Agonia de La España Invertebrada

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Antonio Fernández Benayas

Agoníade la Españainvertebrada

e-libro.net

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© Primera edición virtual, e-libro.net, mayo de 2000.

ISBN 99934-64-71-6

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Se puede morir sin agonía y se puede vivir, y muchos años, en ella y de ella.

Unamuno

La historia de toda nación es un vasto sistemade incorporación...

La de su decadencia es la historia de una vasta desintegración.

Ortega y Gasset

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ÍNDICE

Introducción .................................................................... 7

Primera parte. Ideas y formas de vida en la “aldeaglobal” .......................................................................... 9I. Auri sacra fames ...................................................... 10II. Supuesto determinismo económico ..................... 15III. ¿Especuladores, rentistas o empresarios? ........ 20IV. Lucha de clases y conciencia colectiva ............... 23V. Hijos bastardos del capitalismo ........................... 28VI. El drama del humanismo ateo ............................ 33VII. El milagro de las tecnologías intermedias ....... 38VIII. ¿Norte contra Sur? ............................................ 42IX. Mercado sin fronteras .......................................... 48X. El “pan” de todos y para todos .............................. 55

Segunda parte. España y los españoles.................... 58I. Raíces de lo español ................................................ 59II. La espada y la cruz ................................................ 66III. El hidalgo y el burgués ........................................ 69IV. La tentación materialista .................................... 72

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Tercera parte. Transición y agonía de España ........ 79I. Los fantasmas del franquismo residual ................ 80II. Aprendices de caudillo en democracia ................ 82III. El fracasado invento de los “nuevos valores” .... 88IV. Política, dinero y trabajo ..................................... 96V. Gigante y anquilosada burocracia ........................ 99VI. La fuerza de la demagogia ................................... 104VII. Frente al cáncer de los particularismos ........... 106VIII. Criminales proxenetas de la libertad.............. 113IX. Persistente y fecunda agonía .............................. 116

Cuarta parte. Luz más luz ......................................... 120I. Hombres felices, pueblos felices ............................ 121II. El dinero como herramienta de progreso ........... 124III. Entre el ocio y el trabajo ..................................... 126IV. Necesaria reactivación económica ...................... 129V. Leyes, salarios y productividad ............................ 133VI. Revulsiva financiación de la seguridad social ... 137VII. Proyección universal de bienes y servicios ...... 142VIII. Hacia un sugestivo proyecto de acción encomún ........................................................................... 146

Conclusión. Agónica, pero viva y muy viva aunqueinvertebrada España .................................................. 150

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INTRODUCCIÓN

Es difícil sostener que la Razón Vital de los pueblos,como la Razón Vital de las personas, carece de proyec-ción histórica, es decir, de lo que se llama sentido tras-cendente. Al amparo de la discutida pero no desmentidaLey de Finalidad, cabe, más bien lo contrario: si las per-sonas, cada uno de nosotros, es único en relación a todoslos demás que nacemos y vivimos para algo muy concre-to (el realizar una específica potencialidad) la célula so-cial, de que formamos parte, es una pieza única e irre-petible en el concierto de pueblos y naciones, a su vez,complementarias entre sí hasta cubrir un hueco y pres-tar un específico colorido al “puzzle” universal. De ahínace lo que habrá de ser aceptado como “función histó-rica” de todos y cada uno de los pueblos, cuya más nobleacepción es la de prestar la fuerza de la unión a una co-munidad de personas comprometidas en la realizaciónde un proyecto que de todos depende y a todos afecta.

La sucesión de generaciones y de avatares históricos,junto con el peculiar aprovechamiento o uso de sus re-cursos, condiciona la capacidad de acción de los pueblos,

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siempre significados por una geografía, una historia yuna cultura, siempre a expensas de la voluntariedad delas personas vivas y siempre substancialmente respon-sables de la sintonía con la realidad del momento y, enconsecuencia, del propio progreso o regresión.

¿España? España, nuestra España, tiene una indis-cutible “personalidad”: un carácter y una complementa-riedad específica en el concierto de naciones como lo tie-ne Alemania, el Japón o Burundí. También tiene, ociosoes recordarlo, su propia historia.

La agonía de España, también la de otra nación quetuviera su historia y posibilidades de proyección univer-sal, se prolonga sin muerte posible en tanto en cuantorevive lo mejor de su origen, asimila lo más realista dela influencia externa y desarrolla dentro de sí misma loque encuentra que falta y conviene a otras naciones. Esocreemos y pretendemos demostrar en los siguientes ca-pítulos.

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PRIMERA PARTE

IDEAS Y FORMAS DE VIDAEN LA “ALDEA GLOBAL”

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I. AURI SACRA FAMES

“Al renunciar al Mundo, dice Max Weber, el asce-tismo cristiano, que, al principio, huía del mundo y serefugiaba en la soledad, había logrado dominar al mun-do desde los claustros; pero quedaba intacto su carácternaturalmente despreocupado de la vida en el mundo.Ahora se produce el fenómeno contrario: se lanza al mer-cado de la vida, cierra las puertas de los claustros y sededica a impregnar con su método esa vida, a la quetransforma en vida racional en el mundo, pero no de estemundo ni para este mundo”.

De ser ello cierto, el “espíritu del capitalismo” ten-dría un origen ascético, como de sed de trascendencia.Algo así pretendió Calvino con su teoría de la predesti-nación. Unos pocos privilegiados (“marcados por el dedode Dios”, dirá Bastiat), seducidos por la “fiebre del oro”,se lanzarán a lo que podríamos llamar “cruzada del aca-paramiento”, una especie de “fundamentalismo mate-rialista” cuya dialéctica opulencia-miseria “determina-ría” la historia de los últimos siglos hasta dividir a la

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sociedad en dos grupos condenados a una irremediable“lucha de clases” (Marx dixit).

Ello no es del todo cierto: entre las mujeres y los hom-bres de todos los tiempos hacen historia respetabilísimosfenómenos como la libertad, la generosidad, el trabajo...y ya todo el mundo acepta (Marx también en su tiempo)que el Trabajo es la piedra angular de toda la Economía¿Qué no hará el Trabajo aliado con la Libertad y la Ge-nerosidad?

“El que no trabaje que no coma” dijo Pablo de Tarsohace ya más de veinte siglos.

Claro que ésa es una muy dinámica consigna para elbuen orden social: el que pueda enseñar, que enseñe, elque haya de organizar que organice sin sentirse superiora nadie... trabajos necesarios para esa infraestructurasocial en la que todos, a sus respectivos niveles, apliquenvoluntad y energías (cabeza y manos) a la humanizaciónde la Tierra, lo que es tanto como universalizar bienes yservicios, de generación en generación.

Esto último logra fácil realidad si el amor al prójimo(la generosidad) es la principal moneda de cambio entrelos hombres. Sabemos que no es así. Por ello estamos obli-gados a reconocer como positiva motivación un afán delucro que cuente con suficientes trabas para no erigirseen factor de incondicionado acaparamiento. Por el deseode lograr una paga o contrapartida económica (eso es,simplemente, el afán de lucro) se trabaja y mueve unopor las líneas en que discurre el buen orden social. Cuan-do no existe contrapartida “tangible” al propio esfuerzoy uno no es lo que se llama un altruista, la vida sociallanguidece y resulta de más en más “improductiva”.

Así nos dicen las crónicas que era la vida social en laEuropa feudal de los siglos del V al IX. Pero, entre lossiglos X y XIII, ya el afán de lucro campa por sus respe-

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tos. Era aquella una economía fundamentalmente agra-ria que se apoyaba en la “necesidad de compensación”entre lo que falta o sobra a cada familia, clan o grupo so-cial en un clima de mutuo entendimiento más o menosforzado por un lado u otro y a merced de los fenómenosnaturales. El sistema de motivaciones para las respecti-vas responsabilidades dependía muy substancialmente dela “jerarquización feudal”. En situaciones como la feu-dal, en que las mutuas dependencias están rígidamentereglamentadas, la libertad de iniciativa no puede discu-rrir más que por caminos de magnanimidad, devoción,paciencia..., virtudes, por desgracia, harto escasas. De-cían bien los maestros que, entonces, condicionaban la“realización personal” al ejercicio de la responsabilidadsocial (“la libertad de un hombre se mide por su gradode participación en el bien común”, dejó escrito SantoTomás de Aquino). Había de ser ésta una responsabili-dad social en todas las direcciones y a partir de la supe-ración de multitud de egoísmos. Pero, por el contrario,lo general de la vida social era una presión (que no res-ponsabilidad social) canalizada por los poderosos de aba-jo arriba, con soporte principal en la sumisión. Lógica-mente, ello neutralizaba el potencial personal de sus súb-ditos a la par que hacía imposible otra libertad de ini-ciativa que no fuese la de los privilegiados por cuestiónde sangre, rapiña o costumbre.

El nunca muerto afán de lucro, que, recordemos, cum-ple su función social de dinamizar la estructura produc-tiva a falta de un generalizado espíritu de solidaridad,se expresaba en un comercio semiclandestino y ramplón,de vecino a vecino, sin apreciable proyección exterior ysiempre traumatizado por la inseguridad ambiental. Entales circunstancias era lógico que las mentes más “des-piertas”, en función de la llamada de las respectivas con-

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ciencias, se dedicaran a la doctrina o a la guerra: no ha-bía grandes oportunidades para buscar el realce perso-nal en el industrioso tratamiento de los problemas deabundancia y escasez. Para la reactualización del comer-cio clásico era preciso, a la par que una mayor liberali-zación de actitudes, una real “destraumatización” de lavida de cada día. A excepción de la Península Ibérica quevive el drama de la “Reconquista”, en la sociedad feudaleuropea fueron posibles ciertos períodos de paz en la se-gunda mitad del siglo X. Ya los sarracenos habían sidoempujados hacia más acá del Ebro, los normandos se ha-bían estabilizado en el noroeste de Francia, los húnga-ros, ya medianamente civilizados, habían dejado de hos-tigar la frontera oriental del Imperio...: gracias a talessubstanciales cambios, se vivía una especie de tímida“pax europea” tutelada por los otónidas, en la ocasióntitulares del Imperio.

Ya es posible romper el estricto marco de un feudo yrecorrer considerables distancias sin tropezar con el in-vasor de turno o con hordas de criminales.

Es cuando aparece en Europa central un tipo de hom-bre que, en principio, despierta la conmiseración públi-ca: en contraposición a la segura comodidad que ofrecela rutina diaria, este trotamundos, cargado como una tor-tuga, está obligado a circular de un dominio a otro, sor-teando dificultades de entendimiento, sufriendo al rasolas inclemencias del tiempo, los eventuales asaltos enlos caminos, las arbitrariedades de los poderosos... lasingratitudes de todos. Pero, pronto, ese trotamundos,que es el primitivo mercader medieval, sabe hacer im-prescindibles sus servicios y, en contra partida, exigemayor libertad y seguridad en sus desplazamientos, cons-truir en lugares convenientes a su negocio reductos forti-ficados (“burgos”), expeditivos medios legales para resol-

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ver los posibles litigios resultantes de sus operaciones,acceso a la administración pública...

Nace así lo que se ha llamado y llama Burguesía y,con ella, la institucionalización del afán de lucro, aun-que capaz de abrir raudales de dormidas energías, pro-gresivamente afanoso por romper convenciones socialese, incluso, ataduras morales hasta erigirse en motor ex-clusivo de la vida de algunas personas, esas mismas quesucumben a lo que se llamó “auri sacra fames” (sagradahambre de oro).

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II. SUPUESTO DETERMINISMO ECONÓMICO

La Realidad ha desprestigiado lo que fue visceral pre-tensión de la llamada Economía Clásica: ser aceptadacomo ciencia exacta al mismo nivel que la Geometría ola Astrofísica. Es una pretensión a la que aún siguen apun-tados no pocos modernos teorizantes y cuantos hacen eljuego a los gurús de la Economía Mundial: “todo lo quese relaciona con Oferta y Demanda, absolutamente todo,depende de las Leyes del Mercado”, siguen diciendo.

Pero, afortunadamente, no es así: si J.B. Say, uno delos más citados representantes de la “Economía Clásica”dogmatizó: “La fisiología social es una ciencia tan posi-tiva como la propia fisiología del cuerpo humano” vemosque los comportamientos de las personas, factores bási-cos de la Economía, responden a más o menos fuertesestímulos, a más o menos evidentes corrientes de Liber-tad nacidas estrictamente de su particular ego; se resis-ten, pues, a las reglas matemáticas.

Incluso marginando el papel determinante de la vo-luntad humana y admitiendo la pretendida “inexora-bilidad del Mercado”, a la Teoría Económica le falta pre-

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cedente histórico. Recordemos con Morgenstern cómo“el avance decisivo de la física en el siglo XVII, específi-camente, en el campo de la Mecánica, solo fue posiblepor los desarrollos previos en la astronomía. Estaba apo-yada por varios milenios de observación sistemática ycientífica. Nada comparable a esto ha ocurrido en la cien-cia económica, en la que, al igual que las teorías de Keplero Newton nacieron de los trabajos de un Tycho Brahe,se necesitan precursores con la adecuada base matemá-tica (la similar a eso de “dos y dos son cuatro”)”.

Nada exacto espera a mitad ni al final del camino delos teorizantes de la Economía siempre que, tal como hasucedido desde que el hombre es hombre, éste pueda apli-car su voluntad a modificar el curso de la historia. Ejem-plo: una preocupación o un capricho, un fortuito viaje oel encuentro con una necesidad, un inesperado inventoo la oportuna aplicación de un fertilizante... le sirven alhombre para romper en mayor o menor medida las “pre-visiones de producción” dictadas por la Estadística.

Las llamadas tendencias del mercado, aun riguro-samente analizadas, son un supuesto válido como hipó-tesis de trabajo, nunca un exacto valor de referencia.

Si que pueden y deben ser objeto de apreciación ri-gurosa factores como la disponibilidad de bienes y servi-cios, las virtualidades y posibilidades de desarrollo dela Técnica, la viabilidad comercial de todo el aparato pro-ductivo, las limitaciones de los mecanismos de poder, elcarácter y desarrollo de los factores de estímulo, de com-pensación y de control, los niveles de formación, el gra-do de consistencia de los compromisos adquiridos... to-dos ellos condicionantes de la marcha de la Economía y,consecuentemente, con positiva o negativa incidencia enla creación de puestos de trabajo y subsiguiente riquezamejor repartida. También todos ellos susceptibles de en-

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cauzamiento por parte de la voluntad de los hombres ymujeres, que los “sienten y padecen”.

Reconocido esto, faltan razones para enclaustrar a lavoluntad de cada hombre y de cada mujer en cualquierforma de fatalismo histórico: es mentira que se puedaescribir la historia sin el trabajo consciente y comprome-tido de las personas; también lo es que el lucrativo re-sultado de una operación especulativa sea muestra depredestinación divina o de “inteligente” ajuste a lo quedetermina una especie de infalible gran Gurú (DigitusDei, que diría Bastiat) o lo que hoy se propone como “Cul-tura del Pelotazo”.

Y, por supuesto, según el inapelable testimonio detan recientes y elocuentes hechos, es radicalmente falsaesa concepción del mundo y de la historia que con el nom-bre de “Materialismo Histórico” (también “MaterialismoDialéctico”) ha servido de instrumento a una Burocraciaempeñada en masificar conciencias y voluntades.

La Realidad nos muestra implicaciones mutuas en-tre condicionamientos objetivos y voluntades: ni la vo-luntad de cualquier hombre o mujer resulta tan podero-sa que hayan de estar a su merced las interrelacionadasoscilaciones del Mercado, ni éstas se encuentran riguro-samente protegidas por la coraza de un supuesto deter-minismo.

La pretensión de aplicar a la Economía el carácterde ciencia exacta nos parece aun más arbitraria cuandodiscurrimos sobre la obviedad de que no existe ni unaconciencia ni una voluntad colectiva (esa rusoniana in-vención de la “conciencia social superior”): existen mi-llones de conciencias y de voluntades particulares en másque probable desacuerdo sobre la percepción y resolu-ción de los pequeños y grandes problemas que genera

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cada momento de la historia de los hombres y de las mu-jeres que pueblan el ancho mundo.

Esos millones de conciencias y de voluntades son sen-sibles a muy precisos estímulos y también al poder deconvicción o de coacción tanto de elocuentes experienciascomo de maestros, líderes y demagogos.

Vistas así las cosas, no caben paliativos a la hora desometer al filtro de un realista análisis no pocas de lasmuy respetadas suposiciones heredadas de los teorizan-tes “clásicos”. Por supuesto que las llamadas “leyes eco-nómicas” no siguen el dictado de una fuerza ciega: ten-drá o no valor ocasional en determinada circunstanciade tiempo y lugar; pero siempre pueden y deben acusarla impronta de la voluntad de las mujeres y de los hom-bres que las “sufren y padecen”.

Por todo ello, estamos obligados a reconocer que laactual lacra del desempleo (qué dramático despilfarrode energías), en paralelo con las dramáticas carenciasde tantos y tantos millones de personas prisioneras delsubdesarrollo, no es imputable al fatalismo histórico; esconsecuencia de malas políticas o de lo que, sin evasivaalguna, hemos de reconocer un grave desprecio a esa ele-mental Ley Natural que late en la propia condición hu-mana: tus personales energías han de estar proyectadashacia tu propia PLENA REALIZACIÓN a través de lacobertura de las necesidades de tu prójimo; para ello cuen-tas con la generosa aportación del medio material en quese desarrolla tu vida, tu pensamiento, tu trabajo y tumuerte.

Tengas dinero o no, pero sí una elemental disponi-bilidad para el disciplinado esfuerzo físico o mental... se-rás tú el que, en mayor o menor escala, marque las pau-tas a la “Ciencia Económica”. Ejemplos: el primer HenriFord con su saber hacer y probada vocación social revo-

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lucionó al Mundo del Automóvil; los genios de la Infor-mática han hecho posible eso que se llama la Tercera Ola(Alvin Toffler) del desarrollo económico y social y querompe fronteras de países y clases en nuestra convulsaAldea Global.

Todo ello porque, frente a tanto experimento y teo-ría sobre “fuerzas ciegas de la Historia” o “irrefrenablestendencias del Mercado”, para bien o para mal, se sitúael Hombre y su RESPONSABILIDAD PERSONAL. Esteser de excepción, “capaz de reflexionar sobre su propiareflexión”, puede muy bien potenciar esa PROVIDEN-CIAL INFRAESTRUCTURA en que Naturaleza y Téc-nica ofrecen todo lo necesario para allanar dificultadeshacia un Progreso más realista y más universal.

Y, para todo lo bueno que puede hacerse en la Histo-ria, nada hay más fuerte ni más dependiente de los hom-bres mismos que la LIBERTAD RESPONSABILIZANTE.

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III. ¿ESPECULADORES, RENTISTAS O EMPRESARIOS?

No es en absoluto vergonzante la PROFESIÓN deEmpresario; tanto si es titular del Capital como si no, elgenuino empresario se siente obligado a trabajar cons-tante y disciplinadamente, codo con codo, con sus cola-boradores, los otros trabajadores.

La Empresa nace y se desarrolla a partir de un pro-yecto de “acción en equipo”: el pionero del proyecto esun empresario empeñado en hacer realidad tanto unaidea básica que responda a determinada demanda delMercado como un compromiso de organización y gestión;le siguen uno o varios capitalistas (incluido, tal vez, elpropio empresario) dispuestos a cubrir los gastos de pre-paración, infraestructura, despegue y mantenimiento;lo alimentan un conjunto más o menos grande de perso-nas que habrán de responsabilizarse de la Producción,Administración, Venta...

Con frecuencia, el capitalista, que no es empresario,permanece en la sombra sin otra preocupación que la ren-tabilidad de “su dinero”; el empresario o capitalista enfunciones de empresario, en muy distinto plano, está obli-

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gado a organizar, motivar, controlar... continuamente ysin desmayo y, por supuesto, con las ideas muy clarassobre las particularidades, derechos y obligaciones decuantos con él colaboran: un empresario, que no se su-merge en la realidad diaria (económica y, sobre todo, hu-mana) de su empresa, deja de ser empresario para con-vertirse en parásito. Parásitos son muchos dueños deempresa que, preferentemente, cultivan lo que se llamadarwinismo social, trampean cuanto pueden y ahogansus inquietudes, en lujos, güisqui y prostitutas.

Promotores o parásitos de empresa, según y cómo,son los banqueros, brockers, jugadores de Bolsa y ren-tistas (entre los cuales cabe incluir los “accionistas anó-nimos”). Si, a nivel personal, son tan egoístas o generososcomo cuantos no son ni banqueros, ni brockers, ni juga-dores de Bolsa, ni rentistas... en corporación, que es comonormalmente actúan, pierden cualquier norte que no seaun estricto “toma y daca” hasta derivar, irremediable-mente y si las leyes y el Fisco no lo remedian, en la re-gresiva “Cultura del Pelotazo”.

El “tener dinero” no es un salvoconducto para el“círculo de los elegidos”, como pretendieran Calvino,Smith, Bastiat, etc. etc... para terminar en algunos es-pañoles con nombre y apellidos, tanto más pobres cuan-to más obsesionados han vivido y viven por amontonarlas casas que no pueden habitar, las queridas en propie-dad colectiva, los yates en que cultivan su aburrimiento,las corrupciones que les empequeñecen hasta el ridículo...

Hemos visto como la “selectiva” PROMOCIÓN DEESPECULADORES y mentores del dinero fácil y social-mente estéril confluye ostensiblemente hacia cuantos“ven venir las cosas” puesto que gozan de “informaciónprivilegiada” y están en situación de alterar tal o cualfoco de atracción crematística. Ello cuando, obviamente,

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los recursos de una Nación deben ser encauzados haciala cobertura de las necesidades de cuantos la integran.

Dicho esto y reconocido que, sin libertad, no es posi-ble una mínima optimización de esos recursos, al PoderPolítico, administrador de tales recursos y garante quedebe ser del ejercicio de esas libertades, compete neu-tralizar y no promocionar la especulación estéril, el aca-paramiento abusivo y el despilfarro (criminal por que,normalmente, se alimenta de ahondar las perentoriasnecesidades de los más débiles).

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IV. LUCHA DE CLASES Y CONCIENCIA COLECTIVA

Fue el “burgués” Guizot el primer teorizante de lalucha de clases (choque de dos “conciencias colectivas”),esta vez, entre la Nobleza y la Burguesía “cuya ascen-sión ha sido gradual y continua y cuyo poder ha de serdefinitivo puesto que es una clase animada tanto por elsentido del progreso como por el sentido de la autori-dad; son razones que obligan a centrar en los miembrosde la burguesía el ejercicio de la libertad política y de laparticipación en el gobierno” (Guizot). Marx se creeráen el derecho de anunciar el definitivo capítulo de la his-toria de los hombres y su resolución en la utopía mate-rialista final al presentar la continuación de esa “luchade clases”, esta vez entre la “Burguesía” y el “Proleta-riado”.

Era Guizot jefe de gobierno francés en los últimosaños de la “Monarquía de Julio”, que cayó el 24 de febrerode 1848, el mismo mes en que se publicó el ManifiestoComunista.

El mundo de la burguesía parisina, que inspiró a Gui-zot, estaba formado por intermediarios, banqueros y ri-

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cos industriales; es un mundo trascrito con fina ironía ycierto sabor rancio por Balzac o Sthendal. En él pululany lo parasitan las emperifolladas, ociosas y frágiles dami-selas o prostitutas de afición que hacen correr a rauda-les el dinero de orondos ociosos o fuerzan al suicidio aestúpidos y aburridos petimetres. Todo ello en un Parísbohemio y dulzón, que rompe prejuicios y vive deprisa.

Al lado de ese mundo se mueve el otro París, el Pa-rís de “Los Miserables”. Prestan a este París una aluci-nante imagen su patología pútrida, sus cárceles por ni-miedades y sin esperanza, sus barrios colmados de su-ciedad, promiscuidad y hacinamiento; sus destartaladascasas, sus chabolas y sus cloacas tomadas como hogar...en un círculo de inimaginables miserias y terribles su-frimientos, olímpicamente ignorados por los “de arriba”.

Uno y otro son el París de las revoluciones: no me-nos de tres en sesenta años: la de 1789, que acabó (??)con el llamado “viejo régimen”; la de julio de 1830 quehizo de los privilegios de la fortuna el primer valor so-cial (“enrichesez vous”, proclamaba Luis Felipe de Or-leáns o Philippon, el llamado Rey Burgués) y dio el po-der sobre vidas y haciendas a los que “más tenían que per-der” y, por último, la revolución de febrero de 1848, quese autotitularía popular y resultaría de opereta con elengendro de un régimen colchón en que fue posible unnuevo pretendido árbitro de los destinos de Europa, LuisNapoleón III, sobrino del otro Napoleón que tuvo en jaquea medio mundo sin otra razón que su criminal orgullo.

En el París de las revoluciones (1789-1848) ya no sonpersonas, son grupos sociales o “clases” las que conviveno luchan entre sí. Se han acallado las conciencias perso-nales e imperan las conciencias colectivas. Es en esteParís en dónde, sin salir del racionalismo cartesiano, hom-bres como el conde de Saint Simon “se imponen la tarea

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de dedicar su vida a esclarecer la cuestión de la orga-nización social”... A este Saint Simon y a su pléyade deimitadores Marx calificará de “socialistas utópicos”. Conanterioridad a Saint Simon habían surgido en Franciafiguras como las de Morelly, Mably, Babeuf... que se pre-sentaron como apóstoles de la igualdad con más entu-siasmo que rigor en los planteamientos y siempre contotal ignorancia de la conciencia personal.

Charles Fourier (1772-1837) es otro de los “socialis-tas utópicos” más destacados: pretende resolver todoslos problemas sociales con el poder de la “asociación”,que habrá de ser metódica y consecuente con los diver-sos caracteres que se dan en un grupo social ni mayor nimenor que el formado por mil seiscientas veinte perso-nas; es la estadística al dictado de la conciencia colectiva.

Dice Fourier estar convencido de que cualquier ac-tual forma de estado se disolverá progresivamente enuna sociedad-asociación, en la cual, de la forma más na-tural y espontánea, se habrá excluido cualquier especiede coacción. A renglón seguido, se prodigarán los “falans-terios” o “palacios sociales”, en que, en plena armonía,desarrollarán su ciclo vital las “células-base” hasta, enun día no muy lejano, constituir un “único imperio uni-tario extendido por toda la Tierra”.

Esa es la doctrina del “falansterismo” que como tales conocido el “socialismo utópico” de Fourier, algo que,por extraño que parezca, aun conserva el favor de cier-tos sectores del llamado progresismo racionalista hastael punto de que, cada cierto tiempo, y con derroche dedinero y energías, se llega a intentar la edificación de talo cual “falansterio”. Efímeros empeños cultivados por nose sabe qué oculto interés proselitista.

No menos distantes de un elemental realismo, sur-gen en Francia variadas formas de colectivismo, cuyos

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profetas olvidan las predicadas intenciones si, por ven-tura, alcanzan una u otra forma de poder. Tal es el casode Luis Blanc, que llegó a ser miembro provisional quese constituyó a la caída de Luis Felipe o Philippon; “Que-remos, había dicho, que el trabajo esté organizado de talmanera que el alma del pueblo, su alma ¿entendéis bien?no esté comprimida por la tiranía de las cosas”. La des-fachatez de este encendido predicador pronto se pusode manifiesto cuando algunos de sus bienintencionadosdiscípulos crearon los llamados “talleres nacionales”: re-sultó que encontraron el principal enemigo en el propiogobierno al que ahora servía Blanc y que, otrora, cuandolo veía lejos, este mismo Blanc deseaba convertir en “re-gulador supremo de la producción y banquero de los po-bres”.

Otros reniegan de la Realidad y destinan sus pro-puestas a sociedades en que no existe posibilidad de am-bición: tal es el caso de Cabet que presenta su Icaria comomundo en que la libertad ha dejado paso a una igualdadque convierte a los hombres en disciplinado rebaño contodas las necesidades animales cubiertas plenamente.Allí toda crítica o creencia particular será consideradadelito: huelgan reglas morales o religión alguna en cuan-to un providencial estado velará por que a nadie le faltenada: concentrará, dirigirá y dispondrá de todo; encau-zará todas las voluntades y todas las acciones a su regla,orden y disciplina. Así quedará garantizada la felicidadde todos.

Existió otro socialismo francés cuyo impacto aun per-dura: se trata del socialismo autogestionario promovidopor Pedro José Proudhon.

Era su divisa de combate “justicia y libertad” y el cen-tro de sus ataques la “trinidad fatal”: Religión, Capital yPoder Político a los que opone Revolución, Autogestión

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y Anarquía. Revolución, porque “las revoluciones son su-cesivas manifestaciones de justicia en la humanidad”,autogestión, “porque la historia de los hombres ha de serobra de los hombres mismos” y lo último, “porque el idealhumano se expresa en la anarquía”. Más que pasión porla anarquía es odio a todo lo que significa una forma deautoridad que no sea la que nace de su propia idea por-que, tal como no podía ser menos, Proudhon hace suyoel subjetivismo idealista de los herederos de Hegel.

Proudhonianos, saintsimonianos, marxistas más omenos fervorosos... no en menor medida que los doc-trinarios que hacían recaer la responsabilidad del aca-paramiento en la totalidad de los miembros de su claseo sociedad, se preocuparon apasionadamente por cen-trar en la “conciencia colectiva” la responsabilidad detodo lo bueno y de todo lo malo que pudiera ocurrir a loshombres y mujeres del presente y del futuro.

Logra adeptos ese acoso a la sagrada libertadpersonal porque el animal, que todos llevamos den-tro, reniega de su responsabilidad en cuanto se dejaconquistar por los “instintos de especie” en que sebasa el gregarismo y que, tan arteramente y desdecualquier ángulo, han manejado los “profesionalesde la lucha de clases”: Es cuando, por muy triste yregresivo que sea, los hombres y mujeres de cual-quier época sucumben a la oferta de sumergir suvoluntad en el totum revolutum de la conciencia co-lectiva, algo así como acogerse a los embrutecedo-res efectos de una dormidera: Conciencia colecti-va, opio del pueblo, frente a Libertad Responsabilizante,de que se alimentan o pueden alimentar los hom-bres y mujeres que pretender elaborar su propiahistoria de forma personal y a base de Trabajo yGenerosidad.

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V. HIJOS BASTARDOS DEL CAPITALISMO

Incluso con mucha más fuerza que aquella otra Re-volución (la francesa de 1789) que dio paso a Napoleón,la Revolución Industrial traumatizó la vida social de todaEuropa.

Aquella había entronizado a la “diosa” Razón; éstaimpuso la sugestión y el poder de las nuevas máquinascapaces de crear nuevos bienes, de dividir entre diez,cien o mil los tiempos de producción y, por lo mismo, demasificar el mundo del trabajo: la pericia artesanal per-dió una buena parte de su valor hasta el punto de que,en múltiples ocasiones, producían a la par un niño y unveterano trabajador.

Todo ello, claro está, proporcionó rápidos y elevadosbeneficios para unos pocos y miseria sin paliativos paramuchas familias. Al empresario emprendedor sucedióel propietario que se regodea no en lo que proyecta o hacesino en lo que “tiene y puede tener”. En su concienciaqueda poco espacio para la preocupación de cuantos ali-mentan su fortuna.

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Teorizantes no faltan que le convencen de que su pri-vilegiada situación es un don de Dios, quien, por lo mis-mo, condena a los otros a la simple supervivencia.

Frente a los abusos del acaparamiento sin medida ydel beneficio a cortísimo plazo y sin contrapartida “so-cial”, surgieron fabricantes de sueños que presentabanremedios aun peores que la enfermedad: “que los opre-sores se conviertan en oprimidos”.

Aquello era cosa de leyes y modos de Gobierno que,en el marco del respeto a la LIBERTAD RESPONSABI-LIZANTE neutralizaran los abusos de los desaprensivos.No era cosa de revolución ciega que, dada la vuelta a la“tortilla de los privilegios”, esclavizaría o tornaría esté-ril a la propia Libertad a la par que destruía imprescin-dibles modos y medios de producción.

Contra un elemental dictado de la Realidad, bajo lahégira e interesados fabricantes de sueños, surgieronrevoluciones cuyo resultado inmediato fue el estrangu-lamiento de la sagrada Libertad. A renglón seguido, sepropagaba una progresiva atonía social y una generalmiseria al servicio de la burocracia gobernante.

El pistoletazo de la marcha hacia la nueva situación,fraguada en febrero de 1848 (“un fantasma amenaza a Eu-ropa”), dejó oír su contagioso estruendo en octubre de1917.

La toma del “Palacio de Invierno” despertó FIEBREDE HOMOLOGACIÓN en los “movimientos proletarios”de todo el Mundo: una buena parte de los núcleos revo-lucionarios vieron un ejemplo a seguir en la trayectoriabolchevique.

En buen estratega y con poderosos medios a su al-cance, Lenin vio enseguida la ocasión de capitalizar esafiebre de homologación sobre la base de una infraestruc-tura burocrática y doctrinal promovida y desarrollada

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desde el Kremlin. Ello implicó una jerarquía de funcio-nes y una ortodoxia que pronto fue aceptada como “mar-xista-leninista”: inamovible rigidez de los principios del“Materialismo Dialéctico”, del carácter “positivo” de la“lucha de clases”, de la JUSTICIA INMANENTE a la “Dic-tadura del Proletariado”, de la inmediata y feliz resolu-ción de la Historia en fidelísimo eco de las consignas so-viéticas.

El “marxismo-leninismo” sirvió de base espiritual auna nueva especie de imperialismo materialista (Capi-talismo de Estado fue llamado), que Lenin y su en tornose propusieron impartir: consolidado el poder bolchevi-que en el antiguo imperio zarista, urgía establecer la“Unión Mundial de Repúblicas Soviéticas”: la fuerza decohesión estaría representada por la fe universal en laautosuficiencia de la materia: una VERDAD ABSOLUTAa cuya enseñanza y desarrollo habrían de aplicarse cuan-tos recursos fueran necesarios.

Esa “verdad absoluta” era doctrina y era estrategiade lucha: como doctrina requería un ejército de exége-tas (“obreros del pensamiento”) que, siguiendo la batutade los oráculos oficiales, interpretara todas las conclusio-nes de la moderna Ciencia a la luz de las mil veces pro-clamada autosuficiencia de la Materia y de su inciden-cia sobre la imparable colectivización del género huma-no, movido esta vez por el exclusivo afán de romper concualquier especie de responsabilidad personal desde supertenencia a una masa con voluntad única.

Como estrategia de lucha, el “marxismo-leninismo”planteó unos objetivos, unos medios y una organización:objetivo principal, universalizar el triunfo de la facciónbolchevique; medios operativos, cuantos pudieran deri-varse del monopolio de los recursos materiales y huma-nos de la Unión Soviética; soporte de la organización,

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una monolítica burocracia que canalizara ciegas obe-diencias, una vez reducidos al mínimo todos los posiblesdesviacionismos o críticas a las directrices de la “Van-guardia del Proletariado”, “Soviet Supremo” o voluntaddel autócrata de turno...

Aunque todo eso pertenece ya al pasado, del foco deatropellos y de sueños, que fue la Unión Soviética, que-dan no pocos reflejos que llegan incluso hasta los paísesde la “órbita democrática”: cualquier ideología, que basasu fuerza en la neutralización de la conciencia personal,reniega, a duras penas, del “Capitalismo de Estado”, dela “burocracia del pesebre” o de la inhibición por los pro-blemas del Otro: cada ciudadano es invitado a dejarseadsorber por el TOTUM REVOLUTUM de la concienciacolectiva.

Ya tenemos ocasión de reflexionar serenamente so-bre el alcance de aquel “Capitalismo de Estado” que en-tronizara Lenin y que ha recibido su “acta de defunción”con la caída del Muro de Berlín y, también, sobre hechoshistóricos como la Oligarquía Fascista (enrevesada for-ma de “socialismo vertical”), en la que tipos como Musso-lini cifraron todas sus esperanzas para convertirse enombligo del mundo y sobre las atrocidades de la expe-riencia hitleriana, que se llamó Nacional Socialismo...,

Son fenómenos históricos en los que privó una eco-nomía dirigida desde arriba con el objetivo de reforzaruna implacable dictadura, pero mantenida y desarrolladapor las complicidades y corrupciones de no pocos parti-darios del “beneficio a cualquier precio”: ya los vemoscomo evidentes engendros o hijos bastardos de un CA-PITALISMO SIN LIBERTAD.

Dicho esto, desde la óptica de un Realismo compro-metido con el Bien Común podemos y debemos negar legi-timidad natural a los excesos en que incurren los manio-

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breros de las súper-entidades financieras de la actuali-dad: no ayuda al progreso continuado, ni siquiera de lospaíses más ricos e industrializados, una política de crédi-tos más centrada en un monetarista y especulativo “tomay daca” inmediato que en inversiones bien hilvanadas ha-cia la promoción de iniciativas personales, la compensa-ción al Trabajo y el aprovechamiento de los recursos dela Naturaleza y de la Técnica: sería ésa la más segura yexpeditiva forma para cubrir las exigencias de acuciantesdemandas y cosechar a medio y largo plazo los benefi-cios (materiales, queremos decir) de la Reciprocidad. Enconsecuencia, resultan pésimos administradores de losrecursos que rentistas y gobiernos han puesto en sus ma-nos. Por lo romo y particularista tampoco el suyo es unCapitalismo que se mueva en genuina Libertad (la mise-ria que permite o, incluso, alimenta, es la más degradan-te muestra de una Esclavitud con ramificaciones hacialos más opulentos y sus satélites). Por supuesto que, vis-tas así las cosas, unos y otros contribuyen a minimizar lafunción progresista de esa fuente de motivaciones sub-siguiente a la “Fiebre Capitalista”: la MULTIPLICACIÓNy LIBRE CIRCULACIÓN DE OPORTUNIDADES parael desarrollo de las respectivas capacidades.

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VI. EL DRAMA DEL HUMANISMO ATEO

Feuerbach (calificado por Marx como “purgatorio denuestro tiempo”) decía haber encontrado el “secreto dela Teología en la ciencia del Hombre”, tomado éste nocomo persona con específica responsabilidad sino comoelemento masa de una de las familias del mundo animal(“der Mensch ist was er isst”, decía, al parecer, diverti-do por lo que en alemán es un juego de palabras —el hom-bre es lo que come—). El especial metabolismo del hom-bre, por vía de la estricta biología, habría desarrolladoen él un superior grado de sensibilidad animal la cual,entre otras particularidades no compartidas con otrasespecies animales, le lleva a buscar en el cielo un afánde trascendencia que identifica con un ser extraño a lapropia especie y lo reviste de las cualidades que puedeencontrar y desarrollar entre sus semejantes. Es, paraFeuerbach la explicación del fenómeno religioso, que seinventa un dios extraño a la propia Humanidad cuandodebiera ser ésta el directo objeto de culto: “Homo hominideus”, es el postulado que encierra toda la teología deFeuerbach.

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A diferencia de Nietzsche para quien el superhom-bre es un ser en los antípodas de lo vulgar, para Feuer-bach el hombre-dios es una abstracción o síntesis de laespecie: un símbolo de lo que ha dejado de ser estricta-mente animal en cuanto que parte de lo que ha comidoa lo largo de los siglos se ha convertido en producto deconciencia traducido en fuerza motriz de la historia.

Este dios de carne y fantasía se hace fuerte en el gre-garismo. Nada vale el hombre que, aislado de la especie,persigue una específica realización personal: su destinoestá inexorablemente ligado al del rebaño.

Los apuntes de Feuerbach calaron profundamenteen el “Club de los Doctores”, mundillo que, en torno al1840, agrupaba a los llamados “jóvenes hegelianos”, Car-los Marx incluido. Tanto que este reconocido padre delos más influyentes colectivismos de nuestra recientehistoria, llegó a escribir: “la fisiología comparada me in-funde profundo desprecio hacia todo el que encuentra unadiferencia substancial entre el hombre y el cordero”.

Pero, tras este ilustre discípulo de Feuerbach, ven-drán ciento cincuenta años de falsas esperanzas y aúnmás fallidas realizaciones.

En aquel mismo círculo de los “jóvenes hegelia-nos” se movía un tal Max Stirner: Para éste, “Fe-uerbach, con la energía de la desesperanza, des-menuza todo el contenido del Cristianismo y no pre-cisamente para desecharlo sino para entrar en él,arrancarle su divino contenido y encarnarlo en laespecie”. “Yo no soy hombre especie, dirá Stirner:soy simplemente yo; nada, pues, de homo hominideus; para el materialista sincero se impone un cru-do y sincero “ego mihi deus”... porque “¿cómo podéisser libres, verdaderamente únicos, si alimentáis lacontinua conexión entre vosotros y los otros hom-

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bres?”. “Mi interés, dogmatiza Stirner, no radica enlo divino ni en lo humano, ni tampoco en lo bueno,verdadero, justo, libre, etc... radica en lo que es mío;no es un interés general: es un interés único comoúnico soy yo”: Las mil caras del Particularismo tie-nen un buen exegeta en este tal Stirner.

Frente al colectivismo materialista del hombre-es-pecie que, siguiendo a Feuerbach, propugnara CarlosMarx, quiere alzarse otra forma de colectivismo mate-rialista: el del individualismo insolidario que, al hilo delo que propugna Max Stirner, se incorpora a una manadade poderosas fieras sin otro propósito que el de dispu-tarse con ellas los despojos del débil.

Nietzsche tiene el descaro de prestar a esa obsesiónel carácter de doctrina situada “más allá del bien y delmal”, en un mundo que él quiere elemental: de materiay de voluntad, de carne y de sangre, mundo en el que im-pone su razón el que está en situación de atropellar y dedespreciar a cuantos aceptan la moral de la solidaridado “moral de esclavos”.

En la voluntad de dominio encuentran los fieles deNietzsche la razón primordial para renegar de los viejosvalores, para situar el ansia u obsesión desesperada depoder por encima de la resignación, preferir la guerra ala paz, la astucia a la prudencia... hasta que “perezcanlos débiles y los fracasados ante la voluntad de dominiode los fuertes” (Anticristo).

No importa que todo ello se debata en el campo de loirracional, que la voluntad de dominio destruya las raí-ces anteriores y superiores a uno mismo, enfrentado a lafatalidad o condenado a flotar sobre el vacío de una au-tosuficiencia simplemente imaginada: a Nietzsche no leimporta que su inventado superhombre viva y mueracomo el títere de una absurda tragedia: “solitario, sigues

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el camino del Creador, quieres hacer un dios de tus sie-te demonios...” “Yo amo a todo aquel que se propone crearalgo superior al hombre y sucumbe en el empeño” (Asíhablaba Zaratustra).

Todo ello no es ateismo: es deliberada preocupaciónpor introducir en el pensamiento de los hombres la pre-sencia de un ídolo alimentado por las más obscuras co-rrientes de la historia: la idea de un hombre sin la trabamoral de su propia conciencia, que proyecta hacia losotros la responsabilidad de sus más graves tropiezos y,por lo mismo, se muestra capaz de alargar hasta el infi-nito los horizontes de una vida torpe y radicalmente des-ligada de la suerte de todos sus congéneres. ¡Pobre su-perhombre, diosecillo con pies de barro! Pobre y artificialgrupo que se cree con derecho a todos los posibles pri-vilegios sociales por que ha traducido en conciencia co-lectiva un rosario de prejuicios y obsesiones.

Con lo dicho hemos querido dar un incisivo repaso alos dos principales aspectos de un sueño abocado al fra-caso: la Utopía Materialista que se alimenta de una in-ventada “conciencia colectiva”, sea para masificarse opara, simplemente, levantar la cabeza por encima de suscongéneres.

Tanto desde la manada del privilegio como desde elpretendido rebaño de “los que no tienen que perder otracosa que sus cadenas” surgen desaforados gritos clamandopor “socializar responsabilidades”.

Amigo, no caigas en la trampa de la utopía materia-lista, calificada por muchos de humanismo, sea ella so-ñada consecuencia del acaparamiento y al uso de unospocos o falaz engatusamiento para tantos millones querenuncian a ser responsables de su propio destino y dela posible felicidad de las personas que aman. Si quiereslograr el pleno desarrollo de tu propio ser, TRABAJA Y

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AMA EN LIBERTAD. Ello es el marco de vida que co-rresponde al principal protagonista de una historia pro-gresista, al meollo de un Humanismo con profundas raí-ces en la Realidad porque se alimenta de cordial y vo-luntaria solidaridad para, sin desfallecer, trabajar y amaren libertad.

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VII. EL MILAGRO DE LAS TECNOLOGÍAS INTERMEDIAS

La Tecnología Moderna ha desbordado las más opti-mistas previsiones de los científicos. Hace no más deveinte años, eran muy pocos los que habían captado lasproyecciones prácticas de los semiconductores, cuyo ma-terial de base, el Silicio, es uno de los elementos másabundantes en nuestro Mundo y, hoy por hoy, el almamater de la Informática, punto de lanza de la más pro-gresiva Técnica y en donde, probablemente, se apreciacon más contundencia el gigantesco paso que, en muy po-cos años, ha dado la ciencia aplicada.

Aunque recién llegado, el Ordenador o Computado-ra es ya insustituible SOPORTE FÍSICO de la viabili-dad de un sinnúmero de actividades humanas. Es la mássofisticada, la más poderosa, la más limpia y la más ba-rata de las herramientas que ha inventado el Hombre:apoyado en las sorprendentes propiedades de los semi-conductores, eso que se llama el “hardware” (lo físico,eléctrico, electrónico y mecánico) es una muestra de larápida evolución de la tecnología que, de forma vertigi-nosa, ha abaratado costos e incrementado prestaciones

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hasta lo indecible. Paralelo ha sido el progreso en lo quese llama “software”, o conjunto de órdenes y códigos (pro-gramas) que empujan, canalizan, depuran y optimizan lainformación a la medida de nuestras necesidades.

La Computadora no es inteligente (soberbia tonteríaeso de la inteligencia artificial); pero en sus microscópi-cos recovecos pueden encontrarse y de hecho se encuen-tran infinitas pruebas de la inteligencia del hombre quien,en definitiva, puede y debe apoyarse en el artilugio conlo voluntad de tenerle siempre en su “terreno” y a su ser-vicio.

Ha sido tan rápida la evolución (galopante revolución,podría ser considerada) que, diríase, a todos nos ha co-gido desprevenidos. En rápida sucesión de aplicaciones,la tecnología del “chip” ha desarrollado máquinas, “bra-zos mecánicos” y “sensores” capaces de sustituir a lossentidos y desarrollar más rápida y eficazmente una am-plia serie de duros trabajos desde mover montañas has-ta dirigir un pequeño artilugio espacial hasta millonesde kilómetros: gracias al conjunto de fuerza y precisión,en armonía con los adecuados sensores o “sentidos arti-ficiales”, se pueden desalinizar las aguas del mar, admi-nistrar las lluvias, robar energía eléctrica al aire, regu-lar calor y humedad en los invernaderos, incrementar avoluntad la producción de carne o pescado... Son posi-bles realidades al servicio de la iniciativa de los más em-prendedores y generosos.

En este punto es de justicia recordar a Aristótelespara quien “el trabajo servil seguirá existiendo hasta quelas lanzaderas y los plectros se muevan por sí solos”.

Ha llegado esa ocasión: son inimaginadas cotas de li-bertad en el desarrollo del trabajo diario; son nuevas po-sibilidades de acortar distancias entre las distintas for-mas de trabajo, entre las diversas situaciones de los hom-

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bres y también entre los mundos. Exageró el indocumen-tado, pobre y, posiblemente, mal intencionado Malthuscon sus previsiones catastróficas. Cierto que el paso delhombre por la Tierra, en múltiples ocasiones, ha dañadola capacidad previsora de la Naturaleza. Pero tambiénes cierto que al alcance del hombre emprendedor ya estála solución a cualquier carencia. Es cuestión de certerasintonía entre la responsabilización de los administra-dores, las potenciales vocaciones de los hombres y muje-res en edad de trabajar, la amplitud y carácter de los re-cursos materiales y las necesidades del Mercado. Comoacuciante desafío hay tenemos un cúmulo de poderososmedios de acción que esperan ser hilvanados en “lógicosmecanismos” adaptables a las más variadas tareas: el jus-to tratamiento de todas sus posibilidades será la basede esa Tecnología Intermedia al alcance de una econo-mía como la española la cual, con sentido de la oportuni-dad y valiente decisión, podrá “reconvertir” su capaci-dad productiva a un costo infinitamente menor que elrequerido por otras ramas de la producción: la Gran In-dustria, que requiere largo tiempo para ser puesta enmarcha, fabulosas cantidades de dinero con un elevadoratio inversión/puesto de trabajo, sufre el implacable aco-so de otras economías más fuertes y, en consecuencia, sepresenta con muy problemática viabilidad.

No sucede lo mismo con la Pequeña y Mediana In-dustria, ni con los módulos de producción agropecuaria,pesquera o de piscifactorías, cuyo desarrollo no requieremás que precisas aplicaciones de la Tecnología Interme-dia que ofrece amplio campo a la responsable iniciativadel Poder Político.

En paralelo, los jóvenes cerebros habrán de ser em-pujados a las aplicaciones prácticas y urgentes sobre unaamplia gama de necesidades sociales desde la tecnolo-

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gía conquistada por la Ciencia Universal. La formaciónprofesional estará animada por el efectivo conocimientode las nuevas herramientas con abundantes clases prác-ticas en detrimento de la teoría especulativa. Los crédi-tos primados habrán de ir en directa consonancia con lacantidad de puestos de trabajo a crear y la viabilidad delos objetivos de producción sin aventuras en un campoya copado por otros y de escasa incidencia en la necesa-ria multiplicación de los puestos de trabajo.

También en sintonía con las virtualidades de la ver-sátil y muy asequible Tecnología Intermedia, los gober-nantes deberán preocuparse de proyectar nuestros re-cursos y saber hacer hacia donde puedan ser más valo-rados, lo que implica abrir nuevos mercados y roturarnuevas vías de distribución de forma que la producciónpueda ser animada por una progresiva demanda exte-rior, venga ésta de otras esferas que el recurrente perolimitado Mercado Europeo.

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VIII. ¿NORTE CONTRA SUR?

Es la propia Ley Natural la que dice que el hombreno puede considerarse como tal si no es libre. Es en usode esa libertad cómo algunos (de cualquier escala social)optan por acaparar y otros (también de cualquier escalasocial) por compartir.

En las sociedades colectivistas o estatificadas (en don-de se ha castrado la voluntad de iniciativa de los más ge-nerosos), además del afán de acaparamiento promovidopor “cúpulas, burócratas y mamandurrieros” es trágicafuente de pobreza el “pasotismo institucional”: los flujosy reflujos de bienes naturales tropiezan con descaradasambiciones alimentadas por la ociosidad, mil tópicos aluso y una tediosa, fría y agobiante burocracia, nacida deuna previa, envidiosa y violenta usurpación de dere-chos.

Por contra, en otro tipo de regímenes el afán deacaparamiento, latente en una buena parte de loshombres, tropieza con el freno de la libertad de losotros; por no hablar de las leyes penales y fiscalesque son tanto más positivas cuanto más ayudan a

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la ORIENTACIÓN CONSTRUCTIVA de la libre ini-ciativa de las personas, cada una con su particularresorte o centro de motivación. Aquí las dificulta-des para la funcional responsabilización y subsiguien-te multiplicación de bienes y servicios, al amparode lo que se llaman “las pautas de una economía delibre mercado”, nacen tanto de las obsesiones o ca-prichos de los públicos o privados servidores de las“grandes cifras” (políticos sin vocación, “brokers”,rentistas y economistas de salón) como de la, lla-mémosla, COYUNTURA: se habla y se habla de “Eco-nomía de Libre Mercado”; pero, desde los poderesfácticos de los países o Unión de países con mayorcapacidad productiva y, por ende, con mayores po-sibilidades de responder a la DEMANDA MUN-DIAL, se discute continuamente sobre la “conve-niencia de ponerle puertas al Campo”: ¿Quién hademostrado que talar árboles, destruir cosechas obienes industriales, sacrificar reses... resulte másrentable que abrirle más y más caminos al desarro-llo de la libre iniciativa de estudiosos, emprende-dores, almas generosas o simples y responsablesciudadanos?

Es así como la “Ciudad alegre y confiada” labra su pro-pia miseria, cómo se mantienen forzadas fronteras y unamal disimulada controversia entre países ricos y paísespobres; cómo, continuamente, los países ricos distraensus acuciantes obligaciones con andanadas dialécticashacia los países a los que han esquilmado siempre quehan podido.

En la ONU, el Banco Mundial, los G7, la misma UniónEuropea a la que pertenecemos los españoles... la políti-ca de precios es la madre de todas las reflexiones ¿noresultaría más simple y más positivo discurrir sobre las

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mil y una formas de satisfacer una ACUCIANTE DEMAN-DA de bienes de primera necesidad? ¿Que habría de serprácticamente “gratuita” la distribución? No necesaria-mente: así lo pareció el Plan Marshall y se tradujo en lamás rentable operación comercial para su promotor, losEstados Unidos de América.

La trayectoria histórica de cualquier nación, región,pueblo o tribu, obvio es reconocerlo, está entroncada enla historia de la Humanidad; hoy más que en tiempos pa-sados, la opulencia o miseria de éste o de aquel puebloadquiere resonancia mundial; “a caballo de las ondas”,la noticia tanto de un memorable evento como de unaagobiante calamidad, ocurridos en el más re moto rincóndel Globo, incide en conciencias y formas de sentir o sos-layar...: llegados a lo de la “Aldea Global”, es de rigor reconocer que todos y cada uno de nosotros, por acción uomisión, tiene su parte de RESPONSABILIDAD en eldesarrollo de lo bueno y también en la persistencia delo malo que ocurre a otras personas y pueblos. A todos ya cada uno de los españoles afecta, pues, lo que Españahace y deshace en el concierto de naciones.

Ahí cabe el recordatorio de lo que un ilustre econo-mista francés, François Perroux, ha dicho de los españo-les: “Puesto que pertenecen a la raza de los ambiciosos,sus amigos piensan que, logradas razonables cotas deprosperidad, los españoles se sentirán ni pobres ni ricosy sí liberados”. Literatura aparte, ¿son tales bendicio-nes rasgos de nuestra personalidad comunitaria? ¿Signi-ficará esa libertad DISPONIBILIDAD DE VOLUNTAD YDE ENERGÍAS? ¿Tal vez el COMPROMISO de poner enjuego ALGO MAS que lo practicado y obtenido por otrospaíses situados en el privilegio y BASTANTE MAS quela teoría y la praxis de aquellos otros países a los que sucircunstancia impide superar una ancestral miseria o

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una persistente ofuscación sobre el desarrollo de sus po-sibilidades?

Ese ALGO MÁS, que, desde las carencias de los paí-ses pobres, DESAFÍA A LOS ESPAÑOLES, habría deexpresarse en una amalgama de generosidad, inventivay realismo. Tal vez ocurre así y el problema se reduce aque el “señor de turno” (“¡Qué buen vasallo si hobiesebuen señor!”, se lee en Mío Cid) está maniatado (se hadejado maniatar) por “otros compromisos” o pasa el tiem-po que debe a sus gobernados en la deleitosa contempla-ción de su ombligo.

En cualquiera de los casos, falta a los españoles unnorte para el ejercicio de un ELEMENTAL COMPRO-MISO DE CONTINUA SOLIDARIDAD. Se hace poco,prácticamente nada, por hacer llegar lo que nos sobra(“el PAN que no comemos”, diría San Ambrosio) al quemás lo necesita y que, probablemente, (sobre todo, si “conel pez le ayudamos y enseñamos a pescar”) resulte me-jor pagador que nuestros más opulentos clientes.

He ahí un campo en el que cultivar millones de opor-tunidades de trabajo para tantos españoles y tantos her-manos de América, Asia y África que acuciantemente lonecesitan.

“Trabajo para nosotros contra el hambre de millonesde posibles buenos clientes”, puede ser el revulsivo denuestra persistente AGONÍA.

Sin duda que, salvado (o, al menos, notablemente mi-tigado) el parasitario anquilosamiento de su Admi-nistración, con todo su bagaje histórico de pensamientoy cultura, con la herramienta de su capacidad humana,material y técnica... tiene ahora España un papel impor-tante que jugar en el Mundo. Para ello no es necesario“plantarle cara” a la Unión Europea pero sí “humanizar”una buena parte de sus “burocráticos caprichos” o dis-

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posiciones que marginan la elemental solidaridad entrelos pueblos, lo que implica desestimar abiertamente cuan-to representa el estéril sacrificio de una sola res, el sa-queo de nuestras costas o el desaprovechamiento de unasola hectárea de terreno. Solidaridad que, repetimos, pue-de y debe tener “compensación crematística”, aunque ellosea a largo plazo.

Los pueblos, al igual que los seres humanos, se ha-cen “personas” en tanto en cuanto aciertan a poner derelieve (se podría decir logran universalizar) su origina-lidad o trazos especiales, lo que, si se toma como com-plemento de las particularidades de otros pueblos y re-giones, no como punto o referencia de confrontación, essemilla de libertad y prosperidad para todos.

Si España es la Europa que se acerca al ContinenteAfricano, es, además, toda una historia que, en base a lasangre compartida y a su peculiaridad cultural y econó-mica, se hace experiencia nueva en América y en remo-tos puntos estratégicos de otras partes del Mundo. Setrata, simplemente, de que nuestros gobernantes y hom-bres de iniciativa tomen la potencialidad de España(oportunidades, recursos y energías) como necesario cau-ce de sus decisiones.

Alterar rutinas, romper moldes, sortear las trampasy corrupciones de los caciques y tiranos de turno, apli-car una valiente y generosa visión de determinadas ope-raciones estrictamente comerciales... parece estar fueradel alcance de los mejor situados en la “sociedad opulen-ta”: a torpes inercias se une, probablemente, un inconfe-sable odio al débil que reclama las migajas de una inme-recida superabundancia. A los que tanto temen la menorfisura en el “orden establecido” no conmueve aquello de“el pan que no comes, pertenece a los que tienen ham-bre, el vestido que no usas a los que tienen frío...” Y ni

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siquiera distrae el posible “MANE TECEL FARES” quelate en la rabia de los pueblos hambrientos.

Que no sea éste el caso de los “prohombres” denuestra España y de nuestra remediable Agonía.

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IX. MERCADO SIN FRONTERAS

¿Acaso falta imaginación para convertir en “renta-bles consumidores” a esas cuatro quintas partes de la Hu-manidad que pasan hambre? ¿Puede alguien poner enduda el tirón que ello representaría para una economíaa la altura del desafío de los tiempos?

Una nación como la nuestra, tanto por su estratégicasituación y trayectoria histórica como por su capacidadproductiva y nivel de desarrollo, puede muy bien servirde puente entre las facilidades que brinda a la Suficien-cia la nueva industria y la inmensa multitud de países“en vías de desarrollo”, algunos de ellos buenos vecinoscon voluntad de entendimiento y otros muchos herma-nados por la sangre, la lengua y la cultura.

Por lo mismo, España debe resistirse a entrar en esatrama de antinaturales proteccionismos, cuya positivaviabilidad económica es harto discutible. Sorteando conarte las trabas que opone ese imperialismo de la opulen-cia y en uso de sus derechos soberanos, debe aplicar sucapacidad y entendimiento a lo que demanda una buenaparte de la humanidad deshereda, lo que, por feliz rever-

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sión que demuestra la experiencia, redundará en beneficiode los españoles.

Nuevas industrias, mayor desarrollo técnico en loespecíficamente español, más racionales cultivos (racio-nales porque se ajustarán al necesario equilibrio entremedios de explotación, recursos naturales y distribución)es lo que parece demandar a gritos nuestra “natural zonade influencia”.

Para abrir o consolidar nuevos canales de expansión,los principales responsables de nuestra Economía ha-brán de huir de probados excesos de papanatismo tantorespecto a teorías más que desprestigiadas por la ley natu-ral y la experiencia como a dictados de los opulentos quecontinúan apurando al máximo las posibilidades que parael acaparamiento les ha brindado su insolidaria trayecto-ria histórica. Mayor libertad y viabilidad de éxito ofreceel desarrollo de iniciativas consecuentes con la deman-da de otros países menos celosos de sus privilegios.

Por supuesto que, dado el carácter de los grandes gru-pos de intereses cual es la Unión Europea, el libre desa-rrollo de la INICIATIVA NACIONAL no implica ruptu-ra alguna de nuestros actuales compromisos inter-nacionales pero sí una continua y extremada cautela antela posibilidad de que nuestra economía siga la línea quemarcan las apetencias de los más poderosos. Es un peli-gro que saben sortear otras naciones en una situación notan propicia como la nuestra.

Los condicionamientos del medio económico en quenos desenvolvemos no son tan rígidos que no permitancanalizar lo más significativo de nuestra producción ha-cia áreas convergentes con las necesidades de los me-nos favorecidos por el progreso material, lo que, por ven-turosa ley natural, presenta para nosotros razonablesperspectivas de desarrollo en todos los órdenes.

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El marco del Mercado Común, que aceptan como rí-gido algunos de nuestros poderosos economistas, no loes tanto para países como Inglaterra, Francia, Alema-nia, Dinamarca... Un apunte al respecto: esa papanatescatendencia a la homologación, que para otras cosas de me-nor cuantía, tanto preocupa a nuestros gobernantes ¿nodebería incluir las estratégicas desviaciones que dictenuestra conveniencia y la acuciante demanda de tantosmillones de potenciales clientes de tantos y tantos paíseshermanados con nosotros por su sangre y su cultura?

* * *

Teórica regla de oro del Comercio es la Recipro-cidad. En la práctica, la tal reciprocidad viene se-riamente condicionada por los intereses o imposi-ciones de los más fuertes. Ello quiere decir que unaeconomía de la reciprocidad debe facilitar a los dé-biles para que, por un camino u otro, las “obliga-das o circunstanciales cesiones” encuentren un jus-to nivel de compensación.

España, obvio es reconocerlo, no “pisa” con igual fuer-za que Francia o Alemania en el concierto comercial delas naciones europeas; pero, puesto que su participaciónes aceptada por todos los miembros como un valor muypositivo, hora es de “encontrar el equilibrio” desde la puraortodoxia del Libre-Cambio.

Con harta ligereza se ha seguido el juego a un ciertoproteccionismo suicida del que han hecho gala no pocos“acuerdos de Bruselas”: son insultos no ya a la elemen-tal justicia sino al sentido común, a la Ley Natural y a lapropia razón de ser de la vida humana y de su entornomaterial el talar árboles, destruir enteras cosechas deproductos de primera necesidad o primar el sacrificio

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“estratégico” de reses. Es por demás un estrepitoso fra-caso comercial: ni siquiera se logra frenar la escalada deprecios, “justificación” que se esgrime para esos “crimina-les” (claro que sí) comportamientos; pero sí que se abrenprofundos e irreparables baches en algo que impone elpropio carácter del Comercio: ampliar los horizontes dela demanda.

Las políticas de estrangulamiento de la producciónen los artículos de primera necesidad es el peor negociode los países desarrollados, tanto es así que se puededar por demostrado que el actual estancamiento o rece-sión en la economía europea tiene mucho que ver con laperegrina e inhumana limitación de productos y merca-dos. Esto último es tanto más chocante cuanto una mo-derna economía cuenta con recursos para compensar losasedios de la competencia o mantener la viabilidad desu mercado (la imposición negativa, los intercambios enespecie, la agilización de los sistemas de distribución, laelaboración de programas de desarrollo para terceros...).

No es necesario recordar que un deliberado estran-gulamiento de la capacidad productiva de artículos deprimera necesidad y seguro mercado interior y exteriores uno de los más poderosos medios de destrucción deempleo: así lo acusan sectores tan vitales como la agri-cultura, la ganadería, la pesca o esa prometedora activi-dad que se llama la acuicultura.

No será hacer el juego a la compleja pugna de inter-eses de los más fuertes lo que brinde a España una “au-tomática salida de la crisis”; tampoco lo será una ver-gonzante confianza en que los problemas se resolveránpor sí solos, gracias a nuestros méritos históricos o por-que el espíritu del capitalismo es el ángel tutelar de unasituación apetecible para los especuladores.

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En estricta matemática, el progreso económico re-quiere un elemental punto de apoyo: creación de RI-QUEZA EFECTIVA en base al aprovechamiento de lasenergías humanas y medios materiales de que se dispo-ne. Esa RIQUEZA EFECTIVA se traduce en bien socialcuando sigue el hilo de precisas necesidades humanas ycapitaliza al máximo las facilidades que brinda el LIBREMERCADO.

Es una traición a la propia razón de ser de la vida hu-mana intentar sustituir ese “sagrado punto de apoyo”con maniobras de diverttimento o especulación sin rela-ción directa con la productividad real.

Capitalizar al máximo las facilidades que brinda elLIBRE MERCADO significa mantener lo positivo de ante-riores compromisos con la UNIÓN EUROPEA y el pode-roso aparato financiero mundial a la par que se prestaoportuna atención a todas las oportunidades de respues-ta a la solvente demanda de tantos y tantos potencialesclientes y suministradores, en especial a aquellos capa-ces de valorar el aconsejable desarrollo de una tecnolo-gía intermedia a escala de nuestros recursos. ¿Que ellorequiere una más interesada autonomía en las relacio-nes comerciales con terceros países? Por supuesto quesí; es una exigencia de nuestros millones de parados y,por demás, una práctica abiertamente cultivada por nues-tros colegas de la Unión Europea.

Capitalizar las facilidades que brinda el Libre Mer-cado significa, también, una más responsable toma deposición en las relaciones comerciales con lo que se lla-ma la “locomotora mundial”, los Estados Unidos de Amé-rica: pobre perspectiva la nuestra si hemos de esperarque la tal pretendida “locomotora” nos saque de los even-tuales atascos por la sola virtud de su propia grandeza omagnanimidad. Optemos, más bien, por simples relacio-

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nes comerciales en base al interés mutuo, lo que obliga ajustipreciar nuestra oferta y nada más que eso. Esa ofer-ta, obvio debería ser recordarlo, depende, fundamental-mente, de la certera aplicación de nuestro saber hacer yde nuestras energías hacia algo tan concreto y tan direc-tamente bajo la responsabilidad de muchos de nosotroscomo es resolver el principal problema español de nues-tro tiempo cual es el insuficiente aprovechamiento denuestros recursos materiales y humanos: si lo que ofre-cemos o producimos es comercialmente aceptable, sinduda que despertaremos el interés del gigante y con ellolograremos consolidar uno de los puntales en que se apo-ya nuestra economía. Se impone, pues, un razonable po-sicionamiento para calibrar reciprocidades en todo elamplio concierto de naciones, sin ruptura de estratégi-cos compromisos y asociaciones con nula retórica y síespecíficos y oportunos análisis de los pormenores decada oportunidad y operación.

Si todo ello va y viene en razón directa con lo que so-mos capaces de producir y ofrecer, cabe esperar una con-siderable reducción de nuestro actual desequilibrio en-tre importaciones y exportaciones hacia todas las latitu-des con la consiguiente incidencia de creación de empleodentro de nuestras fronteras: no se ajusta a los intere-ses nacionales una política que crea en países más prós-peros puestos de trabajo que podrían crearse en el pro-pio: tal ocurre cuando, a empresas y particulares, resul-ta más interesante tirar de la oferta exterior en produc-tos de fácil realización por nosotros mismos.

Es justamente lo contrario lo que requiere la actualcoyuntura española: que personas y particulares en-cuentren abonado el camino para capitalizar progresiva-mente las propias disponibilidades. En este objetivo cabela primera responsabilidad al Poder Público celoso

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promotor que debe ser de la fecunda iniciativa privada ypropulsor de motivaciones para una creciente produc-tividad en todos los sectores.

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X. EL “PAN” DE TODOS Y PARA TODOS

La Tierra ofrece o encierra en sí misma cuanto, ensu conjunto, necesita el Hombre. Podría decirse que, alia-da con la Técnica, es capaz de alimentar a una Poblacióncien veces superior a la actual. La Tierra, madre gene-rosa, paciente, previsora, maleable...ha demostrado y de-muestra ser tanto más pródiga cuanto más el hombre apli-ca su innata libertad a desarrollar la utilidad social desu esfuerzo y, consecuentemente, aplica sus facultadespersonales a realizar de la mejor forma que es capaz talo cual tarea que requiere el bien de sus semejantes.

Por la directa experiencia o por la Historia vemosque es

incontrovertible el hecho del Progreso hacia mayorlibertad y bienestar, a pesar mismo del afán de acapara-miento de unos pocos que entorpecen la NATURALTENDENCIA hacia un más rápido y equitativo repartode bienes y oportunidades.

Obviamente, esa tendencia es entorpecida con más omenos profundos baches provocados por la desidia o co-rrupción de los más torpes, más avaros o más irres-

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ponsables de los poderosos (jefes, jefecillos, especulado-res, simples intermediarios y burócratas).

El CAMINO HACIA EL PROGRESO es tanto máslento cuanto menor LIBERTAD RESPONSABILIZANTE(de la que siempre se derivan raudales de Trabajo y Ge-nerosidad) existe en las relaciones entre personas y pue-blos.

Esa libertad responsabilizante, lo sabemos bien, na-ce y se alimenta de un reflexivo entronque con laRealidad en todas sus dimensiones.

Nunca, como ahora, se ha vislumbrado la viabi-lidad de solución a los grandes problemas de unabuena parte de la Humanidad; por virtud del ser dela Tierra y las nuevas tecnologías podríamos decirque ven asequibles, muy asequibles, los medios pararesolver las carencias más acuciantes: sea paraerradicar enfermedades endémicas en ciertas la-titudes o que acaban de aparecer a nivel mundial,para colonizar una buena parte del litoral maríti-mo, para fecundizar amplias superficies de desier-to o para multiplicar por cien la producción gana-dera... solo falta empezar a trabajar con un mínimo devoluntad constructiva.

Demostrado está que, a medio plazo, una sociedad secondena a sí misma si frena o estrangula sus posibilidadesde expansión. Son posibilidades de expansión evidente-mente rentables (a largo plazo, claro está) y a desarro-llar ¿quién lo duda? allí en donde sea posible, es decir,en cualquier lugar del mundo en que vivan potencialesconsumidores o clientes. Pero la roma visión de futuroy tal vez una envidiosa rabia contra la sencillez de la par-te de la humanidad más doliente dificulta el paso ade-lante que, a gritos, está pidiendo la Realidad a esos po-

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cos, poquísimos, que tienen la elemental capacidad dedecisión.

Miseria y muerte para millones de seres humanos ymal negocio para los presuntos emprendedores es cor-tar vuelos a la máquina productiva por no hablar de lavoluntaria y aberrante destrucción de bienes naturales.

Otra cosa es que, al amparo de la más progresiva cien-cia, proyectos y voluntades se orienten hacia donde lascarencias resulten más evidentes. Se abren así nuevoscampos en que desarrollar las conquistas del Trabajo yde la Técnica, lo que, sin duda, pronto arrastrará multi-tud de satisfacciones personales y “motivantes benefi-cios” para promotores, inversores, artífices y productores.

Para que se multipliquen en la medida de lo necesa-rio tales soluciones bueno será que cuantos tienen poderpara ello se apliquen a establecer las bases de una ma-yor “sincronización” (acuerdo en el tiempo y en el espa-cio) entre las virtualidades de la Tierra y la capacidadde iniciativa y de acción del Hombre en progresiva LI-BERTAD RESPONSABILIZANTE.

La Tierra y su puente con lo Universal, el Hombre.La Tierra madre, despensa y desafío. El Hombre, ima-ginativo y afanoso por desarrollar plenamente su “per-sonal esquema de futuro”, protagonista del Trabajo soli-dario y creador y, como tal, padre y usuario de una Téc-nica que la Administración Pública está obligada a po-ner al servicio de la Suficiencia, es decir del PAN PARATODOS ya sin fronteras, egoístas proteccionismos, arti-ficiales barreras... etc.

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SEGUNDA PARTE

ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES

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I. RAÍCES DE LO ESPAÑOL

Se habla mucho de las dos “Españas”, que, “desver-tebrándose, desvertebrándose...” huyen de su realidad pa-ra convertirse en particularismos, particularismos, par-ticularismos... hoy diecisiete y mañana Dios sabe cuántos.

¿No será que muchos españoles y millones de here-deros de los españoles no quieren conocerse a sí mismos?

Iberia, Hesperia, Hispania, Gothia, Al-Andalus, Es-paña... han significado lo mismo en distintas épocas dela Historia. Sangre, razas y cultura que han conformadouna realidad, esa “circunstancia” (que diría Ortega y Gas-set), en que, vivimos nuestras vidas y, ese es el desafío,forjamos nuestra personalidad (ojalá que con voluntad ygenerosidad).

Buceemos, pues, en la Historia al encuentro de pau-tas y valores que respondan a nuestra verdadera esen-cia con la esperanza de ser más nosotros mismos y, po-siblemente, más felices. Son pautas y valores que muchotienen que ver con lo que los españoles hemos heredadodel Pasado.

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Nadie duda de que nuestra cultura, en una muy subs-tancial parte, es greco-latina. En los albores del Pensa-miento greco-latino se daban dos principales posicionesencontradas: la de los epicúreos (de Epicuro de Samos)y la de los estoicos (de su afición a dialogar en la “Estoa”o pórtico ateniense decorado por Polignoto).

Los primeros, desde una concepción del mundo ram-plonamente materialista, basaban la realización perso-nal en perseguir el placer de los sentidos; sus obligacionessociales se reducirán al buen parecer, según el patrónque marcaba el propio Epicuro, personaje cultivado, desuave trato y amigo de sus amigos. Ya en Roma, los epicú-reos tuvieron a su principal teorizante en Lucrecio Caro(96-55 a.C.), mentor de la “beautiful people” de la épocacon Augusto, Virgilio, Horacio, Mecenas... como princi-pales fieles. Era su religión estrictamente formal y lasdivinidades opulentos rentistas, que viven para sí sin lamínima preocupación por lo que ocurre en el mundo delos humanos; en este mundo el más sabio es aquel que“acierta a vivir como un dios”. Para los estoicos, en cam-bio, que cultivan una serena religiosidad y el dominio delas pasiones, el auténtico saber no es, ni más ni menos,que la ciencia de las cosas divinas y humanas. En suscreencias van más allá de la cosmogonía oficial y adorana un dios “por el cual tiene el Todo su existencia viva; essanto, inabarcable, jamás nacido, jamás muerto...”). Elmoderno evolucionismo encuentra en la estoa un prece-dente: son las llamadas “rationes seminales”, ínfimasporciones de materia, que están en el principio y origende todas las cosas para confluir en el Todo puesto que“Zeus crece hasta consumar de nuevo en sí todas las co-sas”.

Según ello, el hombre sería de “linaje divino” y esta-ría comprometido en la inacaba obra de la Creación. Esta

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perspectiva (o “prospectiva”, que diría también nuestromaestro Ortega y Gasset) de la Estoa es celebrada porel propio San Pablo: “Por que así han dicho algunos devuestros poetas, que somos de su linaje”, dice el Apóstolen Act. 17,28. Por de más, no tiene reparo en identificaral Dios Eterno de los cristianos con el “Dios Desconoci-do” al que los estoicos griegos habían erigido un altarcave al Aerópago. Frente a un epicureismo “liberado” decualquier responsabilidad social el estoicismo se declaróabiertamente beligerante. La más cruda batalla del estoi-cismo tuvo lugar en Roma en que la doctrina fue recibidacalurosamente por los personajes reputados como másascéticos, al estilo de Escipión el Africano o el “pontíficemáximo” Mucio Escévola. Es la doctrina que inspira latrayectoria intelectual de Cicerón y de nuestro Séneca.

Lucio Anneo Séneca pasa por ser el más ilustre re-presentante español de esta escuela y, probablemente,el más grande de los sabios de la Roma Imperial. ParaSéneca sabio es el que sabe conducir su vida conforme arazón. Su filosofía o forma de pensar es esencialmentepráctica: es una forma de vida más que un método de es-peculación teórica. Crítico de la corrompida corte de lossucesivos emperadores Calígula, Claudio y Nerón, su-frió enconadas represalias hasta ser condenado a abrir-se las venas por parte del último, de quien había sido pre-ceptor. Para Séneca vivir conforme a razón es tanto unaexigencia de la propia naturaleza como la mayor pruebade heroísmo (“El fuego prueba al oro; las vicisitudes dela vida a los hombres fuertes”). En el centro de la Natu-raleza (“Corazón de la Materia”, dirá Teilhard de Char-din) coloca Séneca al mismo Dios: “¿Qué otra cosa es lanaturaleza sino Dios y la razón divina inserta en todo elmundo y en cada una de sus partes? ni se da la natura-leza sin Dios ni Dios sin la naturaleza...” Las limitacio-

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nes de Séneca son las limitaciones de todo el que perci-be en sí mismo el hueco de Dios y no ha saboreado aunsu cercanía por la gracia de Jesucristo.

Se dice que Séneca tuvo en Roma algún encuentro conSan Pablo. Ciertamente, es verosímil pero no evidente:Pablo, sin duda alguna, le habría hablado de Jesucristo,de Quien no encontramos ninguna referencia en la obrade Séneca, le habría mostrado las diferencias esencialesentre Dios y sus creaturas y, también, las nuevas posibi-lidades para una mayor libertad en el trabajo del día adía proyectado hacia el bien de los demás.

A pesar de su carácter de pensador pagano, Sénecafue aceptado como maestro de moral por no pocos asce-tas y religiosos, hasta llegar algunos a considerarle algoasí como uno de los primeros padres de la Iglesia.

Desde ese punto de vista, alecciona el hecho de que,muy al contrario de lo que ha ocurrido con otras viejossistemas de la antigüedad, la doctrina personificada porSéneca, el estoicismo, se desvaneció progresivamenteante la crecida presencia del Cristianismo, tal como siel papel histórico que le hubiera correspondido fuera elde precursor y los valores que defendía fueran humildesucedáneo de los ratificados por Jesucristo.

Siglos más tarde y ya desde la óptica cristiana, ému-lo de Séneca fue San Isidoro de Sevilla (560-636), her-mano de San Leandro, el que bautizara en el Catolicismoal rey Recaredo y a toda su corte arriana.

Para Isidoro Dios es el eje de toda preocupación cien-tífica y la piedra angular del edificio de todo acontecerhumano. Re niega de toda especulación estéril y buscaun hermanamiento total entre Ciencia y Fe, entre pen-samiento y humanización del entorno.

Auténtica enciclopedia viviente, Isidoro puso de ac-tualidad a Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca... a la par

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que abrió los caminos del Evangelio a los poderosos dela época, siempre con directa proyección sobre el aconte-cer del día a día, sobre las realidades materiales e inte-lectuales, que esperan la impronta del convertido paraser “cristificadas”, es decir, puestas al servicio del Hom-bre.

En obras como el “Libro sobre la Naturaleza de lascosas” muestra Isidoro su preocupación por las apli-caciones positivas de la ciencia de su tiempo.

Crítico decidido del arrianismo, fue el catolicismo queenseñó San Isidoro de Sevilla una libre vía para rompercon viejos atavismos. Tanto en el ámbito de la Iglesia comoen la general forma de vivir, fue, sin duda, el más ilus-trado, equilibrado y pragmático de los pensadores de sutiempo. Consejero de doctores, reyes y papas, a travésde la España de entonces, mucho influyó en el complejomundo que sustituyó al derruido Imperio Romano. Per-sonifica una forma de vivir y lidera una cultura con lar-ga proyección sobre la Historia de España. Fue desta-cado protagonista de una ambiciosa transición que con-virtió a la Península Ibérica en un remanso de paz en elque la mejor herencia espiritual de la antigüedad pare-cía asegurar una larga era de prosperidad.

Pero pronto se desatarían los particularismos quedesencadenan irreconciliables enfrentamientos entre fac-ciones, religiones y razas hasta llegar a la traición delconde don Julián, la subsiguiente invasión musulmana(711) y ocho siglos de nueva y traumática simbiosis cul-tural.

Entre guerras, esporádicos acercamientos y conti-nuos intercambios de civilizaciones y formas de vivir, lasimbiosis hispano-musulmana proyectó sus frutos haciala Europa medieval de los llamados “años obscuros”: Ave-rroes de Córdoba “resucitó” al genial Aristóteles, lo que

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brindó a maestros cristianos como Tomás de Aquino labase para una Metafísica, que, durante muchos siglos, hahecho inteligible el origen y sentido de la vida humana.Por demás, en la España de entonces nacieron y se desa-rrollaron otros fenómenos que suavizaron costumbres yañadieron positivos alicientes a la ruda forma de vivirde entonces: el Arte Románico, la Cortesía Caballeres-ca, la Medicina, la poesía popular de los trovadores o lamística, de que se alimentaron genios como el Dante.

Lo de la Península Ibérica es algo muy distinto a loque sucedía en el resto de Europa: entre nuestros ante-pasados, se vive la exigencia de una recuperación en lar-guísimo calvario de guerras, opresiones, rebeliones, ajus-tes, adaptaciones... que, por eso de “los renglones tor-cidos de Dios” abren otras tantas vías a la convivencia,colaboración e, incluso, a la generosidad.

Allende los Pirineos, en lo que se han llamado siglosobscuros, se vive el feudalismo en toda su intensidad: fal-ta de objetivos comunitarios, cotos cerrados, señores dehorca y cuchillo, reminiscencias bárbaras en las costum-bres, elemental economía de toma y daca, inmensos es-pacios de tierra de nadie...

Con carácter general (hubo muchas y lamentables ex-cepciones) nuestros caudillos de entonces no son pro-piamente señores feudales, son compañeros del Rey enlas batallas, jefes de compactos equipos frente a objeti-vos muy bien asumidos por todos... Las rivalidades en-tre ellos son hechos aislados y no habituales formas devivir.

No es preciso acudir a la retórica para hacer valerque, desde Isidoro de Sevilla hasta el Descubrimiento deAmérica, faltó a los españoles tiempo para cultivar la mily una prácticas del más burdo feudalismo (derechos depernada, guerras fratricidas por un “quítame estas pa-

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jas”, etc., etc...), o del particularismo burgués de los pri-meros tiempos del comercio.

Esta especial “circunstancia” en que, durante nomenos de mil años, se desarrollaron las vidas y lasinquietudes de los españoles sin duda que ha sidoy es obligada referencia para muchos de los forjado-res de lo que Ortega llamará Razón Vital, algo muydistinto de lo específicamente burgués.

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II. LA ESPADA Y LA CRUZ

El “sic transit gloria mundi”, que tan bien expresaranuestro Fray Luis de León, hubo de resultar elocuentepara aquellos compatriotas nuestros que fueron testigosde la vertiginosa, accidentada y ruinosa historia del Im-perio Español. El Imperio Español, al igual que toda obrade acaparamiento, generó tropelías, despojos y miserias...pero por distintos caminos, con más liberales modos ycon muy diferentes resultados: hay pleno reconocimien-to de “derechos” (según la limitada óptica de la época)para los pueblos sometidos: en múltiples ocasiones, laCruz impone su freno a la espada, se prodigan las mez-clas de sangres y de razas...

En nuestra historia de entonces no es raro que un vic-torioso guerrero se retire en plena “gloria” (a ejemplodel más poderoso de la época, el propio emperador Car-los V, enclaustrado en Yuste), que un inquieto capitáncanalice en el Evangelio sus afanes de conquista (caso deIgnacio de Loyola)...

Son tiempos en que ya ha cobrado progresiva fuerzael humanismo laico, cultivado al calor del llamado Re-

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nacimiento, aliñado por la egocentrista cultura burguesay que busca sus razones entre supuestos y sofismas “ar-tísticamente” hilvanados.

Al respecto, es de rigor detenernos en Luis Vives, aquien repugnaban los abusos de la dialéctica tan domi-nante en las universidades de su época: era, para él, unaestéril forma de discurrir que convertía a todo pensa-miento en un simple juego de palabras o en una pedan-tesca exhibición de ingenio mientras que se relegaba aun último plano la preocupación por las carencias hu-manas.

Ya sabemos que el humanismo fue un conglomeradode erudición, cultivados modos de relación social, co-rrientes artísticas, catálogo de valores... en muy directarelación con los intereses de un movimiento corporati-vo, la burguesía, que puja con fuerza para acaparar la di-rección político-social.

Es notorio que en España la tal burguesía, duranteel llamado Siglo de Oro, tuvo infatigables enemigos enlas más ilustres figuras literarias de la época: por no ha-blar de apologetas y predicadores, recuérdese a “mora-listas” como Quevedo y, muy principalmente, a la figuradel caballero antiburgués a quien repugna la estéril ociosi-dad producto de previos acaparamientos: ese Don Quijo-te, a quien no importa morir en el empeño de “desfacerentuertos”.

Fuerza argumental para un vital posicionamiento degenerosidad constructiva se encuentra en pensadorescomo Vitoria o Suárez, pero sobre todo en espíritus tanvigorosos y tan fieles a una Realismo Trascendente comoel de Santa Teresa o de San Juan de la Cruz.

En los siglos posteriores a nuestro llamado Si-glo de Oro no es la especulación cartesiana (cau-sante de tanta frustración personal e inhibición so-

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cial) la corriente que priva en las academias y uni-versidades españolas y sí comprometedoras re-flexiones sobre el ¿qué puedo hacer por el otro parajustificar mi propia vida?

Este último es un posicionamiento que, entonces, re-huían calvinistas y puritanos quienes, desde Suiza, Ho-landa, Inglaterra o Francia y al amparo de una preten-dida “ley natural” del favoritismo divino, apadrinan elnacimiento y consolidación de la “profesión capitalista”.

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III. EL HIDALGO Y EL BURGUÉS

En carta a “la Reina Doña Juana y al Emperador Car-los V, su hijo”(10 de julio de 1519), frente a la tarea queasume y espera, Hernán Cortes manifiesta su principalpreocupación: “Vean vuestras reales majestades si de-ben evitar tan gran mal y daño (el de las terribles injus-ticias que observa en el Nuevo Mundo) y si cierto DiosNuestro Señor será servido si por manos de vuestras rea-les altezas estas gentes fueran introducidas e instruidasen nuestra muy santa fe católica y conmutada la devo-ción, fe y esperanza que en estos sus ídolos tienen en ladivina potencia de Dios; por que es cierto que, si con tan-ta fe, fervor y diligencia a Dios sirviesen, ellos haríanmuchos milagros...”

Fue el de Cortés un estilo de “conquista” muy dis-tinto al de Drake, Raleigh, Hawkins o Morgan, siempreobsesionados por el botín a cualquier precio.

No se descubre ningún secreto si se recuerda cómofueron los piratas (corsarios, filibusteros, bucaneros...)los que abrieron el camino de lucrativos atropellos depueblos enteros a la pujante burguesía de Inglaterra, Ho-

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landa o Francia: “Contrabando de esclavos, saqueo deciudades, asalto de navíos, en los hechos; rufianes y ban-didos, aventureros, geniales marinos, hombres de em-presa, financieros y hombres del Estado, la misma reinaen cuanto a las personas...”

La “legalidad” de la colonización inglesa, holandesae, incluso, francesa se ampara en lo que pomposamentese llamó razón de estado y que, de hecho, era una válvu-la de escape a la “razón de la fuerza”. Cierto que de ellono se libró una buena parte de la colonización española,pero siempre, o casi siempre, con el poso de una ciertased de “universalización de Fe y de la Cultura”.

Los resultados avalan esa substancial diferencia. Fue-ron, de hecho, dos estilos de vida los que se enfrentaron yque, cada uno por su lado, pretendieron hacer historia.

En el estilo de Drake, Ralaeigh y otros muchos ejecu-tores de la política imperial de Isabel I de Inglaterra pri-vaba el beneficio rápido al precio de destruir o humillaral competidor, de aniquilar o esclavizar pueblos enteros,de traducir sagrados valores en “razón de estado”, etc.etc.

Sin llegar a una idílica reproducción de Utopía, lo deHernán Cortés, de otros “conquistadores” y de sus pa-trocinadores fue muy distinto: en la Nueva España, enPerú, en una buena parte del cono sur americano... semezclaron las razas, se fundaron escuelas, se cultivaronvalores de armonía y convivencia e, incluso, se esta-blecieron lazos comerciales y relaciones laborales en unarelativa autonomía por ambas partes y al margen de esoque ahora se llama darwinismo social y entonces era sim-ple expresión del “auri sacra fames” tan caro a la bur-guesía y que ha hecho correr tanta sangre inocente

Cierto que, tanto en Iberoamérica o en otros marcosde la presencia española como en la Metrópoli, hubo tam-

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bién atropellos y sangrientos abusos por parte de nues-tros antepasados. Pero la historia da testimonio de unaradical diferencia en el modo de obrar y “hacer empresa”entre el español y el inglés, holandés e, incluso, francés.

Son muchas las referencias históricas sobre la radi-cal diferencia en las pautas de acción de unos y otros. Atítulo de ejemplo, recordamos a Salvador de Madariaga(Auge y Ocaso del Imperio Español en América): “Un buenfraile (se refiere Madariaga a Motolinia), tan amante dela verdad como de la caridad, rinde al instante justicia alos conquistadores y encomenderos que no cayeron en elvicio de los demás: ‘Yo sé y veo cada día que hay algunosespañoles que quieren más ser pobres en esta tierra, que,con minas y sudor de indios, tener mucho oro; y, por esto,hay muchos que han dejado las minas. Otros conozco, quede no estar bien satisfechos de la manera como acá sehacen los esclavos, los han ahorrado. Otros van modifi-cando y quitando mucha parte de los tributos tratandobien a los indios. Otros se pasan sin ellos porque les pa-rece cargo de conciencia servirse de ellos’“. Si es forzosoreconocer que las grandes industrias y primeras “multi-nacionales” obtuvieron la mayor parte de sus recursosmerced a un incondicionado afán de acaparamiento y aotros inconfesables medios (la principal actividad de la“multi-nacional” Compañía de las Indias Occidentalesfue la trata de esclavos) también lo es que toda una cultu-ra de la convivencia y de la confluencia de energías nacióy se desarrolló en paralelo merced a la generosidad yentrega de unos pocos.

En esa realidad histórica se aprecia la radical dife-rencia entre el “hidalgo” que sueña con impartir valorestrascendentes a costa del propio sacrificio y el “burgués”al que solamente motiva el beneficio inmediato y a cual-quier precio.

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IV. LA TENTACIÓN MATERIALISTA

Cuando Anselmo Lorenzo, líder “obrerista” español,visita a Carlos Marx (1870, Londres), se muestra sor-prendido e, incluso desconfiado ante el caudal de “cien-cia burguesa” que derrocha el padre del “socialismo cien-tífico”.

A juicio de nuestro compatriota, para humanizar elmundo del trabajo sobra el referirse a Hegel o a AdamSmith y Ricardo; y le extraña ver cómo Marx se pierdeen la maraña de leyes dialécticas y componen das eco-nómicas sobre las cuales pretende edificar su materia-lismo y subsiguiente revolución proletaria.

En España, que se abría lentamente a nuevos modosy medios de producción, entre las víctimas del hacina-miento, el atropello y la improvisación, encontró eco lapredicamenta visceral de un tal Fanelli, discípulo de Ba-kunín, el célebre teorizante del “comunismo libertario”o anarquismo.

Se abría España a la revolución industrial en un cli-ma de carencias ancestrales para los más débiles, esosmismos que resultan fácil señuelo para los predicadores

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de facilonas, efímeras y ruidosas libertades; son liberta-des imposibles porque nacen sin raíces en lo más realdel propio ser y, por lo mismo, pretenden crecer desli-gadas de una seria reflexión personal.

Eran aquellas unas rebeldías elementales en que pocafuerza tenía la fiebre racionalista que privaba entoncesen los grandes movimientos ideológicos de otros paísesya más desarrollados que España. Era el nuestro un te-rreno escasamente abonado para idealismos hegelianoso marxistas.

Era la España que no se encuentra cómoda en el pa-pel de sombra de Europa a que parecen condenarla nopocos teorizantes de entonces, la España que siente ensus entrañas la necesidad de roturar caminos propiospara perseguir su realización, la España creyente y es-casamente burguesa, la España que hace de la Religiónsu principal preocupación incluso para presumir de irreli-giosa.

Se hablaba entonces de la Primera Internacional, víc-tima a poco de nacer de la rivalidad entre Miguel Baku-nín y Carlos Marx. Ambos habían soñado con capitalizarlas inquietudes sociales de los españoles: el primero en-vió al citado Fanelli y Marx a su hija Laura y al maridode ésta, Pablo Lafargue.

Sabemos que, en los primeros movimientos españo-les de rebeldía, privaba el “anarco-sindicalismo” sobreel llamado socialismo científico. Muy probablemente,inclinaron la balanza a favor de este último personajescomo Pablo Iglesias (1850-1925), marxista ortodoxo en lalínea de Julio Guesde y Lafargue; la tal ortodoxia sufriósubstanciales modificaciones a tenor de estrategiaselectoralistas de divulgadores como Indalecio Prieto oBesteiro, quienes, de hecho han orientado al socialismoespañol a posiciones cercanas o lo que hoy se conoce como

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socialdemocracia; son actualizaciones que encuentranparalelo en casi todas las corrientes colectivistas de lospaíses industrializados.

Una rápida visión sobre la evolución del colectivis-mo en España nos muestra como ha sobrado espontanei-dad irreflexiva o adhesión electoralista y ha faltado origi-nalidad en la precisión de la teoría: sin reservas, puededecirse de cualquiera de las variantes del colectivismoespañol que es doctrina estrictamente foránea.

Lo es también el LAICISMO RACIONALISTA quelos divulgadores españoles del colectivismo practicarony contagiaron a sus seguidores. Aun hoy, cualquier co-lectivista que se precie, presumirá de agnóstico cuandono de apasionadamente irreligioso, detalle que pone demanifiesto en ocasiones solemnes como la “promesa” deun cargo público en lugar de un rotundo y compromete-dor juramento.

La evidente escasez de raíces autóctonas en la for-mulación del colectivismo español (socialismo o comu-nismo) es el resultado de diversas circunstancias.

Reparemos en cómo, allende los Pirineos, la evolu-ción de las teorías e ideas sufrió el fuerte impacto de lacorriente burguesa entre nosotros diluida por peculia-res sucesiones de largos acontecimientos como la inva-sión musulmana, la forzada convivencia entre muy encon-tradas formas de entender la vida, la ausencia de genuinofeudalismo, la llamada Reconquista, el descubrimiento,subsiguiente colonización y evangelización de nuevosmundos, las fuertes vivencias religiosas...

Por demás, el “espíritu del capitalismo” no contabacon apoyos “morales” al estilo de la teoría calvinista dela predestinación o con ligeras conciencias como la decuantos amasaron inmensas fortunas en enormes cam-

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pos de trabajos forzados o en los primeros siniestros mon-tajes industriales.

Por los avatares de su propia historia, resultó difícilque en España prendiera ese desmedido vuelo de la fan-tasía que se autocalificó de “idealismo especulativo” ycuya paternidad hemos podido otorgar a la ideologíaburguesa o ARTE DE ENCERRAR A LO TRASCEN-DENTE EN LOS LIMITES DE LO MEDIBLE.

Ello no quiere decir, ni mucho menos, que España ha-ya marginado las grades preocupaciones de la vida y delpensamiento; tampoco quiere decir que haya negado suatención a los trabajos de los más celebrados pensadoresextranjeros. Recordemos cómo nuestro buen pensar yhacer tiene ilustres referencias que, en ocasiones, hanresultado ser piedras angulares de concordia universal;cómo marcan peculiares cauces de modernidad pensa-dores españoles al estilo de Luis Vives, Francisco Suárez,Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Cervantes, Balmes,Donoso Cortés, Unamuno, Ortega, Zubiri...

Expresamente, entre los grandes pensadores de la“Modernidad”, hemos incluido a los “místicos” españolesmás celebrados en todo el mundo. Hemos de reconocerque, en su trayectoria vital e intelectual, estuvo presenteun riquísimo mundo de ciencia política, arte, filosofía,teología.... a las que veían y aceptaban como campos deacción para un progresivo acercamiento a la propia ra-zón de ser del Hombre.

Aun hemos de recordar cómo en la época más fecundade nuestra historia, la madre España pare a Don Quijo-te, engendrado por un “espíritu renacentista” el cual, adiferencia de otros “espíritus nacionales” del Renacimien-to, se niega a incurrir en el esclavizante culto al Acapa-ramiento, padre de tantas y tantas campañas de desa-rrollo capitalista: es don Quijote, recordemos, el caba-

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llero antiburgués que se alza contra los “hidalgos de laRazón” (Unamuno).

Gracias a todo ello, resulta difícil en España la conso-lidación de una irreal vida que pudiera imponer el gre-garismo, sea éste respaldado por los grades nombres dela cultura racionalista. Muy probablemente, el españolmedio no sea ni mejor ni peor que el pakistaní o el islan-dés medio... pero cierto que, con carácter general, no hadesertado aun de su compromiso por proyectar algo de símismo hacia una pequeña o grande parte de su entorno.

Pero España se “desvertebra”, que podría decir Or-tega. Con la progresiva desvertebración de España co-incide una ostensible ignorancia de lo propio por partede no pocos intelectuales situados. Es así cómo, con pro-gresivas raíces en las capas populares, llegaron a Espa-ña las secuelas de la Reforma, del Racionalismo tardío yde las diversas formas de hedonismo que parecen ane-jos a la sociedad industrial: desde el siglo XVII son abun-dantes los círculos “ilustrados” que hacen de la culturaimportada su principal obsesión.

Es así como cobran audiencia los clásicos santonesdel capitalismo individualista (colectivista también porla conciencia gregaria que en él se alimenta), del en-ciclopedismo o del socialismo, todos ellos aliñados conun visceral odio a la Religión.

Pronto, estudiosos habrá en España que echen en fal-ta un sucedáneo de la Religión con fuerte poder de con-vicción: habría de ser una especie de puente filosófico en-tre los grandes temas de la cultura y la práctica mitinera.

Para cubrir tal laguna hubo gobierno que, admiradorfervoroso del moribundo idealismo alemán, creó becasad hoc.

Beneficiario de una de ellas fue Julián Sanz del Río(1814-1869). Cuando llegó a Alemania, Sanz del Río ya

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sentía extraordinaria simpatía por un tal Krause, oscu-ro teorizante del idealismo tardío.

Lo de Krause, profundamente burgués y nada “me-ridional” (recuérdese el “meridional” o greco-romano en-tronque de nuestra cultura), quería ser una posición deequilibrado compromiso entre el más exagerado idea-lismo y las nuevas corrientes del materialismo panteísta.Sanz del Río se propuso propagarlo en España desde elsoporte que le brindaba un Catolicismo de circunstan-cias al que no quería renunciar.

El krausismo que divulgó en España Sanz del Río que-ría ser más que una doctrina, un sistema de vida. Y heteaquí como un pensador de tercera fila cual era conside-rado Krause en el resto de Europa, a tenor de la protec-ción oficial, en España fue presentado algo así como elimprescindible alimento espiritual de los nuevos tiem-pos: era una especie de religión hecha de sueños idealistasy de apasionados recuerdos históricos aplicables a la inter-pretación de todo un cúmulo de inventados determinis-mos. Pronto, de la mano de Giner de los Ríos, el “Insti-tuto Libre de Enseñanza (1876)” se convertirá en un pri-vilegiado reducto del “modernismo”.

Nace así lo que podría ser considerado el principalfoco de la “Intelligentsia” española, a cuya sombra se de-sarrolla la trayectoria intelectual de personajes comoSalmerón, Castelar, Pi y Margall o Canalejas.

Si bien está prácticamente olvidado entre la mayo-ría de los españoles, no faltan teorizantes de relevantepoder político que hacen del krausismo una base doctri-nal diametralmente opuesta a la enseñanza religiosa.

Por su breve y teatral trayectoria, el krausismo nosha dado la prueba de los limitados horizontes que Españaabre a una “sistemática fe materialista”, condición esen-

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cial para la implantación de cualquier forma de colecti-vismo.

Aun así, en la reciente historia del pensamiento es-pañol, no se cuenta con otra doctrina laica que pueda com-petir con las lánguidas pervivencias del krausismo, aexcepción, claro está, de las variadas derivaciones delpensamiento marxista.

Falto, pues, de raíces para convertirse en “alimentoespiritual” o catálogo de respuestas a los problemas deldía a día, no se puede decir que en España cualquierade las formas del colectivismo presente poderosa baseargumental contra la creencia en la necesaria persona-lización a través del trabajo solidario, la libertad respon-sabilizante y la fe en el sentido trascendente del ser ydel vivir.

Pero, ciertamente, no han faltado en España refugiosdialécticos para hablar, hablar y no salir del mundo delos tópicos y homologaciones al uso de las necesidadesdel momento hasta convertirse en la etiqueta de un gru-po con afán de gobernar o de mantener el poder. O unaplataforma de largas divagaciones en las que dancen con-ceptos e intenciones, pero nunca reales apuntes sobre elsentido de la vida humana, ni tampoco sobre un posiblecompromiso nacional a tenor de nuestra trayectoria his-tórica y nuestra escala de valores.

Probablemente, muchos de los que todavía gustan dellamarse socialistas (no olvidemos que es el socialismola más poderosa de las actuales corrientes de colecti-vismo) no han captado la genuina y valiosa aportaciónque nuestro “Genio Nacional” brinda a la ineludible ta-rea de desarrollar tanto el progreso asequible a los es-pañoles como la participación personal y comunitaria enesa exigencia de los tiempos: proyectar trabajo solidarioy libertad hasta donde llegue nuestro foco de influencia.

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TERCERA PARTE

TRANSICIÓN Y AGONÍADE ESPAÑA

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I. LOS FANTASMAS DEL FRANQUISMO RESIDUAL

A la muerte de Franco (el “Viejo Dictador”, como sele sigue llamando), pocos pensaron en seguir su línea deacción: a la “democracia orgánica” sucedería la “demo-cracia representativa” presidida por el “heredero”, JuanCarlos I de Borbón: Monarquía Representativa, Parti-dos Políticos, Parlamento, libertad de asociación, reco-nocimiento de las “particularidades regionales”...

¡Franco ha muerto, viva, pues, la Democracia! Nada queobjetar salvo al tópico que privó en los primeros tiemposde la transición y que, muchos años más tarde, sigue sien-do el argumento preferido de utopistas y reaccionarios:Franco lo habría hecho así, luego es lo contrario lo que co-rresponde hacer. Y para que cobre peso su argumentación,identifican toda la trayectoria franquista con el fascismo ocon los caprichos de cualquier tiranuelo en activo.

Lo viejo es despreciable por “facha” y tiránico mien-tras que lo nuevo es lo único válido no por su contenidosino, precisamente, por la irrenunciable rebeldía contralo viejo. Los oportunistas de la nueva ola incluirán en loque llaman “franquismo residual” todo lo que no compa-

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gina con sus apetencias particulares. Y serán fruto del“franquismo residual” las propuestas de una Burocraciamás en armonía con la eficacia y la geografía que con des-orbitados particularismos; los lamentos por la desver-tebración de España; las alusiones a una Ley electoral queabra el camino a directas y continuas responsabilizacio-nes en lugar de fiarlo todo al “tirón” del candidato, lige-ro en promesas “hechas para no ser cumplidas”; las re-servas respecto a precipitadas o circunstanciales “ho-mologaciones” con la forma de hacer política en Francia,Estados Unidos o Japón...

Aunque, en múltiples casos, ello esté en las antípo-das de lo que Franco proyectaba y hacía, el señalar quela calle no puede ser del que más grita; que no hay na-ción que aguante la confusión entre nobles aspiracionesy las fobias terroristas; que las organizaciones sindicalesdeben circunscribirse al ámbito estrictamente laboral;que el derecho a la vida de los aún no nacidos es un de-recho natural; que los líderes de la economía mundial noson hermanitas de la caridad; que el Poder Legislativodebe hallarse en situación de moderar los abusos y co-rrupciones de los gobernantes; que se ha de velar porque el Poder Judicial no acepte otro marco de acción queel de las propias leyes; que el incremento del productointerior bruto ha de ir en paralelo con la demanda mun-dial y no con el capricho de las naciones mejor situadas;que la verdad absoluta no es patrimonio de ninguna ideo-logía partidista; que el poder político es un servicio y nouna garantía de impunidad; que todos los particularis-mos han de estar supeditados al interés general... paraoportunistas y simples, para los que se encuentran có-modos en una que se podría llamar “democracia inorgáni-ca”, tales consignas o propósitos eran y siguen siendomuestras de FRANQUISMO RESIDUAL.

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II. APRENDICES DE CAUDILLO EN DEMOCRACIA

La Democracia que, fundamentalmente, es partici-pación en las decisiones que afectan a los derechos de lapersona y al bien de la comunidad según las exigenciasdel momento político, requiere un azuzamiento del “es-píritu generoso” y de la capacidad de re flexión de cadaciudadano. El simple número de votos no hace demócra-tas a los que esperan agazapados la ocasión de hacer rea-lidad los caprichos de su ego.

Precisado un compromiso de realización personal(puesto que yo soy así estoy obligado a obrar en con-secuencia), el ciudadano con plena conciencia de su po-der y de su libertad, debe situar al profesional de la polí-tica justamente en el lugar que le corresponde: este pro-fesional de la política no es NI MAS NI MENOS que unservidor de la comunidad en el obligado respeto a la LI-BERTAD RESPONSABILIZANTE de sus conciudadanosy en el tratamiento de las cosas y de los problemas de ca-da día.

Pero ese Gestor Público, asentados “sus reales” en lacumbre del poder, ya está en situación de manejar in-

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finitos hilos de vanidades, caprichos y ambiciones; escuando, muy difícilmente, resiste a lo que se llama eró-tica del poder: en mayor o menor medida vivirá el posi-ble debilitamiento de su propia escala de valores (si esque la tenía bien definida y asumida) para incurrir en loque podríamos llamar el “síndrome de la autocom-placencia”, hasta, probablemente, llegar a considerarsea sí mismo como lo único importante.

Es ése un proceso repetido hasta la saciedad en elmundo de la Política. Se encuentran inequívocos ejem-plos en cualquier autocracia, pero, también, en las de-mocracias, por muy “representativas” que éstas sean. Sa-bemos que la degeneración personal, si es un peligro ane-jo a la propia condición humana, encuentra su mejor cal-do de cultivo en las “altas esferas” a las que también seaccede democráticamente: EL PODER CORROMPE, seha dicho con bien justificada contundencia.

Para que, en nuestra Democracia, el “síndrome de laautocomplacencia” despierte complicidad no se precisamás que el incensario de unos cuantos paniaguados es-tratégicamente situados en las esferas de influencia delpropio partido y de una teórica oposición “circuns-tancialmente complementaria”. Desde ahí ya es posibledomesticar a los otros poderes, amañar los procesos elec-torales (aun en el caso de transparentes recuentos), des-pilfarrar sin medida, mentir “institucionalmente”, igno-rar elementales derechos de los otros... en suma, ejerceruna más o menos velada forma de tiranía.

Por ello, en el COMPROMISO DEMOCRÁTICO dela mayoría es tan importante la capacidad de juicio paraanalizar virtualidades, trayectorias y comportamientosde los candidatos a la función pública y, por el contra-rio, resulta clara muestra de complicidad con la tiranía(sea o no de raíz democrática) una adhesión incondicio-

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nal por ciega devoción a lo aparente, rutina, pereza, en-vidia u obsesiones de revancha.

En la Democracia Española el líder del partido en elGobierno tiene facultad para nombrar a todos los in-tegrantes de la Pirámide Ejecutiva; no encuentra seriasdificultades para situar al “adicto incondicional” en lacúpula de los otros poderes, incluido el financiero. Tam-bién y puesto que es la primera e indiscutible autoridadde su partido, tiene derecho de propuesta o veto paraconfección de todo tipo de listas electorales (genera les,autonómicas, municipales, etc...).

Las particulares circunstancias de nuestra Demo-cracia (piramidal, plebiscitaria y de listas cerradas) per-mite al líder favorecido por la mayoría de votos, marcar-le cauces dogmáticos a la economía, situar a todos susamigos en las esferas de poder; manipular los medios deinformación para alterar lo valores en uso en función desus obsesiones, prejuicios o “confluencias ideológicas”;convertir a las “cámaras de representación popular” encaja de resonancia de sus buenas o malas decisiones, fre-nar o desviar el curso de la justicia en beneficio de susamigos...

De hecho, en el ejercicio de su poder, disfruta de to-das las prerrogativas de un caudillo sin otro requisitoprevio que el de mantener la connivencia de un suficientenúmero de diputados.

En estas circunstancias, desde la jefatura del poderse maneja o se puede manejar todos los controles de lavida pública: los diputados de su partido son pupilos su-yos en cuanto que, gracias al poderoso dedo del jefe, lo-graron un ventajoso puesto en las listas. Si la mayoríaes absoluta no habrá ninguna eficaz objeción a determi-nada iniciativa o capricho; si no lo es, el recurso al mer-

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cadeo allana no pocas dificultades para navegar, inclu-so, contra la corriente popular.

Logrado un suficiente número de votos y sin relevantecontra-poder por cuatro años (y muchos más si se acier-ta a manipular los resortes de la opinión pública y, conla adecuada palabrería, se neutraliza la capacidad críti-ca de tibios, fieles y simpatizantes), es posible mantenerimpunemente posicionamientos al estilo de “basta quetú (oposición) propongas esto para que yo (poder) impon-ga lo contrario”.

No varía substancialmente la cuestión en el hipoté-tico caso en que el jefe de gobierno lo sea por acuerdo en-tre dos o más partidos: en el actual estado de cosas y pues-to que los respectivos jefes de partido han entrado en larueda de conveniencias, respaldarán cualquier decisióndel jefe supremo el cual marcará la pauta al Parlamen-to, justo lo contrario de lo que propugnó Montesquieu y,con él, todos los defensores de una democracia no hipo-tecada por la inercia de los intereses partidistas, quesuelen ser los intereses o debilidades de los líderes.

No irían así las cosas si, al menos y en ocasiones denotable trascendencia, el voto en el Parlamento fuerarealmente libre y según los dictados de la conciencia decada Diputado. Claro que, para resultar mínimamentelibre, ha de ser secreto.

¿Sería mucho pedir a los señores diputados que, endefensa de su propia libertad y de la elemental dignidadpara un “legítimo representante de la voluntad popular”,exijan voto libre y secreto para cuestiones tan impor-tantes como la investidura, leyes que vulneren deter-minados conceptos morales, el Presupuesto o un eventualvoto de censura a la actuación del Jefe de Gobierno?

Institucionalizar esa mínima prerrogativa no implicaningún trauma legal: bastaría hacer uso de la elastici-

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dad del “Reglamento”. Claro que ello crearía un prece-dente no muy halagüeño para cuantos aspiran a disfru-tar del poder merced a un entramado de intereses cui-dadosamente hilvanados y cuya consistencia sigue ase-gurada por el voto servil.

Si, además, sucede que los altos organismos judicialescubren sus vacantes a propuesta del parlamento, caja deresonancia de la voluntad del jefe... Entre los jueces ylos interesados en serlo, se crea un camino de ejercicioprofesional y de promoción muy difícilmente “sintoniza-ble” con el Bien Común. Y pierde su positivo carácter loque se llama “equilibrio de poderes” hasta el punto deque el “natural ejercicio de la independencia judicial”llega a ser considerado una genial heroicidad.

A la sombra del Aprendiz de Caudillo sufre la preci-sión y contundencia de las leyes junto con los eficaces yrápidos sistemas de su aplicación.

Claro que existen países democráticos en los cualeslas leyes tienen más fuerza que los posicionamientos po-líticos, por muy altos que éstos sean. En momentoscruciales de nuestra reciente historia, por desgracia, nose ha dado tal situación: entre nosotros, personajes biennotorios han logrado “saltarse a la torera” todo el apa-rato jurídico. Sin sacar a colación archisabidos escánda-los de la vida pública choca al buen juicio democráticoeso de la inmunidad parlamentaria sobre cuestiones tanobviamente criminales como la connivencia con el “te-rrorismo de Estado” o el uso de los fondos públicos paraenriquecer a delincuentes.

Claro que el tentado a ejercer de “caudillo” debierareconocer que lo suyo es PROVISIONAL: su permanen-cia en el Poder depende de la suma de votos en la próxi-ma confrontación electoral.

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Pero no todos los candidatos o ejercientes de poder,justo es decirlo, sucumben a la tentación de “caudillismo”(de ello ya tenemos pruebas históricas), de donde se de-duce que, en una Democracia como la nuestra, contra losvicios y atropellos del caudillaje ocasional no cabe otradefensa que la SAGACIDAD DE LOS VOTANTES.

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III. EL FRACASADO INVENTO DE LOS “NUEVOS VALORES”

Ya desde muy antiguo, se ha considerado un dispa-rate desligar la política de la moral. Y, frente a lo que elmaestro Ortega llamaba “moral extravagante”, debiéra-mos ser capaces de vivir al amparo de una moral concor-dante con la realidad de nuestra razón de ser y de nues-tra vocación, debiéramos ser capaces de responder a la“incitación de un nuevo programa de vida”.

Ésa es la cuestión, nos responde el tan citado y ad-mirado Ortega y Gasset. Pero “Europa (España es partede Europa, recordémoslo), nos sigue diciendo Ortega, seha quedado sin moral. No es que el hombre-masa menos-precie una anticuada en beneficio de otra emergente, sinoque el centro de su régimen vital consiste precisamente enla aspiración a vivir sin supeditarse a moral ninguna.No creáis una palabra cuando oigáis a los jóvenes hablarde la “nueva moral”. Niego rotundamente que exista hoyen ningún rincón del Continente grupo alguno informadopor un nuevo ethos que tenga visos de una moral. Cuandose habla de la nueva, no se hace sino cometer una inmo-ralidad más y buscar el medio más cómodo para meter

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contrabando. Por esa razón, fuera una ingenuidad echaren cara al hombre de hoy su falta de moral. La imputa-ción le traería sin cuidado, o, más bien, le halagaría. Elinmoralismo ha llegado a ser de una baratura extrema ycualquiera alardea de ejercitarlo”.

Son reflexiones de Ortega hace ya más de setenta años(LA REBELIÓN DE LAS MASAS). Setenta años de ro-tunda experiencia sobre la falsedad de los fundamen-talismos materialistas, vaciedades idealistas, criminalesismos de uno u otro color, exacerbados nacionalismos,utopías con el terror como moneda de cambio... todo elloprotagonizado por un ser humano duro de mollera parareconocer los errores de que hizo norma de vida.

A estas alturas de nuestra reflexión, ciertamente,no compartimos el pesimismo de Ortega y Gasset y se-guimos creyendo que, en el plano espiritual y a pesar detodos esos negros capítulos que algunos hemos vivido di-rectamente, algo hemos progresado en los últimos vein-te siglos y no preguntamos: ¿qué es la moral?

Desde la óptica puramente laica (entre cuyos maes-tros hemos de aceptar a Kant) se pueden distinguir dosespecies de moral: la Moral Subjetiva, cuya sinceridades extraordinariamente difícil de medir y la Moral Ob-jetiva: Obra de tal suerte que tu proceder pueda servirde inspiración a una norma universal. Esta (no tan lai-ca) acepción de la Moral nos sitúa en lo que se llamó y sellama Derecho Natural.

El Derecho Natural se funda en el porqué y el paraqué de las cosas y deberá inspirar una JURISPRUDEN-CIA NATURAL que convalide la Moral Objetiva, ya aho-ra MORAL NATURAL.

Esa Jurisprudencia Natural deberá constituir el irre-nunciable marco protector de los derechos naturales “máselementales”: el derecho a la vida de todos los seres hu-

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manos sin excepción es un Derecho Natural; su alimen-to suficiente, su vestido y su alojamiento... son derechosnaturales. También es Derecho Natural el libre desarro-llo de sus propias facultades. El respeto a tales derechosconstituye principal exigencia para cualquier políticomínimamente moral.

Ello le obliga a no propiciar leyes permisivas so-bre hipócritas fantasías hedonistas como el abortoo la degradación del sexo, a no brindar facilidadespara el acaparamiento de bienes que no han cubier-to las estrictas necesidades de los más débiles, arespetar los requerimientos de una racional econo-mía cuyo fruto es el consecuente y continuado pro-greso material equitativamente distribuido. Tam-bién le obliga a facilitar el desarrollo de las diver-sas capacidades de forma que la libertad responsabili-zante ocupe el lugar que le corresponde en los asun-tos de cada día.

No es ésa la situación que, durante unos cuantos años,vivió la “agónica” Democracia Española: Se acusaba laimpronta de una particular forma de administrar bienesy libertades de los españoles. Infinitas ilusiones prendi-das en el aire, sin consistente raíz en los propósitos ínti-mos (compromiso moral) de los “hacedores de opinión” ycomo pauta de conducta los principios derivados de esematerialismo que niega la responsabilidad personal enla marcha de la historia y achaca los grandes males a latan manida y retórica “conciencia colectiva”. Claro que,al respecto se cuenta no la autoridad y “razones” de losgurús de la moderna intelectualidad.

Obras son amores y no buenas razones, máxime cuan-do estas mismas “razones” huyen de cualquier contrastecon la realidad inmediata: basan su fuerza de convicciónen grandilocuentes afirmaciones al estilo de “no hay otra

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verdad que la nuestra” o en innobles retruécanos como“el otro es malo e incapaz, luego yo soy bueno y sé hacer-lo bien” a la para que asistimos a una sistemática ridicu-lización de valores a los que la libre reflexión consideraen radical sintonía con la Realidad y que, con toda evi-dencia, han acompañado a las más productivas y gene-rosas acciones humanas.

Ello significa un gratuito enfrentamiento con la ge-nuina realidad del HOMBRE, ser que vive en hambrede libertad y que, para avanzar hacia su plenitud, nece-sita la forja en el trabajo solidario y en la proyección so-cial de lo mejor de sí mismo, tareas imposibles sin el ali-ño de una fe en el sentido trascendente de la propia vida.No es una fe prendida en el vacío: su primera referen-cia está en la propia naturaleza humana, su más valiosoaval es presentado por la Historia (es infinito el rosariode fracasos de cuantos hombres y sociedades han pre-tendido edificar algo consistente desde cualquier espe-cie de idealismo irracional.

La ridiculización de lo que llamamos “sagrados y pe-rennes valores” (la libertad, el trabajo solidario, la gene-rosidad, la conciencia de las propias limitaciones...) seda de bruces con la necesidad de la proyección social delas propias facultades. Muy poco se puede hacer sin sen-tido del sacrificio y del carácter positivo de todas y decada una de las otras vidas humanas.

Obviamente, de la complementariedad entre unas yotras actividades y vocaciones, sin freno irracional parasu posible desarrollo, se alimenta un Progreso, cuya metahabrá de ser la consecuente conquista de la Tierra.

Pero son muchos los que contrapesan a los valoresconstructivos algo que podríamos identificar con la año-ranza de la selva. El simple animal aun no ha captado elsentido trascendente de la propia vida, ni el valor de la

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generosidad o del sacrificio consciente y voluntario enrazón del propio progreso... y trata de ridiculizar (¿envi-dia, tal vez?) un realista y generoso posicionamiento antelos avatares del día a día.

Evidentemente, la estudiada deshumanización de lavida personal, familiar y comunitaria favorece el ado-cenamiento general con la consiguiente oportunidad paralos avispados comerciantes de voluntades: si yo te con-venzo de que es progreso decir que no a viejos valorescomo la libertad responsable o el amor a la vida de losindefensos, el dejarte esclavizar por el pequeño o mons-truoso bruto que llevas dentro... si elimino de tu concien-cia cualquier idea de trascendencia espiritual... tu capa-cidad de juicio no irá más allá de lo breve e inmediato;insistiré en que las posibles decepciones no son más queocasionales baches que jalonan el camino hacia esa anqui-losante y placentera utopía en que todo está permitido.

Para que me consideres un genio y me aceptes comoguía, necesito embotar tu razón con inquietudes de sim-ple animal. Pertinaz propósito mío será romper no po-cas de tus “viejas ataduras morales”.

Para cubrir el hueco de esas “viejas ataduras mora-les” es preciso presentar monstruosas falacias que “jus-tifiquen” bárbaros comportamientos. Ideólogos no faltanque “mezclan churras con merinas” y confunden al Pro-greso con cínicas formas de matar a los que aun no hanvisto la luz (el aborto) o “ya la han visto demasiado” (laeutanasia o “legal” forma de eliminar a ancianos y enfer-mos de difícil cura).

Otra “expresión” de Progreso quiere verse en la ridi-culización de la familia estable, del pudor o del sentidotrascendente del sexo. Se configura así un nuevo catálo-go de “valores” del que puede desprenderse como he-

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roicidad adorar lo intrascendente, incurrir en cualquierexceso animal, saltarse todas las barreras naturales oexaltar la esterilidad del amor llegando a presentar elaborto como un “legítimo derecho” de los padres.

Al terrible pisotón que se infringe al más inviolablede los derechos de todo ser concebido dentro de la fami-lia humana se añade un evidente atentado al Bien Co-mún puesto que todos y cada uno de nosotros, por el sim-ple hecho de disponer de razón y de irrepetibles virtua-lidades, representamos un positivo eslabón para el Pro-greso.

No hay, pues, ninguna razón para castrar las posi-bilidades de expansión de la Humanidad, cuyo desarro-llo ha encontrado siempre positivo eco en la respuestade tal o cual virtualidad de nuestro Planeta; solamenteel torpe acaparamiento, la inhibición o la mala voluntadde los poderosos es responsable de la destrucción o maluso de los bienes que la naturaleza brinda a todos los se-res humanos y, también, de la pervivencia de tantas cala-midades y de tantas miserias que acosan a nuestra sordaconciencia.

Sabemos ya que es mentira aquello que predicó Mal-thus de la progresión aritmética de los recursos naturalesen paralelo con la progresión geométrica del incremen-to de la Población. Sabemos que la Tierra nos reserva aúnmuy sorprendentes pruebas de su prodigalidad, que unacertera aplicación de las herramientas que facilitan elprogreso técnico sitúa tal prodigalidad a la medida delas necesidades de toda la Humanidad... Que el Trabajoy la Solidaridad presentan viables soluciones allá en don-de sea necesario. ¿En dónde, pues, radica el problema?En un torpe y estéril entendimiento del propio bien, enla obsesión sectaria de un ciego colectivismo.

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Ante una breve consideración sobre los condicionan-tes del progreso económico ininterrumpido, vemos yacomo seria amenaza para la supervivencia de las econo-mías más desarrolladas tanto la apática inhibición per-sonal (visceral zanganería) como la ignorancia de tantasposibilidades de expansión universal para las propiascapacidades: ello implica justas contrapartidas que con-solidarían nuestra actual posición a la par que una for-ma de cubrir tantas y tantas carencias de otros hombres.

En los planes de expansión de las economías nacio-nales debe figurar como prioridad esencial el no con-travenir algo que puede entrar en el llamado equilibrioecológico de que da sobradas pruebas la Naturaleza: se-gún ello es discutible esa teoría tan enraizada en la so-ciedad de bienestar: se dice que ésta resulta seriamenteamenazada sino se ponen cotos artificiales a la expan-sión de la Natalidad o que pone en conflicto el disfrutede la vida con el número de hijos lo que, evidentemente,se da de bruces con una elemental apreciación de nues-tro entorno y, en el mejor de los casos, resulta una so-lemne majadería.

Habría una razón para el voluntario estrangulamientode la futura proyección de la pareja (noble y natural con-secuencia del amor) si ello facilitara una más placente-ra vida... ¿Quien puede afirmarlo desde la estricta ra-cionalidad? ¿Por qué, entonces, desde las esferas del Po-der, se desarrolla la cultura de la “ideal esterilidad delamor”? ¿Por qué, lo que es aun más grave, se facilita ladegradación de las madres invitándolas a la pura y sim-ple eliminación del fruto de sus entrañas?

¿Que esto nada tiene que ver con la Política? Por su-puesto que sí: La cabal actitud de un gobernante depen-de de su escala de valores. Existen valores, repetimos,que la Realidad muestra como imprescindibles al au-

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téntico Progreso y que constituyen un todo compacto deforma que la falta o adulteración de uno de ellos resientela viabilidad del conjunto.

El desprecio a un derecho elemental facilita el caminodel desprecio al resto de los derechos...

Si ya el día a día brinda múltiples ocasiones para laruptura del COMPROMISO con los dictados de la pro-pia conciencia... Ayúdeme, señor gobernante, a recorrermás airosamente el camino que me corresponde. No en-turbie usted con su verborrea las luces que iluminan elcamino de mi libertad.

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IV. POLÍTICA, DINERO Y TRABAJO

Obviamente, los recursos de una Nación deben serencauzados hacia la cobertura de las necesidades de cuan-tos la integran.

Dicho esto y reconocido que, sin libertad, no es posi-ble una mínima optimización de esos recursos, al PoderPolítico, administrador de tales recursos y garante quedebe ser del ejercicio de esas libertades, compete neu-tralizar y no promocionar la especulación estéril, el aca-paramiento abusivo y el despilfarro (criminal por que,normalmente, se alimenta de ahondar las perentoriasnecesidades de los más débiles).

No es de recibo el que un Poder Político presente aldinero aventurero como más atrayente en detrimentodel dinero eficiente o aplicado a la recolección, trans-formación y distribución de bienes. A la hora de elaborarpresupuestos, legislar, promocionar o establecer sistemasimpositivos... debería mostrar claro trato preferente a lafunción de crear y no a la de acaparar, abusar o destruir.

Cierto que nuestra economía aun vive a la sombradel cínico “ius utendi et abutendi”, ahora respaldado por

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lo que, impropiamente, se considera “determinante en-tramado mundial de la Economía”. Pero un buen previ-sor y leal administrador cual debe ser el poder político,para reconciliarse con el servicio al bien común, usaráde las herramientas que tiene a mano para que, efectivamente, los canales, modos y medios de riqueza (títulos,fábricas, máquinas, infraestructuras, bienes consumibleso no consumibles y dinero) caminen orientados hacia lamás social rentabilidad.

El Poder Político cuenta (o puede contar) con el pre-ciso conocimiento de las más perentorias necesidadessociales y también con poderosos y puntuales medios deacción: el aparato fiscal, la reglamentación del crédito yel uso de no pocos alicientes para la inversión produc-tiva.

Por ello está en el deber de ingeniárselas para que,por ejemplo, el dinero más rentable sea aquel que se apli-que a la efectiva creación de riqueza y, por consiguiente,a la multiplicación de los puestos de trabajo, cuya prin-cipal y más directa consecuencia habrá de ser una másequitativa distribución de esos mismos recursos con elconsiguiente positivo tirón de toda la economía nacional.

Desde esta óptica, es forzoso reconocer que no me-rece el aprobado un político que, desde el poder, poco onada hace por promover el desarrollo y subsiguiente pro-yección social del llamado Producto Interior Bruto. Cla-ro que de este político poco se puede esperar si ese fac-tor de acaparamiento e inflación que es el gasto públicoimproductivo, más que ser reducido a su mínima expre-sión, se agiganta hasta alcanzar monstruosas dimensiones.

Ese tal político, para cubrir sus torpezas de mal ad-ministrador, suele acudir a lo que se llama emisión dedeuda pública, recurso positivo cuando se aplica a la crea-ción y mejoras de infraestructuras, fluidez del crédito,

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educación e investigación, promoción de empleo... peromalévola trampa cuando su único objeto es cubrir la pervi-vencia e incremento de una costosísima y estéril buro-cracia.

La austeridad, transparencia y utilidad social del gas-to público es elemental exigencia que los electores de-ben recabar de los elegidos, tarea harto dificultosa si es-tos mismos elegidos sufren de la borrachera de poderque imparte el Primer Gestor.

También es exigencia del Bien Común y directa res-ponsabilidad del Primer Gestor que vividores, aventure-ros y especuladores tropiecen con serias dificultades pa-ra “vivir del cuento” o cometer impunemente sus acos-tumbradas tropelías; que el DINERO EFICIENTE y elTRABAJO SOLIDARIO (de empresarios y asalariados)encuentre los alicientes que les corresponde...

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V. GIGANTE Y ANQUILOSADA BUROCRACIA

El descarado CRECIMIENTO DE LA BUROCRA-CIA, que premia y alienta fidelidades, es una realidaddemasiado evidente en nuestra Democracia.

Cierto que el equipo gobernante debe ser compacto yresponder unánimemente a las directrices de un Conse-jo cuya última palabra debe tener siempre el “Primer Ges-tor”, a su vez y ésa debiera ser constante exigencia denuestra Democracia, responsable ante un Parlamento.

Por elemental imposición de la necesaria eficacia, esePrimer Gestor debe contar con atribuciones para nom-brar a sus colaboradores, quienes, a su vez, podrán desig-nar a los suyos dentro de un esquema con rigurosa preci-sión de número, funciones y nivel de responsabilidad.

Pero digamos que en el segundo nivel se acaba la po-lítica para dar paso a la administración de oficio a laque cabe exigir lo mismo que en otro tipo de empresa:competencia, rigor y productividad.

Tal línea de acción habría de extenderse a las distin-tas administraciones públicas.

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Sabemos que, por virtud de las contraprestaciones aviejas y nuevas fidelidades, entre nosotros ocurre algomuy distinto: nuestras “designaciones a dedo” han supe-rado cualquier nivel de escándalo tolerable en una De-mocracia. Si a eso se añaden las “nuevas necesidades ad-ministrativas” de las Comunidades Autónomas ya tene-mos el medio millón de personas que han venido a in-crementar la plantilla de nuestra Burocracia (justo locontrario de lo que se planificó en los albores de la “Des-centralización Administrativa”)

No está fuera de lugar el reparar en que no es sola-mente su prohibitivo costo el mal que nos deparan esoscientos de miles de innecesarios burócratas de ocasiónendosados como una cuña en la vieja Administración Pú-blica: es la parasitaria función que alimentan con privi-legios, caprichos y torpezas.

Hasta ahora, los políticos en el Poder no han queri-do reconocer la fenomenal perogrullada de que el creci-miento del funcionariado acompleja las relaciones entreadministrados y administradores a la par que resultauna burla de los poderosísimos y nada caros medios detratamiento de la información.

Puede, incluso, llegar a ser un “grave despilfarro”,que por demás, no satisface a nadie: el propio funciona-rio debe reconocer que un presupuesto, por generoso quesea, tiene un límite, lo que quiere decir que cuantos mássean a menos tocan: pensemos en la eficacia de la ges-tión y que ésta sea remunerada pertinentemente (¿a cuan-to tocarían de incremento en su sueldo los funcionariosrealmente necesarios si, sobre el mismo presupuesto dehace diez años, la plantilla nacional global, más que incre-mentada en esos 500.000 nuevos puestos de dudosa ne-cesidad, hubiera sido ajustada a las exigencias de una

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“Administración Descentralizada” pertinentemente mo-dernizada en su diario funcionamiento?)

Pero, la “máquina del Estado” sigue creciendo y de-vorando recursos en proporción inversa a su eficacia conel palmario resultado de un progresivo descontento desúbditos y burócratas.

Mucho se ha hablado en campañas y foros políticossobre los remedios a la ineficacia y al despilfarro en laGestión Pública; para “cortar por lo sano” ¿Sería muchopedir a los profesionales de la Política la elaboración deuna “Ley Orgánica” que redujera al mínimo realmenteimprescindible la libre designación para los llamados“puestos de confianza”?

Un somero análisis de las funciones a desarrollar per-mite concluir que, sin atasco alguno para los asuntos deldía a día (más bien lo contrario), se pueden fijar en unmáximo de diez el número de ministerios, en cinco el deconsejerías autónomas y ayuntamientos. Que mejorarála Gestión Pública (y ¿qué decir de la carga presupues-taria?) si se reduce al 10 % todos los nombramientos adedo y a sus estrictas necesidades los edificios, oficinas,departamentos y personal propios de cada función.

Por demás, en nuestro aparato burocrático, contra-riamente a como lo dicta la lógica y es practicado en cual-quier tipo de empresa privada, con demasiada frecuencia,la fijación de sueldos y otros emolumentos depende delinteresado: ¿cómo pedirle que, por un mínimo de ver-güenza y ante la actual precaria situación en que se en-cuentra el Erario Público, aceda a que sus ingresos va-yan en consonancia con la exigible productividad?

En cualquier entidad económica, gastar más de lo quese ingresa conduce a la bancarrota si la desproporciónno obedece a bien estudiadas inversiones, que se tradu-cirán en superiores ingresos, lo que, a un razonable pla-

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zo, facilitará el equilibrio. Regla de oro de la buena ges-tión administrativa es marcarle un techo a los gastos “co-rrientes” de forma que el eventual déficit no tenga otraexplicación que la de “necesidad coyuntural para res-ponder a elementales ajustes del aparato productivo”.

Un somero análisis de los procedimientos adminis-trativos del Estado en sus diversos estamentos (PoderCentral, Autonomías, Ayuntamientos, Aparato Judicial,etc.) lleva a la conclusión de que, a todos los niveles, seincurre en una galopante multiplicación de gastos, en sumayoría, absolutamente improductivos e innecesarios.

No es de lugar la borrachera de números y sí el re-paso a constructivas conclusiones: elimínense todas lasinútiles duplicidades en tramitaciones, considérese a laLey de Parkinson (eso de aumentar el personal a medi-da que disminuye el trabajo) como un peligroso cáncerdiagnosticado a tiempo, establézcase por Ley y con pro-yección a las distintas administraciones tanto incenti-vos a la “productividad administrativa” como políticasde plantillas en sintonía con los nuevos medios de ges-tión y precisos recursos, considérese grave delito los des-ajustes presupuestarios y el despilfarro...

Caben no pocas medidas concretas: por ejemplo, for-mular una Ley Orgánica que, con el preciso objetivo dereducir substancial mente el Gasto Público “corriente”,determine la reducción a la mitad de las carteras minis-teriales, a la cuarta parte las direcciones generales y, enno menor medida, los altos cargos de las administracio-nes “periféricas” y los diversos nombramientos discre-cionales (cargos políticos que, normalmente, parasitanla eficacia de experimentados funcionarios y cuya supre-sión, porque llevan el marchamo de la ostentación o elcapricho de los responsables de turno, no implican trau-ma social alguno).

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En un necesario y realizable Compromiso Nacionalhabrá de abordarse una drástica reducción e, incluso,eliminación de los condicionamientos “políticos” en lafunción administrativa de ayuntamientos y comunida-des autónomas de forma que, en el marco de las res-pectivas competencias, los elegidos cumplan, estrictamente, el papel que, en la empresa privada, correspondeal Consejo de Administración y Consejero Delegado; losrestantes papeles habrán de ser cubiertos por especia-listas y funcionarios de plantilla...: el servicio públicosaldrá favorecido, se habrá facilitado lo que hoy es unamuy problemática escalonada coordinación de funcionesy, lo que es obvio, perderán su actual cometido subs-tanciales partidas presupuestarias con la consiguienteoportuna disponibilidad para gastos realmente pro-ductivos.

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VI. LA FUERZA DE LA DEMAGOGIA

La tiranía de la Demagogia es, probablemente, el mássutil de los virus que amenazan la supervivencia de unaDemocracia: palabras, palabras, infinitas palabras, sola-mente palabras... que flotan por encima de la Realidady amañan un “totum revolutum” sin otro objetivo que elde engañar para convencer.

La Demagogia se expresa en artificios retóricos al es-tilo de “te mereces todo aunque no hagas nada”, “los otrosson malos, luego tú eres bueno”, “yo digo la verdad por-que ¿sabes de dónde vengo?... o en torrentes de mediasverdades en que se sumergen las secretas intencionesde acaparamiento, de corrupción, de crasa inoperanciao de abuso de poder.

La Demagogia se hace fuerte en tópicos e idealismostrasnochados, se recrea en la ignorancia colectiva y re-chaza cualquier análisis en profundidad de la Realidadpolítico-social del momento, algo que, frente al torrentede palabras, palabras y nada más que palabras, debieraser elemental punto de partida para una libre y cons-tructiva reflexión de cualquiera de nosotros.

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El ciudadano responsable, sea cual sea su situacióno nivel cultural, está obligado a “autovacunarse” contrala demagogia y sus más frecuentes expresiones, que sue-len ser burdas, descaradas y superficiales disfraces dela MENTIRA.

La Mentira aspira a ser la alcahueta de la Democra-cia. Pueden ser mentira la división de poderes, la esti-mación de capacidades en los altos funcionarios, los mé-ritos a considerar en la asignación de puestos en las lis-tas, la teórica prevención de abusos, la información so-bre los entresijos de la realidad económica, la imagen delas formas de vivir, hasta el proclamado resultado de lasurnas... atrocidades verbales que, aliñadas por la dema-gogia, resultarán “evidentes” particularidades de la si-tuación.

Una situación política apoyada en la demagogia nopasa de ser una soterrada y triste dictadura, en dondelas sagradas libertades, una a una, son neutralizadas porlo que Tocqueville llamara “instintos salvajes de la De-mocracia”.

¿El remedio? difícil, muy difícil pero posible: con-ciencia de que eres parte importante en la solución,acercarte humildemente a lo que tú mismo entiendes porverdad, reflexionar sobre tu propia reflexión y, con de-rroches de generosidad, ejercer de crítico constructivo:no creo que exista otro camino para que, en libertad, cadauno de nosotros pueda desbrozar el grano de la paja enlos discursos, programas, proyectos, etc. etc., de los po-líticos.

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VII. FRENTE AL CÁNCER DE LOS PARTICULARISMOS

¡Claro que cada uno de nosotros, tan escasamente ge-nerosos, vela por sí mismo! Pero nos referimos a lo queel maestro Ortega llamó particularismos de institucionesy grupos.

En España, las exageradas muestras de particula-rismo regionalista no son más que “la manifestación másacusada del estado de descomposición en que ha caídonuestro pueblo” (esto lo dijo Ortega en 1921 y ya en elsiglo XXI sigue obviamente vigente).

Si la “historia de la decadencia de una Nación es lahistoria de una vasta desintegración”, las razones y me-dios para superar tal decadencia han de ser buscadas enuna progresiva integración. Claro que, para que esa in-tegración pase de las palabras a los hechos, al poderpolítico le corresponde la iniciativa en roturar caminosde ORIENTACIÓN UNIVERSAL para, luego delegar,descentralizar, coordinar en respeto a las respectivaslibertades de iniciativa.

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Quiere ello decir que, para romper la tendencia par-ticularista tan esencial es dosificar la fuerza central comoencauzar la fuerza de dispersión.

Castilla, también dijo Ortega, ha hecho a Espa-ña y Castilla la ha deshecho: NO HACER NADA NUE-VO y situarse en el particularismo con perpetua año-ranza del pasado. Es un particularismo centralistaque, de alguna forma, recuerda a Carlos III, edu-cado en el racionalismo burgués, sátrapa ilustradoy obseso por la “originalidad” hasta el punto de queel conjunto de su obra, nos recuerda Ortega, es aca-so el más particularista y antiespañol centralismoque ofrece la historia de la Monarquía (no fue eseel mensaje de un progresismo de opereta plasmado enla bonita canción “ahí está, ahí está la Puerta de Al-calá”).

Usar la fuerza nacional para fines de clase e institu-ción y promover un “particularismo centralista” que des-pertó los particularismo dormidos de la “Periferia” fue-ron prácticas del “rey ilustrado” con el consiguiente efec-to dominó que, con demasiada frecuencia, se ha traduci-do en “escapadas por la tangente”.

No basta la resonancia del pasado: es elemental unacontinua exigencia de compromiso personal. Es respeta-ble todo lo personalizante (idioma, costumbres, historia,modos de pensar y obrar...) no lo es lo ramplonamenteparticularista como es la pedantesca ilusión por poseermayor capacidad craneana o una más brillante capaci-dad para los negocios y esgrimirlo para marcar una dis-gregadora diferencia.

“Lo negativo de los nacionalismos más acusados, se-guimos a Ortega y Gasset, no es su fervorosa preocupaciónpor la diferencia, es el poso que les llega del particula-rismo central, éste, a su vez, alimentado por el terror a

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perder el poder, que se toma como privilegio y no comoposicionamiento para hacer y proyectar”.

Pero el particularismo de los pueblos al igual que elcerrado egoísmo de las personas pierde razón y fuerzacuando la INVITACIÓN COMUNITARIA presenta ar-gumentos suficientemente gratificantes para romper lascerriles fronteras de la autocomplacencia.

Se hace necesario abrir a los españoles del Centro yde la Periferia prometedores campos de acción en quepuedan encontrar sus propios y personales caminos parauna PROGRESIVA Y COMUNITARIA INTEGRACIÓN.Para ello requieren un SUGESTIVO PROYECTO DEACCIÓN EN COMÚN y no se nos ocurre mejor proyec-to de acción en común que el que representa la PROYEC-CIÓN UNIVERSAL de nuestras capacidades de nacióncon un muy aceptable nivel de desarrollo y “cauces na-turales” de comunicación con todo el mundo.

Ya entonces estaríamos los españoles, todos los es-pañoles, comprometidos en una Acción Solidaria, no re-tórica y sí volcada hacia la solución de tantos y tantosproblemas de elemental supervivencia de otras perso-nas y de otros pueblos con iguales derechos que noso-tros al disfrute de bienes y servicios. Y, desarrollada lapotencialidad de nuestra Economía, alcanzaríamos nue-vas cotas de Progreso por caminos de estricta racionali-dad al tiempo que esa nuestra agonía recibe la sacudidade un nuevo impulso vital.

CORPORATIVISMO PARTICULARISTA DE JUECES YPOLÍTICOS

Está claro que el actual sistema electoral españolCOMPROMETE muy poco a los elegidos y no MOTIVAla vigilante participación de los electores: los elegidos

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han sido elementos de un conjunto cuyo tirón principaldepende del cabeza de lista en privilegiado uso de todoslos medios y modos del Partido. A los electores no cabeotra opción que el “corporativismo” en torno al líder o ala imagen que se han hecho de la “ideología” en uso.

Cuentan muy poco los comportamientos y las IDEAS.Menos aún los programas que, en el decir de Tierno Gal-ván, el Viejo Profesor, “se elaboran para no ser cumpli-dos”.

REALISMO OBLIGA: frente al romántico o intere-sado respaldo a viejas ideologías condenadas por la Histo-ria (cualquier forma de colectivismo o de individualismoinsolidario), o al comportamiento de tal o cual “líder abu-són” se impone una comprometida reflexión sobre la es-cala de valores que constituyen el meollo de la Ley Natu-ral y la base de la Doctrina del Trabajo Solidario (algu-nos lo llaman Amor): Apasionado empeño por el Progre-so (Evolución Creadora), la Vida y la Libertad.

Ahí se alimenta una DEMOCRACIA siempre viva ygeneradora de abundantes oportunidades en el marcode lo que hemos llamado “Economía de la Reciprocidad”y que consiste en tomar de la Sociedad no más de lo quea ella se aporta, aceptar como mal menor rentabilidadesy otras “motivaciones capitalistas”, integrarse positiva-mente en la solución de los concretos problemas de desa-bastecimiento o derroche de energías de personas y gru-pos sociales...

Ojalá que, a partir de esa reflexión, cobre consisten-cia un posible CONTROL POPULAR DE GESTIÓN PO-LÍTICA; pero nunca será en la medida que requierenuestra especial circunstancia: colocados en una espe-cie de fatalista rutina, seguirá habiendo un gran núme-ro de ciudadanos incapaces de reaccionar ante eviden-tes caprichos y veleidades...

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El Sistema Electoral español ha hecho una profesiónde la función política: el político en ejercicio, a nada quelas urnas le sean propicias, podrá vivir toda su vida de lospresupuestos del Estado. Como miembro de la “cúpula delPartido”, como “liberado” o como privilegiado integrantede una lista cerrada..., una buena parte de los políticosespañoles continuarán siéndolo durante muchos años, amenos que jueguen a ser díscolos, incurran en publicita-da corrupción o decidan ser fieles a personales ideas queno encajan con la estricta ortodoxia del Partido.

Tal situación no es del todo imputable a cuantos, encómodo posicionamiento personal, defienden sus “mo-dus vivendi”; tampoco lo es a los electores a quienes seles da el camino rigurosamente trazado. Lo es, en buengrado, a cuantos idearon el sistema del “Todo o nada”.Podría suceder que el candidato respondiera directa-mente del uso o abuso de la confianza que logró de suselectores: bastaría que fuera él (no el partido o el líder)el que se comprometiera a tal o cual forma de actuar has-ta el momento de rendir cuentas: así se hace en otras so-ciedades de probada solera democrática: ¿Es tan difícilaplicarlo a nuestro caso?

Poco o nada se puede hacer a favor de la introduc-ción y desarrollo del CONTROL POPULAR DE GES-TIÓN si, volviendo atrás lo necesario, no se REVITALI-ZAN los modos de participación ciudadana y, en conse-cuencia, se ennoblece el ejercicio de la Política.

En Democracia, no es admisible identificar el ejerci-cio del poder político con una prebenda vitalicia (en lu-gar de una vocación y dedicación al servicio del Bien Co-mún): en puridad, el voto de los ciudadanos no es másque la muestra de una TEMPORAL, RENOVABLE YCOMPROMETIDA UNA PRUEBA DE CONFIANZA, ala que el beneficiado, por imperativo moral, debe respon-

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der con dedicación u renuncia según el carácter de suposterior actividad.

Por eso, los políticos están obligados a no refugiarseen el anonimato para mantener sus prebendas; tampocopodrán neutralizar el servicio complementario que ha-cen a la Sociedad los otros poderes, muy especialmente,el Poder Judicial; en consecuencia, la llamada inmuni-dad parlamentaria debería convertirse en un instrumen-to de mayor responsabilización: cualquier abuso o delitoimplicará el agravante que introduce un mal uso de pri-vilegios o prerrogativas.

La experiencia nos ha obligado a detectar otras pro-fundas lagunas en el Sistema Electoral Español: a títulode ejemplo, recordamos cómo no es de recibo el hechode que un liberticida se presente como servidor de la li-bertad (que otra cosa no es la función política): si parael ejercicio de cualquier trabajo o función se tiene en cuen-ta la trayectoria del candidato que, incluso antes de seraceptado, se compromete a respetar las “reglas del jue-go” del organismo o empresa que le contrata... ¿por quése mantiene una palmaria excepción para todos los can-didatos a cualquier elegible cargo público? Al respectopensamos que el acatamiento a nuestra Ley de Leyes, laConstitución, habría de ser el paso previo a la presenta-ción como candidato; tanto mejor si, en el ordenamientojurídico, se incluye como muy grave la figura de perjuriopor parte de los elegidos.

Poco se puede hacer cuando los privilegiados man-tienen las riendas del poder apoltronados en sus pri-vilegios: ¿qué decir sobre la patente de corso en que haderivado eso que se llama inmunidad parlamentaria? ¿osobre el descarado falseo de los hechos delictivos frentea la opinión pública? ¿sobre el cinismo o doble lenguajede los principales responsables? ¿y sobre la justificación

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del delito en función de sus actores? ¿O sobre las arbi-trariedades y demoras en la formulación y aplicación delas leyes?

Compromiso personal con la Verdad, valor y genero-sidad, mucho valor y más generosidad.

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VIII. CRIMINALES PROXENETAS DE LA LIBERTAD

Sin duda que el Terrorismo, crasa inmoralidad se mirepor donde se mire, es la más vergonzante tiranía que pue-de sufrir una sociedad democrática.

Las “ideológicas” AMBIGÜEDADES FRENTE ALTERRORISMO condenan a los políticos que las alientan.

En nuestra época, el uso de máquinas de matar estáprácticamente al alcance de cualquier desalmado. Siem-pre ha habido, hay y siempre habrá criminales de hechoo en potencia.

Una elemental moral objetiva niega cualquier justi-ficación a un comportamiento criminalmente avasalla-dor, máxime cuando resulta torpe ingenuidad concedercrédito a la supuesta intención redentora de un terro-rista: tras una pistola empuñada por el terrorista de cual-quier obsesión o color no hay el mínimo trazo no ya dejusticia sino de simple humanidad: hay una sucia acciónde mercenario sin escrúpulos, oportunismo criminal re-munerado por gentes aun más torpes y criminales, co-bardía de la peor ralea, deliberado agazapamiento trasel terror: cualquier teórico valor se traduce en basura

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ante el propósito de imponerse por la contundencia deuna máquina de matar manejada por un individuo quese refocila en su propia miseria moral.

Ahí no caben ambiguas interpretaciones: matar eslisa y llanamente matar, extorsionar no admite otra in-terpretación que la de extorsionar, robar es robar, envi-lecer es envilecer.

La historia no recuerda a un solo terrorista que, enocasión de poder, no se haya mostrado como ya realmen-te era cuando mataba rastreramente: el peor de los tira-nos. Es algo a tener en cuenta a la hora de tratar cual-quier forma de terrorismo.

Encontramos sobradas razones para reconocer quela principal motivación (o, tal vez, la única) de un terro-rista es la de vivir a costa de la vida y bienes de los de-más: el terrorista mata, roba, extorsiona, secuestra o envi-lece porque cobra por ello o ha hecho de ello su medio devida. Y miente cuando se respalda tras cualquier ideal ocrítica de una situación.

Mienten también, y ello está sobradamente demos-trado, quienes, en uso de una normal capacidad de ra-ciocinio, manifiestan encontrar una mínima razón o jus-tificación a tales comportamientos.

Por su parte, son igualmente mentirosos, cobardes otorpemente ingenuos aquellos que proclaman que unaocasional contemporización con el crimen (lo que, llana-mente, se llama templar gaitas) servirá para algo másque para facilitar ocasión y medios con que los crimina-les de hecho o en potencia vuelvan por sus fueros másfuertes y enardecidos que antes.

Todo ello cuando demostrado está que la eficacia poli-cial acompañada por una pertinente aplicación de preci-sas leyes es el mejor medio de que dispone la Sociedad

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Democrática para neutralizar la acción criminal más co-barde, mejor “remunerada” y más publicitada.

Confieso que no daré mi voto al político que, sea poratavismo histórico o por cualquier otra inconfesable ra-zón, encuentra la mínima justificación social o políticaen el monstruo terrorista; un político honrado y cabalno puede dejar de considerar al terrorismo como un focode pura y simple criminalidad y, consecuentemente y sinretruécanos ni reservas) ha ver vea como implicados endelitos de lesa humanidad a cómplices, encubridores ypanegiristas de los mercenarios terroristas de cualquierobsesión, color o estilo.

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IX. PERSISTENTE Y FECUNDA AGONÍA

“Es falso suponer que la unidad nacional se funda enla unidad de sangre”, decía Ortega y Gasset en 1922. Tam-poco se funda en la unidad de idioma, ni siquiera en lageográfica definición de fronteras.

La unidad nacional es el resultado de un largo y a ve-ces dramático proceso de “totalización” personalizante:cada parte de eso que se va haciendo todo es más ellamisma cuanto más ha participado en la consolidación delo comunitario, un mosaico de variadas formas y colores,cada cual con su particular resalte, ubicación y comple-mentariedad.

Desde la perspectiva de lo obvio, sigue diciendoOrtega: “Los grupos que integran un Estado vivenjuntos para algo: son una comunidad de propósitos,de anhelos, de grandes utilidades. No conviven porestar juntos, sino para hacer juntos algo”.

Ese algo que hacer no es, por supuesto, servir desimple caja de resonancia al Poder público: “Desdehace mucho tiempo, mucho, siglos, pretende el Po-der público que los españoles existamos no más que

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para él se dé el gusto de existir”, se lamenta el pro-pio Ortega. “Como el pretexto, sigue diciendo, es ex-cesivamente menguado, España se va deshaciendo,deshaciendo...”

En esa agonía de la España, que sigue teniendovoz propia en el concierto de naciones, no es lo másdisgregador el particularismo por cuestión de idio-ma, “Rh” o “barreras naturales”: es, con mucho, lafalta de un “sugestivo proyecto en común” que de-biera ser perfilado y desarrollado por el Poder Pú-blico “Central”. Es el particularismo de éste el que, ala par que alimenta los particularismos centrífugos,es incapaz de señalar norte alguno mientras se re-godea en el abúlico disfrute del momento, a costade todos los españoles, claro está.

Claro que la difícil forja de la Democracia ha unidomuchas voluntades y esfuerzos: se rompió con lo “atadoy bien atado” y se rindió un justo tributo a la Solidari-dad. Ello no era más que el principio o punto de partidapara lo que debe de ser un Progreso continuado por ca-minos de Libertad.

Claro que ha habido y hay Libertad; y, también, Soli-daridad en los momentos difíciles... pero el acechante ypersistente particularismo ha copado una buena partede las esferas del poder y cabe pensar que se ha marca-do como objetivo principal el “mantenerlo y no enmen-darlo”.

Mientras tanto se descuidan cosas tan perentoriascomo la de abrir mercados, compenetrarse con las exi-gencias de la Realidad diaria, incentivar la creación deempresas, actualizar medios y modos de producción, cor-tar de forma efectiva la sangría del desempleo, situar ala valiosa pluralidad lingüística en su justa dimensión(sin incurrir, por supuesto, en la discriminación del idio-

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ma común o en la “gilipollez” de establecer traducciónsimultánea para el diálogo entre españoles).

La “vertebración” resulta tanto más fácil cuanto máslas energías nacionales encuentren proyección univer-sal: si “la idea de grandes cosas por hacer engendra launificación nacional”, otra vez Ortega, “solo una acerta-da política internacional, política de magnas empresas,hace posible una fecunda política interior”.

“Juntos para hacer algo”, pero ¿QUÉ? ¿No podría serromper de alguna manera la barrera de privilegios conque intenta protegerse la “Sociedad Opulenta”? ¿Acasono se ha evidenciado ya que ese cerril posicionamientode los ricos constituye un serio peligro para la continui-dad de su riqueza? ¿Es tan difícil reconocer que un “pro-greso económico continuado” depende en gran medidade la preocupación por ampliar el círculo de potencialesclientes, tanto más solventes cuanto más participen enla tarea común de humanizar recursos y energías?

¿Por qué nuestra política internacional es tan cortade miras y tan supeditada a lo que se cuece en los máselitistas y centrípetos foros? ¿Dónde está nuestro viejoafán de personalización (ser lo que podemos ser) a basede proyectar hacia el exterior lo mejor de nosotros mis-mos?

No es tiempo de confrontaciones o retóricas de dis-tracción: es tiempo de mirar hacia fuera para ver lo quepodemos hacer dentro. A todos los niveles, claro está:desde la propia casa a la aldea, de ésta a la Comunidaden que nos toca vivir, de aquí hacia todos los rincones deEspaña y, desde España y con todo lo bueno que poda-mos obtener de la Unión Europea, hacia cualquier lugaren que encuentre positivo eco lo que tenemos, hacemoso proyectamos con preferencia, claro está, para los her-manos de sangre y cultura.

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Desde lo concreto y siempre con la mira puesta enla proyección universal de bienes y energías, hemos dereconocerlo, se puede encontrar remedio a la agonía deesta España acosada por los particularismos: ya no serásigno de distinción tal o cual acento o una paparrucherainterpretación de un trasnochado incidente histórico:será, como en cualquier comunidad realmente progre-sista, el afán por descollar en generosidad o en “inteli-gente” proyección social y universal de lo que a cada unodistingue.

Es una remediable forma de agonía la de nuestra Es-paña y de nuestra Democracia: una y otra cuentan sufi-cientes reservas de vida y de constructiva ilusión. Sonlos cauces de un desarrollo orientado hacia los que máslo necesitan el más realista y prometedor camino de Li-bertad y Progreso todo ello enmarcado en un sugestivoPROYECTO DE VIDA EN COMÚN.

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CUARTA PARTE

LUZ, MAS LUZ

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I. HOMBRES FELICES, PUEBLOS FELICES

Aristóteles sigue siendo indiscutible referencia delser y del vivir dentro de lo que él consideraba un “ordennatural”. Para él la persecución de la felicidad era el ob-jetivo principal de la razón lo que es tanto como decir dela condición humana “son de tres clases, nos dice, los bie-nes de que disfrutan los seres felices: los bienes del alma,los del cuerpo y los exteriores”.

“Nunca encontraremos un hombre feliz falto de valor,templanza, justicia ni prudencia. Todo aquel que descon-fía hasta de las moscas en el aire; que se entrega a exce-sos en el beber y el comer; que, por el más vil interés, abu-se de sus amigos; que se muestre caprichoso como un niñoy furioso como un animal.

Por mucho que ello resulte evidente hemos de recono-cer que, para ser feliz, una gran mayoría de personasconsideran necesario contar con bastantes cosas más, in-cluso a pesar de reducir la virtud a su mínima expresióny se desesperan por superar a sus vecinos y amigos enriquezas, poderío, consideración social y otras nimieda-des. Para saber a qué atenerse basta tener en cuenta la

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propia experiencia. Vemos que no es por medio de losbienes exteriores como se conserva la virtud y sí por lavirtud (saber vivir dentro del orden natural) cómo se ad-quieren y conservan los bienes exteriores; y que, en com-paración con los que cifran la felicidad bien sea en el pla-cer, bien sea en la virtud o en ambas, aventajan a ésoslos que son lo suficientemente inteligentes para practi-car la virtud sin carecer de los bienes necesarios parauna cómoda existencia y, por supuesto, a los que, sin de-searlo, carecen de lo necesario en el orden material y,por lo mismo, no se sienten tentados a buscar el consuelode los bienes espirituales.

Una mínima reflexión nos convence de que los bienesmateriales no son más que instrumentos útiles si resul-tan proporcionados a su fin pero perjudiciales en cuantoabusamos de ellos, al igual que una herramienta que re-sulta inútil o peligrosa sino corresponde a las capacida-des del operario que la maneja. Los bienes del alma, porel contrario, no solamente son nobles y conformes a ra-zón sino que resultan también muy útiles: tanto más úti-les cuanto más exceden a los que otros poseen...

....La felicidad es cosa distinta de la suerte; cierto queésta puede favorecernos con multitud de bienes natura-les; pero no es la suerte la que nos hace más justos o másprudentes.

De esos mismos principios depende la felicidad deun Estado. No puede considerarse feliz un Estado en hadesaparecido la honradez. Al igual que de un particular,no se puede esperar nada de un Estado que no practicala virtud ni la prudencia. El valor, la justicia y la pru-dencia tienen en los estados la misma influencia que enlos ciudadanos particulares. Por lo mismo, serán más fe-lices aquellos estamos que merezcan mayor reputaciónpor el valor, justicia y prudencia en su gestión.

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Hemos, pues, de reconocer que la mejor de las exis-tencias posibles para ciudadanos y sus estados es aque-lla en que se goza de lo necesario para vivir en virtud, (loque, en términos de nuestros días y desde la perspecti-va de los valores cristianos, traducimos en libertad res-ponsabilizante, armonía y prosperidad).

Para un mayor énfasis en la exposición de lo que nosparece un inigualable camino hacia la felicidad de per-sonas y pueblos, nos hemos permitido repetir a un maes-tro del “vivir conforme a razón”, que eso fue Aristóteles,el “sabio estagirita”, a quien no cupo la suerte de cono-cer la doctrina y forma de vivir de todo un Hijo de Dios.Ello no obstante, Aristóteles brindó sólidos argumentosal Realismo Cristiano con una obra que tocó en profundi-dad todas las grandes cuestiones que preocupan a per-sonas y pueblos.

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II. EL DINERO COMO HERRAMIENTA DE PROGRESO

Del Dinero se ha dicho que es “Trabajo Cristalizado”,“sangre de que se alimenta el Capital”, “prostituido tes-tigo de viejos abusos y tropelías”... pero es, también, unprecisa y tentadora referencia para el propio desarrolloprofesional y para el intercambio y distribución de losrecursos que unos y otros apetecen o necesitan.

Es al Poder Político al que compete formular y des-arrollar una estratégica orientación de voluntades deforma que, al amparo de la llamada “Libertad de Merca-do” el DINERO, en lugar de mantenerse al pairo, alimen-tar descomprometidas aventuras o ser absorbido por unaestéril y monstruosa burocracia, fluya por el río de lasconveniencias sociales... ¿Sus medios? leyes, fiscalidad,información, roturación de nuevos mercados, ágil y efi-ciente política de precios, gallarda sintonización con laRealidad en los foros internacionales, austeridad en cuan-tos gastos no incidan en el mantenimiento y desarrollode imprescindibles bienes y ser vicios...

Por obra y gracia de las necesidades sociales y mer-ced a la estratégica precisión de la brújula fiscal, en una

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Democracia volcada hacia la superación de los “des-equilibrios sociales” la aplicación más segura y rentabledel Dinero no puede ser otra que la que mantiene unaprogresiva sintonía con el necesario desarrollo de la Eco-nomía Productiva: No pueden faltar créditos a las ini-ciativas empresariales de probada viabilidad y directaincidencia en proporcionar medios de vida y prosperi-dad a todos los protagonistas y actores del proyecto mien-tras que el dinero que discurre por los campos de la es-peculación, la inhibición social y la aventura debe tro-pezar con unas dificultades que se traducirán en otrastantas facilidades para el Dinero “eficiente y creativo”.

Son principios cuya puesta en práctica por los pro-motores de Libertad depende, en gran medida, de tomary considerar al Dinero como una de las insustituibles he-rramientas para encauzar acciones y preocupacioneshacia el pleno aprovechamiento de energías personalesy recursos materiales de la Comunidad. El abaratamientodel crédito parece una tendencia natural de la actual eco-nomía española; aun así, la inversión especulativa juegacon ventaja respecto a la inversión eficiente (ese que im-plica directa preocupación por crear o mantener pues-tos de trabajo).

En las manos del Poder Político está el cambiar designo la situación: en escrupuloso respeto a las exigen-cias (que no leyes) del mercado monetario que imponeun “realismo ocasional” a los Tipos de Interés, puede PRI-MAR a los créditos aplicados a la creación de puestos detrabajo; obviamente la prima deberá ir en razón inversadel costo de cada puesto de trabajo a crear.

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III. ENTRE EL OCIO Y EL TRABAJO

No es en absoluto vergonzante la PROFESIÓN deEmpresario; tanto si es titular del Capital como si no, elgenuino empresario se siente obligado a trabajar cons-tante y disciplinadamente, codo con codo, con sus cola-boradores, los otros trabajadores.

La Empresa nace y se desarrolla a partir de un pro-yecto de “acción en equipo”: el pionero del proyecto esun empresario empeñado en hacer realidad tanto unaidea básica que responda a determinada demanda delMercado como un compromiso de organización y gestión;le siguen uno o varios capitalistas (incluido, tal vez, elpropio empresario) dispuestos a cubrir los gastos de pre-paración, infraestructura, despegue y mantenimiento;lo alimentan un conjunto más o menos grande de perso-nas que habrán de responsabilizarse de la Producción,Administración, Venta...

Con frecuencia, el capitalista, que no es empresario,permanece en la sombra sin otra preocupación que la ren-tabilidad de “su dinero”; el empresario o capitalista enfunciones de empresario, en muy distinto plano, está obli-

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gado a organizar, motivar, controlar... continuamente ysin desmayo y, por supuesto, con las ideas muy clarassobre las particularidades, derechos y obligaciones decuantos con él colaboran: un empresario, que no se su-merge en la realidad diaria (económica y, sobre todo, hu-mana) de su empresa, deja de ser empresario para con-vertirse en parásito. Parásitos son muchos dueños deempresa que, preferentemente, cultivan lo que se llamadarwinismo social, trampean cuanto pueden y ahogansus inquietudes, en lujos, güisqui y prostitutas.

Promotores o parásitos de empresa, según y cómo,son los banqueros, brockers, jugadores de Bolsa y rentis-tas (entre los cuales cabe incluir los “accionistas anóni-mos”). Si, a nivel personal, son tan egoístas o generososcomo cuantos no son ni banqueros, ni brokers, ni jugado-res de Bolsa, ni rentistas... en corporación, que es comonormalmente actúan, pierden cualquier norte que no seaun estricto “toma y daca” hasta derivar, irremediable-mente y si las leyes y el Fisco no lo remedian, en la re-gresiva “Cultura del Pelotazo”.

El “tener dinero” no es un salvoconducto para el “círcu-lo de los elegidos”, como pretendieran Calvino, Smith,Bastiat, etc., etc... para terminar en algunos españolescon nombre y apellidos, tanto más pobres cuanto más ob-sesionados han vivido y viven por amontonar las casasque no pueden habitar, las queridas en propiedad colec-tiva, los yates en que cultivan su aburrimiento, las co-rrupciones que les empequeñecen hasta el ridículo...

Hemos visto como la “selectiva” PROMOCIÓN DEESPECULADORES y mentores del dinero fácil y social-mente estéril confluye ostensiblemente hacia cuantos“ven venir las cosas” puesto que gozan de “informaciónprivilegiada” y están en situación de alterar tal o cualfoco de atracción crematística. Ello cuando, obviamente,

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los recursos de una Nación deben ser encauzados haciala cobertura de las necesidades de cuantos la integran.

Dicho esto y reconocido que, sin libertad, no es posi-ble una mínima optimización de esos recursos, al PoderPolítico, administrador de tales recursos y garante quedebe ser del ejercicio de esas libertades, compete neu-tralizar y no promocionar la especulación estéril, el aca-paramiento abusivo y el despilfarro (criminal por que,normalmente, se alimenta de ahondar las perentoriasnecesidades de los más débiles).

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IV. NECESARIA REACTIVACIÓN ECONÓMICA

Ninguna ley fiscal puede “castigar” el mantenimientoo creación de puestos de trabajo. Vemos que tal ocurrecon determinados impuestos en los que el número de em-pleados representa un agente multiplicador del coefi-ciente básico. En este caso y puesto que se cuenta conotras muy objetivas referencias (superficie, ámbito co-mercial, carácter de la producción o servicio, máquinas...)el hecho de fijarse principalmente en el número de em-pleados resulta particularmente inapropiado. Sin dudaque así lo han comprendido ya los legisladores; espere-mos que se establezcan las correcciones oportunas.

En esa línea de razonamiento cabe la posibilidad deque en impuestos, como el de Sociedades, se introduzcaun “factor de compensación” en relación directa con elnúmero de empleados en activo: a la “cuota líquida” po-dría aplicarse una progresiva reducción en relación in-versa con el ratio Activo/Número de empleados segúnun elemental baremo de fácil entendimiento y aplicación.En contrapartida, tales reducciones podrían ser com-pensadas con paralelos incrementos cuando el referido

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ratio supere un bien estudiado nivel: en la práctica, setratará, simplemente de multiplicar la Cuota Líquida(provisional) por factores que podrían ir de 0,75 a 1,25según las oportunas tablas incluidas en Ley.

Tales novedades legales no deben neutralizar las yaestablecidas deducciones para promocionar el empleoestable o de “problemática aceptación” por parte del em-presario (Contratos indefinidos, de jóvenes o mayores,etc., etc.).

A tenor de lo expuesto, se comprueba cómo el aparatofiscal puede traducirse en un aliciente más para el man-tenimiento y creación de empleo: es algo que encaja consu “razón esencial”, el servicio a la Justicia Distributiva.

Obviamente, la mayor parte de los recursos de unaNación, deben ser encauzados hacia el desarrollo de todasu potencialidad con la mira puesta en la adecuada moti-vación de cuantos participan en el proceso productivo.

Dicho esto y reconocido que, sin libertad, no es posi-ble una mínima optimización de esos recursos, al PoderPolítico, administrador de tales recursos y garante quedebe ser del ejercicio de las libertades previas al com-promiso social, compete neutralizar y no promocionarla especulación estéril, el acaparamiento abusivo y el des-pilfarro (criminal por que, normalmente, se alimenta deahondar las perentorias necesidades de los más débiles).No es de recibo el que un Poder Político presente al di-nero aventurero como más atrayente que el dinero apli-cado a la multiplicación, transformación y distribuciónde bienes. A la hora de elaborar presupuestos, legislar,promocionar o establecer sistemas impositivos... deberíamostrar claro trato preferente a la función de crear y noa la de acaparar, abusar o destruir.

Cierto que nuestra economía aun vive a la sombradel cínico “ius utendi et abutendi” del Derecho Romano

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o Código Napoleón, ahora respaldado por lo que, impro-pia mente, se considera “determinante entramado mun-dial de la Economía”. Pero un buen previsor y leal admi-nistrador cual debe ser el poder político, para reconci-liarse con el servicio al bien común, usará de las herra-mientas que tiene a mano para que, efectivamente, loscanales, modos y medios de riqueza (títulos, fábricas,máquinas, infraestructuras, bienes consumibles o no con-sumibles y dinero) caminen orientados hacia la más so-cial rentabilidad.

Puesto que puede alcanzar el preciso conocimientode las más perentorias necesidades sociales y podero-sos medios de acción como son el aparato fiscal, la regla-mentación del crédito y el uso de no pocos alicientes parala inversión productiva, podrá ingeniárselas para que,por ejemplo, el dinero más rentable sea aquel que se apli-que a la efectiva creación de riqueza y, por consiguiente,a la multiplicación de los puestos de trabajo, cuya prin-cipal y más directa consecuencia habrá de ser una másequitativa distribución de esos mismos recursos con elconsiguiente positivo tirón sobre toda la economía na-cional.

Desde esta óptica, es forzoso reconocer que no me-rece el aprobado un político que, desde el poder, poco onada hace por promover la utilidad social del llamadoProducto Interior Bruto. Claro que de este político pocose puede esperar si ese factor de acaparamiento e infla-ción que es el gasto público improductivo, más que serreducido a su mínima expresión, se agiganta hasta al-canzar monstruosas dimensiones. Ese tal político, paracubrir sus torpezas de mal administrador suele acudir alo que se llama emisión de deuda pública, recurso posi-tivo cuando se aplica a la creación y mejoras de infraes-tructuras, fluidez del crédito, educación e investigación,

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promoción de empleo... pero malévola trampa cuando suúnico objeto es cubrir la pervivencia e incremento de unacostosísisma y estéril burocracia.

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V. LEYES, SALARIOS Y PRODUCTIVIDAD

Caballo de batalla de innumerables discursos y pro-clamas, una pretendida “moderación salarial” parece serel principal objeto de atención de algunos políticos y demuchos seudoeconomistas siempre atentos a lo que lla-man “leyes del mercado”: se ha llegado a tomar como dog-ma de fe el recurrido supuesto de que la causa de unarecesión económica son los “des proporcionados costossalariales que colocan a un pueblo en inferioridad de con-diciones respecto a sus competidores”. Es algo que po-dría tomarse como una nostálgica evocación de lo que sellamó la “ley de bronce de los salarios”.

La tan barajada “Ley de Bronce” de los salarios, fueuna interesada extrapolación del abusivo proceder deunos pocos en determinado tiempo y lugar; se tradujoen aberración doctrinal y rémora para el progreso ma-terial (claro que sí) cuando se formuló como un “debe ser”al hilo de los instintos salvajes de un trasnochado capi-talismo: “En todo género de trabajo debe acontecer y, dehecho, así acontece que el salario del obrero se limite alo estrictamente necesario para procurarle la subsisten-

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cia” es una proposición de Turgot (1766), en la que se hi-cieron fuertes “clásicos” como Riccardo, Stuart Mill y elpropio Marx; fue bautizada como “Ley de Bronce” por La-salle, socialista alemán contemporáneo de Marx.

¿Se llama hoy “moderación salarial” a lo que el tal Tur-got y una buena parte de sus sucesores consideraron ele-mental necesidad de subsistencia para facilitar el desa-rrollo capitalista?

No es la ética o moral más elemental lo que ha pues-to en solfa esa pretendida “ley”: el simple papel de “poli-valente” consumidor convierte en pieza clave del despe-gue económico a cualquier ciudadano.

No es la masa salarial en sí el problema. Lo que real-mente engendra desproporcionados costos e inflación:es la escasa o regresiva Productividad. Rompamos mol-des de viejas discusiones y vayamos al grano: previa a ladistribución es la producción; en consecuencia, centré-monos en las exigencias de una mayor y mejor produc-ción.

Es cuando descubrimos que una PROYECTADA ME-JOR DISTRIBUCIÓN se traduce en un INCREMENTODE LA PRODUCTIVIDAD: una SUFICIENTE PRO-DUCTIVIDAD es requisito elemental de la RacionalidadEconómica cuyo principal objetivo, repitámoslo una vezmás, es el progresivo avance hacia el Pleno Empleo.

No es, pues, de “moderación salarial” de lo que hayque hablar: habrá de hacerse sobre reducción de “parasi-tarios gastos” (malas compras, envejecidos medios mate-riales, excesivo peso financiero, burocracia anquilosada,etc...) y sobre un “remunerado compromiso de participa-ción en la Productividad”.

Múltiples y simples son las fórmulas efectivas yadaptables a cualquier circunstancia de modo, tiempo ylugar. Serán las mejores aquellas fórmulas que se tra-

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duzcan en una directa retribución del esfuerzo en para-lelo con una reducción de costos capaz de minimizar a lacompetencia.

El corsé de la rutina en la Normativa Laboral es otrarémora de la Productividad y, también, de eso que he-mos llamado Libertad Responsabilizante. Claro ejemplode ello es la rigidez en conceptos no tan banales como, aprimera vista, pudiera creerse: la estricta referencia deltiempo de trabajo remunerado a meses o, cuando más, adías. En las negociaciones de cualquier convenio colecti-vo suele plantearse la reducción de la jornada laboraldesde ópticas divergentes: como contrapartida de unaposible subida salarial por parte de los empleadores ocomo discreto incremento adicional por parte de los em-pleados o sus representantes. Es una batalla que se re-pite año tras año, convenio tras convenio.

Respecto a la polémica sobre la reducción de jornadalaboral existe un medio de obviar definitivamente la dis-cusión: que, para cualquier categoría o modalidad de tra-bajo, todas las referencias a posibles aumentos vayan di-rigidos a un exclusivo punto de mira: el salario hora.

Se trata de convertir al salario hora en “básica uni-dad de medida salarial” y que cada uno, superando vie-jas rutinas, haga sus cuentas a partir de él. Bastará quetoda la normativa oficial margine los conceptos día y mespara referirse, exclusivamente, al salario hora; los res-pectivos mínimos y máximos vienen determinados por lasimple operación de dividir las percepciones anterioresentre 8 si eran diarias o entre 176 si eran mensuales.

A partir de ahí será menos problemática la progre-siva reducción de la jornada laboral oficial: dado el impa-rable avance en los medios materiales de producción, sepodrá hablar de la reducción en una hora en el total dela semana en diez años sucesivos hasta llegar a las 30 ho-

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ras semanales, lo que parece una imposición de los tiem-pos a caballo en la reforma radical de las herramientasy otros medios de producción.

Veamos cómo algo tan simple y de facilísima aplica-ción como es el SALARIO HORA abre múltiples cami-nos al entendimiento entre los agentes sociales y a lacreación de Empleo.

Cara a nuevas contrataciones en trabajos industriales,de infraestructura, de hostelería, etc..., siempre con es-crupuloso respeto a los derechos adquiridos o libertadde decisión de los trabajadores previamente contrata-dos, podrá hablarse de jornadas de 4, 5, 6 o 7 horas a cu-brir en diversos turnos.

De mutuo acuerdo entre las partes, estudiantes, amasde casa, empleados administrativos, veteranos trabaja-dores de cualquier estilo... podrán optar por una jornadaa tenor de sus necesidades o forma de vida. En tales ca-sos, las respectivas decisiones ni deben ir en contra delas exigencias de sus puestos de trabajo ni pueden signi-ficar merma alguna en derechos sobre pensiones, etc...

No pocos de los múltiples huecos, que se vayan pro-duciendo, darán paso a nuevas contrataciones, éstas yaen la línea de esa apuntada elasticidad en horarios y du-ración de jornada.

Cuestiones tan asequibles como cambiar la referen-cia de los salarios y su incidencia tanto en una mayorproductividad como en nuevas oportunidades de empleonos invitan a reconocer que existen soluciones que, sinviolentar para nada las “imposiciones del Mercado”, nodependen de una compleja “Reestructuración Económica”o de una esperanzadora “Evolución de la Coyuntura”:son simple consecuencia de libres decisiones en el mar-co de una normativa adaptada a las exigencias de nues-tra época.

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VI. REVULSIVA FINANCIACIÓN DE LA SEGURIDAD SOCIAL

Por lo que respecta a la Seguridad Social (objetivoprincipal que debe ser de la Justicia Distributiva), al Po-der Político corresponde una doble obligación: garan-tizar el respeto a TODOS LOS DERECHOS ADQUIRI-DOS y velar por una suficiente y “fluida” tesorería querepresente el mínimo lastre para las empresas creado-ras de empleo a la par que mantiene un liquidez sufi-ciente para atender todos los pagos comprometidos.

Puede que la falta de equilibrio entre ingresos y gas-tos imponga graves dificultades al cumplimiento de esadoble obligación. Los profesionales del número fácil es-grimen tal eventualidad como argumento de peso paramantener las pensiones bajo niveles de miseria cuandono a presentar sucios trucos de selección o reducción; y,dado que, a pesar de sus timoratas recomendaciones, elproblema no presenta visos de solución apuntan “palia-tivos” como la reducción de las prestaciones sociales ola introducción de nuevos impuestos que graven el con-sumo de productos de primera necesidad.

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En ocasiones, el poder político se hace eco de talesrecomendaciones y, sin alterar para nada la mecánicaadministrativa, penaliza la contratación de trabajadorescon esporádicos incrementos de un punto o más en larecaudación por trabajador en activo o, en el extremoopuesto, se compromete a reducir las cotizaciones en unoo dos puntos; en tal caso, la diferencia de ingresos seríacubierta con un nuevo impuesto sobre la gasolina o losbienes de consumo en general (el IVA).

Obviamente, una reducción de ese calibre resulta in-apreciable a la praxis empresarial, difícilmente incideen la directa creación de empleo al tiempo que las con-trapartidas generan inflación y nuevas trabas a eseconsumismo necesario para reactivar la producción. Enlas actuales circunstancias, tales medidas generan des-empleo sin resolver los problemas de tesorería.

Se impone otro tipo de soluciones desde una premi-sa tan incuestionable como es el respeto a los derechosadquiridos y la progresiva cobertura de las necesidadesde los más débiles. Parece elemental el tratar de evitarque la recaudación de fondos para la Seguridad Social nose convierta en un factor negativo para el mantenimientoy contratación de trabajadores; para ello, se han de con-siderar por separado los dos canales de financiación.

El canal procedente de los trabajadores deberá te-ner el exclusivo destino de sufragar los gastos de posi-bles enfermedades, parte substancial de las medicinas,intervenciones quirúrgicas y hospitalización; su cuantíaactual es más que suficiente si, en la gestión, se supri-men todas las superficialidades burocráticas y se com-para con la voluntaria cuota familiar por pertenecer auna mutualidad médica de “servicios plenos”.

El canal procedente de las empresas ha de ser tra-tado con “pragmática elasticidad”: NUNCA DEBERÁ TE-

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NER RELACIÓN DIRECTA CON EL NUMERO DE EM-PLEADOS, ni, por razones obvias, debe representar fa-cilidad alguna para la insolidaridad.

Está claro que existen unas perentorias necesidadesde ingresos, que éstos deben resultar suficientes parael fin que pretenden y que han de ser cubiertos según lasmás elementales reglas de la equidad. No es buena solu-ción que, a través de impuestos como el IVA, dependandirectamente del consumo lo que, injustamente, mengua-ría el poder adquisitivo de las economías más débiles.

Tanto la cobertura de prestaciones y gastos de ges-tión como lo que llamamos “elementales reglas de la equi-dad” resultan notoriamente difíciles de cumplimentaren las actuales circunstancias: un monstruoso y progresi-vo déficit y miles de hechos fraudulentos avalan tal cons-tatación.

Por demás, insistimos, entorpece la creación de pues-tos de trabajo. Urge, pues, una substancial reestructura-ción del Sistema: desde premisas absolutamente realis-tas, dentro de las reglas de una rigurosa autofinancia-ción y con el claro objetivo de traducirlo en un alicientemás para la “involuntaria solidaridad” (la voluntaria soli-daridad nace y se alimenta en la conciencia de las per-sonas y, por lo mismo, pertenece a otro orden de cosas)en la tarea de multiplicar las oportunidades de empleo.No puede detenernos el que ello implique la ruptura dedeterminados esquemas anclados en una rutina que hademostrado ser directa enemiga de la eficacia, de la eco-nomía y del progreso social.

Seguirá siendo responsabilidad de las empresas enactivo la parte que actualmente les corresponde en lacobertura de los gas tos del Sistema de Protección So-cial; pero no en razón directa con su Plantilla y sí con lo

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que se puede considerar su POTENCIAL CIFRA DE AC-TIVIDAD.

La “potencial cifra de actividad” no es un factor tanabstracto como a primera vista pudiera parecer: se sabeque viene determinado por el carácter de negocio, por elproducto, por el margen porcentual sobre previsible fac-turación (según objetivos datos de Mercado y al margende las “cuentas oficiales”), por la ubicación geográfica ypor los respectivos medios materiales de producción,elementos perfectamente cuantificables, y, por lo tanto,traducibles a un coeficiente que habrá de servir de basepara el reparto proporcional de las cargas, éstas clara-mente ex presadas en los Presupuestos Generales delEstado.

Afectaría a cualquier tipo de empresa: individual, fa-miliar o colectiva; agrícola, ganadera, pesquera, indus-trial o de servicios. Podría ser objeto de revisión de añoen año y habría de traducirse en cuotas mensuales, pre-sumiblemente, inferiores para las empresas abundantesen capital humano; así debe ser si, en la determinaciónde los coeficientes, se sigue el criterio de primar la in-versión eficiente en detrimento de la inversión especu-lativa o aventurera. Sin duda que el punto más delicadodel Sistema que se propone viene representado por ladeterminación de las bases de cálculo y consecuente apli-cación de unos coeficientes rigurosamente proporciona-les a las respectivas capacidades y al grado de utilidadsocial: en ello habrán de participar, junto con el poderpolítico, técnicos y delegados de los diversos “agenteseconómicos”; pero en tiempo record y con un arbitrajeque neutralice la tendencia a estériles divagaciones.

Ya es de segundo orden el que, respetados los dere-chos adquiridos por los actuales pensionistas y por losque habrán de serlo en un período inferior a los diez años,

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se arbitren nuevos baremos de reciprocidad con reduc-ción de cuotas y contraprestaciones, entrada de los fon-dos de pensión, etc...

Dado el carácter de esta tan radical (y, muy segu-ramente, obligada) reestructuración, cabe pensar quelas partes implica das muestren inequívoco interés poragilizar y optimizar su funcionamiento; las posibles e“interesadas” reticencias habrán de ser canalizadas porla pertinente ley orgánica.

Es una Ley Orgánica cuya oportunidad viene dictada,obvio es recordarlo, por la necesidad de contar con expe-ditivos marcos legales para evitar tanta culpable insoli-daridad, tanta miseria y tanto imperdonable despilfarrode energías humanas, las mismas que resultan impres-cindibles para cubrir la etapa de progreso que corres-ponde a las mujeres y hombres en situación de ejercer“hoy” su LIBERTAD RESPONSABILIZANTE.

Lo que se apunta implica, sin duda, una verdaderarevolución en los procedimientos; pero, de hecho, no signi-fica más que un realista intento de adaptación a las exi-gencias de los tiempos que, como no podía ser menos, co-inciden con la preocupación por servir a la racionalidadeconómica.

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VII. PROYECCIÓN UNIVERSAL DE BIENES Y SERVICIOS

En cualquier situación, no todo depende de la volun-tad del ocasional protagonista. Pero sí que depende laopción por ésta o aquella otra alternativa cuyos efectosinciden en la marcha de su propia trayectoria vital y,que, de una forma u otra, altera los modos y medios devida de sus prójimos y sucesores. Para el hombre no exis-te, pues, radical inoperancia o aislamiento lo que nos lle-va a concluir que carece de sentido el desaforado indivi-dualismo: en mayor o menor grado, los otros dependende mí al tiempo que yo dependo de ellos.

A superior escala tal sucede con los pueblos, cuya tra-yectoria histórica, obvio es reconocerlo, está entroncadaen el porvenir de la Humanidad; en razón de ello, es derigor tomar conciencia de que a cada ciudadano de undeterminado pueblo cabe una parte de responsabilidadde lo bueno o malo que ese pueblo haga por el resto dela Humanidad. A los españoles afecta, pues, lo que Es-paña hace y deshace en el concierto de naciones.

Las insultantes diferencias entre las formas de vivirde los pueblos marcan una situación de agobiante es-

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trangulamiento: entre las causas no es la menos deter-minante la escasísima capacidad de consumo de nume-rosas poblaciones cara a la gran variedad y cantidad deproductos que puede proporcionar la industria moder-na, de cuyo desarrollo, obvio es reconocerlo, viven lospueblos ocasionalmente opulentos.

Por demás, en esos pueblos, ocasionalmente opulen-tos, crece el número de parados y perviven amplias islasde pobreza, en que resulta difícil de imaginar otra de-manda que no sea la de artículos de primera necesidad,no siempre presentes en los planes de las grandes indus-trias. ¿Qué hacer? ¿Frenar el Progreso? ¿Destruir stocks?¿Incrementar artificialmente el número de parados? ¿De-sarrollar nuevas políticas de avasallamiento? ¿Promo-ver drásticas medidas malthusianas cuya ya actual y par-cial aplicación cubre de vergüenza a tantos de los llama-dos progresistas? ¿Confiar a la suerte el des tino de laHumanidad?

¿No será mejor algo más en consonancia con nuestrapropia razón de ser y que fuerce el ejercicio de nuestralibertad responsabilizante mediante una “lógica proyec-ción universal” de nuestras capacidades? En ese sentidomucho podemos hacer para que el inmenso poder de laIndustria Moderna, en una buena parte, se aplique a re-solver las carencias de muchos pueblos incluyendo, cla-ro está, a los más pobres.

Alimentamos la creencia de que es ése un campo enque podrían resolverse gravísimos de los países más de-sarrollados.

Puesto que la Naturaleza es rica y sorprendente enrecursos y la Ciencia abre poderosas vías de solución acualquier carencia humana forzoso es reconocer que lassoluciones dependen de la voluntad de las personas y,

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también del desarrollo del “espíritu comunitario” en lospueblos.

No hay ninguna lógica en que sigan muriendo de ham-bre millones de personas, que se sucedan generacionesde escandaloso divorcio entre la Técnica y la prodigali-dad de la Naturaleza, que crezca y crezca la estúpida infra-utilización de energías humanas...

Es fácil ver una estrecha relación entre la amenaza-dora “recesión”, el problema del paro en los países máso menos industrializados y la cobertura de las necesida-des de los países más pobres. Claro que se tropieza conel freno de la insolvencia a caballo de lo que se llama “deu-da externa”, algo fabricado por la imprevisión, el capri-cho de tiranuelos y la codicia de unos y de otros pero queno puede constituir lastre alguno para el desarrollo delos pueblos: por supuesto que la única posibilidad de co-brar para un acreedor es que el deudor pueda pagar (en-tramos en la fatídica pescadilla que se muerde la cola).En consecuencia, la resolución de tal problema habrá dehacerse desde la perspectiva marshalliana que, en el casode la Europa hundida por la Guerra, tanto o más bene-fició a los promotores que a los destinatarios: invertirpara elevar a los necesitados al nivel de clientes.

En esa línea, vemos una acuciante y magnífica parala revitalización y desarrollo de España, una nación eu-ropea naturalmente ligada a África y con hermanos desangre y de cultura en una buena parte del Mundo.

La tal nación europea (universal, más bien) está o debeestar en disponibilidad de aplicar a su industria, a suagricultura y a todo su caudal humano las enseñanzasde la Razón Vital. Esta tan nuestra razón vital reniegade elitismos farfulleros y tiende al cordialísimo compro-miso entre el Hombre y la humanización de su “circuns-tancia” lo que implica el óptimo empleo de las herramien-

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tas a su alcance (la poderosa moderna tecnología, entreotras).

No por otro camino encontrará justificación nuestroafán de protagonismo mundial. Claro que tal respuestahabrá de llegar por el camino de lo concreto. Será eseun camino empedrado de motivaciones para todos los po-tenciales productores (empresarios y asalariados), quie-nes, conscientemente o no, con más o menos afán de lu-cro (respetable si resulta espuela de la libertad respon-sabilizante), velarán por el “pan del prójimo”, lo cual, yalo hemos dicho, debe ser aceptado como INELUDIBLEEXIGENCIA ESPIRITUAL

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VIII. HACIA UN SUGESTIVO PROYECTO DE ACCIÓN ENCOMÚN

Un razonado y realista PROGRAMA DE RECONS-TRUCCIÓN ECONÓMICA puede animar el desarrollode un “proyecto sugestivo de vida en común”, DOGMANACIONAL, que proclamó Ortega. No estar juntos porque así lo determina la inercia de los tiempos: ESTARJUNTOS PARA HACER JUNTOS ALGO, que ya hemosrecordado.

España deja de progresar cuando falla el “directorde orquesta” y cada “profesor” pretende destacar por suparticular sentido de la armonía. Desentona, claro está,y su afán de exclusivismo o notoriedad no sirve más quepara “romper la partitura”.

La sagrada libertad en el corazón, al principio, du-rante y al final del proyecto. Y vuelco hacia un más-serno a costa de nadie o en contra de otras personas o pue-blos y sí en perfecta sintonía con las exigencias de la Rea-lidad.

Algo realizable, un proyecto incitador de voluntades“¿Para qué, con qué fin y bajo qué ideas ondeadas como

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banderas incitantes?”. La unión se hace para lanzar laenergía española a los cuatro vientos, para inundar elplaneta de nuevas ideas y de nuevos modos de cubrir an-cestrales necesidades.

En el éxito de las empresas una buena parte dependedel sentido de la oportunidad: ¿qué mejor resquicio parael desarrollo que el romper tanta manía de manipula-ción por parte de los G7 y sus ocasionales portavoces elFMI y el Bundesbank, entre otros?

La Weltpolitik de los españoles pasa por un “ambi-cioso afán de personalización” sin atropellos de ningúnestilo, con la explotación y puesta sobre el TAPETE UNI-VERSAL de las más ricas peculiaridades... dentro de unclaro objetivo unitario: esto último es la pieza fundamen-tal del Proyecto de tal forma que, cuan do falla, los bue-nos propósitos se desvanecen en pura retórica cuandono se traducen en retrógrado egocentrismo.

Sin duda que el seguimiento de la IDEA DE GRAN-DES COSAS POR HACER, que el empeño por cubrir lassucesivas etapas de ese más que necesario SUGESTIVOPROYECTO EN COMÚN... darán al traste con no pocosfalaces argumentos que alimentan la peligrosa obsesiónde ir cada uno por su lado.

?Qué mejor “sugestivo proyecto en común” que el devolcar cuanto tenemos y valemos hacia la cobertura detantas carencias de millones y millones de potencialesclientes nuestros en res peto a las “Leyes del Mercado”sí, pero no a tantas hipócritas consignas de los paísesmás poderosos cuyo afán de colonialismo universal estan evidente? Con evidente mayor generosidad ¿no sepodría aminorar el cerco torpemente pactado con la UniónEuropea y seguir el ejemplo de países cuya actividadeconómica no le hace remilgo alguno a cualquier posibleproyección universal?

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Por lo tanto, la Idea-fuerza de ese SUGESTIVO PRO-YECTO EN COMÚN puede y debe responder a la simul-tánea cobertura de dos acuciantes y dramáticas caren-cias: la de SUFICIENTE TRABAJO en España y la deSUFICIENTES RECURSOS vitales en tantos pueblos(al margen de los avatares políticos y en una línea dereciprocidad que, muy seguramente, no garantizan losG7 y sus más devotos satélites). Siempre, claro está, enprogresiva aplicación de LIBERTAD RESPONSABILI-ZANTE.

Mucho se ha hablado y se ha escrito sobre la “irre-versible marcha hacia el Progreso”. El Progreso en to-das sus dimensiones es difícil de catalogar o definir: sevive y cobra fuerza cuando la libertad de cada uno se ex-presa en pocas palabras y en un trabajo solidario y con-secuente con todas las posibilidades que brinda la Tie-rra y el momento en que se vive.

Es una Sociedad gravemente enferma aquella que esincapaz de ofrecer motivaciones al pleno desarrollo dela iniciativa personal de todos y cada uno de sus ciudada-nos, sean estos ricos o pobres, empresarios o asalaria-dos.

Para una Sociedad que aspira al progresivo desarrollode sus posibilidades el pleno Empleo es una NATURALEXIGENCIA. También es NATURAL EXIGENCIA el asu-mir responsabilidades en una “equilibrada disponibili-dad de estímulos”.

Acaparar posibilidades y castrar a las diversas fuen-tes de estímulos es un grave atentado a la Libertad y,por lo mismo, enconado enemigo del Progreso. Acapararo despilfarrar bienes privándoles de su jugo social es untropelía que se traduce en una traba para la felicidaddel propio inductor o protagonista (el poder político olos títulos de propiedad se legitiman y consolidan cuan-

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do se proyectan hacia el perfeccionamiento, multiplica-ción y difusión de los bienes potencialmente asequiblesa la mayoría). Consecuentemente, Progreso en vías deconsolidación será aquel que, por caminos de libertad,incrementa las responsabilizaciones precisas para la ne-cesaria multiplicación, mejor distribución y máxima pro-yección de los bienes naturales, lo que, por LEY NATU-RAL, se traduce en SUFICIENTES OPORTUNIDADESDE EMPLEO. Reniega, pues de su principal responsa-bilidad un Poder público que no se fija como esencialpreocupación el total aprovechamiento de bienes y ener-gías disponibles. Cuando ese Poder público asuma a con-ciencia su principal responsabilidad, el TRABAJO PARATODOS resultará un ineludible OBJETIVO NACIONAL.

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CONCLUSIÓN

AGÓNICA, PERO VIVA Y MUY VIVAAUNQUE INVERTEBRADA ESPAÑA

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España se mueve. Lo hace mejor y más deprisa cuan-do “trabaja en equipo”, cuando aplica toda la fuerza dela “libertad responsabilizante” de personas y pueblos enun vuelco generoso hacia otras personas y pueblos másnecesitados que ella: se embarca así en la progresiva lí-nea de HACERSE MAS desde sus propias raíces y enrespuesta al desafío que presenta la obra inacabada deun mundo en el que sobran los idealismos y faltan solu-ciones concretas al hambre, al desempleo, a la desespe-ranza...

Lo que hoy parecen estertores de agonía de nuestraEspaña podrían ser ramalazos de impaciencia por com-prometerse en un proyecto de utilidad universal, aun-que sea ello por pura necesidad de supervivencia. Va enello su propia salud y la de su Democracia y, también lailusionante posibilidad de que todas y cada una de suspartes o regiones tengan a orgullo presentarse como unade tantas expresiones de la España plural y universali-

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zante sin otra obsesión que la de desempeñar su especí-fico papel en el PUZZLE UNIVERSAL.

Para ello nada de apelaciones al inestable sentimientoo a pobrísimos subterfugios (la singularidad lingüísticao el “carácter de nación”, por ejemplo) y sí a esa RAZÓNVITAL que da sentido a nuestra vida en común. Pode-mos ser y seremos españoles comprometidos con un “su-gestivo proyecto de acción personal y comunitaria” in-cluso por puro egoísmo.

Los primeros y principales sucesivos pasos corres-ponden a los titulares del Poder Político en cuyas ma-nos está, nada menos, que el “roturar y señalizar” todoslos posibles caminos para el desarrollo de toda la po-tencialidad de bienes y energías en uso de la LIBERTADRESPONSABILIZANTE de personas y pueblos.

La viabilidad del PROYECTO exige otro enfoque delGasto Público de forma que no falten medios materialespara abrir merca dos, reestructurar modos y medios deproducción, motivar a los participantes en la tarea co-mún: también al Poder Político le corresponde la prime-ra y principal responsabilidad en ello.

Dicho así y a la vista de la indiferencia con que esePoder Político asiste a la agonía de nuestra España y desu Democracia (escribimos esto en octubre de 1994), ca-brían pocas esperanzas de un “cambio de tendencia”. Seráde otra forma si la LIBERTAD RESPONSABILIZANTE,a la que tan frecuentemente apelamos, inspira la mejorsolución política en cada convocatoria electoral y, a ren-glón seguido, se agiliza la burocracia, se revisa la con-sistencia de las ataduras impuestas por el proteccionis-mo de los más pode rosos, se rompen barreras de pro-yección comercial y, por lo mismo, se abren nuevos cau-ces a nuestro poder y saber hacer.

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Claro que ello es posible, a pesar mismo de la dema-gogia mantenida y aumentada por los monopolizados me-dios de comunicación: El juicio crítico y la personalísimaansia de justificar el positivo valor del Voto... siguen sien-do valiosísimos activos.

Observaréis que hemos excluido de nuestro catálogode reflexiones y propuestas todo recurso a una presun-ta buena voluntad de la mayoría: aun recordamos el mal-hadado discurso de cierto ministro de la transición que,en lugar de soluciones concretas a gravísimos y acucian-tes problemas económicos, se limitó a declarar: la cosase arregla si, con buena voluntad, colaboramos todos(¿dónde está tu capacidad de impulsión y de organiza-ción?).

Ello no quiere decir que reneguemos de la buena vo-luntad como factor de progreso: sin duda alguna, es unbien imprescindible al desarrollo de la humanidad. Peroes un bien inestable y, ciertamente, oculto en la concien-cia de las personas.

Para capitalizar ese bien social que es la BUENA VO-LUNTAD el Poder Político, si es que escucha este rosa-rio de reflexiones nuestras, no puede hacer más que faci-litar su ejercicio; nunca lo tomará como sustitutivo delmínimo riguroso plan de acción.

Pero sí que el Poder Político debe prevenir los efec-tos de la mala voluntad: cuenta para ello con sus leyes yprocedimientos. Y también con un caudal de estímulosneutralizantes.

Si la mala voluntad se alimenta de egoísmos y tor-pezas personales, lo que, al igual que la Buena Volun-tad, se oculta o puede ocultar en el impenetrable refu-gio de la conciencia... vano intento es erradicarla defini-tivamente por decreto o por demagógico hilván de bue-nos deseos (eso pretendieron los utopistas con resulta-

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dos harto conocidos): es la conversión el único y lentoremedio.

La Ley y los estímulos neutralizantes de la evidenteescasez de generosidad son las principales armas de laAcción Política. Centrada esa acción en la recuperacióneconómica y subsiguiente creación de empleo, se podrán,fácilmente, “concretizar” tareas y etapas en la persecu-ción del TRABAJO PARA TODOS, eso que no hemos du-dado en proclamar específica imposición de la Ley Na-tural.

Reconocido como pieza clave en el puzzle universal,con capacidad para convertir en herramienta las vir-tualidades de su entorno material, con hambre de liber-tad... nuestro principal objeto de atención, el Hombre,se nos presenta desorientado y falto de estímulos.

Su norte es el bien de los demás al margen, incluso,de los dictados de su propia conciencia: será más IM-PORTANTE (más persona) cuanto mayor proyección so-cial alcancen sus virtualidades, sean de índole externa(dinero u otros medios materiales) o interna (modos depensar o hacer). El más fácil camino a su alcance partede su misma situación con la mira puesta en lo que pue-de hacer.

Ya al Poder Político, repetimos, le corresponde ve-lar porque no falten los estímulos a cada persona paraque cumpla un específico papel en la cobertura de unOBJETIVO GLOBAL.

En otras épocas los gobiernos contaban con “posibi-lidad de elección” a la hora de definir objetivos o propó-sitos: en la nuestra no hay otro más importante que elTRABAJO PARA TODOS EN UN PROYECTO DE AL-CANCE UNIVERSAL: ese “sugestivo proyecto de acciónen común” volcado hacia la justa concordancia entre todanuestra capacidad de trabajo y la perentoria cobertura

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de tantas y tantas necesidades de otros países no menossolventes que los más ricos y dispuestos a forjar compro-misos en rigurosa línea de reciprocidad.

Por supuesto que UNA MAYOR UNIVERSALIZA-CIÓN DE NUESTROS RECURSOS es un objetivo nadafácil pero no por ello menos perentorio y, decididamente,muy capaz de infundir GANAS DE VIVIR A NUESTRAESPAÑA Y A NUESTRA DEMOCRACIA.

Situados en lo Concreto, hemos apuntado propues-tas (Soluciones de Emergencia, podrían llamarse) en con-sonancia con los condicionantes de nuestra Economía,los “derechos adquiridos” y lo que nos ha gustado llamary repetimos LIBERTAD RESPONSABILIZANTE de to-dos y cada uno de los españoles.

Pero, a partir de éste como de otros parecidos dis-cursos, lo que realmente cuenta es su incidencia en unapositiva participación hermanada con la Realidad y ellotiene un punto de partida: El acierto en el voto y la subsi-guiente acción política o gestión eficaz de nuestros dele-gados. No otra cosa puede producir una Democraciacomo la española.

Para el acierto en el voto es fundamental captar laparte de verdad que nace de reflexionar sobre la propiareflexión.

Madrid, septiembre de 2002