de apoyo a una inicia-tiva, denuncias ante tribunales, reuniones con interlocutores, declara-ciones ante los medios de comunicación, campañas de movilizaciones,declaraciones públicas de líderes políticos, etc. En un sistema democrá-tico, las demandas suelen ser recogidas por un conjunto de administra-ciones, instituciones y organizaciones de intermediación.

Por definición son los partidos políticos, los sindicatos y los empre-sarios, entre otros, los que encauzan y filtran esas demandas. En los últi-mos años y en paralelo a la burocratización e institucionalización deestas organizaciones, está función se ve muy reducida. Gran parte de lagestión política se dedica a resolver nuevos problemas imprevistos, dedifícil intuición o cabida programática. Estas recientes demandas socia-les no son representadas con suficiente convicción por el sistema repre-sentativo político actual, y de recogerse forman parte de variopintas ycontradictorias propuestas a largo plazo en un contexto –local y global–adverso, pragmático y realista. Ello explicaría esta explosión movimen-tista que, lejos ya de reivindicaciones puntuales, cuestiona incluso lascapacidades del propio sistema (político, cultural, de valores, etc.) paraasimilar los cambios sociales. A ello se añade la difícil acreditación derepresentatividad de las asociaciones y los favoritismos de las adminis-traciones. “En general, no todas las entidades que forman parte del teji-do asociativo de un territorio o de un área temática logran estar repre-sentadas en los órganos y los procesos participativos. Un tipodeterminado de asociaciones tiende a verse más favorecido que otro enestos espacios participativos” (FONT, 2001, 221).

Conviene recordar que no todas las demandas son proactivas o decambio. En ocasiones se aplican nuevas políticas y viejos estilos para“nuevos problemas” (el terrorismo o la competitividad laboral, porejemplo) que suponen recortes de derechos generalizados y en defini-tiva retrocesos en las libertades. “La función central de las conductasy prácticas asociativas de la sociedad civil se funda en relaciones inter-

dependientes de confianza mutua, reciprocidad e intercambio en eldesarrollo de nuevas formas de ejercicio de derechos ciudadanos quese conquistan a través de luchas políticas y sociales y que definenderechos civiles originados desde el Estado y cuya burocracia legal esla encargada de garantizarlos. Esta referencia a los derechos funda-mentales se vuelve cada vez más central en las movilizaciones y lasreivindicaciones de los movimientos sociales del mundo” (RAZCÓN,2002).

Por tanto, el acceso al sistema de los colectivos promotores de lasiniciativas es desigual, como lo es la representatividad de sus organiza-

ciones y de los temas que proponen.

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1.2–La caja del sistema y sus complejidades:

Una vez que la demanda llega al destinatario a través de los caucesexistentes (partidos políticos, sindicatos, lobbys, organizaciones profe-sionales, asociaciones, etc.), y el eco de los medios de comunicación, lospoderes decisorios tienen varias opciones en función de la importancia,simpatía o presión de la petición o reivindicación.

En el ámbito de la EOP, se habla de Estados fuertes y débiles, enfunción de su estructura institucional formal, considerando que lamayor o menor apertura a las demandas y la consiguiente mayor omenor debilidad de un sistema político depende de su grado de des-centralización, del equilibrio alcanzado entre los aparatos del poder eje-cutivo, legislativo y judicial, de la coherencia de la Administración

Pública, así como de la institucionalización de los procedimientosdemocráticos directos. Los sistemas políticos fuertes se caracterizan porsu impermeabilidad a los inputs de los desafiadores y su alta capacidadde imponer sus propios outputs, siendo débiles aquellos que facilitan laacción colectiva y su consiguiente éxito, ya sea procedimental (implan-tación de nuevos canales de participación) o sustantivo (sea éste reacti-vo –posibilidad de veto–, o proactivo –logro de nuevas ventajas–).Puede criticarse que la calificación de débil y fuerte es más bien valo-rativa e interpretada desde el orden. Si por el contrario, desde unavisión participativa, sustituyéramos dichos términos por sistemas polí-ticos “sensibles” a las demandas o “ajenos e inmóviles” a ellas obtene-

mos otra visión.Pero para la amplia ciudadanía –y para el propio autor del artícu-lo– los mecanismos que intervienen en la toma de decisiones de las éli-tes y los poderes son opacos y desconocidos. A estas alturas de nuestrademocracia (vencida la ilusión jacobina-democrática inicial y converti-da en democracia de consumo), podemos encontrar grandes bondades ymales a la hora de describir el proceso de toma de decisiones.

Entre las bondades de la teoría de la democracia, se encuentran labúsqueda del bien común por parte de los gobernantes, la igualdad antela ley de todos los ciudadanos, los derechos al trabajo, a la vivienda, alas pensiones, a un Estado no confesional, etc... Es el triunfo de la razón,

los ideales políticos, la soberanía popular bien representada. Es la caraidílica, liberal y socialcristiana de la democracia que, amparada en eltriunfo de la burocracia racional (Weber), todos disfrutamos en contex-to de democracia desarrollada. En ese contexto, cualquier toma de deci-siones (el recorrido pre-hundimiento del Prestige, el entrar en guerracon Irak, etc.) se convierte en el resultado de sesudas evaluaciones (prosy contras, cálculo de impacto, de costes/beneficios, de riesgos, del costeelectoral, intereses, etc...). Ante decisiones complejas en donde no sóloexiste una opción objetivamente buena, es obvio pensar que tambiénhay que mirar las sintonías políticas, económicas, etc., de los actoresinvolucrados. Pero como afirmó recientemente Adela Cortina, existen

dudas sobre el funcionamiento democrático cuando “la gente se pre-

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gunta si los políticos buscan el bien común o el particular” (CORTI-

NA, 2003, 6).Intuimos de entrada, que la élite capitalista transnacional requierede procesos reguladores para estabilizar el sistema capitalista. “Las éli-tes económicas que gobiernan en las democracias de mercado realizancampañas intensivas para convencer a la ciudadanía mundial en el mitode un poder sin precedentes. La superestructura formada por las insti-tuciones transnacionales diseña las políticas que los Estados nacionalesdeben promover. El Estado queda así en cautiverio, atrapado en la redde los intereses de los grupos nacionales dominantes que buscan latransnacionalización de la acumulación de sus capitales, mediante lapenetración de las estructuras de poder del capitalismo global”

(RODRIK, 1998).En la antítesis del triunfalismo democrático (acompañado del espe-jismo consumista) se encuentra el ámbito de la calle (y en ocasiones dela vida privada). En los medios de comunicación y en ámbitos cotidia-nos observamos, en paralelo, otra cara de la política. Corrupciones,escándalos, transfuguismos etc. nos llevan a una versión de cartón pie-dra del sistema político que, aun siendo funcional y en ocasiones dis-traída, se distancia cada vez más de la ciudadanía, y reduce su credibi-lidad a la de un culebrón televisivo. Esta versión no académica de laexplicación “de lo político” se generaliza progresivamente conforme seproduce la entrada en la política general del llamado turbo-capitalismo

o capitalismo de casino y se agravan las dependencias internacionales delos Estados. Etapas de “burbujas” especulativas, como la bolsa (nuevastecnologías), el boom inmobiliario, o el creciente poder de nuevos acto-res corporativos (medios de comunicación, clubes de fútbol, etc...),acrecientan entre la ciudadanía la idea de que la mediocridad demuchos líderes políticos nacionales e internacionales (omito los nom-bres y ejemplos) se debe a que no son más que “unos mandaos” más dela administración de EEUU, del FMI, del Banco Mundial o de cadenascomo McDonalds.

Ante esto, como inmunización moral, y como característica emble-mática de la tan anunciada pos-modernidad, nos encontramos con la ola

de individualismo. Como defensa frente a la masificación de sociedadde masas, y en mayor medida en las grandes ciudades, el ciudadanodesarrolla multiplicidad de roles, más o menos acomodaticios, utilita-ristas o convencionales y sobre todo contradictorios o al menos incohe-rentes. Así, un mismo pensamiento (o incluso su ausencia) tiene dis-tinta exposición y postura si se transmite en el trabajo, en casa, en elbar, ante un micrófono, en la calle o en el voto. Si antaño se tenían fuer-tes convicciones simbolizadas en banderas, ideas o utopías, hoy las pos-turas son más débiles, más volátiles, más estéticas e individuales. Apo-yamos todo y nada a la vez. Ésta es la paradoja participativa. Elciudadano moderno, más instruido pero más crédulo y con menos con-

vicciones, tiene cada vez menos tiempo para pensar o ejercer su ciuda-

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danía, es, por tanto, más imprevisible, polifacético y maleable que

antaño.Uniendo ambas percepciones (optimista y pesimista), muchaspodrían ser las opciones posibles por parte del poder destinatario encuanto se le plantea una petición. Mencionamos algunas:

a) Intentar ignorarla (a través del silenciamiento en los medios decomunicación o no reconociendo la existencia de un conflicto). Es portanto una negación por omisión. Si la presión es poca (pacífica, poconumerosa, marginal, etc.) desciende su importancia. Igualmente cabetildar el disenso como marginal y violento, sin entrar en las causas y orí-genes. Pero como afirma Iglesias, “a día de hoy, las visiones que entien-den la protesta como comportamiento desviado o criminal tan sólo

sobreviven entre políticos neoconservadores, un cierto tipo de periodis-mo y algunos comportamientos policiales, sin ninguna influencia en losestudios rigurosos sobre movimientos sociales o en cualquier otro tipode aproximación presentable sobre los mismos” (IGLESIAS, 2005, 67).

b) Tomarla en consideración, escucharla, abrir negociaciones, hacerencuestas, evaluar su impacto, buscar soluciones, Libros Blancos, etc.Este proceso puede durar días, meses y años, pero en todo caso nos sitúaen un contexto de negociación e incluso cooperación.

En este punto las presiones al poder decisorio para que se satisfaganlas demandas de un colectivo pueden ser muy fuertes y enfrentadas, alcrear agravios comparativos o abrir conflictos “resueltos” anteriormen-

te. Un ejemplo de ello lo tenemos en las Leyes Orgánicas. Así por ejem-plo, las leyes universitarias impulsadas por UCD, PSOE y PP (LAU,1979; LRU, 1983; LOU, 2002) generaron en cada momento una res-puesta frontal por parte de casi todos los colectivos implicados (estu-diantes, sindicatos, rectores, profesorado, padres de alumnos, partidospolíticos, corporaciones privadas de enseñanza, etc.) que, a su vez, desa-tó un aluvión de peticiones puntuales todas ellas corporativas. Obvia-mente la suma de ellas sería inaplicable e irracional. En unos casos loscolectivos intentarán mantener su posición y derechos adquiridos, enotros conquistar un mayor poder.

Si la propuesta es escuchada y evaluada, nos acercamos al tercer

paso, la toma de decisión, que supone la resolución parcial o definitivadel conflicto.

1.3–Resolución del conflicto:La resolución se produce cuando el poder capacitado para dar una

solución se pronuncia y responde en un sentido u otro, y da por cerra-do el conflicto. En ocasiones puede alegar “que no es su competencia”(Fiscalía del Estado, Defensor del Pueblo, etc.). Ello supone para losactores sociales la nueva búsqueda de destinatarios capaces de interve-nir. Supone pues la toma de decisiones (el output de la caja del siste-ma). El “conflicto puro” es un juego de suma cero. Ello significa que

cuando una parte gana, la otra necesariamente pierde. Es el todo o nada

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entre dos partes enfrentadas en lo mismo. El conflicto social típico y

cotidiano del siglo XIX y gran parte del XX ha sido el ya hoy difusoconflicto de clases (1789, 1917, ...). En ese contexto de máximos, lacúspide es la revolución (burguesa o proletaria, según el actor) y supo-ne un cambio drástico de signo en un cúmulo de circunstancias y cam-bios estructurales acumulativos. Por tanto, en las sociedades tradicio-nales, las partes en conflicto tienen la sensación de jugar a un juego desuma cero. Uno gana y el otro pierde.

Pero en “el conflicto moderno” (Dahrendorf) generalmente se venimplicados múltiples actores (individuales y colectivos) y organizacio-nes de intereses de todo tipo. El escenario del juego (o la matriz deestrategias y salidas resultante) se vuelve mucho más complejo. Igual-

mente los consumidores pueden ser, entre otros actores, víctimas yrehenes del conflicto. Abusivos paros y huelgas de carácter sindical ocorporativo (principalmente en transportes y servicios) son ejemplosde ello.

Sin pretender ser exhaustivo, veamos algunas “opciones de salida”por parte del poder, veamos algunos ejemplos:

a) Negarse a la petición, dando explicaciones o sin darlas. Ha sidouna de las formas históricas y clásicas de terminar un conflicto, por logeneral acompañado de represión. Cuando los conflictos se enquistan(bloqueo entre los actores) y no se resuelven, y además gozan de un fuer-te apoyo de los ciudadanos contra sus gobiernos, la resolución se pro-

duce de forma sobrevenida e inesperada. En ocasiones el detonante finales un simple rumor, que acaba decantando la situación en el momentomás inesperado. Actúa como precipitante de los deseos colectivosmayoritarios. Se impone el Teorema de Thomas según el cual “si losindividuos definen las situaciones como reales, son reales en sus conse-cuencias”. Dos ejemplos históricos de conflicto “puro” (bipolar de sumacero) los tenemos en los testimonios sobre los sucesos tras las eleccioneslocales que dieron el triunfo a las candidaturas republicanas y quedesembocaron en la caída de la monarquía y la salida del Rey AlfonsoXIII en abril de 19315 y en la “caída del muro de Berlín” (9 noviembrede 1989), en que se produce un fenómeno parecido de acelerado des-

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5 El propio Director General de Seguridad relataba así los acontecimientos: “A lascinco menos cuarto los ministros salieron para Palacio. Poco después de entrar todos enel regio Alcázar la muchedumbre invadía la plaza de Oriente, más con ánimo de efec-tuar una manifestación de protesta que con el de ejecutar un acto de agresión. Esta esla verdad. De haber existido media docena de desalmados decididos a manchar de san-gre la entrada del nuevo régimen, la tragedia se hubiera producido” (MOLA, 1933,182). Aparecieron octavillas anónimas llamando a no destrozar el patrimonio nacional.Más adelante sigue narrando cómo se produjo el cambio de poder con el que sería susustituto. “Cerca de las siete (...) Eduardo Ortega y Gasset arengaba a las masas desdeel balcón del Ministerio de Gobernación diciendo que la República era ya un hecho”(MOLA, 1933, 184). “Era ya entre dos luces y tuvimos que ir despacio por la aglome-ración”. Mientras gritaban “viva la República” y “no se ha marchao, que le hemosechao” (MOLA, 1933, 182-186). Horas más tarde el Rey se dirigía a Cartagena paraembarcarse a Roma.

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moronamiento de las instituciones tras calar el rumor de que la salida

de la RDA estaba finalmente permitida6

.En contextos democráticos se niega una petición porque las deman-das son costosas, poco representativas, no incluidas en el programa, osimplemente descabelladas. Si los actores externos no son escuchados, oson despreciados por el destinatario, se pueden producir violencias ydestrozos en las fachadas (lanzamiento de huevos, pintadas, roturas decristales, destrozos o utilización de arietes en las puertas, ocupaciones,etc.). La ira iconoclasta se ceba en los bienes materiales (ritualizacióninhibidora de la violencia física contra las personas que ostentan elpoder). Siendo más noticiable, en pocas ocasiones degenera en agresio-nes violentas a las personas que representan instituciones o trabajan en

sus dependencias, a excepción eso sí de la policía, que recibe la ira delos manifestantes por proteger al señalado por ellos culpable de unasituación.

b) Se suelen practicar también las estrategias dilatorias por parte delos poderes (0,7% PIB, reformas de la Ley Aborto, Ley de parejas,...).Algunas peticiones emblemáticas de siglos anteriores como las desa-mortizaciones o la Reforma Agraria quedaron en el cesto del olvido. Sefirman compromisos, se anuncian largos plazos y condiciones, se pro-mueven ILP (Iniciativas Legislativas Populares), generalmente rechaza-das, etc. Para no alterar el sistema (estructura de intereses), se intenta“pudrir” el conflicto (cansancio mediático de los actores, dudas sobre

costes y resultados, trivialización del tema con “falsos debates” en losmedios de comunicación, etc.).c) El poder puede responder favorablemente a las peticiones ciuda-

danas, haciendo propia e incluso abanderando la petición (el gobiernoy los partidos con la movilización contra el terrorismo, gobiernos autó-nomos a favor o en contra del Plan Hidrológico Nacional, etc.). Losgobernantes la hacen suya (y la defenderán en instancias superiores), laincluyen en sus programas, y la publicitan como propia en los media.Todo hace pensar que será tenida en cuenta.

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6

El muro de Berlín cayó por el empeño de los ciudadanos que se dirigieron a élpara cruzarlo, tras difundirse el rumor de su inminente apertura (según declaracionesdel ya fallecido Guido Bruner, ex Embajador de la RFA en España). Para Albert O.Hirschman, autor de la fenomenología de la participación “salida, voz y lealtad” apare-cen confabulados en el proceso que lleva al colapso del régimen de la RDA (verHIRSCHMAN, 1994). En su opinión, las salidas masivas se producían por la “incapa-cidad y declive de la autoridad estatal con lo cual los ciudadanos empezaron a manifes-tarse contra el régimen, por primera vez desde 6-1953”. Gritos: “Queremos irnos”(junio). Cambian rápidamente las lealtades de la población. “Cuando se abre por la fuer-za una oportunidad de salida, previamente no accesible, la gente puede experimentarnuevos sentimientos de poder”. En septiembre ya gritan “Nosotros somos el pueblo”(Voz y salida y unidad alemana). Rumores de “solución a la China”, pero la policía nointervino y la autoridad se hace añicos. La “voz” cristaliza en la manifestación de500.000 personas en Berlín oriental el 4-11-1989 en petición de elecciones libres y lalibertad para viajar (salida). Gritos: “Nos quedamos aquí”, “no conseguiréis libraros de

nosotros”. Cinco días más tarde al correr el rumor (entre policías y manifestantes) deque se habría el muro al libre paso, el tumulto se impone, ya sin resistencia y se des-borda la situación de forma irreversible.

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d) Ganancias parciales y costes: El todo o nada se resuelve general-

mente con el fraccionamiento de las ganancias o pérdidas de la tabla rei-vindicativa. Por tanto, en la mayoría de los casos no hay un claro ven-cedor y, al menos aparentemente, todos ganan algo. La intervención deun mediador (tertius gaudens) –un “hombre bueno” (en ocasiones, elpresidente del Consejo Económico y Social) cambia también la estruc-tura del juego, evitándose así la confrontación directa. En los conflictossindicales tenemos ejemplos de sistemas de arbitraje. Habitualmente,con la satisfacción parcial de las peticiones o su reconocimiento verbal,y la inclusión de las propuestas en programas (cooptando a líderes ydividiendo organizaciones).

¿Cuáles son las posibilidades de éxito si se recurre a la movilización

y cuáles son dichas posibilidades si no se recurre a esta particular formade presión? Mc.Canell (citado por Tilly, 1990, 184), por ejemplo, esti-ma que los manifestantes obtienen los objetivos de la protesta el 60%de las veces (en EEUU años 70). Pero ¿qué objetivos, los mínimos o losmáximos?, ¿a qué precio? No todos los logros son calculables, tangibleso inmediatos. La medición del término “éxito” es de por sí arriesgadaya que muchos de los llamados “éxitos o fracasos” se ocultan a las baseso a la ciudadanía, no son generalizables y, por añadidura, las percepcio-nes son siempre subjetivas y socialmente segmentadas. Un análisis másdetallado nos muestra que en la mayoría de los casos, y al igual que enlos procesos de negociación, los éxitos y fracasos de los contendientes

son siempre múltiples y parciales. Los estudios de L. Kriesberg (1975)barajan diversos supuestos que intervienen en ellos así como los dife-rentes “juegos” posibles para la resolución favorable a los mismos. Encuanto a la pregunta ¿sirve de algo la acción colectiva? cabe pensar queel conocido dicho de “quién no llora, no mama” se cumple sobre todocuando se trata de pedir a Estados corporativos o estados incluso bené-volamente débiles convertidos en Estados Maná. Tilly nos podría orien-tar, al concluir que la EOP es más favorable para los que desafían alpoder que para los que no lo hacen: “Allí donde las instituciones polí-ticas proporcionen múltiples espacios para plantear reivindicaciones,las élites están divididas, la represión es débil y existen canales sólida-

mente establecidos por donde encauzar eficazmente las reivindicacio-nes” (TILLY, 1998, 38). En este caso hablaríamos de gobierno débil odesde una visión más común, sensible a los intereses de los gobernados.

En relación con los procedimientos informales y estrategias domi-nantes del poder respecto a los desafiadores, Kriesi define como estra-tegias excluyentes (represivas, confrontadoras, polarizadoras) o integra-doras (facilitadoras, cooperadoras, asimiladoras), y asegura que éstasdesarrollan su propia lógica, con independencia del marco institucionalformal. El impacto de los MS sobre el sistema puede incluir el recono-cimiento del movimiento social como actor legítimo ( procedural impacts), o un cambio o giro de la política ( substantive impacts), o una

transformación de la propia EOP ( structural impacts) (KRIESI, 1992,

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118-120). En general los tres elementos intervienen en menor o mayor

medida. Por ello, los conflictos, más que resolverse del todo, se desac-tivan o incluso se congelan y aparcan. En todo caso los actores intervi-nientes ganan o pierden fuerza (o incluso poder).

Si el conflicto se alarga, todos pierden mucho. Largos conflictos,con altos costes (expedientes, multas, despidos, detenidos, etc.) huma-nos y económicos (a veces para la producción, salarios), van perdiendoeco en la opinión pública por cansancio, falta de imaginación entre laspartes, etc. En el ámbito sindical, por ejemplo, se dice entonces que elconflicto se pudre. De sobra conocidos son los conflictos cuyos costesexceden a los beneficios conseguidos, como, por ejemplo subidas sala-riales mínimas tras largos conflictos, en donde los trabajadores pierden

gran parte de su salario. A ello hay que añadir el polémico papel de los freeriders o gorrones (Olson), que sin secundar una huelga perciben loslogros generales de los que se implicaron en ella. Igualmente la exis-tencia, en ocasiones, de servicios mínimos del 100% impide conocer elapoyo real a una tabla reivindicativa. En este caso, ¿los que cumplen losservicios mínimos se contabilizan como huelguistas o no? De serlo seexagera la huelga, de no serlo se minimiza. En condiciones democráti-cas normales (libertad de huelga sin coacciones administrativas, patro-nales o sindicales), ¿qué porcentaje apoyaría la huelga?

La historia de las sociedades está definida por un oscuro entramadode causalidades y casualidades, tanto individuales como colectivas. A su

vez, todo proceso de mayor o menor consenso desemboca en un nuevoproceso conflictivo, con nuevas decisiones, nuevos problemas, con nue-vas relaciones de poder e influencia entre los actores, con viejos interesesy nuevos protagonistas, en un contexto de memoria o amnesia por partede la ciudadanía. Cambian las demandas, cambian los actores y cambianlos repertorios. “El conflicto es un proceso dinámico, sujeto a la perma-nente alteración de todos sus elementos. A medida que se desarrolla sudevenir cambian las percepciones y las actitudes de los actores que, enconsecuencia, modifican sus conductas, toman nuevas decisiones estra-tégicas sobre el uso de los recursos que integran su poder y, a menudo,llegan a ampliar, reducir, separar o fusionar sus objetivos” (MANS-

BACH & VASQUEZ, 1981, en ENTELMAN, 2002, 173). Respecto alrepertorio de la acción, “las huelgas, sentadas, reuniones de masas, yotras formas de exigir cambios, enlazan entre sí identidades bien prede-finidas y producen incesantes innovaciones hasta el punto de cambiar, ala larga, su configuración, ya que acumulan sus propias historias, memo-rias, tradiciones, leyes y prácticas rutinarias. En resumen, los repertoriosson productos culturales que aunque evolucionan históricamente tien-den a ser fuertemente restrictivos a los cambios” (TILLY, 1998, 29).

2–Los poderes destinatarios del conflictoGran parte de la movilización, en tanto que demostración de fuer-

za, va dirigida a un poder concreto. Se hace, o al menos se intenta, la

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entrega de escritos, tablas reivindicativas, o pliegos de firmas y lectura

de comunicados. Ello implica, por tanto, que las organizaciones convo-cantes intenten que el punto de llegada de la manifestación, o el lugarde concentración, se encuentre ante un edificio público o privado con-creto. Con la presencia física de “las masas” ante el edificio se respalday presiona, apoyando la petición o queja planteada por la comisión derepresentantes o delegados elegidos al efecto. De una u otra forma, uncolectivo intenta intervenir en un proceso de decisión en donde en unoscasos no participa, y en otros lo hace en posición de minoría.

En el caso de Madrid, se añade el hecho de su capitalidad, lo queconvierte la ciudad en un espacio de alta densidad institucional. Elmovimiento centrípeto observado en las convocatorias se debe, en gran

medida, al espacio que ocupa en el centro de la ciudad el conjunto desedes de la Administración local y de las instituciones autonómicas. LaAdministración central del Estado se sitúa en el centro geográfico ysimbólico de la capital7. Históricamente, para los ciudadanos, los edifi-cios institucionales han sido la representación física del poder. Por estemotivo, ante ellos se concentran todo tipo de quejas, demandas, reivin-dicaciones o protestas. En el caso de ser poderes privados (económicos),los edificios elegidos para recibir la presión serán sedes de empresas,fábricas, empresas filiales, repartidas en la ciudad y periferia.

2.1- Estudio empírico: protestas ante los poderes públicos

A continuación, contabilizaremos las demandas colectivas que seformulan físicamente ante las sedes de la Administración Pública yotros poderes.

De la muestra que disponemos (elaboración propia) del total demanifestaciones celebradas en Madrid-1975/2002 (Nm = 7.162) seobserva que cerca de un 40% (nm = 2.789 casos) de las convocatoriasde grupos políticos o movimientos sociales se desarrollan ante algúntipo de Administración Pública. Son convocatorias cuyo destinatario esinequívocamente poder administrativo institucional. A estas reunionespúblicas asistieron el 20,2% (np = 5.059.000) del total de participan-tes en el mismo escenario y periodo (Np = 25.067.000). No se inclu-

yen por tanto los casos en que las demandas hechas también a poderesde decisión públicos tienen expresión en un espacio o itinerario más omenos distante de las sedes destinatarias.

Respecto a la metodología utilizada para el estudio que sigue,cabría objetar la representatividad de la muestra o la fiabilidad de losmétodos usados para contabilizar los asistentes a las mismas. Cierta-mente, al no contar con datos oficiales, los sesgos parecen inevitables,

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7 Ese “centro urbano”, noción sociológica definida en sus cuatro niveles: económi-co, político, ideológico y medio social” (CASTELLS, 1979, 278) ocupa en Madrid, laalmendra central y el eje del Paseo de la Castellana).

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pero a nuestro parecer asumibles, dado que utilizamos una muestra de

entre el 30% y 55% del total de manifestaciones celebradas al año enun territorio determinado. Respecto al cálculo de multitudes, la meto-dología aplicada aquí combina diversas técnicas al uso, ya explicadas enanteriores trabajos (ADELL, 2003). Estudiada la diversidad de fuentes,la magnitud de la cifra final de asistentes, podría reducirse en un terciode las aquí facilitadas, si atendemos a fuentes oficiales (habitualmenteminimizadoras del disenso), o multiplicarla incluso hasta diez si por elcontrario diéramos por válidas las habituales cifras propagandísticas delos organizadores de las protestas. Aún siendo un sesgo importante,también los encontramos hoy en la aplicabilidad de la propia doctrinade la Ciencia Política, en donde la cívica y sagrada matemática del

escrutinio electoral o las mayorías absolutas parlamentarias, determi-nantes en ambos casos de todo el poder ejecutivo, fallan en su fiabili-dad o aplicación8. Consideramos que si la muestra estudiada es signifi-cativa, la movilización es un indicador macrosocial objetivo como loson por ejemplo, la tasa de paro para un estudio económico-social o laproporción de inmigrantes para un estudio sobre identidades locales.

Un estudio más detallado de las reivindicaciones del 60 % del restode manifestaciones de la muestra (y cerca del 80% de manifestantes),nos permitiría encontrar muchos más casos cuyo destinatario es algunainstitución pública, ya que por razones circulatorias, de distensión,gubernativas o judiciales muchas movilizaciones no se realizan delante

del destinatario físico o simbólico. Igualmente gran parte de los desti-natarios de los conflictos son corporaciones empresariales privadas(Ctne/Telefónica, Renfe, Síntel, Emt, etc.). Ello se comprueba en elmovimiento obrero o sindical. Actualmente, tras las privatizaciones,muchos organismos mantienen el calificativo de mixto, siendo el des-linde entre público y privado mucho más complejo. Conviene recordaraquí, que “el Estado Keynesiano, al romper definitivamente con ladicotomía público/privado, estatalizando todos los resquicios del acon-tecer cotidiano crea una nueva sociedad civil orientada hacia la exigen-cia de responsabilidades a aquellas instituciones públicas que son capa-ces de resolver colectivamente las demandas y expectativas privadas

cotidianas, incluso íntimas” (ALONSO, 1991, 80). Igualmente, “lacoexistencia segregada entre estado y mercado, bajo tensiones de tama-ño relativo, da paso a nuevas dialécticas entre regulaciones públicas,mercantiles, asociativas y comunitarias, compitiendo por unos mismosespacios de influencia y conformación social” (IBARRA, MARTÍ,GOMÁ, 2002, 112). En todo caso, el estudio de los destinatarios pri-

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8 Resulta aquí inevitable mencionar la polémica victoria de G.Bush-II sobre AlGore (7-11-2000) y el bochornoso boicot de los resultados electorales del 25 de mayo2003, en la Asamblea de Madrid, con la fuga de Tamayo y Saéz de las filas del PSOE yla repetición de la convocatoria.

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vados del conflicto merece un estudio aparte, y no se recoge en el pre-

sente artículo.De lo observado en el estudio, vemos que las demandas se dirigena diversos tipos de organismos públicos o en sus diferentes niveles terri-toriales.

a)– Poderes locales:Ayuntamiento, Juntas Municipales de Distrito, Emv, Gerencias,

Concejalías, etc.b)– Poderes autonómicos:Presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid, Asamblea de

Madrid, Consejerías, Ivima, etc.

c)– Poderes centrales:Administración central (Presidencia del Gobierno, Ministerios,Direcciones Generales, Gobierno Civil o Delegación de Gobierno),ejército (Cuarteles, Capitanía, Cuartel General del Ejército, EstadoMayor, hospitales militares, etc), comisarías de policía, poder legislati-vo (Congreso de Diputados, Senado).

d)– Poderes extranjeros:Delegaciones diplomáticas extranjeras (Embajadas y Consulados).e)– Poder judicial :

 Juzgados, Tribunal Supremo, Magistratura de trabajo, AudienciaNacional, Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Constitucional,

etc.Otros: Defensor del Pueblo, sedes de partidos políticos, etc.

Todas estos poderes públicos generan a su vez –en cooperación, com-petencia o desafío– un tejido asociativo, corporativo y sectorial y terri-torial que actúa en cierto modo de contrapoder. Partidos políticos y sin-dicatos son el ejemplo más institucionalizado. Rodríguez Giralt afirmaen este caso, respecto a los nuevos movimientos sociales, que les caracte-rizan “sus prácticas de resistencia, de redefinición de la vida política,pública o cotidiana, se estructuran en torno a las condiciones y carto-grafías por las que el poder actual se vehicula. (…) las condiciones para

el control y la uniformidad sirven también para constituir nuevas prác-ticas de libertad, organización y alternativa” (RGUEZ. GIRALT, 2002).

Seguidamente veremos a qué poder concreto se dirigen las peticiones.

2.2–Niveles: local, autonómico, estatal e internacionalEn los últimos años se constata el aumento de las convocatorias

(muchas sin comunicación previa) ante edificios públicos. Los temasreivindicativos son múltiples y variados pero, en el caso que aquí nosocupa, mayor interés ofrece el analizar a qué “poder” se dirigen las pre-siones. La hipótesis previa parte de la idea de que un alto número de

convocatorias y movilizados en dichos lugares no se debe precisamente

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a actos de adhesión, excepto las movilizaciones ante representaciones

diplomáticas, en donde sí pueden darse casos de este tipo particular deapoyo, y de algunas movilizaciones contra el terrorismo. A continua-ción, vemos a qué poder concreto se dirigen las peticiones, detectandode forma más precisa el ámbito territorial afectado por el conflicto.

Los conflictos dirigidos al poder central (incluyendo justicia, mili-tares9) alcanzan el 46,8% de las convocatorias ante las administracionesy poderes públicos, recogen el apoyo del 46% del total de asistentes. Porsu parte, los conflictos de ámbito municipal y autonómico, propios de laorganización local, abarcan juntos sólo el 42% de las convocatorias (y el52,2% del total de asistentes). El resto correspondería a convocatorias deprotesta contra la política de otros gobiernos internacionales.

Cuadro: 1

PODERES PÚBLICOS DESTINATARIOSDE LA PROTESTA

nº manifestaciones % m nº asistentes % aa)–LOCALES O MUNICIPALES:Ayuntamiento, Juntas Municipales de Distrito, Emv,Gerencias, Concejalías, etc. 592 21,23 950.300 18,79b)–AUTONÓMICOS:Presidencia Comunidad Autónomade Madrid, Asamblea de Madrid,Consejerías, Ivima, etc. 581 20,83 1.692.200 33,45

c)–CENTRALES O ESTATALES:Presidencia del Gobierno,Ministerios, Direcciones Generales,Congreso de Diputados, Senado,Gobierno Civil o Delegación de Gobierno,dependencias militares, etc. 1.040 37,29 2.291.600 45,30d)–INTERNACIONALES:Embajadas y Consulados 310 11,12 87.500 1,73e)–PODER JUDICIAL: Juzgados, Tribunal Supremo,Magistratura de trabajo,Audiencia Nacional,Consejo G. Poder Judicial,Tribunal Constitucional, etc. 266 9,54 37.200 0,74TOTAL ante PODERES PÚBLICOS 2.789 100% 5.058.900 100%

% respecto al total Muestra M-1975/2002 38,9% 20,2%

Hemos añadido también un apartado propio para las movilizacio-nes ante tribunales y juzgados aunque sólo alcance esta característica auna de cada diez movilizaciones. Se observa aquí también la judiciali-zación del conflicto. Al inicio de la transición política, son concentra-ciones de solidaridad contra despidos de magistratura y por la libertad

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9 Se incluyen aquí en administración central un 3,1% de convocatorias ante edifi-cios militares (cuarteles, Capitanía, Cuartel General del Ejército, Estado Mayor, hospi-tales militares, etc.) con un seguimiento del 0,6% de los participantes ante las admi-nistraciones.

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de los acusados en juicios sumarísimos. Los protagonistas han sido muy

diversos, destacando los afectados por el síndrome tóxico (Colza) en exi-gencia del cobro de indemnizaciones, los afectados de la cooperativa deviviendas PSV. También son numerosas las convocatorias por la libertadde presos (presos de ETA y GRAPO, okupas, etc. y detenidos en mani-festaciones, por ejemplo). En los últimos años las presiones en exigen-cia de justicia se trasladan a la Audiencia Nacional y a los juzgados dela plaza de Castilla.

En la búsqueda de tendencias movilizadoras, en el Cuadro 2 vemosla evolución temporal de la movilización ante los poderes públicos, enseis años concretos (espaciados entre sí, en periodos de cinco años).

En esta muestra los poderes centrales siguen confirmándose como

los destinatarios de más quejas. Aunque también vemos cómo bajanprogresivamente las protestas contra los poderes centrales y aumentanlas dirigidas contra las de nivel autonómico conforme se produce la des-centralización del Estado (desde 1979 y en Madrid, desde 1983). Lasprotestas ante los distintos organismos de la CAM alcanzan en el 2000el 27,3%, con un porcentaje similar de asistentes. Ello confirmaría queexiste un proceso de descentralización. Respecto al ámbito local, lasdistintas gestiones municipales (Tierno, Barranco, R. Sahagún, Manza-no) han tenido igualmente conflictividades propias. En ese espacio tem-poral se produce el paso de un movimiento vecinal solidario y politiza-do a un movimiento ciudadano corporativo que pide más servicios y

menos impuestos. Gran parte de la movilización local esta protagoni-zada por los conflictos sindicales propios de la plantilla de funcionariosy eventuales (policía municipal, bomberos, trabajadores de transporte oservicios de limpieza, etc.). En el cuadro que nos ocupa, las reclamacio-nes al ayuntamiento tienen un alto porcentaje de convocatorias en 1990(con un 28% del total ante administraciones en dicho año10) y en par-ticipación, 1995, con un 59,6 %11.

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10 Principalmente por las numerosas movilizaciones contra el tráfico de drogas,demanda de más seguridad ciudadana, derecho a la vivienda y contra la especulación ocontra realojos, que se iniciaron con fuerza desde 1989.

11 La alta participación ciudadana de ese año se debe a la coexistencia de diversosconflictos como son, la exigencia de cumplir los acuerdos con los funcionarios (tercerapaga), contra la incineradora de Valdemingómez, por la firma del convenio del metro,contra los realojos, contra la apertura de C:A.Drogodependientes, etc. También se inclu-yen varias concentraciones de apoyo institucional a nivel local contra el terrorismo.

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Cuadro: 2

MOVILIZACIÓN SEGÚN EL ÁMBITO TERRITORIALDEL PODER DESTINATARIO:

(Madrid, elaboración propia)

ÁMBITO:MANIFESTACIONES:

a) b) c) d)Años Municipal Autonómico   Central Internacional Judicial TOTAL nº

1975 10 - 80 0 10 100% ( 10)1980 16,7 - 76,7 3,3 3,3 100% ( 30)1985 5,7 8,6 37,1 34,3 14,3 100% ( 35)1990 28 15,9 47 4,9 4,3 100% (164)1995 22,4 16,1 31,2 13,7 16,6 100% (205)2000 18,2 27,3 33,9 12,4 8,3 100% (121)TOTAL 21,59 16,81 40 11,33 10,27 100% (565)

ASISTENTES:Años Municipal Autonómico   Central Internacional Judicial TOTAL nº

1975 1,8 - 86,1 0 12,0 100% (8,3)1980 3,9 - 95 0,2 0,9 100% (28,4)1985 2,0 2,7 67,1 23,5 4,8 100% (35,6)1990 37,5 16,8 42,8 2,2 0,7 100% (53,8)1995 59,6 12,5 20,9 3,2 3,9 100% (178,6)2000 12,8 27,2 54 5,1 0,8 100% (102,5)TOTAL 34,78 14,81 42,68 5,03 2,71 100% (407,2)

a)–Poderes públicos locales: Ayuntamiento, Juntas Municipales de Distrito, etc.b)–Poderes públicos autonómicos: Comunidad Autónoma de Madrid, Asamblea de Madrid, Con-sejerías, Ivima, etc.

c)–Poderes públicos centrales: Presidencia del Gobierno, Ministerios, Gobierno civil y militar,Congreso de Diputados, etc.d)–Poderes públicos extranjeros: Delegaciones diplomáticas, Embajadas, Consulados, etc.e)–Poder judicial: Juzgados, Tribunal Supremo, Magistratura de trabajo, Audiencia Nacional,Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Constitucional, etc.

Además de observarse un progresivo aumento de la conflictividadante organismos de la Administración central y poderes estatales,vemos que en cada uno de los seis años dichos organismos e institucio-nes son los que sufren mayor presión (a excepción de la participación en1990). Se trata de un sin fin de demandas (algunas acompañadas defuertes campañas de movilización) procedentes de sectores políticos ymovimientos sociales, dirigidas a Ministerios, Congreso de Diputados,Presidencia del Gobierno, y otros organismos del Estado. El Ministerioque mayor número de convocatorias y asistencia “sufre” es sin duda elde Educación (al menos 156 manifestaciones con 174.300 asistentes)12,seguido del de Sanidad (108 actos y 170.100 participantes), justicia,industria, asuntos exteriores y del MOPU.

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12 De estos 156 casos, un 55,7% están convocadas por sindicatos (con un 30,8%de asistentes), un 33,3% por estudiantes (y un 28,3%de asistentes). Los padres y lasAPAS protagonizan el 5,9% de las convocatorias con el 32,1% de asistentes. Un 4,5%están convocadas por la derecha política o de tipo corporativo (Conferencia Episcopal,etc.) con un 6,3% de los participantes (no se incluyen aquí las dos macro-manifesta-ciones contra la LODE que se celebraron con otro recorrido).

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Mención aparte (al no estar incluidas como poderes públicos) mere-

cen las concentraciones ante sedes de partidos políticos o ante el lugaren el que estos celebran sus congresos (generalmente cuando están en elgobierno). En nuestro estudio (periodo 1975/2002), hemos recogido almenos 115 casos de protestas ante las sedes o congresos de UCD, PSOE,PP (con un total de 109.900 manifestantes). De ellas el 3,6% se cele-bran ante la sede de UCD, el 34,7% ante la del PSOE (c/ Ferraz 70), yel 61,7% ante la del PP (c/ Génova 13). Respecto a los participantes,las cifras alcanzan el 9,7%, el 32,2%, y el 58,1% respectivamente. Enel caso del PP se incluyen cinco movilizaciones de apoyo (celebraciónde victorias electorales) en las que participan un tercio de los que lohicieron ante su sede. Ante la sede de PCE e IU no se han celebrado

manifestaciones a excepción del entierro de Dolores Ibárruri (La Pasio-naria), el 16-11-1989, cuyo cortejo de 50.000 personas partió desde lasede del PCE, en calle Santísima Trinidad.

2.2.1–De lo local a lo global: los poderes internacionales.

Analizaremos con más detalle la evolución de la protesta antedependencias consideradas internacionales, embajadas y consulados,con la observación del Gráfico 1. Tenemos la evolución cronológica delnúmero de movilizaciones y asistentes año, durante el periodo

1975/200313, así como la tendencia de crecimiento lineal de ambasmagnitudes. En cuanto al número de movilizaciones destacan las cús-pides (por este orden) de 1995 (Contra las pruebas nucleares de Franciay China, Contra la masacre de Chechenia, Alto a la represión en Chia-pas), 1999 (Por el fin de las matanzas en Timor, Libertad Kurdistán-Oçalán, Contra la pena de muerte-J.Martínez, Por el fin de bombarde-os a Kosovo), 1991 (Por el referéndum del Sahara, Contra la guerra delGolfo, Contra represión al pueblo kurdo), 1988, y 1982. Las crestas ydientes de sierra tienen una cierta coincidencia con los años electorales.Igualmente se puede intuir, que cuanto mayor es la movilización por“temas nacionales” o próximos, menor es la movilización de solidari-

dad, por temas más distantes.Respecto a la participación en dichas convocatorias sobresalen

igualmente el año 2003 (contra la guerra de Irak), 1999, y los años1983 (Contra el despliegue de misiles Cruise y PershingII) y 1985(Contra la visita de Reagan, Bienvenida al C. Ortega-Nicaragua).Recordemos aquí, que las grandes manifestaciones contra las guerras (yen contra de la política exterior de determinados países) no se autorizan

93

13 Un total de 324 movilizaciones con 104.600 participantes. Incluimos por tantoen este gráfico, la cúspide movilizadora del 2003, con protestas ante las embajadas delos países participantes en la guerra en Irak.

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delante de las sedes diplomáticas, para evitar incidentes o presiones,

con lo cual quedan aquí incluidas o cuantificadas.

De una mayor movilización ante representaciones diplomáticaspodemos deducir a) una mayor solidaridad internacional por parte delos ciudadanos, y b) la percepción de un mayor peso del “poder” inter-

nacional (otro efecto de la globalización).La representación diplomática que sufre una mayor presión en

forma de protesta es, principalmente, la de los Estados Unidos de Amé-rica (sobre todo en 1985, año de la visita de R. Reagan a España). Anteesta embajada se han celebrado un 19,4% del total de movilizacionesante sedes diplomáticas (con el 31,9% del total de manifestantes antelas mismas). Las intervenciones bélicas directas de EEUU (Grenada,Nicaragua, Libia, Yugoslavia, Irak, Afganistán, de apoyo a Israel, etc.)y, en las de tipo indirecto en Centroamérica (Salvador, Guatemala,Colombia, etc.) explican la amplia contestación que reciben. Y ello, asabiendas de que no siempre se autoriza la celebración de estas concen-

traciones y en todo caso son controladas por un amplio dispositivo poli-

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cial al considerarse zona de alto riesgo14. También han sido numerosas

las protestas ante las legaciones (por este orden) de Francia, Marruecos,México, Chile, Argentina, Reino Unido, Israel, Cuba, etc. por diversostemas15. Entre las muestras de solidaridad en los inicios de la transicióndestacan: solidaridad con Uruguay (1977), con la OLP, Chile y, princi-palmente, Argentina (1979), Frente Polisario, Palestina, Líbano, etc. LaConferencia de Seguridad y Cooperación Europea (CSCE), celebrada enMadrid en 1980, y que se prolongó durante casi dos años, recibió tam-bién testimonios y quejas de colectivos de extranjeros e inmigrantes.

Un aspecto más reciente de la protesta internacional, que se hadado en llamar “la protesta nómada” o “turismo radikal” merece unestudio aparte ya que supera en su dimensión urbana a la concentración

ante una sede internacional. Tiene más parecido al tipo “marcha esta-tal”, convirtiéndose en “marchas internacionales”, sobre Bruselas, Seat-tle, Praga, Génova, o Tesalónica. Por un módico precio, los jóvenes via-jan miles de kilómetros para asistir a una convocatoria ocontra-cumbre. En general forman parte del “Movimiento Anti-globa-lización”, en construcción. Refiriéndose a las nuevas protestas antiglo-balización, Valverde señala como elemento a destacar que “las protestasno fueron dirigidas contra los Estados nacionales, sino por el contrariocontra organismos financieros internacionales, como es el caso de laOrganización Mundial de Comercio (OMC), el Banco Mundial, elFondo Monetario Internacional, etc. que son las máximas “caras visi-

bles” del sistema financiero mundial que encarna la globalización. Sibien las protestas contra estos organismos no son nuevas, sí lo es quehacia ellos se focalicen las demandas con tal nivel de masividad en lugarde dirigirlas hacia los estados nacionales. Por esta misma razón, no sonorganismos políticos nacionales los destinatarios de las protestas, sinopor el contrario económicos internacionales, lo que desnuda ante la opi-nión publica cuáles son los verdaderos depositarios de las decisiones”(VALVERDE, 2000). No se cuantifican aquí tampoco las movilizacio-nes de solidaridad internacional, cada vez más numerosas, celebradas enlas calles céntricas de la capital (y no ante embajadas) con ocasión igual-mente de cumbres internacionales.

En muchos casos se reclama ante administraciones o poderes públi-cos que no tienen competencias concretas para solucionarlas (por ejem-plo los ayuntamientos y la inseguridad ciudadana, tráfico de drogas,etc.). Cabría señalar también que la proximidad geográfica de losmadrileños con las instituciones políticas centrales del Estado, posibi-

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14 De las 67 manifestaciones (de más de 21 personas) ante la embajada de EEUU,se producen incidentes en una cuarta parte de ellas, “participando o viéndose involu-crados” las tres cuartas partes del total de manifestantes ante dicha sede.

15 Por ejemplo, ante la delegación de Francia destacan, principalmente, el rechazoa las pruebas nucleares de Mururoa (1995/1996) y por los conflictos con la fruta y laquema de camiones (1983, 1987, 1993, 1996, 1997). También contra las extradiciones

(1984, 1988) o por conflictos sindicales (Peugeot, Alsthom, Liceo Francés, etc.).

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lita que algunas demandas de carácter local o regional se dirijan direc-

tamente a instancias superiores (saltándose así otras administracionesintermedias). Agotadas las posibilidades de lograr un acuerdo con unaadministración, los convocantes recurren también a presionar a otrosdestinatarios (en principio sin capacidad de decisión) para que estosejerzan la presión. Igualmente se intenta ganar el apoyo de la opiniónpública utilizando a veces originales repertorios. Un ejemplo especta-cular de ello lo protagonizaron los vecinos de la colonia de Cerro Bel-monte (Distrito de Tetuán), que, al no ser recibidos por el Ayunta-miento, se dirigieron a las embajadas de Irak y Cuba a pedir asilo.

2.2.2.–El motín de Cerro Belmonte

Fue un conflicto atípico y no convencional, en un problema localadquirió dimensiones internacionales. Se trata de la lucha vecinal quelos vecinos de Cerro Belmonte (Tetuán y Peña Grande) llevaron a caboen 1990. Los 125 vecinos afectados, liderados por la abogada EstherCastellanos, acusaron al Ayuntamiento de Madrid de especular con susterrenos al expropiárselos a 5018 ptas/m2 cuando luego se venderíanpresumiblemente a más de 200.000. El 25 de julio de 1990, al no serrecibidos en el Ayuntamiento se dirigieron a la Embajada de Cuba (paratener más eco). Pidieron asilo y se les dijo que no existía convenio conEspaña pero que se transmitía la petición a Fidel Castro. Al día siguien-te y en pleno “conflicto de Embajadas” con España (9 refugiados en la

Habana), Castro leyó la carta entregada por los vecinos en su largo dis-curso de 37º Aniversario del Asalto al Cuartel de Moncada. El 29, cele-braron una fiesta de música salsa con representantes de la Embajadacubana, en agradecimiento a la invitación de Castro para que se insta-lasen o visitasen Cuba. Finalmente, la invitación se concretó en 15 via-jes de diez días para visitar Cuba, que se sortearon (ya que a priori losvecinos no querían instalarse allí). El 18-8 Fidel les recibe personal-mente. Mientras, siguen con el corte de los accesos (dos veces al díadurante tres meses) a la Colonia e impiden la construcción de un puen-te, con pancartas: “Cuba, gracias por vuestra acogida”. Piden la media-ción del Rey mientras hacen trámites para declararse Estado Indepen-

diente (referéndum el 5-9). El 5 de septiembre se entrevistan con elembajador de Irak y se ofrecen de mediadores para repatriar a madrile-ños. El 18, dos vecinos resultaron heridos leves al ser arrollados por unvehículo que intentó saltarse la barricada. El 12 presentan un Gobier-no de Transición, bandera, Constitución, etc. (Reino de Cerro Belmon-te, Principado de Villaamil, Condado de Peñagrande). El 27, el alcaldeRodríguez Sahagún invita a la dirigente vecinal a dirigirse al Pleno dela corporación mientras que, paralelamente, sesenta ancianos de CerroBelmonte siguen en huelga de hambre. Finalmente se pactó una solu-ción, desactivándose el conflicto.

El desarrollo de este conflicto nos muestra la complejidad a la que

puede llegar un problema municipal a priori menor (poco más de un

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centenar de afectados). Al no ser escuchados por las autoridades muni-

cipales, recurren a ganarse a la opinión pública causando el mayorimpacto posible. Se combinan repertorios más típicos del movimientookupa (liberación y autonomía de espacios), con la negociación, con laimplicación de actores externos. La proyección internacional (oportuni-dad) vino de la utilización propagandística que, del problema, hace elpropio Castro. Inevitablemente el conflicto entró en la agenda de lospoderes.

3– Las marchas a/sobre la capitalAntes hemos visto que el análisis de las convocatorias ante edificios

públicos nos permite conocer a qué administraciones o poderes se diri-

gen las reivindicaciones y cuáles han sido los temas más movilizadores.Seguidamente nos fijaremos en dos tipos del repertorio de la accióncolectiva como es la “marcha a Madrid” y las “convocatorias nacionaleso estatales” en la capital. A priori, los primeros, son conflictos cuyostemas no afectan directamente a la vecindad de Madrid, pero por estaren la capital numerosos “centros de poder” decisorios, públicos y priva-dos, importan la conflictividad de afectados foráneos. En el segundocaso, la convocatoria-estatal, la ciudadanía madrileña se vuelca en par-ticipar en mayor medida, siendo entre un 30% y un 70%, según elcaso, del total de asistentes. El resto, desembarca en Madrid, general-mente en sábado, por carretera (autobuses y coches), tren o avión.

Para delimitar el análisis empírico, nos fijaremos en el periodoreciente de 1982-2003 (simplificando: un año de gobierno UCD, cator-ce del PSOE y siete del PP), en donde estudiaremos 482 casos de mar-chas. Distinguiremos entre las “marchas a Madrid” (que llegan a lacapital desde un punto de origen), con 162 casos (y 853.190 asistentes)y las “marchas sobre Madrid” que convergen en la capital desde variospuntos de origen (320 casos con 3.130.800 participantes).

La primera tipología “a Madrid” supone que un colectivo (de tra-bajadores, mineros, agricultores, pueblo, etc.) decide trasladarse aMadrid (sede de la administración central y de los poderes públicosestatales), desde su localidad o autonomía para manifestarse16. Parten

de un punto, en muchas ocasiones a pie, para dirigirse a un ministerioo empresa. Suelen ser conflictos muy intensos y concretos en origen yque afectan a la supervivencia de una empresa o localidad entera. En el

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16 No se incluyen por tanto, las marchas que parten de Madrid a un punto “exte-rior”, como por ejemplo, las llamadas “Marcha a la base EEUU” de Torrejón de Ardozque se convocaron de 1981 a 1992, y excepcionalmente en el 2003, y cuyo record deasistencia se produjo en 1986 con 65.000 personas que se concentraron en la salida,participaron en la marcha a pie de 12,5 Km, o fueron en vehículo a la llegada. Tambiénla extrema-derecha celebra la “Marcha Azul” de 50 km, a pie, al Valle de los caídos enhomenaje a José Antonio.

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ámbito sindical los ejemplos son numerosos17. Las marchas se realizan

en autobuses e incluso a pie, desde la sede de la empresa en conflicto, ypueden tener varios días de duración. Muestran a la opinión públicahasta dónde puede llegar un colectivo o un pueblo para defender suspuestos de trabajo. En cada etapa reciben el apoyo solidario, anímico ymaterial de otros colectivos e instituciones. Movilizan a comarcas ente-ras y reaccionan contra la falta de inversión en “empresas en declive” ysus sucesivas reconversiones. Una de las más recientes fue la del 23-2-2003, en que miles de gallegos viajaron a la capital para exigir solucio-nes y dimisiones por la catástrofe del petrolero Prestige.

En el Gráfico 2 observamos cómo durante el periodo 1982-2003 elnúmero de “marchas a la capital” aumenta linealmente, mientras que la

tendencia de la participación se mantiene levemente, al menos hasta el2003, en donde se dispara. Respecto al número de movilizaciones des-tacan 1994 (Solución a Suzuki Santana-Linares, Mineros del Bierzo,Contra el expediente de regulación de CASA), 1995 (En defensa de laflota pesquera-fletán negro), y 1992 (Por la reindustrialización, Refe-réndum Estatuto de Aragón, Marcha negra de viabilidad de la minero-siderúrgia de Ponferrada). En el 2003, las posturas enfrentadas con elplan Hidrológico nacional, o el hundimiento del Prestige generaronnumerosas y masivas movilizaciones.

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En cuanto al volumen de la participación, las cúspides se producen

en el 1997 (Marcha del aceite de oliva, del 31-5-1997), en 1983(Defensa de AHM-Sagunto, Trabajadores de Ignacio Soria, Reconver-siones industriales) y 1992. La polémica Ley de Seguridad Ciudadana(Ley Corcuera) que entró en vigor en marzo de 1992 intentaba impedirlos cortes de carretera en las localidades en conflicto (años ochenta) y lareactivación de la “moda” de manifestarse en Madrid, imponiendo fuer-tes multas a los convocantes. Como se observa en el gráfico, lejos de dis-minuir, estas formas de movilización, se revitalizan. El crecimiento delnúmero de convocatorias a partir de los noventa se debe también alauge de marchas desde pueblos de la CAM para dirigirse a la sedes delos poderes autonómicos. Esta sería pues, una dimensión de la capitali-

dad autonómica.Otra de las prácticas habituales, son las llamadas concentracionesnacionales o marchas estatales sobre Madrid. A la centralidad políticadel Estado se añade la facilidad que ofrece la centralidad geográfica y lared radial de transporte. Las calles de la capital son punto de confluen-cia de manifestantes venidos de todo el país, a los cuales se les unencuriosos o solidarios los ciudadanos de Madrid. Los primeros en utilizaresta práctica fueron las organizaciones de extrema derecha con sus con-vocatorias nacionales del 20-N en la plaza de Oriente. Luego pacifistas,sindicatos, estudiantes y un largo etc. El movimiento agrario (elcampo), por sus características rurales también se expresa en forma de

marchas verdes, del aceite, etc. ante el poder urbano (y no habitual) dela ciudad18.Asimismo, en el gráfico 3 observamos cómo durante el periodo

1982-2003 el número de manifestaciones de carácter estatal tiende aaumentar, mientras que la tendencia de la participación crece tan sólolevemente (relación costes de la movilización/éxito). En cuanto a nume-ro de movilizaciones destacan 1995 (Por la alternativa al sistema MIR,Contra las nuevas titulaciones y planes de estudio) y 2001 (Sintel, Con-tra el PHN, Universidad pública y de calidad, Contra ley extranjería,etc.). Respecto a la asistencia, las cúspides se producen en 1983 (Liber-tad de enseñanza-LODE, En defensa de la vida), 1986 (referéndum

OTAN no, Defensa Cámaras Agrarias, Contra desaparición del IP de

99

17 Entre ellas destacan: 25-3-92, “Marcha negra” de mineros de Msp; 26-10-92,“Marcha de hierro” de 18 días a pie, de los trabajadores de Ensidesa; 29-4-94 “Marchaazul” de Suzuki-Santana, etc.

18 Destacan las campañas: Precios justos para la leche-90, Contra la miel de impor-tación-90, Por el fin de la importación de patatas-92, Por la modificación de la fiscali-dad agraria-93, Contra la indefensión de los productos españoles (Boicot a Francia)-93/96, Por la ampliación de la cuota láctea-93/94, Contra la Reforma del Vino-94, Endefensa de la flota pesquera-95, Contra la reforma del mercado del tabaco-97, Por unprecio justo para el algodón-97, Marchas en defensa del aceite de oliva-97/99, Endefensa del maíz-98, Contra el bajo precio del porcino-98, Contra el recorte de ayudasal vacuno-99, En defensa de la modulación-99, Contra la caída de los precios del pollo-99, Por las ayudas al viñedo-99 etc.

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CTNE), 2001 y 2002 (Contra “el decretazo”, Ayudas a agricultores). En

cuanto a movilizaciones y asistentes destaca el año 2001, con 28 mani-festaciones de este tipo y un total de 486.000 asistentes. En 2003, des-cienden drásticamente.

Del total de las manifestaciones de la muestra clasificadas como“marchas a/sobre la capital” (482 casos), el 66,4% (320 casos) son con-centraciones de ámbito estatal (y suponen el 78,6% del total de asis-tentes), con una media de asistencia de 9.780 personas. Los porcentajesrestantes corresponden a marchas que parten desde un pueblo, empre-sa, comarca o autonomía y marchan a Madrid, con una media de asis-tencia por convocatoria, de 5.260 personas.

4–Calle y parlamento: dos escenarios

Tras la fuerte movilización contra la guerra, los resultados de laselecciones municipales y autonómicas (en 13 comunidades) del 25 demayo 2003 han sorprendido a muchos.

Se intuye aquí la existencia de dos escenarios en paralelo, que prác-

ticamente se ignoran el uno al otro o que parecen gozar de autonomía

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y claves propias. Sorprende, en un contexto democrático, la existencia

de esa disociación. Igual que la movilización incluye elementos de con-vicción y pasión entre los que participan, se vota con el pragmatismode la razón (y la economía) y no con el corazón (o los ideales). Cierta-mente la capacidad movilizadora contra la guerra (no exclusiva de IU yPSOE) o el Prestige no se tradujo en el tirón de la izquierda, pero sir-vió –que no es poco, dado el contexto actual (falta de liderazgo, de pro-yecto, divisiones, etc.)– para evitar su hundimiento.

Recientes acontecimientos de transfugismo político (Tamayo ySaéz, en la Comunidad de Madrid, Marbella, etc.) no hacen más queacrecentar el distanciamiento de la ciudadanía respecto a sus represen-tantes políticos y aumentar, por extensión, la desafección hacia un sis-

tema democrático sin capacidad de regeneración, en donde nuevas for-mas organizativas y nuevas demandas (muchas de las cuales parten delos movimientos sociales) se encuentran con un embudo que, lejos deensancharse, se estrecha. Ante este contexto, a los movimientos socialessólo les queda el espacio de la calle. Es el gritar para hacerse oír, el lle-nar los espacios públicos de mensajes y consignas en defensa de unacausa. Se trata de poner sobre la mesa o agenda política una petición enbusca de una decisión. A través de la acción colectiva las organizacionesbuscan el apoyo ciudadano a sus demandas (legitimidad) y la máximarepercusión en los medios de comunicación (visibilidad).

4.1–Un grito en el balcónUn ejemplo de formas participativas de expresión de demandas encontextos de democracia formal avanzada lo tenemos en las campañasde colocación de pancartas en balcones19. Siendo en sí una expresión yavieja en el repertorio de la protesta, cuando cientos de miles de vecinoscolocan individual y miméticamente un “no a la guerra”, “paz” o“nunca mais” en el escaparate público (balcón) de su reducto de priva-cidad (vivienda)20, cabría pensar que nos acercamos a la acción indivi-dual/colectiva de la Telépolis de Javier Echevarría21.

Una vez más, y en el tema que nos ocupa, la pregunta es ¿a quiénse dirige ese modesto pero repetitivo mensaje? El hecho de colocar un

mensaje, incluye un acto volutivo. Se pone porque lo piden una serie de

101

19 Durante la transición política se generalizó en muchos barrios la colocación detextos como “Libertad”, “Amnistía” etc. Igualmente, en las autonomías históricas (yaún hoy en el País Vasco) la colocación generalizada de banderas autonómicas fue claveen el afianzamiento identitario.

20 Parafraseando a “los muros tienen la palabra” (mayo 68), los balcones tambiénhablan: pude observar en la plaza del Carmen, en Madrid, tres balcones consecutivos detres viviendas con textos: “no a la guerra”, “Nunca Mais”, “Ruidos no, no a la prosti-tución”, junto a carteles de gestorías, empresas privadas y publicidad.

21 En un contexto de Telecracia, como “forma de ejercicio del poder, cotidiana y adistancia” (...) “las convocatorias de huelgas de televidentes están al llegar, indepen-dientemente de que no sean previsibles las formas de protesta y de organización que lostelepolitas vayan a adoptar” (ECHEVARRÍA, 1994, 171-172).

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partidos políticos, porque lo pone el vecino, porque, agotadas otras

expresiones, no sabe uno ya cómo quejarse. En todo caso suelen ser sinfirma partidista o en todo caso generalista (plataformas), hechas a manoen la mayoría de los casos y en muchas ocasiones se ponen en familia,pareja etc... con lo cual supone asimismo un acto de identidad y cohe-sión del propio grupo (familiar, edificio, calle, barrio). A diferencia deel antiguo “bocadillo” o las camisetas reivindicativas (frente a las publi-citarias, por ejemplo) como posicionamiento individual, es un outinggrupal (familia-vivienda-barrio) de la ciudadanía sin que a priori se lesrequiera o pida ese posicionamiento e incluso se persiga su exhibición.En definitiva, estos mensajes se dirigen a los conciudadanos y a la opi-nión pública (concienciación), para mostrar así el sencillo y masivo

rechazo a una política determinada. Con ello, se busca la “incomodidaddel poder” (en este caso, el Partido Popular) como castigo al despreciode la ciudadanía. En el caso de la guerra contra Irak, los más indigna-dos y radicalizados practicaron además el “acoso” a las sedes del PP. Conlas pancartas de balcón y la masiva movilización (15 de febrero 200322),junto a la oposición en el Parlamento, el poder inflexible aguantómucha presión. Hoy por hoy desconocemos la efectividad real de esascampañas, pero en todo caso las interacciones sociales que se producenbien merecerían un estudio propio (psico, antropo, sociopolítico con lametodología de Homans en El grupo Humano) por el poso que el éxitoo fracaso de la acción dejan en la memoria ciudadana.

5–ConclusiónHemos intentado en este artículo cuantificar de algún modo la pre-

sión movilizadora en la calle tratando de responder al quién, cómo,cuándo y dónde del proceso de demanda colectiva. Todo ello para avan-zar en el conocimiento de las dinámicas del conflicto y su resolución.Como afirma Tilly, “cuanto más nos alejemos de los efectos evidentesdel conflicto, tales como las pérdidas y ganancias de una huelga, menosinformación sistemática tendremos acerca de las consecuencias de lacontienda en los participantes, sus objetivos reivindicativos, las terceraspartes y sus contextos sociales” (TILLY, 1998, 37). Las nuevas formas

de protesta, movilización y organización para el cambio social generan

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22 La movilización contra la guerra del 15-02-2003 puede considerarse la “1ª Manifes-tación Global” con la celebración de al menos 603 manifestaciones (cuasi simultáneas,y miles preparatorias) en 100 países del mundo, asistiendo a ellas en torno a 20 millo-nes de personas. Las cifras de asistencia fueron muy altas aunque como siempre dispa-res. Por ciudades, asisten más de un millón en Roma, Londres, o Barcelona, un millónen Madrid (Pedro Almodóvar> +2M, organizadores, PSOE CCOO >2M, El País>991.000, La Razón>-1M, El Mundo> 878.000, Abc> cientos de miles, D.Gob>660.000). En Berlín 500.000, 200.000 en Damásco o New York. En España se desa-rrollaron simultáneamente 57 protestas (+ de 350 si incluimos las preparatorias) conmasivas asistencias y más de 3 millones de asistentes (Abc> +4M, El País> +3M). Ade-más de Madrid y Barcelona, destacaron Valencia con 300.000, Zaragoza con 270.000,Sevilla con 200.000 y Vigo con 100.000, etc.

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gran expectación y atracción en los medios y en la opinión pública, sin

olvidar el interés que despierta en el ámbito del pensamiento social,como se observa en el enfoque de los nuevos movimientos sociales.Actualmente, la protesta se caracteriza por un conjunto de organizacio-nes coordinadas en nuevas formas de organización en red que enfatizanlos códigos culturales y los roles de identidad de las comunidades.

Respecto a los destinatarios de la protesta, en nuestro trabajo apa-recen datos ilustrativos: Así, para el periodo 1975/2003, se observaque, como media, casi dos de cada cinco manifestaciones celebradas enMadrid confluyen ante un edificio público. En igual periodo y circuns-tancias, uno de cada cinco movilizados secunda dichas convocatorias. Elpoder central (ejecutivo, legislativo y judicial) es el que recibe más pro-

testas seguido del autonómico, cada vez con más conflictividad confor-me avanzan las transferencias.En cuanto al volumen de protesta que “importa” la capital, 6 de

cada 10 “marchas” son concentraciones estatales y asisten a ellas 9 decada diez manifestantes. El resto de marchas parten desde una localidaddeterminada o zona geográfica concreta. La capitalidad de Madrid(Administración central, poderes estatales y autonómico y representa-ciones diplomáticas), determina el que a la usual conflictividad local dela ciudad, haya que añadir un sobre-conflicto. Realizando un estudiomás riguroso podríamos cuantificar, con más exactitud, el precio con-flictivo que sufre la ciudad de Madrid, y sus habitantes, por “albergar”

en su espacio urbano a instituciones propias de la capitalidad. El exce-sivo centralismo de los setenta y parte de los ochenta va perdiendo fuer-za en detrimento de los demás niveles administrativos. Aún así, se man-tienen altos índices de conflictividad porque todavía partidos ysindicatos (líderes y aparatos), poderes estatales (centralización burocrá-tica), y medios de comunicación (principalmente TVE), siguen facili-tando que las calles de la capital sean el lugar más cercano para inten-tar “hacerse oír” por el poder ejecutivo y tratar de obtener así el logrode “soluciones”. Por otra parte, si el estudio se realizara en una capitalde otra comunidad autónoma veríamos que –dada la geografía delpoder– la conflictividad ante la Administración autonómica sería

mayor (siendo el atractor de las provincias, comarcas, cabildos, etc.dependientes), reduciéndose drásticamente la dirigida a la Administra-ción central (ante Diputaciones, Delegaciones de Gobierno, etc.) y sien-do sólo simbólica la dirigida a organismos internacionales. En conjun-to las cifras serían mucho más bajas, al no tener que sufrir, porañadidura, la capitalidad de un Estado e “importar” marchas locales oestatales sobre ella.

Para futuros estudios nos queda indagar más sobre el importantepeso de la conflictividad “de las empresas” o conflictividad privada.Igualmente las propuestas de “cambio de valores” dirigidas exclusiva-mente para concienciar a la opinión pública, etc. Ello se conseguiría,

por ejemplo, contabilizando no sólo las movilizaciones ante edificios

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oficiales (en donde, para el presente estudio el destino de la demanda es

indiscutible), sino también, localizando una por una, el tema concretode la movilización, y a quién va dirigida, independientemente del lugarde celebración de la convocatoria (más o menos distante de la sede buro-crática).

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Sociedad civil y procesos de democratización:

la peculiaridad del contexto árabe

KAMAL MEJAHDI1

Universidad Autónoma de Madrid

Àgora - Revista de Ciencias Sociales nº 18 - 2008 107

Resumen: el déficit democrático del que adolece actualmente elmundo árabe es atribuido con frecuencia a la debilidad de su sociedadcivil o al escaso sentido cívico de de sus habitantes. No obstante, elestudio del papel desempeñado por la sociedad civil en otras experien-cias regionales permiten constatar que la ausencia de la democracia enlos países árabes no se debe tanto a la debilidad de sus sociedades civi-les, como a la ausencia de unas oportunidades políticas que estas socie-

dades civiles pudieran aprovechar. Esta ausencia se debe en gran medi-da a dos factores: la influencia ejercida por el modelo de Estado rentistaque predomina en casi todos estos países y el escepticismo de las poten-cias internacionales, promotoras, a veces, de la democracia, con respec-to a los movimientos islamistas, capaces quizá de llegar al poder si seprodujese una apertura política.

1 Kamal Mejahdi se doctoró en Ciencia Política por la Universidad Autónoma deMadrid con una tesis titulada “Democracia difícil: La experiencia política marroquí enel siglo XX y el caso español en perspectiva comparada”.

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Han sido varios los factores que han favorecido la difusión del con-

cepto de sociedad civil en los últimos tiempos. El primero de ellos haconsistido en las enseñanzas extraídas de las rebeliones que derrocarona los regímenes estalinistas en Europa central y oriental. La revaloriza-ción de la sociedad civil apareció como un intento de guiar este proce-so de emancipación, sobre todo en el caso de los activistas involucradosdirectamente en el mismo. A ello se sumó además el esfuerzo por bus-car una conceptualización alternativa que permitiese captar la naturale-za de estos procesos, caracterizados por la emergencia de una actividadpolítica desarrollada al margen de la estructura del Estado y del Parti-do. En segundo lugar, el protagonismo adquirido por los actores socia-les en lucha contra un Estado totalitario favoreció el desarrollo dentro

de la Europa democrática de una tendencia defensora de la necesidad deconsolidar una sociedad civil fuerte y autónoma frente a los excesos deun Estado excesivamente intervencionista (Arato y Cohen, 2000: 60).Esta segunda tendencia se vio consolidada por la intervención de otrosdos factores. El primero consistió en el cansancio generalizado de la ciu-dadanía hacia el sistema de partidos, lo cual alentó la visión de la socie-dad civil como un instrumento de renovación democrática (Carothers,1999). En segundo lugar, hay que tomar en consideración la utilidadheurística de este concepto, que permite aprehender con cierta facilidadaquellos aspectos de la realidad social que escapan a las estructuras einstituciones políticas (Edwards y Foley, 1998b).

En lo que atañe a los países árabes, esta concepción renovada de lasociedad civil se ha utilizado ampliamente para explicar sus profundosdéficit democráticos. No obstante, frente a estas explicaciones tan sim-ples, lo cierto es que el espacio público árabe se nos presenta como acti-vo y tenso, todo lo cual nos impulsa a profundizar mucho más en estacuestión. La tesis defendida en este trabajo sostiene que la ausenciahasta el momento de auténticos procesos de transición democrática entodos estos países se debe, más bien, a la falta de oportunidades políti-cas para ello que pudieran ser aprovechadas por las fuerzas integrantesde la sociedad civil, en vez de la debilidad de esta última. La compro-bación de esta hipótesis requiere de un examen de las pautas y caracte-

rísticas regionales de las sociedades civiles de América Latina, Africa yEuropa del Este en la fase directamente ligada a los procesos de transi-ción democrática. Este examen comparativo nos permitirá extraer lec-ciones para el caso de las sociedades civiles árabes.

El concepto de la sociedad civil

El vocablo “sociedad civil” carece de claridad o coherencia concep-tual y ha tenido distintos significados dependiendo del contexto y delperíodo histórico. La controversia ha acompañado a este término desde

los albores del pensamiento político moderno. Las distintas contribu-

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ciones que se fueron realizando tomaron más la forma de un entrecru-

zamiento discontinuo que de un auténtico progreso acumulativo (Khil-nani, 2001:17). El termino no se usó siempre como opuesto al Estado,sino que se definió en oposición a numerosos antónimos. En Hobbes eslo opuesto al estado de naturaleza y equivale al Estado y a sus leyes. EnLocke era también lo opuesto al estado de naturaleza, pero se oponíaasimismo al despotismo (Khilnani, 2001: 18). Con la ilustración esco-cesa, la separación entre el Estado y la sociedad civil logró un avancesustantivo. La sociedad civil pasa a ser la esfera de la solidaridad, moti-vada por la s fuerzas del sentimiento moral y las afecciones naturales,caracterizándose por la autorregulación, mientras que el Estado es sólouna institución secundaria que actúa por delegación con vistas al bien

común (Keane, 1992: 58; Seligman, 1992: 33).Fue con Hegel con quien la separación entre Estado y sociedad civilse afianzó definitivamente. La sociedad civil constituye para él una esfe-ra de vida ética, resultado de un largo proceso histórico, que actúa comomediadora entre la familia y el Estado. Esta esfera se caracteriza por laexistencia en su seno del conflicto de intereses, el cual no puede resol-verse sin la regulación externa del Estado universal (Keane, 1992: 70).Avanzando tras la estela de Hegel, la sociedad civil es para Marx unfenómeno histórico contingente, emancipado del Estado, y se convierteen un instrumento que la burguesía aprovecha para crear un mundo queresponde a sus intereses. Los marxistas usaron el término negativamen-

te, identificándolo con la sociedad burguesa y contemplándolo como laesfera de las necesidades ligadas a la base productiva de la sociedad delcapital. Sin embargo, esta tendencia teórica no fue homogénea. Grams-ci realizó una aport ación decisiva, modificando el esquema marxista debase y la superestructura. La sociedad civil se ubica en el nivel de lasuperestructura y se convierte en un espacio en donde se desenvuelve lalucha decisiva por la hegemonía (Khilnani, 2001:15 - 16). Según él, esen esta esfera en donde operan los valores y las creencias y en donde, portanto, son también debatidos, contestados y modificados. Por tanto, esel espacio que hay que controlar, a fin de que una nueva clase derrote ala antigua en el curso de una prolongada “guerra de posiciones”

(Kumar, 1993).La controversia histórica en torno a la definición de la sociedad civil

ha continuado reflejándose en la literatura más moderna, incluido uncampo de estudio tan restringido como lo es el de las investigacionessobre la democratización. Los distintos autores divergen a la hora dedeterminar qué es una sociedad civil. Las definiciones que ofrecen coin-ciden únicamente en la consideración de la sociedad civil como unaesfera social autónoma frente al Estado y divergen en cuanto a los ele-mentos que la componen, sus características institucionales y sus deter-minantes culturales, en función además de la naturaleza más general decada sociedad. En África, donde la vida asociativa y las estructuras orga-

nizativas modernas son débiles, al tiempo que tradicionalmente han

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existido instituciones que protegen los intereses colectivos, los estudio-

sos del área han extendido su definición de sociedad civil para incluiren ella estas instituciones tradicionales. En este sentido, Braton con-templa la necesidad de tomar en consideración “instituciones tradicio-nales, como clanes, grupos de compañeros, y hermandades” (1989), o loque Chazan denomina el “asociacionismo primario”. Wood consideraestos elementos como el fundamento de todas las formas de la accióncolectiva en esta parte del mundo (1992). También forman parte de lasociedad civil en África las clases sociales y el mercado informal (Fat-ton, 1995). En cambio, en los contextos post totalitarios, en donde elpartido único domina la vida asociativa publica, la sociedad civil serefiere a los individuos disidentes, a las redes sociales y a algunas arti-

culaciones de intereses locales y privadas, que actúan dentro de los limi-tes de legalidad del régimen, desarrollando una “guerra de posiciones”,que les permitirá convertirse m ás tarde en movimientos de masas (Gib-son, 2001; Weigle y Butterfield, 1992). En América Latina, por suparte, el concepto se aproxima a su definición idealizada. Está formula-do como alternativa a los partidos políticos neutralizados bajo losgobiernos militares (Edwards y Foley, 1998b). Los componentes de lasociedad civil son aquí esencialmente, los movimientos obreros, y lasorganizaciones y asociaciones formales de diferentes índoles (Fitzsim-mons y Anner, 1999; Valanzuela, 1989). Como sintetiza Avritzer: “enel contexto de Latinoamérica, la sociedad civil puede ser definida como

el conjunto de los movimientos sociales y asociaciones civiles, capaz deorganizarse de modo independiente del Estado…. y al mismo tiempoindependientemente del mercado” (1997).

La sociedad civil y la democracia

El efecto positivo de una vibrante sociedad civil sobre la democra-cia es ampliamente admitido. Este impacto positivo es teorizado en dossentidos: 1- La tendencia tocquevilliana, que se refleja sobre todo en lostrabajos de Putnam. Según este autor, la sociedad civil contribuye a la

democratización mediante la participación de los ciudadanos en lasorganizaciones formales y sobre todo las pequeñas y voluntarias asocia-ciones que garantizan las interacciones cara a cara y, por tanto, propi-cian el desarrollo de hábitos de cooperación entre los individuos juntocon una mayor confianza recíproca. Les inculcan asimismo los valores ylos principios de la democracia y les impulsan a un mayor activismo ycompromiso cívico. Según Edwards y Foley (1998a), esta variante enfa-tiza la función socializadora de la sociedad civil, inculcando los hábitosciudadanos en los individuos, e insta a su dinamización.

La segunda tendencia teórica es una versión combativa. Parte de lanoción gramsciana de la “guerra de posiciones” (Kumar, 1993) y se plas-

ma en la fórmula ”sociedad contra el Estado”. Esta perspectiva analítica

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experimentó una gran difusión a raíz de las transiciones de la “tercera ola

democratizadora”. Se produjo entonces una discusión que Arato y Cohendescribieron como “la más rica, la más abierta y la más sintética” (2000:70). Desde los diferentes enfoques se ha enfatizado el papel de la socie-dad civil en las transiciones hacia la democracia. Rueschmeyer y suscolaboradores (1992) aludieron al papel que desempeña una sociedadcivil densa como instrumento de presión a disposición de una coaliciónclasista que milita a favor de la emancipación política. O`donnell y Sch-mitter (1989) subrayaron la importancia de la resurrección de la sociedad civil en la exacerbación de las fisuras internas dentro de las élitesgobernantes y en la presión a favor de la transición política. Según Dia-mond, la importancia de la sociedad civil estriba del hecho que “sin

organización, estructura y principios, el público pierde su relevancia…o su impacto puede ser negativo” (1999: 220). Según este mismo autor,incluso en aquellos casos en donde las causas responsables de la transi-ción residen de un modo claro en la crispación en las filas de la élitegobernante, la sociedad civil jugó un papel interesante en el desencade-namiento de estas tensiones y en su posterior exacerbación (1999: 235).

No obstante, varios estudios han demostrado los límites de lainfluencia de esta variable, ya sea en la consolidación de los hábitosdemocráticos o en el liderazgo de la lucha democrática contra losgobiernos autoritarios. Estos trabajos critican el romanticismo de laliteratura sobre el tema, que ha identificado mecánicamente la sociedad

civil con las causas nobles y justas, insistiendo, por el contrario, en quela fuerza de la sociedad civil puede reflejar también una peligrosa debi-lidad de las instituciones políticas:

1) La sociedad civil según estos críticos puede constituir una arenapara conflictos profundamente destructivos, en los que los bloquespolarizados libran una lucha despiadada por el control del Estado (Foleyy Edwards, 1996).

2) También puede ser el origen de una crisis decisiva, como resul-tado de una sucesión de vetos y presiones intercruzadas ejercidas por lasdiferentes entidades integrantes de la sociedad civil sobre el Gobierno(Olson, 1986: 109).

3) Del mismo modo, puede difundir y propagar valores y principiosantidemocráticos y apoyar fuerzas extremistas, como observó Bermanen el caso de la República de Weimar, cuya densa sociedad civil fun-cionó como una poderosa maquinaria de movilización a favor de lausurpación nazi (2003).

4) Puede ser pasto de las fuerzas parroquiales y particularistas quedividen la sociedad civil e impiden la emergencia de un principio orga-nizacional unitario que facilite el consenso entre estas fuerzas contra elEstado autoritario (Ikelegbe, 2001).

5) No todos los grupos integrantes de la sociedad civil producenpor igual el capital social (Eastis, 1998), ni son los únicos productores

de este capital (Encarnación, 2002).

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La sociedad civil en los procesos de transición

 La sociedad civil en las transformaciones de la Europa el este

Los estudios sobre las transiciones en la Europa del Este tienden aconsiderar la sociedad civil como una condición necesaria para lademocratización ocurrida en esta zona del mundo (Gibson, 2001). Laprimera pregunta que le viene entonces a uno a la mente estriba encómo fue posible el desarrollo de la sociedad civil en estos casos, dadala naturaleza totalitaria y post totalitaria de los regímenes imperantesen la región.

Las respuestas que se ofrecen enfatizan la evolución gradual de un

espacio público autónomo, que fue consolidándose frente al Partido-Estado, conforme éste veía restringido su margen de maniobra. Lagénesis de la sociedad civil radica en la actividad disidente que desa-rrollaron algunos miembros del Partido, después del fracaso del revi-sionismo, que intentó humanizar el socialismo. Estos actores asumie-ron inicialmente el deber moral de aconsejar al partido único cómodebía actuar (Bernhard, 2001). Sin embargo, la marginación de estosmiembros les llevó a desarrollar una postura que daba la espalda alPartido y se concentraba en la sociedad, la cual no había interiorizadototalmente los valores del régimen totalitario. Estos disidentes desa-rrollaron redes sociales de asociación como alternativa a las organiza-

ciones prohibidas y formularon la estrategia de la autodefensa de lasociedad. Esta estrategia fue teorizada por fil∂ 3sofos, sobre todo pola-cos, como Kolakowski, que insistía en que era posible una reforma delsistema mediante una resistencia social, que debía ejercer una presióngradual, parcial y a largo plazo (Bernhard, 2001). Esta tendencia seconocería más tarde como “el nuevo evolucionismo” de Michnik. Esteprincipio se basaba en dos dimensiones: 1- la idea de la auto-limita-ción, los objetivos no deben constituir una amenaza a la legitimidad oal poder del régimen, 2- desarrollar una esfera pública autónoma den-tro de los límites, permitidos por el gobierno (Arato y Cohen, 2000:55; Weigle y Butterfield, 1992).

Esta estrategia fue puesta en práctica con la aparición de gruposindependientes que demandaban al Partido-Estado el cumplimiento desus compromisos. Desde 1970 surgieron grupos como las Comisionesde Defensa de Trabajadores (KOR), el Movimiento de Defensa de losDerechos Civiles y Humanos (ROPCiO) en Polonia y la Comisión deDefensa de los Perseguidos Injustamente (VONs) y la “Carta 77” enChecoslovaquia. Sin embargo, a finales de la década setenta, la crisiseconómica y la necesidad de aplicar medidas de austeridad echó por tie-rra los equilibrios internos de estos sistemas. Los líderes intentaroncompensar su incumplimiento en materia económica con algunasmedidas de liberalización, permitiendo cierta pluralidad de intereses y

ampliando la esfera de autonomía concedida a los distintos colectivos.

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Los actores sociales aprovecharon este nuevo estado de cosas para arti-

cular agendas de reforma política y convertir la defens a de la autono-mía de los distintos colectivos sociales en una sociedad civil moviliza-da a favor de la democracia (Weigle y Butterfield, 1992).

Finalmente hay que destacar que existe un cierto escepticismo enrelación con el papel de la sociedad civil en estos procesos de transfor-mación. Bernhard observa que es imposible extraer una conclusión defi-nitiva sobre su contribución a la democratización en la Europa del Este.Según este autor, todo lo que se puede concluir es el hecho de que lademocracia necesita una sociedad civil que reduce la autonomía delEstado y funciona como fundamento para la representación de los inte-reses en el nuevo sistema. Por su parte, Weigle y Buttifierd (1992)

observan que la capacidad de los actores integrantes de la sociedad civilpara transmitir sus demandas a la esfera pública autónoma se encuentracondicionada por la existencia de una estructura de oportunidad políti-ca. Esta fue, de acuerdo con estos autores, la reforma llevada a cabo enel liderazgo del Partido Comunista. Kumar también enfatiza la centra-lidad de la oportunidad polític a, pero esta oportunidad radicó, en suopinión, en el derrumbe de los regímenes comunistas sacudidos por suspropios problemas internos y sobre todo por la pérdida de la proteccióndel gobierno soviético (Kumar, 1993).

 La sociedad civil en África

La crisis de los años ochenta contribuyó a la aparición en suelo afri-cano de una rica dinámica en cuanto a la formación de asociacionesvoluntarias para la defensa de distintos intereses, que buscaban ganarautonomía y plantear ciertas demandas al Estado (Ikelgbe, 2001). Noobstante, estas organizaciones no gubernamentales demostraron múlti-ples anomalías: 1-el fracaso en garantizar su autonomía e independen-cia frente al Estado, 2 - la débil vocación democrática de estos organis-mos, 3- su padecimiento de los mismos males que el resto de susociedad, tales como la pobreza, la corrupción, el nepotismo, el oportu-nismo y el etnicismo, 4- su actuación en una escala limitada, su orien-

tación localista y su vulnerabilidad a la represión estatal, 5- la rivalidadentre grupos y organizaciones, tan propia de sociedades fuertementefragmentadas (Ikelgbe, 2001; Bratton, 1989; Kotze y Du Toit, 1995).Estas asociaciones débiles y fragmen tadas han visto minada su efecti-vidad para desarrollar e imponer demandas al Estado y poner límites asu proyecto totalizador. La emancipación de muchas sociedades africa-nas ha invocado a otras entidades informales. Los estudiosos de lademocracia en este continente se vieron en la obligación de ampliar elconcepto de la sociedad civil para que pudiera absorber estas otras enti-dades. Algunos incluyeron las formas de solidaridad tradicional comolos clanes, cofradías y grupos religiosos y étnicos (Bratton, 1989;

Monga, 1995). Otros incluyen formas de distanciamiento del Estado

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como la economía secundaria o informal (Woods, 1992) e incluso las

clases sociales. Como sintetiza Fatton (1995), la sociedad civil en Áfri-ca se debe entender de un modo especifico, “se debe conceptuar comoun reino de las solidaridades colectivas generadas por los procesos deformación de clases, la invención étnica y la revelación religiosa”. Estaelección metodológica se justifica por “el potencial movilizador” quetiene este tipo informal de solidaridad (Monga, 1995). Por otro lado,porque refleja algunas cualidades propias de una sociedad civil moder-na, como su autotomía frente al Estado y su defensa de los valores eintereses colectivos. En palabras de Bratton (1989), alberga “institu-ciones que protegen a los intereses colectivos”.

 La sociedad civil en América LatinaEn las transiciones de América Latina la sociedad civil únicamente

desempeñó un rol secundario y complementario con respecto a la acciónde la sociedad política. Esta dependencia se puso de manifiesto sobretodo en dos momentos: 1- cuando los cálculos de los reformistas delrégimen les condujeron a diseñar un nuevo marco político caracteriza-do por una mayor apertura, dando lugar a lo que O’Donnell denominala “resurrección de la sociedad civil”. Los grupos de intelectuales, lasorganizaciones de clase media, las de derechos humanos, las asociacio-nes de profesionales y los sindicatos empezaron a movilizarse y termi-naron desarrollando una sola identidad colectiva opositora (Arato yCohen, 2000: 72).

Los procesos de movilización varían entre los contextos políticos ydentro de ellos entre las diferentes organizaciones y grupos sociales. Enlos regímenes autoritarios abiertos, donde se tolera un mínimo de vidaasociativa, ésta suele ser pluralista en su estructura y su movilizaciónsuele ser moderada. En cambio, en los regímenes cerrados donde no setolera la existencia de organizaciones e instituciones autónomas delEstado, la estructura de los componentes de la sociedad civil es máshomogénea y su movilización es más probable que sea radical y pro-pensa a la violencia (Valenzuela, 1989; Arato y Cohen, 2000: 73).

Por otro lado, no todas las formaciones de la sociedad civil demues-tran la misma convicción y adherencia a los ideales democráticos, ni lamisma disposición y capacidad para lucha democrática. Como hanobservado O’donnell y Schmitter, los pioneros de la lucha democráticason los intelectuales, estudiantes y artistas. Todos ellos se convierten enla vanguardia de la oposición a través de sus eventos culturales y artís-ticos vinculados con grupos y organizaciones como universidades, revis-tas y organizaciones profesionales. Las organizaciones de defensa dederechos humanos y las asociaciones de familiares de presos y víctimasde la represión, así como la Iglesia se suman a la lucha y prestan apoyoa la oposición. Mas tarde los colectivos inicialmente afines al régimen,

como los empresarios y comerciantes, prestan su apoyo a la reivindica-

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ción democrática, considerando que el sistema autorita rio ha consu-

mado sus objetivos y que ya es hora de experimentar con otros modosde gobierno. Esta fase conoce también la adhesión a la oposición de lasorganizaciones profesionales, las cuales normalmente son más afines al

 status quo y se interesan exclusivamente por los intereses de sus afilia-dos. No obstante, el mayor desafío al gobierno autoritario procede delas organizaciones obreras, debido a su capacidad de “acción colectiva”y al impacto económico de su acción (Valenzuela, 1989; O’donnell ySchmitter, 1989: 86).

En un momento dado del proceso de transición, la intensidad delmovimiento de protesta de la sociedad civil precisa de la intervenciónde la sociedad política. Esta interferencia se justifica por la incapacidad

de la sociedad civil para ir más allá de la protesta. Incluso en el caso depoder derrotar al Estado, estos grupos y organizaciones son incapaces deponer en marcha un gobierno alternativo (Arato y Cohen, 2000: 75)

Según Valenzuela (1989), las organizaciones de la sociedad civil sonincapaces por sÍ solas de realizar una transición completa. Ello hacenecesario implicar a la sociedad política en el proceso. Esta implicaciónes precisa asimismo para limitar y moderar la tensión de la moviliza-ción, que amenaza el proceso de transición, vista la desconfianza quecrea en los moderados del régimen. La sociedad civil por sí sola puedeabortar con facilidad el proceso de democratización (Valenzuela, 1989).Linz y Stepan (1996: 9), aunque contemplan como necesaria la partici-

pación de la sociedad política, consideran la idea de la desmovilizaciónde la sociedad civil como una “mala teoría democrática y una mala polí-tica”. De acuerdo con estos autores, el papel de la sociedad política debeser la mediación entre el Estado y la sociedad civil y la contribución alentendimiento y al compromiso.

Contexto y oportunidad 

De lo anterior se desprende que las sociedades civiles existentes enlas diferentes regiones del mundo han demostrado algunas pautascomunes en los procesos de transición democrática.

 La adaptación contextual: La determinación de lo que constituyeuna sociedad civil cambia de un contexto a otro y parece que no exis-te una definición de sociedad civil válida para todos los lugares. Loscomponentes entran y salen de la definición, según las estructurasdominantes en los contextos locales, llegándose a veces hasta la inclu-sión de elementos mutuamente contradictorios. Esta flexibilidad sejustifica por la necesidad de ampliar la noción de sociedad civil,admitiendo todas las formaciones y tradiciones colectivas importantespolíticamente y con un potencial de movilización, como lo demues-tran proporcionando a sus miembros una cierta protección frente alEstado, aunque, por lo demás, no cumplan con todas las condiciones

de una definición idealizada.

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Ello se encuentra en gran medida relacionado con el grado de desa-

rrollo de las estructuras socioeconómicas y con la naturaleza de las ins-tituciones. Ambas variables demuestran una cierta pauta regional. EnLatinoamérica, donde la estructura socioeconómica se encuentra másdesarrollada y los regímenes imperantes son más de tipo burocráticoautoritario, la definición de la sociedad civil y de sus componentes seacerca más al modelo ideal y se refiere al espacio autónomo y civilizadoentre el Estado, la familia y el mercado.

En los países comunistas de Europa central y oriental, el totalita-rismo del Estado no permitió la articulación de entidades autónomas–con excepción de Polonia y Checoslovaquia– por lo que la sociedadcivil se basó en las redes sociales. No obstante, estas redes no debían

reflejar las relaciones “fuertes” de parentesco, sino las relaciones “sua-ves”, los light thies, entre los miembros de la sociedad que no son fami-liares. Esta condición se debe a la debilidad de las redes sociales basa-das en las relaciones “fuertes”, desarticuladas por los procesos demodernización que conocieron estos países y por las propias políticas delos gobiernos totalitarios que impusieron la atomización de la sociedad.En cambio, en África donde las estructuras sociales y económicas pade-cen un atraso crónico y las redes sociales basadas en las relaciones “fuer-tes” son las dominantes e incluso demuestran cierta resistencia contrael Estado neopatrimonial. La definición de la sociedad civil se ampliapara abarcar estos cuerpos patriarcales y étnicos. En esta situación la

sociedad civil constituye la “esfera privada de las actividades materia-les, culturales y políticas que resisten la injerencia del Estado” (Fatton,1992: 4).

 La autolimitación y la oportunidad política: otra característica de lasformaciones de la sociedad civil en los tres contextos estudiados estribaen su autolimitación. Generalmente estos grupos buscaron la protec-ción de la población contra las interferencias del Estado y no desarro-llaron una agenda de cambio radical o de democratización. Incluso, fue-ron en gran medida apolíticos. En América latina, las ONG’saparecieron como alternativas apolíticas al cierre del sistema político,pero capaces de permitir la participación ciudadana y la canalización de

la energía social. En Europa central, y sobre todo en Polonia, donde lasociedad civil fue la más fuerte y activa, la idea fue la protección y laautoorganización de la vida social frente al Estado, pero en ningúnmomento se desafió el papel predominante del Partido en la esfera delgobierno (Arato y Cohen: 2000, 55). Todo lo que buscaba Solidaridad según Frentzel-Zagorska (1990), era ejercer presiones para influir en uncierto grado el modo de gobernar el país.

De este modo, la sociedad civil no parece ser capaz de producir porsí sola el cambio político, sino que siempre necesita del concurso deotros agentes. Son ellos quienes la hacen “resucitar” y adaptan su diná-mica a una agenda democrática, que va más allá de la mera defensa de

los intereses específicos de cada colectivo social. En la base de la mayo-

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ría de estas experiencias figura asimismo una grave crisis económica,

que en la Europa comunista creó la oportunidad política necesaria, des-plomando la Unión Soviética, hecho éste que las sociedades civiles desus países satélites aprovecharon para avanzar decididamente hacia unsistema democrático. En América Latina la crisis de los sistemas auto-ritarios burocráticos, agravada también por la mala situación económi-ca, produjo fisuras en el seno de las élites gobernantes, lo que rebajó elcoste de la movilización de la sociedad civil. Lo mismo se puede deciren el caso de África, donde la crisis económica condujo a la bancarrotaa los regímenes neopatrimoniales, que no pudieron seguir financiandosus burocracias civiles y militares, lo cual impulsó la movilización detodos los colectivos anteriormente apolíticos y la formulación de una

agenda democrática.

Sociedad civil y democratización en los países árabes

La liberalización que conocieron muchos países árabes en los añosnoventa ha creado un “espacio libre”, lo que ha alentado un floreci-miento sin precedentes de las organizaciones de la sociedad civil.Muchos países conocieron una auténtica explosión en la fundación deorganizaciones. En Argelia, por ejemplo, en tres años fueron constitui-das más de 20.000 asociaciones. En Egipto, a pesar de todas las restric-

ciones impuestas, las ONG’ s han llegado a la cifra de 15.000 y estáncreciendo a una ritmo de 200 por año. En Líbano sólo en Beirut exis-ten más de 1000 ONG ‘s y crecen a un ritmo anual de 250. En Marrue-cos, el número creció de unas 17.000 en 1987 a unas 30.000 a finalesde los noventa. En términos globales, las ONG ‘s pasaron en toda laregión de unas 20.000 en 1970 a 70.000 en 1990 y 130.000 en 2002(Yom, 2005).

La vitalidad que ha mostrado estas organizaciones llevó a los obser-vadores a considerar este fenómeno como una solución para el déficitcrónico de democracia que se padece en esta parte del mundo. Poste-riormente a la euforia de los años noventa, poco a poco los analistas se

han ido dando cuenta de las limitaciones que demuestran las organiza-ciones de la sociedad civil árabe en cuanto a su rol como actores de unaposible liberalización política y democratización. Estas organizacionesno pudieron restringir la capacidad coercitiva del Estado y tampoco ele-var el coste de la represión. Este déficit es atribuido a una serie de fac-tores, tales como:

 Anomalías de las organizaciones de la sociedad civil: Una de las expli-caciones ofrecidas estriba en su incapacidad para movilizar a las masasárabes detrás de un proyecto de cambio político, debido al caráctercaritativo y apolítico de muchas de estas organizaciones, dedicadas másbien a prestar asistencia a la población. Por otro lado, muchas de estas

organizaciones únicamente representan los intereses particulares de sus

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miembros, lo que no les capacita para movilizar capas más amplias de

la sociedad (Langohr, 2004). Influye también la desconfianza de la calleárabe hacia todas aquellas organizaciones que mantengan relaciones conONG’s internacionales y obtengan fondos de ellas (Yom, 2005). Laausencia de democracia interna en estas organizaciones, las relacionesconflictivas entre ellas y la competencia desleal que a veces desarrollanson otros tantos factores que debilitan la sociedad civil árabe (Langohr,2004; Ziad, 2007).

 La capacidad de control del Estado: Aquí se tiende a sobredimensionaral Estado predador árabe, capaz de penetrar en todos los espacios de lasociedad y subordinar a todos los grupos y formaciones existentes,logrando incluso convertir las propias armas de sus oponentes en ins-

trumentos a su disposición. En este sentido, los gobiernos árabes consi-guen domar a la sociedad civil aplicando sobre ella una amplia panopliade estrategias. En primera instancia, estos gobiernos desarrollan meca-nismos de control sobre la sociedad civil mediante una auténtica inge-niería legislativa que la convierte en un espacio prácticamente transpa-rente a ojos del gobierno.

De este modo, entre las medidas requeridas, se encuentra el regis-tro de la asociación u organización en cuestión ante el Ministerio delInterior, como en el caso de Marruecos, o el de Asuntos Sociales comoen el caso de Jordania. Las actividades de las organizaciones están res-tringidas a aquellas establecidas en su acta fundacional, tal y como ha

quedado aprobada por las autoridades. Muchas actividades requierenuna autorización previa de las autoridades, las cuales tienen la facultadde enviar a sus representantes a algunas reuniones y eventos (Ziad,2007; Yom, 2005; Hawthorne, 2004).

La subordinación de la sociedad civil se realiza asimismo mediantela cooptación directa de los actores sociales o mediante la fundación porparte del gobierno de sus propias organizaciones, que harán competen-cia a las organizaciones autónomas, tal y como ha ocurrido en Marrue-cos, Argelia y Egipto con la fundación de consejos de derechos huma-nos. En Jordania se intentó controlar la sociedad civil másdirectamente, creando la Unión General de las Asociaciones Volunta-

rias (Yom, 2005). En este sentido, Karajah (2007) observa, no sin exa-geración, que las organizaciones de la sociedad civil en los países árabes,más que como entidades autónomas, “pueden ser consideradas institu-ciones cuasi-oficiales”.

 La supremacía de los vínculos primordiales en la sociedad: Según esteplanteamiento, el espacio publico árabe está invadido por formas deasociación incívicas. Por una parte, tenemos al movimiento islamistaque posee una amplia popularidad, al tiempo que demuestra caracterís-ticas incívicas, rechazando la tolerancia, el pluralismo y las libertades ydivulgando la violencia (Karajah, 2007; Norton, 1993). Por otra, ade-más del fanatismo religioso, las relaciones de parentesco siguen siendo

muy fuertes y en muchos partes sustituyen a las relaciones de ciudada-

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nía. Estas relaciones bloquean el desarrollo de una sociedad civil fuerte,

dinámica y autónoma (Ziad, 2007). Generalmente, como concluyeNorton (1993) “la civilidad es una cualidad ausente en amplias partesdel Medio Oriente… la ausencia de civilidad aconseja ser escéptico enrelación a los elementos de democracia a corto plazo en la zona”.

La imagen de la debilidad que ofrece la sociedad civil en los paísesárabes resulta sobre todo de los criterios que se usan para la clasificaciónde las organizaciones e instituciones de la sociedad dentro o fuera de lasociedad civil. La tendencia dominante en la literatura especializadatiende a considerar como tal únicamente a las organizaciones “secularesen su ideología y cívicas en su comportamiento”. Los componentes de lasociedad civil según esta definición restringida suelen ser “las organiza-

ciones no-gubernamentales y no-lucrativas, incluyendo las organizacio-nes de bienestar, caridad, desarrollo y medioambientales” (Ziad, 2007).Usando este criterio de civilidad y formalidad se deja fuera de la

sociedad civil árabe un extenso abanico de fuerzas enormemente influ-yentes, como los grupos islamistas, las cofradías religiosas, los gremiostradicionales y otras instituciones de la sociedad tradicional. Todas estasfuerzas son fuertes en contextos sociales que no destacan precisamentepor un elevado desarrollo socioeconómico. Existen, por tanto, escasasposibilidades de que se desarrollen organizaciones y grupos formalesautosuficientes y que se adecuen a una definición ideal de sociedad civila semejanza de lo ocurrido en los países latinoamericanos.

En los países árabes la sociedad civil es más parecida a la africana.Este parecido resulta de las semejanzas en el modelo de desarrollo eco-nómico y en la posesión en ambos casos de un régimen neopatrimonial.No obstante, el mismo criterio de la “relevancia política”, mediante elcual se incluye ex post a las organizaciones primordiales en su seno en elcaso de las transiciones africanas, se utiliza en el mundo árabe ex antepara excluir a estas mismas organizaciones. Kamarava y O Mora (1998),por ejemplo, usan este criterio para excluir a los sindicatos de bazaris-tas, pesar su reconocido papel de resistencia al Estado. Estos mismoscriterios excluyen también a los islamistas, a pesar de la demostradacapacidad movilizadora. En Argelia, en tiempos del sistema de partido

único, la única organización opositora existente era la asociación estu-diantil islamista “Qiam”, antecesora del Frente Islámico de Salvación.

Finalmente, cabe destacar que esta tendencia excluyente en la lite-ratura sobre sociedad civil árabe contradice la tendencia incluyente conrespecto a las tres regiones anteriormente citadas. La razón parece serque la literatura sobre el mundo árabe intenta explicar el fracaso de lasociedad civil en propiciar un proceso de cambio, razón por la cualcuanto más débil resulte ser esta sociedad civil más lógico se verá eldesenlace fallido de este proceso y más fácil resultará entonces en con-secuencia la explicación. De ahí precisamente la exclusión de organiza-ciones que fueron tomados en cuenta en otras regiones, como ocurre en

especial con las fuerzas religiosas. En estas otras regiones lo que se bus-

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caba era, en cambio, la explicación del éxito de la sociedad civil en la

realización de la transición democrática. Lo opuesto de ambos objetivosexplica que cada análisis discurra en una dirección opuesta.

La sociedad civil árabe en una perspectiva comparada

 La vitalidad de la sociedad civil árabe

Con la aplicación acrítica de los criterios definidores de una socie-dad civil ideal, sobre todo la civilidad, la modernidad y el espacio autó-nomo, la sociedad civil árabe sale muy mal parada, incluso desaparece

en algunos países, ya que no todos los regímenes árabes permiten laexistencia de tal espacio. En términos generales, se puede clasificar a lospaíses árabes en tres categorías: 1- regímenes que carecen de este espa-cio público autónomo como Siria, Arabia Saudita y Omán, 2- regíme-nes que permiten la existencia de estos espacios, pero sometiéndolos aun fuerte control estatal, como ocurre en Túnez, Kuwait y Egipto, 3-regímenes que permiten la existencia de espacios públicos relativamen-te autónomos, como Marruecos, Jordania y Yemen.

Sin embargo, a pesar de estas restricciones, cuando se incluye el cri-terio de la “relevancia política” o la definición de Braton (1989) de “ins-tituciones que protegen los intereses colectivos”. La sociedad civil árabe

se convierte en algo apasionante y muy activo incluso en los países máscerrados. No solo las organizaciones e instituciones de los islamistas sesuman a las organizaciones de la sociedad civil, y le proporcionan unamayor vitalidad, sino que también lo hacen aquellas otras pertenecien-tes al ámbito de la vida social tradicional, como la twiza en Maruecos,donde los grupos de vecindad se agrupan periódicamente para realizaralgunos trabajos de interés colectivo. Las Zawias, a las que se encuen-tran afiliadas cientos de miles de personas, buscan el desarrollo espiri-tual de sus adherentes al tiempo que funcionan igualmente como clu-bes sociales. En Arabia Saudita estas zawi as constituyen instrumentosde rechazo y resistencia a la doctrina oficial wahhabi. En Marruecos la

Zawia Ketania, rival histórico de la dinastía Alauita, ha permitido enmuchas ocasiones a  Justicia y Espiritualidad , el mayor grupo islamistaopositor, de carácter ilegal, hacer uso de sus instalaciones como tribunapara transmitir algunos de sus mensajes a la opinión publica.

La Diwaniyya en Kuwait constituye un espacio protegido entre lavida privada y el espacio público. La ubicación de este espacio en lascasas lo protege de la injerencia del Estado, al tiempo que posibilita eldebate político en el seno de los grupos de familiares y amigos. Es biensabido que aquellos candidatos que deseen garantizar su elección debenvisitar la mayoría de estas diwaniyyas (Tereault, 1993).

Se puede añadir también la existencia de un sector económico infor-

mal, una auténtica “segunda economía”, notablemente extendida en el

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Magreb, a partir de la cual se desarrolla una “segunda sociedad”·, mar-

ginada y semiautónoma, que a veces llega a desarrollar sus propias nor-mas e incluso sus propias autoridades. También pueden citarse las redesque se desarrollan alrededor de las mezquitas o en torno a los ulemasindependientes.

Asimismo las organizaciones formales de la sociedad civil demues-tran una vitalidad muy notable. En Maruecos los sindicatos han puestomás de una vez en jaque al gobierno, sobre todo la ConfederaciónDemocrática de Trabajo, cuyas convocatorias de huelga general com-prometieron seriamente la estabilidad del país. En Egipto la platafor-ma Kifaya (“Basta”) ha empezado a ejercer desde su fundación en agos-to 2004 una intensa presión sobre el régimen en contra de la reelección

de Moubarak para un nuevo mandato presidencial. Esta plataformaorganizó también una campaña preventiva contra la posibilidad de queel gobierno pasase a las manos de hijo del Presidente. Estas presionesobligaron a Moubarak a hacer concesiones liberalizadoras, entre ellas laanulación del estado de excepción (Asaid Said, 2007)

Incluso en los regímenes más cerrados existen organizaciones dedefensa de los derechos humanos y libertades. En Arabia Saudita laComisión de Defensa de los Derechos Legítimos constituye un podero-so movimiento opositor enfrentado al Estado. Tampoco el régimen sirioes inmune de las presiones de su propia sociedad civil. A pesar de laprohibición de las organizaciones de derechos humanos, en Siria existen

al menos tres formaciones de esta naturaleza: la Organización Árabe deDerechos Humanos, la Comisión de Defensa de las Libertades Demo-cráticas y la Asociación Siria de Derechos Humanos. Estas asociacionesluchan contra los abusos de las autoridades y son periódicamente repri-midas por éstas. Los Hermanos Musulmanes poseen también una pre-sencia considerable en este país.

Ante la paradoja de la combinación entre una sociedad civil relati-vamente fuerte y una ausencia de democratización, algunos autores hanintroducido la idea de una “neutralidad de la sociedad civil”. La socie-dad civil no es prodemocrática por esencia, sino que puede reflejar todotipo de ideales, valores y intereses. Berman (2003) aplicó sus conclu-

siones extraídas del examen de la República de Weimar en su estudiosobre el caso egipcio y lo generalizó a los demás países árabes. Al igualque la sociedad civil alemana de entreguerras constituyó una potentemaquinaria que respaldó la llegada de Hitler al poder sociedad civilegipcia y árabe, con su fuerte presencia islamista, presenta síntomas dela enfermedad fascista. Los islamistas después de fracasar en su revolu-ción directa, intentan llegar al poder mediante una “revolución desdeabajo”, es decir, haciéndose con el control de la soc iedad civil.

Hawthorne, en un estudio sobre la sociedad civil árabe, coincidecon Berman en la adopción de la idea de la neutralidad. Insiste en queel problema estriba en la ausencia o debilidad de tres condiciones que

deben darse en las organizaciones integrantes de la sociedad civil árabe,

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y que son: - la agenda democrática, - la autonomía, - la capacidad de

establecer alianzas entre sí. En cambio, Langohr (2004) intenta buscaruna explicación a la paradoja en cuestión alejada de la tesis de la neu-tralidad. En su opinión, el fracaso del avance democrático en los paísesárabes se debe a la misma fuerza de la sociedad civil que ha absorbido ala sociedad política, gracias a la facilidad de la acción colectiva. El fra-caso del proceso democrático se debería entonces a la ausencia de unasociedad política y a la incapacidad de la sociedad civil para articular yapoyar eficazmente las reivindicaciones políticas.

No obstante, estas contribuciones no parecen suficientes para expli-car la paradoja referida. Por una parte, la explicación de Berman supo-ne que todos los islamistas son reacios en lo que respecta a la democra-

cia, lo cual no es cierto. Presupone asimismo la constancia de la actitudde recelo hacia la democracia por parte de ciertos grupos, lo que chocacon el hecho comprobado de una creciente adhesión a la democracia porparte de amplios colectivos sociales. Finalmente, el análisis de Bermanmargina a las fuerzas seculares y laicas de la sociedad civil a pesar de suimportancia en varios países árabes. En cuanto a las condiciones queseñala Hawthorne, a pesar de su importancia, éstas no fueron condicio-nes necesarias en muchos procesos de transición democrática. La agen-da democrática se desarrolló en muchos casos como respuesta a la opor-tunidad de democratización entre organizaciones caritativas odefensoras de intereses corporativos, origin almente apolíticas, y se

desarrolló además en olas sucesivas.En el caso de la contribución de Langohr, se puede afirmar que lospartidos políticos en el caso de Marruecos o Jordania no se adecuan a laimagen de debilidad que les atribuye el autor. Por otro lado, la estrate-gia de inmersión en la sociedad civil de muchos ex/actores políticos sedebe esencialmente a su imposibilidad de desarrollar una acción políti-ca directa y autónoma en varios regímenes cerrados de la región. Final-mente la existencia de una sociedad política fuerte no fue una condiciónnecesaria en las transiciones de Europa oriental y África.

La ausencia de la oportunidad política

La pregunta de por qué ha fracasado la sociedad civil árabe en con-ducir la transición democrática no parece ser en realidad una preguntacorrecta, ya que le exige a la sociedad civil algo que ella no puede haceren sí, como lo es la creación de una oportunidad política. Su papel estri-ba en aprovechar la estructura de oportunidad que crean otros factorescoyunturales. Por esta misma razón, muchos especialistas la considerancomo condición ni necesaria ni suficiente (Encarnación, 2001). En elmejor de los casos se la considera condición necesaria pero no suficien-te (Norton, 1993). En los regimenes post totalitarios de Europa la caída

de la Unión Soviética creó una inmensa oportunidad de emancipación,

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dejando al descubierto los regímenes locales. Sin embargo, en muchos

países se dieron también oportunidades particulares. Así, por ejemplo,en Hungría, el proceso de liberalización fue alentado por la propia _e9lite dirigente, que alentó la formación de una sociedad civil fuerte ensu búsqueda de una imagen creíble de transición. En Alemania del esteel fervor unionista y el apoyo decisivo de los actores políticos y socialesde Alemania occidental fue decisivo (Bernhard, 1993).

La pregunta que se debe hacer es ¿por qué no se ha dado una opor-tunidad política que haya podido ser aprovechada por la sociedad civil?

¿Por que no se ha dado la oportunidad de democratización?

El Estado rentista

El Estado rentista es aquel Estado que no obtiene la parte másimportante de sus ingresos de la presión fiscal que grava los procesosproductivos internos, sino que la recibe como renta procedente delexterior, de la exportación de los recursos naturales, o del valor estraté-gico del país. El carácter rentista del Estado consolida el status quopolítico, actualizando una variedad de mecanismos de control, que seorganizan alrededor de las maneras de distribución de los ingresos exte-riores. Estos mecanismos se alejan del esquema de “producción y

extracción” a favor del esquema “distribución y consumo”.Es muy probable que estos gobiernos impongan a su población unapresión fiscal muy baja o incluso nula. La debilidad de la presión fiscallibera a los gobernantes del cuestionamiento y las demandas tensas yagudas de los contribuyentes. El principio de «no a los impuestos si nohay representación» se convierte en su opuesto: «no a la representaciónsin impuestos». Por otra parte, el Estado rentista no necesita de políti-ca económica alguna. Todo lo que le hace falta es un programa de gastopúblico para repartir la renta (Geacomo, 1990: 76). Estos gobiernosofrecen a su población servicios y bienes públicos a unos precios bajosen comparación con su coste, como modo de compra de una cierta legi-

timidad. Algunos autores denominan a esta dinámica «contrato socialrentista». El gobierno se encarga de proporcionar beneficios y serviciosa sus s úbditos. A cambio, éstos se abstienen de intervenir en política yde cuestionar su gestión.

Otro mecanismo presente es la injerencia del Estado mediante laasignación de recursos en la formación de la estructura social. Los meca-nismos que intervienen en este caso son el gasto público general; elempleo en la extensa burocracia; las políticas públicas específicas, comolas subvenciones; y el reparto de las tierras (Ayubi, 1998: 336). La dis-torsión resultante en la estructura de clases sociales permite a los gober-nantes prevenir y controlar la formación de grupos autónomos que pue-

dan crear una estructura de poder social capaz de alterar el  statu quo.

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También, los recursos materiales a disposición de los gobernantes

potencian su capacidad para subordinar, en primer lugar, a los actoresestratégicamente mejor situados dentro de estas sociedades y, en segun-do lugar, para penetrar con eficacia en las distintas instituciones delEstado y en los diferentes grupos sociales, tejiendo poderosas redes delealtades

No obstante, hay que anotar que el efecto de estas dinámicas no esigual en todos los Estados árabes, sino que depende de la cuantía de larenta que se recibe y de la habilidad con la que se la maneja. Por ello,el aparato represivo recibe una atención prioritaria. La prioridad máxi-ma en estos países consiste sobre todo en financiar la red clientelar den-tro del cuerpo militar, adquirir el armamento suficiente y pagar el suel-

do de los soldados. El gasto militar que se considera un índice adecuadode esta prioridad es sumamente elevado en la zona en comparación conotros países del mundo. Su promedio entre los años 1984 y 1987 supu-so el 21,8 por 100 del PIB en Arabia Saudita, el 7,5 en EAU, el 14 en

 Jordania, el 5 en Marruecos y el 23,4 en Omán (Ayubi, 1998; 376). Encircunstancias de este tipo, donde los gobiernos conservan unos nivelesaltos de capacidad y voluntad represiva, las probabilidades de que surjauna movilización de la sociedad c ivil a favor del cambio político es casinula, dado el alto coste que acarrearían tales acciones. Así lo confirmala literatura sobre transición democrática (Bellen, 2004) e incluso lasliteratura sobre las revoluciones (Scocpol y Goodwin,1989).

 La presencia de los islamistas

 La ausencia del “principio organizacional”: En su trabajo “Civil Societyin Europe and Africa” (1992) Wood observa que, en contraste con loque ocurre con las sociedades civiles africanas, que demuestran dificul-tades para articular un principio organizativo diferente de la idea oficialde la unión nacional bajo la égida del Partido, en los países árabes elIslam ha emergido como un principio universal, que permite a las orga-nizaciones de la sociedad civil desarrollar reivindicaciones sobre el Esta-do y la sociedad de un modo que trasciende el interés individual o par-

ticularista. No obstante, parece que Wood ignora la otra mitad de lasociedad civil árabe, formada por las organizaciones laicas y liberales ensu tendencia ideológica, y que desarrolla un principio organizativototalmente opuesto al islamista. Ello divide a la sociedad civil árabe endos espacios opuestos y polarizados difícilmente reconciliabl es.

Esta situación hace que las organizaciones de la sociedad civil árabedesperdicien parte de sus energías en las reacciones de cada parte parafrenar los efectos de la acción de la otra. De este modo, las organizacio-nes llamadas “prodemocráticas” orientan parte de su esfuerzo a lucharcontra la estrategia islamista de la islamizacion de la sociedad y el Esta-do a partir de la sociedad civil, y viceversa. Este problema se agrava más

aún dada la desconfianza de los grupos laicos con respecto a las inten-

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ciones democráticas de los islamistas, lo que lleva a muchos entre ellos

a negar la calificación de integrantes de la sociedad civil a las organiza-ciones islamistas (Karajah, 2007). Todo ello dificulta la emergencia deuna identidad democrática común a todos los elementos integrantes dela sociedad civil. Tampoco resulta fácil formar coaliciones amplias afavor de la democratización (Hawthorn, 2004). De ahí que la so ciedadárabe se queda paralizada como consecuencia del freno recíproco al quese someten sus distintos sectores.

 La desconfianza de las potencias internacionales: A pesar de las declara-ciones reiteradas de los líderes del islamismo moderado acerca de suadhesión a la práctica democrática, estas declaraciones no llegan a con-vencer definitivamente a los actores externos. El espíritu mesiánico del

islamismo, sus tendencias iliberales, sobre todo en lo social, y el pasa-do violento de algunas formaciones hacen que estas potencias continú-en desconfiando de las organizaciones del islamismo moderado. Estadesconfianza se traduce en diversas actitudes. Estos actores rechazantratarse con las organizaciones prodemocráticas de claras referenciasislamistas, declinando apoyarlas incluso en sus campañas prodemocrá-ticas (Emerson y Young, 2007). Esta actitud se justifica por el hecho deque apoyando a los islamistas corren el resigo de fortalecer a grupos queen realidad se oponen a la democracia y a los derechos humanos (Carot-hers y Bethany, 2003). Otro argumento insiste en que el apoyo a losislamistas moderados supondría fortalecerles a expensas de otros actores

que son los aliados naturales de Occidente en la zona y facilitarles unacierta legitimidad frente a los grupos laicos (Springborg, 2007).Por otro lado, es muy dudoso que los grupos islamistas demostra-

sen el mismo afán de colaboración para garantizar los intereses econó-micos y estratégicos de las potencias internacionales que están demos-trando las autocracias amigas de Occidente. En lo que respecta alasunto de la seguridad, algunos estudios muestran que la democratiza-ción no es un buen aval para la seguridad. Los regímenes que lograronfrenar a los grupos radicales son precisamente los más represivos comoTúnez, Argelia y Egipto.

Esta desconfianza aconseja a los actores exteriores optar por la senda

gradualista y selectiva en el apoyo de la democratizacion en los paísesárabes. Esta senda como la explica Young, consiste en que los actoresexteriores deben apoyar el proceso de democratización allí donde losgrupos prooccidentales puedan conseguir el poder mediante las elec-ciones y cuando no sea así esforzarse por fortalecer a los grupos secula-res (Young, 2006). La senda gradualista también es justificada por laausencia de una experiencia democrática anterior en la zona, la falta deuna influencia positiva por parte de los vecinos (Carothers y Bethany,2003) y los efectos desestabilizadores que podrían resultar de unademocratización rápida en una estructura política poco consolidada.

No obstante, el gradualismo puede que no sea más que una conde-

na a la región de vivir un largo tiempo bajo el autoritarismo. La transi-

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ción gradual ha ocurrido muy raras veces y en la mayoría de los casos

ha tenido lugar en países con un alto grado de desarrollo económico,condición ésta que no satisfacen los países árabes (Carothers y Bethany,2003). Por otra parte, la larga espera de una democracia que no llegapuede conducir a la perdida de interés del ciudadano por ella e inclusoa la deslegitimación de los ideales democráticos al identificárselos conlas liberalizaciones controladas y reformadas que se llevan a cabo.

El gradualismo parece más un reflejo de la ausencia de una autén-tica voluntad democratizadora entre los actores políticos internos yexternos. Los sectores liberales seculares no muestran simpatía haciauna democracia que podría beneficiar a sus rivales oscurantistas, comodemuestra la experiencia argelina. Tampoco lo hacen los donantes y las

potencias internacionales, dado el riesgo que entrañaría para sus intere-ses estratégicos la llegada de un partido islamista al poder. Estos acto-res tienden a coincidir con el interés de la élite gobernante en mante-ner el status quo, adornándolo en todo caso con una democracia defachada. En este contexto, el actor islamista moderado y mayoritario nodesarrolla una agenda prioritariamente democrática, a pesar de quepuede abrigar convicciones sinceramente democráticas. Por el contra-rio, combina la reivindicación democrática con el programa prioritariode la islamizacion de la sociedad. Este he cho agudiza aún más los mie-dos de los otros actores. De este modo, la democracia en el mundo árabeno tiene partidarios incondicionales.

Conclusión

La experiencia de las sociedades civiles en las regiones de Europadel este, América Latina y África refleja unas pautas diferentes de lasque la literatura sobre el mundo árabe intenta aplicar en su aproxima-ción a la sociedad civil. El argumento de la debilidad de la sociedadcivil árabe restringe el concepto de modo que abarque únicamente lasorganizaciones y grupos formales y voluntarios. Esta definición, altiempo que no se adecua a la especificad de la zona, contradice la ten-

dencia adaptativa e incluyente que acomoda la definición del conceptoa los contextos de lucha por la democratización. La lógica de la resis-tencia actualiza los criterios de “relevancia política”, “potencial demovilización” y formas de protección. Estos criterios permiten incluira todo aquello que contribuye a la resistencia contra el Estado predador.

Asimismo, la experiencia de estas zonas arroja serias dudas sobre elargumento que defiende la ausencia de verdadero sentido cívico, y quesubyace a la idea de la neutralidad de la sociedad civil. Esta tesis con-templa además a los grupos islamistas de un modo monolítico, esen-cialista y constante. Esta tendencia ha sido refutada por muchas inves-tigaciones que demostraron el carácter flexible y prodemocrático de

muchas formaciones islamistas, sobre todo las mayoritarias y modera-

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das. Estos grupos generalmente articulan agendas democráticas y plan-

tean al Estado fuertes demandas de emancipación política, derechoshumanos y libertades, aunque esa demanda se acompaña con la agendade la islamizacion de la sociedad. Esta ultima reivindicación refleja el“interés específico del grupo”, así como una autolimitación, que supo-ne una estrategia alternativa a la confrontación directa con el Estado yque, de algún modo, repr oduce en los países árabes una estrategia pare-cida a la que desarrolló la oposición anticomunista polaca.

Las experiencias regionales de la sociedad civil demuestran tambiénque la agenda democrática en la sociedad civil árabe necesita de unaoportunidad política para que adquiera prioridad sobre la agenda dedefensa de los intereses específicos de los diferentes grupos que integran

la sociedad civil. La ausencia de esta oportunidad no debe investigarseexclusivamente en el seno de la sociedad civil, sino también en las con-diciones externas a la misma. En los países árabes la oportunidad polí-tica no se dio por razones que atañen a las características propias de unEstado rentista. Este tipo de Estado detenta una gran capacidad de con-trol sobre la sociedad gracias a su control sobre los recursos económicos,su independencia de la sociedad y su voluntad represiva. Esta capacidadde control se ve reforzada además por la actitud de las potencias inter-nacionales promotoras de la democracia, las cuales, cuando se trata depaíses árabes, opta n por preservar el status quo. Esta elección es justi-ficada por la presencia de los islamistas que se interpreta como amena-

za a los intereses estratégicos de estas potencias.

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Representación y expresión:

musulmanes e inmigrantes en el Estado danés

ÓSCAR GARCÍA AGUSTÍN

Aalborg Universitet (Dinamarca)

Àgora - Revista de Ciencias Sociales nº 18 - 2008 131

Resumen: La construcción de la ciudadanía de los Estados-naciónse ve desafiada por el éxodo masivo que atraviesa las fronteras. Los Esta-dos tradicionalmente homogéneos se encuentran ante una nueva situa-ción, caracterizada por la presencia de diversas minorías étnicas quecuestionan los valores consensuados sobre los que se asienta la sociedad.El antagonismo que rompe el cierre social es respondido por nuevas for-mas de exclusión promovidas por el Estado y ampliamente aceptadaspor los partidos políticos. Mientras tanto, el grupo minoritario más

visible, el musulmán, articula formaciones discursivas contrarias a lasrepresentaciones públicas. Sin embargo, la diversa índole de estos movi-mientos refleja la dificultad de fijar nuevas identidades dentro delmarco nacional, ya que las posiciones oscilan entre quienes defiendenuna identidad particular basada en la religión y quienes abogan por val-ores universales por la democracia. La fuerza de los movimientos paraque el antagonismo derive en agonismo y el Estado reconozca el dere-cho de las minorías a la diferencia exige, en el caso de las organizacio-nes musulmanas, el paso de movimientos culturales a movimientos cul-turales transculturales.

Palabras clave: antagonismo, agonismo, multitud, identidad,universal, particular.

1 Óscar García Agustín es licenciado en Ciencia Política por la UNED, en Filolo-gía Hispánica por la Universidad de La Rioja, y doctor por esta última universidad conuna tesis ‘titulada Lenguaje e institucionalización: la articulación de la autonomía zapa-tista’ en la que analiza los discursos de los líderes del EZLN, en particular del subco-mandante Marcos. En la actualidad es profesor en la Universidad de Aalborg (Dina-marca).

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En una mesa redonda celebrada en agosto de 2005, el sociólogo

Henrik Dahl sostiene que el capitalismo funciona bien en Dinamarca yque el antagonismo marxista ya no existe en la sociedad danesa, almenos, en lo referente a las relaciones de propiedad. Según Dahl, elconflicto se produce fuera de Dinamarca y tiene lugar entre el Tercer yel Primer Mundo, entre el mundo musulmán, que no acepta nuestrosvalores, y el mundo occidental, que tampoco puede asumir  sus valores.Frente a esta argumentación, Michael Hardt responde que no puedehaber una sociedad sin antagonismo y que, con toda probabilidad, elconsenso se constituye sobre una cultura homogénea. Hardt reprocha aDahl (Folke, 2005) la utilización de una escala equivocada para medirel conflicto y subraya que el hecho de que los conflictos no se vean no

quiere decir que éstos no existan.Asumimos la afirmación de Hardt y pretendemos mostrar cómo elaparente consenso excluye formas antagónicas presentes en la sociedad.En concreto, nos ocupamos de la relación entre las identidades socialesy los Estados frontera, tanto en las fronteras destinadas a proteger el Esta-do nacional frente a otros Estados como en las fronteras internas quediferencian a los ciudadanos en el espacio metropolitano. En un tiem-po en que la forma nación está en crisis, debido a la redefinición del papeldel Estado y al cuestionamiento del  pueblo como sujeto homogéneo yunificado dentro de los límites estatales, los musulmanes y los inmi-grantes evidencian la dificultad de mantener la construcción nacional

sobre las mismas premisas sociales.

1. El Estado frontera

La globalización económica supone una reconstitución y desplaza-miento de la soberanía más allá de los límites del Estado-nación (Sas-sen, 2001: 46). La pérdida del monopolio económico por parte delEstado no conlleva una pérdida de poderes en todas las esferas. El Esta-do aumenta el control sobre la concesión de la ciudadanía y de la nacio-nalidad, tratando de demostrar el vigor de las fronteras nacionales

(Kumar, 2003: 97). La inmigración supone, por un lado, un desborda-miento de las fronteras pero, por otro, le sirve al Estado para reclamarsu soberanía a la hora de decidir y operar dentro de su territorio. Poreso, Saskia Sassen contrapone los efectos que la globalización del capi-tal y de los movimientos humanos tienen sobre el Estado: “La globali-zación económica desnacionaliza la economía nacional. En cambio lainmigración renacionaliza la política” (2001: 73). La renacionalizaciónde la política no es unívoca, ya que se produce contra el enemigo exter-no y contra el enemigo interno. En el primer caso, el objetivo es con-trolar la llegada de inmigrantes, dejándolos fuera de las fronterasnacionales; en el segundo, se intentan controlar los comportamientos

de los inmigrantes de segunda generación, en un proceso de naciona-

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lización de las identidades diferenciadas. Por otra parte, en el caso de

los inmigrantes musulmanes, la primera generación define el Islam enel exilio, dado que Europa es concebida como lo extraño o lo ajeno. Lasegunda generación, por el contrario, se plantea la cuestión de cómo elIslam puede convivir con otras culturas sin asimilarse o perder la iden-tidad completamente, esto es, la conformación de una diáspora delIslam (Schiffauer, 2007: 69-70). Las posiciones también son múltiplesdentro de la diáspora y oscilan entre el individualismo y el colectivis-mo ortodoxo.

Lo que nos interesa a nosotros es, más que analizar la diversidadde posiciones religiosas, abordar la dinámica entre lo nacional danésy la identidad musulmana e inmigrante. El enfoque se basa, pues, en

el proceso de constitución de identidades en la interacción entre losgrupos musulmanes e inmigrantes y el resto de la sociedad danesa conel fin de evitar una definición esencialista tanto de las identidadesminoritarias como de la identidad dominante (Cesari, 2007: 52).Prestamos especial atención a los momentos de crisis, puesto que danvisibilidad a conflictos hasta entonces más o menos ocultos en la esfe-ra pública y obligan a un reestructuramiento del sistema. Queremosatender así al modo en que las identidades sociales desafían al Estadofrontera en su doble dimensión: el control de los límites nacionalesfrente al exterior para preservar la soberanía nacional (Zapata-Barre-ro, 2006) y la creación de fronteras interiores, “más frágiles y menos

estables que las antiguas fronteras nacionales y que a la vez marginany aíslan también dan origen a nuevas especialidades, nuevas posicio-nes y nuevas reivindicaciones” (Carrillo, 2001: 135). En otras pala-bras y empleando la terminología de Balibar (2003: 669), el Estadonación impone una doble frontera: exterior , impuesta por medio de ladelimitación territorial y de diferenciación frente a otros Estados, einterior , referida a la comunidad nacional e instituida cotidianamentea raíz de las experiencias vividas.

Aplicamos, además, la distinción empelada por Zibechi (2002)entre organizaciones representativas y multitud . En las primeras, los sujetosdelegan su voz en los representantes y las organizaciones derivan en for-

mas de interacción del Estado, es decir, los sujetos quedan desposeídosde su capacidad de acción y el dirigente se encarga de negociar y ges-tionar los cambios sociales. La multitud constituye una nueva subjeti-vidad, desarrollada en “espacios multidimensionales: de comunicacióne intercomunicación que habilitan la elaboración de nuevas matricesdiscursivas” (2002). Atendemos a estos dos tipos de sujetos en diversosmomentos: 1) la estructuración de la diversidad mediante organizacio-nes representativas, 2) la crisis que desvela la violencia estructural delconflicto, 3) la clausura en el ámbito representacional para reestablecerla formación hegemónica homogénea y 4) la expresión de la multitudcomo sujeto de cambio no basado en las estructuras representativas ni

en los sistemas de delegación.

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2. La representación de la diferencia: las organizaciones musulmanas

La democracia liberal rechaza el papel constituyente del antagonis-mo y promueve los consensos. El acuerdo social establece, no obstante,un cierre, fundado sobre la exclusión (Mouffe, 1999: 15). La diversidadsocial es, por tanto, negada y el consenso oculta formas de discrimina-ción, reflejo de las relaciones de poder y dominación. El Estado nacio-nal alcanza el consenso basándose en la etnicidad ficticia (Balibar, 1991:149), consistente en la creencia de que una nación se asienta sobre unaetnia originaria. De este modo, se oculta el antagonismo, al negarse elproceso de nacionalización de diversas formaciones sociales, y lo nacio-nal representa y reduce la divergencia social, dado que el Estado inter-

viene “en la formación de los individuos, en las estructuras de la fami-lia, de la salud pública y en el amplio espacio de la ‘vida privada’”(Balibar, 1991: 144). No obstante, cualquier intento de clausura socialse topa con la imposibilidad de desactivar el antagonismo inherente alas relaciones sociales. De ahí que Mouffe postule una esfera agonísticapara institucionalizar el conflicto con el fin de reconocer la existenciade conflictos e incorporarlos a la institución de la sociedad. El surgi-miento de organizaciones musulmanas podría ser un primer paso enesta dirección: por un lado, se reconoce la existencia de diversas identi-dades y, por otro, se trata de incorporar nuevos puntos de vista al entra-mado institucional.

La reivindicación de la identidad diferencial no está exenta de pro-blemática. La defensa de los derechos de una minoría como particulari-dad puede derivar en la aceptación de todas las prácticas particularistas–incluso las más reaccionarias. Además, se corre el riesgo de incidirsolamente en el aspecto diferencial y obviar el antagónico. Si esto es así,se valida la visión del Poder, que se siente legitimado para discriminaratendiendo a dicha diferencia (Laclau, 2000: 259). En el caso de lasidentidades religiosas minoritarias, la afirmación de la diferencia es asu-mida por las relaciones del Poder, que desproveen a la diferencia depositividad y la convierten en algo negativo en el marco de la identidadnacional: ser musulmán es no ser lo que yo soy (danés). La religión más acep-

tada, vinculada a la construcción de la nación, no se cuestiona. Para salirdel particularismo, las identidades apelan a una universalidad que tras-ciende la particularidad e impide que su proyecto se agote en ella.

Las organizaciones musulmanas son de dos tipos: religiosas y socia-les. Entendemos que una organización religiosa se instituye en torno alas creencias religiosas y los cultos de fe, mientras que una organizaciónsocial afronta los retos derivados de la preservación de la identidad reli-giosa en contextos sociales más amplios o laicos. La diferente naturale-za de los tipos de organizaciones se ejemplifica con la función de susrepresentantes: los líderes religiosos interpretan la palabra sagrada y sonreconocidos como sujetos legítimos para hacerlo; los líderes sociales, en

cambio, carecen de dicho capital simbólico y se orientan hacia un

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público más general y no solamente hacia los feligreses. Con todo, está

claro que en la esfera pública, ambas organizaciones concurren y deba-ten temas como la integración desde sus propias perspectivas, aunquecon finalidad diferente. Son varias las organizaciones musulmanas perovamos a destacar dos de ellas atendiendo a la posición que ocupan en laformación hegemónica desatada tras la crisis de las caricaturas deMahoma.

Islamisk Trossamfund (la Sociedad de Creyentes en el Islam, en ade-lante SCI) es una organización danesa musulmana, liderada por imanes.El lugar de acción de SCI es, en consecuencia, la mezquita y su funciónes difundir el Corán y adoctrinar a la comunidad musulmana estableci-da en Dinamarca. El papel protagónico de esta asociación durante la

crisis de las caricaturas de Mahoma se debe a que, para manifestar elmalestar por la publicación, SCI emprende un viaje por Egipto y Líba-no con el fin de informar sobre lo que es considerado como una ofensaal Profeta. El conflicto transciende así los límites nacionales y SCI seconvierte, en los medios de comunicación, en un exponente del extre-mismo islámico y una organización anti-nacional, que traiciona losvalores daneses en nombre de los valores islámicos. La oposición entrelo nacional y lo religioso facilita una reafirmación de la identidad dane-sa frente a un exterior constitutivo presente tanto dentro como fuera delas fronteras del Estado nacional.

Destacamos el papel de SCI a causa de su importancia para la arti-

culación de la identidad musulmana y danesa, pero está lejos de nues-tro objetivo entrar en valoraciones sobre la sociabilización en las mez-quitas o el papel de los imanes. Nuestro interés se centra especialmenteen las organizaciones sociales o civiles, no religiosas. Por eso, nos dete-nemos en la posición representada por organizaciones que sostienen lacompatibilidad entre la identidad primaria –la identidad musulmana–y la identidad secundaria2, la identidad danesa, desde la esfera social.

Forum for Kritiske Muslimer  (Foro para los Musulmanes Críticos, enadelante MC) se constituye con el objetivo declarado de adecuar elIslam a los contextos europeos y danés. Se pretende así abrir un espacioque supere tanto la estigmatización del musulmán en los medios de

comunicación como el rechazo por parte de determinados círculosmusulmanes de la diversidad y de lo secular. La política y la religióndeben separarse, ya que el mensaje del Islam es una sustancia espiritual–y lo espiritual reposa sobre fundamentos distintos de los de la políti-ca– que no puede confundirse con la ideologización de la religión

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2 Balibar distingue entre identidades primarias y secundarias: “Estoy totalmentede acuerdo con la idea de que la identidad nacional en cuanto tal, que se refleja a la vezen discursos y en relatos, en creencias o afectos y en prácticas institucionales, es unaidentidad secundaria que presupone unas identidades primarias, de forma que se puededistinguir de ellas, establecerse por encima de ellas y legitimarlas para sus propios

fines” (2003: 54).

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(Khankan y Plaschke, 2001). La religión es, por tanto, una cuestión pri-

vada y los musulmanes pueden contribuir al desarrollo de la sociedadsecular. La líder y fundadora de MC, Sherin Khankan, considera que elactivismo islámico no es una manifestación de radicalidad o tradiciona-lismo sino que forma parte del discurso de la modernidad y es, másbien, “un producto de la modernidad y no una resistencia contra ella”(2006: 17).

Las ideas de MC no son exclusivas del contexto danés sino que enla-zan con la propuesta del Euroislam, formulada por Tariq Ramadan3,consistente en adaptar el Islam a la vida de los musulmanes en Europa.La identidad musulmana, según Ramadan, justifica la propia existencia.La nacionalidad, en cambio, estructura la identidad dentro de una cons-

titución y de un espacio y establece el modo en que deben relacionarselos ciudadanos. En otras palabras, la identidad musulmana es la res-puesta al  porqué y la identidad nacional es la respuesta al cómo (2002:193-194). De este modo, la separación entre lo nacional y lo religiosocarece de sentido. Esto es lógico si tenemos en cuenta que Ramadan sedirige a los musulmanes de segunda y tercera generación, que crecen enla sociedad europea, y no a los inmigrantes que llegan a estos países. Porotra parte, frente a otras organizaciones que reivindican únicamente laidentidad particular-religiosa y reniegan de la participación en las ins-tituciones políticas, Ramadan anima a los musulmanes a ejercer la ciu-dadanía activa y a constituir la sociedad desde la experiencia musulma-

na. La posición de Ramadán es saludada por quienes la interpretancomo el acercamiento del Islam a la democracia y despierta el escepti-cismo de quienes subrayan los aspectos todavía controvertidos desdeuna óptica occidental o de quienes insinúan que existe una agenda ocul-ta próxima al fundamentalismo.

La noción de euroislam debe entenderse con flexibilidad para refe-rirse a la integración del Islam en Europa, según MC. Khankan (2002)lleva aún más lejos la separación entre política y religión y desarrolla laafirmación de Ramadan de que no puede haber Estados musulmaneseuropeos, puesto que los Estados musulmanes no pueden existir encuanto Estados. Al disociar el Estado de la religión, la identidad no se

puede explicar apelando sólo al marco del Estado nacional. La defini-ción de la identidad religiosa –la respuesta al cómo, en terminología deRamadán– conoce formas superiores al ámbito nacional, esto es, en elespacio global: “La comprensión de la identidad global no se contradi-ce con ser musulmán danés. Al contrario, ser danés sólo es un aspecto

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3 SCI también se inspira en el pensamiento de Ramadan. De este modo, algunoscríticos, como Tina Magaard (2006), intentan equiparar ambas líneas de pensamientobajo un significante común: Euroislamismo. Este término, opuesto a Euroislam, remite ala imposición de las leyes islámicas sobres las leyes occidentales. Magaard sostiene queestamos ante dos caras de la misma moneda, tal y como se aprecia durante la crisis delas caricaturas, en la que SCI prende fuego y Ramadan se presenta como bombero.

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más de la identidad global. El Islam es una herramienta que se enfren-

ta al reto de haber nacido y crecido entre diversas culturas” (Khankan,2006: 37). La identidad musulmana reconoce la limitación del particu-larismo y se proyecta sobre la universalidad, esto es, sobre los valoresmusulmanes universales. El conflicto surge cuando el universal demo-crático –ocupado por la democracia danesa– se declara incompatiblecon el universal religioso –en este caso, musulmán.

El esfuerzo de MC consiste, pues, en intentar constituir una iden-tidad más allá de las fronteras nacionales y ofrecer una alternativa a laproblemática del Islam como identidad primaria dentro de las fronte-ras nacionales. Para ello, se sostiene que el Islam pertenece al ámbitoprivado y, por otra parte, se trata de un fenómeno global. Al igual que

sucede con Ramadan, el euroislam defendido por MC contiene puntosde conflicto entre los valores nacionales y religiosos. Estos aspectos sonpuestos de relieve4 durante y tras la crisis de las caricaturas como prue-ba de la incompatibilidad de la identidad musulmana con la democra-cia –utilizándose cuestiones concretas como un rechazo a la totalidad dela identidad individual y social.

3. Salir de la crisis: la identidad democrática

La publicación el 30 de septiembre de 2005 de doce caricaturas de

Mahoma en el periódico conservador Jyllands-Posten (El Correo de Jutlan-dia) supone el origen de un conflicto internacional que adquiere unagran intensidad en enero de 2006. La crisis provocada en el plano inter-nacional por la publicación de las caricaturas convierte el debate sobrelo musulmán en un asunto central en la esfera pública. El suceso evi-dencia la débil línea que separa las fronteras de lo interior y del exte-rior5. La repercusión internacional viene precedida por una situación

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4 Nos referimos a aspectos como la sharia o la pena de muerte, tal y como indica-mos al analizar la formación hegemónica. Lejos está de nuestra intención justificar la

pena de muerte –una acción deleznable–, pero es relevante detenerse en el uso discur-sivo que se hace ella en relación con la democracia. La defensa o la comprensión de lapena de muerte se convierte en la prueba de la naturaleza antidemocrática de la identi-dad musulmana pero cuando se aplica a países como Estados Unidos –que permite suaplicación en algunos Estados–, la pena de muerte es, como mucho, una anomalía oimperfección del sistema democrático pero, en ningún caso, se afirma que la pena demuerte anula por completo el carácter democrático de los Estados Unidos.

5 Los boicots de los productos daneses, las manifestaciones e incluso ataques a lasembajadas de Dinamarca en Oriente Medio demuestran la dificultad de pensar la fron-tera dentro de los marcos del Estado nación. La publicación de unas caricaturas con elfin de denunciar la autocensura con respecto al Islam se traduce en una crisis interna-cional, donde lo musulmán no es percibido como una minoría problemática dentro delespacio nacional sino como una religión que aúna la creencia de los musulmanes másallá de las fronteras en oposición a un enemigo extraterritorial –que es difícil de nom-brar con una sola categoría, aunque se trataría en definitiva del mundo occidental osecular.

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nacional caracterizada por los conflictos latentes sobre las políticas de

integración, las representaciones negativas de lo musulmán en la esferapública y el asentamiento de la extrema derecha como tercera fuerzapolítica y como partido de apoyo del gobierno liberal-conservador a lolargo de tres legislaturas (1999-2008). La negación por parte delgobierno de los conflictos internos y de su impacto exterior se debe aque reconocer la “presencia de peligros es reconocer el fracaso de las ins-tituciones” (Beck, 2003: 18). De este modo, aceptar el conflicto inter-no se traduciría en una pérdida de la legitimidad de las institucionesque controlan el riesgo, principalmente el Estado nacional.

Los ataques contra las embajadas danesas y la quema de la banderanacional en algunas manifestaciones en varios países musulmanes ofre-

cen una imagen agresiva y amenazante del Otro. Lo musulmán se asociacon el extremismo y el fanatismo y se crea así una representación del ene-migo externo fácilmente aplicable al Otro interior6. El redactor culturalFlemming Rose (2005) se encarga de escribir un texto, publicado juntoa las caricaturas, en el que se fijan dos categorías que reflejan la imposi-bilidad de la sociedad multicultural: “La sociedad moderna y secular esrechazada por algunos musulmanes. Ellos exigen un tratamiento espe-cial cuando insisten en una consideración particular sobre sus propiossentimientos religiosos. Esto es incompatible con una democracia laicay la libertad de expresión”. Las palabras de Rose7 representan una opo-sición insuperable entre la sociedad secular y la sociedad musulmana. El

punto de partida es que una sociedad moderna y secular debe asentarsesobre principios universales, como son la democracia y la libertad deexpresión. La sociedad danesa se despoja así de cualquier connotaciónnacional y se reviste de la validez de lo universal –del cual el Estadodanés participa. La sociedad musulmana no encaja con este universal nien el nivel externo ni en el interno: en el contexto internacional, serechazan los regímenes totalitarios de inspiración islámica y en el ámbi-to nacional, se asume que los inmigrantes o daneses musulmanes no tie-nen cabida dentro de la democracia danesa.

El desarrollo de la crisis acentúa la división entre dos modelosincompatibles. El gobierno y gran parte de los medios de comunicación

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6 El enemigo interno y el enemigo externo coinciden y se confunden y los conflic-tos sociales se explican recurriendo a la confrontación inevitable entre culturas, anuncia-da por Huntington. La imagen del musulmán se reduce al Uno, al enemigo, tal y comose aprecia en las palabras de Trads: “¿Por qué se encuentra gente en el mundo musulmánque nos odia tanto y están preparados para ejercer el terror contra Dinamarca y Occi-dente –y cómo demonios puede ser que en nuestro propio país se encuentren personasque están quizás incluso dispuestas a suicidarse para dañarnos?” (2006: 10).

7 Al aclarar los motivos que determinaron la publicación de las caricaturas, Rosegeneraliza el valor universal de las democracias occidentales frente al resto de regímenespolíticos. Rose declara haber vivido en la antigua Unión Soviética y haber experimenta-do los efectos perjudiciales de la censura para la sociedad. Por eso, su objetivo es desafiarla censura que, en su opinión, se está imponiendo en Europa a causa del Islam.

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subrayan las fronteras de lo nacional. El efecto de este intento de recu-

peración de la soberanía nacional es apoyado por la fundación de unanueva organización musulmana,  Demokratiske Muslimer  ( Musulmanes Democráticos, en adelante MD), una red8 para los musulmanes daneses“que no se sienten representados por los imanes” (2006). El propionombre de la organización disocia la democracia del Islam. La plurali-dad de voces surgida a raíz de la crisis (Jernewicz, 2006) se aleja, desdeun principio, de la constitución del espacio público como una esferaagonística. La actitud adoptada por el gobierno, refugiándose en lalibertad de expresión como valor fundamental de la democracia y delpueblo danés, impide la apertura de un nuevo espacio político plural.Pero el esfuerzo gubernamental precisa del apoyo de MD para hacer

efectiva una formación hegemónica, constituida sobre la legitimidad deun sujeto musulmán que deje fuera a otras organizaciones musulmanascuyas visiones chocan con la identidad dominante conformada dentrode las fronteras del Estado danés.

MD es una organización civil –y no política ni religiosa– con lavoluntad declarada de ofrecer una solución dialogada al conflicto origi-nado a raíz de las crisis de las caricaturas. No obstante, el portavoz yfigura más visible de MD es Naser Khader, un político, miembro delParlamento, de Radikale Venstre9. Resulta, por tanto, difícil disociar aKhader de sus postulados políticos y pensar en MD fuera del espaciopolítico. Dado que el momento se caracteriza por la visibilidad de un

conflicto y por la mayor presencia de la discusión en torno a la identi-dad musulmana en Dinamarca, no debe extrañarnos que una organiza-ción aspire a representar las ideas de un grupo que, hasta entonces, no sesiente representado. Este hecho nos lleva a reflexionar sobre dos aspec-tos: la representatividad y el posicionamiento del nuevo sujeto colectivofrente a otros sujetos que también se definen como musulmanes.

Antes de plantear cómo MD compite por la representación frente aotras agrupaciones, conviene valorar el grado de representatividad detodas estas organizaciones. Se calcula que en Dinamarca hay en torno a200.000 musulmanes. Las organizaciones calificadas como musulmanastienden, lógicamente, a atribuirse la representación de un grupo hete-

rogéneo. Por otra parte, la pluralidad de organizaciones musulmanas nogarantiza la convivencia armónica entre ellas y se aprecia un interés porlograr el monopolio de la representación. MD se ven avalados por surápido crecimiento. Quince días después de su fundación el número demiembros es de 900 y en un mes ya cuentan con 1.500. El elevadonúmero de nuevos miembros se convierte en un argumento de legiti-midad frente a otras organizaciones menores. Por otra parte, se crea una

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8 MD afirman que se consideran una red más que una organización.9 Radikale Venstre se traduce literalmente como Izquierda radical . Esto no debe dar

lugar a confusión, ya que el partido se define como social-liberal y tiende a ubicarse en

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organización de apoyo a MD. Un grupo de empresarios, liderados por

Asger Aamund, establece este grupo de apoyo, fundamentalmente, eco-nómico. La separación entre MD y el grupo de apoyo se basa en el carác-ter musulmán o no de los miembros. El número de no musulmanesincrementa espectacularmente y, a finales de febrero, los miembros son12.000. El crecimiento asimétrico entre musulmanes y no musulmanesmuestra el interés del segundo grupo por participar y, además, la inten-ción del entorno empresarial de crear una imagen no conflictiva deDinamarca en el contexto internacional –donde los intereses económi-cos son abundantes. Con todo, la salida gradual de la crisis y el aban-dono de los representantes más conocidos de la ejecutiva se traducen enuna perdida considerable de miembros. En la asamblea general de 2007

sólo se envían 600 invitaciones frente a las 2.500 enviadas tan sólo unaño antes. Como fuera, la pérdida de capacidad de convocatoriademuestra la dependencia de la organización de su momento fundacio-nal y su papel indefinido una vez pasada la crisis.

La creciente pérdida de popularidad, y consecuentemente de repre-sentatividad, de MD se puede constatar en la opinión de los musulma-nes en Dinamarca sobre el proyecto de Khader. En una encuesta reali-zada por Catinét Research en diciembre de 2006, el apoyo de losmusulmanes a MD cae con respecto a febrero del mismo año de un 22a un 16 por ciento mientras que el rechazo a la organización crece de un31 a un 3910. El 11,9 reconoce a Naser Khader como representante de

los musulmanes en el debate público, frente al 13,7 por ciento en febre-ro11. Por otra parte, es digno de destacar que tres de cada cuatro inmi-grantes no se sienten representados por ninguna organización (Bræmer,2007). La mala organización interna de MD y la retirada de algunos desus rostros más carismáticos –Ibrahim Ramadan, Jamilla Jaffer, Fathi elAbed, Amina Ahmed y Naser Khader– (Martínez, 2007) debilitan lasposibilidades de aumentar el grado de representatividad. De hecho, laaventura política de Khader con la creación de un partido liberal,  Ny

 Alliance, destinado a minimizar la influencia de la extrema derecha y aofrecer su colaboración al gobierno liberal-conservador, conlleva asi-mismo una pérdida de confianza de los musulmanes hacia él. Yüksek-

kaya señala que se trata de un problema de fondo: “Los inmigrantes nose sienten representados en el debate danés. Están tan fragmentados ydivididos a causa de la diferencia étnica, religiosa y política, que esabsolutamente utópico imaginarse que pueda haber una sola voz que

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10 MD son elegidos como la organización más representativa con un 8,6 por cien-to. Con un apoyo similar, SCI ocupa la segunda posición con un 8,3 por ciento. El restode las organizaciones obtiene los siguientes: Muslimer i Dialog (4,2), Diyanet (3,3),Mili Görüs (1,2), Hizb-ut-Tahrir (05), MC (0,5), The Network (0,5).

11 Aun así, Naser Khader es el personaje público que mayor porcentaje obtiene,seguido por el político del partido de izquierdas Socialistisk FolkeParti, KamalQureshi, con un 9,1 por ciento.

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unifique el apoyo de gran parte del ambiente de los inmigrantes” (Mad-

sen, 2008:8).La explicación de la pérdida de miembros y de apoyo aportada porNaser Khader revela la función desempeñada por la organización, tal ycomo la vamos a considerar: “Es muy normal que bajemos algunos por-centajes cuando hay tranquilidad sobre el Islam y los musulmanes”(Vangkilde, 2007). Así pues, MD actúa en una situación de crisis parafortalecer la formación hegemónica y, en el momento en que ésta sevuelve a consolidar, la organización queda desprovista, en parte, de susentido.

4. La representación hegemónica de la identidad musulmana

En su teoría sobre las formaciones hegemónicas, Ernesto Laclau(2005) distingue entre significantes flotantes y significantes vacíos. La for-mación hegemónica se constituye sobre significantes estables, que esta-blecen un cierre sobre lo social. Las identidades diferentes se articulan,siguiendo una lógica de equivalencia, frente a un tercero excluido. Laequivalencia se fija en torno a un significante vacío, que aglutina lasdemandas de los distintos grupos. El significante es vacío porqueadquiere significación dentro de la formación discursiva de un grupo,que estructura y organiza lo social, si bien sólo temporalmente. Como el

antagonismo sigue existiendo, es posible recurrir a significantes flotan-tes, que ofrecen la posibilidad de articular otras formaciones que desha-gan la clausura social existente. Así pues, la sociedad es siempre diná-mica y las significaciones sociales reflejan los antagonismos sociales.

Desde su declaración de principios, MD definen el plano represen-tacional o del imaginario como su espacio de acción y aspiran a dar visi-bilidad a voces hasta entonces alejadas de la esfera pública: “durantemucho tiempo el debate público en Dinamarca ha estado dominado poruna imagen completamente diferente de los musulmanes y del Islam;una imagen que ha sido transmitida por muy pocas personas y que hasido unidireccional y generalizada” (MD, 2006). Para ser miembro de

MD se exige la adhesión a seis principios. Mientras que el segundo deellos proclama la representación amplia de la identidad y de la culturamusulmanas, otros principios perfilan un imaginario del musulmándemocrático cuyo fundamento reposa en la constitución danesa y en losderechos humanos defendidos por la Unión Europea y las NacionesUnidas y remite a la libertad de expresión, la igualdad, la separaciónentre iglesia y Estado y el rechazo a la pena de muerte. Algunos de estosprincipios se constituyen claramente como ataques a las posturas soste-nidas por otras organizaciones musulmanas.

Así pues, la formación discursiva de MD se apoya sobre lassiguientes oposiciones: Estados musulmanes vs. Estado danés, Reli-

gión vs. Política, Islam vs. Democracia. Si pensamos que MD opta por

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el segundo elemento de cada oposición y rechaza el primero, es fácil de

percibir que su posición se articula sin excesivas complicaciones, apli-cando la lógica de equivalencia, dentro de la formación hegemónica dela nación danesa.

El arraigo de MD en el Estado danés es parte de los principios quecada miembro debe suscribir para formar parte de la organización. Nose trata de una identificación meramente geográfica sino del reconoci-miento de determinados valores como la libertad de expresión. En unmomento en que la publicación de las caricaturas de Mahoma provocael rechazo y la condena por parte de los países musulmanes, la oposi-ción entre Estados democráticos –en concreto, el danés– y Estados anti-democráticos –esto es, musulmanes– goza de gran aceptación, ya que

las imágenes de las banderas nacionales ardiendo en protestas organiza-das por manifestantes musulmanes favorecen la visualización de dichaincompatibilidad. La exigencia al gobierno danés de pedir disculpas alos países árabes es rebatida. La ofensa, según Naser Khader (2006), noproviene del lado danés sino de gobiernos como el de Arabia Saudita:“Me ofende que nosotros en Dinamarca escuchemos la petición de dis-culpas a los fundamentalistas en Arabia Saudita en lugar de la exigen-cia de derechos de libertad democráticos para todos, incluidos losmusulmanes. ¿Por qué no condenamos la absoluta falta de democraciade Arabia Saudita? ¿Por qué la ofensa religiosa tiene más peso que laofensa democrática?”.

Los miembros de la ejecutiva de MD basan, en ocasiones, su críti-ca a los Estados islámicos recurriendo a sus vivencias personales. Hemosde tener en cuenta que éstos son inmigrantes que crecen en Dinamarcapero que provienen de países islámicos. Moustapha Kassem y AkmalSafwat (2008) rememoran su estancia en la universidad de El Cairo y serefieren al grupo de salafis como un grupo radical que impide otrasinterpretaciones diferentes de la suya y niegan la diversidad entre losmusulmanes12. La intención es subrayar la incompatibilidad del Islamy la política, cuya confluencia sólo beneficia a los islamistas y a los par-tidos de extrema derecha. Ibrahim Ramadan (2006), también en la eje-cutiva de MD, exige a los musulmanes daneses elegir bando: “¿Quere-

mos vivir en este país con todo aquello que da libertad, posibilidades yderechos –o deseamos realmente que la intolerancia, la dictadura y larestricción de la libertad personal de las que hemos huido impregnennuestra vida en el país al que hemos venido”.

El fundamento de MD coincide, pues, con la defensa de los princi-pios del Estado danés. Las condiciones de libertad y de democracia soninherentes a la democracia danesa y los musulmanes sólo pueden ser crí-ticos en el contexto danés y no en el de los países islámicos. La demo-

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12 Ibrahim Ramadan (2006) cuenta una historia similar sobre su experiencia en launiversidad de El Cairo.

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cracia danesa adquiere, por tanto, el valor de un universal, conformado

por la libertad y los derechos humanos, mientras que la identidad reli-giosa particular sólo es posible si se aceptan dichos valores –por ser uni-versales. Es más, las personas que no asumen los principios daneses–que son universales– no pueden considerarse demócratas. El hecho deque los musulmanes de otros países estén manifestando su rechazo a laofensa proferida por los medios de comunicación daneses se explicaarguyendo que éstos viven bajo coacción. Los daneses –que operancomo universal–, no necesitan restringir su libertad de expresión, yaque actúan en nombre de la democracia y el efecto de sus acciones sólopuede ser la ampliación de los márgenes democráticos. En este sentido,la respuesta de MD refrenda la visión hegemónica danesa, basándose en

los valores nacionales, y contrasta con las posiciones de otras organiza-ciones musulmanas danesas que censuran con mayor severidad la publi-cación de las caricaturas y exigen el ejercicio de la libertad de expresióncon responsabilidad y respeto a las minorías.

La democracia como significante vacío coincide con su uso en la for-mación hegemónica dominante, en boca tanto del periódico que publi-ca las caricaturas como del gobierno danés. Lo novedoso de la situaciónes que el sujeto musulmán en construcción incorpora dicho significan-te en su discurso, excluyendo otras posibles signficiaciones –presentesen otros discursos. Al forzar la elección entre dos formaciones polariza-das –Estado danés vs. Estados islamistas e Islam vs. democracia–, MD

impiden pensar la democracia desde otras posiciones o, en otras pala-bras, articular los significantes flotantes en otras formaciones hegemó-nicas que eludan dicha dicotomía. La identidad musulmana es pura-mente contextual: dentro del Estado danés, se puede pensar desde lacrítica y desde los valores democráticos, mientras que dentro de losEstados islamistas, la identidad musulmana es acrítica y antidemocrá-tica. De ahí que se estrechen los vínculos entre el hacia dentro islamista–personas y organizaciones que defienden el Islam– y el hacia fuera, quevincula los sistemas represivos e intolerantes de los gobiernos extranje-ros de índole musulmana con las actitudes y valores de los musulmanesresidentes en Dinamarca.

La continuidad entre lo interior y lo exterior está destinada a des-legitimar a las organizaciones religiosas, que, al anteponer sus creenciasislámicas, resultan incompatibles con la democracia. En este caso, laoposición Islam vs. Democracia se dirige, especialmente, a reducir lainfluencia y la legitimidad de la principal organización musulmana,SCI, y, de manera más personalizada, de los imanes. Durante la crisis delas caricaturas, los imanes adquieren gran visibilidad, sobre todo, AbuLaban, líder de SCI. En los medios de comunicación, se representa unantagonismo entre dos figuras: Abu Laban y Naser Khader, líder deMD. La polarización entre una organización religiosa y otra civil redu-ce la variedad de planteamientos y experiencias de la comunidad

musulmana. De este modo, MD insiste en la falta de representatividad

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de SCI13 y de los imanes y acentúa la incompatibilidad entre Islam y

democracia. Khader subraya que ninguno de los miembros de SCI sus-cribiría los principios sobre los que se asienta MD, aunque aclara quees compatible ser musulmán y demócrata. Dicha aclaración denota, enprimer lugar, la asunción de que existe tal incompatibilidad y, ensegundo, de que organizaciones como SCI no defienden tal combina-ción. Así pues, cuando Khader afirma que “el objetivo no es no elegirel Islam sino elegir la democracia”, está articulando una manera de sermusulmán, que excluye otras posibles maneras de pensar el Islam.

Es interesante insistir en la idea de que la formación discursiva deMD se posiciona ante organizaciones religiosas y no propone tanto eldesarrollo de las creencias en el ámbito privado sino la imposición de la

democracia –como universal, aunque construida sobre los principiosdaneses– sobre la diversidad de singularidades. La democracia, en unsentido monosémico, deviene en una premisa para el desarrollo de laidentidad religiosa –de cualquier religión– o de cualquier tipo de iden-tidad. Khader argumenta que: “cuando se nace en Occidente, estoy afavor de la asimilación total en relación a la democracia. Así pues, lareligión y los dogmas religiosos deben adaptarse a ella. […] La demo-cracia está por encima de la religión” (Lilleør y Khader, 2005: 124).MD se oponen a las organizaciones religiosas que quieren “controlar loque otros musulmanes tienen que creer, pensar y hacer” (Ramadan,2006). Para alcanzar este objetivo, MD admiten que la representación

negativa de los musulmanes en el discurso dominante está, en parte,justificada: “¿Pero hemos hecho nosotros mismos suficiente para frenarla imagen estereotipada, que nos persigue, del Islam como una religiónde odio y de los musulmanes como aquellos que no desean integrarse nisiquiera aceptar Occidente?” (Ramadan, 2006).

La oposición entre el Islam secular y el Islam político facilita laexclusión de los imanes como representantes democráticos legítimos,pero MD también se oponen a las organizaciones que defienden el Islamdesde una óptica puramente civil. Con el objeto de ocupar este espaciohegemónico, MD se posicionan frente a MC y desdibujan la separaciónentre religión y política que esta organización trata de establecer. Para-

dójicamente, la fundación de MC en 2001 es apoyada por Naser Kha-der, que se hace miembro de la organización y esgrime argumentossimilares a los empleados para justificar la creación de MD. Más tarde,

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13 Según Naser Khader, “Los imanes no son de ninguna manera portavoces de losmusulmanes. Ellos son los portavoces de los musulmanes ortodoxos. Pero no todos losmusulmanes son ortodoxos. Yo y muchos otros no nos sentimos representados por lospuntos de vista conservadores [de Fatih Alev]. Él está totalmente equivocado sobre loshomosexuales, a quienes considera como enfermos” (Lilleør y Khader, 2005: 109).Fatih Alev es un conocido imán, activo en el debate público, y líder de la organizaciónMuslimer I Dialog.

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las discrepancias dentro del partido socioliberal Radikale Venstre entre

Khader y la líder de MC, Khankan, en torno a la sharia concluyen conel abandono de esta última del partido.La cuestión de la sharia es fundamental. MD presumen de ser la

primera organización musulmana que rechaza la sharia como ley. Deesta manera, se cierran las posibles interpretaciones sobre la sharia y suadaptación al contexto europeo y se dificultan posiciones dispuestas acompatibilizar las identidades primarias y secundarias. Las organizacio-nes musulmanes civiles quedan, pues, fuera de los márgenes de lademocracia, tal y como son trazados por MD. En concreto, la elecciónde la sharia como significante vacío fija la posición de MD frente alEuroislam, representado en el plano ideológico y europeo por Tariq

Ramadan, y a MC, como aplicación del Euroislam en el contexto danés.La oposición entre Estado musulmán y Estado democrático es la basesobre la cual MD se apoyan para considerar la sharia –que MC conside-ra perteneciente al ámbito privado– como un ataque a la democracia–dentro, pues, del ámbito público y estatal. La transposición de lo exte-rior a lo interior pasa por alto que la sharia adquiere distintos valoresen los Estados musulmanes y europeos. En los Estados musulmanes, lasharia puede adquirir el valor de ley, regulada por el Estado, y su valornormativo se aplica a las relaciones entre los individuos y familias. Sinembargo, en los Estados europeos la sharia no tiene efecto como legis-lación civil sino que supone un conjunto de guías informales y pautas

de comportamiento (Bredsdorff, 2007: 10).Tanto en el sentido estatal como privado –correspondiendo esteúltimo con el caso danés– la religión es indisociable de la sharia. Poreso, el rechazo promovido por MD de la sharia conlleva una revisiónmás restrictiva del musulmán democrático, articulada junto a una cade-na de significantes que excluye la sharia del espacio democrático: “Esta-mos contra la pena de muerte y decimos que la creencia es un asuntoprivado. Al mismo tiempo apoyamos las convenciones europeas dederechos humanos y, por consiguiente, se está en contra de la shariacomo ley. Porque cuando se aplica la sharia como ley, no hay vueltaatrás” (Termansen, 2006). La sharia se asocia así con la pena de muer-

te y la violación de los derechos humanos, como, por ejemplo, el ape-dreamiento o la pena de muerte. Como MD se oponen a la sharia yapuestan por la creencia como asunto privado, insinúan que MC no res-petan la separación entre lo público y lo privado –aunque ellos así loproclaman–, puesto que su objetivo es imponer una ley contraria al sis-tema legal danés.

La separación entre lo público y lo privado es, en parte, engañosa.Cuando Khankan afirma que el ámbito de las creencias es privado, estáreconociendo la existencia de diferentes creencias dentro del Estadodanés. Cuando Khader dice que la religión es un asunto privado, insi-núa que la religión musulmana no debe ser un asunto público –a menos

que sea bajo los principios democráticos. Se produce, pues, una confu-

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sión intencionada entre la relegación de las creencias a la esfera privada

y la imposibilidad de una identidad religiosa en el ámbito público. MCreclaman el derecho a constituir su identidad sobre sus creencias reli-giosas, al igual que otros grupos lo hacen con respecto al género, la claseo la sexualidad. Como indicábamos anteriormente, las críticas en tornoa cuestiones concretas derivan en objeciones a la identidad (Modood,2003: 172). La insistencia en asuntos como la libertad de expresión o lasharia se presentan como la prueba global –y no limitada a un aspecto–de que una identidad religiosa musulmana no tiene cabida dentro delespacio democrático.

La confluencia entre el discurso de MD y la formación hegemónicanacional se constata cuando el Primer Ministro Anders Fogh Rasmus-

sen invita en febrero de 2006 a MD –pocos días después de su funda-ción– a encontrar en Marienborg soluciones comunes para afrontar lacrisis. La preferencia pública por una organización musulmana comoMD excluye otros puntos de vista y reconoce como interlocutor válidoa la organización que antepone los valores democráticos daneses. Laspalabras de Khader, declarando que esta invitación demuestra que losmusulmanes se comprometen con la democracia, deja fuera del espaciodemocrático al resto de organizaciones y MD se atribuye el mérito dehaber sido la primera organización en dar ese paso (Tudvad, 2006).

Este hecho visualiza la clausura de la crisis dentro de las fronterasnacionales. El gobierno debe buscar la vía diplomática para terminar

con la crisis internacional14 pero en el plano nacional opta por legitimarsus decisiones sobre la formación discursiva del musulmán democráti-co. De este modo, los incidentes sólo pueden achacarse al fanatismofuera de Dinamarca y, en el interior del país, a la incomprensión del sig-nificado de la democracia. La dificultad de separar tajantemente entrelo interior y lo exterior hace que la alianza entre Gobierno y MD reper-cuta igualmente en el tipo de políticas de integración, ya que los valo-res democráticos son incompatibles con los valores musulmanes. Laintegración deviene no sólo en una asimilación democrática, como afir-maba Khader, sino en una asimilación de los valores dominantes queconstituyen la nación danesa. Se promueve así un desplazamiento en la

categoría de ciudadanía. Ya no se trata únicamente de que la ciudada-nía de los inmigrantes se someta a la normalización estatal por medio dela consecución de un trabajo o de recursos económicos suficientes y laconsecuente integración en el sistema educativo, sino que el proceso secompleta con controles sobre el grado de nacionalización del inmigran-

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14 El día de la publicación de las caricaturas los embajadores de los países musul-manes en Dinamarca le escriben una carta al Primer Ministro Anders Fogh Rasmussenpara tener una reunión y discutir la creciente presión que los musulmanes están expe-rimentando en Dinamarca. El rechazo de Fogh a reunirse con los embajadores es consi-derado como un fallo estratégico y político, ya que podría haber evitado el desarrollo

posterior de los acontecimientos (Rothstein y Rothstein, 2006, 32-33).

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te mediante las pruebas de idiomas, que incluyen aspectos sobre la cul-

tura danesa.La formación hegemónica del musulmán democrático clausura lacrisis aumentando el poder de la nacionalización sobre la ciudadanía.El antagonismo se niega y no se le reconoce al adversario como opo-nente legítimo (Mouffe, 2003: 115), al ser considerado como un ene-migo. Los ciudadanos daneses musulmanes, nacidos en Dinamarca, nopueden compatibilizar las identidades múltiples, puesto que se lesexige ser demócratas –en su sentido hegemónico– para ser daneses y,en consecuencia, ser musulmanes de un determinado modo. Se asume,en cambio, que los ciudadanos étnicos daneses son demócratas por elmero hecho de ser daneses. El resultado es una división en dos gru-

pos: “la mayoría de cristianos secularizados, formados por ciudadanoscon mentalidad leal y democrática para quienes la religión no desem-peña ningún papel político, y la minoría musulmana, plagada demusulmanes desleales y antidemócratas para quienes la religión estápor encima de los principios seculares de la sociedad danesa” (Grøn-dahl y Fenger-Grøn, 2006).

El fin del conflicto pasa por un consenso que niega el antagonismoy la dificultad de institucionalizar la diversidad de identidades religio-sas así como la integración y la inmigración. La libertad de expresión,como significante vacío, se articula junto con la democracia y, en estacadena de significantes, el significante flotante musulmán se articula

dentro de la formación hegemónica constituida por el Gobierno y porMD. La democracia se presenta como un universal y excluye a otrasorganizaciones, religiosas y civiles, y a otras singularidades, de maneraque MD se atribuyen la representación de los musulmanes y el Gobier-no la representación de los demócratas, coincidiendo ambas categorías–musulmanes y demócratas– dentro de la misma formación hegemóni-ca15. El desplazamiento de las posiciones dificulta asimismo la búsque-da de soluciones para constituir una esfera antagonística: los anterior-mente moderados, MC, pasan a ser fundamentalistas por su defensa dela sharia, los imanes, mediante una generalización, abandonan el espa-cio religioso y son situados en el espacio antidemocrático y la izquier-

da crítica es calificada como ingenua (Jespersen y Pittlelkow, 2006)cuando muestra comprensión por las minorías étnicas o busca la com-patibilidad entre las identidades múltiples. El discurso hegemónicoestablece unas nuevas condiciones de posibilidad –de lo que se puede

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15 Conviene en este punto recordar que el partido de extrema derecha, el  DanskFolkeparti ( Partido Popular Danés), caracterizado por sus declaraciones xenófobas y con-trarias al Islam, aprovecha esta polarización para intensificar sus críticas al entornomusulmán y expandir las sospechas sobre los inmigrantes o los daneses de segundageneración. Es sintomático que las expectativas de voto del Dansk Folkeparti aumen-ten tras las crisis de las caricaturas y en las elecciones de 2007 el Partido Popular Danéscontinúa siendo el tercer partido más votado, aumentando en un escaño.

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decir o hacer– que legitiman y refuerzan la posición de la derecha sobre

la integración y sobre la nación danesa.No obstante, la imposibilidad del universal de ser absoluto quedapatente en el carácter particular de la formación social: MD son ungrupo que no representa a los musulmanes sino a un grupo seculariza-do de inmigrantes en Dinamarca (Engelbreth, 2006). Por otra parte,MD despiertan más entusiasmo entre los no musulmanes que entre losmusulmanes, lo cual pone en entre dicho su grado de representatividad.La carencia de representatividad es mayor si pensamos que la oposiciónde categorías musulmán democrático / musulmán fundamentalista o radical deja fuera una gran variedad de identidades, al obviar la diferencia entremusulmán no creyente y no practicante y la “gran diferencia entre tener

una relación de pertenencia al Islam (como marca de identidad) y notenerla, con independencia del grado de práctica” (Shah, 2006). Seobvian igualmente las diferencias entre los menos creyentes, los no cre-yentes y los  anti-creyentes que tienen trasfondo musulmán. El últimogrupo, paradójicamente, se presenta como musulmanes moderados, sien-do, en consecuencia, muy amplia y poco matizada la categoría restante:musulmanes radicales (Shah, 2006).

Si bien MD tienen un éxito considerable al contribuir al estableci-miento de dos grupos –demócratas vs. no democrátas– para cerrar unnuevo consenso nacional, el antagonismo no se agota. No puede hacer-lo porque, como hemos visto, estamos ante un grupo muy diverso y

difícil de unificar. El antagonismo se manifiesta, por tanto, en otras for-mas no vinculadas tan directamente a la identidad religiosa.

5. La expresión de la multitud: renacionalizar la nación

Basándose en los planteamientos de Hobbes, Paolo Virno resalta lainterdependencia entre Estado y pueblo: para que haya Estado es nece-sario que haya pueblo. El concepto de pueblo se asocia con “la neta sepa-ración entre un ‘adentro’ habitual y un ‘afuera’ ignoto y hostil” (2003:21). En una situación de crisis como la que hemos analizado, la apari-

ción del pueblo danés tiende a reforzar esta separación entre  adentro y afuera, aunque el afuera se aplique a ciudadanos y residentes del país. Lavoluntad única de la nación se constituye así mediante la clausura de losocial y la exclusión de otras posiciones –que quedan fuera de la forma-ción hegemónica. Hasta el momento hemos observado la dimensiónidentitaria en torno a criterios religiosos y el modo en que las organi-zaciones asumen la representación del grupo de musulmanes –inmi-grantes o daneses de segunda generación. Ahora bien, la diversidad deidentidades nos obliga a pensar en otra categoría que refleje la plurali-dad y trascienda el campo de la representación. Buscamos la respuestaen el concepto de multitud , que derrumba las separaciones entre el aden-

tro y el  afuera y “contradice virtualmente el monopolio estatal de la

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decisión política” (2003: 14). Vamos a considerar los acontecimientos

sucedidos en Dinamarca en febrero de 2008, dos años después de la cri-sis de las caricaturas de Mahoma, para explorar las implicaciones de unanálisis basado en la multitud.

La dificultad de encontrar nombres en el contexto danés para refe-rirse a un mismo sujeto social revela la existencia de una nueva clasesocial, nombrada con etiquetas como inmigrantes, inmigrantes de segunda

 generación, moros o nuevos daneses. La variedad nominal denota, por unlado, el afán por clasificar y categorizar a un grupo en relación con lo quesignifica ser danés y, por otro, evidencia la dificultad de ser clasificado yser definido según los criterios basados en la homogeneidad étnica de lanación. El éxodo de los inmigrantes y refugiados procedentes de los paí-

ses musulmanes demuestra la imposibilidad de mantener las fronterasde la soberanía nacional –y de emplear una categoría homogénea paradefinir la identidad nacional– e impulsa nuevas capacidades de expresióny de producción16. En este sentido, el éxodo es “una potente forma de lalucha de clases que se da en el seno de la posmodernidad imperial y con-tra ella” (Hardt y Negri, 2002: 202). El carácter espontáneo de este tipode movilidad conduce, en ocasiones, a abordar la inmigración o la gue-tización como cuestiones morales, despolitizadas y desprovistas de cual-quier referencia a las relaciones de dominación (Bourdieu y Wacquant,2001: 16-17). Se olvida, en definitiva, que los inmigrantes de segundageneración experimentan la violencia estructural de forma cotidiana y

están sometidos a las nuevas relaciones de clase. No estamos, en ningúncaso, ante un fenómeno exclusivamente cultural.Los acontecimientos comienzan en febrero de 2006. Un grupo de

jóvenes quema coches y contenedores en Indre Nørrebro, en Copenha-gue. Los incendios son secundados en los barrios de más poblacióninmigrante (Nordvest, Vestegnen). Aunque al principio el objetivo esla quema de coches y contenedores, luego también se prende fuego aedificios, sobre todo colegios. Después de unos días, los incendios seextienden a otros barrios, a otras partes de la región de la capital ySelandia, así como a la segunda ciudad más habitada de Dinamarca,Aarhus (en las zonas de mayor concentración de inmigrantes). Las imá-

genes de las ciudades en llamas se prolongan varios días. Posteriormen-te, se producen altercados similares en el resto de ciudades grandes,Odense y Aalborg, y en otras ciudades más pequeñas. Durante dossemanas los inmigrantes de segunda generación mantienen el desafío alas autoridades policiales y políticas mientras que los medios de infor-mación masiva se centran más en los destrozos materiales –destacandoel incendio de escuelas– que en las motivaciones o causas, ya que sonvarias las interpretaciones al respecto.

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16 Se trata también de un éxodo categorial, que se resiste a ser definido.cer parti-do más votado, aumentando en un escaño.

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rechaza la imposición de categorías por parte de dicha formación. En

otras palabras, los jóvenes de Nørrebro no van a discutir la relaciónentre democracia, libertad de expresión y la publicación de las carica-turas de Mahoma sino que van a cuestionar el sistema represivo y exclu-yente que, tras la crisis de Mahoma, fija un falso consenso –o un con-senso precario– para clausurar lo social.

En medio de las imágenes, explicaciones y especulaciones sobre lanaturaleza de las protestas, un comunicado firmado por  Los chicos deIndre Nørrebro [ Drengene fra Indre Nørrebro] ofrece su versión sobre losmotivos que les llevan a la quema de coches y escuelas y a los enfrenta-mientos con la policía.

En primer lugar, los jóvenes niegan que el conflicto sea una mani-

festación del malestar por la publicación de las caricaturas de Mahoma.No se puede esperar, por tanto, que los chicos de Nørrebro articulen susdemandas sobre la identidad religiosa. De hecho, en el comunicado nose encuentra ninguna referencia religiosa. Con esta declaración de prin-cipios se evita ser representado y deslegitimado dentro de la formaciónhegemónica que, a propósito de la crisis de las caricaturas, asocia lomusulmán –especialmente sus manifestaciones violentas– con lo anti-democrático. El espacio del colectivo de jóvenes de Nørrebro no es reli-gioso. El motivo concreto, según el comunicado, es el ataque indiscri-minado de la policía a un inmigrante anciano. En este punto, convieneresaltar las similitudes de este caso con la insurrección de los suburbios en

Francia, descrita por Amin y Herrera (2006) como “una rebelión dejóvenes de las clases bajas urbanas precarizadas, que están aprendiendoel significado de la lucha de clases a fuerza de golpes que les asestan losaparatos represivos del Estado”.

Mientras que la crisis de las caricaturas refleja la crisis del Estadonacional, la crisis de los suburbios en Dinamarca apunta hacia otradimensión: la crisis del Estado social. Coincidimos, por tanto, conAmin y Herrera en que, junto al elemento religioso y étnico, la clasedesempeña un papel fundamental en la identidad de los jóvenes –adiferencia de lo que sucede con las organizaciones en torno a las iden-tidades religiosas. El control y el acoso de la policía –como institución

represiva del Estado– son las razones que originan las movilizaciones:“en el fondo, los altercados responden al modo en que somos tratadospor la policía, con ofensas brutales, racistas y completamente inacep-tables” (Drengene, 2008). Los testimonios aportados por los jóvenesasí como el comunicado intentan revertir las relaciones entre policía yjóvenes, donde los primeros aparecen como héroes y los últimos comovillanos (Femø, 2008). En lo que Hardt y Negri denominan el Estadode guerra global , “las relaciones internacionales y la política interior seasemejan y confunden cada vez más” (2004: 36). De ahí que las dife-rencias entre las guerras de baja intensidad y las acciones policialessean cada vez menores y el enemigo externo se confunda con las clases

 peligrosas interiores, ya que las clases son criminalizadas –como ocurre

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con algunas organizaciones musulmanas o con el grupo de chicos de

Nørrebro.El comunicado denuncia, precisamente, la debilidad de los meca-nismos de legitimación del Estado, que recurre a los argumentos deltráfico de las drogas, el rechazo a la integración o la violencia gratuitapara justificar sus acciones. Los registros policiales habituales dan cuen-ta del control cotidiano de las calles y de la extensión de la sospechasobre los jóvenes atendiendo a su apariencia física: “Se nos insulta y senos registra varias veces al día por el mismo oficial de policía y estosregistros son muy humillantes porque nos tenemos que quitar la ropa eiluminan públicamente con sus linternas nuestra vida privada” (Dren-gene, 2008). Los días posteriores a los primeros incidentes, los registros

y las patrullas aumentan en intensidad pero pronto vuelven a la nor-malidad cuando se constata que se generan un mayor rechazo y másdenuncias sobre el comportamiento policial20.

La negatividad que impulsa las movilizaciones –la negación de sernegado– es también un principio de afirmación. Las  fronteras internas,trazadas físicamente en los barrios o guetos, y  sociales, con la discrimi-nación y el control policial, son respondidas desde una estrategia de fuga.Los jóvenes se niegan a aceptar sus papeles sociales en dos momentos:en el primero, queman coches, contenedores y escuelas con el objeto dedesafiar la violencia estructural ejercida por el sistema policial, y en elsegundo, se deshacen de las acusaciones de violencia o de la atribución

de motivaciones religiosas. El objetivo es, empleando las palabras deVirno, “modificar las condiciones dentro de las que se desenvuelve elconflicto, más aún, aumentarlo. Y la construcción positiva de un esce-nario favorable exige más empuje que el encuentro con condiciones pre-fijadas” (2003b: 122). La acentuación del conflicto mediante accionesviolentas topa con la dificultad de crear un escenario ampliamenteaceptado por la opinión pública, centrada en los efectos materiales. Apesar de que se pretende buscar la aceptación en el contenido y no enlas formas empleadas, los jóvenes de Nørrebro admiten que “las escue-las y las instituciones no se deben quemar ni tampoco los cobertizoscerca de las zonas residenciales” (Hergel, 2008). La condena de las

acciones más perjudiciales para su entorno y la estrategia de victimiza-ción –como víctimas de la arbitrariedad policial– intentan escapar de lacategorización como clase violenta y peligrosa.

Hardt y Negri definen la multitud como una “red abierta y expan-siva, en donde todas las diferencias pueden expresarse de un modo librey equitativo” (2004: 15-16). Los chicos de Nørrebro constituyen, en

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20 En un correo electrónico enviado por el viceinspector de policía Claus Olsen, sereconoce el efecto contraproducente de aumentar el control policial: “La consecuenciade nuestra firme intervención ha sido que los grupos de patrullas y los furgones han ser-vido para provocar a los jóvenes” (Hjortdal, 22/02/08).

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una lógica de equivalencia, ya que la naturaleza de las mismas es diver-

sa y abarcan problemáticas tan dispares como el ecologismo, el femi-nismo, la homosexualidad, la clase obrera, etc. La multitud apela a estadiversidad pero deja irresuelta la cuestión de la equivalencia. Las luchassociales de Nørrebro no logran articular lo local con la nacional (Aar-hus) ni con lo global (Francia) ni, por otra parte, con las diferentesluchas en el espacio local. Tan sólo seis meses antes de las protestas delos chicos de Nørrebro, otro grupo de jóvenes, los autonomistas del cen-tro social de Jagtevej 69, protagonizan violentos enfrentamientos con lapolicía en la misma zona, Nørrebro. La razón es la oposición al derrum-bamiento del centro social y posteriormente la exigencia de un edificionuevo en el que poder desarrollar una forma de pensar y actuar alterna-

tiva. La coincidencia espacial y casi temporal, al igual que algunas tác-ticas de confrontación, no favorece, sin embargo, el establecimiento deuna conexión o articulación entre ambas luchas frente a un terceroexcluido o un enemigo común.

Una de las características de la económica política de la pena es “elensayo biopolítico de control de poblaciones a través de la construccióndel enemigo interno: ensayo de normalización y control del exceso pormedio de la criminalización de los migrantes, de las minorías étnicas yde los segmentos juveniles” (Rodríguez, 2003: 123). Los inmigrantesde primera y segunda generación son considerados  grupos de riesgo acausa del pauperismo y el control policial (2003: 124). Los jóvenes de

Nørrebro se rebelan contra la violencia derivada del control al que sonsometidos. No obstante, mientras que Rodríguez apunta que las polí-ticas de prevención deben ser ubicuas cuando el enemigo es ubicuo comolos migrantes, hemos de precisar que los inmigrantes de segunda gene-ración no practican ni luchan por el derecho a la movilidad sino por elderecho a la permanencia en igualdad de condiciones. Aunque los jóve-nes censuran el comportamiento policial, reconocen la importancia delas instituciones estatales como las escuelas y aspiran a que el Estado lesreconozca como ciudadanos daneses, ya que “todavía se habla de noso-tros como inmigrantes a pesar de que hemos nacido en el país” (Dren-gene, 2008). La fuga, en este caso, es categorial y se huye de la nega-

ción que los jóvenes consideran previa a la negación de sus derechosciviles: la negación de que son daneses. El movimiento de los padres delos jóvenes de Nørrebro destaca, a través de su portavoz Khalid Alsu-beihi, que “hablamos de jóvenes que han nacido y crecido en Dinamar-ca. Han ido a guarderías y escuelas. La única relación que tienen con suspaíses de origen consiste en un viaje cada dos o tres años. Ellos se sien-ten daneses. Han intentado hacer lo que se espera de ellos. Han inten-tado abrirse paso a través del sistema de educación. Cuando salen a lasociedad, se dan cuenta de que para ellos no valen los mismos derechosque para todos los demás” (Fe, 2008).

La desarticulación parcial del Estado social abre un espacio de

ausencia de derechos e incertidumbres (Iglesias, 2005: 9). El nivel de

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desarrollo avanzado del Estado social danés hace que se mantengan

muchos de los derechos, en combinación con un sistema laboral alta-mente flexible, pero bajo las premisas del Estado nacional. El problemaes que el Estado social se constituye sobre una nación homogénea, enproceso de superación a causa del éxodo y la inmigración. Los jóvenesde Nørrebro subrayan esta carencia: lo nacional excluye de lo social alos hijos de los inmigrantes. Se plantea, pues, una redefinición de lodanés sobre la base de un territorio y unas instituciones comunes perocon un trasfondo cultural y social diferente.

Nuestra consideración de los jóvenes de Nørrebro como una singu-laridad del conjunto de singularidades que constituye la multitud coin-cide con la valoración de Negri (2007) sobre la revuelta en los subur-

bios parisinos: “no se trata de un fenómeno simplemente vinculado alos procesos de asimilación de la inmigración y a su crisis, ni de fenó-menos vinculados a las desigualdades […]: se trata sobre todo […] defenómenos ligados a la desintegración del tejido metropolitano pro-ductivo, a la multiplicación de las fronteras culturales y las metamor-fosis mezcladas, que se realizan al final de la crisis del fordismo, ydurante la afirmación del nuevo modo de producir cognitivo”. La cons-tatación de este proceso no excluye la proliferación de fenómenos enapariencia paradójicos. Frente a la fuga territorial de sus padres, losinmigrantes de segunda generación emprenden un éxodo categorial,una negación a ser negados como daneses a través de la formación hege-

mónica dominante. Los chicos de Nørrebro nos recuerdan que una cate-goría como migración representa en sí una unificación que oculta iden-tidades diferenciadas. Para escapar de esta frontera cultural, los jóvenesse afirman como daneses, extendiendo el campo de lucha a los límitesdel Estado nacional –que, en este sentido, salen fortalecidos.

Este movimiento abre dos interrogantes. El primero se refiere alresultado de la redefinición de lo nacional. Es decir, habría que saber silo nacional se constituirá sobre un nuevo consenso, que oculta unaexclusión, y las identidades múltiples deberán consecuentemente aban-donar su singularidad para ser asumidas como nacionales –como en elcaso de los MD– o si, por el contrario, será posible institucionalizar el

antagonismo y reconocer las diferentes identidades, excluidas tras lanoción homogénea del pueblo danés. El segundo gira en torno a la pro-ducción de una nueva subjetividad en la metrópolis mediante la recom-posición de lo común. En este aspecto, resulta difícil imaginar la con-fluencia de distintas luchas, ya que las demandas no se articulan sobreningún punto nodal. Los autonomistas de Jagtevej 69 luchan por unespacio donde poder producir modos de hacer, crear y sociabilizar alter-nativos. La destrucción del centro social deshace la posibilidad de ins-titucionalizar el antagonismo y el conflicto se manifiesta de otro modomediante las confrontaciones violentas con la policía. Aunque la defen-sa de la diferencia y el rechazo de los abusos policiales pudieran consti-

tuir lo común, los chicos de Nørrebro no se identifican con las reivin-

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dicaciones sociales de Jagtvej 69 porque ellos tienen que luchar prime-

ro por ser daneses si quieren aspirar a que se reconozca su diferencia. Deahí que la salida sea la exigencia de modificar la idea de nación y pro-fundizar en el Estado social. A este respecto, se puede cuestionar elalcance revolucionario de estos disturbios y, al igual que en París, admi-tir que el movimiento “se agota en un intento por pertenecer al siste-ma, por ser reconocido dentro del mismo, por ser homogeneizado,negado” (Ferragutti y Ludmer, 2006). Con todo, no conviene olvidarque el Poder califica como diferentes a las clases peligrosas con afánexcluyente y la afirmación de la igualdad por parte de los inmigrantesde segunda generación es un rechazo a dicha clasificación y a la discri-minación que conlleva.

La reacción estatal posterior hace pensar que queda lejos la acepta-ción de la diferencia en el terreno de las clases sociales. El Estado renun-cia a dar una respuesta política y opta por actuar como un Estado poli-cial. En el ámbito religioso, el conflicto también se oculta bajo unadefinición de lo nacional, amparada en el universal democrático.Ambos fenómenos suponen un desafío a los límites desdibujados de lasoberanía nacional. El estado aprovecha las crisis para fortalecer lasfronteras nacionales y sociales y tratar de asumir el control sobre loscambios sociales en marcha. No obstante, la exclusión de los antago-nismos de la esfera pública no se traduce en una resolución de los con-flictos. La intensificación de la clausura nacional y social sólo puede

derivar, pues, en nuevas expresiones del conflicto tanto en la esferarepresentacional como en la expresiva.

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Patrullando el Globo.

Un análisis de los presupuestosgeográficos y geopolíticos de la“Guerra Global Permanente”

IÑIGO ERREJÓN GALVÁN1

Universidad Complutense de Madrid

Àgora - Revista de Ciencias Sociales nº 18 - 2008 161

Resumen: La inserción actual de la Guerra en el escenario políticomundial presenta rasgos que rompen con las concepciones clásicas. Poruna parte, el recurso a la guerra se manifiesta como una salida milita-rista del hegemón en relativa decadencia en el sistema-mundo, EstadosUnidos. Por otra, señala nuevas especialidades del poder, que parecenindicar una geografía fragmentada y reticular que no se agota en laterritorialidad estatal.

Al mismo tiempo, la contestación a la Guerra ha provocado movi-lizaciones globales de repercusiones distintas, pero responsables enalgún caso de la caída de algunos gobiernos en Europa occidental, y enalgunos más de una revitalización nada despreciable de las redes socia-les locales en torno a esa protesta.

En este artículo se exploran las concepciones geográficas que ali-mentan la práctica de la Guerra Global, y se apuntan posibles evolu-ciones de esta última. En ese estudio, se intentan ofrecer algunas de lasclaves para comprender la evolución futura de la Guerra como inter-vención política en torno a la posible crisis del sistema-mundo moder-no. Indirectamente, también, se piensa en el escenario en el que sedesenvolverán las protestas contra el régimen de la “globalizaciónmilitarizada”.

Palabras Clave: Guerra global, Sistema-Mundo Moderno, espacia-lidad del Poder, Geopolítica.

1 Iñigo Errejón es investigador (becario de la Fundación Ramón Areces) en elDepartamento Ciencia Política III, de la Universidad Complutense de Madrid. Entresus áreas de investigación destacan el análisis de Sistemas-mundo, la geopolítica y losprocesos de transformación social en Bolivia. E-mail: [email protected]

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El prólogo que me regaló la Televisión

En la tarde del sábado 30 de Junio de 2007, mientras me disponíaa realizar la última revisión del presente trabajo, me sorprendió unavance informativo de TeleMadrid2, la televisión pública de la Comu-nidad Autónoma de Madrid. En un minuto se daban tres noticias: unaamenaza de bomba en el aeropuerto de Ibiza que había obligado a unmasivo desalojo de turistas del mismo, un intento de atentado en otroaeropuerto, esta vez en Glasgow, y la inminente vuelta al Estado espa-ñol de los soldados heridos en un ataque sufrido por una patrulla delEjército Español desplegada en Líbano. Los tres episodios se describíanrápidamente y encadenados. Las imágenes que se mostraban reforzaban

una cierta sensación de continuidad entre las diferentes amenazas, comosi fuesen una sola: la amenaza global del terrorismo, que no es un usopolítico de la violencia sino un absoluto mal descontextualizado queemerge en diferentes lugares o no –lugares como los aeropuertos y otrosnodos de comunicación global– y con diferentes retóricas, que no cau-sas; pero que tiene una naturaleza común y desde luego un enemigocomún: nosotros. Hasta el más alienado telespectador sabe cuál ha deser entonces la respuesta: una Guerra Global que nos salve de una ame-naza ubicua, polimórfica, difusa y paralizadora de la sociedad civil.

El canal que había seleccionado es marcadamente conservadordesde que el Partido Popular lo controla, pero la imagen tiene un

potente alcance. Apagué la televisión y escribí a continuación este pró-logo: Me alegro de haber realizado este trabajo, le agradezco al imagi-nario antiterrorista de Telemadrid haberme sacado de esa duda tan nor-mal en los investigadores. Ahora sé que este esfuerzo sí tiene sentido.

Este artículo tiene su origen en un estudio elaborado bajo la super-visión de los profesores Heriberto Cairo y Jaime Pastor en la Universi-dad Complutense de Madrid. Sin embargo, desde entonces lo han trans-formado sucesivos retoques y acontecimientos políticos: la guerracontinúa en Iraq y Afganistán, evidenciando su carácter de permanen-te, pero también los límites militares del ejército estadounidense.

Precisamente en Estados Unidos los procesos de elecciones prima-

rias revelan un cierto consenso en torno a las altas posibilidades de uncambio en el color del próximo ejecutivo. Algunas de las hipótesis aquí planteadas se verán trastocadas si así sucede. Sin embargo, creo que lasde mayor calado tienen que ver con condiciones estructurales no com-pletamente modificables por el hecho de que la administración neo-conservadora abandone la Casa Blanca a favor de un ejecutivo Demó-crata, puesto que hunden sus raíces en una crisis de hegemonía en elsistema-mundo y en las grietas de la geografía política propia de lamodernidad.

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2 Minuto Informativo de TeleMadrid entre las 18h y las 18.30h del sábado 30 de

junio de 2007.

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1.–Introducción

Los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra el World TradeCenter de Nueva York supusieron un hito histórico y un momento derefundación de algunos de los códigos geopolíticos que habían regidola política exterior estadounidense y la política mundial.

Sin embargo, el escenario global en el que tales ataques y las pos-teriores políticas articuladas como respuestas a ellos se ubican ha sufri-do transformaciones profundas que hacen difícil de imaginar un simpleregreso a situaciones pasadas.

Mientras las ocupaciones militares de Afganistán e Iraq se prolon-gan en el tiempo y se complican para la superpotencia invasora, los con-

flictos en Oriente Medio amenazan la estabilidad de Líbano, recrudecenla situación en Palestina y dibujan un turbulento panorama regional einternacional. Al mismo tiempo la sensación de inseguridad llega a lospaíses centrales del sistema-mundo capitalista socavando los presu-puestos básicos del estado territorial y alumbran concepciones que difu-minan las prácticas policiales y militares, en una geografía de la guerradesterritorializada y potencialmente omnipresente, atravesando las tra-dicionales diferencias entre el espacio internacional y el interior de losestados, unidades soberanas.

La Guerra reaparece en el escenario global, como permanente hori-zonte, como amenaza siempre presente y forma violenta de rearticula-

ción del poder a escala global. Lo hace, no obstante, de forma contra-dictoria y contingente.Las transformaciones que conforman los procesos de globalización

capitalista han trastocado la geografía de las relaciones de poder, reor-denándolas a escalas nuevas y poniendo en aprietos a parte de las insti-tuciones de la modernidad.

A la vez, ha sido en torno al rechazo a la Guerra que se ha produci-do una movilización política masiva de carácter global, con coordina-ción de las protestas y “contagio” de los lemas y formas de intervenciónpolítica. Este movimiento se ha mostrado emparentado con el Movi-miento Global3, de lo que dan fe su privilegiada presencia en las suce-

sivas citas del Foro Social Mundial, y en los contenidos de las protestas,que vinculan la oposición a la guerra con la oposición a la globalizacióncapitalista.

Es por esto que la labor de desentrañar la razón geopolítica de la“guerra contra el terrorismo” es fundamentalmente encontrar clavespara un contra-imaginario.

Sin embargo en este caso la metodología no atiende al movimientocontra la Guerra, sino que busca las fisuras y contradicciones, si es que

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2 Véase la tesis doctoral de Pablo Iglesias, Multitud y Acción Colectiva Post-nacional .

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las hay, en la forma en que los centros mundiales de poder ponen en cir-

culación la necesidad y normalidad de la Guerra.No es éste, por tanto, un artículo sobre movimientos sociales; es unareflexión desde los movimientos sociales, puesto que pretende ubicarseen la variedad de análisis surgidos en los últimos años con la finalidadde explicar las transformaciones políticas a escala global. La GuerraGlobal es, sin duda, una de las más importantes, de las más trágicas, yde las más contestadas.

2. Objeto de estudio y metodología

El texto que sigue a continuación parte de cuatro premisas que sos-tienen toda la reflexión.En primer lugar, que existe un régimen que puede ser descrito

como “globalización militarizada”4 y que es responsable de un aconte-cimiento históricamente original: la Guerra Global Permanente fenó-meno histórico que Fernández Durán describe como sigue:

“Esta “guerra global permanente” se justifica en nombre de la lucha contrael “terrorismo internacional”, el nuevo enemigo de carácter difuso, una vez queha desaparecido la “amenaza comunista”. (…) Asistimos a la proclamación deun verdadero estado de excepción planetario (…) la progresiva instauración deuna verdadera política interna estatal mundial” (2003: 14).

En segundo lugar, que tal orden geopolítico no es ni necesario niestable. Muy al contrario, han sido un conjunto de decisiones políticasde diferentes actores las que, entrelazadas, son responsables de unaGuerra que se proyecta como forma de mando global.

En tercer lugar, que la producción del orden de la Guerra Globalno es necesariamente funcional al capitalismo global y a su jerarquiza-ción internacional de los lugares. Precisamente, Guerra Global y glo-balización neoliberal son fenómenos de inserción no automática y com-pleja, que obliga a la puesta en marcha de discursos que generen unimaginario que acoja con facilidad el proyecto de “Guerra mundial con-

tra el terrorismo”.En cuarto y último lugar, que los discursos que se ponen en circu-

lación son algo más que justificaciones a posteriori. Son formas derepresentar el espacio mundial, con implicaciones políticas directas.

La producción de representaciones espaciales –en el sentido deLefebvre– es en sí misma una acción política, responsable de determi-nadas consecuencias en los órdenes económicos, culturales y militares.El objeto de estudio de la geopolítica crítica es precisamente “la forma

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4 Una expresión que se puede encontrar en los trabajos de Ana Esther Ceceña o deBeverly Silver y Giovanni Arrighi, entre otros.

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de ver el mundo que va a definir el escenario de la política internacio-

nal” (2005: XV).La pertinencia de estudios dedicados a este aspecto, en un momen-to dominado por la incertidumbre y la necesidad de emergencia demarcos que expliquen y doten de sentido a las intervenciones en políti-ca mundial, corre paralela a su escasez en los medios académicos euro-peos y, particularmente, en el Estado Español.

La tarea de identificar los presupuestos geográficos subyacentes a laintervención política de los actores es entonces una labor particular-mente fértil para arrojar luz sobre el orden geopolítico que pueda estarconfigurándose, y sus posibles desarrollos futuros.

Me propongo estudiar un conjunto de discursos públicos, declara-

ciones a la prensa y documentos de Seguridad Nacional hechos públi-cos por el Presidente de los Estados Unidos de América, George W.Bush, entre julio de 2006 y marzo de 2007. La colección de textos noes exhaustiva pero sí ha pretendido ser selectiva: están los más impor-tantes documentos difundidos públicamente sobre Seguridad Nacional yGuerra Mundial Contra el Terrorismo. Se ha buscado que los textos fuesenno documentos internos, lo que por otra parte habría dificultado enor-memente o impedido la labor investigadora, sino elaboraciones conce-bidas para su difusión. Así se pretende un análisis a medio camino entrela geopolítica práctica y la geopolítica popular5 que ilustre las concep-ciones espaciales que alimentan y legitiman la ofensiva militar global

acometida por Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2003.Los citados documentos serán analizados en relación al documentoparadigmático y que supone la confirmación oficial más sólida de ladoctrina de la “Guerra Global Contra el Terrorismo”: La Estrategia de

 Seguridad Nacional de 2002.Sostengo que en los textos analizados del 2006 hay evidentemen-

te múltiples ejemplos de continuidad, pero también cambios sustan-ciales en los supuestos espaciales que alimentan el proyecto geopolíti-co imperial.

El hecho de que los documentos analizados pertenezcan todos algobierno de los Estados Unidos de América responde a las relaciones de

poder en el sistema-mundo capitalista actual. La caída de la UniónSoviética y el Bloque Socialista dejó, tras unos años de iniciales ilusio-nes cosmopolitas y humanistas, a Estados Unidos como la única super-potencia. Sin embargo el mundo en el que su inmenso poder militar,influencia política y cultural y potencia económica se desarrollaban, noera el más adecuado para un régimen de supremacía exclusiva de unsolo estado.

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5 La geopolítica práctica sería aquella producida por la intelectualidad de estadoencargada de la política exterior; la geopolítica popular, por su parte, sería aquellapuesta en circulación por los medios de comunicación y la industria cultural (2005:XIII).

.

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La situación actual que parece más plausible es la de una superpo-

tencia solitaria navegando en la globalización capitalista y la hegemo-nía neoliberal que ella misma ha estimulado, pero con crecientes difi-cultades para mantener su superioridad como estado territorial en unmundo atravesado por fenómenos que desbordan los límites y las capa-cidades reguladoras de los estados nacionales, aún de los más poderosos.

En dicha situación, entre la clara superioridad, la hegemonía glo-bal-liberal y la crisis de dominio político y económico como amenazamuy presente, los sectores más conservadores de la clase dominanteestadounidense han emprendido una empresa militar de reordenaciónpolítica orientada tanto a combatir las amenazas externas como adevolverle un papel de primacía en el escenario global al estado norte-

americano.La guerra podría ser entonces una muestra de la decadencia de unhegemón víctima del propio orden mundial que ha instaurado6, y en elque ya no puede ejercer un liderazgo universal. El recurso a las formasde poder “duro” sería una reacción frente a la erosión de las formas“blandas”. Las deficiencias en la representación espacial de tal empresa,y en la puesta en circulación de discursos con potencialidad hegemóni-ca, hablan a favor de la hipótesis de una geografía fragmentada delpoder, y de las dificultades de la superpotencia para adaptarse a ella.

A través del análisis de los textos indicados, espero obtener algunasclaves para una tentativa de respuesta sobre la naturaleza de tal empre-

sa, sus límites, sus presupuestos ideológicos y sus objetivos a medio ylargo plazo.

3.—La imaginación geopolítica moderna y la globalización:la Guerra como mecanismo de reordenaciónde la espacialidad del poder

El geógrafo norteamericano John Agnew emplea la denominación“imaginación geopolítica moderna” para nombrar el conjunto de “certezas”y formas de ver el espacio mundial que funcionan articuladas como un

sistema, produciendo una forma de intervención política consecuente.El apellido “moderna” da cuenta de la especificidad histórica de un

discurso y una forma de ordenar y representar el espacio que emergenjunto con la aparición del sistema-mundo moderno, entre los siglos XVy XVI, caracterizado por la inclusión tendencial –no realizada plena-mente hasta la globalización, que supondría así una intensificacióndeterminada de tal proceso– de todo el espacio mundial en una unidadcon una sola división del trabajo, aunque múltiples sistemas culturales

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6 Tal hipótesis es defendida por John Agnew en su libro Hegemony: The new shapeof global power, Temple University Press, Philadelphia, 2005.

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y sistemas políticos: una economía-mundo capitalista que integra nue-

vas regiones a base de un proceso de periferialización que las subordinaa las áreas centrales, que son las que promueven tales procesos y la com-prensión espacial que los acompaña y orienta (2004: 87-91).

Es en ese momento cuando “el surgimiento de la economía capita-lista y el desarrollo del estado territorial europeo dieron lugar a unanueva serie de supuestos acerca de la división del espacio terrestre”(2005: 7).

Tal comprensión espacial se caracteriza, a grandes rasgos, por7:

Una visión global que representa el mundo como un todo divididoen diferentes escalas ordenadas jerárquicamente, y que pueden serobservadas y descritas con imparcialidad y exactitud;

La conversión del tiempo en espacio operada cuando los lugaresoccidentales (Europa y estados Unidos) son el patrón a partir del cual elresto de áreas del mundo cobran significado, y lo hacen en relación conla experiencia histórica de los primeros, según se encuentren más “avan-zados” o “atrasados” en un continuum cuyo máximo nivel de progreso lorepresentan los países centrales;

Un supuesto estadocéntrico –la imagen westfaliana– que naturaliza ymistifica la división del espacio mundial en estados nacionales –elevandoésta a la escala principal– que contienen y regulan los fenómenos socialesque ocurren en un territorio sobre el que ejercen poder exclusivo;

La pugna permanente por la supremacía que existe entre esos mis-mos estados en el terreno internacional, caracterizado por la ausencia deregulaciones y posibilidades de armonización más allá de la estabilidadentre los intereses egoístas y cortoplacistas de los estados nacionales enpugna, también naturalizada ésta.

La globalización capitalista supone una gigantesca reforma de lasescalas en las que vivimos (2002: 3). La intensificación de los flujoscomerciales, comunicacionales, financieros, culturales o de migracionescuestiona la primacía de la escala estatal. La aparición de procesos degobernación articulados a escala global, en los que participan institu-ciones rectoras del capitalismo mundial como el Banco Mundial o el

Fondo Monetario Internacional, además de empresas transnacionales, ola aparición de espacios de regulación supranacionales (los múltiplesTLCs, la propia Unión Europea) suponen en la práctica una grieta en lajerarquía escalar propia de la modernidad y en su rígida distinción entreel espacio interior estatal y el espacio exterior interestatal.

La desterritorialización de la producción y la aparición de una redde ciudades globales que actúan como nodos de una economía de flu-jos, han contribuido a fragmentar el espacio global. Pese al acorta-miento de las distancias operado por las Nuevas Tecnologías de la Infor-

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7 Para una explicación más detallada de estas características ver Agnew, 2005.

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mación y la Comunicación (NTIC) y la paulatina reducción de barreras

políticas, la globalización dista mucho de ser un proceso de homoge-neización mundial que genere un espacio “plano”. De hecho, no es unproceso global “en el sentido de que incluya la totalidad ” (2002: 5). Losprocesos de globalización producen una estratificación y reordenaciónde los espacios mundiales tal que “ su impacto se extiende tanto a las reali-dades que incluye como a aquellas que excluye” (2005b: 275), pero ademástrastoca los presupuestos fundamentales que reflejaba y a la vez produ-cía la “imaginación geopolítica moderna”: es difícil defender hoy quelos estados territoriales son los continentes de los fenómenos socialesfundamentales que ocurren en sus sociedades, o que los flujos migrato-rios no han afectado a la ciudadanía como vínculo de lealtad exclusiva

entre la nacionalidad y el estado (2003: 97), o que la distinción entrelas escalas estatal e interestatal es nítida y respeta los espacios “sobera-nos” (2005b: 239) , o que la representación moderna de un mundocomo unidad organizada en torno a un continuum espacio-temporal en elque “progreso” y “occidente” son sinónimos en un extremo no esté enproblemas y contestada por los discursos de la decolonialidad8.

En un momento de incertidumbre geopolítica, de fractura de lasnarrativas tradicionales y de ausencia de modelos consolidados y clara-mente hegemónicos, la Guerra desempeña una labor funcional a losintereses de los estados más importantes del sistema interestatal. Sinembargo, esto no significa que no haya contradicciones entre las trans-

formaciones en curso en el sistema-mundo acarreadas por la globaliza-ción, y las necesidades político-territoriales de los estados más influ-yentes en el mismo.

David Harvey previene de los mecanicismos al señalar la complejaarticulación de las “lógicas de poder capitalista” y las “lógicas de poderpolítico-territorial” en la actuación de los estados nacionales. El impe-rialismo, para este autor, habría sido una solución política de síntesisentre ambas que ofreciese una salida a las cíclicas crisis de sobreacumu-lación a través de la búsqueda de espacios con ventajas comparativas–que pueden ser creadas con drásticas devaluaciones en las que la deudaexterna es un despótico instrumento de mando sobre las periferias– para

invertir en ellos el capital sobreabundante, o a través de la “acumula-ción por desposesión” operada por la violencia estatal favoreciendo pro-cesos de mercantilización y expropiación de capacidades cooperativas,servicios o bienes comunes, siendo el neoliberalismo la última encarna-ción de este proceso (2004b: 88-92).

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8 Entendiendo por pensamiento descolonial aquel que nace de una “desobedienciaepistémica” (Walter Mignolo: Historias Locales, Diseños Globales, Akal, Madrid, 2003)consistente en el cuestionamiento fundamental de los supuestos implícitos en el pensa-miento por el hecho de su lugar de enunciación. De esta forma, el pensamiento desco-lonial cifra las posibilidades de emancipación en la capacidad de superación de los uni-

versales eurocéntricos y modernos.

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En los últimos años, varios autores han postulado un cambio en tal

inserción de las dos lógicas. La polémica idea de “Imperio” de Negri yHardt entiende que la configuración geopolítica del poder mundial secaracteriza por un régimen global de gobernanza imperial que se vaconformando por encima del régimen interestatal. De acuerdo con estainterpretación, los estados más poderosos, Estados Unidos en particu-lar, combinan en sus políticas elementos del “viejo” imperialismo mili-tar en defensa de los intereses de las élites nacionales, con intervencio-nes policiales e imperiales, defensoras de una suerte de clase capitalistaglobal más interesada en otra escala política: “en un cierto momento loslímites creados por las prácticas imperialistas obstruyen el desarrollocapitalista y la plena realización del mercado mundial. El capital debe-

rá eventualmente superar al imperialismo y destruir las barreras entreel interior y el exterior” (2000: 210).Sea cual sea el grado de las fricciones entre ambas lógicas –la terri-

torial y la capitalista o, de forma similar pero no análoga, la formaimperialista y la forma imperial–, el papel de la Guerra como fuerzareorganizadora del orden geopolítico, siquiera sea de forma precaria ytransitoria, parece merecer un lugar destacado en nuestras reflexionessobre el mundo que nos aguarda.

Es ya un lugar común destacar los atentados del 11 de septiembrede 2001 como un hito geopolítico a partir del cual un nuevo discursoy una nueva práctica de la Guerra irrumpen en escena. No obstante,

diferentes analistas han evidenciado que la respuesta distaba mucho deser “espontánea”: los ataques del 11 de septiembre habrían permitido“a la nueva administración estadounidense de George W. Bush poneren pie la estrategia que ya, desde al menos 1997, con el Proyecto para el nuevo siglo americano, se había estado propugnando para dar el paso haciauna primacía imperial” (2005c: 32) que, impulsada por el apoyo de losaliados en la “guerra contra el terrorismo”, y la espectacular superiori-dad militar estadounidense –incrementada por aumentos vertiginososdel gasto público destinado a defensa9– supusiera un golpe de timóncontra el declive de la hegemonía estadounidense. Tal ofensiva imperialdebía mitigar la dependencia energética y financiera de Estados Uni-

dos, reafirmar su posición internacional de liderazgo frente a posiblescompetidores a hegemones –como la UE o China, por ejemplo–, ydevolverle la dirección ideológica, valga decir la hegemonía en el sen-tido gramsciano de ser capaz de definir las prácticas y representacionesimperantes, que no es un simple epifenómeno de su fuerza militar oeconómica sino una la capacidad de “inscribir sus particulares imagina-

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9 Extraído de Montoya, Roberto, El Imperio Global , La Esfera de los libros, Madrid,2003, en Pastor Jaime, “Geopolítica, guerra y balcanes globales” en Brandáriz J. yPastor J., Guerra Global permanente. La nueva cultura de la seguridad , Libros de la Catara-ta, Madrid, 2005.

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ciones geopolíticas en el resto del mundo” (2005: 90), y por tanto una

hegemonía que puede existir sin hegemón territorial que la respalde.No es el cometido de este trabajo discutir acerca de la posible cri-sis de hegemonía estadounidense. Basta con quedarse aquí, tras haberseñalado hasta qué punto la Guerra que parece nacer con el 11 de sep-tiembre de 2001 se inscribe en una quiebra de los códigos geopolíticosdominantes de la modernidad, así como en una fractura de sus presu-puestos materiales.

4.–La subsunción del lugar en el espacio:La Guerra Global Permanente

La llegada a la Casa Blanca de George W. Bush, más allá de los chis-tes sobre su capacidad política e intelectual, supone una modificaciónen el poder político de las élites estadounidenses. Los sectores del famo-so “complejo militar-industrial”, al que quizás hubiera que sumar elsector penal, son los grandes poderes fácticos más interesados en pro-mover los cambios en la política exterior10 norteamericana. Los thinktanks más conservadores son los que informan y conducen la ofensivaimperial estadounidense, alejándose del paradigma neorrealista de ana-listas como Zbigniew Brzezinski más inclinados a buscar un escenariode estabilidad consensuada con las potencias en torno a Estados Unidoscomo líder indiscutido pero dispuesto a acordar una cierta “estabilidad

hegemónica”, centrada en la lucha contra el terrorismo global y los“estados canallas”, la lucha contra barreras comerciales o regulacionesfinancieras o laborales inconvenientes para el movimiento de capitalesdel centro a las semiperiferias en busca de mayor rentabilidad, y lalucha contra los obstáculos en el aprovisionamiento energético, todoello con el consenso neoliberal, la democracia electoral y un discursohumanitario que justifique intervenciones exteriores puntuales.(2005c: 29 y 30).

Frente a esos discursos, denunciados como débiles por los “halco-nes” agrupados en torno a Bush, se esgrime un paradigma muy dife-rente, que tiende a reproducir el espacio global como un tablero de

Guerra pese a que los ataques y la naturaleza organizativa reticular delos grupos insurgentes o terroristas –según el locus de enunciación–hagan complicada la evocación de una guerra al uso, que requeriría deuna centralidad de los estados como contendientes y de un ánimo terri-torial de conquista11 (y pese a que en la guerra moderna el derecho des-plazaba a la justicia, en el sentido de que se regula como un fenómeno

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10 Aunque, como veremos más adelante, uno de los rasgos característicos del nuevodiscurso geopolítico de la Guerra es la difuminación de la separación entre actividadpolítica interior e intervenciones exteriores.

11 Cairo, Heriberto “El retorno de la geopolítica”, Sociedad y utopía, nº 19,Madrid 2002, extraído de Pastor Jaime “Geopolítica, guerra y Balcanes globales” enBrandáriz J. y Pastor J. Guerra Global permanente. La nueva cultura de la seguridad . Librosde la Catarata, Madrid, 2005.

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político sometido a ciertas reglas al tiempo que se autonomiza de las

esferas moral o religiosa, al menos en el plano de la doctrina (2004: 37)mientras que esta Guerra contra el terrorismo descrita en términos deenfrentamiento ontológico entre el bien y el mal, la confrontación nopuede ser mas que absoluta, de la humanidad toda.

Este pasaje de la crisis de la hegemonía a la huida militarista haciadelante, sin embargo, ya ha sido descrito de manera extensa y sin dudafructífera12. Lo que ahora puede ser pertinente es una revisión del esta-do de tal empresa, de las imágenes geográficas que ha producido y desi las contradicciones que experimenta al interactuar con otras fuerzasal desplegarse en los lugares concretos por los que pasa su reordenacióngeopolítica pudieran ser más potentes que sus líneas de consolidación

extensión hacia el futuro. Una buena manera de efectuar tal revisión yanálisis es acudiendo a las explicaciones y diagnósticos que de la “Gue-rra Mundial contra el terrorismo” da la Casa Blanca, tratando dedeconstruir los supuestos que apuntalan tal imaginario.

Una imaginación geopolítica en transición:La Geografía de la Guerra Global contra el Terrorismo

El 11 de septiembre de 2006, cuando se cumplían 5 años de losatentados en Estados Unidos, el Presidente George W. Bush firmabauna declaración de la Casa Blanca en la que se decía, entre otras cosas,“El 11 de septiembre, aprendimos que Estados Unidos debe hacerles frente a las

 amenazas antes de que lleguen a nuestras costas, ya sea que vengan de redesterroristas o de estados terroristas” y “los años abocados a promover la estabili-dad en el Oriente Medio para promover la paz nos dejaron sin uno u otro” 13.

En una fecha de tan alto poder simbólico para el imaginarionacional y securitario de los Estados Unidos, su presidente, actuandocomo Comandante en Jefe de un país en Guerra, reafirmaba los princi-pios fundamentales que guían la ofensiva imperial vehiculada por laGuerra Global contra el Terrorismo: Estados Unidos sólo puede man-tenerse seguro mediante la intervención activa en una reordenacióngeopolítica de alcance absoluto frente a un enemigo cuya potencial

ubicuidad hace necesario un enfoque múltiple y ofensivo, con todo elplaneta como zona de intervención: “La derrota sólo sucederá si EstadosUnidos se vuelve aislacionista y rehusa a, número uno, protegernos a nosotrosmismos, y dos, ayudar a aquellos que desean vivir en un mundo moderado, pací-

 fico”14. Nada nuevo encontramos con respecto a las justificaciones ide-ológicas, ni a la representación de los intereses geopolíticos esta-

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12 Ver Ramón Fernández Durán, 2003: 12-16, o Ana Esther Ceceña y Emir Sader,2002: 113-134.

13 El Quinto Aniversario del 11 de Septiembre de 2001. 11 de septiembre de 2006.http://www.whitehouse.gov/news/releases/2006/09/20060911-2.es.html.

14 Conferencia de Prensa del Presidente, 25 de octubre de 2006.

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dounidenses como la encarnación de las necesidades de un mundo libre

bajo eterna, aunque cambiante, amenaza. No es casualidad a este respec-to que, al mismo tiempo que se habla de una Guerra “diferente” a todaslas libradas antes por EEUU, se enmarque la actual contienda en unanarrativa más propia de la geopolítica ideológica15 que caracterizó las prác-ticas y representaciones espaciales durante la Guerra Fría: “The United 

 States is in the early years of a long struggle, similar to what our country faced in the early years of the Cold War” (2006 National Security Strategy: 1).

Pero estas afirmaciones suponen también una ratificación de ungiro impuesto por los intelectuales de estado – statecraft intelectuals– quegozan de mayor influencia en el Ejecutivo estadounidense. Supone tam-bién un embate militarista lanzado por los componentes más conser-

vadores del bloque social dominante en EEUU que llamando a libraruna guerra que “tiene lugar en muchos frentes”16, llaman a librar una cruza-da de orden, una guerra por reordenar el mundo ejerciendo un gobier-no global de la guerra, que desarrolla operaciones de guerra encualquier área “inestable”. Esta ofensiva global, por supuesto, es ya li-derada por Estados Unidos: “Yet history has shown that only when we doour part will others do theirs. America must continue to lead” 17, pero necesi-ta de una amplia coalición global: “All free nations have a responsibility to

 stand together for freedom because all free nations share an interest in freedom´s asvance” (2006 National Security Strategy: 7).

El diagnóstico que la Casa Blanca hace de la Guerra, en los térmi-

nos en los que la describe, se convierte entonces en el programa degobierno geopolítico imperial que la ofensiva de los halcones propug-na. Este programa adolece sin embargo de una contradicción internaque lo hace si cabe más peligroso. Pese a que el problema contra el quese lucha se identifica como “transnacional” y “global” las solucionesofertadas combinan aún una óptica nacional e internacional –firme-mente anclada en un imaginario estadocéntrico– por una parte, y unaorientación imperial y postnacional, por el otro. Tras reconocer la arti-culación reticular y la naturaleza de flujos del fenómeno del terrorismo,su combate pasa a ser una basta acción policial global a la vez que deénfasis de tutela imperialista en el sistema interestatal.

La doctrina de la Estrategia de Seguridad Nacional de 2002 pre-sentaba la amenaza a la que EEUU se enfrentaba como “an enemy with

 global reach” (2002 National Security Strategy: 8). Sin embargo, lasmanifestaciones de ese enemigo se combatían siempre a escala estatal:

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15 Para una explicación de la era de la geopolítica ideológica ver John Agnew,2005: 121-135.

16  Declaraciones del Presidente sobre la Guerra Mundial Contra el Terrorismo. 15 deFebrero de 2007. http://www.whitehouse.gov/news/releases/2007/02/20070215-1.es.html

17 “La historia ha enseñado que sólo cuando nosotros hagamos nuestro trabajo,harán los demás el suyo. América debe seguir liderando” (Traducción del autor).

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negar sus fuentes de financiación y sus bases, asentadas ambas en algu-

nos estados nacionales “canallas”. Definir tales estados como amenazaspara la seguridad nacional estadounidense y la seguridad mundial–entrelazadas a lo largo de todo el discurso como una unidad indisocia-ble–, era entonces el objetivo del documento: hacer aterrizar a un ene-migo volátil, para combatirlo en una guerra convencional: las afirma-ciones de la imperiosa necesidad de una guerra heterodoxa “We havebroken old orthodoxies that once confined our counterterrorism efforts primarilyto the criminal justice domain” (2006 National Strategy for CombatingTerrorism: 1) y que rompiese con los antiguos patrones, operaban máscomo justificantes de una ofensiva que no se autolimitaba fijándosecontornos jurídicos ni espacio-temporales. En este caso, “guerra global

contra el terrorismo” significaba más una guerra ilimitada, librada den-tro del propio país y en otros estados que irían siendo señalados en cadamomento. El patrón del Islam fundamentalista se insinuó como hilotransmisor y común denominador de los “estados canallas”, pero fuepronto matizado o desechado.

En el documento homólogo del año 2006 se hace un énfasismayor en negarle cualquier carácter de choque cultural –como el des-crito y pareciera que postulado por Samuel Huntington– a la con-tienda global. Además, la geografía del terrorismo adquiere unanaturaleza multiescalar, en la que la territorialidad estatal sigue sien-do fundamental, pero comienza a verse erosionada por la politización

–problematización schmittiana– de otros espacios.Otro documento altamente revelador, la Estrategia Nacional Con-tra el Terrorismo establece de forma nítida que, además de una derrotacultural e ideológica del terrorismo y sus justificaciones, la victoria enla Guerra pasa por “the creation of a global enviroment inhospitable to violent extremists and all who support them”18 (2006 National Strategy for Com-bating Terrorism: 7). Esta afirmación, puesta bajo la luz de las inter-venciones militares practicadas por Estados Unidos bajo la narrativa dela Guerra Global contra el terrorismo, y cruzada con las preocupacionesmanifestadas a lo largo del documento, revela una voluntad decidida avincular el antiterrorismo con la reordenación territorial y política del

planeta bajo mando imperial, entendido como aquél que encarna elejército estadounidense con vocación de imposición y estabilidad deefectos globales y no sólo nacional-imperialistas (2004: 36).

Según se desprende de la doctrina del año 2006, crucialmente mar-cada por la costosa y sangrienta ocupación de Iraq, la Guerra contra elterrorismo se libra en tres escenarios: contra los “estados canallas”, fren-te a los conflictos y los competidores regionales y en las “ungovernedareas” o áreas ingobernadas.

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18 “La creación de un entorno global hostil o inhóspito para los extremistas vio-lentos y todos los que los apoyan” [Traducción del autor].

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En el primer caso no hay apenas cambios con respecto al documen-

to de Seguridad Nacional de 2002. Se produce una reordenación de lalista oficial de estados “malignos” –una vez desestimada la tan contes-tada expresión del “eje del mal”–, que ahora pasan a ser Irán, Siria,Sudán, Corea del Norte y Cuba. Estos cinco “patrocinadores del terro-rismo” son “tan culpables como los terroristas”19 por lo que deben ser trata-dos como criminales; la soberanía nacional no puede convertirse en unparapeto para el terrorismo (2006 National Strategy for CombatingTerrorism: 19).

Según se describe en el informe, todas las tiranías son malas, perosólo algunas son peligrosas para la seguridad de EEUU: las que bus-quen Armas de Destrucción Masiva, sirvan de santuario para terroristas

o provoquen “inestabilidad” –rompan los planes hegemónicos en suregión– en zonas de especial relevancia geopolítica, con fundamentalimportancia en el caso de las zonas ricas en recursos energéticos, comoOriente Medio (2006 National Security Strategy: 3).

Así, el concepto de “estados canallas” que puedan hacerse conArmas de Destrucción Masiva, o de “estados santuarios” donde fijen susbases los terroristas, son la intersección entre lo transnacional y lo esta-tal territorial, la pista de aterrizaje del enemigo y su representación enuna escala confortable y que proporciona seguridad, pues es una repre-sentación dominante: los terroristas tienen estados a los que se puedeatacar u hostilizar en forma tradicional, y estos estados entran o salen

de la lista según sean más o menos obedientes a la relativa hegemoníaestadounidense en el mundo.La proliferación de Armas de Destrucción Masiva es quizás el más

vivo temor de la Administración Bush, que justifica la más absolutacriminalización de los estados de Corea del Norte y, sobre todo, Irán ySiria (2006 NSS: 20).

La Guerra contra el Terrorismo también se libra allí donde puedansurgir conflictos regionales que los “extremistas” –definidos de maneraantipolítica: unidos por el uso de una herramienta como el terrorismo,cuyos objetivos poco importan porque es un medio emancipado, que seha tornado fin y característica esencial y primera de cualquier grupo

que lo emplee (2006 National Strategy for Combating Terrorism: 15 y2006 National Security Strategy: 10 )– puedan explotar. Es éste unavance de las posiciones estadounidenses, que deben ejercer una tutelaactiva de cualquier zona potencialmente desestabilizadora de la geogra-fía de la globalización capitalista: “Even if the United States does not have

 a direct stake in a particular conflict, our interests are likely to be affected over time” (2006 National Security Strategy: 14). Si cualquier conflictoregional o local puede acabar afectando a los intereses de Estados Uni-

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18 “states that harbor and assist terrorists are as guilty as the terrorists” (2006National Strategy for Combating Terrorism: 15).

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dos, equiparados de manera inmediata a su seguridad nacional de

manera que toda amenaza para los primeros es una amenaza para lasegunda, entonces la visión del mundo como un todo que caracterizabaa la imaginación geopolítica moderna (2005: 19-37) es asumida comodiseño militar de un derecho de policía a intervenir en cualquier zonadel mundo, por encima de jurisdicciones tan modernas como el absolu-to respeto a la exclusividad territorial de los estados. Si bien no se pos-tula el derecho directo del ejército estadounidense a entrar en acciónpor encima de las autoridades nacionales, la conceptualización de unaobligación antiterrorista común a todos los “países libres” coloca a lospaíses que no colaboren en la gran ofensiva del lado de Estados Unidosen el lado de los que facilitan santuarios a los terroristas. La consecuen-

cia es que el espacio se acorta y uniformiza: un solo campo de jurisdic-ción interna para mantener el orden. Entre las amenazas que se descri-ben (2006 NSS: 15) aparecen: Darfur, Colombia y la insurgenciaguerrillera descrita como “Marxist terrorists and drug-traffickers”, Vene-zuela, Cuba y su “dictador antiamericano”, Uganda, Etiopía y Eritrea, yNepal y su “perversa guerrilla maoísta”.

La inteligencia estatal y militar estadounidense se entiende moral-mente responsable de poner orden en las áreas conflictivas, y por “con-flictivo” hemos de entender desde desastres humanitarios hasta crisisecológicas, revueltas populares o disputas fronterizas en regiones sensi-bles donde no convengan estallidos violentos. Contestación política,

calamidades naturales y conflictos regionales en zonas de alto valor geo-estratégico por sus recursos naturales –cómo Oriente Medio donde laconstrucción de un Gran oriente Medio, Broader Middle East , es unaprioridad geopolítica para Estados Unidos (2006 NSS: 38)– forman así una sola amalgama de “amenazas” y turbulencias, que no merecen con-sideración política sino trato homogéneo militar: acabar con el desor-den es así limpiar el mapa global de quebraderos de cabeza para las cla-ses globales dominantes y el futuro del plan neoliberal para el planeta,cuya crisis cultural se ocultaría por una sobredosis de disciplina.

A la vez, para el mejor funcionamiento de una amplia coaliciónmundial antiterrorista, los posibles competidores de Estados Unidos

son representados como inquietantes emergencias que sólo tendrán unapacífica inmersión en el sistema-mundo globalizado a condición deaceptar un liderazgo estadounidense que, mientras es financiera eindustrialmente socavado, es militar y políticamente afirmado pormedio del antiterrorismo; el caso de China es quizás el de más peso yuno de los más significativos (NSS: 40).

Por último, el elemento más innovador, es el de la atención a losespacios no estatales –ni interestatales– entre los cuales el terrorismopuede moverse. Los espacios virtuales como Internet, los resquicios delas jurisdicciones estatales y del derecho internacional o las redes finan-cieras son espacios no territoriales donde combatir para inmovilizar el

flujo transnacional del terrorismo (2006 NSCT: 15-17). La obstrucción

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de la circulación, la captura del movimiento y el bloqueo son los para-

digmas de éxito antiterrorista en la intervención sobre estos escenarios;se trata más de gobernar los flujos que de conquistar el terreno sobre elque operan, lo que tendría poco alcance político.

La importancia de los lugares se reduce a su problematización comoespacios de asimetría atravesados por relaciones de poder. Ningún terri-torio importa más allá de su funcionalidad para el gobierno de los flu-jos, para el mando imperial.

La “contrarrevolución neoliberal”20 funciona como un ataque a lasconquistas sociales en el centro y un enorme asalto a los mercados de lasperiferias, imponiéndoles mediante la fuerza o las devaluaciones forzo-sas unas turbulencias que sirvan a las crisis de sobreacumulación del

centro, y al sostenimiento de la supremacía del Norte, liderado porEstados Unidos.Pero la enfermedad de tal modelo, provocada por sus altísimos cos-

tes sociales, la creciente oposición opuesta por estados del Sur y la pro-gresiva ingobernabilidad de los espacios devastados por el neoliberalis-mo, hacen que algunos sectores de las clases capitalistas globales veanuna solución, por precaria que resulte, en una reordenación geopolíticadel mundo bajo los dictados del componente militar del imperio. LaCasa Blanca vincula su seguridad nacional con la estabilidad mundial yésta con la apertura de los mercados, la desregulación financiera, labo-ral y medioambiental. La explotación de la fuerza de trabajo global, la

acumulación basada en la desposesión de bienes comunales, los “golpesde estado financieros” contra las economías emergentes, son así compo-nentes de la seguridad. Se funden antiterrorismo, hegemonía estadou-nidense y gobernabilidad capitalista global.

La imaginación geopolítica que le corresponde a esta pretensiónpuede calificarse de “policial”. Cuando la Administración Bush afirma:

Weak and impoverished states and ungoverned areas are not only a threat totheir people and a burden on regional economies, but are also susceptible to exploi-tation by terrorists, tyrants, and international criminals (2006 NSS: 33).

No es demasiado difícil entrever un proyecto de “patrullaje global”

de alcance total: ningún territorio del planeta puede estar seguro siqueda un solo espacio no sometido a la estabilidad hegemónica. Aligual que en las ciudades globales, el corazón ha de estar limpio y biencontrolado, y la violencia inherente a las zonas periferializadas debe seradministrada en modo tal que no pueda constituirse en amenaza paralas zonas seguras, los circuitos privilegiados del capital global. La ima-

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20 Así denominada por el historiador Giovanni Arrighi durante el Seminario Inter-nacional “Globalización y Desarrollo”, celebrado en la Universidad Complutense deMadrid los días 25 a 29 de junio de 2007 http:/www.ucm.es/info/fgu/foro/files/globa-

lización_250607–perfil.pdf 

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gen del mundo como una metrópoli con suburbios potencialmente

peligrosos, en el que cada calle que las fuerzas policiales abandonen esuna irresponsable entrega al desorden, podría ser una metáfora espe-cialmente visual para acercarnos a las representaciones espaciales querigen la racionalidad del proyecto capitalista de reestructuración de lasrelaciones globales mediante la guerra. Las alertas contra la dependen-cia energética (NSS: 27) o a presionar en pos de la integración en la eco-nomía global –con lo que esto significa en boca del mismo think tankque influye en el Departamento de Estado de EEUU y en la direccióndel BM– muestran que en esta narrativa conviven intereses nacionalesde Estados Unidos con un proyecto global y, hasta cierto punto, supra-nacional. Las llamadas a la integración de las instituciones de Inteli-

gencia, de Defensa y de policía (NSS: 43-44) parecen reforzar la posi-bilidad que aquí se apunta: la progresiva difuminación de los frentesinternos y externos es producto de una decadencia de los bordes, de loslímites exteriores propios de la modernidad, puestos en tela de juiciopor un discurso de la guerra que empieza a esbozar una concepción polí-tica postsoberana de los espacios globales, desde la cual las intervencio-nes militares tienden a no ser más salidas exteriores sino operaciones depatrulla, control e intervención en la geografía imperial.

Conclusiones abiertas

A lo largo de este artículo he intentado dar cuenta del reflejo de unaépoca de transición en la que, como dijese Gramsci, “el pasado ha muer-to y el futuro no ha nacido aún”. En el análisis de las innovaciones quelos documentos National Security Strategy y National Strategy for Comba-ting Terrorism, ambos de 2006, presentan con respecto a la Doctrina deSeguridad Nacional de 2002, pretendía aventurarse a señalar la evolu-ción que se ha venido operando en la geopolítica del antiterrorismo glo-bal. Creo que la dirección de tal evolución es la de una ofensiva policialimperial, que trastoca sustancialmente los componentes básicos de laimaginación geopolítica moderna, pero sin ser capaz por el momento de

producir representaciones hegemónicas alternativas, por lo que las con-tradicciones, obstáculos y resistencias emergen, obligando quizás a unrefuerzo de la capacidad de mando militar, y quizás también a un ciclode contestación global propicio para la articulación de movimientosantisistémicos.

Creo haber podido evidenciar los elementos de innovación quehabía en los documentos de 2006 analizados, y por tanto justificado suselección como objetos de estudio: Una mayor atención a una geografíaglobal de los flujos tiene como consecuencia un mayor distanciamientodel corpus de la imaginación geopolítica moderna, enfatizando las posi-bilidades de contradicciones entre las imágenes espaciales hegemónicas

y las asociadas a la Guerra, como despliegue de intervenciones reorde-

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nadoras de la geopolítica global. La consecuencia más importante de

esta evolución sería una agudización de la “policialización” de la ofen-siva imperial.Es posible que sea fructífera una línea de trabajo que profundice en

la posible evolución que aquí se sugiere. Habrán, esos hipotéticos estu-dios, de ocuparse de la evolución del plan “transformacionalista” dequienes se sientan hoy en la Casa Blanca, su capacidad para nuclear entorno a sí una coalición global contra el terrorismo y un discurso secu-ritario con capacidad de proponer soluciones hegemónicas a la redefini-ción geopolítica global.

Las resistencias de las élites y los países o bloques relegados a lasubalternidad serán un elemento que dificulte el plan de “ofensiva

imperial”. La resistencia de las multitudes sometidas a la extremaviolencia desplegada por el proyecto de la Guerra Global será, sinduda, otra.

Mientras tanto, la circulación del discurso geopolítico imperial-policial configura un imaginario determinado, que favorece ciertas cris-talizaciones políticas, en este caso altamente violentas, déspotas e injus-tas. Desvelarlas y evidenciar sus premisas y consecuencias es unaurgencia teórica similar, que no comparable, a la que llevó a los ferro-viarios ingleses, en 2003, a negarse a transportar armamento destinadoa la invasión de Iraq: imprescindible para enfrentar la Guerra comoforma bárbara de mando global.

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Documentos analizados

National Security Strategy 2002 y 2006:http://www.whitehouse.gov/nsc/nss/2006/

National Strategy for Combating Terrorism 2006:http://www.whitehouse.gov/nsc/nsct/2006/

“La estrategia Nacional del Presidente para Combatir el Terroris-mo”. 4 Septiembre 2006:http://www.whitehouse.gov/news/releases/2006/09/20060905.es.html

“El Quinto Aniversario del 11 de Septiembre de 2001”:http://www.whitehouse.gov/news/releases/2006/09/20060911-2.es.html

“Discurso del Presidente a la Nación” 11-Septiembre-2006:http://www.whitehouse.gov/news/releases/2006/09/20060911-3.es.html

“Conferencia de Prensa del Presidente”. 25 – Octubre- 2006:http://www.whitehouse.gov/news/releases/2006/10/20061025.es.html

“El Nuevo Camino a Seguir en Irak” 10- Enero- 2007-07-01:http://www.whitehouse.gov/news/releases/2007/01/20070110-3.es.html

“Declaraciones del Presidente sobre la Guerra Mundial Contra elTerrorismo” 15-Febrero-2007:http://www.whitehouse.gov/news/releases/2007/02/20070215-1.es.html

“Discurso Radial del Presidente a la Nación” 17 –Marzo– 2007:http://www.whitehouse.gov/news/releases/2007/03/20070317.es.html

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IÑIGO ERREJÓN GALVÁN

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Títulos publicados

1.El Estado de Bienestar. 1998 (agotado)

2.La integración europea. Ideas para un modelo alternativo. 1999

3.Política Ambiental Europea. 1999

4.Visiones del feminismo y políticas de igualdad. 20005.Policía y sociedad democrática. 2000

6.Economía alternativa. 2001

7.De Historia y De América. 2002 (agotado)

8.Relaciones euromediterráneas I(I). 2003

9.Relaciones euromediterráneas (II). 2003

10.Información y desinformación en la Era Global. 2004 (agotado)

11.Territorio, ciudad y sostenibilidad. 2004

12.Presente y futuro de la Unión Europea. 200513. Venezuela en transición. La experiencia bolivariana de gobierno (I). 2005

14. Venezuela en transición. La experiencia bolivariana de gobierno (II). 2006

15. Venezuela en transición. La experiencia bolivariana de gobierno (III). 2006

16. La Cooperación Técnica para el Desarrollo. 2007

17. La Política y los Movimientos Sociales (I). 2007

Próximos números19. “Agua: el desafío del siglo XXI”.

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NACIÓN, CIUDADANÍA E IDENTIDAD EUROPEASALVADOR FORNER MUÑOZ Y HEIDY -CRISTINA SENANTE BERENDES

Otras publicaciones

 América Latina: Literatura e historia entre dos finales de sigloSonia Mattalia y Joan del Alcàzar. Volumen de Literatura. 2001

 Joan del Alcàzar y Sonia Mattalia. Volumen de Historia. 2001

Santiago Andrade Ubidia, Julio César Trujillo y Roberto VicianoPastor. La estructura constitucional del Estado Ecuatoriano. FundaciónCEPS - Universidad de Valencia - Universidad Andina SimónBolivar - Corporación Editora Nacional, Quito, 2004

Luis Salamanca y Roberto Viciano Pastor (Coord.). El sistema político en la Constitución Bolivariana de Venezuela. Vadell Her-manos Editores - Instituto de Estudios Políticos (UniversidadCentral Venezuela) - Fundación CEPS, Caracas, 2004

Carmen Lydia Cáceres y Ana María Guerrero. Voces del exilio. His-torias de vida de colombianos forzados a exiliarse por amenazas. Fun-dación CEPS, Valencia, 2006

Eduard S. Vila (Coord.). Pedagogía de la Alteridad, Interculturali-dad, Género y Educación. Editorial Popular - Fundación CEPS,Valencia, 2007

 Jesús Espasandín López y Pablo Iglesias Turrión (Coords). Boli-via en movimiento. Acción colectiva y poder político. El Viejo Topo -Fundación CEPS - Fundación por la Europa de los Ciudada-nos, Madrid, 2007

Varios autores. Observación electoral internacional. Sentido, actores yretos. Fundación CEPS, Valencia, 2008.

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SALVADOR FORNER MUÑOZ Y HEIDY -CRISTINA SENANTE BERENDESNACIÓN, CIUDADANÍA E IDENTIDAD EUROPEASALVADOR FORNER MUÑOZ Y HEIDY -CRISTINA SENANTE BERENDES

L F d ió CEPS ONG’D b j

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